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LIBRO DEL MUY ESFORZADO CABALLERO

PALMERIN DE INGLATERRA
H I J O D E L REY DON DUARDOS, Y DE SUS GRANDES PROEZAS;
Y DE FLORIANO DEL DESIERTO, SU HERMANO; CON ALGUNAS DEL PRÍNCIPE
FLORENDOS, H I J O DE PRIMALEÓN

PRÓLOGO satisfacer este mi desseo. Y como supiésse


vuestra merced ser aficionado á leer hechos
DIRIGIDO AL rüTTY MAGNÍFICO SEÍfOB t>0ST Á L 0 2 Í - grandes de personas señaladas en armas, y
so CARRILLO, E T C . . JXI SEÍTOK, HECHO POR
fuesse dado tanto á la milicia dellas, quisse
este pequeño fruto dedicalle á vuestra mer-
M I G U E L F E R R E L , SERVIDOR Y CRIADO SUYO. ced, para que tomasse el favor necessario, no
osando sin el soltalle en tan bravas ondas de
Demetrio Falereo, magnífico señor, amo- tan tempestuoso mar de las mordaces len-
nesta al rey Ptolomeo que leyesse muchas guas de los ociosos lectores. T bien sé, según
veces los libros que hablan del reino y del el Apóstol dice, que todas las cosas que es-
imperio é caballería, porque lo que los ami- criptas son, se escribieron para nuestra doc-
gos no osan amonestar se halla escripto en trina y enseñanza. Y aunque estas historias de
ellos; sentencia por cierto excelente, porque caballerías algunos las muerden y detraen,
no hay cosa más provechosa al caballero que diciendo ser mal ejemplo para los que las
poder atraer a su utilidad y provecho los leen, no deben de saber, como dice el sabio,
ingenios y consejos y dichos prudentes y que en el mundo hay dos maneras de millicia.
sabios de aquellos que de todos los passados y que en cada una se tratasse y hobiesse ejer-
han sido muy estimados, y tener de donde cicio de aquellas cosas que de mayor primor
pueda tomar industria para gobernar sus y perfición la adornassen; como en esta nues-
amigos, y aviso para regir su persona (que tra milicia de lo humano estas cosas tan ne-
es lo más difícil de todo), y su prudencia y cessarias sean para traer los ánimos á las ar-
ingenio augmentarlo de tal manera, que no mas y ejercicio dellas, comoviendo los áni-
solamente en estado y riquezas, xoero tam- mos varoniles á semejantes cosas hacer que
bién en virtudes, con verdadera opinión y los antiguos hicieron. Y este aviso bien sé que
loor de todas las gentes, parezca exceder á en vuestra merced no cabe, pues todos sus an-
los otros. Pues como yo siempre enderezasse tecessores pueden callar sus famas con la que
mi desseo á que mis servicios pudiessen traer de vuestra merced se suena, magnífico como
algún fructo al servicio de vuestra merced, Aristomeno Menessio, constante assí como
aunque me han faltado las fuerzas, no me ha Rómulo. immutable según Marco Servilio,
faltado la voluntad. La cual, según dice el bien afortunado como Marco Sergio, paciente
poeta, como no por esso sea menos de loar, en las adversidades y infortunios (pues como
tiniéndola y o , como siempre la t u v e , tan mortal les es vuestra merced obligado) como
aparejada para servir á vuestra merced, Scipión africano, y, en fin, escudo y amparo
esforcéme á que en alguna manera pudiesse de los que poco pueden. Y aunque se revol-
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viessert todas las antiguas y modernas his- EL AÜCTOR AL LECTOR-
torias, no se hallaría en tan próspera for-
tuna nadie más humano ni de toda soberbia Leyendo esta obra, discreto lector,
más enemigo. Ni aquesto hará presumptuoso vi ser espejo de hechos famosos,
á vuestra merced como á muchos, pero mag- y viendo aprovecha á los amorosos,
nífico como á pocos. Mas passando por esto se puso la mano en esta labor;
como por cosa que más espacio requiere, y hallé que es muy digno de todo loor
más vivo juicio que el mío con más delicado un libro tan alto en todo facundo;
decir, suplico á vuestra merced que este mi reviven aquí los nueve que al mundo
atrevimiento sea tomado con la intención que tomaron renombres de fama mayor.
fue fabricado, que es comenzar á servir algo Aquí los passados su nombre perdieron,
de las muchas mercedes que de vuestra mer- dejando la gloria aquestos presentes;
ced recebidas tengo. Y suplico á vuestra mer- olvido se tenga de aquellos valientes,
ced ponga cobertor á mi atrevimiento y es- habiendo mirado lo qu estos hicieron;
fuerce mi temor (que no ha sido pequeño) de veréislos, letores, en cuanto subieron
poner este mi pequeño fruto en el examen de tratando las armasen las aventuras,
su mucha prudencia. Que, como otros escrip- obrando virtudes dejaron ascuras
tores temen á la antigua costumbre del mal- Roldan y Amadís que ya perescieron.
decir del vulgo, assí yo [he] estado temblan- Aquí Palmerín os es descubierto,
do sabiendo lo mucho que vuestra merced los hechos mostrando de su fortaleza;
alcanza, que es tanto, que, á querer favorecer leelde, pues es historia de alteza,
á la patria y naturaleza, sería entre los espa- en todo apacible con dulce concierto:
ñoles otro que fue Mario Cario entre los ro- coged con sentido en ello despierto
manos. Y pues, según dice el Philósopho, el todas las flores de dichos notables,
afición es la que rige la voluntad, y ésta tanta oyendo sentencias que son saludables,
siempre haya tenido á vuestra merced como á robando la fruta de ajenos güertos.
señor, gobierne y lime su mucha prudencia Diréte, lector, aqtií solamente:
mi grande ossadía. Quiriendo antes, como aqueste tratado no dejes de haber,
dice el philósopho Polemón, dicípulo y su- sabiendo cuan poco puedes perder;
cessor de Xenocrates, de los que ni mucho habiendo mirado el bien de presente,
alcanzan ni saben ser juzgado por indocto y la habla amorosa y estilo elocuente,
atrevido, que de vuestra merced, como pru : verás las razones y gracias donosas;
dente y sabio, dejar de ser con clemencia dirás no haber visto batallas famosas
reprendido y enmendado. si aqueste mirares, en todo excelente.

Fin del prólogo. Deo gracias.


LIBRO PRIMERO
DEL FAMOSO Y M U Y ESFORZADO CABALLERO PALMERÍN DE INGLATERRA,
HIJO DEL REY DON DUARDOS, Y DE SOS GRANDES PROEZAS; É DE FLORIANO
DEL DESIERTO, SU HERMANO, CON ALGUNAS DEL PRÍNCIPE
FLORENDOS, HIJO DE PRIMALEON

CAPÍTULO L-—Cómo saliendo don Duardos á allí viera, como en esta primera parte se
caza á la Floresta del Desierto se perdió, y cuenta, assí como aconteció:
fue á la, torre de Dramusiando, donde por Que saliendo un día clon Duardos á monte
engaño fue preso. á la floresta del desierto, que hacia la parte
de la mar que de aM á cuatro leguas estaba,
Después que don Duardos, príncipe de llevando consigo á Elérida y á sus damas,
Inglaterra, vino del imperio de Grecia, aca- mandó asentar sus tiendas en un verde pra-
badas las fiestas de su casamiento, como en do, junto de una ribera que por allí corría,
el libro de Primaleón se cuenta, no passó que con sus corrientes y claras aguas con-
mucho tiempo que Florida se halló preñada, solaba los corazones tristes. ~No passó mucho
y porque en estos días era tanto su enamo- tiempo, después que allí llegaron, que hacia
rado, como los otros en que se llamara Julián, la parte do la floresta se hacía mayor, comen-
buscábale todas maneras de passatiempos, zó á sonar la vocería de los monteros, é
para que con ellos sintiese menos su dolen- yendo don Duardos hacia aquella parte vio
cia, porque algún tanto, juntamente con la un puerco grande, que, acosado de los pe-
preñez, se hallaba mal dispuesta, llevándola rros, trasponía por un recuesto; mas él, fián-
muchas veces por los lugares deleitosos de ri- dose en la ligereza de su caballo, le siguió
beras y arboledas, creyendo que, con el gusto de manera que en pequeño trecho le alcanzó
de aquellos deleitosos prados, perdería parte de vista y los suyos le perdieron á él, alon-
de pensar en su dolencia, tomando también gándose tanto, que por harto tiempo no le
por ejercicio ir á montear por las florestas, á pudieron más ver, porque como el puerco no
donde el rey su padre tenía aquellos pala- fuese natural, quien allí le hizo venir le supo
cios reales, donde él, siendo mancebo, vio á guiar de manera que pudo bien satisfacer
Oridonia sacada por el natural con su león en su intención; los que seguían á don Duardos
su regazo, cosa que entonces le hizo salir de fueron por el rastro en cuanto la claridad
Ingalaterra y combatirse con Primaleón, del día les duró: mas como les fue faltando,
como en su libro se cuenta. Assí por ser los la escuridad los hizo desatinar de manera
mejores y más bien obrados del mundo, como que perdieron el rastro. Don Duardos, enle-
por el lugar en que estaban ser aparejado á vado en el gusto de la caza y olvidado de
todo placer, Mérida holgaba tanto en ellos, cualquier peligro que de allí se pudiesse
que rogó á don Duardos que no la llevase de suceder, siguió tanto tras el puerco, hasta
allí hasta su parto ser passado. Y porque tanto que el caballo ele cansado no se podía
entonces sir padre el rey Fadrique estaba menear; entonces se apeó del, y quitán-
bueno, no entendía en las cosas del reino, dole el freno le dejó pacer de la yerba para
quería antes passar su vida en lugares soli- que tomasse algún esfuerzo, y con la des-
tarios que en la corte, quiso hacer su volun- confianza que tuvo, no creyendo que á tales
tad en ello como en todo lo demás. Mas la i horas podía acertar al lugar do su gente
fortuna, que hasta allí le favoreciera en todas j quedaba, se acostó al pie de un árbol pen-
las cosas, cansada ó arrepentida de tantas i sando dormir algún poco; mas viniéndole á
bonanzas como hasta allí le mostrara, por la memoria con cuánta pena Mérida estaría
usar de su acostumbrado natural y oficio. por su tardanza, nunca pudo reposar, pa-
volvió la rueda tanto al revés de lo que hasta sando en esto y en otras imaginaciones que
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en semejantes tiempos suelen venir, hasta representaba ser persona de merecimiento,
ser casi la mañana, adonde en aquellas horas tiniendo tal presencia y auctoridad, que obli-
el sueño le vino á vesitar, porque siempre gaba á tocio hombre tratalla con mayor aca-
en este tiempo viene á aquellos que sus tamiento de lo que sus obras merecían. Es-
horas gastan en otras cosas. taba acompañada de algunas dueñas y don-
Durmiendo con tanto reposo como se le cellas, y con ellas le vino á recebir con tan
dejara su cuidado, después que recordó y gran placer, como le hacía tener ten elle en
echó el freno á su caballo, caminó hacia su poder. Don Duardos, después de hacelle
aquella parte que á su parecer su gente que- la cortesía que le pareció necessaria. le dijo:
dara; mas su camino era tan apartado, que «Señora, estoy tan espantado de lo que aquí
cuanto más caminaba, más se alongaba della, veo, que quería saber de vos quién sois y
y clesta manera anduvo hasta tanto que el cuya es esta casa tan encubierta á todos y
sol se quería poner, que se halló en un tanto para no encubrirse á nenguno». La
campo verde, cubierto de deleitosos árbo- dueña le tomó por la mano, y le llevó á una
les, tan altos, que parecían tocar las nubes; ventana que sobre el río caía, diciendo: «Se-
por medio dellos pasaba un río de tanta agua, ñor don Duardos, la fortaleza y el dueño
que en nenguna parte parecía haber vado, y della está todo á vuestro servicio; reposa
tan clara, que quien por junto á la orilla ca- aquí esta noche, que por la mañana sabréis
minaba podía contar las guijas blancas que lo que desseáis». Ño tardó mucho que llama-
en el suelo parecían; y como la tarde fuese ron á cenar, siendo tan bien servido como lo
serena, y los árboles con gracioso aire se me- pudiera ser en casa del rey su padre; de ahí
neasen, juntamente con el cantar de las aves le llevaron á una cámara, donde había de
de que los árboles estaban poblados, le trujo dormir, en la cual estaba una cama tan bien
á la memoria aquel gracioso tiempo y las obrada é rica, que parecía más para ver que
enamoradas arboradas que pasara al cantar para ocuparla en aquello para que fue hecha.
de los ruiseñores en la guerra del emperador Don Duardos se acostó, espantado de lo que
Palmerín llamándose Julián; y como pensar vía; aunque pensar en Plérida no le dejasse
en esto le trujesse nueva alegría, caminó descansar, el trabajo passado le hizo bien
por el río abajo tan transportado y desacor- dormir. La señora del castillo, que no espe-
dado de sí, que no tenía memoria para gozar raba otra cosa, viéndole vencido y ocupado
el deleite de tal valle ni sentido para sentir del sueño, mandó á una doncella que en la
el peligro en que ya estaba metido; antes, cámara entró tomar la su muy rica espada
soltando las riendas al caballo, le guió para que traía siempre consigo, que la tenía á la
aquella parte para donde su fortuna le tenía cabecera, y después de tomada, sintiendo
ordenado, y assí anduvo tanto, hasta que le que su desseo podía venir á lo que siempre
puso al pie de una torre que en medio del desseara, dijo á otra: «Di á mi sobrino que
río, encima de una gran puente, estaba edi- venga, que con menos trabajo de lo que pen-
ficada, bien obrada y fuerte, y allende desto samos puede tomar venganza de la muerte
muy hermosa para mirar de fuera y mucho ele su padre, pues en nuestro poder está éste,
más para recelar los peligros de dentro, cer- que es nieto y yerno de aquel que le mató».
cada de álamos altos que de lo hondo del E n esto bajó de lo más alto de la torre un
agua salían, tan espessos, que casi empedían gigante mancebo, acompañado de algunos
la vista deíla á quien de fuera miraba; la hombres armados, y tomando el espada de
entrada della, assí de la una parte como de la don Duardos en la mano, que la dueña le
otra, era por la puente, la cual era tan ancha, dio, dijo: «Por cierto, tú estabas empleada
que se podían combatir en ella cuatro caba- en quien mejor que otro te merecía, mas en
lleros. Don Duardos, recordando de su des- mi poder serás más temida de lo que podía
acuerdo, y viendo la novedad del castillo y ser por ti aquel que te tenía». Hablando
fortaleza del, llamó á unas aldabas de hierro estas palabras entró dentro en la cámara assí
que en la puerta estaban. acompañado, diciendo: « ¡Don Duardos, don
Duardos!» en alta voz: «con menos reposo
JSTO tardó mucho que en las almenas se
que esso habías de estar en esta casa». Don
paró un hombre, que, por lo ver desarmado, Duardos recordó á sus voces; queriendo to-
le fue luego á abrir. Al cual preguntó cuyo mar su espada no la halló, y viendo ansí
era aquel castillo. El portero le respondió aquella gente, dijo: «Por cierto, agora creo
que subiesse arriba, que allá se lo dirían, y que en las muy buenas muestras están los
como su corazón no temió los peligros antes muy mayores engaños». Eespondió el gi-
que los viesse, perdido todo temor, entró en gante: «Es tan cruda la venganza que des-
el patio, y de ahí subió á una sala, donde fue seo tomar en tu generación, que contigo solo
recebido de una dueña, que en su presencia
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no quedo satisfecho, y porque después sabrás quien se puede decir que, presumiendo de
quién soy, agora no te digo más». Entonces esforzado, se venció de quien no lo había
le mandó prender, sin él poderse resestir, de ser».
que sólo con el corazón sin otras armas le
tomaron; de ahí le llevaron á una torre en CAP. Tí.— Que declara quién era el gigante
lo más alto de la fortaleza, á donde, cargado en cuyo poder clon Duardos quedaba.
de hierro, le dejaron, con intención de nunca
soltalle. Cuando Don Duardos se vio solo y Para saber quién fue este gigante en cuyo
assí tratado, con ira que de sí mesmo tenía, poder don Duardos quedaba, dice la histo-
comenzó á decir palabras ele tanto dolor y ria que al tiempo que Palmerín de Oliva,
lástima, que nenguno lo pudiera oir que no siendo caballero andante, vino á la corte del
la hubiera del: «¡Oh. don Duardos! ¡A qué rey de Inglater güelo de don Duardos,
estado te trujo tu fortuna, que sin defensa con Trineo, hijo del emperador de Alemana,
de tu persona estás en j)oder de quien con- por servir á Grriola su hija, que, andando en
fiessa ser tu enemigo! ¡ Oh, mi señora H e - la corte desconocidos, por la grandeza de su
rida! ¿qué pensaréis de mí cuando vierdes esfuerzo y la mucha bondad que en ellos el
que vuestro don Duardos no torna á donde rey conocía, fueran siempre tratados, assí
vos estáis? bien se que esto os ha de doler del rey como de todos los caballeros, con
tanto como á mí la passión que de mi pér- tanto amor y cortesía, como era necessario
dida tengo; y si esta prisión que tengo fuera para les pagar los servicios que le hicieron,
en parte que me dejaran veros, por grande puesto que sus intenciones eran alcanzar
que fuera, viviera contento; mas estoy adon- mayor premio de su trabajo, que fue á Grio-
de no pienso salir, y con esto pierdo la espe- la, la cual de allí llevaron, casándose Tri-
ranza de veros; ansí que, mi señora, acon- neo con ella, como en la historia de Palme-
sejadme lo que haga, que sin vos no tengo rín se cuenta. En ella se escribe que, yendo
vida., y con tanto, sé que este cuidado me el rey á una montaña, llevando consigo á
durará poco, porque él me matará presto; la reina é á su hija, fueron á reposar á un
mas tengo miedo que después de muerto campo que en la floresta donde habían de
sienta lo que de vos me ha de quedar; cierto montear estaba, acompañadas de muchas da-
es que nunca me vi en nengún gran peligro mas y caballeros, que aquel día habían sa-
que sólo traeros á la memoria no me sacase lido desarmados, porque el ejercicio á que
del, mas este en que estoy estaba guardado iban requería más hábito de ñesta que de
para mí y para vos, y por esso no me valis- guerra, salvo Palmerín y Trineo, que siem-
tes antes; agora que vos había menester para pre acostumbraban á la mayor parte de ir
el remedio de entrambos, me hallo desacom- armados, por estar más apercébidos para los
pañado y solo de todo, j Oh, esforzado prín- peligros que en tales fiestas suelen suceder.
cipe Primaleón! bien sé yo que cuando mi Después de ser allí llegados, el rey se apar-
desventura supiéredes no seréis quien menos tó por el monte, dejando á la reina, acom-
esta pérdida sentirá: mis amigos Soldán de pañada de mucha^ gente, adonde, pensando
Niquea, Mayortes, Gratazu, é rey Tarnaes, que estaba segura, fue salteada del gigante
¿qué haréis? porque aunque vosotros me Franaque con veinte caballeros que con él
queráis valer, no es en vuestra mano, por- venían, llevando á la reina y á su hija; ma-
que este lugar, según veo, ninguno lo sabe, taron á aquellos caballeros y gente que en
salvo quien su dueño quiere». su guarda quedaron, porque como el gigante
En estas palabras y otras llenas de dolor fuesse fuerte, y sus caballeros viniessen bien
passaba don Duardos su tiempo, y tornando armados, y los que estaban con la reina es-
á Flérida, decía: «Señora, no es esta la pri- tuviessen sin armas, hubo muy poca defensa
sión que á mí me ha de matar, mas matarme en ellos. Estas nuevas fueron á Palmerín y
ha vuestro desseo, que siempre está conmigo; á Trineo, á quien más que á otro esta tan
y este es el principal enemigo con quien gran injuria tocaba; no lo hobieron bien sa-
todas las horas y momentos que en esta pri- bido, cuando al más correr de sus caballos si-
sión estuviere me tengo de ver en batalla, guieron la vía que el gigante y su gente lle-
porque esta es la mayor en qiie nunca mi vaba, con el cual Palmerín hobo una brava
corazón se vio, y assí le hace creer que batalla, y al fin lo mató, no con poco traba-
aquí está la muerte más cierta que en nin- jo, porque el gigante era muy temido entre
guna de cuantas passo». En esta congoja todos los que le conocían. Trineo, que passó
passó don Duardos toda la noche; después. delante, hizo tanto entre los caballeros que
acordándose cuan poca defensa tuvo en su llevaban á Griola y á la reina, que los des-
prisión., decía: «Por cierto, no soy yo por I barató juntamente con ayuda de Palmerín,
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que le socorrió á muy buen, tiempo, porque, porque la intención de la giganta era que
venciendo y matándolos todos, libraron á la él entrasse. y ya que la voluntad de la gi-
reina y á su hija, que en gran congoja es- ganta no fuera, la virtud de su espada des-
taban viéndose llevar de tan cruel gente, hacía todos los encantamentos; y llegado á
que assí habían muerto á quien les había la torre, fue recebido dentro por la manera
querido defender. Este Franaque tenía una que ya dije. Las condiciones de Dramusiando
hermana, muy gran sabidora en las artes de eran éstas: de todas las cosas que naturaleza
encantamento, llamada Eutropa, que en su le podía doctar era asaz perfecto, de cuerpo
tiempo passó á todas las personas que de muy bien proporcionado, no de la grandeza
aquel arte sabían. Y sabiendo la triste nue- de otros gigantes, su rostro no feroz, sino
va de aqueste su hermano, tomando en sus más hermoso que para gigante convenía,
brazos un pequeño hijo que le quedaba, que apacible en la conversación; era muy diestro
tenía por nombre Dramusiando, con grandes en las armas y sobre todo el mejor caballero
llantos lloraba la muerte de su padre, pro- que en su tiempo entre todos los gigantes
metiendo que con sus artes, y con las fuer- hobo. Este, después de tener á don Duardos
zas de aquel niño, tomaría tal venganza del en su prisión, gustó tanto de su conversa-
que lo mató y de todos los que de su linaje ción, que le quitó los hierros, llevándole con-
pudiesse haber, que quedasse dello perpetua sigo algunas veces á montear, dándole licen-
memoria, como se aparejaba en el estado que cia para todas aquellas cosas de que él re-
agora estaba. Passados los días del ímpetu cebía placer, puesto que del sitio encantado
de su passión, quísose proveer como sabía no salió. Assí, aliende tener su palabra, lo
en aquello que vio que era menester para guardaba, porque tenía por muy cierto que
su guarda, temiéndose que el rey, por los por él habría todos los que desseaba, porque
muy grandes deservicios que del gigante ha- como él no volviesse, salidos de sus tierras á
bía recebiclo, querría destruir toda la si- buscalle, su tía Eutropa los trairía á aquella
miente que del quedara, y haciendo de nue- parte, que entonces estaría en su mano ha-
VQ aquel castillo en que don Duarclos fue cer dellos lo que él quisiesse. Algunas veces,
preso, se metió en él con toda su familia para el placer del gigante, Eutropa metía
fortificándole todo lo que más pudo; y no se caballeros en aquella floresta, y muchos ex-
confiando desto, porque al poder de su rey tremados gigantes con quien ejercitasse las
poca defensa podía tener en aquel castillo armas, y desta manera passaba su tiempo;
por fuerte que fuesse, y considerando ella mas á don Duardos ninguna cosa de todas
estas cosas, encantó de tal suerte toda aque- estas le hacían alegre, porque el amor de
lla floresta al derredor, que ninguna persona Flérida y su soledad le hacían perder el
podía entrar dentro si no fuese por su volun- contentamiento que destas cosas podía tener.
tad. En este castillo erió su sobrino hasta
edad de ser caballero, y fuelo por mano de
un gigante su pariente que Eutropa hizo CAP. III.—De lo que aconteció á FUrida
allí venir. Este Dramusiando, como tuviesse viendo que don Duardos no venía.
edad y entendimiento, y tuviesse el ánimo Estando Florida en la Floresta del Desierto,
muy grande, supiendo la muerte ele su pa- que quedara con Artada y otras damas junto
dre, el esfuerzo de su ánima le provocaba á con la ribera folgando y cogendo de las flo-
ir por el mundo á vengar la muerte de su res de que el campo está cubierto, que esto
padre en todos aquellos que lo merecían; mas era en el mes de mayo, tiempo en el cual
Eutropa, como por sus artes alcanzaba mu- ellas tienen su gracia, esperó á don Duardos
chas cosas, y sabía la fortaleza de aquellos hasta las horas que le pareció que debía ve-
en quien se había de tomar la venganza, nir; y viendo que tardaba, comenzó de en-
tenía este pensamiento por muy vano, se lo tristecerse, anunciándole el corazón el de-
impidió siempre, diciendo que viviesse con- sastre que aún ella no sabía, porque á la
tento, que ella le prometía de le traer á su mayor parte, antes que acontezcan, las ade-
poder en quién pudiesse tomar muy cruel vina él, y más cuando es entre personas á
venganza de la muerte de su padre; con esto donde el amor tiene mucha ó alguna parte,
que Eutropa le dijo, se asosegó el gigante, que entonces es el primero á quien este re-
aunque no se le perdía de la memoria por celo viene. Allegada la noche, parecióle más
quién fue muerto. Pues passando en esto escura á Florida de lo que de su natural lo
mucho tiempo, aconteció que don Duardos podía ser; ninguna consolación la podía ale-
vino hacia aquella parte adonde sin ningún grar; los monteros acudían y su don Duar-
perjuicio pudo entrar, aunque la floresta, dos no venía; los suyos no sabían qué conse-
como ya dije, estuviesse encantada, assí jo tomarían: si dejalla para ille 4 buscar, ó
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acompañalla, porque viniendo, y hallándola muy grandes fiestas viniendo todos de la
sola, no se quejase; con todo, por mandado guerra del caballero de la Isla Encubierta;
del duque de Gralez, aguardaron hasta otro y desta Argónida hubo don Duardos á Poní-
día; Florida no durmió en toda la noche, pides su hijo, por la manera que en el libro
porque siempre en estos casos el cuidado de Primaleón se cuenta; y tornando con esta
vence el sueño. Ya que la mañana esclares- nueva donde Flérida estaba, puesto que con
eía, el duque mandó á toda aquella gente ella le certificaba don Duardos ser vivo,
que. repartidos, corriesen toda la floresta y quedó más triste de lo que antes estaba.
mirassen si lo hallarían, y tornassen allí con
Porque promesa ó esperanza de tan largo
el recaudo, porque Flérida tenía ordenado apartamiento, no podía dar placer perfecto.
no hacer de allí mudanza hasta saber lo que Tcomo pocas veces una passión venga sola,
del era hecho. Pridos, hijo del duque de con este acídente le dieron dolores de parto,
Ofalez, primo de don Duardos y muy grande y porque también ya el tiempo era llegado,
amigo suyo, se metió por lo más espesso de sin mucho trabajo parió dos hijos tan crecidos
Ja montaña, contra aquella parte do la mar y hermosos, que en aquella primera hora pa-
batía, y atravesándola sin hallar á quién pre-recía que daban testimonio de lo que des-
guntar, vio á dos monteros que aquella no- pués hicieron. Arfada y otras damas los to-
che habían quedado fuera y en ellos halló maron, y envolviéndolos en ricos paños, se
muy mal recaudo. Desta manera lo anduvo los j)resentaron delante, creyendo que con
revolviendo todo, é ya desconfiando de le ha- la vista dellos mitigaría la pena; Flérida los
llar, creyendo que de las alimañas bravas de tomó en sus brazos con amor de madre; con
que aquella montaña era poblada lo matarían palabras de mucha lástima decía: «¡Oh hijos
por ir desarmado, tornóse tan triste con sin padre! ¡cuánto más próspero pensé que
aqueste pensamiento, que desacordado de sí, vuestro nacimiento fuera! mas en lugar de
con los ojos llenos de agua, las riendas suel-las fiestas que él para entonces aparejaba,
tas sobre el cuello del caballo, haciendo yo moriré con este dolor y vosotros queda-
muy grandes lástimas por aquellas muy réis sin él, y sin mí y sin edad para sentir
grandes concavidades que la mar tenía he- tan gran pérdida». Luego un capellán que
chas, y retumbando dentro el tono con que ahí estaba los bautizó, y preguntando por los
las decía, parecía que le ayudaban á sentir nombres, Flérida, acordándose del naci-
su muy [grande] passión con aquellas mis- miento que oyera de Palmerín su padre, y
mas palabras que él mismo se quejaba. de la tristeza que entonces hubo, parecióle
2ío tardó mucho que por la ribera de aque- conforme á ésta de sus hijos. Pusieron nom-
lla playa vio venir una doncella encima de bre al que nació primero Palmerín, que des-
su palafrén muy negro, vestida de la mes- pués se llamó de Inglaterra, y al segundo
ma color, mas venía tan bien ataviada, que Floriano del Desierto, assí por que la floresta
le hacía parecer hermosa, allende de serlo en que naciera se llamara del Desierto, como
ella de su natural. Llegándose á Pridos, le por ser en tiempo que el campo estaba cu-
tomó por la rienda, diciendo: «Señor caba- bierto de flores; él en sí tan hermoso, que el
llero, esforzad, que essa gran tristeza no pue-nombre páresela diño del, y él no del nom-
de guarecer á lo que buscáis. Sabed que don bre; acabado de bauptizar, les dio de mamar,
Duardos es vivo, puesto que no está en su assí de la leche de sus pechos, como de las
libertad, ni saldrá tan presto de la prisión lágrimas de sus ojos, porque las que ella
en que lo tienen; decid á Flérida que se con- vertía eran tantas, que, corriendo por sus
suele, y que tenga por muy cierto que no mejillas, iban á parar á aquel lugar donde
será este el postrero sinsabor que la fortuna todo se juntaba.
le ha de dar; por tanto, que crea assimismo Dice la historia que, estando en esto, llegó
que esto todo vendrá á muy buen fin. Por- hacia aquella parte un salvaje que en aque-
que la soledad que agora comenzará á sentir, lla montaña vivía. Este se mantenía de la
se le tornará en mayor alegría, y que esto lo caza de las alimañas que mataba, vestíase
manda decir Argónida, á quien desto pesa de los pellejos dellas, y traía dos leones ata-
tanto como á ella». Aun bien no acababa de dos por una trabilla, con los cuales cazaba.
decir estas palabras, cuando, dando del azote T viniendo aquel día allí á parar halló aque-
al palafrén, ella y él desaparecieron, y tra- lla parte, á donde, metido entre unas matas
yendo Pridos á la memoria quién podría ser espessas, vio el nacimiento de aquellos infan-
ésta que Argónida se llamaba, se le acordó tes y los nombres dellos, y usando de lo que
que era hija de la dueña encantadora, señora su inclinación brutal le inclinaba, determi-
de la isla donde el águila tomó Arisdefio, ! nó cebar sus leones en aquellas inocentes
enano de Primaleón, cuando le hicieron las I carnes, porque en todo el día no había caza-
10 LIBROS DE C
do, y jsaliendo de súpito al campo, los que reció, y esto estaba guardado para el fin de
en él estaban, con el miedo, desmampararon mi vejez, sustentaela en el contentamiento
á Flérida, escondiéronse entre las matas, de vuestras obras; y bien siento que si vos
porque Prietos, que los pudiera defender, sois vivo, ellas vos salvarán de cualquier
era ido á Londres á hacer traer andas en que peligro en que estuvierdes, porque á los co-
la infanta fuesse. Artada se arrojó sobre ella, razones osados la fortuna los favorece; mas
que el amor que le tenía le dio este atrevi- yo, á quien la natura ya desmampara, en fal-
miento, que no la consintió dejar. El duque tándome vos, por quien era vivo, ¿qué espe-
de (ralez, que muy viejo era y estaba des- raré sino acabar esta jornada con tan poco
armado, no pudo defender que el salvaje 210 descanso como en la fin della me disteis?»
le toinasse á los niños debajo del brazo, y Estando el rey en esto, salió á la sala la
caminando contra la cueva, se fue sin hacer reina, que ya ele todo era sabidora, con ta-
más dafio. Flérida quedó tal, que perdido el maño desatino, como las grandes passiones
sentido no se acordaba de cosa ninguna, per- las suelen dar cuando vienen á los corazones
dida la color natural, parecía más muerta ojie dellas están libres, tan fuera de sí, que
que viva. Porque en los grandes miedos y nenguna palabra que dijesse tenía concier-
passiones, siempre ella desampara los luga- to, porque en los ásperos sentimientos esto
res donde mora, por acudir á la parte más suele siempre acontecer; llegando al rey,
principal, que es el corazón, á donde cual- cayó en tierra como muerta; él la levantó,
quier destos extremos hace más daño; mas sosteniéndola sobre las rodillas; proveyendo
tornando algún tanto en sí por las palabras en lo que debía, no quirienelo que un mal
que Artada le decía, comenzó otro planto de fuese causa de otro, comenzóla ele consolar,
nuevo, desseando mil. veces la muerte, por diciendo: «Señora;, mira que en las grandes
que sóio en ella se halla reposo de todos los afrentas nenguna cosa es más odiosa que los
males. ánimos flacos; á vuestro hijo hizo Dios tal,
que no querrá que tan aina acabe, pues él
para acabar tan grandes cosas vos le dio,
CAP. IY.—De los grandes llantos que se hi- cuanto más que si nuestro mal hobiesse de ser
cieron en la entelad de Londres por la pér- tan grande que le perdiéssemos, ya del que-
dida de don Duardos. dan dos hijos con que estas edades descan-
En tanto que Prietos vio el nacimiento de sen» ; en estas y otras jDalabras se passó tan^
los infantes y la disposición ele Flérida, á la ta parte del día, que un hermano de Pridos
mayor priessa que pudo se partió |oaraLon- tuvo lugar de ir á la floresta, y metiendo
dres, á mandar traer andas en que la lleva - á Flérida en unas anclas, se partió de la flo-
ssen. El rey Fadrique, que estaba á una ven- resta con tamaño llanto como a quien se le
tana de su aposentamiento, cuando assí le acordaba lo mucho que allí perdiera. Assí
vio venir, recelando lo que podía ser, antes vino por el ánimo acompañada de aquel cui-
que otra cosa quiso saber á qué era su veni- dado, que mucho en después le duró, como
da; puesto caso que Pridos tuviesse un cora- en esta grande historia se hará minción,
zón muy grande, no pudo tanto encubrir el hasta que llegó á la ciudad de Londres, á
gran dolor que le atormentaba, que las lá- donde le fue hecho por el pueblo tamaño re-
grimas no le descubriessen, porque éstas son cebimiento de lloro y tristeza, como se le
siempre testigos de la tristeza que en el alma hicieron ele alegría en el tiempo que ella
está oculta. E l rey quedó muy turbaelo de lo vino de Grecia, y entrando por la sala, vien-
ver assí, mas mucho más lo fue cuando supo do aquellas personas reales tan acompaña-
de la perdición ele su hijo, que tremiéndole das de pena que sentían, y ellos á ella ansí
todos los miembros de su cuerpo, cayó en el mesmo, como siempre en las grandes heri-
suelo sin ningún acuerdo. Pridos le levantó das eluele más el segundo acídente que el
en los brazos; el rey, puestos los ojos en él, primero, fue en ellos de tal manera renova-
corriéndole muy muchas lágrimas por aque- do el lloro, que parecía los palacios se asola-
llas reales canas, muestras de su edad, me- ban con gritos; especialmente cuando el rey
recedoras de otro más descansado fin de lo supo que los infantes eran perdidos, que en-
que con tales nuevas se esperaba", decía con tonces tuvo por cierto que la fortuna orne en
voz cansada tantas lástimas cuantas un co- todo se le quería mostrar enemiga. Todos los
razón atribulado en estos tiempos suele ha- grandes que en palacio se hallaron sentían
llar, diciendo muchas sreces: «¡Don Duardos, tanto esta pérdida, que en lugar ele consola-
don Duardos! siempre recelé lo que agora ción hacían otro mayor lloro; la plaza y ca-
veo, y agora veo lo que recelaba; mas yo lles principales estaban ocupadas de gente
fieme en la fortuna, que hasta aquí me favo- menuda, que con las más tristes palabras
P A L M E R Í N DE INGLATERRA 11
que podían mostraban sentimiento por la diciendo que en todo el día no había podido
pérdida de su príncipe ; algunos recontaban hallar otra, y que de aquélla cenarían los
sus proezas, que provocaban los ánimos del eones; mas como las mujeres de su natu-
quien las oía á mayor tristeza. T a que la no- ral son inclinadas á piedad, túvola tamaña
che venía, el rey se recogió con la reina á su de aquellas vidas inocentes, que no quiso
aposentamiento, y Florida al que de antes te- consentir lo que su marido traía ordenado,
nía, acompañada de muchas dueñas de aucto- antes, tomando de otra carne, les dio de co-
ridad para tal tiempo necessarias; y á otro día mer y á los chiquitos de mamar, con tan
el rey hizo embajador destas nuevas al em- grande amor como á su hij o propio; y con
perador Palmerín, y fue Argüíante, hijo del esto los crió á la leche de sus pechos hasta
duque deHortan, que era hermano de Troen- que la edad los enseñó á sustentar de otro
dos, el que murió de amores de Florida, el mantenimiento, y porque aquí no habla la
cual luego se partió. El palacio y casas prin- historia dellos hasta su tiempo, torna á Argü-
cipales estaban cubiertas ele paños negros, íante, que, después de partido, andando tanto
porque entonces esta era la tapacería de que por sus jornadas por mar y por tierra, siem-
todos se adornaban; la ciudad de Londres pre con tanta priesa, con tanto cuidado como
vivía en tamaño descontentamiento, que todo el que consigo llevaba, y un domingo llegó
parecía ayudarse á sentir aquel dolor; algu- á aquella famosa Costantinopla, á tiempo
nos caballeros se partieron luego en busca que celebraban tamañas fiestas como fueran
de don Duardos; Mérida estuvo muchos días á los casamientos de Primaleón y don Duar-
tan mal dispuesta, que siempre esperaron dos, y esto era porque nació á Primaleón una
que su enfermedad tendría aquel fin que ella hija á quien el emperador Palmerín pusiera
deseaba; mas después que su dolencia fue nombre Polinarda por amor de la emperatriz,
convaleciendo, apartada de todas las cosas porque désta sesperaba ser tan hermosa como
que por alguna vía le podían dar contenta- su agüela; quiso que viniessen todos los seño-
miento, se apartaba de la otra gente, porque res, ordenando grandes justas y torneos, á
sola pudiesse mejor pensar en el su don los cuales también vino el rey Tarnaes de La-
Duardos, trayendo á la memoria mil conten- cedimonia, Polendos, que entonces era rey de
tamientos que j^a ella passara, y vertiendo Tesalia, y Belcar, que también era duque de
muy muchas lágrimas por la pena que acor- Ponte y de Durazon, con quien la corte esta-
darse desto le traía. Ocupaba tanto en esto ba tan ennoblecida y grande, como en nen-
el sentido, que algunas veces perdía la gana gún tiempo lo fue. Argolante atravesó la ciu-
de comer, estando tan enlevada en la con- dad hasta llegar á los palacios, armado de ar-
templación en que este gran cuidado le po- mas negras, y viendo las grandes fiestas que
nía, que todo lo demás se le olvidaba, des- por toda ella se hacían, y la tristeza en que
confiando que en algún tiempo podría tornar el rey su señor quedaba, las lágrimas le vinie-
aquel gusto de lo que ya perdiera, que aques- ron á los ojos, acordándose que toda la pas-
ta calidad tienen las cosas que mucho se sión era suya, porque á los tristes es alivio
dessean, parecer que siempre se tardan; y so- tener compañía en la pena. Al tiempo quel
lamente en aqueste ejercicio passaba aque- emperador acababa de comer para ver los
llos días y también las noches, siendo en torneos, entró por la sala a vista de todos
ella siempre el grandíssimo amor de don con continiente poco alegre; quitándose el
Duardos tan firme como si allí le tuviera yelmo, quedó con el rostro todo bañado en
presente, y no era mucho ser assí, que él, lágrimas, porque ellas son muestra con que
cuando entra en las personas y es muy gran- de fuera se muestra la pena que dentro que-
de la distancia del lugar, no se quita. da; quiriendo besar las manos al emperador,
él no se las quiso dar hasta saber quién era;
Argolante le dijo su embajada en presencia
CAP, Y. —De lo que el salvaje hizo de los de todos, representándola con. las palabras
infantes que llevó, y de cómo Argüíante que en tal caso eran necessarias. El empera-
llegó a la ciudad de Constantinopla. dor quedó tal, que no lo pudiendo encubrir,
se levantó y se recogió á su aposento, cessando
Aqueste salvaje, después de haber tomado todas las fiestas que en la corte se hacían.
aquellos infantes, anduvo tanto hasta llegar El príncipe Primaleón, que en extremo era
á donde tenía la cueva, porque era aquella amigo de don Duardos, fue tan alterado des-
su morada ó aposentamiento, y hallando á la tas nuevas, que no ciando lugar al juicio
entrada della á su mujer, que le estaba espe- para determinarlo que había de hacer, siguió
rando con un niño en los brazos, el cual era aquel primer accidente que el amor y volun-
hijo de entrambos, que sería de edad de tad le mandara, que donde ellos son confor-
hasta un año ; allí le dio la caza que traía,
12 LIBROS DE CABALLERÍAS
mes muchas veces la razón se olvida; tomán- fines de sus obras remediasen los principios,
dose lo más secretamente que pudo, se partió porque cuando estos son errados, lo demás
á horas que la escuridad de la noche lo encu- se espera como ellos, y assí, por el contra-
bría, yendo con propósito de correr todo el rio, cuando son buenos los medios, los ñnes
mundo y tornar á los trabajos passados, por se espera serán mejores: después de partido,
ver si podría pagar á don Duardos la deuda quedó la ciudad de Costantinopla tan sola,
en que le era cuando le sacó de poder del que no parecía ser aquélla. El emperador
gigante Grataru. A otro día después de par- Palmerín cabalgaba muchas veces por los
tido, el emperador lo supo, que el planto de lugares principales, porque con su presencia
(Mdonia lo manifestó. La emperatriz, que el pueblo creía que no estaban nada desfalle-
este hijo quería como a ssi mesina, cuando cidos; Argolante se tornó para Ingalaterracon
su partida le dijeron, ninguna cosa le hacía el recaudo que el emperador le dio para su
contenta, y como las mujeres todas las cosas señor, y Flérida contenta de la diligencia
sienten mucho, todo el aposento era lleno que se pussiera en la demanda del príncipe
de lloro y descontentamiento, las más por don Duardos. Las nuevas de su pérdida
ayudar á su señora, otras por amor á Flo- corrieron por todas las cortes de los prínci-
rida, que de todas era tan amada, como ella pes, assí de Arnedos, rey ele Francia, su
por buenas obras siempre supo merecer, que cuñado, yerno del emperador, como de Re-
éstas son las con que se ganan las volunta- cindos (*), rey de España; Belagriz, soldán
des ajenas. Mas el emperador, á quien la ida de Niquea; Mavortes, Gran Can, y de todos
de Primaleón no pesaba, se vino á ellas, aquellos que tenían con ellos parentesco y
y quejándose de la emperatriz, loaba mu- amistad; en los cuales era la tristeza tan
cho la partida de su hijo, diciendo también general, que con igual voluntad partían á
que por la pérdida de don Duardos no se de- buscallo, poniendo sus personas á. los peli-
bían hacer lloros, porque de razón las lágri- gros de que ya estaban apartadas, porque el
mas no se han de verter sino por cosa que amor que á don Duardos tenían no consen-
por lágrimas se pueda alcanzar: que en lo tía otro reposo; y desta manera eran tan
de su hija Flérida proveyesen, que en lo poblados los caminos y florestas de caballe-
demás obrase la fortuna como quisiesse, pues ros andantes y doncellas hermosas que esta
.sus cosas no por orden ni por razón se rigen, aventura seguían, tanto que en nengún tiem-
antes en dicha ó en desdicha consisten; en po las armas en mayor reputación fueron
la corte se levantó tan grande alboroto, que tenidas. Argolante llegó á Inglaterra con el
todos los caballeros que en el'a estaban jun- recaudo que llevaba, de que el rey é Flérida
tos se partieron por muchas partes, y algu- quedaron contentos, creyendo que de tal dili-
nos, que ya por sus edades pensaban que gencia algún buen fruto se había de sacar.
estaban descansados, tornaron á seguir las
aventuras con mayor cuidado de lo que en
nengún tiempo passaron; y porque contallas CAP. YI.—De lo que aconteció á Primakón
aquí (') serla muy gran prolijidad, no lo en la demanda de don Duardos.
hago, por tanto, porque de algunos señala- Dice la historia que el príncipe Primaleón.
dos caballeros es bien que se haga mención, tanto que supo de la pérdida de don Duar-
pues lo que en esta demanda passaron, y los
hechos que hicieron, son dignos de contallos. dos, esperó por la noche, mandando á un
Polendos, hijo del emperador y rey de Tesa- escudero que le llevasse las armas é caballo
lia; el príncipe Ditreo, hijo del rey Trilos á un lugar secreto allá detrás de la gñerta
de Hungría; Belcar, su hermano; Yernao, de Flérida, y armándose muy bien de tocias
príncipe de Alemana, hijo del emperador ellas, solamente el yelmo y escudo que su
Trineo, que éste, aunque aquellos días passó doncel le llevaba, comenzó de caminar con
en el regazo de la fermosa Basilia, hija me- grandíssima priessa y muy poco reposo, po-
nor del emperador Palmerín, con quien era niendo en su voluntad correr todas las par-
despossado, tuvo en menos olvidar aquel tes del mundo, y no tornar á la vida descan-
contentamiento, que lo que era obligado á sada de donde salía sin saber algunas nuevas
hacer, porque hombre vencido de su volun- de don Duardos, y assí caminó tantos días
tad va contra la virtud, no se debe atrever sin hallar aventura que de contar sea, que
en el merecimiento de sus obras, y puesto entró en el reino de Lacedemonia, á donde
que las del fuessen tales que de toda sospe- un día, ya casi noche, se halló en un valle
cha le salvassen, quiso que los medios y los gradoso lejos de poblado, que por mitad de
dos tierras iba, y como la noche fuesse escu-
(') El texto: «¡ccotallaa á quien». lo) Corrupción de Becesvinto,
PALMERÍN DE I N G L A T E R R A 13
ra y el lugar lleno de árboles que la claridad grandísima valentía y grande amor de don
de l a s estrellas impedían., era la escuridad Duardos, no pude tanto encubrir esta volun-
tamaña, que no via por dónde caminaba; no tad que yo mesma no le descubriesse mí
tardó mucho que vio grande lumbre de an- yerro; mas como él quisiesse más que á ssí
torchas ardiendo atravesar por el valle contra mesmo á Herida, hija del emperador Pal-
la parte donde él venía: cuanto más á él se merín, con quien ya cassara muy secreta-
allegaba, oía plantos de mujeres que con pa- mente, doliéndose muy poco de mi grandís-
labras llenas de mucha lástima que represen- sima pena, tuvo en mucho menos todas mis
taban su dolor y sentimiento; llegándose palabras; con todo, porque mi desesperación
más por ver lo que podía ser, vio una com- no me matasse, me otorgó aquél muy gran-
paña de doncellas con hachas en las manos, díssimo amor en el cual hasta ahora viví,
á su parecer hermosas, vestidas todas de ne- desechándolos todos los casamientos que des-
gro, sus hermosos cabellos echados atrás, pués me salieron, apartada de toda la con-
quebrados por muchas partes del poco dolor versación de las gentes en aquel castillo, ti-
que sus dueños tuvieron dellos; sobre sus niendo siempre comigo en la cámara á don-
hombros una tumba, cubierta de seda negra, de dormía al j>ríncipe don Duardos, sacado
que arrastraba por el suelo: tras ellas una por el natural vivo, para contalle mis gran-
dueña encima de un palafrén, él y ella cu- des daños y muerto para dolerse dellos. Assí
biertos de un paño de aquella triste color que passaba mucho tiempo engañando aquesa
]as otras traían; venían en su compañía cua- soledad que me hacía, con una estatua á
tro caballeros muy honrados ancianos, vesti- quien mis lágrimas muy poco dolían. Agora
dos de lamesma suerte, al parecer de quien ha venido nueva cierta al reino de Laeedemo-
los veía muy tristes. Assi passaron por en nia que quien esta vida me daba tiene ya per-
par del príncipe Primaleón sin quebrar el dida la suya. Fue en mí el dolor tan grande,
hilo de su orden; mas él, que no quedó poco que no le pude disimular con estos engaños
espantado de aquello que veía, se llegó á la con que de antes gastaba el tiempo, y porque
dueña del palafrén; hablándola muy cortes- ya no quiero vida tan penosa, sin esperanza
mente le dijo: «Señora, haceme merced que de ver á quien me la hacía desear, me vo á
me digáis qué es la causa de vuestra gran un aposento mío que aquí cerca está, que
tristeza, que vuestras palabras y aqueste traje tiene por nombre Casa de Tristeza, a dar se-
se muestran, que ya desseo ofreceros esta pultura á esta imagen de mi descanso; y por-
persona y armas á alguna venganza si esto que mi dolor es grande, ayúdanmele á sentir
de que os quejáis la puede tener». «Caballe- estas que aquí vedes, y háceles hacer este-
ro, dijo la dueña, á tal tiempo me llegó mi dolor el muy mucho amor que á mí tienen.
ventura, que aunque esse desseo que mos- Agora, caballero, si quisiéredes ver las ose-
tráis os quiera satisfacer, no puedo más que quias mías y de la figura que en. aquella
con la voluntad que conoce el granclíssimo tumba v a , podredeslo hacer, y por donde
agradecimiento que ella merece: y porque fuéredes seréis testigo de mi yerro».
veo en vos que mi pérdida vos duele, daros Acabando estas palabras, con sollozos gran-
he yo cuenta de donde me viene, porque yo des comenzó á renovar su llanto, ayudándole
estimo la vida tan poco, que no tengo en sus doncellas con tamaña voluntad, como si el
nada de perdella. A mí me llaman Pandicia, dolor fuera de todas ellas. Primaleón llegó a
hija del rey que fue de Laeedemonia, señora la tumba, y levantando el paño, vio dentro
de toda esta tierra, que lo más del tiempo dos candelas encendidas; en medio, sobre
hago mi habitación en un castillo muy fuerte anos cojines de terciopelo abellotado negro,
qiie acá atrás queda, á donde no tengo otra una estatua á la manera de un hombre, tan
compañía sino aquesta que aquí llevo; y por- natural como es don Duardos, que muchas
que el assiento del, por ser muy alegre y veces le puso en duda si podría ser aquél, y
gracioso en mucha manera, y estar poblado viendo aquellas obsequias y manera de tris-
de mujeres, tiene por nombre el Jardín de las teza que por él se hacían, se le hinchieron
Doncellas: bien habéis oído decir como el rey los ojos de agua, como aquel que no tenía
Tarnaes mi hermano quedó encantado por la pequeña parte en aquel dolor, y gastando lo
muerte de mi padre en el castillo de las Aves poco que de la noche quedaba en palabras de
Negras y este encantamento se quebró por el consolación que á Pandricia daban muy
esfuerzo y valentía de don Duardos, príncipe poca, la fue acompañando hasta que llega-
de Ingalaterra, que ya habéis oído nombrarlo ron á un valle, á tiempo que ya la mañana
cual estuvo en Laeedemonia todos los días era bien clara (al parecer de todos bien tris-
queá mi hermano celebraron fiestas, que para te). Corría por el hondo della una ribera de
mí fueron muy tristes, que. vencida de la aguas negras, de tan mal parecer y con tan
14 LIBROS DE CABALLERÍAS
espantoso son, que hacía miedo á quien las CAP. T I L — E n qué declara la ráxóñpdr qut
via, y la tierra era más poblada de árboles Pandricia hacia aquella vida y la de los
más espantosos que contentos; el aire, cu- infantes en la cueva.
bierto de aves negras, que por encima de los
árboles andaban; en el medio del rio, en una Esta Pandricia, según en el libro ele Pri-
isleta que el agua hacía, estaba un edificio maleón se cuenta, quiso ele muy entrañable
grande, de muchos chapiteles y almenas y amor á clon Duardos, al tiempo c¡ue vio sacar
otras muestras singulares de una color negra á su hermano el rey Tarnaes del encanta-
cubiertas", no se vía allí cosa alegre, todo era miento en que el su padre le dejara; y por-
al modo ele tristeza; la entrada tan escura y que á don Duardos ninguna cosa le jiarecía
medrosa, que ponía espanto a quien la mira- bien pudiendo con ello ofender el amor ele
ba; las salas, cámaras y las casas de arriba, Fléricla, guardóse mucho de oille sus pala-
assí las paredes como los techos, de un de- bras, las cuales no le parecían mal á Bela-
bajo negro de historias antiguas enamora- griz, que después fue soldán de Niquea por
das, las más tristes que se podían hallar la muerte ele Maulerín su hermano; mas
para hacer descontento el lugar en que se antes, no conociendo el afición cpie tenía á
ponían; allí se hallaba la historia de Hero y clon Duardos, entró una noche con ella en
Leandro; hallábase el desastrado fin ele Tis- nombre del, del cual ayuntamiento hubieron
be y Píramo, hendo mil lástimas al pie de un hijo, del cual á su tiempo se hará men-
u n crecido álamo; consigo pasaba también ción, que tuvo nombre Blandidan. Pensando
Filomena, también en labores que hacía mos- Pandricia que Belagriz era don Duardos, y
traba su pena; Dido, con la espada de Eneas por el amor que le tenía, hizo siempre la
metida por el corazón, estaba envuelta en la vicia tal cual en este capítulo atrás se dice.
su propia sangre, tan natural y fresco, que Tenía aquella imagen ante sí, con quien
parecía que aquélla era la postrera hora en continuamente platicaba sus cosas, tiniendo
que se matara; Medea, Prognes, Ariadna, en esperanza cíe lo tornar á ver. Agora,
Fedra, Pasife, todas allí estaban, cada una oyendo decir que era muerto, mudóse del
pintada según y la manera de su vida; Or- Jardín ele las Doncellas a aquel asiento lla-
feo, envuelto en el fuego infernal, con su mado Casa ele Tristeza, creyendo que allí más
vigüela en las manos, parecía que se queja- presto que en otra parte sus días acabarían.
ba allí; Acteon, tornado ciervo, despedazado Aquí deja la historia ele hablar della, y
de sus propios perros; Narciso allí se vía, con torna á los infantes, que la mujer del sal-
otros muchos enamorados que á relatallos vaje criaba con tanto amor como á sus pro-
aquí sería nunca acabar; todo tan al natural, pios hijos; assí como iban creciendo se ha-
que engañaba la vista parecer que aquello cían tan hermosos y bien dispuestos, que
era lo propio. Al tiempo que Pandricia en- parecían de mayor edad de lo que entonces
tró por la primera puerta, después que la eran; su ejercicio era cazar, siendo en ello
tumba y sus doncellas fueron dentro, se vol- tan diestros, ; que casi tenían despoblada la
vió contra Primaleón diciendo: «Señor caba- mayor parte de aquella floresta de las ali-
llero, este es el aposento de los tristes, pos- mañas que en ella había; y el que mayor
trera sepoltura de mi descanso; de aquí vos montero y más gusto de cazar llevaba era
tornad, que dentro no puede entrar si no Floriano del Desierto, en cuya conpañía los
quien desechó la esperanza de ser contento»; leones siempre anclaban; traía un arco con
y antes que él resjooncliesse, ella se metió muchas flechas, y salió tan singular flechero,
dentro, y los caballeros cerraron la puerta- que el salvaje no le igualaba con mucha
tan presto que Primaleón no tuvo tiempo parte; en esta vicia continuaron hasta edad
para nada; deteniéndose un poco, oyó dentro de diez años, en el fin de los cuales, un do-
otra manera de llanto, que parecía que todo mingo por la mañana, Floriano se salió solo
el aposento se asolaba, y no pudiendo sufrir con sus leones por la trabilla como algunas
la lástima que le hizo, volvió las riendas al veces lo acostumbraba, por ver si mataría
caballo, tan descontento como si delante de alguna caza, y andancio todo el día á una.
sí se viera á don Duarclos, doblándosele la parte y á otra sin hallar ninguna, al tiempo
voluntad de lo buscar con doblado trabajo de que el sol se quería poner, vio en una mata
lo que hasta allí viera. Y assí caminó tan estar un venado muy grande, y adonde le
espantado de lo que viera, con propósito de tiró, y le dio con tanta fuerza que lo atra-
en aquella demanda hacer cosas tan famosas, vesó ele la otra parte; mas el ciervo, que se
con las cuales las de su padre escureciese, sintió herido, se levantó con tan gran priessa,
porque quien con sus hechos no es claro, que los leones, á quien Floriano soltó la tra-
poco le aprovecha honrrarse de los ajenos. billa , no le pudieron alcanzar, antes - co-
PALMERÍN DE INGLATERRA 15
rriéndo ellos tras el venado y él tras ellos se Pridos sacó dé su tardanza: este doncel, tan
desviaron tanto de la cierva, que Floriano parecido á mi hijo y á vuestro don Duardos,
perdió el tino della y á los leones de vista, que me hace creer que puede tener algún
andando toda la noche dando voces por ver deudo con él». Florida, a quien la naturale-
si acudirían; mas estaban ya tan lejos que za ayudasse á conocerle, tomóle en los bra-
no lo oyeron, y assífue por la floresta abajo zos con entero amor de madre, y pidiéndo-
contra donde unos pastores hacían fuego, selo al rey que se lo diesse para su servicio,
con desseo de calentarse porque la noche era el se lo otorgó, y luego supieron de Pridos
muy fría, adonde estuvo platicando hasta adonde le hallara, y de la manera que estaba
otro día cosas que preguntaban; y apartán- al pie de la Fuente del Desierto, por donde
dose dellos, caminó tanto hacia donde le pa- Flérida quiso que tuviesse por nombre De-
reció que la cierva estaba, que fue á parar sierto, sin saber que aquél era con el que na-
al propio lugar á donde naciera, que era allí ciera. Desta manera el infante Desierto se
cerca, y asentóse al pie de una fuente que crió sirviendo á su mesma madre, sin ella
allí estaba, que tenía gran sed, con harto ni él saber el mucho parentesco que entre
desusado cuidado de lo que su madre de allí ellos había, y andaba en su compañía don
llevara; no tardó mucho que por el mesmo Oriflrian de la Brunda, hijo de Pridos y dé
camino hacia la fuente vio un caballero en- Artada, los cuales se criaron hasta ser de
cima de un caballo bayo armado de armas edad para ser armados caballeros; donde la
negras y amarillas á cuarterones; en el es- historia deja de hablar dellos, y torna á de-
cudo, en campo negro, un grifo pardo con cir del salvaje é de Palmerín de Inglaterra
letras en el pico, tan trocadas, que nenguno que hicieron después que vieron que Flo-
las entendía sino su dueño; las riendas caí- riano no venía.
das sobre el cuello del caballo, y él tan tris-
te de su cuidado, que parecía que nenguna
cosa sentía; tanto que llegó á la fuente, con CAP. YIII.—De lo que el salvaje hizo, viendo
el detenimiento que el caballo hizo en beber, la tardanza de Floriano.
tornó en sí, y viendo á Floriano, fue en él Aquel día que el infante del Desierto sa-
el sobresalto tan grande como si viera á don lió á cazar, el salvaje esperó hasta la noche,
Duardos; porque éste se parecía mucho á él; y viendo que no venía él, ni los leones tam-
preguntándole cuyo hijo era, Floriano le dio poco, comenzó de entristecerse, porque á
la cuenta de lo que sabía; el caballero le éste quería más que á nenguno ele los otros,
rogó que se fuesse con él para Londres, y por ser mayor cazador que ellos, teniendo á
que le llevaría al rey, que le criaría y le mala señal su tardanza, y gastando las horas
haría mercedes; él lo otorgó, porque, aunque del sueño en pensamientos que se le hacían
no tuviesse edad para sentir el provecho que perder, estuvo hasta otro día, que los leones
de ahí le venía, tenía una inclinación alta llegaron ensangrentados de la sangre del
por no desechar las cosas grandes. Este caba- venado que mataron; mas él que los vio sin
llero era el esforzado Pridos, que, cansado su guardador, sintiendo el dolor que su re-'
de correr todo el mundo en busca de don celo le daba, y siguiendo aquel primer ací-
Duardos sin hallar ningunas nuevas, se tor- dente que la ira trae, los mató, sin se le acor-
naba para Londres, y hallándose en aquella dar la pérdida que en hacello recibía. Mas
floresta adonde se acordó de lo que se per- Palmerín, á quien era dado á sentir más aque-
diera, fue en él la pasión tan grande, que lla pérdida, se tornó tan triste, que ninguna
venía tan fuera de sí, como la razón que cosa le podía contentar, passando el tiempo'
para esto tenía lo mandaba. T tomando á en irse á passar su soledad riberas de la pla-
Floriano consigo, le llevó á la corte, adonde ya donde la mar batía. Allí con su edad poca,
del rey fue recebido como persona á quien mirando las ondas della, se le olvidaba parte
mucho amaba, y después de le dar recaudo de su passión que el apartamiento de su her-
de lo poco que hallara, le ofreció aquel don- mano le traía: tanto continuó esto, que una'
cel vestido de pieles de alimañas, con quien vez vio venir á la costa una galera, y lle-
el rey fue tan alegre como si supiera ser gando hacia aquella parte do Palmerín esta-
aquel su nieto; por tanto estas son muestras ba, el capitán mandó poner la proa en tierra
del corazón: sentir alegría de las cosas que con intención de reposar un poco á la som-
le deben tener, aunque no las conozcan. T bra de unos árboles ele que era jioblada y to-
tomándole por la mano, se fue adonde la mar agua fresca, de que tenían necessidad,
reina y Flerida estaban, mostrando nuevo hallando aquellos donceles, porque también
contentamiento, y puestos los ojos en Flori- Selvián estaba en la compañía de Palmerín;
da le dijo: «Señora, vedes aquí el fruto que espantado del parecer de entramos y de la
16 LIBROS DE CABALLERÍAS
manera de BU traje, después de estar algún narda, hija de Primaleón y de Gridonia, con
rato platicando, puso en su voluntad de tan aparejado desseo, que le puso después en
llevarlos consigo por fuerza, si de otra ma- muchas afrentas, de las cuales nunca pensó
nera no quisiessen; mas Palmerín no hubo salir, como en esta historia se hará mención.
menester muchas palabras, porque su natu- íío tardó mucho que por la puerta del pala-
raleza le inclinaba a no se contentar de aque- cio entró una doncella, la cual había venido
lla vida; puesto que Servían se lo estorbaba, en un palafrén blanco con guarnición de la
pudieron tanto las razones de Palmerín, y misma color, de un aceituni abellotado sem-
amor y crianza que entre ellos había, que brado de rosas de oro, puestas por tal orden
consintió en su intención. Entonces, entran- que daban mucha gracia al palafrén; traía
do en la galera, el capitán hizo su camino vestida una ropa á la francesa, de invención
como de antes llevaba, yendo preguntando á nueva, bordada de trozos de oro tejidos unos
Palmerín cuyo hijo era, de que él le dio en otros; los cabellos echados á las espaldas,
cuenta según su entendimiento, creyendo tomados con un muy rico prendedós, y, alien-
que el salvaje fuesse su padre; en esto con- de de ser hermosa, tenía tan buen aire en el
tinuaron tantos días volviendo la costa de andar y dábale tanta gracia lo que vestía.
España y travesando la de Levante, tanto que que el emperador y los que allí estaban se
un día en la tarde allegaron al gran puerto alegraron de la ver; allegando al estrado,
de Oostantinopla, que en aquel tiempo era sacó una carta del seno, y haciendo el aca-
poblada de voluntades tan tristes como en tamiento que á tan gran príncipe era neces-
otro tiempo lo era de invenciones alegres y sario, se la metió en la mano, usando pri-
días contentos, hallando la mar tan desacom- mero de las cerimonias que á su estado per-
pañada de navios que allí solía haber, que tenecían. El emperador la mandó leer alto,
parecía entonces sueño en comparación de lo que ella lo pidió assí, en la cual decía: «A
que faera. El esforzado Polendos, rey de Te- tí, el invictíssimo é muy famoso Palmerín,
salia, que era el capitán de la galera, que emperador de Grecia: yo, la dueña señora
venía de correr y atravesar tocios los mares, del Lago de las Tres Hadas, te hago saber que
assí Océano como Mediterráneo, sin hallar el doncel que hoy te fue traído, de entram-
ninguna nueva de Primaleón ni de don Duar- bas partes deciende de los más poderosos re-
dos, saltó en tierra tan de día, quel empera- yes cristianos que hay en el mundo; por tan-
dor venía cabalgando por la cibdad, que esto to., tratalde como á gran príncipe, porque en
hacía muchas veces, según ya dije; del cual el tiempo que tu corona é imperial estado es-
fue recebido con tanto amor como siempre tuviere en el más bajo assiento de la fortuna,
le tuviera. Tornándose luego á palacio, qui- le tornara en la más alta grandeza que nun-
so saber las nuevas que de sus hijos le traía, ca fue; y por él serán restituidos en alegría
mas él díóle cuenta de las tierras que andu- los dos más afortunados príncipes que ahora
vo, y de lo poco que en aquella demanda hi- están sin ella». Acabada de leer la carta, el
ciera, de lo cual el emperador quedó muy emperador quedó atónito de lo que oía, y
descontento, puesto que lo más que podía preguntando á la doncella quién era esta
disimulaba aquel dolor, que este es el bien dueña, le respondió: ¿No sé más sino que
que los ánimos grandes tienen: disimular todo lo que ahí dice acontecerá como la car-
lo que los otros no pueden, y tanto que en- ta lo dice»; y sin otra respuesta se volvió, y
tró en el palacio, Polendos le presentó el cabalgando en su palafrén, se tornó por don-
hermoso infante, con quien fue algún tanto de viniera.
consolado, pareciéndole que tan fermosa cosa
había de traer consigo algo que diesse conten- El emperador se fue para la emperatriz,
tamiento á quien le había menester, y llaman- mostrándola la carta, haciendo venir delante
do á un duque lo mandó llevar a Gridonia, de sí al hermoso doncel, platicando con él
para que sirviesse á su hija Polinarda, que ya algunas cosas quiso que hobiesse por nombre
en aquel tiempo comenzaba á ser tan hermo- Palmerín, assí como algunos afirmaron pa-
sa, que se creía que su madre y agüela no reoelle, como porque este era el nombre que
lo fueron tanto como ella en el tiempo que más convenía al servicio de Polinarda, no
florecían. sabiendo que allende de ponerle aquel nom-
bre, le tenía dende su nacimiento; y dándo-
La emperatriz y Gridonia lo recibieron con le otros vestidos diferentes de aquellos con
aquella voluntad que una persona inocente que venía, le mandó guardar los suyos para
y cosa tan bella se había de recebir, hacién- en algún tiempo mostrárselos si lo que en la
dole tantos halagos y tan buen recebimiento, carta decía salía verdad. Mas la emperatriz
como de mano de quien era enviado y éí y Gridonia tenían por tan gran pérdida no
lo merecía; y assí comenzó á servir á Poli- saber ninguna uueva de Primaleón. que nin-
PALMERÍ2T DE INGLATERRA 17
<nímplacer otro las podía hacer olvidar este Has que por él habían passado, y por la
cuidado, llorando muchas veces por la sole- devisa que le vían en el escudo le llamaban
dad que este pensamiento les traía, y este en toda aquella tierra el caballero de la Sier-
era el mayor descanso que tenían, porque pe, siendo por este nombre tan conocido de
llorar la causa hace á las veces aflojar la muchos, cuanto por su valentía él se hacía
pena. temer en todas partes. Al tiempo que pasó
por Vernao, le saludó muy cortésmente; mas
CAP. IX.—De lo que aconteció d Vertiao, Vernao, que muy trasportado iba en la con-
•príncipe de Alemana, en la Floresta Desas- templación de sus amores, no tuvo acuerdo
trada de Inglaterra con otro caballero. para le responder, ni se le acordó que le ha-
blaba; el caballero de la Sierpe volvió las
Habéis de saber que Vernao. príncipe de riendas al caballo, que ya había passado por
Alemana, hijo del emperador Trineo y de él, y tomándoles por las del suyo, le dijo:
la fermosa emperatriz Griola, salió de la «Señor caballero, aunque respondiessedes á
corte del emperador su suegro al tiempo que quien vos saluda, no perderíades nada de
Primaleón se desapareció con intención de lo vuestro». Vernao fue tan enojado del de
seguir esta demanda de don Duardos y hacer le quebrar el hilo de su contemplación, que
maravillas en armas, acordándose el poco le dijo: «Mayor yerro me parece á mí que-
tiempo que había que le hicieron caballero y rer vos que por fuerza os hable quien no os
lo mucho que era obligado para remedar los oyó». «Yo hablé tan alto, dijo el caballero,
hechos de su padre y agüelos, y por este cui- que essa escusa que dais no os desculpa para
dado passó por tantas cosas de fama inmor- no quedar culpado». Vernao, que no se que-
tal, como en las crónicas antiguas de Ale- ría detener en razones, por tomar algún
maña se puede ver, y no se cuentan aquí tanto de lo que hiciera perder, dio despue-
porque sería yerro, pues la principal histo- las al caballo y fue delante, diciendo: «Ca-
ria deste libro no es suya; solamente dire- ballero, y os vuestro camino y déjame á mí
mos una, porque fue con otro caballero ,de mi imaginación, que mayor es la guerra que
quien también es razón hacer memoria. Assí, ella me da que la batalla que podría haber
aconteció que caminando Yernao por muchas con vos». El caballero de la Sierpe, que no
tierras, aportó en aquella Gran Bretaña por era acostumbrado á aquellos desprecios con
saber si en ella había algunas nuevas ele don que él le trataba, le dijo: «Don caballero mal
Duardos, y oyendo decir las malas que todos criado, agora conviene que me digáis qué
le daban, no quiso ir á la corte á visitar al fantasía es la vuestra que vos enseña á ser
rey ni á Florida, por no ver personas lasti- descortés: entonces yo os mostraré cuál es
madas, pues no las podía dar remedio, ca- mayor peligro, esse en que ella vos pone ó
minando por aquel reino, que. le parecía sin- el que os podéis ver comigo». «¿Tan deseo-
gular tierra y de que antiguamente tan gran so sois de vuestro daño, dijo Vernao, que
fama sonaba por el mundo. Un día, á horas por fuerza me hacéis hacer lo que no quisie-
de tercia, se halló en una floresta que en el ra? mi cuidado no le puede saber ninguno
medio del reino está, á donde pocos caballe- sino yo, que nací para le tener, y ella para
ros entraban á quien no aconteciese algún me matar: y los otros peligros, juntos deste,
desastre ó aventura grande, y por tanto la yo los estimo bien poco»; y sin más decir se
llamaban la Floresta Desastrada] yendo assí encontraron con tamaña fuerza, que ningu-
engañando el trabajo que las armas dan á no no erró su encuentro, y fueron de tal ca-
quien las trae, con el cuidado en que le me- lidad, que las lanzas se hicieron muchos pe-
tió la soledad de la hermosa Basilia, hija del dazos, y al pasar el uno por el otro los caba-
emperador Palmerín, su esposa, por haber llos se encontraron con tanta fuerza de las
mucho tiempo que no la viera, envuelto en cabezas y pechos, que cayeron con sus seño-
el olvido de las otras cosas para que partiera res, que. supieron salir dellos con tamaño
de la corte, pasó por á par del un caballero acuerdo y presteza, como cada uno tenía en
encima de un caballo grande ruano, armado los casos á donde les era necessario; arran-
de armas de oro y pardo á manera de colum- cando de las espadas, comenzaron entre sí
nas asaz ricas, el yelmo de la misma mane- una tan brava batalla, que en poco espacio
ra, y por las enlazaduras abrochábase con hizo cada uno conocer á su contrario la va-
torzales de la mesma color de oro y pardo, lentía de su persona; y assí andaron en ella
tan lozano y bien puesto como aquel siempre por algún espacio sin tomar ningún reposo,
lo fuera, en el escudo en campo blanco una hiriéndose por todas las partes de muchos y
' sierpe de muchas colores, mas éste traía pa- muy pesados golpes, ayudándose cada uno
sado de algunos encuentros y grandes bata- de su saber, porque vían que estaban en
LIBEOS DE CABALLERÍAS.—II.—2
íñ LIBROS DE CABALLERÍAS
parte que le era necessario, trayendo ya los ligro vieron á sus señores, temían tanto su
escudos tan desechos que en ellos tenían pe- muerte como aquellos que estaban en lo
queña defensa, y las armas por algunos lu- postrero de sus días, diciendo uno contra
gares rotas, los yelmos abollados y ronpidos, otro palabras de mucho dolor. El caballero
y ellos con algunas heridas aunque peque- de la Sierpe, que con cuanto andaba en su
ñas y pocas; en esto se arredraron por tomar batalla notó algunas palabras del escudero
aliento, y el caballero de la Sierpe dijo con- de su contrario que decían: «¡Oh, cuitado de
tre Vernao: «Paréceme, señor, que ya agora ti, emperador, que no sabes el peligro en que
iréis creyendo que mayor peligro es el que tu vida está puesta!» arredrando atrás, le
sespera de mis manos que otro en que á vos vino á la memoria que aquél podía ser Yer-
os ponen pensamientos ajenos». «Bien se pa- nao, hijo del emperador de Alemana, y que
rece, dijo Vernao, que sabéis mal lo que yo muriendo allí cualquier dellos sería gran
tengo en la voluntad, queste que traigo co- pérdicl?, y el emperador Palmerín sería tris-
migo soy cierto que durara la batalla hasta te para siempre, y con esta sospecha^ miran-
me matar, y estotro que de vos se puede do más en él, le vio las armas de un fino
esperar se acabará tan presto como yo sa- rosado que él mucho se preciaba, y traíalas
bré dar fin á essas palabras soberbiosas que de aquella color por ser una de las de Basi-
contra mí soltáis»; mas aun las suyas no eran lia; en lo poco del escudo que le quedara le
acabadas, cuando entramos se juntaron con vio en campo verde un pedazo de un corazón
tamaño ímpetu, que la primera batalla en ardiendo, porque la otra parte que allí salta-
comparación de la segunda fue tanto como ba, se deshiciera con el golpe que en él reci-
nada; y como cada uno ya fuesse conociendo biera; certificándose ser aquél por las seña-
las fuerzas y esfuerzo del otro, trabajaban les que traía, que era las propias suyas, le
por mostrar las suyas hasta el cabo, trabán- dijo: «Señor, aunque vos me neguéis vuestro
dose á las veces. á brazos por ver si se po- cuidado y de do nace, ya sobre esso no ten-
drían derribar, otras dándose golpes tan dremos batalla, que yo sé quién es la que
mortales, que las armas traían casi deshechas, vos le da, ques la señora Basilia, la cual tie-
los escudos hechos pedazos senbrados por el ne la culpa que sus cosas fuera causa para
suelo, y ellos por tantas partes ele sus cuer- assi matarvos; yo soy vuestro servidor Bel-
pos feridos y maltratados, que el campo es- car, a quien estas cosas hobieran de costar
taba todo cubierto de su sangre; en esta se- bien caro, pues eran de vos, y sobre causa
gunda batalla anduvieron tanto tiempo sin que tan bien supiérades defender», El prín-
se conocer mejoría, que la mayor parte del cipe Vernao quedó tan contento destas pala-
día se consumió en ella, y como el día fuesse bras y de saber que aquél era Belcar, que
muy caluroso, comenzaron á enflaquecer sin más responder le fue abrazar con tama-
arredrándose otra vez afuera por descansar ño amor como ellos siempre se tuvieron, di-
del mucho trabajo que passaban y cobrar ciendo: «Señor, vos supistes bien lo que ha-
fuerzas, de que estaban menguados, espan- céis en dejar esta batalla, por no conprar
tándose cada uno de la valentía del otro, te- guerra con nuestra prima, que también os
miendo que aquella batalla fuesse la postre- supiera demandar mi muerte»; y quitándose
ra de sus días; el caballero de la Sierpe se los yelmos, limpiaron los rostros del sudor y
vino contra Yernao, diciendo: «Poco esti- sangre que en ellos tenían; y sus escueleros
máis la vida, caballero, pues tenéis en me- apretáronles las heridas, que eran muchas;
nos perdella que decir qué pensamiento es y sin más se detener, tornaron á cabalgar y
el vuestro, siendo sobre esso nuestra batalla se fueron hacia la ciudad de Brique, que ahí
y con decillo puede haber fin». «Antes yo cerca estaba, para ser curados, platicando
quiero, dijo Yernao, perder essa que decís, cada uno las tierras que corriera y lo poco
que tenella con dejárosla la vitoria de saber que en su demanda acabaron, habiendo ver-
aquello de que no tenéis necessidad y á mí güenza de tornar á Costantinopla con tan
me tratar muerto y contento». «Por esso os mal recaudo como en fin de sus trabajos es-
es forzado, dijo el de la Sierpe, que me lo peraban llevar al emperador, que en tamaño
digáis [ó] uno de nosotros quede en el cam- cuidado de la pérdida de sus hijos quedaba,
po con su lástima»; en esto tornaron á su teniendo ya por cierto que Primaleón seria
porfía, mas los golpes eran con menos fuer- ya perdido como clon Jüuardos, porque de
za, porque la mucha sangre que tenían per- todos los otros que fueron en su demanda te-
dida los hacía andar más flacos que al prin- nían nuevas sino del, puesto que este dolor
cipio, siendo en ellos los corazones tan ente- encobría lo mejor que podía, por no dar pas-
ros como en la primera hora en que comenza- sión á, otrie y también porque buscar géne-
ron su batalla; los escuderos, que en tal pe- ro de tristeza ño es cordura.
PALMERIN DE INGLATERRA 19.
CAP. X.—De lo que el gigante Dramusiando ducado de Borgoña se hicieron pocos días;
hacía en su castillo para fortalecerse, y había en el escudo en campo aziil unas mares,
cómo Primaleón fue á él, con lo que más sin otra cosa, trayendo ocupados los ojos en
passó. la suavidad que aquellos árboles y corrientes
de aguas hacían á quien á vista della cami-
El gigante Dramusiando, tanto que tuvo naba ; y assí allegó á la puente al tiempo que
á don Duarclos en su prisión, supo de su tía don Duardos acababa de enlazar el yelmo
Eutropa que á su fortaleza vendría y de tomar una gruessa lanza, porque ya
llero que, passando por fuerza de armas to- ele lejos le había visto venir; estaba en un
das las fuerzas de aquella fortaleza, le pren- hermoso caballo alazán del gigante, armado
dería ó le mataría á él; y porque tenía sus de armas negras sembradas de fuegos, en el
cosas por tan ciertas como la esperiencia de medio dellas unos corazones que ardían, en
algunas se lo hacía creer, vivía con tanto cui- el escudo en campo negro la tristeza puesta
dado, que esto le hacía usar de mayores cau- por tal arte, que ella misma ensenaba su
telas de lo que hasta allí hacía; porque el nombre á quien no la conocía. Primaleón,
temor hace dispertar la providencia; traba- que así le vio. le dijo: «Señor caballero,
jando bien de traer para su guarda tales ayu- ¿no daréis licencia á quien desea ver essa
dadores, que no tan sólo con ellos podía vi- fortaleza que lo pueda hacer sin passar por
vir seguro de aquellos recelos que aquellas la furia de vuestras manos?» «Esse desseo,
palabras le pusieron, mas antes meter en su dixo don Duarclos, si sirpiessedes cuan poco
prisión todos los famosos caballeros del mun- necesario os es, bien creo que haríades la
do j)ara en ellos vengar la muerte de Eranar- jornada por otra parte. Y con todo, la cos-
que su padre, y como entonces la fama ele tumbre de la entrada os diré, y es que habéis
los temidos gigantes Daligan de la Escura de justar comigo; y si me venciéredes, pas-
Cueva y del temido Pandaro fuesse tan sona- sares por otros peligros dudosos, que cada
da que sólo con los nombres hacían espanto, uno por si se os mostrara, y entonces podréis
tuvo manera que con grandes promessas los ver lo que desseáis». «Por cierto, dijo Pri-
trujo para fortalecer su castillo, lo cual fue maleón, si yo hobiesse de haber miedo de pa-
causa de perder todos los miedos que las pa- labras, las vuestras han sido tales, que me
labras de Eutropa le hacían tener; ordenan- lo podrían dar. Mas porque soy acostumbra-
do que cada uno de los que allí viniessen á do á otra cosa, digo que, con todas essas con-
la entrada de la puerta justasse primero con diciones, quiero probar lo que tanto me en-
don Duardos, y á la salida della hobiessen carecéis» ; y apartándose lo necessario se en-
batalla con el temido Pandaro y venciéndole contraron con tanta fuerza, que las lanzas
se conbatiessen con Daligan de la Escura volaron en menudas piezas, passando el uno
Cueva; tenía este nombre porque siempre por el otro muy hermosos cabalgantes; y to-
bacía habitación en una cueva que allí cerca mando otras dos lanzas muy más gruesas
en la montaña fragosa estaba; y siendo el que las otras, passaron la segunda y tercera
caballero tal que todas estas afrentas pasasse y cuarta carrera sin ninguno llevar ventaja;
á su honra, que hobiesse batalla con el mes- mucho se espantaron de la fortaleza uno del
mo Dramusiando, que era tal, que si no fuera otro, mas á la quinta se toparon de los cuer-
por las palabras de su tía, que él tenía por pos con tanta fuerza, que juntamente vinie-
muy ciertas, bien creyera que ninguna ayu- ron al suelo; mas como en entramos hobiesse
da le era necessaria para defender su casti- tanto ánimo, luego se levantaron. Primaleón,
llo y ofender á cuantos á él viniessen, y assí con gran coraje de se ver así caer, hecho
desta manera passaba su tiempo muchas ve- mano á su espada, y embrazando su escudo
ces teniendo algunas justas, mas nunca allí se vino para don Duardos, diciendo: «Caba-
vino nenguno que á don Duarclos venciesse, llero, agora quiero ver si en la batalla de las
passando en esto tantos días, hasta que una espacias os irá tan bien como en la justa de
tarde aportó en aquel valle el muy esforzado las lanzas». Mas don Duarclos, como hobiesse
príncipe Primaleón, cansado de las muchas probado muchos caballeros y ninguno tanto
aventuras que por él passaron después que de le había turado en la silla como aquél y le
Pandricia en el reino de Lacedemonia se par- había así derocado, púsole luego en muy
tió, y muy triste porque ninguna della fue tal gran sospecha lo que podría ser, como quiera
que le diessen nuevas de don Duardos. Venía que otra vez le hobiesse probado, y oyéndole
en un caballo morcillo vestido de armas de hablar conoció verdaderamente ser aquél que
verde y leonado, colores más alegres de lo que había pensado, y apartándose afuera, le dijo:
entonces llevaba su voluntad, las cuales ga- «Señor Primaleón, yerro sería pensar nin-
llara en el precio de unas justas que en el guno que en ninguna cosa se puede igualar
20 LIBROS D E CABALLERÍAS
con vos, y más yo, á quien vuestras manos no se guardara, dándole luego el pago con
han mostrado la gran esperencia de la ver- golpes más ciertos, de que la maza con cua-
dad» . Primaleón le conoció en la habla, y de- tro dedos de la mano cayó en el suelo. Pan-
jando la espádale fue abrazar, diciendo: «¡Oh daro se quiso abajar por ella, mas él le dio
mi señor hermano! este encuentro, aunque de las manos tan recio, que dio con él en el
fuesse á mi costa, ya no puede parecer mal, suelo casi sin acuerdo, é quiriéndole meter
pues me hizo conoceros, cosa que no espera- la espada por la visera del yelmo, vio sobre sí
ba, por lo mucho que tengo corrido y nunca aquel espantoso Daligan de la Escura Cue-
nuevas ciertas me dieron». Don Duardos qui- va, que le cliso: «A mí, á mí, caballero, que
siera respondelle, mas en esto abrieron las no á quien ya no se puede defender»; y con
puertas, y Pandaro le llamó que se recogesse, que el luego le dejó, no se pudo apartar tan
que Dramusiando lo mandaba. Assí que no presto de Daligan que el primero no lo diesse
tuvo tiempo para más que decille que se iba una herida en la cabeza grande y muy peli-
á su prisión. Primaleón se fue tras él, y á la grosa. Primaleón, que vio tal contrario de-
entrada de la puerta el gigante le recibió ar- lante de sí, viendo que no tenía con qué
mado de hojas de acero más fuertes que her- resistiesse sus fuertes golpes, algún tanto
mosas, de que todo venía cubierto: en la desatinado, se abrazó por el escudo de Pan-
mano derecha traía una maza de hierro pe- daro, y cubriéndose con él, que muy pesado
sada y en la otra traía un escudo, cercado era, comenzaron entre sí otra batalla, tal. que
de arcos del mismo metal, diciendo: «Agora la primera, en comparación de ésta, parecía
de cuyos encuentros se espantan los que poco nada, porque como el gigante viniesse hol-
pueden, quiero ver si esfuerzo ó maña os gado y fuesse de los más fuertes del mundo,
salvan de mis manos». «Mayor detenimiento, y como á Primaleón viniesse a la memoria
dijo Primaleón, sería querer responderte lo que en aquella fortaleza estaba don Duardos
que essas palabras locas merecen que para presso y que para las grandes necesidades se
quebrar la soberbia con que son dichas»; mas han de conservar los amigos, que ninguno
Pandaro, que tampoco quería gastar el tiem- dellos podía de allí salir sino por fuerza y
po en razones, bajaba ya con un golpe tal, esfuerzo, peleaba tan animosamente, que fue
que el escudo de Primaleón en que dio fue hoy el día en que puso sello á todos sus he-
hecho piezas, de que quedó muy poco con- chos passados; assí anduvieron hiriéndose
tento, por no tener con qué se cubrir en por tantas partes, que el patio por donde an-
tiempo de tanta necessidacl, y tornándole con daban estaba lleno de sangre que de entra-
otro, tomó al gigante en descubierto por una mos salía, puesto caso que el gigante anclaba
pierna con tanta fuerza, que, no le valiendo peor por la ligereza de Primaleón, que se le
las armas, le cortó gran parte della, de que defendía trayéndole ya el escudo tan deshe-
Pandaro quedó tan lisiado, que casi no se cho, que no tenía con qué se amparar; y desta
podía tener en ella, y acudiéndole con otros manera anduvieron en la batalla tanto espa-
tan á menudo que ío hacía desatinar; y con cio sin tomar nengún reposo, que en ella se
tanta desenvoltura, que ninguno que el gi- gastó la mayor parte del día, trayendo cada
gante diesse aprovechaba, que tocios se los uno tales heridas, que el desfallecimiento de
hacía perder. Los que la batalla miraban, te- sangre que dellos salía hacía los golpes ser
nían en tanto el esfuerzo y valentía de Pri- de menos fuerza; en este tiempo fue el gi-
maleón, que le juzgaban por el mejor caba- gante tan congojado y ahogado del trabajo
llero del mundo. Dramusiando, que los mi- de las armas, que no pudiéndose tener en
raba á una ventana juntamente con don pie, cayó con tamaño desacuerdo como si
Duardos, le preguntó quién era aquel caba- fuera muerto. Primaleón, que assí lo pensó,
llero; él se lo dijo con asaz tristeza, por ver se sentó sobre u n poyo, tan cansado de lo
el estado en que su amistad le había traído, mucho que había hecho, que no podía me-
y confessóselo porque vio que no lo podía ne- nearse. Dramusiando. que vio el fin de la ba-
gar, de que Dramusiando en saberlo quedó talla, no se tuvo portan seguro que dejasse de
del todo contento, viendo que tocias sus cosas temer el revés que le podía venir; y toman-
se aparejaban a su gusto. Pues tornando á la do sus armas con mucha priéssa bajaba al
batalla, el temido Pandaro, que todo andaba patio al tiempo que Primaleón quería subir
metido en la furia de su soberbia porque allá riba. Bien fuera de pensar que le que-
sus golpes eran todos en vano, echó el escu- daba aún más por hacer, Dramusiando le
do á las espaldas, y tomando la maza con dijo: «Caballero, si quissiéssedes haber due-
dos manos lo mejor que pudo, se fue con- lo de vos, bien sería que os rindiéssedes á mí
tra su enemigo, hiriéndole con tanta fuerza, y curaran de vuestras heridas, ganadas con
que allí fuera el fin de sus días si tan bien tanta, honrra y que os ponen la vida en tanto
PAL.MERIH DE INGLATERRA 21
peligro». Primaleón dijo: «Si tú, en pago de das que tenía, con nuevo esfuerzo se fue con-
la afrenta que aquí me han hecho, quisiesses tra el gigante, diciendo: «Haz lo que pudie-
hacer libre á don Duardos, luego yo creería res, trabaja por defenderte, porque si hasta
que essas palabras eran dignas de ser agra- aquí peleaste comigo, agora con otras fuer-
decidas; mas porque creo que con ellas quie- zas y otro hombre te combates»; y el gigan-
res sacar lo que en las manos tienes, tan te se fue á él, y comenzaron esta batalla tan
cierto quiero antes entrar contigo en ba- diferente de las passadas, que don Duardos
talla y morir en ella, que dejar de hacer lo se espantaba de lo que vio, que á su parecer
que soy obligado para después salir con hon- era la cosa más notable del mundo, en la
rra lastimada». «Por dos cosas, respondió cual anduvieron tanto, que Dramusiando fue
Dramusiando, te cometí lo que tú desechas: puesto en recelo de ser vencido, porque los
la una, porque mi condición es escusar mal golpes de Primaleón no parecían ele hombre
donde es mal empleado; lo otro, porque no tan mal herido; mas como los del gigante no
me sé contentar con vitoria donde hay poca tuviessen resistencia, porque no tenía armas
defensa; mas pues que tú juzgas esto al revés ni escudo con que se cubrir, fue puesto en
de la voluntad con que te lo digo, aguarda». tanta flaqueza, que casi no tenía fuerzas para
Y arremetió á él con la espada alta, dándole sostener el espada, y lo que hacía era lo que
tales golpes, que le hacía revolver á todas el corazón le prestara, y ésta, como fuesse
partes; Primaleón, que con tal braveza le sola y sin tener otra ayuda, dio con su señor
vido venir, comenzóse á defender lo mejor en el suelo más muerto que vivo, con gran
que pudo, que para ofendello otro reposo le placer del gigante, y assí como estaba le
fuera necessario; la batalla fue entre ellos mandó llevar al aposento de don Duardos,
tal, que hacía olvidar las passadas, mas los para que fuesse curado, si por alguna ma-
golpes del gigante eran tales, que á donde nera tuviesse remedio de la vida, que se
alcanzaban hacían tanto daño que las armas la diessen; y primero que entendiesse en la
no lo podían resistir; y viendo la bondad de cura de su persona, le hizo curar, porque,
Primaleón, pesábale tanto velle morir, que, como se dijo, este Dramusiando fue el hom-
quitándose afuera, le dijo: «Ce, caballero, bre que más desseó conservar la vida de los
agora conocerás que más con voluntad de buenos caballeros que hubo en el mundo, por
favorecer tus heridas que con miedo de tus el poco temor que los tenía. Don Duardos
fuerzas, te cometí que clejasses la batalla; sintió más este dolor que los paseados; mas
vee si lo quieres hacer, si no esta espada después de Primaleón ser curado por un
será castigo de tu locura, porque la vida no especial cerujano, al cual Eutropa enseña-
se ha de dejar á quien della no se conten- ra, y él certificado que viviera, quedó tan
ta». Primaleón, poniendo los ojos en sí, y contento, que este placer consumió las otras
viendo sus armas rotas y así herido de mu- passiones. Y el gigante mandó proveer á
chas heridas, vinósele á la memoria su Pandaro y Daligán, que lo habían harto
Gridonia, y con una soledad triste comenzó menester; y todos fueron sanos en pocos
á sentir lo que ella del sentiría; y dijo con- días, sino Primaleón, que corrió mucho ries-
sigo mesmo: «Señora, hoy es el postrero día go ante que lo fuesse. Dramusiando fue tan
que vuestros cuidados me pueden dar que alegre con esta prisión, que de allí adelante
pensar; yo moriré en esta batalla, y con ella le pareció que todo era seguro teniendo como
daré fin á la memoria vuestra que en otras solía la guarda en su castillo. Aquí deja de
muchas cada día me pone, y ninguno dirá hablar de Primaleón y destos caballeros,
que con temor de la muerte perdí nada de por contaros de Palmerín de Ingalaterra.
mi honrra. ¡Oh emperador Palmerín, cuan
mal agora sabes el poco descanso que para tu
edad te apareje! yo haré lo que puedo, como CAP. XI.—De cómo el emperador armó ca-
tu hijo heredero de tus obras, hasta que mis ballero d Palmerín y á todos los donceles
fuerzas desanparen el corazón. ¡Oh mi seño- de su corte.
ra Gridonia, este es el bien que la fortuna á
vos y á mí tenía guardado: dar fin á mis días Tanto tiempo el infante Palmerín se crió
tan bien gastados en el gusto de vuestra con- en casa del emperador de Grecia su agüelo,
versación, nacido del bien que os quiero; que ya era en edad para ser caballero, y
mas agora ¿por qué no me acuerdo que en tan amado y estimado de todos por su buenas
vuestro nombre cometí tan grandes cosas costumbres, como después fue temido de sus
como ésta, y que en ellas quedé siempre con enemigos por su persona; y como él deseas-
vitoria?» Y estas palabras le pusieron tama- se muchas veces verse en aquel aucto para
lio esfuerzo, que casi no sintiendo las heri- que se criara, temía de pedillo al empera-
dor, por no se ver apartado del servicio de
22 L I B R O S D E CA B A L L E R I A S
la hermosa Polinarda su señora, con quien Francelína; á Polínardo, hijo menor del em-
viviera den.de el primer día que Polendos le perador Trineo, hermano de Vernao; á Dir-
trajera. Y porque ella sentía en él este den, hijo de Mavortes el gran can; á Ger-
deseo, pagábaselo con otro igual al suyo, el mán Dolienes, hijo del duque de Orlieñs,
cual sabía muy bien encubrir, porque la que viniera con el príncipe Graciano; á Te-
hermosura de Palmerín traía consiguo el me- nebrante, hijo del duque Tirendos; á Tre-
recimiento desta afición. Pues el emperador, mor an, hijo del duque Lecesin, nieto del
que en muy continua tristeza vivía por la emperador Trineo de Alemana; á Frísol,
pérdida de sus hijos y apartamiento de sus hijo del duque Brapos de Norman día, nieto
caballeros, que ya tenía por muertos, vinién- del rey Frísol, con otros muchos sus natu-
dole a la memoria las palabras de la carta rales; porque todos estos príncipes é infan-
de la sabia del Lago de las Tres Hadas, que tes se criaron en aquella noble corte del em-
la doncella le trajo el día que Palmerín perador, assí porque era la mejor del mun-
llegó, quísole hacer caballero, creyendo que do, como por el justo parentesco que con él
con él cobraría el descanso perdido en que tenían, como por ser la fuente de todos los
al presente no vivía, si ellas fuessen verda- singulares ejercicios en que se podían criar.
deras. Y por deshacer la tristeza de los su- Luego, el rey Frísol, por ruego del em-
yos, que de tanto tiempo estaba ya arrai- perador, armó caballeros al príncipe Flo-
gada, porque esta pérdida era tan general rendos y á Platir, su hermano, hijos de Pri-
que á todos cabía parte, ordenó de junta- maleón, porque al que nació primero hizo
mente con él de darla á todos los donceles poner nombre Florendos, como al rey de
que en su corte andaban, que eran muchos, Maceclonia su padre. Esto acabado, él y la
y algunos clellos eran príncipes é infantes, emperatriz, con Grridonia y el rey Frísol,
y concertóse que el día desta cerimonia tor- comieron en la sala imperial con tanto apara-
nassen contra los otros caballeros que en la to de fiesta como en el tiempo pasado, cuan-
corte al presente se hallassen, porque esto do allí se solía celebrar, servidos con todo el
hacía el emperador para esperiencia de las estado real, habiendo tantos estrumentos y
cosas que de Palmerín esperaban. Y mandó- música, como si en aquella corte no faltara
les aparejar para el día de Pascua de flores, nada del placer que poseían en el tiempo en
y luego ordenaron cadahalsos sumptuosos que ellos más se acostunbraban; los palacios
en el campo á donde habían de ser los tor- colgados de tapicería muy rica, de historias
neos, cosa que entonces era bien nueva, alegres, por alegrar los corazones^ tristes de
por el mucho tiempo que había que no los que entonces la corte estaba poblada. Acabado
hicieron y porque las otras alegrías pas- de comer, el emperador se fue al cadahalso
eadas ya eran olvidadas. Los noveles vela- donde había de ver los torneos, acompañado
ron sus armas en la capilla, víspera de Pas- de algunos señores á quien las edades anti-
cua, y venido el día, el emperador y la em- guas detenían en Costantinopla; porque á los
peratriz y Grridonia oyeron missa, la cual otros, á quien aún les ayudaba, despendían
se dijo con gran solemnidad, y acabada, hizo el tiempo en la demanda destos asignados
por su mano caballero al infante Palmerín príncipes de quien entonces ninguna nueva
de Inglaterra primero que á otro ninguno. se sabía. La emperatriz y Gridonia, con sus
El rey Frísol de Hungría, que allí se halló, dueñas y doncellas, se pusieron en otro que
le calzó la espuela, y la hermosa infanta Po- para ellas estaba señalado, menos alegres de
linarda le ciñó la espada, porque el empera- lo que en su parecer mostraban, y á esta
dor lo quiso assí para más obligalle á siis hora, de la parte de los caballeros estranje-
hechos; y él lo tuvo en tanto, que acordarse ros estaba tanta gente en el campo, que á la
desto en muchos peligros le dio nuevo es- fama destas fiestas habían venido, que el
fuerzo. Tras él armó á Graciano su nieto, emperador temió que los noveles no lo pu-
príncipe de Francia, hijo de Arnedos; y á cliessen sofrir, que á este tiempo salían de la
Beroldo, príncipe de España, hijo del muy ciudad armados de armas blancas, tan airo-
esforzado rey Rezindos; y á Onistaldo y sos y bien puestos, que comenzaron de dar
Dramiante, sus hermanos; y á Estrellante, testimonio de lo mucho que después hicie-
hijo del príncipe Ditreo de Hungría, nieto ron, trayendo por capitán al esforzado Pal-
del rey Frísol; y á don Rosbel y Belisarte, merín; de algún tanto los hijos de Primaleón
hijos de Belcar; y á Basiliardo, hijo del rey y los otros príncipes se hallaron descontentos
Tarhao y de Lacedomonia ; á Livian de porque el emperador le diera aquella honrra
Borgoña, hijo de Triólo, duque de Borgoña sobre todos ellos, y disimulándolo por hacer
y nieto del emperador Trineo; á Francián su voluntad, que este es un bien que sólo los
el músico, hijo de Polendos y de la hermosa virtuosos y nobles pueden tener.-
P A L M E BIS DE I N G L A T E R R A 23
CAP. XII.— Cómo tomaron aquel día, y de los otros, que si los viniéssemos cíe nombrar,
lo que aconteció con dos caballeros de sería prolijidad.
unas armas verdes que al torneo vinieron. El estruendo destos primeros encuentros
fue tan grande, que parecía que un monte
Tanto que los noveles allegaron al campo se acabase de caer, quedando por el canpo
donde se había de hacer el torneo, que se- muchos caballos sin señores, quedando ellos
rían hasta quinientos, porque el emperador, en el suelo y algunos maltratados. Después
allende de aquel día dar aquella orden de de quebradas las lanzas echaron mano á las
caballería á los que en su corte halló, mandó espadas, dándose tan grandes golpes, que
que viniessen á recebilla todos los hijos de parecía que u n gran ejército fuesse allí jun-
señores y de personas principales naturales to. Lebusante de Grecia, descontento del
de su señorío; y por esta causa lrabo tantos, desastre del primer encuentro, ayudado de
puesto que en oonparación de los otros eran los suyos tornó á cabalgar, y entrando por
bien pocos, porque eran más de dos mil, y lo más áspero del torneo feria á una parte
puestos en orden, al son de muchas trompe- y á otra de tan duros golpes, que por fuerza
tas arremetieron unos á otros con tamaño le hacían lugar mirando por quién le derri-
ímpetu, como la codicia de la honrra quería bara, para enmendar la vergüenza en que le
á quien la desea alcanzar; Palmerín, que pusiera; yendo con este deseo, vio venir
era el delantero, antes que ronpiesse, pues- contra sí al príncipe Beroldo de España, el
to los ojos en la fermosa Polinarda, dijo con- cual lo recibió con aquella voluntad que él
sigo mismo: «Señora, para mayor afrenta venía, é arremetiendo el uno para el otro,
quiero vuestra ayuda; por esso no os la pido comenzaron una batalla al pié del cadahalso
en ésta, que sé que ante vos no me puede del emperador, tal que todos juzgaron á Be-
acontecer cosa que la vitoria sea de otro, roldo por tan buen caballero como después
pues que vos ya la tenéis de mí». jNo eran es- fue assí, en la cual anduvieron por tanto es-
tas palabras bien acabadas, cuando él y Le- pacio, que las lorigas se desmallaron del
busante de Grecia se encontraron con tanta todo. Aquí fue la mayor priessa de la bata-
fuerza, que Lebusante fue al suelo por las lla, porque de la parte de Lebusando acudió
ancas del caballo, quedando Palmerín tan Titubalte el negro, Medrusán el temido,
entero como si no le tocara, de que el em- Tragador, Truflando, Trofolante el medro-
perador fue tan contento como espantado, so, Claribalte de Hungría y el fuerte Forbo-
porque este Lebusante era entonces el me- ianclo, con otros muchos; y de la otra parte,
jor caballero de toda Grecia, y de casta de el príncipe Graciano, Frísol, Dramurate,
gigantes, puesto caso que él no lo era. Assí Onistalclo, Estrellante, don Rosbel, Beli-
passó por él con su espada en la mano, ha- sarte, Luymán de Borgoña, Basiliardo y
ciendo maravillas en armas; el príncipe Flo- Francián el músico; el príncipe Frolendos
rendos se encontró con Folante el medroso, y Trofolante se trabaron á brazos; Graciano
y entramos pasaron el uno por el otro; el con Medrusán el temido, trabajando cada
esforzado Platir, su hermano, y Tibulante el uno por la honrra de aquella batalla; el em-
negro se encontraron tan duramente, que perador tuvo en tanto el alto comienzo des-
entramos vinieron al suelo; Graciano y Tra- tos noveles, que todas las cosas pasadas le
gandor quebraron las lanzas, y topándose de parecían pequeñas; mas de la parte de los
los caballos, cayeron juntamente, mas luego estranjeros recreció tanta gente, que los no-
fueron levantados ; Besoldo , Onístaldo y veles no se podían amparar, y por fuerza los
Dramiante se encontraron con Truflando y arrancaron del campo, y en aquel tiempo
con Claribalte de Hungría y Esmerando el no se halló el esforzado Palmerín de Ingala-
hermoso, todos de la otra parte cayeron, y terra, que aquel día había hecho tanto que
Nostaldo también, porque su caballo hubo ya no hallaba en quien emplear sus fuerzas:
una espalda quebrada con la fuerza del en- y siendo animado del aprieto en que los
cuentro; don Rosbel, Estrellante y Belisar- otros estaban, acudió aquella parte con el
te se encontraron con el conde Yalerian de infante Platir, Germán de Orlians, Tremo-
Archíélago y sus ricos hermanos y dieron rán y Polinardo, hijo menor del emperador
con ellos en tierra; Pracián el músico, Dirde, Trineo y hermano de Yernao; y rompieron
Tremorán, Germán Dorliens, Luymán de por medio de los contrarios con tanta fuer-
Borgoña, se encontraron con Crespián de za, que los golpes que delíos recibieron no
Macedonia, Tragonel el ligero, Forvolando fue parte para enpedir .su llegada, que fue
el fuerte, Flamiano, Iracandor; los de la tal que Medrusán el temido vino al suelo
una y otra parte fueron al suelo, sino fue con un golpe que Palmerín le dio- Platir,
Tremorán, que quedó á caballo, y assí todos que vio..al príncipe Florencios su hermano
24 LÍBEOS DE CABALLERÍAS
trabado con Trofolante, llegó á él, dándole que las armas quedaron tan deshechas y los
muchos y grandes golpes, tanto que le hizo caballos tan cansados, que no se podían me-
desatinar, y á este tiempo Libusante de Gre- near, y apeándose de los caballos se pusie-
cia salió tan maltratado de las manos del ron á pie, que fue causa de doblarse más la
príncipe Beroldo, que sin nengún acuerdo furia de su batalla, trabándose á brazos al-
se tornaron á retraer, por no poder resestir gunas veces, confiándose cada uno en sus
á los golpes de Palmerín y de aquellos es- fuerzas; y con todo lo que probaban nunca
forzados noveles sus eonpañeros; con tanto pudieron conocerse ventaja. Platir se encon-
placer del emperador y de la hermosa Poli- tró con el otro su compañero, y fue entre
narda, que no lo pudiendo encubrir, estaba ellos la contienda tan áspera y cruel, mas
loando á sus damas su hermoso doncel: pues como durase algún espacio, no pudiendo el
la emperatriz y Gridonia, aunque entrellas caballero resestir á los golpes ele Platir que
era siempre presente la tristeza que de la se dejase de sentir la mejoría que le llevaba,
pérdida de Primaleón tenían, estaban tan los otros noveles caballeros, como tuvieron
contentas de ver las caballerías que sus her- espacio, viendo á los dos caballeros en su ba-
manos hacían, que todo lo demás olvidaron, talla, hicieron tanto, que sin ninguna resis-
pensando con ellos tornar al alegría pasada tencia vencieron sus enemigos, echándolos
de que ya estaban desesperadas; ya que los del campo vueltas las espaldas; puesto que
contrarios iban de vencida fuera del campo no tanto á su salvo que Tremorán y Luy-
donde la batalla se hacía, entraron de su mán de Borgoña y Belisarte no fuesen lle-
parte por un costado del torneo dos caballe- vados sin nengún acuerdo de las muchas
ros armados de armas verdes, al parecer ai- heridas-que recibieron. El emperador, que
rosos y bien puestos, con sus lanzas bajas, la batalla de Palmerín y del caballero del
y antes que las quebrasen derribaron á al- Salvaje veía, estaba tan ocupado en el es-
gunos de la otra parte, y sacando sus espa- panto que le ponía, que no miraba por otra
das, en poco tiempo hicieron tanto, que por cosa, uniéndola por la mayor que nunca
fuerza los suyos tornaron á cobrar todo lo viera, trayéndole á la memoria las suyas
que del campo habían perdido; espantados con el gigante Dramarque y con Pranarque
todos de aquel socorro nunca esperado y á en Ingalaterra, y la de Frísol en Francia so-
tan buen tiempo. Mas Palmerín, que sintió bre la imagen de la emperatriz Polinarda, y
esta novedad sin saber lo que era, mirando de Primaleón con don Duardos, que éstas te-
á todas partes, vio aquellos caballeros y el nía él por las mayores del mundo, aunque
estrago que hacían en los suyos, temiendo juzgase esta ele Palmerín por mayor que és-
que la vitoria de aquel día fuesse al revés, tas, no le pareció que el otro le quedaba de-
porque los noveles estaban casi destrozados biendo nada; y temiendo, según lo que vía,
del trabajo que habían passado, y los otros que entramos pudiessen allí morir, quiso es-
cobraron esfuerzo con la nueva ayuda; por cusar cosa tan mal empleada en tales dos ca-
donde, como se le acordase que todo pendía balleros, [y] mandóles decir de su parte que,
del, puesto los ojos donde tenía su esperan- pues el torneo era acabado, dejassen la bata-
za, dijo entre sí: «Señora, no es este el peli- lla en que estaban; mas como cada uno de-
gro que yo tengo de temer tiniéndoos á vos seasen saber lo que había de sí al otro, no se
delante de mí, porque á estos tiempos de pudo acabar con ellos, ni la infanta Polinar-
vuestra vista me nace nuevo esfuerzo para da se halló tan libre que dejase de sentir y
semejantes afrentas». A estas razones ya recelar la afrenta en que su Palmerín esta-
estaba con él un caballero de los otros, el ba. En esta porfía duraron tanto, que la
más esforzado, que por ser mejor conocido noche sobrevino, tan escura que les fue ne-
traía el escudo en canpo blanco un salvaje cessario apartarse, sin nenguno quedar con
con dos leones por una trailla, el cual, pas- más que con muchas heridas y el desseo de
sando por fuerzas de armas todo el ímpetu la vitoria. El emperador mandó tocar las
de los noveles, acompañado de aquellos que trompetas y recoger cada uno á su capita-
le pudieron seguir, y conociéndole por las nía; los dos caballeros de las armas verdes
grandes cosas que aquel día le viera hacer, se tornaron hacia la parte de donde vinie-
se vino a él, el cual lo recibió con el mismo ron, yendo hablando en la valentía de Pal-
desseo, y comenzaron una brava batalla, tal merín sin saber quién fuesse; el emperador
que bien pareció que allí se juntaba toda la quiso que hubiesse sarao, para pagar á los
valentía del mundo; y de otra parte acudie- noveles el trabajo de aquel día danzando
ron todos los más principales caballeros, mas cada uno con su señora, y algunos hubo en-
nunca pudieron tanto que de su batalla los trellos que por gozar de aquel contentamien-
ax^artasse, en la cual anduvieron tanto, hasta to estuvieron engañando el dolor de sus he-
P A L M E R Í N DE I N G L A T E R R A 25
rielas con aquella paga de su gusto. Palme- cienclo: «Muy poderoso príncipe, cuya fama
rín, que no sabía con quién danzar, por no es por el mundo tan loada que en las partes
atreverse a su señora, danzó con Dramacia- que vuestro nombre es oído con de sus hechos
na, hija del duque Tirendos, camarera de la hace esmerecer los de los otros: el gran sabio
infanta Polinarda y mucho su privada; el Daliarte del Valle Escuro, vuestro servidor,
príncipe Florendos con la infanta su herma- aunque vos no le conocéis, besa vuestras
na, que aquel día salió tan hermosa que po- imperiales manos, pidiéndovos que os ale-
día tener su madre envidia y á su agüela en gréis continuando estas fiestas que agora co-
el tiempo que florecieron; Platir con Floria- menzastes, de que vuestra corte por tantos
na, hija de Ditres, nieta del rey Friso!; y días estaba olvidada, porque ya es el tiempo
Graciano, príncipe de Francia, con Claricia, de la restitución de vuestro contentamiento
hija de Polendos; Berolclo, príncipe de Espa- se llega; y allende destas palabras que dijo
ña, con Ornistalda, hija de Drapos, duque que vos dijesse, me dio un escudo labrado
ele ISformandía: Belisarte con Deonisia, hija de sus manos, para que por manos de vues-
del rey Desperté; Francián el músico, con tra alteza se cliesse al caballero novel que el
Bernarda, hija de Belcar; y assí los otros día del torneo lo hiciesse mejor; y puesto que
cada uno con quien más tenía en su volun- por el mundo se cree que en vuestra tierra
tad. Acabado el sarao, el emperador se reco- no se consiente agravios á las doncellas, en
jo al aposento de la emperatriz , acompa- las otras donde me podía temer hallé siem-
ñado de Palmerín y sus nietos, todos en- pre el passaje franco, en la vuestra, donde
vueltos en el placer de su vitoria, y él al- ya pensé que estaba segura, me lo tomó un
gún tanto triste por no saber quién fuesse el caballero vestido de armas verdes, en el
caballero del Salvaje, á quien entonces hi- campo blanco u n salvaje con dos leones por
ciera muy grandes mercedes si lo pudiera una traya, las cuales señales me dijo mi-
haber para su servicio, porque sólo para sus- rasse para las dar á quien me las pidiesse,
tentar la honrra se han de dessear los bienes y esto después que supo para quién el escu-
de fortuna. do era, diciendo que en la Floresta de la
Fuente Clara, que es de aquí á dos leguas,
esperaría tres días, y que si en éstos ho-
CAP. XIII. —De como vino á la corte del em- biesse caballero que por fuerza se le tomasse,
perador una doncella quejándose del caba- si no que le llevaría consiguo; yo, después
llero del Salvaje, y de lo que sobre ello que en esta sala entré, miré si estaba aquí
passó. á quien esta fuerza era hecha, y aunque
nunca le vi, bien veo que no está en ella».
