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R E V I S TA D E P S I C O A N Á L I S I S
PUBLICADA POR LA ASOCIACIÓN PSICOANALÍTICA ARGENTINA

7
“70 años
de la Revista
de Psicoanálisis.
Publicar para
el futuro”.
0
TOMO LXX | N° 4 | DICIEMBRE | 2013 |
BUENOS AIRES, REPÚBLICA ARGENTINA

ISSN 0034-8740
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Secretaria Administrativa
Silvina Richichi
revista@apa.org.ar

Responsable de la Indización
Sara Hilda Fernández Cornejo

Diseño
Juan Ventura

Corrección
Valeria Muscio

Esta revista está incluida en el Catálogo LATINDEX,


la Base de Datos LILACS y la Base de Datos PSICODOC

Registro de la Propiedad Intelectual en trámite


Hecho el depósito que marca la ley 11.723
CENTRAL (B)
ARGENTINO

SUC. 10 (B)
CORREO

INTERÉS GENERAL
Concesión N° 1.510
FRANQUEO PAGADO
Concesión N° 13513

© Esta publicación es propiedad de la Asociación Psicoanalítica Argentina,


Rodríguez Peña 1674, (C1021ABJ) Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina.
Teléfono: (5411) 4812-3518 / Fax: (5411) 4814-0079
Suscripciones: revista@apa.org.ar / Home page: http://www.apa.org.ar

Queda prohibida, sin la autorización escrita de la Asociación Psicoanalítica Argentina, la reproducción total
o parcial de los artículos publicados en la REVISTA DE PSICOANÁLISIS por cualquier medio o procedimiento,
comprendidos la reprografía y el tratamiento informático.

Impresión: Cosmosprint, E. Fernández 155, (1870) Avellaneda, Buenos Aires, Argentina, en diciembre de 2013.
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R E V I S TA D E P S I C O A N Á L I S I S
PUBLICACIÓN TRIMESTRAL DE LA ASOCIACIÓN PSICOANALÍTICA ARGENTINA
FILIAL DE LA ASOCIACIÓN PSICOANALÍTICA INTERNACIONAL (API)
SOCIEDAD COMPONENTE DE LA FEDERACIÓN PSICOANALÍTICA DE AMÉRICA LATINA (FEPAL)

COMISIÓN DIRECTIVA
ASOCIACIÓN PSICOANALÍTICA ARGENTINA

Presidenta
Dra. Leticia Glocer Fiorini

Vice-Presidenta
Dra. Beatriz Zelcer

Secretario
Dr. Néstor Alberto Barbón

Secretario Científico
Dr. Jorge E. Canteros

Tesorero
Dr. Ricardo Diehl

Vocales
Dr. Guillermo Bruschtein, Lic. Aída Roitman de Fainstein,
Dr. Carlos Weisse, Lic. Marcela Dal Verme, Lic. Ana Rozenfeld,
Lic. Diana Sahovaler de Litvinoff, Lic. Jorge Mosner

COMITÉ EDITOR

Directora
Dra. Ana María Viñoly Beceiro

Secretaria
Dra. Irene Silvina Schijman

Miembros del Comité


Dra. Susana Ada Diringer, Dr. Leopoldo Mario Galak,
Dra. Bettina Gómez Piñeiro de Nitsche, Lic. Alicia María Rosa Hendel,
Dr. Máximo Kogan, Lic. Adriana Isabel Kundergraber, Lic. Perla Rosa Sawicki,
Lic. Cristina Schalayeff, Dr. Alberto Stisman, Lic. Adriana Alejandra Vázquez
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CONSEJO EDITOR INTERNACIONAL

Madeleine Baranger (Buenos Aires) Robert Michels (Nueva York)


Elias M. da Rocha Barros (San Pablo) Thomas Ogden (San Francisco)
Carlos Basch (Buenos Aires) Cecilio Paniagua (Madrid)
Ricardo Bernardi (Montevideo) Ethel Person (Nueva York)
Jorge Canestri (Roma) Andrés Rascovsky (Buenos Aires)
Guillermo Carvajal (Santa Fe de Bogotá) Owen Renik (San Francisco)
Horacio Etchegoyen (Buenos Aires) Lía Ricón (Buenos Aires)
Antonino Ferro (Pavia) Romualdo Romanowsky (Porto Alegre)
Glen Gabbard (Houston) Anne-Marie Sandler (Londres)
Leticia Glocer Fiorini (Buenos Aires) Gabriel Sapisochin (Madrid)
Leonardo Goijman (Buenos Aires) Fanny Schkolnik (Montevideo)
Aiban Hagelin (Buenos Aires) Evelyne A. Schwaber (Brookline)
Charles Hanly (Toronto) Marianne Springer-Kremser (Viena)
Jürgen Hardt (Wetzlar) Jaime Szpilka (Madrid)
Max Hernández (Lima) David Tuckett (Londres)
Paul Janssen (Dortmund) Fernando Urribarri (Buenos Aires)
Juan Jordán Moore (Santiago de Chile) José Luis Valls (Buenos Aires)
Otto Kernberg (Nueva York) Juan Vives Rocabert (México DF)
Rómulo Lander (Caracas) RobertWallerstein (Belvedere)
Lucía R. Martinto de Paschero (Buenos Aires) Daniel Widlöcher (París)
Norberto Marucco (Buenos Aires) Paul Williams (Londres)
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ÍNDICE

Editorial
Comité Editor .......................................................................................................667

Escritura - Letra Viva


• Deconstruyendo el concepto de función paterna.
Un paradigma interpelado .................................................................................671
Leticia Glocer Fiorini
• Setenta años de la revista de APA .......................................................................683
Jaime Szpilka
• El caso Mario: ¿un clásico? : ‘la situación todavía no advenida’ .............................693
Haydée Faimberg
• Los setenta años de APA
La escritura en la formación psicoanalítica ..........................................................705
Lucía Martinto de Paschero
• Notas sobre mi experiencia como lectora-editora ...................................................709
Beatriz Zelcer
• La revista de psicoanálisis. Una historia en construcción ........................................713
Claudia Lucía Borensztejn
• Pulsión, mundo exterior y niñez:
“mitologías” necesarias de la metapsicología ......................................................729
Raúl E. Levín
• De la escucha a la escritura, la transmisión en psicoanálisis ...................................741
Adriana Sorrentini
• In Memoriam ....................................................................................................755
Gabriel Sapisochin
• A 70 años de la creación de la Revista de Psicoanálisis.
El cuerpo y la inter-disciplina desde sus comienzos ...................................................763
Jorge Canteros
• Tiempo y tensión. Entre la fuga y la curiosidad .....................................................775
Juan Pinetta

Con-Textos
• “A pesar de mi yo”: la resolución de problemas y el inconsciente ................................791
Stefano Bolognini
• Comentario al trabajo de Stefano Bolognini
Virginia Ungar ..............................................................................................807
Norberto Marucco ........................................................................................811
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Mesa redonda
• Nuevos paradigmas en psicoanálisis ....................................................................817
Presentan: Rodolfo D’Alvia, Miguel Leivi,
Cristina Rosas de Salas, Adriana Vázquez
Coordina: Gustavo Jarast
• Aporte de Lucía Martinto de Paschero. Nuevos paradigmas ...................................840

Entrecruzamientos
• Entrecruzamientos y convergencias de un fisiólogo
celular y molecular ..........................................................................................847
Marcelino Cereijido
• Entre las historias y la Historia: dos novelas de la incertidumbre .............................857
Elsa Drucaroff
• Transferencia y separaciones ..............................................................................871
Jacques André
• Comentario del texto de Jacques André:
‘Transferencia y separaciones’ .........................................................................881
Juan Eduardo Tesone

Institución - formación: un comienzo sin fin


• Taller La escritura y lo escrito en psicoanálisis ........................................................889
Coordinadores: Ana María Viñoly, Irene Schijman. Invitados: Julia Braun,
Lucía Martinto de Paschero, Victoria Korin, Marcos de Soldati.
• La institución y la formación en APA.
Una nueva herramienta: los cursos virtuales ...........................................................903
Marta R. de Mellicovsky; Azucena Tramontano; Alberto Stisman
• Taller de la Comisión de Formación Permanente en el Ll Simposium,
XLl Congreso, Noviembre 2013 ...........................................................................911
Comisión de Formación Permanente: Emilse Cardozo, Natacha Delgado, Beatriz
Gardey, Monica Hamra, Victoria Korín (coord.) Marcos de Soldati, Daniel Schmukler.
• Un hallazgo - apertura en la clínica y en la técnica
El objeto analítico lúdico .....................................................................................917
Patricia Saks

Revista de libros
• Hablo a las paredes, Jacques Lacan ....................................................................941
Por Carlos A. Basch
• La resiliencia: esa posición subjetiva ante la adversidad, Ana Rozenfeld .................943
Por Amalia Socci

Revista de revistas
• Revue Française de Psychanalyse ......................................................................947
Por Beatriz Elisa Roguin
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EDITORIAL
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Editorial 667

La presentación de este tomo de nuestra Revista de Psicoanálisis constituye un


acontecimiento muy especial ya que se cumplen 70 años de su presencia ininterrum-
pida en el mundo psicoanalítico de habla hispana.
Desde aquellos momentos inaugurales en los cuales los fundadores de nuestra aso-
ciación comenzaron a difundir las ideas psicoanalíticas a través de la publicación de
las mismas, hasta el momento actual en el cual la Revista sigue cumpliendo esa labor
de presencia constante de nuestras producciones en los distintos medios académicos
y científicos, ha transcurrido mucho tiempo. En este período nunca se abandonó el
rumbo signado por el reconocimiento de que la tarea de escribir, de transmitir, tiene
como meta el poder acceder al núcleo creador de una experiencia, para transformarla
en un texto que permita superar su extrañeza y traducirla a una perspectiva axiológica
diferente que quede al alcance y a disposición del otro. Como psicoanalistas creemos
en la psicogénesis del síntoma y en el poder de las palabras, así como en la capacidad
humana, revalorada por Freud, de que se puede hacer de lo mórbido algo humano.
Transmitir esa experiencia analítica, compartida entre dos, íntima y única, en un
escrito nos enfrenta constantemente al límite de las palabras. Este es y será siempre
un desafío permanente para todo analista, sabiendo que a veces se logra y muchas
otras se falla.
De eso trata precisamente el contenido de esta Revista, del valor de publicar
para el futuro de modo de que las ideas sigan circulando y estén a disposición del
receptor para que él haga con ellas lo que desee.
Aquí vale releer las palabras de Adriana Sorrentini cuando dice: “hoy es futuro
de lo publicado hasta ayer, pero pasado sin duda para el próximo lector, sobre todo
en el mundo vertiginoso en el cual vivimos”.
Escuchemos también a Jaime Szpilka, quién en su trabajo escribe: “Tal vez por la
calidad y diversidad de los pioneros, sabemos que la Revista fue una magnífica muestra
del pluralismo científico, de manera implícita, mucho antes de que llegara a plantearse
explícitamente como tal en los diversos momentos de cambio de nuestra institución.
A diferencia de otras revistas similares, siempre tuve la convicción de lo abierta que
estuvo a los diferentes pensamientos y de la sabiduría que supo mantener en un de-
licado equilibrio entre forma y contenido. Sabemos de la asfixia esterilizante en la cre-
atividad cuando el formalismo académico rige demasiado sobre la libertad de soñar
y crear, aún con errores e incluso ignorancia, y a nuestra Revista la recuerdo en cambio
siempre encontrando esa medida justa en donde la calidad no iba en desmedro de la
libertad y la libertad no iba en desmedro de la calidad”. Bella manera de este autor de
expresar su sentir sobre nuestra publicación, que es lugar de intercambio e interjuego
creativo entre el pensar individual y el institucional.
Muchas pueden ser las razones que impulsan a escribir.
Entre ellas el hecho de que la escritura descentra al sujeto y lo lleva a realizar un
trabajo cuyo origen es indiscernible y su fin impredecible. En relación a esta cuestión
gira la propuesta de Elsa Drucaroff cuando en su texto plantea que: “precisamente es
ese carácter autónomo que tiene el arte (la literatura), lo que nos permite leer algo
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668 Revista de Psicoanálisis l Tomo LXX l Nº 4 l 2013

particular en esa forma de tomar la palabra para hablar de uno mismo, para contar
su historia, sus elecciones y responsabilidades. Hay una actitud que expresa algo que
trasciende la anécdota específica, que adquiere dimensiones sociales. Eso es, en de-
finitiva, escribir, leer, trabajar en los discursos que despliegan ficciones, significados
donde habla la sociedad en la que se han escrito”.
También habrá que considerar la esperanza de encontrar nuevas fuerzas que per-
mitan apoderarse de las cosas de una manera diferente, para así cambiar la subyugación
de los sentidos establecidos. A esto se refiere Lucía Paschero cuando escribe: “la historia
oficial da cuenta de lo heroico, nuestras historias clínicas o desarrollos teóricos dan
cuenta del padecer del hombre, desde lo siniestro hasta lo sublime”.
Pero, no podemos ignorar que la causa fundamental de nuestros escritos psicoa-
nalíticos albergará siempre el intento de desbaratar la idea de la “determinación única”,
de “la causa”, para asegurar el valor superior de una actividad pluralista, sin causalidad,
ni finalidad o generalidad, como es el texto que resulta de nuestros propios devaneos
clínicos y teóricos.

COMITÉ EDITOR
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ESCRITURA

L E T R A V I VA
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Deconstruyendo el concepto de función paterna.


Un paradigma interpelado.
Leticia Glocer Fiorini1

Introducción

En este trabajo abordaremos el concepto de función paterna a través de un aná-


lisis genealógico que permita su deconstrucción y nos posibilite indagar en sus
orígenes, significaciones y transformaciones en la trama socio-cultural en la que
cada sujeto emerge.
Esto implica trabajar sobre las propuestas psicoanalíticas, freudianas y pos-freu-
dianas, involucradas en esta cuestión así como con las complejas relaciones de cada
sujeto con las culturas y subculturas de las que forma parte.
Este estudio supone también interrogarnos sobre el paradigma en el que se apoya
el concepto de función paterna. En este contexto, nuestro postulado es que nos en-
contramos ante un cambio de paradigma y enfrentamos un momento de transición
hacia otras formas de ejercicio de una función simbólica. Por lo tanto, no cabría des-
estimar las problemáticas en juego ni tampoco analizarlas sólo con las categorías clá-
sicamente asentadas, sin abordar un necesario proceso de revisión de las mismas.
El paradigma del patriarcado subtiende las producciones, experiencias –eróticas
y tanáticas – y relaciones entre sujetos de la mayoría de las sociedades conocidas.
Desde sus orígenes, fuertemente autoritarios, hasta la actualidad se modificaron en
aspectos importantes las posiciones de mujeres y niños que formaron siempre una
parte esencial de las sociedades patriarcales. Se trataba de seres a cargo de ese Padre
todopoderoso, que debían ser custodiados, enseñados y eventualmente castigados.
La declinación del Padre va acompañada de la emancipación de la mujer y el recono-
cimiento de los derechos de los niños, y al cambiar estas figuras aparecen interrogantes
de peso que es necesario analizar.
En la actualidad está fuertemente cuestionado este modelo y esto nos conduce a
analizar también de qué se trata la función paterna desde un punto de vista psicoana-
lítico y si esa denominación es la más adecuada para referirse a los conceptos que están
en juego en esta cuestión. Indudablemente nos encontramos en presencia de una serie
de anudamientos que aparecen como indisociables y que no se podrían cuestionar ni
desarticular, entre la función paterna y el orden simbólico. Si esto fuera así, la declinación
del padre, tal como se la conoce actualmente, conduciría inevitablemente, para algunos
autores, a la caída de una organización socio-cultural en su totalidad.

1. lglocerf@intramed.net / Presidenta y Miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina


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672 Revista de Psicoanálisis l Tomo LXX l Nº 4 l 2013

En este marco, vamos a sostener que conviene preguntarse si es lícito hablar de un


orden simbólico o bien referirse a diferentes órdenes simbólicos cuya estructuración
puede variar. Ciertamente está implícita la problemática de producción de subjetividad
en distintas tramas discursivas y socio-culturales.
Consideramos que “Publicar para el futuro” implica incluir una apertura a nuevos
paradigmas y un fuerte compromiso con los puntos de debate que se presentan en el
psicoanálisis contemporáneo.

La declinación de la función paterna. La función tercera

En la actualidad es común escuchar hablar de la caída o declinación de la función


paterna: los discursos sobre el padre carente y su decadencia están en boga. A ella se
atribuyen guerras, violencias de todo tipo, abusos, la presencia cada vez más visible
de diversidades sexuales y de género que atentarían contra el concepto de diferencia
sexual, distintos tipos de presentaciones clínicas (no neuróticas), la amenaza de per-
versiones generalizadas y el imperio de un goce sin límites, entre otras consecuencias.
Se podría decir que hay una nostalgia de una función paterna de carácter estructural,
que habría sido ejercida simbólicamente en tiempos pasados con marcada efectividad
y que actualmente se perdió.
Se trata de una figura en crisis desde los comienzos de la Modernidad que está
dando paso a otras organizaciones de ejercicio de la parentalidad. En este campo están
incluidas presentaciones cada vez más frecuentes de familias ensambladas, monopa-
rentales, homosexuales, entre otras. Esto se produce en el marco de importantes cam-
bios en las relaciones de parentesco, reglas de filiación y normas sexuales en las culturas
actuales.
Nos encontramos ante una primera pregunta: ¿Se perdió o quizás nunca existió
con la efectividad con que es planteada y tal como se la imagina? Y, si existió, como
por cierto lo podemos constatar en la historia de la humanidad desde la Antigüedad
hasta nuestros días, podríamos afirmar que esa pregnancia del padre no ha podido
evitar las crisis socio-políticas, los hechos de violencia extrema, incestos, abusos de
poder de todo tipo y los desafíos a las normas que dictan las sociedades sobre la di-
ferencia sexual. Es en este sentido que podemos hablar de una nostalgia en la que está
presente algo de lo que nunca se tuvo.
Si nos resguardamos de trabajar desde el psicoanálisis con analogías socio-históricas
así como de tratar de explicar grandes movimientos sociales con argumentos psico-
analíticos (el psicoanálisis no es una weltanschaung) podremos entonces pensar por
qué ciertas vertientes del campo psicoanalítico sostienen tan férreamente, casi como
una explicación final y finalista, la explicación última de fenómenos sociales o indi-
viduales a través de la caída de la función paterna.
Esto implica, como señalamos, abordar un análisis genealógico de los orígenes y
fuentes de la noción de función paterna. Trataremos de hacerlo desde dos puertas de
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Leticia Glocer Fiorini 673

entrada: desde el punto de vista de los discursos y sistemas de significantes que nos
ofrece la historia de la cultura y desde el punto de vista psicoanalítico. La propuesta
es trabajar con las posibles oposiciones y relaciones entre ambos.
Indudablemente, surge la cuestión de si, aún pensada en un registro eminentemente
simbólico, puede la función paterna desprenderse de las connotaciones derivadas de
una sociedad patriarcal y androcéntrica, cuyas características y orígenes han sido su-
ficientemente estudiadas desde distintas disciplinas. ¿Puede también desprenderse
de las connotaciones religiosas vinculadas al Dios Padre?
Sin ir más lejos, recordemos que la Biblia nos enseña que Eva surgió de una costilla
de Adán en la versión oficial y más conocida. Recordemos también que Aristóteles
planteaba que el hombre era la forma y la mujer lo informe. Que recién en el Concilio
de Trento la Iglesia reconoció que la mujer tenía alma. O que Spinoza se preguntaba
si a la mujer se le podía atribuir una ética. Hay innumerables ejemplos en la historia
de la cultura sobre la división dicotómica, jerárquica de los sexos, que conducen a
pensar en cómo se construyó la figura del Padre con mayúscula, diferente de los padres
de las experiencias cotidianas en sus diferentes vertientes y funciones. Se hace necesario
distinguir entre el padre real, las funciones simbólicas que eventualmente un padre
puede cumplir y las múltiples facetas del ejercicio de la paternidad, en el amplio campo
de la parentalidad.
Si enfocamos ahora el punto de vista psicoanalítico, se impone analizar en qué ele-
mentos se basa el planteo de la necesidad de una función paterna simbólica, en la clí-
nica y la teoría psicoanalítica, para explicar el acceso de un sujeto a un universo sim-
bólico. Esto supone determinar cuáles son sus premisas y cuáles sus puntos ciegos.
Freud dedica varios trabajos al tema del padre: “El porvenir de una ilusión” (1927),
“Moisés y la religión monoteísta” (1939). Señala claramente su vinculación con los
sentimientos religiosos y la necesidad de la mayoría de los hombres y mujeres de sos-
tenerse en esas creencias frente al desamparo y la indefensión originarios. El dios pro-
tector que, a veces, puede ser vengativo y autoritario es el Dios Padre. Señalemos que
para algunos autores Freud es un ateo que analiza la necesidad neurótica de las reli-
giones así como sus orígenes; para otros, en cambio, sus trabajos muestran una ver-
tiente religiosa en Freud mismo. De cualquier manera el desplazamiento del Dios
Padre al Padre con mayúscula es claro. Ambos confluyen y se superponen y la manera
en que se lo entienda tiene consecuencias en la clínica. En este marco, surge la cuestión
de si esta nostalgia del padre que aparece en el campo psicoanalítico es la nostalgia
del Dios Padre.
Totem y Tabú (1913) entra en la lista de artículos freudianos que proponen una
explicación mítica sobre la pregnancia del padre en las sociedades androcéntricas.
Ahora bien, si lo pensamos como una metáfora de este tipo de sociedades, ¿podemos
independizar esa necesidad de un mito fundacional de los desarrollos culturales y
normativos que rigen la vida en común? Y en esto está incluido el psicoanálisis. En
otras palabras, se hace necesario hacer una relectura a la luz de los cambios culturales,
socio-políticos, económicos, éticos, que cada sociedad y sus discursos evidencian.
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El psiquismo no puede desligarse de las normas que dictan los discursos vigentes.
En este sentido la función paterna se constituye como tal solidariamente con las so-
ciedades patriarcales. Y, en este sentido también, es una construcción historizable.
Tengamos en cuenta que Freud nunca habló de función paterna (es un término
de raigambre lacaniana) sino que investigó la genealogía individual, cultural y colectiva
de la búsqueda de un padre a partir de los sentimientos religiosos y de los mitos re-
feridos a los padres fundadores, así como habló de los efectos de la falta de padre, ca-
tegoría distinta a la del Padre con mayúscula. Para Juliet Mitchel (1982), Freud des-
cribió con precisión y justeza el sistema del patriarcado.
Asimismo, debemos preguntarnos si existe también la necesidad de sostener un
poder que se estaría perdiendo. Es necesario recordar que la función paterna es he-
redera del pater familiae y del Derecho Romano. Esto se sostuvo durante siglos, apoyada
en una división jerárquica de los sexos en la que estaban implicadas relaciones de
poder-dominio.
Hay pautas discursivas y culturales en juego que responden a un determinado tipo
de sociedad y que se sostienen en una trama implícita de poderes en la que juega la di-
visión público-privado. El espacio público propio de los hombres y el espacio privado,
propio de las mujeres y dedicado fundamentalmente a la reproducción: un modelo
que ha entrado en crisis. Bourdieu (1998) enfatizó que esto responde a relaciones de
dominación entre los sexos. Señala que la división del trabajo entre los sexos, que
estudió en las sociedades de Cabilia, orienta toda la percepción del mundo, las creencias
y las prácticas ya que se inscriben tanto en los cuerpos como en las mentes. Agrega
que estas estructuras mentales están presentes, en forma más velada, en las sociedades
occidentales actuales. Se trata de relaciones que se expresan en los discursos sociales
y son performativas en alto grado. En este punto es necesario aclarar que la performa-
tividad nunca es absoluta sino que siempre está en relación con otros factores en juego.
Indudablemente, aquí surge otro problema y es qué importancia le otorgamos en
el campo psicoanalítico a los cambios que rápidamente se están dando, principalmente
en las sociedades occidentales, en relación al lugar de las mujeres, a otros modelos de
familias distintos del de la familia nuclear, al fuerte crecimiento y difusión de las bio-
tecnologías y su impacto en las maternidades y paternidades actuales, así como a las
presentaciones sexuales y de género que desafían la noción de diferencia sexual.
Aquí hay dos opciones: o se considera que se trata de modas epocales que no cambian
lo que sería la esencia de la función paterna en el psicoanálisis, o bien cabe preguntarse
si puede el psicoanálisis repensar algunas categorías que se encuentran interpeladas.
En este sentido, enfatizamos que la obra freudiana es profundamente interdisciplinaria
y esto aparece en sus escritos. Ciertamente se requiere definir cuáles serían los conceptos
ejes que sostienen el campo psicoanalítico. Para nosotros, el inconsciente, la sexualidad
infantil, la transferencia, son los grandes ejes de los descubrimientos freudianos, aun
cuando son interpretados en forma diferente por los distintos marcos teóricos.
Recordemos brevemente que la pregnancia o entronización del padre fue desarro-
llada y sostenida principalmente por Lacan (1955/56), con fuerte influencia en Francia
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Leticia Glocer Fiorini 675

y en algunos países de habla hispana. La llamada escuela inglesa no le otorgó similar


importancia a la función paterna en los términos descriptos y, en cambio, desarrolló
más las características del espacio madre-hijo/a: el espacio transicional de Winnicott
(1959), la madre suficientemente buena, entre otros conceptos.
Por cierto que estas dos grandes corrientes, aun con sus diferencias internas, res-
ponden a distintas culturas donde los lugares del padre y de la madre, y del hombre
y la mujer, difieren. Cada una de estas corrientes le dio más preponderancia a un eje
en detrimento del otro.
Todos sabemos que en un plano psicoanalítico, el padre, si es pensado en función
paterna (porque obviamente puede no cumplirla), respondería al objetivo de separar
al hijo de la madre, de cortar esa relación que para Lacan (1955/56) se centra en pensar
al hijo como falo de la madre, relación que sólo la metáfora paterna podría cortar. De
esa manera, permitiría al hijo su inserción en un universo simbólico, pasaje a la exo-
gamia mediante. Esta es una concatenación de nociones que aparentemente no se po-
drían desarticular.
Sabemos también que, al ser una función, puede ser ejercida por otros que no sean
el padre, ya sea por ausencia o por deficiencia del mismo. Entonces, en estos casos se
trataría de la función llamada paterna pero ejercida por otros. Se señala que, cierta-
mente, también puede ejercerla la madre. Es en este marco que podremos preguntarnos
por qué se denomina paterna si se trata de una operatoria simbólica.
Aquí la respuesta requiere mayores precisiones porque se plantea una problemática
que es necesario abrir. Se enfatiza que la madre sólo la puede ejercer siempre que el Padre
dicte la ley, introduzca la ley en la madre. Sin dudas, esto ubica a la madre en el lugar de
la naturaleza – una madre que retiene al hijo – y sólo la intervención de la cultura, el
Padre simbólico e interdictor, podría rescatarlo de una especie de abrazo mortífero.
Sin embargo, hay otra opción que, a nuestro juicio, es necesario plantear: que la madre
pueda ejercer esa función simbólica per se, que pueda promover la separación del hijo
como un deseo propio. En otras palabras, reconocer en la madre un sujeto con capaci-
dades simbolizantes por sí misma. En esta línea, J. Benjamin (1995) planteó que existían
en la madre suficientes reservas simbólicas como para poder ejercer esa función.
Indudablemente, esto implica mucho más que el hecho de que la madre tenga in-
ternalizada la función paterna interdictora. Implica la posibilidad de ejercer una fun-
ción simbólica materna por derecho propio. Ésta es, a nuestro juicio, una diferencia
sustancial que corre el eje de la cuestión en relación con la bien conocida dicotomía
madre/naturaleza por un lado y padre/simbólico/cultural, por el otro.
Supone incluir los propios deseos de la madre más allá del deseo de un hijo-falo.
Implica que si bien el hijo puede ser hijo-falo para la madre en ciertos momentos,
puede ser un hijo en el sentido de un otro, en otros (Glocer Fiorini, 2001).
En este sentido, abordamos la subjetividad materna en toda su complejidad, en forma
multicéntrica y plural. No hay un solo deseo, aunque en ciertos momentos pueda ser
predominante. Pensamos que la maternidad implica un sujeto deseante y simbolizante
a la vez, con capacidades de ejercer operatorias simbólicas de separación necesarias.
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676 Revista de Psicoanálisis l Tomo LXX l Nº 4 l 2013

Diferenciamos esto del concepto de corte que implicaría, como señalamos, sostener la
dicotomía madre/naturaleza por un lado y padre/logos separador por el otro.
En otras palabras, quizás pensar al hijo en términos exclusivamente de hijo/falo
que sólo el corte paterno interdictor puede separar de la madre, sea también un deseo
normativizante que fija a la mujer/madre en el lugar de la naturaleza en esa oposición
naturaleza/cultura.
Entendemos que lo que está en juego es el campo narcisista y las posibilidades de
resolución simbólica exogámica de la madre. Si el dominio narcisista invade la sub-
jetividad materna el hijo será exclusivamente hijo-falo y será necesaria una función
otra, llamada paterna en analogía con la estructura de la familia nuclear y de las figuras
patriarcales, para efectuar una separación necesaria. Si opera en la madre su propia
resolución simbólica el hijo será más que un hijo-falo, será más que una compensación
fálica frente a la carencia. Será un otro al que ella le podrá ofrecer la posibilidad de
separarse con sus propias reservas simbólicas. En este caso, lo dual será tercero.
Si fallan las funciones simbólicas maternas habrá ciertamente problemas, de la misma
manera que los habrá si falla la función simbólica del padre en el caso de que el padre
o sustituto no reconozca al hijo como un otro. Por todo esto hablar del padre simbólico
es también hablar de la madre y redefinir sus funciones en un plano simbólico.
Esto no elimina la figura de un padre y sus funciones simbólicas pero sí aporta
otras fuentes para entender el acceso de un sujeto a las legalidades de la cultura y a
diferentes universos de lazos sociales. Por otra parte, permite focalizar en otros aspectos
de gran importancia para entender distintas funciones que los padres pueden cumplir,
y ponerlas en valor.
Las divisiones dicotómicas, naturaleza/cultura homologadas a madre/padre, acen-
túan los estereotipos de las sociedades patriarcales: madre fálica que se aferra al hijo
sin soltarlo y padre simbólico que efectiviza un corte. La metáfora del cocodrilo, plan-
teada por Lacan, ilustra suficientemente esta posición.
En otra publicación (Glocer Fiorini, 1999) había abordado la necesidad de revisar
la noción de deseo de hijo en la obra freudiana, en tanto generada a partir de una ca-
rencia fundamental a la que se enfrentaría la niña en la fase fálica, envidia del pene
mediante. Si esto fuera así, el hijo sería siempre por definición hijo-falo, sería una
compensación fálica, y sólo una operación “quirúrgica” permitiría el corte necesario
madre/hijo. Si bien esto puede ocurrir en ciertas formas de histeria, la feminidad y la
sexualidad femenina transcurren por caminos mucho más complejos. Para avanzar
en esta problemática habíamos tomado para ello el concepto de Deleuze (1977) del
deseo como producción, como poiesis, y no originado en la carencia. Afirmaba Deleuze
que el deseo no se origina en ninguna carencia fundante sino que la carencia es el re-
sultado del deseo como poiesis. En nuestra perspectiva, podríamos sostener que ambas
nociones no se excluyen y su preeminencia hay que determinarla en cada caso.
Avanzando más aún, ¿es que hay que rescatar al hijo de un abrazo mortífero? ¿O
será, como señala F. Heritier (2007), antropóloga discípula de Levi-Strauss, que lo que
está en juego es la apropiación patriarcal del hijo?
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Leticia Glocer Fiorini 677

Entonces, si como lo hemos planteado, hay suficientes reservas simbólicas, sublima-


torias y creativas en la madre, ésta puede cumplir esa función siempre que esté posicionada
más allá de un campo narcisista exclusivo. Esto es sobradamente conocido pero siempre
es referido a que el Padre introduce la ley en la madre. Por eso mantener la denominación
función paterna es una forma de universalizar lo que es en realidad una modalidad de
operatoria simbólica atada a un determinado tipo de sociedad y de ideología.
Si esto es así, y esta es mi hipótesis, la función paterna debería denominarse con
propiedad función tercera, independientemente de quien la ejerza y más allá de di-
cotomías empobrecedoras. Podrá ser ejercida y lo es de hecho por padres y/o madres
u otros sustitutos, pero no depende de que un Padre con mayúscula introduzca la Ley
en otros sino de que cada cual posee sus propias reservas simbólicas para introducir
una legalidad que está más allá de una figura, aun en su vertiente metafórica, propuesta
por una determinada organización socio-cultural y discursiva.
Para terminar, consideramos que el concepto de función tercera, simbólica, le da
verdadera categoría de función, autónoma de quien la ejerza. Como señalamos, en
esto están incluidos no sólo los sustitutos del padre, que de hecho existen, sino la po-
sibilidad de que la madre por sus propias capacidades simbólicas pueda ejercer esa
función de separación. Por el contrario, consideramos que seguir hablando de función
paterna, aún reconociendo sus transformaciones en las sociedades actuales, sólo des-
plaza el problema.
La cuestión son las significaciones y connotaciones del significante paterno. La
función paterna no es un universal. El riesgo es esencializar lo que es una construcción
histórica. Por eso, entendemos que más que hablar de nuevas modalidades o formas
de la función paterna, que eterniza algo que es contingente, habría que hablar de
nuevas modalidades de ejercicio de una función simbólica.
En otras palabras, están cambiando las modalidades de ejercicio de una operatoria
simbólica que en el curso de la historia se identificó con el padre monárquico, feudal,
y luego simbólico. ¿La denominada función paterna es, entonces, una forma de sos-
tener un poder que se pierde ante la incertidumbre y angustia que estos cambios
pueden generar?
Finalmente, la cuestión de la función paterna remite a otras nociones que demandan
ser re-pensadas: el acceso a la diferencia sexual, la centralidad de la función fálica, el
binarismo masculino-femenino, la conceptualización del Complejo de Edipo, la pro-
blemática del poder, entre otras (Glocer Fiorini, 2001, 2009).
En síntesis, están en juego:
—La soldadura en el campo psicoanalítico de la función paterna, padre simbólico
o metáfora paterna con la estructura de las sociedades androcéntricas, patriarcales,
legalizadas en el marco del pater familiae del Derecho Romano.
—El debate nunca saldado entre la polaridad madre/naturaleza versus padre/cul-
tura/logos separador. Poder deconstruir estas soldaduras permitiría salir de esas po-
laridades dicotómicas. Se trata de una división binaria que se aleja de las complejidades
de los procesos de subjetivación y de las funciones simbólicas en tanto tales.
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678 Revista de Psicoanálisis l Tomo LXX l Nº 4 l 2013

—En este recorrido se pone en juego si existe un orden simbólico, estructural, eter-
no, y una ley que marca la inserción de un sujeto en la cultura, o si deberíamos pensar
que es este orden simbólico y esta ley los que están en cuestión.
Vivimos momentos de cambio, incluso de caos eventual, que pueden abrir la posi-
bilidad de generar nuevos ordenamientos simbólicos. La otra opción será eternizarnos
en explicaciones reverberantes que pueden eventualmente llevar a callejones sin salida.
Tampoco se trata de reemplazar el denominado “poder paterno” por un “poder
materno” o una supuesta “feminización de la cultura”. Por el contrario, es una opor-
tunidad para re-pensar ciertas respuestas ya dadas con el objeto de explicar las fun-
ciones simbólicas en una trama compleja de categorías historizables, sin derivaciones
nostálgicas hacia un pasado perimido.
Por cierto que la clínica muestra muchas variantes en relación a las funciones sim-
bólicas necesarias para que un sujeto se incluya en un contexto de lazos sociales. Sólo
se podrán analizar en lo singular de cada caso. Pero, a nuestro criterio y con estos res-
guardos, enfatizamos que la forma en que se conceptualice la función paterna tiene
efectos en el proceso analítico. Se hace necesario un trabajo de deconstrucción que
permita nuevas construcciones para poder redefinir términos y funciones que incluyan
no sólo otras formas de parentalidad sino también diferentes itinerarios del deseo y
pluralidades identificatorias en los procesos de subjetivación de cada sujeto en par-
ticular. Esto implica la revisión de los impasses clínicos que pueden producirse tanto
en las formas clásicas de la familia nuclear como en otras modalidades de familias si
no se aborda una necesaria revisión de ciertos conceptos soldados a ideologías que
merecen ser superadas.
Estamos en presencia de problemáticas que tienen que ver con la constitución
de otros modelos de familia, otras presentaciones sexuales y de género y, por lo
tanto, con la pregunta sobre cómo se ejercen las funciones simbólicas en relación
con los procesos de subjetivación. Ciertamente, si esas funciones se pueden ejercer
de acuerdo a las normas vigentes es posible que, en ese aspecto, un niño encuentre
facilitados sus procesos de subjetivación en consonancia con esas normas, aunque
esto no está nunca asegurado. Todo niño – provenga de una familia heterosexual,
homosexual o de otras formas de organización familiar – puede verse enfrentado
a estas problemáticas. Siempre existe el riesgo de quedar excluido de la trama socio-
cultural si no se responde a las normas vigentes. Por eso se impone re-considerar
las propuestas teóricas que proporcionan explicaciones que aparecen como univer-
sales o esenciales. Las legalidades culturales – que no son una – pueden aportar ele-
mentos para ejercer esas funciones también a través de personajes, grupos e ideales
simbólicos alternativos.
La cuestión más significativa es, a nuestro juicio, que el reconocimiento de la al-
teridad y de la diferencia esté inscripto en los padres, aunque sean del mismo sexo.
Habíamos planteado en otra publicación que la inscripción de la diferencia en un sen-
tido simbólico va más allá de la diferencia anatómica e incluso de los avatares de la
elección de objeto. (Glocer Fiorini, 2001). La diferencia se juega en distintos niveles
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Leticia Glocer Fiorini 679

y categorías: anatómica, sexual simbólica, lingüística, como corrimiento significante,


como flujos cambiantes en un marco deleuziano, entre otras.
Afirmaba Michel Tort (2005) que existe el riesgo de que el psicoanálisis encarne
la nostalgia del patriarcado. Entendemos que esto tiene que ver con las soldaduras y
encadenamientos de conceptos tratados como fundamentos universales, sustanciales,
que consideramos necesario deconstruir en pos de nuevas construcciones. El riesgo
es reificar lo simbólico en cuanto propio de un Padre con mayúscula. En este sentido,
las idealizaciones están en juego y tienden a obturar la angustia de castración.
Prosigue Tort señalando que la especificidad de la función paterna sólo se podrá
establecer en el contexto de relaciones no jerárquicas entre los sexos.
Consideramos que el devenir-sujeto requiere otra concepción de la construcción
de subjetividad en que la ley no se lea como una abstracción estructural sino en el
contexto de una historización necesaria. Es en este marco que el cambio de paradigma
sobre la función paterna adquiere primacía.

Resumen

La autora desarrolla un trabajo de deconstrucción de la noción de función paterna en tanto


es propuesta como un elemento esencial para separar al hijo de la madre y asegurar su inserción
en un universo simbólico.
Se recorren algunos hitos que derivan de la noción de patriarcado y sus eslabonamientos
con la conceptualización de función paterna. Esto tiene fuerte influencia en algunas postu-
laciones psicoanalíticas. Se remarca la necesidad de efectuar un análisis genealógico e historizar
esta función.
Se enfatiza que hay en la madre suficientes reservas simbólicas para ejercer esa función sin
recurrir a la explicación – de carácter tautológico – de que el Padre dicta la Ley e introduce esa
función en la madre para que así ésta la pueda ejercer. Por el contrario, se trata de una legalidad
que está más allá de una figura, aún en su vertiente metafórica, propuesta por una determinada
organización socio-cultural y discursiva. Esta propuesta permite desarticular la frecuente homo-
logación madre/naturaleza versus padre/cultura/logos separador, y descentrar esa dicotomía.
Se postula que la función paterna es una operatoria simbólica que debería denominarse
con propiedad función tercera, independientemente de quién la ejerza y más allá de dicotomías
empobrecedoras. Habitualmente es ejercida por el padre, pero puede ser ejercida por la madre
u otros, a través de sus propias reservas simbólicas y deseos. Se complejiza así la red que
permite el ejercicio de la terceridad en los procesos de subjetivación. Considerar una función
simbólica materna enriquece la comprensión sobre la constitución del sujeto en un entramado
de lazos sociales.

DescrIptores: FuNCIóN PATERNA / FuNCIóN TERCERA / HIJO-FALO / HIJO-OTRO / MATERNIDAD


SIMBóLICA-PLuRAL / DESEO DE HIJO / NATuRALEzA-CuLTuRA.
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summary
Deconstructing the concept of paternal function
A paradigm open to question
The author deconstructs the notion of paternal function inasmuch as it has been proposed
as an essential element that separates the child from his mother and guarantees his entrance
into the symbolic universe.
Certain concepts deriving from the notion of patriarchy are revisited, as well as their
connection to the conceptualization of paternal function. This has a strong influence on some
psychoanalytic statements. The need to carry out a genealogic analysis and to historicise this
function is emphasized.
Indeed, the author stresses that the mother has enough symbolic reserves so as to exercise
this function without resorting to the – tautological – explanation that the Father lays down
the Law and introduces this function in the mother so that she can exercise it. Quite the
contrary, this legality is beyond a figure, even in its metaphorical aspect, and is proposed by
a given socio-cultural organization and the discourse that characterises it. This proposal
allows us to break up the equivalence, frequently made, between mother/nature versus
father/culture/separating logos; thus, such a dichotomy loses its central importance.
The author suggests that the paternal function is a symbolic operation that should be
properly called function ‘third’, independently from the person who exercises it and beyond
impoverishing dichotomies. It is usually exercised by the father, but it could well be exercised
by the mother or others by means of their own symbolic reserves and desires. Thus, the net
allowing the exercise of thirdness in the processes of subjectivation becomes more complex.
To consider a maternal symbolic function improves the understanding of subjective
constitution within a net of social bonds.

KeyworDs: FATHER FuNCTION / THIRD FuNCTION /PHALLuS SON / SON-OTHER / MATERNITY


SYMBOLIC-PLuRAL/ FATHER OF SON / NATuRE-CuLTuRE

resumo
Desconstruindo o conceito da função paterna
Um paradigma interpelado

A autora desenvolve um trabalho de desconstrução da noção da função paterna enquanto


proposta como um elemento essencial para separar o filho da mãe e garantir a sua inserção
em um universo simbólico.
Percorrem-se alguns fatos derivados da noção de patriarcado e seus encadeamentos com
o conceito da função paterna. Isto tem forte influência em algumas postulações psicanalíticas.
Salienta-se a necessidade de realizar uma análise genealógica e historizar esta função.
Enfatiza-se que existem suficientes reservas simbólicas na mãe para exercer essa função
sem recorrer à explicação – de caráter tautológico – de que o pai dita a Lei e introduz essa
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Leticia Glocer Fiorini 681

função na mãe para que ela possa exercê-la. Ao contrário, trata-se de uma legalidade que vai
além de uma figura, mesmo na sua vertente metafórica, proposta por uma determinada
organização sociocultural e discursiva. Esta proposta permite desarticular a frequente
homologação mãe/natureza versus pai/cultura/logos separador, e descentralizar essa dicotomia.
Propõe-se que a função paterna é um operante simbólico que deveria ser denominada
como propriedade “função terceira”, independentemente de quem a exerça e que vai além de
dicotomias empobrecedoras.  Habitualmente é exercida pelo pai, mas pode ser exercida pela
mãe ou por outras pessoas, através de suas próprias reservas simbólicas e desejos. Dessa forma
se complexiza a rede que permite o exercício da terceridade nos processos de subjetivação.
Considerar uma função simbólica materna enriquece a compreensão sobre a constituição do
sujeito em um emaranhado de laços sociais.

pALAvrAs-chAves: FuNçãO PATERNA / FuNçãO TERCEIRA / FILHO-FALO / FILHO-OuTRO /


MATERNIDADE SIMBóLICA-PLuRAL / DESEJO DE TER FILHO / NATuREzA-CuLTuRA

Bibliografía

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Setenta años de la revista de APA


Jaime Szpilka1

Todos los de mi generación que hemos forjado nuestra ilusiones psicoanalíticas


alrededor de una institución que pudiera cumplirlas mirábamos en los años sesenta
del siglo pasado a la APA como la representante más cabal de esa institución. Recuerdo
el entusiasmo desbordado con el que asistíamos a las clases que por aquel entonces
se daban en la Facultad de Medicina primero y en la de Filosofía y Letras después.
Teníamos sin duda valiosos e inteligentes amos de la verdad entre los que recuerdo
especialmente a Arnaldo Rascovsky, Angel Garma, Enrique Pichón Riviere, Enrique
Racker, María Langer, Arminda Aberastury, Jorge Mom, David Liberman, Willy
Baranger, Madeleine Baranger, entre otros. Y gracias a aquellos amos, y digo amos
porque creo que la pretensión de verdad siempre tiene amos, y a muchos otros que
injustamente no nombro seguramente por no haber tenido mayor cercanía personal,
teníamos en quienes creer, con quienes identificarnos, con quienes ilusionarnos y
desilusionarnos, con quienes enfrentarnos, etc., etc.
De esos amos surgió ésta magnífica Revista de Psicoanálisis. Cuánto aprendimos
en ella, cuántos esquemas referenciales distintos conocimos, a cuántos psicoanalistas
locales y extranjeros leímos con avidez, con cuántos lugares lejanos soñamos, todo
lo que pueda decir es siempre poco. En la época que comencé los seminarios, 1962,
recuerdo que esperábamos impacientes la aparición de cada número nuevo de la
Revista y entre los compañeros no ocultábamos la rivalidad y la ambición de quienes
seríamos los primeros en publicar y ver aparecer nuestros nombres al lado de las fi-
guras que idealizábamos. Y cuando podíamos lograrlo sentíamos una pertenencia
absolutamente privilegiada, una inscripción de un valor que no podía compararse a
ninguna de las otras inscripciones institucionales. Porque la Revista de Psicoanálisis
era como una marca indeleble, eterna tal vez, donde la letra impresa hacía historia
del pensamiento que todos aspirábamos a construir y continuar, y así participábamos
del legado recibido y hacíamos honor a la famosa alocución goethiana de que lo que
se hereda había que adquirirlo. No hay que olvidar que eran otras épocas y que la
difusión de las ideas no tenía las facilidades de comunicación de los medios tecno-
lógicos actuales, lo cual no implica que crea que una revista impresa tiene un lugar
insustituible por cualquier otro medio.
una de las cosas que nunca olvidaré es la resignificación que la Revista tuvo para
mí cuando descubrí al ingresar como candidato en APA que se había fundado en
1943. En ese entonces tenía 6 años, y recuerdo que con mis rudimentarios conoci-
mientos de yidish descifraba a duras penas las últimas cartas que habían llegado

1. jszpilka@inicia.es / Miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina


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tiempo atrás de mis familiares del gueto de Varsovia. Cuando descubrí que en esa
época tan gravemente dolorosa para la humanidad, en medio de una Europa des-
trozada y convulsionada por el horror nazi, en medio de un mundo tan incierto e
inquietante en la propia Argentina, un grupo de personas tenía el valor y la vitalidad
de fundar una revista para poder pensar el dolor humano de otra manera, y difundir
una nueva ética de la salud y de la enfermedad, sentí hacia los fundadores una enor-
me gratitud, una sincera admiración, y se constituyeron desde entonces en personajes
que me acompañan hasta hoy como una muestra maravillosa de optimismo en la
creatividad y de valentía aún en las circunstancias más adversas. A esos creadores
mi eterna gratitud.
Tal vez por la calidad y diversidad de los pioneros, sabemos que la Revista fue
una magnífica muestra de pluralismo científico, de manera implícita, mucho antes
de que llegara a plantearse explícitamente como tal en los diversos momentos de
cambio de nuestra institución. A diferencia de otras revistas similares, siempre tuve
la convicción de lo abierta que estuvo a los diferentes pensamientos y de la sabiduría
que supo mantener en un delicado equilibrio entre forma y contenido. Sabemos de
la asfixia esterilizante en la creatividad cuando el formalismo académico rige de-
masiado sobre la libertad de soñar y crear, aún con errores e incluso ignorancia, y
a nuestra Revista la recuerdo en cambio siempre encontrando esa medida justa en
donde la calidad no iba en desmedro de la libertad y la libertad no iba en desmedro
de la calidad. Y creo sinceramente que hubo siempre un interesante interjuego dia-
léctico entre la Revista y la institución, que permitió que tanto los cambios institu-
cionales influyeran en el desarrollo de la Revista como el desarrollo de la Revista
influyó en el cambio institucional. Y muestra de ello es lo que comentaba anterior-
mente, que la Revista expresó el pluralismo científico mucho antes de que se trans-
formara en un “leit motiv” de los importantes cambios de 1974 y supo sortear, a
veces mucho mejor que otras instancias institucionales, algunos de los obstáculos
para la difícil transmisión del psicoanálisis.
En ese sentido me gustaría retomar algunos fragmentos de un trabajo anterior
en los que justamente me refiero a los obstáculos para esa transmisión (1991). Allí
decía que en toda trasmisión de un saber, sea en la familia, en la escuela, o en cual-
quier situación social, puede producirse una violencia soslayada cuando el enseñante
ocupando la posición del que sabe quiere que el enseñado sepa. Con eso se usurpa
muchas veces el propio deseo de saber del enseñado. Pero en lo que al psicoanálisis
se refiere la transmisión tiene una problemática propia en función del objeto que
se intenta transmitir y de la estructura a través de la cual dicho objeto circula y se
transmite. Lo que parece obvio es que la interacción óptima entre el objeto y la es-
tructura se produce en la propia situación psicoanalítica, aunque la naturaleza tan
peculiar del objeto que se transmite, el inconsciente, necesite ampararse en estruc-
turas institucionales que lo abriguen, y también a la inversa, las estructuras insti-
tucionales necesitan para subsistir, aplacar o apaciguar al peligroso objeto que ex-
plícitamente sostienen.
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Jaime Szpilka 685

Por eso me gusta contar la historia del rabino chaquetero que da la razón a la mujer
que se queja de los defectos de su marido, al mismo tiempo que también la da al
marido que se queja de los defectos de su mujer. Cuando indignados los dos se pre-
sentan a reprocharle vuelve a darles la razón a ambos. Y cuando se retiran enfadados
con él, levanta los ojos al cielo diciendo “Dios mío sólo les dí la razón, pero no hablé
de la verdad”. Suponiendo que asumamos ese papel en relación con los diversos es-
quemas referenciales, cuando enfocan al mismo caso clínico, ¿acaso apuntan a otro
inconsciente, y sería imposible hablar de una verdad objetiva? El rabino chaquetero
en principio les daría la razón a todos, aunque también levantaría los ojos al cielo que-
jándose a Dios de que nada había dicho sin embargo de la verdad.
Y si así fuera es por no olvidar que la hipótesis de un inconsciente radical apunta
a la verdad como problema y como imposibilidad, ya que se refiere a la maldición
que se gesta en el ser por efecto del habla. Alain Badiou (2010) propone volver al
Cratilo platónico donde además de la palabra se preconiza el valor de la pregunta por
la cosa, para encontrar en el discurso un punto fijo o más bien incondicionado.
Importa recordar su insistencia en que lo que define a la filosofía, y yo agregaría al
psicoanálisis, por ejemplo en relación a la sofística es el concepto de verdad, aunque
al mismo tiempo la sustracción al sentido excava en esa misma verdad un interminable
vacío, y es ese mismo vacío central de la verdad, lo que separa a la filosofía, y agrego
otra vez al psicoanálisis, tanto de la hermenéutica como de la religión. Por eso, agrega
Badiou, los que él llama los nuevos sofistas, como Witggenstein, Vattimo o Rorty,
cumplen una misión muy importante en desacralizar la verdad aunque lo hagan a
costa de negarla. Y aquí es justamente donde se abre una fundamental cuestión ética.
No es lo mismo decir que no hay verdades que afirmar la búsqueda de la verdad aún
en su interminable vacío. Desde el ‘no hay verdades’ cualquier discurso puede arro-
garse la plenitud, en tanto supone contener en su decir la totalidad que su decir pre-
senta, es decir que se vuelve totalitario y tiránico. En cambio desde el ‘hay verdad pero
imposible’, el discurso está siempre mermado por la falta que no puede terminar de
reducir. Y a mi juicio aquí aparece Freud con esa discriminación para mi esencial
entre Sachvorstellung, cosa apalabrada, y Dingvorstellung, cosa sin apalabrar, y aparece
Lacan con su definición de lo real como imposible. Y en ambos casos queda a salvo
el vacío central, porque se trata de marcar aquello de lo que solamente se puede hablar
pero sin terminar de decir.
Si el inconsciente no es un depósito biográfico, ni una sede de representaciones zo-
ológicas regresivas, ni el lugar de lo perceptual imaginario, ni tampoco de ninguna se-
mántica oculta, deberíamos asumir en que es el concepto con que denominamos nues-
tra impotencia para decir lo real de la cosa, y por lo tanto para decir lo que
paradójicamente por hablar no podemos terminar de decir. Por eso nos basta y no
nos basta con tener la razón, en tanto la razón es solamente el refugio de la verdad im-
posible, y en sus operaciones de base ampara y abriga en una presunción narcisista a
esa imposibilidad. Esa importancia frente a lo real aparece en el síntoma neurótico
como fracasada en su represión y el psicoanalizando nos la arroja a la cara para que
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686 Revista de Psicoanálisis l Tomo LXX l Nº 4 l 2013

nos arreglemos con ella. Pero los psicoanalistas no somos supermanes especialmente
dotados para vérnoslas y hacérnoslas con esa impotencia, cuando además debemos
cargar con la nuestra propia. Y por eso necesitamos poner un nombre como tope frente
a lo indecible de la cosa, saturando así lo enigmático del deseo dentro de un determinado
campo de razón. Aparecen así los pacientes freudianos, kleinianos, winicottianos, la-
canianos, de la psicología del yo, intersubjetivistas, etc. etc. que sin duda se “curan”
dentro de sus respectivas situaciones psicoanalíticas, con tal de colocarse en el lugar
de la respuesta al deseo nombrado que su psicoanalista pone en juego en su campo de
razón. Así testimonian esencialmente a su manera la renegación de la imposibilidad
de dar cuenta de lo inconsciente.
La impotencia frente a lo real, que debería devenir imposibilidad alrededor de lo
mudo, de lo que no se puede decir porque se dice, (¿silencio de la pulsión de muerte?)
puede encontrar en la violencia otro de sus desarrollos. La Bemechtigungstrieb a la
que Freud se refiere, no es para nada ajena a la impotencia frente a lo real para poder
decir lo que la cosa es, ya que no se trata solamente de la naturaleza de la pulsión ad-
venida en el estadio anal, sino de la manera en que lo anal interviene en el intento de
resolución de la impotencia frente a lo real, con su cuota de potencia transformada
en violencia. Y en lugar del silencio, la pulsión de muerte se positiviza con su monto
de sadismo o masoquismo correspondiente.
El problema entonces no es que una de las dificultades de la transmisión sea
sólo la naturaleza compleja del objeto a través de distintos esquemas de compren-
sión sino el uso que se hace de los mismos. Porque cuando los diferentes esquemas
referenciales son solamente testimonio de la impotencia frente a lo real transfor-
mada en imposibilidad de la razón, cumplen un papel diferente al que cumplen
cuando cualquiera de ellos busca instalarse en el campo de la verdad. Si esta pre-
tensión se quiere realizar tiene que utilizar la misma violencia con la que los sujetos
individuales buscan resolver su propia impotencia, y la raíz paranoica de todo co-
nocimiento, en el otro y contra el otro, queda así descubierta en su plenitud, y lo
que el otro implica como lugar de otro conocimiento, al implicar el desnudamiento
de la propia castración que amenaza nuestra propia presunción narcisista, debe
ser aniquilado y desconocido.
Así, si creemos en una hipótesis radical del inconsciente deberíamos considerar
a cada producción de saber produciendo al mismo tiempo un campo de ignorancia.
Por hablar, por la complicación que la palabra induce en el sujeto, aparece siempre
un horizonte de saber en irreductible oposición a la sombra de su imposibilidad, y
en el borde como residuo de esa perpetua divergencia insiste la cuestión del deseo
inconsciente. El psicoanálisis no tiene como meta el saber absoluto hegeliano, y por
eso cada producción de saber no puede ser ajena a la interrogación sobre la pro-
ducción de la ignorancia como su propia entropía, ya que es solamente en esa dia-
léctica como algo de la cuestión del inconsciente se puede abordar. Sin duda que
esa dialéctica queda anulada cuando en el esquema referencial predomina lo para-
noico, contra el otro, como forma de enfrentar con violencia la imposición de la
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Jaime Szpilka 687

propia verdad. Porque el psicoanálisis no es una hermenéutica, un desciframiento


exhaustivo de ninguna semántica oculta, sino básicamente un proceso de decons-
trucción de toda imaginería ilusoria yoica, privilegiándose así a la manera freudiana
el “per vía di levare”.
Sólo merecería tal vez el calificativo de sublimado el acto que es capaz de mantener
esa tensión dialéctica entre saber e ignorancia, permitiendo el tránsito de la impo-
tencia hacia la imposibilidad, y manteniendo a ésta última siempre vigente. Por eso
me gusta volver a citar a G. Klimovsky cuando en varias conferencias que lo escuché
afirmaba con su fina ironía que lo que diferencia al epistemólogo del especialista es
que el primero sabe nada de todo mientras que el segundo sabe todo de nada. Con
lo cual se pone de manifiesto la constante discordancia entre el saber y el objeto.
Cuando el objeto es omnipresente el saber es nulo y cuando el saber es omnisciente
el objeto se sustrae. Podemos así plantear “in extremis” la hipótesis ideal de un sujeto
que tiene consciente todo su saber, el sujeto de un saber absoluto hegeliano, “quiero
acostarme con mi madre y matar a mi padre”, ¿qué sabría en realidad ese sujeto en
donde coincide lo manifiesto con lo latente? Justamente como en la ironía klimovs-
kiana, todo de nada y nada de todo. Porque el saber curiosamente es ruinoso cuando
no puede entrar en el juego dialéctico de la falta, cuando no conlleva la generación
de la ignorancia. Solamente vale a medias en tanto lo inconsciente sigue sosteniéndolo
en su privación.
Fui a mi biblioteca y elegí azarosamente un número cualquiera de la Revista para com-
probar cómo se había desarrollado ese célebre pluralismo científico a través de las últimas
casi cuatro décadas a partir del famoso manifiesto del año 1974. Y ¡oh milagros del azar!
también figuraba allí un trabajo mío. Curiosamente se trata del tomo LXIV, número 2
de junio de 2007, cuyo tema principal gira alrededor de Recordar, repetir, elaborar.
Tomo los resúmenes. Amalia Socci de Gómez en un bello título, ‘Recordar para no
elaborar’, nos habla de ciertos casos en que la hiper-representación actúa como defensa
frente a un trauma pretérito al que no resignifica. Señala la diferencia con el après-coup
freudiano, donde por el contrario se trata de resignificar con un hecho nuevo otro ocurrido
anteriormente y sin significación. En cambio, la autora quiere enfatizar las representaciones
en exceso, reiteradas y no elaboradas en procesos de análisis prolongados. Refiere que
se trata de pacientes aparentemente tratados como neuróticos pero que en realidad están
más allá de las neurosis, en los que hay que considerar los distintos tiempos de presentación
del trauma y que producen una particular participación de la subjetividad del psicoanalista
y de su contratransferencia. Roberto Losso y Ana Packciarz Losso plantean en ‘Repetición
transgeneracional. Elaboración transgeneracional. La fantasía inconsciente compartida
familiar de elaboración transgeneracional’, lo necesario que es agregar al concepto freu-
diano de compulsión repetitiva el de repetición transgeneracional. Destacan la importancia
de una transmisión trófica que posibilita una transmisión elaborativa, frente a la cual se
oponen contenidos tanáticos que la impiden. Así en el caso que presentan la fantasía in-
consciente transgeneracional era que debía haber un cadáver, alguien debía morir para
poder elaborar por fin duelos retenidos de al menos tres generaciones.
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688 Revista de Psicoanálisis l Tomo LXX l Nº 4 l 2013

Jaime Szpilka plantea en ‘La desautorización del inconsciente como órgano ético
en la estructuración perversa’, la importancia de una critica a las consideraciones na-
turalistas sobre el inconsciente, al que postula como un órgano ético. En las perver-
siones más allá de las modalidades manifiestas del vínculo sexual importaría destacar
un fallo en la desnaturalización subjetiva que comprende el desfallecimiento del falo
como significante de la falta, el sadomasoquismo como violencia frente a la impotencia
respecto a lo real y la desautorización del inconsciente como órgano ético.
Lila Hoïjman en el ‘Acting- out como eje de un proceso mutativo en la cura’, re-
lata cómo un acting-out de una gran violencia abrió la puerta para una comprensión
psicoanalítica a través de la rememoración de una experiencia arcaica que permitió
un trabajo de elaboración. El proceso fue posible por la articulación del acting-in
de la paciente con una figurabilidad enigmática que la había invadido en la primera
entrevista y que había olvidado, dificultando una adecuada contratransferencia.
Finalmente la unión de los movimientos de acting-in y figurabilidad en el pensa-
miento de la psicoanalista permitió dar un sentido nuevo y el nacimiento de una
construcción común.
Leticia Glocer Fiorini en ‘Lo Femenino, lo otro y los cuerpos sexuados’, destaca
que en el estudio de las diferencias entre los sexos el concepto de otredad surge
inevitablemente y es homologado a lo femenino y la mujer con frecuencia llama-
tiva. Subraya que el cuerpo de la mujer aparece como soporte de esa diferencia y
que los datos biológicos siempre son interpretados y responden a una construcción.
El cuerpo siempre tiene una heterogeneidad radical respecto a la subjetividad,
siendo importante analizar sus complejas conexiones en el campo de la diferencia
y de lo femenino. Así enfatiza en una viñeta clínica cómo los cuerpos pueden ser
monedas de cambio en las relaciones primarias, y propone un trabajo de decons-
trucción en el que se pueda analizar la multivocidad de los conceptos de otredad
y de diferencia sexual.
Jorge Canteros en ‘El cuerpo en psicoanálisis’, considera que es importante atender
a los registros del cuerpo ya que es a través de ellos que se manifiestan muchos ma-
lestares del sujeto contemporáneo, a los que ciertos paradigmas epistemológicos y
técnico-científicos han escotomizado. Así, es necesario protegerse frente al extravío
de una metáfora neurocognitiva fuerte y no desconocer al hombre en su doble faz,
como ser simbólico y viviente. Toma figuras como las de soporte (cerebro), apoyatura
(al otro), y carne, como anclaje a lo necesario del apremio a la vida. Diferencia final-
mente entre cuerpo fuente y cuerpo superficie con relación a la discriminación entre
enunciación y enunciado.
Elsa Rappoport de Aisemberg en ‘Repetición, transferencia y somatosis’, describe
dos tipos de repetición, la benigna, como expresión del inconsciente reprimido con
representaciones investidas, y la demoníaca, de lo inconsciente no reprimido y pro-
ducto de las huellas sensoriales primitivas anteriores a la palabra, que nunca fueron
conscientes y que a raíz de un trauma o duelo se desencadenan, y que a través de la
transferencia despliegan una nueva creatividad.
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Jaime Szpilka 689

F. Serrano, L. Abatángelo de Stürzenmbaum y N. Onofrio en ‘La vía del goce: el


recorrido desde la repetición del trauma en el cuerpo a la elaboración simbólica’, des-
tacan el caso de una paciente a la que le era imposible representar la ausencia debido
a fallas en la representación y fronteras borrosas en su aparato psíquico. Siguiendo a
André Green, lo metaforizan como las perlas de un collar carentes de la unión dada
por un hilo conductor.
Marta Dávila en ‘La contratransferencia somática “memoria sin recuerdo” en el
cuerpo del psicoanalista’, relata una experiencia clínica donde el paciente necesitaba
hacer sentir al psicoanalista aspectos que no podía reconocer en sí mismo, convir-
tiéndolo así en imagen especular negativa. Siguiendo indicaciones de C. Botella insiste
en que el campo de lo representable es solamente una grosera reducción del vasto do-
minio de lo incognosible, y destaca la “regredencia”, el trabajo de figurabilidad y el
trabajo en doble que permitiría construir las memorias sin recuerdo.
Primitivo Gómez en ‘El lugar del analista en la repetición y la elaboración adoles-
cente’, aborda el problema de la impulsividad en el marco de lo que denomina una
“patología de la perentoriedad”, que se refiere a cuadros con gran intolerancia a los
tiempos de espera, como de pasajes al acto auto y heteroagresivos. También aborda
la importancia del dolor psíquico y la problemática de la simetría y asimetría que
adquieren esos vínculos, y que rozan importantes dimensiones éticas, junto a las com-
plejas dificultades en el par yo ideal-ideal del yo.
Luis Kancyper en ‘Esperanza terminable e interminable en la situación psicoana-
lítica’, aborda el estudio de la esperanza en el resentimiento, al que considera un afecto
clave que pone en evidencia la relación de la esperanza terminable e interminable con
la desmentida y la idealización. El psicoanálisis debería ser el refugio más sólido para
conservar la humanización siempre en riesgo de zozobra. El psicoanalista mismo de-
bería protegerse en la cultura posmoderna del exceso para no verse reducido a la con-
templación estuporosa del desencanto y del sentimiento líquido de la precariedad,
comandado por la memoria del pavor, del dolor y del rencor.
Liliana Pedrón de Martín, en ‘La esperanza y desesperanza en la obra de Beckett
“Esperando a Godot” y en la práctica clínica’, analiza la obra de Beckett como la es-
tructura de un sueño, y muestra cómo la esperanza y la desesperanza se despliegan
en las dos parejas compuestas por los personajes principales de la obra. Vladimir y
Estragón representan la lógica de la esperanza y esperan a Godot, mientras que Pozzo
y Lucky representan la desesperanza y la relación sadomasoquista. Se trata de una
desesperanza que, según la autora, es un componente esencial de la reacción tera-
péutica negativa.
Martín Bergman a través de una interesante síntesis de Herminia López de Parada,
en ‘Desde una interpretación paradigmática a una interpretación organizante’, siguien-
do los conceptos de T. Kuhn, plantea sus propios cinco paradigmas, Estudios sobre
la histeria y la teoría de la seducción, La interpretación de los sueños y Tres ensayos,
y la teoría libidinal y el complejo de Edipo, El Yo y el Ello y la teoría estructural,
Análisis terminable e interminable y la pulsión de muerte, y finalmente la teoría del
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690 Revista de Psicoanálisis l Tomo LXX l Nº 4 l 2013

self de H. Kohut. Así propone que hay que aceptar que el psicoanálisis es una disci-
plina con varios paradigmas y que hay que encontrar la interpretación que mejor se
adapte a la singularidad de cada paciente. Insiste en que la repetición es la muerte del
psicoanálisis productivo.
Finalmente Madeleine Baranger, en ‘Desarrollos y controversias en psicoanálisis.
Pasado, presente y futuro’, insiste en que el psicoanálisis sobrevivirá si se discrimina
de otras intervenciones terapéuticas donde intervienen las manipulaciones y mentiras.
Por otro lado la cura tipo debería siempre ser el modelo nuclear como práctica y en-
señanza, como la referencia con la cual medir el alejamiento de otras técnicas. Si un
caso requiere alguna modificación técnica, es importante compararlo con el “shibbo-
leth” citado por Freud, para conceptualizar adecuadamente las razones del cambio.
Me parece muy ilustrativo este recorrido literal de los distintos trabajos de una
Revista tomada al azar para dejar constancia que la salud del pluralismo científico en
APA es muy buena. La interesante diversidad y la gran riqueza de conceptos y esque-
mas referenciales solamente multiplica la creatividad, y la lectura de este número de
la Revista me fascinó y me hizo sentir orgulloso de pertenecer a una Sociedad que ha
sido capaz de promover semejante desarrollo. El marco de la letra impresa de una
revista, lejos del enfrentamiento imaginario narcisista de las presencias que se imponen,
permite una lectura calma donde constantemente aparecen interrogaciones más que
respuestas, y donde uno se siente cuestionado en la intimidad de una reflexión más
honesta y sincera consigo mismo. Pero sobre todo en una Revista los artículos pueden
ser valorados casi como un cuento o como una novela corta que pueden gustar más
o menos, pero que ilustran siempre la forma peculiar en que diferentes personas con
un “shibboleth” común se enfrentan con la propia impotencia frente a lo real que el
inconsciente comporta.
La definición más común que podemos encontrar de “Shibboleth” es que se
refiere a cualquier uso de la lengua indicativo del origen social o regional de una
persona y, de forma más amplia, cualquier práctica que identifique a los miembros
de un grupo, una especie de santo y seña. Toda la cuestión es no repetir la historia
bíblica en la que se usaba la palabra para distinguir a los miembros de la tribu de
Efrain cuyo dialecto carecía de un particular sonido S de los miembros de la tribu
de Galaad, que sí lo tenían. En el libro de los Jueces aparece la narración de cómo
los galaaditas imponían a los efrainitas derrotados que querían salvarse atravesando
el Jordan disfrazados de gaaladitas la simple prueba de pronunciar “Shibboleth”. Si
pronunciaban bien la S eran de los suyos, pero si la pronunciaban mal los degollaban.
Por eso es tan importante cuidarse del enfrentamiento paranoico donde el otro suscita
la violencia de la aniquilación en tanto desnuda la propia castración, y del refugiarse
en la rigidez del propio esquema referencial como el dialecto o el santo y seña de ser
“uno de los nuestros”.
En ese sentido la Revista de Psicoanálisis es una de las estructuras más valiosas
para la transmisión sin violencia de un objeto tan frágil como el inconsciente. La letra
impresa hace magníficamente de tercero apaciguador, como si fuera el padre muerto
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Jaime Szpilka 691

que permite finalmente la organización fraterna, frente a la violencia rivalizante de


la dualidad imaginaria, y la mejor prueba de ello es que los setenta años de existencia
que se conmemoran fueron una fuente de tolerancia y de pluralismo implícito, más
allá de las peleas institucionales y de toda explicitación manifiesta de la riqueza que
implica siempre la pluralidad. Y siguiendo a Alain Badiou, porque el ser es múltiple
y no uno, y por mi parte agrego que el inconsciente es la mejor expresión de la ruina
del ser como uno.
Así podríamos decir releyendo los resúmenes que a propósito explicité casi literal-
mente, que todos tienen razón, y levantando la vista al cielo como el rabino chaquetero
del cuento, quejarnos a Dios diciendo “pero si yo solamente estoy hablando de la
razón, no de la verdad”.

DescrIptores: PLuRALISMO / VERDAD / TRANSMISIóN / SABER / PuBLICACIóN


KeyworDs: PLuRALISM / TRuTH / TRANSMISSION / KNOW / PuBLICATION
pALAvrAs-chAves: PLuRALISMO / VERDADE / TRANSMISSãO / SABER / PuBLICAçãO

Bibliografía

Badiou A. (2010). La filosofía otra vez, Madrid, Ed. Errata naturae.


Szpilka J. (1991). Revista de Psicoanálisis de Madrid, No.14.
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693

El caso Mario: ¿un clásico? :


‘la situación todavía no advenida’1
Haydée Faimberg2

Introducción

Cuando en los años setenta mi paciente Mario me contestó que sabía para quién
eran esos dólares anacrónicos que valían dos pesos, yo fui la primera sorprendida.
¿Cómo llegué a intuir algo que yo desconocía absolutamente y que reveló ser tan
esencial como para que su descubrimiento transformase la ausencia psíquica del ana-
lizando en una presencia psíquica comprometida y vital?
¿Cómo podía Mario estar tan comprometido en forma inconsciente como para
comunicar algo que resultó ser fuente de cambio psíquico, si ese algo había acontecido
antes de su concepción?
Acuñé como expresión que el caso Mario me planteó una respuesta clínica a cues-
tiones teóricas que aún no me había planteado.
Después de migrar a Francia en 1976 me encontré teniendo que repensar las ideas
implícitas y explícitas que fundaban mi experiencia clínica. Me propuse tanto como
fuera posible explicitar estos conceptos buscando dos objetivos complementarios: ser
entendida y aceptada como psicoanalista en Francia y a la vez darme a conocer y ser
reconocida como alguien que viene de la Argentina, que tiene su propia historia, que
tiene su propia voz.
De ahí surgió mi interés por desarrollar la siguiente pregunta: ¿de qué modo una
determinada cultura psicoanalítica entiende el modo en que otra cultura plantea pro-
blemas esenciales del psicoanálisis?
En este contexto me encontré con el proyecto de profundizar mi propia experiencia
analítica trayendo a nuevo escrutinio el caso Mario que sentía me representaba mejor
en lo que aún no había entendido en toda su magnitud, pero que intuía era una ex-
periencia que expresaba verdades psíquicas sorprendentes y me permitiría encontrar
mi propia voz.
¡Decididamente Mario no había empezado a decirme todo lo que en cierto modo
ya habría podido decir!

1. ‘As yet situation’, ver Haydée Faimberg (2013).


2. h.faimberg@orange.fr / Miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina. / Miembro de la Sociedad
Psicoanalítica de Paris.
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694 Revista de Psicoanálisis l Tomo LXX l Nº 4 l 2013

Mario

Recordaré exclusivamente cómo narré las dos sesiones con Mario sin los comen-
tarios del texto inicial: todos ellos siguen siendo válidos para mí, y su desarrollo junto
con los conceptos que fui proponiendo constituyen la trama de mi libro El Telescopaje
de Generaciones: A la escucha del lazo narcisista entre generaciones. Cada capítulo de
una manera u otra está inspirado en lo que considero una experiencia inaugural, el
caso Mario. En la primera publicación transcribí las dos sesiones en la forma más pró-
xima posible a nuestra experiencia (la de Mario y la mía) y me esforcé en preservar
sus aspectos enigmáticos. También hice de la sorpresa el hilo conductor de las pre-
guntas que se me fueron planteando en dicho artículo y siguieron inspirándome en
los ensayos sucesivos.
Mario era un paciente muy silencioso. Estaba psíquicamente ausente. En la sesión
que discutiremos, su ansiedad se manifiesta por primera vez. Dice que no podrá con-
tinuar su análisis porque su salario no le alcanza para mantenerse hasta fin de mes.
Es evidente que desea continuar su análisis pero al mismo tiempo no se muestra dis-
puesto a adoptar ninguna medida financiera que le permita protegerlo. Explica que
un amigo trató de convencerlo de que comprara dólares y le preguntó si sabía lo que
valía un dólar. Mario le respondió (y lo dice con una sonrisa tierna, secreta) que un
dólar valía dos pesos. Al mismo tiempo que me cuenta esto, hace un gesto —apenas
perceptible— con la mano, como para verificar que algo se encuentra en su bolsillo.
Cuenta al mismo tiempo, con tono de distracción e indiferencia, que su interlocutor
le dijo que el dólar valía cinco mil pesos.
Entonces le dije: ‘Debe de haber algo muy importante en su bolsillo, algo secreto,
y que reclama su atención en el preciso momento en que nos ocupamos de su dinero
para asegurar la continuidad de su análisis conmigo. usted me comunica su deseo de
continuar, y su angustia ante la idea de tener que abandonar el análisis. Tal vez lo que
reclama su atención esté en relación con dólares que valen “dos pesos”. Si es así, deben
de pertenecer a otra época, tal vez a los años cuarenta. Yo no sé a qué me estoy re-
firiendo, pero en caso de que usted sepa, ¿tendrá usted idea de quién es el destinatario
(de esos dólares)?’
Ahora realizaré un comentario actual acerca de mi intervención. A partir de
este defasaje en el tiempo, y teniendo en cuenta que era la primera vez que mi pa-
ciente estaba tan presente psíquicamente para decirme que tenía que irse por mo-
tivos que yo en el presente conocía demasiado bien3, quise poner en palabras una
apertura hipotética para que juntos pudiéramos pensar algo más, salvo que al en-
contrarme diciendo ‘esos dólares deben ser de otra época’ (por el momento me
sentía con un legítimo derecho de decir lo que decía aunque no tenía la menor
idea de qué dólares se trataba), me pregunté por qué agregué ‘tal vez de los años

3. La inflación galopante que sufríamos todos. Janine Puget y Leonardo Wender trataron el tema de los
mundos superpuestos entre pacientes y analistas.
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Haydée Faimberg 695

40’ (ya que la hipótesis se hubiera sostenido con decir de otra época). Fue justa-
mente ese error el que me llevó a darme cuenta de que en esa época mi paciente
no había nacido aún.
Retroactivamente pienso que este error me obligó a agregar con más claridad
‘yo no sé de lo que estoy hablando’, lo que seguiría siendo cierto aún cuando hubiera
hablado sin precisar décadas. Y el hecho de que yo, analista, no supiera de lo que
estaba hablando me obligó a agregar ‘pero tal vez usted sí sepa’. En ese momento
mis conocimientos teóricos no tenían el siguiente postulado que luego se me impuso
como esencial (y que debe ser uno de los postulados en que se basa el descubrimiento
posible en análisis), a saber: el paciente tiene un saber inconsciente que se ignora.
Ahora me parece obvio que es así. Yo tenía ese saber inconsciente que se ignora
transmitido por mi propio análisis, por mis supervisiones, por los seminarios con
maestros que nos enseñaban a pensar psicoanalíticamente, por mi relación con la
institución, y por la relación con mis padres. Aún no sabía que esta relación con
mis progenitores contenía, en parte, la relación que cada uno de ellos había tenido
con sus propios padres.
Estamos refiriéndonos a mi interpretación en el momento en que estoy diciendo:
‘yo no sé de lo que estoy hablando pero tal vez usted lo sepa’.
Y me inspiré para decir: y si usted sabe de qué se trata, ¿tiene usted una idea para
quién son esos dólares? Siempre consideré que la parte más importante de esa cons-
trucción-hipotética interpretativa era que despertaba la curiosidad de ambos (mi pa-
ciente y yo como analista) con una encuesta sobre el destinatario hipotético de los
tan hipotéticos dólares de tal hipotética época.
Yo estaba resignada a pensar que la sesión había fracasado totalmente, que mis in-
tentos de investigar algo habían tropezado en el escollo de dar una fecha aproximada
al enigma, me reproché mi impaciencia en ese punto aunque estaba analíticamente
más conforme con la continuación de la construcción en la medida en que decía cla-
ramente que no era una afirmación, que yo no sabía (y resultó que no sabía en absoluto)
de qué se trataba.
Desde entonces me pregunté ¿cómo pude imaginar que todo este enigma tenía
un destinatario? unos años después sugerí que era posible que al sentir yo que esos
dólares no me estaban destinados, al ver que Mario me decía que no podría pagarme,
que no hacía los esfuerzos que otros aconsejaban para compensar la inflación ga-
lopante de la moneda, me preguntara para quién ‘diablos’ podrían estar destinados.
Por el momento dejamos a mi paciente oyendo mi interpretación y yo pensando
que había fallado con ella. La respuesta de Mario dio legitimidad a mi interpreta-
ción/construcción.
La respuesta de Mario abrió la vía a mi reflexión posterior, a la escritura de mi
libro4 , y hace que hoy tenga placer en expresar mi reconocimiento a mi analizando…

4. Haydée Faimberg El Telescopaje de Generaciones: a la escucha del lazo narcisista entre genera-
ciones, 2006.
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696 Revista de Psicoanálisis l Tomo LXX l Nº 4 l 2013

cuarenta años después de ese análisis y casi treinta después la publicación de su caso
en la Revista de Psicoanálisis.
Como Mario amenaza partir y a su vez muestra angustia y deseo de seguir su aná-
lisis, mi intervención es a la vez urgente y casi sin los elementos para establecer un
lazo para mí inteligible. Me encontré hablándole muy pausadamente, con una voz in-
terrogativa. Parecía algo extraño que estuviera interrogando algo cuya naturaleza
Mario y yo ignorábamos. Y sin embargo algo me estaba comunicando y algo me estaba
‘trabajando’ psíquicamente en forma altamente enigmática.
Hice una pausa para ‘digerir’ lo que yo estaba proponiendo en forma altamente
hipotética. Y tuve la inspiración de decir que yo no sabía de qué se trataba, que tal vez
él, Mario, supiera para quién esos dólares podrían estar destinados.
El carácter no solipsista implícito en mi construcción hipotética tenía dos niveles:
Mario me comunicaba un enigma.
Yo lo oía y lo completaba con otro enigma.
Al mismo tiempo alguien habla a alguien y alguien contesta a alguien.
Descubro en esta relectura del caso Mario que ya en ese momento mi escucha se
orientaba hacia una solución no solipsista para escuchar el enigma que se planteaba
en la historia de la transferencia.
Considero que esta secuencia tiene en germen la escucha dialéctica que me llevó
a acuñar el concepto de ‘escucha de la escucha’, como complemento de la asociación
libre y de la escucha flotante.
Ahora entiendo mejor por qué el concepto de ‘telescopaje de generaciones’ y el de
‘escucha de la escucha’ están para mí siempre asociados.
De lo que estoy particularmente feliz es de haber encontrado una formulación para
decir lo siguiente (que entonces no había tenido conciencia de estar procesando como
una transformación): en caso que de usted sepa de qué estoy hablando, ¿tiene usted
una idea para quién esos dólares están destinados?
Ahora volvamos a Mario y al artículo en cuestión. (Recordemos que en el momento
en que estaba formulando la interpretación/construcción me fui dando cuenta de
que Mario en esa época aún no había nacido. Recordemos, además, que la construcción
interpretativa no describe un comportamiento. El gesto de Mario está incluido en una
cadena significativa inconsciente que faltaba y es esta significación inconsciente la
que permite hablar de interpretación/construcción).
Mario responde inmediatamente con gran animación y presencia psíquica, se dirige
a mí de tal forma que es evidente por razones todavía desconocidas para mí5, que lo
que dice le concierne, nos concierne:
‘Sí, sé para quién son esos dólares, son para la familia de mi padre. Cuando mi
padre dejó su país en los años treinta, su familia se quedó en Polonia. Mi madre me
contó que la inmigración había cambiado completamente el carácter de papá y que
él había dejado de hablar. En realidad, nunca llegó a hablar correctamente el castellano.

5. ‘situación no advenida’ (as yet situation)


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Haydée Faimberg 697

Cuando estalló la guerra se puso a enviar dinero a su familia que quedó en Polonia,
a sus hermanos y sus padres. Enviaba dólares, uno de los envíos nunca fue cobrado.
Deben de haber matado a toda la familia. Mi padre nunca habló de eso y nunca aludió
a lo que había pasado. En el fondo pienso que nunca supo lo que había ocurrido. Fue
mi madre la que me contó todo.’
Era la primera vez que Mario hablaba de tal forma que no cabía la menor duda de
que lo que empezaba a contarnos (a él y a mí), ocurrido antes de su concepción, le
concernía. Más aún, nos concernía.
Es en este punto en que digo que Mario cuenta esta historia para resolver un enigma
que plantea la transferencia. (Para este concepto ver ‘El enigma que plantea la trans-
ferencia’ (1994), publicado a partir de un mesa redonda con Jean Laplanche, en un
coloquio consagrado a su obra, Jean Laplanche y otros).
Ahora completo diciendo que mi interpretación/construcción hipotética deriva
de mi posición de escucha que también trata de resolver un enigma que plantea la
historia de la transferencia, parte de la cual está psíquicamente trabajada por mi psi-
quismo como analista. Mi intento estaba destinado a restituir en la transferencia lo
que yo estaba conteniendo en mi posición contratransferencial de escucha y de in-
terpretación (ver capítulo 5 ‘La posición contratransferencial y la contratransferencia’
en El Telescopaje de Generaciones).
El carácter disimétrico se manifiesta en intervenciones complementarias al servicio
de restituir lo que correspondía al funcionamiento psíquico de Mario y lo que se reveló
como constitutivo de lo que posteriormente pude teorizar como sus identificaciones
inconscientes narcisistas alienantes que condensaban en forma muda tres generaciones
y se revelaban en la operación de Nachträglichkeit ( para este concepto de temporalidad
que es esencial en este caso y en todos mi trabajos ver en particular Faimberg 1998,
2005 a, 2005b, 2007, 2011, 2012,1013).
Es curioso que la sesión que tuvo lugar un año después y que es igualmente sor-
prendente no sea comentada con frecuencia como lo es la primera sesión que es muy
conocida. Me referí a esta segunda sesión en un panel organizado por Theodor Jacobs
para el Congreso Internacional de IPA, Berlin, en 2007, alrededor del tema de la me-
moria (artículo inédito). Veamos esa sesión.
‘Pregunté a mamá por la tía Rita. Se quedó sumamente sorprendida de que yo
conociera su existencia. Me preguntó cómo sabía que existía la tía. Me acuerdo de
ella. No sé si siempre me he acordado de ella. Pero últimamente me di cuenta de
que sabía que existía. Mamá me respondió que estaba internada en un asilo. Le
pregunté cuándo la habían internado. Mamá me contestó que fue mientras ella es-
taba embarazada de mi hermano. Yo tenía cinco años. Mamá jamás volvió a verla
y nunca más habló de ella. Pero mi otra tía la visita regularmente. Lo que cuento
pasó hace tres meses pero, no sé por qué, hasta ahora no pude contárselo. Desde
que supe dónde estaba, le pedí a mi hermano – que es médico – que me ayudara
a verificar si estaba bien tratada. La visité y me encargué de informarle sobre todo
lo que había pasado en veinticinco años que estuvo separada del mundo. Le enseñé
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698 Revista de Psicoanálisis l Tomo LXX l Nº 4 l 2013

a asearse (muestra sus zapatos que, por primera vez, estaban limpios), y me he
puesto como ejemplo.’
Agrega que en el curso de los últimos meses interrogó a su madre y que ésta le dijo
que cuando nació su hermano, él (Mario) dejó de jugar, de hablar, ya no fue el mismo.
Mario me aseguró que se sentía culpable de haberme ocultado toda la historia pero
que no había podido evitarlo.
Mis diferentes interpretaciones durante esta sesión pueden resumirse así:
‘usted debió hacer todo en secreto. Era el único medio que encontró de tras-
mitir el carácter secreto de la cosa. No supo cómo hablar de un secreto. No podía
sino hacerme experimentar el secreto y ‘excluirme’. De este modo, yo me convertía
en el internado, el que no sabe nada, no siente nada, no existe. Es lo que usted
experimentó, como lo experimentó su tía. Ahora pudo decirse a sí mismo, decir
a su tía y decirme que el tiempo ha pasado, que ha tenido un hermano que hoy
es médico.’
Desde el punto de vista de la transferencia, también empiezo a existir yo como
analista en el plano de la exclusión ya que Mario se siente culpable de haberme ocultado
durante tres meses su relación secreta (ayudado por su hermano) con la tía Rita.
Gracias al trabajo de Antonio Corel (1976) sobre la construcción, pude dar una
nueva significación retroactiva a lo que escribí en este artículo y los siguientes. Así
redactamos juntos un trabajo en 1989 (presentado en el Congreso Internacional de
IPA, en Roma) que pasó a ser el capítulo 4 de mi libro).
Esto me permite decir: Mario no tenía un pasado, no tenía una historia propia.
Fue justamente la construcción/interpretación que le propuse la que permitió ubicar
como pasado la historia de su padre (a partir de la primera sesión mencionada). La
segunda sesión muestra en forma conmovedora cómo pudimos acceder a ese pequeño
Mario que dejó de hablar y de jugar cuando su madre quedó embarazada de su se-
gundo hijo. Este hermano de Mario recién es reconocido, en análisis, como existente
(‘me acompañó mi hermano que es médico’) al mismo tiempo que el analizando re-
conoce ante mi, como analista, la existencia de la tía Rita.
La existencia de la tía Rita también había sido sometida a una operación de des-
mentido por parte de la madre de Mario. Mario preguntó qué había pasado con la tía
Rita, la madre se asombró que Mario conociera su existencia. Cabe pensar que Mario
se identificó en forma inconsciente narcisista y alienante con el desmentido con el
que la madre trató la existencia de su propia hermana. El estatuto de la memoria
queda así interrogado una vez más.
Gracias a este primer trabajo de desalienación, de desidentificación a la modalidad
con la que el padre había desmentido parte de su propia historia, tuvimos acceso a
una segunda sesión en la que reconstruimos con Mario parte de su propia historia.
De esta experiencia clínica surgió mi teorización sobre la regulación libidinal nar-
cisista de objeto y las funciones de intrusión y de apropiación que constituyen, a mi
juicio, un aporte personal a la comprensión de la transmisión psíquica entre tres o
más generaciones (capítulos 1, 2 y 9 El Telescopaje de Generaciones ).
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Haydée Faimberg 699

Revista de Psicoanálisis: una primera publicación

El caso Mario fue publicado por primera vez en la literatura internacional en la


Revista de Psicoanálisis.6 Su director Andrés Rascovsky lo pidió después de su lectura
en Hamburgo, en el Congreso de la Asociación Psicoanalítica Internacional de 1985.
(Era la primera vez que tenía lugar un congreso de la IPA en Alemania después de
la guerra.)
En la Revista de Psicoanálisis se publicó la versión abreviada tal como fue leída
para cumplir con el tiempo acordado. La versión íntegra se publicó en francés, en
la Revista dirigida por Jean Laplanche Psychanalyse à l’Université (1987) y luego
constituyó el capítulo 1 del libro El Telescopaje de Generaciones: A la Escucha del
lazo narcisista entre las generaciones. Cada capítulo de este libro guarda la fecha de
publicación originaria tanto del artículo que trata sobre el caso Mario como de los
capítulos sucesivos.
Tener en cuenta las fechas de publicación, en particular del caso Mario, tiene una
gran importancia ya que en esa época (y aún más en los años 70, fecha en que tuvieron
lugar las dos sesiones) la situación que planteaba este caso era excepcional. Es probable
que el lector actual no pueda medir la diferencia. Lo que ahora parece obvio no lo era
para mí en la época que transcurrió la sesión ni tampoco cuando presenté el trabajo
en Hamburgo.
un analista alemán dijo que mi presentación tuvo para él una función interpretativa:
‘Ahora entiendo por qué nunca había analizado con mi analista qué era lo que mis
padres habrían hecho durante la guerra ni por qué no se me había ocurrido preguntarles
directamente sobre sus actividades durante el Nazismo. Su trabajo fue para mí una in-
terpretación porque comprendí que no les preguntaba porque de forma inconsciente
sabía la respuesta, puesto que ahora me doy cuenta que había estado inconscientemente
identificando con ellos en el modo en que se comprometieron con el Nazismo’.
Yo oí para mí misma que habría podido agregar: ‘de lo que a la vez yo no quería
nada saber.’
Como escribí en la introducción de mi libro ‘la transmisión entre generaciones es
a menudo uno de esos objetos “invisibles” en psicoanálisis. Lo podemos atisbar en
casi todos los escritos psicoanalíticos, pero tal vez en formas que no nos permiten
aprehender la presencia esencial de esta temática. Me propongo mostrar su calidad
obvia y necesaria, tanto en el nivel teórico como clínico, en la experiencia psicoanalítica
de la sesión.’

6. Habría podido ser publicado en 1981 en otra lengua, pero los comentarios para su no aceptación
fueron en resumen los siguientes: no se veía la razón para introducir nuevos conceptos en psicoanálisis;
la incidencia de la Historia no tenía lugar en psicoanálisis, en particular si el paciente ni siquiera había
sido protagonista de la misma. Para el análisis de pacientes que sobrevivieron los campos de exterminio
Nazi, ver Faimberg (2012), basado en un trabajo de 1989 presentado en un coloquio que tuvo lugar
en el Instituto Goethe en Bruselas con la asistencia de analistas francófonos y alemanes.
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700 Revista de Psicoanálisis l Tomo LXX l Nº 4 l 2013

El trabajo publicado en 1985 en la Revista de Psicoanálisis fue presentado en el men-


cionado congreso en inglés, por lo cual se produjo un interesante problema para su
traducción en castellano. La palabra telescoping (en inglés) y telescopage (en francés)
son términos de uso corriente pero no existen en castellano ni en alemán. Esto explica
la frecuencia con que la palabra puede ser encontrada en la literatura internacional
como metáfora descriptiva para otros problemas y no como concepto. Se lo utiliza para
indicar que algo esta incluido dentro de algo (como las muñecas rusas) o que un vagón
de tren entra dentro de otro en un choque, o que hay condensación de tiempo.7
Por de pronto debo al caso Mario la aceptación por parte del gran intelectual que
fue José Luis Etcheverry8 el introducir a partir de mi texto un neologismo en la lengua
castellana: telescopaje. Etcheverry basó la aceptación de ‘telescopaje’ en el hecho que
por ese término indico un concepto psicoanalítico. De haber sido usado como metáfora
en un nivel meramente descriptivo habría sido inaceptable (puesto que no existe el
término en castellano).9
El esfuerzo de interpretación y la creación de un neologismo para poder pasar de
una lengua a la otra hace del castellano la primera lengua en la que se pudo reconocer
‘el telescopaje de generaciones’ como un nuevo concepto psicoanalítico en el que se
le da un estatuto a la transmisión de los lazos narcisistas entre tres o más generaciones.
Y esto se expresa por el hecho de usar el término telescopaje. En inglés y en francés
es difícil reconocer el estatuto de concepto si no se contextualiza el uso de la palabra.10
Micheline Enriquez había publicado en Francia un ensayo extremadamente intere-
sante sobre pacientes que recibieron como herencia el delirio de un progenitor y al leer
el caso Mario que acababa de ser publicado en su versión larga me propuso que parti-
cipara en su seminario para poner a trabajar nuestros dos artículos. Con su habitual
amplitud de pensamiento tan creativo deseaba comparar nuestras respectivas perspectivas

7. Anna Freud y Kohut usaron la palabra (telescoping) en el sentido metafórico, descriptivo; Piera Aulagnier
(telescopage) y Judith Kestenberg ( telescoping) también usan el término a mi entender en forma metafórica
aún cuando lo hagan en el contexto de una problemática entre generaciones.
8. Quien dirigió la nueva traducción del alemán de la obra completa de Freud (Amorrortu Editores).
9. Creo que este antecedente pudo haber incidido para que el editor de la versión en alemán de mi libro
haya elegido como término Teleskoping en el título, creando a su vez un neologismo en dicho idioma.
10. Como preciso en el prólogo a la edición en castellano de mi libro, es difícil comparar el lugar que
ocupa en el pensamiento de Piera Aulagnier la palabra ‘telescopage’ (y sus conceptos de identificación
y alienación) con mis propios conceptos que venía escribiendo en forma independiente. Cuando yo ma-
nifestaba mi interés por sus ideas, para mi sorpresa Piera Aulagnier no coincidía con el modo en que yo
intentaba fundamentar y desarrollar mi acuerdo con ella. Esto era así porque yo articulaba sus desarrollos
teóricos con el pensamiento de Bion, Bleger, Winnicott, Fairbairn (relacionándolos con la metapsicología
freudiana tal como yo la entendía y ciertas ideas de Lacan y Leclaire). Ella insistía en lo que siempre lla-
maba ‘sus opciones’, opciones en las que no aceptaba la obra de Bion y de Winnicott (autores que for-
maban parte de mi filiación y que me ayudaban a interrogar mi modo de pensar en psicoanálisis).
Escuchando una conferencia de Micheline Enriquez me di cuenta posteriormente que las ideas de
Aulagnier (expuestas en La violencia de la Interpretación [1975]) ocupan en el pensamiento de Micheline
el lugar que ocupaban los citados autores en mi pensamiento, creo que con funciones cercanas, difícil
decir equivalentes.
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Haydée Faimberg 701

y se interesó en particular en la diferencia de filiación analítica (la de ella se inscribía


en la de Piera Aulagnier). Creo que ella comprendió, tal vez antes que yo misma, la im-
portancia que yo le estaba dando a este tipo de temporalidad psíquica que es la operación
de la Nachträglichkeit, a posteriori, en la transmisión de vínculos narcisistas entre tres
o más generaciones. Era precisamente en la temporalidad en que ella dijo que se había
centrado su interés para debatir cómo yo la ligaba a la problemática de las identificaciones.
Y la definición misma del concepto de telescopaje de generaciones tiene la operación
de Nachträglichkeit, como el concepto temporal necesario para dicha definición.11

el caso Mario ¿un clásico?

