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El fallecimiento de Rafael en 1520 ha sido tradicionalmente utilizado como hito para señalar el

inicio del Manierismo italiano. En él, el equilibrio que existía en el modelo albertiano entre la
representación del espacio visible y la transmisión de una historia se rompía hacia una prevalencia
del concepto. Se descubrió que la deformación de la realidad visual puede ser un recurso muy
efectivo para la expresión de ideas y emociones. Por lo tanto, se trata de un arte heterogéneo en
el que triunfa la extravagancia, lejos de la imitación perfecta de la naturaleza. Son nuevas
formulaciones cada vez más orientadas a un perfeccionamiento extremo de la "maniera" o estilo,
con una contaminación de elementos clásicos y modernos, inspiración fantástica e invenciones
personales extravagantes.

En cuanto a la representación, se produce un alargamiento del canon, el uso de la figura


"serpentinata" y cierto monumentalismo, así como un abigarramiento de las figuras y un "horror
vacui". Se utilizan además distintos puntos de fuga fuera del campo de visión y un desplazamiento
de la línea del horizonte, que rompe el equilibrio.

Es en ese contexto de prosperidad en el que podemos situar el desarrollo de una escuela


veneciana de pintura que desde mediados del siglo XV tiene ya completamente asumidos los
principios básicos del arte renacentista y que continuará evolucionando durante el siglo XVI,
tendiendo hacia la plástica manierista. Pero, para tan amplio espacio temporal y con una elevada
nómina de artistas, ¿es posible señalar algunos caracteres comunes en esta escuela pictórica
veneciana? Desde luego que sí: dejando a un lado la lógica evolución, hay al menos tres elementos
comunes a estos pintores venecianos.

En primer lugar, encontramos una innovación respecto al soporte pictórico. En el siglo XV los
artistas van abandonando el uso de la tabla para explorar las posibilidades del óleo aplicado sobre
lienzo, ya prácticamente generalizado desde mediados de siglo. En segundo lugar, la perspectiva
lineal que caracterizó buena parte de la pintura veneciana de aquella centuria acabará sustituida
por la perspectiva aérea, que triunfó con las grandes realizaciones
del siglo XVI. Por último, la característica más destacada de los
pintores renacentistas venecianos es, sin duda alguna, la
importancia concedida al color, que suele aplicarse con pincelada
gruesa y pastosa y preferentemente con tonos luminosos, muy
cálidos, acordes con la peculiar luz que caracteriza la ciudad y muy
adecuados para plasmar en el lienzo la atmósfera veneciana.

Los pintores venecianos, al parecer, no consideraron el color


como un enriquecimiento adicional del cuadro después de haber
sido dibujado éste sobre la tabla. Cuando se ingresa en la pequeña
iglesia de San Zacarías de Venecia para situarse ante el cuadro
Madona con Santos que el gran pintor veneciano Giovanni Bellini
pintó allí sobre el altar, en 1505, se advierte inmediatamente que
su concepto fue muy distinto.
Londres. Inferior: "el festín de los dioses" (1514).
Washington.
Giovanni Bellini. Derecha: "Cristo en el

monte de los olivos" (1459).

En la tradición bizantina era costumbre enmarcar rígidamente la figura de la Virgen con las
imágenes tradicionales de los santos. Beliini supo introducir la vida en esta sencilla distribución
simétrica sin romper el equilibrio; supo también convertir las figuras tradicionales de la Virgen y
los santos en seres vivos, sin desposeerles de su carácter sagrado ni de su dignidad. No tuvo que
sacrificar la diversidad ni la individualidad de la vida real, como en cierta medida hizo Perugino.

Si comparamos algunas de sus primeras obras con las que realizó ya en el siglo XVI apreciaremos al
instante la capacidad de evolución de este pintor y cómo fue ampliando a lo largo de su carrera el
interés por la luz y el color, mientras el dibujo pasaba a ocupar un lugar secundario entre sus
preocupaciones.

