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El reino de Dios ha llegado

En un artículo anterior decía que no hay ningún texto bíblico que analizado

seriamente permita suponer que la Iglesia fundada por Jesucristo se corrompería

y deslizaría a una apostasía que duraría más de 1600 años. Ahora voy a ir un

poco más allá para agregar que hay otros (y abundantes además) que señalan

la era de la Iglesia como el Reino de Dios anunciado por nuestro Señor, en

donde los cristianos como “sal de la tierra” y “luz del mundo”[1] llevarían el

evangelio por todo el mundo[2].

“Ha llegado a vosotros el Reino de Dios”[3]

“El Reino de Dios viene sin dejarse sentir. Y no dirán: Vedlo aquí o allá, porque el

Reino de Dios ya está entre vosotros”[4]

No habla el Señor de un Reino que llegaría en un lejano futuro, sino de uno que

ya había llegado y era anunciado a los nuevos creyentes. No habla sino de la era

de la Iglesia, que aun con modestos comienzos, tal como un pequeño grano de

mostaza[5], no pararía de crecer hasta convertirse convertirse en un árbol

frondoso que serviría de refugio a todos los sinceros buscadores de la verdad.

Otra parábola que encierra la misma idea es la de la levadura, en la cual se

compara sucrecimiento con el de un poco de harina que luego de fermentar no

para de crecer.

“¿Con qué compararemos el Reino de Dios o con qué parábola lo

expondremos? Es como un grano de mostaza que, cuando se siembra en la


tierra, es más pequeña que cualquier semilla que se siembra en la tierra;

pero una vez sembrada, crece y se hace mayor que todas las hortalizas y

echa ramas tan grandes que las aves del cielo anidan a su sombra”[6]

“El Reino de los Cielos es semejante a la levadura que tomó una mujer y la

metió en tres medidas de harina, hasta que fermentó todo”

Cuando Jesús anuncia a los judíos que dará el Reino de los Cielos a un pueblo

que rinda frutos de él, se refiere a la Iglesia, a la que encomendará hacer

discípulos a las naciones:

“Por eso os digo: Se os quitará el Reino de Dios para dárselo a un pueblo

que rinda sus frutos”[7]

“Entonces dijeron con valentía Pablo y Bernabé: «Era necesario anunciaros a

vosotros en primer lugar la Palabra de Dios; pero ya que la rechazáis y vosotros

mismos no os juzgáis dignos de la vida eterna, mirad que nos volvemos a los

gentiles. Pues así nos lo ordenó el Señor: Te he puesto como la luz de los

gentiles, para que lleves la salvación hasta el fin de la tierra.» Al oír esto los

gentiles se alegraron y se pusieron a glorificar la Palabra del Señor; y creyeron

cuantos estaban destinados a una vida eterna.”[8]

Para lograr su propósito, Jesús transmite su autoridad a sus apóstoles, y a Pedro

designa como “mayordomo” entregándole las llaves del Reino de los cielos, o lo

que es lo mismo, las llaves para gobernar con autoridad la Iglesia:

“Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi

Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. A ti te daré las
llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los

cielos, y lo que desates en la tierra”[9]

Una nueva alianza

Observe como ya en el texto anterior se empieza a identificar la figura del Reino

de los cielos con la Iglesia. Jesús habla de edificar su Iglesia, y para eso,

entrega las “llaves del Reino de los cielos” a Pedro[10]. Nada en la Escritura

hace pensar que este Reino anunciado por el Señor detendría o paralizaría

su crecimiento por un período de tantos siglos, como ha deducido el

protestantismo, ¿O es que el grano de mostaza que se hace árbol, o la levadura

que fermenta dejan de crecer? Por el contrario, de esta nueva alianza sellada

con la sangre de Cristo encontramos numerosas profecías en el Antiguo

Testamento que dan a entender todo lo contrario:

“Vendrá el Redentor a Sión...Y este será mi alianza con ellos, dice Yahveh: mi

espíritu que está sobre ti y mis palabras que puse en tu boca, no faltarán

jamás de tu boca ni de la boca de tus hijos ni de la boca de los hijos de tus

hijos». Yahveh lo ha dicho, desde ahora y para siempre”[11]

