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LIBERTAD Y LIBERACION
5. Cfr. SGTELER, M., Zur Phánomenologre und Metaphysih der Freiheit en ed,.
cit., t. 10, pp. 157-61.
6. Cf¡. Poro, L., Z¿ líberad. posible, pp. 63-4.
7. Cfr. SCHELER, M., Zur Pbánomenologie, p. 159.
8. Cfr. 1d, pp. 160,1.
9. Id., p. 163, oota 1.
386 JORGE V, ARREGUI JACINTO CHOZA
21. Se siguen aqui las lecciones sob¡e la libertad desa¡rolladx por J. Arellano en
ia Unive¡sidad de Seville du¡ante el curso 1984-85.
22. Cfr. Kf¡Rx¡GAdRD, S., ¿¿ enfetmedad mortal, libro II, cap. 2.. LI¡a cxce-
lente inrerpretación de este punto puede verse en Poto, L., Hegel y Los posthegelia.
zos, Universidad de Piura, Piura 1985. Sobre el yo en Kierkegaard, véase además
de 1a bibliogra{Ía ya citada, Nrcar, M., F ndanenta¡Lón ontoLógica deL sujcto en
Kierkegaard en .Anuario FilosóEco" 2il1 (1988), pp. 51-72 y GARCTA AMTLBURU,
M., La existencia en Kiergegaard. Eunsa, Pamplona, en prerrse.
23. Citado por ScHELER. M., Die Stcllung p.35.
JORGE V. ARREGUI_JACINTO CHOZA
24. ToMAS DE AeuNo, S. Th. \-fi, q. 110, a 3. Sob¡e la fidelidad puede verse
GRTMALDT. N, La fideldad o el mlagro m la airla profana, C. M.
Goimendi, pam
Plona 1q82. y THrBoN, G., La crLsis rnoderna del amor, Fontanella, Barcelona 1976.
25. Los versos pertenecen al Rom¿ncero gitano de F. Ga¡cía Lorca.
F]IOSOFIA DEL HOMBRF, 395
En 7a Fundamentación pdra k
metafísica d,e las costumbres, Kant
se plantea el problema de cómo una voluntad pura puede determi-
narse por sí misma a la acción, prescindiendo de todo lo exterior
empírico y sin tenerlo en cuenta para nada27. Este no es un pro-
blema ocioso por un doble moriyo. En primer lugar, era una cues-
tión muy viva para la teodicea de los siglos XVII y XVIII determi-
nar cómo y por qué Dios creó el mundo del modo en que 1o
hizo'?8. Obviamente, la acción creadora de Dios es el paradigma de
la acción libre, por cuanro que la voluntad de Dios en la creación
no está determinada desde fue¡a sino que se determina a sí misma
absolutamente desde dentro. En segundo lugar, dados los motivos,
requerimientos y solicitaciones de la realidad empírica, el ser huma-
no sólo es libre si su referencia a esas realidades la pone é1, y no
si le es arrancada desde fuera. La cuestión es, pues, cómo se autode-
termina la voluntad desde denrro.
La respuesta kantiana es que no lo sabemos, que no podemos
conocer cómo una. razón pura se hace por si misma práctica, cómo
se determina a sí misma a obrar. Antes se ha mantenido que la li-
bertad fundamental podía ser entendida como 7a necesidad de ser 2o.
Ahora bien, de la necesidad de ser yo no se deduce ninguna acción
en concreto. Cuando yo me decido a ser ]o, en cierto sentido toda-
vía no me he decidido a nada porque de tal decisión no puede ex-
traerse ningún modo concreto de actuar. Si el ser humano se posee
a sí mismo en el origen I está en sus propias manos, como muestra
la experiencia de la angustia, y supuesto que se decida a ser sí mis-
mo, ¿en qué consiste ser sí mismo?, ¿cómo se pasa de tener que ser
lLlo a actuar de un modo concreto?
La misma cuestión puede plantearse respecto de la felicidad.
Puede mantenerse que el hombre tiende necesariamente a la felici-
dad, pero ello ao permite deducir qué se busca cuando se riende a
la felicidad. ¿Qué quiere un ser humano cuando dice que quiere ser
feliz? Esto no está definido de antemano de modo rr".".r.io, y p.,.
27. Cfr. IGNr, 1., GrundLegung zar Metap)rysih ¿et S¡tun (!« Iv, 455 63).
28. Este problema además, es el qr.re determina toda 1a polémica entre Spinoza
y Leibniz y es uno de los ejes de toda la filosofía leibniciana. También este
froble-
ma puede considerarse como eje de 1a dialéctica de Hege1. Sobre Leibniz pue<le ver-
se, OnIz, l. M^., El origen radtcal de la, .o,as. ,WtaJtyca l¿ibnna¡a tle [, creoción,
Eunsa, Pamplona 1988, especialmente, pp. 2,15-363.
