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Introducción
1. Teoría de la exclusión
1. Deininger, Klaus y Lyn Squire, "A New Data Set Measuring Income Inequality",
en The World Bank Economic Review, vol. 30, No. 3, 1996.
220 Adolfo Figueroa
serán menores y de más alto riesgo. Por tanto, su capacidad para aumentar
sus recursos económicos será más reducida.
Dada una estructura de mercado, la causa última de desigualdad en el
ingreso será la distribución de la dotación inicial de recursos sociales y las
políticas económicas estatales6. En tales condiciones, las siguientes variables
endógenas se determinan en el mercado laboral: la cantidad de empleo
asalariado, el nivel de sueldos reales y las ganancias. Dada la oferta laboral,
se puede determinar la cantidad de trabajadores que sobran. En una eco-
nomía superpoblada, los trabajadores que sobran son los desempleados y
los trabajadores por cuenta propia, quienes perciben menos ingresos que
los trabajadores asalariados. Esta diferencia de ingresos entre los trabajado-
res es necesaria para que funcione el sistema, puesto que crea un incentivo
para que los trabajadores busquen empleo asalariado. Los excluidos del
mercado laboral serán los más pobres.
¿Quiénes son los excluidos del mercado laboral? Dado un tipo de tra-
bajo específico, es más probable que los trabajadores con menos recursos
políticos y culturales sean los excluidos. Aquellos que pertenecen a diferen-
tes subculturas son percibidos por los empresarios como menos convenien-
tes, en parte porque piensan que las barreras lingüísticas y culturales eleva-
rán el costo de emplear a este tipo de trabajadores. De esta manera, el
funcionamiento del mercado laboral deja a aquellos estigmatizados social-
mente por la clase capitalista al final de la fila en el proceso de racionamien-
to. La cantidad de trabajadores que sobran variará según las características
étnicas y culturales de la fuerza laboral7. Parte de estos trabajadores se
convertiría en ‘trabajadores superfluos’, sin ningún papel que jugar en el
mercado laboral, ni siquiera para reforzar la disciplina entre el resto de la
fuerza laboral.
La mayoría de los trabajadores sobrantes también están excluidos de
los mercados de crédito y seguros. Los bancos no pueden obtener ganancia
alguna de sus relaciones con los trabajadores por cuenta propia. En general
discriminan contra todas las empresas pequeñas, ya que, debido a una
Okun9 argumenta que una democracia capitalista opera con doble fi-
lo: el sistema de mercado implica desigualdad, pero el sistema político pre-
dica igualdad. ¿Cómo se resuelve esta contradicción? Según Okun, la demo-
cracia capitalista establecerá derechos, donde los derechos limiten la de-
sigualdad, haciendo de esta manera que la sociedad sea viable.
¿Cuáles son los factores que determinan el conjunto de derechos en
una democracia capitalista? Conceptualmente podemos distinguir entre
factores de demanda y oferta. En el lado de la demanda hay factores como
la presión social, la tolerancia de la desigualdad, la existencia de una cultura
de desigualdad, el grado de democracia y el nivel de ingreso de los pobres.
En el lado de la oferta está la capacidad productiva de la sociedad (la fron-
tera de la producción), las preferencias de las clases gobernantes a la hora
de asignar recursos escasos para asegurar el derecho de acceso a los bienes
públicos, y los acuerdos internacionales. La magnitud de estos derechos
dependerá por tanto de las presiones de demanda u oferta.
¿Cómo se distribuyen los derechos económicos? La mayoría de los de-
rechos se distribuyen por medio del presupuesto fiscal. Éste es claramente
el caso de los derechos económicos, en forma de bienes y servicios, suminis-
trados por el Estado (escuelas, servicio de salud, nutrición, vivienda). Algu-
nos derechos no económicos también son financiados por el presupuesto
fiscal en forma de bienes públicos, tales como el derecho a votar, el acceso a
la justicia y la protección social. Estos bienes y servicios son retirados del
mercado y entregados a la población en forma de derechos, pues se busca
que el dinero no compre todo en la sociedad. Sin embargo, este objetivo no
se consigue siempre, ya que el dinero tiene cierto impacto sobre el reparto
de derechos.
Se asumirá que la exclusión efectiva de los derechos depende de la ra-
cionalidad de la clase gobernante. Aunque las élites tratan de legitimarse
políticamente estableciendo ciertos derechos, también tienen un incentivo
en excluir a las personas de dichos derechos. En la ausencia de derechos, el
gasto estatal se usará de forma clientelista para generar apoyo político.
