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ISBN 978-987-4019-62-2
© Facultad de Filosofía y Letras (UBA) 2017
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ISBN 978-987-4019-62-2
Introducción 9
Alejandro Spiegel
Capítulo 1
Desafíos frente a las pantallas. La oportunidad de decidir 15
Alejandro Spiegel
Capítulo 2
Las geometrías del poder del ciberespacio 83
Perla Zusman
Capítulo 3
La Cultura Libre como espacio de libertad 103
Rubén Carruego
Capítulo 4
Más allá de 0 y 1. Aportes para pensar el software libre
desde las humanidades 157
Cecilia Ortmann
7
Capítulo 5
Software libre y cooperativismo. Instrumentos
para la democratización del conocimiento 191
Verónica Xhardez
Apéndice
Un clic, una decisión. Experiencia de estudiante 225
Agustina Patrici
Alejandro Spiegel
9
humanidades; un territorio a transitar y a sembrar con vie-
jas y nuevas preguntas que surjan desde la filosofía, la pe-
dagogía, la antropología, la geografía, etcétera. Si tenemos
dudas, sólo a modo de ejemplo (el tema será profundizado
en cada capítulo), pensemos que más allá del desarrollo in-
formático o electrónico, todo lo que anida y se transmite
por las redes, son bienes intelectuales, respecto de los cuales
se dirimen viejas y nuevas cuestiones de propiedad que es
necesario considerar, pensar; cuestiones que nos implican
ya no tan silenciosamente.
Cada uno de los elementos que conforman este territorio,
Internet, las redes sociales, las tecnologías móviles, los ca-
bles que vemos y los virtuales, merecerían ser pensados —y
sólo para comenzar— con viejas preguntas. ¿Por qué son
como son? ¿Por qué o para qué fueron creados y recreados?
¿Quiénes son sus dueños? ¿Qué y cómo pagamos por su uso?
Es que, no casualmente, este territorio es brumoso; el
mismo que parecería encarnar el progreso, el avance de la
humanidad, una geografía rica en lenguajes y mensajes, y
muy (y cada vez más) cómoda... Si hasta el mundo parece
más chico, más estrecho... todo casi al alcance de la mano,
a un clic de distancia. Y por eso, o para que todo lo anterior
sea posible, es un territorio atravesado por “inmediateces”.
Hubo una época en que el desafío tecnológico era simular
en las pantallas “el tiempo real”, el tiempo que le insume
a un ser humano la realización de una tarea determinada.
Hoy, en cambio, nosotros somos los que intentamos seguir
el ritmo veloz de las pantallas, a las que les demandamos
casi paradójicamente esta misma inmediatez cuando ocu-
rre algún problema que retrasa su respuesta.
Y no es menor cuán rápido o lento se desarrolla una prác-
tica social: mucho de lo más inherentemente humano re-
quiere de cierta lentitud. Pensar, analizar, imaginar, evaluar,
decidir... lo hacemos —o lo hacemos mejor— si tenemos la
10 Alejandro Spiegel
posibilidad de hacerlo pausadamente. Tomemos el viejo
ejemplo que daba Kundera: cuando vamos caminando por
la calle y recordamos algo importante, nuestros pasos se ra-
lentan para recordar. Sí, hasta a veces nos detenemos para
capturar ese recuerdo.
Así, lo instantáneo de las pantallas puede no favorecer
precisamente el mejor escenario para pensar, analizar, du-
dar o comprender plenamente las decisiones que tomamos
y sus consecuencias. Mucho menos para pensar estas pan-
tallas, teniendo en cuenta que, además, con/en ellas encon-
tramos una cantidad importante de imágenes “buenas”,
positivas, tranquilizadoras, imágenes inmateriales, hasta
celestiales, como “la nube”; luminosas, como las venta-
nas o “windows”. En el mismo sentido, las tecnologías son
presentadas, por ejemplo, como “colaborativas” o “asisten-
ciales”, cuando no lo son en sí mismas, sino que —en todo
caso— podrían servir, ser útiles o ayudar, para estas u otras
finalidades.
Este libro aborda y pretende iluminar algunos de los as-
pectos que no son tan evidentes, que no están en el primer
plano de lo que vemos cuando estamos frente a las panta-
llas. Algunos tienen que ver con su origen, con cómo y por
qué llegan y llegamos a interactuar a través de ellas; otras,
con oportunidades de participación ciudadana, de creación
artística y de construcción de conocimientos. Muchas de
estas prácticas sociales no están en la agenda cotidiana o,
incluso, son desconocidas por aquellos que tienen una pan-
talla cerca buena parte de la jornada. Sin embargo, podrían
tener un impacto actual y prospectivo no menor tanto en su
vida privada como en la sociedad en la que viven.
El primer capítulo aborda críticamente la cuestión del
desarrollo tecnológico. En este sentido, avanza más allá de
las pantallas: por un lado, se introduce y bucea en los oríge-
nes de lo que vemos y con lo que interactuamos, se pregunta
Introducción 11
por los cómo y los por qué. Por otro lado, analiza los im-
pactos y potencialidades de estos diseños intencionales, en
particular, en sus relaciones con los derechos ciudadanos.
En el segundo capítulo se propone visibilizar la territo-
rialidad de Internet y del entramado de comunicaciones
por las que estamos tan conectados y con acceso a tanta in-
formación. En un escenario en el que todo parece —y es
presentado— como inmaterial y gratuito, en donde buena
parte de las prácticas sociales es modificada, cuando no sos-
tenida, por la propia existencia de estas conexiones, Perla
Zusman propone un abordaje crítico desde la idea central
del título: geografías del poder... Y éstas, las cuestiones del po-
der, centrales en este capítulo, también atraviesan todo el li-
bro. Aquí la autora no solo explica sino que muestra a través
de mapas la configuración actual de uno de los factores más
relevantes de poder —no sólo en el ciberespacio— y sus po-
tenciales implicancias a no tan largo plazo.
El tercer capítulo es a la vez una explicación y una invi-
tación. Allí, Rubén Carruego explica qué es la Cultura Libre,
despliega sus antecedentes y avanza en sus ecos actuales
y posibles en distintos ámbitos, como el de la educación.
También propone desnaturalizar la cuestión de la propie-
dad intelectual y, a la vez, abrir, visibilizar las nuevas opor-
tunidades asociativas y creativas que ya surgen y las que
podrían construirse a partir de una lógica alternativa de la
construcción de conocimientos.
El cuarto y el quinto capítulo, ambos articulados alrede-
dor del software libre, focalizan en cuestiones diferentes.
En el cuarto, Cecilia Ortman desarrolla y explica qué es
el software libre, iluminando cuestiones que van desde las
decisiones particulares y llegan hasta la soberanía tecno-
lógica de un país. ¿Es tan importante, entonces, una elec-
ción que aparece como “tan” técnica y connotada como ex-
clusivamente informática? ¿Por qué? ¿Qué impactos tiene
12 Alejandro Spiegel
o podrían tener? Estas son preguntas que también toma
Verónica Xardez, que en el último capítulo propone al lec-
tor vincular los procesos de desarrollo y aplicación de soft-
ware libre, tanto a formas de producción como a la demo-
cratización del conocimiento.
Finalmente, en el Apéndice, a partir del trayecto realiza-
do con nuestra cátedra, Agustina Patrici comparte con el
lector su experiencia produciendo dispositivos para la so-
cialización de algunas de estas problemáticas en el sistema
educativo.
Y justamente el sistema educativo, la escuela, las institu-
ciones de formación docente y la universidad, debieran in-
terpelar a los estudiantes en estas cuestiones. El libro inten-
ta convertirse en una herramienta para visibilizar y pensar
las problemáticas, y también para imaginar algunos cami-
nos posibles para llevar a cabo este desafío.
Estamos lejos de pensar que no existen iniciativas en
curso —de hecho la Facultad de Filosofía y Letras de la
Universidad de Buenos Aires las tiene, y significativas, por
ejemplo en su área de Publicaciones—; sin embargo, tam-
bién reconocemos que la naturalización de “la vida a través
de las pantallas”, tal como nos la ofrecen, tal como termi-
nan desarrollándose buena parte de las prácticas sociales
de la mayoría de las personas, es en sí misma un obstáculo
importante que termina asignando a estas cuestiones un
carácter presuntamente inaccesible o irrelevante para las
humanidades.
En este sentido, quizás no es casualidad que sea desde una
cátedra de Informática de una Licenciatura en Ciencias de
la Educación de la universidad pública, desde el supuesto
saber técnico, que surja la iniciativa de proponer a la con-
sideración y discusión estas temáticas, en el seno de la ma-
teria primero, y luego desde la carrera y para el resto de las
humanidades.
Introducción 13
Para llegar a este punto, transitamos un camino que im-
plicó y se expresó primero en el cambio de perspectiva y
de contenidos en el programa de la cátedra; luego, en los
créditos de campo profesional1 que abordaron estas temá-
ticas y que ofrecimos a los estudiantes de la carrera; más
adelante, en noviembre de 2015, en la realización de dos pa-
neles abiertos que organizamos (“Del conocimiento libre a
la soberanía tecnológica” y “Cartografías críticas: desafíos
contemporáneos sobre la información socialmente necesa-
ria”), en los que participaron investigadores de diversas ca-
rreras de la facultad y de otras universidades; y, finalmente,
casi como una consecuencia deseada de este recorrido, la
publicación de este libro.
Todos los que aquí escribimos compartimos el deseo de
que estas páginas sirvan para identificar y pensar estas pro-
blemáticas, sus conflictos y potencialidades, y para encarar
los desafíos que nos presentan, creando estrategias propias
para abordarlos.
1 Acreditación profesional obligatoria dentro del Ciclo de Formación General del plan de estudios
de la carrera.
14 Alejandro Spiegel
Capítulo 1
Desafíos frente a las pantallas
La oportunidad de decidir
Alejandro Spiegel
Introducción
15
contaminación... No sólo las ciudades están determinadas,
marcadas, signadas, por la aparición del automóvil, sino
todo el planeta lo está: las zonas rurales, los cielos, el aire
que respiramos... millones de personas trabajan gracias a
que existen estas tecnologías (automóviles grandes, chicos,
motos, camiones, etcétera) y muchos más las utilizan todos
los días.
