Sunteți pe pagina 1din 236

lL.

lu'f ¿u/14
\
BIBLIOTECA ROMANICA HISPANICA MANUEL SECO
FUNDADA POR
DAMASO ALONSO
II. ESTUDIOS Y ENSAYOS,4]I

ESTUDIOS DE LEXICOGRAFÍA ESPAÑOLA

tl

SEGUNDA EDICIÓN AUMENTADA

O MANUEL SECO
O EDITORIAL GREDOS, 2OO3

Sánchez Pacheco, 85, Madrid


www.editorialg¡cdos com

Secu¡pr eo¡croN TUMENTADA

Di§€ño gráfico e ilu§¡ración:


MaÍucl Jatl€iro

Dcpósitol¡gal: M. 34654'2ml :,
lsBN E+249-2346-4 ,l)
fmprcso en EsPañ& Printed in SPain
Encuedem¡ción Rzrnos
Gráfic¡s Cóndor' S. A
OR DOS
Estcban Tcrad¡s, 12. Pollgono tñdustrial. t¡g¡nés (Madrio' 2m3
AIBLIOTECA ROMANICA HISPANICA

O=
§i
LY
¡§'
*l
§
I
§
F,.
\
3
§
t
\

PRÓLOCO DE LA PRIMERAEDICIÓN

Érasc un gran cdili cio llamado Diccionaio de


la lengua castellana [...] Por dentro era un labe-
rinto tan maravilloso que ni el mismo dc Crota se
igualara.
(Benito Pérsz Galdós: I.a conjuracióa de las
palabras).

El convericionalismo es la clave de la civilización. No voy a es-


cribir ahora r¡n ensayo sobre una realidad tan conocida, pcro es ine-
vitsblc quo la traiga a colacióu, si tenemos que habémoslas con la ac-
tividad conve¡rcional más importante de las que con§tituyen cl tcjido
social: el lenguaje. Es verdad que los pactos lingülsticos entre indivi-
duos y entre grupos están todavía muy lejos de alcanzar la suprerna
amplitud ideal; arin no es capaz la humanidad de entenderse por me-
dio de una lengua común, prescindierido de traductores y dc intérpre-
t€s, por riás que cxistan ya comunidadcs lingülsticas muy numeros¿u¡,
constituidas no solo por los millones de seres que tieucn deteminada
lengua como matorna, sino por todos los otros millones que se sirven
de esa misma lengua en alguna faceta de su actividad personal, inclu-
so no ya en forma activa sino puramente pasiva
oscuchándola o leyéndola-.
-habllíndola-,
- Pero hay un aspecto convencional del convencionalismo
-de¡¡tro
del lenguaje- que supone una dimcnsión supralingüística unificato-
ria en la diversidad lingüística: es la utilización, para mütitud de len-

\-
l0 Estudios de lexicografia española hólo ll
guas diferentes, de un código común y único para la representación modo, uno de los pilares de la civiliz¿ción occidental es el respeto al
gráfica de los signos que constituyen los respectivos sistemas fónicos. ordsn alfabético heredado, por arbitrario y anticientífico que sea'
El hccho de que lenguas tan dispares como el español y el turco, el De los in¡umcrables frutos del orderi alfabético entre los cuales
-
la cartelera de espectáculos hasta la guía telefóni-
húngaro y el francés, el finlandés y el italiano, el inglés y el v¿§cuen- se cuentan desde
cs, coincidan en el empleo de un medio de transcripción común que ca-, ol representants culto mas conspicuo es el diccionario, singular
es el alfabeto latino, con el precioso complemento de la numeración oroducto que circula entre nosotros, con crecients vigor, desde hace
arábiga, constituye un primer factor mínimo de aproximación, y por quiri.n,o. años (fue en 1490 cuando Alonso de Palencia publicó el
tanto de comprensión, entre hablantes que en principio ca¡ecen de to- primcr diccionario español aunque no del español). Los dicciona-
-
rios son el atajo para penetrar en el contcnido de las unidades léxicas,
da clave para comunicarse unos con otros. Si a un hispanohablante el
avión que le traslada a Moscú o a Pekín le convierte automáticamente los gulas que nos orientan por el laberinto de las palabras un labe-
rinto en que vivimos inmersos desde el nacer Uno de
-los índices
en analfabeto, la sensación de desamparo es infinitamente menor si -.
aterriza en Va¡sovia o en Helsinki, solo porque las letras, las familia- más claros de la robustez cultu¡al e intelectual de una comunidad es
res letras de su abecedario que no las palabras-, le dan una tí. el lugar que en ella ocupa el diccionario.
-ya
mida pero en cierto modo eficaz bienvenida. La lengua española cuent¿ con una interesante tradición lexico-
Al admi¡able pacto social que es la existencia de una lengua se gráfica cuyas primeras manifestaciones son los diccionarios bilin-
r¡ne, pues, el pacto no menos admi¡able que es la existencia de un gües, empezando por los de carácter huma¡ístico §ebrija) y siguien-
sistema unitario de representación gráfica de esa lengua, sistema no do por los de carácter práctico, destinados al viajero, al comerciante,
privativo de ella, sino compartido por ohas muchas. Todavia hay que al diplomático o al evangelizador. Es notable que en esta segunda ra-
añadi¡ u¡ convencionalismo no siempre recordado, pero de inmenso ma, después dc los primeros pasos españoles (Pedro de Alcalá, Cris-
alcance utilitario: la ordenación tradicional de los signos gráficos del tóbal dc las Casas), los extranjeros pronto invaden el campo de manera
lenguaje. En todas las comunidades que se sirven del alfabeto latino, casi avasalladora (Percival, Minsheu, Palet, Oudin, Vittori, Franciosi-
las lctras que lo constituyen se crir¡meran y se colocan en una disposi- ni, etc.), dibujando un panorama que no deja de presentar algún pare-
ción universalmente respet¿d¿. No importa que el orden alfabético cido con la situación de nuestros días.
usual sea en sí descabellado y suscite una y otra vez la cólera de los Nuestra lengua se adelanta a las demiás or¡ropeas en disponer de
lingüistas; en efecto, se diría que el Dios del Alfabeto so divirtió en un dicciona¡io monolingüc exteinso: el Tesoro de la lengua castellana
irritar a estos sabios ciudadanos entremezclando vocales y consonatr- o española de Sebastián de Covam¡bias (1611), anterior en rm año al
tes y haciendo que aparecieran alineadas sin concierto las representa- famoso italiano de la Academia de la Cn¡scar. Pero, así como este úl-
ciones de consonantes sordas, sonoras, orales, nasales, bilabiales, ve- timo obtuvo inmediato eco que cuajó en sucesivas ediciones mejora-
lares, palatales... Los intentos aislados, como el del maestro Gonzalo das, el Tesoro español no logró en su siglo más que una nueva impre-

Correas en el siglo xvrr, por poner orden y lógica en este zoco no han sión adicionada por un amateur insignificante.
servido más que píua sembrar pasajeramentc la confusión en un te-
rreno gn qu€ todos nos entendemos perfectamente. ¿No nos ocurre a
muchos que la única manera de que encontremos rapidamente un pa- I Sob¡E ls prioridad dc Covam¡bias cn la lcxicograña nrcnolingüc curopca, v, cl
pel es mantener nuestra mesa en su desbarajuste cotidiano? De igual capltrlo l0 dc csta cdición.
12 Esludios de lexicograJía española \ 13

La llama encendida por el pionero Covamrbias, a punto de extin- el español, comparable con la labor de Littré en Francia, o con la de
guirse, todavía alcanzó t ayudar en la creación del Diccionario de Tommaseo en Italia, o con la de Grimm en Alemania, o con la de
autoridades (1726-1739), obra maestra de la joven Academia Espa- Murray en Inglatena, o con la de Webster en Estados Unidos' Labo-
ñola establecida por el rey Felipe V. Este diccionario, probablemente res todas que, por añadidura, han tenido eftcaces continuadores.
el mejor de Europa en todo el siglo xvrr, r€presenta el hito culmi- El siglo actual no ha mejorado sustancialmente el panorama en el
nante de la lexicografra española. Pero, como en tantas ocasiones, Es- terreno de los diccionarios de lengua. Continúa la sccuencia de las
paña no sabe sacar rendimiento de su propio triunfo. En lugar de con- ediciones del Diccionario común, sismpre mejoradas con adiciones y
tinuar y ahondar lo alcanzado en esta espléndida obra, la Academia se cnmiendas, pero sin una revisión sistemática y sin una renovación
contentó, ramplonamente, con hacer de ella una versión abreviad¿ sin profunda en sus métodos. Por otra parte, la§ interesantes y muchas
«autoridades», esto es, con pretensiones pu¡ament€ utilitarias y no veces valiosas iniciativas de la lexicografia privada no quitan realidad
científicas. Es a esta versión, el Diccionario llamado «vulgan> o «co- al hecho de su dependencia general respecto tl Diccionario académi-
múnr», a la que la Academia ha consagrado su atención preferente co; de manera que la producción, en nuestros paises, de este género
desde 1780 hasta hoy. de obras, a pesar de la importancia de la lengua española en el mun-
El siglo xvru tiene otra cumbre lexicográfica, el primer dicciona- do, no es comparable ni en calidad ni en cantidad con la riquísima
rio no académico posterior al de Autoridadcs: ol dol jesuita Esteban floración de que disfrutan otros idiomas.
de Terreros. Con efecto retardado, es esta obra la inspiradora de la Las tentativas más r€lcvantss en la lexicografia de nuestro siglo
tradición lexicográfica no académica que florecerá a mediados del si- han salido de la Academia, con la aspiración de revivi¡ la hazaña de
glo x»r. La notable independencia de Terrcros con respocto a la Aca- su primera obra. En realidad, se trata de una sola empresa Dic-
cionario histórico de Ia lengua española- en dos intentos
-el
sucesivos:
demia se convierte, en algunos lexicógrafos del xx (Peñalver, Do-
mínguez, Chao), cn proclamada rebeldía: existc en ellos el deliberado el primero, cortado por la Guerra Civil, y el segu¡do, iniciado en
propósito de arrebatar a la rcal institución la primacía y casi exclusi- 1960. El Diccionario histórico es el proyecto lexicográfico español
vid¿d de que disfruta su obra. La principal amu¡ para competir es el más importante desde el Diccionarto de autoridades, capaz de situar
aumento de caudal, que lleva a estos autoros a desbordar los limites el tratamiento lcxicográfico de nuestra lengua a la altura ya hace mu-
del diccionario de lengua y crear, para el español, un génoro inédito cho conseguida por otras, y, sobre todo, capaz de dotar al Diccionario
hasta entonces: el diccionario enciclopédico. común de la Academia de la base documental y la información sólitla
Pero esta competencia, quc pdría habcr sido fecunda, no impide que son indispensables a cualquier diccionario serio. Por desgracia
que el siglo x.D( represente una pérdida de posiciones para nuestra le- aquí una paradoja más de la inegular historia de nuestra lexico-
xicografia. La mojor esporalza, el excelente Diccionario de Salvá
-y
grafia- el nlxvo Diccionaio históico español, que podrla ser el
(1846), no pudo ser desarrollada por su autor, muerto muy poco des- gran monumsnto a nuestra lengua, como el de Oxford lo es a la ingle-
pués de la publicación de su obra, El otro lingüista que hubiera sido sa, carece del mínimo apoyo necesario para que pueda pensarse en
capaz de realiza¡ nuestro gran diccionario del xo<, el genial colom- una pronta terminación. No sería de extrañar que lo que España pare-
biano Rufino José Cuervo, prefirió concentrar sus excepcionales do- ce impotente para llevar adelante lo realizaran en día no lejano dos o
tes de lexicógrafo en un esfuerzo de gran aliento que no versaba sobre trcs centros filológicos extranjeros. Al fin y al cabo, ya está ocurrien-
el léxico, sino sobre la sintaxis. Nada se hizo, pues, en ese siglo, para do algo de esto con el español de América. Para los españoles, la dig-
I
t4 Estudios de lexicograJía española 1 \
nidad nacional sigue siendo solamente Numancia y el Peñón de Gi-
braltar.
No falta en España interés por el estudio de la lexicografia. La
ñ¡nd¿ción del Seminario de Lexicografia de la Aca-
-depa¡tamento
demia destinado a la red¿cción del Diccionarto Hsñrtco- dio btgar
a la publicación por su creador, don Julio Casares, de un libro fun-
damental que se ha traducido a otras lenguas y que es hoy uno de
los clásicos de la materia: Introducción a la lexicograJía modenta
(1950). Ya antes existían por lo menos dos trabajos importantes en PRÓLOGO DE LA SEGUNDA EDICIÓN
sste terreno: el prólogo de Vicente Salvá a su D¡bcionario (1846) y el
prólogo de Ramón Menendez Pidal al Diccionaio Yox (1945), aparte
del libro del propio Casares lVuevo concepto del diccionario de Ia En los dieciséis años que nos separan de la primera edición, el
lengua (1941), y sin citar otras aportaciones, aunque valiosas, menos contexto del libro ha cambiado de manera apreciable, debido a dos
directas y generales, por ejemplo, las de Cuervo. fenómenos que en aquel 1987 ya estaban en marcha, pero que hoy
Después de la obra de Casares han aparecido contribuciones muy ocupan, al parecer en forma dominante, el escenario de la lexicogra-
dignas de consideración, como las de Manuel Alvar Ezquena, Julio fia. Uno, el extraordinario crecimiento de la lexicografia teórica o
Femandez-Sevilla, José-Alvaro Porto y ohos; pero el hecho de que no metalexicografia; o§o, la ineludible presencia de la informática en la
siempre estos estudios cuenten con el respaldo, muy deseable en estas elaboración de los diccionarios.
materias, de la experiencia en la labor lexicoglá,frca y especialmente
eu la compilación de diccion¿rios de lengua, me ha llevado a pensar L.n ¡.r¡<rcocn e¡i,q. rsónIcA.
en el interés que para los profesionales y pa¡a los aficionados de este
Hasta mediados del siglo >o<, la palabra l*icogafia se defrnia
oficio pudiera tener ofrecerles, reunidos, algunos trabajos míos naci-
Gomo «arte de componer dicciona¡ios¡». Pero en el paso del medio si-
dos de mi contacto diario, du¡ante muchos años, con una tarea a la
glo ocurrió algo que obligó a ensanchar esa definición: el interés de
vez apasionante y agotadora.
los lingiiistas hacia los diccionarios, a los que tradicionalmente se
considéraba como meros instrumentos prácticos ajenos a la ciencia
lingiiística. Den§o de España, el prólogo de Ramón Menéndez Pid¿l
al biccionario Zor dirigido por Samuel Gili Gaya (1945) y sobr€ to-
Maal¡id, 1987. 'l
do el libro de Julio Casares Introducción a la lexicogtaJía moderna
(1950) fueron los que abrieron camino a la transformación de la lexi-
cogtafia-oficio en lexicografia-estudio' Ya habían contado con un
brillante precursor en Vicente Salvá y el prólogo a st Nuew diccio'
nario e¡ 1846. En el ámbito intemacional, se puede señalar como
punto de arranque de la consideración de la lexicografia' flo como una
simple actividad, sino como un objeto de estudio, el congreso cele-
I
t6 Estudios de lexicogralía española 17
i

brado en 1960 en la Universidad de Indiana que reunió a un gnrpo de LA FrroRMÁTrcA


lingiüstas y lexicógrafos en torno al tema de los diccionarios. Allí se
inició una positiva aproximasión enke unos y otros: por un lado, la El segundo fenómeno que determina un cambio en el panorama
lexicografia empezaba a verse como una rama de la lingüística, y por de la lexicografia cs el peso que sobre ella ejerce hoy la tecnologla.
otro, en su praxis comenzó a adquirir cada v€z rnayor peso el estudio La informática alimentó desde muy pronto grandes esperanzas

cientíñco del lenguaje. sntre los lexicógrafos, que vislumbraban en ella el remedio milagroso
El proceso se extendió con notable rapidez por todo el mundo para la lentitud y [a du¡ez¿ de su trabajo. Ya en l97l se había puesto
culto, pero con predominio del primer aspecto sobre el segundo. Em- al servicio de un diccionario, el Trésor de la langue frangaise, el or-
paz2lror. a menudea¡ artículos, libros, simposios, revistas, sociedades dsnador sntonces existente, el que trabajaba con tarjetas perforadas.
y tesis sobre lexicografia. Esta atención particular a los aspectos teó- (La obra ha llegado felizrnente a puerto hace menos de un decenio).
ricos es visible cn el terreno de la lengua española, donde, al amane- Por aquel entonces, siguiendo el ejemplo francés, la Academia flo-
cer el siglo :o<r, ya hay una notable floración dc especialistas en este rentina de la Crusca iniciaba la gestación informática, aún hoy no lle-
estudio, algunos cielamente brillantes. El progreso de la lexicografia gtdz r saz6t, de su Yocabolario delle origini. Y por aquellos años
teórica ha superado al de la lexicografia práctica. Aunquc es verdad también, el Colegio de México emprendía la creación de un corpus
que la edición de diccionarios da trabajo a un número de personas electrónico destinado a un ambicioso Diccionario del español de Mé-
quizá superior al de otros ticrnpos, son relativamente escasos quienes rrco que desde hace tiempo esperamos con impaciencia.
se consagran realmente a la redacción de diccionarios, ante al número No todos pusieron una fe ciega en el invento; así, el suplemento al
de los que investigan acerca de esta clase dc obras. Diccionario de Oxford, cuaho gruesos volúmenes publicados entre
Est¿ ctcunstancia no deja dc tener alguna relación con el hecho 1972 y 1986, se realizó íntegramente por procedimientos manuales.
de que los diccionarios de lcngua hayan dejado de ser unipersonales. Pcro en los años posteriores a 1987 el progreso de la informática se
María Moliner fue la última represontante de csa casta de héroes so- hizo cada vez más irresistiblc. A pafir de 1993, los fasclculos del
lita¡ios. El autor plu¡al, quc entre nosotros existe desde el siglo xvru, Diccionario híslóico de la lengua española que todavia se publica-
ha quedado por dueño del campo. El esfuerzo individual, tantas veces ¡on antes do la suspensión de la obra realizaron su composición tipo-
agotador, se reparte asl ontre los miembros de un equipo para hacerse gráfica y su maquetación exclusivamente por medio de ordenador,
más llevadero y más codo, Cálculo peligroso: cuanto más llevadero y logrando una calidad no inferior y una rapidez muy superior a las de
más corto el esfuerzo, más endeble es el resultado, pu€s no es raro la imprenta tradicional. Lo mismo ocurrió en la composición y ma-
que lo que es en sí una ventaja -la facilidad y la rapidez- se conviert¿ I quetación del Diccionario del español actual, realízadas en la última
en una meta, y la producción del diccionario descanse en la rutina y fase (1994-99) de la preparación dc esta obra. Fue igualmente impor-
on la copia tradicionales, por más que después el producto se vista de tante el papel de la informática en la revisión del texto del Dícciona-
modernidad. rio académico en su edición de 2001. Por otra parte, la Academia Es-
En este paisaje, la identificación entre autores y obras se hace ca- pañola comenzó en 1993 la creación de una base de datos léxicos
da vez menos profunda, e insensiblemente la figura del lexicógrafo destinada a suministrar a sus futu¡os diccionarios l¿ documentación
«profesionab» va siendo desplazada por la del lexicógrafo «aficiona- necesaria. Y no faltan quienes procuran beneficiarse del prestigio de
do», más amigo de disertar sobre los diccionarios que de labora¡ en su las nuevas técnicas: hoy día existen en España diccionarios que basan
composición.
18 Estudios de a española fuólogo l9
su publicidad en estar dicen- realizados a partt de corpus El progreso de la lexicografia hispanoamericana en estos años ha
-según
informáticos. sido más consistente que el de la española. A pesar de la Émora que
De las bases de datos léxicos existentes en España, la única que supone ol método contrastivo, se han realizado diccionarios de países
tiene verdadera importancia es la de la Academia, constituida por un pa¡ticulares en que se super¡¡n claramente los métodos aún predomi-
corpus actual y r¡n corpr¡s histórico, que totalizan por ahora más de üntes en España. Estáu preparados con n1ás rigor que la generalidad
270 millones de registros; pero, al no estar todavía a punto para su de los españoles, y dos de ellos muestran sistenráticamente mediante
plena utilización en las empresas lexicográficas de la institución, no citas la veracid¿d de su documentación.
ha podido mostra¡ hasta el momento toda la eficacia que se espera de Es previsible que, disponicndo de los medios que la técnica em-
este poderoso instrumento, pieza a pouer a disposición del lexicógrafo, los diccionarios del espa-
ñol puedan mejorar de manera sustancial en los años venideros. Pero
LA AcflvIDAD t»(tcocRÁ¡rcA EN Los úlrn¡os eños nunca perdamos de vista que las bases de datos no son más que ins-
trumentos que hay que saber utilizar. La piedra angular de todo dic-
Los diccionarios de lengua publicados en España con posteriori-
cionario sigue siendo el arle del atto¡. Ese arte, cuando se logra, de-
d¿d al año 1987 son en $an paÍe nuevas ediciones o rsvisiones de
pcndc de unas pocas cosas: conocimiento de la lengua, inteligencia,
diccionarios generales ya existentes, o p€denecen al género dc los
intuición, experiencia, dedicación y estudio.
diccionarios didácticos escolares, destinados a estudiantos ha-
blantes nativos
-los
dc español de niveles primario y medio, y los llama-
En la renovación y progreso de la lexicografia de otros idiomas
hau desempeñado un papel fr¡ndamental los diccionarios históricos,
dos de aprendizaje, destinados a no hispanohablantes que estudian
nuestra lengua-. Es en este sector, el de los didácticos, donde se ha inventarios «integrales» del léxico de la respectiva lengua. La visión
podido observar alguna mayor actividad. En la preparación de los es- profunda que ostos grandes repertorios han aportado al conocimiento
colares se van apreciando i¡teresantÉs mcjoras. En cambio, los de dc sus idiomas sc rcflcja ostcnsiblcmente en la superior calidad al-
canzada por la actual lexicografia del inglés y del francés. Ese hondo
aprendizaje adoleceu de falta de madurez, lejos todavía de alcattzar la
conocimiento léxico atesorado por un buen diccionario histórico, po-
calidad de los de otros idiomas, a los que solo han imitado en aspec-
tenciaknente on¡iquecido hoy por la abundancia documental ofrecida
tos extemos, como la división silábica de las voccs, realizada con dis-
por las bases de datos, ha de ser el apoyo más sólido del lexicógrafo
cutible acierto, o informaciones de uso, a menudo más desoricnt¿do-
cn el siglo :o<r. Es lástima que España no haya sido capaz de conti-
ras que eficaces.
En cuanto a metodología, tanto en los dicciona¡ios generales co- nuar y llevar a término el proyecto cüd¿dosamento trazado que eri
esta línea se ernprendió en el pasado siglo.
mo en los didácticos se aprecia escaso progreso. En la mayoría conti-
núa instalada la tradición de la copia en divcrsos aspectos del conte-
nido (nomenclatura, estruch¡ra de artículos, estilo de definición, etc.) L¡, ¡¡-¡sv,c. ED¡cróN DE EsrE L¡BRo
o la imitación en aspectos supcrficiales, como la tipografia y el dise- Este libro se concibió para ponerlo al servicio del aprcndiz de le-
ño. En esa mayoría, la documentación sigue siendo asistemática y po- xicógrafo (oficio en el que, en realidad, siernpre se está aprendiendo).
co cientlfica. Tan solo un diccionario so ha compuesto integramente Lo constituyen una serie de trabajos publicados en distintos momen-
sobre un corpus documental (aunquc todavía manual) de autenticidad tos y lugares y en los que se recogen experiencias y
demostrada. ajenas-, reflexiones e indagaciones sobre lexicografia -personales
de nuestra
Estudios de lexicografia esPañola Prólogo 21
20

lengua. Todos ellos tienen, creo, un alcance doctrinal, incluso


los de habitualmente empleado por los recopiladores de su léxico. Y el ca-
apa:riencia mas descriptiva o histórica, donde no es dificil
extraer al- pítulo 23 comenta la segunda edición de uno de los diccionarios es-
guna moraleja. pañoles mas notables del siglo xx.
con tres Todos los capítulos se imprimcn aquí tal como aparecieron por
La primira edición estaba conformada por once capítulos
apéndiáes. Esta segunda, muy ampliada, consta de veinticinco
capí- pimera vez en revistas o en volúmenes colectivos, salvo pequeñas
tulos, p".o ellos no se han conservado todos los componentes de correcciones de errores, y en todos se ha unificado el sistema de refe-
"nt.e
la edici¿n anterior. Desaparecen los titulados «Medio siglo de
lexico- rencias biblio$áficas. La Frdelidad a los textos originales hace inevi
grafia española (1930-1980)» y «Seis años después (ranorama com- tables algunas repeticiones, que no deben constituir grave molestia
para el lector, puesto que el libro no está concebido para una lectura
it"-"rrt"tio, con unͧ reflexiones sobre la lexicografiadel español en
académica)»'
sustituidos por una nuova panorámica: «Lexicograña seguida.
el flrn de siglo».
el capítulo «El primer diccionario sincrónico del español>r, con el
joven, del
cual se había pr"r"ntudo en sociedad el proyecto, todavía
Diccionario dil español actual, cede ahora su lugar a otra descripción
del mismo p.oy""io, casi con iglal título -(<El diccionario sincróni- Quiero aquí reiterar mi gratitud a José Antonio Pascual, Josó Po-
co del español» trazada muy pocos años antes de llegar a la meta' lo, Gregorio Salvador y Ramón Santiago, por cuya iniciativa, hace
-,
El lector curioso puede hoy comparar los dos textos en una y otra edi- años, se reunieron en un volumen los artículos que constituyeron la
ción, y, si añade en el cotejo la introducción del propio Díccionario' primera edición de este libro. Y ahora agradezco de corazón a la Edi-
tres torial Gredos la generosa atención que en su nueva edición ampliada
compiobará hasta qué punto se han mantenido a lo largo de casi
de la ha dedicado a esta obra y a su autor.
decenios los principios y los métodos que guiaron la elaboración
obra,
M. S.
Por otra parte, son capítulos nuevos en el libro los números 3 a 6'
que versan sobre problemas y métodos de la lexicografia: <<Sobre el
áétodo colegiado en lexicografio», «El problerna de la diacronía en
los diccionarios generales>», <<Los pilares de un diccionario modemo»
y «¿Para quién hacernos los diccionarios?»r. El capítulo 9 ahonda-en I
íu ,i"rtor" viva en su mom enfo- del Diccionario hislóri- I
-tod"uía
co español. Algrmos aspectos del trabajo lexicogáfico dt la Acade-
mia en los siglos xvur y xx Diccionaio de autoridades, el na'
-el
ci-iento delbiccionario hoy llamado usual, el Diccionario manual e I
ilustrado- son estudiados en otros tantos capítulos' Son igualmente
por
nuevos los centrados sobre el español de América, que examinan
un lado su hasta ahora dificil integración en los diccionarios genera-
les, y por otro los inconvenientes que conlleva el método contrastivo
I

PnrIvrnne p.lnre
PROBLEMAS Y MÉTODOS
I
PROBLEMAS FORMALES DE LA DEFIMCIÓN
LHflCOGR.AFICA.

1. [-os oos sNUNcrA»os sN ¡r- ARTicuLo DB DrccIoNA-R¡o

En el modelo habitual de artlculo de diccionario, la información


sobre la palabra-entrada se divide cn dos vertientes: una, que se refie-
rc a esa unidad léxica en annto signo, y la otra, que se refiere al
contenido dc la misma. Si abrimos el Diccionario de la Acadcrniar,
prototipo de la gran mayoría de los diccionarios cspañoles2, y nos
detcncmos cn utr artlculo cualquiera, por cjcmplo,
rrnrzoso, sr. (Dc p eraa.) adj. Ncgligcntc, dcscuidado o flojo on ha-
cor lo quc dcbc o ncccsit¿ cjecutar. U. t. c. s.

vemos que este artlculo implica, en efecto, dos cnunciados:

1.", <<la voz perezoso / perezosa viellre de la voz pereza; portenece


a la catcgorla adjetivo y se usa también como sustantivo»;

' [Publicedo.r Etludiot oft*idos a htilio ,llarcos Doroch, ll, Ovicdo 1977,
2t7-191.
I Cito por ls 19.'cd., M¡drid l9?0' Todos los cjcmplos dc ardculos y dcfmicioncs
quc cn catc trabsjo sps¡czcan rcproducidos sin ningua indicación pcd€ncc'€n 8l Dlc-
ciotqrio a@&mic¡.
2
A lo ls¡go dc csta t¡abajo cnticndo sicmprc bajo la dcnomi¡ación <<dicciona¡ios
€spañolc$, los monolir¡gi¡cs dc lengua castcllana publicados cn España.
26 Problemas y métodos Problenas formhes de la deJinición lexicográftca 27

2.o, voz perezoso / perezosa sigrifica 'negligente, descuidado


<<la Todos estos elernentos más o menos dispares que constituyen el
o flojo en hacer lo que debe o necesita ejecutar5>. ,tgrimer enunciado» de un artlculo tienen como característica formal
Se trata ds dos predicaciones de distinto carácter, no solo por su oomún la sumisión a tr,a normalización muy rígida. Así, cada una de
nivel de i¡formación, sino también por su forma. cstas informacionos ocupa vt lugar Jiio e¡r el afículo: la etimología
ocupa el espacio inmediato a la palabra-ottrada; el segundo es!á re-
2. E¡- pn¡¡cn r¡¡uxc¡,c.Do. Su NoRMAuzecIóN s€rvado a la categola gramatical; el tercero corresponde a la vigencia
cronológica, al ámbito geográfico, al árnbito de la actividad o al nivel
De estos dos enunciados que cabe discemi¡ en el afículo de dic- sociat; por último, tras una ruptura de la coutinuidad por la presencia
cionario, el primero presenta, dento de su común denominador, una de la definición «segundo otunciado»-, sc expone, cuando la
información dispersa. En el ejemplo prcpuesto vemos que por un lado hay, información
-o complementaria, habitualmente de tipo gramatical.
se indica la etimología, por otro la categoría de la voz. En otros ar- La discontinuidad, en este caso, de la doble información gramatical,
tículos encontraríamos, además, noticias de oho tipo: tal como la vemos ejemplificada en la definición citada al principio,
a) époct de vigencia de la palabra: la abreviatu¡a anl. «indica que no obedecc a capricho: mientras la categoría de la palabra es informa-
la voz o la acepción pertonece exclusivamente al vocabulario de la ción absolut¿mente constante en todos los aficulos, ya que no hay
Edad Medio»; la abreviatu¡a desus. <<sc pone a las voces y acepciones palabra de la lengua que carezca de aquclla, el hecho de us¿rse la voz
quc se usaron en la Ed¿d Modema, pero que hoy no se emplean yar» ocasionalmente con una segunda función (gramaticalizada) no puede
(Academia, I 970: :o<rv); deci¡se de todas las palabras. Y, evidentemente, la norma es antepo-
ó) límites geográficos: provincia, región, país o área supranacio- ner al <<segundo enunciado» solamente las informaciones sobrc las
nal de los,que es peculiar la voz en cuestión; constantes de toda palabra: etimología, categoría gramatical y locali-
c,) campo del saber (antropologla, botánica, matemática§, etc') o zación social, geográfica o cronológica.
de la actividad (carpinterla, imprentq radiodifusión, etc.) en que ha- La «inconstaúcio) do algunas de estas informaciones es solo apa-
bitu¿lmente sc confina el término; rente. Toda voz de la lengua tiene su etimologla, y solo cl hecho de
'd) nivelcs de uso dc lengua y nivcl de habla (cf. Seco, que esta no sea conocida cxplica la falta de nota etimológica. Es de-
1972: §16,2)
-nivel
,cxpresados por medio de abreviatu¡as como fon., cir, la falta de este d¿to es una información: la de que la ctimología es
-, núst.;
wlg., pop., poét., desconocida{, En cuanto a las informaciones sobre nivel social, llmi-
y' particularidades de «colocaciónr» 3; por ejernplo: «Úsase en las I tes geográficos y vigencia, ostán siempre ((presentes» en todo artlcu-
anotaciones de impresos y mauuscritos castellanos» (s.v. rÁssnr); lo, pero solo «explícitas» cuando son marcadas; esto es, que la indi-
«En frases como las siguientes: El din y el don; el don sin el din» (s.v. cación «cero» de nivcl social (en oposición a «familian», «vulgan»,
Dr¡{). <goético») o de ámbito (cn oposición a «Patologío>, «Marino», etc.)
/]explicación de las transiciones semánticas, por medio de abro- significa que el término pertenece, respectivamente, a un nivel medio
viaturas como/ig. , por ext,, íron. (esta información, lógicamente, solo
en acepciones secundarias). ' Claro quc no sicmprc la auscncia dcl parént€sis ctir¡rológico oMccc a dcscono-
cimicnto; sc omitc, por cconomla, sicmprc quc qucda puesto cn cvidcncia cl étimo cn
I
h propia dcfrnición, como ocurrc, por cjcmplo, cn p^L^crrco, «pclcnccicnte o rcla-
' Para cl uso dcl término colocación rc nspiro cn J. R, Firth (1951 : 194). t¡vo s pslacio».
l*icográ,lica 29
28 Problemas y mélodos Problem as formlte,s de la definición
evidente a lo largo de lodo elDiccionario'
de habla o al uso g«reral do la lengua; que la indicación «cero» de lo- dad de esta terminología es
¡rirrrqu" t, teorla lingüística subyacente
no resulte siempre- clara ni
calización geográfica (en oposición a «<.,(lavar», «Andalucíar», «fuo de
la Platar>, etc.) signifrca que la voz pertenece al español general de to- .oh.i"rt., incluso a la luz de la propia doctrina de la Gramálica aca-
ho-
das las tierras hispanohablantes; y que la i¡dicación <<cero» de vigen- á¿-ica d" 1931', la terminología gramatical es sustancialmente
cia (en oposición a «anticuado» o «desusado») significa que se trata irogénea y no desmiente el propósito general de unidad formal atesti-
de un término vivo en la actualidad. nuado en los aspectos que hemos examinado hasta ahora'
No solo por su lugar frjo y por su constancia (explícita o implíci-
" V..or, pues, que es bastante rígida la organización que el Dic-
que venimos
ta) se caracterizan los elementos del «primer enunciado». Igualmente cionario académico da al conjunto de informaciones
rigurosa es la normalización en otros dos aspectos: la forma de la llamando el «primer enunciado» del afículo'
predicación y la presentación gráJica.
La preücación se realiza sistemáticamente con un verbo implícito en 3. L,r rsrrucrun t or¿ enrícu¡-o uÚ¡-]:rpr¡
los indicadores que hemos señalado como constantes. El verbo es siem- El detenimiento con que he expuesto cste sistema se dcbe a l¿
pre explícito, en carnbio, en las indicaciones ocasionales (las que se
falt¿ total de explicación acerca de é1, por pafe de la Academia,
en
posponen al <<segundo enunciado»): «Úsase también como sustantivo)) necesario tanto csfuerzo en lo
los preliminarcs dc la obra. Pero no es
t
(abreviado siempre Ú. c. s),' «Usábase también como pronominal»» que so refiere a otro aspecto formal que corresponde, no ya al artículo
(abreviado Usáb. t. c. pzrl,); «Suélese junta¡ con la pafícula po»r (s'v. ,i.pl" d" ut sino al múltiple (el de varias acepciones)'
1"1
TENER, acep. I l); «Aptícase única¡nente a Dios, ya con algún calificativo " "cepción),
En ifecto, la estructura general del artículo múltiple aparece minucio-
[...], ya sin ninguno» (s.v. rnce»or'). samente codificad¿ por la Academia (1970: xxnt):
En los otros casos, en las indicaciones constantes, el verbo es
Dcntro dc cada a¡tfculo van colocadas Por esto orden las diversas
siempre el mismo: «viene», para la etimología; «es», para todo lo
acopcioncs dc los vocablos: primcro las do uso wlgar y corricnte;
demás. Otros clemcntos no vsrbalcs, pero también fijos, se sobren- después las anticuadas, las familiaros, las figuradas, las provinciales c
ticnden en las indicaciones de ámbito y región: «voz peculiar de». hisianoamcricanas, y, por tlltimo, las técnicas y de gcrmanfa'
La presentación gráfica do los componentes del «primer enun- En los vocablos que ticnen acepcioncs dc adjctivo, substantivo y
ciador» no es menos uniforme. Ante todo, es característico el uso adverbio, se hallan agmpadas las de cada categoría gramatical según
sistsmático de abreviaturas; es esta la única parte del artículo de el ordcn aqul indicado.
En los substantivos se posponen las acepciones usadas exclusiva-
diccionario on que las abreviatu¡as son ernpleadas, y cllo de forma
mente cn plural a las quo pueden emplearse en ambos númo¡os'
absolutamente regular. Se añade a esto la contribución de la tipogra-
Cuanáo cl artfculo es do substantivo, se registran después de las
ña: determinadas informaciones ámbito y región aparecen siem-
- - acepciones propias del vocablo aislado las que resultan dc la combi-
pre impresas en cursiva, frente a la redonda cn que son constante- n""ión d"l *b.t ntivo con un adjetivo, con otro §ubstantivo regido de
mentc presentadas las indicaciones gramaticales, de nivel social y de preposición o con cualquicra exprcsión calificativa'
vigencia; por otra parte, la etimología figura entre parénte-
-siempre
sis- en un cuerpo de le§a menor que el del resto del artículo'
Queda aún otro aspecto relativo a la normalización del <<primer t El publicó con poslcrioridad (1973) &t Dic-
1

Esbozo de uno nueva gra,¡,tálica sc


enunciado¡r: la terminología metalingüística empleada. La uniformi- cio¡¿r¡b quc estamos cstudia¡do.
30 Problemas y métodos problemas formdtes de la deJinición l*icográJica 3l
Al fin dcl artlculo so incluycn las frascs o cxprcsioncs a él concs-
pondientos, dispucstas cn riguroso orden alfabéiico. tarea más ardua que le toca al lexicógrafo, tarea cuya delicadeza, cuya
Entc cllas figu_ y cuya asperea reconocer¡ no solo los oficiales de este
ran las clfpicas dc un solo vocablo, complejid¿d
afc, sino los lingüstas todos y los pensadores. Siendo, pues, tan ás-
Este reglamento, por supuesto, se cr¡mple al pie de
.
largo de las 1422 pbgnas del Diccionario.
la letra a lo pera, compleja y delicada la operación de definir, cabe preguntarse
hasta qué punto se puede pensar en sometor su producto a unos mol-
des regulares tan estrictamente reglamcntados como los que hemos
4. E¡- sscuNDo ENLrNcrr,oo. L,r, «¡-sy ps LA srNoNrMrA»
üsto que existen para la información sobrc el sipo.
Todos los diccionarios modemos, tarto de nuestra lengua Sin embargo, de hecho existe en los diccionarios, tambión para la
como
de otras, se atienen, en lo que respecta al <<primer enunci"¿ó defrnición, una sistematización semejantc. Esta sistematización no
d.l I
culo simple y a la estructura del artlculo mütiple, a unas normas ".t¡- ! afecta a lu modalidades de definición (lógica, científica, descriptiva,
for- ¡
males muy precisas, y solo por error, o cn algún caso por I ctc.), sino a lasprrras de definición, esto es, a la estructura de esta en
fuerza ma- i
yor, faltan a ellas. cuanto onunciado, a su «sintaxisr>, como con alguna impropiedad dice
1

¿Es deseable esta normalización? Eüdentemente sl, por cuanto


I Weinreich (1962: 39).
supone no solo una economía de espacio para el editor, .ioo I El alcance del propósito sistematizador et el Diccionario acadé-
da
fuezo y ticmpo para el autor y el lector, al crear cn cllos una scrie "r- ¡ mico por lo que se refiere al ((segundo enunciado»r es mucho más li-
de t
automatismos que facilitan, respectivamente, el proceso mitado que pa¡a el primero. No solo en cuanto a su desarrollo, ya que
de la redac- I
ción y el de la consulta. prácticamente se reduco a una sola norma, sino en cuanto a su aplica-
lahistoria de Ia lexicografla se observa una presión progresiva ción, pues está bastante lejos de la universalidad registrada para las
. .En
de la tendcncia normalizadora En lo que se refiere a los dicciJnarios normas del «primer enunciado>> y para las dol artlculo múltiple.
españolcs, csta realidad cs eüdentc si comparamos cl cntrañablc La norma founal que rigc la definición es consecuencia inmcdiata
de_ I
sordsn dcl Tesoro de Covam¡bias (16ll) con la meditada de la índolc dc csta. En efecto, la definición, para ser tal, es teórica-
organiza_ t
ció¡ del Diccionario de Autoridades (1726-173g),la cual, a Iu vez, I mente una información gobre todo cl contenido y nada mtis qto el
:
res.lta rudimentaria y laxa si la confrontamos coo los sevc.os contenido de la palabra definida. Si esta condición se cumple, la defi-
cáno- l
nes formales que conliguran los aflculos del Diccionario nición deberá ser capaz de ocupar en un cnunciado de habla el lugar
académico
de 1970. del término definido sin que por ello sc altere el sentido del enuncia-
,l
Pero esta normalización que la Acadernia impono sistemática- do. Tanto si la defrnición cstá constituida por un término solo como si
la está constituida por un sintagma, podemos decir que la defrnición es
TTt._ T cstructura general del artlculo mriltiple y en la organiza- en realid¿d ln sinónimo del def¡nido, si extendemos al sintagrna la
ción del «primer enunciado>» del artlculo simpte,
¿iiene ,ulnñi¿n ., noción de sinonimia, tradicionalmerite confin¿da a la palabra (cf.
correspondcncia en la información que mnstituye
e1 «segundo cnun-
ciado>»? Rcy-Debove, l97l: 202, y Dubois / Dubois, t97l: E5). La condición
El «segundo enunciado»r es, como dijimos, la información sinonlmica de la definición se cumple con todas sus consecus¡lcia§: la
.
el contenido de la palabra-entada, es decir, la definición.
sobre sinonimia pocas veces es absoluta (intercambiabilidad en todos los
Ahora bien,
la definición es, a la vcz quc la médula dál a¡tlculo contoxtos), y muchas veces no es completa (equivalencia en la derio-
f.*i.lgr.ái,.o, f" tación, pero no en la connotación) (cf. Dubois et at., 1973: s.v.
»4,o_
32 Problemas y métodos Problemas formlks de la definición lexico'gráJica JJ

nymte). Asi pues, la igualdad de sigaificado enhe defrnido y defini- Un adverbio será defrnido por medio de otro adverbio, o de un
ción es, en la mayoria de los casos, solo una aproximación, una tcn- sintagma con forma propia de complemento adverbial:
dencia a la igualdad; una igualdad «a cfectos prácticos». prsoAtGñrE: «Justamente, cumplidamente».
Con esta salvedad, que es inherente a la natu¡alcza del objeto y no r-eros: «A gran distancia; en lugar o tiempo distante o remoto».
(o no solo) del sujeto lexicoffico, la sustituibilidad es el banco de
pruebas de la definición. Si el enunciado definidor puede sustituir al 5. DEF¡lücróN «pRop¡»r y orn¡¡c¡óN (oMpRoprA))
término definido, en un e¡runciado de habla, sin que el sentido objeti-
Ahora bien, es importante detenerse en el hecho de que la aplica-
vo de este se altere, el enunciado definidor es válido.
ción de la «ley de la sinonimia¡» no puede ser universal: no se iejan
Consecuencia inmediata de esta ley es la identidad de categoría
sometcr a ella las palabras gramaticales ni las integ'ecciones (cf.
entre definido y definisnte (cf. Rey-Debovc, 1971: 201; Quemada,
Weinreich, 1962:39; Rey-Debove, 1971:250, y Zgustá, §7tt ZSB).
1968: 460, y Zgosta, 1971: 258). Más exactamente: la exigencia de
En los artículos correspondient€s a estas clases de palabras se recurre
que el dcfiniente csté constituido por una forma adecuad¿ a la ñ¡nción
a un modslo de definición muy distinto:
sintáctica propia del def¡nido. Asl, si el definido es un nombre, la de-
finición estará constituida por otro nombre o no de especi- ¡^y!: «inted. con que se expresan muchos y muy diversos movi_
-seguido mientos del ánimo, y más ordinariamcnte afliciión o doloo»_
ficaciones- o por una construcción sustantiva (goreralmente «el prcp.: «Dcnota el complemento de la acción del verbo.
que...»): ^, va orece_
dlendo a nombres, ya a otros verbos en infinitivo».
r¡orsr,r: <<Profesor de jurisprudonciar»;
si: <<adv, afirm. que sc emplea más comúnmento respondiendo a pre_
«El quc cstudia jurisprudcncia
guntas».
o lcycs>»,
EL: «art. detcrm. en gén. m. y núm. sing.>».

Si cl definido es un adjetivo, la dcfinición scrá un adjetivo léxico


Salta a la vista que estas definiciones no están formuladas, como
o sin cspccificadores- o tendrá forma de proposición adjctiva .
las anteriores, en «metalengua de contenido», sino en «metaleigua
-con
o dc complemcnto preposicional: de
signo» (cf. Rey-Debove, l9'
:. l72 y 247); es decir, no en la-meta_
pBREzoso: «Ncgligente, dcscuidado o flojo cn haccr lo quo dcbc o lengua propia del «segundo enunciado» del artículo, sino en la que
ncccsita cjocut¿D). corresponde al «primer enunciado». No puede oxtrañamos estc cam_
r.aorr,: <«Prcscrito por lcy y conforme a cllar». bio de registro cuando se trat¿ de definir cstas clases de palabras, por-
r.aNrrrvo: «Quc tiene virtud dc abla¡rdar y suavizao». que, al ser realmente indefinibles, lo que se ofrece como
información
»Ésrr: «De poco vigor, o dc poca fuerza o rcsistencia¡». accrca de ellas no es r¡na verdadera «definición¡», sino una «explica-
ciónr». Se üce, no qué signiJica la palabra, sino qué es
esa paiabra,
Si se trata de un verbo (que, para figurar mmo cnhada" es reduci- cómo y para qué se emplea. De no da¡ por bueno este tratamiento
do a la forma de infinitivo), la definición esta¡á constituida por otro respecto. a las palabras gramaticales y a las integ'ecciones,
no quedaría
verbo en infinitivo, seguido o no de complonentos: otra opción que excluirlas del diccionario6.
LENrrlcAR, tr.: «Suavizar, ablandao».
LEcrsrlR, intr.: «Dar, haccr o estableccf leyes». -]: l^ ,r"bras grarnaticalcs y las intcrjcccioncs prccisao dc <rcxplicrciónr»,
-, -t-I:
.l no scr viablc pa¡a cllas la <<dcfinición». Si, para quc un" d"ñni"ión
sca vÁlida, cs
Problemas y métodos pr-\tes de la deJintción l*icográfica 35
34

Tenernos, pues' en teoría, dos clases


ds artículos etr el dicciona- Veamos algunas dcfiniciones de adjetivos en el Diccionario aca-
(Academia,
,i", i;;;;,;#;ción propiamente dichar> (dcfrnición cn Te$eugua démico, rccogidas todas en el espacio de cuatro columnas
i'. .""*ta"i que colrespooderi a todos los nombres y a la inmensa 1970: 882-E83):
;;J';;-í;t'"djetivos, verbos y adverbios; y los de de
defrnición
signo)'
usrI-: <<Aplícaso al libro en que se conticne cl orden y modo de colc-
il;;;i":; ;"-piicación» (definición en metalensuagramaticales br¿r la miso>.
.rá a las interjiccioncs y a las palabras MrsER¡coRDIoso: <<Dfccse del quc sc conducle y lastima de lo§ tr¿ba-
"J".to"r¿.. conjunciones, pronomb-res,..artlculos' y también
:;.;;1;;"., jos y miserias ajcnos»'
La diferencia más extema rnsno: <<Aplfcaso a la pcrsona quc Susta do olr muchas misas»; «Di-
ci"ioJ ad,,ertio., adjitivos y verbos -' ceso dcl sacerdoto que no tiene m᧠obvención quo ol cstipendio de la
sabemos' en que en los prime-
;;;;;; y
artículos ettá,
otros
"o'no misar».
ros rige el principio dela sustituibilidad' urswo: <<Aplfcaso al Pap€l, billetc o carta quc
cnvla a uno>>.
se
por bucna como una re-
EIta reparticiOn puede perfectamenrc darse usrrcóoIco: «Dlcesc [...] del discu¡so o escrito quc pretendc rove-
parte'
a" ¿" ir"*o or'lexicografla' actuando a manera de segunda
-A lar alguna doctrina oculta o maravillosa¡r'
muy ne-
r".rJ"úr"I¿" la ley de la sinonimia; y de hecho es observada MrirBRloso: «Apllcase al que hace misterios y da a entender cosas re-
t -*t"á U"*" iarte de los diccionarios extranjeros modemos' cónditas donde no las haP».
xsrn^L: <<Dlcese dcl viento cntl€ ponicnte y t¡amontano»'
6. Drr¡ucloxes or ADJETrvos
Todas estas defmiciones, encabezadas por <tdícese de»> o «apllcase
y afículos
Pero la línea fronteriza entre a¡tlculos «de defrnicióru» a¡» sumamerite frecusntes a lo largo del Diccionarlo-,
de la
n¿" absolutamente irregular en un amplio sector -fórmulas
qucle¡ fuera de la «ley de la sinonimiar», Ni siquiera existe la identi-
"*pti*.iár, del cual figuran todos los diccionarios
i¡"áá"á",-áLto" "s españoles'
dad de catcgorla entc el dcfiniente y cl defmido. La sustitución de
encabezados Por el de la Acadcmia' misericordioso pr su defmición académica, en un texto como Es m í-
seicordioso con los que sufren, nos daría este otro texto, en modo al-
guno equivalonte: tEs dicese del que se conduele y lastima con los
trabajos ajenos, con los que sufren.
pntcndc wcircich (lg62t 17)' qnc csté formulada or palabras dc
La explicación está, naturalmente, on que estas definiciones no
"á"*..
i.I**-is i* "i" quc la dcl término dcfioidopslsbns(v. uns crlrics dc cstc principio cn
dc más dtaAccucnci¡ ro 6c- son <<propias», sino «impropias», es decir, no son defmiciones en me-
i n."-o.¡""". l97l; 199), cvidcntcí¡Gntc l's
sola¡npntc podrá cnfrcnt¡¡s€ con cllas talcngua de contenido, sino en metalengua de sigrro. Así como en la
il;-ffi;t'Ñ;iutlúu, v crD"ltcúctgnro h;f";; i;;-istáci¿ cn tos diccionarios dc dcfinición de prnrzoso el «segundo enunciado»> era, según vimos,
valiéndosc dc una «cxplicacióo»' i
-*'-;;.riis, ;;if,acióru» v «dcfinicióo», no dcbc i¡fcrirsc' co1,o,Y: l-,n"'"" I

prctcnsión dc inlcrca¡nbiabilidad cnÚr^cl <<La voz p*ezoso / pereznsa signiftca 'nogligente, descuiclado o flojo'
Wcin¡cich, quc cs ebsurda o inncccsa¡ia la I
ür-rt. ,'tt-á.f,^f.i¿n. Lo quc st scrla absurdo c§ prctcndcr raducir ¡odoto los,sllcu- I [etc.]»,
dc contcNdo' lo¿o¡ a ta
los dcl rl'icciona¡io a la form¡ dc dcfinición cn mct¿lcflgus
el léxico
J"¡,J"ü" .t ,*"f..g* dc §igno' El s€ntido común pcmitc dividi¡
I
cn la definición do MrsERIcoRDIoso el <<segundo enunciado»r será
palabr's
I i*"." tlt. ¿"fimitados, quc comprcndcrlan' rcspcclivamcntc' 18§
voz misericordioso / misericordiosa se dicc del que so conduele y
"-*i".* y r"" ,.. dcñniblco»; y nada sc opors ¡ qu€ uno y oho §cctor
tcngan ca- <<La

"I.?.iiron lastima de los trabajos y miserias ajcnos».


bida cn cl diccionario
36 Problemas y métodos probtemas format) de Ia deJinición lexicográJica 37

En el primer caso el predicado está constituido por un verbo rig- os recordar que dos niveles diferentes de información sobre el
-uno,
zfica (imilícito €n el artículo) y un sintagma adjetivo intercambiable cont€nido; otro, sobre el signo en cuanto tal; uno, definición propia-
en un contexto de habla por la palabra-entrada (que tiene esa misma mente dicha; otro, explicación sobre el uso- no deben ir mczclados
cat€goría adjetiva). En el segundo ca§o el predicado está formado por on un mismo predicado, cuando se ha adoptado, como hemos visto,
un virbo dícese (explícito en el artículo) seguido de un sintagma sus- un criterio general de clara separación entre las informaciones que
tantivo que es complemento de ese verbo; y en esta predicación, solo constituyen el «primer enunciado»
-sobre
el signo en cuanto y tal-
el olemento adjetivo que funciona como especificador dentro del sin- las quc constituyen el «segundo enunciado» el contenido-.
-sobre
tagma sustantivo -..- eslo esi que §e conduele y lastima de los trabajos Y también, hacer ver la incoherencia d€ someter altemativamente to-
y miserias ajenos- sería intorcambiable por la palabra-entrada-' da una clase de palabras, los adjetivos, a dos modelos de definición
Sin duda, la explicación de esta flagrante y continuada falta de de los cuales solo uno es homogéneo con el utilizado para las restan-
uniformidad en la metalengua de la defrnición está en el problema tes clases de palabras no gramaticales.
que pl¿rntea la «colocaciór»» semántica de muchos adjetivosT. Ante un ¿Cómo se puede mantenor la uniformidad en la definición
mistagógico, el rsdactor sabe que esta voz signiJica
-em-
pleo constant€ de la definición en metalengua de contenido- sin sa-
"d¡"iiro "o-o
'que pretende revelar alguna doctrina oculta o maravillosa', pero al crificar la información sobre la <rcolocació»»? Hay varios proced!
mlsmo tiempo sabe que esta voz se dice solamente de un discu¡so o mientos. Uno es utilizado, bien que muy raramente, por la propia
un escrito. Lo primero sería una verdadera definición; lo segundo se- Academia, Consiste, sencillamente, en separar por medio de un punto
ría tan solo una explicación sobre el uso de la voz. Pero, al considerar las dos informaciones:
necesario no omitir ninguna de las dos informaciones, el redactor aLANDENGTTE: «Blando, suave. Díccse de personas)).
reúne las dos dentro de un predicado unitario bajo la forma de la se-
gunda (<explicaciónr>): justo la que es sernánticamento secundaria'
- Con esta crítica no pretendo sugerir que la información sobrc la
En lugar del modelo habi$al «Dícese de (o Aplícase a) la perso-
za *sinta8ma adjetivo» («Dícese de la persona blanda, suave»), se
«colocaciónr» de la voz sea excluida de las defmiciones. Por el contra-
deslindan los dos niveles de información, de mancra que la definició¡
rio, entiendo que es un dato semántico del que, aunque no sea sustan- propiamente dicha no deja de ocupar su lugar ni deja de ajustarse a la
cial, no se debe prescindi¡ en el análisis lexicográficot. Lo que quiero «ley de la sinonimiar», sin que por ello quede silenciado el dato com-
plernentario no definidoP.
7
Véasc nota 3.
r Esto no quicrc dccir quc tcnga quc scr cxplícito cn cada ¡flculo En los c¡sos cn
quc la propia dcirnición dcja vcr dc qué categoría dc scre§ cs prcdicablc (rrxlcroo:
<ique tiinc ácido fénico»; cRt E-: «quc sc dclcita cn hacer mal a un scr vivicntc»), o cn 9
quc cs prcdicablc sin lfmitc§ (unl: <quc pucdc sewir y aprovcchs¡ algua llnca')), lEn ln d" 2001 dc sl üccio¡ario crtmriL¡r la Academia sc ha hc.cho eco ya
'n de algunas
"di"ión
dc mis obscrvacioncs dc 1977 y 1979 (quc por ot¡a pa¡tc yr cstabao atcn-
huclga advcrtir si «sc aplica a personasn o si «sc dicc dc cualquicr pcrsona, animal o
didas c¡ cl Diccio¡arío historio dc la progia Ac¿dcmia dosde su fasclculo 14, l9Z9).
I,a" daf^i"ioncs citadas do MIsER¡coRDroso y u¡§ERo pecan dc ¡cdundantcs cn
Así, cvita, por regla gencral, modos dc dcfinir como los quc más arriba hc citado del
cslc sspecto, pucs y¿ sc vc quo dcfinicionc8 como <(quc sc conduclc y la§tima de los
"oaa>r,

trabajoi y miscrias ajcnos» y «quc gusta dc ok muchas misas», sin más ¿claracioncs,
üccionario dc l91O y quc sc mantenlan cr¡ los de 1984 y 1992. Subsistcn, sin cmba¡-
dirla¡ dc rna¡cr¡ incqulvoca quc rcn calificacioncs aplicablcs cxclu§iva¡ncrtc ¡ pcr-
go, no ra¡as mucstr¿s dcl sistcma t¡adicional, cxcepcioncs que la Ac¡dcmia dcñcnde

sonas.
cn 2001, xrrvl.
\
38 Problemas y métodos Problenas Íorn¡Ales de la deJinición texi 39

Una variante de esta forma encontramos en el Dicrionnaire géné' Con un ligero cambio externo uso del paréntesis-, es el
ral de Haefeld-Darmesteter ( I 8 89- I 900): mismo procedimionto de las -el
definiciones de adjetivos en el Concise
g xfo r d D i c ti o n ary Q 9 64) :
coERcBr.E: «Qui Pcut étrc facilcmcnt comprimé (en parlant d'un ga4
d'un vaPeur)». NorloNAL: «(of knowlcdge, etc.) spcculativc, not based on experi_
ment or demo¡strationr»; «(of things, relations, etc.) cxisting oniy in
Oho procedimiento, practicado por algunos diccionarios extranje- thought, imaginar¡»; «(of persons) fancifub».
ros, consiste en informar sobre la «colocación» por medio de ejem-
plos que siguen a la definiciónto: Hay otra ligera variante, que vsmos atostiguada escasa fre-
orencia- en Petit Robert (1967): -con
Érnorr: «Qui a trés pcu de largeur. Une rue étroite, un passage étroit,
un canal étroit». (Hatzfeld / Darmosteter, 1889-1900). xorone: n(Persornes) Avéré, reconnu cornme tel. (Jn criminel no-
toire».
CoNCERTANT: «Qui exécute une partio dans une composition musi-
@le. lnstruments concertants». (Petit Robert, 1967). nscrcncrú: «@ersonnes) eue I'on chorche á voir, á connaitre, ¿ fré_
quenter, á reccvoin»,
cAcNANr: «Qui gagnc. Carle Sagnani Numéro gognanl. Tout le
monde donne ce cheval gagnanl». (Petit Robert, 1967).
M^D: ((Affected with rabies: rabid (a mad dog)». (llebster, 1961).
En to¡las estas definiciones se mantiene, como en el procedi_
miento del ejemplo, el modelo normal de definición; pcro se supera la
El inconveniente de este sistema es que siempre queda en pie la ambigüedad de aquel dando la información de <<colocación¡> no de
incertidumbre de si el adjetivo se aplica solamen e a los nombres ci- manera indirecta, sino di¡ecta y expllcita, dentro de un enunciado
tados en el ejemplo o tanbién t los que designan la misma categoria autónomo que se distinguc netamente del enunciado dchnitorio al que
de serss. Además, ¿cn qué amplitud cntenderemos la categoría? El va refcrida. En realidad, esta modalidad es una variante del lipo
último ejemplo de gagnant pemife dudar si el adjetivo cs aplicable a ejemplificado por BLANDENGuE, del cual diverge en el orden de tos
caballos, o a admalos, o a seres üvos en gmefal. elerncntos, en el empleo cl caso del Concise Oxford y del petit
Un tercer procedimiento cs cl que vsmos ojemplificado en estas Robert- de paúúesis en-en lugar de punto separador y en la economla
definiciones del Or/ord Englísh Dictionary (1884-1928): de omitir el consabido «dícese»>. El lexicógrafo ha dado asi a la in-
formación <<colocaciónr» un tratatniento similar al de las informacio_
¡¡osNDuss: «Ofa coin: Bearing no lcgenó>.
oes sobre nivel social y ámbito de <rprimer enuncia-
Nor¡oNAr: «Of knowlodgc, otc.: Purcly spoculative; not based upon -informaciones
fact or dcmonstration»; «Of pcrsons: Giv€n to abstr¿ct or fanciful do»-.
'T spcculation; holding mertly spoculativc vicwo»; «Of things, rclations, Por último, citaré otra posibilidad de exposición, de apariencia
ctc.: Existing only in thought; not r€al or actually existent; imagi- semejante a la que acabamos de ver, pcro, a diferencia de ella, inte_
l
narlD). grada dentro de un método de alcance más amplio. Es la utilizada
en
el aun inódito Diccíonario del españot achtal, Se sigue en este dic_
cionario el sistema de indicar entre corchetes, en l" d"f.i"ión d"
I
clalquier categoría de palabras (no solo de los adjetivos), todos aque-
r0 Sobrc l¿ inforrBción dcl cjcmplo oc.crca dc la cntrada, v. Rcy-Dcbovc (l9l: llos elementos que son «contomo>r necesario de la palabra definida,
273 y *s.).
I

i
40 Problemas y métodos Problemas forÁaks de ta deJinición lexicográfica 4l
l,
qne solía equivaler a desde»; «Se usa c¡n valor adversativo en frases
poro que no son comPonentes semánticos de ella; por ejemplo, en los
lI cnmo: Después de lo que he hecho por tí, me Psgss de esle modo»
verbos, el complernento dtecto, el complemento indirecto, el sujeto;
rl. Evidentemeal-
en los nombres, el complemento «de posesió»», etc. No sería diñcil reducir al tipo de «definición propio> la mayoría
te, en adjetivos del tipo ejemplificado en las definiciones que prece- (si no la totalidad) de los ejemplos aquí copiados. Pero, aun admitien-
den, os ((contorno»» necesario el nombre (de categoría co-
-persona, do la alegación de que se hata de palabras «no definibles», cuyo úni-
sa- o dc especie -edificio, libro, etc, al que
-)
van aplicados habi-
co encarrimiento posible es por tanto la «explicación» o «definición
tualmente tales adjetivos. Por ello en este diccionario los términos de
impropiar», hay que advertir que on estas mismas entradas incluye la
esta categoría presentan definiciones del tenor siguiente:
Academia, entremezcladas, otras acepciones con «deñnición propio>,
Exclsrvo: «[Cosa] que excede dcl límite de lo razonable». y que se produce entoncos, dentro de un mismo artículo (como ocurre
xoNrxlr¡vo: <rEz con¿rcio, [tltulo] que se cxtiende haciendo constar frocuontemonte en los de adjetivos), una mezcolanza de defrniciones
I,, el nombre de la pcrsona quc ha de ser su poseedora»; «En gramática, s¡ metalengua de contenido y definiciones en metalcngua de signo.
[caso] que conesponde a la función dc sujeto». El caso de oe. cepo nos puede servir de ejemplo de otro problerna
vÁusrco: «[Verso] compuosto total o parcialmente por yambos)). que no es raro se presente en los artículos de adverbio:
pe cepo: «m. adv. Mtls. Indica que debc volvcmo al principio cuando
7. Dprrmc¡oNrs oE ADVERBIoS Y DB NoMBRES
se llcga a cierta palc dcl trozo que sc cjccutDr.
No es solo en el terreno de los adjetivos donde la Academia co-
mote infraccionss contra la uniformidad de la metalengua definitoria, No por ser «explicaciór»», en vez de verdadera «definiciór»», que-
si bicn nunca con tanta intensidad. He aqul algunas definiciones de da mejor aclarado el sentido del definido; el complemento «a cierla
{
adverbios on que se abandona la metalengua de contenido que es ge- parto) tto es una gran ayuda para precisar el conccpto. Quizá la difi-
neral cn los artículos de advorbio: cultad que la Academia encontró para defmir normalmente oste ad-
i ve¡bio se deba a que no se trata funcionalmcntc de un adverbio, sino
Poco: «Emplcado con vcrbos cxprosivos dc ticmpo, donota corta du-
ración»; «Antepónesc a ohos advcrbios, denotando idca dc compa- de una oración unimembre. Véase cómo, en la def¡nición de csta
ració»r. misma locución ea el Concise Oxford (que no dicc categoría gramati-
rnnmr: <<Con voccs cxprcsivas de cantidades o mcdidas de cualquicr cal), el primer elemento definiente es un imperativo:
cspccic, denota cxcoso indctcminado». pr crpo: <<mus. dirc¡tion. Repeat ftom üc bcginning».
DrspuÉs: «adv. t. y l. quo dcnota posterioridad dc ticmpo, lugar o si-
tuación»; «Dcnota asimismo postorioridad cn cl ordon, jcrarqula o Los artículos de nombres categoría que más regularmente se
prcforcncio»; «Hablando dcl ticmpo o sus divisioncs, so suslc usar -la
somete, en el Drccionario aca&émico, a la ley de la sinonimia- tam-
como adjetivo por lo mismo quc srgaierte o posterior»; «Seguido de
poco están libres de veleidades eri la forma de la definición:

rr En ohe ocssión oocron: <<Tltulo quc da la lglesia con particularidad a algunos sanios
[vé¡sc capltulo 2 dc cstc libro] cxpondrÉ con dctallc cstc méto- que con mayor profundidad de doctrina defcndieron la religión o cn'
do. [Sobrc nucs&o Diccionario del español actual, iniciado cn 1970 y publicado cn seña¡on lo portenocicnte a clla»».
1999, v. ehora cl capftt¡lo 25 dc cstc libro. Nuestra ob.a no ticrio r¡inguna rclación con
sm: <<Nombre dc la lctra/».
urla propucsta dc <<dic¡iona¡io dcl cspañol sctu¿b» de que habló M. Alvar Ezquc¡r¿
(1976: 153 y ss.)1. LEcróN: (<Nombre quc suele darse a cicrtos cuerpos do tropa$).
!

