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El padre síntoma como invención de cada sujeto

Alejandra Breglia

Explorar sucintamente la diferencia que establece Lacan entre el Nombre del Padre como
padre simbólico y el estatuto del padre en su última enseñanza -tratando de extraer
algunas de las consecuencias clínicas que se pueden desprender de esta orientación-
puede permitirnos reconocer la presentación actual de la función del padre, las
variaciones del padre durante el análisis, -como así también- el destino posible del amor
al padre al final de la cura para un sujeto.

En la teoría Lacaniana desde el padre simbólico hasta el padre como perversión se abre
un abanico de variaciones sobre la conceptualización de la función paterna que requiere
una delimitación precisa para pensar la clínica de nuestra época, época que Lacan
designó como la del ascenso al cénit social del objeto a.

Un breve recorrido en tres escansiones:

1.- En El Seminario 3 (1955-1956)[1] Lacan hace recaer el acento fuertemente sobre el


padre simbólico, plantea que el Nombre del Padre es la clave estructural para situar la
diferencia entre neurosis y psicosis, de lo que deduce la importancia del Nombre del
Padre por su ausencia en la psicosis. Unos pocos años después cuando Lacan despliega
el caso Schreber en "De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis"
(1958) [2] refiere allí un padre que es la ley misma, un padre que profiere la ley por
encima de todo, este padre no sometido a la castración no puede transmitir la ley a su
descendencia.

Siguiendo con la supremacía del padre simbólico en El seminario 4 "Las Relaciones de


Objeto" (1956-1957), [3] Lacan nos propone abordar los albores del Edipo donde el sujeto
se enfrenta al orden simbólico que hace de la función del padre el centro de toda la
organización simbólica. Aquí la función del padre es la de ser un significante que sustituye
a la x del deseo de la madre. Esta vía de intervención del padre como sustitución es la
metafórica. Entonces, a través de la reinvención del padre freudiano bajo la forma del
Nombre del Padre como metáfora, Lacan traduce el Edipo freudiano en escritura.

Así, analizando la función paterna, tanto en el mito como en la metáfora, Lacan busca
despegar la función de la persona del padre. Y es en este nuevo sentido que puede
entenderse la afirmación siguiente: "El Nombre-del-Padre hay que tenerlo, pero también
hay que saber servirse de él". [4]Seguramente esta cita adquiere otro esclarecimiento con
los desarrollos de El Seminario 23, "El sinthome" (1975-1976) [5] donde trabajará la
cuestión del padre en tanto sinthome.

2.- En la década del ´60 se da un cambio importante en la teorización de Lacan, se corre


el centro otorgado al falo y pasa a ocuparlo el objeto a, entonces las cuestiones referidas
al padre ¿cómo quedan afectadas?

La invención del objeto a en la enseñanza de Lacan abre la vía a la pluralización de los


Nombres del Padre, de esta manera el Nombre del Padre pasa a ser un significante amo.
Lacan opera una relativización en el pasaje del Nombre del Padre a su pluralización,
introduce una lógica de los Nombres del Padre donde la función puede ser sostenida por
diversos enunciados.
3.- El viraje de El Seminario 17 "El Reverso del Psicoanálisis" (1969-1970) [6] es pensar
¿Cómo ir más allá del límite que Freud ubicó bajo la forma del mito? Al situar el pasaje del
saber mítico a lo que es de estructura ordena a nivel del discurso las cuestiones del
padre. Si bien Freud tuvo que construir un mito moderno como Tótem y Tabú para explicar
que, si subsiste algún padre ha de ser el padre muerto, el padre asesinado; Lacan define
la equivalencia freudiana -del padre muerto como la condición del goce para todo sujeto-,
como "operador estructural". Aquí introduce el padre real como construcción del lenguaje
siendo el lenguaje mismo el que borra el goce y el padre real el agente de la castración,
es el significante amo. ¿Qué consecuencias se podrán despejar a partir de ello para la
clínica psicoanalítica?

En El Seminario 20 "Aún" (1972-1973) [7] cuando presenta las fórmulas de la sexuación


Lacan revela a qué llama la función del padre señalando que es esencial entonces que el
padre esté marcado por la particularidad de su síntoma que es la función del padre no
asociada al universal. "Todo ser que habla se inscribe en uno u otro lado"[8] de las
fórmulas proposicionales por él presentadas, y precisa que la línea inferior a la izquierda
"indica que el hombre en tanto todo se inscribe mediante la función fálica" [9] … "aunque
no hay que olvidar que esta función encuentra su límite en la existencia de una x que
niega la función Ix" [10], [11] y justamente a ello llama función del padre.

Por tanto se pregunta si la nominación simbólica basta para soportar la función del
Nombre del Padre o si resulta que el padre deberá ser interrogado a nivel de lo real. La
primera parte de la pregunta Lacan la fue respondiendo a lo largo de su enseñanza
puesto que se dedicó a efectuar de manera continua y persistente un descompletamiento
del padre simbólico. En efecto, la nominación simbólica no basta, el padre del nombre no
es la última palabra de Lacan acerca del padre. El Nombre del Padre pierde así la
exclusividad de lo simbólico para ser interrogado a nivel de lo real.

La torsión de El Seminario 23 "El sinthome" (1975-1976) [12] es el planteo de el sinthome


como cuarto que puede venir a unir "lo imaginario, lo simbólico y lo real separados unos
de otros", [13] y justamente esto es lo que define a la perversión (père-versión) que "solo
quiere decir versión hacia el padre, que en suma el padre es un síntoma, o un sinthome".
[14]En este sesgo la función paterna es del orden de la contingencia, lo que no es el caso
del síntoma, que es del orden de lo necesario, necesario ya que todo se sostiene en la
medida en que ex-siste este cuarto. Lacan nos aclara que poco importa los síntomas que
pueda tener el padre si agrega a ellos el de la pére-versión paterna. Se trata de que tenga
como síntoma a una mujer: "una mujer es un sinthome para todo hombre". [15]

A modo de conclusión:

No es sin este recurso que Lacan nombra "pére-versión paterna" que podemos en la
clínica psicoanalítica articular de alguna manera posible la función del padre dejando atrás
definitivamente lo universal del padre. Dicha pere-versión consiste en hacer surgir el
objeto a como causa del deseo, del deseo del padre. Para ello es preciso que haga de
una mujer el objeto a que causa su deseo. Aquí se plantea una solidaridad entre el padre
y el síntoma; el padre está en la posición de existe al menos uno.

Con la última enseñanza de Lacan entramos en una clínica donde el Nombre del Padre es
una suplencia entre otras, es la modalidad estándar y también la forma más lograda de
suplencia frente al real de la no relación sexual. Entonces, podríamos decir que en un
análisis se trataría de ¿ir más allá del padre para servirse de él como síntoma (sinthome)
y esto sería lo más singular de cada sujeto?
NOTAS

1. Lacan, J., El Seminario, Libro 3, Las Psicosis, Editorial Paidós, Bs. As, 1990.
2. Lacan, J., "De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis",
Escritos 2, Editorial Siglo XXI, Bs. As., 1985.
3. Lacan, J., El Seminario, Libro 4, La relación de objeto, Editorial Paidós, Bs. As.,
1994.
4. Ibíd., p. 160.
5. Lacan, J., El Seminario, Libro 23, El sinthome, Editorial Paidós, Bs. As., 2006.
6. Lacan, J., El Seminario, Libro 17, El reverso del psicoanálisis, Editorial Paidós, Bs.
As., 1999.
7. Lacan, J., El Seminario, Libro 20, Aún, Editorial Paidós, Bs. A., 1981.
8. Ibíd., p. 96
9. Ibíd.
10. Ibíd.
11. Cada vez que aparezca Ix se debe leer Phi de x, no existe el símbolo correcto en el
Word
12. Lacan, J., El Seminario, Libro 23, El sinthome, Editorial Paidós, Bs. As., 2006.
13. Ibíd, p. 21.
14. Ibíd., p. 20.
15. Ibíd., p. 99.

La clínica y los nombres del padre

Nombre, metáfora y suplencia

Por Mario Goldenberg (EOL)

Un recorrido diacrónico a través de las elaboraciones sobre el Nombre del Padre, pone de
relieve las incidencias epistémicas y clínicas que derivaron de los virajes del pensamiento
de Lacan. Contexto que permitirá distinguir claramente los efectos que conlleva la
pluralización del Nombre del Padre.

