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La práctica neológica:

Repensando la creación de términos en la lengua de señas colombiana (LSC)

Alex G. Barreto
agbarretom@unal.edu.co
Examen de Calificación
Doctorado en Antropología
20 de octubre de 2017

1. Abstract

El presente artículo presenta una revisión bibliográfica sobre la creación de términos en lengua de
señas colombiana desde una perspectiva antropológica, y una propuesta de diseño experimental.
Se propone que la creación de términos pertenece a un tipo de práctica comunicativa específica,
denominada la práctica neológica. El marco conceptual de la práctica neológica puede explicar no
sólo la creación de términos en la lengua sino también la innovación en los parámetros de las reglas
creativas. Después de hacer un recuento sobre la literatura colombiana en el campo, el artículo se
enfoca en el llamado problema de Fundarvid y el problema del logos. Se realiza un recuento de la
trayectoria de los relativismos lingüísticos en torno a la más conocida tesis Sapir-Whorf, tomando
posición por la llamada Tesis Boas-Jackobson. El artículo propone un diseño experimental que
relaciona relatividad lingüística y abordaje práctico del lenguaje en la LSC.

2. Breve panorama del campo de las lenguas de señas y las personas sordas.

El panorama de la política lingüística y sus problemas en Colombia puede remontarse al periodo


colonial del país cuando las autoridades españolas intentaron en un primer momento erradicar las
lenguas nativas existentes y luego regular su uso en las poblaciones nativas (Pineda Camacho
2000). La lucha de estas poblaciones para reclamar su lengua como un derecho y un marcador de
su etnicidad, llevó a que se iniciara el reconocimiento político de dichas lenguas, paralelo a la
oficialidad del español (Chaparro 2012). Por otro lado, el conocimiento sobre las lenguas de señas
de las personas sordas ha permanecido en gran medida oculto del panorama de la lingüística y
antropología colombiana en general (nótese ausencia, por ejemplo, en una obra como Patiño
Rosselli y Bernal Leóngomez 2012).
No obstante, como lo sugiere el trabajo del antropólogo Javier Moreno Valera (2017), los estudios
sobre la cultura, la lengua y la educación de personas sordas en Colombia han acumulado en los
últimos 40 años alrededor de 1076 trabajos de pregrado y posgrado, además de un número mucho
más grande de literatura “gris”, prácticamente invisible. Esta desconexión entre lo que se produce
en la universidad, lo que logra popularizarse, financiarse y, lo que realmente puede contribuir a los
cambios sociales, es metafóricamente, una de las guerras que se libran al interior de las políticas
lingüísticas (Faraco 2011), en especial, cuando un marcador distintivo ineludible de las lenguas
objeto de la planificación son los imaginarios sociales sobre la discapacidad de los sordos (Sánchez
García 2011).
Un porcentaje representativo1 de la literatura académica sobre los estudios sobre las personas
sordas que usan la lengua de señas como su lengua principal en Colombia ha estado enfocado en
los desafíos que genera la inclusión educativa de las personas sordas (Citando, por ejemplo, los
trabajos más completos y representativos; Paz 2010; Sánchez Castro y Moreno Angarita 2011;
Sánchez Castro 2010). Estas investigaciones han seguido la tendencia latinoamericana sobre los
temas de la inclusión, con la diferencia que en Colombia, en contraste con Brasil por ejemplo, no
se encuentran con facilidad producciones escritas sobre perspectivas “sordas” o ‘”nativas” escritas
por autores sordos desde ejercicios o proyectos universitarios (Ströbel 2007; Ladd y Gonçalves
2011), hasta donde pude encontrar, es posible que estos escritos reposen en tesis, informes técnicos
o documentos de trabajo no publicados.
Parte de este tipo de trabajos colombianos giraron en torno a la defensa de las lenguas de señas
como lenguas “reales”, y a las personas sordas como minoría lingüística y cultural, en gran medida
por corrección política pero también con argumentos subyacentes sobre las funciones ‘superiores’
del lenguaje (Tovar 2001, 46–59; Fishman 1979, 67). Así, ya en la década de los 80 se escribía
sobre la marginación de las personas sordas y sus posibilidades de participación cultural (Martinez
Cubillos 1985). Como la inclusión social y educativa de los sordos se ve restringida principalmente
por su acceso a la lengua hablada y escrita de la mayoría oyente, el bilingüismo de los sordos ha
sido uno de los temas que ha dominado los estudios académicos en el marco de esta inclusión del

1
Existe en el país, un número representativo de literatura sobre sordos enfocada en la rehabilitación y asuntos médicos,
así como tecnologías como audífonos, implantes cocleares y otras prótesis, al igual aplicaciones de tecnologías
informáticas relacionadas con la lengua de señas y la sordera, las cuales por alejarse del foco de mi investigación no
se mencionan ni se tratan aquí. También hay una dimensión etnográfica de este tipo de literatura que habla sobre la
experiencia de ser sordo que no tiene que ver con la lengua de señas (un ejemplo representativo de Brasil es, Pfeifer
2013).
siglo XXI (Tovar 1998; Ramirez 1999; Ramírez y Castañeda 2003), específicamente en el marco
de lo que se conoce como planificación lingüística del discurso en LSC para fines académicos
(Tovar 2004).
Aquí, entendemos la planificación lingüística como los “esfuerzos deliberados por influir en el
comportamiento de otras personas respecto de la adquisición, la estructura o la asignación funcional
de sus códigos lingüísticos” y las políticas lingüísticas como los propósitos de dicha planificación
(Cooper 1997, 60). En el campo de los sordos, estos esfuerzos han estado enfocados hacia el
discurso en el aula (Molina Naterra 2008b, 2008a), la argumentación (Ballen 2010), los
neologismos (Tovar 2010; Barreto y Robayo 2016) o la definición (Tovar 2017) en lengua de señas.
De forma más amplia, la planificación lingüística de la LSC se ha pensado en la interacción de
lenguas en el contexto educativo (Carvajal Osorio 2009b, 2009a) o el uso del español escrito por
personas sordas (Baquero 2003; Flórez Romero, Baquero, y Sánchez Navas 2011; Aragón Chilito,
Cubillos Ardíla, y Vargas Estupiñan 2010; Plaza 2015). Un desarrollo muy similar al campo
latinoamericano (cf. Silva 2008; Finau 2006). En menor medida, se encuentran estudios sobre las
identidades construidas sobre la sexualidad (Collazos Aldana 2012) y los ‘discursos de resistencia’
o ‘regímenes de verdad’ ante el ‘biopoder’ (Garay 2012; Saldarriaga Bohorquez 2014) y algunas
etnografías sobre personas sordas (Barreto 2015; Vargas Turriago 2016; Martinez Cubillos 1985).

3. La práctica neológica: una perspectiva antropológica

En antropología, aquello que sucede en la vida de las personas se acostumbra a denominar una
práctica social (Bourdieu 1990). En los términos de la antropología del abordaje práctico del
lenguaje (PAL, por sus siglas en inglés) un evento de lengua-lenguaje puede entenderse en tres
dimensiones (Hanks 1996, 230) primero, como algo que pertenece a un sistema formal (o semi-
formal, según la perspectiva adoptada), segundo, como una actividad que pertenece a un proceso
semi-estructurado (o ‘estructurante’, como han asumido Giddens (1986) y Bourdieu (1978) y
tercero, como la evaluación realizada por un actor de la primera y segunda dimensión. Las
anteriores dimensiones convergen en la aquí llamada práctica lingüística (Hanks 1990, 9) o de
forma más amplia práctica comunicativa (Hanks 1996).

En dicha perspectiva teórica, la lengua es un sistema semi-formal porque sus componentes


necesitan ser ‘completados’ por elementos gradientes no formales. En el caso del lexicón, los
lexemas y morfemas irregulares son acumulados en el ‘diccionario mental’ de acuerdo variables
experiencias culturales no-formales, socializadas desde la infancia en una sociedad. En el caso de
los deícticos y otros demostrativos, estos deben ser ‘completados’ ya sea por gestos y la prosodia,
o en el caso de los enunciados, sus valores veritativos-condicionales deben ser ‘completados’ ya
sea por espacios mentales esquemáticos del contexto (Fauconnier 1994), implicaturas sobre la
relación de contrapartes entre objetos que intervienen en una práctica (Hanks 2013) , sobre un
evento espacial o metalingüístico (Hanks 2000), o por rutinas habituales de interacción, que
apuntan a una dimensión semiótica de la deixis (Hanks 2005), que va más allá del posible
funcionamiento ‘matemático’ y totalmente ‘autónomo’ que pudiera tener el lenguaje como
‘órgano’ en el cerebro (Bartra 2014, 41–48).

Está revisión estará centrada en un conjunto de prácticas comunicativas específicas que llamaré
“prácticas sociales comunicativas neológicas”. Para simplificar, haré referencia a la forma abstracta
que comparten este conjunto de prácticas específicas, sencillamente nombrándola en singular, la
práctica neológica. Esta categoría pretende capturar la capacidad creadora e innovadora que tienen
las personas como agentes del lenguaje en la vida social.

