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Muchas personas se muerden las uñas.

Se calcula que la onicofagia, el


nombre que denomina este hábito, afecta a un 45% de los niños y a un 10% de los
adultos. Más allá de los efectos estéticos que provoca, los especialistas coinciden
en que este acto, casi involuntario, es un síntoma de ansiedad, inseguridad,
depresión o angustia. Acostumbra a solucionarse con el paso de los años y se
recomienda no preocuparse más de la cuenta. Pautas sencillas, destinadas a
eliminar el hábito de forma progresiva y sin traumas, son mucho más efectivas que
las prohibiciones o el hecho de convertir la costumbre en un problema grave.
Un estudio publicado recientemente en "Biomed Central" asegura que los niños
que se muerden las uñas tienen más posibilidades de reducir las habilidades
sociales que quienes no sufren onicofagia. Esta condición, que afecta a un 45% de
los niños y a un 10% de los adultos (una de las más frecuentes), se trata como un
trastorno nervioso. Los expertos señalan que es una forma de limitar la ansiedad,
una práctica que se convierte en una distracción fácil y relajante que disuade por
momentos el factor desencadenante.

Con el tiempo, esta costumbre se convierte en un acto reflejo inconsciente y


automático, por lo que cada vez resulta más difícil dejarlo, sobre todo, ante
situaciones de estrés, nerviosismo, angustia o insatisfacción personal. Afecta por
igual a ambos géneros y, aunque no es grave, se considera un problema médico
sin resolver. Se desarrolla entre los 4 y los 6 años de edad. Su tasa aumenta
conforme se acerca la adolescencia, con un pico entre los 10 y 11 años. A partir de
esta edad la frecuencia disminuye, sobre todo, entre las chicas.

En general, el hábito se abandona por propio deseo o porque los amigos del
afectado se dan cuenta y les avergüenza enseñar unas uñas mal cuidadas. Se
cree que el motivo de esta diferencia entre chicos y chicas en estas edades es
estético. Ellas empiezan a preocuparse por la belleza de sus manos y, por tanto,
son las primeras que piden ayuda para resolver esta costumbre, hacia los 13 años.

Salud
En las propias uñas, el continuo mordisqueo causa un mal crecimiento de las
mismas. Se crean microtraumatismos que alteran la anatomía del lecho ungueal, la
parte que está por debajo de las uñas. También se ocasionan pequeñas heridas
alrededor de ellas, que provocan inflamación y dolor en el dedo. Se forman
repelones y verrugas periungueales. También se puede ver afectado, incluso, el
día a día de los niños, con dificultad para realizar movimientos que requieren un
largo mínimo de uña, como recoger una moneda del suelo o separar cinta
adhesiva.
puede provocar alteraciones en los dientes. El repiqueteo constante de un incisivo
contra el otro (inferior y superior) hace que se desgasten y que las piezas dentales
queden como recortadas. Los investigadores del trabajo reciente añaden otras
modificaciones como: mala oclusión de los dientes anteriores, infecciones
parasitarias intestinales, bacterias, virus, hongos o cándidas en la uña que, en
muchos casos, se trasladan a la mucosa oral, o destrucción alveolar - leer

sentimiento de culpa
Muchos progenitores intentan solucionar el problema con castigos, someten a los
niños a presión y les reprenden cada vez que se las muerden. No obstante, estos
intentos a menudo no son eficaces. Debido a que es un problema con origen en el
sistema nervioso, darle demasiada importancia puede provocar el efecto contrario
y crear un círculo vicioso de difícil salida. Los expertos recomiendan diversas
acciones que ayudan a abandonarlo de forma progresiva y pausada. Con
frecuencia, se soluciona con el paso del tiempo y con mucha voluntad, sin
necesidad de ninguna intervención específica.

1-primeras recomendaciones es lograr que el niño comprenda el problema. Se le


puede explicar que, en ocasiones, las personas se muerden las uñas cuando están
muy preocupadas, molestas o nerviosas. Se intentan detectar los momentos más
susceptibles, como durante la visita de personas ajenas, cuando conoce a alguien
nuevo o cuando le cuesta entender algo, entre otras. Hacerle consciente de estos
momentos puede ayudarle a controlar mejor las tensiones que experimenta.

2-se puede hacer algún tipo de pacto, por el que se dará una recompensa si el
niño deja de mordérselas durante, al menos, una temporada. Resulta útil el uso de
sustitutos en momentos clave, incitadores a la onicofagia, como comer un chicle
sin azúcar o masticar una zanahoria. Mantener las manos ocupadas con otros
objetos en momentos de tensión es efectivo. Si el niño aprende técnicas de
relajación podrá controlar esa tensión, un aspecto básico para el cese de la
costumbre. Por último, siempre con el consentimiento del afectado, se puede
poner alguna sustancia amarga que ayude a disuadirle de llevarse las manos a la
boca.

3-se puede hacer algún tipo de pacto, por el que se dará una recompensa si el
niño deja de mordérselas durante, al menos, una temporada. Resulta útil el uso de
sustitutos en momentos clave, incitadores a la onicofagia, como comer un chicle
sin azúcar o masticar una zanahoria. Mantener las manos ocupadas con otros
objetos en momentos de tensión es efectivo. Si el niño aprende técnicas de
relajación podrá controlar esa tensión, un aspecto básico para el cese de la
costumbre. Por último, siempre con el consentimiento del afectado, se puede
poner alguna sustancia amarga que ayude a disuadirle de llevarse las manos a la
boca.

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