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Para ahondar en la reflexión acerca de la marginación del género femenino, Oyazún recurre
al concepto <<dialogismo estético-epistemológico>>, definido por Bajtin como un <<viaje
de ida y de regreso>> (42). Es decir, en el marco de la subjetividad experiencial y perspectiva,
el sujeto debe objetivarse a sí mismo para llegar al autoconocimiento. El viaje de ‘ida’ orienta
la experiencia interna hacia la exterioridad, permitiendo al sujeto proyectarse a sí mismo
como una ‘otredad’. Esto se constituye como un requisito fundamental del <<acontecer
estético>>. Sin embargo, el proceso cognitivo estético, está incompleto sin el ‘regreso’,
conclusivo y reflexivo frente a la vivencia interna (42). La actividad estética comienza
cuando ‘regresamos’ a nosotros mismo y a nuestro lugar fuera del ‘otro’, cuando se concluye
y estructura el material de la vivencia. En este sentido, cuando el carnaval desemboca en el
libro -inicio de la modernidad-, los privilegios de los de ‘arriba’ (cultura de élites, logos,
espíritu), coincide con la biografía del <<self-made man>>. Vale decir, la novela europea
nace con la narración de la ontogenia del varoncito en el Orden Simbólico patriarcal. Luego,
la identidad de hombre occidental, es una barrera contra el dialogismo género-sexual, puesto
que todo viaje de ‘ida’ se realiza en el marco del Orden Simbólico patriarcal que subyuga lo
femenino a un continente oscuro e innombrable. El diálogo solo es permitido en términos de
conquista, subordinación y dominio. En el terreno oscuro, al que es relegado lo femenino,
también se remite al registro étnico cultural, en consecuencia, sexismo y racismo, cohabitan
en el mismo terreno innombrable para el Orden Simbólico patriarcal. Vinculado con lo
anterior, se plantea que el colonialismo hace coincidir los registros del sexismo y el racismo
con los de clase. El patriarcado neocolonialista se funda sobre la primera forma de
explotación genérico-sexual, la primera de la especie humana. Es importante advertir que el
origen de la coerción género-sexual, remite a la clausura de lo pre-matriarcal -matrilineal- de
muchas sociedades, incluidas las pre-colombinas. Todo parece indicar -en torno a la
universalización de lo patriarcal- que muchas sociedades pre-colombinas siguieron un
desarrollo patriarcal similar al de Occidente. De este modo, el mayor grado de ‘avance’ de
las civilizaciones se produce en cuanto menor es el nivel de dialogismo género-sexual con la
mujer relegada a un espacio satanizado y patologizado. No obstante, el vínculo entre el
sexismo y racismo, Oyarzún despeja las especificidades de ambos registros: el feminismo
arroja luz para una más amplia y pluralista concepción de la heterogeneidad de la literatura
latinoamericana; el trabajo diacrónico de los ‘etnocríticos’, revela aspectos fundamentales de
la producción literaria femenina, en lo que guarda relación con la crítica al feminismo
esencialista que desconoce otros tipos de opresión. No sorprende que el feminismo
etnocéntrico de Occidente tenga dificultades para comprender la importancia de los mitos
matrocéntricos en la literatura latinoamericana, puesto que, en América Latina la subjetividad
de la mujer se construye en diálogo con otras identidades y con sentido de colectividad, sin
que se pierda lo propio. En este punto, Oyarzún ve la inflexión ginocrítica de las <<literaturas
heterogéneas>>: ante los diversos modos productivos que generan un texto específico,
plantear la productividad genérico-sexual con criterios históricos, desencializadores (45).
Los fecundos resultados críticos que han dado los planteamientos sobre la productividad
literaria, se enriquecen al añadir al problema de la producción y circulación textual las
condiciones específicas de reproducción de la especie, dado que hay silencios de la mujer -
en el ámbito literario- que solo puede ser relativizados dentro de la articulación entre
producción y reproducción (social) de la especie. Un error de la crítica ha sido supone que el
Orden Simbólico es masculinista por esencia, luego, el lenguaje es ‘masculina’. Por el
contrario, si algo queda relativizado con la incorporación de la mujer a las reflexiones, es el
lenguaje. En consecuencia, la desencialización de las prácticas discursivas es a causa de una
productivización feminista que logra hacer ‘cortocircuitos’ epistémicos coincidentes con
otros sectores marginales. La labor de la crítica es indagar en los ‘blancos’ en la memoria
colectiva en busca de trazos polifónicos sociales que no ha sido acogidos por las instituciones
culturales hegemónicas. Oyarzún recalca la necesidad es estudiar con métodos
interdisciplinarios (etnográficos, psicoanalíticos, sociológicos, históricos) el impacto que ha
tenido la entrada de la mujer en el circuito masculinista de la cultura. En este sentido, la mujer
debería seguir ahondando sus lecturas -diacrónicas y dialógicas- a textos de hombres, a fin
de develar los estratagemas masculinistas. Lo importante en la hibridación genérico-sexual,
es que la mujer en el esquema de producción artístico verbal, una emisora capaz de recrearse
a sí misma, entablando un diálogo con consigo mismas en el <<viaje de ida y de regreso>>
propuesto por Bajtín. La hibridación se completa si se observa que los textos producidos por
mujeres, se dirigen a un público masculino y femenino.
Para concluir, Oyarzún remite a la pregunta de Carlos Monsiváis: ¿Cómo suena una
sociedad? Frente a esto, la autora plantea que las literaturas avanzan hacia una polifonía. Sin
embargo, hoy en día es común escuchar más voces masculinas que femeninas. Lo que
importa es posibilitar inscripciones generoglósicas, el habla de los géneros y el conflicto en
que se hallan inmersos. La heteroglosia sexual surge del surtidor plural de sectores, etnias y
clases sociales, expresando la multiplicidad de deseos, intereses y voluntades (48). Aún no
existe en América Latina una literatura que permita escuchar -dentro de sus propios textos-
la polifonía que caracteriza la heterogeneidad del continente, manteniendo abierta la puerta
a la generoglosia.
BIBLIOGRAFÍA.
OYARZÚN, Kemy. “Literatura heterogéneas y dialogismo genérico-sexual”. Revista de
Crítica Literaria Latinoamericana. 38 (1993): 37-50