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CAURIENSIA, Vol.

IX (2014) 213-243, ISSN: 1886-4945

213

san pedRo de alcÁntaRa,


de enRique péRez comendadoR:
una apRoXimación filosófico-teológica

Manuel lázaro pulido


Instituto Teológico de Cáceres (UPSA)
C.E.P.P. / Universidade Católica Portuguesa – Porto

resuMen

En el presente estudio se realiza una presentación de la escultura de san Pedro de


Alcántara del artista de Hervás Pérez Comendador. La perspectiva de la lectura realiza-
da entra dentro de la historia del pensamiento analizando la obra en el contexto personal,
histórico y artístico del autor, de la significación implícita y explícita de su composición
en diálogo con la teología alcantarina y el contexto filosófico-teológico de la composi-
ción escultórica.
Palabras clave: Pérez Comendador, historia de la teología, historia del pensamien-
to, escultura, Pedro de Alcántara (san)

aBstract

The present study will realize the presentation of the sculpture of St. Peter of Al-
cantara made by the artist Hervás Pérez Comendador. The prospect of reading done
falls will be take place within the history of thought by analyzing the work in personal,
historical and artistic context of the author’s implicit and explicit meaning of his com-
position alcantarina dialogue with theology and philosophical-theological context of the
sculptural composition.
Keywords: Pérez Comendador, history of the theology, history of the Thought,
sculpture, Peter of Alcántara (st.).
214 Manuel lázaro pulido

I. SAN PEDRO DE ALCÁNTARA DE PÉREZ COMENDADOR

Una de las imágenes con las que se identifica la Plaza de Santa María de
Cáceres es la que aparece en el esquinazo noroccidental de la Iglesia de Santa
María la Mayor de Cáceres, elevada a Concatedral por el papa Pío XII en 1957
(fig. 1). La obra patrocinada por la Diputación provincial de Cáceres, es una
escultura monumental de bronce de 2,50 metros de san Pedro de Alcántara
sujetando una gran cruz, del escultor de Hervás, Enrique Pérez Comendador
fundida en 1954, que constituye una de las obras más populares de la escultura
pública de Cáceres1 y “una de las más logradas creaciones públicas de Pérez
Comendador”2. A la obra le acompañan dos bocetos de bastoncillo y otros
modelos preparatorios de madera que se encuentran en el museo de Hervás3.
Más tarde, en 1959, el mismo artista realiza una réplica policromada de tamaño
menor que es donada al convento franciscano del Convento de la Inmaculada
Concepción de El Palancar, en Pedroso de Acím (Cáceres), ubicada en una
capilla adornada por quien fuera su esposa –también artista, pintora pensionada
en la Casa de Velázquez de Madrid– Madeleine Leroux Morel, hija del pintor
francés Auguste Leroux (1871-1954)4, con quien se casó en 19315. El adorno
se trata de un mosaico en el que entre alegorías marianas aparecen personajes
importantes en la vida del santo extremeño como santa Teresa de Jesús, de
quien sabemos su famosa descripción física y psicológica –“Mas era muy viejo

1 Cf. Mª. M. lozano, Escultura pública y monumentos públicos en Cáceres, Cáceres, Uni-
versidad de Extremadura, 1988, 39-43.
2 M. Bazán, “La escultura monumental de Enrique Pérez Comendador”, en Norba-Arte, 30
(2010), 212. Sobre esta escultura cf. La estatua de San Pedro de Alcántara en Cáceres. Obra de Enri-
que Pérez Comendador, Diputación Provincial, Cáceres, 1956.
3 Cf. C. velasco – J. de hinJos, “Museo Pérez Comendador-Leroux. Nuevos fondos y bús-
queda de la utilidad social de la institución museística”, en Revista de Museología, 32 (2005), 116-121.
4 Sobre el pintor e ilustrador francés escribe el mismo Enrique Pérez Comendador: “El pin-
tor e ilustrador Auguste Leroux”, en Academia: Boletín de la Real Academia de Bellas Artes de San
Fernando, 6 (1958), 15-24. Su labor ilustradora es de gran relevancia lo que le vale la amistad con
novelistas y literatos como Félicien Champsaur, a quien ilustró, entre otras, su obra L’Orgie latine.
Este literato le hace interlocutor en una de sus obras Le Chemin du désir. M.-Ch. paillard, Admirable
tremblement du temps: le vieillir et le créer, Clermont-Ferrand, Centre de recherches sur les littératures
modernes et contemporaines – Presses Universitaires Blaise Pascal, 2008, 145.
5 La esposa del artista no renunció a su trabajo artístico y, sin duda, se influyeron mutuamen-
te. Resulta interesante señalar algunas líneas de la crónica que realiza para el periódico ABC, el corres-
ponsal en París, Enrique Lasante, sobre la exposición que el matrimonio realizó (22 óleos, dos ceras
y una tinta de Magdalena Leroux y cuatro bronces y dos terracotas de Enrique Pérez Comendador)
en la sala “Arte al día” de la Biblioteca Española en la capital francesa: “Magdalena Leroux de Pérez
Comendador y Enrique Pérez Comendador de Loroux –¿por qué no?– han traído a París un resumen de
sus cincuenta años de creación artística… Magdalena ofrece una muestra de su sensibilidad en sus pai-
sajes españoles”. e. lasante, “Singular y bella exposición de Magdalena Leroux en París”, en ABC,
17 de octubre de 1979, 34.

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San Pedro de Alcántara, de Enrique Pérez Comendador: una aproximación filosófico-teológica 215

cuando vine a conocerlo, y tan extrema su flaqueza, que no parecía sino hecho
de raíces de árboles. Con toda esta santidad era muy afable, aunque de pocas
palabras, si no era con preguntarle; en estas era muy sabroso porque tenía un
lindo entendimiento”6– y de cuya relación espiritual y mística7 podemos señalar
una iconografía artística que ha sido estudiada por Salvador Andrés Ordax8, o
san Francisco de Borja abrazado al santo que pasó por el cenobio franciscano9.
Y aparecen referencias alcantarinas y del lugar –el convento de El Palancar–
como la higuera milagrosa. Una escena descrita por el estudioso franciscanista
Manuel Castro con las siguientes palabras: “bajo un cielo extremeño de intenso
azul y sobre un terreno de rocas entre las cuales corre un manantial; al fondo y
al lado izquierdo, la higuera milagrosa, de marcado sabor umbro”10.
La realización por parte del escultor de la figura de san Pedro de Alcántara
no nace de la casualidad. Tiene un componente personal y contextual. La sig-
nificación personal se refleja en la propia talla, toda vez que es, en realidad, un
autorretrato de Pérez Comendador.
El escultor Enrique Aniano Pérez Comendador es un artista11 extremeño
como san Pedro de Alcántara es un religioso penitente-místico extremeño, a

6 teresa de Jesús, Libro de la vida, c. XXVII, 18, ed. Mª de los h. hurtado, Madrid,
EDAF, 2007, 242.
7 Cf. v. gonzález, Biografía de San Pedro de Alcántara. Apoyo de la Reforma Teresiana,
Sandoval, Plasencia, 1982.
8 “Iconografía teresiano-alcantarina”, en Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueo-
logía, 48 (1982) 301-326. Cf. F. Moreno, “San Pedro de Alcántara y la transverberación teresiana en la
estampa alemana del último Barroco”, en Cauriensia, 7 (2012), 421-432.
9 Está documentada la buena relación establecida entre los dos santos, Pedro de Alcántara y
Francisco de Borja desde que se conocieran en Barcelona, siendo el futuro jesuita Virrey de Cataluña.
Se fraguó una amistad que tendrá continuación como señala Rafael Sanz: “Fr. Pedro de Alcántara visi-
tó y trabó amistad sincera y llana con el virrey en esta ocasión; Fr. Juan de Tejada les sirvió de interme-
diario y ambos futuros santos tratarían prolijamente sus planes y problemas, resueltos en fr. Pedro y un
poco embrollados en el de Borja, que desembocaron definitiva y providencialmente en el glorioso por-
venir que todos conocemos”. r. sanz (ed.), “Vida de San Pedro de Alcántara”, en id., Vida y escritos
de san Pedro de Alcántara, Madrid, BAC, 1996, 43. San Francisco de Borja visita el eremitorio de El
Palancar el mes de noviembre de 1557, cumpliendo la promesa que le había hecho desde Jarandilla, el
22 de agosto de ese año en carta: “Sabe el Señor lo que con las cartas y cosas de V. R. mi ánima se con-
suela. Fuera yo de buena gana a su hermita de V. R. y tuviérala por un paraíso en la tierra… a la vuelta
espero en el Señor que nos veremos y trataremos particularmente”. “Carta de San Francisco de Borja a
San Pedro de Alcántara (Jarandilla, 22 de agosto de 1557)”, en Ib., 164. Cf. u. d’alençon, “Un chapi-
tre de l’histoire de l’amitié des Saints S. Pierre d’Alcantara et S. François de Borja”, en Franciscana,
11 (1923), 256ss; A. Barrado, “San Pedro de Álcantara en las Provincias de San Gabriel, la Arrábida
y San José”, en Archivo Ibero-Americano, 22 (1962), 470, 560.
10 M. castro, “San Pedro de Alcántara en el arte”, en Archivo Ibero-Americano, 87-88
(1962), 587.
11 Sobre su caracterización artística cf. J. hernández, “Semblanza artística de Pérez Comen-
dador”, en Boletín de Bellas Artes, 10 (1982), 75-88.

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la postre patrón de la diócesis de Coria-Cáceres12. Nace en 1900 en Hervás y


mantiene una relación estrecha con Extremadura, a la vez que profundiza sus
conocimientos artísticos en numerosos viajes y en su vinculación a la Academia
española de Bellas Artes de Roma (1934-1939) –en esa época es aún un joven
por descubrir13–, en una época de cambios y en la que como señala Ramón del
Valle-Inclán, a la postre candidato a su dirección, es el último refugio de cali-
dad: “Perdida esta tradición [la de la escultura española en sus grandes momen-
tos, la policromada desde el Maestro Berruguete], para la escultura charlatana
de parques y plazuelas, el mal menor está en Roma”14. De esta prestigiosa insti-
tución llegó a ser más tarde su director (1969-1973)15.
El afán por el autorretrato es precoz en Pérez Comendador. A los quince
años ya realiza uno. Más tarde en Santillana del Mar aparece en el grupo proce-
sional del traslado del Señor al sepulcro de la Cofradía de San Fernando, bajo
la figura de José de Arimatea (fig. 2). Por otra parte, el trabajo artístico dentro
de la imaginería religiosa es algo que el artista adquiere desde su periodo de
estudio en Sevilla, ciudad a la que guardará siempre mucho cariño. Algunos
estudios recientes han señalado su pertenencia a la “generación más destacada
de escultores e imagineros academicistas del siglo XX”16. En torno a la época
en la que se ejecuta la escultura monumental de san Pedro de Alcántara el
hervasense esculpe el citado conjunto procesional de Santillana del Mar (1948-
1951) y coincidiendo con la réplica policromada del santo franciscano (1957),
compuso y realizó el paso procesional de la Despedida de Jesús para la Cofra-
día de Jesús de la Tercera Caída de Zamora. Se trata de un conjunto procesional
constituido por dos figuras en madera de pino, cedro y ciprés y pintado al óleo
con ojos de marfil, carey y asta, a tamaño natural que representan a Cristo y a
la Virgen, donde se puede apreciar el gusto del artista por cuidar los detalles

12 Mons. M. llopis ivorra, “Carta Pastoral sobre el admirable espíritu de penitencia de San
Pedro de Alcántara, patrón de la diócesis”, en Boletín Oficial del Obispado de Coria-Cáceres, 1968.
13 “De Pérez Comendador afirma [Luis Claudio Mariani en El Liberal] que es demasado jo-
ven, y que nada puede aventurarse todavía de su arte”. i. c. rodríguez, Arte y cultura en la prensa. La
pintura sevillana (1900-1936), Sevilla, Universidad de Sevilla, 2000, 174.
14 R. del valle-inclán, “21-02-1933, Madrid [2590/18] Memoria de Valle-Inclán sin des-
tinatario explícito: Academia de Bellas Artes de España en Roma, Informe”, en M. santos et al.,
Todo Valle-Inclán en Roma (1933-1936). Edición, anotación, índices y facsímiles - VI/5ª, Santiago
de Compostela – Pontevedra, Universidade de Santiago de Compostela – Deputación Provincial de
Pontevedra, 2010, 95.
15 Sobre la vida de Enrique Pérez Comendador cf. J. hernández, El escultor Pérez Comenda-
dor 1900-1981 (Biografía y obra), Ed. La Gran Enciclopedia Vasca, Barcelona 1986, pp. 15-28; 143-
156. Una reseña de su vida y obra en “Necrología del Excmo. Sr. D. Enrique Pérez Comendador”, en
Academia: Boletín de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, 52 (1981), 5-23.
16 B. BeJarano, “Enrique Pérez Comendador (1900-1981). Escultor imaginero”, en Revista
de estudios extremeños, 69 (2013), 1768. Cf. id, Enrique Pérez Comendador, 1900-1981. Escultor
imaginero: Los pasos procesionales, Cáceres, Institución Cultural El Brocense, 2012.

