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Este libro fue traducido gracias a Mais &
Liliana del Foro Paradise Summerland.

Recopilación y Revisión
Mais & Mew

Diseño
Mew Rincone
Índice
Sinopsis Capítulo 17 Capítulo 35
Prólogo Capítulo 18 Capítulo 36
Capítulo 1 Capítulo 19 Capítulo 37
Capítulo 2 Capítulo 20 Capítulo 38
Capítulo 3 Capítulo 21 Capítulo 39
Capítulo 4 Capítulo 22 Capítulo 40
Capítulo 5 Capítulo 23 Capítulo 41
Capítulo 6 Capítulo 24 Capítulo 42
Capítulo 7 Capítulo 25 Capítulo 43
Capítulo 8 Capítulo 26 Capítulo 44
Capítulo 9 Capítulo 27 Capítulo 45
Capítulo 10 Capítulo 28 Capítulo 46
Capítulo 11 Capítulo 29 Capítulo 47
Capítulo 12 Capítulo 30 Capítulo 48
Capítulo 13 Capítulo 31 Capítulo 49
Capítulo 14 Capítulo 32 Capítulo 50
Capítulo 15 Capítulo 33 Cadenas
Capítulo 16 Capítulo 34 Próximamente
Sinopsis
Lucca se convirtió en el segundo al mando, siendo la
pesadilla misma.
Chloe estaba cicatrizada por su pasado, aprendiendo
demasiado joven que las pesadillas son ciertas.
Él ha esperado lo suficiente para reclamar su alma, pero
debe arrebatársela al diablo primero.
El alma de ella podría haber sido mejor que fuera
reclamada por el diablo.
La única manera de salvarla de su pasado es ahondar en
la de él.
El mundo que ella conoce se vendrá abajo.

Solo soy el jodido Coco.


Soy un jodido fenómeno.

Lucca (Made Men #4)


Prólogo
La historia detrás de la cicatriz: la historia de
tristeza, lamento y tortura

Siete meses atrás, Enero…


Llevando su Cadillac clásico negro hacia un lado de la calle, se
posicionó perfectamente para observar la casa. Entonces miró el reloj y vio
que había calculado perfectamente. Ya ha terminado la escuela.

Encendió y apagó su encendedor—encendido y apagado—


esperando a que ella regresara. Lucca nunca había sido bueno en
quedarse quieto y tampoco era un hombre muy paciente cuando estaba
cansado. La noche de ayer había sido larga y su cuerpo todavía lo sentía
esta tarde. A pesar de ello, había disfrutado cada segundo de ello.

Anoche, había tendido al Sr. Johnson a descansar y había


sostenido su promesa de follar a la rubia hasta que ella lo lamentara.
Ambas cosas habían saciado su lado oscuro… por ahora, al menos.

Lucca cerró su encendedor mientras un BMW se estacionaba.


Nunca había confiado en un auto alemán. Lo único bueno sobre ello era su
pintura negra.

Una rubia-fresa salió del auto. Elle Buchanan. No pudo evitar la


cara de desprecio que colocó en su rostro. Su hermano pequeño estaba en
un jodido gran problema.

Observándola caminar hacia la puerta principal, creyó que la chica


solo se volvía más bonita mientras más la veías.

Va a ser una lástima cuando deba estrangular hasta quitarle la vida.

Una cosa era segura, la chica iba a morir y nada iba a salvarla. Era
desafortunado que hubiera estado ahí cuando el gatillo había sido
presionado, pero algunas chicas simplemente nacían sin suerte y ésta en
particular. Solo iba a lograr sobrevivir un mes más hasta su cumpleaños
número dieciocho.

El auto dio reversa, atrayendo su atención. Se preguntaba quién


dejaría a esta chica en este vecindario. Realmente estaba un poco
sorprendido de que esta fuera la dirección, considerando que la chica
había venido de una escuela preparatoria.

Mirando el reloj de nuevo, notó que había un poco más de tiempo


antes de que Elle fuera al trabajo. Su instinto le dijo que siguiera el auto.
Cualquiera con la que ella saliera posiblemente podría ser daño colateral si
su jodida boca balbuceaba demasiado.

Lucca encendió su auto, decidiendo seguir el BMW. Mantuvo una


buena distancia desde atrás, siguiéndolo en una dirección que no había
estado esperando. Esta parte del pueblo era mayormente controlada por la
ciudad, junto con algunos restaurantes caros y tiendas.

Observando su auto estacionarse en una de las tiendas más caras


de la ciudad, se estacionó en la calle y sacó su celular para enviar por
mensaje la placa de licencia a un amigo. Esperó en anticipación, la
curiosidad lentamente comiéndolo, solo se hizo aún peor cuando la puerta
del auto se abrió.

Inmediatamente supo que era una mujer cuando unas botas altas y
negras y pantalones vaqueros del mismo color golpearon el suelo. La
siguiente cosa que notó fue su cabello largo y sedoso. Era el cabello más
negro que había visto.

Quería ver desesperadamente un destello de su rostro pero nunca


dio la vuelta.

Lucca se encontró apagando el auto y saliendo, preguntándose


cómo esto más importante que cualquier otra cosa que podría estar
haciendo con su tiempo. Sus instintos fueron los que le hicieron seguirla
hasta la tienda.

Lucca se aplaudió por ser capaz de ir sin ser notado. Su apariencia


de pantalones vaqueros oscuros, camisas negras y sudaderas del mismo
color le permitían hacer eso, además su rostro y cabello desaliñado. Podía
ir a lugares donde nadie de la familia iría. Los hombres hechos
demandaban atención con sus trajes y aseo inmaculado, mientras que él
no necesitaba esa clase de atención. Tengo otras formas de obtener la
atención que quiero.

Entrando a la tienda sin ser detectado fue fácil con la cara que
tenía. Navegó por la tienda, encontrando a la chica de negro que parecía
estar buscando una pieza en particular. Un ligero destello del lado
izquierdo de su rostro reveló su suave piel de porcelana. Se acercó.

¿La he visto antes?

Otro pequeño destello reveló su joven edad.

Deteniéndose, estaba por darse la vuelta. Ella es demasiado joven.

La chica se giró y entonces volvió a una mesa que ya había pasado.

Su corazón se detuvo un segundo cuando vio todo el lado izquierdo


de su rostro y un sorprendente ojo gris. La otra mitad de su rostro estaba
cubierta por un velo de cabello. Deseaba poder alcanzarla para sentir los
puros mechones negros de seda y apartarlos para revelar el resto de su
rostro.

Vete ya. Nada bueno saldría de esto. Debería haberse ido en el


momento en que había notado que solo era una adolescente.

Todavía era incapaz de decir lo que era, pero algo sobre ella lo
llamaba. Le impedía apartar la mirada de la chica e irse.

Toda la cosa se sentía mal pero al mismo tiempo correcto. Estaba


siendo atraído en diferentes direcciones. Su mente le decía que se fuera,
pero su cuerpo lo mantenía pacientemente esperando.

Observando su mano ir hacia su rostro, sintió que su corazón se


atrapaba en su garganta cuando colocó su cabello detrás de su oreja.

Mierda…Su corazón se detuvo otro segundo ante la vista de su


rostro en su totalidad. Sus ojos viajaron por el lado derecho de su hermoso
rostro que mostraba una cicatriz por encima de su ceja hasta el hueco de
su mejilla. Otra estaba al lado derecho, por encima y debajo de sus
deliciosos labios. El instinto de dejar que las puntas de sus dedos se
deslizaran por cada marca era tan fuerte que pensó que rompería su
máscara.
Sus ojos grises sostenían la historia detrás de la cicatriz: una
historia de tristeza, de lamento y tortura. Era como mirar una muñeca de
porcelana perfecta que había sido dejada caer demasiadas veces. Otros
verían una falla en la rota muñeca, haciéndola ya no perfecta, pero él veía
solo belleza. Era la criatura más hermosa que hubiera visto.

Podía verla estudiar la delicada pieza con manos gentiles durante


horas.

La pieza dorada y florida que estaba amando no era conocida para


él hasta que abrió el objeto en forma de huevo, y música comenzó a
reproducirse. Sus ojos bailaron mientras observaba una bailarina girar
con la música. Se preguntaba qué se sentiría si ella lo miraba así.

—¿Es una pieza hermosa, verdad? —le preguntó la anciana que


parecía ser la dueña mientras se acercaba a ella.

La chica rápidamente se asustó y cerró la caja de música. Él quería


que volviera a estar de la forma en que había estado hace un momento.

Cuando su lengua salió para lamer sus labios, esperó


ansiosamente escuchar la voz que le pertenecía.

—S-sí. —Volvió a mirar la caja, evitando la mirada de la mujer—.


¿C-cuánto cuesta?

—Tres mil dólares.

Quitó sus dedos de la pieza.

—Oh.

La mujer sonrió amablemente.

—Sé que Navidad ha pasado pero tal vez podrías pedir esto para tu
cumpleaños. Podría guardártela.

Sacudió la cabeza.

—Gracias, pero es demasiado.

La señora sonrió.

—Bueno, siempre puedes volver si convences a tus padres.


—Gracias. —La chica le dio una última mirada a la caja de música
antes de que dejara la tienda.

Observarla irse fue más difícil de lo que creyó. No sería capaz de


salir de la tienda hasta que se fuera. Por lo tanto, tuvo que verla a través
de la ventana irse hacia su auto, y eso no fue suficientemente cerca.

Una vibración en su bolsillo lo hizo sacar su celular. No dijo una


palabra cuando aceptó la llamada.

Su amigo Sal estaba al teléfono.

—El BMW está registrado a nombre de Maxwell Masters.

Eso no era lo que había esperado, aunque explicaba porqué sentía


que la había visto antes.

—Chica —dijo Lucca hablando en el teléfono cuidadosamente,


observándola alcanzar el lado del conductor.

—Está casado con Elaine Maste…

—Más joven —lo interrumpió.

Sal se detuvo.

—¿Cicatriz?

Los ojos de Lucca rastrearon sus marcas.

—Sí.

—Esa es la hija de Maxwell, Chloe Masters.

Terminó la llamada con una pulsación de botón.

El tiempo se detuvo mientras absorbía todo lo que podía sobre ella


antes de que desapareciera en su auto.

Siempre había un momento en la vida donde una decisión tenía


que ser tomada y este era su momento.

Su alma torturada llamaba a la oscura suya, susurrándole que la


salvara. Su corazón ahora latía lento, equilibrado, encontrando su
propósito…

Chloe Masters…
Tomando una última mirada a la cicatriz en su rostro, no podía
esperar por el día en que pasara sus dedos por la misma. Hermosa.
Capítulo 1

Mía

Lucca se sentó en el escritorio en la oficina de su casa pasándose


las manos por el cabello e intentando mantener respiraciones profundas.
La imagen de ella todavía tenía que irse de su mente. Sus dedos todavía
picaban por trazar sus hermosas cicatrices. La deseaba, a pesar de su
edad, y nada va a detenerme.

Rara vez quería algo en su vida. Lo primero había sido convertirse


en un hombre hecho a sí mismo, y el segundo, convertirse en el segundo al
mando. Ambas cosas las había logrado a una edad muy temprana.

Teniendo solo veintiséis años de edad, era el segundo al mando


más joven en la historia de la familia Caruso, y se había vuelto hombre
hecho a sí mismo a la edad de diecisiete, que también era el más joven de
la familia en serlo. Lo que había hecho para convertirse en ello fue algo
que enviaría a la mayoría de hombres crecidos a un psiquiatra, pero no a
Lucca.

Lucca nació con un lado oscuro. Se había dado cuenta a edad


temprana que no era como el resto del mundo. Las únicas emociones que
sentía era cuando causaba dolor. Al principio, no tomaba mucho, solo
molestar a otro niño hasta que llorara. Le daba satisfacción y alegría.
Lentamente a través de los años, sin embargo, necesitaba cada vez más
estos sentimientos. Ahora, veintiséis años después, era un completo y
crecido monstruo, anhelando nada más que sangre y caos.

Encendiendo su computadora, buscó en Internet colocando el


nombre que le llamaba. Cuando una imagen de ella saltó, su corazón
comenzó a zumbar en su pecho. Era una foto de más joven; las cicatrices
mucho más frescas, rojas brillantes y diferentes del rosa tenue que había
visto hoy. Para ponerlo simple, se veían espantosas en su perfecto rostro
de porcelana.

Agrandando la imagen, apretó con más fuerza el ratón, hirviendo


con puro enojo. Sabía demasiado bien que habían sido causa de un
cuchillo. Los cortes eran limpios y precisos, con una profundidad
calculada para causar inmenso daño en aquellas áreas sensibles, y para
cicatrizarla de por vida.

Quien sea el hijo de puta que la haya tocado será mejor que esté
muerto.

Volviendo a la búsqueda, buscó quién la había marcado pero solo


apareció una cosa: un accidente de auto hace tres años atrás. Leyendo el
viejo artículo del periódico, descubrió que su padre, Maxwell Masters, fue
quien estuvo detrás del volante esa noche y que sus cicatrices fueron
culpa de la ventana de vidrio al romperse y golpearla en su rostro.
Sandeces.

Lucca volvió a la foto de Chloe, ahora alejándola para revelar a su


padre jurando ser alcalde de la Ciudad de Kansas, Missouri. No tenía ni
un solo rasguño, confirmando lo que ya sabía.

La sed por sangre ahora le recorrían las sus venas. Iba a hacer lo
que fuera y todo para descubrir lo que le había sucedido. Cualquiera que
tuviera que ver con ello sería enterrado a seis pies bajo tierra para el
momento en que terminara.

Mirando a los perros de su padre y su madre, tuvo la sensación de


que la lista iba a ser bastante larga. Todos morirán.

Volvió a la búsqueda, queriendo aprender lo que sea que pudiera.

Viendo una foto más reciente de ella en alguna función, miró


fijamente la imagen, su corazón zumbando más fuerte, de alguna manera
saciando su sed de sangre. Mierda, la deseaba más de lo que había
deseado ser hecho o volverse el segundo al mando.

Su intestino se retorció al pensar en cuánto tiempo iba a tener que


esperar a que cumpliera los dieciocho. No estaba seguro de si iba a poder
evitar llevársela; no estaba acostumbrado a estos fuertes sentimientos.
Sus ojos torturados parecían estar gritándole que la salvara, solo haciendo
que sus urgencias empeoraran.

Colocando un cigarro en sus labios, abrió el frío encendedor de


metal, quemando el final del cigarro y tomando una larga calada.

Fumar siempre le daba algo que hacer y lo hacía enfocarse cuando


sus urgencias retorcidas y enfermas lo llenaban. Solo esperaba que le
ayudaran a mantenerse alejado de Chloe también.

Cerrando el encendedor, colocó su Zippo de vuelta en su escritorio


antes de mirar la foto reciente una vez más.

Solo un pensamiento penetró en su mente.

Mía.
Capítulo 2

Si la salvación es lo que buscas, la violencia no es


la respuesta
Lucca esperó en la pequeña y oscura habitación, preguntándose
por qué sus pies lo trajeron hasta aquí en primer lugar. Las únicas veces
que había venido aquí fue cuando pensaba sobre su madre. Sin embargo,
desde que su madre había muerto no había buscado penitencia.
Penitencia era para aquellos que buscaban absolución. Él no era esa clase
de hombre. Lucca solo buscaba retribución.

Un sonido de deslizamiento lo hizo levantar los ojos hacia la


intrincada ventana donde apenas atravesaba la luz. Podía ver la sombra de
un anciano al otro lado de la pared.

La idea de irse entró su mente, pero en su lugar, las palabras


salieron como si solo hubiera sido ayer que las hubiera dicho:

—Perdóneme Padre, porque he pecado. Ha pasado bastante tiempo


desde mi última confesión.

Mientras Lucca estaba allí, incapaz de encontrar las palabras, la


figura detrás de la pared dijo:

—Cuéntame, hijo mío.

—Mi madre solía hacerme venir aquí a confesarme cuando era


pequeño, pero cuando me uní a la oficina, ella ya no pudo traerme más.
Todavía recuerdo el día en que me uní. Me rogó que viniera aquí. Le dije
que no había manera de salvarme después de lo que hice. Solía bromear
diciendo que había un demonio dentro de mí. Ese fue el día en que ella se
dio cuenta que realmente había uno. Nunca olvidaré la mirada en sus ojos
cuando me vio por quien realmente era, cuando vio nada más que puro
mal. —Lucca se detuvo un momento—. Aun así, de alguna manera,
incluso hasta que fue asesinada, creyó que había una forma de salvarme,
que de alguna manera podía todavía buscar la salvación después de todo
lo que había hecho.

—¿Es por eso que estás aquí ahora? ¿Para encontrar la salvación?
—La voz del conocimiento llenó el espacio entre ellos.

Ojos grises miraron de vuelta hacia él en su mente.

—Sí.

—Entonces debes arrepentirte, hijo mío.

—No estoy buscando el tipo de salvación de Dios.

El padre se quedó en silencio un minuto.

—¿Entonces qué clase de salvación buscas?

Ahora, en su mente, sus dedos trazaron la cicatriz siguiendo el


camino desde su ceja hasta su mejilla antes de viajar hacia abajo para
trazar sus sensuales labios.

—Mi salvación viene con una chica de diecisiete años.

—Hay reglas, Lucca.

—Sabe muy bien sigo la regla de no tocar a nadie menor de edad.

—¿Tú has…? —El padre no fue capaz de terminar la oración, con


miedo de la respuesta que podría escuchar.

—Soy culpable del peor de los pecados, Padre, pero no estoy aquí
para arrepentirme de algún pecado que haya cometido. Estoy aquí para
pedir perdón por lo que pueda hacer. —Haré. La pregunta era cuándo, no
si iba a hacerlo.

—¿Pides perdón por tu futuro pero no de tu pasado? —A pesar de


que había una pared separándolos, la perplejidad del anciano fue evidente
a través de su voz.

—Las cosas que voy a hacerle a ella, por ella… temo que será el
peor de los crímenes que jamás cometeré.

—Si la salvación es lo que buscas, la violencia no es la respuesta.


La violencia siempre es la respuesta.

—Como dije, no estoy buscando la salvación de Dios. Mi salvación


vendrá cuando ponga mis manos en ella, las mismas manos que tomarán
la vida de los cuerpos de aquellos que la han tocado.

Lucca se puso de pie para retirarse del lugar, pero la voz del padre
lo detuvo.

—Te he visto sentarte en mi iglesia de vez en cuando después de la


muerte de tu madre cuando crees que nadie está aquí para verte. Dios
también te ha visto. Creo que quieres perdón por todos tus pecados, hijo
mío.

—Tal vez tenga razón, Padre. Tal vez una parte de mí espera
encontrar un camino hacia mi madre de nuevo, pero el camino en el que
estoy ahora solo me llevará directo al Infierno.

Mientras salía de la habitación, podía escuchar los rezos


desamparados del Padre y el collar apretándose mientras se aferraba el
rosario alrededor de su cuello.

Los rezos no eran por Lucca sino por las almas que el Coco estaba
por reclamar.
Capítulo 3

El Ser detrás de la puerta

En la Actualidad

La mesa fría y de metal debajo de ella era un contraste escueto con


su rostro quemando por lo que parecía llanto inútil.

—¡Por favor! ¡Detente! —Ninguna clase de patear ni luchar se


comparaba con lo que sentía como millones de manos sosteniéndola hacia
abajo.

La risa del hombre malvado que sostenía un cuchillo llenó sus orejas,
burlándose.

—Quédate quieta, pequeña niña... —Acercó el cuchillo a su rostro—,


o el dolor será peor.

Mirando a sus ojos anormalmente grandes y negros, estaba segura


de que estaba mirando a los ojos del diablo…

La daga de plata se acercó cada vez más a su ojo derecho hasta que
solo estaba a escasos centímetros de su pupila.

—No parpadees.

Una lágrima se acumuló en su ojo, haciéndole más difícil mientras


luchaba por mantener su ojo abierto. Su cuerpo comenzó a temblar. Iba a
parpadear.
—No parpadees, pequeña niña —le advirtió de nuevo.

La lágrima cayó, y su ojo comenzó a cerrarse…

—¡Chloe! —retumbó la voz de Amo.

Un destello de luz entró en su mente.

—¡Por aquí Chloe! —rogó Amo.

Otro destello de luz la hizo abrir los ojos de golpe.

Se sentó recta tan abruptamente la hizo sentir mareada. La cama,


junto con la gran habitación era una que no reconocía, lo que hacía que su
corazón golpeara como un tambor en sus orejas. Lo último que recordaba
era estacionarse en el aeropuerto, tan cerca de la libertad. Y luego alguien
viniendo detrás de ella y desmayarse…

¡No! Él me tiene, y nadie sabe por qué siquiera estoy aquí.

Temblando, Chloe se levantó de la cama, yendo hacia su mesa de


noche. Su mano se estiró…

El diablo me matará esta vez. Me prometió que lo haría.

Una vez que abrió la costosa caja de música dorada, la melodía


familiar comenzó a reproducirse. Fue entonces cuando se dio cuenta que
no podía ser de ella. Chloe caminó hacia la enorme ventana con un ahogo
en su respiración. Lentamente se estiró para retirar la cortina.

Nadie me salvará esta vez.

Abrió la cortina y sostuvo su aliento cuando fue saludada con un


hermoso jardín junto con una pérgola blanca en el que se había
encontrado antes con…

La puerta se abrió, y Chloe se giró para ver al ser detrás de la


puerta.

—Hola cariño.

La voz oscura la hizo jadear por aire. La sangre en sus venas


lentamente se convirtió en hielo, congelándola en su lugar. Piel de gallina
comenzó a situarse en su cuerpo ante una sola mirada de aquellos ojos
verde azulados. Trató de formar una idea, su boca incluso trató de formar
una palabra que ni siquiera era capaz de pensar, pero nada salió. Lo único
que pudo hacer fue simplemente observar a Lucca entrar a la habitación,
cerrando la puerta detrás de él.

Yendo hacia la mesa al lado de la cama, observó mientras Lucca


pasaba su dedo sobre la caja florida que todavía estaba reproduciendo la
canción de cuna que solo había sido capaz de oír en sus recuerdos.
Entonces lentamente cerró la tapa, dejando la habitación en silencio.

Cuando se movió de nuevo, Chloe se encontró todavía buscando


aire mientras él tomaba asiento en la silla que estaba en la esquina.

Parecieron pasar minutos bajo su mirada inquebrantable. No


habló, pareciendo contento con solo quedarse allí sentado y observarla.

Con la distancia entre ellos y el silencio ensordecedor llegando a


ella, trató de nuevo de encontrar palabras.

— ¿C-cómo yo…? —Su voz se detuvo, perdiendo la confianza


cuando sus ojos parecieron viajar por su cuerpo.

— ¿Cómo llegaste aquí? —preguntó él, alzando una ceja.

Ella asintió lentamente.

—Yo te traje aquí.

Si no lo hubiera dicho como un hecho, hubiese pensado que lo


había escuchado mal.

— ¿P-por qué?

No salió ninguna respuesta. En su lugar, podías verlo pensar


cuidadosamente sobre sus siguientes palabras. Sus ojos parecieron
volverse verdes mientras sus palabras comenzaban a envolverla, su voz
casi cálida.

—Te traje aquí… para salvarte.

Chloe inconscientemente envolvió sus brazos alrededor de ella,


tratando de mantener la calidez de su voz, mientras tomaba un paso hacia
él.

— ¿S-salvarme de q-qué?

Con un parpadeo, los ojos de Lucca se volvieron una sombra


extraña de verde azulados, haciéndola sentir como si los imaginara
volverse verdes. La calidez en su voz pareció estar en su imaginación
también.

—Para salvarte de cometer el error de irte.

¡Qué!

—¿Por qué harías eso? ¿Por qué te importaría? —EL enojo la


atravesó. Apenas había probado la libertad de esta ciudad, solo para que
se la quitaran.

Una sonrisa tocó sus labios.

—Supongo que solo tendrás que esperar y verlo, cariño.

Sus ojos se ampliaron ante su tono cínico. Rápidamente perdió


cualquier confianza que hubiera ganado de su enojo.

Por un momento pensó que había visto algo diferente en él, pero
ahora solo veía oscuridad. La sonrisa en su rostro trajo de vuelta el
recuerdo de la noche en que había revelado su verdadero ser.

Crack.

El sonido de huesos rotos saludó sus oídos cuando un bate de


béisbol se estrelló contra un cuerpo inerte.

Pum.

Otro destello del bate haciendo contacto con la pierna del hombre, el
hombre que yacía prácticamente sin vida en el suelo.

Levantó el bate una vez más, deteniéndose solamente para mirarla a


los ojos. Un par de malvado de ojos verde azulados le devolvió la mirada,
haciendo que se le helara la sangre. Lo observó aferrar el cuello del bate con
tanta fuerza que era seguro que iba a romperlo antes de que fuera lanzado
una última vez.

Crunch.

Mientras observaba al hombre inhalar el aire alrededor de él, se veía


loco, su apariencia desaliñada. Entonces peinó hacia atrás su cabello y
podías ver la ligera sonrisa venir a sus labios…
Retrocediendo el mismo paso que había tomado hacia adelante
hace un momento, se dio cuenta del verdadero peligro en el que estaba.

—¿V-vas a h-hacerme d-daño?

Vio algo destellar en sus ojos y su sonrisa desapareció.

Mientras se levantaba de su silla, Chloe contuvo una vez más la


respiración. Entonces, mientras iba a zancadas hacia ella, retrocedió tan
lejos como pudo con cada paso que tomaba hacia ella hasta que su
espalda estuvo contra la pared.

Lucca se detuvo cuando su cuerpo estuvo a meros centímetros,


inclinándose ligeramente hacia abajo para llevar su alta estatura cerca del
de ella.

—¿Alguna vez te he hecho daño, Chloe? —Su voz era una octava
más profunda, saliendo más oscura de lo que le había escuchado antes.

Lentamente sacudió la cabeza, temerosa de responder al demonio


que la tenía en su agarre.

Su mirada viajó por la cicatriz que recorría su ceja hasta su mejilla,


haciéndola jurar que casi podía sentir su ligera caricia.

—¿P-por favor, puedo i-irme? —rogó, temiendo lo que le depararía


su futuro desde este momento.

Lucca la miró y alzó la mano cerca de su rostro.

—No creo que lo entiendas.

La respiración de Chloe se atrapó en su garganta.


Desesperadamente quería cerrar sus ojos, pero los ojos de él no le dejaban,
forzándola a seguir mirándolo.

—No hay forma de que te vayas —continuó él, con cuidado de no


tocarla, aunque hizo girar un mechón de su cabello de seda negro
alrededor de su dedo—. Ahora eres mía, Chloe. —Dejó caer el mechón, y
este cayó contra su pecho que ahora estaba respirando pesadamente.

Observando al demonio volver hacia la mesita de noche, comenzó a


darse cuenta que el diablo nunca fue su peor pesadilla.
Lucca abrió la caja de música otra vez, dejando que la canción de
cuna llenara la habitación antes de desaparecer y encerrarla en su nueva
prisión.

Lo es él. El Coco.

Sus piernas se vencieron y se hundió lentamente en el suelo.


Apretó sus piernas contra su pecho mientras la hermosa melodía
comenzaba a apagarse, casi llegando a un final.

Ahora eres mía, Chloe.


Capítulo 4

Si te atrapo, no podré detenerme

El diablo había sido siempre el que la cazaba, pero nunca vino. En


este lugar era el Coco el que le prometía que su secuestro iba a ser mucho
peor que el del diablo.

Chloe se quedó inmóvil en el suelo por lo que parecieron horas,


ahora completamente inerte mientras miraba fijamente la pared en frente
de ella. No fue hasta que el sol se elevó brillando a través de la habitación
y calentando su piel, que sus ojos se movieron a su maletín que Lucca
debió haber traído con ella.

¡Mi celular! Rápidamente fue hacia su bolso, comenzando a


buscarlo desesperadamente. Ya no está… Fue entonces cuando las
palabras de Lucca la golpearon. No hay forma de que te vayas.

Con su bolso abierto, atrapó un destello de su caja dorada de


música. Estirándose, sacó la frágil pieza rota llevándola a la mesa de
noche y colocándola al lado de la pulida caja intacta.

Viéndolas lado a lado, se dio cuenta cuánto daño había recibido la


que había tenido desde la niñez. Había sido severamente rota, dejándola
sin ser capaz de reproducir la canción de cuna que una vez había
escuchado cada noche antes de caer dormida.

Girando la llave en la pulida, comenzó a escuchar el tono.

¿Cómo consiguió esto? ¿Cómo lo supo?

Mientras sonaba la canción se dio cuenta, la hizo retroceder siete


meses atrás cuando entró a una pequeña tienda que había tenido la vieja
caja de música a la venta.
De vez en cuando, buscaba en Internet la pieza, viendo si de alguna
manera podía encontrarla de nuevo, permitiéndole escuchar el tono una
vez más. Finalmente, su sueño se había vuelto realidad cuando una tienda
cerca de donde vivía lo publicó a la venta en su página web. Ella había ido
al día siguiente para poder escuchar la canción tan solo un momento
antes de que la dueña le dijera que el precio de la pieza era tres mil
dólares. Solo fue un poco después cuando…

Chloe abrió la puerta de la tienda, dirigiéndose directamente al lugar


donde había visto la hermosa caja solo hace una semana atrás. Sin
embargo, al ver la mesa, vio que ya no estaba.

Descubriendo que solo la podrían haber movido, escudriñó la tienda.

—Hola —la voz familiar de la anciana la saludó. Podía decir por los
rasgos de la mujer que parecía preocupada.

—H-hola.

—Siento decírtelo pero si estás buscando la caja de música, la vendí


ayer.

Jugueteando con sus manos, Chloe bajó la mirada al suelo,


cubriendo su rostro con un velo de cabello.

—Oh.

—Traté de esperarte pero un hombre vino justo después que te fuiste.


Me rehusé a vendérsela pero luego volvió ayer, ofreciéndome más dinero y
explicándome porqué tenía que tenerla. Realmente lo siento.

—E-está bien. No era capaz de pagarla de todas formas… solo


quería escucharla una vez más.

Cerrando la caja de música que Lucca había dejado abierta,


silenció la habitación una vez más mientras trataba de aferrarse al hecho
de que Lucca había tenido esto en su posesión durante siete meses. ¿Por
qué? Nunca vio venir esto de Lucca de todas las personas. Era el hermano
del novio—Nero—de su mejor amiga.

Simplemente no podría secuestrarme sin que nadie lo sepa, ¿verdad?


Mirando alrededor de la habitación, de pronto se dio cuenta de
algo. Estaba en la casa de su familia, así que alguien tendría que venir…
¡Maria! La hermana de Lucca y Nero, Maria, vivía aquí. Ella me ayudará.

Yendo hacia la puerta, colocó su mano en la manija, tomando una


respiración profunda antes de girarla lentamente, abriendo fácilmente la
puerta. Asomándose hacia el pasillo para ver si no había moros en la
costa, trató lo mejor que pudo de navegar hacia la habitación de Maria,
que solo había visto una vez cuando había venido con Elle.

Creyendo haber encontrado la habitación correcta, golpeó la puerta


silenciosamente. Cuando no hubo respuesta, la abrió cuidadosamente y
encontró que de hecho era la habitación correcta pero Maria no estaba.

—Ven conmigo —dijo una profunda y desconocida voz detrás de


ella, dejándola en su lugar—. ¡Ahora! —retumbó cuando no se movió ni se
giró.

Girándose lentamente, vio a un enorme hombre en traje antes de


que él mismo se girara y caminara por el pasillo hacia las escaleras.

A regañadientes sus pies comenzaron a moverse, temerosos de que


el gran hombre encentrara otros medios de hacerla ir hacia él si no lo
hacía por sí sola.

Siguiéndole por las escaleras hacia abajo, a través del vestíbulo, y


luego hacia la enorme y abierta planta baja de la sala principal con cocina,
fue cuando lo vio.

—La atrapé yendo a la habitación de tu hermana —le dijo el gran


hombre de traje antes de que se recostara contra la pared, cruzando los
brazos.

Observó a Lucca darle una ligera sonrisa mientras se servía una


taza de café.

—Ven a sentarte, cariño —dijo Lucca, haciendo un gesto hacia la


butaca en la gran isla de la cocina.

Con los dos hombres mirándola fijamente, sintió que no tenía


elección. Por lo tanto, hizo cautelosamente su camino hacia Lucca,
tomando asiento mientras él observaba cada uno de sus movimientos.
Dejando caer su cabello alrededor de su rostro, miró hacia sus
manos retorciéndose, sin ser ya capaz de verlo mirándola. No ayudó
mucho. Todavía podía sentir sus ojos estudiándola.

Tomando un sorbo de su café, dijo:

—Luces cansada.

Sus uñas comenzaron a enterrarse en sus palmas.

Dejando su taza, fue hacia el gabinete de la cocina y sacó otra taza.


Entonces la llenó con líquido oscuro antes de colocarla en frente de ella.

Mirando la taza de café, no hizo ni un movimiento, todavía


enterrando sus uñas en sus palmas.

—Y-yo no…

—Bebe —ordenó Lucca.

Sus párpados se encontraron con los suyos que igualmente


ordenaban. Cuando se encontró cogiendo el café, no pudo entender por
qué hacia lo que le ordenaba tan fácilmente.

Después de tomar un gran sorbo para saciarla, dejó la taza,


encontrando el cálido líquido muy necesitado para su cuerpo frío.

—Ahora… —Lucca tomó otro sorbo de su taza—, mi familia se está


quedando en el casino de mi padre… por un tiempo. Les he dicho que la
casa ya no es segura, así que nadie vendrá aquí hasta que les dé mi
palabra de que es segura de nuevo.

—¿C-cuánto tiempo significa eso? —dijo suavemente, jugueteando


una vez más con sus manos contra sus frías palabras.

—Eso va a depender de ti.

Levantó la cabeza y lo miró. ¿Yo?

Leyendo su confusión, él continuó:

—Cuando pueda confiar en ti en que no escaparás de mí.

Chloe parpadeó ante él varias veces.

—¿N-no vas a matarme?


Él le sonrió; era obvio que tenía planes diferentes para ella.

—No, cariño.

¿Qué quiere de mí?

Tomó otro sorbo de su taza para calentar su cuerpo frío, mientras


pensaba en sus siguientes pocas palabras.

—Entonces, ¿soy tu p-prisionera?

Una mirada predatoria se levantó en él, gustándole la manera en


que había dicho ser su prisionera.

—Solo por el tiempo que quieras.

Ahora sus uñas atravesaron su piel.

—Me tengo que ir —le dijo Lucca. Con un sorbo final de su café,
asintió su cabeza hacia el hombre de traje con su espalda contra la
pared—. Drago será tu sombra desde ahora. Te vigilará en mi ausencia.

Su sangre se heló. Se quedó inerte ante la idea de estar a solas con


un desconocido todo el día.

Sintiendo su tensión, la voz de Lucca llenó sus oídos:

—Chloe, no te tocará a menos que no le des opción. ¿Me entiendes?

Las uñas en sus palmas fueron más profundas mientras asentía,


incapaz de vocalizar una respuesta,

Lucca tomó un paso para irse pero se detuvo.

—Si intentas escapar, tendrás suerte si él te atrapa. —Se detuvo un


breve momento antes de que su voz se volviera tan oscura que cada bello
de su cuerpo se erizara—. Si yo te atrapo, no seré capaz de evitar tomar lo
que deseo desde el momento en que te vi.

Sangre picó en sus palmas. No era una amenaza la que estaba


haciendo. Era una promesa.
Capítulo 5

Esto terminará en guerra

—¿Crees que ahora puedes decirme por qué diablos mis hombres
me corrieron a mí y a mi familia de mi casa ayer? —le espetó Dante al
momento en que Lucca se sentó en su oficina en el casino hotel.

Lucca encendió el final de su cigarro, necesitándolo


desesperadamente después de la conversación que iba a tener con su
padre.

—Ya no es seguro.

—¿Qué quieres decir que ya no es seguro? Mi casa siempre lo ha


sido.

Ese es exactamente el motivo por la que la necesito. Sin embargo, los


detalles no podían ser dados a Dante todavía.

—Cuando la amenaza se haya ido, tú, Maria y Leo podrán volver.

Dante golpeó su mano contra su escritorio.

—¡Santa mierda, Lucca! ¿Amenaza? ¿Qué jodida amenaza?

Echando sus cenizas en el cenicero, descubrió que iba a tener que


dar algo por ahora.

—Hice que los hombres de Luciano hablaran.

—Mierda. —Recogiendo su vaso de licor, su padre drenó el


contenido, sabiendo exactamente de quién estaba hablando Lucca.

Los Luciano eran otra familia que era dueña de una pequeña
porción de la Ciudad de Kansas y hasta hace siete meses atrás, las dos
familias habían estado en paz. Recientemente, uno de los penthouse de
casino hotel había estado bajo ataque cuando los hombres de Luciano
entraron. Por suerte no habían tenido éxito en llegar a la hermana de
Lucca, Maria.

No podían manchar el nombre de Luciano al lanzar acusaciones sin


ninguna evidencia. Lo que necesitaban era una rata que chillara.

—Como segundo al mando, te estoy diciendo que cuanto menos te


diga, mejor. Los penthouse ahora son el lugar más seguro para todos.
Quédate aquí hasta que todo termine.

Frotando su frente, Dante finalmente asintió en acuerdo.

—¿Alguien en la familia sabe sobre esto?

—Dos. Sal… —Lucca tomó una calada de su cigarro, sabiendo que


su padre no estaría sorprendido con el nombre de Sal pero sí con el
siguiente—, y Drago.

Los ojos azules de hielo de su padre destellaron hacia él.

—Maldición, Lucca, me lo vas a quitar, ¿verdad?

—Sí —le dio la respuesta grave que su padre no quería escuchar—.


Tendrás al resto de tus hombres protegiéndote a ti, a Maria y a Leo aquí.
Solo te pido a él. Necesito su ayuda y su protección en otro lado.

Podía ver a su padre contemplando si iba a permitir que su hombre


más hábil y mortal dejara su lado para unirse a Lucca. Maldición, como
jefe y Lucca como segundo al mando, ambos tenían que tener hombres a
sus lados todo el tiempo; hombres que necesitaban para ordenar y pedir
cosas que ellos mismos no podían cumplir.

La mano derecha de Lucca era Sal. No solo era el mejor amigo que
era como un hermano para él, sino que tenía habilidades en formas
diferentes que Lucca. Lucca nunca necesitaba protección, siendo
suficientemente moral por su propio ser. Lo que necesitaba era
información y Sal tenía el don de un cerebro que no trabajaba como otros
en la familia Caruso. Era altamente inteligente e independiente, capaz de
hackear cualquier computadora en un minuto. Para ponerlo simple, Sal
era irremplazable. Sin embargo, Drago era algo completamente diferente.
Dante era el objetivo más alto en el árbol familiar. No necesitaba un
hombre, sino un tanque. Un tanque que pudiera recibir siete balazos sin
parpadear y todavía ir hacia adelante para matar a los hombres que se
colocaran en su camino. Drago era un asesino hábil de la clase más
mortal. La clase que no tenía debilidad. La clase que nunca saludaría a la
muerte porque… él era la Muerte.

Lucca estaba en algún lugar entre esos dos hombres, teniendo


habilidades e intelecto, pero era su sádica, retorcida y demente mente que
lo hacía el peor de todos. Con él ordenando dos hombres bajo su mano, no
había nada o nadie que se pusiera en su camino. Los tres juntos podrían
desolar toda la Ciudad de Kansas si eso era lo que deseaban.

Dante asintió una vez más, acordando dejar que su mano derecha
se fuera hasta que el trabajo estuviera terminado.

A Lucca no le importaba mucho si lo aprobaba o no. Drago solo


estaría bajo sus órdenes. Y Lucca hubiese hecho lo que fuera para lograrlo.
Incluso si tenía que poner una bala en el cráneo de su propio padre, lo
hubiese hecho… para protegerla a ella.

Colocando su cigarro en el cenicero, se levantó para irse.

—¿Esto terminará en guerra, verdad?

La voz de Lucca fue muy fría mientras volvía la mirada sobre su


hombro:

—La guerra comenzó años atrás; solo no nos habíamos dado


cuenta.

***

—¿Dónde está? —preguntó Lucca al momento en que Drago entró a


la sala de estar.

—Todavía está en su habitación.

Lucca lo miró, estupefacto.

—¿No la ha dejado?

Drago sacudió su cabeza.


—No. Solo está mirando fijamente a la pared.

Furioso, Lucca fue hacia su oficina, encerrándose dentro.

¡Mierda! Golpeó sus manos en su escritorio antes de volcar enojado


las cosas y romperlas contra el suelo. Estaba tratando de ser tan bueno
con ella como podía, permitiéndole salir sola para que estuviera cómoda,
pero ella no había salido en dos días. El único momento en que había
salido de la habitación había sido la mañana de su primer día.

Quería que estuviera cómoda aquí, que estuviera cómoda con él,
pero Chloe lo estaba poniendo difícil.

Un golpe sonó en la puerta.

—Entra.

—¿Todo bien? —preguntó Drago, abriendo la puerta.

Asintiendo, casi deja que Drago cerrara la puerta antes de


detenerlo.

—Necesito que hagas algo por mí.

Ocupando todo el marco de la puerta, Drago esperó a su orden.

—Dile que si quiere cenar, debe bajar. —Lucca se detuvo un


segundo, decidiendo continuar su orden—. Dile que si quiere comer de
nuevo, debe dejar esa jodida habitación.

Drago asintió antes de irse cerrando la puerta detrás de él.

En los dos últimos días, Lucca había parecido olvidar que no iba a
tratarla como un bebé como el resto de sus amigos había hecho. Ser bueno
nunca ha funcionado para mí, de todos modos.
Capítulo 6

Jugando con fuego

Chloe se sentó en la cama mirando la pared con su estómago


gruñendo cada vez más fuerte. No había comido desde el almuerzo ayer y
solo había sido capaz de comer un par de mordiscos de su sándwich
entonces.

Si estás hambrienta, comerás abajo desde ahora, su mente repetía


las palabras que el gigante hombre, llamado Drago, había dicho.

Se sentía como si prefiriera morirse de hambre que dejar la


seguridad de su habitación. Era extraño, pero algo le dijo que, mientras
estuviera en la habitación, no podían hacerle daño, como si le estuvieran
dando un refugio seguro. Había llegado a esta conclusión sobre el curso de
tres días porque no había sido tocada, y ahora Lucca estaba tratando de
sacarla.

Sip, moriré de hambre.

Hubo un golpe en la puerta antes de que Drago entrara.

—La cena ya está lista.

Chloe mantuvo sus brazos con más fuerza contra ella.

—N-no, g-gracias.

Escucharlo suspirar la hizo mirarlo. Ninguna emoción se mostraba


en el hombre cada vez que entraba, simplemente decía en pocas palabras
que la comida ya estaba lista, solo para irse inmediatamente después.

—Estás jugando con fuego. —Los ojos marrón rojizos la miraron—.


Sería inteligente darte cuenta que esta puerta no se cierra por dentro.
Incluso si lo hiciera, no le detendría de venir aquí y romper la puerta si le
sigues faltando el respeto. Si eres inteligente, llevarás tu trasero abajo
mientras él todavía tenga paciencia.

La puerta se cerró de golpe detrás de él y la hizo prácticamente


saltar fuera de la cama.

Estás jugando con fuego.

Sus ojos se movieron a la manija que no tenía seguro, probándole


que no estaba tan segura como creyó.

No sabía qué hacer. Solo estaba tratando de descubrir qué opción


le daba la mejor probabilidad de supervivencia. Al final, sin embargo, sabía
que Lucca iba a obtener lo que quería de ella, y no iba a importar si estaba
de este lado de la puerta o del otro.

Tomando una respiración profunda, siguió el camino hacia su


captor, tomándose su tiempo mientras arrastraba sus pies lentamente.
Con cada paso, podía sentir que la vida que pensaba que iba a tener en
California se deslizaba fuera de sus dedos.

Abajo, levantó los ojos para ver a Lucca sentado en la mesa del
comedor. Con una ligera sonrisa que le dio al verla, sintió que la vida se
deslizó por completo hasta que solo era un sueño.

Lucca le hizo un gesto para que se una a él.

—Siéntate, cariño.

Mirando la mesa, vio dos platos ya llenos, uno en frente de Lucca,


quien estaba a la cabeza de la mesa y el otro en frente de ella, en la silla a
su lado. Chloe iba a tener que sentarse cerca de él y por la mirada en su
rostro, eso era exactamente lo que quería.

Debería… Se dio cuenta del error entonces; que sus probabilidades


eran mejor en la habitación.

—Siéntate. —Su voz salió dura.

Ya no podía sentir posesión de sus propios pies mientras caminaba


hacia la mesa, siguiendo su orden.

Sus ojos se volvieron verdes por un breve momento antes de que lo


mirara, sosteniendo la silla, mientras cuidadosamente tomaba asiento. Era
casi como si mirara a los ojos de un hombre diferente. Vio algo inusual en
ellos, pero antes de que pudiera descubrirlo, destellaron y su sombra
normal de verde azulado había vuelto.

Bajó la mirada hacia sus manos aferradas en su regazo.

—Gracias por unirte a la cena. No estoy seguro de qué comidas te


gustan, pero espero que te guste esto.

Ella miró su plato de pollo a la parmesana y fideos, luego de vuelta


a él. Parecía orgulloso de su plato.

—¿T-tú hiciste e-esto?

Lucca sonrió mientras levantaba su tenedor y cuchillo.

—Sí. ¿Por qué te ves sorprendida?

—L-lo siento. Es solo que no pareces… —Sus ojos viraron hacia su


camisa negra que abrazaba sus músculos anchos antes de volver sus ojos
al plato—… del tipo que cocina.

—Me cansé de pedir pizza después de que mi madre murió así que
aprendí a cocinar. —Su voz parecía haberse vuelto un poco sombría.

Aunque Nero le había dicho una vez que su madre había muerto,
sintió como si Lucca acabara de revelarle algo muy personal. ¿Por qué?

— ¿Algo anda mal? —preguntó él.

Ella se dio cuenta que había recogido el tenedor y había comenzado


a picar su comida. Dejando el tenedor, apenas pudo decir las palabras:

—¿P-por qué estoy a-aquí?

—Ya te lo dije.

Te traje aquí… para salvarte. Viendo que todavía creía eso la hizo
darse cuenta de que incluso estaba más loco de lo que había creído. Lucca
necesitaba ser el que estuviera encerrado, no ella.

No podía entender el punto en mantenerla aquí. Solo deseaba que


hiciera lo que quisiera con ella ya y la sacara de su miseria.

—¿Solo vas a dejarme encerrada en esa habitación para siempre?


—Nunca dije que tuvieras que quedarte en esa habitación, cariño.
Puedes ir a casi todos los lugares en la casa. Drago te dirá cuándo no
puedes entrar en una habitación. —Lucca cortó profundamente un pedazo
de su pollo—. Incluso puedes ir al patio si deseas.

Para ser sincera, no sabía eso.

—A-aun así, ¿esperas que me quede aquí y haga nada por el resto
de mi vida? —Si fuera capaz de llorar, lo hubiera hecho—. Iba a ir a la
universidad.

Dejando su tenedor, él apuntó hacia la mesa de café de la sala de


estar.

—¿Ves ese ordenador portátil de ahí?

Chloe giró su cabeza para ver la plateada laptop allí.

—Si hubieses bajado hoy, te hubiesen dicho que logré que todas
tus clases de Stanford fueran cambiadas a cursos en línea. La laptop es
tuya, y encontrarás todo para completar tus cursos ahí dentro.

Sorpresa fue su única respuesta. ¿Lo hizo?

Fue entonces cuando se dio cuenta de cuánto tiempo planeaba


mantenerla aquí. Lo suficiente para un semestre, al menos.

—Entonces, ¿planeas mantenerme aquí un tiempo, verdad?

—Sí —le dijo como hecho.

—Ellos v-van a saber que algo me ha s-sucedido —susurró ella.

Lucca sacudió su cabeza.

—¿Quién? ¿Tus padres? ¿Elle? Los dejaste detrás cuando decidiste


irte a California. Por lo que a ellos respecta, tú subiste a ese avión.

Estaba segura de que sus padres estaban celebrando su ida, luego


de su carta de despedida. No iban a buscarla pero…

—Elle. Sabrá que algo anda mal si no le hablo.

Buscando en el bolsillo de sus pantalones vaqueros negros, sacó un


celular y lo dejó en la mesa. Era el suyo.

—Le he estado enviando mensajes por ti.


Sus uñas se enterraron en sus palmas. Nadie sabía la verdad.
Nadie sabía que no estaba a millones de millas lejos en California, sino que
estaba justo aquí, en Ciudad de Kansas, atrapada. No mis padres. No mi
mejor amiga Elle. Ni siquiera…

—No para de llamarte. —Los ojos de Lucca se volvieron azules para


combinar con su frío tono—. ¿De qué tiene que disculparse Amo?

La boca de Chloe cayó abierta, recordando la primera lágrima que


había dejado caer en años después de romper el corazón de Amo solo
noches atrás. Había matado su amistad después de que le hubiera
confesado sus sentimientos, sin embargo, él intentaba disculparse por algo
que había hecho años atrás. Algo por lo que nunca lo había juzgado.

—É-él… él vendrá por mí.

Los ojos de Lucca se volvieron más azules, su tono más frío.

—No, no lo hará, Chloe. Eso te lo prometo.

Parándose de la mesa, corrió tan rápido como sus piernas le


permitieron a su habitación. Con cada paso que tomaba, temía que él la
agarrara por detrás hasta que cerró la puerta de golpe detrás de ella.

Las lágrimas invisibles cayeron de sus ojos, llorando por sus


amigos perdidos, su libertad, y la vida que desesperadamente quería, la
que había sido robada de su agarre.

****

La oscuridad le susurraba: Corre y atrápala. Muéstrale lo que sería


un verdadero prisionero tuyo.

Mirando el celular, lo colocó en su oreja, escuchando el mensaje de


voz:

En el momento en que grité “jodido fenómeno” en la cafetería, me


arrepentí de ello, y no he hecho otra cosa que desear poder echar atrás esas
palabras desde entonces. La voz de Amo parecía romperse en el final de la
línea mientras la estabilizaba una vez más. Si te asusté al decirte que te
amo, lo siento. Jodidamente lo siento mucho por todo, Chloe.
Lucca apretó el teléfono en su mano, haciendo que la pantalla se
rompiera.
Capítulo 7

Hola Cariño

Siete meses atrás…


Cuando un BMW negro apareció en su cámara de vigilancia, Lucca
tuvo que darle una segunda mirada para ver si se lo estaba imaginando.
Para el momento en que la observó entrar a la casa, se dio cuenta de que
ella realmente estaba aquí. Funcionó.

Había esperado que Chloe pudiera venir para asegurarse de que


Elle estuviera bien después del ataque. Algo le decía que lo haría. Había
sido un alto riesgo el lograr que viniera aquí e incluso uno más alto tener
un momento a solas con ella, pero tenía que intentarlo.

Lucca necesitaba que supiera que él existía. Quería ver su rostro


cuando lo mirara por primera vez. Constantemente imaginaba cómo sería
su primer encuentro y ahora estaba más cerca que nunca de vivirlo.

Tomando ventaja del micrófono colocado en las cámaras, levantó el


volumen para escuchar. Algo más importante, para escuchar su voz, que
no había escuchado desde que había visto la caja de música en la tienda.

Cuando finalmente habló, era como recordaba: suave e insegura.

¿Quién demonios le hizo esto?

Dándose cuenta que tartamudeaba por miedo y no por un


impedimento del habla lo enfureció. Al mismo tiempo, rompió una pieza
dentro de él ver que alguien hubiera roto una pieza de ella.

Continuó observando cada movimiento, teniendo que cambiar entre


cámaras cuando ingresaron a otra habitación.
Ver a Chloe dentro de la casa solo amplió sus sentimientos hacia
ella. Comenzó a perder el tiempo de tan solo observarla. Esa parte
asustadiza en lo profundo de él parecía estar saciada al simplemente
observarla.

Perdido en casi en trance, apenas notó viéndola ver la puerta


trasera una y otra vez. Algo dentro de Lucca sintió que este era el
momento. Ve.

Cuando la palabra saltó en su cabeza, vio a Chloe susurrar algo a


Elle. Entonces su cabeza comenzó a golpear lentamente y
equilibradamente mientras observaba a Chloe levantarse y dirigirse hacia
las grandes puertas dobles.

Este era. Este era su momento. Estaba aquí.

Mierda, ¿qué soy? ¿Estoy nervioso?

Saliendo por otra puerta trasera diferente de la que ella había


usado, trató lo mejor que pudo que sus pies caminaran a través del poco
cúmulo de nieve. Tenía que tener tanto cuidado como fuera posible para
no dejar que Elle consiguiera un vistazo de él, o aun peor, asustara a
Chloe antes de que tuviera una oportunidad con ella.

Lucca supo que iba a asustarla de todos modos, pero no quería que
estuviera demasiado asustada para dejar que su primer encuentro fuera
escapando y gritando. Podía pensar que era intimidante, pero necesitaba
unos cuantos minutos con ella para que pudiera ver algo más en él. Qué
vería una chica como Chloe, no lo sabía.

Yendo alrededor de una esquina, la vio sentada perfectamente,


todavía en la banca en mitad de la pérgola iluminada, haciéndolo
detenerse de golpe. Lucca nunca había pensado que algo como amor o
almas gemelas existiera, sin embargo ahora estaba seguro de ello.

Todos sus nervios parecieron irse mientras miraba a Chloe.


Encontrando su propósito, tomó una respiración profunda.

Esperando el momento perfecto para hacerle saber de su presencia,


caminó hacia ella, enjaulándola como un animal.

—Hola cariño. —Lucca había anticipado que querría escapar, pero


no lo hizo. En su lugar, la observó saltar ante su voz, luego congelarse.
Algo sobre eso no iba bien con él, pero continuó subiendo los escalones—.
No quise asustarte.

Chloe todavía no movió ni un músculo.

Inclinándose contra una columna para bloquear su salida, se bebió


su apariencia. Esto era lo más cercano que había estado de ella. Su vestido
negro y mallas abrazaba su cuerpo, pero su rostro pálido y cicatrizado era
lo que resaltaba sobre su cabello negro, dándole una vista perfecta de sus
cicatrices. Finalmente mirando profundamente en sus ojos, deseaba poder
decir la palabra en voz alta: Hermosa.

Era casi como si pudiera escuchar sus pensamientos mientras sus


ojos se levantaron hacia su regazo, y comenzó a juguetear con sus manos.

—Soy el hermano de Nero, Lucca. Te sacudiría tu mano pero no


devolverías el gesto de todos modos. —Quería que supiera que había
estado escuchando sus conversaciones.

Los ojos de Chloe se alzaron por un segundo antes de bajar de


nuevo. Era obvio que estaba silenciosamente preguntándose cómo sabía
eso.

—Escuché que aparentemente eres germafóbica.

Esperaba haber enfatizado en la palabra aparentemente lo


suficiente para que comprendiera que no se lo creía. La había observado
por una semana ahora, sin ver ninguna señal de que le importara lo que
tocaba, sin mostrar ningún rastro de una real germafobia. La única cosa
que vio es que no le gustaba el contacto humano.

Pudo ver el ligero pánico detrás de sus ojos cuando levantó la


mirada hacia él de nuevo, lo que pareció incrementar cuando se dio cuenta
que estaba atrapada.

Lucca, de hecho, finalmente la había atrapado. Ahora iba a


disfrutarlo y ver qué tan lejos podía presionar a su presa.

Lentamente buscó en el bolsillo trasero, observándola sostener el


aliento, sin saber qué iba a sacar. Cuando su paquete de cigarros salió,
pudo ver el alivio en su rostro mientras era capaz de respirar de nuevo.
Sacando un cigarro y sosteniéndolo contra sus labios, los volvió a guardar
en su bolsillo y luego buscó en su bolsillo frontal, viéndola darle la misma
reacción y luego alivio de nuevo cuando solo fue su Zippo.

Tiene miedo de todo, ¿verdad?

Encendiendo su Zippo con el movimiento de su muñeca, encendió


el final de su cigarro hasta que llameó de un rojo brillante por su
inhalación.

—No te importa, ¿verdad?

Mirándolo fijamente, de alguna manera logró sacudir su cabeza.

Lucca había sentido los ojos de la mujer en él a incluso una joven


edad y sabía cuándo lo encontraban atractivo. Sin embargo, mientras
trataba lo mejor que podía de enfocarse en fumar su cigarro, sintiendo sus
ojos en él, se dio cuenta de que Chloe no estaba mirándolo como la
mayoría de mujeres. Podía ver en su rostro que simplemente estaba
tomando una larga mirada, casi estudiándolo, como si le intrigara.