La primera referencia que hace Lacan a los nombres del padre, está en "Función y campo
de la palabra", un escrito del año 1953, donde articula el concepto de Nombre del Padre a
la clínica.

Anterior a este escrito, es la conferencia que da Lacan en la Sociedad Francesa de


Psicoanálisis en el momento en que se funda, titulada "Simbólico, imaginario y real" -que
actualmente salió publicada en un libro en francés bajo el título de "Los nombres del
padre". Para ubicar la cuestión históricamente, la IPA francesa es la SPP, la Sociedad
Psicoanalítica de París, que en el año ’53 por cierta cuestión interna, como pasa siempre
en el mundo del psicoanálisis, se produce una ruptura de Lacan, Dolto, Lagache y otros
con la SPP, y se funda la Sociedad Francesa de Psicoanálisis que todavía existe. La
primer comunicación científica allí de Jacques Lacan es "Simbólico, imaginario y real". Lo
que es llamativo de esa conferencia es que Lacan introduce allí, por primera vez, los tres
registros como registros distintos, pero no hay ninguna referencia al Nombre del Padre. El
Nombre del Padre aparece dos meses después, en "Función y Campo de la palabra" y
articulado directamente a la clínica.

Plantea lo siguiente: "en el Nombre del Padre es donde tenemos que reconocer el sostén
de la función simbólica que desde el albor de los tiempos históricos, identifica a su
persona con la figura de la ley. Esta concepción... y de ello resulta un modo de
comprensión que va a resonar en la conducción misma de las intervenciones. La práctica
nos ha confirmado su fecundidad tanto a nosotros como a los alumnos a quienes hemos
inducidos a este método. Hemos tenido a menudo la oportunidad de los controles y en los
casos comunicados de subrayar las confusiones nocivas que engendra su
desconocimiento".

La apuesta de Lacan está directamente relacionada con la práctica, el control y la


dirección de la cura.

Es en ese momento que Lacan introduce los tres registros, es la base de su plataforma de
retorno a Freud. Son los tres nombres, ya que justamente se trata de un acto de
nominación -real, simbólico e imaginario- a partir de los cuales gira la enseñanza y la
práctica de Lacan. En toda la obra de Lacan, a partir de esa conferencia, se debate entre
lo simbólico, lo imaginario y lo real.

Inmediatamente aparece un cuarto término, que si bien es un significante referido a la ley


simbólica, es un cuarto término en la medida en que siempre aparece el Nombre del
Padre como algo que pertenece al Otro pero no es del Otro, o es el Otro de la ley
respecto del Otro, o es un significante que sostiene la cadena en más o en menos. Lo que
queda claro es que se trata de un cuarto elemento. Este cuarto elemento, con distintas
variantes, lo vamos a encontrar a lo largo de toda su enseñanza.

Hay una referencia de "Moisés y la religión monoteísta", el capítulo se titula La renuncia


de lo pulsional, allí Freud utiliza el término Nombre del Padre. Creo que el planteo
lacaniano del Nombre del Padre, que es un término que proviene de la religión, continúa
esta línea de Freud en el Moisés.

Freud comienza diciendo que no es evidente la razón por la cual un progreso en la


espiritualidad, un relegamiento de la sensualidad, hayan de elevar la conciencia de sí de
la persona o de un pueblo. Opone el progreso en la espiritualidad al relegamiento de lo
sensual, esto es, la satisfacción pulsional. Lo que va a plantear aquí como algo novedoso
–es ubicado por él de esa manera- es que toda renuncia pulsional produce un afecto
displacentero. Sin embargo, el progreso en la espiritualidad - dice por razones internas, y
aquí ubica al superyó- permite un enaltecimiento del yo, un nuevo beneficio económico
que sería esa ganancia de placer de otra índole que la llama aquí satisfacción sustitutiva.
Es un término ya conocido de Freud, pero no se trata de la satisfacción sustitutiva del
síntoma, sino de la satisfacción sustitutiva por el sacrificio, por la renuncia pulsional, que
permite un progreso en la espiritualidad.

Para entrar en debate con el planteo de Freud, podemos decir que nuestra época no es la
época del progreso en la espiritualidad y la renuncia de lo sensual, de lo sensorial. La
cultura, la civilización actual, no se sostiene de la renuncia sino más bien en un mandato
de goce, en una promoción de lo sensorial, del goce, de la sensualidad. No es el ideal del
progreso en la espiritualidad del iluminismo, de la ciencia positivista que todavía se
sostenían en la época de Freud.

El planteo freudiano es el siguiente: "El progreso en la espiritualidad consiste en decidirse


uno en contra de la percepción sensorial directa en favor de los procesos intelectuales
llamados superiores, vale decir, recuerdos, reflexiones, razonamientos y determinar, por
ejemplo, que la paternidad es más importante que la maternidad aunque no pueda ser
demostrada como esta última por el testimonio de los sentidos. Por eso el hijo debe llevar
el nombre del padre y heredar patrilinealmente. Así nuestro Dios es el más grande, el más
poderoso, aunque sea invisible como los vientos del huracán y las almas".

En la opera de Mozart La flauta mágica, hay una lucha entre la reina de la noche, la
maldad femenina, y esa cofradía fraterna que trae la razón, la ley de los hombres. Ahí
podríamos encontrar esta oposición que plantea Freud, el padre del lado de la civilización
y, lo femenino, la madre, del lado de esta reina oscura de la noche. Se podría decir que es
una manera de escribir la metáfora paterna. Por un lado, la ley, por otro lado, la boca del
cocodrilo, parafraseando al Lacan del seminario XVII.

Freud plantea un progreso en la espiritualidad y una renuncia en lo sensorial, pero las


condiciones discursivas actuales han cambiado. El progreso en la espiritualidad no es un
ideal de esta época. El ideal de esta época es cómo gozar más, la cultura misma como
mandato de goce. Lo cual también es un punto relevante para plantear, en la medida en
que el lugar donde Freud ubica la ley paterna, la autoridad paterna, es distinto de la
problemática del padre en esta época.

En la década del noventa se decía que ya no había clínica del Nombre del Padre, que
ésta había quedado atrás. Parece que no fue tan así. El próximo Congreso de Roma de la
Asociación Mundial del Psicoanálisis es sobre el Nombre del Padre; también en el arte, en
la literatura, en el cine fundamentalmente, hay un retorno de la cuestión del padre. En
este retorno, en general, se trata de argumentos donde los lazos se rompieron en algún
momento y, posteriormente hay un retorno. Se podrían ubicar una serie de películas: El
abrazo partido, Herencia de sangre, Las invasiones bárbaras, El gran pez. Es
sorprendente cómo en todas las películas vuelve la cuestión del padre.

Volviendo a Lacan, al modo en que introduce la cuestión del Nombre del Padre,
podríamos ubicar que en la primera enseñanza de Lacan, el Nombre del Padre, tiene una
función teórica. Hay un Nombre del Padre como función simbólica, que ningún padre la
alcanza, todo padre es discordante con esta función. Es muy llamativo, por ejemplo, en
relación al caso Juanito; al padre, Lacan lo elogia como inteligente, macanudo,
compañero, etc. pero como función carente, el único mérito –dice Lacan- es haberlo
llevado a Freud. Entonces, en El Seminario 4 Lacan ubica su análisis del caso Juanito a
partir de la carencia paterna.

Lo dice también en relación al hombre de las ratas: "El padre no sólo sería el Nombre del
Padre sino, realmente un padre que asume y representa en toda su plenitud esta función
simbólica, encarnada, cristalizada en la función del padre. Pero resulta claro, que ese
descubrimiento de lo simbólico y lo real, es completamente inasible, que al menos en una
estructura social similar a la nuestra, el padre siempre en algún aspecto es un padre
discordante en relación con su función. Un padre carente, un padre humillado como diría
Claudel. Existiendo siempre una discordancia extremadamente neta entre lo percibido por
el sujeto a nivel de lo real y esta función simbólica"... "En esa desviación reside ese algo
que hace que el Complejo de Edipo tenga su valor de ningún modo normativizante, sino
generalmente patógeno".