42 Problemas y mélodos Problemas form\les de la deJinición lexicográJica 43

produco por huevos quc entierra la hembra, hasta quc el calor del sol
La supuesta defurición, en estos tres ejernplos, no responde al los vivifico».
modslo adecuado, que sería el de «segundo enunciado»: «La voz X
signiJica Y>>, sino al de «primor enunciado>»: <<La voz X es Y»' ¿Có- Sería delirante imaginar la aplicación, en este c¿u!o, de la prueba
mo puede saber el lector la diferoncia de registro que hay entre los de sustitución, El texto que la Academia da como definición jamás
precidentes ejemplos y estos otros, de formulación análoga y con
lndría ocupar, en r¡n coütexto de habla, el lugar del r,ombre
lagarto.
idéntico primer defmiente, pero que son definiciones legítimas, esto Podrá alegarse que, de hecho, no falta aquí una verdadera definición,
es, de <<segundo enunciado>>?: quo sería el sintagma nominal que ocupa el primer lugar del largo
EracuroRrA: «Tltulo o diploma en quo consta logalmente la nobleza enunciado, y que todos los desarrollos sintácticos ulteriores no son si-
de una persona o familiar». no meros suplernentos ilustrativos. Si esto fuese así, el sintagma no-
AIELLTDo: «Nombrc de familia con que se distinguen las personao>. minal inicial contendría la exposición suficiente del significado de la
voz, y todo lo demás estaría de sobra. Pero parece que no es así; que
Pero esta irregularidad no es muy frecuente en el Diccionarto, es- el significado no se considera suficientemente expuesto en el primer
pecialmente si la comparamos con la ya comentada de las definicio- sintagma, sino que son necesarios ocho más. De otro modo, eviden-
nes de tipo dícese e¡ los adjetivos, que más que inegularidad habría tem€nte, no se habrían puesto estos. Ahora bien, ¿cómo se explica
que llamar «regularidad paralelar». que esta nec-€sidad solo ocu¡ra en a¡tículos de nombre, y no de adjeti-
vo o de verbo, categorías dentro ds las cuales no hay menos casos de
8. Le »snx¡c¡óN rNc¡c¡-oPÉorc,c. complejidad seriántica quc ontre los nombres? Nótese, además, que
I

Más abundante es, en los articulos de nombre, otra anomalla que los desarrollos sintácticos secundarios no se produccn en cualquier ti-
1l cs peculiar de los correspondientes a est¿ categoría: la deJinición de po de nombre, sino casi solo en aquellos que designan seres u objetos

I i predicación múltiple. Aq'oi no so trata de confusión o desvaneci- materiales, y preferenternente en los que corresponden a zoología y
,
misnto dc límites entre el primero y el segundo enunciados, sino de la botánica.
ruptura, dentro de este último, de la unidad sintáctica que es indispen- La clave está en r¡na nueva confusión de límites. Como dice Julio
1

I
sable para que una definición lexicográfica sea tal. Ba§tará un ejcrn- Casares, «conviene distinguir la definición real de la meramente ño-
plo: n¡n¿l. Esta última se limita a explicamos el significado d e lt palabra,
mientras aquella aspira a descubrimos la naturaleza, la esencia de la
LAoARTo: «Rcptil tcnostre del orden de los saurios, do cinco a ocho
cosa significadar» (1950a: 159). El Diccionario académico quebranta
decfm€tros dc largo, contando dcsde la parto anterior de la cabezt
hasta la oxtrcmidad de la cola. La caboza es ovalada, la boca grando la ftontera delicada, pero frontera eutre diccionarios de pala-
con muchos y agudos dientos, cl cuerpo ptolongado y casi cilfndrico
- -
áros y diccionarios de coscs (Wagner, 1967: 1271' Dubois / Dubois,
y la cola larga y perfectamcnto cónica; las cuatro patas son cortas, 1971: 13; Rey-Debove, 1971: 32-33, y Zg\rsta,'1971: 197 y ss.): los
delgadas y cada una con cinco dedos armados dc afilaclas uñas; la piel que informan sobre las palabras son los diccionarios de lengua;
cstá cubierta de laminillas a mancra de escama§, blanca§ on el viontre,
los que informan sobre las cosas son las enciclopedias y los dicciona-
y manchadas de vorde, amarillo y azul, que forman dibujos simétri-
cos, en el resto dcl cuerpo. Es sumamonte ágil, inofensivo y muy útil rios técnicos o especiales. Ciertamente existe un género híbrido, los
para la agricultura por la gran cantidad de inscctos que devora. Se re- dicciona¡ios enciclopédicos; pero obsérvese que sus autores no igno-
45
44 Problemas y métodos Problemas lonüles de la deJinición lexicográJica

ran esa frontera, y suelen distinguir, dentro de sus artículos, entre ls üngüísticamente a traYés de diccionarios especiales. Así, ante defini-
que llaman «parte léxicar» y «parte enciclopédica¡». No es esta, por ciones como las siguientes de diccionarios manuales-,
-todas
supuesto, la práctica del Diccionario académico, sino la mezcla de clcocNE: «Crand oiseau qui a de longues pattes, qui passe I'hiver
artículos de dicciona¡io con artículos de enciclopedia. dans les pays chauds et qui revient en Europe au printemps» (Díc-
La presencia de estos últimos tiene, a mi juicio, una explicación tionnaire fondamental, l9'l l);
lógica y psicológict alavez. El lexicógrafo entiende que su cometido crcocNA: <<Crosso uccello dei trampolieri, dal lungo becco vermi-
glio» (Piccolo vocabolario, 1959);
es da¡ con precisión el contenido de la palabra defrrnida, y tiende a
pens¿u que para cumplir ese cometido es necesario que la dehnición sroRK: «A long-necked, longJcgged wading bird»> (Penguin English
Dictionary, 1965);
contenga el mayor número posible de especificadores. Por eso, cuan-
sroxcn: «Ein Vogel mit langen Beincn und oinem langcn Schnabeb»
do dispone de abundancia de datos ocl¡rre con determinados
-como @ud en- La n genscheidt, 197 0);
nombres de cosas-, no desaprovecha la ocasión de erriquecer con c¡oúsñr: «Género de aves zancudas migradoras quc alcanzan más de
ellos su definición, ofreciendo al lector una imagen muy «completar» dos met¡os de cnvergadwu> (Pequeño Larousse, 1964),
del objeto definido. Pero la definición lexicográfica no s€ propone
no se debe proponer- la imagen «completar» del objeto, sino la no es legítimo preguntar si son «completas» de ningún modo
-o -que
imagen «suficiento), esto os, la que se construye por medio de los es- lo serían para un zoólogo-, sino si son «suficientes» para el usuario
pecificadores necesarios para que el objeto quede, en la mente del medio de la lengua. Otra cuestión sería si este deseara una informa-
lector medio, caracterizado en sus rasgos relevantes y diferenciado I ción científica sobre el objeto «cigfleñar», y no simplemente una in-
rospecto a todos los restantes objetos que forman parte del mundo de I formación semántica sobrs la palabra cigüeña. Aun en este caso, difi-
esc lector medio. Precisamente en esto radica la ñ¡ndamental diferen- cilmente se sontiría satisfecho con una defrnición del tipo académico
cia entre defmición lógica y definición lexicográfica; como dice dc r-rcerro, que a pesar de su extensión omite datos científicos
Zgusta, mientras la primera tiene que identificar inequlvocamente el I esenciales, como el nombre zoológico. Es un hecho de experiencia
objeto definido <<de manera que quede puesto en contraste claro con diaria la desaprobación con que los especialistas de cualquier ciencia
todo lo demás definible y al mismo ticmpo caracterizado positiva c juzgan las definiciones que los diccionarios dan a las voccs que caen
inequívocamente como miembro de la clase más cenadar», la segunda bajo su propia especialidad; sencillamente, porquc €sp€rÍrn de un
I
((enumera solo los rasgos sernánticos más importantes de la unidad I «diccionario de palabras» lo que solo podrían pedir a un «diccionario
léxica defrnida, que son suficientes para diferenciarla de otras unida- de cosas>» (a una enciclopedia o a un vocabulario técnico), por culpa
des» (1971:252). muchas veces del mismo «diccionario de palabras», que pretende dar
Esta «suficiencia¡», claro está, no es la misma para una persona de de sl mismo una imagen que no os la que le conesponde. Es útil a
cultu¡a media que para un especialista o un estudioso de la rama del oste respecto recordar un pánafo ejemplar del prefacio de la primera
saber que versa sobre el objeto definido. Pero el diccionario es un li- edición del Corcr's¿ Oxford Dictionary (1911: vr):
bro para el hablante medio en atanto r¿l, esto es, en cuanto usua¡io de Thc book is designed as a dictionary, and not as an cncyclopae-
la lengua comri¡ y no sn cu¿¡nto usuario de una parcela cuyo subsue- dia; that is, thc uses of words and phrases as such a¡c its subjcct
lo, de profundidad prácticamente ilimitad¿, solo puede ser explorado matter, and it is concorned with giving information about the things
46 Problemas y métodos \
fo¡ which thosc words and phrases stand only so far as conrrt usc of
thc wo¡ds depcnds upon knowlcdgo of the thingsl2,

9. F¡Nlr-

Con los comentarios que precedor no quedan agotados, ni mucho


menos, no ya los probleÍias generalos que se le plantean al lexicógra-
fo enfrentado con la t¿rea de la definición, sino las particulares difi-
cultades de tipo formal que en sus enunciados definitorios ofrece un rt
diccionario concroto, el de la Academia Española, al que me he refe- I
I
rido constantemente en las páginas anteriores. Quede para oha op,or- EL «CONTORNO» EN LA DEFINICIÓN LEXCOGRAFICA.
tunidad el examen y crítica de otros aspectos 13;
con los expuestos
aquí basta para forma¡sc una idea, somera pero clara, de la existencia ;
i
de quiebras sn los métodos de definición y sobre todo en la coheren- 1. La lexicografia, cuyos objetivos no son teóricos, sino prácticos,
i
cia formal entre unos métodos y otros. La deficiencia es tanto más I no es una cioncia, pero sf una actividad investigadora y didáctica que,
,,
grave cuanto que, en lo bueno y en lo malo, prácticamente todos los ! como tal, rro puede funcionar de espaldas al saber de su tiempo cn la
diccionarios españoles «absolutamente todos», como afirma i materia de su quehacer, sino que ha de actuar con arreglo a una meto-
-no
con exageración Maria Moliner (1966: xw) se han servido genero-
I
i dologla lo más rigurosa posible.
-
samente de las definiciones acadérnicas, con lo cual los defectos de Los problernas que rodean a la labor lexicográfica dependen,
estas (y no solo las virtudes) vienen a multiplicarse por el númcro I léxico-; asi, por ejemplo, los de macroes-
I lmos, do su objeto
de ücciona¡ios de español existentes. -el
tructura (¿cuáles y cuántas palabras registrar?, ¿cómo organizarlas?) y
!
los de información (¿cómo determina¡ el significado de las pala-
bras?). Otra parte de los problernas reside más di¡ectame¡rte en el su-
jeto lexicógrafo-, y entre ellos están los de tipo lógico (¿qué
-el
deci¡ eu la dehnición?) y los de tipo formal (¿cómo decirlo?). De la
dificult¿d pa¡a resolver todas estas cuestiones puede ilustrar el exa-
men de cualquier diccionario, de uno u otro calibre, de una u otra len-
ii gua, si bien es verdad que los intentos de resolverlas, asl como los re-
sultados, han ido más lejos en unos diccionarios que en otros y en
unas escuelas lexicográficas que en otras.
Dc esta serie de problemas, de cuya profirndidad no da idea la
t'¡ brevedad de su orunciado, quizá hayan sido los de carácter formal los
V. tambiétr Lrch (l9?4t2c4).
¡¡ Principal¡nc¡tc, la dcñnición dc los vc¡üos, dc la que mc ocupo cn «El
"contor-
no" cn la dcfmición lcxicográñcor, cn foneaaje a Sanuel Gili Gary (n menoriam). ' fPll6liado a, Honeaaje q Sanuel Gili Gay (h nenorian), Barc.clona 1979,
[Sc publica como capíh¡lo 2 dc cst librol. r 83-9U.
48 Problemas y métodos El «contorno» át h deJiníctón lexicográJica 49

peor atendidos por la oscuela nacida en tomo a los diccionarios de la Otra cosa es el rigor con que se aplica este pri¡cipio. Frente a la
Academia Española. No es que los haya desdeñado: es muy conside- constancia y la nitidez con que se cumple en algunos diccionarios ex-
rable el progreso que en la normalización de la estructura de los ar- fianjeros ejemplo, el Concise Oxford Diclionary-, hry qae
tículos se puede apreciar en los diccionarios académicos desde la pu- señalar
-por
las numerosas infracciones y confusiones en que incurre la
blicación del primero de ellos, en la primera mitad del siglo xvm, escuela española. Estas anomalías no pueden interpretarse como un
hasta la edición de 1970. Y un progreso paralelo se encuentra, en ge- no reconocimiento de la ley de la sinonimia por pade de nuestros dic-
neral, en la larga serie de obras que siguen, mas o menos de cerca, el cionarios; si así fuese, no mostrarían la preocupación que muestran en
modelo de aquellos diccionarios. Pero, tanto en unos como en otros, la inmensa mayoría de sus afículos por defmir cada palabra por me-
la forma de la definición adolece de inconsecuencias cuya elimina- dio de una perífrasis capaz de la misma función sintáctica propia de
ción valdría la pena intentar. aquella (cf. Rey-Debove, 1971: 2031' Quemada, 1968: 460, y Zgttsta,,
De algunos de estos inconvenientes, que afectan especialmente a 1971: 258). Este propósito evidencia, sin duda alguna, que nuestros
las definiciones de adjetivos, adverbios y nombres, me he ocupado en diccionarios tienen como ideal la definición sinonímica, y de aquí pa-
otro lugarl. Aquí voy a considerar el caso de las definiciones de los rece legítimo inferir que las desviaciones con respecto a ese ideal de-
verbos. ben considerarse como elTores.
El propósito de equivalencia sintáctica presenta quiebras
2. Es norma universalmente aceptada en lexicografia la ley de Ia en diversas categorías de palabras, -que
especialmente en los adjetivos (cf.
sinonimia, según la cual el enunciado deflrnitorio, XY, es sinónimo de Seco, 1977 [=apítulo 1 de este libro])- es, en los diccionarios es-
la palabra-entrada, A, de tal manera que, en un contexto de h¿bla en pañoles, visiblemente firme en lo que respecta a los nombres y a los
que hgure el término A, este sea sustituible por XY sin que ello lleve verbos. Todos los nombres aparecen definidos por medio de un nom-
consigo ninguna alteración del sentido del mensaje (cf. Rey-Debove, bre o de una perífrasis sustantiva, y todos los verbos aparecen defini-
1971: 202, y Dubois / Dubois, 1971: 85). No signiñca esto que la de- dos por medio de un verbo o de una perlfrasis verbal (yendo el verbo
ftnición ajustada a la ley de la sinonimia sea la rinica válida, sino que, definidor en la forma de infinitivo, igual que el verbo definido).
de las varias formas de definición posibles, es la sinonímica la más En gran número de definiciones de verbos del Diccionario aca-
unánimemente adoptada, por la ventaja metódica que supone la prue- démico se cumple la ley de la sinonimia. He aquí algunas muestras 2:
ba de la sustitución.
AMARRAR, ,r., l: «Atar y asegr¡rar por medio de cuerdas, maromas,
Es verdad que la definición sinonímica no es siempre posible, cadenas, etc.».
como ocu[e en el caso (entre otros) de las palabras gramaticales, en caMBrAR, /¡, 2: <<Mudar, variar, altoran>.
que forzosamente hay que recurrir a otros procedimientos (cf. Wein- EXIENDER, ,r., 3: «Vender al menudeor>.
rcich,1962:39; Rey-Debove, 1971:250, y Zgosta,1971: 258). Pero, FLAeUEAR, inrr., l: «Debilitarse, ir perdiondo la fuerza».
salvada la excepción de €ste sector limitado del léxico, es normal la coBERNAR, tr, 2: «Guiar y dirigin».
aplicación del principio sinonímico en las definiciones. vrvrR, i¡¡t , l: «Tener vida¡».

f<(Problqmas formalc,g do la dcfrnición lcxicográfican,


c¡ Estudios olrecidos a
Emilio Alarcos Lloroci. [§c publica como capltulo I dc cste libro], 2
Todas las citás del D¡c cionaio de la Academia son de la I 9.¡ cd., I 970.
!
§o Problemas y mélodos El «contorno» bt ta deJinición lexicográfica 51

La sustitución del definido por la perífrasis definitoria se muestra, L¿ validez de estas fórmüas esüá atestiguada por la prueba de sustitu-
en ofecto, perfectarnent€ viable en segmentos de habla: ción.
De aquí podcmos ostablecer que, inversamente, una definición
[¡s ladrones le amarraron para quc no escapaso. = Los lad¡ones le
araron y asegtiaron por medio de cuerdas, mlrromas' cadenas, constituida por «verbo transitivo + complemento dtecto» ha de con-
e/c., para que no escaPasc:. veni¡ a un verbo intransitivo, y no a r¡no transitivo, y que, por tanto,
Tcndrcmos quLe cambiar nuestros Planes. = Tendremos qtse mudar, no serán formahnente aceptables las definiciones de verbos transitivos
vsriar, alárat nuastros planes, por m€dio de la fórmula (<verbo transitivo + complemento directo» (cf.
La nueva marca do tabaco aún no se expende en los estancos. = La Roy-Debove, 1971 : 210).
nuova marca ds tabaco aún no sc vende al menudeo en los es'
Pues bien, el Drccionario de la Academia muestra una gran rique-
tancos,
Me faqueaban las piemas. = Se ma debili,aban' me iban perdiendo zz en este último tipo de defrniciones en que un verbo transitivo es
fuena lx piemas. dofnido por medio de una perifrasis formada por otro verbo transiti-
¿ l/iv€n todavla tus abwlos? : ¿Tienen vida todavfa tus abuelos? vo s€guido de su complernento directo, definiciones que, curiosa-
mente, alteman de manera constatrte, y a menudo dentro dc un mismo
El sistema de sustitución frrnciona, pues, iSual que en los nom- artlculo, con aquellas otras en que el definidor es un verbo transitivo
bres, adjetivos y adverbios. Se produce, lo mismo que €n todos ellos, (euro». Veamos unos pocos ejernplos (en los que señalo en cu¡siva el
una equivalencia en la deuotación no (o no siempre) en la complemento directo):
-almque
connotación- entre los textos quo están a la izquierda del signo orcn, l: <<Manifcstar con palabras elpensamientol
«iguab» y los que están a su derecha. ENTREoAR, l: <<Poner cn manos o en poder do oEo a una persona o
i cosa».
I 3, Pero on los verbos se da una condición particular. En los i r¡»nrrrr: <<Combinat un cterpo wn agn»»,
I ejemplos propuestos de definiciones Puode observarse que los ver- i
levrr, l: «Limpiar una cosa @t agualu oho lfquido».
bos transitivos (por ejemplo, exrrNoen) van definidos por medio de sepruprJclR: «Haccr séptupla uw cosa; multiplicar por sicta una
I cantidad».
otro verbo transitivo (como veniler), mientras que los intransitivos
I
(ruquern, vrvlR) se definen, bien por medio dc otro verbo intraosi- sBpuLTAR, l: «Pongr cn la scpultura a un difunto; c¡¡f.rrar su cuer-
po)r,
tivo (debílitarse), bien por la suma de un verbo transitivo y r¡n com-
I
van, l: <<Percibir por los ojos los objens mcdiante la acción dc la
plemento directo (perder fuerza, tener vida): lua».

l) V. tr.l = «V. tr.2»


2) V. intr.l : «V. intr.2» La inviabilid¿d de estas definiciones desde el punto de vista de la
3) V. intr.l : «V. tr. + c.d.» prucba de sustitución es evidente (lo subrayado ahora es el verbo o su
pcrf frasis definidora):
Al abrir la vcntana, vio un hcrmoso paisaje. =
'Al abrir la ventana,
! Ls prucba dc la susiitucióo dcja vcr claramcntc quc hubicra sido prcfcribL, cn percibió por los ojos los objetos median¡e la acción de la lvtr í}:i,., , ¡>.
la dcfinición, no rematar la rric ,<<cucrdas, mÜomas, c¿dcr¡a3r, con «ctcélcra»r, quc la hcrmoso paisajc.
conviclc cn u¡a scric copul¿tivs 0o cu¡l rs sb6u¡do), si¡o con ot¡o clcrrcr¡to quc §c- Yoy a lavar cl achc. = aYoy a limpiar una cosa con agua
ñalasc cl vcrdadcro caráctcr, dis¡rntivo, dc la rclación. quido cl cacho.
52 Problemas y métodog El «contorno» en\la definición lexicográJica 53

Al día siguiente sepultqmos al m\erlo. = *Al dla siguiente pusizos en complemento directo «potenciab» de la perífrasis definitoria, y quo lo
la sepulturq q un diÍur,/o al muerto.
es tañbién del definido, sinónimo de esta. Véanse las definiciones de

En los textos resultantes aparece reprcsentado dos veces el com- fot correspondientes a las académicas reproducidas mas arriba5:
plcmento directo, porque sobra la mención de esle en la perífrasis de psc¡r.: .r<Manifestar con palabras habladas o escritas, o por medio de
la deJinición. El enunciado definidor, en efecto, debía haber sido sim- otlos signos, [el pensamiento o los ostados afectivos]».
plemente, p¿¡ra vER, «Percibir por los ojos mediante la acción de la ENTREGAR: «Poner [a una pers. o cosa] en poder de otro)).
HTDRATAR: «Combinar [una substancia] con el aguo».
luz>; para r.n v,r,r., «Limpiar con agua u otro líquido»; para sEpuLTAR,
seprupLrcAR: «Multiplicar por sioto [una cantidad]».
<<Poner en la sepulturo> o «Enterran».
sEpuLTAn.: <<Poner en la sepultura [a un difunto]; €nterrar [un cuer-
Puede alegarse que la mención del complemento directo en la de-
Pol».
finición es en muchas ocasiones necesaria porque el objeto de la
vrn: <<Percibir flos objetos materiales] por el sentido de la vistar» 6.
acción no es indiferente, y por tanto su explicitación en el enunciado
definitorio completa la precisión de este. Esta consideración parte de El procedimiento tiene la ventaja de ser aplicable también en los
una confusión entre lo que es el verd¿dero contenido del definido y lo casos en que, por necesidades sintácticas del enunciado defrnitorio, el
que es su contorno (limitado o no limitado) en los enunciados de ha-
complemento directo potencial del definido es otra clase de comple-
bla en que s€ presonta el término a. En serur-re,n, por ejemplo, es m€nto en el enunciado definitorio. Esto permite distinguir perfecta-
contenido «poner en la sepultura>, mientras que <<a un difunto» (el mente entre el complemento directo que es propio de este enunciado,
habitual objeto d€ la acción) pertenece al contorno. y que por tanto es un constituyente signiJicativo del definido, y el
I
Pero el establecer est¿ distinción no tiene por qué llevar consigo complemento directo potencial, que es un constituyente del contorno
¡ negar la importancia de informar en el artículo lexicográfico, de algu- del mismo definido.
na manora, acerca de ese complemorto directo que forma parte del Veamos cómo def¡ne la Academia el verbo EMBR¡DAR: ((Poner la
contomo. Y, efectivamente, los lexicógrafos que han sido conscientes brida a las caballerías». ¿Cómo puede saber el lector, con un enuncia-
de la distinción han recurrido a un convencionalismo que por un lado do definitorio así, cuál es el complemento directo potencial del verbo
deja claramente a salvo la <<potencia transitivar» del verbo de la defi- tr¿nsitivo e¡Gnr»AR? Tiene esa definición la misma estructura que la
nición, y por otro hace explícitos los datos semánticos que se conside- del verbo nrcer-m: «Dar a uno graciosamente una cosar» 7. Esto es:
ran ca¡acterísticos del complemento directo previsto para la actuali-
V. tr.l : «V. tr.2 + c.d. + c.i.»
zación de esa potencia.
Es mérito del Diccíonario Yox, osya revisión, en sus tres edicio-
nes, corrió a cargo de nuestro llorado don Samuel Gili Gaya, el ser r Aunquc la caractcrlstica cn cucstión ya cstá dccididamente prcsento desde la l.¡
hasta ahora el único dicciona¡io español que ha puesto en práctica cdición de est€ Diccio¿arÍo (1945), cito por la 3.' (1973).
6
el procedimiento para diferenciar adecuadamente en la definición No incluyo cn csta lista la defurición de r-lvlr. porquc en ella Zox omite, por in-
nccesaria, la mención del complcmcnto directo potcncial: <<Limpiar con agua u otro
el contenido y el contomo. Consiste este procedimiento, tal como lo llquido».
aplicr el Diccionario Yox, en encerrar entre paréntesis cuad¡ados el
' Omito, por irralevantc an cstc mome[to, el resto de la defurición: <(... en muestra
do afocto o consideración o por otro motivo»». Lo mismo hago en la definición quc del
¡ J. Rey-Debove (1971: 210) contrapone «définilioD» y ((entour¿ge)r. mismo vcrbo da el Diccionaio Vox y quc cito más abajo.
I
54 Problemas y métodog El «contomo» ), b dr¡rt"ió, lexicográ/ica 55

Pero, si en la defmición de n¡clum el complernsnto directo (ur¡4 complernento directo del verbo defruido. El procedimiento consiste
cosa) coincide con cl complemento directo potencial del definido, es cn marcar con una flecha eso término denho del enunciado, pero sin
I
muy distinta la situación en el caso de nanr:o,ln; aquí, el comple- aislarlo del mismo:
mento directo en el enunciado definidor es la brida, pero el com- I
TMsRDAR: ((Colocar las bridas a las \caballerfas».
plemento directo potencial de embrtdar es (a) las caballerías
-qure REGALAR: ((Dar a alguien un lobjoto digno de estimación [...]».
en la definición aparece como complemento indi¡ecto-. La Acade-
mia es incapaz de señalar est¿ diferencia entre dos defuriciones de 66n ello proporciona una información útil sobre el contomo, pero sin
identica estructu¡a. En cambio, el problema esta resuelto ett Yox con hacer ver que tal información no pertenece al contenido, con lo cual
toda claridad y sencillez: el resultado es menos preciso que el obtenido por el procedimiento de
eunnroen: r<Poncr la brida [a las caballerías]»». los paréntesis.
R.EGALAR: «Dar a uno graciosamente [una cosa]».
4. Pero el cuidado con que algunos lexicógrafos han destacado o
Es decir, el complemento dirccto potencial de los vsrbos transitivos separado de la definición del verbo hansitivo un elemento ajeno a ella
definidos es señalado en el enunciado definitorio por medio de pa- y perteneciente al contorno no ha ido, en el caso de los diccionarios
réntesis cuad¡ados, sin que importe que el término así enmarcado ten- españoles, más allá del complemento directo potencial, como si en él
se agotasen las interferencias del contomo sn el contenido. Los si
I
ga, dentro de ese enunciado, una función distinta de la de comple-
l mento di¡ecto. Puede ser en el enunciado, no solo complemotto guientes ejemplos de defrnición académica nos muestran la cxiste¡rcia
indirecto, como en el ejemplo que acabamos de ver, sino también de otros aspectos del problema:
i complemento adverbial o sujeto:
car,opaR, it /r, l: «lr cl caballo a galopc»; 2: <<Cabalgar una pcrsona
ExrENDBxr, l: «Haccr quc [una cosa], aumcntando su supcrficio, ocu- cn caballo quc va a galopc».
pe más espacio quo antes». LATn, ir,t, l: «Dar latidos cl pcrro»; 3: «Dar latidos cl coraán, las
ExcusaR,4: «Eximir [dcl pago do tributos o de un scrvicio perso- arterias, y a vec,es los capilares y algunas vcnas»>.
nal]»>. DEcAxpAR, ir,t . «Lcvantar el campo un ejército».
l
AMoLDAR, rr., 3: «Areglar o ajustar la conducta dc alguno a una
i
El recurso fuc crnpleado por primera vez en el Dictionnaire géné- i pauta determinadD».
ral de HaEfeld-Darmesteter (1889-1900) y ha sido seguido por los LEoaR, ¡r., l: «Deja¡ una persona a otra alSuna manda cn su tcsta-
i diccionarios de Oxford (1933, 1944, 1964) y por el Petit Robert monto o codicilo».
(1967). Todos ellos utilizan, para señalar el complemento dirccto po- EMrArAR, ,r., 3: <<Absorbe¡ un lfquido con un cuorpo esponjoso o po-
tencial, los paréntesis normales o redondos. Parece más acelado el roso».

uso de los cuadrados, escogido por el Yox, ya qu'e los paréntesis sim-
En las definiciones de c,lr-oren, r-ATrR, DEcAMrAR, I-rc,l.n, los
I ples tienen otras funciones, más cotidianas, que no dejan de darsc
sujctos potenciales («el caballo», (<una personD), «el perro», «el cora-
también en los enunciados definitorios.
I zón, las arterias y a vecos los capilares y algunas venas>r, «un cjér-
María Moliner emplea, en sl Díccionario de uso (1966-67), otro
cito», «<una personar») no forman parte del contenido de los respecti-
procedimiento para señalar en la definición el término que ha de ser
vos verbos, y por tanto no es adecuada su presencia indiferenciada,
56 Problemas y métodos El «contorno)' lo d"¡nr"rón lexicográfica 57
"\
como un elemento más, en las correspondientes perífrasis definito- sE MARTER (s. v. marier): «S'unir par le mariage (en pa¡lant de deux
rias. Por otra parte, en los tres verbos transitivos de la lista precedentg personnes)».
LEcAR, EMrArAR-, aparte de los complementos di- ABoyER, intr., 1: «Donner de la voix, en parlant du chien».
-AMoLDAR,
rectos potenciales («la conducta de alguno», «alguna mandar», «uu lí-
quido»), vemos que las definiciones incorporan otros complementos El último procedimiento (el de eloyEn) es el menos acertado,
cuyo verdadero lugar es en tomo al verbo definido, en un texto de ha- pues no mÍúca por ningún medio tipográfico la condición no sémica
ó/¿. Lo demuestra la propia Academia con los ejemplos que acompa_ del elemento «en parlant du chieo>. Los otros tres tipos usados por el
ñan a algunas de esas dehniciones. El de EMrArAR es Empapar con Petit Robert son perfectamente válidos, aunque no hubiera sido dificil
un trapo el agua vertida, Pues bien, de la definición («Absorber u¡ reduci¡los a uno solo, como hizo el Concise Oxford.
líquido con un cuerpo esponjoso o poroso»), el único elemento útil En cuanto a los complementos no directos, encontramos tambie¡r
para sustifuir en el ejemplo a empapar es absorber: ABSoRBER co¿ ur¡ diversidad de procedimientos, como el del Oxford Englísh Dictio-
trapo el agua vertidd. Todo lo demís (complemento directo y com- nary, qtrc fecüfre a la nota complementaria sobre construcción:
plemento adverbial) está explícito en el texto de habla, acompañan_ THrRsr, intr., 3: <<To have a longing, craving, or desire. Const. in
do al verbo definido, y por tanto no pertenece semánticamente a este. O dl E[nglish] with gen. = of; later after, for (+ to) something, ,o do
Del mismo modo, en AMoLDA¡ y LEcAR los complementos «a lma something>».
pauta determinado) y «a otro) están indebidamente incorporados al
enunciado definitorio, puesto que pertenecen al contexto habitual de O este del Petit Robert:
I los verbos definidos y no a su contenido. oÉpexon¡: «Ne pouvoir se réaliser sans l'action ou I'interv€ntion
E.
Es preciso, pues, preguntarse si no interesa extender a otros €le- (d'une pcrsonne, d'une chose)»
I mentos del contomo un tratamiento semejante al que algunos diccio-
narios dan ya al complemento directo potencial de los verbos transiti- Pero, para todos estos elernentos de contomo, tanto sujetos como
complementos no directos, no ofrecería ninguna dificultad sí, en
vos. No parece lógico negrárselo. De hecho, ya existen tentativas que,
cambio, la ventaja de la uniformidad- aplicar el mismo sistema que
-y
por diversos procedimientos, aprmtan al objetivo de expresar el sujeto
y diversos tipos de complementos del contomo en cuanto tales ele- vimos para los complementos di¡ectos. El paréntesis ya no significa-
j ;
mentos de contomo, ría estrictamente 'complemento directo', sino en general 'elemento (o
l En el caso del sujeto potencial, por ejemplo, el Concise Oxford elementos) de contomo', y no sería necesaria la especificación de la
l Dictionary tndica este elemento (cuando su mención es relevantej por t Abund¿n en cl Petit Robett, no obstante, los casos on quc el complcmento de
medio de la fórmula no¡f* ¡6m!¡s¡ enlre paréntesis: conlomo aparccc incluido cn la pcrlftasis definitoria. Asl, en »Éuln, intr., 2: <<Etre
wALK, intr., l:
«(Of-men) progress in advancing each foot altematcly I
cn proic une érnotion qui t¡ouble I'csp¡it», el cjemplo qw sigae, Ltélirer de joie,
never having both off ground at once». dcmucstra que el sintagÍi¿ <<i u¡e émotion qui trouble I'csprib» cs un elemento de
contomo. Algo scmejante ocurre en rMBraER, tr., l: «Pénét¡er, imprégner d'eau, d'un
liquide», con su cjemplo, Je relírais nes chaussures imbibées d'ear, en oFFRrR, tr., 2:
El Petit Robert úiliza fórmulas diversas: «Proposcr ou présenter (unc choso) á quolqu'un on la motta!¡t ¿ sa dispositioor, con cl
cRrMpER, intr., 4: «(Choses) S,élever en p€nte raide». cjemplo Maréchal lui ayail olIer, el prét¿, spontanérnent, de I'argerr¿ [,os respectivos
cjcmplos cvidcncian que <<d'eau, d'un liquide» y <<á quelqu'urur son elementos de
nerrnr, intr., 3: «Tircr ou produire des sons (tambour)».
contomo y no de contenido.
i
58 Problemas y método¡ \
ñnción del elemento sino cuando esta función fuese distinta en el
contomo y en el enunciado definitorio e.

5. Es evidente la nscesidad de una revisión de la técnica lexico-


gráfica. No se trata, o al menos no se trata principalmente, como pre-
tenden algunos, de recurri¡ a la panacea de los ordenadores. Lo ver- I
daderamente impodante es intentar frjar, con el rigor posible, cl i
i
concopto de diccionario, en todas sus dimensiones. Y una de ellas,
I 3
esencial, es la defrnición, dentro dc la cual, a su vez, es fundamental
la estructura. I SOBRE EL I\'ÉTODO COLEGIADO EN LE)CCOGRAFÍA.
En las notas que preceden he llamado la atención sobre un pro-
blema de la definición de los verbos. El problema no está tanto en la
inadecuación de un tipo de definición a r¡na no¡ma reconocida, como
Er "D¡cc¡oxrmo", onm colecrrvl DE LA AcADEMI^
en la falta de cohercncia con que altemativamente so sigue o se igno-
ra esa norna. La cima más alta e¡r la historia de la Academia Española es, sin
Un deslinde cla¡o y contorno, enhe los elemontos
er.,úe conlenido duda, la primera otapa de su existencia. Nace la corporación con un
y
constitutivos del sigaificado los elementos habituales del contex- ideal muy claro, con un objetivo muy prociso y cotr un impulso entu-
to, es algo que se echa de menos en el sistema de definición de mu- siasta. Por descontado, no todos los miembros pa¡ticipan de esta triple
I chos diccionarios, El que esta falta de rigor apenas llame la atención gracia; pero hay en el gmpo levadura suficiente para que el peso
del usuario de estos tienc la misma ralz que la aceptación comrlo, sin muerto que nunca falta en cualquier congregación humana no llegue a
crltica, dc las incohcrcncias y lagunas de tantas gramáticas ahogar en el seno matemo el fruto de tan feliz conjmción. En un pla-
dicionale$) o no-: el hscho de que ambos, diccionarios y $amáti- -<<tra-
zo de veintiséis años, la Acadernia comienza y termina vt Dicciona-
cas, juegan con rma ventaja inicial y decisiva, la «competenciar» del rio de nueva planta, en seis vohlmcnes, que nage situándose entre los
lector, que llena intuitivamerite los vacíos del mensaje que le ofreccn. mejores de la Europa del siglo xvm y que en más de rm a§pecto se
;
Esto es especialmente evidente en los diccionarios, y gracias a cllo no pon€ por delante de ellos. La gest¿ción de este milagro lexicográfico
hay duda de que «funcionar»rro. Pero la lexicografla debc aspirar a cspañol ha sido relatada minuciosamente por Femaudo Lázarc Ca-
i
1
quc su trabajo haga algo más que el escueto funcionar. roter (1972).
Mucho más quc la apenas existente tradición lexicognáfica de
e Estc sirtcma cs cl quc
aparcccrá utilizado cn las &firucíorlcs dcl Dccioruño del nuestra lengua orientó el trabajo de los académicos el estudio de los
etpañol actüal, qt¿cprcparo, con Otimpia Andés y Gabino Ramos, dcsdc t970. [Véa-
sc ¡ho¡8 cl c¡plh¡lo 25 dc cstc librol.
diccionarios extranjeros, cuyas principales virtudes se esforza¡on en
t0 Rccucrdo l¡s dr¡ra¡
no dcl todo justs§- palabras dc U. Wci¡ucich: <<I-¿ in- asimila¡. Entre esos diccionarios extranjoros ocupaban lugar destaca-
-y
difercncia quc mucshc l¡ lcxicogralia hacia su propia metodologfa cs ¡sombros¡.
Quiá cstán satisfcchos los lcxicógrafos porquc su producto .,ñ¡nciona,'. pero cs lcgl-
timo prcgunt¡¡sc dc qué mancra funcioru quc ¡o sc¿ la dc quc los diccionarios sc '[Publicsdo cr Eslvdios de lileraturu y liigút§tica espoñolas en horcr de l,uis
vendeor (1960: 26). Iapa Moliaa, Lausarurc I 992, 563-741 ,
l
60 Problemas y métodog Sobre el método\colegiado
en l*icogra!ía 61

ya
do los producidos por dos sociedades que no solo en el nombre ha- flciarse en la forma de aplicar ese principio. Por eso, desde 1780
bían servido de modelos a los fundadores de la Academia Española. oo h"y rap.tto de tarea ertre los académicos para que estos la some-
Nada puede sorprendemos que el plan por ellos trazado para la redac- gn a la aprobación o corrección del Pleno. He aquí cómo ha descrito
ción de su Diccionario tuviese como punto de partida la redacción ol proceso, a mediados de nuestro siglo, don Julio Casares:
colectiva, tal como se había practicado y se seguía practicando en las
Los académicos de número, los conespondientcs de España y del
otras Academias (cf. Matoró, 1968: 80-82; Caput, 1986: 39-49; Paro-
extr¿njoro y cierto número de beneméritos coad)'uvantes proPonen
di, 1983: 22 s.). voces o acepciones, locuciones y frascs nuevas, o bien proyectos de
adición o enmienda a las ya rcgistradas [...]. Un lector [...] va dando
<<L.r¡on oe r,rucr¡es pERsoNAs coN ¡cuer- srñoúo>> cuenta en alta voz de las proPuestas rccibidas, y apenas aParec€ una
sola quc no vaya seguida do un interesantc debate, en cl que todos
¿En qué forma se realizó ssa ta¡ea colectiva dentro de la Acade- aprendcmos algo y cn el quc no hay aportaciÓn quc no sca valiosa.
mia madrileña? En líneas generales, el procedimiento era este: los [...] Una vez admitido un vocablo o un giro, hay que hacer su defini-
académicos se repartían la redacción del léxico dividiéndolo en seg- ción, y, si no sc acicrta con ella cn cl momcnto, se encomienda la pa-
mentos alfabéticos («combinaciones») y después examinaban en reu- peleta al académico que por sus conocimicntos o añción parece mejor
prcparado para formular cl Proyecto corresPondient€. [...] Y cuando,
niones plenarias la labor sucesivamente presentada por cada uno
al fin, se ha aprobado definitivamente una cédula, se le cstamPa cl
(Academia, 1726: xl y xxxu). Ninguna decisión metodológica o so-
sello y ta fecha y pasa a un fichero especial, donde se van archivando
bre punto concreto sc adoptaba sino por acuerdo de la junta; incluso, ordenadamento los materiales que, con la autoridad colectiva de la
cuando era preciso, mediante votación secreta (Lázaro Carreter, 1972: Academia, entrarán en la próxima edición. (Casarcs, 1950a: 5-7).
33).
S€ hata, pues, dc un sistema en que todos habajan y todos dirigen. La Academia siempre ha ostentado con orgullo el carácter corpo-
Si hay un coordinador o una comisión, es por delegación del pleno, y rativo de su trabajo (cf, Alvar Ezquerra, 1985: 35), exaltándolo como
en todo caso sus tareas son examinadas y revisadas por este. El di¡ector el mejor de los métodos posibles:
de la Academia es solo eso, director de la Academia, no del Dicciona-
La formación dcl diccionario de cualquier idioma se ha conside-
rio, et el cual la autoridad soberana reside en la colectivid¿d académi- rado como una obr¿ de que solo pucde encargarse un cuerpo que dure
ca. Es, como se ve, una forma do trabajo en equipo que no tiene mucho tanlo como aquel, que de continuo se rejuvenezca con nuevos indivi-
que ver con la estructura de los equipos redactores con que habitual- duos y siga porenncmento observando y notando paso a paso las vici-
mente se componen los dicciona¡ios de nuestro tiempo. situdes que ocasioncn en la lengua la variedad de circunstancias y la
A lo largo de los siglos, la Academia ha mantenido el principio de corri€nte de los años. El voto de un cscritor, sea el quc fuere, jamás
la autoría colectiva, solo mitigado en alguna situación de urgencia, tondrá otro carácter qu€ cl dc una opinión particular, ni podrá por lo
mismo infundir en igual grado la confianza que el trabajo metódico e
como fue la preparación de la primera edición del Diccionario reú¡-
incesante de un cu€rpo colectivo. (Academia, 1843: [t]).
cida a un tomo (cf. Seco, l99la: w [:capítulo 13 de este libro]). Na-
turalmente, la diferencia entrs una compilación de primera mano,
O bien defendiéndolo como el menos malo:
como la del Djcc ionario de auloridades, y wra simple revisión, como
son todas las sucesivas ediciones del Diccionario común, ha de re- Compuesta [a obra dcl Diccionario), no por un académico solo,
ni por varios, sino por toda la Corporación, de temer €s que aún ado-
62 Problemas y método3 fubre el métodÑolegiado en lexicograJía
63

lezca de faltas de método, casi incvitables on labor de muchas perss- Pudiera objetarse a Taboada que su censura va dirigida a una obra
nas con igual scñorlo. Tampoco cn diccionarios quc una sola hizo o Pero Taboada podría replicar
cb la que él mismo se ha aprovechado.
dirigió sin contrariedad, escasean tales imperfeccioncs, supcrabun- aún más
dantcmcntc compcnsadas en cl dc la Academia por la ventaja de ha_ oue esa obra, el Diccionario académico, se ha aprovechado
ác om obra precedente, que es la edición anterior del
mismo D¡cclo-
ber contribuido a componerlc hombrcs nacidos y cducados cn difc_
rentos rcgioncs dc España y dcdicados al cstudio y cultivo dc n$io, sin haber enmendado sntre muchos los defectos qu€ él solo,
distintos ramos dcl humano sabcr. (Acadcmia, 1884: vr). Taboada, entiende haber suPerado.

La defensa del autor colectivo frente al indiüdual ya está en los LA cRiTtcA DE SALVÁ
prelimina¡es del Diccionarto de autoridades: «Covam¡bias fue solo,
Más importancia tiene la crítica del método colegiado exPuesta
no tuvo quien le dirigicsse o ayudasse; [...] como era único, no consi-
guió saliesse su obra tan perfecta como si a elta huviessen concu¡rido vcintiún años más tarde por Vicente Salvá, ya que se apoya en r¡n co-
muchos, lo que executaron las dos Academias Francesa y de la Crus- nocimie¡rto sólido y una larga experiencia de la lexicografia. La auto-
rla colectiva y anónim¿, según Salvá, trae dos consecuencias perjudi-
ca; y oo parecía justo que no supliéssemos, siendo muchos, lo quc
ci¡les al Diccionaio de la Acadernia: el escaso ompeño de sus
Covam¡bias no havía podido lograr por ser solo» (Academia, 1726:
micmbros cn una obra que en definitiva no redund¿ en su honra per-
xr-xr).
sonal, y la falta de uniformidad en los re§ultados:

D¡scnrp¡.Ncr.s n¡p¡-icrrr y p<p¡-icrre: Trnn¡nos y Tr¡oroe Sus individuos [de la Academia], muy in§truidos y laboriosos
como particulares, rchúsan mntribuir con sus conocimientos a los
El P. Esteba¡ de Terreros, autor único del segundo gran dicciona- trabajos hcchos do mancomrln, hallando medios par¿ uti¡izarlos mejor
rio del siglo xv¡r¡ (teminado cn 1767, aunquc publicado póstuma- scparaümcntc. ¿Cómo puede cxplicarsc de otro modo que la Aca-
meote str 178&88), no corrobora ui dc palabra ni do hccho la tesis dc demia, quc rsúnc litcratos quc po§ocn las principales cicncias y fa-
los acadérnicos. Tampoco lo hacc cl autor rinico del primer dicciona- cultades quo hoy sc cultivan, [...] nos dé como corricntes millarcs dc
voccs anticuadas, al paso quc deja dc admitir las quc todo cl mundo
rio general no académico publicado cn el siglo xo<, Manuel Núñez dc
conoce y usa? [...]
Taboada. Pcro este da un paso más, al desaprobar expllcitamente el En sus produccionc¡ sc ccha mcnos la perfecta uniformidad que
método colegiado: I tcndrfan si no cntcndicsc más quc una mano cn su arreglo y redac-
Como todos los diccionarios académicos, cl nucstro [= cl de ción, [,..] En cl dfa quc todos desean adqürir reputación y aumontar
nucstra Academia] adoleco dcl vicio capital dc una notablc dcsigual- los medios para disfrutar mayor ntlmoro dc comodidados, no cs posi-
dad cn cuanto ticno dc bucno y dc malo; rcsultado ncccsario dc la blc quc los csfuerzos colectivos, de que no se cspera ni una cosa ni
mayor o mcnor capacidad, do la varicdad de cstilo, dcl humo¡ o modo otra, produzcan grandcs resultados. (Salvá, 1846: vul-x).
de v€r dc los divcrsos individuos a quiencs se encargó su com¡»si-
ción o ¡evisión. Esto inconvenientc, quc solo ¡ndrá ovitarsc confiando L¡, cnir¡c¡ or Cr¡¡nvo
la egecución de csta cspccie de obras a una sola pcrsona con sujeción
a la censura de hombres doctos dotados dc luces cspccialcs, nó sub- La opinión de Rufino José Cuervo no es menos digrra de conside-
siste en el mfo porquc yo solo hc trabajado en é1. ración que la de Vicente Salvá; pero es pr€ciso no perder de vist¿ que,
§rlñez de Taboada,
1825: m). mientras la de este fue expresada al cabo de una poco frecuotte pre-
64 Problemas y métodos método\olegiado en lexicograJía
Sobre et 65

paración de lexicógafo, la de Cuervo fue evolucionando a lo largo de Al final de su vida, la crítica de Cuervo adquiere r¡na mayor pro-
cuarenta ¿ños, dentro de los cuales se desanolló su gran contacto con
ñmdidad. Segun é1, la Academia, que ejerce simultineamonte las fun-
la lexicografia.
ciones de nota¡io y de juez de los hechos lingüísticos, no actua de
En un primer momento, caracterizado por un respeto casi total al
trBtrera consecuente. La «censu¡D) o juicio sobre los usos se ha apli-
Diccionario de la Academia (cf. Cuervo, 1872: l3), el maestro co c¿do de dos formas: la calificación («anticuado», «bajo», «rustico»,
lombiano se muostra pafidario del redactor colegiado: «Basta indicar
eto.) o la exclusión de «lo wlgar, o lo que parece hoy impropio o
lo que debe ser el Diccionario de la lengua para que se
-dice-
comprenda desde luego que el componerlo no es obra proporcionada
bárbaro, aunque no lo fuese en otros tiempos»:
De aquf resulta la oposición entre el oficio de notario y el de juez:
a las fuerzas de un hombre solo» (Cucrvo, 1874: 58). Curiosamente,
en virtud dcl primero dcbían registrarse todas las voccs y accpciones
todavía sustenta esta actitud a la Academia y a su redac-
-respeto de uso gencral o que constan en libros resp€tabl€s; p€ro, por obedien-
ción plural- cuando escribe el prólogo de una obra, el Diccionario cia a aquel método [= la exclusión], basta que alguna disueno a la
de construcción y régimen, empretdida con las fuerzas de un hombre gontc culta por haberse aplebeyado, pam que sca cxcluida; micntras
so/o y superadora, en tantos y tantos aspectos , del Diccionario aca- que tícnen cabida otras semejantes quo se hallan en los mismos libros
démico: o cn obras parecidas, solamonte porque nadie las usa. Lo justo, y lo
quc pidc la historia dc la lengua, es la combinación de los dos oficios:
Una corporación quo cuenta con los siglos no ticne priesa ni mo- rcgistrar todos los términos autorizados y añadir la indicación dc su
tivo de adular modas pasajeras, y compuesta de individuos de distin- calidad actual, dándolos por anticuados absolutamcntc, por wlgarcs
tos gustos y p¡ofesiones, nativos de todos los puntos dcl dominio his- hoy, por impropios o inaceptablcs en r¿zón dc cualquicr otra caus¿.
pano, resiste fácilmentc a las cxageraciones dc una cscuela y tienc Adcmás (penoso, pcro necesario, es decirlo), la ñrnción dc /inpier no
en sf el cquilibrio de conocimicntos de que rarlsima v€z sería capaz carcce dc pcligros, si ca€ cn manos de aficionados quo, olvidándose
un particular. Todo 6sto dará siemprc al Diccionario dc la Acadcmia de quc la lengua cs un conjunto de hechos, llegan fácilmcntc a la
una supcrioridad incontcstablc sobrc oüos libros análogos. (Cucwo, prctensión dc sustituir a cstos hcchos caprichosas ficcioncs o prcfc-
1886: xru). rcncias injustas; con lo cual, dcjando cl Diccionario dc scr rcprcscn-
tante dol uso, sc convicrtc, si cabc decirlo, cn rocopilación dc ordc-
Pero pocos años después ya deja ver una postura más crítica hacia nanzas quc, modificándose de una edición a otm, son causa dc
la calidad de la obra y hacia su método colegiado: desorden y motivo dc gastos inútiles. (Cucrvo, l9l l: 60).