Esto es bueno. Ahora iba a subir un peldaño.

Hizo que su voz bajara una octava mientras decía:

—¿No tienes frío aquí, cariño?

Chloe no se veía cómoda con él diciéndole eso en un profundo tono


de voz.

—M-mi nombre es Chloe.

Real y jodidamente genial. Lucca no pudo evitar sonreír mientras


colocaba su cigarro a sus labios de nuevo, inhalando. Hablando mientras
exhalaba, el humo escapó más con cada palabra que decía:

—La hija del alcalde, ¿verdad?

Un ligero asentimiento le dio la respuesta que ya sabía.

Lucca mantuvo sus ojos enfocados en ella mientras lanzaba sus


cenizas en la nieve, sin querer que se perdiera su expresión cuando dijo
las siguientes palabras:

—Estuviste en un accidente de auto hace unos años atrás.


Recuerdo haberlo leído en el periódico. ¿Es así como les dices a todos que
obtuviste esas cicatrices?
—Así e-es cómo las obtuve. —Tragó saliva, rápidamente mirando de
vuelta a sus manos.

¿La gente realmente cree esta mierda?

—No, no lo es. Conozco el corte de un cuchillo cuando veo uno.

Volviendo la mirada hacia él, pudo ver que no tenía ni idea de cómo
lo sabía.

—N-no sé de lo que e-estás hablando.

Porque eres la peor mentirosa que he visto, cariño.

Lanzando su cigarro completo en el patio, miró fijamente en sus


ojos grises, dejándola saber que no era tonto, y jamás sería uno.

—Sí, lo sabes.

Ella rápidamente se puso de pie y tomó un paso adelante,


claramente diciendo que quería irse y terminar esta conversación.

Vas a tener que acercarte más que eso, cariño; y chico, esperaba que
lo hiciera. Quería verla de cerca, tan cerca que ya pudiera estirarse y
reclamarla.

Cuando Lucca no se movió de la salida, ella ligeramente se acercó a


él para darle otra idea.

Un poco más cerca… Su cuerpo estaba tenso; cada músculo


congelado.

Otro pequeño paso adelante.

Podría reclamarte ahora mismo si quisiera, cariño. La profunda y


oscura parte en su mente susurró: Hazlo.

Los ojos de Chloe brillaron un poco en miedo ante la pequeña


distancia entre ellos ahora.

—¿M-me dejas pasar?

El quiebre en su garganta le demostró lo asustada que estaba.


También podía escuchar sus tacones tintineando contra la madera por sus
piernas temblorosas.
Mierda. Lucca buscó en su bolsillo de nuevo, yendo por su paquete
de cigarros. Su oscuridad lo estaba haciendo perder el control y necesitaba
mantenerse ocupado.

Sus ojos no se movieron de ella mientras abría el encendedor de


nuevo antes de encender su cigarro. Entonces exhaló expertamente,
queriendo que el humo acariciara su cuerpo y rostro como él no podía
hacerlo.

A Chloe no pareció importarle, todavía mirando su Zippo de plata


que ya había cerrado.

Tomando nota del interés en su encendedor, lo volvió a abrir,


dejando que la llama brillara rojo. Lo vio entonces, el brillo en sus propios
ojos de mirar en la llama. Él había tenido esa misma mirada cuando su
padre usó este mismo encendedor para encender sus cigarros cuando era
un niño.

—Te dejaré pasar si me dices cuántos años tienes. —Mantuvo su


voz melódica, esperando poder hipnotizarla con ello y la llama mientras
lentamente movía su Zippo entre sus dedos, observando sus ojos bailar a
lo largo con sus movimientos. Lucca necesitaba que deseosamente se
enlace a él antes de dejarla ir.

—Diecisiete. ¿Tú? —Las palabras parecieron deslizarse a través de


su boca.

¿Tú? Sorprendentemente le había hecho una pregunta recíproca,


dejándole saber que le importaba. La mirada en su rostro le dijo que ella
estaba igual de sorprendida.

—Veintiséis. —Con eso, Lucca se hizo a un lado, dándole apenas


suficiente espacio para pasar.

Observándola girar su cuerpo a un lado, mantuvo su respiración


mientras ella lo hacía, ambos ojos sin moverse del otro, ambos pareciendo
ligeramente temerosos de que él se moviera siquiera una pulgada.

Esto era lo más cercano que probablemente iba a ver su rostro


hermosamente roto de porcelana por un largo tiempo… y quería más que
nada congelar el tiempo en este exacto momento mientras estaba
perfectamente en frente de él. Prácticamente podía escuchar los gritos
desde sus ligeros ojos grises, rogándole que la salvara. Lo dejaban sin
aliento y casi lo ponía de rodillas.

Cuando Chloe finalmente pasó, comenzó a caminar lo más rápido


que pudo de vuelta a la seguridad de la casa, y cada movimiento que hizo
lejos de él fue una tortura. Estaba dejando que la criatura más hermosa se
deslizara de sus dedos, y aunque la parte oscura de él le rogaba que no la
dejase ir, sabiendo que le pertenecía, sabía que debía hacerlo, incluso si lo
mataba. No podía enjaularla, al menos aún no.

—No puedes escapar de la verdad para siempre, cariño —advirtió


Lucca, haciéndola correr más rápido y más lejos de él.

Ese simple momento, cuando había bajado la mirada hacia ella, no


había sido lo suficiente para saborearla pero era todo lo que iba a obtener.

Sálvame Lucca… Aquellos ojos grises lo cazaban.

Voy a salvarte cariño. Solo debes esperar por mí. Todavía no estás
lista.
Capítulo 8

Las pesadillas que se cosecharon en su alma

Tomando una profunda respiración, se levantó, colocando el


teléfono de vuelta en su bolsillo. Esas simples grietas en la pantalla le
recordó las cicatrices que agraciaban el rostro de Chloe.

—Drago, ¿por favor podrías calentar y llevar la comida de Chloe


arriba para ella?

Drago asintió.

Ser bueno nunca había funcionado para Lucca por el simple hecho
de que nunca era bueno. Ser duro con Chloe, sin embargo, era algo de lo
que no era capaz.

Anhelando un cigarro y un poco tiempo para pensar a solas, Lucca


fue al único lugar donde de alguna manera encontraba paz.

****

El rápido golpe en la puerta, seguido de ser abierta, tuvo a Chloe


queriendo gritar por su vida. Por ese segundo, supo que solo era cuestión
de tiempo antes de que Lucca tomara lo que quería. Luego apareció Drago,
trayéndole una bandeja que tenía un vaso de agua y su plato de comida
sin tocar que ahora estaba hirviendo.

Observándolo dejar la bandeja en la cama, no podía creerlo. Estaba


agradecida después de que le hubiera dicho que moriría de hambre si no
dejaba la habitación.

—G-gracias Drago.
Su comportamiento parecía ser igual de amargo que antes mientras
asentía hacia la ventana.

—No me agradezcas. Agradécele a Lucca.

¿Qué? Saltó de la cama y luego caminó hacia la ventana cuando


escuchó la puerta cerrarse de golpe detrás de él.

Abrió la cortina para ver a Lucca sentado en la pérgola iluminada,


fumando su cigarro. Desde este lugar, se veía casi tan hermoso para ella
de una manera oscura. Sí, siempre la asustaba y la hacía temer por su
vida desde el momento en que lo conoció, pero no podía negar la pequeña
parte que le atraía. Juraría que casi podía escucharlo llamarla a veces.

La llama de su cigarro creció cuando inhaló profundamente,


ocasionando que luces y sombras bailaran sobre sus hermosos rasgos.
Lucca parecía estar profundamente en sus pensamientos, una mirada que
le encajaba, haciéndole preguntarse qué ideas atravesaban por su mente.

Era… inquietantemente hermoso.

Chloe rápidamente dejó caer la cortina, temblando y retrocediendo.


Esa simple idea envió verdadero miedo a través de ella como nada antes.
Para alguien que le temía todo, nunca había temido de sí misma. Hasta
ahora.

***

La puerta abriéndose fue lo que rompió su sueño, pero fueron los


gritos lo que lo forzaron a levantarse. Pasó corriendo a Drago, sabiendo
que había venido a despertarlo para seguir los gritos.

Su corazón comenzó a golpear violentamente. Entonces se rompió


en pequeños pedazos por el dolor audible en los llantos. Era como nada
que hubiera escuchado antes.

Los gritos solo crecían cuando llegó a su habitación, y cuando abrió


la puerta, la vista que obtuvo casi lo pone de rodillas.
Lucca siempre había pensado en él como invencible de muchas
maneras, pero los chillidos que escapaban de ella y el temblor que tenía
retorciendo su cuerpo le probó lo contrario.

Tenía miedo y estaba siendo roto en dos. Quería desesperadamente


despertarla y sostenerla cerca de él, para borrar para siempre las
pesadillas que se cosecharon en su alma. Sin importar cuánto quería eso,
sin embargo, la otra parte de él sabía que no podía. Sabía que ella estaba
más allá de ser capaz de aceptar el toque que anhelaba darle.

—Chloe… —Su voz salió en un susurro roto. Por favor, despierta


cariño.

Estaba rompiendo su corazón y si la pesadilla duraba mucho más,


él iba a romperse.

Tomando un paso adelante, su voz comenzó a levantarse con cada


llanto de su nombre.

—¡Chloe… Chloe… Chloe!

La sangre que viajaba por su rostro quemaba su piel. Sabía, incluso


entonces, que nunca olvidaría la sensación cuando sus lágrimas
encontraban la sangre para quemar los caminos de lágrimas sangrientas
por su rostro.

—Por favor, solo mata…. —Era difícil susurrar su ruego a través de


su ronca voz, pero tenía que intentarlo, esperando piedad.

El loco comenzó a reírse mientras acariciaba el borde de la daga


sobre su piel.

—Pequeña niña, esto es solo el principio.

Cerrando sus ojos, otra lágrima cayó, mezclándose con la sangre


caliente. Piedad no iba a venir esta noche, dejándola solo con una última
esperanza. Ser salvada…

Sus ojos lentamente se abrieron ante la repetición de palabras.


—Chloe, por favor despierta y todo estará bien.

Completamente abriendo los ojos hacia la oscura habitación, vio a


un Lucca ensombrecido a un paso lejos con un brillo rodeándolo desde la
luz del pasillo. El miedo de su pesadilla permanecía, habiéndola
despertado solo para ver a su otro captor.

Lucca podía sentir el miedo que emitía hacia él ahora, pero


permaneció calmado, diciéndole:

—¿Ves? Todo está bien. Te lo prometo, no te haré daño.

Chloe se relajó en su colchón. Su voz era suave pero fuerte, de


alguna manera haciéndole sentir a salvo, algo que nunca había sentido al
despertarse de una pesadilla. También sabía que él decía en serio su
promesa por la forma en que dijo las palabras.

Lucca tomó un paso más cerca de ella.

—Fue solo una pesadilla, ¿verdad?

Envolviéndose con más fuerza con la sábana, solemnemente


sacudió su cabeza. No había sentido en negarlo. Una mirada a los ojos de
Lucca le dijo que podía ver la verdad.

—Vuelve a dormir, cariño.

Pensó que su mano iba a estirarse antes de que rápidamente


desapareciera en la oscura habitación. No fue hasta que habló de nuevo
que se dio cuenta de que se había ido a sentar en la esquina.

—Estoy aquí…

Debe haber sido el sueño completamente inexistente que había


tenido desde que estaba aquí, pero sus ojos se cerraron lentamente hacia
la noche.

—… justo aquí, Chloe.

A Lucca le tomó una hora antes de soltar sus puños y relajarse en


la silla. Le había tomado todo no sostenerla, no tocarla para asegurarse de
que estaba bien. Ser capaz de observar su sueño le mostró lo asustada que
estaba por su pasado, incluso en sus sueños.

Este había sido el último intento. Había esperado suficiente.


Mañana, su vida y la de Chloe cambiarían, colisionarían juntas.

Una cosa era segura; aquellas habían estado lejos de ser pesadillas.
Aquellos eran recuerdos.
Capítulo 9

Odiaría tener que castigarte, cariño

Le tomó todo a Chloe tener que bajar las escaleras después de


anoche. Elle había sido la única en presenciar sus pesadillas, además de
sus padres. Con cada persona viéndolo, era como si la cortina hubiera sido
jalada, mostrando su verdadero ser, el pedazo roto que era ella. El hecho
de que fue Lucca quien lo hubiera visto significaba que iba a tener una
parte de ella ahora. Una parte profunda, oscura y encerrada de ella misma
que nunca iba a poder recuperar.

Su padre, su madre, su mejor amiga, todos eran partes mayores en


su vida, y ahora tenía esta sensación horrible de que Lucca también. Como
si nuestras vidas ahora se hubieran entrelazado.

Lo que encontró extraño sobre ello es lo… bueno que había sido.
Incluso más extraño era lo mucho que lo apreciaba.

Observando la planta baja, buscó alguna señal de Lucca, pero


cuando no hubo ninguna, imaginó que ya se había ido a trabajar.

Viendo la laptop en la mesa de café le recordó porqué había tenido


el coraje de bajar en primer lugar.

Chloe se sentó en el sofá y agarró la laptop, encendiéndola. Varias


cosas saltaron a la vista, incluyendo instrucciones detalladas de sus clases
y cómo subir sus tareas. Alguien ya se había tomado el tiempo de iniciar
su cuenta y debió haber escrito instrucciones dado que no parecía ser de
la escuela. ¿Lucca hizo esto?

Entrando a la cuenta de la escuela, fue entonces cuando se dio


cuenta que estaba conectada a Internet. ¡Podía obtener ayuda!
Rápidamente trató de entrar a su correo electrónico, pero el sitio
decía “bloqueado”. Entonces luego intentó ir hacia su otro sitio de correo
pero estaba bloqueado también. Entonces se dio cuenta que tenía una
nueva cuenta de correo para Stanford.

Entrando en ese correo, funcionó. Rápidamente trató de escribir el


correo de Elle en el remitente, solo para cerrarse la ventana y desaparecer.
Trató de nuevo… pero desapareció una vez más.

¿Qué diablos…? Miró alrededor de la casa para asegurarse que


nadie estaba cerca.

Entonces colocó uno de los correos de su profesor, y en el asunto,


escribió: ¡¡AYÚDAME!! HE SIDO SEC…

La laptop fue cerrada y arrancada de su agarre.

Sus ojos lentamente se levantaron para ver al enorme tamaño de


Lucca sobre ella.

—Y-y-yo solo estaba…

—Yo que tú tendría mucho cuidado en no mentirme, cariño. —El


intimidante hombre tomó asiento en la mesa de café en frente de ella,
invadiendo su espacio. Colocó sus codos en sus rodillas para invadir
incluso más, acercándose a su rostro. Aunque estaba agachado, todavía
era más alto que ella.

Chloe trató de hacerse lo más pequeña posible, empujándose de


vuelta al sofá para obtener cualquier espacio que pudiera entre ellos.

—¿C-cómo lo supiste?

—Tu computadora es estrictamente para tu curso. Encontrarás que


la mayoría de los sitios están bloqueados, como redes sociales. Sin
embargo, serás capaz de buscar lo que sea que necesites bastante bien. El
único sitio que está habilitado para interactuar es para tu curso, como el
correo de Stanford. Ahora, si escribes, digamos, correo electrónico de Elle o
las palabras “ayúdame” automáticamente notificará al hombre que
programó la computadora. Entonces él podrá invalidar tu computadora y
darme una llamada para decirme que no estás siendo una buena chica.

—Oh. —Chloe mordió su labio—. ¿Quién es él?


Lucca sonrió.

—Un amigo.

Lucca, Drago, amigo. Eso significaba que al menos tres personas


sabían que estaba aquí. Honestamente, estaba sorprendida de que llamara
a alguien amigo. No parecía que Lucca tuviera amigos. Ni siquiera él y
Drago actuaban como tales.

Cuando notó que todavía seguía sonriendo mientras ella


continuaba mordiéndose el labio inferior, rápidamente se detuvo y bajó la
mirada a sus manos retorciéndose.

—Estoy tratando de ser bueno contigo Chloe, al dejarte hacer tu


curso online. Para que puedas hacer eso, tienes que ser capaz de contactar
a tus profesores y entregar tu trabajo. ¿Qué sucede si mi amigo está
ocupado cuando decides pedir ayuda de nuevo? —Lucca se levantó,
poniéndose recto, intimidándola aún más—. No estoy seguro de poder
confiar en ti todavía. Odiaría tener que castigarte, cariño.

—P-pensé que dijiste que no me harías d-daño.

—Nunca te haría daño pero… —Sus ojos se tornaron de una


sombra fría azul—, no estaría opuesto a herir a alguien que quieras.

Los ojos de Chloe se ampliaron. Elle.

—N-no la tocarías. Es la novia de Nero.

Lucca se inclinó hacia adelante, colocando sus codos en sus


rodillas una vez más, inclinándose incluso más cerca de ella. Su corazón
comenzó a latir fuera de su pecho. Su rostro estaba tan cerca del de ella
que podía sentir su respiración fría picar en su piel con cada palabra que
decía.

—No crees que lo haría… —Estirándose, giró un mechón de su


cabello negro alrededor de su dedo, como había hecho esa noche que la
había capturado—, ¿para mantenerte aquí más tiempo?

Mirando en sus ojos fríos, no tuvo que mirar mucho para ver que lo
haría.

—Lo harías —susurró.

Él dejó caer el mechón de su dedo.


—Entonces no me hagas hacerlo.

Supuso que no podía estar más entumecida por él, pero de alguna
manera, su boca cayó al suelo.

Lucca se puso de pie, llevándose la laptop.

—Te la devolveré cuando confíe en ti de nuevo.

Si sus ojos no fueran todavía la sombra fría azul, hubiese pensado


que estaba dolido de que hubiera intentado obtener ayuda. Sin embargo,
eso sería imposible.

Lucca no era capaz de tales sentimientos. Solo había sido envuelta


por su bondad de anoche, pero ese fue solo un acto.
Capítulo 10

Vender su alma al Coco

—Te quieren abajo.

Chloe se había encerrado en su habitación de nuevo después que


Lucca la hubiera dejado en la sala de estar esa mañana. Esta era la hora
en la que Drago usualmente le decía que la cena estaba lista pero hoy
estaba demandando algo diferente. Tanto como no quería ir, su presencia
la dejaba sin más opción.

Siguiéndole abajo, el increíble olor de comida entró por su nariz,


haciendo que su estómago vacío gruñera. Cuando llegaron al comedor se
encontró con la misma visión que ayer, excepto por algunos cambios
ligeros, como un plato en la mesa de comedor y que Lucca ya estaba
comiendo su carne y su puré de papa.

—Siéntate conmigo —le ordenó mientras Drago desaparecía,


dejándolos a solas.

Chloe cautelosamente se sentó al lado de él, apretando sus manos


en su regazo mientras Lucca cortaba profundamente su carne tallando un
pequeño pedazo antes de comerlo.

Una vez que el pedazo estuvo masticado, finalmente le dijo:

—Quiero hacer un trato contigo, cariño.

Los escalofríos subieron por su columna. No estaba segura de que


alguien saliera vivo de un trato con el Coco.

—¿Qué clase de trato?


Una sonrisa malvada apareció en sus labios.

—Te quedarás conmigo aquí, y si todavía quieres, te prometo que te


dejaré ir por esa puerta al final de tu primer semestre.

—¿E-Eso es todo? —No lo dejará pasar tan fácilmente.

—Tengo reglas.

Chloe tragó el nudo a su garganta demasiado asustada de incluso


preguntar cuáles eran estas reglas. Sabía que no lo haría.

—La primera es fácil, y también haré lo mismo por ti. —Comenzó a


cortar otro pedazo de su carne—. Cuando te haga una pregunta, no debes
mentir.

Ella juntó sus cejas.

—Entonces, ¿puedo preguntarte cualquier cosa y tú me lo dirás?

—Sí, pero solamente pregúntame si quieres saber la verdad.

Había estado lista para hacerle una pregunta antes de que su


advertencia cambiara su idea. Tendría que haber pensado más acerca de
si realmente quería saber algunas cosas sobre él.

—¿Q-Qué más?

—Quiero pasar las tardes contigo. Cenarás conmigo cada noche, y


después, quiero ayudarte a sobrellevar.... —Los ojos verde azulados de
Lucca sostuvieron su mirada—, tu miedo al contacto.

La sangre de Chloe se heló, sin querer formar parte en estos planes.

—N-no…

—Entonces te quedarás aquí tanto como a mí me plazca —dijo


despreocupadamente, regresando a su comida.

Sus uñas se enterraron en sus palmas. Él le estaba dando un


ultimátum. Ella temía que si alguna vez salía por esa puerta, tendría que
rendirse.

—¿Hay algo más? —susurró.

Lucca levantó la mirada hacia ella.


—Una última cosa. Cuando te pida hacer algo, lo harás. Pero quiero
que sepas que no te pediré nada con lo que no puedas lidiar.

Eso era todo. Estaba dejando ir su vida. Lucca iba a llevarse todo a
lo que se había aferrado, cosas que había utilizado para sobrevivir.

Chloe solemnemente asintió con la cabeza. Sin ver otra opción,


tendría suerte si salía por esa puerta viva.

Él levantó su ceja.

—¿Trato?

Este era el momento en que Chloe daría su vida a Lucca con la


esperanza de que un día le sería devuelta.

—Trato.

No le tomó mucho tiempo para que la muerte inminente se sitúe en


ella. Podía ver que para él esto era un juego. Juego que ya había ganado.

—¿Estás hambrienta? —le preguntó simplemente como si la


conversación que acababan de tener no había sucedido.

Tanto como quería escapar a su habitación ya no podía hacerlo.


Esto era parte del trato ahora. Cenarás conmigo cada noche.

—Sí.

Usando su tenedor Lucca recogió un pedazo de su carne y lo


sostuvo para ella esperando que lo cogiera con su boca. Sus ojos le dijeron
que esta no era una oferta, más bien una demanda.

—Y-yo no quiero tomar t-tu comida, puedo hacerlo desde mi plato.

Él dejó caer su mano.

—Tal vez decidí no hacerte ninguna comida. Todavía tienes que


sentarte aquí y cenar conmigo.

Chloe lo miró fijamente. Sentía que estaba dolido de que no se


hubiera sentado con él y cenado una de las comidas que había preparado
para… ¿mí?

—Lo entiendo.
Quiero pasar las tardes contigo. Lo entendía ahora. Había hecho la
cena cada noche, y cada noche, no se había unido a él. Drago le había
advertido que estaba jugando con fuego, lo que era exactamente lo que
había hecho.

Lucca levantó su mano una vez más, llevando la jugosa carne cerca
de sus labios, demandando que la comiera. Cuando te pida que hagas algo,
lo harás.

Lentamente abriendo sus labios deseó poder cerrar sus ojos pero
su mirada la sostenía como una prisionera. Tomó la carne en su boca y
deslizó sus labios lejos del tenedor. No fue hasta entonces que dejó caer
sus ojos hacia su regazo mientras comenzó a masticar.

Él sonrió.

—Te lo dije Chloe, que no te pediré nada con lo que no puedas


lidiar.

No esperaba lo que sucedió entonces: dejó el tenedor, se levantó, y


fue a la cocina. Cuando regresó a la mesa colocó un plato lleno en frente
de ella.

De alguna manera, de algún modo, siempre solía sorprenderla.

—G-Gracias.

—De nada, cariño.

Era fácil para Lucca comer después que se sentó, pero para ella no
lo fue. Acababa de vender su alma al Coco.

Comieron la cena en silencio y cuando él tomó sus platos hacia la


cocina, esperaba que la liberara. Sin embargo, tenía otros planes.

Lo observó irse a la sala de estar, tomar asiento en la gran silla de


cuero antes de hacerle un gesto para que se acercara.

A regañadientes se levantó, caminando hacia él con sus manos


desesperadamente apretadas.

—Quiero que te sientes… —Quitó la almohada de su lado y la


colocó el suelo a sus pies—, justo aquí.
La mano que se estaba apretando comenzó a retorcerse cuando
comenzó a ponerse muy nerviosa.

Mirando hacia el gigante hombre trató de decir:

—¿P-Por qué no p-puedo s-s-s…?

—Porque quiero que te sientes a mis pies. —Lucca sonrió.

Chloe comenzó a sacudir su cabeza.

—N-No creo que p-pueda hacerlo.

—Sí puedes, cariño.

Viéndolo perezosamente volverse a sentar en la silla se dio cuenta


que cualquier mujer pensaría que se veía increíblemente sexy y no tendría
que decírselo dos veces. En todo lo que podía pensar, sin embargo, era en
lo abiertas que estaban sus piernas, sabiendo que su pierna izquierda
podría tocarla.

Cuando no hizo un movimiento como le pidió, su voz tomó un tono


de orden:

—Hicimos un trato, ¿recuerdas?

Quiero ayudarte a sobrellevar tu miedo al contacto.

Estaba segura que nunca sería capaz de explicar por qué siguió sus
órdenes cuando su voz se profundizó. Aquí estaba tragando sus nervios
mientras lentamente se colocaba en la almohada a sus pies. Mantuvo su
espalda contra el brazo de la silla, sentándose tensamente, con cuidado de
ni siquiera rozar sus pantalones vaqueros oscuros.

Ahora que estaba aquí abajo, Chloe estaba demasiado asustada


para incluso moverse, demasiado temerosa de estar tan cerca de él. La
asustaba hasta su núcleo haciéndole preguntarse qué otros juegos tenía
para ella esta noche.

Lucca encendió la gran pantalla de televisión. Yendo a través de los


diferentes canales lo dejó en un juego viejo de fútbol.

Mirando la pantalla no se movió ni una pulgada esperando que él


se moviera o la hiciera hacer algo más. Por suerte, nunca lo hizo,
pareciendo estar en el juego, nunca siquiera reconociendo que estaba ahí.
Cuando finalmente se relajó en la silla, la calidez de su pierna
siendo menos distractor, apagó la televisión, retornando su atención hacia
ella.

Por favor déjame ir, comenzó a rogar en su cabeza.

—Puedes ir…

Chloe rápidamente saltó antes de que la última palabra fuera


dicha. Ni siquiera volvió la vista atrás mientras iba directo a su habitación
con miedo de que cambiara de idea.

Ahora en la seguridad de su habitación se frotó la mano sobre el


brazo que todavía estaba caliente por su cuerpo tan cercano.
Inconscientemente durante varios segundos lo frotó una y otra vez antes
de que dejara caer su mano, dándose cuenta de que estaba tratando de
mantener la calidez. Su calidez.

Chloe no lo sabía todavía, pero la parte que anhelaba el toque


humano estaba volviendo a la vida. Y pronto, iba encontrar la parte que
había enterrado tanto tiempo atrás.
Capítulo 11

Siempre

Lucca se movió de su posición recostada para inclinarse hacia


adelante, colocando sus codos en sus rodillas. Se pasó las manos
rudamente sobre su cabello, pensando sobre cómo ni siquiera había
terminado su oración antes de que ella desapareciera.

Cuando Chloe no podía correr lo suficiente de él, Lucca quería lo


opuesto.

Todo el tiempo que se había sentado a su lado en el suelo, no había


sido una prueba solo para ella, sino también para él. Lucca le había dicho
que iba a ayudarla a sobrellevar su miedo al contacto, pero lo que no le
había dicho era que también iba a luchar contra la oscuridad de
reclamarla pronto. Quería asegurarse que pudiera lidiar con su cercanía.
Estar cerca de su agarre, pero no reclamarla era una de las cosas más
difíciles que había hecho. La parte retorcida de su cerebro había seguido
susurrando: Tócala, bésala, llévatela… Pero no lo había hecho. Había
luchado con sus oscuras urgencias… por ella.

Planeaba acercársele cada noche. Se imaginaba que solo iba a


ponerse más difícil, incluso sería más doloroso: luchar contra la oscuridad
cuando sus dedos finalmente se movieran sobre sus cicatrices.

Levantando su cabeza contra el sonido de pasos, vio que Drago


había entrado a la habitación. Bajó la cabeza para correr sus manos a
través de su cabello.
—No la veo lidiando con esto… contigo. Está demasiado jodida —
dijo Drago, cruzando sus brazos mientras se inclinaba contra la pared más
lejana.

Solo había una opción.

—Aprenderá.

Otra pregunta de Drago daba vueltas alrededor de él.

—¿Esta chica realmente vale todo esto?

Lucca cerró sus ojos solo un momento…

Chloe rechazó la mano que vino hacia ella.

—L-lo siento. Soy germafóbica.

—No, yo lo siento —le dijo Lake, sosteniendo en alto sus manos—. Si


necesitas a alguien con quien hablar, escucharé. Sé lo que significa estar
sola.

Lucca observó el intercambio a distancia. Había seguido fuera a


Chloe, pero Lake, la hija de uno de sus soldados, la había seguido afuera
también. Debe haber sentido la angustia de Chloe, justo como él lo había
hecho, mientras la había observado durante la fiesta de graduación.

Antes de que la chica se girara, dejó a Chloe con algunas palabras


finales:

—No deberías esconder tu rostro. Es hermoso.

No sabía qué esperar de Lake cuando se había acercado a Chloe,


especialmente después que había escuchado los horrores por los que Chloe
y Elle habían pasado en la secundaria, pero honestamente no había
esperado eso.

Mirando a Chloe ahora bajo la pérgola iluminada, rodeada de flores


en crecimiento, le quitó el aliento. Había esperado por este día durante
meses ahora.

Manteniendo su distancia de ella y solo observándole desde lejos lo


estaba volviendo loco. Ni una vez había sido capaz de hablarle desde la
última vez, pero ahora el tiempo había llegado.

Enjaulándola como la última vez, bloqueó la entrada con su marco.


—Hola cariño.

Levantó la mirada hacia él, sorprendida.

Lucca sacó un cigarro y lo colocó en sus labios, haciendo que el


cigarro se balanceara mientras decía:

—Escuché que todavía estás diciendo que eres germafóbica. ¿Alguna


vez has pensado en decir la verdad? —Encendió el final con su Zippo.

Apartando su mirada a la presión que hizo en sus manos, su suave e


insegura voz situó algo dentro de él.

—N-no es una mentira.

Pruébalo entonces.

Tomando unos pasos adelante, se situó sobre ella, sosteniendo su


mano.

—Ven, cariño; solo inténtalo una vez.

Si todavía rezara, lo hubiera hecho en ese momento. Observándola


mirar su mano en frente de ella, necesitaba que desesperadamente se
estirara y lo tocara.

Estando demasiado enfocado en su rostro, Lucca casi lo perdió, el


ligero movimiento de su mano moviéndose hacia él antes de detenerse.

—N-no puedo.

Lo que acababa de hacer era una señal. Ella también lo siente.


Incluso si lo estaba ignorando, no había manera de negar que había un
jalón eléctrico entre ellos.

Su voz tomó uno de orden, sin querer más mentiras, mientras


preguntaba:

—¿Por qué no puedes?

Sus ojos encontraron los de él, mirando sus oscuras pestañas


mientras susurraba su secreto.

—Porque tengo miedo de hacerlo.

Temía el toque. Eso era algo que sabía desde el principio, pero lograr
que lo admitiera hacia él era algo que necesitaba si alguna vez iba a lograr
que lo sobrellevara. Necesitaba que comenzara a confiar en él con sus
secretos.

Tomó asiento en la silla en frente de ella.

—Eso no fue tan malo, cariño. —Tomando una calada de su cigarro,


quería más—. Es verano ahora, y todavía estás usando manga larga.

No dio respuesta pero observarla comprobar el largo y bajar las


mangas de su vestido negro fue todo lo que necesitó para saber que tenía
razón de nuevo. Ni una vez la había visto en manga corta, sin importar el
clima, lo que le decía que estaba escondiendo algo debajo del material.

Atrapando sus ojos al moverse sobre él le mostró que una parte de


ella todavía estaba intrigada por él.

Queriendo que la intrigara más, sacó su Zippo, abriéndolo. No le


tomó mucho tiempo encantarla con el brillo moviéndose entre sus dedos.

—¿Vas a ir a la universidad?

—Sí, por supuesto.

Comenzó a moverlo más rápido. La importancia de esta pregunta era


algo que no iba a ser capaz de entenderlo todavía.

—¿En dónde?

—Stanford… en California. —Hablaba tan fácilmente cuando estaba


encantada por él, sin tartamudear.

Cerró el encendedor con un clic, obteniendo lo que necesitaba.

—Eso es asquerosamente lejos, cariño. Supongo que sí sigues


escapando. —Poniéndose de pie, bajó la mirada a ella de nuevo, tomando
todo lo que podía hasta la próxima. Hacía la espera menos dolorosa.

Sosteniendo su aliento, ella no se movió.

Las marcas en su rostro lo tuvieron pensando sobre lo que Lake le


acababa de decir.

—Ella tiene razón, sabes. Esas cicatrices son hermosas.

Había soñado con tocarlas todos los días, y estaba imaginando


haciéndolo justo ahora. Toca su cicatriz… susurraba la oscuridad.
Alejándose de ella antes de que hiciera algo de lo que se
arrepentiría, significó alejarse de sus sueños. Por un momento, casi había
sentido lo que se sentiría tocarla. Por un momento, casi había sentido cómo
sería estar con ella. Era casi la cosa más dichosa que había sentido en toda
su existencia…

Abriendo sus ojos, no hubo ni un destello de duda en su mente


cuando dijo:

—Siempre lo valdrá.
Capítulo 12

El Fenómeno y el Coco

Había pasado ya una semana desde que su acuerdo con Lucca se


había dado, y ya se había acostumbrado al horario de vivir allí. Sus días se
la pasaba ocupada con tarea, que era sorprendentemente lindo porque
pasaba tiempo a solas. Bueno, tan sola como podía estar con Drago
observándola.

Su miedo de estar allí cesó y ni siquiera podía admitírselo pero una


parte de ella estaba aprendiendo a ser feliz. Desde sus cicatrices, había
temido por su vida, no solo en la escuela, sino en su casa también. Temer
casi cada momento de tu vida durante años era algo a lo que se había
acostumbrado, para mantener su sanidad. Casi se había olvidado cómo
era no sentirse así.

Chloe había esperado lograr eso en Stanford, pero todavía temía


estar completamente sola allí, rodeada por nueva gente que la miraría
como si fuera un fenómeno. Eso no le sucedía donde Lucca. Nunca la
miraban o la amenazaban como un fenómeno porque… aquí, con Lucca,
solo soy como él. Ambos monstruos.

El Fenómeno y el Coco.

Ya no le importaba cenar con él tampoco. Se quedaban bastante en


paz en la compañía del otro y Lucca era sorprendentemente un buen
cocinero. Si no tuviera que sentarse a su lado cada noche, ni siquiera la
molestaría.

Solo había una sola cosa que realmente extrañaba y era a Elle. Sí,
extrañaba a Amo, Nero e incluso a Vincent también; pero nunca había
pasado tanto tiempo sin hablar con su mejor amiga y estaba comenzando
a tomar peso.

Si Elle estuviera aquí, esto podría no ser…

Alejando la idea, volvió a su ahora terminada tarea con la que


había luchado durante horas. Iba a enviarla cuando un mensaje de chat
apareció en la pantalla.

Todos están mal excepto la #8. Inténtalo de nuevo.

¿Qué diablos…?

Chloe parpadeó ante la pantalla, viendo si es que solo estaba


exhausta por trabajar en esto toda la mañana. Sin embargo, el mensaje de
chat todavía estaba allí, probándole que estaba equivocada.

El amigo de Lucca. La tercera persona que sabía que estaba aquí.

Ignorando la advertencia, fue a enviar la tarea de nuevo cuando


otro mensaje vino a través.

Suspenderás la tarea.

Mordiéndose el labio, estaba encima del botón de enviar,


contemplándolo. Sus respuestas parecían correctas, pero había luchado en
varias de estas. No solía aprender matemática a través de la computadora,
menos cálculo.

Todavía no le dio a enviar, y escribió en el mensaje de chat:


¿Puedes decirme cómo es la que la #1 está mal?

El problema inmediatamente comenzó a desarrollarse delante de


ella, haciendo que su boca se abriera en lo rápido que fue completado. Sin
decir nada más, estaba equivocada.

Escribiendo en el mensaje de chat una vez más, rápidamente


respondió:

Gracias. Lo intentaré de nuevo más tarde, antes de cerrar de


golpe la laptop.

Maldición, Cálculo la estaba matando, y se estaba volviendo


demasiado difícil entenderlo desde una computadora.
Aceptando su derrota ahora, se dirigió abajo para almorzar algo.
Una vez allí, notó un movimiento en el patio que la puso curiosa por mirar
en la puerta trasera para tener un mejor vistazo.

Chloe asomó la mirada para ver a Lucca en la tierra. Parecía


estar… ¿haciendo jardinería?

—Veo que al fin has decidido bajar —dijo Drago con voz ronca
detrás de ella.

Rápidamente se giró, nerviosa de haber sido atrapada mirando a


Lucca.

—B-bajé a c-conseguir algo de comer.

—Claro que sí. No bajas para nada más. —Su tono amargo le dijo
que no estaba siendo sarcástico.

Miró hacia el patio de nuevo, hacia Lucca, sabiendo a lo que se


refería Drago. Las veces que había pasado con él no eran de su propio
acorde; solo estaban cuando tenía que hacerlo, para honorar el trato.

—¿No ha ido a trabajar ahora? —Las palabras parecieron salir de


su boca mientras observaba a Lucca limpiarse el sudor de su frente en su
camisa negra.

—No, es sábado. Sabrías eso si dejaras de actuar como una


prisionera.

Girándose, lo miró en confusión.

—Soy una prisionera.

La apariencia de Drago se volvió oscura mientras tomaba un paso


hacia ella.

—Ambos sabemos lo que se siente ser un verdadero prisionero,


Chloe. Dime, ¿cómo esto se compara a la última vez? —Tomó otro paso
hacia ella—. Cuando sueñas, ¿quién te caza? ¿Lucca? ¿O el hombre que te
dio esas cicatrices?

Solo podía mirar de vuelta el enorme hombre, sabiendo demasiado


que estaba diciendo la verdad.

Dejando a Chloe con su verdad, dijo una última cosa:


—Estoy seguro de que Lucca también está hambriento.

Girándose, observó a su captor por unos minutos a solas.

Ambos sabemos lo que se siente ser un verdadero prisionero, Chloe.

La forma en que Drago le había hablado era como si hubiese


adivinado… que estaba aquí por una razón. Pero… soy una prisionera,
¿verdad?

Sacudiendo la cabeza, fue hacia el refrigerador, decidiendo hacerse


un sándwich. Hizo solo uno y luego metió todas las cosas de nuevo. Ahora
mirando a su solo sándwich, sus ojos retornaron a la puerta trasera.
¿Debería? Sacudió su cabeza con más fuerza, tratando de quitar la idea de
su mente.

Agarrando su plato, se sentó en la isla de la cocina y rápidamente


comió su comida, mirando hacia la ventana para observarlo de vez en
cuando. Por decir lo menos, Chloe encontró interesante que el Coco
supiera cómo hacer jardinería de todas las cosas.

Limpió todo luego de terminar antes de volver arriba, pero sus pies
se detuvieron cuando miró a Lucca a través de la ventana una última vez.

Una pequeña voz que no había escuchado antes susurró: Hazlo.

Chloe escuchó la voz, haciendo otro plato. Decidió que


probablemente él podría comerse fácilmente dos, llenando el pan con un
cúmulo de carne, lechuga y tomates. Si no le gustaba tener algo en este,
simplemente podría sacarlo.

Tomó los sándwiches, junto con una botella de agua, hacia la


puerta trasera. Para el momento en que la abrió, sin embargo, se dio
cuenta del error de escuchar a la voz desconocida. Pero con Lucca
girándose para mirarla, era demasiado tarde.

Mordiéndose el labio nerviosamente, fue hacia él, deseando poder


volver atrás. Entonces, cuando lo alcanzó, se detuvo un momento mirando
hacia él.

Su largo cabello desaliñado que mantenía hacia atrás yacía


desordenado alrededor de sus rasgos. Los pantalones vaqueros oscuros y
camisa del mismo color que siempre usaba estaban sucios, dándole
incluso una vista más ruda de la que usualmente tenía. No estaba
acostumbrada a los hombres que se veían como él. Estaba acostumbrada
a hombres bien vestidos y arreglados, que usaban ropas caras. Él era
totalmente lo opuesto.

Lucca esperó que dijera algo antes de darle una sonrisa cuando se
dio cuenta que ella estaba viendo su apariencia.

—¿Eso es para mí, cariño?

—S-sí. Drago dijo que tal vez podrías estar hambriento —


tartamudeó, rápidamente moviendo sus ojos al plato.

—Supongo él también preparó esto. —Su voz pareció perder el


tono, como si estuviera decepcionado.

Chloe sacudió la cabeza, mirándolo de nuevo.

—No, lo hice yo.

La sonrisa fue devuelta a sus labios mientras se quitaba sus sucios


guantes de trabajo y se ponía de pie. Yendo hacia ella, tomó el plato y
agua.

—Gracias cariño.

—D-de nada.

Finalmente soltó el aliento que estaba sosteniendo cuando él se


giró.

Se encontró deseando que fuera menos guapo. Su combinación de


aterrador pero hermoso era demasiado para un hombre.

Él tomó asiento en el jardín, palmeando el lugar a su lado.

—Ven a sentarte conmigo. —No lo dijo como una orden, lo que era
raro. Fue más como si estuviera pidiéndolo.

Tomando una respiración profunda, se encontró haciendo


exactamente lo opuesto a lo que pensó que debería, sentándose en el
jardín a un brazo de distancia de él y mirando hacia el hermoso jardín
mientras él comenzaba a comer.

Era diferente estar aquí con el jardín y las flores, como si fuera aún
más pacífico que usualmente era en la pérgola.
Desde el momento en que salió aquí, el jardín se había llevado su
aliento, y solo seguía haciéndolo. Parecía hacerse solo cada vez más
hermoso para ella.

—No sabía que sabías de jardinería. —La idea que tendría que
quedarse en su cabeza salió en un susurro.

—Realmente no lo sé. Quiero decir, solía hacerlo con mi mamá de


vez en cuando cuando era joven pero es más una cosa reciente.

Chloe realmente miró alrededor ahora, viendo que el jardín se veía


mejor cuidado desde que lo había visto hace meses atrás. Ese era el motivo
por el que creyó que se había hecho más hermoso.

Mirando hacia Lucca, una sensación extraña se situó dentro de


ella, algo que se hundió contra su alma, y preguntó:

—¿Por qué empezaste con la jardinería?

Hacerle esa pregunta era una cosa peligrosa dado que la respuesta
sería nada menos que la verdad. Solo tenía que estar preparada para la
respuesta.

Sus ojos se volvieron de la sombra verde más hermosa que había


visto mientras la luz del sol se situaba en ellos. Casi dolía mirarlo, pero
apartar la mirada de estos sería imposible.

—Lo hice por ti —reveló la respuesta que ya sabía—. Cuando te vi


bajo la pérgola por primera vez rodeada por la nieve, me pregunté cómo te
verías rodeada por flores en su lugar. Entonces me pregunté si te gustaría
estar más aquí fuera.

Tragando con fuerza, finalmente logró apartar la mirada de él,


tomando ese pedazo de información y tratando lo mejor que podía
entenderlo. Entenderlo a él.

Nunca lo entenderé…

Lucca se puso de pie.

—Quédate aquí.

Lo observó llevar su ahora plato vacío y botella de agua hacia la


casa. Entonces regresó un minuto después, colocándose los guantes y
moviéndose al mismo lugar donde lo había encontrado cuando había
venido aquí afuera.

—Ven a ayudarme, cariño.

¿Eh?

—¿Qué?

—Hay un par adicional de guantes en ese cubo. —Apuntó al cubo


mientras se colocaba el último guante—. ¿Quieres ayudarme? ¿O quieres
quedarte en la casa todo el día de nuevo?

Pensó sobre Cálculo, realmente no quería hacerlo, así que se


levantó y fue hacia el cubo, sacando el par de guantes. Se los colocó antes
de ir hacia Lucca y ponerse de rodillas en el suelo a su lado.

—¿Sabes algo de jardinería? —preguntó él.

Sacudiendo la cabeza, imaginó que ya no estaba pensando en este


momento.

Él se rió, sintiendo sus pensamientos.

—Está bien. Te enseñaré.

Ella tragó.

—De acuerdo.

—Solo estoy limpiando el jardín, deshaciéndome de las hierbas y


flores muertas. —Le mostró cómo hacerlo al explicarle cómo se veían las
hierbas y cómo encontrar qué parte de la flor estaba muerta—. Ahora
inténtalo tú.

Yendo hacia el siguiente cúmulo de flores, cuidadosamente removió


las hierbas rodeándolo y sacó un nuevo bulbo muerto.

— ¿Q-qué tal?

Lucca sonrió.

—Perfecto.

Por primera vez desde que estaba aquí, sonrió.

—Tenías razón.
La confusión marcó su rostro hermoso.

— ¿Qué?

—Me gusta más.

Sus rasgos volvieron a su usual apariencia de cazador, sabiendo


que estaba hablando sobre que le gustaba más estar rodeada por las
flores.

—Bien.
Capítulo 13

Buenas noches

—¿Su pierna se está acercando?

Chloe se enfocó en la pantalla de televisión, tratando de ignorar lo


mejor que pudo el calor proveniente de la pierna de Lucca a su lado. Había
pensado que se estaba volviendo más fácil, pero esta noche, sentía que no
había suficiente espacio entre ellos.

Mechones de su cabello se movieron ocasionando se diera la vuelta,


y cuando lo hizo, su respiración se atascó en su garganta. Lucca estaba
girando un pedazo de su cabello negro.

— ¿Te divertiste hoy, cariño? —Su voz era tan oscura como el
mechón que expertamente estaba girando alrededor de su dedo.

—S-sí —dijo suavemente.

—¿Te gustaría ayudarme a terminar el resto del jardín mañana?

Sus nervios por observarlo girar constantemente su cabello la hizo


balbucear:

—¡No!

El mechón que sostenía cayó a su regazo, igual que su rostro.

—De acuerdo.

—No, q-quiero decir… —Se giró para mirarlo. No había querido que
la palabra saliera tan ruda—. Me gustaría, pero no puedo.

—¿Por qué?
—No he terminado mi tarea de Cálculo porque… —Miró sus manos
y comenzó a juguetear con las mismas—, realmente no la entiendo, y tengo
un examen pronto.

—Oh. —De nuevo recogió el mechón de cabello, comenzando el


movimiento de girarlo de nuevo—. Si puedo lograr que alguien te ayude
con Cálculo mañana, ¿querrías ayudarme con el jardín el lunes?

Levantó la mirada de sus manos, sorprendida.

—¿Harías eso?

—Sí, cariño. —Le sonrió a ella—. Incluso si no quisieras ayudarme.

Chloe se encontró extrañamente sonriéndole de vuelta.

—Si estás seguro que puedes llamar el lunes para no ir a trabajar,


entonces me gustaría.

Lucca pareció estar sorprendido por lo que dijo.

—Estoy seguro.

Insegura de qué es lo que había dicho, algo le dijo que no quería


preguntar.

—De acuerdo.

Después de darle un último giro a su mechón, sintió un anhelo en


él mientras la seda dejaba sus dedos.

—Puedes ir a la cama ahora.

Ponerse de pie se sintió diferente a como se había sentido las otras


veces. Sintió la misma liberación que solía sentir, pero no sintió la
necesidad de correr. ¿Qué anda mal conmigo?

Comenzó a alejarse lentamente tratando de descubrir este otro


sentimiento que parecía estar arañando para poder salir.

—Buenas noches, Chloe.

Girándose hacia él, su corazón tartamudeó.

—Buenas noches, Lucca.


******

—¡Dónde diablos está! —Golpeó su puño contra el escritorio.

Los otros dos hombres en la habitación bajaron la mirada a sus


pies antes de finalmente decir:

—No la hemos encontrado aú…

—¿Qué tan jodidamente difícil es encontrar a una chica de


dieciocho años? —Cuando golpeó sus puños contra la mesa de nuevo, se
puso de pie.

—Es… es como si hubiera desaparecido. Como si se la hubiera


tragado la tierra.

Yendo hacia ellos, sacó un cuchillo de su bolsillo y lo puso contra la


garganta del hombre.

—¿Recuerdas lo que le hice?

El hombre comenzó a temblar mientras asentía.

—Tu hija es de su edad, ¿verdad? —Ligeramente deslizó la daga


sobre el ahora rostro lloroso del hombre—. O la encuentras o te mostraré
cómo una chica puede desaparecer de la faz de la tierra.

Cuando el hombre asintió de nuevo, lo dejó ir, y los dos salieron


volando de la habitación.

Sentándose de nuevo en su escritorio, se recostó en su silla,


cerrando sus negros y siniestros ojos. La imagen de una chica de catorce
años vino a su mente mientras comenzaba a soñar con el pasado…

La chica estaba comenzando a perder la consciencia, y ahora sus


ojos grises traumatizados comenzaron a apagarse. Había algo que
disfrutaba sobre ver los ojos cambiar de la persona que una vez eran a la
que eran después que terminaba con ellas. Era su marca; cómo las
reclamaba.

Se había llevado a la jovencita que una vez fue y la había convertido


en esta hermosa creación. Su cuerpo, su mente, su alma pertenecía a él y
siempre lo haría… hasta que se llevara su último aliento.
Sus ojos rodaron a la parte posterior de su cabeza antes de que sus
párpados se cerraran.

Buenas noches, mi pequeña niña.


Capítulo 14

Ni siquiera Dios podría salvar al hombre que


ponga sus manos sobre ti

Bajando las escaleras al día siguiente, escuchó una voz hablando


con Lucca que no reconocía. ¿Alguien me ha encontrado? Sus voces se
acercaron, y luego pudo ver a un hombre en un traje con ligero cabello
marrón. Lucca la notó entonces.

—Chloe, quiero que conozcas a Sal.

Chloe sabía de Sal, lo había visto alrededor de los Caruso cuando


había estado con Elle, pero nunca lo había visto así de cerca, nunca tomó
una mirada en sus ojos oscuros y azules. Algo sobre él hacía que cada
vello de su cuerpo se levantara y elevara la alarma en su cabeza.

—Hola Chloe. —Le dio una sonrisa perversa—. Es lindo finalmente


conocerte.

Congelada en su lugar, solo pudo mirar al buen hombre arreglado.

—Sal vino a cuidarte y ayudarte con Cálculo mientras Drago y yo


nos encargamos de unos asuntos.

— ¿A-ah s-sí? —Sus manos temblorosas se juntaron y apretaron.

Lucca la miró por un momento antes de que su voz se volviera


oscura.

—Ven conmigo, cariño.

La orden la hizo seguirlo a través de la casa y por un pasillo. Él


abrió una puerta, y luego esperó a que ella entrara primero.
Entraron en lo que parecía ser su oficina y su corazón comenzó a
golpear queriendo salirse de su pecho mientras cerraba la puerta detrás de
él, encerrándolos.

Ahora a solas, líneas de preocupación marcaban su rostro.

—Dime qué sucede.

Todavía tratando de sacudir fuera de su mente los ojos de Sal, trató


lo mejor que pudo en hablar:

—S-solo n-no lo conozco.

Tomó un paso cerca de ella.

—Drago es mucho más intimidante de ver que Sal, y no lo conocías


tampoco, así que no me mientas cariño.

Mordiéndose con fuerza el labio, pensó que iba a sacar sangre


pronto. No sé por qué me asusta.

Lucca tomó otro paso hacia ella cuando no respondió.

—No lo sé —susurró—. Siento que lo conozco, pero no es así.

Tomando un paso final, la pegó a la mesa grande de detrás cuando


ella trató de colocar espacio entre ellos. Estaban apenas a pulgadas de
distancia cuando levantó un mechón de su cabello y lo giró en el mismo
gesto que siempre hacía.

—¿Crees que te dejaría con cualquiera, Chloe?

Su pecho subía y bajaba con fuerza. Era extraño, y no entendía


cómo, pero en lo profundo de ella sabía que no lo haría.

—N-no.

—¿Crees que dejaría que alguien se acerque lo suficiente para


tocarte… —Jaló su cabello ligeramente alrededor de su dedo, sus ojos
viajando por su pálido rostro hasta su cuello—, cuando yo todavía no te he
tocado primero?

Sacudió lentamente la cabeza mordiéndose más fuerte el labio


inferior. Estaba segura que este era el momento, cuando finalmente iba a
tocarla, aunque no estaba lista. Por favor, aún no.
Lucca miró la seda negra que giraba.

—Sigo girando tu cabello en mi dedo porque eso es lo más cerca


que puedo estar de tocarte por ahora. Te prometo que nadie te tocará
jamás dentro o fuera de ésta casa. Ni siquiera Dios podría salvar al
hombre que ponga sus manos sobre ti.

La presión en su labio se liberó un poco, y respiró más fácilmente.


Creía cada palabra que decía pero lo que la asustaba era que también la
tranquilizara. Estaba casi agradecida sobre el hecho de que no tendría que
preocuparse sobre nadie cazándola, y menos que la tocaran de nuevo.

¿Qué me está sucediendo?

Lucca le dio un par de pulgadas para respirar.

—Considero a Sal mi único amigo, pero también es más que eso.


Soy más cercano a él de lo que soy con Nero, que es mi propio hermano. —
Esta era una de esas veces que permitía mostrar algo de emoción—. Mi
padre tomó a Sal cuando éramos jóvenes, y fuimos criados juntos. Sal
puede que no sea de mi sangre pero es mi hermano. Confío en él con mi
vida y le confío la tuya. No te hará daño, cariño.

Lucca no era la clase de hombre que ponía confianza en nadie más


que en él mismo así que confiaría en su palabra de que Sal no le haría
daño, a pesar de que Sal había hecho de que los vellos de su nuca se
levantaran.

—De acuerdo.

Le dio una sonrisa antes de dejar que el mechón se deslizara de su


agarre.

—Drago y yo volveremos tan pronto como podamos.

Asintiendo, puso el rostro más valiente que pudo mientras seguía a


Lucca fuera de su oficina y de vuelta a donde Sal estaba esperando. Se
sentó en la isla de la cocina con su laptop, mientras los hombres hablaban
silenciosamente entre ellos. No pudo evitar juguetear con sus manos al
punto en que sus uñas se enterraron en sus palmas. Nunca pensó que
desearía que Lucca no la dejara, no hasta ahora.
Chloe se quedó con dos pensamientos: primero, se preguntaba por
qué Drago había sido el que observaba cada movimiento cuando era Sal
quien era su mejor amigo.

La puerta principal se cerró y escuchó los pasos acercarse. Girando


su cabeza, tragó con fuerza, tratando de mantener bajo el miedo
desconocido al hombre que Lucca llamaba su hermano.

Su otro pensamiento… ¿Por qué me recuerda a él?


Capítulo 15

El monstruoso nombre

Mirando por la ventana hacia el vacío que los rodeaba, Lucca se


enfocó en el camino de tierra esperando que los autos salieran a la vista.
La familia Caruso había llegado hace dos horas atrás para rodear el lugar,
algo que posiblemente el enemigo debió hacer. Sus Cadillacs negros
estaban alineados en frente del almacén vacío, y cada soldado estaba
empacando en caso este fuera el año en que los Luciano decidan terminar
con la paz.

Una vez al año, las dos familias de la mafia de Ciudad de Kansas


tenían una reunión en suelo neutral fuera de la ciudad. Era una forma de
mantener la paz entre ellos; para evitar que la guerra tuviera lugar
mientras la última guerra casi había borrado el apellido Luciano.

Lucca comenzó a abrir y cerrar su encendedor sin quitar sus ojos


del camino. Desde que se había unido a la familia cada año en la reunión,
había venido aquí sintiendo nada. Este año, sin embargo, no podía evitar
sentir una inquietud en el aire.

Estaba comenzando a perder la paciencia. No le gustaba dejar a


Chloe en casa mientras estaba así de lejos con solo Sal para protegerla.

Si no quisiera verlo… me iría.

Finalmente los autos comenzaron a aparecer. Lucca los observó


estacionarse y a los hombres salir. Observó a cada hombre hasta que
finalmente vio al que estaba esperando.

Lucca deslizó su encendedor de vuelta en su bolsillo, escuchando


golpear el otro objeto de metal. Sacando un pesado anillo dorado y enorme,
miró el diseño de un rectángulo con una herradura estampada en la
mitad, rodeada por pequeños diamantes.

La puerta del almacén se abrió, haciendo que lo deslizara de vuelta


en su bolsillo. Girándose, miró las dos mesas que estaban al frente de
cada una. Dante estaba en mitad de una con su consejero, Vinny, a su
derecha. Había un asiento vacío al lado izquierdo de Dante para él. Sin
embargo, estaba esperando que los Luciano llenaran la otra mesa antes de
dirigirse hacia su asiento.