Hay una dificultad con este planteo acerca del Nombre del Padre, es el mismo Lacan el
que lo va a reformular en la clase del seminario inexistente, "Los nombres del padre". La
función del padre, esta función simbólica, teórica, ideal, en el sentido hegeliano. (La
función para Hegel es una función universal, que deja de lado lo particular). Lacan realiza
una gran reformulación a partir del seminario de la angustia y del seminario Los nombres
del padre, del cual sólo hay una clase, ya que no continuó su dictado. Antes de Los cuatro
conceptos fundamentales del psicoanálisis, da la única clase de este seminario y es
excluido de la lista de didactas en la IPA.

Suspende el seminario de los nombres del padre y comienza el seminario de los cuatro
conceptos, cuyo título inicial era "Los fundamentos del psicoanálisis", luego se lo llamó
"Los cuatro conceptos...". Cambia de lugar y también cambia de público, el público de los
cuatro conceptos es Levi-Strauss, Henry Ey, etc. Su excomunión de la Asociación
Psicoanalítica Internacional, constituye una especie de ruptura con el Nombre del Padre
del psicoanálisis.

La primer ruptura está en el planteo de "Simbólico, imaginario y real" del ‘53 y, la segunda
ruptura es en el ‘63, donde hay un pasaje del Nombre del Padre como función ideal,
universal, a los nombres del padre.

En el Seminario 23, RSI, que es del ’73 Lacan plantea: Real, simbólico e imaginario –
invierte el orden de las letras-, llama justamente a real, simbólico e imaginario: nombres
del padre, que constituyó en su acto de nombrar. Es decir que ubica su primer formulación
de los tres registros e inmediatamente introduce al Nombre del Padre; posteriormente en
la última enseñanza van a aparecer los tres registros como nombres. Allí, el nombre está
referido a un acto y el significante está referido a la cadena significante o al S1.

Lacan en su primera época llama al Nombre del Padre, significante del Nombre del Padre.
Es un significante que tiene la particularidad de que no va bien con el conjunto, aunque
tiene una función respecto del conjunto.

En la última parte de su enseñanza, a los tres registros, Lacan los llama nombres del
padre.

Hay una formulación en El Seminario 23, donde dice que del Nombre del Padre, se puede
prescindir, a condición de servirse. Respecto de esto, encontramos un debate en Lacan
mismo, ya que en el El Seminario 22 encontramos que del Nombre del Padre no se puede
prescindir, porque si se prescinde, los registros se sueltan.

Entonces, hay un momento de Lacan donde pone en el centro el objeto a y parece que es
posible un nudo borromeo donde real, simbólico e imaginario están anudados. Luego, hay
algo en el nudo de tres que no cierra, tal como al inicio de su enseñanza hay algo que en
el Otro no cierra.

Se puede decir que hay un salto, hay pasaje, entre estructura y topología, que es el
pasaje de escribir al sujeto como sujeto barrado representado por un significante para
otro, a ubicar el anudamiento en real, simbólico e imaginario como nudo borromeo o –más
adelante- como real, simbólico e imaginario y un cuarto término que es el sínthome. La
estructura del sujeto barrado proviene de la lingüística, de la vertiente de Levi-Strauss en
su antropología estructural.

La escritura de real, simbólico e imaginario es topológica y, la escritura de sujeto, Otro,


objeto a, S1, S2, se ubicaría más del lado de una estructura lógica. Lacan hace una
distinción entre su primera época, donde plantea que intenta demostrar que es una
operación lógica; posteriormente pasa a la topología, donde se trata más bien de mostrar
y no de demostrar.
A modo de síntesis, en el ’53, tenemos la constitución de los tres registros y el Nombre del
Padre; en el ’63, hay un pasaje del Nombre del Padre a los nombres del padre; y en el
’73, hay una reformulación, donde los tres registros son nombres del padre y donde se
hace necesario un cuarto elemento. Lacan tiene que pasar del nudo de tres al nudo de
cuatro. Se puede señalar, en distintos momentos, una lectura en que la estructura siempre
falla –por ejemplo cuando plantea que el padre siempre es discordante en relación a su
función, o que el Edipo es siempre patógeno-, y también decir que siempre hay un
elemento que va a sostener la estructura.

El modo en que Lacan piensa la psicosis en El Seminario 3 es la forclusión del Nombre


del Padre, y un elemento que va a suplir la metáfora paterna que falta: la metáfora
delirante, es decir que ya el término suplencia lo tenemos allí.

El término suplencia no remite solamente a las psicosis, en El seminario 4, justamente


hablando de Juanito y su carencia paterna, Lacan va a plantear que la fobia suple la
carencia paterna en Juanito. Ya el término suplencia no es utilizado solamente para la
psicosis, sino que también aparece como término respecto de la fobia.

El término suplencia va a adquirir todo su relieve en la última enseñanza y, podemos


decir que hay un encuentro entre el Nombre del Padre, suplencia y síntoma, en la última
época de su enseñanza.

En el párrafo citado anteriormente referido al padre discordante, carente, este padre que
siempre está en discordancia con la función, parecería que es un padre sintomático
respecto de una función ideal.

Lacan vuelve en varios momentos de su enseñanza a reformular la fobia de Juanito por


ejemplo en RSI, en la Conferencia de Ginebra sobre el síntoma-; no habla allí de la
función paterna, ni del padre de Juanito, sino que se va a centrar en el sentido del
síntoma y toma la fobia de Juanito como un paradigma del síntoma neurótico. Se puede
decir, que allí la fobia es un nombre del padre, no es lo que suple la carencia paterna. La
fobia tiene una función específica, y Lacan en la Conferencia de Ginebra se ocupa de dar
una interpretación precisa de ésta. Se podría hacer un contrapunto del primer Lacan, con
el Freud de Inhibición, síntoma y angustia, respecto del caso Juanito: Lacan postula, en la
Conferencia de Ginebra, que Juanito se angustia ante el encuentro con un goce que no
es autoerótico, sino que es hétero, que es ajeno, se refiere al encuentro con el goce fálico,
con sus primeras erecciones, un goce fuera del cuerpo que rompe el juego de engaños
con la madre. Allí ubica a la angustia. Inmediatamente, plantea que la fobia va a aparecer
como una respuesta sintomática. La interpretación que hace Lacan de la fobia de Juanito,
es que Juanito "está amedrentado por ese goce"; este es el sentido que le da a la fobia.

Resulta llamativo el hecho de que toma un síntoma de una neurosis infantil, que no es un
síntoma definitivo, sino que -en el mismo trabajo del padre, de Freud, y a lo largo del
caso- va variando en sus formas hasta que desaparece. Lacan en ese punto es muy
preciso ya que ubica a todos los mitos que construye Juanito como intentos de simbolizar
ese goce. Concretamente, simbolizar el pene, con la mejor resolución que pudo tener
Juanito. En ese punto, no es la carencia paterna, sino el modo en que esa respuesta está
anclada en los nombres del padre; la fobia misma ya no es suplencia de una carencia,
sino que es un recurso, es un modo de respuesta.

El pensamiento de Lacan -el uso de la retórica y fundamentalmente de la metáfora-


continúa el pensamiento freudiano, tomando la antropología estructural, la lingüística, la
ciencia de la época. La metáfora es un recurso que toma Lacan de la retórica para dar
cuenta de la represión freudiana, la cual es metafórica, se trata de sustitución. Sin
embargo, la teoría freudiana no se agota en la teoría de la represión. Freud va a plantear,
a partir de La interpretación de los sueños, de El chiste..., que las operaciones del
inconsciente son de cifrado, de sustitución de representaciones, donde hay
representaciones que se reprimen y la carga de afecto pasa a otras, sea en el cuerpo, sea
en el pensamiento. El primer Freud y, el Freud de la metapsicología, es un Freud de la
represión. El punto cúlmine sería la teoría de la represión primordial y la represión
secundaria. Pero con el concepto de metáfora a Freud no le alcanza para dar cuenta de la
clínica. En Inhibición, síntoma y angustia va a decir que la represión es un modo de
defensa más. Allí no está en el centro la represión, sino la angustia de castración.

