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Estallidos de Clínica

Bernard Casanova

¿Te volviste loco, psiquiatra imbécil,


pensaste que yo me creía Jesús Cristo?
Simplemente dije, y lo repito,
que yo, Antonin Artaud, 50 inviernos,
me acuerdo del Gólgota ...
Histoire vécue d' Artaud-Mômo...
eso que se llama impropiamente la clínica ...
(Lacan, 14 de mayo de 1969)

Después del tiempo -¿qué tiempo? digamos después del tiempo que oímos y
transcribimos y leemos Lacan, después del tiempo que lo examinamos, lo interpretamos
y lo citamos, que lo parafraseamos, que lo comentamos, que lo bibliografíamos y lo
atesoramos; después del tiempo que hacemos nudos a tres o a cuatro, o cadenas o
trenzas, que deshacemos, que desanudamos, que desencadenamos y que
destrenzamos, a veces incluso en color; después del tiempo que hacemos bandas donde
el derecho es el revés, después del tiempo que nos atoramos en los agujeros, que nos
autopenetramos en el espacio o en las botellas sin boca ni culo... , (me dirán que no hace
tanto tiempo, pero no obstante hace tiempo)- después de todo ese tiempo, se podría
pensar que la clínica -eso que llamamos así por costumbre sin saber bien la razón- iba
a moverse considerablemente, que en pernepsi1 -tomando de otro autor ese neologismo
acrofónico para designar la triada clínica perversión, neurosis, psicosis- iban a
registrarse graves perturbaciones, parecidas a tempestades o tormentas; o si no la
ruptura; se podría pensar incluso que esta división, codificación, clasificación pernepsi
iba a estallar, a explotar con todas esas novedades que aportaba Lacan. Más
exactamente aún, se podría pensar' que la llegada a la escena psicoanalítica del ternario

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Pernepsi: neologismo usado por Jean Allouch que habla de la tripartición clásica en perversión, neurosis
y psicosis.
constituido por real, simbólico e imaginario, ya no permitía obrar como antes, y que con
RSI ya no se podría funcionar (como) con pernepsi. Pero no, por más increíble, por
más inverosímil que parezca, no se ha movido ni un pelo, ni siquiera un breve temblor,
ni la menor perturbación en pernepsi; ¡qué suerte! se habría logrado la notable hazaña
de no poder dejar de lado el RSI, sin abandonar pernepsi. En principio, se me preguntará
(tal vez), ¿por qué aproximo de ese modo el ternario lacaniano y la trilogía clínica y los
coloco en una especie de oposición? Es que en ese punto hay algo que me
molesta desde hace tiempo. Para decirlo sin dudas demasiado rápidamente, hay que
saber si se elige pensar con dos o con tres; dicho así parece un poco simple, pero me
pregunto si mi malestar no se sitúa exactamente en ese lugar. Ciertamente tanto ese
ternario como esa trilogía son tres; pero la tripartición efectuada afecta dos campos
absolutamente diferentes: el cuadro de clasificación pernepsi, dado que ordena los
problemas del alma (puede decirse también las perturbaciones de la mente o las
disfunciones del aparato psíquico), supone el dos, el dualismo del cuerpo y del alma
(psiquismo si se quiere), es lo que se llama corrientemente -en las universidades, los
hospitales, los manuales de psiquiatría y de psicología, las veladas mundanas, etc.- la
psicopatología (discúlpenme este repaso elemental, pero es necesario para plantear bien
la cuestión que me molesta). Los psicoanalistas -digamos los lacanianos, digamos en fin
ciertos lacanianos - audaces como son, dirán respecto a la psicopatología simplemente
que no existe, ni psicopatología, ni psico, pero -y es lo que me molesta- eso no les impide
sumergirse blandamente en pernepsi.