rlr osoFÍA DEL HoMBRE 397
29. Sobre la diferencia entre la r¡zón teórica y la práctica (que no es ur,a aplica'
cíón áe la reo¡ía a Ie práctica), cfr. entre 1a bibliografia castellana, INCIAR'IE, F ,
Sobre k verdad práctica y Etica 1 política en la fiLosofía prktica el El reto del Positi'
t,ismo lógtco, pp. tss-2rc; ., Lltopía l realismo en la conJiguración de la «riedad
en .Nucst¡o Tiempo, no 291, septiembre de 1978, pp. 5 24; LLANo, A., Razón
práctica y ruzón política en Etica y poLítica en /¿ socted¿d democr"itica' pp. 75-89;
ARRTGUI, J. \., El car,iw pr,ictico del conocimiento moraL según Sto. 7'omás en
.Anuario Filosófico, 13/2 (198a), pp. 101-28, Iá., Sohe eL gusto ! Ld lerddd Práctica
en oAnua¡io Filosó{ico, 23/1 (199a), pp. 16376, e INNENARITY, D.' Razón qolítíca
1 razón práctica en .Pe¡sona y Derecho" 10 (198i), Pp. 153-76.
398 JORCE Y. ARREGUI ]ACINTO CHOTA
,de ser.Siestablecida
la verdad práctica es una
¡erdad que ha de hacerse, no pue_
a pnoi, ni deducida a p¿rrir d; ono." p.;rr.;p;r,
generales, porque la acción es pa.rricular y lontingenre
y _r.rr" ,obr.
lo particular y
_conringenre. Eitr. la ,^z6n t 6ríJ^ y-li prirrn l.r^y
un hiato, una discontinuidad. La verdad p.á.ti." ro .rrá'.., el ámbi_
to de la dedurcién, sino en el de la inaención. S. ,ru^ d" orrnor,
y el acierto excluye la deducción. La acción versa sobre lo parti"rrla.
y contingenter no sobre 1o universal y necesario. po. .lio,
les insiste en que se delibera sobre io qr. dep.rrd.
i.irtót.-
d. noro,.o, y
puede ser de otra maneraro.
31. MILLAN PUELLES, A., Economla y libetad, pp. 162-3. Sob¡e la conrraposi-
ción entre naturaleza y libertad, véase del mismo autor, La síntesis hutnana de natu-
raleza y libertad er Sobre el bombre la socieda/ Rialp, Mad¡id 1976.
^t
JORGE V, AR¡XGUI JACINTO CHOZA
37. Para que el ejemplo del juego fuera válido habría que rcne¡ en cuenta que
sc;entid Dei est c!7fusd rerum y que! po¡ tanto, Dios no supone 1o que los jugadores
harian en determin¿das circunstancias, o trata de adi¡.,inar sus cafias, o condiciona
su voluntad a las jugadas ajenas.
38. Obviamente, el proceso caus¿l de 1os eventos se puede alargar todo 1o que
se quiera. Pero al final es preciso llegar a aigo que el agente sirnplemenre áace, y
no es causado por un evenro anterjo¡. Es decir, a1 firal es preciso llegar a una ac,
ción b,Áíca.
Frlosor.ÍA D¡L HOMBRT
39. Cfr. el anículo de CHTSHoLM, R., Human freedom and the self en la ohra
citada de G- §(/atson.
Cfr DILTHEv, \1., Enleitung in die Geistesuissencbaften en Gesammehe
-10.-
Scbrtften, t. 1, pp. 17-8.
JORGE V, ARREGUI_JACINTO CHOZA
4- El incrernento de la libertad
casos a más, per:o -contre Freud' no hay identidad entre ellos y la concien,:ra mo
¡al. Veámoslo con un ejempio.
La vivencia del arrepentimiento moral, de Ia culpa, puede ser una vivencia de de-
sesperación, pero también puede ser una vivencia apacible que implique una deter-
minación de autor¡eforma o de restitución, t¿nto si se da en conjunción con una
vivencia religiosa como si no. Pero junto a est¡ vivencia del arrepentimiento moral
está también la vivencia de 1o que se puede llamar «arrepentimiento psicológico,,
la vivencia de un sentimiento más o menos profundo de vergüenza y de rídiculo
en relación con actuaciones propias en las que no están implicados principios mora-
les sino solamente rasgos del yo ideal, y a lx que se alude en el lenguaje ordinario
con expresiones del tipo "tierra trfuame". Son actuaciones que clan lugar a vivenci¿s
que no 'e de,ign:n en el lengr;ie ord.n¿rio.o-ro -arrepe_ririenro-..ino ¿ rrven'
cias incontroladas de tipo autopunitivo, de autodesprecio, de intenso ¡echazo del
haberlas ¡ealizado o padecido, o sea, vivencias que corresponden a lo que Hume
describía como orgullo y a lo que Freud describe como ntiranía, y.c¡ueldad" del
suPerega.