Dos derechos particulares merecen discusión: i) los derechos a la
propiedad y ii) los derechos de protección social.
9. Okun, Arthur, Equity and Efficiency. The Big Trade Off, Washington, D.C.: The
Brookings Institution, 1975.
Distribución de ingresos y pobreza en el Perú 227
ser legal. Como resultado de ello, los ‘contratos informales’ y los ‘mer-
cados informales’ aumentan. La segmentación del mercado probable-
mente se basa en muchos casos en la ausencia de derechos de propie-
dad. Los mercados de crédito son un ejemplo, puesto que la propie-
dad no se puede usar como colateral si no hay título legal. Yo asumo
que los pobres son aquellos que generalmente carecen de dichos de-
rechos, ya que para ellos el costo relativo de obtener un título legal a
la propiedad es mayor. Los intercambios fuera del mercado serán
predominantes en las transacciones económicas de los pobres.
b) Con respecto a la protección social, el Estado tiene maneras de asegu-
rar los riesgos asociados con la salud y los ingresos por medio del se-
guro médico, el seguro de desempleo y las pensiones de jubilación.
¿Quiénes están excluidos de estos derechos? Aquí se introduce otro
postulado: las élites tienen un incentivo para incluir en estos progra-
mas de seguro solamente a los asalariados, para que así los patrones
puedan contribuir a la financiación de tales derechos. Esto tiene una
lógica económica, ya que los patronos crean un sistema de incentivos
para que los trabajadores busquen trabajo asalariado. Aquellos exclui-
dos del trabajo asalariado están por tanto excluidos de tales derechos.
10. Una explicación de esta teoría se puede encontrar en Figueroa, Adolfo, Crisis
distributiva en el Perú, Lima: Pontificia Universidad Católica del Perú, 1993.
Distribución de ingresos y pobreza en el Perú 229
las migraciones del campo a las ciudades. Esto representa las relacio-
nes dinámicas entre las desigualdades económicas y sociales.
El sistema democrático será frágil y propenso a crisis distributivas. La
desigualdad pronunciada hace que el orden social sea inestable, ya
que genera desorden social, lo que conduce a gobiernos autoritarios.
A medida que las reglas democráticas de orden social se vuelven in-
consistentes con una desigualdad excesiva, los regímenes democráti-
cos y autoritarios tenderán a entremezclarse11.
El conjunto de políticas estatales y las dotaciones iniciales de recursos
sociales son variables exógenas. Por tanto, la historia (por medio de
las condiciones iniciales) importa en esta teoría. Los cambios en estas
variables exógenas modificarán la trayectoria de las variables endóge-
nas del sistema social. Los parámetros del sistema son creados por el
funcionamiento de los mecanismos de mercado, el sistema político y por
la ideología y los valores sociales determinados culturalmente. Se pueden
establecer por tanto relaciones de causalidad.
La exclusión social es uno de los mecanismos básicos por el que las
variables exógenas generan desigualdad social. Una democracia capita-
lista es un sistema de relaciones sociales, de integración social. Pero al
mismo tiempo es un sistema que opera sobre la base de la exclusión
social. De hecho, la exclusión social es inherente al funcionamiento del
sistema capitalista.
i. Pobreza y desigualdad
En el Perú, los datos sobre pobreza son más abundantes que los de
desigualdad. En términos globales, la pobreza se puede medir por medio del
PBI per cápita. Como se muestra en el Cuadro No. 1 la evolución del PBI per
cápita desde 1950 se puede dividir en tres períodos. El primer período,
1950-1975, muestra un crecimiento rápido, a una tasa media anual del 2,5%;
el segundo período, 1976-1993, presenta variaciones considerables, con una
tendencia descendente, la reducción más fuerte fue en 1989-1993; el tercer
período (1994-1996) observa una recuperación parcial, con una tasa de
crecimiento anual medio del 3,3%.
Cuadro No. 1
(continúa)
(continuación)
1980 114,6 141,8 182,8
1981 116,8 141,4 155,9
1982 114,1 148,7 143,3
1983 97,8 125,2 145,8
1984 99,4 111,5 116,2
lentes al 60% de los de 1985, mientras que la cifra del PBI per cápita es del
96%. Los salarios reales mínimos sufrieron un descenso aun mayor compa-
rado con los sueldos reales medios del sector privado. A pesar de la recupe-
ración significativa en 1994-1995, el empleo en el sector moderno siguió en
un nivel muy bajo (Cuadro No. 2).
