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Universidad Nacional de Colombia

Curso Historia de Colombia III


Ricardo Andrés Flórez Jiménez
Código 2532807
Castro-Gómez, Santiago. Tejidos Oníricos: Movilidad, Capitalismo y Biopolítica En Bogotá,
1910-1930. 1. ed. Bogotá, D.C: Editorial Pontificia Universidad Javeriana, 2009.

Como afirma Santiago Castro Gómez al inicio de esta obra, este libro es “(…) la continuación de
un proyecto intelectual iniciado en el año 2005 con la publicación de La hybris del punto cero, y
que toma como centro de atención la historia del capitalismo en Colombia”1. Publicado en 2009
bajo la editorial de la Universidad Javeriana, es su cuarto libro de autor. Castro Gómez es un
filósofo colombiano reconocido a nivel latinoamericano y quien fue parte del grupo
Modernidad/colonialidad, integrado por figuras como Walter Mignolo, Enrique Dussel y Aníbal
Quijano. Se graduó de pregrado de la universidad Santo Tomás, realizó su maestría en la
Universidad de Tübingen y el doctorado (graduado con honores) en la Universidad Johann
Wolfgang Goethe-Universität de Frankfurt, de 2000 a 2006. Su trayectoria intelectual se ha basado
en autores como Michel Foucalt y Gilles Deleuze, lo cual se encuentra plasmado en este libro.
Castro Gómez divide su obra en 8 secciones: Introducción; Señales en el cielo, espejos en la tierra;
El dispositivo de movilidad; Ética y cinética del homo urbano; El gobierno de los otros; Máquinas
deseantes; Epílogo y Bibliografía. Como reza en el título y se mencionó anteriormente, este texto
trata sobre la historia del capitalismo desde 1910 hasta 1930 en Bogotá. En la introducción a
Tejidos Oníricos, el autor se plantea dar una visión no economicista en su trabajo. Así, el lente a
través del cual estudia el problema es uno que busca dar cuenta del capitalismo como “un
mecanismo productor no solo de mercancías sino también de subjetividades”2. Siendo la época por
tratar de 1910 a 1930, Castro Gómez la entiende como una de incipiente industrialización, la cual
demandaba la creación de un tipo específico de subjetividades, esto es, cinéticas. “Para que
Colombia pudiera ingresar con éxito a la dinámica industrial del capitalismo mundial, los cuerpos
debían adquirir una nueva velocidad”3. Se empieza a implementar un imaginario social que busca
y se centra en la velocidad y aceleración permanentes de la vida, en la movilidad. Lo que implica
estas demandas de la industrialización y del capitalismo (la movilidad) es una permanente
desterritorialización, dejar atrás las esferas primarias para no quedar relegados en la historia.
Siguiendo esta línea, para Castro Gómez es fundamental la introducción de las máquinas de
transporte rápido, como el automóvil, ya que son las que dan paso a una ontología del movimiento.
Además, de acuerdo con Virilio, uno de los autores en los que Castro Gómez se basa, los transportes
conllevaron la ruptura de la oposición entre ciudad/campo, en favor de la primera. Se nos hace
claro, entonces, que escoger a Bogotá en el periodo de 1910 a 1930 tiene que ver con el estudio de
la creación de las subjetividades cinéticas por medio de la biopolítica y la creación de “medios
ambientes” en la ciudad, que tenían como fin, para tal lapso, la promoción y control de “la