La tercera dimensión de la práctica comunicativa puede verse como ideológica. Pueden entenderse
así, en el sentido que, en tanto evaluaciones, son juicios subjetivos soportados al mismo tiempo por
creencias sobre la lengua (van Dijk 1999), el lenguaje, los símbolos (Salazar Carrasco 2014) y el
mundo que se cree habitar. Estas valoraciones, que podrían compartirse en una población en sí
mismas como “lingüísticas populares” (folk linguistics) (Hymes 1983), pues llegan a ser
reproducidas en los modos de crianza e instauradas sociológicamente en la “hexis” corporal de los
individuos a través de la historia (Bourdieu 1985, 106), incluso, podrían incluir formas de auto-
justificación y auto-legitimación de actitudes hacia la vida. Así pues, la práctica neológica incluye
las actividades creativas inherentes al uso social del lenguaje desde el nivel fonológico al
discursivo, en el marco de sistema lingüístico formal, lo que en sociolingüística ha llamado el
“cambio lingüístico” (Labov 1996), así como las actividades innovadoras presionadas por las
evaluaciones que tienen los actores de la práctica sobre lo que pueden o se proponen hacer, es decir,
la aquí llamada ideología. Estoy usando creación e innovación de formas muy específicas. Al igual,
que Chomsky (Chomsky, Foucault, y Elders 2006, 30), considero que la creatividad humana puede
enmarcarse en un conjunto de reglas que constriñen lo que puede ser creado, en este sentido, cuando
aquí se habla de “creación” lingüística debe entenderse como creación en el marco de posibilidades
que constriñen los sistemas lingüísticos. No obstante, como los actores de una práctica
comunicativa son también agentes de la práctica, estos actores pueden desafiar tanto el formalismo
del sistema lingüístico como la estructuración de determinada actividad social. Su libertad de
acción les permite que, motivados por sus valoraciones ideológicas sobre la práctica (socialmente
corporeizadas), puedan generar formas lingüísticas que converjan tanto del sistema lingüístico,
como la estructuración de determinada acción. Como estas formas generadas son virtualmente
“emergentes”, en ese sentido, son llamadas aquí innovaciones o “conversiones” (Hanks 2010).
Creación e innovación en la práctica neológica puede ser un co-relato sobre cómo “surgen” lenguas
a partir de otras, cómo se transforman las lenguas con el paso del tiempo, y como pueden existir
dentro de este cambio histórico pequeñas “emergencias” o “innovaciones” que hablen de la
contingencia social en la que está inmersa la lengua. En Colombia, el mejor ejemplo los complejos
caminos (a veces sin salida) de una práctica neológica en el marco de una política y planificación
lingüística, se ilustran en el aquí llamado: el problema de Fundarvid.

4. El problema de Fundarvid: neologismos como producto de la inclusión

Un grupo de personas sordas decide crear sistemáticamente términos en lengua de señas que en algunos
casos desafían la fonología de la lengua, con el argumento que, los términos contribuyen al desarrollo del
pensamiento académico y científico, la construcción de una genuina identidad sorda y el enriquecimiento
de la lengua de señas en general. Estas creaciones apuntan a llenar las lagunas léxicas y terminológicas,
pero terminan filtrándose en cierta medida en el uso cotidiano de la lengua, y en algunos casos, proponen
reemplazar señas tradicionales, o incluso, incorporar nuevos rasgos morfológicos, lo que desemboca en un
conflicto lingüístico y una controversia social.

Propongo observar las tensiones y coyunturas sociales de la inclusión de los mundos sordos entre
los oyentes, ante todo como una oportunidad en cual las personas sordas han ejercido su creatividad
y capacidad de innovación en la lengua. El caso más representativo de estos ‘efectos’ de la inclusión
educativa es la historia de la Fundación Árbol de Vida (Fundarvid) y sus neologismos, entendidas
como una acción de planificación lingüística ‘desde las bases sociales’ específicamente, desde un
grupo ‘contra-élite’ (Cooper 1997, 102–3).

Los principales trabajos sobre planificación lingüística de la lengua de señas del país (Tovar 2008;
Chica 2010) han visto la necesidad de dedicar una parte importante del trabajo a la creación de
nuevas palabras en la lengua de señas, es decir, a los neologismos. Particularmente, el trabajo del
profesor Tovar (2008), vio la necesidad de incluir este tema ante la insistencia de diversos líderes
sordos y oyentes del campo (comunicación personal, 2016), que lo llevó a un tratamiento específico
sobre el tema (2010), aunque siempre se ha interesado más por la planificación lingüística a nivel
del discursivo, ya que es un campo que la mayoría de estudios no ha profundizado (Tovar 2017,
385).

Sin embargo, vale la pena preguntarse porque gran parte de la población de personas sordas y
oyentes que se relacionan con ellos, tiene tanto interés en la creación e innovación a nivel léxico y
no del discurso. El nivel de la creación de nuevas palabras es sólo una dimensión de la neología (la
más conocida, por cierto) pero existen otros niveles de creación en una lengua, llamados por
Fernández-Sevilla (1982) neologías fonológicas, semánticas, sintagmáticas y por préstamos. El
interés excesivo en el vocabulario de la lengua, puede estar indicándonos una parte importante del
proceso de planificación lingüística, cuyos objetivos no son estrictamente lingüísticos (Cooper
1997; Tovar 2008, 118). Así pues, el presente ensayo considera que al ser los ‘propósitos’ de la
planificación lingüística eminentemente sociales, específicamente políticos, es necesario repensar
la creación y la innovación en la lengua de señas que propone dicha planificación en términos
antropológicos.

No es fácil lograr un balance entre un abordaje sociológico y lingüístico en la gran dimensión que
aborda la llamada planificación lingüística. En primer lugar, por los alcances de los trabajos de
investigación y los marcos de las tradiciones disciplinares. La controversia que levantó Fundarvid
y su abordaje por Saldarriaga (2014) y Tovar (2008, 2010) es un caso ilustrativo. Sus abordajes
evidencian una focalización en un aspecto de la práctica comunicativa en detrimento de otra. Desde
los estudios culturales, Saldarriaga abordó el problema de Fundarvid desde la práctica social y las
evaluaciones ideológicas, pero evitó tocar los aspectos del sistema semi-formal de la lengua de
señas. Desde la lingüística, Tovar abordó el problema de Fundarvid desde el sistema semi-formal,
pero no profundizó en la práctica social, ni las evaluaciones ideológicas de los informantes.

En su trabajo de maestría, por ejemplo, Saldarriaga encuentra una ‘practica discursiva’ con
objetivos claros de una colectividad de personas sordas (Fundarvid), diferenciada de ‘otras
colectividades sordas’,
Las prácticas discursivas de este colectivo, a través del ejercicio de los debates, evidenciaron que
como grupo con unas identificaciones propias que los diferencia de los oyentes e incluso de otras
colectividades sordas, los miembros de Fundarvid tienen unos objetivos claros de participación que
parten de intereses individuales y se conectan posteriormente con otros grupales (Saldarriaga
Bohorquez 2014, 75).

Según la autora, está práctica discursiva puede entenderse como un resultado de una relación
‘binaria’, en primer lugar, de los oyentes hacia sordos. Así pues, las ‘nuevas relaciones de poder
que lideran procesos de asociación’, en últimas se concretan en prácticas, o ‘actividades’
específicas, de las cuales la autora hace un inventario (Saldarriaga Bohorquez 2014, 76), en
resumen: 1) creación de nuevas señas, 2) escritura de la lengua de señas, 3) noticias sobre lo que
pasa en Colombia y el mundo y 4) encuentros sociales con fines de auto-sostenimiento.

Después de este recuento, uno pensaría que ese trabajo de grado se propondría en algún lugar
abordar cada una de estas ‘prácticas discursivas’, pero curiosamente, no hay ningún tratamiento de
lo que por definición axiomática podría referirse como ‘discurso’: el uso de la lengua en contexto
social a través de corpus delimitados. Lo que tenemos son las traducciones de la autora; su discurso.
De hecho, en el capítulo en que la autora tendría que abordar esta cuestión ‘Sobre las lenguas’
(2014, 31–51), lo que presenta es sólo un definición muy general sobre lo que es la lengua y el
lenguaje, en el que irónicamente cita al padre del estructuralismo francés (Saussure 1998) y uno de
los exponentes del estructuralismo norteamericano (Sapir 2013, 1949) en su abordaje post-
estructuralista. Se nota mucho la ausencia de cómo los autores post-estructuralistas abordaron el
estructuralismo francés en la lengua y por ende, aunque no en el mismo sentido, se podría extender
este análisis o interpretación al estructuralismo norteamericano (Derrida 1971; Foucault 1968,
1981). Más importante aún, no se observa cómo esto permea una investigación de estudios
culturales sobre las ‘practicas discursivas’ de los sordos. En este sentido su trabajo comparte las
mismas debilidades observadas en trabajos de otras latitudes sobre ‘resistencias sordas’ en este
caso sobre el implante coclear2 (Ferreira Rezende 2012); no se observa unos estudios culturales
que analicen críticamente el discurso y las relaciones de poder en el marco de una ‘economía de
los intercambios lingüísticos’ describiendo dichos intercambios en la práctica (Bourdieu 1985) en
lugar de fabularlos en términos de ‘vectores’, ‘fuerzas’, ‘regímenes’ y otras metáforas (Reynoso
2000, 111–19). Así pues, la autora habla de la creación de señas, pero no nos muestra ni describe

2
Una intervención quirúrgica que en algunos casos permite oír a personas sordas.
las señas en cuestión, así como tampoco dice nada sobre cómo estos neologismos se diferencian de
la práctica neológica común de ‘otras colectividades sordas’. La autora refiere a la posibilidad de
una escritura de la lengua de señas –que, valga decirlo- no es solo una ‘posibilidad’ como ella lo
sugiere sino un conjunto de prácticas existentes en la historia que pueden ser documentadas y
además contrastadas con las formas en que asumen la escritura otros sordos (e.g. Transcripciones
y traducciones de textos escritos en lengua de señas como Crisis en la lengua de señas en Barreto
2015, 96–102). Por supuesto, no se le puede exigir a la autora que realice un abordaje desde la
lengua, cuando sus enfoques son las relaciones de poder. En este sentido, es importante recordar
que todo acercamiento etnográfico, es una ‘verdad parcial’, o ‘ficción verdadera’ (Clifford 1986,
6). No obstante, en una acentuada relación binaria oyentes vs. sordos, Saldarriaga Bohórquez
parece evitar el conflicto lingüístico sordos vs. sordos.
No obstante, hay que resaltar que la autora hace un excelente tratamiento de lo que ella delimita y
trata como discurso: sus traducciones de los recuerdos de la interacción en lengua de señas con los
sujetos colaboradores de la investigación, apoyado con notas de campo. Este abordaje es muy
similar al realizado en Barreto (2015, 19) y tiene el potencial de capturar el dinamismo y los efectos
de sentido que permanecen en ‘la piel’ del investigador y pueden ser ‘des-grabados’ de la memoria,
y de los diversos grados de ‘cocción’ de las notas etnográficas (Clifford 1990). Después de
considerar, en un momento inicial a Fundarvid como un grupo de ‘intelectuales’, Saldarriaga hila
más profundo y devela una forma particular de relación social al interior del grupo,
Fundarvid significó para mí un grupo de construcción y crecimiento intelectual, muy diferente a
otros grupos o asociaciones que confluyen con intereses recreativos y sociales. Sin embargo, en el
trabajo práctico pude observar que para muchos sordos este lugar se ha convertido en un lugar
idealizado como ‘templo de conocimiento’, pues ser [sic] refieren a él como dador de
conocimientos; es decir la imagen de sus líderes y fundadores coinciden con una imagen similar a
sabios, especialmente la figura de una persona oyente que los ha acompañado desde sus inicios y a
quien frecuentemente señalan como la que brinda apoyo.
(Saldarriaga Bohorquez 2014, 77)

