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Nacimiento de San Juan, el Bautista

24 de junio

Eduardo de la Serna
Lectura del libro del profeta Isaías 49, 1-6

Resumen: Un personaje desconocido que se define como “siervo” de Yahvé, y


por momentos se identifica con Israel, y en otros en relación a este, aparece
como luz de los demás. El grupo que vuelve del exilio se muestra ante los
judíos e israelitas dispersos por toda la diáspora como una lámpara que señala
los caminos de liberación.

Se habla con frecuencia de los cuatro (o quizás más) cantos del Siervo sufriente
de Yahvé que se encuentran en el llamado Segundo Isaías. El texto litúrgico
forma parte del segundo de estos “cantos”. Un personaje desconocido se dirige
a los lejanos (“islas” y “pueblos lejanos”; es posible que con estas imágenes se
refiera a los judíos dispersos por el mundo, por exilio o por cautiverio. Ya hemos
conocido algunas de estas ideas en las páginas anteriores de Isaías (“llamar”,
“recordar el nombre”, cf. 42,6: 45,3.4; 48,12).

La imagen de la protección divina sobre el personaje se ve en una serie de


metáforas: espada, saeta, carcaj, sombra de su mano y recurriendo a elementos
que caracterizan por una parte a los profetas (la boca, la palabra, el llamado
“desde el seno materno”, que relee en primera persona el texto de Jer 1,5). El
siervo es expresamente señalado como “Israel” (cf. 43,1.21; 44,2.21.24; 45,11).
Sin embargo, tiene a su vez elementos personales (por ejemplo, en relación con
el mismo pueblo de Israel, v.5) lo cual invita a pensarlo diferente. Quizás un
pequeño grupo (¿los deportados que regresan?, ¿un “resto”?, ¿los exiliados?)
se presente a semejanza del gran profeta. La alusión en más de una ocasión a
“Jacob” y a “Israel” (v.5.6) y también a otros grupos: “las gentes” (vv.6.7), los
“confines de la tierra” (v.6), y a los adversarios de Israel (dominadores, reyes y
príncipes, v.7). Sin embargo, el contrasto viene dado en que para estos, Israel
es “despreciado”, “abominado”, “esclavo”, mientras que es “valioso a los ojos de
Yahvé y mi Dios ha sido mi fuerza” (v.5). Esta actitud violenta y de rechazo es lo
que caracteriza el sufrimiento del siervo que se irá acentuando en los restantes
cantos; pero este sufrimiento no quedará sin producir un efecto: será rescatado,
se pondrán de pie los reyes y se postrarán los príncipes a causa de haber sido
“elegido” por Dios, que es leal (v.7). El siervo tiene una misión liberadora que
produce su efecto en Israel. Encontramos elementos reales, elementos
proféticos y de ese modo el siervo será “luz de las naciones”. El grupo liberado
del cautiverio en Babilonia que regresa a su tierra entre sufrimientos tiene una
misión clara para los demás miembros del pueblo de Judá y de Israel para ser
luz y hacer volver.

Hechos de los Apóstoles 13,22-26


Resumen: el anuncia del plan de salvación de Dios para su pueblo comienza
desde antiguo y se realiza en Jesús y su pascua. Todo esto preparado en la
historia llega a la plenitud en la persona del Bautista que anuncia de llegada de
la Salvación.
Es sabido que en Hechos se encuentran un número importante de discursos. En
aquellos pronunciados por “cristianos” (no todos lo son, como por ejemplo el de
Gamaliel en Hch 5) es habitual encontrar una suerte de síntesis del ministerio y
pascua de Jesús (se los ha calificado – quizás imprecisamente – de
“kerigmáticos”). En este caso se trata de un discurso de Pablo a los “israelitas”
(ver 10,37; 11,16; 13,24.25; 18,25; 19,3.4) que comienza en v.16 hasta el v.41.
Como es razonable, dados los destinatarios, las referencias a textos y
acontecimentos del Antiguo Testamento son frecuentes; el tiempo de los
profetas, para Lucas, culmina con Juan (Lc 16,16), y acá comenzando por
Samuel llega hasta el “precursor”. El texto litúrgico empieza en v.22 aludiendo
(como descendiente de David) al Nacimiento de Jesús. Enseguida comienza la
referencia al Bautista.
La figura de Juan tiene diferentes matices según cada evangelista. Hechos,
como lo había señalado en el Evangelio de Lucas, sabe que algunos piensan
que Juan podría ser el Mesías (Lc 3,15-16) y se ocupa de aclararlo señalando
que no es “lo” (no “quien”) ustedes esperan. Es interesante notar el paralelo:

Lucas 3,15-16 Hechos 13,24-25


15 Como el pueblo estaba a la espera, 24 Juan predicó como precursor, ante su
andaban todos pensando en sus corazones venida, un bautismo de conversión a todo el
acerca de Juan, si no sería él el Cristo; pueblo de Israel.
16 respondió Juan a todos, diciendo: «Yo los 25 Al final de su carrera, Juan decía: «Yo no

bautizo con agua; pero viene el que es más soy el que ustedes piensan, sino miren que
fuerte que yo, y no soy digno de desatarle la viene detrás de mí aquel a quien no soy
correa de sus sandalias. El los bautizará en digno de desatar las sandalias de los pies.»
Espíritu Santo y fuego.

La diferencia de bautismos es importante en el Evangelio, mientras que en


Hechos se destaca el ser “precursor” (el término prokêryssô sólo se encuentra
aquí en toda la Biblia; es un término compuesto con el prefijo “pròs” – en lugar
de, por, denota cercanía, dirección hacia…- y kêrissô, proclamar – de donde
viene el término kêrigma, anuncio, proclamación). Como es coherente con la
tradición bíblica (como una suerte de nuevo Elías), Juan prepara el camino de
Jesús que llega. Pero lo prepara con una predicación (kêryssô) y un bautismo
(de conversión, metánoia; en 10,37: “Juan predica un bautismo”). Esto lo
proclama en la plenitud (pleroô) de su carrera (dromos), es decir de su existencia.
Una nota sobre Juan, el judío: no hay unanimidad entre los estudiosos sobre el
“lugar” de Juan en la obra de Lucas. El texto clave (16,16) afirma que “la ley y
los profetas (= el Antiguo Testamento) llegan hasta Juan, a partir de ahí
comienza a anunciarse el Evangelio del reino”. Lo que no es evidente es si –
para Lucas - Juan es el “último del Antiguo Testamento” o el “primero” del Nuevo.
Si es claro que, para los seguidores de Jesús, Juan es mirado siempre en
relación a Jesús y como inferior a éste. Sin duda Juan fue un personaje
autónomo, que tuvo discípulos y predicó en diferentes regiones a lo largo del rio
Jordán; perteneció a un ambiente judío en el que se insistía en la limpieza (=
bautismo) para recibir la intervención de Dios que más tarde o más temprano
llegaría. La insistencia en que se trata de un “precursor”, en la línea de David y
otros personajes del A.T. invita a pensar que en el texto de Hechos se quiere
presentar no a un “cristiano” sino a un “judío”, el último. Luego de él – con Jesús
– comienza la novedad definitiva del Reino.
La referencia a las sandalias es frecuente al hablar de Juan (quizás fue usada
por los primeros cristianos para destacar la superioridad de Jesús sobre Juan a
fin de restarle fuerza a quienes empezaban a pensar si el Bautista no sería el
mesías).
Mt 3,11 dice que no es digno de “llevarle las sandalias”; Mc 1,7 dice “desatarle,
inclinándome, la correa de las sandalias” (repetido por Lucas 3,16 y Juan 1,27,
omitiendo la inclinación). El texto de Hechos omite además la correa. En todos
los casos, la actitud de llevar o desatar las (correas de las) sandalias se trata de
algo propio de los esclavos:
R.Joshua b. Levi enseñó: Todo tipo de servicio que un esclavo debe hacer a su
amo debe el discípulo hacerlo con su maestro, excepto tomar su sandalia (b
Ketub 96.a)
Nuestros Rabinos enseñaron: ¿Cómo es un esclavo pagano adquirido por
posesión? Si desata sus sandalias para él [el comprador], o lleva su equipaje
después de él a los baños; si lo desviste, lo lava, lo unta, lo seca, lo viste, lo
calza, lo levanta, entonces lo adquiere (b Qid 22b).
La imagen de “precursor”, el “final (plenitud) de su carrera” y las “sandalias”
remiten claramente a la superioridad de Jesús que Juan reconoce, en la obra de
Lucas.
Ahora bien, si la predicación de Juan es el mismo bautismo de conversión, el
versículo final (“hermanos…”; ver v.15), la oración conclusiva se ha de atribuir al
discurso de Pablo (los “israelitas” son sus hermanos, sin duda y se añade a los
“temerosos de Dios”, es decir a los paganos que no pudiendo incorporarse a
Israel por diversos motivos, tienen una actitud de cercanía y adhesión a los
preceptos judíos); para Lucas, Jesús y la predicación del Evangelio es la “palabra
de salvación” (v.23).