La decisión de comprar un auto, alquilarlo, tomar un
taxi o un colectivo; la decisión de acelerar, frenar, poner-
se el cinturón de seguridad; la decisión de comer o hablar
por teléfono mientras se conduce, tener o no las dos ma-
nos en el volante, respetar o no los límites de velocidad...
Todas son decisiones que toman los automovilistas a cada
instante, casi sin darse cuenta, casi automáticamente. Todas
decisiones que impactan en sus derechos y en los de los de-
más. Y estas decisiones están determinadas también por el
diseño de estas tecnologías, por las definiciones acerca de
qué y cómo pueden, o no, hacer los conductores y sus acom-
pañantes: la velocidad que pueden alcanzar, si hay alarmas
que marquen límites; si hay cinturones de seguridad, si hay
o no dispositivos que registren su colocación; el nivel de es-
fuerzo que tendrán que hacer para maniobrar el volante y
si hay sensores o no que marquen cuando no están las dos
manos allí, si hay pantallas disponibles para cada viajero; el
tipo y el nivel de consumo de combustible, etcétera. Estas
definiciones del diseño están a su vez determinadas, claro,
por la racionalidad de un mercado que intenta maximizar
sus ganancias a través de las características y las estrategias
de venta de los diversos modelos. Si bien todos los automó-
viles deben resolver la necesidad básica de facilitar el tras-
ladado personas, hay un punto en el que ya no es sólo la tec-
nología para lograrlo, sino un modo —uno relevante, entre
tantos— para definir, explicitar y diferenciar, por ejemplo,
la riqueza del dueño y la de otros; para presentarse, ser
16 Alejandro Spiegel
admirado, pertenecer a determinados grupos, para avasa-
llar y ser “respetado” en las calles...
De este modo, tenemos los autos que tenemos porque se
entraman necesidades humanas (en este caso, las vincula-
das con el transporte, el traslado), innovación tecnológica
y lógicas comerciales o de mercado. En otros términos: el
hombre creó al auto, y luego, el auto (su diseño, sus posibili-
dades, comodidades y limitaciones) “creó” al automovilista:
qué puede o no hacer allí, qué puede esperar, demandar o
desear respecto a estas tecnologías. Y estas primeras deter-
minaciones se realimentan, hasta el punto en que se con-
funden las necesidades que le dieron origen con las creadas
a partir de las ofertas del mercado automotriz.
Y bien: el caso de la tecnología automotriz nos sirve para
pensar críticamente otras, como las TIC, y así descascarar,
diferenciar, las capas que tiene cada una de las pantallas1
que utilizamos cotidianamente o, si se quiere, para ver de-
trás de cada pantalla y, de este modo, analizar por qué es
como es y cómo llegó a estar al alcance de nuestra mano.
Lejos de ser esta sólo una inquietud o una pretensión teó-
rica, esta curiosidad busca develar las implicancias actuales
y vigentes cada vez que se desliza el dedo por la pantalla, se
cliquea, se “le” habla, se filma, se publica, comparte, compra,
comenta o se guarda alguna información en “la nube”.
Así como el automóvil creó el automovilista, buena par-
te de sus hábitos, su paisaje y algunas de sus necesidades,
podemos decir que las TIC también crean a sus “usuarios”.2
1 Para aliviar la lectura de esta introducción, seguimos usando genéricamente “pantallas”. Más ade-
lante, nos referiremos al concepto de interfaces.
2 Es interesante esta forma de referir a las personas que usan estas tecnologías: meramente “usua-
rios”. En realidad, así ameritaría llamar, por ejemplo, a los conductores o automovilistas. Sin em-
bargo, a nadie se le ocurriría llamar “usuarios” a estos últimos, y sí a los que usan las TIC, que son
sólo usuarios. Más allá de que esta referencia surgió para diferenciar a los que programan las
computadoras de los que “sólo” las usan, debajo de este despojo de la calificación quizás pueda
encontrarse alguna pista para pensar otras ausencias de palabras que describan con todo deta-
lle lo que ocurre en la interacción con las pantallas. Quizás, después de todo, no sea casual que
muchas de las cuestiones que abordaremos sean invisibles a la mayoría de los “usuarios”, las per-
sonas, los ciudadanos que deciden interactuar con estas tecnologías. Estas reflexiones no niegan
que en los últimos años aparecieron referencias más específicas a algunos grupos (internautas,
blogueros, etcétera) que, sin embargo, nunca dejan de ser “usuarios”.
18 Alejandro Spiegel
en la que participamos cada vez que interactuamos con una
pantalla, y las decisiones que allí tomamos.
Ahora bien, ¿por qué son tan imperceptibles estas
decisiones?
Porque para que el producto sea masivo, el mercado in-
vierte en que las pantallas sean cada vez más fáciles de utili-
zar. En este siglo, un producto TIC exitoso comercialmente
no se logra sólo con bajos precios, sino con la eliminación de
las dificultades para utilizarlo, con su transparencia, como la
llama Scolari (2004), entre otros, o sea, con la desaparición
de toda dificultad que “obstaculice” el uso del dispositivo.
Con la eliminación de las dificultades para usarlo, de
alguna manera, el mismo dispositivo TIC se invisibiliza;
así, también se esfuman tanto las decisiones que tomamos
como la misma existencia de aquellos que definen qué y
cómo son las pantallas que llegan a nuestras manos.
“Todos usan pantallas” porque son fáciles de usar: a di-
ferencia de las primeras computadoras que demandaban
una especialización técnica para poder utilizarlas, hoy es-
tos requerimientos han desaparecido y, para manejar dis-
positivos cada vez más livianos y potentes, no se necesita
más que un rato de alguien que nos brinde algunas prime-
ras orientaciones o, según la persona, ni siquiera eso. Y las
capacidades técnicas como requerimiento para usarlas han
desaparecido porque antes desaparecieron las dificultades
que las demandaban. Así, en el proceso de difusión de las
TIC se articulan y potencian esta transparencia y las campa-
ñas promovidas por los distintos mercados, entre ellos, el
de informática y comunicaciones. Mientras tanto, la trans-
parencia, la ocultación de las interfaces3 de los dispositivos
3 A partir de la definición de Scolari (2004), que propone pensar las interfaces como espacios de
encuentro entre el diseñador de un dispositivo tecnológico y quien lo utiliza, en este artículo
se referirá a las problemáticas relacionadas con los programas informáticos, en particular, con
el espacio de interacción en el que la persona “dialoga”, cliquea, escribe, lee, escucha, etcétera.
Para simplificar la lectura, cuando se lea interfaces, se estará refiriendo a las de los programas o
software.
4 Si bien está en inglés, el “carrusel del futuro”, una de las tradicionales atracciones de Disney, re-
presenta claramente la idea que los desarrollos son buenos y que cada vez “estamos mejor”, que
“ésta es la mejor época para vivir”. En línea: <https://www.youtube.com/watch?v=KKz6qdexetY>.
20 Alejandro Spiegel
posición aparece en expresiones como “Internet llegó para
quedarse”, o “lo importante es que todos puedan estar co-
nectados” (Diez Rodríguez, 2003: 16).
Los niños, en tanto, miran y aprenden de sus adultos que,
por ejemplo, es necesario estar siempre conectado, pen-
diente de lo que aparece en las pantallas. Es más: muy pron-
to reciben su propio dispositivo (o pasan largos ratos con
alguno prestado) y así aprenden en primera persona qué les
ofrecen a ellos las pantallas: espectáculos interactivos mul-
timedia y múltiples ofertas relacionadas con el consumo
entramadas con opciones de entretenimiento.
Y todo es —o parece— natural. Mucho más para estas
nuevas generaciones que, siguiendo a White (2006), “están
demasiado cerca de las pantallas”, y que por edad no tienen
siguiera las referencias de cómo se desarrollaban las prácti-
cas sociales relacionadas con la diversión y la comunicación
cuando no había pantallas (a qué y cómo se jugaba, cómo
se hablaba con amigos, cómo eran los encuentros, etcétera).
No estamos sosteniendo una visión melancólica, ni pen-
samos que todo lo pasado fue mejor: Estamos tan lejos de
negar el valor de algunas de las nuevas oportunidades que
ofrecen las TIC, como de ocultar que hay situaciones en las
que se podría decidir no utilizarlas, por ejemplo, para en-
contrarse, jugar y comunicarse sin pantallas de por medio.
Entonces, familia o escuela o ambos tendrían que encarar
el desafío de acercarles la posibilidad de construir criterios
para decidir alternativamente o, al menos, abrir oportuni-
dades para que puedan comparar y, nuevamente, tener una
chance más de analizar los ritmos, los hábitos y reglas de
juego que se les proponen a través de las pantallas.
En este punto vale preguntarse nuevamente, ¿por qué vi-
sibilizar estas cuestiones?, ¿para intervenir en el “disfrute”
que brindan las pantallas? O, en otros términos, ¿por qué
“escupir la sopa” del que la está saboreando?
»» Cuando lo encendemos:
›› Estando o no atentos a las reglas de juego que nos pro-
ponen y a su relación con nuestros derechos ciudada-
nos. Y decidir en consecuencia.
›› Cómo y dónde buscamos información que nece-
sitamos, cómo y con quién nos comunicamos, nos
asociamos y/o producimos, dónde lo guardamos y
cómo y dónde publicamos lo que producimos. En
todos los casos, cuándo, qué y cuánto pagamos o no
pagamos.
22 Alejandro Spiegel
En ambos casos, podemos decidir reivindicar o no, de-
fender o no los derechos interpelados por las interfaces. En
definitiva, lo percibamos o no: decidimos, y mucho. Y cada
decisión tiene sus consecuencias. Inevitablemente, las per-
cibamos o no en lo inmediato.