Antes de sentarse, colocó su paquete de cigarros y encendedor en la


mesa. Entonces Lucca escuchó a los dos jefes comenzar la reunión, sin
hablar en ningún momento. En su lugar, miró a los hombres.

Los Luciano se veían como polos opuestos de los Caruso. Así como
los Caruso se veían inmaculados, los Luciano se veían escabrosos. Los
hombres que usaban trajes estaban lejos de ser los caros italianos que se
conocía que usaba la mafia. Arreglarse no era tanto un requerimiento para
ellos tampoco. Algunos hombres también estaban cubiertos de tatuajes
desde sus manos hasta sus cuellos. Eran una familia ruda, lo que
combinaba con sus alrededores del área ruda de Ciudad de Kansas de las
que eran dueños. Aquí en este almacén, los Caruso se veían fuera de
lugar, mientras que los Luciano se sentían en casa.

Un par de gemelos de cabello oscuro cubiertos mayormente de


tatuajes se sentaron a un lado, mientras en el otro lado estaba un hombre
halcón con cabello marrón que parecía estar haciendo exactamente lo
mismo que Lucca: calculando al enemigo.

Era el trabajo de Lucca conocer a cada uno de ellos. Los tres eran
hermanos, compartían el mismo padre, pero solo los gemelos tenían la
misma madre. Angel y Matthias eran más jóvenes que su hermano menor,
Dominic. Él y Lucca eran los segundos al mando de la familia, bajo su
padre. Sin embargo, aunque Dominic era ligeramente mayor que él, no
había sido el segundo al mando por tanto tiempo como Lucca lo había
sido. Solo fue hace un año atrás que Dominic había tomado el título.

Sacando un cigarro, Lucca lo sostuvo entre sus labios mientras


movía su muñeca, trayendo la llama de su Zippo para encender el final del
cigarro. Inhaló profundamente mientras sus ojos viajaban al hombre
sentado en mitad de la mesa.
Los Caruso lo llamaban por su apellido, Luciano, pero para sus
hombres, era conocido por otro nombre. Un nombre que sus hombres le
dieron por respeto, un nombre a ser temido. Dante le dijo a Lucca hace
mucho que no lo llamara por su monstruoso nombre, porque él no era eso,
y debía ser temido.

Luciano ajustó la chaqueta de su traje.

—Antes de que terminemos esta reunión, sabes lo que tengo que


pedirte, Dante, y es un territorio más grande sobre la Ciudad de Kansas.

—Ya deberías saber la respuesta a eso, Luciano, y mi respuesta


aún no ha cambiado después de todos estos años.

Una sonrisa siniestra se elevó en los delgados labios de Luciano.

—Esperaba que este fuera el año en que olvidaríamos la parte del


contrato.

—Tal vez deberíamos olvidarnos de todo el contrato entonces. —


Lucca lanzó las cenizas de su cigarro en el suelo—. Creo que es tiempo de
que te olvides de lo cerca que está el apellido Luciano de la extinción.
Fueron los Caruso quienes quisieron terminar la guerra y decidieron
darles la opción del contrato para que los Luciano no muriesen. Dime,
¿cuántos de ustedes hay ahora?

Dos de los hombres de Luciano se movieron para ponerse detrás de


él, mientras el único a moverse detrás de los Caruso fue Drago. El hombre
empoderado era más grande que los dos de Luciano combinados.

Luciano flexionó su mentón ligeramente.

—Mis tres hijos y yo continuaremos el apellido Luciano.

Lucca sonrió mientras inhalaba profundamente de su cigarro.

—Sí, y gracias a la generosidad de la familia Caruso, puedes


continuar haciéndolo en un territorio acordado.

El aire en el espacioso almacén pareció chuparse. No hasta que


Luciano asintió con la cabeza el aire regresó.

Dante entonces asintió, poniéndose de pie mientras se abotonaba el


traje de su chaqueta y llevaba la reunión a un cierre. Luciano también se
puso de pie, y los dos hombres salieron de detrás de sus mesas para
sacudir la mano del otro.

—Me alegra haber tenido otra reunión exitosa. Te veré el próximo


año, Luciano.

—Hasta el próximo año, Dante.

Los dos hombres dejaron la mano del otro y luego Dante lideró la
salida de la familia Caruso primero. Sin embargo, Lucca continuó allí
sentado, observando a sus hombres y los Luciano irse del almacén uno por
uno hasta que solo él y el otro se quedaron.

Finalmente, se puso de pie, acercándose al pequeño amigo que


todavía estaba fumando donde lo había dejado. Recogió sus cigarros y
encendedor, los colocó en su bolsillo mientras agarraba el pesado anillo
que pesaba en él.

El hombre frío lo miró de arriba abajo.

—Al lado de tu padre te ves como si estuvieras sentado en la mesa


equivocada. Podrías casi pasar por un Luciano.

—Casi. —Rodó el anillo entre sus dedos, caminando hacia el otro


hombre en el almacén.

—Sí, bueno, ambos sabemos cómo te ves cuando te limpias.

Mientras la voz de Luciano se volvía oscura, la de Lucca se volvió


aún más.

—Sí, lo sabemos. —Sosteniendo el anillo hacia él para que lo viera,


Lucca continuó—: ¿Has visto antes este anillo?

Recogiendo el anillo, el rostro de Luciano comenzó a combinar con


su voz.

—No, no lo he visto. ¿Por qué preguntas?

Lucca destelló una sonrisa críptica.

—Estoy tratando de encontrar al dueño de mi nuevo perro.

Entendiendo su insinuación, le devolvió el anillo.

—Me sorprende que no te hayas deshecho de tu perro.


—Me gustan los perros. —Devolvió el anillo a su bolsillo.

Luciano pareció sorprendido por la elección de palabras.

—Adiós, Lucca.

Lucca miró hacia los ojos negros sin alma del hombre delante de él.

—Te estaré vigilando, Lucifer.

Quería—necesitaba—llamarlo por el nombre para mostrarle que no


había ni un solo hombre al que Lucca temiera, ni siquiera al mismísimo
Diablo.

Pronto.
Capítulo 16

Desde los peores a mejores tipos de personas

Aunque Sal era el amigo de Lucca, ella esperaba que le hiciera daño
en cualquier segundo. No pudo evitarlo; se había arraigado en ella.

Sal alzó una ceja.

—Apuesto a que decidiste no entregar la tarea.

¿Eh?

—¿T-tú eres el q-que está al o-otro lado de la c-computadora, v-


verdad?

Riéndose, tomó asiento al lado de ella después de empujar lo


suficientemente lejos la silla para darle bastante espacio.

—Sí. ¿No me veo como un chico que puede programar tu


computadora?

—N-no. Sí. Q-quiero decir… no lo sé. Solo pensé que trabajabas con
Lucca, Drago, Nero y el resto de ellos. R-realmente no se parecen ser del
tipo de c-computadoras.

—Sí, trabajo con ellos. —La miró en confusión—. ¿Lucca no te ha


dicho todavía en qué clase de línea de trabajo estamos?

Ahora fue ella la que lo miró en confusión.

—Elle me dijo que todos trabajan para Lucca y el padre de Nero en


el casino. ¿No es así?

Una mirada de sorpresa cruzó su rostro.


—Bueno, sí, yo me encargo de la seguridad allí. Me aseguro de que
todo vaya adecuadamente y me encargo de cualquier equipamiento nuevo.

—Entonces, ¿el resto de ellos también trabajan en seguridad?

—Eh, sí, de alguna manera.

Chloe podía decir por la mirada en su rostro que parecía estarse


perdiendo de algo. No preguntes. Probablemente no quieres saber.

—¿Q-qué hace exactamente, Lucca?

—Creo que esa es una pregunta que deberías hacerle a él.

Mirando hacia sus manos en su regazo, las apretó.

—De alguna manera he tenido miedo de preguntárselo. Sé que me


dirá la verdad pero no estoy segura de querer la verdad completa. Solo
quiero un destello de lo que hace para ver si debería preguntar.

—De acuerdo, bueno… —Rascándose la cabeza, parecía estar


pensando en la mejor manera de ponerlo—. Su padre es el presidente del
casino y Lucca es el vice-presidente.

¿En serio?

—No tenía idea de que tuviera un rango tan alto. No usa trajes
como los demás.

Sal resopló.

—Oh, sí, está tan alto en cargo como se puede estar en la fam…
quiero decir, en el casino.

Ella se encontró sonriendo ante la idea de que Lucca no fuera tan


malo como pensó.

—Bueno, eso no está tan mal. Pensé que podría estar metido en
algo ilegal.

—Bueno, yo no…

—¿Y Drago? Se ve suficientemente intimidante como si estuviera en


seguridad.

Otro silencio para pensar.


—Sí, es el guardaespaldas personal de Dante.

Ella bajó la mirada hacia sus manos.

—¿Y Amo?

—Definitivamente está en seguridad. —El resoplido de Sal había


comenzado de nuevo, pareciendo encontrar el trabajo de Amo el más
sorprendente.

—¿Lo está? —Estaba comenzando a tener sentido para ella. Sí se ve


como una versión más joven de Drago.

—Sip, trabaja en el nivel más bajo del casino con Nero y Vincent. —
Continuando, colocó una sonrisa más grande en su rostro—. Amo en
específico, ama su trabajo. Nero y Vincent han solicitado cambiar su
posición en el sótano.

Mordiéndose el labio, se sentía confundida. Los tres eran casi


inseparables, así que no podría imaginar porqué Nero y Vincent querrían
irse cuando Amo no.

—¿Por qué a Nero y a Vincent no les gustan sus trabajos?

De nuevo, las ruedas parecían girar en la cabeza de Sal mientras


trataba de descifrar la mejor forma de poner las palabras.

—A Nero y a Vincent no les gusta la vista desde el sótano, pero a


Amo parece no importarle.

Mmm… debe ser demasiado melancólico para ellos.

—Puedo ver eso. Amo es no es tan quisquilloso y es mucho más


fácil de complacer que Nero y especialmente Vincent. Ellos dos siempre
deben elegir su camino cuando escogemos dónde comer.

—Sí… como dije, realmente deberías preguntarle a Lucca sobre


estas cosas. Probablemente yo ya te dije demasiado.

—No creo que a Lucca le importe. —O, no veía el motivo. Sabía que
se lo diría si fuera suficientemente valiente para preguntar.

—Bueno, si le cuentas lo que hablamos, asegúrate de decirle que te


dije que Amo ama su trabajo. —Guiñó el ojo—. Lucca fue el que los colocó
a ellos allí y le gustaría saber que al menos a uno de ellos le gusta.
—L-lo haré. —Por la forma en que Sal estaba actuando, algo le
decía que podría querer aguantar las ganas de preguntar a Lucca sobre su
trabajo pronto.

—Entonces, ¿estás lista para empezar tu tarea de Cálculo o hay


algo más que tengas demasiado miedo de preguntar a Lucca?

Chloe no podía creerlo. Su miedo hacia él se había disipado casi


inmediatamente cuando habían comenzado a hablar. Sal parecía como el
completo opuesto de Lucca: cálido e invitador, y diferente de lo que sus
profundos ojos negros y azules le habían dicho.

Sacudiendo cualquier miedo que quedaba, no podía creer que


hubiese pensado que Sal le recordaba a…

Chloe abrió su laptop, incapaz de poner el nombre de Sal en la


misma idea que un completo monstruo.

***

—¿Pasa algo, cariño? —Lucca dejó su cuchara, observándola girar


la suya en la sopa de vegetales hecha en casa—. Puedo hacerte algo más si
no te gusta.

Chloe levantó la mirada de su sopa, dándose cuenta de que había


viajado en lo profundo de sus pensamientos.

—No, l-lo siento. Está muy rica. Solo estaba pensando, eso es todo.

La observó tomar un bocado de su comida con una mirada decaída


en su rostro.

—¿Estar con Sal te siguió molestando después de que me fui?

—No, él me gustó. Fue lindo.

Le gustaba cómo Lucca solo le cuestionaba sus sentimientos poco


apropiados por Sal al principio y no el hecho de que Sal podría haberla
hecho enojar o algo. Le mostraba cuánto confiaba Lucca en él y que ella
debería hacerlo también. El fuerte lazo entre ambos era demasiado obvio.
Así como Elle y yo… Viendo a Lucca y Sal juntos le hizo querer estar con
su mejor amiga.
—Entonces dime qué pasa, cariño. ¿Hay algo que pueda hacer por
ti?

—Solo extraño a Elle. Solíamos hablar todos los días y siento que
no he hablado con ella hace siglos. Ni siquiera tengo una chica con la que
hablar aquí y creo que eso solo me está haciendo extrañarla cada vez más.

Una respiración profunda y pensativa vino desde su pecho.

—Veré que puedo hacer.

¿En serio?

—¿En serio?

—No puedo prometerte nada pero veré qué puedo hacer para que
estés más cómoda.

Era raro pensar que haría eso, considerando que la estaba


manteniendo cautiva. Lentamente estaba comenzando a aprender que
quería que ella fuera feliz por alguna razón. Estaba agradecida por
cualquiera que fuera esa razón.

Sonriendo, le dijo:

—Gracias.

Después de eso, Chloe fue capaz de disfrutar por completo la


deliciosa comida. Maldición, realmente es bueno cocinando. No había tenido
una sola mala comida desde que estaba aquí, y ya podía verse raramente
extrañando la comida cuando finalmente fuera liberada.

—Entonces, ¿te gustó Sal, eh? —preguntó sonriendo.

—Sí, fue muy lindo conmigo mientras me enseñaba cómo resolver


los problemas.

—Bien.

Mirándolo, vio que Lucca no parecía sorprendido por su respuesta.

—¿Sabías que me gustaría, verdad?

—Sí, a todo el mundo le gusta Sal. No he conocido a ninguna


persona que no le guste, desde los peores a los mejores tipos de personas.

Chloe no lo dudaba.
—Es como un genio, ¿verdad?

Alzando la mirada de su comida, la miró fijamente.

—No es como un genio, cariño; lo es.

Por la expresión seria en su rostro estaba claro que Sal era incluso
más inteligente de lo que creía que fuera posible. Simplemente no podía
creer que polos opuestos se juntaran.

No estaba segura si respondería, pero estaba demasiado curiosa y


preguntó:

—¿Por qué tu padre lo adoptó?

La pregunta no pareció molestarle en lo absoluto.

—Sal había vivido en la calle con su madre desde que era un bebé
pero cuando tuvo diez años, su madre tuvo una enfermedad venérea.
Había estado muerta un poco antes de que mi padre recogiera a Sal y
después de eso, se volvió parte de mi familia.

—Eso fue lindo por parte de tu padre.

Él asintió.

—Sí, mi padre cogió a Sal. Le gustaba más de lo que yo le gustaba.


Sal es definitivamente el hijo que siempre quiso.

La tristeza la atravesó ante su afirmación. Se sentía mal por el niño


que pensaba que no era el hijo que su padre quería.

—Lamento que te sintieras de esa manera.

—No lo lamentes, cariño. Nunca me molestó. Nunca fui muy


emocional, especialmente hacia mi padre. Estaba agradecido de que Sal
fuera capaz de tener una relación con la figura de un padre, incluso si era
la mía. La merecía más que yo.

Ella se mordió el labio mientras miraba su comida, sintiendo cada


palabra que él había dicho y sabiendo que no había celos de la relación
que Sal tenía con su padre. Maldición, realmente deseaba que dejara de
sorprenderla con lo poco que lo entendía.

—Me da gusto de que los dos se hayan encontrado entonces.


Sus ojos se tornaron en ese hermoso verde.

—Y yo de que te guste. Significa un montón para mí que te sientas


cómoda alrededor de él.

Lo loco era que lo había hecho. Incluso se sentía cómoda con el


intimidante Drago. La pregunta era: ¿cómo? No estaba cómoda con nadie,
especialmente hombres. Sin embargo, ni una sola vez había temido que
ellos la tocaran.

Chloe recordó entonces que cuando Sal se había sentado, había


alejado su silla lo suficientemente lejos de ella y fue muy cuidadoso en
tocarla durante su sesión. Era lo mismo con Drago. Siempre tenía cuidado
de mantener la distancia entre ellos y no acercarse a tocarla.

Mirando en esos ojos verdes ante ella, supo porqué, y había estado
en frente de ella todo este tiempo.

—¿Le dijiste a Drago y Sal que tuvieran cuidado a mí alrededor,


verdad?

Sonriendo, respondió:

—Sí.

—¿Q-qué les dijiste?

Lucca se inclinó, acariciando un mechón de su pelo.

—Que solo tienen permitido acercarse un poco a ti. —Retorció el


mechón alrededor de su dedo índice—. Y nunca deben de tocarte a menos
que se trate de vida o muerte. —Otro giro hizo que el mecho se envolviera
alrededor del largor de su dedo—. O los mataré.

Un picor frío viajó por su cuerpo. Lo vio en sus ojos entonces, que
mataría incluso a un hombre que consideraba hermano si la tocaba. No
había cuestionamiento en ello; estaba segura de que ni siquiera lo dudaría.

—¿P-por qué?

Él acarició el mechón envuelto alrededor de su dedo con su pulgar.

—Por ti.

Resultó ser que no solo nunca lo había entendido, sino que


tampoco lo conozco en nada.
Capítulo 17

¿Hoy es el día en que quieres morir?

Lucca estacionó su auto en el garaje, justo en frente de la puerta


que esperaba que saliera la persona que estaba esperando. Se inclinó
contra el capó de su Cadillac negro. Entonces sacando un cigarrillo, lo
encendió. Era su primer cigarro del día, todavía siendo temprano en la
mañana.

Chupó los contenidos más rápido de lo usual mientras esperaba.


Entonces sacó otro, esperando a saborearlo.

Era raro para Lucca necesitar ayuda, pero iba a pedirla. Necesitaba
pedirla de probablemente la única persona que lo entendía; la única que
conocía cómo trabaja su mente, porque sus mentes eran iguales.

Ambos escuchamos los susurros.

Finalmente, la puerta se abrió y escuchó el tintineo de tacones. El


hombre que salió primero de la puerta sostuvo su mano en alto,
deteniendo a la persona detrás de él. Cuando se dio cuenta que solo era
Lucca, salió, haciéndole una seña a quien se había detenido para que
saliera.

El tintineo de tacones se acercó hasta que los tacones aguja se


detuvieron justo delante de él.

—¿Por qué parece como si mi hermano mayor quisiera algo de mí?

Lucca hizo un gesto a los dos hombres de pie detrás de ella.

—Déjenos. Voy a llevar a Maria a la escuela hoy.


—No. ¡No lo harás! Estoy enojada contigo. ¡No me dejen con este
psicópata! —grito a sus guardaespaldas. Pero a pesar de su esfuerzo, los
dos hombres se fueron.

Quitando el cigarro de su boca, miró a su hermana incrédulo.

—¿Yo soy el psicópata?

Maria cruzó sus brazos.

—Sí, eres una persona inestable y agresiva que carece de empatía y


remordimiento. —Obviamente estaba pasando demasiado tiempo en sus
libros de psicología.

—Primero que nada, soy estable, tú no. Pero creo que te estás
olvidando de una parte importante de ese diagnóstico. Un psicópata real
parece normal y encantador, escondiendo el hecho de que es agresivo y
carece de empatía y remordimiento. —Tomando una larga y última calada,
lanzó cigarro al suelo—. Ahora, ¿quién suena como tú? Porque sin duda
como el infierno que no soy yo.

Descruzando sus brazos, lanzó su cabello largo y dorado detrás de


su hombro.

—Nunca fuiste bueno en esconder tus verdaderos colores. A


diferencia de ti, me gusta la sorpresa cuando descubren que estoy loca.

—Porque eres una verdadera jodida psicópata.

Maria se quedó en silencio por un momento, volviéndose seria.

—Sí, pero si soy una psicópata, ¿en qué te convierte eso a ti?

La pregunta no era para ser respondida, porque era una imposible


de responder. Ambos sabían que Lucca estaba demasiado jodido para una
diagnosis definitiva.

Cruzando sus brazos a través de su pecho, ya había terminado de


hablar sobre quién estaba más jodido.

—Entonces, ¿por qué estás enojada conmigo?

Estancando un tacón costoso en el pavimento, resopló:

—¡Porque nos echaste de la casa!


—Creí que te gustaba esto. Eres capaz de meterte en más
problemas.

—Lo estuve antes de que ellos ampliaran la seguridad.


Prácticamente tengo a alguien entrando al baño conmigo ahora.

—Aw, la pobre princesa de la mafia. —Pretendió que le importaba.

—Sabes que no me gusta cuando me llamas así, Lucca.

—Ambos sabemos que lo eres. De lo contrario, no actuarías como


una.

Era su turno de cambiar el tema mientras iba hacia la puerta del


pasajero.

—¿Me vas a llevar a la escuela o no?

Lucca se movió rápidamente sin dejarla abrir su puerta.

—No, necesito tu ayuda con algo.

Ella golpeó su tacón de nuevo.

—Eso depende de lo que sea.

Él le dio una mirada de advertencia.

—Tendrás que mantenerlo un secreto. —O tendré que matarte.

Una sonrisa malvada tocó sus labios ligeramente pintados de rosa.

—He estado esperando a este día por tanto tiempo, Lucca. Espero
que hayas ahorrado suficiente dinero para el chantaje en el que voy a
ponerte.

Abriendo la puerta para ella, se rió con burla.

—Nadie ha sido capaz de chantajearme hasta ahora, princesa.

Ella lo palmeó en el pecho.

—Oh, pobre lord de la mafia. Ya conozco tu secreto. Solo he estado


esperando por la mano ganadora.

¿Lord de la mafia?
—¿Has estado viendo películas con Elle… olvídalo. Solo entra al
jodido auto. No sabes una mierda.

Una perfecta ceja se levantó.

—Dime, Lucca; ¿tenerla para ti solo es todo con lo que has soñado?

Su voz se tornó oscura:

—Entra al puto auto.

—Supongo que ahora Amo no tiene ninguna oportunidad con Chl…

Colocando una mano fría sobre su boca, la calló.

—Dime, Maria; ¿hoy es el día en que quieres morir?


Capítulo 18

Seguramente haría que cualquier chica sucumba a


él de vez en cuando

Chloe estaba sentada en la isla de la cocina comiendo su tostada


con jugo de naranja y preguntándose por qué Lucca no estaba ya
levantado. Siempre estaba muy despierto para esta hora y le había dicho
que iban a terminar el jardín hoy.

Cuando Drago entró a la habitación, esperaba que Lucca siguiera


detrás de él, pero no fue así.

—No está aquí. Se fue temprano esta mañana —le dijo Drago
mientras se servía una taza de café.

Ella lo miró, preguntándose por qué había dicho eso.

—Y-yo no dije nada.

—Tal vez no, pero lo estabas buscando.

Tratando lo mejor que pudo tragar su tostada seca, juntó sus


manos.

—N-no, no lo estaba.

Tomando un trago del líquido oscuro, la miró durante un largo y


duro minuto.

—¿Estás segura sobre eso?

No.
La puerta principal se abrió y la salvó de tener que responder esa
embarazosa pregunta.

Drago sonrió manteniendo su voz baja solo para sus oídos.

—Parece que ha vuelto justo a tiempo para ti.

Girándose, vio a Lucca entrar con la que parecía una rubia pe…

— ¡Maria!

Drago prácticamente dejó caer su taza de café.

—Oh, mierda no.

Maria entró sonriendo de oreja a oreja como la hermosa diosa que


era.

—Hola Chloe. ¡Hola Drago!

—No, no, no. Puedo ver hacia dónde va esto, y no tomaré parte en
esto. Me anoté para vigilar a la que tiene miedo hasta de su sombra, no al
engendro de Satán.

¿Engendro de Satán? Mirando hacia Maria, que estaba vestida con


un vestido rosa ligero, se veía como un hermoso ángel. Chloe siempre la
vio como uno. Era la persona más dulce del mundo.

Maria se veía como si fuera a llorar.

—Eso ha herido mis sentimientos.

Él se rió.

—¿Qué sentimie…?

—Estás siendo grosero —dijo Chloe sin pensar, enojándose por


culpa del hombre—. Tal vez necesitas volver a dormir porque no estás
siendo bueno esta mañana.

Maria tuvo que poner la mano sobre su boca para evitar reír
mientras el rostro de Drago caía.

Sonriendo, Lucca dio un paso adelante para situarse al lado de


Chloe.

—¿Estaba siendo grosero contigo, cariño?


Lo pensó por un largo momento mientras miraba al ahora enojado
Drago. Él había estado tratando de empujar sus botones sobre Lucca hace
solo unos minutos atrás, y ella casi dijo que sí. O jodidamente los mataré.
Pero… se dio cuenta de que le salvaría la vida. Por esta vez.

—No. —Sonrió a Drago, valiente solo porque Lucca estaba a un


paso.

Tomando su café, Drago comenzó a irse de la habitación.

—Las observaré desde el cuarto de seguridad, pero si queman la


casa, no esperes que las salve.

Ahora que se había ido, el enfoque de Chloe fue hacia Maria.

—No puedo creerlo; estás aquí. —A veces se había sentido como


que ya no existía, pero ahora que alguien estaba aquí, que de hecho era su
amiga, se sentía viva de nuevo.

—Sip. —Maria sonrió feliz hacia ella—. Dame un segundo; volveré


enseguida.

Observó a Maria dirigirse por las escaleras y luego volvió la vista


hacia Lucca, sin entender.

—Pero, ¿por qué?

Él le dio una sonrisa diferente de las que había visto antes. Era
como la sonrisa que Vincent le daría, excepto que esta era más mortal y
seguramente haría que cualquier chica sucumba a él de vez en cuando.

—Te dije que podría ver qué podía hacer por ti.

Tuvo que apartar sus ojos de él, con miedo de que le ganara una
sonrisa.

—Oh.

Como siempre, él recogió un mechón de su pelo.

—Sé que se supone que deberíamos encargarnos del jardín hoy,


pero pensé que disfrutarías más estando con Maria.

Observándolo girar el cabello negro alrededor de su dedo era casi


hipnotizante.
—¿Mañana suena bien?

—S-sí. —Apartar la mirada del girar de su dedo fue difícil, pero


finalmente logró volver la vista hacia él—. Gracias, Lucca.

Otra sonrisa mortal hizo que su corazón se detuviera un segundo.

—De nada, cariño. —Escucharon a Maria comenzar a venir por las


escaleras y Lucca comenzó a girar el mechón más lento, como si lo
estuviera saboreando—. Volveré más tarde esta noche.

¿Cuándo es más tarde esta noche? ¿A dónde va?

Las ideas que saltaron en su cabeza la asustaron hasta los huesos.


¿Por qué importa? No debería importar. No importa.

Los pasos ahora eran más cercanos y justo antes de que estuvieran
demasiado cerca, el mechón negro cayó de sus dedos con un giro final.

Maria entró, ahora usando pantalones cortos rosa y un top,


cargando películas.

—De acuerdo, ¡ahora estamos listas para un día de chicas!

Las mejillas de Chloe comenzaron a sentirse calientes. Si Maria


hubiese entrado un segundo antes, hubiese pensado que algo estaba
sucediendo entre Chloe y Lucca.

Maria comenzó a empujar a Lucca fuera del camino mientras


dejaba las películas.

—De acuerdo, adiós Lucca. Ya puedes irte.

Su voz oscura salió como una amenaza mientras se alejaba:

—Recuerda lo que dije, princesa.

Su voz pareció cargar la misma amenaza:

—No te preocupes; jugaré limpio…

—Adiós cariñó. Diviértete porque no traeré de nuevo su trasero.

—Está bromeando. —Maria rió entre dientes mientras él cerraba de


golpe la puerta principal.

No sonaba como si estuviera bromeando.


Maria explayó las películas de chicas a través de la encimera.

—Entonces, ¿cuál quieres ve…?

—¿Cómo está Elle? —Chloe no estaba preocupada por las películas.

—Está bien. Ahora, tenemos Dirty Dancing, Greas…

—¿Solo bien? ¿Y Amo?

—Sip, ambos bien. ¿Qué te parece Crepúsculo?

Estaba mirando locamente a su amiga ahora.

—Maria, vas a decirles dónde estoy, ¿verdad? ¿Vas a decirle a


alguien?

Tomando una larga respiración, susurró:

—No puedo.

—¿P-por qué? Lucca me está forzando aquí. No quiero estar aquí.

Maria se supone que era su amiga. No lo entendía.

—Yo… solo no puedo Chloe. Lo siento. —Maria no la había mirado


a los ojos hasta ahora—. Escucha, ¿te está haciendo daño?

Chloe podía decir por la mirada en la cara de Maria que ya sabía la


respuesta. Aun así, sacudió solemnemente la cabeza.

—¿Estás siendo maltratada de alguna manera?

De nuevo, Maria supo la respuesta antes de que Chloe incluso


sacudiera la cabeza.

Su voz sonó segura cuando dijo:

—No será para siempre. Te lo prometo Chloe. Te dejará ir.

Chloe no estaba tan segura. Temo que nunca me dejará ir.

Maria tomó asiento al lado de ella.

—Elle te extraña. Un montón. Ambos.

Quería llorar tanto. Extrañaba tanto a Elle… y a Amo.


—Elle dice que la universidad no es lo mismo sin ti pero le gusta
mucho más que la secundaria. Ya no la intimidan más y aunque te quiere
allí con ella, todavía lo disfruta.

Era agridulce de escuchar. Estaba demasiado feliz de que Elle


finalmente fuera capaz de ir a la escuela pero estaba triste de no poder
experimentarlo con ella.

—Amo también te extraña, pero lo está haciendo bien. —Se quedó


en silencio por un segundo, luego continuó con una sonrisa en su rostro—
. Trabaja un montón. ¡Realmente ama su trabajo!

Se rió, preguntándose por qué todos seguían diciendo eso.

—Eso es bueno. Me da gusto. —Poniéndose seria de nuevo, miró


hacia Maria, queriendo que supiera cuánto significaba para ella que
pudiera escuchar sobre cómo estaban sus amigos—. Gracias.

—De nada Chloe. Ahora… —Se puso de pie, sonriendo mientras


cogía una película—, ¿La Sirenita?

Sabiendo que era la película favorita de Disney de Chloe, sonrió.

—Suena bien.
Capítulo 19

La palabra de la que pronto se arrepentiría

Chloe se sentía como una chica de nuevo mientras pasaba el día


con Maria. Estaba más feliz de lo que había estado jamás aquí y estaba
tan agradecida de que le otorgaran ese día con ella. La única forma en que
su día hubiera ido mejor era si Elle estuviera aquí también.

Estaban llenando sus rostros con palomitas de maíz y viendo


demasiadas películas de chicas para contar. Para el momento en que
llegaron a Triunfos Robados, estaba siendo bastante tarde.

Mirando por la ventana a la total oscuridad, y luego al reloj, no


pudo creer la hora. Usualmente ya está fuera del trabajo a esta ahora.
¿Qué está haciendo?

Sacudió su cabeza para quitarse la idea, preguntándose por qué


siquiera se preguntaba en primer lugar. Lo extrañas…

Congelándose en su lugar, no sabía de dónde había venido la idea.


Era como su voz, pero no lo era.

—¿Qué color te gusta? —preguntó Maria, dejando su kit de uñas.


Cuando Chloe no respondió, Maria le dio una mirada de preocupación—.
¿Chloe?

Tratando lo mejor que podía hacer a un lado sus pensamientos,


miró al amplio rango de colores y vio el que estaba escondiendo en el
medio.

—Negro.

Maria le dio una mirada de escrutinio.


—¿Usas algún otro color además de negro?

Mirando a sus leggings negros y sudadera demasiado grande gris,


le dio su propia mirada de escrutinio.

—Esto es gris oscuro.

Maria puso los ojos en blanco.

—Está a un paso de negro, y lo sabes.

—No, no lo está. —Es más como un paso y medio.

—¿Y esto? —Sostuvo un color diferente—. Siempre he querido ver


morado en ti. Hará que tu cabello negro y ojos grises resalten.

Infiernos no.

—Eh, no. Me quedo el negro.

—¡Ugh, vamos Chloe! ¿Por qué siempre usas negro de todos


modos?

—No lo sé. —Tenía que pensar más en ello—. Supongo que uso
negro porque no atrae más atención hacia mí. Siento que si usara algo de
color, hará que la gente me mire más.

—Son perfectos el uno para el otro —murmuró Maria bajo su


aliento, demasiado bajo para que Chloe escuchara bien.

—¿Qué has dicho?

—Nada. —Sonrió antes de agarrar dos botellas más de esmalte—.


¿Al menos me encontrarás a mitad de camino?

Chloe miró los dos colores que había escogido. Uno era un morado
muy oscuro y el otro un azul marino oscuro. Ambos eran cercanos al
negro.

—Bien —refunfuñó—. Escoge el que te guste más. —No es como que


importe de todos modos, no iré a ningún lado.

—¡Sí! Me gusta este. —Sin sorprenderla, le entregó el morado


oscuro.

Abriendo el esmalte, Chloe comenzó a arrepentirse de la decisión


cuando no salió tan cerca al negro como había creído. Casi decidió agarrar
el negro en su lugar, pero no quería meterse en un argumento con Maria
de nuevo, sabiendo que ella ganaría, como siempre hacía cuando quería
algo demasiado.

Empezando a pintar sus uñas de un rosa pálido, Maria le hizo a


Chloe una pregunta que no pensó que le haría.

—Entonces, ¿realmente odias esto?

Sorprendida, Chloe la miró con interrogación en su rostro.

—¿Vas a contarle a Lucca?

—No. —Su rostro sostenía una definitiva posible mentira.

Chloe apuntó al techo donde posiblemente había cámaras.

—¿Drago puede escucharnos?

—No. —Era otra posible mentira.

Chloe la miró, tratando de descifrar si era la verdad o no antes de


rendirse.

—Si Lucca no estuviera sosteniéndome contra mi voluntad y me


dejara hablar con Elle, entonces yo… podría no odiarlo. Pero es una
posibilidad muy fuerte.

—¿Te gusta?

¡No acaba de decir eso!

—¡Qué!

Soplando sus uñas, Maria no tuvo problema en elaborar la


pregunta.

—¿Tú, ya sabes… te gusta Lucca?

—¿En serio me estás preguntando si me gusta el loco e intimidante,


debo agregar, hombre que me mantiene como rehén? —¿Estoy en la tierra
de la-la land? ¿Qué infiernos está pasando?

Maria levantó sus manos.


—Jesús, de acuerdo. Solo estaba preguntando. Cada chica se
enamora de Lucca inmediatamente, así que solo me preguntaba si tú
también.

Cada chica se enamora de… Nop, no te importa.

La voz de Maria cambió, volviéndose casi omnisciente cuando


preguntó:

—¿Estás segura que eres un rehén?

¿Está loca como él también?

—¿De qué hablas, Maria? Él no me dejará ir. Drago observa cada


movimiento que hago. ¿Qué te parece eso a ti?

—Lo siento, es solo que… no importa. Lo siento. Tienes razón.

Una sensación extraña comenzó a apoderarse de ella, sin entender


por qué Maria no estaba siquiera preocupada. Era como si estuviera
acostumbrada a que Lucca hiciera esto, como si fuera un comportamiento
normal, como si fuera su trabajo o algo.

—¿Lucca es el vicepresidente del casino hotel? —Las palabras


parecieron salir de su boca.

Maria explotó en risas.

—Esa es una forma graciosa de ponerlo. ¿Quién te dijo eso?

Colocando la brocha en el frasco del esmalte de uñas, un escalofrío


comenzó a moverse por su espalda.

—Lo hizo Sal.

Cuando Maria miró a Chloe, vio la mirada seria en su rostro.

—Mierda. No te lo ha dicho aún.

El escalofrío se expandió a todo su cuerpo ahora.

—¿D-decirme qué?

—De verdad tienes que preguntarle a Lucca sobre eso.

—Eso es exactamente lo que me dijo Sal —susurró.


Cerrando el frasco de esmalte de uñas, Maria la colocó de vuelta en
el kit.

—Uh, sí, por una razón.

Chloe sacudió la cabeza.

—No, q-quiero que tú me lo digas.

Maria sacudió la cabeza.

—De ninguna manera.

—Por favor, eres mi amiga, Maria.

Mirándola fijamente, Maria pareció estar contemplando algo antes


de ponerse de pie.

—Ven conmigo.

¿Qué dia…?

—Apresúrate —le dijo, rápidamente yendo hacia las escaleras y


haciéndola seguirla.

Corriendo las escaleras detrás de ella, entraron a un enorme baño


en el piso de arriba.

Cerrando la puerta detrás de ella, Maria le echó seguro a la puerta


del baño, haciendo que Chloe tuviera más escalofríos de lo que siempre
tenía.

—Querrás sentarte para esto.

Tomando asiento en el borde de la bañera, Chloe sintió que iba a


desmayarse.

— ¿Por qué entramos aquí?

—Los baños no tienen vigilancia de video u audio —dijo como si no


fuera gran cosa.

—¡Dijiste que no podía escucharnos!

—Sí, bueno, mentí. —Maria puso las manos en sus caderas—.


Ahora, ¿quieres saber o no?
No. Ahora estaba segura que no quería por la forma en que Maria
estaba actuando, pero esa era exactamente la razón por la que
probablemente debería saberlo.

Sosteniendo el aliento, dijo la palabra de la que pronto se


arrepentiría...

—S-sí.
Capítulo 20

La calma antes de la tormenta

Cerrando la puerta detrás de él, Lucca sacó las llaves para ponerle
seguro a su penthouse en el casino hotel cuando escuchó la puerta
abriéndose detrás de él al otro lado del pasillo. Se giró para ver a Nero,
Elle, Vincent, Lake, Adalyn y Amo dejando el penthouse de Nero.

Girándose de nuevo hacia la puerta y dándose cuenta de que


estaba un minuto más temprano o tarde de irse, deslizó la llave en la
cerradura, sellándola.

—¡Hola Lucca! —Adalyn se deslizó fuera de los chicos con una


enorme sonrisa en su cara.

Maldición. Estaba demasiado cansado para esto y solo quería llegar


a casa.

Colocando la siguiente llave en la cerradura más alta, no se giró


mientras decía:

—Hola.

Lake fue la siguiente en deslizarse fuera desde detrás de Vincent y


Nero.

—Estás asegurándote que tu casa esté horriblemente encadenada


para que esta sea ahora un área segura.

Para mantener lejos pequeñas y ruidosas mierdas…

—¿Cómo es que nunca he visto el interior de tu casa? ¿Has estado


allí Nero? —Elle vino detrás de los chicos también.
Finalmente Lucca se giró, inclinándose contra su puerta y
cruzando sus brazos. Miró a Nero, esperando que mintiera.

Elle, Lake y Adalyn giraron sus cabezas ansiosamente hacia Nero.

Vincent lo miró con especulación también.

Entonces Amo también se giró.

Nero miró a Lucca con lástima.

—No.

Como el demonio que voy a matarte. Su hermano menor, de hecho,


no mentía por él.

—Eso es bastante rar…

Vincent agarró a Lake para callarla.

—Sí…

Nero hizo lo mismo con su novia.

—De alguna manera apesta que no dejes a tu propio hermano


entrar en tu casa —afirmó Amo.

Lucca flexionó su mentón, mirando fijamente a Amo. Un destello de


él arrancándole los ojos a Amo apareció. Tomó un solo parpadeo hizo que
la visión satisfactoriamente espantosa se fuera antes de mirar
calmadamente a Elle.

—Se ve como la tuya y la de Nero, pero diferente. No hay razón para


verla.

—Estoy segura de que está decorada diferente, sin embargo.


¿Realmente nadie la ha visto? —preguntó Lake, haciéndole un agujero en
la puerta con su mirada, como si estuviera esperando de pronto tener
visión rayos-X.

—He visto a Sal salir de allí antes, pero es el único y solo fue una
vez —le dijo Elle.

—¿Tal vez tiene una segunda entrada de algún modo? —replicó


Lake como si él ni siquiera estuviera allí.

Lucca les dio a Nero y Vincent una mirada de muerte.


—Claramente a Lucca le gusta su privacidad, y deberíamos de
respetarla —afirmó Adalyn.

Él le dio una ligera sonrisa en regreso.

—Gracias Adalyn. —Escuchando tal vez un desmayo o dos,


comenzó a caminar hacia el elevador.

Las chicas lo siguieron mientras entraba al mismo, pasando uno de


sus hombres que estaba riéndose mientras observaba el suelo.

—Vamos a ir a la cafetería a conseguir algo de comer si estás


hambriento —ofreció Adalyn.

—No gracias. Me haré algo cuando llegue a casa.

Apresúrate, mierda. No pudo teclear el código lo suficientemente


rápido para llegar a la primera planta cuando finalmente Amo metió su
trasero en el elevador.

—Mmm… eso es extraño —susurró Lake lo suficientemente alto


para que todos escucharan.

Jodido infierno, ¿qué ahora? Parecía como si las puertas nunca


fueran a cerrarse.

—¿Qué? —Elle estaba curiosa, junto con Adalyn.

—Probablemente que hago mi propia jodida comida —dijo hacia las


chicas ruidosas. Chloe prácticamente había estado sorprendida de que
supiera cómo hervir agua.

—No. —Lake sonrió un poco demasiado malvada antes de


continuar—: Tu cabello está húmedo. ¿Quién toma una ducha en una de
sus casas solo para irse a la otra? Debes de haberte ensuciado bastante…
—Se detuvo, riéndose entre dientes.

—Mmm… ¿qué estabas haciendo allí? —Elle rió entre dientes con
ella.

Voy a romper sus pequeños jodidos cue…

—Probablemente tiene esa segunda entrada para sus mujeres —


dijo Amo en tono bajo, pero no lo suficientemente alto para que ellos
escucharan.
En su mente destelló el cuello de Amo siendo cortado con su
cuchillo, solo para afortunadamente desaparecer después de que
parpadeó.

—Deberías obtener una tú también Amo, así no tengo que ver la


jodida basura que llevas a tu casa cada noche.

El elevador se quedó en mortal silencio ante sus palabras.

Amo no abrió su boca, claramente demasiado enojado y


sorprendido que Lucca hubiese sabido sobre esas chicas que llevaba a
casa en mitad de la noche.

Lucca no había terminado con él todavía.

Observando los números parpadear hacia plantas más bajas, supo


que las puertas estaban por abrirse en cualquier segundo ahora. Esperó
hasta el final antes de mirar a Amo una última vez y preguntar:

—¿Cómo ha estado Chloe?

Prácticamente podías ver a Amo matándolo en su mente, justo


cómo él lo había estado. Era una pregunta que no era capaz de responder,
considerando que el celular de Chloe había estado con Lucca desde que la
había cogido. Los incontables mensajes y llamadas de Amo habían
quedado sin responder.

Ahora Lucca estaba feliz de no haberlo matado. Esto era mucho


mejor.

—E-ella está bien —Elle trató nerviosamente de romper la tensión


entre los dos.

Al fin, las puertas comenzaron a abrirse, y le dio su respuesta a


Amo mientras continuaba mirándolo.

—Eso es bueno.

Lucca dejó que las chicas salieran primero y cuando Amo pasó,
una sonrisa siniestra se apoderó de Lucca.

Cuando otra visión apareció ante él, no era de una forma horrible
de matar a Amo. Esta era totalmente diferente. Una visión que pronto se
volvería cierta, cuando Amo finalmente sepa que Chloe es mía.
***

Después de dar su orden a la mesera, el apetito de Amo parecía


haber desaparecido. De hecho lo había hecho en el elevador con Lucca.

Sentándose al final de la mesa, no se enlazó con la risa del grupo.


Ni siquiera quería estar aquí, pero les había cancelado demasiadas veces
desde que Chloe se había ido q California que no quería que creyeran que
se había roto. Aunque lo había hecho.

Era como si una pieza de él se hubiera ido con ella, para nunca
regresar hasta que ella lo hiciera.

Amo reprodujo la noche en la que se fue a la mierda una y otra vez


en su cabeza. La noche que solo la hizo irse más pronto a California…

Amo observó a Chloe desde el otro lado del centro comercial mientras
compraba su maleta. Se iría mañana, y no le había dicho cómo se sentía
todavía. Era un tonto por esperar tanto, pero estaba aterrado de asustarla.
Tenía que ser en el momento correcto.

Viendo a Chloe salir de la tienda, no podía creer que hubiera pasado


tres años y medio en la secundaria con ella y ni una vez hubiera mirado
más allá de sus cicatrices. Se arrepentiría de aquellos tres años y medio
hasta el día en que muriera.

Sintió un momento de paz mientras la miraba desde lejos. Le quitó el


aliento, pero solo por un momento.

Bang. Bang.

La calma antes de la tormenta había pasado y la belleza que había


sentido se desvaneció. Ahora, todo lo que quedaba era terror y pavor…

Se puso de pie abruptamente y la mesa quedó en silencio.

—Volveré enseguida.

Amo se dirigió fuera del comedor, necesitando aire fresco en su


rostro. Tan pronto como lo hizo, sintió que podía respirar de nuevo…
Abrió sus brazos, observando a Chloe correr hacia él. Estaba tan
cerca… tan cerca de salvarla. No fue hasta que su cuerpo colisionó con el de
él que se dio cuenta que había estado sosteniendo el aliento.

Envolviendo sus brazos alrededor de ella fue la primera vez que fue
bendecido con ser capaz de tocar a la chica que había robado su corazón. La
tormenta había pasado, y en su lugar había verdadera belleza, la clase que
nunca pensarías que existía.

La sostuvo en sus brazos, planeando nunca dejarla ir.

—Te tengo.

Esta era la señal que necesitaba decirle sobre sus sentimientos. Lo


había escogido a él…

La puerta se abrió a su lado y lo tuvo girándose para ver a Elle


saliendo.

—La comida debería llegar en cualquier minuto.

—Ve dentro; estaré allí en un minuto —le dijo él.

Ella no hizo un movimiento para entrar. En su lugar, bajó la


mirada a sus pies.

—Siento que no te hable.

—No es tu culpa, Elle. Es la mía. —Hubo un minuto de silencio


entre los dos antes de que dijera de nuevo—: ¿Realmente está bien? —Le
estaba matando no saber si realmente lo estaba o no.

Su voz se volvió adolorida.

—Eso creo. Le envío mensajes todos los días pero no puedo hablar
con ella por el celular todavía.

—¿No has hablado con ella para nada?

Elle sacudió su cabeza.

Una pequeña alarma se encendió en su cabeza.

—Haz que te hable al teléfono. Asegúrate de que está bien.

—De acuerdo —susurró ella.


—Ve dentro; hace frío aquí afuera. Ahora entro.

Yendo hacia la puerta, Elle entonces se detuvo con lágrimas


acumuladas en sus ojos.

—Pensé que ibas a lograr que se quedara. Pensé que de hecho ibas
a hacerlo cuando yo fallé. Resulta que ninguno de los dos fue capaz de
salvarla.

Él tuvo que girarse, su propia visión volviéndose nublada…

—Espera. —La detuvo, sin dejar que se fuera de su auto tan


pronto—. Quédate y ve a la universidad aquí… con Elle y Lake. Puedo tomar
algunas clases. ¿Quién va a llevarte a clase cuando Elle o yo no estemos
allí?

Chloe no fue capaz de siquiera mirarlo.

—Tendré que acostumbrarme a estar por mi cuenta.

Lo intentó de nuevo:

—Pero si te quedas aquí, no tendrás que hacerlo.

—Elle no tendrá que cuidar más de mí. Finalmente puede disfrutar


de la escuela sin que yo me interponga en su camino. Quiero eso para ella.

Con cada palabra que decía, estaba lentamente dándose cuenta que
lo que sea que hubiera sucedido ahí, cuando ella había corrido a sus brazos,
no iba a salir como había creído.

—¿Y qué hay de ti? ¿Qué hay de mí?

Ella todavía no podía mirarlo.

—Me adaptaré. Será bueno para mí. Tú tienes a Nero y Vincent y tu


trabajo en el casino hotel para mantenerte ocupado así que ni siquiera me
recordarás.

—Te recordaré… —Apenas fue capaz de decir.

El cambio en ella empezó entonces.

— ¿Que me llevaste a clase por unos cuantos meses? ¿Que mi mejor


amiga es la novia de tu amigo?

Golpeando su mano en el volante, todo comenzó a salir.


—Que no eres como cualquier chica que conozco, Chloe. —Tomó una
respiración para calmarse antes de susurrar porqué necesitaba… porqué
tenía que quedarse aquí con él—: Te amo.

Chloe saltó fuera del auto, corriendo hacia la puerta principal.

—¡Mierda, espera! —Amo corrió hacia ella. ¡Tenía que escuchar,


tenía que quedarse!

—Somos amigos Amo. Si me quedo… no puedo. Nunca seré lo que tú


quieres. Tú necesitas a una chica como Elle o Lake. Incluso una chica como
Cassandra sería mejor que yo. Amas estar con tus amigos y a mí me gusta
estar a solas. Por eso me voy.

Era una obvia mentira. Lo supo en el momento en que salió de sus


labios. Ella se estaba yendo porque tenía miedo. Miedo de esta ciudad.
Miedo de lo que sea que había sucedido hace cuatro años atrás. Miedo de él.
Miedo de que, por primera vez en su vida, pudiera ser amada.

—A nadie le gusta estar a solas —le dijo suavemente.

—No soy normal; soy un fenómeno.

Pudo verlo entonces. Había hecho la cosa que había temido hacer. La
había asustado.

—Tú mismo lo dijiste.

El corazón de Amo se hundió en su estómago pensando en el primer


año cuando había entrado a la cafetería con sus recientes cicatrices.

¡Jodidamente genial!, había gritado, haciendo que la cafetería


explotara en risas con el eco de la palabra “fenómeno”.

Ahora era él quien no podía mirarla, demasiado avergonzado de las


acciones de su ser más joven. Ni siquiera se había dado cuenta que ella lo
recordaba, o si había sido él el que lo había dicho. Había confiado en él; le
había perdonado por el comentario enfermo cuando él todavía tenía que
perdonarse a sí mismo.

—¿Por qué no dijiste algo?

—¿Qué se supone debí decir? —Chloe comenzó a abrir la puerta,


lista para cerrarla—. Adiós Amo.
La sintió alejarse.

—No lo dije en serio —dijo él, con lágrimas acumuladas.

—Está bien, Amo. Estamos a mano. Te llamé bestia. —Su voz salió
calmada mientras entraba a su casa, aunque podía ver las lágrimas
comenzando a tocar sus propios ojos.

Cuando comenzó a cerrar la puerta, supo en lo profundo de él que


iba a ser la última vez que la vería. Sin embargo, lo que no sabía es que
también sería la última vez que escucharía su dulce voz.

—No puedo ser arreglada. No por ti, no por nadie. Solo estoy rota.

Cerrando la puerta fue su forma de apartarlo para siempre.

Mientras las lágrimas caían por sus mejillas, no supo por quién
estaba llorando más: por sí mismo o por ella porque no había sido capaz de
salvarla…

Amo se rehusó a dejar que las lágrimas cayeran de sus ojos como lo
habían hecho esa noche. Se ha ido, pero no para siempre. La salvaré.
Capítulo 21

Su cuerpo había sido reclamado por el Coco

Chloe se quedó allí congelada en su lugar, mientras su mundo se


estrellaba a su alrededor. Sabía que se había estado perdiendo algo sobre
los últimos siete meses, y ahora todo tenía sentido. Era como un
rompecabezas que no había sido capaz de revolver porque se había estado
perdiendo la pieza final y Maria se la acababa de dar.

Ella lo sabía todo. Cómo había comenzado todo con Elle,


colisionando con el mundo de la mafia.

—Todo este tiempo, ¿todos lo sabían menos yo? —susurró, la


traición golpeándola en la cara—. ¿Amo lo sabía…? Elle lo sabía, ¿y no me
lo dijo?

—Te estaba protegiendo. Todos estábamos tratando de protegerte,


Chloe. No estábamos seguros de si podrías lidiar con ello —le dijo Maria.

Escuchando una puerta cerrarse de golpe abajo, Chloe saltó.

Maria se levantó del borde de la bañera.

—Lucca sabe que te lo he contado y por el sonido de esa puerta al


cerrarse, no está feliz.

El segundo al mando…

Su cuerpo ahora estaba temblando mientras se trataba de poner de


pie.

—No me dejes a solas con él.

—Te lo dije, no te hará daño, Chloe. No creo que entiendas lo que


significas para él.
Podían escucharlo subir las escaleras ahora, solo haciendo que el
miedo la atravesara más rápido.

—Debes decirle a Elle que me tiene aquí. —Pero infiernos, después


de escuchar lo que Lucca era, Elle no iba a ser capaz de salvarla—. Amo,
dile a Amo. Él me salvará. ¡Por favor, Maria!

Sacudiendo su cabeza, Maria no se rindió ante sus suplicantes


ojos.

—No puedo.

¡Sí, puedes! Quería sacudirla. Se supone que era su amiga, pero la


chica ante ella no lo era.

—¿Q-qué quieres decir con que no puedes? Me está manteniendo


de rehén.

La manija de la puerta comenzó a sacudirse.

—No es lo que crees. Estás aquí por una razón, Chloe —susurró
Maria.

—Abre la puerta, Maria —la voz oscura de Lucca vino desde el otro
lado de la puerta.

—¿Qué significa eso? —susurró de vuelta.

Su voz se tornó peligrosamente más oscura.

—Abre esta puerta ahora, Maria.

—Lo siento —fue todo lo que Maria dijo mientras iba hacia la
puerta.

Por favor, no.

La mano de Maria giró el seguro y la puerta comenzó a abrirse


lentamente.

Sus ojos cayeron en Chloe, su voz saliendo en un gruñido bajo y de


orden mientras decía:

—Ve abajo y espera en mi oficina.

—Merecía saberlo. Quería escucharlo de una amiga. Deberías


habérselo dicho a estas…
Él calló a su hermana y gruñó un poco más rudo:

—Ahora, Chloe.

Era imposible no obedecerlo y odió que sus pies comenzaran a


sacarla de la habitación.

Sosteniendo el aliento mientras lo pasaba, miró sus ojos fríos y


azules que hizo que se le helara la sangre. ¿Cómo es que no lo vi? La mafia
prácticamente emanaba fuera de él. El segundo al mando gritaba desde él.
El Coco… Ahora sabía por qué le habían dado ese nombre.

Cuando finalmente movió sus ojos de ella hacia Maria, fue capaz de
apresurar el paso.

Corriendo abajo las escaleras, estaba preparada para salir por la


puerta principal cuando un infeliz Drago bloqueó su camino.

—Oficina —espetó como si supiera exactamente qué estaba


pensando.

Con nada más que aceptar su destino, se dirigió hacia la oficina de


Lucca, esperando que no le hiciera daño a su propia hermana y la dejara
ir. Entonces tal vez, solo tal vez, Maria tendría lástima de ella y le contaría
a Amo sobre su secuestro.

En su oficina, se sentó y comenzó a juguetear con sus manos. Sus


manos casi estaban a carne viva para el momento en que la puerta de la
oficina se abrió un momento después. No tuvo que girarse para saber
quién era. No tenías que verlo para sentir su presencia.

Lucca tomó asiento detrás de su escritorio, mirándola


silenciosamente.

Mirando sus manos, las apretó con todo su ser.

—¿L-le hiciste d-daño?

—Pensé en ello —reveló—. Pero no. Drago la está llevando a casa.

El alivio se apoderó de ella al escuchar que Maria estuviera bien. Al


mismo tiempo, estaba aterrada de escucharlo ser tan honesto que la idea
se le había ocurrido. Ahora solo tenía una última esperanza y dependía de
Maria. Por favor dile a Amo. Debe salvarme.
Él se inclinó en su silla.

—Dime, cariño, ¿por qué estás más asustada de mí que antes?

—P-porque ahora conozco a tu verdadero ser —susurró.

Él levantó las cejas.

—¿No te he mostrado mi verdadero ser desde el momento en que te


conocí?

Sus ojos se levantaron para mirarlo. Sus ojos se habían vuelto


nuevamente del verde azulados que la habían cautivado desde su primer
encuentro en la pérgola, así como su apariencia ruda. Era diferente de
otros; más oscuro que otros, y sí, siempre supo eso.

—Para ahora, s-sé la verdad que nadie me dijo porque pensaban


que estaban protegiéndome.

Nadie es quién parece ser. No se había sentido así de sola desde que
había obtenido sus cicatrices.

—Todo lo que tenías que hacer era preguntar. Te hubiese contado


todo y cualquier cosa que quisieras saber sobre mí, sobre la familia. Te dije
que nunca te mentiría, y lo dije en serio. Solo estabas demasiado asustada
como para preguntar, porque entonces hubiese sido real. Es por eso que
estaba esperando que me lo preguntaras. Quería que estuvieras lista para
la verdad.

