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ESCUELA POLITECNICA DEL EJERCITO

SEDE LATACUNGA

FACULTAD DE INGENIERIA EN
ELECTRONICA E INSTRUMENTACION

TRABAJO DE HISTORIA DEL ARTE:


PINTURA

PINTORES DEL ECUADOR

SEPTIMO NIVEL

FAUSTO TAPIA

FECHA ENTREGA: 29 de julio del 2002


OSWALDO GUAYASAMÍN
Es portador de una actitud y una propuesta estética que se nutren de las raíces de la
cultura mestiza de América. Como pintor y escultor se forma en la Escuela de Bellas
Artes de Quito; como hombre, al interior de las angustias de nuestro tiempo.

Biografía

Dolor, ira y ternura: el camino trazado


Oswaldo Guayasamín y Eduardo Kingman, son los dos
pintores más representativos de la plástica ecuatoriana de
todo el siglo XX (Camilo Egas estuvo a la misma altura en
la primera mitad de siglo).

Durante los últimos 40 años todos los pintores han tratado


de separarse, ignorarlos o negarlos, lo que dicho de otro
modo es aceptar que cada uno de ellos, con sus
diferencias y oposiciones, hace un eje, y un eje polémico.

El retrato

Otro detalle, totalmente distinto, son sus retratos. Calificado


Guayasamín como retratista, lo hace con los personajes más
disímiles: Fidel Castro y el cantante Rafael. O con personajes
tan relativos y cambiantes. Ese es el sino del retrato: lo que
capta en ese momento no corresponde el ser que se despierta
en el futuro: Alan García, Francois Miterrand. Pero a
Guayasamín le interesa marcar a los protagonistas, sin
calificativos. Su Bolívar, la un millonésima interpretación del
Libertador, lleva toda la historia y los sueños libertarios. Hay
retratos de seres del mal pero también están la familia y los
poetas. Casi no hay desnudos.

Retrato de Carolina de Mónaco


Oleo sobre Tela de 75 x 150 cm. Mónaco 1977

Huacayñán

Pero los rostros no son a la final el personaje particular, no


tienen color de la carne, están llenos de colores, los que
expresan el interior de la persona. Dice Guayasamin que los
retratos son como una copia que le permite descansar, un acto de introducción en la
conciencia del otro, sin sufrir. Por ello tal vez tras los retratos no hay un ambiente.

Desesperación Oleo sobre tela de 64 x 90 cm. 1945 - 1951

La Edad de la Ira

Calificada por Agustín Cueva como la epopeya del vencido, es


la profundización en el mismo tema extendido de la América
India al mundo. Aquí se impone el blanco y negro, con altos
rostros sufridores, como cuchillos de la pena.

Eichman Acrílico sobre tela de 135 x 95 cm. 1965 - 1968

Mientras Vivo Siempre Te Recuerdo


Madres, ellas han existido siempre en la pintura de Guayasamín. Pero el nuevo
tiempo, desde 1984, es otro estado espiritual y creativo, que al igual que en Kingman,
le conduce a adentrarse en los puntos de recogimiento personal, de protección
individual, de apoyo en la ternura.

Los Quitos
Si en la serie anterior Guayasamin no puede ser calificado de picassiano, de
impresionista y de cubista, es porque, al igual que sus Quitos, está atravesado por
una gigantesca luz ecuatorial y por la verticalidad de las montañas.

El muralismo
Imágen de la Patria Mural. Congreso Nacional
Guayasamín aprendió el mural al fresco, trabajando con Orozco en México. Allí, joven
todavía, un ayudante del pintor mexicano, ¨un mudito¨, le contó los secretos para
preparar las paredes. Guayasamín sintió una fuerte atracción por la propuesta.
El mural es más que el gran formato (que hoy, 1996, parece como si fuera una
novedad), es algo similar a lo que hizo la Iglesia en América: el gigante pretil, el gran
patio, los altos campanarios, para que la indiada, sobrecogida, escuche la palabra de
Dios desde afuera y sienta su proximidad concreta (el verbo en latin quedaba para
los mestizos).

LEONARDO TEJADA
A los 89 años de edad (en 1997) muestra una vivacidad increíble: sus pequeños ojos negros
brillan como los de un niño, sus manos de artesano no tiemblan, y no cesa de conversar con
un ritmo y una musicalidad muy propia de su región, como un murmullo, lleno de pasión.