24 Alejandro Spiegel
imperceptibles como su misma existencia. Estas campañas
de promoción para la compra de equipamiento y la trans-
parencia creciente de sus interfaces provocan y, a la vez, se
fortalecen con la naturalización (Bourdieu, 1999) de las di-
ferentes prácticas sociales que se desarrollan mediadas por
estas tecnologías. 5
Este hecho y la dinámica que lo produce —que desarro-
llaremos en el apartado siguiente—, resultan relevantes a
la hora de pensar las potenciales intervenciones de los pro-
fesionales de las humanidades y, claro, de la escuela. Pero
antes de analizar cómo y por qué es como es la pantalla que
seguro tiene el lector cerca de estas páginas —o en la que las
está leyendo—, tomémonos unos minutos para pensar jus-
tamente en las interacciones entre las personas y estos dis-
positivos. De este modo, visualicemos las opacidades que
tanto esfuerzo y dinero se gasta en invisibilizar.
Cada clic se encuentra condicionado por diversos desa-
fíos que frecuentemente no resultan sencillos de reconocer
para la mayoría de las personas, y que atraviesan las deci-
siones que se toman frente a las pantallas, dentro o fuera de
Internet. Estos desafíos pueden organizarse en dos grupos,
según su relación con:
5 Estas prácticas en la Red se articulan de modo creciente en un contexto digital, conformado ade-
más por distintos dispositivos móviles (celulares, Ipods, etcétera) que son cada vez más potentes
y se encuentran insertos en un proceso de convergencia tecnológica, que desarrollaremos más
adelante.
26 Alejandro Spiegel
dicta lo que tienen que hacer (y, como se dijo, lo hacen cada
vez más rápido), se invierte la relación y pareciera que es el
humano el que “debe seguir” a la que antes era su prótesis.
Así, cuando se sostiene que “cuanto más rápido, mejor”,
se pierde de vista la relación entre los ritmos humanos y los
de procesamiento de las tecnologías. En este sentido, vale la
pena preguntar, más allá que el vértigo seduzca a algunos y
atemorice o sea displacentero para otros; al tomar decisio-
nes a gran velocidad y con gran cantidad de información,
¿qué se gana y qué se pierde? O, mejor dicho, ¿quién gana
y quién pierde? En definitiva, se trata de pensar quién está
al mando, quién pone el ritmo de la tarea que realizamos
frente a las pantallas.
28 Alejandro Spiegel
ejemplo, a declarar su amor, odio, etcétera. Claro, eso mis-
mo tiene su contrapartida en que también ellos reciben de
sus pares “escudados” expresiones más frontales, zafadas,
agresivas, etcétera. Así, aparecen nuevas expresiones de
amor o de violencias a través de las pantallas. Y su existen-
cia es tomada como parte de las reglas de juego, costos que
“deben” aceptar —“todos lo hacen”— a cambio de partici-
par de las diversas interacciones a través de Internet. Más
allá de la naturalización de lo que ocurre en las pantallas,
la velocidad, los ritmos de las interacciones, en general no
favorecen que alguien se “tome un tiempo” para avanzar
en estos recaudos. Más aun: la propia velocidad invisibiliza
estas posibilidades.
Intermediando las pantallas en estas comunicaciones, es
necesario —y mucho más sencillo que en otras circunstan-
cias de la vida— construir máscaras, o sea, elegir, montar
(Barthes, 1995) cada detalle, y construir la persona que se
decide que el otro (que está a la vuelta de la esquina o en un
rincón distante del mundo) vea, lea, escuche, etcétera.
Si lo pensamos con detenimiento, tanto cuando nos rela-
cionamos “sin pantallas” como cuando ellas están entre no-
sotros y el resto del mundo, siempre construimos nuestras
máscaras. Siguiendo a Goffman (1981), la vestimenta, los to-
nos de voz, nuestros movimientos, etcétera, todo construye
“cómo queremos ser vistos”. Y las construimos como parte
de la dinámica social.
Si lo que tenemos delante es una pantalla, perdemos la
posibilidad de contar con al menos parte de estas percep-
ciones: el otro no está sino a través de su representación
digital.7 Y aptitudes humanas como la intuición requieren
7 Las direcciones de email o de Twitter ya son máscaras, alias, apodos diferentes a nuestro nombre
y apellido. Todo esto sin considerar casos más obvios como los de los personajes que se crean
para jugar en red.
30 Alejandro Spiegel
Por otra parte, la diferenciación entre lo físico y lo simbólico
de esas caricias —o de esos azotes— no hace más real a uno u
otro, tal como la violencia simbólica no es menos real que la
física. La diferencia, el elemento que efectivamente suman
las TIC e Internet a las viejas vivencias virtuales, es la inte-
ractividad; en otros términos: la velocidad con la que estos
mensajes se intercambian entre las personas que participan
en la comunicación, y que también modifica cómo se pre-
sentan, qué se dice y cómo se escriben estos mensajes (con
imágenes, videos, íconos, caracteres, extensión, etcétera).
Todos estos casos requieren de “alguien” —con determi-
nadas actitudes y predisposición— para “perfeccionar la
potencialidad”. Sin embargo, en muchos discursos vincu-
lados con Internet, la relación virtual aparece como auto-
máticamente perfeccionada, las tecnologías son llamadas
colaborativas, etcétera, como si no fuera necesaria ninguna
condición para perfeccionarse, como si desapareciera la
mediación de las interfaces tecnológicas. Sin embargo, es-
tas condiciones no son tecnológicas sino humanas, y se ex-
presan a través de actitudes y acciones que “perfeccionen la
potencialidad”.
El contexto de justificación
32 Alejandro Spiegel
Al respecto, Pitt sostiene que hay individuos que trans-
miten —de una u otra manera— sus ideologías y valores al
diseño y/o a la implementación de los dispositivos que, así,
“tienen implícitos determinados fines” (2000: 98).
¿Quiénes son esos individuos? Winner (2004) plantea que
hay que buscar en los grupos de poder que están detrás de
cada cambio tecnológico. Estos grupos son los que determi-
nan qué tecnologías necesitan para influir en la sociedad,
y no al revés. Así, el cambio tecnológico expresa el deseo
de algunos para dominar a otros, para ampliar la brecha
entre unos y otros. Desde este lugar, es posible analizar el
sustento político de los rasgos de las tecnologías: el diseño
enmascara decisiones de impacto social; las características
de este diseño afectan a sus usuarios, aun antes de que esa
tecnología sea usada para hacer el bien o el mal. Tal es así,
que para Winner, las tecnologías son formas de construir
un orden determinado en el mundo, similares a los actos
legislativos, en tanto tienen un impacto parecido al de los
decretos y reglamentos que organizan la vida social: “una
vez que las decisiones son realizadas, estas permanecen fijas
en el tiempo” por el hardware incorporado, los nuevos há-
bitos sociales, las inversiones realizadas, etcétera. Por todo
ello, el autor recomienda prestar la misma atención a los
diseños tecnológicos que a los actos legislativos, y plantea
que los diferentes artefactos debieran ser evaluados por “los
modos en los que incorporan formas de poder y autoridad”
(Winner, 2004: 289). En el mismo sentido, Sclove (2004)
plantea que el desarrollo tecnológico hoy está guiado por
las fuerzas de mercado, las burocracias y los intereses com-
petitivos internacionales y que las tecnologías representan
una “especie de estructura social”. Respecto de Internet,
Castells (2010) identifica y clasifica los tipos de poder que
coexisten en la Red y describe su influencia relativa en di-
ferentes aspectos. En este marco, explica la interrelación
34 Alejandro Spiegel
comunicaciones:10 algunas evidentes, en las que media el
consentimiento de las personas, como cuando aceptan
constituirse en betatesters11 de los programas o participan
de canales oficiales y foros habilitados para sugerencias, y
otras no evidentes, incluso ocultas, que se desarrollan sin
que la persona que usa el dispositivo sepa que participa de
esta instancia, a través de programas espías, aplicaciones
ocultas en las interfaces, etcétera.
Mientras tanto, los criterios externos son los relaciona-
dos con las finalidades u objetivos (económicos, políticos,
sociales, etcétera) que se tengan al decidir financiar o llevar
adelante el desarrollo. Estos criterios brindan las respuestas
elegidas (las que justifican el desarrollo) a preguntas como:
¿para quién se desarrollan? ¿Cuántas personas se espera que
lo usen? ¿En qué circunstancia? ¿A cambio de qué? (cuánto
dinero, por ejemplo).
Una buena parte de los criterios internos son funcionales
a los criterios externos. Por ejemplo, si estos últimos res-
ponden a la racionalidad instrumental del mercado, defi-
nirían respuestas deseables a preguntas como: ¿cuántos
usarían el nuevo desarrollo, modelo o innovación? ¿Cuánto
más pagarían por la aplicación que se evalúa desarrollar?
¿Se consiguen otros beneficios para los intereses del nego-
cio? (por ejemplo, la posibilidad de vender o promocionar
otros productos, conseguir información de los usuarios, de
sus hábitos de consumo, para mejorar la oferta o para ven-
derlos a un tercero, etcétera).
10 Este entramado de comunicaciones es un buen ejemplo de las porosidades de las que habla
Schuster (1995) existentes entre los contextos de desarrollo, aplicación y justificación: los intern-
autas (en el contexto de aplicación) brindan informaciones a los diseñadores (contexto de desa-
rrollo) que evalúan estas informaciones en función de los criterios establecidos (en el contexto de
justificación) que también pueden ser modificados a partir de los datos relevados.
11 Son usuarios que se ofrecen voluntariamente para probar las nuevas versiones de los programas,
que hasta no pasar esta primera instancia son llamadas versiones “beta”.
36 Alejandro Spiegel
resaltan las posibilidades o potencialidades que también
ofrecen los productos TIC para que los ciudadanos encuen-
tren alternativas de intervención que incluso podrían desa-
fiar el poder de las empresas o de los Estados.
Estas motivaciones alternativas surgen de especialistas
—en informática y/o en el diseño de interfaces— o de in-
ternautas que no tienen conocimientos técnicos especia-
lizados. Con frecuencia, estas iniciativas se originan —o,
incluso, se transforman— en movimientos sociales cuya
acción y, en algunos casos, su misma existencia, son facili-
tadas por la red.12
Estas motivaciones discuten la validez “general” de los
criterios de mercado, aprovechan el potencial de hardware
y software mayormente producido por el mismo mercado, y
desarrollan nuevos programas, aplicaciones, contenidos o
formas asociativas que incluyen e implican también nuevas
“reglas de juego”. Igualmente, el hecho de que estos progra-
mas y aplicaciones alternativas “se aprovechen” de la in-
versión instalada por el mercado implica respetar algunos
de sus criterios internos implícitos en la infraestructura de
hardware y software; por ejemplo, los referentes al aprove-
chamiento del hardware instalado,13 cuestiones referentes a
la privacidad de la información procesada o almacenada y
que, para competir, incluso, acepten y adopten otras cues-
tiones impuestas por el mercado, como por ejemplo, la apa-
riencia de las interfaces.