A otro día después del torneo pasado, el El emperador lo tuvo por cosa nueva oir
emperador y el rey Frísol con todos los otros nombrar al sabio Daliarte, porque hasta en-
príncipes acabando de oir missa con tanta tonces nunca oyó hablar del, y dando el
solenidad como el día de antes, salió á la agradecimiento de su voluntad aquella don-
gran sala de su aposento acompañado de cella, con palabras de tanto amor y verdad
aquella tan noble caballería ele que su corte como siempre acostumbraba, la envió á la
entonces estaba poblada, platicando encima emperatriz y á Gridonia, que la recibieron
r
le mesa en las personas que fueran en el con tanto placer como lo merecía la esperan-
torneo, dando á cada uno la honrra según en za que su embajada traía; y luego proveyó
ello lo hiciera, que ésta es alguna satisfac- sobrel escudo, enviando algunos caballeros
ción para contentamiento de quien las hace para ello, aunque bien entendió que la vo-
tales que deban hablar en ellas, gastando lo luntad del caballero del Salvaje no era más
más del tiempo en el caballero del Salvaje, de acabar la batalla del y de Palmerín. Y
en quién podía ser y en el pesar que el em- allende de los que allí se hallaron, otros, con
perador recibiera de habérsele ido así, aca- desseo de se probar primero, dejando las
bado el comer, entró por la puerta una don- otras cosas donde habían de ir, creyendo que
cella hermosa, vestida á manera de inglesa aquella ida era más honrosa la victoria; y
¡le una ropa de terciopelo abellotado negro, y los que primero fueron: Claribalte de Hun-
encima una capa corta de escarlata colorada, gría, Esmerildo el hermoso, Crespián de Ma~
brochada de chapería rica y lozana, con el cedonia, Flamiano, Rocandor, Mendrusán el
rostro sereno y algún tanto descontenta; to- temido, Trofolante y el fuerte Forbolando,
dos se apartaron por le dar lugar, y llegando aquestos sin ser vassallos del emperador,
al estrado, se volvió y echó los ojos á todas antes de casta de gigantes y enemigos suyos,
partes, y no viendo a quien buscaba y espe- que habían venido á su corte para estar en
raba conocer por las señales que del le die- el torneo y á vengar algunas jíassiones encu-
ron, puso las rodillas ante el emperador, di-
20 LIBROS DE CABALLERÍAS
Ciertas nacidas de enemistades antiguas. Y no las merezcáis, el estado en que veo vues-
a
u n q u e todos éstos el día passado lo tuvieron tra disposición me hace decillas, y ahí pue-
de su banda, corridos de se ver vencidos y de quedar tiempo para satisfacer lo que des-
envidia de su fama los movió á probarse con seáis y yo también deseo; el escudo que to-
él. El caballero del Salvaje mandó colgar el mastes á la doncella debéissele tornar, pues
escudo en lo más alto de un árbol que sobre con él ganastes otros no menos lozanos y con
la fuente estaba, con intención de defendelle más honrra, y también porque ele vos no se
á los que viniessen, y arremetiendo á Forbo- debe esperar agravio á mujeres, pues para
lando, que delante de todos venía, le arran- los deshacer la fortuna os hizo tan estrema-
có tan ligeramente de la silla, que los otros do» . «Ya sé, dijo el del Salvaje, que con más
le tuvieron á más afrenta porque no le fue sabéis vencer que con armas; digo esto, por-
como pensaban; y mandóle tomar el escudo que cuan presto se me trocó la voluntad con
y yelmo, y mandólos colgar de la otra parte essas palabras que os oí, é lo ofrecimiento
del árbol donde el escudo estaba; tras éste que me hacéis os tengo en merced, y por tan-
justó con él Crespiano de Macedonia, Clari- to no estoy tan mal dispuesto que no pueda
barte, Esmerildo, Flamiano y Eoeandor; y el ir á do á mí me espera el escudo; pues para
uno tras el otro fueron puestos los escudos a vos venía, le manda llevar, que la intención
donde hacían compañía al de Forbalando, de para que lo tomé sin él la podré cumplir si
que. sus dueños estaban poco satisfechos, nos alguna hora topásemos»; y sin más decir
aunque ellos, unos con otros, dissimulaban tornó á cabalgar él y su compañero; se fue-
esta passión; el caballero del Salvaje tomó ron para do antes vinieron. Palmerín y los
otra lanza de- algunas que su escudero tra- otros tomaron el escudo, que le pareció el
jera de Costantinopla, y encontrándose con mejor que nunca vieron; tenía en campo
Trofolante, le hizo venir al suelo con la silla azul una palma grande que lo tomaba casi
entre las piernas, y el caballo del Salvaje todo, y estaba abrasada en fuego tan al na-
arrodilló con la fuerza del encuentro, que le tural, que hacía recelo de quemarse á quien
hizo salir fuera de la silla; y arrancando las lo tocaba con la mano; todo al derredor cer-
espadas, se comenzaron á ferir de tan duros cado de letras de oro y prieto, puestas por
golpes y tan pesados, que en ellos bien se tal arte, que no se podían leer. Assí que yen-
podía conocer la fuerza y esfuerzo que do platicando en esto, llegaron a la cibdad á
sus ánimos les daban, y porque Trofolan- tiempo que el emperador acababa de cenar,
te era de los mejores caballeros del mun- que después de sabido todo lo que passara
do y muy diestro en armas, fue la bata- quedó más apassionado que de antes, porque
lla tan peligrosa, que los que la miraban de quisiera que en ninguna manera el caballero
fuera no podían bien juzgar cuya sería la del Salvaje se fuera, y teniendo el escudo en
victoria; pero al fin Trofolante fue tan heri- las manos, mandó llamar la doncella para le
do y maltratado, que no pudiendo sostener- preguntar lo que las letras decían, mas ella
se contra las fuerzas del salvaje, quedó ven- le dio tan mal recaudo como aquella que no
cido del. Aquesta victoria costó tanta sangre, lo sabía, antes tomada la respuesta de su
como quien la hubiera de persona que la sa- embajada, se partió. El emperador dio el
bía bien vender; en este espacio llegó á la escudo á Palmerín, diciendo: «Bien sé que
floresta Palmeral, que sabiendo en su possa- quien éste hizo y le guardó para vos, sabía
da lo que passaba, acudió á la mayor priessa bien dónde le empleaba». Palmerín le tomó
que pudo, .y con el Graciano, Dramiante, de sus manos, besándoselas por el amor con
Onistaldo, Beroldo, Grermán de Órliens, Eran- que le trataba, poniendo en su voluntad de
cián, Polinardo. el príncipe Florendos, Pla- trabajar de alcanzar con que lo servir, por-
tir, Basilíardo, Dirclen, Estellante, con otros que las perficiones que hombre tiene, tie-
desseosos de se ver en aquella afrenta. Pal- nen necessidad de ser favorecidas con bienes
merín que vio el fin de la batalla y lo mu- temporales para que lo uno con lo otro res-
cho que el caballero del Salvaje hiciera en plandezca.
ella y en las justas, llegóse á él, diciendo:
«Puesto caso, señor caballero, que hasta ago-
ra no tengo recebido de vos sino obras de CAP. XIY.— Que declara quién era el sabio
enemigo, dignas de otras assí como ellas, son DaMarte del Valle Escuro.
vuestras cosas tales, que me hacen mudar la
voluntad que hasta aquí traje y desearvos Para saber quién fue este Daliarte del
servir en la cura de las heridas, si en mi Lago Escuro, dicese que en el tiempo que el
posada queréis reposar los días que para ello príncipe don Duardos venía del reino de La-
fuere necessario: estas razones, aunque vos cedemonía para Grecia, dejando ya desen-
cantado al rey Tarnaes y pacífico señor en
PALMERÍN DE INGLATERRA 27
sus tierras, una doncella entró en su nao, y galaterra de caballeros famosos, tan ennoble-
sin decir nenguna cosa se fue al gobernalle cido en las armas y de doncellas, como nun-
della y la hizo volver hacia una isla, donde ca lo fuera en otros tiempos; mas ninguno
libró á un caballero que por traición quería entró que fuesse famoso que tornasse más á
matar, y ele ahí le llevó donde estaba la ma- salir. Allí estaba: Recindos, por quien Espa-
dre de Argonida, de quien hobo á Pompides ña era despoblada yendo á buscalle; Arne-
por la manera que en el libro de Primaleón cios, rey ele Francia, que había pocos días
se cuenta. que saliera della por ayudar á sus amigos en
Escríbese en las corónicas antiguas ingle- aquel trabajo en que todos andaban; Mayor-
sas que Argonida tuvo dos hijos de clon Duar- tes, el gran can; Prides, por quien el reino
dos, desta vez y de otra que por el mismo de Inglaterra hizo grande sentimiento des-
engaño tuvo parte con ella; el primero fue pués que le hallaron menos en sus necessida-
Pompides, y el segundo Daliarte, á quien su des; Belcar, Bernao, Ditreo, el duque Dra-
agüela crió siempre consigo, apartado de la pos de ISTormandía, el soldado Belagríz, con
conversación de otra gente, enseñándole el quien pudo tanto la amistad de don Duardos
arte mágica, porque le sintió el ingenio sotil que le hizo dejar su señorío y tornar á se-
y aparejado para ello, y por esto en el libro guir el trabajo ele las armas de que j7a esta-
de Primaleón no se dice nada del, y como ella ba descansado; y el esforzado Polendos, de
fuesse una de las personas más señaladas del quien y de algunos dellos se dirá lo que pas-
inundo en esta ciencia, y Daliarte por mu- saron en sus prisiones, assi que no había en-
chos días y años ocupase el juicio en el ejer- tonces reino en el mundo tan libre que se
cicio della, salió tan excelente y gran sabio, pudiesen hacer alegrías, sino de tristezas y
de que no tan solamente pasó á su agüela, descontentamientos; pues tornando á Daliar-
mas á todas las personas que fueron antes y te, viendo la grande afrenta en que el mun-
después clél más de quinientos años, alcan- do estaba por un solo hombre, no sabía de-
zando las cosas secretas y por venir, que nen- terminar qué manera tuviesse para remedio
guna le parecía trabajosa; y después que se de tamaños daños, puesto que su desseo era
vido tan extremado que se juzgaba por el passar por donde passaron los otros, no lo
mejor del mundo, era su ánimo tal, que no quiso hacer, no por el temor del peligro, mas
se quiso contentar desto sólo, antes despen- porque sabía que no era él el que aquella
diendo algún tiempo en el ejercicio de las aventura había de acabar, y también porque
armas, salió tan extremado en ellas, que bas- no hay cosa peor que seguir el desseo donde
tó para ser juzgado por hijo de su padre; lle- la esperanza es incierta; y por tanto, por ex-
gando á edad de poder ser caballero, murió cusar alguna parte de tantos males, quiso
su agüela, y él se fue al gigante Gataru, que hacer su asiento junto del Yalle déla Perdi-
le hizo caballero sin saber quién era, por ción, que este nombre le pusieron por la pér-
ver en el señales de las obras que después dida que en él se faría, buscando otro con-
mostró. Viniéndose Daliarte metido en la forme á su condición necessario á su estudio,
obligación de las armas, acordándose lo mu- el cual iba por medio de dos tan altas sie-
cho que había de hacer para nombrarse hijo rras, qne la altura della le empedía la entra-
de don Duardos, revolvía en el pensamiento da del sol lo más del tiempo; y por esso le
muchos acontecimientos grandes, trayendo llamaron del Valle Escuro, y algunos le nom-
á la memoria aquella prisión perpetua en braban el Valle Sonbrío; y no le costó tan
que lo vía, y assimismo á Primaleón y otros barata la entrada del que no le fuesse forza-
príncipes que Dramusiando tenia en el su do alcanzalla por fuerza, matando primero
castillo, porque en este tiempo toda la flor en igual batalla al gigante Trabolando y á
del mundo y ele las armas estaba allí ence- un hijo suyo, señores de unos castillos que
rrada por el saber de Eutropa, tía del gigan- allí tenían; entonces hizo en lo más solita-
te, y por la fortaleza del y de sus compañe- rio del valle una morada tan singular para
ros, y porque también JÍI se sonaba que to- su gusto, cuanto el ingenio de un hombre
dos se perdían en aquel reino de la Gran tan sotil podía pensar, adonde ninguno no
Bretaña, aunque esto no podía saber nadie iba si no fuesse por su consentimiento; y
cómo fuesse sino Daliarte, que nada le era assi passó su tiempo en la continuación de
secreto, y por esta causa muchos caballeros su estudio, trayendo para sí todos los libros
famosos acudían hacia aquella parte, y como que le quedaron de su agüela, con otros mu-
allí entrassen y fuessen á la fortaleza de chos que él por su industria supo haber; á
Dramusiando, no sabían más dellos. Esta las veces iba a monte, porque su natural
nueva tan notoria que andaba por el mundo, inclinación lo enseñaba, y la tierra era tan
hacía entonces ser tan lleno el reino de In- poblada de venados y de otras cazas, con que
28 LIBROS D E C A B A L L E R Í A S
recebía mucho solaz; algunos días salla ar- J como quien tan bien sabía quien ellos eran,
mado y hacía batallas, de que siempre que- trayéndolos á vista del río á donde la forta-
daba con vitoria, y cuando sabía que caba- leza estaba ele la parte de encima della bien
lleros de mucho precio las habían de hacer en una legua; ya que anochecía y viéndose tan
la torre de Dramusiando, íbalas á ver para lejos de poblado, no sabiendo á dónde guias-
ver lástimas á que no podía dar remedio y sen, tuvieron por mejor consejo pasar la no-
que tanto sentía como sus dueños, de que se che debajo de unos árboles, á la orilla de
espantaba el gigante y su tía, viendo que aquellas graciosas aguas, adonde bajándose
tan sueltamente entraba en la jurisdición ele sus caballos cenaron alguna cosa de lo que
de su defensa sin se lo quitar el poder del ni sus escuderos traían. T a que fue cerrada la
la sabiduría della; en este tiempo, sabiendo noche, Belcar se echó en una cama de heno,
de las fiestas que el emperador hacía, y como donde con el cansancio que en el día había
de muchos días tuviesse hecho aquel escudo passado durmió con harto reposo mucha
para compañero en las afrentas de Palmerín, parte de la noche; mas Belcar, como estaba
envióle á la corte, donde sobre él pasó lo que sin su libertad, á tales horas siempre despen-
atrás oistes; desta manera gastaba Daliarte día el tiempo en contemplaciones de Basilia,
el tiempo, esperando por la libertad de aque- y por habérselo más á solas, como siempre
llos príncipes, los cuales passaban vida des- los heridos de la flecha de Cupido son ami-
contenta, cada uno igual en la pena de to- gos de soledad, se fue el rio abajo y echóse
dos, con aquella amistad antigua que siem- clebajo de un árbol que á la orilla del agua
pre se tuvieron; puesto caso que este dolor estaba, á donde se hacía un remanso tan
no fuesse pequeño, la mucha continuación quedo, que el poco ruido del rio no podía em-
del le hacía sentir menos, porque donde ella pedir el contentamiento de aquello en que su
es grande, poseella mucho tiempo la hace cuidado le ocupaba. Allí estuvo toda aquella
parecer menor. noche de cuidados tan acompañado y de
otra compañía tan solo, hasta que la luna se
puso, á tiempo que los ruiseñores, con otros
C;IP. XV. —En que da cuenta de lo que acon- pajaricos, alegres manifestaban la llegada
teció á Belcar y á Vemao después que fue- del alborada con su chuce armonía. Yernao,
ron sanos de las feridas que hubieron en la que estaba trasportado y envuelto en la sua-
batalla de la Floresta Desastrada. vidad que aquella música le hacía, tuvo ta-
Vernao, príncipe de Alemana, y Belcar, maña templanza de su señora, que comenzó
duque de Ponte y de Durazón, estuvieron en á decir palabras tan enamoradas en sí como
la ciudad de Esbrique algunos días curán- entonces traía los pensamientos, las cuales
dose ele las heridas que el uno al otro se hi- decía bien descuidado ele pensar que nenguno
cieron, y ya que se hallaron en desposición le podía oir sino aquellos árboles de que él
para poder tomar armas, se fueron á la corte no se temía; mas esto no era assí, porque
del rey para ver la orden de su vida, que era más arriba, cuanto un tiro de piedra, estaba
tal como atrás se dijo, y aunque procuraron el esforzado Polendos, rey de Tesalia, que
mucho por ver á Plerida, nunca tuvieron viniera allí á tener aquella noche, á donde
manera para que pudiesse ser, assí porque oyó las palabras de Yernao, y llegando de
ellos no se quisieron descubrir, como porque más cerca con intención de lo oir mejor,
ella nunca salía de la cámara de su contem- quedó contento de lo ver tan enamorado y
plación; por esta causa estuvieron en la cor- de las razones con que lo mostraba, trayén-
te menos días de lo que desearon; salidos dole aquello á la memoria el tiempo que lo
della, anduvieron algunos días por aquella fuera de Prancelina su hermosa mujer; assi
tierra haciendo cosas tan señaladas, que fue- estuvo escuchando sin le querer quebrar el
ron bien verdadera prueba del esfuerzo de hilo, hasta que la mañana esclareció de todo
quien las obraba, deshaciendo agravios á y las aves se derramaron por otras partes;
doncellas y aquellos que de sus personas te- Polendos se llegó á él, diciendo: «Señor Yer-
nían necessidad, pasando batallas dé mucho nao, ya sé que no sois tan libre que cualquier
peligro, como en las corónicas de sus hechos passo como éste no os haga descubrir la ver-
se declara, de que aquí no se dice nada por dad de lo que hay en vos; aunque quedéis
la historia deste libro no ser suya, siendo á mal comigo, no dejaré de decillo á la seño-
todas estas cosas ó á las más dellas entramos ra Basilia lo que aquí vi, porque allende ser
juntos iguales en el trabajo y en la fama que remedio para su dolor á cabo de tanto tiempo
del se alcanzaba; y assí andando discurrien- saber que gran tardanza no nace de vuestro
do por todas las comarcas de aquella tierra, olvido en sus cosas, sino de poca dicha que
vinieran á parar á donde Eutropa los guiaba, todos tenemos en esta empresa de su herma-
PALMERÍN DE INGLATERRA 2.9
no y cuñado». Yernao, después de conocello. 1 en la espada como tuvistes dicha en el en-
quedó algún tanto afrentado de las palabras cuentro de la lanza». «Ko sé, dijo don Duar-
que soltara, que no sabía si amor ó el lugar dos, si assi nos viéssemos quién se arrepen-
donde las dijera causara haber dicho algún tiría primero, mas no lo puedo hacer, que
desconcierto; por tanto, disimulando esta, quien aquí me hace estar no quiere que ha-
vergüenza, con muestras de amistad tan ver- ga más, ni yo lo desseo tampoco; déjame
dadera como el uno al otro se debían, en esto justar con vuestros compañeros, que después
vieron venir á Belcar con los brazos abiertos allá os queda con quién se os quite essa pas-
contra Polendos, diciendo: «Agora, señor, sión; y quiera Dios que os vaya tan bien en
me quiero vengar del precio que me llevas- ella como yo querría, y quedaréis con más
tes en la Puente de la Ola de la Cardería, honrra que podáis alcanzar de mí aunque
pues tengo en mi ayuda al señor Yernao». me venciéssedes». Belcar, que todo esto oía,
«No sé como será, dijo Polendos yéndole se vino contra él la lanza baja, diciendo: «Se-
abrazar, mas sé que quien de mis brazos os ñor Yernao, quitaos afuera, que esse caba-
sacare, que podrá más que yo»; assi se tra- llero tiene tan hermosas excusas como el pa-
taban todos, con aquel amor y voluntad que recer» . Don Duardos le recibió con otro en-
consigo traía donde es verdadero; luego ca- cuentro de que le hizo venir al suelo, pesán-
balgaron juntamente, yendo por el río abajo dole ya de aquellas justas, que después que
platicando en su demanda y en las tierras oyó nombrar á Yernao bien se pareció que
que cada uno corriera; Polendos les iba con- los otros no podían dejar de ser personas con
tando las nuevas que de la corte sabía, que quien tuviesse alguna amistad, temiendo el
había pocos días que della partiera, entre peligro que los ya esperaba; por tanto, vien-
las cuales les dijo del infante Palmerín cómo do que no podía hacer menos sino seguir sus
le hallara, y de la carta que la doncella tra- ordenanzas, se vino contra Polendos, que
jera, y cuan perfectamente la naturaleza acompañado de su fuerza y ocupado de ira
partiera con él de sus gracias, de lo que los de ver tamañas fuerzas en hombre que no
otros iban espantados y muy tristes por el conocía, y assi se encontraron entramos con
mucho tiempo que había que de Costantino- tanta fuerza, que don Duardos se abrazó á
pla salieron, y en lo poco que en su viaje las cervices del caballo y estuvo por caer,
recaudaban, y assi hablando en esto y en mas Polendos vino al suelo con la silla entre
otras cosas, llegaron á vista de la torre de las piernas; luego se tornó a abrir la puerta
Dramusiando á horas que el sol salía, y de la torre, y Pandaro llamó á don Duardos
viendo la frescura y asiento della, estu- que se recógese; él lo hizo sin tener tiempo
vieron un gran rato contentando los ojos de hablar con nenguno nenguna cosa, puesto
en obra tan maravillosa y nueva, juzgán- que lo desseaba por el recelo que tenía de
dola por la mejor cosa del mundo; en esto quién podrían ser. Polendos, que en extre-
vieron abrir la puerta del castillo y salir mo sentía aquel acontecimiento, quiso ir
de dentro á don Duardos armado de las mis- tras del, mas primero lo hizo Yernao; Pan-
mas armas con que se combatió con el prín- daro le dejó entrar, y cerró la puerta tan
cipe Primaleón. «Paréceme que si la for- presto, que Polendos y Belcar quedaron fue-
taleza es para ver, no falta nada al caballe- ra, bien descontentos por el recelo en que su
ro». Polendos le estuvo loando de los más vista los pudiera (!) y por la poca costumbre
bien puestos que él viera á caballo, fuera que Yernao tenía de se ver en batalla con
don Duardos, que este fue el más airoso que semejantes hombres. Don Duardos que le vio
nunca vio, porque Primaleón ni todos los de dentro, volvió á él diciendo: «Señor Yernao,
su tiempo no le igualaron con gran parte; este es el peligro que vos dije en que no os
Yernao les pidió por merced que le diessen quisiera ver, porque puedo sostener el fin».
la primera justa, y sin otro detenimiento, «Aun yo no os tengo por tan amigo ele mi
después de tomar la lanza y recogerse en la honrra, dijo Yernao, que crea essas palabras
silla, arremetió contra él, que de la mesma de vos para que por miedo dellas deje de ha-
puente le salió á recebir, y encontráronse cer lo que debo»; mas Pandaro las atajó con
con tanta fuerza en el medio de los pechos, un golpe de su maza por cima del escudo,
que don Duardos perdió uno de los estribos, dado con tanta fuerza, que las dos partes vi-
mas Yernao fue al suelo, y arrancando de nieron al suelo. Yernao, que nunca en tal
su espada, se vino contra don Duardos corri- afrenta se viera, quiso hacer maravillas pe-
do de su desastre por habelle acontecido ante leando tan valientemente, que Primaleón,
Polendos, diciendo:' «Don caballero, si á pie que le miraba desde una ventana, estaba
os quisiérdes combatir comigo, yo os mos-
traré cuánta necessidad tenéis de ser diestro
(*) Así el texto, por «pusiera».
¿ó L I B R O S DÉ CC A B A L L E R Í A S
eoátento de le ver con tal esfuerzo, y triste estorbar que no le matasse, armado de ias
por ver á la postre cuan poco había de apro- armas que solía, y puesto que Polendos esta-
vechar, que clon Duardos le dijo quién era, ba mal tratado, defendióse tan valientemen-
aunque no sabía quién fuessen sus compañe- te, que en esta batalla supo bien mostrar para
ros. E l gigante Dramusiando quedó tan ale- cuánto era; mas habíalo con tan fuerte ene-
gre en saber que era Yernao, cuanto lo pu- migo, que de todo su esfuerzo tenía necessi-
diera ser con otro, que le pareció á él que dad. Dramusiando le tuvo en mucha cuenta
en él se acababa de cumplir su elesseo, pues por lo que en él vio; Primaleón y don Duar-
era hijo de Trineo, que fuera en la muerte dos no vían esta batalla, que estaban con
de su padre. Allende desto creía que las per- Yernao y Belcar, ocupados en hacerlos cu-
sonas que con él venían serian personas de rar; mas como supieron dellos cómo el que
mucho precio. Pandaro y él se anduvieron quedara era Polendos, vinieron á ver el fin
hiriendo tan bravamente, que á Vernao se de la batalla, y viéronle andar con las armas
le quebró el espada por junto á la empuña- tan rotas, que en muy pocas partes tenían
dura en los arcos de yerro del escudo del defensa, las cuales siempre traía negras sin
gigante, de que Pandaro no quedó poco con- otra cosa, conformes al tiempo ele entonces,
tento, porque iba sintiendo mucho sus gol- en el escudo en campo negro una nube cerra-
pes, y dejando caer el escudo por le poder da; finalmente, ellos se supieron ayudar tan
mejor herir, tomando la maza con entramas bien de sus fuerzas, que sin conocer mejoría,
manos, porque aunque Primaleón le cortara á cabo de gran pieza, habiendo perdido mu-
cuatro dedos de lá mano izquierda en la ba- cha sangre, dieron consiguo en el suelo sin
talla que con él hubo, después de ser sano nengún acuerdo y sin conocer cuya fuesse la
la necessidad le enseñó á se servir della con vitoria, puesto que bien mirado la honrra
un artificio que para ello buscó. Yernao, que della era ele Polendos, pues no fue vencido de
vio venir el golpe, juntóse tanto con él que un tan temido gigante habiéndolo sido del el
le hizo quedar en vano, mas Pandaro que le temido Pandaro, de cuyas manos no escapó
halló tan cerca, le tomó entre sus brazos, tan sano que dejasse de salir bien herido.
apretándole tanto consigo, que parecía que Luego el gigante Dramusiando lo mandó su-
se despedazaban; y assi dio con él a sus pies bir arriba, y á Pandaro y á Daligante man-
sin acuerdo ninguno, y assi le llevaron arri- dó llevar á sus posadas. Don Duardos y Pri-
ba; luego abrió la puerta, mas Belcar y Po- maleón entendieron en la cura de Polendos
lendos fueron tan presto con él, que no le y de los otros, que después de tornados en sí
dieron lugar de tornar á cerrar y assi entra- quedaron satisfechos ele aquellos desastres,
ron entramos. Belcar pidió á Polendos que le pues por ellos habían hallado quien se los
dejasse en la primera batalla; él lo hizo con- hacia passar; don Duardos y Primaleón no
tra su voluntad, porque temió lo que podía lo fueron assi, porque vieron la gran falta
ser. y aunque ella fue tan bien herida como de caballeros en que el mundo estaba puesto
del se esperaba, la mucha ventaja que el gi- con esta su prisión, y todo por su causa, te-
gante le tenía le trujo á estado de ser venci- miendo que la libertad de todos sería dura
do, con tamaño enojo suyo, que aquello fue de alcanzar, aunque la esperanza del todo
el mayor que' recibió; puesto que Pandaro no estaba perdida, porque confiaron en Dios
no quedase tan sano destas batallas que no le de tener el remedio que después les vino,
costase muchas heridas, Polendos, con quien aunque no sabían por quién.
hubo la tercera batalla, primero que en ella
entrase le dijo: «Paréceme que sería buen
consejo que no quisiesses perder más sangre, CAP. XYI.—De lo que aconteció al rey Re-
pues la vida en ella se sostiene; ríndete á tinaos de España, y á Arnedosj rey de
mí y si hay más que hacer, hacello has, y si Francia^ con otros dos caballeros en la
no, muéstrame el caballero que acá entró». fortaleza del gigante Dramusiando.
«Ya me parece, dijo Pandaro, que si no ata-
jasse essas palabras, soltarías tantas como tu Como estuviesse Recíñelos, rey de Espa-
necedad te enseña, y si quieres ver cuan ña, desseoso de seguir las cosas que con tra-
presto estoy de me rendir, mira por ti». Po- bajo se alcanzan, viendo el movimiento que
lendos le recibió con aquél ánimo de que la pórelida de don Duardos y ele Primaleón
siempre andaba acompañado, firiéndole tan hacía en todos los caballeros señalados del
bravamente, que en poco espacio hizo verda- mundo, tenia por mengua de su persona
dero el consejo que le daba, tratándole de passar la vida fuera del trabajo en que sus
manera que dio con él en el suello sin nen- amigos andaban; y con esta determinación,
gun acuerdo. Daligan fue luego sobre él por encomendando las cosas. del reino al eluque .
Orliando y al marqués Ricardo, personas de
PALMERÍN D í INGLATERRA Sí
gi'an crédito y autoridad, se fue lo más se- ser que os diessen tales nuevas de sí, qué
creto que pudo, llevando consigno tan sola- os harán tornar la contienda sobre cuál será
mente un escudero su privado que le lle- el postroro»; mas el caballero del can, que
vasse las armas; y descurtiendo por muchas en extremo estaba mal con Recindos, le dijo,
partes, haciendo maravillas en armas como no queriendo responder á don Duardos :
siempre acostumbraba, vino al reino de «Pues -no queréis conocer la honrra que os
Francia, á donde fue recebido del rey Arne- hacían en franquear el passaje, la justa que
dos su primo con aquella voluntad y amor con él desseábades comigo la habéis de te-
que la verdadera amistad ha de tener; el ner, y yo os mostraré cuan dañosa es la so-
rúa], después de saber su propósito, acordán- berbia» . Recindos, con la lanza baja, se vino
dose de la amistad que con él siempre tuvo, á él; pues Arneclos y el de las armas negras,
acordó de seguille en aquel viaje, acordán- por no quedar libres de aquella diferencia,
dose de la razón que para esto tenía; y también arremetieron el uno contra el otro,
dejando los negocios de su persona enco- y todos cuatro juntamente se encontraron
mendados á llelicia su mujer mucho contra con tamaño ímpetu, como si averiguada-
su voluntad, se partieron entramos junta- mente aquella enemistad fuera más antigua;
mente, con determinación de nunca se apar- y como se encontrassen y fuessen tan bue-
tar si algún gran caso no lo permitiesse, y nos caballeros, todos cuatro vinieron al sue-
porque ya entonces se sonaba que todos los lo, y levantándose con gran presteza echa-
caballeros se comenzaban á perder en aquel ron mano á las espadas y comenzaron entre
reino de la Grran Bretaña sin saber cómo esto sí una tan cruda batalla, que en muy peque-
fuesse, hicieron su viaje hacia aquella parte, ño rato la fortaleza de sus golpes dieron tes-
y en pocos días llegaron á ella y fueron á la timonio de la bondad de cada uno dellos. El
cibdael de Londres, donde el rey Fadrique gigante Dramusiando se puso sobre las al-
estaba, mas no vieron á Flerida, porque en menas que caen sobre la puente, y con él
tiempo tan triste no se quisieron dar á co- Primaleón. Polendos y otros algunos por
nocer; y partidos de la corte, caminaron por ver la batalla, que era de las mejores del
aquel reino hasta venir donde la fortuna á mundo: y Dramusiando tenía en mucho la
todos traía; acertaron á entrar en el valle valentía de todos los hombres que en aquel
por la parte de abajo á horas de medio día, valle entraban; mas Primaleón nunca pudo
y vinieron río arriba hasta que llegaron al conocer quién fuessen, puesto que don Duar-
castillo, á tiempo que de la otra parte alle- dos luego conoció á Mayortes por la devisa
garon otros dos caballeros; el uno dellos, del can, y no sabía determinar quién fuesse
que de cuerpo era mayor que su compañero, el que con él se combatía, aunque, según sus
cabalgaba en un caballo bayo, traía unas ar- obras, le juzgaba por uno de los buenos que
mas de colorado y encarnado entremetido lo había visto. Pues tornando al propósito,
uno por lo otro, en el escudo en campo indio tanto anduvieron en su porfía, que de mu}-
un can sin otra cosa; el que venía con él cansados se quitaron afuera; mas como el
traía todas las suyas de negro, y el escudo desseo que cada uno tuviesse de acabar
de la misma manera; y todos cuatro llega- aquella aventura no les dejó reposar grande
ron á la entrada de la puente sin se conocer espacio, antes, tornando á su batalla, desta
quién fuessen los primeros; don Duardos, segunda vez se trataron tan mal, que en pe^
que estaba á punto para justar, les dijo: queño espacio fueron puestos en mucha fla-
«Señores, ved cuál de vosotros ha de justar queza. Mayortes, viendo la dura defensa
primero; venga, que para tantos hay poco que en su contrario hallaba, confiando en la
tiempo». Recíñelos abajó la lanza, y quisiera fuerza ele sus brazos, arremetió á él, y am-
cumplir su voluntad, mas el caballero del bos se assieron de la mesma suerte, y tanto,
can le tuvo, diciendo: «Aunque, caballero, tu- que se hicieron reventar la sangre en mayor
viéssedes más cortesía con quien nunca vis- cantidad ele lo que antes salía; Arnedos y el
tes no perderíades nada, porque yo allegué de lo negro se assieron de la misma manera,
primero y primero he ele justar: por esso no y tanto anduvieron todos probando sus fuer-
quitéis el lugar á quien le tiene». «Si por zas, saliendo mucha sangre de sus cuerpos,
palabras, dijo Recindos, queréis que os deje que con el mucho desfallecimiento cayeron
el peligro en que ya estoy, no son las vues- al suelo trabados unos de otros tan sin acuer-
tras las que me han de obligar á esso». Don do, como quien no le tenía para sentir el
Duardos, que los vio en esta diferencia, les lugar donde estaba. Dramusiando fue al
dijo: «Señores, si queréis excusar esta con- campo acompañado de sus prisioneros, de
tienda, no juste nenguno de vosotros; há- quien fiaba sólo con la fe que dellos tenía,
ganlo vuestros compañeros primero, y podría y mandándoles quitar los yelmos, hallaron-
32 LIBROS DE CABALLERÍAS
1
Jos todos cuatro aún con la ferocidad en el gar á las tristezas en tanta cantidad como
rostro con que andaban en la batalla, tan hasta allí hiciera, que destruye y enflaquece
assidos los unos de los otros, como lo pudie- los corazones de los hombres, porque si en
ran estar cuando más metidos en su fuerza. aquel tiempo cualquier señor pagano qui-
Primaleón y don Duardos, después de ha- siera conquistar todo el imperio de Grecia,
ber conocídolos que el caballero negro era lo pudiera hacer en muy pocos días, segftn
Belagriz, juntamente con los otros, fueron la flaca defensa que en él había; mas el em-
tan tristes, que tomaron por partido ser an- perador era tan amado de todos los que po-
tes los dueños de aquel desastre que ver que dían hacer guerra, que le ayudaran teniendo
por su causa perecían todos sus amigos. El dello necesidad; pues, tornando al propósito,
gigante supo de Primaleón quién eran, y por evitar este recelo en que los suyos podían
mandólos llevar arriba, donde fueron cura- vivir, quiso de allí adelante usar por otro
dos con tanta presteza como siempre man- camino, continuando alegrías no acostumbra-
daban tener en las personas de tal calidad, das, finiendo muchas noches sarao, al cual
y los zurujanos confirmaron que nenguna siempre era presente la emperatriz y Grido-
herida tenían de peligro, mas que la mucha nia; mas con Basilia nunca se pudo acabar
falta de sangre los ponía en tal estado, de que á nenguna cosas destas se hallase, fi-
que sus amigos quedaron algún tanto con- niendo por cierto que Yernao era del todo
tentos, especialmente don Duardos, a quien perdido, de quien entonces no tenía otra
todas estas cosas tocaban en el alma por ver prenda sino la soledad en que vivía; Palme-
que por su. causa sucedían; y assí desta ma- rín, que ya en estos días le parecía vergüen-
nera hubo Dramusiando en su mano todos za no salir por el mundo á seguir lo que las
los caballeros que quiso, y porque su condi- armas le mandaba, y para aquello que toma-
ción era tan noble como atrás se dijo, aun- ra su orden, ponía en su voluntad de hace-
que siempre los desseó para venganza de la 11o, y no osaba sin licencia de su señora: para
muerte de su padre, viendo la poca culpa se lo pedir faltábale el atrevimiento, y mu-
que le tenían, quiso tener por alta vitoria cho más para le descubrir su. voluntad, assí
tenellos en su prisión, determinando ganar que vivía en estos extremos sin saber cuál
con ellos la isla del Lago sin Suelo, que fue- escógese si no lo decir, y vivir con este dolor
ra del gran gigante Almadrago su agüelo, sin descubrillo y esperar el peligro que de
que agora era señoreado de otros muy gran- allí viniesse. Con todo, una noche, acabán-
des gigantes que por muy gran fuerza la to- dose el sarao, después de determinar en sí
maron, y después de ganada dejallos en liber- lo que había de hacer, llegándose á Polinar-
tad, quedando para siempre en su amistad. da como algunas veces hacía, lleno de todos
Pues Mavortes, aquel gran can, el gran sol- los recelos que en tales tiempos los corazones
dán Belagriz, Arnedos y el muy esforzado enamorados suelen tener, la color mudada, la
Recindos, después que passaron algunos días habla medrosa y muy cansada, más embara-
en su cura, yendo ya convaleciendo, sabien- zada que desenvuelta, comenzó á decir assí:
do en el lugar en que estaban, fueron tan «Señora, el emperador vuestro agüelo, desde
alegres y tan contentos, que tuvieron aque- el día que en esta casa entré, me dio á vues-
lla gran prisión por bienaventurado aconte- tra alteza para que la sirviesse en tiempo
cimiento, y reían unos de otros de la prie- que mi edad no me dejó conocer la merced
sa que cada uno tenía por se combatir con que en esto me hacía. Y. puesto que della me
don Duardos y del desengaño que del rece- nació el peligro en que agora estoy, soy tan
bieron; mas para él todas estas cosas eran contento del, que sentiría más perdelle que
la muerte, porque allende de ver éstas per- lo que sé temer los muchos que de ahí me
didas sin remedio, daban las nuevas de la pueden venir: que yo agora passo tamaños
vida de Flerida, con que más le lastimaban, cuantos los otros que puedo passar no se me
que siempre en las grandes pasiones lo que acuerdan en comparación deste; y porque mi
más duele hace tener las otras en menos. intención es seguir las aventuras y ir donde
ellas me quisieren llevar, quise, señora, pe-
diros licencia para podello hacer, y también
CAP. XVII.—De la habla que Palmerín lazo que consintáis que por donde fuere, ó al me-
á Polinarda, y como se partió de la corte. nos de mí voluntad, me llame vuestro caba-
llero, para que de ahí me nazca esfuerzo para
El emperador Palmerín, según dice la his- las cosas donde fuere necesario ». Polinarda,
toria, después de haber hecho caballeros á que bien entendió el fin de sus palabras, por
sus nietos con los demás como atrás se dijo, dar causa á que se declarase, le dijo: «Por
mandaba hacer á menudo torneos, justas y cierto, Palmerín, yo os debo tanto por los
fiestas, para alegrar sus pueblos y no dar lu-
PALMERÍN DE INGLATERRA 33
servicios que me tenéis hechos, que holgara CAP. XVIII.—De cómo Palmerín de Ingla-
de os los poder pagar en alguna cosa de vues- terra se partió de la corte llamándose EL
tra honrra; llamaros vos mi caballero, yo lo CABALLERO DE LA FORTUNA, y de lo quemas
consiento, pues para esso basta la muestra de passó.
vuestra persona y la crianza desta casa y yo
no aventurar nada; el peligro en que me de- Tanto que Palmerín se partió de la corte,
cís que estáis querría saber de vos, y de cual- anduvo todo lo que de la noche quedaba, y
quiera en que os viesse me pesaría á mí mu- otro día, sin tomar ningún reposo ni se le
cho» . «Señora, ¿cómo viniéndome de vos que acordar que él y su caballo tenían necessidad.
os pesa de me ver en él? por lo cual yo que Al segundo día, casi el sol puesto, ya alon-
le busqué, le padeceré; si bien ó mal me tra- gado de la ciudad de Costantinopla, se halló
ta, yo lo siento; aunque sus males me ma- en un valle lleno de árboles espessos, entre
tassen, sentiría más verme sin ellos». «Mu- los cuales estaban unos edificios antiguos caí-
cho huelgo, dijo Polinarda, de mi sospecha dos por muchas partes, mas en lo poco que
ser cierta, y pues la culpa de vuestro atre- dello parecía daba señal de cuan noble cosa
vimiento es mía. no os quiero dar otra pena fuera en algunos lugares: por de dentro ha-
en galardón clella sino avisaros que no parez- bía cámaras y easas dinas de ser pobladas,
cáis más ante mí; y si assí no lo hiciéredes, y las paredes, de partes de fuera, cubiertas
yo tendré manera cómo essotro yerro y el de de yedra que subía por ellas tan verde y
agora se castigue á mi voluntad»; y aún no metida entre las mismas piedras, que allen-
acababa bien estas palabras, cuando volvien- de de dar mucha gracia á los edificios anti-
do las espaldas le dejó, y tal que estuvo para guos, los sostenían qtte del todo no cayesen.
caer, haciendo muestras tan mortales, que si Selvian tomó el caballo y á él le quisiera
alguno le mirara, se lo pudiera bien conocer dar alguna cosa que comiesse; Palmerín no
en la turbación de su persona lo que de aque- lo quiso comer porque en todos aquellos días
lla habla sucediera; mas como todos estuvies- cuidados desesperados eran su mantenimien-
sen ocupados en seguir sus damas, que se en- to, antes mandóle quitar de allí; con la
traban con la emperatriz, no hobo ninguno mano en la mejilla, con los ojos en la agua
que sintiesse lo que Palmerín hiciera; tinien- ele la fuente sobre que estaba de buzos, tru-
do él passada la fuerza de aquel acídente, tor- jo á la memoria las palabras de su señora y
nó algún tanto en sí, y lo mejor que pudo se la braveza con que las dijera, comenzó á
fue á su posada, donde gastó la noche en con- hablar consigo mesmo mil lástimas enamo-
tiendas en que su razón se vía, y porque en radas, ofrecidas a quien no sabía si le que-
ninguno se hallaba reposo ni descanso, y tam- dara alguna del; después, culpando su atre-
bién por hacer lo que su señora le mandaba, vimiento, decía: «¡Oh Palmerín, hijo de u n
antes que la mañana viniesse se armó de unas pobre salvaje, criado en las sierras de In-
armas pardas, anunciadoras de los trabajos galaterra! ¿Qué pensamiento fue el tuyo que
que después passó, sembradas de abrojos de en tamaño peligro te puso? Señora Polinar-
oro y negro menudos; en el escudo, en cam- da, y si mi osadía me hace merecedor de
po azul la rueda de la fortuna; porque el otro culpa, halle en vos aquella piedad que en
que Dallarte le envió le llevaba metido en las personas altas se suele hallar, para que
una funda por no ser por el conocido; y to- un deseo tan cierto de serviros no sienta tan
mando consigo á Selvian, su hermano de le- desesperado fin como de vuestra crueza se le
che, hijo del salvaje, que lo llevaba con las ordena; y si la voluntad con que me hice
otras armas, se partió á tal hora que ningu- vuestro no merece esto, acábeme de matar,
no lo sintió, yendo tan sin cuidado de nin- y será honesto galardón de mi atrevimiento,
guna cosa, que no le tenía en otra sino de puesto que si os acordáis de vuestra hermo-
passar el tiempo en palabras de tristeza, sura y parecer, á ellas daréis la culpa de
juntamente con muchas lágrimas y sospiros cualquier yerro que contra vuestra condi-
que le arrancaban el alma, verdadera mues- ción se cometa; ya que este dolor me haya
tra d.e su dolor, sin que las consolaciones de de durar mucho, soy del contento por ser
Selvian pudiessen dar remedio á su pena; nacido de vos, mas no quiso ser tal que me
mas antes le crecía en tanta cantidad, que diesse esperanza de sostenerle muchos días,
ya no le osaba decir nada; assí anduvo toda antes me matará presto, y entonces quedaré
aquella noche y otro día sin comer ninguna sin ella y sin mí, con soledad y desseo de
cosa, porque siempre en las grandes triste- ver á quien me la dio». E n esto reposó u n
zas y passiones el cuidado que dellas nace es poco, que la flaqueza le empedía el aliento
mantenimiento de quien las passa. y fuerza para poder despender las palabras
que entonces el amor y dolor le traía á la
LIBROS DE CABALLERÍAS.—II.—3
34 LIBROS DE CABALLERÍAS
memoria, y no tardó mucho que dentro de '. mucho armado de armas negras, y por la
aquellos edeficios oyó [que] tocaron estrumen- noche ser escura no se vía la devisa del es-
to de cuerda, que por estar algún tanto lejos cudo, que en campo negro [traía] una sepul-
no supo conocer qué era, mas el son del, que tura, y encima clella la muerte que la guar-
por bajo de los árboles venía, le avivó los daba, y sin decirse nada remetieron uno á
sentidos para tener más que sentir y más de otro, y el caballero de la Cueva vino al suelo
que se quejar, porque [en] los corazones ena- haciendo la lanza pedazos en el escudo de su
morados éstas son unas centellas con que más contrario; el cual se bajó, y echando mano á
se aciencle al fuego en que arden; yendo por las espadas, se recebieron con tanto desseo de
aquella parte, no entró mucho por los edefi- la vitoria, como les nacía de la causa por que
cios cuando en una de las salas que en ellos hacían la batalla; y puesto que el caballero
había, que eran de' bóveda, vio estar u n en las armas fuesse estremado, el de la for-
hombre vestido de negro, la barba grande y tuna, allende de combatirse por la verdad,
crecida, la persona grave, en el semblante lo era tanto más, que en pequeño espacio le
del rostro representaba tristeza y vida descon- hizo venir al suelo tan cerca de ser muerto,
tenta; tocaba un monacordio de voces muy que nengim sentido tenía ¡jara sentir el pe-
suaves, que sonaba tanto que se oyó donde ligro en que estaba; y entonces, quitándole
él estaba como ya dije, y él, de cuando en el yelmo, tornó en sí, y el caballero de la
cuando, cantaba algunas cosas tan tristes Fortuna le dijo que se diesse por vencido y
conformes á su hábito. El caballero de la For- so desdijese de la meutira que dijera, si no
tuna, trasportado de le oir, se asentó en la que le mataría. «Mal puede ser vencido de
puente, no queriendo entrar dentro por no vos, dijo el caballero, quien ya lo es de otro;
estorbar su música, que vía que el otro de de la mentira que decís que dije no desdiré,
enamorado ó descontento se enlevaba tanto que mayor sería essotra si la yo dijesse;
en lo que hacía ó en el gusto de su cuidado, mátame si quisierdes, que en vuestra mano
que, á las veces, atormentado del, se dejaba está, que esse es el mayor bien que mi mal
caer sobre el monacordio, y recordaba con me puede hacer; si alguna cosa sentiré será
palabras conformes á su vida y en loor de quitarme otro la vida y no la memoria de
quien se la hacía passar. El caballero de la quien de mí no la tiene». El caballero de la
Fortuna, viendo que loaba tanto su señora Fortuna, que lo vio tan desesperado de la
que la ponía encima de las del mundo, y no vida, lo dejó, diciendo: «No mataré yo á
creyendo que al merecimiento de Polinarcla quien de morir se contenta, que basta para
no había ninguna en todo el mundo que se la prueba de vuestra verdad cuan mal lo
pudiesse igualar, con muy gran enojo entró supiste defender». Y subiendo á caballo co-
dentro, [y] no finiendo más sufrimiento para menzó á caminar algún tanto contento de
escucharle, le dijo: «Caballero, bien sería sí por lo que allí le aconteciera; el caba-
que loásedes vuestra dama sin desprecio de llero se tornó á la cueva, donde le curó su
las otras, pues es muy cierto que puede ha- escudero, tan deseoso de la muerte, que él
ber alguna que no le deba nada». El caba- la tomara de su mano si no le pareciera que
llero que en la cueva estaba espantósse, por- en eso perdería el cuidado donde siempre le
que era muy nuevo de ver allí hombre en esj)eraba.
tal tiempo y á tales horas; apassionado de
lo que oyó decir al caballero de la Fortu-
na, hablando con la turbación que la ira da CAP. X I X . — E n que da cuenta quién era este
cuando es súpita y de cosa que mucho due- caballero que el cfo la Fortuna allí topó, y
le, dijo: «¡Cómo! ¿Mujer hay en el mundo por qué vivía allí.
tan acabada que por todas las vías deje de
vivir con quien á mí me da esta vida? Aguar- En el reino de Cerdeña hubo un joven rey
da, caballero mal mirado, armarme he, y si por nombre Avandro, casado con la reina
como habéis tenido atrevimiento de decir ta- Esmeralda, hija del duque Armian de ISÍor-
les palabras contra quien tanto meresce, si mandía y hermana del duque Drapos, yer-
me osares esperar, yo te mostrare la verdad no del rey Frísol, menor que él cinco años;
de lo que digo y la mentira de lo que crees.). este rey tuvo de sxi mujer un solo hijo, gen-
«Ya quisiera que estuvieras armado, dijo el til hombre mañoso, esforzado y bien quisto
de la Fortuna, porque j^erro tanto manifies- de sus vassallos, que tuvo por nombre Flo-
to, menor tardanza había menester para se ramáa, que, siendo de edad de veinte años,
castigar». El caballero entró dentro de otra se enamoró de Altea, hija del duque Cario,
casa, y el de la Fortuna le salió afuera y es- vassallo del rey su padre y criada de la rei-
tuvo esperando al de la cueva, que no tardó na su madre. Tanto creció el amor entrellos,
que el rey, temiendo que viniessen á lo que
PALMERÍN D E INGLATEKÉA 3fi
recelaba, la mandó llevar á casa de su padre; porque en estos casos la música es reina de
mas esso aprovechó muy poco, que el amor todas las otras cosas, á lo menos passa [ y ]
es parlero y todo lo descubre, antes allí la ocupa el tiempo para que la tristeza alargue
siguió con tan gran cuidado, que encimó al más la vida; habiendo mieve meses que con-
rey á hacer lo que aquí oiréis. Que no pu- tinuaba aquella vicia, vino allí el caballero
diendo en ninguna manera acabar con su déla Fortuna de la manera que oistes: pues-
hijo que casase con Andríana. princesa ele Ce- to que en la batalla le venciesse tan presto,
cilia, tuvo manera como con un vaso de muy no dejaba Floramán de ser uno de los mejo-
mala ponzoña que dieron á Altea por su in- res caballeros del mundo, mas estaba tan
dustria, la mataron. El duque, viendo á su flaco y debilitado, que no fuera mucho ven-
hija muerta, ninguna paciencia ni sufri- celle otro cualquiera caballero que no fuera
miento le bastaba para poder mitigar aque- tal, cuanto más Palmerín, que en aquellos
lla tan gran pena, que sola esta hija era su tiempos florecía sobre los caballeros de su
heredera de su estado, y porque, allende de tiempo; ]as armas de negro que traía y la
ser su hija, amábala en muy gran manera, devisa del escudo era representar la sepul-
por ser una de las más hermosas doncellas tura á donde su señora estaba; habiendo,
del mundo, y sospechando dónde le viniera pues, año y medio que allí estaba, lo supo el
tanto mal, mandó prender á Alarica su ca- rey su padre, y tuvo manera cómo por en-
marera, que con fuerza de tormentos confesó gaño se la tomaron sin él sabello sino á tiem-
toda la manera de su muerte. El duque, sa- po que no lo pudo remediar, por lo cual vivía
bida la verdad, mandó mirar el cuerpo de su descontento de ser vencido de-otro sóbrela
hija y metelle en una sepoltura de piedra hermosura de Altea, culpábasse á ssí mesmo
negra, donde hizo escrebir toda la manera y pedía perdón á ella: «Señora, si mal de-
de su vida, y encima de la sepoltura la muer- fendí el precio de vuestra hermosura, no
te sacada por el natural, tan fea como siem- fue por falta de razón que para ello tuviesse,
pre se suele pintar, y puesta sobre una ca- mas por la flaqueza de mis fuerzas que siem-
rreta en el campo, juntó todos sus vassallos y pre desmamparastes, por la cual yo iré siem-
tesoros, con que comenzó á hacer guerra al pre por el mundo y vengaré esta falta con
rey; mas aprovechóle poco, quel poder del hacer confesar la verdad á todos los que la
rey ez-a mucho mayor que el suyo, tanto que negaren, pues es claro que ante vos está
á la primera batalla lo desbarató; el príncipe por nacer quien se pueda loar de hermosa;
Floriano. á quien nenguna destas cosas con- con esta intención dejó aquél asentamien-
solaba, con algunos sus amigos, el día de la to, llevando siempre leis armas con él con
batalla, andando todos envueltos en ella, se las que se combatió con Palmerín, llamán-
fue al campo del duque, y mandando tomar dose por ellas el caballero de la Muerte, fa-
la carreta con la sepoltura, á una villa puer- ciendo cosas con ellas tan señaladas como
to de mar, que de ahí más de legua estaba, se dirá adelante, que cuando ellas son bue-
se embarcó en una galera que partía para Tur- nas, aunque el tiempo las gaste, ellas se des-
quía, y con el tiempo fue á portar [á] aquel cubrirán.
lagar donde le halló el caballero de la Fortu-
na, llevando solamente consigo tres escude-
ros que lo acompañassen, y viendo la gracia CAP*. XX.—De lo que aconteció al caballero
de la tierra y desposición della, quiso allí de la Fortuna en el passo de una puente.
quedar, mandando sacar la sepoltura de la
galera, de la cual un punto no se apartaba, Después que el caballero de la Fortuna se
antes platicando con ella todas sus passio- partió de Floramán, comenzó á caminar al-
nes, se contentaba della como si estuviera gún tanto menos triste por aquel pequeño
viva; después, sabiendo de aquellos edificios servicio que á su señora hiciera, y con este
que allí estaban, hallando la manera dellos contentamiento que Selvián conoció en él,
conforme á su condición y vida, llevó allí el le hizo comer, cosa que hasta entonces no
cuerpo de Altea su señora, y haciendo su ha- hiciera, y platicaba más suelto en sus cosas,
bitación en aquella cueva, como atrás se trayénclole á la memoria cuan gran yerro
dijo, despendía los días y las noches en la era dejarse descaecer y perder la vida con
contemplación de su cuidado y en la dulzu- que servía á quien se la quitaba. «Si tú, Sel-
ra de su música, en el cual ejercicio era ex- vián, como juzgas lo de fuera conociesses lo
celente y universal; tiniendo consigo toda que está dentro, bien creo que antes la
manera de istrumentos que mandara traer muerte que la vida me desearías; porque
de Costantinopla, que de allí á dos jornadas esto es lo más cierto que sus males tienen,
estaba, passaba con ellos su vicia solitaria, que todas las cosas poseídas sin esperanza
son trabajos que no tienen cura, y si quisie-
36 L I B R O S D E CA B A L L E R I A S
res saber si la tengo de algún bien, mira los no lo pudo volver por la estrechura de la
extremos en que vivo, acuérdesete el mere- puente, le halló con la espada en la mano y
cimiento de quien me mata, de la alta ge- el escudo embrazado, y echando mano á la
nealogía y grandeza de su estado, y sobre suya se comenzaron á herir de manera que
todo aquel parecer tan diferente de los otros los tres derribados, que eran Luymán de
que por el mundo es loado; junto con esto, Borgoña, Germán de Orliens y Zenabrante,
si quissieres sentir quién soy yo, tan des- espantados de la braveza de la batalla, pues-
echado de la fortuna que no conozco la san- to que los golpes del caballero de la Puente
gre de donde vengo ni otro padre sino el fuessen dados como de quien los daba, que
tuyo, que tiene la valía que tú bien sabes, era muy valiente caballero, los del caballero
juzgarás que ningún bien me queda de que de la Fortuna tenían tanta diferencia, que
me contente sino el yerro de mi atrevi- luego lo mostraron en sus carnes, porque
miento; pues este ¿cuál otro le puede tener desshaciéndole el escudo en el brazo, sem-
mayor, pues da fin á mis días? Es justo ga- bró la puente con rajas del y con mallas de
lardón de mi osadía». Tras estas palabras la loriga, y demás desto salía tanta sangre,
comenzó á decir otras tan elevadas en su que cualquier otro no lo pudiera sufrir; el
pena, qué trasportado del todo caminaba sin caballero de la Fortuna, enojado de ver que
saber para qué parte, como hombre que de u n hombre tan maltratado se le defendía
nada se acordaba; mas tornando en sí, vio tanto, dióle un golpe con tanta fuerza en el
cerca del camino una puente que atravesaba yelmo, que le hizo venir á sus pies, y pu-
un río, y en el medio de ella un caballero niéndole la punta del espada en el rostro, le
apercebido de justa, armado de armas blan- dijo que se rindiesse y dijesse quién era, si
cas con encarnado y en el escudo en campo no que le mataría; el otro, aunque contra su
blanco u n toro pardo; estaba en pláticas con voluntad lo hiciesse, por se ver en el estado
otros tres que querían passar y no se lo con- en que estaba, le dijo: «Por cierto, señor
sentía; en esto uno dellos bajó la lanza, y caballero, que mi intención fue que ninguno
arremetiendo al del toro, amos quebraron supiesse mi nombre hasta que mis obras lo
las lanzas con tanta fuerza, que el caballero manifestassen, mas pues que la fortuna me
del Toro perdió los estribos y se abrazó a las trujo á tiempo que he de confessar por fuer-
cervices del caballo, mas el otro cayó en el za lo que sin ella á nadie dijera, á mí me
suelo de gran caída; el segundo, queriendo llaman Ponpicles, hijo de don Duardos, prín-
vengar á su compañero, arremetió al de la cipe de Ingalaterra, y de Argonida, señora
puente que ya estaba aparejado, mas éste de la Isla Encantada; ha pocos días que soy
fue al suelo sin dar eneuentro por falta del caballero, y guardaba este passo por manda-
caballo, que por no ser acostumbrado en do de una dueña que aquí me mandó curar
aquellos passos hobo miedo á la puente que de unas heridas en que estaba á la muerte
era muy alta, assí que, hurtando el cuerpo, que de dos caballeros que maté recibí, con
quedó su señor fuera de la silla; el tercero, intención de tomar aquí uno que ella dessea
descontento del daño de sus amigos, puso y ha veinte días que le aguardo, que en fin
las piernas al suyo, y encontráronse con ta- de los cuales passé con vos lo que no pensé
maña fuerza, que entramos fueron al suelo; pasar con ninguno». El caballero de la For-
mas el caballero del Toro llevó las riendas tuna le dijo: «Señor caballero, de tal perso-
en la mano y tornó á cabalgar tan presto na como vos no se ha de creer sino que por
como si no cayera; mas el otro arrancó de fuerza hacéis estas fuerzas á quien no os las
su espada pidiéndole batalla. «Esso no pue- merece; mas con todo, de aquí adelante bus-
do hacer, dijo el del Toro, que quien este ca otras aventuras, pues que las hay por el
passo me manda guardar no quiere que mundo, y deja éste, y no impidáis el camino
haga batalla sino con quien conocidamente á ninguno, pues para todos se hizo franco».
me hiciere ventaja de la justa, y pues vos Los tres se llegaron por lo conocer; mas él
no lo hecistes, es forzado que no me pongáis se despidió dellos respondiendo algunas pa-
culpa». El otro se apartó muy enojado por labras de ofrecimiento según cómo otras
no poder hacer á su voluntad. El caballero tales que ellos le hacían. Ponpides quedó
de la Fortuna, que conoció los tres que eran tan maltratado, que le llevaron en andas á
de casa del emperador y mucho sus ami- un castillo donde fue curado; el cual había
gos, no quiso que aquella afrenta quedasse pocos días que fue hecho caballero por mano
sin castigo; arremetiendo al de la puente, del rey Frísol de Hungría, y andando por el
que á punto estaba, dio con él en el suelo mundo buscando nuevas ele su padre, vino
más livianamente de lo que los otros lo fue- hacia aquella parte, donde passo lo que
ron de su mano. Y saltando del caballo, que oistes; pues los tres compañeros también si-
PALMERÍN DE INGLATERRA 37
guieron su camino, espantados de la valen- ble; no le había bien tocado, cuando entre
tía del de la Fortuna, deseosos de le cono- las almenas de aquellos palacios pusieron
cer, los cuales salieron de la corte del empe- un paño negro; sobre aquél se puso una
rador en busca de Palmerín tanto que le ha- dueña con algunas doncellas para ver la ba-
llaron menos, que eran grandes sus amigos. talla; el del Salvaje, no sabiendo determinar
Aquí deja de hablar en ellos, por contar una la razón de tanta tristeza, sentía en su cora-
aventura que pasó el caballero del Salvaje zón una passión tan grande de aquella gente,
en el Talle Descontento con otro que le guar- porque [cuando] el que es noble assí siente
daba, porque éste, después que de la flores- el mal ajeno como el suyo. Un escudero se
ta de la fuente clara se apartó de Palmerín llegó á él, diciendo: «Señor, aquel caballero
y de Trofolante, y de los otros que ahí se que debajo de aquelos árboles está, os man-
allegaron, corrió muchas partes corriendo da decir que ha cinco meses que guarda este
muchas aventuras y obrando, por donde passo á todos los caballeros andantes, y tie-
ganó cosas de notable fama, que hicieron ne alcanzada vitoria de tantos como podéis
su persona clara, porque sólo sus hechos ver por los esciidos que en las ramas de
le podían hacer famoso, pues los de sus aquellos álamos están colgados; pídevos que
passados no sabían qué tales eran, y tam- si queréis escusar esto por donde los otros
bién porque la nobleza ganada por su dueño pasan tanto contra su voluntad, que de dos
es más de loar que la que queda ele los pas- cosas hagáis la que vos quisiéredes, ó que os
sados. volváis por donde venistes, ó que prometáis
ele vivir en cuento de los tristes; y para
certeza desto, dejaréis vuestro escudo y el
CAP. XXI.—De lo que aconteció al caballero nombre de vuestra persona escrito en el bro-
del Salvaje en el Valle Descontento con cal del, porque assí lo quiere la señora á
otros que le guardaban. quien sirve». «Son tan malas condiciones,
Dice la historia que el caballero del Sal- dijo el del Salvaje, que por no sentir el gus-
vaje, tanto que se partió de la floresta donde to de ninguna dellas quiero antes pasar por
tomara el escudo á la doncella junto de la el peligro de sus manos, que yo le he por
ciudad de Oostantinopla, después que fue menor que essotro en que me quiere poner»;
sano de las heridas que hubo ele la batalla y diciendo ésto, abajó la lanza, y el otro
de Trofolante, caminó por sus jornadas mu- otro tanto, y arremetiendo el uno contra el
cho tiempo sin aventura hallar que de con- otro, el del Talle erró el encuentro y perdió
tar sea, tanto que un día se halló en aquel los estribos con la fuerza del que recibió, y
reino de Lacee!emonia, hacia aquella parte arrancando de las espadas se comenzaron de
que Pandricia vivía en la su Casa de Tristeza, herir con mucho esfuerzo; en esta batalla
que era en un valle á quien también pusie- anduvieron gran rato sin reconocer ventaja,
ron Talle Descontento, porque todas las cosas puesto que al. fin della el caballero del Talle
dellas parecían cosas de poco contentamien- se sintió tan afrentado, que quiso descansar;
to: los árboles medrosos y tristes, los aires mas como el caballero del Salvaje sintiesse
con mal sonido, las aguas del rio que atra- en él la flaqueza y desseo de reposo, cargólo
vesaban de una color y son espantoso, como de tantos golpes, que en pequeño espacio
atrás se dijo, assí que todo era conforme al supo mostrar la diferencia á el otro, tratán-
lugar: á una parte, donde el río hacía u n dole tan mal que le hizo venir al suelo. En
lago escuro y manso, debajo de unos encinos este tiempo se quitaron de las almenas todas
espessos, estaba u n caballero grande de cuer- las personas que miraban la batalla, comen-
po, armado ele hojas de acero negras y amari- zando dentro un planto de voces tristes, de
llas sin otra pintura; en el escudo en campo manera que provocaban al caballero del Sal-
negro un cisne blanco; cabalgaba en un ca- vaje á sentir su pena y haber dolor de la
ballo rucio, arrimadas al árbol algunas lan- vida de su contrario; por tanto, quitándole
zas; el caballero del Salvaje, en tanto que en el yelmo, le hizo tornar en sí; haciendo que
el valle entró, todo le pareció menos alegre le quería matar, dijo que le mataría si no le
de lo que hasta allí viera; llegando cerca decía quién era y la razón por que guardaba
del aposento de Pandricia, viendo la manera aquel passo; el caballero del Talle, viéndose
del, no sabía qué pensasse; el caballero del en tal estado, con palabras esforzadas le
Talle tocó con tanta fuerza un cuerno pe- dijo: «Si en perder la vida ganaba alguna
queño que tenía colgado en un árbol, que cosa, esso tuviera por menos que decir lo
sonó muy lejos, que hasta en aquello pare- que me preguntáis; mas pues en las armas
cía que declaraba la tristeza de aquella casa, llevastes de mí lo mejor, no quiero negar lo
Porque su son era más temeroso que apaci- demás. A mí me llaman Blanclidón, hijo de
38 LIBROS DE CABALLERÍAS
la infanta Panclrioia de Lacedemonia, seño- da hecha en cuadro, y con dos apartamien-
ra de la Casa de la Tristeza que aquí vedes, tos afuera del principal, en que el caballero
y su vida y por qué la hace es tan notoria hacía siempre su assiento; de partes de afue-
por el mundo, que ya lo sabréis, y porque ra muchas lanzas acostadas y cuatro caballos
en otra cosa no le puedo servir, me puse presos para las justas, porque por falta de-
aquí en este passo con intención de hacer llos no perdiesse su derecho; sobre la puerta
voluntades tristes en hombres esentos, cre- se mostraba una imagen de mujer, asentada
yendo que el mayor bien de todos los males en un arco que en el mesmo portal de la
es ser muchas a sufrillos». El caballero del tienda se hacía, la cual era de Altea, saca-
Salvaje, que ya oyera hablar en este Blandi- da por el natural, tan hermosa que, fuera
dón y le tenían por buen caballero, le ayu- de Polinarda, no había otra en la corte que
dó á levantar, rogándole quisiesse dejar la la llevasse ventaja ni aun que la igualasse,
guarda de aquel valle y siguiesse otras aven- con letras en el borde de la imagen que de-
turas, pues que entonces las había por el claraban su nombre. Floramán, antes que
mundo tan señaladas; él se lo prometió, ro- en la tienda entrasse, fue á palacio acompa-
gándole que le dijesse su nombre y le resci- ñado de dos escuderos, armado de las armas
biesse en la cuenta de sus amigos y servi- que solía, llevando la cabeza y manos desar-
dores j porque con aquel contentamiento él madas; el emperador le aguardó en el aposen-
olvidaría la falta que allí recibió. «Señor to de la emperatriz, acompañado de algu-
Blandí clon, dijo el caballero el el Salvaje, yo nos caballeros que en las fiestas de los nove-
soy el que gano tanto en esta amistad, que les se hallaron; todos se apartaron para dar
no sé con qué os sirva la merced que en lugar á Ploramán, que, de más de muestra
ello me hacéis: mi nombre al presente no le de su persona, era tan dispuesto y hermoso,
sé sino el caballero del Salvaje, y por éste que daba razón para ser mirado con afición;
me conocen todos, ni yo espero de me nom- llegando al emperador, le quiso besar las
brar por otro hasta que sepa más de mis co- manos, mas él no se lo consintió; Eloramán,
sas de lo que agora sé; mi camino es el ele puesto que la hermosura de algunas damas
la Gran Bretaña, á ver á dónde se pierden le pareoiesse mejor que nunca viera, estaba
todos los caballeros señalados y tenerles com- tan ciego de su afición, que no le dejaba con-
pañía á su perdición, porque por mayor pér- fessar que nenguna lo fuesse tanto como Al-
dida tendría el desastre de tantos y huir del, tea; después de las haber mirado, volvió
que perder la vida juntamente con la de tan contra el emperador, diciendo: «Muy pode-
nobles y esforzados caballeros». Blanclidón roso señor, yo soy un caballero á quien la
se fuera luego en su compañía si estuviera fortuna tiene hecho más daño que á todos
en disposición para ello: assí se partieron el los del mundo, que no contenta con me qui-
uno del otro con aquellas palabras de amis- tar delante de los ojos á la hermosa Altea,
tad, que después salieron obras tan ciertas consintió que un caballero de vuestra casa
como adelante se muestra, que es cosa que fuesse al lugar á donde yo estaba con aquel
pocas veces se alcanza, y después de alcan- cuerpo muerto haciendo vida, y sobre decir
zada es tan singular virtud, que todas las que su señora era más hermosa, hubimos ba-
obras vence. talla, venciéndome en ella, no porque la ra-
zón fue de su parte, mas por el estado en
que me halló, que era tan flaco que no me
GAP. XXII.— Cómo Flor aman, jjríneipe de pude defender; porque allá donde la señora
Gerdeña, vino á la corte del emperador Altea está, pienso que sintirá esta afrenta
Palmerín, y de lo que en ella passó. suya ganada por mi flaqueza, hice voto de
correr todas las cortes de los príncipes y
ISTo passaron miichos días después de la enmendar la falta en que caí, por lo cual
partida de Palmerín de Costantinopla, que á digo que en ésta, que es la primera y más
ella vino un caballero estraño, que a una noble, haré conocer á todos los que sirven
parte de la plaza de palacio mandó armar damas, que ninguna iguala al menor quila-
una tienda grande y otra. hecha ele muy te de la figura que sobre mi tienda está; el
nueva invención: de la parte de fuera de que comigo hubiere de entrar en campo,
terciopelo negro, y de la otra parte de ter- ha de llevar alguna empresa ó imagen de la
ciopelo pardo, á donde sotil y artificiosa- dueña ó doncella por quien se combatiere,
mente estaba labrada y esculpida toda la para que quede al vencedor, y el vencido
manera de su vida y de la hermosa Altea, dejará sus armas y su nombre, y será pues-
por unos passos tan tristes y enamorados, to en uno ele los apartamientos de la tienda
que obligaban á cualquier persona á sentir que para esso se hizo, y siendo caso que al-
su dolor como si fuera suyo propio. La tien-
PALMERtN" DE INGLATERRA 39
gimo me venza, quedará señor de todo, con estaba aparejado. No tardó mucho que Gua-
tanto que nenguno pida batalla de las espa- rín, hermano de Graciano, vino, el cual tam-
das si no fuese aquél que me igualase en la bién fue derribado ele la justa, y dejó las
justa. Vuestra Alteza puede ser juez, para armas y el nombre escrito junto con el de
que. las cosas se determinen justamente, y Graciano, y justó sin empresa, que Clariana,
yo me voy á donde la batalla ha de ser». á quien servía, no se la quiso dar, porque
Acabadas las palabras, después de hacer su tenía el corazón más entregado en otra par-
acatamiento, se fue; algunos tuvieron por te. Tras el justó Tragón el ligero, Flamiano,
dudosa su demanda, y el emperador también, Rocandor, Esmeralda el hermoso y otros,
que le pareció áspera de acabar, y pregun- que por todos fueron diez, á quien el empe-
tando si había alguno que le conociesse, rador tenía en mucha estima, los cuales el
hubo muchos que dijeron lo que del oyeron, caballero de la Muerte venció en los prime-
de que el emperador le pesó por no habelle ros encuentros. Todos fueron tomadas las
tratado con tanta cortesía como á tal prínci- armas y empressas, y los nombres escritos
pe merecía, habiendo lástima de su vida; en el apartamiento de la tienda, á quien
puesto que las damas le loaban por la obli- pusieron nombre sepulcro de enamorados.
gación en que ponía aquellos que las servían, El emperador no quiso que aquel día jus-
su venida hizo tamaño alborozo en muchos, tassen más, por dar algún alivio al caba-
que en pequeño espacio estaban en el campo llero estraño, puesto que el gusto de la Vi-
más de diez caballeros. El primero fue Gra- toria no le hacía sentir el trabajo, porque
ciano, príncipe de Francia, á quien los amo- cuando el vencimiento es de causa que
res de Clarisia, hija del rey Polendos, ponía de mucho se desea, el contentamiento de
en aquel peligro, y antes que justasse quitó no quedar vencido lo hace quedar en des-
un anillo del dedo de mucho precio, que ella canso.
en el día del torneo le diera en señal de su Para otro día se aparejaron algunos caba-
caballero, y dióle á los jueces; venía en un lleros estremados, cada uno tan confiado en
caballo castaño, armado de armas de azul y el parecer de su señora, que el tiempo que
oro, en el escudo en campo verde una don- estaba por passar les parecía mayor de lo que
cella con el rostro cubierto, y antes que de su natural era. Aquella noche hubo sarao,
abajasse la lanza, puestos los ojos en las ven- al cual Floramán fue presente, viendo favo-
tanas de la emperatriz, afirmándolos en su res de muchas que le trujeron á la memoria
señora, dijo: «Para cosa tan clara como es la pérdida de los suyos y soledad de cosas
ser vos más hermosa que Altea, escusado es pasadas, y no pudiendo sostener en sí aquella
pediros favor»; y poniendo las piernas al passión, descansaba con algunos sospiros de-
caballo, arremetió á Flor aman, y puesto que simulados que ninguno le oía, y á él arran-
los encuentros fueron grandes y nenguno caban el alma, que este era el mayor reme-
fue al suelo, y desta manera corrieron la dio que su dolor podía tener, porque ellos y
segunda sin se poder derribar, y á la terce- lágrimas en las tristezas son alivio de otros
ra el caballero de la Muerte se llegó á la males.
imagen de la tienda, diciendo: «Señora,
pues en las cosas en que yo siempre os pedí
socorro no me lo quisistes dar, en estas que CAP. X X I I I . - De lo que pasó en el segundo
son de vuestro servicio no me lo neguéis»; y día de las justas de Floramán.
apretando la lanza so el brazo, se juntaron
entramos con tamaña fuerza, que Moramán Aún no era el sol salido, cuando el caba-
estuvo del todo para caer, mas Graciano llero de la Muerte ya estaba á la puerta de
fue al suelo, de que quedó tan desconten- la tienda, armado de armas negras de la ma-
to, que si entonces pudiera comprar aquel nera de las otras que de antes traía, salvo
desgusto con todo el señorío de su padre, que eran llenas de unos rostros de mujeres,
pensara que le costara poco. El emperador, los cuales se parecían por entre unas matas
puesto que tuvo en mucho la valentía del de que eran llenas; en el escudo, en campo
caballero estraño, [ y ] temió ver su corte en negro, otro bulto cíe hombre, al parecer de
alguna falta; Floramán pidió á Graciano que todos triste, cercado de muertes que mostra-
le diesse las armas, pues con aquella postu- ban fuirle, y este tan natural, que parecían
ra allí entrara. «Quien en ellas se aventura, cosa propia. Cabalgaba en un caballo alazán
dijo él, forzado es que algún tiempo sienta con el cuento de la lanza afirmado en el sue-
el descontentamiento que traen»; y entrán- lo, y él sobre él, y los ojos en Altea, tan ena-
dose dentro en la tienda, fue desarmado y morado y contemplativo como si la tuviera
su nombre puesto en el lugar que para esso viva, diciendo: «Señora, este es el día que á
mí mismo les guardaron para remedio de to-
40 LIBROS DE i LBALLERIAS
dos ellos, porque ahí verán las damas la di- cupiessen, de que andaba por estremo con-
ferencia que hay de vos á ellas y de sus ca- tento, creyendo que con esto satisfacía la vo-
balleros á mí por ser vuestro, por lo cual, luntad de su señora.
aunque á vos siempre se os olvidase tratar- Ya quel sol se quería poner, entró por
me bien, acordaos agora para poderos servir, el campo un caballero que parecía venir
y esto sea por galardón de lo más que me- de lejos, armado de armas de colorado con
rezco y prueba de lo que defiendo»; mas ata- esperas verdes, en el escudo en campo indio
jó estas palabras Polinardo, hermano de Ver- un espera de la mesma color, bordado por
nao, que llegó á la plaza armado de armas algunas partes; cabalgaba en un caballo
de colorado y pardo con manzanas de oro tan rucio manchado de sangre que lo hacía muy
sotilmente clavadas, que parecía todo de una hermoso, y en passando hizo su acatamiento
pieza, en el escudo en campo dorado una don- al emperador y emperatriz, yendo para á
cella con el rostro vuelto, de manera que no donde Floramán estaba, y primero que los
la podían ver, y esto traía por Polinarda, jueces dijessen alguna cosa, como hombre
hija de Primaleón, con quien andaba enamo- que ya lo sabía, sacó del seno una tabla
rado en su voluntad sin ella ni otro conocér- pequeña con un cerco de oro y piedras de
selo; los jueces del campo le pidieron joya, mucha valía, y en ella una figura de mujer
según la ordenanza de la justa. «Hoy es el tan fermosa como aquella de do fuera sacada,
día, dijo Polinardo, que yo la quería mere- que era Onistalda, hija del duque Drapos de
cer, porque hasta agora ni la tengo ni atre- Normandía; y antes que la soltasse de la ma-
vimiento para pedirla»; los jueces se lo dije- no, puestos los ojos en ella, dijo: «Señora,
ron á Floramán, y él dijo que para los des- yo quedo sin vos, mas no sin esperanza de
favorecidos sólo con las muestras se conten- alcanzar lo que las otras no pudieron, pues
taba; y abajando las lanzas se encontraron yo me combato por la verdad y ellos por el
de manera que las hicieron piezas, y con las contrario; acuérdeseos que esta batalla es
fuerzas grandes se encontraron de los cuer- sobre vuestra hermosura, y cualquier ofensa
pos de los caballos, de manera que el de Po- que á mí se haga, ofende á vos; favoréceme
linardo fue al suelo con su señor por tener en esto, pues no lo hacéis en otras cosas, que
una espalda quebrada, y el de Floramán es- yo en las cosas de vuestro servicio deseo más
tuvo por caer tornando atrás dos passos; Po- la vitoria que no en las de mi voluntad y
linardo pidió otro por tornar á la justa, y Flo- remedio que siempre me negastes»; y dándola
ramán no quisó, porque dijo que para los á los jueces con acatamiento y cortesía gran-
tales tiempos habían de venir proveídos de de, con la lanza baja arremetió á Floramán,
todo, que después no se escusase nada; y so- que le recibió enojado de los estreñios que
bre esto hubo tan gran debate, que el empe- le vio hacer, y diéronse tan grandes encuen-
rador mandó á Polinardo salirse, de que que- tros, que entramos vinieron al suelo, donde
dó tan enojado, que no quiso dar las armas luego se levantaron; echando mano á las es-
ni el escudo, ni confessar que quedaba ven- padas, se comenzaron á herir con tanta fuerza
cido, y Floramán se agravió de no le hacer y ardimiento, que al emperador y á los que
entera justicia, y con este enojo andaba tan con él estaban ponían en admiración, desean-
bravoso, que antes de comer derribó cinco do conocer el caballero que de nuevo vinie-
caballeros de mucho nombre; todos loaban su ra; mas ellos, como se acordaban que aque-
valentía en tanto grado, que le ponían en las lla batalla se hacía sobre el parecer de sus
estrellas, y creían que llevaría adelante y señoras, hicieron en ella tantas maravillas,
mucho á su honra lo que había comenzado. cuantas el amor acostumbra mostrar á los
En este tiempo cessaron las justas, porque el que por ella se combaten, y en esto anduvie-
emperador se recogió á comer, no haciendo ron casi tanto que el sol era casi puesto, y
ni despendiendo palabras en otra cosa sino ellos tan mal tratados como se podía esperar
en la valentía y esfuerzo del caballero estra- de los ásperos golpes que se daban, y enton-
ño. Acabando de comer, el emperador con ces se quitaron afuera por descansar del tra-
su nuera y Poxinarda se vinieron á ver las bajo passado; Floramán, puestos los ojos en
justas, que aquel día fueron mucho para ello; sí, viendo sus armas tan mal tratadas que
y aunque salieron á ellas muchos caballe- los bultos de su señora estaban casi desechos,
ros, entre los cuales fueron Onistaldo, Dra- tuvo tamaña pasión, que comenzó á decir:
miante y Belisarte, Floramán se hubo con «Señora, bien sé que no merezco nada, pues
ellos tan valientemente, que de todos llevó soy para tan poco que dejo ofender las mues-
la vitoria, teniendo [en] su cámara sepulcro tras de vuestra persona; ya no quiero más
de enamorados tan llena de despojos de ar- para mi vitoria sino las fuerzas que mi yerro
mas y empresas, que casi no tenía á dónde me empresta». El otro estuvo consigo dicien-
PALMERÍN DE INGLATERRA 41
do otras palabras que decían: «¡Oh mi señora CAP. XXIV.—De lo que aconteció al caba-
Onistalda! ¿Cómo no se os acuerda que mis lgo de la Fortuna después de se apartar
fuerzas no son más sino según el acuerdo de Pompides.
que de mí tuvierdes? Mirando en el estado en
que estoy, no me desmamparéis en él; acuér- Tantos días el príncipe Moramán estuvo
deseos que esta batalla es sobre la mucha di- en corte del emperador haciendo maravillas
ferencia que hay de vos á las otras mujeres; en armas, que en toda parte era loado tanto
no consintáis que la mentira de otro pueda por estremo, que muchos caballeros dejaban
tanto que haga escurecer esta verdad, de que la aventura de don Duardos por lo venir á
vos no seréis servida, y yo quedaré con do- buscar, en especial los enamorados, que cada
lor que después no pierda». En esto se jun- uno por servir su señora acudía por se com-
taron entramos, tornando á su porfía con batir con él con intención de ganar el pre-
fuerzas dobladas de nuevo, que hicieron cio de la gran empressa, y más en todo este
en ellos tamaña imprinsión, que en pequeño tiempo ninguno vino hay tal que Floramán
tiempo fueron tan mal tratados, que no se no mostrasse la ventaja que había de Altea
podían tener en pie. La noche se cerraba, el á las otras por quien se combatían; y andaba-
emperador quisiera que la batalla se quedara tan ufano y contento de su vitoria, que de
para otro día, y no se piidíendo acabar con aquí le nació dejar las armas que de antes
ellos, mandó traer hachas que hicieron la traía y tomar otras de verde y blanco con
plaza tan clara como si fuera de día; cada pelícanos de oro y pardo, que llevaban unos
uno hubo tamaña vergüenza de ver que su corazones en los picos tan lozanos como en-
porfía duraba tanto, que dejando la espadas tonces traía la voluntad; en el escudo en
que de botas no cortaban, se trabaron á bra- campo verde un pelícano de la suerte y ma-
zos, probando cada uno lo que podía; con nera de los otros; y dejándole hasta su tiem-
que las heridas se les reventaron de tal ma- po, tornará el auetor á dar cuenta del caba-
nera, saliendo del los tanta sangre, que no llero de la Fortuna; que después que se
había en ellos sino la muerte; porque el otro partió de Pompides, anduvo por tierras es-
caballero tenía en la pierna izquierda una trañas socorriendo dueñas y doncellas, des-
herida de que no se podía tener, fue tan can- haciendo agravios á muchos, haciendo cosas
sado, que cayó en el suelo, cayendo Floramán tan señaladas en armas con que su fama es-
sobre él tan mal ferido, que estuvo cerca de tendía por el mundo, con que hacía espanto
no saberse cuya fuesse la vitoria; mas como en todas las cortes de los príncipes donde
con algún poco más acuerdo que su contra- llegaba, sin nenguno saber quién fuesse;
rio quedase, íbale á quitar el yelmo para le mas el emperador Palmerín, á cuyos oídos
cortar la cabeza, los jueces se lo defendieron, estuvo, tuvo siempre por cierto, según las
otorgándole la vitoria y entregándole la ta- señales le dieron, que podía ser él; y assí
bla de la imagen y las armas en señal de andando tan apartado del lugar donde su se-
vencimiento, y de allí lo llevaron á la tienda; ñora estaba y no del cuidado que della le
mas todos conocieron que el vencido era Be- nacía, pasando por el reino de la Hungría, á
roldo, príncipe de España, tuvieron en más la salida de una floresta que junto de los
la valentía del caballero estraño; el empera- confines de Grecia está, vio venir un caba-
dor fue tan triste, que no lo pudo encubrir, llero en un caballo morcillo, armado de ar-
y mandólo llevar á su aposento y fue curado mas verdes, y aunque ellas y el escudo tru-
como tan gran príncipe debía ser; Beroldo, jesse rotas por algunas partes, en el aire co-
después de tornado en sí, desseó muchas ve- noció que era el compañero del caballero del
ces la muerte por no parecer ante su señora, Salvaje, que entrara en el torneo en Cos-
pues en una batalla hecha sobre su persona tantinopla contra los noveles, y en llegando
pudo tan poco que lo hubieron de vencer; más cerca le saludó cortésmente; el otro de-
íloramán estovo muchos días herido, y des- tuvo las riendas al caballo, y después ele le
pués de sano tornó á lo que comenzara, responder con otras palabras no menos cor-
siendo ya tan nombrado, que de muchas par- teses, le dijo: «Señor caballero, ¿por ventu-
tes le venían á buscar, y ele allí adelante ra hallaría yo en vos nuevas de una cosa
fue tenido en tamaña estima, que fue te- que mucho desseo saber?» «Soy tan desdi-
nido por uno de los mejores caballeros del chado, dijo el de la Fortuna, que no sé si de
mundo, y el emperador le deseaba para su algunas os las podré dar buenas». «¿Saber-
servicio, con determinación de le hacer lar- me ías decir, dijo el otro, dónde halle un
gas mercedes, porque para dallas y no para caballero que trae las armas como éstas
guardallas se han de dessear las grandes mías, en el escudo en campo blanco un sal-
riquezas. ' vaje con dos leones por una trailla?». «Yo
42 LÍBEOS D E 0.
holgaría de saber tanto del como vos, dijo palabras desagradecidas, esta es la paga que
el de la Fortuna, puesto que no sé si vues- ellas merecen». í aún no lo acababa bien
tra voluntad y la mía son entramas para un de decir, dándole un recio golpe en el yel-
fin». «Por cierto, dijo el otro, la vuestra sa- mo, le hizo ahinojar,,y dándole de las manos
bré yo de vos, y si no fuese tal, aquí estoy le hizo caer del todo; entonces, mostrando
yo en quien podéis vengar algún agravio si que le quería cortar la cabeza, el de las Ar-
del tenéis». «Hasta agora no lo lie reeebido mas Yerdes, viéndose en tal estado, dijo:
yo de nenguno, dijo el de la Fortuna, sino de «Señor caballero, por estimar tanto mi honra
una señora á quien no merezco, puesto que que desechase vuestra cortesía, [no] es bien
le tenga della; esse caballero por quien me que me matéis, pues de mi persona ya te-
preguntáis no sé nada del; basta saber de néis ganado el mejor precio, y essotra es
mí que holgaría de lo saber, y podéis ir en obra de crueza con que muchas veces la Vi-
buen hora, que a mí, aunque esto se me toria se escurece ó queda en menor estima».
acuerde mucho, otras cosas me matan más». «Sabéis tan bien defenderos, dijo el de la
«ífo soy tan acostumbrado, dijo el de las Fortuna, que me arrepiento cíe hacer lo que
Armas Yerdes, á vivir en esas dudas, que me pedía la voluntad, y con todo, hacello
quiera quedar en essa en que me dejáis; vos he si no me decís quién sois ó quién es el
me diréis para qué deseáis hallar ese hom- caballero del Salvaje». «Quien yo soy yo os
bre, y si no mira por vos». En esto abajó la lo diré luego, mas quién es el caballero por
lanza y arremetió tan de presto, que el de quien me preguntáis, ni yo os lo sabré de-
la Fortuna no tuvo tiempo para más que cir, ni aunque eso lo supiera no os lo dijera
hacelle perder su encuentro, y sin tomar la por miedo de nengún peligro: á mí me lla-
suya á Selvián que se la quisiera dar, puso man don Eosirán de la Brunda, sobrino del
mano á su espada; mas el otro tornaba ya de rey de Ingalaterra, hijo de Pridos, duque de
vuelta con la lanza baja; mas aunque no le Graliz y de Cornualla; esto es lo más que de
erró, hizo su lanza piezas no le pudiendo mí podéis saber, y si desto no sois satisfe-
menear de la silla, antes al passar llevó un cho, acaba lo comenzado y seréis del todo
golpe en el escudo del caballero ele la For- contento». El de la Fortuna lo dejó, partién-
tuna, tal que un tercio del fue al suelo, de dose del alegre de le vencer, porque sabía
que quedó con menos soberbia que antes, y cuan tamaño era el precio deste caballero, assí
sacando la suya se recibieron entramos con en las armas como en todas las otras cosas,
tamaña ira, que ella hizo sentir á cada uno diciendo primero que se fuesse: «Señor don
los golpes ele su contrario, porque de su na- Eosirán, mejor fuera que esta diferencia no
tural es criar grandes fuerzas donde no las llegara tanto al cabo, por la culpa, puesto
hay, de manera que sus armas daban testi- que sea vuestro ya el daño, no puede dejar
monio de las obras de cada uno. El caballo de quedar con entramos: y mis armas seña-
del caballero de las Armas Yerdes, de cansa- ladas de vuestras manos, que son buena se-
do así del trabajo de aquel día como de las ñal d eso».. Don Eosirán cíe flaco no se podía
jornadas passadas, no se pudiendo tener, tener en píe ni le pudo responder; el de la
cayó con su señor, y él salió tan presto Fortuna, pesándole de le ver en tal estado, si-
como en tal tiempo se requería; el de la guió su camino, y aquella noche pasó en un
Fortuna bajó del suyo, que tampoco andaba castillo de una dueña donde fue bien reee-
muy suelto, y como entonces se podían lle- bido y curado de algunas feridas pequeñas
gar mejor, heríanse más sin dolor; en esta que llevaba, con que se detuvo algunos días;
batalla se detuvieron tanto, dándose morta- pues tornando á don Eosirán, para saber la
les golpes por donde más daño se podían razón por que se apartara del caballero del
hacer, tanto que el de las Armas Yerdes co- Salvaje de que atrás no se hace minción, á los
menzó de enflaquecerse, no pudiendo durar dos días después de la salida de Gostantino-
á sus golpes, y el de la Fortuna, viéndole en pla, vinieron a parar en un valle ele ahí á
tal estado, sintiendo en su persona que no tres leguas, por el cual atravesaba á caballo
lo había de dejar hasta la muerte, por escu- un pequeño doncel llorando en altas voces:
sar mal tan mal empleado, movido de dolor el del Salvaje le detuvo con intención de le
y piedad se quisiera arredrar, mas él, que preguntar por qué lloraba, y el le dijo que
conoció por qué lo hacía, le tornó á acome- viniendo en compañía de una eloncella, vi-
ter, diciendo: «Acaba lo que comenzastes, nieron tres caballeros, la tomaron por fuer-
que no soy yo tan clesseado de la vida que za, y la llevaron para forzar, pidiéndole que
sin h ó n r a l a quiera posseer». «Huelgo, dijo con sus personas y armas la quisiessen so-
el de la Fortuna, que sentís mi intención, correr; y yendo entramos á esto, toparon
y pues della no se saca otro galardón sino ' con la otra qxie trujerael escudo de Dallarte
PALMERIN D E I N G L A T E R R A 43
á la corte. Don Rosirán, viendo quel des- con quien se criase, no se guardó, sino á
seo del caballero del Saluaje era tomallo y tiempo que no lo podía hacer, y clíjole: «Se-
hacer lo que después hizo, le pidió que le ñora Lucenda, ¿quién os trajo á esta tierra
dejasse a él solo en la empressa del doncel, tan lejos de otra que yo os dejé?» T cono-
quedando concertado que de ahí á ciertos ciendo que era Palmerín, díjole: «Yo no os,
días se juntassen en lugar señalado; mas don aconsejaría que fuéssedes á la corte sin al-
Rosirán. puesto que la acabó con vencimien- guna desculpa de la culpa que os dan vues-
to de los tres caballeros con muerte de los tros amigos por assí vos encubrir ele todos al
dos, quedó con tantas heridas, que en la una tiempo de vuestra partida; y bien se parece
dellas se detuvo más tiempo que lo que deja- que no sois enamorado, pues agora que las
ron concertado; assí, cuando vino, el del damas os han menester no parecéis allá para
Salvaje estaba ya muy alongado; entonces, las vengar del príncipe Floramán, que ta-
andando por el mundo buscándole fue á to- maña ofensa les tiene hecha». El caballero
par con el caballero de la Fortuna, donde le de la Fortuna le pidió le dijesse quién era
aconteció lo que ya dije. La razón por que Floramán y en qué las deservía; la doncella
éste don Rosirán se llamó de la Brunda, aun- le contó todo lo que pasaba, de lo cual no
que sea larga de contar, es esto: escríbese quedó muy contento, y luego le vino á la
en las coronicas inglesas antiguas, que el memoria que aquél SG1 leí el que hallara en la
rey Mares de Cornualla hubo en la reina cueva; mas acordándosele que todas aquellas
Iseo la Brunda, su mujer, antes de su muer- passaban ante la hermosa Polinarda, no pudo
te ni de la de Tristán, una hija á quien tam- más disimular lapassión que recibió, y des-
bién llamaron Iseo; otros quieren decir que pidiéndose dellas se echó en su cama, dur-
fue hija de don Tristán; esta casó oon Urgel miendo con menos reposo de lo que solía,
Blasonante, duque de (íaliz, y de entramos puesto que de antes tenía bien poco, cul-
nació don Blasonan de la Brunda, duque pando su tardanza, de la otra parte trayendo
de Graliz y de Cornualla, y fue casado con á la memoria que su señora le mandara que
iLorlota,*hija del rey Charlián ele Irlanda, no parecíesse ante ella, no sabía qué se hi-
y dellos nació Morlot de la Brunda, á quien ciesse. porque todo se le hacía grave; des-
pusieron es e nombre por causa de la ma- obedecer su mandato no era en su mano; de-
dre; y assí desta generación vinieron estos jar pasar la mentira de Floramán con Vito-
duques á tomar este apellido, hasta llegar al ria tan grande parecíale muy duro; batallaba
duque Galez, padre ele Pridos, y el mismo consigo mismo cuál destos estreñios segui-
puso á su nieto aquel nombre por que un tan ría; después de determinar el uno, había por
antiguo linaje no se perdiesse. Assí que esta yerro dejar el otro; vivía en estas diferencias
es la razón por que don Rosirante se llama- sin saber tomar conclusión; hallaba el cora-
ba de la Brunda, y tornando al propósito, zón tan poco libre, que no sabía cuál esco-
su escudero le apretó las llagas, y llevándole gesse. En estos trabajos de espíritu passó
á un monesterio que allí cerca estaba, fue toda la noche, y después que vino el día no
curado con tanta diligencia como era menes- se halló tan descansado dellos; con todo, no
ter y como acostumbraban poner, por ser sabiendo determinarse, quiso antes errar en
casa de hombres devotos. irse á ver con Floramán, que estar en duda
si acertaba en hacer lo contrario. Al otro día,
tomando sus armas y despidiéndose de Rian-
CAP, XXV.— Cómo el caballero de la Fortu- da y Lucenda, se puso en camino de Costan-
na supo por una doncella las nuevas de la tinopla, y muchas veces volvía las riendas al
corte, y lo qtie hizo. castillo para tornarse, acordándosele del man-
dado de su señora. Selvián le quitó las más
El caballero de la Fortuna estuvo en el cas- de las veces deste pensamiento, diciéndole:
tillo de aquella dueña donde fuera á tener el «Señor, si en un caso como este no servís á
día de la batalla, á la cual llamaban Rianda, la señora Polinarda, ¿en qué pensáis de me-
tantos días hasta que se sintió para caminar. recelle algún bien para remedio de tantos
Una noche, estando platicando con la dueña males como pasáis? Porque será mayor yerro
en su partida, llamó á la jmerta del castillo que dejar pasar á Floramán sin pena, que ir
una doncella su sobrina, que vivía con la donde ella os defendió, pues es para servilla;
emperatriz de Costantinopla y salió de la cuanto más que lo que á vos entonces dijo,
corte otro día después de la batalla de Mo- después se arrepintió de lo tener dicho, por-
ramán y del príncipe Beroldo, y vino á ver que las palabras que la ira consigo trae, des-
esta su tía, que era muy rica y no tenía otra pués de passada consigo trae el arrepenti-
heredera: mas el de la Fortuna, que estaba miento». Y assí que con estas y otras palar
bien lejos de pensar que aquella era Lucenda
44 LIBROS DE CABALLERÍAS
bras que le dijo le hizo seguir sus jornadas, jando las lanzas, al son de una trompeta que
y passadas algunas sin hallar cosa que le im- los jueces mandaron tocar, según la postura
pidiesse su camino, un domingo, á hora de que tenían, arremetiendo entramos á un
vísperas, llegó á vista de aquella gran ciu- tiempo, dándose tan grandes encuentros y
dad de Costantinopla, media legua della, y con tanta fuerza, que la lanza de Floramán
viendo los palacios del emperador y el apo- fue hecha en rajas en el escudo del caballero
sento de Polinarda, los ojos en ellos, dijo mil de la Fortuna sin hacer nengún revés, mas
razones enamoradas nacidas de su corazón él encontró con tanta fuerza, tiniendo la ra-
del. Servían se llegó á el, y acordándole á zón de su parte, que dio con Floramán tan
dónde estaba, le quitó de aquel pensamiento; gran caída en el suelo, que le dejó sin nen-
á este tiempo se acababa de combatir con gún acuerdo, que fue verdadera muestra de
Floramán Titubante de Grecia, que servía se- la ventaja que había de la hermosura de una
cretamente á Cardiga, hija del gigante Flor- á la otra; este encuentro tan señalado puso
tan, con intención de se casar con ella por tamaño espanto á muchos, que les hizo per-
ser rica; mas como su hermosura y la de der la memoria de todas las otras pasadas;
Altea fuessen desiguales, presto fue vencido; el caballero de la Fortuna se apeó, y qui-
Floramán andaba tan contento, que con pala- tándole el yelmo á Floramán, que de des-
bras favorecía sus obras delante de la imagen contento y desacordado no bullía, le quería
de su señora Altea, como que della hubiesse cortar la cabeza; los jueces no consintieron,
de venir el galardón dellas. El emperador no otorgándole la vitoria. Floramán fue tomado
sabía encubrir el pesar que desto recebía, y por los escuderos y llevado fuera de la tien-
estando envuelto en su cuidado después del da; la misma tienda y armas fue entregada
vencimiento de Titubante, entró por una al caballero de la Fortuna; el emperador,
parte de la plaza aquel esforzado caballero no se sufriendo, con la sospecha que su co-
de la Fortuna, armado de nuevo de aquellas razón le daba, bajó abajo; mas él, deseoso
sus armas pardas y abrojos de oro, caballero de se le encubrir, se salió por una parte de
en un caballo ruano que Rianda le diera; la plaza; cuando el emperador bífjó, no le
passando por debajo del mirador hizo su aca- halló, de que quedó con menos contenta-
tamiento en él, y en todos hubo grande albo- miento de lo que tan honrado vencimiento
roto, creyendo que aquél sería el caballero merecía, y sintiendo que quien tanto traba-
de la Fortuna de quien tan altamente se ha- jaba por se encubrir sería escusado enviar
blaba; Floramán, enojado de ver el mormullo por él, no lo hizo, mas el placer era tan ge-
que con su venida hicieran, comenzó de con- neral de Floramán ser vencido, que hizo
certarse con intención de le quebrar la sober- olvidar de no ser conocido el vencedor, y no
bia con que entrara; el de la Fortuna, tanto es de espantar destas mudanzas que la for-
que llegó á la puerta del cerco, volvióse con- tuna trae consigo, pues sus cosas de gloria á
tra los palacios y el aposento de la empera- miseria ándanse siempre acompañadas.
triz, y viendo las ventanas llenas de damas,
y entrellas á Polinarda, recibió tan grande
sobresalto en su corazón, que de trasportado CAP. XXYI.—Cómo aquella noche, hubo sa-
perdió la memoria para aquello que viniera; rao, y otro día vino la emperatriz á ver la
mas su Selvián, que jamás se apartara del, tienda de Floramán.
llegóse lo mejor que pudo, diciendo: «¡Ah
señor, no mostréis tamaña flaqueza en tiempo Aquella noche quiso el emperador que
tan necesario!» Entonces, tornando en sí, hubiesse sarao de sala; con Basilia su hija
viendo el descuido por que passara, comenzó no se pudo acabar que saliesse á él, porqtie,
á decir entre sí: «Señora, para remedio de como algunas veces dije, esta señora, des-
mis males querría que me valiéssedes en pués de la partida de Yernao, jamás la vie-
acordaros de mí, que para el peligro de la ran en parte donde hubiesse algún contenta-
justa no he menester más de la razón que miento. La fermosa infanta Polinarda salió
traigo, que es hacella en vuestro nombre»; tan galana como con quien su parecer y her-
y con estas palabras acabó de entrar en el mosura alcanzaron el precio de la vitoria de
cerco; los jueces le pidieron empresa, según Floramán; todas las otras damas se vistieron
la postura de Floramán. «ISTo tengo otra, res- de atavíos galanos, porque no hubo allí nen-
pondió él. sino el cuidado que mí corazón guna á quien aquel placer no alcanzase; los
siente; si me venciere, quítemele, que éste caballeros mancebos y enamorados vinieron
es el mayor precio que él me puede ganar». gentiles hombres y costosos, porque aunque
Floramán consintió en la justa, sólo por el muchos y casi todos fueron vencidos en
bullicio que hiciera cuando entró, y aba- aquellas justas, y el acuerdo de ser vencidos
los trujesse algo corridos y descontentos, di-
PALMERÍN DE INGLATERRA 45
simulando su pena con muestras alegres en «JSTo soy yo tan poco amigo de mi vida, dijo él,
fiesta tan general, cada uno se sentó junto que la quiera aventurar en parte de tanto pe-
de quien más traía en voluntad, habiendo ligro» . «Mucho quisiera saber, dijo la empe-
por cosa nueva alegría tan súpita en parte ratriz, quién fue la doncella por quien el ca-
que no se acostumbraba tanto tiempo había, ballero ele la Fortuna se combatió con Flora-
y passando lo más del en palabras de conten- mán, que quería que las otras le quedassen
tamiento, duró gran parte de la noche, sien- en essa obligación». El emperador dijo: «Xo
do el gusto do aquel espacio de mucho pre- sé yo cosa que hoy no diera por saber si el
cio preciado para cada uno, sino para el em- vencedor es quien sospecho; mas pues quiso
perador, que tenía por mayor la pérdida de que no le conociesse, no puede ser que algún
se le ir el caballero sin le conocer, que el pla- tiempo no le vea para perder esta lástima,
cer de ver vencido á Floramán con tanta que la he por tan grande como pudiera tener
honrra de su corte. A otro día, después de si Flor aman dejara mi corte en la falta que
oír inissa con toda solenidad que en los siempre recelé»; y porque se hacía ya tarde,
días de fiesta acostumbraba, quiso comer en se tornaron á palacio de la manera que vi-
]a tienda coala emperatriz y su nuera; el rey nieron. La emperatriz mandó llevar la ima-
Frísol comió con él, y trujo a la emperatriz gen de Altea para la tener como merecía
por la mano, y el emperador á Gridonia, y el cosa tan hermosa y de que tamaña memoria
príncipe Florendos á Polinarda, y assi todos dejaba en su casa, de que las damas se mos-
los otros principes cada uno tomaba el lugar traron poco contentas, pareciéndoles que en-
que más se contentaba, saliendo tan atavia- tre ellas no había cosa tan perfeta en todo
dos como en aquellos tiempos se pudiera que para igualar con Altea no le faltase mu-
hallar; después de acabado el comer, fue ser- cho, si no fuesse Polinarda, que vivía sin
vido conforme á su estado, quiso el empera- este recelo. El caballero de la Fortuna salió
dor que viese la tienda y las cosas della, y de la ciudad á la mayor priessa que pudo,
fueron primero que todo á ver la imagen de satisfecho y contento por el vencimiento que
Altea que estaba sobre la puerta, y juzgá- alcanzara; y por que recelaba que viniesse
banla por tan hermosa, que los vencidos de alguien tras él por mandado del emperador,
Floramán habían aquella por honesta discul- que le obligasse á tornar, cosa que en aque-
pa de su quiebra, y afirmaban que Floramán llos días por nengún precio hiciera, alongóse
tenía mucha razón para ser todos los días de tanto en tan poco tiempo, que con la dife-
su vida triste, porque la pérdida de Altea rencia de la tierra perdió el recelo que hasta
era de todo merecedora; de allí fueron al se- allí le seguía, y aunque la esperiencia que
pulcro de enamorados, á donde vieron en hiciera en Costantinopla le traía más alegre,
torno de la casa colgadas las armas de los el pesar que tenía por pensar que su fuída
vencidos con las propias empresas de quien había sido contra el mandamiento de su se-
servían, y los nombres de sus dueños escri- ñora, le tornaba tan triste, que la fuerza
tos con letras grandes que se podían leer de deste pesar le desbarataba todos los otros
lejos; las damas motejaban sobre el desastre contentamientos que entonces la memoria le
de sus servidores, de que muchos estaban representaba, y assí con estos movimientos,
tan corridos y descontentos, que habían aque- á horas tristes y otras mucho más tristes, y
lla plática por peor afrenta que la passada. nenguna destas horas contento, caminando
La hermosa Onistalda, dijo riendo: «Paréce- por donde el caballo quería, echando de los
me que sería bien, pues aquí estamos tantos, ojos por una y otra parte por ver si con ellos
que no consintamos que un solo caballero vería alguna cosa que le diesse placer; mas
lleve las empresas de qtúen nos sirve, antes la vista, cuando no se emplea en las cosas
ganemos nosotras por fuerza lo que él ganó de su desseo, con ninguna manera descansa.
por fortaleza, y yo, por lo que en esto me va,
quiero ser la primera que cometa esta osa-
día». Aún no acabó estas palabras, donde CAP. XXVIL—De lo que aconteció al caballe-
echando mano de la tabla en que estaba sa- ro del Salvaje después que se apartó de
cada por el natural que allí la trujeraBerol- Blandidón en el reino de Laeedemonia.
do, la metió en la manga de una ropa que
traía vestida; las otras que allí vieron sus El caballero del Salvaje, después que se
empresas, las tomaron con tamaña presteza apartó de Blandidón, con quien hubo bata-
y desenvoltura, que parecía batalla vencida y lla en el reino de Laeedemonia, caminó ha-
que ya andaban en el despojo; el emperador cia la Gran Bretaña con intención de ir á ver
estuvo viendo aquel robo, preguntando á su el rey Fadrique su señor y el lugar donde
nieto Florendos si se atrevería á defendelle. se perdían tantos caballeros, porque ya co-
menzaba á decirse de la torre del gigante
46 LIBROS D E CABALLERÍAS
que algunos escuderos de los vencidos, á los tres doncellas los rostros bajos llorando; en
cuales Dramusiando echaba fuera del sitio esto abrieron la puerta y el gigante las me-
defendido, que en el castillo no cabían, da- tió dentro; el del Salvaje puso las piernas
ban las señales del, puesto que esto no sa- al caballo por llegar antes que cerrasen,
bían decir las personas que dentro estaban, mas siendo al pie de la roca, viendo que no
porque nenguno entrara dentro; y andando podía llegar como pensaba, se apeó, y dejan-
por sus jornadas fue á parar á la ciudad de do a Artifar con los caballos, comenzó á ca-
Lamber, que es puerto de mar. Allí se em- minar por un pequeño camino que en la as-
barcó para Ingalaterra, y uniendo el viento pereza de la roca se hacía, puesto que no
próspero, en pocos días fueron á vista del era muy alta. Hacía el camino tantas vuel-
reino, y antes que pudiesse tomar tierra se tas, que no se podía andar en una hora, y
les trocó el viento ele manera, que por fuer- con el peso de las armas y la priessa con
za los hizo arribar en el reino de Irlanda, que tomó aquella subida, cuando allegó arri-
al pie del monte de San Cebrián, que no ba se halló tan cansado, que no se podía te-
pudieron tomar el puerto de Manrique que ner en pie; sentándose por tomar aliento del
estaba junto con él; quiso salir en tierra, trabajo pasado, no quiso Calfurnio dalle
mas el piloto le empedía la salida, diciendo: tanto espacio, que mandando á tres caballe-
«Señor caballero, antes debéis esperar pol- ros de los suyos que saliesen á prendello, es-
la bonanza, cuando viniesse, que salir en tando elescansanelo,vio abrir un pequeño pos-
parte de tanto peligro, porque encima dése tigo que la puerta ele la torre tenía. El del
monte vive el gigante Calfurnio, que agora Salvaje, que conoció de sí que no estaba en
es habido por el hombre desta vida más te- desposición para poder defenderse, púsose á
meroso y cruel, á cuyo poder n ngn.no llega, un lado del, no consintiendo que nenguno
que de muerto ó preso escape». «Mucho me salíesse hasta tanto que se halló en su fuer-
contáis de las cruezas dése gigante, elijo el za; entonces, desviándose de la puerta por
del Salvaje, por [que] cuanto mayores fue- los dar lugar, salieron los tres caballeros,
ren, mayor esperanza puede hombre tener diciendo que se diesse á prisión, si no que
de Dios ayuelalle, y pues él aquí me trajo, le matarían. «Menor peligro será esse para
con su ayuda quiero salir y esperimentar mi mi condición, dijo el del Salvaje, que verme
fortuna, pues ella es señora de todas las co- preso en poder de tan ruin gente». Y en
sas» . T mandando sacar el batel, solo, con diciendo esto, hirió el uno dellos con tanta
Artifar su escudero, salió armado de aque- fuerza por cima de la cabeza, en descu-
llas sus verdes armas de que mucho se pre- bierto del escudo, que le hizo venir á sus
ciaba; caminando por la falda de la montaña, pies; los otros le tomaron en medio hirién-
que le pareció graciosa tierra, puesto que toda dole por todas partes; mas él se hubo tan
era llena de aquellos árboles [de] que aún bien con ellos, que en pequeño espacio, dan-
agora Irlanda es poblada, no anduvo mucho do con el otro en el suelo, el otro le huyó,
que fue á parar á una ribera que de lo alto y porque el postigo de la puerta se cerró en
de la montaña bajaba, tan cubierta de árbo- tanto que acabaron de salir, que era la cos-
les espessos, que en alguna parte no se po- tumbre de Calfurnio, no pudo entrar den-
día ver más del agua que el sonido con que tro; mas no tardó mucho que el gigante bajó
passaba, á donde se hacía una placeta; junto armado de unas armas fuertes, en una mano
de una fuente que ahi había vio estar una un escudo aforrado en arcos, ele donde sa-
tienda armada pequeña, sin gente ni perso- lían unas puntas de yerro que nenguna cosa
na alguna. Llegándose más á ella, halló al- se les paraba delante que no deshiciessen.
gunos trozos de lanzas y pedazos de armas Abrió el portero toda la puerta, que por el
sembrados por el campo, como si allí fuera postigo no cabía; elijo al del Salvaje: «Aros
una gran batalla, y siguiendo por un cami- caballero, más osado que sesudo, entregaos
no estrecho que mostraba un rastro de san- en mis manos, si no yo vengaré en vuestras
gre fresco, caminó por él algún tanto, y carnes la muerte ele los míos con tal crueza
siendo ya del todo en el alto ele la montaña, que me tenga jior contento de la ofensa que
vio un castillo grande y bien hecho y fuerte, me tienes hecha». Mas él, que hasta allí
cercado de torres, edificado sobre una roca nunca viera otro gigante, y aquél era uno
tan alta, que por nenguna parte podían su- de los más feroces del mundo, no tuvo su
bir á ella sino á pie, á la puerta del cual es- vida por muy segura; por tanto, como en su
taba un gigante grande de cuerpo, cercado corazón nengún miedo por grave que fuese
de siete ú ocho hombres armados de corazas hacía tan gran impressión que le apartase de
y alabardas, que tenían entre sí cuatro ca- hacer lo que debría, le respondió: «Mejor
balleros presos; junto del gigante estaban sería que, dejada essa soberbia que tan seño-
PALMERÍN DE INGLATERRA 47
reacio te trae y de quien tú tan siervo eres, tarse, se amparó con el espada, que no pu-
empleasses essas fuerzas y valentía en obras dienclo sostener la fuerza del golpe, fue he-
virtuosas, para pagar á Dios la deuda en cha la manzana en dos pedazos, cortada por
que le eres por te hacer tan señalado entre medio de la hasta donde anclaba metida, y
los hombres». Calfurnio quedó tan enojado lo delantero le alcanzó por cima de la cabe-
de aquellos consejos, que echando humo por za con tamaño golpe, que le aballó el yelmo y
la visera del yelmo, con voz temerosa y estuvo por caer (*); mas la necessidad en que
ronca comenzó á blasfemar ele sus dioses, di- estaba le tornó en su acuerdo, y tomando el
ciendo: «Agora quisiera que estuvieran aquí escudo de Calfurnio que estaba en el suelo,
los mejores diez caballeros del mundo, para se quisiera cobrir con él, mas era tan carga-
vengar en ellos las palabras deste solo». do que no lo pudo hacer sino con entramas
«Pues tan confiado eres en ti, dijo el ca- manos. El gigante arrancó de un cuchillo
ballero del Salvaje, hagamos nuestra ba- grande y cortador que traía en la cinta, y
talla allá dentro de la fortaleza, y allá te arremetió á él, y dióle por cima del escudo
mostraré que los nueve sobrarían». &No con tanta fuerza, que metió por él una gran
quiero, dijo Calfurnio, que en nada pien- mano, y al tirar no lo pudo hacer tan livia-
ses que te temo ni que dejo de hacer tu vo- namente que no llevase tras si el escudo,
luntad, y para que ele todo creas que con siendo tan malo de sacar, que primero que
sólo yo lo has de haber, verás lo que hago». lo hiciesse, el caballero, con el pedazo que
Entonces mandó salir fuera á todos los hom- de la suya quedara, le dio tantos golpes hi-
bres ele armas como personas ele servicio, riéndolo en tantas partes, que le puso en
cerraron las puertas por ele dentro con unas mucha flaqueza; mas puniendo los pies en
aldabas grandes como se acostumbran ce- el escudo, tiró con tanta fuerza, que le sacó,
rrar, se fueron á un patio losado en el me- mas no tan a su salvo que primero el del
dio puesto, sobre unos pilares de jaspe unos Salvaje no le cliesse una herida por la pier-
caños de agua que salían por las bocas de na izquierda, á donde la armadura era más
unos niños de cristal que estaban sobre los ñaca, que le hizo venir tras sí cojeando por
pilares; el patio de todas partes estaba lleno el patio. El gigante, aunque maltratado, le
de aposentamientos bien obrados, cosa de dio un golpe por cima del hombro derecho,
ver y para ser poblado de otra gente; y se- tal que cortándole las armas le entró tanto
gún dice la historia, que aquella fue una por las carnes, que le pareció que todo el
casa de caza que los reyes antiguos ele Ir- brazo le había cortado, y no pudiéndose (2)
landa allí hicieron y después el padre deste tener en pie, con la flaqueza de la sangre
gigante, que se llamaba Tramazor, le tomó cayó, dando el alma á cuya era por las obras
por fuerza y hizo en él aquellas torres con que siempre hizo. Antes que cayesse, le tiró
que siempre la defendió. El gigante, desque el cuchillo con la rabia de la muerte; dán-
se vio solo con el caballero del Salvaje, se dole ele llano por medio del cuerpo, le hizo
fue á él, diciendo: «Ya agora haz lo que pu- poner las manos en el suelo, mas luego fue
dieres, que aunque agora te arrepientas, no levantado, y llegándose á él por le cortar la
puedes escapar de la furia destas mis ma-
nos» . Y echándole un golpe de maza le
tomó en el escudo con que se mamparo, que (') Este pasaje merece detenida consideración, por-
fue tal, que con cuantas partes [había] fue que constituye una de las muchas pruebas del origen
hecho pedazos, y el brazo en que le traía tan portugués de PalmeHn. El texto castellano es ininte-
atormentado que no le podía menear, de que ligible: en la forma que el del Salvaje se ampara con
la espada, ¿cómo había de dividirse por mitad la
el del Salvaje quedó lleno ele temor, que tuvo manzana de ésta? Además, ¿qué quiere decir una
su muerte por cierta, y no tiniendo con qué manzana metida en un asta? Y ¿cómo se añade
se cubrir, andaba tan ligero y mañoso, que luego que al caballero le había quedado un pedazo
hacía perder á Calfurnio todos sus golpes, de su espada, si lo dividido en tal forma era sola-
mente la manzana?
que eran tales, que cualquiera dellos que le El texto portugués esta m u j claro:
acertara en lleno satisfaciera su voluntad, y «O do Salvage, naa tendo outro remedio, se empa-
él algunos le daba con su espada, de que le rou com a espada, e nao podendo suster a íorca do
hacía perder mucha sangre, de que empe- golpe, foi feita em doua pedacos, e a maca cortada
por meio da aste, em que andava metida; e o dian-
zaba a enflaquecer; en esto dejó Calfurnio teiro alcancou ainda por cima da cabeca con tamanha
el escudo, y tomando la maza con entramas pancada, que lhe aballou o elmo por algumas partes
Manos, se fue á él acompañado de su brave- e esteve pera cair».
za, elícienelo: «Este será el postrero golpe ele Mr. W. E. Purser (Palmerin of Emjland, Dublín-
London, 1904, pág. 332) piensa con fundamento que
tu atrevimiento». Y llegóse tan presto, que el traductor español confundió maga (maza) con
el del Salvaje, no teniendo tiempo para apar- maga (pomo de la espada).
(2) El gigante.
48 LIBROS DE CABALLERÍAS
cabeza, le halló muerto del todo. Entonces Hermanas, como ya otras veces habéis oído
se sentó sobre una piedra, tan maltratado nombrar, y después de su muerte cada una
que no se podía menear, y puesto que temió puso tal guarda en el suyo, con miedo deste
que aquellas heridas fuessen las postreras gigante que matastes, que por fuerza y con-
de sus días, consolábase que con ellas salva- tra razón nos la quería tomar, que casi le
ra de peligro las tres doncellas que el gi- hicimos perder la esperanza de los poder
gante allí metió. haber. Y agora, habiendo días que no nos vié-
ramos, determinamos juntarnos en una ribera
CAP. XXYIII.—Cómo las doncellas socorrie- que aquí cerca está; donde estando todas tr,es
ron al caballero del Salvaje, y cómo con su en una tienda acompañadas de seis caballe-
ayuda fue sano. ros, este Oalfurnio, que siempre tuvo sus es-
pías sobre nosotras, nos salteó de manera,
ISTo tardó mucho que las doncellas bajaron que matando algunos dellos los otros prendió,
al patio, que aun no estaban metidas en la y nosotras fuimos traídas á esta parte, donde,
prisión, que el gigante no tuvo lugar de lo si Dios no nos acorriera con vuestra perso-
poder hacer, por socorrer sus caballeros que na, no tan solamente fuéramos robadas de la
andaban en la batalla con el del Salvaje, y hacienda, mas aun de la honrra y fama, que
hallándole tan maltratado que casi estaba más se debe estimar que la propia vida». El
sin acuerdo, si no fuera tal que con el esfuer- del Salvaje, que ya oyera nombrar á su pa-
zo suplía la falta de los otros remedios, y con dre y sabía que fuera gran señor y persona
toda diligencia le curaron las heridas, pro- de mucho precio, las acató con más cortesía
veyendo en aquellas donde le parecía que que hasta allí hiciera, uniéndose por dichoso
había más necesidad. Arianda, que era la más de haber socorrido á personas de tanta valía
vieja dellas y gran sabidora en aquel arte, y merecimiento [como] estas mujeres, pu-
le curó con tanto tiento como á persona á niendo en su voluntad de pedir al rey Fadri-
quien ya debía tanto, proveyendo de lo ne- que su señor que les tornasse su señorío, pues
cessario de una botica que el gigante tenía. yerro del padre no fuera tamaño que las hijas
Artifar su escudero, viendo la mala disposi- quedassen desheredadas, como después hizo;
ción de su señor, temiéndose que algunos y porque aquella fortaleza en que estaban le
criados del gigante se apoderasen del casti- pareció una de las más hermosas y fuertes
llo, le hizo llevar á un aposento que en lo que en su vida vio, pidió á Arianda que la
más alto de la torre estaba, á donde las don- hobiesse tomar del, pues fuera el principal
cellas le acompañaban, y asegurándose de remedio de sus heridas con que ella se ganara,
las ptiertas y entradas de la fortaleza, puesto prometiéndole que no sería aquél el postrero
que desso había poca necessidad, que tanto servicio que á ella y á sus hermanas esperaba
que el gigante fue muerto no hubo persona hacer; y todas le tuvieron en merced tamaño
que en él quissiese entrar, porque hasta allí ofrecimiento y voluntad que para ello mos-
más por fuerza que por grado le servían. ISTo t r a r a , y pidiéndole les dijesse su nombre
passaron muchos días que el caballero del para saber á quien tanto debían, «Mi nombre,
Salvaje se levantó, puesto que primero que respondió él, es tan poco conocido, que no os
caminase pasaron algunos días que lo pudie- lo quería decir por la poca esperanza que con
sse hacer, y en los que allí estuvo quiso sa- él os pudo poner; abasta saber de mí que
ber de las doncellas quien eran y la razón siempre tendré este cuidado de vos servir; y
por que el gigante las prendiera, pidiéndoles si yo acabara una aventura en que voy que
que se lo dijessen. Artianda, que era la me- muchos se pierden de aquí, vos prometo que
diana y más hermosa, le dijo: «Señor, es tan lá primera cosa en que después entienda sea
grande la merced que mis hermanas e yo en el descanso de vuestra persona y remedio
tenemos recibida en el socorro que nos hicis- de vuestra vida». Artinakla le dijo: «Señor,
tes, que sería yerro dejar de decir la verdad si el agradecimiento que unas pobres don-
de lo que nos preguntáis. Todas tres somos cellas pueden dar á essas palabras, recebí de
hermanas, hijas del marqués Beltamor, va- nosotras esta voluntad que tenemos para ser-
sallo del rey Fadrique de Ingalatérra, que vir á lo que mostráis de no hacer mercedes,
por un enojo que del tuvo le desterró de todo pues en otra cosa no podemos satisfacer lo
su estado; y porque nuestro padre era rico que tan virtuoso desseo merece, y de aquí
de dinero, vínose para esta tierra, donde por adelante estaremos por debajo de la or-
hizo tres castillos en tres montes, para cada denanza de lo que de nosotras quisiéredes
una el suyo, viendo que el otro señorío que hacer; la aventura á que, señor, decís que is,
antes tenía no le podía más heredar, y por no sois vos á quien nenguna ha de quedar por
esta razón se llaman estos montes de las Tres acabar sino aquella que no eometiéredes, sal-
PALMERIK* DE I N G L A T E R R A 49
vo si fuere esta de la gran breña (*), donde comenzóle traer á la memoria muchas perso
dicen que se pierden todos los caballeros del ñas por quien ya passara otro caso como el
mundo, ele que se puede perder esperanza suyo, estorbándole tamaño estremo de sen-
de la ver acabar á ninguno; puesto que ella timiento en cosa tan desnecessaria, por ser
para alguno está guardada, por lo que vimos, en tiempo que con sentirse mucho no se podía
creemos que para vos se guardó». El del Sal- remediar, que las que son perdidas y que
vaje, atajando á sus razones, mudó la pláti- mucho duelen, si se alcanzan, entonces se
ca, 37 estuvo en su compañía hasta que se llama bien empleada la passión que por ella
halló en desposición para caminar, y toman- se recibe; mas donde la esperanza es perdi-
do licencia dellas se partió, dejándolas en da, mucha mayor pérdida se recibe en la pas-
sus castillos con mayor assosiego de lo que sión que consigo trae, por lo poco que en ello
antes vivían, y aun hoy en día aquellos mon- se gana y lo mucho que se puede aventurar;
tes donde están edificados se llaman los mon- «assí que, pues esto está claro, y vos, señor
tes de las Tres Hermanas; el del Salvaje ca- Floramán, decía el emperador, no sois tan
minó por sus jornadas hacia Ingalaterra, so- poco llegado á razón que una hora que otra
lamente de lo que passara tiniendo en la no conozcáis la ofensa que con vuestra vida
memoria que en los famosos y singulares hacéis á Dios, ni en esso no servís tanto á la
los pequeños yerros son dignos de mayor señora Altea que más la sirviéssedes por otro
pena y las grandes obras de mucho mayor camino, mira las aventuras que agora hay
nombre. en el mundo y que de los tales como vos
se espera la vitoria dellas; emplea vuestra
honra con hacer obras dignas de fama; no
CAP. XXIX. - Cómo á la corte del empera- deserviréis á Altea ni al amor que ella os
dor vino la doncella Lueenda, y de las puso». «Señor, bien veo que todas las cosas
nuevas que dio. de vuestra alteza fueron siempre llenas de
Ya se dijo cómo al tiempo que el caballero respetos singulares y dichas á buen ñn, y
de la Fortuna venció á Floramán de la justa, aunque conociesse que las mías eran guiadas
el emperador quedó en estremo descontento en estos días passados más de voluntad que
de no saber quién era, presumiendo su vo- de razón, estaba ya tan entregado á ella, que
luntad que podía ser Palmerín; por tanto, no le pude huir; mas agora que veo que esso
viendo que su desseo con aquella passión no ni otra cosa no me aprovecha, y que la for-
se curaba, determinó de olvidallo hasta su tuna se muestre en todo mísera sin yo lo ser
tiempo, y viniéndole á la memoria el prín- poco ni mucho della, quiero ver en las otras
cipe Floramán, quiso ule á ver acompañado aventuras lo que querrá hacer, por lo cual
de algunos príncipes y señores de que en yo haré lo que vuestra alteza manda; aun-
aquellos días la corte estaba llena, y esto sólo que al presente será malo de acabar comigo,
para le consolar de su tristeza; Floramán después no sé lo que será, por lo cual, pues
que lo supo le vino á recebir á la puerta ves- en esto me quiere hacer merced, hágamela
tido de un ropón negro aforrado conforme al del todo en meterme en cuento de los suyos
tiempo y á su cuidado; el emperador le trató para que con este contentamiento y honrra
con amor, de que sus palabras y obras anda- satisfaga alguna parte de la quiebra que den-
ban acompañadas; después de le preguntar tro de su corte fice». «Yo soy el que gano
por la desposición de su persona, comenzó ele tanto en esso. dijo el emperador, que de mu-
mover plática sobre cosas alegres, por ver la cho no os lo ossaba pedir, y pues vos de vues-
cara que las mostraba; mas Floramán las re- tra voluntad me ofrecéis lo que tanto des-
cebía tan mal, por ser fuera de su costumbre, seaba, mira si lo puedo negar». Floramán se
que á. nada respondía sino con palabras des- abajó para le besar las manos; él le levantó
concertadas, bien desviadas de la respuesta abrazándole muchas veces, agradeciéndole
y agradecimiento que las del emperador me- la mudanza de su propósito. Acabadas estas
recían. El emperador, sintiendo cuan arrai- palabras, de que el emperador quedó satis-
gada traía en el alma aquella tristeza, y fecho, se fue á la emperatriz que ya le man-
viendo el precio de su persona assí en las dara llamar y le estaba aguardando con nue-
armas como en las otras calidades, no podía vas de su contentamiento, y le vino á rece-
encobrir el dolor que u n mal sin remedio bir con Lueenda de la mano, diciendo:
apartaba un tan buen caballero de la conver- «Señor, págaselo, é diraos quién venció á
sación de los otros; quiriendo probar si le Floramán». El emperador, que en estremo
Podía quitar del yerro en que andaba metido, lo desseaba saber, no se pudo tener con el
alboroto que de aquéllas le nació; se sentó
en el estrado con la emperatriz, mandándole
(') ¿Por «Gran Bretaña»?