RSI, en cambio, hace pensar en tres, pero no tres partes del alma, ni tres pedazos
de vaya a saber qué aparato psíquico (que el Señor Changeux, por ejemplo, junto a
varios otros, está en proceso de inculcarnos) sino tres del ser hablante. Y quizá, no
se dice claramente esta enormidad: RSI es la ruina del alma, la destrucción y la
desaparición del aparato psíquico. Entonces ya nada es lo mismo, o mejor, ya nada
debería ser como antes, dado que se ha pasado de dos a tres; sin embargo, parece que
todo continua tranquilamente... ¡Y es eso lo que me molesta! Si RSI trae algo nuevo en
tanto que ternario relativo al ser hablante [parlêtre] y ya no el psiquismo del hombre -
digámoslo grosera y rápidamente de ese modo- ¿se puede seguir utilizando el buen
cuadro pernepsi que clasificaba los estados del alma? ¿Cómo hacen, los psicoanalistas,
para suponer al principio que no hay psicogénesis, y después, a medio camino, utilizar
en la clínica -usemos esa palabra- elementos que presuponen que existe? ¡Seguramente
los psicoanalistas no pretenden juntar RSI con el dualismo -arriesguemos esta otra
palabra- psicosomático! Pero tal vez después de reflexionar y examinar el tema se revele
que sí. Como dice Lacan "necesitamos el alma como la garrapata la piel del perro". De
modo que la irrupción de RSI en el psicoanálisis, no parece alterar en nada la
psicopatología freudiana, y en eso consiste mi malestar. Pues recordaré que la
clasificación en perversión, neurosis, psicosis, es freudiana; sino viene completamente
de Freud, al menos Freud la ha confirmado y fortalecido, es a él a quien debemos la
solidez y la perennidad de esos casilleros, donde cada uno puede situarse o situar al
otro, a todos los otros. Uno puede preguntarse si se trata de una vieja supervivencia,
tenaz y adherida como una garrapata, del freudolacanismo desesperado. En ese punto,
Freud no llegó a ser desplazado, no se pudo, o no se quiso, desplazarlo; como si,
acrobáticamente, estuviéramos agarrados con una mano al ternario lacaniano y con la
otra a la psicopatología freudiana. ¿Mi malestar será freudo-lacaniano?
En este último tiempo tuve entre las manos un libro, recientemente editado, que
se titula Clinique psychanalytique. El autor es alguien que ha leído mucho a Lacan, la
prueba es que publicó hace poco -con el mismo editor- dos volúmenes de introducción a
la lectura de Lacan y -con otro editor- un repertorio bibliográfico exhaustivo (las tarjetas
postales incluidas) de la obra de Lacan. El título Clinique psychanalitique evidentemente
me llama la atención, pero, horror, ¿que veo en la tapa? Una quimera, una visión de
pesadilla: dos cabezas -célebres- encastradas la una en la otra, o como si una surgiera
de la otra, monstruo cefálico teratológico, con tres ojos y dos bocas... ¡la representación,
la imagen del freudo-lacanismo! A pesar de todo, leí un poco: por ejemplo, el autor nos
habla, tras haber citado al Lacan de 1953, de la "relación intersubjetiva, es decir la
transferencia" (p.19); y luego del "referente psicoanalítico" que debe entenderse junto al
"cuadro de la semiología psicopatológica y de la nosografía que de él procede (p. 42);
por lo tanto el psicoanálisis debería acoplarse a la semiología, ciencia de los signos, ya
la nosografía, nomenclatura de las enfermedades; ¡qué suerte que todo pueda ajustarse
tan bien! Después, se trata de "la organización psicosexual específica" de los perversos;
¡todos saben que para los psicoanalistas el psico es terriblemente sexual!
Uno recibe muchas informaciones diversas por correo, a condición por supuesto
de figurar en ciertos ficheros. Es así que un nuevo periódico acaba de aparecer: el
Journal français de psychiatrie, con comité científico y de redacción impresionantes; y se
precisa claramente que ese periódico será a la vez "clínico" -eso es concreto- "científico"
-¿cómo no serlo?- y "psicoanalítico" -por el mismo precio. He aquí un periódico de
psiquiatría psicoanalítica; y oh sorpresa, nos enteramos que dos de los directores de JFP
son antiguos miembros de la ex EFP; eso me inquietó un poco.

En mi casillero postal también hallé, un folleto de un "Encuentro franco-americano


de psicoanálisis", muy bello, desplegable, con las banderas francesas y norteamericanas
en color; tema del encuentro: "Los estados límites"; pero si bien límites tiene una "s", se
trata como todo el mundo lo sabe, del límite entre "ne" y "psi"; eso que te adjudican
cuando estás en ciertos estados; no es que pidas estar allí, en esa posición incómoda e
incluso peligrosa, inclinándote a veces hacia "ne" y otras hacia "psi", pero hay que
aceptado, todo el mundo debe ser clasificado; así los que no presentan síntomas claros
y que no expresan francamente de qué lado están, los metemos a cabalgar sobre la
barrera. En ese "Encuentro" -y señalo que esta vez fue de psicoanálisis- participaron
presidiendo las sesiones, ¡oh sorpresa! antiguos miembros, más o menos conocidos, de
la ex-EFP; y toda esa gente pudo reunirse gracias a la colaboración de los laboratorios
farmacéuticos que, precisamente como las cosas fueron bien hechas- venden
medicamentos contra esos malos estados. Todo eso alimentó aún más mi malestar.