Sus ojos regresaron a su regazo, sabiendo que tenía razón. Ese era
el motivo por el que no le había preguntado.

—Y sí, pensaron que te estaban protegiendo, pero no acordé con


eso. Te mintieron; pretendieron ser algo que no eran. Yo nunca lo he
hecho. He hecho obvio quién soy desde el principio. Siempre he querido
que me veas por quién realmente soy, Chloe.

Recordó la noche en que golpeó el bate repetidamente sobre el


cuerpo sin vida, y cómo la había mirado directo a los ojos, mostrando su
verdadero ser…

La idea que debería haberse quedado en su cabeza salió de sus


labios:

—Eres un asesino.
—Sí, lo soy. He matado a muchos y torturado a más. —La voz
oscura llenó el espacio entre ellos.

Chloe siguió jugueteando con sus manos ahora torturadas ante el


monstruo visible que era. Necesitaba alejarse de él. Ponerse muy, muy
lejos.

Tratando de calmarse, comenzó a repetir las palabras:

—Amo vendrá por mí.

La voz de Lucca se volvió letal:

—También es un asesino, cariño.

Comenzó a sacudir la cabeza, sin querer escucharlo.

—Ha matado; también Nero y Vincent.

Sacudiendo su cabeza con más fuerza, se rehusaba a creerlo.

—No, Elle nunca estaría con…

—Aprendió a aceptarlo, así como tú lo harás —dijo como una


promesa.

—Amo no es como tú.

—No, no lo es —acordó—. Amo pretende ser algo que no es contigo.

De nuevo, sacudió su cabeza, sin creerlo.

Repitió las palabras de su última esperanza:

—Va a salvarme.

Poniéndose de pie, fue al otro lado del escritorio, cerniéndose sobre


ella.

—¿Crees que Amo te salvará de mí? —Tomó un mechón de su


cabello, envolviéndolo fuertemente alrededor de su dedo.

Su respiración quedó atrapada en su garganta, las palabras ya sin


poder salir.

—Mírame —ordenó.

Cuando no lo hizo, apretó la seda negra que mantenía en su agarre.


Chloe levantó sus ojos grises lentamente, encontrando los suyos
verde azulados a través de sus pestañas.

—Nadie te alejará de mí, cariño. —Agarrando su cabello una vez


más, la atrajo hacia él—. Eres mía, Chloe Masters. Lo has sido desde el
momento en que vi tu rostro cicatrizado. Solo que no lo sabías.

Por cuatro largos años, su cuerpo había sido reclamado por el que
creyó era el ser más atroz, pero ahora podía sentir rompiéndose los viejos
lazos que el diablo había colocado, y nuevas cadenas estaban tomando su
lugar. Estas cadenas eran más pesadas, más apretadas, mostrándole que
había sido reclamada por un ser más malvado. Su cuerpo había sido
reclamado por el Coco.

Desatando el mechón alrededor de su dedo, estaba demasiado


cerca, casi rozando sus dedos contra su cuello.

Cerrando sus ojos de golpe, lo esperó, el momento cuando


finalmente la tocara. Pero los segundos pasaron y nunca llegó.

Abrió los ojos para encontrar que ya había desaparecido. Sin


embargo, las cadenas todavía estaban allí, igual de pesadas, igual de
apretadas.
Capítulo 22

Esto había terminado; la hora había llegado

Chloe había luchado contra las pesadillas cada noche desde la


última vez, pero no esta vez. Su cuerpo ahora pertenecía a un monstruo,
mientras que su mente y alma todavía pertenecía a otro. Dejando que sus
demonios vinieran por ella, no tenía sentido seguir luchando con ellos…

Su última esperanza de ser salvada del diablo había desaparecido.


Nadie iba a venir a salvarla, y si alguien lo hacía, llegaba demasiado tarde.
Para salvarla ahora significaría que alguien peor tendría que llevarse su
alma al diablo y aclamarla como la propia. Sin embargo, un hombre así no
debería… no existiría, y si lo hacía, no la estaría salvando para nada…

—Chloe… Chloe, despierta y todo estará bien. —Las palabras


repitiéndose la trajeron de vuelta de su pesadilla.

Abriendo los ojos, vio a Lucca sentado al borde de la cama, jugando


con los finales de su cabello que yacían en la almohada.

Con miedo, rápidamente se sentó, alejándose de él; las pesadillas y


su cansancio sin ayudar.

—¿Realmente crees que te haría daño, cariño? ¿Después de verte


así?

No creo que entiendas lo que significas para él, las palabras de


Maria hicieron eco en su mente.

Haciendo puños, sus uñas tocaron sus palmas y una mueca de


dolor alcanzó su rostro.

—¿Qué sucede? —Lucca comenzó a estudiarla.


—N-nada.

Encendiendo la lámpara de la mesa de al lado, la miró, viendo que


sus puños estaban manchados de rojo.

—Déjame verlos.

—E-estoy b-bie…

—Ábrelos o lo haré yo mismo —la interrumpió.

Tragando el nudo en su garganta, sus manos se sacudieron


mientras él las abría, revelando sus palmas inflamadas y sangrientas.

Sin palabras, se levantó y dejó la habitación.

Minutos parecieron pasar antes de que volviera con una caja.


Regresando al borde de la cama, la abrió, revelando un botiquín de
primeros auxilios.

—Acércate a mí —le instruyó, con voz melodiosa.

Se encontró obedeciéndole, acercándose. Era eso o la movería él.

—Vas a dejarme tocarte, cariño. —No le pidió permiso; se lo estaba


diciendo.

—N-No. —Trató de alejarse, pero él se inclinó hacia ella, colocando


ambas manos a cada lado, sin darle espacio ni lugar a dónde escapar.

La voz que una vez fue melodiosa se volvió oscura y comandante:

—Me dejarás tocarte ahora.

Cerró los ojos, sosteniendo el aliento. Esto había terminado; la hora


había llegado.

Manteniéndose tan recta como podía, sintió fríos dedos ligeramente


tocar sus manos ardiendo con fuego. Las frías giraron las suyas y
comenzaron a suavizar sus palmas.

Abrió los ojos para ver la atención completa de Lucca en su piel.


Era casi como si estuviera memorizando sus manos mientras sus dedos
fríos suavizaban las áreas inflamadas, bailando cuidadosamente alrededor
de sus cortes.
Sus manos dejaron las suyas, yendo hacia el botiquín y vertiendo
alcohol en una almohadilla. Cuando el frío toque volvió, saltó ligeramente
hacia atrás, haciendo que la mirara a los ojos.

Mirando a los de él, vio que ahora estaban completamente verdes,


sin un rastro de cualquier sangre.

—Esto dolerá.

Asintió lentamente, incapaz de apartar la mirada de sus


profundidades verdes.

Ahora cuando la tocó, no se apartó de su toque. Se encontró


incapaz de apartar la mirada de él. Era como si estuviera mirando un lado
diferente.

Él apartó sus ojos de ella, llevando su atención de vuelta a sus


manos. Pedazos de su cabello oscuro que usualmente estaba hecho hacia
atrás había caído en frente de su rostro. Descuidadamente los había
dejado allí mientras atendía sus manos. Se veía como si… se preocupara,
si es que eso era posible.

Sí picó cuando pasó la almohadilla por sus cortes, pero el dolor


físico ya no la molestaba. Nunca podría compararse al dolor de tortura
mental que había tenido y que todavía continuaba soportando.

Lucca se tomó su tiempo limpiando cada corte, asegurándose de no


perderse cualquier herida abierta. Yendo hacia la caja de nuevo, sacó una
pomada y comenzó a aplicarla a la totalidad de sus palmas.

La pomada se sentía bien en su piel áspera, junto con su toque


ligero y helado. Todavía estaba hipnotizada por el hombre delante de ella.

Entonces se tomó su tiempo envolviendo cada mano con gaza


blanca. Después que fue asegurado, rozó su dedo sobre una de las uñas
pintadas.

—Me gusta este color.

Sintiendo la necesidad de explicar la sombra morado oscuro, dijo:

—M-Maria lo escogió.

—Se ve lindo con tu piel clara —murmuró.


Chloe pareció despertar cuando sus dedos se quedaron en los de
ella un momento más. Rápidamente retiró sus manos, incapaz de soportar
la cercanía de él por más tiempo.

¿Lo acabo de dejar…? Tragó con fuerza, sin entender cómo le había
permitido tocarla tanto tiempo.

Cuando él empacó las cosas, sus ojos verdes desaparecieron junto


con su suave comportamiento.

—Quiero que te recortes las uñas mañana cuando te despiertes. —


Se puso de pie, apagando la lámpara—. Vuelve a dormir.

Respirando pesadamente, se recostó, acurrucándose en mitad de la


cama y asegurándose debajo de las sábanas como si la protegiera de él.

Observó su figura oscura moverse a través de la habitación y hacia


el baño conjunto donde cerró la puerta detrás de él.

Tratando de ralentizar su respiración, tomó largas y profundas


respiraciones. Me dejarás tocarte ahora…

Todavía podía sentir el toque helado que suavizó sus palmas


adoloridas, como si hubieran sido estampadas por sus gestos. Debió
haberse rebelado ante su toque, pero en su lugar, era como si él hubiera
puesto un hechizo en ella.

Podía escuchar el agua correr en el baño, el sonido trayéndole


calma.

Vuelve a dormir…

Dio otra larga y profunda respiración mientras cerraba sus ojos,


yéndose a la deriva. Era obvio que su hechizo todavía tenía un control
sobre ella.

***

Lucca se lavó las manos y luego echó agua fría en su rostro,


tratando de ponerse bajo control. Tocarla mientras ella observaba había
sido mejor que cualquier cosa que hubiera experimentado en su vida. Él
había tocado a muchas mujeres pero nadie que se sintiera como ella.
Si solo le quedaba en su vida el ser capaz de tocarla, lo haría.
Incluso si eso significaba que su lado oscuro nunca estaría complacido por
las cosas retorcidas que quería hacerle, podía vivir con eso.

Era todo lo que él podía hacer para no volver ahí y hacerlo de


nuevo.

Hazlo, su oscuridad susurraba.

Haciendo hacia atrás su cabello con sus manos húmedas, trató de


empujar fuera la imagen de pasar sus dedos sobre sus cicatrices.

Sabes que quieres…

—Cállate —se susurró duramente a sí mismo en el espejo.

Tanto como quería hacerlo, ahora no era el momento. Ella estaba


más asustada de él que nunca, gracias a Maria. Había querido ser el que le
dijera cuándo estuviera lista para aceptar quién era él. Ahora todo en lo
que había trabajado para que ella estuviera cómoda con él, confiara en él,
había volado por la ventana, y estaba empezando de nuevo.

Yendo hacia la puerta del baño, apagó la luz y luego abrió la


puerta, mirando hacia la habitación y viendo a Chloe ya dormida.

Silenciosamente tomó asiento en la silla en la esquina.


Recostándose, se puso cómodo para la noche que venía, sin querer dejarla
con sus pesadillas de nuevo.

Ella prácticamente se había destruido las manos y tenía el


presentimiento de que él era el culpable después de mostrarle su rostro
intimidante en la oficina.

Sabiendo que la había empujado demasiado lejos, la había dejado a


solas, dejándola que se retrajese en la seguridad de su habitación. En su
lugar, ella solo lo había convertido en su infierno al auto-dañarse. Nunca
más.

Lucca no pudo evitar pensar a lo que Chloe había repetido. Amo


vendrá por mí… él me salvará.

Para un hombre que se supone que no sentía nada, aquellas


palabras lo habían cortado profundamente. Ella todavía no podía verlo; ni
siquiera sabía que esa era exactamente la misma cosa que él estaba
intentando hacer.
Capítulo 23

Solo vemos lo que queremos ver

Cuando Chloe se levantó a la mañana siguiente, se sentía como la


muerte. Sus manos estaban adoloridas, y su mente estaba nublada por
puro cansancio. Si no se hubiera dormido profundamente después de que
Lucca hubiera entrado, no estaba segura en qué clase de estado estaría su
mente.

Levantándose de la cama, vio que eran las once con diez minutos,
mucho más tarde de lo que solía levantarse.

Sus ojos giraron hacia la caja de música intacta que Lucca le había
dado. Luego giraron hacia las tijeras de uña de plata que no había visto
antes a su lado.

Recordó el pedido que le había hecho anoche, dándose cuenta que


las debió de haber colocado allí para asegurarse de que se cortara las
uñas. Usualmente las dejaba un poco largas; así es como le gustaba. Era
un hábito malo de nervios que había adquirido: juguetear con sus manos
que se convertía en enterrar sus uñas en su piel cuando estaba asustada.
No podía explicar por qué lo hacía.

Sin querer cambiar la forma de sus uñas, sin querer hacer todo lo
que Lucca pedía, ignoró su pedido, yendo hacia el baño para limpiar los
horrores de ayer.

Rápidamente usó el baño, se cepilló los dientes y luego saltó a la


ducha. Cuando salió, notó la almohadilla que Lucca había usado anoche,
junto con un nuevo vendaje en la encimera del baño.
¿Por qué? Nunca lo entendería y por qué hacia las cosas que hacía.
Aunque podría haber sido un gesto de preocupación, todavía venía de un
hombre trastornado.

Mirando a sus manos adoloridas e hinchadas, vio que no se había


hecho esta clase de daño en mucho tiempo. Se imaginó que era mejor usar
los suplementos que él había colocado.

Finalmente vestida, se dirigió abajo, imaginando que era seguro ya


que Lucca estaría en el trabajo durante horas para entonces. Sin embargo,
aprendió que la suposición era un error cuando bajó y vio a Lucca en la
cocina, cocinando.

Justo cuando estaba por girarse, él alzó la mirada y la vio.

—Buenos días.

—B-buenos días. —Sin querer correr lejos de él, vio su laptop en la


isla de la cocina donde la había dejado la última vez y decidió que correría
de vuelta arriba con esta.

Una vez que la recogió, se giró, pero su voz la detuvo.

—El almuerzo está casi listo.

—No tengo mucha ham…

—No te pregunté si tenías hambre, cariño. Ahora, siéntate.

No sabía por qué había creído que de hecho podía escapar de él.

Girándose, su cuerpo siguió su orden.

Lucca apartó la mirada de la estufa hacia ella.

—¿Te cortaste las uñas?

Llevó sus manos cerca de su cuerpo, tratando de esconderlas.

—N-no me gusta tener las uñas cortas.

Acercándose a ella, buscó en su bolsillo y sacó un par pequeño de


tijeras de uña, colocándolas en frente de ella.

—No voy a permitir que te hagas eso de nuevo, Chloe. Quiero que
las mantengas cortas. ¿Entiendes?
Ella asintió, derrotada de nuevo.

Su voz pareció volverse más suave.

—Cuando superes el hábito, puedes dejarlas crecer de nuevo.

Mordiéndose el labio, asintió de nuevo.

—D-de acuerdo.

La miró por un segundo más largo antes de volver a la estufa a


terminar de cocinar el almuerzo.

Chloe recogió las tijeras y comenzó a cortarse las uñas tan cortas
como podía. Entendió por qué Lucca le estaba haciendo hacerlo. Era algo
que debió haber hecho por sí misma hace mucho tiempo. Solo odiaba
cómo su cuerpo sentía la necesidad de complacerlo sin importar cuánto su
mente quería combatirlo. Algo sobre Lucca siempre había llamado su
cuerpo al de él, pero su mente sabía mejor, siempre dándose cuenta lo
peligroso que era.

De vez en cuando, miraba por el rabillo del ojo para observarlo


cocinar. Entonces movía sus ojos de vuelta a lo que estaba haciendo
cuando los encontraba enfocándose demasiado. Cada vez que miraba se
decía a sí misma que era la última vez, pero nunca era el caso.

Su rostro sostenía la misma preocupación y cuidado cuando


cocinaba como anoche mientras cuidaba de sus manos. Lo encontró
demasiado difícil no observarlo cuando era así. Era raro e inesperado de
un hombre como él.

Terminando con sus uñas, limpió la encimera y tiró los cortes antes
de sentarse de nuevo para encontrar una hamburguesa y patatas fritas
esperando en su lugar.

Le puso algunos condimentos a su hamburguesa que él había


dejado mientras tomaba asiento al lado de ella con su propio plato. Había
comido incontables hamburguesas de queso pero, tomando un mordisco,
tuvo que admitir que esta estaba bastante bien. Por supuesto que lo está.

Realmente estaba comenzando a ponerla de los nervios a este


punto.
Chloe terminó su comida en tiempo récord, sin saber si era porque
estaba demasiado buena o porque quería escapar arriba.

—G-gracias. Estaba deliciosa.

—Me alegro de que te gustara, cariño. —Sonrió, recogiendo sus


platos vacíos.

Ella buscó su laptop, más que lista de ir arriba.

—Me tomé el día para terminar con el jardín —le dijo él, dejando los
platos en el fregadero.

Ella se congeló, habiéndose olvidado de eso. Con razón está aquí.

—¿Aún quieres unirte a mí? —No le estaba ordenando;


simplemente estaba preguntando.

Aferrándose a la laptop, trató lo mejor que pudo en mentir.

—T-tengo un montón de tarea que n-necesito hacer.

—De acuerdo, cariño. Solo pensé que podrías disfrutar de un poco


de aire fresco. Pero si estar en casa todos los días no te molesta, entonces
lo entiendo.

—S-solo tengo un montón de trabajo que hacer —trató de mentir de


nuevo, aunque sabía que eran tonterías. No por lo que pasó anoche, sino
porque él trajo a Sal específicamente para ayudarla con su tarea así podía
hacerla. Maldición… ¡Estaba comenzando a sentirse mal!

Él sonrió, inclinándose contra la encimera de la cocina.

—Dije que lo entiendo, cariño. Ve y termina tu tarea. Es más


importante.

¿Está siendo sarcástico o realmente jodidamente bueno?

Mordiéndose el labio de nuevo, trató de decidir. ¿Qué me está


tratando de hacer?

Sacudiendo la cabeza, esperó que apartara sus ideas lejos mientras


se dirigía hacia las escaleras, sin querer sentirse mal por no querer pasar
el día haciendo jardinería con un jodido asesino.

—De acuerdo, adiós.


Riéndose ante su abrupta partida, levantó la voz así podía
escucharlo mientras corría.

—De acuerdo, espero que hagas un montón de tarea, cariño.

Corriendo hacia su habitación, cerró la puerta de golpe detrás de


ella antes de dejar su laptop en el pequeño escritorio en su habitación.
¡Ugh! espero que hagas un montón de tarea, cariño. Como que, ¿qué
significa eso?

Lo que sea que Lucca estaba tratando de hacerle, no la estaba


comprando. Era un lunático, y eso era todo.

Tomando asiento, abrió la laptop para ver qué tareas tenía. Nada de
lo que tuviera que hacer era inmediato, así que se quedó allí, girando los
pulgares, tratando de no pensar en él. Finalmente, decidió tratar de
trabajar en algunos problemas de matemática para el examen que vendría
para ver si todavía entendía lo que Sal le había enseñado.

Ni siquiera había estado trabajando en los problemas por diez


minutos cuando un mensaje de chat se abrió.

¿Cómo va Cálculo?

Poniendo los ojos en blanco, pensó que esto era horriblemente


conveniente.

¿Lucca te pidió que me vigilaras para ver si estaba haciendo mi


tarea? Pensándolo mejor, entonces preguntó: ¿Eres Lucca?

¿Qué? ¿No? ¿Pasó algo? Ja-Ja.

Antes de responder, se levantó para mirar por la ventana. Lucca ya


estaba en el jardín, sucio y duro con el trabajo. Bueno… maldición. Eso
solo mató su teoría.

Yendo de vuelta a la computadora, volvió a leer su respuesta, sin


gustarle la risa que él agregó al mensaje, sabiendo que probablemente
estaba sonriendo al otro lado de la computadora.

Escribiendo en su teclado, quería hacerle saber que ya no


compraba la inocente forma en que había explicado la mafia.
Vicepresidente, ¿eh?

Bueno, traté de advertirte un poco, pero no querías escuchar.


Eso no es cierto. ¡Eso no es cierto!

Te di la versión que querías escuchar; ¿verdad?

Mirando fijamente su teclado, inmediatamente escribió la letra “N”,


pero no pudo terminar la palabra, sabiendo en el profundo que tenía
razón.

Solo escuchamos lo que queremos escuchar; y solo vemos lo


que queremos ver, Chloe.

Sus ojos vagabundearon por la ventana, sus pensamientos en


Lucca, antes de devolver sus ojos a la computadora y escribir: Aún así me
mentiste, junto con todos los demás.

¿Lucca te mintió?

Se mordió el labio, incapaz de mentir. No. Si había algo cierto, era


que era demasiado honesto.

¿Entonces cuál es el problema?

Um, el hecho de que está loco. Es el segundo al mando. Me mantiene


de rehén. Esa solo era una lista corta, pero no iba a decirle eso a su mejor
amigo. Nada.

¿Estás segura sobre eso? Ja-Ja.

¡Sí!

De acuerdo entonces, si estás segura.

Ugh, no entendía a los chicos en general, porque no sabía si era


sarcasmo o no.

Palmeando sus dedos, pensó que había algo que se había estado
preguntando desde que descubrió lo de la mafia. El genio de Sal la
intrigaba, y quería saber lo que realmente hacía para ellos desde que no
creía que solo lidiara con la seguridad.

¿Qué haces realmente? ¿De verdad?

Pacientemente esperando una respuesta, no obtuvo una hasta


minutos después, y no fue lo que había esperado, pero debió.

Soy su mano derecha.


Sabía exactamente a quién se refería.

Entonces, ¿lo ayudas a meterse en problemas entonces?

O lo ayudo a salir de ellos.

Había una última pregunta de la que quería saber la respuesta.


Solo que no sabía cómo hacerla. Después de anoche, la forma en que
Lucca había hablado sobre Amo, como si no fuera diferente de él, y que
Nero y Vincent tampoco lo eran; así que tenía que preguntar: ¿Es posible
ser bueno pero también estar en la mafia?

Supongo que lo tendrás que descubrir.

Chloe dejó la computadora entonces, yendo hacia la ventana y


mirando hacia Lucca en el jardín. Tenía esa mirada en su rostro, como si
le importara lo que estaba haciendo, concentrándose cuidadosamente en
la tarea ante él como si fuera la cosa más importante en el mundo. Aunque
no quería admitirlo, le gustaba esa mirada en él. Le encajaba. Y cada vez
que lo observaba cuando tenía esa mirada, se sentía completamente
estupefacta.

Mientras más lo miraba fuera, fuera de estas paredes, más


comenzaban a molestarla. Solo pensé que podrías disfrutar un poco de aire
fresco. Pero si estar en la casa todos los días no te molesta, entonces lo
entiendo.

Se apresuró a volver a su escritorio. No, no, no, no, no.

Se asomó hacia la ventana, viendo el sol brillar. No lo hagas. No lo


escuches.

Los pájaros comenzaron a piar mientras pasaban su ventana…

Bajando la mirada, no sintió nada más que derrota. ¡Maldición!


Capítulo 24

La prisión más hermosa

Al segundo en que abrió la puerta, los ojos de Lucca se encontraron


con los de ella y la sonrisa más hermosa tocó sus labios. Dejó de hacer lo
que estaba haciendo se sentó en sus talones y esperó por ella.

Con cada paso en el jardín, el sol y viento comenzaron a levantarla,


haciendo que su derrota se sintiera menos dolorosa.

Se detuvo a un paso de él. Pensarías que tendría que bajar la


mirada para verlo, considerando que él estaba en el suelo, pero realmente
no lo hizo. El alto de su cabeza llegaba a su pecho. Su estatura baja solo la
hacía sentir más inferior a él.

Una sonrisa impotente escapó.

—C-cambié de idea.

Él simplemente continuó con la sonrisa.

—De acuerdo, cariño.

La respuesta que le dio fue una que no esperaba. Esperó la parte


donde diría “te lo dije”, pero nunca llegó.

Quitándose los guantes, los dejó en la tierra antes de ponerse de


pie y cerrar la distancia entre ellos. Se puso de pie ante ella y estiró sus
manos.

—¿Puedo ver tus manos? —Esta no era una orden. Le estaba


pidiendo educadamente permiso.

Debería haber dicho que no, darse la vuelta e irse, pero eso no fue
lo que su cuerpo hizo.
Levantando sus manos vendadas, le sostuvo las palmas hacia él.

Tomando un paso final hacia ella, lentamente colocó una de sus


manos debajo de la de ella. Su mano solo dio un pequeño salto cuando sus
dedos la tocaron. Las encontró muy cálidas por haber estado usando
guantes.

Sostuvo su mano tensamente encima de la de él, mientras usaba


su otra mano para retirar el vendaje cuidadosamente para mirar su palma.

¿Por qué le estoy dejand…?

Así de simple, volvió a colocar el vendaje en su lugar antes de que


le sostuviera la otra mano, repitiendo el proceso. De nuevo, solo sostuvo
su mano por pocos segundos, mirándola y volviendo a colocar el vendaje
en su lugar antes de retirar sus manos. No se demoró, y mucho menos la
tocó más de lo debido para que enloqueciera.

Lucca fue hacia la cubeta, sacando un par de guantes suaves de


jardinería. Entonces volvió hacia ella estirando la abertura del guante para
que deslizara su mano fácilmente.

Ella estiró su mano derecha de nuevo, y él comenzó a deslizar el


guante cuidadosamente sobre su vendaje.

—No quiero que uses tus manos demasiado, así que con calma.

Asintiendo, entonces estiró su mano izquierda.

—Si empiezan a doler, o incluso se inflaman, quiero que te


detengas por mí, cariño.

—D-de acuerdo.

—Entonces solo podrás quedarte aquí haciéndome compañía y


disfrutar de no estar en la casa. —Sonriéndole, se aseguró de que el
segundo guante fuera asegurado.

Cuando dejó su mano, no pudo evitar devolverle una sonrisa ligera.


Le gustaba cómo dejaba que la tocara, y cómo no abusaba de ello.

Lucca volvió a la tierra, colocándose sus guantes y volviendo al


trabajo.
Confusión era todo lo que sabía. Nunca había entendido a Lucca y
ahora ya no se entendía a sí misma. Mientras más continuaba estando
aquí, más confundida estaba.

Trabajando en el jardín con él, hizo lo que le pidió, siendo


cuidadosa con sus manos y sin sobre trabajarlas mientras el día
continuaba. A veces se encontraba solo sentada allí, tomando la belleza de
todo. Algo sobre el jardín simplemente encajaba demasiado bien alrededor
de ella. Le traía una sensación que era indescriptible, una que realmente
no había sentido antes. Era como si se sintiera en… casa. No debería, sin
embargo. Debería sentirse como una prisión, pero no lo hacía. Y si lo era,
entonces era la prisión más hermosa que jamás había visto.

En su mundo los lugares como este no existían, pero aquí, por


alguna razón lo hacía. Lo hice por ti.

Los ojos de Chloe viraron hacia un sudoroso Lucca, quién ahora


estaba guardando las herramientas. ¿Qué quieres de mí? Nada. Ella no
tenía nada que ofrecerle. Lo que quería o esperaba de ella, no lo sabía,
pero sí sabía que iba a decepcionarse cuando descubriera que no tenía
nada que ofrecer. Chloe solo esperaba que la dejara ir de una sola pieza
cuando lo descubriera.

Después que Lucca guardó los suplementos, se sentó al lado de ella


para ver su trabajo duro ser realizado.

—¿Qué piensas, cariño?

—Es hermoso —susurró.

—Será más bonito en primavera cuando las flores vuelvan.

No le importaba. Lo amaba cómo se veía en todas las estaciones.


Solo deseaba poder haberlo visto antes de que su madre muriera.

—¿P-puedo hacerte una pregunta?

Él se giró hacia ella.

—Te dije que puedes preguntarme lo que sea, Chloe.

—¿Cómo se veía cuando tu…? —Se detuvo, incapaz de sacar la


pregunta, con miedo de que lo entristeciera.

—¿Cuándo mi madre cuidaba de esto?


Ella asintió.

Los ojos de Lucca escudriñaron la expansión del enorme patio.

—Solo se veía más lleno, más saludable, e incluso parecía más


brillante. La mayoría de las flores murieron con ella. He logrado que
algunas de ellas vuelvan a crecer, pero con otras todavía lo estoy
intentando.

No dudaba que un día lograría tener lo que era antes, sino algo
mejor. Los cambios que había notado desde la primera vez que lo había
visto eran drásticos.

Amaba escuchar sobre su madre. Le hacía verse más… humano.


Mirándolo, solo quería escuchar más, esperando que le ayudara a
entender por qué era de la manera en que era.

—¿Me contarías cómo era?

—Su nombre era Melissa, y tenía cabello rubio como Maria, y los
ojos más verdes como Nero. Era la persona más dulce y buena que podrías
haber conocido, y todos la amaban. Estar en casa con sus hijos y el jardín
era todo lo que quería o necesitaba. —Sus ojos se tornaron oscuros y su
voz se volvió más sombría—. Ninguno de nosotros la merecía, ni mi padre,
y especialmente yo. Para ser tan dulce, no puedo imaginar cómo se sintió
para ella que su primer hijo saliera un monstruo. —Brevemente se detuvo
antes de continuar—: Pero ni una vez me amó menos, ni siquiera cuando
me vio en mi peor momento.

Chloe se quedó silenciosamente a su lado, sin saber qué decirle a


un hombre que pensaba de sí mismo como un monstruo. Y no había
palabras para decir, ni confort que pudiera darle para ayudarle con la
pérdida de su madre. Podía decir que la amaba, pero no estaba siquiera
segura de si realmente lo sabía, porque solo pensaba en sí mismo como
alguien sin sentimientos.

Se sentaron allí en paz por un rato, ninguno queriendo arruinar lo


que estaba allí ante ellos o entre ellos. No estaba segura de cuánto tiempo
transcurrió antes de que él hablara.

—Voy a limpiarme y luego nos prepararé la cena. Tómate tu tiempo.


La estaba dejando ahora, pero necesitaba decirle algo antes de que
se fuera.

—¿Lucca…?

Él se detuvo, bajando la mirada hacia ella, sentada en el jardín.

Era difícil apartar la mirada del océano de flores que ondeaba en el


viento, recordándole de las olas, a Lucca, pero quería que viese que
realmente valía cada palabra.

—Si todavía estuviera aquí, creo que estaría feliz con lo que has
hecho. Amaría estar aquí tanto como yo.

Era obvio cuánto quería tocarla en ese momento, pero no lo hizo,


suficientemente contento con las palabras que le había dado.

—Yo también lo creo, cariño.

Chloe continuó allí, observándolo alejarse. Con cada paso que se


alejaba de ella, no pudo evitar sentir que el jardín se volvía menos
hermoso.
Capítulo 25

Todo viene bajo un precio

Cuando el plato de albóndigas y espaguetis fue colocado en frente


de ella, no pudo evitar sonreír.

Lucca lo notó mientras se sentaba a su lado con su propio plato.

—¿Esto está bien?

—Sí. —Esta era la cosa. Cada día le hacía la cena y cada vez era
una comida que le gustaba. Sin embargo, ni una sola vez él le preguntó
qué le gustaba y qué no. Extrañamente siempre sabía—. Espaguetis y
albóndigas de hecho es uno de mis favoritos.

Él se vio complacido.

—Bueno, bien. Espero que te guste.

Recogiendo sus utensilios, tomó un mordisco de su espagueti,


sabiendo que iba a saber bien, pero no tanto como sabía al segundo en
que estuvo en su boca. Debería haberlo sabido dado el simple hecho de
que era Italiano.

—Es el mejor que he probado.

—Gracias, cariño. —Cortando una albóndiga, preguntó—: ¿Cuál es


tu comida favorita?

Mmm. Tuvo que pensarlo durante un momento. Era una pregunta


difícil cuando tenías comida deliciosa frente a ti y no eras quisquillosa
para empezar.

—Eso es difícil, pero creo que mi comida favorita tendría que ser
picante.
Él no pareció creerlo mientras hacía una cara dubitativa.

—¿Picante?

Ella hizo su propia cara de incredulidad ante él.

—¿Qué tiene de malo el picante?

—Es solo que nunca he escuchado decir a alguien que su comida


favorita es picante. No creo haber tenido suficiente picante para decir que
me gusta.

Pensándolo bien, nunca había escuchado de alguien que le gustara


tanto tampoco. Parecía ser una de aquellas cosas con las que podías vivir
si no existían, a diferencia de pizza o patatas fritas.

—Bueno, cuando es el picante correcto, es una de las mejores


comidas que puedes tener.

—¿Qué te gusta sobre ello? —le preguntó curiosamente.

—No lo sé realmente. —Lo pensó profundamente, tratando de


descubrirlo antes de que se le ocurriera—. Es solo que me hace sentir
cálida y en casa, supongo… y feliz. Me siento feliz cuando lo como. ¿Es eso
raro?

Mirándola con ojos verdes, sacudió su cabeza.

—No, cariño.

—Creo que solo me gusta demasiado porque era la única cosa que
mi madre era buena cocinando. —Su madre se había robado la receta de
su hermana, por la que era la única razón que sabía bien en primer lugar.

—Nunca lo he hecho antes, pero veré si puedo hacerlo para ti.

—Está bien. No quiero…

—No, quiero hacerlo. No puedo prometer que lo haré bien, pero


quiero intentarlo por ti.

—De acuerdo. G-gracias. —Sonrió, volviendo a su comida.

El resto de la cena se disfrutó en silencio. Era demasiado bueno


para seguir hablando. Realmente era el mejor espagueti que había comido,
incluso hasta el último bocado.
No fue hasta que el último bocado fue tomado que Lucca se puso
de pie y ella se dio cuenta qué sucedería después.

Nerviosamente se levantó, recogiendo su plato.

—Y-yo puedo llevar estos al fregadero y l-lavar los platos por ti.

—Está bien, cariño. No quiero que tus vendajes se ensucien.

Cuando el plato fue retirado de su agarre, sintió que se iba la


esperanza de no tener que sentarse a su lado. Se había acostumbrado a
sentarse cerca de él en el suelo todas las noches, pero esta iba a ser la
primera vez desde que descubrió qué hacía por su vida. También podía
sentir que esta vez iba a ser diferente porque él estaba comenzando a
tocarla ahora.

Lucca colocó los platos en el fregadero y fue hacia la sala de estar,


tomando asiento en el gran sillón de cuero y colocando la almohada para
ella a sus pies.

Ella no se había movido ni una pulgada.

—Ven aquí, Chloe —ordenó, sintiendo sus nervios.

Su cuerpo se movió como siempre lo hacía ante sus demandas, sin


detenerse hasta que completaba lo que quería, al sentarse en la almohada
a su lado. Se sentó tensamente con las piernas de él abiertas y más cerca
de lo usual.

—Has estado bien alrededor de mí todo el día, cariño. ¿Por qué


estás tan nerviosa ahora?

Tiene razón, se dijo a sí misma en sorpresa. Había estado nerviosa


a su alrededor cuando había bajado, pero cuando había salido al jardín
con él, había estado bien. Tal vez era la calma de estar afuera, o incluso la
calma de él hoy. Sin embargo, al momento en que era tiempo de sentarse a
su lado, todo había cambiado.

Sosteniendo sus manos juntas, deseó poder apretarlas.

—P-porque sé que has estado esperando todo el día para esto.

Mientras Lucca se acercaba a ella y recogía un mechón de su


cabello, sintió sus dedos fríos ligeramente rozar su cuello, haciéndole
preguntarse si realmente había sucedido o no.
—¿Cómo lo sabes? —preguntó oscuramente, comenzando a girar
su cabello.

—Solo puedo sentirlo. —En mis huesos.

—¿Sabes por qué me gusta sentarme aquí contigo así cada noche?

Ella sacudió la cabeza, insegura de si realmente quería escuchar la


respuesta.

—Me relaja. Me calma… —Se detuvo, envolviendo su cabello con


más fuerza alrededor de su dedo—. Y tranquiliza la oscuridad.

—¿La oscuridad…? —susurró, sintiéndose sin aliento.

—La parte de mí que me susurra que haga cosas oscuras.

Girándose, miró al hombre escalofriante.

—¿La parte que te convierte en el segundo al mando?

Lucca asintió con la cabeza.

Dándole la espalda, sin querer mirarlo cuando respondiera,


preguntó:

—¿C-cómo te volviste el segundo al mando?

—Mi apellido y mi padre. Solo los hombres con el apellido Caruso


pueden tener la posición del jefe o el segundo al mando. Al ser el primer
hijo de mi padre es lo que solidificó mi posición, así como mi padre una vez
fue el segundo al mando antes de que tomara la posición de su padre. Ha
sido así durante muchas generaciones.

Le devolvió la mirada, entumecida por la información que le había


dado.

—Entonces, ¿tomarás el lugar de tu padre algún día?

Recorrió con su pulgar la seda negra, sintiendo su suave textura.

—Sí.

Debió haber esperado que lo hiciera, pero una parte de ella parecía
haberlo bloqueado, sin querer que continuara este estilo de vida peligroso.
—¿Quién tomará tu lugar como el segundo al mando entonces? —
Cada pregunta que hacía y cada respuesta que le daba solo hacía que
surgieran más preguntas.

—Depende de cuándo tome su lugar. Probablemente, será Nero, si


lo quiere.

—Oh. —Me pregunto si Elle sabe eso—. ¿Cuántos años tenías


cuando te convertiste en el segundo al mando?

—Mi padre había puesto a Enzo en este puesto hasta que yo


estuviera listo. Él no llevaba el apellido Caruso, así que tomé su lugar
cuando cumplí los veintiuno.

—¿Te hicieron el segundo al mando tan joven?

Sonrió ante su obvia preocupación.

—Bueno, me convertí en un hombre hecho cuando tenía diecisiete.

—¿Lo hiciste? Ni siquiera eras un adulto. —No pensaba que fuera


posible estar más sorprendida.

—Sí, debes ser adulto para volverte de la familia, pero yo fui la


excepción.

Chloe tragó saliva.

—¿P-por qué?

—Hice algo que solo te asustaría y alejaría de mí si te lo dijera. —


Desenvolvió su cabello solo para colocarlo de nuevo alrededor de su dedo—
. Tal vez algún día te lo cuente cariño, pero no hoy.

Quitando sus ojos de él, estaba más que agradecida de que no le


hubiera contado, sabiendo que lo que sea que fuera tenía que ser horrible
para haberlo hecho tan joven.

—¿Qué haces en tu puesto?

—Me aseguro de que el negocio de la familia vaya bien, y que mis


hombres estén en regla, junto con muchas cosas más.

Recordó entonces sobre Sal diciéndole que él le había dado a Nero,


Amo y Vincent sus trabajos.
—¿Qué trabajo le diste a Amo? —preguntó.

Una sonrisa comenzó a aparecer en su rostro.

—¿Qué te hace preguntar eso?

—Sal me dijo que trabajaba en el sótano del casino.

—¿En serio? —preguntó todavía sonriendo—. ¿Sal te habló sobre la


familia?

—Sí. Bueno, de alguna manera. —Bajó la mirada a sus manos—.


Me dijo que tú eras el vicepresidente.

Lucca lanzó su cabeza hacia atrás y se rió, lo que ella no apreció


mucho dado que estaba en juego su inocencia.

—No es tan gracioso —dijo cuando él no dejaba de reír.

—Lo siento cariño. Tienes razón. —Se rió un poco más antes de
continuar—: ¿Qué te dijo Sal sobre el trabajo de Amo?

—Nada realmente. —Se encogió de hombros—. Solo dijo que tú le


diste a Amo, Nero y Vincent un trabajo en el sótano pero dijo que Nero y
Vincent querían ser transferidos por alguna razón. Sal específicamente me
dijo que te dijera que Amo ama su trabajo, e incluso Maria dice que lo
ama.

La sonrisa en su rostro todavía tenía que desaparecer mientras


seguía girando su cabello.

—¿Lo hicieron, eh?

—Sí. —¿Qué estaba sucediendo? Algo le decía que no quería saber


exactamente qué hacía Amo.

—Bueno, el sótano es de hecho un casino clandestino. Ellos son


como gorilas.

Lo miró pensativa.

—¿Un casino clandestino debajo de un casino?

Lucca le guiñó el ojo.

—Exactamente.
¿Un casino ilegal cubierto por uno legal? Mientras más lo pensaba,
más tenía sentido, pero también la confundía más.

Se rindió tratando de entenderlo. Todavía sentía como si se


estuviera perdiendo de algo, sin embargo.

—¿Qué hacen exactamente los gorilas?

—Observan el piso, buscando cualquier cliente que pueda no estar


siguiendo las reglas y también se aseguran de que los clientes, junto con
los trabajadores, estén seguros todo el tiempo.

—Oh, eso suena bien. —Se aseguran de que todos estén a salvo—.
¿Por qué Nero y Vincent lo odian entonces?

—Tendrás que preguntarles a ellos. Puse un montón de mí para


darles esa posición y pensé que todos lo amarían, no solo Amo. —Lo pensó
un segundo—. Bueno, Vincent sí lo amaba por un tiempo… tal vez algún
día te lo mostraré y lo descubrirás por ti misma.

Chloe lo miró fijamente durante un segundo, pensando que se veía


horriblemente inocente, pero no sabía por qué.

—¿No le darás a Nero y Vincent un nuevo trabajo?

Su acto inocente rápidamente cambió a uno siniestro.

—Puedo hacerlo, pero eso no significa que quiero hacerlo, o que lo


haré. Ellos necesitan trabajar desde abajo como todos los demás.

Podía entender que ellos eran nuevos a la familia y no deberían


recibir trato especial. Al menos Amo está feliz.

Su mente inmediatamente viró hacia pensamientos tristes de estar


encerrada aquí sin sus amigos.

Recostándose de nuevo contra el sofá, se sentó rígidamente de


nuevo sin darse cuenta que había soltado o el hecho de que los pantalones
oscuros de él habían estado tocando su brazo, que de pronto movió.

Un aroma a menta fuerte y limpia tocó su nariz. Era tan fresco y


frío, casi daba cosquillas. Tomando una respiración profunda la hizo
reconocer que su aroma.
Nunca antes había notado su olor. Todavía poder oler su propio
aroma florar desde que ambos se habían duchado después de estar en el
jardín, pero se había desvanecido y ahora el único aroma que la seguía
rodeando era el de Lucca.

Lucca frotó el cabello que sostenía.

—¿Qué sucede, cariño?

Juntando sus manos, deseó poder juguetear con las mismas, pero
fue incapaz de hacerlo con los vendajes. Sin querer decirle que le gustaba
la forma en que olía y que la hacía sentir incómoda, le dio nerviosamente
la mitad de la verdad.

—L-los extraño.

Él se quedó en silencio para girar su cabello. Cuando su voz


finalmente alcanzó sus orejas:

—¿Quieres hablar con ella?

Girándose, lo miró, más sorprendida por esto que cualquier otra


cosa que hubiera dicho en toda la noche.

—¿Elle? ¿Me dejarás hablarle?

Supo antes de que las siguientes palabras pasaran sus labios que
era demasiado bueno para ser verdad. Todo viene bajo un precio.

—Sí cariño… pero tendrás que darme algo a cambio.


Capítulo 26

Cerniendo sus dedos sobre lo alto de su cicatriz

—¿Q-qué quieres? —susurró, deseando no haber preguntado.

—Tendrás que dejarme tocarte… —Dejando ir el mechón que


sostenía, se inclinó hacia adelante. Entonces levantó su mano hacia la
cicatriz en su rostro, trazándola mientras cernía sus dedos a pulgadas—.
Aquí.

Su corazón acelerado golpeó a través de sus orejas.

—¿Si d-digo que sí, m-me dejarás hablar con Elle?

Recostándose en la silla, retiró la mano que peligrosamente estaba


cerca de su rostro.

—Sí, pero solo unos pocos minutos.

—¿P-por qué me estás dejando? —Era demasiado difícil de creer,


incluso si él estaba obteniendo algo. Lucca había probado hasta ahora que
lo que sea que quería, lo tomaba.

—La he mantenido alejada lo suficiente con mensajes, y ahora está


demandando una llamada telefónica. Es porque sabrá que algo anda mal
si no te dejo hablar con ella.

—L-lo haré. —Tal vez sea capaz de advertirle.

Fue como si sintiera exactamente lo que ella pensaba mientras sus


ojos se oscurecían.

—Estaré aquí escuchando, así que no serás capaz de intentar nada


Chloe. Tienes que hacerle creer que estás en California. ¿Entiendes?
Tienes que hacerle creer que estás en California. Entendía
exactamente a qué se refería, sabiendo que Lucca no le importaría dañar a
Elle si fuera el caso.

—S-sí.

Sus ojos cambiaron de nuevo, suavizándose.

—Si puedes hacer eso, te dejaré hablar con ella de vez en cuando.

—¿En serio? —No pudo evitar sentir una onza de esperanza.

—Si te hace feliz…. —Corrió sus dedos por un mechón de su


cabello de seda—, entonces sí, cariño.

Dándole una sonrisa, no podía creer cómo se estaba


acostumbrando a que le toque el cabello en el poco tiempo que había
estado aquí. Chloe estaba confiando en él, incluso cuando se acercaba
extremadamente a su piel.

Sacando su celular de su bolsillo, encontró el contacto de Elle.

—¿Lista?

¡No!

De alguna manera logró asentir, esperando silenciosamente poder


hacerlo.

Lucca le entregó el celular después de marcar.

Sosteniendo su celular que no había tocado en semanas contra su


oreja, casi se sintió foráneo. Escuchó el timbrado, esperando que Elle
contestara mientras tomaba respiraciones profundas, tratando de
calmarse. Finalmente, el teléfono fue contestado en uno de los últimos
posibles timbrados con una dulce y feliz voz que no había escuchado en
mucho tiempo.

—¡Hola!

Sintió lágrimas fantasmales caer de sus ojos. Era indescriptible lo


feliz que estaba.

—¿Chloe…? —La emoción en la voz de Elle comenzó a


desvanecerse.
Chloe estaba demasiado asustada para hablar; con miedo de que
su voz la traicionara y alarmara a Elle.

Sintió su cabello ser removido y miró por encima para ver a Lucca
girando un mechón. Mirando y sintiendo el mismo movimiento repetirse
comenzó a tranquilizarla, hasta que se calmó lo suficiente para hablar.

—Hola Elle.

—Estoy tan contenta de que me hayas llamado, Chloe. Te he


extrañado mucho. —Elle ahora se estaba poniendo emocional al otro lado
de la línea.

Enfocándose en su mano girando su cabello, se controló.

—Lo sé. Yo también te he extrañado. Todavía lo hago.

Elle sorbió la nariz antes de reírse.

—¿Cómo estás? ¿Cómo está la escuela? ¡Cuéntame todo!

—Está bien —le dijo, sin querer decir demasiado—. Solo diferente,
supongo, y tú no estás acá conmigo, pero estoy bien. La escuela me está
manteniendo bastante ocupada.

—¿Todos te tratan bien? —preguntó. Era el motivo por el que


obviamente estaba más preocupada.

Chloe viró sus ojos hacia Lucca.

—Sí, nadie me está intimidando o llamándome un fenómeno aquí.

—Oh, gracias a Dios. —Un peso pareció levantarse de su amiga—.


Estaba preocupada por eso.

—Ahora es tu turno de contarme todo. ¿Cómo va la escuela?

Chloe escuchó a Elle contarle todo lo que se había perdido y cómo


era la vida universitaria para ella. Esperaba que Lucca le quitara el
teléfono, como había dicho solo pocos minutos, pero no lo hizo, pareciendo
contento de escuchar su voz y jugar con su cabello. Extrañamente, lo
encontró algo lindo.

—¿Cómo es California? ¿El clima es tan lindo como parece? —


preguntó Elle después de actualizarla sobre todos sus eventos de vida.
—Sí, está… eh… soleado. El clima está genial. —Eso espero. Sin
querer empujar su suerte por mucho más tiempo, decidió que era tiempo
de terminar—. Bueno, tengo que madrugar mañana…

—¿No son tres horas menos allí? No es tan tarde, no creo. —Elle
sonaba como si estuviera revisando el reloj en su celular para ver qué hora
era.

Rápidamente, trató de pensar.

—Eh… sí, pero tengo una tarea que terminar todavía.

—Oh. De acuerdo, lo entiendo.

—Realmente te he extrañado Elle. Fue bonito escuchar tu voz de


nuevo.

—Yo también. Gracias por llamarme. Estaba demasiado


preocupada por ti. —Las emociones parecían volver a su amiga.

Chloe se mordió el labio.

—No te preocupes por mí. Estoy bien.

—¿Lo prometes?

Deteniéndose, encontró difícil responder, hasta que Lucca


ligeramente apretó su mechón de cabello.

—Lo prometo.

—De acuerdo, te dejaré terminar tu trabajo ahora. Adiós Chloe. —


Era obvio lo difícil que era para su mejor amiga decir adiós, y ella lo
encontró igual de difícil.

—Adiós Elle.

Retiró el celular de su oreja y terminó la llamada. Realmente


apestaba tener que devolvérselo a Lucca, pero estuvo agradecida por el
tiempo que le había dado.

Ojos verde azulados lentamente comenzaron a viajar por su


cicatriz, haciéndole recordar que una deuda tenía que ser pagada.

—Acércate, cariño —la voz de Lucca era oscura y melodiosa.


Se quedó sin aliento mientras lo observaba ampliar sus piernas,
dándole espacio para que se moviera entre estas.

Siguiendo su voz, hizo lo que le ordenó, sabiendo exactamente


cómo quería posicionarlaa por el simple instinto. Chloe estaba de rodillas
ahora, en frente de él, tan cerca a sus piernas como podía sin tocarlas.
Cerrando sus ojos, sus pestañas cayeron a sus mejillas, esperando…

Lucca movió su mano, cerniendo sus dedos sobre lo alto de la


cicatriz que agraciaba el lado derecho de su rostro. Cuando los dedos fríos
y ligeros tocaron lo alto de su cicatriz, se quedó completamente inmóvil.

Nadie nunca había tocado sus cicatrices. Nunca había dejado que
alguien tocara algo que era tan personal para ella. Ahora, aquí estaba,
dejando que el hombre más peligroso y aterrador que había conocido
tocara algo que le había dado un hombre igual que él.

Corrió sus dedos tan gentilmente sobre su cicatriz que iba desde lo
alto de su ceja hasta que desaparecía justo debajo de esta. Luego la pasó
más gentilmente sobre su párpado cerrado, haciéndolo sentir como si solo
fuera el viento tocándola. Cuando alcanzó la continuación de su cicatriz
justo bajo sus pestañas de abajo, se detuvo.

—Mírame, Chloe.

Abriendo sus ojos, miró hacia sus ojos verde azulados que
gradualmente estaban comenzando a verse más verdes, hipnotizándola,
junto con su voz, su presencia, su helado pero suave toque.

—He estado deseando este momento. —Moviendo sus dedos,


comenzó de nuevo a lentamente rozar suavemente su cicatriz—. He soñado
con este momento durante los ocho meses más largos de mi vida. Desde
que te vi en esa tienda, mirando la caja de música.

—N-nos conocimos por primera vez en la pérgola… —Su voz se


detuvo.

—Te he estado observando desde una semana antes de eso, cariño.


—Continuó deslizando sus dedos por arriba y debajo de su cicatriz—.
Estaba observando la casa de Elle cuando un BMW negro la dejó en la
escuela. Tuve un sentimiento fuerte y el instinto de seguirlo, y aunque no
lo entendí en el momento, escuché mi instinto. Todavía no había visto tu
rostro antes de seguirte a esa tienda, pero entonces, cuando te giraste y vi
tu hermoso rostro, fue como si el mundo se detuviera. Fue entonces
cuando lo supe… —Lucca ahuecó su rostro, usando su pulgar para
pasarla sobre su cicatriz—, que tú eras mía.

La mente de Chloe corría con su corazón, tratando de comprender


todo lo que acababa de decirle.

—Tomó todo de mí no tomarte justo allí —confesó.

Pero no lo hiciste, no hasta varios meses después… Eso solo hizo


que su mente y corazón corrieran más.

—T-tú dijiste que m-me trajiste para salvarme.

—Lo hice.

Lo sintió entonces. Algo que se estaba perdiendo mientras las


palabras de Drago volaban en su mente: Ambos sabemos lo que se siente
ser una verdadera prisionera, Chloe. Luego Maria: ¿Estás segura que estás
siendo un rehén? Y, No es lo que crees. Estás aquí por una razón, Chloe.

—¿Por qué estoy aquí? —susurró—. Dime por qué realmente estoy
aquí.

Todavía acariciando su cicatriz, sacudió su cabeza.

—No puedo decírtelo cariño, aún no.

—Me dijiste que puedo preguntarte cualquier cosa. Necesito saber


por qué…

—Puedes, y te responderé cualquier cosa que quieras, pero esto no.


No hasta que sea el momento adecuado. —Presionó su mano más contra
su piel—. Necesito que confíes en mí Chloe. ¿Harías eso por mí?

Un repentino sentimiento vino sobre ella mientras miraba sus


intensos ojos. No podía entenderlo. Solo sabía que lo creía, confiaba en
ello. Era su… instinto.

—S-sí.

—Lo sientes también, ¿verdad? —No necesitó la respuesta, porque


el sentimiento era compartido entre ellos, como un lazo.

El sentimiento que había estado allí desde que conoció a Lucca, así
como había sido para él la primera vez que la había visto.
Subconscientemente había alejado el intenso sentimiento porque la
asustaba, pero solo crecía más y más cuando estaba alrededor de él.

Él sonrió.

—Me tomó una semana entenderlo. Veamos cuánto tiempo te toma


a ti.

—T-te conocí en la pérgola una semana después… compraste la


caja de música una semana después.

Lucca asintió.

Estaba insegura si quería saber qué significaba el sentimiento, más


asustada de ello ahora que sabía que él también lo sentía.

Tomando una caricia más a través de su cicatriz, la liberó.

La pérdida fue evidente, no solo en su rostro, sino en su voz.

—Puedes ir a la cama ahora, cariño.

Chloe se levantó, todavía conmocionada con lo que había sucedido.

—B-buenas noches, Lucca.

—Buenas noches, Chloe.

La conmoción nunca dejó su cuerpo mientras lo dejaba detrás y


subía las escaleras.

En su habitación, abrió la caja de música y escuchó la hermosa


melodía, sintiendo su corazón hacerse cada vez más pesado mientras las
cadenas que él había colocado en su cuerpo se volvían cada vez más
ligeras.

Se estiró, tocando su cicatriz. La pérdida no solo la sintió Lucca


sino ella también.
Capítulo 27

Sus sueños de cumplir con su necesidad más


oscura tendrían que ser suficientes

Reprodujo todo lo que acababa de ocurrir en su mente; recordó su


voz, su rostro, su cicatriz. Era como si todavía pudiera sentirla en la punta
de sus dedos. Acababan de abandonar su rostro, y ya no podía esperar
hasta la próxima vez que pudiera tocarla.

Era lo más erótico que había experimentado, y solo había tocado


su rostro.

Lucca solo esperaba poder controlar su oscuridad cuando


finalmente se permitiera tomar más de ella. Sin embargo, pasaría algún
tiempo antes de que lo hiciera. No solo Chloe no estaba lista, sino tampoco
él. No podía confiar en la oscuridad con ella todavía.

Hasta entonces, sus sueños de cumplir con su necesidad más


oscura tendrían que ser suficientes.

Lucca se sintió como si hubiera recuperado el ayer, y algo más.


Cuando comenzó el día, sintió que solo había retrocedido. Ahora sentía
que había dado diez pasos hacia adelante.

Ella tenía que enfrentar el sentimiento del que estaba huyendo. Y a


pesar de que todavía no lo entendía, era solo cuestión de tiempo antes de
que lo hiciera. Haría clic, justo como lo hizo para mí...

Echando un último vistazo a la cicatriz en su rostro, no podía


esperar el día en que pudiera pasar sus dedos sobre ella. Hermosa.
Al ver que su auto se alejaba de la tienda y luego desaparecía,
regresó a la caja de música que había estado mirando. Había sido obvio que
significaba mucho para ella.

La abrió con cuidado, permitiendo que la canción de cuna tocara


una vez más.

La anciana se colocó a su lado.

—Acabo de tener una chica aquí mirando…

—Me gustaría comprarla. —Las palabras salieron por su propia


cuenta, sabiendo que tenía que ser él quien la tuviera.

—Lo siento, pero tengo que rechazarlo. La chica que lo estaba


mirando parece realmente quererlo, así que la estoy reservando para ella.

Cerró la caja de música, silenciando la habitación.

—¿Va a rechazar el dinero hoy, aunque ella no regrese?