LIBROS DE OABALLEBIAS,—II.—4
50 LIBROS DE CABALLERÍAS
que dijesse lo que sabía tan alto que todos perpetua, que cuando ella es singular y
lo oyessen, porque si las nuevas fuessen ele de cosas grandes, hace nobles á los que la
j>ersona con quien se debiesse holgar, cada dejan.
uno recíbiesse parte del placer que de ahí le
podía venir. Entonces Lucenda, puesta en CAP. XXX.—Del desafío que hubo Tremo-
pie, dijo: «Señor, el.caballero de la Fortuna rán con un caballero estremo sobre el ca-
que á vuestra corte vino armado de armas de ballero de la Fortuna.
pardo y abrojos de oro por ellas como vistes, e
que en ella tan presto venció al famoso prín- Otro día, después de la venida de Lucen-
cipe Floramán, é de cuyas cosas por el mundo da, estando el emperador á la mesa y con él
se habla, sabe que es aquel hermoso doncel Floramán, que, aunque aquellos días no es-
Palmerín que Floren dos á vuestra casa trujo tuviesse bueno, vino á palacio para le mos-
y vuestra majestad mandó criar, y de quien trar su voluntad que le quedara de serville,
en el principio de su criación la sabia del y con él otros caballeros de precio, platican-
lago de las Tres Hadas mandó anunciar gran- do todos en las cosas del caballero de la For-
des cosas»; entonces contó cómo le hallara en tuna, casi por maravilla uniéndolas por tan
casa de Rianda sti tía, y de ahí viniera á la grandes de todos los otros, que las paseadas,
corte, por lo que ella le dijera, que de su estimadas de antes en mucho, agora pare-
parte le pidiesse perdón por no darse á cono- cían de menos valor, que para Floramán era
cer, que su determinación era no parecer harto contentamiento ver tanto en estremo
antél hasta passar por el aventura que de la loar á persona de quien fuera vencido y de
Gran Bretaña se sonaba, porque creía que quien lo eran tantos, antes que el comer se
allí y no en otra parte estaban los caballeros acabase, entró por la puerta un caballero
que entonces faltaban por el mundo, e que la mancebo armado de todas armas, solamente
tienda é lo demás diese su alteza á quien el rostro desarmado, las cuales eran de ver
viese que en su corte los merecía, pues en de harto galanas: en el escudo, que su escu-
el nombre de todos hiciera la batalla, aun- dero le traía, en campo verde un árbol de la
que, por lo que viera de Altea, conocía que mesma color que parecía que se vía de lejos,
nenguna le podía hacer ventaja sino la señora y él en sí tan bien dispuesto, que daba espe-
Polinarda. El emperador, que no podía disi- ranza de grandes obras; después ele llegar al
mular el placer que de aquellas nuevas reci- emperador y hacer la cortesía que debía, con
bió, dijo: «Por cierto, Lucenda, yo os mos- voz alta comenzó á decir: «Yo, señor, soy un
traré cuánto os agradezco el servicio que me caballero estraño que aquí no se sabrá mi
hicistes, e puesto que Palmerín se encubrió nombre por lo poco que ha que traigo armas;
de mí, mi sospecha me dijo siempre quién el desseo que tuve de me ver en la Gran Bre-
era; vaya por donde fuere, que sus cosas ya taña en esta aventura que se dice agora á don-
no pueden dejar de andar acompañadas de de todos se pierden, me hizo tomar esta or-
fortuna, pues ella en todo para él se guardó; den por ver si mi dicha sería mejor que la
la tienda darse ha á quien él dice por quien de alguno dellos, y caminando hacia aque-
tan bien la supo ganar, no sabe mal escoger lla parte, oí decir ele otra que en vuestra
que en mejor la merezco»; y porque era ya corte había sobre la fermosura de Altea, y
tarde, recojóse á su aposento, é todos aquellos porque una señora á quien sirvo me parecía
señores fueron a sus possadas desseosos de más dina desta vitoria que tocias las del
luego se partir, que la forma que [sabían] de mundo, vengo de lejos á buscalla en su nom-
las obras de Palmerín les hacía desear la par- bre, y aquí cerca supe que la hubo otro ca-
tida más presto; é tornando á él, dícese que ballero, y por más desgracia dijéronme que
á tres días de la justa suya é de Floramán, era ido para yo no poder tornar á veJla:
yendo hacia la Gran Bretaña, encontró con quería que vuestra alteza me dijese á dónde
Lucenda que venía ya de en casa de su tía le podría hallar, por no ver llevar á otro el
donde la dejara, e viendo que no le podía ne- precio que de más razón era mío que de otro
gar lo que passara en la corte, le. dio cuenta alguno». «Paréceme tan recia la demanda
de todo, rogándole que de su j>arte le des- que traéis, dijo el emperador, que no os
culpasse á el emperador, dándole por dis- aconsejaría que la siguiéssedes; el caballero
culpa de no se le dar á conocer, como ya que decís no sé adonde está, mas sé que por
oistes; apartándose uno de otro, ella para donde fuere sus obras lo descubrirán». «Por
Costantinopla y él á Ingalaterra, con des- essa confianza que vuestra alteza tiene, dijo
seo de se ver en aquella afrenta en que el otro, deseo hallalle, pues de cualquier
otros muchos estaban, deseando perderse allí cosa que con él me avenga me viene honrra
ó restituir á todos y alcanzar en essa fama y gloria, que si me venciese, sabrá de mí
P A L M E R I N DE I N G L A T E R R A 51
que me probó coa él, y si le venciere, que- se acabar de vencer, y tanto hicieron por
dará comig'O el crédito que del tenéis; y el derribarse, que ambos vinieron al suelo sin
servicio que en esso hiciesse á quien me le ningún acuerdo, salvo que Tremorán con
hace buscar, sería de mayor merecimiento algún tanto más que su contrario, mas no
que lo que él hizo á otro». En esto salió tanto que tuviesse cierta la Vitoria. El empe-
clentre la otra gente Tremorán. hijo del du- rador les mandó sacar del campo, tiniéndolos
que Lecesín, nieto clel emperador Trineo, por muertos ó cerca; el escudero del caballe-
diciendo: «Bien creo que en no hallar aquí ro estraño llevó su señor á una possada que
el caballero de la Fortuna fue para más hon- para los forasteros estaba ordenada, á donde
ra vuestra: su majestad vos aconsejaba bien; todas las cosas se daban tan cumplidamente
mas vos no queréis seguir su parecer, aquí como cada uno había menester; mas el em-
están algunos de sus amigos que en su nom- perador, que le pareció ser persona de pre-
bre harán batalla con vos; y si quisierdes cio, mandó saber secretamente de su escu-
que yo sea, yo holgaré mucho, por que el dero quién era, y sabiendo ser Roca-monte,
caballero de la Fortuna sepa que le sirvo en hijo del rey de Bohemia, le mandó aposentar
alguna cosa». «Bien creo, dijo él, que la dentro de palacio hasta que fuesse sano, y
amistad que con él tenéis os hace desear po- de ahí quedando en servicio juntamente con
neros en campo conmigo sobre cosa que bien tantos y tales caballeros como entonces ha-
podéis escusar, pues á vos os toca tan poco, bía en su casa, se partió para la Gran Bre-
y porque esto no parezca escusa, si su ma- taña, menos confiado de la acabar de lo que
jestad nos asegura el campo ios armar antes hasta allí fuera, mas porque no se dijesse que
que se os passe esta voluntad». Al empera- era de los que se quedaron. Este Roeamonte,
dor le pesó de Tremorán tan sin causa ele siendo mancebo de veinte años, era tan or-
querer tomar batalla con quien tan sin eno- gulloso en sí, que cualquier cosa de esfuerzo
jo venía a su corte, y porque no podía ya le parecía pequeña para acometer, y con esta
hacer otra cosa, consintió en ella, tomando confianza de sí mesmo, oyendo decir de la
sus gajes; Tremorán se fue armar, y el ca- pérdida de todos los caballeros del mundo y
ballero se metió dentro del cerco en que dónde se perdían, deseó de verse en aquella
para los tales casos estaba hecho, á esperarle, afrenta, que hizo á su padre que le armase
que no tardó mucho, viniendo armado de ar- caballero; yendo la vía de Ingalaterra por
mas negras, que aun no las vistiera, que las seguir su propósito, supo de un doncel cómo
había hecho para la demanda de Ingalaterra, Floramán estaba en la corte del emperador
y eran de aquella color por mostrar cuánto man tiniendo las justas que ya oistes, y por-
sentía la pérdida de Primaleón su.señor; en que él amaba más que á ssí mesmo á Lucia-
el escudo en campo negro un león pardo; na, hija del rey de Dinamarca, y ciego del
cabalgaba en un caballo overo grande, y amor o de bien que la quería, pensaba que
vino tan bien puesto, que en aquellas mues- nenguna no se podía igualar con ella, mudó
tras de fuera se juzgaba lo mucho para que el camino por se venir á ver con Floramán,
podía ser. que, como ya se dijo, este fue ano y, vinciéndole, llevar la imagen de Altea á
denlos noveles que el día de los torneos hizo su señora, y en tanto que supo que el caba-
más cosas en armas; tanto que entramos fue- llero de la Fortuna le venciera, se vino á la
ron en el campo, sin más detenerse fueron, corte del emperador de Grecia y pasó lo que
abajaron las lanzas, se toparon de los cuer- oistes; acabada la batalla, los caballeros man-
pos de los caballos y escudos con tanta fuer- cebos que aun estaban en corte se despidie-
xa, que ellos y sus señores vinieron al suelo, ron, yéndose unos para una parte y otros para
y levantándose con mucha desenvoltura, otra, puesto que todos con una intención,
arrancaron do las espadas hiriéndose con ta- que era hallarse en la perdición de la Gran
maño ímpetu, que en pequeño espacio esta- Bretaña, entre los cuales fue el príncipe
ba el suelo cubierto de rajas de los escudos Florencios y su hermano Platir, de que Gri-
y mallas de las lorigas y ellos heridos en donia comenzó á sentir nueva soledad, te-
algunas partes, de que perdían mucha san- miendo que la fortuna del padre pudiesse
S r e ; el emperador estimaba el esfuerzo de alcanzar á los hijos, para que tarde ó nunca
cada uno, tiniendo aquella batalla por una lograsen á él ni á ellos; assí que esta vez
tío las buenas que viera, y en todo esto nun- quedó la corte de Oostantinopla desierta del
ca oessaba su porfía, hiriéndose por donde tocio, y el emperador tan solo, que no le que-
mas daño se podían hacer, dándose tan gran- daba para defensa de la ciudad sino mujeres,
des heridas y perdiendo tanta sangre, que y puesto que sentía mucho este segundo
eu esto le ponía en tamaña flaqueza que casi apartamiento, disimulábale de lo mejor que
andaban por caer, y trabándose á brazos por podía, sintiendo en sí tamaño dolor ppflié
52 LIBROS D E CABALLERÍAS
darle á otro, y también porque en las cosas caballos, con miedo, quebraron las cuerdas,
que mucho se sienten es mejor el sufri- huyendo por el campo; Selvián tras ellos por
miento. los tomar, en esto subiera por donde el mes-
mo saliera un hombre grande de cuerpo, cu-
CAP. XXXI.—De lo que, aconteció al caba- bierto tocio ele pelo á manera ele salvaje, la
llero de la Forkma en el viaje de Ingala- barba blanca y crecido el rostro ya arrugado,
terra. en la mano izquierda un arco y en la dere-
cha una flecha con su yerba, y una aljaba
Tanto que el caballero de la Fortuna se par- llena dellas, y alrededor del brazo una cuer-
tió de la doncella, anduvo por sus jornadas da con que -el león se prendía; y en viendo
hacia el reino de la Gran Bretaña, acompa- al caballero de la Fortuna, puso en el arco la
ñado siempre de aquel cuidado con que sa- flecha qiie en la mano traía y hizo un tiro
liera ele Costantinopla, sin hallar ninguna con que le passó el escudo, y casi las armas
aventura que de contar sea, hasta que llegó .si su fortaleza no le impidiera. El caballero
á cabo de Tangís, que es un puerto de mar; de la Fortuna, que conoció ser aquel su mis-
y porque el viento era muy contrarío, estu- mo padre, no supo qué se hacer, porque he-
vo algunos días esperando por bonanza para rillo acabáralo mal consigo, metelle en ra-
se embarcar; no tardó mucho que el viento zón para que le conociesse era necesario más
se trocó, y embarcándose en un navio que espacio, según el salvaje acostumbraba tener
iba á Inglaterra, siendo el viaje próspero, en poco; y viendo que el león, perdido ya el
pocos días aportaron en el puerto de Sant miedo que hasta allí mostrara, con el esfuer-
Mateo, que está á dos leguas de Sorlingua; y zo que el salvaje le diera, arremetió á él, clió-
porque en aquel navio viniera una señora de le un golpe ele la espada que, cortándole en-
quien rescibiera mucha honrra, la fue acon- tramas manos que en el escudo le echara, le
pañar hasta donde tenía su asiento, y allí re- hizo caer en tierra, y trayendo siempre el
posó aquella noche; á otro día se partió, al- ojo en el arco clel salvaje recibió otra saeta
gún tanto contento con se acordar que ya con que le tirara, y entonces arremetió de
estaba én aquella parte que deseara para pro- súpito abrazándose con él primero que hicie-
bar su ventura si era más que la de los otros se otro tiro. El salvaje, que tenía gran-
hombres, y caminando contra la ciudad de des fuerzas, trabajaba por se soltar de sus
Londres acompañado de muchos pensamien- manos, mas no lo pudo hacer tan presto
tos, un día ele gran calor, atravesando por que el caballero de la Fortuna no le ablan-
la montaña del Desierto á donde naciera, dase con palabras, trayénclole á la memoria
llegando á un prado que en él se hacía, se quién era, de que el salvaje fue tan placen-
apeó para refrescarse en el agua ele una fuen- tero que, apartándole con sosiego, no le que-
te donde le bañaron el primer día que nació, ría dejar; entonces se sentaron entramos al
bien descuidado de pensar lo que allí le acon- pie de la fuente, á donde el caballero de la
teciera. Selvián quitó los frenos a los caba- Fortuna le dio muy buena cuenta ele todas
llos, y, dejándolos pacer, le dio á él algo que sus cosas, y le dijo como Selvián su herma-
comiesse, de que siempre andaba proveído; no era el que fuera tras los caballos. El sal-
y estando entramos platicando en las aven- vaje despantado no sabía qué se dijesse, y en
turas ele aquella tierra y cuan singular pare- la verdad, si la razón y el entendimiento no
cía, salió de lo espesso clél monte un venado, fuera en él tan grosero, bien hallara que de-
que con la furia que traía quebraba todas las cir y muy mucho más de que se espantar;
ramas por donde passaba, y tras él un león. mas como su naturaleza no fuesse para más
El caballero ele la Fortuna, que sintió el es- que para sentir lo que los brutos animales,
truendo dellos primero que los viesse, se le- acordábasele todo lo que paseara y el riesgo
vantó en pie, y el venado, á quien el miedo que ya corriera con aquel caballero en aquel
le amostraba á buscar guarda, tomó por re- propio lugar el primer día de su nacimiento,
medio, cosa contraria á su naturaleza y de estando muchas veces movido para, le decir
que en otro tiempo huyera, que fue llegarse todo lo que passara, y después que parecién-
á él, no queriendo pasar adelante, como si dole que le perdería del todo no lo quiso ha-
allí tuviera la vida más segura. «Por cierto, cer, y así platicando en algunas cosas estu-
dijo el de la Fortuna, pues vos en mi ayuda vieron hasta la noche esperando á Selvián;
confiáis, primero quiero passar por la afrenta como en aquella tierra para este caballero se
en que estáis que vos por ella paséis»; y sa- guardasen las aventuras, no vino, por un
cando su espada estuvo quedo, mas el león desastre que le aconteciera; entonces, viendo
se detuvo, conociendo que era hombre, á que no venía, se fueron para la cueva á don-
quien todas las cosas de razón obedecen. Los de su mujer estaba, y ella que supo que el
PALMERIK DE INGLATERRA 53
caballero era Palmerín, le recibió con el amor dado, que en él se adurmió, mas el sueño
con que de antes le criara, derramando mu- no era tan descansado que le dejasse repo-
chas lágrimas por la soledad de los otros, y el sar; antes recordándose con un sobresalto
que más pena le daba era Selvián; mas conso- grande como quien en su corazón sospecha-
lábase con saber que el día de antes se apar- ba alguna afrenta, miraba á una y otra par-
tara dellos y que muy presto le vería. Aque- te, y no vio á nadie consigo sino el mar, más
lla noche durmió el caballero de la Fortuna manso á su parecer de lo que solía, y alre-
eu una cama de pieles, conforme á la que dedor de sí otro de lágrimas que sus ojos de-
siempre en aquella casa tuviera; la mujer rramaron, por donde conoció que hasta en
del salvaje le quisiera mostrar los paños con el sueño el cuidado no dormía; después, vol-
que viniera envuelto el día que naciera y des- viéndose contra la tierra, vio metido entre
cubrille quién era; el salvaje no quiso, por unas matas un batel grande cubierto de ra-
no le hacer perder la sospecha en que vivía ma, y llegándose á él por ver si estaba al-
de le parecer que podría ser su hijo; á otro guien dentro, halló dos hombres; uno dellos,
día por la mañana, armado y así á pie como que hubo lástima del por le ver tan mance-
estaba se despidió de aquél su padre y ma- bo y assí á pie, comenzó á consejalle que
dre que tanto tiempo criaron, metiéndose en se fuesse; en esto llegaron cuatro peones ar-
el camino solo y descontento ele sí por se ver mados de corazas y alabardas que empidie-
en tal estado en parte en donde el caballo ron la plática, y traían entre sí un hombre
más lo era necessario, temiendo las vueltas preso, y siendo más cerca, el caballero de la
de la Fortuna, que muchas veces cuales tu- Fortuna conoció que era Selvián su escude-
vieron los principios acostumbra tener el fin. ro, y viéndole tan mal tratado, no pudiendo
encubrir el dolor que dello recibió, se llegó
á ellos rogándoles que le soltassen; mas uno
CAP. XXXII. — De lo que hizo el caballero de dellos echó mano del, diciendo: «Agora bus-
la Fortuna después que salió de casa del ca quién os suelte á vos, que este otro á buen
salvaje. recaudo está». El nuestro caballero se des-
Partido el caballero de la Fortuna de casa envolvió dellos dando en los pechos á uno
del salvaje, anduvo assí á pie tanto espacio con la mano armada tan gran golpe, que le
del día sin saber á qué parte caminaba, que, hizo caer á sus pies; y arrancando del espa-
siendo ya passado la mayor parte del, oyó da, hirió á los otros que ya le herían á él,
contra la mano izquierda batir la mar, y ca- de tal suerte, que en pequeño espacio los
minando hacia aquella parte, conoció que paró tales, que á los dos mató y al otro hizo
aquel era el propio lugar donde le halló el liuir por donde vino, y luego cortó las cuer-
muy esforzado Polendos, rey de Tesalia, tra- das con que le traían atado, preguntándole
yendo á la memoria la mansedumbre de aquel qué desastre fuera aquél por que assí le pren-
día y la hermosa galera en que viniera dan- dieran. Selvián, que le pareció que aun allí
do con los remos en el agua ribera de la pla- no estaban seguros, dijo: «Señor, vamos de
ya, y echando los ojos hacia donde aquella aquí; por el camino vos contaré lo que pas-
vez caminara, acordósele de Costantinopla sa». «Primero lo quiero saber, dijo él, para
y el amor con que el famoso emperador Pal- después determinar lo que se ha de hacer»;
merín le recibiera, y cómo de su mano le mas aún no lo empezaba á contar, cuando
diera á la hermosa Polinarda; trujóle esto vieron venir dos hombres con dos caballos
tamaña soledad (1), que no pudiendo disimu- del diestro, y tras ellos, encima de otro, un
lar consigo mesmo la passión que aquesto le gigante de grandeza desmedida, armado de
daba, se subió en una peña alta que en lo armas sin ninguna pintura. «Esto era lo que
más hondo del agua caía, porque de allí iba recelaba», dijo Selvián; mas el caballero de
la mar de más lejos: allí las ondas más bra- la Fortuna, que aquél era el primero que
vas que en otra parte batían, mas á él todo viera, temió algún tanto, mas no para dejar
le parecía manso en comparación de su do- de hacer lo que en tal caso se requería; el gi-
lor. Assí estuvo tanto revolviendo en su cui- gante, viendo el destrozo de los suyos, hubo
tan gran enojo, que arrancando del espada
í
( ) Este vocablo, impropiamente empleado aquí y
que traía en la cinta fuera de medida, arre-
en otros lugares del texto castellano del Palmerín, metió á él pensando de tropellarle, mas él
no es otra cosa que la traducción inexacta de la pala- se desvió con la suya en la mano, dándole
bra portuguesa gatedade, qae significa melancolía, al passar un tan gran golpe en una pierna
pasión profunda de ánimo. La versión más aproxi- por encima de la rodilla, que le hizo tan
mada. aunque no por completo exacta, sería la del
catalán añoranza. Véanse las observaciones del señor gran herida que casi se la cortó toda; el gi-
Purser en su precioso Palmerin of England, pág. 322 gante, que no lo sintió con la furia que He-
y siguientes.
54 LÍBEOS DE CABALLERÍAS
vaba, volvió con otro golpe, y recibiéndolo que queréis hacer de nosotros». «Quería, si
en el escudo, fue tal que la mitad le echó en vosotros quisiéssedes, elijo él, que os presen-
el suelo, y el caballo, con la fuerza que lle- tásecles de mi parte ante el rey de Iugalaterra
vaba, tropezó y dio con el gigante en el sue- y le diéssedes nuevas de la muerte deste Cau-
lo tan gran caída, que el de la Fortuna pen- boldán, con que sé que se holgará mucho por
só que le liabía muerto. Mas Cauboldán, que los deservicios que le tiene hechos». «¿Quién
assí liabía nombre, levantóse lo mejor que diremos, dijeron ellos, que es el que tan
pudo, puesto que la herida que recibiera en gran servicio le hizo?» «El caballero de la
el muslo le estorbaba no poder hacer á su Fortuna, que agora no tengo otro nombre».
voluntad; assí se anduvieron hiriendo de Con esto los despidió, y puniéndose á caba-
muchos y duros golpes, puesto que los del llo, comenzaron de caminar él y Servían, no
gigante fuessen con gran fuerza, los que re- le dando cuenta de lo que pasara con el sal-
cibiera eran dados á tan buen tiempo, que vaje, por no ciar causa para se detener más
hacían más daño que no los suyos, de que en tornar á velle, antes caminaron hacia
andaba tan furioso cuanto lo fuera en toda adonde oían que les decían que la perdición
su vida; el de la Fortuna se sabía guardar de todos era, que allí era bien cerca, no rece-
tan bien, que le hacía perder todo su traba- lando el peligro en que iba, porque su pro-
jo, volviéndole tales golpes que el campo es- pósito era virtuoso; que esta calidad tiene la
taba tinto de su sangre. El gigante, viendo virtud: todos los trabajos estimar poco y los
que nada le aprovechaba, arremetió al de la vicios mucho menos.
Fortuna pensando deshacerle entre los brazos,
mas no fue como pensaba, porque él le dio
tan gran ferida por entre los dedos de una CAP. XXXIII.—Cómo el caballero de la For-
mano, tal que se la hendió hasta el brazo. tuna encontró con Daliarie del Valle Es-
A este tiempo el gigante, muy desesperado, curo y perdió su escudo de la palma.
comenzó á blasfemar á grandes voces, tales Ya atrás se dijo cómo, al tiempo que el
que retumbaban por las concavidades que la caballero de la Fortuna salió de Costanti.no-
mar hacía, y passando la espada á la otra pla la primera vez, Selvián le traía el escu-
mano, tenía tan mal tiento en ella, que no do de la palma que Dallarte le enviara me-
daba golpe que mal hiciese, por lo cual el tido en una funda de paño, por no ser cono-
caballero de la Fortuna se llegaba á él más cido por él, guardándolo para alguna grande
sin recelo, haciéndole tales heridas, que le necessidad si en ella se viesse; mas después
hizo venir al suelo como si cayera una torre, de la batalla que entre el y Cauboldán se
y luego fue sobre el y le cortó la cabeza; y acabó, el caballero de la Fortuna miró por
puniendo los hinojos en tierra, dio gracias el escudo, porque el otro fuera todo deshecho
al Señor que de tal peligro le había librado. y en aquella tierra había menester armas
Los hombres que estaban á caballo, acabada dobladas según en ella las aventuras diferen-
la batalla se fueron á él rogándole que no tes de las otras sucedían, y viendo á Selvián
los matasse por venir en compañía de tan sin él, túvolo á mala señal, pareciéndole que
mal hombre; el de la Fortuna, que no lo te- no le perdiera sin algún misterio. Selvián le
nía en su pensamiento, los recibió mejor que dijo: «Señor, allende de hasta agora no me
ellos esperaban, rogándoles que le dijessen dar el tiempo lugar de os decir lo que pasa,
la vida y nombre del gigante. «Este gigante, recelaba también la passión que podéis reci-
dijo el uno d ellos, se llamaba Cauboldán de bir. Ayer, antes que el gigante me prendies-
Murcela, señor del castillo de Peña Broca; se, siendo ya á vista del, atravesó por medio
fue de los crueles hombres del mundo; tuvo de la floresta donde yo iba una doncella en-
otro hermano que se llamaba Galfurnio, que cima de un palafrén blanco; llegando á mí,
vivía en la costa de Irlanda, y porque le die- me echó mano de las correas del escudo,
ron nuevas que un caballero le matara en diciendo: Selvián, déjamele llevar antes que
batalla, se partió de su castillo con propósito esse diablo que ahí viene le tome, que sería
de destruir cuanta gente hallasse, en ven- mayor pérdida de lo que piensas, y yo le
ganza de su hermano; y porque el viento le tornaré á tu señor en el tienpo que más le
trujo á esta parte, dejó el navio en que vino habrá menester. Yo, porque vi que me sabía
tras aquella traspuesta que la mar hace, y el nombre y el gigante venía ya muy presto,
salió en tierra por ver si hallaba alguien en finiendo que eu esto os servía más que en
quien satisfacerse, y hoy, recogéndose ya, tomármele, se le di, y la doncella desapare-
halló al escudero que vos amparastes, que ció tan presto, que no supe juzgar para qué
andaba tras estos caballos que nosotros aquí parte fuera». El caballero de la Fortuna, es-
trajimos, y mandóle prender; agora ved lo pantado de lo que Selvián le dijo, por ser
PALMERTK" DE INGLATERRA 55
cosas de que no entendía el fin, se dejó ir no haber defensa en las armas, y de otra
pensando en esto y en otras cosas que enton- parte las espadas andaban tales, que esto les
ces le venían á la memoria; mas Selvián le hacía herirse con menor peligro; el caballero
tornó á decir: «Decí, señor, ¿oís TOS lo que de la Fortuna se tornó á poner en medio, ro-
yo oigo?» «¿Qué es lo que tú oyes?» dijo el de gándoles que dejassen su contienda, pues era
la Fortuna. «Gran ruido de armas, dijo Sel- sobre cosa que se podía bien escusar; mas
vián, hacia aquella parte de los árboles al- no aprovechó nada con ellos, porque la ira
tos, y no puede ser sino que alguna batalla que al presente los señoreaba no les dejaba
se hace junto dellos». El caballero de la For- conocer la razón ó lo que más les era menes-
tuna volvió las riendas al caballo por ver si ter. A este tiempo se cubrió el aire de una
era assí, tomando un galope apresurado, y niebla espesa y negra, con la cual se per-
llegando donde aquella batalla se hacía, vio dieron de vista unos de otros, sonando los
cuatro caballeros á pie envueltos unos con- golpes que se daban al parecer más recios
tra otros, dos de cada parte, y puesto que las que los primeros; la escuridad fue tan gran-
armas estaban ya tan deshechas que en ellas de y el temor que cada uno tuvo de herir á
no se podía devisar nenguna cosa, en la pie- su compañero tal, que les hizo dejar la ba-
za clel escudo de uno dellos parecía una ca- talla, cayendo en el suelo tan sin acuerdo
beza de un toro blanco, que era la devisa de como aquellos que por fuerza de encanta-
Pompides, hijo de don Duardos; de los otros mento estaban robados de todo su sentido
nunca pudo conocer ninguno, puesto que to- natural. Luego se comenzó aclarar la niebla
dos le parecían tales que dudaba haber en y el caballero de la Fortuna vio llevar los
el inundo quien les hiciesse ventaja; y pi- cuerpos dellos metidos en un carro que cua-
diéndoles que le quissiesen oir, se quitaron tro caballos negros guiaban, y no sabiendo
afuera, assí por lo haber menester como por determinar cosa tan espantosa y nueva, alle-
hacer su voluntad, «Señores, dijo el de la góse á los escuderos que tras los caballos por
Fortuna, véoos tan maltratados de las feri- el campo andaban llorando, con propósito de
das que en esta batalla recebistes, y la bon- saber dellos los nombres de sus señores, y
dad y esfuerzo tan igual en ella, que he miedo oyendo decir que uno era Platif, hijo de
que sea para más daño; pícloos por merced Primaleón, y el otro Floramán, príncipe de
que si la razón por que la hacéis es tal que Cerdeña, y los otros Pompides y Blandidón, y
la podáis escusar, lo hagáis por amor de mí, que la diferencia de la batalla era sobre él,
que ahí queda tiempo en que después os lo de lo cual quedó más apasionado y triste que
pueda servir». «Es sobre tan pequeña cosa, antes, y echábase á sí mismo la culpa en de-
dijo el uno dellos, que no está en más dejalla jarla passar tan al cabo; mas consolábase
<pie en confessar esse caballero del Toro para mucho con pensar que quien á tal tiempo los
qué busca á otro por quien nos preguntó». socorriera no sería para dejallos clel todo sin
«Esso no sabréis vos de mí, respondió el del poner remedio en sus personas. Uno de aque-
Toro, sino hasta que mis fuerzas no puedan llos escuderos, á quien preguntó por la razón
defenderme». Con esto se tornaron á herir de aquella diferencia, le dijo: «Platir, mi se-
con tanta braveza como si entonces comenza- ñor, que es el que traía las armas blancas,
ran la batalla, hiriéndose de manera que en salió de la corte del emperador su agüelo en
pequeño rato pusieron las armas en uecessi- compañía del príncipe Floramán había pocos
dad de otras para ampararse, andando tan vi- días, con propósito de venir á esta Gran Bre-
vos como si aun tuvieran sus fuerzas enteras. taña y probarse en las aventuras della, y
Al caballero de la Fortuna pesaba tanto ver verse con el caballero de la Fortuna, á quien
morir aquellos caballeros, como si él fuera- entramos lo buscaban, que son sus amigos, y
cada uno dellos, assí que cada uno dellos ver sus caballerías de quien tan altamente se
traía muchas heridas y el desseo aparejado habla; hoy, siendo el segundo día que en esta
para reeebir otras de nuevo. El de la Fortu- tierra entramos, se toparon con aquellos ca-
na, desconfiado de los poder quitar de su balleros, y después de se haber hablado,
contienda, los estuvo mirando, á donde le uno, que traía un toro blanco en el escudo,
parecieron todos estremados caballeros; mas les preguntó por el caballero ele la Fortuna
sobre todos le pareció uno que traía las ar- si 3e darían nuevas del; y sobre querer saber
mas blancas sin otra pintura, assí en la des- para qué lo preguntaba tuvieron la batalla
envoltura como en el saber herir; mas con que vistes, en que van ya muertos ó cerca, y
toda su bondad no estaba tal que pensasse nosotros quedamos sin señores ni sin saber
salir menos que los otros, y ya en aquel es- qué haremos de nosotros cómo dellos pode-
tante se habían parado tales, que no se da- mos dar» . El de la Fortuna los estuvo conso-
ban golpes de que se hiciesen poco daño, por lando, aconsejándoles que se fuessen á Lon-
56 LIBROS DE CABALLERÍAS
dres, porque, siendo sus señores vivos, tar- qués Beltamor, assí de sus castillos como
de 6 temprano habían de ir allá á parar, y del otro que ganara á Calfurnio, partióse ca-
dejándolos contentos de sus palabras y de la mino de la Gran Bretaña, con intención de
voluntad eon que las dijera, tomó su cami- se probar en las aventuras della, y porque,
no para donde antes iba; y no anduvo mu- él no quería ser de los postreros^ diose ta-
cho por él, cuando por el mismo camino vio maña priessa en sus jornadas, que en pocos
venir un nombre vestido á manera de mon- días aportó en Ingalaterra, llevando otras ar-
tero, con su bocina al cuello, en la cinta un mas hechas de nuevo de la manera de las que
cuchillo de monte, encima de un caballo traía; assí siguió el camino de Londres para
grande y flaco, diciendo en voz alta, el ros- ir á ver al rey Fadrique y á Flérida, sin pen-
tro alegre y risueño: «Ya agora, Palmerín sar que había quien se lo estorbase el cami-
de Inglaterra, se llegan los días en que tus no: mas en aquellos días no eran tan poco po-
obras harán poner en olvido todas las de los blados los caminos y florestas de caballeros
otros passados, y esta Gran Bretaña será andantes y doncellas hermosas, aventuras y
tornada al alegría passada; no te espantes otras cosas semejantes que ninguno pudiesse
saber tu nombre, porque de ti y de tus cosas caminar seguro como pensaba. Assí aconte-
sé más de lo que tú puedes saber». El caba- ció que un di a ya tarde, siendo media legua
llero de la Fortuna tuvo en mucho oirse nom- de la cibdacl de Londres, vio venir una don-
brar en tierra tan estraña y desviada de su cella hacia sí en un palafrén, descabellada,
criación, y sospechaba poder ser aquel Da- las ropas mal compuestas, la color mudada
llarte del Valle Escuro, mas dudábalo por como quien de algún dolor ó temor venía
velle tan mancebo, porque de tati pocos días traspasada, hinchendo la floresta de gritos,
no se esperaba tan grandes obras. Dallarte, trayendo la voz ronca y cansada, que era
que entendió su sospecha, le dijo: «Señor señal de haber dado muchos y ser nacidos de
Palmerín, desseo tanto serviros, que os cosa que le mucho dolía; la cual, en tanto
quiero quitar de una duda en que os veo: que le vio, se allegó diciendo: «Pídoos, señor
sabe que yo soy Daliarte vuestro servidor, y caballero, por lo que debéis á la orden que se-
pues que de vuestras cosas os sabría dar guís, que me amparéis, que por fuerza quie-
buena razón, no quiero hacello, porque de ren robar mi honrra». El caballero del Salva-
aquí á que vos lo sepáis han de pasar pocos je, viendo que el otro venía tras ella armado
días, y será en otro tiempo donde recibáis de todas armas, salió á recebille, diciendo:
doblada alegría de la que agora podéis rece- «Mal empleadas sean en vos las armas, pues
bir». «No quiero, señor Dallarte, dijo el ca- trayéndolas para defender mujeres, ellas son
ballero de la Fortuna, saber más de vos de ofendidas de vos>. «Señor, no os engañe, essa
lo que vos mesuro quisierdes, que bien creo mala mujer, dijo el otro^ que no es como
que quien todo este tiempo me ha hecho pensáis»; todavía se puso el del Salvaje de-
mercedes, de aquí adelante no se olvidará lante, diciendo: «Primero vos teméis ba-
en lo que está por venir». Así platicando en talla comígo que la doncella reciba daño».
estas y en otras cosas ele que reeebía placer, «Pues assí queréis, dijo el otro, harélo,
le llevó hasta su morada, que estaba de la aunque contra mi voluntad» Entonces, apar-
manera que ya dije; mas después que fueron tándose uno de otro lo que era menester,
dentro, el de la Fortuna no le pareció cosa remetiendo con las lanzas bajas, se dieron
de más primor; allí estuvo algunos días que con ellas tales encuentros, que el caballero
Daliarte le detuvo, y supo cómo Platir y los vino al suelo y el del Salvaje perdió las estri-
otros caballeros de la floresta guarecerían de beras y estuvo cerca de haeelle compañía;
las feridas y que estaban curándose de sn el otro se levantó con la espada en la mano,
mano para presto ser en Londres, de que y el del Salvaje se apeó, y haciendo lo mis-
quedó más alegre que de antes, que en la mo comenzaron su batalla más peligrosa
imaginación de que los viera le hacían vivir de lo que cada uno esperaba, y no anduvie-
triste; assí estuvo en aquella casa hasta que ron mucho en ella cuando la misma don-
Daliarte lo dejó ir. cella volvió con otros dos caballeros, diciendo
contra el del Salvaje: «Señores, aquél es el
que mató á mi padre y agora mata á mi her-
CAP. XXXrV. — Cómo el caballero del Salvaje mano como veis; pídoos por merced que me
vino á la corte de Ingalaterra, y de lo mas venguéis»; y el uno de los que vinieron se
que le aconteció. bajó á pie, y porque vio al que la doncella
llamaba hermano ya maltratado, metióse en
El esforzado caballero del Salvaje, de que medio, diciendo: «¡A mí, traidor, que no á
ha mucho que no se habló, después de dejar quien no se puede defender!». El del Salvaje
pacíficas á las tres hermanas hijas del mar-
PALMERÍN DE INGLATERRA 57
que assí se oyó nombrar, teniéndose por Ubre sus palabras». «Si vos, dijo el otro, no quis-
de tal nombre, tuvo tamaño enojo, que con la siésedes dejar la batalla por mi ruego, será
ira que de aquellas palabras recibió no le pudo forzado á ella comigo, lo que no quisiera por
responder, antes, arremetiendo á él, pensó lo que á vos os cumple, pues vuestra persona
lierille en descubierto del escudo; mas el que tiene más necessidad de reposo que de bata-
con él hacía la batalla le recibió en el suyo, lla». «No hayas dolor de mí, dijo el del Sal-
diciendo: «Acaba primero comigo la batalla, vaje, qne yo tengo de acabar lo que comen-
que después grande es el día para hacella cé; ved agora lo que yo digo, y si vos me lo
con otro, y vos, señor caballero, apartaos defendiéssedes, aquí estoy para gastar en
afuera, que no quiero vuestra ayuda mien- este oficio todo lo que del día queda»; mas
tras me puedo defender». El otro lo hizo, estando en estas razones, el caballero con
porque le pareció mal acometer entramos á quien hacía batalla cayó en el suelo por falta
uno; el del Salvaje, que en estremo deseaba de mucha sangre que le saliera de una heiida
verse con él en batalla, se dio tanta priessa que tenía en la garganta, de que su compa-
en la primera ira, que en pequeño espacio le ñero quedó tan triste, que con el mucho do-
trató tan mal, que por fuerza le hizo venir al lor no se acordó de los cumplimientos de
suelo, no tanto a su salvo que no quedasse tan antes; sin decir nenguna cosa remetió al del
maltratado como se esperó de las manos con Salvaje con propósito de vengar en él la
quien hizo batalla; el segundo, como tuviesse muerte del otro; mas no halló la resistencia
la enclinación virtuosa y el ánimo grande, tan flaca que en pequeño espacio dejasse de
viéndole algún tanto cansado y con las armas ser puesto en tamaño temor de ser vencido
deshechas, y herido por algunos lugares, le como hasta allí tuviera esperanza de vence-
dijo: «Véoos tan mal tratado, que por lo que dor, y con todo, el del Salvaje estaba tan
os cumple no querría haber batalla con vos, maltratado de las manos de los otros, y éste
pues la honrra que agora se puede alcanzar era tan buen caballero, que entramos murie-
será muy poca»; mas el caballero del Salva- ran en aquella batalla si por allí no acertara
je, con gran saña le respondió con un golpe á venir el rey de Inglaterra, que saliendo
por cima del escudo, tal que le hendió hasta aquel día á caza de falcones fuera del ejerci-
la mitad, diciendo: «Hace lo que quisiéredes, cio en que passaba los otros pasados, vino ha-
que yo os mostraré que assí como estoy me cia aquella parte, á donde vio cómo se com-
sobran fuerzas para vos»; el otro, viendo batían; mirando la braveza ele la batalla y el
cuan mal le agradecía el dolor que tenía de flaco estado en que estaban y el esfuerzo con
sus heridas, co:nenzó de le herir sin piedad: que cada uno se combatía, tuvo por tan mal
mas á poco rato bien sintió él en sus armas empleada la muerte en cualquier dellos, que
y carnes que contra las fuerzas del del Sal- metiéndose en medio les rogó que la dejas-
vaje que no se podía defender; su compa- sen, si era por cosa que lo podían hacer. Ellos
ñero, que aun estaba á caballo, estimaba se apartaron viendo que era el rey, y conten-
tanto la valentía del del Salvaje, que en tos de verse fuera de tamaño recelo y de la
aquella hora no le parecía nada todo cuanto justa cansa que tuvieron para dejar la bata-
había visto; pues tornando á ellos, andu- lla; el del Salvaje, maltratado como estaba,
vieron tanto en su porfía, que el caballero se quitó el yelmo para besar las manos al rey
empezó á enflaquecer, no pudiendo tenerse su señor, y él, que le conoció, haciéndole tan
contra los [golpes] de sxx contrario, que eran buen recebimiento como á hombre que enton-
tales que todas las armas le traía deshechas ces quería más bien que á todos los del mun-
y las carnes por algunos lugares maltratadas; do, assí por la criación de su casa como
el que estaba á caballo, que vio á su compa- porque la naturaleza lo encunaba a esso; el
ñero en tal estado, temiendo que si la batalla otro hizo otro tanto, mas el rey conoció que
llegase al cabo el del Salvaje le mataría, se- era Greciano, príncipe de Francia, que ya
gún sintiera las palabras que le dijo, se apeó, otra vez le había visto; abajóse del caballo
y llegándose á él, le dijo: «Ya agora, señor recibiéndole con tanto amor y cortesía como
caballero, debéis de estar bien satisfecho de se debía á tal persona, y no sabiendo por
vuestro enojo para que esta batalla no vaya cuál razón entre ellos fuera aquella diferen-
adelante, pues en esto se aventura la vida ele cia, preguntó á Greciano quién eran los que
uno de vosotros ó de entramos, que sería ma- estaban en el suelo. «Señor, respondió él, éste
yor pérdida de lo que se podía recebir en que está aquí más cerca, en cuya compañía
dejalla», «Por cierto, dijo el del Salvaje, yo vengo, es Francián, hijo del rey Polendos
esso no haré yo si primero no se desdijesse de Tesalia, y una doncella, hermana de aquel
de lo que dijo ó se rindiesse en mis manos, que está allí muerto, nos trujo aquí dicién-
y si no, ellas serán el verdadero castigo de donos que este caballero le había muerto á
58 L Í B E O S DE < J3ALLERIA.S
su padre por muy gran traición y agora ma- Pues tornando á la historia, el rey envió
taba á su hermano, que nos rogaba la vengá- en busca de la doncella, mas nunca la pudie-
semos. Fraucián, viendo ya el hermano de la ron hallar ni descubrir, que Butropa que la
doncella en muy mala disposición, quisiera mandaba la sabía guardar. Assí llegaron á
muy bien clefendelle; mas él es tan esforzado Londres, donde aquellos príncipes fueron
y buen caballero, que no lo quiso consentir aposentados y curados con tanta diligencia
en cuanto se pudo defender, y este caballero como á sus heridas convenía; el caballero del
ele vuestra alteza hizo otro tanto en armas Salvaje fue llevado al aposento donde antes
que lo venció á él y después á Fraucián. y solía posar, siendo cada uno visitado de Flé-
agora traía á mí en el estado que vistes». El riela, á quien sus heridas dolían como per-
caballero del Salvaje, espantado de lo que sona que adevinaba el mucho parentesco que
oyera, dijo contra el rey: «La doncella que entre entramos había; el ,rev también le
este caballero dice, jaara vuestra alteza saber acompañaba el más del tiempo, assí por lo
lo que passa, venía huyendo de aquel que ver como por oír sus cosas, que tan señala-
llamaba hermano, pidiéndome que le valiesse das eran por el mundo; mas con él nunca se
porque la quería deshonrrár, y después que pudo acabar que ninguna le dijesse, creyen-
nos vio en batalla fue á buscar a los otros do que assaz detrimento es al famoso alabar
dos para hacer lo que hizo». El rey, maravi- sus obras.
llado de la sotileza de su maldad, mandó
quitar el yelmo á Francián, que luego tornó
en su acuerdo, y assí hicieron al otro por ver CAP. XXXV.— Cómo Dallarte mandó curar
si era muerto; mas también tornó en sí, por- 4 Platir y á los otros caballeros, y de cómo
que tanto de afrentado como de herido ca- el caballero de la Fortuna se despidió del.
yera, y viendo que era Polinardo, hijo del Dice la historia que al tiempo que el" caba-
emperador Trineo, tuvo más de que se espan- llero de la Fortuna halló en batalla á Platir y
tar, y mandando traer andas en que lo lleva- á los otros caballeros sobre la razón que ya
sen á Londres á él y á Francián, y por el se dijo, el famoso sabio, viendo el precio de
camino iba preguntando la razón porque vi- aquellos caballeros y el peligro en que esta-
niera tras la doncella, cuando el del Salvaje ban, ordenó por su arte una nave cerrada
la defendió. «Señor, dijo Polinardo, aquella en que él vino, y cubriéndolos con ella los
debe ser la más mala mujer del mundo, por- encantó de arte, que sin acuerdo los metie-
que por amor della pienso que serán muer- ron en el carro que los cuatro caballos lle-
tos Onistaldo y Dramiante su hermano, hijo varan, y llevados á sus casas, fueron echa-
del rey Recindos de España, á los cuales hizo dos en camas que para ellos estaban ordena-
hacer batalla uno contra otro, que por traer das y curados de sus heridas con mayor di-
las armas trocadas no se conocieron, y quiso ligencia de lo que en nenguna parte lo pu-
Dios que allegué á donde la hacían; mas á dieran ser, sin en aquellos días saber de
tiempo que ya no se podían menear, y por- cuya mano aquel socorro les viniera, ni se
que los conocía entramos, espantado de tan les acordaba de la batalla cuya ñiesse la Vi-
gran crueza, me metí en medio y los aparté, toria, ni del estado en que la dejaron; Platir
y después de se conocer cayó uno hacia una y Floramán estaban entramos en un aposen-
parte y otro hacia la otra casi muertos: y yo, to, y Pompides y Blandidón en otro, y todos
yendo tras la doncella para la tomar y saber vesitados con igual remedio según la neces-
por qué lo hiciera, se me salvó con ordenar sidad de cada uno, puesto que esta buena
lo más que sucedió». El rey, no pudiendo en- obra no quiso Daliarte que supiessen de dón-
cubrir la passión que de aquellas cosas na- de les venía, por se no obligar á más que era
cía con le parecer que su desventura lo cau- decille su nombre, ni el caballero de la For-
saba, mandó saber luego de Onistaldo y Dra- tuna pudo saber del el lugar donde los te-
miante, y si eran muertos, para mandarles nía, aunque de la esperanza de su salud
dar sepulturas conforme á. sus personas, y fuesse siempre cierto; y siendo ya- en estado
hallaron que los llevaron de allí unos frai- de poder caminar, no sabía cómo lo pudies-
les del monesterio de Clara Vitoria para cu- sen hacer, jjorque se hallaban desapercibidos
rallos, que aunque las heridas fueron gran- de armas y caballos, que las que de antes
des, en pocos días hubieron remedio. Este traían perdieron en la batalla, y con este
monesterio es uno de los que Amadís mandó cuidado estaban en sus camas durmiendo
hacer junto á Senusa, á donde llevaron des- con menos sosiego de lo que antes acostum-
pués sus huesos en el tiempo que señoreó la braban. Una noche que para esto Daliarte
Gran Bretaña, por memoria de los reyes que ordenara, se durmieron de manera que, per-
allí venció. dido el juicio, no les quedó ninguno para
PALMERES" DE ING L A T E R E A 59
que pudiesseii sentir cómo los llevaban fue- y ella se despidió dellos, haciendo luego
ra de sus camas, y ya que la mañana escla- vuelta trayendo consigo cuatro escuderos,
recía, se fue gastando el peso del tamaño cada lino delante de sí un lío, y cuatro hom-
sueño, halláronse todos cuatro, clos a un bres de pie con cuatro caballos de diestro,
cabo y dos á otro, echados en el propio lu- todos de una grandeza y de una color, que
gar de donde fueron llevados cuando anda- no se hacían diferencia el uno al otro, y
ban en la batalla, sin ver alrededor sino pe- dijo: «Si vosotros, señores, cumplís comigo
dazos de armas y trozos de lanzas, rajas de como yo hago con vos, no tendré de qué me
escudos con algunas muestras de las devisas quejar». T mandó desliar los líos y sacar las
que en ellas traían, y en lugares las yerbas armas que venían dentro, que eran de las
del campo tintas-de sangre; puniendo los más galanas que nunca vieron, y todas de
ojos en los otros y después caáa uno en sí. una manera se las presentó, y porque en
y llenos de admiración y espanto de ver otra parte se dice la manera dellas devisas
tantas novedades. estuvieron algún tanto de los escudos, no se diee aquí; cada uno
gastando el tiempo en aquella admiración. tomó las que primero pudo, y armándose
«Por cierto, dijo ITloramán, no son las cosas dellas. viniéronles tan justas como si para
desta tierra como las de las otras; aquí fue ellos se forjaran. «Agora, pues, señores, dijo
nuestra batalla y de aquí fuimos llevados la doncella, después de ser armados cumple
sin saber el fin que hobo, y según me pare- que tres ó cuatro jornadas me acompañéis,
ce, señor Platir, estos caballeros son los que porque en el fin dellas puede ser que con
hobieron la batalla con nosotros, y yo creo, vuestra ayuda reposen mis pensamientos, y
según lo que veo, que quien aqiú nos tornó estos escuderos vos servirán en lugar de los
lo hizo para que la acabásemos, si viera que vosotros traíades», Y assí comenzaron á
con que nos dejara armas con que la pudié- caminar en compañía de la doncella. Deja la
ramos hacer; mas nosotros estamos sin ellas historia [de hablar] dellos hasta su tiempo y
y sin caballos en que podamos caminar, assí torna al caballero de la Fortuna, que estaba
que no sé qué intención tuvo quien aquí en casa de Dallarte, á donde passó algunos
nos puso». Platir dijo contra los otros: «Se- días á su contentamiento, assí porque siem-
ñores, si de nuestras cosas sabéis más que pre le hablaba en sus amores, como aquel
nosotros, ruégoos que nos lo digáis, para que- que nacía le era secreto, como porque supo
dar fuera del pensamiento en que ellas nos muchas cosas que le hacían menos triste de lo
pusieron». «Tan mal recado, dijo Pompides, que hasta entonces viviera, puesto que nunca
os podemos dar, qiie si lo no preguntáredes, le quiso decir cuyo hijo era, por la razón que
yo os lo quería preguntar». Y entonces se atrás se dijo, y viendo qiie había mucho que
llegaron unos á otros, olvidando la enemis- estaba en su compañía, determinó de par-
tad con que allí se juntaron, tratándose con tirse. Dallarte, que sintió su intención, le
otra cortesía después que se conocieron, y dijo que lo debía de hacer por la neeessidad
estando metidos en cuidado de lo que debían que de su persona había en aquella tierra,
de hacer, atravesó por aquel valle una don- dando á Selvián unas armas tales como las
cella encima de un palafrén bayo, vestida primeras, de pardo y abrojos de oro por
ele negro y algo triste: llegando á ellos, tuvo ellas, y en el escudo la devisa de la Fortu-
la rienda al palafrén, y díjoles: «Paréeeme, tuna como el otro. Un día por la mañana se
señores, que debéis ser caballeros y perdis- despidió del, pidiéndole Daliarte que le tra-
tes las armas por alguna aventura, lo que jease en la memoria por doquiera que andu-
no es de espantar, pues en esta tierra hay viesse, porque allá le hallaría siempre con-
tantas». «Señora doncella, dijo Blandidón, sigo para servirle. El de la Fortuna le tuvo
sería cosa tan larga deciros cómo las perdi- en merced la voluntad de que tal ofreci-
mos, que se perdería mucho tiempo por la miento salía, puniéndose en el camino do
neeessidad que tenemos de irlas á buscar». Londres: á los tres días de su jornada, fue
«Si vosotros, señores, quisiéssedes otorgarme en casa de un caballero anciano, que estaba
un don que no será injusto, yo os serviré en el camino dos leguas de la ciudad, donde
con caballos y armas». «Puesto que el ser- reposó la noche por descansar de los traba-
vicio que de nosotros queréis, dijo Flora- jos del día, recibiendo muy [buen] recibi-
mán, no lo hiciéssemos más de por ser mu- miento del güésped, que assí lo acostumbraba
jer, sería bien empleado, cuanto más mere- con todos los caballeros andantes. Acabada la
ciéndolo en socorrernos en tal neeessidad; cena, estando entramos platicando en cosas
assí que yo, de mi parte, os la otorgo, y es- del tiempo, entró una dueña de mediana
tos señores pienso que también lo harán». edad, y traía consigo un doncel, y preguntó
Todos consintieron en lo que Floramán dijo, si le daría posada; el señor della, que nunca
60 LIBROS DE CABALLERÍAS
la negó á nadie, la mandó aposentar según Mas todo esto le encarecía por le hacer más
sn costumbre, ofreciéndole lo necessario; ella desear verse con él en campo. «Pues assí,
le agradeció con las mejores palabras que dijo él, mañana vamos allá, y yo le mandaré
pudo, sentándose junto con la mujer del ca- desafiar por este mi escudero, y, si ¡audiere,
ballero, que era dueña de buena conversa- vengaré á vos y satisfaré á mí». «Bien se
ción. El de la Fortuna, pareciéndole que al- parece, dijo la dueña, que las cosas que de
guna cosa le hacía triste, le preguntó si vos se dicen no soú en vano, pues en vues-
traía algún descontento; la dueña puso los tra persona es tan cierto el socorro ele aque-
ojos en él, y viendo á las espaldas colgado llos que le han menester». El güesped, sa-
el escudo con la devisa de la Fortuna tan biendo ser aquel el caballero de la Fortuna,
temida y nombrada por el mundo, se echó á túvose por dichoso de le tener en su casa,
sus pies con muy muchas lágrimas, dicien- pidiéndole pardón si no le sirviera ó recoge-
do: «Señor, agora creo que mi ventura, eno- rá como él merecía, diciendo que la honra
jada de cuantos males me tiene hechos, me de aquel día tomaba por satisfacción del ser-
quiere favorecer en tan grande necessidad, vicio que hahía hecho en toda su vida á los
pues aquí fui á hallar el mejor remedio que caballeros anclantes, y estuvo contando mu-
podía tener. Yo, señor, tuve un hijo mance- chos hechos señalados del caballero del Sal-
bo y muy buen caballero, con quien pensa- vaje, que más encendía á el de la Fortuna y
ba descansar los días que aun tengo por le hacían desear el día para acabar lo que
passar; quiso mi desventura que se enamoró tanto deseaba; con este cuidado se fue acos-
de una hermosa doncella, con quien de tar, y con él se levantó antes qne la mañana
antes anda,ba de amores otro caballero, y viniesse; la dueña, que tampoco dormía, se
viendo que mi hijo en pocos días valió más levantó, y tomando licencia del güésped, se
con ella y alcanzó más que él, quiso matallo partieron camino de la gran ciudad de Lon-
por su persona, y salióle al revés, que mi dres, á donde llegaron á tiempo que el sol
hijo le trató tan mal en la batalla, que el salía y los sus rayos daban en las altas to-
otro se le rindió con el miedo de la muerte; rres y singulares edificios, de que estaba
y porque sintió mucho aquel dolor, antes de ennoblecida; el de la Fortuna se detuvo en
muchos días trujo consigo otro caballero que uji otero alto, donde toda se parecía, miran-
traía unas armas verdes y en el escudo en do la manera della, esperando por la hora
campo blanco un salvaje con dos leones por que le pareció que el rey podía ser levanta-
una trailla, é haciendo campo con mi hijo do, y passándole por la memoria los gran-
no le valió quererse rendir después que no des hechos y temerosas hazañas que allí en
podía más, antes sin nenguna piedad le cor- otro tiempo acontecieron, deseando que al-
tó la cabeza y la entregó á su contrario; é gunas que á ellas pareciessen passassen por
porque este caballero es tan temido de todos él, que esto es para lo que aprovechan imá-
por su valentía que nunca hallé quien se genes é historias antiguas, para obligar á
combatiesse con él, é vengarme de tamaño los hombres á usar virtud, y la envidia de-
mal. determiné buscaros á vos, porque me llas les conmueve á grandes cosas.
dicen que sólo en vuestras manos está la
cierta venganza que jo espero, é puesto que
nunca os vi, bien veo que la devisa me dice CAP. XXX YI.—Cómo el caballero de la For-
que sois el famoso caballero que por el mun- tuna entró en Londres, y de lo que passó
do tan altamente se nombra». El, que se oía entre él y el caballero del Salvaje.
loar, no siendo de su condición, antes que
más dijesse le atajó, diciendo: «Señora hon- Domingo era por la mañana cuando el ca-
rrada, he tamaño dolor de vuestras lágrimas ballero de la Fortuna llegó á la ciudad de
é palabras apassionadas, que me hacen creer Londres, donde en aquellos días estaba toda
que no las diréis sin causa, é puesto q^^e en ó la mayor parte de la caballería del mundo,
mí no haya lo que os dicen, yo os otorgo mi y porque le pareció que antes de comer no
persona para venganza de la vuestra; si el podía haber batalla, fuesse á una ermita
caballero del Salvaje está en parte qne le que ahí cerca estaba, a donde después de
halle, yo cumpliré dos voluntades: essa que oír missa anduvo mirando las cosas anti-
vos traéis y la que yo tengo, que ha días guas de aquella casa, que con cuanto esta-
que desseo verme con esse caballero en ba- ban gastadas del tiempo eran tan notables,
talla por otra diferencia en que ya nos vi- que en ellas parecía que en algún tiempo
mos». «Señor, dijo la dueña, el caballero estuvo allí algún templo; y entre algunas
está en Londres, á donde le dejé con tanta cosas que halló de notar, fue una sepoltura
fama, que hablan del como por milagro». de piedra labrada de obra tan sotil, que le
pareció dina de se hacer memoria della en
PALMERÍN DE INGLATEKKA 61
cualquiera parte; mas las labores desta obra es passado». «Vamos donde quisieres, dijo el
estaban tan gastadas del tiempo, que no se de la Fortuna, que mayor es la que agora me
podían devisar; había en ellas unas letras vi que no con la que tú me amenazas». En-
griegas a la redonda también tan gastadas tonces, despidiéndose del ermitaño, se fue
del tiempo, que no pudo leer dellas más de hacia la gran ciudad de Londres, llevando
una pequeña parte, que decían: ARBAW, REY consigo á la dueña, y antes que entrasse en
DE KOBO ALES; entonces se acordó que aque- la ciudad llamó á Selvián; diciéndole lo que
lla sepultura fue del tiempo del rey Lisiar- había de hacer, lo envió, esperando que tor-
te, señor de la Gran Bretaña, y preguntó nasse con la respuesta de lo que le mandaba.
al ermitaño si aquella sepoltura fue ma- Selvián llegó á Palacio, á tiempo que el rey
yor. «Cuando yo- para ella vine, respondió acababa de comer acompañado de muchos, y
el ermitaño, que ha treinta y cuatro años, entrellos más allegados á él el valiente ca-
era como agora, mas siempre oí afirmar que ballero del Salvaje, que estaba bien sano de
en el tiempo que los infieles entraron en este las heridas que recibiera en las batallas que
reino la derribaron del todo; y en aquella con Graciano, Francián y Polinardo hobiera;
otra parte estaba esta otra sepoltura en que yendo por entre la gente, llegó al rey, al
yacía don Gruinedán, alférez del rey Lisuar- cual, con las rodillas en el suelo, comenzó á
te, junto á la de don Guilánel Cuidador ('). decir: «Muy poderoso señor, el caballero de
«Ésso quiero yo ver, dijo el de la Fortuna, la Fortuna, cuyo soy, besa vuestras reales
porque en hombre tan bien enamorado no se manos; dice que su propósito no fue siempre
puede ver cosa mala»; entonces se allegó ha- sino venir á vuestra corte para quereros ser-
cia do las sepulturas estaban, que era junto vir, y que agora, por deshacer un agravio
de la puerta, y estúvolas mirando grande de una dueña que con él viene, le es forzado
espacio, especialmente la de don Gruilán, á desafiar un caballero que en ella está, al cual
quien siempre fuera aficionado por lo que del llaman el del Salvaje; pídeos le deis licencia
oyera. Aquellas cosas le trajeran a la memo- para lo poder hacer y venir seguro á su bata-
ria las de su señora Polinarda, de quien ha- lla, según de tan grande príncipe como vos
bía muchos días que no sabía ningunas nue- se espera». El rey, que oyó nombrar al caba-
vas, y no pudiendo sufrir el cuidado que en llero de la Fortuna y estaba informado de sus
aquella hora le dieron, puesto que nunca de- cosas, pesóle venir con tal demanda á su cor-
llas andaba desocupado, echóse de pechos te, y quisiera impedir la licencia; mas el del
sobre la piedra del monumento de don Grui- Salvaje, que sintió su intención, se levantó
lán el Cuidador, y estaba con las manos y el diciendo: «No es aquél hombre á quien nada
rostro puestos sobre ella, y assí por algún se ha de negar, porque parecería que temor
tanto estuvo consigo mismo pasando mil pa- de sus obras lo hace, y pues esto toca á mí,
labras enamoradas, ofrecidas á quien no las mándele vuestra alteza venir y asegúrele el
oía, tan metido en el desacuerdo délas otras campo; si no, yo iré en busca del y cumpliré
cosas, que el ermitaño y la dueña pensaron su desseo y el mío». El rey, viendo que no se
que alguna enfermedad le sobreviniera; mas podía escusar, dijo á Selvián: «Amigo, decí
Selvián les dijo que no se espantassen, que á vuestro señor que á mí me pesa venir á mi
aquel era un dolor que le atormentaba y mu- corte con cosa que pueda hacer desabrimien-
chas veces le venía, al cual nenguno sabía to, mas pues que assí quiere, que yo le ase-
medio; el caballero de la Fortuna, después guro de todos, sino desse a quien busca, de
de passado por aquel acídente, conociendo la quien no sé qué tan seguro podrá estar». Sel-
flaqueza en que cayera, limpiando los ojos vián se despidió, y tornando á cabalgar, se
se levantó en pie; quiso con alegre semblan- tornó con el mandado á su señor, que luego
te encobrir la tristeza que en él parecía. Sel- entró armado de todas armas; muchos le sa-
vián se llegó al caballero, diciendo: «Señor, lían á ver, que luego su venida se sonó por
acuérdeseos lo mucho que tenéis que hacer toda la gente, y entrando en la plaza, hizo
y con quién hoy habéis de haber batalla; no su acatamiento al rey, que estaba en una
gastéis el día en otra cosa, pues lo más del ventana en el aposento de Flérida, que quiso
que viesse aquella batalla que era de los más
notables y mejores caballeros que entonces
(*) Tanto don Guilán, como don Grumedán y Ar- en el mundo había; tocio el campo y venta-
bán de Norgales, son personajes del Amadí» de Gaula. nas de la plaza estaba tan lleno de gente,
Don Grumedán, ayo de la Beina Brisena, es el Néstor que lo más de la ciudad estaba sólo por ver
de la Corte del rey Lisuarte. Don Guilán, el leal ama-
dor, caballero de gran corazón, aunque tristón y me- aquella batalla. E n esto entró el caballero
ditabundo en demasía, es también grande amigo del del Salvaje, armado de sus propias armas y
rey Lisuarte. Arbán de Norgales fue libertado por devisa tan nuevas que aun el día de antes
Amadís de la prisión en que le tenía Ardan Canileo.
62 L I B R O S DE C A B A L L E R Í A S
las acompañaron. Yenía acompañado ele mu- detuvieron que no tornassen á la porfía, no
chos caballeros: Argüíante le traía la lanza, pudienclo sufrir tamaño reposo, y jtorque ya
don Rosirán de la Branda el escudo; llegan- no tenían con qué se amparar, hiriéronse tan
do á donde el de la Fortuna estaba, le dijo: mortalmente, que con su sangre se comenza-
«Señor caballero, no sé por qué me desafias- ba á teñir el cam-po en grande cantidad., que
tes, mas sé que para mí es la mayor merced parecía que dentro dellos no quedaba con
que me podéis hacer». «Quien tan sin piedad qué se pudiessen sostener; á las veces se tra-
mató á quien no la merece, dijo el de la For- baron á brazos por se derribar, probando to-
tuna, no se debe espantar hallar quien le das sus fuerzas, mas todo era en vano; ante
castigue; aquesta dueña se queja de TOS, la fuerza que en esso ponían les hacía reven-
cumple que la contentéis en lo que quisiere, tar la sangre en mayor cantidad. El día se
y si no, aquí estoy yo que le daré la enmien- iba gastando, en ellos no se conocía ventaja
da que ella ha menester y vos merecéis». «A nenguna; el rey é los que les miraban decían
la dueña, dijo el del Salvaje, ni á ti ni á otra que allí era junta la cumbre del esfuerzo y
que en el mundo haya, no hice nunca cosa valentía, é que aquella batalla hacía-escure-
que de mí se pueda quejar; mas, pues la cer todas las passadas, assí de caballeros como
batalla ha de ser con vos, no quiero dar nen- de gigantes. Florida, que por entre unas re-
guna razón que me escuse ele hacella». Tien- jas estaba viendo, no lo pudiendo sufrir el
do esto, se apartaron lo que era necessario, y corazón con tamaño dolor, como quien sentía
al son de una trompeta arremetieron con aquellos golpes en sí, que se quitó de allí;
toda la fuerza que los caballos pudieron ambos se tornaron á desviar, porque el tra-
llevar; las lanzas fueron hechas pedazos y bajo y cansancio no les consentía poderse
los escudos fueron falsaclos, y ellos passaron sostener. El caballero del Salvaje, que se vio
el uno por el otro, hermosos cabalgantes; lue- sin armas y sin escudo, la espada que no
go tomaron otras, porque el caballero ele la cortaba á su sabor, las fuerzas tan ñacas que
Fortuna le pidió que quisiesse tornar á jus- no podía menear los brazos, y se acordaba
tar, y assí passaron la segunda y tercera ca- con cuan fuerte enemigo se combatía, comen-
rrera sin derribarse, siendo siempre los en- zó de temer la muerte, mas no para perder
cuentros dados con tanta fuerza, que pare- la vida como debía, que á los esforzados no
cía impossible podeílos sufrir, y viendo que es ella lo que les quita de su natural, dicien-
no se podían derrocar, echaron mano á las es- do entre sí: «Yo muero en lo mejor de mi
padas y comenzaron á ferirse tan sin piedad, edad, y no me pesa por ser tan presto, sino
como si entre entramos hubiera alguna razón porque me lleva en tiempo que no me dejó
para ello, usando cada uno allí de sus fuerzas servir al rey ni á Florida las mercedes que
y maña más que nunca hicieron, por ver que me tienen hechas, ni ponerme en la aventu-
allí más que en las otras partes donde se ha- ra ele los otros para donde guardaba el fin de
llaron eran necessarias, trabajando por la Vi- mis días ó la vitoria; mas pues aquí ello
toria el uno del otro porque la fama de sus está, mas cierto liaré lo que pudiere porque
hechos quedasse en uno dellos; y con este mi enemigo no lleve de mí la honrra desta
desseo y codicia los puso en tal estado, que batalla tan descansadamente que le deje de
en pequeño espacio fueron las armas casi costar otro tanto como á mí». El de la For-
deshechas, los caballos de cansados no se po- tuna, en cuazvto descansó, no estuvo tan li-
dían tener, que les fue forzado apearse dellos; bre deste cuidado que le dejasse de passar
aquí fue la batalla tan temerosa y cruel, por- por la memoria otro tanto, acordándose de
que se podían mejor llegar, que el rey y los su señora Polinarda; en esto se tornaron á
que vían la braveza del la sabían muy mal herir con mayor ímpetu y furia que dantes;
juzgar quien llevaría la vitoria, ni creían mas los golpes, puesto que fuessen dados con
que nenguno podría escapar si la batalla lle- mucha fuerza, eran de menos daño, porque
gase á su fin; ya en este tiempo no había es- las espadas estaban tales que hacían poco
cudo con que se amparar, que la fuerza de daño; mas el que tenían hecho no era'tan
los golpes los deshiciera en muchos pedazos, poco que otros caballeros con la tercia parto
y las armas de tan poca defensa, que por la se pudieran sostener. El r e y , que acpxello le
falta d ellas padecían las carnes; y porque ya atormentaba, no lo pudiendo sufrir, se bajó
de cansados no se herían como querían, se á la plaza acompañado de muchos señores
quitaron afuera por cobrar huelgo; cada uno ancianos, con propósito de los apartar, por-
puso los ojos en sí, y viendo las armas rotas que viendo camino le parecía yerro dejar
y tan fuerte enemigo delante, no sabía qué morir tales caballeros; mas la codicia de la
se decir, sino que pensaban que aquel sería honrra pudo tanto y la razón andaba tan cie-
el postrero que la ventura ordenara. Poco se ga eutrellos, que no quisieron hacer lo que
PALMERW DE INGLATERRA 63
él mandaba, antes, perdiéndole la obediencia, la Fortuna, que vio junto consigo al güésped
se juntaron tanto, que con los puños de las que tuviera la noche passada que viniera á
espadas comenzaron á se abollar los yelmos, ver la batalla, rogóle que le llevasse á su
de tal manera que los hacían meter por las casa si había alguna manera para ser curado,
cabezas; el sol era del todo puerto, en ellos no qTteriendo acetar del rey aquella merced,
no se conocía ventaja más de cuanto las ar- que estaba corrido de le haber perdido la
mas del caballero de la Fortuna estaban al- vergüenza en lo que le pidiera. El güésped le
gún tanto más sanas que las del caballero llevó á una possada de un su amigo, y apre-
del Salvaje. El rey, que ningún descanso ni tándole las heridas, metido en unas andas
reposo sufría en su corazón, fuesse á donde se fueron para su casa, donde fue curado por
estaba Flérida, diciendo: «Señora hija, don mano de una su hija que era muy gran sa-
Duardos es vivo y por mano de alguno ha de bidora en aquel menester; y de la dueña que
ser libre; no hay en el mundo en quien el allí le trajo no supieron más parte ni dónde
hombre espere sino en el uno destos que tan fuera, antes afirmaron algunos que al medio
cerca están de perder las vidas; pidos que ele la batalla se desapareciera sin que nadie
luego los vais apartar, que por mí no lo qui- la viesse. El caballero del Salvaje fue lleva-
sieron hacer, y si no, si ellos mueren, yo he do á su aposento y curado con mejor guarda
por muerta la esperanza que tuve hasta aquí que nunca, porque entonces fue menester
de algún bien». Flérida, que hasta entonces más; el rey y todos los de su casa se mostra-
nunca había salido de su aposento ni ningu- ron tristes porque el caballero de la Fortuna
no la viera, tuvo por muy grave lo que el no quiso ser curado en su casa.
rey le pedía, mas quiso hacer su voluntad, y Aquí deja la historia ele hablar dellos y
también por el dolor que de aquella su san- torna á los de la corte del emperador, que en
gre había la movió á ello; assí, salió por la aquella tierra andaba cada uno esperimen-
plaza llevándola el rey por la mano, acom- tando su fortuna, confiando en sus muestras
pañada de cuatro dueñas vestidas de negro que hasta allí fue á su sabor; mas esto no
y ella con un hábito de la misma color de debía ser assí, porque cuando ella es mayor,
paño gruessc- conforme á su ciiidado, en su entonces se debe tener en menos ó tenerle
cabeza una beatilla de lino que le cubría los mayor miedo.
ojos, mas tan hermosa como en el tiempo de
su alegría. E n la plaza de palacio hubo muy
gran alboroto viéndola venir, y el espanto y GAP. X X X V I L — E n que dice quién era la
rebullicio de la gente tamaño, que los caballe- dueña que á la corte trajo el caballero de
ros se tornaron [á] apartar por ver lo que era; la Fortuna, y de lo que passaron algunos
.Flérida llegó á ellos, y tomando al de la For- caballeros que estaban en la corte de hi-
tuna por la manga de la loriga, le dijo: «Pí- galalerra.
doos por merced, caballero, si en algún tiem-
Escríbese en las corónicas antiguas de In-
po por alguna dueña tan mal tratada de la for-
galaterra, de dónele esta historia fue sacada,
tuna habéis de hacer alguna cosa, que sea de-
que la gran sabidora Eutropa, tía del gigan-
jar esta batalla, pues en ella no se gana sino
te Dramusianelo, después que vio en la for-
el riesgo en que vuestra vida y de esotro ca-
taleza ele su sobrino tantos caballeros que
ballero está». E l de la Fortuna puso los ojos
casi no cabían, temiéndose que los que que-
en ella, y parecióle tanto á su señora Polinar-
daban pudiessen venir y hacer daño, ordenó
da, que no supo si pensasse que era ella, y
que los unos á los otros se matassen, por que
puniendo las rodillas en tierra, le dijo: « Se-
después de algunos ser presos y otros muer-
ñora, esta fue la batalla que más desseé aca-
tos y el mundo despoblado dellos, lo hiciesse
llar en mi vida, y agora la dejo si en ello re-
saber á los paganos, creyendo que entonces
cebís servicio, y la honra della sea desse ca-
con poco trabajo podrían venir á señorear
ballero, pues tan bien la merece». «Essa no
toda la cristiandad, según que elespués lo
quiero yo, dijo el del Salvaje, sino cuando
ordenó; y porque su desseo viniesse á mejor
por mí la ganare, y si vos deseastes aeaba-
efecto, mandó algunas doncellas, aparejaelas
11a, también desseé lo mismo; mas pues ha-
para su maldad, repartidas por aquel reino,
céis lo que mi señora Flérida manda, mal po-
ordenar batallas entre los caballeros que ha-
dré yo hacer al contrario, que soy suyo y se
llaban, con que muchas veces llegaron al
lo debo de obligación». Flérida se lo agrade-
hilo de la muerte. La una destas fue la que
ció, y tornándose para su aposento, sin sa-
ordenó la del caballero del Salvaje con Poli-
ber que no era aquella la primera vez que ele
nardo, cuando venía tras ella porque hiciera
syi mano recibieran la vida. El rey ios qui-
haber otra á Onistaklo y á Bramiante su
siera hacer llevar á su aposento, mas el de
hermano, ordenando lo demás que ya en
64 LIBROS DE CABALLERÍAS
otro capítulo dije, y la otra que dio armas y mala á aquellos que lo tienen por oficio; yo,
caballos á Platir y á sus compañeros y los señores, soy una dueña, señora deste cas-
llevó consigo; también fue dellas la dueña tillo, que ya en otro tiempo vivía alegre y
que hizo pelear al caballero de la Fortuna y con otro placer que agora; quiso mi ven-
al caballero del Salvaje, y porque ésta era tura que uniendo grande patrimonio tuve
persona en cuyo saber y astucia Eutropa una sola hija que lo podía heredar, y ésta,
confiaba mucho, diole cuidado de tamaña para más mi daño, hízola la naturaleza tan
empresa y ella lo ordenó de la manera que perfeta de todas las cosas que le pudo dar,
ya oistes. que assí á los que la conocen como á los otros
Dejando agora á ellos, hasta su tiempo, que sus cosas oyen, se ponían en grande pe-
torna á los caballeros andantes que en la ligro por la servir. Pídenmela en casamiento
corte del rey Fadrique estaban, que passado muchos señores, á quien yo no la osé dar
el día de aquella peligrosa batalla, luego á por la diferencia que sé que sobre ello había
otro se despidieron con intención de buscar de tener; agora un caballero, cuyas son aque-
sus aventuras, apartándose cada uno por llas tiendas que vedes, confiado en su valen-
donde mejor le pareció; algunos trocaban tía y esfuerzo, con ayuda de algunos parientes
las armas, otros las devisas, por no ser co- suyos, sabiendo que estaba concertado casalla,
nocidos por ellas, assí que muchos amigos ayudándose con ellos, asentó sobre este mi
se topaban, que primero que se conociessen castillo con voto de no se levantar de allí hasta
se trataban tan mal, que algunas veces las que se la dé por mujer, ó tomalla á cualquier
vidas eran puestas en mucho riesgo de ser que llevalla quisiere; y yo, porque seque es-
perdidas; y porque sería largo querer decir tas fuerzas ninguno las puede deshacer, sino
lo que cada uno por sí passó, no lo hago, y quien otras mayores deshace, que sois vos-
dejar las de quien este libro se intitula; por otros, señores, acordé enviar estas mis don-
tanto, porque una batalla, en que los más cellas que aquí os trajeron, para que, con-
dellos juntamente se hallaron de los princi- tándoos mi mal, os doliéssecles del; y agora,
pales y más famosos de aquel tiempo, diráse quiriendo escusar el mucho que deste puede
aquí la manera della, que dejar de lo decir nacer, mándele decir por aquella dueña que
sería yerro, Assí aconteció que las doncellas comigo salió de la fortaleza que quisiessen
que Eutropa traía por aquel reino, usando dejar su propósito, pues era escusado, lo que
cada una de su sotíleza y de lo que les era pienso que no harán según en ello están endu-
mandado, juntaron todos los caballeros man- recidos» . Tanto que la dueña acabó su ha-
cebos de casa del emperador en aquella tie- bla, pusieron los ojos los unos en los otros,
rra; andaban pidiéndoles, con lágrimas fin- esperando que cada uno respondiesse. Gre-
gidas, cosas que parecían justas, para no ciano, como más principal, se levantó en pie
poder escusar de las hacer, y juntándolos viendo que á él esperaban, diciendo: «Pues-
en un día cierto en aquel gran campo que to que entre estos caballeros, dueña, honra-
junto á la torre de Dramusiando estaba, de da, yo sea el que menos valga, responderé
una parte no sabiendo de los de otra, esta- por ellos y por mí; vuestra persona y pare-
ban todos tan contentos, confiando en hallar- cer es tan llena de buenas muestras, que no
se assí juntos, que cada cual pensaba que la se puede esperar della sino que en todo diga
otra |3arte estaba más flaca, mas no sabían verdad, y por tanto, creemos que lo que se
qué se dijessen, no sabiendo para qué allí dice ser assí; la fuerza que á vos este hom-
los trajeron. Estando en este cuidado, abrie- bre quiere hacer es tamaña, que sería yerro
ron las puertas de la torre, y salieron dellas passarsin enmienda, 3^ porque á estos seño-
dos dueñas, la una acompañada como perso- res parece bien que él la haya, ellos y yo
na de precio, la otra solamente con un pe- os ofrecemos nuestras personas para satisfa-
queño doncel; ésta se fue hacia las tiendas ción de vuestra voluntad, pues el trabajo
de abajo y la otra á las de arriba, y llegan- que con las armas se toma sólo para estos
do á donde estaba Graciano con otros caba- tiempos se ofrece». La dueña le agradeció
lleros, recebida dellos con la cortesía que aquellas palabras con otras compuestas por
les pareció merecedora, assentados todos de- su industria, juntamente con algunas lágri-
bajo un árbol que entre las tiendas estaba, mas fingidas; en esto llegó la otra que fuera
la dueña les compuso una habla pensada ele á hablar con los otros, diciendo: «Señora,
mucho tiempo, con palabras tan llenas de aquel enemigo de vuestra honra y amigo de
engaño cuanto las muestras parecían al con- su daño, no quiere otro concierto sino bata-
trario, diciendo: «Señores, la fama de vues- lla, afirmando que os ha de mostrar cuan
tras cosas es tan sonada por el mundo, que flaco socorro tenéis». Onistaldo, que en es-
sólo el tono della basta para no dejar obra- tremo era acelerado, se levantó diciendo:
PALMERÍN DE INGLATERRA 65
«Ya quería que nos viéssemos en ella para aquellos caballeros, no contentos de su daña-
que sus obras fueran castigadas mejor de lo da determinación, agora, viendo á mi señora
que piensan». «Tan cerca estamos dello, dijo ante sí, la prendieron, con juramento de no
Basilardo, que he miedo que esa vitoria, la soltar hasta que del todo le entregue la
señor Onistaldo, sea para más daño suyo». fortaleza, y á mí dejaron libre para vos lo
Francián quisiera que luego los fueran á de- venir á decir, haciéndoos saber que ya que-
safiar, mas la dueña lo empidió, diciendo que daban tomando armas para la batalla si so-
quería otra vez enviar á ellos, y si no se bre ello la quisiéssedes haber». Como los
llegassen algún concierto, que lo harían; corazones de los mancebos cualquier cosa
por tanto que se armassen y estuviessen los mueve, sin otra deliberación, á la mayor
aparejados. Y hablando con la otra parte, la presteza que pudieron comenzaron á armar-
tornó á enviar, y porque la primera vez que se y ensillar los caballos; los de las unas tien-
allá fnesse la dijo que aquellos caballeros de das, viendo la presteza de los de las otras,
las tiendas de abajo querían por fuerza to- con la mayor priesa se aparejaban, no sa-
mar aquel castillo, aquella dueña, su seño- biendo el muy justo parentesco y sobre todo
ra, cuyo era, íes hiciera allí venir, é que aquella tan perfeta amistad que entre ellos
ella fuera á pedillos que sobre esso hubiese había; mas antes en aquella hora, los amigos
algún concierto y no batalla, para que por contra los amigos, parientes contra parien-
cosa tan injusta no se perdiessen tantas vi- tes, hermanos contra hermanos, estaban tan
das, y cuando no que les pedía que no con- indignados, que ya de allí no se esperaba
sintiessen que tan sin justicia le tomasen lo otra cosa sino la muerte ele todos ó muchos
suyo». El príncipe Floramán le dijo: «Due- dellos. Esta es una razón por donde todos
ña, puesto que nuestro oficio sea deshacer aquellos que tienen el juicio claro deben
agravios y no consentir fuerzas, y más á apartarse de las personas que con bien orde-
mujeres, él mesmo nos convida que primero nadas palabras y apacibles lisonjerías los
que acometamos alguna cosa sepamos la ra- tratan, porque de aquí no se saca sino peli-
zón por qué la hacemos, si es justa ó injusta, gros sin remedio, como en esta historia se
é por que esta nuestra demanda con qué cau- puede ver, pues en el tiempo de agora hace
sa la podamos tomar, y la vitoria las más mejor esperiencia en los señores, ante los
de las veces está en ella, es forzado que pri- cuales el engaño ó lisonjería tiene tanto pre-
mero se sepa si vuestras palabras son llenas cio, que quien mejor le usa más tiene; enga-
de verdad ó de otra cosa». Mas la doncella, ño tan manifiesto no habla de ser tan mal
que á él, y á Pompides, y á Blandidón y á conocido, ni valer la verdad tan poco, que
Platir dio las armas y caballos en el valle, á quien más la acostumbra menos vale, y la
donde hubieron la batalla cuando les halló mentira tener tanto precio, que lleva el ga-
á pie y le aprometieron el don, que ahí estaba lardón de todo.
presente, díjole: «Caballero, acuérdeseos que
en el tiempo que vos é vuestros compa-
ñeros hubistes menester mi socorro, no bus- CAP. XXXVIII.—De la cruel batalla que
qué escusa para hacello; essa dueña os habla estos caballeros passaron, y del fin que tuvo.
verdad en todo, y este es el don que yo en-
tonces os pedí; por tanto, cumple agora como Tanto que las dueñas tuvieron bien tejido
yo cumplí con vos cuando teníades necesi- su engaño, todos los caballeros que en las
dad» . «Señores, dijo Platir, ya yo creo que tiendas estaban, assí los de una parte como
de tales personas no se puede recebir enga- los de la otra, fueron armados y puestos
ño; mira si essos caballeros se quieren arre- bailo; y porque las armas que traían venían
drar de sus propósitos, si no, cúmplase para trocadas de las que solían, por no ser cono-
lo que venimos; y si estos señores no qui- cidos de ellas, y siendo todos en el campo
siessen, yo por mí os ofrezco mi persona». con las armas y divisas, su passo á passo se
«¿Quién queréis vos, dijo Beroldo, que vea vinieron llegando, teniendo en mucho los de
vuestra persona en ese riesgo, que quiera te- cada parte la riqueza de las armas de sus
ner la suya fuera del? Por esso, dueña, hace contrarios; y porque siempre cuando el tiem-
lo que el señor Platir os dice, que nosotros po del postrero peligro se llega acontece que
haremos lo que mejor os pareciere». Y fin- la confianza se vuelve en temor, comenzaron
giendo que tornaba á saber lo que passaba, unos á otros á tenerse en más que hasta allí,
tornó la segunda vez tan llena de lágrimas y siendo tan llegados cuanto les pareció ne-
como allí fuera sin ellas, diciendo: «Señores, cesario para los encuentros, con las lanzas
ya agora tenéis más razón para hacer esta bajas puniendo las piernas á los caballos re-
batalla de lo que hasta aquí tuvistes, porque metieron juntamente, y encontrándose assí
de las lanzas como de los cuerpos de los ca-*
LIBROS DE CABALLERÍAS.—II.—5
ñG L I B R O S D E GA B A L L E Í t l A S
hallos, fue el estruendo tamaño como si caye- ni conocían quién pudiessen. ser, puesto qué"
r a una roca; todos vinieron al. suelo, unos cada uno entre sí sospechaba la parte que
por la fuerza de los encuentros, otros por la dentro podía tener. Este recelo les hacía te-
flaqueza de los caballos; solamente Platir y ner tamaño dolor, que sentían aquellas he-
Beroldo y Polinardo, que quedaron en ellos, ridas como si fueran suyas propias. «Por
que por ayudar á los suyos y puestos-en pie, cierto, dijo don Duardos, jo vi muchas ba-
arrancando las espadas, con los escudos em- tallas de muy buenos caballeros, mas no me
brazados, todos á un tiempo empezaron en- acuerdo que hobiesse otra igual que ésta».
tre sí la más cruel y temerosa batalla que «Yo estoy tan espantado, dijo Primaleón.
en el mundo entre tantos caballeros podía que no sé lo que piense, porque agora me
ser, andando tan vivos y allegados en ella, parece que todas las cosas que de antes solía
combatiéndose con tanto tiento y ardideza, tener en mucho, se deben estimar en poco
como se podría esperar de tales caballeros si en comparación desta». Assí estaban todos
de la otra gente fueran conocidos; assí estu- loando su valentía y sintiendo tamaña pér-
vieron dos horas sin se conocer ventaja, ni dida, porque al fin ya no se esperaba otra
la flaqueza en ninguna de las partes, porque cosa-de aquellos caballeros; ellos anduvie-
todos eran tales que no se podían hacer dife- ron en su porfía por espacio de más de otra
rencia; los golpes fueron tales, que en peque- hora, combatiéndose de tal manera que á la
ño espacio estaba el campo sembrado de ra- fin della ni había armas para se cubrir, ni
jas de los escudos, más las de las lorigas; fuerzas para pelear; mas sus ánimos eran
aquellas devisas y armas excelentes con que tan grandes, que emprestaban fuerzas á los
todos venían armados, en poco espacio las miembros para se poder sostener.
habían parado tales, que no se podían devi- En este tiempo, Graciano con don Eosbel,
sar, antes estaban tan tintas de sangre que Dramiante con Belisarte, Beroldo con Basi-
no se podía creer que en algún tiempo fues- liardo, assi unos como otros se trabaron á
sen de otra color; el reteñir de los golpes era brazos, pensando por aquella manera más
tamaño, que por todas las partes de aquel presto vencerse, y porque ya estaban en el
valle sonaba con tamaño estruendo como si estremo de sus fuerzas, no consintió el gran
todo él se hundiera. El príncipe Beroldo, que sabio y famoso Dallarte, que allí cerca vivía,
entrellos andaba, uno ele los más señalados, que se sintiesse quién desfallecía primero,
juntosse con Onistaldo, que de la otra parte ni que Eutropa pudiesse triunfar de tamaña
hacía maravillas, trabándose entramos á bra- vitoria, antes viniendo hacia aquella parte,
zos trabajaban por se. derribar probando to- entró en el campo á manera de viejo ancia-
das sus fuerzas: aquí fue la priessa tamaña no, caballero en una sierpe temerosa y gran-
de cada parte por socorrer cada uno al suyo, de con una verga de fuego en la mano, y to-
que se comenzó de renovar la batalla con cando con ella en el suelo cayeron tan sin
mayor fuerza y dureza de golpes de lo que acuerdo, que ninguno dellos le tuvo para
hasta allí hicieron, y porque ya con las es- sentir cosa alguna; hecho esto, se fue para
padas se hacían menos daño de lo que que- el castillo echando por la boca y narices
rían, trabáronse unos con otros, y todos tra- gran cantidad de humo, tan negro que todo
bajaban tan valientemente, que no había en- el aire fue lleno del, de manera que nada
tonces nenguno que pensasse que no hacía se podía ver assí dentro de la fortaleza como
todo lo que debía. El gigante Dramusíando, de fuera, sino algunas llamas vivas que á las
á quien Eutropa diera cuenta de todo, esta- veces por entre el humo salían con tamaña
ba puesto en la-s almenas de su castillo mi- furia y braveza, que parecía que todo se
rando la braveza de la batalla, y juzgando quemaba cuanto se ponía delante; por gran
que en aquellos1 hombres se encerraba la ma- maravilla tuvieron todos esto, y Eutropa
yor valentía del mundo, y viendo cuan cer- mucho más, á quien estas cosas parecían de
ca estaban todos de morir por tan gran en- tanto espanto como quien con ellas hallaba
gaño como su tía les hiciera, muchas veces traspassadas todas las fuerzas de su saber;
le pidió que por alguna manera deshiciesse, en esto se comenzó á gastar la niebla,' que-
porque su condición era noble, mas la della dando el campo tan claro que ninguna cosa
tan al revés, que nunca lo quiso hacer. Don se halló en él sino aquellos caballeros con
Duardos, Prímaleón, Belear, Recindos, Ar- los rostros en tierra, al parecer de quien los
nedos, el príncipe Yernao, el soldán Bela- viera más muertos que de otra manera. El
griz y los otros prisioneros que dentro esta- gigante Dramusiando, viéndose desembara-
ban, cuando vieron tamaño ayuntamiento de zado do los otros miedos, salió fuera acompa-
caballeros sin saber por qué era la crueza ñado de sus prissioneros, de cuyas feos se
por que se mataban, no sabían qué pensassen, fiaba como tengo dicho, y mandando llevar
PALMEItlN DE IHGLATKÍilí'A 67-
aquellos cuerpos á la fortaleza, fueron desar- de Gfrecia, y las grandes pérdidas y' daños*
mados para que los curassen según su cos- que dellos siempre recibieron, trayéndole á
tumbre; mas como las armas fueron quitadas la memoria las muertes de algunos prínci-
y el rey Recindos conoció sus hijos, Arnedos pes antepassados delante los muros de aque-
los suyos, Polendos a Francián, Belear á don lla famosa Costantinopla, é que éstos no tan
Eosbel y á Belisarte, Mayortes á Dirden, solamente habían de hacer lástima en los co •
que Primaleón dejó tan pequeño, [ y ] á Platir, razones de aquellos á quien tanto tocaban,
que no lo conoció entonces, fue la tristeza tan mas á ceder siempre el desseo para la ven-
general en todos, que olvidados de la pena ganza dellos; y pues que su edad era para
que antes sentían, tuvieron aquella por tanto ello y su ánimo tal que no de las pequeñas
mayor que nenguna cosa [les] hacía alegres, empressas se contentaba, que mirase la muy
puesto que mucha della perdieron después grande que entonces se le aparejaba para en
de ser certificados por los médicos que las poco espacio ser señor del mundo, pues para
heridas no eran de peligro. Desta manera ganarle no le faltaba más que ponerlo por
quedaron estos caballeros pressos en compa- obra; que quisiesse con todo su poder venir
ñía de sus padres y hermanos, platicando sobre Costantinopla, pues que sus muros ya
muchas veces en la maldad de la dueña, des- no tenían otro amparo sino aquel viejo empe-
pués que unos supieron de otros lo que pas- rador que la edad y el tiempo pusiera en tal
saba. El gigante, no menos alegre que con- estado que no podía sofrir las armas, y que
tento, viendo cuan bien la fortuna lo había los defensores que le pudieran ayudar esta-
hecho con él que tenía en su poder la mayor ban presos en parte donde tenían más neces-
parte de los caballeros que desseaba, deter- sidad de socorro que lo podían dar 4 otros, y
minaba cada día de ir á ganar la isla del assí por consiguiente, todos, los otros reinos
Lago sin suelo, sin nunca íes dar cuenta de estaban tan faltos de sus valedores que sería
su propósito; en ciianto no lo hacía desta liviana cosa ganallos; esta carta que Eutro-
manera, estaba con estos caballeros tratán- pa envió, fue dada al soldán de Babilonia, y
dolos con tanto amor y verdad como de an- con ella puesto en tamaño sobresalto, que
tes acostumbraba, pensando que assí mejor comenzó de poner en orden lo que en ella le
que de otra manera ganaría su amistad, cosa aconsejaba; y porque lo más que en ello se
que estimaba más que todo el precio del hizo se dirá á su tiempo, deja aquí la histo-
mundo, pareciéndole que antes con amigos ria de hablar en ello y torna al caballero del
que tesoros la persona y la patria se defien- Salvaje, que después de ser sano de las feri-
de, si la amistad es tal que á nengún interés das que recibió en la batalla que pasó en
tiene respeto. Londres, tomó licencia del rey y de Florida
para entrar en la ventura en que todos an-
daban; despedido dellos, caminó por aquel
CAP. XXXIX.—De lo que hi%o Eutropa des- reino siempre por do el caballo le quería
pués de la prisión de aquellos caballeros, y llevar, mas como ya la hora llegada, acon-
de cómo vino el caballero del Salvaje á la teció que á los siete días de sus jornadas su
torre del Óigante. fortuna le trujo al Valle de la Perdición á
horas de medio día; y descurriendo por el
Después que la gran sabidora Eutropa hizo
abajo, no anduvo mucho que vio la alta to-
lo que oistes, que ella fue la dueña que or-
rre edificada en medio del río, cercada de
denó la batalla entre aquellos caballeros, y
álamos verdes que de lo hondo del agua sa-
vio pressas las personas de que se más temía
lían, y de altura tal que las almenas della
y podía temer, y la cristiandad puesta en ta-
qiiedaban con sombra de sus hojas.
maña falta dellas, quiso ordenar otro mayor
mal que el que hasta allí hiciera, que sa- Mucho desseó el caballero del Salvaje sa-
biendo que el soldán Olorique, marido de ber cuyo era tan gracioso asiento, y con
Alchidiana, la grande amiga de Palmerín, esta voluntad llegó junto de la fortaleza,
era muerto, y que del quedara un hijo ya mas no tardó mucho cuando de dentro vio
caballero muy esforzado, tan dado á las ar- salir suma de caballeros armados, y éntre-
mas y aficionado á guerra que su ánimo no nos gigantes de grandeza desmedida, con
se sosegaba sino cuando en las cosas della los rostros descubiertos y la ferocidad en
le traía ocupado, y que era tan enemigo de ellos de que la naturaleza los aclotó; puesto
cristianos y desseoso de los destruir cuanto que él nunca viera aquel castillo, viendo la
su padre fuera al contrario, ordenó de escri- gente que del salía, luego conoció que sería
birle una carta en la cual le trujo á la me- el que ya hablaba, y no' sabía determinar
moria la antigua enemistad que sus agüelos cómo caballeros de armas tan ricas acompa-
y antepassados tuvieron con los emperadores ñassen los gigantes, assentando en sí que si
68 LIBROS DE CABALLERÍAS
aquella era la aventura que entonces bus- la espalda derecha quebrada, y no pudiéndo-
caba, que más cierta estaba allí la desaven- se levantar, le tomó una pierna debajo, de
tura de todos que la ventura de ninguno, que le pudiera tratar mal si no se diera bue-
y porque vio que uno de los caballeros na diligencia, que con la otra ahirmando
se apercebía de la justa, tomando una lan- muy fuerte en el caballo, salió debajo con
za en las manos, enlazando el yelmo, en- mucha presteza. El del Salvaje, que ya es-
comendó sus cosas á Dios, puso las pier- taba en pie, le dijo: «Por cierto, señor ca-
nas á su caballo, y arremetió contra el rey ballero, que quisiera allegar á tiempo que os
Recindos de España, que era el que espera- hiciera algún servicio, porque tan buen ca-
ba, porque aquel día Dramusiando salió á ballero toda honrra merece que se le haga,
cazar acompañado del y de don Duardos; porque en mi vida recebí mayor encuentro
Primaleón, Arnedos y los dos gigantes vi- que el vuestro». «Por cierto, respondió don
nieron también hasta fuera de la puente, Duardos, no sé cómo mi encuentro os pare-
que de allí no passaban nunca sin espresso ció grande, porque el vuestro es el mayor
mandamiento de Dramusiando, antes que- que nunca recebí». En esto allegó á ellos el
daban siempre por guarda de la torre; como temido Pandaro, armado de las propias ar-
viessen venir el caballero del Salvaje, detu- mas con que siempre se solía combatir, di-
viéronse todos, esperando que don Duardos ciendo contra el caballero del Salvaje: «Ca-
justase según la costumbre; mas el rey Re- ballero, pues en las justas habéis hecho más
cindos, que después que allí entrara nunca de lo que de vos se esperaba, cumple que os
vistiera armas sino aquel día, pidió la pri- combatáis comigo, porque esta es la costum-
mera justa, y aunque en su tiempo fuesse tan bre deste valle, porque todos los que aquí
nombrado como en el libro de Primaleón se entran no pueden salir sin passar por ella,
dice, en esta justa no le aconteció tan bien y si esto no os parece bien, cúmpleos que os
que del primer encuentro dejasse de ir al rindáis en mis manos, é será con menos pe-
suelo, cosa de que muchos se maravillaron ligro que lo que dellos podéis recebir». «Por
los que bien le conocían. Arnedos, que siem- mayor habría yo esse, dijo el caballero del
pre le acompañara en todo, enlazó el yelmo Salvaje, que essotro con que tú me amena-
y pidió á don Duardos que le dejasse probar zas, pues es tanto á tu salvo é tan lejos de
su dicha, que fue tan mala como la ele su mi condición». El gigante, que no se quería
primo, porque también del primer encuen- con él detener en razones, fuesse á él cu-
tro le lanzó fuera de la silla. Primaleón, bierto de su escudo aforrado é guarnecido de
que en estremo era acelerado, no aguardó á acero con su maza en la mano, y recebién-
pedir licencia á don Duardos, antes, como dose entramos con tanta voluntad que cada
vio su cuñado en el suelo, tomando una lan- uno llevaba, comenzaron la batalla tan bra-
za en las manos se fue contra el del Salvaje, va é cruel, que Dramusiando y Primaleón y
que encontrándose en los escudos hicieron don Duardos que la estaban mirando no sa-
las lanzas piezas passando el uno por el bían negar la mucha differencia de aquel
otro; mas Dramusiando, que en estremo caballero á todos los otros que hasta allí vi-
holgaba de ver aquellas justas, hizo traer nieron; mas á él. que le pareció que ven-
muchas dellas de dentro de la fortaleza, y ciendo el gigante le quedaban otras mayo-
cada uno tomó otra de nuevo, y justando la res afrentas por passar, súpose tan bien sos-
segunda vez passaron como la primera; mas tener en aquélla, que hacía á Pandaro perder
como corriessen la tercera, Primaleón fue al los golpes, y los suyos daba tan bien á tiempo,
suelo llevando la silla entre las piernas, re- que en pequeño espacio le trujo á su volun-
ventándole la cincha por dos ó tres partes tad; mas la valentía de Pandaro sabía encu-
con la fuerza del encuentro, y el del Salva- brir la flaqueza en que sus heridas le po-
je, que también cayera llevando las riendas nían, dando otras tan mortales de su maza,
en la mano, tornó á cobrar la silla tan pres- que el escudo del caballero estaba casi des-
to, que pareció no haber caído. Don Duar- hecho, y él é las otras armas lo fueran si no
dos, viendo tales obras en hombre no cono- fuera por su ligereza; en esto andaban por
cido, tomó otra lanza de las muchas que el grande espacio hiriéndose mortalmente sin
gigante mandó traer, y vido que el otro ya tomar ningún descanso ni reposo, é Panda-
estaba aparejado con la suya en la mano; ro, como era tan pesado y del gran trabajo
arremetió á él con intención de vengar á to- no se podía sostener, andaba tan afrentado,
dos ó passar por la vergüenza clellos, pues que no pudiendo menearse se le cayó la
como nenguno errasse el encuentro, fueron maza de las manos y él en el suelo desapo-
de tanta fuerza, que los caballos cayeron derado de toda su fuerza, faltándole aliento
con sus señores, y el de don Duardes quedó para poderse tener en pie; el caballero del
PALMERLN DE INGLATERRA 69
Salvaje, que le vio tal, comenzó á desenla- ' sano de lo que vos estáis, quisiera yo aquí
zar el yelmo para le cortar la cabeza, y es- I para que mis golpes fueran dados con más
torbólo Daligán de la Cueva Escura, que sabor de lo que llevo en los gastar con vos;
siempre en estos tiempos acudía con la pres- i con todo, pues esto no conocéis, agora quie-
teza que en ellos era necessaria; el del Sal- ro que sintáis el daño que ellos hacen». El
vaje, sintiéndole tan cerca, dejó á Pandaro del Salvaje no respondió nada, antes encu-
por se defender del, é ambos comenzaron la briéndose con el escudo de Daligán, que to-
segunda batalla, tan temerosa y cruel, que mara porque algún tanto estaba más sano
no se sabía juzgar cuál lo fuesse más, ésta ó que el suyo, comenzó de defenderse de Dra-
la primera que hubiera con Pandaro, loando musiando con más tiento de lo que hasta allí
por estremo la braveza del caballero del hiciera, porque allí más que en otra parte
Salvaje, porque assí andaba desenvuelto é le era necesario, andando tan vivo como si
ligero como si en todo el día rio tuviera he- entonces entrara de nuevo; mas esto ni otra
cho nada: mas el gigante, que viniera de cosa no le valía, que Dramusiando, allende
refresco, comenzó a ferillo por tantas partes, de ser muy esforzado, como ya dije, era tan
cpie su ligereza y soltura no pudo empedir mañoso en todo, que en nada le hacía nen-
que en pequeño tiempo en sus armas y carnes guna ventaja; el caballero del Salvaje, que se
sus golpes no Mciessen mucha impressión; le acordaba que aquella era la más alta em-
con todo, los del caballero del Salvaje eran pressa y peligrosa aventura del mundo, y
tales, que pagaba á su contrario lo que del que quien la acababa acababa el mayor he-
recibiera; assí comenzaron á trabarse de cho que nunca se hiciera, hacía maravillas,
manera que ya no se esperaba que nenguno y porque muchas veces, cuando el desseo de
pudiesse salir con la vida, é porque contar la vitoria es grande, suele emprestar fuer-
por estenso lo que en esta batalla passó se- zas para alcanzarse, aquesto, allende de su
ría enhastiar álos leyentes, no lo hago; baste natural, le hacían tan esforzado, que verdade-
que duró mucho, siendo peleada de entramas ramente sus obras de aquel día no eran como
partes tan bravamente como se puede creer las de los otros días, mas para Dramusian-
de tales hombres, y al fin el gigante cayó á do de todo tenía necessidad; assí se andu-
los pies del caballero del Salvaje sin ningún vieron ñriendo tan grande espacio, que don
acuerdo, quedando el del Salvaje tan maltra- Duardos y Primaleón estaban fuera de sí,
tado ele sus manos, que casi no se podía te- creyendo q;ie en aquel hombre se encerra-
ner; Dramusiando se llegó á él assí á caba- ba todo el alteza de las armas; los hechos
llo con el rostro desarmado, pensando que le antipassados, que los tenían por muy gran-
mataría, diciendo: «Señor caballero, es ta- des, en aquella hora los juzgaban al revés.
maña la vitoria que hoy tenéis ganada, que Dramusiando y el del Salvaje se quitaron
sería bueno para quedar del todo con ella, afuera por cobrar aliento, y el gigante di-
curaros de sus feríelas que tanto os maltra- jo: «Por cierto, la tu valentía me hace do-
tan, y escusaréis otros trabajos que aún te- lor de ti, porque en ñn no durarás más de
néis por passar con rendiros ámí, que sabré cuanto essá tu sangre se te acabe de gastar,
usar con vos la cortesía que vos merecéis; y y si murieres, morirá el mejor caballero que
pesarme-hi-a no ser assí, porque será forzado nunca vi; ruégete qiie no quieras que la ba-
que hayáis batalla comigo en el tiempo que talla vaya más adelante; mira por ti, verás
vuestra persona tiene más necessidad de re- las armas deshechas y las carnes también con
poso que de trabajo». «Palabras son essas ellas, y el campo tinto de tu sangre; si has-
para hombre sano y bien dispuesto, dijo el ta aquí no te quisiste rendir, hazlo agora,
del Salvaje, agradecellas, cuanto más quien porque el buen consejo antes tarde que nun-
está tan mal tratado como yo; mas porque ca se ha de tomar». «Essas razones, dijo él,
tengo sospecha que en esta fortaleza están merecen tan buena respuesta, que por no se
pressos los mejores caballeros del mundo, y la dar quiero antes tornar á la batalla que
que vos sois el señor della, no querría que gastar tiempo en ella, porque ni vuestras
en tal tiempo sintiessen de mí tamaña fla- buenas palabras me quitarán della ni el te-
queza, pues no para me rendir, sino para los mor de lo que me puede suceder». Luego so
libertar vine aquí». «Bien es, dijo el'gigan- juntaron otra vez, sacando fuerzas de fla-
te, que os muestre cuan buen consejo os queza, mas en esta segunda batalla hicieron
daba y cuan vano pensamiento es el vues- entramos á dos tanto, que en pequeño rato
tro». En esto enlazó el yelmo, embrazando ninguno se podía menear; y puesto que el
el escudo con la espada en la mano, puesto caballero del Salvaje tenía perdido todo el
en pie se vino contra el del Salvaje, dicien- sentido, el gigante era llegado á tan estraña
do: «Otro tan buen caballero como vos, y más flaqueza, que ninguno que los viesse podía
70 LIBROS DÉ CABALLERÍAS
bien juzgar quién estuviesse peor. En aque- ; CAP. XL. — De lo que pasó el caballero de la
Ha hora el gigante bien quisiera que el del Fortuna después que fue sano de las Jieri-
Salvaje liobiera tomado su consejo, porque das que recibió en Londres.