Una manera, sin duda insuficiente pero válida, de seguir la evolución del
psicoanálisis es leer bien la correspondencia. Por ejemplo, acaba de aparecer, "bajo la
dirección de" un miembro de la antigua EFP, una "Introducción a las obras de " ... siete
grandes psicoanalistas. Nos enteramos así que hay ¡siete grandes psicoanalistas!
(Juego: adivinen quiénes son; les doy una ayuda: están todos muertos, condición
necesaria, pero por cierto no suficiente, para ser grande). Queda claro que se trata de
"revivir el alma de cada autor" (sic), y que no aparece sólo "la obra comentada, sino
también […] la imagen interior del autor estudiado (resic); el libro está destinado "tanto
al estudiante inquieto... como al psicoanalista confirmado"... eso debería funcionar.
Pero es necesario que vuelva a esa gran división, a esa gran dicotomía (digamos
occidental) de la humanidad en dos "osis" (pues "per" está del lado de "ne"; entre per y
ne hay como un parentesco, se comprenden, se hacen guiños, a veces se envidian, casi
pueden intercambiar síntomas; no existen tres fronteras en pernepsi, sino una sola:
perne/psi; las pericias psiquiátricas penales -me dijeron que ahora algunas pericias se le
piden especialmente a los psicoanalistas- nos lo recuerdan a menudo: están los que
pueden responder, y los que se decide que no pueden responder por sus actos, es entre
las dos "osis" donde se da la división). Dejando de lado la glucosa y otros azúcares, el
sufijo "osis" connota, en el vocabulario de la patología médica, el carácter no inflamatorio,
no agudo, y por eso mismo prolongado, incluso crónico, de una "afección"; se opone al
sufijo "itis", que señala el caso agudo, inflamatorio. Es así que hay artritis y artrosis,
dermatitis y dermatosis, etc. Y me doy cuenta que el término psicosis -con motivo del
cual organizamos (si no los psicoanalistas actuales no serían actuales) tantos coloquios,
congresos, encuentros (¡a veces europeos!), presentaciones, revistas, etc.- es una
"afección prolongada", que figura en una lista con otras treinta enfermedades (cáncer,
infarto...) cuyo gastos de tratamiento son reintegrados en un cien por ciento por parte del
seguro social; eso también es la psicosis y de allí derivan muchas consecuencias que no
hay que dejar de lado.

Me dirán (tal vez) que es elemental y fundamental para la dirección de la cura


saber distinguir la neurosis de la psicosis; y es ese saber, agregaran (sin duda), lo que
permitirá una interpretación y no otra, pues en uno u otro caso, la transferencia, el sujeto,
el objeto y muchas otras bellas cosas, se presentan de maneras distintas y por lo tanto
el fin de la cura, etc. (discúlpenme, reconozco que voy un poco rápido, les recomiendo
que lean trabajos importantes y serios que ya existen sobre el tema). Es que esto me
molesta mucho también, pues ¿qué?, ¿acaso sería necesario que desde las primeras
sesiones -las preliminares digamos- el psicoanalista establezca su diagnóstico? ¿que
sepa colocar al analizante en la zona apropiada, de un lado o del otro de la frontera, y
que en cada zona, le encuentre también un buen casillero, para poder enseguida medir,
calcular y regular sus intervenciones? Suelo pensar que el primer objetivo del analista -
a la vez el más simple y el más imposible- es no obstaculizar lo que se de en el análisis.
Ese saber preliminar del analista sobre el lugar del analizante en la clasificación pernepsi
me molesta mucho, pues bien podría ser un obstáculo, también preliminar, a todo
análisis. Mejor sería que el analista aprendiera a no saber y a no escuchar pernepsi en
lo que se le dice.