1
Castro-Gómez, Tejidos Oníricos.
2
Ibidem, p. 11.
3
Ibidem, p. 12.
circulación permanente”. El autor cierra la introducción dándonos un abrebocas a las temáticas de
cada capítulo.
Es de resaltar el término temáticas, ya que el libro no sigue una especie de estructura cronológica
ni procesual, como tal. Castro Gómez invita a leer la obra de distintas maneras; sin embargo, nos
sugiere leer el capítulo quinto como un complemento del primero, “en el sentido de que ambos
procuran mostrar el modo en que los sujetos fueron interpelados como «modernos» y «deseantes»
al interior de un régimen capitalista de signos”4. Así, procederemos a interpretar ambos capítulos
como “una unidad” (también por motivos de espacio). De alguna u otra manera, el primer capítulo
sí funciona como un punto de partida para un posible lector (como mínimo a nivel cronológico,
empezando en 1910) y, además, nos sumerge al periodo estudiado con la metáfora del cometa
Halley como anunciador de nuevos tiempos, de cambio. Sin embargo, lo fundamental del capítulo
es mostrar la exposición del Centenario en clave de mecanismo de interpelación de sujetos. En tal
exposición se escenificaron imaginarios de progreso, los cuales funcionaron como espejos a través
de los cuales ciertos sectores de la sociedad empezaron a identificarse, a reconocerse como sujetos
modernos. Ya desde este punto Castro Gómez nos precisa que debemos entender las formas ideales
de forma-mercancía, las cuales desarrolla más a profundidad en el quinto capítulo, como elementos
que, además de generar identificaciones, también producen el deseo de materializar estilos de vida
útiles al capitalismo. Ahora bien, en el quinto capítulo vemos otros mecanismos de interpelación,
tales como el consumo, la moda y el entretenimiento. Para el autor, el consumo de productos y la
publicidad detrás de estos, que buscaba afectar las maneras de sentir para cambiar las maneras de
vivir, simbolizaban que aquel quien consumía era un sujeto moderno, en tanto se hacía “dueño de
su cuerpo y de su destino” (la estética era “ahora” responsabilidad del sujeto moderno, por ejemplo,
y no del azar de sus circunstancias). En cuanto a la moda, para Castro Gómez, es una ruptura con
el ethos de inmovilidad ya que esta, la moda, necesitaba de mujeres que fueran protagonistas. “La
moda es, entonces, la modernidad hecha cuerpo y de ella no deben avergonzarse las mujeres” 5.
Finalmente, el autor muestra la consolidación del entretenimiento y el tiempo libre como parte de
la formación de la sociedad de trabajo y, en términos biopolíticos, de la “forma sana” de aprovechar
el tiempo en esta.
Ahora bien, otro punto fundamental para Castro Gómez es, además de las máquinas deseantes, los
“dispositivos de movilidad”, aquellos que “inscribieron el movimiento de la población en unos
juegos de verdad a partir de los cuales ese movimiento quedó investido con determinadas
propiedades y cualidades”6. La revolución de los transportes viene ligada a semióticas
significantes, en tanto a que se “desvanece la distancia”, con ella las codificaciones locales, y solo
queda la cuantificación axiomática. Pero el autor no muestra solamente las representaciones
discursivas, sino los cambios a nivel molecular de su percepción del tiempo y el espacio que
vivieron los habitantes de Bogotá, como la paulatina “normalización” y dependencia de la rapidez
de los desplazamientos realizados por el tranvía. Además, Castro Gómez repasa las
transformaciones urbanas que tenían como imperativo la velocidad, como las zonas de
aparcamiento y las estaciones de gasolina, la transformación de la percepción del espacio urbano
y cómo esto se interpretó como señal indiscutible del progreso. Así, a nivel discursivo y molecular
se iba realizando el imperativo de movilidad a través de sus dispositivos. Sin embargo, la movilidad
no era absoluta, ya que implicaba un “estriamiento”, una definición de caminos posibles, de tal

