Documente Academic
Documente Profesional
Documente Cultură
SEGUNDA PARTE
Algo de eso pasó con estas “otras revoluciones”. El mundo en que viven
los nuevos electores no habría sido imaginable sin que se quiebren los
pilares que sostenían los antiguos valores. La segregación racial, el
machismo, la admiración por el uso de la fuerza, se han mitigado de
manera notable. Hace tres décadas habría sido imposible pensar que
exista un barrio como el de Chueca en Madrid, que las mujeres tengan
el papel protagónico que tienen el la sociedad de occidente o que
Almodóvar reciba premios por sus películas en vez de ir a la cárcel. En
este capítulo pasamos revista a algunos aspectos de esas revoluciones.
2. Religión y poder
Lao Tse
Lao Tse, el fundador del Taoísmo, es el autor del Tao Te King uno de
los libros más interesantes que se hayan producido entre los fundadores
de una cosmovisión religiosa. La leyenda dice que la gestación de Lao
Tse duró 72 años y que cuando nació tenía ya el cabello blanco, la piel
arrugada y unas orejas enormes. Su nombre significa "Viejo Sabio". Lao
Tse nació en Hunan y fue, por un tiempo, consejero en la Corte Chou
en medio de conflictos con sus miembros. Su actitud crítica y
saludablemente cínica hacia el poder le trajo problemas. Después de
recorrer otras cortes, imbuido de un sereno escepticismo respecto de
las pequeñeces propias del poder, escribió el Tao Te King, antes de
desaparecer en tierras de los "incivilizados" mongoles.
Lao Tse trata de encontrar fórmulas para que los seres humanos
puedan alcanzar una vida plena. Su tema recurrente es la esencia
contradictoria de las cosas. Según Lao Tse, ningún elemento es tan
poderoso y destructivo como el agua, porque ella es suave, se amolda
y sabe pasar inadvertida. El fuego, el viento, las rocas, aunque parecen
más fuertes, no pueden derrumbar una montaña como lo hace el agua.
La fuerza y la intolerancia son enemigas de la vida y engendran un
poder frágil. Cuando las ramas de un árbol han muerto son rígidas e
inflexibles y se rompen fácilmente. Cuando están vivas en cambio,
pueden mecerse con el viento y resisten a las tormentas. La rigidez y la
inflexibilidad conducen a la destrucción porque son señales de la
muerte. Lo mismo ocurre con el poder. Los que gobiernan con rigidez,
terminan rompiéndose como la mayoría de los déspotas de la historia.
El verdadero poder sabe ser flexible y mecerse con la brisa sin permitir
su propia destrucción.
En el Tao Te King, lo más próximo a la mención de un Dios como el de
Occidente, es la alusión a un Tao inasible y del que no cabe hablar, una
sensación de lo divino que se parece más a esos temores difusos de
algunos relatos de Lovecraft, que a las historias antropomorfas que
hablan de Dios en otras religiones. De alguna manera, Lao Tse tiene
hacia ese Tao, la misma posición que Wittgenstein proclamaría
veinticinco siglos más tarde en el Tractatus Logicus Philosophicus:
tentado de hablar de Dios, lo único que cabe es callar. El místico chino
dice: "el Tao que puede nombrarse no es el Tao eterno". Lo eterno es
indescriptible e impronunciable.
La historia que le tocó vivir fue muy violenta. Mientras los asesoraba,
diversos reyes lucharon violentamente para expandir su hegemonía. La
guerra ha sido siempre un evento estúpido, pero en la antigüedad era
todavía más cruel que en el tiempo contemporáneo.
Lao Tse creía que las armas y las guerras son nocivas y que el Rey que
gana una guerra, no debe ufanarse por su éxito, sino que debe sentir
vergüenza por haber sido incapaz de evitar el conflicto. “Quien sabe
guiar al Gobernante por el sendero del Tao no intenta dominar el mundo
mediante la fuerza de las armas. Está en la naturaleza de las armas de
los militares volverse en contra de quienes las manejan. Donde
acampan los ejércitos solamente crecen zarzas y espinas. A una guerra
inevitablemente le suceden malos años. Cuando has alcanzado tu
propósito no debes exhibir tu triunfo, ni jactarte de tu capacidad, ni
sentirte orgulloso; más bien debes lamentarte por no haber sido capaz
de impedir la guerra. No debes pensar nunca en conquistar a los demás
por la fuerza. La excesiva ambición es el comienzo de la propia
destrucción.” (Tao 30)
Quienes han vivido en las entrañas del poder, saben cuan volubles son
los sentimientos de los poderosos, y cuantas equivocaciones comenten
los gobernantes desorientados por los adulos de los cortesanos. En
política, los enemigos y los amigos, no lo son para siempre. El adversario
de hoy es, con frecuencia, el aliado de mañana y fácilmente los hombres
de confianza se convierten en enemigos. El poder nubla los ojos de los
líderes y la ambición les lleva, con frecuencia, al fracaso. El Tao Te King
dice: “Las palabras sinceras no son agradables, las palabras agradables
no son sinceras. Las buenas personas no son conflictivas, las conflictivas
no son buenas personas. El sabio no toma las cosas para acaparar.
Cuanto más vive por los demás, más plena es su vida. La ley del sabio
es cumplir su deber, no luchar en contra de nadie.” (Tao 81)
Confucio
Por la misma época, en el año 551 a.c., nació otro de los grandes
fundadores de las religiones de Oriente, Kung Fu Tse, cuya
occidentalización del nombre es Confucio. Era otro “Tse”, un hombre
sabio, no un profeta o un hijo de Dios. Lao Tse trabajó durante un
tiempo como director de los archivos imperiales de la dinastía Zhou, a
los que concurrió Confucio tratando de estudiar la historia y las
tradiciones chinas. Dice la tradición que Lao Tse salió a recibir a
Confucio montado en un buey y que, al encontrarse, Confucio le regaló
un bellísimo ganso.
Su elitismo no tenía que ver con la idea de que los seres humanos
seamos intrínsecamente desiguales. En su pensamiento todos los
hombres nacemos iguales, pero la educación y el esfuerzo que
realizamos a lo largo de nuestra vida nos llevan a diferenciarnos. El
príncipe no es superior porque es príncipe, sino que puede llegar a serlo
si se convierte en Sabio. La diferencia, por tanto, es adquirida: "La
naturaleza hace que los hombres nos parezcamos unos a otros y nos
juntemos; la educación hace que seamos diferentes y que nos
alejemos."
Los textos del Corán no son “inspirados” por Dios como los hebreos,
sino que fueron pronunciados directamente por el creador del universo,
que usó la voz de Mahoma para comunicarlos. Por eso los musulmanes
dicen que el Corán es uno, eterno e increado: sus textos son lectura de
un libro que existe en el cielo, y que fue leído por Dios a través de la
boca del Profeta.