Tomando en cuenta esta consideración, y en tanto pro-
mueven más conexiones, más internautas y, consiguiente-
mente, más uso de parte de la misma infraestructura, ¿en
qué medida son funcionales a los negocios vinculados con el
12 Con frecuencia existen relaciones entre estos movimientos y otros, como los que promueven el
desarrollo y el uso de Software Libre, según se desarrollan en los capítulos 4 y 5.
13 Según se describe en el capítulo 2.
38 Alejandro Spiegel
de los “señores del aire”, algunos de estos internautas apro-
vechan esa infraestructura, y el intersticio que abren las po-
sibilidades de difusión y uso masivo, para crear reglas que
van en contra de la racionalidad de, al menos, parte de esos
mismos negocios.
Ahora bien, este intersticio no resulta evidente, y no es
visible para la mayoría de los internautas. Obviamente,
el mercado no lo difunde y no aparece entre las primeras
opciones que sí promueve. Y es un intersticio, una senda,
por la que transita un número no menor de jóvenes en el
mundo. ¿Podría ser la escuela, la universidad o, en general,
las humanidades, una de las instancias en donde visibili-
zar estos caminos no evidentes y, sin embargo, posibles de
transitar por las nuevas generaciones?
El contexto de desarrollo
40 Alejandro Spiegel
las pantallas, manuales o ayudas en línea y, por ejemplo,
exigen el ingreso de claves, datos personales u organizan
las interacciones en un chat. Mientras tanto, las reglas in-
cluidas implícitamente en las interfaces están relaciona-
das con su “montaje comunicacional”, o los criterios de
organización o jerarquización de información en la pan-
talla, y con otras que determinan acciones a tomar por el
programa en función de los datos ingresados por las per-
sonas usuarias, de la velocidad de interacción propuesta,
etcétera; con la disposición o publicidad de datos perso-
nales; con la habilitación —o protección— de determina-
dos programas para que husmeen en las computadoras,
chequeando, por ejemplo, fechas de actualizaciones, le-
galidad de la copia, etcétera, las que habilitan la emisión
de señales que permiten identificar u ocultar “informá-
ticamente” quién está del otro lado; y esto, a partir de la
señal del celular, por el número de computador, el nodo
de Internet, etcétera.
Estas reglas incluidas en las interfaces configuran un es-
cenario en el que “se produce una comunicación diferida
entre el usuario y el diseñador” (Scolari, 2004: 160).
En el contexto de desarrollo, el diseñador “dialoga” con la
persona usuaria que imagina para su producto, y en el con-
texto de aplicación esta persona “dialoga” inevitablemente
con el diseñador a través de las interacciones que realiza,
que son organizadas por las normas incluidas por el dise-
ñador en las interfaces. Así, las interfaces ofrecen prime-
ras respuestas a preguntas como: ¿qué y cómo se lee y es-
cribe?, ¿qué se puede, se debe o se prohíbe hacer en cada
momento, en cada pantalla?, ¿cuál es el camino más corto
para “llegar” a tal o cual lugar del programa de Internet? Y
todo eso, a partir del tipo y cantidad de información que
utiliza/permite, su velocidad y, en general, la interactivi-
dad que propone con el usuario mediante el conjunto de
14 Por ejemplo, la rapidez y el contacto posible en el chat o con los sms están relacionados con los
mensajes cortos que se habilitan y promueven desde el diseño de las interfaces; la existencia de
fotos y videos posibles de ser capturados y transmitidos con facilidad y a bajo costo modifica la
forma de comunicar, qué comunicar y también cómo vincularse, asociarse, violentarse, etcétera.
15 La coherencia en la apariencia –o su compatibilidad– que existe entre las interfaces de los dis-
tintos programas, ayuda también a construir esa percepción de naturalidad, de invisibilidad de
estos dispositivos, a partir de las posibilidades para la transferencia de los criterios y experiencias
desarrollados por las personas en el uso de los diferentes programas.
42 Alejandro Spiegel
y sus reglas, al naturalizarlas, también ocultan su génesis, la
misma existencia de sus contextos de desarrollo y de justifi-
cación de las mismas.
El contexto de aplicación
44 Alejandro Spiegel
de desarrollo y/o justificación de los programas en cuestión.
Burbules sostiene que a menudo la gente las usa de manera
sorprendente e inesperada:
17 Así, por ejemplo, la visualización de una película alojada en Internet puede parecer que a priori
no vulnera ningún derecho u obligación. Sin embargo, en tanto esta práctica sea contextualizada
—por la combinación de respuestas a preguntas como quién lo mira, cuál es la procedencia del
material, cómo se obtuvo (se pagó, se plagió, era de “acceso libre”, etcétera), de qué habla esa
película, qué características tiene la interfaz del programa que la emite, etcétera— puede variar
sustancialmente la relevancia de esta relación.
18 Se retoma la analogía usada por Nino para ilustrar el lugar de las normas o leyes institucional-
mente reconocidas en el proceso de toma de decisiones de los jueces para casos particulares.
46 Alejandro Spiegel
los contextos de justificación y desarrollo, que organizan, por
ejemplo, qué podrá o no hacer, cómo se presentarán las dis-
tintas informaciones, y qué otras opciones menos explícitas
se tomarán, como por ejemplo, las vinculadas con la captura y
difusión de los datos personales. Sin embargo, la mencionada
naturalización de lo que ocurre en las pantallas y en Internet,
y el desarrollo de interfaces cada vez más transparentes, ha-
cen que justamente estas reglas y los eventuales conflictos
con los derechos y deberes ciudadanos se invisibilicen o apa-
rezcan como obvios e inevitables, cuando en realidad están
determinados históricamente y responden a presupuestos y
consecuencias previstas (Hadstet, 1991) al momento de pro-
ducirlos. Por esta misma razón, podrían ser de otra manera
si así se hubiera decidido. En ese sentido, la naturalización de
estas reglas, o sea, su invisibilidad y el desconocimiento de
las consecuencias que provoca cada decisión, y de los dere-
chos y obligaciones involucrados, dificulta la posibilidad de la
mayoría de los ciudadanos para tomar decisiones autónomas,
con “conocimiento de causa” y, al mismo tiempo, evidencian
su vulnerabilidad (Ricoeur, 2001)19 en este contexto.
Si bien es cierto que, en general, como dice Carcova
(1999), los ciudadanos no conocen todas las reglas,20 todos
Según el autor, en ese proceso funcionan como reglas de juego, como “un marco dentro del cual
operar” (1980: 24). Esta figura resulta esclarecedora para analizar las reglas de juego incluidas en
los dispositivos digitales.
19 A partir de los discursos que presentan a los docentes como “inmigrantes digitales”, en los que
se afirma que por esta misma condición que se les asigna no tienen la potencia de hablar acerca
de Internet (al menos, en una medida análoga a la de sus alumnos), se recupera el concepto de
vulnerabilidad de Ricoeur (2001), cuando la define como la impotencia de las personas con respec-
to a la maestría de la palabra (poder decir, explicar, argumentar, debatir...) que surge a partir de
una desigualdad forzosa o histórica. Este cuadro se agrava si se toma en cuenta el vínculo entre
afirmación y potencia. Según este autor, la confianza que se pone en la potencia de actuar es una
parte de esta potencia misma.
20 Para Carcova (1999) uno de los pilares del sistema jurídico es una ficción: se da por supuesto que
los ciudadanos conocen la reglas —en tanto en un juicio no pueden alegar su ignorancia—, pero
48 Alejandro Spiegel
sentido, Dubet sostenga que “lo más irritante de la cuestión
de la ciudadanía es su carácter embaucador e impreciso”
(2003: 119).
Para Cullen, además de escurridiza, la ciudadanía trae
malestar:
50 Alejandro Spiegel
Como diría Pitt (2000), ya no es posible “llamar a las má-
quinas de regreso a sus galpones”. Tampoco es posible ob-
viar la masiva presencia de tecnologías en la vida cotidiana.
Entonces, no puede dejar de reconocerse la relación entre
las prácticas sociales que se desarrollan con ellas y la ciu-
dadanía que, además, debe ser pensada. Sin embargo, esta
relación no siempre es fácil de reconocer, salvo en los casos
evidentes en que las prácticas sociales están expresamente
relacionadas con la defensa o el ejercicio de determinados
derechos ciudadanos.
52 Alejandro Spiegel
participación directa en la toma de decisiones. Sin embar-
go, esta imagen idealizada, como enfatiza Cullen (2007),
oculta las múltiples exclusiones del “modelo original”; o sea,
en el ágora ateniense no participaban todos sino una selec-
ta minoría que, a su vez, fue delegando su poder en repre-
sentantes encargados de la gestión de gobierno. Esta apa-
rición de los representantes de quienes tenían el derecho a
votar fue demarcando una distancia entre los gobernantes
y los gobernados que, frecuentemente, ha llegado hasta lo
que Agamben (2004) llama Homo Sacer: el sujeto sujetado,
el pueblo despojado de su poder y dominado, el soberano-
súbdito. Luego de tantos años de ampliación de esta dis-
tancia entre los representantes y los ciudadanos a quienes
deberían representar, Cullen se pregunta: “¿A quién repre-
sentan nuestros representantes?, ¿a qué intereses están sir-
viendo?” (2007: 12). Según Castoriadis, este hecho ha afecta-
do la forma de configurar el sujeto y las maneras de asumir
la ciudadanía; ha provocado el avance de la insignificancia,
el retiro de cualquier forma de participación política pues
“no vale la pena mezclarse en eso, ya hay otros que se ocu-
pan de ello y además, de todos modos, no se puede hacer
nada” (2002: 18).