Como, por una parte, eñ este tipo de vivencias puede no haber implicado ningún
principio moral, y, por otra, 1a vivencia del arrepentimiento moral puede realizarse
en té¡minos apacibles e incluso gozosos, puede decirse que hay un arrepentrmienro
moral distinto del arrepentimiento psicológico, o que el arrepentimiento mo¡al es
distinto del orgullo, aunque, por supuesto, ambos pueden darse conjuntamente dan
do lugar a configuraciones diversas.
FILOSOFL{ DEL HOMBRF
Pues bien, casi todos los principios operariyos del ser humano
son susceptibles de aumento y disminución en cuanto a su potencia
y alcance. Por lo que se refiere al sisrema muscular Ái..r,rm
-otoa,
más y mejor se le hace actuar, más y mejor puede actuar después
como resultado, y lo mismo por lo que se refiere a las funciones
imaginativas y represenrativas en general, a la inteligencia y a la vo-
luntad: mientras más se ejercita la inteligencia en una determinada
ciencia, en un determinado arte o en una determinada técnica, ma-
yor es la capacidad de comprender y de innovar en tal ciencia, ¿rre
o técnica, y mientras más se ejercite la volunrad en dererminados ac-
tos de dominio y de reallzación, mayor es su fuerza en esos ámbitos
determinados y también en general.
A este i¡cremento de la potencia y alcance de los principios
operativos Aristóteles le dió el nombre de hexis, qwe se tradujo al
latín por babitus y al castellano por háhto. Actualmente en el len-
guaje ordinario también le llamamos hábito, en el lenguaje de la psi-
cología positiva se le suele llamar
"aprendizaje» en general, y en el
de la cibernética se le llama «retroalimentación positiva,, o *feed-back
positivo», aunque corresponde a Aristóteles el mérito de haber he-
cho la primera descripción del mecanismo aa.
Por otra parte, al conjunto de hábitos que hacen posible y
efectiva la autorrealización del sujeto Aristóteles los llam6 tirtudes,
y al conjunto de hábitos que la hacen cada vez más difícil o imposi
ble (retroalimentación negativa) los llamó z,lclos. Todavía desglosó
las virtudes en intelectuales y morales, según reforzaran los princi
pios operativos cognoscitivos o desiderativos, y reserwó el término
airtud en sentido estricto para las morales, por corresponder a los
principios operativos por cuenta de los cuales corre en sentido pro-
pio la autorrealización del ser humano. En el lenguaje moral se han
mantenido estas denominaciones con ligeras oscilaciones, y en el len-
guaje ordinario también.
Pues bien, cuando el despliegue y flexibilización del ideal está
acompasado con el desarrollo de las capacidades operarivas, de mane-
ra que hay un crecimiento recíprocamente posibilitado de ambos
factores, se dice que hay una personalidad madura o integrada en la
45. Una buena descripción de estos procesos es la descrita por G. B. Vico. Una
sugerente interpretación de las tesis viquianas en este sentido puede verse en NE-
cm, M., PoÉsls y ,;erdad. en G. B. Vico, Publicaciones de la Universidad de Sevilla,
Sevilla 1987. U¡a consideración de cómo diversos pensadores contemporáneos han
descrito este proceso puede verse en CHozA, 1., l-a cultura como medío 1 obstácula
para la comunicación e¡ La realización d.el hombre en la cuhura, pp.217-26A.
412 JORGE V. ARREGUT JACINTO CHOZA
47. Esta fo¡ma de mise¡ia puede considerarse la mas grave de todas porque es
1a menos reversible, dado que la m¿duración biopsicológica pertenece más al orden
constitutivo que al orden operativo. Las ca¡acterizaciones esenciales del hombre se
hacen siempre respecto de1 hombre adulto, y no respecto del niño, porque e1 niño
no es todavía un sujeto plenamente constituido. Por ello si esta constitución no al-
canza a completarse es la reve¡sibilidad misma del ser del hombre la que resulta
impedida en a§unos de sus ámbitos.
Para u¡a visión de conjunto de las fases del proceso evolutivo humano, cfr. Pt
NiLLoS, J. L., Príncipios de psicoLogía, cap.9 y PoLAlNo,LoRINrn, A, La fonna"
ción de la personaliÁad, Editora Nacionai, Mradrt¿, 1976.
¡LrosorÍA DEr HOMBR¡ 415
48. Para una visión de conjunto de las diversas teo¡1as sobre e1 crecimiento y
desa¡¡ollo sociocultural, cfr. Guv F.oc:uER, Introducción a la soctología general,
caps. XI a )(II y la bibliografía alli indicada-
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49. RousSLA.U, J. 1., D contrat social, 1.1, cap.7, en Oeutves, ed. cit., t. 1, p. 13.
FILOSOFÍA DEL HOMER¡
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JORGE V, A¡X!,GUI-JACINTO
CHOZA
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tienen siempre un
sona humana, sino que_h"."pone de manifiesto que ios principios
carácter general qu" qu" requieran ser revalidados por Io
51. La de{inición está tomada del prof D Alvaro D'Ors
52. Cfr. S. Th, I, g. 62, a. 8 ad I
I
t:
FILOSO¡ÍA DEL HOMERE
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