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gestuales, mímicos y distintivos que muestren el momento espiritual que se está


representando, cuidando los detalles academicistas propios del Catedrático de
Modelado al Natural en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando en Madrid
que fue en el periodo que va de 1941 a 1970. La tendencia artístico-estética se
mueve, como es lógico en los academicistas de su época, por la recuperación
de las formas neoclásicas y barrocas, si bien el artista de Hervás mira de reojo,
según algunos críticos, al medioevo17. Él mismo dice así, por las fechas en las
que se crea la imagen replicada de san Pedro de Alcántara, respecto de su aca-
demicismo y las nuevas formas que él denomina pseudoartísticas18:
“No faltará quien sonría y piense: «estamos escuchando a un reaccionario, a un
académico». Si reaccionario es reaccionar contra la rutina y la ñoñez, somos
reaccionarios. ¿Seremos académicos por conservar la fe, el recato, la conciencia
de lo arduo de nuestra disciplina, por permanecer al margen del griterío «mien-
tras la vergüenza dura»? ¿Lo seremos acaso al tratar de hacer no arte de ahora
mismo, sino de mañana, este arte que no se hace con cálculo mercantil o genio
publicitario, ni en tertulias, sino en el obrador, en silencio, con perseverante
dedicación en el cual el bien hacer, el buen oficio es perseguido como parte in-
trínseca e insoslayable de la creación artística?”19.

Sin duda alguna, esta apuesta artística sirve mejor a uno de los fines evoca-
dos por el propio escultor a la hora de realizar su quehacer artístico:
“la exaltación de los hombres que más contribuyeron a forjar la grandeza his-
tórica de España. Entre ellos algunos franciscanos: el Cardenal Ximénez de
Cisneros, San Pedro de Alcántara y Fray Juan Ramos de Lora, fundador de la
Universidad de los Andes, en Venezuela”20.

Estas palabras son un testimonio tan subjetivo como significativo en la


figura del propio autor, cuando él mismo se ve impelido a hablar de su obra
escultórica monumental –una más de su amplio catálogo, pues Pérez Comen-
dador realiza más de veinte monumentos, aunque no todos fueron pagados y,

17 Si bien al decir de Moisés Bazán de Huerta: “Si Ávalos asumió en sus esculturas influen-
cias más próximas al Renacimiento o el Barroco, Comendador en estos bocetos parece apostar por el
medievalismo como fuente inspiradora”. M. Bazán, “La escultura”, o. c., 211.
18 e. pérez coMendador, De escultura e imaginería. Elogio de la maestría, Madrid, Real
Academia de Bellas Artes, 1957, 45: “El materialismo ha grabado en la mente de las masas la idea de
un mundo nuevo y esta idea la propaga también con el arte. En los países no comunistas subrepticia y
abiertamente se fomenta el seudoarte que disocia, confunde y desmoraliza”. Cf. también id., Comen-
tarios de un escultor a la Sagrada Congregación del Santo Oficio, Bilbao, Junta Diocesana de Acción
Católica, 1953, 53.
19 e. pérez coMendador, De escultura e imaginería, o. c., 15.
20 e. pérez coMendador, “Estatua monumental imagen de San Francisco de Asís. Atrio del
Monasterio-Basílica de Guadalupe”, en Academia. Boletín de la Real Academia de Bellas Artes de San
Fernando, 49 (1979), 27-28.

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por lo tanto, no vieron la luz pública21– de san Francisco de Asís, esculpida para
ser colocada en el atrio del Monasterio de Guadalupe en 1978. Pérez Comen-
dador –según confiesa él mismo– conoce la figura de san Francisco de Asís
cuando apenas cuenta con 20 años de edad de la mano de una amiga suya, la
poetisa Cristina de Arteaga (1902-1984), quien encarnó en cierta forma el ideal
franciscano aunque fuera llamada a la vida religiosa jerónima, al dejar su vida
de riqueza para dedicar su vida a Dios como religiosa jerónima bajo el nombre
de religión de Sor Cristina de la Cruz, llegando a ser abadesa22. Dicha estatua
del Fundador de la Orden de Hermanos Menores, según expresa el autor, colma
sus ilusiones: “la de efigiar a San Francisco y la de mi presencia duradera en el
Monasterio de Extremadura”23.
La exposición comentada de Pérez Comendador de la realización de esta
estatua en Guadalupe nos ayuda a entender la que nos ocupa. Por un lado, el
interés del autor por los personajes ilustres en la historia de España; por otro
lado, la importancia que en esta historia tiene el franciscanismo, a ello se le
suma la identidad del autor con su tierra: Extremadura.
San Pedro de Alcántara reúne estos tres elementos. No es de extrañar que
su identificación, sumado al gusto por el autorretrato culmine en la figura que
estamos comentando. Junto al interés, el autor expone el modo de actuación
en la composición: acudir a las fuentes, creación mental de la imagen, comu-
nión espiritual y cuidado pedagógico –casi pastoral: “Todo, desde Asís hasta
la última caricia, fue como una larga oración, intercalada de meditación y
lecturas, que ambicionaba edificar a los fieles”24–, la utilización de símbolos,
el cuidado de los detalles a la hora de resaltar la personalidad (humana y reli-
giosa) del santo y que la escultura comunique, casi dialogue, con el espectador
de forma que se pueda combinar la lectura personal con el respeto a la imagen
tradicional, en una visión renovada de lo que es:
“He querido, en fin, –dice de la imagen de san Francisco de Asís– una imagen
que nada más mirarla atraiga y edifique, y que siendo la imagen del Santo nos

21 J. hernández, El escultor, o. c., 119


22 e. pérez coMendador, “Estatua monumental”, o. c., 27. La religiosa jerónima fue una reco-
nocida escritora, poetisa e historiadora (la primera mujer en obtener el grado de doctor en Historia en
España) que recibió varias distinciones como la Medalla de Oro de la ciudad de Granada en 1968, fue
miembro de la Real Academia de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría. Dedicó en su obra poética
algunos versos a san Francisco de Asís, como Coronas o Entrega total. c. de arteaga, “Coronas”, en
J. Mª peMán – M. herrero (comps.), Suma poética: amplia colección de la poesía religiosa española,
Madrid, BAC, 1950, 739; c. de arteaga, “Entrega total”, en a. M. saavedra – Mª c. patiño – l.
luna (eds.), Trilogía poética de las mujeres en Hispanoamérica. Místicas, Ciudad de México, Ed. La
Cuadrilla de la Langosta, 2004, 337.
23 e. pérez coMendador, “Estatua monumental”, o. c., 28.
24 L. c.

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legaron los siglos, esto es, tradicional, sea al mismo tiempo nueva y distinta, no
dramática y doliente, sino poética y placentera”25.

Como esta imagen del Poverello de Asís, la escultura monumental de san


Pedro de Alcántara representa el estado del espíritu de su creador, su búsqueda
por profundizar en la espiritualidad (¿acaso forjándose desde los valores del
santo franciscano: tradición renovada de su tiempo, franciscanismo, espirituali-
dad y ascetismo, cuidado de las almas, fruto para Extremadura y España?). Lo
que parece evidente es la necesidad que siente Pérez Comendador por señalar
la importancia de este alimento espiritual en todo hombre y más en el artista:
“El espíritu –sostiene Pérez Comendador– necesita su formación y más la perso-
nalidad del artista. Siempre ha sido así, pero hoy es imperativa en mayor grado
este ansia de buscarse a sí mismo, en medio del acelerado bullicio de nuestro
tiempo, el oasis, el remanso de paz, donde puedan, obrando pausadamente, en-
contrarse y realizarse. Vivimos hoy bajo el signo de lo económico; mas no nació
nunca la hermosura bajo este signo”26.

Pedro de Alcántara aúna en su personalidad –y representa en la historia de


la espiritualidad– los elementos aquí evocados: la búsqueda de la belleza desde
la vida de la pobreza propia del franciscanismo y la renovada tradición de la
vida menor en y desde la hondura de la espiritualidad del recogimiento francis-
cano constituyendo la espiritualidad de la Descalcez alcantarina27.
La suma de estos elementos aparece en su escultura del asceta-místico
franciscano de Alcántara.
Efectivamente, san Pedro de Alcántara es uno de los representantes más
acabados de la mística del recogimiento franciscano28. San Pedro de Alcántara
es un personaje dotado de la fuerza de Dios, proyectó en el mundo la profundi-
dad de su recogimiento y su vida eremítica29. No es solo un atleta de la ascética,
sino uno de los grandes teóricos de la contemplación.

25 Ib., 29.
26 e. pérez coMendador, “La Academia Española de Bellas Artes de Roma”, en Academia.
Boletín de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, 28 (1969), 78-79.
27 J. herranz, “Espiritualidad de la Descalcez alcantarina”, en s. garcía (coord.), San Pedro
de Alcántara, hombre universal. Congreso de Guadalupe, 1997, Guadalupe, Ed. Guadalupe, 1988,
307-339.
28 Cf. M. andrés, “La mística del recogimiento”, en R. sanz, Vida y escritos de san Pedro de
Alcántara, o. c., XVII-LXV.
29 Para una bibliografía alcantarina, cf. A. raMiro, “Fondos bibliográficos y documentales al-
cantarinos en la Biblioteca del Real Monasterio de Santa María de Guadalupe”, en s. garcía (coord.),
San Pedro de Alcántara, o. c., 693-718.