él se sentía tal, que tuviera por mejor no
haber empezado la batalla, puesto que á la El famoso caballero déla Fortuna, de quien
verdad el del Salvaje estaba más allegado ha mucho que no hablamos, dice la historia
al fln, porque de las otras estaba cansado y que estuvo en casa de su güésped curándose
había perdido mucha sangre, por donde le cíe las heridas que recibió en Londres tantos
hacía estar tan al cabo; mas su ánimo incan- días hasta que se halló en clispusición para
sable y nunca vencido lo encubría tanto, poder caminar, y despidiéndose del é de la
que quien le miraba le hacía pensar al con- dueña su mujer, se armó de las armas hechas
trario. Primaleón y don Duardos, viéndolos de nuevo que Selvián le mandara hacer en
en tal estado, se allegaron á ellos con inten- Londres con la mesma devisa de la Fortuna
ción de estorbar la batalla, por temor que como las que antes traía; caminando siempre
tenían no muriesse en ella el caballero del hacia aquella parte donde le parecía que es-
Salvaje; mas por cuanto hicieron nunca se taba la fortaleza de Dramusiando, assí an-
piído acabar que la dejasse, de lo cual á . dando muchos días sin hallar aventura que
Primaleón pesó mucho; assí desta suerte de contar sea, en fin ele las cuales le tomó
anduvieron por gran espacio haciendo lo que una noche al pie de una montaña alta; junto
podían, que era ya bien poco; el caballero del estaba un valle que con la escurídad dé
del Salvaje tomó la espacia con ambas ma- la noche se encubría el frescor del, donde vio
nos, creyendo que aquél sería el postrero estar una tienda armada, con lumbre de ha-
golpe que daría, porque para más no tenía chas dentro; y llegándose más cerca por ver
fuerza ni aliento, y tomando al gigante en lo que sería, no halló otra cosa sino fue un
descubierto del escudo encima del yelmo, caballero muerto metido en unas anclas, y
fue golpe tamaño, que quebró la espada por otro que con palabras de mucho dolor mos-
muchas partes, y uno dellos entró tanto ator- traba sentir su muerte, y conociendo que
mentado, mas no para clejalle ele tomar en- aquél era Rosirán de la Brunda, sobrino del
tre los brazos, y el del Salvaje á él, e assí rey ele Ingalaterra, parecióle que el de las
vinieron entramos al suelo más muertos que andas no sería persona ele poco precio; apeán-
vivos. Cuya fuesse la vitoria claramente no dose del caballo entró assí armado en la tien-
se supo, y como ya fuesse noche cuando aca- da, y comenzóle d e consolar. Mas don Rosirán,
baron la batalla, y Dallarte que allí sobre- que en viéndole conoció al de la Fortuna, se
vino, y la hiciesse más oscura de lo que de levantó en pie diciendo: «Ya, señor caba-
suyo era, el caballero del Salvaje fue lleva- llero, seréis contento, pues es muerto el caba-
do del campo sin nenguno ver cómo, y el llero á quien vos por mayor enemigo tenia-
gigante quedó tendido en él, puesto que en des; este es el caballero del Salvaje, de quien
su acuerdo, la presunción de la verdad es ya deseastes vitoria y no la podistes haber».
que el del Salvaje iba todo fuera del suyo; El de la Fortuna le vinieron las lágrimas á
Dramusiando fue llevado á la fortaleza y los ojos, que esto tienen los corazones pia-
curado por Eutropa su tía, que entonces de dosos, aun del mal de sus enemigos tener
nenguno se fiaba, y porque le pareció que
: compasión, diciendo: «Por cierto, nunca yo
en los días que assí estuviesse aquellos ca-
ele nenguno más la desseé, porque assí era
balleros sus prisioneros querían hacer alguna
bien que antes del que de otro se clessease; y
cosa fuera de la fe que siempre le guarda-
pues en la vida fue la enemistad tan grande
ron, los metió sin que sintiessen, cómo en
' como vos sabéis, en la muerte quiero que
una casa grande que caía sobre el río. fuer-
veáis lo que en su venganza haré; por esso
te en estremo, sin más servicio que una
querría- que clixessedes en qué parte le acon-
ventana de reja, por donde les ciaba lo ne-
teció esta desventura, porque quiero también
cessario; allí los tuvo hasta que Dramusian-
passar por ella ó vengar á él». «Señor, yo
do y sus gigantes fueron sanos, que los qui-
llego aquí, dijo don Rosirán, habrá media
tó della, pesándole que en su tierra los tra-
horaj y no sé más que lo hallé en este esta-
taban assí, que ele confiado en su verdad
do y un hombre que de aquí se fue me dijo
creía que en todo lugar y tiempo usarían
que estas feridas recibió en la fortaleza del
como él, que no está en razón que para
gigante Dramusiando, donde se cree que to-
quien con sus amigos tiene palabras é obras
dos ó los más excelentes caballeros del mundo
virtuosas se le paguen con ingratitud, sino
son perdidos; y puesto que hiciera en armas
cuando los que las reciben tienen las condi-
cosas tan estremadas cuales ele otro nunca se
ciones desviadas de la virtud.
vieron, al fin quedó tal como veis, sin poder
PALMÉRÍH D E INGLATERRA 71
ciar fin aquella tan peligrosa aventura» . El dres con estas sus armas, y ámostralías al
caballero de la Fortuna, que el dolor de tal rey de cuya mano fue hecho caballero, que
acaecimiento sentía dentro en el alma, Tiendo, las mande guardar y tenellas en tanta vene-
que él no había acabado aquella aventura, ración en la muerte como sus obras merecían
túvola en más que hasta allí; tomando las en la vida». «¿Sabríadesme decir, dijo el de'
armas en las manos para ver los golpes, las la Fortuna, á qué parte está esta fortaleza
halló tan despedazadas, que no tan solamente donde todos acaban?» «Ko lo sé, ni creo que
tuvo en mucho la grandeza dellos, mas tuvo nenguno lo sabe, dijo él; mas creo que debe
en mitcho más ver á hombre en el mundo ; ser muy cerca de aquí, por lo que aquel hom-
que con tamañas heridas se sostuviesse algún bre me dijo, y también porque aun hoy fue-
espacio, y antes que las soltasse de las ma- ron las batallas del caballero del Salvaje, y
nos estuvo loando el esfuerzo del caballero, no pudiera ser traído de muy lejos en tan
diciendo: «Por cierto, ya se puede perder pequeño espacio». Luego se despidieron el
toda esperanza de acabarse essa aventura, uno del otro, siguiendo cada uno su viaje,
pues en ella hizo fin quien lo podía dar á donde Rosirán anduvo toda la noche. Y á otro
todas las otras»; llegándose más á él por ver día casi tarde entró en Londres llevando ante
si del todo era muerto, quitóle un paño de sí las armas del caballero del Salvaje, que
seda con que el rostro estaba cubierto, y con para ías vestir no iban tales que se pudiese
tanta viveza, en él, como si entonces andu- hacer, y él era tan conocido de todos, que le
viera en la batalla a donde sus heridas se salieron á ver como á cosa muy desseada, y
recibieron; afirmando los ojos, le dio un so- llegando á palacio, halló al rey tan desacom-
bresalto el corazón como si del todo le cono- pañado de los caballeros de que su corte los
ciera, y porque la naturaleza en estos cases días passaclos estaba llena, que le vinieron
lo descubre todo, ella le trujo á la memoria las lágrimas á los ojos, creyendo que todos
la perdida de su hermano, viéndole algpnas serían perdidos, y con este descontento en-
señales en que sospechó ser aquél, y llamó á tró, por entre algunos que allí había, al pa-
Sélvián para que le viesse, y tanto le estuvo recer de todos triste, sin hacer detenüniento
mirando, que entramos conformaron en aque- hasta do el rey estaba; poniendo las rodillas
lla sospecha; mas el de la Fortuna, que aun • en tierra, tomó las armas del caballero del
no estaba satisfecho, dijo contra don Rosi- Salvaje, diciendo: «Señor, solamente esto os
rán: «Pídoos por merced, señor caballe- queda para consolación de la muerte de quien
ro, que me digáis su nombre si lo sabéis, y las traía; estas son las armas de vuestro-De-
cuyo hijo es, pues vos ni él perdéis en ello sierto, caballero del Salvaje; por los golpes
nada, y aun me quitáis de una duda en que. dellas podréis conocer en el estado que queda
estoy». «Aventúrase ya tan poco en esto, el que murió por serviros, y pues cíe su per-
dijo él, que no quiero negar lo que sé: su sona no queda otra cosa sino estas insiñas,
propio nombre es Desierto; padre ni yo ni mandaldas poner en parte que sean testimo-
otro le conoce, puesto que á mí como al ma- nio de las obras de quien las trajo»; luego le
yor amigo que siempre tuvo confesó algunas contó lo que en la tienda le dijeron de las
veces que u n salvaje le criara y á éste co- grandes y bravas batallas que passara y de las
nocía por padre, llamándose siempre en su maravillas que hiciera, é cómo le halló, y de
poder el mismo nombre de Desierto». El ca- la manera que el caballero de la Fortuna fué
ballero de la Fortuna, á quien estas palabras á donde él estaba, é del llanto que hizo y las
tocaron en el alma, viendo ser su hermano, palabras que dijera, é cómo se partió para le
cayó sobre las andas tan sin acuerdo como si vengar. El rey estuvo un poco oyendo lo que
su corazón no fuera para mayores afrentas; don Rosirán decía, queriendo encubrir la
en esta hora entraron en la tienda cuatro pasión que aquellas nuevas le dieron; mas
hombres, y puniendo las andas en dos pala- como fuesse grande, pudo más que su dissi-
frenes que para esso trajeron, se partieron mulación, comenzando á decir otras palabras
con aquel cuerpo muerto. El de la Fortuna de mayor lástima que las de don Rosirán;
se quisiera ir tras él, mas no se lo consin- quejándose de la fortuna que tan al cabo lle-
tieron, diciendo que creyesse que si algún gaba sus cosas; acordándosele en aquella
remedio de la vida tuviesse, que sin él se le hora la pérdida de su hijo, juntamente con
darían; entonces lo dejó llevar, por le pare- la de sus nietos, que fuera causa de se per-
cer escusado seguillo; preguntó á clon Rosi- der todos los caballeros del mundo, y ahora
rán qué quería hacer ele sí, porque su deter- que pensaba que estaban en parte que podían
minación era acabar donde el otro caballero ser librados por alguien, vía muerta la ma-
recibió sus heridas, ó ver si las podía ven- yor esperanza que dello teñía, temiéndose
gar, «Yo? dijo don Rosirán, tornóme á Lon- que él caballero de lá Fortuna la suya le em-
72 LIBROS DE CABALLERÍAS
pidiesse para no poder acabar nada; después, nera ando atravessando aquel reino por
tomando las armas assí rotas como estaban, espacio de más de cuarenta días sin hallar
se fue solo con don Bosirán á la cámara de nenguna aventura de que se pueda hacer
Flérida, á donde también halló á la reina, memoria, puesto que en este tiempo passa-
amostrándole aquel postrero despojo de la ron por él muchas; al fin dellos, estando ya
vida del caballero del Salvaje; noseclice aquí el gigante Dramusiando y su gente para su-
lo que ellas passaron por no dar tristeza á los frir cualquier trabajo, se halló dentro del va-
letores; basta sentir la razón que para esso lle de la Perdición, á, riberas del río, de la
tenían; el rey mandó poner las armas en la parte de arriba; parecióndole el sitio y tie-
casa que los reyes de Ingalaterra acostum- rra tan fresca, la juzgaba por la mejor cosa
braban tener antiguamente para memoria de del mundo; yendo ocupando los ojos en la
las tales cosas, que se llamaba la torre de las verdura del campo, la clareza y mansedum-
Hazañas, en qne había armas de pocos, por- bre del agua y el cuidado en su señora Po-
que assí pocos fueron dignos de aquella cau- linarda, comenzó hacer entre sí mil diferen-
sa; entre algunos que ahí estaban eran las cias enamoradas que le llevaban tan sin
de Morlot el grande, las de Lanzarote del acuerdo, que solamente para pensar en el
Lago y algunos de los de la Tabla Redonda; peligro en que estaba no tenía memoria;
fueron las del caballero del Salvaje puestas acordó deste pensamiento á las voces que
tanto más arriba cuanto bastaba para cono- Selvián le daba hallándose junto de una to-
cerse la ventaja que á los otros tuviera; el rre y clon Duardos en medio de la puente
rey, como quien ya perdiera la esperanza, apercebido de justa; y qniriendo tomar la
consolábase consigo mesmo ocupándose siem- lanza, vio venir hacia sí una doncella enci-
pre en las cosas del servicio ele Dios; viendo ma de un palafrén con un escudo en las ma-
que fue dado más para ello que para las cosas nos, diciendo: «Espera, señor caballero, que
del mundo, estaba ya dispuesto, juzgándolas antes que hagáis nada toma de mí este escu-
unas por verdaderas y duraderas y las otras do, que hoy es el día en que más que nunca
por caducas y perecederas, no agradeciendo os ha de servir»; y dándosele, tornó tan pres-
otra cosa á la naturaleza sino el juicio que le to por donde vino, que en pequeño espacio
diera para conocer todo esto, que entre los desapareció; el caballero de la Fortuna dio el
bienes que ella da este es el mayor. otro á Selvián, y quinándose encobrir con
aquel que la doncella le diera, conoció que
era su escudo de la palma, que le tomaron el
CAP. XLI.—De lo que pasó el caballero de día que hizo la batalla con el gigante Caubol-
la Fortuna después de ido don Bosirán, dán de Murcella; bien entendió que dárselo á
Tanto que el caballero de la Fortuna se tal tiempo no era sin algún misterio, y más
apartó de Bosirán, no anduvo mucho por el acordándosele las palabras que la doncella
valle abajo qae no se abajasse del caballo, dijera á Selvián cuando se le tomó, prome-
echándose al pie de un árbol con propósito tiéndole de tornársele á tiempo que más le
de dormir lo que de la noche quedaba por hubiesse menester; y pues que con el otro
passar, mas no lo pudo hacer con el dolor que escudo en que andaba su devisa de la Fortu-
las heridas del caballero del Salvaje le hicie- na acabara tantas cosas como atrás dije, e ya
ron, arrepintiéndose algunas veces porque que de muchos días le fuesse aficionado, qui-
por fuerza no fuera en su compañía, passán- so entonces aprovecharso deste otro, assí por
dole también por la memoria la tristeza en que se le acordaron las palabras que le dije-
que vivía de no saber cuyos hijos fuessen; ron cuando se le llevaron á la corte del em-
esto le hacía dessear hacer obras con que to- perador Palmerín, como porque le pareció
das essotras cosas se olvidassen, desseando ser aquel día de mayor peligro y afrenta que
ya verse en la torre de Dramusiando y espe- todos los passados, que su recelo le decía ser
rimentar su fortuna ó á hacer fin juntamen- aquella la fortaleza del gigante. En esto vio
te con los otros; tanto que la mañana esclare- que don Duardos, enhadado de esperalle, le
ció, Selvián le llegó el caballo y en él empe- dio voces que justasse, y abajando las lanzas,
zó á caminar por aquella tierra, preguntando cubiertos de los escudos, se encontraron de
siempre por nuevas del castillo del gigante; todas sus fuerzas; la lanza de don Duardos
todos lo sabían tan mal que nunca halló nue- fue hecha pedazos en el escudo del de la
vas de lo que desseaba, y puesto que cada Fortuna, de que tuvo más esperanza por no
día passasse cerca de él, no quería Eutropa habelle hecho impresión nenguna; el escudo
que entrasse en el sitio defendido hasta que de don Duardos fue falsado y las armas tam-
los gigantes y su sobrino estuviessen en dis- bién, y él algún tanto herido, mas no de
posición de hacer batalla; assi que desta ma- muerte, y porque no tenían más lanzas para
PALMERIN DE INGLATERRA 73
poder justar, y batalla de las espadas don nos lugares, y passándole por la memoria los
Duardos no la podía hacer según la ordenan- peligros de aquella casa, conoció que sin un
za del castillo, fue luego abierta la puerta de compañero tal como él traía no lo pudiera
mano de aquel temido Pandaro; don Duar- sufrir. Daligán estaba mal tratado, y Dra-
dos se recogió mal tratado del encuentro; el musiando puesto en tamaño recelo que no sa-
de la Fortuna, que ya deseaba esperimentar bía qué se pensase, que bien sentía que si el
la suya, entró tras él; Pandaro, que no es- caballero de la Fortuna tuviesse su escudo
peraba otra cosa, tanto que le vio dentro le en tanta perfición, sería dura cosa veneello;
cerró la puerta cubierto de su escudo, con su de la otra parte tenía tanta confianza en sus
maza en la mano hecha de nuevo se vino á obras, que esperaba que sus golpes lo deslia-
él; el de la Fortuna le recibió cubriéndose rían todo. En esto se tornaron á juntar Da-
con su fuerte escudo, á donde los golpes ha- ligán y el caballero de la Fortuna con mayor
cían tan poco daño como si dieran en una ímpetu y braveza, mas la batalla duró éntre-
roca, hiriendo también al gigante tan mor- nos poco, que puesto que el esfuerzo de Da-
talmente, que en pequeño espacio le trató ligán no fuese pequeño, y el de la Fortuna
tan mal cuanto él nunca se viera de las manos vio las ventanas y almenas llenas de sus
do otro si no fue del caballero del Salvaje; y amigos, y acordándose que estaban presos y
porque sintió cuan poco daño hacían sus gol- la confianza que en el tenían, combatióse con
pes en el escudo de su contrario, se esforzó tal esfuerzo, que dio con él á sus pies, y
tanto para sostenerse en la batalla, que aquél desenlazándole el yelmo le cortó la cabeza.
día fue en que mostró el fin de sus fuerzas y Dramusiando quedó tan enojado, que luego
el esfuerzo. El caballero de la Fortuna anda- pidió sus armas; el de la Fortuna se assentó
va tan vivo, que allende de le tener deshecho en un poyo tan cansado que no se atrevió á
el escudo en el brazo, le tenía hiriéndole subir la escalera sin tomar algún reposo, y
por tantas partes, que Dramusiando y Pri- de ahí estuvo hablando con algunos sus ami-
maleón y don Duardos, y los otros que mira- gos; don Duardos le rogó que se quitasse el
ban la batalla, hallaban en ella por milagro, yelmo, que le desseaba ver; Floramán, vién-
loándole tanto cuanto su ardideza era dina dole dudar, dijo; «Caballero, quien esto
de hacello; puesto que el de la Fortuna no pide es don Duardos». El de la Fortuna,
trújese aquel escudo tanto para que por él oyendo nombrar á don Duardos. puso los ojos
fuesse conocido, muchos caballeros de casa en él, y en el parecer de su persona juzgaba
del emperador hubo que le conocieron, por- que debía de ser él; entonces, quitándose el
que se hallaron allí cuando el sabio Dallarte yelmo, quedó tan abrasado del trabajo pas-
se le enviara, á quien costó caro cuando se sado, que el mismo trabajo le hizo parecer
combatieron sobrel con el caballero del Sal- más hermoso de lo que era él de su natural.
vaje, afirmando todos juntamente que si «Ya yo creo, dijo don Duardos, que quien
quien le traía no acabase aquella aventura, Dios hizo en el parecer tan diferente de los
sería su prisión perpetua; su alegría fue ta- otros, que "no le guardó sino para en todas
maña en algunos, que no sabían juzgar cuál las otras cosas lo ser; pidos por merced que
era mayor: [si] el contentamiento que de ve- si vuestra buena ventura llegase al cabo con
lle así [tenían] para su salvación, ó si la pas- esse gigante que agora allá va para hacer
sión que sentían del peligro con que le vian á batalla con vos, que uséis con él de toda cor-
él; en este tiempo andaba el gigante tan flaco, tesía, porque nunca vistes hombre de su ma-
que cerca no se podía tener; el de la Fortuna, : ñera tan merecedor della». El caballero de
conociendo su flaqueza, le cargó de tantos gol- la Fortuna le quisiera responder, mas vio
pes, que le hizo venir al suelo tan sin acuerdo que Dramusiando estaba ya abajo, y no tuvo
como aquel que del todo era muerto; luego le tiempo para más que enlazar el yelmo, po-
desenlazó el yelmo para le cortar la cabeza, niéndose á una parte del patio cubierto de su
mas no lo hizo, lo uno por no ser necessario escudo á esperalle. Dramusiando, como algún
y lo otro porque Daligán no le dio tanto es- tanto viniesse señoreado de la ira por la
pacio; y puesto que en aquella hora hobiesse muerte de Daligán, quiso luego gastar el
menester descansar, comenzó de defenderse, tiempo en su batalla antes que palabras, y
viendo que la intención del gigante no era juntándose entramos comenzaron á ferirse
tal, mas en menos de una hora él le paró tal, de tales golpes, que en pequeño tiempo se
que le hizo desear reposar un poco; mas lue- hicieron mucho daño; los de Dramusiando
go se apartaron afuera. El caballero de la entraban por el escudo del de la Fortuna tan
Fortuna, mirando hacia sí, vio su escudo tan gravemente como si fuera algiinode los otros,
sano como si no le hubieran dado ningún de que al de la Fortuna nació algún recelo y
golpe, mas las armas estaban rotas por algu- temor, hallándole tal diferencia en tiempo
74 L I B R O S D E C.¡ Á B A L L E R I A S
tan poco necessarío; de la otra parte bien co- la ver; más como les fuesse faltando la san-
noció que quien se le envió le debió de ha- gre y aliento, fue tan grande la flaqueza de
cer ansí, para que si la vitoria de tamaña Dramusiando, que cayó en el suelo sin nen-
impresa hobiesse de alcanzar, no fuesse gún sentido, y el caballero ele la Fortuna sé
toda atribuida á la fortaleza del escudo, y sentó no pudiéndose tener en pie; luego ba-
guardándose de Dramusiandp con mayor jaron de lo alto de la fortaleza tocios los pri-
tiento de lo que hasta allí hiciera, hacíale . sioneros, y don Duardos quitó el yelmo á
dar sus golpes en vanó, que de otra manera Dramusiando para que le diesse el aire, pi-
cualquier dellos que le acertara en lleno diendo al de la Fortuna, pues la vitoria cla-
le pusiera en gran peligro; mas no se podía ramente era suya, no quissiesse más ven-
guardar tanto cpie no le diesse algunos, de ganza, que de lo hecho sé contentasse. «Pues
que le hacía andar bien maltratado, el escu- que mi intención era otra, respondió el de la
do todo deshecho; las armas andaban esso Fortuna, dejaré de le cortar la cabeza pues
mesmo; puesto que las del gigante no le vos lo mandáis, y también' porqué pienso
llevassen ventaja, la sangre que les salía era que será escusado, qué él y yo estamos tales
mucha, assí que en ellos no había más que que más muertos que vivos nos podéis con-
la braveza con que peleaban, y esta era tal, tar». El príncipe Primaleon, Polendosy otros
que allende de destruir á ellos, hacía dolor á señores le tomaron en brazos; viendo que con
quien con amor los estaba mirando; mas sus la falta de sangré le venían algunos desma-
corazones incansables, y que en aquel tiem- yos, tenían esta vitoria con mucho desconten-
po podían sufrir mal reposo, no los dejaba, to hasta ser ciertos de la salud de-tal caballe-
descansar, antes renovando la batalla se ro; en esto llamaron á la puerta de la torre
trabaron de manera qué quien de fuera los • con mucha priessa; Platir fue á abrir por ver
miraba no juzgaba que nenguno del no que- quién era, y halló un hombre antiguo á ma-
daba para poder entrar en otra parte, que nera ele griego, que entró dentro,.y dos don-
los más de aqtiellos príncipes y caballeros cellas con él; cada' una traía en la mano
sentían tamaña pena que antes tomaran por una bujeta dorada, en que venían algunos
partido ser siempre presos que libres si su ingüentos necesarios; á tal tiempo y sin más.
libertad habia de ser con la muerte de tal detenerse le buscó las heridas, tomando la
caballero. Dramusiando y él se quitaron á sangré assí al uno como al otro, untándolos
fuera por tomar algún descanso; Dramusian- á entramos con igual diligencia, sin consen-
do, temiendo que aquél serla el destruidor tir que otro nenguno tocase á ellos, y man-
de sus fuerzas y que allí se cumplía lo que dando llevar cada uno á su cama, dijo contra
Entropa siempre anunciara, pensó en si le aquellos señores que se consolasseñ, que no
cometería algún partido con que dejasse la eran aquellas heridas de cpie nenguno dellos
batalla; después, acordándose que tal come- peligraría, por donde el placer fue algún
timíento p a r a s u h o n r r a era dañoso, quiso an- tanto y todo si no les pareciera que eran di-
tes dejarse morir en ella que vivir con tal, chas en tiempo de consolación; mas sabien-
menoscabo á su honrra. El caballero de la do que en el vencimiento del gigante se que-
Fortuna, que en el mismo recelo estaba me- braban los encantamentos de aquel valle, y
tido, comenzó á decír entre sí; «Sí mi muerte que la salida estaba en ellos, tuvieron más
ha de ser por causa de la libertad de tantos, de que se contentar. El viejo se tornó por
aquí mejor que en otra parte es ella bien donde viniera, dejando las doncellas. para
empleada»; más volviendo á su señora, de- curállos; todos acompañaban al de la Fortu-
cía: «Señora, si algún tiempo esperáis acor- na, sino don Dnardos, que puesto que cada
daros de mí, sea éste, ó al menos para que día le fuesse a ver dos veces, el más del
sepáis que con vuestro favor se alcanzó ta- tiempo estaba con Dramusiando, deseando
maña vitoria». Estándole encomendando el qué sanase para le pagar la voluntad con que
peligro de su batalla, vio que Dramusiando siempre le tratara.
venía contra él tomada la espada con entra-
mas manos, porque ya nenguno tenía escudo
con que se amparar, y apartándose del gol- CAP. XLIL—Cómo el príncipe Floramán,
pe le hizo dar en vano como todos los otros, por consejo de aquellos caballeros, par lió
dando los suyos ele manera que le hacía mu- para Londres á visitar al rey y á Flérida..
chas heridas; mas por esso Dramusiando de-
jaba algunas veces de empecelle, ele manera Algunos días passaron, después del venci-
que se llevaban poca diferencia; ya se habían miento de Dramusiando, que aquellos seño-
parado tales que casi no se podían tener. Los res y caballeros no entendían en otra cosa
que miraban la batalla estaban' pasmados de sino en la cura del y del caballero, de la
Fortuna, no uniendo el placer d© la"vitoria"
P A L M E R L N DE I N G L A T E R R A 75
por perfeto en cuanto su salud estaba in- rey, dijo: «Por cierto, señor, puesto que del
cierta, asentando en sus voluntades no salir mucho trabajo que las armas dan no saca-
de allí hasta que el de la Fortuna fuesse del ra más fruto para ser pagado que esta visita-
todo sano, ó dalle sepoltura conforme á su ción, yo lo he por tamaño precio que nen-
merecimiento; mas después que vieron que guno otro me pudieron dar que más estima-
iba mejorando y que las doncellas que los ra, y antes que nenguna cosa de lo que aquí
curaban certificaban su salud, acordaron ha- soy enviado diga, pido por merced a vuestras
cer mensajero al rey de Ingalaterra que le altezas que, assí como tuvieron corazón para
llevasse aquellas nuevas, sabiendo cuan ne- passar los combates que la fortuna hasta
cessarias eran para atajar su dolor en tanto aquí les dio, agora las nuevas que de mí
tiempo: por consejo de tocios acordaron fuesse oyeren, que son buenas, reciban moderada-
el príncipe Floramán, que entrellos era ha- mente, porque desto, cuando assí no es, tanto
bido por uno de los más bien hablados de daño se recibe de las alegrías súpitas y no
toda la compañía; y tomando sus armas, que esperadas como de las tristezas que mucho
rotas y despedazadas halló en la armería de duran; el príncipe don Duardos vuestro hijo,
Dramusiando entre las otras, las tomó y se y Primaleón, con todos los otros príncipes y
armó lo mejor que pudo-; al segundo día que caballeros que se creía ser perdidos, besan
de allí partió, llegó aquella gran ciudad de vuestras reales manos, haciéndoos saber que
Londres, á donde entrando en ella no vio' quedan en toda su entera libertad muy cer-
otra gente sino popular, y á su parecer has- ca desta ciudad de Londres, donde yo los
ta en aquellos andaba tan esparcida la tris- dejo aguardando por la salud del famoso ca-
teza, como si fuera gente noble, de que al ballero de la Fortuna, por cuyas manos y
presente estaba más poblada la torre de Dra- esfuerzo fueron libres de la prisióa que has-
musiando que la ciudad. Todos le salían á ta agora los tuvo aquel temeroso gigante
ver como cosa nueva, espantándose de la Dramusiando». No pudieron estas palabras
manera de las armas, porque allende de ir tanto poder que en los corazones de aquellos
tan llenas de sangre como salieron ele aque J señores hiciesse verdadero assiento para
lia temerosa batalla en que él y todos sus creer lo que ellas afirmaban, antes juzgándo-
amigos fueron pressos, iban tan hechas pe- las más por sueño que por otra cosa, mirá-
dazos, que parecía cosa contra razón pode- banse unos á otros no sabiendo determinar si
lias llevar nenguno; assí llegó á palacio, á lo creerían. Floramán, qué como discreto •
tiempo que el rey salía á caza de gavilanes conoció sus mudanzas, viendo las vueltas
acompañado ele algunos cazadores que aque- que las nuevas que traía hacían en lo secre-
llos días le seguían, y quitándose el yelmo to de aquellas personas reales, tornó otra vez
para besalle las manos, el rey, que lo cono- á decir: «Por cierto, señor, vuestro hijo don
ció, le fue á abrazar, diciendo: «Por cierto, Duardos está vivo, y yo me aparté ayer del
señor Floramán, vuestras armas me dicen y de los otros caballeros que con él quedan».
los peligros que por vos han passado, puesto El rey, que algún tanto con aquellas postre-
que para creerse esto estas muestras no eran ras palabras certificó más, levantóse en pie,
menester sino para quien no conociesse vues- y tomando a Floramán entre los brazos, co-
tra jiersona; ruégoos que si algunas buenas menzó á decir: «Señor Floramán, ¿qué haré
nuevas traéis, que me las digáis, y puestas para creeros, que de vos no se esperaba
que sean malas, también me las dad, que sino verdad, mas mi desdicha está tan ácos-'
tan acostumbrado estoy á ellas, que ya no tumbrada á otras nuevas diferentes destas,
me pueden espantar mucho». «Señor, dijo que no me dejan creeros del todo?» Florida
Floramán, tórnese vuestra alteza á donde y la reina se recogieron á una cámara tan
está la reina y Fléricla, que añtellas os claré traspassaclas, que fue menester socorrellas
la que sé». El rey se tornó á palacio, llevan- con algunos remedios para las tornar en sí,
do á Floramán por la mano hasta donde ellas porque en este tiempo, si entra el placer,
estaban, que le recibieron según que él me- hace tamaño sobresalto en aquellos que no
recía, í l o r a m á n , que hasta allí no había se esperaba, que el pesar, puesto que sea
visto á Plérida, parecióle de las más hermo- grande, en comparación del es mucho menos
sas mujeres que nunca viera, aunque mucho daño; y después, tornadas en su acuerdo,
lo robara la passión de los días passados su abrazábanse una á otra tantas veces como si
hermosura, tiniénclose por de los dichosos entrellas hobiera algún apartamiento de mu-
caballeros del mundo por ser el que restitu- chos días; el rey quiso saber particularmente
yesse á su placer y contentamiento en las en cuyo poder don Duardos y los otros caba-
nuevas que le traía, tanto al revés ele las que lleros fueron pressos, 3^ la batalla que él ca-
siempre le dieron; entonces, volviéndose al ballero passara, y la disposición en. que que-
76 LIBROS B E CCABALLERÍAS
dará. Floramán le dio tan entera cuenta de Fortuna estaba casi sano, y que en tanto que
todo, como aquel que á todo estuvo presente, él y el gigante se pudiessen levantar, todos
y cuando llegó á contar el desbarate de la juntamente le vendrían á besar las manos;
postrera batalla, el rey quedó tan atónito de cuando el rey oyó á Pridos, ya le pareció que
oir las grandes maravillas del caballero de la todo lo que antes le decían era verdad, que
Fortuna y la guarda que Dramusiando tenía hasta allí su corazón temía los peligros que
en su fortaleza, que dijo: «No bastó la gue- ya passara; echándole los brazos le llevó á
rra quel gigante Franarque hizo al rey mi Flérida, que también fue descansada con él
padre; mas aun las reliquias que del queda- como si viera á don Duardos. Pridos dijo al
ron habían de poner mi vida en tanto peli- rey que don Duardos le suplicaba que cuan-
gro; doy gracias á Dios que esto consiente, do viesse al gigante le tratasse, no como á
pues no quiso que el fin de mis días fuesse enemigo, mas como al mayor amigo del mun-
con tanto desgusto como yo esperaba»; e pre- do. «Ya el príncipe Floramán me tenía di-
guntando á Floramán si Dramusiando era cho, respondió el rey, que hieiesse esto;
muerto, le dijo que no, mas antes le afirma- puesto que mi voluntad era al contrario, de-
ba que don Duardos le deseaba la vida como terminé hacer lo que me pide, assí porque
la suya propia, é le mandaba decir que cuan- las noblezas desse gigante lo merecen todo».
do le viesse que le tratasse como persona á
quien mucho debía, porque nunca vieran
CAP. XLIII.— De eomo aquellos señores se
gigante que mereciesse ser tratado como
jjartieron para Londres, y de lo que hizo
otro hombre como aquél. El rey, puesto que
no lo tuviesse en la voluntad, oyendo las Eutropa.
noblezas suyas é lo que con su hijo é los Tantos días aquellos príncipes y caballe-
otros usara, prometió de lo hacer assí; con ros estuvieron en la torre de Dramusiando.
esta certidumbre se fue á donde estaba Flo- hasta que él y el de la Fortuna se hallaron
rida, ó abrazándola contó lo más que después para poder caminar, y quiriendo poner en
con Floramán passara. obra la partida, quiso don Duardos proveer
Las nuevas se derramaron por la ciudad, primero en la fortaleza para que quedasse
e fue el alboroto tan grande, que unos ve- por suya; y á Eutropa, tía del gigante, pues-
nían á ver á Floramán, otros iban á la torre to que no le merecía buenas obras, dalle otra
del gigante, siendo aquel placer tan general, de más provecho en que pudiesse estar; por-
como antes fuera de tristeza; las fiestas en- que él esperaba hacelle mercedes que en ellas
tre la gente popular se comenzaron tan se viesse la voluntad que con sus obras le su-
grandes, como nunca se hicieron. Florida, piera merecer. Estando platicando esto con
con cuanto oía los alborotos de la ciudad, sus amigos, y rogando al príncipe Beroldo
estaba tan atormentada de los miedos pasa- que quisiesse decillo á Eutropa, sintieron
dos, que ellos le hacían recelar aquel placer súpitamente tamaño estruendo en el castillo,
no ser perfeto; el día que tocio se passó en que parecía que se asolaba; la escuridad fue
visitaciones, llegaron muchas personas que tamaña, que unos á otros no se veían; esta
ya venían de la torre del gigante, é afirma- hora oyeron una voz en el aire que decía:
ron las nuevas por ciertas. El rey quiso lue- «Don Duardos, no emplees tus cosas en qiiien
go hacer correo al emperador Palmerin, que tan mal te las agradece; yo soy Eutropa, que
tan atribulado vivía por la perdida de su hasta que mis días hayan fin no dejaré buscar
hijo é nietos; mandó llamar á Argolante, manera como la cié á los tuyos; agora me voy
hijo del duque Ortán, [ y ] díjole: «Argolante, á parte á donde, desembarazada ele tocios los
yo quiero que pues vos llevastes á la corte otros cuidados, pueda seguir éste»; entonces
del emperador de Grrecia la primera nueva de se deshizo la escuridad, y á ella vieron ir
la pérdida de mi hijo, por lo cual después se metida en una nube con tamaña priessa que
perdieron los suyos, que agora le llevéis ésta en pequeño espacio desaparecióse, de que
de ya parecidos, con que tanto placer en su todos quedaron espantados, contentos de la
corte se ha de recebir». Argolante le besó las ver ir tan lejos porque su conversación no
manos por tamaña merced, y sin más detener- los dañase. Passados aquellos días, las don-
se, tomando sus armas, se metió al camino. cellas que por mandado del viejo allí vinie-
Passados tres días, el rey quissiera ir á la to- ron el clía de la postrera batalla, que queda-
rre del gigante para ver á sus amigos y trae- ron curando el caballero ele la Fortuna y el
Uos consigo; estando en esta determinación, gigante Dramusiando, se vinieron á don
llegó Pridos, que le estorbó la ida con decir que Duardos, diciendo: «Señor, lo que para aquí
ellos le rogaban que no hieiesse mudamiento quedamos está ya acabado, suplicóos nos deis
de su persona, porque ya el caballero de la licencia para nos ir». «Por cierto, señoras,
PALMERÍN DE INGLATERRA 77
dijo don Duardos, la obligación en que os besar la mano al rey con las rodillas por el
quedo es tan grande, que no querría que os suelo, le dijo: «Señor, si ante vuestra alteza
fuéssedes sin alguna satisfaoión, más rué- yo puedo valer alguna cosa, sea hacerme
goos que me veáis en Londres ó me digáis tanta merced que á este gigante trate, no
dónde os puedo ir á ver, y entonces sabréis como hijo de su padre, sino como el mejor
loque tenéis en mí». «Señor, respondieron hombre del mundo, pues el lo es» . El rey le-
ellas, la nobleza vuestra es tan clara á todos, vantó á don Duardos, 3^ tomándole por entre
que para nosotras es eseusado hacer salva; á los brazos, le apretó consigo, [y] derramando
Londres iremos nosotras, si á vuestro servicio muchas lágrimas le dijo: «Hijo don Duardos,
fuere neoessario, si nos lo mandare quien ¿quién es el que tanto clesseara veros y que
nos dejó aquí; lo que agora queremos es li- en este tiempo os negara ninguna cosa?» En-
cencia para nos poder ir». «Yosotras sois tan tonces volvió hacia Dramusiando, que le que-
libres á donde quiera que estuviéredes, que ría besar las manos, y abrazándole, dijo:
podéis hacer de vosotras vuestra voluntad»; «Por cierto, Dramusiando, mal pensaba yo
ellas le agradecieron la suya, é despidiéndo- que quien te nto mal me hizo quisiesse tan-
se del é después del caballero de la Fortuna, to; mas vuestras noblezas pudieron tanto co-
é luego se fueron á la puerta de la fortaleza, migo, que allende de me hacer perder el
donde hallaron dos palafrenes que cabalga- enojo, volví la voluntad tanto de vuestra
ron, siguiendo el camino para do habían de parte, que agora no sé ya quién puede ser
ir; pues viendo don Duardos y todos aquellos vuestro enemigo que también no lo fuesse
señores que la disposición de los heridos era mió». En esto vio que el caballero de la For-
para seguir cualquier trabajo, determinaron tuna se venía para él, y tomándole en los
partirse, ordenando primero que la fortaleza brazos comenzó á decir: «¿Quién me dijo á
quedasse por el caballero de la Fortuna, cosa mí siempre que si algún bien me había de
que no se pudo acabar con él, antes pidió de venir había de ser por vuestras manos?» «Por
merced á don Duardos que la quisiesse ace- las ele Dios puede vuestra alteza decir, que
tar; él la tomó con condición que de allí ade- assí lo quiso, respondió él, que las mías no
lante, por la memoria de quien la ganó, se son para tanto». Acabado este razonamiento,
llame la Torre de la Fortuna, y dejando en se fueron para la iglesia principal de la cib-
ella á Pompides hasta enviar á otro, se par- dad, á donde oyeron missa con tanta soleni-
tieron armados de sus armas con que hizo la dad como era razón; acabada la missa, aque-
batalla, porque en ellas se pudiesse ver los llos príncipes y caballeros casi por fuerza
estraños golpes del caballero de la Fortuna; hicieron cabalgar al rey, y ellos le fueron
con aquel placer caminaron hasta que estu- acompañando hasta el palacio, donde halla-
vieron á vista de la cibdad; la gente que de ron á la reina y á Flérida que los salieron
la cibdad salía era en tanta cantidad, que á recebir; entramas juntas tomaron á don
todo el camino venía lleno, de manera que Duardos, aun no creyendo que le tenían allí.
los de á caballo no podían andar; unos se El rey tomó á la reina por la manga de una
llegaban á don Duardos por velle por el gran ropa qixe traía, diciendo: «Señora, vuestro
amor que le tenían; algunos días después de hijo ya está en vuestra casa, y cada día le
velle á él iban á ver al gigante Dramusiando podéis ver; agora habla á estos príncipes y
y al caballero de la Fortuna, teniendo por caballeros, á quien tanto debemos por el pe-
cosa espantosa por un caballero ser vencido ligro que por nosotros se pusieron con desseo
un hombre como aquél; assí platicando cada de la libertad de don Duardos». Entonces
uno en lo más que en aquella hora se le ve- mostrándole á Primaleón, la reina le recibió
nía á la memoria, allegaron á vista de la como á tan gran persona convenía, y luego
gran ciudad de Londres, á donde viendo á Vernao, y al rey Polendos, y al rey Reein-
don Duardos por entre los otros edificios el dos, y al rey Arnedos, con todos los otros
aposento de Florida, no pudo estar tan libre principes y caballeros mancebos; Flérida, des-
que sus ojos no sintiessen la soledad de tanto pués de tener á don Duardos en casa, fue
tiempo; mas acordándose cuan cerca estaba abrazar á su hermano: «Perdóname no ha-
de vella, le hizo olvidar con la gloria pre- ber hecho esto mas presto, que, á la verdad,
sente toda la tristeza passada, y esforzóse lo la vista de don Duardos me lo hizo olvidar
mejor que pudo para que ninguno le sintiesse todo». «Yos señora, tenéis tanta razón, dijo
aquella flaqueza; llegando junto de la ciudad, Primaleón, que aunque más tarde os acoi-
el rey los vino á recebir con una solene dárades de mí, no os pusiera culpa»; y to-
fiesta; el rey recibió á cada uno según la va- mándola por la mano y don Duardos á la rei-
lía de su persona; don Duardos llegó de los na su madre, las llevaron, á su aposento, á
postreros con Dramusiando, y después de donde quedando don Duardos solo con ellas,
¥8 LlBMOS DE CABALLERÍAS
el vey salió á hacer aposentar aquellos seño* á la memoria iás cdsas qué allí pdssárorh
res, y porque en el palacio estaba ya ordena- Todos los caballeros se ataviaron para él día
do el aposento para muchos, fueron reparti- de su entrada y saliéronla á; recebir tres le-
dos en esta manera: Primaleón y Belcar y guas de la cibdad, y el rey con ellos, lie*
Vernao, juntos; el rey Arnedos y el rey Be- vándole en medio Vernao y Polinardo, y
cindos y Moren dos en otra parte; el caballe- porque decir las cortesías que passaron y las
ro de la Fortuna, el príncipe Beroldo y Gra- cosas que usaron al tiempo que se vieron
ciano en otro aposento; Platir, Polinardo, sería prolijidad, pues para tal cosa basta que
Francián, sobre sí; Dramusiando, Mayortes, cada uno lo podrá sentir, ni tampoco el pla-
el soldán Belagriz en otro; y assí todos los cer que Trineo y la emperatriz recibieron de
otros que quedaban fueron aposentados en el ver á sus hijos, de que tan poca esperanza
palacio, que muy bien cupieron, por ser los tuvieron hasta entonces, pues esto puede co-
aposentos los mayores del mundo, aunque nocer quien en algún tiempo se vio apar-
para caballeros andantes, aunque fueran tan tado dellos y después los vio; junto de la
grandes personas, menos pudiera bastar. cibdad fueron recebidos con tantas.danzas é
Aquellos días fueron proveídos en sus posa- invenciones como entonces el pueblo podía
das tan bien de todo lo necesario, como ta- hacer; llegando é palacio, hallaron á la reina
les personas merecían; assí passaron los unos y á Flérida vestidas de diferentes atavíos;
con los otros desseando cada uno partirse entramas tomaron entre sí á la emperatrízT,
para su casa, y esto más para pagar la so- usando primero de las cortesías que entre
ledad de tanto tiempo que para ir á usar de tales personas son necessarias, y assí subie-
mando y señorío, que natural es de las per- ron por la escalera, llevando el emperador á
sonas singulares codiciosas de fama no hon- la reina por la mano, que por ser muy vieja
rarse tanto de los señoríos, cuanto ellos han no podía subillas, y el rey á la emperatriz su
de ser honra dellos. hermana, y Primaleón á Flérida, hasta de-
jar cada uno en su aposento; mas Agrióla,
que le parecía no ser aquellos sus hijos, qui-
CAP. XLIY.—Cómo Trineo, emperador de siera que durmieran aquella noche en su
Alemana, vino á la corte de Ingalaterra y aposento, para acabar de certificarse dellos,
de las fiestas que en su venida hubo. y porque del camino llegaron cansados, no
Ta las nuevas de la libertad destos prín- hobo sarao según que de antes estaba orde-
cipes eran tan públicas por algunas partes, nado, antes recogiéndose cada uno a su pa-
que al emperador Trineo, que cerca de allí sado, comenzaron aparejar cosas necessarias
vivía, llegara á su noticia, y porque hasta para los otros días, que determinaban gastar
entonces viviera siempre triste por la pér- en ejercicio de armas, donde esperaban des-
dida de sus hijos Vernao y Polinardo, y cubrir el precio de sus personas, y los que
aquella tristeza, junto con soledad, que era no lo hicieron en algún tiempo, por empe-
mucha, le tuvieron puesto en tan flaco estado dillo la prisión de Dramusiando, querían en-
que cada día esperaba por el fin ele sus días; tonces mostrar lo que se perdiera en ellos el
mas las nuevas de la libertad de sus hijos le tiempo q\ie el mundo estuvo ausente de sus
pusieron en tal sobresalto de alegría, que sin hechos.
esperar otro consejo se puso en camino de El emperador y la emperatriz, después de
Londres, acompañado de muchos caballeros haber passado con sus hijos todas las cosas á
proveídos de atavíos de fiestas y de otras que amor y razón los obligaba, hallándose en
cosas necessarias convenibles á tal tiempo, la cámara donde ya en otro tiempo con tanto
llevando consigo á la emperatriz Agrióla, trabajo y riesgo se vieron siendo él caballero
que demás de dessear ver á sus hijos, de quien andante, hízole tamaña soledad pensar en
ya perdiera la esperanza, quiso también, aquel tiempo passado, que si entonces pu-
antes que muríesse, verse en aquel reino do diera tornar á él de nuevo, puesto que fuera
era natural; en cuanto fueron por los luga- con mucho más peligro, lo hicieran entra-
res de su señorío, fueron recebidos con tanta mos á trueco de su señorío; y Trineo, aun-
alegría de sus pueblos, con cuanto con aque- que era viejo, la mayor parte de la noche
llas nuevas lo merecían ser. En el reino y anduvo con Agrióla de la mano viendo las
corte de Ingalaterra se supo de su venida; el paredes y ventanas de aquella casa, si le
rey le mandó aparejar un aposentamiento en parecían si eran aquellos propios los que an-
el cual la emperatriz vivió en el tiempo que tes solían ser, queriéndoles tanto por el se-
fue infanta é Trineo andaba en amores con creto que siempre le tuvieron, como si fue-
ella, que era el mismo en que la reina esta- ran personas que en algún tiempo los descu-
ba, porque posando en ellos, pudiessen traer brieran, passando entonces por la memoria
t Í^GLAÍÍIÍÍIU 79
,-Sttó entradas éfi ácjue'i aposento cómo y por donde entrassen, agora estoy tan solo de to-
dónde fueron, holgando tanto de verse en dos mis valedores, y tan lleno de temor, que
aquellos lugares, que le hacía dessear t o r - , la mando fortalecer, esperando tener en
narse aventurar en ellos sin necessidad otra ellos alguna defensa, que de otra parte yo
vez; platicaba en los miedos ele Agrióla, en no la espero; cabalga, daresme nuevas del
los hechos del famoso Palmerín de Oliva, rey vuestro señor, que pedíroslas de otro
que entonces era caballero andante; mas bien me parece que se podía escusar». «Se-
cuando se le acordaba que aquesto se per- ñor, respondió Argolante, por ser mandado
diera por la edad y que ya no se podía co- vengo á vuestra majestad, por tanto vayase
brar, algún tanto aquella tristeza le ; hacía á donde la emperatriz y Gridonia están, que
venir las lágrimas á los ojos, puesto que por allá le diré á lo que soy venido»,. Assí se
otra parte el alegría de la vista de sus hijos fueron platicando hasta palacio, que allí
desbarataba todos los otros acidentes; assí descabalgaron; el emperador se fuera á la
passaron la noche con menos sueño de lo que cámara de Gridonia y allí mandó venir á la
otra pudiera tener; á otro día fueron hechos .emperatriz, para oir nuevas de su hija Flo-
graneles cadahalsos, donde los torneos habían ". rida; la emperatriz vino, y Argolante, que
de ser; y los caballeros alemanes é ingleses, vio que Basilia, esposa de Vernao, no estaba
según estaba concertado, se pusieron de una allí, elijo al emperador: «Señor, la señora
parte, y de la otra parte los caballeros de la I Basilia quería que también tuviesse parte
casa del emperador Palmerín, con algunos ; desta visitación, por tanto vuestra majestad
estranjerosque quisieron ser de la suya, de- • la mande llamar». El emperador, á quien
terminando hacer cada uno maravillas, assí aquellas palabras comenzaban alborotar el
los muy esforzados como los que tanto no corazón, adevinaba parte de lo que podía
eran, porque en estos casos siempre los bue- ser, desseó tanto ver el fin deiias, que él por
nos e los malos dessean gloria. su persona fue por ella, creyendo que tam-
bién de otra manera no vendría;; Argolante,
después que vio juntas las personas que des-
CAP.- X L V . ^ - Cómo Argolaníe llegó á casa seaba, dijo al emperador, tan alto que todos
del emperador Palmerín y le dio su emba- lo oyeron: «Bien se acordará, majestad, que
jada. en el tiempo que el príncipe don Duardos
Argolante, que por mandado del rey de '• mi señor se perdió, yo fui el que la triste
Ingalaterra partiera para Costantinopla á lie- i nueva trujo á esta corte, por donde se per-
var las nuevas de sus hijos é nietos, caminó dieron toctos los caballeros de vuestra casa,
con tanta priessa como le hacía llevar el '. y primero que todos vuestro hijo Primaleón,
desseo de se ver en aquella casa, que esto ' que en aquel tiempo era espejo de tocios los
acontece siempre a aquellos que hacen viaje \ que vestían armas; mal osarie yo parecer en
de su gusto, porque el placer con que han i parte dónele mi embajada tanto daño hizo,
de ser recebados hace no sentir el trabajo sin traer otras nuevas con que todo se tor-
que las largas jornadas dan; y dejando de nase á cobrar; no lo sé si alguna hora vues-
decir algunas cosas que en aquel camino le tra majestad oyó nombrar al caballero de la
acontecieron, assí en la mar como en la tie- Fortuna, puesto que sus hechos son tales
rra, por las cuales passó como esforzado quen todo lugar se publican, aunque por
caballero, un lunes por la mañana llegó otra parte pienso que bien conocido será en
aquella famosa Costantinopla, y antes que esta corte, y casi porque me acuerdo oir de-
entrasse dentro, vio al emperador Palmerín cir que en esta corte venció á Floramán,
entre unos peones que andaban proveyendo cuando se combatió sobre la imagen ele Al-
en la muralla de la ciudad en una hacanea tea; este, después de la Gran Bretaña tener
blanca, tan blanco de la mucha edad y de la perdidos los caballeros que en ella aportaron,
tristeza passada, que casino le conoció; re- que eran la flor del mundo, y no saber la
parábanse los muros porque se sonaba que verdad de cómo se perdían, y el reino de In-
el soldán de Babilonia y Persia juntaban galaterra quedar despoblado de aquella sin-
gran ejército para destruir todo su imperio; gular caballería, llegó á la torre de Dramu-
Argolante, quitándose el yelmo y bajando siando, hijo de Franarque, que vos matastes
del caballo, le quiso besar la mano; el em- en Ingalaterra siendo caballero andante, al
perador le recibió muy bien, diciendo: «Por cual nenguno podía ir sin su licencia y con-
aquí veréis, Argolante, en qué estremo de sentimiento de Eutropa, su tía de Dranmsian-
necesidad ,es venida Costantinopla, que pen- do, que encantó con su saber toda la flores-
sando yo que si todo el mundo viniera, so- ta, allende ele tomar venganza de la muerte
brella la mandara derribar los muros por de su hermano, y justando primero con don
80 L I B R O S DE O A B A L L E K I A S
Duardos, según la costumbre de la fortaleza, Argolante, oyendo más por estenso todo lo
por la cual todos los que allí llegaban, habían que passaba, tomando aquel placer tan mo-
de passar batalla uno por uno con el temido deradamente, que ninguno podía conocer en
Pandaro, gigante de no menos valentía y él ningún movimiento, antes preguntaba á
fortaleza, matándole por fuerza de armas, todos y oía con tamaña discreción como si
hobo otra temerosa con Daligán de la Escu- la plática fuera sobre cosas de cada día; des-
ra Cueva, no menos más esforzado que el pués de oir los nombres de todos los presos,
otro gigante, al cual assimesmo por fuerza viendo que eran los mejores caballeros de
venció y mató; finalmente hobo otra batalla toda la cristiandad, dijo que aunque la pri-
y todas en un día con el gigante Dramu- sión de don Duardos no fuera para más que
siando, de quien vuestra majestad puede para certificarle de la amistad de tantos ca-
creer, según todos afirman, que tiene tan- balleros «es tanto de estimar, que con ello
ta ventaja á los otros gigantes, assí en es- padrá olvidar todo el trabajo que en ella
fuerzo como en destreza, cuanto parece im- passó», y tornando á preguntar por el caba-
posible creerse; en ésta fue el caballero de llero de la Fortuna, trujo allí á la memoria
la Fortuna mal tratado». «Euégoos, dijo el de los que presentes estaban las palabras
emperador, que antes que más contéis me que del dijera la dueña del Lago de las Tres
quitéis de una afrenta en que essas palabras Hadas el día que Polendos le trajo á su cor-
ponen mi corazón, que es decirme si esse te; estas nuevas fueron luego públicas por
caballero es muerto ó vivo, porque en cuan- la ciudad, y todos los naturales, allende del
to no estuviere libre deste recelo, podré mal placer que recibieron, tomaron tan gran es-
oir lo que me decís». «Señor, dijo Argüían- fuerzo para matar el miedo en que vivían,
te, vivo y en buena disposición quedaba al que ya no se acordaban si alguno tuvieron.
tiempo que yo partí, pues que, como decía, El emperador mandó aposentar á Argolante
á la postre venció al gigante Dramusiando, como persona que tanto merecía, y recogén-
y quedó tal de la vitoria, que decían no po- close con la emperatriz y Gridonia, les dio
della gozar dos horas». «Assí que, con todo, cuenta de lo más que no oyeron; á otro día,
le dijo el emperador, ¿vos en fin afirmáis él tomando licencia Argolante del emperador,
ser vivo y estar bueno y sano?» ccSí por partió, dejando á Costantinopla tan alegre
cierto, dijo Argüíante; y en disposición de como ya otra vez la dejara triste, porque así
otro tan gran trance como aquel passado». son las mudanzas de la fortuna: curar los
El emperador le dijo: «Agora cuéntalo todo grandes males con algunas alegrías, y ale-
muy bien lo que ha passado». Tornó el em- grías graneles con descontentamientos ma-
perador á decir: «Agora nenguna cosa me yores.
puede hacer á mí triste, ni ¿qué cosa pu-
diera á mí hacer más alegre ele lo que agora
estoy?» «Pues, dijo Argüíante, si tanto vues- CAP. XLYI.—'Del famoso torneo que entre
tra alteza huelga con su vitoria, más razón aquellos caballeros se hixo.
tiene de lo que piensa para lo hacer, porque
Passados ocho dias después de la venida
con ella quedó desencantada la floresta de
del emperador Trineo á Ingalaterra, fueron
Eutropa; y vuestro hijo el príncipe Prima-
armados en aquellos campos donde los torneos
león y clon Duardos, con todos los otros
se solían hacer grandes cadahalsos, para que
príncipes y caballeros, salieron de la prisión
de ahí se pudiesse ver. Llegado el domingo
perpetua en que Dramusiando los metiera».
en que determinaban hacer sus fiestas, toda
Volviéndose contra Basilia, dijo: «Señora, y
la cibdad amaneció revuelta en armas é ins-
vos, porque con este encantamento no que-
trumentos de guerra; las horas que para ello
déis con menos parte, el vuestro Yernao,
estaban concertados, salieron aquellos seño-
que á sus parientes y amigos no quiso deber
res muy bien acompañados; el rey vino con
nada en sus afrentas, antes, siéndoles com-
la emperatriz su hermana de la mano; el em-
pañero en su prisión, ha salido della en tan
perador traía á H e r i d a y Primaleón á la rei-
buena disposición, que podrá enmendar el
na, y assí desta manera salieron las damas,
tiempo que allá gastó». Gridonia se levantó
acompañadas de algunos caballeros ingleses
en pie casi desatinada y fue á abrazar á Ba-
que las servían, y aquel día con sus obras
silia, que la turbación de aquellas palabras la
esperaban hacer obras de dalles algún con-
sacaron fuera de su juicio; la emperatriz las
tentamiento; venían tan ataviadas y galanas
tomó á entramas por la mano, y recogéndose
como para aquel tiempo era menester; aun-
todas tres á un oratorio, donde solían enco-
que no había muchas damas en el palacio,
mendarse á Dios, fueron á darle las gracias
la emperatriz Griola trajo algunas merece-
de tales beneficios. El emperador quedó con
doras de ser servidas, que con su parecer
PALMERÍN DE INGLATERRA 81
henchían los cadahalsos, cosa mucho para ria la fuerza de sus contrarios, y recibién-
ver y no menos para desear; assentados todos, dose entramos con la voluntad de que cada
vinieron los caballeros ingleses y forasteros uno traía, se trabaron á brazos, y arrancán-
en tanta cantidad, que casi ocupaban todo el dose de los caballos vinieron al suelo traba-
sitio donde el torneo se había de hacer; no dos el uno con el otro; mas luego se soltaron,
tardó mucho que por otra parte del campo comenzando entre sí una muy brava batalla,
entraron aquellos esforzados mancebos caba- tal que muchos dejaban de tornear por mi-
lleros de la casa del emperador Palmerín, rar a ellos. El rey Eecindos, puesto que los
muy galanes, armados de armas hechas de golpes que su hijo recebía le dolían á él en
nuevo, guarnecidas de colores alegres y en- el alma, estaba el más contento del mundo
vinciones con que alegraban los espíritus de por ver en él la estremada destreza y esfuer-
quien los había; sobrellas traían sus sobre- zo; aquí recreció todo el peso del torneo,
vistas tan ricas como era menester para tal porque á la parte de Claribalte acudiera
caso, con un estandarte delante, y por capi- Estrope de Beltrán, que también andaba
tán dellos el esforzado príncipe Graciano, furioso por se ver derribado; el esforzado
á quien aquel día quisieron dar aquella hon- Pridos, Argolante y Archirin, Lamberto,
rra por ser muy hecho para ello, y también Sagovia, Rocandor, Albertoz, Graciano, Frí-
porque Palmerín no entró en el torneo, á. sol, Luymán, Honistaldo, Dramiante, Tene-
ruego del rey que se lo pidió, pareciéndole brot, don Rosbel, Belisarte; y puesto que
que estando el campo quitado de sus obras todos estos hiciessen maravillas para sufrir
podrían mejor parecer las de los otros caba- la furia de sus contrarios, eran tantos más y
lleros, que eran tan pocos en comparación entrellos esforzados, que los caballeros del
de los otros, que parecía cosa desigual ha- emperador por fuerza perdían el campo; no
berse de combatir con ellos; las trompetas pudiendo sufrir Claribalte contra los golpes
fueron luego tocadas, que era señal que co- de Beroldo, cayó en el suelo sin nengún
menzasen; los de una parte y los de la otra acuerdo, mas todo esto no aprovechaba, que
remetieron con tanta furia como pudieron sus compañeros perdían la plaza; mas Pla-
los caballos llevar; el romper de las lanzas tir, el príncipe Floramán, Franciano, Ger-
fue con tamaño estruendo, que parecía que mán Dorliens, Yernao, Polinardo, Pompi-
todo Londres se hundía, y porque también des y Tenebrante, que aquel día andaban
de la otra parte había caballeros famosos, cansados de lo mucho que hicieron, acudie-
fueron de entramas partes muchos al suelo. ron contra aquella parte, y con su ayuda tor-
El príncipe Graciano se encontró con Estro- naron sus compañeros á hacer tanto en ar-
pe de Beltrán, caballero de mucha fama en mas, que cobraron todo lo que del campo
Ingalaterra, [y] llevándole fuera de la silla tenían perdido. Los reyes y señores que de
le derribó sin nengún acuerdo; Platir, con fuera miraban el torneo, no hablaban en
Normando el soberbio, y hízole tan humilde otra cosa sino en lo mucho que los caballe-
cuanto nunca lo fuera, que dio con él en el ros del emperador tenían hecho; don Duar-
suelo tan gran caída, que fue forzado sacalle dos y Primaleón los juzgaban los mejores
del campo; Beroldo hizo lo mismo a Carian- que nunca vieron; pues Arnedos, rey de
te, hijo del duque de Bouquinón, y assí por Francia, no estaba poco satisfecho de ver la
el consiguiente se encontraron todos; de la valentía especialmente de Graciano, que en-
parte de los ingleses cuantos recibieron en- tre los otros andaba bien señalado; Dramu-
cuentros fueron á tierra, y de la otra nen- siando, que estaba junto del emperador Tri-
gún señalado, sino Goarín, que cayó con el neo, decíale que no pensaba que en el mun-
caballo. Passado el ímpetu del primer rom- do hobiesse hombres para tanto; y tornando
pimiento de las lanzas, echaron mano á las al propósito, la multitud de los caballeros
espadas y comenzó el torneo tan bravo y ás- ingleses y estranjeros era tanta, que no va-
pero cuanto nunca en aquella corte se viera liendo á los del emperador su valentía ni
otro de tanto por tanto, puesto que allá en esfuerzo, comenzáronlos arrancar del campo
otro tiempo se vieron en ella los más nota- mucho contra voluntad de Primaleón y del
bles torneos del mundo; de la una parte y emperador Trineo, y de Recindos y Arne-
de la otra había muy'señalados caballeros y dos, que tenían allí sus hijos; en esto en-
mucho para ver; el príncipe Beroldo, que en traron por medio del torneo tres caballeros
estos días se mostró uno de los señalados de parte del emperador, armados de armas
caballeros, andaba discurriendo por muchas amarillas y leonado; el uno traía en campo
partes, haciendo maravillas tales que del negro en el escudo el dios Saturno, cercado
por estremo se hablaba; vio venir para sí de estrellas; el otro traía en campo negro la
á Claribalte de Hungría, rompiendo con fu- casa de la tristeza; el tercero traía el suyo
LIBROS DE CABALLERÍAS.—II.—6
82 LIBROS B E CABALLERÍAS
cubierto con un cuero negro, de manera que todos essotros caballeros de la casa del em-
no se parecía la devisa; éstos, viendo que la perador. Siendo todas las mesas servidas
sobra de los muchos bacía perder la bondad con tamaña multitud de manjares, que la
de los pocos, abajando las lanzas arreme- multitud dellos hizo durar la cena la mayor
tieron, con las cuales, antes que las que- parte de la noche; acabada la cena, hobo sa-
brassen, derribaron algunos caballeros; sa- rao real en el aposento de Florida, á donde
cando sus espadas, en pequeño espacio por la emperatriz y la reina aquella noche cena-
su esfuerzo cobraron los del emperador lo ron; al cual vinieron los más caballeros que
que habían perdido, con tanta ventaja, que en el torneo se hallaron; ya que se quería
los contrarios, no pudiendo sostenerse, co- recoger cada uno á su aposento, entraron
menzaron á retraerse. por la sala los tres caballeros esforzados que
Gran espanto hizo tan gran mudanza, y en el torneo fueron en ayuda de los del em-
mayor la hizo por la bondad de los tres, por perador, vestidos de las mesmas armas que
lo mucho que en tan poco hicieron; y puesto en él tuvieron, tan bien dispuestos y de tan
que en estremo fuessen loados de muchos, bien parecer, que no hubo allí nenguno que
el del escxxdo cubierto hablaban del como no tuviesse codicia de sus obras y parecer,
por maravilla, deseando todos eonocelle; Pía- y con este contentamiento cada uno les daba
tir, Graciano, don Rosbel, Beroldo, Flora- lugar para que allegassen á donde estaba el
mán y Belisarte, eon otros sus compañeros, rey; siendo ya al pie del estrado donde él é
viendo la bondad de sus ayudadores, traba- los otros príncipes estaban, hízose una escu-
jaban lo que podían por tener con ellos; cles- ridad en la sala, de tal manera que nenguna
ta manera por fuerza echaron sus contrarios persona se vía á otra; en las damas fue el
del campo ya á horas que el sol se ponía, por miedo tan grande que cada una se abrazaba
tanto no tanto á su salvo que Yernao y Tre- con el que más cerca de sí hallaba; esto no
morán y Tenebrot no fuessen sacados del duró mucho que la escuridad se deshizo, y
campo casi muertos, por las muchas heridas allí delante de todos quedó un león y u n ti-
que de sus manos recibieron y de la mucha gre envueltos en batalla, hiriéndose tan sin
sangre que perdieron; el rey, viendo que los piedad como aquellos que no la sabían tener
ingleses iban de vencida y del todo desbara- de sí mesmos; en esto entró por medio de la
tados, mandó tocar las trompetas en señal sala una doncella con un bastón dorado en
de acabar. El príncipe Graciano recogió los las manos, y tocándolos á entramos caye-
suyos, que salieron tan contentos cuanto ron en el suelo tan muertos como si nunca
el prescio de la vitoria merecía, y assí en- tuvieran vida; mas esto no fue tan presto
vueltos en la sangre de su vencimiento, jxm- hecho, cuando ellos se tornaron a levantar
tamente con los tres compañeros, se vinie- en figura de toros grandes y fieros, que la
ron á los cadahalsos para acompañar al rey mayor parte de la gente estuvo para huir de
y á la reina con los más señores y príncipes, ellos, sino algunos caballeros famosos, que
que bajaron tan acompañados de instrumen- allende deste miedo hacer poca impresión en
tos como chirimías, trompetas y atabales, y ellos, consolaban á las damas de vellas los
otros de otra manera, conformes al día y á su colores perdidos, riéndose del temor que rece-
placer, cuanto para tantos príncipes tamaña bían. Los toros se apartaron el uno del otro
fiesta era necessario, y assí llegaron á pala- algún poco, y arremetiendo el uno al otro, se
cio, á donde se apearon, hablando de las ha- encontraron con tanta fuerza, que la sala
zañas de aquel día, teniendo en mucho la parecía asolarse, e de la fortaleza con que se
virtud de quien las obrara, cosa que algunos encontraron vinieron entramos al suelo,
no creían dellos; mas esta calidad tiene ella: echando por la boca y narices un humo tan
manifestarse por sí. negro, que se tornó á escurecer la sala como
la primera vez; deshecha la escuridad, que
no duró mucho, quedaron los tres caba-
CAP. XLYII. — Cómo se conocieron los tres lleros armados de sus armas con los rostros
caballeros que vinieron al torneo, y de descubiertos, y el que de antes traía el es-
cómo se supo de Palmerín de Ingalaíerra y cudo cubierto, hallóse con él desatapado, y
su hermano cuyos hijos eran. en él la devisa que solía, que era en campo
blanco u n salvaje con dos leones p o r u ñ a
Aquel día el rey se sentó á la mesa con el trailla; llegándose al rey, que ya le quería
emperador Trineo, y el rey Arnedos, Recin- abrazar por habelle conocido, le besó las ma-
dos y el soldán Belagriz, y en otra mesa don nos, diciendo: «Señor, haga vuestra alteza
Duardos, Primaleón, Yernao, Beroldo y Mo- honrra áeste caballero que aquí está, que es
ramán; y en otra el caballero de la Fortuna, el gran sabio Daliarte vuestro servidor, á
Graciano, Dramusiando, Platir, Mayortes, y
P A L M E Í t í N DE INGLATEliiiA 83
quien vuestro cuidado siempre dolió mucho agüelo, sin lo saber, le tornó á confirmar casi
para lo sentir y deseo para os servir en todo»; por espiración divina; pues Floriano del
el rey, que ya le conoció por sil fama, cuando Desierto no es otro sino este caballero del
le vio tan mancebo e bien dis¡3uesto, oyendo Salvaje que vos como madre criastes y como
siempre decir su sabiduría, parecíale no ser á hijo ajeno tenéis olvidado». Florida puso
posible que un hombre de tan poca edad al- los ojos en don Duardos tan reciamente tur-
canzase tan grandes cosas; entonces, tomán- bada, que no sabía de sí, porque también el
dole en los brazos con mucho amor, decía: placer como el pesar hace aquestas mudan-
«Por cierto, Dallarte, aunque yo no os de- zas en quien las recibe de cosa que no espe-
biesse más que entregarme vivo á Desierto, ra; y don Duardos puso también los suyos en
cosa que yo no esperaba, es cosa que no se ella, y assí Palmerín en Desierto, mas cono-
puede pagar». «Señor, elijo Daliarte, la ra- ciéndose se fueron abrazar, y el rey, que su
zón que yo tengo para serviros es tamaña, edad no era para tan grande sobresalto, se
que ella me puso siempre en esta obligación, acostó en la silla, llamando a Daliarte le
por donde vuestra alteza me es en menos dijo: «¡Oh, Daliarte, no quisiera este placer
cargo que lo que piensa; y porque el mayor tan súpito, porque mi flaqueza no es para su-
servicio que yo en alguna hora os podía hacer frir sobresalto tamaño y tan poco esperado;
está aún encubierto, siéntesse vuestra alteza ruégoos que me digáis cómo sabéis vos esto,
y óigame, porque querría que mis palabras que puesto que siempre lo sospechó, no lo
acrecentassen estas ñestas con más razón de creo por el placer que de ahí recibo». Daliar-
las que ellas se hacen»; el rey, puesto que te le dijo: «Señor, yo os mostraré la verdad
no sospechábalo que podía ser, por ser cosa tan clara como es necessario para creer lo
que el tiempo traía olvidado, creyendo que que digo». Entonces sacando un pequeño li-
sería alguna cosa de placer, se tornó á sen- bro del seno, leyó poco por él, porque aque-
tar y llamó junto consigo á Desierto, que es- llo bastó para hacer venir ante sí al salvaje
taba de rodillas hablando con Flérida y con que los criara y á su mujer, y entrando por
don Duardos; después de todos sossegados, el la sala como personas que nunca en otra par-
gran sabio Daliarte, puniendo los ojos á to- te como aquella se vieron, Palmerín, que le
das partes, los afirmó en Flérida, diciendo: conoció por haber menos días que le viera, se
«Por cierto, señora, claro está que la vista fue á abrazar con él, y Floriano con su mu-
de don Duardos os quita de la memoria el jer, y Selvián su hijo, assimesmo con la ro-
acuerdo de las otras cosas,, y mucho más la dilla en el suelo, cortesía poco acostumbrada
de vuestros hijos, e para vos acordar desto entrellos; mas Selvián no por la naturaleza,
no debía ser assí, porque á quien sus obras mas por la crianza lo aprendiera; mas ella,
más placer dieron fue á vos, e la fortuna, con lágrimas en los ojos, no sabía cuál pri-
que en su nacimiento los puso en trabajo y mero recibiese. Flérida, que aquella hora se
estado que su alta sangre estuvo para ser acordase de la pérdida de sus hijos y no que-
sacrificada á dos leones por mano del salva- dasse tal que tuviesse acuerdo para nada,
je que los hurtó, essa les tornó á poner en después que Palmerín tuvo metido en acuer-
tamaña alteza de fama en las armas, que no do al salvaje, llególe al rey, que juntándole
tan solamente pasaron á los de su tiempo, consigo le preguntó por estenso la crianza de
mas en el otro pasado no hubo quien tanta aquellos infantes, é informado públicamente
gloria dejasse como la suya será, ni por venir de lo que passara, apretando consigo á Pal-
por muy largos años yo no alcanzo quien con merín, puestos los ojos en el cielo, decía;
mucha parte los iguale; pues quien tales hi- «Señor, esto era el postrero bien que dessea-
jos perdió no debía vivir tan sin cuidado de ba ver; ruégote que agora me lleves antes
tamaña pérdida que los otros placeres la hi- que la fortuna no me enseñe algún revés
ciessen ausente deste acuerdo; por tanto del». Entonces, tomándolos á entramos por
acuérdeseos de las palabras que Pridos os la mano, los entregó á Flérida, á la cual con
dijo el día de su nacimiento, y del perdi- las rodillas en el suelo besaron las manos
miento de don Duardos, que le dijera una muchas veces; ella los tuvo abrazados algún
doncella de Argónida de su parte; ya veis tanto, saliéndole algunas lágrimas de placer
cuan verdaderas salieron; vuestros hijos es- acordándose de la batalla en que ya los vie-
tán juntos con vos, y son tales, que han sabi- ra dentro en Londres, e cuan presto estuvie-
do pagar el pesar que ya os dieron. Yedes ron de morir en ella. Don Duardos los abra-
allí á Palmerín de Inglaterra, que tantas lá- zó, no pudiendo encubrir tan grande alegría;
grimas os tiene costado y á quien vos posis- porque cuando es grande ó de cosa que mu-
tes el nombre por su nacimiento conforme al cho se dessea, puédese más dissimular, y lue-
de vuestro padre, y después el emperador su go por su mandado hicieron su cortesía al
84 LÍBEOS D E C A B A L L E E I A S
emperador Trineo, al rey Recíñelos y Arne- batalla de Dramusiando é de sus gigantes, él
dos, como á personas que de nuevo conocían, les dio cuenta de todo é lo que más passó se-
puesto que Palmerín, cuando llegó á Prima- gún atrás se contó; fuéronse á la cámara de
león á le hacer su acatamiento, acordándose la emperatriz Agrióla, á donde aquel día co-
ser padre de su señora, fue con mucha más mieron la reina é Flérida, á donde después
obidiencia que á los otros, cosa que á todos de sentados dijo el rey á Daliarte: «Agora,
pareció que lo hacía por ser hijo del empe- amigo, quería saber de vos lo más que ano-
rador, cuyo criado era; en palacio fue el pla- che os pregunté que no me quisistes decir,
cer tan grande, que bien se parecía que era é también cuyo hijo sois, porque no puedo
general; la reina estaba con sus nietos tan creer que hombre de tan alto precio y estre-
contenta, que no quería que nadie los gozas- mado esfuerzo, cosas que pocas veces se jun-
se sino ella. El salvaje y su mujer, con Sel- tan, sea sino de generación singular». «Co-
vián, tan alegres de le ver tan gentil man- sas hay, dijo Daliarte, que yo no quería decir,
cebo, y fuera de su traje como de cosa no es- mas mandándomelo vuestra alteza no puedo
perada. Palmerín mandó á Selvián que los hacer otra cosa: el caballero por quien me
llevasse á su posada; y por ser ya tarde qui- pregunta que ayer entró en el torneo, llá-
so el rey que se recogessen todos, mandando mase Blandidón, y porque Floriano vuestro
aposentar á Daliarte y al caballero, pregun- nieto os lo dirá menos público de lo que yo,
tándoles primero quién era; mas Daliarte le por esso no lo digo; cuanto en lo que á mí
dijo: «Señor, el caballero es de mucho pre- toca, no sé si lo diga, porque en ello puedo
cio, assí en las armas como en la geneología desservir al señor don Duardos; baste confes-
donde viene; a la mañana os diré lo más que sar que Argónida nos parió á Pompides y á
del queda por decir, si aparte lo quissiéredes mí». Don Duardos, que en las haldas de Tie-
oir». ] mego se recogeron cada uno 4 su po- n d a estaba echado, no quiriendo que aque-
sada, esperando por la mañana para con más llas cosas anduviessen encubiertas, viendo lo
razón tornar á sus fiestas, que allí son ellas que passaba, se levantó en pie, diciendo ha-
bien ordenadas, á donde Dios no recibe ofen- cia el rey: «Señor, Daliarte y Pompides po-
sa y las gentes toman placer. déis tratar como á vuestros nietos, pues lo
son; é vos, señora Flérida, no os pesse de
oir, pues el fruto que desta culpa nace paga
CAP. XLYIII,— Cómo se supo quién eran el yerro della, allende de ser poca la que en
Pompides y Daliarte, y cómo el emverador este caso tengo». Luego contó todo lo que
y reyes se partieron. passara con Argónida, de la manera que fue-
ra á su isla y las maneras que tuvo para haber
Tan grande fue el placer de todos con sa- del aquellos hijos, de que el rey recibió gran
ber aquellas nuevas, que á nenguno le pare- placer. «Y cuanto al señor Blandidón, dijo
ció que le quedaba la menor parte dellas; á don Duardos, yo no sé quién es, mas pues
otro día por la mañana, el rey se levantó que Floriano lo' sabe, díganoslo y serville
temprano, é yendo á buscar á sus nietos á la hemos como á persona de tanto precio como
possada, vino acompañado dellos y de Pri- él parece». «Por cierto, dijo Floriano, por
maleón é de Yernao hasta el aposento del esso le pueden á él tener en toda parte, por-
emperador Trineo, que ya le hallaron le- que todas sus calidades son dignas de mu-
vantado; de allí se fueron juntamente á la cho merecimiento». Flérida perdonó allí á
possada de Arnedos é Eecindos, que también don Duardos, riéndose de lo que passara con
salía para se venir á ellos, é yendo á la igle- Argónida, loando mucho el yerro que tal
sia mayor de Londres, donde estaba apare- desculpa dejara; y quiriendo Daliarte y Pom-
jado para les decir missa, la cual oyeron con pides besarla las manos, ella los abrazó con
mucha solenidad, después de acabada, se amor de madre, y con esse les trató siempre;
tornaron á palacio, acompañados de tanta de allí se recogeron cada uno á su possada.
gente popular que venían por ver á sus nue- Palmerín de Ingalaterra hizo mucha honrra
vos príncipes, que casi no podían ir por las á Daliarte, tiniendo en mucha dicha tener
calles, é sentados á las mesas que hallaron con él tal parentesco. Don Duardos supo se-
puestas, comieron según la ordenanza del cretamente quién era Blandidón, y por no le
día de antes, haciendo el rey é todos aque- dar pena, le tuvo mucho tiempo por su hijo
llos señores tanta honrra á Daliarte como á hasta que fue forzado, por su provecho, de-
hombre de mucho precio, é á quien mucho cille la verdad de lo que era; con descu-
se debía. Acabado el comer, que todo se gas- brirse estos hombres tan señalados quién
tó en preguntalle de qué manera Floriano eran, se acrecentaban las fiestas en mucha
fuera sano de las heridas que recibiera en la cantidad, que por más de quince días no hobó
P A L M E R Í N D E INGLATERRA 85
otra cosa sino ñestas y torneos y de noche chos halláronla tan grande, que parecía un
saraos, do había damas hermosas á quien laberintio, de una y de otra parte colgada de
muchos se aficionaron mientras vivieron; en tapicería en que los infantes Palmerín y Flo-
el fin de los cuales Arnedos y Recindos, que riano tanto tiempo se criaron, que eran pieles
también desseaban dar aquel placer á los de alimañas que el salvaje y sus leones te-
suyos, se despidieron del rey y de don Duar- nían muertos por los muchos días que en ella
dos, y el emperador Trineo hizo lo mismo, viviera, y destas había tantas, que parecía
puesto que no quiso irse hasta ver la torre de empossible haber tantas en toda aquella flo-
Dramusiando, que le decían ser mucho para resta; mas mucho más se espantaron de ver
ello. Esta determinación suya lo hizo hacer la manera de la cueva, que era tan grande y
á muchos, y no consintieron Arnedos ni Re- tan bien hecha y de tantos aposentos y cá-
cindos que se fuessen hasta que todos tor- maras, que parecía que en otro tiempo sir-
uassen allá, para ver á dónde tanta gente viera de aposentamiento de algún príncipe;
cupiera. A otro día después desto estar con- y era razón que assí pareciesse, puesto que
certado, el rey y reina y emperatriz Agrióla no fue assí, por ser obrada de las manos de
y Herida, en compañía de los más reyes y aquella gran sabidora infanta Mella, que allí
príncipes, se partieron de la ciudad de Lon- moró algunos años en el tiempo del rey Ar-
dres camino de aquella famosa torre, en mato su hermano, según en la su corónica
aquel tiempo tan nombrada y temida por más largo se cuenta; ésta y ITrganda fueron
el mundo, de que agora ya no hay me- en un tiempo, como en las Sergas de Esplan-
moria, puesto que esto es mucho despantar, dián (') se dice; acabada de ver la grandeza y
pues vemos que muchas veces las cosas de hechura ele la cueva, se tornaron para las
admiración tan presto como passan se ol- tiendas, donde fueron recebidos de aquellas
vidan. señoras que con ellas quedaron. Primaleón
contó muy por estenso assí á Herida la ma-
nera del aposento en que sus hijos se criaron,
CAP. XLIX.—Cómo todos aquellos señores de que daba muchas gracias á Dios por la
llegaron á la torre de Dramusiando, y de merced tan señalada que del recibiera.
lo que en ella les aconteció. Aquella noche repossaron en la floresta,
servidos todos tan abasto como si estuvieran
Todos los caballeros mancebos se ataviaron en la ciudad de Londres; otro día se partieron
de armas ricas y las más galanas que cada hacia la torre y fueron á comer al medio ca-
uno podía hallar para la jornada de Dramu- mino, y antes ele horas de vísperas se hallaron
siando, esto más por parecer bien á las da- en aquel gracioso valle, riberas del río que por
mas que por pensar que habían de ser me- medio corría, cosa tan alegre para la vista,
nester; llegando el día de la partida, no que parecía más pintada que natural, puesto
consintió el rey que nenguna de la gente po- que la naturaleza aquí de todo es tan esce-
pular fuesse allá sino los servidores necessa- lente maestra, se esmeró allí de manera que
rios; el primer día fueron á dormir á la flo- se creía que el juicio de nenguna otra perso-
resta del Desierto, donde estaban aparejadas na, por sotil que fuesse, alcanzaría tanto que
tantas tiendas como para tantos caballeros pudiesse imaginarse en sí una floresta tan
era necessario, y llegaron á tiempo que pudo singular como la que la naturaleza allí pas-
haber monterías con que recibiessen placer, so; no andaron mucho por aquel valle, cuando
y que á Herida daban poco, porque se acorda- por el mismo camino vieron hacia á sí venir
ba lo que aquella floresta costara; acabado de gran suma de monteros con su vocería, y
montear, hicieron parecer ante sí al salvaje, delante dellos mucha diversidad de caza,
que ya parecía otro hombre vestido con unas assí como puercos, venados y otras alima-
ropas de Palmerín su criado, á las cuales ñas monteses huyendo con mucha priessa,
entallaba poco; allí contó por estenso cómo metiéndose por entre los pies de los palafre-
tomara á los infantes el día de su nacimiento nes en que las damas venían; fue el miedo
y á qué parte estaba la cueva, á la cual todos tan grande en ellas, con recelo de caer, que
aquellos señores qiíisieron ir á vella, y llega- por tenerse echaban la mano de aquél que
dos allá, Primaleón fue el primero que entró más presto hallaban; en esto los monteros
dentro, y tras él Mayortesel gran canyBela- desaparecieron y la caza se passó ánado de
griz, soldán derTiquea, ele que hasta aquí no la otra parte del río, cosa de que algunas se
se ha hecho mención, por lo cual no dejaron espantaron, mas no los que conocían que eran
de ser tratados en las fiestas y en todo como
personas con quien tenía muy grande amis-
tad; entrados en la cueva, ellos y otros mu- t1) Cf. los caps. CI, CX, CXVH y OXXI de laa
Sergas.
86 LIBROS D E C A B A L L E R Í A S
otras de Daliarte; fuera de esto, viendo fue- sea poner en servicio dellos, y no en ofensa
ron otras muchas cosas á que no sintieron el de nenguno». Tamaño fue el alboroto que
camino hasta que llegaron á vista ele la gran estas palabras hizo en el corazón de cada
torre de Dramusiando que de lejos parecL-; uno, que había ya diferencia quién iría pri-
el sobresalto que hizo en los corazones ele mero. El rey dijo al escudero: «Amigo, di-
muchos fue tan grande, 1 que hizo olvidar todo réis á vuestro señor que su empressa es muy
lo passado, y viniéndoles a la memoria lo que alta y la intención que aquí le trajo digna de
allí passaron, y mucho más en el de Eléricla, loar, y que si las obras dicen con el parecer,
que sabiendo ser aquella casa donde don que no debe tener su señora en poco su ser-
Duardos tanto tiempo estuviera presso, no vicio; mas esto no tienen ellas, que nada sé
pudiendo tanto dissimular (l) su dolor que satisfacen de razón, antes todas sus cosas por
las lágrimas no lo descubriessen. El rey y el acídente ó apetito son gobernadas»; el escu-
emperador iban loando la labor del, pregun- dero se tornó á la puente, y no había aca^
tando á Dramusiando quién fue el primer bado de dar el mandado, cuando Tenebrot
inventor de su obra. «Señores, dijo él, Eü- ya estaba en ella pidiendo justa, de la cual
tropa mi tía le hizo desde el primer cimien- fue satisfecho, que apartándose el de la
to». «Por cierto, dijo Trineo, no de mano de puente lo necessario, se encontraron con tan-
j
mujer me parece». Dijo Dramusiando: «¿Qué to ímpetu, que el caballero perdió una es
hay en la puente?»; y mirando todos por ver tribera, mas Tenebrot fue al suelo por las
qué sería, vieron encima de la puente á un ancas del caballo, dé que quedó poco alegre,
caballero aparejado ele justar, tan bien apues- y los que le vieron también, tiniendo su es-
to en la silla como cuantos hubiessen visto; fuerzo en mucho; tras él Luymán ele Bór-
y no sabiendo quién fuesse, mirábanse unos góña, que del primer encuentro vino al sue-
á otros por ver si alguien faltaba de la com- lo; Belcar, que aún en aquel tiempo dessea-
pañía, y no hallando nenguno menos, no po- ba esperimentar su persona entre los otros
dían sospechar quién de fuera tamaña im- mancebos, abajó la lanza poniendo las pier-
pressa quisiesse acometer como querer de- nas al caballo,'mas el de la Puente, que en
fender él passaje á tantos. El caballero es- medio della lo recibió, le encontró tan dura-
taba en un caballo overo grande, armado de mente, que á él y al caballo echó en el sue-
armas negras y blancas con flores de plata lo; y tomando otra lanza de las que estaban
por ellas, en el escudo en campo blanco un arrimadas al castillo arremetió á don Ros-
rostro de mujer sacado del natural de su se- bel, que le decía que se guardasse, y puesto
ñora, que n i el de Altea,' por quién Flora- que del encuentro el caballero de la Puente
mán hizo tantas cosas en Costantíñopla, no le se abrazó á la cerviz de su caballo, don Ros-
igualaba con gran parte, ni el de Polinarda bel tuvo compañía á los otros; ele la mesma
hacía ventaja en nenguna cosa; én la bor- manera aconteció á Tremorán, Gruarino, Frí-
dáelura ele una ropa ele oro que traía vesti- sol, Graciano, Blándiclón y á Floramán, de
tida, decía en unas letras: MIRAGUARDA. que Polendos quedó tan descontento, que
E n esto vieron salir de la puente un escude- quisiera también ir á justar si don Duardos
ro, y llegándose á uno dellos, dijo tan alto no se lo quitara. Todos fueron derribados por
que todos lo oyeron: «Señores, el caballero el caballero en tan pequeño rato, que algunos
qué está en la puente dice que él vino de hacía pensar que podrían ser aquellas cosas
muy lejos, por mandado de una señora á de Daliarte; mas esto no era assí, antes era
quien sirve, á probarse en las aventuras desta la fuerza de quien los daba sostenida en el
. fortaleza de quien tanta fama había por el contentamiento de la imagen de su escudo y
mundo, y llegando á ella halló ya los encan- en el acuerdo de quien tamaños peligros le
tamientos deshechos y la fuerza de Dramu- ponía. Tras esto vino el príncipe Floramán,
sianclo y la de sus compañeros destruida por pareciéndole que si la vitoria de aquel caba-
mano del valiente Palmerín de Ingalaterra, llero de la fuerza de algunos amores nacía,
y los prissioneros que estaban dentro pues- él por aquella manera no desmerecía nada,
tos en su libre poder, de que está asaz ale- ni menos á su parecer la hermosura de su
gré por la mucha parte que en ello le cabe, señora Altea debía ninguna cosa a la de su
y agora, por no tornarse en vano, sabiendo escudo, que este engaño tienen los corazo-
que aquí vienen los mejores caballeros del nes enamorados cuando del todo están entre-
mundo, que dessea justar con algunos para gados, y con esta confianza entró dentro en
ver lo que tiene e n sí; batallar de las espa- la puente, diciendo: «Señora, si alguna cosa
das dice que no lo hace, porque la suya des- se me olvidare de serviros, alguna razón ten-
dríades para no acordaros de mí; masquien- ;
siempre os sirvió, sufriendo vuestros mateé
{*) El original repite aquí «tantos.
P A L M E Rm DE rSTGLATEBKA 87
sin esperanza de algún bien, ¿por qué no le gran recelo como essas palabras me dieron,
favorecéis en un trance como éste, para con por lo cual, si me queréis decir quién es el
este placer satisfacer la tristeza passada?» caballero, si necessario es encubrillo, y por-
Acabadas estas razones, dichas entre sí y que assí esse secreto de mí como de vos le
tan paso que sólo él y su amor las oían, pliso podéis fiar, tendrélo en mucho». «Muy bien
las piernas al caballo, y el caballero de la sé yo, dijo Daliarté, que á vos no se debe
Puente lo recibió con otra furia igual á la encubrir nada; el caballero se llama Ploren-
suya, y quebrando las lanzas passaron el uno dos, á quien los amores desta mujer trae tan
por el otro tan airosos como ellos eran; mas á maltratado como á vos los de su hermana; su.
la segunda carrera Plorainán y su caballo nombre no le sepa ninguno, que esta es su in-
fueron al suelo, de que quedó tan triste y tención». «Señor Daliarté, dijo Palmerín, ¡que
descontento de se ver assí vencido, en parte eseusada eosá me parecería pensar de encu-
donde tanto desseaba la vitoria, que tornó á brirse nadie de vos!». Ploriano del Desierto
decir: «Señora Altea, ya sé que esto me vie- se levantó enojado de sí, y el caballero de la
ne de no merecer serviros, pues en todas las Puente lo mesmo, y tornando á cabalgar lo
cosas que desseé hacer me sucede tan mal». mejor que pudo solo con su escudero, se fue
El rey y el emperador Trineo y los otros re- por el campo abajo sin nunca querer que le
yes quedaron poco contentos de ver aquel conoeiessen, desechando el loor que cada uno
descontentamiento en Floramán, por ser na- le quería dar de sus obras, diciendo que los
cido de acuerdos tan antiguos necessários de hombres han de ser buenos para ser cono-
ser olvidados. El caballero de la Puente an- cidos.
daba tan contento de sí, que parecía que toda
aquella gente era poca para él; en esto llega-
ron á él el príncipe Beroldó y Onistaldo y CAP. L.— Cómo i acabadas las justas; entra-
Pompides, y puesto que todos fuessen estre- ron juntos en la torre, y de lo que allí
mados caballeros, el de la Puente los derri- más passó.
bó, aunque no con tanta ventaja como á los
otros; el caballero del Salvaje, pareciéndole Tanto que él caballero de la Puente fue por
vergüenza vencer un caballero a tantos y él el valle abajó, por algún espacio quedaron
no ser de los primeros, enlazó el yelmo, co- hablando en sus obras, desseando saber quién
rrido de ver las damas de la emperatriz loar füesse, y algunos importunaron á Daliarté
tanto al caballero de la Puente, y arreme- que lo' quissiesse decir, mas nunca se pudo
tiendo á él con la mayor fuerza que piído lle- acabar con él; solamente dijo á Prinlaléón
var, se encontraron entramos con tanta fuer- que era persona de gran precio, «y quien á
za, que quebraron las lanzas sin poderse de- vos, más que á ninguno, dessea contentar ó
rribar, y el de la Puente andaba tan enojado al nienús remedar vuestras obras; los amores
de ver el bulto de su señora algún tanto des- desta mujer, el cual nombre tráy en. el es-
hecho de un encuentro, que ya se arrepentía cudo, le traen apartado de la conversación
de no hacer batalla de las espadas, y tornando destos señores, con quien tiene mucha amis-
el uno contra el otro, á la cuarta carrera fue tad y deudo; vino aquí por su mandado á
con tanta furia é ios encuentros tan bien da- probarse en la aventura de Dramusiando;
dos, que no pudiendo los caballos sufrulos hallóla ya acabada, y para saber para cuánto
vinieron con sus señores al suelo; é porque era, justó con quien desseaba servir». Don
esto era ya casi noche, Palmerín no tuvo Duardos le rogó que dijesse el nombre de la
tiempo para justar, cosa para él tan grave, persona á quien servía sin que perjudicasse
pareciéndole que en ello ofendía el parecer alguien, «sabremos la causa que tiene para
de su señora, que quisiera antes perder el perderse por ella». «Señor, dijo Dallarte, su
mundo, si fuera suyo, que dejar de probarse nombre es Mir aguar da, y su parecer tal, que
en cosas que todos faltaron; mas Dallarte, para quien bien sintiesse miralla ha para ver
que lo conoció en él, le dijo en secreto: «No lo que nunca vio, y guardarse ha para no ver-
os pese, señor Palmerín, no haber justado se en los peligros que ahí se pueden nacer.
con el caballero, que cualquier cosa que con Es natural de España, hija del conde Arllao,
él passareis sé yo que os pessará, por el des- persona de mucho precio, y ella en tanto es-
placer que recibiera la señora Polinarda». tremo hermosa, que nenguno la vio una vez
«Yos sabéis tanto de todo, señor Dallarte, que no quiso poner la vida por vella otra».
dijo Palmerín, que no es mucho que sepáis «Del conde os sé decir, dijo el rey Eecindos,
lo que en ello me va, por lo cual quiero re- que es quien vos decís; de la hija no sé nada,
cebir el pesar de no haber justado con el porque al tiempo que salí de España era dé
caballero, en placer de me ver fuera de tan tan poca edad, que no se decía nada della»*"
88 LIBROS DE CABALLERÍAS
En esto entraron en la torre llevando á aque- España, sin más compañía que dos escude-
llas señoras por la mano, adonde, después ros, no quiriendo llevar consigo sus hijos,
de ser dentro, tuvieron en tanto los edificios porque más en edad de seguir las armas que
della, que la miraban por cosa de maravilla, de reposso estaban; á otro día se partió el
loando en estremo la confianza que Dramu- emperador Trineo, dejando también los su-
siando de sí mesmo tenía; y después que yos contra voluntad de la emperatriz, yendo
vieron la manera ele la prisión tan suelta en satisfecho de sus obras, cosa que mucho se
que tuviera á aquellos señores, los corredo- debe estimar cuando ellas son buenas. El rey
res y ventanas y terrados que caían sobre el se tornó á Londres con toda la otra compa-
río, que estaban tan bien asentadas y alegres ñía, y de ahí se despidieron el soldán Bela-
que alborotaban los espíritus para dessear la griz y Mayortes, con tamaña soledad de don
conversación dellas; allende desso las ramas Duardos como le hacían sentir el amor que
de los álamos, que de lo hondo del río salían, siempre se tuvieron; mas primero que se
hacían tanta sombra en aquellos palacios, y fuessen, don Duardos apartó al soldán, di-
dábales tanta gracia, que encendían el desseo ciendo: «Señor, bien pienso que se os acorda-
para gozallos y nunca salir dellos. Aquella rá al tiempo que desencanté al rey Tarnaes
noche cenaron con tanta abundancia de co- de Lacedemonia, lo que en mi nombre con
sas aparejadas por Dramusiando, como si su hermana passastes, de que entonces me
fuesse en tiempo cuando estaba en su prospe- pessó mucho, mas agora ya se puede todo ol-
ridad; á otro día, p o ^ i e Flérida no podía es- vidar por el fruto que de ahí salió; sabe que
tar en parte donde tanto pessar le naciera, se Blandidón es vuestro hijo y suyo, y yo no lo
partieron muy temprano, haciendo primero he querido decir hasta agora la verdad, por-
Palmerín merced de la torre á Dramusiando, que me guardé para tiempo en que mejor lo
que la tomó del con intención de servírsela podiesse hacer; si quissiesses desconocer el
en mayores cosas, como después hizo, pu- yerro de vuestra fe y seguir la verdadera,
niéndola nombre Éstremo de Fortaleza, que vuestro pueblo hará lo que vos quissiéredes, y
ella muy bien parecía, assí por la mucha que casaréis con Pandricia, que hace la vida que
en el había como por lo que ya allí aconte- ya habéis oído y gozaréis á ella y á un hijo
ciera. De ahí fueron al apossento de Daliarte, tanto para estimar». Algún tanto estuvo Be-
que no era muy lejos, tiniendo siempre en el lagriz que no respondió á don Duardos, pas-
camino muchas invenciones de cosas de pla- sándole por la memoria la calidad de aque-
cer con que engañaban el trabajo del camino; llas cosas, que cuando ellas son grandes mu-
mas tanto que entraron en el Valle Escuro cho en las pensar y poco en ejecutarse ha ele
donde Daliarte tomó el nombre, fueron com- tener, y puniendo los ojos en don Duardos,
batidos de tantas, que no sabían si recibies- dijo: «Por cierto, señor, nunca tan trabajado
sen placer ó espanto, porque si algunas eran me vi con nenguna cosa que el tiempo y la
para reir y recebir placer, luego se mudaban fortuna me ofreciesse, como agora estas pa-
en otras de tanto temor y miedo, que hacían labras me pussieron; á Blandidón estimo tan-
perder el gusto á todo, puesto que esto en- to tenelle por hijo, que pienso con él hacer
traba sólo en el corazón de las damas y gen- lo que nunca tuve en voluntad; con todo, me
te flaca, que los caballeros, con cosas de pla- quiero ir, y la determinación que allá toma-
cer holgaban y con las contrarias no se en- re vos la sabréis de mí». Assí se partió el
tristecían, porque sabían lo que era; allende soldán Belagriz sin más conclusión de sus
de tocias estas cosas, que eran mucho para cosas, puesto que después la tomó buena, y
ver, sólo la manera del valle daba tanto en con su ida y la de Mayortes se alborotaron
que pensar, que esto bastaba para se tener otros para irse, los cuales fueron Polendos,
en mucho el placer de Daliarte; mas después Belcar, Vernao, á quien los amores de Basi-
que al assiento de las casas llegara, que era lia no dejaban repossar. Tras estos se fue Pri-
en lo más hondo del valle, do estaban edifi- maleón, con gran soledad de Flérida. que le
cadas, no hubo perssona á quien la intención quería en muy grande estremo, llevando
y manera no espantasse, por tanto no escri- muy determinado de caminar sin nenguna
bo la manera de su composición, que sería compañía y passar por las aventuras que la
dañar con palabras lo que con ellas mal se fortuna le descubriesse y esperimentar su
dice. persona en los peligros de que ya estaba
essenta, no consintiendo agravios á ningu-
Allí los tuvo Daliarte algunos días tan ser- no, ni fuerzas á quien no las tiene para se
vidos como lo pudieran estar en otra cualquier defender con ellas, que la vida y la per-
parte, en fin de los cuales Arnedos y Eecin- sona para socorro de los flacos se han de
dos se despidieron de aquellos señores, si- aventurar.
guiendo el uno la vía de Francia y otro de
P A L M E R I N D EI INGLATERRA 89
CAF. lil.-—De lo que aconteció al caballero tan desdichado, apartado de la conversación
que justó en la puente, que agora por otro de tus amigos, metido en la contemplación
nombre se llama EL CABALLERO TRISTE, de un cuidado sin fin nascido de quien de ti
con Primaleón en el Valle Descontento. no le tiene! Miraguarda es vuestro nombre,
quién os le puso, ó nació con la voluntad li-
Partido Primaleón, anduvo tanto por sus bre, ó tuvo el juicio flaco para sentir lo que
jornadas por mar y por tierra, que se halló en dijo, que no sé quién os vea que después se
el reino de Lacedemonia, a donde, viniéndo- quiera guardar de vos ver». Estas y otras
le á la memoria Pandricia, de la manera que palabras passó el caballero Triste consigo
la hallara en el tiempo que allí passó cuan- solo, por do Primaleón conoció que era su
do la perdición don Duardos, desseó tornar á hijo Florendos, y como aquel que passara
vella para saber si en las mujeres algún por otras tales contemplaciones en tiempo
cuidado mora, porque de su condición son de Gridonia, dolíanle las suyas como si fue-
tan mudables, que de ninguna el ellas se es- ra la principal parte, y llegándose a él le
pera tener constancia; y después de atraves- dijo: «Caballero, á quien vuestros cuidados
sar la mayor parte de aquel reino, un día dan pena ¿no le dares parte dellos?» El caba-
ya tarde allegó al Valle Descontento, á don- llero Triste le dijo: «No los estimo yo tan
de nenguna perssona entraba que no sinties- poco que á ninguno sino á mí los quieran
se assí el nombre del, y antes que llegasse ver; mas ¿quién sois vos que en tal tiempo
al apossento de Pandricia, vio dos caballos me estorbáis la contemplación dellos? Por
andar por el eampo paciendo, e entrellos co- cierto, si me esperáis, yo os dé la enmienda
noció por las señales el del caballero que del placer que me quitastes». Entonces, lla-
justara en la puente, y no pudiendo pensar mando á su escudero que á muy gran sueño
qué razón allí le trujesse, miró á una y otra dormía, pidió que le diesse sus armas; Pri-
parte y viole echado á sombra de unos árbo- maleón no le respondió, antes, tornando á
les que á la orilla de aquel triste río esta- cabalgar, se apartó por el campo, enlazando
ban, armado de armas negras con madroños el yelmo para esperimentar la fuerza de su
amarillos, que las tomaba todas tan tristes hijo para ser el mismo testigo della; el caba-
como entonces el caballero' tenía la volun- llero Triste, después de enlazado el yelmo,
tad, de donde la invención dellas fuera sa- estando encima de su caballo, viendo la poca
cada; ansí por ellas como por el cuidado que razón que tenía, despedida la saña con que
siempre llevaba, le llamaban el caballero lo dijera, se quiso quitar afuera, diciendo
Triste. Primaleón le desconoció algún tanto, contra Primaleón: «Señor caballero, si las
porque no eran aquellas las armas con que palabras que os dije os dieron algún enojo,
justara en la puente, y llegándose más á él ruégoos que le perdáis y me perdonéis, que
por ver quien sería, le acabó de conocer por con la ira con que las dije me arrepiento». Mas
el escudo que tenía en las manos, y tenía como la intención de Primaleón fuesse otra,
puestos los ojos en la figura del, tratándola le dijo: «Don caballero, no soy yo á quien
con tanto acatamiento como si fuera la pro- essas escusas han de quitar de su propósito;
pia por donde ella se sacara; Primaleón se toma la lanza, que yo tengo de ver para
apeó por poderse mejor llegar á él; mas él cuánto sois, aunque lo pruebe á mi costa».
estaba tan enlevado en sus cosas y en el cui- Entonces se arredraron el uno del otro, arre-
dado dellas, que no se lo estorbara un es- metiendo con tanta fuerza coxno los caballos
truendo muy grande, diciendo; «Señora, podían traer; quebraron las lanzas en los es-
¿qué hará quien os vido una vez para per- cudos con la fuerza de los encuentros, to-
derse por vos, y agora que no os vee para es- pándose de los cuerpos y de los caballos;
perar algún bien pide remedio á esta figura Primaleón vino al suelo llevando la silla en-
de vuestra hermosura? Mas ella no lo tiene tre las piernas, mas no con tan poco acuer-
para ciármelo, y si le tiene, niégamelo; dello do que no quedasse en pie, arrancando de su
soy contento, pues vos lo queréis assí; tie- espada con tanta presteza, que Florendos (x)
nen vuestras muestras tanto merecer para le tuvo en mucho, y sacando también la
comigo, que me hacen perderme por ellas, suya, señoreado ya de la ira, comenzó de
é yo valgo tan poco para con vos, que no se cortar en aquéllas armas y carnes de su pro-
os acuerdan mis males, sino para me hacer pio hijo con tanto enojo como si fuera su
otros mayores; si os holgáis de matarme enemigo mortal, por donde se prueba que
acabaldo de hacer, y no tendré que sentir, en las cosas de la honrra, entre los eccelen-
y vos sentiréis la pérdida que os viene dello. tes varones, cualquiera opinión della puede
¡Oh, Florendos, hijo y nieto de los más altos
príncipes, y tan dichosos en sus cosas y tú
( l ) El texto; «Primaleón»,
90 LIBROS DE C
más y tiene más fuerza que las amistades más que mi disculpa, yo tengo de ver el
grandes ni los juntos parentescos, que los fin della, y sea á costa de quien fuere»*.
padres estiman poco matar á sus hijos ni «Pues yo, elijo Primaleón, no quiero que sea
los hijos menos perder á sus padres, como assí, q u e d e una parte aventuro mi vida y
se puede ver por muchos acontecimientos de otra la vuestra que más estimo». En esto
destos de que las corónicas antiguas andan vieron que del castillo venía Pandricia acom-
llenas. pañada de sus damas, porque el dolor que
El caballero Triste, viéndose en tan gran- dellos tenía los hacía venir apar tallos. El
de afrenta, no sabiendo la ofensa que en caballero Triste, no sabiendo qué querían
ello hacía al padre que le engendrara, co- decir las palabras de su enemigo, poniendo
menzó á ferille tan sin piedad y por tantas la ira á una parte, quiso esperar el fin de-
partes, que en pequeño rato las armas de lias: Primaleón se allegó luego á Pandricia,
cada uno dieron testimonio de sus golpes, que entonces aún le pareció bien, diciendo:
porque las carnes empezaban á gustar la «Señora, ya estaréis menos descontenta de
braveza dellos; en los escudos no había de- lo que yo os dejé el día que en esta casa os
fensa (y ya que la había era muy poco); el metístes», «Señor, respondió ella, yo no sé
ruido de los golpes tan grande, que por quién sois, mas el dolor que tengo dessas
todo el valle se oían como un retumbido, heridas y de las dessotro caballero me hi-
tan triste como todas las otras cosas pare- cieron acá venir, y pues assí es que os hallo
cían. E n esto se arredraron por cobrar huel- concertado en vuestra batalla, ruégoos qué
go, y mirando .hacia la casa, vieron todas me digáis vuestro nombre, para saber si allá
las almenas de la casa de Pandricia cubier- deatro ó acá fuera os tengo de mandar cu-
tas de tapicería negra de que estaban entol- rar» . «Señora, desseé tanto, dijo Primaleón,
dadas, según la costumbre en que siempre siempre serviros, que de muy lejas tierras
viviera; y ella, con algunas de sus damas, vine á éste para daros nuevas de vuestro
puestas entrellas para mirar la crueza de la placer y contentamiento, y pUes que á vos
batalla, que era de las mayores que nunca no os tengo de negar nada, yo soy Prima-
viera; Primaleón quisiera muchas veces de- león, hijo del emperador Palmerín». Cuando
jalla, mas sü corazón robusto "y feroz no lo el caballero Triste le oyó nombrar y cono-
consentía; entonces tornaron entramos á jus- ció que era su padre, estuvo para caer, no
tar, diciendo'Primaleón: «Agora, don caba- pudiendo sostener tamaño pesar; Primaleón,
llero, quiero ver si la imagen desa señora que sintió en él aquella flaqueza, le ayudó á
que servís os defiende de mis manos». «Si sostener, diciendo: «Caballero, quien para
yo para vos, dijo el caballero, hubiera me- se combatir tiene tamaño esfuerzo ¿para las
nester su ayuda, ella me la diera; con me- otras cosas tiene de amostrar tan poco? Yo
nos golpes de los que tengo despendidos, se os conocí muy bien cuaudo me combatí con
amansará vuestra gran soberbia; mas para vos; agora os conozco mejor, que se lo que
tan pocas cosas no pido su socorro, y por esso hay en vos». El caballero Triste no tuvo
os défendistes tanto». Con la ira de aque- tiempo para le responder, ni para le besar
llas razones se encendieron de tal manera, las manos, porque Pandricia llevó á Prima-
que la batalla se avivó en muy gran parte león alegre de le ver en su casa, y las da-
y braveza, y con los golpes se comenzaron mas llevaron á él, y antes de otra cosa fue-
hacer muy gran daño mucho más que de an- ron aparejadas dos camas, entramas en uu
tes, que de los escudos no tenían más que aposento, y ellos curados de sus heridas,
las embrazaderas, porque todo lo demás es- que puesto que no eran grandes, la falta de
taba sembrado por aquel campo, porque te- la sangre los enflaqueciera tanto como si
nían las armas tan rotas y tan fuertemente fueran de más daño, que ésta es su calidad
despedazadas, que aquellas carnes estaban donde falta, que no tan solamente en la co-
tan descubiertas que se hacían mucho daño, y lor se parece, mas la flaqueza de los miem-
porque había grandes dos horas que batalla- bros lo hace claro y manifiesto.
ban, iban enflaqueciendo las fuerzas de cada
uno, en especial las de Primaleón, que yá
comenzaba de haber dolor de la sangre de CAP. LIT.—De lo que passó Primaleón con
su hijo, al que dijo: «Caballero, si os parece Pandricia, y como se fue á Gostantinopía,
debemos descansar un poco, que para saber á donde vino nueva que la flota del soldán
cuya ha de ser la vitoria harto tiempo nos de Babilonia era deshecha.
queda». «Por cierto,- respondió él,-esta nues-
tra batalla fuera bien escusada si vos qui- Algunos días Primaleón y el caballero
siérades, mas pues vuestra soberbia pudo Triste estuvieron en casa de Pandricia, tan
servidos y visitados della como lo merecía
PALME RÍN DE INGLATERRA 91
el prescio de sus personas y el contenta- era el correo que consigo llevaba, diciendo
miento de las nuevas que le dieron de don á tocias: «Señoras, este correo viene de la
Duardos ser vivo, cosa que aún no sabía, corte de Ingalaterra; las nuevas que de allá
que puesto que estaba desesperada de le po- trae no las quiso dar á mí sólo, porque si
der haber, contentábase con tener la volun- fuessen tan buenas como yo espero, no las
tad sujeta en él; á ruego de Primaleón se gozasse yo solo; quiera Dios que ello sea
mudó de aquel asiento para el Jardín de las así, que la tardanza de mi hijo me hace pen-
Doncellas á donde antes estaba; passados al- sar otra cosa». El emperador se sentó junto
gunos días allí dándole siempre cuenta de la á ella, é Primaleón mirando á tocios con los
prisión de don Duardos y de los que en la ojos por partes, estuvo mirando la mudanza
torre estaban, se despidieron della; el caba- que el tiempo había hecho en toda aquella
llero Triste, porque su determinación era tor- gente, que el emperador ya estaba muy di-
narse la vía de España, pidió á Primaleón li- ferente de como solía, y Gridonia mucha
cencia para hacello, que no se lo negó por- parte de su hermosura perdida, aunque no
que su voluntad, como ya dije, cuando salió era mucho parecelle assí, pues estaba junto
de Londres, fue á caminar solo para solo pas- de Polinarda, á quien en aquel tiempo nen-
sar las aventuras que le sucediessen, y guna sobrepujaba, aunque esto no le pare-
aconsejándole primero en la templanza que ciera á Plorendos si allí se hallara; Prima-
había de tener con sus cosas, á donde el ca- león por algún rato estuvo espantado de la
mino se apartaba le echó su bendición; to- ver, y mucho más lo estuvo el emperador y
mando cada uno su camino, el caballero los otros de ver que no hablaba, y passado
Triste tomó el camino de España, tan de- esto llegóse al emperador, puestos los hino-
seoso de llegar á ella, como quien nengún jos en tierra, le dijo: «Señor, si algún tanto
descanso tenie fuera della; aquí deja de ha- me detuve en no decir quién era, no me
blar del hasta su tiempo, en que se dará en- culpéis, que la mudanza qué aquí veo lo
tera cuenta de su vida, pues hasta aquí no causó; las nuevas que' desseáis saber de la
lo he hecho; torna á Primaleón, que conti- corte de Ingalaterra, si sabellas queréis, sa-
nuando su camino, anduvo tanto sin passar bellas heis de vuestro hijo Primaleón, que
nenguna aventura que de contar sea, hasta ante vos tenéis, el cual os las dará junta-
que llegó á Costantinopla, donde tan dessea- mente con todas las que más quissiéredes».
clo era, á tiempo que cada día esperaban la E quitándose el yelmo de la cabeza, como
armada del soldán, que se decía venir tan venía tan fatigado de las armas y del traba-
poderoso y grande, que todo el imperio pa- jo del camino, quedó con unas colores en el
recía poco para tanta gente. Primaleón en- rostro que nenguna diferencia había del al
tró por la ciudad armado de todas- armas día que de allí partiera. El emperador se
por no ser conocido, que su desseo era to- halló tan turbado de aquella venida tan sú-
mar á tocios de sobresalto para mayor ale- pita, que por gran rato ninguna cosa res-
gría; descabalgando § la puente del palacio, pondió; mas la emperatriz é Gridonia, como
entró en la sala al tiempo que el emperador lo conocieron, con sobra de gran placer se
acababa de comer, armado de armas verdes fueron entramas para él y tomándole entre
fuertes y leonadas, mas tan deshechas como sus brazos le tuvieron tan apretado consi-
aquellas que habían gustado los golpes del go, que por gran pieza no se pudo descabu-
caballero Triste, llevando un continente gra- llir dellas, derramando cada una dellas tan-
cioso y con buen aire, que por él había de tas lágrimas con aquel placer súpito, como
ser conocido en aquella casa si la distancia lo pudieran hacer con alguna nueva triste
de la partida no le estorbara; tocios le die- que entonces viniera. Basilia se allegó á él,
ron lugar para que pudiesse mejor llegar y abrazándole, le dijo: «Señora hermana, el
donde el emperador estaba, é sin quitar yel- príncipe Yernao será presto con vos, que
mo, después de hacer el acatamiento que vuestro acuerdo le hace no tener descanso
debía, le dijo que le quissiesse oir delante sin vuestra vista». T quiriéndose apartar,
de la emperatriz y de su nuera, para decir vio que la hermosa Polinarda le tenía por
nuevas de la corte de Ingalaterra. «Tos ve- la falda del arnés pidiéndole la mano para
nís de parte, dijo el emperador, que por oí- besársela; él la levantó en los brazos, di-
ros es bien que se haga todo lo que quisié- ciendo contra Gridonia: «Señora, no pen-
redes». Luego se levantó en pie, y acompa- sé que había cosa que tanto cuidado me
ñado de alguno de los que con él estaban se cliessé, pues el vuestro bastaba para darme
fue á la cámara de la emperatriz, donde en qué pensar; ella tiene á quien parecer
también halló á Gridonia y a Basilia su siendo vuestra hija, y nieta de la empera-
hija, yendo bien descuidado de saber quién triz mi señora; por tanto, no me espanto
92 LIBROS DE CABALLERÍAS
de su hermosura». El emperador le hizo soldán mi señor pesó mucho, que quisiera
desarmar, y antes que le dejasse reposar que vuestra majestad supiera en los tales
quiso saber enteramente las cosas de Inga- tiempos lo que tenía en él». «Por cierto,
laterra, en especial de Palmerín, y después dijo el emperador, del soldán Belagriz co-
de las oir, cuando supo ser hijo de don nocí ser mi amigo; la nueva que me envía
Duardos y de su hija Flérida y su nieto, el tengo en gran merced, no por el temor que
contento que desto recibió fue tan grande, dellos tenga, sino por la voluntad que en
que no lo pudienclo encubrir, hizo mil mues- esse caso ofrece; vos reposa, la partida será
tras dello, tan fuera de su costumbre, que cuando quisiéredes, que para tan largas jor-
parecía cosa nueva en hombre tan sabio. nadas algún reposo es menester; mas pri-
Este alboroto fue tan general en todos, por mero me dad nuevas en qué despossición
la crianza que Palmerín en ella recibió, que el soldán queda, para que si fueren como
cada uno mostraba por obra la parte que espero, sentiré el placer que con ellas se
dello le cabía, sino Polinarda, que puesto puede tomar». «Señor, dijo el caballero, ahí
que más que todos se holgasse de aquellas no hay otras sino que desde el día que de la
nuevas y su alegría fuesse más que la de corte de Ingalaterra llegó, siempre está en
los otros, ninguno lo sentía en ella sino Dra- buena disposición, ocupado en contar las
maciana, á quien nenguna cosa suya era se- cosas de allá, que son tantas que siempre
creta; en la corte se comenzaron grandes habrá que decir si hubiere quien las oiga».
fiestas de gente menuda, que caballeros ha- «Yos decís bien, dijo el emperador, que esta
bía pocos, y dos días después de la venida prisión de don Duardos fue cosa tan seña-
de Primaleón llegó Yernao, con que Basi- lada por lo que della sucedió, que en cuanto
lia acabó de ser contenta y perder el recelo hubiere mundo habrá que hablar en ella».
en que de antes vivía, que en el buen que- Acabadas estas palabras, el emperador se
rer y en la cosa que mucho se dessea, cual- recogió con la emperatriz a dalle aquellas
quier tardanza hace dessear mil cosas que nuevas, y el caballero se fue á su possada, y
el corazón sospecha; tras él venían cada clía á otro día se partió con respuesta camino de
muchos caballeros, con que la corte fue en- Niquea, y la corte del emperador quedó tan
nobleciendo. No- passaron muchos días des- sossegada y segura de los miedos en que es-
pués de la venida clestos caballeros, que á taba, como si no hubiera passado por ella.
la corte llegó un hombre de la corte del sol-
dán Belagriz con recaudo al emperador, que
le recibió como mensajero de tal persona, CAP. LIII.—En qice toma á dar cuenta
y dándole una carta de creencia, y después del caballero Triste.
de habella leído, le dijo: «Agora podéis de- Por lo que nunca hasta aquí se habló de
cir todo lo que aquí sois venido». «Señor, Florendos, hijo de Primaleón, que agora se
respondió él, el soldán besa vuestras manos, llama el caballero Triste, da agora el auctor
haciéndoos saber que dende el día que llegó su desculpa, la. cual es ésta: Que al tiempo
á su casa que halló nuevas como el soldán que él salió de la corte de Costantinopla jun-
de Babilonia, con todo su estado y ayuda de tamente con otros muchos caballeros cada
parientes y amigos, con gran poder de gen- uno por su parte, fue su camino tan des-
te venían sobro vuestro imperio con inten- viado de todos como aquí se dirá. Florendos
ción de destruirle, creyendo que lo podrá salió de la corte con propósito de ir á la
muy bien hacer por la falta de caballeros corte de Ingalaterra, y haciendo su camino
que en vuestra corte había; agora, estando hacia aquella parte, fue á una ciudad puer-
para del tocio mover su ejército, supo cómo to de mar, á donde halló una nao de merca-
algunos señores de su reino se le rebelaban deres fletada para Ingalaterra; metiéndose
con todas sus tierras no pudiendo sufrir tan en ella por ir en menos tiempo, salieron del
duro señorío, y porque ésto le fue dicho por puerto con viento próspero; con él camina-
algunos que en la misma consulta eran, ron hasta vista de Ingalaterra, á donde pen-
quiso, primero que ningún movimiento hi^- saron tomar puerto si el viento no lo estor-
ciesse, proveer en el sosiego y seguridad de bara, el cual se les trocó tan presto al revés
su estado; mas las cosas estaban ya tan da- de su desseo, que en pequeño espacio le hizo
ñadas, que no lo pudo hacer sin muerte de perder la tierra de vista; en esto sobrevino
más de cien mil personas de una parte y de la noche con tan grande escuridad, y el
otra, por donde no tan solamente su armada viento se avivó de tal manera, que el piloto
quedó deshecha, mas él puesto en tamaño perdió del tocio el tino del viaje, y los mari-
recelo que, olvidado de tomar lo ajeno, to- neros andaban tan sin acuerdo, que no le
mara por partido lo suyo, seguro de que al tenían para nada que para pensar en la
PALMERÍN DE INGLATERRA 93
muerte, y no para con su trabajo esperar agua, en una pequeña islilla, vio un casti-
guarecer la- vida; fue el temor tan grande, llo roquero tan bien assentado, que era mu-
que en nenguna persona había nengún es- cho para ver ('), y mucho más para temer
fuerzo sino para llorar. el que en los peligros del se viesse; antes
Florendos, que en una cámara iba oyendo que allá llegasse cuanto un tiro de piedra,
las grandes voces de todos y la perdición vio riberas del agua tres hermosas doncellas
tan general en que todos iban, saltó fuera, que por debajo de los árboles se andaban
y más con amenazas que con ruegos hacía holgando, gozando las sombras dellos, que
trabajar á los marineros, que ya no lo ha- aquel día era aparejado, por ser más caloro-
cían por parecer escusado; assí se sostuvieron so, andando tan metidas en el gusto de su
hasta ser de día, con la claridad del cual se passatiempo, que no le sintieron sino á tiem-
esforzaron algún tanto, mas no porque el po que no le pudieron huir. Florendos puso
viento fuesse menor, antes cada vez parecía los ojos en todas, y en la que le pareció de
que se doblaba en mayor cantidad; esta for- mayor merecimiento, según el acatamiento
tuna corriera ocho días con sus noches, to- que las otras le hacían, vio tamaña diferen-
dos á árbol seco, sin nunca poder ver tierra cia de hermosura, cual nunca pensó »que de
ni saber en qué parte eran echados, en fin una mujer á otras había, teniendo con él
de los cuales, cansado ya el tiempo de los tanto poder aquella primera vista, que en el
perseguir, hizo bonanza, y hallándose tan propio instante su corazón, que antes era
lejos de Ingalaterra como aquellos que se ha- libre, convertió su libertad, cuidados des-
llaban en las costas de España, y tan meti- esperados que muchas veces le hacían dessear
dos en ella que casi se hallaron en el fin de la muerte para menos peligro y mayor re-
la belicosa Lusitania, provincia entonces medio de la vida. Como esta afición le pu-
poblada de muy esforzados caballeros, á siesse en aquel clesseo sin fin, acrecentóle
donde por la virtud del planeta que la rige mucho más ver en ella una seguridad en
los hubo siempre muy buenos, puesto que esta gracia y desenvoltura, todo conforme á
en aquel tiempo los más famosos eran idos su parecer, cosas que obligan á los hombres
en busca de Recindos, natural rey y señor, á más perderse por ellas; y viendo que se
porque entonces no se sabía del por estar en recogían al castillo, no tuvo juicio para ha-
la prisión de Dramusiando, como ya se dijo; blalla, que el espanto de lo que viera le te-
y conociendo el piloto la tierra, determina- nía todo turbado; mas después que se vio
ron de salir en la ciudad de Alta Roca, que solo en el campo y vio á ellas dentro, des-
después se llamó Lisboa, cuyo nombre dicen embarazado de la turbación primera, co-
que se llamó por los fundadores della; Flo- menzó á sentir aquellos nuevos acidentes
rendos, viéndose tan apartado de donde lle- enamorados que en su corazón sentía con
vaba su pensamiento, y que su fortuna le tamaños sobresaltos como el amor pone don-
echara tan lejos, no sabía encubrir el pesar de sus obras imprime, y yendo hacia la
que recebía; como con él no se podía cobrar puerta del castillo, la halló cerrada del todo;
lo que su deseo quería, apartóle de sí, y to- en el alto della, que era de pedrería, vio un
mando sus armas, mandó sacar su caballo á escudo de mármol encajado en la mesma
su escudero, no queriendo entrar en la ciu- piedra, y puesto en él en campo verde una
dad, porque en aquellos días más en la flo- imagen de mujer sacada por el natural de la
resta que en los poblados estaban más cier- que viera en el campo, tan al propio, que no
tas las aventuras; assí comenzó á caminar halló nenguna diferencia de una á otra; te-
por el reino de Portugal, passando por mu- nía en el ruedo unas letras que decían MIEA-
chas cosas de peligro en que por su honrra GTTARDA; bien le pareció que aquel era su
passo, que la fama que de allí le quedó le propio nombre, y bien conoció que el nom-
hizo tan conocido en aquella tierra, que no bre decía verdad, que la señora del era mu-
se hablaba en otra cosa, y assí discurriendo
á una parte y a otra, yendo un día bien des-
cuidado de lo que le podía acontecer, á ho- (') Se refiere el autor al Castillo de Almourol, si-
ras de vísperas, siendo en el mes de abril, tuado, efectivamente, en un islote del Tejo, á 15 ki-
se halló á las riberas de Tejo, que con sus lómetros SE, de Thomar y á 105 E. de Lfeboa. Lo
ha comprobado la Sra. Michaelis de Vasconcellos en
mansas aguas riega los principales campos su Versuch iiber den Ritterroman Palmeirim de
de Lusitania, hasta entrar en el mar; como Inglaterra (Halle-Karras, 1883; pp. 26-27) Estos
en aquel tiempo todo fuesse cercado de altos detalles topográficos demuestran, entre otras cosas, el
lusitanismo del autor del Palmerin.
árboles que empedían la vista del agua en El Sr. Purser, al frente de su Palmer'm of Ea-
muchas partes, pues caminando por él arri- gland (Dublin-London, 1904), trae un fotograbado
ba, no anduvo mucho que en medio del que representa el castillo de Almourol, visto desde
Táñeos.
u LIBÍIOS B E C A B A L L E R Í A S
clio para ver y mucho más para se guardar dad de salir, porque él lo franqueó siempíé
della; mas la intención por que las letras el campo ele todos los que allí vinieron; si
allí se pusieron no era aquélla, mas por que alguna hora le sobraba tiempo, gastábalo por
se guardasen del gigante Almaurol, señor lo bajo de los árboles en contemplaciones amo-
de aquel castillo, de quien después tomó el rosas, contándose sus males á sí mesmo, y
nombre, que él las puso allí para mostrar otras veces quejándose á la imagen que es-
que la imagen del escudo era para ver y él taba sobre la puerta con sosiego para oille y
para guardalla dellos; el cual, para hacer muda para dalle respuesta; en la cual halla-
su intención verdadera, salió del á tiempo ba tan poco remedio como se podía esperar
que Florendos estaba leyendo las letras, de una piedra, y con cuanto Miraguarda mi-
adevinando en ellas su mal, armado ele unas raba estas cosas, era tan libre de condición,
hojas de acero no menos fuertes que hermo- que ya recebía su servicio para su placer y
sas, en un caballo negro tan crecido y recio dissimulaba lo que vía para lo negar el ga-
como era menester para sostener un peso lardón en todo; en esta aventura estuvo Flo-
como el suyo; dijo contra Florendos: «Por rendos tantos- días, que se comenzó á descu-
cierto, caballero, esas letras os mostrarán á brir la fortaleza de Dramusiándo en Ingala-
vos, si las entendiérades bien, cuan escusa- terra y la perdición de aquellos príncipes y
do os fuera este detenimiento». «Si los otros esforzados caballeros. Y porque la confianza
recelos en que ellas me meten, respondió que á Miraguarda de sus obras era
Florendos, no fuessen mayores que el miedo grande, le envió allá creyendo que aquella
que vuestras palabras me ponen, yo los pas- aventura se acabaría por él, y ella quedaría
earía con menos dolor de lo que agora ellas con la honrra de tan crecida vitoria, pues
me dan»; y assí de palabras en palabras vi- por su mandado entrara en ella; partido
nieron en tamaño enojo el uno del otro, en Florendos contento porque su señora le man-
que hobieron una batalla asaz temerosa y de daba alguna cosa en que la sirviesse, llegó
mucho peligro, en la cual el gigante Almau- a Ingalaterra ya cuando todo era acabado por
rol mostró bien para cuánto era; mas como mano del esforzado Palmerín, como atrás se
Florendos fuesse tal, y en demás viendo que dijo, y sabiendo que todos los que estaban
le estaban mirando desde unas ventanas en la corte venían á ver la fortaleza de Dra-
Miraguarda con sus doncellas, hizo tanto musiándo, esperólos en la puente, de donde
pn armas, que desapoderado le traía, tan pasó lo que tengo dicho; pues tornando á
maltratado, que en ninguna manera podía Miraguarda, ya atrás tengo dicho cuya hija
escapar de sus manos si ella no le pusiera era y cuan estremada en parecer y hermo-
remedio que oiréis: la cual, bajando á lo sur¿ la dotara la naturaleza, mas no conté
bajo, le dijo: «Caballero, ruégoos que si al- la razón por que estaba en aquella fortaleza
guna cosa no os mueve a dejar esta batalla, de Almaurol, que es ésta: Gomo las mujeres
la dejéis por amor de mí, y que no matéis tengan tanto poder con nosotros que nos de-
á esse gigante, que es persona á quien mu- jen vencidos, en especial las hermosas, que
cho debo y el principal aguardador que en éstas obligan á los hombres á no temer los
esta fortaleza tengo». «Señora, respondió peligros para cometellos ni sentir sus rece-
Florendos, essas palabras é quien las dice los para dejar de passar por ellos, hubo en la
me obligan tanto, que no sé por quién más corte de España, donde el conde su padre
que ellas hiciesse; el gigante puede hacer de Miraguarda andaba, por ser persona de
de sí lo que quisiere, y vos de mí lo que tanto precio y valía, tantos competidores
mandárades, que en tal estado me veo, que sobre quién la serviría, que viniendo este
no sé si haría otra cosa». Miraguarda le desseo en los de mayor calidad, había tan-
agradeció mucho su voluntad, y se recogió tas justas y torneos y en venciones é gastos
á su castillo, e su gigante con ella. Floren- estraordinarios, que la mayor parte dellos
dos se quedó en el campo herido de su pare- se hallaban destruyelos de la mucha desorden
cer con mayor dolor de lo que al presente le con que los hacían, de que la reina recebía
daban las heridas del gigante, de las cuales gran pena y enojo, y viendo que el rey su
le curó su escudero, y después de sano estu- señor era fuera del reino y ella vivía en ma-
vo allí mucho tiempo guardando el escudo yor tristeza, sus naturales lo gastaban en
de Miraguarda, para mostrar el precio de su mayores alegrías que nunca acostumbraron;
persona, combatiéndose con todos los caba- después desto las- competencias de los gran-
lleros que allí venían, venciéndolos con ta- des vino en tan gran desorden, que empeza-
maño loor suyo, que muy famosos caballeros ban á moverse bandos, en que recibieron
le buscaban de lejos para esperimentar sus daño algunas personas señaladas y : iba en
personas, sin nunca el gigante tener necessi- tanto rompimiento, que si no lo atajara con
PALME ÍUH B E I N G L A T E R R A 95
§ü iñucho saber y discreción, España fuera tándose algún tanto con acordarse cuyo hijo
puesta en tanta destruición como en otros era, lo que de antes no sabía, cobrando con
tiempos ya fue; mas el conde, que en estre- aquello alguna osadía para sin más perjuicio
mo era discreto, mandó llamar al gigante la servir; é yendo assí satisfecho de sí mesuro
Almaurol, persona de más crédito en la cor- por aquel nuevo parentesco que tan alegre
te que de gigante se esperaba, le rogó que le hacía, siendo ya alongado de la ciudad de
la quissiesse tener en su guarda con algu- Londres, fué á parar á un valle despoblado
nos caballeros que le ciaría hasta que fuesse é grande, en el medio del cual estaba un
tiempo de casalla, pues que entonces había árbol tan alto acompañado de otros, que ele
razones que lo estorbaban, y envió á su hija allí á gran espacio no había otro nenguno
con cuatro caballeros de su casa y algunas tan grande y hermoso, que con sus crecidas
dueñas é doncellas para que la sirviessen é ramas tomaba gran sitio del campo; al pie
acompañassen; estuvo en el castillo de Al- del árbol estaba un caballero durmiendo,
maurol tanto tiempo hasta que aquellas dis- vestido de armas negras; en el escudo, que
cordias se fueron olvidando, y ella salió del á su cabecera estaba, en campo negro un
por la manera que adelante se dirá, por don- unicornio blanco manchado con las mismos
de se cree que los grandes males sean prin- colores de negro; Palmerín, que lo vio sin
cipio de mayores bienes. caballo ni escudero tan solo, hubo gran do-
lor del, pareciéndole que estar assí no se-
ría sin alguna fortuna ó desastre grande, y
CAP. L I T . — Como Palmerín salió de la cor-
que debía ser hombre de precio según el
te de Ingalaterra, y lo que le aconteció. atavío de su persona; y deseando ver si lo
En tantos días que estuvo Palmerín en la que le parecía era verdad, púsole el cuento
corte del rey Fadrique de Ingalaterra, su de la lanza en las espaldas, diciendo: «Re-
agüelo, que algunos sin razón comenzaban corda, señor caballero, que en tal lugar con
á escarnecer su detenimiento, de lo cual menos seguridad se ha de tomar el reposo».