Según la autora, la presencia e inclusión de aquella persona oyente en el ‘sacerdocio’ de este


‘templo del saber’ es reveladora. Las entrevistas que sostuvo con dos líderes sordos de la Fundación
tanto grabadas como reconstruidas a través de sus notas, iluminan la importancia social de la
interacción de los mundos oyentes y sordos en los que la autora se concentra. Si bien, no considera
el conflicto sordo vs. sordo, su interpretación de este movimiento de cara al mundo oyente, resulta
muy revelador se pregunta: ‘¿podría esta atención hacia el conocimiento desde los oyentes,
decirnos algo como Fundarvid considera los conocimientos que son producidos desde los sordos?’
(Saldarriaga Bohorquez 2014, 77). Luego, Saldarriaga Bohórquez señala la necesidad de orientar
una investigación sobre la práctica neológica hacia los campos sociales más amplios con los cuales
los colectivos sordos minoritarios se conectan e intentan apropiarse para recrear sus propios valores
del campo. En síntesis, el contacto con lo otro como un eje determinante en la práctica neológica.
Un contacto al que el trabajo de profesor Tovar no le da mucha atención.
La investigación del profesor Tovar en lingüística de la lengua de señas se concentra en establecer
las formas “más sordas” de los neologismos (Tovar 2008) y las definiciones (Tovar 2017). En su
análisis especifico de la LSC, el autor parece desatender la profundidad que amerita interpretar las
relaciones del contexto sociocultural e histórico que acompañan el surgimiento y desarrollo del
léxico de la lengua de señas colombiana. Sin lugar a dudas, el autor reseña este tipo de relaciones
desde el abordaje sistémico-funcional hallidayano,

Esta forma de crear neologismos se difundió por las lenguas nacionales de Europa a través de los
calcos que los eruditos bilingües hacían del latín y del griego, con ocasionales desvíos a través del
siríaco y del árabe, y se aceleró con la evolución de los discursos de la ciencia experimental desde
la Revolución Científica, sobre todo a partir de las primeras propuestas de taxonomías científicas
por Linneo en el Siglo XVIII (Tovar 2010, 281).

Así pues, la práctica neológica en ámbito léxico de las lenguas europeas, no se trató, por ejemplo,
de las formas “más anglosajonas”, o las formas “más francesas”, sino de una compleja apropiación-
interrelación de estas lenguas con el contexto histórico y cultural que las rodeaba, lo que significó
en ese momento, un significativo calco del latín y el griego, las lenguas que en ese tiempo se
consideraron formas de prestigio. Luego, como el mismo autor lo relata, el proceso de la
consolidación de las creaciones científicas en las lenguas europeas, pueden entenderse como
‘transformaciones’ por factores históricos y culturales, en este caso, a través de un dispositivo: la
metáfora gramatical (Halliday 2004), el proceso por el cual procesos y cualidades se ‘transforman’
en entidades a través de formas de palabra nominales. Este proceso que dinamiza una parte de la
neología, tiene múltiples variantes, como lo señala el autor,

Con el tiempo, las lenguas europeas fueron estructurando un inventario de procesos de metáfora
gramatical en la creación de neologismos, del cual dan cuenta los diferentes tratados de morfología:
la afijación, la composición (incluyendo los compuestos con étimos griegos y latinos) y la creación
de grupos nominales a partir de una cláusula, que son los más comunes. A éstos se añaden otros
procesos como las fusiones, las siglas, las abreviaturas, las retroformaciones, los préstamos y las
acuñaciones de términos completamente nuevos. Siguen, desde luego, empleándose otros dos
procesos muy productivos: el cambio de función y la extensión del significado de palabras existentes
(Tovar 2010, 281).

Entonces, ¿por qué debería ser diferente el caso de las lenguas de señas de los sordos? ¿Por qué
centrar la atención decididamente en unas esenciales formas “sordas” y no focalizarse en la
emergencia del lenguaje científico en lengua de señas como un efecto de su contacto con las formas
de prestigio que rodean a la lengua, en este caso, el español escrito, a través de metáforas
gramaticales? ¿No podría leerse esta emergencia del lenguaje científico en señas como una
‘interferencia pragmática’ (Pietrosemoli, 2001) más elaborada, que ya existe continuamente en los
dominios cotidianos interlingüísticos e interculturales? No es una pregunta que se pueda responder
de forma simple. La primera dificultad para resolver esto, sería comprender cómo la metáfora
gramatical puede suceder en una lengua de señas. Aun así, el marco sistémico-funcional, otorga un
rico análisis en términos de las “metafunciones ideacionales”, un aspecto que el autor resalta de su
marco teórico,

En términos ideacionales, la gramática nominalizante crea un universo de cosas limitado, estable y


determinado, que es, además, un universo de relaciones entre cosas y no de procesos. En términos
interpersonales, se aparta de las taxonomías cotidianas en forma de discurso del “experto” y se
vuelve fácilmente el lenguaje del poder y del control tecnocrático. Crea, de esta manera, una
distancia máxima entre el conocimiento científico-técnico y la experiencia diaria (Tovar 2010, 282).

A mi parecer, esta ‘distancia’ entre las taxonomías cotidianas y el discurso ‘experto’ como lenguaje
de poder y control tecnocrático, es precisamente, una explicación posible de la dinámica de los
neologismos en lengua de señas en términos de práctica neológica, y una explicación plausible a
las diferencias estructurales que podrían encontrarse. El abordaje de neologismos pudiera ser más
satisfactorio si se aplicara con más claridad esta dimensión del esquema conceptual hallydiano en
el corpus del autor. Al final, su exposición termina permaneciendo como un rico referente de la
teoría lingüística que se observa poco conectado con las prácticas sociales que propone el problema
de Fundarvid y con los resultados preliminares que propone el autor en su investigación.

No obstante, el trabajo del profesor Tovar, se constituye el primer trabajo académico que aborda
de frente la cuestión de las formas léxicas que son producto de la práctica neológica en la población
de sordos colombiana. El aporte más importante al respecto, está relacionado con la revisión y
comprobación de las presuntas restricciones fonológicas de las señas, que limitarían el abanico
posible de las creaciones de términos. El profesor acertadamente señala la condición de simetría y
dominancia (Battison 2003), como un dispositivo lingüístico muy poderoso (de base fisio-
neurológica) que determina cómo pudiera presentarse la creatividad en la lengua de señas
colombiana,

La actividad de las manos se percibe normalmente con la visión periférica. Esto explica por qué la
mano pasiva fija se ve restringida a un inventario reducido de configuraciones manuales fácilmente
discernibles, mientras que es la mano activa la que asume una posibilidad mayor de configuraciones.
Ésta es la mano que se mueve y se acerca por ello a menudo al campo de la visión foveal. Si la mano
no dominante va a asumir una configuración manual marcada, tendrá que tener la misma
configuración manual de la mano dominante y moverse simétricamente ella. La misma
configuración manual de la mano no dominante hace la articulación más fácil, si se tiene en cuenta
la lateralización cerebral, y el movimiento, como hace ver Battison (2003), le permite a la visión
tener más información para identificar la seña (Tovar 2010, 287).

Lo que queda pendiente, pues, es indagar porque la práctica neológica en la comunidad de sordos
ha estado excesivamente centrada en el ámbito de la palabra, y no en el discurso. Mi intuición, es
que este interés de la población sorda y oyente que usa la lengua de señas como forma de
comunicación principal, viene de la creencia que las palabras pueden tener efectos en la vida social
de las personas. Este es un problema que se deriva de un componente específico del problema de
Fundarvid. Este componente específico tiene también implicaciones teórico-metodológicas
importantes para la antropología lingüística, y se conoce también como el problema del logos
(Martínez del Castillo 2010), o las relaciones entre lenguaje-pensamiento.

5. El problema de logos: Las relaciones entre lenguaje, pensamiento y realidad.

Aquella discusión sobre la posible relación del lenguaje, pensamiento y realidad tiene una larga
tradición en las ciencias humanas. Ya sea que entendamos el lenguaje como referencia, el
pensamiento como percepción o razonamiento, y la realidad como el mundo físico (Enfield 2015).
En primera instancia, puede decirse que el problema del logos fue una preocupación de los filósofos
románticos europeos quienes, en su versión alemana, popularizaron la imagen de la lengua como
un valor [wert] (Grimm 2015, 98), una ‘tesorería’ [repositorio] (con referencia a Herder, Schaff
1967, 18) del genio [volkgeist] de cada pueblo (con respecto a W. Humboldt, 1967, 20; Deutscher
2010, 134–35) con una capacidad constructora o ‘creadora’ (con respecto a Cassirer, 1967, 53).

