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Yo no sé cómo, no sé de dónde sacamos fuerzas para seguir cantando. Creo que es como
una necesidad desde el fondo del alma cantar. Lo que no podíamos decir en alta voz lo
decíamos en huainos, en carnavales. Eran tiempos tan difíciles, duros, de horror y
espanto, en los que cantar y llorar siempre casi era lo mismo. De ira y coraje también
cantamos y bailamos, de rabia y dolor alzamos nuestra voz para encontrar consuelo.
(CEMDUC, 2005)
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Este ensayo ha sido elaborado en coautoría por Valeria Cáceres, Juan Calderón, Aline Díaz y Claudia Neyra,
docentes del equipo de Lengua de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya.
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Para Halbwachs (2001, en cita de Manero & Soto, 2005), la memoria colectiva se constituye en el vínculo grupal,
en el contacto presente con otros y en el lenguaje compartido. En tanto recuerdo que se recrea en el aquí y ahora,
implica un movimiento de vaivén desde el presente hacia el pasado para resignificarlo y para proyectarse al futuro
de forma diferente (Castillo, 2013).
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“víctima” que nos propone, la interculturalidad como medio y fin, y el rol que se le atribuye a
las mujeres en la muestra.
En cuanto a las voces presentes en el Lugar de la Memoria, lo interesante de la propuesta
ha sido acoger distintas versiones acerca de los hechos intentando no privilegiar alguna
narrativa en particular. Este planteamiento nace de un proceso participativo, en el que distintos
actores intervinieron en la modelación de las experiencias presentadas. En concreto, el LUM
propone, en su fundamentación conceptual, que "más que aspirar a una memoria que llegue a
ser compartida entre todos, se trata de reconocer memorias en plural y en lucha, que se disputan
la representación de ese pasado" (Del Pino & Agüero, 2014, p. 71). Sin embargo, es necesario
considerar, como plantea Todorov (2000), que la memoria es, forzosamente, una selección
(citado por Manero & Soto, 2005). Por ello, es complicada la tarea de seleccionar los relatos:
los criterios empleados pueden resultar cuestionables, pues las distintas voces entran en disputa
por verse representadas simbólicamente. Esa es la razón por la cual los criterios deben ser claros
y estar engarzados con el mensaje central del LUM. No obstante, la carencia de un mensaje
central reconocible en el planteamiento integral de la muestra permanente fue una de las críticas
más importantes durante el proceso participativo (Del Pino & Agüero, 2014). En ese punto,
reside un aspecto aún por resolver.
Dicho esto, es necesario que la propuesta integral del LUM se plantee como una
memoria que se encuentra en permanente construcción, que no se considere acabada. Lo
propuesto cabe en el concepto de memoria constituyente, formulado por Manero y Soto (2005):
"Una memoria que es constructora de la realidad social, que participa de los modos de
constitución de la subjetividad" (p. 173). Esto quiere decir que quienes se hacen cargo de la
curaduría del LUM deben ser conscientes de la calidad discursiva del guion museográfico, del
impacto en el pasado que se puede generar desde el presente, por lo cual no debe presentarse
como una propuesta definitiva, sino perfectible, en ampliación.
Del mismo modo, como entidad impulsada por el Estado, y como plataforma de
contenidos dirigidos al ámbito público, el Lugar de la Memoria es una institución. Por tanto, su
propuesta está atravesada por el riesgo de la institucionalización de la memoria. La
institucionalización, sostienen Manero y Soto (2005), implica un proyecto que venció frente a
muchos que se quedaron en el camino. Por ello, debe plantearse como una memoria abierta a
la crítica, a la duda, en recreación constante. El reto será generar debate entre las diferentes
versiones acogidas y, al mismo tiempo, que el público pueda, sin imposiciones, reconstruir el
pasado siguiendo un mensaje central reconocible. Además, la memoria colectiva no es
homogénea, pues es impulsada por distintas colectividades; tampoco es historia, ya que la
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historia se plantea como universal, más allá de los grupos, y la memoria colectiva surge en el
vínculo social (Manero & Soto, 2005). Un proyecto como el Lugar de la Memoria, entonces,
implica la tarea de diferenciar entre memoria e historia, y que quienes estén a cargo de su
curaduría sean conscientes de su influencia como institución, ante lo cual tanto curadores como
visitantes tendremos que aplicar una actitud crítica permanente.
Ahora bien, uno de los discursos más presentes a lo largo de la muestra permanente del
LUM es el de la “víctima”. Es en relación con esta visión de las personas afectadas que se
visibilizan los hechos de terror del pasado. No son meras reflexiones o historias sin rostro ni
voz; son, por el contrario, la prueba de que la violencia existió, de que fue engendrada,
perpetuada y padecida por seres humanos, y la reafirmación posterior de que no debe repetirse.
Uno de los marcos desde donde se parte para entender la noción de víctima es el del
Consejo de Reparaciones, que fomentó la elaboración del Registro Único de Víctimas (RUV).
De acuerdo con él, se considera “víctima o beneficiario individual o colectivo a las personas o
grupos de personas que sufrieron vulneración de sus derechos humanos durante el proceso de
violencia entre mayo 1980 y noviembre 2000” (Consejo de Reparaciones, 2006-2018).
