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Alejandra Breglia
Explorar sucintamente la diferencia que establece Lacan entre el Nombre del Padre como
padre simbólico y el estatuto del padre en su última enseñanza -tratando de extraer
algunas de las consecuencias clínicas que se pueden desprender de esta orientación-
puede permitirnos reconocer la presentación actual de la función del padre, las
variaciones del padre durante el análisis, -como así también- el destino posible del amor
al padre al final de la cura para un sujeto.
En la teoría Lacaniana desde el padre simbólico hasta el padre como perversión se abre
un abanico de variaciones sobre la conceptualización de la función paterna que requiere
una delimitación precisa para pensar la clínica de nuestra época, época que Lacan
designó como la del ascenso al cénit social del objeto a.
Así, analizando la función paterna, tanto en el mito como en la metáfora, Lacan busca
despegar la función de la persona del padre. Y es en este nuevo sentido que puede
entenderse la afirmación siguiente: "El Nombre-del-Padre hay que tenerlo, pero también
hay que saber servirse de él". [4]Seguramente esta cita adquiere otro esclarecimiento con
los desarrollos de El Seminario 23, "El sinthome" (1975-1976) [5] donde trabajará la
cuestión del padre en tanto sinthome.
Por tanto se pregunta si la nominación simbólica basta para soportar la función del
Nombre del Padre o si resulta que el padre deberá ser interrogado a nivel de lo real. La
primera parte de la pregunta Lacan la fue respondiendo a lo largo de su enseñanza
puesto que se dedicó a efectuar de manera continua y persistente un descompletamiento
del padre simbólico. En efecto, la nominación simbólica no basta, el padre del nombre no
es la última palabra de Lacan acerca del padre. El Nombre del Padre pierde así la
exclusividad de lo simbólico para ser interrogado a nivel de lo real.
A modo de conclusión:
No es sin este recurso que Lacan nombra "pére-versión paterna" que podemos en la
clínica psicoanalítica articular de alguna manera posible la función del padre dejando atrás
definitivamente lo universal del padre. Dicha pere-versión consiste en hacer surgir el
objeto a como causa del deseo, del deseo del padre. Para ello es preciso que haga de
una mujer el objeto a que causa su deseo. Aquí se plantea una solidaridad entre el padre
y el síntoma; el padre está en la posición de existe al menos uno.
Con la última enseñanza de Lacan entramos en una clínica donde el Nombre del Padre es
una suplencia entre otras, es la modalidad estándar y también la forma más lograda de
suplencia frente al real de la no relación sexual. Entonces, podríamos decir que en un
análisis se trataría de ¿ir más allá del padre para servirse de él como síntoma (sinthome)
y esto sería lo más singular de cada sujeto?
NOTAS
1. Lacan, J., El Seminario, Libro 3, Las Psicosis, Editorial Paidós, Bs. As, 1990.
2. Lacan, J., "De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis",
Escritos 2, Editorial Siglo XXI, Bs. As., 1985.
3. Lacan, J., El Seminario, Libro 4, La relación de objeto, Editorial Paidós, Bs. As.,
1994.
4. Ibíd., p. 160.
5. Lacan, J., El Seminario, Libro 23, El sinthome, Editorial Paidós, Bs. As., 2006.
6. Lacan, J., El Seminario, Libro 17, El reverso del psicoanálisis, Editorial Paidós, Bs.
As., 1999.
7. Lacan, J., El Seminario, Libro 20, Aún, Editorial Paidós, Bs. A., 1981.
8. Ibíd., p. 96
9. Ibíd.
10. Ibíd.
11. Cada vez que aparezca Ix se debe leer Phi de x, no existe el símbolo correcto en el
Word
12. Lacan, J., El Seminario, Libro 23, El sinthome, Editorial Paidós, Bs. As., 2006.
13. Ibíd, p. 21.
14. Ibíd., p. 20.
15. Ibíd., p. 99.
Un recorrido diacrónico a través de las elaboraciones sobre el Nombre del Padre, pone de
relieve las incidencias epistémicas y clínicas que derivaron de los virajes del pensamiento
de Lacan. Contexto que permitirá distinguir claramente los efectos que conlleva la
pluralización del Nombre del Padre.
La primera referencia que hace Lacan a los nombres del padre, está en "Función y campo
de la palabra", un escrito del año 1953, donde articula el concepto de Nombre del Padre a
la clínica.
Plantea lo siguiente: "en el Nombre del Padre es donde tenemos que reconocer el sostén
de la función simbólica que desde el albor de los tiempos históricos, identifica a su
persona con la figura de la ley. Esta concepción... y de ello resulta un modo de
comprensión que va a resonar en la conducción misma de las intervenciones. La práctica
nos ha confirmado su fecundidad tanto a nosotros como a los alumnos a quienes hemos
inducidos a este método. Hemos tenido a menudo la oportunidad de los controles y en los
casos comunicados de subrayar las confusiones nocivas que engendra su
desconocimiento".