Lacan, a su manera, sigue este movimiento. El Freud de la época de El chiste..., de


Psicopatología de la vida cotidiana, de La interpretación de los sueños -que es donde
Lacan plantea su retorno a Freud- es un Freud que armoniza con Función y campo de la
palabra, con La Instancia de la letra, con toda la primera enseñanza de Lacan. En este
sentido, el término metáfora acuerda muy bien respecto de la función del padre, puesto
que la función del padre es metaforizar la reina de la noche, la Diosa blanca, esa deidad
femenina, en la fórmula de Lacan: "La palabra mata la cosa". En El Seminario 17 vuelve a
la cuestión de la metáfora paterna, cuando plantea el apólogo del cocodrilo y el palo,
ubica al deseo de la madre como un cocodrilo y al Nombre del Padre, o el falo, como
aquello que impide que esa boca se cierre.

Aquello que es del orden del sujeto de la cultura, del progreso en la espiritualidad tiene
que ver con poder metaforizar la cosa, das ding, el deseo materno.

La metáfora paterna, está en la misma línea de "la palabra mata a la cosa", el significante
ya es una especie de interpretación del objeto primordial. El movimiento en Freud en la
metapsicología, es un punto muy importante en su enseñanza, pero no es a donde Freud
llega. Se encuentra, después de pensar el aparato sostenido en la represión, con niveles
de resistencia. La primer resistencia que se podría ubicar, en la época de la
metapsicología, es la transferencia. El modelo de la represión había sido la histeria, y el
modelo de la compulsión, la neurosis obsesiva. Freud se empieza a preguntar por la
compulsión, por los estragos de la guerra, que era el gran problema político de aquel
momento (las neurosis de guerra), e introduce la pulsión de muerte. Ya la pulsión de
muerte, el recuerdo en acto, la compulsión, no van en una misma línea metafórica. La
metáfora es un intento defensivo, mediante el cifrado, de hacer con lo traumático. Sin
embargo en Más allá del principio del placer plantea la compulsión a la repetición, los
sueños traumáticos, el fort-da, las resistencias en transferencia, como un intento de ligar.
También hay allí un pensamiento topológico. Hay un intento de enganchar, de enlazar
aquello que no se puede terminar de ligar. Es verdad que el primer Freud tenía la ilusión
que por la palabra se podía tramitar lo traumático y se podía reducir lo real.

El primer Lacan, de El Seminario 1, si bien tiene un real externo, la operación del análisis
es un trabajo de simbolización de lo imaginario.

En Freud, despues las Conferencias de introducción al psicoanálisis, lo que se ubica en


el centro de su teoría, no es la metáfora, sino la angustia de castración como motor de la
defensa. Usa tres nombres que son: inhibición, síntoma y angustia. Podríamos decir que
hay una especie de solidaridad entre inhibición, síntoma y angustia, y real, simbólico e
imaginario. Para ser precisos, la inhibición estaría del lado de lo imaginario, el síntoma de
lo simbólico y la angustia de lo real.
Freud pasa de la teoría de la represión, a Inhibición, síntoma y angustia y es muy
importante tener presente este pasaje para poder entender el devenir del Nombre del
Padre en Lacan. El Nombre del Padre, inicialmente es metáfora y al final ya no lo es, es
algo distinto a la metáfora. El síntoma en Freud inicialmente es metafórico, es formación
de sustitutos; luego introduce el término de satisfacción sustitutiva. La primera formulación
del síntoma freudiano es que éste es defensivo respecto de la satisfacción. El término
satisfacción sustitutiva y sentido de los síntomas, son términos tardíos, aparecen recién
después de la metapsicología, en las Conferencias de introducción al psicoanálisis
(1916/7).

La formulación de que hay un goce en el síntoma –como lo plantea Lacan- aparece


después de un largo desarrollo en Freud. Lacan mismo tiene que realizar un largo
recorrido para llegar a la concepción de que el síntoma es una manera de gozar, ya que
inicialmente el síntoma es una manera de decir y es un efecto de verdad.

En la obra freudiana, inicialmente, el síntoma es solidario de la metáfora; en La


interpretación de los sueños, Freud postula que el síntoma neurótico tiene una estructura
homóloga al sueño, lo cual no quiere decir que síntoma y sueño son lo mismo, sino que
tienen una estructura homóloga. El cifrado del sueño es solidario del síntoma como
cifrado.

La comparación que hace Lacan en El Seminario 1 es muy esclarecedora, plantea que


entre sueño y síntoma hay una diferencia: el sueño estaría más del lado de un poema
épico y el síntoma de un tratado de termodinámica, por la cuestión económica. El goce del
síntoma, el síntoma como satisfacción sustitutiva, el núcleo resistencial respecto de la
interpretación, las resistencias del superyó, las resistencias del ello, lo que Freud llama
reacción terapéutica negativa; aparecen como núcleos donde no se trata de descifrar un
mensaje cifrado, sino que hay un núcleo resistente a la palabra y a la interpretación.
Freud llega a un impasse y le deja a Lacan la cuestión de qué operación le queda al
psicoanálisis respecto de ese núcleo resistente.

Es por eso que el Nombre del Padre -que es un término que Lacan toma de la religión
para dar cuenta de la función simbólica padre- tiene inicialmente una función metafórica y
posteriormente, con el paso a los nombres del padre, va a tener otro estatuto, la
nominación.

La Biblia comienza con el acto de nombrar, se trata de un nombrar por la palabra. Lacan
postula que el Nombre del Padre en la Biblia, cuando aparece en la zarza ardiente, es
"soy el que soy", no es un nombre propio, sino que es el nombre que no se puede decir.

Sobre la cuestión del nombre, es muy interesante toda la tradición religiosa respecto del
acto de nombrar, ya que justamente, el último Lacan va a ubicar en el centro una función
de la palabra, el acto de nombrar, distinta a su función metafórica, significante. Ya no se
trata de que "la palabra mata a la cosa", sino que, extremando el asunto, que la palabra
es la cosa. Para decirlo de otro modo, el fundamento del lenguaje no es la cosa, sino,
lalengua como real.

Versión corregida por el autor


Texto establecido por Natalia Capriati y Marina Carreiro.
Semblante y Nombre del Padre. Lacan, 10 y medio

por Mónica Torres

"Entro en el pensamiento del héroe pero no en el de Abraham: alcanzada la cima vuelvo a


caer porque aquello que se me ofrece es una paradoja."
Sören Kierkegaard

"[…] de golpe leí la respuesta al acertijo de Blanche Adney. Era todo público y no tenía
vida privada correspondiente, al igual que Clare Vawdrey era todo privado y no tenía
correspondiente vida pública."
Henry James

Sabemos, a partir de la única clase del seminario inexistente sobre "Los Nombres del
Padre", que el Nombre del Padre es un semblante.

El título mismo de ese seminario, que consta sólo de una clase, nos muestra que el
Nombre del Padre ya no existe. O dicho de otro modo que el Nombre del Padre no es
más que un semblante. Este comentario podría terminar aquí. Hay un antes y un después
en la enseñanza de Lacan a partir de esa única clase del seminario que Lacan jamás
terminó.

La pluralización de los Nombres del Padre cuestiona de manera radical la primacía del
Nombre del Padre.

Sin embargo, Lacan nos dejó una lección de ese seminario a la que podríamos llamar
Seminario "10 y medio", a la manera de Fellini "8 y medio". Porque lo que se esboza allí
determina la lógica de los seminarios anteriores e ilumina las versiones del padre en sus
seminarios posteriores. [1]

De hecho, esta operación cuestiona el punto de partida de Lacan, es decir: que el


semblante domina lo real. Esto es lo que Lacan explicita en términos de "hay significante
en lo real".

