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La alegría de compartir la mesa

Mensaje de Jorge Olivares del domingo 18 de febrero de 2018

¡Qué lindo es juntarse a comer! En nuestra cultura disfrutamos comiendo


juntos. Nos parece que es algo valioso pero que es algo muy argentino.

¿Sabías que Dios también le da valor a esto? Al presentar algunos de los


desafíos del año, me toca hoy hablarte de lo que sigue en la lista de
Hechos 2.42: perseveraban en el partimiento del pan. Esta declaración
tiene dos significados. Por un lado, “partir el pan” es una expresión referida a
juntarse a comer. Por otro lado, “partir el pan” es una manera específica de
celebrar la cena del Señor. Así que hoy vamos a penar en el primer significado
y la semana que viene en el siguiente.

Confieso que mientras preparaba este mensaje me puse a buscar si


valía la pena dedicar un domingo a hablar de comer juntos. Me puse a
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pensar que a lo mejor, después de todo, no valía la pena todo un mensaje
sobre comer juntos.

Pero por las dudas me puse a investigar. ¡Y encontré cantidades de


pasajes en toda la Biblia! ¿Sabías que, por ejemplo, el reino de Dios, la
eternidad es descripto con frecuencia como un gran banquete, tanto en
el AT como en el NT?

Capaz que te acordás lo que decían de Jesús, según registra Lucas 7.34:

vino el Hijo del Hombre, que come y bebe, y ustedes dicen: “Este hombre
es un glotón y un borracho, amigo de cobradores de impuestos y de
pecadores.”

¡La fama de Jesús era que se la pasaba comiendo y bebiendo!

Un estudioso contó, precisamente en el Evangelio según Lucas, 70


referencias a las comidas, lo que da un promedio de tres menciones por
capítulo.

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Así que hay muchas cosas por decir. Hoy quiero llamar tu atención a algunas
cosas en relación con compartir la mesa.

Te invito a abrir tu Biblia en Lucas 14.1-24

1 Comer con todos


v. 1: Jesús fue a comer a la casa de un fariseo un día de reposo.

Un fariseo era alguien muy religioso, estricto en las normas, legalista, que
le daba más valor a las cosas que había que hacer antes que a las
personas, que de tan religioso no podía vivir la fe con libertad o, mejor dicho,
no podía vivir con la libertad que trae la fe.

Los fariseos eran enemigos de Jesús pero Jesús se la pasaba yendo a comer a
sus casas. Jesús no tenía problema de ir a comer con alguien que no
pensaba o creía como él.

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Pero no lo hacía a costa de sus convicciones. Conozco una familia de esas
tanas, que son como treinta a comer en Navidad y Año Nuevo. Cuando la
generación de los nietos empezó a ponerse de novio y a traer personas no
creyentes a esas comidas, la familia decidió que no iban a orar más ni a tener
devocionales ni cantar a Dios en Navidad y Año Nuevo. ¿La razón? No ofender
a los que venían de visita. El paso siguiente fue que, de solo tener alcohol para
el brindis, empezaron a comprar cajones de cerveza en abundancia, al punto
que los no cristianos se pasaban de copas como en cualquier fiesta familiar.
Finalmente, los miembros de la familia que querían orar y leer la Biblia y
cantar quedaron marginados. Años después, la generación de los bisnietos y
los nietos luchan con tener una fe en Dios.

No es pecado tomar cerveza con moderación, ni es pecado en ser cuidadoso de


la manera que hablamos de Dios con los que no comparten la fe.

Lo que es muy serio es esconder nuestra identidad por estar con los amigos.

Primera cosa, compartí la mesa con quien quieras pero no disimules tu


fe.
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2 Jesús va con vos n
Fijate que en la comida compartida, Jesús llevó una charla teórica a la
aplicación práctica a través de un milagro de sanidad; enseñó a partir
de la actitud de los invitados, desafió al anfitrión a organizar las
comidas teniendo en cuenta al que no tiene, y enseñó sobre el reino
venidero a partir de un comentario.

¿Te das cuenta? No era una reunión de la iglesia. Si era gente religiosa
pero no compartían todo con Jesús. Había gente de la más variada. Y Jesús
siguiendo siendo él y trajo el reino al lugar.