Todo libro, como no sca de los inspirados por Dios, tienc descui-
Estas palabras traslucen una crítica velada al método colegiado
dos, ignorancias y aun barbaridades. Esto cs cn particular lo que su-
ccde con obras filológicas [...]. Lo mismo succderá, pucs, cn el Dic- del Diccionario ac¿démico. Los aJicionados a quienes se refieren no
cionario de la Academia, y serla contra todo bu6n criterio atribui¡lc pueden ser otros que los académicos no lingüistas, que siompre han
una infalibilidad absoluta; a¡tos, la natura¡eza misma dc la obra y la sido mayoría, pero que, a pesar de su limitada cualiñcación, siempre
circunstancia de sor compu€sta entre muchos han dc despertar cierto han tenido, en virtud del sistema, la misma autoridad que los especia-
recelo y duda cientíñca para no aceptar todas sus docisionos, digo listas a la hora de proponer y votar decisiones sobre la lengua.
mal, para no tomar todas sus palabras como decisiones muy pensadas
En otro pasaje del mismo texto welve a señalar Cuervo el peligro
y definitivas. (Cuervo, 1890: I 16).
cntrañado por el hecho de que las cuestiones de lóxico estén, en la
Academia, tanto en manos de los competentes como de los no com-
66 Problemas y métodog gbre el método bbgiado en l*icografa 67

petentes. Aunque se reftere en este caso al procedimiento do las co- U¡r.uuNo


misiones, en último término denuncia la escasa consistencia de mu- Miguel de Unamuno también de¡runció, y miás de una ve z, la poca,
chos acuerdos académicos, debido al sistema de adopción de estos:
congruencia que hay entre la condición de no filólogos de la mayoría
Tenemos por oPo¡tuno lecordár quo cu§rpos como la Academia de los miembros de la Acade¡nia y el carácter filológico de la tarea
Española producen sus obr¿s valiéndose de comisiones; que no siem' que sn ella desarrollan: «Suponer que un eminente hablista sea el m¡is
pré ñguran en estas los más comp€tentos, y que los tratajos que prc'
afio paru juzgu o llevar a feliz término trabajos acerca de la lengua
ientan las mismas tampoco son siempre examinados dospacio por la
es como creer que el hombre más sano sea el mejor fisiólogo y que
corporación ontera, antes muchas veces son aprobados ligeramente
poiaclamación; de manera quo todas las decisionos, o cosa que lo pa- nadie mejor que un gimnast¿ nos puede dar lecciones acerca del ñ¡n-
r€co, no representan la suma del sabor de todos los académicos. Solo cionamiento orgánico de los músculos» (Unamuno, 1898: 447; cf. id.,
asf puede explicarse que casi en cada edición de la Gramática y del 1906: s28).
Diciionario aparezcarl cosas notoriamente crróneas, que después se Pero el comentario más severo de Unamuno (otros tiene más du-
corrigen, a lo que es de suponer, con harto sonrojo. (Cuervo, l9ll: ros, p€ro no se levantan sobre el nivel del exabrupto) es el que se re-
66).
fiere precisamente al método colegiado de la redacción del Dicciona-
r¡o académico:
Aunque no se dice, se entiende que esta facilidad de errar no se
Linares Rivas decla hace unos dlas, aqul mismo [en el periódico
daría si no fuese la corporación en pleno quien tomase todas las deci-
El Día), qte el objeto y fin primordial de la Real Acadomia de la
siones últimas relacionadas con el D¡ccionario.
Lengua Española es la ardua trrrea del Diccionario. y lo hace muy
mal. Y tiene que hacorlo muy mal. y lo harla mal aunque estuviose
Tono GIsnsRr compuesta de los treinta y seis mejores lingüist¿s y filólogos de Es_
paña. Toda obra cole€tiva y anónima, en que la responsabilidad se re-
La alusión do Cuervo a los aficionados y a los incompetcntes no pade, sale mal. Acaba por hacerla uno, el más necesitado, no pocas
deja de casar con un juicio, menos circunspecto, escrito, por las mis- voces. Y no hay colectividad académica capaz de hacer un dicciona-
mas fechas, por el futuro autor del Pequeño larousse ilustrado, Mí' rio como ol que Littré o, más modemamente, Hatzfeld y Darmesteter,
guel de Toro Gisbert. Sin emba¡go, su crítica no apunta al método I con el concurso do Thomas, hicieron de la lengua francesa. Las obras
cologiado que so sigue en la Academia, sino a la autoridad indiscutida colectivas resultan siempre muy endeblss en ciencia.
que, a sujuicio gratuitamente, se recotoce al Diccionario acadé;mico: Conocemos en la Academia de la Lengua algunos, aunque muy
pocos, poqulsimos, lingüistas ent€ndidos, conocedores de la historia
¿Por qué se ha de confundir precisamento aoadémico
con fabri- pasada y presenüe del castellano y doctos cn filologla románica. pues
en cuartol
canto de diccionarios? ¿Acaso el mero hocho de ontrar e§e bien: si se reiinen para hacer un trabajo colectivo, lo harán mal. y
de inválidos de las lotras es tftulo §uficiento para moterse en hondu¡as esto no quiere decir que no deba haber solidaridad en el trabajo cien-
gramaticales, etimológicas ni filológicas? Do los individuos de ntlme- tíñco, ino! Una cosa es a¡rudarse e ilustrarse unos a otros, y no em_
io do la Academia, ¿cuántos, si no hubieran sido académicos, se hu- prender ninguna labor sin tener on cuenta los trabajos y resultados de
bieran dedicado a este género de estudios? Acaso ninguno' Sin em- los otros, y otra cosa cs empeñarse en publicaciones colectivas. y aún
bargo, lodo el mundo acata la obra magna de esos lingüistas pasados vamos más lejos, y es hasta alirmar que cuanto más inteligentes y sa_
por agua. ([oro Gisbef, 1909: tu-Iv). bios sean los que se unen para un habajo de esos en común, peoi sale
i la cosa.
68 Problemas y método¡ Sobre el métodb colegiado en lexicogralía 69
:] Nadie gusta de dar lo mejor suyo a una obr¿ dc csa índole colcc- palabras, fiíciles de alinear con las de Unamuno, Castro y Múgica re-
tiva. Y no se pucde hacer un diccionario o una gramática como algu-
cién recordadas:
na Academia de la Historia hizo una Historia, r€partiendo cadá perio-
do a sendos académicos y que la firmara[n]. Y aun asl, salla dcsigual. La verdad cs tan pudorosa y zahareña como la mujer honesta;
Un diccionario, una gramática, tienen que obedecer a un plan, uno; ¿ podrá ent¡egarse a un amante joven y apuesto, pcro casi nunca a una
una dirección personal, y hasta cuando son obra colectiva, como lsg pandilla de tenorios carcamales.
famosos <<Glossaria» de Ducange, es uno quien los dirige y da nom- Sugiérenos csta reflcxión la infecundidad inemediablo de la ma_
bre. (Unamuno, 19 I 7: 609-10). yoría dc nuestras corporaciones cientlficas, políticas y literarias. Ins_
pirados en la egoísta espenrnzt del ahono de esfuirzo, todos sus
miembros confian en que los inñnitesimales empujones de cada con-
Múc¡c,r
socio equivaldrán a la labor persevcrante y cnéigica de uno solo.
La idea de la esterilidad de la actuación corporativa en lexicogra- (Ramón y Cajal, 1932: t9t).
fia, y la de la falta de un cerebro rector, con tanta elocuencia desarro-
lladas por Unamuno, tienen también expresión, más telegráfica CoNcrus¡óN
más mordaz-, en una frase de la reseña que Pedro de Múgica dedicó
-y
En las páginas que preceden he recogido, muy al azar, algunas
a la edición decimoquinta del Diccionario académico: «¿A qué po- reacciones y opiniones de lexicógrafos o de filólogos de nuestrá len-
nsrse, como en otras ocasiones, a hacer crítica seria del lóxico r! gua, y de algún no filólogo, ante un aspecto fundamental en la elabo-
) dículo? [...] Como se trata de una corporación, dicen los señores para ruciín del Díccionano académico. El método colegiado, aprendido de
su capote: Ahí me las den todas» (Múgica, 1926: 380).
I

las Academias extranjeras del siglo xvu, ha sido seguido por la cor-
poración española desde el primer cuarto del xv¡r¡ hasta estos finales
I A¡rdn¡co C¡srno del :or, sin que la haya hecho titubear la consideración de la práctica
I
I
En la segunda de las documentadas rescñas que Américo Castro lcxicográfica universal, entre cuyas ricas modalidades no p".i"" go_
dedicó a dos ediciones (decimocuarta y decimoquinta) del Dicciona- zar de favor ninguna forma semejante a la consagrada por el Díccio_
i rio dc la Academia, ataca, aunquc no de frente, la accfalia lexicográ- ¡ario académico usual.
fica de la institución editora: «La Academia, no sé por qué, apenas se En el momento en que escribo estas líneas (marzo de 1992), la
hace cargo de las objeciones y enmiendas que se le proponen. Esto Academia tiene el proyecto de estudiar una nucva estructura del sis-
impide que ahora nos esforcemos en dar u¡a larga lista de correccio- tema de confección de su Diccionario usual. Ignoro si en
ese.estudio
nes, cosa que hariamos de tratarse de un libro técnico, tras del cual se considerará la posibilidad de modificar el papel del pleno
de Ia
hubiese una responsabilidad individuab» (Castro, 1925: 403). corporación en materia lexicográficar, El futuro dirá si la obra ha
de
continuar apegada a su tradición secular o si, por el contrario, va a dar
Rr¡iróN v C,u¡.¡- un paso firme que la aproxime a las exigencias de la lexicografia
mo_
derna.
Y no es improbable que en la Acadcmia Española y en su método
de trabajo ostuviese pensando Santiago Ramón y Cajal linguis-
-no
ta, pero sí miembro electo de la Academia- cuando redactó estas I
[E¡l los años trar¡scu¡ridos dcsdc la fccha de redacción dc cstc a¡tículo hasta 2003
no sc ha producido ningrin cambio en cste puntol.
EI d*a diacronía en los diccionarios generales 71

mcntal de la lexicografia que podríamos llamar <grincipio de sincro-


nla del mctalenguaj e».
Por su pale, los diccionarios no históricos llamados gene-
ralcs-, si bien hoy día son todos expresa o
-los
tácitamente sincrónicos
(con una sincronía que corresponde al tiempo presen¡e del dicciona-
rio), no dejan de contener elementos diacrónicos visibles. El mrás lla-
mativo es la etimologla, información, no ya histórica, sino prehistóri-
4 6a, de la unidad léxica; pero de ella no nos ocuparernos ahora.
Hay oho asp€cto en que se rompe la orientación sincrónica y que
EL PROBLEMA DE LA DIACRONIA sc presenta esporádicamente en el Drccionario de la Academia (hablo
EN LOS DICCIONARIOS GENERALES. de la edición de 1984) y en aquellos que copian textualmente sus de-
finiciones. Siendo como es el Diccionario académico la encamación
actu¿l de una obra nacida en la primera mitad del siglo xvru, se con-
Casi al borde del territorio de Pero Grullo, empezaté señalando servan en sus columnas con cierta densidad enunciados definitorios
que los diccionarios pueden ser sincrónicos, diacrónicos y acrónicos, procedentes de épocas pasadas y cuyo lenguaje, a veces, no es el que
según se propongan registrar el léxico correspondieüte a un estado de coresponde a la nuestra. Me refiero a definiciones del estilo de las
lengua, estudiar ese léxico en su evolución histórica, o reuni¡ en un sig)ientesi gallardo, <<desembarazado, airoso y galánr»; bailar, <¡hacer
mismo plano el léxico de diversas épocas, desentendiéndose del de- mudanzas con los pies, el cuerpo y los brazos, en orden y a compás»;
venir temporal. Sin embargo, la división no es tau simple. Los diccio- ejército, <<gran copia de gorte de guerra con los pertrechos correspon-
narios históricos, que son presentados u¡ánimemente como la forma dicntcs, unida en un cuerpo a las órdenes de un generab»; peligroso,
«aplícase a la persona ocasionada y de genio turbulento y arriesga-
típica de diccionario diacrónico, tienen un componerite sincrónico
do»>; paciencia, «vttud que consiste en sufri¡ sin perturbación de
muy importante: el metalenguaje de sus defi¡riciones. En ofocto, esto
género de diccionario no escapa a una ley general de la lexicografia: ánimo los infortunios y trabajos». Nótese la presencia, en estas defi-
i
todo diccionario va dügido a una socicdad determinada que vive en niciones, de términos hoy existentes (galán, mudanza, ocasionado,
un espacio determinado y en un tiempo determinado; como dicen f copia, sufrir, trabajos), pero usados en sentidos hoy ine-
Jean y Claude Dubois, «el diccionario responde a preguntas que le xistcntes, lo que aboca a fácilcs crrores de interpretación. Reliquias
plantcan lectores c ontemporáneos » (Dubois / Dubois, l97l: 105). Pol como estas, dc sabor banoco o postbarroco no exento de encanto,
consiguiente, cl lenguaje utilizado por el redactor cn todas sus defini- constituyen un desajuste cronológico enhe el lenguaje del lexicógrafo
y cl del lector, y una quiebra del principio de sincronia del metalen-
ciones y explicaciones debe estar inscrito dentro del mismo código
guajc a que me referfa antes.
utilizado por el lector a quien se dedica el diccionario; exigencia ele-
En un tercer aspecto, más profundo y amplio, imrmpe la dimen-
sión diacrónica en la perspectiva sincrónica característica de los dic-
i
' t cionarios gcnerales. La materia de estos es el léxico vigente de la
¡Publicado cn R*ista de Dblectología y Tradicbnes Populares lHomet$c
Conccpción Casado l,obatol, XLIII (1988), 559-67]. época en que viven sus lectores. Hay, sin embargo, dos principales
72 Problemas y método5 EI Prob kma d*a diacronía en los diccionarios generales

postu¡as frente a osa materia, que consisten en el distinto tratamiento Como el Diccionario de la Academia es, enhe los diccionarios
aplicado a los bordes de la masa léxica del idioma: a la zona que po- generales, el que incluye m¡ás elevado número de voces con ma¡ca
dríamos llamar <<occidentab> léxico que está en declive- y a la cronológica, y como, por otra parte, los restantes diccionarios gene-
zona <<oriental¡r
-el
lóxico que está naciendo-. El perfil habitual de rales, tanto los extensos como los manuales, se basat normalmente en
-el
los diccionarios manuales se caracteriza por un mayor (y proclamado) h información que sobre estas voces (ya sea para copiarlas, o para
favor a los neologismos y por el arrinconamiento de las voces el fieznarlas, o para suprimtlas) da la Academia, puede resultar intere-
trance de desuso; mientras que los diccionarios €xtensos suelen ser salte efectuar una cala que nos ofrezca r¡na idea de la exactitud de
conservadores respecto al vocabulario obsolescente y raro, y mesrua- tales datos.
dos en la acogida del vocabulario nuevo, Según es sabido, el Diccionario de la Acadsmia clasifica las vo-
Los diccionarios manuales se proponen incluir todo lo que a su ces obsoletas en dos grandes gnrpos: anticaadas y densadas:
juicio está vivo en el momento presente (sin cspecificar nunca cuál es La abreviatur¿ ant., arúicn da, indica quc la voz o la accpción
la extensión de ese presente, su «sincronía práctico>), y excluyen todo pertenoce cxclusivamcntc al vocabulario dc la Edad Media; pcro
lo que a su juicio no lo está. Las notables diferencias con que se reali- también se califica dc anticuada la forma de una palabra, collo t oto-
za este propósito en unos diccionarios y otros radican en esa variable mía por anatomía, quc, aunquo usada hasta €l sigto xvu, ha sido do-
sechada en el lenguajc modemo. La abroviatura desus,, desusada, sc
tan poco objetiva de sujuicio.
pone a las voccs y accpcioncs quc se usaron cn la F/ad Modema, pc-
En cuanto a los diccionarios extensos, aplican al concepto de sin-
ro que hoy no sc cmplean ya. En esta edición sc usa muchas veccs la
cronía un significativo coeficiente corrector. El hombre culto conoce indicación de deys., o de p. ar. [(goco ussdar], pues cl presente
una sorio de obras literarias de los siglos pasados, quc han dejado co- Diccionario, quo cn sus difer€nlcs edicioncs sc ha basado siemprc cn
mo poso en su vocabulario pasivo muchas palabras librescas (cf. Rey- el quo la Acadomia publicó do 1726 a 1739 [...], conscrva, natural-
Debove, 1973: 99). Además, dcsde un punto de vista práctico, al lec- mcntc, materialcs lcxicográficos dc épocas pasadas quo, aunquc ha-
yan dccafdo cn su uso, foman partr do la lcngua tradicional y litcra-
tor le interesa encontrar en un diccionario de lengua el sentido de las
ria. (Acadcmia, 1984: I, xx).
palabras con que tropieza en sus lectu¡as, no solo de escritores actua-
les, sino de otras generacioncs (Rey-Debove, l97l: 97; cf. Cuervo,
j En esta diüsión cronológica la Academia entie¡¡de por Edad Mo-
1874: 62). Es normal que, respondiendo a estas realidades, los diccio-
dema el tiempo comprendido enhe la Edad Media y los finales del si-
na¡ios extensos regist¡sn r¡n cupo, en ocasiones considerable, de vo- i
glo xvru o principios del xx (cf. st aíic;,;/Lo edad). Así que, de acuer-
ces pertonecicntes a ohas épocas (cf. Malkiel, 1960: 8; Guilbert,
do con esta pafición del tiempo, el concepto de sincronía con quc
1975: 3019; Haensch, 1982: 161). Ahora bien, la distinta manera de
irnpllcitamente opera la Academia abarca desde al¡ededor de 1800
funcionar en la lengua las voces vivas y las reliquias que cohabitan
hasta nuestros días.
No es este el mome¡¡to de discutir si es o no abu-
dentro del caudal dol diccionario, la condición supemumeraria de las
sivo hablar de una sincronia de casi dos siglos (cf. Rey-Debove,
segunda<, reclaman de manera inexcusable la utilización de una mar-
1971:95); amplitud de criterio €n que, por otra pate, la Academia
ca cronológica que las distinga. La ausencia de tal marca condi-
-la
ción de «no marcadas»- en las voces «actuales» es una ratificación
cstá acompañada por el Trésor de la langue frangaise (cf. Seco,
1979c:4M,y 1980: 55).
del ca¡ácter sincrónico esencial del diccionario, al presentarlas como
el caudal propiamente dicho de esto.
74 Problemas y método¡ EI de\u diacronía en los dicctonarios generales 75

Cuervo habla propuesto una división parecida de las voces arcai- con los d¿tos que la propia Academia tiene publicados sn su D,cc,o-
cas, distinguiendo entre (ooces dr¡rr8uas, que usaron mucho los clási- ntio histórico, obra que se redacta, como es sabido, sobre los mis-
cos, y aunque han dejado de usarse no han muerto ni morir pueden, a ¡ros ñcheros léxicos dc que dispone la Corporación para la revisión
la sombra como están de obras inmortales; y voces arrticuadas, mte¡. dol Diccionario común. Las voces estudiadas son las comprendi¿la§
tas, que usaron solo autores anteclásicos, o que recogieron curiosos enftra amencia y amuchiguar, es decir, un total de 304 entradas, que
anticuarios como Covam¡bias» (Cuervo, 1874: 62; cf. Seco, 1982; ú;rrpaa 12% columnas del Diccionario (conespondientes a 255 co-
256 [capítulo 17 de este libro, pág. 325)). La distribución de Cuervo hmnas del Dr'ccro nario histórico).
es teóricamente más clara que la académica, si la vemos desde un Solo se exponen aquí las palabras o acepciones en que el coso
punto de vista estrictamente cronológico; pero en realidad el maesho ofrece alguna noticia de interés respecto a la información cronológica
apunta más bien a una distinción entre voces «olvidadas» y voces óel Diccionario común. Después de cada voz se indica su significado
«antiguas en el uso, pero to anticuadas en la lectura». La práctica de o aquella acepción que es objeto de comentario, seguidos de la marca
esta distinción sería sumameute dificultosa y comprometida. cronológica (o de la ausencia de marca) que le asigna el Diccionario
Pero también la división propuesta por la Academia dista de ser de la Academia; a continuación, en síntesis, los datos cronológicos
nítida. Si dice que la calificación de anlicttada se aplica <<exclusiva- que presenta el Diccionario hístórico (DH). No se tieneu en cuenta
mente)) a las voces de la Edad Media, ¿por qué extenderla a otras que los tostimonios puramento lexicográficos, salvo los dialectales y al-
llegan «hasta el siglo xvm»? Tal vez hubiera sido mrás coherente dec! gúr otro qus en su caso se especifica.
di¡ de una vez que son anticttadas to.tqs las voces cuya vigencia cs amencia 'deme¡ciz', ant. da 1494 a 1914.
anterior al siglo xur, sin necesidad de me¡lcionar la Edad Media. Por -DH:
omenguzdamente 'menguadamente', ant. solo 2 testimonios, l5l5 y
o§o lado, la forma en que aparece presentada I a rotación poco usada,
t559.
-DH:
sin explicación, pero unida ala de desusada, que sí ha sido explicada,
ammguadero 'qtc amcngua', ant. rinico tcstimonio, 1495.
puede inducir erróneamente a cntender que son equivalcntes (¿o quizá -Dff:
amengtumiento 'acción y efecto do amenguar', sin marca. de l25O a
es que lo son?). La imprecisión se ahonda con la exposición que sigue -DH:
1527; posteriormento, eolo en judeo-ospañol oriental (1977).
a la aparición de las dos abreviaturas juntas, que evidentemente son el
amenguante 'qu,e ariangua', sin marca. írnico testimonio, 1495.
<dernar» de tal exposición; si de la clase desusada se dijo antes que co-
I
-Dll
amenguar 'deshonrar, infamar, baldonar', sin marca, de 1295 a 1615.
rrespondia a vocos ((que hoy no se emplean yar», ahora se habla si- I
amenolgar 'aminorar', p. us.
-Dfl:
de 12ó0 a 1896 (modemamentc, cn
multáneamente de esta clase y de la poco usada como de <<rnateriales Asturias).
-D¡Ir
[...] que, aunque hayan decaido en su uio, forman parte de la lengua amenoso'ameno', ant. voz fantasma (proccdc dc una errata en una
tradicional y literariar». El 'no emplearse ya' una palabra no es lo mis- -DH:
edición de Lopc de Vega).
mo que 'haber decaldo en su uso'.
amentar'üar o tirar con amiento', sin marca. único testimonio, 1495
Pese a la perturbación que para nuestro intento suponen estas im-
§ebrija).
-DIl
precisiones, pasemos a nuestro experimento, encaminado a examina¡
amente'dcmenta', ant. de 1589 a 1945.
los datos cronológicos sobre los que actuan los diccionarios goreralos -DH:
amento 'amiento', sin marca. único testimonio de uso, 1582; después,
del español. Para ello confrontaremos una pequeña muestra de la obra l6l I (Covamrbias). -DII:
que todos ellos utilizan como fuente, el Diccionario de la Academia,
76 Problemas y métodos EI dála diacronía en los diccionariosgenerales 77

il qrnercearse 'añsrcendearsc, apiadarsc', ant. de 1400 a 1519.


-DIL. d,nodita'alicafi.f, víbora', sin marca.
-Dfl: de único testimonio, 1556.

il
amercendeador 'que se amerccndca', ant. testimonio, 1499. tmodorrecer 'arnodorrar', sin marca. l4'15 a 1578.
amercendeante'qte s6 smcrc€ndea', ant.
-D¡L.único
rlnico testimonio, 1494. ¿molar 'adelgazar', sin ma¡ca.
-DI*
rlnico testimonio, 1627.
-Dfl.. -DIl.
il
:
amercendearse'compadecerse', ant.
oméico 'americato',
amesnador
desus.
-DIÍ
'gtardia dol rey', ant.
1289 a 1528.
-DlL.de
de ló02 a 1948.
rlnico testimonio de uso, l49l; des-
amollador'quc amolla', sin marca.
mia; sin ningún testimonio dc
omollanle 'que amolla', sin marca.
-D11:
uso).
ttnico testimonio, 1770 (Acade-

rinico testimonio, 1770 (Acade-


i
-D.ÉI
pués, citada como voz antigua por Aldrcte (1606) y otros. mia; sin ningrin testimonio de uso).
-DIl
amesnar 'glztdtr, defendcr, poncr a salvo o soguro,, ant. acopción anollecer 'ablanür', anl. do 1252 a 1947 (los testimonios postoriores
-D¡L. l5l8 son dialectales).
-DH:
fantasma @rocede de un enor dc Aldrote, 1606). a
amesnar 'acogetso, guarecorse', ant. único testimonio, 13114. anollentadura 'acción de amollontar; ablandar o afeminar', ant. 1495
-DIl.. -DH:
amestrar 'medír, ateglar, ajustar', ant. distingue .estimar o valorar,, (Nebrija).
solo dos testimonios, 1255 y 1400; y -DH:
,mcdir', amollentqr 'abland^r o haccr muello', sin ma¡ca. de 1252 a 1613.
en uso dialectal, lg95 a
t977. onollentar 'afeminar', aú. da 1454 a 1598.
-DIl
-DH:
amollentatiyo 'que amollenta o ablanda', ant.
amelalqdo 'semejante al azófar', sin marca. único testimonio, 15g2.
ametalar 'alear', p. us.
de 1626 a 16g5.
-Dll: smolletado 'de figura de mollet€', sin marca.
-DIl
rinico testimonio, 1770
solo dos testimonios de uso, 160l y
(Academia; sin ningún testimonio dc uso). -DIL.
1604
-D¡L
(más 3 diccionarios coctáneos).
ometalar 'fotma( de cosas hctcrogéncas', sin marca. smondongado 'gordo, tosco y desmadcjado', sin marca. único testi-
solo dos testi- -D¡1:
monios, 1599 y 1618. -DrI,. monio, 1605.
qmetisto 'aÍ]É,tista' , a¡t. omonestamiento 'amonestación', sin ma¡ca. de t 196 a 1555.
do 1490 a 1901. -D.IL.
-DH: amontqr 'ahuyer:¡(ü', sin marca. de l25l a 1590,
amezquinda¡se 'entristoccrsc', p, u§.
-D¡l..trcs
tcstimonios dc un rlnico
smontazgar '@brar montazgo', sin marca.
-Dll solo dos tcstimonios, 1552
autor @inoda), de 1574 a 1589. -DfI:
amianta'arrianta', ant.
1 y 1595.
solo dos tcstimonios, 1555 y l SZ3.
amicicia 'zmistad' , ant. -Dfl: dc 1400 a 1658.
i amontonadamenle 'cn montón', sin marca. solo dos tcstimonios,
-DH: i
1400 y 1499.
-DIL.
amigabilidad 'a tdición dc amigablc', sin ma¡ca. de
amigajado'hecho migajas', ant. -DII: 1345 a 16g2.
§olo dos tcstimonios, 1463 y 1916
azar 'convcnio o ajustc', ant.
-D¡L.
dc 1240 a 1540.
-DH: amorbar 'haex,r cttermar', ant. único tcstimonio, 1463.
omordazador'mo¡üz', ant. -DII:
(cl scgundo, dialectal).
único tcstimonio, 1495 (Ncbrija).
amiganza 'amistad', ant. dc l22l a 1982. -D¡l..
-DL. amordammiento 'ac¡ión dc amordaza¡ o maldecir', ant. único testi-
¿mrr 'cmir', desus.
-DH:
de 1296 a 1852.
monio, 1495 (Ncbrija). -DH:
amisión 'rtrdiü', arrt. dc t52S a t?SZ.
-DH: amordazar'maldecir', ant. dc 1495 a 158?.
amis¡ad 'pacto amistoso', a . dc 1140 a 1734 (un texto postcrior, -DII: ant.
-DH: amorecada'topetada dc camcro', único testimonio, 12i5.
amoricones 'súas o mucstras dc amor',-DI1:
1929, es histórico).
dcsus. de 153 I a 194S.
amistad 'deseo o gar^a', ant. solo dos tcstimonios, 1562 y l6lg. -D¡L.
amoriscado 'somejante a los moriscos', sin marca.
-DH: de 1412 a 1593
amitigar 'mitigar', p, us. único t€stimonio, 1575. -DH:de .propio do mo_
(hay un testimonio postcrior, 1724, pcro con el sentido
amo 'ayo', aft.
-D¡L.
ll¿l0a l65l (un texto posterior es histórico). riscos').
-DH:
78 Problemas y métodos EI de lb diacronía en los diccionaios generales 79

amorrionado'de ñgura de morrión', p. u§. rlnim tcstimonio, 1657. a¡m on el )o(. Es ciefo que algunas de esta§ última§ se Pressntan en
-DrI" norma del Dic-
amortajar'c]ub'jr, anvolvcr', sin marca.-DH: dc 1605 a 1751. tru€súo siglo como dialectales, pero on ostos casos la
amortamienlo 'amortiguamicnto', ant.
-DII:
único tcstimonio, 1494. cionario eta d¿rles la indicación regional correspondiente' Se da la
amortar 'ünottigl.at', útt,
-DH:
distinguc 'aPagar o aplacar (contionda)', olificaoión de «desusada» a voces qus el Diccionario históico prc-
único testimonio, 1390; y 'apagar (fucgo, calor)', 1494 (varios cjemplos scnta como usadas en el xD< o en el rc<, y en cambio, la de «poco
de un solo autor). usadar», a alguna cuyo empleo no consta después del xvr.
amortiguar 'dejar como muerto' (también pronominal), sin marca. Falta, por otra parte, toda marca cronológica en palabras que no
-Dlll
solo rrgistra el pronominal, 'quedar como mucrto', dc 1240 a 1766. ha¡ dado ssñales de vida después del siglo xvm, o del xwl, o del xvl,
amoscamiento 'acción do amoscarse', sin marca. ti,nico tcstimonio, o dcl xv. Lo cu¡ioso es que algunas de estas palabras que aparecen
-DII:
1939 (Academia; sin ningln testimonio de uso). como no ma¡cadas tuvierotr indicación de anticuadas en otras edicio-
amoscar 'cspa¡tar las moscas', ant. de 1538 a 1564.
-DIL solo dos testimonios, 160ó y ñs del Diccionario, El Histórico da noticia, al menos, de cuatro ca-
amostachado 'bigotudo', sin marca. sos, dentro de la muestra: amenguar llevó esa calificación hasta la
-DIl:
1614. odición de 1869; amentar la llevaba en el Diccionario de 1726; amo-
amoJrrar 'mostrar', ant. de I 134 a 1977 (os testimonios Posterior€s a llentar, en esa misma edición, se d¿ba como «voz sin uso», y en las
-DH:
1700 son dialectales). siguicntes figuró como anticuada, hasta que en 1914 se le quitó la ca-
amotinar 'Exbar o
inquiotar (mente, sentidos)' (también pronominal), sin lificación; amostachado incluso llegó a ser borrad¿ del Díccionario
matca. transitivo, solo dos tcstimonios, 1656 y 1658 (dc un mis- en 1803, pero reingresó, sin marca alguna, en 1925. No hay que olvi-
-DH:
mo ¿utor); pronominal, 'turbarsc', dc 1626 a 1938. dar que en cierta época la Academia siguió la pauta critico
do 1528 a 1649. Cuervo (1874: 62 [= capitulo 17 de este libro, pág. -que
325])- de rettar
amover 'removar, destituir', sin marca.
i -DII:
amparan:za 'acción dc ombargar', sin marca. 1970 (Acsdcmia; sin do muchas voces la uota de anticuadas, no porque hubiesen dejado do
ningún tcstimonio dc uso).
-DH: serlo, sino porque aspiraba a rehabilitarlas en el r¡so, ya que aquella
qnpdratza 'adquisición dol derccho dc bcncficiar una mina', sin marca. calificación «podría retraer de ernplearlas a los que miÉn como lm
1970 (Academia, sin ningln tcstimonio dc uso). estigma afrentoso la mucha antigüedad de un vocablo>> (Academia,
i
-DH:
amphmeate'anpliamentc', ant. 1507 a 1740. 1869).
I
-DIL'de
ampluo'abrazo', a¡t. do 1538 a l9l0 (modcmamcntc, 'abrazo dc Sorprende, en nuestra pesquisa, el número relativamente alto
l
j cópula do algunos
-DH:
animalcs', 1952 a 1986). de casos en que la voz fuc rccogida en el Dlccionario con el apoyo de
amplo 'anplio' , a . -DH: dc 1200 a 1776. solo dos testimonios, y más aún, de un testimonio rlnico. A veces csa
ampolla 'cxprosiót ampulosa', p. us. l8l2 (cn tra- autoridad solitaria ni siquiera era de wo, sino lexicográfica §ebrija o
-Dll: único tcstimonio,
ducción literal dc H oracio, ampullas el sesquipedalia verba). la propia Acadernia). §ótese que, al margen de la señalización dia-
amuchiguar'mr:Jtiplicar, aumcntar'. dc 1200 a 1930. I crónica, se encuentran en nuestra lista palabras y acepciones acogidas
-Dl* en años recicntes por la Academia sin otra autoridad que su palabra).
A la vista de esta breve muesta, se observa que la
calificación de También en la muestra exa¡ninada han sido desenmascarados dos
«anticu¿do) apareco a menudo aplicada a voces que sn el Diccíonario «fantasmas» lexicográficos: amenoso 'ameno' y amesnar 'guardar,
histórico constan como todavía usadas en el siglo xur, en cl xvul y poncr a salvo'.
80 Problemas y métodos

Todas estas peculiaridades observadas tienen como explicación el


distinto grado de información de que dispuso la Academia a lo largo
de los años en que se fue haciendo y retocando el Diccionario, y la,
insvitable oscilacióD que en los criterios y los métodos había de im-
primir la sucesión de las generaciones académicas. Pasados ya dos s!
glos y medio desde su pimer Diccionario, la Academia se enfrenta
con la dificil misión de llevar a cabo una revisión sistemática y rigu-
rosa de la obra que se espera quc siga siendo el centro de la lexico-
grafia del español. En el aspecto que aquí hemos examinado 5
-y
en otros- será fundamental la utilización intensiva de la rica docu- LOS PILARES DE UN DICCIONARIO MODERNO'
mgntación léxica que se atesora en los ficheros académicos; tarea ar-
dua, no solo por la cantidad de material acumulado, sino por la com-
plejidad y consiguiente lentitud del hatamiento que esos materiales
exigen (si no se quiere caer en lamentables erores, como ha ocu¡rido «Huyo ---escribía en 1996 José Antonio Pascual- del culto salv!
a ilustres consultantes poco aüsados). El problema no existiria si es- fico que, a la altu¡a de los finales del milenio, se rinde a lo cuantita-
tuviese terminado, o siquiera muy avanzado, el Diccionario histórico tivo. El nuevo orden con que se nos tienta a los lexicógrafos es el de
utiliz¿do en este experimento y que la propia Academia tiene en pu- los corpus: de pequeño, mediano o gran calado; tan convencidos de su
blicación, ya que esta obra presenta, debidamentc analizada y ordena- importancia hemos llegado a estar, que lo que en principio hubiera
da, esa misma documentación que por ahora se archiva ert bruto. parecido un complemento indispensable para realizar de la mejor ma-
Acelera¡ decididamente la conclusión de este Diccionario hbtórico ncra nuestra labor se está convi¡tiendo e¡r la labor misma; de forma
que muchos esperan dc los propios corpus la solución a unos proble-
scrla utra de las medid¡e más cficaces para la reforma y pcrfecciona-
miento, tan noccsarios, del Diccionario común de la Academial. mas quo, desde sus comienzos, la propia lexicografia ---+iencia se-
gundona dondc las haya- o no se habia planteado, o no se atrevía a
resolver, o simplemente creía que no tenían soluciónr» (Pascual, 1996:
167).
En efecto, en los riltimos años se ha producido efise nosotros, cn
ciertos niveles no intelectuales, y alguna vez aparontemente in-
telech¡ales, un fenómeno de mitificación de la informática aplicada al
léxico. La puesta en marcha por la Real Academia Española de los
proyoctos de creación de dos corpus léxicos de nuestra lengua, uno

' [Publicado cn §cáez / I¿er, ¡úm.138, octubrc 2OOO, 4-5, Comcr¡ta¡io I propó-
I ¡ito d€ Joaquim Rsfcl i Font¡¡¡als (dir.), Drbciotari del Cata!á Coakñpora,ti, Corpu,
¡En lugar dc acclcrar la producrciót dcl Diccíonario históico,la, Ac¿dcmia la Tertual lLÍornúaieat de la lJeagua C,atalaaa: Diccioaari de
suspcndió cn 19961. lreqúénc¡e§, 3 vol., Br¡-
c.clona 1996-19981.
82 Problemas y método¡
¡ss pilares de u\ diccionario modento 83

con perspectiva sincrónica y otro con perspectiva diacrónica, con ¡¡ p8¡a otros tipos de estudios sobre la lengua los materiales al¡nacena-
almacenamiento global de doscientos cincuent¿ millones de palabr¿s, dos sn el corpu. Pero no serla práctico por esta consideración dejar
ha generado en más de una ocasión, por la espectacularidad de las ci- do atender con el rigor posible a las necesidades de un perfil nltido y
fras, informaciones no siempre bien formuladas y casi siempre rn¿¡ bien ostudiado del diccionario que se desea.
recogidas y peor interpretadas. Muchos incautos lectores de periódi- Cuando en 1984 la Sección Filológica del Institut d'Estudis Ca-
cos o consumidores de televisión se han creído que esos poderosos &la¡s tomó el acuerdo de preparar de nueva planta un diccionario
arsenales, escondidos, pero a nuestro alcance, tras la pantalla del or- descriptivo del catalán modemo diccionario riguroso y de un
denador, son los diccionarios del futu¡o. Tal vez no se han fijado e¡ ¡ivel cisntífico superior al de los
-un
entonces existentes para esta lon-
que un diccionario no es una mera colección de palabras, sino una gua-, su prim€ra premisa metodológica fue la determinación de cla-
clave destinada a descifrar uno por uno, lo mejor posible, esos signos borar un corpus informatizado a la medid¿ del objetivo propuesto.
con que tan mal nos explicamos y con que tan mal nos entendemos. Est¿ decisión respondia a la necesidad universalmente sentid¿ en la
Pongamos las cosas en su sitio. En principio, un corpus léxico, lexicografia (y solo esporádicamente atendida durante siglos) de fun-
sea de las dimensiones que soa, no pasa de ser un registro de las dar la creación de diccionarios sobre corpus textuales idealmente re-
palabras de un idioma. Un registro que, mrás allá de la constatación de presentativos. Partiendo de ese concepto se hicieron, entre otros,
su existencia, contiene menos datos sobre sus moradores que un truestro vsnerablo Diccionario de auloridades y el monumurtal Or-
padrón municipal. Es nada más que un almacón de materiales de
1 ford English Dictiona4y, y sobre esas bases se edificaba desde 1960 el
construcción. Por muy grande que sea, su utilidad no será sino u¡a I
hoy varado Diccionario histórico de la Academia Española. Con los
I
utilidad potencial: dependerá del uso que qüera y s€pa dar a esos I medios de sus respectivas épocas, todas estás obras fueron acometi-
materiales quien entre a servirse de ellos. das, con g¡andes trabajos, antes de la era informática. La revolución
Los servicios ofrecidos por esta herramienta puedcn ser numero- dcl ordenador cambió dc mancra cspcctacular las perspcctivas dc la
sos y variados, pero por fuerza depcnderáu de las c¿racterísticas de labor de los lexicógrafos. La informática permitía y prometla, como
que la hayan dotado sus creadores. Una excavadora es una máquina material básico para la confección de diccionarios, la creación de cor-
utillsima, pero en medida diversa según para qué, Segu¡amcnte no se- I
pus textuales de grandes cantidades de datos léxicos.
rá tan buena p¿ua conskuir un piano de cola como para instalar una 'Ahora bien, las exigencias financieras de una onpresa de este ca-
red de alcantarillado. Es esencial que en la constitución de un corpus rácter eran en España uno do los impedimentos para quo cualquier
léxico el punto de partida sea la visión nítida del frn concreto que con proyecto lexicográfico de envergadura, no solo privado, sino institu-
él se busca. cional, se montara sobre una base inforrnática. El Institut d'Estudis
Esta condición no tiene por qué excluh la previsión de atende¡ Catalans fue la primera cntidad que supo o pudo allegar recursos sufi-
intereses colaterales; todo lo contrario. Pero en el diseño del corpus cientes al menos p¿¡ra dar los primeros pasos en un propósito de esta
no debe perderse de vista en ningún momento el objetivo marcado, y talla. Según ha contado Joaquim Rafel (1996), director del corpus in-
hay que subordina¡ todo lo demás a esa meta. Si el propósito preciso formatizado del catalán, durante una primera fase que duró cuatro
de la creación de un corpus es la confección de un diccionario dc de- años se creó la infraest¡uctura material, se trazaron los programas bá-
terminadas características, sin duda no debe descartarse la posibilidad sicos, se formó el equipo humano y se ernprendieron en forma oxperi-
de componer otros diccionarios de distinto ca¡ácter, ni la ds utilizü mental las primeras tareas propiamente dichas. A pafir de 1989, con-

l
f!
fi 84 Problemas y métodos
¡,¿s pitares de un\iccionario moderno 85
venios con la Secretaría de Estado de Universidades e Investigació¡
ll del Ministerio de Educación y Ciencia y con la Comisión Interdepar_ 1988, que suma 14.600 referencias, a las cuales se agregaban otras
11.500 correspondientes a la lengua no literaria, Todas istas obras
t¿mental de Investigación Científica y Técnica de la Generalidad de
Cataluña permitieron sin grandes altibajos llevar el corpus a su térmi- fueron distribuidas en veintitrés gnrpos cronológicos de desigual du_
I no, acontecimiento que tuvo lugar en el año 199g. ¡¿ción: diez años para cada gnrpo de la época mL antigua _ie lg33
I
¿Cuáles son las ca¡acterísticas del «Corpus Textual Informatizado
a l9l3- y cinco años para cada grupo a partir de 1914. Los textos
I de la Lengua Catalanar»? Este corpus, concebido como primera fase fueron seleccionados teniendo en cuenta este reparto cronológico y su
del gran proyecto del Diccionari del catald contempoiani, abwca, distribución en gn¡pos y subgmpos tipológicos, así como ohás facto-
rcs, como las modalidades regionales o el carácter de la publicación
i
des.le el pu¡to de vista temporal, un período de unos 150 años, que
(tratado.o manual, investigación o divr.rlgación, etc.). Cuando
comienza al¡ededor de 1833, con la recuperación del uso literario áel de una
obra existia más de una edición, se utilizó siempré la primera. Los
catalán, y se cierra en 1988. Es un corpus de lengua escrita, que
textos seleccionados se incorporaron íntegramenti, salvó e¡r casos
incluye textos tanto de la lengua literaria como de la no litsraria. Los de
primeros se dividen según los géneros (narrativa, teatro, ensayo, grandes dimensiones, en que por evitar desequilibrios se introdujo
poesía); los segundos, según los temas (filosoña, rcligión, ciencias solo una parte. No se excluyeron algunas traducciones al catalán,
aunque la gran mayoría de los textos son originales en esta
sociales, ciencias puras y naturales, ciencias aplicadas, bellas artes, lengua. En
todo caso se conservó intacta la grafia. El total de textos así -escogi_
historia, etc.). Aplaudo la inclusión, dentro de esta taxonomia, de la
prensa y de la correspondencia. Es verdad que el encasillamiento dos, de extensión muy diversa, es de 3300. y la extensión
total de
cstos. t€xtos de 52.371.944 palabras u ocurrencias (51.253.669, si
de los textos puede ocasionar no poca.s incertidumbres; por ejemplo, _es
I se eliminan los nombres propios), de las cuales el 56y, pertenece
la rubrica ((prensa» ¿comprende tan solo la información periodísti_ a la
I lengua no literaria y el 44olo restante a la literaria.
ca, o también otros contenidos habituales del diario y la revista, como
Las palabras que conforman el corpus fueron sometidas
I la creación literaria o el ensayo -1ue podrían tenei mejor acámodo a una
lematización semiautomática, que dio como resultado
entre los textos literarios-, o como la divulgación cientifica, históri_ un total de
149.185 lcmas, es dccir, unidades léxicas capaces de
ca o artística -1ue podrían emparejarse con grupos temáticos bien constitui¡ entra-
das de diccionario. La lematización, aparte di
I caracterizados y ya establecidos denho del sector no literaric_? reducir a u¡idad las va-
riaciones flexivas de cada voz, incluye la desambiguación gramatical
<rUn corpus represent¿tivo de la lengua --{ice Rafel_ no
se pue_ forml homógrafas y la categorización
de constitui¡ introduciendo obras cn el ordenador siu ninguna pla- !e -orforLtá"ti." d.l l"_u.
Los resultados de este proceso pasan a formar parte
nificación previa ni ningún criterio de seleccióru» (Rafel, 19é6: ro<). dc una tase de
tlatos que contiene toda Ia información necesaria para
A esta preocupación obedece el establecimic¡rto de los gnrpos tipoló- la adecuada
cxplotación del corpus. En un artículo publicado en i994
gicos do textos a que acabo de referirme, los cuales, a Rafel expli-
si vez, se div! có con detalle las ca¡acterlsticas de esta «Base
den en apartados con el fin de afinar cn la precisién de los variados de datos textual de la
lengua catalano>. Al lexicógrafo, una base de datos
centros de interés de la actividad humana. así l" of.e"" lo,
materiales esenciales para la redacción de un diccionario,
La selección de los textos fue precedida por la formación de un como ta lo-
calización exacta de cada ocurrorcia y el contexto
«Repertorio de autores y obras», donde se registró casi exhausti-
ha. Estas y otras informaciones servidas por
* S*;;;;;;*-
vamente toda la producción literaria en catalán aparecida entre la nlÁquina liberan al
1g33 y autor de dicciona¡ios de una serie dc operaciones
que, cuando se de-
86 Problemas y métoQe¡ lns Pilares de A diccionario moderno 87

sarrollan por métodos artesanales, complican y alargan su trabajo dc pueden obtener por medio de estas consultas son prácticamente ili-
manera muy considerable. Claro está que, una vez puestos a su alcau- mitados.
ce todos esos preciosos materiales, todavla le queda al lexicógrafo la Naturalmente, el propósito de este diccionario de f¡ecuericias es el
parte más dificil, delicada y penosa, que solo el ccrebro humano tiene ¡rismo del corpus: da¡ información fiable y representativa del uso real
capacidad de llevar a término: la organización inteligente de todag 6o las palabras. La frecuencia, el número de veces que una palabra
esas piezas, dolindolas creadoramente de scntido, para componer el aparece en un texto o en un conjunto de textos, parece ser el único
diccionario. d¿to objetivo para valorar la utilidad y la importancia de la unidad lé-
Antes de que el equipo del Dr'cclbz ari del catald contemporani se xica. Ahora bien, la frecuencia absoluta puede dar una idea falsa de la
aplicara de lleno al quehacer redactor, antes incluso de que se hubiese importancia real de la voz. Es preciso tefler en cu€nta un factor adi-
completado el corpus, Joaquim Rafel emprendió la publicación de cional: la «dispersiónr», la frecuencia con que la unidad aparece en
uno de los posibles productos derivados del mismo: el Diccionari de cada uno de los textos del corpus; la mayor uniformidad de dispersión
freqüéncies, obra de evide¡¡te utilidad para cualquier proyecto de dic- represent¿ mayor valor de la unidad. A. Juilland (de cuyas listas de
ciona¡io selectivo ---rn definitiva, de todos los diccionarios-. ftecuencias sobre diversas lenguas la más conocida entre nosotros es
Entre los diccionarios de frecuencias de variados tipos que ya cl Frequency Dictionary of Spanish Words, 1964, elaborado en cola-
existen, destinados a dar información cuantitativa sobre el léxico de boración con E. Chang-Rodríguez) afinó aún miis introduciendo otro
una lengua, el dirigido por Joaquim Rafel presenta como dos primeras criterio, el (oso», que se determina combi¡ando la frecuencia abso-
características la de dar la lista de las frecuencias de todas las pa- luta y la dispersión. Rafel adopta el método de Juilland, pero some-
labras del corpr¡s, en lugar de la práctica habitual de da¡ una lista li- ticndo la fórmula de este a una modificación para adaptarla a su pro-
mitada a las palabras de frecuencia nlás alta; y la de publicarse si pio corpus, en el cual varía el efectivo de cada gnrpo tipológico, a
multáneamcntc cn soporte papcl y en sopofe informático. La versión difcrcucia de los gnrpos dc Juilland, que tiencn cfcctivos iguales co-
cn papcl ocupa Eos gruesos volúmcnes, que suran más de 4700 pá- tsc sl.
ginas y que se han publicado entre diciembre de 1996 y diciernbre de El dicciouario presenta en sus tres volúmsnes una misma estruc-
1998, dedicado el primero a la lcngua no literaria, el segundo a la tura para el subcorpus de la lengua no literaria, para el de la literaria y
lengua literaria, y el tercero a los datos globales. La versión informá- para los datos globales, Una primera lista ordena alfabéticamente los
tica consistió primero en un CD-ROM sobre la longua no literaria lanas, que van acompañados do su respectiva frecuqncia absoluta. La
acompañando al primer volumen, pero la aparición del tercero ha scgunda lista clasifica esos mismos lemas por orden de mayor a me-
traldo consigo rm üuovo CD-ROM anulando el anterior y refersnte a nor frecucncia, con los datos de frecuencia absoluta y relativa, índice
los datos de la obra impresa completa. El disco no contiene simple- de dispersión y uso. La tercera lista los ordena por el valor del índi
mento, sobre distinto soporte, la misma información cuantitativa que cc de dispersión (comerzando por los lemas cuyas ocurrencias se re-
el libro, sino que añade datos que por su extcnsión era imposible in- paden más uniformemente en los distintos tipos de textos), incluyen-
cluir en los ya corpulentos volúmenes, como la información cronoló- do además la ftecuencia absoluta y el uso. En una cuarta lista la
gica y tipológica sobre las unidades léxicas. Incluye además un pro- ordsnación de los lemas es ateúdiendo al lndice de uso, dando tam-
grama de consulta que permite la exploración de sus contenidos eir bién para cada uno la frecuencia absoluta y el lndice dc dispersión. La
sentidos muy diversos, Según advierte Rafel, los resultados que se pcnúltima lista rocoge todos los lemas que tienen asociados lemas se-
88 Problemas y métodos
¡os pilares de un\diccionarto moderno 89
cundarios y los presenta acompañados d€ estos, mostrando el desglo-
plausible, dada la conocida presencia de «fantasmas» en los diccio-
se de las frecuencias de todos. y la lista úttima da los lemas
secun¿¿- narios generales), sino por el hecho irremediable de que los corpus,
rios ordenados alfabéticamente, puestos en relación con su respectivs
por muy copiosos que sean, jamiís podrán abrazar la totalidad oceáni-
lema principal. Esta variedad de prese¡rtaciones de los lemas fácilita
¿ oa de una lengua. Por otra parte, hay que presumir que, dada la bají-
I los lingüistas diversas posibilidades de investigación basadas en
los sima frecuencia de los propios términos de una serie como la citada
datos numéricos del corpus. La oportunidad sc multiplica si se
hace que sí constan en el corpus, ninguno de ellos merecerá en su día los
i uso de las posibilidades ofrecidas por el CD-ROM qui sirve de
cor¡- honores de ocupa¡ un lugar en un diccionario general «representativo
I plemento al libro.
dcl uso real¡» como el que se proyecta. Y nadie deberá lamentarlo,
¿Son realmente representativas las listas de frecuencias? La im- porque, si bien es legítima la presencia, en cierta medida, de tecni-
presión que produce el cotejo de varias listas de una
misma lengua cismos en los diccionarios de lengua, también es indiscutible que ello
inclina a un moderado pesimismo- Me parece natural, Siempre
hay ticne su límite, determinado justamente por su frecuencia en el uso.
que t€ner en cuenta, aparte de la diversidad de métodos,
u¡a iealidá Otra cosa, claro está, es la necesidad de su presencia inexcusable en
elementalisima, que es ---como dice W. Martin, citado por Rafel_
el los diccionarios técnicos, tan importantes en el mundo de hoy, conce-
hecho de que una lengua es <<una población no homogé-nea»». y
no ol- bidos precisamente para albergarlos y definirlos, tanto en niveles aca-
vida¡ la sensata puntualización de Bo Svensón, traída- igualmente
por dérnicos como de diwlgación.
nuestro autor: «La utilidad de una lista de frecuencias es
descubrir La frecuencia, como he dicho antes, es considerada como el único
có_mo es de corriente una palabra en un determinado I
corpus textual. dato objetivo que existe para valorar la importancia relativa de cada
§ótcse: en un corpus textual; no en una lengua. Es urarhrr"do unidad léxica. Sin embargo, las discrepancias entre unas listas y otras
conclusiones sobre la frecuencia de una palabra e.n el conjunto "u"a,
de una para una misma lengua, que sin duda obedecen a difercncias en el di-
lengua sobre la base de una lista de frecuencias, que por iecesidad
ha seño dc los corpus y en la metodologla de las propias listas, nos obli-
dc cstar basada cn u¡a fracción cxtrernadamente pequeña de todos I
los gan a relativizar la fe que debemos depositar cn los datos de estas. Lo
textos producidos cn la lengua en cuestión.)» (Svensén
,1993: 25). I dificultoso del asunto es que el diseño y el método suelen tener en ca-
La oportunidad de la matización dc Svensén se confirma, por
da caso <<sur» fundamento. Porque se da la paradoja de que los datos
ejernplo, con hechos a¡recdóticos como cl de que en el subcorpus
de «objetivos» que se persiguen están apoyados on buena paÍe en deci-
lengua no literaria del Dicciotari de
freqüniies (y por tanto'en el siones «subjetivas»; por ejemplo, la determinación de los límites cro-
corpus úcxtual) no aparezc¿¡n registrados los nombies de varios
ele- nológicos y geográficos, la del tipo de fuentes explotadas, la propor-
mentos químicos pertenecientes al gnrpo de los lantánidos
@raseo_ ción de fuentes asignadas a cada período o a cada zonay la selección
dimi, neodimi, prometi, samari, etc.; incluso no figura et
ienérico dc las fuentes concretas que han de alimentar el corpus.
lytánü).qre sln embargo sf figuran en los dos prinlipales dfcciona-
Pero estas son reservas generales, que se refieren a todo el sistema
rios actuales del catalán: el de la Enciclopédia Catalan"
t¡.. J, iCS3) de los registros cuantitativos del léxico. En cl caso particular del Drc-
y cl del Institut d'Estudis Catalans (1993). Esto no debe
causa¡ nin- cionari de freqüércies, los criterios adoptados para la construcción
guna pcrplejidad. La ausencia de estos términos
en el corpus _y no del corpus, así como los métodos desarrollados para establecer las
de otros cinco de la serie- no se explica por una
supuesta ine- listas, me parecen lo suñcientomente madurados y convincentes para
xistencia (que en muchos ohos casos, no aqui, sería
unaiazón -uy que podamos tenerlos por dignos de nuestra confianza y podamos
es-
90 Problemas y métods¡

perar que el diccionario que sobre estos pila¡es ya se esli redactando


ofrezca una imagen verdaderamente «fiable y represontativ» del lé-
xico catalán contemporáneo. Creo que no es necesario insistir en que
se tata de una obra muy importante para el estudio de la lengua
9¿-
talana, y de gran interés también para los lingiiistas, particularmcnte
los lexicógrafos, no especializados en ella.
Terminamos ahora volviendo a la primera página. En ella, debajo
del nombre de Joaquim Rafel como di¡ector de laobra, figuran los
de
los componentes del equipo de redacción: Joan Soler (coordinación), 6
Josep M. Doménech y Teresa Sadumí (supervisión), David Ordóñez,
¿PAIIA QLIIEN HACEMOS LOS DICCIONARIOS?'
Llüs Pérez-Carr¿sco y Lluís Sol (revisión), Au¡ora Vall (documenta-
ción) y Pere Compañó (tratamiento inforrrático). Sabemos muy
bien
qle trabajos de esta magnitud y complejidad solo pueden llegar a
fe-
liz término, como en una orquesta, con el esfuerzo bien conjJntado y Popul RDAD y ¡,tr'rrrclc¡óN orr- orccroN,lRro
sostenido de un equipo de personas compotentes en sw respectivos Tal v€z sea cierto lo que han revelado algunas encuestas: <<de ca-
papeles. Todas msrecen, pues, al lado del di¡ecto¡, nuesha da diez hogares cn que solo existe un libro, cn seis de ellos ese libro
admiración
y nuestro aplauso. es un diccionario; si eústen varios libros, las posibilidades de presen-
cia del diccionario se acrecientan, y con una docena, ya son del 90%»
(Salvador, 1990: 198). No sé quó parte de este triunfo bibliográfico
corrc,spondcrá al dicoiona¡io propiamcnte dicho, el diccionario de
II lcngua, y qué pafe al diccionario cnciclopédico, al que mucha gente,
incluso culta, llam¿ diccionario sin más. Sea como sea, yo me voy a
referir aqul exclusivamente a uno de estos dos bestsellers: el diccio-
nario en su forma más pura, la de explicador del conjunto del voca-
bulario estánda¡ dc la lengua. Dejo fuerq pues, uo solo los dicciona-
rios eociclopédicos, sitro los particulares de cualquiera de los miles de
saberes y actividades en que se etrtretiene la humanidad. También los
que se encaran con el propio lenguaje desde ángulos especiales: dia-
lectos, etimología, sintaxis, stc. Y los bilingües.
Todos los libros que ostentan el nombre de diccionario, de la ma-
teria que sean, tienen un rasgo en común, el de que todo su contenido

[Publicsdo cn Pulchre, beae, recte. Estudios en homenaje of ProJ Femando


González Ollé,Prmplont 2002, 133347).
92 Problemas y métodog Para qu ién hacem\s tos diccionarios?
93
¿

esta fragmentado en cientos o en miles de discu¡sos cuyos títulos es- tione €nEegado al Diccionario abreviado
o usual de [a corporación.
tiín ordenados alfabéticamente del principio al fin de la obra. El ordgn En ese crédito no interviene, en realidad, la calidad actual de ia obra,
alfabético es la llave que proporciona acceso fácil y rápido al saber oue casi nadie cuestiona y sobre la que casi nadic reflexiona, sino
encerrado en el libro, y es obvio que esa facilidad es determinante de simplemente la marca de fábrica, la «autoridaó» de la Academia.
la gran aceptación de esta clase de publicaciones en el mundo moder- Es verdad que en los últimos decenios el culto a esa tradición em-
no. En lo que atañe al conocimiento del idioma, el léxico es el ele- oieza a convivi¡ con el culto a creaciones que por méritos propios han
mento más inmediat¿mente identificable por partc dc los hablantes, '^traido la veneración de la gente' Por ejemplo, en tomo al Dicciona-
frente al mayor esfuerzo analítico exigido por el sistema gramatical y rio de uso de María Moliner (1966-67), obra que abrió nuevas venta-
por el fonológico. De ahí que la henamienta del alfabeto, aplicada a nas a nuestra lexicografia, se ha formado, después de la muerte de su
las palabras de la lengua, sea para todos el medio más directo de re- autora, un caudaloso río de vagas valoraciones superlativas y desbor-
flexionar sobre su propio idioma. dados panegíricos cuyo fundamento no está en la verdadera impor-
Es un hecho que los diccionarios de lengua son obras populares. tancia objetiva de la obra, sino en aspectos anecdóticos de la perso-
Tener un diccionario a mano proporciona una cierta seguridad frente nalidad de quien la escribió, dando lugar a la aparición de un mito
al bombardeo verbal de la vida cotidiana. Aunque esa seguridad no casi parangonable con el de la Academia (cf' Seco, 1981 ¡:"up1t ¡o
siempre se mantenga incólume, la gente no pierde la fe en su diccio- 22 de este librol).
nario, al menos si se trata de uno suficientemente acreditado, bien por En cualquier caso, los mitos lexicográficos no carecen de base
un prestigio legítimo, o bien por una tradición secular, o bien por las real, aunque esta a vec€s se r€monto a tiempos pasados. Si no fuese
artes publicitarias. así, no podrían haber cuajado. El Diccionario de la Academia nunca
Igual que en las creencias religiosas, el mayor coeficiente de ad- ha perdido la devoción popular, como nos lo demuestra la frecuente
hesión a un diccionario se produce cuando este cuenta con una tra- cita quc de él hacen los libros y los periódicos; pero hoy día esa men-
dición firmcmente asentada. En ninguna lengua se da un caso más ción no es la única que aparecc, como ocurrla en otras épocas, en quc
longevo que, en la española, el de la tradición lexicográfica académi- lo habitual era evocar «ol Diccionario» sin más, el Diccionario por
ca. Los hitos que marcan el camino de esa condición ventajosa de la cxcelencia.
producción de la Academia son, tras la fundación regia de una aca-
demia dc la lengua, durante la primera Ilustración, en los comienzos NuEvAs AI-rroRrDADEs EN LExIcocRAFiA
del siglo xvru, el prestigio bien ganado por el gran Diccionario quLe
esta realizó enne 1726y 1739; la publicación antes de fin del mismo
Aunque hoy no faltan todavía quienes hablan de «el Dicciona¡io»
a secas como quien dice «el Evangelio», con intención de recurrir a
siglo de una versión manejable y económica de osta gran obra; la po-
una autoridad convincente (la académica), también encontramos con
pularidad alcanzada por esta versión reducida y por sus veinte edicio-
facilidad a personas que apelan al testimonio de otras obras conside-
nes posteriores a lo largo de más de doscientos años; la ausencia casi
rándolas dotadas de no inferior autoridad. En todos los casos el recu¡-
total de competidores hasta mediados del siglo xx, y el reconoci-
so a uno u otro diccionario obedece a un mismo propósito: el de apo-
miento oficial u oficioso de la obra académica en cl campo adminis-
yar una opinión propia en el dictamen de una Voz de lo Alto a la que
trativo y en el docente. Estos son los ing¡edi€ntes principales con que
se reconose especial cualificación para interpreta¡ las palabras de la
se ha amasado el amplísimo crédito que la sociedad hispanohablante
95
Problemas y método¡ haceltos lo s dicc ionario s?
94
hasta llegar a su
lengua. Parece, pues, que se está produciendo una revolución: para un r,, üvido muy bicn, de reimpresióu en reimpresión'
en 199E'
número no desdeñable de hablantcs, la Voz de lo Alto ya no es la dc [guada edición, actualizada,
la Academia, sino la dc ciertos autoros de came y hueso a los que se
EL cAso DE
CAs REs Y o¡ Mo¡-rxtn
tributa un respeto análogo al que tradicionalmente ha recibido la sabia
institución, Entre esos hablantes, si bien un sector moderado hacc han sido o
No cabe dud¿ de que, cuando estos dos dicciona¡ios
compatible su preferencia hacia tales autores con la acostumbr¿d¿ .^n de codearse, en forma duradera, con el de Ia Academia'
consideración a la Academia, hay otros que no ocultan su desintere§ iJ.""r"*,
r!t, menos, porque han ofrecido al hablante común lo mismo
radical respecto a esta. I" .ri.'f,""t t*""do siempre en el que era lengua
«el diccionario de toda la
y la orientación so-
La importancia que el hablante medio conceds a r¡n dicciona¡io la
liür' U c*pti"""ión de las palabras departe
general, de lengua, acadérnico o no, se funda en la reflexión acerca de del público prefiera estos
ir" ro *o. Pero el hecho de que una
si la obra merece o no su confianza, es decir, si a su juicio tiene la de- sin duda a que en ellos la oferta
ir.ion*iot "o acadé¡nicos se debe
bida «autoridaó»; si él sabe o crce saber que en él enconhará la in- ambas. obras con-
I-a su juicio venta¡osa. Notemos que los títulos de
formación buscada sobre el sentido exacto de las palabras o la orien- ;;* ; clemento especificador: el de Casa¡es es ideoló§co' el de
tación sobre el uso correcto de ellas, sea en su ortografia, su hay detras de esos especificadores?
^'--julio es de uso. ¿Qué
Moliner
pronunciación, su morfología o su sintaxis. Para contar con un maes- Casa¡es * fecha muy temprana su proyecto de un
tro y consejero ideal como este, el hablante intuye que un diccionario "ip*o frente a €stos, que son mera-
diccionario diferente de los habituales:
dcbe
de pequeño calibre no le va a ser muy útil (porque «no tendrá muchas icni. d"t"o¿ifr""aores o descifradores, el diccionario modemo
y
palabras»), y busca el suyo en la gama de grandes dimensiones, aun- ,"i o.Ui¿" codificador o ciftador (Casares, l92l: 86-88 118)' La
quc entendiendo, si no es demasiado cándido, que no es siernprc el ááiO,
'i"t práctica de este desiderátum fue la publicación eu 1942
volumen flsico el quc revela mayor contsnido. Partiendo de cste crite- »¡""¡oni* ideológico de la lengaa española' De la§ .dos- pa¡tcs
rio sclcctivo, pero teniendo en cuenta, cómo no, otros factores (opi- *
o.i*ir"la, qu" csta;bra sc estructura, la primera es un diccionario
nión de amigos o compañcros, lectura de críticas o de publicidad, re- í" óracias a cste primer suMiccionario, el lector pucde
comsndación hubo suerte- de un librero enterado...), los "o)""prot.
*ronu". la palabra adecuada para designar la noción determinada
-si
compradores se llevan a su c¿rsa r¡n diccionario que les merece crédi- parte es un dic-
.uyo nornbrat" le escapaba o ignoraba' La segunda
l

corriente' se
to, que para ellos es «la autoridaó¡. Puede ser el de la Academia, pero l
ciánaÁo de palabras, quc, aparte de ser un diccionario
puede scr uno altemativo, por ejemplo, el ya citado de Maria Moliner i diferencia de los corriéntes en ser una herr¿mienta complementaria
o el de Julio Casares. Estos dos han disfrutado a lo largo de los años del primcr subdiccionario. La suma de las dos partes
de la obra hacc
últimos de un prestigio lo bastante sólido para resistir el deterioro del de illa, pues, un diccionario de dos vertientes, tal como expresa su
(Casares'
tiempo. En el perlodo en que el Diccionario de la Academia ha sido lema: «desde' la idea a la palabra; desde la palabra a la idear>
objeto de tres nuevas ediciones (1970, 1984, 1992), el de Casares, a 1942: ru; 1959: v).
pesar de no haber tenido ninguna nueva después de su segunda edi- Pero el hecho es que la gran mayoría do los usuarios de esta-
obra
ción revisada de 1959, ha continuado reimprimiéndose y vendiéndose justa-
solamente la utilizan sirviándose de una de sus posibilidades,
en todo ese período y después. Y el de Moliner, nacido en 196G67, mente la menos especffica de ella: la consulta de un mero diccionario
lt
96 Problemas y método¡
¿ Para quién cemos los diccionarios? 97

descifrador o semasiológico. Solo conozco casos contados en que el et el Diccionario de uso, como en el D¡cclo-
Esto no impide que
lector sabe obtener de ella todo su rcndimiento (y aun el excepcional nario ideológico, el objetivo codiñcador y el descodificador estén
de un centro docente en que el Casares era sistemáticamente emplea- igualmente presentes y sean complementarios cntre sí. Así pues, tam-
do en los cursos como instrumento para la enseñanza del vocabula- bién el de Moliner admite una utilización como mero diccionario se-
rio). ¿Por qué, ignorando su objetivo fundamental, eligen muchos estc masiológico. Y ocurre que en la práctica, lo mismo que observamos
diccionario para buscar definiciones, y no oho más difundido y reco- respecto al de Casa¡es, la gran mayoría de los usuarios se limita a
nocido, como el de la Academia? Sin duda, a mi juicio, la clave e$á consultar este diccionario en busca de definiciones, sobrevolando con
en virtr¡des a las que su autor daba en su plan una importancia secun- i¡diferencia todo el sistema que la autora ingenió para que el lector
daria, pero que realmente no dejan de ser relevantes: por una parte, el aprendiese a generar su propia expresión. Con esta ignorancia de sus
léxico recogido es «algo más conciso que otros, pero más rico en vo- ca¡acterísticas propias, con osta rsducción de su aprovechamiento, el
ces y acepciones»» (Casares, 1942: rv;1959: xo<); por otra, «el auto¡ diccionario ha pasado de hecho a ser, como el de Casares, un miem-
ha retocado, o modemizado por completo, gran cantidad de definicio- bro mris de la familia de los diccionarios generales, haciendo la com-
nes [académicas], siempre que le pareció indispensable», y ha omiti- Wtencit tl Diccionario de la Ac¿demia. Y, como he dicho antes, una
do usos regionales y <rbuena copia de arcaísmos ya definitivamente paft del público, a la hora de elegir, se decide por estos diccionarios
inscrvibles» (Casares, 1942: r<r-xxu; 1959: xxv). no académicos. En el caso del de Moliner, las razones de la preferen-
El dicciona¡io que María Moliner apellidó de uso (1966-1967), cia son parecidas a las que apunté a propósito del de Casares. Aunque
destinado explícitamente tanto a los hablantes nativos como a los la autora declara respetar fielmente el fondo de las definiciones aca-
aprendices extranjeros de español, se propone guiarlos en el uso de la démicas, estas se dan «absolutamente refr¡ndi,las y vertidas a una
lengua, «trayendo a la Íiano del usuario todos los recursos de que el forma mas actual»» (Moliner, 1966: x), añadiendo acepciones nuevas
idioma disponc para nombrar una cosa, p¿¡ra expresar r¡na idca con la y ncologismos, «desmcnuzando» cl significado «en todos los maticcs
máxima precisión, o para realizar verbalmente cualquier acto expresi- posibles» (ibld.: >o<v) y completando los e¡¡unciados def¡nidores con
vo». Para ello el diccionario ofrece un sistema de sinónimos y pala- abundancia de ejemplos (cf. Seco, 1979b: 5).
bras afines, indicaciones sintácticas y abundancia de ejernplos (Moli-
ner, 1966: x). El objetivo central del diccionario, como se ve, es L.L ¡.crrn¡p os¡- r-Ecron
codificador, como el de Casares, si bien con diferencias metodológi- Si Julio Casares y María Moliner hubieran sabido de antemano
cas apreciablos. Pero la diferencia más sustancial está en el alcancc: que la mayoría de los lectores se contentarían con demandar a sus
asl como Casares pone la mira exclusivamente en el léxico, Moliner diccionarios el mismo servicio que a un diccionario corriente, ¿ha-
va más allá y aspi¡a a completar su actividad orientadora extendién- brían entregado tantos años de sus vidas a levantar sus complicados
dose a la información sintagmática y a la información normativa so. edificios destinados a ayudar a otros, no ya a interpretar la lengua, si-
bre las palabras. En resumen, Moliner ahonda en la línea innovadora no a utilizarla? Las características muy especiales de obras tan labo-
inaugurada en nuestra lexicografia por Casares, construyendo, como riosas como estas quedan en buena medida oscurecidas y desaprove-
este, un instrumento diseñado para ayudat directamento al usuario en chadas por culpa de la pereza de sus destinatarios.
su actividad creadora de mensajes. La meta de ambos es, pucs, dife- Sin embargo, Casares no ignoraba el riesgo habitual de desperdi-
rente dcl propósito descifrador al que se ciñen los demás diccionarios. cio, por parte del lector, de las ventajas que le ofrece una obra lexico-
¡
Í
I
98 Problemas y métodos ¿ Para quién )bcemos los diccionaríos? 99

sráfica. Dice cn los preliminares del Diccionario tdeológico: <<Lo ducción y a un perfeccionamiento en la lexicografia bilingüe, y por
I.i-"- or, "ooricne advertir, para evitar en lo posible desilusiones y oÍo, a la eclosión del género dtccionario de aprendizaje, destinado a
I ir""""or, i. que un diccionario, de cualquier indole que sea, no dará ayudar al estudiante extranjero de un idioma. Otro fenómeno, el más
el debido rendimiento si no se le dedica cl esfuetzo mental necesa¡io reciente, es la aportación de la informática a la elaboración de diccio-
oara saber con todo polmenor cómo ñrnciona. Esta observación, que narios.
atguieo poa.ia tachar de impcrtinente, es fruto de una larga experian- Hasta ahora ha sido la lengua inglesa la que rnís se ha bsneñciado
cii>. Experiencia que le habla permitido ver fracasa¡ en la consüta de de los avances en lexicografia bilingüe y de aprendizaje, asl como del
j diccionarios comunes «a no pocas persona§ cultas, inclusive alguna5 apoyo de los corpus informatizados. En concreto, los diccionarios
que, por la especialidad de sus estudios, deblan estar sobradamerte monolingües destinados a la e¡rseñanza del inglés como segunda len-
famitia¡Uaaas con toda clase de problemas lexicográñcos» (Casares, gua cucntan ya con un impofante historial y disfrutan de notable
1942: xvti 1959: :o«). Las minuciosas explicaciones que puso al prestigio. Precisamente María Moliner, que concibió su diccionario
frente de su obra estaban encaminadas a instrui¡ al lector eri el u§o pensando no solo en los hablantes nativos, sino en los estudiantos ex-

i eficaz de esta, como igualmente lo estaban para la suya las que des- tranjeros de español, recibió al parecer inspiración para su obra del
plegó María Moliner. Pero «frecuentemente ignoramos todo el prove- Oxford Learaer's Dictionary of Cunent English, de A. S. Hornby y
i
cho que se puede sacar de un buen diccionario, porque no Dos toma- otros (1.' od., 1948) (cf. Mafín Zorraquino,1989: 427).
j
mos la molestia de estudia¡ su parte inhoductorio> (Haensch / Wolf' El nacimiento y auge de este género no se debe propiamente a los
1982: l1). lexicógrafos ni a los lingüstas, sino a los profesores de inglés lengua
1
Mo ho detenido sn el ca§o de estas dos obras por ser las primeras extranjera, que se afanaron por salir al paso de las necesidades de sus
entre nosoEos que, por la oovedad dc su propósito y la complcjidad alumnos a través de diccionarios monolingües destinados di¡ecta-
l