“He aquí que días vienen - oráculo de Yahveh - en que yo pactaré con la

casa de Israel (y con la casa de Judá) una nueva alianza; para sacarles de

Egipto; que ellos rompieron mi alianza, y yo hice estrago en ellos - oráculo de

Yahveh -. Sino que esta será la alianza que yo pacte con la casa de Israel,

después de aquellos días - oráculo de Yahveh -: pondré mi Ley en su

interior y sobre sus corazones la escribiré, y yo seré su Dios y ellos serán

mi pueblo”[12].
El autor de la epístola a los hebreos señala claramente como esta nueva alianza

anunciada por los profetas encuentra pleno cumplimiento en la Iglesia:

“Mas ahora ha obtenido él [Jesucristo] un ministerio tanto mejor cuanto es

Mediador de una mejor Alianza, como fundada en promesas mejores. Pues si

aquella primera fuera irreprochable, no habría lugar para una segunda. Porque

les dice en tono de reproche: He aquí que días vienen, dice el Señor, y

concertaré con la casa de Israel y con la casa de Judá una nueva Alianza,

no como la Alianza que hice con sus padres el día en que los tomé de la mano

para sacarlos de la tierra de Egipto. Como ellos no permanecieron fieles a mi

Alianza, también yo me desentendí de ellos, dice el Señor. Esta es la Alianza

que pactaré con la casa de Israel después de aquellos días, dice el Señor:

Pondré mis leyes en su mente, en sus corazones las grabaré; y yo seré su

Dios y ellos serán mi pueblo.”[13]

Entre otras profecías del Antiguo Testamento que los padres de la Iglesia

aplicaron de forma unánime a la Iglesia tenemos:

“Y la piedra que había golpeado la estatua se convirtió en un gran monte que

llenó toda la tierra...En tiempo de estos reyes, el Dios del cielo hará surgir un

reino que jamás será destruido, y este reino no pasará a otro pueblo.

Pulverizará y aniquilará a todos estos reinos, y él subsistirá eternamente”[14]

“Sucederá en días futuros que el monte de la Casa de Yahveh será asentado

en la cima de los montes y se alzará por encima de las colinas. Confluirán a

él todas las naciones, y acudirán pueblos numerosos. Dirán: «Venid, subamos al

monte de Yahveh, a la Casa del Dios de Jacob, para que él nos enseñe sus
caminos y nosotros sigamos sus senderos.» Pues de Sión saldrá la Ley, y de

Jerusalén la palabra de Yahveh”[15]

“Los que vivían en tierra de sombras, una luz brilló sobre ellos. Porque una

criatura nos ha nacido, un hijo se nos ha dado. Estará el señorío sobre su

hombro, y se llamará su nombre «Maravilla de Consejero», «Dios Fuerte»,

«Siempre Padre», «Príncipe de Paz». Grande es su señorío y la paz no

tendrá fin sobre el trono de David y sobre su reino, para restaurarlo y

consolidarlo por la equidad y la justicia, Desde ahora y hasta siempre, el

celo de Yahveh Sebaot hará eso”[16]

“Aunque el Señor os dará pan de congoja y agua de angustia, con todo, tus

maestros nunca más te serán quitados, sino que tus ojos verán a tus

maestros. Entonces tus oídos oirán detrás de ti la palabra que diga: «Este

es el camino, andad por él y no echéis a la mano derecha, ni tampoco os desviéis

a la mano izquierda»”[17].

“«Poco es que seas mi siervo, en orden a levantar las tribus de Jacob, y de hacer

volver los preservados de Israel. Te voy a poner por luz de las gentes, para

que mi salvación alcance hasta los confines de la tierra.» Así dice Yahveh,

el que rescata a Israel, el Santo suyo, a aquel cuya vida es despreciada, y es

abominado de las gentes, al esclavo de los dominadores: Veránlo reyes y se

pondrán en pie, príncipes y se postrarán por respeto a Yahveh, que es leal, al

Santo de Israel, que te ha elegido....Todavía te dirán al oído los hijos de que

fuiste privada: «El lugar es estrecho para mí, Cédeme sitio para alojarme.» Y

dirás para ti misma: «¿Quién me ha dado a luz éstos? Pues yo había quedado

sin hijos y estéril, desterrada y aparte, y a éstos ¿quién los crió? He aquí que yo
había quedado sola, pues éstos ¿dónde estaban?» Así dice el Señor Yahveh: He

aquí que yo voy a alzar hacia las gentes de mi mano, y hacia los pueblos

voy a levantar mi bandera; traerán a tus hijos en brazos, y tus hijas serán

llevadas a hombros. Reyes serán tus tutores, y sus princesas, nodrizas tuyas.