Los absurdos del conflicto en esa zona tienen que ver con que los judíos
tienen una visión parecida de la religión y la política. Para ellos, Israel
es la tierra que les entregó Dios y Jerusalén la ciudad en donde está el
Templo de Salomón. No pueden negociar esa tierra con los musulmanes
ni con nadie. Hay dos pueblos que se creen dueños de un mismo
territorio, que no están dispuestos a compartir, en nombre del mismo
Dios de la Biblia.
Para el Racionalismo, existe una lógica que es única e igual para todos
los hombres, en todas las épocas y todos los pueblos, sin distinciones
étnicas, antropológicas o religiosas. Todo ser humano por ser tal, es
racional, puede entender el mundo y entenderse a sí mismo, a partir de
la razón. En cualquier cultura o momento de la historia, la razón nos
llevaría a una verdad, que es siempre la misma. Aunque el enunciado
parece simple, sus consecuencias son complejas.
Para los románticos hay pueblos, razas, culturas o individuos que son
distintos de los demás y están dotados de alguna condición que los hace
superiores. Son seres humanos diferentes de otros porque han sido
escogidos por Dios o por motivos éticos, raciales o de cualquier orden:
el pueblo escogido por Yahvé es el único que puede construir Israel, los
arios son los llamados a implantar el Reich, los occidentales deben
imponer la democracia a los islámicos, los indios van purificar la política
latinoamericana.
La religión es uno de los elementos que permiten que los seres humanos
nos ubiquemos de alguna manera en esa experiencia desconcertante
que es la vida. Cuando se quiere entender un país, una de las reglas de
oro es averiguar y respetar las creencias religiosas de las gentes. La
fragmentación y la agonía del cristianismo imperial, las que hemos
hablado, significaron un duro golpe a los valores tradicionales de
Occidente. En el ámbito de la política, lo fue también el
desmoronamiento de los “socialismos reales” y el fin de la Guerra Fría,
de los que hablaremos más adelante. Pero la revolución más radical,
durante la década de los sesenta y los setenta no tuvo que ver con los
grandes conceptos. La vida cotidiana, la sexualidad, la familia
cambiaron y la contundencia de los hechos cuestionó a la ética vigente.
Aunque parecía que los jóvenes de los países del norte con sus
concentraciones y movilizaciones estaban del mismo lado, eso fue una
ilusión. No eran partidarios del socialismo sino de la paz. Cuando los
hippies coreaban “peace, flowers, freedom, happines,” no lo hacía
porque querían el triunfo del Partido Comunista de Vietnam. Querían
que termine la invasión norteamericana porque no entendían porqué
tanto joven de su país debía morir en una aventura idiota. No querían
el comunismo en su país. Querían disfrutar del capitalismo, y no morir
en un país extraño. Todos estábamos en contra de la guerra de
Vietnam, pero las razones eran distintas.
Había una ansiedad por cuestionarlo todo y por ampliar los horizontes
de la realidad, desde todos los ángulos. Era necesario romper con el
orden establecido en todos los frentes y creíamos que podían existir
nuevas realidades a las que debíamos acceder, desde caminos tan
diversos como vivir una sexualidad libre, explorar nuevas fronteras con
la droga, o indagar acerca de civilizaciones antiguas mundos que
dejaron un legado misterioso. “El retorno de los Brujos” se convertía
en un best seller y nos hablaba de pilas eléctricas encontradas en las
pirámides de Egipto, de discos voladores y civilizaciones remotas.
a. La revolución sexual
La mujer era un ser "puro" que debía negar su sexualidad y llegar virgen
al matrimonio. Los hombres, en cambio, debían vivir su sexualidad con
prostitutas y mujeres a las que despreciaban, mientras su amada se
conservaba intacta, hasta el día en que se vestía de blanco y era
entregada por su padre al nuevo amo. Un hombre "que se preciara de
serlo" debía ser infiel y tener otras mujeres. Una mujer que actuara de
la misma manera, era considerada una prostituta. La legislación de
muchos de nuestros países no castigaba al marido ofendido que mataba
a su esposa al encontrarla en infidelidad flagrante hasta la década de
1960.
Cada vez se tiende a igualar más los derechos sexuales de los hombres
y las mujeres. El razonamiento actual es: "si las mujeres deben llegar
vírgenes al matrimonio, los hombres también deberían hacerlo". El sexo
se practica con mucha más libertad que hace dos décadas. Todos los
estudios dicen que hombres y mujeres occidentales se inician en la vida
sexual a una edad muy temprana. La mujer que tiene sexo con su novio
no sufre ningún rechazo entre la gente de la nueva generación. Es un
ser humano que vive su sexualidad con la misma libertad e intensidad
que los machos de su edad.
El Don Juan que estudió Freud perdió vigencia en este nuevo contexto.
El homosexual angustiado, que era homófobo, se casaba una y otra vez
tratando de llamar la atención con cada boda, que se exhibía todo lo
que podía con mujeres, inventaba romances y vivía una vida llena de
angustia y agresividad por la negación de sus propias pulsiones, está en
decadencia. La nueva sociedad es menos represiva y más plural. Admite
cada vez más las diversidades.
Tal vez el desarrollo más curioso de este tipo de contradicciones está
en la obra autobiográfica de Fernando Gabeira, que en sus libros "¡A
por otro compañero!, "El Crepúsculo del Macho" y "Hóspede da Utopia"
explica sus contradicciones y su evolución desde el guerrillero machista,
duro, implacable, lugarteniente de Carlos Marighella, hasta el activista
del movimiento gay en que se convierte al volver al Brasil en 1979.
Actualmente, como diputado del Partido de los Trabajadores del Brasil,
ha provocado nuevas conmociones con la publicación de su ensayo
acerca de la "maconha", en el que insta a legalizar el uso de las drogas
en su país. Gabeira es un típico subversivo, nacido en medio de las
contradicciones entre estas revoluciones de las que estamos hablando.
b. Las drogas
Las drogas fueron otra de las trasgresiones que se puso de moda en
esa época. Las drogas no tenían una historia muy antigua en la vida de
las sociedades americanas. Fueron declaradas ilegales en los Estados
Unidos en un proceso que culminó cuando el movimiento hippie estaba
en pleno auge. En 1937, muchos Estados de la Unión aprobaron una
legislación anti-marihuana, que el Congreso Federal ratificó en 1938.
En 1970, en plena efervescencia del hippismo, el Presidente Nixon firmó
el Acta de Sustancias Reguladas y unificó más de cincuenta leyes
federales sobre narcóticos, marihuana y drogas peligrosas, para impedir
la importación y distribución de drogas ilícitas en los Estados Unidos.
Vale decir, entonces, que las limitaciones legales al uso de las drogas
fueron contemporáneas al auge de su difusión.
