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Cuadernos de poesía

Pequod Editores
Felipe
Fuentealba
R.
Cuadernos de poesía
Ella persiste en las cosas

Ella no te aguarda por las noches


Te lo dicen las cosas desarmadas
Las frazadas te pesan y las puertas
No se cierran o se cierran de repente.
Es el viento que sopla y vuela hojas
De los libros tirados en la cama
O es el tiempo que pasa por los muebles
Y los gasta sin moverlos, sin usarlos
Como si ella volviera silenciosa
Y mirara tu cara cuando duermes
Mientras sueñas que sueñas con sus gestos
Con sus cosas huyendo de los bolsos
Pero no, no es así, nadie te aguarda
De noche, cuando vuelves y quisieras
Convertirte en la ropa en el pasillo
Para que alguien pudiera recogerte.

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Cuadernos de poesía Cuadernos de poesía
El placer por las cosas que se acaban La película de mi vida

El placer por las cosas que se acaban Nunca he disparado un arma


Y los días que enumeras de esa forma Y sólo me he acostado con mujeres.
Como fósforos que se agotan en su caja La película de mi vida fracasará en términos comerciales.
O el azúcar vaciándose en el frasco. En términos artísticos,
El placer por las cosas que terminan Ni hablar.
Justifica el desgaste de tu tiempo Los escasos espectadores
Algo haces, la despensa se vacía Asistirán a la proyección de un puñado de escenas
Y mañana podrás reabastecerla. Un muchacho perdido que se detiene ante la forma de un velador
Esas cosas de tu casa que se acaban Un hombre extraviado que busca el mar en medio del mar
(el polvo en el que muere la limpieza) O la vista de mi abuela durmiéndose sobre su silla
Como mesa que se gasta en el silencio En mitad de la teleserie
Entregando tu rostro a la memoria. Mientras el nieto, a su lado, la contempla
Y tu vida se confunde con las cosas Y siente de pronto que nada malo podrá ocurrirles.
Y las usas esperando que retornen
Colocando el café sobre la mesa
O diluyendo el azúcar en el agua
Existes, la despensa está vacía
Y mañana podrás reconstruirla.
Y es tu vida, de algún modo, la que pierdes
Con las cosas de tu casa que se agotan
Pero pierdes con placer, con la esperanza
De empezar otra vez en el futuro.
La ilusión ante las que cosas que terminan
Te protege de las noches con insomnio
Revelando que tu vida sí se mueve
Y llevándote de nuevo a la rutina
Que te ata a todo aquello que se acaba
Y te acerca a las cosas que comienzan.

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Cuadernos de poesía
Treintaitrés

En esta edad en que las cosas perdidas


Comienzan a ser más que las cosas que se esperan
Donde la noche no es sino el lugar
En el que te miras al espejo

Marcelo
Y los nombres de aquellos que amas
Se parecen demasiado a los nombres de tus libros
En esta edad en que los días que te ocurren
No son más que un solo día interminable

Garrido
Y que las puertas que se abren son iguales
A las puertas que se cierran
Y que todo lo que haces,
Lo haces sin querer

Cuatro poemas animales


Y para siempre.

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Cuadernos de poesía
Punta de Parra y espectro

Extendida y soberbia casa de bestia sobre el cerro.


De punta en la sima/escurriendo/corriéndose hasta el fondo.
Suma dos por el ojo el pasajero rumbo a la arena de su exilio.
El cuerpo quebrado y con cadenas en la persecución de su espectro/
Nada más un espectro/un espectro solamente/un espectro.

Hay como un quejido entre la hierba y el agua que se seca sobre la tierra.
Tiene empeñados los atuendos de otro estío.
Bajo ese polvo que se llevó el paso de la estaciones
Fueron mis huellas a la siga del olvido
Sordo en la espera de que esta cima llegue de una vez por todas al cielo.

De qué presumíamos el verano pasado, de qué cosa: de que esta roca era isla,
Es la lengua del mar/decías /lamió el muslo de Dios y fue piedra.
De esa lejanía somos nada más que la saliva/el decir se nos resbala/lava
El viento nuestros techos/echando por tierra nuestra rabia.
Un canto nuestro entonces es la niebla corriéndose entre los pinos:
Verdes quedamos /verdaderamente visiones de vertiente tenemos/vértigo
De vernos aventados a la altura de un cerro que cava hacia arriva,
Que va cavando una cueva en la noche/que una cueva va cavando hacia arriva
Y no cede/porque no cede/es que no cede.