No obstante, en la significantización de lo real que predomina a esta altura de su


enseñanza encontramos algunas discordancias. Lacan subraya de una manera muy
particular algo que ya estaba en Freud: el objeto hallado nunca es el buscado, entre
ambos siempre hay discordancia, lo que marcará toda la vida amorosa del sujeto. Ese
"algo horroroso" en la vida de los seres hablantes que Freud ya había visto en sus
"Contribuciones a la psicología de la vida erótica o amorosa". [2] Espíritu Santo es el
nombre que Lacan le da a esta discordancia, a esta ruptura de una supuesta armonía, en
El seminario 4, tal como J.-A. Miller lo subraya en su seminario La experiencia de lo real…
[3]

El falo es el símbolo de que el semblante domina lo real, sin embargo ya en el mismo


Freud hay un anticipo de que hay una falla del saber en lo real. Y es que este saber no
facilita en modo alguno el acceso al otro sexo. La sexualidad, entonces, agujerea lo real.
En el final de la enseñanza de Lacan, en lo que Miller ha elucidado como el sexto
paradigma del goce, este agujero que la sexualidad produce en lo real va a ser llamado
"no hay relación sexual". [4]
Ya en El seminario 4, el Espíritu Santo había hecho su entrada y podemos leer allí el
anticipo de que hay un real que escapa a la significantización y que la aufhebung fálica
deja de lado. Es decir que el Lacan de dicho seminario ya había anunciado lo que
atravesaría toda su enseñanza y es que significante y goce, o semblante y real se
excluyen. Lo que en ese seminario va a ser atribuido a la dimensión imaginaria, primer
nombre del goce que escapa al significante. [5]

El padre, que a partir de este seminario "10 y medio ", 10 y medio en tanto se sitúa y no
de manera contingente, entre el seminario 10 y el 11, el Nombre del Padre pasa a ser uno
entre otros. Incluso pasa a ser el Nombre de una función que se puede escribir NP (x),
porque interroga para cada uno la función del Nombre del Padre. [6]

Pero el concepto de Nombre del Padre ya había agujereado, mediante la metáfora


paterna la figura del Padre, figura que Freud heredó de la religión.

La operación del Nombre del Padre es la metáfora de la presencia del padre. La metáfora
vuelve ausente al padre mismo. Lo que divide al Nombre del Padre en una teoría sobre el
padre y una teoría sobre el nombre. Es decir que Lacan ya había asestado un golpe a la
figura del padre en Freud tornándolo verbo, volviéndolo significante. A la vez el concepto
de Nombre del Padre, está advertido de la discordancia que llamamos aquí Espíritu Santo
tal como aparece en el Capítulo 3 de El Seminario 4.

Lacan objeta, en la única clase del seminario inexistente sobre los Nombres del Padre a
Hegel desde Kierkegaard y nos habla del "temor y temblor" con relación al sacrificio de
Abraham. Temor y temblor que objeta al universal del semblante e introduce el goce
mediante la figura de la zarza ardiente.

La forclusión del Nombre del Padre en la psicosis es la prueba del fracaso del semblante.
El Nombre del Padre, entonces, es un artificio.

Más adelante, en El Seminario 17, Lacan hablará de la inconsistencia del padre en Freud.
Ya que en Freud aparecen tres figuras del padre: el buen padre del Edipo, el padre feroz
de "Moisés y el monoteísmo" y el padre darwiniano de Tótem y tabú. [7]

El cuestionamiento del Nombre del Padre implica que, de algún modo, todos hacemos un
nombre propio más allá del Nombre del Padre, aún si el Nombre del Padre es una de sus
posibles suplencias.

El padre no es una figura, es una función. En algún sentido cumple una función religiosa,
la de enlazar lo simbólico y lo imaginario. Es por eso que hay que relativizar el "todos
joyceanos". El Nombre del Padre no es más que un semblante sólo si lo simbólico y lo
imaginario se anudan con lo real. De lo contrario, será el síntoma como en el caso de
Joyce, el que anude.

Por eso, la única clase del seminario existente sobre los Nombre del Padre, explica
retroactivamente la función del padre y anticipa lo que será en la última enseñanza de
Lacan, el padre-síntoma.

Lacan, al considerar al Nombre del Padre como una función, nos da la posibilidad de
pensar la distancia que hay entre el padre como función simbólica y el padre como
existente. [8]
También por esta razón, a partir de esta única clase, el padre muerto no será para Lacan
un buen modelo para la excepción. No se trata del padre terrible que lo dice todo, ni del
padre muerto que se calla para siempre. El último Lacan nos va a proponer en R.S.I. [9] y
en Le sinthome [10], pensar al padre en tanto padre deseante, no como padre terrible ni
como padre muerto. Tampoco es el padre de la histérica, tal como es presentado en El
seminario 17, portador de un título, antiguo combatiente que es deseante en tanto
impotente. Se va a tratar del padre como excepción sintomática. Es un padre que tiene
como síntoma a una mujer, variante del síntoma que hace de una mujer el objeto causa
de su deseo. Pero aquí estaríamos ya en el último movimiento de la enseñanza de Lacan.
Sin embargo, el "seminario inexistente" anticipa esta lógica, ya que ubica el nombre de
goce más allá del Nombre del Padre. Es por eso que aparece después del seminario de
"La angustia". El seminario 10 introduce al objeto a, Lacan concluye que si hablamos de
objeto a, ya no podemos hablar de Nombre del Padre, se tratará de los Nombres del
Padre, pluralizados. Lacan introduce aquí entonces, la excepción necesaria al universal
para poder arribar a lo existencial.

El Dios del sacrificio de Abraham no es el Dios de los filósofos ni el de los sabios, sino el
Dios de Isaac, Abraham y Jacob, no es un Dios Sujeto- supuesto-Saber, es decir un Dios
de la religión del padre muerto, sino un Dios con un deseo. No es ya el Otro del
significante, es un Dios que tiene el estatuto de un real sin concepto, alrededor del cual
giran los Nombres del Padre. [11]

El Dios que dice "Soy lo que soy" ya no es el Gran Otro, está más cerca del a. Pero no es
todavía el padre-síntoma del final.

Con el seminario de los "Nombres del Padre", la metonimia del goce se opone a la
metáfora paterna. El binario goce y sentido que atraviesa toda la enseñanza de Lacan se
pone de manifiesto acá de una manera privilegiada. A partir de este seminario se trata del
deseo del padre y ya no del Nombre del Padre que metaforiza el deseo de la madre.
Cuando Lacan va más allá del Nombre del Padre, comienza a ocuparse del deseo del
padre y de la causa de su deseo. [12]

Hasta entonces se había ocupado del deseo de la madre y de la operación que el Nombre
del Padre realiza sobre ese deseo.

En la última enseñanza de Lacan se plantean como semblantes los conceptos de


lenguaje, de Otro, de Nombre del Padre y el símbolo fálico mismo, lo que pone en tela de
juicio la posibilidad de operar sobre el goce por medio de la palabra.

Lacan comenzó por una definición de lo real según la cual lo real es el sentido, pero al
final de su enseñanza arribará a la idea de un real fuera de sentido. Como nos lo dice J.-
A. Miller en La experiencia de lo real…: el inconsciente hace su soliloquio en el semblante
para defenderse de lo real.

El primer Lacan, al darle preeminencia al Otro, se ocupaba de la comunicación. Todo el


grafo del deseo está organizado sobre esta base. Pero el último Lacan pone en cuestión
la relación al Otro. Y en el lugar de la comunicación ubica la nominación. [13] La
nominación se opone de algún modo a la comunicación. Se trata del padre que nombra.

El Nombre del Padre en la última parte de su enseñanza, designa el efecto de simbólico


en la medida en que aparecería en lo real. Pero esta parte de la enseñanza de Lacan
tenemos que ubicarla a partir del seminario Aún. El aquí llamado Lacan 10 y medio,
anticipa la escansión que se producirá en Aún. Y es por esto que este seminario quedó
inconcluso, un agujero en su enseñanza. Ese agujero, nos dice que el Nombre del Padre
estaba para cubrir un vacío.

Ahora bien, si el Nombre del Padre es un semblante, ¿podemos pensar un mundo sin
Nombre del Padre? Para Lacan no es posible mantener una comunidad de vida humana
sin el recurso a la herramienta del padre. [14]

Lacan leyendo a Freud ubicó el lugar vacío del padre muerto. Pero el culto a la tumba
vacía puede dar lugar a la destrucción del deseo. Es por esto que en la clase del 21 de
enero de 1975 de su seminario R.S.I., Lacan introduce de otro modo las funciones de
excepción: "Un padre no tiene derecho al respeto, ni al amor, más que si el supuesto
respeto y el supuesto amor, están "perversamente" orientados, es decir hace de una
mujer, objeto a que causa su deseo."[15]

Se trata de un caso especial de la función síntoma. Es decir, un "viviente" es requerido. Es


necesario que alguien haga en vida la prueba de que un deseo, un deseo vivo, pueda
verificar la función. El padre que nombra, el que merece el amor y el respeto, no es ni el
tirano ni el padre muerto. Es el padre-síntoma y está referido a lo que el síntoma tiene de
excepción. Su manera de nombrar es fallida y por lo tanto deja siempre un resto, algo sin
nombrar. O sea que en el final de su enseñanza, el Nombre del Padre es llevado a su
utilidad. Es un modo, al decir de Éric Laurent, de recomponer los Nombres del Padre.

