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En las últimas décadas los partidos conservadores (entre ellos los defensores a ultranza del
mercado libre al estilo republicano y los socialcristianos europeos) han sufrido una profunda
transformación o han sido sustituídos por nuevos partidos con un nuevo enfoque. Este
enfoque es maquiavélico o como se dice en lenguaje popular: se basa en el principio del “todo
vale”. Si en épocas anteriores en el juego democrático existía un mínimo de respeto entre los
adversarios políticos basado en un sentido de responsabilidad por el bien común y la república
como tal, hoy parece ser preferible construir el poder sobre las ruinas de la sociedad.
La nueva derecha ha descubierto al “pueblo”. Mientras que la izquierda de antaño soñaba con
el “hombre nuevo”, los populistas de la derecha se conforman con lo que hay y apelan
justamente a los instintos más negativos. De ellos la envidia es uno de los más poderosos. Lo
curioso es que para los políticos de esta corriente cualquier reclamo de justicia social es una
expresión de envidia hacia los “ricos”, mientras que ellos fomentan la envidia entre los
“pobres”. Hace poco leí el siguiente chiste: Un banquero, un obrero y un inmigrante están
sentados frente a una mesa en la que hay 20 galletas. El banquero se queda con 19 galletas y
advierte al obrero: "Ten cuidado, que el inmigrante quiere robarte tu galleta." No es un chiste;
así funciona la propaganda populista.
¿Bomberos y pirómanos?
Como la nueva derecha ha arrojado por la borda cualquier consideración social ya que
obedece a intereses de una clientela pudiente bastante estrecha, sus políticas en toda
probabilidad no serían avaladas por las mayorias. Para primero ganarse el voto popular y luego
camuflar la naturaleza antipopular de sus medidas económicas y sociales se requiere una
herramienta poderosa: el “enemigo”. Se podría decir que un buen enemigo vale más que un
millón de amigos.
Europa y los EEUU han visto el surgimiento de una nueva derecha populista que ha
contaminado también a los partidos conservadores tradicionales. Donde antes en situaciones
críticas se recurría al sentido común tratando de ofrecer soluciones imperfectas en lugar de
propuestas perfectas, para los populistas de hoy la solución concreta no es atractiva; su éxito
se basa en avivar los incendios donde puedan brillar como bomberos.
Vuelve y juega
En la actual contienda presidencial se repite este esquema. Regresan los fantasmas de la
expropiación y del “castrochavismo” (engendro ideológico creado por la derecha para sofocar
cualquier debate social en uno de los países más desiguales del planeta) y cumplen su labor. Y
no solo en facebook o twitter; hasta los medios considerados serios se empeñan en cultivar
estos temores. El canal de TV RCN (Ardila Lülle) y Caracol Radio (Grupo PRISA) en su noticiero
6AM Hoy por Hoy (Darío Arizmendi) son dos exponentes importantes para difundir este tipo
de desinformación. Las iglesias cristianas también son multiplicadores esenciales de estos
mensajes y al día de las elecciones entregarán los votos de sus feligreses obedientes al mayor
postor.
Campañas negativas
Un fenómeno que me llama muchísimo la atención en los debates en la red es que ninguno de
los seguidores de la derecha parece identificarse con su candidato. Nadie comparte las
propuestas de Marta Lucía Ramírez, Duque, Ordóñez, Vargas Lleras como se haría en una
campaña afirmativa y “positiva”. La campaña de la derecha tiene un carácter “negativo”
porque se dedica única y exclusivamente a difamar a un candidato. ¿Sin Petro qué quedaría del
discurso de la derecha colombiana?
Me pregunto si esto es casual o si hay una estrategia detrás de eso. Ofrezco la siguiente
pequeña teoría de conspiración:
¿Cuál es el efecto inmediato de esta campaña dirigida contra un solo candidato? Como nadie
habla de los demás candidatos alternativos, el único de ellos que sube en las encuestas es
Petro. ¿Entonces la estrategia acaso fue contraproducente? Todo lo contrario: si en la segunda
vuelta los candidatos fueran Duque y Fajardo (o De La Calle), perdería Duque porque de cierta
forma la gente se convenció de que una paz imperfecta es mejor que una guerra perfecta.
Pero si los candidatos fueran Duque y Petro, la gente podría pensar que de pronto sería mejor
una guerra conocida que el el fantasma del “Castrochavismo” … Mejor dicho: sería una
campaña diseñada para llevar a Petro a la segunda vuelta y vencerlo allí con los miedos
sembrados tan hábilmente.
Hasta ahí mi teoría de conspiración, que por lo menos tiene más credibilidad que pensar que el
burgués neoliberal Santos haya entregado el país a las FARC.