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La lucha contra la corrupción es moral, y no puede ganarse solo con leyes o con “la
espada” de sanciones legales (Romanos 13:4, 5). Han de sembrarse en el corazón
de la gente las semillas de la virtud y la integridad. La mejor manera de
lograrlo es usando lo que el apóstol Pablo llama “la espada del espíritu”, la
Palabra de Dios, la Biblia (Efesios 6:17).
Fue una de las civilizaciones, que por su administración fueron admiradas, y en el aspecto
legal, sus leyes, hoy siguen siendo los pilares fundamentales del ordenamiento jurídico,
pero no pudieron con un enemigo insidioso: La Corrupción, ésta fue la causa de su caída.
Y de muchos imperios del mundo.
ARISTOTELES (384 a.c.- 322ac.): "Pues bien, los hombres cometen injusticia cuando
piensan que poner en práctica una determinada acción es posible, y posible para ellos
mismos, ya porque consideren que han de quedar ocultos después de realizarla, ya
porque, aún sin quedar ocultos estimen que no sufrirán proceso o que, en caso de
sufrirlo, la pena será, para ellos o para quienes son objeto de interés, menor que la
ganancia. (...) Pero, por su parte, quienes sobre todo piensan que pueden cometer
injusticia impunemente son los dotados de elocuencia, los hombres de acción, los
expertos en muchas clases de debates judiciales, los que tienen muchos amigos y los
que son ricos. Y piensan que pueden, en especial si ellos mismos están en las
condiciones acabadas de decir; pero también, de lo contrario, si disponen de amigos
servidores o cómplices con estas cualidades, puesto que, por su medio, pueden actuar,
quedar ocultos y no sufrir proceso. E, igualmente, si son amigos de aquellos contra
quienes han cometido la injusticia o de los jueces: en el primer caso, en efecto, los
amigos no están prevenidos contra la injusticia que se les hacen y se avienen a una
conciliación antes de proceder; y, en el segundo, los jueces son favorables a quienes
son sus amigos y, o bien los dejan en completa libertad, o bien les imponen penas
pequeñas".Retórica Libro I Cap. 12 5-20.
Frans Geraedts (Holanda, 1956), filósofo y socio fundador de Governance & Integrity
(Gobernanza e Integridad, www.gi-nederland.com), una pequeña empresa que lleva
más de 20 años trabajando por la democracia y la integridad de los servicios públicos en
Holanda, Bélgica, el área del Caribe y Ucrania, entre otros lugares. A Geraedts y los otros
dos fundadores, Ruud Meij y Leonard de Jong, también filósofos, les mueve la convicción
de que todos los ciudadanos del mundo se merecen un Estado honesto y eficaz.
“Disponer de un Estado decente es un derecho humano central”, dice Geraedts. “Al fin
y al cabo, sin un buen funcionamiento del Estado sus ciudadanos difícilmente pueden
hacer valer todos sus demás derechos”.
«Las leyes injustas son la telaraña a través de la cual pasan las moscas grandes y las
más pequeñas quedan atrapadas».
Voltaire:
8. Galileo Galilei
7. Confucio
5. Anthony Hope
4. Charles Bukowski
3. Bertolt Brecht
«El hombre es un animal que estafa, y no hay otro animal que estafe además del
hombre».
1. Montesquieu
La lapidaria frase del papa Francisco (Gorge Bergoglio)sobre la corrupción: "La política está
muy enferma en América Latina" Sobre Perú, manifestó: "¿Qué pasa que cuando uno
Mensaje del Secretario General Kofi Annan La corrupción es un flagelo insidioso que
empobrece a muchos países, y nos afecta a todos. La firma de la Convención de las
Naciones Unidas contra la Corrupción es una importante victoria en nuestra lucha contra
ese flagelo. Cada año, este día se celebrará como el Día de las Naciones Unidas contra
la Corrupción. Hemos recorrido un largo camino. Hasta principios de los años 90, la
corrupción rara vez se mencionaba en los círculos oficiales, aunque todos sabían que
existía. Se requirieron grandes esfuerzos y la perseverancia de muchas personas para
aumentar la toma de conciencia acerca de los efectos corrosivos de la corrupción sobre
las sociedades, e incorporar la lucha contra esa plaga en el programa mundial. Ahora se
entiende perfectamente que la corrupción mina los resultados económicos, debilita las
instituciones democráticas y el Estado de derecho, perturba el orden social y destruye la
confianza pública, permitiendo de esta forma que prosperen la delincuencia organizada,
el terrorismo y otras amenazas para la seguridad humana. Ningún país —rico o pobre—
es inmune a ese fenómeno maligno. Tanto el sector público como el privado resultan
afectados. Y es siempre el bien público el que sufre. Pero la corrupción perjudica a los
pueblos pobres de los países en desarrollo en forma desproporcionada. Afecta su vida
cotidiana de muchas maneras diferentes y tiende a empobrecerlos aún más, al negarles
su participación legítima en los recursos económicos o en la ayuda que salva vidas. La
corrupción pone los servicios públicos básicos fuera del alcance de los que no pueden
darse el lujo de pagar sobornos. Al desviar los escasos recursos destinados al desarrollo,
la corrupción también hace más difícil satisfacer necesidades fundamentales, como las
de alimentación, salud y educación. Crea discriminación entre los diferentes grupos de
la sociedad, trae desigualdad e injusticia, desalienta la inversión y la ayuda extranjera y
obstaculiza el crecimiento. Es, por consiguiente, un obstáculo importante a la estabilidad
política y al éxito del desarrollo social y económico. Nuestra única esperanza de eliminar
este obstáculo es mediante la aplicación efectiva del principio del Estado de derecho.