él tenía poca culpa, porque forzado de rue- El otro, que se sintió tocar, se levantó á
gos y de palabras de Flérida, su madre, se gran priessa empuñando su espada; mas
detuvo más de lo que su voluntad era; por- como estuviesse sin yelmo, le conoció Pal-
que Flérida quería con aquellos pocos días merín; é sabed que era el príncipe Gracia-
de su conversación satisfacer los muchos no, y espantado de le ver en tal lugar y de
que no le viera; mas porque ya parecía mal aquella manera, le dijo: «Señor Graciano,
tamaño descuido de su partida, no pudo ella para quien tanto os dessea servir, con me-
más hacer sino dalle licencia, y asimesmo nos ira le habéis de recebir»; y quitándose
á Floriano del Desierto, que también se des- el yelmo para que le conociesse, no pudo
pidió; Palmerín, después de despedido de Graciano encobrir tanto el placer de tamaño
don Duardos y Flérida se fue al rey, que en bien en tiempo tan necessario, que no di-
nenguna manera le quería dejar ir, creyen- jesse: «Ya sé, señor Palmerín, que todos los
do que según su edad no lo tornaría más á dessastres ajenos se han de curar con vues-
ver, mas prometiéndole que lo más presto tras obras, y porque deteneros en palabras
que pudiesse tornaría á, ver^ se partió, de- para habello ele contar sería gran pérdida,
jando tan grande soledad en aquella corte, por lo que puede suceder seguid vuestro ca-
como era razón de la soledad de tal prínci- mino y valdréis á Platir y á Floramán, que
pe; mas ésta se olvidó algún tanto con que- van en gran riesgo de se perder, y yo iré en
dar al presente Floriano del Desierto, que las ancas del palafrén de Servían, y si no os
con su partida, que tardó poco, tras la de su pudiéremos alcanzar, juntémonos de aquí, á
hermano, se acrecentó en tanta cantidad, diez días en el padrón del Olvido, que está
que no podía más ser; y puesto que la par- de aquí á ocho leguas». Palmerín elijo que
tida de Palmerín pusiesse grande soledad sí haría, y poniendo las piernas al caballo,
en el rey y en Flérida, muy mayor lo hizo sin más esperar tomó un galope á priessa
Floriano del Desierto, porque assí como este siguiendo por el valle abajo; mas no anduvo
de más pequeña edad se criara entrellos. mucho que se encontró con dos caminos, y
assí la afición ele sus obras y amistad en to- no sabiendo cuál tomasse, vio venir por el
dos era mayor con cuanto las de Palmerín uno clellos una doncella descabellada huyen-
por encima de las suyas eran estimadas. do con tamaña priessa como le daba el te-
Palmerín caminó por sus jornadas, no sa- mor y el .miedo que consigo traía; Palmerín,
biendo á qué parte guiase, que á Costanti- desseando saber la razón por que assí huía,
nopla no osaba, tíníendo aún en la memoria la detuvo por la riendas del palafrén; le
las palabras de su señora Polinarda, conten- elijo ella: «Señor, déjame, que más m a l m e
96 LIBROS DE CABALLERÍAS
haréis en detenerme que bien en querer sa- menzaron una batalla tan cruel y tan espan-
ber de mí nenguna cosa, pues en fin me ha tosa, cuanto había muchos días que nenguno
cíe aprovechar bien poco esso». «No sé yo, dellos se viera en otra tal; los diez peones
dijo Palmerin, mas primero que os deje sa- que del castillo salieron fueron ayudar á
bré de vos la razón por que huís». La don- los caballeros que andaban en batalla con
cella, que en nenguna manera se quería de- los dos, creyendo que para su señor no era
tener, le dijo: «Pues qué, ¿para que me de- menester ayuda, y pusiéronlos en tan flaco
jéis no aprovecha rogároslo? Torna comigo estado por lo mucho que había que pelea-
y amostraros he lo que tanto desseáis». Pal- ban, que por fuerza los prendieran si á este
merin la siguió, y no anduvo mucho que tiempo no llegara Graciano, que venía en
oyó gran ruido de armas contra una parte las ancas del palafrén de Selvián, que con
que un castillo se parecía; llegándose más su llegada hizo tanto en armas, que los dos
vio que en un pequeño campo que al pie del tornaron sobre sí, haciendo tamaño estrago,
estaban hasta diez caballeros con dos en ba- que en pequeño rato no había quien los tu-
talla, que se defendían tan maravillosamen- viesse campo; Palmerin, que hacía su batalla
te y ofendían con tamaña braveza y esfuer- con Darmaco, señor del castillo, viendo que
zo, que otros ya no les osaban tener campo, tenía necessidad de mostrar sus fuerzas, le
haciendo en ellos tamaño destrozo que nen- empezó de herir tan valientemente, que des-
gún golpe daban de que no les hiciessen atinándolo de todas sus fuerzas, le hizo ve-
daño, y apartados del castillo estaban algu- nir á sus pies con una muy grande herida
nos hombres que tenían entre sí dos donce- en la cabeza, tan grande que le llegó á los
llas muy hermosas para metellas dentro; sesos, de la cual luego murió; y quitándole
mas los dos compañeros tenían tan gran el yelmo por ver el estado en que estaba,
acuerdo en ello, que no daban lugar ningu- vio que ya el alma le había desmamparado
no á que se pudiesse abrirla puerta. Palme- las carnes en que hasta allí morara, para ir
rin los estuvo mirando un pequeño rato, á poblar otro lugar peor, que era el infier-
contento de ver sus obras, loando mucho no, verdadero galardón de sus obras; los
entre sí sus valentías en el estremo que otros que aun estaban en la batalla, viendo
merecían. Los caballeros que con ellos se á su señor muerto, desmampararon el cam-
combatían por los prender, de cansados no po, huyendo con tanta priessa como quien
podían ya consigo, y porque los cinco esta- pensaba que sólo en ello tenía seguridad
ban caídos en el campo con tan poco acuer- cierta; Palmerin se llegó á las doncellas,
do que no tenían acuerdo para levantarse ni que estaban muy espantadas de lo que vie-
para valer á sus amigos; mas los dos caba- ran, y mucho más de ver ante sí muerto
lleros no estaban tampoco tan libres que aquel muy temeroso Darmaco, que en tama-
con su sangre dejasen de teñir el campo, y ño temor las pusiera, é viéndolas tan her-
el uno dellos tenía muerto el caballo, y se mosas é aunque con miedo, les dijo: «Yo,
combatía á pie con tan gran destreza, que señoras, aun no sé el agravio que aquí él os
nengún golpe daba al cual las armas tu- hacía, porque nenguno me dio cuenta del
viessen resistencia. En esto salió de la puer- más de que no sois de aquellas á quien se
ta falsa del castillo un caballero grande de debe hacer»; en esto llegaron Platir y Flo-
cuerpo, armado de unas armas verdes en un ramán con los rostros descubiertos á abra-
caballo ruano, acompañado de diez peones, zalle, agradeciéndole aquel tan gran benefi-
blandiendo una muy gruessa lanza con tanta cio que del habían recebido por los socorrer
fuerza que parecía querella quebrar, dicien- en tiempo tan necessario. «Al señor Gracia-
do contra los suyos: «Quitaos afuera, muy no, respondió él, podéis agradecer esta ayu-
flacos y muy cobardes; deja á esta mi lanza da, que yo mal adevinara el gran peligro en
romper las carnes desos malaventurados que estábades». Entonces se recogieron to-
que tanto pesar me tienen hecho»; mas Pal- dos al castillo, á donde no hallaron otra
merin que le vio venir, temiendo que su nenguna gente si no fueron dos dueñas muy
llegada hiciesse mucho daño, se juntó que viejas, que hacían muy grande llanto por la
en él parecía por la grandeza de sus miem- muerte de Darmaco; mas como vieron sus
bros, le salió delante, diciendo: «¡A mí, á amigos (') muertos, convertiendo su llanto
mí mostrad vuestras fuerzas, que no á quien en temor ó miedo que las matarían, dissimu-
ya no las tiene para defenderse!»; y arreme- laron y encubrieron su odio mortal, vinien-
tiendo á él, se encontraron con tanta fuerza, do con palabras lisonjeras, enseñadas de su
que entramos vinieron al suelo, de que cada fortuna ó de la necessidad, á pedir miseri-
uno quedó muy espantado de la gran valen-
tía del otro, y arrancando las espadas, co-
(*) El texto dice: «vinieron sus enemigos muertos».
PALMERÍN DE INGLATERRA 97
cordia de las vicias, las cuales Palmerín las á él, le tomaron tan de súpito que le derri-
otorgó, porque su condición no era negar baron del caballo, y contentándose del, por-
nada á mujeres; las doncellas fueron apo- que era hermoso, lo trujeron, dejando el ca-
sentadas en un apartado; Platir y Floramán ballero á pie, sin nenguno querer llegar á
curados por mano del escudero de Flora- conclusión su batalla, puesto que muchas
mán, que de tal menester sabía mucho; Pal- veces se la pidió, dando por escusa que no
merín quiso saber la verdad y el nombre del habían de hacer lo que por otro les era de-
señor del castillo, y nenguno se lo supo de- fendido, antes caminando á la mayor pries-
cir sino una de aquellas dueñas, que era su sa que pudieron nos trujeron á este castillo,
madre; y della supo que se llamaba Dar- donde nos querían meter, sí á este tiempo
maco ('), hijo del muy valiente gigante Lur- no llegaran estotros dos caballeros, que hi-
cón, que Primaleón mató en Costantino- cieron tanto en armas, que allende de de-
pla, cuando le reutó la muerte de Perenquín fendernos é mucho espacio, mataron parte
ele Durazo, y por ser hijo de la dueña, que dellos con la fuerza de sus golpes, mas en
no era de generación de gigante, salió de este tiempo acudió Darmaco, de quien ya no
menos cuerpo que de gigante, mas tan es- se pudieran defender por lo mucho que te-
forzado y dañoso en sus obras, que aun pa- nían hecho, sí por vuestro socorro no fuera»,
recían manar las reliquias de donde proce- Palmerín estuvo estrañando la maldad de
dían; por tanto, no es de maravillar obrar Darmaco, y riéndose de lo que aconteció á
mal, que en la perseveración de muy malas Graciano, le dijo: «Paréceme, señor, que
obras es engendrado, y en ellas se cría. aquellos caballeros de os tener en poco les
vino no querer batalla con vos»; entonces
supo del cómo, después que le derribaran, se
CAP. LY.—En que da cuenta quién eran vino al pie de aquel árbol á esperar á Plo-
las doncellas, y cómo vinieron á aquel ramán y á Platir por un concierto que en-
castillo. trellos había, y hallándolos allí, les dio cuen-
Dos ó tres días estuvo Palmerín en aquel ta cómo aquellos caballeros llevaban aque-
castillo de Darmaco viendo curar á aquellos llas doncellas y lo que passara con ellos,
caballeros sus amigos que tanto daño reci- por donde los siguieron hasta que los alcan-
bieron de los pobladores del, y sintiendo zaron , y la doncella que Palmerín topó hu-
que ya estaban en mejor desposición, se des- yendo era la prima de las otras doncellas,
pidió dellos, rogando primero á las donce- que se soltó al tiempo que Platir y ílora-
llas le dijessen por qué razón Darmaco las mán llegaron, y tanto que tornó con él é le
mandara allí traer; una dellas, que era de dejó en batalla, se fue á la mayor priessa
más días y más dispuesta, le dijo: «Señor, que pudo para la fortaleza de su tía; sabidas
nosotras somos hijas de una dueña que de todas estas cosas, Palmerín hizo merced del
aquí á cinco leguas tiene un castillo, en castillo á aquellas doncellas, con lo más que
cuyo poder estábamos tan guardadas, que en él había, en satisfacción de la afrenta que
nengún recelo teníamos destos desastres en en él recibieron; é despediéndose de Pla-
que agora nos vimos; mas como nenguno tir y Floramán é de Graciano, se partió, ca-
puede huir las cosas que han de ser, este minando por sus jornadas como de antes
Darmaco, de quien mi madre ni nosotras hacía.
no nos temíamos, usando de sus obras, que Tornando á los caballeros que en el casti-
eran siempre matar á quien no lo merecía y llo ele las dos hermanas quedaban, que ya
forzar las doncellas, mandó á diez caballeros entonces no le llamaban de Darmaco, como
que fuessen al castillo de mi madre, los cua- sus heridas fuessen curadas en la conversa-
les entrando ayer de súpito, nos tomaron ción de aquellas doncellas, que con su pare-
por fuerza á nosotras y con nuestra prima, cer hacían otras en las personas de quien
que ahí estaba, y nos trujeron sin haber las miraba, no pudieron tanto encobrir
dolor de las lágrimas de mi madre, que mu- aquel desseo que ellas no lo sintiessen, es.
chas veces les rogó quissiessen tomar toda pecialmente en Graciano y en Platir, que
su hacienda y nos quissiessen dejar á nos- aún Ploramán entonces no quería errar al
otras, y trayóndonos á este castillo, toparon amor de Altea, é assí por los ver gentiles
con un caballero que vino después de vos hombres ó bien hablados, como por ellas ser
en compañía de vuestro escudero, y como en conocimiento de la buena obra que dellos
lo tomassen muy descuidado, arremetieron recibieron, pagáronles el amor que les te-
nían ó les mostraban tener con otro seme-
(') De cuatro modos aparece escrito este nombre en jante- al suyo, por donde, después que de
el texto: Darmarco, Darmaco, Damarco y Dramarco. sus heridas fueron sanos, passaron algunos
LIBROS DE CABALLERÍAS.—IX.—7
98 LfBfiOS D E C
"días á su placer en aquéleástnióY Graciano mirando á todas partes, vio entre dos peñas,
con la mayor y Platír con la otra, cada uno : adonde el agua hacía un remanso, un batel
tato.- contento de la suerte qué le cupiera, muy grande atado con una cuerda á un ála-
qü,é ; neñguno se tenía por engañado, hasta mo, que artificialmente parecía estar allí
tanto que la liíadire vino1 a donde ellas esta- ;
puesto, porque en toda la ribera no había
ban sabiendo ya la muerte de Darniaco, que : otro; muy gran espanto le puso en verle
assí solo sin gente que le gobernasse, y mi-
antes dé tabella no osara- salir de su casa, y ;
con su venida se estorbó él "placer de todos, rando por todas partes por ver si quien allí
no pudiendo usar de ló que hasta allí acos- ; el barco había traído eran salidos á tomar
tumbraron, antes pareciéndole tiempo de ; algún refresco, no solamente no vio gente,
partirse, lo hicieron, pidiendo licencia á mas ni aun rumor della, y viendo esto,
aquellas señoras hermosas, que bien contra mandó á Selvián que le tuviesse el caballo,
sus voluntades se la dieron, rogándoles que porque quería entrar dentro eu el batel, de-
con la madre de Darmaco se hubiessen pia- seosso de saber cómo estaba assí sin gente
dosamente, pues sa inocencia no merecía ninguna, creyendo que si alguien por allí
culpa de las obras de su hijo; y ellas, por ' estuviesse, saldría á le defender la entra-
mostrar virtud ó usando de liberalidad so- da {l). Selvián le dijo que las cosas á do no
brada que á las veces el deshonesto amor se alcanzaba historia no se habían de espe-
consigo trae, que hace no sentir lo que dan rimentar sin tener necessidad, mas viendo
ó lo que pueden haber menester, le dieron que no le podía quitar de aquel propósito,
le dejó hacer á su voluntad, que en las co-
el castillo en su vicia assí como le recibieron
de Palmerín; todos tres se metieron en la ' sas donde ella es vencedora poco se estima
sala de armas de Darmaco, á donde hallaron ; la razón; y tomándole el caballo, Palmerín
muy buenas, porque tuvo siempre este Dar- ; se metió en el batel, y aún no estaba bien
maco de estar siempre proveído de buenas • dentro, cuando vio que el álamo y cuerda
armas, y armándose cada uno de las que \ con que el batel estaba atado se desapareció.
mejor les parecieron, assímesmo se prove- Selvián, que lo estaba mirando, le dio voces
yeron de caballos, porque Darmaco de todo que se saliesse, porque vio que se iba me-
estaba proveído, y metiéndose en camino, ' tiendo por la mar adelante; entonces Palme-
siguieron la vía de Costantinopla, creyen- rín volvió los ojos á tierra y viose alongado
do que entonces en aquella corte mejor della cuanto u n tiro de piedra, y tomando
que otra nengtma los caballeros señalados ; dos remos que el batel traía porfió de vol-
acuderían, entre los cuales querían ellos verse, mas no tuvo tanto poder que más no
mostrar sus obras, porque siempre son de tuviesse el saber de quien allí le había pues-
mayor fama á donde con más peligro se : to, porque el viento, allende de ser contra-
muestra. rio, se avivó tanto, que iba tan veloce por la
mar adelante que en poco espacio perdió la
tierra de vista. Palmerín, viendo que su
CAP. I/VI.—De lo que aconteció á Palmerín • trabajo era en vano, dejó los remos, creyen-
de Ingalaterra después que se partió de do que aquella mudanza no sería sin alguna
Graciano é de los otros caballeros. causa; Selvián quedó tan enojado y triste
Tres días después que Palmerín se partió de le ver assí y sin saber adonde, que no
del castillo de Darmaco, anduvo por sus podía ser más, y después de esperar tres
jornadas sin hallar aventura que de contar i olías en aquel propio passo y lugar, por ver
sea; al cuarto, siendo ya casi el sol puesto, si tornaría el batel ó si passaría alguno en
oyó contra la mano derecha gran ruido de que se embarcasse para le ir á buscar, y
agua, é yendo contra allá, vio el mar, y con viendo que su esperar era en vano y que el
la fuerza del viento que entonces hacía an- hambre le aquejaba, tuvo por mejor reme-
daba levantado, é batía sus ondas con tanta dio de irse para Londres á llevar la nueva
fuerza en las concavidades que j)or espacio al rey] assí muy triste caminó dos días sin
de tiempo tenía hechas en las rocas que por topar á persona nenguna, y al tercero día,
allí había, que su sonido se oía muy lejos, yendo pensando en tamaño acontecimiento
puesto que en aquellas rocas andaba hacia y del fin tan dudoso, vio venir dos caballe-
aquella mano ruido que parecía que todas ros, el uno dellos traía las armas blancas y
las rocas se caían; andando por la ribera pelícanos de plata, y el otro de rojo y encar-
del agua mirando aquellas obras que la na-
turaleza tenía hechas, echando los ojos á
todas partes, porque con la ocupación que (') Cervantes imitó este episodio, uno de los más
bellos de la obra, en el cap. X X I X de la Parte I I de
tomaban algún aliento á su pena diesse, y Don Quijote,
PALMERÍN DE INGLATERRA 99
nado, y llegándose más á ellos, conociólos el peligro de lo que le podía suceder; esta
que eran el uno Flancián y el otro Onistal- subida le parecía tamaña, que primero que
do, de que algún tanto fue consolado, cre- á la mitad de la cuesta llegase descansó dos
yendo que dándoles cuenta de lo que á Pal- ó tres veces; á la postre se halló en medio
¡nerín aconteciera, tendrían en poco el traba- de un campo, en el medio del cual estaba
jo de le ir á buscar, que este es un bien que un padrón de mármol de altura de un hom-
la amistad tiene, los grandes peligros esti- bre, con unas letras que decían: sro PASSES
marlos en poco en las cosas donde ella se ha MAS ADELANTE: puesto que estas palabras
de mostrar; Francián que le conoció, viéndole ponían recelo á quien las leía de no passar
assí venir solo encima de un caballo con otro y para tornarse, mas Palmerín, allende de
por la rienda, receló algún desastre, y en le poner poco, le acrecentaron la voluntad
llegando á él le preguntaron de Palmerín. para saber los temores que aquellas palabras
Selvián les dio muy larga cuenta de todo lo ponían; y mirando para atrás, vio la mar
que passaba; mas después que él y Onistal- tan lejos al pie de la roca, que se espantó
do lo supieron todo, tuviéronlo en menos, y de la grandeza y altura della, y mucho más
aconsejáronle que en ninguna manera fuesse de la manera de su hechura, que toda á la
á Londres, porque temían que aquella nue- redonda era de piedra tajada, tan por igual,
va daría algún sobresalto al rey y á Flérida, que parecía obra compuesta por manos de
mas que les informasse en el camino y adon- ecelentes maestros, hecha más por compás
de el caso les aconteciera, y que él los espe- y medida que no cosa que de su natural assí
rase en algún cabo cierto, y él no supo da- fuesse; puesto que la isla tuviesse bien cua-
lles razón dónde los aguardaría; y ellos no tro leguas en torno, en toda ella no había
tu viendo la vuelta cierta, no se les dio mu- otro puerto donde pudiessen desembarcar
cho, salvo que le encargaron que no curase sino en aquel donde la barca de Palmerín
de ir á Londres ni dar aquella nueva si no vino á parar; ya que se halló más descan-
fuesse á caballero en quien tuviesse confian- sado para poder caminar, tornó á subir por
za que con su señor tenía verdadera amis- otro camino más ancho, que de aquel pra-
tad, y él se lo prometió assí, y con esto se do para lo alto de la isla se hacía, cubierto
despidieron del con propósito de lo ir á bus- por encima de hierbas tan graciosas para
car, atravessando la mar por todas partes. ocupar la vista en ellas, que hacían la subi-
Selvián, no sabiendo qué hacer, determi- da de menos trabajo; no anduvo mucho que
nó de irse al gigante Dramusiando, que le del todo se halló en la mayor altura de la
recibió muy bien, y rogándole que en nen- montaña, á donde no halló otra cosa sino
guna manera se partiesse de su castillo has- árboles de tantas maneras, que las muchas
ta que se supiessen nuevas ciertas de Pal- diferencias dellas le hacían no saber sus
merín, se armó de sus armas, poniendo en nombres, y la tierra tan llana é igual, que
voluntad de andar todo el mundo en svi de- parecía la cosa más hermosa del mundo;
manda. Selvián, en quien aquellos días no una sola falta le pareció que había en ella,
cabía reposo, no quiso quedar allí, antes se que era no poder ver lo que de lejos parecía,
fue con él, con intención de no le dejar en porque la mucha población de los árboles
cuanto en aquella demanda anclase; desta no dejaba gozar de la vista de tan hermosa
manera se partió Dramusiando de su casti- tierra; y pareciéndole que allí no había de
tillo andando mucho en su busca, primero qué temer y que las letras del padrón era
que á el tornasse, del cual se deja de hablar vanidad, anduvo de una en otra parte hasta
aquí hasta su tiempo, y torna á Palmerín, que se le cerró la noche, porque el tiempo
que yendo por el mar como se dijo, anduvo que gastó en sobir la roca fue tamaño, que
todo aquel día y noche, y otro día, en ama- casi gastó la mayor parte del día, y vino la
neciendo, se halló al pie de una roca frago- noche tan escura que nenguna cosa se podía
sa y alta que el mar por espacio ele tiempo ver. Palmerín se acostó sobre la hierba pu-
tenía hecha isla, á su parecer despoblada, :: niendo el yelmo por cabecera, pensando
porque en ella no había otra cosa sino árbo- dormir algún poco si su cuidado le diera al-
les espessos y altos, esto cuanto á lo que de gún poco de lugar para ello, que en este
fuera juzgaba; y saltando del batel en un tiempo era tal, por lo imicho que había que
puerto que entre dos altas rocas se hacía, , no viera á su señora Polinarda, que con
comenzó á subir por un pequeño y estrecho nada descansaba; y como entonces se hallas-
camino que en la aspereza de la roca se ha- se sin Selvián, que en estos tiempos atajaba
cía, tan peligroso de caminar por la angos- su dolor con palabras necessarias, tuvo el
tura del, que si alguna de las partes á costa amor lugar de traelle á la memoria mil de-
rio podía dejar ir muy lejos, juntamente con leites enamorados de cosas que ya passaron ?
100 LIBROS D E CABALLERÍAS
que le hicieron velar aquella noche en. mu- varas hechas de cadenas de metal, de tama-
chas contiendas que había entre la razón y ña fortaleza cuanto era necessario para te-
el mucho desseo, las unas por le quitar de ner la fuerza dellos; éstas salían de unas
aquel su propósito, y las otras por le meter muy grandes y muy gruessas argollas de
en él; mas como á las cosas de la voluntad mármol que en aquel mármol estaban enca-
por la mayor parte las otras obedecen, y la jadas, é veníansse assir en los pescuezos de
suya estaba ya tan aficionada que por nen- aquellas alimañas. Bien vio Palmerín que
guna manera se podía apartar, obedecíalle quien en aquella fuente quisiesse beber
la razón para muy bien consentir su gran había menester licencia de los aguardadores,
pena, los otros sentidos consintieron, los que a nenguno la sabían dar, y pareciéndo-
unos para sentir su mal, y los otros para le locura querer probar su agua ó querer
ser muy contentos clellos; el juicio acostaba acometer tal cosa, la fuente era tan hermo-
á la causa donde aquellos males nacían, y sa, y había tanto mirado su tan hermoso
tenidos por muy bien venidos, de manera edificio y mirándola por todas partes, ya
que todas aquestas cosas eran para muy que quiso passar adelante vio unas letras
gran dolor y lástima de Palmerín y menos coloradas que en el borde de la pila estaban,
esperanza de su remedio; en esto passó aque- que decían: ESTA ES LA FÍJENTE DEL AGITA
lla noche, y venido el día, enlazóse su yel- DESSEADA ( J ) . Andando más á la redonda,
mo porque si alguna cosa hallasse de peligro vio otras que decían: E L QUE EX AQUESTA PILA
porque mejor aparejado esttiviesse; cuanto BEBIEKE, TODAS LAS COSAS DE ESFUERZO ACA-
más andaba por la isla, tanto más graciosa BABA; más adelante estaban otras que de-
le parecía y mucho más hermosa le parecía cían: PASSA, so BEBAS; assí que si unas le
la tierra, y pessábale mucho en vella assí tan hacían dessear llegar á la fuente, otras le
despoblada, teniendo ya por muy gran burla ponían en recelo de lo hacer, porque lo de
del todo las letras del padrón; mas no andu- las primeras las segundas lo negaban; en
vo mucho que entre lo más espesso de aque- esta postrera determinación se afirmaba,
llos árboles se halló en un campo muy gran- acordándose y aun tiniendo por cierto que
de descubierto á manera de una muy grande el atrevimiento poco necessario no se juzga
plaza, tan acompassado de todas las partes, por esfuerzo.
que en nenguna parte parecía salir de me^
dida; en el medio del estaba una muy her-
mosa fuente puesta en el aire, sostenida so- CAP. LYII.—De lo que Palmerín passó en
bre una pila de piedra puesta sobre un pilar en la fuente con las alimañas que la guar-
que de abajo del suelo venía, y el agua salía daban, y de lo más que allí hizo.
por la boca de unas alimañas que en lo alto Determinado estuvo Palmerín por muchas
d.e la pila estaban muy bien assentadas, y era veces passar sin llegar á la fuente, porque
en tanta cantidad, que la que corría por el la bienaventuranza que las letras prometían
campo hacía un río pequeño; de lo que más juzgaba por nenguna, y el cometer á aque-
se encantó fue ver que aquel lugar era lo llas alimañas más á locura que á esfuerzo, é
más alto de la montaña y aquel agua subía yéndose por un camino que entre los árbo-
allí, cosa que parecía fuera de toda razón y les se hacía, tuvo tan grande vergüenza de
regla de naturaleza; al pie de aquel mármol sí mesmo, que le obligó á dar la vuelta, y
estaban pressos dos muy bravos y muy fero- cubriéndose de su escudo, con la espada sa-
ces tigres y dos leones muy fieros, y tan terri- cada llegó á la fuente por la parte donde
bles y tanto para temer, como su grande fe- uno de los tigres estaba; él le recibió con
rocidad lo demandaba. Cuando Palmerín una natural y espantable braveza tomándole
vido aquellas alimañas y assí aprissionadas, de falso, y puesto que su acuerdo y ligere-
mucho fue espantado, porque bien vio que za fuesse grande, no se pudo tanto desviar
quien aquellas prissiones les había echado que no le llevasse el escudo en las manos
que tenía muy gran poder sobre ellas, y quebrando las correas del en muchos peda-
parecíale ser aquello hecho más por vía zos, mas no tanto á su salvo que una de sus
de encantamento que por otra vía; porque piernas no le llevasse, dándole tan gran he-
bien vía que los tigres no eran alimañas rida que la mayor parte le cortó, de mane-
para poderse gobernar por razón ni se dejar ra que el tigre no se podía más menear á su
assí aprissionar en las prissiones, aunque al voluntad; luego los otros tres, assí los dos
parecer quien las vía no pensaba que de los
mármoles se podían apartar, porque pare-
cían estar amarradas, mas estaban por tal (') Este episodio recuerda otro de las Mil y una,
artificio, que salían de los mármoles tres noches. Véase el cuento del príncipe Ahmed y de la
hada Pari-Banu.
PALMERÍN" D E I N G L A T E R R A 101
leones como el tigre, arremetieron juntamen- gran estruendo y daba tan grandes aullidos,
te, y porque Palmerín estaba sin escudo, que por toda aquella isla sonaba, y él quedó
fue esta una ele las mayores aventuras y tan cansado y quebrantado, que le convino
más dudosa en que nunca se vio; todavía descansar, parecióndole que todos los hues-
como en los esforzados temor acostumbra sos le quedaban molidos de las manos del pri-
traer esfuerzo, hallóse con tanto, que no mer tigre que matara; ya después de haber
acordándose de la calidad del peligro en que descansado tornó á la fuente con gran gana
estaba, antes esperando uno de los leones de beber, y tornó otra vez á leer las letras
que más se llegó por estar más cerca, lo que y no supo entender lo que las primeras de-
los otros no hicieron porque las prissiones no cían, juzgando por unas el consejo que las
les ciaban tanto lugar, le dio tamaño golpe postreras le daban á quien el dellas quisies-
por las manos que el león traía altas por le se tomar. Acabadas de las leer, bebió del
tomar entrellas, que se las echó entramas agua de la fuente, que no le pareció mejor
en tierra sin que más se pudiesse levantar, que las de las otras fuentes, mas juzgaba
y abajándose por tomar el escudo que el ti- aquellas cosas por obra de las manos de al-
gre dejara con el muy grande dolor de la gún encantador deseosso de novedades, y
pierna, que el otro león tuvo tiempo de lle- viendo que allí no había más que hacer, se
gar á él, y alcanzándole con las uñas por metió por el camino por donde antes había
las enlazaduras del yelmo, tiró con tanta comenzado á caminar; no anduvo mucho
fuerza, que se le arrancó de la cabeza, y cuando se halló junto con un castillo de los
llevándole tras sí le hizo poner las manos en más hermosos y más bien hechos que había
el suelo, y aún él no fue bien caído, cuando visto, y sobre todo muy fortíssimo, porque le
el tigre que aún estaba sano le tomó entre cercaba en torno una cava muy honda llena
las suyas tan apretado, que si no fuera por de agua, y sobrella estaba una puente le-
la fortaleza de las armas le hiciera pedazos; vadiza que salía de la puerta del castillo
allende de selle buenas compañeras en aque- hasta la otra parte de la cava; al derredor
lla necessidad, Palmerín se ayudó de una del estaban cuatro padrones de jaspe, y es-
estocada á tan buen tiempo y por tal lugar, taba en cada padrón un escudo; Palmerín
que atravessando con ella al tigre por medio se llegó al primero por ver las colores del,
del corazón, muy súpitamente se dio con no teniendo ya por sospechosas y vanas las
él nruerto en tierra; el león que se detuviera cosas de aquella tierra, y viole en campo
en deshacer el yelmo, cuando assí le vio en negro unas letras blancas que decían: Ño
salvo, remetió muy fuertemente otra vez ME LLEVABA NINGUNO. «Por cierto, dijo Pal-
para le llevar, mas puniendo muy presta- merín, por ninguna cosa no dejasse de ir al
mente el escudo delante puso las manos en cabo con estas amenazas»; y tomando el es-
él, que Palmerín le dio un tan grande golpe cudo del padrón se le echó al cuello, no so-
por bajo, que la mayor parte de las tripas le lamente por las amenazas de las letras,
echó fuera del cuerpo, que le hizo luego mas porque también le tenía necessidad,
caer muerto, y con todo esto la llegada de la porque el suyo quedara todo deshecho al
fuente aún no estaba bien segura, que el ti- pie de la fuente. En esto oyó decir: «Caba-
gre que tenía la pierna cortada estaba tan llero, mira no os cueste caro esse atrevi-
bravo é tan llegado al mármol, que por nen- miento» ; y mirando hacia aquella parte vio
guna parte él podía llegar á la fuente que un caballero que salía por la puerta armado
no se lo defendiesse muy fuertemente, mas de todas armas, tan bien dispuesto, que pa-
viendo que lo más era ya passado é lo me- recía en él haber toda bondad; llegando á
nos por passar, cubierto muy bien de su él, con una voz más temerosa que blanda,
escudo tornó arremeter á él, é puesto que el dijo por lo ver sin yelmo: «Quien esse escu-
tigre no se podía sostener bien en pie, le- do había de llevar, había de traer armas so-
vantóse muy bravamente por lo reeebir, é bradas para se defender, y no traer des-
trabándole muy fuertemente con la una armada la parte que más necessidad tiene»;
mano por el escudo, le echó la otra mano al y no queriendo oir la respuesta que Pal-
espada, viendo que de allí le venía el mal, merín le daba, arremetió á él tirándole
y llevando el escudo en la una se cortó la un golpe aquello que desarmado le vido,
otra con los filos, de manera que no le que- mas Palmerín, que no estaba tan descuidado
dó para poder hacer dallo, y aún no le había que viéndole venir no alzasse el escudo en
acabado de quitar el espada ele la mano, el cual le recibió, y fue con tanta fuerza
cuando le dio un golpe en la pierna que te- que todo lo que del cogió le hizo venir al
nía sana que se la cortó á cercén; y estén- suelo. Palmerín, que en tamaña afrenta se
diéndose con la rabia de la muerte, hacía tan vio, viéndole tan cerca de sí, le tomó entre
102 LIBROS D E CABALLERÍAS
sus brazos, y porque su corazón era grande ' que luego rmirió, y él aún estaba tan sano,
y él es el que da las fuerzas, se halló en por sil mucha ligereza, que no sentía más
aquella hora con tanta, que dio con él en el de aquellas batallas que el trabajo dellas.
suelo, y quitándole el espada de las manos Luego se fue al cuarto y postrero escudo,
hizo que le quería matar; él se le rindió. Pal- que en campo de plata tenía letras de oro
merín le preguntó si había más que hacer, que decían: Ea" MÍ ESTÁ LA VITORIA; él le
y él le dijo que sí; entonces le tomó el yel- quitó del padrón, con intención de se apro-
mo, y enlazándole se fue al segundo escudo, vechar del, porque el otro no quedara ya
determinando de esperimentar todas las co- para ello; no tardó mucho el cuarto caballe-
sas que le sucediessen; en éste halló en cam- ro, antes con muy grande ímpetu salió del
po azul otras letras que decían: D E ITAYOU castillo armado de unas armas de pardo y
PELIGRO SOY YO. «Seáis del tamaño que quis- blanco, diciendo: «No pensé que vuestra lo-
siérecles, dijo Palmerín, que por esso no os cura fuesse tan adelante, mas pues que vos
dejaré»; y echando el pedazo del otro, tomó no os contentáis de lo passado, espera y ve-
aquél; mas aún no le acabó de tomar, cuan- réis lo que en él lo ganastes». Palmerín, que
do salió otro caballero diciendo: «Mal con- en los lugares donde palabras no eran me-
sejo tomastes en tomar el escudo», «Malo ó nester las tenía por escusadas aprovecharse
bueno, aquí estoy, en quien podéis tomar la dellas, le dio la respuesta de las suyas con
emienda del enojo que en esso os hice»; un golpe por encima del yelmo en descu-
entramos se juntaron con las espadas altas, bierto del escudo, que le hizo bajar la cabeza
comenzando entre sí una batalla tan bien hasta los pechos, mas el caballero del casti-
herida y trabada, que en cualquier parte llo le volvió otro por encima del escudo, que
fuera muy agradable de ver; aquesta no entró tanto la espada que le corto las em-
duró mucho, que el caballero del castillo, no brazaduras; ansí se comenzaron á herir tan
pudiendo sufrir los duros golpes de Palme- mortalíssimamente y tan sin piedad, como
rín, comenzó á enflaquecer en tanta manera aquellos que no la tenían de sí mesmos; los
que ya no daba golpe que fuesse de mucho golpes eran tan temerosos y bien acertados,
daño, antes todo su cuidado era defenderse que las más de las veces se cortaban las ar-
de los que le daba su contrario; Palmerín, mas de los grandes y pessados golpes que se
que conoció su flaqueza, tomando la espada daban, que toda la tierra hacían temblar;
con ezitramas manos, le dio un tan gran en los escudos había muy poca defensa, por
golpe por encima del yelmo, que entrando causa que la mayor parte dellos estaba ya •
por él le hizo una herida en la cabeza con deshecho del todo; sabréis que el caballero
tanta fuerza que le hizo venir desatentada- del castillo era tan esforzado y de tan alta
mente al suelo, de lo cual luego murió. Y bondad de su persona, y tan diestro en las
viendo Palmerín que en aquel no había nen- armas, que no se conocía nenguna flaqueza
gún poder para se defender, llegóse al ter- en su persona; á causa de ser hombre de
cero escudo, en el cual, en campo verde, muy grandíssima bondad no se halló venta-
otras letras azules, que decían: COMIGO SE ja en Palmerín, puesto caso que aquel día
GAITA LA HOJÍERA. Palmerín le tomó como fue de los que él esperimentó su persona.
había hecho con los otros, y luego salió otro Esta contienda duró tan gran pieza, que el
caballero armado de armas de la inesma co- caballero, no pudiéndose sostener contra los
lor del escudo, y sin más decir se recibieron golpes de Palmerín, cayó tendido en el cam-
en la fortaleza de sus brazos, y comenzaron po como aquel que del todo era muerto. Pal-
una batalla tan diferente de las passadas, merín que ansí lo vio, dio mil gracias á Dios
que en ella claramente se mostró la diferen- por tamaña vitoria, y preguntando al caba-
cia que della á la de los otros había. Palme- llero que primero venciera si en el castillo
rín, sintiendo que cada hora salía caballero había más que passar, le dijo que sí; mas
de más ventaja é mejoría, trabajó cuanto que para él ya le parecía que ninguna cosa-
pudo por llevar aquella batalla adelante, re- podía ser mucho, «porque en vos he visto lo
celando aún lo que quedaba por passar se- que no pensé ver en otro ninguno, mas ya
gún la orden de los escudos, mas el caballe- sé que la virtud, á donde está, por sí se ma-
ro era tan esforzado, que la fuerza que tenía nifiesta» .
le hizo á Palmerín andar más vivo que an-
tes hacía, y por no me detener en golpes,
la batalla fue algún tiempo reñida, mas GAP. LVIII.— Como Palmerín entró en el
al fin la vitoria quedó con quien la acos- castillo^ y lo que dentro le aconteció.
tumbraba tener, y el caballero cayó á los
pies de Palmerín con. un brazo menos, de lo Acabadas que fueron estas batallas, Pal-
merín entró dentro en el castillo sin nengún
PALMEROS DE INGLATERRA 103
perjuicio; en el patio de abajo vio la manera de dos manos, y allende ele ser en sí delga-
del, que era tan maravillosa cuanto sus peli- da, parecía estar en sí tan podriela y gastada
gros fueron para espantar; todas las casas y del tiempo, que parecía no poder sufrir en
torres estaban assentadas sobre pilares de sí ningún peso por pequeño que fuesse.
jaspe de altura de diez brazas; el patio cu- Palmerín, viendo que por ningún cabo po-
bierto de uñas piedras verdes y blancas cor- día passar en la otra parte, cosa que él mu-
tadas por un compás, assentadas á manera cho desseaba, para ver todas las maravillas
de ajedrez; en el medio del había unos ca- de aquella casa, é que aquella puente era
ños ele agua que subían para arriba con tan- muy peligrosa, estuvo puesto en ]a mayor
ta fuerza, que allegaban á los más altos apo- confusión del mundo, mas como se le acordó
sentos de la casa; después desto el enmade- que ya el emperador Palmerín su abuelo se
ramiento era de una invinción tan nueva y había ya visto en otra aventura como aque-
sotil, que no se podía comprender en el jui- lla, y sólo en la determinación de los hom-
cio de ningún hombre el principio ni fin bres está el acometer de las cosas, después
del, assí que todas las cosas que de la puer- de habelle pasado todo por la fantasía deter-
ta adentro estaban, eran dignas de muy minó de passar de la otra parte.dejando to-
grande loor, y algunas para espantar. Pal- das sus armas, que no passó sino con sola
merín, después de mirar aquellos edificios sil espada, temiendo que con el peso de las
por bajo, subió por una escala que iba á dar armas sería para mayor daño, é poniendo
en una sala tan artiGcíosatnente labrada, que el pie en la tabla 3* el corazón en su señora
todas las cosas que hasta allí viera le pare1- iba afl.rin.ando sobrel espada; mas como llegó
cieron pequeñas en comparación de aquesta; á la mitad della comenzó á doblegarse para
á la entrada della estaba un gigante tan bajo juntamente con sonar que parecía que-
grande y espantoso, cuanto nunca se viera brarse por muchas partes; entonces se tuvo
otro, con una maza ele hierro en sus manos por del todo perdido, y detiniénelose un
de mucho peso, y viendo que Palmerín que- poco dijo entre sí: «Señora ¡ si yo en las
ría entrar en la sala, la esgrimió con un grandes afrentas espero vuestra ayuda ¿en
continente tan temeroso, que bastaba á po- cuál mayor que ésta me puede ver mi ven-
ner miedo en cualquier otro caballero; mas tura? La vida, si yo no la elesseara para ser-
como en Palmerín los clesta calidad hiciessen viros, en poco tuviera perdella aquí; esta
poca impressíón^ quiso passar adelante para vez la quita deste peligro, é después ordena
acabar de llevar su aventura al fin que des- alguno de vuestro servicio en que yo la
seaba, no se contentando de la mucha honrra pierda, y entonces vos quedaréis servida y
que aquel día había ganado, pareciéndole yo contento». Entonces tornó á caminar por
que más deshonrra es perder lo ganado que la tabla, teniendo en tan poco sus meneos
honra ganar lo perdido, puesto que allí no como si caminara por una puente muy se-
había ya que perder para quien tanto había gura; aún no fue bien de la otra parte, cuan-
ganado; y porque no le quedasse cosa nen- do salió á los corredores una vieja, en su
guna por hacer, arremetió al gigante, que parecer de gran edad, descabellacla, el ros-
puesto que parecía natural, era artificial- tro rascuñado, diciendo: «¿Qué me aprove-
mente hecho, y dándole un gran golpe con cha mi saber, si tantas veces ha de ser des-
su espada^ le hizo venir al suelo, cotño cosa truido por un solo caballero?» y echando
muerta y sin sentido que era. Luego entró mano de Palmerín por llevalle tras sí, se
en' la sala, y después de mirar particular- echó en aquel hondo río, donde hizo el fin
mente todas aquellas cosas della, halló una que sus obras merecieron, mas Palmerín se
puerta pequeña que salía á unos muy ricos tuvo tan bien en sus pies, que no le pudo
corredores; de allí no había salida para nen- menear ele donde estaba, quedando espan-
guna parte sino para otras casas que estaban tado de lo que viera, y entrando por las
de la otra parte de los corredores frontero casas no halló otra gente sino mujeres y
dellas, y entre ellas y los corredores se ha- personas ele servicio, á quien preguntó por
cía una balsa ó badén tan hondo, que era dónde se servían para abajo; ellas se lo mos-
cosa para espantar mirarle; de aquel badén traron, y luego maneló llamar por uno de
salía un río negro tan temeroso y triste, aquellos hombres al caballero con quien
que según la negrura y hedor que della sa- hobo la primera batalla; vino á estar con él
lía, era para quitar el sentido, porque pare- por una parte por dónele el río no passaba,
cía la propia laguna que dicen de Aipierón, Palmerín quiso saber el nombre del castillo
barquero del infierno; sabréis que para pas- y de la dueña que matara. «Señor, respon-
sar dessos corredores á la otra parte no tenía dió él, á vos no se puede negar nada; esta
otra cosa sino una tabla tan angosta coma isla en la que estáis se llama la Isla Peligro-
104 LIBROS DE CABALLERÍAS
sa; algunos quieren afirmar que la gran sa- en el cual Palmerín fue á aquella parte don-
bidora Urganda la Desconocida ( l ) fue se- de le halló; pues tornando al propósito, Pal-
ñora della, y que aquí se encubría á todos, merín llegó á la prisión de Eutropa, q\\e era
é que por su muerte quedó encantada, y por debajo del suelo tanto trecho y por tie-
esto porque ninguno la poblasse, dejando rra tan escura como un tiro de ballesta.
aquí estos palacios, y una fuente que allá «Agora creo, dijo Palmerín al caballero que
fuera queda de la manera que veréis, y que con él iba con un hacha en la mano, que
esto sea assí la razón lo muestra, porque esto nunca fue de Urganda, porque su con-
nunca en nuestros tiempos ni antes de nos- dición, según se dice, no consentía tratar á
otros vimos persona que supiesse dar nue- los caballeros tan mal»; é yendo assí plati-
vas desta isla, siendo cosa tan señalada para cando en el espanto que aquello se hacía,
hablarse en ella, si no fue esta dueña que allegaron á unas rejas grandes á manera de
se echó en el río, que se llamaba Eutropa, puertas, ó abriendo el caballero un candado
tía del gigante Dramusiando, de quien ha- con que se cerraban, entraron dentro, [éj
bréis oído decir que por ver á su sobrino vieron á los dos caballeros en pie como hom-
vencido por manos de un solo caballero con bres que esperaban cuando viessen gente,
todos sus guardadores, é don Duardos con que los viniesse á sacar para otra cosa de lo
todos los otros príncipes sueltos, de lo cual que venían. Cuando Palmerín conoció que
llevaba gran lástima, por ver que cosa que el uno era Belisarte y el otro Grermán Dor-
tanto desseaba y habiéndola traído á tan liens, viéndolos tan cargados de hierros y
buen efeto suceder assí, se fue al soldán de en tal lugar, sintió muy gran pena, y con
Babilonia para le hacer venir sobre Cos- esto se le rasaron los ojos de agua, y man-
tantinopla y destrailla, é porque en esto su dóles luego quitar las prisiones; díjoles Be-
intención no vino al fin que desseaba, como lisarte: «Señores caballeros, esse beneficio
sabía este lugar, viéndose ya desesperada mucho mejor estuviera por hacer y fuera
de los otros remedios, trujo consigo los tres mejor dejallo para otra parte, pues es más
caballeros que matastes, que eran de su ge- i ]3ara daño nuestro». «Señor Belisarte, dijo
neración, y á mí con ellos, más por engaño Palmerín, quien os mandó aquí meter no
que por voluntad, y asentando en esta tie- fue para os quitar tan presto las prissiones»;
rra, desencantó esta isla con propósito de entonces quitándose el yelmo por que lo co-'
todos los caballeros que á ella viniessen de nociessen, dijo Grermán Dorliens: «Ya yo,
hacellos matar ó prender para satisfación señor Palmerín, no se me da nada que me
de su desseo; ayer prendieron aquí á uno, prendan cada día, pues allá quedáis vos
anoche otro, entramos de tanto prescio que para soltar á todos, según tenéis por oficio,
primero que los venciessen vencieron á mí de lo que Dramusiando puede ser buen tes-
y á los otros dos». «Los nombres de los tres tigo» . Passaclas estas y otras palabras de
caballeros os suplico que me digáis, dijo mucho placer, se salieron á fuera; el caba-
Palmerín, y también me enseña la prissión llero, que andaba sirviendo, mandó luego
donde los pressos están para los sacar della, poner la mesa, con que Palmerín fue con-
pues aquí no hay más que hacer». «El pri- tento, porque Palmerín en todo aquel día
mero, respondió él, se llamaba Titubante el no había comido; no menos Belisarte y Grer-
Negro, el segundo ifedrusán el Temido, el mán Dorliens lo tenían necessidad, porque
tercero Porbolando el Fuerte; si en alguna los que allí los metieron mayor cuidado tu-
hora estuvistes en casa del emperador Pal- vieron de aprissionallos que no de darles lo
merín, ahí los podríades ver». «Yo los co- que habían necessidad, mas esto no era mu-
nocí muy bien, dijo Palmerín, y también cho, pues la necessidad enseña á los tiempos
conocí siempre dellos la intención dañada en que todo se ha de sufrir, en especial
contra quien no lo merecía, por lo cual no cuando falta el remedio.
me espanto venir á hallar en esté mundo el
pago de sus obras, y en el otro no sé lo que
será». Luego se fueron á la prisión donde CAP. LDL — De lo que Palmerín hizo en
los otros estaban, adonde no había allí más aquel castillo, y cómo vino Franciáh el
que dos por haber poco tiempo que Eutropa Músico y Onistaldo y se partieron.
allí llegara, que si le durara, más bien pu-
diera ser que fuera allí otro passo peor que Aquel día, por ser ya noche, reposaron
el de Dramusiando, mas Daliarte que lo sin- allí todos tres, y el caballero del castillo
tió, lo atajó con su saber trayendo el batel mandó aparejar dos lechos, uno para Palme-
rín y otro para sus compañeros, en que dur-
mieron aquella noche con assaz reposo, Pal-
(') Protectora de Amadis de G&ula, merín por el trabajo de aquellos días passa-
P A L M E R Í N DE INGLATERRA
dos, y ellos por lo mucho que velaron las no- alimañas muertas y el miedo que las k ^ a ñ
ches que en la cueva ó prisión estuvieron; á ponían á quien del agua quisiere beber, t-n
otro día se levantaron de mañana é Palme- vieron aquel acometimiento por cosa mará-
rín en compañía de Belisarte é Grermáii Dor- villosa, juzgando entre sí á Palmerín por el'
liens anduvieron mirando las particularida- más dichoso y esforzado caballero del mun-
des del castillo, que eran muchas, loando la do; desde allí fueron al passo de los padro-
antigüedad de algunas obras que en él había nes, donde vieron los cuerpos de Titubante,
dinas de fama inmortal, puesto que las que Medrusán y Trofolante tendidos en el cam-
más eran para ver estaban algún tanto gas- po muertos; aún era su continente tan te-
tadas del tiempo, por lo cual la vista dejaba meroso, que á cualquiera podrían poner te-
de gozar de lo mejor clellas; de allí fueron á mor, y porque Palmerín no los quiso ver, se
la fuente donde Palmerín hobo la primera fue solo por otra parte, quedaron todos cua-
batalla con las alimañas que la guardaban, tro hablando en su bondad, loándole mucho,
porque hasta entonces Germán Dorliens ni teniendo aquella batalla por una de las te-
Belisarte no sabían lo que allí passara; cuan- merosas del mundo; de allí entraron en la
do las vieron muertas y su ferocidad quita- fortaleza, y antes que reposassen quissieron
da por mano de un solo caballero, tuvieron ver por estenso todas las cosas della, de que
en tanto aquel acometimiento, que sólo pen- no tuvieron tan poco que decir que la de-
sar en ello hacía temor en sus ánimos como jassen de señalar por la mejor y más fuerte
de cosa nunca vista; mas tornando á pensar que nunca vieron; llegando al padrón donde
que el vencedor era Palmerín de Ingalate- Eu tropa se echó en el río, cuando vieron la
rra, no tuvieron, por mucho lo que vieron, puente por donde Palmerín passo. no sabían
ni creyeron que para él había cosa dudosa si aquel esfuerzo lo juzgassen á valentía ó á
de acabar; de allí tornándose al castillo, es- otra cosa, mas acordándose de quién le pas-
tuvieron allí cuatro días tomando algún re- sara, echábanlo todo á mejor parte; enton-
poso de que tenían necessidad; al quinto, ces se desarmaron, y repossaron aquel día
andándose passeando todos tres por bajo de en compañía de los otros, siendo servidos
los árboles, vieron venir por el camino que del caballero Satrafor, que assí se llamaba
de la mar venía dos caballeros, á los cuales aquel con quien Palmeiín hobiera la pri-
conocieron luego que los vieron, y ellos co- mera batalla; al otro día ordenaron de se
nocieron á Palmerín en cuya demanda ve- partir, y Palmerín dejó á Satrafor en guarda
nían; fueron tan alegres, que dejando el del castillo, llevando en su voluntad dar
passeo qué traían tomaron otro andar más aquella isla á Dallarte si del la quissiesse
apresurado por los ir abrazar, porque sabed tomar.
que éstos fueron Francián el Músico y Onis- Partidos todos, fuéronse adonde las barcas
taldo, que tanto que se despidieron de Sel- estaban. Palmerín entró solo en la suya, y
vián de la floresta adonde le dieron las nue- los otros compañeros en la otra caminaron
vas de su señor, vinieron hacia aquella don- hacia la parte donde vinieron; mas la barca
de les dijera que se había metido en el ba- de Palmerín, que más era guiada por la vo-
tel, y hallando allí un batel de pescadores, luntad de Daliarte que por el saber de los
no anduvieron mucho en ella que fueron á marineros, se apartó presto del camino de
vista de la isla, de que los' pescadores mu- la otra, alejándose tanto en la mar, que en
cho se espantaron, por ser tierra que nunca pequeño rato perdió la tierra de vista; todo
habían visto, y llegando al puerto en que el día anduvo assí sin saber á dónde guiaba;
Palmerín saliera, dejaron la barca en guar- ya que quería anochecer, cenó de algunas
da de sus escuderos, temiéndose que los cosas que halló en el batel, porque quien
pescadores huyessen, y subiendo por la gran allí lo hizo venir no le envió desapercibido
cuesta arriba, fueron á parar al padrón, y de lo necessario; venida la noche, passóla en
puesto que las letras del hacían temer el cuidados desesperados de que nunca se ha-
passaje adelante, olvidando el miedo por lo llaba desembarazado; juntamente con ellos
que debían hacer, fueron más adelante, ma- anduvo otros ocho días con sus noches atra-
ravillándose mucho de la gran altura de la vessando las aguas de la mar, en fin de los
roca; siendo ya en lo más alto della vieron cuales se halló bien desviado de la Gran
á Palmerín con los otros sus amigos andar Bretaña, y mucho más de Gostantinopla,
passeándose por debajo de los árboles, como donde entonces era su propósito ir, que
ya dije; entonces recibiéndose unos á otros acordarse de aquello le hacía ser mucho
con igual placer, se fueron para el castillo, más triste y descontento que nunca fuera;
passando primero por donde la fuente esta- viendo que el batel salía á un puerto, quedó
ba, y viendo Francián y Onistaldo aquellas algún tanto consolado? y lo fue del todo des-
106. LIBROS DE CABALLERÍAS
puéíü que salió en tierra y supo que estaba ella acudiessen tantos caballeros con desseo
en. la guerra ele España, donde muchas vé- ele llevar el escudo, el Caballero Triste que
CfiS desseara venir por se hallar para esperi- le defendiera hizo tanto en armas, que puso
mantar la hermosura de Miraguarda, de que á la redonda del más de docientos que le
entonces tanto en estremo se hablaba, por acompañaban, con los nombres de sus seño-
ver si igualaba en alguna parte con su se- ras escritos en los brocales. Miraguarda mi-
ñora Polinarda, que del tocio no creía que la raba siempre estas batallas desde lo alto de
naturaleza tuviesse tan grande poder: mas su torre, porque al pie della se hacían; era
esto es yerro, porque hacer un estremo es tan confiada en el parecer y alto mereci-
mucho, y hacer dos estreñios no es tanto, y miento de su persona, que recebía de Flo-
assí fuera más haber una Polinarda en el rendos aquellos servicios sin le mostrar nen-
mundo que dos; mas luego que salió del ba- gún contentamiento si dellos lo recebía, por-
tel, supo que estaba en la ciudad de Porto, que no le quedasse cosa de que se conten-
de Portugal; allí halló tan grandes nuevas tasse; y tornando al propósito del cual tanto
del Caballero Triste, que á sí mesmo no sa- salimos, Palmerín de Ingalaterra se detuvo
bía negar la envidia que dello recebía, no algunos días en mandar hacer armas, que
sabiendo que este fuesse el que en la puente las suyas no estaban tales que aprovechasen
de Ingalaterra justara, porque como ya se para algún trance peligroso, las cuales traía
dijo, tanto que Florendos de allí partió, mudó de negro y blanco á manera de follaje, de
las armas y tomó aquel nombre, porque invención nueva, tan lozanos, que el parecer
también en aquel tiempo disfavores y olvi- dellas hacían parecer á su dueño de mucho
dos de su señora le traían algo triste; el que, precio ante quien no le conocía; en el escu-
después que se apartó de Primaleón su pa- do, en campo blanco la esperanza muerta
dre, anduvo tanto por sus jornadas, que llegó tan natural, que propiamente parecía assí
á España al tiempo que en ella se hacían en la color del rostro como en todo lo de-
fiestas por la venida del rey Recindos, de más, con letras en el borde del vestido que
justas y torneos donde él se halló, é hizo declaraban su nombre, y por esta devisa le
tanto en armas, que desbaratando la mayor llamaban muchos el caballero desesperado;
parte de los caballeros señalados que ahí se assí con estas nuevas armas comenzó á ca-
juntaron, se partió ele la corte con tan cre- minar hacia el castillo de Alrnaurol, dessean-
cida fama como sus obras merecían; llegado do probarse en los peligros del, sabiendo
al castillo ele Alrnaurol, aposentóse riberas que quien á ellos no se aventura, pocas veces
de las aguas de Tejo, donde ya otras veces alcanzará victoria de que se contenta.
se hallara, cercado de cuidados tristes y
desacompañado de todo remedio dellos; la
famosa Miraguarda, como supo que era ve- CAP. LX. — De como Palmerín vino al cas-
nido, quiso saber lo que passara en la torre tillo de Alrnaurol^ y de lo que en élpassó.
de Dramusiando, puesto que ya lo oyera de- Algunas aventuras passó Palmerín en su
cir lo que hiciera en la puente justando con camino de que aquí no se • hace minción;
tocios los caballeros que á ella vinieron, y assí caminando hacia aquella parte donde
por las señales que le dieron conoció ser él; su desseo llevaba, un día á horas de tercia
mas después que de todo fue informado, no se se halló riberas del Tajo, pareciéndole la
contentó de las maravillas que en Ingalate- mansedumbre de sus aguas cosa tan delei-^
rra hiciera, porque su condición era tal que tosa como ellas son para quien la memoria
no se contentaba con nada, antes desseando en alguna cosa tiene ocupada, é yendo assí
ver si sus obras eran como le decían, mandó- echando los ojos á una y á otra parte, descu-
le que guardasse un passo junto ele Alrnau- briendo con la vista dellos las rocas que ele
rol, creyendo que vendrían tantos caballeros entramas partes le cercaban, vio el castillo
andantes que allí se haría otra aventura de de Alrnaurol assentado en el borde del, tan
no menos fama que la ele Dramusiando; el hermoso y faerte, que á quien bien le mira-
Caballero Triste lo hizo assí, puniendo un ba hacía presumir que al que primero le
escudo en un trozo de árbol, en el cual en : edificara que para intención ele grandes co-
campo negro estaba Miraguarda, sacada por sas le hiciera, y guiando hacia aquella parte,
el natural, tan hermosa en su parecer que vio dos caballeros en batalla en una plaza
á ella se rendían más caballeros que á las que al pie del castillo se hacía, y porque le
fuerzas de quien el escudo guardaba; al pie pareció que alguno dellos debía ser el Caba-r
de aquel peligroso bulto estaban unas letras llero Triste, puso las piernas al caballo para
blancas que declaraban su propio nombre, llegar á tiempo que viesse el fin della y
j como esta aventura sonase muy lejos y á obras del, mas cuando llegó el otro estaba
PALMERÍÍT DE INGLATERRA 107
r
rendido, 3 el escudo en compañía de los de no menos confianza, se apearon de los ca-
otros que ahí estaban, con el nombre de su ballos por mejor se poder herir; esta segunda
dueño escrito en el brocal, que decía Came- batalla fue tan temerosa y cruel, que nunca
lante; Palmerín, viendo tantos escudos allí se hiciera allí otra como ella, que puesto que
colgados, tuvo en más la valentía de quien la que el Caballero Triste tuvo con Almau-
allí los pusiera, en demás después que co- rol fuera grande, en comparación désta era
noció uno de Frísol y otro de Sirellante 6 de tanto como nada; á él se le acordaba que la
Tenebrot, á los cuales juzgaba por caballe- batalla se hacía por su señora y que ella le
ros de mucho precio en las armas, y miran- miraba y estaba á ello presente, y tenía por
do más arriba vio en el que estaba Mira- gran falta con tal ayuda duralle un solo ca-
guarda, fue tan salteado de aquella primera ballero tanto en el campo. Palmerín, que de
muestra, que no sabía que se pensasse, por su porte le favorecía la hermosura de Poli-
estar traspassado de su juicio y entendi- narda, pensaba de sí lo mesmo, assí que to-
miento; quedó algún tanto suspenso, y tor- das cosas eran causa de más mal; tanto an-
nando algún tanto en sí, poniendo los ojos duvieron en aquella segunda batalla, que lo
en ella comenzó á decir: «Señora, agora veo más del día se gastó peleando con tan gran
lo que no pensaba, y ya no me espanto ha- ardideza, como si en todo el día no bebieran
cer tantos estreñios este vuestro caballero, hecho nada, trayendo por algunos lugares
pues por tamaño estremo se combate; ven- las armas rotas y despedazadas, los escudos
cer á todos no me parece mucho, pues la ra- tan deshechos, que solamente las embraza-
zón está tan clara en su favor, mas comigo duras tenían en los brazos, las espadas botas
quiero ver lo que hará, que la tengo mayor de los muchos golpes que se habían dado,
cíe mi parte». El Caballero Triste que oyó de manera que ya no se daban golpes que
estas razones, viendo la ofensa que con ellas mucho daño se hiciessen; en fin, que de
se hacía á la imagen de su escudo, enlazan- cansados se apartaron afuera, no pudiendo
do el yelmo vino contra él, diciendo en voz sufrir tamaño trabajo; Palmerín, puestos los
alta: «Si el castigo que essas palabras mere- ojos en sus armas y viéndolas del todo des-
cen no estuviesse tan cerca de vos como vos baratadas y deshechas, acordándosele la ra-
estáis de merecerlo, podríame quejar del zón por que se combatía, no sabía qué pen-
tiempo, mas puesto que es assí, apercibios, sasse sino que su flaqueza lo estorbaba, di-
que quiero ver si vuestras obras con vues- ciendo: «Señora, ó yo no soy para os servir,
tras palabras igualan»; ambos se apartaron ó vos no me queréis que lo haga por no me
afuera, y como cada uno dellos diesse aquel tener por vuestro, mas esso no puede ser,
encuentro en nombre ele quien servía, fue- que yo lo fi siempre, y esto no me lo podéis
ron con tanta fuerza, que las lanzas volaron defender puesto que comigo tanto podáis,
en piezas, y ellos perdieron las estriberas y favoréceme en esta batalla, pues es hecha á
estuvieron cerca de caer, y receloso cada vuestro servicio y nombre; no queráis que
uno de la fortaleza de su contrario, arran- este caballero lleve de mí tan grande honrra,
cando de las espadas con tamaña furia y porque entonces la señora que en esto le
braveza como les hacía tener la razón por puso quedará con alguna de vos, cosa contra
quien sé combatían, que esta batalla hicie- razón». El Caballero Triste, que nunca en
ron, tanto que no los pudienclo los caballe- tan gran afrenta se viera, comenzó á temer
ros sufrir, se herían menos á su voluntad. el fin de la batalla, y poniendo los ojos en
El gigante Almaurol, espantado de la bra- Miraguarda decía: «Señora, yo vi á Polinar-
veza de aquella batalla, como aquel que da, nieta del empterador Palmerín, en cuya
nunca viera otra tal, llevando las nuevas hermosura se habla tanto por estremo que la
della á Miraguarda, no tardó mucho que á tienen por la más estremada del mundo;
una ventana se puso un paño de seda bor- en cuanto no os vi á vos caí en el yerro de
dado de trozos de oro para de allí la mirar los otros, mas después que os vi sentí el en-
acompañada de sus dueñas y doncellas, y gaño de todo, desengáñeme conmigo, conocí
porque al tiempo que á ello se puso entra- que adonde la verdad de vuestra hermosura
mos estaban descansando por cobrar alien- fuera manifiesta todo lo demás pareeerá
to, el Caballero Triste, puniendo los ojos en mentira; pues esto está tan claro, no consin-
ella, comenzó de decir entre sí: «Señora, táis que alguien sospeche otra cosa; favoré-
quien por esse parecer se combate, ¿qué fla- ceme agora, y después mátame; no queráis
queza tamaña ó qué esfuerzo tan pequeño que sea vencido de otro quien lo es de vos».
puede tener que todas las cosas grandes no Luego se tornaron á juntar con tamaño ím-
acabe?» Y remetiendo á su contrario, que petu como si de nuevo comenzaran la bata-
también con Polinarcla passara otras palabras lla, redoblando los golpes con tamaña fuer-
108 LIBROS DE GALLERÍAS
za, que hacían abollar los yelmos, desmallar quien más deudo tuviesse, y apartándole
las lorigas, sembrar por el suelo piezas de por entre los árboles de que aquella tierra
las armas, assí que la crueza con que se era poblada, con los ojos muy llenos de agua
combatían facía en ellos harto daño, puesto comenzó á decille: «Oh ArmelJo, este es el
caso que por la destreza con que se guarda- galardón que á mí mi fe me guardó en fin
ban andaban menos heridos de lo que de sus de tantos trabajos, tener otro mayor para
golpes sesperaba; otras veces se trababan á pasar; ¿quién pensó que tan mal agradecidos
brazos por se derribar, mas no les aprove- fuessen tan grandes servicios; de otra parte,
chaba n a 1 !
;'; r ine ver.t-n-*'-' u« se conocía no sé de qué me quejo, que las condiciones
e-n'-:•,••'•. . •• ... . : >eza mucho del amor son éstas: tratar mal á quien no lo
;>o¡_,, e bien -;L. • • que allí merece, favorecer á quien no conoce su bien,
estaba i'irtta xu-a lí". tute¿- , maw negar sus engaños á quien dellos se satisfa-
"'-"' .guarda juzgaba- aqu*';.-.. . talla por ce; consuélome que mi vida no sufrirá mu-
cosa muy notable, porque num;. 'era otra cho este dolor, que, de grande, ni yo le po-
como ella, y puesto que como ya se dijesse dré sufrir, ni ella me dará esse lugar; todas
para se doler del Caballero Triste tuviesse las cosas tienen fin y ¿no le tendría mi mal?
la voluntad essenta, para su contentamiento Pues agora que le esperaba le veo comenzar
desseaba ver la vitoria; el día se iba gas- de nuevo, y esto recelé siempre, porque nun-
tando, la noche acudía tan escura que casi ca cosa de mí tan grande bien como mi vo-
no se vian el uno al otro, de que entramos luntad me hizo dessear, porque assí es bien
recebían gran pena por no poder llevar la que sea, que para tamañas cosas no soy yo.
batalla al cabo, cosa que cada uno mucho y ellas para otro se guardan adonde su me-
desseaba, y puesto que en nenguno se cono- recimiento mejor se satisfaga. Mas ¿qué haré,
ciesse mejoría, el Caballero Triste estaba que conozco esto para no quejarme y no me
peor ferido y tenía las armas más deshechas, vale para me apartar de tamaño peligro?
Almaurol los apartó á tiempo que ya la es- Confiéssote que entre tantos males un solo
curidad los apartaba; Palmerín, creyendo bien hallo, de que me consuelo mucho, y es
que allí no tendría buena noche, se fue á un pensar que mi mal me matará presto; y en-
lugar de ahí á media legua, á donde algu- tonces, ni él me hará más mal, ni yo sentiré
nos días se estuvo curando con propósito sus dolores, porque sólo con uno acabarán
de como fuesse sano tornar al castillo y ha- todos los otros». Acabadas de hacer estas y
cer tanto en armas que por fuerza llevasse otras lástimas salidas del alma, no pucliendo
el escudo de Miraguarda á Costantinopla ya sostener las lágrimas, comenzaron á salir
adonde determinaba irse; Almaurol recogió en tanta cantidad que Armello, no lo pudien-
en su aposento al Caballero Triste para le do sufrir, le comenzó á consolar con otras
mandar curar, porque hasta entonces possa- tan verdaderas como le hacía derramar el
ba siempre en el campo; mas Miraguarda, amor que siempre le tuviera; mas como aquel
que no podía eneobrir el pesar de no vencer primer acídente hizo fin, el Caballero Tris-
al otro siendo la batalla sobre su hermosura, te le mandó que en todo; caso se partiesse
viéndole en mejor disposición, le mandó sa- para Costantinopla y llevase su caballo y
lir del castillo, mandándole que dentro de sus armas, pues entonces aquello era la ma-
un año no vistiesse armas, pues en ella yor cosa que le podía dar, rogándole que en
no alcanzara vitoria tan justa, de que quedó nenguna manera diesse cuenta de su mal,
tan triste y descontento, cuanto parecía ne- antes afirmasse ser muerto, porque él pen-
cessario para conformar con el nombre, cre- saba hacer sus palabras verdaderas. Arme-
yendo que del todo su fortuna le quería des- llo, que con el llorar no podía responder,
truir, lo cual no tuvo por mucho recordán- después que estuvo algún poco dando lugar,
dose que sus cosas, cuando en mayor sossiego esperando que la passión le diesse lugar
. están, mayor mudanza hacen. para hablar, dijo: «Por cierto, señor, yo no
sé á qué parte pueda ir que más contento
viva que en vuestra compañía, n i qué bien
CAP. LXI.—üdmo el Caballero Triste salió fuera desta conversación pueda tener que no
del castillo del Almaurol, y de lo que más me parezca mal; las nuevas que me mandáis
passó. que lleve á la corte, no soy de quien ellas
se han de saber, ni menos quien en esta
Tanto que el mensaje de Miraguarda fue afrenta os ha de dejar, antes de mi eonsejo
dado al Caballero Triste, como quien en todo habéis de sentir esto menos, porque las co-
desseaba seguir su voluntad, llamó a Arme- sas injustamente mandadas no puede ser que
11o su escudero, á quien siempre con tanto quien las ordena no las deshaga; la señora
amor tratara como si fuera otro hombre con
PALMERÍN" DE INGLATERRA 109
Miraguarda, cuando esto os mandó, estaba conoció por qué lo hacía, consintió en Í-.ÍÍ^
entregada á su condición, que es essenta, y dos en el passar dolía, viendo que ella á •? •
nengün respecto tuvo sino á lo que la volun- y ellos á ella eran conformes. El escuda"
tad le podía, más agora que estará libre de Caballero Triste, sintiencb qu- M i -iu des-
passión y arrepentida de su yerro, luego echaba su compañía, vino- ¿ra el castillo
mandará otra cosa». «No sabes lo que dices, df; Mm '7 ; '-ud; 1' j armas y escudo
dijo Floreados, que mi culpa no es tan pe- \ UÍ., ai'ool do estaba el de
queña que deje de merecer mayor pena de a j '.rtixui, en señal de vencido como los
que ella me dio; ¿cuál caballero viviera en v> os que allí estaban, hizo tan gran llanto
el mundo que sobre su hermosura hiciera tal del, que cualquiera persona toviera duelo
batalla que no la venciera sino yo, que soy sino Miraguarda, ante la cual aquestas cosas
para tan poco que en esta en que me vi hice hacían poco movimiento, tan libre era su con-
menos que en todas cuantas tú me viste? Con dición, recontando algunas veces muy gran-
todo, si loque te mando no te parece bien, des proezas del Caballero Triste y la muy
haz lo que quisieres, con tanto que me dejes alta generación suya, por donde allí se supo
solo, pues sólo para mí se guardó mi mal, muy bien quién era, puesto que quien aque-
¡á lo menos no tendrás más parte en él ele lo lla vida le daba á nenguna cosa, por muy
que tuviste en la culpa ele que me conde- grande que fuesse, se rendía; y porque del
nan.'» ; y apartándose del se fue por el río Caballero Triste y de su escuelero se hablará
arriba con los ojos en el suelo y el corazón á su tiempo, les deja la historia de hablar
ocupado en su dolor, derramando lágrimas dellos, por tornar á hablar dePalmerín, que
salidas del alma á donde entonces hacían su después que se halló muy bien dispuesto de
assiento. sus heridas para poder ciar y recebir otras,
En esto passó gran parte del día; después armándose de armas nuevas que para aque-
sentánelose á la sombra de una peña, de lla aventura madara hacer, porque las otras
cansado se adurmió, á donde el sueno no fue no estaban ya para sufrir nengún trabajo,
de tanto reposo que en él se hallasse libre tornó al castillo ele Almaxirol, trayendo en su
de su cuidado, antes soñando mil vanidades voluntad de en nenguna manera partirse del
tristes pasó aquel pequeño espacio con tama- sin que hubiesse muy gran vitoria de aquel
ño trabajo como si en todo su acuerdo estu- caballero con quien se combatió, y luego, al
viera ahí; al tiempo que recordó hallóse assí tiempo que halló á su escudero haciendo
ya la peña cercada de unas ovejas que alrede- aquel gran planto que ya dije, y conociendo
dor del y á la sombra de unos fresnos passa- muy bien por aquellas palabras que le oyera
ban la siesta; el pastor que las guardaba sen- decir que era el esforzado y muy famoso
tado en el alto de la peña tocaba de cuando Flor en dos, pesóle mucho en muy gran ma-
en cuando una flauta con villancicos tan ena- nera de saber lo que passaba, creyendo que
morados y muy bien compuestos, que no pa- aquella ira de Miraguarda haría en él muy
recían de hombre de tan baja suerte; á las gran daño, y que si se perdiesse sería muy
veces dejaba de tañar y con su ganado alre- granclíssima falta para el mundo, é no sabien-
dedor platicaba sus dolores, como aquel que do muy bien determinar lo que haría, acor-
no estaba essento de ellos, y juntamente con dó de irse, pues detenerse no aprovechaba
estas palabras acudía con unos sospiros que ninguna cosa para el remedio y vida de Flo-
hacía á quien los oía tener en mucho su rendos; mas primero estuvo muy bien mi-
pena. El Caballero Triste, que todo lo sen- rando aquel bulto muy estremado de Mira-
tía, estuvo escuchando su muy grandíssimo guarda, que le parecía la cosa muy más her-
dolor del, no tiniendo por esso el suyo en mosa de todo el mundo, y si entonces no tu-
menos, que donde él es grande con los aje- viera la voluntad tan sujeta en otra parte que
nos no se aplaca, conociendo entonces la le hacía perder todo el conocimiento, tanto
grandeza del amor cuánta era y en cuán- que no sabía clestinguir lo malo de lo bueno
tas partes él su poder emprime, poniendo que en tal caso tocase, bien determinara cuál
en su voluntad allí adelante en compañía de á cuál hacía ventaja, é creyendo que ocupan-
aquél, si él lo quisiesse consentir, passar el do la vista muy mucho en aquella figura
tiempo, porque cada uno su igual busca, por- ofendía al amor de su señora, volviendo las
que el triste con los tristes se consuela, y riendas al caballo se fue sin saber qué cami-
alegre con otro alegre se quiere, que esto es no llevasse, asentado en sí no desviarse del
lo natural de la naturaleza: toda cosa con camino de Costantinopla, para donde enton-
otra cosa su igual recebir placer; y hallóle ces su deseo le guiaba, cosa de que los hom-
tan amigo de la vida solitaria, que quisiera bres mal saben huir, porque donde él es
desechar en su compañía, mas después que grande, todas las otras razones desbarata.
110 L I B U O S D E iC A B A L L E R Í A S
OAP. L X I I . — Cómo el gigante Dramusiando ya que para esso no soy, míreos quien lo
vino al castillo de Almaurol, y de lo que mereciere, y el servir hagámoslo todos, que
en él passó. para esso nacistes vos». En esto se abrió la
puerta del castillo y salió el gigante Almau-
Torna aquí la historia al gigante Dramu- rol encima de un caballo castaño claro ar-
siando, de quien es Toien que se naga men- mado de armas blancas de muy estremada
ción, assí por sus obras ser para ello, como fortaleza, menos lozanas que provechosas,
también por ser necessario para que las co- blandiendo una lanza, puesto que gruessa
sas, vayan en su orden; el cual, después de que parecía que una punta se juntaba con
correr muy gran tierra en busca de Palme- la otra; este Almaurol, puesto que los días
rín, que sin hallar nuevas del, trayendo passados no hacía batalla con nenguna per-
consigo á Selvián su escudero, vino á parar sona, que Florendos lo escusaba, viendo lle-
al castillo de Almaurol pocos días después de gar aquel día a Dramusiando, cuyo parecer
la passada de Palmerín, lugar á donde mu- daba testimonio de sus obras, sintiendo en
cho se desseaba ver por las cosas que del Miraguarda un descontento de le ver en tal
oyera decir, y viendo el assiento muy gra- día y á tiempo que el caballero Triste era
cioso en que el castillo estaba situado, y la perdido y que su escudo no quedaría en el
fortaleza del, bien le pareció merecedor de cuento de los otros, quiso amostrar que
muy grandes aventuras, y andando mirando adonde él estaba no faltaba nenguno para
alrededor, llegó á aquella parte donde las le satisfacer su voluntad; con este propósito
batallas se hacían, y no vio á ninguno sino salió al campo de la manera que aquí se
un árbol cargado de escudos colgados en las dice, diciendo contra Dramusiando: «Muy
ramas del con los nombres de sus señores, bien sería, caballero, que la figura de esse
de los cuales conocía muchos y eran sus escudo donde tenéis puestos los ojos pussiés-
amigos; en el más bajo.del estaba el del sedes el vuestro en los otros que lo acompa
muy esforzado Caballero Triste con todas las fien en señal de ser vencido, y seríaos me-
otras armas, cosa contra rázon, las armas jor partido que hacello por fuerza, en tiem-
del vencedor estar en parte que pareciesse po que más os duela». «Si yo pensasse, dijo
despojo de los vencidos; junto con ellas Ar- Dramusiando, que la figura que tú dices de
mello su escudero, que cansado de llorar se tan poco se contentaba, yo holgara muy
adurmiera; Dramusiando mandó á Selvián mucho, porque hubiera menos que sentir ó
que le recordasse, desseando saber las cosas menos que perder, fuera suyo mi escudo y
ele aquella casa, mas después de sabido lo mío mi corazón, soltárale mis armas y no mi
que passaba, quedó muy descontento de no libertad, diera lo que poco cuesta por lo que
hallar allí al Caballero Triste para se com- no se puede comprar, aventurara perder lo
batir con él, y quisiera mandar poner su poco por asegurar lo que vale mucho; mas
escudo encima de todos los otros si su escu- tú no sientes lo que dices, ni sería razón que
dero lo consintiera; Dramusiando, que aún lo sintiesses, que las cosas de tanto precio
no había visto el otro donde el bulto de Mi- no es bien que las sienta sino aquel que me-
raguarda estaba, levantando los ojos más rece gozallas». Almaurol, que naturalmente
arriba, que hasta allí con la ocupación de las tuvo siempre más ferocidad que delicadeza,
otras cosas no lo hiciera, quedó tan sin sen- habiendo aquellas palabras por falta y muy
tido de lo que de aquella muestra recibió, grande injuria de su persona, abajó luego la
que su robusto corazón no pudo resistir á lanza, mostrando el continente medroso y
los miembros, que, tremiéndole todos perdió muy áspero, echando muy grande cantidad
la lanza de las manos; mas como la flaqueza de humo negro por la visera del yelmo, re-
hiciesse en él poco assiento, corrido de verse metió con tanta ira cuanta un corazón muy
tal, tornó algún tanto en sí, ocupando la vis- resuelto y muy soberbio podía llevar en el
ta en aquella figura que tal desatino le causó, tiempo que de alguna muy gran passión está
comenzó de decir: «Señora, en quien vues- señoreado, contra Dramusiando, que de la
tras muestras tanta impressión hacen, no mesma manera le recebió, y como cada uno
debe de querer más que sea para más peli- fuesse muy diestro y de mucha fuerza, y los
gros; holgara de os poder servir en este encuentros muy bien dados, vinieron entra-
passo como otros hicieron, mas paralo hacer mos juntamente al suelo por encima de las
hallo el esfuerzo en la voluntad y en el co- ancas de los caballos; arrancando de las espa-
razón mil recelos, que me ponen en mayor das, encomenzaron entre sí una tan brava
miedo del que nunca tuviera; si sintiese en batalla, no menos para ver que la mejor que
él algún atrevimiento para miraros y no allí nunca se hiciera. Miraguarda se lo estu-
más, yo os mostrara para cuánto soy, mas vo mirando desde una ventana, recelando el
P A L M E E I H DE IÍTGLATERÜA 111
muy gran peligro en que vía á su gigante, tendrán fin todos los otros recelos que yo
temiendo que si allí se perdiesse, sería muy agora tengo». Lademia, que assí se llamaba
grandíssima falta para su guarda; ellos se aquella doncella, mostróle mucho en gran
combatieron por un muy grandíssimo rato, manera agradeoelle aquella buena voluntad,
dándose el uno al otro tan fuertes y grandes diciendo que su señora Miraguarda era muy
golpes é tan bravos, que nunca entre dos ca- contenta de lo tener por aguardador, con
balleros se vieron, porque como entramos que Dramusiando algún tanto fue contento,
fuessen gigantes y dotados ele muy valentís- porque hallaba la voluntad muy pressa y la
simas fuerzas, y en aquel tiempo se quissies- libertad perdida y la condición muy enamo-
sen aprovechar más cíella que de ninguna rada, y esto le nació más de la conversación
maña, se ferian tan mortalmente, que aque- y plática de aquellos señores que en su pri-
lla batalla era mucho para ver, y mucho más sión tanto tiempo tuvo, que de venille de su
para dessear; en aquesto se quitaron afuera natural, aunque de otra parte ya entonces
por cobrar algún aliento, Dramusiando puso pudiéramos decir que era de naturaleza,
los ojos en la ventana, y viendo á Miraguar- pues la costumbre de largo tiempo en ella
da, quedó tan fuera de sí, que no se le acor- se convierte; assí estuvo Dramusiando algu-
dó el muy grandíssimo peligro de la, batalla nos días guardando aquel passo, haciendo
ni con quién la hacía, ni aquel lugar donde muy grandes hechos ele armas y muchas
estaba, quedando tan sin acuerdo, que él no maravillas, mas aquella grandíssima gloria
se temía de nenguno ni estaba para que nen- no le duró mucho tiempo, que el que se la
guno se temiesse del. Almaurol, conociendo dio se la tornó á quitar, porque aquella es
su muy gran turbación, no quiriendo espe- su costumbre, de ningunos bienes tener más
rar que tornasse en sí, que le temía más que envidia que de aquellos que ella da.
ningún hombre con quien entrara en campo
si no fuera con aquel muy esforcado Floren-
• dos, llegándose á él, con un golpe dado por CAP. LXIII.—De lo que aconteció al gigante
encima de la cabeza con tanta fuerza que Dramusiando en la fortaleza de Almaurol.
entrando la espada por él le hizo una muy No quedó Dramusiando tan maltratado de
pequeña llaga en ella; mas como algunas la batalla que hobo con Almaurol que dejase
veces, el dolor hace despertar el sentido á á otro día de tomar armas para passar otra de
quien aquella herida recibió, le avivó tanto, tamaño peligro, y porque su desseo era mos-
que tornando sobre Almaurol comenzóle de trar á Miraguarda que tamaño lo quedara de
le herir tan bravíssimamente de tales y tan- la servir, aún el sol no era del todo muy cla-
tos golpes, que le desatinó del todo, no en- ro cuando, armado de sus muy lucidas y
tendiendo en otra cosa sino en se guardar muy fuertes armas, llegó aquel campo de las
del, y andando huyendo á una y á otra par- batallas, é quitándose el yelmo se sentó al
te, cayó en el suelo tal como muerto, assí de píe del árbol donde aquella figura de el es-
las feridas que había recebido como del gran cudo estaba, y porque donde el amor es muy
cansancio de la batalla; Dramusiando fue grande hace siempre los recelos mayores,
luego sobréj por le cortar la cabeza, y es- teníale tamaño de poner los ojos en el bulto
tán dolé desenlazando el yelmo, sintió que le de quien tantas penas le causaban y le ma-
llamaban de arriba, y volviendo los ojos ha- taban, que sin osar levantarse del suelo decía
cia la ventana, vio una doncella que le dijo: mil lástimas, de que Selvián recebía muy
«Muy esforzado caballero, la señora Mira- gran pena é mucho se espantaba, que hasta
guarda os ruega y os pide por merced que allí no creía que amor de corazones tan du-
os contentéis de la grandíssima victoria que ros se contentaba; mas Armello, á quien el
habéis alcanzado de vencer la batalla, y no grandíssimo dolor de la pérdida de su señor
de la muerte del gigante, porque, allende de siempre le era presente, no sabiendo encuv
en ello hacer lo que debéis en las armas, á brir aquél que aquellas palabras le hacían,
ella echáis muy grandíssimo cargo, por ser que quería morir de muy grandíssimo pesar,
el principal aguardador que tiene». «Seño- creyendo que nenguno del servicio de Mira-
ra, dijo el caballero, la vida le daré, pues guarda ni de la guarda de aquel passo fues-
que ella lo quiere, y la mía en la guarda de se aquel caballero merecedor de guardalle
su escudo si me lo consintiere cuanto la sino aquel valentísimo y esforzado príncipe
dispossición de aqueste caballero fuere para Florencios, é no pudiendo dissimular en sí
ello; y podía ser que si viniese alguien que aquella muy grandíssima passión, diciendo
á mí me venza, que ni ella tenga piedad contra Dramusiando: «Bien se parece, buen
para me valer ni para me dejar de matar; caballero, que vos no hallaste en aqueste
entonces descansaré, porque con un solo fin passo quien hasta aquí le ha estado guardan-
LIBROS DE (
rio ele los otros muy esforzadamente, é tam- hacer, y assí passo á passo se llegaron á don-
bién le defendiera á vos si aquí estuviera, de el escudo de la figura de Miraguardá es-
porque después con muy menos soberbia é taba encima ele los otros que Florendos había
muy gran desconfianza lo guardárades de lo vencido, y puniendo los ojos en aquella figu-
que agora hacéis, mas la ira de Miraguardá ra de Miraguardá, ni se les acordó lo que te-
tiene esta culpa, querer quien no le tuvo nían por passar, ni quién los estaba espe-
nenguno sea destruido de sus obras y venci- rando en el campo, ni para lo que allí vinie-
do de su mal para no poder venceros á vos». ran; assí estuvieron enbebecidos en el delei-
«Escuelero, dijo Dramusiando, la fe que con te que aquella figura les causara, tanto que
vuestro señor tenéis me parece á mí muy Dramusiando, que sintió su olvido sabiendo
buena, y quien otra cosa os dijere no sé con de donde les venía, como hombre esperi-
qué razón lo dirá, pues sus obras, según que mentado en aquel caso, se llegó á ellos, di-
por estos escudos se penetran, son verdadera ciendo: «Señores caballeros, essa figura no
esperiencia de vuestras palabras, mas por se puso ahí para verse con tan gran reposo,
eso no habéis ele menospreciar ó tener en porque tal bien como esse con algún riesgo
poco á quien nunca vistes ni sabéis si es se ha de merecer; cumple que uno á uno ha-
para mucho; á vuestro señor, si yo aquí le gáis batalla comigo, y aquel que me ven-
hallara, combatiérame con él, y si me ven- ciere podrala muy bien mirar de su espacio,
ciera contentárame de ser en el cuento de y si se hallare vencido della sentirá lo que
los otros vencidos suyos, que no valen menos yo siento, para pensar que la Vitoria desta
que 3vo, y por ventura ganara mucho en ello, empressa no es tan barata como en las otras
pues en señal de vencimiento dejara un es- partes». «Por cierto, dijo Graciano, si este
cudo y agora no sé si satisfaré con dejar la deleite con algún riesgo se ha de merecer,
vida; por otra parte, pudiera ser que si nos yo quiero ser el primero que por él passe»;
viérades en batalla, que me juzgárades peor y sin decir más, bajando la lanza se vino
ó quizás mejor de lo que agora hacéis; por lo contra Dramusiando, que le salía á recebir, y •
cual, para servir á la señora Miraguardá, yo quebrando su lanza en muchos pedazos hizo
basto tanto como él; para la merecer él val- perder á Dramusiando entrambas estriberas,
drá más que yo, porque confessaryo otra cosa mas él le encontró con tanta fuerza, que le
será mentira, y á él negalle su merecimien- hizo dar tan gran caída que por un pequeño
to yo no sé qué tanta razón sería, y si vos espacio no pudo tornar en su acuerdo. Don
os pensáis detener algunos días, alguno ven- Rosbel, descontento de tal acometimiento,
drá en quien veáis el crédito que cíe mí po- movido con gran enojo, arremetió á Dramu-
dréis tener»; mas aun estas palabras no te- siando con la lanza baja, que ya estaba apa-
nían respuesta, cuando por el río arriba aso- rejado con otra en las manos de las muchas
maron dos caballeros; el uno "venía en un que en el campo había, que siempre allí es-
caballo rucio armado de armas negras y blan- taban sobradas por mandado de Almaurol* y
co con estremo ele oro, y en escudo en cam- porque del todo Graciano no quedasse sin
po sanguino un cuerpo muerto; el otro traía compañía, don Rosbel se la tuvo tan buena
Tinas armas de verde y leonado á cuartero- que de aquel primer encuentro vino al suelo,
nes, en el escudo en campo de plata dos leo- y como para cada uno dellos aquel aconteci-
nes rapantes; no fueron muy cerca ele Dra- miento fuesse nuevo, mirábanse el uno al
musiando, cuando conoció que el uno era el otro maravillados de tal cosa, y según la for-
esforzado don Kosbel y el otro el príncipe taleza de los encuentros siempre presumie-
Graciano, á quien ya tuviera presos, cuya ron que quien los daba fuesse Palmerín, si
conversación y amistad estimaba mucho, y del todo no le desconocieran en la grandeza
puesto que su voluntad fuesse de servirlos en del cuerpo; como Graciano fuesse más ardid,
todo, acordándose ele que no podía más hacer no pudiendo sufrir tan gran pesar, cubierto
por la palabra que diera á Miraguardá, fuele de su escudo, con la espada en la mano vino
forzado ir contra la amistad y negar las con- contra Dramusiando, diciendo: «Caballero,
diciones della por seguir la orden elel amor puesto que vuestros encuentros sean tales
que en. tocio puede, tanto que hace negar las . que sean para recelar las otras obras, rué-
otras cosas por hacer lo que él quiere; enla- goos que nos combatamos de las espadas,
zando el yelmo, se apartó por el campo por porque quiero passar por todo para de todo
los dejar llegar, mas don Eosbel y Graciano, dar buen testimonio de vuestras obras, si
que le vieron apercebido de justa, y ellos que escapare tal que lo pueda hacer». Dramu-
no buscaban otra cosa sino aquello y ver las siando, que de todo era compuesto de virtud
aventuras de aquel castillo, se fueron adere- y bondad, viendo la voluntad de Graciano y
zando en las sillas, porque más no había que cómo estaba muy encorajado de lo que en la
PALMERÍN DE INGLATERRA 113
justa le había acaescido, y conociendo que po- nadas tanto que atravesó toda España sin
día ganar honrra donde tanto la desseaba, no hallar aventura nenguna que de contar sea;
quiso hacer batalla con él, porque de cual- ya que se halló á los fines de Navarra, é
quier fin que tuviesse no se podía venir sino cerca de Francia, adonde por la despobla-
pesar; quitándose fuera le dijo: «Señor Gra- ción de la tierra había muchos gigantes é
ciano, aun agora no desseo tan poco la vida caballeros de su generación que la señorea-
que la quiera poner en esse peligro; la mala ban, comenzó de hallar aventuras de mucho
voluntad que comigo traéis podréisla perder, peligro para quien en ellas se quisiesse me-
por ser contra uno de los mayores servidores ter, y no de menos honrra para quien á su
que en esta vida tenéis»; entonces Graciano, salvo las pasasse, en la cual parte en pocos
maravillado de oirse nombrar de aquel caba- días hizo tanto en armas ó cosas tan señala-
llero que él no conoscía, le dijo: «Por cierto, das y grandes, que su fama con gloria mara-
señor caballero, que yo me tengo por muy villosa por el mundo se estendía, tanto que
dichoso en ser amigo de u n caballero en olvidadas todas las obras de caballeros famo-
quien tanta bondad hay; para que yo no vaya sos passados y presentes, sólo en las suyas
con sospecha, querría que me hiciéssedes como por maravilla se hablaba, assí en las
merced cíe decirme quién sois» ..Entonces Dra- cortes de los príncipes como en los ayunta-
musiando se quitó el yelmo; luego Graciano mientos populares; andando desta manera
y don Rosbel le vinieron á abrazar con el ma- ejercitando sus fuerzas y divulgando sus
yor placer del mundo, no teniendo aquella obras, socorriendo á quien del tenía necessi-
falta por cosa vergonzosa por ser de tal mano, dad, un día, casi á hora de vísperas, cami-
y quiriendo saber del la causa por que allí nando por el pie de una alta sierra más po-
estaba y hacía aquellas batallas, contóles blada de árboles que de gente, vio hacia la
cómo viniera hacia aquella parte, é de la ba- mano izquierda, encima de una peña, un
talla que tuvo con Almaurol, y de cómo le castillo que, quitando de ser fuerte, era de
aprometió á Miraguarda de guardar aquel maravillosa hechura, todo hecho de unas
passo hasta que viniesse alguno que le ven- piedras verdes y blancas, tan perfectas las
ciesse. «Según esso, dijo don Rosbel, toda colores, que cada una parecía dar lustre á
vuestra vida le guardaréis, porque si la la otra; al pie del estaba un campo losado
muerte no os vence, no sé quién lo haga». de las mismas losas, y en el medio del esta-
«De mí os sé decir, dijo Graciano, que no ba un estanque de agua cuadrado y grande;
me pesa de haberme derribado, que yo lo el agua del era tan clara, que se parecía
merecí á mi señora Claricia en me aficionar todo el pescado que dentro andaba, cosa para
tanto en viendo que vi el bulto de Miraguar- mirar; estaba cercado de unos acipreses muy
da, que, olvidado de todas las otras cosas, altos que le hacían sombra, de manera que
sólo en ella y no en otra cosa el juicio y el allende de ser mucho para ver, era tan apa-
espíritu hallé ocupado». «Señor, dijo don rejado á hacer deleite á quien el corazón no
Rosbel, ni yo me hallo tan libre de essa cul- toviesse libre, que Palmerín, olvidado de
pa, que sepa cómo me desculpe con mi señora algún peligro que allí le pudiesse venir,
Dramaciana, si no es con huir de aqueste quitando el freno al caballo para que pacies-
lugar para no ver otra vez el bulto de quien se de la hierba que por aquel campo estaba,
tantos desatinos hace hacer á quien en otra se echó á la orilla de aquel estanque á la
parte tiene el corazón»; é sin más querer sombra de aquellos árboles que le cobrían,
detenerse ni esperar más razones, se puso á quitándose el yelmo con intención de lavar-
caballo sin esperar por Graciano que ya se se del sudor y polvo que traía en el rostro
venía tras él, y sin se despedir de Dramu- del calor que aquel día había passado; ya
siando, que de risa no se podía tener de ver que se hobo refrescado, quiriendo reposar
el temor con que don Rosbel de aquella par- del trabajo passado, miró hacia el castillo
te se fuera; é no fuera mucho llevarle assí, por ver si en él había alguna gente ó cosa
porque es mucha razón que de las cosas que de que se pudiesse recelar, y no viendo de
mucho daño traen, muy justa cosa es que no qué temerse, tenía por mucho ser un lugar
las esperen, sino que huyan dellas. y assiento tan gracioso y merecedor de ser
poblado sin nenguna habitación; entonces,
puniendo el escudo y el yelmo á una parte
CAP. LXIV.—De lo que le aconteció á Pal- por desambarazarse de todas las cosas que
merín camino de Costatiíinopla. le podían dar perjuicio á su cuidado, sol-
tando las riendas al pensamiento, echado
Palmerín de Ingalaterra, de quien ha mu- de buzos sobre aquellas claras y deleitosas
cho que no se habló, después que se partió I aguas, comenzó ele traer á su memoria á sn
del castillo de Almaurol, anduvo por susjor-
LIBBOS DE CABALLERÍAS.—II.—ti
114 LIBROS DÉ CABALLERÍAS
señora Polinarda y el mucho tiempo que ha- otras veces de amor, las cuales sentidas del
bía que no la viera, en especial cuando se eran tamaño peligro para su condición y des-
le acordaba el consuelo que tenía cuando en seo, que no esperando por armas ni caballo,
Costantinopla estaba en sólo podella ver, re- se quissiera assí partir; mas ella, que el amor
volvía en sí tan varios pensamientos, que obraba en ella más de lo que parecía, con
unos le ponían en mucha alegría y otros en esto le hacía salir de los términos que á su
muy gran tristeza; y esto era cuando pen- persona convenía, que viendo que con aque-
saba en el recelo que le pusieron aquellas llas palabras amorosas y tantas lágrimas no
tan crueles y desamoradas palabras que le fingidas no le podía quitar de aquel su pro-
dijo para no osar parecer antella ni ir á pósito, usando de aquella Mudanza que en
Costantinopla hasta saber verdaderamente ellas de contino suele haber, mandó algunos
que ella dello fuese contenta, y porque en- caballeros de aquellos suyos que luego le
tonces le faltaba su compañero Selvián, que prendiesseñ, en los cuales hizo tanta resis-
en estos tiempos le solía remediar con algún tencia como aquel que sin espada ni otras
consuelo, hizo la passión tan grande entrada armas ningunas tenía, y tomándole por fuer-
en él, que desamparado de su esforzado co- za le llevaron á una cámara del aposenta-
razón y maravilloso esfuerzo, sólo las fuer- miento de aquella señora, á donde muy car-
zas de un delicado parecer le quitaion tanto gado de hierros y servido de todo cuanto
su acuerdo, que con un parecer de muerto le era menester, como su persona lo mere-
estaba echado al pie de aquellos árboles; en cía, le tuvo algunos días, declarándole mu-
este desacuerdo duró tanto, que casi se que- chas veces su graiidíssimo desseo, rogándole
ría poner el sol, y de dentro de la fortaleza mucho que del todo no la quisiesse matar,
salieron cuatro doncellas tan galanas y dis- pues su edad más era para gozarse con ella
puestas como merecedoras de tal población, que para desechalle ansí. Como aquestas pa
y viéndole assí, se llegaron á él acompañadas labras fuesseñ para Palmerín arrancalle el
de piedad de le ver, como medrosas del re- alma, no tan solamente las desechaba, mas
celo que llevaban; viéndole tan mancebo y mostraba más contentarse de la compañía de
gentil dispossición, tuvieron mucho mayor aquellos hierros que de la conversación de
dolor del, é porque le vieron todas las señales quien se los había mandado echar; y porque
de muerto, pues que de otra parte una cosa en las mujeres tocias las cosas son hacer mu-
les hacía perder esta sospecha, y era que ti- chos estremos, convertió el grande amor
niendo los miembros muertos solamente los que hasta allí le tuviera en mucho odio para
ojos lloraban su dolor; una doncella que en se vengar de lo que le merecía, retrayéndo-
el parecer era muy hermosa y en las otras se ella á ssi mesma su gran yerro y el des-
calidades de mucho mayor precio, movida á precio con que le tratara, y de la una parte'
piedad del y algún tanto movida de su pa- la vergüenza de lo que por ella passara, y
recer, mandó algunos servidores de casa lie- de la otra la ira en que estaba puesta, la
valle dentro de la fortaleza, adonde después constreñía á hacer algunas grandes cruezas
de desarmado, echado en una cama, con al- fuera de su costumbre, que aquestas [son]
gunos remedios le tornaron en su acuerdo, las calidades dellas; después tornando muy
poco alegre de se hallar en tal lugar y entre bien á moderar su furia con alguna templan-
gente tan aborrescible á su cuidado, y faltan- za nacida de aquella piedad de [que] aquel
do del quisiera sin nengun detenimiento sa- su muy real corazón era siempre acompaña-
lir de la fortaleza si se hallara con sus ar- do, desviábasse de su propósito é desculpaba
mas; mas como la intención de la señora del al caballero é culpaba á ssí mesma, buscaba
castillo fuesse tenelle allí algunos días, man- maneras para le quitar de la memoria, ó su
dólas también guardar como quien las que- amor era grande y no lo consentía; enton-
ría por prenda de su estada, pesándole de ces, vencida de la vergüenza, corrida del
ver en el tanta voluntad de se partir, traba- desprecio con que la tratara, metida en una
jando con palabras amorosas de le tener, ro- cámara batallaba consigo, desseando perder
gándole que por algunos días quisiesse acetar su cuidado teniéndolo ya por impossible;
el hospedaje de aquella posada, pues su pa- tomó por postrer remedio tenelle allí tantos
recer é disposición mostraba tener dello ne- días hasta que aquella passión se le olvidas-
cesidad, y la voluntad con que se lo ofrecían se ó se arrepentiesse. Mas con él este pen-
no era de desechar; y de cuando en cuando, samiento era vano, que quien en el amor
la señora que le decía, hacía en el rostro al- tiene mucha parte, no tiene en tanto los pe-
gunas mudanzas de colores, nacidas de lo ligros de la vida que mucho más no estime
que desseaba, á. las veces de vergüenza, y ' alguno de su placer.
PALMERIF DÉ INGLATERRA lio
CAP. LXW—De lo que hizo el caballero del á mi corona; no quiero que la culpa del, que
Salvaje en la corte de Ingalaíerra antes que fue muy grande, condene á la ignorancia
della saliesse, y de lo más que le aconteció dellas, y en semejantes casos la culpa de los
saliendo á buscar las aventuras. padres no la demos á los hijos, cuanto más
aunque ellas tuvieran parte en la culpa que
El muy esforzado Floriano del Desierto, el padre tenía en ello, todo se satisfacía con
de quien ha mucho que no se hizo mención, lo que con vos hicieron, y porque veáis cuan
después de Palmerín ser salido de la corte del bien les sé agradecer la deuda en que les es-
rey su agüelo, detúvose algunos días en ella táis y en cuánto estimo la verdad de sus per-
para negociar las cosas de Oriadna y de sus sonas, tengo determinado casar la mayor con
hermanas, hijas del marqués Beltamor, acor- don Rosirán vuestro amigo y mi sobrino, y
dándose del beneficio que dellas recibiera en la segunda con Argolante, hijo del duque de
la cura de las heridas que hobiera en la ba- Artán, que por amor de vos y porque yo se
talla del gigante Calfurnio, trayendo en la lo rogué pienso que serán contentos de hace-
memoria las promesas que les hiciera y la es- 11o; á la tercera daré el marquesado de su
peranza que ellas en él tenían; un día, to- padre y casara con Beltamor, hermano de
mando al rey su agüelo en el aposento de don Rosirán, y assí quedará el partido igual
Flérida, siendo presente don Düardos, hizo y quedarán todos contentos». Floriano le
principio á estas palabras: «Porque siempre, besó las manos por la merced, y don Dliar-
señor, oí decir que las buenas obras con otras dos hizo otro tanto por el placer que dello
mejores se deben satisfacer, ó que la ingra- recibió; y porque en las obras virtuosas cual-
titud en los príncipes más que en los otros quier tardanza hace daño y la presteza es
hombres se ha de aborrecer, acordándome necessaria, luego se puso en obra enviar por
ser vuestro nieto en quien este yerro nunca ellas, y Floriano no se quiso ir hasta que vi-
cupo, parecióme que sería diño de mucha nieron; después de venidas, fueron desposa-
culpa no os remedar en esta costumbre como das con aquellos caballeros, y en sus bodas
en las otras, que puesto que por la fama se fueron hechas tamañas fiestas como pudieran
han de estimar entre virtuosos, ésto se debe ser hechas en las mismas de Floriano, assí
tener en más, y viniendo al propósito, al por sus maridos ser personas de mucho precio
tiempo que, señor, vine de Grecia para este y grande estado, como porque el rey y don
reino, la tormenta del mar, que algunos días Duarclos lo quisieran [assí; paseados algunos
me persiguió, me-hizo aportar á la costa de días después desto hecho, Floriano, corrido
Irlanda, adonde saliendo en tierra contra la de estar tanto tiempo en la corte, tomando
voluntad del piloto, que no la tenía por segu- licencia del rey ó don Duardos y de Flérida,
ra, hobe batalla con el gigante Calfurnio, en armado de otras armas con otra devisa, de-
la cual, por ser dello Dios servido, lo vencí jada la del Salvaje con quien tan grandes
y maté, quedando tan maltratado todo de cosas hiciera, se partió llevando en su pro-
sus manos y con tan peligrosas heridas, que pósito probarse en el aventura de Miraguar-
verdaderamente ellas dieran fin á mis días da, de quien entonces tanto se hablaba; y
si no fuera socorrido por tres hijas del mar- tomando el camino de España, como no ha-
qués Beltamor, que vuestra alteza desterró llase muchas aventuras que le embarazassen
de su señorío, que el gigante aquel mismo •el camino, al poco tiempo arribó en ella,
día había traído pressas, y no solamente la apartándose de la corte del rey Recindos,
cura que en mí hicieron fue de agradecer, porque se temió no le detuviesse algunos
mas la voluntad é diligencia que en ello días, antes siguiendo su viaje hacia la parte
mostraron, jtintamente con el sentimiento que le decían que estaba el castillo de Al-
del riesgo de mi persona, que fué tan grande maurol, llegó á él u n día á tiempo que Dra-
que no tiene paga, é ya que mi disposición musiando acababa de vencer á tres caballe-
estuvo para entender en las cosas ajenas, ros; el uno era Pompides, de que se espantó
supe dellas quien eran, é también informado mucho assí no conociendo á Dramusiando,
de su linaje por ellas é de su vida y costum- mas después que supo quién era no tuvo
bres por otros, prométales de hablar con aquella vitoría en tanto, y viendo tantos es-
vuestra alteza dejándoles alguna esperanza cudos de hombres tan señalados ganados por
de remedio». «No quiero que vais más ade- el solo, de la una parte desseaba poner el
lante, dijo el rey; muchos días ha que tengo suyo juntamente con ellos, de la otra la amis-
noticia dello, y puesto que nunca os lo dije, tad del gigante no consentía batalla, mas
la causa ha sido que del marqués su padre después de echadas todas estas razones apar-
recebí muchos deservicios, y éstos bien s e ' te, vencido de la envidia de tamañas Vitorias,
me acuerdan, porque eran tales que tocaban quisso pasar por la costumbre de la fortaleza,
116 LÍBEOS DE CABALLERÍAS
y poniéndose bien en la silla con su escudo niendo por cierto ser aquel Floriano, deter-
y su lanza baja, se puso en el puesto acos- minó muchas veces descubrirse y no llevar
tumbrado como que no viniera para otra cosa. ]a batalla al cabo; después, acordándose que
Dramusiando, que no se contentaba con otra algunos pensarían que con temor la dejaba,
cosa sino cuando aventuraba la vida en ser- mudaba el propósito, y también teniendo en
vicio de Miraguarda, nada le cansaba, antes la memoria que aquella batalla hacía por
cuantos más caballeros venían mayor esfuer- Miraguarda, determinaba llevarla al cabo,
zo bailaba en sí para el peligro y trabajo en diciendo: «Señora, bien sé que tocios mis
las batallas, y viendo la intención de aquel servicios se han de pagar con no acordaros
que le esperaba, tomando una lanza en las dellos ni de quien los hace, y en fin de mis
manos, cubierto de su escudo se vino para trabajos sacaré por galardón descontenta-
Floriano, bien descuidado de pensar que fue- mientos y tristezas, que esta es la paga que
ra hijo de don Duardos, con quien él no hi- siempre distes a quien otra os merece; mas
ciera batalla por todas las cosas del mundo, con ésta me contento, y con esta condición
y como los encuentros fuessen grandes,, ellos os sirvo, que bien siento que para os servir
y los caballos vinieron al suelo, y puesto que y no para os merecer soy yo; con todo, por-
Floriano salió más presto del suyo que Dra- que esta voluntad se puede mostrar muchas
musiando, no quiso herille, aunque lo pu- veces en cosas de vuestro placer, mira con
diera hacer, hasta que del todo se acabó ele quién hago esta batalla, y sus golpes os di-
levantar y enderezar el yelmo en la cabeza rán si tengo necessidad de vuestro favor;
que algún tanto se le torciera, y puesto que favoréceme como á vuestro, pues sabéis que
Dramusiando sintió bien esta cortesía, reci- lo soy, y no queráis que quien me venciesse
bió tan gran passión de ver á su contrario con diga que lo hizo peleando en vuestro nom-
alguna mejoría, que se la quiso pagar con bre». Mas Floriano, á quien tantos amores y
obras bien poco de agradescer, que señorea- tardanza enhadaba, determinando llevar su
do de gran ira y avergonzado de quien le mi- intención al cabo, se vino á él cubierto de lo
raba, arremetió á él gratificándole la buena poco que le quedara de su escudo, y recibién-
obra que del había recibido en aguardalle dose entramos en la fortaleza de sus golpes,
aquella cortesía, con heridas de sus manos comenzaron la batalla segunda tan temerosa
dadas con tanta fuerza como la naturaleza le y brava, que Almaurol la juzgaba por la me-
diera; mas el otro, que no era para menos jor que nunca viera; Miraguarda, con Lade-
que él, viéndole con tanta furia y braveza, mia, decía que aquella era la mayor que nun-
ayudándose de su presteza y desenvoltura ca allí se hiciera, y si hasta allí tuvieron en
le comenzó de herir por tantas partes, dán- mucho la valentía de su guardador, entonces
dole tan mortales golpes, que allende de le no tuvieron en menos la del que con él se
poner en mayor recelo del q\ie hasta allí combatía. Ellos, en quien ninguna flaqueza
estuviera, le hizo sospechar que podían ser se conocía, jamás dejaban de se herir, redo-
de quien los daba; mas como en él nunca se blando los golpes con,tamaña fuerza, que ya
sintió flaqueza ni cosa que lo pareciesse, en- no tenían armas que lo pudiessen sufrir; ya las
cubría su sospecha, y aprovechándose de su carnes comenzaban á sentir la fuerza con que
fortaleza y esfuerzo, hacían entramos una se daban. Selvián, que en tamaño peligro
tan temerosa batalla, que ninguna de las vio á Dramusiando, pesándole dé le ver tan
que ya passara en la fortaleza de la pris- maltratado y que encomenzabaá enflaquecer,
sión de don Duardos fuera mayor, y como recelaba su muerte, porque sabía cuánto con
anduviessen á pie y cada uno recela sse de su ella pessaría á su señor, y llegándose al escu-
enemigo y tuviesse la vitoria por dudosa, lle- dero de Floriano, cuando le conoció, fue tan
gábanse muy a menudo hiriéndose por tocias alegre como quien creía que con aquello sal-
partes, de manera que las armas estaban ro- vaba la vida de Dramusiando ó de entramos;
tas y los escudos deshechos, las fuerzas en- con este sobresalto llegó á Floriano, dicien-
flaquecían, la fuerza de la batalla iba en do: «Señor, no mostréis tan gran voluntad,
tanto crecimiento, que cada vez parecía que de la vitoria desta batalla, que sabe que la
se redoblaban. Miraguarda, que dende una hacéis con Dramusiando vuestro amigo». A
ventana la estaba mirando, juzgábala por la estas razones se apartaron el uno del otro
mejor de cuantas había allí visto, si no fue la mostrando que hasta allí no se conocían,
del Caballero Triste con Palmerín, que aqué- é abrazándose passaron algunas palabras de
lla fue igual á ésta; pues como el trabajo los amistad, puesto que breves, porque las heri-
pusiesse en tamaña necessidad que los hi- das no daban lugar á mucho detenerse; Flo-
ciesse apartar para cobrar aliento, apartán- riano se espantó mucho de ver á Selvián, é
dose cada uno á su parte, Dramusiando, ti- porque no sabía la razón, quísose informar
P A L M E R I N DE INGLATERRA 117
de la causa que allí le trajera, la cual, des- " tura de la fortaleza de Almaurol y en la
pués de sabida, sintió mucho, temiendo los hermosura de Miraguarda. de que Pornpides
reveses de la fortuna; aquella nueva le hizo hablaba por milagro, loándola en estremo
dessear irse luego á Costantinopla, donde como quien la viera muy bien, no pudienclo
creía que podría hallar recaudo del, é no le negar ni dissimular la passión que llevaba
hallando revolver el mundo todo hasta saber de ser vencido delante della, de que Ploriano
alguna nueva que le hioiesse contento; assí, burlaba y reía, alegrándose de no tenella
despedido de Dramusiando, llevando á Sel- vista por no caer en aquel peligro y hallarse
vián consigo, sin querer ver el bulto de Mira- libre de lo que nengún no era, y loaba mucho
guarda por no caer en los peligros de su vis- la intención y manera de Dramusiando por
ta, y antes que se partiesse, Pompides, que la impressa que tomara; passados los días que
a. una parte del campo estaba mirando la bra- sus heridas los detuvieron en aquella casa,
veza de la batalla, corrido de se ver vencido, ya que se sintieron en desposición de poder
se llegó á él por le acompañar, con cuya caminar, dando al huésped el agradecimiento
compañía fue tan alegre como la razón lo que por su buena obra merecía, despidién-
pedía; entramos se partieron para un lugar dose del se pusieron en el camino de Costan-
de ahí cerca donde los curassen de sus heri- tinopla, adonde entonces era la nobleza de
das, determinando después de sanos de ir toda la caballería del mundo; siguiendo el
por sus aventuras é passar por lo que en camino derecho con intención de se ir á em-
ellas les sucedíesse, determinando en todo barcar en algún puerto de Francia, adonde
hacer lo que debían y en nada mostrar fla- más aparejada hallassen la embarcación,
queza, acordándose que á los esforzados pri- aconteció que pocos días después de la pris-
mero la fuerza quel esfuerzo les ha de faltar. sión de Palmerín de Ingalaterra llegaron á
aquella mesma parte, é viendo el castillo
tan gracioso é bien asentado, estrañaron
CAP. LXYL — De lo que aconteció á Flo- mucho edificio tan noble en lugar tan yermo
riano del Desierto siguiendo sus aventuras y déshabilitado, é volviendo las riendas á los
después de sano de sus heridas. caballos para lo ir á ver de más cerca, vieron
Acabada la batalla, Dramusiando se reco- que de dentro salía una doncella acompa-
gió al aposentamiento de Almaurol, adonde ñada de dos escuderos encima de un pala-
con mucha diligencia fue curado de sus heri- frén blanco, que allende de su hermosura no
das, que eran algún tanto peligrosas; y en iba poco lozana; llegando á ellos, habláronla
cuanto assí estuvo, no se hizo nenguna bata- con la cortesía que siempre acostumbraron á
lla ante la fortaleza, porque Miraguarda no las mujeres, rogándole se detuviesse é les
consintió Almaurol que tomasse armas ni dijesse cuyo era aquel castillo, si la priessa
aventurasse su persona, finiendo ya en al- que llevaba no se lo quitase. «Puesto que
guna parte perdido el crédito del por ser ella sea mucha, dijo la doncella, con tales
vencido dos ó tres veces; los caballeros que palabras me lo pedís, que me detendré para
en este tiempo allí vinieron se tornaron os lo decir; habéis ele saber que este castillo
descontentos de no hallar afrenta en que pu- hizo el rey Basilio de Navarra, que ya habéis
diessen mostrar su precio, puesto que algu- oído nombrar; por su fallecimiento vínose
nos llegaron ahí tales que vencidos del pare- para él la princesa Arnalta su hija en cuanto
cer del bulto de Miraguarda esperaron hasta no se easasse, dejando la gobernación del
que Dramusiando sanase para se probar con reino á algunos señores del reino virtuosos
él, y á la postre quedaron con su lástima, y en las obras, esperimentados en las edades,
sus escudos hicieron compañía á los que esforzados en los ánimos é libres en las in-
antes de allí estaban, entre los cuales fueron tenciones, sabios en gobernar, para que por
uno de T remoran y otro de Francián el la falta del rey el reino no recibiesse dete-
Músico, cosa bien dudosa para quien allí los nimiento ni el pueblo injusticia; agora, ha-
vía y no conocía el vencedor, y dejando á él biendo días que en él está, tuvo nuevas de
hasta su tiempo, dice la historia que Flo- la aventura del castillo de Almaurol, que es
riano y Pornpides su hermano se partieron allá en los ñnes de España, é de la fermo-
de la fortaleza algo mal tratados de las heri- sura de Miraguarda, tanto por el mundo
das que llevaban, y tomóles la noche en casa hablada, ó porque tiene sospecha que los
de un caballero anciano que vivía junto del amores désta tienen preso á un caballero á
camino, donde fueron curados por su propia quien ella dessea libre para servirsse del,
mano é servidos de todo lo necessario abun- mándame que le vaya á ver, porque si fuere
dosamente; algunos días que allí se detuvie- más hermosa que ella, dejallo ir que en su
ron paseaban lo más en plática de la aven- poder está presso, y no lo siendo, temo que
118 LIBROS "DE CABALLERÍAS
lo ha ele mandar matar, según siente el des- me pareció, ó que él está fuera de sí, ó se-
precio que en sus palabras halla», «Essa vues- rían algunos amores que le trairían la voluu-
tra señora, dijo Floriano, ¿es más hermosa tad forzada y no lo dejaban conocer tan gran
que vos?» «Si yo en alguna cosa os lo parez- bien, é porque sé qxie en todos reinos no sé
co, dijo la doncella, bien sé que ella os lo persona que tal hiciesse hacer sino Mira-
parecerá en estremo, por la mucha diferen- guarda, á quien tan altamente loan, quise
cia que hay de una á otra». «Pues bien os enviar á una doncella mía á vella, porque si
podéis tornar, respondió él, que Miraguarda su hermosura es como dicen, mandallo he
de ser tan hermosa como vos se contentaría». soltar, y si no es assí. castigalle he como
«Señora, dijo Pompides; no os engañe este merece, por no dar atrevimiento tratar con
caballero; seguí vuestro camino, veréis lo desprecio á las personas de tal valor como
que nunca vistes, y podréis desengañar yo». Floriano, que siempre tuviera los ojos
quien allá os envía y dar la vida á esse otro en ella y la voluntad no muy lejos, quiso
que decís, y este señor no os engañéis por ver si la podría satisfacer con palabras, é
él, que tiene la voluntad esenta y no vio el porque le pareció loca, allende de hermosa,
bulto de Miraguarda como yo, porque él celó cosas que muchas veces en ellas andan jun-
de verse en e l p e l i g r o de muchos». «Paré^- tas, le dijo: «Señora, á esse caballero no le
ceme, dijo la doncella contra Pompides, que veáis vos más ni le deis otro castigo ni
debéis venir tocado de las muestras de essa mayor pena que es dejalle con la vida, por-
señora, porque os veo hablar en ella como que cuanto más le durare más veces senti-
testigo de vista, y puesto que esto assí es, rá su yerro y lo que por él perdió, piies
quiérome tornar con vos á la princessa Ar- vuestro merecer es tal que por otro deseche.
nalta mi señora, que adonde vos estáis para Miraguarda es tan hermosa como os dicen,
dalle essas nuevas será escusado illas yo á mas vos no le debéis nada, ni ella, si os
buscar». Entonces, volviendo con ellos al viesse, tendría de que se alterar nada». Ar-
castillo, dijo á Arnalta lo que passaba, y nalta, á quien estas palabras mucho satisfa-
cómo aquellos caballeros venían de la aven- cían, junto con las otras calidades que sen-
tura ele Miraguarda é que la podrían desen- tía de quien las decía y [como su] condición
gañar y decilla la verdad; Arnalta, que era mudable como las nías de las mujeres tie-
mucho desseaba saber si las cosas de Mira- nen por naturaleza, comenzó á sentir otras
guarda eran de tamaño merecimiento como mudanzas nuevas, tan olvidada'de Palmerin
la fama las hacía parecer, después de desar- como si nunca le viera, y tomándolos por la
mados y haber reposado, los tomó entramos mano se tornó al castillo, adóniie ya estaba
por la mano enseñándoles su castillo y la inesa puesta. íloriano le rogó que primero
assiento del, que era mucho para ver, ha- cenassen "le mostrasse el cahallero preso, el
ciéndoles el mejor tratamiento que podía; de cual ella mandó traer; cuando Floriano é
allí llevándolos al estanque, se assentó con Pompides le conocieran, pudieron mal dissi-
ellos á la sombra ele los árboles que le cerca- mular el alboroto y placer qne con su vista
ban; y puniendo los ojos en Floriano, que le recibieron; Selvián se echó % sus pies por se
pareció el mas principal, comenzó á decir: los besar; Arnalta, viendo el acatamiento
«Señores, puesto que no sé cómo juzgaréis que los otros le hacían, pesóle de les tener
mi intención, determiné daros cuenta de mis en s^u cassa y luego los quissiera despedir,
cosas para saber de vos una que mucho nías Floriano, á quien la señora no parecía
desseo. Yo soy hija del rey de Navarra, se- mal, le tornó á amansar con palabras y fala-
ñora de toda esta tierra; por su fallecimiento gos, que fueron de tanto merecimiento de-
retraíme en este castillo en cuanto los regi- lante della, que mandó hacer una cama para
dores del reino me buscaban marido según Pompides y Palmerin y otra para §1 solo,
la ordenanza de mi padre; agora no sé cuán- adonde le vino i visitar cuando la hora dio
tos días vino aquí un caballero á quien yo lugar para ello; y por más le agradar, estu-
por lo que en el vi, sin otro conocimiento vieron allí todos tres ochó días, en fin de los
que del tuviesse, desseó hacer señor de mi cuales, despidiéndose Elorianq de Arnalta,
persona y dé todo mi señorío; no sé la razón él enhadado y ella desaeosa, se apartaron el
que tuvo para desechar estas dos cosas tan uno del otro, y ellos se fueron camino de
désseadas de muchos príncipes, porque no Costantinopla, prometiéndole el primero de
tan solamente dejó de hacer mi ruego, mas la tornar á ver lo más presto que pudiesse;
antes me dijo que se contentaba de la con- assí comenzaron á caminar tocios tres con-
versación de unos hierros en que le mandé tentos de su acontecimiento y ella de sus
meter que de la mía; y puesto que esto mé engaños; Floriano olvidado de tornar, Ar-
diesse mucha passión, desimulélo, porqué nalta llena de la tal esperanza; ella alegre
P A L M E R Í N DE INGLATERRA 119
de sus amores, y él desviado deste pensa- • rejar; en esto vino á ellos un escudero, que
miento caminó tanto con sus hermanos, pla- les elijo: «Señores, Florenda, hija del VQJ de
ticando siempre en Arnalta, no se espan- Francia, que e n ' aquellas tiendas está, os
tando de sus cosas, porque en las mujeres hace saber que, haciendo su camino para una
nenguna es de espanto. romería adonde va, le tomó la fiesta en este
valle por le ver tan gracioso; se quiso aquí
CAP. LXVTL - De lo que aconteció á estos detener hasta tanto que la calor pasasse, y
fres compañeros en el pos so de una flo- porque vee en vos que debéis ser ele gran
resta. hecho dar mas, según vuestro parecer, vos
ruega queráis quebrar algunas lanzas con
Despedidos estqs tres caballeros de Arnal- aquellos sus caballeros, si en ello no recebís
ta, siguieron su camino platicando en las pessar». «A la señora Florenda, dijo Palme-
cosas passaclas; Palmerín, á quien cualquier rín, quisiera yo que serviéramos en otras
conversación para su gusto era aborrecible, cosas si ella quisiera, mas si en esto recibe
se apartó muy muchas veces con Selvián, y placer, yerro sería querer dejar de hacer su
dejando todas las otras cosas, traía á la me- voluntad»; é quinándose aparejar, Floriano
moria á su señora Polinarda, y puesto que le pidió la primera justa, que para él allá le
ya en este tiempo con mayor aparejo la podía quedaría en que se mostrar; Pompides, que
servir, por saber cuyo hijo era, tráele el mucho clesseaba ele mostrar á sus hermanos
amor ya de lejos criado en él tantos recelos, para cuánto era, quisiera también ser el pri-
que no se atrevía á passar su mando é ir á mero, mas viendo la voluntad de Floriano,
Cosían tinopla, é puesto que Solvían le traía sufrióse consigo mesmp; Palmerín fue con-
á la memoria algunas cosas para le hacer tento de le dejar la impressa, por ser cosa
perder este recelo, nenguna' cosa le aprove- ele mujeres, á quien Floriano qra muy afi-
chaba, que ej amor lo desbarataba tocio, assí cionado; ya apercebido, puniendo las pier-
que en este tiempo era Palmerín puesto en nas al caballo, arremetió contra el caballero
mayor cuidado que nunca, é también tenía que le salió á recepír, y puesto que fuesse
por gran falta acordarse que no pudiera uno de los nombrados dq la corte de Fran-
vencer á Florencios delante clq Miraguarda, cia, vino al suelo sin Floriano hacer ningún
siendo la batalla sobre la hermosura de su revés; luego salió uno en su caballo alazán,
señora, assí que tocias estas cosas le traían que arremetiendo contra Floriano fue ai
tan triste cuanto en otro tiempo lo fue; mas suelo como su compañero; clesta manera
Floriano é Pompides, que sentían en él derribó Floriano cinco sin quebrar la lanza
aquella tristeza sin saber de dónde le nacía, y al sesto la quebró, y Pompides le dio la
no podían tampoco caminar muy alegres, suya. Palmerín holgaba de le ver tan vivo y
que esto tiene la amistad grande entre los esforzado y cqn tan singular aliento. Flo-
amigos, assí en el pareqer como en las obras renda, puesto que mucho sintiesse clerriballe
las voluntades ser conformes; caminando sus caballeros, desseaba mucho que justassen
algunos días por el reino de j r a n c j a , adonde todos porque ninguno quedasse agraviado y
ya eran entrados, un día, á horas dq jiqrcia, por ver las obras del vencedor, que en es-
se hallaron en u n valle granc|e y hermoso, tremp le parecían bien; en esto atravessó
por la ribera del cual passaba un río de por medio del valle una doncella encima de
agua clara y poca con algunos árboles por un palafrén negro llorando á voces altas, y
él, y debajo dellos, estaban cuatro'tien las viendo á Palmerín assí armado, se allegó á
armadas, cqn doce escudos puestas a la re- él, diciendo: «Señor caballero, ruégoos, por
donda dellas, en parte que se podían ver lo que debéis á essa orden que seguís, que
desde lejqs en el campo; por/debajo de los si el ánimo os basta á una gran empressa,
árboles andaban algunas damas á su pareqer que vengáis tras mí, y haréis uno de los
hermosas, puesto que no las vían desde mayores socorros que nivnca caballero hizo».
cerca;'mucho se alegraron los tres caballe- Palmerín, que no traía para otra cosa las
ros de ver aquella gente tan ataviada y en armas, sin le dar otra respuesta volvió las
lugar tan apartado; llegándose m a s a las riendas al caballo y fuesse tras ella, dicien-
tiendas, vieron salir de dentro de una de- do primero á Pompides: «Señor, quedaos, y
llas doce caballeros de tan ricas armas decí á Floriano que siga el camino que ele
cuanto nunca vieron ofras mejores, clentre an^es llevábamos, que muy presto, placiendo
los cqales'uno se puso |uego á caballo y en- á Dios, seré con él é con vos». Pompides se
lazando el yelmo pidió la |anza, puniéndose quedó, aunque contra su voluntad, é una de
a manera de justa; los fres compañeros que las doncellas de Florencia, viendo la priessa
conocieron' su desseo, se comentaron á apa- con. que se iba, se llegó á/él, diciendo; «Pa-
120 LIBROS DE CABALLERÍAS
réceme, señor caballero, que essas armas que hacía un león blanco; éste, según la muestra
traéis con menos trabajo que vuestros com- de su persona, parecía para más que todos
pañeros las queréis posseer, pues vedes la los otros ó de mucho mayor hecho de armas,
afrenta en que el uno está y el otro en el é sin más decir arremetió á Floriano, que le
peligro que quedaba, é vos quedaisos con recibió según su costumbre, mas como éste
tanto reposo como si en él os viéssecles», fuesse el esforzado Germán Dorliens, no le
«Señora, dijo Pompides, la doncella lleva pudo arrancar de la silla tan sueltamente
tan buen recaudo para su necessidad, que como hiciera a los otros, antes corrieron dos
yo haré aquella pequeña mengua: mas por- carreras, é á la tercera cayó como sus ami-
que á vos no os parecerá esta escusa buena, gos, pesándole tanto, que quiso morir de
quiero ir tras él, más para le ver obrar que pesar por el lugar donde le aconteciera, que,
para pensar que tengo de ser necessario»; y según en otra parte desta historia se dice,
despediéndose della siguió por el rastro de GS-ermán Dorliens servía á Florenda con in-
Palmerín, que iba ya tan lejos que primero tención de se casar con ella, por ser gran
passaron muchos días que le viesse. Floriano señor y uno de los más señalados caballeros
quedó solo con los caballeros de Florencia de tocia Francia.
justando, é hizo tanto, que en pequeño rato Florenda, viendo á los suyos derribados,
derribó ocho dellos cada uno de su encuen- rogó á Floriano quissiesse quitarse el yelmo
tro, y algunos maltratados, é porque en éste y decir quién era, porque quien por las
quebró la segunda lanza, esperó hasta ver lo obras había de ser tan descubierto, poco le
que Florenda mandaba que hiciesse; luego aprovechaba quererse encubrir á nenguno;
una doncella le trujo otra de su parte, ro- él lo hizo, pidiéndole que si en aquella justa
gándole no quisiesse dejar de justar, pues la deserviera en alguna cosa, le mandasse
tan bien lo hacía; él la tomó, haciendo aca- en qué lo enmendase, y quitándose el yelmo
tamiento y cortesía á quien se la daba, que se apeó para le besar las manos, lo que ella
era una dama moza y hermosa, prometién- no consintió. Germán Dorliens, que le cono-
dola de emplear como cosa de su mano, y ció, le llevó abrazado con mucho placer y
puniéndose en el puesto de donde siempre contentamiento, diciendo contra Florenda:
salió, vino á él nono caballero, á su parecer «Señora, ya no se me da nada de ser ven-
mejor puesto que todos los otros, y como cido, que este caballero no es acostumbrado
éste tuviesse confianza en sí, comenzó de á ser vencido de nenguno»; cuando ella supo
decir: «Huelgo mucho, caballero, de ver en ser aquello cierto su primo hermano, reci-
vos obras tan señaladas para que las ele biólo de nuevo con mayor placer, no se le
quien os venciere sean ele mayor estima»; dando nada de ser vencidos los suyos, é por
en diciendo esto, puso los ojos en Carmelia, ser hora ya de partir mandó alzar las tien-
camarera de Florenda, con quien andaba das, no consintiendo á Floriano que la acom-
enamorado, y con el placer de vella y la paflasse, rogándole quisiesse detenerse en la
confianza de lo que lo quería, se fue contra corte de su padre algunos días, adonde con
Floriano al mayor correr de su caballo, mas tanto amor sería recibido como la razón lo
como el amor á las veces puede poco con requería; él se escusó con decir que en tocio
quien no le conoce, puesto que este caballero caso quería seguir al caballero que fuera con
en su nombre diesse este encuentro, no hizo la doncella, temiendo algún engaño; Floren-
más daño en Floriano que hacer la lanza en da le pidió que le clijesse quién essotro era,
muchas rajas, y él vino al suelo tan triste porque por lo que en él viera debía de ser
del fin de la justa como estaba alegre en el gran persona. «Señora, dijo Floriano, no lo
principio della; los otros caballeros que que- creáis; pareceros assí al menos por el desseo
daban, puesto que fuessen de gran precio, que tiene de serviros; él es Palmerín de In-
vinieron á justar con menor orgullo que galaterra, mi señor hermano». «Agora os
este otro, porque si otro tanto les aconte- confiesso, señor Floriano, respondió ella, que
ciesse, quedassen con menos enojo. Luego me pesa de lo saber, pues fui tan desagra-
salió el deceno, armado de rojo y encarnado decida pues uniéndole aquí no le conocí,
con rosas de plata clavadas en ellas, mas por siendo la cosa que más desseo, por lo cual
no me detener en encuentros tan bien lo. os ruego que le sigáis, é si fuere possible
hizo como sus compañeros, y esso mesmo el tornéis por la corte del rey mi padre, lo ha-
onceno; el postrero, en quien Florenda más gáis, pues en ella como en la Gran Bretaña
confianza tenía, salió encima de un caballo os han de servir». La doncella que hizo ir á
rucio armado de armas de oro y verde á Pompides se llegó á Floriano, diciendo:
cuarterones con mil galas por ellas, en el «Señor, yo querría saber de vos quién es el
escudo en campo dorado un tigre que des- otro caballero que fue tras Palmerín, para
PALMERÍN DE INGLATERRA 121
emendar alguna hora las palabras que le dad grande, revolví á toda Francia, y dando
dije». «Señora, dijo él, él persona es que os cuenta á los mejores caballeros della nengu-
sabrá servir en lo que le mandárades; llá- no quiso acetar lo que le pedí, que le pare-
mase Pompides, y también es mi hermano». ció grande de acabar, y viniendo casi des-
«Ruégoos, señor, dijo la doncella, que me esperada, acerté de llegar al valle adonde
desculpéis cuando le vierdes, que corrida Florenda estaba para le pedir que enviasse
estoy de lo que con él passé». «En esso y comigo alguno de los suyos guardadores
en lo demás que de mí os quissiéssedes ser- en quien más conflasse, é porque os vi en
vir, dijo Floriano, estoy tan cierto como compañía de otro caballero que los estaba
vuestro parecer merece»; entonces se despi- derribando á todos, pensé que fuéssedes assí
dió de Florenda, tomando el camino que . como él, é pedios que me siguiéssedes sin
Palmerín llevara, tan receloso de algún de- quereros dar cuenta del caso, que temí que
sastre como quien vía el mundo y el tiempo sabido no quisiéssedes venir comigo; agora
liberal dellos. que estáis al pie de la obra, véoos tan man-
cebo y de tan pocas fuerzas al parecer, que
perdí alguna esperanza si en vos la tenía».