Concluyo con una cita de J.-A. Miller: "No pedimos ningún privilegio para el Nombre del
Padre. El Nombre del Padre es un síntoma, es mucho más banal que los otros. Es un
síntoma que sirve para todo, un felpudo, no tiene el refinamiento, el estilo exquisito de
algunos síntomas […] Solo que, como instrumento, es sin embargo el más eficaz. [16]

Se trata entonces de ir más allá del semblante del Padre, a condición de servirse de él.

* Psicoanalista, AME de la Escuela de la Orientación Lacaniana (Buenos Aires), y de la


Asociación Mundial de Psicoanálisis.Directora editorial de la Revista Enlaces,
Psicoanálisis y cultura. Responsable del Departamento de Estudios psicoanalíticos sobre
la Familia. Miembro del Consejo de la Asociación Mundial de psicoanálisis.Miembro del
Consejo Científico Académico del ICBA.Docente del ICBA y de la Maestría en
psicoanálisis de la Universidad Nacional de San Martín.
Docente de la UBA. Seminario de extensión Universitaria "Amor, deseo y goce". Docente
de Pos- grado de la UBA. Autora de los libros: Los nudos del amor,Clínica de las neurosis,
De los síntomas al síntoma, Fracaso del inconsciente, amor al síntoma,Uniones del
mismo sexo.

*Aporte al Volumen Scilicet en preparación al Congreso de la AMP en Roma 2006.

1. Lacan J., Introduction aux Noms-du-Père, Paris, Éditions du Seuil, 2005.


2. Freud S., "Contribuciones a la psicología de la vida erótica" (1910-1918), Vol. XI,
Buenos Aires, Amorrortu Editores, 1979.

3. Miller J.-A., La experiencia de lo real en la cura psicoanalítica, Buenos Aires,


Editorial Paidós, 2003.
4. Ibid.

5. Lacan J., El seminario, Libro 4, La relación de objeto, Buenos Aires, Ediciones


Paidós, 1994.

6. Miller J.-A., De la naturaleza de los semblantes, Buenos Aires, Editorial Paidós,


2002.

7. Lacan J., El seminario, Libro 17, El reverso del psicoanálisis, Buenos Aires,
Editorial Paidós, 1992.

8. Laurent E., "El modelo y la excepción" en Síntoma y nominación, Buenos Aires,


Colección Diva, 2002.

9. Lacan J., Seminario XXII, R.S.I., inédito.

10. Lacan J., Seminario XXIII, Le sinthome, inédito.

11. Miller J.-A., El banquete de los analistas, Buenos Aires, Editorial Paidós, 2000.

12. Miller J.-A., Comentario del Seminario inexistente, Buenos Aires, Manantial, 1992.

13. Miller J.-A., Curso 2004-2005, Clase del 15 de diciembre de 2004, inédito.

14. Laurent E., "Recomposer le Nom-du-Père", Élucidation 8/9, Hiver 2003-2004, Paris,
Verdier.

15. Lacan J., Seminario XXII, op.cit.

16. Miller J.-A., Los inclasificables de la clínica psicoanalítica, Instituto clínico de


Buenos Aires, Paidós, 1999.

Bibliografía general:

 Miller Jacques-Alain, "El lugar y el lazo", Curso 2000-2001, inédito.


 Kierkegaard Sören, Temor y temblor, Buenos Aires, Editorial Losada, 1999.

 James Henry, La vida privada, Buenos Aires, Ediciones Nuevo Siglo S.A., 1997.

 Laurent Éric, "¿Puede el neurótico prescindir del padre? en Del Edipo a la


sexuación, Buenos Aires, Editorial Paidós, 2000.

 Aramburu Javier., El deseo del analista, Buenos Aires, Editorial Tres Haches, 2000.

 Katz Linda, Aramburu Javier, Torres Mónica, Negri María Inés y otros, Una práctica
en acto, Buenos Aires, Editorial Atuel, 1995.

 Torres Mónica, De los síntomas al síntoma, Instituto del Campo Freudiano,


Cuadernos del Icba N° 1, Buenos Aires, 2000.

 Mazzuca Roberto y otros, Las dos clínicas de Lacan, Buenos Aires, Editorial Tres
Haches, 2000.
 Torres Mónica y Katz Linda, Los nudos del amor, Buenos Aires, Colección Enlaces,
1998.

 Katz Linda y Sánchez Blanca, "Del padre freudiano al padre lacaniano", Revista
Enlaces N° 9, Buenos Aires, 2004.

Dos oleadas en la pluralización lacaniana de los nombres del padre: hacia su


operatividad clínica

Schejtman, Fabián1 ; Godoy, Claudio2

INTRODUCCIÓN
El trabajo que aquí presentamos expone una de las vías de ingreso a nuestro actual
proyecto de investigación UBACyT 20020100100016 correspondiente al período 2011-
2014 "Versiones del padre en el último período de la obra de Jacques Lacan": el
interrogante por la pluralización que lleva del nombre del padre a los nombres del padre
en la enseñanza de Lacan.
La expresión "nombre del padre" se menciona ya en el temprano "Seminario sobre el
hombre de los lobos" que Lacan dictó entre 1951 y 1952 (cf. Lacan 1951-52) y se
formaliza como significante a lo largo de los años '50 operando en la metáfora paterna (cf.
Lacan 1957-58: cap. IX-XI y 1958a)- a partir de sustituirse al deseo de la madre y hacer
lugar así a la significación fálica-, a la vez que su forclusión entrega a ese primer Lacan la
razón de estructura de la psicosis (cf. Lacan 1957-58: cap. VIII y 1958a). Luego, puede
encontrarse ya su pluralización en su enseanza posterior, desde los años '60: la que
conduce a Lacan del "nombre del padre" a los "nombres del padre". Aunque, es preciso
indicarlo, sin desterrar el singular, cuyas apariciones se constatan, al lado del plural, hasta
en sus últimos seminarios en los '70.

En esta oportunidad distinguiremos dos oleadas en aquel movimiento de pluralización y


nos detendremos luego especialmente en la segunda para examinar de qué modo ésta
termina por volver clínicamente operativos a "los nombres del padre" al proponerlos como
cuartos eslabones que anudan lo simbólico, lo imaginario y lo real.

LA PRIMERA OLEADA

El plural "nombres del padre" se introduce sobre el final del Seminario 10 de Lacan: allí
situamos pues, el inicio de la primera oleada de su pluralización. En la última clase de "La
angustia" se anuncia, justamente, que el seminario que le sigue versará sobre… "los
nombres del padre": "Si el año próximo todo ocurre de tal forma que pueda proseguir mi
Seminario de acuerdo al camino previsto, voy a darles cita no sólo en torno al nombre,
sino a los Nombres del Padre" (Lacan 1962-63: p. 364).
Como es sabido, el décimo primer seminario de Lacan no fue dictado inalmente bajo ese
título. Efectivamente, el 20 de noviembre de 1963, en la que hubiese sido su primera
clase -y fue la única (cf. Lacan 1963)- Lacan lo suspendió a raíz de su expulsión de la
International Psychoanalytic Association (IPA) - lo que él , acercándose a Spinoza, pudo
denominar su "excomunión" (cf. Lacan 1964: p. 11-12) -. Y cuando lo retomó, su título ya
no era "Los nombres del padre" sino "Los fundamentos del psicoanálisis" -establecido
luego como "Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis" (cf. Lacan 1964) -.
Y bien, en esta primera fase de pluralización, que situamos entre la última clase del
Seminario 10 (cf. Lacan 1962-63) y el inicio del Seminario 21 (cf. Lacan 1973-74) -donde
más adelante fecharemos el comienzo de la segunda-, a las referencias a "los nombres
del padre" Lacan las acompaña, invariablemente 1, de alusiones a esta "excomunión", cier
tamente de una crítica a la IPA -a la que considera estructurada del mismo modo que
Freud pensó al ejército y a la iglesia (cf. Freud 1921)- pero, asimismo, de una puesta en
cuestión del propio deseo de Freud -al cual no juzgó ajeno a tal estructura que supuesta
para la IPA-.