—Por ella, sí. Inténtelo en un par de semanas, y si no lo ha


comprado, veré si estoy lista para deshacerme de ella.

Lucca asintió comprensivamente. Respetaba a la mujer por hacer


eso. Él lo hubiera exigido de otra manera, si no hubiera visto cuánto se
había enamorado la chica de la caja de música.

Decidiendo irse, pensó que si estaba destinado para él, seguiría allí
o si regresaba...

La tienda estaba a cinco minutos del cierre cuando regresó una


semana después. Sin perder el tiempo, fue directamente al lugar donde se
encontraba la caja de música, y la encontró todavía allí, como si no hubiera
sido tocada.

La mujer lo notó de inmediato y comenzó a negar con la cabeza.

—Lo siento, pero solo ha pasado una semana.

Sacando su billetera, depositó tres mil dólares en efectivo.

Ella solo negó con la cabeza otra vez.

Durante la última semana, solo había pensado en la expresión en el


rostro de Chloe cuando había estado mirando la pieza mientras sonaba la
canción de cuna. Así era exactamente cómo esperaba que lo mirara algún
día.

La había conocido esta noche, y aunque no lo había mirado así,


sabía en el fondo que algún día lo haría.

Lucca colocó en la mesa otros mil.

—Esto es tan alto como estoy dispuesto a ir.

Ella pareció contemplarlo por un segundo, pero solo un segundo.

—Lo siento, señor, pero no se trata del dinero.

—No me iré de aquí sin esto —le dijo con certeza, los fuertes
sentimientos que sentía finalmente cobrando sentido—. Significa algo muy
especial para la chica... que amo, y tengo que ser yo quien se lo dé.
Capítulo 28

Solo el tiempo lo dirá

Solo el tiempo lo dirá,

Cómo un mes pasó con El Coco,

Alejada del mundo exterior,

Pasará.

Solo el tiempo lo dirá,

Cómo un mes pasó con la chica rota que ama,

Que tiene completa para sí mismo,

Pasará.

Solo el tiempo lo dirá,

Qué tan insoportable puede llegar a ser,

Qué tan dichoso puede ser,

O en cualquier lugar entre medias.

Solo el tiempo lo dirá,

Cuando el mes llega a su fin,

Si vale la pena repetir por ella,


Y si es todo lo que él pensaba

Que sería.
Capítulo 29

Ya voy, Chloe

Un mes había pasado en estas paredes, y lo que se había sentido


como una prisión ahora se sentía como un refugio. Durante años, Chloe se
había despertado todas las mañanas temerosa de lo que traería el día en la
escuela e incluso en casa. Había sido torturada día tras día por personas
horrendas que solo la hacían sentir como un bicho raro. Sin embargo, el
monstruo que la mantenía aquí nunca la lastimó y solo la hizo sentir cada
vez menos como un fenómeno.

Chloe continuó pasando sus días haciendo sus clases en línea y


sus noches con Lucca. Era agradable, tranquilo, incluso seguro aquí con
él, y confió en Lucca desde que descubrió que no la trajeron aquí solo
porque así lo quería.

Había una razón para que estuviera allí, algo que se había hecho
obvio por los pocos que sabían que estaba aquí, junto con la sensación en
sus entrañas. Por lo tanto, se quedaría hasta que respetara su lado del
trato con el Coco. El problema era que, cuando llegara a su fin, ¿podría
irse? Ni siquiera lo sabía.

Se había acostumbrado a muchas cosas, pero la más aterradora


de todas...

Lucca la agarró por la muñeca, impidiéndole salir de la cocina.

—Quiero que pruebes algo.

Todos los días la tocaba más y más, y se estaba acostumbrando


cada vez más. Su objetivo en ayudarla a superar su miedo al tacto estaba
funcionando.
Al principio, siempre le había pedido permiso o le había advertido
sobre su contacto venidero, pero a medida que avanzaba el mes, de vez en
cuando la tocaba sin previo aviso. Al principio la asustaba, sin embargo,
cuanto más lo hacía, mejor lo aceptaba y le asignaba a su toque un
recuerdo. Todavía había una fracción de segundo de terror, pero luego se
daba cuenta de que era Lucca y su miedo disminuía.

La mano que rodeaba su muñeca se volvió firme, recordándole que


solo era él.

—¿Q-qué es?

La llevó a la estufa y la liberó para abrir una olla. Metió una


cuchara en la mezcla y luego se la llevó a los labios, enfriando el contenido
caliente con un suave soplido.

—¿Me hiciste chili? —preguntó, sorprendida por el amable gesto.

—No te emociones demasiado. Encontré la receta en línea, y no


estoy seguro de lo bueno que resultará.

—Huele bien. —Ya estaba más cálida por el simple olor.

Cuando Lucca llevó la cuchara a sus labios, le permitió que la


alimentara.

El chile estaba tibio, pero...

Leyendo su expresión, preguntó.

—Malo, ¿eh?

Sip.

—N-No, es um... diferente.

Volvió a poner la cuchara en la olla, movió un poco más de chile y


luego le dio una probada. Inmediatamente, hizo una mueca.

—Esto es jodidamente repugnante.

Chloe comenzó a reírse.

Sonriéndole, se rió con ella.

—¿Qué te dije sobre mentirme, cariño?


—Lo siento. Simplemente no quería herir tus sentimientos. Está
bien —trató de consolarlo—. No puedes ser un maestro chef todo el
tiempo.

—Bueno, es bueno que hice esto de respaldo entonces. —Abriendo


el horno, le mostró una increíble pizza casera, al estilo de un chef.

—¡Es en serio!

Todo lo que cocinaba era más que perfecto y delicioso. Bueno,


además del chili. Eso fue compensado sin embargo, por la pizza que
parecía digna de un chef de un millón de dólares.

Jardinero, maestro cocinero, guapo... Es casi perfecto. Casi.

—Lo siento, cariño. —Le guiñó un ojo—. Se hará en un momento.

Chloe puso los ojos en blanco juguetonamente antes de sentarse


en la isla de la cocina.

El teléfono en su bolsillo comenzó a sonar, y él lo sacó. Cuando vio


quién era, se lo entregó.

Sonriendo, ella tomó el teléfono y respondió:

—¡Hola, Elle!

—Hola, Chloe. ¿Qué tal tu día?

Continuaron hablando, contándose sobre su día como solían


hacerlo.

Lucca había estado dejando que hablara con Elle todas las noches,
poniendo tanta confianza en ella como ella en él. Fue un buen intercambio
y la ayudó a sentirse más cómoda y menos aislada del mundo exterior.

Su hermosa prisión comenzaba a sentirse cada vez más como...


casa.

***

Amo estaba en casa de Nero y Elle para ver si habían hecho alguna
cena. Se estaba convirtiendo en un hábito venir cuando estaba
desesperado por comida, sin tener nada en su casa ya que no había ido a
la tienda en un tiempo. Aprovechaba solo para hablar con Nero, y luego,
sin falta, Elle le preguntaba si quería algo de comer. Sin embargo, Amo
estaba comenzando a pensar que Nero se estaba poniendo al día.

Cuando Nero lo invitó a entrar, Elle estaba hablando por teléfono.


No le tomó mucho tiempo descubrir con quién lo hacía y comenzar a
escuchar a escondidas.

Nunca pensó que Chloe lo ignoraría por tanto tiempo. Ni una sola
vez desde su partida le había enviado un mensaje, y mucho menos lo
había llamado.

No tiene ningún sentido. Chloe no era el tipo de chica que guardaba


rencor. Lo había demostrado cuando descubrió que sabía que fue él quien
la había llamado fenómeno.

Una extraña sensación se apoderó de él después de que ella se fue,


y solo se hizo más fuerte cuanto más tiempo pasaba sin contactarlo. No
sabía qué era exactamente —la respuesta fuera de su alcance—pero lo
resolvería.

—Hace bastante frío aquí —le decía Elle a Chloe. Entonces su


rostro comenzó a cambiar, una mirada de preocupación apareció en su
rostro mientras escuchaba la respuesta de Chloe—. ¿Lo es? —Hizo una
pausa, escuchando el otro extremo, ahora confundida. Luego,
apresuradamente, dijo—: Ah, está bien entonces. Te llamaré más tarde.
Por... —Cuando apartó el teléfono de su oreja, lo miró extrañada—. Eso fue
raro.

Amo dio un paso hacia Elle, sin importarle si sabía que había
estado escuchando a escondidas, cada alarma encendiéndose.

—¿Qué?

—¿Pensé que California estaba inundada por la lluvia?

Había estado en todas partes la noticia de que California estaba


recibiendo grandes cantidades de lluvia. Incluso se había preocupado de
que Chloe estuviera allí y había revisado la cantidad de lluvia que estaba
recibiendo en Stanford.

—¿Sí ...? —Amo dio otro paso hacia ella.


Las cejas de Elle se juntaron, aun mirando el teléfono en absoluta
confusión.

—Ella dijo que estaba soleado y bonito.

Las ruedas comenzaron a girar.

—Eso no tiene ningún sentido.

—Probablemente no quería que te preocupes —señaló Nero.

Miró a Nero, que no parecía preocupado, y luego a Elle.

—¿Dijo algo más?

—No, solo dijo que tenía que irse porque la cena estaba lista.

Amo y Elle claramente tenían el mismo pensamiento. Chloe no


sabe cocinar. Tenía un ama de llaves en casa, Lana, que había hecho todas
las comidas desde que su padre se había convertido en alcalde.

—Tengo que irme. —Amo casi podía tocar la respuesta ahora.

—Elle está a punto de hacer algo de cenar; ¿estás seguro de que


no quieres quedarte? —preguntó Nero, deteniéndolo.

Amo ni siquiera respondió a su amigo mientras abría la puerta y se


marchaba. Levantando los pies cada vez más rápido, comenzó a correr, las
piezas cayendo en su lugar.

Ya voy, Chloe. Ya voy a salvarte.

Solo esperaba que no fuera demasiado tarde.


Capítulo 30

La muerte de Amo

Chloe estaba sentada en el piso al lado de Lucca, como lo hacía


todas las noches, con su pierna tocando su brazo, otra cosa a la que se
había acostumbrado en el transcurso de un mes. La actividad que había
comenzado viendo la televisión ahora era su tiempo para hablar. Le
gustaba escucharlo hablar principalmente sobre su madre y su familia. Su
trabajo, solo hablarían de vez en cuando. Ciertamente, la mafia la
fascinaba. Un poco.

Estaban hablando de planes futuros para el jardín cuando Drago


entró corriendo a la habitación con una expresión de miedo en su rostro.

—Llévala arriba. Alguien está aquí.

Lucca se levantó rápidamente de la silla, pero aturdida, no fue


hasta que Lucca agarró su mano que pudo moverse y levantarse.

El aire a su alrededor pareció cambiar entonces, como si casi


pudiera sentir que la persona estaba allí para ella. ¿Quién está aquí?

Tomándola de la mano, Lucca la condujo al vestíbulo y hacia las


escaleras.

—¿Q-Quién es? —logró dejar salir.

—No importa. Necesito que vayas a tu habitación y cierres la


puerta con seguro —Lucca le dijo con urgencia cuando Drago se dirigió a
la puerta y vio por la mirilla.

—P-Por favor, dime quién es. —Sintió que arrastraba los pies,
tratando de frenar a Lucca.
—Tienes unos treinta segundos para sacarla de aquí —anunció
Drago.

Lucca se abalanzó sobre ella y la cargó, acunándola contra su


pecho mientras fácilmente escalaba los escalones de dos en dos.

Ella se encontró envolviendo sus brazos alrededor de su cuello y


cerrando los ojos por la rapidez con que corrió escaleras arriba con ella,
temiendo que la dejara caer. Sin embargo, nunca llegó a acercarse a eso.
Su constitución y fuerza sin esfuerzo lo llevaron a la parte superior de las
escaleras. Fue la primera vez que se dio cuenta de lo fuerte y en forma que
realmente él estaba, sintiéndolo en los brazos que la sostenían.

Chloe pensó que la bajaría cuando llegara al segundo piso, pero no


lo hizo. Siguió abrazándola mientras se dirigía a su habitación. Todo
parecía un borrón, hasta que abrió la puerta de una patada...

Drago abrió la puerta al segundo en que Amo se acercó. Estaba


sorprendido, sin esperar que Drago estuviera del otro lado.

Amo hizo todo lo posible para mirar más allá del único otro
hombre que era más grande que él en la familia. Drago solo lo vencía por
su edad, pasando años y años en el gimnasio, haciendo que sus músculos
tuvieran músculos.

—Tengo que hablar con Lucca —dijo cuándo Drago no se movió


para dejarlo entrar.

—Él no está…

Sonó un ruido sordo que pareció una puerta abierta de golpe.

—Sí, lo está. —Amo pasó junto al gran hombre.

Dentro, sus ojos siguieron la escalera hacia el pasillo del que había
venido el ruido. La adrenalina comenzó a bombear por todo su cuerpo.
Prácticamente podía oler la tensión en la habitación, su miedo a la verdad
haciéndose realidad.
—Ve a esperar en su oficina —dijo Drago, cerrando la puerta.

—Por supuesto, indica el camino. —Amo le hizo un gesto para que


fuera primero.

Mirándolo por una fracción de segundo, Drago lo miró arriba y


abajo antes de caminar hacia la sala de estar para llevarlo a la oficina.

Amo avanzó lentamente hacia las escaleras mientras observaba


cómo la espalda de Drago progresaba más y más lejos de él. Cuando supo
que podía tener suficiente ventaja, subió corriendo las escaleras con todo
lo que tenía.

¡Estoy aquí, Chloe!

—Lucca, por favor dime quién es —suplicó mientras la llevaba a la


habitación.

—Drago no dijo, y no importa. —La colocó con cuidado en la cama


y luego la agarró por el cuello, obligándola a mirarlo directamente a los
ojos—. Tú eres mi única preocupación, Chloe. Nadie puede saber que estás
aquí.

La mano que había colocado alrededor de su garganta era un acto


de posesión, un acto que debería haberla aterrorizado, pero no fue así. Y
sus palabras habían sido dichas con tanta fuerza que sabía que su vida
dependía de eso.

Eso era lo único que la aterrorizaba: la razón por la que tenía que
estar escondida.

Entendiendo, asintió nerviosamente.

Una mirada cruzó sus rasgos cuando la soltó, una que nunca
había visto en él antes. Era una mirada de... dolor, tan cruda y real que le
quitó el aliento.

De repente, oyeron un alboroto subiendo las escaleras, seguido por


uno aún más grande.
—Quédate aquí —susurró antes de cerrar la puerta detrás de él.

—¿Dónde diablos está? —Una voz familiar resonó a través de las


paredes.

Su cabello se levantó cuando saltó de la cama. ¡Amo!

—¿Qué diablos crees que estás haciendo? —le siseó Lucca desde el
otro lado de la puerta.

—¡Chloe! —gritó Amo aún más fuerte—. Sé que está aquí, hijo de
puta.

Ella se movió hacia la puerta, escuchando la voz de Lucca volverse


mortal mientras decía:

— ¿Cómo cojones me acabas de llamar?

Lentamente se acercó al pomo de la puerta. Lo matará. Lucca


matará a Amo si no hago algo.

La voz de Amo estaba ahora al otro lado de la puerta, claramente


parado frente a Lucca.

—Me oíste…

Chloe abrió la puerta, sabiendo que si le dejaba terminar esa


oración, ella estaría escuchando la muerte de Amo después.

Amo, que había estado mano a mano con Lucca, tuvo un momento
de total y completa conmoción al ver a la chica a la que le había confesado
su amor antes de que sus ojos regresaran lentamente a Lucca, pura rabia
filtrándose a través de sus facciones.

Dio un paso hacia él.

—Tu hijo de…

Lucca puso una mano fuerte sobre su pecho, evitando que se


acercara.

—Necesitas ponerte bajo control. —Su voz todavía tenía el mismo


tono mortal.

Drago, que había seguido a Amo y había estado dejando que Lucca
lo manejara, dio un paso al frente, acercándose a Amo.
Amo miró entre los dos hombres que se acercaban a él, luego a
Chloe, que parecía horrorizada, apretando los puños. Pudo ver que Drago
y Lucca querían que se calmara por el bien de Chloe. Sin embargo, si ella
no hubiera estado allí, sabía que lo más probable es que lo dejaran
inconsciente.

—¿Estás bien? ¿Te ha lastimado? —le habló directamente,


mirando más allá de Lucca.

Lucca se movió rápidamente, habiendo llegado a su límite, y golpeó


a Amo contra la pared en el otro lado del pasillo. Lo sostuvo por la
garganta, clavando su brazo en el cuello de Amo.

—Sabes más que nadie que nunca la lastimaría —le dijo Lucca en
un tono mortal.

Las uñas cortas de Chloe hicieron todo lo posible para cavar más
profundo de lo que ya estaban en sus palmas, fuera de sí, pensando que
en vez de escuchar la muerte de Amo, ahora sería testigo de ello con sus
propios ojos.

¡Haz algo! Esa nueva voz que solo había escuchado un par de
veces resonó en su cabeza, dándole fuerza suficiente para reunir algunas
palabras.

—L-Lucca, p-por favor.

Él no movió su brazo de la garganta de Amo, la oscuridad


acercándose cada vez más a la superficie.

Lo intentó de nuevo con la esperanza de calmar la oscuridad:

—D-Déjalo ir... p-por mí.

Ante eso, Lucca disminuyó su presión, advirtiéndole:

—Si la tocas, te arrancaré la maldita garganta.

Cada palabra había sido pronunciada con una letalidad que nunca
antes había oído de Lucca.

Cuando Amo asintió, Lucca lo liberó. Luego, dejando que pasara


caminando, se quedó de pie mientras Amo avanzaba lentamente hacia ella,
donde aún se encontraba dentro de su dormitorio.
Comenzó a retroceder cuando Amo alcanzó el marco de la puerta.

—Chloe... —Hizo una pausa—. Te he... te he echado de menos.

No pudo evitar mirar a Lucca, que estaba detrás de él, esperando


oír lo que ella tenía que decir tanto como Amo. Luego sus ojos se posaron
en sus manos retorciéndose.

—Y-Yo también te he echado de menos —confesó.

Amo cerró la distancia entre ellos.

—Te he llamado tantas veces, y nunca me devuelves la llamada.

Chloe no estaba segura de lo que podía o no podía decirle, así que


le dio una verdad a medias.

—Quería hacerlo, pero no sabía qué decir.

Era obvio cuánto deseaba tocarla cuando dijo:

—He estado muy preocupado por ti. Sabía que algo no estaba bien,
y lamento no haberlo resuelto antes. Lo siento mucho, Chloe.

Mordiéndose el labio, se retorció las manos con más fuerza. Había


esperado a que la salvara al principio, pero ahora... ahora era demasiado
tarde.

Él le tendió la mano.

—Ven conmigo, Chloe. Te sacaré de aquí.

Sacudió su cabeza. Por favor, vete. No quiero romper tu corazón otra


vez. No estaba segura de poder manejarlo por segunda vez.

—¿Por qué? —Dio otro paso hacia ella, haciéndola retroceder


debido a su cercanía.

—Y-yo simplemente no puedo —susurró.

—Sí puedes, Chloe. —Amo siguió mirando a la chica que ahora


estaba escondiendo su rostro bajo su velo de cabello. El hecho de que no
accediera a ir con él lo ponía más furioso, temblando de rabia y con la
fuerza que necesitaba para controlarlo—. ¿Qué te está haciendo? ¿Qué ha
hecho?
Ella lo miró, deseando que supiera que Lucca no la estaba
lastimando.

—Nad…

—¡Sé que ha hecho algo! —La ira de Amo estaba en su apogeo.


Incapaz de enfrentar la verdad de que quería quedarse con Lucca, la
agarró—. Joder, te voy a saca...

Instantáneamente trató de alejarse, su toque extraño sintiéndose


como un aguijón, no deseado.

Amo quitó la mano en cuanto se dio cuenta de lo que había hecho.

—Lo sien…

Lucca ni siquiera lo dejó terminar antes de que se hubiera puesto


delante de Chloe y lo hubiera empujado hacia la mitad de la habitación.

—Te dije lo que pasaría si la tocabas.

De alguna manera, Lucca era aún más letal que antes. La


oscuridad había alcanzado la superficie ahora mientras acechaba a Amo.
Chloe estaba segura de que lo mataría. Él le había prometido que lo haría,
y Lucca cumplía sus promesas. O bien tenía que ver a su amigo morir, o
tenía que tratar de hablar con la oscuridad en él. Ambas la asustaban
igualmente, pero solo uno terminaría en la muerte.

Temía que la otra sellaría su destino para siempre.

Chloe comenzó a suplicar:

—P-Por favor, no lo hagas. No le hagas daño. —Cerrando los ojos,


extendió la mano y le tocó el brazo—. Por favor, Lucca, no le hagas daño.

Lucca dejó de acecharlo, pero su respiración pesada, junto con el


calor que provenía de su cuerpo, le demostraron que no había sido
persuadido aún para no rasgar su garganta. Por lo tanto, envolvió su mano
alrededor de su fuerte brazo mientras se acercaba a él, tocando su cuerpo
con el suyo. Se aferró a él tan fuerte como pudo, esperando que no se
moviera, temerosa de que el más mínimo movimiento terminara en la
muerte de Amo.

Finalmente, al abrir los ojos, vio el rostro de Amo detrás del brazo
de Lucca y lamentó haberlos abierto alguna vez.
Chloe lo había hecho de nuevo, excepto que era mucho peor.
Ahora le había destrozado completamente el corazón.

—Llévalo a mi oficina —Lucca se dirigió hacia Drago, cortando sus


ojos feroces profundamente en el hombre ante él.

Entrando a la habitación, Drago agarró a Amo bruscamente por el


brazo.

Chloe cerró los ojos otra vez, escondiéndose detrás de Lucca,


incapaz de mirar cuán desconsolado estaba Amo. Intentó fundirse con
Lucca con la esperanza de desaparecer.

Podría haber salvado su vida por el momento, pero de todos modos


era como si lo hubiera matado.

Lo siento mucho, Amo.

Amo tuvo que apartar la mirada de la chica que amaba, incapaz de


soportar el hecho de que estaba tocando a otro hombre. Solo la había
tocado una vez antes de hoy, cuando había corrido a sus brazos. Ahora
ella no podía esperar a que él la soltara; no podía soportar la sensación de
su toque. Había sido completamente rechazado, sacudiéndose lejos de él
como si la hubiera lastimado, como si fuera un monstruo, como si la
estuviera manteniendo cautiva.

Sin embargo, eso no sucedió cuando tocó a Lucca.

Podía sentirla deslizarse entre sus dedos.

Amo siempre se había creído un paso por delante de Lucca al


hacerse amigo de ella, ocultando a la familia y las cosas que lo convertían
en soldado, y solo le mostraba lo bueno que había en él. Incluso tenía el
privilegio de estar más cerca de ella en edad y protegerla en la escuela.
Ahora, estaba seguro de que Lucca siempre había estado un paso por
delante de él.

Drago lo empujó, haciéndolo caminar más rápido por las escaleras.

—Es una mierda lo que está haciendo; lo que le estás haciendo a


ella —escupió Amo al hombre detrás de él.

Drago lo empujó de nuevo.

—Cierra la boca. Ni siquiera sabes de lo que estás hablando, chico.


—Sé que no hay manera de que accediera a venir aquí. Le tiene
miedo.

—¿Parecía temerosa de él para ti? —cuestionó Drago.

El silencio fue su respuesta.

—Para mí, te tenía miedo a ti... cuando la tocaste.

Amo dejó de caminar. Su mandíbula flexionándose.

—No seas tonto. Te patearé el culo y esa chica no podrá


detenerme. —Empujó el hombro de Amo para que comenzara a caminar
otra vez.

—Voy a matarlo —dijo Amo en voz baja.

Drago rápidamente lo empujó a la oficina, cerrando la puerta


detrás de él.

—Eres un maldito idiota por pensar en esas palabras, y mucho más


por hacer que salgan de tu maldita boca —le dijo a Amo con una mirada
de advertencia.

—¿Qué? ¿Vas a decirle? Lucca es tu familia, no...

Drago lo agarró por su chaqueta.

—Junta tu mierda. Entonces tal vez para cuando él llegue aquí, te


perdonará la puta vida.

Amo le escupió en el rostro.

—Él es un puto pedazo de mierda que no debe estar cerca de ella.


Se llevó a la chica que amo y estás loco si crees que me iré de aquí sin ella.

Dejándolo ir, Drago se rió en su cara.

—Será mejor que reces a Dios porque esa chica está haciendo todo
lo que pueda para salvar tu culo.

¡Cabrón! La idea de ver a Chloe allí arriba, tocando a Lucca, lo


puso furioso.

Amo fue a golpear a Drago, pero agarró el puño de Amo


apretándolo tan fuerte que Amo pudo sentir que sus huesos comenzaban a
doblarse.
—La cagaste por tocarla. Tócala otra vez y te matará. Chloe es
suya. Haz que eso te entre el jodido cráneo antes de que te maten. —
Cuando Drago escuchó que algo se rompía, lo soltó.

Amo sostuvo su mano rota contra su pecho.

—Ya veo cómo va. La familia sobre la familia. Creo que Lucca es tu
sangre ahora.

—No lo entiendes, ¿verdad? ¿Crees que ha hecho todo esto solo


para quitarte tu enamoramiento de la preparatoria? —Drago comenzó a
irse, abriendo la puerta, pero luego se detuvo y miró hacia atrás—. Es el
segundo al mando; tú un soldado. Aprende tu maldito lugar.

Amo quería tener las últimas palabras antes de que Drago pudiera
cerrar la puerta.

—Gracias por el consejo, Tío.


Capítulo 31

Una pesadilla de la que me rogarás no despertar

Incluso después de que Drago cerró la puerta detrás de ellos,


Chloe continuó aferrándose a Lucca, no queriendo que cambiara de
parecer y fuera tras Amo. Su corazón latía fuera de su pecho ahora que
estaba sola con él. No tenía idea de qué esperar de él mientras continuaba
quieto. Todo lo que sabía era que estaba quieto. Demasiado quieto.

El calor de su cuerpo comenzó a calentar el de ella. Era como si


pudiera sentir la oscuridad hirviendo dentro. Como una botella que había
sido sacudida demasiadas veces y estaba a punto de explotar. De alguna
manera, iba a tener que tratar de contenerlo para mantener vivo a su
amigo. Desafortunadamente, sabía que eso iba a tener un precio.

Lucca se movió de repente, girándose y agarrándola, luego la


empujó contra la pared de su habitación. Hizo que Chloe se quedara
boquiabierta al ver lo rápido que le había dado vuelta a la situación. Ahora
todo el calor y la oscuridad estaban dirigidos a ella.

La inmovilizó con su cuerpo, manteniéndola enjaulada. Ambas


manos agarraron firmemente sus caderas mientras se inclinaba hacia
adelante, apoyando su cabeza en el hueco de su cuello y respirando
profundamente.

Ella permaneció rígida, demasiado asustada para moverse. Sin


embargo, no temía por sí misma, sabiendo que Lucca nunca la lastimaría.
Ni siquiera la oscuridad lo haría.

—¿Q-qué vas a hacer con él? —logró dejar salir.


—Te tocó. Te dije lo que haría si alguien te ponía una mano encima
— Lucca habló con firmeza.

—E-Él no lo hará de nuevo. Y-yo no lo dejaré acercarse lo


suficiente, si eso es lo que se necesita.

—Bebé, nunca dejaré que nadie se acerque tanto a ti otra vez. —


Retiró una mano de su cadera y agarró suavemente la muñeca que había
sido tocada por otro hombre, levantándola hasta el nivel de los ojos—. ¿Te
lastimó?

Sabía que su reacción a Amo tocándola hacía que pareciera que lo


había hecho, y en cierto modo, lo hizo, pero físicamente no la había
lastimado. Fue solo mentalmente

—N-No, simplemente se sintió... extraño.

— ¿Cómo es eso?

Miró fijamente el pulgar mientras lo frotaba hacia adelante y hacia


atrás sobre su muñeca. ¿Por qué no se siente de esta manera con él?

—Se sintió mal.

Se llevó el interior de la muñeca a los labios y su aliento frío golpeó


un área sensible.

—Bien.

Chloe se mordió el labio con fuerza, sabiendo exactamente lo que


estaba a punto de hacer, y cuando sus labios tocaron su piel con un beso,
su corazón tartamudeó por su ternura. Era como si estuviera tratando de
reemplazar el toque que no era suyo, eliminando cualquier rastro de otro
hombre. Lo había esperado, preparada para que aguijoneara, nunca antes
los labios de un hombre la habían tocado, pero eso no fue lo que sucedió.

Su mente había repelido el toque de Amo, solo para aceptar el de


Lucca. No debería haber aceptado ninguno, ya que su mente había
pertenecido al diablo durante años.

Sin embargo, cuando colocó otro beso en su muñeca, pudo sentir


que las viejas cadenas que habían dominado su mente en realidad estaban
débiles y rotas. Era solo cuestión de tiempo antes de que su mente
finalmente fuera liberada del demonio.
Con la mano que estaba a centímetros de sus labios, extendió la
mano, tocando ligeramente su rostro inquietantemente hermoso,
acariciándolo.

—¿L-Lo dejarás ir por mí?

Soltando su muñeca, la devolvió a su cadera.

—Él te vio, cariño. Sabe que estás aquí ahora. Si lo dejo ir, pondrá
tu vida en riesgo, más de lo que ya ha hecho al venir aquí.

Continuando a tocarlo con la esperanza de que ayudaría a Amo a


escapar de la muerte, arrastró sus dedos hasta su barba, la textura áspera
hormigueando en sus dedos.

—María vino aquí; se le permitió saber que yo estaba aquí.

—Eso fue estratégico. Maria también sabe que la mataría si


alguien descubriera que estás aquí por su culpa. —Movió la cabeza para
presionar más profundamente en su toque.

—Amo no le dirá a nadie si eso podría lastimarme. Sabes que no lo


hará. Por favor, solo déjalo ir.

—¿Por qué debería hacerlo? —Los ojos y la voz de Lucca se


oscurecieron, haciéndole saber que no le iba a gustar lo que se iba a decir
a continuación—. ¿Qué obtengo de eso?

La mano de Chloe cayó de su rostro, su pesado pecho se hizo más


pesado, lo que hizo aún más difícil respirar.

—¿Q-qué es lo que quieres?

Lucca se inclinó, llevando sus labios a su oído y enviando


escalofríos por su columna. Luego susurró:

—Las cosas que quiero de ti, cariño, te darán pesadillas como


nunca antes. Una pesadilla de la que me rogarás no despertar.

A pesar de que su aliento era frío, se estremeció con cada palabra


que le dijo, su cuerpo traicionándola cuando comenzó a arder, haciendo
que se sintiera congelada. Si lo digo, no hay vuelta atrás.

—Yo… haré lo que quieras.

Su aliento frío azotó su piel otra vez.


—Pruébalo.

—¿C-cómo?

Levantándose en toda su altura, la miró, moviendo una mano por


la parte posterior de su cuerpo hasta su cabello donde agarró un puñado,
obligándola a mirarlo.

—Permíteme besarte.

La pequeña parte en su mente que todavía estaba encadenada por


el demonio le gritaba que no lo hiciera, sabiendo que si accedía, su mente
estaría libre de él. También sabía que las nuevas cadenas tomarían su
lugar, reclamándola una vez más. Su mente pertenecería al Coco.

Chloe se lamió nerviosamente los labios antes de asentir,


sucumbiendo a él.

Tanto la mano en su cadera como en su cabello se tensaron


cuando la colocó tal como la quería antes de inclinarse, reclamando su
delicioso labio inferior entre los suyos.

Sus ojos se cerraron en el momento en que sus labios tocaron los


de ella. Se mantuvo perfectamente quieta. Lo único que se movía era su
corazón mientras intentaba salir de su pecho.

—Devuélveme el beso —gruñó hambriento.

Chloe se quedó sin aliento. Parecía como si hubiera estado


hambriento de afecto durante años.

Cuando tomó su labio inferior entre sus dientes y mordió, un ruido


escapó de su garganta. No era un sonido de dolor, sino de placer,
asustándola hasta el fondo.

Movió su mano hacia su pecho para tratar de poner algo de


distancia entre ellos, pero cuando su palma aterrizó sobre su corazón,
pudo sentir que latía rápido y fuerte. El ritmo correspondía con el de ella,
como si sus corazones latieran como uno solo.

En lugar de alejarlo, se encontró moviendo su boca con la suya,


besándolo suavemente, queriendo saciar la parte en él que claramente la
necesitaba; las partes más oscuras que habían muerto de hambre.
Encendió un pequeño fuego en el fondo de ella que había estado oculto.
Las cadenas del diablo que mantenían cautiva su mente
comenzaron a derretirse por el pequeño fuego que Lucca había encendido,
y la mente de Chloe encontró la libertad por la menor fracción de tiempo,
antes de que nuevas cadenas reclamaran su mente como suya.

El Coco había reclamado con éxito su cuerpo y mente. Ahora su


alma era lo único que le quedaba para robarle al demonio. Su alma, sin
embargo, no iba a tomarse tan fácilmente.

Cuando deslizó su lengua sobre el labio de ella, se alejó de repente.


Su respiración pesada era tan dura como la de ella, revelando que le había
resultado difícil apartarse, y su voz se tensó cuando le dijo:

—Si no me detengo ahora, te tomaré aquí mismo.

Se congeló sabiendo exactamente a qué se refería, ya que su


dureza empujada contra su vientre era ahora evidente.

—Y-Yo no p-puedo.

Se calmó a sí mismo, respirando profundamente.

—Lo sé, bebé. Es por eso que me detuve.

Confiando en que no lo haría, se relajó en él de nuevo.

Podía sentir la oscuridad filtrándose cada vez más profundamente,


volviendo a su hogar dentro de Lucca. La oscuridad había sido calmada
por ahora.

Levantando la vista hacia sus intensos ojos verde azulados,


esperaba que lo que había entregado hubiera valido la pena.

—Prométeme que no lastimarás a Amo, y que lo dejarás ir.

Lucca movió la mano que estaba en su cabello hacia su garganta,


sosteniendo suavemente su frágil cuello.

—Di que eres mía, cariño. Quiero oírte decir las palabras y decirlo
en serio.

No era la voz oscura que le ordenaba. Él mismo quería que le


dijera las palabras.

—Soy tuya —susurró Chloe, entregándose completamente a él...


para siempre.
Él se inclinó una última vez, de nuevo tomando su labio inferior
entre sus dientes y mordiendo antes de retroceder y soltarlo.

—Espero que sepas lo que acabas de hacer —susurró


pecaminosamente antes de soltarla, quitándole la mano de la garganta.

Las cadenas que ahora capturaban su mente se tensaron. Lo sé.

Al alejarse de ella, tuvo otra petición.

—Empaca todas tus cosas.

—¿P-por qué? —preguntó confundida.

—Ya verás. —La forma en que lo dijo le hizo pensar que no quería
saberlo, pero estaba más preocupada por otra persona.

—E-Entonces, ¿no lo lastimarás?

Él sonrió.

—Empaca tus cosas, cariño.

Cuando la puerta se cerró y se fue, todo lo que pudo hacer fue


esperar que no lastimara a Amo.

Sola, se tocó los labios hinchados. Lucca tenía razón, ¿qué acabo
de hacer?

No podía creer que hubiera sido ella quien extendió la mano y lo


tocó, cuando apenas estaba aprendiendo a aceptar el toque de Lucca. Ni
siquiera había habido un aguijón, ninguna equivocación. Lo más temible
de todo... Chloe acababa de recibir su primer beso, con la promesa de que
no sería el último.

No era el tipo de chica para soñar con su primer beso. ¿Cómo


podría, cuando lo que más quería era nunca más ser tocada en su vida?
Por lo tanto, nunca pensó que le darían un primer beso, y mucho menos
tenerlo primero con Lucca, el Coco.

Todo lo que acababa de pasar la asustaba. Seguía repitiéndose las


mismas palabras en su cabeza, tratando de mantener su cordura. Tenías
que hacerlo. No tenías elección. Lo hiciste para salvar a Amo.
Después de un rato de repetir las palabras, las líneas comenzaron
a difuminarse. No sabía si eso era lo que realmente creía, o si era lo que se
había hecho creer.

Tenías que hacerlo... No tenías elección... Lo hiciste para salvar a


Amo…

¿De verdad?
Capítulo 32

Qué hermoso es. Qué doloroso puede ser

Abriendo su encendedor, Lucca encendió el cigarrillo mientras


miraba a Amo desde su escritorio. Ninguno de los dos habló, ambos
simplemente matando silenciosamente al otro en sus mentes mientras
Lucca continuaba llenando la habitación de humo.

—¿Cómo lo hiciste? —Fue Amo el primero en hablar, incapaz de


soportar el silencio por más tiempo.

Comprendiendo lo que estaba preguntando, Lucca le dijo:

—La atrapé antes de que pudiera subir al avión. Luego, Sal se


ocupó de todo lo demás, haciendo que pareciera que subió y que estaba en
California. —Tomando una larga calada, terminó con una sonrisa—. Luego
se despertó aquí, donde la han atendido bien.

—Entonces la has secuestrado, joder —dijo Amo con total


naturalidad.

Exactamente. Golpeó sus cenizas en el cenicero.

—Sí, por su propio bien.

Amo lo miró como si estuviera loco.

—Pensé que estabas jodido, Lucca, pero no sabía que eras un


jodido psicótico.

—Hay razones para lo que hice, Amo.

—Oh, estoy seguro de que tu ser jodido ha presentado una lista


completa de razones para justificar lo que hiciste. —Se rió burlonamente—
. Seamos honestos, sin embargo; los dos sabemos que deliras, que eres un
acosador y ahora un secuestrador.

—Soy muy consciente de lo que soy —le dijo Lucca sombríamente,


recibiendo una calada final antes de aplastar la colilla en el cenicero—.
¿Pero sabes por qué iría a esos extremos? ¿Tener a Drago quedándose aquí
solo para cuidarla? Sabes de lo que él es capaz; las cosas que le
proporciona a la familia.

Podrías ver que ello comenzaba a girar en la cabeza de Amo; las


cosas que se había perdido desde el momento en que entró por la puerta.
Sin embargo, rápidamente los hizo desaparecer, incapaz de enfrentar los
hechos.

—¡No! —Su voz se elevó—. La querías para ti, para llenar esa
obsesión enferma que tienes con ella.

—La habría tomado en el momento en que cumpliera los dieciocho


años si fuera eso, y lo sabes. —Decidió revelar lo jodido que realmente
estaba, dejando que Amo comenzara a comprender lo importante que era
para él—. Pensé en tomarla antes de que tuviera los dieciocho. Luego,
cuando los cumplió, fue lo más difícil que tuve que hacer para no llevarla
allí mismo. Casi lo hice, también, pero tuve que esperar. Esperé siete
malditos meses por ella.

Amo sabía que sus palabras eran ciertas. Y a pesar de que ella
podría haber estado allí por una razón, no pudo soportarlo.

—Sabes que no me iré de aquí sin ella, y si me dejas salir por esa
puerta, no me detendré hasta que sea libre.

—¿Acaso parecía que quería irse? —le recordó Lucca.

Levantándose abruptamente de la silla, Amo claramente no fue


capaz de manejar lo que Lucca le estaba diciendo.

Una parte de Lucca lo disfrutó, se deleitaba de ello. Había tenido


que observarlo desde lejos con Chloe casi todos los malditos días durante
demasiado tiempo, deseando haber estado en los zapatos de Amo muchas
noches. La otra parte de él sentía lástima por Amo por haberla perdido,
sabiendo que ella era la criatura más hermosa en esta tierra, pero es mía.

—Ha estado más libre aquí que nunca fuera de estas paredes.
—¿Qué estás tratando de decir?

Lucca lo miró fijamente.

—Sabes exactamente lo que estoy diciendo.

La rabia y la adrenalina que venía de Amo lo hicieron apretar su


mano rota en un puño.

—Esos siete meses que la acosaste, solo observándola, de hecho los


pasé y, hablé con ella, llegué a conocerla. Yo era su protector y su amigo.
Era libre conmigo. Entonces me la robaste antes de que tuviera la
oportunidad de ser más que eso. —El rostro de Amo se torció
malignamente, un gruñido apareció en su voz—. No podrías manejarlo,
¿verdad? No podías manejar que estaba con ella y tú no. ¿Qué se siente
saber que tuviste que secuestrarla para que pasara tiempo contigo?

Lucca lentamente se puso de pie, habiendo llegado a su límite.


Había sido lo suficientemente generoso como para hablarle a Amo de
hombre a hombre en lugar desde un segundo al mando a un soldado. Esa
vez, sin embargo, había terminado.

Saliendo de detrás de su escritorio, se encontró cara a cara con


Amo.

—Necesitas recordar con quién estás hablando. —Su voz era


oscura, contundente y dominante—. Vete, y si alguien pregunta por qué
viniste aquí, fue a hablar conmigo sobre tu puesto en el trabajo. Si alguien
descubre que ella está aquí solo pondrá en riesgo su vida.

Amo no hizo un movimiento para irse.

—La única razón por la que todavía te doy la opción de salir de aquí
con vida es porque sé que te preocupas lo suficiente como para no
arriesgar su seguridad. Te hubiera matado en el momento en que llegaste,
pero necesito que Chloe quiera mirarme por el resto de su vida —amenazó.

—¿Crees que vas a hacer que se enamore de ti? —Amo fue hacia la
puerta, accediendo a irse, pero claramente sin darse por vencido. Luego, al
decidir desprenderse de las palabras finales, pronunció su golpe final—.
Eres un psicópata que es incapaz de amar o de ser amado. Ella pertenece
conmigo, y lo sabes; es por eso que te la llevaste. Nunca la amarás de la
manera en que lo hago. Solo quieres fallártela.
Antes de que Amo pudiera siquiera abrir la puerta, Lucca se
abalanzó, empujándolo contra la puerta rápidamente mientras sacaba una
cuchilla de su bolsillo y la sostenía en la garganta de Amo. Fue algo tan
rápido para Amo, pero un movimiento calculado para Lucca, mostrando la
diferencia en las posiciones que tenían en la familia, y por qué él era el
segundo al mando, mientras que Amo era solo un soldado.

Furioso por la ira que sentía por Chloe, Lucca presionó el cuchillo
amargamente contra la garganta de Amo, escupiendo:

—La miraste cada maldito día en la escuela por tres años y medio,
y ni una vez le diste la maldita hora del día. Dices que la amas, pero
¿dónde diablos estabas? —gritó, clavando el filo del cuchillo más
profundamente, sus duras palabras azotando a Amo como mil látigos—.
Cuando ella y Elle fueron intimidadas, cuando Elle recibía palizas para
evitar que la tocaran, cuando la llamaban fenómeno, ¿dónde estabas,
Amo? ¿Cómo podías pasar junto a ella por los pasillos con esas cicatrices y
no hacer algo? ¿No protegerla?

El rostro de Amo cayó ante cada pregunta dura. Su cólera


lentamente se disolvió en dolor mientras todo lo que Lucca dijo lo golpeó
como una tonelada de ladrillos, haciéndolo sentir como la basura que era.

Tomando el mismo tono cínico que Amo acababa de darle, Lucca


continuó:

—Seamos honestos; ella no iba a extender sus piernas para ti, así
que no había necesidad de hacerlo, ¿verdad? Estabas demasiado ocupado
llamándola fenómeno como el resto de ellos.

Un Amo palideciendo rápidamente se dio cuenta de que Lucca


había descubierto su secreto más profundo y más oscuro.

Quería irse ahora, pero no podía con Lucca inmovilizándolo,


obligándolo a escuchar lo que tenía que decir, obligándolo a enfrentar la
verdad y las acusaciones de esas palabras.

—Te debían decir que miraras en su puta dirección y le dieras tu


precioso tiempo. Yo no —gruñó Lucca, sin soltar el cuchillo—. Me tomó
una mirada enamorarme de ella. Una mirada para querer saber todo y
cualquier cosa sobre ella. Una mirada para sentirme protector con ella,
como si mi vida dependiera de ello. Una mirada para querer matar a quien
le dio esas cicatrices.

La sangre ahora corría por la garganta de Amo.

—Si eres para ella, ¿cómo has dormido sin descubrir quién le hizo
esas cosas, quién la hizo como es ahora? —Lucca miró a Amo, con los ojos
clavados en los del débil soldado—. Apuesto a que ni siquiera sabías que
esas cicatrices le habían sido dadas; que realmente no estuvo en un
accidente automovilístico. Ni siquiera sabías que sufre de insomnio porque
tiene demasiado miedo a dormir por temor a las pesadillas. ¡Admite que ni
siquiera lo sabías! —rugió Lucca.

Avergonzado, Amo negó con la cabeza. Estaba empezando a


derrumbarse lentamente. El fuerte Amo que había sido hace unos
momentos había desaparecido ante los ojos de Lucca.

Resistiendo a la oscuridad que quería deslizar el cuchillo en el


cuello de Amo era inimaginable, pero Lucca lo estaba haciendo. Además,
esto se siente mucho mejor.

—Hay mucho que no sabes sobre ella porque estabas demasiado


concentrado en mentirle, fingiendo ser alguien que no eres, con miedo de
asustarla. No has hecho nada más que menoscabarla porque piensas que
es débil cuando, en realidad, es más fuerte que cualquiera que haya visto
alguna vez.

El dolor entró entonces en la voz de Lucca que también se veía a


través de sus ojos azul verdoso, algo que nunca antes le había mostrado a
un hombre, y mucho menos a uno de sus soldados.

—Nunca conocerás el amor que siento por ella. Cuan hermoso es.
Lo doloroso que puede ser. Cómo se sintió cuando la miré por primera vez.
Y cómo se sintió cuando pensé que podría perderla antes de que pudiera
salvarla. Nunca conocerás el amor verdadero hasta que experimentes el
miedo verdadero. Y nunca sentirás esos sentimientos hacia ella, ya que yo
soy el único para ella. Ella. Es. Mía.

Amo estaba casi terminado. Casi un ser humano roto. Lucca


podría detenerse ahora y mostrar piedad, pero quería que el castigo de
Amo durara toda la vida. Una sentencia que se merecía por dejar que
Chloe caminara por el infierno, incluso por un día.
—Si Elle no nos hubiera visto esa noche, no quiero pensar dónde
estaría Chloe ahora, o cómo habría terminado, porque seguro como la
mierda tú no la habrías protegido. Tú, Nero e incluso Vincent son una
mierda por dejarlas pasar ese infierno.

Lucca no se contuvo, y no sintió ni una pizca de culpa por eso. Su


soldado se lo merecía después de intentar hacer lo mismo con él. La única
diferencia era que Amo estaba cegado por el enamoramiento,
confundiéndolo por amor, mientras que Lucca reconocía la pureza de lo
que sentía por Chloe.

Era su alma gemela.

—Nunca merecerás a Chloe. De la misma manera que Nero nunca


se merecerá a Elle. Nero pasará el resto de su vida tratando de hacerlo,
pero no dejaré que lo intentes y merecerla. La quería tanto que realmente
quería intercambiar lugares contigo durante esos siete meses... Pero ya no.
Ahora, tienes que mirarte en el espejo cada jodido día por el resto de tu
vida y ver la mierda tan repugnante que eres. Es por eso que no voy a
matarte. —Lucca quitó la cuchilla de la garganta, pero igual hizo que Amo
permaneciera allí como un animal herido, sin soltarlo todavía—. Quiero
que vivas todos los días sabiendo que estoy con ella y tú no. Sabiendo que
me pertenece a mí y solo a mí. Morir poco a poco cada vez que nos veas
juntos, tal como yo lo hice cuando la vi contigo.

Ahora, está roto.

La esperanza que tenía Amo, la misma esperanza que había


demostrado en sus ojos, por estar tan cerca de estar con Chloe era tan
pequeño ahora, comparada con la primera vez que había llegado allí. Sin
embargo, Lucca no quería que desapareciera por completo, o no lo
lastimaría tanto cuando se mirara en el espejo todos los días, o a Chloe, o
incluso a Lucca.

Apartándose del hombre roto que ahora estaba encorvado, solo


sostenido por la pared a su espalda, el hombre roto que ya no podía
mirarlo por la vergüenza que sentía, Lucca volvió a su escritorio, desde
donde miraba a Amo en pena.

Sacó otro cigarrillo y se lo llevó a los labios, encendiendo el final


con el movimiento de su muñeca.
—Sal de mi vista y no vuelvas a pisar mi casa de nuevo. Acércate a
Chloe sin permiso y nunca más la verás. Pon tu mano sobre ella, y
cumpliré mi promesa de arrancar tu jodida garganta. —Tomando una
calada, lo echó—. Puedes irte.

Luchando, Amo se alejó de la pared, sosteniendo su mano dañada


contra su cuerpo mientras se iba. No dijo una palabra; no tenía que
hacerlo. Su rostro lo decía todo. Amo estaba perdiendo a la chica que
amaba por Lucca y ahora sentía que se le escapaba entre los dedos.

Pasándose una mano por el cabello, sus propias palabras lo


golpearon como una tonelada de ladrillos. Cómo se sintió cuando pensé que
podría perderla antes de que pudiera salvarla.

Había sentido ese miedo verdadero dos veces. Cada vez que ella
había sobrevivido, era el sentimiento más pacífico y celestial... Solo para
que lo matara cuando tenía que ver a Amo ser quien la consolara.

Pensarías que la primera vez habría sido la peor, pero la segunda


vez fue insoportable, desgarradora e insoportable.

Morir poco a poco cada vez que nos ves juntos, tal como yo lo hice
cuando la vi contigo...
Capítulo 33

Rezando al Dios que no creía que existía, que


todavía estuviera viva

Meses antes...
Lucca estaba mirando el suelo del casino, su mente en otra parte.
Chloe estaba aquí en el hotel casino, en el penthouse de Nero, pasando el
rato con las chicas. Ella estaba tan cerca, pero tan lejos.

Todos los días que la esperaba, sabía que estaba un día más cerca.
Pero para él, siempre se sintió como una eternidad.

El teléfono que estaba sonando en su bolsillo lo hizo levantar la


vista ver que era Nero quien llamaba. Respondió de inmediato,
poniéndoselo al oído.

Antes de que pudiera hablar, Nero preguntó apresuradamente:

—Lucca, ¿dónde estás?

Una sensación de hundimiento golpeó su corazón. Su instinto


sabía que algo muy malo estaba sucediendo, y de alguna manera, sintió
que Chloe estaba involucrada.

Ya se estaba moviendo hacia el elevador.

—Primer piso.

—Las chicas... Alguien irrumpió. Estamos en el elevador... — Nero


pareció perder toda esperanza cuando su voz se apagó.
El teléfono cayó de las manos de Lucca cuando un dolor agudo se
clavó en él, justo en el pecho.

Cambiando de dirección, Lucca se dirigió hacia la escalera de


emergencia ya que Nero ya estaba usando el elevador. Pateó la puerta,
causando que se abriera de golpe mientras corría escaleras arriba,
corriendo tan rápido como sus piernas podían llevarlo. ¡Jodidamente no me
hagas esto! comenzó a maldecir a Dios, una figura en la que no había
creído durante años.

Había veintitrés pisos.

No la he tocado todavía.

Veintitrés plantas que los separaban.

No he sentido lo que es besarla.

Veintitrés pisos que tuvo que escalar para salvarla.

No le he dicho que la amo.

Cada piso que subía, un número pasaba, diciéndole cuántos más


tenía que escalar.

¡No te atrevas a apartarla de mí, joder!

Ni una sola vez se detuvo, ni una vez su cuerpo se ralentizó. Su


mente y su cuerpo eran fuertes, deseando que llegara a la cima mientras
su corazón comenzaba a comprimirse dentro de su pecho. Un corazón que
no debería latir, porque no tenía uno. Un corazón que solo latía para
Chloe. Un corazón que se derrumbaba rápidamente por temor a perderla.

Once…

Estaba a mitad de camino ahora. Parecía durar una eternidad. Su


única esperanza de vivir con Chloe estaba en manos de alguien más que la
alcanzaría pronto. Sálvala, Nero. Alguien más salvándola que no era él, sin
importar cuánto lo estaba matando. Sálvala, Amo.

Quince…

Los números parecían difuminarse, junto con las imágenes del


futuro que se suponía que debían tener juntos.

Diecinueve…
Chloe sentada sonriendo en el medio del jardín, rodeada de
hermosas flores.

Veinte…

Su mano recorriendo su largo y sedoso cabello.

Veintiuno…

Durmiendo pacíficamente en la cama junto a él.

Veintidós…

Besándola debajo de la pérgola mientras llevaba un vestido blanco.

Veintitrés…

Cuando pateó la puerta frente a él, se abrió con un portazo,


presentando el largo pasillo. Estoy cerca, cariño.

La adrenalina que aún corría por sus venas llevándolo al final del
pasillo, abriendo la puerta rota a la casa de Nero y subiendo corriendo las
escaleras, rezando al Dios que no creía que existía, que todavía estuviera
viva.

Al llegar a los escalones superiores, vio a Chloe en el baño y una


oleada de alivio recorrió su cuerpo. Lucca encontró paz completa y
absoluta en ese milisegundo. Sabiendo que su corazón aún latía, su ritmo
se hizo más fuerte.

El miedo a perderla ahora fue reemplazado por una retribución


cuando vio a Vincent encima de un hombre al que estaba golpeando hasta
la muerte.

Agarrando la camisa de Vincent, lo quitó del hombre que estaba a


punto de asesinar.

—No te atrevas a matar a ese cabrón.

Tomando al hombre en el suelo, lo estudió, tratando de descubrir


quién era y qué estaba haciendo allí. Sus entrañas tenían una extraña
sensación de que ya lo sabía.

Sal subió las escaleras entonces, llevando un bate y después de


haber sido notificado por las cámaras de seguridad.
—Mierda, hombre. Derribó a Al. Deberían estar limpiándolo, no...
—Rápidamente cerró la boca una vez que vio a las chicas.

Tomando el bate de él, Lucca lo agarró, dándose cuenta de que


tenía un amigo como él.

—Gracias, Sal.

Levantando el bate por encima de su cabeza, lo bajó sobre la


pierna del hombre.

El hermoso sonido de huesos rompiéndose llenó el espacio.

Vincent gritó—¡Basta! —sobre el sonido mientras las chicas se


cubrían las orejas con las manos.

Sin embargo, Lucca no estaba cerca de terminar, dejando que la


oscuridad tuviera lo que quería, rompiendo el bate en la otra pierna.

Comenzando a levantar el bate para un golpe final, Amo gritó —


¡Mierda! ¡Es suficiente! —lo que lo hizo detenerse con el bate levantado
hacia atrás.

Siguiendo su voz hacia el baño, sus ojos se posaron en Chloe, que


estaba sentada en la bañera. Inmóvil, casi catatónica, mirándolo a los ojos.
El miedo por él era evidente en sus profundidades grises.

Chloe aún no lo había visto de esta manera. No había visto de lo


que era capaz, la verdadera oscuridad en él.

Agarrando el bate con más fuerza, sus nudillos se volvieron


blancos.

Este era su momento, cuando podía esconder su verdadera


naturaleza o presentársela; mostrarle lo que estaba por venir y el tipo de
hombre con el que realmente estaría.

Su decisión se tomó en una fracción de segundo mientras golpeaba


el bate contra el cuerpo destrozado por última vez, mirándole a los ojos y
su expresión mientras lo hacía, sin apartar los ojos de los de ella.

Ella no se había estremecido, movido o cambiado su expresión,


diciéndole que había sido testigo de una brutalidad de esa naturaleza
antes.
Soltando el bate, respiró hondo, el olor a sangre lo calmó.

Se echó hacia atrás el cabello que le había caído alrededor del


rostro y una sonrisa se dibujó en sus labios. La oscuridad estaba saciada.

—Ahora, ya es jodidamente suficiente.

Sin embargo, todo se vino abajo cuando Amo envolvió su chaqueta


alrededor de los hombros de Chloe y dijo:

—Vamos a llevarte a casa.

La oscuridad que se había asentado llegó rugiendo de regreso


cuando ella sostuvo firmemente la chaqueta de Amo.

Verla ser consolada por otro hombre se lo comía. Ver que una
chaqueta que no era la suya la envolvía, cuando se aferró a ella, lo aplastó.
La chica a la que amaba tan profundo estando asustada incluso para
pasarlo era desgarradora.

Ella no tenía la menor idea del dolor que estaba atravesando, del
verdadero miedo que sentía de perderla o del amor que sentía por ella.

Al ver pasar a la bella y rota chica sin saber nada de eso, mientras
caminaba con Amo, lentamente comenzó a matarlo por dentro.
Capítulo 34

Permitiendo que monstruos como él vaguen por


esta tierra

En la Actualidad
Chloe se sentó nerviosamente en su cama con sus cosas
empacadas, como cuando había llegado allí. ¿A dónde me está llevando?