Lo primero que aconteció con la experiencia con mi analizando fue que se me volvió
muy viva la curiosidad centrada en lo que no sabía. Ello implica renunciar a que todo
pueda ser sabido. Entendí a partir de este caso que la creación de la curiosidad por
nuestro propio funcionamiento psíquico, incluida su dimensión inconsciente, por la
reconstrucción y a veces construcción de nuestra propia historia son motores esenciales
de la cura analítica. Y con la experiencia con este paciente pude completar la frase de
la manera siguiente: me sentí curiosa sobre lo que no comprendía…todavía.12
Me gusta pensar que todos estamos en deuda con tantos autores, aún en los casos
en que pensemos en términos de nuestras propias contribuciones. Este descubrimiento
me llevó como primer paso a releer Freud buscando los escritos en que mejor podía
apoyar mi reflexión. Me llevó también a repensar los autores que me habían inspirado
hasta entonces y finalmente me llevaron a acuñar nuevos conceptos. Me puse como
condición (llamémosla epistemológica) que solamente me propondría acuñar un nuevo
concepto cuando los disponibles mostrasen sus límites y la nueva concepción pudiese
dar una nueva inteligibilidad a un enigma clínico. También retomé conceptos existentes
a los que me di cuenta que les estaba otorgando una extensión conceptual mayor.
Con la experiencia del caso Mario, al que se agregaron Jacques (con el análisis de
un sueño), Maryse, y tantos otros así como en supervisiones con analistas que trabajan

11. La trágica muerte de Micheline en un accidente de auto privó al psicoanálisis de una voz muy creadora
y de una persona muy querida. Nuestro seminario no pudo tener lugar y en homenaje Piera Aulagnier
organizó un número en Topique (1988) en el que escribí ‘A la escucha del telescopaje de generaciones’.
En él, lamentando el diálogo que no pudo tener lugar por una pérdida tan sentida por todos nosotros,
explicito por primera vez las condiciones que este nuevo concepto, telescopaje, debe cumplir para ser
considerado como lo que es, un concepto psicoanalítico. Horacio Amorrortu en la línea de lo propuesto
por José Luis Etcheverry incluyó este ensayo como capítulo 3 de mi libro, aunque no figura en los otros
idiomas (la edición en castellano tiene otra numeración y 12 capítulos en lugar de 11). Con posterioridad
este segundo artículo sobre el telescopaje fue incluido como capítulo 20 en ‘Reading French Psychoanalysis’
Routledge, London and New York 2010.
12. Esta fue para mí la llave de las enseñanzas de Enrique Pichon Rivière y de José Bleger: curiosidad
por lo que no sabemos y esa extraordinaria capacidad que tuvieron para anticipar problemas que aún
hoy no solamente continúan vigentes sino que algunos aún no han sido suficientemente explorados.
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702 Revista de Psicoanálisis l Tomo LXX l Nº 4 l 2013

con culturas psicoanalíticas diferentes, fui llevada a proponer nuevos conceptos, algunos
de los cuales son utilizados por analistas de tradiciones diferentes. Llegué a la conclusión
de que podemos estudiar con respeto del método y del encuadre el modo en que la
‘historia de otro’ y la Historia (con H mayúscula) pueden ser traídos a la cura analítica
sin transformar el proceso psicoanalítico en sociología o en análisis ‘aplicado’.
Mi experiencia con Mario generó en mí un reguero de preguntas que hasta ese
momento no me había planteado. La experiencia con Mario se convirtió en el ‘caso
Mario’ en cuanto escribí sobre él más de diez años después. Y este caso continuó siendo
un enigma a descifrar.
Mucho tiempo después recordé (una vez más) lo que escribió Ítalo Calvino: un
clásico es un libro que no termina de decir lo que tiene para decir. E incluyó al lector
cuando escribió: un clásico es aquel texto que para cada lector y en cada época provoca
nuevas lecturas. un enigma que no termina de generar preguntas ¿no tendrá esa cua-
lidad con que Calvino definió precisamente a un clásico?
En ese sentido, al menos para mí, el caso Mario continúa interrogándome como
un caso clásico.
Por ejemplo me pregunté por qué ciertos analistas privilegiaban la escucha del nar-
cisismo mientras que otros lo consideraban como inaccesible. ¿No sería que algo en la
teorización misma del narcisismo debía volver incompatibles el plano narcisista y el plano
edípico? ¡Y sin embargo, en mi escucha, a partir del caso Mario ambos planos ‘nos hablan’!
Pensé si no sería posible proponer una ‘teoría no narcisista’, por así decirlo, para
escuchar el narcisismo; una teoría que estudie el narcisismo pero no abrace las ‘creencias
narcisistas del yo’ ‘de ser amo en su propia casa’ (Freud, 1916-17); Faimberg, 1981.
La respuesta que traté de dar a estos interrogantes la desarrollé en el mencionado libro.
En él muestro por qué pienso que el nuevo término que acuñé de Configuración Edípica
y su dimensión narcisista es la respuesta que propongo para facilitar pensar a partir de
un modelo posible no solipsista el funcionamiento psíquico y de la escucha analítica.
En esto el caso Mario no termina de decirme lo que tiene para decir. Y si para cada
lector y en cada época le puede inspirar nuevas lecturas el caso Mario será un clási-
co…¡no solamente para su analista!

Resumen

A partir del caso de Mario publicado hace treinta años en la Revista de Psicoanálisis la
autora ha desarrollado sus ideas para entender teórica y clínicamente un problema crucial:
¿de qué modo pueden concernirle (sin saberlo) a un paciente conflictos que pertenecen a sus
padres y a sus abuelos?
Ha propuesto conceptos nuevos basados en un modelo no solipsista. Por ejemplo: La
Configuración Edípica y su dimension narcisista (en el que propone lo que ha llamado una
teoría ‘no narcisista’ de estudio del narcisismo).
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Haydée Faimberg 703

Esto la llevo a estudiar dentro del respeto del método y del encuadre psicoanalíticos de
qué manera la ‘historia de un otro’ y la Historia (con H mayúscula) pueden ser objeto de
análisis sin que el proceso psicoanalítico se transforme en sociología o en psicoanálisis ‘aplicado’.
En este sentido el caso Mario no termina de decir lo que tiene para decir.

DescrIptores: TELESCOPAJE / CONFIGuRACIóN EDÍPICA / NARCISISMO / MÉTODO / ENCuADRE

summary
Mario's case: a classic? 'the situation that did not happen yet

Starting from the case of Mario published thirty years ago in the Revista de Psicoanálisis
the author has developed her ideas with the aim of understanding theoretically and clinically
a key question: how can a patient be concerned (without knowing he is) by a story that
belonged to the generation of his parents and grandparents?
She was led to propose new concepts based on a non solipsistic model such as the Edipal
Configuration and its narcissistic dimension (where she proposes what she called a non-
narcissistic theory of narcissism). This led her to studying with due respect for the psychoanalytical
method and setting how the ‘history of another’ and ‘History’ can be brought to analysis without
transforming the psychoanalytical process in sociology or ‘applied’ psychoanalysis.
In this sense the case of Mario has not finished to say what he has to say.

KeyworDs: TELESCOPING / SETTING OEDIPAL / NARCISSISM / METHOD / FRAME

resumo
o caso Mário: um clássico?: ‘a situação ainda não advinda’

A partir do caso de Mário, publicado há trinta anos na Revista de Psicanálise, a autora


desenvolveu as suas ideias para entender teórica e clinicamente um problema crucial: de que
modo podem interessar a um paciente (sem sabê-lo) conflitos que pertencem aos seus pais e
aos seus avós?
Propôs novos conceitos baseados em um  modelo não solipsista: por exemplo, A
Configuração Edípica e a sua dimensão narcisista (no qual propõe o que chamou uma teoria
‘não narcisista’ de estudo do narcisismo).
Isto a levou a estudar dentro do respeito do método e do enquadramento psicanalítico de
que maneira a ‘história de um outro’ e a História (com H maiúscula) podem ser objeto de análise
sem que o processo psicanalítico se transforme em sociologia ou em psicanálise ‘aplicada’.
Neste sentido o caso Mário não termina de dizer o que tem para dizer.

pALAvrAs-chAves: TELESCOPAGEM/CONFIGuRAçãO EDÍPICA / NARCISISMO / MÉTODO /


ENQuADRAMENTO
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704 Revista de Psicoanálisis l Tomo LXX l Nº 4 l 2013

Bibliografía

Trabajos de Haydée Faimberg inspirados por el caso Mario.


En particular su libro:
Faimberg H.: El Telescopaje de Generaciones: a la escucha del lazo narcisista entre generaciones,
Buenos Aires-Madrid, Amorrortu, 2006; en ingles (2005): The Telescoping of Generations:
Listening to the Narcissistic Links Between Generations. London and New York, Routledge
(bibliografía general en el libro).
Faimberg H., (1988): ‘Listening to the Telescoping of Generations’. In: Birksted-Breen D.,
Flanders S. and Gibeault A., (Eds.): Reading French Psychoanalysis, pp. 405-420,
London/New York, Routledge 2010.
— (1990): ‘Pour une théorie (non narcissique) de l’écoute du narcissisme: Comment l’indicible
devient-il dicible?’ In: La Psychanalyse: Questions pour Demain, pp. 161-170, Paris, PuF.
— (1994): ‘L’énigme que pose le transfert’ (El enigma que plantea la transferencia). In Laplanche
J. et al. (Eds.): Colloque sur “Nouveaux Fondements pour la psychanalyse”, pp 211-221, Paris,
Presses universitaires de France (PuF).
— (1998): ‘Nachträglichkeitand Winnicott’s “Fear of Breakdown” ’. Chap. 8, pp. 205-212. In:
Abram J. (Ed.): Donald Winnicott Today, London/New York, Routledge, 2012.
— (2005): ‘Intergénérationnel’ ( ‘Intergenerational’) In: De MijollaA., (Ed.): Dictionnaire
International de la Psychanalyse, Paris, Hachette Littérature, pp.871-872. (Engl.: International
Dictionary of Psychoanalysis, Macmillan, New York, 2005); (Portuguese : Imago 2005).
— (2011): ‘Alegato en favor de la ampliación del concepto de Nachträglichkeit ‘, in Voces del
Pluralismo, Revista de Psicoanálisis, 2-3: 347-364; en inglés: ‘Plea for a broader concept of
Nachträglichkeit’. Psychoanalytic Quarterly, 76: 4, 1221-1240, 2007.
— (2012): ‘Listening to the Psychic Consequences of Nazism in Psychoanalytic Patients’.
Psychoanalytic Quarterly, 81:1, 157-169.
— (2013): ‘The as yet situation inWinnicott’s Fragment of anAnalysis’ (1955): «You Father did
no make you the honour of…yet» ‘,The Psychoanalytc Quarterly, Volume LXXXII, Number
4, pp 849- 875.
Faimberg H., A. Corel (1990): ‘Repetition and surprise: A Clinical approach to the Necessity
of Construction and its Validation’, Int. J. Psycho-Anal., 71: 411-420; en Faimberg H.
capítulo 4, El Telescopaje de Generaciones: a la escucha del lazo narcisista entre generaciones,
Buenos Aires-Madrid, Amorrortu, 2006.
Sobre la historia de APA y de la Revista de Psicoanálisis:
Faimberg H., Wender L. and Corel A. (1982): ‘La psychanalyse en Argentine’. In: Jaccard R.,
(Ed.): Histoire de la psychanalyse, pp. 395-444, Paris, Hachette.
Caso Mario por primera vez publicado:
Faimberg H., (1985) : ‘El telescopaje de generaciones’, Revista de Psicoanálisis 42: 1042-1056.
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705

Los setenta años de APA


La escritura en la formación psicoanalítica
Lucía Martinto de Paschero1

Luego de setenta años en la formación de candidatos –o trasmisión del saber psico-


analítico, como a veces se prefiere llamar – creo que tenemos mucho que decir y proponer
acerca del rol de la escritura en esa tarea. Esto me lleva a invertir los términos ¿puede
haber formación sin escritura? La escritura es el testimonio del ser psicoanalista.
Desde el origen de los tiempos remotos, desde los rasgos cuneiformes hasta el de-
velamiento de jeroglíficos, sólo tenemos noticia de que algo ocurrió por su escritura.
Si no fuera por los signos-símbolos acuñados a través de la historia no habría jamás
noticia de civilizaciones y hechos históricos. Grupos humanos, en África y Asia, tienen
sí idioma pero no escritura. No llegan por lo tanto al umbral de la civilización. La es-
critura implica acceder al símbolo, pasar de la representación-cosa a la representación
palabra. Bien conocemos el salto psíquico que esto implica.
Para mi enfoque no importa tanto que lo relatado sea trascendente o no, o coti-
diano, anecdótico, descriptivo. Renuncio a valorar el contenido. La historia oficial
da cuenta de lo heroico, nuestras historias clínicas o desarrollos teóricos dan cuenta
del padecer del hombre, desde lo siniestro hasta lo sublime. No olvidemos que la
escritura permitió un pasaje estructural de las culturas y dividió para siempre el
mito de la realidad acaecida. Este es un tema apasionante para los filósofos de la
historia y de las ciencias afines. Nosotros sabemos cuánto pesa en nuestra labor clí-
nica cotidiana realizar esta tarea que antropólogos y lingüistas han develado con
enorme dificultad.
Este es un asunto crucial para la meditación psicoanalítica: ¿no es cierto que protege
la consolidación de lo mítico el no lograr dar cuenta oral y escrita de los hechos? El
silencio es cómplice de la irrealidad.
Pensando en la formación psicoanalítica, sugiero que jamás sabemos algo seria-
mente si no podemos dar cuenta verbal y escrita de ello. Es frecuente escuchar a los
colegas en formación decir “Sí lo sé, lo entendí, pero no puedo repetirlo”. O más allá
decir “Sí lo sé, pero jamás podría escribirlo”. Ni hablar de ello, ni escribirlo. Mi con-
clusión es que mil lecturas textuales no dan cuenta de que “eso” se sabe. Dejamos de
lado los escorzos y los andariveles de la memoria para develar algo entendido, reco-
nocemos que el olvido instantáneo o lejano son formas de la represión. Cuentan los
procesos de pensamiento, germen mismo del pasaje de “sensación” a “percepción”,
luego a “proceso”, que quiere decir función estructurante de la mente.
¿Qué es lo que pasa en estos casos? ¿Por qué tan frecuentemente queda obstruido

1. luciapaschero@gmail.com / Miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina


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706 Revista de Psicoanálisis l Tomo LXX l Nº 4 l 2013

este paso del desarrollo mental y el puente entre pensamiento y acto verbal y acto de
escribir parecen resultar tan dificultosos?
Estos hechos aún no resueltos perturban de seria manera la formación psicoana-
lítica, y ésta pasa a ser nada más que una fórmula insustancial, ficcional, donde queda
oculto que algo esencial ha quedado detenido. Encomio así el alto valor “formativo”
de la escritura, pues es la que da testimonio de que los esforzados años de la formación
no han sido vanos.
A menudo se encara este hecho como producto de inhibiciones especiales, que re-
conocemos como vecinos cercanos de las fobias, y como tal de la angustia. Este afecto
– primitiva angustia – que aún no se define como tal, puede albergar pudor, vergüenza,
miedo, terror, con la carga pulsional inalienable que subyace a estos afectos.
A menudo este problema es producto de un super-yo hipercrítico que anula las
posibilidades yoicas y corta el vuelo de la creatividad.
Juega asimismo el “ser” o “no ser”, como si cupiera esconderse de algo o de alguien
frente al cual uno se siente prohibido de mostrarse o de existir. Otras veces puede de-
berse a la fuerte carga erótica con la que está investida la palabra dicha o escrita. Se
la vive como un exhibicionismo, como un acto secretamente prohibido. Hablar o es-
cribir es mostrarse; implica una forma de desnudez que asusta. Mostrar la mente es
como mostrar el cuerpo desnudo. Probablemente existan también fantasías incestuosas,
en aquellos casos en que hablar-escribir sería supuestamente revelador de la proce-
dencia, del análisis personal o del vínculo con maestros o profesores cercanos. Dar
cuenta de todo esto queda desde ya destinado al análisis personal de cada uno.
Pasaré ahora a expresar algunas ideas acerca de la escritura en psicoanálisis. A menudo
leyendo fichas y monografías de colegas en formación he quedado muy gratamente sor-
prendida por la originalidad del enfoque y de la letra escrita, que podríamos llamar
estilo. Las pruebas de “verdadero-falso” no existen en nuestra disciplina. Importa sí el
alto nivel de individualidad, de subjetivad con la que un colega ha plasmado lo mucho
escuchado y lo mucho leído. Escribir implica un desprendimiento, una desidentificación,
todo lo contrario a una sumisión, que tan a menudo observamos en el exceso de citas,
en el rigor obediente, que tanto empobrecen al psicoanálisis. Por lo contrario despren-
derse es pensar uno mismo, abandonar al “master-padre” y empezar a ser quién se es.
Si se logran vencer todos los obstáculos que señalé más arriba, se accede a lo propio
y se abren nuevos caminos al pensamiento. Cada autor confiere un particular sentido
a lo que piensa y escribe. Nuestra pluralidad tan sostenida por nosotros nos enriquece
y nos complica. Leemos y enseñamos todo lo aprendido, procedente de las varias co-
rrientes de pensamiento actual del psicoanálisis. Todo ello decanta en nosotros, como
si hubiera una cierta selección inconciente acerca de todo lo asimilado, haciéndolo
ya propio y en nuestras personales visiones, como captándolo con un personalísimo
filtro. En el otro polo de las ciencias exactas admitimos nuestra polisemia, que nos
fue dictada por Freud, quien fue infiel a sí mismo tantas veces, reformulando los con-
ceptos básicos a través de sucesivas y enriquecedoras versiones, que curiosamente no
se contradijeron entre sí sino que se complementaron.
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Lucía Martinto de Paschero 707

Hace poco tiempo reflexionamos sobre la “universalidad” y la “representatividad”


de los escritos psicoanalíticos. La representatividad se adscribe a la fuerza teórica, a
la densidad conceptual y a las aperturas que cada pensamiento psicoanalítico propone.
universalidad no significa uniformidad. Cada uno de nosotros ha ido acuñando su
propia lengua, su propio sistema lingüístico-semántico, dentro de un amplio marco,
pero siempre comprensible, accesible, situado en un contexto que configura el riquí-
simo corpus teórico del psicoanálisis. La universalidad no destruye sino que descarta,
de modo que queda lo valioso, lo perdurable.
Así llegamos al problema del estilo, que voy a definir como la forma de expresión,
la corriente semántica, la cadencia gramatical.
El estilo es la envoltura del concepto. Conceptualizar es despojar de su contenido
emocional a la palabra. Cuando el contenido emocional es excesivo, se desborda la
palabra y uno queda sin lenguaje (grita, llora).
Además la palabra siempre está al borde de un cierto sentido mágico, como ocurre
en la poesía, en el rezo, en el canto. ¿Hasta qué punto todo estilo, cada estilo en psi-
coanálisis, queda libre de la emoción y libre de un cierto sentido mágico? Esta es una
zona gris, ambigua, que nos acosa cada vez que escribimos sobre lo nuestro. Lo emo-
cional de un lado, la austeridad conceptual por otro. Porque el estilo refleja a la persona,
dice mucho acerca de ella.
Así Lacan ejerce un enamoramiento, una fascinación por lo intrincado, misterioso,
sofisticado de su estilo. Muchos piensan que ese estilo refleja un particular escorzo
teórico que difiere sustancialmente del freudiano, pero entrar en este tema nos aparta
del centro de este aporte. Sí coincido con la línea teórica que asevera que la lengua
estructura, crea pensamiento.
Freud escribe con claridad y belleza; otros son más lacónicos, más austeros, menos
metafóricos. Saussure sostiene que cada lengua es un sistema, y que ella contiene gran
diversidad de estilos. El sistema es más amplio que el estilo.
Los escritos psicoanalíticos deben abrir siempre la posibilidad de debatir conceptos,
de confrontar ideas con todas las complejidades que mencioné. No existen master-
ideas rígidas, allí reside una de las libertades que el psicoanálisis hoy propone. Esto
nos distancia cabalmente de la “enfermedad infantil” de los escritos de hace setenta
años, donde tal vez para reafirmar o imponer lo que los pioneros concebían, en un
medio hostil, eran necesarias ciertas consignas de certeza.
Acerca del estilo creo que los hay muy bellos, muy atrapantes. Pero la sola belleza
es vacua, nada dice. Es la fuerza conceptual, hasta hoy indestructible, centrada en pa-
radigmas sólidos, lo que ha hecho universal al psicoanálisis.
Los escritos psicoanalíticos no se proponen la rigurosidad semántica y estilística
de otras disciplinas: la metafísica, la lógica. Por lo contrario yo creo que la riguro-
sidad estilística y semántica hace resistencia a lo creativo. Están cerca de caer en
un dogmatismo que va descarnando las ideas expresadas y alejándolas de la sus-
tancia proteiforme de lo humano. Nosotros siempre hablamos del sujeto, de su
complejidad inconsciente, de los andariveles tan irracionales de la fantasía, plura-
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708 Revista de Psicoanálisis l Tomo LXX l Nº 4 l 2013

lidad multiforme que decanta en ideas rectoras que pueden quebrarse o arborizarse
en todo momento.
Como comencé hablando de la escritura en la formación, me parece oportuno re-
cordar que la formación psicoanalítica es permanente, un hilo que jamás se corta, que
propone un clásico interjuego entre clínica y teoría. Dentro de ese magma productivo
que son los grupos psicoanalíticos contenidos en las instituciones, me pregunto qué
lugar ocupa la memoria, ese gran tema de la teoría en sí misma. La memoria olvida
y acumula, desaparece o reverdece en todo lo que producimos. No existe la repetición
exacta de los textos, aún de los freudianos, pues cada relectura o re-escritura va siempre
impregnada de giros nuevos, de enlaces inesperados, de rescates no programados, de
enfoques o revelaciones que captamos al comienzo de la formación y que no sabíamos
que permanecían vivos en nosotros.
Por eso escribir es reencontrarse y recrearse, un puro ejercicio de vida que no
cesa de burlar a la represión que acecha siempre. Escribir nos revitaliza y revitaliza
al psicoanálisis.
Creo por lo tanto, y aconsejo si cabe, para el futuro de la formación perseverar en
la importancia fundante de escribir y de conferir a la escritura un rol irremplazable
en esa noble tarea que es la trasmisión de nuestro saber sobre lo que tanto amamos.
Concluyo estas reflexiones con interesantes palabras de Isidoro Vegh (2010)
“Quedar fuera de la escritura es quedar fuera de la historia”.
Coincido en esto, tanto como que el lenguaje excede su valor de representación y
expresa una recreación de quien escribe. Agrego que el lenguaje es nuestra casa, así
lo sentimos desde Freud hasta aquí todos los psicoanalistas que vienen desde hace
setenta o más años, tejiendo una urdimbre que nos alimenta y dentro de la cual nos
sentimos vivos.

DescrIptores: FORMACIóN / TRANSMISIóN / SISTEMA SEMÁNTICO-LINGüÍSTICO


KeyworDs: TRAINING / TRANSMISSION / SEMANTIC-LANGuAGE SYSTEM
pALAvrAs-chAves: FORMAçãO/ TRANSMISSãO/ SISTEMA SEMâNTICO-LINGüÍSTICO

Bibliografía

Vegh, I.: Sobre psicoanálisis y escritura, ensayo publicado en Buenos Aires, Imago Agenda,
octubre de 2010.
Viñoly Beceiro, A.M.; Braun, J.; Martinto de Paschero, L.; Korin, V.; Fainstein, A.; de Soldati,
M.: Taller: La escritura y lo escrito en psicoanálisis, presentado en APA el 25 de setiembre
de 2012.
Jarast, G.; Fainstein, A.; Glocer Fiorini, L.: Panel: universalidad y representatividad en las pu-
blicaciones, presentado en APA el 27 de agosto de 2013 y comentado por los Dres. Lucía
Martinto de Paschero y Andrés Rascovsky.
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Notas sobre mi experiencia como lectora-editora


Beatriz Zelcer1

Setenta años de la Revista de Psicoanálisis. Son muchos años de trabajo en los que
la APA mostró y continúa mostrando su vasta producción científica reflejando lo
que ocurre en los lugares donde el psicoanálisis está vigente. En este marco pensé en
evaluar mi participación, humilde sin duda, en el área de publicaciones.
Cuando me senté al escritorio para comenzar la evaluación me pregunté: ¿qué fue
lo que hice? ¿fui acaso una editora? De algo estoy segura: fui y soy, por sobre todo,
una lectora. Y como tal voy a presentar los aprendizajes que hice.
Durante ocho años formé parte en APA de la Comisión de lectura de los trabajos
que presentan los egresados del Instituto de Psicoanálisis para llegar a ser miembros
titulares de la Asociación; durante cuatro participé de la Revista de Psicoanálisis, dos
de ellos como miembro y dos como secretaria y fui directora de la Comisión de
Publicaciones durante otros cuatro años. Asimismo, actué como jurado de tesis y de
concursos, revisora de las lecturas de trabajos efectuadas por otras comisiones nacio-
nales e internacionales y comentadora de trabajos presentados en la asociación.
APA es estricta en cuanto a los requisitos que impone a los trabajos que circulan
en ella. Por lo tanto el marco en el que realicé mi experiencia me sirvió para aprender
a leer muy de otra manera. Mi praxis psicoanalítica me enseñó diferentes cosas. En
la ‘lectura’ de las expresiones del analizando se conjugan la asociación libre, la atención
flotante, la transferencia y la contratransferencia. En la lectura del texto de un autor
sus palabras me abren otros interrogantes diferentes.
Lo primero que aprendí leyendo es que el escrito que llega a mis manos me habla
de un otro y que es mi deber aceptar su mundo, diferente al mío. Sus ideas y la forma
de plantearlas deben llegar a serme comprensibles aunque para ello deba soportar
los cuestionamientos que ese texto le haga a mis prejuicios. Aprendí, también, que
debo leer los textos no menos de tres o cuatro veces, porque leer un texto es como
ver una película: en el primer acercamiento predomina el mundo del lector/espectador
que se lee/ve a sí mismo en el mensaje del autor haciendo que la palabra de éste per-
manezca hasta cierto punto desconocida. Las lecturas/vistas sucesivas hacen que se
aflojen los esquemas ideológicos que cada uno trae, se desactive el mundo del lector/es-
pectador y el autor pueda emerger en su originalidad.
La escritura es la posibilidad de expresión de aquellos que quieren transmitir lo
que piensan. Es un paso necesario para muchos de nosotros que solo así logramos
plasmar las ideas que tenemos sobre un tema (o que no tenemos y que se nos aclaran
al escribir). En nuestro caso, el de ser analistas, escribir nos exige que hagamos un
primer esfuerzo que consiste en reconocer nuestras pretendidas ideas, para así poder

1. bzelcer@gmail.com / Miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina


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710 Revista de Psicoanálisis l Tomo LXX l Nº 4 l 2013

darles verdadera sustancia, mayor profundidad y coherencia. Todo esto significa un


gran trabajo, no solo intelectual.
Escribir implica siempre atravesar una injuria narcisista. La diferencia entre el ideal
y el producto casi nunca favorece a éste último. Sin embargo, apaciguado el ideal puede
sucedernos que nos sintamos muy orgullosos de lo que hicimos o que incluso nos ad-
miren ciertos escritos que alguna vez realizamos y que casi no podemos reconocer como
nuestros. Leyendo, aprendí que la escritura es una práctica necesaria que otorga a quien
escribe otro posicionamiento en relación a sus ideas. Genera la posibilidad de sentirse
un poco más cerca de uno mismo porque nos lleva a interrogarnos en relación a lo que
estamos trabajando, aumentando la capacidad de auto observación y haciendo que mu-
chas veces nos asombremos ante ideas y relaciones que no habíamos advertido antes.
De ahí que muchos escribamos y desechemos una y otra vez lo que escribimos. A veces
hacen falta mil y un borradores para alcanzar la claridad esperada. En la escritura es
preciso revisar lo que uno escribe tantas veces como sea necesario hasta alcanzar un
texto claro, entendible por el lector, lo cual implica haber precisado las propias ideas en
un diálogo implacable con uno mismo. Así fue que, para mi sorpresa, muchas veces los
resúmenes de los trabajos me resultaran más coherentes y sustanciosos que los trabajos
mismos. Freud, en una carta a Fliess del 20 de octubre de 1895, le dijo “...Fue solo en el
intento de anotarlo para comunicárselo que el asunto se me aclaró por completo”.
Leer no es tan difícil como escribir. Pero tampoco es sencillo y mucho menos
cuando las lecturas propias deben contrastarse con las de otros y lograr un consenso.
La primera tarea que las doce personas que constituyen la Comisión de Publicaciones
necesitan encarar es la de aunar criterios acerca de la temática que se va a desplegar.
En ese momento ocurren discusiones muy interesantes y también muy agitadas: no
es fácil que un tema determinado llegue a entusiasmar a un grupo tan numeroso.
Cuando me inicié como directora de la comisión decidimos continuar con el ca-
mino emprendido por la gestión anterior. El último libro había sido El cuerpo, lenguajes
y silencios y optamos por producir un volumen que estuviera dedicado a desarrollar
dicha temática. Así surgió Diversidad sexual, todo un éxito editorial. El paso siguiente
fue concretar el camino a seguir.
Tradicionalmente, las publicaciones de APA Editorial son compilaciones. Por lo
tanto emprendimos la búsqueda de autores versados en la temática elegida. Recurrimos
al recorrido bibliográfico que cada uno de los integrantes de la comisión podía hacer
sobre ese tema y al riquísimo tesauro que APA posee.
El paso siguiente fue leer a los escritores seleccionados y luego elegir entre todos
los que nos parecieron más apropiados. En ese momento comenzó su rastreo, labor
nada sencilla. A la tarea administrativa, pesada y engorrosa, de encontrarlos, presentarles
la propuesta, procurar que entendieran la consigna y que consintieran se le sumaron
otros problemas. El primero, fue lograr que enviasen en fecha el material. El segundo,
que ese material satisficiera nuestras expectativas. Nos enfrentamos a este último pro-
blema en varios casos y en el camino de encontrarle solución aprendimos que la pro-
ducción de un autor no siempre es pareja. Pero había un compromiso asumido por
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Beatriz Zelcer 711

ambas partes que no podía ser defraudado por lo que la necesidad de llegar a un artículo
que llenara esas expectativas ocasionó un intercambio intenso con los escritores.
Cuando los trabajos iniciales llegaban a la comisión eran leídos y discutidos por
todos sus miembros. La confrontación de las lecturas facilitó enormemente la tarea de
evaluarlos en la medida en que ayudó para que profundizáramos y enriqueciéramos la
comprensión de los contenidos, aunque también hubo desacuerdos que a veces pudieron
zanjarse y otras no tanto. Ponerse de acuerdo implicó muchísimo trabajo muy útil para
todos. En efecto, es inevitable que cada colega lea y comprenda en forma diferente. Las
experiencias personales, las lecturas, la ideología psicoanalítica que predomina en su
trayectoria, el proceso psicoanalítico que atravesó, las maneras en que logra expresar
sus ideas, todo ello genera múltiples visiones que dificultan los acuerdos. Sin embargo,
el clima de trabajo que se gesta en pos de tomar las necesarias decisiones es tan creativo
que ni las discusiones más enfervorizadas logran opacarlo. Con las discusiones aprendí
a relativizar las opiniones personales propias y ajenas, sin desmerecerlas.
El debate nos enseñó que nadie puede abarcar todo sobre un tema, que hay mucha
más bibliografía que la que el autor ha revisado y no toda es necesaria aunque sea
pertinente, que el propio pensamiento del autor no está jamás concluido. No por co-
nocidos estos criterios se aplican siempre. Hacerlos realidad es un esfuerzo al que co-
labora el trabajo grupal.
Tal vez el aprendizaje más significativo que hice haya sido que cuando un trabajo
no es aceptado eso no significa que sea rechazado. Desde el lado del autor, este es un
hecho que no siempre se comprende. En verdad lo que muchas veces sucede es que
un texto no está maduro para su publicación en cuyo caso la función del editor es la
de alentar al autor a seguir trabajando. También suele ocurrir que un texto no se pu-
blique porque el grupo editor no lo acepta mientras que otro grupo editor, o el mismo
pero en otro momento, sí lo considera apto para ser publicado. Finalmente, aceptá-
bamos un artículo cuando lo considerábamos pertinente, coherente y claro.
Mi tarea personal consistió en transmitirles a los autores nuestras impresiones
sobre sus trabajos y, a veces, requerirles modificaciones. En esta etapa hubo segundas
y hasta terceras versiones de algunos trabajos. Alcanzados los borradores casi finales
el último paso fue analizarlos con el corrector de estilo. Esta fue la ocasión para que
yo experimentara otras formas de lectura. un corrector lee la gramática, el estilo y
contenidos que para nosotros no fueron relevantes.
Cuando es factible revisar los textos con los autores es asombroso comprobar cómo
al preguntar y alentar la pregunta en el autor, los escritos crecen en riqueza y claridad.
Cada vez que pude transmitirle esto a algún escribidor (como dice Vargas Llosa) el
escrito mejoraba para sorpresa y alegría de ambos y de todo el grupo editor. Al
mismo tiempo que el texto se internaba en su materia se alivianaba, se hacía accesible,
invitaba a ser leído. Tuve la fortuna de vivir experiencias así. Es maravilloso porque
para mí era como ayudar a dar a luz no sólo un nuevo escrito sino también un nuevo
autor. Yo podría asimilar este proceso con la experiencia de escuchar a un analizando
que cuando ‘se daba en el clavo’ decía ịgol!.
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Para hacer gol hace falta no solo que los autores dispongan de tiempo sino que
ellos mismos estén disponibles para el encuentro con sus propias ideas a través de la
confrontación con la lectura que otros hicieron de ellas. Varias veces me encontré con
autores que sintieron los comentarios que hacíamos como una afrenta a su amor pro-
pio. Esta reacción es lamentable porque les impide disfrutar de la gratificación que se
siente cuando uno se supera a sí mismo y realiza una obra más digna.
Aunque sabemos que cuando se escribe se escribe para alguien, como cuando se
relata un sueño, escribir es un acto solitario. Pero la voluntad de publicar implica en-
tregarse a la confrontación. El psicoanalista que escribe tiene que saber que posee un
efecto sobre aquellos que lo leen y aceptarlos esté o no de acuerdo, y recordar que el
origen de toda producción es el malentendido y que allí se encuentra la fuente de la
creación. El placer de la escritura es hijo de este logro.
Se que al escribir estas notas acerca de mi experiencia dejo afuera muchas cosas
que fueron importantes para mí. Quisiera cuanto menos mencionarlas: el tema ético
referido a la confidencialidad que los autores deben observar respecto a los materiales
clínicos, a los avatares que ocurrían en mi diálogo con ellos y que no correspondía
comentar con el grupo editorial, el aval institucional en relación a la temática elegida
y el apoyo económico que implica una publicación.
Agradezco haber escrito esta nota que me permitió reconocerme en un aspecto
mío que desplegué y descubrí realizando la tarea.

Resumen
Se expone la experiencia que la autora tuvo en el área de publicaciones.

DescrIptores: TEXTO / DEBATE / DIÁLOGO

summary
Notes on reading my experience as-editor
This article presents the experience of the author as an editor.

KeyworDs: TEXT / DISCuSSION / DIALOGuE

resumo
Notas sobre a leitura minha experiência como editor
Se exponhe uma experiencia que a autora teve na área de Publicações

pALAvrAs-chAves: TEXTO/DEBATE/ DIÁLOGO


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La revista de psicoanálisis.
Una historia en construcción
Claudia Lucía Borensztejn1

La Revista de Psicoanálisis cumple 70 años.


Desde 1943 ha sido publicada ininterrumpidamente sumando 70 volúmenes, más
de 300 ejemplares, 3500 trabajos, y una historia en construcción.
Han pasado por ella alrededor de 30 comisiones editoriales, entre sus directores
figuran Celes Cárcamo, Arnaldo Rascosvsky, Ferrary Hardoy, Ángel Garma, Enrique
Pichon Rivière, León Grinberg, Mauricio Abadi, Jaime Tomas, Nora Bisi, Carlos Mario
Aslan, Siquier de Failla, Mariano Dunayevich, Lucía Martinto de Paschero, Norberto
Marucco, Andrés Rascovsky, David Saludjian, Leonardo Goijman, Eduardo Agejas,
José Luis Valls, Gustavo Jarast, Roberto Doria Medina, Claudia Borensztejn y actual-
mente Ana María Viñoly.
Hay en ella una historia detrás de su historia, que es la de miles de decisiones to-
madas en cada época, conformando una obra plural en las que los actores han sido,
son, sus comisiones editoras, y también los autores, los lectores, su contenido, las ideas
expresadas, las entrevistas, los temas tratados, las mesas redondas. En la cocina de la
revista se decide lo que ha de perdurar y en los últimos años el trabajo se ha comple-
jizado con la incorporación del referato, las cuestiones referidas a Internet, la confi-
dencialidad y resguardo de material clínico. Todo esto forma parte de Revista, la gran
obra colectiva de la Escuela Argentina de Psicoanálisis.
Intentaré tomar algunos de estos aspectos con una visión desde diferentes vértices
según mi propia historia con la Revista primero como lectora, al comenzar mi for-
mación en APA a comienzos de los 80, en que la Revista cumplía 40 años, hasta mi
participación activa en la misma, e intentaré dar testimonio de la transformación en
la que participé.
En el año 1987 formé parte del comité editorial bajo la dirección de Andrés
Rascovsky. Así comencé a aprender las claves de lectura y selección de trabajos, la dis-
cusión grupal y la decisión consensuada. un trabajo se publicaba o no. Los autores
tenían su autoridad y raramente se la discutía. La Revista tenía sus escritores/dueños.
En ese momento había un corrector de estilo, Ricardo Bruno (desde 1978 a 1994),
quien se ocupaba de ayudar a los autores para que sus ideas se trasmitieran con cla-
ridad. También desde 1967 hasta1996, David Maldavsky ocupó el lugar de asesor edi-
torial. Entre 1995 y 2009 Diego Granero fue el editor compaginador y corrector de la
revista. Luego esas tareas se desdoblaron y las decisiones editoriales pasaron a ser de
exclusiva responsabilidad del Comité Editor y de su director. La secretaria de la Revista

1. claudiaborensztejn@gmail.com / Miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina


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714 Revista de Psicoanálisis l Tomo LXX l Nº 4 l 2013

fue Anita Rest desde 1955 hasta 1998, así como de la biblioteca. La Revista estaba en
manos de una comisión llamada de Publicaciones y Biblioteca de la que en el siglo
XXI surgieron tres: la de Biblioteca (en 2001), y la de Publicaciones (en 2004), que-
dando así una Comisión de Revista de Psicoanálisis. Desde 2000 la secretaria admi-
nistrativa es Silvina Richichi, transmisora natural de la rutina que enlaza uno y otro
de los comités editoriales.
Entre los años 1992 y 2001 participé de la publicación del Número Especial
Internacional. La idea de estos números fue recoger el fruto de la producción latinoa-
mericana, nacional y del resto del mundo en partes iguales, porque dada la gran pro-
ductividad local no cabía en los números ordinarios de la Revista. También fueron nú-
meros temáticos, porque ya en ese momento se percibía la necesidad editorial y comercial
de poder hacerlos, pero al mismo tiempo no se deseaba restringir la libre expresión de
los colegas en sus temas personales de investigación. Se publicaron los números sobre
la neurosis, la repetición, comienzo y final de análisis, el cuerpo, el poder, lo representable
e irrepresentable, violencia y perversidad y psicoanálisis e interdisciplina.
La cuestión de los “temáticos” se discutía mucho porque eran muy valorados y se ago-
taban. Comenzaron a aparecer a partir del año 1954. En ese año tuvo lugar el famoso
congreso interno sobre cefaleas (Rev. N° 1/2)2, luego el Primer Congreso Latinoamericano
realizado en Buenos Aires (Rev. 56 N° 4). En 1957 comienzan los Symposium y se publican
los de técnica (Rev. N° 1/ 2), psicoanálisis de niños (Rev. 1958 N° 1/2), “Relaciones entre
psicoanalistas” (Rev. 1959 N° 4), la obra de Melanie Klein (Rev. 1962 N° 1/2), y en 1970
otro sobre Escuela Argentina. No fue fácil llegar a tematizar todos los números aunque
era una demanda creciente y, al mismo tiempo, la diversidad de intereses lo hacia difícil.
Sin embargo todo fue confluyendo hacia esa posibilidad que se concretó finalmente en
la gestión de Jarast con números sobre la pulsión y el objeto, el análisis del analista, au-
toanálisis, entre otros. En mi gestión (2009 / 2012) se pudo lograr más especificidad y
también interesar a los autores a preguntar por los números futuros. Para esto es necesario
poder planificar los mismos con antelación. Así se editaron los números sobre el psico-
análisis en EEuu, en Latinoamérica, Nosotros y la muerte, Lacan en APA, Green en
APA, Psicoanálisis con y sin diván, Voces del Pluralismo, el Campo Psicoanalítico de
nosotros a los Baranger, entre otros.
En 1968 comienzan los números de homenaje, a los 25 años de la APA (Nº 3/4). En
1973 (N° 2) el homenaje a José Bleger en el que se publican 8 artículos inéditos del autor,
una semblanza, una lista cronológica de su obra, junto con la discusión de varios de sus
aportes fundamentales: simbiosis, ambigüedad, instituciones, relación entre teoría y téc-
nica e ideología, la praxis clínica. En 1973 (N° 3/4) un homenaje a Arminda Aberastury,
dedicado al Psicoanálisis de niños, donde se puede apreciar el potente desarrollo del
grupo argentino en el tema. El 1974 (N° 1/2) un número por los 30 años de la Revista se
celebra con el aporte de varios autores que reseñan su propia obra, ya no discutiendo la

2. Ruego al lector cierta tolerancia con este tipo de citación ya que mencionar cada número de la Revista
al final haría muy fatigosa la lectura que entiendo de este modo ganará agilidad.
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Claudia Lucía Borensztejn 715

posibilidad de existencia de una escuela argentina sino demostrándola en la práctica. El


78 es año del Homenaje a Pichon Rivière (N° 3 y 4).
En 1978 y hasta 1988 se editan las revistas temáticas con los títulos que comienzan
“Acerca de …. “ la pulsión de muerte, la noción de resistencia, del yo, de la interpre-
tación y construcción, del masoquismo, del psicoanálisis de niños, de la transferencia
y contratransferencia, del ideal del yo-superyó, del narcisismo, del malestar en la cul-
tura, de la histeria, de la clínica psicoanalítica, de la enfermedad psicosomática.
Desde 1981 se editan números referidos a los congresos internacionales con las
publicaciones previas; a la Revista le fue otorgada por la IPA la exclusividad en español.
Es interesante notar en los números temáticos las preocupaciones de cada época, así
como en las secciones que fueron apareciendo, cambiando y acrecentándose con el
correr de los años comenzando en el año 1952 con una de medicina psicosomática,
en la que escribe Tallaferro. En el año 53 se incorporan comunicaciones breves en
donde publican Cesio, Gioia y Liberman en formatos cortos que son muy actuales.
Fui secretaria editorial en la gestión de Gustavo Jarast y allí se produjo un cambio
fundamental. La Revista empezó a formar parte de bases de datos académicas y entró
en el sistema de referato para selección de trabajos. Eso fue muy discutido ya que era
algo muy novedoso. Fuimos pioneros en usar este sistema entre las Revistas de habla
hispana. El sistema consiste en la lectura anónima de trabajos y la consulta a un comité
externo a la Revista cuando es necesario. Actualmente muchas de las Revistas más
prestigiosas trabajan así. Esto fue consecuencia de la globalización, de la entrada del
psicoanálisis en el mundo académico y del intercambio en Internet. En la gestión de
Jarast coordiné como secretaria una serie de discusiones online de trabajos, que luego
se publicaron completas, como las de la pulsión en la clínica (2003, N° 2), la pulsión
en la teoría (2003, N°1) y el objeto en la teoría (2003, N° 3).
Se incluyó en esa gestión (entre 2001 y 2004) una sección llamada Pensamiento
Psicoanalítico Argentino. Esto funcionó como una actualización de temas en donde
se republicaron artículos tales como: “Problemas acerca del objeto”, de Willy Baranger,
“Técnica analítica y masoquismo inconsciente del analista”, de Racker, “Pulsión de
muerte o muerte de la pulsión”, de Abadi, “En los dominios del instinto de muerte”,
de Garma, “Significado de la regresión en la manía”, de Matilde y Arnaldo Rascovsky,
“El analizado del año 2000”, de Marie Langer, “El objeto en la fobia”, de Jorge Mom,
“La fase genital previa”, de Arminda Aberastury, “Neurosis y psicosis”, de Pichon
Rivière, “Impotencia psíquica y neurosis actuales”, de Cárcamo, “Teoría y práctica en
psicoanálisis”, de José Bleger . Este último trabajo fue publicado en inglés en 2011 por
el International Journal, lo que significó un lanzamiento internacional más de 40 años
después, y republicado en español en el Libro Anual de Psicoanálisis (LAP) y objeto
de debate online (LAP, 2013) . En la gestión a mi cargo (entre 2009 y 2012) se publi-
caron términos para un psicoanálisis argentino, idea que fue lanzada como experi-
mentación en la Revista, escenario de muchos proyectos en germen, para convertirse
hoy en un work in progress que verá la luz a fines de 2014 y será incluido en la biblioteca
digital de la APA para su consulta y ampliación permanente.
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716 Revista de Psicoanálisis l Tomo LXX l Nº 4 l 2013

La idea de una Escuela Argentina de Psicoanálisis se desprende claramente de las


páginas de la Revista. He aquí un breve esquema de su evolución.
El Año 1 de la Revista de psicoanálisis en 1943 publica un total de 21 trabajos entre
ellos 14 artículos extranjeros. De Melanie Klein, la traducción al español de los pri-
meros estadios del conflicto edípico. Hay varios autores americanos: Franz Alexander,
el padre de la medicina psicosomática, Benedek, Brill, Otto Fenichel, radicado en
EEuu, con “Psicopatología de la tos”, Thomas French “Estudio de recuperación de
dos casos de esquizofrenia”, Mack Brunswick, Meninguer “El trabajo como sublima-
ción”, Reich “Psicoanálisis de los indicios”, Sterba, zilboorg. De este modo la Revista
aparece como un gran órgano de difusión del psicoanálisis traduciendo por primera
vez artículos al español para los lectores psicoanalistas.
El tema de los traductores no es menor: los primeros artículos fueron traducidos
por Arnaldo Rascovsky, Arminda Aberastury de Pichon Rivière (en ese tiempo),
Garma, Enrique Pichon Rivière, Ferrary Hardoy, Marie Langer, Simón Wencelblat,
Flora Scolni, directamente del alemán, Luis Rascovsky y Ludovico Rosenthal, también
del alemán, quien tradujo a Freud directamente del idioma original. Luego se agregaron
Teodoro Shlossberg, Emilio Rodrigué, Mauricio Abadi, Matilde Rascovsky, Elizabeth
Goode (quien aún no se había casado con Garma).
Es interesante comprobar a través del recorrido de esas traducciones los intereses
inaugurales, por supuesto Freud y Klein. La influencia de Klein está en la raíz del psi-
coanálisis argentino, pero también están los americanos. Esto generó una alquimia
poderosa que fue el caldo pluralista de donde surgieron las nuevas ideas. Por muchos
años se leyeron los americanos.
El golpe de gracia para ellos vino del lado de los franceses en los ‘70. La influencia
de Lacan los defenestró y esa influencia se notó en la Revista. La idea de un psico-
análisis “adaptativo” no resistió la óptica esencialista que impuso la revolución te-
rapéutica kleiniana y más tarde la revolución lacaniana que criticó a los dos (ame-
ricanos y kleinianos). De todo esto hay evidencias en las publicaciones de los
primeros 10 años de autores como Alexander (Chicago), Geza Roheim (New York)
Richard Sterba (Detroit) Lionel Goitein (Boston), Bertrand Lewin (New York), Spitz
(New York), Wittels, (New York). Eran tan importantes que en 1946 hay una foto
de página entera de la Revista junto al obituario de Smith Elly Jeliffe, neuropsiquiatra
americano fundador del Psychonalytic Review en 1913, la primera revista psicoa-
nalítica en idioma inglés.
Hasta el año 55 se publica también a Lewis Hill (Baltimore), Thomas French
(Chicago ), Obendorf ( New York), Lawrence Kubie (New York), Eric Homburguer
(Connecticut), Fritz Wittels (New York), Hartmann, Kris y Lowenstein (fundadores
de la escuela del Yo), Ernst Simmel (Los Angeles), Hermann Numberg (New York),
y Robert Waelder (Filadelfia).
A partir de 1955 con la eclosión de la escuela argentina disminuyen en cantidad
los textos escritos por extranjeros. Sin embargo se publica a Frida From Reichman en
el 58, Jacob Arlow en el 63, a Wallerstein, Rangell, y Greenson en el 71, momento en
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Claudia Lucía Borensztejn 717

que comienzan a aparecer los autores franceses, Leclaire, Didier y Annie Anzieu y
Green en el ‘75, así como los ingleses kleinianos y post, como Betty Joseph, Money
Kyrle, Herbert Rosenfeld , Meltzer, Bion.
La publicación de autores americanos, entonces, cedió su lugar a ingleses, franceses
y latinoamericanos.
En 1974 se inauguró una sección de autores latinoamericanos en donde se publicó
a Alvarez, de Colombia, Dupont, de México, Davanzo, de Chile…
El primer número del período en que fui directora coincidió con el Congreso de
Chicago y se llamó “El psicoanálisis en EEuu”. Esa Revista fue la primera dedicada
a ese tema en particular y después de años de antiamericanismo3, fue una actualización
de la enorme diversidad de enfoques existentes: de la escuela del yo, escuela del yo
contemporánea, intersubjetivismo, interaccionalismo, interpersonalismo, etc. Algunos
autores como Ogden y Kernberg fueron incluidos en esos años en virtud de sus filia-
ciones cruzadas, bioniano el primero y latinoamericano el último. Rangell estuvo tam-
bién entre los que nos acompañaron sobre todo luego de su visita a Buenos Aires, de
la cual figuran sus impresiones en 1969 (Rev. Nº 2). En ese año se publica también a
Kohut y a Wisdom (Los Ángeles). De este último un artículo que se llama “Puesta a
prueba de una interpretación en el curso de una sesión”, publicado en inglés en el
International Journal en 1961, el autor habla de Enactividad (enactivity) como una
forma que más que determinar la verdad de una interpretación, determina el poder
de cambio que la misma posee. Y esto puede ocurrir aunque la interpretación sea
errónea. O sea las interpretaciones enactivas pueden ser verdaderas o falsas, y plantea
el problema que se genera a partir de interpretaciones enactivas y falsas y su relación
con la sugestión. Es curioso este hallazgo, y da lugar a preguntarse por el origen y des-
tino de ciertos términos. Ahora que el enactment es estrella del firmamento, nacido
en los 80 de padres americanos e ingleses4, podemos pensar cuanto algunos de ellos
nacen antes de su tiempo, para reencarnarse, más adelante, en otras propuestas con
nuevos sentidos, acorde al paradigma de su época.
Volviendo al número inaugural del 43, hay también siete artículos “nuestros”, entre
ellos el de Cárcamo y su célebre trabajo sobre la serpiente emplumada y otros dos ar-
tículos sobre mitos, Pichón Rivière que escribe sobre la epilepsia y Rascovsky sobre
la vida sexual infantil. Ferrary Hardoy publica un estudio psicosomático de la coriza.
Garma comienza la serie de publicaciones sobre los sueños que lo llevará a postular
el origen traumático de los mismos.
En el Año 2 de 1944 ya hay 26 trabajos, 17 artículos extranjeros, entre otros el de
Abraham y su breve estudio de la libido, Alexander, con los factores emocionales de

3. Por cierto, un eco no sólo de la ideología de izquierda afín a muchos psicoanalistas, sino también un
reflejo del malestar que generó la nefasta participación americana en la política represiva de nuestro
país y Latinoamérica toda.
4. Véase Borensztejn, C. “El enactment como concepto clínico convergente de teorías divergentes”, Rev.
de Psicoanálisis, 2009, N°1.
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718 Revista de Psicoanálisis l Tomo LXX l Nº 4 l 2013

la hipertensión arterial, Bergler que realiza un estudio sobre el jugador, Fenichel, por
su parte, el análisis del carácter, Ferenczi, presenta la ontogenia del interés por el
dinero, Tausk, el aparato de influencia. Hay también varios artículos de Reik, y nueve
de colegas argentinos, entre ellos figuran Marie Langer, con su psicología de la mens-
truación, Arnaldo y Luis Rascovsky escriben un trabajo basado en 116 casos de epi-
lepsia, Pichon Rivière sobre epilepsia también, Garma escribe sobre esquizofrenia y
la génesis del principio de realidad, mientras que Cárcamo lo hace sobre jaqueca y la
esterilidad femenina junto a Marie Langer.
En 1945 entre los 20 artículos extranjeros tenemos a Karl Abraham, Frantz
Alexander, Edmund Bergler, Bornstein, Helen Deutsch, Ferenczi sobre técnica activa,
French con el tema del conflicto social, Gero sobre depresión, algo que se estudiaba
mucho desde los años 30 y cuyo interés luego comenzó a decaer. Está el artículo de
Jones sobre los celos, uno de Kris sobre psicoanálisis aplicado, Bertrand Lewin y el
clásico sobre la menstruación y el superyó femenino, Geza Roheim sobre mitos, Sterba
Edith y Richard, sobre los instintos.
En 1946 aparecen las primeras publicaciones de Arminda Aberastury y Luisa
Álvarez de Toledo.
En 1948 se produce una inversión de la relación y de los 37 artículos hay 18 ar-
gentinos y 15 extranjeros. En 1949 Arminda Aberastury publica “El juego de construir
casas” y la “Fobia a los globos de una niña de 11 meses” y Elizabeth Goode
“Interpretación en análisis de niños” y “un cuento en el análisis de una niña”. En 1951
se publica en la Revista por primera vez en castellano el “Esquema del Psicoanálisis”
de Freud traducido directamente del alemán por Ludovico Rosenthal. Hay otros 10
extranjeros entre ellos Hartmann, Kris y Lowenstein, Numberg y Paula Heimann y
entre los argentinos se suman a los que ya publicaban Grinberg y Liberman.
Pasaron los diez primeros años de la Revista y comienza una época excepcional.
En1954 hay 29 trabajos argentinos, una primera Revista temática sobre cefaleas
para la que escriben Cesio, Garma, Grinberg, Langer, y Liberman, con un tema se-
cundario que es el de la música Es en este momento en que podemos hablar ya de la
presencia indiscutible de una Escuela Argentina de Psicoanálisis y en este número
publican también Álvarez de Toledo sobre “El análisis del “asociar”, del “interpretar”
y de “las palabras”” y Willy Baranger “Tentativa de aproximación al psicoanálisis de
las ideologías filosóficas”.
Muchos de los autores argentinos que publicaron en la primera década, sentaron
las bases de lo que como movimiento, es uno de los pilares, junto al desarrollo en
Inglaterra, Francia y EEuu, del movimiento psicoanalítico mundial.
En el volumen 11 del año 1955 se consolida la tendencia argentina con 24 tra-
bajos y 4 traducciones de Freud en primera versión castellana (N° 1). Entre los ar-
gentinos se incorpora Mauricio Abadi. Se publica el primer trabajo de Enrique
Racker sobre la Contratransferencia, Salomón Resnik escribe sobre el Síndrome
de Cotard y sobre grupos. En la sección de actualizaciones escribe Emilio Rodrigué
sobre el simbolismo.
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Claudia Lucía Borensztejn 719

La revisión de un tema, algo usual en números monográficos de revistas extran-


jeras, también se estilaba en la Revista en los primeros tiempos y luego fue abandonado.
En su lugar, a partir de los años 70, se ha desarrollado un espacio de re-publicación
de artículos fundamentales actualizados con nuevos comentarios.
En el año 56 se produce una explosión extraordinaria. Fue la caída de Perón y
se realizó el Primer Congreso Latinoamericano en Buenos Aires cuyas contribu-
ciones publica la Revista (Nº 4). Hay en ese año 61 artículos originales en idioma
español. Baranger, ya en uruguay, publica notas sobre el concepto de fantasía in-
consciente y hay muchos artículos de colegas uruguayos inaugurando la corriente
del Río de la Plata. De hecho, en 1956 se publica el primer número de la Revista
uruguaya de Psicoanálisis.
Aparece en ese año 56 el primer artículo de Bleger, quien escribe con Pichon Rivière
sobre los instintos. Los temas que se tratan son la obesidad, la fantasía inconsciente,
la identificación proyectiva (IP), agresividad, y psicosis. Grinberg escribe sobre
Contraidentificación Proyectiva (CIP), y Liberman (IP) y conflicto matrimonial.
Lustig de Ferrer escribe con Jaime Tomás sobre aspectos prenatales en la literatura
de ciencia ficción, Mom sobre las fobias, Arnaldo Rascovsky habla del objeto interno
al objeto externo, donde trata el tema de la bidimensionalidad 20 años antes que lo
hiciera Meltzer en los 70, en sus investigaciones sobre el autismo.
Rodrigué escribe sobre el autismo, Rolla y Grinberg sobre claustrofobia, y Joel zac
sobre la fobia a la descompostura. García Reinoso escribe sobre cuerpo y mente. Abadi
sobre el autorreproche melancólico.
En 1957 se suman los Campo, Alberto y Vera, con el psicoanálisis de niños. Garma
con psiquismo prenatal y Rascovsky con psiquismo fetal. Asimismo continúan los es-
tudios de Racker, y se incorpora Rolla con el análisis de una esquizofrenia.
En la sección actualizaciones, la Revista (su comité editor) hace una revisión bi-
bliográfica sobre técnica. Esa tarea de hacer revisiones sobre un tema sería muy inte-
resante retomar, aunque ahora sería más complejo por el estado actual de la disciplina,
pero también necesario, ya que muchas cosas se han escrito y olvidado. En época de
la gestión de Gustavo Jarast hablábamos del “estado del arte”, decíamos entonces que
un trabajo para ser aceptado en la Revista, debía dar cuenta del conocimiento del autor
sobre el tema en la literatura psicoanalítica. En este momento no es posible semejante
requerimiento, a causa de la vastedad del universo de ideas, pero sí se debe esperar que
un autor dé cuenta en su bibliografía de la cultura a la que pertenece.
En 1959 es el año del famoso Symposium “Relaciones entre Analistas”, donde es-
criben Abadi, Aberastury sobre el hecho consumado, Elena Evelson, Giuliana
Smolensky, Alberto Fontana que experimentó junto a Álvarez de Toledo en terapias
con drogas alucinógenas, y cuyo informe figura en este mismo volumen, también es-
criben Garma, León y Rebe Grinberg, Langer sobre ideología, Liberman, Lustig de
Ferrer, Ostrov, Rodrigué, Racker, Salas, Tabak, ulloa, usandivaras, y Leonardo Wender.
En 1961 hay una reseña histórica acerca de la Asociación Psicoanalítica Argentina
llevada a cabo por Grinberg, 1962 está dedicado a analizar, comparar y criticar la
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720 Revista de Psicoanálisis l Tomo LXX l Nº 4 l 2013

teoría kleiniana, en 1963 comienzan a publicarse las Mesas Redondas sobre la teoría
de los instintos, sobre teoría de la técnica, y el formato de mesa redonda se torna un
clásico de nuestra Revista, haciéndose tan habituales que en el año ‘78 hay publicadas
tres: sobre fantasía, sobre análisis terminable e interminable y sobre pulsión de muerte,
en un número temático sobre esta. También en 1967 aparecen las mesas redondas de
la Asociación Psicoanalítica Americana hasta 1971 que se sustituyen por los relatos
de los congresos internacionales. Sus temas fueron “Problemas transferenciales en
análisis de niños” (1967, N° 4), “Análisis terminable e interminable 25 años después”
(1967, N° 3) “Aspectos teóricos y clínicos de los caracteres como sí” (1967, N° 2).
En el año 1978 comenzaron a editarse seis números de la Revista, hasta 1994, donde
se volvió al esquema de cuatro. Si se piensa que en los años 1992 y 1993 se editó además
el Número Internacional de la Revista, hubo dos años de siete números, lo cual se
puede considerar como una verdadera hazaña editorial de la APA.
En 1963 Rodrigué publica “La interpretación Lúdica”.
En 1964 Aberatury escribe “La fase genital previa”, Cesio sobre “El letargo”, Carlos
Paz una actualización sobre bordeline, el tema de su investigación y trabajo futuro.
zac publica “El impostor un estudio sobre la psicopatías.
En 1965 se publica a Bion.
En 1966, un trabajo grupal sobre delimitación conceptual entre yo y self. un clásico.
También sobre psicología de la mujer con Marie Langer, Aberastury y Rascovsky
En 1967, “Psicoanálisis del encuadre” de Bleger. Se publica a Meltzer, Bick,
Winnicott, su trabajo sobre objetos y fenómenos transicionales, Edith Jacobson,
Wisdom.
Rascovsky Arnaldo y Matilde publican escritos sobre los acontecimientos de la
sexta semana de vida y sobre el filicidio. Alberto Campo publica “La Hipocresía como
rasgo de carácter”. Hay un panel dedicado a Bion y una cronología y resúmenes de su
obra (por Grinberg y colaboradores) .
un panel de suma importancia es el de “Función del soñar y clasificación clínica
de los sueños en el proceso analítico” (1967, N°4).
En 1968 Garma publica “El pensar amplio de los sueños”; véase allí la coinci-
dencia temporal con el desarrollo de Bion sobre el soñar como proceso de pensa-
miento en los 60.
En ese año los aportes más importantes son los de Grinberg, sobre acting out, y
el de Langer y el analizado del año 2000.
Vuelven a aparecer muchos autores extranjeros de diferentes partes del mundo
mostrando ya la impronta claramente pluralista de la institución en la Revista: está
Aray de Caracas, Brodsky (New York) quien aborda problemas sociales, Helen Deutch
(Massachussets) y los caracteres “como sí”, Engel y Schmale (EEuu), trastornos so-
máticos, Giovachini Peter (Chicago), Sandler y Joffe (de Londres en la línea de freu-
dianos contemporáneos seguidores de Anna Freud) estudian los trastornos del nar-
cisismo, Lebovici y Soule, aportes a la psiquiatría infantil; Lagache, acting out y acción,
Peter Leuw, Bertram Lewin, John Lindon (Los Angeles) escribe sobre la regresión,
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Claudia Lucía Borensztejn 721

Donald Meltzer sobre tiranía, Walderedo Oliveira de Rio. Richard Sterba escribe “El
psicoanalista en un mundo de cambio,” que es el título del próximo congreso de Boston
2015 (casi 50 años antes!), Edgard Weinshel (San Francisco), Donald Winnicott ,
Michael Woodbury (EEuu) y Elizabeth zetzel.
un trabajo de Rebeca Grinberg, Delia Faigon y Raquel Soifer se titula “Conceptos
actuales en psicoanálisis de niños en el grupo argentino”, de modo que ya puede ha-
blarse de una escuela argentina de psicoanálisis de niños.
En 1967 aparecen los artículos comentados, el de Liberman “Entropía e informa-
ción en el proceso psicoanalítico”, en 1968 el de Baranger “Enfoque económico de
Freud a Klein”, en 1969 el de Bion, “Notas sobre la memoria y el deseo”, y el de Carlos
Paz sobre psicóticos fronterizos. Se publica a Kohut, Paula Heinman, Lagache,
Limentani, Misterlich: “Protesta y revolución”, Mahler: “Autismo y simbiosis”, Rangell
“Reflexiones sobre mi visita a Buenos Aires”. Estas reflexiones son la conferencia final
que dio Rangell luego de una semana de supervisiones y cursos. En ella señala las di-
ferencias entre la práctica psicoanalítica en Buenos Aires y Nueva York así como las
características de la APA. Observa que los miembros jóvenes son muy activos y que
se escribe mucho más que en EEuu. En el terreno de la terapia se dan más interpre-
taciones en algunos casos tipo ping pong (lo que el critica) y que el clima general es
más elástico. Es interesante ver que las diferencias al cruzar el ecuador eran signifi-
cativas y quizás ahora nos este faltando una puesta al día de la forma idiosincrática
de trabajar en cada región.
1970 se caracteriza por la publicación de dos trabajos grupales argentinos que mar-
can ya una presencia regional y local: uno el de los Baranger, Alberto Campo y Jorge
Mom, “Corrientes actuantes en el pensamiento psicoanalítico”, y otro, “Temas especiales
de las jornadas del simposio sobre Escuela Argentina: actualización del pensamiento
psicoanalítico argentino” (1970, N°2).
1971 una de las últimas mesas de la APA (americana) atrae con su título: “Aspectos
genéticos dinámicos y adaptativos de la disensión”. un clásico de Greenson, el origen
y el destino de las ideas nuevas en el psicoanálisis. Comienza a discutirse el tema de
psicoanálisis y psicoterapia (1971, N° 1) por Rangell y Wallerstein. Garma publica
“En los dominios del instinto de muerte”.
En 1972 Baranger et al, hacen un balance de la visita de Serge Leclaire a Bs. As,
que marca la introducción de la línea francesa en APA. David Rosenfeld escribe sobre
la obra de Lagache. Se publica a Annie y Didier Anzieu. Los temas son las etapas
finales del tratamiento psicoanalítico (Garma et al., 1972 N° 3) sobre la interpretación
en un número temático que incluye el trabajo de zac, “Cómo se originan las inter-
pretaciones en el analista”.
En 1975 aparece Green quien escribe sobre encuadre.
En los 70 los autores de la Escuela Argentina constituyen el mayor porcentaje de
escritos de la Revista y algunos números tienen invitados extranjeros.
En 1979 se multiplican las mesas redondas, hay números temáticos, actualizaciones
de artículos considerados ya clásicos como el de Mom: “El yo y el control de objetos
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722 Revista de Psicoanálisis l Tomo LXX l Nº 4 l 2013

en la agorafobia”, el de Rascovsky sobre acontecimientos de la sexta semana de vida.


En actualizaciones se publica a Margareth Little comentado por García Badaracco,
y a Hartmann sobre la teoría del yo actualizado por Rolla.
Aparece la sección de monografías.
En 1980 Aslan escribe sobre la experiencia argentina en la formación y se incor-
pora el premio Bleger a los trabajos de psicoanálisis aplicado siendo el primero el
de Rodrigues Gesualdi sobre Simone de Beauvoir. una nueva sección es la de in-
terdisciplina donde publica Klimovsky sobre problemas de metodología de la ciencia
y Maldavsky.
En 1981 aparecen las entrevistas, la primera a Garma por Raquel Goldstein y
luego en revistas sucesivas bajo el lema “los pioneros” otras entrevistas a Cárcamo
y Rascovsky.
En 1982 los primeros trabajos prepublicados de los congresos internacionales
cuando la Revista fue elegida como órgano exclusivo de difusión en español de
estos trabajos. Es importante que las futuras comisiones estén atentas a la publi-
cación de trabajos de los congresos y a la temática que estos proponen. Entre esos
primeros prepublicados esta el trabajo de los Baranger y Mom sobre proceso y no
proceso. A partir de entonces se ve una mayor presencia de paneles y trabajos re-
feridos a los congresos internacionales, hasta incorporar los temas de los mismos
en el tema del número.
En las Revistas del 82 y del 84 hay una lista completa y cronológica de los trabajos
de Freud en 6 idiomas realizada por Ricardo Bruno y David Saludjian.
un número especial del año 1984 está dedicado a los trabajos del Congreso
Latinoamericano realizado en Buenos Aires. En un apartado especial dedicado a ins-
tituciones escriben sobre el pluralismo: Bianchi, Villelli y Miguel Ángel Rubinstein,
este tema que caracteriza a la APA es el principio del manifiesto del 74 que sienta las
bases del nuevo funcionamiento de curricula libre. Hoy el pluralismo es bandera de
todo el movimiento psicoanalítico (Revista N° 3/4 de 2011: “Voces del pluralismo”).
En 1985 la Comisión de Investigación Psicoanalítica sobre las consecuencias de
la Represión publica una comunicación preliminar (Nº 6) sobre la desaparición, su
repercusión en el individuo y la sociedad.
Pasaron los 40 años de la Revista y para esa ocasión hubo un número aniversario,
así como también hay un número aniversario de los ‘50 y de los ‘60 que con sus dife-
rentes enfoques complementan la visión de estos primeros ‘70 años.
Quisiera ofrecer algunos datos más: hasta 1985 Abadi publicó 47 trabajos,
Aberastury 24, Baranger 36, Bleger 20, Cesio 39, Garma 59, Grinberg 42, Langer 28,
Liberman 31, Racker 18, Rascovsky 31, y Rolla 35.
un recorrido de los índices de palabras clave arroja datos significativos5

5. Datos de los índices acumulativos de la Revista hasta 2005 y de Biblioteca digital de 2006 a 2013.
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Claudia Lucía Borensztejn 723

pALABrAs 1943 / 1985 1986 / 2005 2006 / 2013


1 Acting out y Actuación 28 hasta ’90; des-
Acto aparece y reem-
plaza por acto 23
2 Afecto 7 42 7
3 Amor 3 33
4 Angustia 8 62 10
5 Borderline 9 44 19
6 Construcciones y reconstrucciones 32 48
7 Contratransferencia 35 63 27
8 Duelo 19 45 16
9 Encuadre 14 31 24
10 Esquizofrenia 27 2 1
11 Fantasía Incluye tipos de fantasías 45 25 5
también la inconsciente
12 Fobia y tipos de fobia 27 12 2
13 Histeria 13 22 2
14 Identificación 44 80 20
15 Lacan 4 72 26
16 Lenguaje 11 40 10
17 Melanie Klein como autor tema 17 25 9
18 Mitos 39 53 11
19 Muerte 22 45 17
20 Narcisismo 100 138 43
21 Neurosis 36 53 3
22 Objeto 23 95 36
23 Perversiones 19 25 7
24 Psicoanálisis aplicado 109 176 38
25 Psicoanálisis de niños 94 39 9
26 Psicoanalista 23 85 33
27 Psicosis 83 57 5
28 Psicosomática 80 46 6
28 Pulsión 14 62 36
30 Relación de objeto 56 33 4
31 Sueños 45 27 1
32 Sujeto 3 31 14
33 Superyó 20 28 5
34 Transferencia 75 111 39
35 Trauma 10 85 42
36 Yo 32 73 33
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724 Revista de Psicoanálisis l Tomo LXX l Nº 4 l 2013

Breves comentarios
La palabra acting out y actuación tiene 28 entradas hasta 1990.
Desaparece en 1991 y aparece la palabra acto con 23 entradas hasta 2005.
Mas allá del indudable aumento en la producción escrita que se refleja en la columna
dos se pueden extraer algunas conclusiones, como el lugar que toma todo el rango de
lo afectivo, la disminución del interés por la psicopatología, de los sueños y de la fan-
tasía, el aumento del interés por temas como la identificación, el objeto, Lacan como
autor, el trauma, el yo.

escuela Argentina

En la Revista de 1970 N° 2 se encuentra la síntesis de la metodología de la discusión


que comenzó en el 68, que refleja que hubo un estado de debate en la institución, de
un grado de sinceridad y revuelta propio de la época. Luego las consecuencias, fueron
varios desprendimientos. Plataforma, Documento y más tarde APdeBA.
Se explica la modalidad de trabajo de la cual se desprende que participaron 200
personas en cinco temas diferentes que se articulan con la teoría.

A. Teoría y técnica, el tema es la CT y el subtema las interpretaciones T y CT, introduce


la discusión Cesio.
B. Teoría e institución psicoanalítica con el tema de la formación introducido por
Made Baranger. Se pueden leer allí las bases de lo que será el nuevo contrato cu-
rricular de la APA: la libertad de cátedra y el pluralismo teórico.
c. Teoría y sociedad. Criterio de salud y criterio de realidad con la introducción de
Marie Langer.
D. Teoría e ideología. Interacción mutua con la introducción de Willy Baranger.
e. Teoría y Forma de vida. Introducción de Jorge Mom, que dice: “una forma de vida
permite detectar múltiples características acerca de la ideología, de la identidad,
de los conflictos de una persona” (…) y continúa “dime cuál es tu forma de vida
y te diré que clase de psicoanalista eres”. El problema es que una vez denunciados
ciertos problemas de silencio e inautenticidad dentro de la instituciones, ¿cómo
se puede determinar lo que cabría esperar de un psicoanalista como forma de
vida? Debería haber ciertos acuerdos básicos entre ser psicoanalista y la teoría psi-
coanalítica, y habría que plantearse, dice Mom, si al existir un desajuste entre el
momento actual y la teoría psicoanalítica nosotros no vivimos perseguidos, abru-
mados por exigencias que no podemos cumplir, entonces hay que hablar de crisis
del psicoanálisis. Pero si este sistema en el cual estamos inmersos y del cual for-
mamos parte crea una forma de vida, crea en consecuencia una forma de análisis,
un tipo de análisis que aparece como la causa de nuestra forma de vida y que puede
llevar a pensar equivocadamente en la crisis del psicoanálisis en lugar de la crisis
del psicoanalista. Esta crisis es la que produce psicoanalistas mediocres y teorías
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Claudia Lucía Borensztejn 725

mediocres (sic). Y continúa con el uso del tiempo y la sobreocupación del mismo
por parte de los analistas…
Es interesante comprobar que la conclusión a la que se llega sobre la clave de lo
que se podía llamar La Escuela Argentina fue el uso de la Contratrasferencia. Más allá
de las diferentes concepciones de la misma no había dudas de que en la teoría de la
técnica esto resultaba unificador, pero también se aclara que era un uso relacionado
con la idea de campo analítico de modo que la misma estaba en la base de las con-
cepciones implícitas de los analistas que pertenecían al grupo argentino.
Gracias a la tardía pero bienvenida traducción del concepto de campo psicoanalítico
de los Baranger al inglés, después de 50 años de su aparición en nuestro medio, este
concepto también viene a enriquecer las arcas del psicoanálisis contemporáneo atra-
vesado por las ideas de vincularidad, la mente el analista, la subjetividad con los nuevos
paradigmas surgidos de la caída de la objetividad. (ver Revista 2012, N°3 “El campo
psicoanalítico” De nosotros a los Baranger”).

Mi experiencia como directora:


algunas tareas del trabajo que implica hacer la Revista.

La Revista publicada es el resultado de un laborioso proceso con muchos actores.


Muchas veces se esta corrigiendo una Revista que esta por entrar a imprenta, escri-
biendo la editorial de la misma, y al mismo tiempo seleccionando artículos para la
siguiente y planificando el tema de otra posterior. La tarea principal recae en la
Comisión Editora y la responsabilidad última es del director. El proceso comienza
con la discusión en comité de los temas que vendrán y enviando cartas a la población,
anunciando los mismos así como los tiempos para recepción de trabajos. La secretaria
administrativa los recibe, le quita los nombres para su lectura anónima, lleva una
grilla con el estado de cada trabajo y de cada número de Revista, maneja el tiempo
de los traductores, controla en cada trabajo la cantidad de palabras, resumen y biblio-
grafía, reparte a la comisión los trabajos que llegan para su lectura. La comisión
editora escribe cartas a los autores comunicando la decisión de publicar o no, o el pe-
dido de correcciones, una vez aceptado el trabajo se envía para su corrección y posterior
edición para llegar al último paso de envío a la imprenta.
El comité editorial tiene la tarea de invitar a escribir, de despertar el deseo de que
los autores quieran publicar en la Revista, de leer los trabajos en forma anónima. Esto
también es posible en la actualidad en que el número de autores se ha multiplicado.
Los trabajos se discuten en las reuniones de la comisión cada martes, y las dudas se
consultan con lectores externos a la comisión, se realizan informes. Se invita a escribir
a colegas de otras instituciones, se buscan trabajos para traducir. Se realizan mesas
redondas, se anticipan los temas de las mismas que usualmente coinciden con los del
número, se invita a los participantes de la misma, se la prepara estudiando el tema
con anterioridad, se eligen los trabajos para discutir, y los discutidores, se hacen en-
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726 Revista de Psicoanálisis l Tomo LXX l Nº 4 l 2013

trevistas, se publican los trabajos de congresos latinoamericanos e internacionales, se


piden los trabajos prepublicados de los mismos, se piden autorizaciones a revistas y
autores, se escribe la Revista de libros y de Revistas, se hacen actualizaciones de artí-
culos ya publicados .
La corrección de trabajos implica una minuciosa tarea en conexión con autores,
corrector y director, se corrige la redacción y la bibliografía que suele ser un punto
trabajoso, se piden los resúmenes, se traducen al inglés y portugués, se buscan los
descriptores (esta tarea la realiza Sara Hilda Fernández), se traducen, se envía el
material al editor, hay intercambios entre corrector, editor y director de la revista,
se pide presupuesto a la imprenta, se hacen las pruebas de galeras, tres, que implica
la lectura completa de toda la revista, el editor escribe la nota editorial, se diseña la
tapa, se organiza la contratapa y el índice, que dan cuenta del contenido y que ordena
el número por secciones. Se planifica una presentación del mismo, se envían los
ejemplares a los autores, a librerías e instituciones, al exterior y al interior, se busca
que esté en las Jornadas de APA y de otras instituciones, que esté en la mesa de
ventas de congresos nacionales e internacionales. Seguramente hay más... Todo esto
tiene que ver con el amor a la tarea y con el sentirse orgulloso de ser simplemente
el eslabón de una cadena que precede nuestra acción y que continua hacia el futuro
mas allá de ella.

Resumen

La autora realiza un recorrido descriptivo de los 70 años de la Revista reseñando su con-


tenido tanto temático como de autores secciones y cambios editoriales. A lo largo del mismo
se nota el desarrollo y afianzamiento de una Escuela Argentina de Psicoanálisis que la Revista
atesora en sus páginas. Junto a los cambios de líneas teóricas predominantes se ven los cambios
términologicos que las reflejan. un párrafo aparte se dedica a la discusión sobre la pertinencia
de hablar de Escuela Argentina y otro a la tarea que implica hacer la Revista, para que quede
como guía a las futuras generaciones.

DescrIptores: HISTORIA / REVISTA DE PSICOANÁLISIS / ESCuELA ARGENTINA DE PSICOANÁLISIS

summary
the revista de psicoanálisis : a work in progress

The author makes a descriptive narrative of the 70 years of the Revista in an account of
its contents as well as its themes, sections, and editorial changes. It is possible to appreciate
the development and establishment of the Argentine School of Psychoanalysis which the
Revista treasures in its pages. Together with the changes in the main theoretical trends, it is
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Claudia Lucía Borensztejn 727

possible to see the changes of terminology that reflect them. A special paragraph is devoted
to discuss what characterizes the Argentine School of Psychoanalysis, and another to describe
the task that the editor together with the editorial board has to perform,in order to do the
Revista hoping that it will act as guide for future generations.

KeyworDs: HISTORY / JOuRNAL OF PSYCHOANALYSIS / ARGENTINE SCHOOL OF PSYCHOANALYSIS

resumo
A revista de psicanálise: uma história em construção

A autora faz um percorrido descritivo dos 70 anos da Revista através de uma resenha de
temas, dos autores de secções e das mudanças editoriais. Ao longo do mesmo se destaca o
desenvolvimento e o fortalecimento de uma Escola Argentina de Psicanálise , tesouro que a
Revista tem em suas páginas . Junto das mudanças de linhas teóricas predominantes se
observam seus reflexos nas mudanças de terminologia . um parágrafo especial é dedicado à
discussão sobre a pertinência de se falar de Escola Argentina enquanto outro remete à tarefa
de fazer a Revista ,para que o mesmo sirva de guia para as futuras gerações

pALAvrAs-chAves: HISTORIA/ REVISTA DE PSICANÁLISE / ESCOLA ARGENTINA DE PSICANÁLISE


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729

Pulsión, mundo exterior y niñez:


“mitologías” necesarias de la metapsicología
Raúl E. Levín1

“Pero henos aquí, psicoanalistas, con la


exigencia más intensa que cualquier otra
empresa; la de reinventar la práctica en
cada caso, palabra por palabra”.
Serge Leclaire

Aún cuando esa fuera la propuesta, sería utópico dar cuenta de los cambios y
nuevos desarrollos del psicoanálisis ocurridos a lo largo de los últimos años, si para
ello dedicáramos nuestra atención solamente a las múltiples variantes que caracterizan
al abordaje actual de la clínica.
Es posible sin embargo un ensayo de respuesta a la cuestión planteada, si basamos
nuestra observación no tanto, como es tradicional, en supuestas nuevas patologías
que se ofrecen a la consulta y la concomitante variedad de estrategias para atenderlas,
sino sobre la novedad que puede derivar de centrar el tema en el estudio metapsico-
lógico del propio analista en su función de psicoanalizar.
Considero éste un abordaje pertinente, dado que en los últimos tiempos el interés
de la experiencia y de la formación del psicoanalista se ha trasladado insensiblemente
desde una propuesta técnica que imponía un dictamen – a veces inapelable – sobre
el “qué hacer” ante el hecho clínico, hacia una posición desde la que se considera que
la escucha y la eventual intervención analítica debe ser acorde a la singularidad in-
herente a lo producido en sesión por cada paciente.
No hay entonces inventarios técnicos de los que se puedan extraer soluciones “prác-
ticas”, sino un analista que desde su propia estructura metapsicológica aborda la
clínica a veces apelando a los instrumentos técnicos de los que fue provisto por la ex-
periencia de los analistas que participaron en su formación, pero también con la po-
sibilidad de respuestas originales que provienen de la singularidad propia de lo actual
de cada momento con cada paciente.
En esa dirección, es notorio que hace no muchos años los psicoanalistas estábamos
sujetos a imperativos superyoicos de implementación de la técnica, que impedían
apelar a criterios que quizás hubieran sido más adecuados a los propósitos del des-
pliegue del proceso analítico. A veces parecía que el analista se debía más al cumpli-
miento de las normas técnicas establecidas, que a disponer lo necesario para facilitar
un curso asociativo del que pudieran develarse las formaciones del inconsciente.

1. levinraul@fibertel.com.ar / Miembro de la Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires


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730 Revista de Psicoanálisis l Tomo LXX l Nº 4 l 2013

No voy a abundar en testimonios relacionados con los efectos en la subjetividad


del analista y sus consiguientes derivaciones a la clínica provenientes de esa marca
superyoica que se instalaba en nuestro trabajo. Dicha marca se encarnaba muchas
veces en representaciones de nuestros supervisores, docentes, analistas, o aún de la
institución psicoanalítica como figura totalizadora. Esta instancia nos susurraba en
forma silenciosa (aunque enfática) cómo debíamos proceder en el quehacer clínico.
Sin embargo me parece que el efecto más negativo de la excesiva ingerencia de ese
Superyó que se introducía intrusivamente en nuestros consultorios no era tanto el
malestar que podía generar, sino la inevitable interferencia en la atención libre y
flotante ante las producciones del paciente.
Aunque ignoro si alguien se ha ocupado concretamente de esta temática, creo que
inadvertidamente, a lo largo de estos últimos años, ese lugar de un Superyó impreg-
nando posesivamente la clínica ha cedido, dando lugar a nuevos desarrollos, pero
fundamentalmente derivando en que los psicoanalistas dispongan de una mayor fle-
xibilidad, fundando una clínica respaldada en la confianza en la formación y en los
fundamentos de la teoría, más que en palabras evocadas sentenciando en forma per-
manente “lo que está bien” y “lo que está mal” en su práctica clínica.

Lo consciente y el mundo exterior

Para referirme al interés que puede resultar del estudio de la metapsicología del
analista para abordar una caracterización del psicoanálisis de hoy, introduje como
ejemplo el diferente lugar que ocupa el Superyó, si lo consideramos en contraste con
el que operaba en nosotros en la clínica hace unos años. Se trata de una idea muy ac-
cesible a los que tenemos algunos años de práctica, y hasta podría al respecto generar
un anecdotario interminable. Pero también hay que tener en cuenta que la noción de
Superyó se ha tramitado suficientemente en la teoría y en la práctica, como para que
pueda ser recortada y reconocida subjetivamente con bastante facilidad desde un en-
foque metapsicológico.
Sin embargo, la posibilidad de interrogación sobre el mismo psicoanalista desde
dicho enfoque puede además poner en evidencia vacíos teóricos, a los que la clínica
reclama respuestas. Pienso que ese es el caso de lo consciente que, si bien siempre
está presente y produce efectos, reconocidamente no tiene un lugar acorde a su im-
portancia para la teoría y para la clínica.
No es mi intención, ni tampoco mi posibilidad, realizar sobre este tema una ela-
boración teórica exhaustiva. Pero, al menos, espero poder dejar planteados algunos
problemas que den cuenta de las dificultades de dicha elaboración. Hay un cierto
déficit histórico atribuible en parte a que la jerarquía que el psicoanálisis atribuyó a
“lo inconsciente” (tanto que hasta puede decirse qué es lo que lo define) desalojó de
la metapsicología la posibilidad de un interés similar sobre “lo consciente”.
Sin embargo, esta argumentación puede ser insuficiente. La respuesta acerca del
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Raúl E. Levín 731

menor énfasis en el estudio de “lo consciente” puede estar relacionada más con su di-
ficultad intrínseca que con factores contingentes. Para asombro de las psicologías po-
sitivistas (para las cuales es su “blasón”) quizás el psicoanálisis debiera apelar a ca-
minos tanto o más especulativos para tratar “lo conciente” que cuando lo hace con
“lo inconsciente”. Seguramente no es fortuito que Freud haya eliminado ese capítulo
de su Metapsicología.
Ésta sucesión de trabajos comienza con el referido a “Pulsiones y destinos de la
pulsión” (1914). Este texto se inaugura con una presentación epistemológica por parte
de Freud en la que señala que para construir su concepción metapsicológica del aparato
anímico debe apelar a un punto de partida, un principio “prestado de otra ciencia”
(la biología) sobre el que va a erigir su sistematización. De tal manera el concepto de
pulsión (o de instinto) es reconocido como de origen ajeno al psicoanálisis, aunque
necesario para su teorización. Se constituye así en “nuestra mitología.”
No sorprende que en los sucesivos trabajos se admita como enigmática una franja
que en lo teórico abarca desde lo inconsciente incapaz de consciencia hasta lo rela-
cionado a la pulsión, a la que solo se puede advenir especulativamente.
Cuando en 1920 se ocupa de los aspectos de la pulsión que operan en forma au-
tomática, “más allá del principio del placer”, Freud advierte al lector constantemente
acerca del carácter especulativo de sus elaboraciones.
Más adelante, en el conocido “diagrama” del “El yo y el ello” (1923), el lugar de la
pulsión, incluida en el Ello, está incorporada al interior del contorno con el que se re-
presenta el aparato anímico.
¿Y en cuanto a la consciencia? En una página anterior del mismo texto la ubica en
tanto “superficie del aparato anímico”, superficie que rodea y delimita ese espacio que
contiene los procesos anímicos, sobre los que se pregunta: “¿Son ellos los que consu-
mándose en algún lugar del aparato como desplazamientos de la energía anímica en
el camino hacia la acción, advienen a la superficie que hace nacer la consciencia, o es
la consciencia la que va hacia ellos?” (p. 21).
El trazo que cierra en tanto esquema la representación del aparato anímico es pro-
ducto de un intercambio constitutivo del sujeto, en el que operan las instancias tal
como se introducen en este texto, de las cuales el Yo ocupa parte de esa suerte de
membrana activa que es lo consciente ocupando los aspectos más sensibles abiertos
hacia la percepción del mundo exterior, como a la vez relacionándolo con lo incons-
ciente (y el Ello, la pulsión).
un poco después, Freud dice: “Para el yo, la percepción cumple el papel que en el
ello corresponde a la pulsión” (p. 27).
Es en este punto en el que se producirá una desproporción teórica que contradice
la simetría enunciada en la frase anterior. Porque si bien sustentada en un reconocido
carácter especulativo, el estudio de las relaciones entre ello (o lo inconsciente) y pul-
sión, no dejó de ser un tema permanente de interés y de estudio del psicoanálisis, ge-
nerando un énfasis insistente y frecuentemente polémico. Pero en cuanto a la percep-
ción y especialmente a su objeto, lo que Freud no deja de nombrar en este texto de
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732 Revista de Psicoanálisis l Tomo LXX l Nº 4 l 2013

1923 como “mundo exterior”, “realidad exterior” o simplemente “realidad”, son muchas
menos las respuestas. Ni siquiera en términos especulativos se plantea una forma de
abordaje. En el “diagrama” mencionado de la página 26, tampoco dicho “mundo ex-
terior” está mencionado en el lugar que le corresponde, por fuera de su contorno,
como objeto de la percepción consciente.
Sin embargo en la clínica dicha realidad exterior es un tema que, aún falto de te-
orización metapsicológica, se impone cotidianamente. Se constituye también, como
la pulsión, en una mitología quizás de mayor dimensión porque el psicoanálisis ca-
rece de medios para incorporarla aunque fuera en forma especulativa a la teoría.
A diferencia de la pulsión, esa franja de la consciencia que transcurre desde la per-
cepción hacia su objeto, la que denominamos mundo exterior, es aún más desco-
nocida desde la teoría.
El reconocimiento de este vacío conceptual, que quizás refiere a una imposibilidad
de la teoría, es no solamente advertido (y experimentado) por los psicoanalistas como
un déficit, sino que también lo es en general por la comunidad de alguna forma co-
nectada e interesada en el psicoanálisis.
Llama la atención, entonces, que para conformar la metapsicología psicoanalítica,
lo denominado “mundo exterior” pueda constituirse en otra mitología, como lo fue
reconocidamente el tema de la pulsión.

comentarios

Por supuesto no pasó desapercibida a Freud la necesidad de teorizar la articulación


del “mundo exterior” con la instancias psíquicas tal como fueron enunciadas en 1923.
Pero en general no llegó más que a “articulaciones” precisamente, que no pudieron
ser incorporadas a su concepción estructural de la metapsicología.
un ejemplo en ese sentido, que hasta remeda la versión aristotélica de la percepción
visual, proviene de la siguiente cita tomada de “Nota sobre la pizarra mágica” (1925):
“Sería como si el inconsciente, por medio del sistema P-Cc, extendiera al encuentro
del mundo exterior unas antenas que retirara rápidamente después que éstas tomaran
muestra de sus excitaciones” (p. 247).
Ya como de otra envergadura, podría considerarse respuesta (y confirmación de
la necesidad teórica de encontrarla) a la necesidad de dar curso a una versión psico-
analítica del llamado “mundo exterior”, la incursión freudiana acerca de las proble-
máticas de la historia, la sociedad y la cultura, de las que dan cuenta los escritos que
en nuestra jerga solemos denominar “sociales” que se suceden a partir de estos mo-
mentos en que se gesta la segunda tópica. De ellos mencionamos como los más im-
portantes, “Psicología de las masas y análisis del yo” (1921), “El porvenir de una ilusión”
(1927), “El malestar en la cultura” (1930) y “Moisés y la religión monoteísta” (1939),
así como comentarios epistolares con personalidades sobre temas acuciantes de la
humanidad como por ejemplo el de la guerra.
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Raúl E. Levín 733

Pero de todos modos sería quizás un exceso requerir del psicoanálisis la resolución
del enigma del “mundo exterior” como contraposición a un supuesto “mundo interior”,
cuando este tema, en tanto objeto de la filosofía, tampoco ha sido resuelto – y segu-
ramente tampoco lo será – a pesar de los muchos siglos de elaboraciones al respecto.
En la práctica clínica la vigencia de la “realidad exterior” es admitida pero a la vez
su teorización tiende a ser desechada, como si se tratara de un tabú que pone en duda
una cierta devoción del psicoanalista por lo inconsciente, ignorando que precisamente
su develamiento es a punto de partida de la consciencia.
Como a la vez es imposible suprimir la noción de lo consciente-en-juego presente
en el campo clínico, es posible que, así como Freud cierra con un trazo el esquema
metapsicológico del esquema del “Yo y el ello” sin dar un lugar al llamado “mundo
exterior”, dejando la supuesta metapsicología encerrada en un mundo interior, también
nosotros hayamos usufructuado durante mucho tiempo la llamada “teoría de la técnica”
como un trazo grueso que nos aísla y demarca de un mundo externo, que no podemos
conceptualizar aún cuando está presente y produce efectos.
Creo sin embargo – y quizás esta “marca” provenga de la “marca” de manejarnos
con un Superyó más benigno a la percepción que la clínica nos ofrece – que en los
últimos años ya que no hemos avanzado demasiado en la teorización del mundo ex-
terno, al menos requerimos cada vez más de las respuestas que a este tema ofrecen
disciplinas que lo abarcan como uno de sus objetos: la filosofía, la antropología, la
etología, la sociología, la historia...aún otras no tan específicas como la literatura y el
arte, también representantes del desenvolvimiento de lo humano en lo que desde el
psicoanálisis llamamos “mundo exterior”.

el psicoanálisis (de) niños

Cuando llega un paciente “adulto”, nos da la mano, habla, mira el consultorio, nos
cuenta sus cosas, sueños, acordamos horarios-honorarios, se consideran circunstancias
de su vida. A partir de la percepción consciente de estos y muchos otros datos – los
más provenientes de su discurso – en tanto analistas configuramos un dispositivo en
el que el encuadre es lo fundamental dirigido a crear condiciones que favorezcan a la
vez ese estado de suspensión de la consciencia que llamamos atención flotante como
así su derivado en el paciente que es la asociación libre.
De la particular (y singular) condición de la escucha psicoanalítica surgirá el sentido
inconsciente del manifiesto del discurso y la interpretación que lo inscribe. Las con-
diciones creadas para que el dispositivo funcione no son a la búsqueda sino a la espera
de sentido. Dichas condiciones son dispuestas a partir de un permanente estado de
recepción consciente, ordenando registros para disponer la posibilidad de ese clima
propio del psicoanálisis, que deja al devenir del discurso y la escucha el advenimiento
de lo que develan las formaciones del inconsciente.
Esto es psicoanálisis.
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En cuanto a la clínica de niños, Maud Mannoni comienza su libro El niño, “su en-
fermedad” y los otros (1982), con esta frase: “El análisis de niños es psicoanálisis” (p.
7). ¿Por qué debe presentar el psicoanálisis de niños con una iteración?
No es posible responder a esta pregunta sintéticamente, y aún disponiendo de más
extensión no podríamos ser exhaustivos. Hay mucho para opinar. La respuesta más
inmediata y convencional, a la que no le falta pertinencia, haría mención a la com-
plejidad inherente al campo clínico del psicoanálisis de niños. Pienso de todos modos
que enunciada así sería insatisfactoria.
En este trabajo solamente pretendo abrir algunas cuestiones siguiendo el planteo
acerca del lugar que corresponde a la consciencia y el llamado “mundo exterior” en
la clínica y la teoría.
Empecemos retomando el título con el que encabecé este apartado. La palabra “de”
está entre paréntesis. Se trata de una preposición, partícula articuladora, que en este
caso nos dice que al niño hay que “articularlo” ¿al psicoanálisis?, ¿al psicoanalista?,
¿al adulto? Se trata de una articulación que alude a una diferencia con el “psicoanálisis”
a secas. Hay ahora en el dispositivo psicoanalítico un niño. La preposición “de” articula,
pero una preposición no sería suficiente para dar cuenta de las complejas condiciones
de dicha articulación. La preposición puede ser intercambiada por otras. Puede ser
“con” niños (muy en boga), “a”, “para”, u otras (esperemos que no “contra” niños,
aunque las resistencias al psicoanálisis de niños la justificaría). No hay una preposición
única que pueda dar cuenta del alcance de esta particularidad entre el niño y el analista.
Habría que crear una preposición que represente a todas, y aún así...
Esta articulación del analista con el niño emplaza no solamente a la teoría sino que
en la práctica plantea un requerimiento permanente de la percepción consciente para
crear los dispositivos necesarios que habiliten la posibilidad de un proceso en el que
la atención flotante y la asociación libre (en los niños muchas veces en el juego como
sucedáneo del discurso) sea central.
Para los autores franceses el psicoanálisis se fundamenta en el lenguaje, y en el caso
por ejemplo de un niño pequeño, hay que validarle la trama discursiva que lo refiere.
Sería el psicoanalista el que tiene que apelar a una compaginación de un encuadre
que de cuenta de un discurso colectivo del que el niño y su perturbación surge en un
valor significante.
Melanie Klein no necesita redundar para validar lo psicoanalítico de un psico-
análisis de niños. Construye una teoría del desarrollo temprano, cuando el niño aún
no dispone de un lenguaje propio, apelando a sus propias palabras de psicoanalista
para explicitar el llamado “mundo interno” del infante. Como afirmo en otro texto
(Levín, 2004): “... (Melanie Klein)...No va a constituir una clínica proveniente del len-
guaje como en el caso de Freud, sino un lenguaje derivado de una clínica” (p. 342).
Crea una versión verosímil (“plausible” dirían los etnólogos) sobre los primeros tramos
del psiquismo humano, probado por sobre todo en su enorme eficacia clínica. Puede
entonces refrendar el psicoanálisis de niños, territorio en el que Freud confesadamente
no pudo incursionar, pero obligadamente su teoría, basada en un acceso al psiquismo
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Raúl E. Levín 735

a partir de una operación metodológicamente diferente, no puede ser compatible en


todo con la freudiana.
Esto no la invalida, sino que por el contrario amplía los alcances del psicoanálisis,
que puede ser enriquecido por diferencias teóricas, como ocurre en otras ciencias. Al
dirigirse a fenómenos diversos, la ciencia puede apelar a diferentes teorías. La teoría
newtoniana no puede aplicarse a lo que puede ser explicado por la fórmula de la re-
latividad de Einstein, pero las manzanas siguen cayendo según su formulación.
Que debamos aceptar como psicoanalistas diferentes paradigmas metodológicos
nos lleva a un desafío consciente que contradice la tendencia a negarlos, y nos emplaza
a una constante y singular búsqueda creativa que nos permita resolverlos de la mejor
forma en la clínica.
La concepción kleiniana cierra la idea del psiquismo con un contorno nítido que
priva a lo externo de un estatuto psicoanalítico, como ocurre en el “diagrama” men-
cionado de Freud. La palabra de Melanie Klein recrea un psiquismo infantil transcu-
rriendo en un “mundo interno” lo suficientemente delimitado del “externo” como
para que los mecanismos proyectivos sean posibles. El “mundo externo” en buena
medida estaría condicionado por el “interno”. El ambiente no sería lo trascendente
en las vicisitudes del desarrollo del niño (aunque si se la lee entrelíneas, vemos que
esta idea no es tan radical).
Winnicott, proveniente de la experiencia pediátrica, reconoce el valor de la inda-
gación kleiniana, pero enfáticamente critica esta teoría de un psiquismo infantil en
el que el “mundo exterior” (“el ambiente”) tiene tan poca ingerencia. En “Mi punto
de vista sobre la aportación kleiniana” (1975) llega a decir lo siguiente:

“... [Melanie Klein]...jamás reconoció del todo que junto a la dependencia de la primera
infancia existe verdaderamente un período durante el cual es imposible describir una
criatura sin describir a la madre, a la cual la criatura no ha aprendido a separar de su
ser. Klein afirmó haber prestado la atención debida al factor ambiental, pero en mi
opinión era, por temperamento, incapaz de hacerlo. Tal vez fue una suerte, ya que sin
duda sentía un poderoso impulso para adentrase más y más en los mecanismos mentales
del individuo que constituyen el nuevo ser humano que se halla en el peldaño inferior
de la escalera del desarrollo emocional (p. 215)”.