4
Castro-Gómez, Tejidos Oníricos, p.193.
5
Ibidem, p. 220.
6
Ibidem, p 61.
suerte que grupos que representaban movilidades indeseadas para sectores de le élite, como los
socialistas y feministas, hubieron de seguir movimientos estriados y fueron dirigidos
biopolíticamente a través de la reglamentación y prevención de, por ejemplo, huelgas.
En cuanto al caso específico de Bogotá, como ciudad en este proceso, el capítulo de “Ética y
cinética del homo urbano” nos da cuenta de un importante mecanismo para acelerar la vida de la
población: el urbanismo. “En tanto que tecnología de intervención sobre un medio ambiente
(milieu) y sus pobladores, el urbanismo no solo buscaba construir edificios y avenidas sino
construir al ciudadano, producir al homo urbano como habitante de la ciudad moderna” 7. Para la
élite deja de ser modelo Atenas para lentamente pasar a mirar a Nueva York y al “City Planning”,
el cual buscaba darle un ordenamiento con criterios científicos al espacio urbano, no solamente
estético. Con el “City Planning” se vuelven ideales el confort, la higiene, la estética y el goce de
vivir, elementos necesarios para la creación de un “medio ambiente” que favoreciera la adopción
por los bogotanos del ideal de “circulación permanente”. Castro Gómez nos muestra, además, la
transformación de la plebe urbana en “población obrera” a través de estrategias sujeción del deseo
que “producen” el deseo de trabajar, como el mejoramiento de las condiciones laborales y la
creación de “barrios obreros”, entre otros. Para el autor, las tempranas “luchas obreras” en la capital
estaban mucho más en concordancia con la producción de un modo de vida capitalista urbano de
lo que comúnmente se podría pensar.
Finalmente, y como más o menos ejercicio crítico también, comentaré el capítulo que trata sobre
las dos tecnologías de gobierno que estuvieron en disputa en la época, la que buscaba un Estado
colonial-capitalista y la que buscaba un Estado capitalista-benefactor. La primera, más cercana a
la sociedad de razas, propugnaba por la “inmovilización” de un fragmento de la sociedad para que
los sectores de la élite blanco-criolla fueran los abanderados de los imperativos de movilidad. Con
la idea de la degeneración de la “raza colombiana” y la necesidad de promover fuertemente la
inmigración de europeos para el blanqueamiento de esta, este modelo estaba en oposición al que
tenía como punto de partida “la regeneración biopolítica de los cuerpos”, esto es, la tecnología de
gobierno que veía en el Estado al principal culpable de la falta de creación del sujeto que la
industrialización necesitaba. Así, el Estado asumirá la responsabilidad de potenciar los cuerpos y
producir la vida del ciudadano.
Respecto a este capítulo comentado anteriormente, estoy de acuerdo con la crítica realizada por
Mauricio Archila en su reseña de este texto. Si bien el objetivo del capítulo es mostrar los
dispositivos políticos para la generación de la movilidad, este acápite solamente nos da cuenta de
dos propuestas políticas entorno al debate de la degeneración de las razas, sin tener en cuenta que
los “dispositivos políticos” implementados en esa época fueron de diversa índole y tuvieron que
ver con otros elementos como las clases, géneros y generaciones8.
Otro elemento por criticar, en mi opinión, es la facilidad con la cual Santiago Castro Gómez le da
una impresión de generalidad a los tejidos oníricos. Sobre todo, al afirmar continuamente esta idea
del “consenso mayoritario”, y teniendo en cuenta las fuentes usadas por el autor, me parece, como
mínimo, exagerado realizar este tipo de conclusiones sin escuchar las otras voces de la época,
aquellas voces subalternas que no estaban de acuerdo con el proyecto de movilidad que las élites
progresivamente empezaron a defender.

7
Castro-Gómez, Tejidos Oníricos, p.20.
8
Archila, “Santiago Castro Gómez. Tejidos oníricos.”
Sin embargo, es valioso el ejercicio interdisciplinar y la búsqueda de otros enfoques, además del
economicista, para dar cuenta de estas primeras décadas de incipiente industrialización. La lectura
del texto es amena, cuanto menos, y el continuo uso de imágenes y los comentarios respecto a ellas
permiten entender la visión que tiene Castro Gómez sobre el discurso de la élite que se fue creando
de 1910 a 1930.
Bibliografía
-Archila, Mauricio. “Santiago Castro Gómez. Tejidos oníricos: movilidad, capitalismo y
biopolítica en Bogotá (1910-1930).” Maguaré 0, no. 24 (January 1, 2010): 439–45.
-Castro-Gómez, Santiago. Tejidos Oníricos: Movilidad, Capitalismo y Biopolítica En Bogotá,
1910-1930. 1. ed. Bogotá, D.C: Editorial Pontificia Universidad Javeriana, 2009.

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