Cuando los Beatles grabaron uno de sus discos más célebres, "The
Sargent Pepper's Lonnely Hearts Club Band" y filmaron la película "El
Submarino Amarillo", una de las canciones hace referencia a la
experiencia con ácido lisérgico y con su nombre alude a sus siglas: "Lucy
in the Sky with Diamonds" (LSD). Varias canciones de esta banda, que
ejerció una enorme influencia sobre la generación de los sesenta, fueron
compuestas bajo el efecto de drogas y, en muchas ocasiones, fueron
compuestas para ser escuchadas bajo el efecto de determinados
estimulantes. Piezas como “Number Nine” son casi inaudibles para
personas que están en sus cabales.
Emmett Grogan, fundador del grupo de los Diggers, uno de los más
activos dentro del mundo hippie de San Francisco, en su autobiografía,
hace una defensa apasionada de las drogas. El libro es una guía para
comprender la lógica interna de Haight-Ashbury en esos años.
Coherente con sus puntos de vista, Grogan, como varios de los
personajes del underground de la época, murió con una sobredosis de
heroína, en 1978. Pasó lo mismo con un buen número de músicos y
personajes, que eran los ídolos de la juventud de la época, como Brian
Jones, de los Rolling Stones; Keith Moon, del grupo The Who; Mama
Cass, de The Mamas and the Papas; Jhon Bonham, de Led Zeppelín;
Tommi Bolin, de Deep Purple; Janes Joplin y el cantante y poeta Jim
Morrison, vocalista de The Doors. Los nuevos personajes ideales de los
jóvenes, eran casi delincuentes que habrían sido perseguidos, de
acuerdo a los parámetros de la ética tradicional.
La idea de que había que expandir los límites de la realidad y de que las
drogas ayudaban a hacerlo, fue el fundamento “teórico” de esas
posiciones. Mientras los jóvenes norteamericanos “volaban” con LSD,
los latinoamericanos experimentaban con hongos alucinógenos, peyote,
San Pedro y otros productos vinculados a las culturas indígenas. Hubo
activistas que cambiaron el marxismo por el shamanismo, y otros que
llegaron a una versión sicodélica de la subversión. En todo caso, el uso
de drogas tuvo un contenido político que luego se desvaneció.
3. La literatura
Desde su punto de vista, el LSD era una puerta que abría la mente de
los jóvenes a nuevas posibilidades de comprender la realidad. Thimoty
Leary escribió, cuando estaba por morir, un libro en el que se reía de
su propia desaparición, “El Trip de la muerte”, que contiene una
defensa irónica de sus puntos de vista y define a las drogas como algo
central de la vida, que permiten percibir mundos que no son accesibles
de otra manera. Es particularmente curioso su relato acerca de la
primera vez que experimentó con heroína, que le fue inyectada por el
siquiatra Ronald Laing, uno de los principales ideólogos de la
antisiquiatría.
4. El rock
El rock dio un salto enorme hacia delante, desde que una banda inglesa,
los Beatles, consiguió convertirse en vocera de una nueva generación
de Occidente. El conjunto, compuesto por muchachos de clase baja y
media baja de Londres, empezó tocando en bares sin importancia de
Hamburgo. Vueltos a su Inglaterra natal, arrancaron en su carrera a la
fama en “La Caverna”, un club de jazz de Liverpool, del que salieron
varios de los conjuntos que protagonizaron la revolución del rock. Ringo
había nacido en un barrio obrero de Londres, Harrison era hijo de un
chofer de bus, Lennon había sido abandonado por su padre, un marino
de mala reputación que después se aprovechó de su fama para armar
escándalos y sacarle dinero.
La carrera del grupo fue meteórica. En pocos años, entre 1962 en que
su canción “Love me do” les colocó entre los veinte conjuntos más
populares Inglaterra y febrero de 1964 en que llegaron a Nueva York,
convertidos en líderes de una nueva generación pasaron solamente tres
años. En tres años se habían convertido en celebridades y sobre todo
en modelos de lo que aspiraban a ser los jóvenes de la nueva época.
Los Beatles eran muy jóvenes, al igual otros músicos que emplearon el
arte para difundir sus ideas. Cuando llegaron a América, todos tenían
menos de 25 años de edad. El nombre de la banda surgió de un juego
de palabras de Lennon entre “beat” (latido, golpe) y Beetle
(escarabajo), que además aludía a la nueva generación contestataria
norteamericana de la cultura “beat”.
Los Beatles fueron parte del sector menos radical de la cultura rockera,
pero se ufanaron de usar drogas, jugar con el nudismo, hablaron de la
libertad sexual, lucharon por la paz, y fueron de los primeros en
introducir elementos de las culturas orientales a Occidente. El LSD, los
colores sicodélicos y algunas transgresiones propias de esa generación,
se expresaron en una película en la que los Beatles plasmaron sus
concepciones acerca de la vida. Aunque la banda se disolvió en 1970,
su música ha mantenido su vigencia por muchos años. Lennon, el más
político y polémico de ellos, promovía una cruzada por la paz en el
mundo, junto a su compañera Yoko Ono, cuando fue asesinado por un
demente en diciembre de 1980. El lugar del crimen se convirtió en sitio
de romería de sus devotos en el Central Park de Nueva York.
En 1969, uno de los Stones, Brian Jones, murió por una sobredosis de
drogas, siguiendo el destino común de muchas de las estrellas
contestatarias de esos tiempos. Los Stones han seguido vigentes hasta
estos años como una banda, que es parte del orden establecido, aunque
originalmente fue una banda que tenía un mensaje contestatario.
Sería muy largo enumerar a todas las bandas que brillaron en esta
etapa. Led Zepelin, Black Sabhath, The Doors, la canción en homenaje
de Thimothy Leary compuesta por Clearens Spidwagon Revolving, las
letras de los Doors, escritas por Jim Morrison, y cientos de autores y
discos fueron parte de esta marea revolucionaria.
5. Los musicales
Otra expresión masiva de la música que difundió las ideas
contestatarias, de una manera más liviana, fueron algunas “óperas
rock”. Los musicales tenían una vieja historia en Brodway, como un
espacio liviano, de diversión de masas. En América Latina, la gente culta
y la gente rica, iban a la ópera. Quienes no tenían un gusto refinado o
no podían aparentar que lo tenían, no iban al teatro. En los Estados
Unidos, la democracia de masas tenía más antecedentes. Muchos
musicales, unos melosos y poco sofisticados, habían tenido mucho
éxito. En los sesentas, algunos de ellos difundieron la subversión de los
valores que gracias a ellos llegó a decenas de millones de personas.
Mencionamos simplemente los que más se relacionan con nuestra
reflexión.
En 1969, Roger Daltrey y la banda The Who, que había sido otra de las
estrellas del festival de Woodstock, filmaron la ópera rock, "Tommy".
Tommy es un niño que pierde la memoria cuando ve que su madre y su
padrastro asesinan a su padre. Al recobrar los sentidos se convierte en
apóstol de una nueva religión que se expande rápidamente: la religión
del pin ball. La nueva salvación consiste en jugar en las máquinas con
esos rulimanes. Dios termina siendo la máquina de pin ball; Tommy y
sus padres, los profetas. La religión fracasa cuando la gente se percata
de que jugar pin ball es algo intrascendente, mata a los padres de
Tommy y él escapa a una montaña. Sustituir a Dios por un juego
electrónico, fue un recurso inscrito en la línea de las transgresiones
propias de los sesentas. En el fondo, hay una burla descarnada de los
principios religiosos y una banalización de los valores místicos, a los que
esos jóvenes contestatarios consideraban el sustento de una ética que
pretendían destruir.