El pasajero alcanza alzado el recinto vacío del hambre y se baja largamente


Y otros pasajeros más oscuros bajan con él y en el vacío echan la costumbre…
En vez de hombres larvas de sueño huero/héroes de hueso/no más que eso/héroes
Que en la ardiente miseria van dejando la carne en alabanza/
Cansados de tanto darse y darse y darse a al oscuro numen que les da la carne quemada,
Lo que son al otro lado del sueño y del sonido,
Estos apretados espectros sueltos otra vez
En el alba de un día igual a otro/arrojado con pereza en punta de parra.
El pasajero se hunde y ruega que este cerro cierre ya sus hogueras y que ardiendo raje
La garganta del espectro/su canto/el poema/ la pena y el cepo.

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Sobre la tarde crucificada de papeles

El cielo se derrama sobre el cerro iridiscente de punta de parra


Y destilan las paredes insustanciales del signo, Cuál es la cosa de este esfuerzo, su objeto…
Destilan una ponzoña pastosa que se amontona en la garganta. A fuerza de qué se obliga uno y no se disuelve así no más como el rocío.
Un grumo doloso en el que se juntan confusamente En las disquisiciones del espanto hemos perdido una palabra
El deseo fasto y la presencia amarga de las cosas subiendo por las cosas, Y con ella el temor a fatigarla.
Bajando por ellas, llenando con su apuro sostenido un cuerpo vacío: Este luto no nos pertenece, no tenemos lugar en estos velorios.
El hueco envanecido/agitado por las materias ácidas del yo arruinado y caduco: En esta noche oscura sin alma, la mano enferma, grave, despliega sus trabajos
Trigo arruinado por el frío, que habrá que recoger y amontonar en el sonido. Buscando carne en la memoria,
La mano enferma y confusa, reclama para sí el vicio de la muerte.
Envuelto en sí mismo será cosa entre las cosas, vagará entre ellas, Y se conjura este vicio con la muerte.
Se alojará entre ellas, luego en la realidad Y conjura a la muerte este vicio desquiciado.
O en lo que sea para no ser una cosa, para ser otra cosa o para saber. Más allá del canto y anterior al silencio,
En lo podrido rige la muerte y la carne es echada a los gusanos que rige la muerte. La memoria de un dolor disimulado en el vacío
Porque sabe el yo seco que vendrán a cubrirlo con un sudario, Se derrama sobre el cerro iridiscente de punta de parra y sus espectros.
Porque sabe que la piel envanecida sobre la que escribe, enmohecerá

Divaga uno, rudamente divaga uno sobre sí mismo.


De luto va uno en busca del canto que instiga transpirando en la espiga.
Y va con las brumas arrastrándose sobre la piel de la hierba.
Va con el llanto y el quejido entre los pinos,
Va también con el hastío soez de las tardes,
Va solo con la sombra sin prodigio ni fábula en qué echarse:
Nada lo nombra y no es la nada su costumbre.
Canta uno en el vacío y las palabras ponen sus larvas livianas en el aire,
Canta uno y una luminosa lluvia de gusanos cuaja sobre el suelo:

La vida breve de negras mariposas, eso canta uno para sí mismo.


Pero no será para nosotros el canto ni el encanto del espejo;
Su primavera de oropel y pedrería, no será para nosotros ni para los otros ni para nadie:
Fundido en el vinagre de las horas, el canto será para sí mismo.
Y sobre la tarde crucificada de papeles/Como una copa que se derrama,
Se derrama el cielo sobre el cerro iridiscente de punta de parra.

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Cuadernos de poesía Cuadernos de poesía
El exiliado es una sombra. La pérdida de la paciencia

Con la mano rota pones en movimiento la noria. Pasiones de cardo se queman bajo la lluvia…
Te devuelves contra el sol que enciende con oropel las nubes Desaciertos de cierto verano descompaginado que suda sobre nosotros.
Y piensas que acaso habrán de fatigarse las palabras En este desorden hacemos memoria revolcándonos
Fustigando con desolación los bosques este diciembre en punta de parra En los campos de hastío de punta de parra.