Rostro en tierra se postrarán ante ti, y el polvo de tus pies lamerán. Y sabrás que

yo soy Yahveh; no se avergonzarán los que en mí esperan.”[18]

En el Nuevo Testamento también se aplican estos textos a la Iglesia, la cual

agruparía personas de toda raza pueblo y nación:

“Pues así nos lo ordenó el Señor: «Te he puesto como la luz de los gentiles,

para que lleves la salvación hasta el fin de la tierra.»”[19]

“«Ahora, Señor, puedes, según tu palabra, dejar que tu siervo se vaya en paz;

porque han visto mis ojos tu salvación, la que has preparado a la vista de

todos los pueblos, luz para iluminar a los gentiles y gloria de tu pueblo

Israel.»”[20]

Vea también Isaías 52,1.7.10.13-15 y compárese con Romanos 10,15; 15,21;

Lucas 3,6.

“¡Regocíjate, estéril, la que no daba a luz! ... Ensancha el sitio de tu tienda y las

cortinas de tus habitaciones sean extendidas; no seas apocada; alarga tus

cuerdas y refuerza tus estacas. Porque te extenderás a la mano derecha y a la

mano izquierda; tu descendencia heredará naciones y habitará las ciudades

asoladas. Porque esto me será como en los días de Noé, cuando juré que nunca

más las aguas de Noé pasarían sobre la tierra. asimismo he jurado que no me

enojaré contra ti ni te reñiré. porque los montes se moverán y los collados


temblarán, pero no se apartará de ti mi misericordia ni el pacto de mi paz

se romperá, dice Yahveh, el que tiene misericordia de ti. ninguna arma

forjada contra ti, prosperará, y tú condenarás toda lengua que se levante

contra ti en el juicio. esta es la herencia de los siervos de Yahveh: su

salvación de mí vendrá, dice Yahveh”[21]

Esta profecía es expresamente aplicada a la Iglesia por San Pablo en Gálatas

4,22-31. Compare también con Romanos 9,24-26

Las notas de la Iglesia

Esta Iglesia que se veía prefigurada como la ciudad elevada sobre la colina,

tendría que contar con ciertas características o notas que permitieran preservar

y propagar el evangelio a todas las naciones. Entre estas notas podemos

mencionar:

1) Visibilidad perpetua: No podría ser luz del mundo una iglesia que no pudiera

ser identificada ni reconocida.

2) Apostolicidad: Jesús concedió a los apóstoles la triple potestad de enseñar,

santificar y gobernar su Iglesia hasta el fin de los siglos[22]. Así pues la Iglesia

debe ser apostólica: en su origen, es decir, que debe ser la misma hoy que la

fundada sobre los apóstoles; en su doctrina, enseñando las mismas verdades

que los apóstoles; en su sucesión, es decir, gobernada, instruida y santificada

por los legítimos sucesores de los apóstoles. No sería, como asumieron los

protestantes, una Iglesia que se ausentaría por siglos.

3) Catolicidad: La Iglesia debe ser católica, es decir, universal, y debe serlo en

tres sentidos: de tiempo o duración, “Siempre, hasta el fin del mundo”[23] o


“hasta que lleguemos todos a la unidad de la fe y del conocimiento pleno del Hijo

de Dios, al estado de hombre perfecto, a la madurez de la plenitud de

Cristo”[24] ; de lugar o extensión, ya que está abierta a “todas las naciones”

y “a toda criatura” [25]; de fe o doctrina, para enseñar “todas las cosas que” su

Señor les había “mandado”, “toda la verdad”

4) Unidad: La unidad de la Iglesia permite su visibilidad y por eso Jesús la pidió

expresamente al Padre la noche de la pasión como señal distintiva de su Iglesia:

“No ruego sólo por éstos, sino también por aquellos que, por medio de su

palabra, creerán en mí, para que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo

en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú

me has enviado. Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno

como nosotros somos uno: yo en ellos y tú en mí, para que sean

perfectamente uno, y el mundo conozca que tú me has enviado y que los

has amado a ellos como me has amado a mí. Padre, los que tú me has dado,

quiero que donde yo esté estén también conmigo, para que contemplan mi gloria,

la que me has dado, porque me has amado antes de la creación del mundo.