En 1939 T.S. Eliot compuso estos poemas para sus nietos, contando
una serie de historias sobre personajes gatunos. En 1980, Valery Eliot,
viuda del escritor, entregó a Weber un poema que no había sido
publicado originalmente, sobre "Grizabella la gata glamorosa", que
inspiró la obra de Weber.
El argumento es simple. Cuando hay luna llena, en cierto mes del año,
los gatos se reúnen en un terreno baldío. Se convierten en gatos
“Jellicol”, una mezcla de melosos con mágicos, y cada uno canta su
biografía. A lo largo de la obra los espectadores se percatan de que hay
gatos de todo tipo. Mackavety es un gato gangster, hay gatos que son
felices siendo payasos, otro que duerme en la línea del tren, otro que
ha envejecido en la puerta de ese mismo teatro, etc. Para esa noche,
cada uno ha inventado un nombre “jellicol” que ningún otro gato en la
historia podrá repetir. El nombre es algo único y diverso, como lo son
también cada uno de los gatos.
Muchos de los valores del nuevo elector, a los que nos referimos en la
primera parte de este texto, tienen sus raíces en estas revoluciones.
Occidente no sería lo que es sin la conmoción que provocaron todas
estas locuras al finalizar el siglo XX. El culto de lo fugaz, el rechazo del
orden establecido, el individualismo, se reforzaron con las visiones del
mundo generadas por estas manifestaciones culturales.
Los musicales se presentaron en muchos escenarios y en algunos casos
se convirtieron en películas. Difundieron masivamente las ideas de las
revoluciones de los sesenta, de manera más divertida y masiva que los
seminarios que organizaban las organizaciones políticas para difundir
sus ideologías. Fueron un elemento eficaz de difusión de ese huracán
anarquizante que carecía de un profeta o de una Iglesia que lo
condujera, pero que arrasó con gran parte de los valores que habían
dado sentido a la vida de los occidentales hasta esos años.
6. América Latina
Otro tanto ocurrió con algunos de los ídolos del rock y la protesta.
Santana ya no es el líder alternativo de Woodstock: en el 2005 cantó en
la ceremonia de los Oscares de Hollywood haciendo dúo con Antonio
Banderas. Los Rolling Stones siguen en escena como leones que alguna
vez fueron feroces pero hoy están domados, antiguos hippies
contestatarios que hoy mantienen un espectáculo lucrativo. Algunos
como Ozzy Osborne no murieron de sobredosis, viven idiotizados por el
abuso de las drogas, pero hundidos en millones de dólares. Son la parte
negativa, pero de todas maneras parte, de la sociedad establecida. Con
varios de los músicos y figuras revolucionarias que sobrevivieron, se
produjo lo que en su momento le ocurrió a Jean Gente, que pasó, de
temido delincuente, a estrella de los cafetines parisinos. Después de
todo, para las elites es de buen gusto tener un invitado “raro” en sus
fiestas, en un mundo que venera la diversidad.
Para muchos, Cuba fue un referente fresco, que les permitió soñar con
renovadas utopías. En esos tiempos, no se habían desarrollado tanto
los medios de comunicación y nosotros éramos mucho menos
informados de lo que son los jóvenes actuales. La televisión estaba en
una etapa incipiente y no había Internet. Las noticias que llegaban de
la Isla eran sesgadas, y quienes la visitaban nos hablaban de un nuevo
mundo que surgía. En los países comunistas no había libertad de
prensa, solo ingresaban miembros de los partidos afines, en visitas
dirigidas, y las leyendas pasaban de boca en boca. Eran bocas
interesadas. Se decía que el hombre socialista de la Isla era distinto.
Rotas las cadenas de la explotación capitalista, los cubanos habían
llegado a una sociedad en la que no existía el robo, la prostitución, ni el
desenfreno sexual. El discurso de la revolución tenía un contenido ético,
que lindaba con un moralismo fanático.
Quienes volvían visitando el experimento revolucionario cubano, nos
contaban, fascinados que, en La Habana, era posible abandonar una
cámara fotográfica en la vereda sin que nadie la robara. Cuba, que había
sido antes el gran burdel de Batista, había recobrado su dignidad.
Algunos comentaban que incluso la homosexualidad, tenida como una
"desviación capitalista", había desaparecido. De hecho, los pocos
"anormales" que insistían en practicar esta perversión capitalista, eran
ejecutados o tenían que exilarse en algunos países nórdicos, alegando
que su vida corría peligro por su preferencia sexual.
Fastidiados con un sistema que no les reconoce el sitio que ellos creen
merecer, difunden interpretaciones pesimistas acerca de lo que ocurre,
crean nuevos mitos y en realidad se alegrarían si esta democracia de
masas colapsa. Aunque no pueden confesarlo, les gustaría más una
democracia como la griega, en la que solo votaban los hombres
ilustrados, sin que los esclavos, los ignorantes y las mujeres fastidien a
los filósofos.
Hace algunos años, Ingmar Bergman produjo una película acerca del
surgimiento del nazismo, la génesis del autoritarismo en la década de
1930, y la crisis de valores que llevó al derrumbe de la democracia
europea de esos años. La llamó “El Huevo de la Serpiente”. En nuestros
países, algunos miembros de las viejas elites, sin quererlo, ponen el
germen de un nuevo totalitarismo, proponiendo alternativas políticas
movidos por la angustia que sienten por su falta de protagonismo en
este nuevo mundo. Cuando son de izquierda, desde su ideología, no
cabe que el pueblo sea malo. Culpan de su derrota al imperialismo, a la
burguesía, a los consultores políticos, a la prensa o a las fortunas que
manipulan conciencias. Son los típicos candidatos que proclaman la
noche del escrutinio que “en esta elección el pueblo ha sido derrotado”,
porque los resultados no les favorecieron y el verdadero pueblo son
ellos. Cuando son de derecha, lisa y llanamente esperan que un nuevo
caudillo militar “ponga las cosas en orden”.