Donald Winnicott es un autor que rompe esta dicotomía interno-externo, en algún


sentido quizás sin resolverla. Si ensayáramos una representación de la metapsicología
winnicottiana, veríamos lo poco en común que tiene con la de Freud y Klein. Lo pul-
sional (y lo inconsciente) es poco tenido en cuenta. La concepción de lo interno y ex-
terno queda desvirtuado por la incorporación de ese espacio intermedio, “transicional”,
en el que transcurren tanto los fenómenos de la relación madre-hijo, así como el juego
y la cultura. También el psicoanálisis. El tercer espacio crea una contextualización de
la que surge que lo interno y lo externo ya no conforman una unidad binaria.
Mecanismos como los de identificación proyectiva no son pensables si no hay una
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736 Revista de Psicoanálisis l Tomo LXX l Nº 4 l 2013

dualidad nítida interno-externo. Ignoro la razón por la que se considera a Winnicott


un post-kleiniano.
Sin embargo, es evidente que la teoría de Winnicott incorpora una respuesta al inte-
rrogante acerca de “lo ambiental”, aunque para ello debe quebrantar de una manera personal
ciertos fundamentos tradicionales del psicoanálisis acerca de la concepción espacial.

“Marcas de época” del psicoanálisis de niños

La palabra “marcas” es de uso corriente en nuestra jerga psicoanalítica actual.


Refiere a situaciones traumáticas, movimientos que dan cuenta de que la castración
o la Ley dejaron efectos, marcas en el cuerpo, marcas en la identidad, marcas del
Superyó y otras. Si reunimos sus acepciones creo que sabemos a qué nos referimos
cuando hablamos de “marcas de época”.
La época le llega al psicoanálisis. No está tan cerrado sobre sí mismo. El interés
por el seguimiento de lo que ocurre en el medio social y familiar (y en las disciplinas
que se ocupan de eso) es considerado como necesario para su validación.
Los analistas no solo admiten, sino que requieren en lo teórico y en lo clínico que
lo actual se inscriba en el dispositivo. Esto no es en detrimento del rigor con que se
ejerce el trabajo, sino que por lo contrario contribuye al ejercicio de una práctica que
demanda una involucración que amplíe y reconozca la necesidad incesante de una
indagación acerca de los fundamentos del psicoanálisis, entre los que se incluyen los
conceptos de consciencia y “mundo exterior”. Conceptos que, por otra parte, aluden
a fenómenos que siempre estuvieron presentes en el campo clínico.
La dificultad de teorizarlos quizás haya llevado a lo que me referí al iniciar este es-
crito. Hace unos años los psicoanalistas operábamos con un Superyó que hacía las
veces de cancerbero para impedir el reconocimiento de un mundo exterior, tan difícil
de incorporar a los términos de una teorización psicoanalítica. Era una forma de en-
cerrar la práctica en un supuesto aislamiento de lo ambiental. una modalidad con la
que se configuraba la condena de ese Superyó era una enunciación tipo “el que se
ocupa de la consciencia y de lo ambiental, está descuidando el análisis de lo incons-
ciente, y es un poco menos psicoanalista de lo que se espera”.
Es difícil admitir que el llamado “mundo exterior” sea teóricamente otra mitología,
aunque tan presente y necesaria como fue para Freud la relacionada a la pulsión.
Pero lo importante es no solamente reconocer las marcas de época actuales, sino
especialmente que los psicoanalistas finalmente están en condiciones metapsicológicas
de “ser marcados” por la época.
Quisiera, por último, agregar una justificación acerca de por qué considero perti-
nente subrayar dentro de estas consideraciones un apartado que enfatiza una proble-
mática singular relacionada al psicoanálisis de niños.
Pienso que el concepto de niñez establece una paradoja dentro de la concepción
freudiana. Es a la vez otro de los pilares que sostiene el corpus de la teoría, pero desde
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Raúl E. Levín 737

su enunciación sustenta lo inaprensible que es la infancia. “El niño es un objeto


diverso que el adulto” dice Freud en uno de sus textos (1933, p. 137).
Es diferente el concepto de “neurosis infantil” como reconstrucción bajo trans-
ferencia en el psicoanálisis de adultos, del de “niño”, al que el mismo psicoanálisis le
asigna una inaccesibilidad inherente, sustentada en conceptos como el de represión
primaria, amnesia infantil y otros sobre los que no me puedo extender. Recordemos
lo dicho más arriba: Freud mismo consideraba el psicoanálisis de niños un territorio
validado a la clínica, pero para el que no tenía respuesta.
Considero “lo infantil” como un concepto psicoanalítico tan necesario y a la vez
tan inaprensible como lo son el de pulsión y el de “mundo exterior”. Podría ser con-
siderado, como los dos últimos, otra de las “mitologías” del psicoanálisis.
Como medio de aludir a las dificultades de aprehensión de lo que es ese niño, que
a la vez de ser fundamento de la constitución del sujeto se nos muestra como disipado,
voy a transcribir un soneto de uno de nuestros poetas, Carlos Mastronardi, quien a
pesar de no tener ninguna relación con el psicoanálisis, da forma expresiva a la com-
plejidad que encierra este concepto de niñez. Y que como si quisiera avalar esta con-
sideración anotada más arriba de asignar a la niñez el carácter de una mitología, titula
su poema “Aquiles niño”.

AQUILes NIÑo

El tiempo breve te acaricia apenas


por tu pequeña mano detenido,
pero a un hombre ignorado ya encadenas,
y antes de ser recuerdo eres olvido.

un anónimo reino se vislumbra


desde tu alegre eternidad vacía,
y el pasado te espera en la penumbra.
Ningún dios te desteje todavía.

Frente a la infinitud, querido abismo,


se abre el duro pimpollo de ti mismo,
y en tierras que no pisas te construyes.

Prueba tu lengua la hoja nueva: el cielo,


recién mirado, te infundió su anhelo:
perdiendo a tu hombre te desligas y huyes...

Concluyendo entonces, me parece de mayor interés que pensar en las “marcas de


época” actuales, centrar la atención en los psicoanalistas, que hoy se admiten en una
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738 Revista de Psicoanálisis l Tomo LXX l Nº 4 l 2013

mayor disponibilidad para “ser marcados” por la época, sin negar la importancia del
llamado “mundo exterior” para la clínica, pero aceptando a la vez sus obstáculos a
la teorización.
A los psicoanalistas de niños se les agrega el desafío de psicoanalizar a aquellos
que “a un hombre ignorado ya encadenan”, que son el basamento del sujeto en cons-
titución, y que sin embargo son fuente de desconocimiento. “Ningún dios desteje to-
davía” el acceso al mundo infantil. Fuerte agravio al narcisismo derivado de la idea-
lización del conocimiento que pueda provenir de una teoría.
Creo que el psicoanalista de hoy tiene una posición más humilde, que le permite
no tener que apelar a supuestas certidumbres que el conocimiento otorgaría.

Resumen

Para estudiar los cambios y nuevas perspectivas del psicoanálisis, este trabajo propone
centrar la atención no tanto en la multiplicidad de patologías y abordajes que caracterizan a
la clínica de hoy, sino en lo que atañe a modificaciones en la metapsicología del analista, y en
sus derivaciones hacia la posibilidad, y necesidad, de nuevas aperturas teóricas.
Se considera que temáticas tan presentes en los desarrollos psicoanalíticos desde su origen
como las de “mundo exterior” y “niñez” reclaman ser elevadas a la jerarquía de conceptos te-
óricos, aún cuando fuera en términos especulativos, como ocurre con el de pulsión.

DescrIptores: METAPSICOLOGÍA / REALIDAD EXTERNA / CONSCIENCIA / PSICOANÁLISIS DE NIñOS

summary
Drive, external world and childhood:
the necessary ‘mythologies’ of Metapsychology  

In order to study the changes and new perspectives of psychoanalysis, this paper suggests
to focus not so much on the multiplicity of pathologies and approaches that characterize
today’s clinical practice, but rather on the changes in the metapsychology of the psychoanalyst
and, in consequence, the possibility, and the need, of new theoretical ideas.
The author considers that subjects with such presence in the psychoanalytic developments
from the very beginning, such as ‘external world’ and ‘childhood’ should begin to be
considered as theoretical concepts even if they are speculative, as is the case with the concept
of drive.

KeyworDs: METAPSYCHOLOGY / EXTERNAL REALITY / CONSCIENCE / PSYCHOANALYSIS CHILD


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Raúl E. Levín 739

resumo
pulsão, mundo exterior e infância:
“mitologias” necessárias da metapsicologia

Para estudar as mudanças e as novas perspectivas da psicanálise, este trabalho propõe


centralizar a atenção, não tanto na multiplicidade de patologias e abordagens que caracterizam
a clínica de hoje, mas sim no que diz respeito às modificações na metapsicologia do analista,
e nas suas derivações para a possibilidade e necessidade de novas aberturas teóricas.
Considera-se que temáticas, tão presentes, nos desenvolvimentos psicanalíticos desde sua
origem como as do “mundo exterior” e “infância” exigem ser elevadas à hierarquia de
conceitos teóricos, mesmo em termos especulativos, como acontece com o da pulsão.

pALAvrAs-chAves: METAPSICOLOGIA / REALIDADE EXTERNA / CONSCIêNCIA / PSICANÁLISE DE CRIANçAS

Bibliografía

Freud, S. (1914): Pulsiones y destinos de la pulsión. Obras Completas. Buenos Aires, Amorrortu
Editores. Vol. XIV.
— (1920): Más allá del principio del placer. Obras Completas. Buenos Aires, Amorrortu
Editores. Vol. XVIII.
— (1923): El yo y el ello. Obras completas. Amorrortu Editores. Vol. XIX.
— (1925): Notas sobre la pizarra mágica. Obras Completas. Buenos Aires, Amorrortu
Editores. Vol. XIX
— (1933): Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis. Obras Completas. Amorrortu
Editores. Vol. XXII.
Leclaire, S.: Conferencias y Seminarios. Asociación Psicoanalítica Argentina. Buenos Aires. 1975.
Levín, R.E.: “Hacia un psicoanálisis de lo indecible”. Psicoanálisis APDEBA. Vol. XXVI.
Nº 2. 2004.
Mannoni, M.: El niño, “su enfermedad” y los otros. Buenos Aires, Nueva Visión.1982.
Mastronardi, C.: Poesías completas. Academia Argentina de Letras. Buenos Aires. 1982.
Winnicott, D.W.: El proceso de maduración en el niño. Barcelona. Editorial Laia. 1975.
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De la escucha a la escritura,
la transmisión en psicoanálisis
Adriana Sorrentini1

“En la ciudad de Buenos Aires, capital de la República Argentina, a los


15 días de diciembre de 1942, reunidos los Dres. Celes Cárcamo,
Guillermo Ferrary Hardoy, Ángel Garma, María Langer, Enrique Pichon
Rivière y Arnaldo Rascovsky, a fin de constituir una Asociación que tenga
por objeto el estudio y desarrollo de la ciencia psicoanalítica, tal como fue
fundada y desarrollada por Freud, convienen, previa discusión, declarar
constituida la Asociación Psicoanalítica Argentina y sancionar los estatutos
vigentes que regirán la vida de la misma”.
Acta nº 1 de la fundación de APA.

Deseo expresar mi gratitud por la invitación a participar de este número de la


Revista, en tanto festejamos un cumpleaños más de esta imprescindible publicación
psicoanalítica, surgida en los albores de la Asociación Psicoanalítica Argentina.
Comencé con recordar la piedra fundamental de nuestra Institución Psicoanalítica,
a la que le sigue este recuerdo:
“Durante los primeros meses de su existencia, APA no tenía local. Las primeras
reuniones científicas se realizaban en la amplia residencia que C. Cárcamo poseía en
la calle Perú. A mediados del año 1943, se alquiló el local de la calle Juncal 655 y, a
partir de entonces, allí se desarrollaron todas las actividades.” (F. Cesio, 2000).
una de las importantes realizaciones de ese año fue la creación y publicación de
la Revista de Psicoanálisis, siendo el Director de Publicaciones Arnaldo Rascovsky.
Esta Revista tuvo un muy destacado papel en la difusión y desarrollo del psicoa-
nálisis en Buenos Aires, en Argentina y en Latinoamérica. Publicó artículos originales,
incluyendo traducciones al español de muchas contribuciones fundamentales para el
psicoanálisis, contando entre sus lectores a muchos científicos e intelectuales intere-
sados por esta disciplina, en el país y en el extranjero.
Nos recuerda F. Cesio que Rascovsky creó, simultáneamente, la Biblioteca de
Psicoanálisis, cuyo primer volumen fue “Factores psicogenéticos en el asma bronquial”,
de French y Alexander, traducido por él mismo al español, y el segundo título,
“Sadismo y masoquismo en la conducta humana”, de A. Garma, iniciándose así una
nutrida colección de ejemplares originales y traducidos de importantes obras funda-
mentales de psicoanálisis.

1. adrianasorrentini@fibertel.com.ar / Miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina


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742 Revista de Psicoanálisis l Tomo LXX l Nº 4 l 2013

La documentación impresa del recorrido de la escritura en psicoanálisis reconoce


sus comienzos en la recopilación – aún en vida de Freud – de sus escritos: Gesammelte
Schriften, ordenada con criterio temático y publicada en vida de Freud. Luego de su
muerte, el 23 de septiembre de 1939 y durante doce años se publicaron las Gesammelte
Werke, edición ordenada con criterio cronológico.
La obra freudiana, base de nuestra formación analítica, contó con la traducción
de López Ballesteros (1922), los aportes de Ludovico Rosenthal completaron de manera
excelente algunos de los escritos aún no traducidos. Contó con The Standard Edition
of the Complete Psychological Works of Sigmund Freud (1953-1966), y por último, la
incorporación de las Obras Completas, traducida directamente del alemán por
J.L.Etcheverry, de Amorrortu Editores (1975).
Dos cuestiones más: nuestra gratitud al Sr. F. Muñoz por su importante asis-
tencia económica a la APA en sus comienzos, facilitando la publicación de la
Revista, entre otros beneficios, y a Arnaldo Rascovsky, creador entusiasta, quién
sostuvo el cargo de Director de Publicaciones hasta 1954. Por supuesto a los pio-
neros y a todos los colegas que generosamente, por amor al psicoanálisis y a la
APA dedican parte de su vida a sostener el funcionamiento de todos los estamentos
que todos compartimos.
La realidad dice que esta Revista cumple 70 vigorosos años de vida y que hace se-
tenta años que es nexo, enlace, ligadura, vínculo, entre colegas de Buenos Aires,
Latinoamérica y el mundo, por lo menos el hispanoparlante. Es por este medio que
nos comunicamos y compartimos nuestras ideas acerca de diversos ítems del psico-
análisis en un diálogo activo y entusiasta. Decir-escribir y oír-leer, responder y ser
oído-leído, implica una interacción fecunda, un diálogo que abre interrogantes y es-
timula la creatividad y el deseo.
La dupla analítica se replica en este diálogo entre autor-lector, ambos en la búsqueda
del saber por doloroso que éste sea.

Lenguaje, lengua, palabra, escritura

El lenguaje es multiforme y heteróclito, abarca diferentes dominios: físico, fisiológico


y psíquico, es a la vez individual y social. Puede ser gestual, o formar parte del conjunto
de la lengua. Esta conforma un sistema de expresiones convencionales, usado por una
comunidad, permitiendo al sujeto comprender y hacerse comprender pero aquello
que caracteriza a una lengua es la existencia de una masa parlante ya que no existe
fuera del hecho social, siendo el habla su uso individual.
Saussure (1945) completa su concepto de lengua-sistema con una visión personal
de las relaciones entre la palabra y el pensamiento, y entre la materia acústica y los
sonidos lingüísticos: antes de la formulación idiomática, nuestro pensamiento no es
más que una masa amorfa; sólo los signos lingüísticos nos hacen distinguir dos ideas
de manera clara y constante. La sustancia fónica, gracias a la lengua, se divide en partes
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distintas para proporcionarnos los significantes que el pensamiento necesita, de manera


que la lengua, sonido y pensamiento unidos implican divisiones que constituyen su
dominio, el de las articulaciones.
El signo lingüístico une un concepto y una imagen acústica – su huella psíquica –
reemplazados luego por un significado y un significante cuya ventaja es señalar la opo-
sición que los separa, entre ellos y del total del que forman parte.
Sabemos que el signo es arbitrario, es decir inmotivado, no guarda ningún lazo
natural con el significado y, por otra parte no admite el símil de ‘símbolo’ puesto
que éste no es arbitrario y hay un rudimento de vínculo natural entre el significado
y el significante.
un segundo principio a tener en cuenta refiere al carácter lineal del significante,
que es de naturaleza auditiva y se desenvuelve en el tiempo: representa una extensión
lineal. Quiero decir que a diferencia de los significantes visuales, que pueden ofrecer
varias dimensiones al mismo tiempo, los acústicos sólo disponen de la línea del tiempo,
uno tras otro como cadena significante, efecto que se destaca en la escritura, donde
la sucesión en el tiempo está representada por una línea de signos gráficos.
Pero volvamos al lenguaje considerando sus dos vertientes expresivas, la verbal y
la no verbal.
Efectivamente, el lenguaje de los gestos o expresiones es no-verbal, y lo es a con-
dición de prescindir de la palabra. Freud repara en la ‘acción sintomática’ de Dora al
juguetear con la carterita en el diván (1905) y le sirve para interpretar la masturbación.
Desde Freud, los psicoanalistas interpretamos aspectos de este lenguaje que se
nos presenta durante la sesión. Al mismo tiempo que el analizado nos brinda el ma-
terial verbal coexisten manifestaciones no verbales, no sólo gestos automáticos, tics,
llanto, posiciones en el diván, sino silencio de tinte angustioso o letargo, como ma-
nifestación de otra cualidad de sucesos que irrumpe en determinado momento de
la sesión.
En el devenir de la sesión, donde el diálogo analítico transcurría al parecer entre
la escucha del relato del paciente – asociación libre – y la interpretación del analista,
algo ocurre de manera imperceptible y suele sorprender e interrumpir nuestra aten-
ción flotante, la escucha analítica: la irrupción de afecto – angustia – como epifanía
de otro material, actual, somático, sólo percibido por nuestro inconsciente vuelto
a lo inconsciente de nuestro paciente, capaz de captar estas comunicaciones carentes
de palabra.
Si la palabra de la asociación libre, el lapsus o el relato del sueño nos dispone a la
interpretación del material reprimido, la irrupción de lo actual nos esfuerza a una
construcción del acto que ‘ahora’ está insinuando el despliegue de una escena que de-
manda de nuestra palabra para acceder a la consideración consciente del analizado,
aspirando a la posterior elaboración e integración al yo consciente.
Pensando en la propuesta de publicar para el futuro, recordé un trabajo de Fidias
Cesio, leído y discutido durante el Symposium de APA en 1956, sobre técnica psico-
analítica y publicado precisamente en esta Revista en el nº 1-2, volumen XIV de 1957.
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Hacía referencia allí al trabajo con niños, donde el juego y lo gestual fueron interpre-
tados por Klein y Aberastury con originales contribuciones, además de los analistas
de pacientes psicóticos que plantearon la necesidad de la interpretación de material
no verbal, citando a Rosenfeld, Rosen y Liberman.
Cesio decía allí que: “en el análisis de neuróticos, la interpretación del lenguaje no
verbal se realiza raramente, y su estudio sistemático ha sido circunstancial. Mientras
que el niño y el psicótico están obligando al analista a tener en cuenta un lenguaje
no-verbal, el neurótico ofrece la palabra a la interpretación, apartando al analista de
sus otras formas expresivas”.
Cita luego los trabajos de transferencia-contratransferencia de H. Racker y P.
Heimann, que suscitaron el interés de Grimberg y de él mismo, comenzando la in-
vestigación acerca de nuevos elementos a interpretar y procesos que ocurren en la se-
sión, entre paciente y analista, trascendiendo la comunicación verbal.
En ese momento surgían interrogantes acerca de si era lícito hablar de interpreta-
ción, sensu strictu, al utilizar material no-verbal a pesar de que se comprobaba que se
podía hacer consciente un material reprimido, permitiendo la emergencia de impor-
tantes contenidos.
Había serios escrúpulos para utilizar un material que no era brindado por la palabra
del paciente y, de hacerlo, cuando era posible interpretarlo, se cuestionaba su conve-
niencia ya que se trata de contenidos muy profundos ¿sería peligroso liberar afectos
tan intensos? Sin embargo era alentador pensar cómo se podría ampliar el campo de
trabajo psicoanalítico:
“Si seguimos especulando en el mismo sentido, encontramos que, por medio del
psicoanálisis, las posibilidades de movilizar contenidos “ello” son infinitas, hasta el
punto que podemos plantear la posibilidad de transformar la materia biológica en
palabras. El influjo inconsciente a través del cual el paciente ejerce una acción sobre
nosotros, está en el límite entre lo psicológico y lo somático (…) el estudio profundo
de las situaciones transferenciales no-verbales, nos abre un magnífico camino para
llegar al conocimiento íntimo del fenómeno psicosomático”.
Y también que el hecho de interpretar el material no-verbal “desenmascara los ni-
veles más profundos de la transferencia, y moviliza cantidades máximas de afecto”.
(Cesio, 1973, p. 81).
Fue escrito con efecto futuro.
Sabemos que ya se estaba hablando de la contratransferencia, de lo que llega al
analista más allá de la palabra como vivencias que producen efectos somáticos y ocu-
rrencias en el analista, quien puede entonces ensayar la construcción del acto del que
participa en la sesión descubriéndose como actuante de la escena transferencial.
Hoy es futuro de esas primeras especulaciones teórico clínicas consignadas
por escrito en la Revista, y nos permite ver los comienzos del enorme desarrollo
que ha tenido el psicoanálisis ampliando su campo de acción más allá de las psi-
coneurosis, incluyendo lo actual y lo somático, en la tarea de aliviar el sufrimiento
humano.
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Para seguir este ejemplo de publicar hoy, también para el futuro, y sólo para
ejemplificar la secuencia de lo que planteamos, el trabajo siguiente que continúa
desarrollando el tema fue publicado en la Revista de Psicoanálisis vol. XX nº 2, de
1963 y en 1965 vol. XXIII, y refiere a la transferencia-contratransferencia como de
una experiencia inconsciente extraverbal, que F.Cesio seguirá desarrollando en tra-
bajos posteriores. Es clarísimo el testimonio que brinda la publicación acerca del
avance y desarrollo de las ideas, que este autor y muchos otros han producido a lo
largo de la vida y han brindado a la consideración de los colegas-lectores incenti-
vando el intercambio.

La voz y la palabra

Podemos considerar tres estados de la voz, sustancia sonora: como grito o voz
bruta, animal, sonido inarticulado y potente; la voz articulada como palabra o lenguaje,
facultad puramente humana, y por último la voz modulada o canto.
La voz, en alemán Stimme, designa habitualmente, además de la facultad de pro-
ducir sonido – Laute – al conjunto de los sonidos producidos que salen de una boca
humana; es phonè, fonación, una capacidad antropológica y actual ya que se percibe
ahora, en el lugar y momento en que se produce. J. Corominas data el vocablo ‘voz’
en el año 1140, proveniente del latín Vox, Vòcis, ‘sonido producido por el aire expelido
por los pulmones al hacer vibrar las cuerdas vocales’.
El mundo externo surge para el infans – el que no tiene palabra – a partir de que
es apalabrado por su adulto, quien lo introduce en el mundo simbólico y del lenguaje,
del cual debe apropiarse.
El psicoanálisis se interroga acerca de la doble pertenencia del sujeto inconsciente
al orden de la mirada y la palabra, ya que somos vistos y videntes, hablados y hablantes,
mejor dicho: pos-hablantes. (Sorrentini, 2009).
La palabra es una característica humana, organiza el pensamiento, el habla, la
escritura.
A partir del primer grito del recién nacido, que sólo parece expresar la angustia
ante el trauma del nacimiento que subvierte su metabolismo y por primera vez le
exige tener que hacer para vivir, ya nada será igual, la castración fálica representada
por el corte del cordón umbilical le dice que a partir de ahora su vida depende de
que haga lo que debe hacer para vivir: respirar, alimentarse, hacerse amar.
Inmediatamente, en virtud de la identificación primera y previa a toda catexis de
objeto recibe la información filogenética, la de sus ancestros – que completa la versión
genética – el ideal, y las que luego constituirán las voces de su inconsciente, el mandato
de los dioses. El hecho de ser humano implica estar sujeto a las voces, las que per-
durarán en nuestro interior como atadura al Otro parental, y por el sepultamiento
(Untergang) del complejo de Edipo, que conforma la segunda atadura simbólica al
superyó parental, esencialmente vocal.
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746 Revista de Psicoanálisis l Tomo LXX l Nº 4 l 2013

Aprendemos a hablar al ser hablados, asociando una imagen sonora de palabra oída
a una representación motriz – sensaciones centrípetas en los órganos del lenguaje – más
la imagen sonora de la palabra emitida por nosotros al imitar lo dicho por otro; desde
el laleo y balbuceo inicial aprendemos a pos-hablar a partir de lo proferido por el otro
parlante. Así también aprendemos a deletrear y finalmente el complejo aprendizaje de
la lectura y la escritura, que co-implican la visión, el tacto, la motricidad fina.
Metapsicológicamente la palabra es una representación compleja conformada por
elementos acústicos, visuales y kinestésicos, y adquiere significado por su enlace con
la representación-objeto (Objektvorstellung), un complejo asociativo de diversas re-
presentaciones visuales, acústicas, táctiles, cenestésicas, que permiten construir un
objeto en el proceso del conocer. Eso es Objekt, mientras que Gegenstand designa eso
que está ahí, un objeto del mundo, y Ding en cambio indica la cosa material corres-
pondiente a Sache, la cosa del pensar, la cosa humana con la connotación de un “es-
corzo concreto”, ya sea visual, táctil, etc.
La Wortvorstellung, representación-palabra, comprende la imagen sonora, la imagen
visual de letras, la imagen motriz del lenguaje y la imagen motriz de la escritura (Freud,
1915), un complejo cerrado que se enlaza con la representación-objeto
(Objektvorstellung) sólo desde la imagen sonora, verbal, la cosa apalabrada mediante
la voz. La palabra es el resto mnémico de la palabra oída.
La conceptualización del psicoanálisis comenzó a partir de la clínica, fundamen-
talmente de la histeria, en la que predomina un ‘dar a ver’ el síntoma que, prontamente
Freud interpretó desde una acepción simbólica donde ver es saber, entender del síntoma,
y comenzó entonces a quitar la vista de las actuaciones para privilegiar la escucha de
su decir, la voz de la histeria en todas sus manifestaciones, suspiros o gemidos, gritos
o susurros, llanto o risa, tos, carraspera, estornudo, hipo, llegando a la palabra emitida
y oída por ambos actantes de la escena analítica. Desde entonces, analizado y analista
oímos y proferimos palabras. Palabras de la asociación libre, palabras que en virtud de
su característica polisémica, metafórica, son pasibles de interpretación.
El encuadre y la abstinencia implican la renuncia a la mirada haciendo resaltar la
voz y sus matices, estridencias, ronqueras y silencios siempre plenos de sentido. La
voz emerge con todos sus matices mucho más destacados si el orador está fuera del
campo visual.
El analista, al hablar sustraído de la mirada del analizado es sólo una voz encarnada
e invisible, proferida por un objeto tabú, máscara – prósopon – o persona.
Freud (1912) utiliza la metáfora auditiva recomendando volver nuestro inconsciente
hacia lo inconsciente contenido en el discurso de nuestro analizado, mediante la ana-
logía del auricular del teléfono que se acomoda al micrófono del cual provienen las
palabras del paciente.
El futuro de esa recomendación es hoy, representado además por la práctica del
análisis a distancia en los casos en que se utiliza el teléfono, donde la tecnología puede
dar solución a situaciones difíciles, en las cuales la distancia física llevaría a una in-
terrupción no deseada ni elegida.
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Adriana Sorrentini 747

Pienso que se mantiene el encuadre en tanto se respete lo pactado en cuanto a ho-


rarios e intimidad, el libre asociar y la escucha analítica, ya que la abstinencia refiere
a la vista y al tacto, pero no a la voz, que es lo destacado en estas comunicaciones en
las cuales la palabra adquiere mayor intensidad por la ausencia de otros estímulos,
por lo tanto no debería incluir cámara de video, salvo en un encuadre frente a frente.
Por otra parte, es fundamental mantener la garantía del encuadre abstinente, el que
permite la emergencia de lo inconsciente y el despliegue de lo actual exactamente
igual que en la sesión habitual, en el consultorio y con la presencia física de ambos
actantes. El mantenimiento de la regla de abstinencia pone a prueba la capacidad del
analista, consciente de su participación en la neurosis de transferencia donde tiene
que interpretar el drama del qué es protagonista. La resistencia a analizar estas trans-
ferencias en su persona lleva a la pérdida de la neutralidad, la actuación que se ma-
nifiesta en la elección de otras técnicas alternativas, las que eluden la aplicación de la
abstinencia que sólo es posible con una sólida formación.
A propósito del encuadre, diferencié (Sorrentini, 2004) dos aspectos que me parece
útil precisar: el contrato, que refiere al trato-con el otro en cuanto a pacto, convenio
o acuerdo entre partes que se comprometen a cumplir lo convenido entre el yo del
analista y el yo del futuro analizado. Establece las condiciones en las cuales se llevará
a cabo el tratamiento, la frecuencia de sesiones y su duración, conviniendo horarios
y honorarios, así como todos los términos formales de un contrato.
El otro punto es el del encuadre propiamente dicho, explicita al futuro analizado
la manera en que se desarrollarán las sesiones, el marco referencial dentro de cuyos
límites se dará el encuentro, el uso del diván, el hablar sus pensamientos suspendiendo
toda crítica o censura, olvidando la coherencia lógica del discurso social privilegiando
en cambio las ocurrencias, por absurdas que le parezcan. No callar ningún pensa-
miento, palabra, imagen, sensación o afecto que sobrevenga durante la sesión por
mucho que lo rechace. El analista a su vez, le asegura su escucha y su palabra de in-
terpretación, manteniendo silencio acerca de que se dispondrá a discernir el material
inconsciente en todo cuanto se le comunique, absteniéndose de toda censura, po-
niendo su propio inconsciente como órgano receptor. Y aquí es donde tiene impor-
tancia la abstinencia, el elemento fundamental que sostiene el encuadre que limita,
da marco y garantía a la escena transferencial que se desplegará en el no-tiempo y
espacio de la sesión. Fuera del tiempo y espacio de la conciencia, todo es vivencial,
aquí y ahora.
Es clarísimo que la regla de abstinencia indicada por Freud señala el lugar de la
sobriedad, la continencia y la templanza, prohibiendo todo exceso del poder del
analista quién, en virtud de la transferencia en sus diferentes modalidades, evidencia
una asimetría que lo responsabiliza de cualquier vicisitud.
La prohibición recae sobre el analista quién, conciente del poder que lo inviste,
sostendrá las imagos proyectadas, amenazantes o culpógenas, con el fin de analizar,
cuidándose de actuar desde la idealización y el poder conferido, so pena de destruir
el análisis perdiendo su lugar.
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Decía en un artículo acerca de la voz (Sorrentini, 2009), que el padre transmite


la ley que introduce en la cultura y en su malestar. Lo inconsciente es mediado en la
sesión por la voz del analista quién, en virtud del encuadre abstinente, se coloca fuera
de la vista del analizado, suspendiendo lo visual y reforzando lo acústico. La voz ora-
cular, oculta, pone al analista como la Pitia en función de médium, que interpreta
lo oído poniendo al analizado frente a la enunciación de su deseo, cuyo efecto es de
retorno al demandante para interrogarse, desde el socrático “Conócete a ti mismo”
a la cita de El diablo enamorado, de J. Cazotte, que hace Lacan cuando ante la invo-
cación surge el monstruo que interroga: “¿Che vuoi?” obligando a la autointerrogación
acerca del propio deseo.
Hoy es futuro de lo publicado hasta ayer, pero pasado sin duda para el próximo
lector, sobre todo en el mundo vertiginoso en el cual vivimos. Como analistas no de-
beríamos perder una intelección fundamental: el inconsciente es atemporal.
Nosotros trabajamos con eso inconsciente atemporal, siempre ahora, siempre
actual, el hic et nunc de la sesión, donde la temporalidad del discurso dada por los
tiempos verbales, puede aludir – como el relato de un sueño – a lo que está experi-
mentando nuestro analizado ahora, en la escena transferencial, remitiéndolo a repre-
sentaciones desplazadas en lugar y tiempo en virtud de la resistencia que despierta el
encuentro con esas vivencias.
Es evidente que los cambios epocales de la cultura implican muchas diferencias
que exigen modificaciones formales. Esto es fundamental: poder diferenciar lo
formal – sujeto a cambios acordes a usos y costumbres contemporáneas – de lo
fundante, basal, de ciertos conceptos sin los cuales se desvirtuaría lo esencial del
psicoanálisis.
Cuando el analista no ha alcanzado una formación suficiente es frecuente que ceda
ante sus resistencias y busque aliviar la tensión que significa sostener el encuadre mo-
dificándolo, no ya en lo formal y circunstancial, sino en sus aspectos esenciales, es-
cudado en la idea de los cambios culturales.
Los pilares básicos que orientan nuestro accionar clínico y teórico son: Inconsciente,
sexualidad, represión, complejo de Edipo, resistencia. Freud, en 1922, concluía: “Quien
no los acepte no debería contarse entre los psicoanalistas”.
Pero estos conceptos mantienen su vigencia y vitalidad si son puestos a trabajar
desde la tensión que se genera entre diferentes posiciones, visiones de la teoría que
producen un trabajo vivo y en permanente interrogación. Pluralismo de ideas teóricas
y no de otros intereses de poder político o simplemente resistencial, evitando el eclec-
ticismo esterilizante que lleva a la confusión de lenguas y conceptos.
Sostengo importante la capacidad de escucha de todas las voces, unida a la capa-
cidad de discriminación de conceptos que, necesariamente, deben ser reconocidos y
diferenciados para su adecuada valoración. No todo es psicoanálisis aunque sea valioso,
la diferenciación no implica un juicio de valor; a los psicoanalistas nos interesa rescatar
el valor psicoanalítico de los conceptos que aporten mayores desarrollos a nuestra
disciplina. Los fundamentos de la técnica proporcionan la clave para comprender el
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Adriana Sorrentini 749

desafío que significa sostener los principios del psicoanálisis, siempre amenazado de
una crisis de identidad y de dilución.
Por un lado, logró un alto grado de reconocimiento a lo largo del siglo XX contri-
buyendo al conocimiento del ser humano, sus dolencias y sufrimientos a presentación
psíquica o somática. Y por otro lado, sus múltiples extensiones al participar de psi-
coterapias en general, acompañando otros tratamientos médicos, quirúrgicos, farma-
cológicos, o participando en la pedagogía, problemas de conducta, comprensión de
fenómenos sociales, a la vez que validan los fundamentos que lo sostienen determinan
una confusión acerca de su especificidad.
Recuerdo unas palabras de Ángel Garma, quien decía que “…todo buen movimiento
psicoanalítico se desarrolla necesariamente en un ambiente de resistencias…” y su his-
toria lo demuestra. En su artículo ‘Psicoanálisis’, Freud (1922/3) dice que durante más
de un decenio fue su único sostenedor, y que a pesar de todas las condenas no fue
posible detener su crecimiento y difusión. Entre 1911 y 1913, debido a resistencias
internas, hubo dos dolorosas escisiones: la de Jung y la de Adler, y a lo largo de los
años no ha cejado la oposición, basta ver el retorno de lo reprimido cíclicamente.
En 1914, en “Contribución a la historia del movimiento psicoanalítico”, podemos
leer al respecto:
“El psicoanálisis soportará esta pérdida y a cambio de estos partidarios ganará
otros, (…) que les sea permitido llevar hasta el final y sin tropiezos sus trabajos en
las profundidades.”
El 6 de enero de 1997, se llevó a cabo en Buenos Aires un simposio en el ámbito
de la Casa de Delegados de IPA cuyo título era: “Psicoanálisis hoy: Desafíos y pers-
pectivas. Desafíos en la técnica.” La moderadora fue Haydée Faimberg, el Reporter,
Ethel Spector Person, y el presentador, Fidias Cesio, quién entre muchas precisiones
destacaba las dificultades de los psicoanalistas para mantenerse dentro del psicoanálisis
y evitar situaciones de actuación que dañarían al paciente y desprestigiarían al psico-
análisis mismo. Transcribo unos párrafos que considero plenamente vigentes, escritos
para entonces y para hoy, futuro de esos días:
“La observación nos revela que los conceptos que definen al psicoanálisis y por
ende a su técnica, como lo son el fundamento sexual, el incesto, el complejo de Edipo,
el inconsciente, la culpa inconsciente, la represión, la resistencia, la transferencia etc,
así como la interpretación-construcción y reelaboración basada en estos principios,
dan al psicoanálisis su poder terapéutico y su lugar en la ciencia y en la sociedad.”
En los casos en los que las resistencias de los analistas a la utilización de estos
principios, fundamentales para la comprensión y tratamiento de sus pacientes, se
manifiestan en su práctica por un apartamiento de su plena aplicación y en la sus-
titución de los mismos por derivados en los que se ha suprimido lo fundamental
de esas premisas, el psicoanálisis deja su lugar a los conocidos como ‘tratamientos
alternativos’. Por fin, esos ‘pseudoanalistas’ llegan a la conclusión de que la aplicación
de esos derivados son los válidos y que el psicoanálisis entendido como la plena
aplicación de los principios fundamentales está obsoleto, sustituido por los ‘nuevos
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750 Revista de Psicoanálisis l Tomo LXX l Nº 4 l 2013

descubrimientos’. Es así como contribuyen a la pérdida de la identidad del psicoa-


nálisis y de su poder para el descubrimiento de lo inconsciente y para aliviar los su-
frimientos de los seres humanos; por otra parte, a la vez que perturban el lugar del
psicoanálisis en la sociedad, impiden el establecimiento de una clara identidad para
las psicoterapias.”
En este punto es pertinente aclarar que deberíamos evitar la confusión de los tra-
tamientos alternativos con las psicoterapias basadas en otra teoría y con una técnica
específica, en las que el abordaje es desde el comienzo diferente, aunque utilicen, entre
otros, elementos extraídos de la teoría psicoanalítica. Convengamos que son psico-
terapias que no intentan ser psicoanálisis ni sustituirlo.
Estas ideas acerca de los problemas que preocupaban a los psicoanalistas de la IPA
en 1997 son una muestra de la compulsión de repetición que nos aqueja ya que estamos
volviendo una y otra vez a discutir los mismos interrogantes, los que comenzaron ya
en vida de Freud.
Otro debate recurrente es el que se origina en cuanto a la frecuencia de las sesiones.
Por supuesto que no define ‘per se’ las bondades del análisis, pero suponiendo que se
den las otras premisas, todos sabemos que Freud estimaba que una sesión diaria, de
ser posible de lunes a sábado, era lo óptimo y que, “En casos benignos o en continua-
ciones de tratamientos muy extensos, bastan tres sesiones por semana” (1912), y tam-
bién que la IPA indica una frecuencia mínima de cuatro sesiones para el análisis ne-
cesario para la formación de psicoanalistas.
Con una sesión, así como el análisis de un sueño, podemos descubrir contenidos
inconscientes que darían sentido a determinados síntomas, pero no es suficiente para
el conocimiento y modificación de determinada estructura, más allá que puede traer
un cierto alivio, difícilmente duradero. un acto parcial de conciencia de cierta idea
patógena no es suficiente, su actividad inconsciente continúa generando síntomas, y
sabemos que para lograr la meta del cambio psíquico, la alteración terapéutica del yo,
es necesario un largo proceso de reelaboración – durcharbeitung – volver una y otra
vez durante muchas sesiones a interpretar y construir partiendo de las asociaciones,
ocurrencias y vivencias, para establecer el progreso de la cura.
Si convenimos que el trabajo del analista es arduo y en lucha continua para vencer
las resistencias que lo acosan, siempre renovadas, no dudaremos acerca de lo respon-
sable que debe ser la formación de los aspirantes a devenir psicoanalistas.
La premisa fundamental es un análisis personal, profundo y prolongado que,
cuando transcurre durante la formación institucional formal y acompaña el reco-
rrido de la supervisión clínica y la incorporación de los fundamentos teóricos en
los seminarios, se denomina ‘didáctico’ y es realizado por un analista de experiencia
en función didáctica. Es un requisito indispensable para dotar al analista de la ne-
cesaria claridad y fortaleza ya que, como consideraba Freud, “Hemos notado que
cada psicoanalista sólo llega hasta donde se lo permiten sus propios complejos y
resistencias interiores…”(Freud, 1910).
Hace 17 años, con un grupo de colegas, fundamos una publicación psicoanalítica,
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Adriana Sorrentini 751

La peste de Tebas, cuyo primer número fue dedicado al tema candente de esos día de
1996: La crisis del psicoanálisis. Coherentemente, planteábamos que se trataba una
vez más de la crisis de los psicoanalistas, en virtud de las resistencias no analizadas.
Veíamos, al igual que hoy en día, que las dificultades surgían de los mismos analistas,
una compulsión a la repetición a esta altura claramente comprobable.
Es probable que la activación de la culpa inconsciente, naturalmente excitada
por nuestra incursión en lo inconsciente junto a nuestro analizado, sea responsable
del surgimiento de la resistencia, semejante a la que participa en la reacción tera-
péutica negativa.
Mientras la resistencia de la sociedad y la de los propios pacientes ante el psicoa-
nálisis es esperable y comprensible, desde el momento que se habla y trae a primer
plano lo que trabajosamente se ha reprimido y sepultado, la de los psicoanalistas es
muy grave y muestra un déficit en su formación analítica.
Como consecuencia, encontramos una declinación progresiva de la creencia en la
eficacia terapéutica del psicoanálisis, particularmente grave entre los analistas y con-
secuentemente entre los enfermos que, desde siempre reclaman que la cura sea rápida
confiable y agradable.
Vemos que ante el deterioro sufrido en la imagen pública, y ayudados por la escasa
convicción de los propios analistas que, para lograr aceptación, crean técnicas ad hoc
en las que se omite lo inquietante – transferencias sexuales, incestuosas, etc. – y cre-
yendo eliminar las resistencias sociales, incurren en una actitud poco menos que sui-
cida ya que significa la destrucción del psicoanálisis, se observa una creciente tendencia
a buscar ayuda en terapias alternativas, algunas derivadas del mismo psicoanálisis,
otras de la psiquiatría que ofrece la utilización de psicofármacos para eliminar los sín-
tomas, las neurociencias que ofrecen explicaciones biológicas, del cerebro y las neu-
ronas que también excluyen al yo de cualquier interrogación o responsabilidad, y
otras, como en el pasado remoto en fuentes esotéricas, mágicas. Hoy en día constituyen
una curiosa reanimación de las curas termales y la electroterapia prefreudiana, adap-
tada a la modalidad contemporánea.
El sufrimiento humano reclama respuestas, pero como los argumentos de la razón
no alcanzan porque la resistencia es siempre inconsciente, el analista es quien debería
“realizar una operación lo más acorde posible a las reglas del arte” al servicio de nues-
tros pacientes para aliviar su sufrimiento neurótico y devolverlos al sufrimiento común
de la humanidad.

Resumen

Conmemoramos 70 años de la Revista de Psicoanálisis de la Asociación Psicoanalítica


Argentina, recordando las vicisitudes que cíclicamente soporta el psicoanálisis por sus carac-
terísticas ‘subversivas’.
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752 Revista de Psicoanálisis l Tomo LXX l Nº 4 l 2013

Sus comienzos pujantes en Buenos Aires, la fundación de la Revista, la Institución y el ins-


tituto para formación de psicoanalistas.
La palabra, medio específico del que se vale el análisis para la interpretación de lo reprimido,
considerando el lenguaje no verbal, afecto, lo somático, las manifestaciones actuales de lo in-
consciente sepultado y lo no reprimido.
Las resistencias inconscientes de los analistas llevan a distorsiones del psicoanálisis,  la in-
troducción de tratamientos alternativos, a veces inoperantes o nocivos para el paciente y el
psicoanálisis que así se desprestigia.
Destacamos, con Freud y los pioneros, la importancia de una sólida formación, que permita
al psicoanalista afrontar las durísimas situaciones a resolver en el transcurso de ciertos análisis,
y una sociedad hedonista y actuadora.
Destacamos el paralelismo de lo escrito por Freud y los maestros que nos precedieron,
nuestros propios aportes y observaciones de hace años, donde encontramos tanto preocupa-
ciones repetidas desde Freud en adelante, como ideas precursoras de desarrollos que amplían
las fronteras del psicoanálisis sin diluirlo, conservando su especificidad.

DescrIptores: METAPSICOLOGÍA / REALIDAD EXTERNA / CONCIENCIA / PSICOANÁLISIS DE NIñOS


AUtor-teMA: CESIO FIDIAS

summary
From listening to the script, the transmission in psychoanalysis  

We commemorate 70 years of the Magazine of Psicoanalisis of the Argentinian


Psychoanalytic Association, recalling the vicissitudes cyclically beared by psicoanalisis by its
“subversive” characteristics.
Its vibrant beginnings in Buenos Aires, the foundation of the Magazine, the Institution
and the institute for the training of psychoanalysts.
Speech, specific means of which the analysis makes use for the interpretation of the
repressed, considering -construction- the nonverbal language, affection, the somatic, current
demonstrations of the unconscious buried and of the not repressed.
The -unaware- resistances of the analysts carry to distortions of the psychoanalysis,  the
introduction of alternative treatments, sometimes inoperable or harmful for the patient
and thus discredits psychoanalysis .
We stand out, with Freud and the pioneers, the importance of a solid training, allowing
the analyst to face the harsh conditions to be solved in the course of certain analyzes, and a
hedonistic and false society.
We also stand out the parallelism between the written by Freud and the teachers that
preceded us, our own contributions and observations from years ago, where we find  both
repeated concerns from Freud onwards, as precursors ideas of developments that expand the
boundaries of psychoanalysis without diluting , preserving its specificity .
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Adriana Sorrentini 753

KeyworDs: WRITING / LISTEN / LANGuAGE / VOICE


AUtor-teMA: CESIO FIDIAS

resumo
De ouvir o script, a transmissão em psicanálise

Comemoramos 70 anos da Revista de Psicoanálisis da Associação Psicoanalítica


Argentina, recordando as vicisitudes que ciclicamente suporta o psicoanálisis por suas
características ‘subversivas’.
Seus começos pujantes em Buenos Aires, a fundação da Revista, a Instituição e o instituto
para formação de psicoanalistas.
A palavra, médio específico do que se vale a análise para a interpretação do reprimido,
considerando construção- a linguagem não verbal, afecto, o somático, manifestações actuais
do inconsciente sepultado e o não reprimido.
As resistências -inconscientes- dos analistas levam a distorças do psicoanálisis,  a introdução
de tratamentos alternativos, às vezes inoperantes ou nocivos para o paciente e o psicoanálisis
que assim se desprestigia.
Destacamos, com Freud e os pioneiros, a importância de uma sólida formação, que
permita ao psicoanalista enfrentar as durísimas situações a resolver em decorrência de certas
análises, e uma sociedade hedonista e actuadora.
Destacamos o paralelismo do escrito por Freud e os maestros que nos precederam, nossos
próprios contribuas e observações de faz anos, onde encontramos tanto preocupações
repetidas desde Freud em adiante, como ideias precursoras de desenvolvimentos que ampliam
as fronteiras do psicoanálisis sem diluirlo, conservando sua especificidade.

pALAvrAs-chAves: ESCRITuRA / ESCuTA / LÍNGuA / LINGuAGEM / VOz


AUtor-teMA: CESIO FIDIAS

Bibliografía

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(1910) – Las perspectivas futuras de la terapia psicoanalítica. BA. AE XI
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754 Revista de Psicoanálisis l Tomo LXX l Nº 4 l 2013

(1912)- Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico. Vol XII, Buenos Aires, AE
(1914) – Contribución a la historia del movimiento psicoanalítico. Vol XIV, Buenos Aires, AE
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(1922) – Dos artículos de enciclopedia: Psicoanálisis. Buenos Aires, AE, Vol XVIII.
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2009, Nº 44
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755

In Memoriam
Gabriel Sapisochin1

Cuando llegué a Madrid, a mediados de los setenta del siglo pasado, sorprendieron
mi escucha analítica determinadas narraciones de pacientes nacidos en la postguerra
española, evocadas por mi condición de argentino. Se trataba de su relación emocional
con la revista Billiken que había sido a lo largo de su juventud una ventana al cono-
cimiento y al pensar en libertad durante el encierro cultural de la dictadura franquista.
Este recuerdo vino a mi memoria, ahora con un nuevo significado, a raíz de que
el Comité Editor me invitara a participar en el número dedicado a conmemorar los
70 años del inicio de publicación de la Revista de Psicoanálisis. Efectivamente, salvando
las distancias y, de manera análoga a lo que me habían contado mis pacientes, tuve
ahora la extraña sensación de un deber a cumplir; cumplir con un acto de reconoci-
miento de la importancia que había tenido la Revista en la constitución de mi identidad
analítica a pesar de haberme formado tan lejos de Buenos Aires.
Efectivamente, reflexionando acerca de qué papel ocupan mis lecturas de esta pu-
blicación, en lo que Sandler (1982) denominaba la metapsicología particular que sos-
tiene la escucha idiosincrática de cada analista, me doy cuenta a posteriori (nachträglich)
de la gran cantidad de autores con los que dialogo de manera permanente en mi prác-
tica cotidiana y a quienes descubrí en dichas lecturas.
Sólo entre muchos citaré a Luisa G. de Álvarez de Toledo por haberme hecho pensar
sobre la capacidad de las palabras para inducir estados emocionales en los otros, an-
ticipándose a lo que Austin llamó años más tarde la función performativa del lenguaje;
a Willy Baranger por su noción de campo analítico así como por el papel del Yo como
locus de re-significación de lo traumático; a José Bleger por sus ideas sobre el encuadre
y por una configuración arcaica del sujeto frente a sus objetos, en la cual los límites
entre ambos quedan borrados; a Cesio por sus desarrollos sobre la reacción terapéutica
negativa; a Ángel Garma por su visión de la función traumatolítica de los sueños; a
León Grinberg por su idea de la contra-identificación proyectiva, así como por la dis-
criminación entre la culpa depresiva y persecutoria; a Liberman por sus estudios
acerca de las modalidades comunicacionales de la díada analítica; a Racker por su
conceptualización sobre las posiciones contratransferenciales concordantes y com-
plementarias del analista; a Rascovsky por su pionera idea del deseo negativo de los
progenitores y a muchos otros que, implícitamente, han dejado su huella en mi mo-
dalidad idiosincrática de escuchar cotidianamente a mis analizandos.
Toda una serie de pensadores cuya presencia en mi manera de concebir el psico-
análisis me lleva a reconocerme como un analista madrileño “con un toque rioplatense”.

1. sapisochin@wanadoo.es / Miembro de la Asociación Psicoanalítica de Madrid


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756 Revista de Psicoanálisis l Tomo LXX l Nº 4 l 2013

Sin embargo hubo otro hecho que me hizo revalorizar la función simbólica que
tienen las publicaciones psicoanalíticas: el de constituirse como marco donde procesar
elaborativamente los conflictos entre las teorías. Conflictos que, habitualmente, quedan
personificados por debates inter-pares, con la consiguiente reactivación de la conflictiva
fraterna (Kancyper, 1995) que eso conlleva. Algo que, si es suficientemente elaborado,
enriquece tanto la vida institucional como personal de los analistas o, en su defecto,
es la fuente de funcionamientos institucionales patológicos (Grinberg, 1959).
En ese contexto de discusión inter-pares recordé que había conocido a nuestro es-
timado y recientemente fallecido colega Eduardo Agejas a través de la Revista de
Psicoanálisis participando en algún debate institucional publicado.
Es por ello que, como muestra de mi gratitud hacia todos aquellos con quienes
me he vinculado a través de la Revista de Psicoanálisis, ya sea exclusivamente de ma-
nera teórica así como de manera personal, he decidido publicar mis notas mediante
las cuales participé en una especie de homenaje espontáneo a Eduardo Agejas durante
un panel del Congreso Internacional de Psicoanálisis, en Praga, en Julio de 2013, en
el cual Eduardo pensaba participar en persona, pero su fallecimiento lo impidió.
En dicho panel, titulado “El dolor psíquico en el psicoanalista”, se presentó el ma-
terial que Agejas había preparado para comunicarnos las complejas vicisitudes del
proceso analítico de una paciente adolescente. La denominó Olivia y padecía un des-
garrador dolor psíquico que se manifestaba en el proceso analítico de manera más
evidente durante las separaciones. El texto no dejaba ningún lugar a dudas del com-
promiso emocional del analista en el encuentro con el dolor mental de esta paciente.
Debido a la necesidad de mantener la confidencialidad que todo material clínico
nos exige, más aún cuando se trata de una publicación, sólo me he centrado en un
párrafo que copio textualmente.
Agejas nos contaba que la paciente utilizaba la violencia de manera defensiva para
mantener a raya, mediante la lógica del ataque preventivo, a la re-presentación en el
escenario analítico del objeto-que-traumatiza en sus modalidades abandonante o in-
trusiva y, en ese contexto, decía:
“Cuando caía la defensa [violenta] adquirían presencia los sentimientos de futilidad
y vacío y el temor al abandono por parte del otro. A partir de allí se da un fenómeno
interesante [en la interacción paciente-analista]: se reproduce con claridad no sólo
el vivenciar situaciones de abandono, sino un accionar que favorece actitudes en mí
que lo certificarían, a través de lo cual se cierra el circuito sadomasoquista tan frecuente
en los vínculos de Olivia y en su grupo familiar. Es de hacer notar que la paciente comenzó
a girar su cabeza [en el diván] para vigilarme, antes que en mí apareciera una transitoria
somnolencia, como si estuviera esperando que los hechos sucedieran tal cual ocu-
rrieron finalmente. Esta situación nos permite ver el entramado intersubjetivo en la
generación del fenómeno clínico” (Las negritas me pertenecen).
Me interesa reflexionar sobre esta diferencia que hizo Agejas entre el vivenciar y
lo que él denomina el accionar intersubjetivo de Olivia que la llevaba a posicionar al
otro en el sitio del abandonante.
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Gabriel Sapisochin 757

Como si el decir no le hubiera sido suficiente para tener cierta convicción en el


abandono del objeto. Porque, por el relato del proceso que nos ha presentado Agejas,
verdaderamente parecía que Olivia hablaba mucho. No era una adolescente retraída
y mutista. Y aún así parece que las palabras no le eran suficientes para expresar y tener
insight del dolor de no tener espacio en el psiquismo del otro.
Es evidente que necesitaba re-presentarlo casi mediante gestos. Pero para ello debía
reclutar a su analista como actor invitado de este guión inconsciente y asignarle cierta
posición identificatoria en el escenario analítico, en este caso el papel de un objeto
que fracasa funcionando en función materna. un objeto que no sintoniza con su
estado emocional, es decir siendo contenedor de esta emoción (Bion) o suficientemente
especularizante (Kohut). un objeto-trauma (Green, 1979) es decir enloquecedor por-
que debido al fallo en sus funciones maternas actuaría como un amplificador de la
ansiedad des-organizante de la paciente (García Badaracco, 1985).
Lo que quiero enfatizar es que las palabras dichas por Olivia tenían el sentido
secreto de activar (Álvarez de Toledo, 1954) ciertos aspectos de la mente inconsciente
de Eduardo capaces de re-presentar este aspecto de objeto-que-falla-en-su-función-
materna. un objeto que vuelve a re-traumatizar a la paciente en re-presentación de
un objeto ausente. ‘Ver para creer’ como se dice en castellano.
Y aquí es donde quiero remarcar las capacidades de Eduardo para prestarse,
como si de un casting se tratara, para desempeñar el rol de progenitor traumatizante
de Olivia. un objeto que, al ser ahora visible, se vuelve susceptible de ser re-conocido
dentro de los límites del encuadre analítico. Encuadre concebido como unas coor-
denadas fijadas en el contrato analítico, de común acuerdo entre la pareja analítica
(Bleger, 1967), que crea las condiciones para contener la representación de este
drama del psiquismo del paciente, como sucede en la técnica de “el teatro dentro
del teatro”.
Creo que cuando Eduardo Agejas hizo una diferencia entre vivenciar y accionar
sobre el otro, para posicionarlo según cierta textura emocional, trabaja con el supuesto
implícito de dos formas de registro del pasado en el psiquismo. una modalidad de
inscripción en una narrativa verbal, como los pensamientos latentes de un sueño, y
otro modo de registro a través de representaciones ideo-pictográficas, es decir de for-
mas imaginarias que son unidades mínimas de representación a la manera dramáti-
co-escénica.
En otras publicaciones (Sapisochin, 2007, 2011, 2013) he propuesto que junto a
los funcionamientos psíquicos que atribuimos a un inconsciente reprimido, repre-
sentado en una narrativa verbal, ciertas evidencias clínicas nos conminan a concep-
tualizar otro tipo de registro inconsciente no centrado en la palabra y más ligado a la
dramática de lo inconsciente no reprimido. Es decir propongo un modelo de psiquismo
con narrativa y dramática en sincronía.
Así, pues, he denominado gesto psíquico no pensado verbalmente a un registro psí-
quico de la emoción centrado en la re-presentación ideo-pictográfica y concebido
como secuencias de imágenes que, a la manera de un tráiler, re-presentan en la mente
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758 Revista de Psicoanálisis l Tomo LXX l Nº 4 l 2013

de cada sujeto la cualidad de la emoción que lo vincula con el objeto2. Y al estar re-
presentado como secuencias de gestos psíquicos, que el sujeto se intercambia con los
objetos, requiere de realizaciones intersubjetivas para expresarse. Guiones relacionales
que existen en el psiquismo inconsciente como escenas dramáticas, casi como de cine
mudo, que buscan objetos del espacio real con quienes re-presentar dicho guión. Por
ello su forma de expresión y re-presentación en el proceso analítico se produce a través
de lo que en la literatura anglosajona ha venido a denominarse enactment.
En el caso de Olivia se trataría de expresar un pasado que no es recordable verbal-
mente por pertenecer a lo registrado en tiempos inmemoriales, cuando no había pa-
labras para nombrar las emociones. Y por ello se codifica y expresa de acuerdo a los
recursos de simbolización previos al lenguaje verbal.
Guión imaginario de vinculación a un objeto que ejerce sobre el sujeto, en mayor
o menor medida, una violencia psíquica crónica y acumulativa. Gesto psíquico intra-
subjetivo que ha devenido gesto psíquico de la pareja analítica como precondición
para ser incorporado en una narrativa que Olivia pueda contar sobre ella y sus an-
cestros. Representación dramática, co-creada en el encuentro interpsíquico, que el
analista transformará, interpretación mediante, en una narrativa que es la precondición
para que el pasado abandone su status de registro dramático imaginario que lleva a
la repetición compulsiva como búsqueda de expresión.
En un tiempo en el cual el buenismo está de moda, suelo decir que el analista no sólo
debe ser un objeto suficientemente bueno para el paciente sino que debe tener la capacidad
potencial de ser suficientemente malo, en el sentido de re-traumatizador. Porque cuando,
a posteriori de un enactment, el analista toma consciencia de su participación en la re-
traumatización, es la manera de re-presentar, de hacer presente, un trauma sin memoria
verbal. Es el valor que tienen las interpretaciones erróneas, que nos señaló Glover (1931)
hace muchos años. Y Eduardo, como los grandes actores, soportaba el dolor psíquico de
interpretar el papel de un objeto que hace daño a la paciente. Cosa que no es fácil.
Creo que la deuda técnica que tenemos los analistas con ese clínico genial que era
Winnicott es habernos legado lo que él entendía como playing (Sapisochin, 2013).
Escribo playing porque en inglés es más que jugar, que es como habitualmente se lo
ha traducido al castellano. Es también representar dramáticamente a un personaje.
Por ello se habla de role playing.
Así cuando Winnicott define qué es el análisis lo define como la unión de dos áreas
de playing, es decir de representación dramática. La del paciente y la del analista. Y
del analista, dice Winnicott, que si falla en su capacidad para dramatizar, no sirve para
su tarea (1971, p. 54). Desde esta perspectiva podríamos pensar que debiera ser uno
de los criterios de admisión (o no) a los Institutos de formación analítica.

2. El gesto psíquico no debe ser confundido con la expresión gestual física, uno de los canales mediante
el que normalmente se expresa la afectividad y la emoción, porque lo que está en juego es la represen-
tación no verbal de cierta modalidad de vinculación emocional entre dos sujetos: la imagen de un gesto
psíquico que vincula al paciente con otro objeto.
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Gabriel Sapisochin 759

En ese sentido creo que Eduardo, como los grandes actores, prestó a Olivia su psi-
quismo, conteniendo el dolor psíquico, de representar el papel de un objeto-que-hace-
mal. Lo cual supone mucha capacidad de interpretación al servicio del insight y de la
narrativización de la vida emocional no verbalizable de su paciente.
No son muchos los pacientes a los cuales, durante nuestra trayectoria profesional,
les dedicamos tanto de nosotros mismos. Tampoco son muchos a los que les dedicamos
horas de conceptualizar teóricamente. Pensemos en Dora o en Serguei Pankejeff, el
famoso Hombre de los Lobos de Freud, el pequeño Richard de M. Klein, el paciente
A. de Bion, el paciente Gabriel de Green, etc. Pacientes a los que hacemos viajar con
nosotros a congresos. Y se los presentamos a los colegas. Son pacientes paradigmáticos
en la vida profesional de un analista. Pacientes con los que se produce un encuentro
inter-psíquico especial.
Cuando, aún con vida, Eduardo Agejas me envió el material tuve un déjà vu. Creía
haber ensoñado a esta paciente en otra oportunidad. Rápidamente me vino a la mente
la imagen de Eduardo, en el Congreso Internacional de Chicago del 2009 compar-
tiendo un panel con S. Cantis, R. Sosnik y S. Lewcowicz. Y, al igual que en Praga, pre-
sentando el proceso analítico de Olivia.
De modo que hoy Eduardo ya no está con nosotros pero Olivia sigue teniendo
existencia. Me pregunto ¿Quién es Olivia? Seguramente un fantasma que colonizó la
mente de Agejas llevándola siempre dentro de él como una hija a quien él creía que
hacía daño e intentaba reparar presentándola en congresos con colegas funcionando
como terceros. Tal vez para sobrevivir y emerger de esta identificación contratrans-
ferencial con el-objeto-que-hace-daño.
En los años 60-70 del siglo pasado tres analistas, de tres culturas analíticas diferentes,
describen un mismo hecho clínico que es la idea de un fantasma que habita el psi-
quismo de sus pacientes y se hace presente en el escenario analítico. Willy Baranger
(1961-62) en el Río de la Plata habla del muerto-vivo, Hans Loewald (1956-57) intro-
duce la noción de ghost en inglés y Nicolás Abraham presenta su idea de fantasme –
no en el sentido lacaniano del término.
Decía Abraham: “El fantasma es una formación inconsciente que tiene como parti-
cularidad nunca haber sido consciente […]y[…]tiene una función diferente de lo re-
primido dinámico[…]”(Abraham y Torok, 1975, 372, (Las negrita me pertenecen).
Al prestarse a representar el personaje de “objeto malo” de Olivia, Eduardo dio
existencia a este fantasma invisible y le dio la posibilidad de poder pensarlo con Olivia.
Precondición para olvidarlo, es decir considerarlo como algo del pasado-que-se-tuvo
y frente al cual se erigieron ciertas defensas, hoy ya no útiles.
un gran analista es un gran actor. Haciéndose presente, tanto en los congresos de
Chicago como de Praga, hablándonos de “lo malo” que era con Olivia, Eduardo nos
demuestra que era un analista comprometido con sus analizandos. Aún después de
su muerte.
A posteriori he pensado que estas palabras, con las que terminaba mi contribución
al homenaje a Eduardo Agejas en el congreso de Praga, eran de manera implícita el re-
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760 Revista de Psicoanálisis l Tomo LXX l Nº 4 l 2013

cordatorio a todos estos grandes analistas con quienes, gracias a la Revista de


Psicoanálisis, sigo dialogando cotidianamente cuando escucho a mis pacientes.

DescrIptores: PuBLICACIóN / PSICOANALISTA / VÍNCuLO / DOLOR / ENACTEMENT / PSIQuISMO / OTRO


AUtor-teMA: AGEJAS EDuARDO
KeyworDs: PuBLICATION / PSYCHOANALYST / LINK / PAIN / ENACTEMENT / PSYCHE / OTHER
AUtor-teMA: AGEJAS EDuARDO
pALAvrAs-chAves: PuBLICAçãO / PSICANALISTA / VÍNCuLO / DOR / ENACTEMENT / PSIQuISMO / OuTRO
AUtor-teMA: AGEJAS EDuARDO

Bibliografía

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Gabriel Sapisochin 761

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763

A 70 años de la creación de la Revista de Psicoanálisis.


El cuerpo y la inter-disciplina desde sus comienzos
Jorge Canteros1

Introducción
posición psicoanalítica y compromiso de los pioneros

Los pioneros, profundos lectores de Freud, capaces de una lectura generadora de


propuestas enriquecedoras de la teoría y de la clínica, dieron lugar a un psicoanálisis
que se orientó hacia las diversas formas del sufrimiento humano. Procedieron acorde
con Freud en la indagación de los alcances del psicoanálisis constituyendo un movimiento
en estas márgenes del Plata. No fue la repetición teórica ni clínica lo suyo sino un per-
mitirse transformaciones que le imprimieron marcas singulares al pensamiento psico-
analítico latinoamericano. Esta pujanza en el pensamiento acompañó el lanzarse a te-
máticas y a prácticas que en la clínica ellos abordaron. ¿Cómo y por qué aquellos hombres
y mujeres no temieron llevar la escucha y aún la intervención psicoanalítica allí dónde
el sufrimiento humano se presentara, en los márgenes sociales, en los márgenes de de
la salud mental, en los márgenes del cuerpo y de la enfermedad, a los intersticios de la
cultura y de los discursos sociales? ¿Permitió esto la relativa distancia de los centros eu-
ropeos y americanos? ¿Lo fue el ser un grupo pionero? Tal vez fue su correlato socio-
cultural donde la inmigración y los cambios políticos y sociales y económicos hacían
ver como posibles movimientos de transformación social, donde la expectativa ya no
era la repetición de los mismos esquemas y grupos sociales en el poder.
Nuestra Revista da testimonio de ello. Nadie habría dudado entonces del carácter
psicoanalítico de aquellos pensadores y de sus escritos, aún cuando su deseo los haya
llevado a veces a atravesar bordes con hipótesis no siempre suficientemente validadas.
Tal vez no hubiera entonces instaladas ciertas hegemonías epistemológicas y meto-
dológicas que pretendiesen, en estas márgenes, llevar al psicoanálisis hacia modelos
de las ciencias más duras. Cosa que sí ocurrió en otros horizontes psicoanalíticos, lo
que a mi entender condujo más que a otorgarle fundamentos empíricos – acorde a la
concepción que de ello se tenía en aquellos años – a empobrecerlo por intentar apro-
ximarlo a los modelos conductistas o neo-conductista de entonces. Entiendo que fue
este contexto, en cambio, lo que permitió que el psicoanálisis pudiera crecer en su
desarrollo teórico, clínico y cultural. Fue lo que llevó también al despliegue del psi-
coanálisis en el abordaje de la psicosis, como también al desarrollo de una psiquiatría
dinámica de orientación psicoanalítica que trascendió nuestras fronteras.
La riqueza del psicoanálisis argentino y latinoamericano permitió la recepción vigo-

1. canteros.jorge@gmail.com / Miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina


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764 Revista de Psicoanálisis l Tomo LXX l Nº 4 l 2013

rosa, como en pocos lugares del mundo, de otras orientaciones psicoanalíticas pos-freu-
dianas que llegaron años después. Había acá un contexto fértil para estos nuevos enfoques.
Por eso referirme a las características de aquellos pensamientos pioneros no es para nos-
otros una cuestión histórica o de reconocimiento a las figuras de los fundadores. Mucho
más que eso, es una manera de pensar el psicoanálisis, en la clínica, en la teoría, en la
trasmisión, en la investigación. Y creo que esa perspectiva de nuestro psicoanálisis no
sólo asume el pensamiento freudiano sino que orienta sus lecturas y sus aportes soste-
niendo la orientación, en sentido fuerte, en cuanto dirección de nuestro saber, de nuestro
que-hacer, de nuestras prácticas psicoanalíticas. Y no se trata de ciertos conocimientos
inmodificables, de ciertos conceptos fundamentales, de ciertos dispositivos cuasi religiosos,
sino del sostenimiento en la escucha, en la lectura, en la mirada, de una posición psico-
analítica, un encuadre interno, y todo eso ha sido muy trabajado por aquellos que trazaron
con su producción y con sus práctica el campo del psicoanálisis que aquí se desarrolló.

su interés por la inter-disciplina

El interés y las referencias a la Inter-disciplina se manifestaron desde el principio, cosa


que no hacía más que continuar el trabajo mismo de investigación utilizado por Freud
para delimitar el campo del psicoanálisis. Campo al que no duda Freud en darle una ubi-
cación interdisciplinaria para trazar las fronteras de un nuevo territorio del saber y de
su práctica, al que jamás habrá de ceder. Ambas márgenes hacen a la “materia psicoana-
lítica”: la medicina le pone cuerpo a la filosofía y la filosofía le pone sujeto a la medicina.
Sin embargo, “cuerpo” y “sujeto”, en este origen interdisciplinario, ya no han de ser los
mismos: el cuerpo ya no es el de la Medicina y el sujeto ya no es el de la Filosofía. Es esta
referencia a este lugar de origen del psicoanálisis, semejante al del hombre mismo quien,
como suele mencionar Freud, es hijo de Eros y Ananké, ascendencia mestiza, lo que po-
sibilitó que pensadores y profesionales desde distintos campos disciplinarios llegaran a
formarse en psicoanálisis, generándose muchas veces una pluralidad que siempre ha
de resultar fecunda si es posible de ser llevarla más allá del ruido y de la confusión del
lenguas. Cada uno trae entonces a la palestra saberes sobre los que ha incursionado o de
cuyos cultores cree que es beneficioso saber. Los intereses o posibilidades de cada uno,
más aún que la pertinencia, a dirigir los pasos de su indagación hacia determinados sa-
beres, será lo que resulte enriquecedor en la medida que éstos puedan brindar represen-
taciones o lógicas útiles para nuestro quehacer, lo cual sólo se apreciará a posteriori.
No fue entonces deseable, ni lo es ahora, hacer de esas representaciones, de esos
conceptos, de esas lógicas, una importación directa a nuestro campo, lo que haría asi-
milar nuestro conocimiento a la otra disciplina dejando de operar ésta como un es-
tímulo del crecimiento interno de nuestro propio saber y de nuestra propia práctica.
No dejo de pensar en este momento en los estímulos para el psicoanálisis de las in-
vestigaciones sobre memoria provenientes del campo neuro- cognitivo. Sin embargo,
a mi entender, cuán empobrecedor sería para el psicoanálisis desechar los propios
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Jorge Canteros 765

modelos, las propias teorizaciones de la memoria para sustituirlos por los “descubri-
mientos actuales de la ciencia”, tanto, tal vez, como creer que en nada ha de beneficiar
nuestro propio desarrollo el conocerlos. Por lo tanto creo que la inter-disciplina debe
sostener las inter-fases entre las disciplinas (Canteros, 2009) para permitir que haya
un tiempo de espera, de restancia para Derrida, que impida cerrar la brecha, en tiempo
y en espacio, que es lo que puede contribuir al desarrollo propio en la producción de
nuevas diferencias. Pensaba que son esas elecciones o preferencias de interdisciplina-
riedad, de lecturas, de saberes, de prácticas, de procedencias, y seguramente de muchas
otras cosas, lo que lleva a que nos orientemos en un psicoanálisis freudiano, lacaniano,
bioniano, winnicottiano, kleiniano, para nombrar a algunos de los pos-freudianos.
Cierto coraje, como nos ha dicho Freud, debe acompañar al deseo para llegar a
Roma, es decir, a cruzar fronteras que permitan llevar la posición psicoanalítica y
personal en la dirección en la que se crea deseable o necesario ser llevada. Los modos
de nuestra institucionalización permitieron hacer saber, sostener y trasmitir esas
formas emergentes de los grupos pioneros, como también del psicoanálisis mundial,
y la Revista de Psicoanálisis de APA ha contribuido fuertemente en ese proceso por
más de 70 años. Muchos así lo reconocen, no solamente miembros de APA y de la
IPA, sino todos aquellos que han tenido la oportunidad de acercarse a sus páginas.

setenta años de continuidad temporal y conceptual

Setenta años de continuidad desde esta primera publicación del psicoanálisis en


habla hispana. No sólo continuidad en el tiempo sino también en haber sostenido a
lo largo del tiempo lo que cifraron en aquellos años de fundación. Esa continuidad,
nos sorprenderá verlo, más allá de ediciones, diseños, cantidad de números o de pá-
ginas, mantiene el espíritu del movimiento de pensamiento puesto allí en el número
I de manifiesto. Autores nacionales e internacionales, de distintos intereses y orien-
taciones, artículos originales y recién traducidos, exploraciones por otras disciplinas,
intereses clínicos y material de pacientes siempre presentes, comentarios de eventos
científicos, libros y revistas de la especialidad. En síntesis se continúa manteniendo
la clínica, la teorización, la inter-disciplina y el pluralismo como marca de nuestro
grupo, tal como aparecen en aquel memorable número I de la Revista.
Veamos estas palabras introductorias del Comité de la Revista:

La Asociación Psicoanalítica Argentina inicia con este número la publicación de su


órgano oficial que habrá de constituirse en la primera expresión periódica de habla cas-
tellana para la difusión de la ciencia psicoanalítica. El Psicoanálisis nació como una nece-
sidad terapéutica para interpretar y aliviar los sufrimientos de un determinado sector de
pacientes. Su evolución ulterior le condujo a ampliar el campo de sus actividades médicas
y de su material inicial constituido por los psiconeuróticos fue extendiéndose en un sentido
para dar una interpretación más profunda de los mecanismos mentales ocurrentes en la
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766 Revista de Psicoanálisis l Tomo LXX l Nº 4 l 2013

psiquiatría. Por otra parte aspectos insospechados hasta entonces de la medicina interna
pasaron a ser campo fértil para sus investigaciones. De ahí surgió la actual medicina psi-
cosomática, hoy en plena evolución, y cuyas perspectivas futuras se pueden ya vislumbrar.
Si bien el desarrollo inicial del psicoanálisis se extendió hacia todos los problemas de la
actividad humana relacionados con la conducta del hombre y sus motivaciones incons-
cientes, actualmente se han concretado en forma definitiva muchas posibilidades que sólo
parecieron entreverse en un comienzo. Así es como su aporte a la medicina, a la crimino-
logía, a la antropología, a la sociología, etc., tiene líneas definidas de acción. El propósito
de esta revista es, por lo tanto, el de ofrecer las expresiones de la evolución psicoanalítica
en todos los campos que le son inherentes. [...] La interpretación de la Psicología profunda
correlaciona y unifica aspectos generales de disciplinas científicas aparentemente diversas;
quiere esto decir que el lector analítico o lego encontrará en nuestro material exposiciones
referidas a distintas actividades culturales pero que tienen en común el punto de enfoque
psicoanalítico. Existe un número de actividades científicas que presentan una interrelación
sumamente importante con la ciencia psicoanalítica ya sea por las aportaciones que el psi-
coanálisis recibe de ellas o por la influencia que el psicoanálisis recíprocamente ejerce en
dichas actividades. Esto ha de merecer una importante consideración en la revista que
tratará de exponer los aspectos más interesantes de dichas actividades paralelas” (Comité
de Redacción: Dres. Celes Ernesto Cárcamo, Guillermo Ferrari Hardoy, Angel Garma,
Marie Langer, Enrique Pichon Rivière, Arnaldo Rascovsky, 1943, pp. 1-2).

el cuerpo y la inter-disciplina. continuidades y discontinuidades en sus


modos de darse

Consideraré, entonces, “cuerpo” e “inter-disciplina” no como dos conceptos del psi-


coanálisis sino como dos enfoques, perspectivas, principios, con los que se señalan las
marcas del enfoque con que se va constituyendo o trazando el campo. Para ello ambos
términos resultan instrumentos útiles para construir la perspectiva y, fundamentalmente,
para operar con sus límites, su expansión o su contracción, tal como pueden mostrarlo
las distintas corrientes psicoanalíticas, según cómo concibamos cada uno de ellos ha de
ser la orientación que le imprimamos al psicoanálisis. Si le damos esta importancia es
porque fue el cuidado que le puso Freud a esta concepción la que le permitió construir
el campo del psicoanálisis y su rumbo, motivo por el cual, y siguiendo el gesto freudiano,
es que sobresale en estos momentos iniciales la importancia que le han dado los pioneros,
forma que a mi entender se da a la hora de fundar un campo disciplinario, lo que vuelve
a hacerse necesario a la hora de abrir un nuevo grupo psicoanalítico. No cabía duda que
Freud construyó, como decíamos, el campo del psicoanálisis en un contexto inter-disci-
plinario, mejor aún, un campo nacido “entre” dos disciplinas, en el borde entre ambas.
un borde o una zona tal vez no existente antes que esta práctica y que esta perspectiva
viera allí un espacio conceptual y clínico que ocupara un lugar intermedio “entre” Medicina
y Filosofía, sin ser, agreguemos, ni la una ni la otra. Cada una, puesta a constituir este in-
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Jorge Canteros 767

tervalo, hace una operación respecto a la otra. Así entiendo que actúa la inter-disciplina,
sin confundirse entre ambas, sino dejando que actúen sus “efectos indirectos”. El “cuerpo”,
sin ser el cuerpo de la medicina, sin embargo hace saber con su presencia en el psicoanálisis
que no se trata éste de un saber ni de una práctica filosófica, y la filosofía con su presencia
hace saber con nociones como la actual de “sujeto” que en psicoanálisis no se trata de
“cuerpo” sino en la medida que reconozcamos “en” él ver luego a un sujeto. ”Cuerpo” y
“sujeto”, introduciéndonos por los caminos de la inter-disciplina, nos permiten hacer las
precisiones que nos llevarán así a orientarnos en su campo epistémico. Si el cuerpo
puede figurar el límite del campo del psicoanálisis, lo es como marca de sus fronteras,
lugar por donde se expandió y también lado por donde se retrajo, se auto-limitó. Freud
lo precisó bien cuando aconseja dejar la investigación sobre los sustratos orgánicos de la
actividad psíquica a la biología asumiendo que en la búsqueda de la razón de los malestares
psíquicos el psicoanálisis debía renunciar a incursionar por esa vía, o mejor, con ese
procedimiento metodológico, siendo esta indagación restringida entonces al campo de
la palabra o de otras expresiones significantes. Pero así como se restringió el estudio de
la materialidad de los sustratos materiales del cuerpo, se expande sin embargo por las
expresiones significantes del cuerpo, extensiones que a veces parecieron excesivas. Como
veremos luego, esa expansión por las expresiones del cuerpo tomó distinto carácter según
los paradigmas dominantes con que fueron leídas.
Podríamos señalar que cada época cifrará cómo ha de conceptualizarse el cuerpo,
el sujeto y cómo ha de encararse la inter-disciplina, qué entrecruzamientos serán los
permitidos y cuáles serán descalificados, qué modelos disciplinarios han de ser predo-
minantes, cuáles hemos de suponer más pertinentes y cuáles menos para nuestro saber.
En la época del movimiento pionero los síntomas corporales fueron llevados mucho
más allá de los síntomas histéricos atribuyéndoles, sin embargo, significaciones in-
conscientes que los aproximaban, en cierto sentido, a los síntomas conversivos, e in-
clusive, al uso del método interpretativo para su resolución.
En ese momento se trató de llevar la escucha del psicoanálisis a los síntomas en el
cuerpo distintos de los conversivos que formaban parte de las llamadas entonces “en-
fermedades psicosomáticas”. Se trataba de expresiones en el cuerpo que, a diferencia
de la histeria, no transportaban un pensamiento inconsciente al cuerpo como por ejem-
plo, “No puedo avanzar un solo paso en la vida”, sino que cada enfermedad repetía
con una tipicidad inmodificable en su expresión corporal un vínculo con un objeto
que porta para el sujeto una determinada significación sin saber de ella, es decir, cuerpos
mortificados por determinados “objetos”, por determinados “significantes”, que ahogan,
que remuerden, que acusan, y el síntoma corporal expresa las relaciones de mortifica-
ción, de sometimiento, de un “yo masoquista” a un “super-yo sádico”, sobre-adaptación
de un sujeto sin margen de elección, de registro y expresión del malestar, vínculos su-
frientes naturalizados, que por otras vías, se expresan en el cuerpo.
El psicoanálisis de entonces se proponía llevar allí la escucha y cambiar esos vín-
culos, esos atrapamientos, esos enredos del cuerpo, que más que por “causas” físicas
presentaba “efectos” de sus atrapamientos significantes, de la posición del sujeto con
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el objeto, con el otro. Escenas repetidas que representan de una manera análoga a lo
que Freud postulaba para los “síntomas típicos” que se reiteraban de una forma in-
modificable y que son los que dan base al diagnóstico (Freud, 1916-1917) ¿Cuánto
del cuerpo quedó atrapado en sus vínculos significantes, cuánto quedó atrapado en
los vínculos primarios sin haber alcanzado una suficiente separación para liberar ese
cuerpo en los sistemas de intercambio simbólico-libidinal?
Su modificación en algún sentido depende del cambio operado en la posición pul-
sional o pasional con los objetos para lo cual el hacer consciente lo inconsciente toma
un lugar distinto que en los síntomas histéricos. Se trata de un territorio sostenido
por toda una corriente del psicoanálisis argentino que, si bien fue puesta en cuestión,
deberíamos re-interrogar sus hipótesis, aunque algunas de ellas sean especulativas,
y su experiencia clínica, a la hora actual de “una clínica de lo real” donde, con nuevos
lenguajes, no deja de hacerse referencia a estos “pasajes al cuerpo”.
Garma es claro cuando nos dice, tal vez con el exceso propio de aquellos momentos
del Psicoanálisis, que no dejó de generar perturbaciones en el diálogo con colegas de
otras disciplinas análogas, algo que es necesario revisar para instalarlo, hoy día, sobre
otros parámetros.

“Igualmente, dar medicamentos analgésicos, sedantes o vasoconstrictores a un cefaleico


es desviarle de enfrentar sus conflictos psíquicos traumáticos, con lo que se le fija en su
tipo de reacción dolorosa y se le incrementa la frecuencia de sus accesos futuros. Es lo que
aparece bien patente en el anuncio más popular de un medicamento anti-cefaleico argen-
tino. Se ven en él a alguien, con el cráneo perforado por una serie de instrumentos hirientes,
como clavos, alfileres, sacacorchos, pinzas, lo que simbolizan que tiene causas provocadores
de dolores de cabeza, por ejemplo, como se dice popularmente, porque tiene una esposa
o un negocio “que es un clavo”. Pero no busca librarse de ellas, sino que sonríe idiotamente,
porque el medicamento anunciado le ha quitado toda sensación de dolor, a pesar de que
sigue estando dañado aún más que anteriormente, porque ya no busca defenderse. Cuando
más masoquista sea el individuo, tanto más recurrirá a estos tipos de tratamientos, medi-
camentosos o quirúrgicos, en vez de buscar el psicoanalítico” (1954, p. 16).

No fue el objetivo de esta referencia en estas pocas líneas desplegar ni aún míni-
mamente su teorización y su clínica, ambas de por sí bien complejas a nivel episte-
mológico, sino una propuesta a asumir tramos de nuestra historia psicoanalítica que
como suele terminar de pasar, desconocida o repudiada como propia, reaparece por
la “ventana” desde el exterior de la mano de otros pensadores o psicoanalistas actuales.
Creo que puede ser necesaria esta relectura (Véase Canteros, 2004).
Para el grupo fundador el cuerpo mostraba los dolores de una cultura restrictiva, el
maltrato del super-yo, el sometimiento del yo, los intentos fallidos de rebelión. Lecturas
todas ellas, podemos considerar hoy, propias del paradigma disciplinario, es decir, el de
la soberanía (Foucault,1982) según el cual en este paradigma el amo tiene la potestad
de “hacer morir” o “dejar vivir”. Hoy, en cambio, se sostiene que el paradigma actual
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dominante es el de la bio-política y el amo de turno rige al modo de un “hacer vivir” o


“dejar morir”, donde los cuerpos buscan las marcas de un Otro faltante, la mirada, hasta
el control del Otro, hoy de encarnadura más ausente, en cuyo funcionamiento encon-
tramos un sujeto ignorado en lo singular, “dejado caer”, “dejado morir”, en un supuesto
que “cada uno hace lo que quiere”. Cuerpos que gozan, que atraviesan barreras que
antaño impedían el paso, goces que migran sin ser fijados como en la sociedad disci-
plinaria, cuerpos en la búsqueda del cuidado que algunos confunden con la ley. Estos
movimientos de los cuerpos y de los sujetos actuales desprendidos de ciertas fijaciones
sintomáticas para circular por fuera de las categorizaciones psicopatológicas tradicionales
se dan en una sociedad que no encuentra aún los modos de darle lugar a los sujetos,
lugar social simbólico que no sea una categoría en los manuales diagnósticos.