Es en ese momento que Lacan introduce los tres registros, es la base de su plataforma de
retorno a Freud. Son los tres nombres, ya que justamente se trata de un acto de
nominación -real, simbólico e imaginario- a partir de los cuales gira la enseñanza y la
práctica de Lacan. En toda la obra de Lacan, a partir de esa conferencia, se debate entre
lo simbólico, lo imaginario y lo real.
Para entrar en debate con el planteo de Freud, podemos decir que nuestra época no es la
época del progreso en la espiritualidad y la renuncia de lo sensual, de lo sensorial. La
cultura, la civilización actual, no se sostiene de la renuncia sino más bien en un mandato
de goce, en una promoción de lo sensorial, del goce, de la sensualidad. No es el ideal del
progreso en la espiritualidad del iluminismo, de la ciencia positivista que todavía se
sostenían en la época de Freud.
En la opera de Mozart La flauta mágica, hay una lucha entre la reina de la noche, la
maldad femenina, y esa cofradía fraterna que trae la razón, la ley de los hombres. Ahí
podríamos encontrar esta oposición que plantea Freud, el padre del lado de la civilización
y, lo femenino, la madre, del lado de esta reina oscura de la noche. Se podría decir que es
una manera de escribir la metáfora paterna. Por un lado, la ley, por otro lado, la boca del
cocodrilo, parafraseando al Lacan del seminario XVII.
En la década del noventa se decía que ya no había clínica del Nombre del Padre, que
ésta había quedado atrás. Parece que no fue tan así. El próximo Congreso de Roma de la
Asociación Mundial del Psicoanálisis es sobre el Nombre del Padre; también en el arte, en
la literatura, en el cine fundamentalmente, hay un retorno de la cuestión del padre. En
este retorno, en general, se trata de argumentos donde los lazos se rompieron en algún
momento y, posteriormente hay un retorno. Se podrían ubicar una serie de películas: El
abrazo partido, Herencia de sangre, Las invasiones bárbaras, El gran pez. Es
sorprendente cómo en todas las películas vuelve la cuestión del padre.
Volviendo a Lacan, al modo en que introduce la cuestión del Nombre del Padre,
podríamos ubicar que en la primera enseñanza de Lacan, el Nombre del Padre, tiene una
función teórica. Hay un Nombre del Padre como función simbólica, que ningún padre la
alcanza, todo padre es discordante con esta función. Es muy llamativo, por ejemplo, en
relación al caso Juanito; al padre, Lacan lo elogia como inteligente, macanudo,
compañero, etc. pero como función carente, el único mérito –dice Lacan- es haberlo
llevado a Freud. Entonces, en El Seminario 4 Lacan ubica su análisis del caso Juanito a
partir de la carencia paterna.
Lo dice también en relación al hombre de las ratas: "El padre no sólo sería el Nombre del
Padre sino, realmente un padre que asume y representa en toda su plenitud esta función
simbólica, encarnada, cristalizada en la función del padre. Pero resulta claro, que ese
descubrimiento de lo simbólico y lo real, es completamente inasible, que al menos en una
estructura social similar a la nuestra, el padre siempre en algún aspecto es un padre
discordante en relación con su función. Un padre carente, un padre humillado como diría
Claudel. Existiendo siempre una discordancia extremadamente neta entre lo percibido por
el sujeto a nivel de lo real y esta función simbólica"... "En esa desviación reside ese algo
que hace que el Complejo de Edipo tenga su valor de ningún modo normativizante, sino
generalmente patógeno".
Hay una dificultad con este planteo acerca del Nombre del Padre, es el mismo Lacan el
que lo va a reformular en la clase del seminario inexistente, "Los nombres del padre". La
función del padre, esta función simbólica, teórica, ideal, en el sentido hegeliano. (La
función para Hegel es una función universal, que deja de lado lo particular). Lacan realiza
una gran reformulación a partir del seminario de la angustia y del seminario Los nombres
del padre, del cual sólo hay una clase, ya que no continuó su dictado. Antes de Los cuatro
conceptos fundamentales del psicoanálisis, da la única clase de este seminario y es
excluido de la lista de didactas en la IPA.
Suspende el seminario de los nombres del padre y comienza el seminario de los cuatro
conceptos, cuyo título inicial era "Los fundamentos del psicoanálisis", luego se lo llamó
"Los cuatro conceptos...". Cambia de lugar y también cambia de público, el público de los
cuatro conceptos es Levi-Strauss, Henry Ey, etc. Su excomunión de la Asociación
Psicoanalítica Internacional, constituye una especie de ruptura con el Nombre del Padre
del psicoanálisis.