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San Pedro de Alcántara es un “asceta, un místico, un reformador”30. Capaz


de proyectar universalmente “a todos los hombres y en todo tiempo”, la profun-
didad del misterio divino. Su figura aúna la tipología y la teología franciscana:
pobreza, ascética, recreación de la belleza creada, amor a la cruz de Cristo,
radicalidad evangélica y renovación espiritual propias del Fundador, oración,
meditación y contemplación desde la afabilidad y la inteligencia, como señala
Teresa de Jesús hablando del recogido extremeño. Sin duda, santa Teresa de
Jesús ayuda mucho en la divulgación de su caracterología, tenida en cuenta
representada, a su vez, por Enrique Pérez Comendador, como muestra la citada
composición que hace la mujer de Enrique Pérez Comendador, Margarita
Leroux, en El Palancar. La doctora de la Iglesia en el capítulo XXVII de su
Libro de la vida lo define con las siguientes palabras:
“16. ¡Y qué bueno nos le llevó Dios ahora en el bendito Fray Pedro de Alcánta-
ra! No está ya el mundo para sufrir tanta perfección. Dicen que están las saludes
más flacas y que no son los tiempos pasados. Este santo hombre de este tiempo
era; estaba grueso el espíritu como en los otros tiempos, y así tenía el mundo de-
bajo de los pies. Que, aunque no anden desnudos, ni hagan tan áspera penitencia
como él, muchas cosas hay –como otras veces he dicho– para repisar el mundo,
y el Señor las enseña cuando ve ánimo. ¡Y cuán grande le dio Su Majestad a
este santo que digo, para hacer cuarenta y siete años tan áspera penitencia, como
todos saben! Quiero decir algo de ella, que sé es toda verdad.
17. Díjome a mí y a otra persona, de quien se guardaba poco (y a mí el amor
que me tenía era la causa, porque quiso el Señor le tuviese para volver por mí y
animarme en tiempo de tanta necesidad, como he dicho y diré), paréceme fueron
cuarenta años los que me dijo había dormido sola hora y media entre noche y
día, y que éste era el mayor trabajo de penitencia que había tenido en los prin-
cipios, de vencer el sueño, y para esto estaba siempre o de rodillas o en pie. Lo
que dormía era sentado, y la cabeza arrimada a un maderillo que tenía hincado
en la pared. Echado, aunque quisiera, no podía, porque su celda –como se sabe–
no era más larga de cuatro pies y medio.
En todos estos años jamás se puso la capilla, por grandes soles y aguas que
hiciese, ni cosa en los pies ni vestida; sino un hábito de sayal, sin ninguna otra
cosa sobre las carnes, y éste tan angosto como se podía sufrir, y un mantillo de
lo mismo encima. Decíame que en los grandes fríos se le quitaba, y dejaba la
puerta y ventanilla abierta de la celda, para que con ponerse después el manto y
cerrar la puerta, contentaba al cuerpo, para que sosegase con más abrigo. Comer
a tercer día era muy ordinario; y díjome que de qué me espantaba, que muy posi-
ble era a quien se acostumbraba a ello. Un su compañero me dijo que le acaecía

30 Mons. a. Montero, “San Pedro de Alcántara, patrono de la Iglesia extremeña: Su mensaje


para le tercer milenio del cristianismo”, en s. garcía (coord.), San Pedro de Alcántara, o. c., 27-33.

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estar ocho días sin comer. Debía ser estando en oración, porque tenía grandes
arrobamientos e ímpetus de amor de Dios, de que una vez yo fui testigo.
18. Su pobreza era extrema y mortificación en la mocedad, que me dijo que le
había acaecido estar tres años en una casa de su Orden y no conocer fraile, si
no era por el habla; porque no alzaba los ojos jamás, y así a las partes que de
necesidad había de ir no sabía, sino íbase tras los frailes. Esto le acaecía por los
caminos. A mujeres jamás miraba; esto muchos años. Decíame que ya no se le
daba más ver que no ver. Mas era muy viejo cuando le vine a conocer, y tan ex-
trema su flaqueza, que no parecía sino hecho de raíces de árboles.
Con toda esta santidad era muy afable, aunque de pocas palabras, si no era con
preguntarle. En éstas era muy sabroso, porque tenía muy lindo entendimiento.
Otras cosas muchas quisiera decir, sino que he miedo dirá vuestra merced que
para qué me meto en esto, y con él lo he escrito. Y así lo dejo con que fue su fin
como la vida, predicando y amonestando a sus frailes. Como vio ya se acababa,
dijo el salmo de Laetatus sum in his quae dicta sunt mihi, e, hincado de rodillas,
murió.
19. Después ha sido el Señor servido yo tenga más en él que en la vida, aconse-
jándome en muchas cosas. Hele visto muchas veces con grandísima gloria. Díjo-
me la primera que me apareció, que bienaventurada penitencia que tanto premio
había merecido y otras muchas cosas. Un año antes que muriese, me apareció
estando ausente, y supe se había de morir, y se lo avisé. Estando algunas leguas
de aquí cuando expiró, me apareció y dijo cómo se iba a descansar. Yo no lo
creí, y díjelo a algunas personas, y desde a ocho días vino la nueva cómo era
muerto, o comenzado a vivir para siempre, por mejor decir31.

Hemos reproducido esta cita, aunque sea un poco extensa, porque recoge,
sin duda, los elementos que favorecen la comunicación artística de la figura de
san Pedro que estarán presentes en la iconografía del santo y también, en la de
nuestra escultura. Elementos que se tendrán en cuenta en la propia reproduc-
ción del convento primitivo en El Palancar, una reproducción que es más meta-
fórico-simbólica y teológica que propiamente restauradora en el seguimiento de
los criterios32. La descripción de la santa y la lectura de su obra y hagiografía se
termina imponiendo a los criterios meramente históricos. Y esto se realiza en el
momento de la creación de la obra, quizás rememorando la afirmación del her-
vasense de que la tradición ha de ser respetada desde la propuesta de su tiempo.

31 teresa de Jesús, Libro de la vida, c. XXVII, 16-19, o. c., 241-243.


32 J. Bonilla, “Convento de la Inmaculada Concepción, de El Palancar, Pedroso de Acim”, en
El Monasterio de Guadalupe, 583-584 (1956), 233-236. Cf. a. Barrado, “El Palancar de San Pedro
de Alcántara”, en Guadalupe, 667 (1983), 276-280; 668 (1984), 33-37, 669 (1984), 88-89; S. Monas-
terio, “El Palancar, sesenta años de exclaustración”, en Bética Franciscana, 2 (1997), 192-201; A.
araya, “El Palancar, presencia viva de San Pedro de Alcántara”, en s. garcía (coord.), San Pedro de
Alcántara, o. c., 269-305.

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222 Manuel lázaro pulido

El paradigma presentado del reformador franciscano, pronto muy popular ya en


su propia vida33, se impone como referente y culmina en cuanto patrono de la
iglesia extremeña. Mons. Antonio Montero señaló perfectamente el significado
de este patronazgo, que es la culminación de una profundización del culto al
santo penitente que había promovido el obispo de Coria Ramón Peris Mancheta
(1894-1920) y a la señalada revitalización del Convento de El Palancar:
“salta a la vista el contraste clamoroso entre ese modelo existencial (san Pedro
de Alcántara), ese género de vida y los que ahora imperan en la de la unidad Eu-
ropea, de la España y de la Extremadura autonómica…
Vivimos en un planeta que todavía puede denominarse como del hambre y de la
pobreza, que exige a voz en grito que se proclame a los cuatro vientos la digni-
dad de los pobres, la indignidad idolátrica del despilfarro. Tener por patrono a
un pobre voluntario, a un hombre libre, escueto y esencial, lleno de amor y de
alegría, no está mal como pórtico de un nuevo milenio cristiano, que quiere re-
cuperar, al menos en los seguidores de Cristo, el verdor del Evangelio, la verdad
matinal de las Bienaventuranzas… Es la voz de los místicos y de los monjes
que, paradójicamente, está provocando un fuerte atractivo en los hombres opa-
cos, en los intelectuales cansados… ¡Pedro de Alcántara, danos tu secreto de la
verdad sencilla, de la fortaleza indomable, de la esperanza alegre!”34.

II. CONTEXTO FILOSÓFICO-TEOLÓGICO DE LA SIMBOLOGÍA AL-


CANTARINA

Volvamos a la escultura de san Pedro de Alcántara y a su simbología.


Hemos apuntado algunos elementos de su constitución y su tratamiento. La
simbología es esencial a la técnica artística del escultor extremeño. Ella lleva
implícita una carga de historia de pensamiento, un background muy interesante
que es útil profundizar para comprender lo que el artista quiso trasmitir de
forma explícita, como en lo que podíamos llamar su currículo oculto, es decir
la carga de la tradición de pensamiento que se asume más allá de la conciencia
que se tenga de la misma.
Esta fuente de la historia de pensamiento interno a la simbología no solo
afecta al artista, sino también al espectador, en un acto de contemplación y
vivencia semiótica. Claudio Cortés subraya la importancia de procesar los
componentes que sirven de insumos para la interpretación de la obra escultórica

33 Cf. v. gonzález, Vida popular de San Pedro de Alcántara, Cáceres, Diputación Provincial,
Servicios culturales, 1962; J. Meseguer, “Glorificación de San Pedro de Alcántara”, en Archivo Ibero-
Americano, 87-88 (1962), 717-742.
34 Ib., 37.

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San Pedro de Alcántara, de Enrique Pérez Comendador: una aproximación filosófico-teológica 223

y la articulación de los componentes y sus respectivos conexos con el fin de


poder iniciar un camino de búsqueda de certezas interpretativas en la comuni-
cación semiótica, lo que supone “la discriminación del tejido figurativo dado
en la articulación escultórica, ello permite dar cuenta acerca de los diferentes
conjuntos sígnicos que dan consistencia a la forma y función de la imagen”35.
Siguiendo a Peirce podemos señalar que la escultura en cuanto signo es expre-
sión, lugar entre sujeto y objeto. Pero se trata de un signo “cambiante (depende
de la percepción del sujeto que pasa a su vez por varias fases) y triádico, es
decir, consta de tres elementos (representamen, objeto e interpretante)”36. El
movimiento interpretativo tiene una ocasión de lectura a través del contexto
cultural, del mismo modo que el arte –la escultura en nuestro caso– es un ele-
mento privilegiado de interpretación cultural, mediante el signo (y el símbolo)
como lenguaje, especialmente, pragmático37. Teniendo un lenguaje de práctica
experiencial apunta a un significado de experiencia no ajeno al pensamiento
que precisa un contexto:
“El arte y la experiencia… está a mitad de camino –sostiene Roy A. Rappaport–
entre el pensamiento y la experiencia. La significación de una obra de arte se
aprehende sensorialmente, pues las obras de arte tienen trascendencia discursi-
va. A menudo se representan objetos que podemos percibir a través de nuestros
sentidos ordinarios, como en la pintura y la escultura, u objetos de la razón y el
pensamiento, como en la poesía; hasta cuando una obra de arte no muestra, des-
cribe o representa ningún objeto físico ni de pensamiento, como en la música,
tiene un contexto”38.

Reparar en los detalles contextuales ayuda también a comprender mejor la


significación de la obra en la historia del pensamiento, en este caso filosófico-
teológico, más allá de la propia lectura que se pueda hacer desde la historia del
arte.
La sencillez franciscana y la hondura espiritual, su “actitud recogida y
ascética”39, unida a la simbología de la pobreza y el abrazo a la cruz de Cristo

35 c. cortés, “La responsabilidad semiótica en la conciencia estética del crítico: reflexión


desde la teoría Peirce-Bense”, en III Jornadas “Peirce en Argentina 2”, 11-12 de septiembre del 2008
– Grupo de Estudios Pericianos. Disponible en http://www.unav.es/gep/IIIPeirceArgentinaCortes.
html.
36 v. roMeu, “Semiótica y arte. El papel de la primeridad en los procesos de comunicación
estética”, en Razón y palabra, 72, (2010). Disponible en http://www.razonypalabra.org.mx/N/N72/
Monotematico/11_Romeu_72.pdf.
37 e. teresa, Conocimiento, pensamiento y lenguaje: una introducción a la lógica y al pensa-
miento científico, Buenos Aires, Editorial Biblos, 2006, 69.
38 r. a. rappaport, Ritual y religión en la formación de la humanidad, Madrid, Akal, 201,
534.
39 M. Bazán, “La escultura”, o. c., 213.

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224 Manuel lázaro pulido

–simbología que aparece en la escultura– son elementos comunes al francisca-


nismo y que en Pedro de Alcántara, en cuanto reformador de la orden, suponen
un renovado elemento.