Y pudo un ojo nombrarlo todo en otra fecha al asecho de otro estío. Cuerpos en fiero polvo ovillados,
Y sin embargo los papeles arrugaron la mano que trabó la letra Carne ciega exigida desde adentro como por pájaros
En los sordos cuadernos festejados por el sudor bajo el polvo en punta de parra. Carne que gira sobre sí misma, que cubre, golpea y se arrastra
Carne lastimada en el abrazo.
Hay imagen para todo menos para la ausencia, La paciencia arde entre los cuerpos reunidos,
Que suple los saldos negros que tejen el sudario para este sujeto roto. Y la única certeza es la carne encogida en la carne grave,
Y recuerdas con desarraigo al desterrado Barro que se corre sobre sí mismo
Los haberes inútiles que lo sostienen del hilo de su desorden. Y que jadeando se aleja girando en la queja hacia el desastre
Sórdido fruto viciado que aguarda, como ante una doble miseria, En los campos de hastío de punta de parra.
Su cara sin espejo.
Roto y descompaginado él desterrado arrojándose con cada línea Pasiones de cardo se queman bajo la lluvia…
A los plazos de lo inútil El púrpura de los cardos se abre abrasado,
El tallo recio tira de la flor,
Acierta mordiendo con oscuridad la luz en la que alumbra sus inventos: El viento empuja la lluvia sobre el barro y salta en el aire.
El agua tejida apenas la mueve un viento mudo
Que recorre el territorio de lo inútil. Los cuerpos sin quicio se reclaman nuevamente.
La relación de ambos es una tormenta que mueve este jueves mortal, A la duda regresamos cogidos de nosotros.
Incierto e innecesario a todas luces: Hermosa ceniza clara de amantes abrasados.
Mientras tanto, con bramido vuelves a encaramarte con celo a la carne tuya. Eso somos/ceniza somos y en ella yacemos
Ir del estallido a la carnicería verbal, Desnudos y abatidos en la espera de nuestros cuerpos.
Del estallido a esta cosa transparente en la que te cueces: Eso somos/ceniza somos y en ella yacemos
Otra vez en la oscura vigilia de la paciencia
El exiliado es una sombra En los campos de hastío de punta de parra.
Una especie brutal sin espacio y sin embargo.

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Oscar
Petrel
Cuadernos de poesía
Chico Malilla sospecha de sí mismo

Después del saqueo de la bomba de bencina,


escapé por los cerros, picado de sirenas,
bebí ron en las pausas,
sangré en algún lado.
Aceleré por la avenida,
pasé a la farmacia.

Me detuve arriba de un techo,


me saqué el polerón,
hice una pausa, como los gatos
(no está permitido, lo sabía)
observé los muros, los rostros, el sol de mediodía
toda esa belleza
sentí un golpe vivo,
sospeché ser un texto escrito en otra parte,
la evidencia, tal vez, de un poema violento.

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Cuadernos de poesía Cuadernos de poesía
Eran otros tiempos En una postal de la obra Amor reverso

Eran otros tiempos Un día me enredé en tus pantys como una reineta delirante. Y cada vez que tú cantabas me
decía mi abuelo, arrancabas de la noche y me dejabas sobre el amor como sin aire.
en un invierno mío
hay mil pulgadas de bosque derribado
cobrados al patrón
para comprar en la pulpería.

Eran otros tiempos,


me decía,
sacos de papas de 80 kilos
chicha y partidos de fútbol
con los indios de Temuco.

Me casé con tu abuela a los diecinueve,


ella tenía dieciséis,
tuvimos cinco hijos.

Eran otros tiempos,


el patrón violaba a la hija de mi hermano.
¡Cuánto dolor mi chico!
me decía,
y sus ojos de alerce
crecían como la nostalgia.

Así me hablaba mi abuelo


mientras comíamos sandías con harina tostada.
En la cocina mi abuela tejía un hilo largo de silencio.

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Cuadernos de poesía
Chico Malilla conversa con el narrador sobre la problemática del seudónimo

Niño Malilla escribe su verdadero nombre con su lápiz carbón.


Niño Malilla borra su nombre,
mal escrito en su cuaderno de caligrafía,
con las migas blancas de una mitad de pan.

Niño Malilla toma once con su abuela,


una taza de leche con un poco de café,
margarina y dulce de frambuesa

Alonso
sobre la otra mitad de su goma de borrar.

¿Por qué recuerdas eso Chico Malilla?


“Porque aprendí a borrar mi nombre

Tapia
de una manera
mucho más cierta que tú”.

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Cuadernos de poesía

Esta es toda la fuerza


El olor a podrido de algo
Te avisa su existencia.
Para avanzar es mejor cerrar los ojos,
El hedor te salvará.
Ni estos animales pueden rehuir la muerte,
Menos tú con los ojos cerrados
Rasgando el alma de los cimientos,
Buscando la cuña de la moneda en la tierra cocida.

Pero el hedor es una pista,


Al menos, cuando quieras, cuando tengas las bolas,
Podrás abrir los ojos; te convences a ti mismo
y sonríes, porque así; ciego, alguien pudo leer tus pensamientos
y la vida de tu madre. Y dijo: ten nostalgia del futuro.
pero tú quieres ver toda tu mano abierta, los nudillos,
por la oscuridad extendida, atravesándola.
Quieres abrir en canal tu vida y la de ella.
Traza la aventura, te dices a ti mismo,
Cava, vuelves a escuchar, siempre, todo el tiempo,
Estuvo aquí enterrada.