Hubo un rápido golpe en la puerta antes de que se abriera y


entrara Drago.

—¿Todo empacado?

Asintió nerviosamente.

—¿A dónde voy?

—Te mudas a la habitación de Lucca. —No había ni un gramo de


simpatía en su voz.

—¿A-ah s-sí? —Eso era lo último que había esperado, y la


asustaba más que cualquier cosa que se le ocurriera.

—Sip. Vamos —le dijo, recogiendo sus maletas.

Más nerviosa que nunca, se levantó temblorosa de la cama


siguiéndolo detrás mientras se dirigía al pasillo. Deteniéndose, se
confundió cuando él no fue a la habitación frente a la de ella y en su lugar
comenzó a dirigirse hacia la escalera.

—¿A d-dónde vas?


Drago se detuvo, girándose para ver que estaba de pie frente a la
puerta opuesta a la de ella.

—Te lo dije. La habitación de Lucca.

No entendió mientras continuaba mirando la puerta por la que


había visto a Lucca entrar y salir cada mañana y cada noche durante el
mes pasado.

—Pensé que esta era su habitación.

Drago dejó sus maletas antes de caminar hacia la puerta y abrirla.


Encendió la luz y la dejó ver dentro de la habitación.

Sus cejas lentamente se juntaron confundidas mientras entraba a


la habitación. Era agradable, pero se sentía un poco joven, y nada en
absoluto como Lucca. Esta no es...

—Esta no es su habitación, ¿verdad?

—No, es de Leo. Lucca comenzó a dormir aquí poco después de


que llegaste aquí.

Chloe se mordió el labio.

—¿Lo hizo?

—Sí. —Apagó la luz, una señal no tan sutil de que era hora de irse.

Unió las manos comenzando a retorcerlas mientras dejaba que la


información ingresara. Luego siguió a Drago de nuevo, esta vez a la
verdadera habitación de Lucca, pasando los escalones yendo hacia la otra
ala de la casa.

Finalmente, Drago abrió la puerta al final del pasillo, permitiéndole


entrar primero.

Esta habitación definitivamente se parecía más a Lucca. Era


enorme y oscuramente iluminada, con madera oscura y colores oscuros.
Parecía y olía casi a tierra, varonil, y a Chloe le pareció agradable.

—Lucca llegará más tarde. —Colocando sus cosas en el medio de


la habitación, Drago se dio vuelta para irse.

—¿D-Drago...?
—¿Sí? —Se detuvo, volteándose.

—Gracias por decírmelo. —Sabía que probablemente no era su


lugar para contarle sobre Lucca durmiendo en la habitación de Leo, ya que
Lucca parecía un hombre muy privado en lo que concernía a sus hombres,
pero lo apreciaba de todos modos.

Drago asintió brevemente antes de irse, cerrando la puerta detrás


de él.

Tomando una respiración temblorosa mientras miraba alrededor


de la habitación oscura, se contuvo por el mero hecho de estar en el
espacio más íntimo del Coco. No podía evitar preguntarse en qué momento
su camino la había llevado hasta allí, o si este no era su camino correcto y
había sido robada del suyo para caminar por otro.

Las cadenas que custodiaban su cuerpo y mente se aferraron aún


más.

***

Lucca esperó a que se calmara antes de dejar su oficina. Tenía que


dejar que la oscuridad se tranquilizara lo suficiente antes de que pudiera
estar cerca de Chloe otra vez. Sin embargo, no estaba del todo seguro de lo
que tenía que calmarse más: de finalmente besarla, o de Amo finalmente
viendo que no era el hombre para ella. Ambos habían traído la oscuridad
por igual.

Dirigiéndose hacia su habitación, pasó junto a Drago por el


camino.

—Llevé sus cosas a tu habitación. Chloe te está esperando allí.

—Gracias. —Asintió y luego se detuvo—. Hay algo que quería


preguntarte.

Drago hizo una pausa, girándose para mirarlo.

—¿Rompiste la mano de Amo con la esperanza de que pensara que


eso era suficiente castigo? —Lucca estudió su rostro, viendo un ligero
cambio en su comportamiento estoico, que le dijo que había tenido razón
al pensar eso. Drago sabía que Lucca no lo dejaría irse sin dolor físico.
—No volverá a suceder —le dijo Drago con firmeza.

—Gracias por hacerlo por mí —dijo Lucca por encima de su


hombro mientras continuaba hacia su habitación, satisfecho con la
respuesta de Drago.

—¿Por qué? —preguntó Drago confundido.

Lucca sonrió.

—Porque ahora puedo decirle a Chloe que fuiste tú quien lo


lastimó.

—Maldito idiota —murmuró Drago en voz baja.

Chloe estaba sentada sola en el borde de la cama de Lucca,


esperando nerviosamente y sin saber qué más hacer. La apertura de la
puerta hizo que pusiera recta la espalda esperando que su espera llegara a
su fin.

Cuando vio que de hecho venía Lucca, su espalda de alguna


manera se enderezó aún más.

—¿No desempacaste? —preguntó cuándo vio sus bolsas en el


suelo, intactas.

Mirando las manos en su regazo, comenzó a retorcerlas, queriendo


raspar su piel.

—N-No. No sabía dónde ponerlos.

De repente, sus manos aparecieron sobre las suyas, deteniéndola


del daño que quería infligirse.

—Has sido buena sobre no hacer esto todo el mes. ¿Es por él, o
porque te mude aquí?

Mordiéndose el labio, quería culparlo de tener que dormir allí con


él, pero sinceramente, había comenzado a retorcerse las manos cuando
Amo había venido por ella.

—¿Lo lastimaste? —susurró.

—Drago le rompió la mano…


—¡Lo hizo! —exclamó más de lo que preguntó, sus ojos se clavaron
en los suyos.

Le dio un apretón en la mano.

—Sí. Sin embargo, su mano sanará. Estará bien.

—No fue muy amable de su parte. —Chloe se relajó un poco.


Suponía que lo había lastimado mucho más que Drago. Le rompí el
corazón... otra vez.

Una sonrisa tiró de los labios de Lucca.

—Tendrás que decirle eso, cariño.

—Lo pensaré. —Drago todavía la asustaba de vez en cuando.

Las manos que cubrían las de ella ahora se movían en un ligero


movimiento suave sobre sus palmas.

—Gracias por dejarlo ir —le dijo.

—De nada. —Manteniendo una mano en sus manos, levantó la


otra para deslizar su cabello detrás de su oreja para que no pudiera
esconder su rostro de él—. Sabes, si hace algo como lo que hizo de nuevo,
no habrá salvación —le advirtió, prometiéndole que no podría ayudarlo la
próxima vez.

Tragando saliva, apenas pudo pronunciar las palabras:

—Lo sé.

Estaba haciendo muy obvio lo posesivo y protector que era con


ella. Una parte de ella lo apreciaba secretamente, lo necesitaba después de
todo lo que había pasado, sin tener que preocuparse de ser tocada por
nadie más que él.

Amo era el único que le preocupaba que la protección de Lucca le


doliera.

Buscando en su bolsillo, Lucca sacó su teléfono celular,


colocándolo en su palma abierta.

Mirándolo, no podía creerlo.

—¿M-me lo devuelves? ¿Por qué?


—Porque quiero que sepas que confío en ti tanto como confías en
mí, cariño. —Inclinándose, le dio un beso en la parte superior de la
cicatriz—. Y estoy cansado de fingir ser tú cada vez que Elle envía
mensajes de texto.

Chloe se rió, tratando de imaginarlo enviando mensajes de texto a


Elle como ella.

—Estoy segura de que me divertiré leyendo los textos que le


enviaste.

—Bueno, acabo de usar un montón de emojis, de verdad. —Se rió


con ella, girando un pedazo de su cabello alrededor de su dedo—.
Asegúrate de usar el corazón negro. Lo usé mucho.

—¿Por qué el corazón negro?

Tiró del mechón juguetonamente.

—Parecía uno que te gustaría.

Sonriendo, finalmente comenzó a relajarse por completo.

Él soltó su cabello, dejándolo caer sobre su pecho.

—Ve y prepárate para la cama, cariño. Puedes desempacar tus


cosas mañana.

Volviendo a tensarse, se levantó de la cama y fue a sus bolsos,


sacando rápidamente las cosas que necesitaba. Estaba agradecida de que
su pijama de lana más gruesa estuviera limpia. También le cubría todo el
cuerpo, por lo que estaba más agradecida.

Sus nervios estaban recibiendo lo mejor de ella cuando se fue a su


baño y comenzó a prepararse para la cama. Le gustaban sus duchas en la
mañana, así que se encontró deseando que todo estuviera bien con él, ya
que estaba durmiendo en su cama.

Una vez que estuvo lista y terminó el baño, se encontró mirando a


la puerta, con los nervios en todo el cuerpo, asustada de dormir al lado del
Coco.

Va a estar bien. No me hará daño. Se seguía repitiendo esas


palabras en su cabeza, tratando de reunir el valor suficiente para abrir la
puerta.
Cuando empujó lo suficiente y había reunido un poco de coraje,
abrió la puerta del baño.

Cuando salió del baño y entró en la habitación oscura, el alivio la


invadió, más que agradecida cuando notó que Lucca ya estaba
profundamente dormido en su lado de la cama. Luego se encontró mirando
al dormido e inquietante hombre por unos momentos, viendo que llevaba
su camiseta negra normal; las sábanas solo llegaban a sus caderas
mientras dormía de espaldas, pensando en lo hermoso que se veía, incluso
en su dormir.

Lucca era un hombre guapo. Siempre pensó que eso era lo que lo
hacía tan mortal.

Silenciosa y cuidadosamente, fue al otro lado de la cama y se


arrastró muy lentamente. Tenía tanto miedo de despertarlo mientras
gentilmente tiraba de las sábanas sobre ella. Luego se colocó lo más lejos
posible de Lucca, aferrándose al borde de la cama.

Definitivamente se sentía incómoda al estar en su cama, con él a


solo un pie de distancia, e incluso fue doloroso al principio cuando trató de
acomodarse en una cama en la que no había dormido antes. Sin embargo,
exhalando profundamente, finalmente pudo relajarse. Y cuando acurrucó
las mantas a su alrededor con más fuerza, el olor de la habitación la
consoló, encontró un consuelo... tranquilizador para su alma...

***

Cuando estuvo seguro de que Chloe se había quedado dormida, se


giró de costado para mirar su espalda y vio su largo y sedoso cabello negro
extendido sobre su almohada. Le encantaba todo lo relacionado con su
cabello: el color, la sensación, el olor. Amaba la forma en que se veía
ahora. Y le encantaba la forma en que ella lucia en su cama.

Extendió la mano y comenzó a recoger un rizo solitario del extremo


de su cabello, cuando un gemido lo hizo detenerse. Entonces otro gemido
escapó de ella.

Las pesadillas llegaban.


Justo cuando comenzaron los gritos, Lucca se acercó a su
tembloroso cuerpo. Solo podía esperar que lo que estaba a punto de hacer
hiciera desaparecer las pesadillas sin despertarla.

La atrajo hacia él y la envolvió en sus brazos, abrazándola


fuertemente, incapaz de soportar su dolor por más tiempo. Y
milagrosamente, los gritos volvieron a los gemidos y su temblor disminuyó,
hasta que ambos desaparecieron... junto con su pesadilla.

Lucca había dejado la fe católica después del fallecimiento de su


madre, sabiendo que no había forma de que Dios pudiese existir si podía
llevarse a un ser humano tan puro como su madre mientras permitía que
monstruos como él vagaran por esta tierra. Muchas noches, incluso
cuestionaba su propia existencia, preguntándose por qué no había sido él
en lugar de ella.

Al abrazar a Chloe, ahora le resultaba difícil pensar que Dios no


pudiera existir. No había forma de que Chloe pudiera existir si Dios no lo
hacía. Ella se hizo de forma especial... fue Hecha para él.

La pregunta de por qué su madre había sido tomada y no él,


finalmente había sido respondida.

Estaba aquí en esta tierra por ella. Para salvarla.


Capítulo 35

Solo ser tocada por Lucca

Reclinándose en su silla se sintió al borde de la locura. Se había


acostumbrado a saber siempre dónde estaba cuando quería ver su
creación. Pero ahora, había pasado más de un mes desde la última vez que
la había visto. Escapando de él dos veces.

Su obsesión con ella había crecido a lo largo de los años,


volviéndose poco saludable. Incluso él lo sabía. Hasta el punto en que sus
recuerdos de ella no eran suficientes, y estaba listo para los nuevos.

Había estado tan cerca de hacer nuevos recuerdos con ella,


también, pero le habían negado todas las veces.

—Lucifer... —Sus dos hombres más competentes entraron a la


habitación—. Creemos que podemos haberla encontrado.

La desolación que había sentido fue inmediatamente reemplazada


por la esperanza.

Poniéndose de pie, estaba ansioso por recuperar a la chica que


había marcado años atrás.

—¿Dónde?

El más valiente aclaró su garganta.

—No te va a gustar.

La esperanza fue reemplazada por la furia.

—¡Dónde!

—Creemos que está en la casa de Caruso.


Sus ojos negros brillaron, el fuego encendido en su sangre.

—¿Estás seguro de esto?

—No hay forma de saberlo con certeza hasta que lleguemos a la


casa, pero esta noche nos llevó allí su amigo, el soldado Amo. Habíamos
sospechado que estaba allí, y su llegada y salida fueron alarmantes,
confirmando nuestras sospechas.

Volviendo a sentarse en su silla, Lucifer tenía sus propias


sospechas sobre los Caruso, el anillo que Lucca le había mostrado casi
confirmándolo, pero confiaba en que su hombre no se hubiera convertido
en una rata.

Estoy tratando de encontrar al dueño de mi nuevo perro.

Una sonrisa malvada apareció en su rostro.

—Prepárense para la guerra.

Voy por ti, pequeña niña...

Chloe se estremeció cuando bajó los escalones a la mañana


siguiente. Se sentía como si hubiera dormido bien... hasta el final, cuando
una pesadilla que no podía sacudir la despertó. Había sido más fuerte de
lo normal, creando una sensación de hundimiento en sus entrañas. Algo
simplemente no se sentía bien. El diablo parecía demasiado real...

Sosteniéndose, la sacudida solo empeoró.

—¿Estás bien? —preguntó Drago con preocupación cuando entró


en la sala de estar.

Se encontró mirando alrededor de la habitación.

—S-sí, yo-yo…

—Está en su oficina. —Drago parecía más preocupado ahora—.


¿Por qué no vas allí? No le importará.

Su mente y su cuerpo siguieron el camino hacia la oficina de


Lucca, necesitando su presencia.
Golpeando levemente la puerta, escuchó un “Adelante” un segundo
después. Luego abrió la puerta y vio a Lucca sentado detrás de su
escritorio, fumando un cigarrillo. Fue entonces cuando se soltó un poco,
preguntándose cómo había llegado hasta allí.

Lucca pareció sorprendido de verla cuando levantó la vista de su


trabajo. Rápidamente apagó su cigarrillo, luego trató de espantar el humo
con sus manos, haciendo que se disipara más rápido.

—¿Cariño?

—L-lo siento, te molesté. —Se volvió bruscamente para marcharse.

—Chloe. —Su voz era dominante, deteniéndola en su lugar—. Ven


a mí.

Girando de regreso, se mantuvo más apretada mientras lo


obedecía, moviéndose alrededor del escritorio para pararse a su lado.

Al estudiarla, se preocupó.

—¿Qué pasa?

—Y-yo n-no lo sé —confesó nerviosamente. Era imposible de


explicar. La pesadilla no había sido como las otras.

—Cariño... —Su rostro se suavizó. Tomándole la mano, la acercó


más, diciéndole en su tono dominante—: Ven aquí. Siéntate conmigo.

Su cuerpo cayó sobre su regazo, sin saber si ansiaba su toque o si


era porque él le había dado una orden. Todo era muy extraño para ella:
tratar de lidiar con esta nueva versión de sí misma que solo podía ser
tocada por Lucca.

Lucca la giró hacia un lado en su regazo para poder descansar su


cabeza sobre su pecho. Apoyó una mano en su espalda mientras apoyaba
su otra mano en su muslo.

Era la primera vez que un hombre la sostenía. Se sintió rígida al


principio, pero su cuerpo no la dejó por mucho tiempo, necesitando su
abrazo para calmar las pesadillas. Podía sentir que se derretía en él cuanto
más tiempo permanecía allí sentada.

—¿Fue una pesadilla? —Su voz era tranquila, suave, pero fuerte.
Al igual que su toque.
Voy por ti, pequeña niña...

Solo pudo asentir, recordando lo que el diablo le había dicho en su


sueño.

Lucca retiró la mano de su muslo y le tocó el rostro con las yemas


de los dedos, donde trazó levemente su cicatriz.

—¿Fue por el hombre que te hizo esto?

No había más de pretender que fue rescatada de un accidente


automovilístico, no de Lucca. Lo supo en el momento en que la vio por
primera vez que habían sido causados por un cuchillo.

—S-Sí.

—Las cicatrices en tu rostro no son las únicas que te dio, ¿verdad?

Un escalofrío que recorrió su cuerpo la hizo mirarlo, mirando sus


inquietantes ojos azul verdoso. Meneó lentamente la cabeza.

Lo había insinuado que él lo sabía en su segunda reunión cuando


había estado usando mangas largas en el verano, pero nunca lo había
confirmado. O tal vez lo hice.

—Muéstrame —ordenó.

Mordiéndose el labio y con las manos temblorosas, empujó su


manga derecha lentamente y luego su manga izquierda todo lo que pudo,
revelando varias cicatrices en cada brazo. Sus marcas se extendían desde
la derecha sobre su muñeca hasta la parte superior de sus hombros.

No le había mostrado a nadie más que a Elle. Y nadie había


sospechado que tuviera más cicatrices que las que marcaban su rostro.

Tomando su tiempo, Lucca tocó cada cicatriz revelada en sus


brazos, trazando, estudiando cuán gruesas eran y qué tan profundo debía
haber ido el bastardo basándose en cuán alto se elevaban. Cada marca
casi brillaba contra su piel pálida.

—¿Son todas ellas? —preguntó con un atisbo de duda en su voz,


pareciendo saber que no era así.

Tragó saliva. No me hagas decírtelo.

—Dime dónde están las demás.


—¿M-me vas a hacer que te enseñe?

—Hoy no, no lo haré —le aseguró, aun tocando suavemente cada


cicatriz.

Susurró el lugar que ni siquiera Elle conocía:

—M-mi e-estómago.

Él no respondió, siguió mirando, tocando y memorizando las


cicatrices en sus brazos antes de jalar las mangas de su suéter para cubrir
sus fríos brazos.

—S-Son horribles, ¿verdad? —preguntó mientras confesaba cómo


se había sentido acerca de ellas desde que se miró al espejo por primera
vez.

Lucca le agarró el rostro, obligándola a mirarlo.

—Nunca jamás vuelvas a decir esas palabras. ¿Lo entiendes?

Trató de asentir con la cabeza en su agarre.

—S-Sí.

Soltando su agarre, movió un dedo hacia sus labios carnosos,


acariciando la cicatriz que todavía no había tocado y que se extendía unos
centímetros por encima de sus labios.

—Tú y tus cicatrices son las cosas más bellas que he visto.

Su respiración se detuvo cuando acercó su rostro al de ella


mientras movía el dedo de sus labios para posicionarla para tomarla.

—Nunca creas que no lo son —susurró él, su aliento burlándose


de sus labios.

Cerró los ojos cuando presionó sus labios contra los de ella.

Este beso fue más lento que el primero y no tan exigente. Solo él
saboreando tranquilamente su labio inferior.

La última vez había probado la menta fresca. Esta vez, todavía


podía saborear la menta fresca, pero su cigarrillo despedía un aspecto
ahumado. Los dos sabores opuestos se mezclaron, saboreando el fuego y el
hielo y haciendo que le hormiguearan los labios y el cuerpo.
Lucca mordiéndole el labio inferior provocó que un ruido de placer
escapara de su garganta, como lo había hecho la última vez. Él sonrió
contra sus labios antes de suavizar su lengua por la presión que había
causado, calmándola solo por un momento antes de alejarse.

—Creo que te gusta que te muerda, cariño.

Un rubor apareció en sus mejillas cuando se sonrojó ante sus


palabras y la traición de su cuerpo.

—No es algo malo. —Sonrió antes de besar suavemente sus labios.

Su vientre se volvió cálido por el beso rápido. Era dulce, algo a lo


que no estaba acostumbrada desde el hombre posesivo.

Inconscientemente lamiendo sus labios, notó que todavía sabía a


él, la menta con un toque de humo. Demostrando exactamente cómo olía
él.

Eso la hizo preguntar:

—¿Por qué apagaste tu cigarrillo cuando entré? —Entonces se dio


cuenta de que últimamente no había olido a humo sobre él, lo que la
sorprendió.

—Porque no me gusta fumar a tu alrededor si no estamos afuera.

—No me molesta —le dijo, sin querer que no fumara en su


presencia. El olor extrañamente nunca le había molestado.

—Lo sé, cariño, pero no quiero que lo inhales —le dijo, lo que tenía
que ver con su salud y no con el hecho de que no le gustara.

Pensando más en ello, esta era la única habitación en la casa


donde podía oler el humo.

Unió las manos cuando su mano se movió más arriba por la parte
exterior de su muslo.

—¿E-Esta la única habitación en la que fumas?

Sus ojos no se apartaron de su rostro mientras miraba sus manos.

—Ahora lo es, sí. Tengo que poder fumar mientras estoy


trabajando.
—¿Ahora lo es? —cuestionó.

—Dejé de fumar en todas partes en la casa una vez que supe que
vendrías aquí.

—Oh. —Chloe realmente no sabía qué pensar de eso. Parecía que


había hecho muchas cosas por ella desde que la conoció. Creo que nunca
sabré todo lo que ha hecho.

—¿Qué es? —le preguntó, girando un mechón de su cabello entre


sus dedos.

—¿C-Cómo comenzaste a dormir en la habitación de Leo? —Tenía


la sensación de que sabía por qué, y también pensó que sabía cuándo.

Él giró y luego desenrolló su mechón de cabello antes de responder


con tristeza en su voz:

—La primera vez que tuviste tu pesadilla me tomó demasiado


tiempo llegar hasta ti. Empecé a dormir en la habitación de Leo después de
eso porque, no importaba lo rápido que corriera, todavía me llevaba
demasiado tiempo llegar hasta ti.

Una pequeña parte del corazón de Chloe se rompió al escucharlo


decir esas palabras. Podía sentir el dolor detrás de ellas, como si hubiera
más de lo que sabía o incluso podía entender.

Quería que él supiera algo, algo que había sido difícil para ella
admitir al principio.

—T-Tú has ayudado a aliviar las pesadillas.

Lucca detuvo el movimiento de girar su cabello mientras se


enfocaba en sus ojos.

—¿En serio?

—S-Sí. Me di cuenta de que, cuando estás cerca, parecen


desaparecer.

—Estoy feliz de escucharlo, cariño. —Comenzando el movimiento


de girar su cabello otra vez, preguntó—: ¿Te sientes mejor ahora?

Ella asintió.
A pesar de que una parte de ella todavía sentía que era extraño
que lo sostuviera, su cuerpo y su mente se sentían inmensamente mejores
estando a su alrededor. Algo sobre Lucca llamaba a su cuerpo. Lo
necesitaba, lo anhelaba, y solo se había amplificado después de la horrible
pesadilla.

—¿Te gustaría que me tomara el día libre? Podría ir a hacernos


algo para comer, y luego podríamos ver una película si quisieras. —Hizo
una pausa por un momento—. O podría llamar a Maria y pedirle que
venga.

Sonriéndole, sintió aprecio de que hiciera eso por ella, aunque


todavía no estaba contenta con su hermana.

—Eso depende. ¿Qué me prepararías para comer?

Le devolvió la sonrisa, contento de que eligiera pasar el día con él.

—Lo que quieras, cariño.

Ni siquiera tuvo que pensar en eso.

—Panqueques de chocolate.

—Entonces, panqueques de chocolate.

Al levantarse de su regazo, vio algo de oro destellar por el rabillo


del ojo. Tenía que mirar su escritorio para ver qué era. Y cuando lo hizo,
su rostro sonriente se transformó lentamente en una expresión de miedo
cuando extendió la mano, queriendo ver si era real o si se lo estaba
imaginando.

En el momento en que su dedo tocó el anillo, supo que no era solo


una ilusión, y su boca se abrió para gritar, pero no salió nada.

Voy por ti, pequeña niña...

Lucca le tocó el hombro, la preocupación volvió a su voz.

—¿Cariño?

Te he extrañado.

Cuando siguió mirando el anillo, él la giró para mirarlo. Luego,


sosteniendo sus dos hombros, la sacudió ligeramente.
—Chloe. ¡Chloe!

Mirando a Lucca ahora, la voz del diablo desapareció y comenzó a


descongelarse. Ahora estaba tratando desesperadamente de alejarse de él,
de su toque. Haciendo su mejor esfuerzo para luchar contra él.

—¡Basta! —ordenó Lucca—. Dime que está mal.

—¿Por qué lo tienes? —gritó—. ¿Por qué tienes el anillo? —Las


lágrimas fantasmales intentaron caer por su rostro mientras luchaba
contra él, no queriendo creer que podría haber tenido algo que ver con lo
que le había sucedido.

—Se lo quité al hombre quien irrum…

—¡Estás mintiendo! —gritó, todavía sin lágrimas, aunque deseaban


desesperadamente estar allí. Explicaba cómo sabía todo sobre ella.

Tirando de ella hacia él, sostuvo su cuerpo con un brazo mientras


agarraba su rostro con su mano libre, haciéndola mirarla a los ojos.

—Mírame. —Su voz se volvió melódica y fuerte—. No te miento.


Nunca te mentiría.

Cerrando los ojos, dejó que la abrazara completamente ahora


mientras apretaba el rostro contra su pecho.

No tenía que ver la verdad; su corazón podía sentirlo, sabiendo que


no podría haber estado involucrado. Era la pequeña niña asustada que
había estado viviendo en ella durante casi cuatro años y que necesitaba el
consuelo. La niña asustada que había gritado a alguien como Lucca que la
salvara esa noche... solo para que no viniera nadie. La niña asustada que
ahora tenía a su salvador y estaba petrificada por siquiera pensar en
perderlo.
Capítulo 36

Cuando tomó la vista del otro

Lucca arrastró el cuerpo, llevándolo a la tubería de acero que


estaba en la esquina trasera de la habitación.

—¿Dddonde eestoy?

El hijo de puta no estaba muerto, pero estaba jodidamente cerca de


estarlo.

El sonido de cadenas de metal resonó en la oscura y fría habitación


de concreto.

—¿QQué estás haciendo? —gritó, tratando de levantar su cuerpo sin


éxito.

Un chasquido fuerte seguido de algo que cerrándose en su lugar


silenció la habitación.

Mirando al hombre roto que se había desmayado, Lucca dio un tirón


a la cadena que bloqueó su tobillo a la tubería.

—¡OWWWW! ¿Qué quieres de mí? —Más lágrimas cayeron de sus


ojos.

—¿A quién estabas buscando?

—NNo lo sé.

Otro tirón de la cadena tiró de su pierna destrozada, haciéndolo


gemir de dolor.

—¿A quién estabas buscando?

—¡NNo lo sé!
Lucca se puso en cuclillas al lado del hombre, notando un anillo de
oro en su dedo. Sacando su cuchillo, agarró la mano del hombre y luego
abrió sus dedos antes de colocar la navaja justo debajo de su anillo.

—Ahora…

El hombre comenzó a repetir:

—Por favor, no.

—…dime a quién estabas buscando en el penthouse.

—¡NNo puedo decírtelo!

Lucca cortó el dedo, cortando profundamente.

—¡Cccicatrices! —gritó el hombre, y Lucca se detuvo de inmediato,


aliviando al hombre de su dolor—. La chica con las cccicatrices.

Lucca lo miró fijamente.

—¿Es todo?

—Sí. —Respiró agradecido.

—Desafortunadamente… —Cortó en el dedo una vez más—, viniste


detrás de lo que es mío.

Ahora que estaba cortando el hueso, los gritos que llenaban el aire
se hicieron más fuertes... hasta que el hombre perdió el conocimiento.

Sacando el anillo del dedo ahora cortado, Lucca limpió la sangre,


revelando el diamante que rodeaba la herradura...

Mirando el anillo de herradura, Lucca lo guardó en su bolsillo para


mirar al frágil y desnutrido italiano que ya no se parecía a él. Su cabello y
barba estaban enmarañados y largos; quemaduras, cicatrices y moretones
acribillaban su cuerpo; y la mayoría de sus dientes habían sido removidos,
junto con todas las uñas en los dedos de sus pies y nueve dedos.

Lucca acechó hacia el hombre encadenado en la esquina.

—Me mentiste. Dijiste que no estuviste allí esa noche.


Negando con la cabeza, el hombre trató de llegar a la esquina tanto
como pudo.

—No, no, no, señor Caruso, señor.

—Ella recordó tu anillo —advirtió.

Su rostro se transformó en puro terror, sus manos se unieron en


oración.

—Pppuedo explllicarlo, señor. Pppor favor, déjeme explicarle.

Sacando un cigarrillo, Lucca lo sostuvo entre sus labios mientras


sacaba su encendedor y dejaba que el brillo quemara el final.

—Continua.

—La pppprimera noche en que me dijo que era suya, si le dijera


que estuve allí la noche en que recibió sus cicatrices, me hubiera matado.
Entoncessss no habría sido bueno para usted, señor. Lo hice por usteeed,
señor.

Lucca sostuvo el cigarrillo entre sus labios mientras extendía la


mano y agarraba la cadena, tirando de ella con todas sus fuerzas y
trayendo a su cautivo hacia él, aplastándolo como un panqueque.

El hombre golpeó su cabeza con fuerza en el concreto, incapaz de


mover su cuerpo frágil y atormentado.

En cuclillas junto a la cabeza del hombre, Lucca abrió su ojo


derecho, sin dejarlo parpadear, mientras se sacaba el cigarrillo de la boca
con la otra mano y pasaba el extremo encendido por el globo ocular.

—¿Me mentiste sobre cualquier otra cosa? —exigió.

El hombre débil intentó moverse pero no pudo.

—¡NOOO! ¡Lo juro!

—Correcto… —Lucca acercó el palo ardiente al ojo que mantenía


abierto con tanta fuerza que parecía a punto de explotar en cualquier
momento—, te habría matado.

Empujando el cigarrillo hacia abajo, lo estrelló contra la pupila del


hombre hasta que ya no quemó, usando su ojo como un cenicero.
Solo Lucca y los muros de concreto fueron testigos de cómo
sonaron los gritos de un hombre cuando se quedó ciego de un ojo. Y luego
de otra vez, unos momentos después... cuando quitó la vista del otro.
Capítulo 37

Esta vez se sentía diferente, más… terminal

Chloe se sentó en la cama de Lucca, sosteniendo sus rodillas


contra su pecho y balanceándose hacia adelante y atrás. El nudo en su
estómago solo había crecido desde su pesadilla esta mañana, poniéndola
enferma. El aire a su alrededor se sentía pesado, haciéndola sentirse
sofocada. Podía sentir algo viniendo. Algo muy malo estaba por suceder, y
temía que su destino fuera fatal esta vez.

El anillo de la herradura, junto con los siniestros ojos negros del


diablo, no dejaban su mente.

Viene a por mí… lo prometió.

Drago fue alertado de una presencia en los monitores de seguridad.


Un auto estaba estacionándose en la calzada. Tenía una señal en lo alto
del vehículo, mostrando que era un repartidor de comida. No había
ordenado nada, así que rápidamente llamó a Lucca a ver si él lo había
hecho. Sin embargo, la llamada fue directo al buzón de voz, su señal
mayormente bloqueada por donde estaba.

Cuando el auto se detuvo en frente de la casa y un hombre en


uniforme salió con un bolso de pizza, imaginó que Lucca la había ordenado
para alimentar a Chloe dado no había comido nada y él probablemente
estaría fuera por un tiempo.

Poniéndose de pie, se dirigió hacia la puerta y llegó a esta justo


mientras el repartidor tocaba.
Abrió apenas la puerta con su mano y su pistola en su espalda
baja, viendo al hombre uniformado sosteniendo la bolsa de pizza.

—Reparto para Lucca Caruso.

Drago asintió y luego retiró su mano de su pistola, abriendo más la


puerta.

El repartidor colocó su mano dentro de la bolsa…

POP.

Cuando el disparo sonó a través de la bolsa, Drago se dio cuenta de


su grave error.

Yendo hacia su pistola, tomó un paso hacia el hombre, cuando…

POP.

Ambos disparos le habían dado en el pecho antes de que su arma


estuviera a su lado.

Levantando la pistola, vio ahora que otros hombres habían salido


del auto, todos sosteniendo armas.

POP.

Jaló el gatillo, pero su puntería no fue buena mientras una bala se


enterraba profundamente en su propio brazo.

Sabiendo que no iba a lograrlo, su única esperanza era advertirle.

—¡Chloe, escóndete! —resonó su voz.

POP.

Rehusándose a rendirse, fue a golpear al hombre.

POP.

El cuerpo de Drago cayó al suelo mientras su mente comenzaba a


nublarse. Había fallado.

Lo siento… Chlo…
Cuando Chloe escuchó los fuertes ruidos, se sostuvo con más
fuerza.

—¡Chloe, escóndete! —escuchó el grito ahogado de Drago.

Se movió un milímetro antes de que una voz familiar le hable,


congelándola en su lugar.

Quédate quieta, pequeña niña…

Más disparos resonaron antes de que hubiera solo silencio.

…o solo dolerá peor.

Una lágrima cayó de su ojo. Una simple y real lágrima húmeda tocó
su mejilla.

La puerta lentamente se abrió y la figura de un hombre estaba en el


marco de la puerta. Se veía exactamente como hace cuatro años atrás,
como si hubiera salido de su pesadilla, sus ojos negros todavía brillando
con maldad.

Cerró sus ojos. Chloe, despierta y todo estará bien.

—Te he extrañado, pequeña niña.

Lucca salió del lugar en que tenía a su prisionero esperando que


sus pecados se lavaran una vez que el aire fresco lo golpeara, como
siempre lo hacía. Esta vez, sin embargo, no lo hicieron, y su corazón se
enterró profundamente mientras el sentimiento que él y Chloe compartían
comenzaba a agrietarse, diciéndole que algo terrible estaba sucediendo.

Sacando su celular del bolsillo, vio que tenía una llamada perdida
de Drago. Rápidamente, lo llamó de vuelta.

¡RESPONDE!

No hubo respuesta.
Ahora corriendo hacia su auto, llamó a Sal, quién respondió en la
primera llamada.

—¡Casa, ahora! —fue todo lo que dijo antes de colgar, lanzándose


en su Cadillac y encendiendo su auto.

Sal sería capaz de ver lo que estaba sucediendo en su


computadora. Sería capaz de ayudar y controlar la situación una vez que
estuviera cerca de la casa.

Lucca condujo a velocidades mortales. Estaba demasiado lejos de la


casa. Demasiado lejos de Chloe una vez más. Esta era ahora la tercera vez
que esta sensación miserable y desesperada tomaba control de su cuerpo.

Sin embargo, esta vez se sentía diferente, más… terminal.

Quédate conmigo Chloe. Por favor, no me dejes.

La había tenido ahora, la había probado, la había sentido.


Habiendo vivido incluso este corto periodo de tiempo con ella, sabía algo
con seguridad:

No seré capaz de vivir sin ti.


Capítulo 38

Presionar reproducir

El corazón de Lucca se rompió en un billón y un jodido pedazo en


el momento en que entró a su casa y vio el rostro hosco de Sal, junto con
la sangre cubriendo la entrada de la casa familiar. La oscuridad de
inmediato se elevó, demandando ir tras ella en ese segundo, pero Sal lo
calmó, diciéndole que necesitaba descubrir primero a dónde la habían
llevado, junto con crear un plan para rescatarla.

Lucca pidió ver las cintas de seguridad de exactamente qué había


sucedido, queriendo verlo por sí mismo en lugar de que se lo contaran.
Entonces vio cada parte de ello: Drago luchando mientras caía, y cómo
Chloe simplemente se quedó allí, jodidamente demasiado asustada para
moverse.

Estaba claro que solo era la culpa de una persona: Mía.

Tomó responsabilidad por todo: por no estar ahí para protegerla,


necesitando retribución después de la mirada de Chloe esta mañana y lo
que ella le había dicho. Había dicho que uno de los hombres de Lucifer, la
que la había sostenido, había usado el anillo mientras Lucifer había
marcado su cuerpo repetidamente.

Lucca la había consolado por un rato hasta que se calmó, mientras


la oscuridad solo había crecido dentro de él. Entonces, con miedo de que
la oscuridad volara en cualquier segundo y sin querer herirla o forzarla
hacia algo que no quería, se había ido. Había necesitado descargarse con
el mismo hombre que la había sostenido mientras había sido atormentada.

Se pasó los dedos a través de su cabello crecido que había


alcanzado su nuca, no podía entenderlo. Había sido tan cuidadoso…
Entonces se le ocurrió. Lo único que no había planeado. Amo…

La voz de Sal cortó sus pensamientos.

—Todavía están trabajando con Drago, pero dicen que no parece


que vaya a sobrevivir.

¡Mierda! Drago era uno de los mejores. Lucca lo necesitaba más que
nunca ahora mismo, pero en su lugar, estaba recostado ahí, muriéndose
en una jodida habitación de emergencia por la estupidez de Lucca.

—Hay algo más… —El lamento en la voz de Sal se volvió más


evidente—. Lucifer dejó esto.

Lucca miró fijamente el disco que su amigo sostenía hacia él.

—¿Qué es?

—Querrás verlo… a solas.

En el momento en que tomó el disco de las manos de Sal, la


sensación de hundimiento regresó. Sabía qué contenía el disco y que lo
cazaría por el resto de su vida.

Sal ya no era capaz de siquiera mirar a Lucca mientras se dirigía a


la puerta para darle privacidad, y le dijo:

—Solo lo vi unos cuantos minutos antes de tener que apagarlo.

Mirando el disco, Lucca lo colocó en la computadora, temblando.


Un sentimiento enfermizo llegó a su estómago, y su dedo vaciló sobre el
botón de reproducir.

Si ella sobrevivió a ello, puedo verlo.

Presionar reproducir significaba cambiar su vida para siempre…


Capítulo 39

A una viviente pesadilla

Hace cuatro años…


Golpe.

¿Qué fue eso? Mirando el reloj en su mesa de noche, Chloe vio que
sus padres no estarían en casa por otro par de horas. Todavía estaba
sacudida por la golpiza que Elle había tomado en la escuela, así que se dijo
que eso estaba manipulando su mente.

Apagando la lámpara, se acurrucó de vuelta en las sábanas, su


cerebro todavía lleno con las imágenes de Elle yaciendo en el pavimento,
hasta que se volvió a dormir.

Su sueño no duró mucho antes de que una mano cubriendo su


boca la despertara hacia una viviente pesadilla.

Luchó contra la figura oscura, pero no duró mucho. Una fuerza la


dejó inconsciente…

Su cuerpo fue lanzado contra una mesa y la despertó de golpe. Un


grito escapó de ella mientras vio hombres rodeándola en una habitación
desconocida.

Un viejo, alto y delgado hombre con cabello negro y ojos del mismo
color parecía ser el que estaba a cargo mientras dos de sus hombres le
sostenían los brazos y un tercero sus pies.
Un retorcido malvado de sus labios apareció antes de que ordenara:

—Quítenle la camisa.

—¡NO! —Chloe luchó incluso más fuerte contra los hombres, sus
lágrimas nublando su visión. Estaba entumecida por lo rápido que sus
lágrimas se habían formado antes de poder caer.

A pesar de sus mejores esfuerzos, los dos hombres que le estaban


sosteniendo los brazos, le rompieron la camisa, exponiendo su sujetador.

—¡Por favor, por favor! —rogó, rezando que la liberen mientras le


quitaban completamente la camisa.

Un destello de oro en uno de los dedos del hombre cruzó su visión


mientras le agarraba la camisa. Era un anillo de diamante de una enorme
herradura que sin duda nunca olvidaría.

El hombre que aparentemente era el líder se acercó a ella con una


daga, sus ojos escudriñándola. Se sentía tan pequeña en ese momento.
Asquerosa… sin valor… manchada mientras miraban su piel expuesta.

¿Por qué me está sucediendo esto?

La fría mesa de metal debajo de ella era un completo contraste a su


rostro quemando de lo que parecía llanto sin sentido.

—¡Por favor! ¡Deténganse! —Ninguna clase de patear o luchar se


comparaba a lo que parecía millones de manos sosteniéndola.

La risa del hombre malvado que sostenía el cuchillo llenó sus


orejas, burlándose:

—Quédate quieta, pequeña niña… —Acercó el cuchillo a su


rostro—, o solo dolerá peor.

Mirando sus anormalmente ojos grandes y negros, estaba segura


de estar mirando a los ojos del diablo.

La daga de plata se acercó cada vez más, hasta su ojo derecho,


hasta que solo estaba a meros centímetros de su pupila.

—No parpadees.
Una lágrima se acumuló en su ojo, haciéndolo incluso más difícil
mantener sus ojos abiertos. Su cuerpo comenzó a temblar. Iba a
parpadear.

—No parpadees, pequeña niña —le advirtió de nuevo.

La lágrima cayó, y sus ojos comenzaron a cerrarse… ¡Dios me


ayude!

Al segundo en que sus párpados se cerraron, sintió el cuchillo frío


atravesar su piel por encima de su ceja derecha. Se enterró profundamente
y de verdad, ocasionando un estridente sonido diferente a todo lo que
había gritado para llenar el aire a su alrededor.

El dolor solo creció mientras arrastraba la daga por su piel


lentamente, dolorosamente. Entonces liberó la presión en su piel, solo
para volverla a enterrar justo debajo de su ojo, y comenzar de nuevo.

Sus gritos estridentes llenaron el espacio una vez más. Sin


embargo, la lucha en ella estaba muriendo mientras comenzaba a
debilitarse.

Levantando el cuchillo, esta vez sostuvo su rostro con rudeza,


callando sus gritos mientras cortaba una línea justo al lado derecho de sus
labios.

Cuando se apartó de nuevo, dejándola tomar aire, la adrenalina


que había usado para luchar se había ido.

Mientras su sangre caía por su rostro y quemaba su piel, sabía que


nunca olvidaría la sensación cuando sus lágrimas encontraron la sangre
para quemar caminos de lágrimas sangrientas por su rostro.

—Por favor, solo mata… —Era difícil susurrar su ruego a través de


su voz ronca, pero tenía que intentarlo, esperando piedad.

Cerrando sus ojos, otra lágrima cayó, mezclándose con la sangre


caliente. Piedad no iba a ser concedida esta noche, dejándola con una
última esperanza. Ser salvada.

El cuchillo atravesó su piel una y otra vez mientras cortaba un


brazo… luego el otro… luego su estómago. La agonía y tortura solo
continuó. Con cada corte que le fue dado, podía sentirlo reclamarla.
Cadenas pesadas e incómodas fueron colocadas en su cuerpo con
cada marca, su mente con cada risa malvada que escuchaba, y su alma
con cada vez que escuchaba las palabras “pequeña niña”. Se tejían
alrededor de ella, jalando con más fuerza…

Sus ojos comenzaron a parpadear lentamente, podía sentirse yendo


a la deriva ahora, el dolor volviéndose demasiado para soportar.

Su única esperanza de ser salvada del mal había desaparecido.


Nadie iba a venir a salvarla. Y si alguien lo hacía, era demasiado tarde.
Para salvarla ahora significaría que alguien peor tendría que tomar su
alma del diablo y reclamarla como la suya. Sin embargo, un hombre así no
debería… no existiría. Y si lo hacía, eso no sería salvarla para nada…

La chica estaba comenzando a perder la consciencia, y sus ahora


traumados y grises ojos comenzaron a desvanecerse. Había algo que
disfrutaba sobre ver los ojos cambiar de la persona que una vez era a la
que era después que terminaba con ella. Era su marca; cómo las
reclamaba.

Se había llevado a la jovencita que una vez fue y la había convertido


en esta hermosa creación. Su cuerpo, su mente y su alma pertenecían a él
y siempre lo harían… hasta que se llevara su último aliento.

Sus ojos rodaron a la parte de atrás de su cabeza antes de que sus


párpados se cerraran.

—Buenas noches, mi pequeña niña.

La puerta se abrió y lo hizo girar su cabeza para ver a su hombre


empujando a otro dentro del almacén.

—¡Oh Dios! —lloró el hombre, tratando de llegar hacia la niña, pero


sus hombres no se lo permitían—. ¡Qué le hiciste! —gritó.

Lucifer deslizó el cuchillo sobre el cuerpo de la chica inconsciente.


La hice hermosa.

—Te advertí que mientras más te tardaras, más me tardaría yo con


ella, Maxwell.

—Mi hija… ¿cómo pudiste…? ¿Por qué hiciste eso….? —El padre de
la niña cayó de rodillas.
—Esta ciudad está en necesidad de un cambio. —Girándose,
Lucifer quería ver su rostro mientras decía—: Dante Caruso puede haber
sido elegido, pero ya no te controla. Yo lo hago. Harás cualquier cosa y
todo lo que te pida. No lo haces… —Apuntó con su cuchillo a la cámara
que había estado grabando todo el tiempo—, y gustosamente te recordaré
a quien perteneces tú y tu propia familia. —Caminando hacia el hombre de
rodillas, Lucifer tocó la daga que derramaba sangre hacia el rostro de
Maxwell—. ¿Tenemos un acuerdo?

Lágrimas corrieron por el rostro de Maxwell mientras asentía.

—Sí.

Volviendo hacia la chica en la mesa, la levantó y la acunó en sus


brazos mientras ligeramente despertaba.

Inclinándose hacia abajo, susurró en su oreja:

—Te tengo de nuevo, pequeña niña. La próxima vez, no te


devolveré. Te mataré y luego serás mía para siempre.

Antes de entregársela a Maxwell, sostuvo su nueva hija hacia él con


fuerza. Una hija que ya no pertenecía a Maxwell, sino al mismo diablo.

La mente de Chloe volvió a la vida cuando escuchó un golpe fuerte.


El dolor que sintió era intolerable para su alma.

Abriendo sus ojos, se dio cuenta que estaba en los brazos de su


padre mientras él tomaba una colina hacia su auto destrozado.
Colocándola allí, entonces sacó su celular y marcó tres números.

Sus ojos se abrieron y cerraron, viendo el auto desmantelado


mientras escuchaba la voz de su padre:

—Mi nombre es Maxwell Masters y ha habido un terrible


accidente…
Capítulo 40

Seguiría la Muerte

Cuando la pantalla se puso en blanco, tomó todo el control de


Lucca mantener a raya la bilis creciendo en su garganta. No era un
hombre con el estómago débil. Había infligido algo de la mierda más
enferma que podías ver. Sin embargo, era algo totalmente diferente cuando
tenía que observar a la joven inocente e indefensa Chloe rogar mientras
era marcada por el resto de su vida.

Los restos ya rotos de su corazón lograron romperse en incluso


pedazos más pequeños mientras sentía un dolor como nunca antes.
Quería romper incluso a un hombre tan fuerte como él, pero no podía, no
lo dejaría. Chloe lo había vivido y lo había presenciado. Ahora ella podía
darle algo de su carga y podían compartirla juntos.

Sacando el disco, lo destrozó en sus manos. Nadie sería capaz de


ver los contenidos de nuevo.

El teléfono sonando en su escritorio lo tuvo mirando el número


desconocido.

Sal entró con su laptop entonces, habiendo sido notificado de la


llamada y diciéndole a Lucca exactamente quién estaba al otro lado de la
línea.

Lucca lo contestó y esperó a que Sal le diera el pulgar arriba.

Sal asintió.

Calmadamente, Lucca dio al botón de responder y lo colocó en su


oreja.

—Hola Lucca. Tengo algo que es tuyo —se burló Lucifer.


Un bajo gruñido escapó de la garganta de Lucca.

—Si le haces daño, te mataré a ti y a cualquiera que lleve el apellido


Luciano.

—¿Hacerle daño? La necesito. Solo era cuestión de tiempo antes de


que tú vinieras por mí, de todos modos. Ambos sabemos eso.

Lo sabía.

—No te preocupes; no voy a hacerle daño… —Lucifer se detuvo, su


voz volviéndose una de orgullo—, como le hice a tu madre.

La oscuridad en Lucca se elevó, sonriendo por lo que estaba por


venir.

—Esto es todo lo que estaba esperando.

Ante las palabras de Lucca, la línea al otro lado se convirtió en un


escalofriante silencio antes de terminar.

Lucifer acababa de sellar su propio destino. La única razón por la


que Lucca lo había dejado vivo todo este tiempo era para probar al hombre
que había participado en la muerte de su madre.

Poniéndose de pie, no tenía tiempo que perder.

—Ve a buscar a mi perro.

—¿A dónde vas? —preguntó Sal mientras se levantaba.

Su voz fue grave y oscura cuando respondió:

—Voy a ponerme mi traje.

Ahora tenía motivos para la guerra.

***

Abrió la puerta en el piso alto del casino hotel sin esperar ser
invitado.

Dante estaba en el proceso de llevar un vaso lleno de líquido oscuro


a sus labios, pero se detuvo en el momento en que vio a su hijo entrar a su
oficina. Sus ojos azules helados se volvieron aún más fríos mientras
tomaba la apariencia de su hijo, inmediatamente sabiendo que nada
bueno iba a salir de la boca de él.

Lucca empujó hacia atrás su reciente cabello cortado que hacía


resaltar su barba recortada. Entonces se ajustó su traje totalmente negro
mientras estaba ante su padre, con actitud amenazadora. Prácticamente
podías oler la rabia y sed de sangre emanando de él en olas. Era una vista
rara y asustadiza para ver. La imagen incluso daba pesadillas a adultos.

Nunca era un buen momento para ver a Lucca vestido en traje y


corbata. Cuando el Coco se colocaba su traje negro, siempre significaba
una cosa… seguiría la Muerte.

—Explícate —demandó Dante.

—Querías pruebas antes de la guerra… —La puerta se abrió de


nuevo y Sal trajo a un hombre ciego y atado—. Aquí está.

Ver al hombre deformado y torturado era una vista que muchos no


tenían opción de ver. Las obras maestras de Lucca eran trabajos de arte y
era un verdadero artista.

Recostándose en su silla, Dante sonrió.

—¿Este es el hombre que entró en casa de Nero, tratando de llegar


a Maria?

—Sí, pero no estaba allí por Maria.

Una ceja se elevó.

—¿Entonces quién?

Lucca bajó la mirada hacia su perro desnutrido que estaba en


silencio.

—Chloe Masters.

—¿La pequeña amiga asustada de la novia de Nero?

Lucca ajustó su traje de nuevo, aquellas palabras haciéndolo


enojar.

—No hablarás de ella de esa forma.

Dante lo vio entonces.


—No estás hablando en serio, joder —resopló.

—Estoy siendo jodidamente serio —dijo como un bajo gruñido.

—Prácticamente es una niña todavía, Lucca. —El rostro de su


padre se volvió furioso, sabiendo la severidad de cómo su hijo se sentía por
ella por la mirada en sus ojos. Dante estaba desconcertado, lo que lo ponía
enojado. Lucca no expresaba sentimientos hacia su propia familia y menos
hacia una chica—. ¿Esperas que esté a tu lado y lidie con la vida que
llevas? Ella está dañada y débil.

—Te dije que no hables de ella en esa forma. La próxima vez, me


aseguraré que aquellas palabras sean las últimas que digas —le advirtió
una última vez—. No está dañada ni débil, y aprenderá a estar a mi lado.

El jefe sacudió su cabeza, haciendo aparente que nunca le daría su


bendición.

—Te estás olvidando de algo…

—¿Qué, que no es italiana? —Lucca sonrió—. Una regla que


terminará cuando yo tome tu lugar.

—¿Qué acabas de decir? —Los ojos de hielo de Dante lo


atravesaron.

—Me escuchaste. Estamos cansándonos de escoger a mujeres


basados en la sangre.

—¿Crees que soy jodidamente estúpido? —Dante resopló—. Sé esto,


pero los miembros de alto rango en esta familia siempre deben ser
hombres italianos de pura sangre. Tú, sobre todo.

—No tenemos tiempo para esto ahora mismo —gruñó Lucca. Había
perdido suficiente tiempo para llegar a Chloe.

Actualizando a su padre rápidamente, le contó sobre Lucifer siendo


el que dio las cicatrices a Chloe, y de él protegiéndola y manteniéndola en
la casa, Drago cayendo por ella y cómo Lucifer ahora la tenía cautiva.

Dante escuchó la historia, dándose cuenta lo lejos que había


llegado su hijo y todo por una chica.

—¡Mis hombres no van a ir a la guerra por ti en este segundo por


una chica, no cuando ni siquiera sabemos si Drago está todavía vivo o no!
—Había elevado su voz, golpeando la mesa, antes de controlar de nuevo su
enojo—. Incluso si les dijera que lo hagan, hemos estado en paz durante
años. No arriesgarán eso y sus vidas. Tomarían represalias contra
nosotros.

Lucca pateó al hombre ciego a sus pies.

—Dile por qué la marcó.

—Éllll quería a Maxwellll en su bolsssillo, darle información de tiii


ooo cualquier cosa que podrrría hacerte caer.

La furia que Dante sostenía ahora estaba girando de Lucca hacia


Lucifer.

Lucca continuó con la explicación:

—La única razón por la que aún no te ha atrapado es porque Sal es


más inteligente que él y Drago lo ha bloqueado durante todos estos años.
Solo nunca supimos que era Lucifer entonces. Cuando sospechamos de él,
necesitábamos la evidencia.

—Mierda. —Dante tomó un sorbo de su bebida, tratando de


calmarse—. Tenemos que pensar cuidadosamente y planear incluso con
más cuidado. No voy a llevar a mis hombres a la guerra justo en este
segundo, no por ella. Ese es el precio que pagarás por haberla puesto por
encima de Drago y el resto de la familia.

Pensé que dirías eso.

Este era exactamente el motivo por el que Lucca había necesitado


esa pieza final, porqué había tenido que esperar y planear
cuidadosamente, justo como su padre había dicho. De lo contrario,
hubiese hecho la muerte de Lucifer más inminente.

Su voz inquietante dio la orden:

—Sal…

Sal presionó un botón en su celular.

No te preocupes; no voy a hacerle daño… como a tu madre.

Dante se inclinó hacia adelante mientras se ponía de pie, sus ojos


helados prometiendo retribución.
—La familia Caruso va a la guerra. Ahora.
Capítulo 41

La oscuridad en su verdadera forma

Chloe estaba de vuelta donde todo había comenzado hace cuatro


años, en el frío almacén que estaba en mitad de la nada. Los mismos
hombres que la habían llevado antes la trajeron aquí, excepto por uno de
los tres hombres de Lucifer, el que había usado el anillo de la herradura.

Había tenido pesadillas con este momento desde que él la había


dejado ir. Siempre supe que este día llegaría.

Sus muñecas y tobillos estaban atados con cuerdas apretadas. Sus


manos se movían constantemente en retorcidos movimientos lo que solo
causaba que las cuerdas quemaran su piel.

El diablo colocó su cuerpo congelado en una silla que estaba en


mitad del edificio desolado. Mientras la miraba, podía ver la victoria en sus
enfermos y negros ojos.

—Están aquí —uno de los hombres le dijo al diablo mientras ella


escuchaba estacionarse a varios autos a la distancia.

—¿Lucca? —susurró indefensa la pequeña niña por el único


hombre capaz de salvarla.

—¿Realmente crees que va a salvarte? —Lucifer sacó una larga


pieza de tela fuera de su bolsillo antes de ponerla alrededor de su cabeza
para cubrir su boca mientras luchaba contra él—. Eso no funcionó la
última vez, ¿verdad?

Tener esperanza era una cosa peligrosa. Tener esperanza de ser


salvada esta vez cuando nadie había venido por ella la última. Esta vez, sin
embargo, sabía que un hombre como Lucca existía, y la sensación que
ellos compartían le seguía diciendo una palabra una y otra vez. Cree.

Lucifer pasó sus dedos rudamente por su rostro.

—He soñado con tenerte de vuelta desde que te dejé ir. He esperado
un tiempo muy largo por ti. Demasiado largo. Me he enfermado por
quererte.