Cuadro No. 2
Los datos de pobreza per cápita sólo están disponibles para cuatro
años. Las encuestas nacionales de hogares, llevadas a cabo de acuerdo con
los Estudios sobre Medición de Niveles de Vida del Banco Mundial, muestran
que casi el 42% de la población vivía bajo la línea de pobreza en 1985. Esta
cifra se incrementó por encima del 50% en los noventa (Cuadro No. 1). En
cuanto a las diferencias rurales y urbanas, está claro que la incidencia de la
pobreza es mucho más alta en las áreas rurales (véase el Cuadro No. 3).
Cuadro No. 3
NIVELES DE POBREZA
(Porcentajes por grupo de población)
12. Webb, Richard, Government Policy and the Distribution of Income in Peru,
Cambridge Mass: Harvard University Press, 1977.
13. Figueroa, Adolfo, "The Distribution Problem in Different Sociopolitical and
Economic Contexts: Peru, 1950-1980", en Sudman, S. y M. Spaeth (eds.), The Collection
and Analysis of Economic and Consumer Behavior Data. In Memory of Robert Ferber,
Champain, ILL: University of Illinois, 1984a.
234 Adolfo Figueroa
Por medio de los datos sobre PBI per cápita y los salarios reales pre-
sentados en el Cuadro No. 1 se puede llegar a una aproximación sobre la
participación del trabajo en el ingreso nacional. Si tomamos el ratio de la
participación del trabajo asalariado como constante -como veremos más
adelante cambia pero no mucho-, se puede calcular la tasa de variación en
la proporción del trabajo midiendo la diferencia entre las tasas de variación
de los salarios reales y el PBI per cápita14. Los salarios reales aumentaron en
un 13% y el PBI per cápita en un 11% entre 1970 y 1975, lo que sugiere un
incremento en la participación del trabajo. Las dos tasas fueron de -23% y -
9% respectivamente en el período 1983-1988 (comparado con el período
1976-1982); y -55% y -20% en el período 1989-1993 (comparado con el
período anterior), lo que indica que hubo una caída significativa en la parti-
cipación del trabajo. En el período 1994-95, la participación del trabajo
aumentó ligeramente, con un incremento en las tasas del 18% y 14% respec-
tivamente. Otra manera de mostrar esto es usando un índice de salarios
reales sobre el PBI per cápita: 1,00 en 1980, 0,54 en 1990, 0,70 en 1994 y
0,61 en 1995.
Más o menos a mediados de los setenta, la estructura social del Perú
se podía dividir en cinco grupos sociales: la clase capitalista, la clase media,
los asalariados (incluyendo el sector público), los trabajadores independien-
tes urbanos y los trabajadores independientes rurales. Las diferencias eco-
nómicas y sociales que separaban a estos grupos eran bastante marcadas,
especialmente entre la clase capitalista y el resto. En esa época, el 1% más
rico de la población recibía una tercera parte del ingreso nacional, mientras
que el tercio más pobre recibía sólo el 5%15.
Debido a la falta de estudios sobre las variaciones en la pirámide de
ingresos en décadas más recientes, lo único que puede ofrecerse es una
información parcial y algunas suposiciones.
En lo más alto, la clase adinerada todavía sigue siendo un grupo
muy pequeño. La distribución de recursos económicos en el Perú conti-
núa estando muy concentrada. Diversos estudios muestran cómo el Perú
era una oligarquía en los años cincuenta y sesenta. Sin embargo, en los
ochenta, la concentración de la propiedad era aún muy marcada: las
14. La participación del trabajo puede definirse como el ratio sL/yN = (w/y)(L/N),
donde w representa al salario real promedio; L, la cantidad de trabajo; y, el ingreso per
cápita; y N, la población total. Si L/N es constante, y si las tasas de crecimiento del PBI
per cápita y del ingreso per cápita (ingreso nacional) son iguales, cambios en la partici-
pación del trabajo pueden ser medidos como la diferencia entre las tasas de crecimiento
del salario real promedio y el PBI per cápita.