Además, se puede considerar que los conceptos claves que maneja el LUM provienen de la
instauración de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR), y han sido ampliados e
investigados desde los propósitos del proyecto concreto del Lugar de la Memoria, pero
mantienen su sentido original:
La idea de víctima fue instalada jurídicamente en el Informe de la Comisión de la
Verdad. Es a partir de esta nomenclatura que se establece que durante el conflicto
armado interno en el Perú: entre 1980 y 2000 hubo víctimas y perpetradores. Si bien el
Informe de la CVR reconoce al Partido Comunista del Perú-Sendero Luminoso como
el mayor victimario de este conflicto, en segundo lugar aparece el Estado peruano. (Ulfe,
2013, pp. 81-82)
Quizás sea este hecho el que ocasiona contradicciones y espacios sensibles para la
consolidación de una memoria colectiva: muchas “víctimas” reconocen en el lugar de los
victimarios no solo a los subversivos, sino también a representantes del Estado. Es decir, por
un lado, policías y militares son considerados como perpetradores de la violencia, y, por otro,
miembros de grupos terroristas ejecutados extrajudicialmente, torturados o desaparecidos por
las fuerzas del orden o los comités de autodefensa no son considerados víctimas. Este es uno
de los aspectos más delicados que aún debe explorar el LUM. ¿Cómo se consigue incluir en un
mismo espacio a víctimas y victimarios cuando no hay una real aceptación de los hechos de
violencia del pasado por parte de los grupos identificados como perpetradores de la violencia?
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¿Cómo se abre el debate a las categorías de víctima y victimario como un continuo en constante
movimiento? Del Pino y Agüero (2014) reconocen esta necesidad y la describen así:
(. . .) una constatación de los cambios que se dan y de las posibilidades de representación
de la violencia desde una identidad de víctima más amplia que involucra a varios
actores, incluso a aquellos que hasta hace poco solo eran considerados como
perpetradores (Del Pino y Agüero, 2014, p. 39).
pensando y repensando en las personas afectadas sin riesgo de victimizarlas, a no dar por
sentadas concepciones previamente establecidas.
Desde la noción de interculturalidad, cabe formular distintas críticas orientadas a
mejorar la propuesta. La interculturalidad, por definición, sugiere espacios de diálogo entre las
distintas culturas, espacios que promuevan entornos de equidad y de justicia. Una mirada a esta
propuesta museográfica desde la interculturalidad, por tanto, busca que esta pueda sentar las
bases para una convivencia fraterna y empática sobre la base de lo sufrido en estos años de
guerra interna. Del Pino & Agüero (2014) señalan que la ubicación de este recinto en uno de
los distritos capitalinos considerado de clase media-alta y alta, Miraflores, fue un primer motivo
de crítica. El valor simbólico que se desprende de este acto originó rechazo en comunidades de
Ayacucho, por ejemplo, que reclamaban que tenía más sentido haberlo establecido allí, ya que
fue en esta región donde se registró los índices más altos de muertes y desapariciones. Si bien
la propuesta museográfica toma como muestra representativa los casos de Ayacucho, Satipo y
Lima, por su notoriedad debido al alto número de vidas perdidas, es necesario que bajo la
premisa del diálogo constante que propone la interculturalidad, se tome en consideración lo
ocurrido en otras regiones del país, como Huancavelica, Huancayo, Pasco, el Huallaga, etc.
(Del Pino & Agüero, 2014).
Por lo general, las poblaciones que fueron más golpeadas por el CAI necesitan de este
reconocimiento por parte del Estado para el fortalecimiento de su identidad, como anota Liliana
Regalado (2007): “(. . .) la memoria no es un discurso sino un acto de construcción de uno
mismo y, por tanto, las conexiones entre memoria e identidad son irrompibles” (p. 122).
Asimismo, entendiendo que la interculturalidad propone una convivencia armónica dentro del
marco del reconocimiento y el respeto entre las distintas culturas, esta propuesta museográfica,
por medio de su política de memoria, ha de fomentar la construcción de la ciudadanía y
democracia. Para Degregori (2014), «una política de memoria en el Perú debía contribuir a un
“nunca más” de la violencia, pero, también, a un “nunca más” de la exclusión, un “nunca más”
de la poca ciudadanía y un “nunca más” de la extrema pobreza» (citado por Del Pino & Agüero,
2014, p. 24).
Desde la perspectiva de la equidad de género, en el Lugar de la Memoria, se buscó
incluir los testimonios de mujeres cuyas características configuraron un escenario o situación
de vulnerabilidad: ser miembros de comunidades campesinas andinas o de comunidades
indígenas amazónicas, ser monolingües en lengua originaria o bilingües en castellano-lengua
nativa, vivir en un contexto de pobreza o pobreza extrema, no haber tenido acceso a educación
escolar o superior. Entre las mujeres entrevistadas, se privilegió la voz de aquellas que
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Referencias
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ANFASEP.
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Del Pino, P. & Agüero, J.-C. (2014). El proceso participativo sobre el guion museográfico. En
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Ulfe, M. (2013). ¿Y después de la violencia que queda? Víctimas, ciudadanos y reparaciones
en el contexto post-CVR en el Perú. Buenos Aires: Clacso.