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UNIVERSIDAD NACIONAL DE ROSARIO

FACULTAD DE PSICOLOGÍA

HISTORIA Y EPISTEMOLOGÍA DE LA
PSICOLOGÍA “B”
Profesor titular: Aldo Avetta
J.T.P: Adrián Giménez.

Nombre y apellido: María de los Ángeles Neder


Legajo: N-0442/1

-2017-
TRABAJO PARA PROMOCIÓN.

La ética del psicoanálisis y el deseo del analista.

Lacan dice que la demanda con la cual el analizante se dirige al analista es una demanda
radical. Esta petición se despliega en el campo de una demanda implícita, la de curarlo,
revelarlo a sí mismo, hacerlo calificar como analista. Uno puede acudir al analista por algún
motivo particular o específico, pero en realidad de lo que se trata es de una demanda de
amor.

El analizante acude al analista a partir de que le supone un saber, por ejemplo, un saber
sobre su síntoma. Por ende, espera que se le responda a lo que él pide. Lacan nos recuerda
que el psicoanalista dirige la cura, no debe dirigir al paciente. Por lo tanto, hay que frustrar
ésta demanda, esto es lo que se conoce como abstinencia. Si responde a la demanda queda
en la posición de sugestión. El analista se encontraría haciendo uso del ejercicio de un
poder, estaría imponiendo su idea de la realidad. Implicaría una domesticación del sujeto.
Pero ese poder en realidad no es tal, porque el analista, como el analizante, está atravesado
y constituido por una falta, que Lacan denominará en la Dirección de la Cura, carencia en
ser. Estamos hablando del deseo del analista y por lo tanto, de la responsabilidad del
analista en la dirección de la cura.

Para Lacan, la ética del psicoanálisis está ligada al deseo. El analista es responsable de
liberarse de toda moral o suposición del bien, que no sea “no ceder ante su deseo de
analizar” y soportar la caída de los ideales y del sujeto supuesto saber a la cual la dirección
de la cura lo conduce. Si el analista se presta al juego de dispensarle los bienes que el
analizante pretende, estaría reduciendo al analizante a la necesidad, estaríamos evitando
encontrarnos con el deseo. Esta es una posición cómoda porque nos evitaría encontrarnos
con la angustia que supone la falta estructurante del sujeto. Los sentimientos del analista
tienen el lugar de lo que en bridge se llama “el muerto” porque si se los reanima el juego
prosigue sin que se sepa quién lo conduce dice Lacan. Aquí la resistencia que nos importa
es la del analista que podría empezar a ponerse en juego desde que se da la condición de
existencia de la transferencia.

Retomando lo anterior, el análisis, entonces comienza con una demanda. Por el


intermediario de la demanda, todo el pasado se entreabre hasta la infancia. Establecer la
noción del Otro como sujeto supuesto saber del analista será la pauta necesaria que
permitirá el despliegue de la palabra del analizante. Pero el analista no tiene que caer en el
engaño de quedar erigido como gran Otro, ese Otro que siempre está entre el analizante y el
analista. Para establecer el análisis tiene que dejar vacante ese lugar, para que el deseo del
analizante se realice como deseo del Otro.
El deseo del analista se pone en juego en su acto. Lacan reconoce que cuenta con una
estrategia, que es la transferencia y una táctica que es la interpretación. Hay que analizar la
transferencia como resistencia.

La transferencia es efecto de la demanda de amor que trae al analizante, de la cual


hablábamos al comienzo. La función de la transferencia es brindarnos el acceso ante esa
posición primaria del inconsciente, de indeterminación del sujeto. Desde que estamos
constituidos en el campo del Otro que nos preexistió, Lacan dice que el discurso del Otro,
cabe decir, el inconsciente, es el que hay que realizar en análisis. Por eso seguimos la regla
de la asociación libre. En análisis se busca realizar este discurso cuyos significantes nos
alienaron y nos determinaron en la constitución como sujetos. Es esencial que el sujeto vea
a qué significante sinsentido, irreductible, traumático, está sujeto como sujeto. En la medida
que frustramos a la demanda de amor, es que el inconsciente se va a abrir. La transferencia
es el cierre de inconsciente, dice Lacan. Freud ya indicaba que era esencialmente resistente.