Padre justo, el mundo no te ha conocido, pero yo te he conocido y éstos han

conocido que tú me has enviado.”[26]

Esta unidad debe tener una triple manifestación: de fe[27], porque la verdad es

una sola y la Iglesia es depositaria de esta verdad; de gobierno, porque Jesús

creó en ella un cuerpo directivo integrado por los apóstoles, por Pedro y por sus

sucesores dotados de la plenitud de poderes; de comunión, donde todos los

miembros unifican sus esfuerzos en orden al fin a conseguir: enseñar la

revelación para la salvación de las almas. De allí que San Pablo enseña que la
Iglesia es “Un solo Cuerpo y un solo Espíritu” [28], y debe estar unida en “una

sola fe, un solo bautismo”[29].

Jesús advirtíó que “un reino está dividido contra sí mismo no puede

subsistir”[30]. Satanás sabe que la Iglesia no puede dividirse porque es UNA,

pero si sabe que puede apartar a los cristianos de su comunión.

5) Infalibilidad o inerrancia: Tampoco podría ser luz del mundo una Iglesia que

se corrompiera y enseñara el error. De esta manera Dios preparaba ya para su

Iglesia el preciado don de la indefectibilidad, aún estando formada por seres

humanos, débiles y pecadores sería siempre “la Iglesia del Dios vivo, columna y

fundamento de la verdad”[31]. Rechazar a sus legítimos representantes sería

rechazar a Dios mismo: “Quien a vosotros os escucha, a mí me escucha; y quien

a vosotros os rechaza, a mí me rechaza; y quien me rechaza a mí, rechaza al

que me ha enviado”[32], pues serían ellos los “administradores de los misterios

de Dios”[33], y contaba para ello con la promesa de recibir el Espíritu Santo

para “guiarlos a la verdad completa”[34].

El Protestantismo en sus distintas denominaciones carece de Unidad de Fe, de

Gobierno y de Comunión, de Apostolicidad, pues aparece en el siglo XVI cuando

ya tenía el cristianismo quince siglos de existencia. Las Iglesias Orientales

separadas aunque poseen sacramentos válidos y sucesión apostólica carecen

también de Unidad de Fe, de Gobierno y de Comunión. También de Catolicidad,

pues cada una es autocéfala, independiente e incapaz de extenderse

universalmente.

Por eso creo que solo hay Una Iglesia, Santa, Católica y Apostólica que ha sido

fundada por Jesucristo, sobre las cuales las puertas del infierno no prevalecerán.
Solo en esta Iglesia que es “auxilio general de salvación”, puede alcanzarse la

plenitud total de los medios de salvación. Creo que el Señor confió todos los

bienes de la Nueva Alianza a un único Colegio apostólico presidido por Pedro,

para constituir un solo cuerpo de Cristo en la tierra, al cual deben incorporarse

plenamente los que de algún modo pertenecen ya al Pueblo de Dios» [35].

NOTAS

[1] Mateo 5,13-14

[2] Mateo 28,19

[3] Mateo 12,28

[4] Lucas 17,21

[5] Marcos 4,31-32

[6] Marcos 4,30-32

[7] Mateo 21,43

[8] Hechos 13,46-48

[9] Mateo 16,18-19

[10] Mateo 16,19


[11] Isaías 59,20.21

[12] Jeremías 31,31-33

[13] Hebreos 8,6-10

[14] Daniel 2,44

[15] Isaías 2,2-3; también en Miqueas 4,1-2

[16] Isaías 9,2.5.6

[17] Isaías 30,20-21

[18] Isaías 49,6.7.20-23

[19] Hechos 13,47

[20] Lucas 2,29-32

[21] Isaías 54,1.2.3.9.10.17

[22] Mateo 28,18-20

[23] Mateo 28,20

[24] Efesios 4,13

[25] Génesis 22,18; Mateo 24,14; Lucas 24,47; Hechos 15,17; Gálatas 3,8

[26] Juan 17,20..25

[27] Ya mencionado anteriormente como catolicidad de doctrina.

[28] Efesios 4,4


[29] Efesios 4,5

[30] Marcos 3,24

[31] 1 Timoteo 3,15

[32] Lucas 10,16

[33] 1 Corintios 4,1

[34] Juan 16,13

[35] Unitatis Redintegratio 3

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