La primer ruptura está en el planteo de "Simbólico, imaginario y real" del ‘53 y, la segunda
ruptura es en el ‘63, donde hay un pasaje del Nombre del Padre como función ideal,
universal, a los nombres del padre.
En el Seminario 23, RSI, que es del ’73 Lacan plantea: Real, simbólico e imaginario –
invierte el orden de las letras-, llama justamente a real, simbólico e imaginario: nombres
del padre, que constituyó en su acto de nombrar. Es decir que ubica su primer formulación
de los tres registros e inmediatamente introduce al Nombre del Padre; posteriormente en
la última enseñanza van a aparecer los tres registros como nombres. Allí, el nombre está
referido a un acto y el significante está referido a la cadena significante o al S1.
Lacan en su primera época llama al Nombre del Padre, significante del Nombre del Padre.
Es un significante que tiene la particularidad de que no va bien con el conjunto, aunque
tiene una función respecto del conjunto.
En la última parte de su enseñanza, a los tres registros, Lacan los llama nombres del
padre.
Hay una formulación en El Seminario 23, donde dice que del Nombre del Padre, se puede
prescindir, a condición de servirse. Respecto de esto, encontramos un debate en Lacan
mismo, ya que en el El Seminario 22 encontramos que del Nombre del Padre no se puede
prescindir, porque si se prescinde, los registros se sueltan.
Entonces, hay un momento de Lacan donde pone en el centro el objeto a y parece que es
posible un nudo borromeo donde real, simbólico e imaginario están anudados. Luego, hay
algo en el nudo de tres que no cierra, tal como al inicio de su enseñanza hay algo que en
el Otro no cierra.
Se puede decir que hay un salto, hay pasaje, entre estructura y topología, que es el
pasaje de escribir al sujeto como sujeto barrado representado por un significante para
otro, a ubicar el anudamiento en real, simbólico e imaginario como nudo borromeo o –más
adelante- como real, simbólico e imaginario y un cuarto término que es el sínthome. La
estructura del sujeto barrado proviene de la lingüística, de la vertiente de Levi-Strauss en
su antropología estructural.
En el párrafo citado anteriormente referido al padre discordante, carente, este padre que
siempre está en discordancia con la función, parecería que es un padre sintomático
respecto de una función ideal.
Resulta llamativo el hecho de que toma un síntoma de una neurosis infantil, que no es un
síntoma definitivo, sino que -en el mismo trabajo del padre, de Freud, y a lo largo del
caso- va variando en sus formas hasta que desaparece. Lacan en ese punto es muy
preciso ya que ubica a todos los mitos que construye Juanito como intentos de simbolizar
ese goce. Concretamente, simbolizar el pene, con la mejor resolución que pudo tener
Juanito. En ese punto, no es la carencia paterna, sino el modo en que esa respuesta está
anclada en los nombres del padre; la fobia misma ya no es suplencia de una carencia,
sino que es un recurso, es un modo de respuesta.
Aquello que es del orden del sujeto de la cultura, del progreso en la espiritualidad tiene
que ver con poder metaforizar la cosa, das ding, el deseo materno.
La metáfora paterna, está en la misma línea de "la palabra mata a la cosa", el significante
ya es una especie de interpretación del objeto primordial. El movimiento en Freud en la
metapsicología, es un punto muy importante en su enseñanza, pero no es a donde Freud
llega. Se encuentra, después de pensar el aparato sostenido en la represión, con niveles
de resistencia. La primer resistencia que se podría ubicar, en la época de la
metapsicología, es la transferencia. El modelo de la represión había sido la histeria, y el
modelo de la compulsión, la neurosis obsesiva. Freud se empieza a preguntar por la
compulsión, por los estragos de la guerra, que era el gran problema político de aquel
momento (las neurosis de guerra), e introduce la pulsión de muerte. Ya la pulsión de
muerte, el recuerdo en acto, la compulsión, no van en una misma línea metafórica. La
metáfora es un intento defensivo, mediante el cifrado, de hacer con lo traumático. Sin
embargo en Más allá del principio del placer plantea la compulsión a la repetición, los
sueños traumáticos, el fort-da, las resistencias en transferencia, como un intento de ligar.
También hay allí un pensamiento topológico. Hay un intento de enganchar, de enlazar
aquello que no se puede terminar de ligar. Es verdad que el primer Freud tenía la ilusión
que por la palabra se podía tramitar lo traumático y se podía reducir lo real.
El primer Lacan, de El Seminario 1, si bien tiene un real externo, la operación del análisis
es un trabajo de simbolización de lo imaginario.
Es por eso que el Nombre del Padre -que es un término que Lacan toma de la religión
para dar cuenta de la función simbólica padre- tiene inicialmente una función metafórica y
posteriormente, con el paso a los nombres del padre, va a tener otro estatuto, la
nominación.