Si los pintores clásicos de la Italia Central consiguieron la nueva y


completa armonización dentro de sus cuadros mediante la
perfección del diseño y la disposición quilibrada, era natural que
los pintores de Venecia siguieran la orientación de Giovanni Bellini,
quien utilizó tan felizmente los esquemas de color para armonizar
sus cuadros. En esta esfera fue en la que el pintor Giorgione
consiguió los resultados más revolucionarios. Se sabe muy poco de
este artista y tan sólo cinco obras le pueden ser atribuidas con
certeza absoluta. Gustaban de ilustrar asuntos idílicos, pastorales y
de plasmar la belleza de Venus y de las ninfas. Aunque los
personajes no están dibujados correctamente, y aunque la
composición es un tanto desmañada, se ha logrado claramente una sencilla conjunción mediante
la luz y el aire que alientan en el cuadro. Esta luz es la fantástica de una exhalación, y por vez
primera al parecer, el paisaje ante el que se mueven los protagonistas del cuadro no constituye
exactamente un fondo, sino que está allí, por sí mismo, como verdadero asunto del cuadro.

Giorgione: "la tempestad" (hacia 1518). Venecia

Correggio

Correggio era natural de Parma. Sus trabajos se caracterizan por los desnudos sensuales, el brillo
frío de sus colores y el hábil manejo de los escorzos además de la originalidad en el tratamiento de
la perspectiva.
El Cisne
Es una composición con paisaje, donde proliferación de figuras
en una especie de friso.

Las posturas son anticlásicas, por ello los cuerpos se retuercen y


se establece una línea serpentinata. Existe un gran
protagonismo de la luz.

Ora importante obra de Correggio es Júpiter y Atiope

Parmigianino

Su obra más importante es La Madonna del cuello largo. En


esta obra las
proporciones son
alargadas y se emplean colores convencionales.

En realidad, Parmigianino y todos los artistas de esa época


que deliberadamente trataron de crear algo nuevo e
inesperado, aun a costa de la belleza natural establecida por
los grandes maestros, acaso sean los primeros artistas
modernos. Otros artistas de este extraño período, a la
sombra de los gigantes del arte,
desesperaron menos de
sobrepasarles, ateniéndose a un
criterio normal de destreza y
virtuosismo. Un ejemplo típico es la estatua de Mercurio, el mensajero
de los dioses, de un escultor flamenco, Jean Boulogne, al que los italianos
llamaron Giovanni da Bologna o Giambologna, quien se propuso
conseguir lo imposible: una estatua que superase la gravedad de la
materia inerte y creara la sensación de un rápido vuelo por el aire. y
hasta cierto punto lo consiguió. Su famoso Mercurio sólo con la punta de
uno de sus dedos toca en tierra, y más que en ésta, en un chorro de aire
que sale de la boca de un rostro que representa al viento sur. Toda la
estatua está equilibrada con tanto tino que parece realmente flotar en la
atmósfera y deslizarse por ella graciosa
y velozmente

Quizá el más grande de todos estos maestros de la última mitad


del siglo XVI vivió en Venecia. Se llmó Jacopo Robusti, apodado
Tintoretto. También él se hastió de la sencilla de formas y colores
que Ticiano había revelado a los venecianos, pero su descontento
debió ser algo más que un mero deseo realizar lo insólito. Parece
haber advertido
Tiziano Vecelio: "Retrato de Piero
Aretino" (hacia 1545). Florencia.

Algo posterior a Giorgione es Tiziano


Vecellio (1490-1576), aunque él
mismo afirmaba haber nacido en el
mismo año que aquél. Sea como
fuere, no cabe duda de que se trata
del más destacado representante de
la escuela veneciana, especialmente
brillante en su faceta como
retratista.

Aunque sus obras más conocidas y


admiradas en el presente son las de tema alegórico y mitológico, el artista comenzó la parte más
brillante de su carrera con una serie de retablos de colores fuertes y
contrastados y figuras poderosas, como La Asunción o el Retablo
Pesaro para Santa Maria dei Frari. Son obras de composición enérgica
que muestran una gran vitalidad. Los mismos esquemas dinámicos se
repiten en las obras mitológicas de este período, como La
bacanal o Baco y Ariadna. Por entonces, Tiziano se reveló también
como un gran retratista, con obras como el llamado Ariosto, en las
que establece un esquema nuevo: el protagonista aparece
reproducido de medio cuerpo, con las manos visibles y unos rasgos
reales pero idealizados, captados en ocasiones por medio de un
golpe de intuición.