1. la Mística del recogiMiento


San Pedro de Alcántara alimenta el franciscanismo en el contexto del siglo
XVI a partir de la espiritualidad recogida40, que sintetiza el esfuerzo intelectual
característico de la mística del recogimiento, que siendo elevación del afecto
frente al entendimiento, sin embargo no se olvida de un diálogo fecundo con
las fuerzas de la espiritualidad franciscanas (y escolásticas), a diferencia de la
mística renana. En la Península Ibérica, la mística del recogimiento se hace pre-
sente en el tejido religioso, en dominicos, franciscanos, jesuitas, mercedarios,
carmelitas, agustinos, benedictinos, cartujos, jerónimos, mínimos, sacerdotes
seculares…, todos ellos expresan nuevas vivencias a partir de la diversidad de
sus tradiciones espirituales, sin caer en el academicismo ni en la literatura esco-
lástica pero en diálogo con las lecturas de los aires humanistas; una enriquece-
dora dialéctica representada en las reformas del franciscano Cardenal Cisneros:
“Los jalones se van colocando escalonadamente a lo largo de la decimoquinta
centuria, hasta que la jerarquía asume oficialmente el movimiento por medio de
Cisneros a partir de 1494. Después merecen ser destacadas algunas fechas, de
modo especial: 1505, año de fusión de la Congregación y de la Provincia entre
los dominicos; 1517, año de la escisión en conventuales y observantes entre los
franciscanos; 1541, capítulo de Dueñas entre los agustinos; todo el interesantísi-
mo y aún no bien estudiado proceso de la descalcez y de los frailes recoletos en
las órdenes religiosas en España, especialmente después de terminado el Conci-
lio de Trento” 41.

En tiempos de Pedro de Alcántara surgen una pléyade de autores que


expresan vivencias comunes que tienen su origen en las tradiciones espiritua-
les y las circunstancias histórico-dogmáticas, y que se imponen a la pluralidad
de carismas de la diversidad de las órdenes y experiencias religiosas cuyas
orientaciones establecerán diferencia en los matices42. En común comparten la

40 Cf. M. lázaro, “Psicología escolástica y piscología mística en el siglo XVI: el Comentario


al De anima y Fr. Juan de los Ángeles OFM”, en Anales del Seminario de Historia de la Filosofía, 31
(2014), en prensa.
41 M. andrés, Los Recogidos. Nueva visión de la mística española (1500-1700), Madrid,
FUE (Fundación Universitaria Española), 1976, 24.
42 “En las reformas y observancias españolas hay que distinguir dos tiempos, el voluntario
interior a cada orden y el obligatorio o imposición o jerarquización de la reforma de Cisneros, debida-
mente autorizada por Alejandro VI en 1464”, M. andrés, La teología española en el siglo XVI, vol.

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San Pedro de Alcántara, de Enrique Pérez Comendador: una aproximación filosófico-teológica 225

experiencia la relación con Dios uno y Trino y la perfección del alma consis-
tente “en la unión que transforma al hombre en Dios”43. Diversas generaciones
que van desde el franciscano observante Lope de Salazar y Salinas (1393-1463)
hasta Fray Luis de Granada (1504-1588) exponente de la reforma dominica44, o
Fray Juan de los Ángeles (1536-1609) desde la observancia franciscana, cum-
bres de la mística del recogimiento.
Los principios del recogimiento vienen expuestos en el Tercer Abecedario
Espiritual de Francisco de Osuna y suponen una búsqueda interior en el cum-
plimiento de las perfecciones:
“1ª. Recoge a los hombres que lo usan haciéndoles de un corazón y un amor;
2ª. Recoge al hombre a sí mismo a dejar negocios distractivos o a apocarlos y
moderarlos;
3ª. Recoge la sensualidad debajo del dominio de la razón;
4ª. Induce al hombre al recogerse y a morar en partes más retraídas y a salir muy
de tarde en tarde;
5ª. Recoge los sentidos;
6ª. Recoge los miembros corporales;
7ª. Recoge las virtudes al hombre que se recoge a él;
8ª. Recoge los sentidos al interior del corazón;
9ª. Recoge las potencias al centro, donde está impresa la imagen de Dios;
10ª. Recoge en uno a Dios y al alma como a casa propia, como si no tuviese
cielos en que morar. No menos solícito él en recogerse a su casa que se casa a
recogerse a él”45.

El recogimiento del que bebe Pedro de Alcántara es la expresión de la


mística franciscana en un proceso de maduración que conoce algunas de sus
fuentes contextuales, amén de la propia espiritualidad franciscana en la intui-
ción de la “devotio moderna”46 y en la búsqueda de la interioridad presente en
el proyecto erasmista. El recogimiento procura un itinerario hacia el encuentro

1, Madrid, BAC, 1976, 247; en la misma obra ver también “Consideraciones generales: i) Dos fechas
importantes 1485, 1494”, 267ss.
43 M. andrés, Los místicos de la Edad de Oro en España y América. Antología, Madrid,
BAC, 1996, 6.
44 Sobre la mística dominica, cf. v. Beltrán, Las corrientes de espiritualidad entre los
dominicos de Castilla durante la primera mitad del siglo XVI, Salamanca, Convento de San Esteban
(Biblioteca de teólogos españoles), 1941; más tarde recogido en “Las corrientes de espiritualidad entre
los dominicos de Castilla durante la primera mitad del siglo XVI”, en Miscelánea Beltrán de Heredia.
Colección de artículos sobre historia de la teología española, t. III, Salamanca, Editorial San Esteban,
1972, 519-671.
45 F. de osuna, Tercer Abecedario Espiritual, ed. M. Andrés, Madrid, BAC, 1972, 244. Cf.
M. andrés, “Introducción a la mística del recogimiento y su lenguaje”, en Mª J. Mancho (ed.), En
torno a la mística, Salamanca, Ediciones Universidad, 1989, 29-55.
46 J. h. van engen, Devotio Moderna: Basic Writings, New York, Paulist Press, 1988.

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226 Manuel lázaro pulido

personal con Dios, alimentado en el siglo XVI en caminos en parte paralelos


por la vía de la emoción y la significación de los Ejercicios Espirituales igna-
cianos. Como señala Weisbach esta nueva espiritualidad muestra:
“el poder de transformar las representaciones religiosas en un intuición sensible
muy concreta y de identificar esta imagen elaborada por la fantasía con un sen-
timiento adecuado a su significación. La fantasía trabaja, pues, tanto desde el
punto de vista de la intuición óptica como el del sentimiento”47.

La mística del recogimiento es teología práctica que narra la experiencia


de la unión entre Dios que se entrega y el hombre viador en y desde el amor. Su
horizonte es Dios, su punto de partida es el hombre concreto y real y su antro-
pología es completa. Para seguir a Cristo es necesario todo el hombre más allá
del entendimiento y de la voluntad: son necesarios los sentidos, las potencias.
Cuerpo y espíritu en uno solo, porque tener dos corazones es como tener dos
cabezas o dos almas.

2. el tratado de oración y Meditación


El elemento del libro (alusivo al Tratado de Oración y Meditación), pre-
sente en la figura de Pérez Comendador es un elemento que se repite en la
iconografía alcantarina anterior al siglo XIX48. Debajo del libro y de los pies,
aparece en la escultura los instrumentos de la penitencia, sin duda el artista ha
sabido leer la referencia del Aviso Octavo49 donde la contemplación es cima
de la mística, frente a la penitencia y la meditación que son elementos que han
de acabar en aquella. La oración es un elemento esencial dentro de la espiri-
tualidad cristiana y, lógicamente, también franciscana. No puede haber vida
apostólica en la mente de Francisco de Asís sin que sea alimentada por una
intensa oración privada, ni pude existir elevación espiritual sin el alimento de la
oración50. Esta experiencia se va haciendo recogimiento en el siglo XVI.
La mística del recogimiento aglutina la experiencia mística y la expresa
al mundo sin olvidar la teología escolástica. Es cierto que la centralidad de la

47 w. weisBach, El Barroco: Arte de la Contrarreforma, Madrid, Espasa Calpe, 1948, 66.


48 F. teJada, “San Pedro de Alcántara en la plástica extremeña”, en s. garcía (coord.), San
Pedro de Alcántara, o. c., 442. Cf. s. andrés ordax et alii, San Pedro de Alcántara y su tiempo. Ex-
posición iconográfica, Cáceres, Diputación Provincial, 1990.
49 Un análisis sobre la teología alcantarina a partir del Aviso Octavo en M. lázaro, “El acceso
antropológico a la meditación con Dios en el Tratado de Oración y Meditación de san Pedro de Alcán-
tara”, en Cauriensia, 1 (2006), 237-249; id., “La reductio en el Tratado de la Oración y Meditación.
Una presencia bonaventuriana más en san Pedro de Alcántara”, en Ars et sapientia, 7 (2006), 161-178.
50 Cf. e. oltra, “Oración”, en id., Vocabulario franciscano, Murcia, Publicaciones del Insti-
tuto Teológico Franciscano – Ed. Espigas, 2005, 141-142

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San Pedro de Alcántara, de Enrique Pérez Comendador: una aproximación filosófico-teológica 227

experiencia divina supone “no pensar nada” y estar “atento a solo Dios y con-
tento”. La forma de la vivencia es la “oración quieta”, con “puro amor, solo
amor”, pues basta con “Dios solo y alma sola”, como expresan las fórmulas de
la epifanía en el sinsentido, que de forma poética escribe Osuna:
“no pensar nada es pensarlo todo, pues entonces pensamos sin discurso en aquel
que todo lo es por eminencia maravillosa y el menor bien que tiene este no
pensar nada de los varones recogidos es una atención muy sencilla y muy sutil
a solo Dios; un disponerse el hombre… para volar con corazón solo a Dios”51.

Pero no pensar nada, no es no pensar, anular el entendimiento y llevar a


la inacción (como en los alumbrados), sino llegar al olvido de sí mismo tras
encontrar el interior del hombre mismo. Se trata de un tesoro espiritual que
debe ser transmitido a todos los hombres y en sus diversos niveles de entendi-
miento. Estos elementos los recoge el Santo de Alcántara en su obra Tratado de
Oración y Meditación. Un libro que no se reduce a ser una especie de reseña del
Libro de la Oración de Fray Luis de Granada, como pensaban algunos autores
dominicos –como por ejemplo el Padre Cuervo52–, sino que conoce la impronta
de su propio espíritu53, tal como refleja una definición de contemplación que
perdurará hasta Molinos54, en su famoso y original Aviso Octavo recordando
una cita de las Collationes de Casiano:
“Es de saber que el officio de la meditación es considerar con estudio y atención
las cosas divinas, discurriendo de unas en otras para mover nuestro coraçón a
algún afecto y sentimiento de [f.117r] ellas, que es como quien hiere un pedernal
para sacar alguna centella dél.
Mas la contemplación es aver ya sacado esta centella, quiero decir, aver ya
hallado ese affecto y sentimiento que se buscaba y estar con reposo y silencio
gozando dél, no con muchos discursos y especulaciones del entendimiento, sino

51 Ib, p. 596.
52 J. cuervo, “Fr. Luis de Granada verdadero y único autor del Libro de la Oración y Medi-
tación”, en Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, 39 (1918), 293-358, 40 (1919), 1-68, 335-417.
En diálogo polémico con el franciscano M. á. narBona, “Le véritable et unique auteur du «Tratado
de Oración»”, en Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, 35 (1916), 139-222; 36 (1917), 145-199,
321-368.
53 Aunque sobre la originalidad del Tratado alcantarino se han vertido diferentes opiniones,
como resume el profesor Francisco Martínez Fresneda en su reseña al libro de Sanz de Valdivieso
sobre la Vida y escritos de san Pedro de Alcántara: “El Tratado de la Oración y Meditación ha tenido
una historia tormentosa en la búsqueda de su autenticidad y seguimiento de la composición... las postu-
ras extremas que defienden que la obra de Fray Luis de Granada (Cuervo, Llaneza, Huerga, dominicos)
o de san Pedro de Alcántara al que copiaría Fray Luis (Miguel Ángel de Narbona; más matizada de
Lorenzo Pérez, León Amorós y Luis Villasante, franciscanos)”. F. Martínez, “Vida y escritos de San
Pedro de Alcántara”, en Carthaginensia, 14 (1998), 421.
54 M. andrés, Historia de la mística de la Edad de Oro en España y América, Madrid, BAC,
1994, 31.

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228 Manuel lázaro pulido

con una simple vista de la verdad. Por lo cual dize un sancto y doctor que «la
meditación discurre con trabajo y con fructo, mas la contemplación sin trabajo
y con fructo; la una busca, la otra halla; la una rumia el manjar, la otra gusta; la
una discurre y haze considera-[f.117v]ciones, la otra se contenta con una simple
vista de las cosas, porque tiene ya el amor y gusto de ellas; finalmente, la una es
como medio, la otra como fin; la una como camino y movimiento y la otra como
término de ese camino y movimiento»”55.

