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Hay que pensar que incluso cincuenta años después de Cristo, el historiador Flavio Josefo aún

afirmaba que “la mujer es inferior al hombre en todo” (Contra Apión II, 201). Por entonces, en las
plegarias de los hebreos el hombre daba gracias a Dios por no haber nacido infiel a su religión, o
por haber nacido mujer, esclavo o ignorante. Y los discípulos de Jesús, atónitos ante el
espectáculo, ven a Jesús hablando con una mujer samaritana con una atención afectuosa.

LA SAMARITANA

Cuando la samaritana llegó al pozo de Jacob para sacar agua era una persona sin horizontes ni
objetivos en su vida; estaba angustiada, pero buscaba la felicidad sin encontrarla. Acudía
diariamente al pozo para saciar su sed y la de los suyos, pero por mucho que bebieran volvían a
tener sed; sed de búsqueda e insatisfacción. La samaritana estaba sedienta de paz, de felicidad y
de vida. Lo había buscado, pero sin hallarlo. Ignoraba su propio valor personal y por ello eligió una
vida de inseguridad y ninguno de sus esposos había sabido valorarla como era debido.

Ella ignoraba la posibilidad real de salvación. Necesitaba comprender que la religiosidad no tiene
nada que ver con un lugar específico o con unos determinados ritos. Ella necesitaba saber que una
religión no salva por sí misma, sino el propio comportamiento personal basado en lo que dicta la
religión.

Para los judíos la samaritana no era importante; era simplemente una samaritana, además de
mujer, y por lo tanto miembro de una raza apóstata. Debido a los estándares de aquella época, la
samaritana no tenía educación cultural y su reputación, con tantos maridos como había tenido, no
era ni la óptima ni la más edificante, más aún si tenemos en cuenta que convivía con un hombre
que no era su marido.

Además fue ella misma la que inició el enfrentamiento verbal con Jesús al extrañarse de que El,
siendo judío, le pidiera agua para beber. Su corazón estaba resentido y endurecido por la rivalidad
existente con el pueblo judío.

JESUS

Jesús, cansado del camino y sediento, llega junto al pozo de Jacob en espera de que alguien llegara
a sacar agua del pozo y le ofreciera de beber. El hubiera podido usar su poder, y tanto sed como
cansancio habrían desaparecido. Pero no lo hizo y esto demuestra la posesión de un gran espíritu
de sacrificio. Jesús prefería usar sus poderes para el bien de los demás en lugar de para el suyo
propio. Sin embargo es muy posible que Jesús ya supiera que en pocos momentos iba a hacerse
presente la samaritana, la cual sí necesitaba de su ayuda.

El sabía perfectamente lo extraño de la situación al estar conversando con una persona de


Samaria, pero esto no le incumbía a El ya que jamás hizo acepción de personas. En El nunca hubo
espíritu de competencia y fue esa actitud de corazón que hizo que todos, tanto la gente
importante como la gente sencilla e incluso despreciada por los demás, se sintieran invitados a
conversar con Él. Este espíritu de humildad cedía en lugar de reclamar, exigir, protestar o buscar
honra, porque la grandeza de Jesús no estaba en los derechos que poseía, sino en los que cedía a
los demás.
Jesús demostró su grandeza, no al juzgar, sino al perdonar. Aquel día en que habló con la
samaritana, Jesús hizo lo que muchas veces no hacemos nosotros debido a nuestros prejuicios, lo
cual nos hace sentir inseguridad en nosotros mismos. Pero El fue libre. Jesús no exaltó una religión
menospreciando otra religión. Él le enseñó la verdad, y la verdad es Cristo quien, al enseñarse a sí
mismo, mostró al Padre.

Y en esta historia, la razón por la que Jesús se comportó de esta manera fue porque la samaritana
tenía necesidades emocionales; pero mucho más importante aún, ella tenía una gran necesidad
espiritual.

EL ENCUENTRO

La samaritana llegó al pozo de Jacob a la hora sexta, o sea, al mediodía, hora en que nadie solía ir a
buscar agua debido al calor existente. Probablemente ella trataba de huir de algún tipo de
situación que pudiera significar maltrato. Su necesidad era genuina y real, pero ella no podía
entender el carácter espiritual de dicha necesidad.

Cuando Jesús comenzó a hablar con la mujer, ella no quiso abordar su problema. De hecho, dado
que es más fácil hablar de religión o de otros temas que no de uno mismo, ella comenzó con una
discusión teológica y a señalar las faltas de los demás. Sin embargo Jesús, con sensibilidad y
cuidado, le hace ver que ella como persona le importa a Él, y que su dolor también.

Poco a poco Jesús fue llevándola a comprender que su sed física no era lo más importante, sino su
sed espiritual; esa que estaba cargando por años y que por ello necesitaba una fuente de agua que
le brindara vida eterna. Es fácil imaginar la vergüenza que sintió la samaritana y el abuso verbal
que esperaba recibir, por lo cual inició la conversación atacando verbalmente. Pero ella se
sorprendió al ver que Jesús le hablaba con amor, un amor desconocido para ella.