En el mismo sentido, entre los problemas de la política de
hoy que enumera Bilbeny, aparecen: la apraxia, o la crisis
del paso a la acción; la alogia, o la falta de disposición a usar
la propia inteligencia, y la anestesia, o la “clausura de sensi-
bilidad; la carencia o inmadurez emocional y sensitiva del
sujeto provocada por una cultura muy baja en interacción
directa” (Bilbeny, 1997: 29). Así, aun si se insistiera en apli-
car el modelo excluyente del ágora, los problemas no esta-
rían en el “cambio de escala” ni en la aparente necesidad de
nuevos dispositivos para acceder más rápidamente a más
información, sino en la actitud de participar, comprome-
terse, el involucrarse en la “cosa pública” o, más bien con sus
54 Alejandro Spiegel
Internet y en las tecnologías móviles, sostiene que se logra-
rán cambios sustanciales: “Los medios para la participación
pueden ser una herramienta poderosa para alentar a los jó-
venes a comprometerse con voz propia sobre temas que les
preocupan” (2006: 65). O sea, según este autor, los jóvenes
se motivarán y se comprometerán porque ahora la partici-
pación que augura se expresará a través de los dispositivos
digitales. Es más: denomina a esos dispositivos “medios para
la participación”, como si hubieran sido diseñados especial-
mente para ese fin. Este último aspecto no es raro: como
parte de los procesos de naturalización (Bourdieu, 1999),
es frecuente escuchar nuevas denominaciones para estas
tecnologías a partir de asociarlas con determinadas aplica-
ciones que, de esta manera, aparecen como naturalmente
integradas a su diseño (por ejemplo, tecnologías “colabora-
tivas”, “asistenciales”, etcétera) cuando, en realidad, la cola-
boración, la participación o la asistencia son contingentes.
Es decir, surgen a partir de algunas prácticas sociales que
les dan ese sentido y que, como sostienen Feemberg (1995) y
Diez Rodríguez (2003), no fueron tomadas en cuenta ni fue-
ron prioritarias en sus contextos de justificación y desarrollo.
Igualmente, dejando de lado las expectativas de cambios
extraordinarios por el mero uso de pantallas, claro que
conviene conocer las opciones de participación disponi-
bles, como punto de partida para sumarse, robustecerlas
o inspirarse en ellas para crear nuevas iniciativas. Es más,
como en otras cuestiones aquí abordadas, las problemáticas
están lejos de ser informáticas, sino del campo de las huma-
nidades, y son las instituciones educativas las que debieran
visibilizar tanto las opciones técnicas como los debates so-
ciales que las acompañan, de modo de promover la partici-
pación ciudadana, también mediada por estas tecnologías.
Las iniciativas llevadas a cabo por las oficinas estatales es-
tán relacionadas básicamente con:
22 Distinguimos el acceso físico a los teclados y pantallas, del intelectual vinculado con las capacida-
des para leer, escribir e interactuar en el contexto digital (Spiegel, 2013).
56 Alejandro Spiegel
allí prácticas sociales para reivindicar23 y defender dere-
chos referidos a problemáticas que:
58 Alejandro Spiegel
La “letra chica”
25 Estas prácticas no son patrimonio de las empresas comerciales ni de la mayoría de ellas. Por el
contrario, muchas no apelan a estas viejas prácticas engañosas que a veces son también utiliza-
das por empresas y organizaciones que defienden a Internet como nuevo territorio que requiere
nuevas reglas, etc.
26 Aquí resultan pertinentes las reflexiones realizadas al analizar el montaje de recursos comunica-
ciones en oportunidad de explicar el contexto de desarrollo. En particular, en estos casos, resulta
notoria la falta de recursos multimedia, lo pequeño de la letra, la inducción a no leer, “a no perder
tiempo” y seguir adelante. Luego de aceptar las condiciones allí escritas, claro.
27 Desarrollos tecnológicos como la llamada web semántica o web 3.0, visibilizan estas posibilidades
y, a la vez, naturalizan su uso –al menos, algunos– por las empresas a cambio de la comodidad que
proporcionaría recibir ofertas “personalizadas”, sin perder tiempos en búsquedas que se torna-
rían “innecesarias”.
60 Alejandro Spiegel
comunicarse, construir asociatividades y producir colabo-
rativamente, muchas relacionadas con las características de
la red, como la “ubicabilidad” o las posibilidades que brinda
la Web 2.0. Unas y otras prácticas sociales están determi-
nadas por las reglas que imponen diseñadores, internau-
tas, el Estado y, frecuentemente, diferentes empresas, los
“señores del aire” en términos de Echeverría (1999) que, a
la manera de los antiguos señores feudales, definen las “re-
glas de juego” para interactuar en “sus” espacios y con sus
productos.
Mientras tanto, para algunos de estos grupos de internau-
tas, Internet es un nuevo “territorio” no anclado en ningún
país en particular y con sus propias reglas. En general, rei-
vindican recurrentemente algunos derechos, como:
62 Alejandro Spiegel
El lugar del Estado: cuestionado para algunos e imprescin-
dible para la mayoría
64 Alejandro Spiegel
Fig. 1.1. Reglas.
66 Alejandro Spiegel
deben aplicarse nuevas reglas que, por lo tanto, no estarían
ancladas en el —o se liberarían del— marco normativo pre-
existente. Desde esta perspectiva, hay nuevas realidades que
se crean a partir de las nuevas posibilidades que ofrece la tec-
nología. Por ejemplo, para el caso del derecho de autor: en la
copia digital se indiferencia el original, no existe tal original.
Se sostiene que “liberando” el conocimiento producido, pro-
moviendo su libre circulación, se potencia esta misma crea-
ción, se hace más democrática, etcétera.
La disputa principal es sobre las cuestiones relacionadas
con la propiedad intelectual (no es casual: Internet está con-
formado por productos intelectuales), sobre la propiedad
de los datos personales y la protección del derecho a la inti-
midad. O sea, el conflicto de unos y otros apunta nada me-
nos que a la propiedad privada.
El riesgo de tomar a Internet como un territorio sin reglas
previas, con “todo a construir”, radica en que se pierde la
historia de luchas y reivindicaciones, lo conseguido y de-
seable de mantener. Podrían ocurrir, al estilo imaginado
por Orwell en “Rebelión en la granja”, viejas desigualdades
con nuevas víctimas y victimarios. ¿Quién asegura que los
nuevos “legisladores” tendrán mejores criterios o que no se
repetirán desigualdades?
Los que buscan que Internet sea regulada con nuevas
reglas también sostienen que no hay competencia territo-
rial, que no pueden asociarse las interacciones con un te-
rritorio determinado y que, por lo tanto, no habría uno en
particular con competencia para legislar, aplicar, con po-
der de policía, etcétera. El otro grupo salva estos conflictos
de jurisdicción con criterios como la nacionalidad de los
sujetos, el país del comprador, del vendedor, etcétera.
Por otra parte, si se consolidara la transferencia directa
del marco legal previo, aun con las adaptaciones y el dictado
de nuevas normas, quizás se perderían las oportunidades
68 Alejandro Spiegel
democrático que puede aprovecharse —transgrediendo
incluso algunas de las reglas de este diseño— con el invo-
lucramiento de los ciudadanos. En el mismo sentido, Diez
Rodríguez expresa “la esperanza de que las TIC puedan ser
alteradas al servicio de los ciudadanos aunque esto no estu-
viera previsto por quienes las pusieron en marcha” (2003:
196). Al recuperar las experiencias de grupos y movimien-
tos sociales, plantea que han creado...
70 Alejandro Spiegel
Sin embargo también hay otras muchas personas, fre-
cuentemente jóvenes y lideradas por “informáticos” o di-
señadores, que activamente buscan estos pliegues, intentan
ampliarlos o crear otros diferentes. Son, a la vez, pocos si se
compara su número con la cantidad global de “usuarios”,
y muchos si se considera su impronta y su impacto. Entre
otros, son los movimientos sociales relacionados con el
software libre y la cultura libre.31
De este modo, las variaciones de la escena de uso previsto
pueden ser creadas por:
72 Alejandro Spiegel
estudiantes construyan respuestas propias a preguntas
como: ¿reglas nuevas o reglas viejas? ¿De quién es lo publi-
cado en la red? ¿Qué derechos hay allí? Y las otras diversas
que puedan surgir de lo hasta aquí abordado.
Mientras tanto, la aplicación de los aportes teóricos de
Schuster a las problemáticas aquí abordadas facilitaron,
como diría Bourdieu, la realización de una “ruptura crítica
a través de la historización” (Bourdieu, 1999: 238) del dis-
curso apologético que naturaliza el uso de estas tecnologías
e invisibiliza la existencia y la dinámica de sus contextos
de justificación, desarrollo y aplicación. Para la mayoría de
las personas resultan invisibles estos tres contextos y la di-
námica que se desarrolla a través de las porosidades de sus
límites. Esta ignorancia impacta en la capacidad de tomar
decisiones autónomas, o sea, con conocimiento de causa,
porque no se consideran las motivaciones ni se conocen to-
das las consecuencias de lo que se hace con las pantallas. En
su lugar, aparece un brumoso halo de comodidad que, al
menos, sería interesante visualizar. Y, nuevamente, son las
humanidades las que deben hacerlo.
Pero, además de estas ignorancias, están las relaciona-
das con las potencialidades democráticas, con las oportu-
nidades existentes para discutir e intervenir y, por qué no,
aprovechar para otras finalidades que las comerciales, la
infraestructura y los distintos dispositivos informáticos. Y,
nuevamente, a pesar de que sean cuestiones técnicas leja-
nas, son bien cercanas: son cuestiones que tienen que ver
con las herramientas con las que se dirimirán muchas de
las pujas relativas a los derechos ciudadanos. O sea, si bien
debieran existir puentes, vasos comunicantes con personas
especializadas en informática para resolver cuestiones es-
pecíficas, la identificación de las problemáticas y el análisis
de los distintos cursos de acción son —deberían ser— patri-
monio de las humanidades.
74 Alejandro Spiegel
En un tiempo con tecnologías cada vez más presentes en
la vida de los ciudadanos, los jóvenes, como dice Rheingold
(2006), “suelen guiarse entre sí en el uso de TIC”, pero “ne-
cesitan orientación acerca de cómo aplicar estas habilidades
en procesos democráticos”. De este modo, enseñar ciuda-
danía implica también “cruzar” nuevas “fronteras”, incluir
los desafíos de tomar decisiones mediadas por las interfaces
digitales y también participar en el “gobierno” de su desa-
rrollo, como también propone Feemberg (2006), para apro-
vechar las potencialidades democráticas.