San Pedro de Alcántara reactualiza desde la “escuela” franciscana, espe-


cialmente bonaventuriana, la tradición espiritual. La oración tiene dos momen-
tos –meditación y contemplación– que suponen un camino –un itinerario– gra-
dual (meditación) que ilumine el espíritu (centelleo-scintilla) hasta llegar a la
cointuición de Dios (affectio). Expresa el santo alcantarino en lenguaje místico
el camino propuesto por san Buenaventura en el Itinerarium: el conocimiento
de Dios deviene por un camino gradual ascendente que parte del vestigium
de Dios en el mundo sensible y de la imago de Dios en nosotros, hasta llegar
a un supra-nos que mira al primer principio56. Recoge el santo extremeño la
propuesta bonaventuriana donde el itinerario de la unión con Dios recorre un
camino con tres hitos importantes, tres vías que al superarlas nos llevan al
éxtasis y a la gracia divina. Son tres vías, por lo tanto, progresivas y graduales
y no paralelas. Se trata de una triple vía que refleja en san Buenaventura y en la
literatura mística los grados de perfección57:
“San Buenaventura impulsa este triple camino de modo privilegiado en su obra
De triplici via, escrita hacia los años 1259-1260 después del Itinerarium, desa-
rrolla la temática espiritual de éste subrayando el carácter espiritual del alma que
busca la perfección del encuentro con la gracia divina mediante la meditación, la
contemplación y la plegaria”58.

El centelleo (scintilla) se produce en la sindéresis, que es una centella que


estimula a la conciencia, en cuanto que está más allá de la mente. Inspirado
posiblemente en la tradición de la lectura del Pseudo-Agustín y san Jerónimo,

55 pedro de alcántara, Tratado de Oración y Meditación, en r. sanz (ed.), Vida y escritos,


o. c., 334.
56 “Supra nos, aspiciendo ad primum principium.” (Buenaventura, Itinerarium mentis in
Deum, c. 1, n. 2, en Opera omnia, ed. PP. Colegii a S. Bonaventura, Quaracchi, Ad Claras Aquas, 1882-
1902, Vol. V, 297).
57 Sobre este tema ver los estudios preciosos de J.-g. Bougerol, “La perfection chrétienne et
la structuration des trois vies de la vie spirituel dans la pensée de saint Bonaventure”, en Etudes fran-
ciscaines, 19 (1969), 397-409; id., “La perfezione cristiana e la strutturaizone delle tre vie della vita
spirituale nel pensiero di san Bonaventura”, en Incontri Franciscani, 6 (1970), 69-84.
58 M. lázaro, “Filosofía e espiritualidad en el Itinerarium mentis in Deum de san Buenaven-
tura”, en Revista Portuguesa de Filosofía, 64 (2008), 128.

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San Pedro de Alcántara, de Enrique Pérez Comendador: una aproximación filosófico-teológica 229

san Buenaventura recoge un término de reminiscencias helénicas59, en el Itine-


rarium mentis in Deum, llevando a la sindéresis a la cima de las funciones del
alma60:
“una que se convierte a cointuir los divinos espectáculos, otra que se convierte a
gustar los divinos consuelos. Lo primero se hace por la inteligencia; lo segundo,
por la potencia unitiva o amativa, que es secreta, y de la cual poco o nada cono-
cieron los filósofos”61.

No nos ha de extrañar la presencia de los conceptos espirituales verti-


dos por san Buenaventura en san Pedro de Alcántara, puesto que el opúsculo
bonaventuriano Itinerarium mentis in Deum es una obra de gran profundidad
espiritual62. Además, el doctor Seráfico se presenta a la teología mística como
modelo de transmisión de la experiencia de Dios, y ello se refleja en la mística
peninsular63. Su obra se convierte en clave hermenéutica de primera magnitud,

59 Cf. según los PP. de la edición de Quaracchi, pseudo-agustín, De spiritu et anima, c. 10,
14, 28, PL 40, 785-786, 789-791, 799. s. JeróniMo, Commentaria in Ezechielem, c. 1, v. 7, PL 25, 21.
Cfr. J.-g. Bougerol, “Apex mentis”, en id. (dir.), Lexique saint Bonaventure, Ed. Franciscaines, Paris,
1969, 19; e. von ivanka, “Apex mentis. Wanderrung und Wandlung eines stoischen Terminus”, en
Zeitschrift für katholische Theologie, 72 (1950) pp. 129ss.
60 s. Buenaventura, Itinerarium mentis in Deum, c. 1, n. 4, en Opera omnia, o. c., 297.
61 “Similiter operatio vel potentia divinda duplex est: una, quea se convertit ad contuenda
divina spectacula; alia, quae se convertit ad degustanda divina solatia. Primum fit per intelligentiam,
secundum per vim unitivam sive amativam, quae secreta est, et de qua parum vel nihil noverunt”.
Buenaventura, Collationes in Hexaëmeron, col 5, n. 24, en Opera omnia, o. c., vol. V, 358. Cf. M.
lázaro, “Vivencia interior de la ley natural en San Buenaventura: sindéresis, superación de la dialécti-
ca sujeto-objeto”, en Anuario filosófico, 41 (2008), 85-94.
62 Recordemos que este opúsculo, escrito en la madurez de su pensamiento, refleja toda la po-
tencia del pensamiento bonaventuriano en relación a sus a) fuentes filosófico-teológicas (agustinianas
y dionisianas), b) sus inquietudes espirituales (franciscanas) y c) sus temáticas (filosóficas, teológicas
y espirituales). Nos encontramos ante una obra que escribe Buenaventura tras meditar en el monte Al-
verna sobre san Francisco de Asís, en octubre de 1259, en el que busca la auténtica sabiduría cristiana
desde el espíritu franciscano. El autor es un franciscano de gran profundidad teológica y el resultado es
una obra que busca el camino espiritual del hombre para alcanzar la sabiduría divina desde esquemas
filosófico-teológicos muy claros. Cf. d. tracy, The analogical Imagination: Christian Theology and
the Culture of pluralism, New York, Crossroad, 1981, 381. Sobre la trascendencia de esta obra cf. L.
C. landini, “The Itinerarium mentis in Deum as a religious classic”, en F. de a. chavero (ed.), Bona-
venturiana. Miscellanea in onore de Jacques Guy Bougerol O.F.M., vol. 1, Roma, Ed. Antonianum,
1988, 357-372.
63 Cf. i. vázquez, “Influsso bonaventuriano nella bibliografía spirituale spagnola”, en
AA.VV. Contributi di spiritualità bonaventuriana. Atti del simposio internazionale, Padova, 15-18
settembre 1974, Padova, Studio teologico comune dei frati nel Veneto, 1974-1975, vol. 2, 219-242;
id. “San Buenaventura nella storia della spiritualità spagnola”, en a. poMpei (ed.), San Bonaventura,
maestro di vita fracescana e di sapienza cristiana. Atti del Congresso Internazionale per il VII Cen-
tenario di san Bonaventura da Bargnoregio. Roma, 19-26 settembre 1974, Roma, Pontificia Facultà
Teologica “San Bonaventura”, 1976, 439-459.

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230 Manuel lázaro pulido

junto a la cual pivotan otros autores significativos como los Victorinos64, Balma
y Gerson, y desde el cual poder realizar una adecuada lectura de las afirmacio-
nes espirituales de la mística renanoflamenca. De este modo, la diversidad de
fuentes que pivotan en la obra alcantarina conoce en la doctrina mística francis-
cana transmitida por las obras de san Buenaventura –auténticas y atribuidas– su
epicentro doctrinal insertado en la escuela franciscana. Efectivamente, san Bue-
naventura se hace presente en san Pedro de Alcántara a través de la referencia
directa que el autor tiene en su mente y a través de la presencia del Seráfico
doctor en otros autores místicos, incluido Fray Luis de Granada65, cuya obra
es la base del Tratado de Oración y Meditación. La influencia del pensamiento
pensado como de san Buenaventura en la Orden Franciscana viene de las obras
auténticas y de las apócrifas como las Meditationes vitae Iesu Christi, el Stimu-
lus amoris, el Doctrina cordis del dominico Gerardo de Lieja, las Meditationes
de Passione Domini o la Mistica Theologia de Hugo de Balma, entre otras66. A
esto se suma una significativa presencia de las obras y el pensamiento de san
Buenaventura en los centros de formación de la Orden, y evidentemente dentro
de la Península Ibérica donde en “algunos conventos se puede decir que estaba
todo lo que corría bajo el nombre de S. Buenaventura”67.
Junto a las citas explícitas e implícitas de san Buenaventura se dejan sentir
las lecturas del franciscano flamenco Enrique de Herp (1410-1477) y su Theo-
logia mystica (compilación de la obra del franciscano flamenco realizada en
153868), en la que se encuentra en el vol. II su célebre Spieghel der Volkomen-

64 El pensamiento de los victorinos, especialmente de Ricardo de San Victor tiene un peso


significativo en la mística española y en la devoción ibérica peninsular, de una forma más clara que en
otros lugares. Algunos estudiosos afirman que “Il n’est pas facile de définir précisément l’influence des
victorins sur la dévotion moderne”. n. stauBach, “L’influence victorine sur la dévotion moderne”, en
D. porel (ed.), L’École de Saint-Victor de Paris. Influence et rayonnement du Moyen Âge à l’Époque
moderne. Actes du Colloque international du C.N.R.S. pour le neuvième centenaire de la fondation
(1108-2008), Brepols, Turnhout, 598; pero esto que puede justificarse en diversas áreas europeas, no se
ve de una forma tan diáfana en la mística dle siglo XVI, como se puede ver en la obra de Bernardino
de Laredo.
65 a. huerga, “La huella de San Buenaventura en fray Luis de Granada”, en AA.VV., San
Buenaventura, Madrid, Fundación Universitaria Española, 1976, 69-101.
66 Cf. i. vázquez, “Bonaventura nella storia della spiritualità spagnola”, o. c., , 440-443. So-
bre la catalogación y designación de las obras cf. F. de a. chavero, “El catálogo de las obras de san
Buenaventura. Estado actual de la cuestión”, en Carthaginenesia, 14 (1998), 73-77.
67 i. vázquez, “Libros y lectores de S. Buenaventura en España y Portugal durante la Edad
Media y el Renacimiento”, en F. de a. chavero (ed.), Bonaventuriana., o. c., 141.
68 h. de herp, Theologia mystica cum speculativa, tum praecipue affectiva, quae non tam lec-
tione juvatur quam exercitio obtinetur amoris, tribus libris luculentissime tradita, Melchior Novesa-
nius, Colonia 1538. La compilación fue realizada por Dietrich Lohr van Straatum más tarde por Bruno
Lohr. Los tres volúmenes contienen sus diversas obras Soliloquium Divini Amoris (vol. I); Directorium
Contemplativorum (vol. II) y Eden Contemplativum & Scala Contemplativorum (vol. III).