La samaritana, cargando con antiguas heridas, intentó esquivar el tema una vez más, pero Jesús en
lugar de reprenderla, se mostró condescendiente y se puso al nivel de ella. El resultado fue que
ella terminó diciendo: “Señor, veo que eres un profeta”. En este punto Jesús se ganó el corazón de
la samaritana y pasó de ser un judío desconocido en quien no se debía confiar, a ser un profeta de
tal magnitud que su reacción fue la de salir corriendo hacia el pueblo, hablando de tal manera a
sus habitantes que muchos se arrepintieron y fueron donde se encontraba Jesús.

Así que el Mesías prometido a los descendientes de Israel había llegado y su poder estaba al
servicio de los sedientos de espiritualidad. Jesús nunca humilló ni despreció a la samaritana, sino
que le dio un lugar en esa espiritualidad que la hizo comprensible y accesible para ella. La
samaritana tuvo la particularidad de estar en un pozo cuando un peregrino tenía sed. Jesús es el
Maestro de lo sencillo; somos nosotros mismos quienes en ocasiones lo hacemos complicado.

Los libros y la historia

Los turbulentos siglos posteriores al exilio judío fueron el marco de los tres libros: Tobías, Judith y
Esther. Si bien estos libros se ubican entre los libros históricos, estos trabajos son mejor
clasificados como libros religiosos e históricos. Después de algunos hallazgos, como en el caso de
las cuevas de Qumrán, estos tres libros han sido datados del siguiente modo: Tobías Fue escrito
alrededor del año 200 a.C. Judith Escrito entre los años 150 al 100 a.C. Esther Fechada su escritura
entre los siglos V y II a.C. (del 500 al 200 a.C.).

Son libros que nos narran historias acerca de personajes ficticios que se ubican en el contexto de
los verdaderos hechos históricos, y que nos ayudan a comprender el pasado por medio de los ojos,
mentes y hechos de sus protagonistas, enfatizando las cuestiones sobrenaturales y los mensajes
espirituales.

Estos libros también reflejan una eternidad que deriva de la práctica de los autores, que unen una
época con otra.

Por ejemplo, en el libro de Esther se cree que el héroe Mardoqueo fue deportado a Babilonia en el
año 597 a.C. y, sin embargo, aún seguía vivo durante el reinado de Jerjes de Persia en el 464 a.C.
En el libro de Judith se cree que Nabucodonosor fue rey de Asiria y quien emprendió la guerra en
Judá después de su regreso del exilio, cuando en realidad Nabucodonosor fue rey de Babilonia.
Esta eternidad y muchas otras características de estos libros señalan que la intención de los
autores era la de trascender la historia, no la de crear documentos ilustrados.

A continuación se describe la hermenéutica de cada uno de los tres libros, o sea, la explicación o
interpretación de cada uno de los textos de dichos libros.

Tobías

Este libro corresponde a un original semítico que se ha perdido, aún cuando en Qumrán se
descubrieron a mediados del siglo XX los restos de cuatro manuscritos arameos y uno hebreo
sobre Tobías.

El autor escribió el libro para los judíos que luchaban con el tema de la adaptación a las
costumbres griegas del mundo que les rodeaba. Es una historia fascinante acerca del exilio de un
judío, fiel cumplidor de la ley, cuyo nombre era Tobit, quien adoraba a Dios y se preocupaba por el
prójimo incluso cuando su vida estaba en riesgo.

Agobiado por las pruebas y el peso de su ceguera, Tobit ruega a Dios por su muerte y mientras
envía a su hijo Tobías a la región de la Media a recaudar una gran suma de dinero. En Media, Sara,
una joven mujer, al mismo tiempo reza también por su muerte porque había estado casada siete
veces y en cada oportunidad el demonio mataba a su marido en la noche de la boda.

Dios envió al arcángel Rafael para que acompañara a Tobías, hijo de Tobit, en su viaje hacia Media.
Tobías llegó con éxito a su destino, donde conoce a Sara y se casa con ella sin ocurrirle ninguna
desgracia. Consigue el dinero que debía recoger y, a su regreso, Tobit sana de su ceguera al
aplicarse el remedio que Rafael le había dado a Tobías para tal fin.

La finalidad de esta historia es la de mostrar que los buenos judíos debían ser fieles a las leyes y
tradiciones de sus antepasados. Por esto motivo Tobías ejemplifica las virtudes de reverencia a
Dios, devoción a la adoración en el Templo, amor a la familia, caridad, oración, limosna y ayuno.
Las instrucciones dadas por Tobías y por Rafael están verdaderamente dirigidas a todos aquellos
que leen el libro. Al establecer un marco histórico, los personajes adquieren un carisma e interés
especiales. Incluso hoy en día podemos enriquecernos con los hermosos ideales ejemplificados en
sus actores y en sus diálogos en este libro.

