Documente Academic
Documente Profesional
Documente Cultură
MAYZ, Juliana e PEREZ, Julio. ¿PARA QUÉ HACER INVESTIGACIÓN CIENTÍFICA EN LAS
UNIVERSIDADES VENEZOLANAS?. Investigación y Postgrado, abr. 2002, vol.17, no.1, p.159-
171. ISSN 1316-0087.
MAYZ, Juliana e PEREZ, Julio. ¿PARA QUÉ HACER INVESTIGACIÓN CIENTÍFICA EN LAS
UNIVERSIDADES VENEZOLANAS?. Investigación y Postgrado. [online]. abr. 2002, vol.17,
no.1 [citado 15 Marzo 2010], p.159-171. Disponible en World Wide Web:
<http://www.scielo.org.ve/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1316-
00872002000100007&lng=pt&nrm=iso>. ISSN 1316-0087.
RESUMEN
El presente artículo tiene como propósito analizar algunas de las razones por las cuales
debe hacerse investigación científica en las universidades venezolanas. Se resalta así la
importancia de investigar para la formación de recursos humanos, no sólo por la alta
preparación que genera, sino también porque estimula la curiosidad, la innovación y la
creatividad. Se sientan así los fundamentos para el desarrollo integral del país. Por ello, en
este trabajo se enfatiza la necesidad de lograr una mayor articulación entre los organismos
de ciencia y tecnología y las universidades sobre la base de la investigación aplicada y la
tecnología. Con ello se busca dar respuesta a uno de los problemas nacionales como es el
de la cooperación interinstitucional como vía para la transferencia de la información
generada y para lograr un mejor país. Finalmente, se enfatiza la influencia del quehacer
investigativo en la cultura actual así como su importancia para la evaluación de las
universidades.
INTRODUCCIÓN
Sin embargo, la fusión universidad e investigación básica, que ha predominado por muchos
años, comienza a ser cuestionada por los elevados costos y porque para muchos, ésta no
aporta resultados "útiles", "rentables", capaces de producir recursos para las universidades.
La constante presión sobre los investigadores para que realicen investigación aplicada ha
influido para que muchos científicos de elevado nivel se dediquen a actividades que
responden sólo a la necesidad de una investigación rentable y a la producción de ingresos
en trabajos rutinarios, la mayor parte de las veces relacionadas con la prestación de
servicios (Mayz, 1997).
La creación del Ministerio de Ciencia y Tecnología (por Decreto 253 del 10 de agosto de
1999), si bien puede transformarse en una valiosa iniciativa, puede conducir también a
acentuar lo anteriormente descrito. En el Decreto 297 del 30 de agosto se expone:
Es innegable que el camino de la ciencia en Venezuela tiene mucho terreno que recorrer.
Por ello se hace una necesidad acentuar en este artículo el derecho a investigar sin la eterna
presión de hacer ciencia "útil". Y valdría la pena preguntarse ¿llegará el día en que en
Venezuela se reconozca el papel de la ciencia y de los científicos simplemente como
creadores de conocimientos?, ¿llegará el día de hacer ciencia sin apellidos, de crear con
libertad, de valorizar el conocimiento en su expresión más genérica y con el único
compromiso de que sea ciencia de calidad?. Corresponde a los investigadores luchar por
alcanzar el reconocimiento necesario a nuestra labor. Nadie más lo hará.
Sin embargo, y a pesar de lo expresado, también se debe señalar que con recursos
modestos, las universidades e institutos de investigación públicos aportan un elevado
porcentaje, más del 95% de los productos de investigación (Pérez, 1996) (especialmente
publicaciones y algunas patentes) en la producción nacional de ciencia. El aporte de las
universidades privadas y de las empresas es muy bajo y demuestra el poco interés por las
actividades de investigación, en contraste con lo que sucede en los países desarrollados
capitalistas donde las empresas privadas realizan grandes inversiones traducidas en
publicaciones y, especialmente, en patentes (Pérez, 1996).
