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Vestigios de la familia y la cultura patriarcal

Por: Raissa Sánchez

Las familias se han ido consolidando bajo relaciones democráticas ya que en ellas
sus integrantes cuentan con las mismas oportunidades de hacer visible y
manifiesta sus opiniones y de realizarse conforme a sus voluntades individuales.
Tal y como plantea Giddens, Anthony (2007)., en su apartado dedicado a la
familia, del artículo “Un mundo desbocado”, evidencia como la familia tradicional
de los años cincuenta ha llegado a transformarse para consolidarse como una
institución donde prima la comunicación emocional, que según el autor comparte
similitudes con la democracia pública (una democracia de las emociones de la
vida diaria) las relaciones democráticas entre sus miembros, donde todos
expresan sus percepciones, son considerados como iguales, son valorados y
respetados, es decir, la intimidación a través del autoritarismo, la violencia y la
coerción son remplazados por el dialogo, la confianza y la equidad. Sin embargo,
estudios demuestran que aún en Colombia la familia se sigue constituyendo como
el epicentro de construcciones desiguales de poder entre sus miembros,
especialmente relaciones asimétricas de las mujeres con respecto a los hombres,
donde estas sufren de vulneración de sus derechos.

La subsistencia de la familia tradicional- o de aspectos de ella- en muchas partes


del mundo es más inquietante que su declive. Pues ¿cuáles son las fuerzas más
importantes que promueven la democracia y el desarrollo económico en los países
pobres? precisamente la igualdad y educación de la mujer. ¿y qué debe cambiar
para que esto sea posible ? sobre todo, la familia tradicional. (Giddens, Anthony
2007).
Para Elizabeth Jelin, la mal llamada crisis de la familia, no es más que la
deconstrucción y erradicación de todo vestigio de la familia patriarcal,
principalmente por causas relacionadas con la liberación femenina del lugar
exclusivo y el destino inevitable que le reservaba el patriarcado a las mujeres, es
decir, la mujer madre, ama de casa y esposa. Hoy son muchas las mujeres que
tienen como proyecto de vida consolidarse en el ámbito público y profesional; la
reproducción a su vez deja de ser una camisa de fuerza. No obstante, la cultura
patriarcal se hace evidente en las instituciones generadoras de sentido y verdad,
como lo son los medios de comunicación y algunos grupos religiosos
fundamentalistas. Por ejemplo, aún los comerciales de productos de limpieza para
el hogar y los productos relacionados con la primera infancia son promovidos a
través de la figura materna, por lo que podríamos decir, que las grandes industrias
de consumo y los medios, intensifican la idea de familia patriarcal.

Para nadie es un secreto que aún para las mujeres implica mayor sacrificio,
trabajo y renuncia tener hijos(as) y esposo, precisamente porque el modelo
patriarcal de familia sigue vigente, solo que las responsabilidades asignadas a las
mujeres se han visto complementadas con la apertura al mundo laboral y
académico. De ahí que para Jelin, se haga necesario una serie de políticas
públicas y estatales activas dirigidas a recuperar y fortalecer el “pilar estatal” del
bienestar. Ofrecer servicios de cuidado de niños, niñas y enfermos, o mejorar la
provisión de servicios públicos (incluyendo el transporte y la vivienda social),
constituirían intervenciones estatales en dirección a alivianar las
responsabilidades que hoy en día recaen de manera unilateral en el “pilar familiar”
–y dentro de éste, predominantemente en las mujeres.

Como podemos ver ambos autores coinciden en que los principios democráticos –
la igualdad y la equidad entre géneros, el respeto de los derechos humanos de
todos sus miembros- han permeado las relaciones familiares, pero haría falta
establecer los límites y barreras que dichos principios encuentran al interior de las
familias, para así desmantelar nuevas formas de materialización de la cultura
patriarcal en las relaciones familiares. Hoy en día sigue siendo motivo de
intervención y cuestionamiento, la consolidación de la vida familiar y laboral, única
y exclusivamente en lo que respecta a las mujeres. ¿Por qué no hablamos de
conciliación en cuanto a hombres y su tradicional rol de proveedor y sustento
económico? El debate está dado y generalmente se plantea desde las nuevas
masculinidades y la distribución equitativa de las labores domésticas, sin embargo,
se sigue perpetuando la idea de que es primordialmente un asunto que compete
exclusivamente a las mujeres, ya que está fundamentado en el esencialismo de
género y en la idea de que el trabajo doméstico y el cuidado del otro son labores
netamente femeninas. De ahí, por ejemplo, que las políticas públicas conciban la
mujer que trabaja y tiene familia, como las “madres trabajadoras”, “las madres
cabeza de hogar”, porque ser madre aún sigue siendo el fin último del género
femenino y se antepone a cualquier otra forma de realización personal, mientras
que la expresión, el “padre trabajador”, aún no forma parte de nuestro imaginario
colectivo, ya que para hombres y mujeres sus roles devienen de la cultura
patriarcal.

De hecho el madresolterismo, fenómeno ampliamente difundido en Colombia, se


podría considerar como la materialización de la cultura patriarcal vigente en la vida
de muchas mujeres, es decir, si la familia tradicional consistía en relegar a las
mujeres cuidados domésticos y cuidados de los hijos, hoy sucede exactamente lo
mismo pero sin la presencia masculina. El hombre se sigue excluyendo del ámbito
familiar, sus implicaciones y responsabilidades. Incluso, cuando un hombre es
padre soltero, entonces, son llamados, “Papas que también hacen de mamá”
(Univisión, 2016), tal y como sucedía potencialmente cuando las mujeres
conquistaban el mercado laboral, “mujeres que parecen hombres”.

En mi entorno próximo no encuentro mayores diferencias entre la familia


tradicional y la actual. En las instituciones educativas públicas por ejemplo, sigue
siendo responsabilidad absoluta de las mujeres la crianza y desarrollo de sus
hijos, son ellas quienes asisten a reuniones, hacen tareas escolares y se encargan
de todo el arsenal educativo de sus infantes. Algunas, cuyos maridos abandonan,
optan por dedicarse al trabajo doméstico remunerado, sin la remota posibilidad de
abandonar los quehaceres en sus casas y más si tienen hijos varones que lo único
que hacen es “ayudar”. Esta doble carga laboral, se intensifica con la no
contribución económica que precisamente designo la cultura patriarcal al hombre-
padre mientras que intensifica y triplica los roles asignados a la mujer-madre.
Mientras el rol masculino este exento del ámbito privado y familiar, mientras se
siga difundiendo la masculinidad tradicional, la desigualdad seguirá siendo en
detrimento de las mujeres, coartando sus libertades y posibilidades de
autoderminación.
En conclusión, si bien hoy tenemos como referencia diversos tipos de familias y
contemplamos una familia más allá de la unión heterosexual, incluso de cualquier
unión en si misma, no se puede pasar por alto que la familia patriarcal con
respectos a los roles tradicionales basados en género sigue estando vigente,
haciendo cada vez más remota la posibilidad de democratización al interior de las
relaciones familiares en cuanto al principio de igualdad y equidad entre géneros.

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