Por todo lado, se repiten una serie de frases, que son tenidas por
verdaderas a fuerza de repetirse una y otra vez en esos ambientes. Se
dice que la “democracia ha fracasado”, que somos más pobres que
antes. Casi que habría que extrañar a las dictaduras militares del siglo
pasado, si no fuera porque esos mismos intelectuales fueron las
principales víctimas de la brutalidad militar y tampoco quisieran que
vuelvan esos años. No es el “Huevo de la Serpiente” de Bergman, pero
sí “El Huevo del Dinosaurio”. El germen de este un nuevo reptil
autoritario que aparece, felizmente, cuando parecería que ese tipo de
gobiernos no pueden resucitar en Occidente, cuando los jóvenes viven
una democracia, que no es perfecta, pero no les fastidia y no están
dispuestos a permitir nuevas dictaduras. No defienden un principio
teórico, sino un esquema en el que son más libres de lo que fuimos
nosotros y su incomodidad con la sociedad no viene de que temen a la
libertad, sino de que quieren más y más libertad. No quieren ser
miembros de las juventudes hitlerianas ni vivir dictaduras como la de
Mao, la de Videla o las de todos esos dictadores que no solo impidieron
que existan elecciones, sino que persiguieron a la gente en su vida
cotidiana, cortaron el pelo a los muchachos persiguiéndolos por las
calles, crearon un clima de represión sexual, artística y de todo orden.
En todos los países, cuando acabaron las dictaduras, tuvieron lugar los
“destapes” que estallaron al derrumbarse esas sociedades
oscurantistas. Los jóvenes actuales se sienten mejor viviendo esos
“destapes” que en la sociedad represiva anterior. Quieren disfrutar de
la vida. El nuevo autoritarismo, es el huevo de un dinosaurio fosilizado,
que aparece cuando ya no puede fructificar y morirá cuando mueran,
por fuerza de los años, quienes mantienen estas tesis.
Quisiéramos hablar de la crisis de las viejas elites y su choque con el
mundo del nuevo elector, a través de una reflexión acerca de algunas
de esa “verdades” difundidas desde el viejo paradigma.
a. El Indigenismo reemplaza al proletariado
Si algún otro partido proclamara que sus dirigentes tienen que ser
blancos o mestizos y que no pueden ser indígenas, provocaría un
rechazo mundial y un escándalo de proporciones. Sería calificado de
racista. ¿Por qué el mismo concepto es tan bueno cuando se aplica a
unas culturas y no cuando se aplica a otras? Rige aquí el principio de
“privilegiar a los oprimidos” que lleva en muchos casos a situaciones de
injusticia evidente.
Del postulado “somos más pobres que antes” se puede colegir que
vivimos peor que antes y es evidente que esto no es así. Si analizamos
las cosas con objetividad, tenemos que decir que vivimos mucho mejor
que antes, aunque podemos ser más pobres, según como definamos lo
que es pobreza. Todos queremos vivir mejor y muchos queremos que
los demás vivan mejor, pero nos resistimos a compartir la añoranza por
un pasado que no existió.
En ese entonces, los perros eran perros y los gatos eran gatos. No
existían "pets" que comen cosas sofisticadas, tienen juguetes,
peluquero y van a hoteles especializados, como ocurre hoy en día con
muchas mascotas de familias de clase media. Desde luego que no
existían peces exóticos ni una serie de mascotas que hoy son comunes
en todos nuestros países. Entre los activistas estudiantiles de izquierda
se comentaba que en los Estados Unidos y en países de Europa se daba
ese tipo de trato a los animales y esto se veía como uno de los signos
de la decadencia de las sociedades capitalistas, que "no tenían en que
gastar la plata", mientras en otros sitios del planeta la gente moría de
hambre. Esas “depravaciones” eran uno de los síntomas de la muerte
inminente del capitalismo y el triunfo del socialismo. ¡Cómo era posible
que alguna gente fuera feliz con su perro si estaba obligada a sufrir por
el proletariado!
Entre los jóvenes, tomar licor "importado" era excepcional. Había pocos
restaurantes y los estudiantes, incluso de las familias ricas, iban a ellos
rara vez. Desde luego que no había computadoras, celulares, Internet,
Pads ni toda la parafernalia electrónica sin la cual un adolescente
contemporáneo se siente un mendigo. Los carros, la ropa y todos los
artículos de consumo se compraban para que duraran muchos años, el
acceso a un bien importado era motivo de orgullo para su dueño y
murmuraciones entre los compañeros que lo veían con envidia.
Este constante decir que todo está peor, lleva a un discurso que también
se repite desde el Río Grande hasta la Patagonia: la democracia ha
fracasado, todos los políticos han fracasado, hay que buscar alguna
alternativa. En Argentina, en las elecciones del 2003 hubo un
movimiento que se llamó "que se vayan todos". Al final del proceso
electoral el más “ido” fue su candidato, cuando alcanzó el apoyo de una
porción minúscula de electorado, mientras los políticos de extracción
justicialista o radical se llevaron más del 90% de los votos. La frase se
repite en todo el continente. Algunos quieren “que se vayan todos”,
pero, por lo general, las masas porfiadas votan por los mismos
representantes.
Una de las tesis centrales de Carlos Marx, que se repitió durante ciento
cincuenta años en contra de todas las evidencias empíricas, fue la de la
pauperización: el proletariado europeo se iría empobreciendo de
manera creciente, haciendo inevitable un levantamiento general en
contra de la sociedad capitalista. El socialismo iba a ser la alternativa de
los obreros de los países más desarrollados del mundo que encabezarían
una revolución universal, ante la brutal pobreza en la que les sumiría la
burguesía. Esta era una ley de la historia que al cumplirse, iba a hacer
inevitable el triunfo del socialismo.
El nuevo elector sufre esa angustia creciente, que solo puede seguir
creciendo en la medida en que nuestras economías sigan mejorando e
incrementando sus niveles de información. La crisis de nuestras elites
hace que el tema sea usado como símbolo del fracaso de la democracia
de masas.
c. El rechazo a la democracia burguesa y al imperialismo
Con la posición crítica de los intelectuales y la actitud de protesta radical
del nuevo elector, vuelve a darse la paradoja de los años setenta: dos
subversiones contradictorias van de la mano, a pesar de que están en
los extremos opuestos del espectro político. Por una parte está la
revolución que quiere el nuevo elector, asentada en valores como el
pacifismo, el feminismo, el individualismo, y el hedonismo. De alguna
manera, estos electores son anarquistas, en el sentido original de la
palabra. Son consumistas y quieren vivir sin ataduras. De otro lado, se
confunden con ellos, militantes de la vieja izquierda estatista, que
aparecen encabezando organizaciones de la “sociedad civil” que
defienden los derechos civiles, las mujeres y las minorías, temas que se
desarrollaron al amparo de la “democracia burguesa” que critican y no
dentro de los “socialismos reales” que defendían hasta hace poco.
Muchos de ellos fueron siempre pequeño burgueses inquietos, que por
alguna causa sienten la necesidad de cuestionar el orden existente. En
su momento lo hicieron en nombre del proletariado, ahora lo hacen en
nombre de los indios, las mujeres, la extinción de las focas o por
cualquier motivo que sirva para protestar, porque la protesta es su
actitud sicológica ante la vida.