No es muy la clara conexión de cómo estas ideas alrededor de 100 años después florecieron en la
antropología norteamericana con el legado de Franz Boas y los subsiguientes antropólogos
lingüistas estudiantes. Existe una considerable evidencia que tanto Boas como Sapir, conocían y
citaron con poco interés a Humboldt, en el caso de Boas por ejemplo, por lo menos una vez
(Reynoso 2014, 44). Pero, contrario a la crítica romántica de la hipótesis del ‘reflejo’ la cultura en
la lengua (Cassirer), para el antropólogo germano-estadounidense la diferencia de las lenguas
nativas exponía una realidad psicológica inconsciente de su complejidad cultural y los aparentes
‘vacíos’ de léxico o de expresiones con respecto al inglés, solo reflejaban los intereses particulares
de los pueblos y sus visiones de categorización del mundo,

The fact the generalized forms of expression are not used does not prove inability to form them, but
it merely proves that the mode of life of the people is such that they are not required; that they
would, however, develop just as soon as needed (Boas 1964, 18)

Por tal razón, para Boas, la transcripción casi obsesiva de textos nativos abría el panorama para
rescatar el pensamiento de estos pueblos, algunos de los cuales efectivamente desaparecieron en
años posteriores. Este tipo de interés, fue mantenido por Edward Sapir, uno sus discípulos más
dedicados en el estudio de las lenguas nativas norteamericanas. Para Sapir, “el lenguaje es, en
primer lugar, un sistema de símbolos fonéticos para la expresión del pensamiento y sentimiento
comunicable (Traducción mía)” (1949, 7) aunque, en su obra maestra años antes en 1921, no dudó
en afirmar: “el lenguaje está íntimamente ligado con nuestros hábitos de pensamiento, en cierto
sentido, ambas cosas no son sino una sola” (2013, 247). Quizá por esta razón, se le atribuyó también
a Sapir mismo la hipótesis más fuerte del relativismo lingüístico, la llamada Tesis Sapir-Whorf,
desarrollada por Benjamin Lee Whorf, uno de sus discípulos, quien llegó a aseverar:

“Diseccionamos la naturaleza siguiendo líneas que nos vienen indicadas por nuestras lenguas
nativas. No encontramos allí estas categorías y tipos que aislamos del mundo de los fenómenos
porque cada observador las tiene delante de sí mismo; antes por el contrario, el mundo es presentado
en un flujo caleidoscópico de impresiones que tiene que ser organizado por nuestras mentes-y eso
significa que tiene que ser organizado en nuestras mentes por los sistemas lingüísticos”(Whorf 1971,
241)

Luego, en este planteamiento de Whorf queda aparentemente borrada de un tajo toda deuda
ecológica del sistema lingüístico con el mismo ‘flujo caleidoscópico del mundo’. La lengua tiene
un estatuto ‘creador’ o ‘espíritu’ propio, pero a diferencia de la posible similitud de esta idea con
la presentada tempranamente por la ilustración alemana, el sistema lingüístico de Whorf, adquiere
características mucho más “místicas”, lo cual, no tendría que ser sorpresivo si se tiene en cuenta
que Whorf mismo escribió este texto en una revista de la organización teosófica a la que él
pertenecía, en donde en algunos momentos también se refirió con seriedad a las relaciones entre la
“Atlántida” y el poblamiento de América precolombina, y a las lecturas teosóficas de textos en
sánscrito como ciencia alternativa “verdadera” (Reynoso 2014, 18).
Ahora bien, aunque varios no estén de acuerdo con esta perspectiva (Reynoso 2014), hay que
admitir que las declaraciones de Whorf fuera del contexto de todos sus trabajos y escritos, pueden
prestarse para desdibujarse, malinterpretarse y leer equivocadamente. De hecho, como los señala
Gary Palmer,

Determinar exactamente lo que creía Whorf en relación con la influencia canalizadora de las
categorías gramaticales sobre la cultura y la visión del mundo se ha convertido en una pequeña
industria dentro de la antropología y la lingüística […] En 1953, Harry Hoijer y Robert Redfield
organizaron un congreso en la Universidad de Chicago para analizar las interrelaciones de lenguaje
y cultura. Hoijer (1954: ix) informó del «escaso acuerdo entre los miembros del congreso sobre lo
que realmente dijo Whorf», pero señalando que se habían logrado ciertos progresos en la definición
de los problemas (Palmer 2000, 33–34, 36).

El principal problema de una posible malinterpretación del problema de logos como lo planteó
Whorf, es olvidar que fue un ‘hombre de su tiempo’ y llegar a transponer, anacrónicamente, 77
años después sus preocupaciones y declaraciones en discusiones actuales. Como lo señala Lakoff
(Lakoff 1987, 328–30) si se entienden los relativismos lingüísticos por lo menos en trece
parámetros fundamentales (i.e. grado de variación, profundidad de variación, naturaleza de la
variación, capacidad versus sistema, organización conceptual, sistema monolítico, lugar de
variación, corporeidad funcional, conmensurabilidad, valor-hecho, efecto sobre la acción, control,
ética) pudieran determinarse de hecho ‘cientos’ de relativismos distintos, de los cuales, la propuesta
de Whorf es unas de las más clásicas.

Si asumimos que Whorf fue un profesional con ‘sentido común’, que hablaba varias lenguas y, por
lo tanto, era consciente sobre la posibilidad de experimentar y traducir conocimiento entre ellas,
entonces podemos ver sus ideas sobre ‘criptotipos’ y el relativismo lingüístico como una propuesta
sistemática sobre lo que entonces él conocía e intuía como lenguaje, no como una simple extensión
de sus creencias religiosas. Tenemos en él a un pensador visionario y creativo (aunque impreciso
o desacertado en algunos temas como muchos de los autores de su tiempo) pero, ante todo, alguien
que se anticipó a gran parte al trabajo de las ciencias cognitivas actuales. Esta mirada del Whorf
mesurado queda patente en varios textos de su correspondencia por mucho tiempo no publicada,
por ejemplo, cuando uno de sus editores le escribió sobre la presunta sobredimensión que podría
dar en unos de sus artículos al papel de la lengua como ‘canalizador’ (channeling) de la conducta
humana,
I have thought of possibly adding a brief statement or a footnote saying that I don’t wish to imply
that language is the sole or even the leading factor in the types of behavior mentioned such as the
fire-causing carelessness through misunderstandings induced by language, but that this is simply a
coordinate factor along with others. It didn’t seem at first that this should be necessary if the reader
uses ordinary common sense. (Texto de Whorf editado por Lee 1996, 153; En: Enfield 2015, 209)

Ahora bien, aunque Whorf y su maestro Sapir coinciden en esta estrecha relación relativista entre
lengua y pensamiento, no queda claro el alcance que Whorf ofrece sobre el flujo de la experiencia
en el mundo, teniendo en cuenta lo que proponía Sapir, más cercano a Franz Boas,

[N]o creo tampoco que exista una verdadera relación causal entre cultura y el lenguaje. La cultura
puede definirse como aquello que una sociedad hace y piensa. El lenguaje en cambio es un cómo
particular del pensamiento. [...] No hace falta decir que el contenido mismo del lenguaje está
íntimamente relacionado con la cultura. Una sociedad que no conozca la teosofía no necesita tener
un nombre para designarla; los aborígenes que nunca habían visto un caballo ni lo habían oído
mencionar se vieron forzados a inventar una palabra o a adoptar una extraña para referirse a ese
animal cuando lo vieron con sus propios ojos. Es ciertos que la historia del lenguaje y la historia de
la cultura fluye por causes paralelos, en el sentido de que el vocabulario d el a lengua refleja con
mayor o menor fidelidad la cultura a cuyo servicio se encuentra. Pero esta forma superficial y
externa de paralelismo tiene escaso interés para el lingüista excepto en la medida que el desarrollo
o el préstamo de nuevas palabras ayuda aclarar de paso las tendencias formales de la lengua (Sapir
2013, 247–49)

Este tipo de diferencia es significativa para la versión que asumimos del problema del logos aquí.
Aceptar la versión whorfiana distorsionada de la lengua como filtro y organizador exclusivo del
pensamiento y la realidad implica aceptar o sugerir peligrosamente que existe alguna forma de
lenguaje humano superior, inferior, facilitadora o más deseable para cierto tipo de acción o
pensamiento con respecto a otras presuntas lenguas humanas. O incluso, llegar a sugerir que no
hay un solo ‘lenguaje3’ humano (Berwick y Chomsky 2016). Esta postura comprometería lo que
en antropología se ha discutido como ‘la unidad psíquica de la mente’ o el ‘problema de la
racionalidad’ del ser humano. Dicho de otro modo: un abordaje antropológico del lenguaje
continuamente negocia ante el asombro etnográfico que implica descubrir que los seres humanos
convivimos y construimos nuestras mentes en perspectivas de percepción y construcción de mundo
tan disímiles como pudieran existir (relativismo) (Shweder 1991), pero al mismo tiempo, estas
experiencias nos revelan que, en tanto humanos, compartimos la misma mente y vida compleja
(universalismo), que hace que no podamos decir que haya humanos ‘mejores’ o ‘peores’ en tanto,

3
Entendiéndolo como la capacidad humana para construir gramáticas y asociar significados a palabras, objetos o
eventos.
raza, pensamiento o por supuesto, lenguaje. Si los primeros humanos fueron cazadores
recolectores, una mirada a los actuales cazadores-recolectores revela que los primeros humanos
podrían haber tenido una mente y vida tan compleja cultural y lingüísticamente ahora como en el
pasado, incluso como la de los científicos de física teórica (Barnard 2016).

