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Hacia un nuevo diseño educativo

Para entender cómo enseñar y aprender mejor, primero debemos establecer no sólo qué es lo que vale la
pena enseñar y ser aprendido, sino también qué es el aprendizaje y cómo se elabora el conocimiento. De lo
contrario, estaremos andando a ciegas y confiando en nuestras buenas intenciones. No por casualidad, así
es como se diseñan las reformas educativas que terminan siendo un gran fracaso porque no producen los
resultados esperados.

Los sistemas educativos tradicionales continúan apelando a la retención y reproducción de la información


como método de estudio y aprendizaje. Pero está comprobado que tal sistema, además de un insoportable
hastío en todos los estudiantes, sólo produce un conocimiento residual que difícilmente merezca el nombre
de conocimiento.

Una conocida cita de Fenstermacher señala que no existe una relación de causalidad directa entre la
enseñanza y el aprendizaje. Es decir, que la enseñanza no necesariamente produce aprendizaje. A esta idea
habría que complementarla diciendo que, del mismo modo, el aprendizaje no necesariamente se produce
como efecto de una acción destinada a ese fin. Incluso puede darse como efecto no deseado de una acción
destinada a enseñar otra cosa. Y todo esto sucede a diario en nuestros sistemas educativos porque se
confunde la naturaleza del conocimiento y del aprendizaje.

A grandes rasgos, el aprendizaje puede definirse como la adquisición de nuevos conocimientos, destrezas
y habilidades, ya sea para el ejercicio de determinada actividad o como una capacidad general aplicable a
diversas circunstancias. A los fines de este trabajo, el aprendizaje es entendido más como un proceso que
posibilita la adquisición de esos conocimientos y habilidades. Pero antes de seguir adelante, debemos
establecer una diferenciación conceptual entre información y conocimiento que resulta clave para hablar
de todo lo relacionado con la enseñanza y el aprendizaje.

Suele considerarse al conocimiento como algo externo e independiente del individuo que lo elabora, pero
en realidad eso es mera información. La información son simplemente datos inconexos, que están al alcance
de cualquier persona y que necesitan ser analizados e interrelacionados para que puedan transformarse en
conocimiento. Es el sujeto conocedor quien transforma esos datos en conocimiento al interpretarlos,
analizarlos, contextualizarlos y conectar las distintas piezas de información para producir conocimiento.

Suele considerarse al conocimiento como algo externo e independiente del individuo que lo elabora,
pero en realidad eso es mera información.

Ese conocimiento elaborado a partir de la información disponible es algo que no existía previamente y es
un proceso interno del individuo. Si bien otros individuos pueden llegar a conclusiones similares o incluso
iguales, el conocimiento obtenido es indivisible del sujeto conocedor que lo elaboró, porque es el resultado
de un proceso de interno. Es decir que el conocimiento elaborado por un sujeto conocedor en particular es
información para el resto, hasta que cada uno de ellos efectúe un debido proceso interno para transformarlo
en conocimiento.

Esta diferenciación entre información y conocimiento, y el hecho de reconocer que la elaboración del
conocimiento -y por ende, el aprendizaje- es un proceso interno del individuo, es la primera clave para
comenzar a pensar un nuevo diseño educativo.
Esta diferenciación entre información y conocimiento, y el hecho de reconocer que la elaboración del
conocimiento -y por ende, el aprendizaje- es un proceso interno del individuo, es la primera clave
para comenzar a pensar un nuevo diseño educativo.

Esta diferencia pasa desapercibida en el sistema educativo tradicional que, a pesar del énfasis puesto en el
constructivismo desde lo teórico, en la práctica se especializa en la transmisión de la información.

La retención de información es absolutamente inoperante en términos de aprendizaje verdadero. Es por eso


que los sistemas educativos tradicionales que operan mayormente en base a la transmisión y retención de
información no sólo son ineficientes sino también perjudiciales, porque confunden la naturaleza del
conocimiento y del aprendizaje. Es esta confusión la que lleva a suponer que la simple aprobación de un
examen memorístico implica una suerte de aprendizaje, y es también lo que lleva a que se diseñen y
mantengan sistemas educativos que no sólo no producen efecto positivo en los estudiantes, sino que los
somete a un esfuerzo penoso y desagradable, muchas veces mientras todavía son niños de corta edad.

La retención de información es absolutamente inoperante en términos de aprendizaje verdadero. Es


por eso que los sistemas educativos tradicionales que operan mayormente en base a la transmisión y
retención de información no sólo son ineficientes sino también perjudiciales, porque confunden la
naturaleza del conocimiento y del aprendizaje.