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San Pedro de Alcántara, de Enrique Pérez Comendador: una aproximación filosófico-teológica 231

heit69, traducida al latín como Directorium aureum contemplativorum70 y que


en España se conoce como Directorio de contemplativos71. Entrando a España
por Sevilla, se convierte en un éxito editorial de la época72. Se les suman los
precedentes de la primera generación de místicos peninsulares franciscanos,
especialmente Francisco de Osuna (1497-1540) y Bernardino de Laredo, lecto-
res atentos de la obra de Herp.
Con probabilidad en la obra alcantarina se hace presente también la teo-
logía mística renanoflamenca73 de Jan van Ruusbroec (o Ruysbroeck, 1293-
1381)74, Johannes Tauler (ca. 1300-1361) y Ludovico Blosio (1506-1566), de
gran difusión en la España de Pedro de Alcántara75, de la mano del citado Enri-
que de Herp, divulgador de las ideas de Ruusbroec, una vez que sus obras son
traducidas al latín por el cartujo alemán Lorenzo Surio (1522-1578), en 155876.
La imagen de San Pedro de Alcántara, de pie, sobre el libro –su Tratado de
Oración y Meditación– es una imagen en la que queda representada también su
hondura espiritual y la tradición franciscana hecha mística en el Siglo de Oro.
Una respuesta, por otra parte, a una teología de la mirada negativa de la exis-
tencia humana, porque aunque Pedro de Alcántara se presente como el padre
de la penitencia, el poso franciscano siempre supone la alegría de la penitencia
como el lugar de trabajo para encontrar la gracia de Dios. La cruz sobre el libro

69 p. schoeFFer, Mainz c. 1475. Para una muestra de los manuscritos en la edición: henricus
de herp, Spieghel der Volcomenheit, con la traducción al latín de Petrus Blomevenna, 2 Vols., ed. de
P. L. Verschueren, Antwerp, Tekstuitgaven van Ons Geestelijk Erf I & II, 1931 (re-edición: hendrik
herp, O.F.M., Spieghel der Volcomenheit. Met de inleiding van de Kartuizer Petrus Blomevenna en de
oorspronkelijke tekstuitgave volgens Lucidius Verschueren in iuxta-vertaling in modern Nederlands,
trad. Jan Janssen, Privéuitgave, Den Bosch, 2005. Cf. W. J. Short, “Hendrik Herp: The Mirror of Per-
fection or Directory of Contemplatives”, en Franciscan Studies, 74 (2006), 407-434.
70 henricus de herp, Directorium Aureum Contemplativorum, Colonia, J. Landen, 1509
(1513 revisada)
71 henricus de herp, Directorio de contemplativos, estudio preliminar, ed. y trad. de J. Mar-
tín Kelly, Madrid, FUE-Universidad Pontificia de Salamanca, 1974; id., Directorio de contemplativos,
ed. de T. H. Martín, Salamanca, Sígueme,1991 (Madrid, BAC, 2004).
72 Cf. T. h. Martín, Enrique Herp (Harphius) en las letras españolas, Ávila, Talleres de El
Diario de Ávila, 1973.
73 Joaquín Sanchís Alventosa ya puso negro sobre blanco la relación e influencia de la mística
alemana en los autores del Siglo de Oro. J. sanchís, La escuela mística alemana y sus relaciones con
nuestros místicos des Siglo de Oro, Madrid, Editorial Verdad y Vida, 1946. Cf. también P. groult,
Los místicos de los Países Bajos y la literatura espiritual española del siglo XVI, Madrid, FUE, 1976.
74 Cf. g. warnar, Ruusbroec: literature and mysticism in the fourteenth century, Leiden,
Brill, 2007.
75 Cf. M. n. uBarri – l. Behiels (eds.), Fuentes neerlandesas de la mística española, Ma-
drid, Trotta, 2005.
76 Sobre la implantación de la obra de Ruusbroec en España cf. J. ruusBroec, Obras, ed., trad.
y not. por T. H. Martín, Madrid, Universidad Pontificia de Salamanca – FUE, 1984, 74-93.

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232 Manuel lázaro pulido

parece representar el trasfondo teológico de la teología mística y la práctica


ascética: la teología de la cruz franciscana.

3. teología de la cruz
Mirando la estatua monumental del asceta y místico de Alcántara realizada
por el escultor hervasense, frente a los elementos presentes en otras esculturas
de épocas anteriores, destaca la liberación de las manos para abrazar la cruz.
Este elemento, original en el siglo XX, sin embargo es la que ha prevalecido en
la iconografía alcantarina contemporánea como ha señalado Florencio-Javier
García Mogollón77, y puede observarse en el San Pedro de la Parroquia de
Santa María de Brozas, del artista riojano Miguel Ángel Sainz o el San Pedro
de Alcántara del escultor emeritense Juan de Ávalos (1967) que descansa en la
parroquia cacereña de San Pedro de Alcántara78 quien supo combinar el báculo
alcantarino en el abrazo a la cruz79.
Consciente o inconscientemente, la teología de la cruz es un elemento
muy importante tanto en el ámbito franciscano como en la época barroca. La
teología de la cruz, nace en el franciscanismo desde la propia experiencia de
san Francisco de Asís y su configuración con el crucificado: “Si a Francisco
se le hubiera preguntado por el motivo de su extraordinaria ascesis –señala
Kajetan Esser–, inmediatamente hubiera señalado sin duda al Crucificado”80.
Esta teología parte de la experiencia de la vida de Francisco y se conecta teo-
lógicamente a la espiritualidad del recogimiento y la teología mística a partir
de la caracterización que de los estigmas hace san Buenaventura en la Leyenda
mayor, uniendo el itinerario espiritual del Fundador con el camino espiritual
que culmina en la vida unitiva. Los estigmas se presentan como el vértice de la
relación del discípulo Francisco con el Maestro: Jesucristo, el Verbo encarnado.
Teológicamente, desde los estigmas se expresa la teología de la cruz, donde el
símbolo del cristianismo aparece como la clave hermenéutica de la cristología,

77 F.-J. garcía, “Iconografía de San Pedro de Alcántara”, en J. a. Fuentes (coord.), Memoria


del V Centenario del nacimiento de San Pedro de Alcántara 1499-1999. Año Santo Alcantarino, Coria,
Delegación del V Centenario del Obispado de Coria-Cáceres, 2001, 216.
78 A la figura del escultor le dedica la revista de la Asociación de amigos de la Real academia
de Extremadura de las Letras y las Artes, Ars et sapientia un ejemplar en el que aparecen tres trabajos:
J. Mª álvarez, “Semblanza de Juan de Ávalos”, en Ars et sapientia, 21 (2006), 13-18; M. Bazán,
“Juan de Ávalos, una vida para la escultura”, en Ars et sapientia, 21 (2006), 19-26; M. vaz-roMero,
“Juan de Ávalos. La grandiosa epopeya de su escultura”, en Ars et sapientia, 21 (2006), 27-43. Cf. M.
Bazán, Juan de Ávalos, Badajoz, Caja de Badajoz, 1996.
79 Cf. M. Muñoz, “El báculo de San Pedro de Alcántara”, en Revista de Estudios Extremeños,
31 (1961), 27-38.
80 k. esser, Temas espirituales, Oñate, Editorial Franciscana Aránzazu, 1980, 47.

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San Pedro de Alcántara, de Enrique Pérez Comendador: una aproximación filosófico-teológica 233

de la revelación y del universo creado, por lo que parece justo hablar de un


“staurocentrismo bonaventuriano”81. Desde una lectura teológica más sanfran-
ciscana del doctor Seráfico, el fenómeno de la estigmatización es el episodio
que significativamente expresa la identificación de san Francisco con el crucifi-
cado. La recepción de los estigmas supone el signo de su vocación personal y el
de la Orden de Hermanos Menores82.
San Francisco de Asís se presenta como modelo de una teología del cruci-
ficado, de una teología de la cruz desde la teología del cuidado de Dios creador.
El Poverello asume su existencia frágil como espacio natural de configuración
con el crucificado, con Cristo que es amor, sin escatimar el dolor. Pero el dolor
de la Pasión solo puede interpretarse desde el acontecimiento de la Resurrec-
ción. Es esta la fuente de oración y contemplación tal y como narra Tomás de
Celano:
“Es bueno recurrir a los testimonios de la Escritura, es bueno buscar en ellas al
Señor Dios nuestro; pero estoy ya tan penetrado de las Escrituras, que me basta,
y con mucho para meditar y contemplar. No necesito de muchas cosas, hijo: sé a
Cristo pobre y crucificado”83.

San Francisco de Asís en un momento de dolor abraza la Pascua que ilu-


mina toda teología en la que la cruz está presente, se trata de la teología de la
grandeza de Dios en el hombre (en su imagen) y en las criaturas (en sus ves-
tigios). Por eso su alma sufriente está acompañada de la escucha de la Palabra
de Dios. Es ahí donde nace toda su actitud ascética, en “la contemplación de
la vida del hombre-Dios Jesucristo y la escucha de su palabra”84. La teología
de la cruz (del crucificado) sanfranciscana es experiencial, contemplativa, no
es metodológica –como lo es la Teología de la cruz luterana nacida de la Tesis
2085: “Crux sola est nostra theologia86, que algunos definen como una teología

81 C. václav, “Crux – Crucifixus”, en e. caroli (ed.), Dizionario Bonaventuriano. Filosofía,


Teologia, Spiritualità, Padova, Editrici Francescane, 2008, 289.
82 F. uriBe, El Francisco de Buenaventura. Lectura de la Leyenda Mayor, Salamanca, Tena-
citas – Escuela Superior de Estudios Franciscanos, 331.
83 t. de celano, Vida Segunda, 105, en San Francisco de Asís, Escritos y Biografías. Docu-
mentos de la Época, ed. J. a. guerra, BAC, Madrid 20008, 291.
84 k. esser, Temas espirituales, o. c., 47.
85 “«Puesto que el mundo no ha conocido a Dios en su sabiduría divina a base de sapiencia, le
ha complacido salvar a los creyentes por la estulticia de la predicación” (1 Co 1,21), de tal manera que
no basta ni aprovecha a nadie el conocimiento de Dios en su gloria y en su majestad, si no se le conoce
también en la humildad y en la ignominia de la cruz”. Traducción de la edición M. lutero, Obras,
trad. y ed. de t. egido, Sígueme, Salamanca 1977. Cf. t. egido, “Grandeza y límites de la «teología de
la cruz» de Lutero”, en Revista de Espiritualidad, 32 (1973), 162-180.
86 M. lutero, D. Martin Luthers Werke: Kritische Gesammtausgabe (WA), Hermann Böhlau,
Weimar 1883-1993, vol. 5, 176, 32-33. Al respecto existe abundantísima literatura, señalo los dos sigu-
ientes trabajos a modo de síntesis: J. vercruysse, “Nostra theologia, est crucis theologia. La teológica

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234 Manuel lázaro pulido

de la fe87, donde la Cruz aparece como el acontecimiento hermenéutico salu-


tario de revelación de Dios–, y esa inspiración irá directamente a la ascética y
mística del barroco, del tiempo de san Pedro de Alcántara. La cruz en la mística
del santo de Alcántara tiene una raíz muy distinta a aquella que toma cuerpo
doctrinal en la teología reformada. Frente al pesimismo antropológico que
desconfía de la fragilidad humana de esta, la fuente de la teología de la pasión
y la filosofía de la cruz franciscana88 es el Dios Bueno que nos ha creado a su
imagen y semejanza. San Francisco lo expone de forma poética en sus Avisos
espirituales mostrando el fundamento de la condición icónica del hombre como
base de la grandeza de una Teología de la Cruz nacida del optimismo de la pri-
macía del acto creador:
1. Considera, oh hombre, en cuán grande excelencia te ha puesto el Señor Dios,
porque te créo y formó a imagen de su amado Hijo según el cuerpo, y a su seme-
janza según el espíritu (cf. Gn 1,26)… 8. por el contrario, en esto podemos glo-
riarnos, en nuestras enfermedades (2 Co 12,5) y en llevar a cuestas diariamente
la santa cruz de nuestro Señor Jesucristo (cf. Lc 14,27)”89.