Las instrucciones que Tobit le da a su hijo Tobías para prepararle para el viaje a Media, pueden
considerarse también como indicaciones que preparan al lector para el viaje de su vida.

Judith

En esta historia, Nabucodonosor, presentado como rey de Asiria aunque en realidad lo era de
babilonia, envía a su general Holofernes para que dirija un ejército de 132,000 soldados a que
ataquen Judá. Estos enemigos representan todas las fuerzas hostiles al pueblo de Dios y sitian a los
judíos en vetulia, una ciudad imaginaria ubicada al norte de Jerusalén.

Cuando parece no haber más esperanza, Judith, cuyo nombre significa “la judía”, entra en el
campamento enemigo, seduce con su belleza a Holofernes, le emborracha en un banquete
privado celebrado en su carpa y, finalmente, Judith le corta la cabeza. El ejército de Holofernes se
aterra cuando descubre el cuerpo degollado de su líder y huyen bajo la persecución de los judíos.

Esta historia fue escrita muy probablemente a principios del período Macabeo con el fin de dar
esperanzas a los judíos que estaban siendo perseguidos por la dinastía seléucida. La lección de
esta historia es la que Dios puede dar fieles creyentes aún en el peor de los tiempos, siempre y
cuando depositen toda su confianza en el poder de Dios, y si además observan la ley. Quienes leen
en la actualidad este libro aún pueden beneficiarse de la insistencia en depositar nuestra fe en
Dios.

Ya desde el inicio se observa cómo Judith alienta a la gente a ser fiel a la ley y a reconocer el poder
de Dios, quien libera al oprimido. La victoria de Judith es el premio a su oración y a su observancia
escrupulosa de las normas de pureza legal. A pesar de ello, la perspectiva del libro es universalista:
la salvación de Jerusalén queda asegurada en la imaginaria Betulia, aquella Samaria odiosa para
los ortodoxos del judaísmo rígido.

Finalmente Ajior es quien da con el sentido religioso del conflicto por medio de sus profecías, a
pesar de ser un mercenario amonita, quien después se convirtió al Dios verdadero.

Ester

Este libro, que lleva el nombre de su heroína, es mejor comprendido como un melodrama
diseñado para dar al pueblo judío una oportunidad para poder celebrar su supervivencia a lo largo
de los años. El autor, un judío desconocido, cuanta la historia de Ester como un motivo para la
Fiesta de Purim, la celebración de la supervivencia del pueblo judío y el cuidado providencial de
Dios sobre su pueblo.

La narración hace ver claramente la hostilidad de que eran objeto los judíos en el mundo antiguo a
causa de la singularidad de su vida y tradiciones, siendo su nacionalismo exacerbado una reacción
de defensa.
La historia se ubica en tiempos del rey Asuero de Persia (485 al 464 a.C.), quien repudia a la reina
Vastí y en su lugar elije a la bella judía Ester. Mardoqueo, un judío devoto y tío de Ester, aborrece
al perverso Amán, un alto funcionario de Asuero, quien conspira para que tanto Mardoqueo como
todos los judíos del imperio sean ejecutados en un solo día. El complot es desbaratado cuando
Esther intercede por su pueblo ante Asuero, y Amán es ahorcado en la misma horca que había
hecho preparar para Mardoqueo. Este es elevado al puesto dejado vacante por Amán, y se
autoriza a los judíos a que aniquilen a 75,000 de sus enemigos, sin que con ello hurten sus bienes.

A simple vista la historia no parece guardar ninguna relación con los mandatos divinos, pero es
sólo eso; una historia, Esto ha sido motivo de fiesta para muchos judíos en la primavera de la
Fiesta de Purim, una ocasión para la rebeldía y la dramatización de la historia de Esther, con
ovación para Mardoqueo y abucheo para Amán. Es una fiesta más popular que religiosa.

Bajo el punto de vista cristiano podemos leer el libro de Esther como un recordatorio de la
protección que recibimos constantemente de Dios, y ver la historia como un presagio de la victoria
final de Jesús sobre el mal.

Conclusión

Al estudiar los libros didácticos del Antiguo Testamento, muchas personas se desalientan por lo
que leen. En estos libros se encuentran cada uno de los posibles pecados, cada una de las
debilidades humanas, cada una de las tragedias, y cada uno de los fracasos. Seguramente los
lectores esperaban encontrar más veracidad y belleza en la historia del encuentro de Dios con la
humanidad.

Pero el Antiguo Testamento lo cuenta tal cual es. Presenta la verdad y la belleza que emanan del
amor creativo y de la fidelidad eterna de Dios en las respuestas de grandes creyentes como Tobías,
Ruth o Esther. Sin embargo no presenta un retrato retocado, sino que muestra que la humanidad
sin Dios es proclive al desastre y a la decadencia. Estos libros demuestran nuestra necesidad de
salvación, y que ésta debe venir siempre de Dios.

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