La Biblia comienza con el acto de nombrar, se trata de un nombrar por la palabra. Lacan
postula que el Nombre del Padre en la Biblia, cuando aparece en la zarza ardiente, es
"soy el que soy", no es un nombre propio, sino que es el nombre que no se puede decir.
Sobre la cuestión del nombre, es muy interesante toda la tradición religiosa respecto del
acto de nombrar, ya que justamente, el último Lacan va a ubicar en el centro una función
de la palabra, el acto de nombrar, distinta a su función metafórica, significante. Ya no se
trata de que "la palabra mata a la cosa", sino que, extremando el asunto, que la palabra
es la cosa. Para decirlo de otro modo, el fundamento del lenguaje no es la cosa, sino,
lalengua como real.
"[…] de golpe leí la respuesta al acertijo de Blanche Adney. Era todo público y no tenía
vida privada correspondiente, al igual que Clare Vawdrey era todo privado y no tenía
correspondiente vida pública."
Henry James
Sabemos, a partir de la única clase del seminario inexistente sobre "Los Nombres del
Padre", que el Nombre del Padre es un semblante.
El título mismo de ese seminario, que consta sólo de una clase, nos muestra que el
Nombre del Padre ya no existe. O dicho de otro modo que el Nombre del Padre no es
más que un semblante. Este comentario podría terminar aquí. Hay un antes y un después
en la enseñanza de Lacan a partir de esa única clase del seminario que Lacan jamás
terminó.
La pluralización de los Nombres del Padre cuestiona de manera radical la primacía del
Nombre del Padre.
Sin embargo, Lacan nos dejó una lección de ese seminario a la que podríamos llamar
Seminario "10 y medio", a la manera de Fellini "8 y medio". Porque lo que se esboza allí
determina la lógica de los seminarios anteriores e ilumina las versiones del padre en sus
seminarios posteriores. [1]
El padre, que a partir de este seminario "10 y medio ", 10 y medio en tanto se sitúa y no
de manera contingente, entre el seminario 10 y el 11, el Nombre del Padre pasa a ser uno
entre otros. Incluso pasa a ser el Nombre de una función que se puede escribir NP (x),
porque interroga para cada uno la función del Nombre del Padre. [6]
La operación del Nombre del Padre es la metáfora de la presencia del padre. La metáfora
vuelve ausente al padre mismo. Lo que divide al Nombre del Padre en una teoría sobre el
padre y una teoría sobre el nombre. Es decir que Lacan ya había asestado un golpe a la
figura del padre en Freud tornándolo verbo, volviéndolo significante. A la vez el concepto
de Nombre del Padre, está advertido de la discordancia que llamamos aquí Espíritu Santo
tal como aparece en el Capítulo 3 de El Seminario 4.
Lacan objeta, en la única clase del seminario inexistente sobre los Nombres del Padre a
Hegel desde Kierkegaard y nos habla del "temor y temblor" con relación al sacrificio de
Abraham. Temor y temblor que objeta al universal del semblante e introduce el goce
mediante la figura de la zarza ardiente.
La forclusión del Nombre del Padre en la psicosis es la prueba del fracaso del semblante.
El Nombre del Padre, entonces, es un artificio.
Más adelante, en El Seminario 17, Lacan hablará de la inconsistencia del padre en Freud.
Ya que en Freud aparecen tres figuras del padre: el buen padre del Edipo, el padre feroz
de "Moisés y el monoteísmo" y el padre darwiniano de Tótem y tabú. [7]
El cuestionamiento del Nombre del Padre implica que, de algún modo, todos hacemos un
nombre propio más allá del Nombre del Padre, aún si el Nombre del Padre es una de sus
posibles suplencias.
El padre no es una figura, es una función. En algún sentido cumple una función religiosa,
la de enlazar lo simbólico y lo imaginario. Es por eso que hay que relativizar el "todos
joyceanos". El Nombre del Padre no es más que un semblante sólo si lo simbólico y lo
imaginario se anudan con lo real. De lo contrario, será el síntoma como en el caso de
Joyce, el que anude.
Por eso, la única clase del seminario existente sobre los Nombre del Padre, explica
retroactivamente la función del padre y anticipa lo que será en la última enseñanza de
Lacan, el padre-síntoma.
Lacan, al considerar al Nombre del Padre como una función, nos da la posibilidad de
pensar la distancia que hay entre el padre como función simbólica y el padre como
existente. [8]
También por esta razón, a partir de esta única clase, el padre muerto no será para Lacan
un buen modelo para la excepción. No se trata del padre terrible que lo dice todo, ni del
padre muerto que se calla para siempre. El último Lacan nos va a proponer en R.S.I. [9] y
en Le sinthome [10], pensar al padre en tanto padre deseante, no como padre terrible ni
como padre muerto. Tampoco es el padre de la histérica, tal como es presentado en El
seminario 17, portador de un título, antiguo combatiente que es deseante en tanto
impotente. Se va a tratar del padre como excepción sintomática. Es un padre que tiene
como síntoma a una mujer, variante del síntoma que hace de una mujer el objeto causa
de su deseo. Pero aquí estaríamos ya en el último movimiento de la enseñanza de Lacan.