Las dos posiciones conviven, se encuentran en la crítica a la “derecha”,
y a los “políticos tradicionales”.En el caso de los nuevos electores, su
crítica es más auténtica: no fueron parte de la vieja política. En el caso
de los activistas de esta nueva izquierda, generalmente encontramos a
viejos militantes marxistas o de la teología de la liberación, tan viejos
como los políticos a los que critican. Unos y otros rechazan la política
establecida, pero tienen profundas diferencias. Los nuevos electores no
son socialistas. Cuando emigran, nunca van a Cuba o China o Corea del
Norte. Quieren vivir en países democráticos y de libre mercado. Pueden
votar por Chávez, Bucaram, Lula y otros líderes alternativos, si suponen
que les van a dar algún beneficio, si satisfacen sus resentimientos o si
les divierten mucho, pero no quieren vivir como los cubanos de Cuba,
sino como los cubanos de Miami. Estas contradicciones se resolverán
dentro del actual sistema de partidos, si las demandas de los nuevos
electores encuentran respuestas en un “centro izquierda” que renueve
sus tesis, o en partidos liberales que se liberen de posiciones
conservadores frente a temas como el sexo, el placer, las libertades
individuales y sintonicen con las problemáticas de los nuevos tiempos.
La democracia de masas es desagradable para las elites, tanto de
derecha como de izquierda. Han inventado una serie de mitos para
rechazar un sistema en el que sienten que se impone la vulgaridad de
la mayoría. Creen que participan en las elecciones muchos ignorantes,
tanto de candidatos, como de votantes. Los nuevos electores no son
sofisticados. No leen a Hegel, a Marx, ni a Adam Smith. Cuando oyen la
palabra Weber, piensan en Adrew Loyd Weber y no en Max Weber. No
asisten a conferencias sobre la gobernabilidad, prefieren ir a conciertos
de rock y fumar marihuana. No tienen principios como los antiguos. No
atienden a los discursos. Votan por cualquier improvisado. Ven
telenovelas y programas superficiales como el Gran Hermano. Se dejan
conducir por la publicidad.
Algunos miembros de las viejas elites, dicen que esta democracia de
masas “no ha solucionado nada”, plantean una alternativa fascista y el
huevo del dinosaurio aparece en su esplendor. Las visiones apocalípticas
y totalizantes del siglo pasado cobran nueva vida. El hecho es que su
frase es falsa, porque esta democracia que “no hace nada”, soluciona
algo todos los días. Ellos quisieran que ese “algo” sea un “todo con
trascendencia histórica”, como la supremacía de la raza aria o la
construcción del hombre comunista. Cuando hacen política, no están
para minucias. Solamente mejorar la salud, o el nivel de la vida de la
gente, es nada. No hay nada, si el algo no es todo. Obsesionados por
la utopía, no son capaces de valorar lo cotidiano, al menos cuando
hacen política. En su vida cotidiana, dejan de asistir a cualquier sesión
trascendental del Partido cuando su hijo se enferma. Los militantes
también lloran. Sus actitudes apocalípticas son un abismo que los
separa con los nuevos electores que, fascinados por lo concreto, no
tienen tiempo para interesarse en sus teorías.
Si en esta democracia las masas incultas tienen tanta fuerza, hay que
plantear una alternativa para que los intelectuales volvamos a tener
peso. Algunos miembros de esas elites se entusiasman con la posibilidad
de instaurar una “democracia participativa”. El momento en que todos
los ciudadanos sean sujetos activos de la política, sin dejarse manipular
por los fantasmas del mercado, todos serán militantes. Estudiarán
economía, sociología, ciencia política, para votar permanentemente y
manejar de manera directa el estado.
El mecanismo privilegiado que reemplazará a la representación, será la
reunión directa de los ciudadanos. Las asambleas populares tenían
sentido en ciudades pequeñas, cuando participaban de ellas todos los
ciudadanos. En pequeñas comunidades, sirven para resolver temas
concretos que afectan a la comunidad. Cuando se pretende que las
asambleas de “dirigentes” barriales expresen la opinión de una ciudad
o de un país, se cae en una trampa. Esas reuniones son mecanismos de
exclusión del ciudadano común. Participan de ellas solamente personas
que se mueven por algún interés, o políticos a los que nadie hace caso
y por eso pueden dedicar su tiempo a ese tipo de reuniones. Sartori
dice una verdad: la gente común participa de los asuntos públicos de
manera intensa por poco tiempo, o participa de manera superficial por
períodos largos. La democracia “participativa” entrega el poder a los
“participantes” que son unos pocos periodistas, políticos y
representantes de organizaciones que defienden intereses específicos,
que no representan al conjunto de la sociedad.
Según el nuevo modelo, además de las asambleas, se harían “consultas
populares” para que el pueblo decida directamente acerca de su
destino. Las consultas suenan muy bien, la gente siempre quiere que
se las haga, aunque no sepa para qué. Es parte de la mentalidad
democrática de los nuevos tiempos. Les gusta opinar de tiempo en
tiempo, sentirse libres en una sociedad abierta. Algunos políticos
mañosos saben que los plebiscitos son un magnífico instrumento de
manipulación y tratan de usarlos para llevar adelante su proyecto
autoritario. Casi todas las constituciones de nuestros países las han
establecido y en algunos países se han organizado reiterados
plebiscitos. Es interesante anotar que en donde más consultas ha
habido, Ecuador y Bolivia, la democracia se encuentra en peor estado.
Quienes trabajamos permanentemente con encuestas, sabemos cuan
difícil es formular las preguntas, si honestamente se quiere saber lo que
opina el ciudadano acerca de cualquier tema. Al redactar el formulario,
experimentamos una y otra vez con el texto de cada pregunta. Sabemos
que puede ser mal comprendida y que en ese caso, las respuestas no
significan nada. Tratamos de que los textos sean muy breves y fáciles
de entender. Averiguamos con preguntas previas, si el encuestado tiene
o no información acerca de los temas de las preguntas. Si no sabe nada,
sus respuestas no sirven para nada y se distribuyen de manera
aleatoria. Hemos encontrado que en nuestros países, son muchos los
que no saben cuánto es el diez por ciento de cien y también los que
creen que, poniendo semáforos en las cabeceras de los aeropuertos, se
podrían evitar los accidentes aéreos. Cuando usted pregunta tonterías
o cosas incomprensibles, recibe respuestas tontas. Somos cuidadosos
en el orden de las preguntas en el formulario: inquirir acerca de un
tema, puede determinar la forma en que los ciudadanos responden
acerca de otro tema. Preguntamos acerca de lo mismo varias veces, de
distintas maneras, para entender el problema desde distintos ángulos y
averiguar lo que en realidad opina la gente. Todo esto, porque nos
interesa realmente conocer la opinión de los ciudadanos.
Cuando analizamos los cuestionarios de muchas consultas hechas por
nuestros gobiernos, comprobamos que tienen preguntas largas, difíciles
de entender. Son preguntas para abogados, economistas o estudiosos
de la política. Esas consultas no averiguan lo que piensa la gente. Son
juegos de palabras sin sentido. Generalmente los resultados tienen más
que ver con la popularidad del Gobierno o con la posibilidad de hacer
propaganda que han tenido los que auspician una u otra tesis y no con
el contenido de las preguntas. Las consultas suelen hacerse con
cuestionarios manipulados, con los que los gobernantes de turno tratan
de hacer lo que ellos quieren, con el pretexto de que el pueblo es el
soberano. Por algo las consultas fueron tan usadas como mecanismos
de consolidación de Gobiernos como el de Franco o el de Pinochet.