De este modo, preferimos aquí la llamada “Hipótesis Boas-Jackobson” (cf. Deutscher 2010, 150–
56), la cual se sintetiza en el comentario del lingüista ruso,

As Boas neatly observed the grammatical pattern of a language (as opposed to its lexical stock)
determines those aspects of each experience that must be expressed in given language: We have to
choose between these aspects, and one or the other must be chosen” […] Languages differs
essentially in what they must convey in not in what they may convey”

(Jackobson 1959, 235–36)

Si la gramática de una lengua ‘obliga’ a un hablante a señalar el género de las personas que refiere
a través de algo tan distinto como el ‘género gramatical’, está lengua no es más distinta de otra que
‘obligue’ a sus hablantes a referir la forma de los objetos de referencia, a través de un sistema de
clasificadores nominales afijos. Así pues, aunque se atribuye al whorfianismo, quizá leído
superficialmente, la idea que la lengua nos predispone a pensar en ciertas cosas, para ser más
precisos, deberíamos decir que en realidad la lengua nos predispone a no pensar en ciertas cosas
(Enfield 2015, 210). Hay una abundante literatura no citada aquí sobre pensamiento heurístico y la
toma de decisiones; los seres humanos siempre estamos bombardeados de estímulos e información
(ahora más que nunca), por lo cual, un dispositivo común del pensamiento es rechazo de la mayor
parte de los estímulos e información que disponemos para optimizar la toma de decisiones. Esto se
puede ilustrar con algo tan simple como pedir una comida en un restaurante; es poco probable que
alguien mire todos los platos posibles y haga una evaluación rigurosa de todas las posibilidades
del restaurante. La mayoría de personas descartará gran parte de información apoyándose en sus
recuerdos (“el último rissoto que pedí estaba sabroso”, “me recomendaron esta ensalada”), en la
vista (“¿Cómo se llama aquel plato, perdón?”), o incluso, en los conceptos que provee la lengua
(“Probaré este plato que dice que es vegano” “Este nombre de plato, parece delicioso”).
Precisamente por ‘obligarnos’ a usar cierta u otra categoría, la lengua puede contribuir a construir
un hábito de descartar cierto tipo de información o categorías específicas. De esta forma, con la
tesis Boas-Jackobson puede entenderse la continua tensión entre relativismo y universalismo; cada
lengua nos revela etnográficamente una variedad asombrosa de posibilidades de construcción de
hábitos que, no obstante, nos sugiere la complejidad de un mismo lenguaje humano. Si no fuera
así, reviviríamos el fantasma de darwinismo social, sugiriendo lenguas ‘superiores’ para el
pensamiento filosófico, la física o las matemáticas, mientras que otras ‘más apropiadas’ para el arte
o la biología o la literatura, y ni qué hablar sobre las posibles lenguas primitivas o ‘inferiores’. Este
argumento dejaría a la antropología lingüística muy cercana a la expresión que se le atribuye al rey
Carlos I:

“Hay que hablar con Dios en castellano, con los amigos, en francés; con los enemigos (otras versiones
se refieren al caballo propio), en alemán; con las mujeres en italiano; (y variantes hay que añaden: “con
los pájaros en inglés”)” (Tusón 2010, 37)

No obstante, alguien podría señalar que la Tesis Boas-Jackobson minimiza el asunto de los efectos
posibles del lenguaje en la vida social. Esta discusión ha tenido amplia discusión en la tradición de
la antropología lingüística en la línea de neo-whorfianismo. Primero, está el tipo de relativismo al
cual nos referimos. Lucy (1997, 292 ; En: Enfield 2015, 212) señala tres tipos: el semiótico, con la
pregunta “¿Es posible que el hablar cualquier lengua natural influya en el pensamiento?”; está el
estructural, “¿Es posible que el uso de una lengua en contraste con otra (e.g. hopi versus inglés),
tenga diversos efectos en el pensamiento?”; y está el discursivo, “¿Puede el uso de una variedad
discursiva (e.g. el discurso académico) con respecto a otra (e.g. discurso cotidiano), influir distinto
en el pensamiento?”. Coincidiendo en algún tipo, con las categorías de Lucy, Bloom y Keil (2001,
352–53; Enfield 2015, 212) enfatizaron los distintos “lugares” de los efectos del relativismo
lingüístico. Estos pueden ser lugares de lenguas versus lenguas, muy parecido a uno de los tipos
de Lucy; el lugar de que partes de la lengua importan (e.g. la sintaxis, la fonología o morfología);
o el lugar de los tipos de efectos: efectos sobre la visión del mundo mientras se piensa, efectos de
modelamiento de las categorías que creamos, efectos de moldeamiento de nuestra capacidad de
raciocinio, o nuestros compromisos ontológicos con la realidad como el tiempo, el espacio etc. En
el caso de Wolff y Holmes (2011, 254; En: Enfield 2015, 213) las maneras en que se pueden
clasificar los efectos son más variadas. Los autores proponen tres grandes categorías: Pensamiento
antes de la lengua, pensamiento con la lengua, y pensamiento después de la lengua. En la categoría
de pensamiento antes de la lengua, proponen un único tipo o nivel de relatividad lingüística que
denominan, “pensar para hablar” -una línea de relatividad lingüística que tiene varios trabajos en
relación al gesto y las lenguas de señas, (McNeill y Duncan 2000)- la cual, puede ser caracterizada
como la posibilidad de que al pensar sobre una experiencia uno pueda ser guiado por las
consideraciones sobre cómo tuviéramos que codificarla lingüísticamente después. En la categoría
de pensamiento con la lengua, un tipo de relatividad lingüística, que llaman “lengua como
obstaculizador” (meddler), refiere al evento en el que las expresiones lingüísticas compiten con
representaciones no-lingüísticas. También en esta categoría, hay un tipo de relatividad lingüística,
denominada “lengua como amplificador” (augmenter), que señala la situación en la que las
representaciones lingüísticas extienden o activan (enable) representaciones no-lingüísticas. Por
último, en la categoría pensamiento después de la lengua, los autores también presentan dos tipos
de relatividad lingüística, el primero denominado “lengua como foco de atención” (spotlight)
cuando la lengua construye propiedades altamente salientes en el pensamiento no-lingüístico, y
“lengua como inductor”, cuando la lengua prioriza ciertos tipos de procesamiento en pensamiento
no-lingüístico.

Este recuento, nos revela que la tradición antropológica lingüística de las últimas siete décadas
denominada neo-whorfianismo ha pasado de la referencia a la agencia. Esta corriente ha afinado
muy particularmente el panorama de los posibles efectos de tanto la gramática como el léxico en
la conducta humana. Según Enfield, el argumento es simple: somos seres de hábitos. Cuando
decidimos comportarnos de una forma determinada, podemos optar por usar la lengua para el
pensamiento (o no), pero al hacerlo así, podemos descartar o no percatarnos de información de lo
que acontece, que no es advertida por el estado de cosas lingüístico que tenemos a la mano. No
significa esto que la gente no pueda capturar representaciones alternativas de la realidad o que cada
lengua transmita una realidad paralela, o que no podamos pensar sin una lengua o cosas por el
estilo. Lo que sucede es que somos criaturas de hábitos. Al ser la lengua nuestro recurso más
habitual, no debería sorprendernos que esta pueda gradualmente establecer profundos hábitos
cognitivos en nosotros. Hábitos de atención, hábitos de distracción, hábitos de uso o desacierto de
la razón cuando decidimos cómo comportarnos (Enfield 2015, 209–10).

La postura de la tesis Boas-Jackobson que asumimos en la práctica neológica, retoma el problema


de logos como algo más allá de las estrechas categorías de la lengua como referencia, mente como
razón o percepción, y realidad como el mundo físico. Estando de acuerdo con el énfasis de Enfield
(2015) en el hábito como una dimensión de la lengua en el comportamiento humano, el problema
del logos que proponemos en este escrito no imagina la lengua como algo que no tenga una ‘base
experiencial’ (Lakoff y Johnson 1980), luego, el abordaje que propongo a la llamada mente, o de
forma más actual, cognición, no está enfocado como algo que no esté corporeizado en la práctica
social históricamente situada. En este sentido, la cognición a la que me refiero en este trabajo, es
una cognición corporeizada (Anderson 2003), que puede expresarse en el comportamiento
lingüístico, a través de las metáforas cognitivas en las lenguas de señas; una cognición conectada
con el entorno ecológico que la rodea. No me interesa adentrarme en las profundidades de la ‘caja
negra’ del cerebro que podrían sugerir los relativismos lingüísticos de tipo semiótico-ontológico,
porque considero que, en gran parte, estas profundidades tienen una conexión cultural externa
(exocerebro) de la que dependen (Bartra 2014). Así pues, considero que a través de una mirada
detallada y específica a la producción y traducibilidad de metáforas en lengua en la lengua de señas
colombiana en el marco de los campos sociales que presionan la creación e innovación en la lengua
de los sordos, es posible indagar las conexiones entre el léxico como capital cultural y dicha
cognición corporeizada.

Las metáforas cognitivas en lengua de señas colombiana han empezado a describirse usando los
marcos teóricos existentes (Rodríguez Hernandez 2016), de forma muy similar al trabajo que se
han hecho en otros países (Martinez y Morón Usandivaras 2013), aunque no se ha dicho casi nada
sobre la relación de estas construcciones en relación a las prácticas sociales de los sordos, lo cual
es una laguna sobresaliente, en vista esta relación de la metáfora cognitiva con el contexto cultural
es clave para comprenderlas (Kövecses 2005). Quizá lo más lejos que se ha avanzado en el país en
el tema, ha sido la exploración experimental en la traducción de metáforas desde el español
(Naranjo y Guerrero 2013), lo cual dice muy poco del potencial y del uso de este recurso en la
lengua de señas colombiana como espacio epistemológico constructor de conocimiento (Hanks
2015).

En mi acercamiento, estoy interesado en enfocarme más en las metáforas que surgen de la lengua
de señas y su aporte la generación de léxico en la práctica neológica. Por ejemplo, la cita de
Jackobson del comentario de Boas nos sugiere que algo muy distinto sucede con el léxico. Esta
intuición ya ha sido notada por múltiples investigadores quienes podrían sumarse a las palabras
más recientes de Chomsky y Berwick,

Las capacidades cognitivas humanas nos ofrecen un mundo de experiencia, diferente del mundo de la
experiencia de otros animales. Por ser criaturas que reflexionan, gracias a la aparición de la facultad
humana, los seres humanos tratan de dar algún sentido a la experiencia. A este esfuerzo se le llama mito,
religión o magia, o filosofía o en ingles moderno, ciencia. Para la ciencia, el concepto de referencia en
el sentido técnico es un ideal normativo: esperamos que los conceptos inventados de fotón o de oración
predicativa escojan algo real del mundo (Berwick y Chomsky 2016, 101).

Sosteniéndose en el innatismo Chomsky et al, defiende que el esfuerzo derivado de experiencia en


el mundo conlleva la emergencia de conceptos, o palabras o ‘átomos léxicos’ (Baker 2002) desde
la facultad cognoscitiva, pero este tipo de creatividad funciona muy distinto del principio
minimalista que el autor postula para el lenguaje: el ensamble. Dejando de lado esta cuestión de si
la palabra es un constructo mental, o derivado de una relación pierceana de referencia con los
objetos (es decir, el objeto como detonador del signo lingüístico tríadico) un hecho importante aquí
establece que la acumulación de estos ‘átomos’ de lenguaje en el lexicón (donde quiera o como
quiera que estos se puedan ‘acumular’) es un asunto que no está regulado enteramente por una
capacidad ‘universal’ del ensamble, sino por otras capacidades cognoscitivas del lenguaje que
depende del decurso histórico y cultural de las personas que los acumulan.