Sin embargo, el "seminario inexistente" anticipa esta lógica, ya que ubica el nombre de
goce más allá del Nombre del Padre. Es por eso que aparece después del seminario de
"La angustia". El seminario 10 introduce al objeto a, Lacan concluye que si hablamos de
objeto a, ya no podemos hablar de Nombre del Padre, se tratará de los Nombres del
Padre, pluralizados. Lacan introduce aquí entonces, la excepción necesaria al universal
para poder arribar a lo existencial.
El Dios del sacrificio de Abraham no es el Dios de los filósofos ni el de los sabios, sino el
Dios de Isaac, Abraham y Jacob, no es un Dios Sujeto- supuesto-Saber, es decir un Dios
de la religión del padre muerto, sino un Dios con un deseo. No es ya el Otro del
significante, es un Dios que tiene el estatuto de un real sin concepto, alrededor del cual
giran los Nombres del Padre. [11]
El Dios que dice "Soy lo que soy" ya no es el Gran Otro, está más cerca del a. Pero no es
todavía el padre-síntoma del final.
Con el seminario de los "Nombres del Padre", la metonimia del goce se opone a la
metáfora paterna. El binario goce y sentido que atraviesa toda la enseñanza de Lacan se
pone de manifiesto acá de una manera privilegiada. A partir de este seminario se trata del
deseo del padre y ya no del Nombre del Padre que metaforiza el deseo de la madre.
Cuando Lacan va más allá del Nombre del Padre, comienza a ocuparse del deseo del
padre y de la causa de su deseo. [12]
Hasta entonces se había ocupado del deseo de la madre y de la operación que el Nombre
del Padre realiza sobre ese deseo.
Lacan comenzó por una definición de lo real según la cual lo real es el sentido, pero al
final de su enseñanza arribará a la idea de un real fuera de sentido. Como nos lo dice J.-
A. Miller en La experiencia de lo real…: el inconsciente hace su soliloquio en el semblante
para defenderse de lo real.
Ahora bien, si el Nombre del Padre es un semblante, ¿podemos pensar un mundo sin
Nombre del Padre? Para Lacan no es posible mantener una comunidad de vida humana
sin el recurso a la herramienta del padre. [14]
Lacan leyendo a Freud ubicó el lugar vacío del padre muerto. Pero el culto a la tumba
vacía puede dar lugar a la destrucción del deseo. Es por esto que en la clase del 21 de
enero de 1975 de su seminario R.S.I., Lacan introduce de otro modo las funciones de
excepción: "Un padre no tiene derecho al respeto, ni al amor, más que si el supuesto
respeto y el supuesto amor, están "perversamente" orientados, es decir hace de una
mujer, objeto a que causa su deseo."[15]
Concluyo con una cita de J.-A. Miller: "No pedimos ningún privilegio para el Nombre del
Padre. El Nombre del Padre es un síntoma, es mucho más banal que los otros. Es un
síntoma que sirve para todo, un felpudo, no tiene el refinamiento, el estilo exquisito de
algunos síntomas […] Solo que, como instrumento, es sin embargo el más eficaz. [16]
Se trata entonces de ir más allá del semblante del Padre, a condición de servirse de él.
7. Lacan J., El seminario, Libro 17, El reverso del psicoanálisis, Buenos Aires,
Editorial Paidós, 1992.
11. Miller J.-A., El banquete de los analistas, Buenos Aires, Editorial Paidós, 2000.
12. Miller J.-A., Comentario del Seminario inexistente, Buenos Aires, Manantial, 1992.
13. Miller J.-A., Curso 2004-2005, Clase del 15 de diciembre de 2004, inédito.
14. Laurent E., "Recomposer le Nom-du-Père", Élucidation 8/9, Hiver 2003-2004, Paris,
Verdier.
Bibliografía general:
James Henry, La vida privada, Buenos Aires, Ediciones Nuevo Siglo S.A., 1997.
Aramburu Javier., El deseo del analista, Buenos Aires, Editorial Tres Haches, 2000.
Katz Linda, Aramburu Javier, Torres Mónica, Negri María Inés y otros, Una práctica
en acto, Buenos Aires, Editorial Atuel, 1995.
Mazzuca Roberto y otros, Las dos clínicas de Lacan, Buenos Aires, Editorial Tres
Haches, 2000.
Torres Mónica y Katz Linda, Los nudos del amor, Buenos Aires, Colección Enlaces,
1998.
Katz Linda y Sánchez Blanca, "Del padre freudiano al padre lacaniano", Revista
Enlaces N° 9, Buenos Aires, 2004.