CAP. LXYIII.—De lo que passó Palmerín «Señora, dijo Palmerín, la razón y justicia
de Ingalaterra en compañía de la don- quería que tuviéssedes de vuestra parte, que
cella. en lo demás yo haré lo que pudiere, y por
Palmerín siguió tras la doncella al mayor ventura será más de lo que juzgáis por la
passo de su caballo, porque su prisa no con- edad; por tanto, ruégoos que sin nengún re-
sentía nengún reposo, y puesto que muchas celo me digáis á lo que vine, que en lo que
veces quiso saber della adonde le llevaba, de mí á vos cumpliere, aventuraré la vida
nunca con el llorar se lo pudo decir, y assí á cualquier peligro», «¡Oh, señor! ¡qué bue-
passaron todo aquel día y aquella noche sin nas palabras, dijo la doncella, si las obras
tomar reposo nenguno, llevando ya el caba- dijesen con ellas! sabe que en esta villa
llo y palafrén tan cansados, que no se po- adonde venís están pressas tres doncellas,
dían mover; a otro día por la mañana, cuan- hijas de un gran señor que había en esta
do el alba rompía, passaron por bajo de un tierra, y porque su padre no las quiso casar
castillo que se velaba; la doncella se apartó con el duque de Ruysellón y otros dos her-
del camino, rogando á Palmerín que espe- manos suyos, tuvieron manera cómo por
rasse, y llegando al castillo habló con uno traición le mataron y á ellas trajeron á esta
de los veladores algunas palabras que él no fortaleza por fuerza: é porque no quisieron
oyó, é de allí, tornándose para él, siguieron cumplir su clesseo. diéronles de espacio has-
sil camino con mucha mayor priessa que de ta hoy, que es el postrero día, para que bus-
antes, y con ella anduvieron hasta horas de cassen un caballero que por fuerza las saca-
medio día, que llegaron á un valle grande é se de su poder, y hasse de combatir desta
deleitoso que estaba á la falda de una pe- manera: primeramente, á la entrada de la
queña villa que era en el ducado de Ruyse- fortaleza, con Bramerín, primo del duque,
llón; allí le dijo que se apease en cuanto ella temido y nombrado en todo este reino, y
iba hasta el lugar, que luego tornaría; Pal- venciéndole, hasse de combatir con otros dos
merín, á quien el cansancio del camino ha- caballeros juntamente, también sus parien-
cía dessear algún reposo, se apeó del caballo tes é muy esforzados, á los cuales llaman
y desenlazóse el yelmo para poder mejor to- Onistal y Alfarín; é saliendo desta batalla
mar huelgo; la doncella, como quien no su- vencedor, combatirse con el duque y sus dos
fría ningún reposo en sus cosas, fue á la hermanos, que cada uno por sí es tan estre-
villa, y hizo la vuelta tan presto como si su mado caballero, que basta para el mejor
palafrén anduviera en todas sus fuerzas, é desta tierra; y porque hoy es el postrero día
llegando á Palmerín, viéndole tan mozo é del plazo en que ellas han de ser degolla-
gentil hombre, quedó harto triste creyendo das no dando caballero que por ellas haga
que para su afrenta hallara flaco remedio, estas batallas, di la priessa que vistes en
diciendo mal á su aventura se quejaba más nuestra venida; agora fui á la villa á las ha-
que antes; Palmerín, movido de piedad, no cer saber que traía quien con ellos se com-
sabiendo la razón por que se quejaba, le batiesse, de que el duque está espantado, é
rogó qxie sin nengún perjuicio se lo dijesse. contento, creyendo que irá con su propósito
«¿Qué queréis que os diga, señor caballero, adelante». «Por cierto, dijo Palmerín, ago-
dijo la doncella, sino que soy la más mal- ra no he por mucho algunos caballeros re-
aventurada mujer del mundo, que yendo á celar venir á tan incierta demanda; paréce-
buscar un caballero famoso para una necessi- me mal del rey consentir en su señorío tan
322 LIBROS D E CABALLERÍAS
gran sinrazón, allende de ser agravio hecho labras, y los encuentros fuessen dados en
á doncellas, é pues lo más del día es gasta- lleno, no recibió más daño que hacerse pe-
do é para tantas batallas queda tan chico dazos la lanza de Bramerín en su escudo,
rato,'partamos luego, que yo espero, en Dios mas él cayó por las ancas del caballo tan
que la maldad suya será causa de su mesmo gran caída, que por gran espacio no meneó
vencimiento»; é sin más decir, enlazó el píe ni mano; Palmerín, viéndole tal. se apeó,
yelmo, enojado de cosa tan mal hecha; la y quitándole el yelmo le puso la punta del
doncella, que ponía los ojos en él, cuando le espada en el rostro, diciendo: «Caballero,
TÍO con tan buen desseo é poco temor, tomó rendios, y jura de no más tener esta cos-
algún tanto desfuerzo que le quedara cuan- tumbre, si no muerto sois». Bramerín, que
do le vio, y entramos juntamente entraron se vio en tal estado, lo otorgó todo de la ma-
por la villa, é fueron á la fortaleza, que es- nera que él lo pidió; Palmerín tornó á ca-
taba bien «asentada é fuerte cosa, que 4 los balgar, y passandp la puente, halló ya la
malos, cuando son poderosos, no se había de puerta de la fortaleza abierta, y entrando
consentir, porque muchas veces la confianza dentro vio á una parte clel patio á Onistal (l) y
destas fuerzas es causa de muchos yerros. Alfarín, armados de armas verdes con flores
azules, que les ciaban mucho lustre, y en
viéndole, sin decille ninguna cosa arreme-
CAP. LXIX.— Cómo Palmerín se combatió
tieron de súpito, encontrándole con muy
con los aguardadores de la fortaleza según
gran fuerza que perdió una de las estribe-
la ordenanza della.
ras, é porque estaba sin lanza, que la q\\Qr
La doncella entró por Ja villa acompañada bró en el primer caballero, no hizo más de
de Palmerín, no tan contenta de la esperan- guardarse bien de los encuentros, é' sacando
za de> su socorro como pudiera ser si supiera muy prestamente el espada, esperólos que ya
quién llevaba consigo, que esta ventaja tie- hacían vuelta, y al primero dio un muy gran
nen los hombres á quien Ja naturaleza dota golpe por cima del yelmo en descubierto del
ele grandes miembros y rpbustp parecer, es- escudo, que le hizo una granclíssima herida
perarse dellqs mayor ánimo y mejores obras en la cabeza que le hacía desatinar, dp manera
que de. los otrps á quiep esto nq dio; llega- que no daba golpe que mal hiciesse; el ptro su
dos á la fortaleza hallaron ya el muro é compañero, viéndole desatinado y flaco, qui T
adarves tan Henos de gente para ver la ba- so cumplir ppr entramos peleando muy esfor-
talla,, que todo estaba cubierto della; é por- zadamente, dando grandes golpes señalados,
que el castillo estaba cercado de una cava amparándose ele los de Palmerín con mucha
alta y bien obrada, salieron unos hombres y ligereza y desenvoltura, de que él mucho se
epharqn una puente leyadiza que llegaba á enojó, por ver que un solo caballero le du-
estotra parte. Palmerín quisiera luegp passar raba tanto en el campo, acordándose de lo
eje la otra parte, mas sa]ip de dentro de la for- más que tenía por hacer, é echando el escu-
taleza Bramerín que se lo quitó, armado de do a las espaldas, tomando la espada con
armas bermejas encima cíe un caballo casta- entramas manps, le dio tal golpe ppr cima
do, blandiendo una lanza, diciendo: «Espera del yelmo, que le liizp venir á sus pies sin
allá, caballero, que, fuera habremos nuestra nengún sentido; á este tiempo payó el otro
batalla, é si me venciéredes, entonces po- muerto, qxie la gran herida que tenía en la
dréis entrar y hacer otras que más caro os cabeza no era de manera que le djesse más
cuesten». «Yo no sé lo que la fortuna querrá tiempo de vicia; Palmerín se abajó clel caba-
hacer, dijo Palmerín; mas acá fuera ni allá llo y quitando el yelmo al que derribara, le
dentro no creo que la razón ayude á quien dijo que se rindiesse, y porque no lo quiso
en esas cosas tiene tan poca; por esso tome- hacer, confiando en la ayuda de los que le
mos el campo é hagamos nuestra batalla, quedaban, le cortó, la cabeza, diciendo/, «Esto
que para tantos pareceres ya el día es pe- cp^ede por galardón de tu porfía»; y miran-
queño» . «¿Tan liviana hacéis esta aventura, do por sus armas é viéndolas sanas y á ssi
dijo el caballero, que ya no os quejáis sino sin nenguna herida, volviendo contra la don-
clel tiempo que es poco? Agora mira por ti, cella que allí le trojera, dijo: «Señora ¿tene-
que deste encuentro liaré que te sobre más mos aquí más que hacer?» «Ir agora me pa-
día para estar pressq en la conversación de rece, dijo ella, que para vuestras obras no
otros necios como tú, cíe lo que te puede fal- es poco, por lo cual aun nenguno destos es el
tar para vencer la costumbre del castillo». cauque ni sus hermanos, porque su costumbre
Entonces, abajando las lanzas, se vinieron
el uno contra el otro, mas como en Palmerín
hqbiesse más obras que en su contrario pa- {l) El texto dice «Olistar». También se lee antes
varias veces «Bramaría» por «Biamerín».
PALMERÍN" DE> I N G L A T E R R A 123
es hacer su batalla allí riba; por tanto subí, que pudiesse, no dejó de ser herido en mu-
que quien en éstas os dio tan buena dicha chas partes, porque el duque y sus herma-
no puede ser que en las otras os desmampare, nos, allende de ser esforzados caballeros y
y puesto que nú intención era tornarme de estar descansados, eran tres á uno solo, é
aquí, ya tengo muy gran confianza en vos, más tomalle muy cansado de las otras ba-
que quiero ser presente á todo» • y enseñán- tallas. Las doncellas, que en tan gran peli-
dole una escalera de piedra muy larga é gro le vían, con muchas lágrimas pedían lá
muy bien, hecha por donde había de subir, Dios se acordasse dellas; Palmerín hería á
Palmerín mandó á Selvián que se quedasse una y otra parte con tanta presteza é acuer-
allí en el patio con los caballos, y él con su do, que el duque ni sus hermanos no podían
espada en la mano comenzó muy animosa- valerse; los escudos de todos ellos eran des-
mente á subir delante. No subió muchas hechos, puesto que el de Palmerín lo era
gradas cuando se halló en una sala muy tanto que ninguna cosa le quedaba con que
grande y espaciosa, y en la pared clella en se cubrir; los golpes sonaban por todos aque-
lo alto estaba una ventana con unas gradas llos palacios con tamaño estruendo, que pa-
que salía de una cámara y entraba en la recía que todo se asolaba; en nenguno dellos
mesura sala, y sentadas al pie de las mesmas hasta entonces se mostraba flaqueza, antes
gradas tres doncellas vestidas de negro, á cada vez la fuerza parecía que se les dobla-
su parecer hermosas ó dispuestas, tanto que ba; la sangre era tanta, que toda la sala es-
no era de culpar nengún estremo que por taba manchada y llena de las rajas de los
ellas se hicies-e; en esto vinieron á ellas escudos.
tres caballeros armados, e traían 'las viseras E n esto, viendo Palmerín cuánto aquellos
de los yelmos alzadas, é por ser mancebos é caballeros le duraban y lo mucho que hicie-
bien dispuestos y las armas galanas, parecían ra y lo mucho que había menester hacer,
personas de gran precio; llegando más á dio tan gran golpe encima del brazo derecho
ellas, el que entrellos parecía principal les al uno de los hermanos del duque, que cor-
dijo: «Señoras, no sé por qué quísistes ser tándole las armas y parte de la carne, le li-
causa de tanto mal nos viniendo nengún sió de manera que no pudiendo pelear se sa-
bien; mis primos son muertos por mano de lió de lá sala;, el duque, viendo su herma-
aquel caballero infiel; como esforzado hará no tan maltratado y su vida en peligro,
lo que pudiere, mas no podrá hacer tanto arremetió á Palmerín con doblada furia de
que deje de pagar con su. vida las otras que la que hasta allí le trajera, amenu ciando los
quitó, y vosotras con las vuestras satisfaréis golpes con tajita fuerza, que no parecía de
parte desta pérdida; mas con todo, ni yo hombre tan cansado; mas todo le era neces-
quedaré contento ni tendré de qué quedallo, sario, que Palmerín Etndaba tan bravo que
assí que todos tendremos qué sentir y nen- de. otro golpe diera con otro su hermano en
guno de qué se alegrar»; é despediéndose el suelo; el duque se quitó afuera, teniendo
dellas con la cortesía acostumbrada sin es- su perdición por cierta, diciendo á Palme-
perar respuesta, se bajaron á la sala arma- rín: «Os ruego, señor, que no os pese que
dos de armas verdes con alcachofas de oro, descansemos un poco, y si lo tuvieres por
los espudos en campo verde, Cupido con un bien decirme vuestro nombre, tendríalo en
arco hecho pedazos pressp por mano de una mucho, porque desseo saber á quién venzo ó
mujer; el duque se adelantó de sus hermanos quién me vence». «Mi npmbre ; tenéis tan
hacia dpnde estaba Palmerín, diciendo: «Se- poca necessidad de saber, dijo Palmerín, que
ñor caballero, ruégops queráis contentar con no quiero gastar el tiempo en esso; acabemos
lo que hasta aquí tenéis hecho, é rendios á mí, nuestra batalla, que después yo os diré quién
que me pesará ver perder la vida á quien soy» . «¿Por tan cierta tenéis la vitpria, dijo
tantp es para ella». «No pensé (•), señor, du- el duque, que no queréis contentaros de nen-
que, dijo Palmerín, que en persona de tan- gún partido? Pues aún no me tengo por tan
to precio hubiesse obras tan apartadas de vencido que con esse recelo os lo cometí».
las que debéis tener, por lo cual, pues en Pues tornando á la batalla, comenzaron con
vos conozco que queréis con vuestra inten- sus golpes á se hacer tanto daño por la falta
ción ir adelante, escusado será gastar tiem- de las armas, que el duque, no se pudiendo
po en palabras»; é cubriéndose de su escu- sostener contra los de Palmerín, fue enfla-
do se fue contra él y contra sus hermanos, queciendo de manera que no entendía sino
el. cual recibieron con muchos golpes; é pues- en ampararse; Palmerín le comenzó apretar
to que Palmerín en es.ta batalla hiciesse lo tanto, que le hizo venir á sus pies tan des-
contento como maltratado; mas como el ven-
cimiento no era para él de tantp dolor como
(') El texto; cepenseys».
124 LIBROS DE CABALLERÍAS
era pensar que del todo perdía á su señora ó les ganar la voluntad en las cosas que al du-
la esperanza della, con piedades de vencido que tocaban, trayéndoles á la memoria cuan
comenzó á pedir al vencedor que le matasse, buen caballero era y el bien que las quería,
certificándole que aquel sería el mayor bien y el señorío en que las quería poner, hacien-
que su mal podía recibir. Palmerín, viéndo- do á la una señora de todo su estado y á las
le tan enamorado, hobo dolor de oir sus pa- otras casallas con sus hermanos, que tam-
labras, juzgando por sí ]o mismo, y ayudán- bién eran perssonas de gran precio y de
dole á levantar, le rogó que se consolasse, quien mucho se debían contentar; las tres
porque no tan solamente no le mataría, mas hermanas conocían de Palmerín que las pa-
antes le prometía que en todas las cosas de labras que decía que eran dichas á buena fin,
su placer le ayudaría; el duque, puesto que y pensando en lo mucho que le debían, no
aborrecido de la vida, le aceptó con aquella supieron negar lo que les pedía, recelando
condición, que sin ella no se contentara de que si no lo hiciessen quedaría de allí una
la tener, que la vida para mala vida no pue- enemistad grande, con que siempre temían
de dessealla sino aquel que con la muerte no guerra, á la cual ellas, por ser mujeres, po-
se atreve. drían mal resistir; assí que, puniéndose en
sus manos, consintieron que hiciesse dellas
lo que bien le pareciesse, porque á persona á
CAP. LXX.—De cómo Palmerín casó al du- quien tanto debían no se podía negar nada,
que y á sus hermanos eon las tres donce- y más siendo su propósito tan singular y
llas, y cómo allí vinieron Floriano y Pom- virtuoso. Palmerín quedó tan alegre con la
pides. mudanza de su voluntad, que lo tuvo por
mayor vitoria que la batalla passada; con
Acabadas estas batallas, pensando Pal- esta alegría fue á ver al duque, que se co-
merín que no había que hacer más, sintió menzaba á levantar, y tomándole en los bra-
gran ruido de armas, y no sabiendo qué zos con un placer no acostumbrado, le dio
fuesse, entraron por la puerta de la sala cuenta de lo que hiciera, que para él fue un
veinte peones armados de corazas y capelli- bien tan peligroso, que Palmerín pensó que
nas, y dos caballeros que venían diciendo: se eonvertiera en otra cosa, que no puclien-
«¡Muera, muera quien mató al mejor caba- do su corazón soportar alegría tan grande y
llero del mundo!», y arremetiendo á Palme- súpita, ele que ya tenía perdida la esperanza,
rín, que con la espada en la mano determi- que dio con él en el suelo tan sin acuerdo
nó de esperallos, desconfiando de la vida se- que fue necessario acudille con algunos re-
gún se hallaba cansado; mas el duque lo medios para tornalle, y con los ojos en el
mejor que pudo se metió en medio, amena- cielo comenzó á decir: «Por cierto, señor, si
zando á los suyos, pesándole de tan gran des- algún daño reeebí de vos, en doblada mer-
orden hecha contra su voluntad, y porque ced me lo pagastes; mas ¿qué haré, que es-
le pareció que Palmerín creería que era sabi- toy tan acostumbrado al mal y tan descon-
dor dello, antes que curase en curar su per- fiado del bien, que no sé cómo crea nueva tan
sona despidió de su casa toda aquella gente, alegre? No me culpéis ver en mí esta fla-
mandándoles que en todo su señorío no ha- queza, que ni yo soy para tan gran bien ni
bitassen, con prometimiento de los mandar mi corazón basta á sufrüle; estaba tan acos-
matar si al contrario hiciessen; mas este tumbrado á sufrir, que [penssaba de] cual-
voto no fue adelante, que antes que Palme- quier passión que ninguna podía más que yo
rín se partiesse hizo con él que los perdona- y yo podía tanto que desbarataba á todas para
sse; acabado esto, el duque fue llevado á su sufrir otras de nuevo; el placer de que siem-
cama y Palmerín á otra en el. aposento de pre desesperé, agora que le espero me desba-
las doncellas, adonde ellas mismas le cura- rata; por esso, señor, pues habéis alcanzado
ron con tanta diligencia como á persona de tan gran vitoria de mí, desseo agora que me
cuya mano pensaban que tomaban nueva deis la vida; aconséjame lo que agora para
vida, siendo proveído y servido de todo lo ne- sostenella tengo de hacer, que ni yo para tan-
cessario por la mano de Organel, veedor del to bien me atrevo ni pienso que para mí se
duque, assí como lo pudiera ser persona de guarde». Palmerín le empezó alegrar con
edad é discreto, entendió luego en lo que cum- palabras de su placer, certificándole que
plía, assí en la cura de las heridas de los vi- todo se haría como quissiese; estando entra-
vos como en dar sepoltura á los muertos con- mos en esta plática, que al duque hacía sen-
forme á sus personas, y al tiempo que allí es- tir menos dolor de su vencimiento, llamaron
tuvo Palmerín, como todo fuesse gastado en dos caballeros á la puerta, á los cuales el
la conversación de las doncellas, trabajó por duque mandó entrar, con menos riesgo de.
PALMERÍN DE INGLATERRA 125
lo que en aquella fortaleza acostumbraba; ' como aquel detenimiento fuesse contra su
mas cuando fueron dentro y Palmerín co- voluntad, se despidió él y sus hermanos de
nosció que eran sus hermanos, quedó con la tan honrrada compañía, quedando el duque
vitoria de más placer, que de temer algún con tan gran soledad como si la conversa-
tanto de lo que sucedería á Moriano en las ción fuera de más tiempo; assí se metieron
justas en que le dejara, gozaba con menos en el camino llevando la vía que antes lle-
reposo el precio de su trabajo, y preguntán- vaban, recelando algún revés que se lo im-
dole lo que le aconteciera, le contó cómo por pidiesse, y no era mucho llevar este recelo,
se combatir con Grermán Dorliens no fuera que cuando la fortuna le da, á todas las in-
forzado conocelle Florenda, y como Pompi- tenciones desbarata.
des se viniera luego tras él por alguna pala-
bra que una de sus doncellas le dijera, y des-
pués le encontrara al pie de un castillo que CAP. LXXI.—Cómo vino al castillo de Al-
se velaba, haciendo batalla con dos caballe- maurol un caballero que hurtó el escudo
ros porque querían forzar á una doncella y del bulto de Miraguarda.
los venciera con la muerte de uno dellos, y
hallaron nuevas del cómo venía en compa- Partido Palmerín y sus hermanos de casa
ñía de la doncella para esta fortaleza. Este del duque llevando el camino de Costantino-
castillo que se velaba era de las Tres Herma- pla, deja la historia de hablar dellos por ciar
nas y adonde la doncella se apartó de Palme- cuenta de una aventura que aconteció en el
rín cuando vino á hablar á los veladores; castillo de Almaurol sobre el bulto de Mira-
Palmerín holgó mucho de oir lo que le acon- guarda; ya en otra parte deste libro se dice
teció á Pompicles, y mucho más ele le tener cómo por muerte del soldán Olorique de Ba-
la doncella de Florenda en poco. En esto, es- bilonia le quedara un heredero de su estado,
tuvieron platicando gran pieza; el duque, estremado caballero y muy enemigo de los
que vio la compañía de todos tres, parecióle cristianos; allende déste, quedó otro no me-
que debían ser personas de gran precio, assí nos esforzado que él, el cual, viéndose pobre
como por lo que parecía en ellos como por y sin señorío, determinó de correr tocias las
la riqueza de las armas, y mandó á Organel cortes de los príncipes y en ellas mostrar el
que entendíesse en darles recaudo de todo precio de su persona, y como la primera que
lo que era necessario, y puesto que Organel fue era la del gran turco, que en aquellos
íes daba posada conforme a sus personas, no días era próspera y grande, detúvose en ella,
la quisieron sino en compañía de Palmerín, esperimentanclo su persona entre los caba-
donde aquella noche supieron del todo lo lleros de aquella casa, haciendo tanta ventaja
que passaba y la manera de la guarda de la á todos, que en sus cosas no se hablaba sino
fortaleza, y el fin de las batallas, y lo que al por maravilla; pues, viéndose Albaizar, que
fin concertara de los casamientos, juzgando assí se llamaba este infante, tan estimado
al duque por hombre muy leal, atribuyendo entre los otros caballeros, determinó servir
los yerros que de antes hacía, no á su con- á Targiana, hija y heredera del gran turco,
dición, sino á fuerza de amor que tanta par- á quien los moros entre sí juzgaban por la
te tuvo en él; en estas y otras pláticas passa- más hermosa de aquel tiempo; y porque las
ron la noche hasta que el sueño los impedía; cosas que el amor empieza acostumbran
á otro día por la mañana, porque estaba assí siempre de poco venir á mucho y de mucho
concertado, fueron desposados el duque y á muchu más, aconteció assí á Albaizar, que
sus dos hermanos con las tres hermanas des- siendo libre hasta entonces, sometióse de
ta manera: el duque con Diomana, que era todo á su voluntad sin le poder servir ele
la mediana y más hermosa, á quien mucho nacía, y puesto que lo pudiera hacer, no lo
era aficionado; Tragonel con Armisia, que hiciera, tan contento estaba de su mal y del
era la mayor y heredera de todo el estado lugar donde nacía; con este consejo forzado
que quedara de su padre, y Darofante con y la libertad perdida vivía tan contento, que
Arismena, la menor de todas, y con ésta nengún peligro temía ni nengún recelo le ha-
partieron entramas tan bien, que vivió sin cía triste si no eran de las cosas en que el
nenguna envidia de sus hermanas; y por amor tuviesse parte; Targiana, á quien las
más se celebrar las fiestas y á placer del du- suyas no parecían mal, desseosa de noveda-
que. Palmerín le descubrió su nombre, que des como todas acostumbran, quiso proballe
él se lo rogó, teniéndose por tan dichoso por en una aventura de su placer, por ver si su
ser vencido de sus manos, como si no lo hu- amor era tan poderoso en obras como en pa-
biera sido de ninguno, haciéndole los días labras para favorecer los suyos, y porque al-
que allí estuvieron muchos servicios; mas gunas veces le hablaba por una ventana pe-
128 LÍBEOS DE CABALLERÍAS
quena de su aposento, adonde más que habla- negar la ventaja que había della á su señora
lia no podía temer della, una noche, después Targiana; más de muy bien confiado en sí
de se.le quejar según que desloaban ('•), le mesmo y aún en lo mucho que á su señora
respondió: «Señor Albaizar, ya os he dicho quería, determinó seguir su empresa, é por
alguna vez que: para satisfacer vuestra vo- ser tarde esperó hasta otro día, durmiendo
luntad no falta más de saber si merecéis por aquella noche en el campo; aún la mañana
obras, y agora me vino u n a cosa á la memo- no era del todo clara, cuando ya estaba ante
ria, en que desseo certificarme de lo que del castillo esperando por e l aguardador del
tengo en vos para fatisfacer lo que me pedis; retracto de Miraguarda; Dramusiando que lo :
vos me tenéis dicho muchas veces que para supo, salió armado de todas armas, é passan-
mostrarme que soy la más hermosa mujer do entrellos algunas palabras de cortesía,
desta vida os combatiréis con cuantos os lo abajaron las lanzas, y haciéndolas pedazos
dijeren; dícenme que en España hay una passaron el uno por el otro hermosos cabal-
aventura en el castillo de Almaurol sobre el gantes, y luego tomaron otras y corrieron la
bulto de Miraguarda, en cuyo placer y her- segunda carrera, y se dieron tan grandes en-
mosura se habla por espanto, y el bulto della cuentros, que vinieron entramos al suelo por
está sacado por el natural en un escudo col- encima de las ancas de los caballos, con har-
gado en. un árbol para que lo vean los que to enojo de Dramusiando por ser delante de
allí fueren á hacer sus batallas; quería que Miraguarda, que ya á una ventana los estaba
por amor de mí fuéssedes allá y os combatios- mirando, puesto que le quedasse por mejoría
sedes con el aguardador del por mi parte y habérsele quebrado las cinchas ál caballo;
en mi nombre, y venciéndole, le traeréis el- mas como esperasse vengarse en la batalla
escudo de bulto á esta corte, viniendo prime- de las espadas, echó mano á la suya y arre-
ro por la del emperador Palmerín, adonde metió á su contrario, que no con menos furia
por fuerza de armas haréis conocer á todos le esperó, y cómo cada uno fuesse tan estre-'
los que negaren que servís á la más hermo- mado caballero, hacíanlo entramos tan bien,
sa dama del mundo; hecho esto, podéis creer que hacían una de las buenas batallas que
que de mí y de todo el estado de mi padre os allí se habían hecho; Dramusiando andaba
haré señor». «Agora creo, señora, dijo Al- tan encendido, que nengún golpe le daba
baizar, que os acordáis de mí para hacerme que no hiciesse mucho daño. Albaizar, que
mercedes, pues, no se os olvidó para acorda- conoció su fortaleza, desviábase del con
ros de mí; yo me parto luego cuanto puedo lo mucha desenvoltura, haciéndole perder los
que yo os quiero, que esse escudo yo le trairé más de sus golpes; Miraguarda, atemorizada
aquí, é la señora del estará delante de vues- de la fuerza de este caballero, viendo él gran'
tros pies, que assí es razón que todas las na- rato que había que entramos peleaban sin
cidas lo estén; y puesto que oigáis decir lo nunca descansar, comenzó á temer algún de-
mucho que en esta cosa hago, teneldo siempre - sastre á su aguardador; mas como la calor
por poco, pues la ventaja que hay de vos á las fuesse grande y ellos, con lo mucho que ha-
otras está tan clara que hace esto llano» .Des- bían hecho, estuviessen cansados, fueles for-
pidiéndose della con palabras que el amor en zado apartarse por cobrar huelgo. Dramu- ;
este tiempo suele hallarse, armado de unas sianclo tuvo en tanto a su contrario, que re-
armas verdes con esperas de oro, en el escu- celó la vitoria de la batalla, mas Albaizar,
do en campo verde el ave fénix con letras de que hasta allí no había esperimentado otros
oro en el pico que decían TARGIANA, é assí golpes como los suyos, no tuvo su demanda
caminando por sus aventuras, de las cuales por tan cierta como cuando la aprometiera á
aquí no se hace minción, después de haber su señora Targiana; nías como le viniessé á
atravessado todo el reino de Francia y la ma- la memoria lo que con ella passara y el pro-
yor parte de España, vino aquel nombrado metimiento que le hiciera, cobró algún es-
castillo de Almaurol, pocos días después de la fuerzo y osadía, y apretando la espada en la
batalla de Dramusiando y Ploriano del De- mano arremetió á Dramusiando, que también
sierto; mas ya estaba sano de las heridas salió á recibille, comenzando otra vez su ba-
Dramusiando y, en disposición de recibir' talla con tamaña braveza de golpes como el
otras, y viendo tantos escudos colgados en precio por que se combatían les hacía dar,
aquel árbol, bien le pareció que el caballero. andando en su batalla de la manera que oís,
que allí los puso no debía de ser de poco p r e - hiriéndose por donde más daño se podían-
cio; encima de todos vio en el que estaba' la hacer; se hacían reventar la sangre por mu-
imagen ele Miraguarda, á la cual no supo chos lugares de su cuerpo, tanto que parecía
impossible poderse sostener en sus pies; las :
fuerzas no parecían que menguaban ni me- •
(•)Sic.
PALMERÍH D E I N G L A T E R R A 127
nos les faltaba el aliento, assí que la bata- CAP, LXXII.—Dé lo que se hizo en el casti-
lla estada puesta en todo riesgo y crueza, y llo de Almaurol hallando menos el escudo
sus vidas en muy gran ventura; en esta se- de la figura de Mir aguar da.
gunda batalla anduvieron gran espacio sin
tomar huelgo; les convino arredrarse afuera Otro día por la mañana, Dramusiando se
para descansar; Dramusiando, que vido su apretó sus heridas lo mejor que pudo, con
vida en tan gran peligro, pensó muchas ve- intención de tornar á su porfía ó morir en la
ces si aquel fuesse Palmerín, que de otro no demanda, y armándose de las mesmas armas
esperaba tan grandes fuerzas sino de lo de que el día antes llevaba j assí rotas como es-
Floriano su hermano; después, certificándose taban por hacer ventaja á su contrario, se
que no era ninguno dellos, no sabía qué se salió al campo al tiempo que el sol salía, y
pensasse, y ponía los ojos en el bulto de Mira- no viendo al caballero, fuesse contra el árbol
guarda; Albaizar, á quien algún tanto sus donde estaban los escudos para pedir ayuda
fuerzas hallaba menguado por verse en tan y favor á la figura de Miraguarda y enco-
gran estrecho, viéndose cansado, sus armas mendarse en ella como otras veces solía acos-
deshechas, y delante de sí á. Dramusiando, tumbrar; poniendo los ojos en el mesmo lu-
cuyas fuerzas y parecer prometían muy gar, cuando no la vio, quedó tan fuera de sí
grandes obras, encomendando sus cosas á la que no pudiendo se tener en el caballo se
fortuna quiso sacar fuerzas de flaqueza, y apeó, arrimándose al árbol donde de antes
tornando otra vez á él, tornaron entramos á estaba, puesto que quejándose muy mala-
su porfía con doblada furia y braveza, puesto mente de sil gran descuido, sospechando que
que no con tanta fuerza. Dramusiando tenía aquel caballero con quien el día antes hicie-
en mucho la valentía de Albaizar, que mu- ra batalla le había llevado; entonces muy
chas veces desseó sabelle el nombre, rece- enojado y señoreado de la ira, puesto en su
lando que fuesse algún amigo suyo; después voluntad no esperar que en ninguna manera-
dejaba de hacello, porque temía que le juzga- Miraguarda lo viesse, pues tan mala cuenta
sse su voluntad al revés; assí qrle puesto ya había dado de lo que tanto guardara f deter-
aparte todos los remedios de la vida, nenguno minó de irse por todo el universo mundo á
dellos esperaba sino su muerte, é si alguna buscar aquel caballero y vengar aquella gran-
cosa los sostenía era la mucha desenvoltura de afrenta con más géneros de crueza de lo
con que se guardaban, por lo cual los golpes que era su costumbre, y llamando á Almau-
íes hacían menos daño, assí que bien se pue- rol le dio cuenta de todo lo que passaba, des-
de creer que este Albaizar podía ser metido pidiéndose del con las lágrimas en los ojos
en uno de los cuatro caballeros del mundo, y sin quererse curar de sus heridas ni se que-
que esta batalla fue una de las mejores que rer acordar del riesgo en que su persona iba.
nunca se vio, en la cual ellos descansando, Partido Dramusiando, Miraguarda supo cómo
otras veces haciendo su batalla, pasearon has- su escudo era llevado y Dramusiando ido, y
ta que la noche los apartó sin la vitoria cla- puesto que le pessasse, como ya dije, era tan
ramente ser de nenguno, é como la escuri- libre en la condición, que en las cosas de su
dad de la noche fuesse grande, Dramusiando placer quería que le sirviessen y en las que
se recojo á su aposento, con determinación no lo eran dissimulaba alguna passión si dello
de otro día le acabar ó morir en ella; Albai- lo recibía, y puesto que la que en este caso
zar se fue por el campo abajo también con dissimulasse como las otras no le dejaba de
aquella voluntad; después, viéndose herido, passar por la memoria Plorendos, creyendo
no sabiendo dónde reposasse y algún tanto que donde quiera que lo supiesse vendría
desconfiado de vencer á su contrario, por no para tornar allí su escudo con vitoria de
perder el amor de su señora, tornó al casti- quien lo llevó, que de otro ya no la espera-
llo al tiempo que todos dormían, y tomando ba; Armello, su escudero, que siempre allí
el escudo de la figura de Miraguarda, se fue estuvo, como atrás se dijo, viendo el escudo
con é!, puniendo en su voluntad llevalle á hurtado y Dramusiando partido, alguna espe- •
Turquía, passando primero por la corte del ranza le quedó de la vida de su señor, cre-
emperador como la señora le mandara, é yendo que aquel acontecimiento le levanta-
andando toda la noche fue á amanecer á ría los espíritus para tornar á tomar armas
un lugar cinco leguas de allí, llevando el y seguir las aventuras, é ir tras el caballero
escudo escondido porque no le conociessen, que le hurtara; con esta alegría dissimulada
adonde estuvo algunos días curando sus he- se partiera dejadas encomendadas las armas
ridas, descontento de lo que passara antel de Florendos á Almaurol, y andando algu-
castillo por no alcanzar vitoria del aguarda- nos días á las riberas de Tejo buscándole y
dor del. atravessando valles y montes á una y á otra-
128 LIBROS DE CABALLERÍAS
parte, un día ya tarde se halló en una vega llevar aquella vicia adelante, díjole: «Señor,
adonde había una fuente cercada de árboles yo no vine aquí sino para daros cuenta de
espesaos y altos que la cubrían, debajo de los algunas cosas que allá passan en que sé que
cuales oyó tocar una flauta de tan maravi- os sirvo»; entonces le contó cómo Dramu-
lloso son que le hizo estar quedo por algún siando guardara muchos días el escudo de la
espacio, y á las veces dejaba de sonar la figura de Miraguarda, y de las grandes bata-
flauta y oía quejar un hombre con palabras llas que hiciera, y en fin de todas viniera
salidas del alma, tan tristes y lastimosas allí aquel caballero que peleando con él todo
como traía el corazón; Armello se allegó á él un día nunca se pudieron vencer el uno al
por ver quién podría ser y ver que el que se otro, y de noche hurtara el escudo de la figu-
quejaba estaba sentado sobre la hierba, junto ra de Miraguarda, y cómo Dramusiando se
cabe la fuente, con la flauta en las manos, partiera en busca del, maltratado de las mu-
corriéndole lágrimas por sus haces, tan des- chas heridas, sin consentir que le curasen
colorido y ñaco, que parecía más muerto que dellas, afirmándole más por alborotalle que
vivo; á los pies del estaba echado de buzos Miraguarda no esperaba que nadie socorries-
otro hombre vestido de pobres paños, que de se su escudo sino él, mandándole que le fuesse
cuando á cuando daba unos sospiros tan á buscar y que por su mandado viniera; Flo-
mortales que parecía que con ellos se le salía rendos, á quien estas nuevas alborotaron en
el alma; Armello, á quien la vida de aque- estremo, comenzó á decir: «¿Cómo quieres
llos hombres hacía gran lástima, teniéndola tú, Armello, que vaya á dar socorro á otrie
por semejante de la que su señor iba á bus- quien lo ha menester para sí, ó qué fuerza
car cuando partió del castillo de Almaurol, ves en mí para cometer nengún peligro ni
no pudo tener que las lágrimas no mostras- hacer batalla con nenguno? Ya los días en
sen en él esta passión, y llegando al que es- que esto podía hacer passaron; agora no apro-
taba sentado, dijo: «Hombre de bien, á quien vecho para más que para entre los tristes
Dios dé más descanso de lo que en vos parece ser el más triste de todos; con todo, porque
que hay, ¿daréisme nuevas de un caballero mi vida acabe en aquellas cosas para que
mancebo á quien el amor hizo buscar vida siempre la guardé, iré tras esse caballero y
solitaria en tiempo en que más en otra cosa si le hallare haré lo que pudiere; al menos si
le pudiera aservir?» «Son tantos los agravia- me matare tendrán mis males fin, á lo cual
dos desso, respondió él? que no sé por quién yo nunca esperé, y porque la ira muchas
me preguntáis; de mí os sé decir que amos- veces cría esfuerzo, quien á esta hora viera
tró tanto más sus fuerzas que en otro nen- á Morendos con toda su flaqueza, le sintiera
guno, y para que mayor pena sienta hizo unos alientos nuevos, un esfuerzo grande
mi mal de calidad que le tengo para le sen- para acometer cualquier empresa, y levan-
tir y no para me matar, porque con esto po- tándose en pie, pidió al otro su compañero
dría recebir algún descanso»; á estas pala- que en aquella ida le quisiese acompañar,
bras se levantó el otro, diciendo: «Por cier- porque ya en nenguna parte sin su compa-
to, señor, yo no sé por qué queréis dar al ñía y conversación sabría vivir, trayóndole
amor las culpas que la fortuna tiene, que él mil razones á la memoria por donde no de-
con vos usó como debía; dioos lo que desseá- bía hacer tal vida más, antes seguir la otra
bades, si después por desastre lo perdistes, para lo que la naturaleza le formara, y pues-
de la fortuna os queja y no del; deja para to que de aquella solitaria él estuviesse con-
mí essos agravios, pues sólo para mí se for- tento, por ser más conforme á su condición,
maron y sólo los tengo». Armello, que le vio tuvieron tanta fuerza las palabras de Mo-
el rostro, puesto que del todo estaba desfigu- rendos y la conversación de aquellos días,
rado, conoció ser el príncipe Florendos, su que juntos partieron para una villa que de
señor, y viéndole tan flaco y debilitado que allí cerca estaba, donde estuvieron tanto
sola la habla le quedaba vivo, fue tan triste tiempo que se sintieron en desposición para
con el dolor que de aquella vista recibió, que acometer cualquier hecho; [tomaron después
por muy gran rato no le pudo hablar, y armas], porque en aquellos días esta era la
echándose á sus pies, con el amor que siem- voluntad de Florendos, y no quiso enviar por
pre le sirviera, comenzó a decille que hobies- las suyas al castillo de Almaurol porque no
se dolor de su vida y no quisiesse tratarse se supiesse del; assí se partieron los compañe-
assí, pues en ello no ssrvía á quien aquello ros en la demanda del escudo de Miraguarda
le mandaba. Morendos, algún tanto enojado entramos en una compañía, puesto que esto
por le venir á buscar pasando lo que le había no duró mucho, que una aventura los hizo
mandado, le recibió con semblante triste; apartar, que es mucho ser ansí, porque lo
Armello, que aún vio en el desseo de querer que ventura quiere nenguno lo puede huir.
PALMERÍN DE INGLATERRA 129
GAP. LXXIII, —En que da euenta quién era en aquella solitaria; el mayor ejercicio en
el caballero que estaba en compañía de Flo- que más gastaba su tiempo era algunas ve-
rencios, y cómo por tina aventura se apar- ces, euhadado de la música, escrebir en los
taron. troncos de los árboles algunos villancicos y
motes tan enamorados como el dolor y amor
Para saber quién era este caballero en le enseñaban, cortando las letras en los mea-
cuya compañía Armello halló á Florencios su mos troncos, que en aquel lugar no había
señor, dice la historia que en el tiempo que otra tinta, las cuales después duraron mucho
todos los caballeros se partieron del reino tiempo, creciendo juntamente con los álamos
de Ingalaterra después que don Duardos fue en que estaban escritas; y puesto que su
suelto, el príncipe Floramán, que entrellos desseo fuesse passar aquella vida sólo, des-
era de los más señalados, se fue la vía de pués que Florendos allí vino hallóle tan con-
España con intención de se probar en la forme á su condición, que passaban entra-
aventura de Miraguarda, é porque al tiempo mos comiendo frutas campeses y hierbas
que llegó al castillo ele Almaurol Florendos campesas, y esto pocas veces, que cuidados
aún no había tornado de la Gran Bretaña, y j>assiones era el principal mantenimiento
adonde fuera con desseo de se hallar en la en que entonces se mantenían; tornando á
aventura de Dramusiando, no sabiendo que la historia, salidos de allí como en el capí-
era ya acabada, como atrás se dijo, púsose a tulo atrás se hace mención, después de tor-
mirar el bulto de Miraguarda, y como á su nados en sus fuerzas, armados de aquellas
parecer aquella fuesse la más hermosa cosa armas negras que para su camino mandaron
que nunca viera, detuvo los ojos en la figura hacer, se partieron juntamente tan bien con-
del escudo por grande rato, loando la fación formes como tenían las voluntades, con mu-
de la naturaleza, creyendo que allí más que cha determinación de no se apartar si alguna
en otra parte se esmerara; estando enlevado aventura no les apartase; mas como en aquel
en lo que vía, vínole á la memoria con gran tiempo los acontecimientos desvariados estu-
contentamiento é placer que cualquier caba- viessen muy aparejados, aconteció que ca-
llero prodría servir cosa tan hermosa; junta- minando un día por la costa de la mar, que
mente con esto, acordándose de la muerte de por la calma ser muy grande andaba sose-
Altea su señora, á quien siempre traía con- gada, vieron venir por la orilla della junto á
sigo, fue tan triste por no poder antella mos- la tierra un batel que se remaba con ocho
trar lo que le quería, como hacía aquel que remos, y en la popa, sentada sobre unas al-
[guardaba] aquel escudo de la figura de Mi- mohadas, una dueña vestida de paños negros
raguarda, según vio por los muchos escudos muy moza, y tan hermosa, que á su parecer
que allí estaban colgados, que comenzó á de- dellos para obligarse cualquier perder por ella
cir: «¿Paraqué quieres, Floramán, seguirlas cualquier corazón libre; á sus pies sentadas
armas ni la orden dellas, pues ya no puede otras dos dueñas de mucha mayor edad, y en
galardonar tus trabajos quien siempre te me- juntando con ellos, mandaron á los remeros
tió en ellos? Bien me basta á mí ser vencido sosegar los remos, y la dueña, puniendo muy
en Costantinopla para no seguir más este en- bien los ojos en entramos, dijo: «Señores, en
gaño é no tornar á las armas, en tiempo que quien essas armas tanto bien parecen, ¿al-
ni yo era para ellas ni ellas para mí; mas yo guno de vosotros querrá entrar en este batel
engáñeme tanto comigo, que quise seguir el solo para hacer un socorro que no se puede
mundo para ver contentamientos ajenos y á dar con compañía?» «Señora, dijo Florendos,
mí apartado dellos, mas pues tan tarde conoz- para esso las traemos, para las aventurar en
co mi yerro, antes agora que más tarde quie- essos peligros juntamente con las personas;
ro seguir aquello para que mi fortuna me y sin más decir se apeó del caballo y le dejó
guarde; la vida alegre sea para los alegres, á Armello, diciendo que se tornasse al casti-
pues la tristeza para los tristes se hizo. Essa llo de Almaurol y en él le esperasse, que tar-
quiero yo buscar, y con esta vida passaré la de ó temprano, si la muerte no se lo quita-
mía hasta que ella se enhade y me deje; y ba, él iría allá; y despidiéndose de Floramán,
entonces acabarán mis males, que á mí siem- que mucho holgara de hacer aquel viaje, se
pre acompañaron». Acabadas estas palabras, metió en el batel, el cual se desvió tanto de
viendo la ribera de Tajo tan llena de árbo- tierra, que en pequeño espacio lo perdió Flo-
les, y sus aguas mansas para quien las vía rencios ele vista.
no menos tristes que deleitosas, crecióle la
voluntad de passar el tiempo en aquellos Floramán caminó aquel día y otro triste
graciosos matos, y en ellos hacer su fin; de- recelando la ida de Florendos, de quien en-
jando las armas y caballo, passaba su vida tonces era muy íntimo amigo; al tercero día,
caminando por un valle abajo, fue á parar
LIBROS DE CABALLERÍAS.—II.—9
130 LIBROS DE CABALLERÍAS
en un río que tenía mucha agua, que le atra- della y la valentía del caballero, que creía
vesaba una puente bien obrada y fuerte, y que con el gran trabajo se podría hallar otro
en cada cabo una torre más fuerte que her- mejor, y por no me detener en historias aje-
mosa; llegando más á ella, vio que un caba- nas, el muy esforzado Albaizar lo hizo tan
llero grande de cuerpo y bien entallado que- valientemente haciendo tan grandes cosas,
ría passar y otro le defendía el passo, dicien- desfacienclo al jayán el escudo en el brazo,
do que si la quisiesse passar dejasse el escudo cortándole las armas por muchas partes, que
que traie con su nombre escrito en el brocal, después de haber la batalla durado gran rato,
y que entonces pasearía, «porque assí es dio con él en el suelo muerto, quedando con
la costumbre de la fortaleza». «Tan mala algunas heridas algo peligrosas; y reeogén-
costumbre como essa no para los tales como dose á la fortaleza, que no hobo quién se lo
yo, y más para los que poco pueden se hizo»; impidiesse, estuvo en ella algunos días has-
y dando el escudo que traía en el brazo á su ta que se halló para poder caminar.
escudero, le tomó el otro, é remetiendo al Floramán, viéndole en tal disposición,
caballero de la puente que le saliera á reci- puesto que su intención era hacer batalla con
bir, se encontraron con gran fuerza; mas él sobre el escudo de JVÍir aguar cía, no quiso
como el que quería passar le tuviesse venta- por la poca honrra que con hombre tan mal-
ja en la valentía, dio con el aguardador de tratado se podía ganar, y passando la puen-
la puente abajo, y caj^enclo en el agua, con te de la otra parte, de que ya el passaje era
el peso de las armas fue luego ahogado. Flo- franco, comenzó de caminar sin saber para
ramán, espantado de tan fuerte encuentro, dónde, desseando anclar por aquella tierra
llegóse más á la puente por ver quién le die- algún tiempo por ver si podría tornar á topar
ra, y mirando al escudo que su escuelero te- con Albaizar y combatirse con él como te-
nía en las manos, vio en él la ñgura de Mi- nía en voluntad; é puesto que algunas veces
raguarda, por donde conoció que aquel era estaba triste pensando de no le hallar, con-
el que le hurtó, y espantóse mucho más de solábase acordándose que quien obras tan se-
saber tal cobardía en nombre tan esforzado, y ñaladas hacía, aunque se quisiesse encubrir
detiniéndose por ver el fin que habría el pas- ellas no lo consentirían, y con esto y acom-
sar dé la puente, oyó encima de una de las pañado de su cuidado, passaba sus jornadas,
torres tocar un cuerno con tan gran fuerza y puesto que muchos tuviesse, uno solo le
que por todo aquel valle sonaba; en esto salió daba más qne entender, y á éste seguía siem-
de dentro un caballero ele graneles miembros pre, que costumbre es del que muchos tiene,
armado de armas blancas, y traía en las ma- del que más le duele, esse seguir.
nos un hacha de que se preciaba y era dies-
tro, el cual, remitiendo á estotro, le empezó
á herir con toda su fuerza; mas él,, que más CAP. LXXIY. — En que declara cuya era la
diestro y mejor caballero era, se defendió tan fortaleza en que Albaizar se combatió, y
valientemente cortándole por muchas partes
las armas juntamente con las carnes, que á la razón de la costumbre della, y de lo que
poder de muchas heridas dio con él del caba- passó Florendos en el batel.
llo abajo, tal que nunca quitó aquel passaje
á otro; aun éste no era acabado de salir, Dice la historia que del duque Artilio, va-
cuando de la fortaleza salió un gigante; traía sallo del rey Recíñelos, quedó una hija he-
en la mano derecha una maza de hierro, y redera de su señorío, que era grande; la
en la izquierda un escudo ele mucha fortale- cual, criada en la conversación de la infan-
za, y llegándose al caballero dijo con voz ta Belisanda, hija del rey Recíñelos, se en-
gruessa: «¡Oh destruidor de mi sangre, traba- amoró de Onistaldo su hermano, y como tam-
ja por defenderte, que en venganza del pesar bién ella á él no parecía mal, tuvo tanta
que me hecistes desharé essas carnes en pe- fuerza el amor entrellos, que vinieron á efec-
dazos ó haré que sea manjar de las aves, to de sus voluntades, y porque Onistaldo,
porque de otra cosa ya no me contentaría!»; después que se partió á la corte del empe-
el caballero, sin le responder, le recibió cu- rador Palmerín, donde se armó caballero,
bierto de su escudo H dándole muy grandes tomó allá otros amores que le hicieron olvi-
golpes^ guardándose de los del gigante con dar los suyos della de manera que nunca
mucho tiento, y como la batalla comenzase más la vio, dándole mucha esperanza dello
a escallentarse, comenzaron á darse tales cuando se partió de España, la duquesa, que
golpes, que las armas no lo pudiendo sufrir, en estremo le quería bien y con todos estos
comenzaron á padecello las carnes; Flora- agravios no le podía quitar de la voluntad,
mán tenía por muy gran cosa la braveza ya desesperada de le poder tornar á gozar,
quiso ver si por maña le podía haber á las
P A L M E R ÍN DE I N G L A T E R R A 181
manos, pues por amor no podía, y passándo- no tuviessen de que se quejar de vos, por lo
se por aquella fortaleza de la puente, que cual, ya que aquí estamos, salgamos fuera;
era una de las principales de su estado, ti- en lo demás haga Dios lo que quissiere», y
niendo en su compañía al gigante Lamortán enlazando el yelmo saltó del batel, y la due-
con dos caballeros de su linaje, puso aquella ña quedó en él, que no osó salir en tierra;
costumbre que nenguno pucliesse passar la y en llegando ante la puerta del castillo don-
puente sin primero franquear el passaje por de se hacía una pequeña plaza, salieron de
batalla de todos tres, ó dejar su escudo con dentro cinco caballeros armados, diciendo:
su nombre escrito en el brocal, creyendo que «Pues vos fuistes mal aconsejado en venir
entre los muchos que allí vendrían sería al- á buscar vuestro daño, daos á prisión, y será
guno Onistaldo, y desta manera cumpliría el menor que de aquí os puede venir». «Por
su deseo; por esta razón se guardaba aquella cierto, dijo Florendos, yo esperimentaré
puente coa daño ele algunos que se lo qui- cuánto puede vuestra malicia, que dejaros
sieron franquear, á los cuales el pasaje cos- con vitoria tan descansada»; diciendo esto,
tó caro, hasta que vino el esforzado Albai- cubierto de su escudo se metió entrellos dan-
zar, que quebrantó la ordenanza de la forta- do golpes á diestro y á siniestro con tanta for-
leza, y franqueó la puente con muerte de los taleza, que la dueña del castillo comenzó á
aguardadores della; y puesto que la duquesa recelar que aquel fuesse el destruidor del y
recibió del tan gran enojo, por le ver tan le haría perder la cosa que ella más quería;
estremado caballero mandó que le curassen los cinco caballeros, como fuessen muchos,
con mucha diligencia, tiniéndole en su casa sintiendo en su contrario mayor esfuerzo y
todo el tiempo que fue necessario para su desenvoltura de lo que nunca hallaron en
salud; ya que le tuvo tal que podía seguir otro que allí viniesse, ayudándose lo mejor
su camino, se despidió della, agradeciéndola que podían hiriéndole á menudo de muy du-
la voluntad con que le tratara, puniéndose ros golpes, tanto que toda su destreza no le
en el camino de Gostantinopla, adonde agora quitaba de andar herido por algunas par-
le dejaremos hasta su tiempo, tornando á tes; mas como Florendos viesse que para
hablar en Florencios, que iba en compañía tantos mayor presteza era menester, dio al
de la dueña en el batel, y siguieron tanto uno tan gran golpe encima de la cabeza en
por la mar adelante, que los tomó la noche descubierto del escudo, que falsándole el
muy apartados ele tierra; y cuando el alba yelmo le hirió de tal herida que dio con él
esclarecía, se hallaron al pie de un castillo á sus pies, ele que luego murió; tras éste hi-
roquero que en medio del agua encima de rió á otro en la mano del espada, que junta-
una piedra estaba ediñeado; la dueña, que se mente cayó en el suelo, y como los que que-
vio adonde desseaba, puniendo los ojos en daban viessen tan grandes golpes, comenza-
Florendos elijo: «Señor, para lo crue os truje, ron ele allí adelante en trabajar de defender-
si hasta agora nos lo he dicho, agora lo haré: se y ampararse, y no pelear como solían. La
este castillo es de una dueña en quien hay señora del castillo, viendo que un solo caba-
tan poca virtud como hermosura, la cual, llero llevaba de vencida á los suyos, seño-
siendo yo casada poco ha con un caballero reada de la ira de que entonces estaba acom-
mancebo ele los más gentiles hombres y es- pañada, comenzó ele dar voces á los que que-
forzados desta tierra, se enamoró del en u n daban, animándoles que hubiessen vergüen-
torneo en que le vio, y no se atreviendo á za de tan gran afrenta, las cuales palabras
descubrille su voluntad, merecedora de des- tuvieron tanta fuerza, que se la dobló á ellos
echalla, usó de su acostumbrada malicia, para acometer á Florendos; mas él, atemo-
diciéndole con lágrimas fingidas que un ca- rizado de sus golpes ó confiando en la razón
ballero por fuerza le ocupara este castillo; con que peleaba, hacía tanto, que en poco
assí le trujo consigo para se le hacer resti- espacio mató al uno de los tres que queda-
tuir; después que acá le tuvo, nunca más le ban, y apretando con los dos, enojado de du-
dejó, antes dice que si por fuerza ele armas ralle tanto, los traía á una parte y á otra
no hobiere algún caballero que le saque, le trabajando más por se guardar de sus manos
tendrá para siempre, é si viene alguien á que cíe ofenderle, pensando alcanzar vitoria;
ello salen cinco caballeros que tiene dentro, y lo que á las veces les hacía pelear más es-
y véncenlo luego, y si viene más de uno, forzaclamente, era que no podían huir á nen-
no los consienten; antes con lombardas los guna parte, porque de todas las cercaba la
desvían del castillo» . «Señora, dijo Floren- mar y para tornarse al castillo no podía ser,
dos, para tal afrenta como ésta antes que que ele la mano de la señora estaba cerrado,
aquí trujéssedes los caballeros se lo habíades assí que por esta razón dissimulaban su fla-
de decir á lo que venían, para que después queza y á las veces mostraban esfuerzo, mas
132 LIBROS DE
las heridas eran tantas, que á este tiempo costumbre del castillo, contentóse de lo ver
tino dellos cayó á sus pies sin nengún senti- acabado por Plorendos su primo, á quien en-
do, como aquel que á poca de hora murió, y tonces tenía por uno délos mejores caballeros
el otro, viéndose solo y tan mal tratado que del mundo por lo que le vieron hacer en la
casi no se podía tener en los pies y la espe- puente de la fortaleza de Dramusiando, que
ranza de la vida perdida, tomando la espada luego después de ido se supo quién era, que
por la punta y puesto de rodillas, dijo: «Se- Dallarte lo descubrió; ya que los ocho días
ñor caballero, ruégoos que pues en TOS hay eran passados, que Plorendos estaba para
tanta valentía para vencer á tantos, que no caminar, partieron del castillo en una gale-
falte piedad para perdonar á uno solo». ra que el caballero marido de la dueña man-
«Puesto que usalla con los malos sea yerro, dara traer, y llegados á su casa, Guarín y
dijo Plorendos, quiero hacer lo que me pe- él fueron festejados con tanto aparato como
dís, porque también matar á quien no se si el caballero fuera un gran príncipe, y allí
puede defender también parece crueza»; en- se detuvieron pocos días, que Plorendos,
tonces, sentándose sobre un assiento de már- acompañado del cuidado que consigo traía,
mol como poyo que á la puerta del castillo no sufría ningún reposo, ante despidiéndose
estaba, quiso descansar algún poco del tra- del caballero se metió á sus jornadas en un
bajo que passara; en esto salió la dueña del caballo que le diera por le ver sin él; y por-
batel contenta ele la vitoria, y mandándole que Guarín traía los pensamientos poco en-
mirar las heridas por una de las otras due- amorados, no era su conversación-nada apaci-
ñas sus criadas que lo solían hacer y ella ble á Plorendos que no le hiciesse tener mu-
para aquesto- la traía consigo, hallaron que cha soledad de la del príncipe Ploramán, y
eran muchas y nenguna de peligro, de que porque esta sazón con las mejores palabras
la dueña fue mucho más alegre, cuidándole que pudo se despidió del, pidiéndole licen-
con tanta diligencia que en tal caso era me- cia para poder caminar solo, que á su honrra
nester; no tardó mucho que una doncella cumplía assí por una aventura donde á
vino á abrir la puerta del castillo por man- cierto plazo había de parecer; Guarín, que le
dado de la señora, de que ya entonces no le entendió por lo que del ya oyera decir, quiso
pareció bien usar de otras crueldades, pues hacer sil voluntad, y apartándose uno de
no aprovechaban nada. Plorendos, tomando otro, siguieron sus aventuras, ora por áspe-
á la dueña por la mano entró dentro, y á la ras, ora adversas, que ele la fortuna esta es
entrada los salió á recebir el caballero su su calidad.
marido della; abrazándola con tanto amor
como le hacía mostrar el bien y amor que
le tenía, se vino para Morondos, diciendo: CAP. LXXV.—De cómo Palm&rín, Floriano
«Por cierto, señor caballero, que vuestras y Pompídes fueron á la fortaleza de, Da-
obras me hicieron tan alegre que no se me morante el Cruel, y de lo que en ella pas-
acuerda lo que en ella gané; subamos arri- saron.
ba y repossaréis, que pienso que lo habéis
menester, é después partirnos hemos cuando
Palmerín y sus hermanos, en quien ha
mandárades, que en tan mala possada la
rato que no hablamos, andaron algunos días
menor estada será mejor». Plorendos le
por sus jornadas sin hallar aventura que de
agradeció la voluntad con que le recebía y
contar sea, en fin de las cuales, caminando
repossó allí ocho días por causa de sus heri-
una siesta por una floresta lejos de poblado,
das, sin poder ver á la señora del castillo
vieron venir hacia ellos una doncella enci-
que estaba encerrada en una cámara, la cual
ma de un palafrén, con tanta priessa que
no quiso salir en todo aquel tiempo ni qui-
parecía que alguna grande afrenta se lo ha-
so que la viesse Plorendos porque no ,1a co-
cía hacer; llegando á ella, Ploriano la tomó
nociesse para adelante si alguna vez la en-
por las riendas, diciendo: «Señora, si en
contrasse, porque su determinación era lle-
esto no recebís agravio, ruégoos que me di-
galle á la muerte en cuanto le fuesse possi-
gáis la causa que os hace venir con tanta-
ble, si la suya no se lo atajara más presto de
priessa». «¡Ay, señor! dijo la doncella, ¿qué
lo que pensó; Plorendos, el primer día que
queréis que os diga ó cómo queréis que me
allí entró, quiso ver la prisión en que la due-
tenga con vos, pues ya no sé de quién me
ña mandara meter á algunos caballeros de los
fíe? 'ío, señor, iba á la corte de Pranoia con
que al castillo se vinieron á combatir, entre
un recaudo á la reina, e dos caballeros que
los cuales halló á Guarín. á quien se quisiera
Dios maldiga echaron mano de mí para ro-
encubrir y nunca pudo, porque Guarín le co-
barme mi honrra; quiso mi ventura que á los
noció, y puesto que sintiesse no vencer él la
gritos que di acudió allí u n caballero que
P A L M E R Í N D] INGLATERRA 133
me quitó dellos con muerte de entramos, y porque en los golpes ni en disposición no se
paseando por una fortaleza que en el hondo hallaba cosa que fuesse reputado flaqueza;
(leste valle está, salieron á él diez ó doce Palmerín, espantado de lo que nunca viera,
caballeros; pienso, si Dios no le socorre, que dijo á Floriano: «Por cierto, agora veo lo
le matarán, y cierto sería gran daño, por- que nunca de nenguno creyera, é pienso que
que en él morirá uno de los mejores caballe- en algún caballero está toda la valentía de
ros del mundo» . «Ruégoos, señora, dijo Flo- las armas, porque juntamente con fuerza,
riano, que queráis tornar con nosotros y en- esfuerzo y aliento, nunca en otro lo vi».
señarnos esse castillo donde la batalla se «Pues yo, elijo Floriano, no sé qué de aquí
hace, que sería gran perdida morir tal hom- crea sino que este caballero nació para hacer
bre» . «Puesto, señor, que mi voluntad no era escurecer los hechos de todos los otros, é sa-
tornar allá, harélo por ver si lo puedo valer cando los vuestros, que están fuera déste
con vuestra ayuda»; y volviendo las riendas cuanto, no sé quién pueda tener en tanto los
al palafrén, volvió por la floresta abajo, si- suyos que viendo los cléste caballero no le
guiéndola los tres hermanos con u n galope haya envidia»; y á esta hora no había en el
apresurado, mas no anduvieron mucho cuan- campo más que dos caballeros, y éstos tan
do á la parte izquierda, adonde estaban unos flacos é cansados, que no se podían tener en
árboles altos, vieron un castillo fuerte y bien los pies, é porque el otro no los dejaba repo-
torreado, y al pie del, en parte que no lo po- sar, cargándolos de muchos golpes, fueron
dían ver, oyeron gran ruido de armas, con tan afrentados, que del todo se quisieron
tan grandes golpes que por la mayor parte de rendir, confiando en la misericordia del ven-;
aquel valle sonaban; llegando más cerca, vie- cedor. A este tiempo salió ele la foitaleza u n '
ron un caballero que cercado de seis ó siete caballero armado de hojas de acero amarillas
á pie, que el caballo le habían muerto, pe- en un caballo ruano, y él tan bien puesto,
leaba muy valientemente, y con tamaño es- que parecía de demasiadas fuerzas; el caba-
fuerzo y ardideza que Palmerín y sus her- llero estraño, viéndole venir, recelándose ya
manos se maravillaron de le ver, porque poco de los (los, saltó en un caballo de los'
allende de aquéllos que le tenían cercado, que andaban por ; el campo, é llegándose ha-
estaban á sus pies muertos otros tres ó cua- cia Palmerín y sus hermanos, les dijo: «Se-
tro, y por maravilla daba golpe en lleno ñores, ruégoos no tengáis por mal darme una
que no derribase á quien le recebía. La don- lanza dessas con que reciba aquel caballero/
cella que allí los trujo, cuando vio el reposo que yo os serviré con otra y otras cuando
con que le miraban é con cuan poca priessa vos me lo mandárecles». «Porque sé que todo'
le socorrían, dijo: «Si para esso, señores, es bien empleado en vos, dijo Palmerín, yo
venistes acá, mejor fuera seguir vuestro ca- os quiero dar esta mía, puesto que de otra
mino, pues ante vuestros ojos veis tratar parte estáis tan mal tratado que sería mejor
un tan esforzado caballero é no lo soco- que reposássedes y dejar esta justa á uno de
rréis; paréceme que esas armas más las nosotros, que para vuestra honrra basta -
traéis para parecer bien, que no para em- lo que hoy habéis hecho»; el caballero la
pleallas en las cosas para que se hicieron». tomó, diciendo: «Si mi fortuna fuere tal que
«Señora, dijo Palmerín, aquel caballero lo no me deje ir con esta vitoria adelante, har-
hace tan bien y está en tan buena disposi- to tiempo os queda en que podáis experimen-
ción, que sería yerro socorrelle, pues con tar vuestro desseo». En esto se llegó á él su
ello se le quitaba una tan honrrada vitoria ó escudero, por le ver sin escudo, quiriéndole
un hecho tan grande como tiene entre las dar el otro que traía del bulto de-Miraguar-.
manos; por esso dejalde hacer, que si la ne-.. da, que este era Albaizar, y él no le quiso,
cessidad le pussiese en más aprieto, entonces diciendo: «Tírate allá, que esse escudo no
podréis juzgar nuestras obras mejor de lo para pelear, sino para mirar se hizo»; y vol-
que agora juzgáis»; mas en este tiempo el viéndose contra el caballero de la fortaleza,
caballero no estaba despacio,, antes lo hacía quiso remeter contra él, mas el otro, que lo
tan valientemente, que de diez caballeros vio sin escudo, estuvo quedo, é soltando el
que salieron á él ya no había más que cua- suyo de las manos, dijo: «Albaizar, de te
tro, que los demás, algunos muertos é otros ver tan mal tratado me pesa, porque ya cual-
mal heridos, estaban tendidos en el suelo, y quier vitoria que de ti se alcance será peque-
el campo en que la batalla se hacía tan cua- ña; por esto no creas que con armas ele ven-
jado de su sangre que era maravilla. El ca- taja te tengo de acometer»; con estas pala-
ballero, puesto que por algunas partes de su bras se fue contra él acompañado de mucho
cuerpo andaba herido, andaba tan suelto, que esfuerzo, y como no tuviessen escudos en
parecía que entonces entraba en la batalla, que recebían los encuentros, entramos fue-
134 LIBROS D E C¡ABALLERIAS
ron heridos y vinieron al suelo casi sin CAP. LXXVI. — Cómo Floriano y Albaizar
acuerdo; mas como fuessen esforzados en este se desafiaron para la eorte del emperador
tiempo se mostrasse; luego se levantaron y Palmerín.
como mejor pudieron echaron mano á las es-
padas, y comenzaron entre sí una batalla tan Para saberse quién era este Dramorante el
brava y temerosa y mucho para ver, que Cruel, cuéntase que Eutropa, tía de Dramu-
Palmerín, mas espantado que de antes co- siando, tuvo un hermano llamado Dramoran-
menzó á loar la alta caballería de Albaizar, te, que en su tiempo fue uno de los más te-
deseando saber quién fuesse. «Agora no tengo midos jayanes del mundo; siendo mancebo
por mucho ver esta batalla, porque tengo por se enamoró de una doncella hija de una due-
mucho más ver en su poder el escudo de la ña viuda, de la cual no pudiendo alcanzar
figura de Miraguarcla, que me hace creer Dra- nada por amores ni por promesas, la sacó
musiando [que] le guardaba ser vencido de por fuerza de poder de su madre y hubo en
sus manos, cosa más para espantar que todas ella aquel hijo á quien también puso nombre
estas que el hombre ve, y si en mejor dispo- Dramorante, que después tuvo por sobre-
sición yo le viera, me combatiera con él por nombre Cruel derivando de sus obras, y la
tornar el escudo donde antes estaba ó morir madre murió de parto; el jayán, viendo
en la batalla». «Por cierto, dijo Floriano, que muerta la cosa que más bien quería, en cuya
tengo por tan gran cosa poder ser vencido vida la suya se sostenía, no pudiendo refre-
Dramnsiando, que no se qué piense; de otra nar este dolor con el placer del nacimiento
parte las obras desto caballero son tales que del hijo, tuvo tan gran poder la tristeza, que
todo se puede creer de su persona; dejémosle en pocos días murió della, y el hijo se crió
acabar esta batalla, que después sabremos en poder de su agüela, madre de su madre,
lo que passó». En esto se apartaron Albaizar hasta edad de ser caballero, saliendo tan
y su contrario para cobrar aliento del trabajo diestro en las armas y tan cruel en sus obras,
que sufrieron; Albaizar traía las armas tan que por toda aquella tierra le temían como
rotas y deshechas, y andaba tan herido por á la mesma muerte; su costumbre era robar
tantas partes, con tanta sangre perdida, que y matar, forzar doncellas sin ninguna cosa,
casi comenzó á desconfiar de la vida; con esto solamente inclinación que tenía, é traía siem-
le creció tanta ira, que sin más esperar tomó pre para ejecución de su voluntad caballeros
la espada con entramas manos y arremetió por las florestas, que las tomaban y las traían
contra el señor del castillo, que no con me- al castillo; en esta vida vivió muchos años,
nos ira le recibió, y en pequeño rato hicie- haciendo obras dignas de gran castigo, hasta
ron en sus carnes tanto daño, que parecía que Albaizar llegó allí y hizo lo que en
impossible poderse tener en pie; Palmerín essotro capítulo atrás se escribe.
que los vio en tal estado, pessándole de Al- Albaizar estuvo en el castillo algunos días
baizar los quiso apartar, mas nunca pudo, curándose de sus heridas, q\ie eran muchas,
porque Albaizar le rogó que le dejasse llevar acompañado ele Palmerín y de sus hermanos
su batalla al cabo, que aún sentía en sí dis- é de la doncella que allá les trujo, á la cual
posición j)ara acá baila á su voluntad, y arre- clio el castillo con tocio lo que dentro estaba.
metiendo á Dramorante, comenzaron entra- Ya que se halló en desposición para platicar
mos á enflaquecer, mas mucho más Dramo- en cualquier cosa, Floriano le rogó le qui-
rante el Cruel, que assí se llamaba el señor siesse decir quién era y la manera que tuvo
del castillo, amparándose de los golpes de para haber el escudo de Miraguarda, porque
Albaizar, no creyendo que tales golpes y tal tenía en tanta estima al guardador del que
fuerza fuesse possible haber en hombre hu- no sabía qué se pensase. «El escudo, dijo Al-
mano; Albaizar, que claramente le conoció su baizar, jo le gané por fuerza de armas, ven-
flaqueza, le apretó de manera, que cortándolo ciendo en batalla igual al caballero que le
el brazo derecho dio con él muerto en el suelo, guardaba, é no tan solamente espero llevar
quedando tan cansado que sin se poder tener éste ante la señora Targiana, á quien sirvo,
cayó también junto con él; luego fue socorri- mas aun tocios los de los otros caballeros que
do de Palmerín y Floriano y de la doncella ' quisiessen defender que Targiana no sea la
que allí los trujo, que apretándole las heri- más gentil dama y hermosa mujer del mundo;
das lo mejor que pudieron le llevaron al con esta voluntad me voy á la corte del empe-
castillo, adonde de la gente del fueron rece- rador Palmerín, adonde mejor que en otra
bidos mejor de lo que pensaron, y allá vie- parte pienso que satisfaré mi desseo»; Floria-
ron que las heridas no eran peligrosas, pues- no, cuando del todo conoció que era moro y lo
to que eran muchas ó tenía gran falta de vio con palabras tan soberbias, algún tanto
sangre. enojado le dijo: «Mala empressa me parece
PALMERÍN DE INGLATERRA 135
que traéis, que en essa corte hay tantas cla- cían llanto por un cuerpo muerto que dentro
mas más hermosas que Targiana, y tantos ca- clellas iba; llegando á ellas, Floriano quiso
balleros que os lo combatirán, que tengo mie- saber la causa de su lloro, y descubriendo el
do que quedéis con mayor vergüenza que lo paño vio dentro u n cuerpo muerto armado
que vuestro corazón os dice»; Albaizar, que de unas armas verdes, tan envueltas en san-
no pudo sufrir tales palabras, por tocar en su gre que casi no se devisaba la color clellas,
señora, dijo contra Ploriano: «Vos, caballero, con tan graneles golpes, que bien parecía que
sabéis bien el tiempo en que me tomáis, por en gran batalla las recibiera ('); movido á
lo cual si vos os atreviéredes á ir á esta corte piedad de lo ver tal, detuvo a l u n o de los es-
en el tiempo que yo allí estuviere, que será cuderos para preguntalle la razón de su
presto, ahí os mostraré cuan diferente es el muerte, y las andas passaron adelante; el es-
merecimiento ele Targiana al de las otras mu- cudero, que no llevaba tanto espacio que se
jeres, si sobrello os osárades combatir comi- pudiesse detener, dijo: «Si mucho lo desseáis
go», «Por ser mal agradecidas en vos buenas saber, vení tras mí, que en el camino os lo
palabras, no os quiero decir más sino que diré, y si el esfuerzo os ayudare, allá halla-
seré en essa corte si pudiese tan presto como réis en qué aventuréis vuestra persona y do
vos, y entonces las obras de cada uno mani- se puede ganar honrra». «Por cierto, dijo
festarán la verdad de lo que hay en nos- iToriano, bien podrá contecer lo que quisies-
otros» ; y despidiéndose del, pidió á Palmerín se, mas jo tengo de llegar al cabo con essos
por merced que se fuessen; assí lo hicieron miedos»; y despidiéndose de Palmerín y
luego, que armándose se volvieron á su cami- Pompides que le quisieron seguir, se fue solo
no, dejando á Albaizar, del cual se hablará á tras el cuerpo que en las andas iba, desseoso
su tiempo, y ellos anduvieron por sus jorna- ele ver el fin de las palabras que el escudero
das tantos días, que se hallaron en los fines les dijera; Palmerín y Pompides siguieron
de Hungría, contentos de verse tan cerca de su camino por el valle abajo, platicando en
Costantinopla, para donde había tanto tiempo aquel acontecimiento, y como en aquella
que caminaban, puesto que Palmerín en la parte las aventuras estuviessen siempre cier-
fuerza deste contentamiento empezó á sentir tas, no anduvieron mucho cuando por el
muchos recelos mayores que nunca, tenien- mesmo valle vieron atravesar una doncella
do presentes las palabras que su señora le encima de un palafrén morcillo, que en lle-
dijera cuando la primera vez saliera de la gando á ellos se acercó, diciendo: «Señores,
corte; y no sabiendo determinarse por el pe- alguno de vosotros, por lo que debe á la or-
ligro en que se vía, apartábase con Selvián, den que recibistes, queráis comigo hacer un
que este secreto aun de los hermanos no le socorro á una doncella que tres caballeros
fiaba, y hallando en él tan buenas palabras por fuerza quieren matar»; Pompides, vien-
para le quitar de aquel recelo, que con ellas do la priessa de aquella doncella, volvió á
le obligaba á ir adelante y olvidar todos los Palmerín, diciendo: «Pues para vos tan pe-
otros miedos; mas el amor, que en él era queñas empressas no son, ruégoos me deis
grande, que doquier que está hace siempre licencia para irme con esta doncella, á lo
nuevas mudanzas, representábale en la me- menos veré si puede de mí salir alguna cosa
moria mil temores y otras cosas que del todo que parezca ser hermano vuestro»; Palme-
le sacaban de su juicio, de manera que por rín, que ninguna conversación le parecía
ninguna vía sabía qué hacerse. Estas cosas mejor que la de la vida solitaria, diósela, y
le causaban tan grande tristeza, que por quedándose con Selvián tornó á su camino
fuerza se vía en el rostro, por más que lo dis- y plática, porque en cuanto el tiempo le daba
simulaba, de que sus hermanos también te- lugar nunca en otra cosa ocupaba el sentido
nían mucha parte viéndole assí sin poder sino en las cosas de su señora Polinarda;
sacar del la causa que tan triste le hacía; passando en esto casi la mayor parte del día,
assí andando atravesando aquel reino, ha- ya que del todo el sol se recogía, dejando la
ciendo cosas con que su fama se estendía, tierra desacompañada de la claridad de sus
yendo hacia una cibelad puerto de mar adon- rayos y cubierta de las tinieblas que la os-
de se esperaban embarcar para Grecia, fue- curidad de la noche trae consigo, viéndose
ron á parar en un campo grande despoblado tan lejos ele poblado, comenzó de caminar
de toda arboleda que la natura produce, mas, hacia unos árboles que en el hondo del valle
con todo, verde y gracioso, y echando los ojos
á una y otra parte, contentando la vista en
las flores de que estaba lleno, vieron venir (<) Episodio imitado por Cervantes en el cap. XII
de la segunda parte de Don, Quijote. Sin duda Cer-
hacia sí unas andas cubiertas de un paño ne- vantes tuvo más en cuenta el Palmerín que cualquier
gro acompañadas de. tres escuderos que ha- otro libro de caballerías para su burlesca parodia.
Véase también el AmaMs de Gaula, I, 21.
136 LIBROS DE <CABALLERÍAS
parecían; llegando á ellos, se apeó, dando el galaterra su hermano, siguió tras las anclas,
caballo á su escudero, y echándose al pie de y el escudero que con él iba le dijo: «Pues
uno de aquellos árboles estuvo tanto tiempo que, señor, desseáis saber quién es el que
pensando en su señora, hasta que el niesmo en las andas va, decirlo he, porque me pa-
cuidado le adormeció, y allá hacia inedia rece que quien tanto dessea sabello será para
noche tornó á recordar, que su sueño no con- no negar su persona á alguna venganza sien-
sintía más reposo, y porque de noche cual- do menester; y pues las armas para desha-
quier cosa suena mucho, oyó apartado de cer agravios se hacen, podéis creer que en
donde él estaba quejar un hombre con pala- este caso mejor que en otra parte las podéis
bras tan lastimeras y tristes, que era mucho emplear; este caballero se llama Fortibrán el
para dolerse del; desseando oille de más cer- Esforzado, es natural deste reino, primo her-
ca, fuesse aquella parte hacia donde el otro mano del rey Erisol, y por su persona el
estaba, y porque la escuridad de la noche no más temido desta tierra; aconteció ayer que
le dejaba ver, no pudo devisar las armas ni vino á su castillo un escudero mostrando
las colores dellas y púsose á escuchalle con- con muchas lágrimas tener necessidad del
tento de le oir, porque un triste con otras para un socorro, y porque hasta entonces
tristezas reposa f1); el otro, que en otra cosa Portibrán no se había negado á ninguno, se
sino en passiones gastaba su tiempo, entre fue con él, y llevándole á una parte adonde
algunas palabras que consigo solo passaba, le esperaban cuatro caballeros sus enemigos,
comenzó á decir: «¿Para qué, Plorendos, te y puesto que Portibrán mi señor hizo en la
quejas de tu mal, siendo tan contento clél mi batalla lo que un esforzado caballero pudie-
señora Miraguarda? ¿qué queréis que haga ra hacer, como eran tantos, al fin le mata-
quien os vio para se perder, y os vi para de- ron; sabida en el castillo la nueva de su
cir que los que sienten mis males no son ta- muerte, fuimos por él en estas andas, y un
les que nenguno pueda con ellos sino yo, que su hijo de poca edad es ido á la corte á bus-
con los tener vive, para que con mayor dolor car algún caballero que vengue tan gran
la vida passe? Bien sé que toda pena sufrida maldad, por lo cual, si os atrevéis hacerlo,
por vos se satisface con el gusto de os servir; allende de acrecentar vuestra fama, daréis
mas ¿qué hará a quien vuestras cosas assí tra- causa que no se cometan otras traiciones
taron, que ni le dan vida para gozar este pla- como ésta». Floriano, que no buscaba otra
cer, ni le acaban de matar para no tener de cosa, ofrecióle su persona, pesándole de la
que se quejar?» Acabadas estas palabras de- muerte de Portibrán, que ya le oyera nom-
túvose un poco sin hablar, y con el cuidado brar por muy buen caballero; en esto llega-
de ellas se adurmeció; Palmerín, que cono- ron á la mar, adonde los estaba esperando
cía ser Morendos, quiso por algunas veces una fusta; entraron en ella con el cuerpo
dársele á conocer; después, recelando que le muerto, llevando los caballos que le trajeron
hiciesse algún estorbo á su camino, dejó de por tierra y ellos remando por la costa hasta
lo hacer, sintiendo en sí su passión tanto que fue noche, y al passar de un seno que
como la suya propia, que esto tienen los co- la mar allí hacía, encontraron dentro cuatro
razones nobles, dolelles menos su mal que los galeras de turcos que en ella estaban sobre
ajenos, é antes que el alba esclareciesse, áncoras, y para volver ya no tenían tiempo
mandando enfrenar el caballo, se tornó á su y para pelear Ploriano solo lo había de ha-
camino desseoso de ser ya en aquella corte cer; sin nenguna resistencia la fusta fue en-
del emperador Palmerín é passar por los trada por Abduramante, un capitán moro
miedos que su amor le representaba, porque que en las galeras venía, el cual, viendo las
cuando ellos son grandes, passallos ele pries- ricas armas de Ploriano, sabiendo ser caba-
sa los hace parecer menores. llero andante, le hizo buen tratamiento, y á
los escuderos mandó prender y el cuerpo de
Portibrán echalle en la mar, y á otro día
CAP. LXXVIL— De lo que aconteció á Flo- mandó alzar vela y seguir su camino; ésíe
rtano del Desierto en aquella aventura era hermano bastardo de Albaizar, y venía
del cuerpo muerto de las andas. en su busca, porque su otro hermano el sol-
dán de Babilonia era muerto, para que here-
El esforzado Ploriano delDesierto, que se dasse, porque ele derecho era suyo, y yendo
apartó ele la compañía de Palmerín de In- preguntando á Ploriano si le conocía, dán-
dole las señas, vínole á la memoria que
(') Este episodio es lugar común en los libros de ca-
aquel era el caballero que venciera á Dra-
ballerías. Véase el Amadis, lib I, cap. XXI y XXIV. inorante el Cruel, y con acordarse de la ba-
Cervantes lo imitó en él cap. XIX de la primera parte talla que con él dejaba aplazada, viendo que
de Don Quijote,
PALMERIK DE INGLATERRA 137
ñ o l a podía cumplir, quedo triste; Abdura- pondió ella, tan gran miedo me metieron
mante ('), sabida la causa de su tristeza, eno- estos hombres en la vida, que después de
jado comenzó á decir: «¿Piensas tu que contra muertos los temo; por esso vamonos de aquí,
mi señor Albaizar hay hombre en el mundo que en cuanto aquí estuviere no puedo per-
que se pueda sostener en campo? Por cierto, der el miedo». Pompides, riéndose del mie-
tú debes merced á la fortuna que de gran do que en ella vía, se desvió por el campo,
peligro te libró; con todo, si desso estás tris- adonde, por ser ya tarde, determinó repo-
te, lleguemos á la corte del gran turco, y sar, porque de allí á poblado era lejos; de
delante de la señora Targiana que acá le noche le estuvo la doncella contando cómo
hace andar, te combatiré que Albaizar es el yendo á la corte del rey Frísol, aquellos ca-
mejor caballero del mundo, y si del tienes balleros, topando con ella, la quisieron for-
alguna passión, en mí que soy su hermano zar; Pompides, después ole saber su vida,
la puedes vengar; Floriaim, que en cualquier quiso ver si con palabras la podía ganar la
parte desseaba mostrar su precio, acetó su voluntad, que su parecer obligaba á ello;
desafío, y el moro, desseoso de ganar honrra, mas como la doncella fuesse casta y virtuo-
y más en servicio de Albaizar, se puso en sa, pudieron poco con ella, y á otro día en
camino donde el gran turco estaba, al cual amaneciendo se fue su camino, y Pompides
dejaremos por tornar á Pompides, que la torno á seguir el que de antes llevaba, cles-
doncella llevó consigo como en el capítulo seoso de tornar á hallar á Palmerín, porque
atrás se dice; el cual no anduvo mucho, allende de le desear por lo que le quería,
cuando allegó á un valle de unos árboles tan hacíalo por gozar de su conversación, que
espessos, y hacia la parte que más espessos este bien tiene la ele los hombres virtuosos,
estaban oyó voz ele mujer tan cansada y fla- que los buenos y los malos dessean tenella
ca que parescía^que no la podía echar, y pu- sin otra codicia ele intereses.
niendo las piernas al caballo vio que un ca-
ballero por fuerza quería dormir con ella y
otros dos le estaban mirando y riéndose de CAP. LXXYLTI.—De lo que aconteció á Pal-
cómo se defendía; Pompides, viendo tan merín de Ingalaterra después que se apartó
gran vileza, con la lanza sobre mano re- de Florencios en el valle adonde le halló
metió al que la estaba forzando, dándole quejándose de su fortuna.
tan gran golpe con ella en la cabeza, que
desarmada tenía, que le echó los sesos fue- E n tanto que Palmerín se apartó de don
ra; los otros dos, cabalgando á mucha pries- Florencios, que estaba quejándose, echóse al
sa, con las lanzas bajas, cubiertos de sus es- pie de un árbol, adonde durmió algún espa-
cudos remetieron á él, encontrándole sin le cio de la noche, porque la mayor parte passó
hacer otro daño, y el que él encontró no en cuidados que no le habían dejado dormir,
hobo menester maestro, y con la espada en y antes que el alba esclareciese se metió en
la mano se fue al tercero, que trabajaba por camino; al cuarto día ele sus jornadas fue á
vengar á los otros; mas Pompides, en quien una floresta media legua de la cibclad de
había gran fuerza, en, pequeño rato dio con Buda, donde estaba el rey; vio junto á una
él del caballo abajo, y apeándose por ver si fuente donde se hacía una espesura de árbo-
era muerto, quitándole el yelmo volvió en sí; les una gran compañía de doncellas y caba-
con miedo de la muerte comenzó á pedir lleros que allí passaban la siesta, y porque
merced de la vida; Pompides, que con enojo le pareció que passando cerca tendría algún
de sus obras no le oía, le cortó la cabeza, embarazo que le estorbasse su camino, apar-
diciendo; «Quien tales obras hace, tal galar- tó el caballo por otra parte, que su intención
dón merece». La doncella, que no estaba en no era ocuparse en cosas que le podían de-
su acuerdo, cuando vio el fin de la batalla tener; andando assí, sintió al través un gran
tanto á su placer, vino hacia Pompides, y rugido, y volviendo la cabeza vio que entre
echándose á sus pies quiso satisfacer con pa- la mesina gente que estaba á los árboles ha-
labras su socorro, pues con mas no podía; bía batalla; puniendo las piernas al caballo
Pompides la levantó en los brazos, y viéndola por ver qué sería, llegó á tiempo que estaba
hermosa y la color perdida, le dijo; «Seño- pacífico, porque los de la una parte, tiniendo
ra, torna en vos, que agora no está aquí sino muertos á los que se defendían, á los otros
quien os haga mil servicios». «Señor, res- prendieron, y como en los presos conociesse
á la duquesa de Ponte y de Durazón, mujer
de Belcar, y entre los muertos al príncipe
(') Este nombre aparece escrito en el texto de varios Ditreo que la traía á holgar á la corte del
modos: ccAbduranjante», «Abduramente» y «Abduro- rey su padre, que Belcar estaba lo más clel
mete».
133 LIBROS DE
tiempo en la de Costantinopla, por la mucha yos no fuessen en vano, Bracandor andaba
afición que en ella tenía, por ser en ella cria- tal que no podía tenerse á caballo, teniendo
do, fue tan triste, que no se acordando que de diez caballeros perdidos los seis, de que
de la otra parte estaba el gigante Bracandor, tenía tanta pena que con la flaqueza dio con-
señor de la Roca Deshabitada, con diez caba- sigo en el suelo. Palmerín, contento de se
lleros bien armados, olvidando el peligro de ver desembarazado de tan fuerte enemigo,
tan gran cosa, viendo que con muchos gritos arremetió á los cuatro que quedaban, que en
las doncellas de la duquesa y ella con ellas pequeño rato dio con ellos en el suelo, y an-
lloraban la muerte de Ditreo, y junto con tes que descansasse quiso ver si Bracan-
esto vellas pressas en poder de hombre tan dor era muerto; estándole quitando los lazos
feroz, quiso que en obra de tamaño riesgo del yelmo, llegó aquel mesmo lugar Astri-
su persona se aventurasse, y arremetiendo pardo, sobrino de Bracandor, con otros diez
al gigante con la lanza baja, dio con él en el caballeros, que venía para acompañar á su
suelo maltratado por le tomar de súpito; los tío, y viendo á los suyos muertos y él en es-
suyos, que vieron tan gran osadía en un solo tado de le cortar la cabeza, sin más mirar
caballero, juntamente le encontraron; y pues- arremetió á Palmerín; mas él, que sintió el
to que algunos acertasen sus encuentros, no tropel de los caballeros, levantándose en pie,
le hicieron nengún daño, porque él quedó en y puesto que en aquel tiempo se quisiera en-
la silla tan entero como que no le tocaran, y comendar á su señora, la, priessa de sus ene-
arrancando de su espada se metió entrelíos migos no le dieron esse lugar; entonces, cu-
y comenzó á ferillos de tan graneles golpes bierto de lo poco del escudo que le quedara,
y tantos, que los puso en algún recelo; mas determinó de vender su vida si al mejor
á este tiempo llegó Bracandor, que ya había tiempo no le desamparasen sus fuerzas, y
tornado á cabalgar acompañado de ira y so- puesto que, como se dijo en este día, Palme-
berbia, apassionado de se ver derribado, di- rín liiciesse maravillas en armas, estaba tan
ciendo á los suyos: «Quitaos afuera, pone flaco y cansado y con tantas heridas y tanta
cobro en los presos no huyan, que dése mal- sangre perdida, que aquel fuera el fin de sus
aventurado este cuchillo me dará venganza, días si por allí no acertara á venir aquel es-
que quede bien satisfecho de lo que me ha- forzado Albaizar que venía la vía de Cos-
bía hecho»; los suyos se desviaron, que no tantinopla, el cual, viendo tan cruda y nota-
osaron hacer otra cosa, y Palmerín, que de ble é desigual batalla como era de tantos
tamaña fuerza vio sus golpes, recibióle con caballeros á uno solo, y conociendo que el
ánimo de que su corazón andaba siempre solo era el que le dio la lanza en el castillo
acompañado; la batalla duró entrelíos gran de Dramorante el Cruel, arremetió á Astri-
pieza, batallada con tanta fuerza y maña pardo, encontrándole con tanta fuerza que le
como para tan fuerte enemigo cada uno ha- echó de la otra parte una gran braza de lan-
bía menester, y como á la bondad de Pal- za, y arrancando de la espacia hizo tan gran
merín ninguno se igualasse, comenzó Bra- estrago en ellos, puesto que Palmerín no
candor á enflaquecerse de tal manera, que mostraba flaqueza, que mataron la mayor
los suyos determinaron passar su mandado, y parte dellos, y los otros huyeron con temor
juntamente con él comenzaron á dalle por ele tan temerosos golpes. Palmerín que se
tantas partes, que puesto que su ligereza fues- vio libre de tan gran peligro, quiso rendir
se grande, no estorbó las armas que las car- las gracias á Albaizar, mas él, mostrando
nes no fuessen cortadas por muchos lugares, que no se acordaba de lo que allí hiciera, se
por lo cual si Palmerín en algún tiempo fue por el campo abajo sin querer escuchar
mostró su alta proeza, fue agora, que ningún palabra. Palmerín, allende de le tener por
golpe daba que no derribasse caballero muer- esforzado, parecióle muy bien aquel despre-
to ó mal herido, sin que las armas pudiessen cio de la valentía que le viera hacer en irse,
resistir á su fuerza; las doncellas pedían á assí teniendo tan gran envidia del como otro
Dios que le favoreciesse, tiniéndole por el pudiera tener de sus obras; entonces, viendo
más señalado caballero que nunca vieron; que Braoandor no era del todo muerto, hízo-
Bracandor, que con ayuda ele los suyos tornó le prender á los escuderos de Ditreo, y con él
algún tanto en sí, andaba tan bravo viendo la otra compañía se partieron para Buda,
le duraba tanto un solo caballero, que blasfe- yendo la duquesa y sus doncellas tristes por
maba de sus dioses, creyendo que su ira cau- el primer acontecimiento, é algún tanto con-
saba tan gran destrozo, y con esta ira le daba soladas por este otro revés postrero, que esta
tan mortales golpes, que si Palmerín con su es la calidad de la fortuna, su rueda pocas
ligereza no se los hiciera perder, cada nno veces tener sosiego, mas antes en un mo-
fuera,bastante para le matar, y como los su- mento hacer muchas mudanzas.
PALMERÍN DE INGLATERRA 139
CAP. L X X I X . — E n que da cuenta de quién siendo tan esforzado como en el libro de Pal-
era el gigante Bracandor, y la razón por merín se cuenta, quiso con su esfuerzo miti-
que allí vino á estar. gar aquel dolor, para que la gente lo sinties-
se menos; Palmerín, al cual sus heridas
Para saber quién era este gigante y la ra- traían mal tratado, se apartó de la duquesa
zón que allí le trujo, dice la historia que en al tiempo que entraba por la ciudad, que era
la Isla Peligrosa hubo un jayán llamado Bu- ya noche, recogéndose á una casa acostum-
earcante, el cual, por sus costumbres y crue- brada á recebir los caballeros andantes, y
zas, fue tan mal quisto, que más por fuerza puesto que el rey, sabiendo lo que passaba,
que de otra manera señoreaba; ó como la dura hiciesse mucho por le hallar para que con
sujeción en que los suyos vivían fuesse tan tocia su tristeza le mandar curar y aposentar
áspera de sufrir que la misma muerte no lo según que merecía, nunca pudo saber nue-
podía ser más, algunos principales de allí vas del, porque puesto que algunos fueron
tuvieron manera que con ponzoña le mata- donde posaba, eucubríase de manera que
ron, y porque del no quedaba más de u n fijo pensaron que era otro; el pueblo de la cibdad
pequeño que en las crueldades de su padre d.e Buda, sin pedir licencia al rey, tomaron
no tenía culpa, tuvieron por bien que su á Bracandor y tuviéronle algunos días vivo,
inocencia le salvasse la vida, mas echáronle usando tantas maneras de crueza en él, que
de la isla porque no fuesse como el padre. Este algún tanto se tuvieron por satisfechos del,
mozo, viéndose solo é desterrado, tomo con- y con esto le acabaron de matar, quemándole
sigo Astriparclo su sobrino, hijo de una su después de muerto los huessos para que de
hermana, y con algunos caballeros que le tan mala cosa no quedasse reliquia del; el
quisieron acompañar se fue al reino de Hun- rey Prisol, puesto que muy bien sabía dissi-
gría, con intención de poblar una pequeña mular la muerte de Ditreo, no pudo tanto
montaña que allí había, á la cual llamaban la que, orno la passión fuesse grande y él cre-
Roca Deshabitada, porque le pareció que por cido en edad, que no le acabasse la vicia,
ser hijo de su padre en otra parte no podía cuya muerte sus vassallcís mucho sintieron,
estar seguro, assí por el lugar ser fragoso porque sus costumbres eran dinas clello, por-
como por una fortaleza que en él se hizo; que los sostenía en justicia, tratábalos con
vivía allí tan alegre y sin temor de ninguno, amor, señoreábalos con benignidad ('), ga-
que perdió el recelo. lardonaba los servicios, castigaba los yerros
A todo esto, Bracandor, viéndose caballero según que cada uno merecía, mostraba tem-
esforzado, con Astripardo, su sobrino, y los planza en la ira, moderado en los acidentes,
otros caballeros robó toda la tierra, haciendo amado de los suyos, temido de los estraños,
obras tan perversas que bien parecían sali- desseoso de la paz, esforzado en la guerra,
das de quien le engendrara, é puesto que en finalmente, era dotado ele todas las perficio-
aquella roca tuviessen abasto todo, de una nes que debe tener quien la gobernación de
sola cosa se hallaba con necessidad, que era reinos é señoríos ha de tener, y hicieron por
de mujeres, y como los suyos determinassen él muy señaladas obsequias, y luego fue lla-
dejalle si dellas no les proveía, buscaba to- mado Estrellante su nieto, hijo ele Ditreo,
das maneras para habellas, agora fuesse por para que tomasse el cetro; mas él acetó el
fuerza ó de otra manera; y siendo un día nombre de rey y dio la gobernación á otro,
informado cómo la duquesa, mujer de Bel- porque entonces comenzaba á seguir las ar-
car, viniesse á holgarse á la corte del rey su mas, teniendo en más el trabajo dellas que
suegro en compañía del príncipe Ditreo, que el descanso de reinar; Palmerín estuvo en
con algunos caballeros más en hábito ele gen- aquella cibdad menos días de lo que había
tiles hombres que de guerra las venían acom- menester para curar de sus heridas, y aún
pañando, salió á ellas con quince compañe- mal dispuesto se metió en camino con desseo
ros, estando assí seguros, y como el príncipe de hacer obras 'que esclareciessen su perso-
y los suyos estuviessen desarmados, en pe- na, creyendo que cuando ellas son tales, ha-
queño espacio los mataron, puesto que tam- cen inmortal la fama.
bién de la compañía de Bracandor murieron
cinco, por lo cual, cuando Palmerín llegó, CAP. LXXX.—De cómo Floriano del De-
halló los diez, como en el capítulo atrás se sierto fue á la corte del gran turco, é de
dice, adonde passó todo lo más que ya conté. la batalla que hobo con Ábduramante.
Partida la duquesa con su compañía para
la cibdad, sabida por el rey la nueva de la Aquí deja de hablar de Palmerín ele In-
muerte de Ditreo su hijo, recibióla con tanto galaterra, que seguía su camino á Costanti-
dolor como esperanza de hacello con alegrías; (l) El texto: dbegninidad».