Que el deseo mismo de Freud queda cuestionado a partir de la introducción de "los


nombres del padre" es algo que Lacan explicita ya en la primera clase del Seminario 11:
"… la histeria nos da la pista, diría yo, de cierto pecado original del análisis. Tiene que
haberlo. El verdadero no es, quizá, más que éste: el deseo del propio Freud, o sea, el
hecho de que algo, en Freud, nunca fue analizado. Estaba yo exactamente en esto
cuando, por una peculiar coincidencia, se me puso en el disparadero de tener que
renunciar a mi seminario. Lo que tenía que decir sobre los Nombres-del-Padre, en efecto,
no intentaba otra cosa que el cuestionamiento del origen, es decir, averiguar mediante
qué privilegio pudo encontrar el deseo de Freud, en el campo de la experiencia que
designa como el inconsciente, la puerta de entrada" (Lacan 1964: p. 20).
Y que ese deseo no es ajeno a la "psicología de las masas" que Lacan entrevé en la
estructura de la IPA, sólo tres años después -en la "Proposición de octubre de 1967"- es
indicado de este modo: "Partimos también del hecho, que parece perfectamente
plausible, de que [a las sociedades psicoanalíticas existentes] Freud las quiso tal cual
son. […] Está claro pues que Freud asumió el riesgo de cierta detención. Quizás más:
que vio en ellas el único refugio posible para evitar la extinción de la experiencia" (Lacan
1967a: p. 9.) "… el tipo existente […] de la unidad: sociedad de psicoanálisis, en tanto que
tocada con un ejecutivo de escala internacional. Lo dijimos, Freud lo quiso así [...] La
naturaleza de esas sociedades y el modo en que obtemperan, se aclara con la promoción
de Freud de la Iglesia y del Ejército como modelos de lo que concibe como la estructura
del grupo. (Con este término, en efecto, habría que traducir hoy Massen de su
Massenpsychologie)" (ibíd.: p. 21). Lo que llega, en verdad, hasta el final mismo de la
enseñanza de Lacan: "Sabemos lo que costó que Freud permitiera que el grupo
psicoanalítico pudiese mas que el discurso y deviniese Iglesia. La Internacional, ya que
éste es su nombre, se reduce al síntoma que ella es de lo que Freud esperaba de ella "
(Lacan 1980).

De todo ello se sigue que es la faz religiosa -¿militar también?- del deseo del "padre del
psicoanálisis" la que viene a ser corroída por esta primera oleada de pluralización de los
nombres del padre. Aquí agregaremos, muy brevemente, que ésta no hubiese acontecido
sin la tachadura que, al menos desde el Seminario 5 (cf. Lacan 1957-58), pesa sobre el
Otro -S (A)- y el establecimiento, entre el Seminario 7 (cf. Lacan 1959-60) y el Seminario
10 (cf. Lacan 1962-63) de la dimensión real del objeto (a). En suma, dos reales que
obstaculizan, precisamente, la preminencia de la que gozaba, hasta entonces, el unitario
significante del nombre del padre

LA SEGUNDA OLEADA

Pasamos ahora a considerar la segunda oleada de esa pluralización y alguna de las


novedades que conlleva. Se inicia -así lo acabamos de anticipar- en el Seminario 21,
titulado "Los no incautos yerran" [Les non dupes errent], homófono en francés,
precisamente, de… ¡Los nombres del padre! [Les noms du père].

Y bien, esta homofonía no es en absoluto ajena al hecho de que situemos en el


Seminario 21 el comienzo de la segunda fase de pluralización. En efecto, frente a la
reiterada airmación de Lacan -luego de la única clase de "Los nombres del padre" en
noviembre de 1963-, de que nunca volvería a hablar de ello, tenemos este seminario
-exactamente diez años después- que en su título lleva la marca poco camulada del
asunto hasta aquí vedado: "'Les non dupes errent' [Los no incautos yerran] […] ¿Suena
raro, no? Es una pequeña muestra de mi estilo. […] la frase suena estrictamente de la
misma manera que 'Les noms du père' [Los nombres del padre]. Es decir, aquello de lo
que prometí no hablar nunca más" (Lacan 1973-74: 13-11-73).

¿Esta marca es sin razón? No lo creemos. Encontramos más bien en este Seminario 21
lo que consideramos el punto de partida de un nuevo abordaje de "los nombres del padre"
-a esto llamamos la segunda oleada en lo que respecta a su pluralización-, que tendrá su
punto cúlmine hacia el final del Seminario 22.

En efecto, la clave del nuevo tratamiento que Lacan le da a los nombres del padre en esta
segunda fase de su pluralización, parte de la consideración novedosa de la operación de
la nominación que se encuentra en "RSI" como pasaje del nombre del padre al padre del
nombre o al padre como nombrante -y así de los nombres del padre, podríamos decir, a
los padres del nombre- y, especialmente, su modulación -la de la nominación- entre los
tres registros, lo que le permitirá plantear, en ese seminario, tres formas de nominación
-imaginaria (la inhibición), simbólica (el síntoma) y real (la angustia)-, en in, tres nombres
del padre -o tres padres del nombre-, capaces de operar el anudamiento borromeo de los
registros.
Por esa vía -que a continuación examinaremos de cerca- la pluralización de los nombres
del padre alcanzará, en esta segunda oleada de los años 70', un estatuto impensado en la
enseñanza de Lacan de la década anterior: será, precisamente, la clave del lazo entre lo
simbólico lo imaginario y lo real, alcanzando una operatividad clínica que aquí nos
interesa destacar.

EL "NOMBRAR-PARA"

El recorrido que conduce a ello comienza sorprendentemente en el Seminario 21 con la


consideración de Lacan -en el marco de un comentario sobre la relación entre el ejercicio
del amor y el nombre del padre- de una función prevalente en la actualidad -según él- y
preferida por sobre la del padre que denomina "nombrar para" o "ser- nombrado-para" 2.
De este modo introduce el asunto en la clase del 19 de marzo de 1974: " El desfiladero del
significante por el cual pasa al ejercicio ese algo que es el amor, es muy precisamente
ese nombre del padre que sólo es 'no' a nivel del decir, y que se amoneda por la voz de la
madre en el decir 'no' de cierto número de prohibiciones; esto en el caso, en el feliz caso,
aquél donde la madre quiere, con su pequeña cabeza, proferir algunos cabeceos " (Lacan
1973-74: 19-3-74).

Allí se tiene a la madre cuando, haciendo lugar al nombre del padre, "es reducida a
traducir ese nombre por un no" (ibíd.). Logra transmitir al hijo, así, diríamos, un no…
amoroso, que no es sin la referencia paterna.

Pero Lacan señala que "lo que vivimos es muy precisamente esto: […] la pérdida, la
pérdida de lo que se soportaría en la dimensión del amor […] a ese nombre del padre se
sustituye una función que no es otra cosa que la del 'nombrar para'. Ser nombrado para
algo, he aquí lo que despunta en un orden que se ve efectivamente sustituir al nombre del
padre. Salvo que aquí, la madre generalmente basta por si sola para designar su
proyecto, para efectuar su trazado, para indicar su camino" (ibíd.)

Se trata, en principio, de un abordaje histórico. Propone que en su tiempo -pero podría


justificarse su extensión hasta el nuestro, es decir, en la actualidad- hay una pérdida de la
dimensión del amor que queda aquí ligada con la sustitución del nombre del padre por lo
que denomina la función del "nombrar para": "Ser nombrado para algo, he aquí lo que,
para nosotros, en el punto de la historia en que nos hallamos, se ve preferir […] a lo que
tiene que ver con el nombre del padre" (ibíd.). Y en este orden preferido por sobre el
nombre del padre es la madre, ella sola, su solo deseo sin intervención paterna alguna, la
que dirige, "señala a su crío ese proyecto que se expresa por el 'nombrar para'" (ibíd.).
Pero no decimos aquí "orden" por azar. Es que el "nombrar-para" introduce ciertamente
un orden, según indica Lacan, pero uno bien distinto al "orden amoroso" posibilitado por el
nombre del padre: "Es bien extraño que aquí lo social tome un predominio de nudo, y que
literalmente produzca la trama de tantas existencias; él detenta ese poder del 'nombrar
para' al punto de que después de todo, se restituye con ello un orden, un orden que es de
hierro" (ibíd.).