Los profundos símbolos en lo ingenuo

Conocer a Leonardo Tejada personalmente,


posiblemente ayuda a comprender su obra. A los
89 años de edad (en 1997) muestra una vivacidad
increíble: sus pequeños ojos negros brillan como
los de un niño, sus manos de artesano no
tiemblan, y no cesa de conversar con un ritmo y
una musicalidad muy propia de su región, como un
murmullo, lleno de pasión.
Una anécdota provoca otra. Se indigna con
facilidad y no duda ni un momento del camino que
se trazó y de la obra que produce. Sabe lo que es producir para el marchante¨ y el
significado que tiene lo que es arte puro. Para un astrólogo su personalidad es
inconfundible: escorpión.

La madera tersa
Nace el 19 de noviembre de 1908, en Latacunga, a 80 kilómetros de la capital, Quito.
Crece indudablemente en un mundo totalmente rural; la pequeña ciudad gira en torno
a gigantescas haciendas que tienen sometidos a cientos de indios en el sistema del
concertaje y el huasipungo.

Es una zona ruda, hay levantamientos indígenas, hay páramo y pobreza. Pero su
vida se concentra en el movimiento y el sonido de las actividades de su padre,
ebanista. No definirlo como carpintero sino como ebanista tiene otra connotación:
posiblemente producía muebles con maderas finas para los hacendados y
comerciantes ricos de la región. El preciosismo y el detalle son los que resaltan.

Sin dependencias

Cree el pintor que su búsqueda es totalmente vocacional:


quiso dibujar, buscaba expresarse, tenía una fuerza
interna que deseaba desbocarse. Es aquí donde se le
siente más influenciado por los astros: inquieto, con la
misma presencia interior que nos hace mirar con respeto a
una araña o un escorpión.
De pronto muestra un libro gigantesco con poesía de
Pablo Neruda, dedicado a él. La poesía, dice, nos
atravieza siempre, desde el Cantar de los Cantares hasta
los Veinte poemas de amor, ¨el último de los poetas¨.

Realismo social

Leonardo Tejada como tantos otros ingresa en Bellas Artes


y vive la contradicción de dos escuelas claramente
definidas: la una de tendencias religiosas casi místicas y la
otra, impresionista.
Pedro León sería uno de los más influyentes sobre el
grupo de pintores jóvenes.
Pero también estaría la presencia de una literatura realista
y la del escritor Benjamín Carrión, que les transmite la
experiencia pictórica de América Latina, especialmente de
México (el realismo social expresionista y el muralismo).
Leonardo Tejada participará con este grupo de pintores en
1939 en el Primer Salón de Mayo, ¨el primero del nuevo
espíritu¨ como dice un crítico de arte.

La Cultura Popular

En 1952, siempre muy cercano a Benjamín Carrión y


siendo fundador de la Casa de la Cultura, promueve
exposiciones de artesanía (la primera Exposición de Artes Populares), que pudieron
decir al mundo urbano: ésta es nuestra identidad. En una muestra estuvieron 400
artistas populares. Algo está a punto de estallar en el interior de Tejada.
Es bastante común que el ausentarse permita distinguir mejor a un país. Tejada -ya
pintor de oficio-viaja a Costa Rica, invitado por la UNESCO al acomenzar los años 50.

El contacto con el arte popular de Centro América, la atención que ya dan en ese
tiempo a las culturas indígenas, (especialmente los trabajos arqueológicos), la
inmensa recolección que la UNESCO viene haciendo del arte africano, conmueven
las entrañas de Tejada.
Y como el azar permite los encuentros, Tejada entrará por casi una década -en los
años 60-, a una mira impensada: elaborar una geografía del folklore ecuatoriano.

Oficio

¨Mi trabajo es sobre el subconsciente, no sobre la


magia¨. Busca lo de fondo pero admite que cuando
pinta no actúa la razón, sino que lo hace igual que
cualquier hombre del pueblo, ¨con cierta emoción
popular¨. Es que se trata de creación artística y en
ese momento no vale la academia.
En lo que no se detiene Tejada, y cuadros actuales
lo demuestran, es en sus búsquedas sobre la tela, la
madera y el color.
Sus últimas obras son de una renovada energía.
Permite a la tela expresar su textura en ciertos lugares que es necesario, o para que
en otros espacios recepte el color con firmeza, o que en otros deje ir el color en una
intencionalidad mágica.

Formatos rectangulares
Existe una predilección; pintar en telas rectangulares, alargadas en la horizontal. Tal
formato se presta a la narración.

Camilo Egas, el gran pintor de comienzos de siglo, los usaba para describir los
grupos indígenas de la sierra y mostrarnos sus fiestas.