Para crear un postgrado, la investigación debe estar consolidada, ésta debe ser el eje del
curriculum ya que permite enriquecer la discusión y la creación de conocimientos para
generar un cambio de actitud en el individuo. Es posible, además, diferenciar dos etapas en
el proceso de formación del estudiante. La primera, de ampliación de los conocimientos,
mediante cursos. La segunda, de iniciación en la investigación científica, especialmente en
el desarrollo de la tesis.
Por otra parte, Pérez-García (1997) se plantea una serie de preguntas, de las cuales se han
querido resaltar dos. La primera es si se está inculcando de verdad el espíritu científico a
los jóvenes de nuestras universidades. La segunda, si es el ambiente de las universidades
verdaderamente participativo y desafiante para el intelecto. Desdichadamente, se cree que
en ambos casos la respuesta es negativa.
Todo país tiene la obligación de desarrollar su propia cultura. Un país culto y civilizado se
enorgullece de sus orquestas sinfónicas, de sus pinacotecas y museos, de sus escritores.
Pero en contadas ocasiones, se considera el valor de los científicos. No se percatan de que
la ciencia se está convirtiendo en el núcleo de la cultura moderna. Tampoco suele estimarse
que para filosofar con sentido y rigor en pleno siglo XXI es necesario estar al corriente de
las grandes conquistas y de los grandes problemas de la ciencia, así como adoptar una
actividad científica ante los problemas filosóficos (Bunge, 1981).
Algo que llama poderosamente la atención es que organismos como el Banco Mundial y el
Banco Interamericano de Desarrollo, con notable influencia en la política científica de los
países latinoamericanos, han propiciado un mayor énfasis en el desarrollo tecnológico y
menos en la investigación científica, idea que fue desestimada en los Estado Unidos, donde
la investigación básica es la mayor prioridad para el gobierno (Macllwain, 1999).
Es importante destacar que, en países como Estados Unidos, las iniciativas empresariales
más exitosas de las últimas décadas se han originado por trabajos de investigación básica y
de relativa larga maduración en universidades y centros de investigación y desarrollo
público y privado. Los promotores originales de estas empresas son hombres del mundo
académico que se apoyan en esa formación para, en un ámbito de negocios, buscar
productos y procesos novedosos a través de la mejora y el aprendizaje continuo (Esqueda,
1999).
La información es poder. Ahora bien, ¿quiénes son realmente los que pueden establecer
cuál es la tecnología medular en un paquete tecnológico? Lógicamente, es el investigador
quien detecta ese tipo de tecnología. Carbonell (1979) relata una interesante experiencia en
el establecimiento de una fábrica de bioproteínas con la British Petroleum. Se estudió con
mucho cuidado la parte de la tecnología que se nos estaba vendiendo y la conclusión
importante fue que la mayor parte de la millonaria inversión se centraba en un solo punto
importante: una cepa de hongos que se usaba. Era sencillo. Ésa era la tecnología medular,
las condiciones de la cepa, si era genéticamente estable, entre otros aspectos. Un ingeniero
probablemente hubiese pasado esto por alto y hubiese podido pensar que lo verdaderamente
importante era mover ese millón de metros cúbicos encerrados en un fermentador. Pero eso
no era lo más importante. ¿Quién lo puede diferenciar? Esencialmente, el investigador
básico. En el ejemplo de la British Petroleum la inversión para comprar esa tecnología se
redujo en un 70% gracias a la labor de investigadores básicos.
Por otro lado, el Proyecto Genoma Humano es uno de los más ambiciosos emprendidos por
el hombre, pero la elevada inversión hace imposible que Venezuela participe activamente.
Sin embargo, para el Proyecto de Diversidad Genética Humana, las poblaciones indígenas
de Venezuela son de gran importancia pues se intenta colectar y analizar el ADN que
represente la diversidad étnica mundial; estas poblaciones indígenas, genéticamente únicas,
pudieran aportar muestras útiles en el avance del Proyecto. Por ello se necesita tener
personal entrenado capaz de delinear los controles apropiados para este tipo de
investigaciones y absorber los beneficios posibles que obtendrían estas poblaciones y el
país, en caso de lograrse avances. Se debe recordar que los logros prácticos y las
posibilidades económicas del Proyecto Genoma serán inmensos, quien domine estos
conocimientos dominará el mercado del diagnóstico y del tratamiento. Entonces, ¿se puede
ignorar este Proyecto?