INTRODUCCIÓN
El trabajo que aquí presentamos expone una de las vías de ingreso a nuestro actual
proyecto de investigación UBACyT 20020100100016 correspondiente al período 2011-
2014 "Versiones del padre en el último período de la obra de Jacques Lacan": el
interrogante por la pluralización que lleva del nombre del padre a los nombres del padre
en la enseñanza de Lacan.
La expresión "nombre del padre" se menciona ya en el temprano "Seminario sobre el
hombre de los lobos" que Lacan dictó entre 1951 y 1952 (cf. Lacan 1951-52) y se
formaliza como significante a lo largo de los años '50 operando en la metáfora paterna (cf.
Lacan 1957-58: cap. IX-XI y 1958a)- a partir de sustituirse al deseo de la madre y hacer
lugar así a la significación fálica-, a la vez que su forclusión entrega a ese primer Lacan la
razón de estructura de la psicosis (cf. Lacan 1957-58: cap. VIII y 1958a). Luego, puede
encontrarse ya su pluralización en su enseanza posterior, desde los años '60: la que
conduce a Lacan del "nombre del padre" a los "nombres del padre". Aunque, es preciso
indicarlo, sin desterrar el singular, cuyas apariciones se constatan, al lado del plural, hasta
en sus últimos seminarios en los '70.
LA PRIMERA OLEADA
El plural "nombres del padre" se introduce sobre el final del Seminario 10 de Lacan: allí
situamos pues, el inicio de la primera oleada de su pluralización. En la última clase de "La
angustia" se anuncia, justamente, que el seminario que le sigue versará sobre… "los
nombres del padre": "Si el año próximo todo ocurre de tal forma que pueda proseguir mi
Seminario de acuerdo al camino previsto, voy a darles cita no sólo en torno al nombre,
sino a los Nombres del Padre" (Lacan 1962-63: p. 364).
Como es sabido, el décimo primer seminario de Lacan no fue dictado inalmente bajo ese
título. Efectivamente, el 20 de noviembre de 1963, en la que hubiese sido su primera
clase -y fue la única (cf. Lacan 1963)- Lacan lo suspendió a raíz de su expulsión de la
International Psychoanalytic Association (IPA) - lo que él , acercándose a Spinoza, pudo
denominar su "excomunión" (cf. Lacan 1964: p. 11-12) -. Y cuando lo retomó, su título ya
no era "Los nombres del padre" sino "Los fundamentos del psicoanálisis" -establecido
luego como "Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis" (cf. Lacan 1964) -.
Y bien, en esta primera fase de pluralización, que situamos entre la última clase del
Seminario 10 (cf. Lacan 1962-63) y el inicio del Seminario 21 (cf. Lacan 1973-74) -donde
más adelante fecharemos el comienzo de la segunda-, a las referencias a "los nombres
del padre" Lacan las acompaña, invariablemente 1, de alusiones a esta "excomunión", cier
tamente de una crítica a la IPA -a la que considera estructurada del mismo modo que
Freud pensó al ejército y a la iglesia (cf. Freud 1921)- pero, asimismo, de una puesta en
cuestión del propio deseo de Freud -al cual no juzgó ajeno a tal estructura que supuesta
para la IPA-.
De todo ello se sigue que es la faz religiosa -¿militar también?- del deseo del "padre del
psicoanálisis" la que viene a ser corroída por esta primera oleada de pluralización de los
nombres del padre. Aquí agregaremos, muy brevemente, que ésta no hubiese acontecido
sin la tachadura que, al menos desde el Seminario 5 (cf. Lacan 1957-58), pesa sobre el
Otro -S (A)- y el establecimiento, entre el Seminario 7 (cf. Lacan 1959-60) y el Seminario
10 (cf. Lacan 1962-63) de la dimensión real del objeto (a). En suma, dos reales que
obstaculizan, precisamente, la preminencia de la que gozaba, hasta entonces, el unitario
significante del nombre del padre
LA SEGUNDA OLEADA
¿Esta marca es sin razón? No lo creemos. Encontramos más bien en este Seminario 21
lo que consideramos el punto de partida de un nuevo abordaje de "los nombres del padre"
-a esto llamamos la segunda oleada en lo que respecta a su pluralización-, que tendrá su
punto cúlmine hacia el final del Seminario 22.
En efecto, la clave del nuevo tratamiento que Lacan le da a los nombres del padre en esta
segunda fase de su pluralización, parte de la consideración novedosa de la operación de
la nominación que se encuentra en "RSI" como pasaje del nombre del padre al padre del
nombre o al padre como nombrante -y así de los nombres del padre, podríamos decir, a
los padres del nombre- y, especialmente, su modulación -la de la nominación- entre los
tres registros, lo que le permitirá plantear, en ese seminario, tres formas de nominación
-imaginaria (la inhibición), simbólica (el síntoma) y real (la angustia)-, en in, tres nombres
del padre -o tres padres del nombre-, capaces de operar el anudamiento borromeo de los
registros.