El aprendizaje como proceso y la creatividad

Si bien es normal y deseable que la educación tenga mucho de transmisivo en algunos


aspectos -especialmente en la enseñanza de materias técnicas-, en el corazón de la
educación, en aquel aspecto que es verdaderamente transformativo y trascendente desde
el punto de vista individual y social, se encuentra la elaboración del conocimiento.

Lawrence Stenhouse denominaba a este aspecto inducción al conocimiento y sostenía que


para su enseñanza debía adoptare el mismo enfoque que Eisner proponía para la
enseñanza de las artes, donde los resultados que se esperan son en buena medida
imprevisibles. Según Eisner, si se esperasen resultados preestablecidos, no se estaría
fomentando el arte, porque el arte apela a la creatividad e individualidad. La tarea más
importante de la Educación, señalaba Stenhouse, es enseñar a ser creativo y superar lo ya
conocido.

La tarea más importante de la Educación, señalaba Stenhouse, es enseñar a ser


creativo y superar lo ya conocido.
Contrariamente a la pedagogía por objetivos, que es útil en otros aspectos de la educación,
su propuesta para las ciencias sociales en la educación media era un modelo centrado en
los procesos de aprendizaje, donde no se espera un resultado predeterminado. El modelo
por objetivos -señalaba Stenhouse- confunde la naturaleza del conocimiento. El
conocimiento no es simplemente información, sino estructuras que sostienen el
pensamiento creador y proporcionan marcos para el juicio. Esta definición de Stenhouse,
además de ser consecuente con la diferenciación entre información y conocimiento, es lo
que en otras palabras podemos llamar dominio cognitivo: marcos de comprensión
elaborados a partir de la estructura de una disciplina. Es decir, la forma de comprender y
estudiar la realidad que tiene el profesional de cada disciplina.

Al hacer foco en los procesos, estamos advirtiendo que el verdadero aprendizaje no se


trata de obtener un resultado final, sino de recorrer un camino, elaborar un proceso. El
conocimiento es un producto final elaborado internamente por el sujeto conocedor, pero
el objetivo final de la educación, descansa más en el proceso de aprendizaje propiamente
dicho que en la elaboración del conocimiento. Es decir, es más importante recorrer ese
camino, adquirir las herramientas que posibilitan elaborar el conocimiento, que el
resultado final de recorrer ese camino.

El conocimiento es un producto final elaborado internamente por el sujeto


conocedor, pero el objetivo final de la educación, descansa más en el proceso de
aprendizaje propiamente dicho que en la elaboración del conocimiento. Es decir, es
más importante recorrer ese camino, adquirir las herramientas que posibilitan
elaborar el conocimiento, que el resultado final de recorrer ese camino.

De todas maneras, la elaboración del conocimiento es un resultado inevitable y natural de


trabajar de esta forma; es un subproducto. Pero el punto es que no debería esperarse un
resultado predeterminado por fuera de favorecer la aparición de este proceso, porque de
eso se trata el aprendizaje. Si el sistema educativo hiciera hincapié en promover estos
procesos de aprendizaje, la consecuencia natural sería la elaboración del conocimiento
por parte de los estudiantes como un subproducto del proceso de aprendizaje. Esto
sucedería independientemente de la existencia de otros factores externos no
determinantes, los cuales, en contextos de sistemas educativos tradicionales, resultan
altamente condicionantes.

Si el sistema educativo hiciera hincapié en promover estos procesos de aprendizaje,


la consecuencia natural sería la elaboración del conocimiento por parte de los
estudiantes como un subproducto del proceso de aprendizaje.
Entender que el aprendizaje es un recorrido, un proceso que lleva a cabo el estudiante y
no un resultado final que tiene que demostrar, y entender que ese es el objetivo
fundamental de la educación, es la segunda clave para diseñar un nuevo sistema
educativo.

Entender que el aprendizaje es un recorrido, un proceso que lleva a cabo el


estudiante y no un resultado final que tiene que demostrar, y entender que ese es el
objetivo fundamental de la educación, es la segunda clave para diseñar un nuevo
sistema educativo.

Los sistemas educativos tradicionales se basan en lo que el estudiante puede demostrar


en un examen. No toman en cuenta para nada los procesos de aprendizaje. Una prueba
cabal de esta concepción errónea son las evaluaciones, tanto los métodos de evaluación a
los alumnos como las evaluaciones de calidad educativa. Todos ellos se basan en
exámenes donde los estudiantes deben demostrar cuánto han aprendido. En la mayoría de
los casos, sería más correcto decir que se basan en cuánta información pueden recordar.
En otros casos sí se busca la elaboración de conocimiento y la aplicación de ciertos
criterios de pensamiento. Pero lamentablemente, no siempre se enseña lo que se exige.

Continúa en “Hacia un nuevo diseño educativo (2da parte)”

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