En ese sentido, la observación de Tovar (2017) sobre lo que podría ser la constitución del discurso
académico en relación con el léxico llegar a ser muy válida, precisamente, porque si se entiende el
discurso, en términos sistémicos-funcionales, esto por si solo nos pone en evidencia una variación
y configuración paramétrica, el cual puede incluso predecirse en términos de densidad léxica,
recursión y parataxis.

Pero yendo más lejos, el léxico establece un tipo de relaciones diferentes y efectos sobre la práctica
social que son percibidas de forma distintas con respecto al discurso. En este sentido, el interés por
el léxico no sería un intento de revivir la tradición de antropología cognitiva, con su interés
etnolingüístico por las categorías y la posible “naturaleza oculta” en las palabras (Foley 1997, 106–
30). Más bien, el interés por la práctica neológica radicaría en la forma cómo se acumula el léxico
puede estar determinada por los tipos de socialización “restringidos” o “elaborados” viéndolo en
términos de la sociología de la educación (Bernstein 1964), que no sigue una organización
“natural” (i.e. todas las personas ‘tienden’ hacia los códigos elaborados). Este tipo “caos” en la
forma en que se acumulación de “capital léxico” contribuye a los objetivos políticos de la
planificación lingüística. Como lo señaló Tovar, contribuye a una distancia entre el lenguaje
académico-científico y el cotidiano, lo que los vuelve a los códigos elaborados “lengua de poder y
control tecnocrático”. Como lo señalé antes, esta distancia social explicaría porque las palabras son
sujetas de atención, pero en términos neo-whorfianos, también explicaría porque el ámbito de
comportamiento con las palabras, pudiera ser más supuestamente modelable y consciente que el de
la gramática. La intervención en las palabras, podría en evidencia, la intención de una élite o
contraélite en capturar “objetos” del conocimiento en términos de metáforas gramaticales. Un
universo compuesto de entidades abstractas manipulable para los fines del lenguaje científico-
académico. De modo que la práctica neológica tiene una expresión importante en los
comportamientos en torno a la acumulación de capital léxico, como una forma de capital cultural.
Este sería un camino para indagar el interés que tienen los sordos en el léxico, en el marco de una
planificación lingüística y sus posibles efectos en el comportamiento a nivel educativo, académico
y científico de los sordos. La acumulación, regulación, desestimulo del capital lexical cumple
funciones legitimación de la posición de los agentes en el campo social, en este caso campo
científico (Bourdieu 2008).

6. Propuesta de diseño experimental y reflexiones metodológicas finales.

Para finalizar, expongo mi perspectiva metodológica sobre la práctica neológica en las lenguas de
señas: La combinación de una indagación formalista universalista, con una indagación
etnográfica relativista.

Mi actual proyecto de doctorado trabaja sobre dos hipótesis centrales:

i. La práctica neológica tendría efectos individuales y colectivos innovadores en la reorganización


de algunos rasgos de la lengua de señas y en la emergencia de metáforas conceptuales a nivel
cognitivo.
ii. La práctica neológica estaría vinculada a las luchas de poder, el cambio o afirmación personal
de las creencias, expresada en la acumulación de glosarios técnicos, disposiciones mentales y
corporales, y en la legitimación institucional de los “saberes sordos”, en términos del capital
cultural.

Las dos hipótesis están interrelacionadas; no es posible pensar los efectos de la lengua en los
hábitos humanos, sin comprender estos, como habitus (Bourdieu 1978) corporeizados y situados
históricamente. Estas hipótesis son sólo un recurso discursivo para exponer los objetivos de mi
investigación. En el sentido más tradicional (y binario) del término, las hipótesis exploran la
existencia o inexistencia de efectos de la práctica neológica en las metáforas cognitivas y el capital
cultural de los sordos. Sin embargo, estas también apuntan a una perspectiva compleja no-binaria.
Las hipótesis apuntan a explorar de qué formas, en qué lugares y en qué variadas perspectivas y
grados estos efectos pudieran presentarse. Apuntan también, a un balance en la indagación
metodológica a través de un diseño experimental (objetivista/universalista), adaptando el diseño
inicial propuesto por Tovar (2008) e incluyendo la interpretación etnográfica
(subjetivista/relativista), profundizando mi trabajo en antropología social (Barreto 2015), ahora
desde la antropología lingüística.

Presento la ficha técnica del diseño experimental:

Número de Participantes: 21 (7 por ciudad)


Procedencia de los participantes: 3 ciudades (Santa Marta, Medellín, Bogotá)
Tipos de actividad controlada: 2

Objetivos específicos del diseño:

a) Establecer si la presencia o no de formas percibidas como icónicas-metafóricas y, la organización


secuencial o simultánea de formas de palabra, tiene efectos en la comprensión de definiciones
conceptuales por parte de los sujetos. (Uso de un test académico cerrado tipo pruebas ICFES,
familiar a los sordos).

b) Establecer si los términos académicos o religiosos en lengua de señas colombiana están asociados
o no a unos tipos de organización fono-morfológica de las señas.

1. Organización de rasgos en formas de palabra de la LSC y potencial etimológico.


Siguiendo el modelo de los diseños experimentales de aprendizaje de segundas lenguas conocidos
como ‘elaboración etimológica’ (Vasiljevic 2014; Bagheri y Fazel 2010; Vasiljevic 2015). La
‘elaboración etimológica’ en la LSC, la entiendo simplemente como la capacidad para componer
simultáneamente, múltiples significados a través de rasgos lingüísticos morfológicos, en oposición
con la posible densidad secuencial de un grupo nominal. Me interesa observar si hay diferencia en
la identificación y posible aplicación de conceptos, dependiendo de si los conceptos puestos a
prueba muestran un grado de composición morfológica o ninguno, que permita o no la mencionada
explotación etimológica. El tipo de desempeño que resulte podría apoyar o descartar los llamados
procesos de optimización cognitiva, conocidos como ‘economía lingüística’, o en el marco del
modelo ostensivo-inferencial (Sperber y Wilson 1994) como la “presunción de relevancia óptima”.
Propongo analizar si hay o no correlación entre presencia/ausencia de rasgos fono-morfológicos y
la habilidad para recuperar la información impartida de una exposición con presencia de
composicionalidad de un término, o si el rasgo está ausente cuáles son los efectos correspondientes.

Las clases de rasgos que vamos a asociar con grados de ‘elaboración etimológica’ en LSC son las
siguientes:

a) Tendencia al uso de estructuras silábicas unimanuales simultaneas [(N0)(N0), en el


Modelo del Autosegmento Manual, MAM] (Barreto et als, 2017)
b) Tendencia al enriquecimiento de la mano pasiva (Coda, en el MAM).
c) Tendencia a composición de morfemas de configuración manual.
d) Tendencia a composición de morfemas gradientes de locación espacial-corporal.
e) Tendencias a composición de morfemas gradientes de movimiento
f) Tendencia a composición de morfemas gradientes de tipo gestual.
g) Tendencia a composición de morfemas gradientes no manuales.
h) Empobrecimiento y Enriquecimiento de composicionalidad, sin importar la estructura
silábica.

Variable medible: Grados de aprendizaje/comprensión en relación con el concepto-estímulo del


experimento.

1) Posibles efectos de la emergencia de metáforas cognitivas:

En el marco de la tradición de ciencias cognitivas, las metáforas conceptuales (Lakoff y Johnson 1980),
son un reflejo de la cognición corporeizada e incrustada en la experiencia socio-histórica. Cualquier
tiempo de cambio, emergencia o uso de las metáforas conceptuales en la lengua, es un recurso entre
muchos disponibles, que refleja la cognición y cultura humanas, a las que no podemos acceder a simple
vista. Siguiendo la línea de la ‘elaboración etimológica’ frente a procesos aprendizaje/comprensión de
términos extranjeros, en este caso en español escrito, en este eje nos interesa observar la composición
morfológica en varios niveles:

1) Emergencia de metáforas específicas.


2) Relación de las metáforas cognitivas y la elaboración etimológica, en constitución y
creación de diferentes niveles de términos (neologismos).
3) Tendencia a la incorporación o al desuso de neologismos en el discurso religioso o
académico.
4) Las prácticas comunicativas neológicas de los informantes frente a un evento de
evaluación.

Es importante aclarar que estos niveles no surgen de la parte cuantitativa del experimento, sino de un análisis
cualitativo de los textos resultados del test.

Variable medible: Resultados cualitativos de aprobación de un test de evaluación tipo ICFES, producto de
un conjunto de estímulos de textos académicos y religiosos, en el marco controlado de un diseño
experimental. Los resultados deberían ser producto de la interacción cruzada y contraste con seis clases de
variables.

Variable 1: Resultados del test producto del uso de formas de término, tipo grupo nominal
secuencial. (GN)
Variable 2: Resultados del test producto del uso de formas de término, tipo elaboración etimológica
simultanea (EE)
Variable 3: Resultados del test producto del uso de formas de término tipo mapeo icónico-
metafórico (I+M)
Variable 4: Resultados del test producto del uso de formas sin ninguna motivación icónica o
metafórica evidente (-I-M).
Variable 5: Resultados del test producto del uso de formas de término tipo icónico no-metafórico
(I-M).
Variable 6: Comportamiento en los resultados del test, producto del uso de formas de término tipo
metafórico no-icónico (M-I).

Ahora bien, este tipo de acercamiento que propongo debe leerse minuciosamente en el contexto
social, y corporal que dinamizan las lenguas de señas. Para esto, es necesario un acercamiento
etnográfico de observación participante, pero en el paradigma de la reflexividad que se realiza en
la antropología contemporánea. Una etnografía que involucra situar el campo de investigación, y
tratar como sujeto etnográfico no solo a las personas sino a las fuentes documentales y a los
registros no solo que se recopilan, sino que se producen en la observación participante (i.e. diseño
experimental, testimonios o discusiones filmadas).