Este es el punto que nos interesa resaltar: con el "nombrar-para" lo social "toma
predominio de nudo". Aquí, en efecto, el "nombrar para" anuda, enlaza, entrama…
restituye. Pero como se indica en la cita, el orden que llega a restituir es uno de hierro. En
ello se distingue de aquel -más o menos maleable, más o menos lexible, más o menos
elástico- que el nombre del padre proporciona, como lo enseña Lacan desde temprano a
partir de su metáfora paterna y la significación del falo que le es correlativa 3.
Así, este orden de hierro, inflexible, del "ser-nombrado-para" termina ligado, en este
desarrollo del Seminario 21, con el "retorno del nombre del padre en lo real, en tanto que
precisamente el nombre del padre está verworfen, forcluido, rechazado" (ibíd.), es decir,
con la psicosis tal como era abordada por el primer Lacan (cf. especialmente Lacan 1955-
56 y Lacan 1958a). Y, retomando los términos mismos de su primera enseñanza -aunque
de un modo más extendido si se quiere, puesto que llega en este caso hasta lo social-, el
"ser nombrado para" -"signo de una degeneración catastrófica" (Lacan 1973-74: 19-3-
74)-, se propone como una forma psicótica de anudamiento.

En otros lugares hemos examinado detenidamente este modo de encadenamiento y


considerado algunas de sus consecuencias (cf. p. ej. Mazzuca, Schejtman, y Zlotnik
2000). Aquí solamente destacaremos que se trata, justamente, de un modo de lazo:
introduce de hecho en la enseñanza de Lacan la idea de que la nominación enlaza;
incluso ésta del "nombrar-para", por inlexible o psicótica que sea, anuda.

PADRES DEL NOMBRE: HACIA UNA CLÍNICA DE LAS NOMINACIONES


Es Eric Porge quien ha señalado (cf. Porge 1997: p. 149-150) que quizás Lacan precisó
plantear en primer término la disyunción entre el "nombrar-para" y la función del padre en
el Seminario 21 -lo que acabamos de desplegar- para que emergiera propiamente el
padre del nombre a partir del nombre del padre en el seminario siguiente.
Aquí recordaremos que esto último acontece en la clase del 11 de marzo de 1975 de
"RSI", cuando Lacan se refiere a la función de la nominación de este modo: "en la
lingüística […] se distingue el dar-nombre, el nombrar, el consagrar-una-cosa-con-un-
nombre-de-habladuría. A pesar de todo, ahí se ve que esto, la nominación, es distinto de
la comunicación…" (Lacan 1974-75: 11-3-75). A partir de eso, indica luego: "… yo reduzco
el nombre del padre a su función, radical que es dar un nombre a las cosas, con todas las
consecuencias que eso comporta, porque eso no deja de tener consecuencias…" (ibíd.).

Ahora bien, hasta este momento del seminario Lacan todavía intentaba sostener la
propuesta de la cadena borromea mínima, la de tres eslabones -se verá enseguida que
luego termina desplazándola, al preferir la de cuatro- y, por ello, a esta función de la
nominación la supone aún, en esta clase del Seminario 22, parte de lo simbólico mismo
-es decir, no constituyendo todavía un cuarto eslabón que anuda a los tres registros-:
"Quién no ve que esta historia nos deja en el tres, a saber que, como podía esperarse de
ello, lo que es de Ia distinción en lo simbólico del dar-nombre forma parte de ese
simbólico, como lo demuestra esto, que la adjunción de ese cuatro es de alguna manera
superflua" (ibíd.).

Pero solo un mes después se produce el vuelco que lo lleva a pasar de la cadena de tres
a la de cuatro anillos. En la clase del 15 de abril de 1975 lo indica y extrae las algunas
consecuencias de ello: "De tres [consistencias], no se sabe nunca cuál de Ias tres es real;
es precisamente por eso que es necesario que sean cuatro, porque el cuatro es […] el
nombre del padre. La nominación, es la única cosa de la cual estemos seguros que eso
hace agujero. […] quizás un día -por qué no el año próximo, al paso en que persisto-
trataré de mostrarles lo que de todos modos, de los nombres del padre, sí yo lo acoplo, a
ese nombre del padre, a lo simbólico, para hacer de él el más uno por el que se asegura
manifiestamente […] Pero quizás, esos nombres del padre, podemos especificar que
después de todo no sólo lo simbólico sea lo que tenga el privilegio de eso, que no es
obligatorio que sea al agujero de lo simbólico que esté unida la nominación. Lo indicaré el
año próximo (ibíd.: 15-4-75).

En otros lugares (cf. Schejtman 1996, 2007, 2008) hemos mostrado que en la cadena
mínima de tres eslabones, los registros son tan simétricos que no es posible distinguirlos:
sólo el cuarto introduce la disimetría que quiebra la homogeneidad entre ellos. No deja de
sorprender que en la cita sea lo real el registro que a Lacan le interesa aislar
específicamente. De cualquier forma lo importante es esto: "es necesario que sean
cuatro".
Luego, se indica que el cuarto es propiamente el nombre del padre, pero inalmente…
pluralizado -lo que queda claro en el recorrido que aquí resumimos-: se trata de la
nominación que Lacan acopla primero a lo simbólico, pero enseguida a cada uno de los
registros. Es posible que estos "nombres del padre", estas formas de la nominación,
entonces más bien "padres del nombre", se acoplen -o redoblen- no sólo a lo simbólico si
no también a lo imaginario y lo real.

Así pues, en la última clase del Seminario 22 se abre la vía que conduce a situar a la
nominación en tanto que cuarto término capaz de enlazar de modo borromeo a los tres
registros, pero introducida como un redoblamiento posible de cada uno de ellos. En
efecto, si lo simbólico no tiene el privilegio exclusivo de unirse a la nominación, si hay
espacio allí también para lo imaginario y lo real, ¿por qué no distinguir una nominación
imaginaria, una real y una simbólica?

De ese modo procede Lacan: diferencia una nominación imaginaria que adjudica a la
inhibición, una nominación real que atribuye a la angustia y, por último, una nominación
simbólica que reserva para el síntoma: "... nominación de lo imaginario como inhibición,
nominación de lo real como lo que se encuentra que sucede de hecho, es decir angustia,
o nominación de lo simbólico, quiero decir implicada, lor de lo simbólico mismo, a saber
como sucede de hecho bajo la forma del síntoma..." (Lacan 1974-75: 13-5-75).
Inhibición, síntoma y angustia terminan así propuestos al inal de "RSI" como "nombres del
padre" capaces de anudar a los tres registros que ya no consiguen por sí mismos
enlazarse. Ello es lo que vuelve, en última instancia, clínicamente operativos a los
nombres del padre -aquí los tres miembros del trío freudiano de 1925 (cf. Freud 1925)-,
puesto que a partir de estas consideraciones queda expeditos los caminos para una
"clínica de las nominaciones" que pueden anudar de diversos modos los tres registros
lacanianos. Nuestra investigación se ocupará, entre otras cosas, de examinarlos en los
niveles de la dirección de la cura y las construcciones nosológicas.
1 Cf. Lacan 1964: p. 20, 256 y 271, Lacan 1965-66: 15-6-66, Lacan 1966-67: 23-11-66, 25-1-67, 7-6-67,
Lacan 1967-68: 21-2-68, Lacan 1971-72a: 14-6-72, Lacan 1971-72b:3-3-72, 1-6-72-.
2 Sea que se ponga el acento en el nombrante o en el nombrado.
3 Cf. también el distingo entre la metáfora paterna y la metáfora delirante, justamente a partir de la movilidad
y elasticidad de la primera en oposición a la fijeza y rigidez de la segunda, en Mazzuca, Schejtman y Zlotnik
2000: p. 131-132.

Referencias bibliográficas

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Secretaría de Investigaciones, Facultad de Psicología, Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires, 2007.
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Cátedra II de Psicopatología de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires, nº 2, 2008.
Fecha de recepción: 13 de abril de 2012
Fecha de aceptación: 18 de septiembre de 2012

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