140 LIBROS D E CABALLERÍAS
nopla, adonde entonces había muy gran tris- lia». Floriano, que de le ver tan soberbio y
teza por la muerte del rey Frísol que en follón no estaba poco enojado, y de la mora
aquella corte era muy amado, y torna á dar enamorado, no pudiendo ya sufrirse, se le-
cuenta de Floriano del Desierto, que en vantó en pie, diciendo:' «En tiempo estás,
compañía de Abduramante caminaba para Abduramante, que lo que te dije cumpli-
la corte del gran turco, que como en su via- ré, porque yo no te niego Álbaizar ser muy
je tuviesse el viento próspero, en poco tiem- esforzado caballero, que le vi hacer tales
po las galeras llegaron á aquella parte. Ab- obras que dan testimonio dello, mas tampo-
duramante salió en tierra con algunos pri- co te confiesso que el escudo de Miraguar-
sioneros captivos que llevaba, armado ele da él lo ganase por fuerza, porque ni yo
armas galanas que para aquella entrada lo sé ni creo tal de quien le guardaba. El
mandara hacer; Floriano se armó de las que parecer y hermosura de la señora Targiana
ele antes traía, y salió con él en tierra, y dinos son de grandes obras, y assaz de poco
assi juntamente se fueron al palacio del hará quien por ella se combatiere 3^ no las
gran turco, que recibió á Abduramante con hiciese; vamonos al campo, que si ella me
tanta honrra como merecía persona de tanto asegura, á ti y Álbaizar é á cuantos hubiere
precio, y él le hizo servicio de todos los pri- en el mundo combatiré, que mejor en un
sioneros que traía, de que el gran turco se día que ellos en toda su vida la puedo ser-
mestró alegre y le rindió las gracias que ta- vir; Abduramante, no pudiendo sufrir pala-
maño presente merecía; de ahí se fue Abdu- bras tan sueltas de un hombre su cativo,
ramante adonde estaba Targiana ( 1 ), que dio con el yelmo tan gran golpe en el suelo
también le recibió muy bien y con mucha de la cámara, que le abolló, diciendo: «¡Oh,
cortesía, é después de haber passado algu- Mahoma! ¿cómo consientes que en mi pre-
nas palabras de cumplimiento, le dijo: «Se- sencia un soberbio cristiano tenga tal osa-
ñora, después que de aquí partí, corrí gran día? Señora Targiana, ruégoos que pues tan
parte del mundo en busca de Álbaizar mi lejos os escogimos por juez en este caso, le
señor, y puesto que no le hallé, hallé del mandéis asegurar, el campo, é vamos luego
tales nuevas que con ellas satisfice el tra- á él, que yo prometo de no me desarmar
bajo del camino, porque entre cristianos hasta que con mis manos me satisfaga de
adonde no conocen, su fama es tan alta, que tan gran injuria». Targiana mandó a Flo-
hace envidia á todos aquellos que por le al- riano que quitasse el yelmo, que le quería
canzar aventuran su persona adonde es du- . ver; Floriano lo hizo luego, é como con la
dosa su salida, é ya supe cómo venció al ira que recibió de las palabras de Abdura-
aguardador del castillo de Almaurol, y por mante estuviesse abrassaclo é con una color
fuerza de armas ganó el escudo de la figura viva en el rostro, quedó tan hermoso, que
de Miraguarda, y le trae consigo para pre- Targiana, vencida de aquel parecer, comen-
sentarse juntamente con todos loa de los se- zó á sentir la flaqueza de la carne, é por no
ñalados señores de la corte del emperador mostrar que la sentía,' despidiólos luego, to-
Palmerín, para adonde va agora, si con él se mando á Floriano en su guarda, é para más
quisieren combatir, en señal de ser la más seguridad, mandó que se armassen quinien-
hermosa mujer del mundo, de cuyo acuerdo tos caballeros y estuviessen en el campo;
saca fuerzas para tan grandes cosas y le Floriano le quiso besar la mano, mas ella
nace osadía para perder el miedo y acome- no se la dio, antes levantándose del estrado
ter cualquier aventura por peligrosa que se fue á una cámara que caía sobre la plaza
sea; agora ha pocos días que topé con este donde se hacían las batallas, é puesta á una
caballero en una fusta, adonde después de ventana sobre un paño de seda, esperó á los
prender á los que en ella venían, ya al te- caballeros, que no tardaron mucho, armados
ner en mi poder, entre algunas nuevas que de las mesmas armas con que estuvieron de-
me dio de Álbaizar, me dijo que estaba lante della, é porque viera a Floriano muy
desafiado con él para irse á combatir á casa mozo é dispuesto, y á Abduramante robusto
del emperador Palmerín, de que mucho me y de mayor edad, recelaba la batalla, pa-
reí, aconsejándole que no le pesase de se ver reciéndole que Floriano no le podría durar
fuera de tan gran peligro; mas él agradeció- en el campo. Llegó la guarda de los quinien-
me tan mal aquestas palabras ó consejo, que tos caballeros, y el gran turco puesto con su
fue forzado desafiarnos entramos para esta hija en la misma ventana, que ya sabía lo
corte, y que vos fuéssedes juez de la bata- que passara. Abduramante, impuniendo el
caballo á una parte y á otra, blandiendo la
lanza, comenzó á decir: «Agora, señora Tar-
(') ISTombre que recuerda el de Tartana, la heroína giana, quiero que creáis qué vassallos vues-
del Libre de jLppolhmio,
P A L M E R Í N D E INGLATERRA 141
tros vassallos tienen», y volviendo las rien- á vuestro, é yo desta sola merced quedaré
das contra Floriano, que le estaba mirando, tan contento y pagado, que no os sabré pedir
abajó la lanza, cubierto de su escudo arre- otra». Targiana, algún tanto mudada la co-
metió á él con tanta fuerza como el caballo lor, puso los ojos en el gran turco su padre,
le podía llevar; Floriano le salió á recebir y después, volviendo los ojos hacia Floriano,
deseosso de en aquel encuentro parecer bien con semblante alegre le recibió por su caba-
á Targiana, é con esta voluntad le encontró llero, ele que el gran turco hobo placer por le
tan bien, que dio con el moro por cima de tener en su casa, creyendo que en algunos
las ancas del caballo, sin Abduramante ha- tales como él su corte sería ennoblecida y
cer más que romper su lanza en Floriano, famosa; desta manera por algún tiempo Flo-
de que el gran turco quedó algo triste y riano quedó en la corte del gran turco en
Targiana alegre; Abduramante. corrido ele servicio ele Targiana, á quien él no parecía
tal cosa, levantóse en pie más lleno de polvo mal ni ella á él tampoco.
que de confianza, y echando mano á la es-
pada, entonces, saltando del caballo cubier-
CAP. LXXXI.—Cómo Palmerm socorrió á
to de su escudo, comenzó Floriano con Ab-
Dramicsiando y á Florencios que andaban
duramante una batalla tan bien herida, que
ambos en batalla.
nunca en aquella corte otra mejor se viera;
como entramos estuviessen á pie, cada uno E l gran Dramusiando, de quien ha mucho
con desseo de mostrar para cuánto era, jun- que no se hizo mención, después que se partió
táronse tanto que muchas veces con los pomos clel castillo de Almaurol, corrió gran tierra
se ciaban. E n esto anduvieron gran rato, por- en busca de quien, le hurtara el escudo, ha-
que Abduramante en aquel día, que fue el ciendo obras notables que aquí no se escri-
postrero de todos los suyos, quiso tan bien ben porque en las corónicas de los empera-
mostrar el fin de su valentía dando golpes dores de Grecia están largamente contadas;
tan señalados y grandes, que las armas de después de andar muchos días por muchas
Floriano daban señal delío; los que de fuera partes, vino al castillo de Dramorante el
miraban la batalla, recelosos clella, no sa- Cruel, que era sti primo, adonde por las se-
bían qué se dijessen. Floriano, viendo la li- ñales que le dieron supo que quien le hurtara
beraleza de Abduramante y la fortaleza de el escudo de Mira-guarda era el que le mató,
sus golpes, y el esfuerzo con que se comba- por lo cual se le dobló la voluntad de busca-
tía, usando de sus costumbres comenzó de lie con mucha más diligencia, y después de
le herir con otros golpes mayores que los atravesar todo el reino de Hungría, cami-
suyos, que en poco rato ni el moro tuvo ar- nando por el pie de una montaña vio venir
mas para defender las carnes, ni escudo con hacia sí un caballero bien puesto encima un
que se cubrir, ni fuerzas para pelear, tan caballo morcillo armado de armas negras,
falto estaba de todo; el gran turco quisiera tan descuidado y triste, que traía las riendas
muchas veces mandallo apartar, pesándole perdidas ele la mano y el echado sobre- el ar-
de ver morir; Targiana le rogó que no lo zón delantero, como quien de otra manera
hiciesse, pues ella le aseguraba el campo; no se podía tener; Dramusiando le saludó
Abduramante, viéndose del todo perdido, cortésmente, y viendo que con desacuerdo
quissiera algunas veces rendirse; después, no respondió, tiróle hacia sí de un brazo,
habiendo miedo á la vergüenza, determinó diciendo: «Señor caballero, ¿no responderéis
antes morir que verse en ella; con este pro- á quien os saluda?» El caballero levantó el
pósito hizo tanto, que de cansado cayó, rin- rostro, y puniendo los ojos en él, le dijo:
diendo el espíritu ante los pies de su ven- «Tal voy yo r que ni os oí ni sé si me ha-
cedor. bláis; y si á vos os parece otra cosa, por mi
Floriano, puesto que de la batalla quedasse fe que estáis engañado». «Bien veo, dijo
cansado, fuesse delante ele Targiana, adonde, Dramusiando, que decís verdad, que el pa-
puesto de rodillas delante del gran turco recer vuestro lo manifiesta; mas con toda
su padre, elijo: «Señora, yo soy un caballe- vuestra passión, pues por esta tierra andáis,
ro estraño á quien los desastres de la fortu- ¿sabríadesme decir adonde hallaré á un ca-
na en esta tierra echaron; pidos por merced, ballero que trae consigo un escudo en que va
pues que en esta batalla, que fue la primera sacado por el natural la más hermosa cosa
que delante ele vos hice, quisistes usar de la que naturaleza crió, con letras en el borde
realeza de vuestra sangre en ser aseguradora que dicen MIRAGUARDA?» El otro caballero,
del campo, que de aquí adelante me tengáis con el sobresalto grande ele oir aquel nom-
por vuestro para serviros de mí, porque los bre, tornó en sí, y enderezándose en la silla,
que lo supiesen que lo soy, trataránme como dijo: «Por cierto, mucho querría saber para
142 LIBROS DE CABALLERÍAS
qué desseáis hallar esse caballero, que yo quién fuesse, bendecíale muchas veces, decía
también no en otra cosa gasto mi tiempo». entre sí: «¿Para qué traigo armas, si soy para
«Quería, dijo Dramusiando, para le tomar tan poco que un flaco caballero no puedo
el escudo por batalla y tornaíle el castillo de vencer? ¡ Oh, señora Miraguarda! bien sé
Almaurol adonde él le hurtó, juntamente con que esto me viene de no os acordar de mí
su cabeza por castigo de su yerro». «Essa allá donde estáis; mas ya que assí es, acor-
empresa, dijo el otro, á mí más que a nen- daos que el primer día que os vi desseé ser-
guno conviene; por tanto, déjame á mí el tra- viros y desconfié de mereceros, por lo cual
bajo della y vos go«á la vida con reposo, que en esta batalla hecha en vuestro nombre me
la mía para acabarse en los peligros dessa ayuda, y los otros galardones guardarlos
aventura se guardó» .Dramusiando, que no le para quien tuviese la dicha más alta y las
conoció, viendo en él aquellas palabras, qui- otras calidades conformes á lo que vos me-
so con otras saber quién fuesse, mas como recéis; déjame sostener la vida hasta que
él no se lo quissiese decir, vinieron á tantas con ella torne el escudo á su lugar, y des-
palabras que apartándose uno del otro con pués mátame, que éste ha de ser el fin que
las lanzas bajas, se encontraron en los escu- mis males han de tener por galardón de mis
dos, que haciéndolos pedazos al passar se desseos». El otro caballero de las armas ne-
toparon con tanta fuerza, que assí ellos como gras, que también vía su honrra en peligro y
los caballos vinieron al suelo, y levantándose creía que aquella sería la postrera batalla en
con las espadas en las manos, comenzaron á que se viesse, holgaba de perder la vida por
herirse con tanta braveza como si entrellos salvarse de otros peligros en que cada día se
hubiera enemistad de muchos días. vía, y con la espada alta se fue contra Dra-
Dramusiando, que vio en su contrario tan musiando, y entramos con pequeña esperan-
gran fuerza y ligereza, miró muchas veces za de la vida se juntaron con tan gran ímpe-
si era Palmerín ó Floriano del Desierto, é tu, que no podían las armas sufrir los golpes
viendo no ser ninguno dellos, tuvo en mu- que no llegassen á las carnes; firiéronse tan
cho su valentía, que quitando estos dos, de cruelmente, que sin nengún acuerdo, desma-
nenguno otro esperaba tan grandes golpes, ó yados de las muchas heridas y sangre que
por esta razón aprovechábase de toda su des- perdieron, cayeron cada uno por su parte
treza y esfuerzo, hiriéndole tan á menudo, tales, que quien entonces los viera mal juz-
y con tanta fuerza, que si no fuera por la li- gara que en cuerpos tan despedazados podía
gereza con que se guardaba, parecía imposi- haber remedio; mas la fortuna, que para ma-
ble poderse nenguno sostener contra sus yores cosas los guardaba, ordenó que en
fuerzas; mas las de su contrario eran tales, aquel estante atravesó por allí el gran P a l -
que sus armas rotas por muchas partes da- merín de Ingalaterra al tiempo que los vio
ban testimonio el ello, y porque había gran acabar de caer, y llegando á ellos conoció
pieza que se combatían sin descansar, fueles luego á Dramusiando, y viéndole muerto,
forzado quitarse afuera por cobrar aliento, quedó tan triste que le caían las lágrimas
é Dramusiando, puniendo los ojos en si y por los ojos, no pudiendo sufrir tan gran
viéndose maltratado por un solo caballero, pesar; quitando el yelmo al otro caballero,
no sabía qué se pensase, porque él siempre y conociendo que era Florencios, no tuvo
tuvo por sí que uno, ni dos ni tres caballeros tanta fuerza para sostenerse en los pies que
le llevarían á tal estado; entonces, no se pu- dejasse de caer entrellos; mas viendo que
diendo sufrir, con la ira que clello tenía arre- para tan gran mal otro esfuerzo era menes-
metió al otro, que con la misma voluntad le ter, tornó en sí, y mandó á Selvián que á la
recibió; desta segunda batalla comenzaron mayor priessa que pudiesse fuesse á una
á herirse tan denodadamente, que ni las ar- cibdad que estaba ahí cerca á hacer venir
mas defendían los cuerpos, ni la soltura el quien los curasse, puesto que á su parecer
daño que con ellos se hacían, de manera que esto era trabajo escusado. Selvián, que con
en pequeño ralo se 'pararon tales que en el la muerte de aquellos recelaba la vida de su
más sano tenía poca confianza de la vida, señor, fue y vino en tan pequeño rato, como
especialmente después que se vieron sus ar- si el camino fuera muy más cerca, trayendo
mas sin defensa y los escudos deshechos y consigo dos maestros espirimentados en co-
las hierbas del campo tintas de su sangre, sas grandes. Palmerín los rogó que en aque-
con que sus fuerzas venían en tanta flaque- llos hombres quissiessen mostrar su saber,
za, que casi no podían menear los brazos, ó prometiéndolos tamaña satisdación como me-
de cansados se tornaron á quitar afuera. recían, que esto han de tener los grandes
Dramusiando, viéndose puesto en tan gran príncipes, liberales en el prometer, verdade-
flaqueza por un solo caballero, sin saber ros en el cumplir; los maestros los miraron
PALMERÍN DE INGLATERRA 143
todas sus heridas, é puesto que las hallaron llero estraño, á quien los amores de la más
de peligro, bien vieron que el mayor clellos alta y hermosa mujer del mundo traen des-
era la falta de sangre que perdieran; con terrado por tierras estrañas, y este amor
este conocimiento tuvieron esperanza de sa- me hizo ir al castillo de Almaurol é comba-
lud, de que Palmerín quedó más alegre; des- tirme oon el aguardador ele su escudo de Mi-
pués de curados, Selvián tornó á la ciudad raguarcla, al cual vencí en batalla, ganando
por andas, y en ellas los llevaron á casa de por fuerza de armas el escudo de la contien-
un caballero noble y rico que cerca vivía, á da, C|ue comigo traigo para gloria de quien
donde sin ningún acuerdo estuvieron los pri- acá me envió; también digo que si me die-
meros días. Palmerín los acompañó todo el res licencia y me aseguracles el campo, que
tiempo que duró la cura, que passó de un desafío á tocios los caballeros enamorados que
mes, sin nunca los dejar, que el amor ó la en tu corte se hallaren y fuera della quisie-
amistad verdadera, adonde está, no en las ren venir, á los que les haré reconocer que
bonanzas, mas en las adversidades se co- mi señora Targiana es la más hermosa dama
noce. del mundo; las condiciones con que vendrán
á la batalla han de ser éstas: cada uno traya
un escudo en que venga la señora á quien
CAP. LXXXII. — Cómo á la corte del empe- sirve sacada por el natural con el nombre
rador Palmerín llegó Albaizar, é de las della escrito al pie , porque este será el pre-
condiciones con que puso stt aventura. mio que el vencedor ha ele llevar, ó siendo
Muy ennoblecida y llena de caballeros fa- alguno tan poco favorecido ó de amores tan
mosos estaba la corte del emperador Palme- encubierto que no quiera que se sepa quién
rín, que ya en este tiempo era muy flaco y le mata, éste traerá eii su escudo el nombre
viejo, cuando á ella llegó aquel esforzado y de su señora; y el que me venciere á mí, no
temido Albaizar, el cual, después de se apar- tan solamente llevará el escudo de mi señora
tar de Palmerín en el valle á donde le halló Targiana, mas aún ganará todos los otros
en batalla con Bracandor y los suyos, andu- que en mi poder estuvieren; el caballero que
vo algunos días por aquel reino de Hungría en las justas de las lanzas claramente no
haciendo cosas con que su fama volaba por fuere mi igual, perderá el escuelo y no podrá
cima de las nubes; estas cosas le estorbaron hacer batalla de las espadas comigo; agora,
que no pudo llegar á la corte tan temprano emperador, quiero ver lo que mandas y lo
como él quisiera; ya que no hallaba en quién que tus caballeros hacen contra un caballero
matar su fortaleza, llegó á ella un día de que ele tan lejos los viene á buscar».
fiesta, á tiempo que el emperador acababa Acabadas estas palabras, fue tan grande
de comer en el aposento ele la emperatriz, alboroto entre las clamas y los mancebos cor-
acompañado de todos los grandes é caballe- tesanos, que todo el palacio no se hablaba en
ros mancebos que entonces en la ciudad de otra cosa, clesseando ver Albaizar en el cam-
Gostantinopla se hallaron, que eran mu- po, ellas para ver lo que tenían en quien las
chos; Albaizar, apeándose á la puerta de servía, y ellos para más tratar lo que las que-
palacio, acompañado de dos escuderos entró rían y hacían por su servicio. El emperador,
por la sala armado de armas verdes y espe- primero que responcliesse, mando sosegar
ras de oro por ellas, que muy ricas eran; é la gente, é después respondiendo Albaizar,
porque su presunción y confianza era gran- dijo: «Por cierto, caballero, vos tomastes la
de, iba rompiendo por entre la gente con un mayor empressa que nunca vi, y porque no
meneo altivo y menos cortés que mesurado, conceder en lo que pedís sería desabrimien-
é como sus atavíos é armas fuessen lustrosas to vuestro y de otros muchos, digo que os
y él bien dispuesto é gentil hombre, y her- aseguro el campo, y doy licencia para com-
moso rostro, que le traía desarmado, entró batiros con las condiciones que nombrastes
con tan buen aire cuanto en aquella corte le todos los días cjgre mandardes; mas primero
había; llegando ante el emperador, hízole que os vais al puesto adonde las batallas se han
cortesía con la cabeza, abajándola algún tan- de hacer, os niego me> quitéis de una duda
to, é lo mesmo á la emperatriz, é puesto en en que estoy, y es que si con Olerique, sol-
pie, echando primero los ojos á tocias partes, dan que fué de Babilonia, tenéis algún pa-
espantado de ver la hermosura ele sus damas, rentesco, porque me parecistes mucho á el».
comenzó á decir: «Alto emperador, por dos «Señor, dijo Albaizar, por la licencia que
cosas huelgo de haber venido á tu corte: la me dais os beso las manos, y en lo demás á
una por ver la nobleza della, la otra por po- mí llaman Albaizar, segundo hijo ele Oleri-
der esperimentar con tus caballeros é servir que, soldán de Babilonia». El emperador se
en ello á quien acá me envía; yo soy caba- levantó en pie, y abrasándole con amor, le
144 LIBROS DE
dijo: «Señor Albaizar, con otra impressa os CAP. LXXXIII.—De las fastas qtie hobo
quisiera ver en mi casa, mas ser enamorado el primer día.
os disculpa», é quiriénclole mandar aposen-
tar dentro en el palacio, Albaizar no quiso Aquel día que Albaizar llegó no hobo
acetar aquella merced, que su intención era quien justasse con él, por ser ya tarde; el
estar en el campo todos los días que las ba- otro, en saliendo el sol, ya á la puerta de la
tallas habrían de durar; la emperatriz y Grri- plaza, que continuamente estaba hecha para
donia le mandaron pedir les quissiese mos- las batallas, estaban algunos caballeros, des-
trar los escudos de Targiana é de Miraguar- seoso cada uno de ser el primero que con él
da para vellos, y puesto que Targiana en probasse para ganar los escudos, cosa en que
cualquier parte pareciesse hermosa, cuando tanta honrra se alcanzaba; y sobre quién iría
las damas vieron á Miraguarda, perdieron primero comenzaron haber diferencias; mas
toda la esperanza de sus servidores poder el emperador, que ya en este tiempo era
acabar alguna cosa, que las otras que ya pas- levantado, mandó á los jueces quesupiessen
earon su tiempo tenían de qué haber envi- quién fuera el primero que allí viniera, esse
dia sino de la edad, y andando el escudo de justasse, é assí por orden saliessen todos; los
mano en mano fue á parar en la de Polinar- jueces, después de habelles apaciguado, man-
da, é puesto que hasta allí nunca viera cosa daron á Orespián de Macedonia que justase,
que le cliesse ningún recelo, no supo enton- y él lo hizo, mas Albaizar no le quiso reee-
ces encubrir la passión que aquella figura le bir, porque no traía en el escudo la figura
hacía; las damas sintieron en ella aquel so- de su señora, según la postura; é assí hizo á
bresalto, é no dejaba cada una de murmurar los otros, de manera que aquel día, ni el se-
en lo secreto, mas esto es natural de las mu- gundo, ni tercero, ni cuarto, no justó con
jeres, ser tan desconfiadas que cualquier cosa nenguno, que todos aquellos días se fueron
las mueve, que Polinarda era hermosa que en hacer escudos y en debujar damas saca-
no podía tener de qué se recelar; Miraguar- das por el natural, é al quinto el primero
da era tanto, que cada una se podía tener que vino fue Bsmeraldo el Hermoso, que en
por contenta de la parte que le cabía; é pues- la corte era tenido por buen caballero, y pre-
to que Polinarda desseó algunas veces ver sentado a los jueces un escudo con una mu-
en aquella corte á su Palmerín, entonces más jer clebujacla de los pechos arriba, al parecer
que nunca, para con sus fuerzas ganar el hermosa, con letras blancas al pie que de-
precio de aquellos escudos é perder el recelo cían ARTESATTRA, se vino contra Albaizar, y
de que vivía, algunas veces se recogía en una cubiertos ambos de los escudos se vinieron á
cámara sola, é con lágrimas se quejaba ele sí encontrar en ellos, mas como la valentía de
mesma, acordándose de las palabras con que Albaizar fuese diferente de la del otro, Es-
le despidiera; alguna vez estaba determinada meraldo fue al suelo, quedando Albaizar tan
mandarle luego buscar, después tornaba á entero en la silla como si no le encontrara;
determinar en otra cosa, porque en las mu- tras él entró Ascarol, caballero mancebo, que
jeres mayor assiento las mudanzas que la presentado ante los jueces un escudo con la
constancia tiene; tornando al propósito, Grri- figura de Artinela, clama de casa de la em-
donia mandó traer delante sí la tabla en que peratriz, fue derribado de la manera de Es-
estaba la figura de Altea, que en aquella casa meraldo, y los escudos de entramos puestos
tenían por cosa estremada, é cotejada con el á los pies de Targiana.
bulto de Miraguarda, la juzgaban bien lejos
de hermosa; Albaizar, recogidos sus escu- Tras éste vinieron Altaris y Risgeraldo,
dos, fuesse al campo, á donde halló ya dos que servían á Beliana, hija del duque de
tiendas que el emperador para él mandara Costando, y cada uno le traía en su escudo,
armar, é mandó poner el escudo de Targiana confiando alcanzar la vitoria por lo que la
sobre una piedra que en el campo había, é quería, mas Albaizar los llevó por el estilo
pusieron el de Miraguarda al pie en señal de de los passados, de lo que el emperador em-
vencida; aquel día, por ser ya tarde, dejaron pezó á recebir pesar, estimando Albaizar en
para otro el comienzo de las batallas, que mucho más que de antes porque á todos estos
fueron mucho para ver, que Albaizar de su caballeros derribó cada uno ele su encuentro,
parte hacía maravillas por llevar su vitoria cosa para tener en mucho más que de antes
adelante; los de la otra parte, quiriendo mos- y que pocas veces acontecía. Aquel día no
trar á sus damas para cuánto eran, hacían hobo más justas; al otro día fueron tantos,
lo que podían, que siempre en estos tiempos que la plaza estaba ocupada dellos; la empe-
del amor viene el esfuerzo y cría fuerzas ratriz y Griclonia se levantaron más tempra-
para más daño de quien las prueba. no de lo que acostumbraban por ver las jus-
tas, é las damas andaban tan alborotadas por
PALMERÍN DE INGLATERRA 145
ver lo que sus servidores harían, que no nos soberbias que enamoradas; á este tiempo
durmieron en toda la noche, gastándola en llegaron los jueces del campo, que mandaron
cosas necessarias para el otro día; Albaizar, poner junto al padrón un árbol con muchos
puesto en apunto, se puso á caballo, espe- troncos, en que pusieron los escudos que Al-
rando á quien viniesse; el primero con quien baizar ganara, porqué hasta allí estaban en
justó fue con Radiarte, que servía á Lucen- el suelo, y encima de todos los vencidos fue
da, y vino al suelo del primer encuentro y puesto el de Miraguarda, en señal de haber
su escudo acompañó á los otros; tras él vino sido ganado por batalla y los otros no, que
Ricardoso, que servía á Doreta, y también así lo declaró Albaizar; no tardó mucho que
fue por el camino de Radiarte, de manera á la puerta del cerco llegó Belisarte, hijo de
que el segundo día anduvo Albaizar tan va- Belcar, armado de armas de pardo y blan-
liente, que derribó á Argolante, que servía co, en el escudo en campo blanco unía sagi-
á Polifema; á Caraeroy de Esclavonia, servi- tario con un arco en las manos; este le traía
dor de Juliana; Leonardín y Barbolante, ca- su escudero y el entró con otro que presen-
balleros franceses, que cada uno en su volun- tó á los jueces, en que venía la figura de
tad servía á Arnalta; Alisbán, el servidor de Dionisia, hija del rey Desperté, á quien ser-
Armenia, con otros muchos caballeros que vía, tan hermosa que hacía ventaja á las
por prolijidad no se nombran, de manera más que allí se ganaron, no hablando de
que con estas vitorias crecía su soberbia Miraguarda, que con ésta se igualaba nen-
muy altamente, y tanto le favoreció la for- guna; acabado de le entregar, puestos los
tuna y su dicha, que todos estos hombres ojos en aquella figura que le mataba, ende-
fueron derribados de un solo encuentro; el rezándose en la silla, cubierto de su escudo
emperador, puesto que hasta allí no viera que su escuelero le dio, arremetió muy va-
nenguno de sus caballeros á los que juzgaba lientemente á Albaizar, que le salió muy
por famosos, no dejaba destar triste, creyen- prestamente á recebir, y puesto que Beli-
do que Albaizar era para tanto que metería sarte fuesse muy esforzado caballero é muy
en afrenta su corte; Primaleón sentía esto valiente, que ni la valentía suya ni la her-
más que nenguno, y tenía asentado en su mosura de Dionisia pudieron tanto que á la
voluntad, si Albaizar fuesse con la vitoria segunda carrera no fuesse al suelo con la
adelante, de combatirse con él; Albaizar, el silla entre las piernas, porque la prime-
tiempo que se hallaba desocupado, gastábale ra vez passaron el uno por el otro sin se
en palabras enamoradas ofrecidas á la figura hacer daño ninguno, y el muy esforzado
de Targiana, que aquel día estaba cercado de Albaizar perdió una estribera, mas presto
otros muchos más hermosos que no él; mas tornó á cobralle; tras él entró don Rosbel su
el amor es ciego y no le dejaba conocer esto, hermano, armado de todas armas confor-
y entre los muchos que allí se vían, el de mes á las de Belisarte, presentando ante los
Miraguarda hacía tanta gran ventaja, que jueces un escudo con la figura de Dramacia,
en la corte se hablaba más en ello que en la camarera de la infanta Polinarda; al fin á
valentía de Albaizar, el cual estuvo en el otras dos carreras que corrió, vino al suelo
campo sufriendo el trabajo de aquel día has- como su hermano, de que el emperador que-
ta que se puso el sol, é puesto que á este dó muy apassionado, pesándole de haber
tiempo aun venían caballeros, el emperador dado licencia á Albaizar por el vencimien-
los mandó tornar, no quiriendo que hobiesse to destos caballeros; comenzaron los de la
más justas por ser ya tarde y Albaizar esta- corte de temer á Albaizar más que de antes;
ba cansado; á la noche hobo sarao, al cual los escudos de don Rosbel y Belisarte fueron
estuvo presente, aunque no vinieron á él los puestos en compañía de los otros.
caballeros vencidos, porque no tenían razón
de ver á sus damas, en cuyo nombre hicie-
ron tan poco; acabado el sarao, que no duró GAP. LXSXIV.—Délo que aconteció
mucho_, el emperador se recojo a su aposen- el sesío día de las justas.
to, Primaleón y Ofridonia al suyo, y Albai-
zar á sus tiendas, adonde con poco reposo El sesto día estuvo Albaizar en el campo,
pudo dormir, teniendo en la memoria lo mu- y passó parte del que no vino caballero con
cho que á otro día le quedada por hacer, y quien justasse; en acabando de comer, el
al tiempo que el sol salía, se levantó y se emperador se fue al aposento de su nuera
armó de las mesmas armas con que á la Grridonia, y ella y el emperador se pusieron
corte viniera, y llegándose adonde estaba la á las ventanas á miralle, que estaba asentado
figura de Targiana su señora, con los ojos en á una puerta de sus tiendas armado de todas
ella comenzó de loalla con palabras no me- armas con el escudo de Targiana en las ma-
nos, trayéndole á la memoria sus servicios
UBRGS DE CABALLERÍAS,—II.—10
146 LIBROS DE CABALLERÍAS
con las mejores palabras que para ello en ton- ' mo que le hizo hincar la rodilla en tierra,
ce se le ofrecían; no tardó mucho que á la assí que entrellos se comenzó una batalla
puerta del palenque llegó un caballero al pa- mucho para ver, en que cada uno trabajaba
recer de todos bien puesto, armado de armas por mostrar para cuánto era; heríanse con
negras, cou fuegos por ellas tan vivos que tanta viveza y aliento, que más de una hora
parecía quemarse; éste venía en un caballo se combatieron sin conocer mejoría en nen-
morcillo, traía en las manos un escudo que guno, y como la fortaleza de Albaizar pocas
dio á los jueces, que también en campo ne- armas amparassen, traía hecho tanto daño en
gro mostraba otros fuegos de la misma ma- su contrario, que conocidamente iba enfla-
nera; acabado de dársele, tomó otro que su queciendo; mas como su ánimo fuesse grande
escudero le dio, y abajando la lanza se puso y se acordasse que quien la vida aventura
en continente de do había de salir; Albaízar, por la honrra no pierde nada aunque la pier-
que vio el escudo que dio á los jueces no da, assí que el.caballero negro, queriendo
traía figura ni nombre de ninguna, rehusó vender la vida como quien no recelaba la
la justa según la postura de su cartel. El ca- muerte, sacó fuerzas do no las tenía, finien-
caballero negro, que con desseo de probarse do en la memoria que allí se han de mostrar
con Albaizar corrió mucha.s tierras, viendo do hay quien las resista; ya que del todo
que un tan pequeño inconveniente estorbaba vio que su porfía era para más daño suyo,
la batalla, llegóse á él, diciendo: «Señor ca- quitándose afuera, decía consigo mesmo:
ballero, ¿para qué es pedir mucho á quien «Por cierto, para aquellos son las armas que
puede poco? El escudo que presenté, si no para los trabajos tienen esfuerzo y para Jos
lleva lo que vos queréis y yo quisiera, es con- peligros osadía; bien debiera conocer de mí
forme á la vida y al tiempo de quien lo trae, que mejor me estuviera de passar la vida sin
porque ya passó algún tiempo que en él os ellas, por no ver estos sinsabores, que traerlas
pudiera presentar una figura según vuestra para sentidlos cada día; yo porfío con la for-
ordenanza, de que os pudiérades recelar y tuna; pensé de la vencer alguna vez y al fin
con cuyo favor yo os temiera muy poco; ago- quedé siempre vencido; ya sé que aquel está
ra es ya otro tiempo, no tengo que mostraros fuera de sus desastres que se guarda de sus
sino estas colores tristes de que me veis cu- lazos, mas yo ¿de qué me quejo, que si me
bierto; ruógoos que esta disculpa me toméis vienen yo los busco? por lo cual nenguno se
en cuenta, que esto es lo más que mi fortuna puede quejar de nadie si él mismo se persi-
me dejó, por lo cual quien no puede lo que gue»; y dando fin á estas palabras, se vino
quiere, no le pidan más de lo que puede». contra Albaizar, y de nuevo mostraba su
«Señor caballero, dijo Albaizar, bien fuere valentía con golpes tan grandes, que con la
que con essa figura que decís me amenazara- fuerza que en ellos puso, la sangre le co-
des, si.no se os acordare que para mi defensa menzó á reventar por muchas partes; mas
traigo otro de que todos pueden tener miedo y como Albaizar le viesse muy flaco y que
envidia; el emperador nos está mirando gran aquellas eran las postreras muestras de lo
rato; hagamos lo que habernos de hacer, que que podía hacer, enojado de se ver assí, le
para lo que de vos siento, con essas palabras trato tan mal, que en pequeño rato con la
me satisfago»; luego se apartaron, y punien- falta de la mucha sangre dio con él á sus
do las piernas á los caballos, se encontra- pies, y entonces, haciéndole desarmar los
ron en los escudos; las lanzas fueron rompi- jueces, conociendo que era el príncipe Flora-
das é passaron el uno por el otro hermosos mán, lo hicieron saber al emperador, que que-
cabalgantes sin recebir nengún revés; en esto dó en estremo triste creyendo que la valentía
tornaron á tomar otras, e puesto que el caba- de Albaizar pondría en afrenta toda su corte,
llero negro fuesse esforzado, Albaízar le ha- y mandándole llevar á una cama de su apo-
cía ventaja, que en esta segunda carrera le sento, le hizo curar con mucho cuidado; lue-
derribó por cima las ancas del caballo, per- go se snpo por todo el palacio quién era el
diendo entramos estribos, é con la fuerza del caballero vencido, de que las. damas mostra-
encuentro se abrazó á la cerviz del caballo, ron pesalles, habiendo mancilla de sus desas-
mas viendo á su contrario en el campo, saltó tres, porque eran aficionadas á sus cosas por
en él con tanta desenvoltura como tenía; el le ver tan costante en sus amores, cosa que
caballero negro, afrentado de se ver derri- muchas dessean en sus servidores y qiie mal
bado, con la espada en la mano le recibió con agradecen á nenguno; Albaizar, puesto que
u n golpe con tanta fuerza, que el cuarto del la honrra de aquella batalla fuesse suya y la
escudo hizo venir al suelo; Albaizar. que en vitoria no fuesse tan barata que le dejasse
aquellos tiempos solía mostrar para cuánto de costar muchas heridas que le hicieron es-
era, le dio el pago con otro por cima del yel- tar en cama algunos días, en los cuales no
PALMERÍN DE INGLATERRA 14?
hobo justas ni batallas, en no traer figura ele el Hermoso, Claribalte (') de Hungría, Atra-
su amiga para presentar ante su señora no siando y Fraganclo, y esto en tan poco tiempo,
le parecía haber hecho cosa nenguna, siendo que aun no era passado medio día. El empe-
visitado en este tiempo del emperador mu- rador se entró á comer con la emperatriz, y
chas veces, que puesto que le pessasse de sus las justas cessaron por entonces; Primaleón
cosas ir tan adelante por la falta de su corte, tuvo por convidado al príncipe Floramán, que
desseaba velle sano. andaba tan apassionado por no ver las Vitorias
de Albaizar, que no lo podía dissimular; pas-
CAP. LXXXY.— Cómo después de Albai-xar sado el comer, el emperador y la empera-
ser sano tornó á sus justas, é de tos mu- triz vinieron á ver las justas y Albaizar se
puso en el campo como de antes acostum-
chos caballeros que en ellas venció.
braba; no tardó mucho que á la puerta del
Algunos días estuvo Floramán en cura de cerco llegó Luimán de Borgoña, caballero
sus heridas, que allende de ser peligrosas, la de mucha cuenta, que entregando á los jue-
tristeza con que pas'sabala vida no daba lugar ces un escudo con la figura de Almena á quien
á que obrasse en él nenguna medecina; el servía, arremetió á Albaizar, que ya le estaba
emperador le'visitaba muchas veces, hacién- esperando, y encontráronse con tanta fuerza,
dole estremada honrra y cortesía, porque que Albaizar perdió una estribera, mas Lui-
allende cleste príncipe, como dicho tengo, ser mán ele Borgoña fue al suelo. Luego entró
caballero famoso, era tan apacible y de tan Dirden, hijo de Mayortes el Gran Can, que
singular conversación y mañas, que hacía servía á Salatea, é Polinardo, que secreta-
querelle bien todo género de personas; mas mente servía á Polinarda; mas ellos, ni el fa-
que estas visitaciones y el amor con que se vor de quien servían, ni sus encuentros, los
hacían fuessen mucho destimar, ablandaban salvó de venir al suelo del primero que cada
poco el dolor ele Floramán, desseando antes la uno recibió; y puesto que Albaizar recebió
muerte que nenguna consolación, creyendo algunos reveses, nunca vino caballero que de
que aquél tiene su fama en mucho que los la silla le sacasse; y por no me detener en esto,
intereses de la vida tiene en poco; con todo, que sería no acabar, basta que anduvo tan
ya que estaba mejorado, por ruego del em- ardid é hizo tanto en armas que por fuerza
perador quiso estar algunos días en la corte, dellas derribó á Dramiante, que servía á Flo-
y también porque su intención era esperar á riana, hija de Ditreo; al príncipe Graciano,
Palmerín de Ingalaterra ó á Florencios, de que servía á Clarísia, hija de Polendos; á
cuya mano pudiesse ser vencido Albaizar, que Franeián, que servía á la hermosa Bernarda;
de otro ya no lo esperaba, porque tamaña ma- al príncipe Beroldo, que servía á Onistalda,
licia no floreciesse tantos días en perjuicio de hija de Drapos, y en fin de todo á Blandidón
tantos hombres. Albaizar, después que fue y á los esforzados Pompides y Platir, con tan
sano de las heridas que recibió de Floramán, gran gloria y fama de su persona, que no se
aunque primero passaron algunos días, tornó hablaba en otra cosa ni había ya de qué ha-
á su contienda, con esperanza de ganar todos blar, puesto que el vencimiento de tales y
los escudos de aquellos que con él se quissie- tan esforzados caballeros fuesse por muchos
sen combatir, no se contentando ele las vito- días, y con passar muchas y muy grandes ba-
rías que había alcanzado, con que se pudiese tallas, Albaizar se mostró para tanto que al
ir y ser en todas partes temido; mas esto es fin dellas fue siempre como lo clesseó.
natural de los corazones soberbios, que al- E n este tiempo las cosas de su fama eran
canzando lo que dessean, luego les parece tan sonadas por el mundo, que después de
poco, aunque de antes lo tuviesse en mucho, las ele Palmerín, luego las suyas parecían más
y con esta soberbia y confianza de sus obras grandes que las de otro nenguno; la hermo-^
armóse de armas de nuevo ricas y galanas, sura ele Targiana era tan adelante de tocias,
guarnecidas de la fortaleza necessaria para los que las mucho más hermosas no podían ne-
peligros que esperaba passar, teniendo en gar la envidia que la tenían; su escuelo es-
poco lo que le podía acontecer por lo mucho taba cercado de otros famosos y conoscidos,
en que su fortuna le pusiera; mas clella nun- que le hacían de mucho mayor precio; en la
ca se debe confiar nenguno, que nunca dio corte ya no había quien se osase esperimen-
muchos bienes que no los tornasse en mayores tar con Albaizar, aunque algunos ele muy
males; el primer clía que se levantó justó con lejos para ello viniessen, recelando sus en-
Flamiano éRocandor, que al presente estaban
en la corte; sucedióle tan bien que cada uno (') Existe un Libro del muy esforzado et invenei-
de su encuentro echó por tierra; desta ma- Me caballero de la fortuna, propiamente llamado
nera hizo con Tragón el Ligero, Esmeraldo don Claribalte, que se imprimió en Valencia, por
Juan Vifíao, en 1519.
148 LIBROS DE CABALLERÍAS
cuentros, y también porque la fama de los se debe estimar; y no es mucho que assí acon-
esforzados pone mayor temor que las armas teciesse, porque imposible cosa parece quien
ele aquellos que no lo son; Prírnaleón se armó de los vicios se deja combatir ai fin no ser
muchas veces para combatirse con él, y el vencido dellos. Assí que en estos días en que
emperador no lo consintió por la amistad que Floriano iba perdiendo el cuidado y Targia-
con Olorique tuvo, desseando que ésta aun na hallaba más en qué pensar, vinieron nue-
sus hijos la gxiardassen ('); Albaizar, después vas á la corte del gran turco de las muchas
de no tener á quién vencer ni con quién ha- y muy grandes Vitorias de Albaizar y de lo
cer ba.talla, estuvo en la corte creyendo que mucho que en la corte del emperador hiciera,
tanta honrra se ganaba en no hallar quien las cuales en tan gran veneración eran teni-
con el se combatiesse como vencer á quien das y estimadas, que del todo hacían escu-
viniesse; y si ya Florendos ni Palmerín ni el recer y poner en olvido las de Floriano, de
gigante Dramusiando no eran allí venidos, lo que él, aunque lo dissimulaba, recebía pes-
fue por muchas y muy grandes aventuras sar; estando una noche hablando con Targia-
que les sucedieron. Este detenimiento hizo el na en cosas que en aquellos tiempos solían
nombre de Albaizar de tan gran mereci- passar las horas de su conversación, vínole á
miento á doquiera que se sonaba, que no se la memoria lo que a. Albaizar debía por los
hablaba en otra cosa en todas las cortes de peligros en que por su servicio se pusiera,
reyes. y cuan mal cumpliera con él en lo que le
Aquí deja la historia de hablar del, por prometió antes que se partiesse, lo cual ha-
contar una aventura que en estos días acon- llaría robado por el galardón de sus trabajos,
teció á Floriano del Desierto, del cual es ra- y entregado á quien se iría do su ventura le
zón que se haga memoria, porque las obras guiasse. y ella quedaría con aquella lástima
de los buenos no es razón que se pongan en toda su vida; Floriano, que ya en estos días
olvido. era libre de sus cuidados, quiso con razones
fingidas Thacerla creer] que entonces más
que nunca estaba metido en ellos, y par-
CAP. LXXXYI. — Da lo que aconteció á Flo- que estos casos en que no se aventuran más
riano del Desierto estando en la corte del que palabras los hombres no han de ser ava-
gran turco. rientos ó escasos dellas. él la satisfizo tanto
Estuvo Floriano del Desierto muchos días cuanto vio que era menester, diciendo, entre
en la corte del gran turco sirviendo á Tar- algunas que el tiempo y la sazón le enseña-
giana en cosas ele su placer, mostrando el ban: «Señora, si ante vos las obras de Al-
prescio de su persona en todas las empressas baizar han de tener tanto merecimiento que
que en aquel tiempo acontecieron, saliendo os hagan olvidar las mías, ¿qué merced po-
tanto á su honrra y con tan crecida gloria y déis ya hacerme que á mí me haga conten-
fama, que entre los moros mucho era esti- to? Combatirse él con muchos y vencellos á
mado; y como los ratos que le vagaban del todos no se debe de tener en mucho, pues lo
ejercicio de las armas gastasse en sus amores, hace por la razón de vuestra hermosura, que
tuvo tan gran poder la conversación de cada para mayores cosas basta; ¿con quién me po-
día, que le obligó á se perder por ella, cosa dría yo combatir, quién podría entrar co-
contra su condición, que para con ellas solía migo en batalla que no le venciesse si fuesse
tener libre, y á la verdad para con mujeres no hecha en vuestro nombre? Los vencimientos
se ha de perder tan gran cosa como la liber- que él hace, vos los hacéis; sus Vitorias, vos
tad, pues está claro quenada agradecen sino las alcanzáis; él en vuestro nombre pelea, él
aquello que con su apetito ó condición con- lo desbaratado y la gloria queda con Albai-
forma, que el suyo siempre nace de la peor zar; consentí que me vaya a ver con él y que
parte que en ellas hay; mas Targiana estaba como vuestro me combata, y entonces quiero
tan aficionada a sus obras y enamorada de que veáis á quién más debéis ó quién me-
su parecer, que en el amor no le quedaba jor os merece servir». «Estoy tan determi-
debiendo nada; assí que estas voluntades nada en hacer una cosa, dijo Targiana, que
conformes, platicadas muchas veces, tuvieron creo que por fuerza lo habré de cumplir, é
tanto poder que vinieron al efecto dellas, á puesto que muchas veces me determinasse
donde Floriano llegó al fin de lo que espera- en no hacello, essas palabras que agora os
ba, y entró en el comienzo del aborrecer, oigo me hacen assentar en mi primer pro-
cosa que muchas veces tienen los hombres pósito, y es que acompañada de dos donce-
por natural, y Targiana perdió lo que mucho llas é cuatro escuderos, é vos comigo, espe-
ro ir como doncella andante á la corte del
emperador Palmerín, á donde veré el fin de
(') Véase el Palmerín de Oliva.
PALMERIIST D 3 I N G L A T E R R A 149
lo que deseo, é para esto quiero alcanzar li- quien viendo la ñgura y á ella no conociera
cencia del gran turco mi padre para ir á ver el Uno por el otro; uno de ellos se allegó más,
á la reina de Assiria mi tía, la cual no me diciendo: «Señora, á quien vuestro parecer
negará, porque muchas veces me la tiene mucho daño hizo, bien será que con alguna
dada, y entonces haré el viaje á essotra par- satisfación lo emendéis y esto será en que-
te, ó para más brevedad tengo enviado u n rer ir con nosotros y parecer delante nues-
correo á Albaizar que no se parta de allí tras damas, porque ya cuando supieren nues-
hasta ver otro recaudo mío; esto le detendrá tro vencimiento vean la razón que hobo para
hasta que allá lleguemos, que no creo que ello, assí por la diferencia que de vos á ellas
quien en las grandes cosas tiene hecha mi vo- hay, aunque esto sea contra regla de buenos
luntad, en esta tan pequeña me salga della» . enamorados, no se puede aún merecer como
Moriano., que siempre desseara salir de allí es negar su ventaja». Moriano, algún tanto
é nunca hallara camino para lo poder hacer, enojado de ver su intención, levantóse en
viendo el desseo de Targiana, loóle mucho, pie, diciendo: «Señores, seguí vuestro ca-
diciendo que tal jornada con mucha presteza mino ó reposa si del venís cansados; no que-
se había de llevar adelante, temiendo que el ráis pagar á vuestras señoras lo poco que
natural de las mujeres es arrepentirse tan hecistes en poner á ellas la culpa de vuestra
presto como le viene el acídente; mas como flaqueza; con todo esto, si no os parece bien,
también su condición dellas era ser costan- traeldas acá á ellas y verán lo que desseáis,
tes ea lo dañoso é mudables en lo bueno, aún que para essa señora ir allá, ni ella tendrá
no era la mañana cuando ya estaba en la cá- voluntad, ni yo tampoco fuerza que con ella
mara de su padre mostrando con lágrimas no la defienda». «Habláis tan suelto, dijo el
fingidas que sabía por nuevas ciertas que la uno dellos, que sólo por esperimentar essa
reina de Siria su tía estaba muy doliente de locura he de tornar apear y quedaréis con
una dolencia peligrosa, pidiendo por merced menos soberbia de la que agora mostráis»;
que en todo caso la dejasse ir á visitalla. Moriano, sin responderle, se puso á caballo,
El gran turco, como no tuviesse otro hijo, y dijo: «Señores, agora quiero ver si vues-
é á ésta como á su propia vida amasse, quiso tras obras son como vuestras palabras; po-
hacer su voluntad, é puesto que la quissiese déis venir uno á uno, y si no venís todos
enviar acompañada como hija suya, nunca cuatro, que la vileza, donde está, cualquier
lo pudo acabar con ella, dando por escusa virtud la desbarata». «No os estiman aquí
que, por menos detenerse en su camino, que- tanto, dijo el otro que le hizo cabalgar, que
ría ir sola, con dos doncellas é cuatro escude- se presuma que para vos es menester más
ros é su caballero cristiano, que este nombre que uno solo, y yo quiero ser este, que mis
tuvo siempre Moriano en cuanto en aquella compañeros son para tanto que no sé si al-
corte estuvo; despedida del gran turco, lle- guno dellos se contentará dello»»; y apar-
vando atavíos para su persona muy riquíssi- tándolo necessario, Moriano estaba tan eno-
mos é de mucho precio, tomaron el camino jado, que no podía hablar, cosa que muchas
que ella más desseaba, y en pocas jornadas veces acontece á los hombres coléricos por
arribaron en aquel famoso imperio de Cos- naturaleza, y arremetiendo con toda la furia
tantinopla, algún tanto desviado de adonde que el caballo le pudo llevar, le encontró tan
la corte estaba, y caminando para ella un fuertemente por medio del escudo, que fal-
día de muy gran calor/los tomó la siesta en sándole juntamente con las armas le hizo ve-
un valle muy gracioso, lleno de árboles, á la nir muerto al suelo; los otros que quedaban,
sombra de los cuales determinaron posar has- viendo que con hombre que tal encuentro
ta que la fuerza del sol los dejasse tornar á diera no era necessario probarse á la iguala,
su camino; no passó un gran rato después todos juntamente le acometieron , que no le
que allí llegaron, que por el valle vinieron hicieron más daño que quebrar en las lancas
cuatro caballeros armados de armas fuertes; sin le mover de la silla, y porque la suya
llegando á donde Targiana estaba, detuvieron quebrara en el primero, puso mano á su es-
las riendas á los caballos mirándose los unoa pada, y al pasar dio u n revés por el un bra-
á los otros como que se espantaban de vella; zo á uno dellos con tanta fuerza, que cortán-
estos caballeros venían de Costantinopla ven- dole las armas juntamente con la carne le
cidos de las manos de Albaizar, y vieron el lisió de manera que no pudo más menealle;
escudo de la ñgura de Targiana por quien él los otros dos volvieron los caballos, las espa-
se combatía, y viendo allí á ella, tuviéronla das en las manos, determinando vengar el
por cosa maravillosa, porque traía el rostro daño de sus compañeros; mas Ploriano, al
descubierto y era tan natural al del escudo cual ninguno hacía ventaja, andaba tal, que
de Albaizar que de muy flaca memoria sería en pequeño espacio los paró tales que ai uno
150 LIBROS DE CABALLERÍAS
hizo venir al suelo desmamparado de la vida; lia por fuerza de armas, puesto que para ha-
el otro, viéndose con tantas heridas y tal ene- cello poca fuerza les parescía necessaria, y
migo delante, quiriendo favoreseer la suya presentalla á quien servían para deseulpa ele
de quien estaba ya desesperado, púsolas pier- su vencimiento, porque sin duda les pares-
nas al caballo, creyendo que en él más que cía la más hermosa cosa del mundo; con esta
en las fuerzas de sus brazos hallaría salva- determinación, enlazando los yelmos que
ción; Floriano se apeó, y quitando el yelmo quitados tenían, se vinieron á donde Targia-
al que quedara tullido, que con gran falta de na estaba, diciendo: « Señora, no debéis po-
sangre que le saliera dio fin a sus días en com- ner culpa á quien vuestra hermosura destru-
pañía de los otros, y no le pesó mucho, que yó quererse remediar por ella; un caballero
quien castiga á los malos merece galardón de que en vuestro nombre se combate, y en él
los buenos; Targiana, viendo la afrenta por tiene vencidos gran summa de caballeros,
que su caballero passara, contenta de su Vi- venció también á nosotros ha pocos días, y
toria ganada sin nenguna herida, quedó tan ganónos los escudos que llevábamos con las
alegre como fuesse triste si sucediera al re- figuras de quien servíamos, puniéndolos á
vés, y con el placer de su vitoria, por ser ya los pies que á vuestro parecer está; cumple
de noche, mandó armar tres tiendas que traía que en satisfación clesta falta vais con nos-
en lo más hondo del valle, donde corría u n otros, que no siento otra manera con que me-
pequeño arroyo de agua clara, creyendo que jor se satisfaga». «Parésceme, dijo Floriano,
en aquella parte se podría mejor passar que que sobre una lástima no queráis más espe-
en la conversación de los muertos; allí repo- rimentar la fortuna, que por ventura la ha-
saron hasta que la mañana vino; que assí era llareis cada vez peor». «Yo veo, dijo el uno
necessario para tantos días como había que dellos, que la hermosura desta señora os da
caminaban, porque sin el reposo de la noche atrevimiento á soltar palabras necias, y no
mal se pueden passar los trabajos del día. se si os dará fuerzas á sustentar lo que de-
cís» . « ¡ Para que veas si las tengo ó no í»;
dijo Floriano, enlazando el yelmo, e sin que-
CAP. LXXXVII.—De lo que aconteció á Flo- rerse poner á caballo los acometió assí á píe
riano del Desierto saliendo del valle á don- cubierto ele su escudo la espada en la mano,
de venció los cuatro caballeros. y puesto que cada uno dellos fuesse para mu-
Aquella noche Targiana con su compañía cho, usando de lo que no debrían, : entramos
durmió en aquel valle; en rompiendo el alba juntamente le acometieron, no tanto por el
tornaron á su camino, desseando verse en la desseo de le vencer como por llevar más á su
corte del emperador Palmerín, y siendo pas- salvo á la hermosa Targiana; probando tocias
sada mucha parte del día, entraron en una sus fuerzas, comenzaron a herille por todas
floresta graciosa y grande; en medio della partes muy sin dolor; mas Floriano, en quien
estaba una fuente á manera de caño con la aquellos golpes hacían poca mella, cubierto
cerca de alabastro, labrada ele obra romana de su escudo, daba al tino y al otro tantos y
muy sotilmente hecha; afirmábase que el con tanta fuerza, que en poca pieza dio al
emperador Marcelo, que fue gran edificador, uno dellos tal golpe que vino al suelo, con
la mandara hacer había mucho tiempo, y pa- que á poca ele hora murió; el otro su compa-
recía ser assí por dos cosas: la una que él era ñero, viéndole muerto, y assí desconfiando
aficionado á lugares solitarios y fuentes de ele la vitoria, quiso antes rendirse con tiem-
mucha agua, como se dice en sus corónicas; po que pedir misericordia á tiempo que no
la otra, por unas letras que sobre una alme- aprovechase, y porque temió que Floriano,
na de la fuente estaban, que decían: Marce- con la ira que tenía, no querría otorgársela,
llus; junto par della estaban dos caballeros llegóse á Targiana, diciendo: «Señora, con-
echados, y los caballos sueltos paciendo de tentaos de la muerte de mi compañero y des-
la hierba de que la floresta estaba bastecida. tas heridas que tengo, en pago de las pala-
bras que dije ó de la intención con que fue-
Targiana, viendo la fuente tan singular y ron dichas, y manelá á erte caballero que me
el lugar tan aparejado á reposo, rogó á Flo- deje con la vicia, siquiera para dar mejor fin
riano que passase allá la siesta, y apeándose á mis días». Targiana, viendo en él aquel
al pie ele unos álamos, como Targiana tra- arrepentimiento, habiendo dolor de su edad,
jesse el rostro descubierto y fuesse tan natu- que era mozo, rogó á Floriano que tomase
ral como la figura de Albaizar que traía en por venganza el conocimiento que le queda-
el escudo, los caballeros que al pie de la ba de su yerro y le dejasse. «Harélo, elijo él,
fuente estaban, tanto que la vieron, afirma- pues vos, señora, lo queréis, puesto que ]a
ron verdaderamente ser aquella por quien vida no se ha de dar sino á quien con ella
Almaizar se combatía; determinaron, toma-
PALMERÍN DE INGLATERRA 151
hace lo que puede»; entonces, mandándole tan alto que Moriano é Targiana le oían de
que sin más detenerse partiesse del valle é lejos, y para podello mejor entender se lle-
hiciesse llevar el cuerpo muerto de su com- garon, mas encubriéndose con un árbol para
pañero, después de sil espuelero habelle apre- que su vista no estorbase la plática; mas el
tado las lieridas, mandando atravesar el cuer- otro estaba tan transportado ó entrevelado,
po del otro en la silla de su caballo, con un que no se le acordaba que le podían oir, ni
escudero á las ancas que le sostenía se partió se recelaba dello, antes con voz algún tanto
mucho más triste de lo que allí viniera. «Pa- ronca, é con poca fuerza, decía: «Señora,
réceme, dijo Targiana, después que los vio ¿en qué os merecí tratarme tan mal, que me
partidos, que menos segura es esta tierra de traéis vivo para dejar la muerte y no con-
lo que pensaba». «Nunca ella assí fue, dijo sentís que muera, para que con mayor dolor
Floriano; agora, que vuestras cosas la traen passe esta vida? Yo, si alguna cosa ahora la
alborotada; vuestra figura puesta en el escu- desseé, fue para serviros con ella; vos no con-
do de Albaizar por una parte y vuestro pa- sentís que se gaste en ello, porque piense que
recer por la otra, ninguno según veo os pue- me quedaré debiendo alguna cosa; lo que
de ver que de gran trabajo quede libre; assí más me mata es que todo esto passaréis con
es bien que sea que á quien la naturaleza olvidos á que nin para hacerme mal se os
tan. estremada hizo, para algunos estremos acuerda y contado me le hacéis; nunca vi
la había de hacer». Targiana, no consintien- males ajenos que alguna hora no tuyiessen
do aquellas palabras dichas en su loor, quiso para descuento algún bien; sólo los míos es-
mudar la plática, y assí armado como estaba tán siempre en un ser, y si alguna mudanza
le tomó por la,mano, diciendo: «Dejémonos tienen es para cada vez peor; parece que ele
desso, y en cuanto esta calor passa vamonos lejos estaban guardados para mí y yo para
passeando hasta donde están aquellos altos ellos; las tristezas de los otros hombres sú-
fresnos, que el corazón me da que debajo de- frense con esperar que alguna hora tendrán
Hos se os apareja otra aventura mayor que fin; las mías sin él son y no me le dan á mí
las passadas y de más peligro». «Señora, dijo tampoco, por traer en quien mostrar su fuer-
Floriano,, libre me querría ver de lo mucho za; pienso algunas veces qtié desmerecimien-
que os quiero en los peligros que me pone, to fue el mío para que me tratássedes assí,
que ele lo más á todo perdí el miedo; de nada y hallo que para con vos nenguno puede
tengo recelo, nenguna cosa ante vos me pue- merecer, mucho, y con esto me, contento,
de acontecer que estime mucho, porque todo mas á vos habríaseos de acordar que el bien,
lo tengo en poco; si Albaizar. viendo vuestra esperaba todos, y el mal aun á quien lo me-
figura pintada, ha vencido los mejores caba- rece no se debe hacer, ¿ é tiniendo este acuer-
lleros del mundo, ¿que haré yo que veo el do no le usaréis comigo? Una merced que-
propio? Querría que ante vos me aconteeies- ría de vos: que en galardón de cuantos tra-
se algunos acontecimientos grandes, para bajos padezco, que consintiéssedes que mi
que viéssedes lo que vuestro parecer puede vida tuviesse fin, que mis males ya sé que
y el esfuerzo que essa hermosura da á quien son sin él». En esto se calló un poco, vol-
por ella se combate, y agora no me pesará viendo con sollozos tan cansados y tristes,
de otra cosa sino de no haber cosa en que que parecía salírsele el alma. Floriano, que
esto se muestre». Assí hablando, llegaron ya en aquellos días no traía la condición tan
junto de los altos fresnos, adonde, aunque enamorada, por no oir passiones ajenas tor-
Targiana dijo burlando que hallaría una aven- nóse á venir por donde viniera con Targiana
tura mayor que las de los otros, salieron ver- por la mano, mas al tiempo del levantar, el
daderas sus palabras; por esso se dice que caballero de los fresnos sintió el ruido de la
muchas veces antes que las cosas acontezcan seda que traía vestida, é porque no le viessen
las adevina el corazón; al pie de uno de aque- el rostro, primero que se levantasse los ojos
llos fresnos estaba echado un caballero gran- enlazó el yelmo, é viendo á Floriano armado,
de, de cuerpo, sin otra nenguna compañía, fuera de la sospecha de quién podía ser, eno-
porque á su escudero siempre en los lugares jado de pensar que le despertaron, se le-
solitarios lo apartaba ele sí para más con- vantó, é yendo á él, le dijo: «Don caballero,
templación de aquellas cosas que se le repre- para que otra vez uséis de mejor crianza con
sentaban en la memoria; traía armas pardas quien no conocéis, pone, mano á vuestra es-
con pinturas amarillas, y el yelmo ele la mis- pada, que quiero que á quien contardes mis
ma manera, y teníale quitado con la cabeza palabras podáis también contar las obras».
sobre él, la cara hacia el suelo, en el escudo «Estoy tan de priessa, dijo Eloriano, que no
un campo pardo ele un dragón cubierto de me atrevo gastar tiempo en disculpas, y
conchas amarillas; estaba platicando solo, y también he miedo que no me las recibáis^
152 LIBROS DE CABALLERÍAS
por lo cual haré lo que queréis» ('). T echan- * vir en esto, como lo haré en lo demás», res-
do mano á las espadas comenzaron una brava pondió él, y haciéndola cabalgar en su pala-
batalla, tal que á Targiana le pareció dife- frén con toda su compañía se partió hacia la
rente de la que ya viera; cada uno, viendo montaña, donde le pareció que era más ocu-
la fortaleza de su enemigo, tvabajaba por pada de árboles; tornando á Floriano y al
mostrar la manera de su esfuerzo é fin de su caballero del valle, que andaban en su bata-
valentía, porque assí le parecía que era me lla, dice la historia que el temor que cada
nester ; los golpes eran dados sin piedad, las uno traía de otro le hacía ocupar tanto cui-
armas no lo sufrían, de manera que las car- dado en la salvación de su vida, que nengu-
nes padecían la flaqueza dellos; quien enton- no la sintió llevar á Targiana, y que la sin-
ces viera esta batalla, bien pudiera afirmar tieran, ya estaban tales que no le podían dar
ser la más cruel que nunca se vio; assí an- socorro, según las muchas heridas que te-
dando en la braveza della, aconteció que al nían recebidas é la crueza con que se com-
mesmo valle vino un caballero armado de ar- batían sin conocer mejoría en nenguna de
mas verdes é blanco, y en el escudo en cam- las partes; é puesto que mucha necessidad
po blanco una espera que le tomaba todo, ó tuviessen de tomar reposo, no quisieron usar
dos escuderos consigo; el escudo traía passa- del, que el día era todo passado, é no querían
do por algunas partes de los encuentros que que se acabasse de gastar en descansar, mas
en él se recibieron, de manera que la espera ya el sol qiiería ponerse ó la escuridad de la
era cosa deshecha; llegando á donde Ja ba- noche quería ocupar la tierra; quiso orclena-
talla se hacía, quiso saber la causa della, es- 11o assí la fortuna que aportó á aquella parte
pantado de su crueldad, preguntándoselo á el no menos esforzado que temido Dramu-
Targiana, é alzando los ojos, viéndola tan siando, que hacia Costantinopla caminaba en
hermosa, assí se olvidó de lo que le quería busca del escudo de Miraguarda, é viendo
preguntar como si no lo tuviera en voluntad;, tal batalla, estuvo mirando la manera della,
é como' este fuesse uno de los vencidos de porque nunca vio cosa que así le espantasse,
Albaizar é trujesse en la memoria la figura ó sintiendo el estado en que cada uno estaba,
de su escudo por quien él se combatía, vien- que las fuerzas les iba faltando y las espadas
do ante sí el propio de donde el otro saliera, se les volvían en las manos, conociendo por
tomándola por un brazo la puso delante de las armas al caballero del dragón, que había
uno de sus escuderos, diciendo: «Señora, pocos días que le había visto, quedó mucho
pues aquellos caballeros no están en despo- más espantado de ver otro que le igualaba, ó
sición de poderos acompañar, ó á mi parecer poniendo las piernas al caballo se metió en
la batalla se hace sobre quién os llevará, no medio, diciendo: «Señores, ruégoos que si la
siento en cuya guarda mayor que en la mía batalla es tal que os pueda escusar de no
podáis estar, ni os pese esto ser ansí, que yo acaballa, que lo hagáis por amor de mí, pues
para más que para os serviros quiero; al me- vuestras disposiciones tienen más de neces-
nos podrá ser que la honrra que en otra parte sidad de reposo que;no de trabajo. Al menos
por vuestra causa perdí, con vos la tornaré vos, señor Palmerín, dijo contra el caballero
á ganar, que no sé en qué peligro se pueda del valle, debéis otorgarme esto, que á estotro
ver el hombre que viéndoos á vos no se salvo caballero, puesto que no le conozco, allá que-
luego del». Targiana, viendo que aquellas dará tiempo en que le sirva lo que de aquí
palabras y fuerza no tenían socorro, que á le quedare debiendo». Cuando Floriano oyó
sus gritos no venía Floriano, tan envuelto nombrar á Palmerín, muy mayor herida re-
andaba en la fuerza de su contienda, quiso cibió en el corazón de lo que eran las otras
proveer con su corazón grande, y hacello que de su mano recibiera, que cayéndole el
mejor que á su honrra convenía, y rogando al espada de la mano se dejó caer sobrella, di-
caballero que la escuchasse, le dijo: *«Fo sé ciendo: «Si en poner las manos en quien no
para que queréis por vuestra á quien á otro debía hice yerro, contentóme que con la vida
está entregada; á mí me podéis llevar, mns lo pago, é pues este es el galardón que mi
mi voluntad estará muy lejos de vos, é si sois desacatamiento merece, no tengo de qué que-
tan desviado de razón que ésta no me valga jarme» ; con estas palabras cayó amortecido.
para con vos que me dejéis, déjame llegar á Palmerín, viendo tan gran flaqueza en caba-
mi gente que al pie de la fuente queda, He- llero que de antes juzgaba por muy esforza-
valla [he] eomigo, lo que á vos no hace daño, do, no supo qué pensar, é mandando á Sel-
pues su hábito no es traer armas con que me vián que le qnitasse el yelmo, conociendo
puedan defender». «Soy contento de os ser- ser Floriano del Desierto su hermano, estu-
vo por hacer otro estremo de mayor peligro;
Dramusiando, que ya estaba á pie, temiendo
(') EL texto: «podéiss.
PALMERÍN DE INGLATERRA 153
algún desastre, con palabras salidas de su prometió á Floriano; aquí dejala historia ele
ánimo, que era grande y para mucho, le es- hablar dellos, y torna al caballero que llevó
forzó algún tanto con ellas, puniendo toda la á Targiana, que á su parecer pensaba ganar
diligencia que pudo en apretar las heridas honrra con ella.
de entramos, acordándose que en tiempo ele
peligro no se ha de tener descuido; Floriano, CAP. LXXXVIII. — En que da cuenta quién
tanto que le quitó el yelmo y le dio el aire era el caballero que llevó á Targiana, y de
tornó en sí. é viendo á su hermano tan mal lo que le aconteció con ella.
tratado como á ssí, decía: «Por cierto, no sé
qué pago merece mi yerro sino dar fin á mi Dice la historia que el rey de Dinamarca,
vida con estas heridas que mis merecimien- entre tres hijos que la naturaleza le diera es-
tos me dieron, pues tengo el juicio tan flaco peciales caballeros, el mayor, llamado Alba-
que por los golpes no conozco al señor dellos, nia ele Frisa, lo era tanto, que en todo su
ya que no más mi ventura ó desventura no reino dudaban haber otro mejor; siendo este
qiüso». «Señor hermano, elijo Palmerín, Albanis de Frisa de edad de veinte é cinco
¿para qué es quejaros de vuestros afortu- años, oyendo las grandes aventuras que en
nios ('), pues son tan generales que á los el castillo de Almaurol se hacían sobre el
que mucho se guardan acontecen cada día, escuelo de la figura de Miraguarda, enamo-
cuanto más al que los tusca; pensemos en lo rado della por fama, salió de la corte del rey
que se puede servir al señor Dramusiando su su padre con intención de ir á su castillo é
llegada en este tiempo, que en lo demás esen- combatirse con el aguardador, é venciéndole,
sado es hablar en ello». Floriano, puesto que tomar la mesma guarda por mejor podella
las palabras de su hermano le hicieron alguna servir; en el camino hizo muchas cosas en
cosa alegre, tanto que halló menos á Targia- armas, que se dejan de contar por no hacer
na y supo de su escudero cómo la llevaron al caso desta historia; en el ñn dellas llegó
fue tan triste, que no podía hablar del gran al castillo á tiempo que ya el escudo era lle-
enojo, y assí maltratado como estaba quisie- vado por Albaizar, é no hallando en quién
ra luego partir tras ella preguntando por qué mostrar el desseo con que viniera, trabajó
parte iban; mas Palmerín no se lo consintió, cuanto pudo por ver á Miraguarda, de que
y también Dramusiando lo aflojó con pala- después le pesó mucho, porque si llegó libre,
bras, diciendo que mirase la despossieión en de otra manera se partió, llevando en su vo-
que estaba y el peligro que su persona podía luntad revolver todo el mímelo por ver si por
correr metiéndose en camino, prometiéndole fuerza de armas podía volver allí su escudo,
que en tanto que los pussiese á ellos en parte creyendo que con ello la obligaría alguna
que hubiesse quien los curasse, tomaría cosa; mas ella era de condición tan libre,
aquella empressa en las manos con tan gran como tengo elieho, que holgaba con los ser-
cuidado como traía la otra del escudo de Mi- vicios y sabía mal agradecellos. Albanis, con
raguarcla; mas la ira de Floriano nenguna la diligencia que en ello puso, desembara-
cosa la provechaba, sintiendo tanto aquel zándose de las otras aventuras que le suce-
acontecimiento, que nenguna otra cosa le dían, llegó á Costantinopla á tiempo que ya
pudiera hacer más tristeza. Dramusiando Albaizar no hallaba con quién se combatir,
los hizo cabalgar 6 partirse ele aquella flo- é viendo la multitud de los escudos que ha-
resta; al salir clella Floriano puso los ojos en bía ganado é la veneración que entonces en
la fuente, y acordándose de lo que allí per- la corte le tenían, deseó mucho más esperi-
diera, con ellos llenos de lágrimas comenzó mentarse con él; mas como su bondad en las
á decir: «¡ Oh valle! ¡cuan bien me pareció armas, puesto que fuesse grande, no igua-
tu entrada y cuan cara me cuesta la salida. lasse con la de Albaizar, después de haber
porque en pago de la mala guarda que tuve corrido tres carreras y haber quebrado las
en quien la debiera tener buena, ofreceré lanzas á la postrera, Albanis con la silla en-
este cuerpo á los trabajos y pondré la vida á tre las piernas fue al suelo, é Albaizar, pues-
los peligros hasta que la pierda del todo ó to que perdió los estribos, quedó á caballo, é
torne á cobrar esta pérdida que á mí nunca porque Albanis no traía escudo, dejó en lu-
se me olvida ni olvidará!» De allí fueron á un gar de vencido ele Albaizar una pieza de sus
monesterio de frailes, que con mucha dili- armas; partióse luego de la corte, perdida la
gencia los curaron, que en casa había quien esperanza de poder más servir á Miraguar-
lo sabía bien hacer; Dramusiando se despi- da, é yendo assí con este pesar, llegó al valle
dió dellos con propósito de cumplir lo que de la Fuente, á donde Palmerín é Floriano
se combatían, é viendo á Targiana. allende
de le parecer una de las más bellas y hermo-
O Sic.
154 LÍBEOS DE
sas cosas del inundo, creyendo que aquella ' para la tristeza ánimo, que también para los
era la mesma por quien Albaizar se comba- tristes no os falte socorro, ó al menos volun-
tía, desseó llevalla consigo é tornar á Costan- tad para acompañarles, é si para la corte del
tinopla, uniendo en su voluntad que desta emperador vais, me consintáis en vuestra
vez no se le podía amparar Albaizar, é Tar- compañía, porque allá es necessario que vaya
giana era tratada del con tanta honrra é cor- á esperar un caballero que en la suya me
tesía , como le pareció necessaria, é puesto traía». «Señora, respondió el caballero del
que al principio quiso probar si con palabras valle, yo pensé que esse caballero os acom-
le podía ganar la voluntad, hallando mal apa- pañaba, mas pues ello no es assí y vos que-
rejo en ella, cesó de su propósito, é cami- réis ir á essa corte, yo para ella vo y serviros
nando con ella á Costantinopla, el segundo [be] en lo que pudiere, é ya que no pueda lo
día dé sus jornadas, á horas de vísperas, en- que vos merecéis, satisfaré con la voluntad lo
traron por una floresta apartada de poblado; que las obras faltaren». Assí se fueron su ca-
vio venir hacia sí un caballero armado de mino, dejando á Albania solo, tan triste como
negro encima de un caballo morcillo, tan nunca lo fue; el caballero del valle siguió sus
descuidado y t r i s t e , que no traía acuerdo jornadas sin hallar cosa que le impidiese su
para sostener las riendas en la mano, ni camino hasta llegar á aquella famosa Cos-
fuerza para levantarse en la silla; Albanis tantinopla, yendo á las veces passando el
de Frisa le saludó cortésmente, como siem- trabajo de su camino con preguntar á Tar-
pre acostumbraba, por ser muy mesurado giana quién era y por qué razón la traía for-
caballero; el caballero pasó sin responder, zada aquel caballero; Targiana, que vio ser
porque también de trasportado era su cos- persona á quien no se debía encobrir, clióle
tumbre ; como en aquellos días Albanis des- cuenta de toda su fortuna, por donde de allí
sease parecer bien á Targiana, volvió á él, adelante fue tratada del con mayor aca-
diciendo : «Señor caballero, ya que mis pa- tamiento, puesto qi;e sabía que por su causa
labras fueron tan mal agradecidas de vos que Albaizar hurtara el escudo de Miraguarda,
no me las quesistes pagar con otras semejan- no le dando entonces tanta culpa, que le pa-
tes, al menos con esta señora habríades de recía que la hermosura de Targiana era po
usar de más cortesía». «Si yo en alguna cosa, derosa de obligar á los caballeros á hacer
respondió- el caballero, erré contra ella, en- cualquier cosa; assi llegaron á Costantinopla
mendallo he con lo que me mandare; é vos, á tiempo que Albaizar, enhadado de no le
sr os quejáis de no os hablar, tenéis poca ra- salir nenguno, estaba para partirse á otro
zón, que ni oigo lo que me dicen ni veo á día, determinando de llevar consigo los es-
quien pasa; ¡ assí me trata un cuidado que cudos que ganara, de que el emperador Pal-
comigo anda, que de todo me hace olvidar!» merín recebía el mayor pesar del mundo, y
«Quería saber de vos, dijo Albanis, qué cui- tenía en tanto aquella falta de su corte, que
dado es esse que assí os trata, para que vea- la sintió por la mayor afrenta y emuria'(')
mos si es tal que le podáis dar por desculpa que le nunca fue hecha, y á Primaleón no
de vuestra mala crianza». «Caballero, res- había quien le ossasse hablar ni quería ver á
pondió él, seguid vuestro camino; déjame ninguno, é porque el emperador no le diera
con mi cuidado, pues ganáis poco sabello licencia de se poder combatir con él, estaba
e yo perderé si lo dijesse». Mas Albanis, determinado de salille á esperar tres ó cua-
quiriendo saber lo que le preguntaba, vi- tro leguas de la ciudad y combatirse con él,
nieron á tantas palabras, que tomando del llevando el escudo de la fi de Gridonia
campo lo que les parecía que era menester,
cubiertos de sus escudos, las lanzas bajas, se que para ello mandara hacer secretamente,
encontraron de manera que las hicieron pie- y ver si podía restaurar todos los otros que
zas, mas al passar se encontraron de los cuer- Albaizar llevaba y tornallos á sus dueños,
pos de los caballos, que el de Albanis hubo mas al fin ni él tuvo necessidad dello ni ia
una espalda quebrada, cayendo en el campo fortuna de Albaizar quiso ir tan adelante que
con su señor tomándole una pierna debajo, fuesse menester.
de. manera que primero que pudiesse salir
del el caballero negro saltó del suyo con más CAP. LXXXIX.—-De cómo el caballero de las
ánimo de lo que mostraba cuando venía armas negras se combatió con Albaizar^
por el valle, le hizo rendir ó otorgarse por y de quién era.
vencido, y quiriendo seguir su camino, Tar-
giana le tomó por la manga de la loriga, di- El día que el caballero de las armas ne-
ciendo: «Señor caballero, ruégoos que assí gras llegó á Costantinopla, por ser ya tarde
como para los peligros mostráis esfuerzo y
(') Así el texto.
PALMERÍN DE INGLATERRA 155
y no haber tiempo para hacer batalla, apos- ' porque á los corazones enamorados cualquier
sentóse fuera de los muros, en casa de un cosa los mueve; llegando al cerco ele la pla-
caballero anciano que le aposentó muy bien, za, el caballero de las armas negras se detu-
dando á Targiana y á sus doncellas aposento vo en mirar los escudos que Albaizar gana-
por sí y á los hombres en otra parte, é por- ra, y viendo abajo dellos el de la figura de
que el caballero délas armas negras en aque- Miraguarda, inchéronsele los ojos de agua,
lla tierra era conocido, trabajó por encobrirse diciendo entre sí: «¿Cómo puede, señora, ser
á todos; á otro día, en amaneciendo, oyó que la cosa en que la naturaleza más se es-
missa armado ele todas armas en una ermita tremó esté por despojo de quien se puede
que estaba fuera de la ciudad; salido el sol, contentar con ser vencida della? Huelgo de
Targiana se levantó é atavióse de las mejo- ser venido a este tiempo, porque, ó yo mo-
res ropas que traía también, haciendo ataviar riré por defender la verdad, ó la mentira de
sus doncellas, que allende de ser hermosas, Albaizar tendrá el fin que merece». Albai-
venían tan bien apercibidas para aquel día zar no tuvo menos en qué contemplar que
como si fuera el mesmo en que su señora se viendo ante sí á Targiana, en cuyo nombre
había de casar; Targiana sacó una ropa en- tantas cosas hiciera; afirmando los ojos en
tera á la manera de Turquía, de aceituni ne- ella no sabía qué se clijesse, porque sin duda
gro, aforrada en tela de oro con golpes en los ella había por ella mesma, e por otra parte
lugares, que no mejor parecía bordada, por dudábalo de serlo, incitábale á que lo pre-
toda ella unas trepas de oro de martillo he- guntase, el temor de su persona se lo defen-
chas á manera ele follajes, sembradas por ella día; entre el uno y el otro pensamiento ha-
muchas piedras de gran valor; sobre los hom- cía mil diferencias, y no sabía determinarse
bros un collar de pedrería (') de tanto valor, en ninguna; el caballero negro, después de
que parecía no tener precio; la cabeza traía passar con la figura de Miraguarda las pala-
sin nada, porque los cabellos merecían no ser bras que el amor le hacía decir, volviéndose
ocupados ni cubiertos con otra cosa nenguna; á Albaizar, conoció del los estreñios en que
solamente venían tomados con un prende- estaba, y alzando la voz le dijo: «¿Qué miras,
dero de inestimable valor; assi, caballera Albaizar? que esta es la señora Targiana,
en un palafrén blanco con unas manchas ne- que de lejos viene á ver tus hechos, porque
gras con guarniciones de oro de martillo con tu fama es merecedora de todo». Albaizar
mucha pedrería, en compañía del caballero antes que respondiesse ni hiciesse muda-
negro entró en aquella gran ciudad atrave- miento, oyendo el nombre de quien en tan-
sando hacia el gran palacio; al tiempo que tos trabajos le pusiera y de todos le salvaba,
llegaron al campo á donde se hacían justas, saltó fuera del caballo, y á pie, quitando
Albaizar acababa de derribar á un caballero el yelmo, le fue á besar las manos, diciendo:
ingles que había nombre Esto.upe de Beltrán «Señora, no se cómo crea tan gran bien, pues
y de Éomalle el escudo puniéndole en com- mis merecimientos no se hallan dignos del».
pañía de los otros, y como ya estuviesse el Targiana le recibió muy bien, tiniendo en
emperador y toda su corte viendo las justas, mucho los servicios que le hiciera, que bien
é la plaza ocupada de otra gente menuda por los vía en la multitud ele los escudos que allí
ser esto en domingo, viendo entrar al caba- había ganado; en aquella hora se le fue de
llero de las armas negras con compañía tan la memoria el amor ele Ploriano, con tan
noble, esperaron por ver lo que haría, porque gran olvido como si nunca le viera, punién-
su parecer daba testimonio de hacer mucho, dole todo en Albaizar; mas ¿que aprovecha-
é por estas razones entre la gente se levantó ba, que en ellas assí para el mal como para
un murmullo que en pequeño espacio vinie- el bien están las mudanzas aparejadas, y en,
ron muchas damas y caballeros, puniéndose nenguna tienen sosiego, porque por más co-
en lugares do mejor lo puelies'sen ver, y de sas se olvidan cualesquier servicios passados,
lo que más se espantaban y les hacían salir á aunque sean de mayor calielad, y después,
mirar, era la fermosura y riquezas de ata- conociéndolo todos para sentillo, no lo mira-
víos de Targiana, que aquella como á cosa mos para guardarnos dello? Esto nos procede
caída del cielo salían á ver; Albaizar, vien- y viene de la flaqueza de la carne, que siendo
do tan gran rumor en la gente, cosa no acos- flaca en todo, para con ellas es tanto más
tumbrada, puesto que es natural del vulgo flaca, que conociendo sus obras, nos vencen
holgar con novedades, fue mirando entre la sus pareceres; sintiendo sus engaños nos de-
gente, é devisando á Targiana, estuvo para jamos engañar clellas, sabiendo que al fin
caer, no porque del todo la conociesse, mas por un pequeño enojo olvidan servicios muy
graneles, y que á grandes merecimientos dan
pequeños galardones, y guardan sus bienes
(,'} El texto: «pedría»,
156 LIBROS DE CABALLERÍAS
para quien no los merece ni los sabe sentir; Bien conoció Albaizar que de las fuerzas
tornando al propósito, Albaizar, después de aquel caballero á las de los otros había
que hizo el acatamiento que debía, tornó á mucha diferencia, y él la comenzó á mostrar
cabalgar con tanta desenvoltura como aquel en sus golpes; entramos los daban tan á me-
que tenía fuerzas nuevas, y tornándose á nudos ó sin dolor, que de los yelmos, allende
poner el yelmo, dijo al caballero negro: «Se- de estar abollados, hacían salir vivas llamas
ñor caballero, agora quiero saber de vos en de fuego; los escudos no les duraron mucho
qué manera la señora Targiana viene en en los brazos por el suelo sembradas las ra-
vuestra compañía, y después, si comigo jas, y tan presto fueron deshechos que el
queréis justar, presenta el escudo y entra- emperador se maravillaba. Albaizar, que vía
réis en el campo». «La manera por que trai- delante de sí á la hermosa Targiana y tenía
go á Targiana, dijo el caballero negro, aca- por gran falta duralle tanto, mostraba ma-
bada nuestra contienda ella mejor que yo te yores fuerzas de lo que de antes hacía; el ca-
lo podrá decir; el escudo que me pedís que ballero, que también tenía delante de los ojos
presente para justar contigo no le traigo, quien le ponía en la mesma obligación, ha-
porque el que pudiera traer tú le hurtaste; cía maravillas; desta manera se combatie-
presentaré este cuerpo, y si me vencieres, ron por tan gran pieza, que á los que los mi-
véngate en él como en el del mayor enimigo raban tenían cansados y en ellos no parecía
que tienes, que si yo te venciere á ti, no que había tal cosa.
quiero otra vitoria sino tornar el escudo de Ta en este comedio las armas comenzaban
Miraguarda á donde de antes solía estar». desamparar las carnes, de manera que los
«Mas sea desta manera nuestra batalla, pues filos de las espadas los herían por muchas
tanto á ti place, dijo Albaizar, que sí me partes; Targiana tenía en tanto la alta caba-
vencieres, allende de ganar el escudo con llería de Albaizar, que otra nenguna le pa-
todos los otros, me lleves ante Miraguarda y recía igualar á ella, y desseaba ver aquella
ella determine de mi vida lo que más tuvie- batalla con vitoria de su enemigo, por quien
re en la voluntad, é siendo tú vencido, mi aquél creía que consistía el fin é la vitoria
señora Targiana haga lo mismo de ti». «Tan- de su empresa; mas el caballero negro no se
to á mi placer como es esse partido, respon- combatía con essa confianza; tanto trabajaron
dió el caballero negro, que si á los enemigos entramos, que tuvieron necessidad de cobrar
fuesse de dar agradecimiento, en esto yo te aliento; Albaizar, puniendo los ojos en sus
mostraría lo mucho que en essa parte te debo; armas, las vio rotas y deshechas y gran parte
dígolo que lo hagas assí como tú lo quisieres, de su sangre esparcida por el campo, y mi-
y espero que el fin de nuestra batalla será rando para aquella qué á tal estado le había
como tú mereces». El emperador y todos oye- traído, viéndola triste y algún tanto desacor-
ron aquellas palabras; en Primaleón hicie- dada, dijo entre sí: «¿Qué me aprovechan
ron más assiento que en otro nenguno, sospe- mis vitorias passadas, qué gloria puedo tener
chando por ellas quién era el que las decía; de mis grandes acontecimientos, qué me vale
los jueces le metieron dentro de la palizada la memoria de cuantas batallas vencí, si ago-
al caballero negro y a Targiana, que Albai- ra en esta sola espero perder la honrra que
zar lo pidió assí, y después de les partir el por largos días y con grandes trabajos á cos-
sol, puniendo cada uno los ojos en lo que más ta de mi sangre gané? ¡ Oh señora Targiana,
les ponía la voluntad, al son de una trompe- si yo en vuestro nombre desbaraté el mundo
ta, con las lanzas en ristre, cubiertos de los todo y á los mejores caballeros del estan-
escudos remetieron con gran ímpetu como los do vos ausente, ¿por qué consentís, estando
hacía llevar la razón por que se combatían; vos presente, un caballero solo me destruya?
los encuentros fueron tales y tan bien dados Yed que os olvidáis de mí ó que os acordáis
y con tanta fuerza, que entramos vinieron de otro más que de mí, porque las otras ra-
al suelo, Albaizar por cima de las ancas del zones nenguno las tiene mejores para llevar
caballo, y el caballero negro le reventaron su vitoria adelante; ¿quién más hermosa que
las cinchas, por lo cual llevó la silla consigo; vos? ¿quién más alta princessa y digna de ser
grande esperanza puso este encuentro al em- socorrida? por cierto, la batalla perderse ha,
perador para no pensar que Albaizar saldrá y podrase perder por mi flaqueza, mas no
de la corte como antes sospechaba; ellos fue- por el merecimiento de vuestras calidades» ;
ron luego en pie, é arrancando las espadas, pues el caballero negro, en este espacio, no
airados de se ver derribados comenzaron su gastó el tiempo en vano, antes encomendán-
batalla, herida de tal manera, que siendo dose á su señora, viendo la necessidad en que
dellos el daño, en aquellos que los miraban estaba, decía: «Ya que en las cosas que á
hacían gran temor. mí tocan no os acordastes de mí, en ésta que
PALME RIN DE INGLATERRA 157
es tanto vuestra no os debéis olvidaros; Al- de lo que merecía; el escudo de Mira guar-
baizar, si hasta agora venció á muchos, tuvo da fue puesto á donde el otro con menos ra-
razón de vencer á tocios, que Targiana es zón estaba puesto.
más hermosa que cuantas tienen aquí sus A esta hora estaba ya el emperador en la
escudos; mas contra vos ¿qué razón pueden plaza con toda su caballería; j queriendo re-
tener, que para quien os sirve no vencerá cebir al caballero negro y saber quién era y
cuantos contra él se pusieren?» En el cabo mandar llevar á Albaizar á su aposento, él
dessas palabras tornaron á remeter el uno se quitó el yelmo para besalle las manos, di-
contra el otro, y porque ya en las armas ha- ciendo: «Señor, esta hermosa señora primero
bría poca defensa, tratábanse tan mal, que que á ninguno mande vuestra majestad apo-
el emperador y los que miraban la batalla sentar, que para nosotros cualquiera cosa
uzgaban que aquella sería la postrera de en- basta». Cuando el emperador conoció que el
tramos. Primaleón, como aquel que le reve- caballero negro era el príncipe Florendos, su
laba la carne alguna causa, estaba tan triste nieto, supo mal dissimular el sobresalto que
de ver las heridas del caballero negro, como aquel placer hizo en él. Primaleón, que era de
si él las recibiera en sí, puesto que en el corazón más robusto, encubría aquel placer
semblante del rostro nenguno se lo sentía, mucho mejor, y porque el tiempo no se gas-
que esto han de tener los corazones grandes, tasse en palabras y recibimientos, mandaron
sentir los males ajenos y nenguno sentírselo llevar á Albaizar al aposento del emperador;
en ellos; la emperatriz é Gridonia, por no Targiana, sabido quién era, fue dada por
ver el fin de la batalla, con tristeza demas- güespeda á la hermosa Polinarda, que ella lo
síada se quitaron de las ventanas; mas ellos pidió al emperador su agüelo, á clónele con
por esso no dejaban de herirse por do más tanto estado fue servida como en casa del
daño se podían hacer, y á las veces deja- gran turco lo pudiera ser; tantos caballeros
ban ele herirse trabándose á brazos, esperi- y señoras recrecieron por ver á Florendos.
mentando sus fuerzas, probando cada uno de- que no le dejaban curar ni subir las escalas
rribar al otro, todo para más daño suyo, que ele palacio; la emperatriz y Gridonia, des-
poniendo fuerzas se hacían reventar la san- pués de pretalle consigo con muchas lágri-
gre en tanta cantidad que parecía imposible mas, estuvieron presentes á su cura; no re-
quedalles en el cuerpo con qué sostenerse; cibieron menos dolor á sus puntos que si
otras veces se daban con los pomos de las es- ellas mesmas los recibieran; luego fue echa-
padas haciéndose abollar los yelmos, mas do en un lecho, y el emperador mandó cu-
como la ñaqueza de entramos fuesse ya gran- rar á Albaizar con mucha presteza, y siendo
de, su batalla era más flaca que primero, que certificado de los maestros que las heridas
Albaizar, que gran tiempo había que se sos- no eran de muerte, quedó más contento de la
tenía en la presencia de su señora, espanta- vitoria de lo que antes estaba; los escudos se
do de las armas, cansado el spíritu, desfalle- estuvieron en el campo, porque el empera-
cido de las fuerzas, súpitamente, sin nengún dor lo mandó assí, hasta que Florencios fues-
acuerdo, cayó en el suelo, de que el caballe- se sano, y el de Miraguarda puesto en el lu-
ro dio muchas gracias á Dios, como aquel que gar de la vitoria, que era más alto que todos,
andaba por hacer lo mismo, y desenlazando y assí era bien, pues una de las mayores sin-
el yelmo á Albaizar, le quiso cortar la cabe- razones es quitar á alguno lo suyo.
za; el emperador, viendo la determinación,
quiso luego estorbarlo con las voces que no
lo hiciesse, y porque él fingió que no lo oía,
Targiana se echó ele su palafrén sobre Al- CAP. XC.—De una aventura que una doncella
baizar, diciendo al caballero negro: «Bué- de Trocía trujo á la corte.
goos, señor, que matéis á mí primero y des-
pués hace del lo que mandáracles, ó á lo me- Algunos días passaron, después del venci-
nos no vea yo la su muerte, pues della soy miento de Albaizar, que ni él ni Florendos
causa» ; el caballero negro le dejó, loando fuessen sanos de sus heridas; el emperador,
mucho á Targiana aquella humanidad y con la gloria de aquel vencimiento, andaba
amor para quien la servía, creyendo de su muy alegre; la emperatriz y Gridonia nunca
señora que si assí le viera, estimara poco su se apartaban del, gastando el tiempo en loar
vida para pedilla á ninguno; los jueces en- la hermosura de Miraguarda, que era verda-
traron en el campo y le dieron por vencido, dera medecina para su salud. El emperador
y quisieron saber del al caballero negro, mas y Primaleón acompañaban á Albaizar, conso-
él no quiso sin Targiana, que receló que no lándole ele ser assí vencido, y puesto que
sabiendo quién era no fuesse tratada menos Albaizar lo agradecía, en el corazón tenía
otra cosa para dañarles en lo que pudiesse,
158 LtBUOS DE CABALLERÍAS
como después hizo en lo que en la segunda lada, que no hacía nenguna mudanza aun-
parte desta historia se contará. que voiviessen la copa; después que la don-
E n este tiempo Costantinopla estaba llena cella la tomó en la mano, tornando la caja
de caballeros famosos y de muy hermosas al escudero que se la diera, volviendo los ojos
damas y de muchos atavíos, que entonces se á todas partes dijo en alta voz: «Agora,
creía que en ella se encerraba la ñor de todo; grande emperador, quiero ver lo que vuestros
solos los dos hermanos faltaba de los mu- caballeros harán en .la aventura desta copa,
ros adentro para confirmarse que allí no que yo, cansada ele anclar las otras cortes,
faltaba nada; puesto que el emperador tan adonde muchos la probaron é nenguno le dio
alegre y contento en aquellos días viviesse, fin, agora vengo á la vuestra como á la más
no por esso perdía el deseo de ver a sus nie- señalada del mundo, creyendo que aquí so-
tos Palmerín y Floriano, con cuyas obras brará el remedio que en las otras partes fal-
sabía que las de los otros podían callar; es- taba, y primero que se pruebe es bien que
tando las cosas en este estado, aconteció se sepa la manera della; decíroslo he por que
que un domingo, acabando de comer con la con mayor afición cada uno quiera mostrar
emperatriz y su nuera y nieta y la princesa para cuánto es y lo que quiere á quien sirve.
Targiana en la güerta de Florida, que nunca En el reino de Tracia reinó un rey, por
perdió aquel nombre, acompañado de caba- nombre tenía Farmadante, tan gran mágico,
lleros y damas que para aquel día salieron que passó á todos los de su tiempo; éste tuvo
muy costosas, debajo de unos cipreses que al una hija muy hermosa; quiso la ventura que
derredor de una fuente estaban, entrando por entre muchos caballeros que la servían se
la puerta una doncella tan grande que pare- enamoraron della dos grandes amigos; e l uno
cía jayana, y puesto que en las faciones del se llamaba Brandimar y el otro Ártibel;
rostro pareciesse fea, ciábale tan grande aire como éstos no se descubriesen el uno al otro,
lo que vestía, que parecía hermosa; traía duró tanto este servicio, hasta que la fortuna
vestida una cota de aceituní blanco aforrada los descubrió para mal de entramos; assí acon-
en tela de plata que arrastraba por el suelo, teció que como ambos sirviessen áBrandissia,
y encima una marlota azul con barras de oro que assí se llamaba la princesa, ella se con-
clavadas á lugares, con piedras (r) de mu- tentó tanto de Artibel, por el merecimiento de
cho precio por el ruedo; y por las bocas délas su persona, que se le entregó del todo, siendo
mangas, que andaban colgando, estaban la- el amor entrellos tal, que sería sin duda an-
bradas de hilo de oro de anchura de cuatro tes ni después mucho tiempo hallarse dos
dedos una montería de aves y venados é otras personas que assí igualmente y tanto se ama-
alimañas, todo tan sutil y artificiosamente, sen; y puesto que la princesa muy guardada
que alien de ser mucho para ver, era mucho y encerrada estuviesse, el amor, que en es-
para dessear; en la cabeza, sobre una red tos casos siempre descubre lugares para dar
que tomaba el cabello, un chapeo con una fin á su desseo, dio manera cómo Artibel. por
medalla de mucho precio, y traíalo echado unas torres ó en donde no se podía tener sos-
á una parte con mucho aire; venían con ella pecha, entró con la princesa; continuando su
dos escuderos que la acompañaban; llegando conversación, vino á concebir clél una hija,
delante del emperador, uno el ellos sacó una que en hermosura y en todas las otras gracias
caja cuadrada de marfil, labrada muy sotil- no debe nada á su madre; Brandimar, como
mente. clavada en los lugares adonde las ta- en estos días el amor no le clejasse reposar,
blas se.juntaban con chapas de oro, guarneci- passaba tocios los días en el lugar donde le pa-
das con piedras ele mucho precio; la doncella recía, por ver á Brandisia, que era en el pala-
la tomó de las manos, y abriéndola con una cio, y las noches gastaba alrededor del apo-
llave de oro que traía echada al cuello, col- sento, porque satisfacía á su corazón con ver
gada por un cordón negro, sacó de dentro las paredes que su bien encerraban; aconteció
una copa de la misma largura de la caja, que una vez, echándose Artibel por una cuer-
ochavada, muy galana y de manera nueva; da de la torre por donde entrara, le vio Bran-
de lo que era hecha ninguno supo de que; dimar, y puesto que le conosció, fue en el la
estaba guarnecida de singular pedrería, y es- passión tan grande, que olvidando los pre-
tas tan escuras, que no se podían conocer el ceptos de la amistad, vinieron en tanta soltu-
nombre de ninguna de las piedras; la com- ra de palabras, que, embrazando las capas,
posición de la copa era de tal manera, que con las espadas se comenzaron a herir, y fue-
quien la miraba de fuera, vía lo que estaba ron los golpes tales, que el rey recordó á
dentro, que era ele agua tan maciza y conge- ellos, por ser esto delante de la cámara á
donde dormía; acudiendo acompañado de su
guarda, halló ya. á Brandimar casi muerto, y
(') El texto: «priedras». ,
P A L M E R Í K DÉ INGLATERRA 159
1
Artíbel fue píesso; el rey, sabido ele Brancli- los de aquel tiempo, y que aquel desencan-
niar el caso cómo passaba^ que acabado de taría á Leonarda y casaría con ella, y sería
decir espiró, y alcanzando por suerte que su rey de Tracia; y si fuesse caso que el amor
hija estaba preñada en siete meses, quiso que antes tuviesse le obligasse á no querello
aguardar á que pariesse, y en tanto tuvo hacer, que entonces Leonarda tornasse de su
secretamente presso á Artibel, al cual, pas- mano el marido que él le diesse; elijo más, que
eando el tiempo por que esperaba, mandó si alguno fuesse tan singular enamorado que
matar sacándole el corazón por las espaldas, no debiesse nada al que desencantasse la
que metido en esta copa mandó presentar á copa, que éste también la haría clara á ella y
su bija, declarándole la verdad de su muer- á las lágrimas como de antes era, mas que de-
te (»)'. jándola y tomándola otro menos enamorado,
La princesa, después de certificada de haría luego mudanza según que era el que la
la .verdad, desseosa de más no vivir, tomó la tomara; porque el verdadero desencantar no
copa en las manos, y diciendo al corazón de pertenecía sino á quien entramas calidades
Artibel palabras de mucho dolor, y diciendo tuviesse, y puesto' que otro alguno la tome
muchas lástimas, la hinchió ele lágrimas; can- en la mano, aunque sea especial caballero,
sada de platicar su dolor, quiriendo mostrar no siendo enamorado, no hará mudanza;
por obras el amor que le tuviera, sacó el co- también dijo que, después ele desencantado,
razón de dentro y envió la copa con las lá- todo servidor ó dama que las lágrimas se
grimas á su padre, diciendo á quien la lle- mirasse vería dentro en ellas la misma figura
vaba: «Di al rey que este es el postrero des- de quien más quissiesse, alegre ó triste se-
pojo de mi vida, y este placer le quede en gún el amor le tuviesse; más dijo: que des-
pago de la crueza que comigo usó, que á pués de desencantada quissiessen ver cuál es
mí me queda, el corazón de Artíbel por que el más desfavorecido de cuantos entonces
aquella conformidad que tuvimos en la vida amaban, que tomándola en las manos halla-
essa sea en la muerte»; enviada la copa, vis- rían tan grande ardor en ella, que no la po-
tiéndose vestiduras reales como que para al- drían sufrir; esto sería según los disfavores
guna fiesta se aparejaba, metiendo el cora- que cada uno tuviesse, y aquel que en esto
zón de Artibel en el seno entre la camisa y hiciesse ventaja á todos haría hacer en la
los pechos, se echó .de la mesma torre por copa muy mayores señales que á otro nin-
donde él solía entrar. El rey, viendo su hija guno. Agora, alto príncipe, manda probar á
muerta, después de dalle la sepoltura que los vuestros, y comenzá vos primero, para
convenía, tomó á Leonarda su nieta, que assí que se vea el amor que aún tenéis á la se-
la puso nombre, y metióla en la misma to- ñora emperatriz, si está tan entero como en
rre, adonde con algunas dueñas y doncellas los días passados, y las damas de vuestra casa
se crió hasta edad de cuatro años. Y después, sepan qué tienen en quien las sirve». «En
haciendo un encantamiento media legua de buena afrenta me desseáis ver, dijo el em-
la cibdad en un valle aparejado para ello, perador, mas proballa he por contentar á los
la metió en él sin nenguno la poder más ver. que no la acabaren como yo espero hacer, que
Y algunas personas, mirando de lejos, veen ya otro tanto me aconteció en el espejo del rey
hacia aquella parte unas torres y edificios Tarnaes que don Duardos desencantó, que
grandes, mas llegando de cerca las pierden fue otra aventura como ésta; mas yo sé que
luego de vista; y tomando la copa en que su la emperatriz que aquí está no ciará culpa á
hija lloró, que es ésta, y haciéndole perder la mí, sino á la edad que no tengo para que estas
color natural al que de antes solía tener, por aventuras se hacen». En. los caballeros y
su arte congeló las lágrimas dentro de la damas comenzó á haber alboroto con desseo
manera que aquí veis. Al tiempo de su muerte, de verse en la aventura, y no es mucho ser
porque el reino quedaba sin heredero, mandó assí, que natural cosa es todas las cosas nue-
que esta copa fuesse llevada por todas las cor- vas ser apacibles ( l ).
tes de los príncipes, para que la. probassen.
los caballeros della, y aquel que fuesse de
tanta virtud que en tomándola en la mano CAP. XCI."—De los que probaron el aventura
la hiciesse tornar en toda su claridad y per- de la copa, y de lo que en ello hicieron.
fición, que no la tornasse á perder, creyessen
Acabada de decir toda la razón de su veni-
cpie aquél passaba en valentía y amor á todos
da la doncella de Tracia, á ruego de los que

(') Véase algo semejante en el descanso VII de la: (1) Semejante es esta aventura á la que se refiere
tercera de las Relacione» de la vida y aventuras del :\ en los capítulos XIII á XV del libro I I de Amadís de
escudera Mareos'de Obregán, por Vicente Espinel. Gavia.
160 L I B R O S DE C A B A L L E R Í A S
estaban presentes, quisso el emperador que había sido, tanto las lágrimas que de antes
se empezasse á probar, y quiriendo él ser el estaban hechas como una cosa maciza co-
primero, puestos los ojos en la emperatriz menzaron á convertirse en lo que de. antes
dijo: «Por cierto, señora, si estas cosas en eran, mas no que del todo lo hiciessen. En
alguna habla verdad y esta cosa por amor se este tiempo no pudo Onístalda encobrir tan-
ha de acabar, escusado será proballa más to el alegría de aquella espirieneia hecha
nenguno, que yo solo lo acabaré»; y entonces, por su servicio que las otras no se lo cono-
tomando la copa en la mano, túvola un pe- ciessen; tras Beroldo vino Platir, que en
queño rato sin hacer nenguna mudanza, de aquellos días servía á Pidelia, hija del rey
que quedó algún tanto corrido, y la doncella Tarnaes, y aunque de verdadero amor la
la tornó á tomar, diciendo: «Señor, bien pa- amase, algiin tanto la copa en sus manos
rece que todo passa, que sí en otro tiempo perdió la claridad de como Beroldo se la dio;
esta copa vos tomárades, esto fuera assí ó Belisarte, que servía á Dionisia, quiso pro-
no». Primaleón la tomó luego, y acontecióle bar su suerte, y en su poder se escureció algo
de la misma manera que al emperador su más de lo que se la diera Platir; Dramiante,
padre, quedando mucho más corrido, porque que servía á Floriana, vino tras él, é de la
sintió passión en Gridonia de le ver acabar mesma manera que tomó la copa la tornó á
tan poco; Yernao, príncipe de Alemana, se dejar sin hacer nenguna mudanza; luego,
levantó, y tomándola en las manos comenzó vino el príncipe Francián, que servía á Ber-
á hacer una pequeña mudanza de claridad, nalda, mas él gano tan poco en aqiiel hecho,
porque su amor ya en aquellos días no era me- que de mucha más voluntad holgara de no
recedor de más; entonces creyeron todos habella empezado, porque la copa en su po-
que en la copa había la virtud que la donce- der perdió toda la claridad que los otros le
lla decía, por ver que ninguna muestra ha- pusieron. El emperador su agüelo, que le
bía hecho en las manos de aquellos prínci- vio tan apassionado y corrido, le tomó entre
pes que tan enamorados fueron, y Prima- los brazos, riéndose le dijo: «Hijo Francián,
león más sustentaba ser abusión. El rey Po- holga mucho de ser tan libre, que ni las da-
lendos la tomó en la mano alguna cosa clara mas tendrán en qué enojaros ni vos qué es-
v tornósele tan escura como ele antes estaba: perar dellas». Tras Francián vino Frísol,
entre todas las damas hubo muy gran placer Onistaldo, y Estrellante, Tenebrante, Lui-
y risa de ver aquel acontecimiento, y la mán de Borgoña, Pompides, y también Blan-
doncella le dijo: «Señor Polendos, si vos en didon é Germán de Orliens, Dirden, Poli-
otra manera no merecéis más á vuestra dama nardo, Tremolan, Oramonte, y Albanis de
del poco amor que aquí mostráis, asaz poco Frisa, que también allí se halló aquel día;
os debe». «Señora, dijo Polendos, ha tan- é puesto que en algunos déstos la copa hi-
tos días que cuidados enamorados me deja- ciesse algunas señales de muy enamorados,
ron, que no es mucho que lo muestre en esta los más dellos tornaron á perder la color que
prueba de agora». Luego se levantó Gracia- los otros le daban; entre los que en este caso
no, confiando en lo mucho que quería á la más honrra ganaron fueron Polinardo, Ora-
hermosa Clarisia, que tuvo la ventura por monte y también Germán Dorliens, mas nen-
acabada, é con esta confianza tomó la copa, guno llegó al príncipe Beroldo, que mucha
é súpitamente se tornó tan clara que pensa- parte hizo grandíssima ventaja á todos los
ron que no habría más que hacer; con esta otros nombrados, é ya que no había quien
alegría la tuvo assí un poco, y entregándola probasse aquella grandíssima aventura de la
á Guarín su hermano, se tornó tan negra y copa, y la doncella muy desconfiada de no
escura como de principio; gran placer había le ver acabar, el emperador se acordó de
en las damas en ver las mudanzas que la Floramán, príncipe de Cerdeña, é viendo
copa hacía con cada persona, que era asaz que desviado de aquella parte estaba, echa-
prueba de lo que tenían en quien las servía. do al pie de un gran árbol, quitado de se
Beroldo, príncipe de España, que en estre- querer esperimentar en aquella aventura,
mo amaba á Onístalda, hija del duque Dra- acordándose que ya perdiera la cosa que-en
pos de Formandía, se levantó en pie, y pu- aquellos cuidados y cosas le metía, le mandó
niendo los ojos en ella comenzó a decir entre llamar á una doncella, rogándole mucho que
sí: «Señora, que en las otras cosas esperó probasse su suerte juntamente con los otros.
vuestra ayuda é favor, en ésta no la quiero Floramán le respondió: «Quien, señor, la
ni vos me la deis, porque sólo en el mereci- tuvo tan desdichada y tan mala, en ningu-
miento de lo que á vos os quiero la espero na manera en todo lo que esperanza le puede
de acabar»; é tomando la copa con entramas quedarla ha de tener en ésta buena; yo haré
manos, se tornó tan clara como hasta allí no lo que vuestra alteza manda; mi ventura
PALMERIN DE INGLATERRA 161
haga lo que bien le estuviere, que ya no ine ble y esforzado caballero del mundo; hágale
puede más hacer triste de lo que soy muchos vuestra alteza honrra, porque en él nenguna
días ha», y tomando la copa en las manos, cosa se puede emplear mal»; el emperador,
dijo: «Señora, si allá donde estáis os acor- sabiendo ser Dramusiando, le abrazó sin le
dáis de mí, mira el peligro en que estoy y querer dar la mano, diciendo: «Por cierto,
sácame del, pues mi vida está puesta en los Dramusiando, puesto que vuestras obras
otros en que vos la dejastes»; acabadas estas pusieron tanto tiempo mi vida en peligro,
palabras, tomando la copa, se tornó tan cla- las calidades de vuestra persona son tales,
ra y de una color tan viva y eccelente, y las que le hacen poner todo en olvido; yo soy
lágrimas deshechas en agua verdadera, que vuestro amigo, y por tal os ruego me ten-
todos dieron la aventura por acabada, y no gáis» . Dramusiando le quiso besar las ma-
la doncella, que sabía lo que faltaba para nos por tan señalada merced, las cuales él no
serlo; el emperador se fue á él, diciendo: se las quiso dar, y Primaleón le presentó á
«Bien sabía yo, señor Floramán, que para vos la emperatriz y á Grridonia, que, puesto que
se guardaba esta aventura, y á la verdad, con semblante alegre le hablasen, allá le te-
para yo creello, no habría menester otra es- nían enemistad encubierta por el pesar que
periencia sino la fe que en vuestras cosas del recibieron, que esto es natural de las
tengo; huelgo que esto assí haya acontescido, mujeres, acordarse de los enojos para nun-
porque los otros la tengan assí como yo»; las ca perderlos, y olvidarse de los servicios
damas, que muy aficionadas eran á las cosas para no dar galardón dellos; y después de
de Floramán, de allí adelante lo fueron tan- haber hecho sus cumplimientos, el empera-
to, que ninguna cosa que hiciesse les pare- dor le llegó á sí y le dio cuenta de aquella
cía mal; la doncella que vio que el emperador aventura, rogándole también quissiese mos-
y todos daban el aventura por acabada, dijo, trar la obligación en que el amor le era. «A
que todos lo oyeron: «Señor, sentaos y sose- él, dijo Dramusiando, sé yo que le soy en
gaos vuestros ('), que aunque este caballero mucha, que el día que me dio á quien me
haya hecho tanto eomo veis, mucho queda por mata me dio también el galardón de mi tra-
hacer». «Bien sé yo, dijo Floramán, que siem- bajo, que es la causa tal que con ella se pue-
pre el bien comenzó á los comienzos para me de pagar todo cualquier dolor; yo probaré lo
alegrar y los fines para me matar». El em- que vuestra alteza manda; si acabare el
perador y la emperatriz se tornaron á sose- aventura, hará el amor lo que es obligado,
gar, y porque era temprano, esperaron si ven- y si no, es esta la primera mentira que le
dría otro alguno que la probasse; no tardó hallé»; entonces, tomando la copa en las
mucho don Rosbel, y puesto que él fuesse manos, que estaba puesta en el propio ser
muy enamorado de la hermosa Dramaciana, que allí viniera, se le tornó casi tan clara
en su mano perdió la copa gran parte de la como á Floramán, mas con todo Floramán
viveza y claridad con que Floramán se la quedó con la mayor gloria de aquella prue-
diera; después de don Rosbel vinieron al- ba; viendo el emperador esta prueba de en-
gunos caballeros de que aquí no se dicen amorado en Dramusiando, túvolo en mucho
los nombres, que hicieron tan mala espe- más que de antes, y holgaba de ver el amor
riencia en sí, que tornaron la copa de la mis- apossentado con que le recebían aquellos
ma color que antes estaba. Estando ya el em- príncipes y caballeros sus prisioneros. Aca-
perador para recogerse y la emperatriz con bada la prueba de la copa, el emperador se
su nuera, entró por la puerta un caballero recogió á su aposento, tomando primero pa-
grande de cuerpo, á manera de jayán, ar- labra á la doncella que no se iría sin su li-
mado de armas verdes con estremos blancos. cencia, porque quería que Albaizar y Fio-
tan lozano é temeroso, que sólo con el pare- rendos la probassen, creyendo que en Flo-
cer espantaba, y ya que todos pussiessen los reados estaba el fin de todo; la doncella lo
ojos en él, sólo Primaleón conoció ser Dra- prometió, y el emperador la mandó apossen-
musiando, y pidiendo por merced al empe- tar y á Dramusiando dentro del palacio,
rador que quisiese tornar á sentarse, le fue adonde era visitado de todos aquellos caba-
un poco á recebir fuera del estrado; tomán- lleros que tuvo presos.
dole por la mano, después de abrazalle, le
hizo quitar el yelmo, y assí le trujo delante
del emperador, adonde, puestos entramos de CAP. XCII.—De como Florencios y Albaizar
rodillas, Primaleón, tan alto que todos lo probaron la aventura de la copa, y Palme-
oyeron, le dijo: «Señor, veis aquí el más no- rín é Floriano vinieron á la corte.
Dice la historia que el esforzado Dramu-
(') S i c . siando, después que se apartó ele los dos her-
LIBROS DE CABALLERÍAS.—II.—11
162 LIBROS DE CABALLERÍAS
manos Palmerín ele Ingalaterra y Ploriano 1 dicho tengo, allí estuviessen todos los más
del Desierto, en el monesterio donde los famosos caballeros del mundo, entraron tan
dejó curándose de las heridas que se hicie- bien jraestos y airosos, tan ataviados ele ar-
ron en el valle de la Fuente, como atrás se mas ricas y galanas, que los salían á mirar
dice, se partió en demanda del caballero que como cosa nueva, y con mucha mejor volun-
llevó á la hermosa Targiana, y corriendo tad después que vieron á Palmerín la devisa
muchas partes, halló nueva cómo fuera ven- del dragón, de que en aquellos días mucho
cido de otro y Targiana tomada y llevada se hablaba, teniendo por cierto que aquel
camino de la corte del emperador Palmerín; sería el propio caballero del dragón, cuya
entonces, caminando hacia allá, supo de una fama entonces volaba por encima de las de
doncella que en el camino topó cómo el ca- todos ellos; assí llegaron á tiempo que el
ballero en cuya compañía fuera era el esfor- emperador acababa de comer y la empera-
zado Florencios, y que ya venciera á Albai- triz estaba ya con él acompañada de todas
zar y ganara el escuelo de Síiraguarda, de las otras princesas y sus clamas para ver á
que á él le pesó mucho, que el escudo no Florendos y Albaizar probar la aventura de
quisiera que ninguno le tornara al castillo la copa, que con este desseo se levantaron
sino él, tiniéndolo por gran falta ele su hon- más presto de lo epae sus heridas consentían.
rra que á otro fuesse otorgada la venganza de Después de apeados, dejando á Selvián fuera
cjuien á él hurtó el escudo y le hiciera tan por no ser conocidos por él, entraron assí
gran afrenta; mas viendo que en esto no ha- armados y los rostros cubiertos hasta la sala
bía cura, encubrió su passión en lo mejor del emperador, maravillados de verlos mu-
que pudo, y fuesse derecho á la gran cibelad chos caballeros que allí había, que aunque
de Costantinopla, y llegó al palacio de la conocieron á todos, nenguno los conoció á
manera que ya se dijo. ellos, y porque al tiempo que llegaron junto
Pues tornando á Palmerín y á Floriano, del estrado estaba Albaizar para tomar la
escríbese que estuvieron veinte y tres días, copa en las manos, detuviéronse sin le hacer
en fin de los cuales, siendo bien sanos de sus cortesía al emperador por no turbar la fiesta;
heridas, con armas hechas de nuevo se des- Albaizar, que vio que le estaban mirando,
pidieron de los frailes, agradeciéndoles la arrimado sobre un paño amarillo, mal dis-
buena obra que los habían hecho, y siguien- puesto, puniendo los ojos en Targiana. con
do el camino de Costantinopla, en pocas jor- una confianza grande tomó la copa, que se
nadas llegaron á vista ele la cibelad sobre un le tornó tan clara como al príncipe Flora-
teso donde la mayor parte de la cibelad se mán, de que Targiana quedó no poco satis-
descubría. ¿Quién pudiera decir los graneles fecha, viendo que en amor tan verdadero
movimientos que en el corazón de Palmerín ningún galardón se podía emplear mal; Al-
había entonces? y porque esto aún era por la baizar no quedó del tocio contento ele su
mañana y temprano, quitaron los frenos á esperiencia, sabiendo que aún le quedaba
los caballos para que paciessen; Ploriano, más por hacer; el, caballero del dragón y su
que fuera de los cuidados de Palmerín esta- compañero, que vieron entregar la copa ne-
ba, se echó al pie ele un árbol, adonde repo- gra y sin nenguna color y en las manos de
só; Palmerín se apartó del, y subiendo en el Albaizar se tornó clara, y después la toma-
más alto otero estuvo mirando las altas to- ron otros y se tornó á escurecer como de an-
rres de aquella cibelad, viniéndole á la me- tes era, mirábanse el uno al otro, no sabien-
moria de cómo fue criado en casa del empe- do determinar lo que podía ser; el empera-
rador, y las mercedes que del recibiera no dor, que muchas veces ponía los ojos en ellos,
siendo conoscido, y el pesar con que clella pareciéndole estraños y personas de precio,
saliera por la ira cíe su señora, y el defendi- mandó que les cliessen lugar, y mandólos
miento que le pusiera; estuvo movido mu- llegar junto del, y porque les vio nuevos en
chas veces tornarse, y al fin lo hiciera si las la aventura de la copa, dióles cuenta della
palabras de Selvián no tuvieran tanta fuerza por estenso, que no es de espantar, que cleste
que se lo estorbaran, dándole razones tan emperador se lee que fue el más begnino y
eccelentes, que Palmerín quedaba satisfe- apacible príncipe del mundo.
cho; en esto recordó Ploriano, y haciendo Entramos se sentaron ele rodillas por le
enfrenar los caballos, se pusieron en el ca- besar las manos, teniendo en mucho tan se-
mino armados de todas sus armas frescas y ñalada merced y benivolencia con que los
nuevas, con los yelmos enlazados por no ser tratara, y puesto que el emperador les elijo
conocidos; assí entraron por la cibdad, yen- que se quitassen los yelmos, dieron tan justa
do derechos hacia los palacios del empera- escusa para no hacello, que no los emportu-
dor, y puesto que en aquellos días, como nó más; en esto se levantó el príncipe Fio-
P A L M E R Í N DE I N G L A T E R R A 183
relíelos, que por su flaqueza y mala disposi- í damas no la aprobaron por buena, que su
ción estaba echado en las haldas de la her- condición es querer la vida de los hombres
mosa Polinarda, y viniéndole á la memoria á su sabor y las satisfaciones al revés ele su
la hermosura de Miraguarda, dijo entre sí: merecimiento.