Por esa vía -que a continuación examinaremos de cerca- la pluralización de los nombres
del padre alcanzará, en esta segunda oleada de los años 70', un estatuto impensado en la
enseñanza de Lacan de la década anterior: será, precisamente, la clave del lazo entre lo
simbólico lo imaginario y lo real, alcanzando una operatividad clínica que aquí nos
interesa destacar.
EL "NOMBRAR-PARA"
Allí se tiene a la madre cuando, haciendo lugar al nombre del padre, "es reducida a
traducir ese nombre por un no" (ibíd.). Logra transmitir al hijo, así, diríamos, un no…
amoroso, que no es sin la referencia paterna.
Pero Lacan señala que "lo que vivimos es muy precisamente esto: […] la pérdida, la
pérdida de lo que se soportaría en la dimensión del amor […] a ese nombre del padre se
sustituye una función que no es otra cosa que la del 'nombrar para'. Ser nombrado para
algo, he aquí lo que despunta en un orden que se ve efectivamente sustituir al nombre del
padre. Salvo que aquí, la madre generalmente basta por si sola para designar su
proyecto, para efectuar su trazado, para indicar su camino" (ibíd.)
Este es el punto que nos interesa resaltar: con el "nombrar-para" lo social "toma
predominio de nudo". Aquí, en efecto, el "nombrar para" anuda, enlaza, entrama…
restituye. Pero como se indica en la cita, el orden que llega a restituir es uno de hierro. En
ello se distingue de aquel -más o menos maleable, más o menos lexible, más o menos
elástico- que el nombre del padre proporciona, como lo enseña Lacan desde temprano a
partir de su metáfora paterna y la significación del falo que le es correlativa 3.
Así, este orden de hierro, inflexible, del "ser-nombrado-para" termina ligado, en este
desarrollo del Seminario 21, con el "retorno del nombre del padre en lo real, en tanto que
precisamente el nombre del padre está verworfen, forcluido, rechazado" (ibíd.), es decir,
con la psicosis tal como era abordada por el primer Lacan (cf. especialmente Lacan 1955-
56 y Lacan 1958a). Y, retomando los términos mismos de su primera enseñanza -aunque
de un modo más extendido si se quiere, puesto que llega en este caso hasta lo social-, el
"ser nombrado para" -"signo de una degeneración catastrófica" (Lacan 1973-74: 19-3-
74)-, se propone como una forma psicótica de anudamiento.
Ahora bien, hasta este momento del seminario Lacan todavía intentaba sostener la
propuesta de la cadena borromea mínima, la de tres eslabones -se verá enseguida que
luego termina desplazándola, al preferir la de cuatro- y, por ello, a esta función de la
nominación la supone aún, en esta clase del Seminario 22, parte de lo simbólico mismo
-es decir, no constituyendo todavía un cuarto eslabón que anuda a los tres registros-:
"Quién no ve que esta historia nos deja en el tres, a saber que, como podía esperarse de
ello, lo que es de Ia distinción en lo simbólico del dar-nombre forma parte de ese
simbólico, como lo demuestra esto, que la adjunción de ese cuatro es de alguna manera
superflua" (ibíd.).
Pero solo un mes después se produce el vuelco que lo lleva a pasar de la cadena de tres
a la de cuatro anillos. En la clase del 15 de abril de 1975 lo indica y extrae las algunas
consecuencias de ello: "De tres [consistencias], no se sabe nunca cuál de Ias tres es real;
es precisamente por eso que es necesario que sean cuatro, porque el cuatro es […] el
nombre del padre. La nominación, es la única cosa de la cual estemos seguros que eso
hace agujero. […] quizás un día -por qué no el año próximo, al paso en que persisto-
trataré de mostrarles lo que de todos modos, de los nombres del padre, sí yo lo acoplo, a
ese nombre del padre, a lo simbólico, para hacer de él el más uno por el que se asegura
manifiestamente […] Pero quizás, esos nombres del padre, podemos especificar que
después de todo no sólo lo simbólico sea lo que tenga el privilegio de eso, que no es
obligatorio que sea al agujero de lo simbólico que esté unida la nominación. Lo indicaré el
año próximo (ibíd.: 15-4-75).
En otros lugares (cf. Schejtman 1996, 2007, 2008) hemos mostrado que en la cadena
mínima de tres eslabones, los registros son tan simétricos que no es posible distinguirlos:
sólo el cuarto introduce la disimetría que quiebra la homogeneidad entre ellos. No deja de
sorprender que en la cita sea lo real el registro que a Lacan le interesa aislar
específicamente. De cualquier forma lo importante es esto: "es necesario que sean
cuatro".
