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Frédérique Langue (2000)

LAS ÉLITES EN AMÉRICA ESPAÑOLA. DE LA HISTORIA DE LAS PRÁCTICAS A


LA PRÁCTICA DE LA HISTORIA

El mayor problema a la hora de estudiar a las capas altas de la sociedad indiana, no es una hipotética
dificultad en ubicar a los actores sociales, sino más bien el efecto de moda que tiende a ocultar las diversas
declinaciones y adaptaciones de un modelo cultural de raigambre hispánica. El vocabulario utilizado atestigua
las incertidumbres que hay en clasificar estos fenómenos. Una lectura diferencial de las fuentes nos lleva de
hecho hacia una realidad plural y sumamente evolutiva: la de un modelo cultural que se difunde en el
conjunto de la sociedad indiana. El afán de nobleza se consigue donde uno menos se lo espera a lo largo y
ancho de la sociedad indiana. De ahí la necesidad de precisar el término, resaltando el contexto donde se
manifiesta el poderío o la supremacía de estos “detentadores de la riqueza y el poder”. De ahí el interés que
hay en considerar los comportamientos y prácticas efectivas de estos personajes. Sólo el uso de otros
conceptos – como las redes relacionales – permite definir claramente a estos “grupos sociales” en cuanto a
agrupaciones de intereses y solidaridades. De ahí la pertinencia de la noción de red social, especialmente en
una sociedad de antiguo régimen, conformada por estamentos y regida por el espíritu de comunidades.
Intentos recientes por renovar la historiografía de las elites han llevado a considerar la configuración social
del antiguo régimen a través de prácticas relacionales. Del estudio específico de las élites se desliga el hecho
de que el modelo dualista no es operativo, que la categorización tiene que adoptar contornos y variables más
fluidos para tomar en cuenta la irrupción de fenómenos atípicos o la plasticidad de otros. La historia de las
representaciones ha permitido rescatar fenómenos y actitudes que no encajan en ningún rubro de la historia
social o económica. En el caso que nos interesa, es la coexistencia en los mismos personajes de alto rango
social, de actitudes muy modernas y de comportamientos “tradicionales”. Es, por lo tanto, la complejidad de
las situaciones y de las aproximaciones, que conviene desentrañar y rescatar de las interpretaciones reductoras
¿cómo interpretar estas “identidades fractales”, evolutivas, de contornos muy variables? ¿Cómo evidenciar las
“genealogías sociales”? Hasta para comprender la estabilidad generacional de ciertas élites regionales no
basta el factor patrimonial o la estructura económica.

Ejemplo: la familia Campa Cos constituye un modelo de organización económica y política que descansa en
una extensa red de solidaridades (verticales y horizontales). Estas alianzas se fundan en alto grado en el
compadrazgo y definen varios estratos de solidaridad y círculos alrededor del patriarca. En el caso de la
nobleza novohispana, se contemplan relaciones que van mucho más allá del parentesco de sangre y la
endogamia nobiliaria, e incluso del parentesco espiritual (compadrazgo) aunque se funden, en primera
instancia, en ellos. Del extenso clan familiar forman parte no sólo los parientes instalados en otra ciudad o
región novohispana, sino también los amigos, “paniaguados”, obligados y compadres. Las relaciones
personales, al descansar en las actividades de esta profusa clientela y no menos extensa parentela,
desembocan en fines inmediatos y prácticos. Lo interesante del caso no es sólo la identificación de unos
actores decisivos de la economía regional, sino también los mecanismos que posibilitan ese control, y la
percepción que tenían de ellos los coetáneos.
Otro ejemplo: Venezuela, “aristocracia territorial” criolla, que difiere en ciertos aspectos de las otras élites
americanas.
1) Origen de la riqueza que funda el poder económico de esa élite, poder que se funda no tanto en la
propiedad de la tierra, sino en determinadas producciones destinadas a los mercados europeos, el
cacao y el tabaco.
2) Carácter más tardío de las fortunas, en el siglo XVIII, gracias a la prosperidad generada originada
por el cultivo cacaotero.
3) El antagonismo sumamente marcado con otros grupos sociales “ascendentes”.

Necesidad de combinar una aproximación histórica con las herramientas de la antropología, para reconstituir
de manera más acertada estos grupos familiares. Estas alianzas estratégicas implicaban la multiplicación de
los vínculos de parentesco, solución más inmediata cuando peligraba el patrimonio familiar y el honor del
linaje a fines del período colonial.
[Frédérique Langue, “Las élites en América española. De la historia de las prácticas a la práctica de la
historia”, en Anuario IEHS 15, Tandil, UNCPBA, 2000]

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