Los modos de darse del cuerpo en psicoanálisis. entrecruzamiento entre


tradiciones

Preocupado por el desdibujamiento de algunas dimensiones de la noción de cuerpo


en Freud, tanto el atribuirle concepciones que iban desde un supuesto deseo freudiano
de querer fundar el psicoanálisis en el cuerpo biológico, como el suponerle un rechazo
a toda vinculación del psicoanálisis con el cuerpo o con la dimensión biológica del
hombre, artificios epistemológicos que, a mi entender, se encuentran muy alejados de
la dirección filosófica, conceptual y metodológica del psicoanálisis fundado por Freud,
presenté una ponencia en el Congreso de Berlín, luego publicada en la Revista de
Psicoanálisis (Canteros, 2005), donde diferenciaba las nociones de cuerpo que en mi
lectura encontraba en la obra de Freud. un cuerpo “sostén”, un cuerpo “apoyatura” y
un cuerpo “carne” y señalaba allí que la concepción que se tuviera del cuerpo llevaba
a ubicarse de una manera muy distinta en la escucha y en la dirección de la cura.
Orientarse por el cuerpo “sostén” lleva a interesarse por algunas de las formas de con-
cebir el substrato orgánico, es decir, a poner el acento en los efectos de éste en el síntoma
y en la cura. Orientarse por el cuerpo “apoyatura” permite poner el acento en las huellas
históricas, las marcas constitutivas del Otro en la organización libidinal del sujeto.
Orientarse por lo que llamamos aquí cuerpo “carne” implica, en cambio, poner el acento
en la pulsión, como lo que insiste no inscripto, el reverso de la inscripción, por un lado,
y por otro, en lo que Freud llama Ananké, aquello que sujeta al hombre en tanto “ser
viviente”, más allá del deseo (Freud,1913 Canteros, 1996). Como se podrá desprender
de lo anterior, me refiero al predominio de estas acentuaciones de estos modos del
cuerpo, ninguna de ellas ha de estar ausente en un análisis. Sin embargo, puede ocurrir
que en cada analista, o en cada momento de un análisis, predomine una de ellas, y no
cabe duda que entre las concepciones de “apoyatura-inscripción- y “carne-pulsión” no
hay oposición sino más bien un trabajo donde una lleva a la otra.
No hace mucho me reencontré con una afirmación de Lacan (1956-57) que re-
forzaba, a mi entender, esa lectura que yo había sostenido del cuerpo en Freud. Me
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770 Revista de Psicoanálisis l Tomo LXX l Nº 4 l 2013

pareció leer allí una mirada sobre la posición de Freud, “recorriendo” el cuerpo en
la clínica en más de un sentido, y el de “carne” ocupa como vemos un lugar más
que significativo2.
Fue para mí muy revelador encontrar en la exposición “Cuerpo, sujeto y ciencia.
Esbozos para una cartografía filosófica del siglo XX” de Fernando Gallego (2013) una
conceptualización que me permitió comenzar a entender que esos tres modos que
encontraba yo en la obra freudiana, sin solaparse uno al otro, correspondían a tres
tradiciones filosóficas y epistemológicas diferentes, y que sin embargo formaban parte,
fundamentalmente dos de ellas, de la complejidad de la teoría psicoanalítica, y que
Gallego exponía así:

El concepto de cuerpo entendido a partir de esta última condición el cuerpo


tiende entonces a presentarse como un concepto dirigido a dar cuenta del ámbito
en que se piensa y, por ello mismo, como una región donde resulta posible pensar o,
para decirlo con mayor detalle, entre anglosajones, como el emplazamiento de una
referencia, entre alemanes, como el emplazamiento de una encarnación y, entre
franceses, como el emplazamiento de una inscripción. En efecto, entre los anglo-
sajones, el cuerpo ha sido considerado no sólo como la región delimitada por una
cierta referencia, sino también como una región que se encuentra por debajo del
pensamiento y que, de resultar pensable, lo es, ante todo, como un organismo,
como un sistema, como un mecanismo cuyo principal vector de problematización
pareciera residir en las nociones de comportamiento y/o conducta. Por su parte, al
caracterizar al cuerpo en tanto que región de una encarnación, los alemanes han
tendido a disponer el pensar en el interior de la corporalidad y, bajo esa misma
condición, a concebir lo corporal sobre todo en términos de carne, de volumen o
profundidad y, en definitiva, como una suerte de continente o recipiente del pensa-
miento que encuentra en la cuestión de la percepción su preocupación más caracte-
rística. En último término, la tendencia francesa a considerar lo corporal bajo la
forma de un emplazamiento de inscripción pareciera haberlos conducido a tratar
el pensamiento como un fenómeno de frontera y a concebir el cuerpo a partir del
modelo ofrecido por la piel, esto es, como una superficie de curvatura variable,

2. “La cosa no termina ahí. Habiendo conseguido que la paciente abra la boca-justamente de esto se
trata en la realidad, que no abre la boca-lo que Freud ve al fondo, esos cornetes recubiertos por una
membrana blancuzca, es un espectáculo horroroso. Esta boca muestra todas las significaciones de equi-
valencia, todas las condensaciones que ustedes puedan imaginar. Todo se mezcla y asocia en esa imagen,
desde la boca hasta el órgano sexual femenino, pasando por la nariz; muy poco tiempo antes o muy
poco tiempo después Freud se hace operar, por Fliess u otro, de los cornetes nasales. Es un descubrimiento
horrible: la carne que jamás se ve, el fondo de las cosas, el revés de la cara, del rostro, los secretatos
por excelencia, la carne de la que todo sale, en lo más profundo del misterio, la carne sufriente,
informe, cuya forma por sí misma provoca angustia. Visión de angustia, identificación de angustia,
última revelación del eres esto: Eres esto, que es lo más lejano de ti, lo más informe” (1955-1956.pp
258-259, el subrayado es nuestro).
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Jorge Canteros 771

como un pliegue, como un doblez pensante que encuentra la piedra de toque de su


problematización en la cuestión de la sensación.
Así, la tendencia a comprender el fenómeno del pensamiento a partir de las coorde-
nadas arriba/abajo, pareciera haber conducido a los anglosajones a disponer al sujeto
sobre lo corporal,…. entre los alemanes, en cambio, la distribución del pensamiento a
partir de las coordenadas de lo interior y lo exterior, pareciera haber conducido a localizar
el sujeto dentro del cuerpo, a comprender lo corporal en términos de cuerpo mío, de
cuerpo propio, En último término, todo hace suponer que la caracterización francesa
del pensamiento en tanto que fenómeno de frontera ha inducido a caracterizar al sujeto
como aquello que emerge entre los cuerpos y al cuerpo como cuerpo impersonal, cuerpo
impropio que encuentra su límite en el ejercicio de un querer, esto es, de una voluntad,
que resulta completamente incapaz de afirmar, de decir sí a algo, que no fuere el poder
o la potencia de otros (pp.277-278, el subrayado es nuestro).

para concluir

El objetivo que me propuse aquí fue rendir un reconocimiento a la Revista de


Psicoanálisis y resaltar la continuidad que observamos en sus páginas de ciertas pers-
pectivas que, en una mirada a posteriori, nos gustaría considerar como rasgos del grupo
psicoanalítico al que pertenecemos. Pero, a su vez, esta continuidad se encuentra con
distintos modos de darse, matices que cada época brindó a estos ejes, diversidad segu-
ramente no menos productiva. En un momento del psicoanálisis y del pensamiento
contemporáneo en que “cuerpo” e “inter-disciplina” vuelven a ocupar un lugar central
en nuestros intercambios, nos pareció interesante marcar, desde una rápida relectura,
un cambio en las miradas de las expresiones en los cuerpos, los registros que se hacen
de ellos, y las condiciones simbólicas que tanto en las costumbres, las legalidades, y aún
los criterios psicopatológicos, hacen que hoy estos modos de expresarse de los cuerpos
planteen interrogantes, preguntas y aún cuestionamientos al mismo psicoanálisis acerca
del lugar de estas transformaciones. Por ejemplo, cirugías que ya no son cosméticas pro-
ducen o pretenden producir cambios identitarios no meramente imaginarios, lo cual
pone en cuestión las condiciones y los efectos subjetivantes o desubjetivante de estas
trasformaciones. Surgen así preguntas y dudas sobre si estas trasformaciones sostienen
posiciones de “liberación” o de desujetivación”, o de nuevas formas de alienación y tam-
bién sobre cómo considerar los modos que oferta la sociedad y la tecnología actual.
¿Podemos leer las expresiones de los cuerpos, tanto en sus modos sintomáticos
como en sus modos pulsionales y pasionales, por fuera de los cambios que en la sociedad
y en la cultura se han producido? ¿Hacia dónde se han desplazado los conflictos que
nuestros pioneros habían ubicado en las enfermedades psico-somáticas (EPS)? ¿Dónde
aparecen, en los modos corporales contemporáneos, que quizás no sean menos sinto-
máticos, los conflictos actuales no exentos tampoco de sufrimientos y malestar?
Alguna des-inteligencia creo que ocurre allí y, tal vez, revisar las categorías con que
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leemos sus modos de expresión, de mostración de los cuerpos, sintomática o no, re-
quieran algunas reflexiones. Ciertas teorizaciones sobre los efectos del discurso con-
temporáneo ¿no muestran una mayor “certeza” y repetición que la que se puede suponer
a una escucha y a una posición psicoanalítica? En fin, se trata de nuevos interrogantes
que han de permitirnos seguir las huellas de nuestra historia pero re-escribiéndolas en
una clínica de los conflictos y de los malestares del sujeto contemporáneo.

resumen

El autor hace en este artículo un reconocimiento a la trayectoria de la Revista de Psicoanálisis


por todo lo que ha acompañado y contribuido al quehacer científico de la Institución. Sus objetivos
de hacer conocer el pensamiento psicoanalítico y de sostener en sus paginas los debates funda-
mentales de cada época le han dado una continuidad no solo en el tiempo sino en una concepción
que perdura. El autor rescata tres conceptos pilares sostenidos desde el comienzo- el cuerpo, la
interdisciplina y el pluralismo-.Subraya que la pujanza y el rumbo psicoanalítico que caracterizo
al grupo de los pioneros trazo un campo fecundo para el desarrollo del psicoanálisis latinoame-
ricano y para forjar las diversas practicas que llevaron la escucha y la intervención psicoanalítica
a los distintos ámbitos donde se manifestara el sufrimiento y el malestar psíquico.
El autor subraya que la escritura otorga a los intercambios científicos una distancia de los
posicionamientos personales para realizar relecturas en el flujo continuo de la producción es-
crita que dan lugar a escansiones en la “escucha”. Así el autor encuentra que el cuerpo, la in-
terdisciplina y el pluralismo insisten a lo largo del tiempo pero presentan diferencias entre las
volcadas en el primer numero de la Revista que el autor compara con las presentes en el último
número de la Revista, expresiones que marcan épocas con predominio de distintos paradigmas
y que la Revista pone en superficie.
Recorre lecturas psicoanalíticas de los síntomas del cuerpo, que, según el autor, pasaron de
seguir primeramente un paradigma disciplinario del cuerpo a un paradigma biopolitico contem-
poráneo del mismo. Finalmente rescata en el abordaje psicoanalítico del cuerpo tres tradiciones
que le dan al psicoanálisis su complejidad y que, siguiendo a Gallego, las nómina una tradición
alemana, una tradición inglesa y una tradición francesa y que el autor caracteriza por una concepción
del cuerpo como “soporte”, como “carne” y como “inscripción”, presentes en nuestra teoría.

DescrIptores: CuERPO / INTERDISCIPLINA / PLuRALISMO / PENSAMIENTO / PARADIGMAS

summary
seventy years after the creation of the Revista de Psicoanálisis.
the body and inter-discipline from the beginning

The author reviews the development of the Revista de Psicoanálisis for all it has contributed
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Jorge Canteros 773

to the scientific explorations of the Institution. The objectives of this Journal, that is, to make
psychoanalytic thought known and to support in its pages the fundamental debates of each
epoch have given it continuity. The author has chosen three essential concepts that have been
supported from the very beginning of the Revista: the body, inter-discipline and pluralism.
He emphasises that the strength and the psychoanalytic perspective adopted by the Group of
forerunners traced a fertile field for the development of Latin American psychoanalysis and
for the creation of different practices that led to psychoanalytic listening and intervention
every time mental suffering became manifest.
The author stresses that writing provides scientific exchanges with a necessary ‘distance’
(from personal perspectives) so as to carry out revisions of the constant written production,
which give place to pauses within the ‘analytic listening’. Thus, the author finds that the body,
inter-discipline and pluralism tend to appear throughout time but they present differences
between those described in the first volume of the Revista and those in the last. On comparing
these two volumes the author points out there are expressions that characterise certain eras,
where different paradigms predominate and which the Revista reveals.
The author revisits psychoanalytic perspectives on bodily symptoms which, in his opinion,
began following a disciplinary paradigm of the body, and then a contemporary, bio-politic
one. Finally, in the psychoanalytic approach of the body he describes three different traditions
that have given Psychoanalysis its complexity which, following Gallego, he calls the German,
English and French traditions respectively, which are present in our theory.

KeyworDs: BODY / INTERDISCIPLINARY / PLuRALISM / THOuGHT / PARADIGMS

resumo
Após 70 anos da criação da revista de psicanálise.
o corpo e a interdisciplina desde o começo

O autor faz, neste artigo, um reconhecimento à trajetória da Revista de Psicanálise por tudo
aquilo que tem acompanhado e contribuído para o trabalho científico da Instituição. Seu
objetivo de tornar conhecido o pensamento psicanalítico e de manter, nas suas páginas, os
debates fundamentais de cada época lhe deu uma continuidade, não só no tempo, mas também
em uma concepção que perdura. O autor resgata três conceitos fundamentais mantidos desde
o começo- o corpo, a interdisciplina e o pluralismo. Salienta que a pujança e o rumo psicanalítico
que caracterizou o grupo dos pioneiros, traçou um campo fecundo para o desenvolvimento da
psicanálise latino-americana e forjar as diversas práticas que levaram a escuta e a intervenção
psicanalítica aos distintos âmbitos onde se manifestasse o sofrimento e o mal-estar psíquico.
O autor destaca que a escritura outorga aos intercâmbios científicos uma distância dos
posicionamentos pessoais para fazer releituras no fluxo contínuo da produção escrita, que
dão lugar a escansões na “escuta”. Dessa forma, o autor acredita que o corpo, a interdisciplina
e o pluralismo permanecem ao longo do tempo, porém apresentam diferenças entre as que
aparecem no primeiro número da Revista que o autor compara com as que aparecem no
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774 Revista de Psicoanálisis l Tomo LXX l Nº 4 l 2013

último número, expressões que marcam épocas com predomínio de diferentes paradigmas e
que a Revista põe em destaque.
Percorre leituras psicanalíticas dos sintomas do corpo que, segundo o autor, passaram de
seguir primeiramente um paradigma disciplinar do corpo a um paradigma biopolítico
contemporâneo do mesmo. Finalmente, resgata, na abordagem psicanalítica do corpo, três
tradições que dão à psicanálise a sua complexidade e que, seguindo a Gallego, as denomina uma
tradição alemã, uma tradição inglesa e uma tradição francesa, que o autor caracteriza por uma
concepção de corpo como “suporte”, como “carne” e como” inscrição”, presentes na nossa teoria.

DescrItores: CORPO / INTERDISCIPLINA / PLuRALISMO / PENSAMENTO / PARADIGMAS

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775

Tiempo y tensión
Entre la fuga y la curiosidad
Juan Pinetta1

Mientras construyo mi clínica, atravesada por el estudio en los seminarios, las su-
pervisiones y el análisis didáctico (de los que me sirvo para enriquecer mi trabajo con
los pacientes), aparto con fórceps algo de tiempo a fin de hacer espacio a la invitación
de la revista emblema y pionera del psicoanálisis latinoamericano y castellano, a la
que fui invitado por ser el editor circunstancial de la revista de candidatos, o de los
analistas en formación.
Y esto me generó tensión, duda entre aceptar o fugar, entre trabajar o escapar del
convite a un breve ejercicio intelectual. Huir hacia adelante, irreflexivamente y con
temor, sin armar un encuadre para pensar. Pero ganó la curiosidad por saber qué pa-
saba en las primeras Revistas de APA y el deseo de entrecruzarlas con las experiencias
actuales desde el lugar de candidato en calidad de depositario de la confianza de mis
pares que lleva adelante una edición anual del claustro.
La Revista de Psicoanálisis cumplió 70 años de existencia. Y la revista Moción sus
primeros 25, también en 2013. Jugando con estos números, podría decirse que a los
45 de la Revista de Psicoanálisis, edad madura, los hijos analíticos fundaron un nuevo
órgano desde el Claustro de Candidatos, animándose a explorar por sus propios medios
nuevos caminos.
Y hubo divorcios que dieron lugar a otras revistas en nuevas instituciones, pero
ese es otro tema, aunque parte de la misma historia, pues siguen dando vueltas los re-
toños psicoanalíticos, con origen en aquel primer comité editorial integrado por Celes
Ernesto Cárcamo, Guillermo Ferrari Hardoy, Ángel Garma, Marie Langer, Enrique
Pichon Rivière y Arnaldo Rascovsky.
un poco más adelante, saltando en el tiempo, “¿Quo vadis candidato?” se preguntaba
el título de uno de los números del Boletín de Candidatos, editado hasta 1987, órgano
predecesor de Moción. Seguramente, muchos de esos entonces candidatos a la mem-
bresía de analista de la institución APA que escribían en los años de plomo hasta la
primera parte de la nueva democracia, con sus vaivenes, son hoy parte de quienes se
dedican a la transmisión de una práctica imposible que, según dicen, es psicoanalizar.
Y escriben en la Revista de Psicoanálisis. Y la pregunta no varió.
Tal vez sea en virtud de ese cariz imposible, imposible de cerrar, que quienes se
dedican al psicoanálisis sean tan generativos en producciones teóricas, técnicas y clí-
nicas, artísticas y literarias. Algo de eso se refleja también en los contenidos de los bo-

1. jpinetta@jpinetta.com.ar / Analista en Formación del Instituto Ángel Garma, Asociación


Psicoanalítica Argentina
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776 Revista de Psicoanálisis l Tomo LXX l Nº 4 l 2013

letines, las ediciones de Moción y en la Revista que es objeto de homenaje, donde los
recortes clínicos y teóricos son múltiples.
Hay una historia en movimiento que permite la transmisión de las clínicas y las
teorías que se presentan y deslizan a través de las sucesivas ediciones de esta Revista
y, por qué no, también en forma oral a través de los seminarios y otras actividades,
marcando los cambios en las formas y usos estatuidos, oficiales, de las herramientas
psicoanalíticas en la actualidad, en el marco de un mundo que, según nos dicen y apa-
rentaría ser cierto por nuestra forma de vivir, sufre constantes y rápidos cambios.
¿Será esta la situación del psicoanálisis? Hay una frase del poeta Ralph Waldo
Emerson que, sólo en forma supuesta, graficaría esta situación: “cuando patinamos
sobre hielo quebradizo, nuestra seguridad depende de nuestra velocidad” (en Bauman,
2006, p. 9). Es una “edad del deslizamiento, imagen deportiva que ilustra un tiempo en
que la res pública ya no tiene un anclaje emocional estable” (Lipovetzky, 2006, p. 13),
no hay lazo social permanente que garantice red simbólica confiable.
uno a veces puede dejarse tentar por esta idea del mundo que cambia velozmente
y la imperiosa necesidad de adaptación para asegurar la supervivencia de muchas
cosas; empresas, bienestar, trabajo… ¡el psicoanálisis! Podría hacer una lista intermi-
nable pero, en síntesis, se trata de la existencia del ser ante el imperio superyoico que
exige ceder, so pena de perecer, y aferrarse a lo moderno, lo actual, dejando de lado
lo supuestamente viejo, perimido, lo que ya fue o está demodé; argumento que se pre-
senta eficaz para aventar ánimos de sorpresa y curiosidad constructivos.
Repasando un poco las primeras revistas de psicoanálisis, me encontré en su tercer
número, de 1944, con un texto de Theodor Reik, que hablaba sobre cómo el régimen
nazi había quitado el busto de Gustav Mahler (realizado por Rodin) de la ópera de
Viena, en la calle que llevaba su nombre, también quitado, como así prohibida su mú-
sica e historia. Introito para contar luego que Freud, en el verano de 1910, atendió a
un Mahler que desatendía a su joven esposa, ocupado con sus composiciones. Hubo,
según cuenta Reik, final feliz.
Remito al lector, si tiene curiosidad por esta historia, a la edición que está disponible
en la Biblioteca Digital de APA. Pero lo importante, más allá de este texto, y más allá
del posterior derrotero de Reik, fue el impacto que tuvo la breve lectura del caso. No
sólo por el dato histórico, sino porque me movilizó a buscar, conocer un poco más a
Mahler y también escucharlo. Todo con sólo unos clics de mouse luego de usar el bus-
cador de turno y la enciclopedia de turno.
Y esto es lo que debe provocar una revista científica: que toque un punto que des-
pierte la acción del sujeto para el despliegue de la inquietud y la curiosidad, la sorpresa
orientada a la investigación.
Al margen, cuando se estrenó la Sinfonía N° 1 de Mahler, los críticos la denostaron
por contradecir las leyes de la música, por vulgar y sin sentido. Sin embargo, hoy
parece ser una de sus producciones más apreciadas porque – según los entendidos –
tiene una gran riqueza melódica. A algunos les llega y a otros no. ¿Tiene algún parecido
con el decurso del psicoanálisis?
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Juan Pinetta 777

Retomando la cuestión de la curiosidad, alguien me transmitió que Wilfred Bion


hace una interesante combinación y disquisición entre la estupidez, la arrogancia y la
curiosidad. Y esto tiene que ver también con el busto de Mahler.
La palabra curiosidad es complicada, porque de buenas a primera – en buen español
– implica un “deseo de saber o averiguar alguien lo que no le concierne” (RAE, 2012),
o sea que sería una cuestión de niños, infantil, que hay que reprimir. ¡Y menos mal
que no se logra totalmente! Esto nos permite en la adultez tener “el cuidado de hacer
algo con primor”, es decir, con “destreza, habilidad, esmero o excelencia en hacer o
decir algo”, según el otro significado de la palabra curiosidad.
Cárcamo, ya en el primer número de la Revista, por ejemplo, se anima a interrogar
el significado hasta entonces exclusivamente fálico de la serpiente, en su artículo sobre
“La serpiente emplumada” (1943), para ver en algunas culturas un simbolismo más
ligado a la hembra. Se metió en el terreno antropológico cultural. Ahí, seguidamente
a ese largo trabajo, otro de Garma abría las puertas clínicas al “Método psicoanalítico
de la interpretación de los sueños” (1943).
Pero hay un tipo de curiosidad que trae Bion (1957), que tiene que ver con la es-
tupidez y la arrogancia, que está vinculada a la destrucción y a la imposibilidad de
utilizar los descubrimientos en forma libidinal, vital, transformadora. Se trata de esa
curiosidad que apunta a identificar lo que puede dañar un pensamiento particular,
capaz de conmover un parapeto vital, con el fin de destruirlo por contradecir las cre-
encias vitales.
Hablando de parapetos, cuando se analizaba la nueva ley nacional de Salud Mental
en 2011 algunos exponentes del poder médico afirmaban que se le estaban dando “fa-
cultades impropias a profesionales no médicos”, mientras otros agregaban “el riesgo de
que la salud quede en manos de personas que no saben sobre enfermedades, diagnósticos
ni tratamientos”2. Puja que persiste con efectos concretos, como la negativa de psiquiatras
a acudir a prestar atención en servicios de Psicopatología cuya cabeza es un psicólogo.
En ese primer número también aparece Franz Alexander escribiendo sobre los
“Aspectos psicológicos de la medicina” (1943), señalando que ante el creciente interés
en el papel emocional causal en enfermedades orgánicas, “algunos clínicos ortodoxos
y conservadores juzgan estos hechos como una amenaza para los fundamentos tan
arduamente adquiridos de la medicina científica y voces autorizadas previenen contra
este nuevo “psicologismo” considerado incompatible con la medicina como ciencia
natural” (p. 63).
Y Alexander se metió con la psicosomática, hablando de la histeria de conversión,
la órganoneurosis y la perturbación orgánica psicogénica. un par de números después

2. Estas palabras se dijeron en las llamadas “Primeras Jornadas Interdisciplinarias – Salud Mental y
Derecho”, organizadas por la Asociación de Médicos Municipales y el CEPPSAL (Centro de Estudios de
Políticas Públicas en Salud Mental) el 15 de junio de 2011. Lo primero lo planteaba el presidente de la
AMM, Dr. Jorge Gilardi, lo segundo el Dr. Rodríguez Garín Alvear, jefe de unidad del Servicio de
Adolescencia del Hospital Alvear.
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778 Revista de Psicoanálisis l Tomo LXX l Nº 4 l 2013

Enrique Pichon Rivière abordaría un tema hasta entonces casi excluyente de la psi-
quiatría y la neurología: la epilepsia, vista desde el psicoanálisis como una respuesta
total del organismo a situaciones vitales, es decir, como respuesta neurótica, con dra-
matismo y sentido psíquico vinculado muchas veces al incesto.
Y esto tiene que ver con el tabú, es decir, con el poder de veto: así como no tendrás
a la mujer de tu padre, no te meterás en asuntos que no te incumben, no osarás con-
tradecir terrenos del saber establecido, so pena de ser catalogado hereje: el que se
aparta o disiente de la línea oficial de opinión seguida por una institución. Pese a todo,
Sigmund Freud se animó a ir más allá de lo biológico, para indagar los ánimos y las
ánimas del inconsciente. Le costó, pero al final prendió la semilla. Se atrevió a ir a un
más allá de lo biológico, estableciendo el concepto de pulsión, fronterizo entre lo so-
mático y lo anímico, como una fuerza que persiste en su afán de reducir la tensión al
final, previo paseo por diversos objetos.
La transformación de la libido por el rodeo, al decir de Freud. Escribir es esta-
blecer un rodeo al estadio final, es permitirse ingresar en un estado de postergación
que tensiona donde hay que pensar, no cerrar, reflexionar, reunir elementos, mix-
turarlos, ensamblarlos en nuevas conexiones. Se trataría entonces de ir venciendo
tabúes inconscientes, lo que no se puede hablar o admitir, incluso a nivel incons-
ciente institucional. Y esto es lo que promueven las publicaciones como Moción y
la Revista.
Pero dentro de la historia del psicoanálisis global ha habido también prohibiciones
concretas de nombres y de teorías que, erigidas en la arrogancia del agujero de la ca-
rencia, impidieron – y siguen haciéndolo en algunos casos sectarios – el intercambio
enriquecedor, ampliador del horizonte simbólico del yo, dador de mayor sensibilidad
al sujeto. Es decir, de la pluralidad que no significa homogeneización ecléctica, que
no es un licuadito de teorías.
A lo largo de las ediciones de la Revista de Psicoanálisis se pueden ver varios mo-
mentos, variaciones de posiciones que apuntan en esta dirección de apertura. Incluyo
mi sorpresa de pre-candidato (cuando investigaba un poco este mundo, viendo en
cuál de las instituciones iba a realizar mi formación) al ver que la APA no excomulgaba
ni fagocitaba a Jean Jaques Lacan, y que había seminarios, ponencias, paneles y artículos
en torno a él en esta Revista, hasta la circulación de “Teorías y encuadres diversos”
(2009) y el ejercicio de las “Voces del pluralismo” (2011). Más aún: un verdadero fa-
nático me había dicho proyectivamente, antes de entrar aquí, que la APA era una
Iglesia, que no ingresara.
Y acá nació una primera curiosidad: ¿Era APA una iglesia? Curiosidad que impli-
caba meterme donde no tenía que meterme. Superada esta prohibición, saltando por
sobre la necedad propuesta, hoy procuro ser curioso en el sentido de hacer las cosas
con esmero y cuidado: el trabajo con los pacientes, que deben ser pacientes para llegar
a ser analizantes y librarse de nosotros cuando por fin pueden amar con menos trabajo
y trabajar con algo más de amor.
No dejo de lado la historia de cierta preeminencia teórica y excluyente en la APA
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Juan Pinetta 779

(la austríaca Melanie Klein, que hacía controversia con Anna Freud), pero a diferencia
de otras situaciones, APA dio ingreso al diálogo con otras teorías, mientras algunos
se quedaron encerrados en la arrogancia del fanatismo. Podría decirse que en ese caso
ha fallado la tramitación del Edipo – incluso el temprano, en cifra kleiniana – porque
esto posibilita al final la exogamia, la salida de casa para buscar afuera, intercambiar
con otras familias.
El fanatismo no está muy lejos de la imagen, más bien está muy cerca, pegado.
Pienso que, al modo de una representación-cosa petrificada e imposible de ser to-
cada por el habla, a no ser por un par de representaciones-palabra tapón, impide
la circulación de significantes que podrían hacer trastabillar el ser escudado allí.
Cuestionar, salir de ciertas petrificaciones, despierta el odio narcisista del portador
de la certeza.
La clínica actual nos habla de desbordes, fanatismos, inscripciones en el cuerpo
(certezas en el cuerpo), modificaciones facilitadas por la tecnología médica. Nos trae
nuevas configuraciones de encuadre, nuevos desafíos ante el cambio de escenarios
donde se despliegan las dramáticas subjetivas. Escenarios que parecieran cada vez
más extensos, virtuales, difusos, sin límites.
Inflación, cambios permanentes e imprevisibles, mayor incertidumbre... mayor
tecnología para obtener mayor rentabilidad, mayor alienación, menos tiempo para
pensar introspectivamente, para crear. Ser es adquirir lo ofertado por el Otro. Tener
un espacio de creación implica un gran esfuerzo para abstraerse de los apremios co-
tidianos, materiales, históricos y subjetivos.
Podría homologar, a efectos gráficos, el síntoma interrogado con un fanatismo
que ya no sirve para suturar la falta. Cuando al arrogante ya no le alcanza con arro-
jar la piña, la frase altanera… Mediación por la palabra, abrir un espacio en el con-
sultorio con un encuadre para que circule el pensamiento, desbrozando o dando
formas a los amasijos que traen los pacientes. El encuadre que está dado por la
atención flotante y la asociación libre del paciente analizante, como par que debe
ser constante y cuidado, más allá de las variaciones del dispositivo, del “estuche”,
como diría André Green (2012) en el desarrollo de sus ideas que fuera reflejado
en la edición “Green en APA: Ideas directrices para un Psicoanálisis
Contemporáneo”; con las que me encontré repasando y enriqueciendo mis propios
pensamientos al respecto.
La estupidez es indicio de que el proceso de aprehensión que subyace a la comu-
nicación se encuentra obstruido. Según el buen español, es de necio y de falto de in-
teligencia. Y esto puede pasar con el analista, y con la transmisión y captación psico-
analítica. Cuando el paciente siente que la estupidez “reside en el analista,
manifestándose como autocomplacencia o arrogancia, pensará que el analista es im-
permeable a su realidad…” (Britton, 1992, p. 99). Es decir que no hay posibilidad de
apertura a otros pensamientos, a otras realidades.
Pasando del más allá europeo al más acá porteño, hago un salto de Mahler a Luca
George Prodan. Haciendo un cover de un tema de Pablo Milanés, apuntaba Prodan
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780 Revista de Psicoanálisis l Tomo LXX l Nº 4 l 2013

que “lo único que progresa con el paso del tiempo es la tecnología, el hombre no,
siempre es el mismo”. O sea, lo único que pareciera no estar demodé es el hombre. Y
agregaba el músico romano, mientras el porteño Andrés Calamaro acompañaba en
teclados, que “el tiempo pasa, nos vamos poniendo tecnos”. “En cada conversación
cada beso y cada abrazo se te impone siempre un pedazo de temor… ¡Temor!
¡Cuidado con el Temor...! (1980)”.
Justamente, el temor fue uno de los temas abordados en el encuentro Trasandino
de Chile de OCAL, en octubre del 2013, “Compartiendo material clínico”. Allí, se
hizo hincapié en la tensión del analista en formación, según palabras de Alfonso
Pola, referidas al “grado excepcional de autoconciencia y vergüenza que experi-
mentan los candidatos principiantes (citando Pola a Jerome Kavka, 1974, p. 9)”,
para quienes pareciera como si todo su futuro profesional “estuviera en juego en
cada presentación”, con la posible acusación de que lo que presentan algunos no
es psicoanálisis, pudiéndose sentir “desafiliados y rechazados al mismo tiempo”.
Desde ya, hay mucho de discutible en estas afirmaciones, pues tiene que ver el ca-
rácter del analista también.
Charles Hanly, quien acaba de dejar la presidencia de IPA, dijo a Moción/28 que,
según su propia y ajena experiencia clínica, el psicoanálisis es, por lejos, único en su
capacidad para resolver conflictivas psíquicas profundas que causan serios síntomas
e inhibiciones. Pero no es la forma del tratamiento (cuatro o cinco horas por semana
en el diván) lo que es crucial; sino la sustancia. un proceso analítico puede desarrollarse
con menos horas sobre el diván, y en una psicoterapia cara a cara, dependiendo del
paciente y del terapeuta… (2012, p. 23).
Es un mundo cambiante que nos exige que las formas y usos de las herramientas
psicoanalíticas sean dotadas de una fortaleza tenaz tal que nos permitan maniobrarlas
con suficiente plasticidad creativa en el encuentro terapéutico con los demandantes
de hoy, sin que sean destruidas en su esencia. Exige esto un encuadre analítico en la
mente del analista.
Se trata de un ejercicio de la práctica clínica que cuestiona la comodidad teórica
oceánica en todo momento. Y hay gente que se molesta con esto, cuando se mueve el
piso de lo estatuido; pocos años atrás se dedicó una edición a “La clínica psicoanalítica
con y sin diván” (2010). Ni que hablar que el propio Freud decía en “Consejos al mé-
dico” (1912) que la disposición del encuadre era la que le servía a él: “…la única ade-
cuada para mi individualidad; no me atrevo a poner en entredicho que una persona-
lidad médica de muy diversa constitución pueda ser esforzada a preferir otra actitud
frente a los enfermos y a las tareas por solucionar (p.111)”.
No es un tema menor, y algo de esto surgió en el Congreso de FEPAL 2012, en San
Pablo, cuando se me ocurrió decir que podía haber proceso psicoanalítico en algunos
análisis de una sesión por semana, con advenimiento del sujeto, deseo advertido y
cambio de posición subjetiva al final del camino. una psicoanalista paulista, asistente
también, pidió el micrófono para responder a los gritos que “eso no es psicoanálisis”.
No quiero ni pensar que diría esta señora de Emilio Rodrigué y su “psicoanálisis sham-
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Juan Pinetta 781

poo” de tres horas de duración (Laboratorio Individual de una Sesión), en una visita
única al hogar del solicitante3.
Así como hoy se hace difícil establecer un espacio para crear o reflexionar sobre
determinado tema, el contexto terapéutico de hoy también es complicado. En la ac-
tualidad hay mayor cantidad de pacientes que hace 70 años, pero el tiempo disponible
por las exigencias y las limitaciones de la modernidad es mucho menor. Convengamos
que hoy la mayoría de los pacientes son asalariados o cuentapropistas sin la comodidad
espacio-temporal de las elites, en un marco socio-histórico complicado, como apuntaba
más arriba.
El muy polémico Lacan decía algo que también rescato: “Júntense varios, péguense
unos a otros el tiempo que haga falta para hacer algo y después disuélvanse para hacer
otra cosa […] sepárense para no quedar pegados irremediablemente (1980, pág. s/n)”.
Y me acordé del episodio de FEPAL, significativo para mí. Hay quienes eligen estar
pegados irremediablemente a la ortodoxia de las formas, como si el hábito hiciera
realmente al monje.
Hay que ver qué hábito habito: si el hábito como “vestido o traje que cada persona
usa según su ministerio, especialmente el que usan los religiosos” o el “modo especial
de proceder o conducirse adquirido por repetición de actos iguales o semejantes”,
según la RAE. Prefiero el segundo hábito, en relación a la inquietud permanente, que
habita en la Revista de Psicoanálisis y también en la producción de los candidatos.
En este sentido, decía Diego Luparello, actual presidente del Claustro en las VII
Jornadas de Analistas en Formación 2013, que se trata de “generar un espacio, un pa-
réntesis dentro de la inmediatez, un espacio de reflexión y un poco una apuesta al
sinsentido también, en un mundo donde permanentemente pasan cosas que no per-
miten pensar”. Y coincido con esto, en particular porque las cosas no están tan des-
integradas, están no pensadas.
Luis Cano, el dramaturgo que exploró Shakespeare, nos dice en la última edición
de Moción, que la forma de pensarse a sí mismo ha cambiado tanto en el último
tiempo que, naturalmente, el arte, la forma de representar eso también cambió.
Entonces, sí. Como contemplador, uno ve que hay una forma de desintegración de
un sujeto, sin ninguna duda. Pero por otro lado, hay una respuesta que es no, y es que
siguen siendo vigentes Edipo, Hamlet, Gregorio Samsa o el señor K. Puedo seguir
pensándome a través de ellos (2013, p. 31).
En la misma línea, Hanly afirma que:
La necesidad de representar la excitación sexual por medio de símbolos y disfrazar
el deseo real ya estaba presente en las vidas de los antiguos griegos, tanto como en la
vida de las personas modernas. La comparación de Freud (1900) de Edipo Rey y

3. Según explicaba el inventor de esto, el laboratorio individual de una sola sesión (LIUS) se basa en un
solo encuentro de aproximadamente tres horas, aplicándose “técnicas alternativas bajo una regencia psi-
coanalítica”. Es una terapia in situ, en casa del solicitante, lo que da la posibilidad de estudiar antropológi-
camente a las personas en su hábitat e interactuar en su nicho ecológico, siendo éste comunicativo.
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782 Revista de Psicoanálisis l Tomo LXX l Nº 4 l 2013

Hamlet, le permitieron articular los profundos cambios experimentales y culturales


del animismo de la obra de Sófocles al realismo psicológico del Hamlet de Shakespeare.
No obstante, esta profunda transformación en el modo de experimentar la vida (y el
mundo) no alteraron los fundamentos del desarrollo del instinto humano de vida y
su pasaje a través del estadio edípico. La tragedia del ser humano no ha cambiado, y
no ha cambiado desde entonces (2012, p. 28).
Volvamos a Prodan con Freud: el mismo fundador del psicoanálisis, en una entre-
vista que le hiciera el periodista George Sylvester Viereck, del Journal of Psychology, en
1926, confesaba: “detesto mi mandíbula mecánica, porque la lucha con el mecanismo
me hace malgastar una energía preciosa. Sin embargo, prefiero una mandíbula mecánica
a no tener ninguna. Todavía prefiero la supervivencia a la extinción (p. 823)”.
Pablo Milanés nos había dicho que nos vamos poniendo viejos con el tiempo,
Prodan cambió viejos por tecnos. Lo tecnológico como soporte para refrenar un po-
quito más la muerte, la biológica, pero más que nada hoy, con tantos gadgets4 circu-
lando, de producción de sentido propio. Podría decirse que hoy más que nunca tiene
vigencia ese estribillo gritado de Sumo, a modo de His majesty: the baby posmoderno:
“¡No sé lo que quiero, pero lo quiero ya!”.
Yendo un poco más lejos, podría pensarse que la tragedia y el drama míticos en-
vuelven el cuerpo desde el mismo momento en que hubo pensamiento, escenario pri-
vilegiado de los conflictos psíquicos. El cuerpo, tema de Científica de APA 2013. ¿Los
mitos como ficciones que desembocan en realidades efectivas? ¿O ficciones que hacen
de intento de soporte estructural?
Pienso que, más allá de los alertas fin-mundistas, del fin de la historia, de la pri-
vatización de bibliotecas públicas que son rellenadas con libros baratos en algunos
lugares del mundo, del fin de las palabras para volverse textos cortos a modo de in-
volución, siempre hubo en la humanidad un interés particular, de un particular con-
junto de personas, en explorar el mundo interno del hombre.
Así como hubo y hay grandes bibliotecas públicas, que desaparecerían para dejar
espacio al mundo virtual, donde uno puede encontrar casi todos los textos (Biblioteca
Digital de APA, por ejemplo), también hubo y hay diferentes actitudes frente a los
textos: no leerlos o leerlos. Y si se leen, pueden serlo en forma superficial o profunda.
El soporte tecnológico es una cosa, la predisposición es otra. Y la predisposición ana-
lítica también.
Así como nunca habrá un sujeto global, sino que siempre será un sujeto único que
vivirá una singularísima historia propia, aunque no sin estar enlazada en diálogo con

4. Es un concepto movedizo labrado por Lacan (seminario del 20 de mayo de 1970) con origen en un
vocablo inglés que define un objeto o dispositivo ingenioso, divertido, tecnológico, novedoso y científico,
altamente consumible pero de corta duración que relanza el ansia de nuevos gadgets, saciador parcial
de la necesidad. Así, el analista entraría en competencia con los gadgets, situándose como objeto causa
de deseo refrenando el goce plus, ofreciéndose en un circuito pulsional y de deseo alternativo más estable,
frente al vértigo de la alta rotatividad del consumo forzado por las condiciones del discurso prevalente.
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Juan Pinetta 783

su cultura envolvente, en una continuidad irreductible que lo lleva del pasado que
cuestionará al futuro que fabricará, en un presente – instante único – jamás habrá
una teoría sintética, quieta y para siempre. Y también las preguntas se repetirán una
y otra vez, en distintas personas, con distintas personas.
Dicho de otra forma, la muerte nunca muere. Para que muera, no debiera haber
más libido. ¡Qué dilema! La vida exige trabajo, un esfuerzo que postergue la vuelta a
lo inorgánico. Y en este trabajo hay ayuda tecnológica, no sólo médica, sino biológica.
Es un trabajo permanente donde la apoptosis, la muerte celular programada, tiene
esfuerzos postergatorios constantes. Como el maxilar mecánico. Decía el tema de
Prodan que el “amor con los años desaparece”. Es cierto, la libido, la pulsión de vida,
cede a la vuelta a lo inorgánico, quedando para los demás la ficción de una continuidad
vital a través de la transmisión, la donación, simbólica, convertida en historia viva.
Vivir es un trabajo porque nos saca de la comodidad fetal a partir del parto. Al
vivir, se produce necesariamente un deseo o una necesidad. En el primer caso triunfaría
lo reflexivo, el pensamiento, el gran rodeo a un estado anterior, en sus grandes posi-
bilidades de derrotero. En el segundo nos lleva a la solución-gadget inmediata, donde
el hombre querría más y más para taponar el aburrimiento mortífero. Nosotros pre-
ferimos trabajar con el pensamiento, ¡pero no sin ciertas licencias!
Cerrando estas reflexiones, me permito entonces la licencia de saludar y felicitar
a la Revista, en nombre del Claustro de Analistas en Formación del Instituto Dr. Ángel
Garma, por el permanente trabajo que los psicoanalistas realizan en postergar en
forma primorosa la apoptosis psicoanalítica, anunciada desde sus comienzos, durante
estos últimos 70 años de la Revista y más de 100 del psicoanálisis. Cada analista que
escribe es una chispa que hace sinapsis con otro que lee, y escribe, y así hasta hoy, ge-
nerando movimiento de significantes articulados en otros significantes. Como nos
dijo el actor Julio Chávez hace tres años: “Mientras haya alguien que piense, el psico-
análisis va a estar” (2011).

Agradecimiento: A Diego Luparello, Adrián Augspach y Claudia Tapia Muñiz por


echarle un ojo a este trabajo antes del envío, dejando en claro que el resultado final es
de mi total responsabilidad. También, a la Revista de Psicoanálisis por la invitación.

resumen

Inexorablemente el tiempo crea una tensión ante el apremio de la vida que se va. Verdad
de perogrullo que se repetirá siempre: Mejor no hablar de ciertas cosas y huir para delante.
Detenerse a pensar cuesta, cuesta tiempo, porque nos enfrenta a la fugacidad de la vida, tema
del que, mejor... fugar. Pensar es un trabajo difícil, hacerse espacio para escribir, más aún. Pero
como director circunstancial de la revista Moción, del Claustro de Analistas en Formación
Dr. Ángel Garma, fui invitado a ejercitar reflexivamente esta tensión. Y en esa tarea volví a
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darme cuenta de que parece escribirse siempre acerca de lo mismo, y que pareciera no tener
sentido seguir escribiendo sobre psicoanálisis, sobre el sujeto del inconsciente. ¡Si está todo
escrito! Podría ser verdad, y de hecho es una verdad “vendida” por las terapias asertivas, que
insertan en el paciente verdades universales terapéuticas, en vez de animarse a aventurarse
en las profundidades para extraer las riquezas del sujeto. Y cuando pensaba escribir acerca
de esto, me acordé de una frase de Luca Prodan, músico fallecido por sus excesos, que decía
que “lo único que progresa con el paso del tiempo es la tecnología, el hombre no, siempre es
el mismo [...] El tiempo pasa, nos vamos poniendo tecnos”. Más tecnos; más tecnología-gadget,
y más masificada... y más fugaz su poder paliativo del ser. Dentro de este más, más y más, me
puse a investigar un poco sobre la historia de la Revista de Psicoanálisis de la APA, y descubrí
cosas nuevas, generándome curiosidad por saber más acerca de ellas. Es cierto que el tiempo
moderno es más tecno, pero también es cierto que bibliotecas hubo siempre, y que no todos
leían. Ahora hay más bibliotecas electrónicas (como la de APA), a las que no todos entran, y
unos pocos sí. Y Franz Alexander decía en el ‘43 que la corporación médica prevenía contra
el psicoanálisis. ¿Cambió mucho esto? No. En medio de esto, me topé con la advertencia de
Wilfred Bion sobre la estupidez, la arrogancia y cierto tipo de curiosidad destructiva, que sería
la que sirve para identificar aquello que amenazaría parapetos teóricos cristalizados que hay
que defender a ultranza. Si la Revista de Psicoanálisis permanece viva es, entonces, porque se
acepta que el psicoanálisis no cierra, que no cuadra nunca, dejando discurrir en sus venas
trabajos que interpelan, cuestionan, recrean y crean teorías y clínicas diversas, contribuyendo
a la transmisión de esta práctica que pivota entre lo artesanal –la mano singular- y la ciencia.
Evita la arrogancia del que, por temor, lo impone al otro para no verse afectado en su teoría
de cristal. A su vez, la supervivencia y el desarrollo de los analistas neófitos, tiene como desafío
primordial vencer este temor, el temor a que ciertos autorizados juzguen qué es y qué no es
psicoanálisis… que no es cualquier cosa.

DescrIptores: PuBLICACIóN / PSICOANÁLISIS / CuRIOSIDAD / PLuRALISMO / FANATISMO

summary
time and tension
Between escape and curiosity

Inexorably, time creates a tension in the face of the rush that life goes by. A truism which
will be always repeated: It is better not to talk about certain things and to escape forward.
Stop to think is hard, it means time-consuming, because it faces us with life fugacity, a topic
that is better… to escape from. Think is a hard work; make space to write, much harder.
However, as the circumstantial director of Moción Magazine, of the Staff of Analysts in
Training Dr. Ángel Garma, I was invited to exercise reflexively this tension. And under said
task, I realized again that always the same things seem to be written, it seems to be nonsense
to keep writing about Psychoanalysis, about the subject of unconscious. If everything is
written! It may be true, and , in fact, it is a truth “sold” by the assertive therapies, which insert
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Juan Pinetta 785

in patients the therapeutic universal truths instead of agreeing on venturing in the depths of
the subject to extract his or her great wealth. And, when I thought about writing as regards
this, I remembered Luca Prodan’s phrase , a musician who died due to his excesses , who said
that “ the only thing which moves on as time goes by is the technology, men don’t, they keep
the same. [...] Time goes by, we are becoming techno”. More techno, more technology-gadget
and more massively increased….. and more fleeting is their palliative power of the being.
According to this more, more and more, I began to research a little about the APA’s Magazine
of Psychoanalysis history and I found out new things, raising my curiosity to know more
about them. It is true that the modern time is more techno, but it is also true that there have
always been libraries and that not everybody read. Now, there are more electronic libraries
(like APA’s one), which not everybody visit, just a few ones do. And Franz Alexander said in
1943 that the medical corporation prevented against Psychoanalysis. Has this changed a lot?
No. In the middle of this, I came across Wilfred Bion’ s warning about stupidity, arrogance
and a certain kind of destructive curiosity, which would be the one used to identify those
things that would threat crystallized theoretical parapets which have to be defended tooth
and nail. If the Magazine of Psychoanalysis keeps alive, it is , therefore , because it is accepted
that Psychoanalysis doesn’t close, never frames, letting works flow in its veins, those which
challenge, question, recreate and create several theories and clinics, contributing to transmit
this practice that pivots between the handcrafted- the particular hand- and the science. It
avoids the arrogance of those who, for fear, impose on the others so as not to be affected in
their crystal theory. Also, neophyte analysts’ survival and development have the fundamental
challenge to overcome this fear, the fear that certain authorized people judge what
Psychoanalysis is or isn’t… which is not just anything.

KeyworDs: PuBLICATION / PSYCHOANALYSIS / CuRIOSITY / PLuRALISM / FANATICISM

resumo
tempo e tensão
entre a fuga e a curiosidade

Inexoravelmente, o tempo cria uma tensão perante a instância da vida que vai embora.
uma obviedade que se repetirá sempre: melhor não falar de certas coisas e fugir para frente.
Deter-se a pensar custa, custa tempo, porque nos defronta com a fugacidade da vida, tema
do qual, melhor... fugir. Pensar é um trabalho difícil, encontrar tempo para escrever, mais
ainda. Mas, como diretor circunstancial da revista Moción, do Corpo docente de Analistas
em Formação Dr. Ángel Garma, fui convidado a exercitar reflexivamente esta tensão. E, de
fato, nessa tarefa me dei conta mais uma vez que pareceria que se escrevesse sempre sobre
o mesmo, e que aparentasse não ter sentido seguir escrevendo sobre a Psicanálise, sobre o
sujeito do inconsciente. Está tudo escrito, sim! Poderia ser verdade, e, efetivamente, é uma
verdade “vendida” pelas terapias assertivas, o fato de inserir no paciente verdades
terapêuticas universais, em vez de ter a coragem de aventurar-se na profundidade para
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extrair as riquezas do sujeito. E, quando pensava em escrever sobre isto, lembrei-me de uma
frase de Luca Prodan, músico falecido por seus excessos, que dizia que “a única que progressa
com o passar do tempo é a tecnologia, não o homem, sempre é igual [...] O tempo passa,
vamos ficando tecnos”. Mais tecnos; mais tecnologia-gadget, e mais massificada... e mais
fugaz seu poder paliativo do ser. Dentro destes mais, mais e mais, comecei a pesquisar um
pouco sobre a história da Revista de Psicanálise da APA, e descobri coisas novas, gerando-
me curiosidade por saber mais delas. É certo que o tempo moderno é mais tecno, mas
também é verdade que bibliotecas houve sempre, e que não todas as pessoas liam. Agora há
mais bibliotecas eletrônicas (como a da APA), as quais não todos acessam, embora uns
poucos sim. E, Franz Alexander dizia, em 1943, que a corporação médica prevenia contra a
psicanálise. Será que mudou muito isto? Não. Em meio disto, então, deparei-me com a
advertência de Wilfred Bion sobre a estupidez, a arrogância e sobre certo tipo de curiosidade
destrutiva, que seria aquilo que serve para identificar o que ameaçaria parapeitos teóricos
cristalizados que há que defender até a morte. Se a Revista de Psicanálise ainda permanece
viva, é porque se aceita que a Psicanálise não resulta ou que não resolve nunca, deixando
discorrer nas suas veias trabalhos que interpelam, questionam, recriam e criam teorias e
clínicas diversas, contribuindo com a transmissão desta prática que gira entre o artesanal –
a mão singular- e a ciência. Evita a arrogância de quem, por temor, impõe-la ao outro para
não se ver afetado na sua teoria de cristal. Ao mesmo tempo, a supervivência e o
desenvolvimento dos analistas neófitos têm como desafio primordial vencer este temor, o
temor a que certos autorizados julguem o que é e o que não é psicanálise… o que não é
qualquer coisa.

pALAvrAs-chAves: PuBLICAçãO / PSICANÁLISE / CuRIOSIDADE / PLuRALISMO / FANATISMO

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CON-TEXTOS
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“A pesar de mi yo”: la resolución de problemas


y el inconsciente1
Stefano Bolognini 2

Como a menudo sucede, este tema ha movilizado en mí una serie de reflexiones de


diversa índole, que van más allá del campo teórico y clínico específico del psicoanálisis.
Al deambular por mis asociaciones, influencias y recuerdos me impactó la sensación
interna de profunda envidia que experimenté al rememorar algunas figuras que for-
maron parte de mi experiencia personal, caracterizadas por una notable actitud intuitiva
y por una capacidad instintiva para enfrentar y resolver problemas de distinto tipo.
Por cierto, en mi opinión se trata de una envidia muy justificada, una fisiológica
y “secreta” envidia de la que no me avergüenzo ni me siento culpable y que, en defi-
nitiva, hasta me lleva a guardar en mi ser un cierto sentimiento de solidaridad. ¿Cómo
no envidiar, en verdad, a personas que parecen dotadas del don de no tener que buscar
la solución de ciertos problemas, y a quienes, por el contrario, las soluciones parecen
buscarlas a ellas... y encontrarlas?
Intentaré explicarme.
Hay individuos caracterizados por poseer “un sentido práctico” general, y no solo
con referencia a habilidades manuales concretas. A otros podría llamárselos, sintéti-
camente, “intuitivos”; y aun otros son capaces de regular su instinto en situaciones
más complejas, y dan la impresión de no desconcertarse ni dejarse llevar por un ra-
zonamiento obsesivo frente a las cosas, sino que inventan soluciones útiles con una
rápida y fluida creatividad.
Y si bien en muchos casos uno observa que en estas personas actúa un yo central
consciente que funciona bien y puede enfocar eficazmente el problema, sin perder el
rumbo ni afanarse en forma antiproductiva ante la tarea que tienen entre manos, en
otros casos se aprecia algo más sorprendente y menos comprensible. En efecto, algunos
individuos parecen hacer a un lado los procesos normales por los cuales uno se orienta
frente a un problema, lo analiza y deduce los hechos consiguientes, y aterrizar direc-
tamente y con toda calma en la solución, nadie sabe cómo.
Podemos suponer que en esta descripción mía hay cierto énfasis idealizador
debido al intento de resaltar esta clase de impresión y de fenómeno; también puedo
aceptar que quizá haya exagerado un poco al establecer una categoría separada para
este tipo de funcionamiento mental en el ámbito de la resolución de problemas. No
obstante, y aun cuando la fenomenología que he descripto sea sin duda poco frecuente,

1. El presente trabajo fue publicado originalmente en Akhtar, S. y O´Neil, M. (2013), On Freud “The
Unconscious¨, Londres, Karnac.
2. president@ipa.org.uk / Presidente de la Asociación Psicoanalítica Internacional
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parece haber cierta verdad en lo que digo y gozar de reconocimiento general. Además,
precisamente el sentimiento de envidia al que aludí me ha llevado a reflexionar sobre
este tema con más curiosidad y motivación, en busca del “secreto” de esas sorpren-
dentes habilidades, a punto tal que, para todos los fines y propósitos, considero que
ese es el móvil de las presentes consideraciones.

***

En el Capítulo VI de “Lo inconsciente”, (1915) titulado “El comercio entre los dos
sistemas”, Freud efectúa un importante comentario sobre el trabajo psíquico llevado
a cabo por el inconsciente:

Sería erróneo imaginar que el Icc permanece en reposo mientras todo el trabajo
psíquico es efectuado por el Prcc, que el Icc es algo periclitado, un órgano rudimentario,
un residuo del desarrollo. O suponer que el comercio de los dos sistemas se limita al
acto de la represión, en que el Prcc arrojaría al abismo del Icc todo lo que le pareciese
perturbador. El Icc es más bien algo vivo, susceptible de desarrollo, y mantiene con el
Prcc toda una serie de relaciones; entre otras, la de la cooperación. A modo de síntesis,
debe decirse que el Icc se continúa en los llamados retoños, es asequible a las vicisitudes
de la vida, influye de continuo sobre el Prcc y a su vez está sometido a influencias de
parte de este (SE, pág. 190 [AE, pág. 187]).

Y más adelante:

Cosa muy notable, el Icc de un hombre puede reaccionar, esquivando la Cc, sobre
el Icc de otro. El hecho merece una indagación más a fondo, en particular para averiguar
si no interviene la actividad preconsciente; pero, como descripción, es indiscutible (SE,
pág. 194 [AE, pág. 191]; el subrayado es mío).

Quisiera destacar, en estos dos fragmentos de Freud, dos conceptos fundamentales:

1. El inconsciente también “trabaja” (y, como dice Freud, a veces “coopera”).


2. El inconsciente puede ser activado; por ejemplo, puede combinarse con el in-
consciente de otra persona, “esquivando” a la conciencia.

Muchos autores han explorado ese trabajo del inconsciente, centrándose en par-
ticular en el trabajo del sueño, entendido de una manera distinta que en el clásico
“trabajo onírico” destinado, en general, a enmascarar el contenido latente. De hecho,
a casi todos los autores que citaré los han fascinado las variables combinaciones de
proceso primario y proceso secundario que a veces parecen darse en el sueño, pro-
ducidas en una suerte de “operación conjunta” entre el inconsciente y el precons-
ciente, donde no está presente el yo consciente. Parece apropiado, pues, diferenciar
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Stefano Bolognini 793

estas dos actividades del inconsciente, para lo cual llamaremos a esta última “ela-
boración onírica”.
En nuestro trayecto veremos que esta colaboración entre el inconsciente y el pre-
consciente puede manifestarse mejor cuando existe cierto ordenamiento psíquico in-
terno, que por lo general implica dejar en suspenso al yo consciente del sujeto o per-
mitirle únicamente que mantenga una presencia muy discreta, periférica, y no invasiva.
Este será el tema de la segunda parte de este artículo. En la primera, procuraré des-
cribir algunos procesos que considero fundamentales para alcanzar una comprensión
siquiera parcial de la creatividad del inconsciente y de su capacidad para la resolución
de problemas.

el inconsciente como ámbito de transformación activa

En mi libro Secret Passages: The Theory and Technique of Interpsychic Relations


(2011), resumí algunos aportes muy diferentes entre sí que me sirvieron de inspiración,
aunque todos se orientan a mostrar un inconsciente “sensato”, que “trabaja” y poten-
cialmente transforma.
Adler (1911) se refirió a las “funciones de premeditación” del sueño; Maeder (1912)
habló de que este tiene una fonction ludique (función lúdica) como ejercicio preparatorio
de posteriores operaciones en la realidad exterior; Grinberg (1967), al describir las fases
de integración de los “sueños elaborativos”, destacó la creciente capacidad de reparación
del paciente a medida que empieza a saber cómo cuidarse a sí mismo; Garma (1966)
esbozó una forma “general” de pensar en sueños: un pensamiento de tipo arcaico, in-
tensamente visual, pero en el que hay juicios, reflexiones, críticas y otros procesos men-
tales, del mismo tipo que los de la vigilia; la línea teórica que comenzó con Winnicott
y llegó hasta Bollas hizo hincapié en la dimensión vivencial del sueño; De Moncheaux
(1978) formuló la hipótesis que, en ocasión de un trauma, el sueño cumplía una función
reintegradora; y Matte Blanco (1981) reevaluó el desplazamiento en los sueños como
una apertura (a veces, creativa) a nuevos espacios, momentos y representaciones, y vio
en la condensación un intento de integrar diversas categorías espaciotemporales.
Hubo asimismo otros aportes: Kramer (1993) se interesó por los efectos de la ac-
tividad onírica en la función estabilizadora del estado de ánimo, y Greenberg y Perlman
(1993) se refirieron al aumento de los movimientos oculares rápidos (REM) durante
el dormir en situaciones de aprendizaje complejas. Fosshage (1997, pág. 140) puso de
relieve la función generalmente sintética del proceso primario, que realza el color
afectivo de la experiencia mediante imágenes sensoriales y visuales muy intensas.
Menciono este abanico de autores —ciertamente heterogéneos, y solo algunos de los
cuales se relacionan con el tema que estamos tratando— porque entiendo que, en
todo caso, los une el interés por un elemento misterioso de la elaboración que se da
en un nivel onírico profundo: algo desconocido por el yo trabaja, combina, reúne,
concibe, crea, transforma.
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794 Revista de Psicoanálisis l Tomo LXX l Nº 4 l 2013

Por lo demás, la historia de la filosofía y de la ciencia es rica en ejemplos célebres


de sueños que allanaron el camino a la solución de problemas sumamente difíciles
que afrontaba el soñante (nos viene a la mente el sueño de Bohr sobre la composición
del átomo). También la literatura antigua y la mitología hacen frecuente referencia a
una intensa actividad inconsciente que aporta soluciones inesperadas, que pueden
tomar por sorpresa al yo central consciente del sujeto. Es especialmente en los sueños
que los dioses se les aparecen a los mortales para transmitirles qué deben hacer en un
momento decisivo: soluciones aparentemente “mágicas” que surgen de fuentes pro-
fundas, más que del razonamiento consciente del yo.
En un nivel menos abstracto, sostengo que el conocido cuento infantil El gato con
botas puede constituir una buena representación metafórica de lo que aquí venimos
diciendo. Se trata de un cuento popular narrado en diferentes épocas por Giovanni
Francesco Straparola (siglo XV), Giambattista Basile y Charles Perrault (siglo XVIII),
Ludwig Tieck (1797) y por último los hermanos Grimm (siglo XIX). Relata la historia
del menor de los tres hijos del dueño de un molino harinero, que al morir lega casi
toda su fortuna a los dos hijos mayores y al tercero sólo le deja un gato. Este hijo menor
está ansioso por escapar de la miseria y de una situación en apariencia insoluble, y
desesperado porque no ve la salida. Entonces es el gato, un animal sumamente inte-
ligente y tenido en alta estima por el padre del muchacho, pero al que nadie valoraba
como se merecía, el que encuentra soluciones creativas apropiadas. Tras ingeniárselas
para entablar una excelente relación con el rey en nombre de su amo, haciéndole creer
que el muchacho está al servicio de un noble caballero, el gato completa su hazaña
induciendo a un ogro maligno a transformarse en un ratón que a renglón seguido el
gato se come. De este modo el muchacho se adueña del castillo del ogro y consecuen-
temente aumenta su prestigio social.
Ahora bien: ¿qué representa el gato? La parte instintiva del muchacho, dotada de una
genialidad inesperada para la resolución de problemas, que toma a todos por sorpresa.
Agobiado y limitado por sus dificultades, y quizá también por una sensación básica de
incapacidad, el muchacho (metáfora, a su vez, del yo central consciente) no puede pensar
y actuar correctamente. En contraste, el gato, intuitivo y alerta, deja de lado cualquier
angustia sobre su propia capacidad con una saludable dosis de omnipotencia (después
de todo, tiene las “botas de siete leguas”) y da vuelta la situación convirtiendo al ogro
invencible en un ratón del que es fácil librarse, y otorgándole así al muchacho el poder
necesario para contraer matrimonio con la princesa (el castillo del ogro).
Pero... ¡un momento! Es verdad que el extraordinario gato merece los mayores
aplausos, pero también tenemos que sacarnos el sombrero ante el muchacho, quien
no se opuso al desarrollo de los acontecimientos, no pensó que los roles inusuales que
les habían tocado a uno y otro lo desmerecieran, toleró su propia pasividad en relación
con la capacidad de iniciativa del gato y no fue cegado por la envidia frente a la inte-
ligencia de aquel.
Dicho de otro modo: el yo central consciente (el muchacho) supo admitir y respetar
la superioridad ocasional que tuvo frente a estas dificultades la creatividad del conjunto
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Stefano Bolognini 795

inconsciente-preconsciente (el gato), dándole lugar sin oponérsele narcisísticamente


y sin permitir que su propio afán de control prevaleciera ante lo ocurrido.
Todo fue imprevisible, y asistimos al despliegue, no de una totalidad única, dotada
y capaz, sino de una díada que colabora bien gracias a que una de las partes deja tra-
bajar a la otra en los ámbitos en que esta se desempeña mejor que aquella.
Quizás algo de esta índole — aquí entendido en el nivel de los objetos internos y
las partes del self — ya hubiera sucedido largo tiempo atrás entre el niño (que a la
sazón desempeñaba el papel del gato) y una figura decisiva de su experiencia vital.
¿Alguien le permitió al niño explorar y desarrollar áreas en las que fuera competente?
¿Alguien entendió realmente sus talentos naturales para la existencia?
Como habrán advertido, estoy refiriéndome a una situación favorable en la relación
interna entre el yo de un individuo y su self, así como a estilos parentales interpsíquicos
y acontecimientos formativos de los primeros años que, una vez introyectados, pueden
producir una situación positiva como esa en la vida posterior del individuo, y constituir
así, sin duda, una muy preciada “herencia”.
Volveremos sobre este punto más adelante. Por el momento, desearía formular la
hipótesis de la existencia de un área onírica potencial y ocasionamente creativa, basada
en la posibilidad de representar, descomponer y recombinar elementos que operan
en el mundo interno del sujeto, gracias al confiable efecto reconectador del proceso
primario y a la reorganización favorecida por el proceso secundario, los cuales se al-
ternan en diversa medida.
Así trabaja el inconsciente; el yo puede coincidir con él u oponérsele.

Las muñequitas guatemaltecas

En relación con esto, hay una encantadora costumbre centroamericana que parece
brindar una metáfora ilustrativa de lo que acabo de describir en términos metapsi-
cológicos, y que me fue relatada hace muchos años por una paciente que acababa de
regresar de un viaje a Guatemala.
Para situar la metáfora en contexto mencionaré primero cierta información clínica
que no es secundaria; por el contrario, es congruente con el hecho de que la paciente
trajera a sesión este material asociativo e incurriera en un pequeño acting out al ha-
cerme un regalo concreto.
La paciente estaba en análisis desde hacía cuatro meses y en ese momento atrave-
saba un claro y oportuno período de regresión benigna, del tipo de una “luna de miel”
analítica. A mi juicio, estaba reproduciendo una experiencia positiva primaria de
fusión y cariño (sus problemas, de orden traumático, surgieron con posterioridad a
dicho período).
Significativamente, me trajo como regalo un pequeño tesoro: un hechizo guate-
malteco para la buena fortuna, que consistía en una pequeña caja con seis muñequitas
diferentes entre sí. Me explicó que la costumbre popular era ubicar las muñecas de
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noche junto a la cama, contarle a cada una un problema distinto que uno tuviera en
ese momento, luego apagar la luz y echarse a dormir. Se decía que durante la noche
las seis muñequitas conversarían entre sí... ¡y a la mañana uno se despertaría con una
visión diferente de esos problemas!
La costumbre me fascinó, y además de reflexionar sobre el significado que podría
tener esta historia para la paciente, me puse a pensar en las ventajas que la costumbre
le ofrecía a quien la practicara. Por ejemplo, permite que uno duerma más tranquilo,
ya que descargó sus problemas “en otro”. Además, implica que no es posible tratar
más que un número limitado de problemas a la vez (en este caso, seis), con lo cual
fija un límite estándar, una contención, frente a la posible invasión de ansiedades y
perturbaciones. En general, establece una confianza básica en la existencia de un pro-
ceso elaborativo inconsciente de transformación, que tiene lugar en ausencia del yo
central consciente (mientras el individuo duerme) y puede generar cambios sustan-
ciales en la forma en que uno ve las cosas.
Al disminuir la vigilancia defensiva del yo, este pequeño ritual privado parece con-
densar de un modo muy positivo la contención de las angustias —representada por
lo que se confía “a otro” (las muñecas)— y la recombinación creativa del contenido
(una “solución”, en el doble sentido etimológico de “disolver” y de “resolver”) producida
por el proceso primario. Este trabajo tendrá lugar en el soñante con tan solo el per-
catamiento parcial del yo consciente, pero con su conformidad, dado que es él quien
ha aceptado realizar el ritual.
La atmósfera general en que se desarrollan estos acontecimientos es, de cualquier
modo, confortable, íntima y a escala humana. Aquí se le ha encargado la tarea al in-
consciente, entendido implícitamente como un recurso natural del que se puede echar
mano sin temor.

Intuición

Ahora daremos temporariamente un paso atrás para ocuparnos del aspecto feno-
menológico de los procesos que estamos examinando.
El concepto de “intuición” (del latín intueri, mirar adentro) designa ese conoci-
miento en apariencia inmediato que no pasa por el razonamiento cognitivo ni por un
proceso sensorial, sino que, por el contrario, parece brotar milagrosamente de algún
lugar profundo.
La intuición tuvo una larga trayectoria y una tumultuosa evolución en filosofía
a partir de la era de los grandes pensadores de la Grecia antigua, que dieron de ella
numerosas interpretaciones y definiciones. Al examinar la intuición a veces se cen-
traban en el funcionamiento sensorial pero con más frecuencia enfocaban el inte-
lecto, con una fuerte tendencia a describir experiencias trascendentes, y la idea (pre-
sente en Platón y Aristóteles) de la percepción inmediata de los “principios
fundamentales”.
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Stefano Bolognini 797

Al recorrer estos antiguos textos de filosofía, mi impresión personal fue que, en ge-
neral, los filósofos intentaron decididamente otorgarle un alto valor a la intuición, atri-
buyéndole características y funciones singulares (por lo común, contrastándola insis-
tentemente con la mera percepción sensorial), pero que de su estudio no podía extraerse
mucha información interesante sobre la índole de los procesos psíquicos involucrados.
Para el estudio de este fenómeno, aunque no para la comprensión de los procesos
subyacentes, me parecieron mucho más estimulantes las contribuciones de la psicología
cognitiva. En 1926, Graham Wallas, luego de estudiar los procesos que llevaban a la
resolución creativa de problemas, describió sus cuatro etapas críticas:

• Preparación de la tarea, etapa en la cual el individuo trata de describir y com-


prender los diversos aspectos del problema.
• Incubación, una especie de período de decantación en el cual el sujeto no piensa
en el problema sino que se dedica a otras cosas.
• Iluminación (o insight), cuando se revela, súbita e imprevistamente, la solución
(algo semejante a la llamada “experiencia Ajá” de los fenomenólogos).
• Evaluación, cuando se coloca al yo cognitivo en el camino que lleva a las partes
intuitivas de la psique, para que brinde una explicación integradora de lo que
se llegó a saber.

Brinda un ejemplo de este proceso el testimonio del matemático francés Poincaré,


quien normalmente dedicaba un par de semanas a la fase de “preparación” y luego se
abstenía de seguir pensando en el problema y se concentraba en otras tareas. Más
tarde, mientras estaba inmerso en alguna de sus excursiones geológicas o en otras ac-
tividades, recibía un repentino “estallido de iluminación”.
Este esquema trae a la mente la capacidad análoga de los analistas de “suspender”
el pensamiento, que me gustaría definir como la “resignación voluntaria” —a partir
de cierto momento de su desarrollo profesional— a dejarse sorprender por el surgi-
miento espontáneo, impremeditado, de soluciones interpretativas e intuiciones em-
páticas (Bolognini, 2004). Esto puede ocurrir después que el analista ha interrumpido
todo acto deliberado de investigación y, en lugar de ello, se ha entregado a la atención
libremente flotante.
Metcalfe y Wiebe (1987) demostraron que ciertos problemas que requieren una
solución creativa pueden resolverse totalmente de manera repentina. Su interesante
estudio incluyó preguntar, con intervalos de cuatro minutos, a investigadores que se
hallaban ante un problema cuánto pensaban que habían avanzado en pos de la solu-
ción. Los resultados mostraron que en los procesos que abarcaban estrategias desti-
nadas a reproducir situaciones verificables empíricamente había gran conciencia de
dicho avance, en tanto que esta no estaba presente en absoluto en los procesos carac-
terizados por “saltos” intuitivos.
Por otro lado, ya en 1959, apoyándose en la psicología de la Gestalt, Wertheimer había
formulado la hipótesis de que la intuición creativa emerge cuando el individuo capta
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nuevas relaciones entre los elementos componentes de un problema. De Bono (1970)


sostuvo que esto tenía su origen en la “capacidad para el pensamiento lateral”, un particular
desplazamiento del centro de gravedad del observador basado en la presunción de que
en el examen de un problema opera una multiplicidad de puntos de vista.
En cambio, entre los obstáculos para que operen estos procesos intuitivos estaría el
complejo fenómeno que la psicología describe con el nombre de “formulación subjetiva”
(“impostazione soggettiva”, Rumiati, 2006), que se relaciona con pautas tan recurrentes
y repetitivas de resolución de problemas que le impiden al individuo considerar caminos
alternativos. Este concepto recuerda el de “fijeza funcional” (Duncker, 1945), aunque
este último se asocia más bien al examen repetitivo de las características de los objetos.
Apoyándome siempre en las investigaciones psicológicas, quisiera mencionar por
último un notable concepto que ha tenido aplicaciones sumamente fructíferas en muy
distintas esferas: el de “brainstorming” o “fermento de ideas”, especialmente interesante
en relación con la actividad grupal. Por más que una parte del trabajo mental de los
copartícipes en una actividad de esta índole es sin duda, en muchos aspectos y en
otros niveles, una mera ampliación de la capacidad de los “yoes operativos” que hay
en el grupo, de todas maneras resulta innegable que el brainstorming genera algo más
que la simple sumatoria de los recursos cognitivos individuales. Quizá este fenómeno
se vincule con el comentario ya citado de Freud: “... el Icc de un hombre puede reac-
cionar, esquivando la Cc, sobre el Icc de otro” (SE, pág. 194 [AE, pág. 191]).
Creo que aquí nos movemos en el ámbito de la tarea que realizan las seis muñe-
quitas en el ritual guatemalteco, solo que en el brainstorming los individuos son seres
reales y están despiertos. ¿Actuará aquí algo semejante, algo que depende de que en
todos los participantes bajen las defensas yoicas? ¿Existirá un factor interpsíquico?

conexiones entre las teorías cognitivas


y la concepción psicoanalítica de la intuición

Como psicoanalista, me interesa repasar estas interesantes contribuciones de las


teorías cognitivas —que, en cierto sentido, predicen y describen la producción de
efectos de exclusión vinculados con los puntos de vista habituales del sujeto— e integrar
estas teorías con ciertos conceptos psicoanalíticos que me parecen inestimables a la
hora de arrojar luz sobre algunos aspectos de la intuición.
Me refiero, por ejemplo, a los derivados funcionales de los procesos de identificación
parcial (Grinberg y Grinberg, 1976), que pueden producirse fisiológicamente en el
mundo interno si ha habido múltiples introyecciones adecuadas de objetos positivos
útiles, y de sus funciones. Estos objetos internos son los equivalentes intrapsíquicos
—estables y estructurados, podría agregarse— de las seis muñecas guatemaltecas.
Dicho de otro modo, es más fácil para el sujeto adoptar múltiples puntos de vista
distintos —aunque coordinados entre sí, en una síntesis apropiada— si ha vivenciado
una forma de ser similar, hasta el punto de introyectarla sólidamente, en algunas de
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Stefano Bolognini 799

las figuras significativas para él, presentes y accesibles en su mundo interno. No obs-
tante, para que este proceso tenga lugar es necesario que dichas intensas identifica-
ciones no sean totales y que no sustituyan al self del sujeto. Tiene que haber una es-
tructura y una forma habitual de funcionar en la que exista cierto grado de separación
interna. O sea, el sujeto debe poder consultar a sus objetos, poniéndose en lugar de
estos parcial y temporariamente, pero como si hubiera sacado “boleto de ida y vuelta”,
por así decir; es decir, puede hacerlo siempre que pueda identificarse con tales objetos
y los puntos de vista de estos, pero luego haga valer su propio centro de gravedad en
la observación y la organización. De este modo retendrá su sentido del self y, a la vez,
una adecuada movilidad interna respecto de los otros objetos, sin quedar “fijado” a
ninguno de ellos en su identificación.
Esta movilidad interna, que no es consciente ni deliberada y se despliega de manera
natural y sincrética en un período muy breve podría quizá “desenmascararse” auto-
formulándose las siguientes preguntas. “¿Cómo vería esto mi padre... mi madre... mi
profesor... mi amigo o amiga... etc.?”. Y la pluralidad de los objetos “consultados”
podría vincularse a la integración y cohabitación de otras figuras de la familia que
enriquecen la realidad del niño. A esto lo he denominado (Bolognini, 2011) la “capa-
cidad del yo central para consultar a sus objetos internos”, que le permite apoyarse en
la creatividad y riqueza de esas fuentes y su diversidad de perspectivas.
un nivel más detallado de los niveles de interiorización [interiorisation] (término ge-
neral con el que agrupo todos los procesos mediante los cuales se lleva un objeto desde
el exterior hacia el interior de la persona) exige aclarar algunos interrogantes básicos:

1. ¿A qué “interior” nos referimos? ¿Al del yo o al del self?


2. ¿Qué hay en el “interior”, y cómo ha llegado allí?

Tomando como criterio la equivalencia funcional existente entre ciertos procesos


corporales y psíquicos, podemos describir los diversos grados de interiorización de
la siguiente forma:

• El objeto es llevado a la boca, saboreado, controlado (no es tragado ni escupido,


salvo que el sujeto decida realizar alguna de estas acciones, en cuyo caso perdería
el control sobre el objeto), y de este modo pueden llegar a conocerse algunas
de sus características, como su forma, consistencia, sabor, etc.

Este nivel (el de la “incorporación”) es el que opera en la imitación: el sujeto puede


experimentar algunas de las características del objeto y reproducir mentalmente ciertos
aspectos de manera consciente, aunque es capaz de apartarse de estos sin dificultad
y sin modificaciones duraderas en su propio mundo interno.
Los actores profesionales, y en especial los comediantes que se dedican a carica-
turizar a los demás, desarrollan una cierta maestría técnica y psicológica para realizar
esto deliberadamente cuando imitan a otras personas.
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800 Revista de Psicoanálisis l Tomo LXX l Nº 4 l 2013

• El objeto es tragado, pero no digerido. De este modo, el objeto es “llevado aden-


tro”, ocupa un espacio interno (concretamente en el estómago) y ya no puede
ser controlado a voluntad —salvo en el vómito intencional de la anorexia—
pero aun así sigue dentro como objeto interno y no pasa a formar parte del self
del individuo (literalmente, de las células de su organismo). Aun cuando está
dentro, no pertenece al self.

Este es el objeto internalizado. Pueden existir procesos de identificación proyectiva


con el objeto internalizado (el sujeto se identifica con el objeto y “se vuelve objeto”),
pero al precio de reemplazar una parte del self con dicho objeto.
En general, esta situación es patológica. No hay identificaciones introyectivas par-
ciales con funciones individuales. (Ver el punto siguiente).
En estos casos, la persona no logra consultar a sus objetos internos, porque al perma-
necer en un estado de identificación proyectiva con uno de ellos, ve el mundo y tiende
a funcionar de acuerdo con la perspectiva de ese objeto, pero también porque en ausencia
de una separación interna, no puede dialogar con ningún objeto internalizado.

• El objeto es digerido y pasa a formar parte del self corporal. El equivalente psí-
quico de esto es que el sujeto recibe del objeto funciones parciales características
que, a través de la introyección del self nuclear (Wisdom, 1967), pasan a integrar
auténticamente el self y el yo del sujeto.

Aquí estamos en el ámbito de las identificaciones proyectivas parciales, pero tam-


bién forma parte del cuadro la relación interna con objetos totales (v. gr., el padre, la
madre, un maestro o profesor, etc.), bien preservados como recuerdo, representación
y afecto, con los cuales es dable relacionarse sin que reemplacen el yo del sujeto con
identificaciones efectivas. Se alojan dentro del self, diferenciados del yo central cons-
ciente del sujeto, y pueden convertirse en objetos de consulta.
Sobre esta base (que deriva en lo sustancial de la teoría de las relaciones objetales),
sostengo que los obstáculos específicos que se oponen a la consulta con los objetos
internos pueden ser los causantes del fenómeno de “formulación subjetiva” descripto
por Rumiati (2006), correspondiente a pautas reiterativas de resolución de problemas
que interfieren con el examen de otros caminos alternativos. una consecuencia ulterior
de estos obstáculos para la consulta es el ya citado concepto de “fijeza funcional” de
Duncker (1945).
Estos conceptos psicológicos describen de hecho el resultado disfuncional de una
organización psíquica que impide la intuición creativa y la búsqueda de soluciones
en la zona del inconsciente-preconsciente. La teoría psicoanalítica de las relaciones
objetales nos permite describir la situación interna que torna posible o imposible las
consultas en profundidad, así como la alternancia de diferentes puntos de vista y una
cierta parte del trabajo del inconsciente.
Resumiendo, mi hipótesis es que, en su rigidez, la “formulación subjetiva” y la
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Stefano Bolognini 801

“fijeza funcional” revelan implícitamente un claro vínculo extremo de identificación


que ha ocupado el lugar del yo central (el cual, en general, tendría más amplitud si
fuera sano) hasta el punto de colonizarlo. No es raro que este objeto “ocupante” sea
una figura parental con la que el yo del sujeto se ha identificado proyectivamente de
forma total, en detrimento de su curiosidad, espontaneidad y autenticidad.
Dicho sea de paso, este es precisamente el problema de los analistas que han per-
manecido demasiado intensa y exclusivamente identificados con su propio analista
o, más a menudo, con sus supervisores: se han “convertido” en sus objetos, que han
reemplazado a su self, motivo por el cual en realidad no pueden consultarlos.

Desidealizar la intuición

Los párrafos anteriores estuvieron dedicados a examinar la “formulación subjetiva”


y la “fijeza funcional” desde una perspectiva psicoanalítica. Ahora me gustaría abordar
otro aspecto particular de la intuición, vinculado no tanto a la variedad de puntos de
vista como a la rapidez o lentitud del proceso.
Heinz Kohut (1971) ha hecho interesantes comentarios —producto del desencanto,
y en modo alguno idealizadores— sobre el fenómeno de la intuición que pueden permi-
tirnos avanzar en este campo. Según este autor, los procesos mentales que parecen intui-
tivos y que, en el caso típico, impresionan al observador al punto de hacerle creer que
está ante poderes muy especiales, distintos de los comunes, en rigor solo difieren en la
velocidad con que transcurren, vale decir, eso mismo que tanto nos ha impactado como
para hacernos suponer la existencia de un modo extraordinario de funcionamiento.
A eso agrega Kohut:

El talento, el entrenamiento y la experiencia se combinan a veces, en diversos cam-


pos, para generar resultados que nos parecen intuitivos; así, podríamos descubrir que
opera la intuición no solo en la observación empática de estados psicológicos complejos
(como la que utilizan los psicoanalistas) sino también [...] en diagnósticos médicos, o
en las decisiones estratégicas de un campeón de ajedrez, o en el planeamiento de sus
experimentos por parte de un físico (1971, p. 303).

Este comentario acerca de la velocidad del proceso —comentario algo tangencial,


por otra parte, ya que Kohut lo incluye casi al pasar en un capítulo dedicado a la em-
patía— me pareció un poco reduccionista en un primer momento, pero con el tiempo
lo revaloré (tal vez porque limitaba, implícitamente, el carácter envidiable de los re-
cursos “mágicos” empleados por los sujetos intuitivos). Creo que Kohut vio con pre-
cisión lo que ocurre en este caso, y que bien vale la pena explorar el problema desde
otro punto de vista. Por ejemplo, si esta hipótesis está fundamentada, ¿qué podría
causar la pérdida de velocidad del funcionamiento psíquico? Dicho de otra manera,
¿qué podría obstruir, estorbar o dificultar los procesos de pensamiento? Y, para con-
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tinuar con nuestro examen, ¿qué nos ha enseñado el estudio comparativo de la pato-
logía neurótica y psicótica que pueda venir en nuestra ayuda?

La pérdida de energía y el funcionamiento del yo

El estudio de las neurosis desde una perspectiva económica nos ha revelado que
en la represión hay típicamente una pérdida de energía; vale decir, las contrainvesti-
duras necesarias para mantener reprimido aquello que genera un conflicto implican
un mayor costo económico; y a veces el estado general de fatiga, la forma enmarañada
de pensar y la lentitud funcional para hacerlo son síntomas que se agregan a los más
específicos de una neurosis.
En mi manera de expresarme, el neurótico viaja con todo su equipaje (sintomático,
onírico, económico) en la mano, dentro de un sistema en el que prevalece una represión
cada vez más precaria y costosa en el inconsciente dinámico, de modo tal que las ca-
pacidades del self no pueden separarse de eso ni proyectarse muy lejos. Y continuando
con esta metáfora, digamos que los neuróticos no pierden sus capacidades (el legado
del self es reprimido, pero no escindido) pero deben incurrir en grandes gastos para
continuar reprimiendo y mantener dentro de la caveau [bodega] inconsciente los ele-
mentos conflictivos que trastornarían la organización de la “zona diurna” del self. Podría
decirse que agotados por las exigencias impuestas a su energía, los neuróticos muestran
profundas ojeras y una fatiga extrema, que son, en verdad, síntomas neuróticos.
Los embrollos, el enmarañamiento, el retardo al pensar pueden ser el producto de
una interferencia negativa permanente de los elementos conflictivos internos que pre-
valecen sobre el yo, limitando su capacidad normal de trabajo, así como de la pérdida
de energía, que le resta fuerza. Ese ritmo más lento de los procesos mentales es lo que
haría, según Kohut, que los momentos “intuitivos” fueran muy infrecuentes.
Mi hipótesis adicional es que, en muchos casos, la capacidad del yo para ceder
lugar a los aportes creativos del preconsciente y del inconsciente también podría
quedar dañada. El sujeto, que en su estado de alarma interna aumenta el control del
yo y la contractura funcional, no se permite enriquecerse con consultas intrapsíquicas
a sus objetos internos, y no llega a conocer sus puntos de vista ni sus formas de ser,
quedando así virtualmente estancado en la “formulación subjetiva” descripta por
Rumiati y en la “fijeza funcional” de Duncker.
En términos de metáforas equivalentes, los neuróticos se autorregularían intrap-
síquicamente como esas personas que, inmersas en su modalidad defensiva, “ya no
escuchan a nadie” en el mundo exterior y evitan todo intercambio interpsíquico.
También podríamos describir esta dinámica imaginando que el hijo menor del mo-
linero no aceptó la ayuda del gato con botas, o que la mujer guatemalteca no prestó
atención a las muñequitas que podrían ocuparse de sus problemas por la noche. Pero
centrémonos en la pérdida de energía necesaria para reprimir la creatividad del pre-
consciente-inconsciente, pérdida provocada por los conflictos.
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Stefano Bolognini 803

Por el contrario, para los pacientes capaces de una marcada escisión y proyección
de las partes internas de su self la situación se simplifica, por decir así: terminan em-
pobrecidos tanto en contenidos como en la articulación de su self, y por ende más
“livianos”. (Yo diría que “viajan sin equipaje en la mano”). Son relativamente asinto-
máticos y, en todo caso, presentan una tendencia básica a la manía. Desde el punto
de vista económico, pierden una parte de sus bienes (entendiendo por “bienes” los
que le ha legado su mundo interno, la dotación básica del self, y la asidua presencia
de, y conexión con, sus objetos internos), desvinculándose de ellos o, en cierto sentido,
renunciando a ellos, ya que de esta manera evitan el conflicto.
En la lengua corriente, de estas personas suele decirse que “no se preocupan por
los detalles”, que “van al grano” o que (como Alejandro Magno con el nudo que ataba
al yugo la lanza del carro del rey Gordio) no pierden el tiempo deshaciendo un nudo
sino que simplemente sacan la espada y lo cortan de un solo golpe. Específicamente,
cuando entran en juego escisiones importantes de tipo vertical —al punto de produ-
cirse una disociación en el sentido psicoanalítico, no en el sentido fenomenológico
psiquiátrico— que tienen como efecto “compartimentalizar la experiencia”, suelen or-
ganizar sus funciones y contenidos psíquicos de acuerdo con una estructura simpli-
ficada de la personalidad. En estos estados de escisión, el sujeto “viaja sin equipaje en
la mano”, ya que renunció al “peso” de una parte de su self, más o menos como hace
un lagarto cuando, enfrentado con un peligro, se desprende de la cola para dejársela
al atacante y así poder huir más rápidamente.
En este estado compartimentalizado, con su self simplificado y empobrecido, el
sujeto es empero básicamente asintomático, sufre menos estrés y dificultades preci-
samente porque evita, siquiera en parte, la pérdida económica que el conflicto implica;
y muy a menudo delega en otro la representación y la vivencia proyectiva de las partes
internas de su self.
El cuadro que he descripto de este uso de la escisión puede corresponder a una
patología franca o bien, si está restringido cuantitativamente y limitado a una mera
tendencia, puede caracterizar a un cierto tipo de personalidad, circunscripta pero de-
cidida (no olvidemos que “decidir” proviene etimológicamente del latín decidere, “cor-
tar” algo separándolo de otra cosa).
Por otro lado, en un caso muy compatible con la buena salud mental, se da la es-
pecialización funcional del self profesional, el hecho de que una persona se organice
en su trabajo de manera relativamente escindida, que puede ser necesaria y útil para
los demás. Si todos los cirujanos se identificaran con la persona a la que deben operar
no podrían hacer bien su tarea; si todos los abogados, en lugar de defender a sus
clientes, se apegaran a normas humanitarias en todo momento, perderían demasiadas
batallas legales; y así sucesivamente. Los individuos se especializan y sus escisiones
funcionales temporarias tienen como propósito llevar a cabo su trabajo; el guarda-
polvo blanco, la toga negra, el overol azul del mecánico son el correlato de una con-
figuración interna adecuadamente escindida, aprendida y consolidada con pleno
acuerdo de la sociedad.
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804 Revista de Psicoanálisis l Tomo LXX l Nº 4 l 2013

La ventaja económica de esta simplificación interna, mediante la cual el individuo


se transforma funcionalmente en un tipo de personaje muy especializado y centrado
internamente en determinadas funciones, puede generar una gran fluidez asociativa
y una gran velocidad para atravesar pasajes mentales, semejantes a las que son propias
de la rapidez funcional de un sujeto intuitivo.
Si esta reducción óptima de la pérdida de energía se combina con la posibilidad
de tomar contacto sin conflicto con los objetos internos significativos y de consultarlos,
genera a su vez una mayor riqueza en cuanto a la diversidad y movilidad de las pers-
pectivas, la cual provoca un auténtico “efecto caleidoscópico” y una aceleración del
tiempo funcional.

conclusiones

He tratado de señalar, en una rápida secuencia cinematográfica que fue de la fi-


siología a la patología, algunos procesos psíquicos que demuestran la participación
de niveles preconscientes e inconscientes en la resolución de problemas. También he
explorado brevemente el área de la intuición, y he propuesto algunos vínculos hipo-
téticos entre su observación fenomenológica y su consideración psicoanalítica.
Me gustaría destinar estas reflexiones finales a las distintas perspectivas con que
la contribución del inconsciente a la resolución de problemas ha sido examinada, más
o menos explícitamente, en diversos ámbitos culturales, para luego terminar con una
formulación abreviada de una posible visión psicoanalítica de este tema.
Muy sucintamente, podríamos decir lo siguiente:

1. Muchas culturas orientales parecen coincidir en que el yo del sujeto es un obstáculo


para la libre expansión de su potencial conocimiento interior. A veces recomiendan
modalidades sumamente refinadas de desactivación gradual y suspensión funcional
del yo central, mediante prácticas meditativas, técnicas rituales, ejercicios de abstinencia,
control del pensamiento, funcionalidad difusa con el entorno o regresión “manejada”
hasta llegar a las condiciones funcionales de una pre-separación. En estas culturas, el
yo central no es suprimido del todo sino que es parcialmente marginado y dejado en
un estado de “suspensión” que dificulta la operatividad del individuo.
2. Las culturas occidentales de tipo psicodélico tienden a desvalorizar netamente
las funciones del yo central y a “forzar” su suspensión mediante la supresión funcional,
basada en la ingesta de sustancias tóxicas. De hecho, el yo es deliberadamente para-
lizado por vía de fármacos. Las personas que hacen esto destacan la presunta sabiduría
que provocan estas experiencias de falta de control, suficientes en sí mismas, y reclaman
su derecho (investido narcisísticamente) a regresar, en forma omnipotente, a un estado
psíquico intrauterino, un estado “oceánico” de pre-separación.
3. Las culturas artesanales y artísticas asignan tradicionalmente mayor dignidad
a la acción que al pensamiento. En el ámbito de lo artesanal, se valora particularmente
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Stefano Bolognini 805

la competencia en la realización de obras manuales; en el del arte, lo altamente valorado


es la obra de arte en sí, muy investida de libido narcisista. Sin embargo, el yo central
es el “asesor de proyectos” y el “asistente” del artesano, que por lo general deposita su
mayor investidura libidinal en las manos. El inconsciente del artesano que trabaja en
su obra es, sobre todo, un inconsciente de procedimientos, sede de habilidades y des-
trezas que se han vuelto automáticas. En el campo del arte se apunta, idealmente, a
un nivel de “maestría” que releva al yo central consciente de sus funciones de control;
un ejemplo sería el del violinista virtuoso que establece un puente directo entre el “co-
razón” y las “manos”, dado que para él su técnica ya no es un problema que deba ser
supervisado y regulado por el yo central.
4. El psicoanálisis nunca tiene como propósito desactivar, eliminar, embriagar o
paralizar farmacológicamente al yo central. Desde sus inicios, renunció a la manipu-
lación de la atención y el control del pensamiento del paciente que ofrecía la hipnosis,
abandonada muy pronto por Freud. No le interesa anular al carcelero (el yo defensivo,
cuando es eso) sino transformarlo en su relación con otras partes del self.
uno de los objetivos del psicoanálisis contemporáneo es permitir una cooperación
armónica entre las distintas partes del self, reparando y restaurando las sinergias
funcionales internas desaparecidas en las patologías psíquicas. Esas sinergias se
crean naturalmente, por el contrario, durante el desarrollo, cuando el niño y los ob-
jetos con los que se relaciona pueden experimentar formas de cooperación (al suc-
cionar el pecho, al aprender, o en el intercambio interpsíquico) que luego son in-
troyectadas y poco a poco estructuradas en una forma de funcionamiento que
también se torna intrapsíquica.
Cuando los procesos de desarrollo y formativos tienen lugar armoniosamente, las
demandas internas del sujeto cooperan con el mismo grado de participación en si-
tuaciones de conflicto o sufrimiento, con lo cual mantienen un sentido interno de co-
hesión y reducen al mínimo las escisiones. un yo central benevolente —fiel, idóneo
y tolerante, heredero de los objetos primarios que le confirieron su capacidad y sus
articulaciones funcionales— sabe cómo intervenir cuando es útil y cuándo hacerse a
un lado cuando otras partes del self prueban poseer mayor creatividad y competencia
para la tarea entre manos. Al final del proceso se vuelve a convocar al yo para que
haga su aporte central integrador a lo que se logró gracias a las contribuciones de las
partes internas.
La cohesión, atmósfera, estilo y fluidez de estas relaciones internas nos permiten
percibir la mayor o menor armonía que caracteriza a las diversas personas que coha-
bitan con el self y los otros. Quizá fuera precisamente la percepción de esta complejidad
interior la que llevó al poeta y filósofo portugués Fernando Pessoa (1888-1935) a es-
cribir: “Mi alma es una orquesta escondida. No sé qué instrumentos, qué violines y
qué arpas, qué tambores y qué mandolinas resuenan dentro de mí. Sólo escucho la
sinfonía” (Pessoa, 2002).