Las universidades y las escuelas debieran facilitar el reco-
nocimiento de la capacidad de agencia de los jóvenes como
ciudadanos respecto a los desarrollos tecnológicos, un re-
conocimiento del que, incluso, podría surgir el rediseño de
estas tecnologías o el desarrollo de prácticas sociales dife-
rentes, a partir de la discusión del contexto de aplicación de-
finido por otros.
Para ello, resulta relevante que puedan conocer y anali-
zar críticamente las iniciativas, experiencias, luchas y pun-
tos de vista referidos a las reglas de juego y a las prácticas
sociales que se desarrollan frente a las pantallas, y a su rela-
ción con los derechos y obligaciones ciudadanas. O sea, en
las instituciones educativas sería necesario “salir de la mi-
noridad y atreverse a pensar” (Kant, 2004) las tecnologías,
promover la curiosidad de los estudiantes, en tanto cada
ciudadano debe preguntar y cuestionar acerca de las reglas
que determinan sus prácticas sociales sin aceptarlas de ma-
nera “tan” natural.
Por ejemplo, el “problema de la transparencia” ( Jenkins,
2009) que debiera ser abordado desde las ciencias socia-
les, desde lo ético-político (porque justamente, desde el
punto de vista tecnológico, no hay problema sino todo
lo contrario: los desarrollos tecnológicos funcionan muy
bien para hacer las interfaces cada vez más transparentes),
76 Alejandro Spiegel
evidentes en cada contexto de aplicación de los programas
de Internet, tanto los de uso general como los específicos
de su materia.
En síntesis
78 Alejandro Spiegel
»» Respecto a educar: desnaturalizar, ésa es la cuestión.
Acercar a los estudiantes preguntas, interrogantes,
brindar información acerca del proceso de desarro-
llo de las tecnologías... O sea, pensar las tecnologías,
pensar cómo influyen en nuestra vida cotidiana, y qué
decisiones podemos tomar.
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80 Alejandro Spiegel
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82 Alejandro Spiegel
Capítulo 2
Las geometrías del poder del ciberespacio
Perla Zusman
83
Cuestionando la inmaterialidad del ciberespacio
84 Perla Zusman
Dodge y Kitchin (2001) consideran que la invisibilidad de
la infraestructura (enterrada bajo tierra, escondida en las
aguas de los océanos, oculta en los conductos que recorren
paredes o circulando en órbitas espaciales) nutren este tipo
de imaginarios. Pero también algunas lecturas académicas
abonan al desarrollo de los mismos. Así, hacia la década de
1990, Paul Virilio y Bertrand Badie habrían afirmado que el
espacio habría perdido la importancia que poseía con ante-
rioridad a la expansión de las tecnologías digitales.
El geógrafo David Harvey (1989) señaló que, en este con-
texto digital, los flujos de información y monetarios requie-
ren menos tiempo para recorrer mayores distancias. Si bien
este proceso habría llevado a generalizar la idea de anula-
ción de espacio por el tiempo (enunciada por Karl Marx),
ello no habría implicado la pérdida de importancia del
espacio. Así, Harvey sostuvo que la relevancia del espacio
puede ser analizada en otros términos. De hecho, el capi-
tal precisa ampliar, diversificar sus ámbitos de circulación
a la vez que acelerar el ritmo de rotación para asegurar su
reproducción. En este sentido, el ciberespacio establece
una relación simbiótica con el mundo real, se configura y
corporifica a partir del espacio fijo (Kitchin, 1989). Así, en la
medida que se convierte en una nueva instancia de soporte
de la vida social, diseña otros territorios distintos a los que
estamos acostumbrados a conceptualizar.
¿Qué tipo de territorios define el ciberespacio? ¿Se repro-
ducen en el ciberespacio las formas de poder que se con-
figuran en el territorio material? ¿Permite el ciberespacio
desafiar estas relaciones de poder?
En la búsqueda de ofrecer respuestas a estas preguntas
nuestro trabajo se orienta a analizar, en primer lugar, los
territorios que construye el ciberespacio. Concebimos que
estos territorios expresan la geometría del poder vigente en
el mundo actual. En segundo lugar, buscamos identificar
86 Perla Zusman
La territorialidad de Internet no adquiere la forma de
área sino la de red. Esta red se constituye a partir de no-
dos —puntos de acceso a la red, proveedores de servicios de
Internet— y ductos —tubos, cables, fibra óptica, routers—
(Figura 2.1).
A su vez, esta territorialidad reviste una extensión global.
Desde esta perspectiva se yuxtapone y trasciende la terri-
torialidad del Estado-nación. Las visiones que sostienen la
pérdida de importancia del espacio con la expansión de las
tecnologías digitales se basan en el hecho de que las cone-
xiones, al traspasar los límites del territorio de los Estados,
debilitan su soberanía. Ahora bien, si partimos del hecho
de que las redes digitales forman parte del conjunto de re-
cursos con los que cuentan sectores políticos y económicos
para reconfigurar las relaciones de poder, esto quiere decir
que no son las redes las que ponen en cuestión el control del
Estado sobre su territorio, sino que son los vínculos en el
sistema-mundo los que redefinen los atributos del Estado
(Sassen, 2010). En este sentido, existen Estados con mayor
capacidad para ejercer autoridad sobre el territorio bajo su
supuesto dominio que otros. A su vez, algunos Estados no
solo ejercen control sobre el territorio definido como pro-
pio, sino también buscan influenciar e intervenir en los ám-
bitos geográficos de otros.
En este marco se entiende que, para algunas perspectivas,
el hecho de que las redes digitales estén manejadas por un
“complejo militar - industrial - tecnológico - de entreteni-
miento -académico - mediático” estadounidense, junto a la
presencia de la mayor parte de los servidores raíz del mundo
en este país, hablaría de una dimensión más a través de las
cuales se expresaría el imperialismo norteamericano. En este
sentido, la intervención digital se agregaría y complemen-
taría con la militar (Pires, 2012). Para otros, esta concentra-
ción institucional y espacial de la Red no tendría una relación
88 Perla Zusman
Mapa del tendido de fibra óptica para el año 2016
Este mapa ha sido elaborado por
Telegeography. Se trata de una em-
presa de estudios de mercado que
tiene su sede en Washington y rea-
liza anualmente un informe conoci-
do como Global Internet Geography.
Este informe se efectúa sobre la
base de encuestas realizadas a em-
presas de telecomunicaciones a
fin de conocer la capacidad de sus
líneas de datos, sus rutas más tran-
sitadas y sus planes de expansión. Se
ocupa anualmente de actualizar la
representación del tendido de redes
submarinas a nivel mundial. Parte de
esta información es representada
de forma cartográfica (Blum, 2013).
Obsérvese la dirección de los cables
de fibra óptica en América. Mientras
que en el hemisferio norte las cone-
xiones predominantes tienen una
dirección este-oeste, en el hemis-
ferio sur la mayor parte de las co-
nexiones se orientan de norte a sur.
Fig. 2.1. Fuente: Telegeography, en línea: <https://www.telegeography.com/telecom-maps/submarine-cable-map/>.
90 Perla Zusman
Cartografía de la Red en un espacio hiperbólico
Fig. 2.2. Fuente: Universitat de Barcelona. Noticias: La red de Internet representada en un plano. En
línea: <http://www.ub.edu/web/ub/es/menu_eines/noticies/2010/09/10.html>.
92 Perla Zusman
Fig. 2.3. Fuente: <www.rootserver.org>.
Zukerfeld (2010) señala también la diferencia entre la
estructuración de la red estadounidense y la argentina.
Mientras que el formato reticular de los backbones (redes de
fibra óptica que llevan la información al interior de los con-
tinentes) ofrece caminos alternativos a la información en
caso de averías al país del norte, no sucede lo mismo con la
configuración de la red del país del sur. Esta última depen-
de casi totalmente de tres cables submarinos que conver-
gen en la localidad de las Toninas.
A este control de la Red desde el territorio de Estados
Unidos debemos sumar el hecho de que solo unas po-
cas empresas se encargan del tendido submarino de fi-
bra óptica, de los backbones y del manejo de los satélites
(Zukerfeld, 2010). Así, según Zuazo (2015: 74) por ejem-
plo, la compañía Level 3 ofrece el servicio de fibra ópti-
ca al 72% del marco mundial. La compañía con sede en
Bloomfield (Colorado, Estados Unidos) está presente tam-
bién en Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, Perú
y Panamá. Esta concentración del manejo de las redes en
pocas empresas, para Magnani (2004), limita los desarro-
llos locales.
Todas estas reflexiones nos llevan a inferir que, como en
otros momentos de la historia estadounidense (especial-
mente hacia inicios del siglo XX, cuando este país deseaba
acrecentar la influencia económica y comercial en el Cono
Sur y disminuir la presencia europea en la región), se cons-
tata una íntima relación entre intereses públicos y privados
a los fines de asegurar, como señala Assange (2013) en la cita
del comienzo, el control de las conexiones globales entre
“continentes y civilizaciones”.
94 Perla Zusman
Facebook con la Agencia de Seguridad Nacional de Estados
Unidos (NSA). A su vez, Assange visibilizó una serie de do-
cumentos sobre la guerra de Irak donde se daba cuenta de
los abusos cometidos en dicho país. Estas acciones fueron
seguidas por la publicación de un conjunto de cables diplo-
máticos del Departamento de Estado de Estados Unidos con
sus embajadas en distintas partes del mundo. Estos últimos
registros develaron el control e influencia del país del norte
sobre las actuaciones de los distintos Estados. Por su lado, en
el año 2013 Edward Snowden evidenció el uso de las redes
por parte de la NSA para espiar compañías estatales o pri-
vadas, diplomáticos, funcionarios o jefes de estado de otros
países como Ángela Merkel en Alemania o Dilma Rousseff
en Brasil. Los atentados a las Torres Gemelas y al Pentágono
del 11 de septiembre de 2001 y las acciones posteriores de
los grupos de Al Qaeda e Isis parecerían ser para Estados
Unidos justificación suficiente para desarrollar estas accio-
nes. En este marco, Estados Unidos se sitúa en igualdad de
condiciones de China, Irán o Corea del Norte, tan denuncia-
dos por Norteamérica por llevar adelante políticas de acceso
restringido, de control y de espionaje a través de Internet.