Fijate que la sanidad se da en el contexto de una charla con un grupo de


fariseos; vio que los invitados estaban tratando de conseguir un buen lugar y
entonces les enseñó; después le habló al anfitrión y finalmente comentó lo que
dijo un invitado. Lo que te quiero decir es que compartir la mesa no es
sentarse a tener un estudio bíblico, todos callados y hablando por
turnos. Como Jesús fue interactuando con un grupito, con todos, con
uno, así también nosotros.

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Comer juntos es compartir la vida, los chistes, las preocupaciones, las
charlas casuales y siempre poner a Dios en el centro. Dar espacio para
que el poder de Dios se manifieste y sus enseñanzas también.

Así como te acordás de una anécdota u opinas de un suceso de actualidad, que


Dios aparezca con frescura y naturalidad en tu boca.

¿Por qué no orar por sanidad en el medio de la charla? ¿Por qué no investigar
las perspectivas bíblicas sobre algo que nos preocupa.

Segundo: que Dios esté naturalmente presente en tus encuentros para


compartir la mesa.

3 No seas el invitado autocentrado ni el anfitrión egoísta


Quiero llamar tu atención a algunas cosas que dijo Jesús sobre compartir la
comida

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En los vv.8-11 está la parábola de los invitados a una boda. Parece que
en aquel tiempo era igual que ahora: había gente autocentrada, creída la
mejor que buscaba el mejor lugar en la fiesta.

Para nosotros hoy, “el lugar de honor” puede ser la cabecera de la mesa.
O en un casamiento, la mesa de los novios. Hay gente que busca el mejor
lugar.

Jesús ve a los invitados que llegaban temprano para quedarse en el mejor


lugar. Pero los invitados más importantes solían llegar entre los últimos. Jesús
les recomienda que no se den un privilegio porque pueden pasar una gran
vergüenza sino que esperen que los acomoden.

Tampoco se trata de hipocresía: fingir sentarse al último para que te den un


lugar mejor. Mas bien, entender tu lugar

Jesús dice: se humilde y no busques el mejor lugar para vos

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Jesús también tiene una palabra para el anfitrión: que no sea egoísta.
Es decir, que no sólo invite a los que le puedan devolver la invitación sino
también a aquellos que les vendría bien pero no pueden invitarte a vos.

Es más fácil dar dinero que darnos a nosotros mismo. Es decir, por ahí
no nos cuesta tanto dar unos billetes o comida pero nos cuesta más invitar al
pobre a comer con nosotros

Tercero: tenés que ser humilde siempre, también cuando vas a comer y
tenés que ser generoso cuando invitas a una comida.

4 Comamos juntos
Estas historias nos muestran un poquito de una comida en la que
participó el Señor. Todo lo que hemos dicho nos muestra como interactuaba
con los no creyentes: compartía con ellos, les hablaba de Dios y le mostraba
su poder, les corregía su orgullo y egoísmo.

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Pero en Hechos 2.42, los que perseveraban en el partimiento del pan
eran los creyentes. Es decir, las comidas no eran comidas polémicas o
evangelísticas sino comidas de los miembros de la familia de la fe.

Los creyentes destinaban su tiempo a comer juntos. No sólo destinaban


su tiempo a hacer “cosas espirituales” como orar, adorar, aprender de
Jesús y compartir. De hecho, parte de las buenas relaciones y del compartir
emocional y espiritualmente y también sus bienes surgía de comer juntos.

Sabés, comer juntos es un fenómeno que estudian las ciencias sociales.


Es un espacio en el que se crean lazos, se generan relaciones, se
transmite la historia, los valores y la cultura de una comunidad.

Y en esta mañana quiero invitarte a que le demos lugar e importancia al


comer juntos, o juntarnos a tomar unos mates o salir a tomar un café.

¿Por qué? Porque sí.

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¿Para que sirve un encuentro así? Para crear lazos, para conocer gente,
para construir nuestra relación con Jesús como comunidad.

¿Qué no hacer? Nada pecaminoso: no chusmees, no critiques, no


conspires, no te emborraches

¿Qué hacer? Reíte, celebra, compartí dolores, ora, brindá, soñá, escuchá a
Dios

Te invito a que revises las cosas que valoras. ¿Es importante para vos
compartir con tus hermanos y hermanas en Cristo?

¿Estás dispuesto o dispuesta a pasar tiempo con otros sin usarlos, sin cuerear?

¿Habrá alguien con quien puedas pasar tiempo en esta semana? Pensa, ora y
arreglalo

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