(Traducción de Leandro Wolfson)


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806 Revista de Psicoanálisis l Tomo LXX l Nº 4 l 2013

DescrIptores: INCONSCIENTE / YO CENTRAL / SELF / CREATIVIDAD / INTuICIóN /


OBJETO / COOPERACIóN
KeyworDs: uNCONSCIOuS / I CENTRAL / SELF / CREATIVITY / INTuITION / OBJECT / COOPERATION
pALAvrAs-chAves: INCONSCIENTE / EGO CENTRAL / SELF / CRIATIVIDADE / INTuIçãO /
OBJETO / COOPERAçãO

Bibliografía

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Psicoanalítica Argentina)
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807

Comentario al trabajo de Stefano Bolognini


Virginia Ungar1

La lectura del trabajo de Bolognini es un ejercicio sutil y lúdico. El autor nos “abre
la puerta para ir a jugar” en el sentido más Winnicottiano de esta expresión. Sabe
crear un espacio intermedio adonde invita a aportar trabajo de pensamiento. Resulta
convocante y muy original en su manera de mostrar al lector cómo piensa y cómo
trabaja en psicoanálisis, al poner a trabajar temas tan clásicos como la noción de in-
consciente y la relación de este último con el yo consciente.
En este sentido, retoma la cuestión, lanzada en su libro libro Secret Passages: The
Theory and Technique of Interpsychic Relations (2011) acerca de un “inconsciente sen-
sato” que trabaja y puede lograr transformaciones. Está interesado en el trabajo de
elaboración que ocurre en un nivel onírico profundo y desconocido por el Yo, al que
alude como misterioso.
Bolognini metaforiza primero con un cuento infantil “El gato con botas” esa aso-
ciación entre dos partes que trabajan en “alianza recíproca”: el sistema Inconsciente-
preconsciente y el Yo al que “denomina consciente-central” (el gato y el dueño del
mismo del cuento). Ambos se respetan y toleran la superioridad ocasional de uno de
ellos para resolver un problema sin que se despierte una envidia destructiva.
La metáfora se amplía cuando entra en escena un objeto-juguete, una pequeña
caja con seis muñequitas adentro que le trajera una paciente de Guatemala luego de
las primeras vacaciones analíticas. Si se les cuenta a cada una un problema, al irse a
dormir, ellas conversan entre sí y el sujeto amanece con una visión diferente de sus
conflictos, podría decirse que se ha enriquecido con nuevos puntos de vista.
El gato con botas y las seis muñequitas nos invitan a participar en el juego que pro-
pone Bolognini: podemos jugar (también solos, como nos enseñara Winnicott) si
confiamos en nuestros objetos parentales internalizados ya que es en ese nivel, in-
consciente, en el que se va dar el proceso creativo y es ahí cuando el yo consciente
central se relaja y descansa de su permanente tarea de controlar, regular y organizar
los intercambios.
El autor resalta la atmósfera de intimidad necesaria para que estas interacciones
puedan tener lugar. No es un problema menor para la tarea del psicoanalista de este
siglo, tan preñado por lo visual, lo mediático, en el que la intimidad se constituye mu-
chas veces en algo a construir en el decurso de un análisis.
Es muy llamativo el hecho de que los analistas de niños tenemos la constatación
cotidiana de que nuestros pacientes siguen jugando en nuestros consultorios con
los pequeños y simples juguetes que les ofrecemos y utilizan cualquier elemento

1. virginiaungar@gmail.com / Miembro de la Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires


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808 Revista de Psicoanálisis l Tomo LXX l Nº 4 l 2013

para armar sus propias epopeyas. un almohadón es el muro de un fuerte, una silla
dada vuelta es un barco pirata, goma de pegar es comida para la muñeca y debajo
de la mesa se construyen casas, garajes, en el suelo se arman desde zoológicos hasta
pistas de carreras.
Para que esto ocurra tiene que haber una confianza básica de que hay alguien a
cargo (real o internalizado) que provee de un marco, que observa, sostiene y abre el
camino para que el niño despliegue y externalice su mundo de hadas y brujas, de prin-
cesas y héroes, de soldados, de invasores, de amores y odios, de buenos y malos y
hasta historias fragmentadas, a veces rotas en pedazos y el analista en estas ocasiones
tolera que el niño solo pueda mostrar el vacío, la soledad y el silencio.
El trabajo de Bolognini tiene el gran mérito de lograr traer a la cotidianeidad de
la práctica analítica temas y discusiones tan densas como la mencionada relación
entre el Yo y el Inconsciente-Preconsciente, la empatía, la intuición, la relación del
psicoanálisis con la psicología cognitiva. Va llevando con mesura hacia cuestiones
fundamentales de la clínica y de la técnica analíticas.
En este sentido, la posibilidad de que el yo “se corra a un costado” y, más aún, no
sea intrusivo ni controlador y “permita” al inconsciente hacer su trabajo es un modelo
apto para pensar la situación analítica. El autor nos lleva a ese espacio al referirse a
la capacidad de los analistas de “suspender” el pensamiento y a esto lo denomina
como la “resignación voluntaria”: ¿A que renuncia el analista? Pues nada menos que
a realizar todo acto deliberativo de investigación, y así se entrega de lleno a la aten-
ción flotante.
En este mismo punto es posible hacer un ejercicio. La tendencia natural en el campo
psicoanalítico es intentar asociar lo que se va escuchando o leyendo con conceptos
que son conocidos y además afines a las preferencias teóricas de cada uno.
La resignación voluntaria me pareció en principio compatible con el concepto de
‘sin memoria y sin deseo’, de W.R. Bion. Enseguida me percaté que estaba haciendo
justo lo contrario de lo que propone Stefano, trataba de asociar un concepto nuevo
para mí con alguno que ya conozco. Pienso que mi Yo no pudo tolerar “no saber” y
ver desestabilizado un sistema en el que conviven distintos aspectos de mi self con
mis objetos internos en cierta armonía tranquilizadora.
Coincido con Bolognini cuando dice que la resignación voluntaria solo puede
darse después de un considerable acopio de experiencia profesional. La demanda de
asociación libre es válida al comienzo de un análisis solo como modelo de aspiración.
Se pide algo que el paciente no puede hacer, el sujeto va a lograr esta capacidad con
el transcurso del trabajo analítico. Hasta podría decirse que lo va a conseguir luego
de un sostenido trabajo analítico que va dando lugar a la posibilidad de libertad de
ciertas ataduras defensivas que moldearon la neurosis del sujeto.
Lo mismo es válido para el analista. Solo podrá sostener los estados de atención
flotante luego de un considerable trabajo sobre sí mismo, aprendiendo a reconocer y
procesar su contratransferencia y trabajando intensamente sobre sus propias resis-
tencias al análisis, que son tan fácilmente despertadas por los pacientes.
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Virginia Ungar 809

La propuesta de la resignación voluntaria es ampliada hacia el “brainstorming”,


término que Bolognini aplica a “algo más que la sumatoria de recursos cognitivos in-
dividuales”, refiriendo esta idea a la cita de Freud contenida en el trabajo acerca de
que el inconsciente de un hombre puede tener efectos sobre el inconsciente de otro,
esquivando la conciencia.
Nuevamente surge la tentación de correlacionar esta idea con los aportes de Bion
sobre la mentalidad grupal pero ateniéndonos al espíritu de la propuesta del artículo,
suspendamos la acción de un Yo investigador, asociador y coherentizador para apreciar
el valor de esta propuesta en términos de su posible aplicación al funcionamiento ins-
titucional. Si se pudiesen eludir, o al menos disminuir, las investiduras puramente
narcisistas del Yo de nosotros, los psicoanalistas, quizás las reuniones tanto societarias
como científicas podrían ser más productivas en creatividad, al modelo de las seis
muñequitas guatemaltecas, conversando entre si cuando el Yo del durmiente se borra.
Siguiendo en esta línea, Bolognini correlaciona las contribuciones de las teorías
cognitivas con ciertos conceptos psicoanalíticos sobre la intuición.
Cita la idea de Grinberg sobre los procesos de identificación parcial, posibles
solo si se cuenta con introyecciones adecuadas de objetos positivos y útiles que per-
miten a la persona adoptar múltiples puntos de vista. Si las identificaciones son solo
parciales, el self va poder conservar el sentido de sí mismo, al no estar fijado a un
objeto, y también contar con una adecuada movilidad interna con respecto a los ob-
jetos que le dan al Yo lo que Bolognini llama “capacidad del yo central de consultar
a sus objetos internos”.
Resulta muy interesante que a partir del estudio de los procesos de interiorización
del objeto en combinación con su idea de consulta a los objetos internos, recorre al-
gunas postulaciones muy originales para la psicopatología psicoanalítica.
El trabajo de Bolognini es muy valioso al acercarse a cuestiones de la teoría y de la
práctica psicoanalíticas de una manera poco frecuente en nuestro campo, con mucha
claridad y simpleza, aún cuando esté abordando temas de una importante densidad.
Así propone una perspectiva para observar la psicopatología desde el punto de
vista del estado del Yo y de su grado de movilidad en la “consulta a los objetos internos”
además del gasto de energía psíquica implicado en el conflicto. El neurótico que vive
en estado de alarma interna y tiene a su Yo ocupado en la función de control, no se
permite enriquecer sus puntos de vista con consultas intrapsíquicas a sus objetos in-
ternos. Esto se refleja también en la poca capacidad que tiene para escuchar e inter-
cambiar en el mundo externo.
Esta propuesta me parece importante para la clínica. Pienso que el bebé nace con
una gran capacidad de observación y escucha, que va disminuyendo como precio
para adaptarse a la cultura y a lo que ésta le exige. La neurosis llega a “capturar” estas
capacidades por el enorme requerimiento narcisista que hace la enfermedad y también
porque el Yo tiene que ocuparse de estar alerta y de defenderse. Ni que hablar de la
psicosis, en la que la observación queda alterada, dada vuelta diría, tanto en la aluci-
nación visual y/o auditiva como en la construcción del delirio. El Yo, dañado y em-
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pobrecido, ocupado por defenderse para no morir no puede “descansar” de su tarea


de controlar y de estar alerta. Es bien sabido que tampoco puede “cerrar los ojos” para
ir a dormir y así poder soñar.
Bolognini posiblemente diría que el Yo, en determinadas ocasiones puede quedar
dañado en la capacidad de dar lugar a los aportes creativos del Inconsciente-precons-
ciente, porque en estado de alarma no puede “consultar” a sus objetos internos.
Casi al final del artículo, nos da una idea acerca de cuál es el objetivo del psicoa-
nálisis contemporáneo: permitir una cooperación armónica entre las distintas partes
del self al reparar y restaurar las sinergias funcionales internas que desaparecen en
los cuadros psicopatológicos.
Vuelvo a redoblar la apuesta de tomar este punto de vista, que por definición tiene
que ser móvil, dinámico y siempre dispuesto a descartarse en presencia de un argu-
mento más creativo, para aplicarla por un momento a la relación del analista con las
teorías que prefiere. Si se sostiene una actitud de certeza, de defensa a ultranza de hi-
pótesis, de dificultad de escuchar a quien tiene algo diferente para decir, tanto la ca-
pacidad de escucha como la de jugar con las ideas va a ir disminuyendo. Esta posición
viene muy bien a lugares de poder y liderazgo, para estrechar filas y corre el peligro
de deslizarse hacia posiciones fanáticas.
También puede influir en el clima de una institución donde el estado de consulta
a los objetos internos al que se refiere Bolognini tendría que dar lugar a las ideas
nuevas, a la discusión respetuosa, a la inclusión de diversidades y, sobre todo, al bo-
rramiento de tapones jerárquicos. Los niños en el consultorio, nuestros pacientes, y
los jóvenes en formación nos enseñan algo nuevo a cada momento, tenemos que ser
capaces de consultarlos.
Bolognini nos muestra este camino con su escrito. Podemos inferir que dialoga y
consulta a sus objetos internos, los de su vida personal y los de su recorrido psicoa-
nalítico en una atmósfera de juego y creatividad que transmite con entusiasmo y que
en la lectura abre cada vez más puertas para que queden abiertas y no para cerrarlas
con revelaciones que muy a menudo terminan siendo oclusivas.

DescrIptores: INCONCIENTE-PRECONCIENTE / YO /SELF / EMPATÍA / INSTITuCIóN


KeyworDs: uNCONSCIOuS-PRECONSCIOuS / EGO / SELF / EMPATHY / INSTITuTION
pALAvrAs-chAves: INCONSCIENTE-PRÉ-CONSCIENTE / EGO/SELF / EMPATIA / INSTITuIçãO
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811

Comentario al trabajo de Stefano Bolognini


Norberto Marucco1

Es para mí una gran satisfacción comentar este trabajo, ya que se trata del escrito
de un valorado autor, actualmente presidente de la API, y fundamentalmente porque
el texto resalta la importancia del inconsciente no sólo como productor de síntomas,
sino también de “maneras de ser” en la vida, y como fuente de trabajo creativo.
Además de resultarme muy interesante esta perspectiva en el contexto del psicoa-
nálisis contemporáneo, me ha parecido muy sugerente que Stefano Bolognini for-
mule el título en primera persona, y que apele a un lenguaje tan claro para expresar
sus ideas.
Stefano parte de la transferencia como motor que permite desplegar en el campo
analítico “los objetos internos del paciente”, y como ámbito desde el cual surge y es
“puesta a trabajar” la metáfora de las muñecas guatemaltecas: la posibilidad de intros-
pección y la riqueza del juego “interpsíquico” permiten una nueva mirada frente al
mundo y frente a los conflictos. Podría decirse que, aunque no explícitamente, el pa-
radigma de la complejidad está “en funcionamiento” en este texto, al considerar el
papel de lo intuitivo y de lo creativo en psicoanálisis.
Dialogando con aportes literarios, filosóficos, de la psicología cognitiva, etcétera;
Bolognini apunta a dilucidar la clave metapsicológica del funcionamiento del yo.
Parte de relatos y cuentos tradicionales para explorar el papel que tiene en la cons-
titución del psiquismo y la resolución de problemas no solo lo inconsciente sino
también, yo diría, lo pulsional, y la presencia del otro. Da cuenta de ello su concepto
de “interpsíquico”, tan brillantemente desarrollado en su libro Pasajes secretos (que
tuve el honor de prologar). Se plantea un “contexto interesante” donde el incons-
ciente del sujeto “toca” al inconsciente del otro: la práctica analítica no actuaría
solo a partir de lo que surge de lo intrapsíquico del paciente, sino también de lo
intrapsíquico del analista (donde su propio inconsciente adquiere particular rele-
vancia). De ahí que para Bolognini lo “interpsíquico” tenga una dimensión más
extensa que lo “interpersonal” y lo “intersubjetivo”, ya que remite a un nivel fun-
cional de alta permeabilidad compartida entre dos aparatos psíquicos (en el que
hay que considerar muy especialmente el concepto de transicionalidad de
Winnicott, la capacidad de ensoñación –rêverie– del analista de Bion, y los aportes
de otros autores que nutren su vasta cultura psicoanalítica). Este modo de concebir
psicoanalíticamente los procesos de transformación y creación tiene enriquecedoras
consecuencias tanto en la propuesta clínica de Bolognini, como en la posibilidad
de pensar los procesos psíquicos en una dialéctica entre inconscientes (el del sujeto

1. marucco@fibertel.com.ar / Miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina


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812 Revista de Psicoanálisis l Tomo LXX l Nº 4 l 2013

y del otro, en la transferencia) y posiciones de la conciencia/pre-consciencia (el yo


consciente central).
La pregunta que plantearía, en este diálogo imaginario con Stefano, es: ¿de dónde
partirían las cosas?, ¿de las pulsiones del niño que “encuentran/crean” a su objeto
(y de ese modo su inconsciente afecta al inconsciente del otro)?, ¿de las pulsiones
y el inconsciente del otro que, como lo plantean Neyraut y Laplanche entre otros,
lo preceden (pudiendo plantear así la precesión de la contratransferencia a la trans-
ferencia en el análisis)?; ¿o parten, como vengo postulando desde hace tiempo junto
a otros autores, de una dialéctica del encuentro entre la pulsión y el objeto de ambos?
En relación a esta pregunta recuerdo un comentario de Green en relación a la im-
portancia del objeto en la constitución de lo psíquico o en su transformación. Él
decía que era como pensar que el jardinero es quien hace crecer a la planta. En su
opinión ese pensamiento surge de “la locura” del jardinero: ya que en realidad lo
que éste hace es aportar los elementos que ayudan a que la planta, con su propia
savia, pueda crecer. Bolognini se refiere a “una situación favorable en la relación
interna del yo de un individuo y su self, así como a estilos parentales interpsíquicos”.
Yo subrayaría otra vez la importancia de la pulsión, y de una subjetividad que se
asentará en la conflictiva inestabilidad que es propia de ella, y en el complejo proceso
mediante el cual, en términos de la segunda tópica freudiana, “donde ello era, yo
debe advenir”.
A propósito de las reflexiones que el texto de Bolognini aporta acerca de la intuición
desde el punto de vista psicoanalítico, el autor muestra de qué modo pone a trabajar
los derivados funcionales de los procesos de identificación. Surgen asimismo intere-
santes reflexiones sobre el concepto de interiorización, que conlleva en si mismo di-
ferentes maneras de pensar la identificación proyectiva, la identificación introyectiva,
y el pasaje a objetos internos.
Bolognini profundiza sobre la intuición y la empatía psicoanalíticas transmi-
tiéndonos una valiosa enseñanza de la práctica: para que pueda generarse un en-
cuentro con el otro en el que el inconsciente pueda trabajar, creando, más que in-
tentar proveer soluciones al yo central (pretensión tan frecuente en las prácticas
psicoterapéuticas cotidianas) el analista deberá poder trabajar “a pesar de su yo”
(como en el título), promoviendo des-idealizaciones y des-identificaciones alienantes.
Stefano Bolognini nos invita a preguntarnos junto a él “¿qué podría obstruir, estorbar
o dificultar los procesos de pensamiento?”; y con este interrogante nos introduce
al tema del funcionamiento del yo y su capacidad o incapacidad para ceder lugar a
los aportes creativos del preconsciente y el inconsciente. Describe así una neurosis
que “viaja con todo su equipaje en la mano”; y otros sujetos que, “empobrecidos”
por la escisión, “viajan sin equipaje”, limitados en su posibilidad creadora. Muy in-
teresante para demarcar un tipo particular de pacientes que no consultan por este
síntoma, e incluso resultan eficientes en su desarrollo social, pero padecen de abu-
rrimiento, agobio vital, falta de creatividad.
Sin poder ahondar en este comentario acerca de las precisiones que requerirían
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Norberto Marucco 813

algunos de los conceptos utilizados (como el de “yo”, “self ” -sí mismo-, “escisión”,
“sujeto”, “subjetividad”, etcétera), considero fundamental para el psicoanálisis con-
temporáneo la actualización y profundización del debate metapsicológico acerca
de la complejidad del yo como instancia psíquica, y los desafíos y conflictos a los
que se enfrenta.
Agradezco mucho a la Revista de psicoanálisis y a Stefano Bolognini la posibilidad
de dialogar con estas ideas.

DescrIptores: YO / SELF / OBJETOS INTERNOS / INCONCIENTE / LO INTERPSÍQuICO


KeyworDs: EGO / SELF / INTERNAL OBJECTS / uNCONSCIOuS / THE INTERPSYCHIC
pALAvrAs-chAves: EGO / SELF / OBJETOS INTERNOS / INCONSCIENTE / O INTERPSÍQuICO
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MESA REDONDA
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Nuevos paradigmas en psicoanálisis


Presentan: Rodolfo D’Alvia, Miguel Leivi, Cristina Rosas de Salas, Adriana Vázquez
Coordina: Gustavo Jarast1

Gustavo Jarast: Les agradezco a todos ustedes la concurrencia a este homenaje a la


Revista, a los 70 años de su publicación ininterrumpida y con un tema cuya actualidad
no se destaca solamente hoy sino que lo viene haciendo desde hace bastante tiempo
y seguirá teniendo la misma vigencia en el futuro. Me refiero al tema de los nuevos
paradigmas en psicoanálisis y se me ocurrió, como para promover las primeras pa-
labras de cada uno, pensar algunos interrogantes: ¿Hay nuevos paradigmas? ¿Qué se-
rían estos nuevos paradigmas? ¿Serían tan sólo fachadas de viejos paradigmas? ¿Hay
progreso realmente y estamos yendo hacia algo nuevo o no? En fin, son preocupaciones
que quiero compartir con ustedes.
rodolfo D’Alvia: Yo vengo siguiendo el tema de los nuevos paradigmas en psicoa-
nálisis. En el Congreso de Montreal de 1987 Wallerstein planteó que en el psicoanálisis
hay una creciente diversidad de teorías, de convenciones lingüísticas y de modos de
procesar la relación entre ellas.
Dos años después en Roma, en el Congreso Internacional de 1989, se intentó tomar
el camino de las coincidencias, la temática era “Bases Comunes del Psicoanálisis”.
Así y todo, a pesar de que se forzaron ciertas coincidencias, volvieron a aparecer
los distintos marcos referenciales teórico-clínicos, los distintos niveles en la patología,
las discusiones sobre el funcionamiento psíquico, el método y la cura.
Pienso que esta Mesa Redonda sobre Nuevos Paradigmas en Psicoanálisis nos vuel-
ve a enfrentar con diversidades y coincidencias, y quizás nos ayude a seguir avanzando
en el famoso pluralismo.
Me pregunto qué nuevos cambios seleccionaría hoy como significativos para que
puedan ser jerarquizados como nuevos paradigmas. También si, a partir de los su-
puestos paradigmas encontrados, habría construcciones suficientes que pudieran in-
gresar en teorías integradas de carácter sostenido y evidente como para llamarlas
“nuevas construcciones”.
Creo que las hipótesis freudianas que crearon el psicoanálisis hoy se mantienen
gracias a que unifican a los analistas y muchas de ellas siguen siendo válidas en la
teoría, sobre todo para seguir hablando de psicoanálisis.
Voy a comenzar con algunas ideas de paradigma. Kuhn, en 1962, nos hablaba de

1. maroda@fibertel.com.ar / Miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina; miguel_leivi@hotmail.com


/ Miembro de la Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires; cristisalas1@gmail.com / Miembro de la
Asociación Psicoanalítica Argentina; adrialevazquez@gmail.com / Miembro de la Asociación
Psicoanalítica Argentina; gustavojarast@gmail.com / Miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina
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818 Revista de Psicoanálisis l Tomo LXX l Nº 4 l 2013

la famosa inconmensurabilidad de las teorías. Yo agregaría hoy que a esta noción de


paradigma se fueron agregando una larga serie de prácticas que delimitaron muchos
modelos diferentes en la teoría de la cura.
También es importante tener en cuenta lo que es paradigma para otras ciencias.
Por ejemplo, para las ciencias sociales serían las experiencias, creencias, valores y vi-
vencias que condicionarían cómo se ve la realidad y cómo se actúa en función de ella.
En la propuesta de hoy también está la compleja idea de lo nuevo. ¿Hablamos de
lo nuevo o de lo novedoso, hablamos de lo nuevo o de lo renovado, de lo que hay que
completar, o de los cambios y de las transformaciones?
Pienso que en todas las creaciones culturales, y por ende en el psicoanálisis también,
todo empieza y sigue más de una vez. Frente a esto prefiero hablar de lo reciente y
con ello de un conjunto de diversidades que predominan en la actualidad.
Así podría decir que tenemos:

a) diversos conceptos en el campo de la sexualidad, del género, de la latencia.


b) diversas teorías psicopatológicas sobre el inconciente y sobre los modelos re-
presentacionales.
c) diferentes formas de encarar el desarrollo de la cura, por ejemplo con objetivos
abiertos o terapias de base psicoanalítica con objetivos más específicos.
d) distintos modelos socioculturales, mediáticos, sobre todo en el campo del manejo
del tiempo y del espacio, y cambios en los valores culturales que no coinciden
hoy con el modelo psicoanalítico.

Para citar solo algunos ejemplos, el psicoanálisis considera como exceso la sobrein-
vestidura de lo real a través de una excesiva adaptación del sujeto a determinados ide-
ales, y el síntoma, como emergencia de la realidad psíquica, es tomado como posibi-
lidad de cambio. Por el contrario, en la cultura este exceso significa un precio a pagar,
a veces como único camino al éxito. El psicoanálisis privilegia la palabra oral y escrita,
en cambio en la cultura es valorada la imagen cosificada, global y virtual. Ser visto es
ser. La inconsistencia simbólica se intenta compensar con la imagen corporal, ligada
a sensaciones con severos pasajes al acto.
Frente a estas diversidades y a la categoría de lo reciente, creo que podríamos des-
tacar, como algo novedoso, que estamos aprendiendo a usar simultáneamente varias
teorías que nos permiten una aproximación más integral a las complejas patologías
que hoy tratamos.
También podríamos augurar un futuro más cierto si llegamos a reconocer las teorías
implícitas que manejamos y discriminamos con mayor eficacia las coincidencias, las con-
tradicciones y las complementariedades de las teorías que usamos. Esto nos podría alejar
del subjetivismo o del relativismo. Agregaría otro elemento trascendente, que por añadidura
daría la posibilidad de desarrollar algo inédito y que estaría en relación con que el cono-
cimiento de las teorías implícitas que cada uno tiene, abriría una oportunidad de generar
algo novedoso en el vínculo que muchas veces se distancia de las teorías oficiales.
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Mesa redonda 819

El campo analítico genera un vínculo específico que modifica, reformula y cons-


tituye la posibilidad de crear hipótesis que amplían y complementan las teorías que
nos antecedieron.
Cada análisis podría generar el desarrollo de nuevos conceptos a partir del registro
de diferentes formas de comunicación, como también de las dificultades que se pre-
sentan en las patologías carenciales.
Por ejemplo, el cambio en el concepto clásico de construcciones, que incluía el
agregar contenidos a los sucesos históricos reprimidos, tendría que ser modificado
por la nueva acción de aquellas intervenciones que generan la creación de espacios
psíquicos que nunca fueron desarrollados: me refiero a lo irrepresentable.
Creo también que, para ampliar el camino de las innovaciones, tenemos que seguir
teniendo en cuenta los obstáculos que se nos presentan en la teoría y sobre todo en
la clínica.
Freud nos decía en ‘Análisis terminable e interminable’, que en vez de investigar
tanto sobre cómo se produce la cura, deberíamos preguntarnos más acerca de los obs-
táculos que se presentan en el proceso.
Enunciaré, a modo de estímulo para el debate posterior, solamente algunos:

- excesiva ritualización del encuadre y dificultad para aceptar nuevos encuadres


a medida.
- disociación extrema entre lo que se hace y se dice, número de sesiones, presen-
tación del material clínico.
- desvinculación de los sucesos amenazantes socio-culturales, violencia, acoso, etc.
- aislamiento frente a otras disciplinas, como filosofía, sociología y medicina.

Creo que hoy tendríamos que pensar más en la producción de conocimientos junto
a otros campos del saber, que estar preocupados por cuál es el verdadero psicoanálisis
y cuáles son los postulados que nos definen como verdaderos psicoanalistas.

Miguel Leivi: Agradezco la invitación y quiero expresar mi felicitación a la Revista.


Setenta años de publicación ininterrumpida de esta Revista, decana en el habla hispana,
es realmente un hito destacable que merece ser celebrado.
Algunas cosas me parece que se van a superponer con lo que traía Rodolfo. Yo me
centré en el concepto de paradigma, que me hacía ruido en relación al título de la
mesa. Me planteaba que hay muchas novedades en el psicoanálisis, nuevos desarrollos
teóricos, nuevos aportes técnicos, nuevas problemáticas, nuevos desarrollos clínicos,
nuevas patologías o presentaciones clínicas, eso lo planteo como un interrogante.
Pero, ¿hay nuevos paradigmas? Esta es la cuestión.
El concepto de paradigma tiene varios sentidos. un sentido general que es sinónimo
de ejemplo, modelo, patrón, y eso aparece en Freud. Es él quien habla, por ejemplo,
del sueño como paradigma de la formación de síntomas y considera el trabajo del
sueño, el chiste, los actos fallidos como paradigmas del trabajo interpretativo, así como
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820 Revista de Psicoanálisis l Tomo LXX l Nº 4 l 2013

también toma la temprana elección de objeto como paradigma de las elecciones ob-
jetales posteriores. Esto me parece que es un sentido general y ubicaría allí el valor
paradigmático que tienen los casos clínicos. Sin duda los casos clínicos freudianos,
como Dora, El hombre de los lobos o El hombre de las ratas, pero también aquellas
presentaciones clínicas de Winnicott, de Melanie Klein y tantos otros, han sentado
bases para el psicoanálisis.
En psicoanálisis esto es significativo porque siendo la práctica analítica una práctica
de caso por caso, finalmente cada caso puede adquirir un cierto valor paradigmático
en este sentido general.
Pero hay un sentido más fuerte, más actual y específico, y entiendo que la Mesa
apunta a ese sentido, que es el que introdujo Tomás Kuhn hace 50 años, esto que citaba
Rodolfo recién. Traté de centrarme en lo que dice Kuhn y pensar, a partir de ahí, dónde
estamos en el psicoanálisis. Él lo define como realizaciones científicas universalmente
reconocidas, o sea que implican un reconocimiento de una cierta comunidad científica,
que durante mucho tiempo proporcionan modelos de problemas y de soluciones, que
constituyen una matriz formal ordenadora de una disciplina en un momento dado.
un sentido bastante más fuerte que el anterior y que implica leyes de funcionamiento,
una teoría, aplicaciones, instrumentación y definen, para cada ámbito científico, ob-
jetos, conceptos, métodos, procedimientos, por lo menos esto es lo que ocurre en el
campo científico.
Kuhn describe una especie de secuencia en las ciencias: una ciencia regida por un
determinado paradigma hegemónico, en un cierto momento es lo que se llama ciencia
normal o ciencia madura. Son modelos aceptados que provienen de la práctica científica
pasada, que son reconocidos durante un cierto tiempo por una comunidad científica y
que proveen lineamientos para la práctica actual. Antes de eso, el estado de ciencia na-
ciente define la situación que llama preparadigmática, gente que trabaja en un campo
en común, pero donde no hay ninguna teoría que los unifique. Hay debates, luchas entre
distintos modelos teóricos por imponerse. Cuando una teoría consigue imponerse sobre
las otras y es aceptada por la comunidad, sea porque resulta mejor o porque parece mejor,
se instala un paradigma para esa comunidad. una vez instalado tal paradigma, el mismo
no responde a todo. Si así fuera se acabaría la actividad científica, puesto que este para-
digma debe ser lo bastante incompleto como para dejar muchos problemas para ser re-
sueltos por el grupo. Lo esperable en una ciencia es que trabaje sobre la base de ese pa-
radigma para resolver todas aquellas cosas a las cuales el paradigma no da respuesta.
Guía el trabajo futuro, va resolviendo enigmas y tiene una ventaja económica, el
que se maneja dentro de un paradigma determinado puede dar muchas cosas por
sentado, no tiene que andar definiendo su campo de trabajo desde el comienzo, no
tiene que estar dando cuenta de todos y cada uno de sus conceptos, entonces puede
centrarse en un área específica dando un montón de cosas por sentadas. Por otro lado
tiene el inconveniente que manejándose dentro de un paradigma se tiende a desco-
nocer aquellos hechos, aquellos fenómenos que contradicen el paradigma, al punto
tal de que a veces puede no vérselos directamente, pasando desapercibidos.
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Mesa redonda 821

Durante la vigencia de un paradigma éste puede sufrir reformulaciones, mejoras,


cambios más sustanciales. En general las primeras formulaciones son un tanto tentativas,
un tanto imprecisas, por lo cual la formulación va cambiando y mejorando. ¿Cuándo se
termina este estado ideal? Cuando la teoría empieza a fracasar persistentemente en re-
solver alguna anomalía que se presenta y que puede llevar a un estado de crisis. Se recrea
entonces una situación parecida a la preparadigmática, empiezan luchas de teorías hasta
que una consigue instalarse como nuevo paradigma, eso es lo que él llama una revolución
científica y el paralelo con las revoluciones políticas es absolutamente explícito. Kuhn
dice que justamente usa el concepto de revolución científica para aproximarlo a las re-
voluciones políticas. La comunidad científica entonces abandona, rechaza el paradigma
anterior, tiene que reformular un montón de cosas, todos los conocimientos acumulados
anteriormente deben ser replanteados, revisados. Hay que cambiar la concepción de las
entidades de las que se ocupa, modificar su sistema teórico y se produce una ruptura
con lo anterior, porque la nueva teoría entiende como normal lo que para la teoría anterior
era una anomalía, por lo cual se plantea la incompatibilidad entre las dos.
¿Dónde estamos en este aspecto en el psicoanálisis? Para esto no contamos con la
ayuda de Kuhn. Yo estuve leyendo el libro de Las Revoluciones Científicas y algunos
otros artículos y no he encontrado ninguna referencia al psicoanálisis. El, en rigor, se
maneja en el campo de las ciencias duras, la física, la química, la cosmología. Hace
algún tímido acercamiento a la biología, diciendo que la biología está un poco mejor
en relación a las cuestiones de la herencia y menciona a Darwin específicamente, pero
ni siquiera vi alguna referencia a Mendel, por ejemplo. En relación a las ciencias so-
ciales, que mencionaba Rodolfo, Kuhn hace 50 años consideraba que las mismas no
se habían organizado de este modo.
En lo personal no tengo dudas de que los descubrimientos y desarrollos de Freud
crearon mucho más que un nuevo paradigma, crearon un nuevo campo científico.
Fueron fundantes del psicoanálisis y resultaron revolucionarios en relación a los pa-
radigmas anteriores con los que se manejaban la psicología y la psiquiatría.
Sugestivamente, la biografía de Marthe Robert se llama La revolución psicoanalítica
y es prácticamente contemporánea al libro inicial de Kuhn, aquel de las revoluciones
científicas. No tengo claro si Marthe Robert lo toma en el mismo sentido, pero la coin-
cidencia no deja de ser significativa. Incluso hay una observación en el libro de Kuhn
que parece hecha a medida de Freud, dice: el nuevo paradigma, o un indicio suficiente
para permitir una articulación posterior, surge repentinamente, a veces en medio de la
noche, en la mente de un hombre sumergido profundamente en la crisis… Pensar en el
sueño de la inyección de Irma…, me parece como hecho a medida.
Yo diría que los ejes centrales del descubrimiento freudiano se impusieron como
paradigma para la naciente disciplina del psicoanálisis. El aparato psíquico dividido
en instancias, centrado en un inconciente psíquico, con sus leyes y mecanismos de
funcionamiento, el concepto de resistencia, el desarrollo de la sexualidad y la sexualidad
infantil, el rol del complejo de Edipo, la teoría de la transferencia, para tomar algunos
de los ejes centrales.
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Esto en el plano conceptual, porque en el plano conceptual y teórico la teoría está


siendo permanentemente reformulada, en cambio hay algo que se mantiene muy
sólido que es el dispositivo que Freud creó, el método de trabajo, el dispositivo analítico
que abrió un nuevo campo de experiencia subjetiva. Lacan da cuenta de él dándole
el carácter de un discurso propio que contrapone a otro discurso. El discurso analítico,
por ejemplo, se contrapone al discurso del amo, al discurso universitario, al discurso
de la histeria, o sea, le da el carácter de un lazo social particular centrado en el lenguaje
que no tiene antecedentes.
A mi me parece que estos ejes, que son centrales al paradigma analítico, siguen vi-
gentes para quienes se consideran analistas y trabajan en su interior. Creo que sí hay
muchas diferencias y divergencias interiores al paradigma analítico, desarrollos que
incluso son en muchos aspectos contrapuestos, en muchos aspectos tienen un grado
importante de inconmensurabilidad, pero todos remiten a Freud. La necesidad de
todos y cada uno de reconocerse en uno u otro aspecto de las formulaciones de Freud,
aunque las interpreten de manera totalmente distinta, me parece que es lo que preserva
la unidad precaria o no, no sé, del campo analítico. Incluso creo que algunos aspectos
contribuyen a formular mejor algunas de las enunciaciones iniciales de Freud. Ésta
es una cuestión más personal, pero a mi me parece, por ejemplo, que todos los des-
arrollos del estadio del espejo de Lacan permiten una mejor formulación de la teoría
freudiana del narcisismo. O que la teoría del significante lacaniano da cuenta más
precisamente de la noción estructural del inconciente freudiano, pero acá empezamos
con las posibles divergencias internas.
Para mí el psicoanálisis, como cualquier otro campo científico, posee una cierta
aspiración de cientificidad por más problemática que ésta sea. Define, sin poder abar-
carlo todo, qué es lo que entra en su jurisdicción y que es lo que no. Trata de aplicar
sus criterios a los fenómenos de su campo de estudio, trata de hacerlos entrar dentro
de lo que afirma el paradigma. Kuhn dice algo que me parece interesante: la tarea
científica consiste en un intento de obligar a la naturaleza a que encaje dentro de los lí-
mites preestablecidos y relativamente inflexibles que proporciona el paradigma y a los
fenómenos que no encajarían frecuentemente ni se los ve. Al mismo tiempo no tiene
explicación para todo lo que entra dentro de su campo, eso no ocurre en ningún
campo científico.
Por todo esto no me parece que haya en el psicoanálisis una situación que prea-
nuncie una crisis en el sentido de Kuhn, lo que no quiere decir que no vaya a ocurrir
nunca, pero por ahora no lo veo. Me parece que hay mucho margen dentro del psi-
coanálisis para abordar los problemas que se van presentando, de los cuales Rodolfo
enumeró unos cuantos y yo también tengo algunos.
Creo que hay muchos problemas que marcan la actualidad y el futuro cercano del
psicoanálisis y que hay que hacerles frente. La cuestión, desde la perspectiva del para-
digma analítico, es si enfrentarlos implica cambiar lo central del paradigma psicoanalítico.
Estos ejes centrales del psicoanálisis sí son cuestionados desde afuera del psico-
análisis. Extraje algo de un artículo que me llegó por Internet sobre los efectos ia-
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Mesa redonda 823

trogénicos del psicoanálisis sobre los trastornos obsesivo-compulsivos, artículo es-


crito desde el paradigma cognitivo conductual. Ellos dan un ejemplo de cómo se
considera al trastorno obsesivo conductivo desde este paradigma, dice: el problema
de base es una predisposición psicobiológica que los torna particularmente proclives
a asociar, cavilar y conectar en exceso las palabras, ideas, imágenes mentales, sensa-
ciones y elementos virtuacionales, por ese motivo consideran que el método de aso-
ciación libre del psicoanálisis incrementa el grado de rumiación de los pacientes ob-
sesivos, no derivan la superación del trastorno y puede tener efecto iatrogénico, en
algunos casos el cuadro empeora, pues la incesante búsqueda de supuestas represen-
taciones ajenas a la conciencia no es acompañado de métodos de manejo emocional
ni de técnicas para la modificación de la forma de pensar ante las obsesiones e imágenes
intrusivas. Directamente cuestionan la pregnancia, la vigencia del Inconciente, para
ellos es una suposición.
¿Cuáles son algunos de los problemas que el psicoanálisis o los psicoanalistas y las
instituciones psicoanalíticas tienen que enfrentar? Los cambios en las condiciones de
la práctica profesional me parece que son notorios. Las terapias institucionalizadas,
los prepagos, la pauperización de la población que recurre al psicoanálisis, el cambio
de las expectativas que creo que son mucho más concretas e inmediatas. Pienso que
todo esto quizás sea una dificultad más de los psicoanalistas que del psicoanálisis,
aunque la distinción pueda ser un poco forzada. Me parece que requiere explorar la
práctica en condiciones menos favorables que aquellas a las que estábamos acostum-
brados quienes tenemos algunos años, pero creo que no necesariamente deberían im-
plicar un abandono de los principios metodológicos básicos del psicoanálisis. Me pa-
rece que hay mucho trabajo para hacer en cuanto a cómo se puede trabajar
psicoanalíticamente en esas condiciones. Muchas de las polémicas sobre psicoanálisis
y psicoterapia tienen que ver con eso.
Hay un cambio notorio en el lugar que el psicoanálisis tiene en el imaginario co-
lectivo. Era muy diferente años atrás y claro, para un científico duro, para un físico
nuclear, qué le importa a él el lugar que la física nuclear pueda tener en el imaginario
colectivo. Pero un psicoanalista no puede desentenderse porque trabaja con personas
y eso es algo que nos afecta directamente. El lugar, diría en términos generales, es
menos favorable. El lugar anterior tenía mucho de ficticio, estaba como sobredimen-
sionado, venía un paciente y el paciente ya sabía que uno le iba a proponer 4 veces
por semana…, me parece que hoy en día estamos más en el piso de la realidad. El que
viene es porque está sufriendo, porque lo necesita y nos obliga a nosotros a salir un
poco del confort que daba aquella otra situación.
Hay cambios en las demandas, en la índole de las consultas, en los cuadros que se
presentan en la actualidad. La pregunta es si esto debería llevar a un cambio de para-
digmas psicopatológico analítico. Este es uno de los temas más controvertidos porque
en realidad creo que dentro del psicoanálisis coexisten distintos modelos psicopato-
lógicos, lo que hace que muchas veces no nos pongamos de acuerdo, por ejemplo en
qué es una psicosis. Y estos modelos son relativamente inconmensurables, además
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de las presiones para incorporar modelos extra analíticos como los DSM que me
parece que son nefastos.
Yo me sigo manejando con paradigmas psicopatológicos freudianos, las tres grandes
categorías me resultan claras, me permiten organizar mi nosología aún sabiendo que
eso está muy lejos de responder y dar cuenta de todo el campo de la patología clínica
y deja un montón de cosas sin definir del todo.
La necesidad de que el psicoanálisis cambie su relación con el entorno social, eco-
nómico, cultural, científico, incluso político, es imperiosa. Esto lo decía Rodolfo y
coincido totalmente, es importante. Se debaten leyes que tienen que ver con lo nuestro
y nosotros tenemos una presencia mínima en todo esto. Al psicoanálisis ya no le
resulta favorable mantenerse en un aislamiento endogámico, eso pudo haberlo bene-
ficiado tiempo atrás pero ahora no, y creo que en esto las instituciones analíticas tienen
un rol muy importante que cumplir. Participar en los problemas y en los debates que
se desarrollan en la sociedad en distintos niveles, relacionarse con otros campos cien-
tíficos sin perder la propia identidad y sin esperar de ellos respuestas a nuestros pro-
blemas, a nuestros interrogantes. Todo esto es producto de dificultades internas del
psicoanálisis, que las hay, pero también de dificultades externas. Estamos en un mundo
cambiante, ese es el tema del próximo congreso internacional, un mundo cambiante
que incide sobre el psicoanálisis y sobre la práctica analítica. No son en absoluto in-
diferentes y Kuhn señala que muchas veces esas cuestiones externas pueden precipitar
una crisis y forzar un cierto cambio que antes no se visualizaba.
En lo personal no me parece que eso esté ocurriendo, pero creo que mucho también
depende de las respuestas que los psicoanalistas y las instituciones psicoanalíticas
brinden a los distintos problemas que se presentan.
cristina rosas de salas: Aunque el titulo de la convocatoria es amplio y complejo no
puedo soslayar que se trata de un festejo y del festejo por los 70 años de una revista.
Doble motivo de alegría con recuerdos y agradecimientos que inevitablemente vi-
nieron a mi memoria.
Entre los recuerdos más lejanos están las revistas que mi madre esperaba con
ansiedad cada semana y que traían noticias al pueblo lejano en el que vivía, que
me acompañaban en las siestas del caluroso verano y que ya anunciaban ciertas
posiciones que aún conservo, me negaba a leer solo las de nena y por suerte tenía
vecinos varones que me prestaban las de cowboy que me encantaban o las que mi
padre traía de la biblioteca del pueblo, seguro creada por algún socialista venido
de lejos, y que luego en la facultad me explicaron que estaban al servicio de la co-
lonización cultural. Para compensar también se recibía una que se llamaba La fa-
milia cristiana.
Tuve la suerte de vivir en una época y en una familia donde el prohibido para me-
nores no existía, así que leí y vi todo lo que estaba a mi alcance. Las revistas formaban
parte de mi entorno cotidiano y conseguirlas durante las vacaciones todo un arte del
trueque que ejercitábamos con dedicación y equidad.
No estoy segura qué dirán los especialistas actuales pero pienso que de allí viene
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Mesa redonda 825

el placer por la palabra escrita y el cine que aun me acompañan y también la revelación
que el mundo no podía ser solo lo que veía en el horizonte del pueblo.
Más acá en el tiempo y viviendo en otra ciudad del interior, fueron las Revistas de
la APA las que acompañaron mis comienzos de psicoanalista. Recuerdo que nos do-
naron una colección completa que fue el comienzo de lo que hoy es nuestra biblioteca.
En ellas descubrí autores y despejé dudas, fue también el primer contacto con esta
Institución a la que pertenezco y aun recuerdo la emoción de la primera vez que
aparecí publicada. Otra vez fueron las revistas las que me revelaron que había algo
más allá del horizonte.
Por todo esto, que seguramente es una historia compartida, por esta arquitectura
de afectos que se asocian a las revistas es que prefiero creer que existirán por siempre.
En cuanto a la convocatoria, como dije, es amplia, compleja y mi análisis segura-
mente estará teñido de subjetividad y deseos. Si se relee la Revista en retrospectiva se
percibe cierto desfasaje de tiempos, épocas y demanda, lo que la convierte en una
mezcla de legado y transmisión que nos compromete, mixtura que nos hace herederos
de un capital de ideas de un valor incuestionable y que al mismo tiempo nos convoca
a ser sus transmisores y continuadores.
Hoy, y desde mi perspectiva, pienso que el interés por investigar el campo del psi-
coanálisis más allá de las neurosis y el intercambio puertas afuera, sin perder la espe-
cificidad, son dos líneas. una que ubica a la práctica analítica en el centro de la escena.
Otra es la de la perspectiva latinoamericana.
Con respecto a la primera estimo que ya no escandaliza decir que el encuadre del
sueño y la supremacía de lo reprimido han sido desbordados y que una vez más es
desde los márgenes donde surge lo que cuestiona y nos sacude de la modorra de nues-
tras posturas.
Esto generó que no solo se revisaran conceptos metapsicológicos como el de lo negativo,
lo irrepresentable, lo no reprimido, la pulsión de muerte, la repetición en acto, sino que
se pusieran en debate el lugar del analista, la eficacia de la interpretación, la validez del
construir, el concepto de contratransferencia y sus variedades, por citar solo algunos de
los temas considerados y que han sido objeto de números completos de nuestra revista.
En cuanto al marco general de los debates siempre fue el mismo, la tensión entre
los cuidadores de las tablas y los expansionistas como ya argumentaban Baranger y
Mom en el Congreso latinoamericano de 1984.
Pero es en esta tensión, siempre presente, donde reside el valor de las Revistas en
tanto en ellas es donde se muestra lo que se está produciendo en “este momento”,
aun con el riesgo de efectos no deseados como no considerar en la selección de los
textos lo que cuestiona el discurso hegemónico o imperante en el momento. Así resulta
muy interesante, por ejemplo, la lectura de textos que son comentados por otros
colegas y luego respondidos por el autor.
Lo cierto es que la producción que ofrecen tiene el valor de la actualidad, de lo re-
cién pensado, de lo inacabado, de lo impuro diría Neruda, pero sin la urgencia de lo
inmediato o el macerado de los libros.
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Con respecto a la segunda línea nítida es la referida al interés por la relación e


intercambio con otros espacios e instituciones como el acercamiento a la universidad,
a los hospitales y a otras disciplinas.
Tema que dejo planteado pero que entiendo merece ser debatido en toda su com-
plejidad y sin prejuicios en tanto, si miramos para atrás, el habernos retirado de los ám-
bitos universitarios y hospitalarios fue un encierro que estimo necesario reparar y me
gusta imaginar a la Revista circulando por esos ámbitos, presente en cada biblioteca.
Dejo para el final un tema que deseo destacar y que es el reconocimiento para la
Revista y cada uno de sus hacedores por la difusión del psicoanálisis en nuestra lengua,
hecho auspicioso en el que ha sido pionera.
Este interés está presente desde los primeros números de la Revista con la publi-
cación de autores que de otra manera hubieran sido desconocidos.
Coincido con la idea que “la tarea de explorar el español en sus posibilidades ocultas
y de haberlo llevado a su máxima expresión no abjura de su puesta en interlocución
con todas las lenguas, más bien la presupone, Borges conjugó la lengua de los argen-
tinos con muchas otras, vivas y muertas, sin no obstante desconocer que “un idioma
es una tradición, un modo de sentir la realidad, no un arbitrario repertorio de sím-
bolos” (Tatian, 2012)
Y este privilegio de leer en la ”lengua de los argentinos“ no solo fue posible a través
de la Revista sino también de las magnificas traducciones de Irene Agoff y Leandro
Wolfson que nos liberaron del fastidio de ese español que hoy padecemos en la lite-
ratura y que nos hace añorar el Faulkner de Borges o la Yourcenar de Cortazar.
Este destacado no es una mera reivindicación regional sino afirmar la idea que
esta “lengua de los argentinos” es también una manera de pensar el psicoanálisis, que
nutrido de lo propio y lo extranjero, da cuenta de procesos de mestizaje y de la creación
de ideas que merecen ser difundidas.
Es en esta perspectiva que ubico la mirada latinoamericana con expectativa y en-
tusiasmo y desde ella también leo Calibán y Docta con la expectativa de una mayor
difusión e intercambio en nuestra región.
Este hecho implica la importancia de considerar en las publicaciones también lo
heterogéneo que en la actualidad estimo se expresa en “la coexistencia de debates
y hegemonías en disputa” (Achugar, 2012). La perspectiva norte-sur (también res-
pecto de nuestro país) se ha complejizado y las Instituciones psicoanalíticas no son
ajenas a este hecho y tienen mucho para decir sin por eso diluirse en discursos que
no son los propios.
Adriana vázquez: Me gustaría comenzar por sumarme al agradecimiento de Gustavo
Jarast a todos ustedes por haber aceptado la propuesta del Comité Editor – del cual
forma parte – de reunirnos, en torno a esta mesa, a dialogar sobre un tema tan vigente
para nuestra disciplina como es el surgimiento de nuevos paradigmas.
Este intercambio será publicado en un número muy especial de la Revista que es
parte de un homenaje y festejo en el que participamos todos los miembros de nuestra
querida casa, ya que se cumplen los 70 años de publicación ininterrumpida de la
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revista. Revista que, como todos sabemos, fue pionera y marcó un camino para la
trasmisión del psicoanálisis al mundo de habla hispana. Somos parte de una tradición
que entrelazó, desde sus inicios, la creación de la institución misma con la vocación
de promover y publicar los trabajos que enriquecieron y enriquecen el pensar psico-
analítico. Tanto los de los colegas de nuestra propia asociación, como los de aquellos
otros autores que, proviniendo de otras instituciones o corrientes teóricas y disciplinas,
encuentran en ella la posibilidad de ser difundidos. Al recorrer sus páginas encon-
tramos el registro de los textos de los grandes pensadores y sus debates encendidos,
pero también percibimos el firme interés en dar a conocer y motivar la lectura de
aquellos trabajos y autores que, tal vez siendo menos visibles, comparten el mismo
germen de audacia al plantear interrogantes y desplegar su creatividad en la elaboración
de sus desarrollos.
En cuanto al tema de la mesa hay dos cuestiones que me interesaría puntualizar. La
primera tiene que ver con articular el tema desde la perspectiva de la pluralidad que ca-
racteriza al pensamiento psicoanalítico contemporáneo y en especial a nuestra institución.
Es desde este lugar que podemos pensar los paradigmas en tanto reúnan un mayor
o menor grado de consenso en relación a su pretensión de universalidad. Es decir que
podríamos distinguir entre paradigmas que hacen al fundamento tanto de nuestra
teoría como de nuestra práctica, y que hacen marca identitaria a la pertenencia a la
misma y cuya permanencia y vigencia ha resistido tanto la aparición de otras teorías
como los cambios de época con la aparición de distintas formas clínicas. Tal vez po-
dríamos pensar que estos son paradigmas lo suficientemente abiertos para permitir
la emergencia de otros nuevos y digo esto a la luz de la cantidad enorme de desarrollos
y de distintas teorías que alberga el psicoanálisis. Situemos entonces ciertos acuerdos
básicos, que estarían más allá de los diferentes modos de concebir el funcionamiento
psíquico con todas sus implicancias clínicas en: la sexualidad-sexualidad infantil, el
efecto estructurante del complejo de Edipo, el inconsciente, la transferencia, la repre-
sión o la defensa.
Entonces, en esta línea podemos decir que junto a estos co-existen paradigmas
que poseen un menor grado de consenso entre los distintos pensadores y sus segui-
dores; y que partiendo de señalamientos metapsicológicos diversos u observaciones
clínicas diferentes pretenden hacer marca en nuestro pensamiento a través del acuñar
un desarrollo propio de algunos conceptos con cierta intención de generalización.
Están aquellos que no han podido permanecer vigentes ante los cambios sociales y
culturales que fueron suscitando modos de producción de subjetividad diversa. Otros,
en cambio, han dado sobradas pruebas resistiendo con sólidas argumentaciones. Si
bien parten de formulaciones y modos de abordaje muy diversos algunos de ellos
sitúan problemáticas y desafíos comunes.
Otra cuestión que sería interesante señalar en relación al tema de la mesa es el
concepto de “lo nuevo”. Necesariamente esta cualificación del tema que hoy nos con-
voca nos lleva a pensar en términos de cierto revisionismo. Es decir, nos coloca en
posición de definir qué es lo que se podía haber perdido de las teorías y qué tipo de
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relación existe entre aquel y el surgimiento de lo nuevo. Sin embargo, estos conceptos
pueden ser pensados no como términos que se oponen o se excluyen o que necesa-
riamente albergan una instancia superadora, sino fundamentalmente en su articu-
lación y en su complejidad. Y es desde aquí que debemos pensar en el trabajo que
implica recuperar qué de esencial tiene un concepto o una teoría y qué de ellos sirve
de soporte al desarrollo de otras teorías. No hay nada completamente nuevo ni ori-
ginal en ningún desarrollo que ha producido la humanidad. Siempre lo nuevo tiene
un anclaje en lo histórico, en el devenir de la historia. En mi opinión rescato este tér-
mino “lo nuevo” porque nos brinda cierta idea de movimiento, de dinamismo y po-
tencialidad articuladora. Alude tanto a lo de antiguo que sigue vigente como a lo que
vendrá, abriendo la posibilidad de nuevos enunciados con un efecto de mayor com-
plejización. Estos son generados, algunas veces, en forma más paulatina permitiendo
una elaboración de cocción lenta y otras veces nos sorprenden produciendo muta-
ciones que operan más como a salto de mata. Como sabemos siempre la clínica nos
señala las grietas de la teoría que servirán para producir tanto interrogantes como
nuevas respuestas.
Es a través de la práctica de nuestra disciplina y de los obstáculos con los cuales
ella se topa que los autores provenientes de distintos marcos referenciales se cuestionan
por las tensiones y desbordes de nuestra época actual tendientes a no dejarse dominar
por la vía de lo simbólico, como ya había señalado Freud, tan insubordinables a la
cultura, cuyo malestar se manifiesta hoy más a predominio del acto. Y acá tenemos
todos los padeceres psicosomáticos, algunos fenómenos de intervención y marcación
del cuerpo, algunos tipos de anorexias y bulimias. Está también la línea de las adic-
ciones, y los actos de transgresión y violencia que se azotan sobre sí mismo o sobre
el otro. Se trata de patologías más ligadas a dificultades para atravesar pérdidas y ela-
borar duelos y que ponen a prueba el andamiaje narcisista produciendo muchas veces
un sentimiento de inermidad y desvalimiento que impide la posibilidad de construir
un sentido. Es así que vemos sujetos perderse en un vértigo de acontecimientos con
los cuales nos queda por delante un trabajo artesanal de lograr “cierta puesta en cues-
tión de si mismos”, al decir de André Green, allí donde está esto nuevo por constituirse,
creando las condiciones que permitan un trabajo de representación: intento de lograr
algún grado de tramitación que haga del sufrimiento un saber hacer algo con el in-
fortunio de la vida cotidiana.
Pensemos en esos tiempos iniciales del psicoanálisis, en Freud con su genialidad
investigadora que lo llevo a trabajar con aquello de lo que no podía dar cuenta con
las teorías medicas que tenía en mano, y que era el sufrimiento histérico básicamente.
Este es el recorrido que lo lleva a enunciar la primera tópica. Y justamente cuando
ésta no llega a responder a lo que insiste como compulsión de repetición, los actos
que no se pueden ubicar en el camino del deseo inconsciente reprimido bajo el imperio
del principio de placer, lo que no resuelve lo lleva a elaborar otras ideas metapsicoló-
gicas en torno a la pulsión de muerte. Se trata de un ejemplo de cómo Freud revisa
sus teorías y elabora un nuevo paradigma que es la segunda tópica cuya consecuencia
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es abrir el campo a las teorías del narcisismo que expanden el horizonte del psicoa-
nálisis. Estamos hoy ante del desafío de revisar estos paradigmas y construir nuevos
siguiendo el camino del maestro.
Gustavo Jarast: Bueno, me parece que hemos escuchado cuatro intervenciones muy
interesantes que, en principio, nos van a permitir intercambiar cosas importantes.
cristina rosas de salas: A mi me quedó la impresión que, con estilos bien diferentes,
en las exposiciones hubo coincidencias en un punto y es respecto de la trascendencia
de la práctica analítica, que lo fuimos tomando desde distintos lugares por los cambios
en la actividad profesional. Vos hablaste de que va a ser tema del próximo congreso
internacional, la práctica en un mundo cambiante, los cambios en las condiciones
de la cura. Me parece que lo fuimos tomando desde distintas perspectivas pero como
que ahí hay un punto que a mi me lleva, a medida que los escuchaba, a pensar que
más allá de la tensión entre tradición e invención, que ya fue motivo del congreso
de San Pablo, está esta cuestión que yo recordaba que decían los Baranger, entre cui-
dadores de las tablas y los expansionistas. Me parece que surge otro punto de tensión
si analizamos estos cambios en las prácticas como un camino que nos conduce a
tener que revisar también las condiciones de la formación. La vía institucional, los
institutos y cómo se realiza la formación parece que también es un camino para re-
correr en ese sentido.
rodolfo D’Alvia: Yo estoy de acuerdo con varias cosas que ustedes dijeron. Esto del
dispositivo analítico, pienso que se puede instalar o no instalar. Y definiendo un poco
al dispositivo analítico, yo lo ampliaría a la teoría, a las instituciones, a las condiciones
de las reglas de intervención y al encuadre. O sea, cuando uno está en una tarea te-
rapéutica el dispositivo analítico está en la escucha, en tratar de trabajar no sobre lo
manifiesto sino sobre lo latente, historizar, cada uno tendrá el modelo de acuerdo a
su formación, pero fundamentalmente creo que es muy importante que ampliemos
el dispositivo analítico, y también como lo planteaba Miguel, en el sentido de que
tendría que haber un diálogo institucional, donde la Revista pueda ser un elemento
de inicio para que se debata sobre esta famosa diferencia entre psicoanálisis y psi-
coterapia, que para mi es un continuo entre la psicoterapia psicoanalítica y el psico-
análisis. Yo pienso que la teoría conduce a generalizar, a abstraerse, y la práctica es
algo muy particular y concreto, Estoy de acuerdo contigo en que la práctica está hoy
en el centro de la cuestión. Vos hablaste recién de un encuadre especial, yo hablé de
encuadre a medida, pero las condiciones a repensar de la práctica no pasan a veces
ni por el número de sesiones ni por la continuidad que tiene. Hay mucha gente que
está trabajando en implicar la práctica de acuerdo al modelo psíquico del paciente,
es decir, si tenemos un paciente con una modalidad anaclítica no podemos colocarlo
en una terapia que tenga una cierta continuidad porque el paciente, evidentemente,
se puede perder en una serie de cuestiones. una persona con una capacidad más in-
troyectiva quizás sí se pueda colocar en una práctica distinta. Para mi es tremenda-
mente importante, redefinir el dispositivo analítico que no solamente tiene que ver
con el vínculo terapéutico.
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830 Revista de Psicoanálisis l Tomo LXX l Nº 4 l 2013

Miguel Leivi: La práctica me parece fundamental, si no, estaríamos manejándonos


en un terreno de puras teorías sin ningún contacto con la realidad. Las teorías que
manejamos tienen para nosotros algún sentido en la medida en que son confrontadas
con la práctica y que esa práctica, como decía Adriana, pone en juego las brechas de
la teoría. En esa dialéctica entre teoría y práctica puede darse algo que podríamos lla-
mar progreso, que también puede llevar a crisis.
Rodolfo antes hablaba, y Cristina apuntaba un poco a lo mismo, de la ritualización
del encuadre. Me parece que algo de esto ocurre en la formación, tiende mucho a ri-
tualizarlo, por lo menos la formación en nuestras instituciones. Institucionalmente
se tiende a que ciertas condiciones estipuladas quedan de una vez y para siempre.
Cambiarlas es terriblemente dificultoso y se genera un desfasaje irresoluto entre aquello
para lo que los analistas se forman y aquello con lo que se enfrentan concretamente
en su práctica cotidiana.
A mi me parece que una formación adecuada debería capacitar a quien se está for-
mando a abordar la práctica que le toca con mayores elementos y no a encontrarse
tan distanciado del quehacer.
Adriana decía que quizás la cuestión es poder definir qué es lo esencial de cada te-
oría. Yo agregaría qué es lo esencial de la práctica. Por eso cuando hablo del dispositivo
analítico me parece que la cuestión es llevar la cosa a lo esencial. En ese sentido me
atengo a lo que decía Freud en los escritos técnicos donde se opone a toda mecani-
zación de la técnica. A las recomendaciones que hace les da ese carácter, el de reco-
mendaciones. A mí me funcionan así, otro puede usarlo de otra manera, y tienen un
lugar distinto si aquellos principios fundamentales, la libre asociación, la atención
flotante, la regla de abstinencia, se sostienen. Creo que eso hace a la esencia. Cuando
pienso en el dispositivo analítico estoy pensando en esta cuestión, en el modo en que
se sigan sosteniendo ese mínimo de condiciones que a mí me parecen esenciales. Todo
lo demás se debería poder manejar con la suficiente cintura, la suficiente elasticidad,
como para ir haciendo posible una práctica en condiciones que son menos favorables.
Pero el adjetivo favorable lo pongo entre comillas porque lo favorable es también ador-
mecedor. Cuando las cosas andan bien uno no se cuestiona, pero la ventaja cuando
las cosas se ponen difíciles es que ahí uno tiene que trabajar y ese es el trabajo en el
que estamos y hay que sostener.
Adriana vázquez: Yo me quedé pensando, cuando empezó a hablar Rodolfo y después
Miguel, en varias cuestiones. Cuando los escuchaba a ustedes dos pensaba que apareció
como una defensa de la práctica analítica y cuando uno no encuentra los recursos
desde la teoría lo que hay que hacer es defender la práctica, es decir, agarrarse de las
teorías que uno tiene en la mano y sostener justamente la impronta de nuestro objeto
de estudio, “lo inconsciente”, que se sustrae a medida que se intenta aprehenderlo.
Entonces podemos decir que las fisuras entre teoría y práctica son inherentes al psi-
coanálisis mismo y es este carácter contradictorio el que nos permite una producción
no reiterada de conocimiento y, en cierto sentido, nos protege de no transformar
ciertos elementos de la teoría en dogmas.
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Mesa redonda 831

Miguel mencionó que hay algo del dispositivo que es esencial y que no cambia, yo
pensaba en la palabra del analista, a pesar de que tenemos pacientes que ponen a prue-
ba las condiciones analíticas básicas, o con los cuales debemos permanecer largo
tiempo en un área de trabajo preliminar, en un tiempo preparatorio que permita
gestar esas condiciones para que algo de la reflexión aparezca ahí. Entonces, podríamos
tomar lo no verbal, podríamos hacer intervenciones que no sean interpretaciones,
pero definitivamente a lo que estamos apuntando es al trabajo de representación, que
se coloque ahí una palabra como única posibilidad de enlace. Es quizás también esta
determinación representacional del sufrimiento humano un elemento de acuerdo que
homogeniza nuestra pertenencia al campo analítico.
En cuanto al planteo de la separación entre la formación y la práctica clínica yo
creo que debo ser la que tiene el recuerdo más cercano de aquellos años de formación,
entonces tal vez pueda aportar algo desde ahí. Si bien parece haber tres compartimentos
bastante separados con respecto a su funcionamiento recuerdo los esfuerzos de los
docentes de los seminarios y de quienes asistían por articular los textos con la clínica,
lo mismo podría decir de las supervisiones, donde las referencias a autores y sus des-
arrollos teóricos aparecían permanentemente intrincados con el trabajo sobre el ma-
terial clínico. Y la motivación para poner las ideas por escrito que rebasaba la obliga-
toriedad de los requisitos. Quizás podemos pensar que es un interjuego más favorecido
por quienes lo encarnan que por el dispositivo mismo pero los puentes de alguna ma-
nera se van tendiendo entre seminarios y supervisiones. Además creo que es funda-
mental el papel del propio análisis más allá de la formalización del mismo justamente
durante los años de formación. Es a partir de esa experiencia sobre el propio incon-
ciente que adquiere algún sentido tanto la lectura y elaboración de los escritos psico-
analíticos como el trabajo con los pacientes.
Gustavo Jarast: Volviendo un poco a la cuestión de la práctica, quiero hacer un co-
mentario sobre algo que dijo Cristina cuando habla de una revolución, de un cambio
paradigmático importante a partir de una práctica en un campo desbordado.
cristina rosas de salas: Por ejemplo, ya no escandaliza hablar de inconciente no re-
primido. Lo comentábamos en el congreso de Praga. Frecuentemente en esos con-
gresos, en esos intercambios, uno va pudiendo tener cierta perspectiva, va descu-
briendo donde está el escándalo y donde está lo que ya fue asimilado. Ahora se habla
de inconciente no reprimido, cosa que fue motivo hace unos años de fuertes debates
y hoy ese concepto está ya asimilado.
Gustavo Jarast: Y Adriana traía que hay paradigmas, empezando por los mismos
paradigmas freudianos, que fueron cambiando siempre a partir de momentos
donde la teoría se fue agotando. Así se creó una segunda tópica que, en términos
epistemológicos, fue un cambio de paradigma necesario donde el nuevo paradigma
incluyó al viejo sin eliminarlo. Esto por un lado evita la parálisis de los paradigmas
y promueve la creación y la investigación. Los nuevos paradigmas siempre fueron
surgiendo a partir de casos clínicos, como decía Miguel. El caso Dora trajo toda
la problemática de la transferencia, el Hombre de los Lobos la problemática border.
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Es decir que la teoría psicoanalítica, desde Freud, fue creándose a partir de la prác-
tica clínica.
rodolfo D’Alvia: Querría tomar algunas cosas que nos pueden ayudar a pensar un poco
más. No creo que sea únicamente la palabra y la representación lo que permite el trabajo.
Pienso que hay un bloque donde está la palabra, la emoción, el vínculo, en relación a
toda una suerte de elementos que se dan en el campo analítico. Entiendo que la repre-
sentación de palabra es importante en cuanto a las relaciones con el otro y la posibilidad
de comunicación, pero también están el representante pulsional y el representante de
cosa como elementos que permiten recomponer ciertos modelos de la memoria.
Ahora, parecería como si se hubiera perdido cierta valoración de la teoría. No sé
si desde la condición más lacaniana se habla de ética, yo hablaría de una moral cien-
tífica. Esto me lleva a pensar que tenemos que tener libertad e imaginación en la prác-
tica, pero también tenemos que tener teorías que sean contactables, que tengan alguna
validación, porque si no la práctica puede ser por sí misma inválida. Nosotros como
psicoanalistas sostenemos la moral científica, nos formamos, tenemos capacidad de
reflexión, pero me parece que tenemos que tener en cuenta la regla de correspondencia
desde la metodología, que nos permite considerar válida a una teoría.
Yo querría retomar las reglas de correspondencia que tienen que ver con el contexto
de descubrimiento, de algo que surge de la observación. Aquí entra en juego la práctica,
el contexto de justificación que son las experiencias que uno va teniendo en función
de la teoría. Hablo de la necesaria articulación práctica y teoría para que la práctica
no se transforme en un aquelarre donde cada uno confía en lo que hace sin buscar
ninguna validación teórica. El psicoanálisis es una ciencia muy particular que no sería
connotativa sino denotativa, con toda una serie de características, pero que tiene que
adscribir a algún tipo de validación que no pase únicamente por el modelo de la prác-
tica. Aunque yo creo que desde la empiria van a aparecer condiciones nuevas, pero
van a tardar en ser reconocidas.
Miguel Leivi: Yo personalmente creo que no hay práctica sin teoría.
rodolfo D’Alvia: De alguna forma hay que validarla.
Miguel Leivi: Lo de la validación es más complejo. Yo creo que siempre tenemos
una teoría. Teoría viene del griego, theorein, y theorein en griego quiere decir ver.
Es interesante porque en las luchas en los estadios griegos estaban los luchadores
que estaban en la arena y estaba el público. Y el público tenía una actividad teórica,
porque estaba mirando, esa era la actividad teórica. ¿Qué queda de eso? Que la
teoría es la condición para que uno vea, uno ve aquello que la teoría que maneja lo
predispone a ver o incluso a buscar. O sea, que siempre está la teoría en juego. Esto
es en el terreno más general.
En el terreno más específico me parece que hay un artículo de Freud que es abso-
lutamente central para esto. El análisis silvestre es un análisis sin teoría, donde Freud
dice que el médico que le recomendó a la mujer que se masturbara o que se buscara
un amante, no tenía idea de la teoría psicoanalítica, por lo tanto habla sin saber, sin
fundamento teórico.
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Mesa redonda 833

Entonces, por un lado no hay práctica sin teoría, por otro lado la práctica no se
reduce a la teoría, o más todavía, tampoco es la aplicación de la teoría. El ‘sin memoria
y sin deseo’ de Bion está dando cuenta de que que lo que el analista debe saber es ig-
norar lo que sabe. Lacan lo dice en otros términos. El analista tiene que saber pero al
mismo tiempo tiene que saber ignorar lo que sabe. La teoría opera de alguna manera
inconcientemente en el analista, lo cual da esa especie de dialéctica necesaria entre
una teoría que nada cuenta de todo el campo clínico y una clínica que no es sin un
sostén teórico.
rodolfo D’Alvia: Pero Miguel, vos estarías de acuerdo en que hay teorías que están
en franca discrepancia.
Miguel Leivi: Sí, absolutamente.
rodolfo D’Alvia: Porque en cuanto a la validación yo creo que hay que tener en cuenta,
por ejemplo, la teoría kleiniana sobre fantasía no tiene nada que ver con la teoría freu-
diana. O sea que en estas teorías implícitas uno tiene que tener cierta conciencia de
esa discrepancia como para que las cosas, de alguna forma, uno las pueda hacer con
la validación de esta “moral científica”, que permite que uno sepa cuando algunas
ideas que están mostrando son totalmente contradictorias.
Miguel Leivi: Estoy de acuerdo, me hiciste acordar algo que dijiste que tengo mis
dudas, lo de usar varias teorías.
rodolfo D’Alvia: Siempre y cuando las conozcas, las manejes y tengas en cuenta el
punto en el que se contradicen, en el que no se contradicen, en el que se amplían y en
el que no. Yo en la práctica estoy seguro que uso teorías implícitas.
cristina rosas de salas: Es muy interesante, pero en algún momento, vos dijiste, ha-
blando en relación a lo nuevo y a los nuevos paradigmas, que hay una cierta idea, que
habría que pensar en cierto progreso. No sé si hacés referencia a un nuevo paradigma
pero sí a cierto progreso desde la teoría y en articulación permanente con la práctica.
Yo quería decir que acuerdo con eso. Por ejemplo, para mí la lectura del trabajo de
Green del año ’75 en el congreso de Londres me permitió pensar una cantidad de
cuestiones que hasta ese momento a mí no se me habían planteado. Y creo que no fue
un efecto solamente sobre mí sino que fue un efecto general. Es lo mismo que los tra-
bajos de la escuela psicosomática de París. A partir de ahí aparecen una cantidad de
trabajos y de consideraciones referidas a la práctica, como por ejemplo la revisión de
la idea de contratransferencia que trae Green, que nos hizo pensar otras cosas y nos
hizo ver de otra manera a algunos pacientes que estaban en los bordes de las neurosis.
Aquellos casos clínicos que yo muchas veces me pregunto, ¿qué pude hacer antes? O
yo no lo veía o eso quedaba sin analizar. En este momento a mi me preocupa lo que
queda fuera del análisis que tiene que ver con el inconciente no reprimido, por ejemplo,
todo lo que tiene que ver con las identificaciones y la desmentida. También en nosotros
como analistas algo ocurrió, porque esa apertura en la práctica, que se profundizó
con los aportes de Green para pensar a los pacientes en los bordes de las neurosis,
también nos abrió la mirada sobre nuevas situaciones. Por eso es bueno la heteroge-
neidad, pertenecer a una institución donde escucho teorías y veo prácticas que son
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heterogéneas. Para mí lo peligroso es la homogeneidad, lo que no me hace ruido, lo


que completa exactamente lo que yo pienso o lo que yo digo. Por eso me gusta más
la idea de heterogéneo que de pluralismo, pero igual me acuerdo que hay un número
maravilloso de la revista sobre pluralismo, donde hay una conferencia inédita de Willy
Baranger en la cual él dice que lo mejor que trajo Lacan a la institución es que nos
sacó de la modorra en la que estábamos. O sea, ese discurso tan distinto generó una
movilización. Y lo otro que quiero decir es que para mí sí hay algo específico de la
práctica analítica que es el acceso a la palabra. Para mi divide aguas. Eso no implica
que no se trabaje con lo no verbal, con los afectos, pero si eso no ingresa a la palabra
la cosa se complica.
Miguel Leivi: Coincido, creo que si se trata de los afectos, la vía psicoanalítica del
abordaje de los afectos implica hacerlos pasar por la palabra. Para mí la palabra tiene
además un alcance que va más allá de eso, es estructurante, pero técnicamente, desde
el punto de vista del abordaje de las problemáticas de las que el psicoanálisis se ocupa,
creo que sí.
Gustavo Jarast: Hay otra cuestión que tiene que ver con la psicoterapia psicoanalítica,
que es una práctica importante para con determinados pacientes. Por ejemplo, estaba
pensando en analistas de pacientes autistas como Ana Alvarez, británica, especialista
en este trabajo. Ella habla de un trabajo de calibración, de cómo llegar a la palabra,
ese sería tal vez un ideal, una expectativa o un paradigma.
cristina rosas de salas: Me parece valioso que en una institución estén incluidas las
diferentes corrientes, los cuidadores de las tablas y los expansionistas, y que dentro
de esta tensión nos manejemos. Si bien soy una lectora de Green, también es cierto
que la idea de otorgamiento de representaciones a veces ha generado deslizamientos
de parte del analista por esto de la imaginación clínica y es ésta una cuestión que me
preocupa. Obviamente parto de la idea de la honestidad intelectual, de la ética del
analista, pero quiero decir que siempre estamos propensos a un cierto deslizamiento,
pero igual sigo pensando que cuando yo digo acceso a la palabra me refiero al hecho
de poner palabras, de la puesta en palabras.
Miguel Leivi: Tomando un poco a Green, yo he leído buena parte de su obra.
Hablando del ‘75 y la conmoción que nos provocó Green entonces, qué pensás sobre
ésto que dice Green y es un tema de debate también. La idea de que el objeto del psi-
coanálisis no es el inconciente, sino las teorías que se tienen que establecer sobre el
inconciente o sobre distintos modelos del inconciente. Está claro que Green no le da
un valor únicamente al inconciente, le da valor a los cuatro registros de la realidad,
de la conciencia, del cuerpo y de todas las relaciones que hay entre conciente y pre-
conciente, o sea, que son situaciones que conmueven, ahora, que conmueva no quiere
decir que sea nuevo.
cristina rosas de salas: Ahí está lo interesante, vos estás hablando de un Green que
no es el Green que yo leo, el Green que yo leo es el Green de El trabajo de lo negativo,
donde él dice básicamente que hay que negativizar las pulsiones. La complejidad de ese
texto lo torna muy difícil de leer, por eso yo valoro tanto el trabajo de traducción.
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rodolfo D’Alvia: Pero esto va más allá de la traducción, vos hablabas del cuerpo, de
la teoría de Marty. Nosotros, con Liberman, estábamos trabajando en el mismo mo-
mento en que Marty sacaba su teoría en París. En 1981 no sabíamos nada de Marty
hasta que nos encontramos en un congreso y nos dimos cuenta que teníamos afini-
dades en cuanto a la presencia del cuerpo. Pero Green, por lo menos mi Green, habla
de instancia psíquica, no únicamente del inconciente, por eso me llama la atención.
¿Cuál es el que consideramos, el Green del ’98/99 o el Green del ’75? Tenemos que
tener cuidado en qué movimiento tomamos a cada autor. Hay personas que quedan
con el Green que mejor les viene a ellos.
cristina rosas de salas: Al más homogéneo a su pensamiento, no al más deductivo.
Por ejemplo, el Green de El trabajo de lo negativo no es el Green más leído.
Gustavo Jarast: Ahí podríamos mechar con otra cuestión que tiene que ver con las
publicaciones y con lo que es, en particular, argentino. El trabajo del ’75 introdujo la
teoría de Bleger en la comunidad psicoanalítica internacional. Hasta ese momento él
no era conocido, no estaba difundido, y hoy es uno de los pocos autores reconocido
de las últimas décadas, junto con los Baranger, por las publicaciones internacionales.
Siguiendo con Bleger, recién en 2010 se publicó, traducido al inglés, Simbiosis y am-
bigüedad. Allí él no habla literalmente de lo negativo pero sí con desarrollos que tienen
que ver bastante con la cuestión. Ahora se está difundiendo el Bleger que no tiene
que ver con el encuadre sino con estos otros aspectos. Traigo este tema porque el pro-
blema del aislamiento y de la traducción es un obstáculo enorme en cuanto al inter-
cambio, al conocimiento y al progreso del intercambio científico.
Con respecto a David Liberman me parece que es algo bastante más dramático to-
davía. Con la tragedia de su muerte se interrumpió el intercambio y quedó incomu-
nicado. Lo recordamos con Bruno Winograd hace un mes en una Mesa Redonda
sobre Realidad que se hizo en APdeBA. Allí hablamos sobre autores argentinos muy
importantes que todavía tienen que entrar más en circulación y confrontar con las
producciones de otros lugares.
cristina rosas de salas: Quise poner muchas cosas en poco espacio, pero una de las
cosas que quiero destacar es el punto de la difusión a otros idiomas y el valor de las
traducciones. Digamos que las relaciones ya no son norte-sur, como posiciones sim-
bólicas, sino debates en simultáneo y que hay un norte y un sur también en nuestro
país y ese también es todo un tema para tratar.
Los otros días Lucía Paschero dijo que en su administración había 14 centros en
el interior, no sé cuántos quedan de aquellos. Abel Fainstein acotó que en Brasil había
28 Sociedades. La diferencia con nuestro país es muy grande. Por eso yo resalto la
perspectiva latinoamericana, cosa que percibí muy claramente en el congreso de San
Pablo, y considero también un acontecimiento editorial la presentación de la revista
Calibán de FEPAL. Me parece que es una línea que valora el poder leer autores tan
importantes, no solo de nuestro país sino de uruguay, de Brasil. En realidad tenemos
un gran desconocimiento de otras líneas de producción por la traba de los idiomas.
Por eso remarco el tema de las traducciones. Lo mismo ocurre en los congresos.
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Gustavo Jarast: En los congresos latinoamericanos los brasileros se ven obligados a


hablar en “portuñol” y nosotros no hablamos nunca portugués.
Miguel Leivi: Hay predominancia del castellano. Los colegas brasileros, los jóvenes
quizás no tanto, se han acostumbrado a leer literatura psicoanalítica en castellano y,
es cierto, en los intercambios ellos tienen que venir al pie.
Adriana vázquez: Con esto que vos traías del norte y el sur yo pensaba que nosotros
también vamos al pie en congresos internacionales donde se genera el predominio
de otra lengua. Bleger es lo nuevo en otro espacio, no significa que acá no pueda ser
revalorizado, quiero decir que el concepto de lo nuevo en realidad tiene que ver con
la historia y con el espacio, no se puede definir qué es, exactamente.
Gustavo Jarast: Quisiera introducir un par de cuestiones para mí inquietantes, una
que tiene que ver con los silenciamientos implícitos y explícitos. un ejemplo de esto
es un caso histórico que tiene que ver con las luchas conceptuales y científicas, me re-
fiero a Ferenczi. Ferenczi con su difícil presentación en el congreso de Wiesbaden en
el ‘33 sobre “Confusión de lenguas”, con toda la discusión y el rechazo que había ex-
perimentado por parte de Freud, recién fue publicado en el International Journal 15
años después. Ésta fue claramente una medida política. Este es un silenciamiento que
recién se reparó 15 años después, cuando cambió el contexto histórico y político.
Recién entonces los aportes de Ferenczi pudieron ser accesibles y escuchados por la
comunidad internacional. Me parece que este es un tema que tiene que ver con lo que
dice Adriana. Con qué es lo nuevo o qué es lo que ahora podemos escuchar, pero que
estaba descubierto mucho antes.
rodolfo D’Alvia: Yo coincido. uno de los mayores obstáculos es la utilización de la
política institucional en función de los narcisismos de las grandes o pequeñas dife-
rencias, lo que va generando ocultamientos de las ideas. Otra cosa es que muchas te-
orías adquieren valor por la personalidad del autor también, a pesar de que yo no creo
que a vos te gustara mucho Green como persona.
cristina rosas de salas: Por eso quise recalcar el tema de la palabra escrita, porque
esto que vos decís de la personalidad, la forma, el carisma, el trato, no influye tanto
en el acercamiento al autor. Yo recuerdo que cuando elegí mi supervisor de post
grado lo llamé por teléfono y él me preguntó de dónde lo conocía. Le respondí que
de ningún lado, que había leído sus escritos. Lo que vos decís es cierto, la persona-
lidad puede ejercer una función de fascinación, pero también de rechazo. Yo con
Green no me animé a supervisar y me perdí la oportunidad cosa que ahora lamento.
Lo conocí en el congreso de Amsterdan, en lo que fue la famosa controversia con
Jacob. De pronto se levanta una persona con los cabellos alborotados, en camisa,
mangas arremangadas como si estuviera trabajando y se pone a decir lo que yo hu-
biera querido decir si me hubiera animado en semejante salón y frente a todos. En
ese momento pensé está bien que haya alguien que diga eso y era Green. A veces
esas personas son necesarias para poder vehiculizar lo que otros no nos animamos
o no podemos por lo que vos decís del silenciamiento. A mí otro tema que me pre-
ocupa es la auto censura, que está muy relacionada con factores institucionales que
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Mesa redonda 837

hacen que, aunque haya múltiples espacios de participación, la gente no hable ni


diga lo que piensa.
Gustavo Jarast: Creo que muchas cosas que silenciamos no son para nada inocuas.
A veces cosas personales. Esto es muy importante en cuanto a los nuevos paradigmas
y al futuro. Que no sea una cuestión tan prolijamente teórico-abstracta sino de la
práctica con los pacientes y con los analistas. Ahora me parece que el psicoanálisis
no está centrado en el paciente, está centrado en lo lógico, en lo intersubjetivo y lo
vincular. Está centrado en qué nos pasa en la contratransferencia. Muchos de los datos
de la clínica parten de lo que nos pasa a nosotros y lo que podemos expresar y trabajar
con eso, no solamente lo que le pasa al otro.
cristina rosas de salas: Y además hay que tener en cuenta el contexto cultural. El
nuestro tiene ciertas particularidades. No sé si hay muchos países donde hay diarios
que semanalmente tienen una página dedicada al psicoanálisis, o que pueda encon-
trarse el diccionario de Laplanche en dos tomos en los kioscos, así como la obra com-
pleta de Freud.
Adriana vázquez: yo creo que el psicoanálisis es parte de la cultura argentina, aunque
podamos pensar que no es muy bien leído o comprendido o hasta banalizado. Pero
de hecho los pacientes concurren a los consultorios, no sé si con la frecuencia de hace
unos años atrás… Pero hoy los psicoanalistas que trabajan en obras sociales o en pre-
pagas tienen horas llenas. Los pacientes se acercan porque padecen, y creo que buscan
que algo suceda allí. Tal vez disminuyó esa búsqueda del psicoanálisis como un saber
intelectual pero no se si como terapéutica..
Miguel Leivi: Era un campo mucho más restringido, había menos analistas, menos pa-
cientes, pero los pacientes participaban todos de una subcultura en la cual el análisis
era muy valorado y nadie dudaba lo que era el análisis. Las cosas han cambiado hoy en
día. Se ha multiplicado el número de analistas y al mismo tiempo se ha ampliado enor-
memente el número de gente que recurre al análisis. Eso es un fenómeno único en el
mundo. No es ni remotamente así en Nueva York, en París o en Londres. No se acerca
ni remotamente al lugar que tiene el psicoanálisis en la cultura argentina.
rodolfo D’Alvia: Yo tengo un cierto disentimiento con esto. Creo que sí se han difun-
dido ciertos conceptos de lo que podríamos llamar generales, ciertos paradigmas psi-
coanalíticos. Tomemos el Edipo, tomemos algunos elementos relacionados con lo la-
tente, pero no sé si el psicoanálisis que practicamos, o los pacientes con los que
trabajamos están dentro de esta cultura tan genérica del psicoanálisis. En mi experiencia
más bien planteo lo contrario. Creo que el valor de la palabra se está perdiendo y que
hay una imagen que se jerarquiza. Hay una serie de niveles donde el apremio es lo que
vale y que el espacio analítico es uno de los pocos lugares donde se respeta la intimidad
y la valoración objetal. una cosa es el trabajo analítico como lo entiendo yo y otra cosa
son ciertas teorías que invaden la cultura y se difunden masivamente.
Miguel Leivi: Yo estoy seguro que las cosas han cambiado.
rodolfo D’Alvia: Sí, hay menos miedo. Ya no es un loco el que consulta, en eso estoy
de acuerdo. Pero tomando un poco la figura del padre, la figura del descreimiento de
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la ley paterna, pienso que mucho de ello se ha perdido en este post modernismo tan
particular. Creo que mucha gente llega a la terapia en una urgencia panicosa, pero en
la continuidad terapéutica del psicoanálisis como reconocimiento, como conocimiento,
hay mucho que trabajar.
Gustavo Jarast: Baranger y Mom hablaban de esto, difusión sin dilución.
Miguel Leivi: A mí me parece que hay mucha tarea para hacer. Por ejemplo las pre-
pagas, en su mayoría, rechazan el psicoanálisis. Me decía una paciente que se iba a
presentar a una de ellas, que le recomendaron que suprimiera la mayor parte de su
formación analítica porque sino no la iban a tomar. Es cierto que las terapias cognitivas
ganan terreno porque el camino supuestamente es más corto, es más económico, es
más puntual, pero creo que es algo muy alejado de la profundidad de un auténtico
trabajo analítico.
Adriana vázquez: ahora que podemos hacer frente a esta actualidad, es posible en-
cerrarnos, ¿es la endogamia una alternativa? La incidencia de los sistemas de salud
en los análisis no solo se ve en Argentina, sino en también en muchos otros países,
en donde la verdad es que los analistas tienen que hallar el modo de entrar en ellos
para poder trabajar, quizás con características completamente distintas que acá. Lo
interesante es que se asumió un desafío y hay creación de diferentes marcos teóricos
y abordajes como intentos muy valiosos de aproximarnos a las diferentes formas clí-
nicas porque los pacientes con los que trabajamos son estos, con estas características,
quiero decir.
Miguel Leivi: Estos son los pacientes que recibimos y estas son las condiciones en
las que podemos trabajar. Me parece que si nos retraemos a la endogamia nos mo-
rimos, si nos encerramos en la torre de marfil nos morimos, me parece que, muy
por el contrario, hay que salir y trabajar sobre eso. Trabajar sobre nuestro instrumento
y trabajar sobre todo lo que se contrapone a él. Me impactó ese trabajo que estuvo
circulando por Internet, lo bajé porque el título me llamó la atención, “Efectos ia-
trogénicos del psicoanálisis en el abordaje de los trastornos obsesivos compulsivos”.
Sobre la base de una intervención muy desacertada de un supuesto analista, y eso
no es ingenuo, salen a atacar al método psicoanalítico. ¿Se acuerdan de El libro negro
del psicoanálisis?.
rodolfo D’Alvia: Cada vez que viene Bunge a la Argentina, La Nación saca los mismos
artículos donde él decía una serie de mentiras.
cristina rosas de salas: Lo que pasa es que el abandono, la retirada de los ámbitos uni-
versitarios es algo que las instituciones psicoanalíticas tienen que repensar. Nosotros,
desde nuestra filial de Junín, tenemos en este momento un convenio con la universidad
Nacional del Noroeste. Se trata de una especialización en clínica psicoanalítica, que nos
interesa muy especialmente y que viene dando muchas satisfacciones.
Son distintos modelos con los que contamos para recuperar esos espacios que han
tenido tanto valor y que debemos retomar.
Miguel Leivi: Otro espacio que se ha perdido es el campo de los médicos y los psi-
quiatras. Yo llegué al psicoanálisis a través de la psiquiatría. Primero me recibí de mé-
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dico, hice la residencia en psiquiatría y a partir de ahí llegué al psicoanálisis. Hoy en


día los chicos que se reciben de médicos y que hacen psiquiatría van para otro lado,
los que vienen a nuestras instituciones son psicólogos.
Adriana vázquez: Tal vez nosotros también vamos poco. Yo antes escuchaba que los
pacientes eran no analizables, era todo un rótulo, por lo menos hace unos años, hoy
uno casi no escucha esto.
cristina rosas de salas: En el hospital donde yo trabajaba los psicólogos más viejos
hacían la entrevista y decían este tiene tela y este no tiene tela, a mi me llevó años des-
cubrir cual era la tela.
Adriana vázquez: El psicoanálisis contemporáneo rescata todos esos lugares donde
antes se colocaba ese rótulo y abre vías de trabajo. Pero sin duda nos queda la ardua
tarea de generar movimientos de reinserción en aquellos espacios cedidos.
Miguel Leivi: Gustavo hacía referencia recién a aquello de lo que no se puede hablar.
Cuesta mucho hablar de las condiciones concretas y actuales en que se trabaja, entonces,
campos enteros de la práctica profesional no se tocan. En nuestra institución no tienen
lugar o, si se le hace un lugar, es por la vía de la psicoterapia que muchas veces es con-
siderado una especie de análisis de segunda. Al análisis llamado serio se lo reserva
como una especie de ideal. El resto del trabajo suele ser descalificado, especialmente
las psicoterapias, y eso no ayuda a todos los profesionales jóvenes que trabajan de esa
forma. Nuestras instituciones no ayudan sosteniendo esos mitos e ignorando un campo
que merece reflexión. Sí, coincido en que se han cedido muchos espacios.
rodolfo D’Alvia: Hace 50 años que venimos trabajando sobre el tema psicoterapia y
psicoanálisis, parece que nos cuesta ponernos de acuerdo. Creo que hay cosas que de-
beríamos dejar un poco de lado y preocuparnos más en delimitar cuáles son los obs-
táculos que nos impiden llegar a crear posibilidades de lo nuevo. En ese sentido ten-
dremos que poder desprendernos de ciertos prejuicios y ampliar el horizonte, porque
si no estamos mordiéndonos permanentemente la cola.
cristina rosas de salas: Y también hay otros campos sobre los que tenemos que in-
vestigar y que hacen a los cambios culturales que hoy se nos presentan y sobre los que
la sociedad nos pide definiciones. Hace poco estuve en una mesa sobre de diversidad
sexual. Ese es un tema que requiere la revisión de muchos de nuestros paradigmas y
constituye un problema que nos urge. Reconozco que yo no tengo experiencia en el
tema y frente a una consulta que me hicieron este año desde una institución escolar,
preferí remitir el caso a colegas que tienen experiencia en estos campos, reconociendo
que ya no se puede repetir conceptos que están totalmente puestos en cuestión.
Reconozcamos que hay cuestiones a revisar y que de estos desafíos actuales es probable
que debamos enfrentar cambios en ciertos principios nosológicos que nos han guiado
hasta ahora. El tema de las formas de sexualidad merece un debate en profundidad
por parte del psicoanálisis.
rodolfo D’Alvia: También deberemos reconocer que hay cosas que tenemos que acep-
tar que no podemos modificar, por lo menos por ahora. Luego veremos si somos ca-
paces de generar algo nuevo.
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840 Revista de Psicoanálisis l Tomo LXX l Nº 4 l 2013

cristina rosas de salas: Hay algo que no se modifica y es el reconocimiento de que


quien viene a la consulta, lo hace porque padece, no por su condición sexual.
Gustavo Jarast: El problema de los nuevos paradigmas queda abierto para el futuro.
Creo que hoy, y con la valiosa colaboración de todos ustedes, hemos aproximado al-
gunas ideas de valor a esta problemática. Muchísimas gracias por colaborar con la re-
vista de la APA.

Aporte de Lucía Martinto de paschero2


Nuevos paradigmas

El concepto de “paradigma” proviene del griego paradeigma que significa “modelo,


ejemplo” (Diccionario etimológico Corominas).
Para el Diccionario de la Real Academia Española significa “esquema formal al
que se ajustan las palabras para sus respectivas inflexiones”. Creo que por extensión
utilizamos esa palabra para referirnos a los términos, conceptos últimos, más allá de
los cuales no se avanza en la teorización de una ciencia, sino que, por el contrario, se
avanza desde ellos o en función de ellos.
Los epistemólogos del psicoanálisis y nosotros mismos los definimos como con-
ceptos básicos, que son: Inconsciente, Complejo de Edipo, Sexualidad infantil,
Transferencia. Algunas corrientes psicoanalíticas seguramente agregarían otros.
Desarrollaré mi ponencia en base a sintéticos ítems:

a) ¿Mutan los paradigmas?


Creo que sí, cuando han dejado de ser apropiados al estudio de su objeto. Otro
tema es si caen o si se conservan. Caen cuando transforman de tal modo la visión del
objeto que éste ya no es lo mismo que se creía que era. un burdo ejemplo es la creencia
medieval sobre una tierra plana y una inmovilidad de las estrellas. Colón con su des-
cubrimiento deshizo aquello que hoy nos suena disparatado. Einstein modificó los
paradigmas físico-matemáticos de Newton y Hawking modificó básicamente el pa-
radigma de la ley de la relatividad einsteniana. No encuentro ejemplos dentro de las
ciencias humanas.

b) para una lógica del inconsciente: la irracionalidad


El psicoanálisis nace como teoría y método para curar las alteraciones mentales
de una época dada, pero saltó desde allí –genio de Freud mediante– a una nueva visión
del hombre y de lo humano. El psicoanálisis ha dejado perpleja y desarmada a la fi-
losofía de lo racional, de Descartes a Kant con sus famosas categorías, muy válidas
para los procesos de pensamiento concientes. Postula la presencia de una irracionalidad

2. luciapaschero@gmail.com / Miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina


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Mesa redonda 841

dominante y de una feroz lucha contra ella en el núcleo del hombre. Postula un fondo
emocional y ético al lado de otro antiético, transgresor y potente, tanto en el sujeto
como en los grupos sociales. Afirma la presencia constante de una pulsión destructora
junto a la pulsión erótica. Por eso fue y sigue siendo tan resistido, tan negado, en vastos
ámbitos de la cultura actual y desde ya en la concepción religiosa del hombre.

c) Dos polos opuestos: cuerpo y espíritu


Los paradigmas del psicoanálisis fluctúan entre dos polos: un polo biológico y
un polo metapsicológico. Ambos son válidos, no se anulan recíprocamente, aunque
algunas corrientes pretendan hacerlo en detrimento de la naturaleza humana, pues
somos cuerpo y alma, término éste que usaba mucho Freud. El peligro consiste en
que ambos polos se abren a veces demasiado y debilitan su inextricable unión.
Algunos se inclinan hacia las neurociencias, la endocrinología, la biología, buscando
allí la solución de muchos enigmas. Otros en cambio aspiran a una elación casi total
cercana a las puras abstracciones de la metafísica, que son apasionantes. Ambos ex-
tremos se alejan del sujeto humano, de su naturaleza conflictiva, de sus padecimien-
tos. Son muy válidos en sus vuelos, teóricos unos, experimentales los otros. Tal
como lo veo, creo que ambos intentan evitar la inevitable tensión de una convivencia
incómoda para toda teorización, para todo abordaje clínico. Algunos psicoanalistas
son más médicos, otros son más filósofos; todos ellos aportan, chocan, discuten,
abren caminos, todo lo cual demuestra la vitalidad de nuestro saber psicoanalítico.
Para todos nosotros constituye un estímulo acuciante el abordaje del cuerpo, sede
de las zonas erógenas y, agregaré, de las zonas tanáticas, estas últimas muy difíciles
de abordar y entender: decimos el cuerpo grita, aunque estamos muy lejos de poder
acceder a sus significados. Es difícilmente traducible el dolor extremo, más aún si
aceptamos que están inscriptas allí huellas que vienen de muy lejos, aunque sí po-
demos acercarnos a co-determinantes más actuales. Nos enfrentamos aquí con los
límites de la palabra.

d) Mutación o caída de los paradigmas


Voy a tocar un tema que pareciera ser bastante obvio: mutaciones sociales, cultu-
rales, tecnológicas, los avances revolucionarios de las técnicas de comunicación, ¿llega
a significar un cambio paradigmático para nuestra ciencia? Mi respuesta es no. Aunque
sí acepto que han cambiado mucho a menudo el método de la curación, el abordaje
del paciente: las sesiones vía mail o telefónicas, la multiplicidad de los posibles en-
cuadres, tan distantes del modelo de hace cien años.
Si está vigente el concepto de pulsión, las fantasías primordiales, las identifi-
caciones primarias y el Ello ancestral con sus precipitados arcaicos míticos e his-
tóricos, las represiones y las desmentidas, nada fundamental ha cambiado. Sí ha
habido un fructífero trabajo centenario con aportes que han enriquecido y arbo-
rizado aquellos conceptos hacia destinos abiertos. Son cambios teóricos talentosos,
valiosos, bienvenidos.
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842 Revista de Psicoanálisis l Tomo LXX l Nº 4 l 2013

e) La sexualidad
un gran tema actual que está siendo muy revisado es el de la sexualidad y el género.
Algunos lo encaran con ligereza como un explosivo descubrimiento de neo-sexuali-
dades. Yo creo que las neo-sexualidades son tan antiguas como el hombre. Que haya
cambiado la legislación y la mirada social difiere de las multifacéticas formas del deseo
sexual y de sus prácticas. Propongo revisar la antropología histórica, la estructura de
las sociedades arcaicas, libros, museos de civilizaciones precolombinas (aztecas, mayas,
incas) nos ilustran sobre las muy heterogéneas formas de práctica sexual y de orga-
nizaciones socio-legales alrededor de ellas. La sociología es muy apta para dar cuenta
de la profunda contingencia de los objetos sexuales y de las formas del amor y de la
sexualidad. Los sumerios, los griegos, los romanos, los musulmanes desde siempre,
son bisexuales. Entiendo que todos estamos incluidos – adentro, no afuera – de una
organización social que nos determina y nos observa. Sabemos que esto engendra
desde siempre prejuicios, barreras, que marcan un límite entre “normal” y “patológico”.
Este es uno de los grandes desafíos de nuestro psicoanálisis, de nuestra clínica y de
nuestra teoría, que veo como nuevas formas de malestar en la cultura.

f) el complejo de edipo
Constituye un eje paradigmático de la teoría y de la práctica clínica. Freud lo observó
en sus pacientes y en sí mismo, luego de la muerte de su padre, como lo leemos en con-
movedoras cartas a Fliess, en 1895, hasta su bello trabajo sobre la Acrópolis de Atenas,
en 1936. Lo exploró exhaustivamente en los trágicos griegos, en la literatura de casi
todos los tiempos y sobre todo en Shakespeare, cuya obra toda está embebida en la fa-
talidad del designio edípico. Sin embargo, su teorización de los años 1924 y 1925 no
nos resulta acertada ni feliz, pese a que desde allí parten sus trabajos sobre la sexualidad
femenina. Justamente por eso hoy consideramos su enfoque algo naif, puesto que su
“complejo de castración” deja afuera al género femenino, sombra que cae sobre todo
el psiquismo de la mujer. Su pobre resolución, la débil descripción de sus instancias,
su enclave en lo narcisista y en lo masoquista, su lugar al margen de la cultura. Hasta
alguien tan lúcido como Lacan, aferrado a su falonarcisismo, llega a laberintos sin
salida al afirmar que la mujer “no existe”, “no es”. Estas dogmatizaciones afortunada-
mente no cambian ningún paradigma; más bien empobrecen la teoría psicoanalítica.

g) La ética propia. La ley inconsciente


Cabe sí reafirmar la vigencia del Complejo de Edipo en términos más acertados.
El descubrimiento que el infans realiza, una ‘diferencia’ anatómica y psíquica en los
seres humanos, descubre que existe una subjetivación, el sí mismo y una alteridad
muy vasta, a veces temible; la sociedad y la cultura. También descubre que hay una
ley natural, interna, heredada, e implantada por la presencia del padre, un límite, un
borde, un “hasta aquí”. Todo esto funda en él su polo ético sobre lo que está bien y lo
que está mal, aunque estos valores no son universales y cambian en diferentes épocas
y culturas.
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Mesa redonda 843

Sin embargo, los paradigmas del psicoanálisis hoy vigentes no resultan suficientes
para abarcar la totalidad de lo humano. Todo afán de totalidad sabemos que es reli-
gioso, y lo nuestro, como toda la ciencia, está lleno de incompletudes y misterios.
Señalaré dos fronteras:
La psicosomatosis es una relevante frontera, muy alejada por cierto del polo me-
tapsicológico, como no sea para admitir que el cuerpo es el origen del ser, del existir,
la morada de lo erógeno erótico y de lo tanático, uno de los destinos de la pulsión
“vuelta contra uno mismo”, y de los más elevados placeres del goce del amor. ¿Por qué
enferma el cuerpo? ¿Qué significa ese dolor? Hasta aquí respuestas menores, puesto
que no hay traducción.
Otra relevante frontera es la psicosis. Ríos de tinta han corrido, múltiples enfoques,
métodos y prácticas de tratamiento. Muchas descripciones, todo lo cual creo que ha
sido necesario y útil. Pero no sabemos aún qué es la esquizofrenia, tampoco qué es el
cáncer, ni por qué. Podemos quedarnos con la confortable respuesta “es genético”. Tal
vez sea así y la ciencia genética pueda algún día dar alguna respuesta “paradigmática”,
una “master respuesta”, para bien de la humanidad y obviamente, para el psicoanálisis.

conclusión

¡Qué hacemos nosotros, con los paradigmas con los que contamos, con el método
de abordaje clínico y teórico, que sí hemos profundizado mucho! Hacemos una especie
de arqueología psíquica, en la ontogenia, en la filogenia si podemos, remontamos re-
presiones, descubrimos escisiones, perseguimos incansablemente a la negación, a la
desmentida, a la idealización positiva o negativa, tarea cotidiana, comprometida, que
en algo más de cien años, nos ha brindado un saber sobre el hombre, que es lo más
profundo que se ha sabido hasta ahora.