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Cuadernos de poesía Cuadernos de poesía
Ollas de cobre La sal

Al final de un relámpago La temporada baja es cruel con los corazones


Algo puede estar quemándose, Mina la esperanza de los obreros
O desapareciendo en el fondo del valle Curte el dolor de sus esposas
O nada ha ocurrido. Que esperan en la mesa el pan.
Es sólo lluvia en invierno, El fruto del sudor es una única sed
El frío que crea sus espejismos. Que todos comparten.
Los días tejen la idea que nos hacemos de las cosas,
Gastan los pedernales, las sedas, los limones, No hay más cosechas por verdor
Instrumentos de toda naturaleza. Ni pieles por curtir
Cabellos blancos que crecen en los cadáveres de los seres amados. La agilidad de los hombres es un talento innato
Imágenes que la ventana nos regala para que la procuremos Una moneda sin mercado posible en la escasez.
Somos el catastro de esas insignificancias: Un bulto que estorba la pobre madera del comedor.
Cuando se derrama la taza hirviendo sobre el niño,
Cuando el perro huye de casa, La espera del estío es ruin
Cuando cortas árboles que la tormenta botó, Arruina los vestidos de las quinceañeras
Cuando ves caballos en el abrevadero y es de noche, Y la virginidad de los morenos y los pecosos,
Cuando el semen toca su piel, Esperando el gran negocio que habrá de alimentarnos
Y alguien te dice en silencio un secreto. Nos gastamos como la sal.

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Cuadernos de poesía
La lluvia espera

FELIPE FUENTEALBA R. (Nacimiento, 1982). Profesor de Filosofía. Ha sido incluido en las antologías En la
bella esquina del poema. Antología de poetas de la Universidad de Concepción (2006, Ed. Universidad de Con-
Tu mano es la deuda, cepción) y Sub-30. Muestra de poesía en Concepción (2008). El año 2010 dirige la revista literaria El turista. Ha
sé que no puedes hacer concesiones, obtenido diversos premios regionales y nacionales en la categoría cuento. Es codirector del sello editorial Pequod
ni para mí, Editores Actualmente se encuentra preparando el poemario Pragmata.
tu sangre encarnada,
estamos al pie de la carretera,
y llueve, parece simple: MARCELO GARRIDO (Tome, 1976). Profesor de Español por la Universidad de Concepción, Magister en Li-
una escena de Robert Frank, teraturas Hispánicas y Doctor en Literatura Latinoamericana, por la Universidad de Concepción. Ha publicado
no del evangelio. los libros de poesía: La oscura casa de la inteligencia (2000 colección La Bestia Mágica) y El niño en la ventana
He cubierto todo trazo hacia la verdad, (2009, Editorial Al aire libro, colección La Bestia Mágica). Ha obtenido los siguientes premios a nivel nacional:
limpié las huellas hasta aquí Primer Lugar en el Concurso Nacional de Cuento Infantil (1997); Segundo Lugar Nacional en el Concurso de
expuestas. Arte Joven (poesía), (1998). Entre 1998-1999 coordina el taller Alfonso Alcalde de la Casa de Arte Laberinto, en
Puedes acometer, la comuna de Tomé, prologando la muestra antológica del mismo taller: “Declaroscuro” (1999). Desde el 2009
todo avance hacia la verdad es una pérdida de tiempo. forma parte como investigador y editor de contenidos del grupo realizador del programa de televisión Poetas
Las cosas simples son las más crueles, al cierre (1°,2°,3° temporada), financiado por el Fondart. Se desempeña como profesor de literatura en la en la
en ellas se alojan las cosas que caen Universidad Católica de Temuco.
y como si nada ocurriese
se quiebran,
como ahora las gotas de lluvia. OSCAR PETREL (Puerto Montt, 1981). Profesor de Español. Ha publicado los libros de poesía Las tres estacio-
nes de un tren de juguete (2007, Ed. Universidad de Concepción) y Chico Malilla (2014, Pequod Editores). Ha
obtenido diversos reconocimientos literarios, entre ellos el primer lugar en el Concurso Nacional de Poesía Joven
Armando Rubio (2006), y el tercer lugar en el Concurso Nacional de poesía Lagar (2009). Es uno de los orga-
nizadores de Poesía a Cielo Abierto, festival de poesía chilena realizado en las ciudades de Valparaíso y Puerto
Montt.

ALONSO TAPIA A. (Concepción, 1982). Profesor de Español. Ha publicado el poemario Nosocomio (2010,
Pequod Editores), y ha sido incluido en las antologías En la bella esquina del poema. Antología de poetas de la
Universidad de Concepción (2006, Ed. Universidad de Concepción) y Sub-30. Muestra de poesía en Concep-
ción (2008). Además ha recibido diversos premios de poesía, entre los que destaca la Beca de Creación literaria
(2007). Desde el 2008 participa en la publicación penquista de arte y cultura Revista Mocha. El 2010 crea y codi-
rige el sello editorial independiente Pequod Editores. Actualmente se encuentra preparando su segundo libro de
poemas Temporada baja.

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