Cabe destacar que, en esta coyuntura, los gobiernos
de los países del Cono Sur se encontraban en un proce-
so de búsqueda de mayor autonomía respecto de Estados
Unidos (el rechazo al proyecto de incluir en el Tratado de
libre Comercio de América del Norte al resto de países de
América Latina en la Cumbre de las Américas celebrada en
Mar del Plata en el año 2005 fue una expresión de ellos), de
reforzamiento de las relaciones entre los países de la región
—a través de la organización de la Unión de las Naciones
Suramericanas (UNASUR) en 2007, o de la Comunidad de
Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) en 2010—
y del tejido de vínculos fluidos con países “emergentes”
como Rusia o China.
1 Se ha constatado también que otros países como Francia llevan adelante tareas de espionaje, es-
tableciendo colaboraciones de intercambio de datos con Inglaterra y Estados Unidos (Lefébure,
2014).
96 Perla Zusman
Recorrido del proyecto de anillo de fibra óptica propuesto por los BRICS
2 Las acciones del gobierno de Brasil en relación con la regulación de Internet fueron secundadas
por la reunión del 7 de octubre de 2013 de las principales organizaciones del gobierno de Internet
(ICANN, ISOC y W3C, entre otras) en la Casa de Internet de América Latina, y por la firma de la
Declaración de Montevideo donde se critica el dominio de Estados Unidos sobre el ciberespacio.
98 Perla Zusman
2014 se habían extendido 15.453 kilómetros de red y 4.494 se
habían comprado a otras empresas. Un aspecto a destacar
es que en el año 2013 se conectó a Tierra del Fuego por me-
dio de un cable submarino que comunicaba el continente
con la isla a través del Estrecho de Magallanes, procurando
abaratar el acceso a la tecnología digital (antes se accedía
a Internet por radio enlace, un servicio costoso altamente
afectado por las inclemencias climáticas). A través de este
diseño de la red, la política gubernamental pretendió rom-
per con una configuración que priorizaba las lecturas del
mercado y contribuir a diseñar una geografía digital más
igualitaria y democrática.
Fig. 2.5. Fuente: Atlas ID. Subsecretaría de Planificación Territorial de la Inversión Pública.
Boguña, M., Papadopoulos, F. y Krioukov, D. (2010). “Sustaining the Internet with hy-
perbolic mapping”. En Nature Communications, vol. 1, núm. 62. En línea: <http://
www.nature.com/ncomms/journal/v1/n6/abs/ncomms1063.html> (consulta: ju-
nio de 2016).
Lefébure, A. (2014). El caso Snowden. Así espía Estados Unidos al mundo. Buenos
Aires, Capital Intelectual.
Magnani, E. (2014). Tensión en la red. Libertad y control en la era digital. Buenos Aires,
Autoría Sherpa.
Zuazo, C. (2015). Las guerras de Internet. Un viaje al centro de la red para entender
cómo afecta tu vida. Buenos Aires, Debate.
Rubén Carruego
Introducción
103
Fig. 3.1. El sentimiento de las paredes. Visita guiada de arte clandestino realizada por Somospeces
el 27 de mayo de 2012, enmarcada dentro de la programación del Tercer Festival de Cultura
Libre K-maleón. Referencia: <http://k-maleon.org/galeria-fotografica-del-sentimiento-de-las-
paredes>. Fotografía: @LabBambara. En línea: <https://www.flickr.com/photos/81363080@
N03/7455061184/in/album-72157630315192626/>.
2 Se toma la definición de Sentis: “es una interacción dialógica entre varios participantes, quienes
intervienen en ella para modificar una situación con metas o propósitos definidos (conscientes o
inconscientes)”, citado por Miguel Rubio Lastra (2011).
Fig. 3.2. Free culture. Open source free culture creative commons culture pioneers - Licensed under
Creative Commons (<www.sweetchiliarts.com>). En línea: <http://arthurattwell.com/wp-con-
tent/uploads/2015/05/sweet-chill-arts-ccbysa-flickr.png>.
6 Los derechos que se muestran en la Declaración Americana de la OEA en 1948 detallan el “De-
recho de participar en la vida cultural de la comunidad, a gozar de las artes y disfrutar de los
beneficios que resulten de los progresos intelectuales y de los descubrimientos científicos (XIII)”,
y el “Derecho a la protección de los intereses morales y materiales que correspondan por razón
de los inventos, obras literarias, científicas y artísticas de que sea autor (XIII)”, curiosamente antes
del “Derecho al Trabajo”.
7 Lawrence Lessig (2004), “Por una cultura libre. Cómo los grandes medios de comunicación utilizan
la tecnología y la ley para clausurar la cultura y la creatividad”.
8 Leonard Maltin, Of Mice and Magic: A History of American Animated Cartoons (New York: Penguin
Books, 1987), citado en el capítulo 1 (“Los creadores”) de Lessig (2005: 34-35). En línea: <http://
chato.cl/blog/es/2005/09/revisi_n_y_resumen_cultura_libre.html>.
9 Nota del traductor de libro de Lessig: En el original, el slogan de Apple, “Rip, mix, and burn”.
12 La sigla CERN corresponde a la Organización Europea para la Investigación Nuclear. La sigla pro-
visional fue utilizada en 1952; respondía al nombre en francés Conseil Européen pour la Recherche
Nucléaire, es decir: Consejo Europeo para la Investigación Nuclear.
Richard Stallman
Fig. 3.4. MCD #69. Net ART 2013. Rosa Menkman. En línea: <https://
c2.staticflickr.com/6/5562/14334190573_67b3c8730b_b.jpg>.
14 Una mirada lúcida sobre el tema es el libro de José Luis Brea “La era postmedia”.
16 Del artículo “¿Por qué no hablamos de propiedad intelectual? Arte y cultura en circulación. Intro-
ducción al derecho de autor y las licencias libres”.
Fig. 3.5. Industrias Culturales y Creativas. UNESCO (2010), Políticas para la creatividad. Guía para el
desarrollo de las industrias culturales y creativas. En línea: <http://1.bp.blogspot.com/-0nH5_
Xq5zqU/U6CGMawj2FI/AAAAAAAAG2c/TGMfAa4Jpks/s1600/ind+creatv.JPG>.
Copyright y Copyleft
18 <http://www.creativecommons.org.ar/>.
20 “Cultura Libre y Educación Hacker” (2013) es un trabajo audiovisual documental realizado para la
UNED. Un documento que refleja el proceso investigador sobre los valores educativos de las prác-
ticas artísticas y la cultura libre en la red. Dirigido por Carlos Escaño, producido por Nexus 6,5. Ver
en <https://vimeo.com/74514091>. Se puede acceder a su paper en “Educación Move Commons.
Procomún, Cultura Libre y acción colaborativa desde una pedagogía crítica, mediática y e-visual”
(2012). En línea: <http://revistas.ucm.es/index.php/ARIS/article/view/39078/40073>.
¿Copio o creo?
El costo cercano a cero tiene que ver con que las herra-
mientas digitales son en muchos casos de software
libre, y no requieren del pago de un canon para su
Bibliografía
Artelibre.org (2002). Licencia Arte Libre 1.2. En línea: <http://artlibre.org/licence/lal/
es/> (consulta: julio de 2016).
Asociación Civil Wikimedia Argentina (2007). ¿Cómo funcionan las licencias Creative
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ta: julio de 2016).
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Creatividad v1.0. Disponible en: <http://fcforum.net/sustainable-models-for-
creativity/how-to-manual> (consulta: julio de 2016).
Lessig L. (2004). Cultura Libre. Cómo los grandes medios usan la tecnología y la ley para
controlar la cultura y la creatividad. Disponible en: <https://www.jus.uio.no/sisu/
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Litwin, E. (2008). El oficio del docente y las nuevas tecnologías: herramientas, apremios
y experticias. Sistema de Información Científica - Red de Revistas Científicas de
América Latina y el Caribe, España y Portugal - Redalyc. Disponible en: <http://
www.redalyc.org/articulo.oa?id=449644447002> (consulta: julio de 2016).
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tad de expresión. Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Disponible en:
<http://cidh.oas.org/relatoria/section/Estudio%20Especial%20sobre%20el%20
derecho%20de%20Acceso%20a%20la%20Informacion.pdf> (consulta: julio de
2016).
_____. (2012). Arte y cultura en circulación. Licencias libres como alternativa al co-
pyright. Artica Centro Cultural Online. Disponible en: <http://www.articaonline.
com/2012/09/clase-2-licencias-libres-como-alternativa-al-copyright> (consulta:
julio de 2016).
UNESCO (2010). Políticas para la creatividad. Guía para el desarrollo de las industrias
culturales y creativas. Disponible en: <http://www.unesco.org/new/fileadmin/
MULTIMEDIA/HQ/CLT/images/UNESCOCulturalandCreativeIndustriesguide_01.
pdf> (consulta: julio de 2016).
Cecilia Ortmann
(Stallman, 1996)
157
Por lo general, aprendemos a utilizar con mayor o menor
facilidad cada uno de estos dispositivos —computadora, te-
léfono celular, libro electrónico— pero en muy pocos casos
podemos acceder al funcionamiento de los procesos que los
ponen en marcha. Sí sabemos que obedecen ciegamente las
órdenes, pero no de quien los está usando sino de quien los
programó. Entonces, si las instrucciones son escritas por se-
res humanos utilizando lenguajes de programación, la pri-
mera pregunta que nos hacemos es: ¿cómo y quién produce
esos programas que intervienen y regulan cada vez más as-
pectos de nuestra vida?
Para empezar, veamos algunas definiciones.
Un poco de historia
(Stallman, 1996)
Fig. 4.3. Símbolos de licencias con copyleft y de Licencia Pública General de GNU.