DescrIptores: NuEVOS PARADIGMAS / CONVERGENCIAS-DIVERGENCIAS / PLuRALISMO /


CAMPO CIENTÍFICO / TEORïAS / INSTITuCIóN
KeyworDs: NEW PARADIGM / CONVERGENCE-DIVERGENCES / PLuRALISM / FIELD SCIENTIST /
THEORIES / INSTITuTION
pALAvrAs-chAves: NOVOS PARADIGMAS / CONVERGêNCIAS-DIVERGêNCIAS / PLuRALISMO /
CAMPO CIENTÍFICO / TEORIAS / INSTITuIçãO
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ENTRECRUZAMIENTOS
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847

Entrecruzamientos y convergencias de un fisiólogo


celular y molecular
Marcelino Cereijido1

Aunque escribo por invitación de la Dra. Ana María Viñoly, Directora de esta re-
vista, cuyo propósito –me explica– es “destacar posibles entrecruzamientos entre los
universos científicos del psicoanálisis y mi campo de trabajo (fisiología celular y mo-
lecular)” sigo sintiéndome sapo de otro pozo. Pero un sapo que así todo no afloja,
pues siempre quise entender por qué el estar ligado al psicoanálisis y ser un científico
profesional me hacen blanco frecuente de la hostilidad social, y quizás este artículo
sea una oportunidad para intentar descifrarlo.
Todo comienza porque mi relación con el psicoanálisis es de larga data (tres cuartas
partes de mi vida) y lo he visto desde varios ángulos: fui paciente de diversos psicoana-
listas, en tres países distintos (Argentina, Estados unidos y México), soy pariente de
psicoanalistas (mi esposa y mi hija), si bien mi nuera es profesora universitaria de Speech
Pathology en Los Ángeles, su actividad tiene fuertes componentes psicoanalíticos, y
hasta mi hijo, que es artista plástico y doctor en historia y teoría del arte, publica artículos
sobre temas y escabrosos personajes del psicoanálisis. El mero saber que estoy tan ligado
al psicoanálisis me suele hacer blanco de pullas y ataques que van de la broma cursi a
la hostilidad más desembozada y hasta me enreda en trifulcas epistemológicas. Y si no
que lo diga uno de los protagonistas: un connotado físico y epistemólogo (MB) escribió
un artículo sobre mi libro La nuca de Houssay que un domingo ocupó las dos páginas
centrales del diario español El País, y comenzaba “El Dr. Marcelino Cereijido, que confiesa
estar casado con una psicoanalista...” (sic). Y aunque aquel artículo hizo vender muchos
ejemplares, no dejé de sentirlo como que me ponía un sambenito, sensación que confirmé
repetidas veces por el hecho de que en otras publicaciones y en cartas personales dicho
autor continúa insistiendo en que el psicoanálisis es una pseudo-ciencia.
Otra variedad de esos ataques que me hacen por estar ligado al psicoanálisis lo
ilustra una colega, a la sazón profesora de Físicoquímica Biológica como era yo en
aquel entonces. A la hora de la comida y como si hubiera estado esperando oportu-
nidad y juntando coraje para declararlo, alzó la voz y me enrostró delante del personal:
“El psicoanálisis es una paparruchada, porque si le digo a un psicoanalista que soy la
princesa Anastasia, él me va a decir una sarta de cosas como si las estuviera deduciendo
de mi narración. Pero a la sesión siguiente se las voy a hacer tragar aclarándole que
fue todo una patraña mía para ponerlo en ridículo”. En primer lugar –le expliqué– la
verdad ahí no depende de que seas o no la princesa Anastasia, sino que hayas declarado

1. marcelinocereijido@gmail.com / Profesor Emérito del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados


de México.
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848 Revista de Psicoanálisis l Tomo LXX l Nº 4 l 2013

que lo eras. Si no lo fueras sería mucho peor. Después de todo ¿qué te pasaría si le ex-
plicas a un internista que te duelen mucho las rodillas, y tus deudos van al día siguiente
a burlarse de ese tonto, porque lo que tenías en realidad era una terrible angina de
pecho, pero vos (que para ese momento estarías descansando en paz) decidiste ocul-
társelo para poner en ridículo sus dotes clínicas?
Otra variedad de ataque personal está ligada a mi profesión, sus consecuencias
vienen siendo muchísimo más graves, he dedicado a su estudio muchas horas –de-
cenios en realidad– y tengo algunas observaciones que compartir. Lo malo es que
para explicar por qué opino como opino debo recurrir a una explicación un tanto
más larga. A los 18 años ingresé a la facultad de Medicina de de Buenos Aires y tanto
me gustó la materia Fisiología que me quedé como ayudante de cátedra y 61 años
después el entusiasmo me sigue atrapando en el cargo de Profesor Emérito de Fisiología
Celular y Molecular, e Investigador Nacional Emérito. En 1955 un golpe de estado
usurpó el gobierno constitucional de Juan Domingo Perón, y repuso como director
del Instituto de Fisiología al que yo pertenecía a su creador, el Dr. Bernardo A Houssay,
que vino acompañado por una pléyade de científicos de calibre internacional: Braun-
Menéndez, Leloir, Foglia, Deulofeu, Paladini y quién no. Si bien me gradué de Médico
y luego, tesis mediante, de Doctor en Medicina, los años de contacto diario con aquella
gente torcieron mi vida, pues salí convertido en un pichón de científico que jamás
volvería a tratar un paciente. De aquellos años y aquellos ambientes –aunque no de
las personas que mencioné– recuerdo “chistes” como “un psicoanalista es un médico
judío que le tiene horror a la sangre”. Cuando tras varios años en Harvard regresé a
Buenos Aires y tuve mi propio laboratorio, un nuevo golpe de estado nazi-católico,
esta vez el de 1976, me mandó al exilio, del cual jamás regresé.
Mi primer impulso para entender qué es la ciencia y por qué Argentina tiene una
vocación de conocimiento tan ostensible fue consultar las enciclopedias habituales; pero
al leer lo que esos libros le explican al gran público quedé azorado, porque son al cono-
cimiento humano lo que las “historias oficiales”, las “hagiografías” y las películas de Walt
Disney son a la vida real. De modo que si necesitaba entender qué es la ciencia y extenderlo
al psicoanálisis no me quedaba otra alternativa que ir forjando un punto de vista personal,
basándome en la evolución (dicto anualmente las materias Evolución y Selectividad)
pues, al fin y al cabo, la ciencia es un fenómeno producido por cierta especie biológica,
Homo sapiens, cuyo cerebro y funcionamiento mental se viene forjando a lo largo de una
filogenia de millones de años. Y ahora estoy forzado a resumir aquí mis puntos de vista,
porque en ellos basaré lo que tenga que decir sobre el psicoanálisis. A quien desee inter-
narse en mis argumentos, le aconsejo consultar algunos de mis libros. Resumo:

La interpretación de la realidad como algo de vida o muerte

una de las tonterías que afirman las enciclopedias, para colmo creacionistas, es que
sólo el ser humano interpreta la realidad. Por el contrario: todo organismo sobrevive
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Marcelino Cereijido 849

mientras sea capaz de interpretar eficazmente la realidad que habita. Si una babosa no
pudiera interpretar que hacia su izquierda se agotaron los nutrientes, pero todavía los
hay hacia su derecha y no se encaminara hacia este lado, sería demasiado imbécil para
ser babosa. La selección natural no permite semejante chapucería y extinguiría su progenie.
Si un girasol se orientara para donde el Sol no está, sabríamos que está malinterpretando
la realidad y sufriría un destino análogo. Adviértase que esas interpretaciones que hacen
babosas y girasoles son inconscientes. Por ejemplo, las células intestinales de un zorrino
o una gallareta necesitan saber interpretar que eso que difunde en la pasta a medio digerir
que les llega desde el estómago es hierro, y es imprescindible que sepan como reconocerlo
y captarlo, de lo contrario su médula ósea no podría sintetizar hemoglobina y morirían.
De pronto, hará unos 50.000 años, a los Homo sapiens (nuestra especie) que deam-
bulaban por una Edad de Piedra que ya estaba en sus postrimerías, les brota una cons-
ciencia. Y dado que interpretar la realidad es tan crucial para cualquier especie, animal
o vegetal, microscópica o del tamaño de una ballena, a las formas inconscientes de in-
terpretar la realidad, que ya tenía, el ser humano le comienza a sumar las maneras di-
námicas conscientes (en función del tiempo). De modo que mientras las especies no-
humanas (un alga, un bacalao, un cocodrilo) solo parecen interpretar la realidad
inconscientemente, los seres humanos tenemos dos maneras: una inconsciente, que
es análoga a la de bichos y vegetales, y la otra consciente. Esta manera consciente co-
menzó generando modelos interpretativos animistas (el volcán se comporta así porque
tiene un ánima que lo rige; el tero se comporta como lo hace porque tiene un ánima
típica de ese pájaro), seguidos por los politeísmos, luego por monoteísmos y por último
forjó la manera más reciente y hasta ahora más eficaz de interpretar la realidad, la
ciencia moderna, surgida como todas las anteriores de la evolución de las maneras an-
teriores. De modo que la ciencia es una manera de interpretar la realidad, que consiste
en hacerlo sin invocar milagros, revelaciones, dogmas ni el Principio de Autoridad.
Pero apenas un 10-15% de la Humanidad tiene ciencia (el Primer Mundo), el resto se
hunde en un atroz analfabetismo científico que lo ahoga en la ignorancia, la desesperanza,
la dependencia, la indignidad y el bochorno. ¿Por qué no se globalizó la ciencia moderna?
Básicamente por tres razones: (i) porque se requiere un vigor intelectual enorme y una
conjunción de circunstancias que sólo se le presentaron y pudo aprovechar la Civilización
Occidental; (ii) porque en cuanto Francis Bacon cayó en la cuenta de que “el conocimiento
es poder”, fue como si el Primer Mundo hubiera decidido “entonces retengámoslo para
nosotros” y entre otras funciones lo comenzó a usar para explotar al Tercero. Hoy la
ciencia supera al látigo, la bayoneta y la acumulación de capital como arma y herramienta
de dominio. Ya en la Segunda Guerra Mundial, Rusia y Estados unidos no se enviaban
mutuamente asaltantes a robar bancos, sino espías a piratear conocimiento. (iii) Porque
las religiones no se resignaron a ver claudicar sus maneras de interpretar la realidad y se
iban cargando de errores cognitivos y monstruosidades morales. Pero ¡albricias! fue como
si el papado, sobre todo el tristemente célebre Pío IX en 1864, con su encíclica Quanta
Cura, le contestara a Bacon “Así es Don Pancho, el conocimiento otorga poder... pero ¿ha
reparado usted en el enorme poder que obtiene el Clero de la ignorancia?” en resumidas
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850 Revista de Psicoanálisis l Tomo LXX l Nº 4 l 2013

cuentas, el Primer Mundo y las cúpulas religiosas coinciden en mantener al Tercer Mundo
(85-90% de la Humanidad) en el analfabetismo científico, única manera de producir una
masa capaz de seguir aceptando sus despropósitos y tolerando sus perversidades.

Los tropiezos de las humanidades y del psicoanálisis en su esfuerzo por


lograr aceptación y respeto de los especialistas en otras disciplinas

La ciencia comenzó a formalizarse alrededor de la física y la matemática; después de


cierto tiempo la química consiguió ser aceptada en dicha corte, gracias a que destiló y ul-
tradestiló substancias sencillas e imaginó gases ideales; en cambio la bioquímica fue con-
siderada una sucia disciplina que estudiaba hígados molidos, contenidos gástricos, sangre
extravasada y otras inmundicias. A las humanidades les fue peor, porque son inherente-
mente complejas, propiedad que tardó en ser advertida. Los químicos y físicos llegaron a
destilar el agua hasta ochenta veces, una detrás de la otra; pero un historiador no puede
destilar las Guerras Púnicas, el Renacimiento ni la Revolución de Mayo. Mi especialidad,
la fisiología celular y molecular, trató de acercarse lo más que pudo a la aristocracia científica
en la que imperaban la matemática y la física, pero cuando llegó a cristalizar proteínas y
DNA descubrió que, si bien por fin los entendía... ¡que ahora esas moléculas no tenían
vida! Pero hubo un período en que los neurobiólogos medían potenciales eléctricos, ener-
gías de las contracciones musculares, pesaban el cerebro, medían el contenido de agua, la
composición iónica, la temperatura y el pH. Hasta que los fisiólogos se hartaron: “¡No
queremos entender cómo la física hace al cerebro; sino cómo hace el cerebro para producir
física! La física no es más que un producto biológico del cerebro, como la gonadotrofina
lo es de la hipófisis y la ptialina de una glándula salival”. Pero he llegado a escuchar a más
de un físico aconsejar que para demostrar el estatuto científico del psicoanálisis se tomaran
diez personas con determinado tornillo flojo y le hicieran una interpretación, y a otras
diez con exactamente el mismo problema no les hicieran esa interpretación. “Sublata causa
tollitur effectus” murmuraban como si la interpretación de la realidad no tuviera secretos
para ellos. O sea –comenté en cierto simposio y casi me matan– ¿ustedes dirían que los
franceses deberían hacer diez veces la Revolución Francesa, y repetirla otras diez pero
ahora sin Luis XVI, y otras diez sin Lafayette, sacar promedios y compararlos? Y ni les
digo las sonrisas que se esbozaron cuando se sugirió que los cosmólogos repitieran diez
o veinte veces el Big Bang... tanto como para medir sus variables en función del tiempo,
durante, digamos, unos mil millones de años cada vez y tratarlas estadísticamente.
Para sentirse más científicas, las disciplinas se disfrazaban de física y matemática, lle-
gando a reflejar este esfuerzo hasta en la manera de hablar. Así, la reina de la ciencia era
la física, pero a su vez, la reina de la física era la mecánica. Eso llevó a que la fisiología
llamara a sus procesos “mecanismos”: un organismo biológico no es más que una má-
quina, concluyeron. Pero luego una demostración que hicieron los embriólogos acabó
con esta posibilidad: cortaron embriones por la mitad... y mostraron ¡que se producían
dos bebés perfectos! No hay ninguna máquina (locomotora, computadora, licuadora)
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Marcelino Cereijido 851

que serruchada por la mitad, produzca dos mitades que se auto-reparen y den dos uni-
dades funcionales. El psicoanálisis y las humanidades llegaron a estar en la lona de la
epistemología, y debían soportar que se las llamara “ciencias blandas”, que sonaba a “cien-
cias chirles” o “reino del guitarreo”. La solución vino por rutas insospechadas: no se sim-
plificaron las sociedades, la historia, los aparatos psíquicos, sino que se complejizaron la
matemática, la física y la biología, y así nació uno de los juguetes teóricos más recientes
y apasionantes: los Sistemas Complejos. Son sistemas cuyas propiedades surgen preci-
samente de su complejidad y se desvirtúan cuando se los simplifica, como si fueran cris-
tales de proteína que “murieron” durante el proceso de purificación/cristalización. Por
ejemplo, el Reloj de la catedral de Estrasburgo es un chirimbolo de más de cinco mil
piezas, con las que indica la hora, el día de la semana, el mes, los signos del zodíaco, las
fases de la Luna, y las posiciones de los planetas hasta Saturno. Tiene autómatas que se
mueven con las horas, las medias horas y los cuartos. una vez al día, coincidiendo con
el mediodía, en la planta superior del mueble desfilan los 12 apóstoles delante de Jesús,
mientras canta y se agita un gallo en la parte superior izquierda del reloj. Y sin embargo
¡no se lo considera complejo! sino complicado, porque se necesita una sola disciplina
científica para dar cuenta de su funcionamiento: la mecánica. No es el lugar de que me
extienda en la explicación de los sistemas complejos, baste decir que sufren crisis, porque
toda nueva estructura nace en una crisis, porque una función no es más que una mani-
festación de un cambio de estructura y, al revés, no hay cambio de estructura que no im-
plique una función. Por ejemplo, un sistema se las arregla para producir la menor cantidad
de entropía por unidad de tiempo, pero cuando se lo perturba y se lo aleja demasiado
de dicho punto le aparece alguna crisis que lo obliga a adoptar una nueva estructura con
una manera distinta de funcionar, en la que pueda producir la menor cantidad de entropía
posible por unidad de tiempo. Como este lenguaje puede dificultar innecesariamente la
comprensión de este punto, y dada su importancia, recurriré a una analogía. Supongamos
que alguien trabaja a una cuadra de la Plaza de Mayo y vive en, digamos, Avenida de
Mayo al 200 (dos cuadras). El tiempo, la carestía, los alquileres perturban al sistema “em-
pleado-a-quien-los-últimos-29-días-del-mes-le-resultan-económicamente-difíciles” y
lo obligan a mudarse a Primera Junta (20 ó 30 cuadras): consume más tiempo y dinero
en ir y regresar de su trabajo, se cansa más que cuando vivía en Avenida de Mayo al 200.
Pero los alquileres siguen subiendo (lo perturban aún más), se muda a Liniers (60 cuadras
de Plaza de Mayo), y debe salir muy temprano de la casa, regresa tarde, gasta en transporte,
apenas ve a su mujer y sus hijos, habita una casita pequeña e incómoda. Siguen subiendo
los alquileres y entonces se muda a General Rodríguez, población que dista 50 Km de
Plaza de Mayo. Además de los gastos de transporte y el cansancio, se duerme en su trabajo,
no lo promueven, sus hijos lo ven poco, no son ayudados a resolver problemas que les
han encargado como tarea-para-el-hogar, andan mal en la escuela, para mitigar su ausencia
la esposa se buscó un amante. En ese momento alguien le hace ver que ya vive demasiado
lejos de la capital, pero en cambio ahora está a un paso de Luján; le sugiere que se busque
un trabajo en la ciudad de Luján, el hombre hace la transición estructural y funcional
necesaria, ahora va y regresa en bicicleta a su nuevo empleo, anda mejor de salud, está
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852 Revista de Psicoanálisis l Tomo LXX l Nº 4 l 2013

más esbelto, tiene tiempo de ayudar a sus hijos con los deberes de la escuela, los va a
buscar a la salida de clase, comienza a practicar un deporte, cultiva un jardincito, pinta
la casa, pero ahora que pasa tanto tiempo con su mujer, ésta ya no lo tolera, tampoco
puede seguir viendo a su amante, se divorcian. Por eso decía Bertrand Russell “Cambio
es una cosa, progreso es otra; cambio es inevitable, progreso está sujeto a controversias”.
Análogamente, una semilla está preparada para no poder subsistir como semilla en cuanto
la perturba la humedad, y no tiene más alternativa que hacer los cambios estructurales
y funcionales hacia lo que llamamos “planta”. Exactamente las mismas consideraciones
hacen que nosotros no seamos una mórula gigante, porque esta se vio forzada a hacer
a una transición a blástula, luego otra a gástrula, y así a embrión, feto, lactante... adoles-
cente... adulto... anciano... cadáver. Sospecho que en lo psíquico ha de suceder algo análogo,
que los padres, amigos, divorcios, autoridades, exilios causan desequilibrios y crisis,
algunas muy regularmente: todos fuimos blástula, pero no todos nos quedamos huérfanos
a los tres años, ni estuvimos en un campo de concentración. Pero por fin parece haberse
elaborado un enfoque teórico en el que la complejidad no es un estorbo que deba ser
eliminado antes de considerar si la disciplina que lo enfoca es científica o no, sino un
protagonista principal que hace aparecer propiedades emergentes, etc.

¿y qué suelo opinar sobre el psicoanálisis?

Antes de embarcarme en este tópico permítanme recordarles que mi definición ope-


rativa de ciencia moderna es: una manera de interpretar la realidad, sin recurrir a mi-
lagros, revelaciones, dogmas ni al Principio de Autoridad. En la medida en que jamás
he sabido de algún psicoanalista respetable que viole esos postulados, para mí el psico-
análisis es una disciplina científica con todas las barbas. No falta quien trate de refutarme
enrostrándome el Complejo de Edipo o el Complejo de Castración. Se trata de entidades
o analogías que a lo sumo facilitan la comprensión de un mecanismo, pero no son
usadas como apoyo de demostración alguna. Las asemejo a los famosos
Gedankenexperimenten, en los que Albert Einstein imaginaba subir en un ascensor a
dos tercios de la velocidad de la luz, o Arquímedes ilustraba la potenciación que permite
una palanca, cuando prometía mover la Tierra si se le proveía de una palanca suficien-
temente grande y un punto de apoyo adecuado. Y ni hablar del Gato de Schrödinger o
el Demonio de Maxwell que fueron hipótesis de trabajo fructíferas que ayudaron a ar-
gumentar y abrir nuevos enfoques. Tampoco hay por qué pensar que todas las fantasías
teóricas resultan útiles. Ahí está el flogisto que postuló en 1667 Johann Joachim Becher,
que en su momento ayudó a construir el andamiaje teórico de la Termodinámica, pero
que luego fue desechado como parte del progreso de esa disciplina. Y ahí están también
los gases teóricos y fantasmales de la termodinámica, que así y todo ayudan a diseñar
y construir motores a explosión y usinas que iluminan toda una región del mapa.
El psicoanálisis ha hecho (y sigue haciendo) preguntas y postulando modelos que
han cambiado la sexualidad, la familia, la crianza, el arte, la docencia, el genocidio y
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Marcelino Cereijido 853

hasta el humor, y sobre esa base opino que se trata de una de las disciplinas más fruc-
tíferas que ha generado la humanidad. Alguna vez la filosofía consideró que el sumun
del conocimiento es gnóthi seautón, conocerse a uno mismo; si es así hace mucho que
el psicoanálisis y la neurobiología vienen ganando la carrera: en medio siglo se han
constituido en verdaderos talismanes para entender la mente, la personalidad, las neurosis
y las psicosis en el nivel personal y social. Así como nuestra biología y medicina no hu-
bieran llegado a nada si no hubieran estado precedidas por una larga y profunda etapa
de entender cómo son la biología y medicina experimental de los animales (o sea, hoy
“nos conocemos mejor a nosotros mismos” porque partimos de haberlos estudiado a
ellos), la evolución, la psicología y psicopatología comparada hoy conforman el núcleo
de un verdadero talismán cognitivo. A mi hasta me causa gracia escuchar a biólogos de
la reproducción, cuyo propósito es producir conejos para el mercado de la carne, referirse
al instinto materno, a la estimulación que la succión provoca sobre la secreción láctea
como si los estuviera fiscalizando Melanie Klein, pensadora de la que ellos jamás han
oído hablar. Discutir el estatuto científico del psicoanálisis hoy no es más que un añejo
ejercicio para epistemólogos trasnochados... si es que queda alguno.

reinterpretación personal sobre observaciones que se suelen


hacer sobre el psicoanálisis en la Argentina

Cuando el analfabeta científico descubre algo que tenga la Argentina pero no un país
de Primer Mundo, o al revés, lo enumera como atributo negativo de los argentinos. Es
frecuente oír denostar al psicoanálisis en Buenos Aires y acaso la Argentina entera se-
ñalando que hay más psicoanalistas per cápita que cualquier otro lugar del mundo. El
hecho no parece disputable, pero sí la manera de interpretarlo. un pueblo sólo se puede
considerar desarrollado cuando sus habitantes se interpretan mejor que nadie2, Domingo
Faustino Sarmiento y Juan Bautista Alberdi sentaron las bases del conocimiento insti-
tucionalizado en la Argentina para que fueran los argentinos quienes entendieran su
propia realidad mejor que nadie, y hace un siglo Argentina iba razonablemente enca-
minada a ser un país de Primer Mundo. Pero, sobre todo a partir del 6 de septiembre
de 1930 el nazicatolicismo castrense se ocupó de romper sistemáticamente la columna
vertebral del esfuerzo argentino por conocer. Las que más sufrieron fueron las disciplinas
que dependen de instalaciones institucionales (observatorios, aceleradores de partículas,
laboratorios), y del aporte económico del estado para experimentar, comprar aparatos,
reactivos, etc. En cambio el psicoanalista es su propio patrón y fuente de dinero, compra
sus libros, funda y produce sus revistas, asiste a congresos internacionales con fondos
personales. En resumen: los psicoanalistas fueron haciendo su propia universidad, pues
se ha dicho que una universidad es su gente y no los ladrillos de sus paredes. No se trató

2. Prestemos atención a que los mejores egiptólogos no son precisamente egipcios, ni los expertos en
Mesopotamia nacieron entre el Éufrates y el Tigris.
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854 Revista de Psicoanálisis l Tomo LXX l Nº 4 l 2013

de un fenómeno aislado, sino algo muy argentino que Gregorio Klimovsky llamaba “la
universidad de las catacumbas”, algo que no he advertido en otros países, sobre todo en
ninguno americano y, mucho menos, latinoamericano.
De pronto había miles de cursos por todo el país, por supuesto con gran predominio
de las humanidades. Es obvio que, para que destacados filósofos, lingüistas, sociólogos,
politólogos, economistas, historiadores, vivan de dar clases particulares, debe haber una
población substancial de destacados maestros, gente con deseos de aprender y dinero
para pagar. Dicho sea de paso, gracias a esas clases particulares, esos maestros pudieron
escoger así quedarse a vivir en Buenos Aires, Rosario, Córdoba, Mendoza sin emigrar al
Primer Mundo. En Buenos Aires las “universidades” afines al psicoanálisis tenían su
centro alrededor de las calles Coronel Díaz, Santa Fé, Las Heras, en cambio los físicos y
matemáticos abundaban por Ciudad de la Paz y Amenábar. Yo solía asistir a conferencias
en un verdadero centro Piagetiano en el barrio de Colegiales, pero para las de cibernética
iba hacia el sur de Rivadavia, más precisamente a la calle Chile. Hasta los niños gozaban
de escuelitas de ciencia particulares en las que aprendían astronomía, química, electrónica.
Me resultó muy indicativo el comentario del director de una de ellas: “Poco antes de que
terminen las horas de clase, las veredas se llenan de padres que vienen a recoger a los
alumnos. Pero, al revés de lo que sucede en las escuelas comunes, cuando suena el timbre,
en vez de salir los niños ¡entran los padres! arrastrados por los alumnitos que salen a
buscarlos entusiasmados para mostrarles lo que estuvieron haciendo. Adviértase que no
otorgaban título habilitante alguno, debido a que el único interés era conocer. unas de
las “facultades” que más alumnos y maestros congregaban eran sin duda las que brotaron
alrededor del psicoanálisis, es decir, fundamentos teóricos y filosóficos de la historia y
la cultura de la Viena de fin de siglo XIX, y en las que la relación numérica profesor/alum-
no era considerablemente inferior a la universidad estatal. En verdad, la relación personal
maestro/alumno en aquellas universidades de catacumbas hubiera provocado la envidia
de un griego clásico. Me refiero que para que se efectivizara la transmisión de conoci-
miento, los griegos preconizaban un enamoramiento entre maestros y discípulos... y me
excuso de detallar en qué consistía la ceremonia de graduación. No creo que en otras
universidades se hubiera dado una tasa tan alta de matrimonios entre profesores/discípulos
como las que había en las catacumbas psicoanalíticas.
De modo que para mi, el psicoanálisis marca el nivel que hubieran tenido en la
Argentina el resto de las disciplinas científicas, si no hubieran estado expuestas al ma-
cabro cognicidio endémico, y si hubieran gozado de una autarquía comparable a la
que sostuvo al psicoanálisis.

Mi sensación de padecer una doble hostilidad social no


parece ser fruto de una fantasía

Comencé este capítulo comentando la hostilidad que he sufrido por estar ligado
al psicoanálisis (como pariente y como paciente) a la que se agregaron las persecuciones
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Marcelino Cereijido 855

sufridas en mi carácter de científico profesional. Veamos si he hecho algún progreso


hacia la comprensión de ambos fenómenos.
La manera científica de interpretar no admite dogmas ni al Principio de Autoridad,
por eso no puede tener verdades, pues todas sus afirmaciones quedan expuestas a que
dentro de un mes o tres siglos alguien descubra que hemos cometido un error meto-
dológico o una falla en la cadena de razonamientos, o que aparezca una teoría más
eficaz de interpretarlo. Esto hace que la investigación científica se la pase buscando y
rebuscando errores e incoherencias en el seno de su patrimonio del saber y eliminándolos.
Por eso en italiano, francés e inglés, la investigación se llama “ricerca, recherche y research”
que enfatizan ese buscar y volver a buscar. En cambio las maneras de interpretar la re-
alidad recurriendo a deidades carecen de un sistema de autocorrección similar al cien-
tífico. Peor aún, a partir de la encíclica Quanta Cura, promulgada en 1864 por el tris-
temente célebre Papa Pío IX, los papas se consideran infalibles, y no hay manera de
corregir una falsedad que ellos hayan promulgado desde su sede. Contrastémoslo con
la opinión del lógico y economista William Stanley Jevons (1835-1882), quien sostenía
que si bien el progreso depende de la incorporación de nuevos conocimientos y esquemas
conceptuales avanzados, también radica en ir eliminando errores, falsas concepciones
y groseros autoritarismos. Esto hace que con el tiempo las religiones se transformen en
verdaderos reservorios de desatinos y perversiones morales. De ahí en más la religión
depende de tres cosas: (i) los pactos establecidos con las dictaduras de turno, que im-
ponen la enseñanza religiosa en las escuelas, apelan a la tradición, al ser nacional, y otras
vacuidades análogas; (ii) el haber producido una población suficientemente numerosa
de ignorantes que no acostumbran a prestar atención al contenido de un sermón, una
plegaria, una afirmación y hasta el uso infalible de un estilo retórico. Sin exagerar, es
como si les pidiéramos que nos expliquen la relación entre el nacimiento de Cristo y
los renos de Papá Noel, la Rosca de Reyes y las guirnaldas. (iii) Apoderarse del aparato
educativo estatal, para asegurarse de que la sociedad no evolucionará hacia una manera
de interpretar la realidad “a la científica”. (iv) Pero si todo eso no llegara a bastar, siempre
queda el recurso de azuzar a las fuerzas armadas y dar un buen golpe de estado.3
Argentina ha logrado una comunidad de investigadores destacados, pero jamás ha
conseguido desarrollar su ciencia, ni mucho menos forjar una cultura compatible con
ella. El drama argentino consiste en tener una weltanschauung propia de la Judea de la
Edad de Bronce Tardía pero tener que usarla para funcionar como país moderno en pleno
Siglo XXI, cuando ya no queda nada de envergadura que pueda ser hecho sin ciencia mo-
derna ni tecnología avanzada (salud, comunicaciones, transportes, energía, seguridad,
educación). Pero nuestros intelectuales, sobre todo los que trabajan conchabados por los
grandes monopolios informativos, tienen una visión del mundo basada en el Catolicismo
Romano, es decir, un monoteísmo (judeocristianismo) decaído a politeísmo en cuanto
Constantino lo mezcló con el panteón pagano en el Siglo IV de nuestra era. Pero no le

3. Monseñor Victorio Bonamín, que fue vicario castrense en la última dictadura, tuvo el tupé de “explicar”:
“Cuando las Fuerzas Armadas reprimen, es Dios que está lavando con sangre la culpa de los argentinos”.
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856 Revista de Psicoanálisis l Tomo LXX l Nº 4 l 2013

veo a los líderes culturales, o mejor dicho, a los personajes mediáticos que manejan grandes
audiencias, las dotes imprescindibles para discutir, entender y mejorar estos aspectos.
Es entonces cuando la sociedad cae en una suerte de sopor evolutivo llamado “sta-
sis”, una situación de estado estacionario entre dos crisis: nada se cuestiona, simple-
mente “se vive”. Karl Popper afirmaba que una pregunta sólo se puede considerar
científica cuando se puede hacer algo por responderla. He advertido que en una cultura
vertebrada por la religión, como es el caso de la cultura argentina, tiende a suceder
lo opuesto: una pregunta sólo es permitida cuando se tiene la seguridad de que no
requiere respuesta. En medio de esas stasis, la ciencia moderna en su incontenible
revulsión de la realidad es una continua fuente de perturbación. La cosa se pone re-
almente grave y amenazante cuando una de sus disciplinas, en nuestro caso el psico-
análisis, perturba a niveles francamente familiares, donde ocurre la relación de la
gente con sus hijos, sus padres, con la religión, el sexo, la muerte, el papel de la mujer,
los desaparecidos, y caducan las seguridades habituales. La hostilidad es necesaria
para disuadir que se hagan preguntas en el seno de dicha sociedad. Con todo, una
cosa que entusiasma es constatar que el psicoanálisis se ha forjado un lugar a base de
pura eficacia: emociona escuchar el diálogo entre una maestra primaria y una mujer
humilde, que discuten el desempeño escolar de su hijo con base en argumentos sur-
gidos del psicoanálisis... aunque no necesariamente ellas lo sepan.

DescrIptores: PSICOANÁLISIS / CIENCIA / REALIDAD


KeyworDs: PSYCHOANALYSIS / SCIENCE / REALITY
pALAvrAs-chAves: PSICANÁLISE / CIêNCIA / REALIDADE

Bibliografía

Blanck-Cereijido, F. y Cereijido, M., (1997). La Muerte y sus Ventajas, México, Fondo de


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Entre las historias y la Historia:


dos novelas de la incertidumbre
Elsa Drucaroff1

Antes de que la editorial Interzona publicara el año pasado Lastima, la ópera prima
de Ángeles Yazlle García (1985), su novela se llamaba Empieza Naoko y así eran sus
primeras líneas:

“Empieza así.
Empieza Naoko.
Empiezo así.”

Cambiando el nombre de Naoko por otro igualmente extraño pero más explícito
como Lastima, el íncipit se mantuvo igual, aunque curiosamente cayó del título el
verbo empezar, quedó sólo el nombre propio de quien relatará su historia aunque sin
nombrarse nunca en el texto, ni como Lastima ni como Naoko.
Si parto de esta suerte de observación “genética” sobre la novela es porque la elisión
del verbo en su título deja de subrayar un rasgo esencial del libro que sin embargo sí se
exhibe en sus primeras líneas: el acto de tomar la palabra, de comenzar a hablar para
contar la propia historia, ese paso que se da desde el “empieza” en tercera persona hasta
el “empiezo yo” en primera, con el que Naoko/Lastima deberá asumir la responsabilidad
de su discurso, responsabilidad en este caso ficcional, desde luego, dado que se trata de
una novela, pero que precisamente por ese carácter autónomo que tiene el arte (la lite-
ratura), nos permite leer algo particular: en esa forma de tomar la palabra para hablar
de una misma, para contar su historia y sus elecciones y responsabilidades, hay una ac-
titud que expresa algo que trasciende la anécdota específica, que adquiere dimensiones
sociales. Eso es, en definitiva, leer literatura: trabajar, en los discursos que despliegan
ficciones, significados donde habla la sociedad en la que se han escrito.
Subrayar un íncipit, ese instante de ruptura, de frontera, en el que la voz surge y
así entra brutalmente al orden del discurso, y transformar luego ese subrayado en
tercera persona en una primera, la que se hace cargo pleno de lo que está diciendo
(“Empiezo así”), remite a ese instante crucial que señalaba Michel Foucault en El
orden del discurso (1992):
“En el discurso que hoy debo pronunciar (…) hubiera preferido poder deslizarme
subrepticiamente”, confiesa el filósofo francés al comenzar su lección inaugural ante el
Collège de France. Y sigue:
Más que tomar la palabra, hubiera preferido verme envuelto por ella y transportado

1. elsa.drucky@gmail.com / Escritora, Profesora en Letras y Dra. en Ciencias Sociales.


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858 Revista de Psicoanálisis l Tomo LXX l Nº 4 l 2013

más allá de todo posible inicio. Me hubiera gustado darme cuenta de que en el momento
de ponerme a hablar ya me precedía una voz sin nombre desde hacía mucho tiempo: me
habría bastando entonces con encadenar, proseguir la frase, introducirme sin ser advertido
en sus intersticios, como si ella me hubiera hecho señas quedándose, un momento, inte-
rrumpida. No habría habido por tanto inicio; y en lugar de ser aquél de quien procede el
discurso, yo sería más bien una pequeña laguna en el azar de su desarrollo, el punto de su
desaparición posible. (…) Pienso que en mucha gente existe un deseo semejante de no
tener que empezar, un deseo semejante de encontrarse, ya desde el comienzo del juego, al
otro lado del discurso, sin haber tenido que considerar desde el exterior cuanto podía
tener de singular, de temible, incluso quizás de maléfico (pp.3-4).
Puede decirse que Lastima hace todo lo contrario, sin embargo, paradójicamente,
eso que “empieza” a contar la voz de mujer y que constituirá la novela exhibe algo
que contradice ese hacerse cargo y tiene más que ver con el deseo que señala
Foucault. En esta ambigüedad hay una clave acerca del modo en que las generaciones
de postdictadura se han hecho cargo de su historia y de la Historia, una ambigüedad
que de otro modo enormemente diferente, y para otra temática, puede percibirse
también en una novela de otro escritor algo mayor, Marcos Bertorello (1970), quien
encara una trama múltiple y ficcional insertada en la Historia, más precisamente
en el punto histórico que trauma a su generación: la represión contra la lucha armada
en la década en que Bertorello nacía. Quieto a la orilla del río (un octosílabo perfecto)
se publicó también por Interzona al mismo tiempo que Lastima con el título Quieto
a la orilla, el octosílabo original perdió tres sílabas y perdió el río: la precisión del
escenario geográfico (la orilla del Río de la Plata, en una playa de Vicente López)
donde transcurre la escena clave a la que una y otra vez vuelve la novela como quien
retorna a un sueño traumático: el secuestro de un guerrillero (que remite a Roberto
Quieto, jamás mencionado hasta un post-facio explicativo que firma el autor), quien
está reunido con su mujer, su bebé y otros miembros de su familia bajo el sol de
una tarde apacible.
Vale la pena repasar elementos de las dos novelas – enormemente diferentes – para
precisar en qué medida podemos leer en ambas actitudes ante el relato de la historia
propia y la Historia que nos trasciende, marca, condiciona. No podrían ser más dis-
tintas y sin embargo están hermanadas por una misma sospecha: la ambigüedad es
el único modo posible de entender-se y de transmitir verdad.

Lastima, de Ángeles yazlle

I- Lo que en la voz suena no es lo que la voz cuenta


Como Manuel Puig, Yazlle García sabe que encontrar una voz es encontrar un
personaje. Lastima es un relato de voz, contado desde una narradora personaje
que es sobre todo eso, un río de discurso propio. Y digo sobre todo porque en re-
alidad hay una grieta entre lo que ella cuenta y lo que suena, y entonces esa voz
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Elsa Drucaroff 859

serena que evita cuidadosamente juicios, lamentos, intensidades, está no obstante


sutilmente quebrada.
La historia de Lastima es la de una chica mala, una vamp. Igual que su extraño
nombre, apenas pronunciado en el incipit, Lastima lastima a las personas que la desean,
que se enamoran, que la quieren seducir.2 Si creemos sus palabras (única voz de la
novela), es bellísima y hace sufrir. Se deja buscar y adorar sin corresponder en igual
medida, sin negociar reglas con la otra parte y también sin dejar que quienes la desean
y la adoran puedan creer que ella es su posesión.
Si un varón hace sufrir a las mujeres de ese modo recibe la popular clasificación
psicologista de fóbico al compromiso; u otra popular, admirada: es un “ganador”; o
la cínica: es un “pirata”. Pero si es una mujer la que se comporta así, es distinto. En
una sociedad donde un género tiene derechos que el otro no tiene, no existen neurosis
ni admiración que justifiquen que una muchacha haga sufrir a los hombres, el juicio
es lapidario: una mujer así se llama “puta”. Esa curiosa palabra sin masculino no designa
solamente (ni principalmente) el oficio de la prostitución, sino más bien un verdadero
crimen femenino: usar el cuerpo y dejarse llevar por el deseo que se le presenta sin
tener permiso de un hombre y – aun peor – en contra del beneficio de un hombre.
Entonces, en una lectura pobre, alguien podría decir que Lastima es la voz de una
chica muy linda y puta a la que le gusta “todo”: varones y mujeres; y hace estragos en
quienes se deslumbran con ella. Podría, desde ahí, decirse que es un libro superficial,
pero eso solamente se puede sostener siendo superficial, saltando por encima de la
notable grieta que consigue la novela entre la historia en sí y la voz que narra. La voz
hace algo profundo con su historia aparentemente trivial, lo hace a partir de un pro-
cedimiento que construye todo el libro: la ambigüedad.

II- ¿Dónde? ¿y cuándo? el puente histórico roto.


Entre muchas ambigüedades de Lastima, me detengo en dos, cuidadosamente
construidas en la voz que inventa Yazlle García: ambigüedad en el contexto en que
transcurre esta historia, por un lado; ambigüedad en la relación que realmente man-
tiene esta chica con la gente que la desea, por el otro.
Empecemos por el contexto: ¿dónde transcurre esta trama? ¿Y cuándo? Es com-
pletamente imposible decidirlo. La voz cuenta en el contexto de la difícil vida de los
emigrados, de trabajadores en un exilio: habla una extranjera que fue a algún país que
no se menciona nunca, una ciudad exótica y lejana que, por el modo en que está cons-

2. Como dije, en una primera versión de la que no quedan rastros en el libro publicado que por motivos
profesionales tuve la oportunidad de leer, ese yo se llamaba Naoko, un significante extraño que remitía
a un exotismo voluntariamente sostenido en el libro por un escenario geográfico abstracto y extranjero,
como se verá más adelante, pero era también una conjunción de fonemas (Naoko) en la que creo pueden
percibirse connotaciones alrededor de la negación, la nada, el agujero que dibuja la duplicación de la
letra o y también una cierta masculinidad de ésta –o como morfema de género. Sentidos todos estos que
hacen a la configuración del personaje femenino narrador, quien tiende a la bisexualidad y cuya vida
parece derivar en un raro vacío.
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860 Revista de Psicoanálisis l Tomo LXX l Nº 4 l 2013

truida, pese a que se comen ciertos platos mejicanos por ejemplo, bien podría ser del
primer mundo, en tanto se comen muchas otras cosas de todas partes del planeta, en
tanto ahí hay prosperidad y dinero y ella llegó desde una Patagonia apenas mencionada
una vez, para trabajar.
Tan sólo ese significante, Patagonia, permite situar como argentino un discurso
que elude con cuidado los localismos, cualquier registro dialectal. Los personajes de
Lastima son emigrados de muchos lugares. No se entiende bien cuáles son realmente
nativos, casi todos son asalariados o, si alguno es propietario, maneja con esfuerzo y
muchas horas de trabajo un restaurante, una vinería; es decir, no es un magnate. Los
asalariados –muy especialmente las mujeres– trabajan duramente para sostenerse,
igual que la protagonista, y aunque la entonación neutra y serena nunca predica, de-
nuncia o “baja línea” sobre el tema, es evidente que ser o proclamarse o sentirse linda
y seductora es en esta novela más que un gesto histérico o una forma de obtener placer,
es un capital importante para la sobrevivencia de una muchacha en el mercado laboral.
La mayoría de estas trabajadoras y trabajadores están solos y lejos de sus lugares
de origen y han dejado atrás una hostilidad a veces política, a veces social, a veces fa-
miliar, a veces descripta en detalle en el libro y otras simplemente dada por supuesta.
Y así la novela deja que la Historia reciente ingrese en la personal: quienes leemos
este relato de una joven emigrada del sur del planeta, firmada por una autora real que
cumplió 18 años en la Argentina devastada de 2003, reponemos contexto. Porque la
literatura se define por eso, porque en ese mundo ficcional cerrado que construye una
novela, lo que no se aclara está para que los lectores proyecten, repongan. Y podemos
proyectar, con nuestro conocimiento de la crisis reciente, a los casi adolescentes emi-
grados de los primeros años del siglo, los que fueron a buscar un horizonte, a soportar
las espantosas condiciones del capitalismo salvaje globalizado, condiciones peores si
los que trabajan son jóvenes y peores aún si, además, son mujeres.
La muchacha que cuenta es una víctima del exilio económico que sufrieron las ge-
neraciones de postdictadura y que muchas veces representan en sus obras.3 Sin em-
bargo, la ambigüedad contextual en Lastima es un procedimiento tan cuidado que
tampoco hay alusiones que permitan colocar la historia con certeza en el comienzo
del siglo XXI o en los finales de los años 90. Si bien las menciones a alimentos, consumo

3. Por ejemplo en Phoenix, de Eduardo Muslip (Bs. As., Malón, 2009) o en Anclao en París, de Gabriel
Vommaro (Bs. As., Astier Libros, 2013). Estas representaciones del exilio son completamente diferentes de
las que aparecen en los exilios de la literatura argentina moderna: tanto de los del siglo XIX como de los
que produjo la dictadura del ’76. Una característica novedosa central es que los espacios extranjeros ahora
son espacios desencantados y globalizados, donde el exotismo no es específico y nunca hay fascinación
en la mirada, más bien una cierta entonación socarrona y distanciada, incluso irónica, tanto respecto del
entorno como de los propios exiliados. Curiosamente, esto lo inaugura Paula Wajsman, (una escritora que
sufrió el exilio de la generación de militancia pero que escribió sobre él con una perspectiva premonitoriamente
postmoderna) con una novela extremadamente original que no tuvo repercusión alguna: Informe desde París
(Bs. As., De la Flor, 1990). Véase sobre esto Gómez, Antonio: “Un París postargentino”, en su: El discurso
latinoamericano del exilio: extraterritorialidad y novela en Argentina y Cuba desde los años 70, (Pittsburgh,
University of Pittsburgh, 2007). Y también véase “Mancha temática: la civilbarbarie”, capítulo 13 de mi
ensayo Los prisioneros de la torre. Política, relatos y jóvenes en la postdictadura (Bs. As., Emecé, 2011).
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Elsa Drucaroff 861

y vestimenta no dejan dudas de que estamos en el mundo globalizado postmoderno


donde la comida thai coexiste con los tacos de nopal, con las últimas variedades del
vino y con el mate, falta, muy significativamente, cualquier alusión a la tecnología.
En una historia de vida privada, en situación de viaje, con muchos hombres y mujeres
que aparecen y desaparecen, y peleas, y reconciliaciones, no hay ninguna mención al
e-mail. Cuando aparece una carta es en papel y dada en mano; cuando la narradora
piensa en su familia mira fotos viejas. La palabra “computadora” no existe en el texto.
Así se des-realizan el lugar y el tiempo, así se nos vuelven extraños, inclasificables.
Desrealización de los mundos ficcionales: hablé de este recurso en Los prisioneros
de la torre. Política, relatos y jóvenes en la postdictadura, subrayando la “renuncia a cons-
truir mundos sólidos” que campea en la nueva narrativa argentina y que a veces se ma-
nifiesta precisamente extrañando los escenarios y los tiempos, construyendo mundos
abstractos donde una característica (que en la novela de Yazlle es el exotismo, la lejanía)
tiñe y borra simultáneamente cualquier posibilidad de precisar una localización espa-
cio-temporal concreta. Este procedimiento se repite en buena parte de la literatura de
postdictadura y puede leerse como síntoma, como un modo de decir un trauma: ante
los silencios prolongadamente hegemónicos alrededor del pasado políticamente siniestro,
alrededor de los movimientos obreros y estudiantiles revolucionarios previos a la re-
presión del Estado, del proceso histórico social que llevó (con amplio consenso social)
a un golpe militar sangriento y a una represión feroz que terminó quedando, ella sí,
como lo único pronunciable, lo único que la memoria traumatizada pudo contar (re-
produciendo así el terror sin poder criticar, interrogar causas y consecuencias, respon-
sabilidades y matices); ante – en suma – el quiebre de la transmisión histórica de adultos
a jóvenes, ante la imposibilidad de fijar puentes entre el ayer y un presente que entonces
se volvió abstracto e incomprensible, y frente a la consiguiente dificultad para concebir
un presente sólido, con raíces y anclajes, la ficción desarrolló estas modelizaciones in-
novadoras de mundos siempre incompletos, difíciles de situar, de entender, de conectar
con causas previas, mundos flotantes con historias casi sin trama, o con tramas de escaso
dramatismo donde las motivaciones de los personajes no se explican, no se terminan
de comprender, donde el elemental estatuto ontológico del “yo empiezo” se usa para
afirmar un discurso aislado, vaporoso, ambiguo. Por supuesto, no es este el único factor
que explica la ambigüedad en la novela, pero es el que orienta esta lectura específica.
Si bien las condiciones políticas de la última década – particularmente el final de la
impunidad para los represores de lesa humanidad, que antes caminaban libremente por
las calles – contribuyeron a que se diluyeran entre los jóvenes muchos tabúes y culpas
(porque los jóvenes sólo pueden ser libremente jóvenes cuando el Estado se hace cargo
de castigar a sus coetáneos asesinados en el pasado), si bien eso permitió mencionar y
discutir la lucha de clases (también la armada) de los años anteriores a la dictadura del
’76, si bien hoy se ha abierto el debate histórico y circulan con otra fluidez discursos que
se atreven a pensar ese pasado desde muchas posiciones diferentes, si bien van reapa-
reciendo voces de bandos opuestos de ayer y también voces nuevas que comienzan a
formar perspectivas propias sobre la Historia, ese pasado sigue siendo una llaga en carne
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862 Revista de Psicoanálisis l Tomo LXX l Nº 4 l 2013

viva y sobre ella se combate aún por significados y valores. El resultado que tenga esta
lucha discursiva sigue siendo crucial para el futuro argentino. Aunque pasaron más de
35 años, ese pasado sigue siendo “reciente” en tanto es un núcleo condensador de sentidos
en debate y continúa viviéndose para muchos jóvenes como algo innombrable, peligroso,
incomprensible o amenazante, una suerte de agujero negro que estaría en un “antes” de
una dictadura archiconocida y execrada, la de la picana eléctrica, de los bebés secues-
trados, del horror, que pareciera ser desde el tabú el único pasado recordable. una me-
moria que, pese a lo que suele decirse, no se pierde, al contrario, pero sí construye una
Historia que se abstrae hasta la imposibilidad de comprender: como si una pesadilla
hubiera sobrevenido de pronto, casi en forma sobrenatural, y antes de eso no se pudiera
ver nada. Antes de la picana eléctrica, un abismo. una etapa peligrosa de representar,
de difícil comprensión, que si bien ahora se puede revisar, no se hace sin enorme conflicto;
que si bien se puede comenzar a llenar de contenidos históricos, a entender como proceso
social y no como “tiempo terrible” que devino en espanto, también pervive en esos tér-
minos. Y mientras eso ocurra, la “post-dictadura” sobrevivirá, el presente seguirá sin-
tiéndose definido por las heridas que, como dijo Charly García, no paran de sangrar.
Incluso si –fin de la impunidad mediante – también están apareciendo nuevas ten-
dencias literarias que ya no trabajarían con estos procedimientos propios de la pos-
tdictadura, los libros que vuelven a ellos siguen escribiéndose. En ese sentido, tanto
Lastima como Quieto a la orilla tienen características que las encuadran como novelas
de la postdictadura. No son solamente eso, desde luego, pero también son eso y en
ese sentido (que no las agota) propone leerlas este trabajo.

III- Lastima no es una novela sobre sexo


Otro efecto del extrañamiento del lugar y el tiempo en Lastima es obligarnos a ir
más allá de la trama que se cuenta (si se quiere trivial) y de la voz nada trivial que
elige contar; plantar una discontinuidad que pide que preguntemos qué pasa, qué se
está esperando de nosotros como lectores.
Contra lo que puede parecer, Lastima no es una novela de sexo; es una novela sobre
muchas otras cosas, una de las cuales (nada menor) es el trabajo. Yazlle García cons-
truye una voz artera, tramposa, astuta. una voz que se hace la tonta pero elige cada
palabra, no da puntada sin nudo. Y desde esas astucias relata lo más importante: por
ejemplo, mientras se hace la tonta, mientras finge contar cómo seduce a un tipo atlético
que corre todos los días por la playa y no deja de mirarla, cómo ella y su amiga son
las dos camareras más populares y atractivas del club de playa, lo que cuenta es que
todas trabajan doce horas al sol y ella cae desmayada en la arena.
Otra ambigüedad fundamental de Lastima: si no sabemos dónde y cuándo transcurre
la historia, tampoco sabemos realmente qué hace esta muchacha “mala” con los hombres
y las mujeres que la buscan, la desean, la adoran. La narradora no habla de otra cosa
y sin embargo, nunca describe algo que podamos asegurar que es una relación sexual.
Por eso, más que una novela sobre sexo es una novela que se niega, una escritura
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sutilmente histérica. Todo se maneja en ambigüedades magníficamente reguladas.


Por ejemplo en este fragmento donde la narradora cuenta una relación con su amiga
Maya y el hombre al que apodó caprichosamente El Gran Capitán. Ella la viene cons-
truyendo como una divertida y apasionada relación de tres con la cual hace sufrir a
su novio Galo, sin embargo lo que cuenta que hacen esos tres es tan ambiguo que
nunca entendemos si estamos ante una voz pudorosa que no quiere dar detalles del
sexo desaforado que mantiene, o ante una voz reprimida que no hace nada, o si estamos
simplemente ante un gesto escritural histérico donde lo que menos importa es resolver
si hay o no hay sexo en la trama, una voz que únicamente desea seducirnos volviéndose
palabra-cosa deseable, palabra que provoca lectores que desean que el trío se consuma
pero se quedan ahí prendados, atrapados en la opacidad, leyendo en vano, sin poder
decidir si pasó, sin poder asistir a él:
“Cada uno en una reposera, el Gran Capitán con su sonrisa, Maya con su pelo ra-
pado y yo con mi vestido, nos quedamos en silencio mirando el cielo, tapados con
una manta que a nosotras nos cubría completamente y al Gran Capitán le llegaba
hasta arriba de los tobillos, mientras devorábamos a cucharadas el frasco con el dulce
lleno de grumos. Así hasta el otro día, uno al lado del otro. Así hasta que el Gran
Capitán se fue.”
¿Pero qué significa ‘así’? ¿Significa apenas que se quedaron comiendo dulce de
leche o que estuvieron “uno al lado del otro”? Y en ese segundo caso, ¿qué hicieron
“hasta el otro día” “uno al lado del otro”?
“Y me agarré una bronca porque yo quería despedirlo con miles de besos y abrazos
y quedarme colgada un rato de él”
¿Pero qué clase de besos y abrazos? ¿Colgada cómo?
“pero Galo, una maldición para ese momento, llegó justo a buscarme cuando nos
estábamos despidiendo. Agarró mi mano, la apretó impidiendo que me moviera, y
desde ahí, desde la mano de Galo, tuve que darle un beso normal y aburrido. Mua.”
(pp. 79-80).
¿Pero entonces antes sí le dio besos “no normales y aburridos”? Así es todo en
Lastima. Los deseantes, los hombres y mujeres con que la narradora hace sufrir a Galo
son más de una decena, pero lo más explícito que se describe con ellos es a lo sumo
algún beso en la boca. La escritura logra que el dormir juntos pueda ser o no sinónimo
de relación sexual: los hombres y las mujeres que ella seduce la tocan, bailan con ella
(sobre todo bailan), y tanto podría entenderse que hay desaforada fornicación como
que lo desaforado es sólo ese baile, o la charla o la risa. La ambigüedad es perfecta, la
voz regula y nunca concreta. Lo que sí cuenta claramente, lo que no escatima, lo que
detalla, son las lastimaduras, y no sólo las espirituales.

Iv- Lastimaduras
A lo largo de la novela la narradora lastima pies, piernas, corta, salta encima, golpea
con proyectiles, rapa pelo, daña cueros cabelludos. Y también, en una herida funda-
cional de infancia, se lastima ella misma y anda por el mundo con su cicatriz como
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con un texto cifrado. Los cuerpos de quienes la aman se dejan lastimar y ella cuenta
y sigue haciéndose la tonta, cuenta que se ríe cuando lastima y que también ríen los
lastimados. El lugar de la risa en esta novela es notable y merecería toda una explo-
ración: reírse de tener una herida en el cuerpo es una constante, Lastima es una novela
sobre la risa compulsiva, la risa para tapar, para no hablar, para no pensar. Y ahí tam-
bién hay una forma de (no) asumir la responsabilidad ante el íncipit que rompe el si-
lencio para contar la propia historia en la Historia.
He hablado en Los prisioneros de la torre de la risa siniestra, la risa negra y lú-
cida con que los de postdictadura encararon sus ficciones y la he contrapuesto, como
entonación característica de la Nueva Narrativa Argentina, a aquella entonación de
denuncia, de manifestación de una verdad visceral, convencida, trascendente, que ca-
racterizó en buena parte la obra de las generaciones anteriores en los años ’60 y ’70.
Incluso cuando rieron y jugaron esos escritores tendieron a hacerlo en función de
una verdad que estaba más allá, de una investigación fascinada de mundos metafísicos
o posibilidades conceptuales (Historia de cronopios y de famas, de Cortázar, la ironía
de tantos relatos de Borges), de una denuncia de las injusticias sociales o de la ridiculez
de ciertos vínculos sociales o políticos (obras como Soy paciente, de Ana María Shúa
o Trafalgar, de Angélica Gorodischer, las novelas de Osvaldo Soriano). No ríen así
los nuevos, no ríen con ulterioridad trascendente, no ríen para enseñar o demostrar
algo sino con sarcasmo y dolor sin expectativas.
Pero en Yazlle García no se ríe contando, más bien se cuenta que se ríe, y la risa
que ahí está representada, la de los personajes, es hueca, compulsiva; sería trágica si
sus personajes tuvieran conciencia de eso de lo que ríen pero es una risa que no puede
dar cuenta de sí misma y sin embargo, suena y pide que la leamos con seriedad. una
risa que no contagia a quien lee.
De modo que Lastima es una novela sobre heridas cuyo por qué no logra motivarse
y también, claro, sobre la soledad femenina. Pero no sobre la estúpida soledad femenina
de las amigas de Sex and the city, no la soledad de que se ocupa la revista Cosmopolitan
o de lo que esta sociedad sexista tiende a creer que es el meollo de la soledad femenina:
la que produce no tener novio o marido. Lastima piensa una soledad radical en las
mujeres como personas en una sociedad que les ofrece como razón de ser, como
triunfo vital, algo tan pobre como ser carne de amor, lograr marido e hijos, algo a lo
que esta voz se resiste visceralmente.
Pero hay más, y con esto trazo el puente con la otra novela de la que quiero ocu-
parme, Quieto a la orilla, de Bertorello. Lastima es una novela sobre la lucidez de la
incertidumbre.

Quieto a la orilla, de Marcos Bertorello

I- Incertidumbres
La incertidumbre es necesaria. Si algo saben los buenos nuevos escritores y escri-
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toras de las generaciones de postdictadura, a diferencia de las tendencias estéticas que


imperaban en los tiempos de la militancia, es que la incertidumbre permite averiguar
más que la certeza; que entender con seguridad y completa claridad, juzgar sin matices,
considerar que lo objetivo es plenamente asequible y describible, es quimérico y em-
pobrecedor. Y sin embargo esta falta de teoría firme explicativa no invita a esta lite-
ratura a interrumpir el pensamiento sino, por el contrario, lo incentiva. Si el proce-
dimiento que elige la escritura de Lastima es “hacerse la tonta” mientras dice un
montón de cosas desde su aparente ignorancia, el procedimiento de Quieto a la orilla
es el contrario: un juego de narradores extremadamente reflexivos, que asumen con
enorme responsabilidad cada cosa que dicen, pero que no obstante llegan a la misma
conclusión: no saben nada del todo, y lo mucho que saben no se resuelve en certeza
nunca. La incertidumbre es el modo de conocer, es la madre de cualquier reflexión,
es la condición para pensar el mundo.
Quieto a la orilla parte y regresa siempre a la misma escena que (al revés de la no-
vela de Yazlle García) está profunda y precisamente contextualizada: 1975, atardece
en una playa de Vicente López. un grupo de parapoliciales está encañonando a un
jefe montonero reunido con su familia y su bebé. En la playa hay dos personas más:
una muchacha indiferente a lo que ocurre, sumergida en sus problemas, y un joven
que fuma, mirando el horizonte. La novela parte de esa escena y vuelve a ella en cada
uno de los cuatro capítulos. Cuenta las historias del represor que organiza y dirige el
secuestro, de la muchacha ajena, del joven que fue aquel bebé en brazos del guerrillero
y del hombre que fue aquel joven que fumaba.

II- testigos responsables


Si encaramos la novela en términos técnicos, podríamos definir Quieto a la orilla
como una investigación sobre las posibilidades múltiples de la categoría narrador.
Cada uno de los cuatro capítulos tiene un narrador completamente diferente pero
todos mantienen dos características: a) cuentan los hechos desde afuera, son obser-
vadores, testigos tan interesados como desapasionados; b) son enormemente cons-
cientes de su responsabilidad por la palabra, la pregunta “¿de qué modo hay que contar
esta historia?” subyace constantemente en ellos, incluso cuando no la verbalizan.
El primer narrador es un “nosotros” completamente ajeno a los hechos, un “nos-
otros” observador donde el plural es el llamado plural de modestia o de autoría, el
que disimula al yo de quienes redactan un artículo académico, por ejemplo, en un
“nosotros”. Es que se trata de una mirada profundamente reflexiva que observa a su
personaje central, Constantino, el represor que dirigirá el secuestro, lo piensa en sus
motivaciones, en su personalidad, en sus elecciones. Ahora bien, este “nosotros” del
saber, este “nosotros” que cuenta una historia interesado en la comprensión digamos
teórica de un sujeto, entiende sus límites, y sus límites son enormes. Acepta la incer-
tidumbre como condición esencial de su tarea. Escribe:
“En un principio, parecía que el trabajo, para Constantino, no sería más que com-
probar cada uno de los informes que habían hecho los infiltrados. Y sin embargo –
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esta es una de las razones por las que una historia como la que intentamos contar
nunca podría ajustarse a la idea mezquina y torpe de historia simétrica; para que se
entienda: cuando nosotros escribimos y sin embargo, escribimos, también, dos cosas:
que un hombre nunca sabe del todo lo que hace, primero; que nosotros nunca po-
dremos saber del todo lo que hace un hombre, segundo, como decíamos: y sin em-
bargo, además, el trabajo para Constantino fue algo complejo, pero sobre todo, defi-
nitivo. Y cuando decimos definitivo, queremos referirnos al impacto que dejó en
Constantino, no el hecho de haber apresado al Guerrillero –en esto deberíamos ser
rigurosos: Constantino nunca dudó de la honorabilidad de sus acciones, o para decirlo
de otro modo: Constantino fue un represor consuetudinario- sino el hecho de ver en
la vida del Guerrillero un espejo deformado de su propia vida (p. 25)”.
El segundo narrador sí está seguro. Esta vez es un yo, no un nosotros, que mira,
piensa, investiga la subjetividad de la muchacha que estaba en la playa. Su trabajo na-
rrativo es interpelarla, confrontarla. Es un narrador que trabaja todo el tiempo en se-
gunda persona, y aunque él está seguro de lo que a ella le pasa, la incertidumbre es el
centro del asunto porque su personaje plantea exactamente ese problema: no soporta
vivir en la incertidumbre pero es incapaz de hacerse cargo de eso:
“Tu pasión es la ignorancia, Sandra. La misma del creyente. Esa locura. La misma
locura, sin dudas. Y no hablo de indiferencia, es ignorancia: no querer saber nada.
Eso. Esta tarde en el río, por ejemplo. Esta tarde en la playa de Vicente López, el día
que atrapan al Guerrillero (p. 31).”
Sandra no puede hacerse cargo de que ignora quién es, qué quiere, qué le pasa, y
tampoco puede hacerse cargo de que ignora que están secuestrando a un hombre
exactamente a su lado y el narrador la interpela y la juzga sin disimulo, no porque él
sabe sino porque puede hacerse cargo de que no sabe.
El tercer narrador es una tercera persona omnisciente, algo mucho más conven-
cional si se quiere; sin embargo es un narrador que relata constantemente utilizando
el tiempo futuro, lo cual continúa con la experimentación de procedimientos en cada
parte de la novela. Contar en futuro lo transforma precisamente en un profeta: el na-
rrador sabe todo lo que les pasará al bebé y a su madre, conoce lo que hará ese niño
cuando sea un hombre. La profecía que no admite réplica, el texto contado íntegra-
mente en ese tiempo verbal, la exhibición de saber, llega paradójicamente al mismo
efecto de incertidumbre: ese bebé devenido hombre nunca logrará entender plena-
mente los motivos personales y políticos de su padre desaparecido, los motivos de la
guerrilla o de la gesta revolucionaria del peronismo de los años ‘70. Este personaje
rodea empecinadamente esas preguntas y al no poder contestarse llega, si se quiere,
a una certeza: es sabio manejarse en las sospechas y no en la seguridad sobre las razones
y los procesos, es tal vez ese el único modo productivo de asumir la vida.
El cuarto narrador es una muchacha que habla en primera persona sobre el otro
personaje de este cuadro quieto dibujado a la orilla del río: sobre el joven que fuma
mirando el horizonte. La mujer relata cómo lo conoció cuando ya no era joven, treinta
años después, en una universidad norteamericana a donde él fue a dar una conferencia.
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Elsa Drucaroff 867

Lo cuenta solamente para dejarlo hablar, para relatar lo que ese hombre le relata a ella
y (mediado por ella) a nosotros lectores: su historia íntima. Y mientras él lo hace,
cuenta también que fue testigo de la Historia. Esta voz narradora femenina registra;
es una suerte de escribana pública del relato dentro de su relato. Desde ahí simplemente
deja hablar, no juzga, deja que el otro haga fluir la sucesión de hechos que desemboca
en el episodio del secuestro que marcó su vida, un episodio teñido por sus contradic-
ciones privadas de varón en pareja, contradicciones no políticas (o al menos no refe-
ridas a la política de clase). Y así el secuestro del que es testigo anuda de modo extraño
núcleos conflictivos de política privada y pública y sobre ese nudo ese hombre tampoco
tiene, ni siquiera hoy, alguna evaluación segura.

III- No es una novela histórica


Ahora bien: Quieto a la orilla es una novela tan histórica y políticamente contex-
tuada, que va y viene desde la Argentina del ‘75 a la post crisis 2001 donde los carto-
neros revisan basura en la noche de Córdoba y Callao; va y viene desde el comienzo
de la masacre de activistas más feroz y sanguinaria que sufrió la Argentina hasta un
presente donde todavía están en carne viva muchas llagas que dejó la nueva masacre:
el genocidio económico del neoliberalismo menemista. Y sin embargo esta pseudo
“novela histórica” se escribe para decir todo lo contrario de lo que plantea el género
de la novela histórica. Se escribe para plantear que en la transmisión de cada historia,
de la Historia, lo realmente productivo es dudar.
Relatar es indispensable, reflexionar es enormemente valioso, preguntarse y hasta
juzgar (como juzga el narrador la pasión por la ignorancia de Sandra) es válido, buscar
los puntos clave para comprender es necesario… y sin embargo no hay modo de llegar
nunca a juicios contundentes. Quieto a la orilla se escribe para decir que en aquellas
historias personales que confluyen en la Historia, la responsabilidad política y social
de cada persona existe, la de quienes cuentan y examinan esos hechos una vez ocu-
rridos, también; pero son responsabilidades que pasan por asumir la presencia insos-
layable de la incertidumbre; pasan, en definitiva (para usar una palabra central en el
libro), por aceptar lo dilemático.
Y otra vez, un lector superficial podría decir que no obstante seguimos estando
ante una novela de denuncia política contra personajes socialmente existentes como
los represores monstruosos, violadores, sádicos; las esposas pequeño-burguesas egoístas
y superficiales; la sociedad que – impunidad mediante – lastimó para siempre la vida
de los hijos de los desaparecidos; los ex militantes setentistas que devinieron intelec-
tuales postmodernos que cobran en dólares las conferencias que dictan en las uni-
versidades del imperio.
Pero no. Ni Lastima es una novela sobre sexo ni Quieto a la orilla es una novela
histórica de denuncia. La fuerza de Quieto… está para mí en el presente, no en el
pasado; en preguntar sin dar respuestas, no en denunciar lo que ya sabemos. Es
una novela sobre los dilemas que constituyen la vida y sobre qué hacer, cómo vivir
entre dilemas.
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Iv- Dilemático: a la orilla de la comprensión.


Si alguna “denuncia” hace Quieto…, si algo realmente juzga, es la responsabilidad
ética de quienes se niegan a aceptar los dilemas. Lo condenable, pareciera decir, es la
voluntad de simplificarlos. Si hay política en Quieto a la orilla, está ahí, en exigir a
quienes lean la voluntad política de complejizar.
En ese sentido Bertorello se junta y se diferencia con la generalidad de las ficciones
de las generaciones de postdictadura. Se junta porque se niega a explicitar las dimen-
siones éticas, no cae en el juicio tajante; se diferencia porque junto con el relato desnudo
de juicios hay una constante experimentación con la pregunta sobre cómo entender
y un subrayado incluso teórico de lo dilemático (sobre todo en ese narrador que usa
el nosotros de modestia y en el que interpela a Sandra en segunda persona). Si bien
aunque más no sea por su cuidadosa y empecinada omisión, la preocupación ética
suele estar siempre presente en casi toda la narrativa de postdictadura, Quieto a la
orilla pone explícitamente la ética sobre el tapete a la hora de contar cuatro historias
(cinco, con la del propio guerrillero) insertas en la Historia. Esta preocupación está
presente en toda la obra que hasta ahora publicó Marcos Bertorello: no sólo en esta
novela sino también en sus dos notables libros anteriores: los cuentos de Porno y la
nouvelle Rokerito, donde la preocupación por la responsabilidad de los perversos es
una pregunta constante de la escritura.4 La única certeza de esta literatura es que lo
dilemático es la condición misma de pensar y de vivir.
Veamos el incipit de Quieto…:
“En principio habría que decir que Constantino era un ser humano. Y aunque suene
a redundancia, era cierto: Constantino era un ser humano. Y decir que Constantino
era un ser humano es lo mismo que decir que Constantino era peronista. Las dos cosas
iban juntas, Constantino era un ser humano y era peronista. Y porque era un ser hu-
mano y porque era peronista, por las dos circunstancias –de última, si lo pensamos un
poco más detenidamente, tal vez haciendo algo de teoría improvisada, o queriendo ir
al nudo de la cuestión (de cualquier modo, una vez más, ser humano y ser peronista
no son más que trivialidades, o si se quiere, circunstancias fortuitas, contingencias,
sería la palabra técnica) – entonces, porque Constantino era un ser humano y peronista,
decíamos, es por eso que vivía con sentimientos dilemáticos (p. 11).”
“Empieza así”, empezaba Lastima y asumía bruscamente la palabra, la ruptura
del silencio. “En principio”, empieza Quieto…, apelando a un sintagma que coincide con
Lastima al duplicar, al subrayar esa primera irrupción con signos que remiten directamente
al comenzar. Por un lado eso: asunción plena de un “he aquí que yo, narrador, comienzo
a hablar”; pero por el otro, en este caso, Bertorello crea una magnífica ambigüedad, porque
“en principio” es también una frase hecha que en el uso cotidiano hace algo lejano a la
afirmación, más bien relativiza: “en principio digo esto” también puede leerse como “a
lo mejor después digo otras cosas”. A este efecto se suma el condicional “habría que decir”,
que quita toda la modalización certera que daría el verbo en indicativo.

4. Bertorello, Marcos. Porno. Bs. As., Eterna Cadencia, 2009 y Rokerito, Bs. As., Textos Intrusos, 2011.
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Pero además en este comienzo aparece de entrada el ritmo barroco de este primer
narrador “nosotros”, cuya sintaxis compleja, cortada con parentéticas y comentarios,
expresa la cavilación constante, la exigencia por precisar, por matizar, por volver a
pensar lo que se ha dicho. Ya aparecen cierto humor, cierta ironía. Se va a contar la
historia de un represor parapolicial, una persona monstruosa, y sin embargo no hay
un solo adjetivo que lo descalifica. No se trata de juzgar a Constantino sino de enten-
derlo, y al mismo tiempo lo que hay que entender es que si Constantino es peronista
el dilema es constitutivo: ¿qué hace cada persona con los dilemas en los que lo coloca
una definición identitaria y su compleja historia? ¿Qué hace con los dilemas con que
le toca enfrentarse? En la asunción del dilema y en evitar resolvérselo al personaje y
al lector está el territorio redundantemente dilemático de la ética.
Es grande la audacia con que la novela de un escritor miembro de la postdictadura,
alguien que empezó su adolescencia exactamente en 1983, mete las manos en una es-
cena de los setenta (donde los dilemas debían necesariamente ser eliminados por la
toma de partido tajante) sin pedir permiso a “los que la vivieron” ni repetir lugares
comunes heredados. No lo hace para decir que no hay que tomar partido sino tal vez
para abrir otra perspectiva: hacerlo no alivia del dilema, se hace incluso si no se puede
estar nunca razonable, plenamente seguro y mantener la conciencia de las preguntas
es una responsabilidad ética.
Bertorello se sumerge en un cuadro quieto de los años “peligrosos” de la lucha ar-
mada, de ese antes del ’76, de ese abismo protagonizado por temibles guerrilleros,
para explorar. Y explorando procedimientos narrativos, formas de narrador, lo que
explora en realidad son sus propias preguntas: qué puede observar desde aquí, desde
hoy, su generación que, como todos los narradores (no así los personajes) de esta no-
vela, ha sido únicamente una testigo lejana. Como testigo, el propio Bertorello era de-
masiado niño cuando el guerrillero estaba a la orilla del río y como su última narradora,
sólo escuchó testimonios ajenos.
Los de postdictadura, los de afuera, los de después de la escena traumática miran,
piensan, rodean la Historia que los marca y define. ¿Y qué observan? ¿Qué mira, qué
cuenta esta generación? El dilema. Me pregunto si desde el nosotros que relata el primer
capítulo hasta esa yo final del último (personaje contemporáneo al propio Marcos
Bertorello) que cuenta lo que le contó el ex militante setentista, no se está trazando
la parábola que representa a la generación de postdictadura.
Generación que tiene dilemas que no pueden resolverse pero que (esto es lo único
que Quieto… sabe) tampoco pueden manejarse con el trámite brutal de eliminar uno
de los dos términos, o con el recurso de Sandra: cerrar los ojos, ignorar. El escritor
de postdictadura mira la desaparición de personas condensada en una escena concreta
y famosa, metonimia de una época prohibida por décadas a la discusión. La mira y
la a-quieta, la inmoviliza, la vuelve generadora de ficción. La novela va y viene de la
escena como se va de la vigilia al sueño traumático y dibuja el proceso humano de la
elaboración reflexiva mientras intenta, atrapada en un bumerang, “desensillar hasta
que aclare”.
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870 Revista de Psicoanálisis l Tomo LXX l Nº 4 l 2013

Los dilemas acá son mucho más amplios que la política: el hijo Constantino tiro-
neado entre la madre oprimida que ama y el padre opresor pero también congénere,
es decir, colega que – de macho a macho – le promete a él también una posición de
opresor; el joven militante tironeado entre la institución del amor y los amores pul-
sionales, entre la obligación institucional de la fidelidad y la verdad de los deseos; el
gran dilema del peronismo de los 70 entre la derecha y la izquierda, entre el peronismo
y el socialismo revolucionario, una disyuntiva que se pone en espejo con la obra de
los Beatles, una banda que sería síntesis de la contradicción entre el arte de vanguardia
y experimentación y el arte comercial y masivo (“los Beatles siempre fueron peronistas”
(p. 57). Dilema entre una vida segura pero ignorante de sí y una auténtica pero riesgosa.
Y también la disyuntiva de un autor que sabe todo lo que ya pasó porque observa la
Historia treinta años después y conoce la derrota horrorosa y sangrienta de los
Montoneros, y por eso sabe todo lo que no sabe, lo que no entiende, lo que vale la
pena desplegar quietamente a la orilla de la incertidumbre.
un autor que frente a esto tiene una única certeza: aceptar la angustia de tomar
igual la palabra, atreverse a escribir, o sea a actuar ante la Historia. El único modo de
hacer de la vida algo que valga la pena.

DescrIptores: TRAuMA / HISTORIA / DISCuRSO TRANSGENERACIONAL / TIEMPO


KeyworDs: TRAuMA / HISTORY / SPEECH TRANSGENERATIONAL / TIME
pALAvrAs-chAves: TRAuMA / HISTóRIA / DISCuRSO TRANSGENERACIONAL / TEMPO

Bibliografía

Bertorello, Marcos. (2012). Quieto a la orilla. Bs. As., Interzona.


Foucault, Michel. (1992). El orden del discurso. Bs. As., Tusquets.
Yazlle García, A. (2012). Lastima. Buenos Aires, Interzona.
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871

Transferencia y separaciones1
Jacques André2

Era la última sesión de Caroline, su análisis terminaba ese día tras varios años pa-
sados en el diván. Se levanta, paga las últimas sesiones y en el momento en que, como
de costumbre, pero por última vez, nos tenderemos la mano junto a la puerta, dice:
«No vamos a despedirnos así, démonos un beso», uniendo así el gesto a la palabra.
Dos años después, Caroline me pide una cita. Entre los restos no analizados de esa
cura, algo se había jugado respecto de las sesiones a las que no había concurrido y su
pago. Caroline siempre se había negado a pagar las sesiones que coincidían con ciertos
festejos de su tradición familiar y a los que un fuerte sentimiento de solidaridad le
impedía faltar. Por mi parte, había mantenido siempre la exigencia sin que este conflicto
hallara salida durante la cura. En efecto, una y otra vez Caroline encontraba el modo
de transformar la escena de transferencia en una riña conyugal. Al no haber llevado
una cuenta exacta de las sesiones en cuestión, la cifra de una “decena” fijaba entre
nosotros el monto del contencioso.
Lo que hacía volver a Caroline dos meses después para una única entrevista era la
fuerte angustia que acababa de experimentar en una circunstancia muy particular. Le
habían robado la billetera y todo el dinero que contenía. Cuando descubrió el hurto,
se le ocurrió espontáneamente esta asociación: “¡Es el dinero de Jacques André!” una
especie de autointerpretación salvaje designaba como “robado” un dinero que ella
siempre afirmó fuertemente no deber. La cita era, pues, para restituirme el dinero en
cuestión, el de la “decena” de sesiones... ¡Salvo que, dijo, como no estaba segura de mi
aceptación, había traído la mitad de la suma!
¿Volveré a ver un día a Caroline y al dinero faltante? Esto es difícil de prever, pero
no es lo más probable por cuanto ese resto entre nosotros es menos una deuda que
un guión, un guión de anti-separación...
una antigua traducción francesa de Freud referida al fin del análisis y al destino de
la transferencia en esa hora terminal, sugería que debía ser ¡liquidada! En francés3 la
palabra liquidé suena curiosamente al asesinato, tiene esos acentos. La cosa se escucha
a veces con simplicidad, a imagen de aquel hombre que evocaba un primer psicoanálisis
terminado hacía no pocos años y que consideró oportuno precisar: “Puse fin a mi aná-
lisis en acuerdo con mi analista”. Esto es, en todo caso, lo que él quiso decir. Conocemos
esa frase tan tranquilizadora como convencional que sorprende escuchar también de
labios de ciertos psicoanalistas cuando comentan en esos términos la conclusión de

1. Buenos Aires, octubre de 2013.


2. andre.jac@orange.fr / Miembro de la Asociación Psicoanalítica de Francia, APF
3. Y en castellano. (N. de la T.)
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872 Revista de Psicoanálisis l Tomo LXX l Nº 4 l 2013

su análisis personal. una vez que la ambivalencia ha hecho mutis por el foro el análisis
se vuelve mutuo y, aunque esto ocurra en el último minuto, la disimetría constitutiva
de la situación cede su sitio a una reciprocidad cercana a la amistad. No es casual que
haya sido Ferenczi quien describiera el fin de la cura como el momento en que se des-
piden “dos alegres compañeros”. El hombre quiso decir, pues: “Puse fin a mi análisis
en acuerdo…”. Por suerte tenemos los lapsus, que a menudo indican una apetencia
particular por las frases convencionales, esas frases ya escritas, sin autor verdadero,
que todos balbuceamos cuando la ocasión se presenta. Por el contrario, en el momento
de ir a formular un pensamiento consensual, en este caso salió repentinamente a la su-
perficie la punta molesta del conflicto. El hombre dijo: “Puse fin a mi analista… No…
” Demasiado tarde, el puñal acababa de clavarse y el asesinato de cometerse.
Freud, a propósito del fin de la cura, se expresa de este modo: “En el tratamiento
analítico la transferencia es ella misma objeto del tratamiento y se descompone en
cada manifestacion. Al término de una cura analítica es preciso que la transferencia
misma haya sido… abgetragen”.4 De un modo menos “argótico” que liquidé, “liquidada”,
la traducción francesa actual eligió déblayé, “barrida”. Con la escoba… es menos radical
pero no más respetuoso. Así y todo, es más fiel al amor-odio de transferencia matarla
que simplemente arrojarla. De “liquidada” a “barrida”, se cae de la tragedia al drama
doméstico. Abgetragen es un término raro en alemán, su sentido literal está más cerca
de desgastado… Seductora perspectiva, la cura por desgaste. A imagen de ese otro
paciente que se pregunta, sin creer demasiado en ello, si su análisis terminará algún
día: “¿Cuando usted se jubile?”
La observación freudiana según la cual la transferencia «se descompone en cada
manifestacion», aproxima este trabajo de terminación al trabajo del duelo. El duelo
es dolor, pero el trabajo de duelo es, más específicamente, desligazón, desatadura; des-
hacerse del muerto, es decir, matarlo por segunda vez (como dice Lagache). Hasta
que la libido ahora libre pueda amar de nuevo. ¿Debe pensarse que sólo hay análisis
verdaderamente terminado cuando la transferencia ha conseguido actualizar la figura
del asesinato, llevar a su término el movimiento de la transferencia negativa? La idea
suena justa, y se percibe bien lo que tiene de defensivo (y de no analizado) una fórmula
como «puse fin a mi análisis en acuerdo con mi analista». ¿La dificultad está sólo del
lado del analizante? No hay nada menos seguro. No es siempre el paciente el que tiene
problemas para terminar el análisis. Pensemos en esa versión caricaturesca de la an-
gustia de separación que da el analista que conduce a su paciente, devenido «psi» a
su vez, a proponerle que sea su primer supervisor.
El análisis de Caroline forma parte, a todas luces, de esos que tocan a su fin sin
estar terminados. La escena conyugal de la transferencia fue con frecuencia agitada,

4. OEuvres complètes de Freud, 470 (Gesammeltte Werke, 471). Respeto las indicaciones de traducción
de Alexandrine Schniewind. [Por razones que se explican en lo que sigue, traducimos las citas de Freud
directamente del original francés. Se observará, como es lógico, un contraste gramatical entre ciertos tér-
minos y esta traducción castellana. T.]
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Jacques André 873

pero los golpes con palo de amasar no son puñaladas. Más tarde, iba a formularme
la dificultad del siguiente modo: más que enfrentar a un padre, el análisis le había
permitido construir su figura; es difícil pedirle a un mismo y único análisis que dé
existencia, que dé vida y al mismo tiempo que haga matar.
Cada análisis asiste a la separación de los dos protagonistas ante su puerta, la de
la transferencia y sus modalidades siempre originales. El caso más interesante para
nuestro tema de hoy es ciertamente aquel en que la cuestión de la separación constituye
el punto clave, cuando la imposibilidad psíquica de separarse reina como dueña y se-
ñora sobre la vida sexual, relacional y sintomática del paciente; siendo uno de los sín-
tomas, muchas veces, la multiplicación de experiencias tipo «psi» hasta hacerse adicto
a ellas. No hace mucho tiempo circulaba esta cínica humorada: “¿Qué es un estado
límite? El de alguien que ha hecho dos análisis y tres psicoterapias.”
El desafío lanzado al psicoanálisis podría formularse así: ¿en qué medida la experiencia
psíquica de la cura puede construir y eventualmente crear la capacidad de separarse
cuando esta capacidad es frágil o no se ha constituido? La adquisición de la separación
resulta de una psicogénesis y ésta puede fracasar en todo o en parte. ¿Tiene la dinámica
de la transferencia medios para solucionar esto? Adivinamos que la respuesta no es ni
simplemente positiva ni simplemente negativa, pues todo analista que haya atendido
pacientes borderline podría comunicar en este punto una experiencia contrastada.
La separación es en sí misma una diferenciación, una distinción y, como todo pro-
ceso de diferenciación, descansa sobre la negación y hasta sobre la oposición: “Él es
él, yo soy yo”. Toda separación traza o reencuentra una frontera, una línea divisoria.
Esta solidaridad de la separación y la negación recuerda una evidencia: su proceso
no es primario, no depende del sistema inconsciente aun cuando sea inconsciente
desde el punto de vista descriptivo. Con la separación sucede lo mismo que con cual-
quier diferencia: va contra lo inconsciente, contra ese lugar psíquico que sólo conoce
el “sí” del cumplimiento del deseo. La cuestión de la diferencia es un prisma que per-
mite realizar un rápido inventario de las diferentes opciones psicopatológicas: la neu-
rosis es una patología del conflicto, se sitúa en el punto en que se enfrentan el “sí” de
lo inconsciente, que no busca más que su satisfacción, y el “no” de los sistemas supe-
riores de la vida psíquica, aquellos que quieren hacer la diferencia: “sí con mi mujer,
no con mi madre”. En la neurosis, las diferencias son conflictivas. Pero existen otras
patologías en las que la invasión de los procesos primarios se paga con diferencias ig-
noradas o negadas. La perversión no quiere saber nada de la diferencia de sexos o ge-
neraciones; la psicosis, de lo que opone el afuera y el adentro; la melancolía, de lo que
distingue entre vivos y muertos; el estado límite, de lo que distingue la ausencia de la
pérdida, la separación de la desaparición.
La denominación borderline es paradójica por cuanto remite precisamente a con-
figuraciones en las que el trazado de fronteras es impreciso. Nadie mejor que el anali-
zante borderline para confirmar hasta qué punto la separación no es una experiencia
psíquica al alcance de todo el mundo. Y sin embargo…, sin embargo, algo de la sepa-
ración forma parte cabalmente de los requisitos exigidos para toda nueva vida humana,
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874 Revista de Psicoanálisis l Tomo LXX l Nº 4 l 2013

al menos en estas dos formas: primero, el nacimiento, que efectúa objetivamente la


primera separación; luego, la relación con el objeto vital. Ningún recién nacido ham-
briento besa sus propios labios, sino que busca espontáneamente al exterior de sí mismo
la fuente que aplaca la necesidad. El objeto vital es mamífero, innato. Podemos formular
entonces la siguiente hipótesis: cuando la separación (la capacidad de separarse) es ad-
quirida, se apuntala en experiencias primitivas que son ante todo biológicas e instintivas;
ahora bien, “apuntalamiento” es un término insuficiente que pasa por alto la complejidad
del paso de lo vital a lo psíquico, con las transformaciones consiguientes. Inversamente,
cuando la capacidad de separarse falla, esto supone que algo ha sido dañado o que algo
destruye condiciones primitivas inaugurales. Destruido por quién, por qué cosa, sino
– inconsciente obliga –por una respuesta inapropiada, violenta, del entorno humano.
Disponer de capacidad psíquica para separarse nunca protegió a nadie de la vio-
lencia de una desgarradura cuando la muerte de un ser querido o una ruptura amorosa
irrumpió cruelmente en una vida. El desamparo de la separación subyace asimismo
en la problemática edípica a través del drama del hijo junto a la puerta del dormitorio
parental. Los efectos regresivos producidos por el dolor de las separaciones son lo co-
rriente de la vida psíquica, a imagen de aquella joven paciente que se anticipa a una
ruptura sentimental futura, siempre posible, conservando precavidamente en su he-
ladera frascos de alimentos para bebés. Ningún neurótico, por más “leal” que sea, está
completamente a resguardo de un momento “límite”, depresivo o adictivo, a la hora
de una separación traumática. Antes de poder decirse “un clavo saca otro clavo”, antes
de que el objeto se vuelva sustituible, nadie se ahorrará un largo período de elaboración
del trauma. Lo cierto es que no todo el mundo tiene psíquicamente la misma suerte,
y no sólo respecto de las experiencias históricas de separación sino, sobre todo, en
cuanto al tratamiento de que estas últimas son objeto.
Le debemos al propio Freud el modelo más convincente de lo que es un tratamiento
psíquico exitoso de la experiencia de separación. Puesto que el pobre chiquillo del
juego del carretel queda sumergido por las glosas, intentaré ser breve. El juego del ca-
rretel es un juego de separación o, mejor dicho, una manera de burlarse de ella.5 un
juego en cuatro episodios. Pierre Fédida, quien persistía en instalar una melancolía ge-
nérica en el corazón de la vida psíquica en general, insistió especialmente, en su libro
L’absence, sobre el primer tiempo. Tiempo previo al del carretel y el hilo, previo a la po-
sibilidad de hacer volver un objeto que, una vez lanzado, no puede sino desaparecer.
Juego de desaparición y no de separación. El niño arroja todo lo que cae en sus manos
y, en ausencia de un adulto que recoja lo tirado, pronto se encontrará sin proyectiles.
“¿Quién desaparece? ¿El objeto o el niño que lo lanza a lo lejos, para desaparecer?”,6 se
pregunta Fédida. La respuesta está, por cierto, en la pregunta misma. Este primer juego
sería, pues, el de un niño que remeda su propia desaparición, su propia muerte, que