'i de su desanollo, cxiglan una espocial colaboración por parte dol lcc- mcnte a cllos. Esas ncccsidades no sc quedan cn el correcto descifra-
tor, para la cual le serían indispensables una exposición de las presta- miento de la lengua estudiada (cuestión que, aunque imperfectamen-
cionis de la obra y un <tmanual de instrucciones de uso>> aportados te, puedcn resolver el diccionario bilingüe y hasta el diccionario para
por el autor, Antes de la publicación de estos libros, los dicciona¡ios hablantes nativos), sino que abarcan el ciframiento de la cxpresión en
generales ejemplo, el de la Academia- se publicaban con la misma lengua, la generación o producción do textos. El esfuerzo
-por
unas indicaciones bastant€ somera§ o sin indicaciones en absoluto. asl orientado ha servido para el enriquecimiento de la lexicografia, no
En la segunda mit¿d del siglo xvv la lexicografia en general expc- solo la de aprendizaje, sino la general, en aspectos como la selección
rimenta algunos progrcsos notables como resultado de la convergen- del léúco, la estructu¡a de la entrada, la técnica de la dehnición, la
cia de varios fenóme¡ros. Uno es el incremeoto del interés hacia ella sinonimia, las m¿rcas de uso, las colocaciones y la información sin-
por parte de los lingüistas, del cual fue a la vez muestra y caja de re' táctica, entre otros. Estos aspectos no estaban auserites del todo en los
ionancia la Conferencia de Bloomington sobre lexicografia, en 1960, dicciona¡ios anteriores, pero solo se enconsaban cn algunos y no en
y cuya consecucncia ha sido una mayor aproximación recíproca entre forma tan sistemática.
lingülstica y lexicografia. Oto es el creciente desarrollo del estudio El lado incómodo de este enriquecimiento ya no privati-
de lenguas extranjeras, debido al gran au¡nento de las comunicaciones
-hoy
vo de diccionarios de aprendizaje, sino presente también en diccio-
intcmacionales, y que ha dado lugar, por un lado, a r¡na mayor pro- narios generales- es quo, por la complejidad de las informaciones
100 Problemas y méto¿6¡ quién \acemos los diccionarios?
¿Para 101

ofrecidas, las instrucciones pÍua el uso del diccionario son cada vez oaria busqueda del significado de cualquier palabra. Recordemos de
más necesarias y su utilización cada yez más inexcusable. La ex- üuovo el caso de Casares Y Moliner.
periencia común y una serie de estadísticas realizadas en la útti-
ma veintena de años (cf. Béjoint, 1994: 1,44-145; Cowie, 1999: L¡. cnÍr¡cl Pr¡- PÚ¡r-Ico
182-183) muestran lo reducido del número de usuarios que lee con
A1 ser tan variopinto preparación y en intereses- el públi-
atención, o que simplemente lee, las instrucciones para el manejo de
co del diccionario, no -en
puede serlo menos la reacción ante él dc sus
su diccionario de aprendizaje. Se da la paradoja «del alto valor que,
por un lado, conceden los usuarios a sus diccionarios [...], y la igno- usua¡ios.
El lector habitual se contenta con hallar los significados, para lo
rancia general, por otra parte, de su estructura, contenido y funcio-
cual tiene que empezar por buscar la palabra. Pero a veces el hallazgo
nes posibles» (Cowie, 1999: 182). Muchos lo utilizan tan solo para
no se produce, y se queja de que «la palabra falto). Esto a menudo no
el dcsciframicnto de textos: exactamente lo mismo que a tantos his-
panohablantes les ocurre con su Casares y con su Moliner. Podría- es ciefo, pues el fracaso se debe en realidad a que se ha buscado una
grafia equivocada. Otras veces no aparece una locución, no por culpa
mos recordar aquí el versículo del Evangelio: In propria venit, et sui
del diccionario, sino por ignorar que no es locución cualquier empa-
eum non receperunt.
rejamiento de palabras en que cada una de ellas conserva su sentido
Si este desencuentro se produce entre los lexicógrafos que hacen
propio (por ejemplo, ver una pelícttla),. o bien por ignorar el lugar
sus libros con una dedicatoria especial para unos usuarios muy defi-
donde h¿ de buscarse, información que da el diccionario. puede suce-
nidos, y estos mismos usuarios, ¿qué pueden esperar los autores de
der que la palabra o la locución falten realmente, hecho que defrauda
diccionarios generales modemos, que, introduciendo cielas innova-
I ¿ quienos piensan que en el diccionario debe estar todo y qure por
ciones, aspiran a ofrecer una información miás precisa y completa que
¡ t¿nto debería figurar «r é1. Las voces que generalmente se ochan de
la habitual sobrs las unidades léxicas? Es cierto que las dernandas de
mcnos son muy locales, o excesivamente técnicas, o muy rar¡¡s por no
atención por parte de los diccionarios generales, cuyo destino es ser-
I haber arraigado nunca en el idioma, o demasiado nuev¿s pa¡a que se
I vir a un público heterogéneo, no son tan exigentes como en los de pueda saber si se quedan o no.
aprendizaje; pero tambión que el interés de los lectores es mas vago y
Tampoco es rara la queja por una dehnición defectuosa. para
su actitud más pasiva, y sobre todo que la rutina de los hábitos de
bastantes personas, en cualquier discrepancia entre ellas y su diccio-
consulta os muy fuerte.
nario, la razón la tienen cllas y no hay nada que discutir. pero existe,
Algunos grandes diccionarios generales enfocan como destinata- cntre otras posibilidades, la de que no entiend¿n la definición porque
rio a un determinado grupo social. Así, varios diccionarios franceses no han observado las marcas gramaticales o de uso que la acompa-
importantes, desde el Littré hasta el Trésor de la langue frangaise, se
ñan. Una formación gramatical mínima es necesaria pa¡a consultar un
dedican expresamente a los lectores de un nivel cultu¡al alto. Sin em-
diccionario, y por desgracia esa formación no existe en la mayoría de
bargo, no por ello excluyen a las personas de cultura media @éjoint,
los ciudadanos, incluso de los que pertenecen a la clase culta. y tam-
1994: 109). Esta amplitud de criterio en diccionarios que podríamos
bién es preciso saber el valor de las abreviatums, explicado en las
llama¡ minorita¡ios no está inspirada por una mera prudencia comer-
primeras páginas del diccionario.
cial, sino por la evidencia de que, en definitiva, todo el mundo echa
mano de cualquier diccionario
Los científicos y los especialistas en alguna materia suelen en-
mejor si es grandc para la ordi-
-y - contrar inadecuadas las definiciones de términos que caen bajo su ju-
102 Problemas y mélodos quié i hacemo s lo s d ccíonar io
i s ? 103
risdicción, sin comprender qre un diccionario no es una enciclopedia
dcl diccionario, que es la única parte de los preliminares de impor-
y que una dehnición lingüística no ticne que coincidir por fuerza qo¡
E¡cia demostrable prácticamente [...], casi siempre es ignorada por
una definición cientíñca (cf. Landau, 1984: 305; Svensén, 1993:22).
bs críticos» (Landau, 1984: 116). Lamentablemente, tales reseñas
También figuran entre los lectores del diccionario determinados es evidente, por person¿s muy ajenas al verdadero queha-
f colectivos, o mas bien personas que se erigen en representantes su_ -oscritas,
¡6¡ lexicoglífico- no analizan el valor de conjunto del diccionario:
I
yos, que protestan por la acogida en el diccionario de voces o de sen_
I su motodologia, su estructura, su rigor. <<Se busca más lo anocdótico,
tidos que consideran ofensivos para ellos. El problema de estas hon-
lo marginal, lo inhascendente que lo general y complejo. para quien
1

I radas personas consiste en igrtorar que el autor del diccionario no


no conocg lo que es un diccionario, o para el vago, o para el ignoran_
inventa esos usos, ya que pertenecen a la lengua real, y que su deber
t€, es más fácil encontra¡ una etimología mal formulada, una aiepción
profesional es registrarlos (cf. Landau, 1984: 295; Salvador, 1990:
oo co¡lsignada o mal dehnida, o tal palabra que se dice en mi pueblo,
202-20s). pero tanto o mrás importante que un diccionario
recoja todas las pala-
bras y acepciones es que esté bien conskuido, que tenga una coheren_
L¡, cnír¡c¡, on ¡.os cnir¡cos
cia intema, que responda a un modelo de lengua predefurido, etc.»
Los comentarios publicados sobre diccionarios en la prensa sue- (Alvar Ezquena, 1992: 612). Cf. también Landau, l9g4: 306-310, y
len estar escritos, no por person¿s versadas on lexicografia, sino por Béjoint, 1994: 114.
críticos literarios, o por ensayistas, o por columnistas. Es natural que
la mayoría de estas roseñas, aparte de exponer posibles observaciones Coxclus¡óN
poco comprometidas o genéricamente elogiosas, o de aprovechar la Es evidente que no se puede generalizar el cuadro que en las pá-
ocasión para exhibir cultura, se fijen cn aspectos anecdóticos y cu- ginas anteriores he tr¿z¿do sobre la dcficiente utilización de los
dic_
riosos sobre la persona del autor, el número de palabras recogidas, cionarios y sobre la desorientación de la crítica de los mismos, Entre
algunas palabras nuevas quo aparcceri, algunas que se echan de me- ohas cosas, la variedad de objetivos y formas que se da en las obras
nos. «Tales reseñistas, aunque bien intencionados, inteligentes y dc este género, la diferencia de medios y de situaciones en que
so
dominadores del uso de la lengua, c¿rccen de base para hacer juicios consultan y la diversid¿d de educación y de capacidad intelectual
informados sobre los diccionarios, ya que no sabon por qué se toma- con
que cuentan los consultantes hacen imposible cualquier
esquematis_
ron ciefas decisiones. Ni aun saben qué preguntas deben hacerse, y mo. Pero es innegable la gran proporción de desajustes remediables
menos cómo deben contestarse» (Landau, 1984: 305). que en la realidad se producen en la recepción de los
diccionarios.
Más alarmante resulta que algunas críticas que se publican en re- Los diccionarios que por su novedad, su originalidad y su relativa
vistas especializadas no estén muy por encima de ese nivel. En algu- complejidad exigen la lectura atenta do sus propósitos y d"
nos c¿sos son increiblemente bondadosas. En otros prestan gran aten-
l^ inr_
trucciones de uso son con frecuencia infrautilizados por ios
usuarios,
ción a aspectos en el fondo secundarios; por ejemplo, demuestran la quienes_ los manejan despreocupándose totalm€nte
de ellas y em_
ausencia de largas series de palabras, neologismos, o tecnicismos, o pleándolos como diccionarios convencionales, con
arreglo a lá ruti_
regionalismos, sin examina¡ la posible existencia de una justificación nas de consulta que se suelcn aplicar a estos.
Es curioso-que la propia
(que por su parte el reseñista no se exige a sí mismo). «La guía de uso consulta de los diccionarios tradicionales ñ¡ncione
igualminte üciada
r
104 Problemas y mét,odos quién cemos los diccionarios? 105
por la ignorancia de los lectores respecto a las escuetas normas que
se ¿l comprobado y no a la introspección del redactor o a particularida-
exponen cn la misma obra.
¿qs ambientales (locales, sociales) que, sin que él sea consciente, in-
Con respecto a los diccionarios modemos y a los diccionarios del
fuycn en su propia competencia lingüistica. La documentación del
futuro, en que el desarrollo sinüíctico, d€ntro de sus análisis, de l¿g
üso real es hoy elemento imprescindible en toda labor lexicográfica
unidades léxicas hace cada vez rnás necesaria e¡t los consultantes ¡¡¿
(cf. Landau, 1984: 151-153; Sinclair, 1985). y no hay que olvidar
cierta familia¡id¿d con la gramiática, se agrava el problema, ya pre-
¡¡ responsabilidad del editor en preocuparse de que la tipografia y la
sente en los diccionarios tradicionales, de la escasa preparación g¡a-
composición sean claras, cómodas y atractivas para el usuario.
matical de la mayoría de los usuarios. La nueva lexicografia aplica La conjunción de los dos esfuerzos en las aulas
<<una serie de conceptos y una terminología cou la que los usuarios -adiestramiento
dc y csToro en una confección del diccionario más cercana a la capaci_
hoy están cada vez menos familiarizados [...]. El diseño de los diccio-
dad del lector- conseguirá la superación de la brecha que ahora se
narios y el conocimiento gramatical de sus usuarios están evolucio-
8¡runcia como una amcnaza p¿¡ra los avances de la lexicografia y para
nando, en cierta medida, en direcciones opuestas» (Svensén, 1993:
la eficacia de sus logros.
88; cf. Cowie, 1983: 136).
El peligro está en que este distanciamiento acabe en un rechÍuo
total del nuevo modelo perfeccionado de diccionario (Whitcut, 19g6:
121). Ante esta amenaza, se proponen dos soluciones lógicas: por un
lado, incluir o fomentar en los programas de enseñanza el adiestra-
miento en el uso de diccionarios; por otro, dotar a los diccionarios de
r¡na mayor facilidad de manejo. La primera medid¿ dependerá de los
regidores de la educación y de los profesores de lcngua. La segunda
cstá en las manos de los lexicógrafos. ya apenas se publica un dic_
cionario nuevo que Do vaya acompañado de instrucciones de uso. pe_
ro esta sección estiá expuesta a un dificil equilibrio: en cuanto a la
extensión, las instrucciones no pueden ser tan esquemáticas que no
llegue a entenderlas el lector, ni pueden sor tan extensas que ahuyen-
ten a este desde el principio; en cuanto a la forma, debe¡r estar redac_ I
tadas en un lenguaje lo más transparente posible, y al mismo tiempo
hay que consegut que la transparencia no sacrifique la sustancia.
Pero no todo debe quedar en las instrucciones de uso. Es preciso
que el lexicógrafo se esfuerce por componer sus definiciones dentro
de las mismas coordenadas ideales que acabo de exponer para las
instrucciones preliminares. Las indicaciones sintácticas, pragmáticas,
de colocación, de nivel y de árnbito deben ilustrarse con ejemplos efi-
caces, procurando siempre que esos ejemplos respondan al uso gene_
I

Sscr¡NDe pARTE
LEXTCOGRAFIe, rUSrÓnrC¡.
I
\

LAS PALABRAS EN EL TIEMPO:


I
LOS DICCIONARIOS HISTÓRICOS'

l. Los p¡ccroN,c.Rros r¡srón¡cos


¿Qué es un diccionario? Un diccionario es y ha sido siempre un
instrumento. Un instrumento cuya estructura oxtema, como la de
tantos otros instrumentos indispensables dentro de nuestra civiliza-
ción, está determinada rlgidamente por el abecedario. Nombrado a
sscas, sin apellidos, y tal como lo concebimos hoy, es el registro alfa-
bético de un número elevado de voces de rma lengua, el contenido de
las cuales se explica por medio de un texto equivalente o sinonimico.
Convendrá, desde el principio, prevenir la confusión entre el diccio-

'
[Pqtc principal dcl discurso dc ingraso cn ¡¡ Rcal Acadcmia Española, lcfdo cl
23 dc novicmb¡s dc 1980 y al quc contcstó don R¡f¡cl kpcsa Mclga¡. Rcitcro aqul
mi gatitud & las pcrsorus quc rnc ayudaron cn mis pesquisas. Dcbo a la gcncrosidad
dcl profcsor F.W. Hodcroñ (Oxford) cl habcr podido utilizar algunos libros impor-
tantes sobrc cl OED. Al profcsor F. dc Tollcnacrc (,ci&n), algunos pormcnorcs sobrc
los dic¡iona¡ios nccrlandcs.s. A don Alonso Zamora Viccntc, Sccrctario Pcrpctuo de
la Academia, cl acccso ¡ los Libros dc Actss dc la Corporación. A mi macst¡o don R¡-
facl Lapcsa, adcmás dc habcrmc pcrmitido c¡nsultar habajos inéditos suyos rclativos
¿lDII¿E, intcrcssntcs noticias sobrc cl primq Diccionorio hislória dc la Acedcmia y
sobrc los orfgcncs dcl scgundo. Accrca dc cstc liltimo punto dcbo también útilcs in-
formaciones a algunos vctcranos dcl Scminario de lrcxicografia: don José Hcrmida,
don Emilio Arr¿nz, doña Ana M.¡ Barclla y don Claudio Ca¡rillo].
110 Icxíco graJí a hi stór ica ¡as palabra\ en el tiempo: los diccionarios históricos 111
¡

I nario sin más, el que los lingiiistas llaman el diccionario de lengua, y La invasión pacifica de la lexicografia por los lingüistas tiene por
otros productos lexicográficos que con ,frecuencia le toman prestado finalidad mejorar la calidad de la información del diccionario, apo-
el nombre (glosarios, vocabularios, eniiclopedias, diccionarios espe- yándola sobre bases metodológicas más sólidas que las habituales. La
ciales, diccionarios regionales, etc.). i¡clusión de autoridades confirmantes de las definiciones, tal como se
Insistamos en el carácter biásico de herramienta, y no de especula- había hecho cn el italiano Diccionario de la Crusca (1612), o en el
ción científica, propio del diccionario, La lexicografia no es una cien- primer Diccionario de la Acadernia Española (1726-39), o en ol Dic-
cia, sino una técnica, o, como dirian los clásicos, un arte. Esta bella cionario inglés de Samuel Johnson (1755), había supuesto ya r¡n pro-
pallbrl, arte, encierra e¡r nuestro caso la paradoja- greso muy considerable sobre los métodos corrientes. Los lingüistas
-permitidme
uüa exacta ambigüedad, por lo que tiene la actividad del lexicógrafo del siglo xx consideran que es necesario dar un paso más: la aplica-
/l
de oficio y artesanía, y al mismo tiempo de intuición, sensibilidad y ción del método histórico, de acuerdo con la dirección vigcnte en la
pasión. La condición de mera téc¡rica o arte que tiene la lexicografia lingüística de la época. Nacen así los diccionarios históricos, que se
I oxplica que durante siglos haya estado en manos de puros aficiona- distinguen por su propósito de catalogar el léxico de una lengua sobre
I
dos, y aun hoy en buena parte lo esté. Y conste que lo de puros afi- la base de una documentación que abarca toda la historia de esa len-
cionados no lleva ninguna carga despectiva. Un buen aficionado gua, y cn que cada artículo viene a ser una monografia document¿da
I
siempre es suporior a un mal profesional. En el arte lexicográfico, sobre la evolución de una unidad léxica, así en el plano del contenido
buenos aficionados fueron, por ejernplo, los padres fund¿dores de esta como en el de la expresión.
Academia, autores del admirable Diccionario de autoridades. No se idcntihca¡r los diccionarios históricos con los etimológicos,
Pero el hecho de que los dicciona¡ios sean instn¡me[tos y que su nacidos en tiempo muy anterior, pero renovados y dotados de rigor
producción sea un arte o uu tócnica no implica que queden fuera del científico justamcnte en el mismo siglo en que surgen aquellos, Aun-
ámbito do la actividad cieritífica. Precisamerite en la primera mitad que ambos tipos do dicciona¡ios coinciden sn la orientación diacróni-
I
del siglo xrx, cuando n¿rce la ciencia lingülstica moderna, los gramrí- ca, el interés del etimológico se centra en el origor de las unidades
ticos y los filólogos cmpiezan a hacer diccionarios, porque entienden léxicas (cf. Zgasta. l97ll.200-01, y Malkiel, 1962: 16). Dice Ramón
ir que nada que verse sobro la lengua debe serles ajeno a los estudiosos Gómez de la Sema que «cada palabra tiene un hueso incomestible: su
t. de ella. Es la época en que, a distintos niveles y con distintos crite- etimologío» (1958: 160). Pues bien, en realidad ese hueso es roído
.t
rios, nuestso grmático Vicente Salvá compone su nolable Nuevo dic- por rmo y otro diccionario, cuyos elementos se entrelazan con fre-
1l
cionario de la lengua castellana (18a6) y e¡¡ Alemania los filólogos cuencia, y es imposible componer seriamente el uno a espaldas de las
Jacob y Wilhelm Grimm comienzan su ambicioso Diccionario ale- aportaciones del otro, De todos modos, los límites sritre los dos están
xi
ll málr fDeutsches W'órterbuch'l (1838). No se trata de ur oxclusivismo determinados con ciefa claridad por la diferoncia de sus objetivos. Y
i gremial al grito de «la lengua para los lingüistas», sino, por el contra- digo «cierta claridaó¡, porque, pa¡a etimologistas de la talla de
rio, de la generosidad de la verdadera ciencia, que, lejos de limitarse a Wa¡tbüg (1957: 211)ty Onions (1966: vr), la etimología es la histo-
i ria de la palabra, y no oscuetamente de su nacimiento. Es solo el es-
trabajar para el clan de los sabios, comprcnde que el saber está al ser-
vicio de la sociedad y más aun en algo tan radicalmente social como quematismo extremado con que estos autores trat¿n la evolución se-
el lenguaje.
I
V. t"-bién aaldingc t, 197 4a 17
112 LexícograJía hisúrtca W *r d fi"^po, los diccionarios históricos ll3
mintica de las uoidades léxicas lo que realmente diferencia sus dic- Una segunda modalidad es la que, siguiendo una idea sugerida
cionarios etimológicos de los históricos. Lo que digo es válido asi- por Craigie (1919, cit. por Burchfield, 1972: n) y por Wartburg
l mismo para el maestro Corominas, qüen tlega a afr¡mar que su Drc- (943:251 y ss.), describe la evolución semántica del léxico divi-
j cionario etimológico es al mismo tiempo un diccionario histórico: dlendo su historia en períodos que son objeto de estudio inde-
I
aselo bastante menos evidente para el lector que para el autor (1954: pendiente y que convencionalmente se consideran como unidades de
I
I I, o<; 1980, I, xm). sincronía, de tal manera que el diccionario histórico consiste en una
f Por otra pa¡te, tarnpoco es muy nítido el concepto de diccionario suma de diccionarios históricos parciales2. Este método, que Tolle-
I
histórico dentro del conjunto de las obras que habitualmente se cata- raere (1965: 108-109) llama «sincrónico-diacrónico», es el seguido
I
logan bajo este rótulo. Habrá que empezar observando que solo pafe en el Tesoro de la lengua frar,cesa lTrésor de la langue frangaisel
de ellas declaran su ca¡ácter histórico, sea en la portada, sea en el (1971-), hoy en publicaciónr, y en los diccionarios históricos italiano
I
I prólogo, y que muy pocas lo ostentan abiertamente en su mismo títu- y n¡mano, or preparación.
lo. Y que, al mismo tiempo, algunas obras que no pertenecen a este Otro grupo es el constituido por los diccionarios que,
género se prssentan como históricas en sus prólogos o en sus porta- al igual que los
-tercero-
del primer tipo, estudian de r¡na vez la historia de ca-
das, Además, no olvide¡nos que, ayudando un poco más en esta con- d¿ unidad léxica, pero, sin tratar su evolución semántica, se limitan a
i

¡
I
I
fi.¡sión, el nombre de dicciona¡io histórico se ha aplicado también a documenta¡ históricamente cada una de las acepciones, Se encuentran
I obras que no son diccionarios de lcngua, sino de historia, como el aquí, por ejemplo, el Diccionari catald-valenciá-balear de Alcover y
I famoso Diccionario histórico y crítico lDíctionnaire historique el Motl (1930-62), el pnmer Dicctonario histórico de la Academia Es-
critique'l de Bzyle (1696-97). pañola (1933-36) y el Diccionario italiano de Batraglia (1961).
I

I
Cuatro son, pienso, las modalidades de diccionarios históricos, Y, por ultimo, existe el dicciona¡io que presenta la histoia de la
cuyo dcnominador comrln cs cl cnfoque diacrónico e¡r el cstudio de palabra documeatada dcsdc su aparición en la lcngua hasta la actuali-
I, cada unidad léxica, junto con la aportación de pruebas del uso de esta dad, pero con una discriminación enúe la época preclásica y las épo-
desde su aparición en la lengua hasta el momento en que el dicciona- c¿s clásica y posteriores, obedeciendo a üra contaminación entre el
I rio so compila, criterio histórico y el criterio oormativo, La documsntación preclásica
i
Está en primer lugar la obra que presenta con rigor cronológico la os global, esto es, solo referida al sierrifisan¡o, mientras que la poste-
lr
evolución scmántica total de la palabra a lo largo de la historia de la rior está distribuid¿ según las accpciones modemas de la palabra. Este
lr lengua. A este tipo p€rtcnecen, por ejernplo, el Diccionario inglés de úatamiento es el del célebre Diccion¿rio de la lengua francesa [Drc-
l1
I'
Oriord lOxford English Dictionary'l (1888-1928) y el nuevo Drbcio- tbnnaire de la langue frangaise) de Littré (1863-22).
Jr
nario histórico de la Academia Española (1960-). Es esto el tipo de Quedan al margen de los diccionarios históricos otros que pre-
diccionario que mejor se ajusta a aquella <<visión diacrónica no adul- sentan algunas afinidades con ellos, pero que carecen del propósito de
i
terada del léxico» de que habla Malkiel, ya que sus materiales están est¡blecer la h.istoria entera de las palabras. Enhe ellos figurarian los
I ((ordenados a hacer surgir pltisticamente la dinámica del desarrollo üccionarios de autoridades, que ilustran y documentan cada acepción
léxico, con atención dest¿cada a la sucesión y a la compatibilidad
mutua de los significados» (1962: l6). I Ci Tollcnacrc (t965: lO8).
r publicación sc concluyó cn 1996]
[ta
114 LexicograJía histór¡s Lás i, "l
tir*po, Ios diccionarios históricos t 15

(por cjem- oasiva que modifica profundamente la competencia normal de


la co-
con textos tomados dispersamente de la literatura aoterior
olo. e¡¡ nuestra lengua, el Diccionaio de auloridades por antouom¿' Lunrcación, y esa comPetencia pasiva puede rernontarse muy lejos en
exclusivamente el tiempo (1973: 108). También Paul Imbs, al
presentar el Tesoro de
sia'y el Diccionarlo de Pagés); o las obras dedicadas
al rágistro del léxico de una época dada (como las francesas
de Gode' la longua francosa,
piensa on ese público cultivado, cnfrentado con la
froy, Hatzfeld-Darmesteter o Paul Robert). Este último grupo se dis- intcrpretación exacta de los textos literarios y deseoso de un conoci-
tingue de los dicciona¡ios históricos llamados «de cortes
sincrónicos» miento proñ¡ndo del léxico de su propia lengua ( I 97 I : I I ). Podría ar-
Tesoro de la lengua francesa- en que concibe una determina- züirse que estos intereses del lector culto ya estiin ñ¡ndamentalmente
-iipo
da época como objeto aislado, y no como pafe integrante de un sis' i*di¿or en un diccionario general extenso, como sl Diccionario
que abarque la c¡mún de la Academia Española, tan rico cn arcaísmos; pero la falta
tema total; es decir, carece de ufi programa general
historia toda de la lengua. dc precisiones cronológicas en este y en otos clieotes suyos conduce
El enfoque diacrónico del léxico no puede suministramos un co. con más frecuencia a la confusión que a la orientacióo del consul-
nocimiento <<sisternático» do este, el cual solo puede lograrse a traves t¿nte.
del estudio sincrónico. El diccionario histórico es prácticamentc una El historiador de la cultu¡a ha de encontrar en las páginas de los
I i gran suma alfabética de monografias históricas de las palabras, una diccionarios históricos un caud¿l abund¿nte de información a havés
ierie innumerable de compartimientos estancos en que son examina- del vehículo precioso de las palabras, testigos de las realidades mate-
I
i i

I das una por una (con lupa o con microscopio, según la calidad del riales, morales e intelech¡ales de la socied¿d en las distintas épocas.
i
I equipo de laboratorio) las palabras que bullen y se agitan, o se han Una sorie valiosa de estudios sobre léxico, como los de Matoró y Du-
I ugitudo, el cnorme caldero del idioma' Por eso, situándonos en el bois en Francia, o, entre nosokos, los de Lapesa, Seoane, Rebollo To-
I
I
"o
pirnto de üsta de la lengua como sistema' podríamos suscribi¡ la rlo, Battaner y otros, han demostrado cl altísimo interós que para la
I
afrmación de Josette Rey-Dobove: «<El diccionario histórico no dcs- comprcnsión dc un dctcrminado momento histórico ticne cl cstudio
I I
dcl léxico en él ügento, y particularmente de sus neologismos. Pero,
I cribe, de hecho, ninguna lengua real, pues su nomenclatu¡a- acrónica
I
urnontorr" palabras de todas las épocas (de varios ostados do
lengua a su vez, la correcta calificación de estos y la valoración adecuada de

reales) que no han funcionado simultáneamente , y §uperpone aquel solamente pueden lognrse si se dispone del arsenal de mate-
estruc-

tu¡as i¿ilcas incompatibles» (1973: 108). A pesar de esta peculiari' riales contemporáneos y anteriores alm¿cenados y ordenados en las
dad, que la loxicógrafa francesa considera una «aberr¿ciónr», no
pue- columnas de un diccionario histórico.
de¡r' áesconocerse, ni ella misma los desconoco, los valores del No hará falta ponderar la importancia que ese almacén de datos
diccionario histórico, si no se pierde de vista la condición instrumen- léxicos, semáoticos y gramaticales tiene pata los filólogos y para los
tal de la lexicografla. lingüistas. El heroísmo con que trabajan quienes, sin tener a su dispo-
Aunque ellestinatario i¡mediato del diccionario histÓrico es el sición diccionarios históricos de una determinada lengua, se adentran
estudiosó de h lengua, no es en modo alguno el único, y tal vez ni si' cn la investigación de la historia de esa lengua y en el análisis e inter-
quiera el principal. Correspondo este puesto a toda la sociedad que es pretación de sus toxtos literarios y no literarios, es diglo de la mayor
áu"na e t i¡a ae csa misma langua. Rey-Debove considera que el inte' admi¡ación si se comp¿¡ra con la ventaja de salida con que cuentan los
rés del simple lector justificaría por sí solo la existencia del genero, investigadores que penetan en otras lenguas y literatu¡as perhecha-
ya que las civilizaciones de la lectu¡a tienen una competencia léxica dos de una importante información auxiliar suficientemente resuelta

,l
t'l
il ll6 Lex i c o gr aJí a h i s t óri c q
Its Pala bras\n el tiempo: los diccionarios hístórícos t't7

por la lexicognña histórica. En particular, la etimología necesita de do para sostener el


prestigio tantodel propio Diccionario como de la
una documentación cronológica mínimamente fidedigna como una Corporación editora; pero el tesoro léxico amasado por tantas genera-
de sus bases imprescindibles; si carece de ella, es fácil que dé saltos ciones de académicos no puede ser beneficiado sin cautela. La Aca-
en el vacío y que establezca filiaciones absolutamente erróneas o ima- dcmia dice marcar como «anticuadas» las voces y acepciones que
gine secuencias y evoluciones de sentido contrario al real (cf. Pottier, Dcrtenecen exclusivamente al léxico de la Edad Media, y como «de-
1968: 232-238). Los diccionarios históricos no solo suministran al .usadas, las que se usaron en la Edad Moderna, pero que hoy no
etimologista la información necssaria para que pise terreno cronolo- sc emplean ya; mas la benevolencia con que esta norma se cumple
gico seguro, sino también un acopio de formas antiguas y modemas, puede comprobarse observando que términos como albardanería y
literarias y dialectales que no es probable sea igualado por la diligen- tblandahígos, cuyos últimos testimonios de uso, según el Dicciona-
l' cia del investigador y que le ayudará a celrar con hechos, y no con rio histórtco de la propia Academia, se quedan respectivamente en los
hipótesis, la malla de la evolución formal del léxico. Y, al lado de to- años 1537 y 16ll, aparecen e¡ el Díccionario común como vivos y
I

i
do esto, ponen a su servicio la información semántica indispensable normales (ni siquiera literarios o regionales) en la actualidad. Y como
l para que la etimologia no se encierre, como tantas veces ocure, entre actual y viva registra el Diccionario académico de 1970 la conjunción
las paredes de un ejercicio principalmente meciinico y formalista, naguer, cuatdo ya hace mas de doscientos años servla esta palabra
ciego, o al menos miope, a la realidad del signo lingüístico. para motejar a los literatos arcaístas «que chocheaban con ancianas
a.
El estudio mismo de la lengua actual, particularmente de su léxi- ftases» (palabras de Iriarte)
co, solo puede llevarse a cabo partiendo de un conocimiento profundo Lo que ocurre en el Díccionario academico ocrure tambiéfi en los
de las etapas anteriores, si aspiramos a que ontre nuestra§ hazañas no dcmás, porque todos se nutren básicamcnte de lo que dice aquel, aun-
figure la de descubrü el Mcditerráneo. Solo en un rapto de obnubila- que no muchos tengan la honradez de decirlo y no pocos tengan el ci-
ción o cn una condición de virginal ignorancia pucde cl investigador nismo do vitupcrar la mina oxplotada. Dejando a un lado la mayor o
perder de vista que un estado de lengua es solo un instante en u¡a msnor apertu¡a al ncologismo con que estos diccionarios tratan de
evolución infrnita; que el habla de hoy es hija y nieta del habla de distinguirse, la necesidad material de aligerar el caudal académico los
aycr y de una serie de ayeres y de aritoayeres que se alejan en el pasa- llcva a eliminar, o al menos devaluar tipográficamente de-
-según
do; y que la comprcnsión perfecta do lo que hoy es vivo precisa, no claran cri sus prólogos-, todos los términos anticuados o desusados;
I exclusivamente, pero sí también, de la luz que puede damos el cono- para lo cual se sirven de un doblo criterio: las propias indicaciones de
la Academia (que no siernpre son de fiar, como acabamos de ver) y la
cimiento de lo que era vivo aYer.
La caroncia, todavía, de un diccionario histórico de nuestra le¡rgua mora «competenciar» lingülstica del lexicógrafo, quc por desgracia
se haco se¡rti¡ de modo muy palpable sn nuestros diccionarios usua- nunca pasa de ser una gota de agua en el océano del idioma (cf, Seco,
les, desde los de grueso calibre hasta los de formato manual. El Drc- 1979c:400).
cionario acardémico llamado común tiene como punto de pafida el
l! Diccionario de 1726, sometido a lo largo de dos siglos a diocinuevc
I
I revisiones, en las cuales se ha cnriquecido la nomenclatura, se han re-
I
formado las definiciones y se han acreceotado las acepciones. Esta 'Cf. Iria¡tc (17E7: 5l). Srbrc ablandahigos, v. DHLE, fasc. I (1960); sobrc aI-
fu¡da¡e¡[a, v. DHLE, fax,. lt (t974). Sobre cl <<magucrismo», cf. Láza¡o Carrctcr,
t,
labor, particularmente considerable c¡r los últimos decenios, ha servi- lcA9:23940.
118 LexicograJía
Ias Palabras e\ el tiempo: los diccíonarios históricos ll9
¡Cuánto saldrá ganando la lexicografia de la lengua ospañola dos cn 1837 por haber firmado, junto con otros cinco colegas, una
(y on consecuencia los hispanohablantes) el día que disponga de los orotesta contra la arbitraria revocación de la Constitución de
Han-
datos objetivos sobre ügencia de palabras y acepciones que ur üq^ nover por el rey Emesto Augusto. Exiliados
y privados de sus medios
ciona¡io histórico puede ofrecerle! Porque, si un diccionario históriso, dc vida, aceptaron, para subsistir, la proPuesta de un editor de Leip-
con su profusión de datos organizados, es siempre una cantera inago zig: se comprometieron a compilar un diccionario de la lengua ale-
table de estudios sobre el idioma y más concretamente el léxico, es, mana cn seis volúmenes.
sobre todo, la base documental indispensable para construt cr.ulqüe¡ Lo importante es cómo fue dotado de contenido este marco im-
diccionario general de la lengua. ouosto por una realidad adversa. Jacob Grimm, al planear el trabajo,
Los diccionarios históricos, por sus grandes dimensiones, s6¡ Lnsideraba necesario superar los diccionarios de Adelung y Cañpe,
obras que para su ejecución ofrecen muchas difrcultades, y por lo haciendo una obra modema y científica. Lo científico en lingüstica,
mismo están expuestas a muchos defectos. Como dijo Samuel John- 6l aquel momento, era el enfoque histórico y descriptivo; y, de
son, (<un trabajo grande es dificil porque es grande, aunque indivi- acucrdo con é1, el diccionario fue concebido como una exposición del
dualmente todas sus partes pudieran ser ejecutadas con facilidad; léxico alto-alemán tal como estaba atestiguado por el uso desde me-
I donde hay muchas cosas que hacer, debe darse a cada una su parte de diados del siglo xv hasta el momento presente. Se excluía, pues, toda
tiempo y de trabajo solamente en la proporción que ella tiene en el intención normativa, y se concedía atención fundamental al testimo-
conjunto; y no puede espera¡se que las piedras que forman la cúpula nio cronológico y formal de los textos como base para establecer la
de un tonplo estén talladas y pulidas como el diamante de una sorti- historia do cada palabra.
jo» (1755: I, [7]). Con razón escribió J¿cob Grimm, pionero cn estas El coutrato del diccionario, en el que los Grimm habían puesto
taroas: «Por su naturalez4 los libros de esta clase solo pueden llegar a grandes espcranzas, no sirvió c¡r absoluto para sacarlos de apuros, y
ser bucnos en una scgunda cdición» (citado por BcE, 1963: 180). fucron otos succsos los que les permitieron salir adelante. Pero el
Mas también a Pero Gnrllo- para alcanza¡ esa buena se- vsneno de la lexicografia ya había penetrado en su espíritu. Desde
-sigamos
gunda odición segu¡amcnto no hay más camino que hacer antes la 1838, en que comenzaron los trabajos, hasta su muerte, no cssaron en
primera. El primer fasclculo del Diccionario ale,mán lDeutsches W6r-
la tarea.
terbuchl aparcci1 en 1852, y el primer volumen se completó en 1854.
2. Er D¡cc¡oxm¡o .r¡¡¡rrÁx pe r¡s rcnlvrexos Gnnnn A la muerte de Jacob (1863) había fallecido cuatro años
-Wilhelm
antes-, se habia llegado a la primera parte del volumen IV, abarcan-
El primero do todos los diccionarios históricos va unido al nom- do aproximadamente un 25 por 100 del total del léxico5.
bre de los hermanos Jacob y Wilhelm Grimm, cuya fama, para todo el La redacción había corrido a cargo exclusivamente de los dos
l
mundo, se apoya en los Cuentos, y, para los lingüstas, en la impor- hermanos, si bien en la recogida de materiales hablan sido auxiliados
tanto Ley de Grimm, que es una de las claves de la lingüística germá- por ochsnta y tres voluntarios. Salieron erradas las cueritas en el tiem-
nica. La invención de la lexicografia histórica no se debe, sin embar-
go, a iniciativa espontánea de los geniales hermanos, sino
lo dirla?- a los avata¡es de la polltica. En efecto, Jacob y -¿quien
5 l. y W. GriÍun, v. cl cxtenso prólogo de la
Wilhehn, Sobrc al Deubcher Wórterbuch de
obra, lumado por cl primao 0, l85a), y Bak Q97l). También Migliorini (1961:
y y
profesores bibliotecarios en Gotinga, fueron destituidos expulsa-
r08).
120 Lexi c o graJí a hi sló r ic s 7¿s patabras\n el liempo: los diccionarios hislóricos \21

po y en la extensión: la vida se les acabó ant€s que la obra, y, en luga¡ nueva edición, que ha sido seguido por varios más en los años poste-
de los seis volúmenes previstos, la realidad de la redacción hacía cal- riores (cf. Bahr, 1962 y 1971: 28l' Betz, 1963: 180-186; Tollenaere,
cular su número en dieciséis. 1965: 105-110)'
Pero hay algo admirable eri el Diccionario alernán, aparte de su En la profunda renovación que la lexicografia expcrimentó en el
valor inaugural de una nueva y ambiciosa rama de la lexicografia. Es siglo xo<, el Diccionario de Grimm desempeñó un papel ñ¡ndamental.
un mérito que no corresponde ya a sus autores, sino a su pueblo: la te- La orie¡tación histórica por él inaugurada está presente en una serie
nacidad con que la obra, privada del impulso de sus creadores, fus no escasa de obras nacidas a lo largo de ese siglo y del nuestro. Con-
continuada, a través de mil vaivü¡es y dificultades, hasta llegar a su siderando solo las lenguas románicas y germanicas, mis noticias re-
terminación, on 196l; 123 años después de iniciados los preparativos; gistran, desde 1854 hasta hoy, veinte diccionarios históricos empren-
107 después de la publicación del primer volumen. En total eran 32 didos, de los cuales ocho están terminados, siete estln en publicación,
volúmenes, 380 fascículos. Como e¡r las $andes catedrales del pasado, dos fueron abandonados y tres se encuentran en preparación sin haber
en la di¡ección de la obra se sucedieron diversas manos, en su produc- llegado aún a la imprenta. Aparte del alemán, las lenguas estudiadas
ción se releva¡on varias generacionos, y en su téorica, contenido y es- son el italiano, el francés, el neerlandés, el inglés (y su variedad nor-
tilo se ma¡có la huella de distintas épocas. Pero emociona ver cómo el teamericana), el sueco, el danós, el catalán, el escocés, el español y el
formato, la tipografia, la portada con su ingenuo grabado alegórico y rumano. Algunas de estas lenguas cuentan con más de una obra en su
el lema «<En el principio era la palabrar», son iguales, pasado más de un haber (v. IJtI§, 1971: 3-52; Hulbert, 1968: z[]-zl{; Tollenaere, 1965:
siglo, an el ultimo volumen que en el primero, como símbolo elocuente 105; Casares, 1950a:254-60; Migliorini, 1933, etc.).
i

del amor de los pueblos cultos a su tradición intelectr¡al. Debe subra-


yarse, además, quo la conclusión del Diccionario fue obra conjunta 3. E¡- D¡ccroN¡.n¡o DE OxFoRD

do las dos Alemanias, mcrccd a la coopcración entre la Ac¿demia de El fruto hasta ahora más perfecto de esta rica floración cs, sin du-
Ciencias de Berlín y la Acadcrnia do Ciencias de Gotinga. da, el Diccionario inglés de Oxford lOxford Englísh Dictionaryl, pu-
La lección que el Diccionario de Grimm nos ofrece de constancia blicado de 1888 a 1928, en doce grandes volúmenes, con un primer
y continuidad, de solidaridad histórica y nacional, en la ejecución de Suplemento aparecido en 1933. Aparte de la perfección más elemen-
un homenaje a una lengua, ticne todavía una prolongación elocuentc. tal, la de que esfó hecho y termnado, es, de las obras hasta hoy reali-
El auténtico respeto a la obra gigantesca y a sus fundadores, plasma' zadas, la que con más rigor se ha atenido al principio histórico, com-
do en el tesón por llevarla a término, no ha impedido que sus ultima- binando el respeto al dato cronológico con la afinada búsqueda del
dores sean perfectamente conscientes de las lagunas y desigualdades hilo de la evolución semántica de cada palabra. Habida cuenta de que
que la elaboracióu secular ha dejado en ella. Y así, en 1957, antes de la extremada dificultad de esta tarea os totalmente nueva en cada nue-
conclui¡se los ütimos fasclculos, ya empezaron los proyectos para vo artículo, y que el trabajo versaba sobre una lengua rica en caudal,
una nueva edición del Diccionario cuya primera fase sería la reelabo- en historia y en literatura, la redacción se completó en un plazo relati-
ración de su parte más antigua y anticuada, las letras A a F. El plan, vamerto breve y cinco años entre el primer fascículo y el
asumido por los dos departamentos lexicográficos de Berlín y Gotin- -cuar€nta
último-; si bien su iniciador no pudo llegar hasta el final, sl vivió
y,
ga, fue puesto en marcha inmediatamente; y, tras una intensa recogida lo suficiente para ver impresas tres cuartas partes de la obra, marcan-
de materiales nuevos, apareció ya en 1965 el primer fascículo de la
I
l
122 Lexi c o gr aJía h i s tor i c a I$pa labras e\ el tíempo: los diccionarios históricos 123

do en el todo un carácter unitario muy dificil de lograr en una produc- tiefle recursos materiales, negocia la publicación con la editorial uni-
ción de tan grandes dimensiones ó. versitaria de Oxford, Y al mismo tiempo pide que se haga cargo de la
l
El artífice de esto monumento a la lengua inglesa es James Mu- dirección a James Murray, cuya laboriosidad, preparación y rigor han
rray, un oscocés nacido en 1837, maestro de escuela en su comÍuca qued¿do probados en sus trabajos dialectales y filológicos. El pacto
natal, autodidacto, con la impaciente curiosidad, típica del superdota_ ripafito se produce: se edita¡á un diccionario sn cuat¡o volúmenes,
do, por todos los saberes (fue él quien enseñó las primeras nociones con un total de 6400 páginas, en diez años, precedidos de una prepa-
de electricidad a un niño llamado Graham Bell, que años más tarde ración de tres. (La comparación con la realidad posterior es instructi-
invent¿ría el teléfono); pero su curiosidad pronto se polarizó en la fi- v¿: ¿l final serán, no cuatro, sino doce volúmores; no 6400, sino
lologia. Esto joven maestro no hubiera salido en su vida de su condi- 15.500 páginas; y no diez años, sino cuarenta y cinco).
ción de eminericia local, a no sor por un episodio biográfico, la e¡- La realizaciór. del Diccionario de Oxford presenta tres caracterís-
fermed¿d de su mujer, que le obligó a abandonar Escocia en busca de ticas extemas digaas de señalarse. La primera es el calor popular que
clima m¿is benigno para ella. El traslado a Londres no solo no sirvió desde el principio al fin apoyó e impulsó la obra. La segunda, el sen-
para salvar a la enferma, sino que forzó a Munay a cambiar la ense- tido práctico con que se logró dar una organización eficaz a una tarea
ñanza por algo tan ajeno a ella como un puesto de empleado de ban_ d€ dificultad ilimitada. La tercera, la entrega en cuerpo y alma de una
ca. Hubo, sin embargo, una providencial contrapartida: la residencia persona a su ejecución.
en la capital le puso en contacto con la Philological Socie§, el punto El apoyo popular al Diccionario de Oxford no se produjo en
de encuentro más impofanto entonces de los estudiosos de la lingiiís- forma de adhesionos entusiastas o cualquier otro tipo de alharacas,
tica en Inglaterra. La Socied¿d admitió como miembro al modesto sino en forma de colaboración efectiva. En los primeros momgntos
bancario, sin preocuparse de su ca¡cncia de titulos univcnitarios y dcl proyecto, la Sociedad Filológica, siguiendo el ejemplo dc los
mirando nada más a su auténtica y dcsnuda competencia, quc solo hcrmanos Grimm, decidió pedi la ayuda de voluntarios par& la re-
más t¿rde había de obtener reconocimiento oficial. Cuando, pocos cogida de materiales. Ya en 1857 se habían ofrecido y puesto a tra-
años después, había conseguido Murray librarse del duro Bauco y bajar 76, cuyos primeros resultados empezaron a llegar muy pronto
volver a su vocación docente en una escuela cercana a Londres, y a manos de la Sociedad. En los años siguientes la cifra de los cola-
cuando le esperaba una vida plácida, equilibrada enEe la ensoñanza, bo¡adores llegó a más de 170, algunos de los cuales contribuyeron
la investigación y un hogar feliz, le vino de lo alto la llamada fatal con el etrvio de más de 10.000 fichas, ontre ellos, cuatro con unas
i de la lexicografia. 50.000 y dos con más de 100.000. Cuando Murray se hizo cargo de
I' La Philological Society prepa¡aba desde 1857 un diccionario ba- la dirección del diccionario, difundió un nuevo llamamiento a todo
sado en principios históricos, en el cual se habían sucedido en vein- cl mundo anglohablante, y a esta circular respondieron on el primer
tiún años tres di¡ectores, sin más resultado práctico que la recogida de mes 165 personas, que r¡n año más tarde eran754, y al cabo de otro
una cantidad not¿ble, aunque desordouda, de materiales. En l g7g, la año más de 800. Unida la labor de este ejército a la del minúsculo
i
Sociedad cree llegado el momsnto de dar el paso decisivo. Como no equipo redactor, el total de fichas que se reunieron como base para
la elaboración del diccionario fue de unos cinco millones. Es cierto
6 Pa¡s que no toda esta contribución era de primera calidad, y que buena
la hisúoris dc Jamcs Murray y el OED, v. Murray (1903), Onion§ (1933) y,
, parte de ella exigió revisiones a la hora de su utilización; pero no es
sobre todo, Munay (1977).
j 124 LexicograJía hist,grba labras el el tiemPo: lo s diccionario s his tó rico s 125
Its
I
menos cierto que constituyó uno de los factores decisivos en ¡ la materia de esa colaboración: el amor hacia la propia lengua,
I "¡n de que el verdadero amor se traduce en obras, y
construcción de la obra. ,-,rido a la
"onri"ción
James Hulbert ha escrito que hoy sería improbable una coopera- l-i*tir,o -o a la experiencia-, común a todos los pueblos civili-
logros' La
ción gratuita semejante: la gente estii demasiado ocupada, demasiado lzdos, de que el trabajo solidario es capaz ds los mayores
que con el acarreo modosto de piezas a la gran
I metida en la dura tarea de abrüse camino, para poder dedicarse a ex- liua conciencia de
a la grandeza y vitalidad de la lengua que
traer citas destinadas a una obra que no le va a dar fama ni dinero. pe- coústrucción se contribuyo
ro en aquel mundo tranquilo que precedió a la primera Guena Mur- so arna es el motor
que impulsa y sostiene el entu§iasmo de estos do-
dial habia en Inglaterra una clase ociosa culta, centenaros de personas rantes de tiemPo Y de fatigas.
instruidas que vivían de rentas o de trabajos poco absorbentes y que El segundo r¡r§8o que quiero señalar en la producción del Diccio-
{ eran capaces de apreciar la importancia del diccionario proyectado y na¡io de Oxford es el sentido
práctico que se impuso sobre las difi-
de sentir placer en colaborar en su preparación (Hulbert, 1968:40). cultades imprevistas e imprevisibles. En el acuerdo previo, ni los
El escepticismo de Hulbert sobre la posibilidad actual de este tipo o¿itores ni el autor disponían de datos objetivos para establecer sus
de ayuda colectiva se ñ¡ndaba en el fracaso con que un intento pue- cálculos, y pesaron en ellos más de lo conveniente la imaginación el
y
I
cido tropezó en Estados Unidos. Nosotros podríamos añadi¡ otro desco. Las consecuencias salieron pronto a la vista: la extensión la
y
I
ejemplo español. Pero no generalicemos tan aprisa, Dentro de Españ¿ duración del trabajo se prescntaban mucho más largas de lo pensado,
se ha dado un caso de colaboración de la sociedad con una empresa y el dinero presupuestado se revelaba a la vez angustiosamente corto.
lexicográfica, la del Diccionario catalín-valenciano-balear (de la que La editorial de la Universidad hubiera podido suspender un Proyecto
habla¡é en seguida). Y en la Inglaterra de nuestros días se ha welto a que, lejos de resultar rentable como se había supuesto, amenazaba
repetir. Cuando on 1957 se hizo pública la idea de editar un nuevo con prolonga¡ por tiempo indefinido los gastos, con grave detrimento
Suplonento del Diccionario de Oxford, una logión de casi cier¡ cola- dc otros plancs cditoriales. No habría parccido una insensatcz cortar
I' boradores desinteresados aportó su esfuerzo en la papeletización de drásticameote la sangría. No se hizo así: se impuso la comprensión de
textos. Entre ellos figuraba utr veterano de ochenta y cinco años que la importancia de la obra, cuya viabilidad se aseguró ingeniando un
I
había trabajado ya (también gratis) para el diccionario de Murray. Y proccdimiento para acelerar de manera sustancial la producción del
t,
t, no fuc esc¿sa la contribución de estos voluntarios: en cinco años, gra- libro; y fue poner «r funcionamiento al lado del taller de redacción un
8.
l
cias a ellos, se formó una colección de millón y medio de fichas, basc segundo taller, y más tarde un tercero y aun un cuarto Así, bajo una
para la compilación del Suplcmento, el cual se va publicando a buen rlmica dirección gcneral, bajo unos métodos uniformes, los cuatro
li ritmo (cf. Burchfield, 1971a,1971b;1972: x-xvu;1973f . equipos lexicográficos atacaron la mole del léxico inglés Por distintos
i1
No parece, pues, ante estos dos casos, que se deba explicar la pre- ángulos, y consiguieron encerr¡lr en un tiempo limitado lo que había
¡
I
sencia de los colaboradores extemos por la existencia de una clasc puecido una aventura hacia el infinito.
li ociosa en una época plácida, sino en algo más inmediatamente ligado
I I l¡s codi¡cctoras quc cstuv¡cron 8l frantc dc c§to§ trcs e4uipos fucron Henry
Bradlcy (dcsdc 1888), William Crsigic (dcsdc 1902) y Charlcs Onions (dcsdc l9l4).
7
l.os volúrnenes I y Il del Suplcmento, que cubrc¡ hasta la lctra N, sc publicaron, Como Munay fallcció cn l915 y Bradley cn 1923, el ticmpo que se habajó con cuat¡o
rcspectiva¡nentc, cl 1972 y 19'16; la publicación del III cstá prcvista pa¡a 1981, y l¡ c{uipos fuc solamcntc un ¡ño; con trcs sc t¡abajó duranto vcintc años; con dos, diecio-
dcl IV y último, para 1985. [Al final, cl IU apareció cn 1982, y cl IV, en 1986]. cho años, y con uno, scis años.

