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A DIECISIETE AÑOS DEL SIGLO XXI . . .

Por Sergio Franco

Cada tarde, cuando sube la marea, las olas inundan la playa. Lo han hecho desde el principio del
tiempo y lo harán hasta el fin. Pasa en las costas de Chile. Y en las de China. No hay excepción. Ni
hay nada que podamos hacer para detenerlas.

Tampoco podemos detener las olas del tiempo. Con perfecta regularidad, olas de billones de
segundos y millones de minutos, y horas y días y meses y años barren las playas de la vida.

Las playas del rico y las playas del pobre. Las del hombre piadoso y las del impío. Lo harán sin falla.
No hay nada que podamos hacer para detener el paso del tiempo. Y el paso del tiempo nos cambia
a los que vivimos en el tiempo.

Tenemos que conceder que todo cambia . . .

La frase, dicha así y así de breve, nos hace pensar. Pero, luego, cuando empezamos a aplicarla, a
desmenuzarla, a mantenerla muy cerca a nuestros ojos, causa otros efectos - y emociones.

Nuestro cuerpo cambia.

Experimentamos, y sufrimos, nuevas limitaciones de nuestros cuerpos. Nuestra apariencia cambia,


y cuando vemos a alguien después de muchos años de no vernos, ¡no nos reconocemos! ¿quién es
esta persona?

La salud cambia.

Y algunas veces esto trae resultados tan dolorosos. Por ejemplo, ese santo varón de Dios que tiene
que ver el rostro de su esposa para saber si la persona que se ha acercado es un amigo. ¡La mala
circulación de la sangre ha borrado casi todos los recuerdos de nombres y de rostros!

Las relaciones cambian.

Los hijos crecen y se van del hogar. La posición en la vida cambia. Los que tenían autoridad ya no la
tienen. A los que eran escuchados ya nadie los consulta. Las emociones cambian. Y esto duele
mucho, porque necesitamos tanto amar y ser amados.

Al pensar en todo ello decimos: ¡todo cambia!

Esta última realidad nos hace temblar, si es que pensamos en lo que significa. Significa que todo se
desmorona, que no hay nada permanente. Nada a qué aferrarnos. Nada que nos imparta
seguridad. Todo es pasajero. La intensidad del cambio nos hace protestar. Nuestro corazón se
rebela contra lo que nuestra mente ha aceptado.

Una tercera frase sale ahora de nuestros labios, y sale con timidez: ¿todo cambia?

Además de todas las otras fuentes que consultemos para contestar la pregunta, consultemos ese
libro que se llama la Biblia. Empezamos a alentar esperanza, pues ese es un libro que no cambia.
De generación en generación se ha mantenido vivo, y debe ser así pues es leído hoy con igual sed
a la de sus lectores de hace trescientos años.

Este libro nos habla de un Ser que se llama Dios. En una de las primeras declaraciones que El da de
su Majestuosa Persona, afirma: "Yo soy el que soy" El es. Para El no hay conjugación de los verbos.
No hay pasado ni hay futuro. Dios es.

En cada momento del tiempo se pudo, se puede y se podrá decir lo mismo: Dios es. El se yergue
no sólo poderoso, santo, justo y amoroso, sino también eterno.

El último libro de la Biblia se llama el Apocalipsis. Describe la visión que un discípulo de Jesucristo
tuvo cuando estaba exiliado en una isla, por órdenes de un tirano romano. Este y todos los que
vinieron antes y después del él tienen la misma obsesión: quieren construir dominios, gobiernos,
imperios y estructuras que duren 20, 50, ó 100 años.

Uno de ellos, Adolfo Hitler, se ufanó de que su reino duraría mil años. Pero acabó en cenizas diez
años después.

De regreso a la isla. Allí Juan, en el día del Señor, vio a Dios, el Personaje de la Biblia, y lo oyó decir:
"Yo soy el Alfa y el Omega, el que es y que era y que ha de venir, el Todopoderoso."

Nuestra maravilla crece al leer que Dios ofrece compartir su eternidad con sus hijos. En el mismo
libro leemos: "Sus siervos le servirán . . . y ya no habrá más noche . . . porque el Señor Dios los
iluminará, y reinarán por los siglos de los siglos".

Los siglos de los siglos. El lenguaje se esfuerza por comunicarme una idea: Dios nos ofrece la
eternidad.

Entramos al año 2017. Estamos a 17 años del siglo XXI. **

Todo cambia a mi derredor. Todo seguirá cambiando, y yo también. Pero no necesito dejar que el
temor me invada, pues Dios no cambia. Sólo El no cambia. Pero eso basta. Yo me aferro a su
mano; y sigo adelante.
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Dirección. Enero 1990
El Heraldo de Santidad ...
*Versión original: A DIEZ AÑOS DEL SIGLO XXI . . .
** Versión original: Entramos a la última década del sigloXX. Estamos a 10 años del siglo XXI.
Publicado hace 31st December 2016 por MSL REFLEXIONES

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