El Significado de la vida es diferente según la cosmovisión de la
gente.
El hombre no solo vive como ser biológico sino que es también
un animal simbólico con la necesidad de trascender su materialidad y darle un sentido a su existencia más allá de los límites de lo físico.
El hombre crea cultura y significados y así como crece su cuerpo,
evoluciona su mente creando distintos mundos que tratan de diferentes maneras de darle sentido a sus existencias.
Victor Frank, (1905-1997), neurólogo y psiquiatra austriaco
sobrevivió como prisionero en un campo de concentración nazi desde 1942 a 1945.
Esta experiencia de extrema deshumanización y sufrimiento le
permitió elaborar una teoría, la “Logoterapia”, y escribir el libro “El hombre en busca del sentido”.
Luego de haber pasado por situaciones límites pudo comprobar
que todo ser humano puede encontrar una razón para vivir, incluso en condiciones de mucho sufrimiento.
Frankl, fue sometido en el campo de concentración a continuos
tormentos y humillaciones y tuvo que luchar por su existencia también con los prisioneros, por la comida, por la supervivencia y por las injusticias.
El exterminio nazi comenzaba por los más débiles y enfermos.
Las personas eran reducidas a números sin identidad propia y la mayoría de los sobrevivientes eran los que habían perdido sus escrúpulos en la lucha por la supervivencia.
Frankl se dio cuenta que frente a una situación desesperada el
hombre se aferra a un hilo de ilusión aunque no exista y a la curiosidad que siente por cual será el desenlace. El cuerpo responde de una manera inusitada, se adapta a las carencias, a la falta de sueño, a la incomodidad, al hacinamiento, a la falta de higiene y se defiende de las infecciones pese a la suciedad; y en esas circunstancias críticas, se pierde el miedo a la muerte que se vislumbra como una liberación.
La necesidad de comida no deja pensar en otra cosa, el deseo
sexual desaparece y se pierde todo interés con excepción de la política y la religión.
En su caso particular, fue desprovisto de un manuscrito en el que
registraba sus experiencias en el campo y frente a esta tragedia se dedicó a memorizar lo que recordaba.
Pudo observar, que las personas que podían desarrollar una
profunda vida espiritual eran capaces de aislarse interiormente y lograr la libertad interior, lo cual parecía fortalecerlos.
Que el amor, que es una fuerza salvadora, trasciende a la persona
física y encuentra un significado espiritual más profundo; que el hombre puede sentirse feliz con sólo imaginar la contemplación del ser querido; y que hasta la belleza de la puesta de sol puede adquirir una dimensión espiritual y provocar un goce interior.
El humor también puede ayudar a tomar distancia de lo que está
pasando, porque el sufrimiento es relativo y frente a una situación extrema un mínimo goce puede proporcionar gran felicidad y alegría.
La experiencia en el campo demuestra que el hombre siempre
puede elegir conservar su libertad espiritual y su independencia mental.
El tipo de persona en que se convierte un prisionero es el
resultado de su elección y no solamente sufre la influencia del entorno, porque aún en un campo de concentración un hombre puede conservar su dignidad humana.
Es precisamente esta libertad espiritual que nadie nos puede
quitar, lo que hace que la vida tenga sentido y propósito. Si el sufrimiento no tuviera sentido y dependiera de la casualidad, la vida no mercería la pena de ser vivida porque es el sentido del sufrimiento lo que nos mantiene vivos.
En el campo de concentración era sobrevivir y sobrellevar una
enfermedad también lo es.
El hombre que acepta su destino permite que su vida adquiera un
sentido más profundo, puede decidir conservar su valor, su dignidad, su generosidad, su compasión o puede elegir comportarse como un animal.
Muchas veces la actitud que se adopta frente a una situación
difícil es lo único que nos permite crecer espiritualmente más allá de nosotros mismos.
Toda persona es irremplazable, por lo tanto tiene que asumir la
responsabilidad de su existencia y la esperanza es la que nos mantiene, porque nadie sabe lo que el futuro nos puede deparar.