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Marcos 1

(1,40-45) A Jesús viene un leproso, quien apela a la soberanía de Él para recibir sanidad. Jesús,
lleno de misericordia, al tocarle, lo hace; mostrando de esta manera su poder y autoridad. Dos
cosas llaman la atención de este relato:
a. El leproso se acercó a Jesús, aunque según la ley el leproso debía quedarse fuera de la
ciudad, gritando, ¡Inmundo! ¡Inmundo! (ver Levítico 13,45-46).
b. Jesús toca al leproso. Normalmente la gente evitaba tocar a un leproso. Jesús lo hace para
"llevar nuestras enfermedades" (Isaías 53,4).
Jesús quita su enfermedad -algo entre enfermedad de la piel y lo que se llama lepra- mostrando
así la misericordia del Señor, pues aquella enfermedad se consideraba como un castigo de Dios.
Al final, Jesús quita toda la inmundicia de su pueblo en la cruz.
A continuación, Jesús le pide con gran énfasis no decir nada a la gente, sino mostrarse primero
al sacerdote y dar el sacrificio debido. Jesús guarda la ley de Moisés (Lev.14,18-20). "Para
testimonio a ellos", para los sacerdotes, de tal forma que ellos puedan saber que Jesús respeta
la ley de Dios y que, a la vez, es más que Moisés, ya que Él puede quitar la enfermedad. El
leproso obedece, pero después da a conocer a todos lo que Jesús hizo por él.
* Jesús quita toda inmundicia, llevándola Él mismo hasta la cruz.

Marcos 2

1. (2,1-12) Jesús volvió a Capernaum luego de "algunos días", probablemente después de


bastante tiempo y posterior a su primera gira de predicación. Tan pronto se sabe que Jesús está
en alguna casa, muchos se congregan allí para verlo. La casa debe haber sido grande, pero de
todos modos la multitud no cabe en ella. Jesús les predicaba la palabra de la cercanía del reino
de Dios, el arrepentimiento y la fe.
(1,15). En este momento llegan cuatro hombres trayendo a un paralítico, sin embargo, ellos no
pueden entrar en la casa, ni menos acercarse a Jesús; aparentemente no les concedían acceso
para hacerlo. A pesar de los obstáculos, ellos buscan otra manera para poder colocar a su amigo
a los pies de Jesús, aunque la forma que usaron no fue tan elegante: abren el techo quitando
algunas baldosas y vigas transversales. Ellos creen que Jesús está dispuesto a ayudar y a sanar,
por esta razón le confían al paralítico.
Los cuatro hombres, incluso el paralítico, nunca pensaron que Jesús respondería perdonándole
los pecados, sino que llegaron con la esperanza de sanidad para su amigo, no obstante, oyen
algo que es importante para todos: el perdón. La palabra perdonadora de Jesús no significa que
Él piensa en algún pecado especial del hombre. En nombre del Padre concede lo que es más
necesario, el perdón: "Hijo, tus pecados te son perdonados". Sólo Jesús trae el perdón que Juan
el Bautista había prometido.
Jesús se encuentra en una situación muy difícil, ya que en la casa estaban también algunos
escribas a quienes no les gustó lo dicho por Él. Para ellos aquellas palabras eran blasfemias,
puesto que nadie tenía la autorización para conceder el perdón, que sólo Dios podía otorgar.
Jesús, en su espíritu (a través del Espíritu Santo), conoce los pensamientos de ellos. El problema
real no es si Dios o un hombre puede otorgar el perdón, pues la respuesta sería muy fácil: Dios;
sino, si ellos quieren aceptar la autoridad divina de Jesús, quien actúa en el nombre del Padre.
Nos llama la atención que Jesús conceda el perdón sin preguntar nada, esto lo concede de pura
gracia; y además restablece la salud como respuesta a la incredulidad de los escribas (en su
lugar responde a la fe de los amigos). "¿Qué es más fácil, decir al paralítico: Tus pecados te son
perdonados, o decirle: Levántate, toma tu lecho y anda?" Ahora Jesús cumple el milagro para
mostrar su autoridad de perdonar como Hijo del hombre. Este título no indica que Jesús era
hombre y nada más, al contrario, indica su grandeza y divinidad. Es un título que se encuentra
en Daniel 7 para señalar al Mesías que viene de Dios. Jesús efectúa el milagro y esto causa gran
asombro en todos los presentes, lo que les llevó a glorificar a Dios. Esta vez se dejó muy en claro
que las curaciones de Jesús son una ventana abierta hacia el perdón de Dios.

* De pura gracia, Jesús trae con gran autoridad el perdón prometido.

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