Las naciones que venden tecnología no lo hacen por razones filantrópicas. Según las reglas
del mercado, el comprador debe saber lo que compra y el problema es que frecuentemente
los negociadores carecen de la experiencia para desglosar el paquete tecnológico y para
pagar precios adecuados por lo que realmente se necesita. El conocimiento de estos
negociadores se limita, generalmente, a una especialidad en la que pueden ser
sobresalientes. Por ello, la asesoría del científico básico que ve más la perspectiva que el
detalle de la tecnología moderna es indispensable para esta fase de la transferencia de
tecnología. No quiere decir esto que el científico sea necesariamente un buen negociador,
pues no tiene la experiencia del detalle, pero su visión totalizadora no puede faltar en estas
transacciones (Cori, 1978).
El profesional debe ser capaz de decidir cuál es la tecnología que desea adquirir o generar
para su país, luego debe separar el grano de la paja en los paquetes de tecnología y,
finalmente, debe innovar rápidamente la adquirida. La única manera de adiestrar a este tipo
de profesional para que se aleje de la copia ciega y la rutina es mantenerlo en continuo
contacto con la investigación científica avanzada.
Sin lugar a dudas, el principal problema que enfrenta Venezuela es la pobreza. Todos los
demás, incluso el de la inseguridad personal, son consecuencias de ésta. La causa principal
de la pobreza es la ignorancia. Es evidente que más de cuarenta años de democracia y de
derechos a la educación consagrados en la Constitución Nacional, no se han traducido en el
desarrollo de una mejor sociedad que dependa exclusivamente de las riquezas naturales del
país. ¿Cómo explicar entonces la existencia de países adelantados, pobres en recursos
naturales? La respuesta está en la gente y en la educación de esos pueblos. Sin lugar a
dudas que la mayor parte de los graves problemas que afectan a un país se aliviarían si la
creciente población dispusiera de mecanismos para generar los recursos que necesita y
asegurar, así, su subsistencia y bienestar. Se necesita la ciencia para disminuir los límites de
la ignorancia y aumentar la capacidad para resolver los problemas. Un mejor estándar de
vida puede lograrse en un país que disponga de recursos humanos altamente adiestrados
formados en centros capaces de crear conocimientos y de formar profesionales
imaginativos que puedan innovar y crear.
Pérez-García (1997), por su parte, señala que es común pensar que los éxitos de un país se
deben sólo al buen manejo de las políticas macroeconómicas, a decisiones empresariales
adecuadas o a oportunidades del mercado nacional e internacional. Se obvia que las
condiciones para que este escenario sea posible son el conocimiento de las tecnologías
pertinentes y el de un personal técnico bien entrenado. Es decir, es fundamental disponer de
una capacidad científica y tecnológica actualizada que permita desarrollar y solucionar las
mejores tecnologías disponibles, preparar los profesionales necesarios y tener un
conocimiento profundo de nuestros recursos y posibilidades.
Conclusiones
Es innegable que la investigación permite vincular más el sistema educativo con los
sistemas científico-tecnológicos. Se hace necesario, entonces, la renovación de los
objetivos y curricula de los pregrados que permitan sentar las bases que aseguren,
posteriormente, una mayor integración entre la investigación y los estudios de postgrado.
Referencias
8. Macllwain, C. (1999). Stability offers unique opportunity for research. Nature, 398
(Suppl.), A4-A5.
11. Pérez, J.E. (1999). La investigación científica en Latinoamérica. Interciencia, 23, 316.
12. Pérez, J.E. y Bashirullah, A. (2000). Bureaucracy strangles latin american research.
Nature, 405, 273.
13. Pérez, J.E., Mayz, J., León, L., García, F., Godoy, G. y Mendoza, J. (1999). La
investigación en la Universidad de Oriente: Presente y Futuro. Saber, 11 , 10-14.
17. Scharifker, B.R. (1998, marzo 15). El valor del conocimiento. El Nacional, p. A-5.
18. UNESCO. (1995). Policy paper for change and development in higher education. Paris:
Autor.
19. Uslar Pietri, A. (1996, abril 14). Pizarrón de papel. El Nacional, p. A-4.