Existieron muchos cuadros similares, anónimos, en salones y bares, colgados en lo


alto de las paredes, casi tocando el techo. Tejada los ha retomado como si ellos le
permitieran alargar el movimiento de las formas.

La ciudad en geometría

Junto a las temáticas del símbolo y la fiesta está otro


elementos que expresa al Tejada mestizo, urbano.
He viajado mucho, dice, he sido profesor y lector constante.
En realidad así es: recorridos por universidades de Estados
Unidos y sus museos, viajes a Italia y a Brasil son los
elementos que más aprecia.
De sus viajes a Italia y Europa tomó la decisión de hacer
arte a como dé lugar, sin buscar el mercado ni quedarse
estancado. ¨allá fui a aprender, a ver nuestros orígenes¨,
admite.
De sus viajes diversos al Brasil está el encuentro con su pintura, con los tonos vivos
de sus colores y su libertad, el barroco.
Es lo que Tejada llama la lectura del arte en el mundo. ¨No hay solo que leer las
cosas, hay que verlas¨. El sabe que el texto reduce. Y sabe que tiene que luchar por
la universalidad (esta palabrita no quiere decir en él academicismo e información).
Pero no son solo los viajes los culpables: es profesor universitario por muchísimo
tiempo. A él le gusta la presión de los jóvenes, sus confrontaciones. De allí dos
puntos de vigilia: la filosofía y la estética.

Acuarelista
Leonardo Tejada es un apasionado de la
acuarela, del paisaje. Hoy, a su edad, no
puede moverse intensamente por los
campos. Su acuarela captada desde la
terraza de un alto edificio plasma el
Quito contemporáneo.

El oficio es allí el que predomina, hay


paisaje en sentido estricto, pero no hay
descripción.
¨No hago acuarela con babas¨ (saliva),
allí está la escuela impresionista de la
juventud, la aceptación del manierismo en el ambiente, en las ventanitas de la
ciudad, ¨hay aire, nube, hay fluidez, parece que no ha pasado la mano del hombre
por aquí, no hay error en acuarela¨.

Sus raíces en acuarela vienen de muy lejos, cuando incluso siguió las tendencias
impresionistas del aprendizaje en los años 20. Ha sido calificado como uno de los
mejores acuarelistas de su tiempo. En acuarela trabajó también con grupos humanos
y lo hace con trazos enérgicos además de la estilización de las figuras.

El grabado
Por otro lado, como era lógico suponer, resalta en Tejada el grabado, tanto por la
influencia americanista como de grabadores de talla universal, Goya especialmente, y
la herencia en el manejo de las herramientas de su padre, el ebanista.

Para Eduardo Kingman, Tejada es el culpable del renacimiento del grabado en


madera. Ilustró la revista Siembra, dibujó carátulas, portadas (La de un cuento de
José de la Cuadra, Guasinton). T
odo hecho con el fuerte trazo delineado del expresionismo, en el que Tejada se siente
cómodo por lo fácil que en él se hace el uso de las formas.

El hombre moderno
En lo que ha sido calificado como
la visión social contemporánea, es
decir de la segunda mitad del
siglo, Tejada también incursiona,
aunque no mucho.

Son seres informes, descarnados,


envueltos en colores duros,
tremendistas, desgarrados. Allí
están temas como el Hombre Acabado, Paisaje
espacial, Torturado, Lectura para un político, que por sus títulos pretenden retratar el
hombre moderno, que en nada alegra la visión de Tejada.

GONZALO ENDARA CROW


Alfonso Endara es un pintor "solitario" en el arte
ecuatoriano. Elude las tendencias y los grupos, en su
deseo de realizar una obra estrictamente personal.

La sensualidad del desnudo


"La obra de arte se alimenta del anhelo artista, de su añoranza de los demás, del
modelo, de la mujer desnuda que posa ante él, de la añoranza narcisista de sí
mismo. El acto creador es en su aspecto más profundo en acto de amor. La pintura y
la escultura se componen de zonas erógenas, de materia táctil...." (FRANCES
BOREL)
A lo largo de la Historia, el arte no ha mantenido pro lo común una simple relación de
semejanza con la realidad, sino más bien una relación
simbólica, ya que el símbolo supone una interpretación
sicológica de la realidad e implica una formalización entre
lo conocido y lo desconocido. Son intereses plásticos
latentes en la producción artística de cada uno de los
instantes en que se producen.
Universo simbólico
Las imágenes que representa Alfonso Endara no tiene una relación icónica con la
realidad, es decir, que su lectura, su significación, supera lo inmediato de la visión: es
su universo simbólico.