I
I
! r
126 I*xicograJía hist,órica á, ti"mpo : los díccionarios históricos 127
Its "l
Tercer factor decisivo en la realización del Diccionario inglés ¡¡ ¡rinera mano y superador de todos los publicados hasta entonces'
la identificación de un hombre con la obra. Cuando James Murray Íl-ver. ho-bte apasionado, fue la llama que hizo encenderse en to-
ya
tomó sobre sus hombros en 1879 el gran compromiso, creyó que s¡ ,rI pueblo catalanohablante un entusiasmo idiomático que latía
cumplimiento sería compatible con media jomada de su actiüdad "l eclosiOn de la Renaixenga. Fue Alcover una especie do Pedro
i"sdela
como maesho en Mill Hill. Pero en 1885, publicado ya el primer fas. la
Iig*lu¡o ¿" la gran cruzada lingiistica que había de culminar en en
cículo del libro, tanto él como la editorial se habian convencidg d6 del Diccionario. Las actividades del inquieto canónigo
".oducción años del siglo cit¿da Cana de invitación, la edición
que era indispensable una dedicación exclusiva a este trabajo. Munay L prim"ros
-la
dejó la escuela, se mudó a Oxford, y perdió para siernpre su liberta( let'Sot"tin del Diccionario de la Lengua Catalana lBolletí del Dic'
Tenia entonces cuarenta y ocho años. Los treinta que aún duró su vid¿ cionai de la Llengaa Calalanal,los incatrsables recorridos
por todas
fueron dedicados por entero al Diccionario, en jomadas de doce a las rogiones dol área lingüística, el
multitudinario Congreso Intema-
quince horas, en ocasiones sin ninguna vacación anual: régimen que cionJ de h Lengua Catalana- dieroü como fruto un clima de
hipe-
solo una extraordinaria fortaleza fisica y mental podla soportar, apo- roxoitación a favor de la lengua, el cual presidió con muy optimistas
yada por una energía de espíritu no menos excepcional, hija de una fe auspicios los primeros trabajos del Diccionario.
casi vision¿ria en la t¡ascendefrcia de la empresa. Este entusiasmo Pero ni mosén Alcover ni, por supuesto, sus millares de devotos
personal, que no solo impulsó su propia actividad, sino la de sus co- col¿boradores contaban con la preparación científica indispensable
laboradores, es un caso de vocación pura servida con absoluta lealta( nara la realiz¿ción de una obra que pretendía ser nada menos
que el
y, sin ninguna duda, una de las claves de la conclusión feliz del Dic- diccionario «exhaustivo» de una lengua: histórico, literario y dialec-
ciona¡io de Oxford. tal, todo en una pieza. La empresa, que tsnía - como ha señalado
Ba<lía Margarit- u¡ ca¡ácter exclusivamente afectivo, no hubiera
4. E¡. D¡cc¡oxm¡o cATAIáN-vALENcIANo-BALEAR llcgado lojos, de no entrar cn ella otro ingredionte genial de su pro-
Algunos de los rasgos que caracterizan la historia del Diccionario motor: la intuición. Alcover (que ya antes habla sabido valorar y
I inglés se repiten, dentro de nuestra patria, en la histoia del Dícciona- aprovechar la ayuda inestimablo del romanista Schiidel) tuvo el
i rt catalá-valencid-balear. El respaldo social a la obra, y la sntrega acierto singular de descubrir, en 1921, a Francisco de Borja Moll,
total a esta de la vida de sus creadores, son analogías significativas estudianto menorquln de diecisiete años, que serla ya para siernpre su
entre dos libros monume¡rtales terminados con éxito. brazo derecho y, después de su muerte, el alma del Diccionario' Moll
poseía las cualid¿des que a Alcover le faltaban, por lo que era su
¿Cómo se hizo el Diccionario cat¿lán-valenciano-balear? e. En
1901, un canónigo mallorquín, mosén Antonio María Alcover, que complemento perfecto. Viéndolo así este con claridad, puso todos los
entonces contaba treinta y nueve años, imprimió y larzó a todas las medios para dotar a su joven colaborador de una formación completa
regiones del área lingüística catalana rma Carta de ñvitaciír. llletra cncaminada a la gran ta¡ea: lo hizo ostudiar filología románica con
de convit'l en la que exhortaba a todos los amantes de la lengua a co- Schádel y Meyer-Lübke y le llevó consigo en largos viajes de en-
cuesta dialectal para completar la recogida de materiales.
laborar en la formación de un diccionario general de ella, hecho de
El «apóstol de la lengua catalano» había conseguido interesar per-
y sonalmente al rey Alfonso XIII y logrado para el Diccionario una
'véarsc Moll
(1962), Llompaa (1960), Badia i Ma¡g8¡it (t964: 162-125 t11-
l8l) y Colón (1978: I,7677). subvención del Gobiemo. El progreso decisivo que este apoyo supuso
128 LexicograJía h
La§ t tí"^pot los diccionaríos históricos 129
I
"l
para el Diccionario culminó con la anhelada publicación, en 1927, del
t
primer fascículo. Pero el suceso feliz se producíajusto en cl momgn¡q 5. [,os DrccroNAR¡os ¡¡rsrónrcos orl rspnñor: rL D¡cc¡oNmro or
¡
I I 1933
i en que ciertas restricciones presupuestarias suprimían la subvención
I
oficial que había durado seis años. El tesón de Alcover consiguió que, Hemos visto, pues, la primera obra del género «diccionario histó-
a pesar de todo, el Diccionario saliese adelante, a costa de su propia rioo» Diccionario alemrín-; la obra culminante y más extensa
ruina económica, que le hizo vivir el resto de sus días en extrema pG,
-el
Diccionario inglós-, y la primera obra, con tanta dignidad rea-
breza. -el
lizada, sobre una lengua española Diccionario catalan-. ¿Qué
I
Sin Alcover, el Diccionario catalán no se hubiera emprendido; sin sc ha hecho, on este terreDo, sobre la
-el
lengua común de todos los espa-
lt Moll, no se hubiera hecho. A la muerte de Alcover, sn 1932, solo ss
,t' ñoles, morada espiritual y punto de encuentro de una veintena de na-
habían publicado el tomo I y pate del II. Cuando Moll empuñó el ti- ciones? Todo lo que hasta ahora se ha intentado, lo poco que hasta

món, no sabía que a las graves dificultades económicas se unirían ctr áora se ha hecho, ha salido de estos muros.
I seguida otras mayores. La Guerra Civil cortó la publicación, y ta6- En l9l4 imprimió la Real Academia Española un libro titulado
bién las perspectivas de reanudación. Pero Moll, que había heredado Plan general para la redacción del Diccionario histórico de la len-
de su maestro la obstinación heroica, no solo continuó redactando ar- gua castellana. En su presencia modesta, aquel libro, aparecido en
tículos, sino que consiguió la preciosa colaboración del valenciano bclica fecha, era una sacudida dentro de la vida monocorde de la
Manuel Sanchis Guamer, sin saber ni uno ni otro si algún día ltega- Academia. Ciertarnente el suceso no era aislado: hoy vemos que for-
rian a ver la salida del tunel. La luz, sin embargo, fue poco a poco ma parte del vivo impulso que las actividades académicas experi-
vislumbrándose. La cooperación moral y material de diversas perso- menta¡on en los años en que fue di¡ector de esta Casa don Antonio
nas, unida al prestigio y a las dotes diplomáticas del propio Moll, lo- Maura, du¡antc los cuales, ent¡e otros acontecimieotos, sc inició la
gó ayudas cconómicas dccisivas c¡r todas las tierr¿s catalanoha- publicación dcl Boletín de la Real Academia Española, se plancó y
blantes, y la publicación pudo reanudarse en 1949 para seguir ya, con ¡edactó el excelente Diccionario manual e ilustrado y se realizó la
paso firme, hasta completar sus diez volúmenes en 1962, cuando sc importante edición de l9l7 de la Gramática académica.
cumplía el centenario del nacimiento de mosén Alcover. ¿Qué tenia de revolucionaria la aparición del Plan general paru la
Este Diccionario, ha dicho Yakov Malkiel, «combina de manera redacción del Diccionario histórico? Era, sencillamente, la primera vez
original y plenamente satisfactoria una copiosísima documentación que se exponla un proyecto firme de publicar un diccionario histórico
Ii
histórica, bien destilada, con una abundante colección de formas dia- rle nussho idioma, con lo que este se pondría e¡ línea con las demás
lt lectales localizadaq y transcritas con rigor fonético. [...] La ejecución grandes lenguas europeas, dotadas ya, o en üas de serlo, de sus respec-
escrupulosa, el caudal de datos fidedignos, la presentación amena y la tivos diccionarios históricos. El punto de arranque de este plan estaba,
li
elegancia del tono elevan esta obra al rango de los mejores dicciona- sin ernbargo, más que en el ejernplo de otras lenguas, en una labor ya

lt rios del mundo, sin rival en los anales de la lexicografia hispánicar» realizada hacía siglos por la propia Acadernia: el Diccionario de aulo-
I
(Malkiel, 1962:118). ridades. Cuando, en 1739, llegó a feliz término esa genial obra de
i
l equipo que es el primer diccionario académico, la Corporación, le-
jos de descansar sobre sus laureles, se plant€ó en seguida la necesid¿d
t; de preparar una segunda edición corregida y aumentada. Desgraciada-
;

I
130 Lexicografia históriss IÁs Pa tatras\t el tiempo: los diccionarios históricos 131

mente, el proyecto se malogró, y al fin fue sustituido por la versión ¡t. 2.', 32). Notemos esto: la Acadernia usa por primera vez en espa-
abreüada, en un solo tomo, llamada comúnmefite «el Diccionaio v¡l- ñol, en 1861, el sintagma diccionario histórico en sentido lingüístico,
ga», el que la Acadernia ha venido ediundo y perfeccioiando desde cu¿ndo apenas hace nueve años que está en marcha la primera obra
1780 y cuya vigésima edición prepara sn estos momentos. dc este génoro, la de Grimm, que ni siquiera expresaba su ca¡ácter en
Sobre la conciencia de la Academia había quedado el abandono el tltulolo.
de aquel segundo Diccionario de autoridades, y se mantuvo, a lo lar- Después del impulso inicial de 1914, el proyecto quedó medio pa-
go de los años, el propósito de realiza¡lo. Así se infiere de un acuerdo ralizado, al no encontrar eco ferviente entre los académicos la reitera-
tomado en 18lE y vigente todaüa en 1838 (Academia, 1838: 26); y, ¿a petición de colaboración en la tarea. Solo al final de los años
más ta¡de, se ve diáfanamente en los Estatutos de 1859 (Academia" vcinte se ernprendió, por fin, la redacción con paso decididotr. El
1859: art. II, 8) y en la existencia, todavía en 1936, de una Comisión nrlmero de redactores debió de ser sumamente reducido; en 1936,
académica denominada «del Diccionario de Autoridades» (Academia, útrico momento eri que son citados por su nombre, no constan más
1936: II, vrr). Fue precisamento esta sección de trabajo, alentada por qu€ ses: Vicente Ga¡cla de Diego, Armando Cotarelo Valledor y Ju-
el entonces nuevo director, la que en l9l4 consideró llegado el mo- üo Casares (Academia, 1936: II, vtt).
mento de pasar de la fase preparatoria ya iba para los dos si- En 1933 se publicó el primer volumen del Diccionario, que com-
-quo
glos- a la de redacción dol nuevo gran diccionario. prendla toda la letra A; solo tres años más tarde, el segundo volumen,
Pero en este instante so produjo el golpe de timón. La Comisión, que abarcaba la B y parte de la Crz. Pero la Guerra Civil fue ñ¡nesta
consciente de la evolución de los estudios lingüísticos en los últimos para la obra, como lo fue para todos nosotros: u¡a bomba incendió el
cien años, juzga que ya no es tiempo de componer diccionarios «dc almacén editorial donde se guudaban las existencias de los dos pri-
autoridadcs», sino diccionarios «históricos». Propone, por tanto, la meros tomos y la parte que ya se habla comcnzado a imprimi¡ del ter-
publicación de <<un Diccionario que no sea. el wlgar, ni uno que sca cero (Academia, l95l: 3). A este desasfe material se unieron luego
nueva ampliación erudita de este, en que vengan a repetirse los voca-
blos con las autoridades expresas ert vcz de las implícitas o no expre- roEl prcyccto dc 1914, con cl quc la Acadcmia dccidla poncr por fin un libro dc-
sas que ahora tiene; sino otro de mayor empeño, que pre§te otros §o¡-
t& dc ccc rótulo, si bicn hacla ¡cferencia ¡ los trsbajos o itrtc¡¡tos ¡otcriorcs dc la C8-
vicios, a saber: u¡o que contenga los m¿terialos acumulados y otros ¡¡, no ¡ludle, cn cambio, a las cmprcsas lcxicogrÁfrcas parelclas quc otros pafscs ha-
nuevos, si preciso fueso, a fin de que constituya el Diccionario hist& bh¡ concluido o iniciado. Scrfa absurdo, sin cmbargo, pensar quc tales emprcsas Ic
rico do nuestra lengua, en que aparozca la evolución de las palabras, fr¡cscn dcsconocidas. Un cco dc algunas dc cllas hay no solo cn cl mismo hccho dcl
proyccto, sino cn las c¿¡sctcrlsticss o <«cglasn quc cstc asigna al futr¡¡o diccion¡¡io
tanto en su forma como en su significado, rinico modo de que pueda
hilórico cspañol. El proyccto habh sido rcdactado por cl ¡rabist¡ don Julián fubc¡a
estudiarse la üda de nuestro idiomar» (Academia, l9l4: 8). En reali- ([ctas, 22-10,1914) y lo frm¡b¡n con él los ot¡os miembros dc Ia Comisión dcl Dic-
dad, este propósito ya estaba explícito on los Estatutos académicos de ciona¡io dc Autorid¿dcs: don Emilio Cota¡clo, dort Jacido Octavio Picón, don Eduar-
1859; más aún: en el Reglamento de 1861 se decia textualmente: «[La do do Hinojosa y don José Alcmany.
tt Actas, 22.1}.l9l4,5.12.1918, 11.11.1924,7.11.1927
Academial procurará [...] formar colecciones, clasificadas por siglos, ,29.5.1929. El 10 dq julio
de palabras, locuciones, frases [,..], señalando sus fuentos y autorida' & 1929 s€ firmó cl contreto dc cdición con la Casa Editorial Hcmando l,{crar,
10.10.1929).
des, a frn de que se emprenda inmediatamente y pueda continuarse L En rcalidad cl volumcn I no salió hasta abril dc 1934; la distancia quc lo scpara
sin descanso el Diccionario historico de la lengta» (Academia, I 86 I : dcl II, aparccido en abril dc 1936, cs, pues, solamcntc de dos años.
1
I
I
I
I 132 Lexico graJí a h is tórics Its Pa hbras Lt el tiempo: los diccionarios hisróricos 133
I
las dificultades de la posguerra y los gravos efectos negativos de c¿. DIccIoNARIo t{rsróRJco DEL EspAñoL
I I 6. EL SEGUNDo
rácter moral que sobre tod¿ obra de esta índole produce una intemrp*
ción de varios años. Así nació, pues, el segundo Diccron arío histórico de la Academia,
Se reanudaron los trabajos, pero de manera tan languida que rnrls hoy en curso de publicación. El proyecto, redactado por Cas¿ues y
que de actividad había que hablar de parálisis progresiva. El equipo aprobado por la Academia, proponía para el Diccionar¡o una exten-
se había reducido a la mínima expresión, y faltaban absolutamente los sión ideal de quince tomos, con un total de 16.000 páginas, y pr€veía
mediosl3. En estas circunstancias, las gestiones del director y el se- quo, tras r¡na etapa preparatoria de tres años se cerraría con la
I
publicación de un «prospecto»
-que
la obra podría realizarse en un pla-
cretario de la Academia, don José María Pemán y don Julio Casares, -,
2o de treinta y cinco años (Casares, 1948a: 1-25; cf. id., 1950a:249-
I
d consiguieron la solución del problema: un Decreto, en noviembre dc
1946, creaba un Seminario de Lexicografia, dependiente de la Aca- 3t0). El primer paso se cumplió puntualmente: en l95l se publicó un
demia, con una consignación anual por cuenta del Estado, encamina- pfospecto o muestra de la futu¡a obra, coufeccionado con el doblc fm
dos uno y otra a garantizar la producción del Diccionario hístóricota. de establecer y experimentar el método que había de estructurarla,
Los académicos eligieron d ector del nuevo Seminario a Casares, y de recabar el parecer de la Academia y de los hispanistas de todo el
que tenía entonces ssseüta y nueve años de edad. mr¡ndo acerca de ese mismo método. El fascículo de muestra fue sa-
ludado favorablemente, y aun jubilosamente, por todos, académicos e
Pero el tiempo y su hÜa la reflexión habían dejado una capa de ¡t.
hispanistas
polvo y de crítica sobre ese diccionario que ahora, por fin, se podría
A pesar del acicate que todo esto suponía, el proyecto se reveló
continuar. La Academia había suspirado por que llegase este mo-
pronto demasiado optimista. La materia prima sobre la que había de
mento; pero t¿mbién era verdad quo los propios redactores del primer
realizarse eran los millones de fichas que, encerradas en innumerables
tomo habían señalado deficiencias e¡l el material, y que el método ha-
celdillas, cubrcn muchas de las altas paredes de este edificio. Estc
bla suscitado desaprobación entrc los estudiosos, Y así, la segunda
caudal, que en principio parecla ofrecer al Seminario una inicial vcn-
decisión de la Academia respecto al Seminario mayo de 1947-
-en
fue la de que este comeDzara de nuevo el Diccionario histórico sobre
taja sobre otros centros lexicográficos que hubieron de partir de cero,
iba laskado por graves defectos quc, infravalorados por los autores
nuevos materiales y con arreglo a un nuevo plan (Casares, 1947a:
del primer Diccionario hístórico, habían sido una de las causas de
47 6; cf . id., 19 50a: 246). que este padeciese carenci¿¡s cualitativas y cuantitativas poco favora-
Ir bles a su buena reputación,
Por eso, or la primera etapa, el equipo humano del Seminario,
ll ¡r T¡abaja¡ori cn csta ctapa, al principio, dos académicos del cquipo ¡ntcrior constituido por siete personas16, hubo de actuar como equipo de bom-
Julio Casa¡es y don Vic-cntc Garcfa dc Diego y no aca-
-don
démicos
- dos col¿bor¿dorcs
Luis Ga¡cía fuvcs (quc dcspués continuaría du¡ante brcv€ ticmPo Ú Dc la acogida dc la Muestro t¡rits,
Casarcs (1952).
-don
cu¡ndo se ñ¡ndó cl Semiria¡io dc Lcxicog¡&fl8) y don Ma¡tín Alonso Pedraz-. Lucgo ¡6 Don Julio Casarcs, dircctor; don Rafael Lapesa Mclgar, don José Hcrmida
qucdaron solamente Casares y Garcla fuvcs. Las primcras capillas del volumcn III, y Lópcz y don Luis Sánchcz Saaz, colaboradorcs lexicógrafos; doña Ane Marfa Ba-
los rcstantos matcriales inéditos dcl mismo, quc llegan hasta la voz eJélide, sc corcer ¡clla Gutiénez, doña Francisca Sánchez Sanz y don Rafacl Villarias Moralcs, au-
van cn la Biblioteca de la Academia, xiliares técnicos. Los colaboradorcs y ¡uxiliares habfan sido scleccionados cn fc-
i ta Boletín Ortcial del Ettado, 27.11.19461' reproducido c\ BRAE, 25 (1946), brcro de 1947 por cl Tribunal nombrado para cubrir las plazas convocadas a
il
412:15. concurso en el Boletí¿ O./icial del Estado de 29.12.1946.
I
I
134 l,exico gr af a hist óric q Los \ ti"^po, los diccíonarios hístórícos 135
"t
j
beros, acudiordo presr¡¡oso a afirma¡ los viejos cimientos, -a
sujeta¡ Estas pesquisas filológicas, no exentas de infiga y de suspense, no
rl las carcomidas vigas y a tapar las anchas grietas que el arsenal de solo hicieron más penosa de lo esperado la preparación de la Muestra,
autoridades presentaba. Resultado de esta actividad fue la incorpora- si¡o que es verdaderamente grave- han retardado luego increi
-lo
blomente la redacción de los artículos de un diccionario que se pro-
ción, en cuatro años, do casi millón y medio de cédulas
nuevas a los
ficháros académicos (Casares, 194?b, 1948b, 1949, 1950b, 1951 y f,oÍe como una de sus exigencias fundamentales la mayor exactitud
1952). Se acudió, además, al recurso del llamamiento
público «a to- etr los textos aducidos.

do, íos del idioma», sistema que tan excelentes resultados Quiá movido por estas consideraciones, el director del Seminario
"-ant"s
habia producido en los diccionarios de Oxford y Alcover' De
la hoja expr¡so entonces la necesidad de ampliar la plantilla de colaboradores
solicitadora se hizo copiosa tirada y amplia difusión' Pero la respuesta y auxiüares. Y, aunque algo se incrementó en los años inmediatos,
de los amantes del idioma no fue dernasiado alentadora; más bien da- pensemos en lo que podría dar de sí una dotación económica de
ba a entender que no había tales amantes. Un año después de emitido 200.000 pesetas anuales que disfrutó el Seminario hasta 1960 (Lape-
el mensaje, haÚía tenido lugar una sola aportación sustancial, la del sa, 1978), y con la que había que hacer frente no solo a los gastos de
académico monseñor Eijo Garay, y mucha§ carta§ de adhesión, entre redacción, sino a los de imprenta. Con la austera retribución que
de ahí podía salir, a nadie sorprenderá que desde muy pronto el equi
las cuales mencionó Casares con «singular satisfacció¡»r la generosa
po, a pesa¡ de la valía, la entrega y el entusiasmo de un sector caracte-
promesa de envío de materiales por parte de un gnrpo bastante nutri-
rístico, adoleciese de una ma¡cada inestabilidad que en nada había de
do de hispanistas italianos: promesa quo' unida a otra§ muchas, ha
beneficia¡ a la obra.
contribuido de modo notable a enriquecer moralmente nuestros fiche-
17. Elemento material más defectuoso de lo previsto, elsmento eco-
ros
nómico más cofo do lo nccesario, elernento humano menos numero-
La preparación dc la Muesia de l95l sirvió para poner a prueba
so y cotr mcnos ftjeza de lo deseable, cran nubarrones que no per-
los maieriales que el propio Sominario, como primordial quehacer,
mitían sostener los cálculos iniciales de tiempo. Y así, don Rafael
habia cuidado de oriquecer y consolidar. Como la ¡eforma de los
Lapesa, subdirector entonces del Seminario, declaró eri 1957 que
materiales se había llovado a cabo conservando todos los fondos anti-
aquellos pronósticos parecían ya ilusorios, y que «nos consideraria-
guos, la utilización de estos al lado de los modemos era ineludible; y
mos satisfechos si pudiésernos prever que la obra estuviese terminada
in seguida se echó de ver que su calidad era todavía inferior a la que a finales de este siglo» (Lapesa, 1957:27).
hasta-entonces se había pensado. La consecuencia fue que cn la re'
Tres académicos se han sucedido desde entonccs en la dirección
dacción ds los afículos de la Muestra cada una de las citas apofadas
del Seminario de Lcxicografia. Fallecido don Julio Casares en 1964,
como autoridades tenia que ser cotejada letra por letra con el original ocupó su puesto don Vicente García de Diego, antiguo redactor, co-
corrospondiente, empezando, en no pocos c¿§os, por la detectivesca mo don Julio, del primer Diccionaio; y desde 1969 es di¡ector don
tarea áe identificar la edición, la obra, incluso el autor del pasaje pa' Rafael Lapesa, uno de los colaboradores lexicógrafos fundadores del
peletizado; y continuando a menudo con la necesidad de localizar el Seminario y después, durante diez años, subdirector del mismort.
-ir-o p"""¡" en una edición fidedigna (Casares, l95lb: 515-516)'
l¡ Otos académicos quc han aporhdo su saber y su autoridad al Semin¿rio son don

il t7 Sobrc cl [amamicnto, v. Acadcmia, 1948. Sobrc los rc§ultados, Cassr€r


(1949: 520).
S¡lvador Fcrná¡¡dcz R¡mírcz, don Samuel Gili Gaya (t 1976), don Alonso Zamora Vi-
crntc y don Ca¡los Clavcrla (1 1974).
IIill
1l
136 Lexic o gr aJí a h istóri¿s w bras\n el tiempo: los diccionarios históricos 137

il Publicado el primer fasciculo del Diccionario hislórico en 1960, y


completado el primer tomo en l972,hoy, en 1980, está impresa apro-
oarte de las comunidades hablantes
iemos visto en
a quienes van destinadas. Asf lo
el ejemplo de otros dicciona¡ios. ¿Cuántas personas
ximadamente la mitad del tomo II. A pesar de que la consigaació¡ cuftas del mundo hispanohablante saben de la empresa de nuesho
económica del Seminario ha crecido notoriamente con relación a la Diccionario hislórico? ¿Y cuántas, entre las que han oldo hablar de é1,
de los primeros tiempos, nunca ha sido suficiente para remontar los tienen una idea de lo que esta obra significa para e[ conocimiento de
obstáculos que ya habían aflorado con bastante nitidez hace vein- nuestro idioma y de su léxico? Permitidme que reitere aqul noticias que
ticinco añosle. En cuanto al personal, la cifra relativamente alta vosoüos, como pafe interesada en la obra, conocéis bien, pero que Por

ll ...- superior a la treintena- alculr,zda en el primer lustro de los años


setenta no significa nada si se considera que se mantuvo poco tiempo;
desgncia distan de ser del dominio común.

que buena parte de sus componentes eran bisoños, y que no pocos se 7. CóMo Es EL DIccIoNARIo l{rsróRlco: uNA oJEADA
marcharon sin dejar de serlo. Y, lo que es más doloroso, el incentivo El Diccionario histórico de la lengua española, como dice su
it económico no solo no ha atado a la empresa a los elementos nuevos,
que sin dificultad han cnconhado pronto medios de vida aceptables,
prólogo,

iI sino que es insuficiente para rstener a personas valiosas que, después


pretendo registrar el vocabulario de lodas las épocas y ambientos,
dcsdc cl scñorial y culto hasta el plebeyo, desde el usado en toda la
ifl de haber adquirido esta ra¡a pericia de la lexicografia, acaban por
extensión del mundo hispánico hasta el exclusivo de un pals o región,
arrojarla a un rincón para buscar y encontrar en otros sitios reconoci-
iq española o hispanoamericana, desde el más duradero hasta cl dc vida

il
it
miento mas sustancial a sus talentos. El Seminario de Lexicografia
siempre ha sufrido, en una u otra forma, esa enfermedad tan española
6flmera. En el tiempo, el punto dc partida son las voces románicas
que aparecen en documcntos latinos de los siglos vm al xn, las Glo-
i,l de la fuga de cerebros. sas Emiliancnscs y Silcnscs del siglo x, las jarchas hispanoárabcs dcl
rl Esta cs, pues, la historia cxtcma y cl cstado prcsente del Diccio- xr y xtr y los vocablos romanccs rcgistrados por autorrs árabcs dc la
I
nario histórico de la lengua española, cn cuya publicación está com- misma época. Como lfmite final hemos pucsto los dfas cn quc vivi-
mos. [...] En cuanto a llmites espaciales, aspiramos a incluir todo cl
:l prometida la Real Acaderniar.
L¿s obras de este género son plantas que no pueden prosperar en léxico del español hablado en España y en América, asf como cl vo-
cabulario hispano dol judeo-cspañol. [...] lRespecto al nivcl social],
terreno pedregoso y sin un cultivo esmer¿do. Una de las condiciones
querrlamos quc nucstro Diccionario reflejase la variedad dc cstratos
mlnimas para que florezcan es un clima de comprensión y apoyo por
ambiontalcs del vocabulario cspañol cn sus divc¡sos mom€ntos y zo-
rl l
nas (Lapesa, 1972: vm-x. Cf. Laposa, 1957 | 23-25).
re Un programa iniciado cn 1969 (cf. Scco, l97l: 5) con cl fin de sustituü pro-

g¡csivemcfitc por fichas xcrocopiadas la palc más dcfcctuosa dcl material Este es, formulado en poc¿¡s palabras, el vasto programa de la
dc las gmndcs émoras dcl Dcc¡b¡¿io hbtórlco- to pudo ¡ealiz¿¡sc con la inten-
-una empresa, la más ambiciosa de cuantas se ha propuesto la Academia
sidad dcsea& y hoy cstá paralizado por la csc¿sez dc mcdios. En csta cscasez insistc Española desde su ñndación.
R. Lapesa (1978). No es este el lugar para exponer los problemas y métodos de la
Art. II dc los Es¡atulos ¡cformados (1977) dc la Rcal Academia Española:
'1o composición del Diccionario, ni tampoco la variada y un tanto com-
«[la Academia] continuará y revisarÁ la publicación dcl Dicciona¡io histórico dc Ia
lengua española, recogicndo las transformacioncs quc ha cxpcrimcnlado cada pala-
pleja estructura de sus artículos. Sí quisiera detenerme brevemente en
bra» (Acadcmia, 1977: 6).
138 L exi c o gr aJí a h i s t ó ric q L$ pa l:brÁ en el tiempo: los diccionarios históricos 139

la parte central de estos, constituida por el estudio de la evolución


oficios de Sábado Santo en el momsnto de entona¡ el celebrante
el
semántica de la Palabra.
siglo el pala-
La ordenación de las distint¿s acepciooes de la voz se atiene a ¡a cárto de aleluya. En el mismo surge empleo de nuestra
bre con el sentido do 'tiempo de Pascta' @or el aleluya os
veretnos,
criterio histórico, dando siempre el primer lugar al uso más antiguo
cs deci¡, 'por Pascua nos veremos'). Y, por último, una serie de acep-
registrado,y asignando los lugaros siguientes a los re§tantes se¡rtidos,
rrg* t" fecha respectiva de aparición. El procedimiento es mucho ciones modemas nacidas del folklore que rodea a las fiestas de Pas-
mJnos simple de lo que p¿uece, pues la polisemia se produce habi- cu¿: como 'dulce de leche, hecho por las monjas, que originariamente
tualmente, no siguiendo un proceso cronológico lineal, sino a partir [ovaba la palabrt aleluya realz¿da encima y que solía regalarse en
de una fragmentación del significado más antiguo en racimos de nue- esta fiesta', del cual tod¿vía hay una reminiscencia cn un pasaje de
vos significados, nacido cada racimo de uno de los olementos con§ti- Judíos, molos y críslianos, de Cela; o como, t¿mbién, eri Extremadu-
tutivos de ese significado primitivo, y llevando luego cada uno de ¡a,'borrego que se compraba en la feria del Sábado Santo'; o, como
I

i esos brotes una evolución semántica propia, paralela cronológica- en Colombia, 'regalo o aguinaldo de Pascua de Resurrección'.
Pero a finales de la Edad Media ya había nacido una segunda ra-
mente, en todo o en pafe, a la de otros. Por supuesto, cada rama es
ma semántica de la palabra, tomando como punto de padida el senti-
susceptible de fragnentarse a su vez en dos o más líneas semánticas
I divergentes. Se forma así, entre todos los vrástagos, un verdadero á¡- miento de alegría evocado por la propia palabra aleluya y por el
bol genealógico de acepciones. La labor de establecer esta red d€ fi- tiempo pascual vinculado a ella. Asi tenemos registrada, desde la
liaciones es sumamento sutil y una de las que mas ponen a prueba la Celestina hasta Miguel Angel Asturias, una acepción de 'cosa que
capacidad del lexicógrafo. alegra'; y otra acepción que es el mismo 'júbilo o alegría', desde co-
Tome¡nos como ejcmplo el a¡tlculo aleluya, quLe et el Dicciona- mionzos del xvn hasta nuestros días (Lope de Vega: No quiero plega-
rio histórico ocupa más do seis columnas. Las quince acepcioncs rits tuyas, / que son para mí aleluyas / las que para li pasión).
principales de la palabra origen está, como es sabido, en el Una tercera rama surge a comietzos del siglo xvI con referencia a
-cuyo la época del año quc coincide con el tiempo pascual, y cn ella se in-
hebreo hallelú-yah, 'alabaÁ con júbilo a Yahvó'- se reparten en
2r. La más antigua nace del uso religioso de la oxclama- scrtan los etnpleos del nombre aleluya, cn España y en América, para
cuatro ramas
designar distintas especies vegetales que florecen en tal época. Nótese
ción hebrea, e incluye cn primer término, registrado desde mediados
que, a diferencia del anterior, este gn¡po de acepciones ha borrado la
rl del siglo xm, el empleo castsllano de la voz, como interjección, en
noción de júbilo que está en el étimo hebreo y que la tradición cristia-
versiones de textos sagrados o liturgicos, y en segundo término, con
na hereda en la Pascua de Resurrección, y ha retenido tan solo la cir-
la misma antigüedad, el empleo como nombre del canto liturgico de
cunstancia temporal de esta última.
il alegría caracterlstico del tiernpo pascual y que gira en tomo a la voz
aleluya. De esta asociación con la Pascua cristiana nace, a principios La cuaí¿ rarna tiene un punto de arranque muy particular. Recor-
demos que, en el gnrpo primero, un uso dieciochesco daba el nombre
del siglo xvru, el uso como nombre fernenino de las estampitas que,
de aleluyas a unas pequeñas estampas que, llevando escrita esta pala-
li
bra, eran anojadas sobre el pueblo en el oficio del Sábado Santo.
i il En tot¿I, cl a¡tlculo coost¡ & 16 ¡ccpciones distsibuidas co cinco rrrnas; pcro dc' Pues bien, de est¿ acepción se borra la noción 'pascual' y se guarda la
s€stLnar¡G aqul, Por ru 6c¡ss ir¡porrsnci¡, ls a§cFión 16, quc con§titl¡yc po¡ §l soh 18 de 'estampa piadosa', o simplemente 'estampa'. Así, desde 1749 se
ra¡ns V.
I

140 Lexic o graJía h islórics Las Pa labralpn el tiempo: los diccionarios históricos
l4l
registra el sentido de 'estampa de asunto piadoso, especialmonte de Dor el trabajo, ¿qué hubiésemos comido la metá e los días? Pos
las que se arrojaban al paso de las procesiones'; y desde 1796, el Lleluyas al gratín Y Pan de no haY.
de las famosas ¿/e/uyas de los ciegos, 'cstampitas que forman una na- Esta ordonación ramificada da rura perspectiva tridimensional a la
rración en un pliego de papel, con la explicacióu del asr¡nto general- ovolución semántica de la palabra, frente a la perspectiva plana ofre-
mente en versos pareados'. De aquí fácilmente se pasó a nombr¡ oida por la tradicional estructura «lineab», que es la propia, entre otros
aleluyas a estos mismos versos de los pliegos; y, como no es muy muchos, dol Diccionario com'in de la Academia y del primer Drccio-
frecuente que sobresalgan ni por su hondura poética ni por su per- ¡ario histórico, Se obtiene así una visión más acorde con la realidad
fección formal, se extendió su nombre a cualesquiera versos prosai- bullente de los cambios semánticos22.
cos y de ptuo sonsonete; Moratín, en ura carta de 1822, se burla de sí He dejado sin mencionar hasta ahora una pa¡te que es fundamento
mismo llamando aleluya a wr poema suyo. También se dio este nom- dc todo el artículo y que constituye el aspocto m᧠característico y
bre humorística o despectivamente a la combinación métrica llamada valioso de un diccionario histórico. Me refiero a la parte documental.
paroado, uso que al pa¡ecer estrenó en 1886 Menéndez Pelayo para No hay una sola acepción que no esté basada en la evidencia histórica
referirse a una novodad literaria, las Humoradas de Campoamor. de su existencia; y así, cada una de las definiciones va inmediata-
Pero, por otra parte, las mismas aleluyas de los ciegos habían mcnte seguid¿ de una serie de breves textos, testimonios reales del
engendrado otra línea semántica igualmente despectiva o burles- habla escrita, localizados con precisión y dispuestos cronológica-
ca- basada, no en su vortiente -digamos literaria, sino en caracte- mente, de los cuales se ha deducido aquolla. La necesidad material ds
rísticas más globales, como su poca consistencia, calidad o impor- limitar la extensión del artículo obliga a seleccionar un corto número
tancia. Se usó la yoz, por ejemplo, para designar a 'una persona, o de tales textos, dando, del resto no seleccionado, solamente la cifra.
url animal, de aspecto poco lucido, debido especialmonte a su ex- Para mayor facilidad de la consulta, los pasajes o autoridades van im-
tremad¿ flacu¡a'; cn r¡na dc las comedias del duque de Rivas, dc prosos en rm cuerpo menor que el dc las dcfuticiones, y con srxi res-
1840, una dueña dc buenas cames comenta con desdén la exagerada pectivas fechas claramente destacadas en negrita. A pesar dc csta re-
delgadez de las damiselas del día, que son solo unas aleluyas / y, en ducción tipográfica, la pafe documental del articulo es la causa de la
quttándoles las joyas, / 1...1 / parecen pollos stn plumas. O también, $an cantidad de espacio quo este ocupa si se compara con el que le
en esta misma idea de 'falta de consistencia', encontramos el sen- corresponde en un dicciona¡io corriente. Volviendo a nuestro ejem-
tido de 'explicación fútil o razón falsa', registrado en muchas zonas plo, el artlculo aleluya, quro e¡ el Diccionario común de la Academia
de España y América: Entre ellos mesmos decían / que unas pren- cubre media columna, e¡ el Diccionario hislórico llena más de seis,
das eran suyas; / pero a mí me pareeía / que esas eran aleluyas, di- con un total de 611 llneas frente a las 42 que tiene en la Acadernia, El
ce el gaucho Martín Fierro, cn 1879. En fin, tra!índose de la ramifi- adlculo, que no es, ni mucho menos, de los más extsrisos del Diccio-
cación humorlstica del uso de una palabra, raro hubiera sido que el
habla popular no sacase a rolucir el etemo tema del hambre: el uso
¿ v. cl pcnctrant€ comcnta.io de una parcja dc a¡tlculos del DHLE, alna y
de aleluyas como 'alimento inexistente o sumamente esc¿uio' ap¿ue-
óni,na, cn Lap.sa, 1980c y 1981. El método dc las r¿mas semánticas
ce sn un cuento de Emilia Pardo Bazán, 1884, donde la tacañerla del -cxpc-
rimcntado ya con plcno éxito c¡ cl OED- 8pa¡cció axpucsto detallada¡ncntc cn
señor mantiene a srul pelTos con aleluyas; o en un sainete de Ami- Casaras (1950a: ?l-91). Sobre las distintas posibilidades de enfoquc cn cl análisis
ches, en que la joven protagonista considera que, de no haber sido dc acepcioncs, v. Marcos Marin (1975).
142 I"ex i c o gr aJí a h i s tóric a Las \n el tiempo: los dicctonarios históricos 143

nario histólico, estii construido §obre unas 250 fichas, de las cuales
i 8, Los pRoBLEMÁs DE r-A LBx¡cocRAFÍA tltsróRlcA
han sido seleccionadas e impresas como autorid¿des 135.
Los nueve milloues de frchas que son la base y punto de partida Seguramente recordáis aquel rornance viejo cn que el rey Alfon-
de todos los adículos del diccionario pertenecon a un corpus co¡rsti- so V, anhelando la conquista de Nápoles, exclama:
tuido por unos diez mil textos correspondientes a todas las épocas y a
¡Oh, ciudad, cuánto me cuestas / por la gran desdicha mfa!
todas las zon¿¡s de la lengua española, en los cuales est"ia amplia- Cuéstasme un tal hcrmano / que por hijo Ie tcnfa;
ments representados todos los niveles lingüísticos ". La alquimia cuéstasme veinte y dos años, / los mejoros de mi vida;
transformadora do esos nueve millones de fichas en unos cientos de que en ti me nacieron barbas / y en ti las cncanecla...

l. miles de artículos do diccionario, convirtiendo ese almacén de mate- Estos versos fácilmente pudieran ponerse en boca del lexicógrafo,
rial bruto en una exposición ordenada de la historia de cada una de las
la¡zado a la temeraria av€ritura de la conquista de las palabras. No
palabras, t¿nto las üvas como las ya desaparecidas, de este viejo y
hay exageración ninguna en lo que digo: el lexicógrafo, etr su ompe-
universal idioma nuestro, puesta al servicio de todos los estudiosos de
ño, ve cómo huye su juventud, cómo va perdiendo compañeros que
él y de la cultura a la que ha servido de vehículo, es la inmensa tarea
cmpezaron el camino con é1, cómo su trabajo le aleja de la vida y le
que, con plena conciencia de su importancia y responsabilidad, tomó
&c€rca a una etemidad sin laureles. Henri Estienne, el autor del Teso-
sobre sí esta Academia cuando en 1946 organizó el Seminario de Le-
ro de la lengua gri ega (1572), se desahogaba así en un cpigrama:
xicogmfia y puso los ñ¡ndamentos del Diccionario hislóico de la
lengua española. El Tesoro, en vez de rico, me ha hocho pobre,
y hacc que, siendo joven, me surque la amrga dc la vejoz.
El interés científico de una obra como esta parece fuera de duda,
por más que siempre sea posible la discusión sobrc métodos y técni- Un iluste conternporáneo de Esticnne, José Justo Scaligero, dcs-
cas. Ahora bicn, la complejidad y la magnitud de la ernprcsa, al llevar cribió con más clocuencia la labor lexicográfica:
consigo inevitablemente un coste elevado y un tiempo largo, obligan Si a alguno udfa lc aguarda, por la dura sentencia del juez,
a aquilatar muy mucho todos los aspectos de la elaboración con seve- una vida condenada a tribulacioncs y suplicios,
ro realismo. La Acade¡nia, que tomó la decisión de crear para el no lc fatigucn los calabozos, con su hacinamiento y sus trabajos,
mundo hispanohablantc un instrumento del que, vergonzo§amente, ni maltrate sus dur¿s manos la excavación do las minas:
aún no dispone, ¿sabrá y podrá llevar a término la labor emprendida? que componga diccionarios; pues csporo a decirlo? todas
-¿qué
ús formás di castigo las ticne, él solo, cste mcnestera.
-
¡ L&p6a (1972: vur), daba la cifra dc mÁs dc ocho milloncs dc fichas, sin con- En el siglo xvru Samuel Johnson incluía en su Diccionario el ar-
ta¡ las dc rcfcrcncia. Dcsdc aquclla fccha, 1972, ¡o ha ccsado la incorporació¡ de
nrcvos matcri¡lcs ¡ los fichcros. La nómin& dc obr¿s citadas cn cl tomo I del DH¿,
ticnlo lexicogra/o con ssta definición: «ganapán inofensivo que se
incluyc ?196 tltulos, dc los cualcs 851 son dc eutor anónimo y cl rcsto corrcspondc ocupa sn descubri¡ el origen de las palabras y en precisar su siglifi-
& 2736 sutorcs conocidos. Sobrc la va¡icdad dc niveles lingülsticos, frentc a la opi-
nión dc Alvar Ezquerr¿ (1976: 39), cl mismo Lapcsa (1978) ha dcmostrado la utili-
zación cfcctiva y abund&tc dc tod¿ clase dc documentos, ordcnanzas, inventarios,
fucros, ctc., quc cn muchos c¡sos ofreccn los tlnicos testimonios dc una palabra, y z Es ml& la traducción. El tcxto latino dc los dos cpigramas cstá cn Migliorini
c¡r otros pcrmitcn ¡dclant¡r l¿ fcch¡ inicial o dar prueba fehacientc dc variante§ (1961:86). Un8 imitación dcl dc Scaligero aparecc an cl prcfacio dcl Dicciona¡io
i fo¡malcs dc multitud dc vocablos quc cucntan lambién con autoridadcs litcra¡ias. dc los jcsuitas dc Trévoux, 1740 (cf. Rcy, 1970: 304).
144 Lexicografia históricq I-¿s Pa: labras\n el tiempo: los diccíonarios históicos 145

cado»r. Este enunciado es más profundo que una simple broma; y d¿cias al impulso del marqués de Villena, fundador de la Acadcmia;
nos lo demuestran bien explícitamente las reflexiones con que sc abre rtro solo por la diligencia de Fernando Lázaro sabernos cuánto debe
el prefacio de la misma obra. Dicen así: h obra a la benemérita y eotregada tenacidad de Vi¡cencio Squarza-
Es dostino de quienes sc fatigan en las tareas más bajas d€ la vida frgo (Lázaro Carreter, 1972: 97), de cuyo nombre, totalmente oculto
el ser antes movidos por ol temor del mal que atrafdos por la perspec- tr¿s ol dol gran edificio, solo nos acordamos unos cuantos devotos.
tiva del bien; estar expuestos a censura sin esperanza de clogio; ser Otras veces, por caminos opuestos, la popularidad ha desgastado y
dcshonrados por el fracaso, o castigados ¡nr la nogligoncia, dondc el vaciado el apellido, como en el caso de Webster, el ñ¡ndador de la
éxito hubiera pasado sin aplauso y la diligencia sin recompensa. lcxicografia norteamericana, cuyo nombre figura hoy en la portada de
Entre estos infelices mortales está el cscritor de diccionarios; al
doccnas de diccionarios que nada tienen que ver con é1. Quizá el caso
cual la humanidad ha considcrado, no como el disclpulo, sino como
cl csclavo de la cicncia; cl soldado zapador de las letras, dcstinado cxtremo en este sentido, entre los compiladores de palabras, sea el del
solo a remover broza y desp€jar estorbos de los caminos por donde la italiano Ambrosio Calepino (muerto en 15 12), que, como nos recuer-
erudición y el genio siguen adelante a la conquista y a la gloria, sin da Weekley, «tuvo la rara experiencia ds convertirse él mismo en
otorgar una sonrisa al humilde azacán quo facilita su avancc. Todos palabr»» (1924: 13); fenómeno que ocurrió, por lo menos, en cuatro
los demás autores pueden aspirar al elogio; cl lexicógrafo solo puede lenguas (italiano, francés, inglós, español), en cuyo léxico calepino
esperar librarse dol reproche, y aun esta recompensa negativa ha sido figura desde el siglo xvr como nombre común con diversos significa-
concodida hasta ahora a muy pocos.
dos.
Como ha escrito Migliorini, <<los que no han trabajado en ello no
Efectivamente, ni el reconocimiento de los contemporáneos ni la
tienen idea de la cantid¿d extraordinaria de trabajo que se escondo sn
fama póstuma suelen ser el premio de las fatigas de quien hace un
un diccionario, si este no es una mera revisión o un compendio de
diccionario. Bien lo dice Alain Rey: «¡Triste lexicógrafo! Si su tr¿-
obras prccedentcs, sino una obra rcdactada de nueva planta» (Miglio-
bajo cs mediocre, si ha envejecido, se le bora justamente de la me-
rini, 196l: 85). Vcamos, como ilustración, cuál era la jomada de
Í moria colectiva. Si persiste como obra maestra, el libro absorbe al
Émite l-ittré, eu su casita de campo de Mesnil-le-Roi, en plena propa-
hombre. Iniciador, autores, colaboradores, nombres de prestigio en-
¡ación de su Diccionario: se levantaba a las ocho, se iba a trabajar al
gañosamente evocador o nombres discretos: todo es reducido a la na-
piso bajo mientras le aneglaban la habitación; subía a las nueve y co-
da en favor de un título» (Rey, 1970: 18). El mundo de los dicciona-
regía pruobas del Diccionario hasta la hora de comer. De una a tres,
li rios está lleno do ejemplos. Los nombres de James Murray y sus
como descanso, habajaba en el Journal des Savants, del que era re-
colaboradores se borran cuando su obra es mencionada rmiversal-
rlactor. Después, hasta las seis, Diccionario de nuevo. A las seis, cena,
mente como el Diccionario de Oxford. En nuestra propia Casa, sabe-
Y, a patir de las siete, otra vez Diccionario, hasta las tres de la ma-
mos hoy más o menos, sí, quo el Diccionario de autoridades naci6
drugada, hora en que ordinariamente quedaba terminada la tarea pre-
vista. Pero, <<si no lo estaba el propio Littró (1880, citado
-cuenta
por Rey, 1970: 127 -128, y Matoré, 1968: 120) yo prolongaba la
z'El tcxto ingtés dicc; <<[rcxicographcr: A writcr of diction.rics; a harmlcss -,
velada, y más ds una vez [..,] apagué mi lámpara para continuar a
drudgc, that busics himsclf i¡r tracirg thc original, and dctailing thc signification of
la luz del albar». Ya vimos antes cómo James Murray tenía una joma-
words». Ls t¡aducción cspañola quc doy cs dc Cssa¡es (1950a: 146). Es mfa, cn
cla nunca inferior a doce horas. Y de Pierre Larousse, el creador del
cambio, la dcl fr¡gmcnto dcl prefacio.
I /l
I 146 LexicograJía át el tiempo: los diccionarios htstóricos 147
I4§
1

I
Gran diccionario universal del siglo xo<, sabemos que dedicaba ¡ 6¡ Entro las condiciones intelectuales, nuestro ma€stro don Julio Ca-
catorce horas diarias (Rétif, 1975: 166). como fundamental una capacidad analítica
I
sares señalaba -«olfato»,
I

¿Son superhombres estos que pueden sostener durante tanto tiem- lecfu MerérÁez Pidal- discernidora de acepciones
y matices que
po un trabajo tan intenso? «¡Honor a estos hombres que son los lexi- al hablante modio (Ca§ares, 1950a:24).
suelen escapar inadvertidos
cógrafos! ¡Suyos son los trabajos de Hércules, suyo el destino 66 Ajl lado de esta facultad analitica, no se ha señalado otra
que también
Sísifo!», proclamó irónicamente, en un reciente congreso, un colega qs hdispensable, como que es complemento de ella: la capacidad de
26. y lo secundario, lo
estadounidense Sin duda hay en ellos un factor impofante de re- sf¡tesis, por la cual, tras discemir entre lo esencial
la clave profunda de su cnergia es la fe quc rÉlevatrto y lo no relevante, se descubren y destacan los elemsntos
sistencia fisica; pero
mueve l¿rs montañas; la convicción firme de que la obra que han e¡¡- orofundos que son comr¡nes a cosas diferentes. Del dificil equilibrio
prendido ss r¡na obra que de verdad vale la pena. Porque, a pesar del *r. *o y otfo mecanismo depende la auténtica aptitud del sujeto
esfuerzo en que estos galeotes del mar de las palabras consumen su Dara este oficio.
fortuna, su salud, su üda y su alrna (Rétif, 1975: 189), la satisfacción Me parece obvio advertir que este equipaje mental referido al len-
íntima les d¿ aliento y los reconforta2T. guaje el cual deben inclui¡se otros dos componentes, igualmorte
Ahora bien, estos masoquistas ¿reúnen solo determinadas cuali- -en
complsmentarios entre sí, que son el rigor lógico y una mediana ima-
dades morales y fisicas? No por cierto; es necesaria también en ellos ginación- es por completo independiente de otras dotes semejantes
¡ una determinada disposición intelectual. Cuenta Bertrand Russell que, quo se repulan necesari¿§ para otras actiüdades, sean de caráctor crí-
{ siendo él profesor en Cambridge, recibió, al terminar un curso, la vi- tico o científico; y que, por otra parte, tiene poco que ver con cualida-
sita de un alumno llamado Wittgenstein (sí, ese mismo que luego fue d€s aparontemente afines, como son el interés o el amor por el idio-
famoso filósofo); este le preguntó: <<Por favor, ¿me quiere decir: soy ms, y la curiosidad o la atracción de tipo intelectual como
un idiota completo, o no lo soy?». Russell replicó: «Mi querido mu- -tanto
cstético- bacia las Palabras.
chacho, no lo sé. ¿Por qué me lo pregunta?». Respondió el estudiaate: Charles Onions afrmaba que <<el verdadero trabajador de diccio-
:
«Porque, si soy un idiota completo, me convertiré en aeronáutico; pe- narios nace y no se hace, y que ninguna aplicación ni diligcncia supli-
ro, si no es así, seré filósofo» @ussell, 1956: 30). La pequeña anóc- rán jamás la falta de aptitud natural para el trabajo» (1933: xvu).
dota üene a cuento de que los que se consagnm a la lexicografia no Aunque yo soy r¡n poco cscéptico en esto de los innatismos, no creo
son <<aeronáuticos»; qüero dech, no van a ella como consecuencia de que se puoda discutir que sin un cerebro dotado de una§ determinadas
no servh para otra cosa mejor; sino que, por el conhario, reúnen con- cualidades básicas nadie puede pasar el umbral de la lexicografia.
diciones positivas específicas pÍ¡¡a esa actividad, del mismo modo Conste, por descontado, como dice Casares, que la ca¡c¡rcia de esas
que, según parece, las reunía Wittgenstein para la filosofia. facultades nada significa en menoscabo del talento o de la ciencia de
qüenes no logran pcnetrar en este santuario o purgatorio (1950a: 24).

W. F. Twaddcll, citado por Zampolli (1973: 120). Pero también es preciso subrayar que aquella capacidad solamente se
2?
Murray cscrible cn lm4: «A vccas mc prcgunto si alguicn sc dará cucnts dc¡ descubre y se logra a Eavés de un particular cultivo. Pa¡a dedicarse a
trabajo quc cucsls cl Dicciooario [...]; pcro rc mc import¿: )D lo sé; y mc gusta cn.
la lexicografia es indispensable partir de un nivel decoroso de cono-
frcntarmc §on los hcchos y obligarlcs a cntrcga¡ §u §ccrcto» (citado en Murray,
cimiento de la lengua y la literatura (conocimiento digo, y no mera
1977: 301). Y, por su pa¡tc, James Hulbert dice rotundamc¡tc quc no conocc activi-
dad iritelectual más grata quc trabajar cn un diccionario (1968; 42). ciencda); después, cntregarse con ahínco a una etapa de entrenariiento
tf I
1l
148 LexicograJía histór¡ CQ
lis á, d fi"*po: los diccionaríos históricos 149

intenso destinado a adquirir las técnicas del oficio, las cuales son t¿¡
ir clusivo de empresas de alto nivel erudito. Por no mencionar los mas-
complejas que dificilmente terminan de dominarse por completo. ¡¡ todónticos (y a veces excelentes) diccionarios norteamericanos
28,
al-
I

mismo Casares, pensando en su Seminario lexicográfico, advertía quc su¡os diccionarios comerciales europeos de calidad, como el italiano
el aprendizaje de la especialidad no es cosa de meses, sino de años. t ác D"voto y Oli (1971), o el famoso de Zingarelli (10." ed., 1970), o
Wartburg consideraba necesaria una preparación de no menos dg el Collins inglés (1979), se han compilado con la cooperación de de-
ocho años pÍua quo los colaboradores de su Diccionario etimológico
c€a¿s de red¿ctores y consultores de muy variadas disciplinas.
fratcés fFranzísisches Etynologisches Wórterbuchl alcanzasen la Por supuesto, no son solo asesores de las ramas del saber los que
madurez científica y la formación precisa para asumi¡ esa tarea deli-
acompañan al lexicógrafo en su tarea, sobre todo en los diccionarios
cada que es la redacción de un artículo (1957: 214; cf. Schulze- do gan envergadura. El caso del Diccionario alemán, cuya redacción
Busacker, 1974:78). €stuvo durante muchos años en nunos de una sola o de dos personas,
La creencia popular de que para hacer un diccionario es necesario es hoy inconcebible. En los grandcs diccionarios el autor cs colectivo,
«saberlo todo», siendo la obra algo así como una emanación alfabé- aunque en él sea fundamental la figura de un diector, a quien está
tica de un cerebro privilegiado, no estuvo totalmente ausente del pen- cocomendada, entre otras, la misión de evitar que ese colectivo se
samiento de algunos lexicógrafos ilustres, como Littré y Murray, conviela en r¡n monstruo de veinte cabezas.
poseedores ambos de vastos conocimientos casi enciclopédicos, par- El equipo de redacción de un diccionario histórico, entendiendo
ticularmente el segundo (Murray, 1903: l2). Pero esta autosuficiincia por equipo el conjunto de personas que trabajan en su confección bajo
no solo no es posible, como ya señaló Johnson (1755: [7]), sino que un mismo techo, es de cuantía variable, directamente relacionada con
ni siquiera es necesaria. De hecho, el mismo Littré contó con la cola- la organización general de la producción. El Tesoro de la lengua fran-
boración inmediata de tres personas especializadas en determinadas c¡sa prssenta en la primera página del último tomo aparecido hasta
rarnas (Rey, 19702 142 y 144); y do Munay sabemos quo cada scrna- ahora (1979) una lista de unas cien personas, sin contar las pertcne-
na escribía entre veinte y §einta cartas de consulta a espocialistas en cientes a otros servicios radicados fuera de la sede del laboratorio.
distintas materias (Murray, 1977: 201). Hoy, cuando la marea de los Aunque esa cifra está algo inflada, porque incluye personas que cola-
tecnicismos exige cada día mayor atención por parte de los lexicógra- boraron solo temporalmente, es excepcional. Los equipos de los dic-
fos, se considera neces¿rio que personas con un cierto nivel de espe- cionarios históricos oscilan alrededor de las diez personas, de las
cialización científica formen parte del equipo de redacción (cf. Ior- cuales solo r¡na parte son verdaderos redactores
2e.
El resto, que suele
dan, 1957: 229). Los editores no solo lo están llevando a la práctica,
sino que adcrnrás cstablecen una red de consultores extemos para 2'Por cjcmplo: Funk and llognolls New Sla¡dard Díctionary of the English
completa¡ la información que ocasionalmcnte puede falta¡ en tal ¡ Langwge. 1,.,1 Prepared by more lhan 380 §pecialists aid other scholars, u¡der the
trpertisiot ol Isaac K Fu¡E Calvin Thomas, Fronk H. ,/¡ierirrl, New York 8¡¡d
cual campo. Así, el Suplemento del Oxford quc se es!á editando desde
London 1913. El Webster's Third (1961) cucnta, apafc dcl cquipo dc rcdacción,
1972, aparle de inclui¡ dentro de su equipo redactor a cuatro especia- cor¡stituido !,or 138 pcrsonas, con 202 consultorcs cxtcmos.
listas no lingüistas, cuenta con setenta y cuatro consultoros extemos, D En 1884, st publicarsc cl primcr fascfculo, cl equipo dcl OED cstaba formado
repartidos por varios países. Por su lado, el Diccionario sueco utiliza pof nuevc f,€rsonas: dircctor, trcs colaboradorcs dc primcra, t¡€s dc scgunda y dos
dc tcrcr¡e (Murray, 1977:169). Scgrln mis noticias, cl taller dc Muray siempre se
los servicios de un eler¡co de ochenta expertos e¡ diversas ciencias y
mantuvo &lredgdo¡ dc csta cifra. Téngasc cn cucnta, no obstantc, quc cn cl OED
técnicas (Ekbo, l97l: 48). No debe pcnsarse que este proceder es ex- funciona¡on más tarde simultáncamcntc otros cquipos de redacción. En cuanto al
i
150 l,exicografia histó¡¿q Las
ti"^pot los diccionarios hisúrtcos 1s1
"\ "l
(cesponsable» al frente de cada una (TLF, V]I,
constih¡ir un porcontaje mayor, desempeña otras funciones, igual- o¡ou»»-, con un
mente imprescindibles, pero colaterales a la redacción propiame¡¡s 1979: v)'
dicha. Un diccionario histórico, por la cantidad y la complejidad del
material con que tiene que oporar, se onfrenta siempre con el
fantas-
Que el número de red¿ctores sea una minoría dentro del equipq
no ha de sorprender. En primer lugar, no es fácil encontrar person¿g género, terminada
¡r¿ del tiempo. No existe una sola empresa de este
con la disposición y la preparación adecuadas, ni es fácil despues o o¡ marcha, en que la realidad
haya respondido a las previsiones (cf.
formarlas en el oficio, ni es fácil después conservarlas. Pero además, Z6sta, 197li 348; Casares, 1950a:'256-26O). Y en esto, así como sri
aun teniendo superadas estas dificultades, la exigencia de una mínim¿ ta'falu de dinero, está el enemigo mofal de osta claso de obras. Por-
uniformidad en la obra no hace deseable que la redacción ande dise- oue el alargamiento excesivo de su producción lleva consigo la dis-
minada en muchas manos, si el trabajo efectuado por estas ha de pa- continuidad de las personas, tanto las que la realizan como las que la
I sar después por el control de una sola persona, único procedimiento impulsan directa o indirectamente; y no solo las personas, sino por
I para que el diccionario sea un concierto y no una algarabia. supuesto la socied¿d y las instituciones en que actuan y a que están
La presencia inexcusable de un di¡ector-embudo en la producción somotidas aquellas. Cuanto ¡ruás largo es el tiempo, más alto es el
del diccionario hace que se plantee sombríamente el problema del riesgo de intemrpción, que será, además de la frustración personal de
i tiempo. Sin duda la solución estaría en hacer que el director trabajase quienes emprendieron la lucha, la pérdida de todo el enorme esñrerzo
aún más; pero, si bien nunca puede asptar a los mismos derechos quc humano y material invertido durante largos años. El cementerio de la
I

I un obrero manual, también es verdad que su resistencia tiene un ll- loxicografia estií lleno de tristes ejcmplos de diccionarios truncados;
I
mite. ¿Qué hacer, pues, si las horas de trabajo del dtector no pueden dos de ellos de esta misma Academia: uno es la segunda edición del

I
multiplicarse? Multiplicar al mismo director; cs dcci¡, hacerle com- Dccionario de autortdades, cuyo primer volumen se publicó eu 1770
I pafir su responsabilidad con varios suMi¡ectores, cada uno de cllos y no tuvo continuación; el otro es el Diccionario histórico de 1933'
al frente de una élula de redacción, quedándole al dtector el papel dcl que ya hemos hablado, el cual quedó intemrmpido en su segundo
do garantizar la unidad general de la obra, a través del contacto pcr- tomo. No os esto el único diccionario histórico fracasado: también la
manente con las entidades autónomas. Esto fue lo que se hizo, como Acadcmia Franoesa publicó, cntro 1865 y 1894, cuatro tomos de un
dije, con cl Diccionario de Oxford, y algo parecido se está haciendo Diccionario histórico de la lengua francesa que llegaron hasta el final
ahora en el Tesoro de la lengua francesa, en cuya lista de colaborado- de la leta A (Acadérnie Frangaise, 1865-94).
res se mencionan cuato unidados de red¿cción «de sin- Uno ds los dsterminantes principales del problema del tiempo
-llamadas en un diccionario histórico es el material utilizado para la redacción.
Si este material es escaso, se hace necesario enriquecerlo sobre la
marcha; si es defectuoso, es indispensable someterlo a continuo
número dc rcdactorcs propiamcntc dichos cn otros diccionarios, hc aqul los datos control, Ambas operaciones significan una rémora grave en el ritmo
rccogidos dircctamcntc por ml dc los rcspcctivos dircctorcs cn la Mesa Rcdonds dc de producción, si recafl¡ sobre el personal redactor. Pero no es difi-
Diccionarios Históricos cclcb¡¡d¡ cn Florencia e¡ l97l: cl f¿¡'contaba con 40 rc- cil preservar a este de t¿les distracciones, destinando una sección
dactores; cl Deufoci es lfórlerbuch, con 6 cn Bcrlín y 7 cn Gotinga; el Diccionario ¡odactora, con carácter permanente, al perfeccionamiento
succo, con 6; cl Suplcmcnto del OED, car. 14; el Diccionario holandés, con 4; cl
rial, cuya principal misión sería continuar el despojami
Dictioaary ofthe Older Scottish Tongue, con 6. ,\
::l
ilt;
rli
152 LexicograJía h istórico
Ios bras A el tiempo: los diccionarios históricos r53

tos con vistas a incrementar el fondo de fichas y a sustituir paulati- ouc hunda la mesa del redactor obliga a este, o bien a seleccionar
namente las fichas manual€s, de dudosa fiabilidad, por fichas foto- ¡¡gcipitadamente el material brisico para su trabajo, o bien a recurrir
copiadas lo. ¡ pnco científico procedimiento del muestreo, [o cual reduce a di-
Los diccionarios que hoy se realizan sobre materiales obtenidos msnsiones considerablemente modestas las resplandecientes ventajas
por medio de despojamientos electrónicos tienen, ipso facto, resuelto del sistema.
el problema cuantitativo. Frente a los nueve millones de fichas de quc Una de las estrategias ideadas para vencer al enemigo tiempo es
dispone el Diccionario htstórico de la lengua española, el Tesoro dc acometor la empresa de un diccionario histórico no tratando de abar-
la lengua francesa cuenta con cien millones, y eso solo para los siglos car toda la historia de la lengua de una vez, sino por etapas; sistema
xD( y )o(. Sin embargo, ol riesgo de defectos cualitativos no se elimi- que suele llamarse <<de cortes sincrónicos)», con un concepto de la
na con este procedimiento. Si en el Tesoro francés este riesgo se halla sincronía que quiá haría pestañear a Saussure, ya que apÍ¡rece apli-
l' bast¿nte reducido, ello se debe a que por ahora opera exclusivamente cado a perlodos que abarcan casi doscientos años. A este procedi-
I
sobre la lengua modemall. miento hay que reconocerle la ventaja de que, si se empieza por la
I
I
Pero el material electrónico tiene el inconvsriiente de que su mis. época modema, como hacen los editores del Tesoro de la lengua
ma superabundancia puede constituir un grave obstáculo de tiempo, ft¿ncesa, es mucho más accesible a la <<competencia»» lingüística del
puesto quo la ineludible fase de redacción sigue dependiendo exclusi- lexicografo, lo cual hace su trabajo más fácil y, por tanto, mas rápido.
vamente del elonento humano, igual que cuando se trabaja sobre Pero tiene el fuerte incoveniente de que con él se fragmotta la conti-
despojamientos de tipo tradicional s2. El torrente abrumador de fichas nuidad de la evolución semántica de las unidades léxicas estudiadas,
quedando bastante distorsionado el carácter «histórico» del dicciona-
x Matcrial dc xcrocopias y microfilmcs cr cl quc sc utiliza cn la rcclsborsción rio y quedando, por consiguiente, amenazada la propia identidad de la
dcl Deutschct Wdrtcrbuch (cf. Btbr, l9?l: 2t). Sobrc cl intcnto, tcmporslmcntc p8. obra total.
ralizado, dc rcnova¡ cl fichcro dc la Acadcmia sustituycndo cl fondo antiguo por Ahora bicn, el problema del desfase entre duración prevista y du-
uno dc fichas xcrocopiadas, v. n. 19. ración real se mantiene en came viva, sin excepción, sean cuales sean
rr As( [o rcconoc€ P. L¡bs (1971b: l4).
la estructüa y la infraeskuctua de las obras. Es indispensable intro-
'2 Cf. R. L. Vcnezky
(ext¡. cn Zampolli (1973: 123). Cf. también A. Du¡o
(1971: l9): «El mérito dc las mÁquinas sc ¡cducc muchfsimo cn favor dcl trabajo ducir en la organización correcciones periódicas sobre la marcha para
humano>». Téngasc cn cucnta quc Duro hsbla E propósito de los trabajos da la Ac¡. neutralizar en lo posible el coeficiente de retraso. Maniobra siompro
dcmia dc l¡ Cruscs p*a,tn Tesoro degli o¡¡bi¡i proycctado básicamcnlc robrc pro- compromctida, pues estas rectifrcaciones de rumbo, que recl¿rman
ccdimicntos mccdnicos. Recuérdcsc, asimismo, la opinión dc R. L. Wagncr: «Tc- grandes dosis dc realismo, debcn evitar con cuidado llegar al extremo
ncmos quc [...] bcncficiarnos, por supucato, dc las vcntajas técnicas rccicntcs, pcro
de sacrifica¡ el estilo, y no digamos la calidad, de la obra. Esta deva-
sin olvidar jamÁs csto: que cn fin dc cucntas un dicciona¡io es u¡a obrr dcl cspfritu.
Las máquinas, sin duda, nos ahorrarÁn ticmpo y csfucrzos; no nos dispcnsarán dc
cjcrcitar nucst¡s intcliganci¿ y nucstrs librc crfticD (Wagncr, 1957: 3l). Y la dc mcntc cn práctica los principios y las técnicas dc la lingúlstica. Tienc quc posccr
J. H. Fricnd; «En cscncia, [a confccción dc diccionarios siguc sicndo lo quc sicmprc h¡bilidad para infcrir cl significado preciso dc las locucioncs cn un contcxto, pa¡a
ha sido, una actividad humana quc axigc conocimiento, pcricia, juicio, habilidad c distinguir maticcs dc uso y g¡amática con frecucncia sutiles, pa¡a juzgar la ¡clativa
intuición. El lcxicógralio ideal [.,.] ticnc quc conoccr bien [a lcngua o lcnguas con probabilidad dc dcrivacioncs discutidas, para organizar los polifacéticos materiales
quc sc cnfrcnta, tanto cri la forma hablada como cn la escrita, y cn sus varicdadcs con quc opcra, y par¡ cscribir dcliniciones quc scan cxactas, comprensivas, claras y
históricas, rcgionalcs, socialcs y cstilfsticas. Ticnc quc conoccr y por¡cr cfcctivs- cconómicas. Ninguna máquina puede haccr esto» (Fricnd, 1969: 387).
§
154 Lexicografa his A et ti"*po' los diccionarios históricos 155

luación en poco se diferenciaría del aniquilamiento. Uno de los cani. cri los comielzos del siglo xv[, y en él se inscriben, por ejemplo,
-
nos más di¡ectos para degradar la obra es e[ de rebajar las exigenci¡¡ fr Diccionarios de las Academias Francesa y Española. En cuatrto
en la redacción. Confeccionar un artículo de diccionario histórico cs ¿iccionarios históricos, en los países anglosajones se han sus-
taroa refrnad¿ que ni puede hacerse alegremente ni puede encom€o. "los siempre sobre la ayuda de universidades, fundaciones priva-
átado
darse a cualquiera.
das y personas
particulares (cf. Aitken, 1971: 40-47). En los restantes
¿Qué solución queda, cuando se quiere componer r¡n dicciona¡io nalses (salvo en el caso del Diccionario
catalán, de cuya fmanciación
que abarque toda la historia de la lengua, que esté redactado on ¡¡ y" el Estado, consciente del singular alcance
Lort, hablé antes) es
nivel de calidad aceptable y cuya producción se encierre dentro dc . incluso de alta política, de este tipo de ernpresas, el que
un plazo moderado? Teniendo a la vista la experiencia ajena, la solu. "oitorat,todos los gastos. En Francia, lal vez la nación que con más
ssufle
ción estaría en formar pacientomente, desde el principio, redacto¡es
rcalismo ha comprendido siempre la honda impofancia del
idioma, el
cualificados ent¡e los cuales se pudieran ir escogiendo poco a poco
despliegue de medios que se han puesto al servicio de la
producción
los jefes de nuevos equipos de redacción. Sería preciso probar una y aleccionador (cf.
dol Tesoro de la lengua f¡ancesa es irnpresionante
y oÍa vez con gente joven que viniera aceptablemente preparada y I¡nbs, 1971). Y, desde otro ángulo, tambien es aleccionador que el
dispuesta (dos cosas distintas), y seleccionar solo a los que acredita- Instituto de Lexicología Neerlandesa, de Leiden, editor del Dicciona-
ran auté¡tica capacidad. Pa¡a mí es evidente que ol trabajo simultánco rio histórico neerlandés, sea mantenido por las dos naciones a las que
de varios equipos con plena dedicación, autónomos, pero coordinados
osto idioma pertenece: Holanda y Bélgica (Tollenaere, 1971: 5l)33.
por un director general, es la única forma racional de lleva¡ a cabo El Diccionario histórico de la lengua española se publica gacias
una obra de esta índole. I una subvención que el Gobierno estableció expresamente a favor
Un ilustre académico de hace un siglo escribió unos versos in- dol Scminario de Lexicografia en el Decreto de ñ¡ndación de este,
marcesibles (más por su contenido que por su forma): subvcnción canaliz¡¡da a través de la Rcal Academia Española, de
En guen? y cn amor cs lo primcro guien depende y en cuyo seno funciona el Seminario. El mecenazgo
el dinero, cl dinero y el dinero. dcl Estado es algo consustancial a la existencia y vitalidad de las
Reales Academias. Claro que la palabra mecenazgo es quizá r¡n,po-
Pues bion, igual que en la guerra y el amor, también en los dicciona- co grandiosa; no es obligatorio incluir siempro en ella la idea delgo-
rios históricos el dinero es primordial, La envergadura de esta clasc nerosidad, ni aun la de decoro. Al menos asl lo han efltendido con
de obras hace que sean siernpre caras y que pocas veces hayan sido frecusncia los gobiemos. Sin embargo, es justo recordar que esta
planteadas como empresas con rentabilid¿d material. Todavía en una Academia Española recibió del monarca fundador, el primer Bor-
primera época se atreven con ellas las editoriales privadas: asl ocu- bón, pruebas tangibles de autóntico interés por la institución y sus
rrió du¡ante medio siglo con el Diccionario de Grimm; así, con el de actividades, decretando en 1723 una renta anual, con carSo al im-
ll Lit§é; así, con el de Tommaseo y Bellini. En nuostro siglo ya es ex- puesto del tabaco, destinada a la publicación del Drccionario de aulo-
cepcional un caso como el del Diccionario de Salvatore Battaglia. rklades (Academia, 1726: rco<w). Felipe V tuvo una intuición clara
El impulso desinteresado, ya por parte de entidades cultuales pri-
vadas, ya por parte de los gobiemos, ha estado prescnto en los gran- 33
EI Instituto de l,cxicologla Nccrlaadesa cs sostcnido eri dos terccr¿s partcs po¡
des diccionarios no históricos a partir del de la Academia de la Crus- Holanda y cn una tcrcc¡a partc por Bélgica.
t56 Lexico graJía hist, \
de la importancia que esta obra tendria para la ilustración de la ¡a,
ción, y gracias a la gran visión del rey (y al pequeño sacrificio de lq
fumadores) pudo salir a la luz en un tiempo increíblemente corto ¡¡
libro que no solo es hon¡a de su época y fundamento del prestigio ¿¡
esta Academia, sino la piedra angular de la lexicografia española.
El Diccionario histórico es una obra de importancia paralela, ¡¡
nuestro tiempo, a la que en el suyo tuvo el Diccíonario de autorida-
des. Esta destinado a ser el inventario más extenso y document¿do dcl
8
léxico español, aba¡cando en toda su amplitud los siglos y las tien¿g
sobre los que se extiende nuestro idioma; pero solo podrá serlo, y 6¡ CUERVO Y LA LEXICOGRAFfA HISTÓRICA.
un plazo razonable, si dispone de medios proporcionados a la magui-
tud del propósito. Es evidente que hoy tales medios son suficientes
solo para mantener el motor en marcha; pero nadie puede esperar quc
con el simple mantenimiento se vaya a llegar nunca a la meta desea-
En Thesaurus, t. )OO(VI, 1981, págs. 335-38, don Jaime Bemal
da. Como siempre, será fácil alegar la crisis económica; y, como Leongómez ha publicado una nota en la que me reprocha no haber in-
siempre, no será dificil replicar que, a pesar de la crisis, se gastan sio clüdo el nombre de Rufino José Cuervo entre los de los autores de
demasiado mi¡amiento importantes cantidades en actividades seudo- diccionarios históricos, dentro de mi discurso de ingreso en la Aca-
¡. Como
cultu¡ales. Será necesario que nuestros gobemantes se den cuenta, de {emia Española, cuyo tema era ese subgénero lexicográfico
cl autor de la nota supone benévolamente que es imposible que yo no
una vez, de que la lengua, la lengua oficial, tiene un papel vefeb¡al
conozca el Diccionario de cons¡rucción y régimen, su conclu§ión es
en la vida de una nación, y que cuanta más atc¡rción se dedique a los
quc la ausencia dcl nombre ilustrc es «un olvido imperdonablc». En
trabajos orientados a su mayor difusión y a su conocimiento más pro.
su opinión, yo no quise, por alguna razón desconocida, destacar la
f,rndo, mayores serán los beneficios para la comunidad a la que esa
obra del rubio Jilólogo colombiano. Dice, nada menos, que ((un aca-
I lengua sirve. Será necesario que nuestros gobemantes recuerden que
i démico de la Penlnsula desdeña olímpicamente una obra que es gloria
la lengua española es lo único que de verdad nos une radicalmente
I de la América hispánica y desconoce desde ahora u¡ valor tan g¡andc
con una veintena de países cuya cooperación estrecha, cuya herman-
y de tan reconocida proyección universab». Y llega mi censor a asu-
dad con el nuestro, os r¡no de los bienes m¡Ás deseables hoy para todos
mir la representación de toda la América hispanohablante p¿ua pro-
nosotros, Y será uecesa¡io también, aunque esto ya lo enuncio como
clamar que <<ofends a todo el mundo hispanoamericano el indiferente
un bello sueño, que esos veinte países que habitan con nosotros en la
y desdeñoso desconocimiento de una obra de los quilates del Diccio'
misma lengua unan su esfuerzo al nuestro p¿ra llevar adelante una
nario de construcción y régimen».
obra que es igualmente suya y que está igualmente llamada a fortale-
cer su propia personalidad dentro del mundo.
' ¡Publicado cn Thesaurus, Boletíi del Institulo Caro ) Cuefto, xxxvll (1982),
647 -s21.
I Lat palabrus e4 el tieñpo: los diccio¡arios histórico¡, Madrid 1980. [Es cl
cgpítulo preccdcntc dc estc librol.
a--'-'____"___"4