5. Juego de palabras entre jeu, «juego» y se jouer, «burlarse, mofarse». Poco más adelante, los términos
«remedar» y «hacer de» también traducen el verbo jouer. (N. de la T.)
6. Fédida, L’absence, Gallimard, 1978, pág. 147.
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Jacques André 875

hace de niño muerto, si es cierto que el niño en cuestión es para su madre el objeto de
un amor sin igual, irreemplazable. Como si, por medio de su juego, se hallase en busca
de la melancolía materna, de ese lugar psíquico en ella donde el objeto, caído sobre el
yo, lo invade y se lo somete sin dejar resto. ¿Quién de nosotros no ha imaginado estar
muerto o haber desaparecido para hacer comprender por fin al amado hasta qué punto
nos es indispensable, hasta qué punto somos el amor de su vida?
La segunda secuencia del juego es la más conocida y comentada, primero por
Freud, luego por Lacan y, tras ellos, por muchos otros: o-o-o-… a-a-a, fort / da, se
fue-volvió. Juego a la vez de la separación y de la ausencia. Este juego muestra a un
niño que ha triunfado sobre una dificultad física considerable y que, de paso, inventa
el lenguaje. La dificultad, que se remonta a Platón y al Sofista, es la siguiente: ¿hay un
ser del no ser? ¿De qué modo la madre, primer objeto de amor, puede continuar siendo
si no es ahí? El carretel condensa las dos cosas: madre presente, madre ausente, pero
madre siempre. Es sabido cuáles son las condiciones psíquicas de semejante hazaña:
procesos sólidamente constituidos de incorporación, introyección, identificación,
otras tantas maneras de ser lo que jamás se puede tener por completo. Ausente en la
realidad, el objeto de amor dispone de una remanencia interior que permite afrontar
la separación y no confundirla con la desaparición. Cada cual puede observar el modo
en que se delinea, como telón de fondo, la problemática edípica: la madre está ausente
para el niño, ¿para quién está presente?
Quisiera insistir sobre un punto específico. Esta secuencia de juego es una exhi-
bición a cielo abierto de la sexualidad infantil: actividad, pasividad, sadismo, maso-
quismo retozan en pleno disfrute, la excitación incestuosa se encuentra en su punto
culminante, el juego realiza un fantasma que conjuga la posesión y el asesinato y con-
duce al niño, si no al orgasmo, por lo menos a la exaltación. Pero de ningún modo es
esto lo que retiene la atención de Freud, ni la de Lacan. Ahora bien, la presencia de
lo sexual infantil en este punto, en el papel que desempeña, es a mi juicio de una im-
portancia práctica, más aún que teórica, absolutamente esencial. Porque es sin duda
lo sexual, su plasticidad, lo que permite transformar una efracción traumática, an-
gustiante y destructiva en sí misma, en un juego sobremanera excitante. Aquí, lo sexual
no es lo reprimido sino que está del lado del tratamiento psíquico, al servicio de la
transformación. El juego es repetición, por cierto, pero es también repetición de la
satisfacción y no solamente del trauma, es más la repetición de un hallazgo, de una
invención, que de una traba. Lo sexual infantil (que no se debe confundir simplemente
con Eros) no desaparece desde el punto de vista de la segunda tópica, sino que también
él cambia de lugar. Cede a las pulsiones de muerte su lugar de inconsciente por exce-
lencia, pasa (en parte) del lado del tratamiento psíquico y de las capacidades plásticas
de transformación y sublimación; es el operador del cambio.
El tercer episodio del juego corresponde a un momento en que el niño es dejado
solo por la madre más tiempo que el acostumbrado. La cantidad traumática aumenta,
la posibilidad de terminar con ella a través del juego disminuye. Secuencia winnicottiana,
si se quiere, que pone a prueba la capacidad de playing del niño. Como nuestro chiquillo
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876 Revista de Psicoanálisis l Tomo LXX l Nº 4 l 2013

es muy inteligente, es decir, muy autónomo, inventa una variante en la cual la libido
narcisista prima sobre la libido de objeto. Pasa del juego de la separación al juego de
la desaparición, de su desaparición, como si el alejamiento prolongado del objeto amado
amenazara su propia existencia. En cuatro patas ante un gran espejo, juega, agachán-
dose-incorporándose, a desaparecer-reaparecer. La segunda secuencia distinguía al
niño del carretel, esta vez son una misma cosa. El niño ya no dice fort / da, sino bebé
/ fort. El yo del bebé ha pasado a ser el objeto, eso que el narcisismo y su espejo quieren
decir. Juego de repliegue para los días difíciles. Lo sexual infantil permanece activo y
sin embargo el riesgo es la pérdida de plasticidad y, por lo tanto, de transformación.
En efecto, a diferencia del objeto extraño, el yo-objeto no es sustituible.
Cuarta secuencia. La menciona Freud unos años después, en Inhibición, síntoma
y angustia, pero esta cuarta secuencia bien podría ser la primera de todas, así como
la condición de posibilidad de construir el juego y su eficacia, de su capacidad para
tratar el acontecimiento traumático. La primera secuencia era fedidiana, la segunda
lacaniana (si se pone el acento en la oposición significante y en la invención de la sim-
bolización), la tercera winnicottiana, la cuarta, y en realidad primera, sería más bien
laplancheana. Esta vez, la madre está allí, es ella la que juega, ella juega para su hijo y
al mismo tiempo se burla de él. Escena de seducción si la hay, escena harto sexual en
que la madre prueba hasta qué punto ella misma es excitante y deseable. El juego eró-
tico adulto que consiste en vestirse, en desvestirse ante la mirada del otro, conserva
algo de aquello. Sirviéndose de sus dos manos unidas o de un lienzo, la madre juega
a hacer desaparecer/reaparecer su rostro. «Cu cú... aquí estoy». Obsérvese que ninguna
otra parte del cuerpo podría hacerlo, sólo el rostro es capaz de valer por el todo, de
representar el objeto total. No todas las madres son capaces de jugar un juego seme-
jante, no todas son capaces de poner en escena su propia desaparición, de transformar
el sufrimiento de la separación en una erótica de la ausencia. ¿Puede un niño jugar
con tanto placer con el carretel si no lo precedieron en esta senda los juegos de manos
de su madre? Las curas de niños muestran hasta la saciedad hasta qué punto las frágiles
autonomías encuentran su fuente en las angustias de separación maternas. Detrás de
un niño que no puede soltar a su madre, que no puede despegarse de ella, hay una
madre que no ha traído totalmente al mundo a su hijo. No basta con salir del vientre
para nacer: «separación» deriva de parere, «hacer nacer».
Para lo sexual infantil, primeramente el del inconsciente materno, todo estímulo
vale para la coexcitación; es capaz de transformar un acontecimiento traumático en
un juego erótico, un juego que los adultos juegan básicamente en los andenes de las
estaciones o en las plataformas de los aeropuertos, esta vez con un pañuelo antes que
con un lienzo. La cuestión práctica podría formularse de este modo: ¿son capaces el
psicoanálisis, la dinámica de la transferencia, de enseñar a jugar al carretel a alguien
a quien la separación-desaparición no le hace ninguna gracia? Muchos aspectos de
la situación analítica evocan la configuración del juego freudiano, especialmente el
par formado por el «autoerotismo de la transferencia» del lado analizante (Fédida),
y la manera de ausentarse del lado analista; salvo cuando interpreta, digamos, «¡Cu...
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Jacques André 877

cú, aquí estoy!» El dispositivo analítico se dirige primero a los que saben jugar al ca-
rretel, que no sólo soportan la ausencia sino que ésta los excita. ¿De qué modo puede
reinventarse el psicoanálisis para afrontar configuraciones psíquicas que no juegan a
estos juegos, incluso que se niegan violentamente a hacerlo y no juegan a ninguno?
Se comprueba en estos casos un doble desplazamiento: el primero lleva la atención
privilegiadamente hacia las fronteras del lugar (prefiero este término antes que
«marco», o «encuadre», palabra que comete el error de no jugar), el segundo se vuelve
hacia la contratransferencia. El primer desplazamiento conduce del contenido a las
formas, a las condiciones de ejercicio. El segundo pone en primer plano el inconsciente
del analista, el inconsciente del «adulto». Doble desplazamiento que nos remonta
hacia antes del juego, con la esperanza de hacerlo eventualmente posible.
Cuando el abuelo Sigmund observa a su nieto Ernst jugar al carretel, el niño tiene
18 meses. Nada hay en él de particularmente precoz, como lo señala Freud, sino que
se trata de un niño que destila salud psíquica, enteramente capaz de estar solo (en pre-
sencia de un Nebenmensch), bien instalado ya en los procesos de simbolización. No
hay prácticamente ninguna posibilidad de que un análisis a los 18 meses le permita al-
canzar la separación a un analizante incapaz de metabolizarla. Semejante faena psíquica
es también cuestión de tiempo. Para que el recorte temporal operado por una separación
sea psíquicamente admisible – “el objeto estaba ahí, no está ahí, volverá” – para que
pueda instalarse la tríada pasado-presente-futuro, aún es preciso disponer, como telón
de fondo, de un continuum, de una continuidad de ser que permita al recorte no con-
vertirse en despedazamiento. Poco hay que agregar aquí a lo que Winnicott teorizó.
Como él dice, se trata de períodos de la cura en los que el analista no tiene mucho más
que su puntualidad para ofrecer a su paciente. Se trata también de esos pacientes con
los cuales uno puede sentir que tres sesiones semanales son muy pocas. El analista está
allí a la hora exacta para una duración constante, no desplaza ni anula sesiones como
se le ocurra, no se muere, se toma vacaciones en fechas regulares; si se aburre o fastidia,
eso no lo destruye; si se duerme, se enoja sólo consigo mismo. El analista no soporta,
porta; su continuidad de ser psíquico no es menos importante que la del dispositivo.
Esta permanencia, esta paciencia, cuando opera, cuando es fecunda, es para el paciente
como una interpretación silenciosa del caos que desorganiza su propia relación con el
tiempo. En cuanto a la interpretación en sí, único acto que el analista puede cometer,
no es raro que deba esperar para recuperar su uso. La cosa es fácil de entender: toda
interpretación es en el fondo una separación, ella quiebra el presente de la transferencia,
su ilusión, para remitir de una u otra manera al analizante al niño que fue, y que fue
con otro distinto del que hoy lo porta.
Hagamos la hipótesis de un paciente X a quien la permanencia del lugar analítico
permite hacer la experiencia inédita de confiar en un ser cercano. ¿Cómo puede ad-
quirirse la capacidad de separación sobre la base de esta conquista siempre un tanto
frágil? Toda respuesta algo profunda sería necesariamente singular cada vez. He ob-
servado con gran frecuencia un dato particularmente valioso del dispositivo: el pago
de las sesiones a las que el paciente no concurrió. Aquello que hace refunfuñar a ciertos
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878 Revista de Psicoanálisis l Tomo LXX l Nº 4 l 2013

pacientes neuróticos hasta producir en la transferencia una riña conyugal, aquello


que enfurece a otros pacientes «perseguidos», en ocasiones es aceptado sin chistar
por algunos borderline. Es el caso de Julia. No sólo nunca llega a horario, no sólo se
hace esperar siempre, sino que a menudo no viene. Nunca se ausenta una semana en-
tera, sino que más bien alterna: un día está, otro día no está. La cuestión del pago
nunca fue un problema. Estas ausencias nunca son anticipadas, ni una sola vez pidió
un cambio de sesión. Y sobre todo, punto esencial, jamás avisa. Si esto no es, de arriba
abajo, el juego del carretel, se le parece, con el analista en el lugar del carretel. Tras un
tiempo ya largo de análisis, Julia precisará que, si avisa, «la sesión no tiene lugar».
Las palabras son simples, la complejidad psíquica subyacente en esta fórmula es,
en cambio, notoriamente grande. Julia es una paciente angustiante, y esta angustia
contratransferencial se mide por el hecho de que yo la espero sin poder hacer ninguna
otra cosa cuando ella no está. Su presencia psíquica se encuentra entonces en su punto
máximo, y es más fuerte que cuando Julia está en el diván. La paciente precisará tam-
bién que, en general, ella misma no puede ocupar el tiempo que dura la sesión ausen-
tada. La sesión tiene lugar, pese a estar uno y otra a varios kilómetros de distancia.
¿Quién soy yo en esta historia? Tanto la madre que ella jamás tuvo, que jamás tiene
de esa manera esperada, como ella misma, niña angustiada que no sabe distinguir
entre ausencia y desaparición. ¿Qué cosa permite que todo esto no sea sólo angustia
y repetición, que permita constituirse de a poco la experiencia de la separación?
¿Dónde se sitúa la parte de maniobra? Julia nunca expone las razones de su ausencia,
yo nunca se las pido. Como si, sin saberlo demasiado, sólo de manera intuitiva, ambos
percibiéramos que no se trata de ausentarse por, o porque… sino que la ausencia no
tiene otro fin que ella misma, o mejor dicho su opuesto: hacer la experiencia de la
presencia psíquica del que no está. Estar ausente para estar presente, para faltar. A mi
juicio, no es excesivo decir que las ausencias de Julia eran entonces, paradójicamente,
las manifestaciones más claras de su amor de transferencia.
La decisiva contribución de la contratransferencia a una secuencia de esta índole
(aquí, en forma de espera angustiada) indica hasta qué punto el análisis, en un momento
semejante, es un proceso sin sujeto. ¿Quién conduce la cura, quién la dirige? una con-
nivencia inconsciente de la que, creo yo, es perjudicial deshacerse demasiado rápido. Si
el analista comprende demasiado pronto lo que sucede, difícilmente resistirá a las sirenas
de la interpretación, al riesgo de quebrar un movimiento que demanda, primero, des-
plegarse hasta el final. En esta cura, la contratransferencia adoptó también otra forma
más clásica, la de un acto cometido, la de una transgresión. Mi inquietud por Julia superó
por un momento los recursos de mi paciencia. Le dije lo siguiente: «Con usted es inútil
formular la regla fundamental convenida: diga todo lo que se le pase por la cabeza…
eso es lo que usted hace. Habría que reinventar la regla y decir, por ejemplo: Esté aquí,
en las sesiones.» Efecto inmediato, si no definitivo… yo acababa de reinventar el psico-
análisis sólo para ella, indiscutible escena de seducción, sin duda aquí más de un hombre,
de un padre, que de una madre. Como si en ese momento el propio analista introdujera
un sexual hasta entonces demasiado etéreo. Piénsese en los múltiples actos de seducción
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Jacques André 879

de Winnicott, tal como los refiere Margaret Little en el testimonio de su análisis con él:
aumentar la duración de las sesiones, convidar con pastelitos…
Lo sexual infantil puede estar relativamente ausente en un material dominado por
lo vital, por la destructividad… En cambio, es dudoso que el análisis pueda realizar
su trabajo de transformación (no sólo de curación) sin que la plasticidad de lo sexual
se apodere de la transferencia y de la contratransferencia. La histerización de Julia
dará testimonio, en particular su manera de sensibilizarse ante lo que ella llamará mis
«traspiés», por ejemplo al percibir mis sonrisas. Sin embargo, histerización no es his-
teria; la primera se confunde con el vector de la transferencia, y la mayoría de las veces
interpretarla constituye un error técnico.
Lo que en Julia encuentra su dinámica, no logra formarse en Amélie. Estas dos jó-
venes bosquejan el retrato de madres relativamente parecidas. De esas madres que
hicieron correr mucha tinta, desde el artículo inaugural de Helene Deutsch sobre la
personalidad as if hasta la madre depresiva y caótica de Winnicott o la madre muerta
de Green. Estas madres plantean quizá a la problemática de la separación el interro-
gante más complejo: ¿cómo separarse de alguien que no está cuando está? El enganche,
la adicción del niño al ser para el cual él no existe, del niño que le es indiferente, cons-
tituye una de las paradojas más dolorosas que quepa imaginar. Compulsión de repe-
tición obliga, esto genera vidas afectivas adultas sumamente desvalidas, cuando la
elección responde a una determinación negativa: elegir como compañero a aquel para
el que uno no cuenta.
Amélie, por desgracia, nunca falta a sesión, está siempre ahí. Aprovechó primero
la cura más al modo de la curación que del cambio; sobre todo su fragilidad narcisista,
que encontró en la “benevolencia” del que la escucha un contrapunto valiosísimo, una
nueva fuente para la autoestima…, hasta el día en que abrió los ojos a la ilusión trans-
ferencial, a la ilusión de la encarnación. “Yo nunca podré hablarle.” Se sobrentiende:
hablarle a un psicoanalista es no encontrar nunca a la persona de éste. Hablarle a
nadie, juego de palabras que salva a ulises de la violencia del cíclope, define por el
contrario la tragedia de Amélie. Ella nunca les habló a su padre o a su madre, ellos
nunca le hablaron… No faltaron palabras, por supuesto, y tampoco parloteos, pero
la experiencia de hablar en cuanto trayecto que transforma las palabras pronunciadas
en un acontecimiento, en una “palabra plena”, ella no la tiene. La paradoja está en que
ese momento de desilusión es más que nunca transferencial, en que actualiza a un
progenitor inhallable, desencarnado, indiferente.
¿Cómo salir de esto? ¿Qué hacer? ¿De dónde puede venir el paso de costado capaz
de liberar a un análisis como ese de su forma casi tautológica: siempre le hablé a nadie,
sigue siendo así, el mismo principio del psicoanálisis me condena a eso…? ¿Cómo
hacer para que este análisis no vire a lo interminable, para que podamos separarnos?
Para separarse, aún hace falta encontrarse. Es dudoso que se lo consiga sin que se en-
trometa en ello la contratransferencia, la misma que de pronto hace existir a la persona
del analista. El problema es que no se puede hacer técnica del acto contratransferencial
como no sea transformando la conducción de la cura en manipulación. Yo no le diré
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880 Revista de Psicoanálisis l Tomo LXX l Nº 4 l 2013

a Amélie: “Para usted habría que reinventar la regla: cada tanto auséntese… y pague
las sesiones a las que faltó”.
Al capricho de la experiencia, el psicoanálisis alterna éxitos y fracasos, aunque
haya que cuidarse de dar a cada una de estas palabras un valor excesivamente drástico.
Apreciamos hasta qué punto el artículo de Freud de 1937, Análisis terminable e inter-
minable, tenía valor programático para el futuro de nuestra práctica. Ese texto contiene
una frase en la que casi nunca se repara y que sin embargo desplaza sensiblemente el
lugar psíquico de la tarea práctica, puesto que a la mira primera, el levantamiento de
la represión secundaria, le sucede la nueva perspectiva, la corrección de la represión
originaria. En el primer caso, la sexualidad infantil es el blanco de la cura, de ella se
trata de liberar al paciente permitiéndole hallar otras salidas que el obstáculo del sín-
toma. En el segundo caso, la sexualidad infantil es lo que permite al trabajo de la trans-
ferencia y la contratransferencia devolver plasticidad psíquica a lo que se ha enquistado,
inmovilizado, y que no es necesariamente de naturaleza sexual, o no solamente.
Entre éxito y fracaso existen muchas situaciones intermedias en las que algo de la
angustia ligada a la separación se elabora sin que por ello queden borradas las huellas
del antiguo sufrimiento. Valentine estaba a pocas sesiones del fin de su análisis, cuya
coincidencia con las vacaciones de verano había sido consensuada. Se preguntaba si
volvería a verme alguna vez, si podía volver a llamarme en caso de..., si podía escri-
birme cada tanto…, graves preguntas aunque enunciadas con ligereza y algún toque
de humor. Yo acompañaba el movimiento en el mismo tono:
-¿unas palabritas por año nuevo?
Tras un breve silencio, dijo: “No… ¡mejor para el Día de la Madre!”

DescrIptores: FIN DE ANÁLISIS / TRANSFERENCIA / CuRA / SEPARACIóN / DIFERENCIACIóN / FORT-DA


KeyworDs: END OF ANALYSIS / TRANSFERENCE / CuRA / SEPARATION / DIFERENCIACIóN / FORT-DA
pALAvrAs-chAves: FINAL DE ANÁLISE / TRANSFERêNCIA / CuRA / SEPARAçãO / DIFERENCIAçãO /
FORT-DA
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881

Comentario del texto de Jacques André:


‘Transferencia y Separaciones’
Juan Eduardo Tesone1

Breve contextualización del texto en su obra

No es mi intención pretender hacer un recorrido de la obra de Jacques André, aún


menos intentar una apretada síntesis que resultaría torpemente reductora. Me limitaré
a señalar algunas de sus ideas directrices, pero insistiré particularmente en sus últimos
trabajos, quizá menos conocidos en nuestro país.
Sus primeros textos, muy difundidos, conciernen particularmente a la sexualidad
femenina, reflexiones de las cuales dan cuenta sus numerosas publicaciones. En “El
cuerpo frente a la feminidad” (2008), postula la idea de una feminidad primitiva, su-
perponiendo lo infantil y lo femenino. Su hipótesis conjuga pasividad (que considera
es la vivencia inicial de cualquier sujeto humano, sometido a la sumisión y capricho
del otro) y feminidad, atribuyendo a la feminidad una aptitud para representar la
parte impensable de la forma pasiva. Su propuesta es que

“la posición femenina se pone en continuidad con la del niño orificial, ese niño pe-
netrado o sometido a efracción por la sexualidad adulta inconsciente que interviene
en los primeros cuidados. Los destinos de esta pasividad original siguen caminos sin-
gulares, desde la represión más radical hasta la asunción más regocijada (2008, p. 67).

Citando a Tertuliano, que afirmaba: “Mujer eres la puerta del diablo”, destaca la
vivencia que desde los orígenes la sexualidad femenina se ha asimilado a la desmesura,
a una sexualidad inquietante para el hombre, quien ha intentado desde siempre cer-
cenarla. Tiresias fue condenado por Hera a la ceguera (el mismo auto-castigo que se
infligió Edipo) por haber visto demasiado, por haber revelado lo que Hera consideraba
el secreto de su sexo, es decir que si el goce se divide en diez partes, la mujer tiene
nueve y el hombre una sola. Recuerda que ha sido desde siempre mejor aceptada la
representación femenina correspondiente a la de mujer útero, reproductora, amplia-
mente transmitida por las religiones, los mitos y la literatura médica. Es bien conocida
la interpretación de la migración del útero como origen de diferentes patologías de
la mujer. La oposición madre-mujer tendía a ocultar el escándalo constitutivo de la
sexualidad humana, es decir no ligada a finalidades reproductivas. La Madona cristiana,
virgen, y hasta liberada del parto como imagen que sería la inversa del coito, no es

1. jetesone@hotmail.com / Miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina y Miembro de la Sociedad


Psicoanalítica de París
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882 Revista de Psicoanálisis l Tomo LXX l Nº 4 l 2013

una representación inocente. “La madre sexual, a la vez primera seductora y objeto
por excelencia del deseo incestuoso, reúne todas las condiciones para que se le man-
tenga firmemente apartada de la conciencia”. Sin hablar de “la erectilidad del clítoris,
que impulsa más a la excisión que a la incitación” (André, 2008, p. 76).
¿Cómo discernir la vida sexual de hoy de la sexualidad de siempre?, se pregunta
Jacques André. Y nos orienta sobre una doble pista: por un lado lo temporal de las
variaciones históricas y culturales, y lo atemporal de las apuestas inconscientes. La
moral dominante del siglo XIX dictaba a la mujer el imperativo siguiente:” ¡trabaja,
ahorra y renuncia a la carne!”. El imperativo actual sería igualmente categórico: ¡goza!
El psicoanálisis es hijo de una época que histerizó la sexualidad, en cambio somos
contemporáneos de un tiempo que la exhibe.
Sin embargo, subraya Jacques André, no existe tratamiento social del conflicto psíquico.
La llamada liberación sexual no se traduce en un levantamiento de la represión, en una
reabsorción ni siquiera parcial del inconsciente. El inconsciente ejerce tanta violencia
hoy como ayer. La libertad actual de la vida sexual no se traduce de manera equivalente
en una libertad de la vida psíquica frente a la angustia y su eventual cortejo de síntomas.
En la introducción al libro Les sexes indifférents (André, 2007, p. 14) afirma que la
vida sexual de los adultos constituye el objeto de las ciencias humanas, lo sexual infantil
sería lo propio del psicoanalista. Subraya luego, lo sexual infantil y no la sexualidad
de los niños.

“Cuando los psicoanalistas no saben ya más lo que quiere decir “sexual”, una vez
abandonadas las amarras genitales, y hacen de ese desconocimiento a la vez su objeto
– el insconciente – y el suelo paradójico de su práctica, el analista que sabe no escucha
ya más. un análisis, en el sentido fuerte del término, con lo que significa como cambio
psíquico, puede tener lugar sin que esté casi concernida la vida sexual genital del pa-
ciente. El infantilismo de lo sexual, su fantasma, el síntoma y otras producciones del
inconsciente que testimonian del mismo, es sobre ese atemporal que el psicoanálisis
funda alguna esperanza de perennidad por haberlo descubierto”. 2

Sin embargo, afirma Jacques André, no existe para el discurso psicoanalítico po-
sibilidad alguna de salir indemne de su mala frecuentación, es decir el inconsciente,
lo cual no es una razón suficiente para no intentarlo. Desde el momento que el psi-
coanalista teoriza, inventa una generalidad que le hace correr riesgos.
El inconsciente, para Jacques André, sería indiferente a lo actual…aunque considera
que es a la vez verdadero y falso…no en el mismo lugar. Ninguna “liberación” protege
del conflicto psíquico: a la liberación de los posibles corresponde siempre un nuevo
territorio conquistado por la angustia. Es cierto, afirma el autor, que los términos del
conflicto conllevan la marca de las encrucijadas actuales y se enuncian en el lenguaje
dominante. Pero el conflicto, como el sueño, se nutre de los relieves del día.

2. Inédito en castellano, traducción personal.


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Juan Eduardo Tesone 883

En su intervención en el coloquio de la COWAP de Estambul sobre homosexua-


lidades (2013)3, André considera que el psicoanálisis, en la práctica y en la teoría, tes-
timonia de profundos cambios generados por un doble movimiento: uno por el signo
de la a-temporalidad, el otro por las variaciones sociales y temporales. La a-tempo-
ralidad, la de los procesos psíquicos inconscientes individuales, no consiste en la afir-
mación que nada cambia, sino que no existe “elección”4 de objeto sexual que no se
enraíce, que no se determine en el curso de los primeros amores y primeros odios.
Los Gender Studies tuvieron el mérito de subrayar hasta qué punto el género (mas-
culino/femenino) relevaba de una asignación más que de una naturaleza. La prolon-
gación ideológica es sin embargo discutible: si la asignación es discursiva, otro discurso
es siempre posible, el género puede improvisarse; si no consiste en cambiar de sexo
– aunque el transexual lo realiza para convertirse en la mujer que es5 – en todo caso
cambiar de género, de acuerdo a la imagen festiva de los drag queen.
Para el autor, “El inconsciente con el cual los gender Studies realizan el contrapié
es lingüístico y cultural” (2013, p.7)6; en cambio, el inconsciente del psicoanalista, el
infantilismo de la sexualidad que caracteriza su objeto, la determinación precoz de la
“elección” sexual que conlleva, ese inconsciente, políticamente muy incorrecto, no es
tenido en cuenta por los gender Studies.
La principal contribución del psicoanálisis a la cuestión de la homosexualidad es
de proponer su psicogénesis. una psicogénesis en plural, dado que a la vez la “elección”
homosexual resulta de historias psíquicas diferentes, luego porque la determinación
psíquica para un mismo individuo condensa fuentes distintas. El niño es identificado
por el inconsciente del adulto antes que pueda él mismo identificarse.
Los debates actuales sobre la diferencia de sexos, diferencia de géneros, interesan
evidentemente al psicoanálisis, como este libro atestigua.

“Pero la alteridad – aquella inquietante y extraña, la del inconsciente – más que la


diferencia constituye la originalidad de su objeto. Toda diferencia es de por sí organi-
zadora; cualquiera sea la línea sobre la cual se sustente pone orden en lo polimorfo de
lo sexual infantil. Los Romanos hacían pasar la diferencia entre actividad y pasividad.
Los ingleses victorianos inventaron la pareja homosexualidad/heterosexualidad. Hoy…
es un poco confuso. El antropólogo, el sociólogo, dispensan mucha energía para ver
claro. No hay urgencia para el psicoanalista, incluso si la atemporalidad no le está pro-
metida”. (André, 2007, p. 17)7.

3. Inédito, traducción personal.


4. Entre paréntesis en el texto.
5. En itálicas en el texto.
6. Inédito, traducción personal.
7. Inédito en castellano, traducción personal.
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884 Revista de Psicoanálisis l Tomo LXX l Nº 4 l 2013

transferencia y separaciones

Es bien conocido, la transferencia tiene un origen intra-psíquico, las mociones cons-


cientes e inconscientes son transferidas al otro, al analista en la particular situación de
la cura. Secundaria en relación al narcisismo primario, no deja de tener un contexto dia-
léctico, más allá que dicha dialéctica no sea simétrica. Freud puntualizó principalmente
la transferencia como obstáculo en la cura: “En el análisis la transferencia nos sale al paso
como la más fuerte resistencia al tratamiento” (1912, p. 99). Dicha resistencia se manifiesta
con intensidad en los aspectos de una transferencia negativa, o en caso de una transfe-
rencia erótica de fuerte impacto pulsional. Pero al mismo tiempo es desde la transferencia
que la cura puede tener lugar como poderoso dispositivo para romper la repetición de
lo actual, que a falta de interpretación puede repetirse indefinidamente.
En otro texto, Freud (1915, p.166) nos advierte sobre los riesgos del amor de transfe-
rencia, sobre el cual se apoya la resistencia y opera como agent provocateur (en francés
en el texto). Sus primeras reflexiones conciernen la relación compleja en la cual el amor
de transferencia fue negado y condujo a una ruptura entre Anna O. y Breuer, quien huyó
despavorido de Anna O. y de la histeria. Así Freud, en el mismo texto, alerta sobre las
fuerzas explosivas con las que trabaja el analista, subrayando la consagrada ley de absti-
nencia necesaria a toda cura, sin que el riesgo de explosión pulsional lo desaliente a pro-
seguir su trabajo, al igual que un químico con el material explosivo al cual se confronta.
Si Freud insiste en la transferencia como resistencia y obstáculo a la cura, ya sea
en forma de transferencia negativa o erótica, Jacques André privilegia como resistencia
desde el inicio de toda cura, y por ende de la transferencia, la complejidad paradójica
del encuentro-separación. Su texto, tejido con los hilos de una sutil clínica pero acom-
pañada de una sólida reflexión teórica, da cuenta de los aspectos ambivalentes de la
transferencia desde el inicio de toda relación analítica. Para Jacques André no es po-
sible finalizar una cura sin haber trabajado los aspectos positivos y negativos de la
transferencia entrelazados con el trabajo psíquico de la separación. Retoma uno de
los términos de la traducción de Freud sobre el cual hará hincapié: se trata de la ne-
cesidad, según Freud, de liquidar la transferencia, del alemán abgetregen. Las nuevas
traducciones al francés han elegido el término de barrer al analista, término quizá
menos brutal pero no menos despectivo en la lógica amor-odio de toda transferencia.
No hay fin de análisis sin esta liquidación, palabra que reenvía a la muerte del analista,
violencia de la cual ningún analista puede substraerse. El autor cuestiona la idea de
Ferenczi quien considera que el final del análisis puede ser considerado como la se-
paración de “dos alegres compañeros” y advierte sobre la inviabilidad de terminar de
manera consensuada, lo cual significaría una relación simétrica. El lapsus de uno de
sus pacientes fue elocuente. En vez de decir “Puse fin a mi análisis con el acuerdo de
mi analista” dijo: “Puse fin a mi analista”. Lapsus revelador, dado que si la transferencia
no ha actualizado la transferencia negativa que culmina con la figura del “asesinato”
del analista, a “matarlo” una segunda vez, no puede haber fin de una cura. El trabajo
de duelo, la posibilidad de desligarse de su analista se va gestando desde el inicio del
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Juan Eduardo Tesone 885

análisis sostiene el autor. Pero no deja de recordarnos que para que la separación
pueda tener lugar, el encuentro previo es indispensable. De lo contrario se podría caer
en la lógica de la madre muerta de Green, es decir la de una madre de la cual es difícil
separarse dado que nunca estuvo presente.
Vemos que en su trabajo sobre la transferencia Jacques André pone el acento en
como se van gestando en la relación analítica los movimientos que conciernen el en-
cuentro y la separación. En ese sentido el desafío al análisis radicaría en la capacidad
que pueda tener la cura para construir, o incluso crear la capacidad para separarse,
ahí donde dicha capacidad era desfalleciente o inexistente.
La resistencia transferencial a la separación se sitúa principalmente para Jacques
André en la lógica misma del inconsciente que no conoce la diferencia, que sólo conoce
el sí de la satisfacción del deseo. Diferencia planteada de diversas perspectivas según
las diferentes patologías. En la neurosis las diferencias serían conflictivas, en la per-
versión se niegan las diferencias entre los sexos y las generaciones, en la psicosis se
niega lo que opone el afuera al adentro, en la melancolía lo que separa los vivos de los
muertos, en los estados-límite lo que distingue la ausencia de la pérdida.
Jacques André pone el acento en la capacidad de separación del ser humano, trabajo
indispensable desde el inicio, ya sea al momento del nacimiento como en la relación al
objeto vital. El juego de bobina será un precioso ejemplo del trabajo psíquico que debe
operar en todo sujeto, una manera de sortear la angustia de separación, aunque prefiera
llamarlo juego de la desaparición y no tanto de la separación. Destaca la importancia
de la representación como forma de mantener vivo y presente el objeto al interior de sí-
mismo, de identificarse al objeto, una respuesta en el ser a la imposibilidad de tener al
objeto todo el tiempo. El autor introduce una idea a mi juicio fundamental en la com-
prensión del desarrollo de la cura: la importancia que tiene lo sexual para transformar
una efracción traumática, en sí misma angustiante y destructora, en un juego excitante.
El juego es repetición, recuerda el autor, pero es al mismo tiempo repetición de la sa-
tisfacción y no solamente del trauma: “lo sexual, aquí, no es lo reprimido, está de lado
del tratamiento psíquico, al servicio de la transformación” (André, 2013, p. 7). Vemos
así que para Jacques André lo sexual infantil no desaparece con la segunda tópica, sino
que cambia de lugar, pasando a operar como impulsor del cambio. Se trata de liberar la
sexualidad infantil para encontrar otras salidas que el empantanamiento del síntoma.
Para André, el dispositivo analítico se dirige sobre todo a aquellos que saben jugar
al juego de la bobina, a quienes no sólo soportan la ausencia sino que también logran
excitarse con la misma. En ese sentido propone la palabra sitio, en lugar de marco,
semántica que según el autor brinda una mayor posibilidad de juego, incluyendo el
inconsciente del analista y su contra-transferencia.
La toma en consideración de la transferencia negativa, el fin del análisis, no tendría
lugar sin un trabajo simultáneo del analista. Muchos análisis se convierten en inter-
minables, sostiene Jacques André, si el analista no integra la contra-transferencia en
su trabajo y su deseo de proseguir la cura indefinidamente. Lo paradójico del análisis
consiste en pedir “a un solo y mismo analista, a la vez de existir, de darle vida, y al
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886 Revista de Psicoanálisis l Tomo LXX l Nº 4 l 2013

mismo tiempo matar” (2013, p.4). Cada analista se confronta a la vez con lo que se
produce en el encuentro de los dos protagonistas, y al mismo tiempo con las moda-
lidades de separación siempre originales para cada sujeto.
El autor se diferencia de otros autores franceses, como Michel Neyraut (1980),
quien considera que la contra-transferencia precede a la transferencia, dado que para
dicho autor la contra-transferencia manifiesta una demanda. Dicha demanda, para
este autor se desliza inexorablemente en las interpretaciones.
La conceptualización de Jacques André es más próxima a la de Paul Denis (2010)
quien sostiene que la contra-transferencia es la condición de la transferencia; su juego
recíproco constituye la articulación entre los dos protagonistas. No se trata de inter-
subjetividad, sino de articulación de dos movimientos psíquicos específicos y de su
elaboración conjunta.
En el texto de André se desprende, a mi juicio, la importancia paradójica que adquiere
a la vez la desexualización y sexualización del proceso analítico, en el cual la emergencia
de la sexualidad infantil es la condición misma de la cura. Durante la cura, la intensidad
de la demanda amorosa y la brutalidad del odio siempre presentes no pueden ser sos-
layados en el trabajo de perlaboración, piedra angular de toda cura.

DescrIptores: SEXuALIDAD FEMENINA / INCONSCIENTE / HOMOSEXuALIDAD / TRANSFERENCIA /


SEPARACIóN / METODO PSICOANALÍTICO
KeyworDs: FEMALE SEXuALITY / uNCONSCIOuS / HOMOSEXuALITY / TRANSFERENCE / SEPARATION /
PSYCHOANALYTIC METHOD
pALAvrAs-chAves: SEXuALIDADE FEMININA / INCONSCIENTE / HOMOSSEXuALIDADE / TRANSFERêNCIA /
SEPARAçãO / MÉTODO PSICANALÍTICO

Bibliografía

André, J.(2007). Les sexes indifférents. Obra colectiva compilada por Jacques André, Paris:
PuF (inédito en castellano).
— (2008). El cuerpo frente a la feminidad. In: El cuerpo: Lenguajes y Silencios, compilado
por Leticia Glocer-Fiorini, trad.Irene Agoff. Buenos Aires: Lugar y APA.
— (2013). Homosexualidades masculinas en la cura, Estambul, Coloquio de COWAP,
“Homosexualities”, 31 de mayo y 1º de Junio 2013 ( inédito).
— (2013). Transfert et séparations, Conferencia dada en la APA, Buenos Aires, Octubre 2013.
(inédita).
Denis, P. (2010). Rives et dérives du contre-transfert. Paris:Puf.
Freud, S. (1912). Sobre la dinámica de la transferencia, AE, Vol XII, p.93-105, Buenos Aires 1996.
— (1915). “Puntualizaciones sobre el amor de transferencia”, AE, Vol XII, p.160-174, Buenos
Aires, 1996.
Neyraut, M. (1980) Le transfert. París: PuF, Paris.
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INSTITUCIÓN-FORMACIÓN:

UN COMIENZO SIN FIN


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Taller La escritura y lo escrito en psicoanálisis1


Coordinadores: Dra. Ana María Viñoly, Dra. Irene Schijman.
Invitados: Dra. Julia Braun, Dra. Lucía Martinto de Paschero, Dra.Victoria Korin,
Dr. Marcos de Soldati.

Ana María viñoly: En este espacio compartido nos proponemos trabajar sobre un
tema que consideramos especialmente interesante, el por qué de la escritura y lo escrito
en psicoanálisis y la importancia de la palabra en las ciencias humanas, cuestión que
las diferencia de las ciencias naturales en las cuales la palabra cumple una función
instrumental y secundaria.
Elegimos esta modalidad de taller horizontal y lo más democrático posible, porque
sabemos de la riqueza de esta forma de trabajo. La experiencia nos ha mostrado que
conviene hacer una segunda vuelta de estos talleres, recoger las ideas que vayan sur-
giendo y como grupo nos comprometemos a ponernos a trabajar, nuevamente, en
una próxima reunión. A título personal quiero remarcar tres escritos que dejaron en
mí huella, uno es un trabajo de Elsa Rappoport de Aisemberg2, Autorretrato, que pre-
sentó hace unos cuantos años, en el cual plantea que el vacío es consecuencia del
objeto que se niega a la demanda de amor y considera que la obra pictórica viene a
rellenar la inadecuación entre la pulsión y sus investiduras. Esto me llevó a pensar
que algo similar ocurre con la escritura.
Otro trabajo, muy valioso en mi lectura, es el que Julia Braun presentó en el
Departamento de Psicosomática. Lo denominó El Caso Carlos y en él nos habla de
un paciente sobreadaptado, con compromiso somático. Allí Julia aporta un concepto
muy importante, la necesidad de la creación de un sistema semántico que semantice
el cuerpo, que permita el surgimiento del signo, el sentido significante y que produzca
cultura. Esta propuesta de Julia me permitió pensar sobre la idea de cuerpo como una
producción siempre cultural. Y un trabajo reciente de Lucía Paschero3 en el cual dice
que escribir en psicoanálisis implica un desasimiento de todo saber, del saber de los
otros, una auténtica desidentificación que de lugar al autoengendramiento.

1. Taller llevado a cabo el 25 de setiembre de 2012 en la Asociación Psicoanalítica Argentina. amvi-


noly@gmail.com / Miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina; drashijman@hotmail.com /
Miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina; jotabraun@gmail.com / Miembro de la Sociedad
Argentina de Psiocanálisis; luciapaschero@gmail.com / Miembro de la Asociación Psicoanalítica
Argentina; victoriakorin@gmail.com / Miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina; marcosde-
soldati@gmail.com / Miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina.
2. Véase: Rappoport, EA; Bustamante, A; D'Aniello de Calderi, H.; Eckell de Muscio, I.; O'Donnell, P
(2000). El autorretrato: la dimensión narcisista de la transferencia. Revista de Psicoanálisis, LVII, 3-4,
pag. 493-508.
3. La escritura y lo escrito en psicoanálisis. Trabajo inédito, compartido con el grupo para este taller.
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890 Revista de Psicoanálisis l Tomo LXX l Nº 4 l 2013

Estas son ricas ideas que giran en torno al tema de la escritura y lo escrito en psi-
coanálisis. Personalmente considero esto un ejemplo de cómo la lectura de los textos
abre el pensamiento a nuevos desarrollos. Vamos a trabajar sobre este texto que va a
leer Irene y luego abrimos el tema para ir interviniendo y dialogando entre todos.
Irene schijman: Muchas gracias por estar con nosotros acá. Voy a leer un pequeñísimo
texto para invitarlos a hablar: “La escritura puede ser considerada como el continente
formal de los fenómenos lingüísticos, pero el psicoanálisis incluye necesariamente
aquello que hace al surgimiento del texto, es decir, a la relación entre el sujeto, el sig-
nificante y el otro. Permite también captar una realidad que será siempre realidad fi-
gurada, la que podrá ser expresada por la puesta en relación de la palabra comunicativa
con diferentes enunciados anteriores o sincrónicos. Toda escritura tiene una organi-
zación de relato que la acerca y compromete con el otro, puesto que no hay otro sujeto
de la escritura que el lector. El apelar a este otro, que pasará a ser receptor y transfor-
mador de la pulsión que puja en el que escribe para alcanzar un nivel simbólico de
transmisión, es lo que abre el camino a nuevos descubrimientos…”.
Voy a plantear diferentes interrogantes para que vayamos pensando, ¿cómo hablar de
lo que hacemos cuando escribimos?, ¿cómo renunciar a las metáforas teóricas que nos
preservan de mostrarnos en nuestra propia intimidad?, ¿cuál es el camino del pasaje del
deseo de decir a la expresión escrita?, ¿uno escribe lo que sabe o lo que quisiera saber?
Continúo leyendo tres citas para después ponernos a trabajar. De Freud, en cartas
a Fliess “…fue sólo en el intento de anotarlo para comunicártelo, que el asunto se me
aclaró por completo”4. “…ha sido escrita enteramente siguiendo el dictado de lo in-
consciente según el famoso principio de Itzig, el Caballero del Domingo. “Itzig ¿Hacia
dónde cabalgas? Qué se yo, pregúntaselo al corcel. En cada comienzo de párrafo no
sabía adónde terminaría.”5
“…para ser analista necesito de los pacientes tanto como de leer y escribir. Es trivial
superponer estos quehaceres, lo que quiero destacar es la imprescindible solidaridad
de cada término respecto a los otros dos”6.
Lucía Martinto de paschero: Voy a tomar algunas de las numerosas cosas que dicen.
uno es el tema de comprometerse, el que escribe se compromete, da testimonio, mucho
más que el que habla; por algo siempre es prueba, en otras disciplinas, el testimonio
escrito, nunca jamás el testimonio oral. Las resonancias de la palabra escrita, que son
testimonios, son signos, tienen también un contenido emocional, aunque parezca
contraproducente lo que estoy diciendo, porque siempre estamos hablando de la pa-
labra dicha. Nosotros trabajamos con la palabra dicha, con la escucha, con la voz, con
la sonoridad, el tono, lo musical, el afecto que da la palabra, pero la palabra escrita
tiene también resonancias, enormes resonancias, no solamente del lado de la semántica,
sino desde el lado de lo arcaico, de lo que despierta en nosotros, de las remembranzas,

4. Freud, S. Carta del 20/10/1895. B.N, vol. III


5. Sigmund Freud. Cartas a Wilhem Fliess. Carta del 7/7/1898. Amorrortu, Buenos Aires, 1986
6. Viñar, M. (2002). Psicoanalizar hoy. Ed. Trilce, Montevideo.
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Taller de escritura 891

de las lecturas previas, de todo lo que se va recreando en nosotros a partir de esa pa-
labra o de ese concepto que estamos leyendo por primera vez.
Insisto con el desprendimiento: me parece que escribir es un trabajo solitario, pero
no es autista. uno escribe siempre para otros, cada uno que lo lea lo va a leer y entender
de diferentes maneras, eso es lo que buscamos justamente, porque el esquema refe-
rencial de cada uno – ésta será una palabra antigua pero no encuentro otra – lo que
Pichón Riviere decía, es la totalidad de la experiencia vivida. Todas las experiencias
vividas de todos nosotros son absolutamente distintas, pese a que todos somos psi-
coanalistas, médicos o psicólogos, tenemos los mismos textos leídos, pero la historia
de cada uno es distinta, por lo tanto escribir es comprometernos seriamente con nos-
otros mismos y al mismo tiempo mostrarnos, por más conceptual que sea lo que es-
tamos escribiendo, nos estamos mostrando, es como un otro que se desprende de
nosotros y ahí estamos. Este es el testimonio al que me referí antes, después lo podemos
tirar o lo podemos borrar, lo podemos arreglar y modificar como tantas veces hizo
Freud, pero creo que nos jugamos al escribir, que nos lanzamos a una especie de vacío,
y del pensamiento que era medio informe pasamos a darle una forma, que está ahí,
está buena, mala, mejorable, lo que fuere, pero estamos nosotros en eso que hemos
dicho, es de los demás y es nuestro.
Leticia Glocer: Mientras escuchaba y leía esta introducción que trae un montón de cues-
tiones me acordaba de una mesa redonda que hubo en la Revista, sobre escritura justa-
mente, hace como diez años, y me parece que ahora se plantean otras cosas, cosas nuevas,
que en esa mesa no se habían planteado. una de las cuestiones que me interesa para abrir
la discusión es el tema de que la escritura. Dice acá, la escritura puede ser considerada
como el continente formal de los fenómenos lingüísticos. A mi me cuesta un poco con-
siderarla solamente como un continente formal, o sea, me parece que el tema continen-
te-contenido ahí tendría que articularse de otra manera, justamente por todas estas citas
para compartir que aparecen después, que decía el mismo Freud, “es que en el intento
de comunicártelo se me aclaró el asunto por primera vez”, o sea, que ese continente formal
en realidad es más que un continente y es más que formal, porque va generando nuevas
proposiciones o nuevas ideas. Y el otro punto que mencionan en el texto, no hay otro
sujeto de la escritura que el lector, me parece que el lugar de sujeto es móvil en el tema
de la escritura, que hay un sujeto que es el lector pero también hay un sujeto que es el
que escribe. Me cuesta mucho pensarlo solamente desde el lugar del lector aunque, evi-
dentemente, el lector es el que le pone el sello a lo que uno escribe. Y después, refiriéndome
a las preguntas que aparecen, eso de cómo renunciar a las metáforas teóricas, pienso que
es un ideal a alcanzar pero difícilmente lograble, porque estamos habitados también por
metáforas teóricas y uno está siempre como en el intento de renunciar y en la dificultad
de renunciar y siempre está empujado. Respecto al cuarto interrogante, si uno escribe lo
que sabe o lo que quisiera saber, no me parece que sea una cosa o la otra, uno escribe de
lo que sabe, pero también el empuje es lo que quisiera saber.
Noemí Lustgarten de canteros: Me surgía algo en relación a las metáforas teóricas.
Las metáforas teóricas serían los saberes también. Me parece que se puede escribir de
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892 Revista de Psicoanálisis l Tomo LXX l Nº 4 l 2013

muchas maneras, una da posibilidades de pensar en algo ligado a la creatividad o a


algo del orden de lo que decía Lucía, cuando hablaba de jugarse, de estar ahí, de mos-
trarse, de la singularidad esa que se juega. Me parece que una buena manera es cuando
partimos de los saberes con los que contamos, pero también alguna cuestión que tiene
que ver con la práctica, con la clínica o con nosotros mismos, nos causa y nos muestra
a la vez el límite de los saberes con lo que nos manejamos y a partir de esa interrogación
es donde surge un pensamiento creativo que luego se puede plasmar en una escritura.
Y quiero agregar esto en relación a lo que se sabe o lo que se quisiera saber, lo que
dije anteriormente es una manera de enlazar de otro modo el saber y lo que se quisiera
saber. Pero vuelvo a subrayar, la interrogación frente al límite del saber y algo que ge-
nuinamente nos cause.
patricia romero Day: Yo pensaba en lo de escribir, como surge desde chiquito con
los diarios, y a veces es la creación de un interlocutor, de esto me hizo acordar mi
nieta el domingo, estábamos recogiendo piñas y después quería hacer jugo de piña,
entonces yo le expliqué que eran piñas distintas, entonces me dijo ¿Me lo escribís para
que me acuerde? Y pensé, todo esto de escribir para aclararse uno mismo, para crear
un interlocutor, porque todavía no tenemos a nadie que nos escuche para poder hablar
y cómo allí la escritura tomó un lugar casi más primitivo que la palabra. De chiquito
uno puede escribirle al diario lo que todavía no le puede expresar a otra persona, por
eso me parece muy importante el lenguaje escrito y el coloquial, rescatar también el
lenguaje coloquial que a veces lo perdemos por agarrarnos mucho a lo escrito, otra
vez, como los chicos.
Ana María viñoly: Solo quiero señalar que está empezando a aparecer algo de la idea
que hicimos del continente formal. Me parece muy importante que lo haya retomado
Leticia porque la escritura no es precisamente cómo pensamos en psicoanálisis, tal
vez por eso lo pusimos. Para nosotros, como psicoanalistas, el escribir no es un con-
tinente formal, lo será tal vez para otras ciencias, pero para nosotros es un compromiso,
como dice Lucía, donde hay plenamente una resonancia. Lo hemos trabajado en el
grupo y lo pensamos como texto, como aquel producto de dos que interactúan entre
sí, que dialogan y que escriben una nueva experiencia. En ese sentido la escritura no
es un contenido formal. Y otra cuestión interesante es el de las metáforas teóricas,
que Lucía traía también cuando planteaba que hay que deshacerse y desidentificarse.
Claro que estamos construidos por una teoría y una clínica, las dos interactuando
entre sí, pero el problema es la adherencia ciega a las teorías.
Jorge canteros: Siempre Freud está un paso adelante pareciera, esto de pregúntaselo
al caballo, me hace pensar a cuando se pregunta qué es un autor, qué es un autor cuan-
do en realidad no es el Yo y de qué lado está el caballo, del inconsciente, del Ello. La
metáfora del caballo aparece en otros textos de Freud. Me parece interesante, en lo
que decían Leticia, Noemí, Lucía, ese movimiento de creación en la misma escritura,
que también lo dicen los autores. En ese sentido me parece que la transformación de
metáfora se da en la misma escritura, pero creo que no se pueden abandonar metáforas,
siempre pasamos a otra metáfora. Creo que esa es la cualidad de la escritura, encontrar
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Taller de escritura 893

nuevas metáforas para describir, más que para describir, para construir. Quiero hacer
un comentario sobre un tema que da para el debate, que es el de reinterrogarnos sobre
la realidad que se construye. ¿Siempre es una realidad figurada?, porque en un sentido
sí es una realidad figurada, pero en otro sentido tal vez haya una construcción de re-
alidad y en ese aspecto no sé si solamente es una realidad figurada o hay creación de
realidad. Al mismo tiempo me gustaría decir que las metáforas son capaces se ceñir
algo de lo real, en ese sentido toca lo real, porque la realidad figurada podría tal vez
no apreciar este aspecto, la metáfora toca lo real, lo recorta y lo hace mover.
victoria Korin: Querría poner el acento en la relación entre la escritura y la lectura.
Me resultaba bastante elocuente un texto de Barthes donde hablaba de la lectura irres-
petuosa, la lectura que hace que, cuando estamos leyendo un texto, interrumpamos
la lectura y levantemos la cabeza. Él dice que escribir es eso que se produce en el mo-
mento en que uno levanta la cabeza cuando está leyendo, que después hay otro segundo
paso que es el de la sistematización de todo eso que ocurre cuando levantamos la ca-
beza, pero que básicamente surge de esa lectura irrespetuosa. Quería plantear algunas
cuestiones, escuché a alguien en una reunión referirse a la relación estrecha entre ser
psicoanalistas y escribir. Yo no veo esa relación estrecha, me parece que es una práctica
que tiene que ver con cierta pertenencia institucional y cierta cuestión de intercambio
y diálogo. Tuve un maestro que era un filólogo, decía que algunos morían si no es-
cribían, él decía que moría si no leía.
José Luis valls: Es interesante, en la línea de la historia, remarcar que clásicamente,
la diferencia entre la prehistoria y la historia se inscribe en la escritura. Cuando aparece
la escritura aparece la historia, la historia previa es la palabra suelta que genera el mito.
Otra cosa, hay un crítico de la escritura que se llama Harold Bloom, americano, muy
famoso, que consideró a Freud uno de los diez principales escritores del siglo XX,
cosa que creo que Freud no se propuso. Freud era un científico que quería ser un cien-
tífico de la naturaleza, es más, creo que la frase “…fue sólo en el intento de anotarlo
para comunicártelo, que el asunto se me aclaró por completo”, me parece que se refiere
al Proyecto, porque él empieza a explicar una cosa y se enreda con la otra y al final
termina escribiendo una novela, que es como hace el escritor, empieza con una pequeña
historia, después se enreda con otra y de repente hay 80 páginas. Y en El proyecto,
entre las cosas que hizo, fue generar belleza, por lo fantástico de las deducciones, más
allá que fueran verdad o no. Toda la obra de él genera belleza justamente por la ma-
ravilla que pueda decir. Rescato la escritura, como arte, como generador de belleza.
Yo estoy de acuerdo que hay gente que no necesita escribir para ser psicoanalista, creo
que no, para ser psicoanalista hay que leer y para escribir también hay que leer.
Julia Braun: Yo quería tomar esto que dijo Lucía, que escribir es una exposición. Es
absolutamente así. Es exponerse, por eso están los que escriben mucho y lo que se in-
hiben de escribir, porque es una exposición. Y los que escriben mucho, como aquellos
que morirían si no escribieran, sobre todo son los escritores de ficción, uno los escucha
decir muchas veces que esta pulsión, el deseo de escribir, es tan intenso que puede
llegar a “si no escribo muero”, pero hay una intensidad muy grande de ese deseo.
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894 Revista de Psicoanálisis l Tomo LXX l Nº 4 l 2013

Tomando alguna de las preguntas, hay ambas cosas en la escritura, tanto el deseo,
la necesidad por la decisión de escribir lo que se sabe, como buscar en la escritura al-
guna respuesta a lo que no se sabe. Entonces, este cuento de Freud del caballo… yo
estoy comparando con los escritores de ficción, lo nuestro son ensayos. Los escritores
de ficción dicen que una vez que pensaron o describieron un personaje, ese personaje
después lo lleva al escritor, como el caballo en el cuento de Freud, el personaje se libera
y sigue adelante y es el escritor el tiene que escuchar al personaje.
En nuestro caso, que no somos escritores de ficción –alguno podría serlo pero nos
estamos refiriendo aquí al ensayo psicoanalítico– hay una cuestión muy particular,
que es el salto enorme de lo privado a lo público, de lo íntimo que transcurre en la
sesión psicoanalítica, absolutamente íntimo, a transformarlo en una escritura, que es
el pasaje de lo verbal a lo escrito pero además de lo privado a lo público. Esta es otra
característica de lo que nosotros hacemos y de lo que es la escritura para nosotros.
Ana rozenbaum: Había pensado en un momento dado que esto parece estar referido
a la escritura desde el psicoanalista y como decías vos Julia, en ese caso se trata de en-
sayos, lo cual es muy diferente a como pueda escribir cualquier escritor de novelas o
de cuentos y todo el cuidado que se tiene en relación a cada palabrita, a cada frase
que uno escribe cuando se escribe sobre psicoanálisis, donde no nos podemos dar el
gusto como a lo mejor se da Roberto Arlt cuando escribe El juguete rabioso.
Por eso se me ocurrió darlo vuelta: ¿qué pasa con la escritura? ¿qué traen los pa-
cientes al análisis? Digamos, no con nuestra escritura, sino con la escritura de ellos,
que ellos nos abren su intimidad y con toda confianza nos la depositan. Y esas otras
preguntas que tanto podrían ser aplicadas a nosotros como podrían preguntárselo
cada uno de ellos ¿cómo hablar de los temas cuando escribimos? Porque muchas
veces, por ejemplo, ellos nos dicen te lo escribí anoche cuando me desvelé porque no
sabía si hoy te lo iba a poder decir de tal manera como te lo escribí, o cualquiera de
estas frases. El pasaje del deseo de decir a la expresión escrita o esta cuestión de la in-
timidad me parece un tema muy importante a tener en cuenta, porque, por ejemplo,
los adolescentes traen mucho todas estas cuestiones escritas y tanto pueden estar en
la sesión, aún en los tiempos actuales con el blackberry al lado donde todo ya dejó de
ser este tipo de escritura, y al mismo tiempo dándonos esas hojas que escribieron la
noche anterior para compartirlas con nosotros. Me parece que es una temática esa de
llevar la escritura también al plano de la clínica, porque si no es como que nosotros
podemos escribir sobre la clínica, pero en ese momento hay una clínica en vivo a
través de la palabra escrita.
rodolfo Urribarri: Se habló de una escritura secreta del diario íntimo, el diario íntimo
es lo que no se le puede decir al interlocutor, pero también tiene mucho que ver, para
el adolescente cuando escribe, con encontrarse con lo que él escribe cuando se lee.
Hay un interlocutor que no es sólo el otro al que no se dirige, sino uno mismo para
enterarse de uno. Lo mismo pasa con la escritura que se lleva a sesión, donde hay una
puesta pero a la vez un temor a perder eso que, a lo mejor, no se lo va a poder transmitir
al otro. Está en relación también con lo escrito, porque como dice el viejo refrán a las
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Taller de escritura 895

palabras se las lleva el viento, pero cuando uno escribe queda esclavo de sus palabras
de otra manera. Cuando uno escribe lo hace también para un interlocutor supuesto,
que es un colega en el caso nuestro, pero además no es lo mismo el interlocutor colega
cuando uno escribió para una presentación en una mesa, a cuando dicen ¿Lo ponés
para la Revista? Ya es distinto. Ahí hay algo de ese motor que uno se pregunta, escribe
para responderse las preguntas que no tuvieron buena respuesta, pero a la vez siguen
apareciendo interrogantes, o sea, uno no queda cerrado o conforme con la respuesta
que dio, sigue habiendo inquietud. Entonces hay algo de la relación de esto, de lo que
se piensa, de lo que se sabe, por lo que se quiere saber, de lo cual no se termina, es
como un juego circular que va y viene y que no se agota.
Federico Aberastury: A mí me empezó a despertar cosas lo que dijo Ana, porque
empezó a hablar de la función de lo escrito en la clínica. Hay una diferencia entre la
palabra hablada y la palabra escrita. Desde ya la palabra hablada es claramente más
comunicacional, aún en aquellos casos que hacen dudar como en los casos de psicosis
donde alguna persona habla sola o la ensalada de palabras que escuchamos. En la fun-
ción de lo escrito parece haber distintos estilos de interlocución, vamos desde la poesía
pura, la poesía narrativa, el relato, la novela, el cuento, el ensayo, inclusive lo que nos-
otros tenemos en nuestra formación que es la condición de lo escrito de la monografía
y el escrito del informe de supervisión. Quiere decir que hay una función de lo escrito
y me acordé que en muchos casos se dice, para volver a la clínica que es la que trajo
Ana, que la función de lo escrito, en determinadas patologías, sirve de anclaje, de que-
dar anclado, como una función de estabilización en la psicosis, en ese sentido muy
parecida a la función de la pintura. Eso se establece claramente cuando se toma como
ejemplo a Dalí y a Joyce, fundamentalmente donde a la función de lo escrito se le ha
adjudicado un valor de estabilización.
Me pareció interesante hablar sobre esos distintos estilos que tienen diferentes in-
terlocutores, como los estilos de la escritura.
Marcos de soldati: Pensaba en ese desconcierto de no reconocerse plenamente en lo
que uno ha escrito, creo que eso es el valor de escribir también. Y lo relaciono con
aquello que hablaba Lucía del desprendimiento, porque al final lo que escribo no está
ahí y uno no está ahí al mismo tiempo, uno deja de estar ahí, empieza a circular de
otra manera. La otra cuestión es esto de las metáforas, porque me da la impresión de
que las metáforas están planteadas como algo negativo o con una connotación negativa,
yo creo que las metáforas son necesarias y que hay metáforas propias, hay metáforas
que uno asimila y que quizás la importancia no esté en la metáfora sino en algo ligado
a este compromiso de que esa metáfora esté al servicio de lo que uno quiere expresar.
También en psicoanálisis es importante pensar la diferencia con la ficción, en lo escrito
en la ficción narrativa el autor busca que haya verosimilitud, por más que sea un relato
fantástico, pero en psicoanálisis eso no debería orientarnos, la verosimilitud, sino algo
que tiene que ver con lo fidedigno, o sea, que tiene que ver con alguna verdad, no con
algo meramente verosímil. Entonces me acordé de una cosa que leí de Vargas Llosa
donde cuenta que para él la clave para dar verosimilitud a un relato con la que pensó
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una historia, es encontrar la voz del narrador, que eso en definitiva va a hacer que esa
historia sea creíble. Nosotros esa voz creo que la encontramos en muchas cosas, en el
análisis, etcétera, y no siempre aparece, creo que lo que nos permite ir descubriéndola
es ese desconcierto con lo que ya fue escrito.
Irene schijman: Quiero acotar que el espíritu de lo que escribimos con relación a la
metáfora tiene que ver con ampararse en metáforas de otros que pasan a ser nuestras
y no metáforas propias, porque creo que el surgimiento de una metáfora tiene que
ver con algo bien subjetivo. El espíritu de lo propuesto era no repetir sistemáticamente
metáforas de otros que se pueden hacer nuestras, no comprometernos nosotros mis-
mos con las metáfora del otro sino que las metáforas surjan de nosotros mismos.
Marcos de soldati: Ahí hay algo relacionado con la intimidad, de la intimidad de la
sesión y de la exposición de lo escrito. Ese paso no es sin alguna violencia y deja de
ser íntimo a partir del momento en que uno lo escribe y esa metáfora es justamente
necesaria para comunicarse con otros, que no son solamente ese otro del diario íntimo,
sino ese otro psicoanalista.
Julia Braun: Yo también percibía esto de la metáfora. No es solamente la metáfora de
otro, creo que aquí se refiere a la metáfora cristalizada.
carlos weisse: Por un lado tomaba lo de Ana, en relación a la escritura de un sueño.
Freud en La interpretación de los sueños escribía sus sueños y luego los interpretaba
como si ese sueño estuviera objetivado en el papel. Es decir, ahí aparece Freud como
lector de su propia escritura de su sueño, como si fuera una especie de progresión en
abismo, desde el punto de vista de las palabras. Esto también me hace pensar que
cuando uno escribe algo, no necesariamente de análisis, y deja lo que escribió durante
un tiempo, lo olvida y lo vuelve a tomar. Ahí ya es la posición de un lector, que permite
hacer una crítica de lo que uno escribió con mucha mayor objetividad, que no tiene
la finalidad inmediata de una producción. El otro aspecto que me parece importante
es cómo apropiarse del saber a través de la metáfora, estoy de acuerdo con lo que se
dijo de la metáfora cristalizada, pero también es cierto que una de las cosas primor-
diales para APA es que la producción sea una producción en nombre propio, es decir,
que haya producción en nombre propio, la mayor cantidad posible ¿Y qué implica
una producción en nombre propio? Muchas veces nosotros vemos reproducción de
teorías en donde se trata de colocar el palito en el agujerito de la teoría y donde hay
un uso forzado y, me parece, falso de la teoría, esto produce agrupamientos que además
generan discursos estereotipados. Entonces, el asunto de cómo se apropia uno del
saber o de las teorías implica toda una tarea de redefinición de la teoría. uno tiene
que poder redefinir desde uno y aclarar en qué sentido escribe sus términos para
poder transmitir algo de la experiencia propia que no puede dejar de estar en deuda
con la teoría, pero que además implica una posición absolutamente propia y personal
justamente de exposición.
Ana María viñoly: Creo que Carlos apunta a una cosa fundamental, que tiene que
ver con la metáfora cristalizada que tan bien sintetizó Julia. La cuestión es hablar en
nombre propio y no en nombre de los otros, que es lo que habíamos rescatado del
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Taller de escritura 897

texto de Lucía. El desasimiento del saber de los otros y el procesamiento necesario


para hacerlo propio. Entonces ya no es una metáfora cristalizada, sino que es una
nueva metáfora producto de lo que yo he podido hacer con todo eso. Willy Baranger
siempre decía: las ideas no son mías, a partir de que otro las toma pasan a ser de él.
susana Diringer: Algunas cosas en relación a la escritura. Creo que en la escritura
habría que dejar de copiar, de reproducir palabras; que hubiera una zona de indeter-
minación en la cual las palabras no se distingan, que haya un vacío en el lenguaje, que
desaparezca la lógica de lo presupuesto, que se produzca una zona de ambigüedad
entre dos presupuestos, que no se altere la última palabra, para eso es necesario privar
al lenguaje de toda referencia, que se conserve el carácter enigmático de la escritura
sin ser arbitrario, sin buscar justificaciones apresuradas, que haya percepciones mu-
tantes en lugar de compartimientos estancos o conceptos estancos. Abrir una zona
de indiscernibilidad entre el sí y el no, entre la aceptación y el rechazo. Entiendo, como
lo entienden otros autores, la escritura como algo viviente, donde escritura es lectura,
escritura es interpretación, es creación, no es una tumba de significados, no es letra
muerta, hay una resonancia interna y un reconocimiento externo.
Adriana vázquez: Me quedé pensando en el tema del deshacimiento que había traído
Lucía, si tiene que ver con un momento de desidentificación o si en realidad es cuando
uno más da cuenta de sus identificaciones, de qué significan esos autores para mí al
momento de escribir, para cada uno de nosotros, cuando nos hacemos autores y damos
cuenta de esas lecturas activas y de cómo esos espacios potenciales nos empujaron de
alguna manera a hacer una marca.
Laura Katz: Quería agregar un aporte a lo que hace a la escritura, específicamente en
lo que respecta al psicoanálisis. un aspecto que me parece importante subrayar es la
cuestión de lo universal y lo particular, sobre todo porque cuando uno intenta poner
en palabras algo que hace referencia a la clínica, intenta dar cuenta además de cues-
tiones que sobrepasan la singularidad para que tengan un alcance más general, más
universal, esto es un tema también en psicoanálisis, lo universal y lo particular, porque
son elementos con los cuales tenemos que trabajar. Leemos de lo singular pero eso a
la vez tiene que pasar a un nivel más general, o sea, que necesitamos para nuestro tra-
bajo tener elementos universales pero de lo particular, creo que esta relación univer-
sal-particular también es importante tenerla en cuenta a la hora de la escritura y a la
hora de la lectura también.
Gabriela Goldstein: uno podría decir escritura y escrituras. Escritura como idea de
todo lo que hablo y escrituras como la escritura científica, la escritura de un texto, la
escritura de una novela, de una monografía, las escrituras que escribimos los psico-
analistas y quizás la quintaesencia de lo que resume la estética de lo que se habló, la
forma y el contenido, que es la poética, como dijo Carlos, la poética y el nombre propio.
Por otro lado, en todo lo que se dijo, lo que dijo Leticia, quién es el sujeto, el que
escribe la obra, lo escrito también se convierte en otro sujeto, un sujeto que nos hace
participar. Lo que dijo Julia de la intimidad, estas cuestiones tienen que ver con ese
cuarto espacio del que habla Green, que se constituye en el espacio analítico, y por
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esto que los franceses llaman la mise en abyme, puesta en abismo, es la tarea funda-
mental tanto de la escritura como de la lectura, que es la cuestión del efecto subjeti-
vante, el efecto de subjetivación que promueve una lectura irrespetuosa y una escritura.
Depende de con qué escritura estemos alineados, pero siempre hay ese espacio, ese
malentendido que da lugar a la subjetivación.
Lucía Martinto de paschero: Estaba pensando en la singularidad del escribir, segu-
ramente no para todos es lo mismo escribir. Para mí escribir es un trabajo, necesito
hacerlo, como que hay una idea vaga en la cabeza, una cantidad de pensamientos y
esto me crea un profundo displacer, una especie de angustia flotante, no me doy cuenta
qué es … hasta que empieza a salir algo, que yo no sabía que estaba, no sabía que
existía, de la nada pasa a ser algo que me expresa y que me transforma, es decir, el es-
cribir tiene una función mutante, eso es lo que yo quería subrayar en la hoja que les
mandé. una función mutante es profundamente mutante de la teoría, aunque sea un
granito de arena, no importa, para el corpus teórico psicoanalítico. Cuando nosotros
nos desprendemos de todas aquellas metáforas cristalizadas y podemos largarnos a
ser nosotros mismos vamos a producir dos mutaciones, una en la teoría, porque algo
siempre vamos a agregar, modificar, corregir, vamos a ser solamente irrespetuosos,
me gustó mucho lo que mencionó Vicky, y entonces, al mismo tiempo, parece que
nos mutamos nosotros, no somos los mismos antes de escribir que después de escribir.
Por eso, repitiendo lo que dijeron otros colegas acá, cuando se dice “che, el trabajo
tuyo del año 2004, te invito”, “no, no tengo tiempo”, “vos tenés un trabajo publicado en
el ´98”, cuando me invitan a mí con esta consigna, yo digo, “mirá, qué se yo lo que dije
en el ’98”, seguramente que ese tema hoy me da vergüenza repetir lo mismo, me pro-
duce una vergüenza profunda, porque he leído mucho desde ese momento, he escu-
chado muchísimo, yo no podría decir las mismas cosas, tal vez alguna sí, pero pro-
fundamente modificadas. Este quizás sea el espíritu que uno debe imbuir a los
candidatos a la formación psicoanalítica, la función absolutamente trascendente que
tiene el que escriban, no solamente que escuchen, que lean, sino que hablen, que ya
es bastante lograr que hablen conceptualmente, que describan coloquialmente, tener
una lectura crítica sobre las lecturas, cada lectura despierta siempre una mirada crítica.
uno está cansado de escuchar lo cristalizado, lo dogmático, aquellas personas que se
esconden porque tienen miedo detrás de veinte mil citas que parecen ser muy enci-
clopédicas, haber leído muchísimo, pero que están escondiéndose todos los días vi-
sitando cualquier cantidad de autores detrás de los cuales no aparecen jamás ellos.
Por eso escribir es un trabajo doloroso, como decía Nietzsche; después de escribir
zaratustra, Nietzsche se puso en cama, se consideraba convaleciente, lo visitaban los
amigos y decía he parido un centauro, había sido un parto. Para muchos de nosotros
hay pequeños y grandes partos, pero es un esfuerzo transmutador de uno mismo.
eduardo Drucaroff: Quería referirme a un tipo especial de escritura, porque acá se
habló de la escritura de ficción, obviamente está la escritura del autor psicoanalítico
que quiere transmitir sus ideas y yo estaba pensado, motivado por el pequeño texto
que nos dieron ustedes, en la experiencia que muchos de nosotros tenemos, del escribir
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Taller de escritura 899

para transmitir, para dar una clase, en donde tenemos que tomar ideas de otros, pero
reescribirlas en nombre propio, como se dijo acá, si no, no tiene mucho sentido, algo
que vaya más allá de la mera repetición. Entonces tomé de las citas “fue solo en el in-
tento de anotarlo para comunicártelo que el asunto se me aclaró”… yo no diría por
completo, cuando uno necesita transmitir a otros y escribe algo es que se te empiezan
a aclarar las ideas, no hay mejor manera de estudiar un tema que tener que dar una
clase. La otra cita, “para ser analista necesito de los pacientes”, yo diría de mi mismo,
como paciente también, tanto como leer la escritura de los otros y en este caso agre-
guemos lo de escribir para transmitir, que es el tipo de experiencia que yo quería re-
marcar en este momento.
Ana María viñoly: Me parece interesante que Eduardo haya retomado la cita de
Marcelo Viñar, porque creo que es de una riqueza enorme cuando él dice la impres-
cindible solidaridad de los términos, ser analista, ser paciente, ser capaz de escribir,
porque pienso que allí está hablando de lo que implica el concepto de campo analítico.
La escritura es también eso, es un trabajo dentro del campo entre dos, la escritura
nunca es en solitario, creo, como dice Vicky, que hay una interrupción, un levantar
la cabeza, un continuar leyendo-escribiendo lo propio, pero lo propio es con el otro
en lo que nosotros llamamos campo analítico.
Leticia Glocer: Lucía y Eduardo plantearon algunas de las cosas que yo quería plantear,
en primer lugar el hecho de que la escritura es una de las patas de la transmisión tam-
bién y en ese sentido le agradecemos a Freud su escritura, el psicoanálisis hubiera sido
otro o no hubiera existido si Freud no hubiera escrito. Yo rescato el tema que planteaba
Vicky, la lectura irreverente, y en ese sentido la escritura necesita la lectura pero no
todos los lectores de psicoanálisis escriben ni tienen por qué escribir tampoco. Me
parece que la escritura también tiene que ser irreverente, es decir, si la escritura se
limita a transmitir algo que ya está, bueno, formaliza algo, pero me parece que, jus-
tamente lo que decía Lucía, y que un poco está acá, hacia dónde nos lleva el caballo.
La experiencia que tengo es que cuando empiezo a escribir yo tengo una idea, pero
siempre aparecen cosas mientras voy escribiendo y esas cosas que aparecen indican
entonces que la escritura en ese sentido también es irreverente y creo que esto es es-
cribir en nombre propio. Por supuesto que en psicoanálisis uno puede escribir tipo
ensayo o puede escribir desde la clínica y son cosas diferentes, Freud también lo hizo,
porque Freud cuando escribió la teoría de las pulsiones dijo que era algo muy espe-
culativo pero necesario teóricamente para poder estructurar la teoría y cuando escribe
desde la clínica es otra cosa, pero bueno, estamos en eso, tenemos que abarcar por lo
menos esas dos vertientes.
Alberto stisman: Yo diría que lo que escribimos como psicoanalistas, más aún si es-
cribimos desde la clínica, es una coautoría con los pacientes, nosotros primero somos
quienes escuchamos y lectores de esa escucha, es decir, estamos escribiendo en la me-
dida que hay un autor, un primer autor, hay coautor, sobre eso escuchamos y escribimos
y después tendremos un lector de eso que escribimos. Entonces, la diferencia con los
escritores de ficción es que llegado un momento el personaje es el que lleva al escritor,
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900 Revista de Psicoanálisis l Tomo LXX l Nº 4 l 2013

yo pensaba que también en los escritos nuestros tenemos un personaje que por ahí
es el inconsciente del paciente, el inconsciente que surge en el campo analítico, en la
relación transferencial-contratransferencial, ahí también hay un personaje que nos
va guiando. Yo me acordaba de algo que no tiene que ver justamente con lo escrito,
pero cuando vino Roussillon aquí, en base a los casos que había presentado, pensaba
que seguro que eran pacientes de 4 o 5 sesiones por semana y cuando le pregunté me
dijo a medida, es decir, el paciente también está definiendo un poco aquello sobre lo
cual nosotros después podemos teorizar y escribir.
Marcos de soldati: Pensaba en otro aspecto que me parece valioso de la experiencia
de escribir, no en este caso de la experiencia de escribir acerca de nuestra clínica o
por la experiencia de escribir teoría psicoanalítica, sino de escribir por placer o de es-
cribir ficciones. En ese sentido no considero que sea imprescindible ni necesario que
un psicoanalista lo haga, pero sí creo que es propedéutico de la escucha, creo que es-
cribir, meternos con las palabras, con la sintaxis, nos enseña a escuchar, nos sensibiliza
a la polisemia del lenguaje, a percibir las repeticiones de otra manera, incluso la trans-
ferencia o el hecho de pensar la ficción, también a entender aquello ficticio de todo
discurso. Quería señalar esto porque en la experiencia que tuvimos en candidatos, en
el claustro, además de trabajar otro tipo de escritura, me parece que incidió más en
la escucha que quizás en el hecho de dar testimonio escrito y una transmisión de nues-
tra práctica clínica.
Fernando weissmann: Quería recordar que en el Instituto hay una subcomisión que
se dedica justamente a taller de escritura. Evolutivamente nosotros tenemos primero la
palabra escuchada, luego la palabra dicha, hablada y por último la palabra escrita, la
que llega al final desde el punto de vista genético, primero escuchamos, después hablamos
y después escribimos, inclusive cuando estudiamos un idioma sucede eso. Sería impor-
tante si también vinculamos esto con el olvido y la memoria, la palabra oral, ya sea es-
cuchada o dicha, es factible de ser olvidada, la palabra escrita no, y tiene como una
especie de antiolvido, como preservación de la memoria. una vez que está escrita la pa-
labra permanece después de producir vergüenza, nos puede inhibir pensar que va a per-
durar. Fíjense cuando nosotros leemos, por ejemplo, las cartas que Freud le mandó a
Martha Bernays, las cartas amorosas, supongo que él pensaría que esas cartas iban a ser
leídas 100 años después, o no, no sé si le daba vergüenza o no. Y después pensaba en la
época de los egipcios donde justamente tenía que perdurar la palabra escrita y perdurar
por los siglos. Y después pensaba qué distinto es esto de la palabra escrita, para nosotros
psicoanalistas, cuando escribimos para una monografía, un informe de supervisión, un
trabajo para un simposio, un trabajo para un congreso, que cuando escribimos un libro,
es algo muy importante la cuestión del libro, me animaría a decir ¿No habrá el deseo
de perdurar? ¿De ser un poquito inmortales a través de un libro?
perla sawicky: Yo formo parte de esta comisión y nosotros tuvimos que cristalizar el
uso de la palabra adrede, tuvimos que cristalizar un trabajo para que sirva como in-
troducción a esta discusión. Ese trabajo se cristalizó en función de otras discusiones
entre nosotros y otras reuniones que fuimos teniendo. Este trabajo ¿era lo que nosotros
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Taller de escritura 901

íbamos pensando? En parte sí, en parte solo la cristalización de lo que íbamos pensando.
Tengo la impresión que esto es la escritura, o sea, que la escritura no es solo el momento
de escribirlo, no es solamente el momento de leerlo ¿Es el momento de compartirlo?
Metáfora… todo muy lindo, pero yo voy a hablar de buena o mala fe. Cuando uno hace
las cosas con buena fe, para realmente transmitir, para aclararse, porque lo necesita, si
se hace con buena fe surgen estas cosas y de estas cosas surgen más cosas.
José Luis valls: Dos cosas, trabajar un autor es creativo, no es repetirlo. En filosofía
los filósofos trabajan discutiendo o exponiendo el pensamiento del filósofo contrario,
por lo tanto nosotros podemos hacer lo mismo, esto lo hago defendiendo a los que
trabajan a un autor, no que usan al autor para después dejarlo de lado. Otro punto es
poner en tela de juicio la diferencia entre ficción y ciencia, ciencia aunque sea humana,
lo pongo en tela de juicio. Yo estudio con un profesor de literatura porque me gusta
escribir, entonces estudio con él cómo escribir, pero no suelo escribir ficción y a veces
le voy a leer mis escritos psicoanalíticos. La última vez, se acuerdan la discusión sobre
el paciente de M’uzan, que era una perversión… quedó fascinado con la perversión
y él tiene una revista de literatura, me dijo esto es una joya y lo publicó como un escrito
literario, era un ensayo psicoanalítico, es más él me dice yo escribo novelas y él me
dice tu primer novela es el diccionario y me compara con Macedonio Fernández.
rodolfo Urribarri: No hay posibilidad de escritura sin lectura, por lo general los que
escriben leen. La otra cosa que me llamó mucho la atención también es como los gran-
des autores, por eso los clásicos se transformaron en clásicos, describieron situaciones
que son casi tratados de psicopatología, algunas cosas de Shakespeare y otros autores.
Esto me llevó a armar para el año que viene algo sobre escritura, adolescencia y psi-
coanálisis, con algunos autores argentinos y cuentos cortos muy interesantes. Esos
escritores logran definir situaciones que a nosotros nos ha costado años de historia
teórica poder definir. Y una escritora me decía que, como son varios textos cortos,
los usan los profesores de literatura para que los chicos lean y muchas veces los llaman
del colegio para hablar del tema. Lo interesante es lo que plantean los jóvenes, por
qué pusiste un personaje así, por qué no mataste aquel, lo ataste, por qué no hiciste
tal cosa, aparece una reescritura de los lectores, que es un tema sensacional para re-
pensar cómo es leído lo que uno escribe.

DescrIptores: ESCRITuRA / SuJETO / OTRO / PALABRA / METÁFORA / LECTuRA / IDEA /


TRANSMISIóN / CLÍNICA
KeyworDs: WRITING / SuBJECT / OTHER / WORD / METAPHOR / READING / IDEA /
TRANSMISSION / CLINIC
pALAvrAs-chAves: ESCRITuRA / SuJEITO / OuTRO / PALAVRA / METÁFORA / LEITuRA / IDEIA /
TRAMSMISSãO / CLÍNICA
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La institución y la formación en APA


Una nueva herramienta: los cursos virtuales

Marta R. de Mellicovsky; Azucena Tramontano; Alberto Stisman1

Como integrantes de la Comisión de los Cursos virtuales de APA intentamos ela-


borar en este trabajo una experiencia institucional que implicó la inclusión de las nue-
vas tecnologías en la transmisión del Psicoanálisis.
Al respecto, es importante recordar lo que nos plantea M. Baranger (2003): ¨…se
debe tener en cuenta las condiciones socioculturales en las cuales se inserta [el
Psicoanálisis], y ante todo, no olvidar la evolución misma de la disciplina” (p. 1043).
Es necesaria una inserción en la cultura, en la sociedad y en la comunidad que
aloja la institución psicoanalítica.
En ese sentido, los cursos virtuales cumplen una tarea importante en cuanto a la
posibilidad de extender el pensamiento de la Asociación Psicoanalítica Argentina al
interior del país y al resto del mundo.
Consecuentes con nuestro propósito, tengamos presente lo que señala Cantú (2012):
“…consideramos las “nuevas tecnologías” como objetos socialmente instituídos…
que constituyen una de las ofertas sociales más ampliamente investidas por los jóvenes
y nos ofrecen una oportunidad valiosa para interrogarnos acerca de los procesos de
investimiento” (p. 275).
Asimismo no podemos dejar de reconocer el alcance que tiene Internet como
medio para ampliar la comunicación y el “encuentro social virtual”, siendo que se
instaló en la cultura de manera irrefrenable aparejando con ello una experiencia que,
a pesar de su ajenidad, nos es propia.
Sahovaler de Litvinoff (2007) refiere que “…a través del crecimiento de las ciencias
y las tecnologías… podemos estar en varios lugares a una velocidad inmedible, sin
tramitación de espera” (p. 748). Clara diferencia con el transcurrir del Psicoanálisis,
en cuanto a los tiempos de la transmisión y de elaboración en la experiencia analítica,
tanto desde el lugar del analista como desde el lugar del analizando.
No obstante, rescatemos lo que nos señala como relativa semejanza:

El tratamiento analítico transcurre en un espacio que podríamos considerar vir-


tual, el padecimiento del paciente se “escenifica” en la relación transferencial con el

1. martamelli@gmail.com / Miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina; atramontano@fibertel.com.ar


/ Miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina; albertostisman@gmail.com / Miembro de la Asociación
Psicoanalítica Argentina
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904 Revista de Psicoanálisis l Tomo LXX l Nº 4 l 2013

analista donde los afectos, como siempre, son reales, pero la distancia de una mirada
que recorre e indaga el suceso permite entrar y salir, ensayar e introducir cambios
(p. 741).

Cómo se define virtual: proviene del latín virtus que alude a la fuerza, virtud o vo-
luntad para realizar un trabajo aunque no se lo realice… algo aparente que no es real.
También virtual es todo aquello que tiene virtud para producir un efecto, aunque
no lo produce de presente, frecuentemente en oposición a efectivo o real.
El modo en que empleamos virtual, al hacer referencia a los cursos virtuales, no
concuerda con estas definiciones. Salvo que consideremos que se trata de una virtud,
para realizar un trabajo de transmisión que es efectivo, que es real, en el presente o
futuro, y que su opuesto es lo presencial.
Las modalidades culturales de la época nos obligan a incorporar las nuevas tec-
nologías como herramientas de comunicación. Son otras formas de transmisión
del psicoanálisis, otros recursos para que la palabra del psicoanálisis siga mode-
lándose acorde al momento histórico que estamos transitando. Otra experiencia
que al decir de Heidegger muestra que “Algo nos acaece, nos alcanza, nos tumba
y nos transforma” (en Milone, 1990, p. 143). Ello implica una posición pasiva, pero
también receptiva.
De tal modo fue gestándose en APA esta experiencia extraña a nuestra ciencia
pero en crecimiento en la cultura. Algo similar a lo que nuestros pioneros encontraron
en el camino, cuando desde la medicina surgió la escena del inconciente: para ese en-
tonces era tan virtual como lo es para la actualidad estar online, manejando varias es-
cenas en simultáneo o siendo manejados por ellas.
En APA, en esta última década, somos nosotros los pioneros de una nueva ex-
periencia, realizándola fuimos tratando de significarla. La realidad fue ofreciendo
los estímulos que pujaron para encontrar nuevas expresiones y para transitarlas.
Nos dejamos abordar por las circunstancias de nuestro tiempo y fuimos dando
pasos…“un obtener algo en el caminar, alcanzar algo caminando en un camino”.
De tal modo que hacer esta experiencia devino en incursionar en la virtualidad,
significó que “... aquello mismo hacia donde llegamos caminando para alcanzarlo
nos demanda, nos toca y nos requiere en tanto que nos transforma” (en Milone,
1990, p. 159).
Este fue y es el desafío: poder transitar sin prejuicios nuevas formas y correlatos
entre las realidades epocales y nuestra ciencia; incluirnos en otros ámbitos que reciben
el nombre de cursos virtuales y que se dictan vía internet; soportar la clara diferencia
entre lo presencial y lo virtual e intentar sostener un Psicoanálisis que implique un
continuo movimiento de búsqueda y de experiencias. Consideramos que, aún sin pre-
sencia, hay actividad y que por lo tanto no es ausencia, produciéndose un intercambio
de ideas que dan lugar a nuevas representaciones y que por ello los participantes (do-
centes y cursantes) quedan involucrados.
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Cursos virtuales 905

¿cómo integramos esta forma particular de transmisión?

Nuestra institución siempre ha tenido como objetivo transmitir, difundir y pro-


fundizar la investigación y el conocimiento psicoanalítico. Tiene una identidad propia,
que le ha otorgado un profundo sentido de pertenencia a sus colegas en formación.
A través de la formación intenta transmitir las convicciones psicoanalíticas funda-
mentales que nos han reunido a través del estudio de la teoría, la técnica y la clínica.
Asimismo, sabemos que el Psicoanálisis tiene características que lo diferencian de
otras disciplinas. Necesitamos puntualizar el distingo entre formación e información.
El Instituto de Psicoanálisis de APA Ángel Garma, siguiendo las pautas reglamen-
tarias de la IPA, ha formado psicoanalistas y continúa haciéndolo; brinda una forma-
ción caracterizada por el reconocido trípode, que incluye además de los seminarios,
el análisis personal y las supervisiones de la práctica clínica.
El producto es algo que se va configurando en función de una permanente resig-
nificación, que a su vez va generando diferentes sentidos. No queda entonces como
palabras muertas, como ideas o conceptos congelados. Es un proceso dinámico que
compromete la presencia y responsabiliza en una práctica de alcances sin fin. Incluye
procesos que se desarrollan en un tiempo de experiencias diversas.
Por otro lado, también con el propósito de instruir acerca de los conocimientos
teóricos, clínicos y técnicos, consideramos un tipo de transmisión que tiene carácter
sólo informativo, más acorde con un modelo universitario, ligado a la educación. Tal
es así que el trípode no se plantea como requisito, de modo que el análisis personal,
como la supervisión, parecen términos que, paradójicamente, se presentan como vir-
tuales para quienes no los transitan.
Estas modalidades han convivido en APA, la una en la formación de psicoanalistas
en el Instituto Ángel Garma, la otra en los cursos que han sido organizados por dis-
tintos Estamentos o Comisiones de la Institución. De tal modo el Centro Racker, el
Centro de Formación y actualmente el Centro de Estudios presentan cursos que mues-
tran el caudal inagotable de la pluralidad que sostiene la institución.
La transmisión del psicoanálisis sigue siendo tema de trabajo y discusión entre los
analistas de todo el mundo. Está siempre en el “ojo de la tormenta” (Revista
Latinoamericana de Psicoanálisis-Calibán, 2012). Cómo formar psicoanalistas idóneos
es un punto central en esta discusión y los cursos virtuales no son ajenos a estas cues-
tiones. Como ya señalamos, reconocemos una línea que delimita lo universitario y la
transmisión propiamente dicha. Sin embargo, esta modalidad que intenta mantener
vigente el Psicoanálisis en otras partes del mundo es parte de la institución y surge
del producto elaborativo de los dictantes que han realizado toda la formación en el
Instituto. Puede ser considerada como un intermedio entre la formación propiamente
dicha y la universitaria. No responde a ningún programa curricular, no suma puntaje,
ni da diplomas. Es solo el intento de mantener la lógica de ser abordados por esta
nueva experiencia de encuentro para hablar de Psicoanálisis dentro del contexto irre-
frenable de la web.
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906 Revista de Psicoanálisis l Tomo LXX l Nº 4 l 2013

Pero debemos destacar su particularidad en la medida que conforman un encuadre


diferente, una cierta transicionalidad, cuya efectividad está condicionada por las ca-
racterísticas personales tales como el insight y la capacidad simbólica de quienes re-
curren a ellos.
Acorde con el mundo en evolución entendemos que estos nuevos recursos tecno-
lógicos presentan una serie de ventajas que es importante considerar.
La educación a distancia (así llamada en otras disciplinas) se caracteriza por la fle-
xibilidad de sus horarios, pues quien está cursando organiza su tiempo de estudio
acorde con sus posibilidades y necesidades. La “atemporalidad del Inconciente” tiene
vigencia en la transmisión del Psicoanálisis a distancia, dado que las intervenciones
del cursante y del docente son asincrónicas, es decir en tiempos distintos. Luego, el
objetivo se logra en la medida en que las huellas que se van inscribiendo deriven en
la deseada acción específica, el aprendizaje.
Al examinar cuáles son los posibles efectos derivados de la transmisión sin la pre-
sencia de los docentes y de los restantes cursantes es necesario considerar una variante,
según sea factible la imagen o estén privados de ella.
En este último caso, la limitación de la percepción estimula el desarrollo de lo re-
presentativo, adquiriendo prevalencia lo imaginario sobre lo “real”. Aunque el cursante
no perciba el cuerpo de los otros en su encuentro solitario con la computadora, nos
preguntamos si los presentifica de algún modo. Sostenemos que esto es posible por
el despliegue de fantasías puesto en juego y que, en consecuencia, esto podría generar
distintos tipos de transferencia.
Resulta significativo que la transmisión del Psicoanálisis sigue el recorrido que ha
tenido la práctica del análisis a distancia, que si bien comenzó por teléfono, actualmente
emplea los medios tecnológicos, a veces incluyendo el video, medios de los cuales se
apropiaron los cursos virtual.
Desde otra perspectiva, podemos plantearnos cuál es el objeto sobre el que se
transfiere. Puede ser la institución psicoanalítica, el docente que participa de un curso,
sin dejar de lado las posibles transferencias preexistentes. La transferencia así esta-
blecida seguramente tiene su base en el acuerdo con la ideología de la institución, su
prestigio, reconocimiento académico, como así también su tradición cultural.
También consideramos la transferencia sobre la palabra o discurso del docente:
dónde “hinca el diente”, qué resonancia conciente e inconciente produce el texto de
cada clase.
La transferencia del cursante con la Institución podrá verse fortalecida por la re-
lación que pueda establecer con los docentes, quizás en particular con alguno de ellos,
a pesar de la distancia geográfica.
Esta distancia se ve superada en tanto que los cursantes que residen en lugares muy
lejanos pueden aprovechar la enseñanza y a la vez mantener una comunicación y
elaboración compartida con el docente y demás cursantes a través de los foros de
intercambio.
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Cursos virtuales 907

¿Qué fue dejando en su paso la experiencia?

un crecimiento sostenido que fomenta el intercambio entre colegas de Capital,


Interior y del Exterior del País a partir del 2006, experiencia que en función de la res-
puesta favorable de los inscriptos ha dado lugar a que se fueran incrementando el nú-
mero de cursos ofrecidos que abarcan a la vez diversas temáticas.
Así, comenzando por los conceptos y pilares básicos que sostienen la estructura
del psicoanálisis, se pasó por el desafío de profundizar en las expresiones de la sexua-
lidad en la actualidad, investigando sobre neosexualidades, transexualismo, homo-
parentalidad, nuevas parentalidades y gestaciones, como así también funciones pa-
ternas y maternas diversas. Se incursionó, además, en las concepciones psicoanalíticas
de las afecciones somáticas, así como en todas aquellas manifestaciones en las que,
de un modo u otro, el cuerpo está afectado.
Se abordaron, asimismo, las neurosis de transferencia, las patologías narcisistas,
y los cuadros que constituyen hoy día, y cada vez con más frecuencia, las problemáticas
actuales del Psicoanálisis, dado que la mayoría de los análisis transcurren en un espacio
de frontera, que confrontan al analista con problemáticas que si bien durante mucho
tiempo quedaron fuera de su ámbito de acción, ahora no puede sino intentar com-
prender para poder seguir operando terapéuticamente.
También temas de notorio interés actual, como la vida amorosa, la violencia y las
familias del siglo XXI, considerando no sólo las problemáticas de los adultos, sino,
también el Psicoanálisis con niños hoy, además de tener presente la depresión en la
infancia y en la adolescencia.
La importancia de la persona y la presencia del analista constituyen, junto a las
implementaciones técnicas, aspectos muy significativos para considerar en los análisis
actuales.
Los docentes que dictan estos cursos responden a distintos esquemas referenciales
que representan a APA en cuanto al pluralismo teórico-clínico que la caracteriza. De
tal forma se expresan las singularidades que anidan en el Pensamiento Psicoanalítico
Actual, sin que se constituyan relaciones de poder en función de la prevalencia de un
esquema sobre otro, favoreciendo a la vez la creatividad.

Algunas dificultades

Los psicoanalistas somos sujetos de nuestra época. Tratándose de una actividad


que involucra a la Institución no podían faltar vaivenes e interferencias acerca de lo
nuevo y su aceptación.
Las resistencias, amigas inefables de todo acercamiento a lo nuevo, fueron motivo
de una práctica que por momentos parecía imposible. Incorporar los nuevos recursos
informáticos no ha resultado fácil y como es de esperar aparece el padecimiento. No
todos los colegas están interiorizados en el manejo de las computadoras, se rehúsan a
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908 Revista de Psicoanálisis l Tomo LXX l Nº 4 l 2013

incluirse, configurando una especie de tecnofobia. Otros se atreven tibiamente y van


realizando una experiencia tenue, que a veces se muestra como descalificación a la tarea.
Paralelamente, y faltando la interacción social presencial, la comunicación se limita
y deriva en una desmotivación del cursante que exige una participación activa de los
coordinadores y algunos docentes. Quien cursa, por su lado, puede estar en posición
activa, pasiva o demandante, estableciendo o repitiendo vínculos primarios, que a
veces empobrecen la tarea. Aquellos que participan en los foros siempre tienen una
fantasía determinada de lo que dan y reciben que no siempre es satisfecha en la es-
trechez de una comunicación que es limitada y escasa.
Si el intercambio directo de experiencias en los foros es superador de los obstáculos
se consiguen productivas elaboraciones conceptuales y buenos vínculos transferen-
ciales. De modo tal que dicho intercambio se torna fructífero a través de preguntas
y aportes que son compartidos por todos.
Más allá de que estos métodos se adopten o se desestimen entendemos que son
un aporte muy valioso para transmitir la importancia de los conocimientos psicoa-
nalíticos, como un modo siempre vigente para la investigación del psiquismo humano
y el enorme valor del Psicoanálisis como recurso terapéutico.
Esperamos asimismo que al proponer estos métodos no estemos contribuyendo
al incremento de la adicción a la computadora, a la tecnofilia, con un uso estereotipado
y defensivo de estas tecnologías. Pensamos, por lo contrario, que en el espíritu de
abordar estas nuevas herramientas se ha ido configurando un nuevo modo de transitar
una experiencia de formación e intercambio.
Para la cual es necesario el espacio de separación que media entre contacto y con-
tacto, entre cada participación en el foro y el momento en que se produce el encuentro
con el Otro.
Es interesante tener presente lo que plantea Noemí L. de Canteros (2000) con relación
al tema:

La realidad y los espacios virtuales pueden implementarse como un nuevo recurso para
que el sujeto se adueñe de experiencias irrealizables en el mundo real, recurso para
manejar la complejidad. Se puede también implementar al servicio de que la subjetividad
se objetalice en una adicción a programas ajenos, alejando al sujeto cada vez más de
su dimensión subjetiva (p. 616).

