— ¡Siguiente! — Buena noche, mi nombre es… — Deje la carga en aquél lado con el resto y diríjase al escritorio. — Entiendo, entiendo. — Josef Polansky ¿cierto? — Sí, señor, ese es mi nombre. — ¿Ruso? — Solo por parte materna — No usted, hombre, el caviar. — Ah, lo siento. No, no, es iraní, ya no se puede pescar en aguas rusas. — ¿Beluga? — Sí, señor, sí, de la mejor calidad. Vera, tengo un amigo en Teherán que conoce a otro que me presentó a un tipo de aduana… — Suficiente, no queremos saber más de usted, y usted, definitivamente, no quiere saber más de nosotros. — Bueno. ¿Quieren revisar la mercancía? — ¿Por qué?, ¿nos ha mentido en algo? — Ah… no, por supuesto que no. Solo que… — Hable, ¿hay algo por lo que debamos preocuparnos? — Verá supe de un sujeto cuyo primo trabajó con unos pescadores asiáticos… — Le voy a tener que pedir que sea concreto, no disfrutamos de la compañía prolongada. — Está bien, está bien. Lo que sucedió fue que el sujeto vendió un producto de primera calidad pero en el almacén no lo revisaron, luego unos hombres como ustedes fueron a buscarlo porque querían el dinero de vuelta y… — ¿Qué quiere decir con “unos hombres cómo ustedes”? ¿Hay algo que nos quiera decir? — Disculpe, por favor, disculpe, no quise… — ¡Eh!, Franz, a este tipo parecen no gustarle los sujetos como nosotros. — Es un malentendido. — Seguro que sí, jodido polaco. Malditos judíos avaros… — Polansky, señor, mi apellido es Polansky. En realidad, soy checo. — ¿Sí? ¿y qué dice su religión sobre personas como nosotros?, señor Polansky. — Bueno, para ser sincero, mi familia es ortodoxa pero yo nunca le he dado mucha importancia a esos asuntos. — Le dije que no queríamos saber más de usted. — Le pido excusas, de nuevo. — Ya olvídelo, responda un par de preguntas más y podrá irse. — Sí, escucho. — ¿Es posible que algún tipo de autoridad ambiental se haya enterado de esta transacción? — No señor, no que yo sepa. — ¿Pero es posible? — No, no lo creo. — Está bien, ahora, ¿qué otra mercancía podría suministrarnos? — Bueno, todo lo de la zona, sevruga, osiotr, esterlete. — Ya veo, muy bien. Por último, ¿dónde ha estado usted todas las noches de esta semana? — En casa, en cama, no he salido y no saldré hasta pasado mañana cuando me haya curado del resfriado. — Perfecto, fue un placer hacer negocios con usted, señor Iosif. — Josef, mi nombre, es Josef. — Hasta luego.
— No era un mal hombre, algo torpe quizá.
— Creo que ocultaba algo. — ¿Cómo qué? — Estoy seguro de que era judío. — Ya deja eso, Franz, la guerra fue hace mucho. — Nunca me fío. — No hay caso. Mejor trae esas cajas, hay que mezclar todo. — Si hacemos eso luego no van a querer comprarlas. — No es que vayamos a decirles. Son aristócratas, Franz, son tontos por genética, siglos de incesto los han hecho prácticamente retrasados. — ¿Y si alguien más lo descubre? — En el peor de los casos podremos culpar al polaco. Cibergrafía