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Plazos malditos y
adecuaciones gitanas
POR
FRANCISCO CELIS MENDOZA AYMA
-
OCTUBRE 3, 2017
1. Antecedentes
“El ideal es romper con una ¡maldita! tendencia en el Perú, de creer que si la
prisión preventiva dura 9, 18 o 36 meses, tienen que correr esos 9, 18 o 36 meses;
es decir, en este país la variabilidad de la medida cautelar no existe”, con esta
expresión[1] el profesor Gonzalo del Rio Labarthe, destacaba la necesidad del
control razonable de la duración del plazo de la prisión preventiva.
En ese orden, surge la pregunta, ¿cómo se controla el uso adecuado de ese tiempo
para satisfacer la necesidad material?; o, ¿se trata de esperar simplemente el
transcurso del plazo legal? Claro que no. La razonabilidad que debe existir entre
el tiempo vital sacrificado del imputado y las necesidades procesales concretas, es
la única justificación que habilitaría el encierro preventivo de una persona humana.
Desde una mera analítica formal, se cuestiona de ilegal el plazo de control inicial.
Toman como base los límites máximos establecidos por el artículo 272 y 274 del
CPP. La interpretación de estos dispositivos es sesgada, pues no abarca las
interpretaciones posibles del enunciado normativo. Así el art. 272 del CPP,
establece que la prisión preventiva “no durará más de (9, 18, 36) meses”; del
texto se desprende dos interpretaciones compatibles: i) una interpretación
conforme al sentido de los términos del dispositivo, esto es que la prisión
preventiva “no durará más de (9, 18, 36) meses”; ii) otra interpretación contrario
sensu, que la prisión preventiva puede tener una duración menor a los 9, 18, y 36
meses. El dispositivo normativo no dice “la prisión preventiva durará (9, 18, 36)
meses”, como erradamente consideran las posturas maximalistas del plazo legal.
Los máximos legales solo establecen el término final del plazo legal[5]. El término
inicial está determinado por la materialidad del momento de la detención o
aprehensión del imputado; en efecto, el marco temporal del plazo tiene un término
inicial y un término final. En este marco temporal se configura el plazo razonable.
Así el término inicial corresponde al momento que la persona es aprehendida; y el
término final será 9, 18, 36 meses, dependiendo del tipo de proceso; así en el
proceso simple el marco legal es de 1 día a 9 meses; en el proceso complejo de 1
día a 18 meses; y en el proceso de criminalidad organizada de 1 día a 36 meses; el
término final es legal, claro está.
El cese de la prisión preventiva puede realizarse dentro del plazo de control previo.
En efecto, la prisión preventiva se funda sobre la base de los presupuestos material
previstos en el art. 268 del CPP; empero, puede presentarse, antes del transcurso
del plazo de control supuestos de: i) enervamiento de los fundados y graves
elementos de convicción, o ii) se realice una nueva calificación del delito menos
gravosa, o iii) se desvanezca el peligro procesal; en ese orden, podrá variarse la
prisión preventiva, pues no existe ningún impedimento para su variabilidad.
Ha sido una buena práctica judicial exigir un control previo de la razonabilidad del
plazo dentro del máximo legal; empero, no fue asumido como un instrumento de
control, sino como un plazo razonable, y ello constituye un error de apreciación.
Vencido ese plazo inicial de control, los jueces, sin base legal ni justificación
alguna decidían otorgar una atípica “ampliación” o “prórroga”, sin que la fiscalía
justifique el empleo del crédito temporal otorgado. La audiencia era una suerte de
sumatoria del: i) plazo de control vencido, más ii) el plazo faltante para
alcanzar, iii) el plazo legal máximo. Con esa práctica la Fiscalía, en el plazo inicial
de control, no estaba urgida por realizar los actos de investigación programada,
pues tenía la expectativa –no defraudada- de que los jueces siempre iban a amparar
su petición de “ampliación” de prisión preventiva. Su consecuencia fue la inacción
y el trámite burocrático formal de la investigación.
Plantea el profesor Del Rio Labarthe, que si la intención legislativa era dar
cobertura legal a las figuras de la “ampliación” o “prorroga”, entonces, debió
regularse su aplicación también para el plazo ordinario. Es una opinión académica
muy respetable; empero, estimo que la regulación actual permite una
interpretación limitante de los plazos, sin merma de la razonabilidad del plazo. Así
puede presentarse los supuestos siguientes:
El Juez puede decidir, conforme a la necesidad concreta del caso: i) otorgar el total
del plazo de 9 meses; en este supuesto no procede la solicitud de adecuación del
plazo, pues ya fue otorgado todo el plazo de prolongación; u, ii) otorgar un plazo
menor –necesario- de 4 meses; en este supuesto si podría decidir la adecuación al
plazo máximo de 9 meses de la prolongación, esto es los 5 meses restantes, siempre
que se configure “circunstancias de especial complejidad que no fueron
advertidas en el requerimiento inicial”.
El Juez conforme a la necesidad concreta del caso puede: i) otorgar el total del
plazo de 18 meses; en este supuesto no procede la solicitud de adecuación del
plazo, pues se otorgó todo el plazo de prolongación; u, ii) otorgar un plazo
necesario estimativo de 10 meses; en este supuesto si podría adecuar el plazo de la
prisión preventiva al plazo de los 18 meses, pero debe presentarse “circunstancias
de especial complejidad que no fueron advertidas en el requerimiento inicial”.
En un proceso de criminalidad organizada. Dado que el plazo máximo es de 36
meses, sin embargo, el juez atendiendo a la necesidad concreta del caso, dicta
prisión preventiva por el plazo 30 meses. No procede la “ampliación” ni la
“prorroga” pues no está prevista legislativamente; tampoco procede la
“adecuación”, dado que esta figura no está regulada para el plazo ordinario inicial.
El Juez puede decidir, conforme a la necesidad concreta del caso: i) otorgar el total
del plazo de 12 meses; en este supuesto no procede la solicitud de adecuación del
plazo, pues ya fue otorgado todo el plazo de prolongación; u ii) otorgar el plazo
razonable –necesario- de 4 meses; en este supuesto si se ha
configurado “circunstancias de especial complejidad que no fueron advertidas en
el requerimiento inicial”, se podrá adecuar el plazo de la prisión preventiva
conforme al plazo de los 12 meses previsto en el art. 274.1.2., del CPP.
[2] Señala además que: “Hay muchos factores que impiden que se pueda hacer un
control antelado de lo razonable del plazo. Para empezar, que ni el juez ni el
fiscal son adivinos. La única vía racional es un control posterior. es decir, ver si
hay un uso racional de ese plazo y si hay una falta de consideración por el hecho
de que un ser humano formalmente inocente está privado de un derecho humano
fundamental. Y si no lo hay cesar la prisión preventiva”.
[4] Su proyección debe ser a futuro, tomado como término inicial, el momento de
la privación de la libertad; y un término final proyectado en función de la cantidad
y complejidad del caso.
[5] El plazo legal es el fijado por ley para establecer los límites máximos de
duración y de prolongación de la prisión preventiva; así el plazo ordinario de
duración de la prisión preventiva está previsto en el artículo 272 del CPP; en tanto,
que el plazo extraordinario de prolongación en el art 274 del CPP, y como una
modalidad de la prolongación en el numeral 2 del mismo artículo, la figura de la
adecuación.
a) Para los procesos comunes hasta por nueve (9) meses adicionales.