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Son aquellas creencias o dogmas que están relacionados con la ética de los
negocios, estos a su vez presentan explicaciones que aclaran y dan sentido a dichas
afirmaciones. Estos mitos según su contenido están clasificados como morales,
puesto que, se encuentran dentro de la ética.
10. ¿Cuáles son los mitos en la ética de los negocios y en qué consisten?
2. El mito de la argumentación
La ética de los negocios no requiere de fundamentos teóricos. Falso
La ética asume una visión del hombre y una visión de la vida. La ética de los negocios se
inserta, lo quiera o no el consejo de administración, en una determinada tradición
antropológica. Los códigos de deber y de valores, sin un fundamento antropológico,
devienen en un manual de “buenas maneras”. Exigir el cumplimiento del deber en
condiciones adversas requiere algo más que el dictado del Chairman. Exigir al director
jurídico que envíe los asuntos al notario mejor cualificado y no al notario que le ofrece
regalos requiere algo más que un memorándum de la dirección general. El director
jurídico debe admitir una tradición que reconozca que el dinero no es el único regulador
del comportamiento profesional, lo que supone, entre otras cosas, una concepción de la
felicidad humana no reducida a la acumulación de bienes.
La ética no es una habilidad técnica. Las habilidades técnicas, lo mismo las finanzas que la
carpintería, se caracterizan por transformar el mundo exterior. El médico cura enfermos, el
ingeniero programa líneas de producción, el tornero elabora engranes, el analista calcula
riesgos. En todas estas ocupaciones, el objeto transformado es el mundo externo. Por el
contrario, en la ética, el objeto que se transforma es el sujeto. Las habilidades éticas
transforman, ante todo, al sujeto que las ejercita. El hombre austero se perfecciona a sí
mismo con su austeridad y el hombre justo se perfecciona a sí mismo con su justicia.
6. El mito del buen ladrón
Los hábitos éticos, positivos o negativos, forman un entramado indisoluble. Una cualidad
ética reclama las otras. El carácter ético es una trama de virtudes. Cada cualidad ética da
sostén y consistencia a las otras. Para ser prudente y saber qué es correcto aquí y ahora
hace falta ser sobrio y templado, pues un directivo irascible y alcohólico difícilmente
tendrá la cabeza despejada para decidir con prudencia si debe despedir a los mayores de
50 años en tiempos de crisis.
No basta cumplir las leyes positivas, como la Constitución, códigos, reglamentos, para ser
ético. La ética va más allá de lo escrito y de los hechos visibles. Las cualidades éticas
engloban las intenciones, los deseos y los pensamientos. El derecho no regula sino lo
mínimo indispensable para mantener la armonía en convivencia social. La ética va mucho
más allá: la ética es el modo de desarrollar positivamente la propia personalidad y, por
ende, la de los hombres circundantes.
Los controles excesivos generan burocracia. A mediano plazo asfixian la iniciativa de los
empleados, y a la larga propician la corrupción. La desconfianza genera desconfianza.
Institucionalizar la desconfianza no produce actitudes éticas.
El empleado no debe ser ético por el premio (“¿qué tal si un día no me dan premio?”),
pero la institución debe facilitar las conductas éticas. No basta castigar al cajero que roba,
hay que premiar a los cajeros que no estafan. La mejor manera de premiar definitivamente
es el sueldo justo y el ambiente de trabajo satisfactorio. Las cualidades éticas no son algo
que pueda comprarse.
La ética, y por lo tanto, la ética de los negocios, es una norma para el óptimo uso de la
naturaleza humana. Sólo comportándose éticamente los hombres podrán explotar todas
las capacidades de la naturaleza. Es erróneo pensar que la conducta irracional, es decir, el
comportamiento no ético, hace al ser humano. Falso. La ética no es una lápida que aplasta
la personalidad, como la piedra que cargaba el mexicanísimo Pípila. La ética es una
plataforma para desarrollar la personalidad; es un trampolín para un desarrollo pleno.