Luego, se indica que el cuarto es propiamente el nombre del padre, pero inalmente…
pluralizado -lo que queda claro en el recorrido que aquí resumimos-: se trata de la
nominación que Lacan acopla primero a lo simbólico, pero enseguida a cada uno de los
registros. Es posible que estos "nombres del padre", estas formas de la nominación,
entonces más bien "padres del nombre", se acoplen -o redoblen- no sólo a lo simbólico si
no también a lo imaginario y lo real.
Así pues, en la última clase del Seminario 22 se abre la vía que conduce a situar a la
nominación en tanto que cuarto término capaz de enlazar de modo borromeo a los tres
registros, pero introducida como un redoblamiento posible de cada uno de ellos. En
efecto, si lo simbólico no tiene el privilegio exclusivo de unirse a la nominación, si hay
espacio allí también para lo imaginario y lo real, ¿por qué no distinguir una nominación
imaginaria, una real y una simbólica?
De ese modo procede Lacan: diferencia una nominación imaginaria que adjudica a la
inhibición, una nominación real que atribuye a la angustia y, por último, una nominación
simbólica que reserva para el síntoma: "... nominación de lo imaginario como inhibición,
nominación de lo real como lo que se encuentra que sucede de hecho, es decir angustia,
o nominación de lo simbólico, quiero decir implicada, lor de lo simbólico mismo, a saber
como sucede de hecho bajo la forma del síntoma..." (Lacan 1974-75: 13-5-75).
Inhibición, síntoma y angustia terminan así propuestos al inal de "RSI" como "nombres del
padre" capaces de anudar a los tres registros que ya no consiguen por sí mismos
enlazarse. Ello es lo que vuelve, en última instancia, clínicamente operativos a los
nombres del padre -aquí los tres miembros del trío freudiano de 1925 (cf. Freud 1925)-,
puesto que a partir de estas consideraciones queda expeditos los caminos para una
"clínica de las nominaciones" que pueden anudar de diversos modos los tres registros
lacanianos. Nuestra investigación se ocupará, entre otras cosas, de examinarlos en los
niveles de la dirección de la cura y las construcciones nosológicas.
1 Cf. Lacan 1964: p. 20, 256 y 271, Lacan 1965-66: 15-6-66, Lacan 1966-67: 23-11-66, 25-1-67, 7-6-67,
Lacan 1967-68: 21-2-68, Lacan 1971-72a: 14-6-72, Lacan 1971-72b:3-3-72, 1-6-72-.
2 Sea que se ponga el acento en el nombrante o en el nombrado.
3 Cf. también el distingo entre la metáfora paterna y la metáfora delirante, justamente a partir de la movilidad
y elasticidad de la primera en oposición a la fijeza y rigidez de la segunda, en Mazzuca, Schejtman y Zlotnik
2000: p. 131-132.
Referencias bibliográficas
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3- Lacan, J. (1951-52): Seminario sobre el Hombre de los Lobos, inédito.
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5- Lacan, J. (1957-58): El seminario. Libro 5: Las formaciones del inconsciente, Paidós, Barcelona, 1999.
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Siglo Veintiuno, México, 1984.
7- Lacan, J. (1959-60): El seminario. Libro 7: La ética del psicoanálisis, Paidós, Buenos Aires, 1988.
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9- Lacan, J. (1963): "Introducción a los nombres del padre", 20-11-1963. En Lacan, J., De los Nombres del
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10- Lacan, J. (1964): El seminario. Libro 11: Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Paidós,
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11- Lacan, J. (1965-66): El seminario. Libro 13: El objeto del psicoanálisis. Inédito.
12- Lacan, J. (1966-67): El seminario. Libro 14: La lógica del fantasma, inédito.
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14- Lacan, J. (1967-68): El seminario. Libro 15: El acto psicoanalítico, inédito.
15- Lacan, J. (1968-69): El seminario. Libro 16: De un Otro al otro, Paidós, Buenos Aires, 2008. [16-
Lacan, J. (1971-72a): El seminario. Libro 19: ... o peor, inédito.
17- Lacan, J. (1971-72b): El saber del psicoanalista, inédito.
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19- Lacan, J. (1974): "La tercera". En Intervenciones y textos 2, op. Cit.
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Bucle, Buenos Aires, 2004.
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Mercosur: "La investigación en Psicología, su relación con la práctica profesional y la enseñanza",
Secretaría de Investigaciones, Facultad de Psicología, Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires, 2007.
27- Schejtman, F. (2008): "Síntoma y sinthome". En Ancla -Psicoanálisis y Psicopatología-, Revista de la
Cátedra II de Psicopatología de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires, nº 2, 2008.
Fecha de recepción: 13 de abril de 2012
Fecha de aceptación: 18 de septiembre de 2012