+ Evangelio según san Lucas 1,57-66.80

Resumen: el nacimiento de Juan está marcado por su misión que es “preparar”


el camino del pueblo y la llegada del “esperado”. Todo eso fue anunciado por el
ángel y queda expresado en el nombre que recibe.
El comienzo del Evangelio de Lucas, lo que se ha llamado, algo imprecisamente,
el “evangelio de la infancia” presenta en paralelo las figuras de Juan, el Bautista
y de Jesús. Veamos esquemáticamente:
Juan el Bautista Jesús
Anuncio del nacimiento 1,11-25 1,26-38
Gabriel 1,19 1,26
“No temas” 1,13 1,30
“poner el nombre” 1,13 1,31
Misión del hijo por nacer 1,15-17 1,32-33
Objeción: Imposibilidad de engendrar un hijo 1,18 1,34
Signo: “mira…” 1,20 1,36
Tiempo de dar a luz 1,57 2,6
Circuncisión al 8vo día 1,59 2,21
Nombre dado por el ángel 1,60 2,21
Conclusión de crecimiento 1,80 2,40

Este evidente paralelismo no ha de entenderse como un planteo de “igualdad”


ya que Juan “salta de gozo” en el seno de su madre al ver a la “madre de mi
señor” (1,41.43).
El texto litúrgico se detiene, coherentemente con la celebración, en el
“nacimiento del bautista” omitiendo el canto de Zacarías (1,67-79; el nacimiento
de Jesús también es acompañado de un canto, en este caso del viejo Simeón).
Es frecuente en Lucas señalar el cumplimiento fiel a las normas legales de Israel,
en este caso la circuncisión al octavo día (Lev 12,3; ver Hch 7,8; Fil 3,5).
La alegría de parientes y vecinas y la referencia a la misericordia alude a que
Isabel permaneció oculta desde el momento de su embarazo (1,25). Es ella,
además, la que pone el nombre al hijo (conforme le fue indicado a Zacarías por
el ángel), y recién ante la objeción de los presentes Zacarías lo confirma por
escrito. En tiempos bíblicos parece indistinto y por momentos el nombre lo pone
la madre y en otros lo hace el padre. Es interesante recordar que el “nombre”
suele ser significativo ya que designa el ser mismo de la persona. “Juan”
significa, en hebreo, “Yahvé se ha compadecido”. Dios no sólo se compadece de
Zacarías e Isabel, sino de su pueblo que – como los padres – se llenará de “gozo
y alegría” (1,14), los vecinos se “con-alegraban”, synéjairon.
No hace falta extremar el texto. Obviamente no tiene sentido que se dirijan a
Zacarías preguntando el nombre que quiere poner a su hijo “por señas” ya que
no era sordo, pero es habitual en el mundo antiguo que los mudos sean a su vez
sordos. Lo que importa es de parte de ambos padres la respuesta en fidelidad a
lo anunciado por el ángel. Juan debe hacer llegar a todos la “compasión de Dios”.
El signo que Zacarías había recibido, la mudez, ya ha cumplido su función; ahora
puede recuperar el habla, lo anunciado por el ángel (no sólo el nacimiento, sino
– sobre todo – la misión del hijo por nacer, expresada en el nombre) se ha
realizado. Ahora, con la palabra recuperada, Zacarías bendice a Dios. Y esto
repercute en los vecinos de toda la región que se preguntan “qué será” este niño.
Los lectores del Evangelio ya lo sabemos:
Será grande a los ojos del Señor; no beberá vino ni cerveza. Estará lleno de
Espíritu Santo desde el vientre materno y convertirá a muchos israelitas al Señor
su Dios. Irá por delante, con el espíritu y el poder de Elías, para reconciliar a los
padres con los hijos, a los rebeldes con la sabiduría de los honrados; así
preparará para el Señor un pueblo bien dispuesto (1:15-17).

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