Pretende crear obras "bellas", obras incitadoras del goce visual.


Simbólicamente trata de revelar lo conmovedor del dilema humano: el artista y la
modelo", pese a su renuencia a emocionalizar la expresión personal, hay sugerencias
sensuales o eróticas.

EDUARDO KINGMAN
La Presentación

No se apartó nunca de lo estremecedor, de lo que


más conmueve. Detrás de sus ojos tan claros
aparecía un mundo maravillado, mientras afuera,
en su rostro, en la posición de su cuerpo, en la
forma de caminar Kingman solo mostraba
indiferencia.

La visita

Indiferente afuera, un volcán adentro

¨Tú veras en este cuadro una escena de después de la


venta de la casa en que se conspiraron los acreedores
y el artista halló el asunto para su cuadro; ahí tienes a
toda la familia, mi mamá es la que está de espaldas, la
que espía detrás de la puerta es la que suscribe.
Dorotea da la voz de alarma al lado de la mesa donde
está el pan, café y azúcar, el tacho de agua está
derramado bajo la mesa, a Eunice la tienes bajo el
cajón. El indiferente artista en su mesita con los dibujos,
a Nicolás lo tienes en camisa y con chaquetilla, al
acreedor lo tienes golpeando la puerta de calle
indignado; el indiferente a todo es el artista¨.
Capítulo Uno
Autorretrato con mi madre, Oleo de 110 x 135, 1937.
Entre las primeras pinturas que se conservan muestra el
profundo conocimiento del dibujo y la señalada tendencia
a resaltar las manos, la pincelada firme y la brillante
presencia de los ojos.

La primera etapa quiteña fue para Eduardo llena de nostalgia, por haber tenido que
experimentar una nueva vida en una ciudad enclaustrada y triste, en medio de la
dureza de las privaciones y el alejamiento de los suyos.

Vivió en una casita al norte, en las afueras de la urbe, donde el tranvía dejaba la
avenida 10 de agosto y torcía hacia la Colón. El y su hermano Nicolás, tenía que
estudiar en El Normal Juan Montalvo,una escuela fiscal ubicada en las faldas del
Pichincha, a más de diez kilómetros de su residencia. Cuando no tenían dinero para
el tranvía había que caminar y caminar sin descanso.

Capítulo Dos
l Carbonero Oleo de 120x100, 1934
Por este cuadro recibe el Premio Mariano Aguilera.
Fuertemente criticado por los amantes de un estilo clásico y
por afrontar una temática casi ausente (aunque aquí está la
presencia de Pinto) en el Ecuador, realismo social puro.
Desproporciones voluntarias. El individuo solo, como gran
escultura se impone al entorno.

En 1933 expone por primera vez en Allere Flamman, junto con Antonio Bellolio,
Alfredo Palacio y Galo Galecio, entre otros. En la muestra aparecen barrios
populares, el rio Guayas y retratos desafiantes.

No es el pintor de los obreros, ni de las industrias, es del malecón, del puerto, de las
sucias calles suburbanas. No levanta la imagen socialista del proletariado, no son
masas, se trata de individuos, seres de trabajo y de marginalidad (como se dice
actualmente).

Capítulo Tres
La Cajonera, Oleo de 74x83, 1951
El ser humano individual una masa dura, su
creación barroca, multicolor.
La vida diaria, sencilla y casi estática de los
protagonistas anónimos grafica las actividades
mercantiles de los mercados rurales y las ferias
así como las del subproletariado mestizo y
urbano (Lenin Oña)
Es parte de esta temática: La tienda de Celia (1982), Juguetería (1986), Baratijas (1991).

Después de tres años en Estados Unidos ¨tras de una gringa¨, clasificando miles de
fotos de arte latinoamericano, regresa a Ecuador en 1948, donde lo nombran director
del Museo de Arte Colonial ¨y ahí me quedé 20 años de burócrata estancado¨,
caricaturiza el pintor el gigantesco período creativo de esa llamada burocratización.

Capítulo Cuatro
Esplendor del Floripondio, Oleo de 100x125, 1988
De 1970 a 1990, es el tiempo de la explosión del color, el
uso de nuevos instrumentos, el trabajo con acrílico.
También es otra visión del ser humano y la naturaleza o
los objetos. Un equilibrio o casi una derrota del hombre.

Del 70 hasta ahora, en cambio, entra en la explosión cromática. Combina el lienzo


con el acrílico, usa nuevas técnicas. Verdes, azules y rojos intensos rodean las
manos. El color invade a las figuras, las subordina.

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