«Señora mía, ¡agora quiero que veáis la ra- La doncella, tinienclo ya la copa en su
zón para me tratar según vuestra condición poder, dijo al caballero del dragón, que nin-
os enseña!» ; y tomando la copa en las manos guno otro había por probar: «Señor caballe-
hizo una diferencia de claridad tanto y más ro, á quien essas armas tan bien parecen,
que Albaizar y Floramán, como aquella que toma esta copa y hace lo que hizo vuestro
estaba en toda su perñción y verdadero ser; compañero, que de hombre tan conforme en
las lágrimas quedaron tan claras y sin nin- el parecer no se puede esperar sino que lo
guna mácula que en ellas hobiesse; mucho sea en las voluntades». Palmerín, viéndose
fue alegre el emperador y Primaleón de ver en aquel estremo, puestos los ojos en la don-
tal muestra de enamorado como Florendos cella y el corazón en quien le mataba, dijo:
hiciera sobre todos los que la aventura pro- «Si éste alguna hora dice verdad, de aquí de-
baron, y preguntaron á la doncella si la aven- lante escusaréis otra prueba, que no sé quién
tura estaba acabada. «Señores, respondió la [tenga] la voluntad más perdida y la espe-
doncella, la copa y las lágrimas están en ranza tan lejos»; y tomando la copa se tornó
toda su perfición, y ninguno la puede dar de la mesma manera que estuvo en las manos
mayor; mas mandalda probar á otros, é si no de Florendos, que de allí no podía passar,
hiciese mudanza, creeréis que en este caba- con que el emperador se alegró mucho, é
llero se encierra ser el mejor y más enamo- tomando en las manos, vio dentro en las lá-
rado del mundo; tornando la copa á hacer grimas la propia ñgura de la emperatriz, tan
alguna mudanza en la mano de otro,, podéis alegre y contenta, como aquella que nunca
creer que aún hay otro que en las armas le para él tuviera otro rostro; y entonces le pa-
haga ventaja, que en los amores no puede reció la aventura acabada, preguntando á la
ser; el emperador, viendo que ya no había doncella si era assí: «Todavía, respondiera,
quien qnedasse por probarse en aquella aven- cumple que le prueben otros a tomar, é si
tura, rogó al caballero del dragón y su com- aquí no hobiese quién, pruébenlo los que la
pañero que quissiessen probar la ventura; han probado, que en sus manos tornará á
Palmerín estaba tan ocupado en ver quien hacer la diferencia que la otra vez hizo, y
tanto mal le hacía, que ni sintió lo que el si no, la aventura será acabada; con todo no
emperador dijo, ni tuvo acuerdo parale res- consienta vuestra alteza que pruebe este ca-
ponder; Floriano, que traía el espíritu más ballero (señalando á Floriano), que me pa-
desembarazado, llegó adelante, é puniendo rece que su desamor es de tanta fuerza, que
los ojos en Targiana, que también tenía los siendo la aventura acabada, tornará la copa
ojos en él y le conoció muy bien, en tomán- más negra de lo que agora está al contra-
dola se paró tan clara y singular como los rio» . Mucho rieron las damas con lo que la
amores de Florendos, tornóse en las manos doncella dijo; el emperador la mandó tornar
tan negra y escura, que al parecer de todos á probar algunos, y como ya no hubiesse qué
imnca tanto lo fuera, de que Targiana den- hacer, todo era en vano; la emperatriz tomó
tro en sí recibió tan gran pesar, que casi no la copa é vio en ella al emperador, tan cla-
lo pudo disimular, antes, mostrando que le ramente con su parecer alegre, como le pu-
venían algunos acidentes, se recogió a su diera ver faz asaz; de allí passó a Grriclonia
cámara, adonde, echada de bruces sobre unos y á Basilia, viendo cada una la verdad de lo
cojines, comenzó á sentir cuan mal emplea- que más desseaban; la infanta Polinarda,
ra su amor en hombre tan sin él; la doncella que la tomó en las manos, vio á Palmerín
de la copa dijo á Floriano: «Si vos, señor ca- tan atribulado como su amor entonces le
ballero, en las armas no tenéis más mereci- traía, é pareciéndole que otro lo podía ver,
miento que en los amores, de mi consejo de- fue tan grande el sobresalto, que le tremió
béis dejalias». «Señora, respondió él, si vos- el corazón y los miembros, y la copa, con
otros diéssedes el galardón según que le me- temor que se le cayesse, dióla á una dama
rece quien os sirve, pesarmia mucho haber- con más priessa de la que la tomara; bien sin-
me acontecido este desastre; mas vuestras tieron muchos su turbación, mas no que su-
cosas son sin arte y sin razón ni medida, de pieron de dónde procedía; el emperador, que
lo que quiero me contento, que, si más quis- en estos casos era espirimentado, conocien-
siese, daríame mala vida á mí y estaría más do que su neta viera alguien que la desseaba
incierto de lo que dessease»; é puesto que servir, abrazándola le dijo: «Paréceme, mi
esta respuesta parecía bien á muchos, las hija, que esse vuestro parecer no está falto
164 LIBROS DE CABALLERÍAS
de servidores»; de que Polinarda, corrida y tió más blanda por no ille tan mal; Platir la
vergonzosa, hizo una color en el rostro tan dio á Graciano, y de ahí, de mano en mano,
viva, que acrecentó más su hermosura y la tomó Yernao, Beroldo, Belisarte, Dra-
mucho más dolor en el caballero del dragón; miante, Francián, Frísol, Onistaldo; á todos
de allí andando la copa por mano de todas iba tan bien, que en ninguno hizo la copa
las damas y servidores dellas, cada uno vio diferencia; luego la tomó Grermán Dorliens,
lo que tenía en quien amaba, y en algunos que servía á Florenda, hija del rey de Fran-
se conocieron estar alegres y en otros gran- cia, y allende de la copa le quemar, no la
des pesares, que estos casos siempre el pesar pudo tener un momento, la pura color della
vence el placer; cada uno según lo que via era de viva brasa. Estrellante se la tomó de
en las lágrimas, y los que de aquella passión las manos, y de ahí fue á Tenebrot, Basilar-
estaban libres, holgaban de ver aquellas di- do, Luimán de Borgoña, Blandidón, Dirdín,
ferencias en los otros; en esto passó mucho; Polinardo, Tremorán y Oramont, Albanis de
la postrera persona que la copa tomó fue Frisa, el príncipe Floramán; todos pudieron
Palmerín, y viendo en ella á Polinarda con sostenella, y que algunos hallassen diferen-
semblante sereno, sin saber determinar nada, cia, fue tan poca, que no se nombran cuáles
dijo: «Señora, bien sé que assí como os acor- fueron; Polinardo fue entrellos quien mayor
dáis lo mostráis de mí; sea como mandardes ardor sintió; á ruego de la doncella de Tra-
que yo para os servir nací, é sin esperanza cia la tomó Floriano, que ella holgaba de le
os- sirvo; lo que vos queréis esso quiero, por- ver probar aquellas aventuras y passar por
que yo no sé qué dessee ni tengo que dessear ellas tan livianamente; túvola tan sin per-
sino hacer vuestra voluntad». Luego dio la juicio en las manos, como aquel que no sen-
copa á Floriano, que se quiso también ver tía nada. «Paréceme, dijo la doncella, que
en ella, y puniendo los ojos en las lágrimas, tienen las damas y el amor tan poco poder
vido gran multitud de mujeres con los sem- en vos, que ni os empece su mal ni vos te-
blantes airados, y á Targiana y Arnalta, néis recelo del»; é tomándola, la dio á Al-
princessa de Havarra, entrellas, á su pare- baizar, que también, como hombre favore-
cer mucho más airadas que todas las otras. cido, la tuvo en las manos sin sentir ningún
«¿Qué veis allá? dijo la doncella de Tracia, ardor, de que no fue poco alegre. El caba-
¿halláis por ventura la paga del merecimien- llero del dragón la tomó de Albaizar, mas
to de vuestras obras?» «Paréceme, dijo Flo- no le aconteció como a los otros, que la
riano, según lo que á vos veo, que ya no me copa se le puso tan roja y hirviente, que po-
favoreciéredes con que os sirviesse muy bien, nía miedo a quien la miraba, y su ardor fue
pues yo no dejo de creer que vos y todas las tan grande, que le parecía que las entrañas
otras de vuestro nombre serían mejor ser- se le asaban dentro del cuerpo; y puesto que
vidas de mí que de otros algunos que en la aquel dolor le atormentaba, desseando dar
copa harían mejores muestras». La doncella, ñn á la vida por escusar los otros de cada
dejando de le responder, dijo al emperador: día sostuvo assí la copa en las manos por
«Señor, pues aún tenemos agora á vos de gran espacio, y nenguno estaba á la redonda
mandar que se haga la prueba de los desfa- que le pudiesse juzgar sino por muerto, que
vorecidos, que será mucho para ver». «Essa la color y el temor ele los miembros no cia-
quiero yo, respondió el emperador, que no ban señal de otra cosa, de manera que la
se detenga más, y también quiero yo ser el piedad que del tenían los que le vían fue tan
primero en el comienzo della, porque creo grande, que lo manifestaban muchos con lá-
que de poco favorecido ele la señora empera- grimas. «Por cierto, dijo la doncella de Tra-
triz hice poco en la primera prueba»; luego cia, mal merece este galardón quien tan
tomó la copa en la mano y no halló másv mo- buena prueba hizo de servidor»; y quirión-
vimiento de callente ni de fría que de antes. clole tomar la copa de las manos, él se quitó
«Señor, dijo la doncella, confesa que os res- afuera, diciendo: «Señora, ruégoos que no
friastes del todo, y echa la culpa á esto, y me estorbéis este bien, si mi mal me le guar-
no á mi señora la emperatriz, que no la tie- dó para dar fin á otros males que siempre
ne» . «En la verdad, respondió él, la culpa me atormentaron»; mas el emperador, que
no me la doy, pues quiero probar lo que para en su presencia no podía sufrir tan gran lás-
otro fue hecho». Tras él la tomó Primaleón, tima, se levantó en pie, y tomando la copa
y tampoco no hizo mudanza; al rey Polen de las manos, quedó espantado ele la ver tan
dos aconteció lo mesmo; entonces la tomó súpitamente fuera de su ardor; Florendos,
don Rosbel, y porque en aquellos días anda- que aún no estaba por passar aquel trago,
ba desfavorecido, halló tan gran calor que no assí flaco y desbilitado como estaba, se le-
la pudiendo tener la dio á Platir, que la sin- j vantó en pie, y tomando la copa al empera-
PALMERÍN DE INGLATERRA 165
dor su agüelo, no se contentaron los disfa- perador, la aventura desta copa es acabada
vores de Miraguarda de le tratar por la me- y el fuego en que Florendos vuestro nieto
dida de Palmerín, antes, haciendo mucho arde no puede ser muerto sino por virtud
mayor esperiencia en él, comenzó á levan- destas lágrimas y por mano del caballero
tarse el fuego en su persona tanto, que pare- que desencantó la copa; cumple que él la
cía estar hecho llama; los miembros le ar- tome y esparza estas lágrimas sobre las lla-
dían, y lo intrínseco ele dentro no estaba mas en que Florencios arde, y ellas luego
fuera de aquel gran ardor, que un corazón serán muertas, porque fuego engendrado por
tan atribulado podía sentir nenguna cosa; mujer tan cruda no puede matarse sino con
persona de cuantos estaban alrededor de lágrimas de mujer tan piadosa como quien
Florendos podía ver otra cosa sino la llama éstas echó». El caballero del dragón, viendo
en que ardía, y tan gran ruido traía é tan que aquel cargo era suyo, tomando la copa
medroso, que ponía miedo á cuantos allí es- en las manos la derramó sobre Florencios,
taban; Florencios, como hombre que entre que súpitamente el fuego fue deshecho y él
aquellas llamas algunas veees se desmayaba, quedó tal que parecía muerto al parecer ele
después volvía con unos sospiros que el alma quien le vía, mas el placer de todos le hizo
le arrancaban, y por entre el ruido del fuego no parecello tanto.
sonaban con un tono tan piadoso y triste,
que en toda la sala nenguna cosa había sino
CAP. XCIIL—De una grande, aventura que
lágrimas y sollozos. La emperatriz é Grrido-
vino á la corte del emperador Palmerín, y
nia muchas veces se quisieron meter en
de lo que en ella sucedió.
aquel peligro, y con palabras ele mucha lás-
tima soltaban muchas contra Miraguarda; Muerto el fuego en que Florendos ardía, y
mas Florendos, dentro de la fragua en que él tornado en todo su acuerdo y fuerza como
andaba, no sufría poner culpa á quien le ele antes y toda la gente sosegada, y el em-
mataba; ya que el emperador vio que el mal perador y emperatriz con todas las princesas
iba en tanto crecimiento y que con agua ni tornadas á sus assientos, platicando en el
otra cosa se podía matar el fuego, metióse temor y miedo en que aquella aventura los
en él y tomó la copa de las manos á Floren- pusiera, Florencios estaba tan alegre en sí
dos, creyendo que con ello se mataría; no por hacer pública una prueba tan verdadera
aconteció assí, que todavía ardía como de del desamor con que era tratado é del amor
antes, de que la emperatriz é Gridonia que- con que merecía ser tratado, que para su
daron casi muertas, é las damas hacían tan condición con esto quedaba satisfecho, por-
gran llanto, que los palacios parecían asolar- que también de las otras satisfaciones con
se; Polendos, rey de Tesalia, que vio al em- que se podía contentar ya era desesperado
perador su padre que con su edad cansada y dellas, según lo que sentía en la condición
lágrimas que le corrían estaba abrazado con de quien servía.
la emperatriz tiniénclola por muerta, é Pri- El emperador, desseoso ele conocer el ca-
maleón con Gridonia, no sabiendo adonde ir, ballero que desencantó la copa, sospechando
tuvo tan gran piedad de ver padecer á Flo- que podía ser Palmerín, quiso que se quitas-
rendos sin nengún remedio, que fue á la se el yelmo, é como fuesse su intención darse
doncella de Tracia, diciendo: «Señora, rué- á conocer, quiso hacello, mas estorbólo para
goos, pues que hallastes el fin délo que bus- más su honrra un acontecimiento grande que
cábades, que si para tan gran mal sabéis en aquel propio momento sucedió, y fue que
algún remedio, le deis, aunque pienso que estando Palmerín desenlazando el yelmo para
ya será todo perdido, que Florendos debe se le quitar, entró por la puerta una donce-
estar hecho ceniza según el espacio ha que lla alta de cuerpo, vestida de atavíos ricos y
arde y el bravo fuego que le atormenta». poco galanos; tras ella tres gigantes de des-
«Estoy tan apassionada de ciar voces que me medida grandeza, armados tocios ele una ma-
oigan, y ninguno lo ha querido hacer; tra- nera, cubiertos los cuerpos de hojas de acero
baja por tornar esta gente en sí, que yo daré tan fuertes y gruessas, que parecían imposi-
la manera que en esto se ha de tener». Po- ble ser desbaratadas con nenguna arma; los
lendos, con esta nueva, fue al emperador que yelmos los traían tres hombres que los acom-
apaciguasse toda la casa, y á la emperatriz é pañaban; eran de u n gruesso albo como la
á Gridonia volvieron en su acuerdo, con la nieve ylísso,tanduro que su fortaleza era in-
color más mortal que de personas vivas; la creíble; venían con los rostros desarmados,
doncella ele Tracia, viéndolo todo asosegado á los que les hizo la naturaleza tan espanta-
sino el fuego de Florencios, que cada vez cre- bles y medrosos, que allende de aquellos pa-
cía, dijo en alta voz; «Alto é invencible em- receres hacer mudar la color á las damas,
166 LIBROS DE CABALLERÍAS
en los corazones de buenos caballeros engen- pitas mudanzas, de manera que la tormenta
draban temor; todos se apartaban por los dar desbarató su gruessa armada, anegando gran
lugar, puesto que los gigantes, con ferocidad parte della, y entre los principales della se
y soberbia, reñían rompiendo sin aguardar levantaron discordias y differencias que con
por aquella cortesía; tanto que llegaron de- muerte de muchos atajó el fin de su propósi-
lante el emperador, sin bacer acatamiento to; assí que agora, temiendo estos reveses,
se detuvieron, esperando lo que la doncella deseando tu amistad te cometen estas con-
diría, la cual, poniendo los ojos en la gente diciones: que hayas por bien de dar tu nieta
que en la sala estaba, poco alegre de ver la Polinarda, hija del príncipe Primaleón tu
nobleza de aquella corte con tan gran caba- hijo, por mujer al soldán de Persia, mance-
llería, de otra parte las muchas damas tan bo de veinte y cinco años, tan famoso caba-
hermosas con tan ricos atavíos de muchas llero como príncipe poderoso, con cuyo pa-
maneras, comenzó á decir: «Por cierto, muy rentesco y gloria de tu estado, con mucho
alto emperador, pequeña es la fama que por mayor nombre triunfará el mundo todo, y
el inundo de tu corte se suena para lo mucho Morendos tu nieto case con Armenia, herma-
que merece ser loada, porque aunque con u n na del mesmo soldán, tan hermosa entre las
inmortal son en los oídos de aquellos que en mujeres deste tiempo, que se duda haber
su señorío viven apartados, en comparación otra más. á la cual dará toda la parte de su
de lo propio que agora veo, es tanto como señorío que confine con tu imperio; de ti no
nada; sólo una cosa hallo que falta para poder quieren más dote, solamente que para estas
señorear el mundo, y ésta está en tu mano si alianzas queden firmes, entregues al gran
la quisieres acetar, mas temo que la fortuna, turco un caballero cristiano que ha por nom-
que en tan gran estado y en tanta felicidad bre Floriano del Desierto, que por engaño
te paró, envidiosa del bien que ella da, cles- trujo á su hija Targíana á esta tu corte, á la
seosa de le tornar á robar, según su costum- cual tiene determinado casar con Albaizar,
bre, te lo estorbe, porque tu estado, en estos soldán de Babilonia, porque su hermano es
días sobre los otros floreciente, en el fin de muerto, esto con consentimiento de sus vas-
tu edad quede abatido y con menos gloria y salios, que con voluntades prontas están
loor de lo que hasta agora pusieron tus obras; aparejados para estas batallas é guerras;
oye mi embajada, é aceta las condiciones de- esta es la embajada que te traigo; agora
11a, é no tan solamente serás señor de lo que puedes responder á ella, é si la respuesta no
quisieres, más aún la fortuna no terna en qué fuere conforme á lo que pido, entonces te
te empecer ni tú de qué le haber miedo. El darán estos gigantes otra fuera de los tér-
alto soldán de Persia, principal capitán de minos de la mía, con que por ventura mayor
la ley de Mahoma, el poderoso gran Turco, espanto recibas». El emperador, que muy
señor de la mayor parte de Grecia, con los atento estuvo oyendo las palabras de la don-
príncipes, gobernadores y regidores ele se- cella con sufrimiento grande, después de la
ñoríos del soldán de Babilonia, en nombre dejar acabar, riéndose hacia los suyos, le
de Albaizar, del cual agora allá no saben dijo: «Por cierto, estrafia doncella, no sé
por haber muchos días que de su tierra es qué embajada es la de los gigantes; puede
salido para mejor á los estranjeros mostrar ser que con mejor voluntad la reciba que
el precio de su persona, te hacen saber que esta vuestra; la amistad que essos hombres
ha muchos diasque, á requerimiento'de la me acometen, es con condiciones tan contra-
sangre de algunos príncipes paganos que rias á mi parecer, que antes tomaría por
ante esta tu ciudad son muertos, que cada partido guerra perpetua y al fin della morir
día clama y suena en los oídos de sus suces- con todos mis amigos y vassallos, que paz ele
sores, estuvieron muchas veces determina- la manera que la quieren. El caballero que
dos devenir á ella con grandes flotas édnume- me decís que entregue no está aquí, y si es-
rable ayuntamiento de gentes, á vengar los tuviesse, de mala voluntad le haría este
daños passados con tan cruda venganza hecha agravio, ni creo que si él trujo á la señora
en tí y en tus naturales, que ni el tiempo Targíana que sería sino por su voluntad y
tuviesse lugar de gastar la fama que desto consentimiento della. Esta es la respuesta
qnedasse, ni la tuya feneciesse con tan glo- de vuestras palabras: agora pueden essos ca-
rioso fin como tus principios te tiene dado; balleros decir á lo que vienen y amostrar
parece que la fortuna, no cansada de te fa- también la suya». Entonces uno de los gi-
vorecer, ó los dioses, favorecedores de tus gantes, que parecía hacer ventaja á los otros,
cosas, no lo quisieron consentir que esto vi- tomó la delantera, y con voz temerosa y
niesse en efecto, porque siendo muchas veces grande, que toda la casa le retumbaba, co-
sus ejércitos aparejados, hubo en la mar sú- menzó á decir: «Aquellos señores cuya vo-
PALME ROT DE I N G L A T E R R A 167
Imitad no quisistes consentir, desafían á ti é trar en otra, que uno por uno la acepto con
á todos los que tu bandera quisieren seguir todos tres, y con diez veces tres si tantos so-
con guerra á fuego é á sangre, y toman á los brevinieren ó á mí la fuerza y aliento no
dioses por jueces de su justificación, porque desamparare; y ninguno me juzgue estas pa-
agora no tan solamente es su intención por labras por soberbias y mal dichas, que contra
armas matar y destruir á los que trayan ar- los soberbios todo se sufre y cabe en ellos».
mas, mas aún en las mujeres y personas de El caballero del dragón y Ploriano del De-
pocaedadhacer tantos géneros de cruezas, as- sierto, assí armados como estaban, se llega-
solando y quemando los lugares famosos y no ron á Dramusiando pidiéndole que los tomas-
famosos de tu señorío, que se tengan por se por ayudadores y participantes en aque-
satisfechos de las grandes pérdidas que en lla afrenta contra los otros dos gigantes,
esta ciudad tienen recebidas; allende del des- puesto que no los conociesse, pues ya esta-
afío que aquí de tu parte te presentamos, yo, ban tan apercebidos que no les faltaría sino
en mi nombre y destos dos mis compañeros, estar en el campo, Dramusiando se lo tuvo á
digo: que en no aceptar el casamiento del merced, y aceptó el ofrecimiento, teniendo
soldán de Persia mi señor haces lo que debes, la vitoria por cierta, porque de cuantos allí
y si en tu casa viviese á quien esto no pare- estaban él sólo los conocía; desto quedaron
ciere bien, escójanse los mejores siete caba- enojados Graciano, Beroklo, Pompides., el
lleros, para cada uno de mis compañeros dos príncipe Floramán y otros, que cada uno por
y para mí tres, y nosotros los liaremos con- sí quisiera estar metido en el trabajo de
fessar su yerro ó llevaremos sus cabezas en Dramusiando; los jayanes Albuzarco y Al-
galardón de tal desprecio» . Acabadas las pa- barroco, compañeros de Barocante, no que-
labras con que el gran Barocante, que assí rían aceptar la batalla, diciendo que pues ya
había nombre el jayán, dio su embajada al no entraban en campo con jayanes, que les
emperador, á quien pequeño temor pusieron, diessen más caballeros, que para uno por
con. rostro alegre y riéndose, dijo: «Yeos uno no querían tomar armas, mas Floriano,
tan airado, que no sé si otorgue lo que pedís; que en estos tiempos acostumbraba [ser] mal
de otra parte temo que aunque concecliesse sufrido, tomó Albuzarco por el brazo, dicien-
en esse casamiento del soldán, mi nieta Po- do: «Cosa fuera de medida y compás, no quie-
linarda sería mal contenta; la batalla que ras con escusas nacidas de tu soberbia escu-
queréis con los míos holgaría que se escus- sarte de la batalla, que yo, [que] aquí menos
sase, por el peligro dellos y la poca honrra valgo y menos puedo, te cortaré hoy la cabe-
vuestra, según la presunción que mostras- za y te daré el fin que mereces, y de aquí te
tes en las condiciones con que la pedís». A confiesso que yo soy el caballero que traje á
este tiempo el caballero del dragón estaba Targiana, para que con mejor voluntad acep-
tan airado, que la ira que tenía le estorbó tes la batalla, pues estotro compañero es para
la habla para no poder responder como él tanto que no sé si contentará de hacer lo
quisiere, cosa que muchas veces acontece á mesmo á Albarato ( 1 )». Tan grande fue la pas-
aquellos que la tienen de cosa que mucho sión de los gigantes de oir estas palabras y
sienten, y por esta razón algunos caballeros saber que aquel era el que trujo á Targiana,
se levantaron para aceptar la batalla, mas el que súpitamente mostraron en sus rostros,
gigante Dramusiando primero que todos, que tenían espantables, otras ferocidades ma-
puesto en pie comenzó á decir á altas voces: yores y otras señales más ásperas, pidiendo
«Alto emperador, la benignidad de los prín- los yelmos para enlazárselos, que otra cosa
cipes, la mansedumbre de sus palabras, es no faltaba, dando voces que les mostrassen
causa de se cometer desprecio á ellos; deste el campo á donde la batalla se había de
que estos gigantes tienen aquí usado en la hacer, para que el castigo de tales palabras
soltura de sus palabras, vuestra majestad no durasse tanto; el emperador se le mandó
tiene la culpa, pues está claro que de vues- mostrar y poner guarda en él según costum-
tra mansedad y benivolencia les nasce aquel bre de su casa y corte, teniendo aquella por
tan osado atrevimiento á que algunos que lamas señalada y notable aventura que nunca
poco saben quisieren llamar esfuerzo; y pues viera ni oyera, como de hecho lo era, y pe-
ellos sin querer ninguna de ninguno, en lo sábale ver á Floriano en tan gran afrenta,
cual espero de hacer á Barocante conocer la que ya le conocía, porque le ojeia nombrar-
necedad de su embajada y lo poco que se se á sí mesmo, y sospechaba que el otro sería
gana en ser soberbio y descortés, y si alguien Palmerín, y por otra parte dudábalo porque
quisiere aceptar la batalla con sus compañe- le vio más blando en aquel debate; al tiempo
ros, si no, digo que, quedando yo en tal des-
posición de la suya dél ? digo que pueda en-
(') Antes llamado «Albarroco».
: 168 LIBROS DE <CABALLERÍAS
que se despidieron para ya hacer su batalla, mano se llegó á él con intención de le defen-
la doncella de Tracia se llegó á Floriano, der; allí comenzó su batalla con Dramusian-
cuando le vio tan vivo en cosa que tan do, tanto para ver, que con ella parescía po-
muertos dejaba los corazones de muchos, di- nerse en olvido tocias las que en aquella corte
ciendo: «Señor caballero, si allá os viéredes acontesciera, mas el esfuerzo de Barocante
en alguna frenta, encomendaos á las clamas, no pudiera escusar que la cabeza de Alba-
que vuestro merecimiento antellas es tal, que rroco fuera cortada si el caballo del caballero
os salvarán á la hora». «De meterme ellas en del dragón no tuviera una de las piernas
alguna mayor désta me guarde Dios, respon- quebradas, que el mesmo Albarroco la que-
dió él, que ele sacarme del temor en que bró al passar de la lanza, y por esta falta
agora voy, ni le espero de ninguna, ni quie- anduvo el caballo huyendo por el campo, y
ro su favor, por no tener que les deber ni al fin le echara fuera si no estuviera cercado
pensar que se lo debo»; en esto abajaron de de segura palizada, que el emperador siem-
la sala, acompañados de muchos caballeros pre mandara estar hecha, recelan cío que al-
de la corte, que no los dejaron hasta donde guna hora por falta della por algún infortu-
estaba el cerco de las batallas, adonde cabal- nio los buenos caballeros percliessen el galar-
garon todos seis. dón de su esfuerzo; en lo que se detuvo en
Los caballos de los gigantes eran tan aderezar el caballo y salir, tuvo tiempo Al-
grandes y fuertes como era menester para barroco de tornar en sí y apercibirse para
sostener su grandeza. El emperador, Prima- esperar su fortuna. Ploriano, que hasta allí
león y Polendos' se pusieron a una ventana no entendía en otra cosa sino en mirar por
para ver la batalla; la emperatriz, con todas el caballero del dragón, temiendo que la falta
las otras princesas, en otras de su aposento. del caballo le pussiesse en alguna falta, tanto
Tocio el palenque se hinchió de gente para que le vio á pie apercebido para la batalla se
aquella señalada aventura; Albaizar, assí apeó del suyo; juntándose con él se fueron á
flaco como estaba, también se puso adonde donde estaba Dramusiando haciendo mara-
los podía ver, desseando la vitoria á los ja- villas, porque Barocante era merecedor que
yanes, la cual no dudaba según sus disposi- las hiciessen para con él. Todos juntamente
ciones y miembros prometían; no se acordó comenzaron aquella temerosa contienda, y
que á las veces en las batallas injustas menos puesto que Albarroco del encuentro quedasse
fuerzas tienen los hombres que la razón. mal tratado, la passión que" recibió le em-
prestó tan graneles fuerzas, allende de las
que la naturaleza le diera, que parecía im-
CAP. XCIV.—De la batalla que estos caba- posible por otras nengunas fuerzas poder ser
desbaratadas; no tan solamente esta cruel
lleros hubieron y el fin della.
lid engendraba miedo en aquellos que la ha-
cían, mas á los que de fuera la miraban cria-
Como fueron metidos en el campo, los
ba tan gran espanto, como siempre las cosas
jueces les partieron el sol, y al son de una
de admiración y poco acostumbradas trayan
trompeta, como ya estuviessen aparejados,
por costumbre; el emperador, puesto que en
embrazados sus escudos, las lanzas bajas,
sus días grandes cosas viesse y por ellas pe-
arremetieron con tan gran ruido, que pares-
nasse, ésta le parescía tanto más grande, que
cía hundirse la tierra; ninguno erró su en-
con ella se le fue de la memoria todas las
cuentro, antes fueron ciados con tal fuerza,
otras, como cosas que no passaron; en quien
que, falsados los escudos, Dramusiando y
más ocupaba los ojos era en el caballero del
Barocante vinieron al suelo llevando las si-
dragón, que después que le vio derribar á
llas entre las piernas; Floriano y Albuzarco,
Albarroco de un solo encuentro, afirmó tanto
quebradas las lanzas, passaron el uno por el
en su voluntad ser Palmerín, como si de
otro, Albuzarco perdió las estriberas, y ca-
cierto lo hubiera conocido. Polendos y Pri-
yera si no se abrazara al cuello del caballo;
maleón estaban como atónitos ele ver la vive-
mas como el caso de aquella batalla fuesse
za de la batalla, desseando verle aquel fin
más del caballero del dragón que de ningu-
que ellos clesseaban, la cual mucho dudaban,
no, su encuentro tuvo más fuerza, que no le
assí como porque la fortaleza de los enemi-
valiendo á Albarroco toda su valentía, maña
gos traía esta desconfianza, como también
y destreza, falsado el escudo é las armas, he-
porque las cosas que mucho se dessean siem-
rido en los pechos vino al suelo con tan gran
pre se dudan. Florendos, que de otra ven-
desacuerdo que por gran rato no tornó en sí.
tana los estaba mirando, puesto que aquesta
Barocante que en tales tiempos solía tener
aventura le pareciesse dudosa y grande, lo
esfuerzo y el temor perdido, viendo Alba-
que más sentía era su flaca disposición, ere-
rroco tan desacordado, con la espada en la
P A L M E R I N D E INGLATERRA 169
vendo que por esta falta no fuera uno de los ¿es verdad que la fortaleza de Barocante,
compañeros de aquel peligro, no se le acor- Albuzarco y Albarroco, tan temida por el
dando que allí menos segura que en otra par- mundo, sea destruida por un solo gigante y
te tenía la vida, creyendo que la mesma vida dos caballeros? Por cierto, la potencia de vos-
no la pierde quien la sabe tan bien perder que otros es grande, y ya sé que allí la queréis
con la muerte acrescienta toda en la honrra. mostrar á donde la flaqueza humana se des-
La emperatriz, luego con su nuera, no le bas- confía; quisiera tener ante mí el destruidor
taron los ánimos para ver tan grandíssima de Dramusiando con todos los aguardadores
crueza, antes quitándose de las ventanas se ele su castillo, y velle en su ayuda los cuatro
recogeron adentro. Mas Polinarda no lo hizo más esforzados caballeros que había en todo
assí, antes los estuvo mirando hasta al fin el mundo, y al menos si con todos ellos per-
juntamente con Targiana, que estaba tan diera la vida, pensara que no iba mal vendi-
triste de ver la desenvoltura de Floriano, da; mas vosotros, dioses, no quisistes que
cuanto de antes estaba alegre viendo la fero- esto fuesse assí; vosotros ordenastes que Ba-
cidad de los gigantes, creyendo que en ellos rocante, á quien todos los otros jayanes por
estaba la venganza que desseaba del. mayor jayán obeclescían, por uno solo jayán
Tornando á ellos, que la furia de su bata- vea su vida llegada á tan flaco estado, que
lla cada vez crescía las fuerzas ni aliento no ninguna esperanza y esfuerzo tengo de sal-
páresela que menguaba, el caballero del dra- varla, sino ver cómo la podré dar á trueco de
gón y Floriano, temiendo los golpes de sus aquella de aquel que á mí me la quita». Por
contrarios, se ayudaban á su ligereza que los cierto que aunque Barocante y focios sus
más les hacían perder, y por esta razón an- compañeros en tal estremo se viessen, ni
claban menos heridos y traían á los jayanes por esso solo los ele la otra parte dejaban de
muy maltratados. Dramusiando confiaba en pensar lo mesmo, qu.e el caballero del dragón
su fuerza y valentía, hacía su batalla más en aquella hora se socorría á su señora, y
como gigante temeroso que como caballero desconfiado della se acordar del mismo, con-
diestro, y por esta razón su batalla de entre solábase tener por muy liviano sufrir la
él y Barocante anclaba más herida y teme- muerte quien con trabajo passa la vida. Flo-
rosa, que queriendo antes servirse y ayu- riano, que no hallaba á quién en tal passo se
darse de las fuerzas de sus miembros que de encomendar, encomendaba sus cosas á la for-
otro ningún saber, hiriéronse tan mortal- tuna, como aquella que de todo es señora.
mente, que allá dentro de traer deshechas Dramusiando, á quien la empresa ele aquel
sus armas, andaban tan mal heridos que no día costaba más sangre que á ninguno de
se podían valer. El caballero del dragón an- sus compañeros, viendo su enemigo tan te-
daba tan enojado de ver que se le defendía meroso, no hallaba su espíritu tan descansa-
tanto un jayán que del primer encuentro do que dejasse de recelar el fin de sus días;
derribara, que le comenzó de herir con tanta de otra parte contentábase porque en lugar
fuerza, que le cortaba las armas por muchas que tanta honrra podía ganar aventurar su
partes juntamente con las carnes, hiriéndole vida, mas él pensaba vender tan cara «que
de heridas tan mortales, que Albarroco, des- ninguno se pudiesse alabar de mí á su salud,
confiado, de la vida, hacía su batalla como y si esto no fuere assí, á lo menos no se echa-
también lo hacía, creyendo que algunas ve- rá culpa á mi esfuerzo, que yo le haré acabar
ces remedio á la vida no esperaba ninguno. en su oficio»; y en esto cerrábase la noche,
Floriano bien mostró en aquella hora á la porque casi todo el día era gastado, é por
doncella de Tracia que no por falta de es- depender lo que quedaba á costa de sus car-
fuerzo dejaba de acabar la aventura de la nes, juntáronse todos con muy gran feroci-
copa, puesto lo que la valentía de Albuzarco dad que de antes; hacía su batalla mucho
obrasse más que en ningún tiempo, tratóle más cruel y espantosa que al principio, Dra-
tan mal, que casi no se podía tener en pie. musianclo y Barocante se trabaron á brazos
Muy gran parte batallaron los unos y los para derribarse, y no pudiendo hacello, tor-
otros sin tomar huelgo, mas el trabajo de su nándose á apartar se comenzaron á herir de
porfía fue tan grande, que comenzándoles á tales golpes, como personas que querían per-
faltar los alientos se apartaron á fuera para der la vida á trueco de fama; el caballero del
cobrarlos de nuevo. Los gigantes se pussie- dragón, que traía escriptas en la memoria
ron á una parte del campo, y Dramusiando aquellas palabras de la embajada de los jaya-
con sus compañeros á la otra. Barocante, nes y el casamiento que cometieron con Po-
que vio á sí y á los suyos tan llegados en la linarda. sabiendo que ella lo estaba miran-
fin, la esperanza perdida, ocupada de la ira do, comenzó de renovar los golpes y ampa-
y soberbia, comenzó á decir: «¡Oh dioses! y rarse de los de Albarroco con tamaña preste-
170 L I B R O S D E C¡ABALLERIAS
za, que de cansado y herido le hizo venir á cante (*) sufrir tan duros y pesados golpes,
sus píes tan. desacordado como aquel que desamparado de sus fuerzas cayó tendido en,
había desamparado la vicia, y no se conten- el campo, y á poca de hora murió por tener
tando desta sospecha, le desenlazó el yelmo y compañía á sus dos compañeros y no clesem-
le cortó la cabeza, echándola fuera del cer- parallos en tan peligrosa jornada. Los jueces
co, tan contento con. la vitoria como hasta entraron en el campo acompañados de mu-
allí estuvo con recelo della; y viendo que chos príncipes, y con la mayor honrra que se
Dramusiando andaba tan. mal tratado que dio á caballero le sacaron del campo; no qui-
todas sus armas traía envueltas en su propia so el emperador sufrirse tanto que los espe-
sangre, quisiera ayudalle, arremetiendo á rasse allá arriba, antes con mucha presteza
Barocante con un golpe de los que él acos- acompañado ele sus hijos los salió á recebir
tumbraba ciar; Dramusiando, poco alegre ele á la puerta de la palizada. Palmerín y Flo-
tal ayuda, le recibió en lo poco del escudo riano, quitados los yelmos, le besaron las ma-
que le quedaba, que fue tal que cortando nos, á los cuales abrazó no sin muchas lágri-
gran, parte del bajó al yelmo, que por algu- mas, y tomando entre sus brazos á Floriano
nas partes estaba roto; hízole mayor herida le abrazó con grande amor, y con palabras
que ninguna que las que del gigante recibie- llenas de amor los llevó consigo allá arriba,
ra; diciendo Dramusiando: «Señor caballero, adonde halló á la emperatriz acompañada de
si en este vuestro socorro pensáis que me ha- su nuera ó Basilia é Polinarda, que los esta-
céis merced, yo lo recibo por injuria: déjeme ba esperando porque ya había sabido quién
acabar mi batalla, y si me viérecles vencido, eran. El emperador se los presentó, y ella
mata á quien me venciere, que antes quiero los recibió con más lágrimas de lo que él hi-
deberos esse favor que quedaros con essotra ciera, porque en las mujeres estos acidentes
obligación con deshonrra de mi vida». El ca- hacen mayor imprissión; acabado de la besar
ballero del dragón se apartó tan enojado é las manos, hicieron lo mismo á Gridonia é á
triste por la herida que le diera, temiendo Basilia; Palmerín, que sólo en su señora Po-
que fuesse de peligro, que antes no quisiera linarda llevaba las mientes, tanto que la vio,
vitoria de Albarroco si Dramusiando había de puestos los hinojos en tierra para la besar
peligrar; en este tiempo Floriano ya diera las manos, sintió tan gran flaqueza en sí,
con. Albucar en el suelo muerto, quedando que sin. nengún acuerdo desmayado cayó en.
el de sus manos tan. mal herido, que fue for- el suelo, y puesto que ella sintió ele do le
zado sacalle del campo; mas ruegos de nin- viniera el daño, bien pensó el emperador
guno ni por necessidad que el ello tuviesse con los que allí estaban que de sus heridas
pudieron acabar con él hasta ver el fin de ele que tanta sangre le saliera, y tomándole
Dramusiando. Albaizar se quitó de la venta- en los brazos "Vernao, Polendos, é Primaleón,
na adonde estaba, desesperado de la espe- é Beroldo, le llevaron á la cámara adonde es-
ranza que al principio tuviera; Targiana hizo taban tres lechos todos de una manera, y
lo mismo viendo á Floriano vitorioso, cosa echándole en el uno clellos, Floriano é Dra-
que ella desseaba al contrario, porque el amor musiando fueron echados en los otros, y allí
. que antes le tuviera agora se le había vuelto visitados y curados igualmente, porque el
al revés, porque esta calidad es la clellas: en emperador tenía en tanto, que nenguna di-
cuanto aman, aborrecen muy presto, y assí ferencia consentía que se hiciesse del ir SUS
andan siempre acompañadas de amor y de nietos; por los maestros fueron certificados
odio. El emperador, é Primaleón, é Polendos, que las heridas no eran tales de que las vidas
con los otros príncipes, viendo lo que le acon- tuviessen peligro, de que el emperador y
teció á Dramusiando é que de la herida que tocios los grandes quedaron muy contentos
le dio el caballero del dragón le salía más como Albaizar triste, y allí acompañados de
sangre que ele las otras, tenían muy gran sus amigos, servidos délo que habían menes-
miedo del fin de su porfía, é loaban mucho ter, platicaban en la demanda de los gigantes
la prueba de su valentía en defender á Bar- y el fin que hobieron conforme á sus mere-
racante, y puesto que todos estuviessen con cimientos, esperando cada día la guerra con-
este temor, por ser ele todos muy amado, la forme al desafío que trajeron; otras veces
su bondad en las armas tenía tantos secre- mudaban la plática, teniendo por escusaclo
tos, que en el tiempo que más por muerto le anunciar males venideros, y tambien porque
juzgaban volvía con golpes tan grandes que la paz con palabras se ha de conservar y la
desbarataba el poder de su enemigo; y como guerra con armas.
vido que allí más que en otra parte le con-
venía mostrar sus fuerzas, comenzó á herir
tan valientemente, que no pudiendo Baro- {') Hasta ahora en el texto del presente capítulo se
lee ccBarrocante»,
PALMERÍN DE INGLATERRA 171
CAP. XCV.—De lo que passó en la corte del giana hicíesse con muestras y palabras dignas
emperador después de la batalla de los jayanes. de tener en mucho y acordarse dellas, allá
dentro le quedaran otras mayores para Poli-
Passados algunos días después de aquella narda, á quien confessaba ser en mucha ma-
tan temerosa batalla, y los heridos en tal dis- yor deuda; assí con lágrimas de una parte é
posición que no había de qué temer de sus de otra, que es cosa natural al partir, se des-
heridas, Florendos, á quien el clesseo de las pidió dellas. y en compañía del rey Polen-
aguas de Tejo (l) y arboledas del castillo de dos, con los más que para ello estaban seña-
Almaurol no dejaban reposar, no pudiendo lados, se puso en camino; el emperador con
sufrillo, quiso partirse á llevar el escudo de Primaleón é los otros príncipes ele su corte
la figura de Míraguarda al lugar donde antes la fue compañando una legua fuera de la ciu-
estaba y presentar preso á Albaizar para que dad; nunca se pudo con Florendos acabar que
liiciesse del á su voluntad y que tomasse del dejasse ir Albaizar, que le quería para que
la venganza que bien le estuvieses, según la fuesse testigo de sus obras é para satisfación
postura de su batalla, y para más ejecución de la voluntad de Míraguarda. Partida Tar-
de su camino, aparejando las cosas necessa- giana y el emperador vuelto á la ciudad,
rias. pidió licencia al emperador su agüelo y Florendos, en quien no cabía descanso ni re-
á Gridonia su madre, de la cual fue tan malo poso, quiso también poner en obra su deter-
de acabar dejalle partir, que por fuerza le minación, ó puesto que la emperatriz é Gri-
detuvieron más ocho días, en los cuales el donia hicieron cnanto pudieron para le de-
emperador quiso proveer de Targiana según tener, fue trabajo en vano, porque passados
lo que á su estado del y della convenía, y dos días después de la partida de Targiana,
con el parecer de Prirnaleón y de algunos se puso en camino, llevando consigo á Albai-
príncipes que en la corte estaban, determinó zar en un palafrén sin armas coa dos escu-
envialla al gran turco, acompañada del rey deros, que el uno le llevaba el escudo de la
Polendos y de otros caballeros de gran pre- figura de Míraguarda envuelto en una funda
cio , é viendo la conformidad de voluntad de seda y el otro el suyo, é uno de los escu-
que entrella y Albaizar había, con consenti- deros de Albaizar el de Targiana, que Flo-
mientos de entramos la casó primero, cele- rendos lo consintió por hacer su voluntad en
brando esta fiesta como nunca en su corte alguna cosa. Gran soledad la partida de Flo-
otra vez se hiciera, y no era mucho hacello rendos puso en la corte del emperador á los
assí, porque su inclinación era tratar á cada caballeros que en ella quedaron, que su con-
uno según el merecimiento de su estado, aun- versación era merecedora de todo, mas en
que fuessen enemigos y por obras no lo me- la emperatriz y Gridonia su madre la puso
reciessen; en aquel día todas las personas de mucho mayor, que como las mujeres natu-
cualquier calidad, por hacelle placer se ata- ralmente son más delicadas en el sentir, assí
viaron lo mejor que pudieron según lo que ca- tienen menos moderación en el sufrir. Par-
da uno tenía; Targiana salió tan herniosa y tido Florendos, de quien se hablará á su
costosa de atavíos, que el emperador le man- tiempo, la doncella de Tracia, que no espe-
dó dar á su costa, que no tenía de quién te- raba más que la disposición de Palmerín para
merse para habelíe envidia si no fue á Poli- también seguir su camino, viendo que ya es-
narda, que en las obras de naturaleza le hacía taba para podello hacer, un día, delante del
gran ventaja. Albaizar, puesto que la gloria y emperador y de los más de su corte le dijo:
acontecimiento de aquella fiesta para él fues- «Señor Palmerín, bien sabéis que mi partida
se grande, tornando acordarse que fue vencido desta tierra no puede ser sin vos, pues el re-
de Florendos y saber que había de ser presen- medio de lo que busco ha tantos tiempos no
tado presso ante Míraguarda, le ponía en tal puedo sino por vuestras manos; ruégoos, pues
pensamiento, que era mayor la tristeza que vuestra persona hasta agora no se negó para
de allí le sucedía que el contentamiento de socorro ele los que os hubiessen menester, se
haber alcanzado lo que tanto desseaba; pas- os acuerde que este que tenéis para hacer no
sado el día del casamiento, á otro por la ma- es de menos merecimiento que los otros que
ñana Targiana se despidió de la emperatriz ya hicistes y adelante se os pueden ofrecer,
Gridonia y de Basilia, mostrando mucho des- y más siendo cosa que estáis en obligación,
seo de siempre servir y ser en conocimiento pues se dio causa que los que os no conos-
de las grandes mercedes y honrras que dellas cían sepan afirmar que en vos se encierra la
recibió; mas aunque estos cumplimientos Tar- gloría de las armas, que para los que ya os
sabían el nombre escusada era la prueba de
la copa, teniendo vistas de vos otras mayores
(1) Este nombre se da con frecuencia en el Palme- espírencias; que la princesa Leo narda no
rín al río Tajo. Es un lusitanismo.
172 LIBROS DE CABALLERÍAS
puede ser desencantada si no es por vuestra parte, acuérdaseme que va á desencantar á
mano; acuérdeseos que las heridas que rece- Leonarda, de quien se dice que es la más her-
bistes en las batallas de los jayanes ya dan mosa mujer del mundo; temo que esto que
lugar de poder caminar; ya que esta escusa entre los hombres tiene gran fuerza, junta-
no os queda y vos no podéis tener otra, que- mente con acordarse de los agravios que le
ría que de mañana nos pussiéssemos en ca- he hecho, le mueva á no tornar y casarse
mino» . «Hermosa doncella, respondió Pal- con ella», «río creo yo, dijo Dramaciana, que
merin, yo estoy tan ofrecido á los trabajos, quien tal muestra de enamorado hizo en la
que no sé si me podría venir alguno que ne- aventura de la copa, sea tan poco constante
gase mi persona, cuanto más á esse áque de en cosa que tanta honrra le vino, y si vos me
razón estoy tan obligado; holgara de me po- dais licencia, hoy en el sarao hablaré con él
der partir hoy, mas estoy esperando que se como su amiga, sin que se pueda sospechar
me acaben unas armas que mandé hacer, que la plática nasce de otra parte, para ver
que las otras que vos ya vistes en qué dispo - lo que tiene en la voluntad». «Dramaciana,
sición quedaron, por lo cual os ruego que no dijo Polinarda, quiera Dios que en algún
os pese con detenencia tan pequeña y tan ne- tiempo te pueda pagar lo mucho que te debo;
cessaria»; satisfecha y contenta qtiedó la don- bien me parece que lo hagáis assi, y no deis
cella con estas palabras, y al emperador pesó manera que se presuma que yo lo sé». En-
de oillas, que a Palmerin quería más bien tonces, limpiando las lágrimas, se tornó para
que á tocios sus netos; de allí se fue á la se- la princesa; pues Palmerin, viendo que su
ñora emperatriz, ala cual también pesó, mas partida se llegaba, no passó aquel día muy
como en ella el amor de Florencios fuese ma- alegre, antes recogéndose en su posada, solo
yor que en nenguno de los otros, con el des- con Selvián, decía cosas para haber man-
seo del pensaba olvidar el de los otros; Poli- cilla del; Selvián le consolaba mucho, tra-
narda, puesto que tenía por sí de no le amos- yéndole á la memoria muchos ejemplos, mas
trar cosa que le hiciesse allegre, viéndole Palmerin por todo passaba; mas la mayor
partir, el amor, que ya en su corazón criara congoja que tenía era no acordarse de nin-
raíces, le hizo hacer más de lo que ella qui- gún favor que su señora le hobiesse dado.
siera, porque recogénclose á su cámara con Assí que esto passó, aquel día, llegada la no-
Dramaciana, hizo aquel sentimiento del dolor che, se fue al sarao que había en casa de la
que padecía, y derramando muchas lágrimas emperatriz, y sentándose junto con Drama-
por sus hermosas mejillas, de que Drama- ciana, que era siempre su más acostumbrado
ciana hobo gran mancilla, y puesto que siem- lugar, comenzó á platicar en lo que más le
pre conoció ésta la voluntad abierta para las dolía, diciendo: «Señora, si me pudiera que-
cosas de Palmerin, viendo aquellos nuevos jar á alguien, hiciéralo; mas ¿á quien me
estremos tan diferentes de los passados, quiso quejaré? pues mi remedio no puede venir
dalle algún consuelo, diciendo; «Señora, no cíe otrie sino de vos, querría que me dijésse-
pensé que ningunos acidentes bastasen á des- cles adonde vos merescí, siendo tanto vuestro
baratar vuestra discreción; si estas noveda- servidor, quel poco acuerdo de mi señora Po-
des nascen de la partida de Palmerin, ¿por linarda me mate, ó al menos supiesse yo que
qué no se os acuerda que todo su desseo es se acordaba de mí, y fuesse -para hacerme
tornar al lugar donde os pueda ver? y puesto mal, si halla que el bien no le merezco; mas
que para esto no bastase vuestro estado y ¿que haré, que todo mi pensamiento es á fin
merecimiento, las perflciones de vuestra her- de servirla, y ella no se acuerda que lo hago
mosura son para desbaratar voluntades li- por me negar algún agradecimiento, si por
bres; yo sé que Palmerin holgara casar con ello merezco? mira con qué me contento,
vos, y sé que esta esperanza le sostiene, que que no quiero en pago de tantos trabajos otra
si alguno se la negasse moriría; favorecelde satisfaoión sino que se acuerde que los passo
y miralde, y sienta en vos algún agradeci- y que no me quite dellos, que en la hora que
miento de lo que os merece, que esso le los ordenó perdí essa esperanza; esta soltura
trairá tan alegre, que le hará tornar más de palabras no la tuve hasta agora, mas agora
presto de lo que vos queríades». Polinarda, ni el tiempo ni el sufrimiento me cía lugar
que hasta allí con la fuerza de la passión tu- á que las encubra ende más á vos, que sé que
viera los pensamientos muertos, algún tanto he hecho yerro no las haber descubierto más
consolada de las palabras de Dramaciana, co- presto; ruégoos que para passar estos males
menzó á decir: «¡Ay Dramaciana! ¿qué haré me ordenéis algún remedio, y si veis que no
que lo que quiero á Palmerin no puedo dis- le tengo, descobríme el engaño, que no quie-
simulallo? Descubrirle esta voluntad no lo ro cosa que me mate para después no poder
haré por ninguna cosa del mundo; por otra servir á quien de mí no se acuerda». «¿Quién
PALMERÍN DE INGLATERRA 173
ha de pensar, señor Palmerín, dijo Drama- | de corazón, que si su acuerdo no fuera para
ciana, que en esta casa se os acordaba de al- mucho más, pudiera dar causa á sentíllo;
guien, viendo el sufrimiento que tuvistes de ella no pudo tanto dissimular aquel aparta-
andar tanto tiempo fuera sin nunca tornar á miento que en las mudanzas del rostro no se
ella? Esto nos hace creer que no tenéis quien le pareeiesse; en aquellas señoras hobo algu-
mucha passión os diesse, ó vos os quejáis por nas lágrimas, mas no tantas como en la par-
no perder la costumbre como otros muchos tida de Fiorendos; saliendo Palmerín de en-
hacen; vos vais á desencantar á Leonarda, trenas, despidiéndose de Primaleón, é de
que es hermosa y sobre todo heredera de se- Yernao, é de Dramusiando, é de su herma-
ñorío tan noble y grande; puede ser que sus no, é de los otros sus amigos, que contra su
amores nuevos vos hagan olvidar cuidados voluntad le dejaban ir, se puso en el camino
viejos; entonces no teméis que esperar ni de del reino de Tracia, acompañado de Selvián
qué os quejar». «Señora, respondió Palme- é de la doncella, quedando la corte tan sola
rín, si yo en alguna hora merecí que vues- sin él, que parecía que del todo estaba sola.
tras palabras me lastimassen fue ésta, mas A otro día después de su partida llegaron
como mi voluntad está aparejada para os ser- dos señores alemanes á la corte en busca de
vir, cualquier agravio que reciba de vos es Yernao, que fuesse á tomar el cetro para re-
para mí mayor que si no me le hiciesse; Leo- gir su imperio, que el emperador Trineo era
narda quisiera que fuera mucho más hermo- muerto; estas nuevas hicieron algún sobre-
sa de lo que dicen para que viérades si bas- salto de pesar, especialmente al emperador,
tara esso á desbaratar mi fe, y si yo valiesse que era mucho su amigo; la emperatriz hizo
con vos acabar con mi señora Polinarda que gran sentimiento por su hermano; passados
me oyesse, creería que algún tanto desseá- algunos días, Yernao, con la emperatriz Ba-
bades hacerme merced». «Ya yo creo, res- silia su mujer, acompañados de todos los
pondió Dramaciana, que vuestra firmeza no príncipes y caballeros que en la corte se ha-
se puede desbaratar con ninguna cosa; ha- llaron, se puso en camino; ella se halló pre-
blar vos con mi señora Polinarda no creáis ñada de un hijo que después llamaron Tri-
que antes de vuestra partida se puede hacer; neo como su agüelo, é fue mejor caballero
hace vuestro camino, que á la vuelta yo es- que él; llegados á Alemana, puesto que la
pero de tenello todo tan concertado, que os muerte del emperador fuesse muy sentida
oiga; con que creáis de mí que guardando lo de los suyos, por ser uno de los más begni-
que á su honrra y estado conviene, no saldrá nos príncipes del mundo, el pueblo recibió a
ele vuestra voluntad, y porque se acaba el su hijo con tan grandes fiestas, que casi ol-
sarao y no hay lugar de más palabras, éstas vidaron la muerte de su padre; fue coronado
os queden en la memoria para que con ma- en la cibdacl de Colonia con mayor triunfo
yor voluntad sigáis vuestra jornada»; y por- que hasta allí fuera ninguno; luego aquel
que ya el tiempo no daba lugar á más hablar, día, en acetando el cetro, hizo merced del du-
se apartaron; la emperatriz se recojo á su cado de Xajonia y condado de Mandes á Po-
aposento, y el emperador con ella, y assí se linardo su hermano, que era un príncipe
fue cada uno á STI aposento. Palmerín, algún desheredado de patrimonio y no de virtudes
tanto alegre por lo que passara con Drama- que á príncipe convenían, y por más honrrar
ciana, sabiendo cuan privada era de Polinar- la fiesta estuvieron allí algunos días Floriano
da, durmió aquella noche con más reposo que del Desierto, y el príncipe Floraman, y el
no las otras noches passadas; á otro día por gigante Dramusiando, Albanis de Frisa, y
la mañana el armero le trujo las armas, que el príncipe Graciano, é Pompides, que todos
allende ele ser galanas, venían conformes al éstos vinieron con Basilia por hacer servicio
tiempo, las cuales eran de blanco é pardo, al emperador, y después de la coronación de
labradas por ellas muchos madroños de oro, Yernao se partieron á buscar las aventuras
en el escudo en campo pardo un tigre que cada uno hacia aqiiella parte que más aficio-
entre las manos despedazaba un hombre, por nado era, como en la segunda parte desta
lo cual en muchas partes le llamaron el ca- historia se contará.
ballero del Tigre, cuya fama en pocos días
voló por muchas partes; y armándose con
ellas con la doncella que traía por la mano, CAP. XCYL—De lo que passó el rey Polen-
se fue á despedir del emperador al tiempo dos de Tesalia en el viaje de Targiana, hija
que salía de oír míssa y él le llevó al aposen- del gran turco, y de lo que aconteció d
to de la emperatriz, donde se despidió de Fiorendos en la fortaleza de Astribor.
Gridonia y Basilia; mas al tiempo que lo hizo
de Polinarda, le vinieron unos sobresaltos Polendos con sus compañeros, que eran
ciento, en que entraban príncipes y otras
174 LIBROS DE CABALLERÍAS
personas de mucho precio, anduvo hasta lle- bien tiene quien la naturaleza dotó de per-
gar á un puerto de mar, donde esperaban ñciones corporales, porque muchas veces la
cuatro galeras que el emperador mandara poca autoridad ele la persona hace tener poco
bastecer de lo necessario, abastecidas de ar- crédito en las obras, puesto que sean buenas.
tillería y de otras municiones y aparejos de Polendos hizo poner la proa de la galera en
guerra, para que si algún desastre le aconte- tierra, tomando á Targiana por la mano,
ciesse los tomasse apercebidos, y embarcán- acompañados de sus compañeros y armados
dose Targiana en la capitana, Polendos, con de armas ricas y galanas, y ella vestida con
veinte é cinco caballeros, los más principa- sus damas con atavíos que para aquel día
les, se metió en ella, y los otros repartió en trajeron de Oostantinopla; salieron fuera, y
las mismas galeras, puniendo veinte é cinco puniendo Targiana las rodillas en el suelo,
en cada una y soltando las velas al viento, quiso con muchas lágrimas besar los pies del
que entonces era próspero, pensaron atrave- gran turco su padre, que salteado ele cosa tan
sar la mar de Turquía, mas no fue tan pres- súpita no conosció á su hija ni sabía determi-
to como dessearon; mas la fortuna, que de- narse, mas acabado de caer en lo que era,
terminara dellos otra cosa, después de ser puesto que su passión fuesse grande, no puelo.
engolfados en la mar, volvió el viento tan el paternal amor sufrirse tanto que luego no
contrario á su camino, que á pocos días los la perdonasse; alzándola con los brazos la
hizo, arribar a la costa de África, que en aquel abrazó muchas veces, y mandando traer pa-
tiempo era señoreada de enemigos, donde se lafrenes para ella y sus damas quiso también
encalmó el tiempo ele manera, que fueron que trajessen caballos para Polendos é para
salteadas de diez galeras del rey ele Marrue- sus compañeros, á los cuales recibió con mu-
cos y señor de Ceuta, que entonces ocupaba cha cortesía; sabiendo quién eran, la gente
con su señorío toda aquella parte; mas pues- de la cibdacl acudió á aquella parte por ver
to que en las grandes afliciones pocas veces á su natural señora, y con gran placer y ale-
en una sola persona se halla consejo singular gría la recebían y acompañaban; el gran tur-
é ánimo esforzado, el rey Polendos se hobo co mandó aposentar dentro ele su palacio á
tan valientemente, que assí por estremada Polendos y á toda su compañía, tan proveídos
sabiduría como por esfuerzo los desbarató con ' de todo lo necessario como lo pudieran ser en
muerte de sus enemigos, tomando á Mulese- sus propias casas; mascomosu intención fues-
!
que presso, capitán de la flota y sobrino el el se mala ( ), una noche, antes del día que de-
rey de Túnez, sin muerte ele ninguno de los terminaban embarcase para partirse, los con-
suyos, puesto que alguno quedasse herido, y ; vidó á cenar con él. El banquete fue tan noble
con gloria de la vitoria tíncrecida se fue para y grande, cuanto ninguno dellos viera otro
Targiana, que estaba casi muerta recelanelo mayor, passanclo lo más del en loores de la
los peligros de la fortuna, que á su parecer corte del emperador Palmerín y de las no-
para ella estaban siempre aparejados, y es- blezas y manificencias de su persona; al
forzándola con las nuevas del vencimiento, tiempo del levantar de las mesas, según que
tornaron á tomar su camino, y no teniéndose estaba concertado, entraron por la puerta ele
por seguros en aquella costa, á fuerza de la sala quinientos caballeros de la guarda del
remos, que el viento no consentía vela, en gran turco armados de tocio punto, las espa-
poco tiempo tornaion arribar en la mar de das desnudas, diciendo: «No se menea nin-
Turquía, adonde passando algunos días, lle- guno, si no, conviene que quien lo contrario
garon á un puerto de una cibelad noble adon- hiciera sienta en sus carnes los duros filos de
de el turco hacía su habitación; echaron án- estas espadas». El gran turco se salió á este
coras junto á tierra, comenzaron á saludar tiempo por una puerta falsa que iba á parar
el puerto con tiros de artillería, en tanta ma- á un corredor que caía sobre la sala, y co-
nera que los de la cibdacl acudían unos a la menzó a decir á graneles voces: «Polendos,
mar, otros se ponían por las almenas é ven- ríndete con tus compañeros y meteos en mi
tanas^ no sabiendo determinar qué fuesse prisión, si no será forzado mandaros matar
aquella novedad ele fiesta, cosa que en aque- á todos, cosa contra mi condición»; mas como
lla tierra no se acostumbraba muchos días es natural ele los corazones esforzados querer
había; entre las otras gentes que salieron a antes morir en libertad que vivir en captive-
la plajea salió el gran turco, acompañado de rio, Polendos con los suyos, assí desarmados,
pocos nobles, encima de un caballo rucio, con solos con las espadas en las manos, puestos
la barba blanca tan crecida de grande, que á un cantón de la sala, determinaban dejarse
le daba por la cinta, é como fuesse cargado antes matar que prender, y señoreado de la
en días é tuviesse gran persona, parecía me-
recedor del señorío que posseía, que esto l
( ) El texto: «nada».
P A L M E R Í N DE INGLATERRA 175
ira decía al gran turco: «Por cierto, dos cosas saber de la prisión de aquellos hombres y de
se emplearon mal en tu persona y estado; su determinación, que era hacer en ellos
bien se paresce que la naturaleza en muchas cruezas dignas de memoria en venganza del
de sus obras miente; quería saber cuál es la hurto de su hija y de la muerte de Barocan-
razón por que nos prendes y por qué no eres te e sus compañeros; que viniessen si querían
en conocimiento del servicio que te hicieron será ello presentes, que él esperaba el tiempo
en traer tu hija con mayor seguridad y hon- que ellos mandassen. A todos los príncipes
rra de lo que meresces; por cierto, no se debe á quien estas nuevas llegaron parecieron
fiar ninguno, porque sus galardones siempre muy mal, mas como á los malos, aunque
son conformes á su condición». «Polendos, conozcan el mal, no es en ellos hacer bien,
respondió el gran turco, tú debes creer que loáronle lo que hiciera, loándoselo por cosa
por ti y por el emperador haría cualquier necessaria á su honrra y consejándole toda-
cosa que en mí fuere, mas estoy tan enojado vía que no lo debía hacer hasta Albaizar
de no querer entregar un caballero cristiano ser venido, porque la muerte dellos le podría
que en su corte queda, que de mi corte me hacelle daño allá adonde andaba. Bien le pá-
hurtó mi hija, que hasta que lo haga de aquí reselo al gran turco aqueste consejo, y por
no os soltaré á vosotros». «En muy mala es- esta razón los añojo algún tanto las prisio-
peranza nos pones, dijo Polendos, por lo nes; él les dio licencia á que pudiessen
cual será mejor morir todos como esforzados enviar sus escuderos, mas ellos no quisieron
en poder de tantos cobardes, que vivir en dejar á sus señores, por selles compañeros
prisión perpetua, que este caballero que tú en los trabajos como lo habían sido en las
pides antes el emperador perderá todo su es- bonanzas; solamente enviaron uno de Belcar,
tado que entregártele, porque es uno ele los que también estaba preso, con las nuevas al
mejores del mundo y á quien más quiere». emperador, de que recibió muy gran pesar.
«Pues conviene, dijo el gran turco, que to- Primaleón decía, lleno de grande enojo: «De
davía os deis á prisión si no queréis morir». tocias aquestas cosas y desastres vuestra ma-
En esto llegó la hermosa Targiana adonde su jestad tiene la culpa, que quiere usar noble-
padre estaba, y viendo la determinación y en zas con quien en pago dellas le clan estas
lo que se ponía, se echó á sus pies, suplicán- gracias; porque á la verdad la virtud sólo
dole que no hiciesse tan gran crueldad en con los virtuosos se ha de usar; agora quiero
hombres que no lo merescían, trayéndole á la ver qué manera se tendrá para les poder
memoria las honrras que recibiera en casa del valer, que no pienso que todo vuestro estado
emperador y el amor y buen tratamiento que ni otro mayor bastará á quitallos de la dura
siempre le hiciera en el mar; mas como con prissión donde están; ele mi consejo debéis
tocias estas cosas no pudiessen ablandar la du- mandar buscar á Albaizar, porque á trueco
reza del gran turco su padre, por no verlos clél os entreguen los vuestros, que con estos,
morir sin poderlos valer, se bajó abajo, y si de cautela no usáis, los otros remedios no
con las mesmas palabras que pidió misericor- pienso que aprovecharán nada; esto no os
dia á su padre, pidió á Polendos que se dejas- debe parecer mal, que la fe no se debe guar-
se antes prender con todos los suyos que que- dar á los quebrantaclores della». «Hijo, res-
rer morir sin remedio, pues que por aquella pondió el emperador, si allende de ver á Po-
manera la fortuna le j)rometía alguna espe- lendos, y á Belcar, y á todos losotros ju'essos,
ranza de vida, y que no la qiússiese dese- tuviera también á ti, no creas que con cau-
char, pues no era cosa ele discretos, y que se telas consintiría juntamente veros morir en
le acordasse tener á ella de su parte ]3ara la prisión que usar cosas deshonestas á mí;
alguna hora poderlos aprovechar. Tantas esta diferencia quiero que haya de mí á los
cosas Targiana le dijo, y tan bien se lo supo otros, que es la que hay de los buenos á los
rogar lo que quería, que soltando las espadas malos; Albaizar no tiene culpa en los yerros
se dieron á prissión y fueron metidos en el del gran turco, por lo cual no sería razón que
fondo ele una torre muy escura, tan carga- él pagasse los males que él hace; de una sola
dos de hierro que casi no se podían menear; cosa me espanto, y es de Targiana consen-
Targiana, á quien clesto mucho pesaba, en tir cosa tan mal hecha y no se le acordar el
todo el tiempo que allí estuvieron, que será buen recibimiento y las honrras que en esta
tanto como en la segunda parte desta histo- casa recibió». «Por cierto, señor, dijo el escu-
ria se verá, nunca vistió sino jerga, viviendo elero de Belcar, della no tenéis de qué que-
á la contina en mucha tristeza. El gran turco jaros, que acordándose de lo que os debía
mandó tomar las galeras y soltar á Mulexe- hizo todo aquello que pudo»; entonces le dio
que, y á otro día envió cartas al soldán de cuenta muy por estenso de todo lo que pas-
Persia y á otros señores paganos haciéndoles sara. El emperador, acabado de oir, se recojo
176 LIBROS DE
con la emperatriz, é Primaleón se fue á su cubierto de su escudo salió á recebirlos; to-
aposento. dos juntos quebraron en él sus lanzas sin po-
Pues dejándolos á ellos hasta su tiempo, derle mover de la silla; mas al que el encon-
torna la historia á dar cuenta de Elorendos, tró no hobo menester maestro, porque pas-
que caminando por sus jornadas hacia el sándole las armas dio con él muerto en el
reino de España sin hallar ningún estorbo suelo, metiendo mano á la espada antes que
á su camino, que entonces las aventuras no Astribor saliesse, que ya se estaba armando á
eran tantas, un día, á horas de vísperas, lle- gran priessa creyendo ser aquel el que mató
garon á un valle graciosso y grande; en el á Dramorante, arremetió á otro, dándole tal
hondo del estaba edificado un castillo her- golpe en el brazo del espada, que juntamen-
moso y fuerte; Albaizar, cuando le vio dijo: te con ella le Ixizo venir al suelo quedando
«Por cierto, al pie de aquella fortaleza passé tollido, é á los otros, puesto que esforzada-
la mayor afrenta que nunca me vi, que por mente se defendiessen, hiriéndoles por todas
socorrer á una doncella que dos caballeros partes, les puso en tal estado, que cuando
querían forzar los maté á entramos, y des- Astribor salió ya ellos andaban por caer.
pués salieron á mí diez que también vencí Astribor salió en un caballo ruano armado
y desbaraté con muerte de muchos dellos; á de armas negras, temiendo que cualquier
la postre salió Dramorante el Cruel, señor cortesía que usasse le podía hacer daño, no
desta fortaleza, á quien también por fuerza quiso dejar la lanza, puesto que vio que
de armas maté, estando presentes á esto Pal- Moren dos estaba sin ella, ni menos dejar el
merín con sus hermanos y Pompides; é si á escudo viendo que el de su contrario estaba
vos parescíere, vamonos allá, al menos repo- mal tratado, antes corriendo las piernas al
saremos algún rato, que la señora del casti- caballo, lo encontró de manera que á él y
llo, á quien yo le di, y es la mesma que que- al caballo echó por tierra. Elorendos, vién-
rían forzar, nos hará tocio servicio». «Ta- dose en tan gran priessa, ocupado más de
mos, dijo Elorendos, que no siento en todo enojo que de soberbia que de Astribor le
esto otro poblado más cerca»; mas como aqué- nació, a pie, cubierto ele lo poco del escudo
lla tuviesse trocados los moradores y no los que le quedaba, se llegó á él que assí á ca-
que Albaizar pensaba, antes que llegassen ballo le quería acometer, mas temiendo que
al pie de la fortaleza salió á ellos u n escude- su contrario se le matasse y que al caer po-
ro, y tras él, algún tanto apartados, cuatro dría recebir mucho daño, confiando en su va-
caballeros armados de muy fuertes armas, y lentía saltó del caballo abajo con mucha li-
llegando á Elorendos, dijo: «Señor caballe- gereza, y entramos comenzaron su batalla á
ro, el grande Astribor os manda decir que pie muy cruel y temerosa, dándose muy
dejadas las armas vos y vuestra compañía os fuertes golpes; mas Elorendos, que quería
vais á meter en su poder, si no que será for- mostrar á Albaizar para cuánto era, trabajó
zado usar con vosotros de crueza, cosa con- tanto, que sin tomar ningún reposo ni darle
tra su condición, porque quiere saber si por á su contrario, que muchas veces le tomara,
ventura conocéis ó sois un caballero que en hizo tanto, que herido de muchas heridas
este castillo por traición y engaño mató á dio con él muerto en el suelo, y pareciendo-
Dramorante su primo y dio la fortaleza á le que aún no lo era del todo, le desenlazó
una doncella que él tiene presa hasta ver si el yelmo y le cortó la cabeza, diciendo: «Este
puede haber á los manos á este que tanto era el galardón que tus obras merecían».
dessea, y quemarlos á entramos juntos. Al- Algunos caballeros que en el castillo queda-
baizar quisiera responder, mas Florendos no ban, dejaron las armas viendo á su señor
se lo consintió por estar desarmado, respon- muerto, y pareciéndoles que en esto seguían
diendo al escudero: «Deci á Astribor que yo mejor consejo, salieron á recebir a Elorendos
no soy esse que dessea hallar, mas conózcole hasta la puerta, entregándole las llaves de
muy bien y sé que mató á Dramorante con la fortaleza; y antes que se curasse de las
todos sus caballeros muy lealmente, y que heridas mandó que le soltassen á la doncella
dar mis armas que no lo haré sí no fuere en que estaba pressa. Albaizar fue á la prisión
parte donde más seguridad tenga». «Pues por su propia persona, que era en el suelo de
cumple vos, dijo el escudero, que en cuanto una torre, adonde la halló sin otro ninguno
doy essa respuesta que os defendáis de aque- con unos grillos pequeños y delgados á los
llos cuatro caballeros, que tiene por costum- pies, y preguntando si había otra prisión en
bre tomarlas por fuerza á quien no las quie- el castillo supo que no; luego la trajo donde
re dar por voluntad»; y sin esperar más res- Floren dos estaba, tan desacordada y flaca
puesta se volvió. Elorendos, viendo que los que Albaizar no la conocía ni creía que fues-
caballeros se aparejaban, tomando una lanza, se aquella la doncella; cuando fue en lo claro
PALMERÍN DE INGLATERRA 177
y le vio, acordándose del peligro que otra ' hasta allí viniera, viendo que ya se iba lle-
vez la quitara y el beneficio que agora rece- gando el fin de lo que hasta allí desseaba y
bía, que le tuvo por otro mayor que el pri- por lo que tantos años trabajara. E porque
mero, arrojándose á sus pies con muchas en aquella tierra era conocida é tenida en
lágrimas, se los quería besar, dándole mu- mucho, salían por las villas é lugares por
chas gracias de tantas mercedes. Albaizar la donde pasaba ella, como cosa desseada de to-
levantó, diciendo: «Señora doncella, este so- dos, y ponían los ojos en Palmerín, dicien-
corro agradece al señor Florendos que ahí do: «Esse es nuestro natural señor; bienaven-
está, pues que él lo hizo, que yo por mi ven- turados los vassallos que de tan señalado
tura ya no le hago á ninguno ni puedo tomar principe son súditos, pues en el está ence-
armas». «Ay, señor, respondió la doncella, rrada toda la valentía y esfuerzo»; y no era
mal haya quien tanto mal hizo que tal os mucho que tanto adelante le saliessen á rece-
estorbó, que en vos era mejor empleado que bir con tantos loores, sabiendo ser el que
en otro ninguno, y si esso mucho dura, será había de desencantar á su natural señora,
gran pérdida para muchos, que cada día según que la aventura de la copa daba testi-
tienen necessidad de otras obras semejantes monio, é desencantada, cassaría con ella, por
á las vuestras»; Albaizar atajó aquellas pa- no tener duda que ningún príncipe, por po-
labras, porque no podía oír nengunas en su deroso que fuesse, quería dejar de ser rey de
loor, y rogándole le quisiesse decir en qué Tracia, y casar con Leonarda, que en aque-
manera Astribor por allí viniera, y la razón llos días se creía que sería la más hermosa
por que la prendiera. «Señor, respondió ella, mujer que la naturaleza criara, según que
este Astribor era primo hermano de Dramo- se esperaba de las palabras del rey su agüelo,
rante el Cruel, y aun me haréis decir que que, como ya dijo, en las cosas por venir
más malo y de peores obras, y oyendo decir tuvo un espíritu adivino y el saber tan cier-
que Dramorante era muerto, trayendo con- to, y en memoria que en ninguno de los pre-
sigo diez caballeros vino á esta fortaleza en sentes no se hallaba cosa en que su ciencia
tiempo que yo no me temía de nenguno, y saber le pasasse; mas como la voluntad de
adonde entrando de súpito, mandó meter á Palmerín estuviesse entregada en otra parte
espada á cuantos halló dentro, y sola á mí de más alto merecimiento, ni agradecía los
dejo viva, diciendo que me quería sostener loores que le daban ni vía la hora que aca-
en prisión hasta que os pudiesse haber á vos, bar su impressa para se poder ir de aquella
y quemarnos á entramos juntos, para lo cual tierra; con este pensamiento caminó tanto
mandaba á sus caballeros que salteassen á por aquella tierra, hasta que llegó á la ciu-
cuantos hallassen, y trayéndolos y conocien- dad de Limorsano, donde le esperaban todos
do que no érades vos, mandábalos matar»; los grandes de aquel reino, que por un correo
«y agora, dijo Albaizar, habrá cessado essas que la doncella enviara sabían de su venida;
cruezas»; en esto acabaron de desarmar á éstos le salieron á recebir con todo el triunfo
Florencios y hacelle una cama, adonde se y majestad que pudieron, creyendo que lo
echó, y la doncella le curó de sus heridas, harían rey de Tracia; en medio dellos fue
que eran pocas y de poco recelo, que, como llevado hasta los palacios reales, adonde co-
atrás se dijo, esta doncella era gran sabido- mo á señor le aposentaron, é antes que se
ra de aquel menester; allí se detuvieron, desarmase fue á visitar á la reina Carmelia,
más días de lo que Florendos quisiera, que agüela de Leonarda, que aun al presente era
á quien la voluntad tiene en otra parte, viva y con ñaca disposición por su edad ser
cualquier detenimiento le parece grande. mucha, y ella le recibió con tales palabras
y de tanto amor, que parecían dichas á hijo
y no SL hombre estraño; y á la verdad, la in-
CAP. XCYII.—De lo que aconteció á Palme- tención de la reina era tenelle en aquel lu-
rín de Ingalaterra en compañía de la don- gar y no en otro, mas Palmerín, que traía
cella de Tracia. la voluntad desviada de aquel pensamiento,
pesábale tanto de aquestos impedimientos,
Partido Palmerín de la corte del empera- por ver el fin y respecto á que los hacían,
dor su agüelo en compañía de la doncella de que no le sufría la condición podellos espe-
Tracia, algunas aventuras halló de que aquí rar, creyendo que con esto ofendía á su se-
no se hace mención por ser de poca calidad. ñora; por esta razón, como mejor pudo se
Assí que, dejando de contar algunas cosas despidió della y se fue á su possada, adonde
que en aquella jornada passó, dice la histo- le desarmó la doncella que con él viniera y
ria que habiendo algunos días que partiera Selvián su escudero, adonde fue servido de
de la corte, llegó al reino de Tracia, de que la cena, estando presentes muchos grandes
la doncella se mostró más alegre de lo que
LÍBEOS DE CABALLERÍAS.—II.—12
Í78 LÍBEOS DE CABALLERÍAS
del reino, que en. aquella hora trabajaron las cuales razones mostraba temer poco, que
por le ganar la voluntad, no quiriendo nen- de razón mal se puede espantar quien las
guno ser ausente á nenguna cosa, temiendo obras no teme.
que los otros le podían hurtar el tiempo; ye-
rro que entre los muy allegados á los reyes CAP. XCVIII.—De lo que-'aconteció á Pal-
se acostumbra más que entre otra gente, y merín en el encantamento de Leonarda y
assí es bien que sea, porque en este trabajo princessa de Tracia.
despíritu que con ellos anda y siempre los
acompaña, tengan en verdadero descuento Llegado Palmerín en compañía de los
de los otros placeres que reciben, y assí se principales del reino de Tracia á u n otero
pueden llamar bienaventurados, pues la na- alto, junto del encantamento de Leonarda,
tura los dotó tan enteramente de bienes tem- de allí le mostraron el lugar donde estaba,
porales y del servicio de otros hombres, que é como el día fuesse claro, vio al pie del ote-
ninguna otra cosa les queda en que puedan ro, en un valle llano é gracioso, entre unos
conocerse sino en la superioridad del prín- espessos árboles, unas torres altas, con otros
cipe que los apremia a no salir fuera de qui- edificios al parecer de lejos, cosa mucho para
cio, como la condición algunos obliga, y des- ver, porque allende del sitio en que estaban
to no nos hemos de espantar, pues son cosas edificados ser fresco y gracioso cuanto la
que son ordenadas por mano de quien ningu- natura podía pintar, la misma manera de las
na desorden tuvo; acabada la cena, se recojo casas y palacios mostraba tantas maneras de
á una cámara adonde había de dormir, des- chapiteles y pilares de mármol, tan blancos
pidiéndose de todos, no como superior, sino y altos, que parescian llegar á las nubes,
como igual y compañero, no recibiendo los con otras maneras tan sunptuosas, que al
ofrecimientos de cada uno de la manera que parescer de fuera más parecían divinas que
ellos se los hacían, mas según que á él le humanas. Mucho se holgó Palmerín de ver
quedaba la voluntad para satisfacellos, de cosa tan alegre y apacible; y puesto caso que
que algunos comenzaban á murmurar, juz- en aquel tiempo tuviesse el corazón muy
gando las palabras de Palmerín á otro fin; triste por el desseo que le atormentaba, toda-
mas esto nace del yerro que la flaqueza hu- vía le vino una alegría secreta, nascida del
mana tiene, que es las más de las veces entre buen asiento de aquel aposento, trayéndole
los hombres murmurar más veces del bien á la memoria quien juntamente con la per-
de lo que reprenden el mal; aquella noche sona de Leonarda lo gozasse cuan dichoso
passó Palmerín en cuidados que no le deja- sería, cosa que para sí no quería, que para
ron repossar, esperando por la claridad del amatar su cuidado ninguna otra cosa abas-
día para dar fin á lo que vino si la fortuna taba sino la esperanza de su trabajo y el me-
no se lo estorbase, é no se detener más en recimiento delante de Polinarda; después
aquella tierra, que le parecía que con cual- destar mirando buen rato la manera del va-
quier cosa que se detuviesse en ella ofendía lle y las cosas con que de antes le amenaza-
á su señora, á quien tan verdaderamente ban, teniendo en poco los temores dellas,
amaba, que por ninguna manera podía oir porque á su parecer más prometían deleite
palabras contrarias á lo que tenía en el co- al cuerpo que temor al corazón, y assí co-,
razón. Passada la noche, ya que rompía el menzó á tener en poco aquella afrenta, lo que
alba del día y el sol comenzaba á estender á la verdad ningún hombre discreto lo debe
sus dorados rayos sobre la haz de la tierra, hacer, pues muchas veces vemos por espe-
Palmerín se levantó, é llamando á Selvián, riencia que muchas cosas dudosas de come-
que en el mesmo aposento dormía, le dio de ter tienen blandas las salidas y á los fines
vestir é le ayudó á armar, de manera que ásperas y dudosas; mas como á Palmerín na-
cuando los principales del reino vinieron á ciesse este desprecio de la sobra de su es-
palacio, le hallaron apercebido para ir á pas- fuerzo y de peligros que ya passara, é de ver
sar por los peligros para que allí viniera, é que en aquél no prometía ninguno, quedaba
viendo que su determinación era no reposar menos de culpar.
nengunos días primero que entrar en el des-
encantamiento de Leonarcla, acabado de oir En este tiempo salió un caballero de en-
missa, que por más cerimonia dijo el arzo- medio de los otros, persona de mucho crédito
bispo dé la mesma ciudad, le fueron acom- y anctoridad, assí por sus canas como por la
pañando hasta junto al lugar donde el en- calidad de su persona, diciendo contra Pal-
cantamento estaba; allí le dejaron después de merín; «Señor caballero, á quien la fortuna
habelle puesto delante :todos los temores que hasta agora ayudó tan favorablemente, por-
en aquel caso esperaban que le sucederían, j que en todas cuantas cosas hecistes nunca os
amostró revés de sus obras, ni por esta bien-
PALMERÍN DE INGLATERRA 17á
aventurama dejéis de temer los casos que rioridad, y no tan solamente en el gobierno
á vuestro parecer fueren peqtieños, que á la de la justicia é paz, ocupando lo más del
verdad, quien en los grandes os quiso ayu- tiempo en obras ajenas corregir? y las suyas
dar, bien puede, para muy mayor muestra han de ser tales que en ellas tomen ejemplo,
de su gran poder, desampararos en los de para lo cual han de desviar de su conversa-
menos calidad, cuanto más que ninguna ción intenciones celosas del mal, tiniendo
cosa se debe juzgar por el parecer, que de respeto que puesto que las suyas sean vir-
ahí nacen engaños que después no tienen tuosas, acompañadas de las tales en poco
remedio; digo esto por esta aventura que tiempo se truecan; de aquí vendrá estar bien
estáis para acometer, que tiene el principio con Dios, amado de los suyos, temido de los
y parecer tal, que parece ser heclia más estraños; finalmente, tendrá la vida contenta
para placer que para recelar; pues quiero y el fin glorioso, que de otra manera será
que sepáis que su placer con trabajo se ha forzado ser malquisto, cosa que mucho debe
de ganar, y por ventura, después que en recelar, porque el príncipe que tiene esto
ella os vierdes, lo tendréis por mayor que siempre vive con sospecha.
agora pensáis». «Señor caballero, respondió Tornando al propósito, tanto que Palme-
Palmerín, vuestras palabras y la voluntad rín se bajó por el recuesto, súpitamente se
con que se dicen merecen lo que agora yo oscureció el aire, de manera que la claridad
no puedo, pues son llenas de verdad y de que antes hacía se convertió al revés; los ca-
buena doctrina; huelgo que me hayas dado balleros de quien se apartara, allende de
tan buen ejemplo para acordarme del ade- perdelle de vista, no se vían unos á otros;
lante; qniera Dios que esto tenga el fin que los truenos, terremotos y señales fueron ta-
todos deseamos, y saliendo de aquí como yo les, que perdiendo el juicio natural, algunos
espero adelante, os las serviré». Y porque cayeron de los caballos casi sin acuerdo; los
este ofrecimiento hizo luego envidia en algu- otros, perdidas las estriberas, se abrazaban
nos de los que allí estaban por la esperanza á las cervices de los caballos; llegaron á
que les quedaba de velle rey, con razones la ciudad rasgadas las ropas de rozarse por
más llenas de interese y de lo que á ellos las matas, que en aquella hora nenguno se
cumplía, que de verdad que los leales á rey acordaba de sí ni del camino; mas como las
deben, comenzaron de loar sus cosas, mos- cosas de aquel día fuesen diferentes de los
trando que lo que había de passar, ser todo passados á que algunos probaron aquella
nada para su persona; mas como la honrra de aventura, la ciudad se cubrió de niebla tan
los príncipes sólo en sus cosas y no en loor espessa y negra, que ninguno tenía el juicio
de los lisonjeros consiste, no quiriendo Pal- tan libre ni el ánimo tan esforzado que se
merín oillos, puso las piernas al caballo y se sintiesse libre de aquel miedo que aquellos
arrojó por el otero abajo, y á la verdad si en temores representaban; Selvián, que por
el tiempo de agora los príncipes assí huyes- mandado de Palmerín quedara en el recues-
sen ó mostrassen aborrecer las lisonjerías y to, viendo á su señor en tal afrenta, per-
palabras ociosas, ni ellos harían mal á sus diendo el recelo á todo y guiado del amor
súditos ni dañarían el crédito de los mea- con que le servía, puniendo las piernas al ca-
mos, é los buenos habrían el premio de su ballo, llenos los ojos de agua se fue tras él,
virtud y los malos de sus obras, y cada uno mas como la calidad de aquel encantamento
en esta vida recibiría el galardón de lo que era que nenguno podía entrar en el sitio de-
mereciesse; los virtuosos dejarían de ser so- fendido sino por virtud de esfuerzo é forta-
metidos á los tales, en lo que se debe mu- leza de armas, sin saber de qué manera fue-
cho proveer para que la malicia no sea se- ra traído se halló en la ciudad en compañía
ñora de la virtud, que hasta en el infierno de los más que en ella estaban, á tiempo que
no se afirma los malos de los menos malos la niebla comenzaba á deshacerse, é viendo
estar apartados; agora, si á estos que viven un temor tan general en todos, temía algún
por orden diabólica se guarda regia tan acontecimiento en su señor, esto porque se le
santa y buena, ¿cuánto más la debe haber acordaba el poco sosiego que la fortuna tie-
entre aquellos a quien fue dado juicio para ne; Palmerín, teniendo en la memoria las
gobernarse y según sus obras ser juzgados? palabras del caballero viejo, iba arrepentido
pues vemos que cada uno para gobierno de su primer parecer, que entonces ya no cono-
su vida, honrra y alma esto le es menester, cía el yerro en que cayera, que perdido el
¿cuánta mayor obligación será al rey que, camino, metido en aquellos ribazos escuros,
allende de estar en la misma cuanto á ssí está no sabía por dónde se guiasse ni cómo se
& la de todo su pueblo, que sólo para le co- defendiesse de un dolor secreto que parecía
rregir y enmendar le fue dada tan alta supe- que le arrancaba el corazón, que mucho se
180 LIBROS DE CABALLERÍAS
espantó, que no pensaba que en aquel lugar queño espacio, é luego le soltaron, dejándole
nenguno pudiesse dañalle si no fuesse su se- caer de tan alto que parecía que bajaba á los
ñora; en esto llegaron á él algunos cuerpos abismos; mas como su ánima fuesse grande,
invessibles que por' fuerza le arrancaron de passaba aquellos temores pensando consigo
la silla y le echaron en el suelo, é puesto mesmo que aquellos no serían los menores,
que para defenderse pusiesse mano á la es- sintiendo más que la muerte ser de tal cali-
pada y hiciesse á una parte y á otra, vía que dad que no tenían resistencia; á este tiempo
sus golpes no hacían daño ni hallaban en se empezó abrir la escuridad algún tanto, y
quién hacello, y quiriendo tornar á cabalgar, hallóse metido en una isleta pequeña que de
no halló el caballo, porque estaba de allí todas partes la cercaba un lago de aguas ne-
muy lejos; mas antes después de aquello le gras y escuras, de tanta hondura que pare-
tornaron á tomar la espada de las manos y cían salir del centro de la tierra; allende deso
todas las otras armas, quedándose desacon- la color y parecer era tan triste, que quirién-
pañado dellas, de que comenzó á cobrar al- dola mirar hacía desmayar el corazón, con
gún recelo, acordándose quel esfuerzo tiene que del todo se hallaba desacompañado de
necessidad de armas para ejecución de su las fuerzas con que sustentaba la vida; en
efecto; entonces, viéndose de aquella ma- medio de la isla estaba un árbol grande y
nera, cansado de pelear con aquellos cuer- mal compuesto, al pie del cual estaba un ca-
pos sin alma, se sentó, no sabiendo determi- ballero armado con las mesmas armas de Pal-
nar lo que había, tiniendo aquella aventura merín, la espada en la mano, diciendo: «Ago-
por cosa imposible de acabar, que no vía con ra, esforzado caballero, quiero ver á qué bas-
quién peleaba, é ya que lo viesse le habían ta tu esfuerzo, ó cómo te defenderás de la
tomado las armas con que se defendía y ofen- ira ele mis manos, que con los filos desta tu
día; la escuridad cada vez era mayor y no espada te desharé, y essos tus güessos y car-
daba lugar á poder ir adelante ni tornar ne serán manjar de las alimañas desta tierra,
atrás, por lo cual decía consigo mesmo: «Por y la gloria de tus obras, tan estendidas por
cierto, mayores acontecimientos tiene el el mundo, tendrán fin en parte que nenguno
mundo que los hombres saben sospechar, y pueda dar razón della». Por cierto, quien en-
ninguno querrá meterse en sus desastres que tonces dijera que Palmerín se hallaba libre
se halle desaconpafiado dellos». de todos los recelos y temores que tales pa-
labras podían representar á un hombre des-
armado, diría lo que quisiesse, que su co-
CAP. XCIX.—De lo que más passó Palmerín razón, puesto caso que siempre anduviesse
en esta aventura de Leonarda. acompañado de todo esfuerzo y virtud, en
¡
esta hora no era assí, que se hallaba falto de
La historia dice que Palmerín estuvo gran las armas
pieza sentado en el suelo pensando en lo que viendo que para defensión de su persona; y
hacía, y viendo que aquellas cosas ni tenían había de defender brazos
con los sin otras armas se
contra su enemigo tan
consejo ni él se lo sabía dar, levantóse sin apercebido. que según su parecer no era poco
determinarse a nenguna cosa, encomendán- destimar, encomendó sus cosas á la determi-
dose á los trabajos que la fortuna le quis- nación de la fortuna, puesto caso que las de
siesse ordenar, tiniendo en poco lo que pu-
diesse acontecer aunque fuesse dar fin á sus la honrra no se deben encomendar áella, mas
en tal estado se vía que tomaba esto por pos-
días, determinando ven dellos lo mejor que trero remedio; se llegó al caballero, que con
él pudiesse, creyendo que quien muriendo toda braveza le salió á recibir con la espada
hace lo que puede, satisface á la vida lo que alzada; súpitamente los cubrió una nube tan
debe á la honrra; pesábale sobre todo verse escura y negra, que no
sin armas, creyendo que por la falta dellas por entrella, perdida lapodía ser más, y assí
no podía cumplir su muy buena intención; echó los brazos, y á su parecer ledelvista todo, le
metía la es-
de lo que también espantaba mucho era que pada por los pechos hasta la cruz, de que re-
en ninguna manera sabía dar remedio, y ver cibía tan gran dolor como si naturalmente
que el ánima se le entristecía dentro* en el fuera verdad, y puesto caso que para sufrir
cuerpo, de manera que también sentía los
miembros desamparados de toda su virtud. estos temores mengüen el esfuerzo, mas el
suyo bastó tanto, que minea faltándole, an-
El estando en esto, bajó por un recuesto abajo duvo á brazos
tan gran ruido de truenos, juntamente con gran rato, hastacon aquella pantasma por tan
que de cansado dio con ella
tantas voces terribles y espantosas, que pa- en suelo, y quirióndole cortar la cabeza, al
recía que toda la tierra se abría; en tanto tiempo que tomaba la espada
que aquellas voces llegaron á él, fue arreba- se halló con ella en la mano ydelassí armas
mismo él
en
tado súpitamente y llevado en el aire un pe-
PALMERÍN DE INGLATERRA 181
el campo, sin ver quien, las traía. Espantado aguas hacían un remanso, vio un batel con
de ver tantas mudanzas de cosas, y viendo cuatro remos y cuatro onzas por remeros de-
que aunque los principios eran llenos de llos, de maravillosa grandeza pressas á unas
temor y el espanto al fin se deshacía en va- cadenas gruessas en la popa, por gobernador
nidad, comenzó á perdelle el miedo; enton- un león, todo tan sanguinolento como aquel
ces, armándose de sus armas, ellas le acre- que no se mantenía sino de los passajeros;
centaron el esfuerzo y avivaron el desseo estando mirando tan dudosa barca, vio que
para holgar con cualesquier novedades que de la otra parte estaba llamando un hombre,
le sucediessen; luego se tornó el día tan de que más se espantó, porque no pensó que
claro, que comenzó á descobrir con los ojos ninguno estimaba la vida tan poco que en
á lo lejos cuanto la vista podía descubrir, y río tan dudoso y barqueros tan crueles la
vio que de la otra parte de la isla, en medio quisiesse aventurar; en esto se desamarró el
de un campo verde, entre muchos árboles batel para ir por él, y aún del todo no era
deleitosos, estaban los edificios que desdel dentro, cuando el león le tomó entre sus
otero viera; mas para passar de la otra par- brazos y deshaciéndole con sus fuertes y du-
te, no podía si no era á nado por el lago que ras uñas, comenzó á bañarse en su sangre,
3ra se dijo, é porque lo sabía mal hacer, re- dando á las otras parte del cuerpo, que esta
celaba el passo de la otra parte; la tierra es- era la sustentación de sus vidas. Palmerín,
taba tan alta, que parecía que aquella altura que todo lo estuvo mirando, cuando vio
era sin medida, é viendo que para passar aquel acontecimiento, juzgue cada uno qué
era necessario echarse de tan alto, é que des- es lo que sentiría, mas tiniendo por cierto
pués de passado no podría subir la otra al- que sí no bajasse moriría en la isla por en
tura para salir al campo, é que allende de ella no haber ningún sustentamiento á la
todo esto el peso de las armas le podrían vida humana, quiso tomar por postrer reme-
ahogar, aquí fue puesto en tan gran confu- dio acabar entre aquellas bestias irraciona-
sión, que ni su esfuerzo bastaba para come- les,'teniendo mayor confianza en la fortaleza
ter tan gran cosa ni su ingenio para acon- de las armas que no esperar remedio por
sejarse; de manera que de todos los reme- donde no tenía esperanza de habelle, y mi-
dios carecía, y para más recelos vio que de rando por todas partes si había algún baja-
la otra parte del agua andaban muchas ali- dero por donde pudiesse bajar al batel, y no
mañas de diversas maneras, muy medrosas vio otra cosa sino una losa tan lisa que en
y abominables, que parescía que le espera- nenguna parte se podían detener, y viendo
ban para despedazar sus carnes, y sobre cuál que si bajaba por ella allegaría abajo hecho pe-
sería la primera comenzaron entre sí una dazos, y estando metido en esta congoja, pen-
contienda tan áspera, ayudándose unas á saba todos los modos y maneras que en aque-
otras, que casi quería parecer batalla ó de- lla bajada podría tener por donde hobiesse
safío de tantos por tantos, é á lo que Pal- menos peligro, y por todos cabos hallaba tanto
merín juzgaba, esta era una de las más seña- que no sabía qué hacerse; y estando dudan-
ladas cosas que nunca viera, porque después do un poco y como la calidad del caso fuesse
de haber durado su porfía un buen rato, se tanto para temer, socorriósse al remedio que
consumieron y deshicieron muchas dellas, siempre guardaba para los postreros peli-
dando tan grandes aullidos, que en la ciu- gros, que era, después de Dios, acordarse de
dad se oían, tan claro como si dentro della su señora Polinarda, con la cual desbarataba
aconteciera, de que generalmente se recibió todos los peligros en que se viesse, por gran-
otro nuevo temor, creyendo que Palmerín des que fuessen, diciendo: «Señora, no esti-
estaba metido en otro nuevo peligro, de lo mo la vida tanto que siento mucho perdella
cual todos estaban en gran recelo, especial- si en ello no se aventurasse la esperanza que
mente Selvián por no hallarse con él, por- me sostiene, mas antes, si bien lo miro, el
que aquellos trabajos quisiera ayudárselos á mayor bien que mi mal me podría hacer era
passar, porque la voluntad y el grande amor dar fin á mis días, porque tuviessen fin mis
que tenía con su señor le hiciera passar trabajos, y porque los males y trabajos que
cualquier peligro; assí que aquella batalla peor me tratan nascen de vos, vivo yo tan
allegó tan al cabo, hasta que los contendores contento de los tener, que aborreciéndome la
que allí quedaron fueron todos muertos; Pal- vida, deseo de sostenella para no perder á
merín, viendo que no tenía en qué ocupar ellos; esta afrenta en que agora la veo es ta-
los ojos, viendo aquella batalla acabada, an- maña, que no se puede passar sin algún so-
duvo toda aquella isleta á la redonda por ver corro vuestro; mira lo que podéis perder en
si en algún cabo había passaje; ya que la mí, y pues todos los otros remedios me des-
hobo acabado de andar, en una parte que las ampararon, haya en vos algún acuerdo de lo
182 LIBROS BE CABALLERÍAS
que os merezco, que esto solo me liará la vida sólo en ella aseguraba sus grandes males y
segura ó al menos morir contento». Como de todos los otros remedios carecía, y assí
con estas palabras hallasse el corazón acom- como en todas las cosas sólo en la fe se conde-
pañado de esfuerzo y desacompañado de to- nan ó salvan, esta que con su señora tuvo fue
dos los temores que antes recelaba, sin otra de tanto merecimiento, que passando la tar-
deliberación ni recelo se arrojó por la losa danza del encantamento, en un punto fue
abajo, mas como aquellas cosas no tuyiessen puesto arriba en el campo, adonde fuera la
más daño de aquello que mostraba la repre- batalla de las alimañas, de las cuales no vio
sentación dellos, llegó á la orilla del agua sin señal, y también perdió de vista el lago y las
recebir nengún daño; y viendo que los reme- cosas que hasta allí le hicieron temor y miedo,
ros del batel desamarraban de la otra parte de que recibió una nueva alegría que le des •
para venirse á él, comenzó á aparejarse, ti- barataron las tristezas de que tan cercado
niendo la espada en la mano y escudo em- estaba, como se acostumbra hacer donde la
brazado con lo demás que la necessidad le alegría no es esperada.
bacía hacer, en la verdad cosa provechosa
para donde es menester, mas no para en. CAP. C.—De como el encantamento de Leo-
aquella aventura, que todo era pantasmas é nardo, fue acabado y ella sacado del.
cosas vanas, porque en el batel, puniendo la
proa en tierra y él saltando dentro, no vio en Passadas estas cosas, acabósse de passar
quién hacer daño, que los aguardadores del el día, é la luna, que entonces era llena y en
se le desparecieron, quedando sólo sin nin- toda su fuerza, desembarazada de nubes y
guna otra compañía; y tomando los remos en sin otro impedimento que á las veces le qui-
las manos, alegre de aquella aventura habér- tan su claridad, comenzó á parecer de la
sele deshecho en aire, atravesó el río, y otra parte de ocidente, con tan vivo res-
viendo la gran altura de la subida, que era plandor, que páresela que traía consigo más
tan áspera y derecha que no se podía subir claridad que otras veces acostumbraba; los
por ninguna parte, tornó otra vez á pensar ruiseñores y otros pajarieos de que la tierra
en el remedio que tan gran afrenta era me- era poblada comenzaron á festejar la noche
nester. Estando metido en tan gran confu- con tanta diversidad de eantares y otros pla-
sión, vio que de lo alto de la roca hasta lle- ceres alegres, que hacían poner á Palmerín
gar á él dejaban colgar un cesto viejo y casi en olvido los trabajos passados, y echándose
deshecho, por un cordel tan delgado que pa- al pie de un árbol con intención de los oir,
recía que el pesso del mesmo cesto no podía tuvo tan gran poder el cansancio y que-
sufrir; cuando Palmerín sintió que para su- brantamiento de lo que passara, que se dur-
bir al altura no había otro camino, guiado mió sin haber comido en todo aquel día, cosa
del acuerdo de quien servía, pensó muchas a la verdad para él poco necessaria, que
veces si dejaría las armas, creyendo que le puesto caso que la vida sin ello no se puede
podían hacer peso, y desarmándose para sustentar, cuando el ánimo está ocupado
quedar más liviano, se quiso meter sólo con dellos, viene sustentación á los miembros
su espada en el cesto; mas como el corazón con tanto que el tiempo no sea fuera de re-
á las veces antes que las cosas acontescan las gla, que entonces no sufriría tan gran tar-
sospecha, vínole un recelo que se las hizo to- danza la naturaleza, que tiene por natural
mar, creyendo que le podrían acontecer co- ser débil y ñaca, y quitada de su curso pe-
sas que las hubiesse menester; entonces, pu- rece luego; Palmerín, que debajo del árbol
niéndose á lo que le pudiesse venir, se metió estaba, durmió la noche con tanto reposo
dentro, adonde sin ver quién tiraba por el como tuviera el día áspero y sin reposo; ya
cordel se vio levantar en el aire, subiendo tan que el alba llegaba, recordó al cantar de las
despacio que parecía no menearse; ya que aves, que le pareció tan alegre para oir como
iba en gran altura, sintió que el cesto se des- deleitoso para contemplar; mas como estas
hacía por algunos lugares, y el cordel agra- cosas van por su curso, no tardó mucho que
viábase tanto-con el peso, que destorciéndose ellas le- dejaron yéndose cada una por su
de todas partes pareció quedar en un hilo parte, que la claridad del sol que ya asoma-
tan delgado que casi no se parecía; á la ver- ba y el uso de buscar su mantenimiento las
dad, puesto que los temores de hasta allí hizo desamparar el lugar; Palmerín se le-
fueran grandes, éste le pareció mayor que vantó en pie, y puniendo los ojos en el cam-
todos, que se vía puesto en el postrero es- po, contento de ver la gracia del, volviéndo-
tremo de la vida, levantado en el cielo y la los hacia do el sol salía, vio las torres y edi-
esperanza puesta en un cabello; esto le hizo ficios que dentro el otero estuvo mirando el
otra vez socorrerse á su señora, como quien día de antes, cercados de los mismos árboles
PALMERIB" DE INGLATERRA 183
que viera de lejos, y puesto que aquella de manera que unas veces le páresela que la
muestra no daba esperanza de ningún peli- bóveda de la escalera caía sobrél y otras ve-
gro, las cosas que passara se lo hacía tener; ces se hallaba tan apretado que no se podía
de otra parte ya no se recelaba de ninguna menear, assí que por gran rato se detuvo
cosa, y caminando para las casas, vio su ca- antes que pudiesse llegar á lo alto de la es-
ballo atado al tronco de un árbol, ensillado cala, donde el temor tuvo fin y él se halló
y enfrenado de la manera que le perdiera, en un corredor bien ancho, labrado de ma-
de lo que no se maravilló, tan acostumbrado ravillosa labor; en el cabo del estaba una
estaba á ver novedades en aquella tierra; puerta grande echa de una sierpe de tamaña
cabalgando en él siguió su camino, y no an- grandeza, que allende de ocupar todo el por-
duvo mucho que al encuentro le salieron clos tal, tomaba mucha parte del corredor, y
caballeros, qxie aliende de ser de estre- sobre todo mostraba ser tan fiera y era de tal
mada grandeza, venían cubiertos de muy composición, que en ninguna parte se po-
fuertes y ricas armas, que abajadas las lan- dían poner los ojos que dejasse de criar te-
zas, cubiertos de los escudos, sin hablar nin- mor al corazón, y allende desto parecía tan
guna palabra arremetieron á él, que de la viva en sí, que no daba esperanza de con-
mesma manera les recibió, y encontrándole quistarse por maña á quien no pudiesse por
al primero en el escudo, se le despareció; el fuerza; por un cordel que al pescuezo tenía
segundo, puesto que le hubiesse encontrado estaban colgadas tantas llaves cuantos eran
sin habelle hecho daño alguno, volviendo los candados que estaban echados á la puer-
sobre él con la espada en la'mano no halló ta, por donde Palmerín conosció que quien
nenguna cosa, que también se le había des- dentro quisiesse entrar con ellas tenía de
aparecido, y puniendo las piernas al caballo abrir, y viendo que el portero era tan des-
por llegar á unos hombres que alzaban una conversable que no las quería dar á ninguno
puente levadiza de una torre, que atraves- y que para las tomar contra su voluntad se-
saba por encima de la cava hasta estotra ría trabajar en vano, estuvo un poco dudan-
parte, llegó á tiempo que se lo defendió, en- do en lo que haría; passado aquel temor y
trando por la mesma puente con tanta lige- viniéndole á la memoria las vanidades de
reza, que antes que cerrasen la puerta por aquella casa, determinó acometella, y como
donde ya se recogían fue con ellos en un pa- las más de las veces el fin de las cosas en la
tio grande, que todo á la redonda estaba cer- determinación consiste, acabando de deter-
cado de aposentos ricos, é puesto que la ma- minarse arremetió á ella, pensando herilla;
nera dellos fuesse para ver, no le dieron esse la sierpe se levantó á él bravosa y abrasada
espacio dos jayanes que le passaron delante en fuego, echando llamas por la boca, mas
con grandes mazas en las manos; mas como como el temor hace avivar el ánimo, vién-
en Palmerín semejantes cosas le espantassen dose Palmerín en tan gran afrenta, metióle
menos que las otras que passara, saltando la espada por una de las ventanas de las
fuera del caballo les acometió assí á pie, narices, que demasiadamente eran grandes
acompañado de su natural esfuerzo: la bata- y las traía abiertas; la sierpe, sintiéndose
lla entrellos fue presto acabada, que como herida, echó tanta cantidad de humo por
los jayanes no fuessen satisfechos para dañar ella y por la otra, que paró el aire tan espes-
más que con la vista, tanto que Palmerín los so y negro que ninguna cosa se páresela, y
empezó á golpear, fueron convertidos en como el dolor de la herida fuesse desigual,
aire, de que naturalmente eran hechos; en- fuesse dando grandes silbos fuera del corre-
tonces, como viesse que todas las cosas que dor, asombrando la tierra por gran pieza con
al encuentro le salían después que del lago ellos. Los que estaban en la cibdad, cuando
saliera eran vanidades^ determinó de aco- assí la vieron ir que passó por cima della,
meter las que le sucediessen como á cosas viendo cosa tan espantable y medrosa, bien
vanas dignas de ningún temor, y mirando creyeron que Palmerín no estaría falto de
qué hallaría, subido á lo alto vio debajo de algunos trabajos ásperos, y esto á Selvián
unos arcos una puerta pequeña, de la cual daba mucha pena, porque sentía en el peli-
nacía una escalera tan alta y estrecha, que gro que estaría su señor; Palmerín, tanto
allende de ser trabajosa de subir, con gran que se halló desembarazado de aquella sier-
trabajo podía en ella caber un hombre, y era pe, allegóse á la puerta, adonde halló las
tan larga que parecía que era menester gran llaves que la sierpe dejara, con que abrió los
rato para subir; Palmerín, deseosso de subir candados, y entró dentro de una sala tan
y acabar aquella aventura, entró por ella, y artificiosamente labrada, que á su parecer ni
no tenía gran trecho andado, cuando comen- los aposentos de la isla que ganó á Eutropa,
zaron á, temblar las paredes de la escalera, ni menos los de Daliarte en el Yalle Escuro
134 LÍBEOS DE CABALLERÍAS
le igualaban; y viendo esto, juzgaba por cosa ¡ que con entrar aquí fenecieron todos»; mas
estremada el saber del rey de Tracia, de en esto la gente que entraba por los palacios
cuyo juicio saliera invincíón de tal obra, y parecía un ejército, los cuales, tanto que
como la serpiente de los peligros vanos fuera vieron passar la serpiente, siendo informa-
el fin de aquel encantamento, no halló más dos por lo que el rey dijera que aquel sería
que le hiciesse perjuicio en aquella entrada, el fin de todo el encantamento de Leonarda,
que para el recelo verdadero allá estaba la puestos á caballo, á rienda suelta se partie-
vista de Leonarda, de quien ningún saber se ron para allá, y entrando de súpito fueron
podía salvar; andando descurriendo á una y al aposento de Leonarda; Taños se echaron á
á otra parte, oyó hablar mujeres en otro sus pies; otros le besaban las manos como á
cuarto ele aquel aposento, las cuales después su natural señora; algunos querían hacer lo
de habelle visto, maravilladas de aquellas mismo á Palmerín, creyendo que lo hacían
novedades cómo era hombre armado entre- á su rey, mas él, que traía su pensamiento
nas, desamparando las casas se entraron por desviado, no se lo consintió, antes los rece-
unas varandas que caían á un jardín, que le bía con igual cortesía; no tardó mucho que
paresció pieza de mucho más loor y admira- llegaron las andas de la reina Carmelia, en
ción que cuantas viera en aquella casa; no que llevaron á Leonarda, la cual fue rece-
anduvo mucho cuando á la sombra de unos bida en la ciudad con todas las fiestas y pla-
laureles verdes y espessos, alrededor de una cer que el pueblo en tan pequeño plazo pudo
fuente, vio algunas doncellas asentadas, tan inventar; Palmerín se espantaba, yendo por
hermosas que parecían merecedoras de tan el camino, en no ver el lago por donde pas-
hermoso lugar, y ,entrellas á Leonarda, que sar a, porque ya que las otras cosas tuviesse
en hermosura y parescerles hacía tanta Ten- por artificiosas, aquella juzgaba por natural;
taja que no tenía comparación; algunas ae- tanto que llegaron á la ciudad, Leonarda se
llas, en viéndole, se levantaron á recebille, recojo con su agüela, de la cual fue rece-
como aquellas que sabían que por él saldrían bida con tan nuevo placer como la nueva tan
de aquel encantamento; Leonarda le recibió desseada requería; Palmerín fue aposentado
con aquella alegría y gracia de que la natu- donde lo fuera de principio, y Selvián le
raleza la adornara, diciendo: «Por cierto, desarmó, alegre de le ver fuera de aquellos
señor caballero, aunque la obligación de tan peligros, con tan grande honrra que esta fe
gran deuda como es en la que me habéis y amor le nascía de aquel que siempre Pal-
puesto no se pueda pagar con palabras, ade- merín le tuviera, que cuando esto assí es, la
lante, si el tiempo con mi honrra diere lugar, ingratitud del señor hace el siervo infiel; la
os lo podré mejor galardonar; ruégoos que la doncella de Tracia le hizo traer de comer,
voluntad que me queda recibáis por satisfa- cosa que había menester por los trabajos pa-
eión de vuestras obras, y entonces quiero sados, porque los miembros trabajados sólo
que veáis el desseo que me queda de cum- con esto y el reposo se sustentan; en la cib-
plir lo que debo». «Señora, respondió él, dad se comenzaron á ordenar fiestas para el
asaz satisfación de cualquier trabajo por otro día, gastando cada uno según su calidad
grande que sea es esse parecer y hermosura lo requería y sufría, con invenciones dife-
para quien la voluntad tuviesse tan libre que rentes conforme al ingenio de cada uno.
le dejasse conoscer tan gran bien, y porque
las cosas desta casa son todas de tanta admi-
ración que las presentes hacen siempre olvi- CAP. CI.—De lo que Palmerín passó en la
dar las passadas, ruégoos, señora, que me corte de Tracia los días que en ella estuvo.
digáis si hay aún algún peligro por passar
que sea mayor que en el que agora estoy, Al otro día, después del deseneantamento
porque perderé la confianza de acaballa; que de Leonarda, comenzó de acudir gente de
ya sé que la esperanza de tan grandes cosas toda la comarca á ver á su natural señora;
para mayor ánimo que el mío se deben guar- las fiestas se comenzaron de manera que el
dar» . Por cierto, ya que Leonarda en estre- principio dellas, según el fundamento que
mo fuesse tan hermosa que no pudiese más llevaban, parecían no había de tener fin,
serlo, la vergüenza que de aquellas palabras que esto tienen las cosas grandes, parecer
recibió le hicieron una color vergonzosa al que no se pueden acabar. Palmerín estuvo
rostro que la hizo mucho más hermosa, por- ocho días en la corte á ruego de la reina
que le parecieron dichas á la fin que se po- Carmelia, y á los ojos de Leonarda tan
día sospechar. Y respondió: «El peligro en apuesto y gentil hombre como ella á los de
que agora, señor caballero, estáis, no sé qué todos gentil mujer, y porque los principales
tal es; los desta casa ya son acabados, por- del reino le vieron con tanta voluntad de ser
rey como ellos quisieran, conformados con el
PALMERÍN DE INGLATERRA 185
testamento de Sardamante, después de tener mí que el merecimiento de la señora Leo-
consejo sobrello en el aposento de Carme- narda queda puesto en su lugar; dejalda para
lia y en su presencia, determinaron hacelle quien sus calidades requieren, no desseéis
una habla encomendándola al duque Rial- emplear tan mal á quien la fortuna guardó
do, por ser persona prudente y elocuente; para otro mayor bien». «Ya sé, dijo la don-
eon esta determinación fueron á la posada cella de Tracia (que siempre en su cámara
de Palmerín, que con Selvián estaba concer- estaba y á todas estas palabras era presente),
tado la ida para otro día, y después de pas- que no tiene el amor tan pequeña parte en
sar algunas palabras desviadas del propósito vos que os deje gozar lo que vuestras obras
del duque, comenzó á decir: «Esforzado merecen; y porque de todos no seáis perfeto,
príncipe, porque pienso que os es notorio el fuistes en estos casos á someter la razón á
mandato que el rey Sardamante dejó acerca vuestra voluntad, y entonces quedáis man-
del casamiento de Leonarda su neta, será dado por ella; y assí traéis el cuidado ocu-
escusado traeros á la memoria, y allende de pado en parte adonde por ventura no se
ser razón seguir el mandamiento de un prín- acuerdan de vos y que os hacen olvidar de
cipe tan sabio y tan poco acostumbrado á lo que más se os había de acordar; y no es
errar, á nosotros todos parecería gran sinra- mucho que en esto estéis tan ciego, pues es
zón que lo que vos con tanto trabajo ganas- cierto que pocas veces en el corazón sin re-
tes poseyesse otro con vida descansada, acor- poso se halla juicio claro; yo vi muy bien la
dándonos también que con esto cobramos prueba ele enamorado que hecistes en Cos-
rey é señor merecedor de otros mayores es- tantinopla, y sé que la fe y amor con que
tados; que vuestras obras por ventura os pon- tan gran cosa acabastes tiene raíces dentro
gan en tanta alteración á desechar cosas de de vos que os estorban á recebir el galardón
gran precio, acuérdeseos que á las veces en que vuestros trabajos merecen». A todos pa-
los principios de la edad promete la fortuna recieron bien las palabras de la doncella,
esperanzas que después tornan vanas, y al que esto tienen las obras de la discreción,
tiempo que los hombres conocen este engaño satisfacer á los discretos y no parecer mal á
ya no tienen tiempo para poder esperar, ni los que no lo son, y porque con nengunas
menos tiempo para gozar algún bien si ella razones que dijessen ni alegassen pudieron
entonces lo da, cuanto más que se os debe hacer decir palabra á Palmerín de que to-
acordar que oficio de la mesma fortuna es massen alguna esperanza, dando la respuesta
derribar más aina los grandes que levantar á Carmelia, vinieron al postrer remedio, que
los pequeños, y que la naturaleza humana era pedille que de su mano diesse marido á
assí los príncipes como á otra gente á toda Leonarda, según que el rey lo mandaba en
miseria está ofrecida, y pues estos reveses en su testamento; porque creían que sería con-
que el mundo trae á quien en él vive se forme al merecimiento de la princesa, de
pueden pagar con bienes de fortuna ciertos que Palmerín quedó del todo contento, vién-
antes que con sus esperanzas inciertas, mira dose desaprissionado de tan gran importu-
lo que tenéis en la mano, el estado que se os nación, y esto le hizo tornar alegre y hablar
apareja; allende de lo demás que por vues- eon más desenvoltura, respondiendo: «Por
tra naturaleza real desdel principio de vues- cierto, señores, yo lo tengo por la mayor
tro nacimiento os está aparejado, con este bienaventuranza del mundo que queráis que
acrecentamiento de señorío seréis temido de la señora Leonarda case según mi parecer,
los estraños, amado de los amigos, si el cre- y ya que no halle cosa que iguale á su me-
cimiento de las riquezas no os vuelven la recimiento, porque pensar esto sería trabajo,
condición, cosa que muchas veces acontece; á lo menos buscaré persona que al parecer
assí que, finalmente, lo que agora ganastes de vosotros todos ponga su persona encima
con trabajoposseeréis con descanso, porque el de cuantos yo sé, y siendo assí, yo con mi
merecimiento y calidades de la señora Leo- honrra quedaré libre de tan gran obligación
narda nuestra señora, querer os los decir se- como es en la que me ponéis, y los buenos
ría necedad, por lo cual ni yo cometeré tan quedarán contentos y los malos no ternán de
gran yerro como es meter la mano en sus qué murmurar» .j$fuy agradecidas fueron es-
loores, ni os traeré á la memoria sino que se tas palabras de Palmerín, creyendo que las
os acuerde que á las veces pierden los hom- obras no estarían lejos dellas, y con su res-
bres cosas que cuando se allega el arrepenti- puesta se fueron á la reina^Carmelia, que
miento dellas ya no se pueden assí también ya, desesperada de acetar el pasamiento de
cobrar». «Por cierto, señor duque, dijo Pal- su neta, contentóse con el otro postrero re-
merín, si alguna cosa me hiciesse no acertar medio, que era con la esperanza en que los
tan gran buenaventura, no será creer de dejaba de su promesa; é si de aquesto pesó
186 LIBBOS B E CABALLERÍAS
mucho á todos, á Leonarda hizo mayor sen- neta y de altas princesas, como porque es-
timiento; la doncella de Tracia la consolaba, tán ahí todos los principales caballeros que
diciendo: «Señora, no sé por qué sentís tanto agora traen armas, de cuya generación que-
las cosas que no se deben sentir. ¿Qué espe- rría que fuesse el sucesor deste reino». «Por
ranza de vivir contenta podéis tener en po- cierto, señora, vuestra intención parece tan
der de un hombre tan enamorado de otra, ó buena como vuestras obras siempre fueron;
cómo podéis creer que una fe tan verdadera á mí no me puede parecer mal esse consejo;
como la suya se pueda perder? que vuestra del emperador os sé decir que, allende de
hermosura é merecimiento sea grande ¿qué holgar con esso, pensará que le hacéis merced
sabéis si su amor está puesto en quien no me- señalada, que esta es su condición, y luego,
rece menos?; é también ¿qué contento podes señora, lo debéis poner en obra, que las co-
tener de un hombre al cual por ventura es- sas bien acertadas han de tener la ejecución
tando con vos sentires acordarse de otra que breve». «Yo estaba para enviar, respondió
le hiciesse gozaros con poco contento? é mira la reina, á mi doncella, la que llevó la copa,
que las cosas mucho desseadas á las veces assí por ser ella conoscida, como porque
alcanzadas dan pesar; holgá de ser esto assí pienso que es para todo aquello que le man-
que Palmerín tiene un hermano tan hermoso dare; también en esto querría vuestro pare-
como él, tan buen caballero como él é tan cer, porque sin él no querría hacer nada».
libre, que en la experiencia de la copa, «Lo que yo de aquí juzgo, dijo Palmerín, es
allende de no hacer muestra de enamorado, que vuestra alteza acierta en lo que hace,
escureció lo que los otros hicieron, por tanto porque la doncella es para muy grandes co-
éste puede casar con vos; allende desto sa- sas»; y antes que se partiesse, como era cosa
tisface á lo que merecéis, pues está conocido en que la reina había platicado con los gran-
ser persona de tanto merecimiento». Tantas des, la mandaron llamar, y allí entramos la
cosas la doncella de Tracia dijo á Leonarda, dieron la forma y manera que había de te-
que le hizo no sentir la pérdida de Palmerín ner en su embajada. Aquel día le hicieron
y dessear al hermano, que esto tienen ellas una carta de creencia para que se fuesse á
por natural condición, ser tan mudables que otro. Acabadas de ordenar estas cosas, Pal-
lo que muchos días tienen puesto en el alma, merín se despidió de la reina y de la her-
en un solo momento con pocas palabras que mosa Leonarda, contento y alegre por saber
les digan se les passa como si nunca por ellas que iría aquella parte donde desseaba, tam-
passara. Aquel día se fue Palmerín á despe- bién porque creía que allí descansarían las
dir della y de su agüela para se partir otro obras de Floriano su hermano, que de tan
día; Carmelia, antes que se despidiesse, se gran precio eran merecedoras; otro día, des-
apartó con él, diciendo: «Señor Palmerín, pués de oir missa. se partió acompañado de
no quiero gastar tiempo en lo que ya negas- los grandes hasta fuera de la cibdad, yendo
tes á quien mejor os lo sabría decir, pues veo armado de sus armas con la mesma devisa
que quien tan entregada tiene la libertad del tigre; despedido dellos con promesas de
sería malo de mudar; solamente os traigo á amistad, se puso en camino, ofreciendo el
la memoria que pues que mi neta está á sola cuerpo al trabajo y el corazón a su señora,
vuestra deliberación, que miréis lo que acre- olvidando con este temor los otros en que la
centáis vuestra honrra en darle marido con- fortuna le podía poner, y assí con algún con-
forme á su persona y estado, y si os pare- tentamiento siguió su camino, adonde antes
ciesse bien que por algunos días fuesse á es- que llegasse adonde su corazón le llevaba
tar en la corte del emperador Palmerín, guiado, acabó muy grandes y estrañas aven-
adonde agora está la flor de toda la caballe- turas, llamándose el Caballero del Tigre,
ría del mundo, yo tengo dello placer; assí como muy largamente en la SEGUNDA PARTE
porque sé que del emperador será tratada desta historia se contará, la cual se queda
muy bien y puesta en la conversación de su emprimiendo.

FUE IMPRESSA LA PRESENTE HISTORIA DEL MUY ESFORZADO CABALLERO PALMERÍN DE


I N G A L A T E R R A Y DE FLORIANO DEL DESIERTO SU HERMANO, EN LA IMPERIAL
CIBDAD DE TOLEDO, EN CASA DE FERNANDO DE SANTA CATHERINA,
DEFUNTO, QUE DLOS HAYA. ACABÓSE A .XXIIII. DÍAS DEL
-MES DE JULIO. AÑO DEL NASCIMIENTO DE
NUESTRO SALVADOR J B S U O H R I S T O DE
M. LYXL YII. ANOS.

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