Quiero felicitar a los muchos gobiernos que ya han promulgado una legislación nacional
contra la corrupción. Desde luego, esto no significa que la nueva Convención sea menos
importante. Los criminales no han perdido tiempo en aprovechar la economía globalizada
de hoy y la tecnología de avanzada que ésta trae consigo. Hasta el momento, nuestros
esfuerzos para combatirlos han sido fragmentarios. Pero ahora, la Convención de Mérida,
junto con otro instrumento sin precedentes —la Convención de Naciones Unidas contra
la Delincuencia Organizada Transnacional, que entró en vigor hace poco más de dos
meses—, nos proporciona los mecanismos para atacar la delincuencia y la corrupción en
una escala mundial. 2 Con una mejor cooperación internacional, podremos lograr un
mayor impacto sobre la delincuencia en todo el mundo. Eso puede parecer evidente.
Pero el acuerdo sobre la nueva Convención sólo se logró tras negociaciones muy difíciles,
que duraron dos años. Felicito a los negociadores por haber logrado elaborar un
instrumento que es equilibrado, fuerte y pragmático. La Convención pone de manifiesto
que la eliminación de la corrupción es una responsabilidad de los Estados, y les ofrece
un conjunto integral de normas que pueden aplicar para fortalecer sus regímenes y sus
instituciones de reglamentación. Permítaseme recalcar, en particular, las disposiciones
sobre la recuperación de bienes —las primeras de su clase—, que exigen que los Estados
Miembros devuelvan los activos obtenidos mediante la corrupción al país del cual se
robaron. Ésta es una importante conquista que ayudará a abordar un problema
apremiante para muchos países en desarrollo, donde las élites corruptas han robado
miles de millones de dólares que los nuevos gobiernos necesitan desesperadamente para
corregir el daño social y económico infligido a sus sociedades. La Convención también
pone de manifiesto que, para tener éxito en nuestros esfuerzos por eliminar la
corrupción, el apoyo y la participación de la sociedad civil, incluido el sector privado, son
cruciales. En particular, me alienta el hecho de que incluye medidas para promover la
transparencia y la rendición de cuentas de los medios empresariales internacionales. Mi
Pacto Mundial puede cumplir un papel activo ayudando a aplicar la nueva Convención.
Las medidas prácticas para luchar contra la corrupción son ya una parte integrante de
muchos enfoques desarrollados a su amparo. El Pacto está organizando un diálogo
internacional sobre la transparencia y la lucha contra la corrupción, que se celebrará en
enero de 2004 en París, y estamos planificando una Cumbre de Líderes del Pacto
Mundial, que se celebrará en junio de 2004 en Nueva York. Tengo la esperanza de que,
según avancemos, encontraremos maneras prácticas para que las empresas y otros
protagonistas no estatales comiencen a promover activamente la lucha contra la
corrupción. Deseo agregar que las propias Naciones Unidas han puesto en marcha una
Iniciativa de Integridad de la Organización para reforzar la integridad como un valor
central dentro de la Organización, y para asegurar que practiquemos lo que predicamos.
La iniciativa tiene sus raíces en mi determinación de fortalecer la transparencia y la
rendición de cuentas general en la Organización, y para hacer de las Naciones Unidas
un instrumento más eficaz al servicio de los pueblos del mundo. El principal reto que
enfrentamos en la actualidad es asegurar que los pueblos de todo el mundo puedan vivir
con dignidad, libres de la pobreza, el hambre, la violencia, la opresión y la injusticia. Para
muchas personas integrantes de sociedades corruptas, esas libertades siguen siendo
sólo un sueño. Insto a todos los Estados a que ratifiquen la Convención lo antes posible.
Hagamos de su entrada en vigor una cuestión de urgencia. De aplicarse plenamente,
puede ayudar a asegurar que los débiles y vulnerables estén protegidos de la codicia de
los funcionarios corruptos y los especuladores inescrupulosos. Puede ayudar a asegurar
que en el mundo de hoy, donde todo cambia rápidamente, los pobres no se 3
empobrezcan aún más. Y al eliminar un obstáculo importante al desarrollo, puede
ayudarnos a lograr los Objetivos de Desarrollo del Milenio y mejorar la vida de millones
de personas en todo el mundo. Deseo asegurarles que las Naciones Unidas seguirán
haciendo su parte, trabajando con los gobiernos y la sociedad civil en esa trascendental
lucha mundial. Quiero expresar mi agradecimiento al Gobierno de México, y al Municipio
y el pueblo de Mérida, por haber patrocinado este acontecimiento trascendental.
También deseo dar las gracias a todos los que participan en esta conferencia. Su
presencia envía un claro mensaje de que la comunidad internacional está decidida a
luchar contra la corrupción, y que ya no tolerará ese abuso de la confianza pública.
No obstante, los sobornos para conseguir contratos comerciales en otros países son tan
solo la punta del iceberg. Eliminar la corrupción a todos los niveles exige un segundo
paso mucho más difícil: requiere un cambio de corazón o, mejor dicho, de
muchos corazones. En todas partes la gente debe aprender a odiar el soborno
y la corrupción. Solo entonces desaparecerán estas prácticas. Con ese fin, la
revista Newsweek dijo que, en opinión de algunas personas, los gobiernos deberían
“fomentar un sentimiento general de virtud cívica”. Un grupo de presión
anticorrupción llamado Transparency International recomienda asimismo que sus
seguidores “siembren una ‘semilla de integridad’” en el lugar de empleo.