Tomamos la experiencia de realizar un curso como un espacio acotado como un


recurso más para que los analistas que pertenecen a la institución puedan seguir el
camino de la difusión de sus ideas, que puedan relacionarse con los jóvenes de la
época que recurren a sus instrumentos y facilitaciones para el conocimiento, que pue-
dan, con todo el rigor conceptual que les da la formación en el Instituto Ángel Garma,
hacer un aporte a un medio que lo recibirá para dicha difusión. No se trata de una
banalización de nuestro método, es solo uno de los tantos caminos que abre la actua-
lidad para una mejor conexión entre generaciones.
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Cursos virtuales 909

Nuestro objetivo plantea un desafío para una Institución siempre en crecimiento.


Es una acción, una experiencia compartida que instituye acciones diversas en la
Institución, dando paso a recorrer un camino donde la única verdad es la que adviene,
en una adecuación continua a las condiciones de la época.

resumen

Las nuevas tecnologías nos ofrecen la posibilidad de instrumentar otras formas de trans-
misión del Psicoanálisis. Los cursos virtuales son una herramienta para lograr este propósito.
El presente trabajo es el testimonio del desarrollo de los cursos virtuales en APA y su interjuego
entre la formación clásica y la posibilidad de ajustarnos a los requerimientos de la época.
Intentamos dar cuenta de una experiencia que fue llevada a cabo lenta y paulatinamente para
hacer coincidir la difusión de los conocimientos psicoanalíticos en el marco de los programas
actuales que se desarrollan en la web. A partir de la experiencia compartida entre los cursantes
del interior del país y del resto del mundo con los miembros de la institución mostramos un
intercambio fructífero que refleja el pensamiento que anida en nuestra institución. Sostenemos
que estos cursos son una manera adecuada de mantener vivo dicho pensamiento y presentamos
algunas ideas preliminares que irán marcando un desarrollo conceptual posterior.
Se incluyen las dificultades y aciertos de la herramienta, como así también, el lugar que
podría ocupar en el futuro como parte de métodos que se ajusten a los nuevos desafíos que
plantean las generaciones actuales.

DescrIptores: LO VIRTuAL / ENSEñANzA / INSTITuCIóN PSICOANALÍTICA/ TRANSMISIóN / FORMACIóN


PSICOANALÍTICA / INTERNET

summary
the institution and training in ApA
A new tool: online courses

New technologies offer us the opportunity to implement other forms of dissemination of


psychoanalysis. The online courses are a tool to achieve this purpose.
This work is testimony to the development of virtual courses in APA, and the relationship
between classical training and the ability to adjust to the requirements of the time. We tried
to account for an experience that was carried out slowly and gradually to match the spread
of psychoanalytic knowledge in the context of current online programs. From the shared
experience between the students within the country and around the world, with members of
the institution we show a fruitful exchange that reflects the thinking that lies at our institution.
We argue that these courses are a convenient way to keep alive that thought and present some
ideas that will be marking a conceptual development in the future.
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910 Revista de Psicoanálisis l Tomo LXX l Nº 4 l 2013

The difficulties and successes of the tool, as well , which could take place in the future as
part of methods that meet the new challenges posed by current generations are included.

KeyworDs: VIRTuAL / EDuCATION / PSYCHOANALYTICAL INSTITuTION / TRANSMISSION /


TRANSFER / PSYCHOANALYTICAL TRAINING / INTERNET

resumo
A instituição e treinamento em ApA
Uma nova ferramenta: cursos on-line

As novas tecnologias oferecem-nos a possibilidade de instrumentar outras formas de


transmissão do Psicoanálisis. Os cursos virtuais são uma ferramenta para conseguir este propósito.
O presente trabalho é o depoimento do desenvolvimento dos cursos virtuais em APA, e seu
interjuego entre a formação clássica e a possibilidade de ajustar-nos aos requerimentos da época.
Tentamos dar conta de uma experiência que foi levada a cabo lenta e paulatinamente para fazer
coincidir a difusão dos conhecimentos psicoanalíticos, no marco dos programas atuais que se
desenvolvem no site. A partir da experiência compartilhada entre os cursantes do interior do
país e do resto do mundo, com os membros da instituição, mostrámos um intercâmbio
fructífero que reflete o pensamento que aninha em nossa instituição. Sustentamos que estes
cursos são uma maneira adequada de manter vivo dito pensamento e apresentamos algumas
ideias preliminares que irão marcando um desenvolvimento conceitual posterior.
Incluem-se as dificuldades e aciertos da ferramenta, como assim também, o lugar que
poderia ocupar no futuro como parte de métodos que se ajustem aos novos desafios que
propõem as gerações atuais.

pALAvrAs-chAves: O VIRTuAL / INSTRuçãO / INSTITuIçãO PSICOANALÍTICA / TRANSMISSãO /


TRANSFERêNCIA / FORMAçãO PSICOANALÍTICA / INTERNET

Bibliografía

Baranger, M. (2003). Formación psicoanalítica. La reforma del 74 treinta años después. Revista
de Psicoanálisis. LX, 4, Buenos Aires.
Cantú G. (2012). Los usos de las nuevas tecnologías: notas para un análisis metapsicológico.
Revista Psicoanálisis, XXXIV, 2, Buenos Aires.
Lutsgarten de Canteros, N. (2000). Virtualidad y transicionalidad. Revista de Psicoanálisis, LVII. 3/4.
Milone, G. (2013). Ausencia de Dios- Lo sagrado en el pensamiento y la poesía , Buenos Aires, Biblos.
Revista Caliban, X, 1, Sao Paulo, Federación Psicoanalítica de América Latina, 2012.
Sahovaler de Litvinoff, D. (2007). Realidad virtual e inconsciente. Revista de Psicoanálisis,
LXIV, 4, Buenos Aires.
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911

Taller de la Comisión de Formación Permanente en


el Ll Simposium, XLl Congreso, Noviembre 2013
Comisión de Formación Permanente: Emilse Cardozo, Natacha Delgado, Beatriz
Gardey, Monica Hamra, Victoria Korín (coord.) Marcos de Soldati, Daniel Schmukler.1

participaron: Alberto Cabral, Jorge Canteros, Liliana De Nicola, Abel Fainstein, Gabriela
Goldstein, Juan Jose Goldemberg, Laura Katz, Cristina Rosas de Salas, Adriana Sorrentini,
Ricardo Spector, Juan Carlos Suarez, Arnaldo Smola, Raul Tebaldi, Marcelo Toyos, Analia
Wald, Fernando Weissmann.

cómo enseñar psicoanálisis como psicoanalistas

Iniciamos el taller del simposio con la lectura de algunas ideas de nuestra comisión
surgidas a partir del taller realizado en el mes de octubre sobre la formación analítica
en la institución.
una de las preguntas que se había debatido con intensidad en el taller de octubre
fue cómo enseñar psicoanálisis como psicoanalistas, pregunta que fue válida para al-
gunos pero no para otros. Algunos consideraban que esa enseñanza no tiene especi-
ficidad propia, es decir que no habría diferencias entre la enseñanza de la teoría psi-
coanalítica y la de otras teorías. Para aquellos que sí pensaban que hay diferencias el
argumento al que recurrían es el de la diferencia entre enseñanza y transmisión. De
una de las afirmaciones, “la enseñanza está más del lado de los seminarios” se des-
prendía la idea de que el psicoanálisis se enseña como cualquier otra disciplina sin la
mediación de marcas propias.
Hubo en la discusión cierto énfasis en señalar la diferencia entre la preocupación
por el texto y la preocupación por la forma en la que el enseñante se apropia del texto,
vale decir, la diferencia entre una dimensión estrictamente bibliográfica de otra que
hace pie del lado de la transmisión. Consideramos que esta posición no tomaba su-
ficientemente en cuenta lo que ocurre en la dimensión estrictamente bibliográfica, o
sea, en la lectura, en las operaciones psicoanalíticas que allí pueden llevarse a cabo.
¿Acaso en la dimensión “estrictamente bibliográfica” no están en juego los modos en
que cada uno se apropia del texto?, ¿no es esa separación artificial?

1. emilsecardozo@fibertel.com.ar / Asociación Psicoanalítica Argentina; natachajdelgado@gmail.com /


Asociación Psicoanalítica Argentina; beagardey@gmail.com / Asociación Psicoanalítica Argentina, mham-
ra@hotmail.com /Asociación Psicoanalítica Argentina; victoriakorin@gmail.com / Asociación Psicoanalítica
Argentina / marcosdesoldati@gmail.com / Asociación Psicoanalítica Argentina; dschmukler@fibertel.com.ar
/ Asociación Psicoanalítica Argentina
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912 Revista de Psicoanálisis l Tomo LXX l Nº 4 l 2013

En el taller también se planteó la existencia de un tiempo previo al de la transmisión,


el tiempo de la enseñanza. En esta concepción cuando se piensa que hay marcas propias
en la enseñanza del psicoanálisis de todas formas se ubica un tiempo sin diferencias,
un tiempo desprovisto de esas marcas .
Si bien el análisis es la via regia al pensamiento psicoanalítico, ¿puede serlo también
la teoría transmitida por un psicoanalista? De entre los autores que abordan el tema
– Barthes, Blanchot, Pontalis, Roberts, entre otros – se mencionó a Laplanche, quién
destaca dos aspectos de la enseñanza: que dé cuenta de las categorías temporales des-
cubiertas por el psicoanálisis – como la repetición, el après-coup – y que sea inter-
pretativa. Esto conduciría a una suerte de desestructuración de los contenidos a trans-
mitir o, dicho de otro modo, a desarmar los anillos representacionales en juego para
que otros se armen. Leer sería aquí deshacer un orden, deshacer la continuidad dada;
una conmoción. Podemos pensar aquí un intento de ubicar las marcas propias de la
lectura y la enseñanza en psicoanálisis. una enseñanza que, al ser interpretativa, le
hace preguntas al texto que son respondidas dentro de ese mismo texto sin apelar a
un saber extratextual y que realiza las operaciones que son propias de lo inconsciente.
un modo de estar más encaminados en el trabajo del análisis, de volver más solidaria
la relación entre lectura y práctica analítica.
La propuesta de otra de las intervenciones fue la de señalar que la particularidad
en la enseñanza del psicoanálisis reside en el establecimiento de una suerte de “en-
cuadre analítico”. En este planteo del encuadre analítico fue considerada también la
transferencia con el texto en cuestión, el suponerle al texto un saber que no se enuncia
con proposiciones de carácter general sino con las palabras que les son propias.
También se puso el acento en la idea de la posición del lector, posición que podría
pasar de lector a autor, implicando así un cambio en la posición subjetiva. ¿Dicha
posición subjetiva se relacionaría esencialmente sólo con el análisis? ¿Cómo inter-
viene la lectura en relación a los cambios de posición subjetiva? ¿Qué efectos tiene
la lectura? ¿Tiene efectos?
La pregunta que estos dos talleres intentaron proponer es si la enseñanza del psi-
coanálisis tiene o no marcas propias, marcas como efecto de una lectura con reglas
propias derivadas de la estructura de lo inconsciente. La posición subjetiva en juego
se alcanzaría en las operaciones que el lector realiza en esa lectura. Si la enseñanza
tiene marcas propias en base a ellas sería posible hacer un diseño tanto de los semi-
narios para Instituto como de la actividad científica.
¿A qué debería aspirar la enseñanza? A transmitir la lectura que el psicoanálisis
hace posible.

Intervenciones en el taller

La dinámica de estos encuentros en los cuales las reflexiones y el intercambio de


ideas no conllevan el orden o la secuencia expositiva de un texto hacen difícil la tarea
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Formación permanente 913

de trasladar algo de lo que allí ocurre con la legibilidad propia de un trabajo escrito.
Intentaremos reflejar en parte esos talleres con las inevitables contradicciones y di-
gresiones que va tejiendo un trabajo en común. A veces los pensamientos que se sus-
citan en los participantes a partir de una intervención se disparan hacia diferentes di-
mensiones interpretativas, algunas metafóricas, otras más literales, como lo ocurrido,
por ejemplo, en torno al término “mostración”.
En el taller del simposium en el mes de noviembre, tras la lectura de lo recabado
en el taller de octubre al que previamente aludimos, la discusión se abrió en torno a
la especificidad de la lectura en psicoanálisis con la opinión de que la enseñanza con-
siste en mostrar la manera en que cada psicoanalista, como coordinador de seminario,
interpreta el texto y escucha cómo los otros lo leen, atento a las resonancias incons-
cientes que el texto freudiano produce como obstáculo o dificultad para trabajar.
Fueron destacados luego los modos en que se daba la enseñanza en los seminarios
anteriores a la reforma del setenta y cuatro, la manera en que se pensaba la formación
en ese momento. El profesor a cargo del seminario era el didacta, aquél que tenía la
capacidad de enseñar y que se capacitaba con cursos de pedagogía para ofrecer una
enseñanza de excelencia. La lectura de Freud era talmúdica: se analizaba párrafo por
párrafo y se discutía cada uno de ellos. Poco a poco eso se fue modificando y a partir
de la reforma (libertad de currícula, de cátedra, pluralismo) los seminarios cambiaron,
comenzaron a ser distintos. A veces, por ejemplo, la lectura era acompañada por la
proyección de imágenes, como un recurso de la enseñanza.
una observación señaló que el clima de escucha, de intercambio y de apertura en
el seminario es diferente a la clase magistral pero en aquel clima tiene que estar el
profesor en tanto guía de esa lectura que trae cuestionamientos – no saberes estable-
cidos – y cuestiona el texto, lo cual favorece una transferencia sobre aquella lectura
talmúdica del texto freudiano.
En el debate que se iba dando en el taller la idea mencionada al principio, de mos-
tración, se hizo pregnante en este punto, cuando se destacó que al rescatar este concepto
como recurso para la enseñanza, marcaba el valor de las imágenes por lo cual no era
una casualidad que a lo largo de los años hubiera aparecido con insistencia el tema
de la imagen. Sin embargo, ¿qué es lo que hay que mostrar? ¿mostrar lo inconsciente
o mostrar un arte?
Aquí una interesante disquisición conceptual respecto de la palabra “mostración”
equiparó el término a lo que en arte contemporáneo se llama presentación, que sería
la intención de mostrar la cosa en sí para producir un efecto de impacto estético que
atraviese al sujeto y lo afecte en un registro diferente del de lo bello. Esta presentación
sería entonces diferente a lo que habitualmente se entiende por representación.
Fue retomada en este punto la pregunta acerca de los efectos de lectura y la cuestión
de cómo articular la dimensión personal o subjetiva con lo institucional. Según Hugo
Achugar2 hay dos tipos de olvidos: uno, el olvido del malentendido, que trabajamos en

2. Entrevista publicada en Rev. Caliban, de Fepal, Nro 1, Diciembre 2012.


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914 Revista de Psicoanálisis l Tomo LXX l Nº 4 l 2013

el análisis personal y otro olvido más específicamente ligado con las lecturas que hacemos.
Este autor sostiene que no se puede pensar más allá de lo que se lee, de lo que no se
conoce. Plantea que la lectura tiene un efecto de apertura de lo que denomina un corset
ideológico y esas dos dimensiones serían aquellas que habría que tratar de articular.
El eje de la discusión viró hacia el tema de la enseñanza y la transmisión ¿dos tiem-
pos diferentes? Existe una tendencia a pensar que enseñanza y transmisión son pro-
cesos diferentes pero hay una mezcla permanente de los mismos. En este sentido se
podría entender a la enseñanza como la transmisión de un saber de manera directa,
la enseñanza como un tiempo anterior al de la transmisión y un acto de deconstruc-
ción del saber previo para acceder al psicoanálisis (Freud y la neurología). Desde esta
perspectiva, la lectura se aborda no sin un saber previo y debe subrayarse que no sólo
hay enseñanza en los seminarios sino en cualquier otro ámbito del trípode.
Se aludió entonces al prólogo de Freud a los diez años de creación del Instituto de
Berlín como ejemplo de definición de enseñanza y transmisión. Freud pensaba al
Instituto de Berlín como un lugar en el cual la teoría del análisis pudiera ser enseñada
y la experiencia del análisis, transmitida. Esta distinción instala una polaridad entre
saber y experiencia y da por sentado que hay algo de la experiencia que desborda al
saber; el saber quedaría en mora en relación a la posibilidad de aprehender, sistematizar
y enseñar una experiencia.
Plantear el problema en términos de enseñanza y transmisión lleva a preguntar
qué hay que saber para poder trabajar y qué se supone que debe ser enseñado para
dar ese saber. En Estados unidos un grupo de psicoanalistas trabaja el tema del saber
del analista y plantea que existe una actitud fóbica de los analistas respecto del tema
del saber. ¿Qué enseñar entonces sobre la base de lo que es necesario para poder tra-
bajar? Por ejemplo, ¿cómo mostrar qué es un mecanismo de defensa, o la diferencia
entre angustia de castración y de separación?
El valor de la transmisión de ese saber implica una responsabilidad, la responsa-
bilidad de qué saber se elige transmitir. ¿Cuál es aquí entonces el papel de la ideología
en la transmisión?
Por otra parte cada analista debería intentar transmitir algo de aquello que lo ex-
cedió en su práctica y con lo cual hizo algo personal. Esa construcción personal sería
un testimonio de la experiencia singular de cada analista y de su arte.
La discusión giró luego en derredor al lugar del saber, el saber previo o extra-
textual en la práctica de lectura psicoanalítica. Fue planteada la dificultad de concebir
una lectura del texto sin algo extratextual a partir de cierta ilusión de una lectura
virginal posible, en el sentido de un desprendimiento del capital de lectura previo
que inevitablemente genera un prisma particular de lecturas. Por eso hoy en día
pretender leer a Freud despojándose del efecto de Klein, de Lacan, etc. puede ser
una orientación tendencial pero sería positivo recuperarla como tendencial y no
como posible de ser lograda.
¿Cuáles serían las marcas de la formación psicoanalítica?
La enseñanza del psicoanálisis tiene marcas propias, pero más que la insistencia
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Formación permanente 915

en definirlas importa el esfuerzo de ir rodeándolas ya que, así como el psicoanálisis


mismo, están siempre en movimiento y ninguna definición puede contenerlas sin en-
cerrarlas y congelarlas.
La formación psicoanalítica tiene su marca diferencial en el trípode, un perma-
nente atravesamiento con el análisis, el poner en juego el deshacer resistencias, re-
sistencias que encontramos en el texto, intratextuales. El seminario a su vez tiene la
especificidad de una especie de encuadre que no es igual a otras clases. El sistema
de libertad curricular favorece la transferencia con el maestro elegido y con los textos
que también se eligieron abordar; otorga la posibilidad de leer determinados textos
con alguien en particular.
Si la enseñanza tiene entonces marcas propias en base a ellas debería ser posible
hacer un diseño tanto de los seminarios para Instituto como de la actividad científica.
Respecto del diseño de programas de seminarios quizás sea necesario explorar
aquello que se comparte y aquello que se diferencia de la enseñanza o transmisión
universitaria ya que en lo que atañe a los seminarios es probable que sea mucho lo
que se comparta con ellas.

reflexiones a partir de las intervenciones surgidas en el taller

Observamos, tal como se mencionara anteriormente, que en el diálogo los


temas de la lectura en psicoanálisis y de la enseñanza fueron desplegándose en
relación a la palabra mostración en su carácter polisémico, entendida en diversas
acepciones: mostrar cómo se interpreta un texto; mostrar cómo el coordinador
de un seminario lee un texto; mostrar en el registro de la relación con la imagen;
la confrontación entre los efectos del impacto de lo visual y la profundidad del
texto, se mencionó aquí, a modo de ejemplo, el uso del Power Point en las expo-
siciones; el interrogante acerca de qué es lo que debe ser mostrado; y la mostración
como recurso en la enseñanza.
Nos preguntamos cómo es el puente que va de la lectura a la mostración, ¿es la
mostración una intervención interpretativa? ¿sería posible pensar un puente que vaya
de la lectura a la mostración?
De los temas de la enseñanza y su relación con la transmisión las intervenciones
fueron deslizándose hacia las dimensiones del saber y de la experiencia: ¿habría un
saber por fuera del “saber hacer”?, ¿acaso todo saber no sería experiencial?
uno de los puntos quizás más polémicos del taller fue el del lugar del saber en la
lectura. El lugar del saber en la lectura permitiría circunscribir las diferentes concep-
ciones de la lectura en psicoanálisis y su relación con la escucha analítica, una arti-
culación – lectura y escucha analítica – que estuvo ausente en el debate.
Pensar la institución es pensar la formación. Creemos que la enseñanza de la teoría
psicoanalítica tiene marcas propias, que hay un entrecruzamiento entre la experiencia
de lo inconsciente y la enseñanza de la teoría: este es un punto de debate fundamental
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916 Revista de Psicoanálisis l Tomo LXX l Nº 4 l 2013

para pensar las formas organizativas institucionales y el diseño – los criterios de diseño
– de las mismas.
En cada una de las actividades de la Institución se pone en juego el desarrollo del
pensamiento analítico, no sólo en el análisis personal, este es también uno de los
puntos de la polémica. Y en cada una de las actividades es posible y necesario propiciar
esa marca de pensamiento analítico.
¿Cómo concebir entonces las formas organizativas en la Institución acordes a nues-
tro objeto de estudio, lo inconsciente, para que ellas se transformen en dispositivos
en los cuales sea posible desarrollar el pensamiento analítico y no devengan en lugares
de reiteración de enunciados vacíos?

DescrIptores: ENSEñANzA / TRANSMISIóN / ENCuADRE ANALÍTICO / TEXTO / FORMACIóN ANALÍTICA


KeyworDs: EDuCATION / TRANSMISIóN / ANALYTICAL FRAME / TEXT / ANALYTICAL TRAINING
pALAvrAs-chAves: ENSINO/ TRANSMISSãO/ ENQuADRAMENTO ANALÍTICO / TEXTO /
FORMAçãO ANALÍTICA
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917

Un hallazgo - apertura en la clínica y en la técnica


El objeto analítico lúdico1

Patricia Saks2

Índice
1. Definición de objeto analítico lúdico (O.A.L)
2. Mi experiencia analítica con niños. Presentación de casos clínicos
3. Aperturas en la técnica. Las intervenciones lúdicas
4. El objeto analítico lúdico en el psicoanálisis con adolescentes y adultos
5. Entrelazamientos conceptuales
6. Objeto analítico lúdico y dialecto analítico
7. Conclusión

1. Definición de objeto analítico lúdico


Se trata de objetos construidos en el proceso analítico, a través de los cuales se ex-
presan, representan y elaboran diversas problemáticas psíquicas.3
En el espacio potencial del análisis se irá creando, a partir del gesto espontáneo
del analizado y de la intervención lúdica del analista, algo “nuevo”, que podríamos
describir como un “garabato analítico - lúdico”.4

1. Premio Sigmund Freud FEPAL 2012


2. sakspatricia@yahoo.com.ar / Miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina.
3. Reflexionando con posterioridad al desarrollo de la idea de objeto analítico lúdico, pensé que se había
generado desde una zona en la que confluyen en mí las teorías y clínicas de dos analistas en particular. Me
refiero a Donald Winnicott (con su juego del garabato) y André Green (con su concepto de objeto analítico).
Winnicott dice en referencia al “juego del garabato”: “Si describo lo que hago, existe el peligro muy
real, de que otros lo tomen y lo conviertan en algo semejante al Test de Apercepción Temática. La diferencia
entre éste y el TAT es, en primer lugar, que no se trata de un test y, en segundo lugar, que el consultor
aporta su propio ingenio casi tanto como el niño”. Destacando la posición activa del analista, continúa
diciendo, con relación a la propuesta para realizar el juego del garabato: “Este juego que a mí me gusta,
no tiene reglas. Simplemente tomo el lápiz y hago esto, trazo un garabato a ciegas. Me dirás a qué se
parece esto que yo hago, o si puedes lo conviertes tú en alguna cosa; después harás lo mismo para mí
y veré si puedo hacer algo con lo tuyo”.(pp. 26-27).
4. Con relación al concepto de objeto analítico nos dice André Green (1990): “Lo que se llama alianza
terapéutica o alianza de trabajo y que prefiero llamar asociación analítica, se funda en mi opinión en la
posibilidad de crear un objeto analítico…”
“El objeto analítico no es ni interno (para el analizando o para el analista), ni externo, sino que se sitúa
entre los dos”. “Se corresponde con la definición de Winnicott de objeto transicional y de su localización
en el área intermedia del espacio potencial, en el espacio de “superposición”, deslindado por el encuadre
analítico” (pp. 314-325).
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918 Revista de Psicoanálisis l Tomo LXX l Nº 4 l 2013

Mi experiencia analítica con niños


Presentaré los dos primeros casos clínicos de niños en los cuales comencé a definir
el concepto de objeto analítico lúdico (O.A.L); diferenciando la problemática psíquica
representada (P.P) y la función analítica (F.A), para reflexionar acerca de su posible
uso como indicador de cambio psíquico.

presentación de casos clínicos


caso clínico I: “bebé - perro”
Juan tiene 5 años.
Vive con su mamá, su papá y un medio hermano de 14 años (hijo de un matrimonio
anterior de la madre).
Según el relato de los padres, en el embarazo no hubo problemas y el parto fue por
cesárea. Tomó pecho sólo un mes, pues la madre refiere que le lastimaba los pezones.
Se observa en la madre una gran desconexión con relación a Juan, tanto actual
como pasada.
El padre, que al nacer Juan estaba terminando su carrera universitaria y no traba-
jaba, estuvo mucho tiempo con el niño durante el primer año y medio, supliendo en
parte el déficit de conexión de la madre, quien presenta características narcisistas.
El pediatra que atiende a Juan desde que nació, dice con respecto a su percepción
de la madre:”Parece que siempre se estuviese arreglando las uñas”, expresando de esta
forma su registro de la desconexión materna.
Tomó mamadera hasta los 4 años.
El padre comenzó a trabajar cuando Juan tenía un año y medio.
Empezó el jardín de infantes a los 2 años.
Le costó comenzar a hablar.
No se puede dormir solo; necesita que el padre esté con él hasta que se queda dor-
mido. Tiene pesadillas, se despierta angustiado.
Presenta episodios de encopresis.
Muestra comportamientos descontrolados, impulsivos y desorganizados (grita,
arroja cosas). Debido a dicho comportamiento, para el Jardín, Juan es un “niño terrible”
con quien ya no saben qué hacer.
El psicodiagnóstico se realiza por sugerencia del Jardín de Infantes.
Es el padre el que llama para acordar los turnos y es el que lo trae a las sesiones.
Los horarios de las dos sesiones semanales se acordaron en base a las posibilidades
horarias del padre (a pesar de que, en la actualidad, la madre no trabaja y el padre si).

psicodiagnóstico
De acuerdo a lo evaluado en el proceso psicodiagnóstico se observan: trastornos
en la constitución del aparato psíquico ligado a fallas en la consolidación de los vínculos
primarios.
Se establece un encuadre analítico que incluye dos sesiones individuales con Juan
y entrevistas de orientación y seguimiento con los padres.
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Patricia Saks 919

Material clínico
Juan me mostró desde el comienzo del encuentro analítico, a través de su desor-
ganización y caos, el sufrimiento que significaron para él las fallas en la estructuración
de los vínculos primarios (el desencuentro materno básico).
“El trauma no es sólo algo que ha ocurrido, en el sentido clásico de traumatismo,
sino algo que no ocurrió, a causa de una ausencia de respuesta de parte del objeto -
madre” (Green, 1990, p. 319).

sesiones significativas de once meses de análisis


primer mes de tratamiento
sesión A
Se muestra descontrolado en sus movimientos, arroja cosas, rompe papeles.
Separa y une plastilina.
Arma una bola, la arroja con fuerza.
Trato de encausar su accionar y le digo que tire la bola de plastilina por el piso.
Clava lápices en la bola de plastilina.
Cuando arma la bola y le pega pedacitos de papel cubriéndola, le digo: “Parece que
le ponés una piel“.
Vuelve a clavar los lápices en la masa de plastilina, que queda nuevamente agujereada.
Arroja el contenido de su caja en el piso.
El consultorio queda lleno de pedazos de papeles, plastilinas, lápices, crayones, es-
parcidos por todos lados.
Clava la tijera dentro de la bola de masa.
Le digo: “Queda toda lastimada por dentro”.
Pienso en la escenificación de vivencias muy primitivas de desgarro interno y frag-
mentación corporal, ligadas, fundamentalmente, al registro corporal de rechazo por
parte del objeto materno.

segundo mes de tratamiento


sesión B
Agarra la masa y va arrancando pedazos con violencia.
Emito sonidos de dolor cada vez que arranca un pedazo. (¡Ay!)
Me pide que siga haciéndolo.
Digo: “¡Me arrancaron un pedazo!” (poniéndome en el lugar de la plastilina
desgarrada - cuerpo despedazado). Muestro alivio cuando une las partes.
Luego clava la tijera en la masa, le pega papeles y sigue perforándola hasta destrozarla.
Pienso que la falta de consolidación de los vínculos primarios lo deja en un estado de
terror y de fragmentación corporal.

cuarto mes de tratamiento


sesión c
construyendo al bebé-perro
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920 Revista de Psicoanálisis l Tomo LXX l Nº 4 l 2013

Al llegar a la sesión dice: “Soy el perro”.


Me pide que le tire el “lápiz - palo”, lo va a buscar y lo trae en la boca.
Dice: “Los humanos le tiran los palos a los perros”. (ubicándose él como no humano)
Se tira en el sillón que habitualmente ocupo yo; nombro al sillón como la cucha del perro.
Me pide algo de comer .Voy armando la comida con plastilina.
Sale del consultorio caminando en cuatro patas.

sesión D
Llama al perro “Bebé-perro” y se mete en el “sillón - cuna - cucha”.
Está por sacarse los pantalones. Le pregunto qué quiere hacer y me dice que se va des-
nudar como los perros. Le digo que acá no se desnuda.
El bebé - perro está adentro de su cuna (mi sillón) y le tengo que tirar la pelotita.
Luego hace que es mi ropa. Se cuelga del apoyabrazos del sillón y con gestos, me indica
que haga como que me “visto de él”.
Me dice: “Te falta el cinturón o los zapatos“.
Pienso que en este juego de “ser mi ropa”, escenifica vivencias ligadas a la fusión de
los cuerpos (me tengo que vestir de él).
Él es mis zapatos, mi pantalón y hasta mi pelo.
Este juego se repite en varias sesiones.
Arroja unas bolitas, que previamente había metido adentro de la masa, y me pide que
le ayude a encontrarlas diciendo: “Somos un equipo” (expresando la alianza analítica).

Quinto mes de tratamiento


sesión e
El bebé-perro se presenta desde el comienzo de la sesión. Aparece en cuatro patas y
le tengo que abrir la puerta.
Se acerca, se tira para atrás y dice: “Se murió porque no lo querías”.
Se ubica abajo del diván (el diván parece funcionar como coraza - caparazón protector).
Agarra la masa y se la pone de almohada.
Aparecen gestos que comunican: parar la mano es que quiere leche, con la otra mano
es que me detenga.
En comunicación con el bebé - perro, lo alimento, hago que le doy leche, me detengo,
continúo, de acuerdo a lo que va expresando con sus gestos.
Sale de abajo del diván.
Yo digo: “¡Qué bueno que pude alimentar al bebé - perro que tenía tanto hambre!”.
Hace que come todas las cosas que encuentra, en forma desesperada.
Digo: “Parece como si nunca lo hubieran alimentado”.
Él dice: “Lo que pasa es que no le dieron de comer porque los padres eran viejos y
ahora quiere comer porque hay familia”.
Me pide que prepare ocho pasteles de plastilina, en silencio, mientras él duerme.
Se los doy de comer.
Me pide que prepare más para la próxima sesión.
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Patricia Saks 921

Se va construyendo en el espacio analítico un lugar en el cual alojar, cuidar, alimentar


y comprender a este bebé-perro, que es él.

sexto mes de tratamiento


sesión F
Alimentando al bebé-perro
Me dice: “la cabeza es perro y los pies son bebé”.
Tengo que alimentar a los dos.
Hacemos los pasteles con plastilina envueltos en papeles.
Trae una nave espacial que usa como horno para cocinar los pasteles.
Ya desde otras sesiones aparece el juego de quemarse al sacar los pasteles del horno
y hay unos papelitos que alivian el dolor. Aparece de esta forma la representación de
una madre que alivia y calma.
Dice: “Vamos a un picnic, vos sos otro bebé - perro”.
Le digo: “¡Qué bueno, el bebé - perro ya no está solo!”
Nos ponemos debajo del escritorio.
Él es el papá, yo la mamá y tenemos dos hijos que debemos alimentar. Hacen lío y los
retamos.
Dice:” ¡Pero estos chicos no hacen caso!”

sesión G
Es una sesión donde reaparece el caos y la desorganización.
Trae un muñequito robot.
Enseguida hace venir a bebé - perro.
Le tengo que tirar la zapatilla que se sacó y hacer como que se la arrojo y no hacerlo
en realidad. Él la va a buscar; me dice que haga esto tres veces y a la tercera empieza
una fase de progresivo descontrol.
Se acurruca.
Me dice que alimente al bebé-perro que se transforma en una máquina que junta pe-
dazos de masa del piso.
Sus manos son garras. Toma pedazos de masa y me los arroja.
Dice al arrojar la masa: “Soy la máquina de basura”.
Es un robot que agarra la masa - basura y la arroja.
Se tira al piso, se saca el reloj pulsera, se tira en el diván.
Agarra el reloj de mesa y cambia la hora haciendo sonar el despertador.
Hay momentos de caos intenso.
Es bebé, es perro, es robot.
Le hablo al bebé desesperado que sufre porque no sabe quién es (muestra intensas
angustias confusionales - desorganizantes).
Luego de atravesar una zona de gran caos, ligado a la emergencia de angustias con-
fusionales - desorganizantes, reaparece bebé-perro.
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922 Revista de Psicoanálisis l Tomo LXX l Nº 4 l 2013

séptimo mes de tratamiento


sesión h
Nombrando a bebé-perro
Y ahora bebé - perro tiene nombre y apellido.
Toma un lápiz y empieza a escribir letras A I O L, yo las tengo que leer.
Dice que en otra hoja va a poner el apellido.
Le marco la emoción y lo valioso de tener un nombre; que por primera vez bebé -
perro tiene nombre y apellido.
Hace con la masa un puente y luego un caracol que coloca detrás de un almohadón
y me pide que nadie lo vea.

sesión I
Llega a la sesión un bebé - perro muy desorganizado.
Arroja cosas, chupa todo, agarra las cosas con la boca y se queda colgado del sillón.
Lo tengo que sostener para que no se caiga.
Le recuerdo que tiene un nombre. Se lo leo.
Sigue desorganizado.
Le digo que me cuenta que hubo un bebé muy desesperado.
Toma el reloj. Le pone una pila y lo hace funcionar.
Le digo que quiere que lo ayude a curar a este bebé, como si pudiésemos volver el
tiempo atrás.
Me dice que duerma. Hago que cierro los ojos.
Va poniendo objetos y pedazos de objetos, esparcidos por el consultorio, dentro de
sus medias, que se había sacado, rellenándolas.
Luego va poniendo otros adentro de su caja.

Le hablo acerca de la importancia de lo que hizo, creando un continente - sus medias


- para poder alojar sus objetos. Es tal vez de esta manera que vamos a poder curar al
bebé - perro.
Por primera vez lo veo jugar con un autito de la caja.
Luego de una oralidad desesperada y despedazante (cuerpo fragmentado) aparece
algo capaz de contener (aspectos ligados a la constitución del Yo).

octavo mes de tratamiento


sesión J
Entra como bebé - perro.
Arroja objetos. Le pongo límites.
Toma papelitos y los rompe.
Para comunicarme tengo que hablar como perro - gato: miau guau y otros sonidos.
También soy el papá que le dice que no rompa sus juguetes.
Por primera vez dibuja un nene a quien le cayó un rayo.
Del otro lado de la hoja dibuja un árbol, un sol, nubes.
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Patricia Saks 923

Al árbol le pone manzanas.


Luego me pregunta: ¿Cómo te llamás?
Le digo mi nombre y apellido, me pide mi número de teléfono.
Al despedirse, por primera vez, dice mi nombre.

Análisis de los diversos objetos analíticos lúdicos


Para el análisis de los diversos objetos analíticos lúdicos (O.A.L), seguiré la secuencia
del material clínico, diferenciando la problemática psíquica (P.P) y la función ana-
lítica (F.A).

PRIMER O.A.L
- Objeto analítico lúdico: Ser mi ropa.
- Problemática psíquica: Problemática ligada a la fase simbiótica.
- Función analítica: Función materna ligada a estados fusionales arcaicos.

SEGuNDO O.A.L
- Objeto analítico lúdico: Bebé-perro.
- Problemática psíquica: Problemática ligada a la estructuración de vínculos primarios.
Expresión de vivencias de fragmentación corporal y angustias desorganizantes.
Función analítica: Función materna organizante y unificadora.

La construcción continúa
Noveno mes de tratamiento
sesión K
Bebé - perro se ubica abajo del diván y tengo que hacer de interlocutora entre bebé
- perro y niño - gato.
Niño - gato le manda mensajes a bebé - perro que le tengo que transmitir u objetos
que le tengo que entregar. Bebé - perro hace lo mismo con niño-gato.
“Bebé - perro, niño - gato te manda un pastel“.
“Niño - gato, bebé - perro te manda caramelos”.
En uno de esos mensajes niño - gato le escribe con letras sueltas un mensaje que dice:
“bebé - perro, te amo mucho“.

sesión L
Habla de una tinta que lo hace invisible.
Traslada cosas de lugar y yo, al no poder verlo, me sorprendo al observar que las cosas
se mueven.
Toma los lápices, los lleva de un lugar a otro.
Expreso mi sorpresa y desconcierto: “¿Pero cómo se mueven las cosas, qué pasa?
¿Recién los lápices estaban ahí y ahora?”
Yo voy hacia ese lugar, tanteando en el aire para tratar de atrapar a ese ser invisible
que mueve las cosas.
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924 Revista de Psicoanálisis l Tomo LXX l Nº 4 l 2013

Digo: ¡Ah, ya voy a agarrar al que hace eso! Y tanteando en el aire exclamo: ¡Te agarré!
Aparece en él el placer de la risa, cuando intento agarrar, sin lograrlo, al ser invisible,
que traslada las cosas.

Décimo mes de tratamiento


sesión M
Me pide que haga avioncitos con papel.
Me indica que me ubique a cierta distancia y él los tira.
El avión tiene la función de correo.
Yo espero sus noticias.
Pregunto: “¿Cuándo llega el correo (avión)?” Expreso mi alegría cuando llega.
“¡Qué bueno, recibí carta de Juan! Recibí la carta que estaba esperando.”
Comienza a escribir y me aclara qué escribió.
Yo le escribo a él. Lo invito a mi casa y él debe responder a mi propuesta.
En reiteradas oportunidades escribe NO (expresando satisfacción por su NO y riéndose
cuando yo dramatizo la tristeza por su ausencia, aceptando su NO como muestra de
su individualidad).
Digo: “¡uy, yo que tenía tantas ganas de que venga! Bueno después lo voy a invitar, a
ver si puede venir.”

onceavo mes de tratamiento


sesión N
Trae el juego de cartas de “Los padrinos mágicos”.
Reparte cartas y armamos parejas de juego.
Los participantes en el juego son: él, bebé - perro, niño - gato y yo.
Bebé - perro y yo jugamos en pareja.
Se trata del intercambio de cartas y de ver quién se queda con más cartas “me das un
6, me das un 3…”
Luego debemos contar a ver quién tiene más cartas.
Me dice hasta qué número sabe contar: 1, 2,3,..
Lo felicito por cómo aprendió a contar.

Análisis de los nuevos objetos analíticos lúdicos


TERCER O.A.L
Objeto analítico lúdico: Niño-gato
Problemática psíquica: Consolidación e integración del Yo.
Función analítica: Funciones yóicas, reconocimiento del vínculo y de la identidad,
desarrollo de intercambios simbólicos.
CuARTO O.A.L
Objeto analítico lúdico: Tinta invisible
Problemática psíquica: Presencia - ausencia (fort-da).
Función analítica: Trabajo de simbolización.
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Patricia Saks 925

QuINTO O.A.L
Objeto analítico lúdico: Avioncito - No
Problemática psíquica: Proceso de individuación, el NO como organizador psíquico.
Función analítica: Establecimiento y sostenimiento de vínculos simbólicos, recono-
cimiento de las diferencias subjetivas.

SEXTO O.A.L
Objeto analítico lúdico: Juego de cartas ”Los padrinos mágicos”.
Problemática psíquica: Desarrollo de las sublimaciones.
Función analítica: Historización de objetos analítico lúdicos anteriores (bebé - perro,
niño - gato), Reconocimiento de las nuevas posibilidades sublimatorias y de cambios
psíquicos logrados.

SECuENCIA DE OBJETOS ANALÍTICOS LúDICOS


- Primer O.A.L: Ser mi ropa.
- Segundo O.A.L.: Bebé - perro.
- Tercer O.A.L: Niño - gato.
- Cuarto O.A.L: Tinta invisible.
- Quinto O.A.L: Avioncito - No.
- Sexto O.A.L: Los padrinos Mágicos.

Vemos de este modo que la secuencia de los objetos analíticos lúdicos, así como
sus transformaciones, pueden ser utilizadas como indicador (correlato lúdico) del
cambio psíquico. (Ej.: bebé-perro que se transforma en bebé – perro, niño - gato).
Dicho análisis permite, a su vez, definir intervenciones analíticas específicas, aso-
ciadas a las diversas problemáticas psíquicas representadas y pensar acerca de sus
efectos en el campo analítico.

caso clínico II: “pepe, el sapo”


Sofía tiene cuatro años.
El motivo de consulta esta ligado a reacciones impulsivas: pega, insulta, no acepta lí-
mites. Sufre de encopresis.
Los padres relatan desde el comienzo de la primera entrevista una situación traumática:
cuando Sofía tenía dos años, pierden un embarazo en el octavo mes de gestación, por
lo cual debe ser inducido el parto para desalojar al feto muerto retenido.
Los padres relatan que, al estar ellos tan afectados por la muerte del hijo, dejan de po-
nerle límites, dicen al respecto: “Sofía empezó a hacer lo que ella quería, ya no hacía
caso. Se hacía caca encima” (a los dos años estaba empezando a controlar esfínteres,
proceso que quedó interrumpido).
Transcurrido un año y nueve meses, nace un hermano, prematuro, quien debe permanecer
en incubadora durante algunos días. Presenta problemas de salud, a raíz de los cuales es
internado en diversas oportunidades, lo que trae aparejada ausencias reiteradas de la madre.
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926 Revista de Psicoanálisis l Tomo LXX l Nº 4 l 2013

Sofía concurre al jardín de infantes desde los dos años.


Los padres relatan con angustia un episodio por el cual decidieron concretar la consulta
psicológica: al levantarse por la mañana ven que Sofía había embadurnado con caca
las paredes de su habitación.
Con respecto a los datos evolutivos se destaca que:
Sofía nació por parto normal.
Tomó pecho un año.
A los diez meses tuvo bronquiolitis, por lo cual debió ser internada durante cinco días.
Sufrió varios broncoespasmos.
Según el relato de los padres, durante el primer año, los estados angustiosos de Sofía
(lloraba mucho, tenía dificultades para dormir) estaban ligados a cuestiones relacio-
nadas con el ambiente familiar. Durante ese año, ambos padres estaban finalizando
sus respectivas carreras universitarias, produciéndose constantes cambios de horario,
que no permitían consolidar una rutina familiar organizante.

psicodiagnóstico
A partir del psicodiagnóstico se observan los efectos perturbadores y desorgani-
zantes de la situación traumática, tanto en Sofía como en sus padres.
Se inicia un proceso analítico de dos sesiones semanales y se indica psicoterapia
de pareja para los padres.

sesiones significativas de seis meses de tratamiento


Material clínico

primer mes de tratamiento


sesión A
Sofía trae un rollo de papel grande, en el cual hay dibujados garabatos.
Pone pegamento en el rollo de papel .Me pide que lo haga yo también.
Toma el pegamento con la boca, esparciéndolo sobre el papel y armando una forma
y dice: “es un helicóptero” y luego agrega: es “Pepe, el sapo”.
Continúa poniendo pegamento con su boca; en el papel al que llamó “Pepe el sapo”,
en sus manos y en las mías.
Sus manos y las mías, untadas con pegamento, se unen y se separan.
Le pone pegamento en la boca a “Pepe el sapo”.
Ahora “Pepe el sapo” esta durmiendo. Le pasa la mano, haciéndole mimos.
(Pienso en ella acariciando la panza de la madre. Según el relato de los padres, Sofía
estaba en estrecho contacto con la panza durante el embarazo).
Sofía pinta a Pepe el sapo y me dice: “quiere bailar”.
Me pide que ponga música.
Al ritmo de la música, hacemos una ronda, ella, Pepe el sapo y yo.
Luego sienta a Pepe el sapo en mi sillón y dice: “¡uy se manchó, limpialo!”
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Patricia Saks 927

Cuando lo estoy limpiando con un trapo dice: “¡Se destruyó!”


Con gran angustia hace un bollo y lo desarma.
Se acurruca en mi sillón mostrando un rostro dolido.
Le digo: “Me mostrás esa tristeza tan grande por lo que quedó destruido”.
Sofía dice: “Estoy triste”. Y agrega: “Se destruyó y me hacía tan feliz, ya no voy a poder
estar feliz”.
Cuando me refiero a “esa tristeza”, dejando el sujeto indefinido, es porque no se de la
tristeza de quién se trata. ¿Es la tristeza de los padres por la muerte de su hijo y espe-
cialmente de la madre, portando en su vientre muerte y no vida? ¿Es la propia tristeza
de Sofía, por la desconexión afectiva de sus padres en duelo? “Ya no voy a poder estar
feliz”. (Suena como frase escuchada, posiblemente dicha por su madre.)

segundo mes de tratamiento


sesión B
Sofía trae un muñeco y dice: “Este es mío, (la sesión anterior, había traído un muñeco
similar) el otro era de María, una amiguita del jardín”.
Agrega: “Le rompí los anteojos cuando era chiquita”.
Nombra al muñeco: Chiquelitu.
Me pide que ponga música para bailar.
Estamos los tres en ronda: ella, Chiquelitu y yo.
Giramos y Sofía se cae.
Le digo: “¡uy, me quedé con Chiquelitu!”
Volvemos a bailar; al girar se caen ella y Chiquelitu y me dice: “Te quedaste sola”.
Coloca a Chiquelitu en el diván y doblando pañuelos de papel dice: “Esta soy yo, esta
sos vos, este es Chiquelitu, estos son tus anteojos, estos son los anteojos de Chiquelitu”.
Luego hace un bollo mezclándolo todo.
Le digo: “Se mezclaron todos, vos, yo, Chiquelitu, mis anteojos (representados por
un pañuelo de papel) y los anteojos de Chiquelitu”.
Sofía toma lo mezclado y lo arroja al tacho de basura.
Le digo: “¡uy, todos a la basura!”

objetos analíticos lúdicos


PRIMER O.A.L.
Objeto analítico lúdico: Pepe, el sapo
Problemática psíquica: Modalidad de procesamiento anal de la situación traumática.
(Se asocia ensuciar - limpiar con lo destruido)
Función analítica: Sostén del vínculo libidinal, ante el repliegue angustioso, asociado
a la irrupción brusca de angustias de aniquilación, función de ligadura afectiva (“esa
tristeza”) con el registro de la vivencia traumática.

SEGuNDO O.A.L
Objeto analítico lúdico: Chiquelitu
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928 Revista de Psicoanálisis l Tomo LXX l Nº 4 l 2013

Problemática psíquica: Procesamiento fusional de la situación traumática,


Angustias de abandono (te quedaste sola), por la fantasía de haber dañado el vientre
materno y por el temor a su poder destructivo (omnipotencia negativa) ligado a la ri-
validad fraterna.
Función analítica: Expresión lúdica de estados fusionales y angustias de abandono.

tercer mes de tratamiento


sesión c
Sofía trae un marcador marrón, con el cual dibuja una nena y dice: “la boca, la nariz,
los ojos. Es para vos, no para mi papá”.
Va apareciendo el descontrol y quiere ensuciar todo con el marcador marrón.
Le pongo límites, acerca de qué cosas puede ensuciar y qué cosas no.
Se enfurece y el descontrol aumenta; muerde, desgarra papeles.
Me quiere patear, tengo que sostenerla para evitarlo.
Le digo:”Sofía, pienso que vos estabas muy asustada, cuando no entendías qué pasaba.
Iba a venir un bebé que no vino y tus padres se alejaron. Vos mordías, te hacías caca, y
estabas muy asustada. En ese momento eras muy chiquita y sentías que te dejaban sola”
Sofía se va calmando, se acurruca en un rincón y prende la radio.
Le digo:”usas la música para acompañarte y ver si podes tranquilizarte. Yo estoy acá,
para calmarte con palabras y si no me podés escuchar, te voy a sostener como recién”.
Después de un momento de calma, vuelve el descontrol motor.
Le digo:”Me contás que te sentías como un “bebé loco”, que ensuciabas, mordías y es-
tabas muy asustada “.
Sofía se vuelve a calmar y me mira.
Le digo: “Acá las dos nos vamos a ocupar de ayudar a ese bebé, que se sentía loco y estaba
muy asustado. A ese bebé que se ensuciaba y mordía y estaba desesperado y solo”.
Se calma, me mira y asiente con la cabeza.
El papá la viene a buscar, Sofía le entrega el dibujo, que había sido preservado de su
destructividad.

cuarto mes de tratamiento


sesión D
Sofía llega mordiendo y pateando.
Arroja los objetos de su caja en el piso, esparciéndolos por todo el consultorio.
Dibuja en dos lugares, sobre la tapa de su caja y en un papel grande.
Me pide más hojas para dibujar.
Aparece la lucha entre sus ganas de romper su dibujo, desgarrándolo con sus dientes
y la posibilidad de guardarlo en la “carpeta protectora” (carpeta en la que guardo sus
dibujos y a la cual yo nombro de esa manera). La “carpeta protectora” tiene la función
de resguardar sus producciones de sus impulsos a romper - desgarrar.
Sofía dramatiza la lucha entre desgarrar - romper o frenar su impulso destructivo.
Le digo: “Voy a poner tu dibujo en la carpeta protectora”.
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Patricia Saks 929

(Se incrementa el sadismo oral y dudo entre dejarla que rompa su dibujo y la carpeta
protectora o ponerle límite. Opto por “dejarla hacer”).
Sofía rompe, desgarrando su dibujo y la carpeta.
El consultorio esta lleno de pedazos de su dibujo y de la “carpeta protectora”
Le digo:” Me parece que me contás que vos alguna vez te sentiste así de rota”.
(Pienso en vivencias de desgarro y fragmentación ante la ruptura brusca del vínculo
con los padres, asociada al duelo. El trauma como la ruptura de barreras - carpeta
protectora).
Le digo: “Tal vez sentiste que no tener a mamá era como romperte”

TERCER O.A.L
Objeto analítico lúdico: Bebé- loco
Problemática psíquica: Aspectos regresivos ligados a vivencias de desesperación y
descontrol oral – anal, aumento de componentes destructivos pulsionales ligados a
angustias de abandono, carencia de asistencia calmante y organizante ante el descontrol
pulsional destructivo.
Función analítica: Límites estructurantes ante descontrol pulsional, función vincular
de contención del estado regresivo, con efectos calmantes y organizantes.

CuARTO O.A.L
Objeto analítico lúdico: Nena rota
Problemática psíquica: Aumento de sadismo oral ante vivencias de desgarro por
brusca desinvestidura de sus padres (asociada al duelo), vivencias de fragmentación
corporal.
Función analítica: Protección ante impulsos destructivos (carpeta protectora).

sexto mes de tratamiento


sesión e
Sofía trae una bolsita de Barbie con objetos de su hermano Leo (pañal, cambiador,
mamadera).
Los saca de la bolsa y los coloca en mi sillón.
Trae un muñeco bebé, al cual coloca sobre el diván.
Dice: “Son cosas de Leo” (el hermano).
Toma un marcador marrón y con descontrol, quiere pintar todo.
Le digo que puede pintar sus cosas, no las del consultorio.
Sofía marca sus cosas con marrón.
Pinta el interior de su caja, haciendo lo que ella llama “mamarrachos”.
Coloca los animalitos sobre la mesa. Canta, incluyendo la palabra porquería.
Sigue marcando con marrón los objetos de su caja.
Le digo que el color marrón me hace acordar a la caca
Sofía marca a un peluche y le dibuja la boca.
Le digo: “¡Que bueno, tiene boca, puede hablar!”
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930 Revista de Psicoanálisis l Tomo LXX l Nº 4 l 2013

(Pienso en la diferencia con Pepe el sapo, que tenía la boca pegada)


Sofía le pinta pelo y la cola y dice: “Quiere hacer pis”.
Vamos al baño.
En el baño le pinta el ombligo.
Le digo:” ¡uy, tiene ombligo! Y le pregunto: “¿Sabés qué es el ombligo?”
Me dice que no. Le cuento que es el nudo que se hace, cuando se corta el cordón, que
unía al bebé con la mamá, que es el cordón por el cual el bebé se alimenta cuando
está en la panza de la madre.
Sofía baña al peluche y borra lo que pintó.
Me pregunta: ¿Te gusta?
Le digo que sí, pero que también me gustaba que tuviese boca, cola, ombligo, pelo.
Sofía chupa el agua del peluche.

QuINTO O.A.L
Objeto analítico lúdico: Peluche con boca
Problemática psíquica: Desarrollo de aspectos libidinales orales – anales; disminución
de componentes destructivos pulsionales.
Función analítica: Investidura de funciones y zonas libidinales.

SECuENCIA DE LOS OBJETOS ANALÍTICOS LúDICOS


- Primer O.A.L: Pepe, el sapo
- Segundo O.A.L: Chiquelitu
- Tercer O.A.L: Bebé loco
- Cuarto O.A.L: Nena rota
- Quinto O.A.L. Peluche con boca

Análisis de la secuencia de los objetos analíticos lúdicos


A partir de la secuencia de los diversos OAL se puede reflexionar acerca de la pro-
blemática psíquica de Sofía y del impacto de la situación traumática.
En este caso, el trauma hizo impacto en un terreno psíquico en el cual se registraban
angustias previas no elaboradas.
Desde un procesamiento fusional, oral - anal de dicha situación, quedaron ligadas
las actividades propias de estas etapas (morder, ensuciar), con los aspectos destructivos
asociados a la situación traumática (muerte, pérdida, abandono).
La desinvestidura brusca del vínculo de los padres, absorbidos por el duelo, con
respecto a Sofía generó intensas vivencias de abandono y produjo un incremento de
los componentes destructivos pulsionales, asociados a la falta de ligaduras vinculares
organizantes.
En cuanto a las transformaciones de los O.A.L, se observa el cambio entre Pepe,
el sapo, destruido por estar sucio y ser limpiado, en el cual predominan los aspectos
destructivos pulsionales y Peluche con boca, en el cual las zonas libidinales son in-
vestidas (boca – cola - ombligo) como lugares de intercambio vinculante.
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931

3. Las intervenciones lúdicas


En la construcción del objeto analítico lúdico el analizado muestra su “gesto es-
pontáneo” y el analista realiza lo que denomino “intervención lúdica”.
El objetivo de dicha intervención será ubicar el “gesto espontáneo” dentro del
universo lúdico.
Desde esta perspectiva, un acto impulsivo puede ser transformado en objeto ana-
lítico lúdico a partir de intervenciones adecuadas que “pongan en juego” las poten-
cialidades lúdicas del mismo.
Quiero destacar un concepto desarrollado por el Dr. Emilio Rodrigué, referido a
lo que él denominó “interpretación lúdica”. 5
A diferencia de la interpretación lúdica, en la intervención lúdica no se trata de
una actitud mimética, sino de favorecer el despliegue del gesto espontáneo del ana-
lizado. Pero, más allá de las diferencias, se destaca en ambas ideas la posición activa
del analista en relación a “lo espontáneo” expresado por el analizado.
La posibilidad de realizar intervenciones lúdicas no excluye las interpretaciones
referidas al contenido (pulsión, defensa, vínculo), pero considero que ciertos apresu-
ramientos interpretativos pueden funcionar como obstáculo para el desarrollo de la
experiencia analítica.
Me gustaría destacar que en una de mis relecturas del texto Realidad y Juego de
Donald Winnicott, encontré que algunas de sus intervenciones analíticas, pueden
ser pensadas como “intervenciones lúdicas”.
Se trata del caso de Diana; Winnicott se refiere al mismo diciendo:

En la descripción de este caso, como lo hice en el de Edmund, expondré lo que sucedió


entre Diana y yo, y dejaré de lado el material de la consulta con la madre” (…) “Los chicos
juegan con mayor facilidad, cuando la otra persona puede y sabe ser juguetona. De pronto
acerqué el oido al osito que tenía en el bolsillo y dije ”Le oí decir algo”. Ella se mostró muy
interesada. Yo continué diciendo: “creo que necesita a alguien con quien jugar, y le hablé
del corderito lanudo que encontraría si buscaba en el otro extremo de la habitación, en el
montón de juguetes que había debajo de la biblioteca (1971, pp. 68-69).

De este modo, las intervenciones lúdicas van creando un campo representacional


intersubjetivo que favorece el despliegue del “gesto espontáneo” como motor de la
creatividad y del proceso de subjetivación.

5. Emilio Rodrigué se refiere a la idea de “interpretación lúdica” y dice al respecto: “La interpretación
lúdica comienza con una toma de contacto directa y sensorial del material empleado por el niño. En este
sentido esta orientado desde el medio de expresión no verbal y plástico hacia la comunicación verbal.
Esquematizando, la interpretación lúdica consta de dos tiempos; en el primero el analista remeda el juego
del niño y en el segundo, trasmite lo que ha comprendido verbalmente, pero haciendo complementaria-
mente uso de los medios no verbales que el niño ha empleado” (1966, p. 135).
Dicha actitud mimética favorecería la elaboración, permitiendo una mejor comprensión del material.
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932 Revista de Psicoanálisis l Tomo LXX l Nº 4 l 2013

5. objetos lúdicos en el análisis con adolescentes y adultos


“Todo lo que diga sobre el jugar de los niños también rige, en verdad, para los adultos,
solo que el asunto se hace de más difícil descripción cuando el material del paciente
aparece principalmente en términos de comunicación verbal. En mi opinión, debemos
esperar que el jugar resulte tan evidente en los análisis de los adultos como en el caso
de nuestro trabajo con niños”.
D.W.Winnicott, Realidad y Juego (p. 63)

El “objeto analítico lúdico” en el psicoanálisis de adolescentes y adultos, estaría


constituido por representaciones lingüísticas o juegos de palabras que, como cons-
trucciones compartidas, sirven para expresar, representar y elaborar determinadas
problemáticas psíquicas.

- “Hilamaya o pozo”:
Con un analizado adulto, el juego de palabras “Himalaya o pozo” era la represen-
tación lingüística creada en el diálogo analítico para referirnos a la autoevaluación
superyoica exigente y cruel desde la cual medía sus logros; el no ser perfecto (escalar
el Himalaya), equivalía al desastre, a la caída, a la ruina, al pozo.
A partir de la referencia a este OAL ciertos estados depresivos por los que atravesaba
y que se presentaban como efecto de dicha autoevaluación superyoica podían hacerse
comprensibles analíticamente.

- “El filtro”
Era el modo en que se fue expresando - representando en el análisis con una adulta
el proceso de desidentificación con una madre desbordada, impulsiva, que “no paraba”,
que “no se podía callar”.
“El filtro”, representaba el registro de cambio psíquico, desde el cual ella podía “fre-
nar” su propio hablar evacuativo (identificación materna), dando lugar a otro modo
de circulación simbólica basado en el registro de la alteridad y la posibilidad de procesar
- elaborar sus tendencias impulsivas.

- “El camarero”:
Me referiré ahora, a un caso clínico presentado por el psicoanalista Antonino Ferro,
en su trabajo “Transformaciones en el sueño y personajes en el campo psicoanalítico.
Reflexiones preliminares sobre las diferencias entre los modelos teóricos del psicoa-
nálisis” (2008). Cuando Ferro desarrolla el material clínico de Filippo dice:

Partiendo de una separación cualquiera producida en el análisis, Filippo, ante su


propia sorpresa, vuelve a adueñarse de residuos de sentimientos desconocidos por él,
como la experiencia de haber sido enviado al exilio, el terror de que lo dejaran fuera
de su casa, y el que les tenía a sus padres (y a si mismo), como figuras que debían ser
aplacadas. Así, ocupa la escena un personaje al que podemos llamar “el camarero” que
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Patricia Saks 933

durante años les lleva todos los días a sus padres el desayuno a la cama, y que representa
su actitud complaciente y a veces hasta servil (un fantozzi)”.

En este sentido, pienso que “el camarero”, funciona como un objeto analítico lúdico,
en tanto se trata de una representación creada en transferencia a partir del diálogo
analítico, que representa un aspecto de la problemática del analizado.
Quiero destacar que mis propios OAL, creados en mi análisis y las “intervenciones
lúdicas” de mi analista, que posibilitaron dichas creaciones compartidas, se constitu-
yeron en ejes elaborativos para el desarrollo y consolidación de este trabajo de cons-
trucción conceptual.

5. entrelazamientos conceptuales
“La psicoterapia se da en la superposición de dos zonas de juego, la del paciente y la
del terapeuta. Esta relacionada con dos personas que juegan juntas. El corolario de ello
es que cuando el juego no es posible, la labor del terapeuta se orienta a llevar al paciente,
de un estado en el que no puede jugar a uno en que le es posible hacerlo”
D.W.Winnicott, Realidad y Juego, p. 61

Reflexionando con posterioridad al desarrollo de la idea de objeto analítico lúdico


se fueron generando entrelazamientos con otros conceptos y desarrollos psicoana-
líticos. Me referiré en especial a las ideas de S. Freud, D. W. Winnicott , A. Green y
W. y M Baranger.
Freud al desarrollar el análisis del juego del fort-da, en su texto “Más allá del
Principio de Placer” (1920), dice:”Ahora propongo abandonar el oscuro y árido tema
de la neurosis traumática y estudiar el modo de trabajo del aparato anímico, en una
de sus prácticas más tempranas. Me refiero al juego infantil” (p. 14).
Luego de describir el tipo de juego del que se trata afirma:

La interpretación del juego resultó entonces obvia. Se entramaba con el gran logro
cultural del niño: su renuncia pulsional (renuncia a la satisfacción pulsional), de admitir
sin protestar la partida de la madre. Se resarcía, digamos, escenificando por si mismo,
con los objetos a su alcance ese desaparecer y regresar “(p.15).

Al continuar analizando el valor de dicho juego expresa: ”En la vivencia era pasivo,
era afectado por ella, ahora se ponía en un papel activo, repitiéndola como juego, a
pesar de que fue displacentera” (p.16).
Destaca de este modo la importancia del juego como actividad psíquica que permite
convertir en objeto de recuerdo y elaboración anímica lo que en sí mismo resultó dis-
placentero.
Desde esta perspectiva conceptual, el OAL es creado a partir del interjuego sim-
bolizante de la experiencia analítica.
Por su parte, Winnicott vincula el juego con el espacio potencial, destacando el
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934 Revista de Psicoanálisis l Tomo LXX l Nº 4 l 2013

lugar fundante de los fenómenos transicionales y del gesto espontáneo, en tanto se


constituyen en motores para el vivir creador.
En el texto Realidad y Juego dice al respecto:

Para mi el significado del jugar adquirió un nuevo color desde que seguí el tema
de los fenómenos transicionales y busqué sus huellas en todos sus sutiles desarrollos,
desde la primera utilización del objeto o las técnicas transicionales, hasta las últimas
etapas de la capacidad de un ser humano para la experiencia cultural” (1971, p. 63).

Más adelante leemos:

El lugar de ubicación de la experiencia cultural es el espacio potencial que existe


entre el individuo y el ambiente (al principio el objeto). Lo mismo puede decirse acerca
del juego. La experiencia cultural comienza con el vivir creador, cuya primera mani-
festación es el juego (p. 135).

Me interesa remarcar también el lugar teórico-clínico que le otorga Winnicott a


lo que él denomina “lo informe”, dice al desarrollar el tema referido a la “búsqueda
de la persona”:

La persona a quien pretendemos ayudar necesita una nueva experiencia en un


marco especializado. Dicha experiencia corresponde a un estado no intencional, a
tildar, por decirlo así, los elementos de la personalidad no integrada. Esto lo llamé “lo
informe” en la descripción de casos. (D. W. Winnicott, 1971, pag 81).

En este sentido, el OAL, es creado en el espacio potencial del análisis, dando


forma a “lo informe”, y favoreciendo el despliegue subjetivante del “gesto espontáneo”
del analizado.

W. y M. Baranger definen el concepto de campo analítico del siguiente modo:

La situación analítica tiene que formularse, no como situación de una persona


frente aun personaje indefinido y neutral, al final de una persona frente a si misma,
sino como situación de dos personas indefectiblemente ligadas y complementarias
mientras está durando la situación, e involucradas en un mismo proceso dinámico.
Ningún miembro de esta pareja es inteligible dentro de la situación sin el otro
(1969, p. 129).

Dentro de este marco conceptual, ubico al OAL como parte de la dinámica del
campo analítico.
Por su parte Green realiza fecundos desarrollos en relación a la dialéctica pulsión
- objeto. Dice en su libro La Metapsicología Revisitada:
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Patricia Saks 935

Ahora bien, lo notable en la posición freudiana es que el proyecto metapsicológico


va a centrarse en funciones, cuyo cumplimiento en un grado o en otro, hará inter-
venir al objeto. Esto en suma equivale a decir que el objeto desempeña para la vida
psíquica un papel equivalente al que cumplen el oxígeno o los componentes de la
nutrición para la vida biológica, pero con la diferencia de que el objeto actuará en
el sentido de la organización o desorganización de la vida psíquica en función de
las propiedades inherentes a esta. Para Freud, la última palabra la tendrá siempre
esta función propulsiva, que empuja, ocurra lo que ocurra, a investir nuevos objetos”
(1996, p. 35).

ubicando al objeto como “revelador” de la pulsión, se refiere a la función objetalizante:

la función objetalizante cuya existencia yo postulo, consiste, como bien señaló


Winnicott, no solo en ligarse a objetos sino también en crearlos. En crearlos, hallán-
dolos; en hallarlos porque ya estaban ahí. En este aspecto el campo de lo objetalizable
es infinito (p. 38).

En Ideas directrices para un psicoanálisis contemporáneo. Desconocimiento y reco-


nocimiento del Inconciente, afirma: “Puede decirse que una de las formas más logradas
de actividad psíquica en relación con el afecto, es la génesis, diferenciación y conso-
lidación de los procesos lúdicos”. (Green, 2005, p. 191)
Desde esta conceptualización, la construcción del OAL tendría una función obje-
talizante favoreciendo el trabajo de representación y la creación de nuevos objetos.
Objetos creados a partir de procesos lúdicos desplegados en transferencia.

6. objeto analítico lúdico y dialecto analítico


En un proceso analítico podrán construirse diversos OAL, a partir de los cuales
se irá creando una especie de “dialecto”, en tanto dichas representaciones lingüísticas
se transforman en “palabras claves” (R. urribarri), que tendrán un sentido particular;
conformando un “dialecto privado-compartido”, co-escrito en el espacio potencial
del análisis.
Pienso que desde este nuevo dialecto se podrán retomar aquellos gestos espontáneos
desoidos o deformados, para que a través de la construcción de los OAL, tengan la
oportunidad de ser desplegados, dando forma a lo informe, pues de allí puede emerger
lo más auténtico y genuino de cada sujeto.
Desde dicha creación compartida es posible hacer comunicable - representable en
el diálogo analítico, algo de esa locura privada, para que pueda ser transformada, en
espacio potencial creativo.
Se trata de un dialecto creado en la mini - sociedad analítica, desde el cual, evocando
algo de las técnicas de reciclaje, lo pasado puede adquirir un nuevo sentido.
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936 Revista de Psicoanálisis l Tomo LXX l Nº 4 l 2013

7. conclusión
“Ahora examinaré un rasgo importante del juego, a saber, que en él, y quizas
solo en él, el niño o el adulto están en libertad de ser creadores”
D. W Winnicott. Realidad y Juego

Enmarcado en el trípode de formación, como formalización metapsícológica y


técnica de mi propia experiencia analítica entrelazando mi trabajo clínico y mi for-
mación teórica fue tomando forma el concepto de objeto analítico lúdico.
Dicha idea se fue nutriendo y consolidando a partir del intercambio y debate con
colegas, del estudio de la obra freudiana y post – freudiana, del diálogo analítico y el
de las supervisiones. De este modo, los OAL propios y los de mis analizados, se cons-
tituyeron en base y eje de construcción del trabajo de elaboración conceptual.

resumen

La autora define y desarrolla el concepto de objeto analítico lúdico: se trata de objetos cre-
ados – construidos en el proceso analítico, a través de los cuales se expresan, representan y
elaboran diversas problemáticas psíquicas.
Presenta dos casos clínicos de niños, analizando la creación y secuencia de los objetos ana-
líticos lúdicos en ambos procesos analíticos.
La autora amplía el concepto al psicoanálisis con adolescentes y adultos.
Como apertura desde la técnica, define y desarrolla lo que denomina: intervenciones lú-
dicas, las cuales favorecen el despliegue simbolizante del gesto espontáneo del analizado.
Desarrolla diversos entrelazamientos con otros conceptos psicoanalíticos.
Ligando la experiencia analítica, el juego y la creación, destaca el valor de sus propios
objetos analíticos lúdicos creados en su análisis como eje para el trabajo de elaboración con-
ceptual en un movimiento de integración – consolidación analítica teórica y clínica.

DescrIptores: CAMPO PSICOANALÍTICO / JuEGO / OBJETO

summary
A discovery - opening in clinical work and technique:
the analytic play object.

The author defines and develops the concept of a ludic analytical object, created-
constructed during the analytic process and through which different kinds of psychological
problems are expressed, represented and worked through. In two clinical examples with
children she describes the analytical sequence of these ludic analytical objects created during
each of the cases. She extends the concept to psychoanalysis with teen agers and adults
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Patricia Saks 937

As a starting point, she defines and develops the idea of what she calls ludic interventions,
whose aim is to favor symbolization and spontaneous gestures of the patient. Interactions
with other psychoanalytical concepts are also commented.
Relating analytical experience to playing and creating, she enphasizes the value of her own
ludic analytical objects created during her own analytical  experience as central in her
capability to elaborate conceptually and to integrate theory with clinical experience.

KeyworDs: PSICOANALYTIC FIELD / PLAY / OBJECT.

resumo
Uma descoberta - abertura na clínica e na técnica:
o objeto analítico lúdico

A autora define e desenvolve o conceito de objeto analítico lúdico: se trata de objetos


criados – construídos no processo analítico, através dos quais, se expressam, representam e
elaboram diversas problemáticas psíquicas.
Apresenta dois casos clínicos de crianças, analisando a sequência dos objetos analíticos
lúdicos criados em ambos os processos analíticos.
A autora amplia o conceito à psicanálise com adolescentes e adultos.
Com abertura a partir da técnica, define e desenvolve o que denomina: intervenções
lúdicas, as quais favorecem o progresso simbolizante do gesto espontâneo do analisado.
Desenvolve diversos entrelaçamentos com outros conceitos psicanalíticos.
Ligando a experiência analítica, o jogo e a criação, destaca o valor de seus próprios objetos
analíticos lúdicos criados em sua análise, como eixo para o trabalho de elaboração conceitual
e de integração teórico - clínica.

pALAvrAs-chAves: PSICANALÍTICO / JOGO / OBJETO.

Bibliografía

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Green, A: De locuras privadas, Buenos Aires, Amorrortu, 1990.
La Metapsicologçia Revisitada. Buenos Aires, Eudeba 1996.
Ideas directrices para un psicoanálisis contemporáneo. Desconocimiento y reconocimiento del
inconciente, Buenos Aires, Amorrortu. 2005.
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938 Revista de Psicoanálisis l Tomo LXX l Nº 4 l 2013

Rodrigué, E.; Tronquoy de Rodrigué, G: El contexto del proceso analítico. Buenos Aires,
Paidós, 1966.
urribarri, R.: Comunicación personal. 2008.
urribarri, R.: Sobre adolescencia, duelo y a posteriori. Clínica psicoanalítica de niños y adoles-
centes. Colección de psicología integrativa, perspectivista interdisciplinaria.1998.
Winnicott, D: Exploraciones Psicoanalíticas ll. El juego del garabato”: (amalgama de dos artículos:
uno inédito, escrito en 1964, y el otro publicado en 1968). Buenos Aires, Paidós, 1991.
(1971) “Realidad y Juego”. Buenos Aires, Gedisa, 1982.
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REVISTA DE LIBROS
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Comentario al libro de Jacques Lacan:


Hablo a las paredes
Jacques Lacan

Paidós, Buenos Aires 2012.

Entre noviembre de 1971 y enero de mar la falta del Otro. De ahí que al alojar
1972 Lacan pronunció siete conferencias la instancia (insistencia) de la letra en la
en el hospital St. Anne. Las cuatro últimas, repetición, la interpretación ponga de re-
que prolongan y despliegan desarrollos lieve lo insostenible de todo “principio del
del seminario XIX (“Ou pire”, dictado a placer” que no incluya el displacer que
partir de diciembre 1971 en la Facultad asoma en el goce y concierne al cuerpo.
de Derecho), fueron intercaladas entre las A partir de lo que pierde de goce el ha-
clases correspondientes cuando éste fue blante, se sigue que no hay (salvo para un
publicado. Las tres primeras componen discurso religioso) relación sexual.
este volumen. El saber del psicoanalista, concluye
En la primera (“Saber, ignorancia, ver- Lacan, hace al lugar en que éste debe ubi-
dad y goce”) Lacan comienza por la igno- carse para sostener ese saber fronterizo
rancia como condición de un saber que entre la potencia de lo simbólico y un real
acorde a la experiencia analítica apunte a en pérdida.
lo singular. En la segunda conferencia (“De la in-
Al suponer (en “una dificultad del psi- comprensión y otros temas”) Lacan inte-
coanálisis”) que las resistencias al psico- rroga el valor de verdad, en tanto que sín-
análisis se deben a su aspecto de revolu- toma, de la incomprensión de su enseñanza,
ción (alineada a la copernicana y la en el horizonte de la incomprensión mate-
darwiniana) en el saber, Freud habría pa- mática, proveniente de un desfase en el ma-
sado por alto que revolución es retorno al nejo del valor de verdad (del que se espera
punto de partida, con el consiguiente efec- algo más que la bivalencia verdadero o
to de exaltación narcisista. El inconciente falso). Al modo de los enunciados mate-
supone en cambio, señala Lacan, una sub- máticos, de los que es imposible decir si tie-
versión en el estatuto del saber, en cuya nen una verdad o un significado y tocan
frontera sensible con una verdad en con- una dimensión de la verdad cuyo encuentro
tinua sustracción opera el psicoanálisis, puede aletargar, la función de la palabra en
que por eso no es propicio para dicciona- psicoanálisis sólo toca el real inarticulable
rios (como el Laplanche - Pontalis). de la diferencia de sexos y el goce sexual al
Estructurado como un lenguaje, más precio de la castración, dejando un núcleo
vinculado a la gramática y la repetición opaco en la relación del hablante al cuerpo
que a la retórica, el inconciente pone en sexuado que sólo puede mediodecirse por
juego en la función de la palabra una ver- la palabra, a lo sumo inventando un sem-
dad en disyunción al saber, que deja aso- blante (de hombre o mujer).
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942 Revista de Psicoanálisis l Tomo LXX l Nº 4 l 2013

En eso el discurso – definido por estar que se plantea ahora a qué réson recurrir
determinado por lo real, sólo abordable para abordarlo.
por vía del matema – se opone a la palabra, Ya antes de 1950 (en “Acerca de la cau-
lo que abre la cuestión de cómo lalengua, salidad psíquica”) había denunciado, re-
correlativa de la disyunción del goce se- cuerda, toda definición de la enfermedad
xual, entra en relación con dicho real. mental fundada en la segregación ligada
La tercer conferencia (“Hablo a las pa- al discurso amo y su moderno desliza-
redes”) comienza con una confesión de miento calvinista hacia el discurso del ca-
Lacan: no distingue al auditorio del de su pitalismo, caracterizado por el rechazo de
seminario (y viceversa). Dado que su in- lo simbólico (y por ende de la castración,
tención inicial al venir a St. Anne había y con ella de todo lo que hace a las cosas
sido hablar a psiquiatras, y siendo notorio del amor) que dos siglos después retorna-
que no todos los presentes lo son, conclu- ría bajo forma del discurso analítico, en
ye que es a las paredes que habla, al modo que el analista semblantea el objeto a.
de un acto fallido en cuya vertiente logra- A propósito del muro, retoma hacia el
da podría ser entonces que, pese a todo, final el poema de A. Tudal Paris l’an 2000
sí hable a alguien en esos muros, que lo que ya citara en “Función y campo de la
vieran jefe de clínica años atrás. Allí, palabra y el lenguaje en psicoanálisis”.
donde escuchara cosas decisivas (como la
paciente que llamara Aimée, que marcó Entre el hombre y la mujer está el amor
su ingreso al psicoanálisis) de las que pro- Entre el hombre y el amor está el mundo
viene todo su discurso, formula ahora di- Entre el hombre y el mundo hay un muro
rectrices esenciales de la relación entre el
horizonte simbólico de la palabra y lo real Ese muro, que no es otro que la jun-
que se le sustrae. tura entre verdad y saber está, como la
Los muros están hechos para rodear castración, en todas partes en lo que va
un vacío, subraya, del que hacen nacer el de un significante a otro, cada vez que
lenguaje. En la tradición filosófica, que algo serio se juega entre un hombre y
desde la caverna de Platón hizo lugar a ese una mujer. Más allá de quién le da cuer-
vacío, se rastrea el objeto a. La razón, eso po, el amo del juego es el significante, y
resonante en los muros relativo al origen su sustancia – el goce del que el sujeto
de la res (cosa) con que se hace la realidad, está separado – es ese objeto que corre
concierne a lo que se puede extraer del como el anillo en el juego de la sortija,
lenguaje a título de lógica, que es preciso cuyo estatuto nadie es capaz de enunciar,
dejar el sentido común para alcanzar. Hay y del que el psicoanálisis demuestra su
sentido pero no lo hay en común, esa per- manifestación sólo enunciable con la
catación – dice Lacan – lo condujo a la marca de la castración.
existencia del objeto a, el real al que la in-
terrogación lógica lleva a recurrir y del carlos A. Basch
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Revista de libros 943

Comentario al libro de Ana Rozenfeld:


La resiliencia: esa posición subjetiva
ante la adversidad
Ana Rozenfeld

Letra Viva, Buenos Aires, 2012.

Ana Rozenfeld nos ofrece un libro in- Ana Rozenfeld nos invita a pensar en
teresante por el tema elegido y también estas cuestiones ya que estamos dispuestos
ameno, accesible para el público en ge- a dar lugar, tiempo y espacio a lo imagina-
neral y que a la vez constituye una invi- rio, lo simbólico y aceptando lo inevitable
tación a pensar en nuestra clínica desde de lo real como inaccesible e imposible.
todo lo que nos ofrece con su experiencia: Es complejo separar este fenómeno, la
pensar en nuestros pacientes, en nosotros resiliencia, del concepto de pulsiones de
mismos, en situaciones que suceden a vida y una de sus funciones, la autocon-
nuestro alrededor. servación. La autora da numerosos ejem-
Destaco la posibilidad de ejercer un plos y nos hace pensar en otros.
pensamiento crítico sin someternos a la Creo que es muy interesante el planteo
imposición de un patrón ideológico. No que hace acerca de las posiciones subjeti-
todos acuerdan con este concepto que Ana vas. Aquí surge para interrogarnos nues-
aclara muy bien que no es un concepto psi- tro pensar acerca de las realidades psíqui-
coanalítico sino que es descriptivo y busca cas y la mentalización. Este libro nos
una explicación en la metapsicología. interroga y nos invita a buscar por dife-
Menciona el pensamiento de Lía Ricón rentes caminos respuestas a porqué hay
acerca de la resiliencia “capacidad de saltar quien quiere vivir y lucha por ello bus-
desde el agua a una embarcación”. cando mejores condiciones de vida y
Dice Ana: “el salto implica poner un aquellos que se entregan a la muerte.
espacio entre la condición del supuesto En la página 56 nos dice: “La confian-
náufrago y la nueva del navegante”. Dos za, la creencia, la convicción en la palabra
lugares que hacen referencia a la transi- emanada de la autoridad, la esperanza,
ción entre el encuentro con lo mortífero son factores psíquicos que pueden gene-
y el sujetarse a la vida. La autora ubica a rar resiliencia. Funcionan a modo de brú-
la resiliencia en ese intersticio, esa lucha jula, orientando y rescatando a quien se
por la supervivencia en momentos trági- ve sumergido en la confusión, el aturdi-
cos. Creo que ese llamado intersticio en- miento.” Esto describe a un analista con
cierra un misterio maravilloso para con- su paciente durante un proceso analítico.
tinuar investigando. Insisto en la palabra uno con sus convicciones emanadas de la
misterio que sin duda surge de la lucha autoridad de Freud, otro con la necesidad
entre Eros y Tánatos. Deseo de vivir- y el deseo puestos en juego al aceptar las
deseo de morir. reglas del juego psicoanalítico, el fair play.
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944 Revista de Psicoanálisis l Tomo LXX l Nº 4 l 2013

Cuando nos relata la odisea de Aaron permitirnos “reparar”, es decir “darnos


Relston, me preguntaba acerca de esa in- cuenta” de situaciones que quizá no to-
sistencia en desafiar al peligro, en estar maríamos en cuenta en la historia de
entre la espada y la pared. Como todos nuestros pacientes. Su posición subjetiva
los que practican deportes de alto riesgo creativa nos invita a pensar en distintas
¿buscarán poner en jaque a su resilien- expresiones de la resiliencia aún en nos-
cia? No podemos negar que son situacio- otros mismos y al darnos a conocer su po-
nes elegidas. sición como analista para con Sofía
Destaco la manera en que nos muestra Guterman según nos relata.
la importancia del amor, Eros, como ele- un punto apasionante son los diferentes
mento indispensable presente en este fe- mecanismos psíquicos que se ponen en
nómeno, en el relato del naufragio de juego al pasar de náufrago a navegante.
padre e hijo en Punta del Este. Y en la pá- La renegación, la alucinación, la diso-
gina 60 destaco lo dicho por Stephan ciación, la escisión, son, todos ellos, me-
Hawking: “no ser discapacitado de espí- canismos puestos al servicio de la vida
ritu” mostrándonos la importancia del tanto física como psíquica.
mundo psíquico, el mundo interno. Con la autora me pregunto cuáles son
Ya Freud con sus series complementa- las determinaciones simbólicas, deseos y
rias nos dio la pista en cuanto a la heren- fantasías que dan lugar a este fenómeno de-
cia y el entorno pero sabemos que no es nominado resiliencia. La búsqueda de una
suficiente y la autora nos muestra cómo metapsicología está desplegada a lo largo
ha investigado diversos casos. de este libro ameno, inteligente y actual.
Destaco la honestidad con que mues-
tra su posición subjetiva reparatoria, al Dra. Amalia socci
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REVISTA DE REVISTAS
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Comentario al trabajo de Antonino Ferro


y Elena Molinari: Une arche pour survivre au déluge
émocionnel. La forme vivante de l’ interpretation
dans l’analyse d’enfants.
Revue Française de Psychanalyse.

Volúmen 76 Nro. 2. Mayo 2012

Los autores, Antonino Ferro y Elena cepto de interpretación, comenzando a


Molinari, reflexionan sobre cómo evolu- escuchar la voz de los pequeños pacientes.
cionó el pensamiento psicoanalítico en el Este proceso abrió la posibilidad de aten-
psicoanálisis infantil desde Freud hasta der la demanda de los niños, según como
nuestros días, las consecuencias en la te- deseaban y solicitaban ser tratados.
oría y en la clínica de dichos cambios y Los autores seleccionan algunos de los
sus implicancias en los aportes al trabajo psicoanalistas con mayor influencia en su
con adultos. manera de pensar el abordaje del análisis
Establecen la metáfora que asoma de niños.
desde el título, un “Arca para el Diluvio Es así que comienzan con Freud, 1909
de las emociones desbordantes” que luego y continúan con Melanie Klein, Winnicot,
explicitan con viñetas clínicas. Bion y Baranger.
La palabra en hebreo “Theva”, se tra- Describen la evolución del pensamien-
duce en francés “Arc” y en español “arca”, to analítico respecto del análisis de niños
la imaginamos como una embarcación desde la posición de neutralidad del ana-
hecha con madera, que se asemeja a una lista hasta el involucrarse participando y
panera, como si fuera un nido. tomando una posición activa en el juego,
Además de esta acepción, también con un compromiso corporal intenso.
significa “palabra” de modo que para En las viñetas y en el ejemplo tomado
poder sobrevivir a la violencia extrema del juego de un padre con un niño fuera
del diluvio emocional que sobreviene en de tratamiento nos acercan al pensamien-
los inicios de un tratamiento de niños, to del arca como espacio facilitador para
tanto en el infante como en los padres, la construcción de recursos yoicos del pe-
hace falta construir un espacio de empa- queño paciente .
tía, que posibilite el hablar. En los casos mencionados aparecen
Durante mucho tiempo se consideró enumerados los animales míticos o rea-
que la esencia del tratamiento de niños les en los que los niños depositan sus ob-
residía en la interpretación y la construc- jetos internos fantásticos, valiéndose de
ción a través de la palabra. este medio para tramitar y elaborar las
Después de las observaciones de nu- situaciones traumáticas. Y de esta ma-
merosos psicoanalistas se amplió el con- nera el arca representa el sitio contene-
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948 Revista de Psicoanálisis l Tomo LXX l Nº 4 l 2013

dor donde acontece el proceso transfor- quietud del cuerpo, en el análisis de niños
mador simbolizante. es la acción la que genera la ensoñación.
Colocar al juego en el centro del pro- En el análisis también soñar y generar
ceso de transformación implica desalojar ideas se entrelazan para dar vida a un pro-
a la palabra de su lugar central e incluir el ceso creativo, transformador y simboli-
cuerpo como una entidad capaz de co- zante, que encuentra el marco posible en
municar a través de las acciones y expre- el arca metafórica, nido, espacio de inter-
siones. El analista está activamente im- juego, cuyo sentido es el de compartir el
plicado en la construcción de significados. intercambio lúdico en la dupla analítica.
Mientras que en el análisis de adultos
el pivote del funcionamiento psíquico es la Beatriz elisa roguin
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objetivos de la revista de psicoanálisis

Los objetivos de la REVISTA DE PSICOANÁLISIS son difundir el psicoanálisis,


favorecer su desarrollo científico, investigar en las áreas de la práctica y la teoría psi-
coanalíticas y dar a conocer las contribuciones del psicoanálisis a la salud y a la cultura.
La revista publica artículos y trabajos originales e inéditos que contengan investiga-
ciones experimentales, teóricas, críticas y metodológicas tanto cuantitativas como
cualitativas, relacionadas con la clínica, la teoría, la historia del psicoanálisis. Podrá
publicar, en razón de ofrecer un interés especial, trabajos que ya hayan sido difundidos
en otras revistas, en simposios o congresos. También serán consideradas para su pu-
blicación las extensiones del psicoanálisis a otros campos y los aportes multidiscipli-
narios que pudieran enriquecer al psicoanálisis.
Se edita trimestralmente, en los meses de marzo, junio, septiembre y diciembre y,
si bien está dirigida a psicoanalistas y a otros profesionales de la salud mental, también
se propone como referencia para la discusión y el intercambio con todas las disciplinas
científicas y académicas.
La selección de los textos recibidos es realizada por el Comité Editor y por lectores
externos elegidos por su nivel de especialización en el tema que tratan, de modo de
asegurar la calidad del proceso de revisión por pares (peer-review). La lectura de los
trabajos se lleva a cabo de acuerdo al sistema de doble anonimato. La decisión de pu-
blicación es responsabilidad exclusiva del director del Comité Editor. El o los autores
recibirán un comentario acerca de su texto, surgido de la consideración de dicho
Comité Editor.

requisitos para la presentación de los trabajos


La REVISTA DE PSICOANÁLISIS publica fundamentalmente trabajos originales. Por
eso el autor, al presentar su trabajo a la consideración del Comité Editor, se cercio-
rará de que no haya sido publicado antes, ni total ni parcialmente, y de que tampo-
co está siendo considerado por otro comité editor. La extensión máxima será de
seis mil (6000) palabras.
Se enviarán 2 archivos por e-mail –uno, con los datos del autor, y otro, bajo ano-
nimato (evitando que el nombre del autor figure en el texto y la bibliografía)– y 6
ejemplares impresos también anónimos. Deberá incluirse el resumen que no ha de
superar las trescientas palabras, en español, inglés y portugués.

respecto a presentación de material clínico


Es responsabilidad de cada autor resguardar la confidencialidad del material clínico
presentado de acuerdo a las normas éticas establecidas porque el ejercicio de la pro-
fesión y su difusión en ámbitos académicos se ajustará al modelo del consentimiento
y/o al disfraz pertinente de los datos aportados.
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citas de otros textos, propios o ajenos


Será cuidadosamente garantizada su exactitud. Todo agregado que haga el autor
del artículo al texto original de la cita deberá enmarcarse entre corchetes. Por ejemplo:
“esa fuerza [la RTN] que se defiende con todos los medios posibles contra la curación”.
El autor mantendrá las bastardillas y otros diacríticos del texto citado. Si las utiliza él
para recalcar una o más palabras, agregará al final de la cita “[las bastardillas son mías]”.
Para indicar que se ha omitido algo en el texto citado se emplearán puntos suspensivos
entre corchetes, por ejemplo: “esa fuerza que se defiende [...] contra la curación”.

citas de textos de Freud


Se procederá como en el caso de los otros autores pero indicando la edición de la
que se tomó la cita (Santiago Rueda, Biblioteca Nueva o Amorrortu), y el año en que
fue realizada (B. N. Tiene varias ediciones). Si la cita proviniera de la edición inglesa
(SE) o de alguna de las ediciones en alemán (GS, GW) se agregará la página que co-
rresponde a esa cita en alguna de las versiones castellanas. Si el autor prefiriera su
propia traducción, lo hará constar expresamente.

Notas al pie de página


Las notas a pie de página deben numerarse consecutivamente. No incluyen las re-
ferencias bibliográficas.

referencias bibliográficas
A continuación del empleo de una idea o concepto correspondiente a otro autor
se indicará, entre paréntesis, el apellido de este seguido de una coma y el año de la
primera edición (preferentemente).
Por ejemplo, (Freud, 1918). Si el nombre del autor estuviera ya incorporado en la
frase sólo se consignará entre paréntesis el año. Por ejemplo, Freud (1918).
Si los autores fueran dos, se consignarán los dos nombres: “(Laplanche y Pontalis,
1968)” o “Laplanche y Pontalis (1968)”. Se preferirá siempre la fecha de la primera
edición a la fecha del texto que el autor maneja, que sí será consignada en las referen-
cias. Si los autores fueran más de dos, se mencionará solo el primero, seguido de la
expresión latina et al. (pero escrita sin comillas y no subrayada) o de la castellana “y
otros” (escrita sin comillas). Por ejemplo: “Garma y otros (1971)” o “(Garma y otros,
1971)”. O bien “Garma et al. (1971)” o “(Garma et al., 1971)”.
Las referencias deberán ser ubicadas al final del trabajo, agrupadas por autor, bajo
el título “Bibliografía”.
Se incluirán solo las referencias de autores y textos que hayan sido mencionados
en el cuerpo del artículo. Aunque un autor o un texto hayan sido mencionados varias
veces, en Bibliografía deberá aparecer una única vez y no deberán emplearse expre-
siones como “ib.”, “ibíd.”, “ibídem”.
Los autores se presentarán por el apellido seguido de la inicial del nombre, por
ejemplo, “Freud, S.”. El orden a seguir es el alfabético. A continuación, entre paréntesis,
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el año en que fue publicada la obra de referencia; por ejemplo, Freud, S. (1918). Si se
mencionan más de un trabajo de un mismo autor, deberá ordenárselos cronológica-
mente empezando por el más antiguo.
Si se hace referencia a más de un trabajo escrito en un mismo año, inmediata-
mente después de la fecha se le agregará, al primero la letra a, al segundo la letra b,
y así sucesivamente.
Por ejemplo, Freud, S. (1918 a); Freud, S. (1918 b). Cuando un autor es referido
por su/s trabajo/s individual/es y por otros en los que es coautor –figurando él en pri-
mer término– los trabajos individuales antecederán a los colectivos. Para distinguir
dos o más lugares de una misma referencia, colóquense en el texto las páginas que co-
rrespondan en cada caso.
Los títulos de libros (en castellano) se escribirán en minúscula (excepto la primera
letra de la primera palabra y los nombres propios), sin comillas y en bastardilla. A
continuación, el lugar de edición, el nombre de la editorial y el año de edición. Aunque
el autor del trabajo no haya consultado la edición original, puede consignar las dos
fechas. Por ejemplo: “Laplanche, J. y Pontalis, J.-B. (1964). Fantasme originaire, fan-
tasmes des origines, origines de fantasme, París, Hachette, 1985. [Traducción cast.:
Fantasía originaria, fantasía de los orígenes, orígenes de la fantasía, Barcelona, Gedisa,
1985.]”. Si se conociera la existencia de una edición castellana pero no se pudiera dar
la referencia completa, escríbase: “[Hay trad. cast.]”. En cualquier caso es conveniente
que figure la traducción del título al castellano.
Los títulos de artículos irán sin comillas y sin subrayar seguidos del nombre de la
revista que los incluye, sin abreviar y en bastardilla, número del volumen, año, lugar
y editorial. Por ejemplo: Baranger, M.; Baranger, W.; Mom, J. Proceso y no proceso
en el trabajo psicoanalítico.
Revista de Psicoanálisis, XXXIX, 4, Buenos Aires, Asociación Psicoanalítica
Argentina, 1982.

Descriptores
Los descriptores correspondientes a los trabajos aceptados para su publicación
serán adjudicados por la Comisión de Informática de la Asociación Psicoanalítica
Argentina mediante el uso del Tesauro de Psicoanálisis.

Importante
El Comité Editor no se responsabiliza por las opiniones expresadas por los autores.
La presentación de los trabajos a la REVISTA DE PSICOANÁLISIS implica la cesión
legal de los derechos de publicación escrita y electrónica de los autores a favor de la
REVISTA.
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