Dado que al fin hay que remitirse al síntoma, ese síntoma del que se habla tan
alegremente y con tanta sutileza y erudición, casi hasta el punto de santificarlo; ese
síntoma surgido del símbolo, pero distinto del símbolo al que no obstante está anudado
(Lacan, 1975). Un síntoma no se vuelve en cierto modo psicoanalítico si no es captado
en "su función de significante"; se podría incluso señalar que sólo hay síntoma a partir
del momento en que se dirige a un psicoanalista, es decir a alguien que lo captará en su
función de significante; de modo que el psicoanalista (el psicoanálisis) tal vez no está
muy bien encaminado -como dice Lacan en "esa historia absolutamente loca" que es
consultar a un psicoanalista para que "arregle las cosas"- si éste encierra, si atrapa al
síntoma en el saber de la psicopatología, si traduce, en su foro interior (!), eso que alguien
le dice en un síntoma fóbico o psicótico, por ejemplo, es porque entonces ya tiene todo
cocinado. Un síntoma, un síntoma fóbico, o psicótico, no quiere decir nada; si tiene "una
función de significante", eso quiere decir, me parece, que el síntoma no entra en ninguna
sintomatología y que es heterogéneo a toda nosografía; no puede haber, no hay
sintomatología psicoanalítica.

A veces tengo la impresión que hay quienes creen que la psicopatología o la


nosografía existen; esta creencia también me molesta; pero probablemente es necesaria
en su función de recurso, recurso referencial que permitiría, por ejemplo, esquivar la
carga "de una mitad del síntoma", lo cual es no obstante una condición para que el
síntoma sea analizable, pero se trata de una carga demasiado pesada, que un buen
saber referencial ayuda a soportar.

Un día, en abril de 1978, Lacan le dio una buena patada al edificio nosográfico,
tumbando esa famosa barrera que se creía intocable; ese día él decía que al neurótico
que va a demandar un análisis a un psicoanalista -"historia absolutamente loca" -"hay
que llamar(lo) psicótico". Lacan debió equivocarse al decir eso (en una asamblea de
analistas), sería como un lapsus, pues si se trata de un neurótico, si está de ese lado no
está del otro, etc. Después de quince años que Lacan dijo eso, así de pasada, (fue
durante las audiencias sobre el pase en la EFP), hubo tiempo de volver a colocar la
barrera e incluso de repintar el muro ne/psi que por otra parte casi no se había rajado
después de este error, un error como los que Lacan tan bien sabía cometer.

La "clínica psicoanalítica" es una expresión que, aún hoy, vende bien. Digo eso
porque hace un montón que la escucho, la leo, y me doy cuenta que sigue siendo
atractiva, reúne gente, gusta, sin que por otra parte sea necesario, añadiría, delimitar
muy bien lo que pertenece a la clínica y lo que no. Los psicoanalistas aman
profundamente esa palabra. Pero aun cuando sea puesta en el frente de un
establecimiento, o califique un examen, una enseñanza, una lección, etc., esa palabra
denota absolutamente algo médico. La "clínica psicoanalítica" enlaza siempre lo
psicoanalítico a lo médico, los une, y al unirlos, lo relaciona con algo con lo que nunca
terminamos de no entendernos, y eso me molesta también, pues con Antonin Artaud, por
ejemplo, -lo evoco porque suelo leerlo en estos días- ese fue el malentendido trágico.

Pero entonces, se me interrogará probablemente, ¿qué clínica hay para el


psicoanálisis?

Tal vez el único lazo, el único vínculo que hay entre la "clínica" y la práctica del
psicoanálisis es etimológico. En efecto, habitualmente, pero no obligatoriamente, el
psicoanalista le propone al otro acostarse sobre algo que parece un lecho y, en esa
posición, hablar. Lacan decía, como siempre clara y rigurosamente, que "la clínica
psicoanalítica es lo que se dice en un psicoanálisis"; he allí una definición de la clínica
con la que concuerdo y me conforma, y agregaba "la clínica siempre está ligada al
lecho... y no se ha encontrado nada mejor que hacer acostar a quienes se ofrecen para
un psicoanálisis…" Esa sería entonces la razón de ese acuéstese ahí, y sólo por esa
razón podemos conservar, entre nuestros viejos muebles, la palabra clínica; existe el
klíné de la clínica y el diván del analista, ambos para gemir: el lecho del sujeto, como se
diría asimismo del río.

Si Unbewusste no es lo que no es consciente sino un desliz (une bévue) la clínica


ya no es más lo que era y es tiempo de que paseemos a otra cosa, pues después del
tiempo...

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