Chloe respiró tan pesadamente que pensó que la tela que estaba
atada alrededor de su boca iba a sofocarla. Cada vez que la tocaba, dejaba
un rastro de fuego abrasador que continuaba quemando su piel, incapaz
de apagarse. Sintiendo cada toque que dejaba en ella, el dolor de este
comenzó a consumirla. Quería limpiarlo, pero temía que el jabón y el agua
nunca lo arreglarían.

Llevó sus manos hacia su cabello, agarrándolo tan fuerte que


prácticamente estaba arrancando mechones.

—Al principio quería matarte. Pero cuando Lucca te alejó de mí, me


di cuenta que quería algo muy diferente.

No creía que fuera posible ver algo más que la nada en sus ojos
enormes y negros, pero vio algo diferente ahora: obsesión.

Los ojos de Chloe se quebraron cuando acercó su rostro al de ella.


Cuando cerró sus ojos, las lágrimas acumuladas cayeron mientras sentía
su asquerosa y fría lengua lamer la cicatriz a lo largo de su mejilla.

—¿Cómo se siente tener a tres hombres deseándote? Yo… Lucca…


Amo…. —Cuando dijo el último nombre, pude ver sorpresa en su rostro—.
Sí, tendrás que hacerme recordar el agradecer a Amo por llevarme hacia ti.
Incluso podría dejarlo vivir… si Lucca no lo ha matado aún.

Otra lágrima cayó por su mejilla. Trató de apartar sus manos,


queriendo que la cuerda alrededor de su muñeca se liberara.

—Pronto te tendré, mi pequeña niña. Solo tengo que cuidar de mi


negocio primero —susurró la promesa antes de soltarla.

Fue entonces cuando la puerta del almacén se abrió.

¿Lucca?
Los hombres comenzaron a entrar. Hombres que nunca antes
había visto. Rápidamente se dio cuenta que no era Lucca ni nadie de la
familia Caruso. Estos hombres no estaban vestidos en trajes finos italianos
y zapatos. La mayoría de ellos solo estaban usando partes de un traje,
como una chaqueta o pantalones, pero no estaban hechos de materiales
finos. Estos hombres se veían rudos, casi como Lucca, pero con una
calidad diferente en ellos.

Tres hombres se acercaron al diablo, dos de ellos gemelos. Los tres


tenían tatuajes y estaban usando varios anillos en cada una de sus
manos. Todos tenían algo que le hacían recordar a él.

—¿Qué pasa, Lucifer? —dijo el que parecía el mayor de los


gemelos.

Lucifer… ese nombre le dio escalofríos.

—Te lo he dicho; la familia ha sido amenazada. Eso es todo lo que


tú o alguien más necesitan saber. —Su voz se había elevado mientras se
dirigía hacia sus hombres, no solo al que estaba ante él, haciendo que
todos se dispersaran por el edificio para prepararse—. Cada uno de
ustedes me protegerá a mí y a mi familia. Sin importar el motivo.

Los tres parecían escépticos sobre Lucifer antes de notarla


finalmente. La miraron fijamente por un momento, sus ojos enfocados en
su rostro cicatrizado.

Chloe contuvo el aliento, sin moverse, mientras los gemelos


caminaban hacia ella. Los dos entonces caminaron a diferentes tiempos,
yendo alrededor de ella lentamente en un círculo perfecto, bajando la
mirada hacia ella como un halcón hace antes de atacar a su presa.

—¿Quién es? —preguntó uno de los gemelos mientras pasaba por


delante de ella para luego ir a sus espaldas.

Lucifer sonrió con maldad.

—Mi precio.

El otro gemelo pasó por delante mientras continuaban rodeándola.

—La cuidaremos por ti entonces, ¿verdad, Matthias?


Los dos eran reflejo del otro, incluso con sus tatuajes. No tenía ni
idea de cómo diferenciarlos.

Chloe tragó con fuerza y profundamente, y sus ojos viajaron al


tercer chico que había hablado primero al diablo. No había quitado su
mirada de ella, enviándole temblores a su cuerpo ya palpitante.

Caminó hacia ella ahora, hasta que se detuvo justo delante y la


miró a los ojos, los de él se cernieron sobre su rostro cicatrizado. Estando
tan cerca de él, era obvio quién era. Su barba había escondido su
identidad desde lejos, pero de cerca, no te perderías el hecho de que era el
hijo de Lucifer.

Cuando caminó detrás de ella, se preparó para lo que le haría.


Entonces sintió algo calentar sus hombros y luego sus brazos.

Bajando la mirada, vio que había colocado su chaqueta sobre ella.


Estaba caliente al haber sido usada, y calentó su cuerpo frío, dándole algo
de alivio.

Todo lo que podía ver era su espalda cuando se alejó de ella, ahora
sin chaqueta, hasta que regresó a su lugar para mirarla desde lo lejos.

Bajó la mirada hacia sus manos retorciéndose y sus muñecas que


estaban adoloridas. Los muchos hombres que llenaban la habitación con
sus armas la hicieron sentir un fuerte cambio en ella, un sentimiento que
intensificaba la cosa extraña entre ella y Lucca. La hizo perder toda
esperanza de querer que Lucca la salvara.

Si Lucca venía, podría costarle la vida, algo con lo que no sería


capaz de vivir. No solo porque se odiaría por ello, sino porque sabía ahora
cómo era estar a salvo con él.

Chloe derramó una última lágrima.

No me salves; no valgo la pena.

Segundos parecieron hacerse minutos, minutos parecieron hacerse


horas. Continuó sentada allí, con su cuerpo adolorido y congelado y sus
muñecas ásperas.

Los hombres en el almacén solo se ponían más ansiosos, mientras


Lucifer solo se volvía más loco. Mientras tanto, los tres hombres
continuaron observándola, los gemelos continuaron rodeándola como un
lento y roto reloj mientras pasaba el tiempo.

Chloe pudo sentir cambiar la energía de los hombres en la


habitación uno por uno, mientras el sonido de autos comenzó a rugir cerca
y los faros iluminaban el abandonado y desolado almacén.

Bajando la mirada hacia sus muñecas, podía ver gotitas de sangre


fluyendo.

Los gemelos estaban uno a cada lado ahora, más cerca ahora,
mientras Lucifer se colocaba detrás.

Los hombres llenaron el edificio, apuntando sus armas hacia la


puerta masiva, con el hijo de Lucifer a la cabeza de la línea.

—Esperen mis órdenes. He esperado muchos años para este


momento —ordenó orgullosamente Lucifer—. Hoy es el día en que
retomamos nuestra ciudad.

La puerta se abrió de golpe, revelando a muchos hombres en trajes


italianos.

Los jadeos llenaron el aire y los hombres de Lucifer comenzaron a


retroceder. Algunos de ellos prácticamente estaban orinándose encima en
confusión.

— ¡Los Caruso! ¡No nos dijiste que serían ellos! —fue susurrado
alrededor de la habitación.

Los trajes intimidantes se apartaron, apartándose hacia ambos


lados.

Sus ojos se ampliaron cuando vio a Nero, Vincent y Amo de pie en


medio. Se veían diferentes. Más fuertes, más viejos, más intimidante. Ni
siquiera parecían ellos mismos.

Cuando sus ojos cayeron en Amo, pudo ver el dolor en sus ojos, y el
arrepentimiento que sentía por ponerla en ese lugar.

Cuando los tres hombres se dividieron, revelaron a Sal, quien


estaba sosteniendo una cadena en su mano que llevaba a un hombre que
ya no se veía humano. Solo era piel y huesos, cubierto de tierra,
quemaduras y tanto viejas como nuevas heridas.
Ella y los Luciano lo miraron con la sensación de que lo conocían,
pero su cabello enmarañado y ojos desfigurados hacían difícil decir quién
era, hasta que se dieron cuenta.

—Santa mierda. —Todos los hombres retrocedieron un paso.

Ella pensaba que iba a vomitar por mirarlo, viendo el dedo que una
vez había sostenido su anillo dorado que ya no estaba…

Sabía exactamente quién lo había dejado así.

Cuando Sal empujó al torturado hombre de rodillas, el aliento de


Chloe se congeló, junto con su cuerpo, sin pensar que fuera posible sentir
algo de lo que había sentido antes cuando sus ojos verde azulados
encontraron los suyos.

¿Lucca…?

Sus ojos la escudriñaron, nunca antes lo había visto así. El cabello


y barba de Lucca habían sido recortados, y cada parte del traje que llevaba
era negro como la noche. Su apariencia ruda ahora se había ido, en su
lugar había algo más amenazador, intimidante y mortal. Esta era la
oscuridad en su verdadera forma. El Coco.

Voy a salvarte cariño, susurró su voz a través de su mente mientras


sus ojos se enfocaban. Todo estará bien.

El sentimiento que compartían creció, envolviéndose alrededor de


ella y protegiéndola. Había esperado cuatro largos años por este momento,
por el momento donde finalmente se sentiría… a salvo.
Capítulo 42

Un poder que iba más allá de este mundo o


cualquier otro

Solo había un arma alzada en el lado Caruso, y estaba en la mano


de Lucca mientras la apuntaba hacia el cráneo del torturado hombre.

Chloe sostuvo sus ojos en los de Lucca, demasiado asustada para


apartar la mirada de él, sintiéndose más a salvo mientras lo miraba.

—¿Dónde está Dante? —espetó Lucifer detrás de ella.

Tres hombres llegaron desde detrás de otros; la misma visión de


Nero, Vincent y Amo, excepto que más grandes. Dante estaba entre Vinny
y Enzo, los tres hombres protegidos por sus hijos y otros hombres.

—Estoy deseando darte una oportunidad, Luciano —dijo Dante con


autoridad y confianza—. Hagamos un intercambio, tu hombre por la chica.
Ninguna sangre debe ser derramada. —Sus ojos fueron hacia todos sus
hijos, y luego hacia sus familias—. Ambos tenemos un montón que perder
aquí.

—¿Cuándo te convertiste en una perra, Dante? —se burló Lucifer—


.Le di el golpe de gracia a tu mujer, la maté, ¿y estás deseando dejarme ir?
Eres una desgracia para esta ciudad.

Lo siento mucho. Miró los ojos de Lucca y su corazón se rompió por


él. El hombre que había robado su alma era responsable de robar la de su
madre.

El sentimiento y lazo entre ellos tuvo más sentido.


Dante flexionó su mentón y tomó un paso delante, su voz
volviéndose más poderosa mientras decía:

—La chica por tu hombre, Luciano.

Lucifer colocó sus manos en los hombros de Chloe, apretándola con


fuerza.

—¿Qué quieres con ella? No es nada para ti, ni tampoco pertenece


a ningún Caruso. —Movió una de sus manos, corriendo un dedo por la
cicatriz en su ojo—. Tiene mi marca. Me pertenece solo a mí.

El toque del diablo la quemó pero sus ojos no vacilaron,


encontrando fuerza en los ojos verde azulados que no se apartaron de ella.

—Te la llevaste de mi casa, de mi protección y de mi hijo. —Dante


hizo una pausa, sus ojos hielo azul volviéndose más fríos—. Pertenece a
Lucca.

El miedo salió a ráfagas de los hombres de Luciano y llenó el aire


en el segundo que dijo el nombre de Lucca. Ellos habían tomado un paso
lejos de ella, sin querer estar cerca. Los únicos que no se habían movido
eran Lucifer y los gemelos.

—¡No! ¡Ella es mía! —gritó Lucifer.

—Chloe es mía —dijo una voz letal y baja, golpeando los oídos de
cada ser vivo aquí hasta que se le heló la sangre, susurrando en sus
mentes—. Dámela ahora mismo o le volaré la tapa de los sesos. —Empujó
el cañón de la pistola contra la cabeza del hombre mientras este se
arrodillaba, sin moverse.

—No queda mucho de él. Está mejor muerto. —Lucifer se rio—. Ya


no me sirve para ningún propósito si no puede sostener el precioso cuerpo
de ella contra…

POP.

Lucca había presionado el gatillo y el cuerpo cayó hacia adelante en


el suelo.

Déjamelos a mí, sus ojos le decían cuando ella saltó por el sonido.

—¡Mátenlos! —demandó Lucifer


La habitación quedó en silencio, los hombres de Lucifer se miraron
tratando de decidir qué hacer.

—¿Qué hacen? ¡Mátenlos! —gritó alocadamente Lucifer, quitando


sus manos de Chloe para retroceder y mirar a sus hombres. Cuando lo
hizo, los gemelos se acercaron a ella.

El hijo de Lucifer, quien estaba al frente, no se había movido


todavía. Simplemente había mantenido sus ojos en Dante. Pero ahora
finalmente los había movido hacia Lucca.

— ¿Es tuya?

—Es mía —le dijo Lucca son seguridad.

—A un lado Dominic. Déjanos llevar a aquellos que serán


responsables por sus crímenes y nadie más tendrá que morir… —Dante se
detuvo—, hoy.

— ¡HE DICHO QUE LOS MATEN! —Lucifer se estaba volviendo loco


ahora.

El pecho de Chloe se levantó y cayó con la fuerza de sus


respiraciones mientras todos los Luciano esperaban a ver qué haría
Dominic.

Dominic bajó su arma lentamente, haciéndose a un lado. El aire se


sentía como si hubiera sido chupado de la habitación. Entonces todos lo
siguieron, soltando sus armas al suelo y haciéndose a un lado.
Prácticamente podías tocar el cambio de poder de Lucifer a Dominic, de
padre a hijo. Ahora, el aire que había sido chupado de la habitación
regresó en un viento que se sentía diferente.

Un entumecido y loco Lucifer sacó su cuchillo antes de ir directo


hacia Chloe. Los gemelos inmediatamente lo agarraron, llevándolo hacia
atrás y lejos de ella.

Fue entonces cuando Chloe se dio cuenta. Habían estado


protegiéndome… todo este tiempo.

Lucca tomó un paso adelante entonces, el único en la habitación


que se movió mientras iba hacia ella. Los Caruso lo siguieron detrás con
cada paso que daba.
Mientras los ojos verde azulados del Coco se acercaron a ella, trató
de liberarse de sus amarres con lágrimas cayendo de sus ojos.

Cuando él sacó su cuchillo, ella no se movió ni una pulgada. Ni


siquiera sus ojos se movieron de los de él mientras lo acercaba hacia su
rostro, cortando la tela envuelta alrededor de su cara y cabeza, dejándola
caer al suelo. Entonces el Coco cayó de rodillas frente de ella y cortó las
cuerdas de sus tobillos.

Su corazón estaba latiendo fuera de su pecho, las lágrimas todavía


cayendo, cuando finalmente y cuidadosamente cortó la ensangrentada
cuerda que había juntado sus muñecas.

Hubo un segundo, un momento en que el tiempo sin duda se quedó


quieto. Un momento tan poderoso que fue detenido por una fuerza
igualmente poderosa cuando los dos se miraron a los ojos. Solo los dos
sabían qué iba a suceder luego, lo que estaban pensando, cómo se estaban
sintiendo. Era un poder que iba más allá de este mundo o de cualquier
otro.

Cuando el tiempo se retomó, Chloe, quien una vez hubiera


escapado, aterrada del peligroso ser que estaba ante ella, abrió sus brazos
y saltó hacia el abrazo del Coco, quién estaba arrodillado ante ella.

Era hermoso.

—Me salvaste. —Comenzó a llorar en su pecho.

—Te prometí que te salvaría, cariño. —Lucca la sostuvo contra él en


un fiero abrazo—. Siempre te salvaré.

Cargándola y acurrucándola, se puso de pie mientras ella se


aferraba, manteniendo sus ojos cerrados y su rostro presionado en su
cuello mientras la lucha y el griterío reemplazaban la belleza de su reunión
con horror.

Nunca vio el momento en que Sal decidió el destino de los hombres


aterrados con un simple apunte de su dedo.

Nunca vio el verdadero y real rompimiento de corazón en el rostro


de Amo cuando tuvo que observar a Lucca pasar junto a él, cargando a la
chica que amaba.
Nunca vio la mirada desalentadora que Lucca le había dado a Amo,
prometiéndole cumplir cierta amenaza que le había hecho.

Chloe nunca vio que en el momento exacto que finalmente había


sido salvada fue el momento exacto en que Lucca había sido salvado de
sus propias pesadillas.
Capítulo 43

Un alma que solo podía serle retornada por él

Lucca la cargó por las escaleras hacia la casa, pasando el marco de


la puerta donde la sangre de Drago todavía manchaba el suelo.

—¿Está…? —Chloe tragó incapaz de decir las palabras.

—Hablaremos sobre eso después cariño. —La sostuvo con más


fuerza y comenzó subirla por las escaleras.

Cerró sus ojos con fuerza, colocando su rostro en el hueco de su


cuello, sus piernas y brazos envueltos con fuerza alrededor de él. Drago
había dado su vida por ella, algo que yo nunca, nunca seré capaz de pagar.

Cuando alcanzaron lo alto de las escaleras, pasó su mano arriba y


abajo por su espalda, tratando de consolarla mientras la llevaba a su
habitación, yendo hacia el baño donde la colocó en la encimera del tocador
entre los dos lavados. Cuando se colocó entre sus piernas, Chloe mantuvo
sus ojos en su pecho.

La suavidad de él pareció desaparecer mientras miraba su cuerpo


desaliñado, removiendo su chaqueta de traje negro de sus hombros.

—¿Te hizo daño?

—N-No. —Encontró a Lucca un poco intimidante. La oscuridad


todavía tenía que ser liberada—. Y-yo me hice eso —dijo cuando él levantó
sus mangas, exponiendo la piel áspera y rota en sus muñecas.

—¿Te tocó en algún lugar del que necesito saber? —gruñó Lucca,
mostrando su posesividad.
Sabiendo a lo que se refería con eso, sacudió su cabeza, esperando
que su respuesta lo calmara solo un poco y alejara la oscuridad. Sin
embargo, mientras bajaba la mirada hacia su regazo, todavía podía sentir
los rastros de fuego donde el diablo la había tocado.

Lucca colocó un dedo bajo su mentón, levantando su cabeza y


haciéndola mirar.

—¿Qué sucede?

—Y-y-yo todavía lo siento —confesó. En todas partes.

Se alejó de ella entonces y no supo si su confesión lo había roto o si


lo había puesto más furioso.

Dejándola en el tocador, fue hacia la ducha de vidrio y encendió el


agua antes de regresar a ella. Entonces la bajó del tocador y le dijo:

—Vas a dejar que te ayude.

—¿Q-Qué? —Se puso nerviosa, lo que hizo que su cuerpo temblara.


Había sentido como si su piel congelada finalmente comenzara a
calentarse, solo para volver a sentirse rociada en hielo.

—No tocaré tu piel, ni me uniré a ti, aunque me mate no hacerlo. —


Había un ligero dolor en su voz comandante—. Pero me dejarás desvestirte
y vestirte. No puedo dejar tu lado ahora Chloe. Yo solo…no puedo.

No quiero que te vayas. Tampoco podía no estar con él, no después


de lo que acababa de suceder. Lentamente, asintió con la cabeza.

Cuando Lucca agarró la manga de su sudadera, la retiró


suavemente de su cuerpo, sus ojos yendo directamente a las cicatrices en
sus brazos. Entonces miró las que tenía en su estómago que no había visto
antes.

Aunque no era capaz de mirarlo a los ojos, podía sentir lo


hambriento que estaba.

Cuando fue a desabrochar la parte posterior de su sujetador negro,


se puso cada vez más nerviosa. Las cicatrices en su cuerpo no eran su
única inseguridad. Se había desarrollado rápido, teniendo una figura
femenina a una joven edad que nunca había sido capaz de esconder. Su
estatura baja no ayudaba; solo exageraba sus ya exageradas caderas y
senos.

Tan pronto como cayó el sujetador, cubrió sus pesados pechos con
sus brazos, avergonzándose. ¿Por qué estoy haciendo esto? La parte vieja
de ella quería escapar, mientras que el lado nuevo no la dejaba.

Lucca podía verla pensándolo dos veces y no esperó más tiempo.


Fue hacia dobladillo de sus pantalones vaqueros negros alrededor de sus
caderas, retirando estos y su delgada ropa interior al mismo tiempo.

—Ducha —ordenó con un gruñido.

Corrió a la seguridad de la ducha mientras se sostenía, tratando de


no morir de vergüenza. Cuando cerró la puerta de la ducha detrás de ella,
el calor húmedo del aire le dio más privacidad.

Al segundo en que el agua golpeó su piel, sintió como si pudiera


derretirse. Estaba tan cálido, calentando su cuerpo que había estado
congelado durante horas.

Lucca no se había movido ni una pulgada de su lugar, sus ojos


nunca dejando su silueta detrás de la puerta de vidrio.

—Limpia tus muñecas.

Al escuchar su orden, mantuvo sus muñecas debajo del agua,


observando lavarse la sangre y cómo el agua se tornaba ligeramente roja
antes de limpiarse. Entonces recogió la botella de jabón y se echó un poco
en sus manos, enjabonando su cuerpo y tratando de tener cuidado con
sus llagas.

Girándose para dejar que el agua corriera por su espalda y cabello,


vio a Lucca a través del vidrio y se congeló en su lugar. Era evidente a
través de sus llenos y hambrientos ojos azules que estaba en agonía. Chloe
podía ver lo mucho que odiaba haber dicho que no la tocaría o se uniría a
ella. Era tan malo que se veía como si estuviera a punto de saltar dentro
en cualquier segundo.

De pronto asustada de que lo haría, Chloe trató rápidamente de


terminar, colocando algo de champú en su cabello y enjuagándolo.
Entonces puso un poco más de jabón en su mano y frotó su rostro donde
Lucifer la había tocado más.
Sal, sal, sal. La sensación de él lamiéndola todavía permanecía,
pero con cada frotada del jabón de Lucca, la sensación desaparecía,
reemplazando el toque del diablo con el olor a menta clara e intoxicante de
Lucca.

Cuando estuvo segura que los gérmenes del diablo ya no estaban


en ella, apagó el agua caliente y abrió la puerta de la ducha para agarrar la
toalla colgando fuera de esta. Entonces rápidamente la envolvió alrededor
de su cuerpo.

Lucca todavía no se había movido.

—Ven aquí —ordenó.

Abrazando la toalla alrededor de ella, caminó temblorosamente


hacia él, su pecho levantándose y cayendo pesadamente.

Cuando la tomó, ella no supo qué esperar; todo lo que sabía era
que confiaba en él completamente e indiscutiblemente.

Lucca la cargó. Colocándola de nuevo en el tocador. Entonces


empezó a sacar cosas debajo del lavado, obteniendo suministros para
vendar sus muñecas.

Mientras comenzaba el proceso de cuidar de sus muñecas, fue


difícil para Chloe mirarlo. El dolor de luchar contra la oscuridad era muy
visible en él. Y para el momento en que la había vendado por completo, la
estaba matando verlo así.

—L-lo siento —susurró—. Y-yo desearía poder, pero-pero…

—Te deseo jodidamente tanto cariño. —Se inclinó hacia abajo,


recostando su cabeza en la suya mientras se calmaba—. Pero sé que no
estás lista. He esperado casi ocho meses por ti, y esperaré para siempre si
eso es lo que se necesita.

Una sola lágrima escapó de su ojo, sintiendo sus emociones como


propias.

Envolvió sus brazos alrededor de su cuello y movió su cabeza,


posicionando su rostro para besarlo.

Lucca la miró, limpiando la lágrima.


—Nunca te he visto llorar más que hoy. Ni siquiera cuando gritas
en tus sueños.

—Y-yo no lo he hecho. Pensé que todas mis lágrimas se habían


secado. —En realidad, solo necesitaban volver a empezar. Habían
necesitado una razón para escapar.

Inclinándose más cerca, reclamó sus labios, tomándola en un beso


apasionado que definitivamente no era como los otros. Este beso la calentó
por dentro, calentando su bajo vientre y luego su feminidad cuando la
atrajo más cerca. Sus respiraciones se sincronizaron, ambos perdidos en el
otro.

—Abre —murmuró Lucca sobre sus labios cuando ella no estaba


entendiendo la idea de su lengua.

Partiendo sus labios por la misma vibración, dejó que su lengua


entrara, creando toda una nueva sensación que nunca antes había
experimentado. Sintió que no había durado lo suficiente cuando él apartó
sus labios.

Moviendo su cabello húmedo detrás de su espalda, colocó besos


ligeros desde su mentón hasta su cuello, su lengua recogiendo las gotitas
de agua mientras lo hacía.

Chloe gimió silenciosamente cuando él lamió una parte sensible en


su cuello. Estaba quemándose ahora.

De pronto se detuvo y la cargó, sosteniéndola por su trasero


curvilíneo, mientras la llevaba a la habitación antes de dejarla al borde de
la cama.

Diferentes emociones la golpearon—desde confusión a necesidad


hasta preocupación—mientras miraba fijamente al peligroso y hambriento
ser.

—Debo detenerme. De lo contrario, no habrá un para siempre si


eso es lo que necesitas —luchó por decir.

Sus ojos se ampliaron, dándose cuenta que había estado jugando


con fuego.

Entonces rápidamente fue hacia sus cajones, agarrando una de sus


camisas, luego regresó frente a ella.
—Quítate la toalla —demandó, mirándola.

Mordiéndose el labio, su cuerpo obedeció quitando la toalla y


dejándola caer a la cama, dándole un completo vistazo de sus grandes
senos.

Lucca ociosamente se tomó su tiempo colocando la camisa sobre su


cabeza y por su pecho mientras ella levantaba sus manos. Sus nudillos
rozaron ligeramente sus pezones puntiagudos tan rápido que ni siquiera
estuvo segura de si lo habían hecho o no.

El hambre todavía estaba ahí. La oscuridad justo debajo de la


superficie. Era un hombre peligroso incluso más esta noche, pero todavía
se encontró a salvo en la presencia del Coco.

Es tan hermoso, pensó, levantando la mirada hacia el inquietante


hombre que veía vestido en un completo traje por primera vez. De alguna
manera lo hacía extraordinariamente más guapo. Era una cosa peligrosa y
asustadiza para un hombre con esas vistas verse así.

—Estás mirando fijamente cariño —le advirtió, todavía tratando de


calmarse y evitar tocarla.

Se sonrojó, apartando rápidamente la mirada.

—L-lo siento. Es que nunca antes te he visto en traje.

—¿Te gusta? —preguntó, colocando una mano sobre su garganta


para que lo mirara.

—S-Sí —admitió nerviosamente, aunque lo hacía ver más terrorifico


e intimidante.

—Supongo que tendré que usarlo más seguido para ti entonces.

Eso envió otra llama de calor para calentar su cuerpo. Sus ojos
viajaron sobre su ahora limpia apariencia, o mejor dicho, más limpia.
Todavía tenía barba, a diferencia del resto de la familia, y su cabello
marrón oscuro podría haber sido más corto, mayormente a los lados, pero
todavía estaba igual de salvaje, incluso cuando se lo pegaba hacia atrás.

—Te cortaste también tu cabello y barba.

Sonrió, su mano todavía firmemente envuelta alrededor de su


cuello.
—¿Te gusta eso también cariño?

Eso era difícil de decidir, dado que era más permanente que
ponerse un traje. Era guapo sin importar el largo de su barba y su cabello.
Solo le daba un efecto diferente.

—M-me gusta ahora y también antes. —Se lamió el labio inferior,


un poco nerviosa de decir lo siguiente—. Eres muy guapo de cualquier
forma.

Por la sonrisa perversa en su rostro, estaba segura que no era algo


que no supiera.

Él colocó un beso en sus labios antes de liberar su garganta para


retirar el gran edredón.

—Entra a la cama antes que cambie de idea.

Retrocediendo del ser peligroso, entró rápidamente bajo las


sábanas, jalando el material grueso alrededor de ella mientras se
recostaba en la cama. Había sido un largo y doloroso día, y todo la golpeó,
mostrándole lo cansado que había sido.

Cuando él empezó a alejarse, ella se sentó a medias.

—¿A-a dónde vas a…?

—Solo iré a cambiarme. No voy a dejarte cariño.

Relajándose, lo observó ir al vestidor de nuevo. No fue capaz de


apartar la mirada cuando se retiró la corbata negra y comenzó a
desabotonar su camisa. Su piel oscura italiana brillaba en la habitación
tenuemente iluminada, resaltando sus músculos por todo su cuerpo.

Lucca tenía el tipo de cuerpo que cualquier mujer desearía, y todo


hombre soñaba con tener. Sus brazos, pecho, hombros y espalda alta eran
la parte más grande de él, su cintura cónica y un fuerte paquete de seis.
Tenía una idea de cómo se podría ver debajo de la ropa solo basado en sus
camisas negras abrazando lo alto de él, pero nunca en sus sueños más
salvajes había pensado que sería tan perfecto como lo estaba viendo ahora.
Todo sobre él realmente ponía a cada hombre en vergüenza, por decir lo
menos. Lucca nació justo donde pertenecía. El rey de la Ciudad de Kansas.
Apartando su cabeza cuando comenzó a retirar sus pantalones, jaló
el edredón con más fuerza y cerró sus ojos, tratando de no imaginar el
rostro del diablo en su mente. Se quedó así por unos cuantos minutos
hasta que la cama se movió y fuertes brazos la jalaron contra su duro y
caliente cuerpo. La piel que sintió fue alarmante, haciéndola alejarse para
ver que era su pecho desnudo.

Lucca la sostuvo con más firmeza, atrayendo su espalda contra él.

—No estoy desnudo cariño, pero no voy a usar una camisa


tampoco.

Ahora que podía sentir el material grueso cubriendo su mitad de


abajo, se relajó contra él, pero todavía tensa. Era extraño ser sostenida,
sintiendo su piel por toda ella, pero también era extrañamente lindo.

Ambos cuerpos sostenían un aroma frío, a menta entre ellos,


haciéndola derretirse en él. Honestamente sentía que no podía obtener
suficiente de ese olor. La llamaba, calmándola.

Mientras más yacía con él así, sostenida contra su pecho, más


rápido los ahora desvanecientes rastros donde el diablo la había tocado
comenzaban a desaparecer. El recuerdo, sin embargo, permanecía mucho
allí, enviando un temblor atravesando su cuerpo.

—¿S-sabías que fue él quien…? —Mató a tu madre.

Él frotó sus dedos arriba y debajo de su espalda.

—Sí, siempre tuve el presentimiento que tenía algo que ver con su
muerte, pero nunca pude probarlo.

—Lo s-siento. —Se presionó más cerca de él, sabiendo cómo Lucca
se sentía sobre su madre, aunque nunca lo decía—. Siento que hayas
tenido que esperar tanto tiempo.

Su voz se volvió oscura:

—Lo tengo ahora, y eso es todo lo que importa.

Temblando ante sus palabras, sus vellos se erizaron, pensando


sobre el destino destrozado del diablo. También la consoló saber que no
sería capaz de tocarla de nuevo.
Comenzando a quedarse dormida, las pesadillas no fueron tan
duras mientras estuvo en sus brazos, pero todavía pudo sentirlas viniendo
por ella, atormentándola silenciosamente.

Aunque el destino del diablo era fatal, solo deseaba que su alma
hubiese sido liberada…

***

Cada noche durante semanas, Lucca siempre tenía la misma


pesadilla cuando cerraba sus ojos…

Lucca de pronto podía sentir que lo golpeaba. Era como un cambio en


la dirección del viento… la sensación de pavor que algo terrible estaba por
tomar lugar.

Sus ojos fueron hacia ella, sabiendo que lo sentía también. La


mirada de puro terror en el rostro de Chloe cuando los disparos sonaron a
través del centro comercial lo cazaría hasta el día que muriera.

Estaba tan cerca pero tan lejos de ella de nuevo. La gente corriendo
hacia él no lo dejaba empujar para llegar a ella. Sin importar lo mucho que
intentara luchar a través de la ola de lo que se sentía como miles de
personas, todavía era un solo hombre.

Ella no se estaba moviendo. Necesitaba mo…

—¡Chloe! —Escuchó la voz de Amo a través del caos.

Él y Amo estaban a igual distancia, a igual distancia de ella. Los tres


hacían un triángulo, con ella estando en lo alto.

Luchó con más fuerza contra la ola mientras la observaba tomar un


paso hacia Amo. Necesitaba que se moviera más rápido hacia él, sabiendo
que tomaría el disparo por ella si llegaba a eso.

—¡Chloe, muévete!

Cuando tomó otro paso de nuevo, esta vez hacia él, su corazón
golpeó en su pecho, sintiendo como si estuviera sincronizado con el de ella.
Eso es nena, ven a mí.

—¡Por aquí, Chloe! —interrumpió de nuevo la voz de Amo.


¡No!

—¡A mí Chloe! —La necesitaba. Lo necesitaba con él. Tenía que


sostenerla. Tenía que salvarla. Había soñado con este momento durante
meses.

Si la veía alejarse con Amo de nuevo, no sabía si sería capaz de


soportarlo, ni por un segundo.

Lucca podía ver la indecisión en su rostro, la elección ante ella. Lo


asustaba hasta la médula la idea de que escogiera a Amo, sabiendo que
sería el equivocado. El alma de Chloe y la suya estaban enlazadas,
entrelazadas en una. Solo esperaba que ella pudiera sentirlo.

Ven a mí y déjame salvarte. Te amo, Chloe.

Cuando la observó moverse hacia él, podría haber llorado. ¡Ella lo


sintió!

Entonces observó algo cambiar mientras miraba en sus ojos. Miedo.


Miedo de él.

Comenzó a sentir que la perdía cuando miró de vuelta a Amo. Era


como si el tiempo se hubiera descongelado mientras observaba en cámara
lenta mientras corría hacia el que había escogido.

No había corazón roto en este mundo que se comparara con el de él


cuando saltó hacia los brazos de otro hombre. Uno que no pertenecía con
ella. Uno que posiblemente nunca podría amarla de la forma en que él lo
hacía. Uno que nunca realmente la salvaría, porque ni siquiera sabía que su
alma ya no pertenecía a ella. Un alma que solo podía serle retornada por
él…

Sosteniéndola ahora, pudo cerrar los ojos sin las pesadillas,


sabiendo que finalmente lo había escogido. Sabiendo que su alma
finalmente estaba en su posesión. Solo tenía que esperar hasta que
estuviera lista, hasta que estuviera lista para aceptar la totalidad de que
siempre había estado destinada a ser de Él.
Capítulo 44

Cosecharás lo que siembras

—Apaga el cigarro, Lucca —ordenó Dante, enojado por el olor.


Habían estado discutiendo el destino de la familia Luciano, y ya estaba
suficientemente enojado hasta el momento.

Lucca sacudió las cenizas de su cigarro, ignorando la orden.

La mandíbula de Dante se flexionó mientras espantaba su mano


delante de su rostro para lograr que se disipara el humo.

Un breve golpe en la puerta interrumpió el concurso de miradas


entre los dos hombres. El Consejero había llegado.

Vinny esperó hasta que la puerta se cerró detrás de él para decir:

—Los Luciano han solicitado una reunión.

Dante tomó un sorbo de su vaso, su actitud imperdonable.

El Consejero conocía demasiado bien a su jefe.

—Creo que deberíamos escuchar lo que tienen que decir. Si la


guerra es inevitable, entonces que lo sea, pero si puede ser evadida al
lograr que los Luciano hagan enmiendas, ¿al menos no deberíamos
escuchar su oferta?

—No. —La mirada despiadada de su padre se movió hacia Lucca—.


Si ella no hubiera estado allí, habría quemado ese lugar.

Quieres decir, si a mí no me importara ella. Tomando una calada


más grande, sopló el huno del cigarro hacia la dirección de su padre.
—Podríamos ganar la guerra, pero habrá costos. Asegúrate de que
estás dispuesto a pagar ese precio, Dante —le dijo Vinny con finalidad.

Lucca colocó el cigarro en el cenicero.

—Yo digo que escuchemos lo que tengan que decir.

Después de unos minutos y unos cuantos sorbos más, Dante


abruptamente asintió con la cabeza.

Vinny abrió la puerta, dejando que entraran los tres Luciano. Al


menos eran lo suficientemente inteligentes para mantener la mirada baja y
hacer una reverencia respetuosamente hacia su padre, mientras ojos hielo
de Dante atravesaba cada una de sus almas.

—Sr. Caruso, estamos aquí para rogar por su perdón. —Dominic


tomó un paso hacia el escritorio, viéndose más desaliñado de lo usual, que
no era decir mucho. Su cabello marrón estaba desordenado como si
hubiera estado corriendo sus dedos a través de este repetidamente, su
barba oscura que usualmente disfrazaba exitosamente su expresión
siniestra solo lo acentuaba, y sus tatuajes debajo de su camisa de cuello-V
se veía cruda contra su tez aceituna.

Los tres hombres parecían que no hubieran dormido.

Las manos de Angel y Matthias estaban en los bolsillos de sus


chaquetas, ambos llevando expresiones de piedra. Lucca sabía que su
orgullo estaba sufriendo al tener que escuchar a Dominic rogarle a Dante
por sus vidas.

—¿Por qué deberíamos darlo? Tu padre rompió el contrato de


mantener la paz entre nuestras familias. —Dante golpeó su mano contra el
escritorio, ocasionando que las cenizas del cigarro del cenicero vuelven
hacia el aire—. ¡Asesinó a mi esposa!

Dominic ahora miró hacia los ojos fríos.

—No teníamos cono…

—¡Me importa una mierda! —lo interrumpió Dante—. Lucifer y sus


hombres también entraron en mi casa, tomaron algo que pertenecía a los
Caruso y casi matan a uno de mis mejores hombres, que todavía está
luchando por la vida. ¡Tu padre no hubiera dado la misma consideración a
mis hijos, a mi familia! —La ferocidad creció, junto con el disgusto en su
rostro—. Ni siquiera le importó si Sal moría tratando de defenderme. Un
hijo que no quería reclamar por la vergüenza de haberse follado a una
perra drogadicta, aunque el apellido Luciano se estuviera extinguiendo.
¿Pero, por qué no estoy sorprendido? Si no le importaba si Sal estaba
muriendo de hambre en las calles cuando era un niño, ¿por qué le
importaría una mierda cuando Sal creció?

Quedándose allí en silencio, Lucca sacó su encendedor y comenzó a


abrirlo y cerrarlo. Ellos nunca podían hablar de que Lucifer era el padre
biológico de Sal, ni siquiera el mismo Sal. Solo había escuchado a Dante
hablar de ello una vez.

—Mi padre se arrepiente de su decisión de no reclamar a Sal, pero


era demasiado tarde. Tú ya lo habías tomado. Angel, Matthias y yo nunca
acordamos con la decisión de nuestro padre de no reclamar a Sal como su
hijo. Solo somos soldados entrenados para obedecer sus órdenes. Lucifer
se asegura la lealtad a través del miedo, tú la aseguras a través del
respeto. Sal estaba mejor en las calles que bajo el pulgar de nuestro padre.

Dante se recostó en su silla, sus orejas pareciendo intentar


escuchar.

—¿Así como tú y tus hermanos?

—Sí. Lucifer no fue un hombre fácil con el que vivir, menos como
padre. —El rostro severo de Dominic mostró que esta no era la primera vez
que había rogado por su vida y la de sus hermanos.

—¿Estás tratando de ganar mi simpatía? Los Luciano ya han


recibido piedad una vez, al evitar que su apellido desapareciera. Tu padre
quedó vivo para continuar la dinastía y ha traicionado a la familia Caruso,
no una vez sino dos.

Dominic sacudió la cabeza.

—No estamos en guerra. La guerra tiene dos lados.

—¿Me estás diciendo que los Luciano no vengarán a Lucifer y sus


hombres?

Dominic dio una risa sarcástica, casi demoniaca.

—¿Vengarlos? Nos hiciste un favor.


Lucca bajó la mirada a su Zippo.

—Si querían a su padre muerto, ¿por qué no lo mataron ustedes


mismos?

—Lucifer sabía que lo odiaba. Yo lo quería muerto, pero no ante el


costo de la vida de uno de mis hermanos. Era cuidadoso al siempre
mantener a uno de los gemelos al lado de alguien en quien confiaba,
alguien que no dudaría en poner una bala en su cabeza.

—¿No confiaba en ti? —Lucca miró a los ojos de Dominic para ver
si estaba mintiendo.

—No, Lucifer no confiaba en ninguno de sus hijos. Usaba el


apellido Luciano para matar y destruir a cualquiera que estuviera en su
camino, incluso a expensas de su propia familia. Ustedes no eran los
únicos matando a los Luciano. Nadie estaba a salvo de él. No era la mejor
opción para liderar nuestra familia. Los pocos que quedamos, solo
queremos paz y reconstruir nuestro apellido.

Vinny se movió del lado del escritorio de Dante para ponerse al


frente, el Consejero tomando control de la conversación.

— ¿Y qué Luciano ha sido escogido para liderar?

La mirada de Dominic no vaciló.

—Yo.

Vinny y Dante compartieron una larga mirada, pero fue Vinny


quien dijo:

—Puedes llevar el nombre pero, ¿te aceptarán?

—Ya lo han hecho. —Dominic miró de vuelta a los dos viejos,


arrogante—. Me seguirán; me aseguraré de ello.

—¿Cómo propones aliviar el enojo de Dante? —preguntó Vinny.

—Los Luciano darán otro cuarto de nuestras ganancias hasta que


vean que se puede regresar al contrato original.

Vinny no se giró hacia Dante para ver si había acordado. Sabía, así
como Lucca, que esa ridícula oferta no detendría el enojo de su padre.
—La mitad —incrementó Vinny la oferta de Dominic a una que
dolería.

Dominic asintió con la cabeza bruscamente, su rápida respuesta


mostrando que había esperado que su baja oferta fuera rechazada.

Vinny no se había vuelto el consejero de Dante por ser un idiota.


Su mirada filosa observó la expresión de Dominic mientras dejaba caer la
siguiente bomba.

—Los Luciano necesitan ayuda reconstruyendo su línea de sangre.


La sangre italiana que corre por su sangre está débil y diluida —espetó
Vinny, su voz golpeando a los tres como un látigo con el insulto—. Una
mujer de la familia Luciano que esté en consentimiento matrimonial será
escogida para casarse con uno de los Caruso.

Lucca sonrió maliciosamente mientras hacía rodar su Zippo entre


sus dedos. El espectáculo que había esperado de Vinny era mucho más
placentero de lo que había pensado originalmente.

Dominic claramente no había planeado eso, y Angel y Matthias no


fueron capaces de esconder sus propias expresiones de horror.

—¿Cuál de las mujeres quieres? ¿Con qué Caruso espera ella


casarse? —soltó Dominic.

Vinny se encogió de hombros.

—Ambos dependerán de la decisión de Dante y mía. Quien sea que


escojamos de los Caruso será capaz de ver que los Luciano se regirán bajo
el contrato esta vez. La confianza será ganada con cada hijo, mientras la
sangre de los Caruso se mezcla con la de los Luciano. Tal vez para el
momento en que tengamos cuatro o cinco Caruso nacidos, Dante se sienta
más indulgente. Un hijo puede sanar un montón de heridas.

Dominic no fue tan rápido para acordar al segundo término cuando


asintió con la cabeza.

—¿Terminamos?

—No del todo. —Vinny sonrió. Lo que habían creído que era difícil
antes no se iba a comparar a esto—. Hasta que Dante pueda encontrar en
su corazón el perdón, uno de los gemelos será nuestro seguro. Si cualquier
parte del contrato no se aplicada, uno de tus hermanos pagará el precio.
Solo se pone mejor.

Los gemelos se miraron entre ellos. Ningún hermano quería que el


otro fuera escogido.

Angel dio un paso adelante.

—Yo me quedaré.

Matthias se movió al lado de Dominic.

—No, yo lo haré.

Ambos estaban tratando de proteger al otro. Lucca adivinó que no


era la primera vez.

Estudió a los hombres. Abriendo la boca, un nombre estaba


viniendo a sus labios, cuando Vinny lo dijo antes que él:

—Angel.

Lucca tomó uno de sus cigarros de su paquete. No era inteligente


de Vinny tomar a Angel. Ninguno de los Luciano sería considerado de
clase, pero los gemelos se veían como ladrones. El número de tatuajes y
músculos sobre-crecidos iba más con la chusma que encontrabas en los
callejones oscuros de la vieja ciudad de su herencia. Los gemelos eran
como un reflejo. Por lo que Lucca sabía, todos los Luciano bromeaban que
para poder distinguirlos solo había que mirar las imágenes de sus
tatuajes. Los gemelos compartían los mismos tatuajes, incluso yendo tan
lejos como colocarlos exactamente en la misma parte de sus cuerpos. La
diferencia era que los tatuajes de Angel eran el reflejo de Matthias. Lucca
entendía lo que Vinny no. Angel era la imagen retorcida de Matthias.

Lucca debatió en retar la elección de Vinny. En su lugar, decidió


quedarse callado. No había sido engañado por los intentos de los Luciano
de salvar sus vidas. Le recordaban a un perro rabioso que solo estaba
esperando el momento para atacar, arrancando la mano del que los
alimentaba.

Dominic sacudió su cabeza.

—Matthias será la mejor opción. No haría nada que pusiera en


peligro la vida de ninguno de mis hermanos.

En eso sí creía Lucca.


Vinny levantó su mano, deteniendo a Dominic.

—Angel es el menor. Los Luciano han tomado una actitud


protectora hacia él.

Lucca encendió su cigarro para evitar reír.

Angel era perezoso. Dejaba que todos hicieran su trabajo sucio.


Matthias rompería huesos si las padillas y traficantes de drogas no
pagaban por su protección. Si romper huesos no funcionaba, entonces es
cuando Angel era enviado. Cuando terminaba, la protección era pagada
con interés.

Lucca tenía una mejor opción de controlar a Angel que su propia


familia. No quería que Angel hiciera algo que rompiera la frágil paz que se
les estaba comenzando a dar.

Lucca permaneció en silencio, sintiendo un destello de respeto por


Dominic. El nuevo jefe de los Luciano quería una verdadera paz por
primera vez en décadas.

Lucca encontró la mirada de Dominic.

—Superviso a los hombres. Encontraré el lugar perfecto para él.

Todos en la habitación podían verlos evaluándose mientras Lucca


le decía silenciosamente que no sería engañado por Angel.

Era una cosa extraña pero, por primera vez, Lucca de hecho quería
paz entre las dos familias. Después de que su madre había sido asesinada,
no le había importado una mierda si estaban en guerra. Había rogado que
sucediera eso por venganza. Sin embargo Chloe había cambiado eso.
Quería paz para mantenerla a salvo.

Había tomado que pasaran años para entender completamente la


enorme responsabilidad que mantenía su padre.

Dominic se giró de vuelta a Vinny:

—¿Entonces estamos bien?

—¿Dante?

La expresión de su padre estaba rota.


Lucca bajó la mirada hacia la punta brillante de su cigarro. Quería
paz por la vida de Chloe pero era la esposa de Dante la que había sido
asesinada.

—Dante —repitió con tristeza Vinny—, lo que sea que hagas no


traerá de vuelta a Melissa. Si los Luciano se redimen, ¿entonces qué has
perdido? Ya has perdido lo que era más importante para ti. Un hijo nacido
entre sangre Caruso y Luciano podría lograr lo que en generaciones se ha
tratado de hacer: traer verdadera paz.

Dante estiró su mano hacia Dominic entonces, y el joven la tomó


firmemente, acordando los términos.

Una amenaza llegó a los ojos y voz de Dante cuando advirtió:

—Más te vale no decepcionarme.

Lucca inhaló profundamente, dejando que el final de su cigarro


quemara de un rojo brillante. Recordó un viejo proverbio italiano que
Dante había insertado en su cabeza cuando era más joven. Come semini,
cosi raccogli.

Cosecharás lo que siembras.


Capítulo 45

Ni siquiera en la muerte

Chloe se había quedado en la casa con Lucca durante una semana,


sin irse, dándose tiempo para sanar y para que Lucca se asegurara de que
todas las amenazas se habían ido.

Era extraño pensar en el futuro, algo que había empujado fuera de


su mente en la última semana, insegura de exactamente a dónde
pertenecía.

Desde sus cicatrices, ya no había sentido que pertenecía a esta


ciudad porque la había traicionado, pero ya no sentía que podía pertenecer
a ningún lado sin Lucca, y él pertenecía a la Ciudad de Kansas.

Una vez había pensado que siempre pertenecería al lado de su


mejor amiga Elle, pero no había sido realista pensar que duraría más allá
de la universidad. Ahora, Elle había encontrado lugar en la ciudad al lado
de Nero.

El futuro era una cosa intimidante y oscura, especialmente cuando


sentía el lazo entre ella y Lucca tan fuerte y tan pronto. Le asustaba como
la mierda, a ser honesta.

Por un lado, amaba ser protegida por él. Y el poder que sostenía le
hacía sentir como si nunca fuese a ser herida y siempre salvada. Y sin
embargo, la pequeña niña en ella todavía creía que era demasiado bueno
para ser cierto, pero Lucca podría cansarse de ella y hacerla a un lado, así
como habían hecho sus padres.

Entonces, cuando Lucca le había pedido que empacara sus cosas,


un miedo se arrastró, dándole la idea de que ya era el momento. Entonces
la había llevado al casino hotel, cargando sus bolsas al piso más alto y
dirigiéndose hacia el lugar de Nero y Elle.

Aunque estaba emocionada de ver a su mejor amiga por primera


vez en mucho tiempo, también temía que Lucca la fuera a dejar, dejándola
para que se convierta en el problema de Elle hasta que pudiera ir a
Stanford, de verdad esta vez.

Llegando casi al final del pasillo, la puerta de Nero se abrió de golpe


y Elle salió corriendo. Entonces se congeló en su lugar cuando vio a Chloe,
que estaba igual de congelada.

Un Nero furioso salió de la puerta un momento después.

—Lucca, traté de… —Se detuvo cuando Lucca levantó su mano


detrás de Chloe, deteniéndolo. Fue entonces cuando Nero finalmente notó
que las chicas todavía no se habían movido.

No fue hasta que Chloe vio el rostro de Elle que se dio cuenta
exactamente cuánto la había extrañado. Entonces Chloe fue la que tomó el
primer paso hacia ella, abriendo sus brazos cuando Elle cerró la distancia
entre ellas. Se abrazaron con fuerza por unos minutos, sus ojos
lagrimeando.

—Te he extrañado tanto —lloró Elle—. No he sido capaz de ver una


película sin llorar, deseando que estuvieras aquí.

Chloe rió entre dientes a través de su propio llanto.

—Yo también te he extrañado tanto. —Había estado segura que Elle


probablemente la odiaría por mentirle como un mes—. L-lo siento, no te
dije…

Elle rápidamente la alejó de ella entonces, fue directamente hacia la


cara de Lucca y lo golpeó directamente en el pecho tan fuerte como pudo.

¿Qué...?

—¡Te dije que no podías tenerla! —Elle lo empujó más fuerte esta
vez. Lucca no se inmutó.

—¡Qué diablos! —gritó Nero, corriendo para alejarla de él.

Lucca mantuvo su mano en alto, deteniéndolo de nuevo.


—¡Te dije que si le hacías daño, te mataría! —Elle golpeó su pecho
insensible de nuevo.

La boca de Chloe cayó al suelo.

Lucca se quedó allí, tomando los golpes.

—Te prometo que si lo hice, te dejaré que me mates.

Elle, quién estaba a mitad de un golpe, se detuvo, sorprendida por


la respuesta.

—¿En serio?

Lucca asintió.

—Sí.

Lo que Chloe vio después la sorprendió aún más mientras calentó


su corazón.

Elle envolvió sus brazos alrededor de Lucca, abrazándolo.

—Gracias por salvarla.

—De nada, Elle. —Aceptó el abrazo, palmeándole la espalda.

Aw… Chloe se sintió poniéndose emocional de nuevo.

—Todavía no me gustas. —Elle se compuso, volviendo a


empujarlo—. No eres suficientemente bueno para ella. Ella merece un
chico lindo. Sé por qué eres tan privado en tu casa. Todo lo que haces es
foll…

Lucca se estiró, agarrándola y cubriendo su boca con su mano.

—De acuerdo, jodidamente ya puedes alejarla de mí —le gruñó a


Nero.

Nero, completamente entumecido, rápidamente fue hacia Elle.

—¿Q-qué acaba de decir? —Chloe mordió su labio.

Elle logró liberar su boca cuando la movió.

—Mujeres. Probablemente cien…

Nero lanzó su mano contra su boca.


—Lo siento Lucca. La tendré bajo contr… ¡AU! —Apartó su mano de
su boca cuando ella le mordió.

—No, no lo harás. ¡Todavía estoy enojada contigo por saber que


estaba con Lucca todo este tiempo!

Chloe pudo ver por el rostro de Lucca que no sabía que Nero lo
sabía.

Entonces jaló a Chloe hacia la puerta opuesta de Nero y Elle y


comenzó a quitarle el seguro.

—¿Esta es tu casa? ¿Dónde dijo que te foll…? —Ni siquiera podía


pensar claramente.

—¡Sí! Abrió la puerta cubierto en sudor y sin camisa. Lake y yo


pensamos que tiene un calabozo de sex…

—¡Cállale la boca antes de que yo mismo lo haga! —gritó Lucca


sobre su hombro mientras trataba de apresurarse y quitar todos los
seguros.

—¡Lo intento, pero es jodidamente resbalosa! —Nero trató de


empujar a una Elle luchando, de vuelta a su casa.

—¿T-todo eso es verdad? —Chloe comenzó a juguetear con sus


manos. ¿Un calabozo de sexo?

—Solo está asumiendo, cariño —le aseguró mientras comenzaba a


empujarla rápidamente dentro, junto con sus cosas—. Cuando es ella
quien necesita mirar con quién está.

—Mierda. —Nero dejó de preocuparse por la boca de Elle y solo la


levantó sobre su hombro.

—No dejes que te llame así. Llama a todas las chicas “cariño”.
Debes de cortarlo de raíz como yo lo hice con Nero cuando me llamaba
ne…

Ambas puertas se cerraron de golpe al mismo tiempo.

Ni siquiera fue capaz de mirarlo, sin saber qué pensar.

La ferocidad de Lucca se calmó al ver los nervios de Chloe y


gentilmente tomó su mano entre la suya.
—Ven conmigo.

Siguiéndolo, miró alrededor del lugar, notando que estaba diseñado


como el de Nero, pero era un reflejo. Los estilos, sin embargo, eran
completamente diferentes. Lucca tenía tonos terrenales de madera oscura
y verde, así como su habitación en la casa. Era moderno pero no
demasiado. Más tradicional que los otros penthouse que había visto. Era
cómodo, cálido y perfecto, recordándole de los aires libres que
perfectamente había en la Ciudad de Kansas.

Al ser un penthouse esquinado, tenía ventanas del suelo al techo


en dos de las paredes, realmente dándole yuxtaposición entre el aire libre y
la ciudad.

Un ligero dolor alcanzó su corazón, al pensar sobre lo que Elle


había dicho. Era difícil imaginar a Lucca aquí con muchas mujeres.

Acercándola, envolvió sus brazos a su alrededor, sosteniéndola con


fuerza.

—No voy a pretender que soy virgen cuando ambos sabemos que no
lo soy.

—L-lo sé. —Presionó su rostro contra su pecho, sin querer que


viera el dolor en su rostro.

Sabía que estaba lejos de ser virgen, pero había dolido escuchar
cómo había traído a otras mujeres aquí cuando esta era su primera vez
viniendo aquí. A decir verdad, dolía incluso pensar sobre Lucca con una
mujer.

Él bajó su cabeza, recostándola en su cuello.

—Pero puedo prometerte que eres la primera y última mujer que


tendré o traeré aquí.

Moviendo su cabeza, quería mirarlo a los ojos, casi sin creerlo.

—He tenido este lugar por un tiempo. No me gusta que nadie entre
porque es mi propio espacio personal y un lugar para pensar. El único que
ha entrado aquí, además de mí, es Sal en ocasiones.
Chloe sonrió, presionando su rostro de vuelta en su pecho. Por una
vez en su vida, se sentía importante. Lo tomó como un honor para un
hombre como Lucca confiar en ella en un espacio especial para él.

—Ahora, ¿hay algo más que te entristezca? —preguntó, bromeando


e inclinándose hacia abajo para morder el lóbulo de su oreja.

Mordiéndose el labio, no sabía cómo decirlo pero…

—M-me gusta cuando me llamas cariño pero…

—No quieres que llame a nadie más así —terminó Lucca por ella,
sonriendo.

Ella asintió y se sonrojó al confesarle cómo la cosa de cariño había


funcionado tanto en ella que no quería que dejara de llamarla así.

Tomó otro mordisco de su lóbulo.

—Entonces no lo haré, cariño.

Levantándose, le dio un rápido beso en los labios, queriendo que


supiera lo feliz que le hacía.

Cuando volvió a su estatura normal, no pudo evitar reír.

—Entonces, ¿qué estabas haciendo para ponerte todo sudoroso?