En este aspecto, es importante notar algunas discusiones metodológicas adicionales con respecto a
las lenguas de señas. El estudio e investigación de las lenguas de señas ha pasado por distintos
momentos históricos que van desde la misma emergencia y transmisión de dichas lenguas de señas
por todo el mundo, de la mano del crecimiento y densidad de las ciudades en el último siglo, en
especial en Latinoamérica (Quinto-Pozo y Ramsey 2010) y, la negación de las lenguas de señas
como objeto de estudio y su descubrimiento como disciplina por los “padres” del campo
(McBurney 2012). Esta historia ha incluido momentos de extrema corrección política ya sea para
demostrar que dichas lenguas son “iguales” a las lenguas del mundo (Oviedo 2001, 49–50), y por
lo tanto garantizar su inclusión y financiación en las facultades, o ya sea demostrar que son muy
distintas, luego dignas de protección y preservación como parte de la diversidad etnológica (Taub
2010). Esta historia converge hasta el momento actual en donde los investigadores han orientado
sus intereses y preocupaciones académicas sobre las lenguas de señas, además de la interrelación
genética e histórica (Gripp Diniz 2012; Supalla y Clark 2015) también a la dimensión dinámica y
multilingüe de estas lenguas a su panorama geopolítico e interconectado por las redes sociales y
las organizaciones internacionales (Fenlon y Wilkinson 2015).

Uno de los principales ‘padres’ de este campo, el lingüista norteamericano William Stokoe estuvo
atraído por los temas antropológicos. En sus últimos años trabajó con antropólogos (Armstrong
1999; Armstrong, Stokoe, y Wilcox 1994, 1995) en la hipótesis ‘gestual’ del origen del lenguaje
humano, hipótesis que dejó expuesta en uno de sus libros póstumos (Stokoe 2004).

No obstante, la propuesta más interesante del trabajo de Stokoe, poco citada y atendida fue la
fonología semántica (Armstrong 1999, 142–43) que pretendía rescatar el componente experiencial
y significativo que posee la lengua. Una razón poderosa para indagar en este campo, es que las
lenguas de señas, sin importar que sean sistemas lingüísticos son en gran medida producidas por el
cuerpo a través de los gestos, recurso que presenta múltiples particularidades a nivel teórico en
relación a las ciencias cognitiva (Langacker 2008) (Croft y Cruse 2004) y que repercute en la
discusión del problema del logos, en términos de “pensar para hablar” (McNeill y Duncan 2000).
También representa múltiples retos a nivel metodológico, puntualmente en los diseños
experimentales sobre las lenguas de señas (Duncan 2003), para indagar sobre los efectos de la
relatividad lingüística.

Siguiendo el concepto clásico de Lakoff, metáfora conceptual (Lakoff y Johnson 1980), mi interés
principal es indagar como la fono-morfología de las ‘formas de palabra’ de la LSC, como uno de
los ‘lugares’ de los efectos de la relatividad lingüística (recordando las clasificaciones de Bloom y
Keil 2001), genera o no, cambios ‘creativos’ o ‘innovadores’ en este tipo de metáforas en LSC. Si
seguimos la línea argumental de Lakoff, de que las metáforas conceptuales son una expresión del
pensamiento humano, en términos “experienciales”, es decir, fundamentadas (grounded) en la
experiencia del cuerpo (embodiedment) ‘incrustado’ (embedded) en el mundo, estás metáforas
además de conceptuales son cognitivas. Las metáforas cognitivas son un reflejo de cómo categoriza
y procesa, la ‘caja negra’ que es la mente y el cerebro. Desde la perspectiva de la tesis Boas-
Jackobson en la que planteo mi investigación, me interesa indagar cómo estas metáforas ‘obligan’
a los sordos a enfocarse en cierto tipo de información, al mismo tiempo que construyen hábitos
para rechazar, distraerse o desatender otros tipos de estímulos. Si podemos observar variación en
el uso lingüístico de este tipo de metáforas, tenemos indirectamente la posibilidad de vislumbrar
algún tipo de ‘efecto’ del lenguaje en hábitos de la cognición ‘fundamentada’ e ‘incrustada’ en los
sordos.

El gran problema que plantea este abordaje es indagar cómo es posible hacer comprender estos
efectos en el marco integrado que propone el abordaje práctico del lenguaje. Es decir, entre las
formas del sistema semi-formal (las formas creativas e innovadoras y las metáforas cognitivas), las
prácticas sociales semi-estructuradas (los hábitos y acciones de los que usan la lengua, en términos
de aprendizaje-olvido, atención-distracción, practicidad-economía y complejidad-costo) y la
ideología (los discursos de valoración, legitimación, protección y defensa sobre las palabras y los
términos en la lengua). Las indagaciones de tipo experimental en el campo de la relatividad
lingüística han intentado capturar estos presuntos efectos enfocándose principalmente en los rasgos
semi-formales y psicológicos del problema del logos, a través del diseño experimental (John Arthur
Lucy 1992, 1996, 1993). El reto más evidente para indagar sobre los efectos de la práctica neológica
en este campo es la modalidad de la lengua y el tratamiento de este tipo de datos, especialmente
porque dichos datos son en realidad tipos de experiencias corporales, que transmiten mucho más
que simplemente un código restringido de la lengua. De ahí que el uso de herramientas que vayan
más de la escritura y la imagen (Duranti 1997) es de suma importancia. Además de esto, una
indagación sobre la práctica comunicativa que incluya la práctica social y las valoraciones
ideológicas de los participantes de la investigación, implica la capacidad de capturar directamente
los discursos de los hablantes, no solo a través de la traducción de un tercero (e.g. Tovar 2008) sino
a través del mismo aprendizaje y vivencia de la lengua (e.g. Saldarriaga Bohorquez 2014). No
obstante, este asunto tiene sus propias dificultades para los investigadores oyentes, ya que pareciera
que un reto insalvable que deja incompleto el acercamiento de cualquier investigador oyente es el
aparente ‘imperativo moral esencialista’ de lo que se acostumbra a llamar desde hace tiempo
cultura sorda: los sordos son los llamados a investigar los problemas de los sordos.

Este tipo imperativo moral es defendido por muchos sordos, ya sea que adopten el discurso de la
cultura sorda tímidamente, como una alternativa para hablar sobre la regularidades de la práctica
de las personas que usan la lengua de señas (Padden y Humphries 1989) o de forma un poco más
radical, como un tipo de nueva etnicidad (Lane, Pillard, y Hedberg 2011; Ladd et al. 2013). No
obstante, el imperativo esencialista ‘los sordos son los llamados a investigar los problemas de los
sordos’, tiene real implicaciones metodológicas. En primer lugar, porque la investigación
sociolingüística de las lenguas de señas usa videos para tomar registro de los ‘textos’, luego, casi
siempre quedan registrados los rostros e identidades de los participantes-informantes en el corpus,
y segundo, en la misma línea de la sociolingüística en general (Lucas, Ceil Bayley, Robert Valli
2001; Bayley y Lucas 2007), los investigadores del campo han demostrado que los sordos se
expresan de forma particular cuando hablan con otros sordos, diferente a la forma que usan cuando
hablan con oyentes; la llamada ‘paradoja del observador’ en las lenguas de señas (Lucas 2001). Sin
lugar a dudas, los profesionales sordos que participan en el diseño e implementación de estas
investigaciones, pueden construir un “mismo espacio sordo” de comprensión y entendimiento con
los ‘participantes-informantes’ de la investigación (Kusters 2012). Ahora bien, aún en estos casos,
pareciera que siempre los sujetos etnográficos en la investigación incorporan distancias, cambios
y reformulaciones de lo que piensan frente al investigador, sin importar que este sea un mismo
sordo. Esto sucede porque, aunque esté presente un “mismo” sordo como investigador y, pueda
acercarse con esperanzas de establecer conexiones “esenciales” entre sordos, en términos prácticos,
este investigador sordo, sigue siendo un extraño (un otro), con respecto a la compleja retícula que
investiga. De modo que siempre el conocimiento en estos casos arroja una perspectiva incompleta
de distintos ‘trayectos’ de vida (Magnani 2012).
La respuesta más fácil para eludir este problema metodológico desde la antropología sería
retrotraerse a la etnografía, especialmente a una versión que olvide el esquematismo y
sistematicidad con el que se realizaron muchos trabajos comentados sobre la lengua en relación a
la práctica social, por ejemplo, el ritual (e.g. Malinowski 1935) ¿significa esto que no vale la pena
realizar ningún acercamiento objetivista desde la antropología?

Sin lugar a dudas, una indagación sobre la práctica neológica debe tener distintos componentes.
Por ejemplo, para comprender como se producen las evaluación sobre distintos tipos de neologismo
o neónimos (una distinción que señala Cabré 1999), es necesario establecer un recuento etnográfico
sobre el trabajo de estas formas de la lengua en campos específicos, por ejemplo como el religioso
(Assis Silva 2012), que complemente la observación y participación etnográfica. Pero cuando no
hay disponible este tipo de trabajos, como sucede en el caso del campo académico en lengua de
señas colombiana, el abordaje participante y observador resulta insuficiente, necesario, pero
incompleto. Así pues, un diseño experimental puede resultar útil e iluminador. Ante la apatía que
en antropología generan los diseños experimentales (Reynoso 2014), especialmente en relación a
la relatividad lingüística, este método requiere evitar por lo menos tres escollos con suma atención
y cuidado.