III. CONTEXTO FILOSÓFICO-TEOLÓGICO DE LA COMPOSICIÓN ES-


CULTÓRICA

Retengamos para este apartado las referencias que nuestro autor ha reali-
zado sobre la situación del arte en su momento, según su criterio dentro de la
tendencia más academicista, si bien no exenta de continuidad con su propio
acervo cultural-artístico. No hago referencia a criterios historiográficos desde la
disciplina del arte, pues no me pertenecen, quizás me sumo a la afirmación de
Ángel Llorente al escribir que:
“Plantear la historia del arte contemporáneo sobre la bipolaridad entre vanguar-
dia y academicismo nos parece un error, que afortunadamente se está comenzan-

secondo Lutero”, en i. BiFFi – C. MaraBelli, Figure moderne della teologia nei secoli XV-XVII. Atti
del convegno internazionale promosso dall’Istituto di storia della teologia di Lugano, Lugano, 30 set-
tembre-1 ottobre 2005, Milano, Editoriale Jaca Book, 2007, 35-43; v. westhelle, “Luther’s Theologia
Crucis”, en r. kolB – i. dingel – l. Batka, The Oxford Handbook of Martin Luther’s Theology,
Oxford, Oxford University Press, 2014, 156-167.
87 h. petri, “Die Kreuzestheologie Martin Luthers”, en h. Bungert (ed.), Martin Luther,
eine Spiritualität und ihre Folgen. Vortragsreihe der Universität Regensburg zum Lutherjahr 1983,
Regensburg, Mittelbayerische Druckerei und Verlagsgesellschaft, 1983, 53.
88 Cf. M. lázaro, “La Escuela franciscana. De la filosofía del Éxodo a la filosofía de la
Cruz”, en Verdad y Vida, 68 (2010), 271-301.
89 san Francisco de asís, Avisos espirituales, V, 1, 8, en Los escritos de san Francisco de
Asís, ed. i. rodríguez, a. ortega, intr. J. Meseguer, rev. J. ortín, Murcia, Ed. Espigas – Servicio de
Publicaciones Instituto Teológico Franciscano, 20032, 372-373.

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San Pedro de Alcántara, de Enrique Pérez Comendador: una aproximación filosófico-teológica 235

do a superar. Más bien habría que observar la historia en toda su complejidad


atendiendo a otros fenómenos que no fueron ni lo uno ni lo otro, y que contribu-
yeron al desarrollo del arte español durante este siglo”90.

En este sentido, en esos otros fenómenos, nosotros quisiéramos hacer una


breve reflexión contextualizada desde la historia de la filosofía y la teología o
el diálogo con el pensamiento cristiano y el arte. Esto, por otra parte, responde
mejor, desde el punto de vista del contexto intelectual, a lo que afirma Pilar
Muñoa al expresar que el trabajo artístico de Enrique Pérez Comendador se
podría definir mejor desde la postura eclecticista91 o el naturalismo de corte
academicista92, más que academicista tout court, como normalmente se califica
al escultor extremeño93 –tal como habíamos señalado en líneas precedentes–.
La obra escultórica que hemos presentado responde –o no es ajena– a las
exigencias pastorales de su época, toda vez que en el arte como expresión de
lo sagrado (el arte religioso, especialmente el “arte sacro”, litúrgico) “«la fina-
lidad» apostólica no se da fuera de la finalidad fundamental”94, y al contexto de
la relación entre arte sagrado y religioso –entendiendo lo religioso como una
concreción de lo sagrado–. Como señala Heinrich M. Schmidinger, el pensa-
miento cristiano en el siglo XX se ha debatido en sus diversas formas: filosofía,
arte y poesía, entre la legitimidad implícita de su utilización y la pérdida de
tutela de sus realizaciones prácticas. El debate sobre la tutela externa del arte,
iniciado en la Ilustración, no ha llevado automáticamente al olvido de Dios y
a establecer una sistematicidad de expresiones filosóficas, poéticas y artísticas
anticristianas, pero sí –afirma Schmidinger– ha provocado un cambio:
“que los caminos que se procuran los poetas y los artistas sobre el mensaje cris-
tianos no son los que están prescritos por la Iglesia o sancionados por la tradi-
ción. Son más bien unos caminos que se dan a sí mismos la poesía y el arte. Que
estos caminos ya no están inspirados por la distancia que impone la reverencia
y el temor profundo, ni tampoco la exaltación gloriosa, se deduce de la verdad
inmediata y concreta que se trata de hacer consciente aquí y ahora en la realidad
de este mundo y de la concepción que el arte y la poesía tienen de sí mismos
dentro de esas realidades como tales. En lugar de la admiración respetuosa y la
contemplación meditativa pueden aparecer inesperadamente la protesta acusa-

90 a. llorente, “La renovación de la escultura en la postguerra española”, en M. caBañas


(coord.), El arte español del siglo XX. Su perspectiva al final del milenio, Madrid, CSIC, 2001, 329,
91 p. Muñoa, Oteiza. La vida como experimento, Irún, Alberdania, 2006, 86.
92 Mª. M. lozano, Escultura pública y monumentos públicos en Cáceres, o. c., 17.
93 a. llorente, “La renovación de la escultura…”, o. c., 450.
94 h. u. von Balthasar, “Arte cristiano y predicación”, en J. Feiner (ed), Mysterium Salutis.
Manual de teología como historia de la salvación. Vol. 1, Madrid, Ediciones Cristiandad, 41992, 787.

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236 Manuel lázaro pulido

dora, el horror mudo, la blasfemia desesperada, el sarcasmo sagrado y muchas


otras cosas”95.

En sintonía con estas palabras se dejan sentir las denuncias sobre el pseu-
doarte del artista de Hervás. Consciente de que el “arte cristiano” existe en
cierta medida, si bien tiene dificultad en desarrollarse en un plano confesional
determinado, aparece como pertinente su denuncia del olvido de la función
artística y de la libertad creadora que supone también un equilibrio entre
modernidad y las exigencias de ciertos cánones y formas aceptadas y sancio-
nadas por la tradición de la Iglesia seriamente comprometidas en su tiempo (y
en el actual)96. En este sentido, por analogía, podemos recordar las palabras de
denuncia de Pío XII sobre el arte en la carta encíclica Musicae Sacrae del 25 de
diciembre de 1957:
“la música sacra no obedece a leyes y normas distintas de las que rigen en toda
forma de arte religioso. No ignoramos que en estos últimos años, algunos artis-
tas, con grave ofensa de la piedad cristiana, han osado introducir en las iglesias
obras faltas de toda inspiración religiosa y en abierta oposición aun con las
justas reglas del arte. Quieren justificar su deplorable conducta con argumentos
especiosos que dicen deducirse de la naturaleza e índole misma del arte. Porque
van diciendo que la inspiración artística es libre, sin que sea lícito someterla
a leyes y normas morales o religiosas, ajenas al arte, porque así se lesionaría
gravemente la dignidad del arte y se dificultaría con limitaciones y obstáculos el
libre curso de la acción del artista bajo el sacro impulso del estro” (5)97.

La reivindicación artística, por otra parte, no se encuentra muy distante con


lo que en su época está realizándose en círculos de teoría del arte en Francia,
alrededor de la revista L’Art Sacré98, animando a la creación artística sagrada
(y religiosa) como lugar donde se manifiesta todo arte auténtico y profundo en
el encuentro con la Fuente que es lo sagrado99. Una reacción, en cierta forma,
a la iconoclastia (que afecta no solo a lo religioso, sino también a la institución

95 h. M. schMidinger, “La controvesia sobre la fiosofía cristiana en su contexto”, en e. co-


reth – w. M. neidl – g. pFligersdorFFer (eds.), Filosofía cristiana en el pensamiento católico de los
siglos XIX y XX/3. Tomo 3. Corrientes modernas del siglo XX, Madrid, Encuentro, 1997, 26-27.
96 h. M. schMidinger, “Les controverses autor de la philosophie chrétienne”, en ph. se-
cretan (ed.), La philosophie chrétienne d’inspiration catholique. Constats et controverses, positions
actuelles, Fribourg, Academic Press Fribourg – Saint-Paul, 2006, 76.
97 Disponible en http://www.vatican.va/holy_father/pius_xii/encyclicals/documents/hf_p-
xii_enc_25121955_musicae-sacrae_sp.html.
98 Cf. s. de lavergne, Art sacré et modernité. Les grandes années de la revue “l’Art sacré”,
Namur, Culture et verité, 1992; F. caussé, La revue “L’Art sacré”. Le débat en France sur l’art et la
religion (1945-1954), Paris, Cerf, 2010.
99 R. régaMey, Art sacré au XXe siècle, Paris, Cerf, 1952, 63.

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San Pedro de Alcántara, de Enrique Pérez Comendador: una aproximación filosófico-teológica 237

política como lugares de poder100) impulsada desde el siglo XIX, con una cierta
legitimación abusiva101. La labor del arte sagrado-religioso del hervasense no
tiene una sola respuesta en una situación de privilegio de la Iglesia nacida del
estado del Régimen en España102, sino que se sitúa mejor conceptualmente –y
también en parte en disputa– con lo que está acaeciendo en la construcción de
las nuevas Iglesias que se erigen en el país vecino, donde los artistas (Georges
Braque, Fernand Léger, Henri Matisse, Georges Rouault, Jean Bazaine, Jean le
Moal…) son invitados a colaborar en la realización de vidrieras, piezas litúr-
gicas…103. En este sentido “el renacer de la estatuaria religiosa”104 nacido de
la incuestionable relación entre el franquismo y la Iglesia Católica no es ajeno
a lo que acontece en nuestros países vecinos y que se debe a un impulso que
tiene que ver también con un diálogo intelectual. Esta apuesta se realiza desde
la convicción de que la distinción en “arte” y “arte sagrado” –acentuada desde
el siglo XIX– excede el elemento artístico y se encuentra más cercano al plano
de la presencia de lo religioso en el mundo105. En el mismo sentido, el teólogo
Lluís Oviedo señala este contraste entre el arte moderno y la fe cristiana en los
términos de distinción de los artistas del arte cristiano que se ha acentuado con
la destrucción de los discursos del posmodernismo:
“Como todos los sistemas sociales, también en este caso la «esfera estética» ha
seguido un camino de inevitable diferenciación, que le ha llevado a afirmarse

100 “Elles [les ouvrages] n’y sont pas visées en tant qu’objets esthétiques, mais bien comme
instruments de domination et de lutte symboliques au service de pouvoirs et de partis religieux ou po-
litiques”. d. gaMBoni, Un iconoclasme moderne: théorie et pratiques contemporaines du vandalisme
artistique, Lausanne, Editions d’en bas, 1983, 10 (edición reciente en España: La destrucción del arte:
Iconoclasia y vandalismo desde la Revolución Francesa, Madrid, Cátedra, 2014).
101 “C’est aussi que l’«avant-garde» jouit auprès des intellectuels d’un statut abusif d’immu-
nité politique et idéologique, don’t les causes sont à la fois historiques et structurelles. Les premières
ruptures artistiques organisées apparaissent en effet au 19 siècle dirigées contre un art soutenu par
l’Etat et identifié au pouvoir établi, ce don’t elles tirent une liaison inévitable avec l’opposition poli-
tique”. Ib., 14.
102 Así lo sitúa Ángel Llorente Hernández: “Los principales representantes de la escultura ofi-
cial y oficialista fueron Mariano Benlliure, Enrique Pérez Comendador, José Capúz, Emilio Aladrén,
Juan Adsuara, Moisés Huerta, Julio Moisés, Álvarez Laviada y Fructuoso Orduña, además de otros
menos conocidos, junto al clasicista José Clará, continuador de la poética mediterránea el francés
Arístides Maillot y representate de la pervivencia del noucentisme”. a. llorente, “La renovación de
la escultura…”, o. c., 330. Cf. id., Arte e ideología en el franquismo, 1936-1951, Madrid, Visor, 1995.
103 l. Blanchy, Les expositions d’art contemporain dans les lieux de culte, Grignan, Editions
Complicités, 2004, 8.
104 a. llorente, “La renovación de la escultura…”, o. c., 450.
105 Así lo afirma Marie Alain Couturier: “Les causes principales de la décadence de l’art sacré
ne sont pas d’ordre artistique : elles sont d’ordre religieux. Cette décadence est liée à l’abaissement de
l’esprit chrétien dans le monde occidental. En effet, l’art est toujours lié à un certain état de civilisation;
et il n’y a pas d’àrt chrétien possible quand il n’y a pas de civilisation chrétienne”. M. A. couturier,
“Sur Picasso et les conditions actuelles de l’art chrétien”, en Art Sacré, 18 (1937), 99.