158 LexicograJía h I yld lácogralía histórica 159

Antc alegato tan abrumador, yo me sentiria ahora mismo imp¡. .hundantes autoridades apoladas
por este, sino también su distribu-
sado a implorar perdón, no solo a la noble memoria de Rufino Jog It cn acep"iot es y sus enunciados definitorios, salvando siempre,
llü¿m"ote, las diferencias de objetivo, de método y de criterio
Cuervo, sino a tod¿ la América de lengua española, en nombre de l¡¡ que
cuales se erige en acusador mi amable crítico. Yo lo haría, si hubis¡ o aribas obras. También en otro ¡§pecto, la Academia ha
r.vón p¿ua ello. Pero ¿es posible que alguien crea seriamente que ¡¡ "ro-t su ap.ecio a la obra de Cuervo cooperando con materiales
l ñostrado
pobre ñlólogo español pretenda, con una pueril conspiración de sile- ¡¡-g*n"ot en la preparación de 6 de los 12 fascículos hasta ahora
cio, mermar la gloria del gran maestro colombiano? Por otra parte, s6 puUlicados por Instituto Caro y Cuervo, de la continuación del Dic-
diría que las palabras de mi reprensor van cargadas de una suspicaci¡
"t
'rionorio de constntcción Y ré§men2 '
que poddamos llama¡ nacionalist¿ y que es necesario disipar cuants I Cómo se explica, entonces, la omisión del
Diccionario de Cuer-
antes: parece como si qüsiéramos oponer lo español a lo colombiauo uo árni panorama de los diccionarios históricos, omisión que tan
o a lo hispanoamericano. Siendo la lengua española la morada com¡¡ s¿ve dcsazón ha causado a mi estimado comentarista? La tazbr. está,
de todos nosotros, con todo derecho los americanos hablan de <rnues- íh dud¿, en el distinto sentido en que él y yo entendemos el sintagma
tro Cervantes», como los españoles hablan de «nuestro Rubén¡>; y por «diccionario histórico».
eso mismo, es perfectamonte natural que, pensando en la patria lin- No creo que sea demasiado dificil extraer de la lectu¡a de mi tra-
güística y no en otra, los estudiosos de mi país asiglemos un lugar d6 bajo, dedicado a los diccionarios históricos, cuál es para mi el con-
honor en la filología española a Rufmo Jose Cuervo, uno de los dos ccpto de este tipo de obras. De manera bastante explícita se dice en la
nombres (ol otro os ol de And¡és Bello) más ilustres de nuestra lin- por su
úg. 152Ú" que «los diccionarios históricos [...] se distinguen
güística en el siglo xx. <<En el profundo conocimiento de nuesho propósito de catalogar el leico de una lengua sobre la base de una
idioma en 1896 Juan Valera- nadie hay ahora en España clocumentación que abarca toda la historia de esa leogua». Tal vez no
-decía
que compita con dou Rufino Cucrvo¡> (Valera, 1896: 906). Y, si sc sc¿ ocioso recordar quc <<léxico» cs el coniwto de todas las utidades
me permite hablar de mí mismo, diré que precisamente a Cuervo de- igniftcativas de la lengual, no un sector limitado de ellas, y advertt'
bo mucho de mi formación. Es uno de esos maestros de quienes nun- por consiguiente, que en ese propósito señalado de calalogat el lexico
ca se termina de aprender: modelo, entre otras virtudes intelectuales y no se apartan los diccionarios históricos do lo que se llama un diccio-
I humanas, de lucidez, de equilibrio, de mesur4 de cortesía. nario «de lengua» (es decir, un diccionario general). Genéricamente'
.
Añadiré más: desde el punto de üsta lexicográfico, nadie duda pues, un diccionario histórico es un diccionario «de lenguar», y es so-
l qte el Diccionario de conslrucción y ré§men es wa obra de singular lamente lo histórico su diferencia ospecífica. Interesa subrayar que
relieve. No solamente por el rigor del método oste concepto no es inve¡lción mía, sino que es el universalmente ad-
-el más serio
puesto
en práctica hasta entonces cn la lexicograña española-, sino por la mitido por los lexicógrafos y, en especial, natu¡alrnente, por los lexi-
penetración de los análisis sernrinticos y el acicrto de las definiciones,
I cualidades ambas habituales en sus artículos. En la redacción del D¡c- 2 vésns€ lss i¡hoduccioncs dc los f¡sclculos 5 (1974),6 (1975), 7 (1975), 8
cionario histórico de la Academia Española a la que estoy di- (1976), 9 (1976) y l0 (1978).
-tarea !ü lll dc cstc libro].
rectamente vinculado desde hace veinte años- se tienen a la vista, [Pág.
¡ Por citar solamcntc dicciona¡ios dc terminologfa lingülstica, cf., por cjcmplo,
para aquellos vocablos (por desgracia, muy escasos con relación al
Lóza¡o Ca¡reter (1962), Pci (1966), Dubois et al. (1973), Mounin (1974), Rcy-
corpus académico) que han sido estudiados por Cuervo, no solo las Dcbovc (1973: 88).
160 b lticograJía hisrórica
LexicograJía his Cueno y 161

cógrafos históricos. En las dos Mesas Redondas Internacionales quc, a pesa¡ de su carácter diacrónico, «el Diccionario de construc-
¿¡
Lexicografia Histórica, de Florencia (1971) y Leiden (1927), se
6- ¿¡ón y ré§men no es un diccionario histórico y etimológico en senti-
maba como base este mismo concepto, y ni una sola de las ponenci¿¡
do estricto, pues tales aspectos no son Jines en sí mismofs,l, sino me-
leídas en ellas lo puso en tela de juicioa. Est¿ tradición, aceptada psr
dios para explicar el verdadero ssntido y uso actual de los vocablos,
todos los especialistas, es resumida con toda claridad por Josette Rey-
cirounstancia en la que esta obra es un fiel reflejo del pensamiento
Debove: «Tenemos coshlmbre de llarnar diccionario histórico a q historicista, según el cual una lengua en un momento determinado no
diccionario de lengua que informa sobre la historia de las palabr¿5¡ 9s ruás que una consecuencia de otros estados anteriores, El ospecto
(Rey-Debove, 1973: 108).
diacrónico, pues, no es más que un método de descripción tingüísti
El Sr. Bemal pÍ¡rece, a primera vista, aceptar el criterio unive¡s¿¡ a» (ibíd.:30). [Las cursivas son mías].
de los lexicógrafos cuando declara que «es ap€nas obvio que el D¡¿-
¿Será necesario recordar que sg trata de un diccionario de sinla_
cionario de construcción y régímen no es estrictamente histórico». po ¡ú, como con absoluta claridad manifestó en todo momento su autor?
ro inmediatamente se aplica a demostrar que «reúne muchas de lu Est¿ condición determina de modo tajante la macroestructu¡a de la
condiciones para serlo». (Por cierto, al intenta¡lo, engloba en su apo- obra, que se limita exclusivamente a las palabras a que afectan los
logía, algo confusamente, a Cuervo con sus continuadores, lo cual problemas «de construcción y régimeor ssctor notoriamente res-
podria induci¡ a los lectores no iniciados a creer que el masstro acG fingido del léxico general-. -
Que, una vez hecha su selección de vo-
pió sus autoridades «desde el Mio Cid hasta Cien años de soledad»). c¿bulario desde tal perspectiva, Cuervo decidiera a la seriedad
Y considera que la existencia de esos <rvalores históricos de real mag- -fiel
científica que siempre le caracterizó- tratarlo con arreglo al método
nituór es motivo suficiente para reprenderme por mi «imperdonable historico exigido por la lingüística de su tiempo, no cambia un ápice
olvido» de la obra de Cuervo al tratar de los diccionarios históricos. del objetivo propuesto. Es cierto que, con la aplicación dc ese móto_
En pocas palabras: mi atento ce¡¡sor cstima que, almque cl Diccio¡a- b, cl Diccionario da mucho más do lo quc promctc su tlh¡lo; poro no
rio de construcción y régimen no sea estrictamente histórico, es imper- debemos perder de vista que, en la organización de cada artlculo, el
donable no incluirlo entre los diccionarios estrictamerite históricos. hilo conductor es siernpre ol estudio sintáctico, y que en ñmción de él
Para dar mayor peso a su razonamiento, se apoya en la opinión de ostán, y a él se supeditan, no solo la utilización de las autoridades, si-
José-Alva¡o Porto Dapena, quien, en un pasaje áe su importante libro no el minucioso análisis semántico.
sobrc el Diccionario de Cuervo (Porto, 1980: 29), dice que ((esta ob¡a Tenemos, pues, un diccionario «selectivo o restringido», co_
es en realidad el primer diccionario histórico de nuestra lenguar>. La- mo dice Porto (1980:2), o «especializado», según la terminología de
mento disentt en esto de Alvaro Porto quien me une cordial Bemard Quemada (1968: 100-l0l): opuesto, por tanto, a un dicciona_
amistad desde los años (allá por l97l) en -con
que él colaboró en algunas rio general o «de lenguar». Le falta, por consiguiente, una de las dos
do las tareas del Diccionario históríco de la lengua española-, si es coordenadas que, con aneglo al conso¡tso de la generalidad de los le-
que estas palabras suyas han de tomarse al pie de la letra; pero me in- xicógrafos, definen los diccionarios históricos, Sigamos el ejemplo de
clino a creer que no ha de ser así, puesto que poco rnÁs adelante dice rigor metodológico que tantas veces nos dio el propio
-""rto-Cu"._
vo. Si estudiamos una materia, tenemos que empezar por establecer
a su concepto con la mayor precisión posible; y, r¡na vez
Vé^i* Tavolo Roao¡da sui Grotdi l¿ssici Storici (1973) y proceedings of tle hjado, atener_
Inter¡atiotol Round Table C.on/erence ot Hislorical loxicography (lgg}). nos a él y respotarlo. El Diccionario de construcción y
Secoñd rigimen es un
,
T
162 Lexico graJía h istóriso

diccionario de sintaxis redactado según un método histórrco,' sacar de


aquí la conclusión de que es un diccionario históríco equivale a sn-
sa¡rcha¡ a¡bitrariamente los límites que los lcxicógrafos han señal¿d6
al género. Y no olvidernos decirlo con palabras de Alfonso
Reyes- que <<el camino
-por
hacia la ciencia es el camino de las denomi-
naciones univocas» (Reyes, 194O: 7 1).
Cuestión diferente con olla tormino- es la gran importancia
-y
que, secund¡¡riamerte a su objetivo, alcatlza el Diccion¿rio de Cuervo
9
en la lexicograña española. Ya he dicho antes que no solo no es dis-
cutida por mí ni por nadie, sino que es reconocida por todos. El EL DICCIONARIO HISTÓNCO DE
Sr. Bemal asegura que <<en cualquier trabajo que se emprenda para LA LENGUA ESPAÑOLA.
destacar obras lexicognáficas de gran envergadura debe nombrarse,
obligatoriamerte, la obra del filólogo y lexicógrafo bogotano». P€ro
el Sr. Bemal, cuidadoso lector de mi habajo, sabe que este no se cs- l. ANTEoEDENTES
cribió <tpara destaca¡ obras lexicográficas de gran cnvergadurar», sino
para exponer la historia y problcrnas de la lexicografia histórica, es- Todos los diccionarios españoles tienen como punto de refe-
pecialmento la del español. Sí habría sido grave que, er una enumora- rencia obligada el primero que compr¡so la Academia Española, en
ción de fuentes del Diccionario histórico de la lengua española, htt- 172G1739, llamado de autoridodes por haber seguido el modelo que
biese omitido la obra de Cuervo, como lo habrla sido no citar, por los ac¿démioos de la Crusca habían acreditado, según el cual cada uso

ejcmplo, cl Yocabuloio cspañol-latino dc Nebrija, o el Yocaktlario léxico iba acompañado dc una cita litcraria como «basa y ñ¡ndamc,n-
de Mio Cid, de Menéndez Pid¿I, o el Tesoro lexicogrófco, de Gili to» (Academia, 1726: n). Como las citas se tomaron de <dos autores
quc ha parecido a la Academia han tratado la lengua española con la
Gaya. Pero en mi exposición, que tenla un llmite de extensiótr y en
modo alguno pretendía ser un tratado exhaustivo, no era esencial, e mayor propriedad y elegancia»», es oüdcnte el propósito normativo do
la obra, en la misma linea de las otras compilaciones académicas eu-
incluso la hubiera desüado de su primordial objetivo, la presencia de
ropea§ de ¡a época.
ese y otros muchos aspectos del complejo mundo de la lexicografia
histórica. Sin embargo, el Diccionario español de 1726 prcsentaba un com-
Es muy diguo de estima el entusiasmo con que el Sr. Bernal se ponente descriptivo que lo singularizaba frente a sus congéneres flo-
entrega a defender la memoria del inmortal Cuervo, Pero os lástima rentino y francés. No era su fin «smendar ni corregir la
-decla-
lengua [...], sl solo explicar las voces, frases y locuciones» (Acade-
que se malogre en alancea¡ a enernigos imaginarios. Hay formas mu-
más arduas, es cierto- de mia, 1726: w), sin exclut las voces «provinciales¡» ni las de «la geri-
cho más positivas y fecundas
-también
rendir homenaje al filólogo ejemplar, y que sin duda están al alcance
gonza o germanía¡>. Coexistían en la obra, pues, la dimensión pres-
criptiva y la descriptiva, cn una tensión simila¡ a la que se ha señalado
de mi apreciado comentador.

lPrd'blicado ca Intenational Jounal of l,aicography, VIII, 3 (1995), 203- f 91.


164 Lexicografia hist,órica EI «Diccionalio histórico de Ia lengua e'spañola» 165

en otro gran diccionario del siglo xvuI, el de Samuel Johnson (q¡ cionario de autoridades», cuyo nombre evidencia un propósito
Read, 1986: 37). die- de volver a editar la gran empresa abandonada. -sare
Cuando, en 1780, por razones que hoy llamaríamos de mercado,
la Academia produjo su segundo diccionario, que era sustancialnente 2. EL
ppJ¡,{ER D¡cc¡oN.qn¡o r¡stónrco
una versión abreviada del primero (llevaba el mismo título que este,
El primer proyecto de diccionario histórico trazado por la Acade_
con la adición reducido a un tomo para su más fácil uso), la reduc-
ción de dimensiones del libro impuso la supresión dústica de todas mia esli ligado precisamente con ese sentimiento de deber incumpli-
do resp€cto al grut Diccionario de 1726. En 1914, el di¡ector de l¿
las citas. Pero con ello desaparecían las pruebas de las voces y por
tanto el carácter científico mas evidente del Diccionario. Corporación consideró que ya era hora de poner en ejecución el pro-
A este cambio extemo se une, en el Diccionario reducido o Ésito, tanto tiempo aplazado, de llevar a cabo u¡a nueva edición del
,<rusual>», una acentuación de la tendencia normativa en detrimento de Diccionaio de autoridades, y encomendó a la Comisión que llevaba
este nombre la redacción del oportuno plan. Este es justamento el
la orientación descriptiva trazada con bastante decisión en el Diccio-
momento germinal del primer Díccionarío histórico español. El dic_
nario de autoridades. Alo largo de los siglos xx y rc<, el criterio se-
tamen de la Comisión fue muy claro: ya no era ticmpo de componer
lectivo y purista ha sido la principal guía de los académicos en lo re-
diccionarios «de autoridades», sino diccionarios «históricos»; por lo
lativo a la incorporación de voces y acepciones en las sucesivas
cual proponía la publicación «de un diccionario que no sea el wlgar,
ediciones de st Diccionario. Sin embargo, la Academia en los ú[ti-
ni uno que sea nueva ampliación erudita de este, en que vengan a re_
mos tiempos parece convencida de haber superado esta actitud res-
petirse los vocablos con las autoridades expresas en vez de las implí-
trictiva: en el prerámbulo de la edición de 1984 se lee que «no ha
citas o no expresas que ahora tiene; sino otro d€ mayor empeño, que
guiado a la Academia un espíritu de purismo y limitación, sino que el
prcstc otros servicios, a saber, uno que contenga los materiales acu_
Diccionario rccogo voces y usos wlgares, junto a la tradición litcra-
mulados y otros nuovos, si preciso fuese, a fin de que constituya el
ria, y acepta de la ciencia y la técnica los términos quo entran con
diccionario histórico de nuest¡a lengua, en que aparezca la evolución
tanta fuerza en la lengua oral y escrita, incluso en su uso cotidiano»
de las palabras, tanto en su forma como en su significado, rinico mo-
(Academia, 1984: vu). Pero el Diccionario manual de la propia Cor-
do de que pueda estudiarse la vida de nuestro idiomar» (Academia,
poración (1989), al registrar do manera adicional gran caritidad de
l9l4: 8).
r¡sos corrigntes no acogidos por el Diccionario r¡sual, hace que pon-
Aparte de las instrucciones generales contenidas en el p/¿n, no se
gamos en tela dejuicio la exactifud de esas aseveraciones.
preveía en él la constitución de un equipo de redacción, En realida(
La desviación del originario ideal de objetividad del Diccionario
parecía darse por supuesto que a la Comisión del Diccionario de Au_
es consecuencia de la mutilación de las autoridades perpetrada en
toridades le tocaba por natualeza este papel, aunque por la magnitud
1780. Los mismos ¿cadómicos conservaron a lo largo dol siglo xD( un
de la tarea se pedía la cooperación de todos. Durante una quincina de
resto de mal¿ conciencia por haber sepultado al Diccíonarío padre.
años e[ director hizo en vano reiterados llamamientos a los académi_
Hasta 1817, con mayor o menor desgana, siguieron trabajando en
cos en demanda de colaboración en la obra. Al fin, en 1927 se em-
aquella segunda edición del Diccionario de autoridades de la que
prendieron los trabajos decididamente. A mediados de 1929 se firma-
solo habían conseguido sacar el primer tomo (1770), Entrado el siglo
ba contrato de edición con la Casa Editorial Hernando (Seco, l9g0:
:o<, aún funcionaba en la Academia una Comisión llamada «del Dic-
'r-

166 I*xícograJía hisrórico de la lengua española» 167


EI «Dicc ionalo

35 y 62l= pág. 131 y n. de este librol), y poco después ya estaba en [bro]). Pero la obra iniciada en 1933
ya no llegaría a ver publicado su
la calle el primer tomo del Diccionario histórico, con fecha 1933. Te- tooo III. Las gestiones emprendidas en 1946 por José María Pemrh,
nía 1 1 08 páginas y abarcaba toda la letra I . director de la Academia,
y por el propio Casares, secretario, con el fin
Ni en la portada ni en los preliminares de este tomo I constab¿¡ de dollr al Diccionario histórico de la ayuda estatal necesaria para su
nombres de director ni de redactores de la obra; sí, en cambio, la lis¡¿ cotrtinuación, no dieron como resultado precisamente la prosecución
de todos los académicos de número, así como la relación de todos los do la obra, sino el inicio de una nueva.
acadómicos correspondientes españoles, hispanoamericanos y e¡- No hay noticia de ninguna previsión rospecto a la extensión y al
tranjeros, oxactaments igual que en cualquier edicií¡ del Diccionaio tiompo del Díccionario histórico de 1933; pero, si juzgamos por lo
vulgar. Era evidente el propósito de presentar el trabajo como un pro- oue llegó a publicarse, se habría concluido en 1963, con un total de
ducto corporativo mrás de la Academia. ász volúmenes, dando por supuesto que cada tomo como el II-
La realidad, sin duda, era otra. Cuando, en 1936, se publicó el to- tres años después que el anterior y -
descontando del ritrno re-
saliese
mo ll @-Cev: 1034 páginas), en la página de los académicos de nú- gulu los años de la guerra. De no haberse producido esta, y de haber-
mero había un apartado titulado «Comisión del Diccionario de Auto- se mantenido invariable ol comprás de tres años, la conclusión de la
ridades» que registraba los nombres de Ramón Menéndez Pidal, obra habría llegado en 1960.
Emilio Cotarelo y Mori, Francisco Rodríguez Marín, Julio Casares Pero todo esto es hipótesis irreal. El hecho es que hubo una guerra
Sánchez, Vicente Ga¡cía de Diego y Armando Cot¿relo Valledor. Y a y que, tras la intemrpción impuesta por ella, se desistió de la publica-
continuación, los <rPonentes pa¡a ol presentc tomo [II]»», que eran so- ción del diccionario emprendido. La Academia consiguió que el Go-
lamente &es de los miernbros de la citada Comisión: Vicente García bierno crease por Decreto el Serninario de Lexicografia, organismo
de Diego, Julio Casares y Armando Cotarelo. Todo hace suponer que depcndiente de la Corporación, con el fin de llevar a cabo la obra del
el trabajo de los red¿ctores habría sido supervisado por el resto dc la Diccionario histórico (15 de noviernbre de 1946; cf. Ac¿demia, 1946:
Comisión, y que la función de los demás académicos no pasó, natu- 472); pero uno de los primeros actos del di¡ector del Seminario, Julio
ralmente, de mero respaldo. Con toda probabilidad, el tomo primero Casares (elegido en diciembre de 1946), fue plantear a la Academia la
se debió de redactar en forma análoga. consulta de si debía continu¿rse como hasta entonces la redacción del
Diccionario histórico o si so prefería comenzar una obra de nuwa
3. Lr cn¡s¡s planta. La decisión de la Academia, por unanimidad, fue la de empe-
z¡¡ nuevamente la empresa (Casares , 1947b: 476).
Se ernpezaba a trabajar en el tomo torcero cuando estalló la Gue-
En realidad, estaba bien justiñcado el abandono del trabajo ini-
rra Civil (ulio de 1936). A los pocos meses, una bomba incendió el
ciado, puesto que no cumplía los presupuestos cstablecidos en el Plan
almacón editorial donde se guardaban las existencias de los dos pri-
geneml de 1914: se había dicho claram€nte en esle q¡d,e el Diccionario
meros tomos y la pequeña parte impresa del tercero. A pesar de este
no debía ser una mera repetición de los vocablos del Diccionario v,tl-
desastre, cuando en 1939 se abrió de nuwo la Academia, reanudaron
gar <<con las autoridades oxpresas en vez de las implicitas o no expre-
heroicamente las tareas del Diccionarío dos de los tres redacto¡cs
sas que ahora tiene», y que en él había de mostra¡se «la evolución de
anteriores, Casares y Ga¡cía de Diego, si bien pronto se redujo el
las palabras, tanto en su forma como en su significadon. Ahora bien,
equipo a uno solo, Casares (cf. Seco, 1980: 62 Í: píg. 132 n. de est€
en los dos tomos publicados, la microestructura del Diccionario his-
T
I
LexicograJía histó¡¿q EI «Diccionar\o hístórico de la lengua española» 169
I
168

tórrco se ajustaba con visible fidelidad a la del Diccionario común do diales era mejora¡ la calidad de las fichas existentes. La otra era me-
1925, sin exponer la evolución ni formal ni semií'ntica de las palabr¿s, ¡orar cuantitativamente el material, no solamente en las dimensioncs
I '"ronológica y geográfica, sino en el tipo de documentación (textos no
I Y, como diría Casares años más tarde, «en la msnte de los organi2¿-
dores del Plan, el adjetivo hisúrtco no correspondía propiamente ¿ literarios) y en la densidad del despojamiento de fuentes ya utilizadas.
las exigencias de la lexicografia moderna fundada en principios histG Además de esto enriquecimiento de los materiales léxicos, es decir,
ricosr> (Casares, 1951a: 3). Y en otra ocasión: «A pesar de ese título documentación de las palabras, el Seminario de Lexicografia em-
ambicioso, se trataba de un simple "Diccionario dc autoridades", mu- prendió la recogida de materiales lexicográJicos, csto es, documenta-
cho mrás completo que el primitivo, lo que le d¿ba cielamente g¡an- ai6¡ acerca de las palabras (referencias de diccionarios, vocabularios,
dísimo valor, pero no correspondía en modo alguno a lo que exige la rcvistas filológicas, estudios lingiiísticos).
lexicograña modema de un diccionario que pretende llamarse "hist& Desde 1947 hasta nuestros días, esta actividad accesoria del Se-
!
I rico"r» (Casares, l94Ea: 8). minario de Lexicograña no se ha intemrmpido nunca, si bien es
cicrto que su máxima intensidad corresponde al período que termina
I
A esta inconsistencia metodológict del Diccionario histórico de
1933 se unía una grave deficiencia documental, de la que habían sido cn 1960. Del alcance de este trabajo da idea el hecho de que, en 1947,
ya bien conscientes los redactores. <<Para componer un Diccionario scgún Casares (1948b: 494), el número de fichas contenidas en los fi-
histórico de la lengua española al cual no faltase ninguno de los re- chcros de la Academia era de algo miis de cuatro millones, y que cua-
se leía en la Advertencia del tomo I rcnta años después habían pasado a ser más de onc¿ millones.
quisitos hoy exigibles
- -, sería
preciso rehacer, por medio de un esfuerzo ímprobo y de no escasa du'
ración, una gran parte de los elementos acumulados y extender la 4. E¡. ¡«.¡wo D¡cc¡oxen¡o ¡r¡srón¡co
busqueda y entresaco de voces y modismos a multitud de obras hast¿ A diferencia &l pimer Diccionario hislórico, cl nuwo no nacla
hoy no cxploradas con csto fin, tarea que necesariamento habría de huérfano de justificación teórica. En la sesión prlblica con quc sc
llevar consigo un largo aplazamiento de la publicaciónr> (Academia, inauguraron oficialmente los trabajos del Seminario de Lexicografia,
1933: v). En efecto, los materiales léxicos utilizados pata el Diccio- su di¡ector ma¡caba con nitidez la distancia enlre el Diccionarto co-
nario de 1933-36 eran de procedencia casi exclusivamente literariq mun y el histórico y señalaba la necesidad de este último en la lin-
aba¡caban tan solo desde el Poema del Cid hasta 1900, y excluían güstica modema:
virtualmente todo el español de América. Dentro de ostas limit¿cio-
No nos hagamos ilusiones. Mientras nucstro Diccionario oficial
nes, la distribución de materiales era muy desigual: frente a la abun-
no quiera rcnegar do su tradición y do la sobcr¿na función reguladora
dancia de testimonios de los siglos xvr y xvr¡, el xx estaba represen- quc lo car¿ctcrizá, no podrá aspirar nunca a ofreccrse como una rc-
tado discretam€nte, y pobremente el xvru y la Edad Media. Por otra presentación cabal dc Ia lcngua española, de toda h lengua, y no p-
parte, los mismos redactores se quejaban de las irregularidades for- drá servir para cl conocimionto plcno y cicntlñco de la misma, de
males de las fichas almacenadas (Academia, 1933: vul). igual modo que un censo de habitantes no servirfa para basar cstudios
No es de extrañar, pues, que incluso antes de que se estableciesen dcmográficos o cstadfsticos si incluyera tan solo a los ciudadanos con
las ca¡acteísticas del nuevo Díccionaio histórico, cl Seminario de certificado dc buena conducta. Bicn están, cuando están bien, los dic-
cionarios académicos para cumplir su misión pcculiar; pero la filolo-
Lexicografia se dedicase afanosamente a ((sanear, completar y unifi' gfa modema no sc contenta ya con operar sobre una selección dc vo-
I
car los materiales» (Casares, 1947b: 477). Una de las tareas primor-
170 LexicograJía h hisürtco de la lengua española» 171
EI

cablos, aunquc sea copiosa: exige que se ponga a su alcance la trot¡li. este momento, el ritmo previsible para la publicación de los tomos
naturalmente, de los elementos con que se cuent€ y del
dad dc los hechos lingüísticos a que ha dado lugar la evolución y 6 dependcrá,
qu" se aplique a la realización del proyecto. [...] A la luz
cimiento del idioma desde su nacimiento, y tanio le interesa p¡¡ ¡
estudio el arcafsmo como cl neologismo, Io castizo y lo bárbarq, l.
"rio"tro
de un moderado optimismo ['..1, cabe admitir el rendimiento me-
plebeyo o lo culto, lo general o lo local. Lo único quo lc importa al dio de un volumen cada veintiocho meses, a razón de Íes años para
filólogo es que no falte nada. (Casares, 1947a: 180). cada uno de los cinco primeros tomos y de dos años para cada uno de
los diez restantes, lo que dala un tohl de treinta y cinco años,
más los tres de preparaciíÍ lreinta y ocáo. (Casares, 1948a:.24).
En la misma ocasión, Casares proclamaba como dechado de dis^
cionario histórico el Oxford English Díctionary (1884-1928), señ¿-
lándolo como modelo concreto para el nuevo Diccionarto histórico En 1951 se eAit6 una Muesta del futuro diccionario, con 12 pá-
español. Esta idea se haría patente ya en los aspectos más externos dc qinas de artículos redactados, con el doble fin de servir de rodaje a
-los
la obra: formato, características tipográficas, publicación en fascícu- redactores y de pedir opiniones y críticas a los académicos y a los
los. Y también en la petición de colaboración voluntaria para el enri- hispanistas y romanistas de todo el mundo. Tras esta experiencia, cu-
quecimiento de los ficheros (Seco, 1980: 37 l= pág. 134 de este li- yo iosultado fue muy alentador, se emprendió la preparación definiti-

bro]), que por cielo, muy al contrario de lo ocurrido en el caso ia del Diccionario. En 1960 apareció el fascículo primero. Los diez
inglés, no dio fruto visible. primeros fascículos completaron el tomo I en 1972 (cl:o<w + 1302
Pero también se vislumbra el modelo cn otros aspectos más pro- paginas), y con los diez siguientes se ultimó en 1992 el tomo II (crc<rI
fundos que constituyen las líneas básicas del proyecto español. Así, la + 1242 págnas).
extensión ideal que proponía Casares cra de quince tomos con un to- La exposición más pormenorizada y exacta de las ca¡acterísticas
t¿l de 16.000 páginas, y el tiernpo total que prwela para su termina- del Díccionafio hisrór¡bo se contione cn el Prólogo del tomo I (1972),
cscrito no firmado- por Rafael Lapcsa, a la sazón ya di-
ción era de treinta y ocho años (Casares, 1948a: 13 y 24). Estas cifru -aunque
se aproximaban más a las de Oxford que a las de cualquier otro dic- ¡ector de la obra. En é1, veinticinco años después, se d¿ forma madu¡a
y definitiva al Proyecto de Casares (1947), desarrollátrdolo y actuali
cionario histórico, Sin embargo, es evidente su optimismo si se ob.
zíndolo.
serva que el modelo oxonierise terminó la publicación de sus diez
volúmenes (doce en la reimpresión de 1933) en un plazo no inferior a
El objeto del Diccionario es la lengua española en tod¿ su exten-
sión cronológica y en toda su extensión geográfica' En un primcr
cincuenta y dos años, incluyendo seis de fase preparatoria no
-dato
ignorado por Casares-, Pero se justificaba el di¡ector del arln nonato
momonto so establecieron los lfmites diacrónicos entre mediados del
siglo xn (otra analogía con el Diccionario de Oxford) y el tiempo pre-
Diccionario histórico español alegando que en nuestro caso la situa-
sente; poro pronto se adelantó el límite inicial hasta las voces románi-
ción inicial era mucho más favorable que en los proyectos analizados.
cas que aparecen en documentos latinos de los siglos vuI al xu.
(Con esto parecía aludi¡ a la existencia previa cn la Acadernia de unos
ficheros lóxicos, que para otras obras había sido necesario crear par-
El campo diatópico del Dlccionario comprende, además del espa-
ñol de España, el de todos los países hispanoamericanos, Filipinas y
tiendo de cero). Y proseguia asi la exposición de sus cuentas:
las islas lingüísticas en otros palses, como el judeoespañol de las co-
Hay motivos fundados para cspcrar que en el plazo do unos tres munidades sefa¡díes y el español de los Estados Unidos' Se acogen
años podrá darsc por terminada la etapa preparatoria. [...] A partir d€ todos los dialectos modernos del español, y para la Edad Media se in-
172 LexicograJía alúo histórico de la lengua española» 173
Et «Diccion
a escasa o nula vigencia o a nivel de uso, no se dan
cluyen aquellos dialectos laterales hermanos del castellano que fueron como las relativas
absorbidos por ól: el leonés, el aragonés y el mozárabe. ixplícitamente, ya que los textos que acompañan a la definición ilus-
sobre ello'
En cuanto a la vertiente diastnitica, aunque la principal fuente de fan por sí solos suficientemente
información es la literatu¡a, se procr¡ra superar el riesgo de compone¡ ia definición, en principio, se redacta exclusivamente a partir de
un diccionario exclusivamente de la lengua literaria (aunque alg¡¡1 los testimonios de uso
que constan en las fichas. Sin embargo, con
fuentes lexicográficas, si es que no
crítico, precipitadamente, afirmara que era este el preciso propósito ftecuencia es preciso recu¡rir a las
del Diccionario), y se da cabida lo más amplia posible a todo tipo ds soo estas las únicas disponibles.
En otros casos, la insuficiencia o la
carencia total de datos para definir obliga usar
fuentes no literarias pertenecientes a disti¡tos niveles. No se excluyen a fórmulas vagas, o
los tecnicismos rigor, elementos extraños al sistema-, si bien bieo conjeturales (señaladas con interrogante), o, en situaciones de-
-en
sometiéndolos a una prudente criba con el fin de controlar su temible sosporadas, la de «voz de significado desconocido». Este descono-
frondosidad. cimiento nunca es por sí solo causa de no inclusión de un vocablo, ya
El estudio atento que para la redacción del Diccionario se lleva a que, por e[ contrario, se estima útil para el progreso del conocimiento
cabo del material léxico almacenado en los ficheros está permitiendo histórico del léxico llamar la atención sobre los problemas que aún
desenmascarar algunas voces y acepciones fantasmas que, a voces están Por resolver.
desde tiempo inmemorial, estan alojadas en las columnas de los dic- En un diccionario de esta índole, el propósito principal de las de-
cionarios usuales, empezando por el de la Academia, del cual se nu- fmiciones es dar al lector una orientación suficiente, omitiendo in-
tren todos los demás (cf. Alvarez de Miranda, 1984a y 1988; Seco, formaciones enciclopedicas y suministrlíndole no más aquellos datos
l99lc: lM). El Diccionario histórico registra estos espectros, pero quo para su competencia sean válidos. El redactor se despreocupa de
los ma¡ca con un estigma especial, investigando sur causaa y demos- las tautologías y do los círculos viciosos, que serían censurables cn un
trando su irrealidad, dicciona¡io do uso, porque c¡¡ cste ultimo las definiciones rernitcn a
En la microestructua, el artículo estií orcabezado por la forma un código que es el propio diccionario; pero quc son aceptables en
normal de la palabra en la lengua escrita de hoy, seguida de las va- uno histórico, ya que en él el metalenguaje hace referencia a un códi-
riantes gráficas y fonéticas que esa palabra ha presentado a lo largo go extemo a la misma obra.
de su historia. Sigue, enhe paréntesis, la etimología, expuesta de for- A la definición sigue, en letra poqueña, una sección ese¡rcial en
ma sucinta. Se evitan las disquisiciones y las discusiones en osta ma- este tipo de diccionarios: las autoridades que dan testimonio de la
teria, pues, por más que la etimologla sea un dato particularmente üda y do la historia del significado o el sentido definidos' De los
importante en la historia de una palabra, la misión de investigarla co- textos de uso que cn el material responden a la definición en cuestión,
rresponde a otro tipo de obras. el redactor selecciona, para publicarlos en este lugar, el más antiguo
A la marca gramatical sigue rma Íuuca no constante, la diatópica, y el más modemo, y, entre uno y otro, cierto númoro de pasajes que
solamente presente cuando consta que el uso no corresponde al espa- atestigüen la persistencia del uso a través del tiempo. Estos materiales
ñol general de España. En esto se sigue aparentemcnte la práctica del se sop¿¡ratr tipográficamorte en bloques diferentes, según sean de la
Diccionario académico común; sin ernbargo, si hay en el material al- Edad Media, de la epoca clásica o de la época modema. La norma
guna constancia de uso en oho país además de España, se procura ha- ideal ha sido no inclui¡ rnás de cinco textos (ahora tres) para cada pe-
cerlo patente a través de los ejemplos aportados. Otras indicaciones, ríodo, pero el número se rcbasa con frecuencia por necesidades con-
I
,] 174 LexicograJía histórico de la lengta española» 175
Et

il cretas de ejempliñcación, especialmente de colocación, de sinta¡i¡


o de localización geográfica. Una orientación, sin pretensiones ¿s
. , El método de las ramas sernánticas
Oxfod English Dictionary- -experimentado
ap¿¡¡oció expuesto
ya con éxito
detalladamente
lt)l exactitu( acerca de la mayor o menor vigencia de una voz en uDa
sa_al
¡or Casares (1950a: 7l-91). Esta ordenación ramificada da una pers-
determinada ópoca, se ofrece por medio de la cifra que figura al fi- occtiva tridimensional a la evolución serníntica de la palabra, frente a
i nal de un bloque oonológico, indicadora del número de fichas so- '¡ pcrspectiva plana ofrecida por la tradicional estructura «lineal»,
brantes del material (cuando las hay) que no se imprimen. que es la propia, entre otros muchos, del Diccionario común de la
La estructura de un artículo eslí por principio sometida a la cro Academia y del primer Diccionario histórico. Se obtiene asi utra vi-
nología. Las acepciones se orderian de más a menos antiguL dc sión más acorde con la realidad bullente de los cambios semánticos
acuerdo con la fecha de la primera autoridad respectiva. Sin embargo, (Seco, 1980: M l= páE 141 de este librol).
esta secuencia no se acata de manera ciega, y con razón: habitual_ Para terminar con la ostructura central del artículo, falta advertir
mente, la polisemia no se produce siguiendo un proceso cronoló_ que, a diferencia de la gran mayoria de los diccionarios españoles, las
gico lineal, sino a partir de una fragmentación del significado ffi cxpresiones pluriverbales no se relegan todas juntas al final, después
antiguo en racimos de nuevos significados, nacido cada racimo de al- de la secuencia de las acepciones, sino que se situan en el lugar que
guno o algunos de los semas de ese significado primitivo, y llevando les toca por su cronología y por su significado.
luego cada uno do esos brotes una evolución serniíntica propia, para- La parte final del articulo está constituida por dos secciones
lela cronológicamente, en todo o en parte, a la do los otros. por su- breves: una, de indicaciones morfológicas, donde se hacen notar las
puesto, cada rama es susceptible de fragrnentarsg a su vez en dos o particularidades de este tipo encontrad¿s en las citas: femeninos,
más líneas semánticas divergentes. Se forma asl, entre todos los vás_ plurales y flexiones anómalos; diminutivos, aumentativos, superla-
tagos, un verdadero árbol gencalógico de acepciones (Seco, 1980: 4l tivos, etc.; la otra, de información lexicográfica, donde se d¿ cuenta,
[= pág. 138 de cste libro]). Ds &cucrdo cotr esta visión, dice Lapcsa, cuando los hay, de aquellos diccionarios generales antiguos y mo-
dernos que han registrado la voz en cuestión. En el tomo I esta últi-
oper¿mos con divisioncs semánticas dc distinlos grados: la serie, la
subscrie, la accpción y la subacepción. En cada seric se reúnc un gru- ma información ss intercalaba cntre las autoridades de cada acep-
po dc accpcioncs emparcntadas, segrin el orden de primeras fechas. ción registrada; a partir del II, los diccionarios generales solo
[,..] Dcntro de una scric pucde haber grupos menorcs o subseries dc figuran citados en el bloque de autoridades cuando ofrecen el pri-
acepcioncs, con su orden particular; y denho d€ cada ac€pción las su_ mer testimonio de la acepción o cuando hay algún otro motivo ex-
baccpcioncs pcrmitcn rcgistra¡, como a$ndiccs al significado gcnc- cepcional que lo justifique.
ral, usos espccializados o varicdadcs suyas; dc cst€ modo pueden ar- La ejecución de esta tarea y de todas las actividades periféricas a
moniza¡sc la succsión tempor¿l y la continuidad semántica. El orden
olla eslá encomendada, como queda dicho rnás arriba, al Scminario de
dc las serics sc indic¡ con nrlmeros romanos; el de las subscries, con
may'usculas; el de las accfriones, con numcración arábila seguida a Lexicografia, departamento depcndiente de la Academia, subvencio-
todo lo largo dcl artlcu¡o; y cl dc las subacepciones, con minrlsculas nado a través de ella por el Estado, y establecido dentro de la misma
del alfabeto latino. [...] Cuando cxcrpcionalmcnte se requiere mayor sede de la Corporación. El director, según el Decreto de fundación del
subdivisión, acudimos a las letras del alfaboto griego. Q_apa4 1972: Seminario (1946), había de ser un académico; pero los nuevos Esta-
xu). tutos de la Academia, implantados en 1993, admiten la posibilidad
de que la di¡ección esté encomendada a lma persona ajena a la
176 LexicograJía h istórica

Corporación. La secretaría general del Seminario está en manos


de
uno de sus lexicógrafos, al que se da el título de «censo»» (tomado
de la tradicional estructu¡a académica). El siguiente escalón, la jefat¡_
ra de redacción, ha conespondido, segrin los momsntos, a rma, dos
o
tros personas, con diversos nombres: <<académico redacton», «redactor
jefe» o «redactor especiab». Estos redactores jefes orientan y dirigcn
el trabajo de.los redactorss, cuyo número ha sido también va¡iaüle,
entre un máximo de veinte y un mlnimo de tres. por ultimo, los auxi_
l
liares técnicos son responsables de importantes servicios generales
para la elaboración del Diccionario, como biblioteca, fotocopia, pro-
cesamiento informático de los originales redactados y hace
-desde
pocos años, en que so sustituyó la composición tipográfica conven_
cional por la autoedición- maquetación definitiva de las páginas del
texto.

5. PnosrrM^s y pERspEcr¡vls
El problema gene ral del Diccionario histórico es el mismo de casi
todos los grandes diccionarios generales y, muy eri particular, de to-
dos los diccionarios históricos: el error cn los cálculos iniciales relati_
vos a la extensión y al tiempo de elaboración.
Hoy, transcurrido casi medio siglo desde que se publicó el pro_
¡
yecto en que so prevelan quince tomos de Diccionario, con un total
de
16.000 páginas, para publicarlo en un plazo de treint¿ y ocho años,
incluido el período de preparación, es evidente su iocumplimiento.
Los tr€s años de preparación se convirtieron en doce, y los tres años
dc redacción y publicación de cada uno de los primeros tomos han si_
do-en realidad doce para el primero y veinte para el segundo. ya en
1957 de que se publicase el primer fasciculo-i dijo Lapesa
que «el-antes
plazo que se calculó al principio [..] hoy en día nos parece
demasiado optimista: nos daríamos por satisfechos si pudiéiamos
go" la obra pueda terminarse para finales de siglo» (Lapesa,
?T]:.
1957:27). Desgraciadamente, la realidad ha demostradJque ümpoco
E

va a ser posible esa deseada satisfacción.


-.. -E'^r' o loti'
I

¡FT -Ev
(,
== tr f.¡j
9.9 á' l\
E'F
o
r.
o iÉas
8!óro
§ E'F 6 l§
ls.
5C'
Er 1f §
,lc
(! I a ** gFg§§ÉÉÉsÉÉÉi ld.
¡o-
EF H,g.§'F F á.i 8.
M
Fl!F:
.ANTIGÜEDAI) 5 ANTIGaJO

b) m. y f. Chil. (No¡t. Chico). 2a3:cortñnbr. .rtlr... .taao RDo!C¡¡^Á


tcrno dorBt. cr to prolutdo d' ¡u 'lE¡ b¡lo ur s¡.,o (ula) 62r M. m¡niló q¡. t illr......r
moÁtór d. .ntliü.d.d..: t .bor' " t' drlo Antepasado. IJ. m. en Pl. .o¡ ¿¡ .n to¿. .úI.¡ . l. .!V¡u¡ V.!.r¡. do..'
o.. ¡... ,. ¡U". ¡Gr¡cl" Dtott + 7 \§a4 DEct ./? Y ¡nr.. lot .¡l¡aúcd'd'r .l¡ c¡ tú ..e.t., ra99 C.¡.t¡r'¿ ¡X [hrl:
'
""..t. d.cl¡n qu. .¡l¡¡¡ ¡ rod¡. tl.r.... Pr.u.rbto .. .!tl.o. quc quúto .l mtndo .., o
b) Arcalsmo, Palabra o expresiótr + raeS N!!¡rra. &. 1611 Cov^rnulhr cr.c., o d.c.Gc. + r2¡a stclos rr Y xnrl¡ f.n_
rlruo, 63 .n¡Iao, 3r¡tlquo ¡ .ntvao).
atrticuada. Cf. antigEalla ecep' 3' d' 74. ./t ¡trrlsuo. 1726'1992 Ac' 1767
T ..ros (¡786), &. 1ú29 GurY^Rr A,/o, 5&r: l¡.l.v.t nuculr
1?43 MrzG).zG^Yo3o, R. Gr'r' c¿tt' 2E1: rr.r.r oluld.r 1.. bu.¡.. co.t¡úbrc. ¡ñtliu'.'
Arch.l!ño o A¡tigü.d.d. l¡ Flaur¡o autigüela. f. Cdr. SanSliiuela. tB76 R.lo., Dt.blot E trt. Tol. 2¡ (1903)
.. to ó1.ño qu. A!t¡au'lt'. 361: Co.lúñbrc Út.c{i.tm. r60l M^¡¡ax^
^r.h¡l.Eo
c¡..1. E.ú.r¡ d. h.bl.r q 1975 ALD!C., l¡m. 3¡9 D¡P. 3o2 lct¿' fut E r. t sa,2r, No hPI.¡ .1 d.uér lo.
Róm¡Éor .n D..l.rt! ¡u.u.. ¡ñ1.1.d.. . l. .n_
5. Cosa á¡ti8ua o que eriste desde aDdgueía. v. arti_. rr¡u.. .tOrt.15 lar, vtc^ fill.,o 'trcó'
hace tieñpo, rr963) 28.661: t¡ i¡|..¡r Eé contcrra,.urquc
l¡¡.'5.55 Tor¡ Do E¡..tIó ¡ (1500) 50d: E' ar¡tiguerrero v. adü'. .. ¡¡r¡ru¡. r6a4 V^Nrao, ?. A|oloa. Í.,'1t'
Moy.¿n úu, ..üruo qE. lod.! l.! ¡úlla¡'d'' anti¡uerrlllero, r^. adi. Chil¿' 13.66: ttu.loc¡|. té h.té .l 'omDlrc
stli<.r¡¡o .. cl cni¡Gro d. rú t¡.io qu. ca l'
d.. d. lo. trl.ro.. I é.i. .i bucn 'rtuD"lo Cont¡aio a la guerrilla o lo3 guerrille-
oucd. ll.E.r ,¡.¡t. d. .t .!t¡aol.!ióo ¡'tDlt... + 2O1 !l'
:¡."i. rou.ll. ou. .. úa. ¡útlro¡ d. tod¡i I" c|.os ¡vlrvn (¡ót¡suo. 6.otl¡o).
.rtlru.!. 1629 Gusv^M i.¡,,61v': D¡o"' r96e Oioz (¡¡C¡ )O( 239') 1977 El Pdlt 1729 r'!¡roo T.dtro \ll lO2: Al ¡o h¡lló ¡'
I. .6.r ñlr ¡úr¡ru¡ .¡trt lotl¡. 1.. ¡nrta!'d¡' 21.ro.to 2 lPÉ77 rgaz./v): Op.r.cior" hlrtorl. t,..1 .n {n ¡ntlsuo p.9cl quc " co!"r_
rt... Do.qr. ¡ Dio.. ai lo. D.¡'¿o' l' vl'ron ru.ñttl.ñ.. Ut. p.lrull¡ tod..l.n' "p"r 'n¡i_ "'L'.n ¡l ¡..hlro d.l P.l¡(¡o. r75O Tv¡Lt¡_
Drlnctgio, n¡ to. fútqro! l. ,.raú lln- "r
;..o¡td¡ Dor u¡ h.llcópt.to ¡ poco! k¡lóo'rro! ato¡t ¡¡ot¿tt. (1796 XI) ra8: E¡ br.v' "l'n /
b) Ruina, monuñelto u obra er_ ¿. l¡ l.oot.t¡ cor Mor.ñblqué .... ti.o.¡ nod.rño. / ¡nt¡súo' ñ'1"'
.ldo dcl.c!.d.t ur¡d.d.. gu.rilltr¡r ñt'lon¡' ae71 c^LDÓ. e..o,o (1905) r4?i Ab'tó l'\a¡_
tlstica de tiempos anüg!o3. Cf. antl- Itrt.., !9?9 E t¡.U¿ IDECí I93' !/v): s' v.!¡ d. uñ. rr.n cómo<l. .ñtlsu. chrD"d' d'
Sualla acep. 1' a. nl.r.. r o.rttctp.t .! 1.. .cc¡o¡.r ¡rtlgu'rri -'.fr v mrd;.D.rl.. \e66 C.1a la¿¡ot 279:
E' RR. Cotó¡. I (la56l ii.;. iear M.r¿.io lst9o ) l,Dld'): P¡rtl_ El Hor;lllo .. c...rlo trl!t., do¡d. todo hu'l'
¿¡lrg ErR¡{ALDtz
cúl¡r.r d.téct.!o! l¡. o!érac¡on.. Údaú"rl' i v¡.lo y Du, poco . .ntlsuo ¡ea4 P^zr'l¡' O
352: Vldo .nt.ll.d.! l¡. ti.tor¡.. dél bu.r r', Ho^br., ll99o, 135r El proDl.h! d' r¡!
D Alonú d. Ar.rón. I¡l.rr. d. C¡'tlll', '¡ ¡¡dauo v
.¡óÁ...nlt.lo. rln.s v lo. n.dlo. 'r(¡ntlaüo.
. ot!.. úúch.. oú.rlll¡! . ¡Átl3o'' antlguerrismo. v. anti'. coñp¡.jo. + 2,tO srclos xvnl'xx
á'd.r d¿ Naool.r. ¡rl¿ 359: V.úl.t [.Á l. ¡r_
^l¡b..tro. '
n¡d¡t ro<l¡; ¡¡..¡ti¡q.hÉ. . co.¡' rlqul'n aDtigüetat v. á¡tigüedad.
or¡ i ¡c¡¡tc¡ .rr¡ll.d¡. .¡ Al.b¡.tto l¡¿! aEtigüez. l./¿¿r. Antigualla. b) docurre¡to -' ley a¡ldgua,
E7oIt rr?t rA7A,5A7tt úrtquh.i" l testlme[to -. v. docürD€rto' ley'
\,Fftútto^ Pd.di.tu l9ír l¡. údao.d¡d", '6rz r95r Arc^rl -: A¡rlgu¡U. 'n
VA,¿¿l.r'-
T.m... Pir¡o¡d.¡, A!co., T¿ñ' bdÍ ru. .ccD.lo¿.. Ood.., r.éó ) 'Er¡ ün'
plo., tt.., qu.¡t.r¡d G.L t.t ^¡nt..tro..
G¡ .il.ncto + ¿ ¡!t¡i¡l.t .l i..tld'o qu. ll.v.b. Pu..ro' c) r¡. Relato o fábul¿ I?1. cf. lat'
antigüeza. f. ADtigÍedad. Cf anti' rDéd. antiq¡¿ fábula', Mitl.llat W'
¿r166-?6 s^rra Glrttuol!,lz..,lll" ttt' giücdld sc.p. 1' a y ttrti8uo acep. 2'' .121O-5O Al.r.,¿.. lú.. O ! 193')
I r.r¡o. D.duor dG pÚ.dá ¡ol¡'
119s6) r60r Vl .r45O C^¡¡ar¿s. D. S.¿l¿ C.¡i (¡9¡6) 85: 2r2?d: Enuió to. Dió¡ por..ro '¡v ¿n 'd
rqÚ"t¡'
fl¡. dG b.rt¡!t. rru..o. D. otr.. .. tc' rod'' to co!o§.. lü qüa¡t .. ¡¡ ñ'ld'l v lrl"' ,.n¡d.. / por d.¡<obrir l¡. co.¡. qu'
;r..r-r.ñr.r d. ún. t.r. dé.lto [ ]. Yo. .._ dr. á. tu
^dn r.tldo. C.l. cu., coóo .¡ vl.lo, p'_ úon "'
cord¡d¡.i / co... ..brát 9or óo. qu''rt'¡
vi- foma co.ccDt. qu. b.hl. .ldo tu'blo r.9..l Por.ntiau.,r b. or'hÓ'
d¡.blo. qu. rr.n r¡b¡d¡.. / ..r¡tr 1.. ¡ "'
'ün
;r.ñd; .qüGll. !.rtr!.d.d. 1E36 L¡r$ ir¡o mctld¡¡. lM, P,. Xv 2269¿: En 'o¡ó^1"'
,r,1., lll I2l: -M¿rld. h..ldo ¡r.¡ clüd.d -ln_ aatigüidad, artigiltd¡t v ánti- ñ-'.rt.t.., Er. t97s, 2291¿t E. tc"tlcol ñ'tl'
r.rruño¡ ¡l hoFür. dG l. tdátc¡ón. ponl¿!do_ gücd¡d. dr¡. S.t, L ñ. VAlu.t¿r 19?6 l'ttr?"t'
áó¡ c¡ c.Eltro Dú¡ r.corr.t lri .¡dao.d'dcr'
comPra ¡lnu8lleúaqe§, anucuarro' L¡' o) aor. acosumoraoo o naDlular'
..r dond. p.d..ló ñ¡rt¡.io S.nt¡ AÚhlt¡ +9 cr2Eo Yl¿ol Maro, (1936) 32ó: Como 'lau'
andqulrt! acep. 2t. ui.to .l u¡ll'no.
re6a LPZGutr!ñu v,..' ¿l'!' lctottortd'l 'ndu'Ido
Mr cubdltl. d. ulll dr.to. to.n¡r .t c'ñl¡' r'
c) Obieto, Irecue¡teñetrtc srds_
;¡rr.r¡ d.l lor¡r ..suto Gt .¡tiao 9o' t'1" ro'
tico, interesante o valioso 9or scr snti_ antiguo, gua, a¡rtico, antlgo' an- r.r.. Dor ort.G Dodr¡¡ d'dlb¡r' 15ao flo'
guo. Cf. ártigurtlá acep. 1' b. tlqüo, .¡§8o, ar§¡Euo, ardgoo' !¡c' ,. .o ¿rc..2: Ll.r6 Roil¡úont. 'n¡qo / 'Ú rn'
d$a. (Dcl lal. dnl¡qur.s o anu'vsi-ta ri,uo v¡lor mo.tr.ñdo. l6la E3tr¡EL ll¿t!"
17A1 M.ño?i¿l ¿i,. ¡ f.hr. 98: Dot oi,.,¿, 116571 39: En ¡ul.tdo 'lló' v 'l'"¡'
ño. M.rou¿. óuv ¡6Gior¡do .l ..rudl' ^n'tl'
d' l'¡ lofina Ín. attigto 3e iúrpooe tardla- .on d.r.. lo. ,Ell'Jo' 'lñ 'lm'
.nüso.d.d.., h¡bf. c.udo I D J¡'lnto Ñ¡l' Ínanlc s dntigo qot ']Dn. del f. d'tligta' ror...on ¡ .ú co.tuúbr. ¡út¡l!' l¡'
"on.Ll¿o ltc'vot-' /
16 co¡ Doñ.
'comoc¡r¡rc
¡lurli¡¡, bur d' u' ñco
dc anlíqlo.) ¿.,¡r ñ.1 dc ru. ¡ño. , d'l aoul'ño d' r¡
f ..1. Doú¡ l..b.l. oua'r d'l Úd' R..'rl,l¡c¡. t l¡. l¡u.!dGr¡.
dü¡.Io. .r. 6ut ru. v t.tl¡ .n 6"0' t'l'r ' lñ.ttc. a.oc r¡l dGl .rtlculo: do;..t|¡. v R.l¡aio.o.. r626 qutvlDo
l" "".-. ¡ies Moarl¡t, L vtó|. h¿ti. t I. R.Lttdo .9Gn' o co... srr.¿, (1955) ?56,205: PülÓ' d'r'cholodo'
rrr67t 2!O: Ful r v.r .l cé|.brc r¡bln'tc d'l Qu. Dro..d. d..tr¡. 'r 'l t¡'ñpol ¡'l..lr r.ca. v lu.ro .Dp'cé ¡ t'p""o¡o' '-l¡
i..ó; d. HuD.ch. Loobr. ltr.rruldó. .lc bu'no¡ ^. ¡..D.. l' .5r. l;. ¡.to. v .tul.ro. d. l. t'd con lo' 9'r'
.6Áoctñ|.ñto. .n l¡ ,1.1.. , .nda{'d'd"' ob_ A, qs. .. ¡hú. ¡tra. .n .l ri'ñ9o: tc','' v.r r¡ o.;c.l¡ ll. ñoni.l:.u.ndo Drot vm'''_'
'nno'
¡.rutñr. v ¡f¡bl.: ñ..nr.nó.u .ot.c.¡ó' I l' r¡bu.ri -o{. ña..r. d¡.blo ¡v lot'r' hor'
v-"¡c¡tio¡ ¡nt¡¡uo¡ o r¡ro..t ¿ll"'rtc' l'n' 'n t vo ¡ ro'
ru¡. f...1;.d¡cl;rér óúv..r... pl'nch" d' l¡. i.Ltldo . ti.EDo: !c.D.. l5 t7' ^¡"" I. ..á¡ ¡ñtlru.: .ñ91.t'
ll',i:, il5fi l.i
Y
;.*i,
ñrd... con 1.. l.trt. ar.b.d...n r'n'v' t" l' Itl, Unldo , "t"¡" et" "' ;xl,',::,.Ti.';'i:::
Mñ.uñ.áto. d. 1.. .rtc¡ d. lo. .alp.tor. arl'' Dr.u. ¡dc. d. tot.¡¡d.d: ¡c'P rt' ;'i, "' é:;¡; t-d.'.rn t".'". r¡i lorn¡d"hov 'r
r6a6 -BL rcó i""'j"üi"i i".-¡t.', v " t'ñbr¿r 'l
itt, t.u..tor.t (190a) 112: En ¡¡. D¡r.6" poñ' I. Relcrido a Pcrs. o cosa. r.f.rtdo (.m¡no .l .¡ttloo v ñ" r'¡¡'
drémo. lodo !¿¡.ro d. .huch.rl.t, qu' 'l'tl' ,q. Quc Proccde de strá3 en el tiém-
ra. tü ñl.m¡ .n lt. d.rd.. dc ¡útlltl'd'd6t' e) Conocido de tiemPo atrá3'
oór.¿l¡n¡.. blh.lor!, .rr.tuit.. 9¡r' trcrñ' po. Dicho especialmente d€ tierr$'
i. r". -,.Ut.., ts27 AozP^.Á.co E Ctol' l. ¡dl. Que existe desde hace tiern' ¿1216 Po.ño fC,t'¿|" (190'r) 216¿: Non
,ra9¿: t¡r hll. .l ctr¡crér d. .nl¡¡ücd'd t'oró' ;;;.;. qúi.n w¡rr..t.r. vñ rv'o /
.¡.1 conc.pro d' fó'x'-' oo o de¡de hece mucho ticmpo' Fr'c' "":;-:; Iol'r 6uv 'ntv_
!I... lund¡ménr.l (El d,i¡l non c¡¡tvleln¡ v¡ci¡.ttttvr tdlto''t
leel Sour{Á. A P.lt Stn lo m'ruo er¿r' in contraposición, expllcita o impllci "; tPd.,,t.rtt t ¿o'.ttt" t'zt'
l' d'ó
Abrlr uñ¡ ri¿nd. dc rñ!¡su.d¡d'¡ c¡ b"t'rt' ta. con,tu¿oo o , odarno A veces con ii v...¡e ¡,.¡¿" (1979) 103: Nopo"rtr
.ó:i6ro. + 23 srcLos xv¡l¡_xr' connot¡ción apreciativa, en contraste i"^^rr" o¿to¡l.o ¡qú.ll¡ rr'¡pu"l' ñ" Dor
;i;:; "¡" ; m¡ndó rqur r'Po'¡r' noñDr'
6. Pcrcotra antISua. Cl andguo 'i".i l"i-
q.. lo. srr'¡o' Dor 'ü
accps. 2'a 4', "il"tJ:,.,. ¡rr¡
A,t¿,.. (¡s2st ?: D. ru!u6o'r
:,''»,",'i§:;:, ¡l ;:;
Y
r767 Tlrilros (¡?86): -: I ') u'ú'o ñ¡' .¡^. ¡..,1 D.r.Gbdcro.ñti¡uo
q'qu'
u'qu"d
crrtrr *::','l':u""iT;'t Io'.s§trÚ'
lo¡ Col.i¡¡¡cr ú¡vor.. .l Col'll'¡ 'n ¡. s.tclo M.rc.r..o .t rd m'r_
""J -o¡¿n tl."to^ Úo)no' ' áú¡
+
.¡t¡ruo d. lo..crurl.. ra36 t^rr ^rr' lu
^k¡lr .¡t.ñ: .r d. iD.. .!lt.t¡ ú.qu' rd ooxnÓ-'ño' é."i..ir".t'....t",'. quc ¡iGñDr'
.¿ ut. ..-¡ d. rlo d. P'ro' 922 boñ
12r: -Méri<tr h. li¿o s..¡ clud'd -tnt'mñDr ""
rl hóúhr. d. l. lñdic¡ór. 9on¡éldooo' 'n ct_ g:: 3l::: iíl[ffi ::i,:;' l';:".i'[""ff : 1605 CExv^rE3 Q¡t l 2 5r El ftmo'o
ntro o.rt r.coñ.r 1.. .ñti¡l¡'d¡d" , 'ttul'ft :
¡ñí'ú¡r' .¡n¡ll.ro don Qultor. d' l' M¡ñch'' d'r'ñso
It ooc ú"'dI' dc s,.rr¡r.r; (1912) 78: c¡r"" Otd I (¡e5o)-ve: i'¡ oc¡o¡r¡ ptsm¡¡. tubió 'obr' 'Ú r'ho&
'1" '" ' urciro Nit ,.¿t., tlt't 't¡l¡7r: -r'n6' iii¡ c.¡ O¡r¡. s §¿t..¿or A'tlldo''L'ra'
s*::' i*i
Du;H' lt¡¿.
- f. .l t¡ vlé,'' q!' s.'d.to.nrlooo 1111
..,. .r'rrrho. E¡ñ¡t. vi.l¡ ..u:
h.ct. ¡:ño. v ¡ñor qu. úo tumrb'' toñó 'l ttbro'clt'' .'l:i:fAnrvso
:i"'"::';::,:'"?: 16'¿r:- " ri':':.riximí::t'.:i:
l duo qu' l' ñl'crrcotat'.oc
r.. ¿. un [.ño¡ón v ú lo DÚ'o 'r mó
l'
lo'
l' ii'"iili.i-1iáó.i ""H:::
. ¿r3oo
iis.: rltóó t-
Eñbl6nc., Eniú.nto .l ñoto
'r .,:;i":t::;.:1ll;,':'¿,1ü; iiá J;i,"':,"i',i!i
"G ;E,i*:.- 3,,Tj'.' fi¡.. "TiÍ.li:,y'
"::'
«DiccionarÁ histórico de ta lengua española»
177