Por otro lado, la interpretación tiene que ver con el advenimiento de un significante en que
el sujeto está apresado. Nos remite a la más antigua demanda, del Otro primordial, que
filtró las necesidades en los desfiladeros de la estructura del significante. No hay objeto
natural de la satisfacción en el orden humano. Se pierde porque estamos inmersos en el
lenguaje que antecede a nuestra existencia. La pulsión se mueve bordeando un vacío. En
este sentido la dirección de la cura se encamina a hacer operativa la distinción entre
demanda y deseo, como hizo Sócrates con Alcibíades: “ocúpate de tu deseo”.

Lo importante de la interpretación, en relación con la ética es que no es posible prever los


efectos que tendrá. Cómo la recibirá el analizante. La interpretación no es explicación, no
actúa sobre la consciencia. Va a tener lugar en tanto y en cuanto facilitemos el discurrir del
discurso del analizante.

Sabemos que hay una significación que vino a ocupar el lugar del significante primordial.
Es una significación que se inscribió en relación a la respuesta del enigma del deseo del
Otro. No está abierta a todos los sentidos, no es cualquiera. Es una interpretación
significativa que no debe fallarse.

En La dirección de la cura, Lacan manifiesta: “Para confirmar lo bien fundado de una


interpretación, lo que cuenta no es la convicción que acarrea, puesto que se reconocerá más
bien, su criterio en el material que irá surgiendo tras ella”. El analista a veces juega con
equívocos, apresurando la interpretación, pero no puede llegar a prever los rebotes que
causa en el analizante. Tiene que darse tiempo antes de lanzarse a interpretar, a escuchar los
significantes que se repiten en el discurso que se va desplegando.

Como el analista no puede calcular los efectos que tendrá sobre el analizante de antemano,
es fundamental que no quede entrampado en la demanda que el analizante le trae de que le
interprete su síntoma. Porque como dice Lacan “es como proveniente del Otro de la
transferencia como la palabra del analista será escuchada”. Puede llegar a ser recibida como
un nuevo mandato y así continuar obturando la falta.

No tiene que ver con una necesidad de comprender. De hecho, dice Lacan en Crítica de la
contratransferencia: “No es absolutamente esencial que comprenda. […] Siempre debe
poner en duda lo que comprende, y decirse que aquello que trata de alcanzar es,
precisamente, lo que en principio no comprende. Ciertamente, sólo en la medida en que
sabe qué es el deseo, pero no sabe lo que desea ese sujeto […] está en posición de tener en
él, el objeto de dicho deseo”.

Se trata de que el analista pueda hacerse soporte de esta posición, amparado en la


abstinencia de satisfacción de la demanda de amor y sostenido en el deseo del analista. El
analista es convocado para hacer semblante de objeto a. Dicho objeto es el resto de la
alienación al Otro primordial, significante de la falta, en tanto que el deseo del sujeto nace
alienado al deseo del Otro. El lugar del analista es esa posición, alojar a ese preciado
objeto, como hizo Sócrates con Alcibíades, para relanzar al analizante por el camino del
deseo. La función del análisis vendría a operar la separación por mediación del objeto a en
transferencia.

En definitiva, la ética del psicoanálisis es lo que hace que el análisis no quede reducido a
una técnica. Aunque es cierto que cuenta con elementos técnicos: la asociación libre.
Fundamentalmente, el análisis se produce en el interior de un acto. Detrás del amor de
transferencia está la afirmación del vínculo del deseo del analista con el deseo del
analizante. Éste es el que hay que poner de relieve e interpelarlo para saber si permite al
sujeto un movimiento. Implicará su responsabilidad y será posible si asume que a partir de
ese vacío de la falta podrá encontrar una nueva posición subjetiva, en el orden de su deseo,
entendiendo como dice Lacan, que de lo único que puede sentirse culpable es de haber
cedido en su deseo.
 Bibliografía utilizada.

Lacan, Jacques (1989), La dirección de la cura, Buenos Aires: Siglo XXI Editores.

Lacan, Jacques (1960-1961), Crítica de la contratransferencia en Seminario 8: La


transferencia, Buenos Aires: Paidós.

Lacan, Jacques (1960-1961), “Presencia del analista” y “De la interpretación a la


transferencia” en Seminario 11: Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis,
Buenos Aires: Paidós.

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