La tesis de que el pueblo es sabio y es “quien decide” cuando se le
convoca aun plebiscito, es generalmente demagógica y falsa. Hace
pocos años un político propuso hacer una consulta con dos preguntas:
la primera si el pueblo quiere dar un plazo de dos meses al Presidente
de la República para que acabe con la inseguridad y la pobreza. La
segunda, si el pueblo está de acuerdo con que, si el Presidente no
cumple este mandato popular, sea inmediatamente destituido. En la
encuesta, las dos preguntas sacaron una mayoría abrumadora. ¿Que
pasaría si en cualquiera de nuestros países se pregunta a la gente si
está o no de acuerdo con que se dupliquen los salarios? Porque hacerlo
sería demagógico. El pueblo es el soberano, pero debe responder con
conocimiento de causa. No cabe preguntar cualquier cosa. En inmoral
hacer preguntas incomprensibles.
Los miembros de estas elites tratan de organizar elecciones restringidas
o corporativas, que puedan manipular. Mientras más indirecta sea la
democracia, es más manejable por ellos. Tratan de que los legisladores
sean elegidos por cuotas, representando a fragmentos de la población,
o por sociedades intermedias que no representan a nadie. Se trata de
volver al sistema franquista. Que los gremios, controlados por la
falange, elijan legisladores rechazados por la mayoría de los
ciudadanos. Se pretende incluir a representantes de la “sociedad civil”,
para que la izquierda, que no ganó las elecciones ni en la época en que
tenía vida, pueda enviar al Congreso a algunos de sus fantasmas. Con
estos métodos llegarían al parlamento las burocracias gremiales y los
grupos de activistas rechazados en las urnas. La mayoría de la población
quedaría desplazada y se podría volver a la democracia elitista del
pasado.
En esto, las vanguardias totalitarias, chocan con los nuevos electores,
que critican a la democracia representativa y no quieren ser
representados, pero tampoco quieren ser discriminados. Por lo general,
rechazan someterse a vanguardias esclarecidas. Quieren votar como les
dé la gana. Quieren participar limitadamente, votar o dejar votar cuando
les parezca, y ese es un derecho al que no van a renunciar.
Las propuestas de estos intelectuales son en realidad un nuevo envase
de las viejas tesis que nos movieron en la época de la Guerra Fría: hay
que rechazar a la “democracia burguesa”, y reemplazarla con
“democracias populares” en las que gobiernen los auténticos obreros,
los que se han formado teóricamente para serlo y no la gente común
que puede arruinarlo todo con su mal gusto y su falta de “conciencia de
clase”, incluidos la gran mayoría de obreros. Éramos nosotros,
intelectuales de “buena familia”, los auténticos proletarios que iban a
decidir lo que les convenía a los obreros que no estaban adoctrinados.
Esas elites esclarecidas pretenden ahora que son los auténticos
ciudadanos, que deben gobernar a una masa a la que consideran
superficial, incapaz de escoger en elecciones libres, lo que en realidad
le conviene.
A esta crítica a la democracia burguesa se une el anti imperialismo
también renovado. La caída del Muro de Berlín marcó el fracaso de la
opción socialista, pero no significó que la mayoría de latinoamericanos
se hayan hecho pro norteamericanos. Hay un sentimiento
antinorteamericano muy fuerte desde el Río Grande a la Tierra de
Fuego. Esto, a veces, tiene que ver con ser “de izquierda”, pero también
hay mucha gente de derecha o apolítica, que es antinorteamericana.
En México el sentimiento antinorteamericano se agudiza por el problema
fronterizo. Los límites de los dos países se fijaron en un tratado que se
firmó cuando las tropas norteamericanas ocupaban la capital. Fue
impuesto por la fuerza. Los mexicanos sienten que la mitad del territorio
norteamericano es suyo y esto incrementa su bronca. En
Centroamérica, en general, el sentimiento antiimperialista es menos
fuerte, pero existe. En Sudamérica es muy agudo y en países como
Argentina o Uruguay, tan lejanos a los Estados Unidos y nunca invadidos
por ese país, es realmente brutal. En una encuesta aplicada por
nosotros en el año 2005, la mayoría de ciudadanos de Buenos Aires dijo
que el terrorismo era menos malo que el capitalismo.
En casi todos nuestros países ser pro norteamericano ha sido de mal
gusto en los círculos intelectuales. Históricamente la derecha y la
izquierda han sido afrancesadas. Durante dos siglos, entre nuestras
elites, se veía bien hablar unas pocas palabras de francés, conocer París,
Roma, Madrid. Tanto los terratenientes como los intelectuales
latinoamericanos iban a Europa a bañarse en cultura, pero no a los
Estados Unidos. César Vallejo podía decir “Me moriré en París con
aguacero, un día del cual tengo el recuerdo…” pero a ningún poeta
connotado se le habría ocurrido decir “me moriré en Miami con tormenta
tropical”.
Ha sido tal el fastidio de los latinoamericanos con el país del Norte, que
casi todos están convencidos de que la democracia nació con la toma
de la Bastilla y que su origen está en Europa. Culturalmente parece difícil
reconocer que un pueblo tan pragmático, y aparentemente chato como
el norteamericano, haya sido el pionero de una de las mayores
conquistas de Occidente.
A esta altura de la historia, lo curioso es que los jóvenes son
antinorteamericanos, pero sueñan con la “american way of life”. Tienen
mentalidad capitalista, quisieran ser millonarios, les gusta ir a los
Estados Unidos. Les fascina todo lo que ese país representa, pero no el
país. Nunca irían a una manifestación castrista en la Habana. Si van a
Cuba es por el turismo sexual que existe, una vez que ha renacido
burdel de Batista al que tanto criticamos hace años.
Hay aquí otro punto de coincidencia del nuevo elector con la vieja
izquierda y también una diferencia radical. Ambos son anti
norteamericanos, pero unos sueñan con vivir en Norteamérica y otros
quisieran destruirla.
Es cierto que algunos gobiernos Norteamericanos, de la última época,
han hecho lo posible para que el mundo los aborrezca. Incrementan
este sentimiento la invasión a Irak y a Afganistán, la violación de los
derechos humanos en Guantánamo y otra serie de atrocidades, fruto
del deterioro de los valores norteamericanos por el impacto del 11 de
Septiembre.
Los miembros provectos de las elites son más antinorteamericanos que
los jóvenes y en muchos casos, conservan su adhesión a Cuba y les
gusta Chávez. Suelen apoyar al régimen de los Ayatolas en Irán, sin
saber una palabra de lo que eso significa. El sentimiento antiimperialista
y sus críticas a la democracia burguesa, les alientan para buscar una
alternativa al sistema democrático existente.
