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Alfredo Castellanos encontró este sitio arqueológico en 1918, en la parte alta de una loma,
siguiendo las indicaciones de un antiguo poblador de la zona. Los lugareños conocían el
lugar con el nombre "Alto de las Conanas", por el hecho frecuente de encontrar allí esa
clase de artefactos de molienda, pertenecientes a los pueblos indígenas de la región.
Es bien conocido por los antiguos habitantes de la región que no es extraño realizar este
tipo de hallazgos, así como es común encontrar morteros horadados en las rocas sobre los
cursos de agua.
Todos estos son restos de las poblaciones aborígenes que habitaron el valle por miles de
años, mucho antes de la conquista española.
¿Quiénes eran y cómo vivían los indígenas de estas tierras antes de la conquista
española?
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Lic. María Elena Ferreira
Sus asentamientos principales se ubicaban cercanos a los cursos de agua y podían reunir
cuarenta, veinte, diez casas, o incluso menos, tres o cuatro. Cada una de estas pequeñas
aldeas podía constituir un pueblo o simplemente una parentela. Pero generalmente no
distaban muchas leguas entre un asentamiento y el vecino.
La forma en que construían sus casas era un tanto peculiar para nosotros hoy en día,
porque en lugar de levantar las paredes sobre la superficie, las excavaban en la tierra. Por
esta razón se las conoce como “casas pozo”. Se trataba entonces de un gran hoyo de
forma rectangular, de unos 6 m x 5 m de lado y 1,2 m de profundidad. Contra las paredes
asentaban postes para sostener el techo, que era de paja y barro. Por dentro no tenía
divisiones, era un solo cuarto, al que se accedía desde afuera por medio de una rampa.
Estas casas tenían la virtud de ser muy frescas en verano y cálidas en el invierno.
Debajo del piso de la habitación enterraban a sus difuntos, tanto si eran niños como
adultos. Cavaban un hueco y colocaban los cuerpos de lado, con las rodillas flexionadas. A
veces les ponían una laja encima, a modo de tapa y podían enterrar con ellos algunos
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Lic. María Elena Ferreira
utensilios o estatuillas. Esta forma de compartir el espacio cotidiano con los difuntos nos
hace pensar que tenían una concepción de la muerte y una relación con el más allá, muy
diferente a la que tenemos nosotros hoy en día.
También la forma en que resolvían sus necesidades cotidianas era diferente a como lo
hacemos nosotros en la actualidad, todas las herramientas y los enseres para la vida diaria
eran fabricados en el ámbito de su vida doméstica.
Las herramientas de labranza y de caza las fabricaban con rocas. Para cada clase de
herramienta utilizaban un tipo de roca determinada, que seleccionaban de acuerdo a sus
propiedades, por su calidad para producir filos cortantes, bondades para la talla o el
pulido. A veces, las canteras quedaban muy lejos de sus poblados, entonces recorrían
largas distancias para obtenerlas, que pudieran ser varios cientos de kilómetros.
Producían a su vez, una gran variedad de objetos cerámicos, vasijas, ollas, cuencos, y
pequeñas herramientas como torteros (utilizadas para hilar la fibra de lana); también
adornos y esculturas modeladas con forma humana o de animales. Estas últimas,
conocidas como “estatuillas”, representan a personas que generalmente llevan tocados
en sus cabezas, adornos pectorales, collares o pendientes, y a veces también pinturas
faciales o corporales. Si bien se desconoce cuál habrá sido su significado profundo, se
piensa que deben haber tenido un sentido relacionado con su mundo espiritual.