F El alejamiento de la meta temporal no solo


se debe al desfase en-
¡ic crilculo y la realidad en cua¡to al tiempo previsto fara caaa to_
cl
po. Radica además en el desfase po."'*t"i" lllJr,i"o nr.-
"nt " "t
¡ísto para cad¿ romo y la realidad acrual de ese porá;j".
datos dedrcibles del proyecto, Ios dos hipotético, p-ff".l,
i;ñ"1*
,oro.
¡¡¡brían alcanzado aproximadamente hasta la voz
hubieran cubierto tn 12,9% det total del
ti""ri a""¡,
ú";i".;;;; ", er
segrin
piccionaio común de la Academia).
Bn lo, aol torniJ".áf."nt.
tlbJi:"q"..-i. ¡" llegado hasta b ontiioÍcj;";;*r."" *
:1,060/o
total. Asl pues, "á.luga, á"ios quiir".
proyecto .del.léxico
llegariamos a veinriocho "n
io..o, a.f
(el prilogo a"-léii'o*r"L *i"-
I ticinco, pero con un número de páginas ,rpi¡- J. rl.-,'o",no. pu-
blicados). "i
¿A qué se debe esta divergencia entre lo pensado y
pT"T lo realizado?
habría que ücarla cn lo que Casa¡cs
!l :ittga
situación inicial favorable. En teoría,
vio como una
ne"fro a" poaer ¿"
Eada con un caudal de nuás de "f "o"r,J "r-
y cantidad
I 1,",;..;;üil:l-#,l:i:L:"rX?fr ;:#nly
pronto comienzo de Ia redacció

IT'11i"ry pronto se,'" ;lJ


ffi:IlT"'[:'llil*fi:l'rti:
nano oe Lexrcografia por mejorarlos,
aquellos materiales seguian
dejando mucho quc desear. rojalra hoy;;;;-e-Jr.imil*i.*,o,
I
que sean 9::.
lT_"i.* útiles
cronotógicos y uiutiograricos e.
en el momcnro de redactar el
*
*l*'iiln^ n*"
I

cotejar leha por leEa con los libros


iráirü*uf"
'---".tl"rlá,
originales ---
los textos"
Ysw w
-v4!vu que se selec-
cionan para imprimir como autoridades]
lugar, el proyecto no tuvo en
^..*!i^rO** cuent4 al pareccr, cl
aum.nto, que cn aquel momento
se estaba inicia¡do, dr Lía"i
¿. lo,
I^"0:.1:::.ug"""ente, el tiernpo de r.abaj"
de cuatro millones no puede ser
;;;;d;J,i'il.n".
el mismá q* .i á" *l-á"
llones:- la ¡edacción dé un artículo
inev]lblemente será. más larga que
cuyo material sume ll00 """" ^-
fichas
si ese material no pasa de 400.
t;ra causa clel desfase ouedc ser.el e¡rsanchamiito
cronológico prwisto. En et'proyecto, del espacio
ú. irrñilffi,11'r'jo *_
J
rl
LexicograJía h istórica 179
EI «Diccionario\hístórico de la lengua española
1
178 »
lrl
pañol a ofoctos de composición del Diccionario se trazaban entre s1 históricos de
ii T@iondo en cuenta la larga duración de los diccionarios
siglo xu y el presente. Aparent€mente, eran los mismos con que [¿[¡¿ ofias grandes lenguas (por ejemplo, el aleman,
más de cien años), no
trabajado el Diccionario de Oxford. Pero el <<presente» de Oxford e6 oafece insensato poner como fecha tope la de cuarenta años a partir
los finales del xx, mientras que el de Madrid era los mediados 6s¡ del momento p.esente. Mas para conseguir esta meta son precisas dos
>o<. Este mas de medio siglo de diferencia ya era un motivo para ¡s 6edidas de envergadura.
hallarse en situación homóloga del diccionario inglés a la hora de ha-
cer cuentas. Por otra parte, el límite inicial señalado en el Proyecto se A) La primera es la sustitución del actual fichero manual por un
adelantó hasta las voces románicas que aparecen en documentos lati- fiohero informatizado. La sustitución de las fichas de papel por una
nos de los siglos vIu al x¡r. Así pues, el abanico cronológico abarc¿ bue de datos po&ía realizarse, bien creando de nueva planta un cor-
de hecho miís de doce siglos, frente a los ocho del Diccionario de Ox- pus léxico cerrado, o bien partiendo del almacenamiento en sopofe
ford: una extensión temporal superior en un 500/o. informático de los mismos materiales ya existentes, una vez someti-
Tampoco la extensión geográfica autorizaba a apoyarse en la refe- dos a una revisión rigurosa. En uno u otro ca§o, se gana¡ía la total li-
rencia del diccionario britanico: mientras este se limitó casi exclusi- beración de las inacabables comprobaciones y pesquisas a que las
vamente al inglés de lnglaterra, nuestro diccionario contó desde el tradicionales deficiencias del fichero manual obligan constantemente
l
primer momento con el español de América y enseguida con el de Fi- al equipo de redacción.
I
lipinas y el de las islas lingüísticas (sefardí y español de los Estados La elección de una de las dos opciones del fichero
lr
Unidos). por un corpus de nueva creación, o
-sustitución del mate-
almacenamiento
manual
Es conveniente no perder de üsta otro factor: la falta, para la lur- rial ya existente, tras haber sido debid¿mente depurado- no debe
gua española, de una tradición lexicográfica de peso: <tNo hubo des- realiza¡se sin un estudio previo muy ponderado en el que, por sentido
pués [del Diccionario de autoridades], en el dominio hispánico, nada comrin, no habría de ser la voz menos oída la de los expertos del pro-
semejante a lo que fue para la lengua italiana el Dizionario de pio Diccionarío hístórico en cuyo beneficio teóricaÍrents se proyecta
Tommaseo-Bellini o para el francés los de Littró y Godefrop> (Lape- la operación, En ningún caso tiencn que perderso de vista esta§ tres
li
I
sa, 1972: vrr; cf. íd. 1980b: 80). Faltan además, en gran medida, vo- consideraciones:
cabularios parciales de épocas, autores y obras, cuyo vacío se ve obli- 1.' La materia prima precisa para la redacción del Diccionario
gado a llenar con su esfuerzo y con su ticrnpo el equipo del Seminario histórico, si no se quiere desvirtuar la naítaleza de esta obra, no
l
de Lexicografia. puede renunciar a abarcar en su integridad las tres coordenadas dia-
1

I
La suma de todas estas particularidades muestra que los treinta y crónica, diatópica y diastrática definidas con suficiente claridad en la
ocho años planteados en el Proyecto inferiores a los cincuenta y exposición antes citada de Lapesa.
dos que
-ya
había costado la empresa de Oxford- no eran una previsión 2.'Es virtud primordial del fichero manual existente la díspersíón
muy realista; y la puesta en marcha del programa no ha hecho sino de sus materiales dentro del número relativamente limitado de ocu-
ilustrarlo y confirmarlo. nencias de que dispone, la cual permite desplegar un panor¿¡ma razo-
En el momento actual, el Seminario de Lexicografia so encuentr¿ nablemente amplio del caud¿l léxico de nuestro idioma como
ante el reto de reconduci¡ la producción del Diccionario histórico de
-t¿l
puede vislumbrarse etr la parte publicada del Diccionario- y tazat
i
I
manera que la conclusión de la obra se produzc a en vn plazo humano. con apreciable extensión y profundidad la trayectoria, en forma y
i I
ll
l

180 LexicograJía histórica


El «D iccionarlo histórico de la lengua española» 181

contenido, de cada unidad léxica en el tiempo y en el espacio y más tarde un tercero y aun r¡n cuarto. Así, bajo una
-¿g 1. 6cgundo taller,
cual da también muest¡a sobrada lo que el Diccionario tiene hasta ¡¡ica düección gcncral, bajo unos métodos uniformes, los cuatro
ahora elaborado-.
6quipos lexicográficos atacaron simuhineamente la mole del léxico
3.'No debe confundi¡se el establecimiento de una base de d¿¡eg
inglés por distintos ángulos, y consiguieron ence¡rar en un tiempo li-
deslfiraü precisamente a nulfritr la redacción de un diccionario históri-
nitrdo lo que había parecido una aventu¡a hacia el infinito (Seco,
co con la formación de un macrocorpus del léxico español, mediblc
D80; 29-30 [= pág. 125 de este libro]).
en cientos de millones de ocurrencias, No hay por qué negar la oror_
En el caso del Diccionario histórico español es imprescindible
me utilidad potencial de un gran arsoral semejante; pero si se dese¿
poner en práctica una medida semejante, y además en gran escala. El
componer una obra limit¿da on un tiempo limitado, la mera operación
oquipo de redacción debe hacerse múltiple, con el fi¡ de repartir la
de efectuar una selección de material que no fuera el muestreo de una
masa del léxico en sectores tratados simultáneam€nte. Estas cólulas
ficha cada diez mil o cada veinte mil significaría la paralización deñ-
rcdactoras habran de funcionar con autonomia, dirigida cada una por
nitiva de la ernpresa a la que la ingenua visión de los profanos creería
un rodactor jefe, pero bajo la coordinación general del director del
dar definitivo impulso con esa catarata de datos. Y, por supuesto, nñ,
Seminario.
pesca aleatoria de m¿teriales en ese océano sería mucho menos v¡ilida
Natualmente, un despliegue tal de unidades de redacción no pue-
científicamente que el cspigueo con que el cerebro humano (pobre,
de sino estar dhectamente supeditado a la disponibilidad de un núme-
pero cerebro) fue edificando el viejo fichero académico.
ro suficiente de redactores jefes y de redactores cualificados. No
En principio, d¿da la índole delicada y compleja de la labor re- pueden funcionar, ni aun existir, los unos sin los otros. Pero la forma-
dactora la que no suelen tener idea quienes no la han ejerci-
-de ción de un buen red¿ctor lógicamente la de su fase adulta; un
do-, no parece conveniente lleva¡ la informatización más allá del -y
buen redactor jefe- depende, aparte de un tiempo medido en años,
material documental, por un lado, y de la edición, por otro. Contra lo
de factores que no siempre llegan a coincidir en un impulso conjunto:
que creen muchos profanos en lexicografia histórica, la redacción no
ante todo, espccífica capacidad y adqui¡id¿- en cada uno
puede resolverse de ningun modo, como cn los diccionarios co¡Tien- -innata
dc los trabajadores; después, disciplina en la organización del trabajo
tes, sobre la pantalla del ordenador. El redactor de un diccionario
cotidiano y rigor en su ejecución; y, como atmósfora vital, decidido
histórico, ar¡nque ya no podrá prescindir de esta, seguirá necesitando interés colectivo por la obra, emanado de un entusiasmo sincero por
un ámbito fisico más amplio, digamos tridimensional, para el desplie_ pafe de sus más altos responsables.
gue de sus nada sencillas operaciones.
Es cierto que este perfil del elernento humano destinado a actuar
sobre el material servido por las máquinas aparece coloroado de r¡n
[] B) La otra gran medida es la reorganización de los medios huma- tinte algo romántico; pero románticas son y han sido siempre las em-
nos. Cuando se tomó como ejemplo el Oxford English Dictionary, rrc
pres¿¡s de esta clase, y no son concebibles sin dosis elevadas de idea-
se prestó la debida atención a un hecho que, sin embargo, tuvo un pa-
lismo.
pel fundamental en el rit¡no de producción de la obra inglesa. Cuan- , Sin duda, tales empresas tampoco son psrisables sin dosis eleva-
do, poco después de ernprendida esta, resultó evidente un amenazador
das de realismo, y en ellas han de tener entrada, al lado de las pala-
alargamiento de su producción, se ingenió un procedimiento para bras, los números. El logro de un proyecto tan voluminoso como un
acelerarla: poner eri funcionamiento al lado del taller de redacción un diccionario histórico precisa, en sus dos vetientcs, tecnológica y hu-

tit
tl
182 Lexic o graJía hís tóri¿q \
mana, un respaldo económico considerable. Ahora bien, la experie¡r-
cia demuestra que tales respaldos económicos no siempre son tan di-
ficiles de conseguir; poro esto no depende, desde luego, del esfue¡zo
de taler¡tos lexicognificos, sino de la cooperación decidida de t¿lentos
políticos y diplomáticos. Sin perder de vista que ni el dinero, ni t¿5
máquinas, pueden servt nunca por sí solos (o con el trabajo de ¡s-
dactores improüsados, que vendría a ser lo mismo) para realizar nin-
guna obra lexicogÉfica de calidad, y menos aún en la modalidad
histórica.
Es de esperar que un día no muy remoto, sea con la aplicación de
las medidas expuestas o con la de cualesquiera otras que resulter¡ efi-
caces, la lingüística española pueda disponer de una cantera de in-
Tnn cnn'l Pax'rn
formación elaborada tan útil como, para el estudio de otras lenguas,
son dssde hace tiempo los respectivos diccionarios históricos a ellas DICCIONARIOS ANTERIORES A I9OO
consagrados; y especialmente, que la lexicografia del español pueda
contar con el gran inventario organizado «total» que será la deseada
i base indispensable para iniciar el nuevo género de diccionarios usua-
I
les, riguroso y modemo, que necesita el mundo hispanohabla¡te.
I
¡

I
I

l
l.i)q i,

.l
l0
I

UN LEXICÓGRAFO DE LA GENERACIÓN DE CERVANTES


(NOTAS SOBRE EL TESORODE COVARRUBIAS)'

l l.
Segun la escala de las generaciones establecida por Julián Ma-
rías, Cervantes pertenece a la de los nacidos en tomo a 1541, es decir,
mtre 1534 y 1548; y como miembros más ilustres de esa generación,
el mismo escritor menciona a «don Juan de Austria, bajo cuyas ban-
I deras luchó Cervantes en Lepanto»; la «figura política confusa, tu¡bia
e inquietante» de Antonio P&ez; <<el poeta Femando de Herrera, el
místico fray Juan de los Angeles, el historiador Juan de Mariana,
el músico Tomás Luis de Victoria, el Greco, San Juan de la Cruz, el
autor dramático Juan de la Cueva, Mateo Alemán, el gran teólogo y
filósofo Francisco Suárez, el Pinciano, autor de la Fílosofia antigua
poética, el lexicógrafo Sebastián de Covamrbias» (Manas, 1973: 16-
t7).
i
Comenta Marías que, de toda esta pléyade, los que son escritores
lo son a¿les que Cervantes, cuya producción (exceptuada La Gala-
tea) concide cronológicamente con la de los escritores de la genera-
ción siguiente, los nacidos al¡ededor de 1556: Lope de Vega, Góngo-
ra, Espinel, los Argensola (Marías, 1973: l7). Cervantes crea y pu-
blica sus obras entre 1605 y 1616: ya después de «su tiempo».

I '[Publicado cn /zsliluto de Bachilleruto Cervantes, Miscelá¡ea eñ su cincueile-


I nario, l93l- 1981, Maúid 1982,229431.
1
Íl 186 Diccionarios anteriores a l 900 187
Íla lexicógralá de la generación de Cervantes
Pero no todos los compañeros de generación de Cervantes produ- Españas, se corrigiessen emendasscn por diuersos originales y de
y
Íii cen sus obras más o menos dentro de la etapa de «vigencia» (sigo nuiuo se imprimiesscn con mucha curiosidad, porque gozássemos
utili-
zando la terminología de Marias) correspondiente al gnrpo. Hay por de su singulár y santa dotrina y particularmente de sus Etimologlas
lo
menos uno que acompaña al novelista en lo ta¡dío de su aparición: Latinas, sin embargo do que antes de el santo doctor aulan otros tra-
l
tado el mesmo argumento y, después de é1, muchos modemos' Sos-
Se_
I bastián de Covamrbias, nacido en 1539, ocho años antes que el
autor pecho yo que, si alcangar¿ Su Magestad, que santa gloria aya, ser co-
del Quijote, dos años antes de la fecha eje de la generación.
sa possible colegir las de su propia lengua castellana, que no con
Si la parte significativa de la obra de Cervantes no empiez¿
mrás
¿ meno§ cuydado lo apetecier¿ y pfocufara executal; Pero hasta agora
aparecer antes de los cincuenta y ocho años de edad de su creador, ninguno ie ha atreuido a esta empressa; y los que lo han intcntado,
cuando este entra en lo que entonce s era ya la vejez, toda la producción ve;idos de vn trabajo inmenso, han desistido della, por la mezcla de
conocida de Covamrbias Emblemas morales (1610) y el Tesoro tantas lenguas de las quales consta la nuestra. Yo, con cl desseo que
de la lengua castellana -los
o española (1611)t- se publica cuando su he tenido,'hatengo de seruir a V. M., he porfiado en oste intento, hasta
autor ya ha cumplido los setenta años; cuando no tiene, dice, <ari que Dios siáo seruido llegasse a verle el fin, al cabo de. muchos
edad
üba¡os, de los qualcs la obra dará testimonio, ¿ costa de mi salud y
ni salud para andar caminosr»2.
sossiego.
Ahora bien, si el carácter tardío de la obra de Cervantes (o «postu-
mo» con resp:9to a su tiempo) es, para Marías, una clave que explica
La intcnción es, pues, componer un diccionario etimológico, emu-
en buena medida la singularidad de esa obra,
¿podremos decir que, pa_ l¡¡do con él en la lengua española lo que para la latin¿ habia hecho San
ralelamente, existe algún vínculo enhe la patemidad otoñal de
mrbias y la peculiaridad de su Tesoro? . 3
Cova- Isidoro. El propósito se corrobora en la dedicatoria al lector y se con-
que se
firma en la Carta de Ballasa¡ Sebastian Nava¡ro de Arroita con
2, Examinemos, par,- eÍryczar, cuál fue el propósito de Covam¡bias abre el libro, y que se reficre a él como «esta obra de las E§mologías»'
al componer su diccionario. Él lo expooe en su dédicatoria al rey Feli- También cn ios preliminares, los versos latinos del canónigo Ped¡o de
III: Frías van dirigidos «in librum de Hispanae linguae Etymologiis»' Y
PE
en ol conkato entre Covamrbias y el impresor Luis Sánchcz
(agosto de
La buena memoria de Filipo Segundo, padre de V. M., hizo gran
diligencia para que las obras dcl glorioso San Isidoro, doctor de las 1610), el escribano designaba el libro como «Etimoloxías, digo, Theso'
ro de la lengua castellanar» @érez Pastor, 1906: 198).
rlnéditashay otras dos obras: Los sermo¡et de euinto Horacio Flacco Cova¡n¡bias corona así una tradición no muy larga de etimolo-
Yenusino traducidos en lengua ca¡tellqna (cf. Nicolás lÁtorlio,
16lZ: lt, 279, y gistas del español, iniciada en 1565 por Alejo de Venegas, cor:.la De-
Mcnéndcz Pclayo, 1902: 23; mcnciona cst& versión y da una mucsha
dc clla cl ilaro"ión dá algunos vocablos puesta oomo apéndice ei $r Agonía
propio Covamrbias, Tesoro, s;,t. citar), y cl Supleneito
del lesoro, autógrafo quc
sc conscrya cn l¿ Bibliotec¿ Nacional dc Madrid. No parecc habcr ¡aslro del tránsito de la muerte, y seguida pot las Etimologías españolas
dc un (c1570) atribuidas al Brocense; la Recopilación de algunos nombres
Tlatado de cifras, quc Covsrrubiss dicc tenc¡ cscrito
ilesoro, s,y, ciÍra). (Cito
sicmpre cl Tesoro por su primcra cdición, Martrid l6l l). arábigos (1593), de Diego de Guadix; el Yocabulario etímoló§co
I <(Rcspucsta ¿ la cata
dcl Liccnciado Don Baltasa¡ Scbastián Nav¡rro dc (1600), de Bartolomé Valverde; el Origen y ettmología de lodos los
Arroya»>, en los prelimina¡cs dcl le¡oro.
vocablos originales de la lengua castellana (1601), de Francisco del
' Sob¡c la vida dc Scbastián dc Covam¡bias, v. Angcl Gonále zpalencia (lglli Rosal, y Del origen y principio de la lengua castellana (1606), de
285406). Sobrc cl Tesoro de la leagua casteltana o *fiñob, v. cl cxcclcntc prólogo
de Martín de Riquer a su cdición dcl ?eroro (1943) y S-amucl
cili Caya (1960: I l). Bema¡do de Aldrete. Es esta última, sin dud¿, la obra más impolante
188 Diccionaios anteriores a I 900 Un texkógrafá de la generación de Cemantes 189
I
l
de la serie, y no es imposible que su aparición fuera uno de los estí. es, pues' ni muy
E¡ el terreno lingüístico, su base científica no
mulos que impulsaran a Covam¡bias a componer la suya. Es evidente para su tiempo. Considera suhciente equipaje
6odema ni muy sólida
l que Covamrbias conocía el libro de Ald¡ete (lo cita expresamente, *ul^ tu"u su conocimiento del latín, el grisgo y el hebreo, además
i s.v. Cáliz). Es precisamente en el año en que se publica ese libró dc su humanistica. Para é1, aunque no lo declare, como p¡r¡a
i
cuando, según Riquer (1943: vru), comienza Covam¡bias la redacción "ultuo y para muchos de sus herederos, la etimología es
6us predecesores
l del Tesoro, con la ambición de superar no solo a aquel, sino a todos cuosdón de ingenio; es, como di¡á Quevedo años mas
tarde, «cosa
sus predecesores. De todos modos, no hay que olvidar que el mismo r¡ás entretenida que demostradD)
(l 626:319)'
Covam¡bias declaraba, no más tarde de 1609, haber invertido «mu_ Lo que mas valor da a su libro, a los ojos de Covamrbias, es el
hecho de constituk la colección más oxtensa, hasta el momento,
chos años» en la elaboración de su diccionario, que seguamente es- de
I
taba terminado ya sn esta fechaa. otimologías de la lengua española. Este orgullo le incita a darle el
No se atiene nuestro autor, sin embargo, a la dirección marcad¿ nombre de Tesoro, <<por conformarme con la.s demás naciones que
I por Aldrete a los estudios etimológicos, que señala decidid¿mente el han hecho diccionarios copiosos de sus lenguas». La denominación
fundamento latino de nuestro léxico. Se alinea, en cambio, en la ten- .._que ti€ne quizá su primera muestra en el Tesoro de Brunetto Lati-
I
dencia, muy generalizada en el siglo anterior, de considerar el hebreo ui (cl260)- había sido usada, en efecto, Por la lexicografia europea,
como lengua madre universal: «No ay lengua que no aya cspeciaknente francesa, para designar dicciona¡ios bilingücs o pluri-
-dice-
tenido origen de la hebrear» 5. Y así, lógicamente, no vacila en señalu tingües cuya riqueza se ponderaba: el Dictíonarium seu Latinae lin-
étimo hebreo incluso a voces indígenas americanas, como Araucana guae thesaurus (1531), de Robef Estienne; el Thesaurus linguae
y cacique6. Graecae (1572), de su hermano Henri; el Thesaurus linguarum
(c1600), de H. Decimator; el Thresor de la langue frangobe (1606),
ic Jcan Nicot cl que volveremos después y otros 7.
-sobre -,
Covam¡bias no es el primero que usa entre nosotros el nombre de
' <(El a¡chitecto, auicndo de hazcr vna gran fábrica, abrc profundas ganjas, y cn cl
henchir dc los cimicnios gasta mucho ticmpo y consumc gran cantidad dc materialo,
Tesoro. Se le había adelanlado Badolomé Bravo en $) Thesaurus
sin quc todo csto luzga ni sc cchc dc vcr hasta llcgar a la flor dc la tierra, quc ssicnts
su sillcrla quc carga con scguridad la sobcruia m&uina dc altos muros
verborum ac phrasium (1597) (cf. Antonio, 1672l.1,89). En cuanto a
y fircrtcs
tor¡concs. No suclds mcnos al quc cn su imaginación, con fuerga dc ingcnio, fabrica ápocas posteriores, salvo dos manuscritos inóditos inspirados más o
alguna obra, parto dcl cntcndimicnto, como yo lo hc cxpcrimcntado cn mi Tcsoro dc merios cn aquel (sl Tesoro de la lengua castellana abteviado, at6ni'
la lcngua cspañola, cn quc hc trabajado muchos 8ños hasta poncrlo cn cstado quc mo del siglo xv¡I, y el Tesoro de la lengua castellana, de Juan de
pudicssc salir ca público» (Covamúias, Emblenas norales (16lD), fol. t45v.o). L¡
Ayala Manrique, comenzado en 1693 e intemrmpido en la letra C),
ccnsu¡a dc csta obra cs de 29 dc agosto dc 1609; ct pasaje citado no pucdc scr
postcrior s csta fecha.
rocuerdo crxltro Thesaurus españoles inscritos en la tradición europea
t Tesoro, s.v. bada. de los bilingües y plurilingües: el de Sumanín (1626), el de Salas
6 Véasc€l úllctJlo cacique: <(Vala tanto, cn longua mcxicana, como scñor dc
vassellos, y cntre los bárbaros aqucl cs scñor quc tienc más fuergas pa¡a sujctar ¡ los
dcriá§. Y prcsupuesto quc los quc poblaron cl mundo dcspués dcl diluuio, hcbrcos; y assf, digo quc cslc nombrc cazique puede tracr origen del verbo hebrco [...]
diuidiéndosc cn la confusión de lenguas al fabric¿r la tone dc Babcl o Babilonia, cada chauch, roborare, y de s,lll f...1 chezech, foltitudo & fortis».
nación de las quc se aparta¡on llcua¡on c{nsigo algrln rasfro de la lengua primcra cn la ?
Cf. B. Quemada (19681 159,164 y 569 y ss.). Sobre cl eco en ltalia del nomb¡e
qual aulan todos hablado y quedó con Hcbcr y su familia, de dondc proccdicron los dc «Tcsoro», véasc B. Migliorini (1961: 85).

il
I
190 Diccionarios anteriores a I 900 leticogafoV la generación de Cervantes 191
Utt

(1654), el de Honríquez (1679) y el de Requejo (1717)t. Sin contar, r Aprecio de la poesla clasicista por un lado, aprecio de lo popular
ya en nuestro tiompo, con al Tesoro lexicográJico, de Samuel Giú ror otro; también, en ocasiones, de los escritores cultos de la Edad
Gaya, en que el tihfo es precisamente un homenaje a las primeras don Juan Manuel o Juan de Menae. En el lado opuesto,
íd.diu,
obras que lo lleva¡on. Pero tisne el diccionario de Covam¡bias la ori_ "orno la Corte>>, por ser
il
rbsprecio de los poetas «que oy día se vsan en
ginalidad de que es el único monolingüe, dentro de la tradición led- ,rhombres sin lehas, sin entsndimiento, puros rom¿mcistas» (es decir,
cográfica europea, que lleva el nombre de Tesoro, a no ser que consi-
¿ssconoc€dores de las lenguas clásicas):
derernos tambión monolingüe el Tfrresor de Nicot, opinión que, como
Estos han infamado la poesla de manera que los hombres que pu-
veremos luego, no me parece defendible.
dieran ilustr¿r la lengua española con la imitación de los poetas lati-
La idea de esto diccionario etimológico español tiene como tras- nos y griegos no osan publicar sus trabajos, porque no los juzguen
fondo una vieja preocupación rexracentista: la defensa e ilustración de por liuianos y de poco juyzio, como son los que comúnmente se ad-
las lenguas nacionales. Bien explícita es en este sentido la citad¿ de- miten. (fesoro, s.v, anervo).
dicatoria a Felipe III:
De este [Tesoro] no solo gozará la [nación] española, pcro tam-
De acuerdo con ese ideal de ilustración, escribo para los doctos,
bién todas las demás, quc con tanta codicia procuran dcprender nucs- par¡ los que dominan las lenguas de la antigüedad, o al menos el la-
tra lcngua, pudiéndola agora saber de rafz, desengañados de que no d¡. Ya en la advertencia al lector es bastante expresivo:
sc dcue contar enhe las bárbaras, sino ygualarla con la latina y la I¿ diuersidad dc los orlgenes me ha forgado a no poder doxar
griega y confessar sor muy parccida a la hebroa cn sus frasis y modos
igual la letura desta obra, en forma quo todos gozassen enteramente
dc habla¡.
della, por auer de acudir a sus fuentes y auer de vsar de sus propios
caracteres cn la lcngua griega y la hcbrea [".]. Cada vno tomará lo
En otro lugar nos pa¡oce r¡n salto aúás de tres cuartos de si- quc pudierc, scgrln su capacidad: al romancista le queda mucho de
glo- -on
estar oycndo a Juan de Valdés: quc pueda gozar, crcycndo lo demás in rtde Parentum: y cl que supie-
rc latln descubrirá más campo; y los quc tuuicrcn alguna noticia de la
Con tanta autoridad y grauedad se puede alegar el diuino Ga¡-
lcngua griega y hebrt¿ juzgarán desta ob¡a con más fundamento.
cilasso cn comprouación dc la lengua españota como Virgilio y Ho-
mcro en la latina y gri€ga; y qualqüer romance vicjo o cantarcillo
comúnment€ recebido; y assf, yo no mo desdeño quando viene a pro- En el cuerpo del diccionario se muestra más inexorable. No solo
pósito dc alegarlos por comprouación de nuesFa lengua. (Íesoro, s.v, cita siempro a las autorid¿des clásicas en su lengua original, sin preo-
cerca). cuparse de traduci¡las, sino que excluye textuaknente de sus lectores
encima con burla- a quisnes no sean latinistas (cf. Riquer,
-y
1943: vrn):

e
Cf. Riqucr (1943: x). Sobrc cl aprecio de lo popular, vé35c estc oho passjc:
I Sobrc Sumarán, cf Gallardo, Ensayo (1863-1889: IV, cols. 654-56) y Viñaz¿ «Con ningma cosa sc spobrls ts[to nuestra lengra como con l¿ que Ysaron nucstros
(1893: cots. 2045-2051). Sobrc los otos hcs surorcs, cf. S. Giti cayl (lg61t 17-24). psssado§, y csto sc conscrua an los rcfrancs, cn los romanccs viejos y 9n los cantarci-
La fecha dc Salas, scgriur Gili, cs 16?l; pcro Nicolás Antonio (1622: II,235) registra llos triuiatcs; y 8ssl, no sc han dc mcnospreciar, sino vencrarsc por su ¿ntigúcd¿d y
una cdición ürtc¡io¡ de Vslladolid, 1654. Español cs también, aunquc no sc rcficre a la sanzillcz; por csso yo no mc dcsdcño dc alcgarlos, antcs hago mucho fuergs en cllos
lcngra castcllana, c[ fi esaun¿s catalatolatin r.r dc Pere Torra (1640). psr¡ prouar mi intcnciír»» (T*oro, s-v - argolla).
192 Diccionarios anteriores a l 900 Lln lexicógrafÑe h generación de Cemanres t93
Presupongo que los que cste libro leyeren por lo menos saben
la. sino-enlal Gerónimo, en la G y no en la H; tema, en la T y no en la
tín, y assl, no lo romancco [el texüo de Horacio que hc citado], ps¡q¡c th, & sic de caeteis.
-
sería trabajo perdido, Qui potes, capere, capial. (fesoro, obril¡',
".u.
Referiré sus versos [de Ovidio] en latfn; cntenderálos el que Aunque este es el único principio ortográfico que formula, ni si_
fu
supiere; los romancistas busquen quion sc los declare, que yo no esi
qüera lo _cumple siempre (escribe, por ejemplo, atathema, corypheo,
criuo para cllos. (fesoro, s.v. celoso).
hierarchía, hydropesía/hidropesía). La oscilación gráfica, en todo
Esto [mi explicación] hc pucsto en latín pror más claridad; los ro-
6¿so, es general a lo largo de todo el libro, reflejando a veces vacila_
mancistas tongan pacier,cia. (Tesoro, s.y, sótira),
ciones fonéticas (ignorante / inorante, lector/lelor, baxitta / vaxi a,
i
Balbastro / Balvastro, Almonazid / Almonazí, azavache / agabache,
Su dominio de las lenguas clásicas va unido al del hebreo, como
avispa / abispa, auieso / auiesso, basa/baga, pigüelas /pihuelas).
I

en Fray Luis de León; e, igualrnente, su familiaridad con los poetas y


El orden alfabótico está lleno de tropiezos, a los que ayuda no po-
con los didácticos gtecolatinos y con los humanistas de toda Europa
so la inestabilidad gráfica. El mismo autor se conñnde, y lleg" r"_
convive con un extenso conocimiento de los padres y doctores de la
rlacta¡ dos veces una misma entrada (así en abaxar, ación, aladares,"
Iglesia y de los tratadistas católicos de la segunda mitad del siglo xu.
olmalafa, Balbastro, etc.). A esta confusión contribuye la falta de un
Al mismo tiempo, es lector de los poetas italianos que los españoles
criterio firme en la agmpación de familias léxicas bajo una misma
han llegado a asimilar a los cl¡ásicos de la antigüedad. Un bagaje,
entrad¿: si con abaxar tnchrye baxo, bagío [stc], attibarc, baxeza y
pues, típico de un humanista de la Contrarreforma, es el que Covamr-
baxada, e¡ cambio separa abad y abadesa, poniendo dentro de este
bias pone a contribución const¿ntemente, a lo largo de su diccionario,
último artículo abadía y abadengo (dehnidos en función de .abad, y
al servicio de sus etimologías.
no de 'abadesa'); o dedica tros entradas diferentes t abadejo, .pesca-
do', 'ave' y 'escarabajo'. No es extraño, por tanto, quo balancin apa_
3. ¿De qué método se ha valido para ejecutar su proyecto? Evi_
rozca dos veces definido: en abalanzar y et balanza; o que llegue
dentomente, Covam¡bias no ha aprordido muy bien la lección de ri- a
rcdactar un artículo (bastón) como simple posdata a lo dicho en otra
gor metodológico que, más de cien años atrás, dio Nebrija a los lcxi-
enhada del folio anterior (basta) sobre la misma palabra; o que haya
cógrafos. Sorprende r¡n poco que alguien haya dicho en serio que el
rernisiones perdidas (atribulado remite a atribulaiión, qtle nó exisie,
Tesoro <<es el primer diccionario de nuestro idioma hecho con criterio
como tampoco friáu lac ión).
científico» (Hurtado I González Palencia, 1932 731). para empezar,
Tampoco se observa regularidad en la microestructura. La infor-
no se preocupa de establecer o uniformar su propia ortografia: su
mación contenida en el artículo es, o puede ser, juntamente lingüística
apellido mismo es en la portzda Cobamtuias y et la dedicatoria
y enciclopédica. De¡rtro de la información lingülstica podremos
Couarntuías (mientras que en los Emblemas morales eta Couarru- tal
vez encontrar: a,) definición de la palabra-guía en sus varias
bias). En la advertencia al lector, a pesar de su papel de etimologista, acepcio-
nes; ó,) autoridad literaria; c) equivalencia latina; d)
manifiesta su preferencia por las grafias fonéticas sobre las etimoló- etimología pro_
puesta (a veces, después de la discusión de varias posibles);
glc͡s: e/ fra-
seología;lJ familia léxica, principalmente derivados.-En esta vertiente
No se deuc nadie escandalizar de que las dicciones de mi libro se Iingüística llama la atención la ausencia de toda indicación gramatical
escriuan como suenan [...]. Philipo no se ha de buscar en la letr¿ ph,

i
194 Díccionarios antsriores a I90O fln lexicógal de b generación de Cervanles 195

sobre las voces estudiadaslo. Dentro de la información que con un la llaneza con que el autor tiende a expresarse en primera persona,
criterio amplio llamaríamos enciclopédica pueden figurar: a) descrip como si el diccionario no fuese sino una charla familiar a propósito
ción o explicación sobre el <<referente» u objeto del artículo; ó) textos de Ia serie alfabética de las palabras
informativos o ilustrativos, ya de carácter doctrinal, ya literario, an1¡- No es raro que en dos lugares distintos atribuya etimologías dife-
guos o modemos, generalmente latinos; c,) simbología; d,) considera- ¡fltes a utra misma voz 15, o que una palabra sea expuesta como étimo
ciones y juicios morales; e,) anécdotas y curiosidades, algunas de ex- do otra que a su vez lo es para aquellaró. En fin, es notoria la despro_
periencia diecta; j
bibliografia adicional. Pero muy rara vez estd¡ porción cn la extensión de unos a¡tículos y otros, sin que sea siompre
prosentes todos ostos abigarrados elernentos, y la presencia o ausencia prrceptible una razón objetiva que la justifique.
de cada uno de ellos es muy variable. Sin duda, los más constantes Si cn todo diccionario, por nuás que su ideal sea la objetividad, es
son la etimología y la definición, aunque tampoco de un modo abso- inevitable una huella de la personalidad de su compilador, en el dic-
lutorr; el más raro, la autoridad de usor2. Por otra parte, el orden en cionario de Covamtbias esa presencia no es inevitable , sino querida,
que se presentan es bastante variable, y solo se puede decir con mode- El severo Nebrija, tan apreciado por Covamrbias en otros aspectos,
rada generalización que el primer lugar está ocupado por defrnición y ¡o es su modelo en esto. NuesEo autor divaga siempre que le apetece,
etimologla. Es habitual que cualquier aspocto ya tratado dentro del se explaya cn la cita de sus eruditas lecturas y de sus clásicos iavori_
13.
a¡tículo sea retomado después de exponer otro u otros I¡cluso la to§, cuenta chistes y cuentos, evoca recuerdos personales 17, desliza
sintaxis de la exposición es espontánea y despreocupadara, a tono con suavemente su humor malicioso It, no rocata sus opiniones morales

r0 Hay quc señalar quc tsmpoca oficc¡ todavfa cstas indic¿cioncs cl l'ocabolario
dc la Crusca (1612). dad dc su inlcligcncia y Io8 mistcrios quc cricicr¡sn cn sf. Estos talcs
no cra pcrmitido
lr Sc dan casos cn quc Covarrubias omitc la ctimologla, por más quc c§ta s€¿ la r.todos lccrlos, sino a los proucctos; o llamamos apócrifos a los libro, qu",
on
matcria dc¡l¿rad¿ dc su diccionario. En unos no ¡c sabe si cs dcbido a olvido o a igno. rl conticncn buena y sana dotriru, no consta dc su pa¡ticula¡ cutoDr. "*quo
ts Por cjcmplo,
ltrtcít, $t. ej., cn carpir o a langarulo); ct otos, §cgr¡ramctrtc, porquc cl étimo cs ob- calma, cn fol. l75v.o, <<pucdc scr nombrc gricgo, d c lauma»; pao
vio $t. cj., ca clausum, clauslro, clóusulo, clarc,), Muy pocas vcccs confiesa dcscono- o fol. 178, «inoé su ctinrologla, aunquc algunos aizcn nolbri Ácb¡co». Alcaló cs
cimicnio totsl. Asl, c¡ coynán: <<vn pcz lagado quc sc crla c¡ las rias dc Indias y sc dc origcn gricgo s.v. ,{ lulá, y dc otigct Álrltrc x.v, "cr
colo.
¡ó
comc los hombrcs quc vrn nadando por c[ agua; y por scr cl nombrc dc aquclla langua . , Un cjcnplo dc csta «ctimologfa mutu¿r, ds cl dc fuldres < batadí y fulodí <
bárbara, no mc han sabido da¡ su ctimologla; deuc scr ¿ modo ds los cocodrilos quc sc boldrés.
¡7
crlan cn cl rfo Nilo»r. Asl, cl artlculo cat¡aleó¡ comi,ctu, con cstas palabras: <Gstc animalcjo
vi cn
12
No hs f&ltado, sin cmbargo, quien ha scñalado como caractcrlstico dc cstc dic- Vdcncia, cn cl hucrto del seño¡ pahiarca don Juan dc nibera,
¿c ta mesma filr.a quc
cionario cl cmplco dc autoridadcs, como cn cl dc la Cnrsca (Quemacta, 1968:223). lc pintar»»; y, tras una cxtcnsa cita dcscriptiva de pli¡io,
continrla: of¡"rn irr""i¿o
fr Véssc cómo, cn cl a¡tlculo caym&¡ tqroducido en la nota I l, la definiciéq !ss,-.r ad lotgum tc/.o cl lugar dc plinio, porquc
dcscriuc al viuo csrc animalcjo como
quc pa¡ccfa ya tcrminada, sc rcanuda después dc habcr tocado cl tcma dc la cti¡mlo' yo lc vi. Pcro qua¡lto sl grandor deuía
ser poco más dc vn patmo, y lc tcnlan át¡o dc
gla. vD¡ jaula dc crlandrio».
l¡ Obsérvcsc, por cjcmplo, la sintaxis «orab) dc clc pasaje del artlculo caci{u¿ f'Comcntando
cl rcñÁn odelank esü la casa del abod (s.v. abad), cscribc: <<yo
(quc hc rcproducido cn la nota Q: «los que poblarot el murtdo &spttés dcl diluuio, pi.oso quc cstc refrán tuuo origcq dc
cl
los scglarcs quc, llcgando a
pacgrino, lc remitcn a l¿ cas¡ del cu¡a como propia
* píá.t" ,t pour. o
diuidiéndosc cn la conñ¡sión dc lenguas al fobrica¡ la tor¡c de Babcl o Babilonia, cada a suya [...], y nos hazen buena
nación de las quc sc aparfuoln lleuarot c.olsigo algri,n rasho de la lcngua primcrar»; o obra c¡r cncaminámoslos»». y cn cl a¡tícllo
caleitai: on'norni'po, ta Orno se
la dc cstc otro, dcl arllcllo apócifo: <<Llamamos libros apócrifos, o por la profundi- lL,rra. Frsto dizcn los quc cn i¡uicmo ¿costumb¡a¡ romar algún "o-
#ado y U"r..
"fg,r*
196 Diccionarios antertores a 1900 Un texicógrÜo de la generación de Cervantes 197

sobre personas y cosasle, confiesa su temor de que la vida se le acabe muy estimadas, ni siquiera en su tiernpo, Notemos que el fino huma-
antes que la obra (cf. Riquer, 1943: vru), hasta reconoce a veces (ine- nista Pedro de Valencia, en la censu¡a que precede al Tesoro, no elo-
20.
ficazminte) la necesidad de moderar su locuacidad La humanidad, gia de él sus hallazgos en esa materia, sino el hecho de que <<tiene
la simpatía comunicativa y la gracia, insólitas en verdad en el genero muchas [cosas] muy útiles y está lleno de varia y curiosa lección y
lexicográfico, ha¡r sido siernpre celebradas por cuantos han tenido al- dotrinar>, a la vez que celebra que «de la propiedad, pureza y elegan-
ilI] gún trato con el diccionario de Covam¡bias. cia de vna lengua se escriua en el tiempo que ella miís florece». y
t,: Sobre la calidad de las etimologías, objetivo central del libro, solo
se puede dect que están a la altura del peculiar concepto que en su
cuaúdo, todavía en su siglo, el erudito Nicolás Antonio escribe una
generosa defensa de la obra, tampoco lo hace por las etimologías
época se tenia de la evolución formal de las palabras («díxose cala- (1672: rt,279)'z1 .
Ir ácAa del nombre latino cucarbita, ar¡nque con alguna comlpción, ca-
carbaga, cacarbaga, cacabaga y, por la cacofotia, calabaga»).
Por otra parte, es bien conocido el juicio adverso de
euevedo so_
bre este libro, «donde el papel es miís que la razón; obra grande y de
crudición desaliñadar». Y dice esto después de haber manifestado su
4. ¿Logró Covam¡bias su propósito? A pesar de su saber, su tra- desdén en general hacia quienes «desentierran los güesos a las voces
bajo y su ingenio, no pa¡ece que sus etimologías hayan sido nunca [...] y dicen que averiguan lo que inventaru» ( 1626: 319).
El
Tesoro, del que en su primera edición se imprimieron mil
vcz, para no sentir cl frlo; y a los quc csminan es muy a propósito. Esta dotrina guar- ejemplares (Pérez Pastor, 1906: 198), no volvió a publicarse en su si-
dan bicn los mogos dc mulas, si no cargasscn más dc lo ncccssa¡io>r. glo sino una vez, sesenta y tres años ¡wás tarde, con las pobres adicio-
le <(Alumbrados fucron cicrtos hcrcgcs que huuo cn España muy perjudiciales, quc
nes de Noydens (Covamrbias / Noydens, 1674)2. La verdadera valo-
trahlan la piet dc oucjas y cran lobos rapaccs» (s.t, olumbror). <<Mahoma (quc nunca ración de Covam¡bias no llega hasta la centuria siguiente, de la mano
huuicrs nacido cn cl mundo) nació cn ArabÁ...» (s.v. Mahona). Dc los gitanos dicc:
<(csta mala ca¡alla, quc ticncn por oficio hurtar cn poblado y robar cn cl campo» (s.v.
conde); «garrlc Wtdida y vagamunda, inquieta, cngañadora, cmbustidorar» (s.v. 3r'la'
" El párrafo dcdicado al le¡o¡o llcv¡ cn su pa¡tc fr¡¡al u¡ra sdición dc las quc dejó
no).
¡
Por cjcmplo, cn cl rrtlculo oáeja, dcspués dc h¡bcr discrtado cn dos columnas y
rutógrafas Nicolás Antonio y quq sc inc¡rpora¡on cn la imprcsión dcl siglo xvru, ya
quc sc reficrc a la cdición dc Noydcns, pubticada cn 1673, dcspu&, por tanto, dc la
mcdia sobrc cstc insccto y los Gnuchos y diucrsos discursosr> a quc «da oc¡sión cstr
prirrcra edición dc la Noru.
¡ni¡nalito», dicc: «Por no scr largo, rYfcrié tan §ola¡ncntc los vcrsos dc Virgilio ca 2 A pcsar dc quc, como
digo cn scguida, el Covam¡bias lexicógrafo ----flo cl cti-
quc cxplica cl ordcn quc ticncn cn su vida y cxcrcicio». Y siguc toda una colu¡¡na
nologista- solo ua siglo más tardc rccibió tod¿ la consideración quc mcrccla, no
i más... T¿mbién mcrccc rcco¡da¡sc lo quc cscribc cn cl a¡llqtlo ca¡dela tras un l8r8o
falta¡on pronto colegas perspicaccs, fucra dc España, quc dcscubricron y supicron cx_
discurso cuciclopédico: «Y porquc mi instituto no cs trata¡ la§ rnatcias ad loagum' si-
plota¡ su riqueza; ¡ror cjcmplo, lrcrcruo F¡anciosini cn su yocabola o erpañol
no lan solsm€ntq las c§mologlas dc los vocablos y lo quc para ilustración dcsto r§ e ita_
ibao (1620). Dc las trcs vcces quc sc ha cditado cl le¡o¡o cn cl siglo xx, una ha sido
I
ncccssario, no mc alargo más cn csta m¿tcria, ni cn otras que a cada passo sc mc oñc-
I ccn, porquc sc¡la la ob¡¡ inmensa, y al abcuimicnto grsnde querer yo dc propósito
para bibliófilos (rcproducción microfotográfica, Nucva york, Hispanic Socies of
Amcrica, 1927), y las ot¡as dos, como instrumento para los filólogos. En rcalidad, cs-
trater y comprchcndcr cn un volumcn lo que han escrito cn muchos los profcssorcs dc
I cada facuttad; quc ni yo tcngo tal€nto para ello, ni mc Pucdo promcter Yida tan larg¡
t¡¡ dos se ¡cduccn a una sola: la prcparada, con prólogo c lndice, por Matír de fu_
qucr, Ba¡celona, Ho¡ta, 1943, pucs la dc Madrid, Tumcr, 197?,
quc pudicsse, mal o bicn, acabarlo». Y dcspué§ dc c§ta cxtcnsa confesión, todavia si- es mcra reproducción
guc, cn catorcc lhcas más, la diselsción quc habia dejado cortada. Las páginrs postc' f¡cslmil de la dc 1943, con la particularidad dc quc csta vcz €l editor, por iamcntable
.io.cs, por otrs paftc, no dan mucstrs dc quc cl propósito de crmicnda haya sido muy derc¡r¿do, ha omitido cl prólogo, asl como toda indicación dc quc h Jición rcprodu-
duradcro: véansc, por cjcmplo, los allculos comudo, cuemo, cuervo, eleÍanle, .tc, cida, inch¡so cl cxtcnso Indice frnal, cs obra dc Martín dc fuquci.
lt
\
gn leticógraJb de la generación de Cervanles r99
198 Diccionarios anteriores a 1900

de los fundadores de la Real Academia Española, que lo explota¡ ¡laba eru mrás bien el del siglo anterior, el del Renacimiento y la
bi'' Dice el prólogo Contrarreforma. A lo largo de todo el libro se percibe la proñmda de-
ampliamente eri su caudal y on sus defmicione§z
voción de Covam¡bias por los poetas latinos, muy €specialmonte Ho-
del primer Diccionario acadéÍlicoi
¡¿cio, Virgiüo y Marcial; por los italianos Petrarca y Ariosto; por el
Es cvidente quc a cstc autor sc le debe la gloria de haver dado cspañol Ga¡cilaso, y, en menor medida, por el portugués Camoens y
principio a obra tan grandc que ha servido a la.Academia de clar¿ luz
el francés Ronsard. De los españoles, el único poeta que menciona
in la tonfusa obscuridad de cmpressa tan insignc; pero a cstc sabio
eontomporáneo de Garcilaso es Castillejo, y el unico posterior, Ercilla
cscritor no ls fue fácil agotar cl dilatado océano de la lengua españo-
la, por la multitud de sus voces; y assf, quedó aquclla obra, aunque (a quien llama lrcila)2l; como vimos más arriba, no parece haber si-
loablo, defectuosa, por faltarlo crecido número de palabras; pero la do muy aficionado a los «que oy se vsan en la Corte» (cita, en cam-
Real Academia, venerando el noble pensamiento de Covamrbias y si- bio, a bastantes didácticos de todo ese período)24. También es patente
guiéndole on las voces en que halló proporción y .verisimilitud, ha su amor a la cultua hum¿nistica en la insistencia, ya comentada, con
iormado el Diccionario sujeándose a aquellos principios y conti- quc afirma que su libro está dedicado a los latinistas y no a los ro-
nuando después debaxo de las reglas que le han parecido adequadas
mancistas. Y no olvidemos la ya señalada preocupación, típica del
y convenientcs, sin detcncrse con demasiada rcflcxión en el origen y I
áerivación de las voces; porque, además dc ser trabajo dc poco fruto, Renacimiento, por buscar abolengo ilustre a la lengua patria
scrfa penoso y dcsagradable a los lectorcs, que rcgularmcnte buscan bien esta preocupación persistió todavía en época posterior: la revolu-
-si
la propriedad del signihcado. ción gongorina es una de las vertientes de esa tendencia ilustradora-.
Pero decimos que, a la vez, el Tesoro se adolantó a su tiempo, Se
Es decir: cwtndo por fin se reconoce su gran valor al Tesoro, to adelantó cn ser un producto cuya necesidad nadie sentía on aquel
l
I es por su¡ etimologías desestimadas, como se Ye en momento cn España: un diccionario del español en español. Hasta
-discretamerite
las últimas líneas-, sino por su aportación lexicográfica pr¡ra' Des- cntonces el diccionario solo se había concebido y se concebía como
pués de la Acadcmia del siglo xvú, los filólogos de nuestro siglo han tm puentc entre dos lenguas, bien para el estudioso de las letras clási-
((tesoro» en
apreciado la obra de Covamrbias como lm verdadero cas o sagradas, bien para el diplomático, el comerciante o ol üajero,
sintido distinto dol que él pensó: encucntran en él un rico testimonio bien para el evangelizador de infieles. Existían, sí, algunos vocabula-
del léxico usual de los primeros años del x\r'u, especialmente en el
I
rios monolingües, pero todos de ámbito limitado y menguados de ta-
reino de Toledo, asl como un abundanto archivo do noticias sobre maño. Covam¡bias compone el primer diccionario monolingüe exten-
r¡sos y costumbres de la época, de enorme utilidad r¡no y otro Para la
;
comprensión de la literatura del Siglo de Oro.
I

i
¿Por qué cayó en el vaclo en su tiempo
el diccionario de Covam¡-
bias? Tal vez porque no acertó con su momento: porque, Por r¡na ¡ Fray leris de [¡ón, cntonc€s todaví¿ desconocido como pocla, solo cs r€corda-
parte, era una obra pasada, y por otra, una obra adelantada' b pr La perfecta casada.
Era pasada porque, aunque sstaba al t¿nto dol saber de su época y
¡ Hc aqul Elgunos: Iágu¡a, Arcinicga, Je¡ónimo dc Hucrta, Monardcs, Pincda,
I
I
citaba a una serie de autores contemporáneos, el espíritu que la ani Poza, Acosta, Cicza dc kón, Dicgo Hurtado de Mcndoza, Zurita, Ocampo, Moralcs,
Grribay, Mariana, A¡gotc dc Molina, Sigüenza, Csstillo dc Bobadilla.
'¡r Cf. P. Guiraud (1963: 24-25), B. Migliorini (1969: I, 503), R A. llall, Jr. (1977:
22 bit 230), R. Lapcsa (1980a: 299 y bibliografia citada en 301 nota).
¡Cl capítulo I 2 dc estc librol .
I I
I
:
I 200 Diccionarios anteríores a l 900
fln lexicósraÁ de b generación de Cervantes 201
so del español: versa sobre la lengua general y define una cantidad Fruto tardío, por un lado; fruto precoz, por oEo, el Tesoro de Co-
importante dc palabras 2ó.
varrubias tuvo la desdicha de no ser apreciado por sus compahiotas
En realid¿d, el Tesoro de Covam¡bias es el primer diccionario
si¡o cien años después de su aparición; pero, aun entonces, ni siquiera
monolingüe extenso, no solo de España, sino de Europa. Italia, el país
c€lcbrado por lo que fue ilusión y orgullo de su autor etimolo-
de mayor t¡adición lexicográfica monolingüe en ese momento, cuen-
gías-, sino por lo que añadió secundariamente -las
deflrniciones-.
ta, como obra de mayor alcance, con el Memoriale della lingua vol_
Hast¿ su hon¡oso lugar de adelantado en la
-las
lexicografia europea es un
gare, de Giacomo Pergamini (1601), de éxito superior, pero de desa- precario: solo un año rruis ta¡de, et 1612, habla de publicarse
récord
nollo inferior al del Tesoro2l. En Inglaterra, el primer diccionario que
cn Ve¡recia el Yocabolario de los Académicos de la Crusca, obra
se menciona es el de Robert Cawdrey, A Table Atphabetica con-
maestra que marcaría el rumbo, du¡ante dos siglos, de toda la lexico-
taining the true Vriting and Understanding of hard u*all Engtisfi grafia monolingüe en el mundo. Si Cervantes fue vn oulsider e¡ el
lltords (16O4), que no pasa de 120 páginas y tiene como único objeti-
mundo literario de su tiempo (Marías,l973t l7), ¿no lo fue más, en la
vo el de explicar palabras «dificiles» (Hulbert, 1968: 16). En Francia
linguística, su contemporáneo, el autor del primer diccionario del es-
se ha alrrmado repetid,s veces que el Thresor de la langue
frangoise pañol?
de Jean Nicot (1606) es el primer diccionario propiamente dicho dc
esa lengua2E, cuando realmente no es sino una reelaboración más, sin
duda la más rica, del célebre Dictionnaire frangois-latin de Robert
Estienne (1539), y sigue siendo, por tanto, un diccionario bilingües,
con la particulariüd de qte algtn¿s de las voces, además de su equi-
valente latino, llevan una explicación en francés.