6 Enunciada por Linus Torvalds, ingeniero finlandés, creador del kernel Linux.
8 En Santa Fe, ley 12360/2004 y su modificatoria 13139/2010. En Río Negro, ley 4747/2012.
9 Petróleos de Venezuela Sociedad Anónima.
Bibliografía
Acuña, E. (2012). Licencias para el golpe de estado: el sabotaje a PDVSA. En Revista
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Salas, M. (2006). Género y software libre en América Latina. Un estudio de caso (ver-
sión borrador). En Zuñiga, L., Voces libres de los campos digitales: una investiga-
ción sobre el software libre en América Latina y el Caribe. Documentos adjuntos,
pp. 1-20. San José de Costa Rica, Bellanet Internacional.
Zuñiga Blanco, L. (2006). Voces libres de los campos digitales: una investigación so-
cial sobre el software libre en América Latina y el Caribe. San José de Costa Rica,
Bellanet Internacional.
Anexo
Licencias
Apache: <http://www.apache.org/licenses/>.
Comunidades
Verónica Xhardez
1. Introducción
1 Este capítulo recupera conceptos y desarrollos realizados para la clase “Economía Social y Soft-
ware Libre” del Posgrado de Economía Social y Dirección de Entidades sin fines de lucro de la
UNTREF (2015), así como abordajes teórico conceptuales de la tesis de maestría de mi autoría
citada en la bibliografía.
191
en lugares que, simplificadamente, implican una pérdida
de autonomía o de libertad.
El tipo de software que usamos importa. No sólo porque
atraviesa nuestras vidas cotidianas a partir de su incorpora-
ción en los innumerables artefactos que ya forman parte de
nuestro contexto inmediato (y no tanto), sino también por-
que se trata de un instrumento poderosísimo que gestiona
(y la mayoría de las veces controla) nuestra información y la
de otros, cuestión ineludible cuando se trata de su uso por
parte de los Estados (Amadeu, 2005).
Pero el software es también el resultado del trabajo de las
personas; es un producto de la cultura y, como tal, su valor
está en disputa y esta se expresa tanto en las discusiones so-
bre las intencionadamente desactualizadas normativas de
propiedad intelectual, como en las implicaciones de las di-
ferentes formas productivas aplicadas a la construcción de
un bien que es tan valioso como intangible.
Ambos movimientos se encuentran dando una lucha que
nos incumbe: la de la democratización del conocimiento,
una batalla que no es nueva pero que —a la luz de las tecno-
logías actuales— cobra un nuevo significado. ¿Qué acceso a la
información y al conocimiento y la cultura construimos hoy para
las generaciones futuras? ¿Cómo podemos asegurar sus derechos
en el marco de un desarrollo humano y productivo que considere
estos derechos como una de sus dimensiones?
A partir de las primeras preguntas de este apartado, nos
proponemos recorrer el contexto de estas luchas, los valo-
res comunes de ambos movimientos y sus implicaciones
para el desarrollo. También abrir nuevos horizontes para
el avance de las humanidades en estas problemáticas que
son interdisciplinarias y que pueden promover que to-
dos/as realicemos un ejercicio de desnaturalización de lo
dado como irreversible: saber que podemos elegir el soft-
ware que usamos o reflexionar críticamente sobre la forma
2 Entendemos al capitalismo informacional como aquél que moviliza trabajo para procesar y comu-
nicar información por medios adecuados, digitales, de procesamiento y comunicación (Dantas,
2003; Roldán, 2010). El mismo se desarrolla en el marco de una tercera revolución industrial infor-
macional (Freeman y Louca, 2002; Lojkine, 2002; Dantas, 2003 y 2002; Roldán 2008) y comienza
hacia fines del período fordista (1950-1970) en los Estados Unidos adquiriendo un mayor impulso
desde los años noventa por la incorporación de nuevas tecnologías que estimularon el crecimien-
to del trabajo realizado con y sobre la propia información en interacción y comunicación, y el
uso generalizado de TIC. Cabe recordar aquí que son varios los autores críticos que debatieron
sobre la posible periodización del capitalismo actual, entre ellos Berardi (2003), Moulier Boutang
(2004), Harvey (2001, 2004, 2006), Virno (2003, 2004) y Blondeau (2004).
3 Para reflexionar sobre ambos conceptos y su relación con el trabajo en el capitalismo actual, Dan-
tas (2006: 49) advierte: “Si la información en general procesa señales, la información humana,
porque es orientada por el conocimiento, procesará signos. El trabajo informacional humano
será, por naturaleza, sígnico, envolviendo toda una inconmensurable gama de posibilidades con-
notativas y pragmáticas” (mi traducción del original).
4 El buen conocer, concepto enmarcado en la idea ecuatoriana del buen vivir en toda su complejidad,
se presenta como el antídoto al efecto privatizador del conocimiento del capitalismo cognitivo,
promoviendo mecanismos y propuestas concretas para su superación que despejen el camino
hacia una matriz productiva diferente, en la que el valor de uso del conocimiento abierto se en-
cuentra en la base de su aprovechamiento. También es una iniciativa de investigación colabora-
tiva que puso en marcha conjuntamente el Ministerio Coordinador de Conocimiento y Talento
Humano de Ecuador, la SENESCYT (Secretaría Nacional de Educación Superior, Ciencia, Tecnología
e Innovación de Ecuador) y el IAEN (Instituto de Altos Estudios Nacionales), en un esfuerzo que
congregó los aportes sistematizados de mil quinientas personas (mil trescientas del Ecuador) y
que se materializó en el libro del Buen Conocer Modelos sostenibles y políticas públicas para una
economía social del conocimiento común y abierto en Ecuador, presentado en junio de 2015.
5 Cfr. capítulos 3 y 4.
La concepción de libertad
La premisa de la cooperación
6 Fuente: <https://www.debian.org/intro/about.es.html#who>.
7 Fuente: <http://www.softwarelibre.org.bo/traduccion/>.
9 <http://www.gcoop.coop/>.
10 <http://www.elvex.org.ar/>.
11 <http://www.facttic.org.ar/>.
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_____. (2004). Cuando el verbo se hace carne. Lenguaje y naturaleza humana. Buenos
Aires, Cactus - Tinta Limón.
Agustina Patrici1
Introducción
225
Como se verá más adelante, sucede que son temas que
pocas veces se trabajan en profesorados y escuelas, y en ge-
neral sólo se conoce una pequeña parte de las posibilidades
que existen en las tecnologías.
Nos pareció importante ayudar a visibilizar el “detrás de
escena”, a desnaturalizar las situaciones en las que utiliza-
mos las tecnologías, lo que hacemos con ellas, y entender
que nada es casual, sino que previamente alguien eligió
entre otras varias opciones. Existen más alternativas de las
que conocemos.
Creemos que la reflexión ciudadana respecto de las TIC
en la escuela podría traer nuevas cuestiones para trabajar
en clase y abriría el diálogo acerca de lo que les ocurre a los
alumnos frente a las pantallas.
Así, consideramos que estas prácticas sociales pueden
ser pensadas desde una perspectiva ciudadana, y que le in-
cumbe a las ciencias de la educación analizar las distintas
articulaciones que se pueden establecer en las escuelas en
relación a los derechos y las pantallas. De este modo, inten-
tamos hacer visibles dichas cuestiones a los docentes, en
primera instancia, para que luego sea plasmado en el aula y
se formen personas cada vez más autónomas.
Nosotras elegimos hacerlo a través de un video al que lla-
mamos “Un Clic, una decisión”, el cual se encuentra en una
página de Facebook con el mismo nombre. En dicha página
hay información extendida de los temas que abordamos en
el video para quienes estén interesados en indagar un poco
más.2 Este ha sido el producto que realizamos en el semina-
rio, poniéndonos en el rol de un licenciado en ciencias de la
educación que busca visibilizar una problemática y brindar
herramientas.
2 <https://www.facebook.com/unclicunadecision/?fref=ts>.
Llevar a las escuelas los temas que hoy en día son predo-
minantes en Internet es una de las formas de traspasar la
porosidad que existe entre la institución y la realidad co-
tidiana del alumno y la sociedad. A su vez, existen proble-
máticas muy interesantes para abordar en clase que pueden
ser utilizadas en diversas asignaturas y fomentar el pensa-
miento crítico en los alumnos.
En nuestro proyecto, además de abordar los temas antes
explicados, nos referimos a la cultura libre y propiedad in-
telectual. En este sentido, consideramos que son temas y/o
problemáticas que forman parte de nuestra sociedad de
hoy, y ser llevados a la escuela fomentarían la interioriza-
ción de los alumnos en la importancia que esto conlleva.
Cuando nos enfrentamos a situaciones como las del si-
guiente cuadro, ¿nos preguntamos por qué?, ¿existen alternati-
vas?, ¿nos lo preguntamos?
Proceso
3 <https://www.facebook.com/unclicunadecision/>.
4 <https://tecnologiasciudadanas.wordpress.com>.
Conclusiones
Cobo, C. (2009a). ¿Fin de las redes sociales? (leyendo entre líneas). En E-rgonomic,
apuntes digitales. En línea: <https://ergonomic.wordpress.com/2009/10/21/fin-
redes-sociales/> (consulta: junio de 2016).
Spiegel, A. (2013). Ni tan genios ni tan idiotas. Tecnologías: qué podemos enseñar a las
nuevas generaciones (que no sepan). Rosario, Homo Sapiens.
Stallman, R. (2004). Software libre para una sociedad libre. En línea: <http://www.
softwarelibrecr.org/documentacion/libros/richard_stallman-software_libre_
para_una_sociedad_libre> (consulta: junio de 2016).
Alejandro Spiegel
Perla Zusman
247
miembro de la carrera de Investigador del Consejo Nacional de Investigaciones
Científicas y Técnicas (Conicet), en la categoría independiente, con sede en el
Instituto de Geografía de la Universidad de Buenos Aires, y docente titular regular
de la carrera de Geografía de la Universidad de Buenos Aires. Sus trabajos de
investigación se desarrollan en el campo de la historia del pensamiento geográfico,
los procesos de formación territorial y las geografías culturales.
Rubén Carruego
Cecilia Ortmann
248
Verónica Xhardez
249
Este libro se terminó de imprimir en el mes
de junio de 2017 en los talleres gráficos de la
Editorial de la Facultad de Filosofía y Letras, UBA.
Puan 480, CABA.