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238 Manuel lázaro pulido

como un ámbito autónomo, con sus propias normas y valores, con su propio
código de comunicación (el que distingue entre lo bello y lo feo; o de forma más
simple, entre lo que es arte y lo que no lo es), y con sus complejas relaciones
de interpenetración con otros subsistemas diferenciados. Este proceso se inicia
seguramente a partir del siglo XIX, con la radicalización de algunas ideas ro-
mánticas, aunque cabe registrar precedentes en la estética de lo sublime del siglo
XVIII, así como en la curiosa orientación mitológica del barroco decadente y en
el programa ilustrado de independencia de las artes”106.

A lo dicho se suma el cambio de la relación en el espacio entre el arte y


lo religioso: los artistas se interesan de los espacios religiosos más allá del
arte sacro. Muestra Lara Blanchy que “los lugares de culto se convierten,
al igual que el museo o la galería, una ocasión de exposición para el arte
contemporáneo”107. Esto supone también un cambio a la hora de que la obra
comunique con el observador. Así, las diferentes tallas de San Pedro de Alcán-
tara de Pérez Comendador sugieren lecturas diversas que afectan no tanto a
la talla (en cuanto a tamaño y elementos artísticos), cuanto a la forma en que
se significa. No es lo mismo contemplar el rostro de Pedro de Alcántara en la
capilla del “Conventito” de El Palancar –invitándonos a la oración y la medi-
tación–, que sentirlo acompañando junto a la Iglesia concatedral el deambular
de los cacereños –ávidos de sentirlo acompañando su vida y besándole el dedo
del pie de bronce–, que esperando ser mirado en el museo –dispuesto a ser
analizado en el conjunto de la obra desde criterios artísticos y/o estéticos–. Esta
paradoja hace preguntarse a Paul Westheim “cuál es la impresión que causan
[las obras] en ese entorno [el museo] radicalmente distinto y poco apropiado
para favorecer la contemplación religiosa. La obra misma –continúa– no ha
cambiado, aunque a menudo ha cobrado mayor expresividad gracias a una ilu-
minación adecuada. Y sin embargo, se ha operado en ella una transformación:
habla al espectador de manera distinta”108.
El contexto de relación entre teología y arte está presente en la obra escul-
tórica de san Pedro de Alcántara. El impulso creativo del arte sagrado en la
época contemporánea supuso también un cuestionamiento interno al artista que
lo realiza. Y posiblemente se entienda mejor el diálogo artístico que establece
el autor en su obra con los criterios estéticos a partir de esta circunstancia que
en otras, en situar la labor del arte religioso y la pertinencia y la no renuncia
a los valores tradicionales entendidos como positivos. Es esta una pugna que

106 ll. oviedo, La fe cristiana ante los nuevos desafíos sociales. Tensiones y respuestas, Ma-
drid, Ediciones Cristiandad, 2002, 348-349.
107 l. Blanchy, Les expositions d’art contemporain dans les lieux de culte, o. c., 6.
108 p. westheiM, Arte, religión y sociedad, México, Fondo de Cultura Economica, 22006, cita-
mos por la versión electrónica (ebook) de 2013. La cita se encuentra en “VI. Los dioses en el museo”.

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San Pedro de Alcántara, de Enrique Pérez Comendador: una aproximación filosófico-teológica 239

afecta a la propia filosofía y teología, en una época especialmente crítica como


es la preconciliar.
Señalemos simplemente que la primera mitad del siglo XX vive los ecos
filosóficos y teológicos de la situación intelectual del momento, lleno de osci-
laciones que transitaban a finales del siglo XIX, con difícil comunicación entre
las posiciones que iban del tradicionalismo fideísta al racionalismo moderno,
y que se habían vuelto más complejas aún con la incorporación del idealismo
materialista, el materialismo histórico y dialéctico, las filosofías derivadas del
romanticismo, y las dependientes del auge de las ciencias positivas. Situación
que había provocado la promulgación el 4 de agosto de 1879, fiesta de Santo
Domingo de Guzmán, de la encíclica Aeterni Patris109 de León XIII, situada en
la esfera de la doctrina tomista desde el propio acontecimiento simbólico de
su fecha de promulgación, como en el subtítulo: “Restauración de la filosofía
cristiana conforme a la doctrina de Santo Tomás de Aquino”. Aderezado de
otros detalles que señalan la intención tomista, es el caso de las palabras que
abren la encíclica, que son las que inauguran el Compendium de teología del
Aquinate110. Este documento, a quien el pontífice rindió su personal y espe-
cial complacencia, iluminó la doctrina vertida por León XIII durante su largo
pontificado, afectando la vida intelectual de la Iglesia de la transición del siglo
XIX al siglo XX111. Este intento de renovación teológica mediatiza la crisis
modernista e intentaba dar respuesta intermedia entre el carácter inmutable de
la verdad revelada y su historicidad. La solución Neoescolástica no apaga la
inquietud teológica que apunta a la búsqueda de un nuevo modelo teológico
que se sustantiva en la época de la composición de la estatua de san Pedro de
Alcántara en torno a lo que desde 1946 se conoce como Nouvelle Théologie,
gestada en Le Saulchoir en París112, de la mano del dominico Marie-Dominique
Chenu y de su discípulo Yves-Marie Congar, junto a Pierre Teilhard de Char-
din, Henri de Lubac y Jean Daniélou, inspiradora e impulsora del concilio

109 Cf. pontiFicia accadeMia roMana di san toMMaso d’aquino (ed.), Atti dell’VIII Con-
gresso Tomistico Internazionale (Roma, 1980), vol. 1: L’enciclica Aeterni Patris nell’arco di un seco-
lo, Città del Vaticano, Libreria Editrice Vaticana, 1981.
110 “Aeterni patris verbum sua immensitate universa comprehendens, ut hominem per peccata
minoratum in celsitudinem divinae gloriae revocaret, breve fieri voluit nostra brevitate assumpta, non
sua deposita maiestate”. sto. toMás de aquino, Compendium theologiae ad fratrem Raynaldum, lib.
1 c. 1., en Opera omnia iussu Leonis XIII P. M. edita cura et studio Fratrum Ordinis Praedicatorum, t.
42, Roma, Typografia Polyglota, 1979. Cf. a. livi, “La encíclica Aeternis Patris y el movimiento neo-
tomista”, en C. FaBro et alii (eds.), Las razones del tomismo, Pamplona, Eunsa, 1980.
111 Cf. a. loBato, “Santo Tomás de Aquino en el Magisterio de la Iglesia, desde la Aeterni
Patris a Juan Pablo II”, en pontiFicia accadeMia roMana di san toMMaso d’aquino (ed.), o. c., vol.
3: L’enciclica Aeterni Patris: suoi riflessi nel tempo, 7-28.
112 Cf. M-d. chenu, Une École de théologie, le Saulchoir, Paris, Cerf, 1984.

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240 Manuel lázaro pulido

Vaticano II113. Esta nueva propuesta teológica profundiza las fuentes que la
Nueva Escolástica estaba rescatando. Si la Escolástica Moderna centraba sus
esfuerzos en revitalizar las ediciones de los clásicos medievales114, la Nouve-
lle Théologie regresa a las fuentes primitivas latinas y especialmente griegas
(como por ejemplo la colección Sources Chretiennes115), preconizando “una
mayor unión entre teología y espiritualidad, teología y liturgia, teología y vida
cristiana. Se persigue el objetivo fundamental de que la teología no se quede
en algo puramente abstracto o conceptual, sino que engarce con el presente
y con los intereses vitales de los fieles”116. Esta nueva búsqueda no supone el
abandono de los principios que fundamentan la realidad de la existencia cris-
tiana del mundo, sino que intentan profundizar las bases epistemológicas que
sustentan la metafísica, incluida las propias de la escolástica. Es una variación
del método y de la significación de las estructuras metafísicas y teológicas, pero
en nada supone su abandono, si bien provocará alguna reacción por parte de la
teología más tradicional117. No obstante el cambio es importante, y en España
la renovación Neoescolástica ya fue en algunos espacios un hito insalvable tras
la Guerra Civil. El pensamiento teológico se debate entre una formación real
basada en los principios sustentados en el primer tercio del siglo XX, carac-
terizados por la lectura de la teología medieval y los maestros de la segunda
escolástica realizada por la nueva Escolástica Moderna y el comienzo de “una
nueva época de formación sacerdotal, marcada por el deseo de romper el
desencuentro entre Iglesia y cultura civil”118, especialmente con la regulación
académica que fomenta la creación de la Universidad Pontificia de Comillas119
y la Universidad Pontificia de Salamanca120. No obstante, a pesar del esfuerzo,
en España aún se dista en la década de los cincuenta, de desarrollar una teología
capaz de asumir una renovación metodológica como la que se está operando en

113 J. Mettepenningen, Nouvelle théologie - new theology: inheritor of modernism, precur-


sor of Vatican II, London– New York, T & T Clark, 2010. Sobre “Los protagonistas de la renovación
teológica en Francia” cf. r. giBellini, La teología del siglo XX, Santander, Sal Terrae, 1998, 187-227.
114 Cf. r. iMBach y a. Maierù (eds.), Gli studi di filosofia medievale fra otto e novecento.
Contributo a un bilancio storiografico. Atti del convegno internazionale, Roma, 21-23 settembre 1989,
Roma, Edizioni di Storia e Letteratura, 1991)
115 F. a. Murphy, Art and Intellect in the Philosophy of Etienne Gilson, Columbia, MO, Uni-
versity of Missouri Press, 2004, 227-228.
116 J. Belda, Historia de la Teología, Madrid, Palabra, 2010, 251.
117 r. garrigou-lagrange, “La nouvelle théologie, oú va-t-elle?”, en Angelicum, 23 (1946),
126-145.
118 M. andrés, Ensayo sobre el cristianismo español, Madrid, BAC, 2005, 187.
119 Cf. e. gil, La Universidad Pontificia Comillas. Cien años de historia, Madrid, Universidad
Pontifica Comillas, 1993.
120 e. llaMas, “La Universidad Pontificia”, en l. e. rodríguez-san pedro, Historia de la
Universidad de Salamanca. Volumen I. Trayectoria histórica e instituciones vinculadas, Salamanca,
Universidad de Salamanca, 2002, 725-740.

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San Pedro de Alcántara, de Enrique Pérez Comendador: una aproximación filosófico-teológica 241

Francia. Este episodio teológico está en la base de lo que está sucediendo con
el arte sacro y, llevado al desencuentro filosófico, explica mejor el debate sobre
las formas artísticas precisas para expresar el arte sacro.
A pesar de las dificultades de encuadramiento, resulta importante ver cómo
Pérez Comendador supo y sabe en su obra expresar el trasfondo vital-existen-
cial subyacente al debate intelectual (filosófico-teológico) y en cierta manera
incluso incluir elementos que la teología aún no se atrevía a tomar como es la
revitalización del elemento conceptual desde el rescate de las fuentes en una
hermenéutica de la existencia práctica. Esto supone, por otra parte, atrapar lo
esencial del espíritu humano, es decir, alcanzar el deseo del hombre de expre-
sar la búsqueda de la infinita divinidad121, y expresar su itinerario personal y
artístico desde la belleza interior hecha creación humana en las virtudes fran-
ciscanas que se hizo vida en san Francisco de Asís y de forma renovada en san
Pedro de Alcántara: ilustre franciscano, hombre espiritual, artista de la mística,
intenso comunicador e íntimo, pobre que abrazó la cruz, santo y extremeño.

121 Juan paBlo ii, Carta Encíclica Fides et Ratio, de 14 de septiembre de 1998. Disponible en
http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_14091998_fides-
et-ratio_sp.html.

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242 Manuel lázaro pulido

Fig. 1. Estatua de bronce de san Pedro de Alcántara, Plaza de Santa María, Cáceres.
Fuente: Jesús Sierra, Norba Caesarina, disponible en http://norbacaesarina.blogspot.com.
es/2012/11/la-estatua-de-san-pedro-de-alcantara.html

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San Pedro de Alcántara, de Enrique Pérez Comendador: una aproximación filosófico-teológica 243

Fig. 2. Autorretrato del artista. Fuente: José Hernández, El escultor Pérez Comendador
1900-1981 (Biografía y obra) p. 55

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