15. Webb, R., op. cit.
Distribución de ingresos y pobreza en el Perú 235
Los datos de los censos de 1972, 1981 y 1993 revelan el grado alto de
exclusión de los trabajadores asalariados; como porcentaje del total de la
fuerza laboral, estas tasas eran del 54%, 55% y 57% respectivamente para el
Perú en general, y del 35%, 35% y 44% para Lima. Por supuesto, no se
puede considerar a todos los trabajadores fuera del empleo asalariado como
excluidos del mercado laboral. Algunos no están dispuestos a trabajar como
asalariados, ya que se encuentran mejor como empleadores o profesionales
independientes. No obstante, queda claro que el grado de exclusión en el
Perú es alto.
La tasa de desempleo en Lima (mostrada en el Cuadro No. 2) subes-
tima el nivel real de exclusión del mercado laboral. Aunque no existe infor-
mación sistemática sobre las diferencias socioculturales entre los asalariados
y aquellos que están excluidos del mercado laboral, generalmente se cree
16. Malpica, Carlos, El poder económico en el Perú, 2 vol., Lima: Mosca Azul
Editores, 1989.
17. Campodónico, Humberto y otros, De poder a poder, Lima: DESCO, 1993, p. 122.
18. Durand, Francisco, Incertidumbre y soledad. Reflexiones sobre los grandes
empresarios de América Latina, Lima: Fundación Friedrich Ebert, 1996.
236 Adolfo Figueroa
Cuadro No. 4
Protección social
19. Las empresas financieras informales operan bajo un mayor riesgo y condiciones
muy precarias. Uno de los rasgos de la recesión (1988-92) fue la quiebra de muchas de
estas empresas.
20. En el Perú, el mercado asegurador es tan pequeño que no hay necesidad de es-
tudiarlo para demostrar que allí también existe exclusión social.
21. Figueroa, Adolfo, Teófilo Altamirano y Denis Sulmont, Social Exclusion and
Inequality in Peru, Geneva: International Institute for Labour Studies, 1996.
238 Adolfo Figueroa
Servicios sociales
Cuadro No. 6
(continúa)
(continuación)
1985 124 84 4,0 16,7
1986 158 105 4,7 21,7
1987 121 79 3,4 18,0
1988 121 77 4,3 26,0
Derechos laborales
22. Figueroa, Adolfo, Capitalist Development and the Peasant Economy in Peru,
Cambridge: Cambridge University Press, 1984.
Distribución de ingresos y pobreza en el Perú 241
24. Webb, Richard y Adolfo Figueroa, Distribución del ingreso en el Perú, Lima:
Instituto de Estudios Peruanos, 1975.
Distribución de ingresos y pobreza en el Perú 243
donde tiene lugar ‘la acción’, tal como afirman algunos sociólogos y antro-
pólogos; aquí es donde se encuentra la ‘nueva cara del Perú’25.
Mientras que las demandas económicas y sociales de este grupo han
aumentado, la capacidad del sistema de mercado y del Estado para satisfa-
cer tales necesidades no se ha desarrollado en el mismo nivel. De hecho,
debido a la crisis económica de finales de los ochenta y principios de los
noventa, esta capacidad se ha reducido. Una erupción social es por lo tanto
poco sorprendente. Ha habido una redistribución de ingresos debido a la
violencia política y al crecimiento de la industria de la coca. Al mismo tiem-
po se ha dado un proceso de privatización informal de los bienes públicos y
privados por parte de estos grupos emergentes. Las calles y las plazas han
sido ocupadas por vendedores; los terrenos urbanos sin usar han sido ocu-
pados; la propiedad privada ha sido cuestionada. La economía informal,
donde los derechos de propiedad y los contratos son ilegales, ha crecido26.
Han surgido nuevas formas de acción colectiva en la esfera productiva
(redes de empresas pequeñas cuyos empresarios son de origen andino), así
como comedores populares en las áreas de consumo. La mayoría de perso-
nas que pertenecen a este ‘magma social’ trabajan bajo condiciones incier-
tas, pero usan diferentes redes sociales para facilitar su movilidad social y
reducir los riesgos.