Primer escollo: El uso e interpretación de las herramientas estadísticas en el marco de las


complejidades de la acción humana. Es necesario evitar la asunción de “una” simple complejidad
discursiva, tal como tradicionalmente se ha tratado la vida social en ciencias sociales (Mier 2002).
Incluso, es importante evitar la asunción de una complejidad de la iconicidad y metáforas de las
lenguas de señas simplemente “impresionante” (cf. comentario de Tovar 2008, 458; con respecto
a la valoración de Quinto-Pozos 2002, 171) sin un tipo de dispositivo que procese, y analice y
contribuya a la interpretación de los datos este tipo de complejidad. No existe una complejidad,
sino complejidades en este aspecto. Un investigador podría verse tentado a usar una distribución
porcentual de las señas, al estilo léxico-estadístico clásico (Woodward 2011), es decir, revisar la
cantidad de formas en la lengua, que cumplen con un parámetro establecido como metáfora (en el
caso léxico-estadístico, ‘similitud’ de cognados), y buscar como evidencia porcentajes en los
resultados que desea obtener. No obstante, ha quedado claro que con pocos datos “prácticamente
se puede probar cualquier cosa” y pero aún si se trata de relativismos lingüísticos (Reynoso 2014).
En este sentido, una acción compleja, (matemáticamente hablando) está lejos del cliché de
“complejidad” como un discurso complaciente y nihilista de “todo-tiene-que-ver-con-todo”
(Reynoso 2009). Mi propuesta es que un diseño experimental de este tipo, pueda trabajar con un
sistema de notación de caracteres que puedan procesarse informáticamente y, por ende, con
estadística compleja. Al respecto, Oviedo (2001, caps. 2–6) así como otros investigadores, (Hanke
2004; Estelita Barros 2015) ya había iniciado con una propuesta para la configuración manual (e.g.
1234+/a), en la que en gran parte me he basado, pero que desatienden parcialmente una forma igual
de precisa y sintética, para dar cuenta de la estructura silábica del movimiento de desplazamiento
(Sandler 1989, 2011), la interacción entre las dos manos (Sandler y Lillo-Martin 2006, caps. 182–
95), los movimientos internos (Brentari 2011, cap. 4), y los no manuales (i.e. Face Action Coding
System - FACS, Ekman y Rosenberg 2012). De este modo, con un sistema más robusto de
descripción puede construirse un corpus de datos de la lengua muy preciso para distinguir las
formas de las metáforas en LSC. Para el diseño experimental que estoy diseñando, estoy trabajando
con el grupo de investigación Etnolingüística, en el desarrollo del sistema de notación de la LSC,
llamado el Modelo del Autosegmento Manual (M.A.M versión 1.0) (Barreto et al. 2017), el cual
espero pueda aplicarse al corpus de datos, tomado de videos en lengua de señas existentes y los
que sean producto del diseño experimental.

El segundo escollo: Establecer las posibles diferencias formales entre lo que podría llamarse
“término”, “palabra”, “forma de palabra”, “morfema”, “lexema” en una lengua de señas. Al
respecto, existen estudios que han empezado a ahondar en estas diferencias, por ejemplo, con
respecto a la noción de “lexema” en las lenguas de señas (Johnston y Schembri 1999), y los
presuntos procesos de lexicalización y des-lexicalización que pueden hacer entre ellas en la interfaz
gradiente gesto/lengua (Cormier et al. 2012) o más específicamente las diferencias a un “término
abstracto” filosófico de un “término descriptivo-procedimental” de tipo técnico (Machado 2014) y
los presuntos niveles de jerarquía (Lara 2001) que pudieran compartir. Esto implica tener un
conocimiento muy amplio de la fono-morfología de la lengua que se quiere investigar. Implica
hacer un comentario de fondo sobre la estructura de la lengua (para lo cual se hace necesario un
sistema robusto y preciso para describirla) y no solo remitirse a comentarios sobre las glosas o las
traducciones. En mi propuesta, los textos que son producidos por los participantes del diseño
experimental, deberían acompañarse con un corpus de textos de un campo especifico, que pudiera
servir para contrastar (en este caso, textos religiosos y académicos). De este modo, la transcripción
de este corpus contribuiría a dar un marco, no solo de cómo se usa una metáfora, o un neologismo
léxico determinado por los participantes del diseño, sino también como puede este encontrarse en
situaciones que no son ‘controladas’, en este caso, cuasi-experimentalmente.

El tercer escollo: Las presuntas inferencias sobre la actividad mental de los participantes de la
investigación. Al estar el relativismo lingüístico muy interesado en la actividad mental de los
participantes, actividades como el aprendizaje (Vasiljevic 2015; Bagheri y Fazel 2010; Vasiljevic
2014), muchos de las inferencias relativistas más desatinadas, ante tenido que ver con la presunta
generalización que se han hecho sobre la cognición humana de ciertas poblaciones o hablantes de
la lengua, por ejemplo, sobre la presunta incapacidad de expresar lo irreal de chino (Bloom), el uso
de los números (Everett), la percepción de los colores o la percepción del tiempo (Palmer 2000).
No obstante, todo abordaje experimental sobre la cognición debe tener en cuenta que todo
conocimiento, en especial en la vida social, es parcial (Sandra, Östman, y Verschueren 2009). Lo
importante no son los resultados en sí mismos, sino el alcance y la interpretación que se hace de
ellos. Por tal razón, considero que toda propuesta experimental como la que tomo de referencia (i.e
Tovar 2008), tiene sus propios alcances, acotaciones, y beneficios que, manteniéndolos en estos
términos: datos producidos por el investigador, pueden ser sujetos a un tipo de interpretación
determinada, que no intente forzadamente llegar a generalizaciones holísticas, pero si, producir
conocimiento que aporte significativamente a los problemas de la sociedad a los que la antropología
está convocada aportar.
7. Índice exclusivo de títulos aprobados por comité asesor de posgrados
Titulos Ambito Internacional No Latinoamericano
(Anderson 2003) ........................................................................................................................................................... 18
(Bourdieu 1985, 106) .................................................................................................................................................. 4, 7
(Cabré 1999) ................................................................................................................................................................. 26
(Cooper 1997) ......................................................................................................................................................... 3, 5, 6
(Deutscher 2010) ..................................................................................................................................................... 11, 15
(Enfield 2015) ....................................................................................................................................... 11, 14, 15, 16, 17
(Fenlon y Wilkinson 2015) ........................................................................................................................................... 23
(Fishman 1979) ............................................................................................................................................................... 2
(Foley 1997) .................................................................................................................................................................. 19
(Halliday 2004) ............................................................................................................................................................... 9
(Hanks 1990) ................................................................................................................................................................... 3
(Hanks 2000) ................................................................................................................................................................... 4
(Hanks 2005) ................................................................................................................................................................... 4
(Kövecses 2005)............................................................................................................................................................ 18
(Lakoff 1987) ................................................................................................................................................................ 13
(Lane, Pillard, y Hedberg 2011) ................................................................................................................................... 25
(Langacker 2008) .......................................................................................................................................................... 23
(McNeill y Duncan 2000) ....................................................................................................................................... 16, 23
(Padden y Humphries 1989) ......................................................................................................................................... 25
(Salazar Carrasco 2014) .................................................................................................................................................. 4
Titulos Historia Disciplinar
(Boas 1964) ................................................................................................................................................................... 12
(Clifford 1986, 6) ............................................................................................................................................................ 8
(Duranti 1997) ............................................................................................................................................................... 25
(Hymes 1983).................................................................................................................................................................. 4
(Lakoff y Johnson 1980) ................................................................................................................................... 17, 22, 24
(McBurney 2012) .......................................................................................................................................................... 23
(Sapir 1949) .............................................................................................................................................................. 7, 12
(Shweder 1991) ............................................................................................................................................................. 14
(Stokoe 2004) ................................................................................................................................................................ 23
(Whorf 1971) ................................................................................................................................................................ 12
Titulos Ambito Latinoamericano
(Assis Silva 2012) ......................................................................................................................................................... 26
(Bartra 2014) ............................................................................................................................................................. 4, 18
(Faraco 2011) .................................................................................................................................................................. 2
(Ferreira Rezende 2012) ................................................................................................................................................. 7
(Finau 2006) .................................................................................................................................................................... 3
(Gripp Diniz 2012 ......................................................................................................................................................... 23
(Ladd y Gonçalves 2011) ................................................................................................................................................ 2
(Lara 2001).................................................................................................................................................................... 27
(Machado 2014) ............................................................................................................................................................ 27
(Magnani 2012) ............................................................................................................................................................. 25
(Martinez y Morón Usandivaras 2013) ......................................................................................................................... 18
(Mier 2002) ................................................................................................................................................................... 26
(Pfeifer 2013) .................................................................................................................................................................. 2
(Pietrosemoli 2001) ....................................................................................................................................................... 10
(Quinto-Pozo y Ramsey 2010)...................................................................................................................................... 23
(Reynoso 2009) ............................................................................................................................................................. 27
(Reynoso 2014) ....................................................................................................................................................... 12, 26
(Sánchez García 2011) .................................................................................................................................................... 2
(Silva 2008) ..................................................................................................................................................................... 3
(Ströbel 2007) ................................................................................................................................................................. 2
Titulos Ambito Colombiano
(Chaparro 2012) .............................................................................................................................................................. 1
(Martinez Cubillos 1985) ............................................................................................................................................ 2, 3
(Naranjo y Guerrero 2013)............................................................................................................................................ 18
(Oviedo 2001) ......................................................................................................................................................... 23, 27
(Pineda Camacho 2000) .................................................................................................................................................. 1
(Rodríguez Hernandez 2016) ........................................................................................................................................ 18
(Saldarriaga Bohorquez 2014) .................................................................................................................. 3, 6, 7, 8, 9, 25
(Tovar 2004) ................................................................................................................................................................... 3
(Tovar 2008) ................................................................................................................................... 5, 6, 9, 21, 25, 26, 28
(Tovar 2010) ............................................................................................................................................... 3, 6, 9, 10, 11
Titulos Enfoque Metodologico
(Clifford 1990) ................................................................................................................................................................ 8
(Duncan 2003) .............................................................................................................................................................. 24
(Hanks 2010) ................................................................................................................................................................... 5
(Hanks 2015) ................................................................................................................................................................. 18
(Kusters 2012) ............................................................................................................................................................... 25
(Lucy 1992) ................................................................................................................................................................... 24
(Sandra, Östman, y Verschueren 2009) ........................................................................................................................ 28
(Supalla y Clark 2015) .................................................................................................................................................. 23
(Vasiljevic 2014) ..................................................................................................................................................... 21, 28
(Woodward 2011) ......................................................................................................................................................... 26
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