—Te lo mostraré. —Lucca tomó su mano de nuevo, llevándola a


través de su penthouse y yendo por las escaleras que llevaban hacia el
cuarto principal. Pudo ver una escalera en espiral que no había estado en
la de Nero; hacia allí la llevó, dejándole que subiera ella primero.

Con cada paso, se puso más confundida.

—¿Hacia dónde va? Este es el piso más alto.

—Ya verás. —La ayudó a empujar la escotilla en lo alto en el techo.

Chloe bajó la mirada hacia sus pies mientras miraba cada paso,
terminando de subir. Entonces el ligero sonido de la ciudad saludó sus
orejas, haciéndola alzar la mirada finalmente. Cuando lo hizo, casi cae
hacia Lucca, la belleza quitándole el aliento.

Él estaba silencioso, sosteniéndola en frente de él y manteniéndola


en equilibrio mientras tomaba su alrededor.
—¿Es esto real? —susurró, parpadeando para ver si era el cielo o
solo un espejismo.

—Sí cariño.

Tomando un paso delante y girándose, sus ojos se movieron hacia


las flores y luego hacia las paredes de vidrio donde podía ver la ciudad. Era
un pequeño invernadero lleno con muchas flores en lo alto del edificio. La
vista impresionante era como nada que hubiera visto.

Le tomó unos minutos de mirar alrededor antes de girarse para


mirar en sus ojos.

—¿Tú hiciste esto?

Los ojos de Lucca ahora estaban completamente brillantes de


verde.

—Para ti, sí.

Otro ligero dolor alcanzó su pecho. Excepto que este fue diferente.

Cuando se giró de vuelta hacia él, era como si el viento hubiera sido
apartado de ella por mirar a alguien como él, rodeado por algo como esto.

—Es tan hermoso —susurró.

Caminando hacia ella, envolvió sus fuertes brazos alrededor de


nuevo.

—Empecé a trabajar aquí hace meses, para mantenerme ocupado


para no ir a por ti. No he estado con una sola mujer desde que te vi por
primera vez. Ninguna de ellas eras tú. Cada vez que te deseaba
desesperadamente, vine aquí para mantenerme sano.

El dolor en su pecho solo creció más, consumiendo todo su


corazón. Las viejas y pesadas cadenas en su alma estaban comenzando a
retumbar.

—No pensé que sería capaz de amar, hasta ti. —Ligeramente jaló su
pelo hacia abajo, forzándola a mirarlo a los ojos—. Te amo, Chloe. Eres la
única persona que he amado, o jamás amaré.

Las cadenas se liberaron, su alma sintiendo libertad por primera


vez en cuatro años. Libertad que solo duró un segundo antes de que fuera
reclamada de nuevo, mientras ligeras y apretadas cadenas tomaron lugar,
reclamándola como suya.

Estas cadenas podrían sostenerla cautiva, pero eran unas con las
que podía vivir. Cadenas que no pesaban en su cuerpo, mente o alma.
Cadenas que eran más permanentes. Cadenas que nunca podrían ser
rotas… ni siquiera en la muerte.

Soy tuya para siempre.


Capítulo 46

Una probada de ti… vale una vida en el Infierno

—Pensé que me habías traído aquí para quedarme con Elle —


admitió Chloe nerviosamente mientras Luca la ayudaba a bajar el último
escalón de la escalera de caracol después de pasar horas en el
invernadero.

Lucca perdió su sonrisa ante sus palabras, deteniéndose para


mirar su cabeza inclinada.

—Chloe, mírame.

Logró alzar la mirada, con emociones mezcladas en su rostro.

—Una vez te prometí eso, que cuando terminara el semestre te


dejaría ir. No tienes que temer de Lucifer nunca más. No tienes que temer
de nadie más, nunca. —Corrió un suave dedo por su mejilla, observando
su labio temblar ante el amor brillando en sus ojos, haciéndolos ver más
verdes de los que lo había visto antes—. Aunque no puedo mantener esa
promesa. No puedo dejarte ir y salir por esa puerta, porque ahora sé cómo
es tenerte.

—No quiero que me dejes ir —dijo sin aliento. Nunca—. Me rendí


ante ti. Dije las palabras.

Lucca levantó su mano hacia su garganta, sus ojos ahora volviendo


de vuelta al verde azulado.

—Di las palabras, cariño.

Su pecho se levantó y cayó con fuerza, sabiendo exactamente lo


que estaba por hacer.
Colocando su destino en piedra, dijo:

—Soy tuya… para siempre.

Él apretó su delicada garganta bajo su agarre, un poco más fuerte


esta vez.

—De nuevo.

Miró al ser intimidante, sin miedo, su corazón hinchándose.

—Soy tuya para siempre.

Sus ojos destellaron azul por un segundo antes de que la levantara


y la cargara hacia su cama, donde iba a probarle que era dueño de su
cuerpo de la forma en que ella siempre lo había sabido.

Chloe enterró su cabeza en su hombro, imaginando nerviosamente


las cosas que le iba a hacer. Sorprendentemente, no sintió el miedo que
siempre había esperado. En su lugar, estaba más nerviosa de
decepcionarlo. Había esperado meses por ella, para este momento.

—¿No te decepcionarás si lo hago mal la primera vez? Quiero decir,


has estado con un montón de mujeres…

—Cariño… —Lucca la dejó en la cama, luego comenzó a quitarle la


ropa—. Eso sería jodidamente imposible.

Quiso apartar la mirada cuando desabrochó sus pantalones, pero


no pudo. Su excitación era tan evidente que su cuerpo no se lo permitiría.
Quería ver todo de él.

Cuando su larga y gruesa longitud fue liberada, no supo si jadeó o


gimió.

Levantándola de la cama, no le dio tiempo de decidir cuál era. Le


quitó la ropa tan rápido como él había quitado la suya. Entonces lanzó su
trasero de nuevo contra el colchón, ocasionando que otro jadeo escapara
de ella.

Inclinándose para presionar un rápido beso en sus labios, llevó sus


manos a sus hombros, empujándola más contra la cama.
Chloe podía sentir el fuego entre sus piernas mientras él arrastraba
sus manos en la cama a su lado y comenzaba a besar el lado de su cuello,
bajando hasta que estuvo besando el hueco entre sus senos.

Se tensó, el fuego queriendo calmarse cuando fue más abajo,


besando la cicatriz en su abdomen.

—Hermosa —murmuró mientras su lengua limpiaba cada recuerdo


que Lucifer había infligido en ella—. Nunca voy a dejar que nadie te haga
daño de nuevo, bebé.

El aliento de Chloe se detuvo ante la vista y palabras que había


dicho. ¿Cómo es que existe alguien como él?

—Sé que no lo harás. —La confianza en él era irrompible.

El fuego quemó más que nunca cuando deslizó su boca más abajo
hasta que sus labios rodeados de barba se cernieron sobre su centro.

—Voy a tener que ir a confesarme —le dijo—. Dios va a maldecirme


al Infierno por lo que estoy por hacer.

—¿Q-Qu…?

Con la punta de su lengua, partió su carne y lamió arriba y abajo


por su clítoris.

Chloe saltó ante la sensación sorpresiva, su cabeza cayendo hacia


atrás y sus piernas comenzando a temblar.

Él presionó sus brazos en sus caderas, sosteniéndola en su lugar.


Gimiendo, entonces presionó su boca más cerca.

—Una probada de ti… vale una vida en el Infierno.

Cuando incrementó la presión en su boca contra ella, Chloe lo


sintió deslizar su lengua dentro de ella en rápidas lamidas, y luego
profundamente hasta que se volvió más demandante y hambriento.

Levantando una de sus piernas sobre su hombro, enterró su lengua


en su cuerpo retorciéndose.

Oh Dios mío. Comenzó a jadear.

—Llévame contigo.
Su afirmación lo tuvo apretando su agarre en su cadera, su boca
trabajando más duro, volviéndose más voraz.

El fuego dentro de ella quemó con más fuerza, cada lamida


exponiendo terminaciones nerviosas que habían permanecido dormidas
hasta que Lucca las había liberado.

—¡Lucca! —gimió en voz alta. Sus nervios habían alcanzado su


punto de rompimiento, enviándola a un abismo que no había visto antes y
del que no quería volver.

Mientras trataba de regresar, sintió a Lucca bajar su pierna a la


cama antes de que su excitación fuera al punto en que había estado su
boca.

Su respiración estaba exhausta y sus nervios empezaron a volver.

—Y-yo podría necesitar recuperar mi ali…

Su mano fue hacia su garganta mientras la miraba con ojos fieros


la silenciaron. Entonces sintió su excitación comenzar a deslizarse dentro
mientras envolvía su otra mano alrededor de ella.

Chloe hizo una mueca ante el ligero dolor, retorciéndose para


ajustarse.

—Quédate quieta, Chloe —demandó mientras tomaba su labio


inferior entre sus dientes—. No dolerá por mucho tiempo.

No estaba tan segura.

La mano en su garganta se apretó ligeramente.

— ¿Cuál crees que está más apretado: mi mano o tu apretada


vagina?

Ante sus palabras, sus ojos querían rodar hacia atrás y una ola de
humedad la golpeó que lo hizo moverse más fácil dentro de ella.

Sin advertencia, sintió un fuerte empujón dentro de ella mientras


soltaba su mano alrededor de su cuello. Cuando su longitud comenzó a
retirarse de nuevo, el agarre en su garganta se apretó. Chloe no pudo
recuperar su equilibrio, perdiéndose en el movimiento repetitivo. Él estaba
jugando con su cuerpo como un instrumento musical, como un violinista
que hacía música hermosamente impresionante con sus manos.
La sensación ahora familiar estaba volviendo, haciendo que
agarrara los amplios hombros de Lucca mientras apretaba sus piernas
alrededor de sus caderas, empujándose hacia arriba mientras él empujaba
hacia abajo.

Lucca mantuvo sus ojos intensamente en su rostro cicatrizado,


leyendo cada expresión.

—¿Te gusta eso, cariño?

—¡Sí! —gritó Chloe, sorprendiéndose. No podía creer que disfrutara


tanto que sostuviera su garganta como cuando se balanceaba dentro de su
cuerpo.

Ahora mientras alternaba entre sostener y liberar su garganta, era


más apretado, más rudo, forzándola a mirar en la profundidad de sus
verde azulado.

—Te amo, Chloe.

Presenció algo diferente en él mientras miraba en lo profundo de


sus ojos. Chloe había pensado que lo necesitaba, que dependía de él más
de lo que la había necesitado o dependido de ella. Pero eso no era todo.
Lucca necesitaba y dependía de ella tanto como ella de él. Su necesidad y
dependencia era igual. La relación entre ellos era igual. Uno no era más
importante que el otro. Ambos se necesitaban para sobrevivir.

Las cadenas que habían capturado su cuerpo, mente y alma no


significaban que Lucca fuera su dueño. Ahora podía ver visiblemente que
él cargaba sus propias cadenas alrededor de su cuerpo, mente y alma. Las
mismas cadenas que la sostenían a ella, lo hacía él. Estaban sostenidos
juntos… como uno solo.

Esa sensación, ese lazo que compartían, finalmente lo entendía.

Somos almas gemelas.

Chloe sintió una lágrima escapar, corriendo por su cicatriz.

—Te amo, Lucca.

Sus ojos se tornaron de un notable atisbo de gris mientras


apretaba su mano alrededor de su garganta y se enterraba en su abertura
con más fuerza.
—De nuevo —gruñó.

—¡Te amo! —chilló mientras él daba un empujón que la tuvo


gritando mientras caía en el abismo que estaba esperándola. Y Lucca
también. Era como una hermosa pesadilla de la que nunca quería
despertar…
Capítulo 47

Renacerá

Ahora que Chloe y Elle vivían justo al frente del pasillo de la otra,
estaban recuperando el tiempo que se habían perdido en el último mes.

Era como un sueño hecho realidad. Por primera vez en su vida,


Chloe sintió que realmente pertenecía, que era al lado de Lucca y solo a
unos pasos de su mejor amiga, la chica que la había protegido con su
propia vida.

Chloe ya había aplicado a la universidad aquí en Ciudad de


Kansas, así que empezaría el siguiente semestre. Todavía estaba tratando
de descubrir en qué especializarse. En Stanford, había tomado un
conjunto de diferentes clases, tratando de descubrir exactamente qué
quería hacer. Lucca le había asegurado, sin embargo, que con el tiempo
sabría qué sería. Si eso era quedarse en su invernadero todo el día, estaba
bien para él.

La verdad es que Chloe nunca había pensado mucho sobre un


futuro, porque realmente nunca sintió que tuviera uno. Lo único que había
querido en su futuro era dejar Ciudad de Kansas, y la universidad era la
mejor forma de hacerlo.

Incluso ahora, no sabía que tendría el futuro para ella, pero sabía,
mientras fuera con Lucca, que todo era de la forma en que debería ser.

Su amiga, sin embargo, todavía no pensaba así.

—Sabes lo que significa, ¿verdad? ¿Estar con Lucca…? —preguntó


Elle.
—Lo sé —trató de asegurarle. Entonces la miró de manera
extraña—. ¿Sabes con quién estás tú, verdad?

—Sí, pero Nero no es el segundo al mando.

¿No se lo ha dicho?

—Eh, sabes que puede serlo, ¿verdad? ¿Cuándo Lucca se convierta


en el jefe?

—Sí, pero nunca será el jefe. —Los grandes ojos azules de Elle se
enfocaron en ella—. Y si Lucca tiene un hijo…

Chloe tragó el enorme nudo que de pronto se había formado en su


garganta. No podía creer que nunca hubiera pensado en eso. Oh, mier…

Lake llegó a zancadas a través de la puerta, cerrando de golpe la


puerta detrás de ella.

—¿Qué sucede? —preguntó Elle mientras su atención fue hacia la


alta y furiosa morena.

Lake cayó en el sofá, cruzándose de brazos.

—Le he dicho a Vincent millones de veces que haga que Lucca le


encuentre algún lugar más dónde trabajar. Dice que lo ha hecho, pero creo
que me está mintiendo. —Lanzó una almohada hacia una Elle riéndose—.
No sé por qué crees que es gracioso. ¡Nero también está trabajando ahí
abajo!

Habiendo esquivado la almohada, Elle trató de sonar confiada


cuando dijo:

—Nero me prometió que no mira a las mujeres.

¿Mujeres?

Lake puso los ojos en blanco.

—¡No son ciegos!

—No creo que esté mintiendo —dijo Elle mientras sacudía la


cabeza, pero su confianza parecía estarse yendo.

—Confía en mí; lo hacen.


—Tal vez es importante que las observen —dijo Chloe. Lucca le
había dicho que eran como guardaespaldas protegiendo a sus
trabajadores.

Lake resopló.

—Sí, es realmente importante que Nero, Vincent y Amo observen a


las mujeres con escasos atuendos realizar bailes de tubo.

¿Qué?

—Pensé que era un casino clandestino.

—Lo es. Uno donde los apostadores son mujeres en atuendos


picantes.

Ese es el motivo por el que Amo ama estar allí. Espera…

—¿C-cómo es que sabes tanto sobre ello? —preguntó Chloe,


confundida.

Elle explotó en risas.

Lake se detuvo y luego esquivó la pregunta.

—Ese no es el punto. ¡El punto es que Nero y Vincent están allí


abajo ahora mismo, en un mar de mujeres prácticamente desnudas!

La risa de Elle rápidamente murió, lo que hizo que Chloe explotara


en estas.

—No deberías estarte riendo. Lucca prácticamente lo gestiona —le


espetó Elle.

Su risa comenzó a morir.

—¿L-lo hace?

—Sip. —Elle sacó la lengua—. Lucca no es tan perfecto ahora,


¿verdad? Apuesto a que su invernadero no es tan jodidamente gen…

—Confío en él —dijo sin dudar—. Dijo que no ha estado con una


chica desde que me conoció hace nueve meses atrás. No tengo razón para
no confiar en él.

Elle y Lake la miraron fijamente, parpadeando.


Fue Lake quién habló primero, prácticamente abanicándose.

—Lo siento Elle. No puedo seguir pretendiendo no ser Equipo


Lucca. ¿Estás segura que el invernadero no es un calabozo del sexo?

—Equipo Lucca… ¿Qué? ¡No! —Chloe miró a las chicas, quiénes


parecían un poco calientes.

—Oh Dios mío —susurró Lake, sus ojos poniéndose un poco raros
mientras miraba a Chloe, y luego a Elle. Las dos se veían como si supieran
lo que estaba pensando la otra.

Elle se acercó a ella.

—He cambiado de idea. Lucca es bueno para ti.

No me gusta hacia dónde…

Lake se acercó a ella también.

—¿Haría cualquier cosa por ti, verdad?

***

Dejando la casa de Nero, estaba comenzando a pensar que estar


cerca de Elle podría no ser una cosa tan buena.

Cuando uno de los guardias por la puerta del elevador se removió


en sus pies, Chloe se giró.

La expresión de abatimiento de Amo permaneció baja, sin apartar


la mirada, mostrándole que sabía que estaba en el pasillo.

Mordiéndose el labio, trató de decidir si debería hablar con él.


Entonces, tomando una respiración profunda, caminó por el pasillo hacia
él, deteniéndose a unos cuantos pasos y no acercándose lo suficiente para
que la tocara.

—Amo, ¿puedo hablar contigo?

Él mantuvo su cabeza hacia adelante, sin mirarla.

—Estoy trabajando.
—P-pensé que trabajabas abajo…

Podía decir por la mirada que destelló a través de su rostro que no


se había dado cuenta que ella sabía qué significaba eso.

—He sido trasladado aquí arriba.

—Oh. —Se imaginó que Lucca había tomado el trabajo con el que
amaba castigarlo.

Viendo lo mucho que Amo estaba herido, le dolía saber que le había
hecho eso. A pesar de ello, no había nada que pudiera hacer. Diciéndole
algo sobre Lucca probablemente le dolería más ya que Lucca todavía
estaba muy enojado con él.

Viendo el yeso en su mano, su corazón se rompió un poco más.

—L-lo siento sobre tu mano.

El mentón de Amo se flexionó, la desilusión y el daño que le había


causado tan evidente en sus ojos.

Dándose cuenta la mala idea que esto era, nerviosamente se giró


para alejarse, queriendo llorar por lo que sentía como la pérdida de una
gran amistad.

Estaba a mitad de camino cuando escuchó su grito.

—¡Chloe!

Hubo una vez en que hubiese seguido corriendo pero ahora se


detuvo, girándose para verlo caminar hacia ella.

—Lo siento. —Amo pasó una mano a través de su cabello—. Lo


siento por un montón de mierda que me gustaría deshacer. Fui el que llevó
a los Luciano hacia ti. Fui el que te llamó un fenómeno y ni una vez te
defendí en la escuela…

—Por favor, deja de culparte, Amo. —Tenía que detenerlo, incapaz


de soportar su arrepentimiento—. No te culpo por nada de eso.

Amo la miró, dejando que viera el dolor en sus ojos.

—Tengo que hacerlo. Es la única manera en que puedo vivir contigo


escogiendo estar con él después que jodidamente te secuestró. Si no lo
hubiera hecho, hubiésemos sido más que amigos. Sabes eso.
—Me fui, Amo. —Sus ojos comenzaron a aguarse. Odiaba la forma
en que siempre hacia que rompiera su corazón incluso más, pero era la
única manera que podía hacer que entiendiera—. Te estaba dejando atrás.

—Hubiese ido por ti. —Amo tomó un paso hacia ella—. Estaba
yendo por ti. ¡Fui por ti!

Tuvo que apartar la mirada de él.

—Lo sé, pero era demasiado tarde.

—No, no lo es. No es demasiado tarde Chloe… —Tomó otro paso


hacia ella, la esperanza en sus ojos creciendo. Rogaba que cambiara de
idea y lo escogiera a él.

—No hubiese sido real entre nosotros. Cambiaste a mí alrededor y


yo nunca cambié. —Tomó un paso lejos de él, mirándolo directamente a
los ojos—. No estábamos destinados a ser. Lo sé, porque lo siento en mis
huesos. Estoy destinada a estar con él. Estoy destinada a estar con Lucca.

Los ojos de Amo brillaron, su visión yendo hacia el suelo.

—Siempre me preocuparé por ti, Amo, pero como amigo… de la


misma forma que me siento con Elle.

Sus puños comenzaron a curvarse al escuchar la palabra “amigo”.

—Lo odio, joder, por haberte alejado de mí.

Chloe sacudió la cabeza.

—No lo culpes a él. Cúlpame a mí. No es la culpa de Lucca que no


esté enamorada de ti.

Amo no vio las puertas silenciosas del elevador abrirse, pero Chloe
sí. Sus ojos rogaron al hombre saliendo de allí. ¡Por favor, no!

Cuando Lucca no se movió, miró de vuelta a Amo.

—¿Te gusta la jardinería?

—¿Qué? —Amo le dio un fruncido de disgusto, preguntándose por


qué había dicho eso—. No.

Chloe dio una risa temblorosa.


—A mí sí. No sabía que lo hacía, pero lo sé ahora. Lucca me enseñó
cómo.

El duro rostro de Lucca se relajó mientras permanecía en silencio


cerca del elevador.

—Siempre he amado mirar las flores pero nunca me di cuenta


cuánto trabajo implica crear un hermoso jardín. Tienes que retirar las
malas hierbas para darle a las raíces de las flores espacio para crecer.
Lucca se sentó durante horas conmigo, solo ayudándome a retirar las
malas hierbas. —Chloe colocó su cabello detrás de su oreja, dejando que
su hermoso y cicatrizado rostro se mostrara con orgullo—. Una por una.

Amo levantó la mirada hacia ella, sus ojos viajando hacia sus
cicatrices, viendo la diferencia en ella ahora. Había cambiado.

Esto era todo. El momento donde tomaría su elección final de una


vez por todas.

—No me enamoré de Lucca porque me secuestró. Me enamoré de él


porque… me liberó.

El puño de Amo se soltó. El desamor todavía estaba allí pero ese


pequeño pedazo de esperanza en sus ojos se destrozó cuando la esperanza
se fue. Fue hasta el punto en que no sabía cuál era peor: tener algo de
esperanza o ninguna.

—Adiós, Chloe —dijo por fin, diciéndole en palabras no dichas que


su amistad estaba terminada.

Le rompió el corazón ver que lo terminara, pero lo entendía, viendo


el dolor que le ocasionaba incluso mirarla.

—Adiós, Amo.

Amo se giró, estando cara a cara con un Lucca intimidante una vez
más.

Sostuvo su aliento por un breve momento, esperando que


escuchara sus ruegos y no hiciera nada.

Lucca continuó mirando fijamente al congelado Amo antes de


pasarlo, golpeándolo con su hombro.

—Vuelve al trabajo, soldado.


Gracias. Chloe dejó salir su aliento contenido mientras Lucca
caminaba hacia ella, tomando su mano. Se presionó contra él, dejando que
tomara su peso mientras entraban a su casa. Para el momento en que
cerró la puerta detrás de ellos, había caído sobre él, sollozando.

Llevándole arriba y hacia su cama, la dejó llorar en su pecho


mientras pasaba sus tiernos dedos por su espalda y retorcía sus mechones
de cabello negro.

Cuando las lágrimas ya no se derramaban, susurró en la


habitación:

—¿Por qué se siente como si hubiera muerto?

—De una forma, lo hizo —le dijo, con pesar—. Pero renacerá
cuando encuentre su nuevo propósito.

Chloe levantó sus ojos grises hacia los verde azulados.

—Le sucede a los hombre una sola vez. Pensé que me había
sucedido a mí cuando me hice hombre hecho a sí mismo, entonces cuando
mi madre murió, y entonces cuando te vi por primera vez. Pero no fue allí
cuando sucedió tampoco.

— ¿C-cuándo fue? —preguntó, cuando no continuó.

Lucca frotó su dedo por su cicatriz.

—Tal vez te lo diré un día, pero no hoy cariño.

Se acurrucó contra él, dejando que Lucca sanara su corazón roto.

—Te amo.

—Yo también te amo, cariño. —Retorciendo un mechón de su


cabello, entonces lo soltó para sostenerla cerca—. ¿Hay algo que pueda
hacer para hacerte sentir mejor? Puedo cocinarte algo.

Una lenta sonrisa apareció en sus labios. Levantando la cabeza,


miró de vuelta en sus ojos, juguetonamente.

—¿Cualquier cosa?

^^
Lucca miró fijamente hacia los ojos de los dos hombres ante él, el
futuro de esta familia. Tomó una calada de su cigarro, dejando que el final
queme brillante.

—Ambos me deben una.

Nero y Vincent dieron un rápido asentimiento a sus cabezas.

—Los tres tenemos el mismo problema. —Dejó caer sus cenizas en


el cenicero.

—¿Cuál es? —preguntó Vincent.

Los ojos esmeraldas de Nero se entrecerraron, sabiendo


exactamente qué era.

—Nuestras mujeres no son italianas.

Lucca sonrió, viendo los engranajes girar en sus cabezas.

—Les darán un ultimátum; les harán escoger entre la familia y sus


chicas. Nuestros padres se lo han hecho a otros que tienen menos poder
que nosotros y ellos eventualmente nos harán escoger.

Las mandíbulas de tanto Nero como Vincent se endurecieron


sabiendo que era cierto.

Podía ver a los dos hombres divididos; un lado de ellos que vivía y
respiraba la familia Caruso; y el otro lado encontrando verdadero amor.
Hacer a un hombre escoger así sin duda lo mataría, sin importar la
elección.

—Les di a ambos la chica de sus sueños, y en respuesta las


escogerán a ellas cuando la decisión tenga que ser tomada. —Un brillo
malvado se situó en su rostro—. Así como yo; entonces el futuro Caruso
será destruido.

Nero sonrió.

— ¿Entonces cambias los planes y les das el ultimátum?

—Un ultimátum con una sola opción con la que ellos pueden vivir.
—Gracias, jodido Dios. He estado esperando por el día cuando
finalmente jodas a mi padre —Vincent comenzó a rezar, una lágrima
pareciendo que iba a bajar por su mejilla—. Y lo que es incluso mejor…
logré ayudar a hacerlo.

Lucca miró al tonto rubio que por suerte, al menos tenía buenos
rasgos de los que presumir.

—Si crees que vas a ser mi consejero, estás cagando fuera del
tiesto.

—Yo seré tu consejera —dijo Maria, sonriendo mientras pasaba las


páginas de su revista y hacía sonar sus tacones.

Vincent resopló.

—Como si fuera a escogerte por encima de mí.

—Por encima de ti, lo haría —le dijo con seguridad, hiriendo su


orgullo de chico bonito.

—Con una condición. —Maria sonrió—. Que no tenga que estar con
un hombre de sangre italiana tampoco.

Tomando una calada, sopló el humo hacia ella.

—No.

Su tacón costoso se detuvo de chocar contra el suelo.

—Ya veremos.
Capítulo 48

Este es tu propósito final

Maxwell se sirvió otra generosa porción de licor en su vaso. Ni


siquiera miró para ver qué estaba tomando. Mientras le diera suficiente
estímulo para esconderse del desastre que había hecho de su vida, no
importaba.

Debería haberse puesto una bala en la cabeza hace mucho, pero


era demasiado cobarde. También podía haberse divorciado de la perra de
su esposa, y no preocuparse por el poder político que había disfrutado en
los últimos años.

—¿Maxwell? —La voz filosa de una mujer lo tuvo levantando la


cabeza del escritorio en el que había estado desplomado.

—¿Q-qué? —Trató de enfocar su mirada en su esposa mientras


entraba a su oficina. Jodida perra—. ¿Es hora de cenar?

Elaine curvó sus labios en desprecio.

—Cenamos hace cuatro horas.

Maxwell trató de recordar lo que había comido, pero no pudo.

—No estoy listo para la cama. Ve tú.

—No te halagues. No me importa cuándo vayas a la cama.

—¿Entonces qué quieres? —Maxwell buscó su vaso, encontrándolo


vacío. Empezó a buscar la botella de licor, entrecerrando sus ojos mientras
miraba alrededor de su escritorio, sin verlo. Entonces buscó donde debió
haberlo dejado después de llenar su vaso.
—Maxwell, ¿por favor podrías darme tu atención un segundo? —Su
esposa se acercó al lado de su escritorio, recogiendo la botella del suelo.

—Continúa. Estoy escuchando. —Tomó la botella de ella y comenzó


a desenroscar el tampón.

—Acabo de recibir una llamada interesante.

—Dile a los telemercaderes que llamen en la mañana. Lana puede


responder sus llamadas.

—No fue al teléfono de la casa. Fue a mi celular.

—Entonces no veo qué tiene que ver conmigo. —Se sirvió otro vaso
lleno, esperando que ella se fuera antes de beberlo. No valdría la sesión de
perra si tomaba en frente de ella.

Elaine apartó la bebida.

—¿Me vas a escuchar, borracho? —Viendo que finalmente tenía su


atención, dijo—: Acabo de recibir una llamada extraña. La persona al otro
lado me preguntó si sabía dónde estaba mi hija.

—Si quería hablar con Chloe, ¿por qué solo no la llamaste? —


preguntó estúpidamente.

—Era un hombre —reveló—. Le dije que estaba en la universidad.

—¿Y? —Solo deseaba que se fuera—. ¿Dijo qué quería?

—No, dijo: “respuesta equivocada” y colgó. —Elaine dio un ligero


temblor, aunque prácticamente estaba hecha de hierro.

Maxwell se encogió de hombros.

—Si te preocupa tanto, mira en tus llamadas recientes y devuélvele


la llamada.

—Lo hice. Nadie respondió y fue hacia el buzón de voz.

—No sé qué gran problema es. Es un jodido telemercader. Bloquea


la llamada.

—Fue extraño y lo bloqueé —le espetó—. Voy a la cama.

Sus irritantes tacones sonaron contra el suelo de madera mientras


la perra lo dejaba en paz.
Terminando su bebida, cayó contra la silla, adormeciéndose.

La necesidad urgente de mear hizo que se despertara de golpe.


Inestablemente dejó su oficina para ir al tocador, casi sin llegar. Cuando
terminó, salpicó agua en su rostro. Se estaba volviendo viejo. Su consumo
excesivo de alcohol estaba comenzando a afectar su apariencia.

Incapaz de mirar al hombre en el espejo por más tiempo, Maxwell


salió del tocador, volviendo a su oficina.

Lanzando la botella de licor vacía en el basurero al lado de su


escritorio, fue hacia la cabina de licor por otra.

Estaba alcanzando el coñac cuando su celular sonó en su


escritorio. Tomando el licor con él, recogió el celular, viendo que era un
número desconocido. Casi no responde pero la idea de otro maldito
telemercader llamando a Elaine si no respondía lo tuvo aceptando la
llamada.

—¿Hola…? —dijo, arrastrando las palabras.

—¿Sabes dónde está tu esposa? —La voz masculina envió un


escalofrío por su columna.

Tratando de luchar a través de la neblina inducida por el alcohol,


preguntó:

—¿Quién es? ¿Sé dónde está mi esposa? —Maxwell resopló


sarcásticamente—. Está en su jodida cama. La próxima vez, pregúntame si
mi refrigerador está funcionando. —Maxwell terminó la llamada. Había
creído que las llamadas de broma habían pasado de moda hace décadas.

Sirviéndose su bebida, estaba por sentarse de nuevo en su silla


cuando escuchó a Elaine llamándolo desde la cocina.

Casi no le responde pensando que solo era el bromista llamándola


a ella hora. Ella nunca se callaría. Sin embargo, después de terminarse el
coñac en un solo trago, caminó hacia la cocina.

—¿Es otro tele…? —Maxwell parpadeó ante el hombre de pie en su


cocina—. ¿Qué estás haciendo aquí?

—Cállate y siéntate —ordenó Lucca.


Con el rostro pálido, Maxwell fue hacia la mesa y torpemente se
sentó antes de mirar a su esposa, quien estaba sentada a su lado.

Su normalmente cabello estilado estaba desarreglado y le tomó


unos cuantos momentos de borracho darse cuenta que cada una de sus
manos estaba atada detrás de su espalda.

—¿Por qué diablos se at…?

Maxwell se lanzó hacia adelante cuando una mano dura se


presionó contra su espalda antes de que le retorcieran las manos
rudamente detrás de su espalda. Cuando trató de detenerlo, Lucca lo
golpeó a un lado de su rostro.

Tontamente, Maxwell comenzó a caer fuera de la silla pero Lucca lo


sostuvo recto mientras ataba sus muñecas a los brazos de la silla.

Casi se orina cuando Lucca jaló la silla lejos de la mesa y comenzó


a atar sus tobillos a cada pierna de la silla. Entonces comenzó a llorar.

—Dime lo que quieres. ¿Quieres dinero? Puedo obtenerlo par…

—Esto no se trata de dinero —dijo Lucca mientras se ponía de pie,


empujando la silla de Maxwell hacia atrás, hacia la mesa cuando hubo
terminado. Entonces se movió al otro lado de la mesa para mirarlos.

—¡Entonces qué quieres! —lloró Maxwell.

—Cállate Maxwell —siseó su esposa—. Lucca, tenemos una


relación provechosa con los Caruso…

—Los Caruso ya no harán negocios con ustedes. Sus tratos con


Lucifer anularon cualquier promesa que hicimos.

Maxwell comenzó a sollozar mientras miraba los ojos


descorazonados e intimidantes del Coco, sabiendo que estaba jodido.

La voz helada de Lucca cortó a través de sus lágrimas:

—Tengo un nuevo perro y me contó una historia sobre que vendiste


el alma de tu hija al diablo. Que se la quedaría cuando alcanzara los
dieciocho años.

Los sollozos de llanto de Maxwell se convirtieron en gimoteos.


—¡Cállate la jodida boca! —le gritó su esposa, su silla casi
inclinándose a un lado—. Vas a hacer que nos maten. —Entonces giró su
atención hacia Lucca—. Le dije a Lucifer que podía tener a Chloe cuando
fuera a la universidad. Te la hubiese dado a ti si ese…

Lucca le dio una bofetada en el rostro, callándola efectivamente.

—Ni otra jodida palabra de tu jodida boca a menos que me dirija a


ti —le siseó.

Podías ver ahora el miedo de Elaine mientras se daba cuenta que


no sería capaz de salir de esta.

Lucca caminó hacia la encimera, recogiendo un maletín y


colocándolo en la mesa en frente de ellos. Entonces ajustó su brazo,
haciendo que su chaqueta de su traje negro se levantara mientras bajaba
la mirada hacia su reloj.

Mirando al demonio en frente de él, quien estaba vestido en un


traje costoso e italiano, Maxwell sintió la muerte inminente. Voy a morir.

Lucca dejó el teléfono en la mesa en frente del maletín.

—Antes de que se me olvide, ¿dónde está su receta para el chili?

—¿Eh? —Maxwell lo miró, inseguro de si estaba escuchándolo bien.

—Tú receta para el chile. La quiero. Ahora —demandó para Elaine


esta vez.

Maxwell lo miró en horror mientras Lucca agarraba un cúmulo de


cabello de Elaine y lanzaba su cabeza contra la mesa cuando no respondió
lo suficientemente rápido.

—¡No lo sé! —Un rastro de sangre corrió fuera de sus fosas


nasales—. ¡Ya no cocino!

Maxwell perdió el control sobre su ya llena vejiga y se orinó cuando


Lucca se giró hacia él.

—Las recetas de Lana están en el cajón cerca de la estufa.

Mientras Lucca se alejaba de ellos, Maxwell retorció su cuello para


ver a Lucca sacar la caja de recetas de la cabina. Entonces vio al Coco
pasar a través de las recetas hasta que, con una sonrisa de satisfacción,
encontró la que estaba buscando, colocando el resto de las recetas de
vuelta en la caja y dejándola en la encimera.

Cuando regresó al lado de ellos, lágrimas estaban quemando en el


rostro de Maxwell. Incluso su esposa comenzó a llorar cuando Lucca cortó
una de las cuerdas de sus brazos, luego se giró para hacer lo mismo con la
de Maxwell.

—Escuchen; solo voy a decir mis instrucciones una vez. —Lucca se


movió al lado, abriendo el maletín.

Si ya no se había orinado, Maxwell lo hubiese hecho justo entonces


ante la vista de lo que estaba dentro del maletín. Su esposa estaba
llorando tan fuerte como él ahora.

Lucca apretó un botón y eso encendió una luz que fue de rojo a
verde. Cerrando el maletín, entonces retorció los pequeños números en la
manija.

—Tienen cinco minutos para liberarse y llamar a Chloe; ella tiene la


combinación. Si no tienen suficiente tiempo para desatar todas las
cuerdas, Chloe es su única oportunidad. —Dejó un celular desechable
encima del maletín.

Ninguno se giró para ver a Lucca cuando se fue con la receta.


Maxwell ya había comenzado a luchar para liberar la atadura de su mano
libre. Cuando lo hizo, rápidamente se lanzó hacia el celular, todavía atado
de los tobillos.

Agarrando el teléfono, marcó a Chloe y luego lo sostuvo con temblor


en su oreja. Escuchó un timbre tras otro, preguntándose si contestaría.
¡Responde, joder!

Finalmente, cuando el teléfono fue respondido, ambos gritaron su


nombre:

—¡Chloe!

Una voz mortal llegó a través de la línea, haciendo que Maxwell


perdiera el control de todas sus funciones.

—Lo siento, Chloe está ocupada.


Sus ojos se movieron hacia el maletín mientras las llamas
empezaban a envolver su piel.

Maxwell había vendido el alma de su hija al diablo para escapar del


Infierno, solo para que el Coco lo enviara directamente al Infierno en una
bola de llamas.

El hombre desnudo en la esquina de la habitación se sentó


lentamente, usando el tubo al que estaba encadenado y haciendo una
mueca mientras lo hacía.

Lucca se acercó al hombre ensangrentado, sus ojos escudriñando


los cientos de cortes de cuchillo que se le habían dado.

Cada marca que le había dado a Chloe significaron cincuenta para


él.

—¿Lo hiciste, verdad? —Los ojos negros de Lucifer observaron su


atuendo—. Mataste a sus padres.

Lucca asintió.

—Tenías razón; te la dieron a ti.

La risa maniaca de Lucifer lo hizo escupir sangre de su boca antes


de que su mirada siniestra volviera a él.

— ¿Ayudó?

—Algo —admitió Lucca—. Pero ambos sabemos que nunca sacia.

—No, no lo hace. No para hombres como nosotros. —Lucifer sonrió


maliciosamente, claramente recordando un buen recuerdo.

Mirando la cicatriz que casi le había quitado el ojo del diablo, Lucca
admiró cómo se había acercado más de lo que creyó que podía hacer sin
llegar a quitarle el ojo.
—Todavía recuerdo como si fuera ayer: el día en que te probaste a ti
mismo y te volviste un hombre hecho. Fue la primera vez que te vi en un
traje. —Lucifer sonrió, limpiando la sangre de su boca y ocasionando que
manchara sus labios—. Al principio, pensé que Dante estaba loco para
dejarte intentar obtener información sobre la rata que se había robado
nuestro dinero. Pero entonces, cuando miré en tus ojos, pude verlo… la
oscuridad cerniéndose detrás de ellos. Hiciste un buen espectáculo para
tener solo diecisiete.

—Imagina lo rápido que podría haber hecho que hablara ahora —


dijo Lucca.

Viendo que esto iba a tomar más tiempo del que esperaba, sacó un
cigarro, encendiendo el final.

—¿Sabes lo que pensé cuando terminaste con él? —preguntó


Lucifer.

Exhaló profundamente, humo llenando la habitación mientras


preguntaba.

—¿Qué?

—Desearía que fuera mi hijo —reveló el diablo—. Podríamos haber


controlado juntos esta ciudad.

Lucca sonrió mientras se ponía en cuclillas, deteniéndose al nivel


de su mirada con las locas pupilas negras.

—Lo hago… con tu hijo.

—¡Ah, el gran Salvatore! —El diablo levantó su mano como si su


nombre estuviera en cartelera—. El hijo que tu padre me robó.

—Quieres decir, el hijo que hubieras dejado que muriera de hambre


si hubiese esperado que te dieras cuenta que es un genio.

Lucifer se encogió de hombros.

—Aunque no tiene tu trato. Tú y yo podríamos haber hecho


grandes cosas juntos si solo hubieses nacido en el lado opuesto.

La llama del cigarro brilló en su rostro cuando inhaló con fuerza.

Ojos negros destellaron hacia él.


—¿Cómo se siente saber que podrías ser yo algún día?

—Sé que eso no es verdad. Ya no. —Lucca miró al hombre demente


ante él, sabiendo que podría haber sido realmente un espejo entre ellos,
mostrándole cómo se hubiese visto en muchos años en el camino si no
hubiese conocido a Chloe—. La conocí a ella antes de ir por ese camino a
solas por demasiado tiempo… a diferencia de ti.

El rostro demente de Lucifer cambió en uno de celos.

—¡Yo la hice hermosa!

—No, solo enmarcaste su belleza para que yo la viera.

Los celos crecieron en sus ojos.

—Yo la toqué pri…

Agarrando su rostro, Lucca sostuvo la boca del diablo abierta y


lanzó su cigarro por su garganta, haciendo que lo tragara.

Lucifer tosió, escupiendo humo mientras el palo caliente se


deslizaba dentro de su cuerpo. Su risa maniaca volvió.

—¿Cuándo lo harás? ¿Cuándo serviré el propósito del Coco para


que finalmente puedas enviarme al Infierno?

Lucca ahora fue el que lanzó su cabeza hacia atrás en una risa
maniaca mientras se levantaba del suelo.

—Mira a tu alrededor, Lucifer. —Expandió sus brazos—. Estás en el


Infierno, y este es tu propósito final.

Por primera vez desde llegar aquí, los ojos negros y sin alma
finalmente mostraron una onza de miedo mientras observaba al Coco
alejarse.

Empujando una enorme puerta deslizante de metal, Lucca la


atravesó, colocándose al otro lado. Cuando habló entonces, hizo que el
diablo mismo se helara mientras la puerta de metal comenzaba a
deslizarse de vuelta a su lugar.

—Y, maldita sea, solo acabamos de empezar.


Capítulo 49

Hacia el hermoso y oscuro abismo

Cuando Lucca subió las escaleras, el corazón de Chloe saltó al verlo


en su traje negro. Tanto que literalmente le quitó el aliento.

—E-estás de vuelta temprano —dijo, sosteniendo la caja de música


de forma segura en su mano.

—Terminé temprano. —Cerrando la distancia, se arrodilló frente a


ella, mirando la agrietada caja dorada—. Nunca me mostraste esto, cariño.

Chloe abrió la delicada caja, mostrándole que ya no reproducía.

—Pertenecía a mi tía. Ella me dio a luz en lugar de mi madre,


pero… murió en el proceso. —Recordó las palabras que una vez había
escuchado a su madre decir a su padre: Puedes agradecer a tu hija por
matarla.

—Siento que nunca fueras capaz de conocerla, cariño. —Alejó su


cabello para así poder ver mejor su rostro. Parecía que ya sabía lo que le
estaba contando.

Yo también.

—Creo que debió de haber sido muy dulce. Creo que mi padre
estaba enamorado de ella.

—Estoy seguro de que lo era. —Suavizó su mano sobre la grieta en


la caja como siempre le hacía a sus cicatrices—. ¿Cómo se rompió?

Tomando una respiración profunda, le contó la verdad:


—Mi padre la rompió una noche después de haber bebido
demasiado. Yo solía escucharla cada noche, una y otra vez, dejando que la
canción me cantara para dormir, como una madre le haría a su bebé.

Lucca se quedó en silencio, todavía frotando la caja con sus dedos


mientras dejaba que terminara su historia.

—La busqué por siempre, tratando de encontrar otra así podía


escuchar el tono de nuevo. Entonces un día finalmente lo hice. Así que, fui
hacia la pequeña tienda y fui capaz de escucharla una vez más. —Chloe
colocó la caja en sus manos—. Ahora estoy feliz que la haya roto, porque
eso me llevó hacia ti.

Inclinándose hacia adelante, Lucca le dio un beso duro, pasando


su lengua a través de su labio inferior antes de apartarse.

—Quiero que la tengas tú ahora —le dijo Chloe, dándole el


razonamiento de porqué lo decía.

—¿Estás segura, cariño? —preguntó, ya sosteniendo la caja como si


la adorara, como la adoraba a ella.

—Sí. —Presionó su frente contra la de él—. Además, tengo la que tú


me diste.

—Extraño tener la caja en mi escritorio. —Le reveló dónde había


estado por esos siete meses mientras cuidadosamente colocaba la caja en
la cama antes de levantarla a ella.

Ella envolvió sus piernas alrededor de su cintura.

—¿A dónde vamos?

—Necesito una ducha y tú vas a unirte. —La cargó al baño y la


volvió a poner de pie mientras le sonreía—. ¿Hiciste lo que te pedí?

—Sí. —Chloe se sonrojó, sus mejillas quemando rojo—. No fue fácil.


Nunca antes me he depilado totalmente.

Él se inclinó hacia abajo, hacia su baja estatura, tomando un


mordisco de su labio.

—La próxima vez, puedo ayudar.

Eh, no.
—Eso nunca va a suceder. Nunca.

—Ya veremos. —Le guiñó el ojo antes de que comenzara a quitarse


su traje, dejando su reloj en el tocador—. Desvístete.

Un fuego inmediatamente comenzó a quemar dentro de ella ante su


orden.

Su cuerpo obedeció, quitándose la ropa negra de su piel. Entonces


se quedó allí, vulnerable en frente de él, mientras sus ojos oscuros
acariciaban su piel de porcelana y luego su limpiamente rasurada vagina.
Chloe fue capaz de ver el placer que él encontró solo al verla cuando su
dureza creció.

El hombre ante ella no había sido suficientemente saciado la


primera vez; eso lo sabía. Esta noche, su cuerpo, mente y alma esperaban
ayudar a saciar su hambre.

Lucca le dio otra sonrisa intimidante mientras abría uno de los


cajones del tocador y sacaba una botella de crema batida. Entonces mojó
un paño debajo del agua.

Yendo hacia ella, la jaló hacia la ducha y la urgió hacia el banco


antes de arrodillarse en frente de ella.

Estaba confundida que no hubiera encendido la ducha, e incluso


más cuando reveló que también llevaba su encendedor y una liga para el
cabello.

—Átate el cabello hacia atrás.

Chloe jaló hacia arriba su masa de pelo, asegurándolo con la liga.

—¿Qué haces? —preguntó curiosamente cuando la hizo inclinarse


hacia atrás hasta que su abdomen estaba más nivelado.

Su pregunta quedó no respondida mientras rociaba la crema batida


en una pequeña forma de corazón en su estómago. Lucca entonces abrió
su encendedor, moviéndolo entre sus dedos y ocasionando que baile la
llama.

—¿Confías en mí, cariño?

Mirando la hipnotizante llama, respondió:


—Siempre.

—Quédate quieta —le ordenó mientras llevaba la llama cerca de la


crema batida.

La boca de Chloe cayó abierta cuando la llama bailó justo por


encima de su piel siguiendo el patrón de la crema. De algún modo era
incluso más hipnotizante que observar los trucos que podía hacer con su
Zippo. Imaginó que así es como se sentía cuando tocaba sus dedos contra
la llama. Todo lo que podía sentir era un pequeño picor de calidez.

—¿Te gustó? —preguntó mientras acercaba la llama de nuevo,


encendiendo el mismo patrón una vez más. Excepto que se apagó mucho
más rápido esta vez.

—Sí —exhaló cuando desaparecieron las llamas.

En lugar de volverlo a encender, agarró el paño mojado y limpió la


crema. Entonces dibujó un corazón incluso más grande en su estómago
con la crema. Las curvas altas del corazón estaban cerca de sus pesados
senos mientras el punto más bajo yacía en su vagina rasurada.

—¿Ahora confías en mí cariño? —Sus ojos verdes destellaron


mientras hacía girar el encendedor a través de sus dedos.

—Siempre —repitió sin dudar.

La llama se acercó y ya podía sentirse prácticamente jadeando.


Cuando el patrón en forma de corazón llameó, su cabeza cayó hacia atrás,
recostándose en el vidrio. Gimió mientras las llamas lamieron entre sus
muslos.

Santa mi…

Lucca siguió, encendiendo de nuevo la crema una y otra vez hasta


que ya no quemó más.

Su corazón se aceleró cuando Lucca limpió el diseño, dejando que


el frío y húmedo paño permaneciera en su cálida piel. Entonces encendió
el agua después de haber limpiado la boquilla, esperando a que calentara
antes de volverlo a poner en su posición normal.

El impresionante cuerpo de Lucca caminó hacia ella. Llevó su mano


hacia su cabello, liberando el lazo y dejando que su cabello cayera
salvajemente. Entonces deslizó su mano hacia uno de sus enormes globos,
limpiando un chorro de agua, que se había recostado en su pezón, con su
pulgar, haciendo que se pusiera en pico.

—¿Todavía te gusta después que te prendí fuego?

—Sí… —Su cuerpo se volvía gelatina en sus manos—. No temo


nada de lo que me hagas.

—Cariño… —Enrolló un mechón húmedo de cabello alrededor de


su dedo—. Esas son palabras peligrosas a usar alrededor de mí. —Jaló
hacia abajo el mechón negro, forzando a su cabeza a bajar y enviándole un
mensaje silencioso.

Los ojos grises de Chloe crecieron mientras miraba su crecido pene.

—¿Estás seguro que quieres confiar en mí? Yo nunca…

—Tomaré los riesgos.

Lucca gimió cuando ella cayó de rodillas y tomó su excitación en su


mano, inexpertamente frotando su longitud. Bajó la mirada hacia ella con
ojos fieros mientras se inclinaba más cerca.

—Me estás matando, cariño —le dijo, al borde de un gruñido.

Mordiéndose el labio, comenzó a apartarse, pero su agarre en su


cabello la detuvo.

—No te atrevas a detenerte. —El bajo gruñido finalmente escapó—.


Abre tu boca.

Tímidamente abrió su boca y lo tomó dentro. Era la cosa más


hermosa imaginable, viendo que lo complacía. Podías decir que Lucca
pensaba exactamente lo mismo mientras bajaba la mirada hacia ella con
ojos intensos. Limpió la fealdad de su mundo, así como cuando había visto
por primera vez su rostro cicatrizado, su rostro que reflejaba las cicatrices
que había llevado dentro de su corazón por su madre.

Lucca comenzó lento, dándole tiempo de ajustarse antes de no


poder sostenerlo más y comenzar a empujar dentro de su boca, con más
fuerza. Los sentimientos que se levantaron dentro de él eran tan intensos
que tuvo que salirse de golpe fuera de su boca, con miedo de venirse.
El deseo y necesidad de estar dentro de ella era evidente en su
rostro cuando sus manos fueron hacia su trasero, levantándola hasta que
colocó su excitación donde la quería. Entonces, cuando la empujó contra
el vidrio, hinchándose profundamente dentro de ella en un solo empujón,
ella gritó, sintiéndose al borde del placer y dolor.

—¡Lucca!

Empujando dentro de ella, no aguantó nada, dándole todo de él.

Su rudeza y ferocidad la asustó, pero solo un poco, mientras


permitía que el Coco tomara lo que quería de ella. Había estado
hambriento por mucho tiempo, y quería ver la oscuridad calmarse.

—Más fuerte… —gimió.

La boca de Lucca cubrió la suya, cavando su lengua dentro de su


boca mientras su dura longitud cavaba más profundamente en su
espasmódico centro. Entonces mordió su labio inferior antes de
lentamente retirarse hasta liberarlo.

—¿Esto es lo que quieres, cariño?

—Más rápido… —gimió cuando el orgasmo comenzó a reclamar su


cuerpo, enviándola hacia una pesadilla hermosa.

El Coco había mantenido su promesa mientras ella comenzó a


rogarle que no se detuviera.

La envió hacia un hermoso y oscuro abismo una y otra vez hasta


que las hermosas pesadillas reemplazaron las pesadillas del diablo, una
por una.
Capítulo 50

Las cadenas que sostenían juntas sus almas

Lucca acunó su inconsciente cuerpo en sus brazos. No había sido


capaz de apartar la mirada de su rostro desde el momento en que se había
dormido.

Le mataba haberla puesto a dormir. Lo que estaba por hacerle lo


mataba. Ella no iba a entenderlo por un largo tiempo que tenía que hacerlo
para salvarla y para liberar su alma y la de su madre.

Sentándose en la cama, la sostuvo un rato más. Esta era la última


vez que iba a ser capaz de tocarla por un tiempo largo.

Comenzó a hablarle, esperando que de alguna manera, cuando se


despertara, una parte de ella recordara las cosas que había dicho.

—Él estaba viniendo por ti. Iba a llevarte. No me dio opción Chloe.
Trató de llevarte en el centro comercial y si te hubiera dejado ir diez pasos
más allá, Lucifer te hubiera tenido.

Lucca se puso de pie, colocando su durmiente cuerpo en la cama


antes de sentarse a su lado, deseando, necesitando un momento más con
ella.

Levantó un dedo hacia su rostro de porcelana, acariciando la cicatriz


con la que había soñado tocar durante siete meses. Rozando su dedo a
través de la marca, la oscuridad en él retumbó y luego se calmó,
ralentizándose, equilibrándose, encontrando su propósito.

Había creído que ya había encontrado su verdadero propósito


cuando la había visto por primera vez, pero eso solo había sido la mitad de
todo. Su propósito era salvar a Chloe Masters, pero su verdadero propósito
era que se salvaran entre los dos.

Cada día, se había sentido volverse más insaciable. La oscuridad en


él estaba yendo por un camino de no retorno… y entonces la había tocado, y
el ser atroz dentro que había estado desolado y solo, finalmente encontrado
esperanza. Había renacido.

El Coco había encontrado a otro que el mundo veía como un


fenómeno, monstruo.

Lucca suavizó su dedo sobre su cicatriz por solo un momento final.

—Te amo cariño. Por favor recuerda eso cuando te despiertes…

Chloe se presionó más cerca de Lucca, queriendo sentir la calidez


de su cuerpo, mientras recostaba su cabeza en su hombro. El ligero
espolvoreo de nieve en Enero era tan hermoso de mirar bajo la ligera
pérgola. Le quitaba cada vez el aliento, casi tanto como cuando miraba los
llenos ojos verdes de Lucca.

Miró alrededor, viendo los cambios que ella y Lucca habían creado
aquí y los cambios que se había hecho a sí misma.

Lucca tomó su mano, colocándola en su regazo.

—¿Sabes qué día es, cariño?

Levantó la cabeza para mirar sus ojos verdes, quedándose sin


aliento una vez más.

Incapaz de encontrar palabras, simplemente sacudió la cabeza.

—Me conociste justo aquí por primera vez… hoy, hace un año.

Su corazón se hinchó ante el hecho de que lo recordara.

—No puedo creer… —Los ojos de Chloe volaron hacia su mano


izquierda donde Lucca deslizó un anillo de diamante en su dedo.

—Era de mi madre —le dijo, con sabor agridulce.


—Es hermoso —susurró, una sola lágrima corriendo por su cicatriz
mientras sus profundos ojos grises observaban el brillante diamante que
sostenía un diseño intricado.

— ¿Sabes qué tuve que decirle a la dueña de la tienda para


convencerla de que me vendiera la caja de música?

Chloe sacudió la cabeza mientras más lágrimas caían de sus ojos.

—El día que nos conocimos por primera vez aquí, volví después de
saber hacía solo una semana que existías y le dije que te amaba —dijo con
tal ferocidad que sintió que retumbaron las cadenas que sostenían juntas
sus almas.

—Te amo —exhaló con todo su ser, enviándole su propio mensaje a


sus almas.

Lucca se inclinó hacia adelante, acercando cada vez más sus labios
hacia los suyos cicatrizados.

—Cásate conmigo, cariño.


Continuará….
Cadenas
Mi cuerpo está encadenado, débil y con temor.

Mi mente está rota.

El hombre que me puso en estas cadenas,

Es mi dueño.

Mi cuerpo está encadenado, es fuerte y valiente.

Mi mente es más fuerte.

El hombre que me puso en estas cadenas,

No será mi dueño.

Mis cadenas son viejas, débiles y temen.

Están rotas.

El hombre que me puso en estas cadenas,

Ya no puede tenerme.

Sarah Brianne.
Angel (Made Men #5)
Angel es el hijo del diablo, y lleva sangre de Luciano.
Adalyn está fascinada por los
chicos malos, y lleva sangre Caruso.
Agarrado por sus enemigos, solo
está a un paso de la muerte.
Jugando con el enemigo, está
por ser atrapada en su propia trampa.
Un beso podría traicionar a su
familia y sellar su destino.
Ese beso podría costarle la vida.

Solo soy un jodido peón.


Solo quiero ser una jodida esposa de la mafia.

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