Aunque la composición social de la clase capitalista también está
cambiando, con la entrada de nuevos apellidos y caras menos blancas, ésta
todavía predomina sobre el proceso social a través de los mecanismos de
exclusión27. Lo mismo se puede afirmar del Estado. Aunque la clase política
también tiene nuevos participantes -simbolizado de alguna manera por la
segunda generación de inmigrantes como el propio Alberto Fujimori-, la
adquisición de derechos no se ha ampliado, más bien se ha reducido. Cla-
ramente, el sistema tradicional oligárquico de los años cincuenta ha desapa-
recido en el Perú, puesto que se ha debilitado la exclusión política y cultu-
ral. El Perú ya no concuerda con la imagen tradicional de una sociedad
oligárquica. Sin embargo, al mismo tiempo, el sistema social aún opera con
exclusiones sociales, lo que contribuye a la desigualdad social exacerbando,
particularmente, la desigualdad económica. Con el tiempo, los recursos
políticos y culturales se están distribuyendo más uniformemente, mientras
25. Matos Mar, José, Desborde popular y crisis del Estado, Lima: Instituto de
Estudios Peruanos, 1984; y Portocarrero, Gonzalo, Mestizaje en el Perú, Lima: Sur, 1993.
26. De Soto, Hernando, El otro sendero, Lima: Instituto Libertad y Democracia, 1986;
y el artículo de Jim Thomas en este mismo libro.
27. Los ‘nuevos ricos’ incluyen a los grandes traficantes de drogas, un grupo cultu-
ralmente distinto de las tradicionales clases alta y media.
244 Adolfo Figueroa
Cuadro No. 7
Programas
FONCODES (apoyo social, creación de 53,2 40,8 22,2 17,4
empleo y apoyo institucional)
Programa del Vaso de Leche 18,3 15,4 10,2 8,9
PRONAA (comedores populares) 9,2 8,8 9,4 7,5
Apoyo para la agricultura en zonas de 10,4 7,8 8,9 8,3
emergencia
Desayunos escolares 4,9 3,3 3,4 4,8
Fuente: INEI.
población nacional en conjunto sea más baja implica que esta fuente de
desigualdad en recursos culturales disminuirá. Hoy en día, la discriminación
en cuanto a recursos culturales tiene menos importancia en términos de
participación en el mercado laboral que hace 50 años; el racionamiento en
el mercado laboral depende más de las oportunidades y está menos basado
en los recursos culturales que en el pasado. Además, la participación política
está menos restringida por las diferencias étnico-culturales.
Sin embargo, el progreso hacia una distribución de derechos más
igualitaria no ha ocurrido, tal como predecía nuestra teoría dinámica, en
ausencia de cambios en las variables exógenas. La crisis de la deuda y la
hiperinflación de los ochenta constituyeron cambios en las variables exóge-
nas que modificaron la trayectoria original. La crisis económica de los
ochenta dio lugar a niveles más bajos de ingresos per cápita y a una dismi-
nución en los bienes públicos que ayudan a sostener los derechos económi-
cos. A pesar de este retroceso, aún se considera que la sociedad peruana se
está moviendo despacio hacia una sociedad liberal, en la que el peso de los
recursos económicos es el factor fundamental tras la desigualdad social.
La hipótesis aquí es que, dada la magnitud de empobrecimiento en los
ochenta, el Perú ha cruzado el umbral de la tolerancia social con respecto a
la pobreza y la desigualdad, y se encuentra en una situación de crisis distri-
butiva. Claramente, esto último es el resultado extremo de los efectos de la
hiperinflación y la exclusión social, una situación en la que las políticas de
protección social perdieron toda prioridad.
Esta crisis distributiva implica un cambio cuantitativo en la manera
en que la sociedad funciona. La violencia política, la violencia redistributi-
va (es decir, la transgresión de los derechos de propiedad), el caos y la
corrupción son sus características. Puesto que el sistema democrático no
tiene la capacidad de prevenir esta crisis distributiva, la clase política tiende
a perder su legitimidad y la inestabilidad política se vuelve, de esta manera,
endógena. Dado que esto fue lo que sucedió durante el primer mandato de
Fujimori, la hipótesis de una democracia frágil tiene una base empírica.
La crisis distributiva, por supuesto, supone costos políticos para la
sociedad, ya que da marcha atrás en el proceso de construcción de la demo-
cracia. Los costos económicos de la crisis distributiva también son grandes.
A corto plazo, los peruanos se han visto forzados a dedicar sus escasos
recursos a defender los derechos de propiedad. Un indicador de esto último
es, por ejemplo, el hecho de que el número de aquellos que participan en la
industria de la seguridad (guardaespaldas, etc.) es similar al de los que
trabajan en el sector moderno industrial. Es necesario dedicar recursos a la
administración de justicia, la policía y las prisiones, gastos vinculados de
una u otra manera con el costo de la desigualdad. A largo plazo, el Perú ha
248 Adolfo Figueroa