Su inconformidad con lo que pasa se refuerza con el mito de que la
democracia se mantiene en nuestros países por determinación del Tío
Sam y no por la voluntad de sus pueblos. Esto no es real. Somos parte
de una cultura occidental que ha evolucionado en esa dirección y
parecería que no volverán los coroneles Griegos, los Francos, los
Pinochet, y los Videlas, porque los valores de los nuevos electores lo
hacen imposible, más allá de lo que digan los Estados Unidos.
El huevo del dinosaurio, se expresa en un discurso que mezcla el
indigenismo extremo, el fundamentalismo religioso, el fracaso de la
democracia, el incremento de la pobreza y la crítica a la “democracia
representativa. Es la propuesta de los viejos contestatarios, que han
perdido contacto con forma de ver el mundo de los nuevos electores.
Ya habíamos dicho que la mayoría de los jóvenes quiere emigrar y
quiere una revolución radical. Lo que ocurre es que quieren una
revolución en el sentido inverso al del autoritarismo. Por lo general, las
viejas elites quieren implantar algún tipo de dictadura, marxista o
fascistoide y los nuevos electores quieren una sociedad que interfiera lo
menos posible con su libertad individual.
4. Los valores de los nuevos electores y la agonía de la democracia
a. Los valores del nuevo elector
Algunos creen que el tiempo puede poner marcha atrás si damos clases
de moral y cívica en los colegios, tratamos de volver a la vieja sociedad,
hacemos una campaña de publicidad diciendo que el sexo no existe, y
que ha vuelto la cigüeña. Habría que controlar el cine, la radio, la
música, la Internet y poner todo tipo de censuras que impidan que se
difundan las “malas costumbres”. Todo eso es imposible. La gente es
más informada que antes y cuando algunos políticos hacen ese tipo de
propuestas hacen que los jóvenes se alejen.
Insistimos en que esta nueva etapa de la historia tiene valores. Son tan
importantes como los antiguos, pero diversos. A la larga, la saga de
Harry Potter no ha sido causa de ninguna masacre como las provocadas
por el Malleus Malleficarum, la Biblia y el Corán. El niño mago es un
personaje mucho más humano y agradable que el Rey David, Mahoma
o Hitler. No cometería nunca tantas atrocidades con los filisteos, las
adúlteras o los judíos.
Tal vez uno de los caminos para que se renueven los partidos y las
organizaciones políticas sea asimilar con serenidad estos cambios y
repensar los valores, sin tratar de que el tiempo se detenga. Debemos
incorporar los grandes avances humanos y tecnológicos de Occidente a
una nueva cultura que tiene que recrearse constantemente.
Los nuevos votantes piensan más en vivir con comodidad, que en dar
la vida por Castro o Pol Pot. No está claro que sean peores que los que
en otros tiempos, creyeron que valía la pena matar a otros por
diferencias políticas. En todo caso en la mentalidad de los nuevos
electores, ese tipo de asesinato carece de sentido. La percepción que
tienen de conceptos como "la izquierda" y la "revolución" es muy diversa
de la antigua. Esos viejos conceptos tienen mucha importancia en la
mente de muchos analistas y políticos de mediana y mayor edad de
nuestras sociedades y por eso, muchos de ellos no pueden entender al
nuevo elector.
Desde nuestro punto de vista, todo esto no nos lleva a añorar nuestra
adolescencia y decir "que distintos son los actuales jóvenes". Tampoco
a censurar sus actitudes, como aquellos que una vez fueron jóvenes,
vivieron sus rebeldías, enfrentaron a sus mayores, pero llegados a la
edad madura, creen que todo tiempo pasado fue mejor y que sus hijos
deben ser sumisos y vivir las rebeldías que ya fueron vividas por otros.
El mundo no se derrumba, el pasado fue más oscuro y todo tiempo
futuro es mejor.
b. La agonía de la democracia
Pero ¿Qué tiene que ver todo este conjunto de reflexiones sobre Buda,
el rock, la feminización de la cultura, la revolución tecnológica, las
drogas y la crisis de los intelectuales con las actitudes políticas de los
nuevos electores? ¿A qué viene todo esto en un libro que pretende
proponer algunas ideas para comprender a los nuevos electores
latinoamericanos en las campañas electorales?
No se puede llegar con los viejos mensajes y con las antiguas formas
de comunicación a ese nuevo elector, del que hablamos en la primera
parte de este trabajo, más independiente, informado, lúdico,
individualista, pragmático, socializado en una familia democrática, fruto
de una sociedad feminizada, que ha superado muchas de las taras
machistas del siglo pasado.
Como dijimos antes, esto no significa que vayamos hacia una política
sin ideas, sino que avanzamos a una nueva etapa histórica en la que la
política debe integrar a su debate temas y valores de una sociedad que
nace. Para algunos de los mayores, es difícil entender que esta nueva
era es mejor que el pasado de Occidente, que se ha consolidado la paz,
ha retrocedido el machismo y se han expandido las esferas de la
realidad de una manera tan enorme, pero ese es un hecho
incuestionable y es en esa realidad en donde debemos aprender,
nuevos sueños y nuevas utopías, liberándonos de muchas cadenas que
proceden de nuestras verdades del pasado.
Se podía repetir una y otra vez frases que manipulaban la mente del
votante de manera inconsciente, para que adopte una u otra posición
política. La idea de que la tecnología podía manipular la mente de los
electores, nació en esta etapa de la historia electoral.
Por otra parte, todos los electores juegan al Gran Hermano. Les divierte
mucho fisgonear en las intimidades de los famosos. Los líderes están en
una vitrina permanente. La gente común se mete con su vida cotidiana,
vigila sus ideas y su vida privada. Opina sobre todo y ha perdido el
respeto reverencial que fue posible en la época en la que las distancias
entre los dirigentes y el pueblo llano eran enormes. Por primera vez en
la historia, al ser elegido el Papa Benedicto XVI, hay católicos que
rechazan esa elección porque creen que las tesis defendidas por el
Cardenal Ratzinger no son de su gusto. Esto era inimaginable hasta la
elección de Juan Pablo II. El Papa era elegido por Dios, a través del
Colegio de Cardenales y a los fieles solo les correspondía aclamarlo y
obedecerlo. Hoy nada es sagrado. Los medios escudriñan el pasado del
Papa, publican sus fotos de infancia y juventud, averiguan si estuvo
relacionado con el nazismo. Si eso ocurre con el Sumo Pontífice, es fácil
imaginar lo que ocurre con los líderes comunes.
En los últimos años, ha sido normal que los medios sigan en detalle los
problemas de Calos Menem con su esposa Zulema, los de Fujimori y
Susana Higuchi, de Lucio Gutiérrez y Ximena Bohórquez. Nada es
privado, nada está oculto. No se pueden mantener esqueletos en el
closet.
TERCERA PARTE