Tintoretto: "el origen de la Vía Láctea" (hacia 1575). Londres.

En el mismo siglo de Tiziano trabajó también Jacopo


Comin, Tintoretto, (1518-1594), discípulo suyo por breve
tiempo. Amante también del dibujo e influido además por
el Miguel Ángel de la Sixtina, su obra es ejemplificadora de
las tendencias manieristas que agitaron la pintura italiana
de la época y, en sus últimos años de trabajo, un claro
preludio de la plástica barroca, que se manifiesta en los
agudos contrastes entre luces y sombras, en los violentos
escorzos y perspectivas a los que recurre y en el insólito
tamaño de algunos de sus cuadros (recordemos que "el
Paraíso" ocupa nada más y nada menos que 7,4 x 24,6
metros: el lienzo de mayor tamaño de toda la historia de la
pintura).
El lavatorio (1549), de El Tintoretto

Sus obras de mayor alcance son las que realizó


entre 1565 y 1587 para la Scuola de San Rocco,
que se conservan in situ. Son una serie de escenas
de la vida de Cristo en la planta superior y de la
vida de la Virgen en la inferior, interpretadas con
un gran sentido decorativo y una viveza
cautivadora.

Además de estas pinturas, las más apreciadas de


su prolífica producción son El lavatorio de los
pies y la Última Cena, esta última destacable
sobre todo por la novedad de la composición y la
iluminación con respecto a los modelos
anteriores. La arquitectura, el lujo de los vestidos y las joyas y la ambientación fantástica son
rasgos que caracterizan algunas otras de sus obras mayores.

Inferior. Veronese: "las bodas de Caná" (1563). París.

También de la misma época es Paolo Caliari,Veronese, (1528-1588) por la ciudad en la que nació
aunque se estableció en Venecia desde mediados
de siglo, cultivando también la estética manierista,
volcada sobre todo a formatos grandes, útiles
para representar las escenas de carácter religioso
que constituyen el grueso de su producción,
aunque cultivó también las composiciones de
crácter mitológico. Introdujo además en muchas
de sus obras fondos arquitectónicos de carácter
clásico que daban mayor suntuosidad a las
escenas. Con él concluimos este breve recorrido
por los principales autores de una escuela
pictórica que hizo del color la mayor peocupación de su pintura. La apoteosis del color.
Conclusión personal

El manierismo permitió entonces dar otro paso y avanzar en la exploración artística tanto en
técnica como en expresión temática, lo cual mostró que el arte no se había estancado sino que
estaba pasando a otro estado que incluyó otras búsquedas influenciadas por supuesto por la
historia y la cultura existentes, factores que hasta la actualidad siempre van aludir a la inspiración
e intereses de los artistas del momento. En el caso del manierismo permitió salir del cerrado
pensamiento clásico sinónimo de precisión, armonía, quietud y belleza, esta última a su vez
sinónimo de perfección; y fluir hacia un pensamiento más liberado con concepciones diferentes de
la belleza y la armonía ya asociadas más al color que a la figura humana que pasaba a segundo
plano convergía en protagonismo con el mismo fondo en igualdad de importancia; fue por tanto
otra forma de ver el mundo y analizar la forma y el color del entorno, un cambio anunciado desde
años antes con Leonardo y Miguel Ángel quienes ya avizoraban la necesidad de cambiar la visión
artística. Por tanto fue un momento importante en la historia del arte y a pesar de mostrar a los
artistas que a él pertenecieron como sombra de sus predecesores, también tienen su
reconocimiento e importancia en el mismo, logrado por mérito propio, fue entonces un cambio
del cual se desprendieron y anunciaron otros venideros.
El Manierismo

Ana María Salazar Aguirre

Beatriz Amelia Mejía

Universidad Tecnológica de Pereira

Facultad de Bellas Artes y Humanidades

Escuela de Artes Visuales

Historia del Arte

2018

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