26
Scgrin mi rccucnto dcl l¡dicc clabo¡ado por fuqucr, son 16.929 (cifra qrrc m
cor¡sspondc ¡ la dc cntradas, ya quc con frccucncia una dc cst¡s inctuyc, con dcñai-
cioncs, una fsmilia léxica). El nlmcro dc voccs cs, sin cmbargo, inferior al dc Nebrija

!28.000
cn cl l¿xicon latino-español, 22.500 cn cl vocabulario español-latino (cf.
Colóo / Sobcranas, 1979: 12 nota).
'<<Disc¡pto vocabulario», s€gún B. Migliorini (19?5:,14). Cf., del mismo, 1969:
I, 503, y l96l: 91.
2' Véansc las opinioncs
dc Ch. Bcrulicux y F. Brunot cn B. euemada (196g: 159);
cf. también R-L. Wagncr (1967: lO9). Dc cst€ lugar común todavía s€ hac€ cao Mi.
gliorini (1961: 105). M. Cohcn (1967: ,f4l) llcga a afirmar quc cl primcr diccionario
vc¡dade¡o dcl francés cs cl primcro quc hizo Nicot, bajo ql nomb¡e dc Robcf Es-
tic¡Jtrc, Dictíoanairefrangois-lalin (1573). Sn duda, ha conbibuido decisivamcntc e ls
idea dc quc cl fi¡¿¡o¡ dc Nicot ¡c¿ cl primero dc los diccionarios ptopiamcntc francc-
ses su mismo tltulo, quc por primcra vcz no alude ¡l c¡¡áctcr bilingúc dc la obra.
2e
Como t¿l lo considera¡ clar¿mcnrc B. eu€mada (1968: l59ly G. Matoré (1968:
60). Cf. asimismo P. Guiraud (t963: 46), H. Mitte.¿nd (1965: l05) y Chaur¿nd (19771
m).
lutoridades lit*aias en el <tTesoro» de Covarrubias 203

ciado definitorio de cad¿ término o de cada acepción, uno o más pa-


sajes breves de obras literarias con los que se acredit¿ el uso de la voz
y se confirma la definición en cucstión. Es el procedimiento seguido
después fielmente por el español Dl'ccíonario de autoridades. En Co-
varrubias también es cierto quo se encuentran citas literarias, pero su
presencia es muy irregular, y su función bastante het€rogénea, como
vamos a vef.
Los invostigadores que se han ocupado de este punto lo han trata-
11
do en aspectos muy limitados, y se han abstenido de considerar con
AUTORIDADES LITERARIAS EN EL visióo general el carácter de las citas, literarias o no, que aparecen es-
TESORODECOVARRUBIAS. parcidas a lo largo del lesoro. Sus observaciones a este respecto son
nriis bien someras. Así, Mitchell D. Triwedi (1973: 155) comenta que
I «Covam¡bias se apoya frecuentemente en la literah¡ra para ilustrar el
uso de la lengua. Como el Tesoro intentaba ser en primer término un
Dos diccionarios de importancia histórica, iniciadores de sendas
I
I
diccionario etimológico, las fuentes de la mayoria de sus citas son la-
tradiciones, se publican casi al mismo tiempo en los comienzos del
tinas. No es raro, sin embargo, que Covamrbias recurra a la literatu¡a
siglo xvrr: el Tesoro de la lengua caslellana o española, de Sebastián
españolar». José Romera Castillo (1982: 314) habla óe «autoridades
de Covam¡bias (Madrid, 161l), y el Yocabolario degli Accademici (sabios) utilizadas para fundamentar las explicaciones de su dicciona-
della Crusca (Venecia, 1612). El de Covam¡bias es el punto de parti-
rio», c incluye en ellas los clísicos griegos y latinos, la Biblia, San
da de la lexicografia monolingüe del español; el de la Crusca es el
Isidoro, Erasmo, los escritores toscanos, los gramáticos, los historia-
creador de la lexicografia monolingüe modema en Europa. El fruto
dores y grupo apa¡to los literatos españoles, Pero no
perfecto de la confluencia de estos dos manantiales será, cien años -formando
establece Romera en esta exposición - fronteras muy defuri.ta" entre
más tarde, el Diccionario de la lengua castellana, de la Real Acade'
creadores y didácticos (Arias Montano y Rengifo, por ejemplo, apa-
mia Española, conocido después con el nombre ds Diccionario de recen junto a Garcilaso), ni entre españoles y extranjeros (Alciato se
autoridades (1726-1739), obra maestra de la lexicografia española y
menciona entre los hispanos, y Mariana al lado de los ajenos), ni
europea de su siglo. tampoco precisa la diferente manera on que todas estas autorid¿des
¿Hasta dónde llega el paralelismo entre el Tesoro
y el Yocabola-
son utilizadas por Covamrbias dentro de la finalidad general, señala-
rio, aparle de su coincidencia cronológica y su carácter fundacional? da por Romera, de fundamentar las explicaciones del diccionario.
Los principios que inspiran una y otra obra son muy diferentes, y La rica va¡iedad do citas que Romera considera como caracte-
también lo es su metodologia. Sin embargo, se ha señalado r¡n rasgo
rística del Tesoro debe ser examinada teniendo en cuenta la índole de
comrln por encima de estas diferencias basicas: el recu¡so a las auto'
esta obra. El propósito declarado de Covam¡bias era compilar un dic-
ridades literarias (Quemada, 1968: 223). En efecto, la microestructura
cionario etimológico, el primer diccionario etimológico extenso del
del diccionario italiano incluye sistomáticamente, después del enun- español. El títttlo Tesoro de la lengua castellana o española parece
que fue decidido por el autor en el último momento, tras alguna
' fP!¡blicado e\ Ho e¡aje a Pedro Sairu Rodriguez,ll,Madrid 1986,609-221

ll
2M Diccionarios anteriores a 1900 htforidades lit\rarias en el «Tesoro» de Covamtbias 205

vacilación. Pero la denominación primitiva era, sin duda, Elimologías Dios ha sido seruido llegasse a verle el fin, al cabo de muchos traba-
jos, de los quales la obra dará iestimonio, a costa de mi salud y
de la lengua española: con eso nombre de Etimologías sc refiere rei-
sossiego.
teradamente a la obra Baltasa¡ Nava¡ro de Arroita en su carta pre-
liminar; con el de Liber de Hispanae linguae Elymologii¿ «Etimo- ' La referencia conjunta a San Isidoro y a Felipc II es significativa.
logfas de la lengua española», lo mencionan los versos latinos
El humanista Alvar Gómez había presentado a este monarca en 1571
laud¿torios del canónigo Pedro de Frías. El momento de duda entre el
un memorial en que le exhortaba, una vez culminada b Biblia polí-
viejo título y el nuevo se refleja en el contrato que Covamrbias fir¡¿
glota de Arias Montano, a preparar r¡na gran edición de las obras de
con el impresor Luis Sánchez, donde se designa el libro como «¿ri-
San Isidoro. Como consecuencia, el rey dispuso muy poco después el
moloxías, digo Thesoro de la lengua castellana» (Pérez Pastor, 1906:
i cpmienzo de los trabajos oporhrnos; y la publicación, bajo el cuidado
198). El nombre defrnitivo aparece, aparte dc la pofada, en el b¡eve
de Juan de Grial y con la contribución de varios eruditos, ltegó a feliz
poema laudatorio en latín del Maestro Blas López y en todos los
término en 1597 (Diaz y Diaz, 1982: 227 -28). Esta preciosa edición,
documentos oficiales (licencia, tasa y censura) estampados en el
que Covamrbias cita varias veces en su diccionario, muy bien pudo
pórtico del libro.
sor el estímulo di¡ecto pa¡a la emprcsa del Tesoro, qurc había de llevar
I El título con que hoy todos conocemos la famosa obra ha desdi-
como primer título precisamente el mismo de la obra más importante
i bujado en la opinión de muchos la intención con que fue concebida. Isidoro.
de San
Pero esta intención os patente, no solo en su primitiva denominación,
El seguir, aunque no fuera más que de lejos, las huellas del sabio
sino en diversas declaraciones del autor en los preliminares y en el
arzobispo sevillano, comprometía a nuestro autor a explicar un creci-
cuerpo del libro (cf. Riquer, 1942: vrn). También la citada carta de
do número de palabras españolas por la vía etimológica (como había
Navarro de Arroita hace entusiasta hincapié en el carácter etimológi-
sido el objetivo manifestado por el Hispalense) y a desarrolla¡ esa ex-
co del trabajo.
I plicación por la vía enciclopédica (que había sido la verdadera inten-
En la dedicatoria al rey Felipe III, Covam¡bias es bastante explí-
I ción de San Isidoro, según su amigo San Braulio) (Diaz y Diaz, l9B2
cito respecto a su propósito: r80-81).
[,a buena mcmori¿ dc Filipo Scgundo, padrc dc V. M., hizo gran Como dice Díaz y Díaz, para San Isidoro «la historia de una pala-
diligoncia para quc las obras dcl glorioso San Isidoro, doctor de las bra y la del objeto que designa son notas que subyacen en ellos, no
i Españas, sc corrigicssen y cmendasscn por diuersos originales y de una perspectiva en que considerarlos» (Diaz y Díaz, 1982:188). La
nueuo sc imprimicsscn con mucha curiosidad, porque goássemos dc
su singular y santa dotrina y particularmentc de sus Etimologfas Lati-
etimología es, por tanto, lia
interpretaciór.. es la explicación de la
palabra, encaminada a descubrir la causa del nombre y, con ello, dar a
nas, sin embargo dc que antes de cl santo doctof aufan otros tratado cl
mcsmo argumcnto y, dcspués de é1, muchos modemos. Sospecho yo conocer la realidad de la cosa desigaada (cf. Zamboni, 1976:16-29).
quc, si alcangara Su Magestad, quc santa gloria aya, ser cosa possiblc Este concepto de los antiguos todavía es!í vigente en la época de Co-
colegir las dc su propia lengua castellana, que no con menos cuydado vamrbias, y cuando é1, o algun contemporáneo suyo, habla del «ori-
lo ap€t€cicra y procurara oxecutar; pcro hasta agora ninguno so ha genr» de una palabra, esto tiene poco que ver con la actitud histórica y
atreuido a csta cmpressa; y los quc lo han intcntado, vencidos de vn científica que adoptan (o aspiran a adoptar) los etimologistas de
trabajo inmcnso, han desistido dclla [...]. Yo, con cl desseo que hc tc-
nuestro tiempo. En la etimología de cada vocablo Covam¡-
nido y tengo dc scruir a V. M., hc porfiado cn este intento, hasta quc
-dice
J
I
206 üerarias en el «Tesoro» de Covarntbias 207
Diccíonarios anteriores a I 900 I
es

bias- «esiá ericerrado el ser de la cosa, sus cualidades, su uso, su El torcer grupo, en fin, oshá constituido por los toxtos didácticos
y
como modemos' escritos y roproducidos
materia, su forma, y de alguna dellas toma nombre» (s,v. etymologíq). üterarios, tanio medievales
De ahí que sean imcparables en el Tesoro la especulación etimológi- i t"og* española, incluyendo los pertenecientes a la literatura po-
ca y el despliegue enciclopédico. Pero esta íntima conexión llega al nular tradicional.
extremo de hacerse intercambiables las dos vertisntes de la actiüd¿¿ '- Nos detendremos aqui exclusivamente cn las autoridades litera-
del lexicógrafo. Hay afículos (por ejemplo, Alcahi de Henares) q¡s rias de cada uno do los Ees
gnrPos.
son lntegramente una disquisición etimológica, frente a otros sn Entre los autores alegados por Covamrbias pertenecientes a la
que la información sobre el referente ocupa la casi totalidad del dis- otigtioalaal clásica, algunos de los griegos ap¿¡recen relatando fábu-
ti -mitológicas
curso (por ejemplo, deltín). En conjunto, la información sobre las co- ¡¿s o morales; así, en el atlictlo castor so evoca el
apólogo de Esopo sobre este animal; en el artículo azíIlo,
sas supera ampliamente, en el interés del autor, a la pura información Esquilo
dice
I' sobre las palabras. i¡forma sobre la coodena do Prometeo; et aguganieve, Píndaro
I' en la
El predominio de la información enciclopédica sobre la lingüísti- cómo este pájaro fue traido del cielo por Venus; Pausanias,
voz asno, relata la historia de Ocno el espartero. Otras veces' los es-
i
ca se manifiesta claramente en la lista de las autoridades alegadas por
i, Covam¡bias. De los aproximadamente quinientos autores que cita a lo critores helenos contribuyen con noticias históricas o científicas,
:t
largo de su obra, la inmensa mayoría son didácticos, y algunos de los como Luciano, que en el attlctrlo Esculapio da cuenta de la existen-
ti literatos citados más asiduamente actuan como testigos históricos, cia en Pérgamo de un ternplo dedicado a este dios; o como Museo,
que comp¿¡rece en la voz óguila a propósito de cierta costumbre de
I
científicos, filosóficos o morales y no como testigos lingüísticos.
Por la lengua ds los testimodos aportados, pueden hacerse en o como Opiano, informador, a su vez, de las costumbres
I
ellos tres grandes gmpos: a) de leoguz latna; b) de lengua rom¡ínica "it" "r";
dol elefanto (s.v. etefante). En otros casos la autoridad es puramente
om¿¡mental; por ejemplo, si se cita a Aristófanes on el artículo gallo
I
no española, y c,) de lengua española.
En el primer grupo se encuentrau las citas blblicas, siempre toma- es para recordar que el poeta llama a esle a¡imal Martis pullum; dos
das dc la Yulgata; los didácticos griegos, frecuenternente trafdos de veisos do la Odisea son reproducidos (en latín, naturalmente), en la
segunda mano y siempre a través do traducciones latinas o voz asno, para confirmar poéticamente la sabiduría de Ulises; y un
-en el
caso de Dioscorides- a traves de traducción española; los didácticos verso de Arquiloco (también latinizado) siwe para alabar al erizo
latinos; los Padres de la Iglesia y otros escritores cristianos; los trata- (s,v, erizo). No faltan los casos cn que el nombre del poeta es utili-
distas medievales, y numerosos humanistas y científicos del Renaci- iado como componente de la definición, como ocrure cuando se di-
miento que utilizaron como vehlculo de expresión la lengua latina. ce q\e Amarillis es una ninfa o pastora celobrada por Teócrito'
Por otro lado, hay que incluir en este sector a los poetas tatinos, asl Úna utilización pareja se hace de los creadores latinos' Ovidio
como a los pocos griegos citados cuales, cuando comp¿¡recen, acude como narrador de mitos (el de la Vía Lácte4 s.v. agucena; el
lo hacen siernpre bajo ropaje latino,-los
igual que los didácticos-. del jacinto, s.v. ay,' el de las hermanas de Faetón, s.v, ámbar; el de
Está constituido el segundo gn¡.po por los escasos didácticos ita- Hermafrodito, s.v. andrógeno; el de Lotos, s.v. almez, etc.); tambien
lianos del Renacimiento que oscriben en su propia lengua, y también Propercio (el mito de Ocno, s.v. 4sno,),' Apuleyo es evocado cn el re-
por los literatos italianos, franceses y portugueses que escribieron en lato del asno y la adelfa (s.v. adelfa). Sobre diversas realid¿des natu-
sus respectivas lenguas vulgares. rales o históricas son llamados como testigos numerosos clásicos de
'!

208 Diccionarios anteriores a 1900 Autoridades librarias en el «Tesoro» de Covarrubias 209


I

la literatura latina: además del ya dicho Ovidio (por ejemplo, s.v. do Covam¡bias que, por ejemplo, al estudiar la voz españolt hurto,
alambre, álamo), aparccen Virgilio (por ejernplo, s.v. abeia, agua, ms indicar que en latín es furtum, registre un texto de Tibulo ilusha-
águila, ayrones, ajo, alfange, alheña), Horacio (s.v. abril, acólia, tivo del uso del tórmino latino. Esto ocl¡rre en innumerables ocasio-
anathema, admiración, alganoba, etc.), Marcial (s.v. agafrán, fi¡¡- o€s, y a veces la ilustración literaria no recae sobre el equivalente la-
bar, etc.), Silio Itálico (s.v. Cartago, Córdova, Sevilla, ciprés, danga, ti¡o del término español, sino sobre otra palabra latina que se supone
etc.), Juvenal (s.v. alcohol, Alemania, etc.), Terencio (s.v. andrógeno, scr origen de este, o bien sobre alguna voz latina, desde
boltear, etc.), Prudencio (s.v. carátula, lábaro, etc.), Petronio (s.v. que -también
al hilo del discu¡so lexicográfico. Asi, la autoridad
bcgo- sale
barato, geta, etc.), Lucrecio (s.v. cabra), Lucano (s.v. agafrán), T¡- dc Virgilio viene a propósito de los vocablos latinos celr¿ (s.v. adar-
bulo (s.v. carátula), Enio (s.v. FabiQ, Cbudiar.o (s.v. Fabricio), E6- ga), tempora (s.v. aladares), lucif* (s.v. albor), amurca (s.v. alpe-
tacio (s.v. atabal), Illanilio (s.v. hoja)... Algunos de ellos son reco¡- chín), etc.; la de Horacio, como testimonio de nepos (s.v, agüeto),
dados por sus juicios o por agudezas relacionadas con los objetos guttus (s.v. alcrza), ampulla (s.v. anpolla), etc.; la de Ovidio, para
¡
I
designados: Marcial (por ejernplo, s.v. alnafe, alcaparra, andrógeno), rltsúar adoptare (s.v. adoptar), telum uncum (s.v. a{ange), etc.; la de
Horacio (s.v. a7b,), Ausonio (s.v. Agatocles), Angeriano (s.v. car- Mucial, para foedare (s.v. afear), aphe (s.v. afán), carcullus (s.v. al-
bón)... Otas veces el nombre del poeta es mero elemento de la deñ- cor¡az), halex (s.v. aleche), subula (s.v. alesna), sulphurata (s.v.
I
I nición o explicación dcl término: asi, Virgilio, por haber cantado a alguaquida), cervical (s.v. almohada), ientaculum (s.v. almuergo),
Amaillis (s.v.), o Lucano, por ser hijo de Córdova (s.v.). latro (s.v. alquerque), cerusa (s.v. alvayalde), anbrosia (s,v. anbro-
Hay que señalar, sin embargo, una notable diferencia e¡ltre las sía), etc. Lo mismo se puede comprobar respecto a Ausonio, Apule-
menciones de autores latinos y griegos: mientras las de estos se ofte- yo, Juvenal, Lucano, Lucilio, Persio y otros (véanse los artículos
cen sin texto, o con texto traducido al latín, o en simple resumsn eD bastardo, calabozo, espada, alguaquida, águila, botsa, bonete y m:u-
español, los latinos casi siemprc aparecen diciendo sus propias pala- chos más).
bras en su propio idioma. Esto, que por una parte demuesta la fami- ¿Por qué incluyo Covamrbias, y con tanta abundancia, autorida-
liarialad de Covam¡bias con la lcngua latina, por otra parte denota la dcs lircra¡ias de voccs latinas, si
no cs latino su dicciona¡io? La res-
preteosión del auto¡ de quo su lector posea ot'¿ taDta: <<Presupongo puesta, ya citada, de Triwedi (1973: 155), de que intenta ser un
que los que sste libro leyeren por lo menos saben lati»» diccionario etimológico, resulta enigmática y exigiría algunas prcci-
-dice-
(s.v, abril); y a los quo no lo sabe¡ les recomienda, o que busquen siones. Aparte de no ser válida para los centenares de citas enciclopé-
quien les <<dcclare»» los pasajes que no eritieriden (s.v, celoso,), o bien, dicas en latín, en las que la lengua utilizada serla indiferente para el
sencillamcntc, que <<tengan pacicncia» (s.v. srÍrira,). Esta atrnósfera de contenido, ¡o aclara la cuestió¡ de por qué hay que atestiguar con
identificación con el latín por parto del autor y del lector no solo ex- tcxtos literarios las voces l¿ti¡¡s ¡st¿gig¡¿das muchas veces solo se-
plica la abundancia de testimonios en dicha lengua aportados con mánticamente con las españolas qus se trata de explicar. Habrá que
propósito enciclopédico por el lexicógrafo, sino el que no poc¿s vcces proñmdizar algo más.
sean alegados con finalidad lingüística. Esta frecuente orientación Una posible razón estaría en la ya comentada idcntificación del
lingiiística que caracteriza las citas literarias latinas frente a las grie- autor con aquella lengua. Su irreprimible amor hacia clla le llevarla a
gas tiene la peculiaridad de que no versa sobre la lengua a la que está no poder eütar la digresión sobre los términos a ella pertenecicntes,
consagrado el diccionario, sino sobre la propia lengua latina. Es típico por más que tal digresión fuese impertinente (al mcnos de modo di_
m,

210 Diccionarios anteriores a 1900 'as


t|utoidades litbart' en el <<Tesoro» de Covanabias 2tt
recto) al objetivo de la obra. Pero esta explicación necesita sin dud¡ ¡cproduce un texto del poeta: una, cuando dice que las damas «hazen
cnmudecer contemplando su hermosura, de que ay en los poetas
uni¡se a o§as.
Podría ser una de ellas el hecho de que cuando cita ejemplos lite-
halos encarocimientos, especialmente en Pet¡archa¡» (s.v. dama);
rarios de palabras latinas, Covam¡bias estri siguiendo el modelo dc
otra, cuando la obra a que se refiere es latina, y por cierto no per-
Calepino, uno de sus más importantes insptadores, cuyo diccionaris
6nece a Petrarca, sino a Boccaccio (s.v. carrus)|.
ilustraba con abundantes autorid¿des clásicas las vqsss l¿1in¡s en i[ En los restantes casos, la voz de Petrarca, como la de los clásicos
definidas. Precisamente miás de cuatro de esas autoriclades fuerou latinos, desempefia diversos papeles. Puede servi¡ de apoyo o fuente
ll aprovechadas por nues[o autor para su Tesoro. Yerüd os que resulta
il de información sobre personas o cosas (s,v. águíla, Alexandro, can-
algo dificil pensar que Covam¡bias no tuviese conciencia del despla- dela, colchón, conducho, pluma), o como mero ala¡de de erudición un
zamiento de función que experimentaban las autoridades latinas al poco traído por los cabellos (s.v. camaleón, tufo). Pero tanbién puedo
l cambiar la lengua objeto de tratamiento lexicográfico. servi¡ de autorid¿d lingüística atestiguando la palabra italiana en que
l
Sin que sean desdeñables los dos factores anteriores, hay que bus- el autor ve el origen de la española (s,v. aquel, costumbre, despalmar,
l
.l
car una explicación miis esencial, que puede ser la permanente confu- tloncas, empachar, esquilón, esquivo, estragar, falcón, folía, guay), o
l
sión entre 'significado' y 'referente', consecuencia de la teoría lexi- la palabra italiana que simplemente equivale a la española (s.v. ane-
l
cográfica y etimológica que subyace en el trabajo de Covamrbias, y pentirse, bisoño, cadena, campana, elefanle, estaca, guarir, hinojos);
que es hija, naturalmente, de su formación lingülstica. Al explicar una a veces sin mencionar esa palabra sino dcritro del propio ejernplo, sin
I palabra española,( el autor nos ofrece, superpuestas en una sola ima- duda por considerarlo innecesario a causa de la semejanza entre los
gen, la 'significación' de la palabra (elemento lingüístico) y la 'reali- términos de ambas lenguas, pero produciendo la curiosa sensación de
I
dad' por ella representada (elemento extralingüstico). No ha de ex-
l, trañamos esta fusión, puesto quo todavía se produce llamativa y
que el texto italiano es el testimonio documental de la palabra espa-
ñola (asl, s.v, abarcar, ambrosía, balcón, desarmar, dulce, espalmar,
I constantem€rnte en obras lexicográficas de nuestros días, algunas dc fábula, iluminar, lecho).
li ellas muy reputadas. En Covamrbias, esto procoso, que está en la base Al igual
quo respecto a la literatu¡a latina, en el caso de Pctrarca
de su marcada orientación enciclopédica, da lugar a este razona- no solo han movido a nuestro autor a citarlo con frecuenóia la devo-
miento: la realidad 'r', designada por la palabra española -( tiene en ción y la familiaridad, sino tarnbién las fuentes lexicográficas. Co-
ii latin el nombre I; yo doy aqul testimonios de este nombre f que meirtaristas de PeEarca, como Francesco Alunno y Francesco Filelfo,
aportarán nueva luz sobre la natu¡aleza de la realidad 'r'. citados en el T*oro y que sin duda estaban en la biblioteca de Cova-
La explicación precedcnte se confirma al sxaminar las no escasas m¡bias, facilitaban el aprovechamiento de los textos del poeta como
citas de poesía italiana en el Tesoro. Covarrubias, que residió en Italia materia de estudio lingüístico.
du¡ante un corto periodo de su vida; que demuesha en diversos Los otros dos grandes toscanos del Trecento, también citados por
pasajes de su obra un cierto conocimiento del toscano, y que, como Covamrbias, no deblan de serle conocidos directamente, o al menos
muchos españoles cultos de zu tiempo, estaba familiarizado con la
literatura italiana, es tambien, como corresponde a su época, un rDic€,8 propósito dc la invcnción de las ruedas: «Refiérelo Pcharca, en el libro
quc hizo dc las mugeres & fam¿>». De claris nulieibus fw c*tito por Boc{¿ccio; l¿
devoto de Petrarca. Cuarenta veces, a lo largo del Tesoro, aparece
conñ¡ión con Peha¡ca se debc probablemcnte a que cste es autor de De viris illustri-
citado el cantor de Lau¡a. Solo en dos de esas mencionss no se á¿s.

l
212 Diccionarios anteriores a I 900
/utoidatles lit\rarias en el «Tesoro» de Covarntbias 213
no debían de disfrut¿r de predilección tan intensa como petrarca.
Boccaccio aparece citado como ejemplo de la voz española caldo
De , Sannazaro, citado una sola vez, aparece con un texto cuya proce-

titulo Cajda de príncipes de <<una obra suya eruditíssimo>; como


s] ¡tcncia no se precisa, a propósito de un tabú lingtiistico (s .v. margo). No
h so afmar si la mención es directa o indi¡ecta. En cambio, sí pa-
puede
obra originaria está escrita en latin, De casibus yirorum illustriuu,-y
fúce con certeza citado de primera mano Ludovico Ariosto. Este poeta,
el_nombre Caída de príncipe.r os el que puso a su traducción el C¡¡.
ciller López de Ayala 2, hay que pensar que a Covamrbias le era solo salvo en un c:§o en que se toman sr¡s versos para confirmar una voz
conocida la versión española; de otra manera, no hubiera dudado iuliana (s.v. e*ilo), es aprovechado como testimonio de información
en
iluslrar_ el término español con el latino, como era su costumbre. ociclopedica cri varias citas de extensión muy diversa, desde los casi
6s
probable que algo semejante haya ocurrido en el artículo ¡¡ovela, 6elenta versos del artículo arcabuz hasta la simple referencia sin texto
dou_
de da como ejemplo «las novelas de Bocacio»>: [a versión española 6 el ulículo anillo (otros ejenplos, s .v. Este y cadena).
del Decamerón se titula ¿as cient novellas de Micer Juan Bocacio Mucho menos afortr¡nadas en el recuerdo de Covam¡bias son las
el lexicógrafo podía conocer estc texto y no el italiano, y litcraturas francesa y porh¡guesa. Una sola vez compa¡ece Ronsard,
llo:?tin!_3_; citado en su lengua y con referencia precisa, para atestiguar una pala-
de él posiblemente solo recordaría el título, pues la iraducción estaba
prohibida por la Inquisición desde 1559. Es de sospechar, por tanto, bra francesa (s.v. burla), Y dos veces aparece nombrado Camoens:
que las seis veces qus Covam¡bias aduce textos de Boccaccio (eu wa (s.v. camuesa), solamente para hoffar la memoria del «famoso
los que, a diferencia de los de Petrarca, Virgilio, Horacio, Ovidio, pocta Luys de Camoes, que compuso las Lusiadas en lengua portu-
Marcial, etc., no señala nunca el lugar de procedencia) los tome de gues¡D); otra ...._en que le llama Camoys-, para copiar un verso de
la Fabbrica del mondo, ds Fraricesco Alumo, como declara a propo_ cste poeta con el cual, segrin su peregrina afición, nuestro autor atss-
sito de uno de ellos (s.v, baylío). Tales textos son utilizados con fina_ tigua en otra lengua una palabra de la nuestra (s.v. costumbre).
lidad lingülstica de la misma forma que los de petrarca: o bien ilust¡a Pasemos ya a la literatura española. Al emplear el téÍnirro litera-
el término italiano que se da como origen del español (s.v. empicar, tur4 excluyo he hecho antes omitiendo a aquellos escritores
-como
¡oma¡ros o modemos que r¡saron el latín como vehículo de sus obras
escarpín, estafa, fagoleto), o bien confirma la palabra italiana cqui-
valente a la española (s.v. baylío), o bien da directamente el pasaje didácticas- a todos los que, habiendo escrito cn español, aparecen
italiano a propósito de la voz españ ola (s.v. fatcón). citados en el Tesoro en ca,lidzd de didácticos; cntre ellos un Fray Luis
Resp€cto a Dante, las apariencias son las mismas que respecto a de León, desconocido entonces como poeta salvo para muy pocos, y
_
Boccaccio. Solo en tres oc¿siones se le cita, nunca indicando iugar, y cuya rlnica presoncia c¡r el diccionario es como moralista, autor de Ia
en una de cllas va al lado de Boccaccio como tomado de Francesco perfecta casada (s,v, afeite), Quedan así fuera tambión las obras m¡ás
Alunng. antiguas en nuestra lengua traldas por Covam¡bias: las Flores de
!n el artículo esponja, el texto de Dante se ofrece como apo-
yo enciclopédico; en soga, como muestra de la voz italiana que se sofia (s.v. lazeria), las Partidas (utilizadas frecuentemente por sus
filo-
propone como origen de la española; y et baylío, como confirmación definiciones: s.v. adalid, adelantado, albohera, alcahueta, alcaide,
de la equivalente italiana de otra española. algar, alfageme, alfaqueque, algara, algo, alguazil, almocadén, al-
moneda, etc.),la Crónica general (s.v. prieto, etc,).
La primera obra literaria española que da Covam¡bias como auto-
'¡ Sc publicó cn Tolcdo, I5II.

i . .! Sq publicó fl Scvilla, 1496, y sc rcimprimió varias vcccs cn la primcra mitad dcl ridad lexicográfic a es El conde Lucanor. losé Romera Castillo ha es-
siglo xvr. tudiado esta presencia (1982). En tres ocasiones parece evidente que
214 Diccionaios anteriores a I 900 fuoidades li' Lrori^ "n el <<Tesoro» de Covantbias 215
el autor del Tesoro ttilizí el texto de don Juan Manuel: en los a¡¡q¡-
los visquir, esleír y sobejano, donde hace mención de los lugares varrubias siente clara veneración: de once veces quo menciona su
apofa como pruebas, pero no los transcribe. En otros seis articuios
quc ¡ornbre, en cinco lo acompaña del epíteto <<ilustre>r, y en una, del de
(asacar, banagán, Cid, holgar, hueste, lazeria) nombra la obra, pq¡s «divi¡o». Los versos de Garcilaso sirve¡r de autorid¿d cn los articulos
no por su texto, sino por las definiciones que Argote de Molina ü /bydo, aplacar, calabogo, hurto, cerca, dulce, Náiades, palestra, re-
algunos de sus vocablos sri el «fndice» que sigue a su edición de
¿¡ lontd, Galatea, si bien en esta ultima ocasión no se le nombra expli
conde Lucanor (1575). Es decir, a quien de verdad cita ahi Covaru.
f,¡ citamente, sino como ((nuestro poeta castellano»; además, se atribu-
yon a Garoilaso versos que no son suyos, según ha señalado Triwedi:
bias es a un lexicógrafo ocasional no a un litorato
-Argotea-, eú m c¿so, de Diego Hurt¿do de Mendoza (s.v. admiración), y et
Juan Manuel-.
-don otro, de Gutierre de Cetina (s.v. sobervia) (1973:156). Salvo enlóy-
De Juan de Mena, que, como dice (1960: Blecua xcv), fue <e¡ do, retama y Galalea,l6drs las citas de Ga¡cilaso incluso las atri-
poeta casi populan> en el siglo xvr, recuerda Covam¡bias versos
del buidas- son autoridades léxicas.
-
Laberinto como ilustración enciclopédica a los artículos Babilonia,
Es precisamente en una de las citas de gste poeta donde Covam¡-
Córdova y Duero (en este fltimo se limita a señalar el número de
la bias demuestra ser conscierite de la innovación que él está llevando a
copla). La estrofa primera de La coronación aparece citada como au_
cabo al presentar escritores españoles como autoridades para el uso
toridad léxica en los a¡tículos tachón, ufano, chatón y fondo. El rn1s-
cspañol: «con tanta autoridad y grauedad se puede alegar el diuino
mo carácter tiene también la cita del *ticulo rafez,
Garcilasso en comprouación de la lengua española como Virgilio y
Las Coplas de Mingo Rewlgo son citadas en los articulos ó/oo,
Homero en la latina y griega»» (s.v. cerca). En términos absolutos no
cabellera, rejo, chatón, tachón, deñarse, desgreñar, míera, siempre
sc trata de una novedad porque ya Nebrija habla recr¡rrido a los
como autoridad léxica. Covam¡bias muesha particular aprecio de cita
cjomplos literarios españoles para su Granática; pero sl lo es er¡ lexi-
obra: «No carece de misterio e, s.v. chatón- todo quanto se
-escrib cografia, pues la práctica era desconocida en los modestos ensayos
dize en aquella poesía a la vista grossera; pero, entendida, es de mu_ ¿ntoriores a Covam¡bias, y no será desarrollada sistemáticamente has-
cho ingenio y agudeza, por tocar no fábula, sino historiar».
b el Diccionario de autoridades.
La Celestina aparece mencionada en varias ocasiones, pero solo Pero una particularidad que tiencn las citas litera¡ias españolas
en dos (s.v, calgas y encaxar) como testimonio léxico; en los deruás
frsnte a las latinas (y las de Petrarca, Ariosto y Ronsard) es que,
casos es para explicar la etimología de los nombres de sus Ees princi-
mientras estas aparecen con indicación puntual de su procedencia, las
pales personajes (s.v. Celestina, Melibea) y para ridiculizar a un mal
de nuesta literatu¡a se presetr[an la mayorla de las veces sin precisar
traductor italiano de la tragicomedi L (s.v. intérprete).
cl lugar, e incluso tampoco la obra. De Garcilaso, por ejemplo, solo
U¡a citz de La soldadesca de Tones Naha¡ro sirve de autoridad en en dos ocasiones se especifica «tercera Églogo» (s.v. cerca, cala-
lavoz bisoño, y otra de Castillej o,pattlavoz herida. También Lope dc
bogo); en otras dos dice simplernente <<una églogar», <<aquel soneto>>
Rueda aparece r'"a sola vcz, sin texto , en el arlícvTofregadero.
(hurto, Abydo); y en otras seis no se da ninguna indicación (y pres-
Frente a esta parquedad, es baslante citado Garcilaso de la Vega,
.
sin duda el poeta miás famoso de las letras españolas y por el que Co-
cindo ahora de los dos casos de atibución equivocada). Podría expli-
carse esta despreocupación por tratarse de obras que el autor suponía
harto conocidas para sus lectores; pero mc inclino a pansar que lo que
' En cl artlculo Cid rtribuyc a otro, por lapsus, la cdición dc _E/ Coa de ltcattor.
¡ll
f'
f
t
216 Diccionarios anteriores a I eN U«:»rias en el «Tesoro» de Covan'ubias 217

ocu¡ria exactamente es que Covam¡bias citaba estos textos de hasta desembocar, a veces, en impresos en que so
mems hcluso oralmente,
ria. Volveremos sobre este punto.
,mitt- o se confundían los nombres de los autores. Muchos poemas
Más grave, sin ernbargo, es la imprecisión bibliográfica co¡¡¡6- además, eran pugstos ert música, y a través de los cancioneros
4ft0s,
tente,en omiti¡ el nombre del poeta en otras citas: «Ay vn soneto
€s- úgsic¿les alca¡lzaban
una gran difusión al lado de los villancicos y
pañol de buen autor que empiega: De veneriosa adelfa coronado» g¡ciones populares (Frenk Alatone, 1978: 47-80), borrá¡dose en es-
(s.v.
adelfa); «Díxo otro: El huésped que se combida / comení lo quc quienes los habían compuesto.
ha- 6 sucrte común la memoria de
llare; / mas si yo le combidare, / hele de dar gran comida» (r.r.
¿Procedían de estos cancioneros al menos algunos de los versos
"ra-
bidado); «Bien como suele al despuntar del alua¡r (s.v. cozo,),. «D¡.
oue Covamrbias estampa sin el nombre de su autor? Es un hecho in-
danio, con el cuento del cayado / El nombre y la figura deshazfa
/ ft áscutible su gran afición a la música. Aunque en el Tesoro, por tna
aquella ninpha que él antes auía / En mil cofezas de árboles pintado»
tto csas distracciones de nuestro lexicógrafo, no existe un artículo ml-
(s.v. deshazer); <<Dixo el otro: A¡do en la más alta esphero> (s.v. bajo la voz motete escribs: «Yo soy tan aficionado a la música
eq,fe- iu,
ral,' «Quedó en prouerbio vn verso castellano de vn soneto: que, aunque se alarguen [los motetes], no me dan pona; pero veo a
eue nun-
I l
ca falta vn Gil que nos persiga»> (s,v. Gil); «Ay vna canción antigua muchos de los que asisten en el coro estar rebentando; espccialmente
qle comienga: Viue leda, si podrrás, / y no penes atendiendo» (s.v. que componen con tanto artificio y ruido que la letra no se entiende;
¡ /e-
do,),' «Dixo el otro poeta castellano: A su aluedrío y sin orden alguna
I'
l I ocasión de gran fastidio». El Libro de la capilla de Christo a la colu-
I
Lleua vn pastor por Duero su ganado>» (s,v. alvedio)s. ,¡4 primera biografia de Covamrbias, nos dice que «favoreció» ex-
i Esta anonimia podría tener una explicación fácil en el descuido
o Eaordinariamente la música y se hizo protector de los cantores, <<gas-
la distracción de nuestro lexicógrafo, que a veces citaba apoyáadosc tando dc su hacienda con sllos en muchas ocasionesn (cf. Gorl-z,ález
I en su memoria o en anotaciones incompletas. por ejemplo, en npo
I Pale¡cia, 1942:365). Obsérvese que en los dos pasajes el interés se
aduce una etimologla del P, Guadix, <<si no me engaño»; y en el ar_ crntra en la música vocal. Los argumentos que preceden podrlan refe-
I
tictúo Toro, al evocar el nombre arrttglo Campus Gotorum ¡i¡se exclusivamente a la música de iglesia; pero hay una prueba elo-
I fsicj,lo
I atribuye a «cierto autoD) que <rpicnso ser el Liccnciado pozor. En cl cuente de que también gustaba mucho de la profana y de sus letras: es
artículo Pení asigna al P. Acosta una opinión que pertenece a Bernar- la abundancia de canciones tradicionalos y romances que utiliza como
i
do de Aldrete, mientras que da como afrmación de «algunos» la quc autoridades léxicas en st Tesoro. Si en los caocioneros musicales
I es del P. Acosta (Lope Blanch, 1977:313 y 314). ya hemos üsto, por que, improsos o manuscritos, circularon profusamente en la época de
ll
rl
otra parte, cómo atribuye errónoamente a Garcilaso dos fragmcntos nucstro oscritor, conüveri con estas canciones populares anónimas los
que pertenec€n a otros poctas, y a PeEarca una obra que no cs suya. madrigales y los sonetos de Cetina, de Garcilaso, de Acuña, de Lope
I Pero, sin ¡echaza¡ csla circunstancia personal, no se debe perder y dc muchos otros poetas cultos, casi siempre sin nombre de autor,
de üsta la realidad de que, como señaló Rodríguez Uoñino (l96tl
¿será muy descabellado sospechar que los fragmentos poéticos que
19-26), la mayor parte de la poesla española del siglo xvI no era pu- Covamrbias da como ejemplos dentro de sus articulos sin decir de
blicada por sus creadores, sino transmitida en copias manuscritas o quién son, proceden, siquiera sea en parte, de esos cancioneros?
La presencia de la canción popular como autoridad en su diccio-
J Rcscrvo para nario, prcsencia además notable, es uno de los rasgos más personales
otra ocasió¡ cl csfudio dc cstos tcxtos, quc cxigc mayor cspacio
quc cl aquf disponiblc. de Covam.rbias en la historia de nuestra lexicogralia. Juan de Valdés,

I
t
2t8 Diccionarios anteriores a I 900 I tartas en el «Tesoro» de Covarrubias 219
en su aprecio de los ref¡anes como ejemplos de Ia «puridad
de la lsu- «No quiere Marcos» (s.v. bufos, papos), «No sois vos
Bua castellanar» (1535-36: 38), era un precedente valioso dentro @t. lérmíño),
de la p¿ en cáma¡a, Pedro» (s.v. cámara), «Orillicas del río mis amores
lingüstica. Pero Covam¡bias va mrás.allá: no solo registra y
cxptica é (s.v. alento), <<Parióme mi mad¡e» (s.v. cttbrir, endechas), <O.ues,
mlltitud dc refranes, sino que valora la poesía tradicional, p-a.a
ct cs qoc los gallos cantar»» (s.v. cerca, gallo), «¿Qurindo, mas quándo...?»
tudio del léxico, a la misma alhra que_ las obras de los poetas
¡¿g 6v. cereza), «Que no me desnudéis» (s.v. camisa), «eue si linda era
celebrados. Es muy significativo que, al mismo tiempo que
defiends g.,padrin»» (s.v. epithalamio), «Quien hila y tuerce» (s.v. hitar),
la autoridad del divino Garcilaso en español como compáble
a la ¿¡
Homero y Virgilio pa¡a ol griego y el latín, defienda la de «qualqüer {pdén te hizo, Juan, pastor...?» (s.v. gasajo), «Santa Agueda, seño.
romance üejo o cantarcillo comúnmente recebido» (s,v. ¡¡ (s,v. alcaadora), «Si es verdad, como se canto) (s.v. dormi), «Si
cerca)- (cf.
Alín, 1968:49). No conozco ningún otro diccionario en quo la p@sÍa dhtos montoros» (s.v. garga), <<Si venís de madrugadar» (s.v. alcan-

ocupe tanto espacio entre las autoridades lora), <üa¡go vos, el mi pandero» (s,v. ál), <<Tres ánades, madre»
Tffi9*l
salie¡do de los
léxicas. Incluso, (a.v. anade), <<Velador que el castillo velas»» (s.v. centinela), «Vente a
límites del género lexicográfico, el Tesoro de Cova.
m¡bias es cronológicamente la primera obra humanistica donde ¡l[, torito hosquillo>» (s,v. hosco), «Vozes da¡r en aquella sierrar» (s.v.
se ü lúto).
acogida importante a la lírica popular, y una de las cuatro (las
o¡2s De los roma¡ces viejos, cs usual que Covam¡bias cite dos o cua-
tres son los Dían geniales de Rodrigo C arc y el vocabulario
de refra_ to versos, sean del principio, del medio o del final. Doy aquí solo el
nes y el Arte de la lengua española castellana de Gonzalo
Correas)
que más destacadamente han cont¡ibuido a su dignificación (cf. Fimero de los que cn cada caso se citan, con la advefencia de que
Frenk partes diferentes de un mismo romance pueden apafecer en lugares
Alatorre, 1978, y 1982: 20-21).
separados: <cAdelante, caualleros» (s.v. adelante), <<Añrera, afuera,
Doy a continuación la list¿ de los poernas populares cit¿dos como
Rodrigo» (s.v. fuera), <<,AJora, la bien cercada¡» (s.v..Álora), <<A¡mado
autoridades por Covam¡bias. Los poemas líricos iecogidos son
los si- dc todas armas» (s.v. guisa), <<Arriba, canes, arriba»» (s.v. can), <,B¡ien
guientesó: «A la hembra desamorada¡» (s.v. adelJa), árro-*,
.r. sabéis que nunca os tuue»» (s.v, talante), <8luen conde Fernán Gongá-
buraco»» (s.v. trópala), <<Ay, Dios, qué buen diar» (s.v. chiltar), "
«Can- lenl> (s.v. Fernán Gongále), <<Calledes, hija, calledes» (s.v. ángulo),
ta, J::giTl cantar» (s.v. argolla), «Ca¡acoles auéis comido»
is.v. ca_ «Castellanos y leoueses>» (s.v. León), «Con la punta del venablo» (s.v.
racol), <<Chaipiu.6n de la Reyna¡» (s.v. chapeo), <<Dama gallarü,
maa oador), <De Antequera partió ol moro»» (s.v. Antequera), «Dezilde
colóo» (s.v. gallo), <catne acogida en tu hato» (s.v. ciger), <rDe
lw quc su esposicar» (s.v. encomendado), <<En el real de Zamorar» (s.v.
álamos vengo, madre» (s.v. álano), <ú,chá mano'a la bolsari
1s.v. alarido), <<En figura de romero» (s.v. /guro,), (Gntre Torres y Xime-
ra,) 7, <<Feridas tenéis, amigo» (s.v. herida), <<Gufudame "a-
las vacas¡» t»» (s.v. entre, Xmena), «Hele, hele por do viene» (s.v. calgada, he-
(s.v. «Hala gala del zagab» (s.v. hala), <<Lndos ojos a la gar-
.carillo), b), <<La barba lleuaua blanca¡» (s.v . calva) , <rl,a mañana de San Juaru»
9a>» (s.u. garga), <<Ivfadrugáualo el aldeana¡r (s.v. atdea),,,Má, qü.ro
(s.v. albor), «Mal ferido Du¡andarte» (s.v.
panderico que no saya» (s.v. pandero), «No me entréis por
ol aigo»
fert), «Media noche era
por filo» (s.v.y'/,), <<Mensagero sois, amigo» (s.v. mensagero), <<Mrien-
I tas yo ensillo a Babieca¡» (s.v. ensillar), <<Mis arreos son las armasr
I I
ó
Rgpito, rcsp€cto 8l cornenta¡io dc cstos po€mas, asf como dc los (s.v. armar), «Mori¡os queréis, mi padre» (s.v. Hurraca), «Moro al-
romanccs, Ia
sdvctencia hccha cn Ia nots 5. caidc, moro alcaide» (s.v. alcaíde), <rPor vna la cerca el Duero»> (s.v.
7
Sc cita ¡a misms cs¡lción, slter¡ndo cl orden de los vcrsos, s.v. escarcela.
I
Qamora), «Que vos cofaron las faldas» (s.v. falda), « Retrayda esta
I
4l
i 220 Diccionarios anteriores a 1900 Áutoridades litelsrias en el «Tesoro» de Covarntbias 22t
la infantar» (s.v. infante), <<Siempre lo tuuistes, moro>» (s.v. barragán), ostén orientados, como he dicho, a una misma meta-, la finalidad
I(
<<Todos algaron los dedos» (s.v. algar), «Todos dizen Amen, ar¡sD) literarias
1

de las es más confusa. Un sector de ellas


l -especialmente
I (s.v. amén), «Vi veni¡ vn bulto negro» (s.v. áulto). dentro de las latinas- apunta a la información enciclopédica; otro,
I El predominio de la literatura popular sobre la culta es bien s una información lingüistica cuya intención no siempre es clara y
l:
visible en las autoridades léxicas aducidas por Covamrbias. ¡¡ dc la que no se debe excluir la función omamental. No es ajeno a
aprecio de la poesia tradicional, característico del momento en qu6 csta presencia, que podríamos llamar expletiva, el temperamento
vive y escribe nuestro autor, adquiere en él especial relieve si tene_ 6ordial, comunicativo y locuaz de nuestro autor, poco dado a reser-
ti
mos en cuenta, no solo la importante proporción que este elemento varse sus propios conocimientos y experiencias. Tampoco debe des-
i1 I
alcanza en la representación de la literatura española dentro del cartarse la disponibilidad que de muchas de estas citas le servía en
Tesoro, sino también contraste la extensa erudiciól ricos repertorios la filología humanística, y que sin duda constituía
1r -por -
humanística y la amplia formación libresca que el escritor acredita pua él un aliciente más para extenderse en sus amenas y eruditas
lr I
I constantemente a lo largo de su obra. disertacioües.
En conclusión, la presencia de autoridades en el Tesoro de Cova- Las citas literarias en español, frente a las de otras lenguas, tienen
¡
¡ m¡bias está naturalmente determinada por los planteamientos teóricos cl carácter de auténticas autoridades lédcas. Es en su utilización en lo
que insptan la obra. Para Covamtbias, el propósito fundamental es que coincide el diccionario de Covam¡bias con su coetáneo de la
ii componer un diccionario etimológico, entendiendo por tal el que tic- Crusca. Pero las diferencias son profundas. En primer lugar, el italia-
i
1 ne por objeto declarar el <<verdadero seritido» de las palabras, a partir 00, fiel a su nítido objetivo de ser un puro diccionario de lengua, no
t; de la creencia de que en esta§, en principio, se oncuentra algo de la registra otras autoridades que las de la propia lengua, sin que estas
escncia de la cosa nombrada. Esta concepción le lleva a enfocar como compart¡¡n el espacio con las de otros idiomas, ni tengan otra frnali-
partes de una misma unidad la palabra y la cosa. Y la consecuencia dad que la de dar testimonio léxico. En segundo lugar, el uso de auto-
lexicográñca de ello es la indistinción entre la exposición sobre cl ri<lades en el Yocabolario es sistemático, de tal modo quc no se re-
contenido de la palabra y la exposición sobro la realidad por ella rc- gisha ni define ningún término sin que vaya avalado al menos por un
presentada. cjcmplo literario. Por último, todos los textos empleados en él estrán
La complejidad de este planteamiento, unida al rigor metodológi- tomados de la literatura culta y van acompañados de su precisa indi-
co no muy estricto que caractei.za la personalidad de Covamrbias, cación bibliográfica. Nada de esto se cumple en Covamrbias, quien,
trae como consecuencia la variedad en la índole y en la función de las cn cambio, ofrece la gran originalidad, lingüísticamente muy valiosa,
numerosas autoridades que ap¿¡recen en las páginas del Tesoro, Pa de prestar oído como autorid¿d léxica a la yoz del pueblo, a través de
un lado, son muy numerosas las autoridades científicas o didácticas, la lírica y la épica tradicionales.
tanto clísicas como modemas. Por otro, en menor proporción, no son Todas las ca¡acterísticas del Yocabolario de la Crusca en cuanto a
escasos los toxtos literarios, en latín, en español y en otr¿s lengu¿s, lascitas literarias fueron adoptadas fielmente por el D iccionario de la
traidos a los diversos artículos del diccionario. Academia Española en 1726, mientras que fue abandonada la apofa-
Si la finalidad de las citas didácticas es por una parte enciclopé- ción, en este terreno, del Tesoro, tan justamentc apreciado y tenido en
dica (información sobre las cosas) y por otra lingüística (informa- cuenta, en cambio, por su precioso caudal lexicográfico.
ción sobre el origen de las palabras) ar¡nque uno y otro propósito
-
?a
eÁla Academia 223

atención en sus dos vertientes, lexicográfrca y enciclopé-

lexicógrafos bilingües, como César Oudin y sus sucesores


1893: col. 1475; Collison, 1982:77) y Lorenzo Francio-
620), se sirvieron generosamente de los materiales que Cova-
les pres€ntaba. En cuanto a la precaria lexicografia monolin-
spdel español, lo poco que en este terreno se hizo durante el siglo
t2 fficntomo al Tesoro. Hay un inédito y ariónimo Tesoro de lalen-
-E
castellana abreviado cuyo titulo revela dónde tiene puesta la mi-
COVARRUBIAS EN LA ACADEMIA'
dda cl autor pesar de que el texto no parece depender del de Co-
y-aotro inédito Tesoro de la lengua castellana, en que se
rtnnbias-
Men muchos vocablos, etimologías y adverlencias sobre el que es-
L Micontacto con la época de Cervantes se mantiene eri
buena s¡bió el doctísímo don Sebastián de Covarrubias, de Juan de Ayala
plte_1 través de un colega en la lexicografia: Sebastián de Covam¡_ Manrique, comenzado en 1693 e intemrmpido eir la letra C (cf. Gili
bias (1539-1613), coetáneo del novelista y que, igual que Cnya, 1947). Por ot¡a parte, la obra de Francisco del Rosal Origen y
é1, publicó
su obra más ilushe e¡l la última etapa de laüda. El T"ioro ái U Un_ ainología de lodos los vocablos originales de la lengua castellana,
gua costellana o española es, según universal consenso, bnbién inédita, aunque suele citarse con la fecha de 1601, que es la
una de las
llaves imprescindibles para todo el que quiera acercarsá al dc l¿ licencia con que se iba a imprimir, fue luego revisada, según se
conoci-
de la lengua y la cultura españolas de las décadas en torno lcc cri sus preliminares, teriiendo en cuenta algunos trabajos publica-
luento al
año 1611, y un abiganado mosaico de noticias que le sumergirán dos posteriormente, entre ellos el Tesoro de Covam¡bias (cf. Gallar-

los saberes, las creencias y el üür españoles de aquellos do, 1863-89: lY, col.264; Viñaza, 1893: col. 1635; Gili Gaya, 1947:
de siglo. "oiri*o, n). Y fuera de España, es notable la atención que presta al Tesoro el
Claro está que no fue tan fulminante ni tan extendido, ni mucho francés Gilles Ménage en Les origines de la langue frangoise (1650),
menos, el éxito de la obra de Covam¡bias como el de la oúra donde en varios pasajes cita, para rech azarlas y a vocos para aprobÍ¡¡-
de Ce¡-
vantes. Si¡ embargo, a pesar del conocido juicio de (1626: las, las etimologías de nuestro lexicógrafo (cf. Lope Blanch, 1979).
euevedo
329), como propio de este autor, no señala sino la cara negativa Pcro t¿mbien los que no cultivaban la lexicografia o la etimología
_qte,
papel es más que la raz,ón obra grande y de erudición dan fe del discreto renombre de Covamrbias en el siglo xvtr. Todavía
-«el desali_
ñadar»-, y a pesar de una trayectoria editoriai poco brillante _no co vida de este, Bartolomé Jimenez Patón le dedica, con enfáticos
tuyo más que una segunda edición, sessnta y trei años después clogios, sus Instítuciones de la gramálica española, publicadas en
de Ia
primera, y a manos del p. Noydens el Tisoro mereció en el siglo 1614; apafe de ello, lo cita con frecuencia e¡¡ sus obras filológicas
-, (cf. QuiliVRozas, 1965: xrn<). Lope de Vega atestigua qu€ el Tesoro
a¡claba en boca de los españoles cultos, quienes lo consultaban por
' [Publicado en,{zaler Cemantinos [Homcnajc a Albcrto Sánchez], XXV-)O$I §us etimologías: <<Esto no lo ha topado westra merced en el Tesoro
(1987-88),387-981.
de la lengua castellana», dice el propio Lope a Marcia Leonarda en la
224 Di c c io narios ant eriore s a 1900 (evartubias en L Academia ))\
novela.Guzmán el Bravo (1624: llTS). No por cl
aspecto lingüístics bri¡o (1705), sigue recordando a Covam¡bias en su portada. No pue_
parte por et enciclopéd1co, lo citan pe-
:l:t5l1T"i",.:h: "1o*
dro pantoja de Ayala, Commentaria_in- títulum de
¡1e caber ninguna duda de que los miembros de la flamante Academia
aleatoribus, diges_ Española, empeñados desde l7l3 en componer un diccionario de la
tis et codice (1625; cf. Étienwe, 1978: II, 34);
Rodrigo Caro, Diar l€trgua castellana, no se vieron obligados a desenterrar del olvido a su
geniales o hidicros (c1626:11,34,_ y 176; cf. Étiávre, 1978: t, 6¡ico antecesor, muerto cien años atrás.
.l7S
teTe:42);-romásTamayo
I
1'-,^.1!^,-10,!'!t,ro;, de vuga, i*to o to, Que la primera generación de académicos tuvo muy presente al
yl::n:dos q t a lengua .española (1629; cf. ytñaza, t 893: col. 203C¡, Ntor del Tesoro se comprueba ya en la primera pagma a'et frOlogo
quren mvoca a Covam¡bias en apoyo de
la tesis de la primacía lin. del Diccionarto, donde se alaba el mérito singuiaide Covam¡bias
güística toledana; y Gabriel de la Gasca y
Espino, , Uon ii a" or¡ro, como compilador del único léxico existente para nuestra lengua, al
cortesano (t6}r; cr. CáUarAo, l¡ál_sg: lir,
l!: ":p"*":
JJ.r', que
ctce bas:tse en Covam.¡bias para la explicación
.ol. ¡¡_ tiempo que se reconoce la importancia fundamental que esta oüra tie-
de determi- ne para la empresa en que ellos están comprometidos:
nadas palabras, Sin menciona¡ el nombre
de nu"rt o t-urn¡i¿o
Baltasar^Gracián p¡¡rece que utilizó con frecuencia "uto., Hallándose el Orbe literario enriquecido con el copioso
r"rá i.t qu. de- Diccionarios que en los Idiomas o Lenguas extrange.",
número
Correa Calderón sncuentra (oumerosas concomitancias "t
de expre- ." nun pu-
blicado de-un siglo a esta part€, Ia Lenguatspañola, Jenaotan
sióo> y el aprovechamiento de «múltiples noticias rica y
curiosas>» en á/ poderosa de palabras y locucioncs, quéO"bu
criticón (1651-57; cf. Correa Calderón, 1971: p. rxw t" áuyo, oU.lu;Oua,
y r_:o<vr). No "n qu" tiUro áel
pobreza e ignorancia [...], sin tcner oiro r""uoo
fne-
olvidemos, en fin, la reseña elogiosa que del soro de Ia I:ngua Castellana o Española que sacó "i
Tisoro ñi"on a luz el año de
Antonio en su B¡'áI¡a thcca Hispana nova (1672; ".J¡uio
cf. Seco, lggzat 23g). l6l I Don Sebastián de Covam¡biis y después reimprimiá Gabriel
- Los datos que anteceden muestran suficientementc que, en su si-
glo, tras la publicación de su gran obra, Covamrbias
1" l"ól "l et año dc t612, añadido dL
Pad¡€ Benito Remigio Noidens, dc los Cleñgos
,o"", y noL. po.
"tgü".neguh;s Meno.es. "t
no fue un desco-
nocldo y que disfrutó, si no dc amplia fama,
si de un renombre du¡a- . Es evidente que a cste Auior sc le aebé ta gtóta ac haver dado
principio a obra tan grande, que ha scrvido a la A-cademia
dero entre la gente de lehas2. de ciara luz
cn la confusa obscu¡idad de cmpressa tan insigne; pero a estc
sabio
Escritor n-o le fuc fácil agotar cl dilatado Oc¿un-o á" Iu
I-engua espa-
. 2, Y entramos en el siglo xvlu, eri cuyos umbrales todavía cl Dic-
cionario nuevo de las lenguas española y
ñola, por Ia multitud de sus voccs; y assf quedó aque
a obü, aunque
de_fectuosa, por faltarle creiido número de palaUras;
francesa, de Francisco So- l-oab.le.,
Real Academia, venerando el noble pensamiento
oe.o ta
dc bouanuúiás y si_
guiéndole en las voces en que halló proporción y u".l.i.iiitua,
f,u
formado el Diccionario sujetándose á aiuellos
I Gallardo, por órincipio. v conti
nuando después debaxo de las reglas qu" l. h*'pu.""ido
-. crrata" d¡o par¿ csta obrs la fqcha 1631. corrijo
Simón Dlaz (192: 6t I ).
dc acucrdo con J, iás ade-
quadas y convenientcs. (Academia, 1726: p. r).
2
En un artlculo antcrior (Scco, l9g2a: 241)
.
¡io dc covam¡bi¡¡ cayó cn ci vrcfo. Hay quc
dijc quc, cn su ticmpo, cl dicciona-
soluto
cnt"ndi. csc vacro i.'.r r.rt¡¿o.u- No solo es notable la elocuencia con que la Academia manifiesta
-como se comprueba leycndo cl contcxto d" aq*Ua
rclacióD con la sccptación quc alárzaron
l, ,ino y aprecio por el trabajo de Covam¡bias cuyo elogio, notémos-
di".ion"rio" io""ti.rnacian ",
¿"'iu"i¡¡'", á¡"0¡r,", -en
lo, no había otros antecedentes que los de
los Estiennc, la Cruscs, c incluso otms "orno
dc talla muy inf..i*, io. Uifiigü". d" Jiménez fuiOn'y ñi*fa,
Minshcu, tas Casas y Oudin. A¡tonio La Acadcmia, acreditando su buen conocimierío áet pa_
"orno
-.
226 Diccionarios anteriores a I 900 gnvantbias en\a Academia 227
norama lexicográfico en el mundo latino del momento, deplora el re-
flidalgo, el P. Alcalá, Palmi¡eno y otros. En el primer bloque (I, l-
taso con quo nuestra lengua se incorpora a la serie de los g¡andcs
100), que corresponde a l6 folios del Tesoro, se msnciona a Covarru-
diccionarios modemos, a pesar de haber sido la primera en disponc¡
bias 71 veces; en el segundo (V, 69-168), que en el Tesoro cones-
de un diccionario monolingüe:
pnde a 8 folios, las menciones son 56. Teniendo en cuenta la distinta
Es bien reparable que, haviendo sido Don Sebastián de Covamr-
froporción de los dos sectores de Covamrbias, se ve claramente que
bias el primcro que se dedicó a este habilfssimo estudio, cn quc los la segunda parte es más densa en cit¿s de este autor. En todo caso, el
cxtrangcros, siguiéndole, se han adclantado con tanta diligencia y
Íombre de Covam¡bias sr¡rge en la muestra con un promedio de una
csmero, sea la Nación Española la última a la perfección del Dicciú
nario de su Lengua. (Academia, 1126:. p.l).
wz cad,a poco más de página y media del Diccionario de autori-
thdes.

Como se ve, la Academia señala una realidad históric¿ quo toda-


3. Es sabido que, a pesar de su título tradicional, el primer Dic-
vía en nuestro siglo es muy rara vez reconoci da: el Tesoro de Cova_
m¡bias fue el primer diccionario monolingüe extenso de Europa (cf.
cionaio académico no ofrece autoridades literarias en todos los ar-
tfculos ni en todas las acepciones. Pero a veces suple esta carencia
Seco, 1982a:242).
con autoridades lexicográficas, y es Covamrbias el llamado con más
La declaración inicial de haber seguido a Covarrubias «en las vo-
frecuencia a desempeñar ese papel.
ces en que halló proporción y verisimilituó» responde a la verdad. La
Tal ocurre en los a¡ticulos o acepcioncs siguientes: ababol, aba-
Academia, contra lo que se ha afirmado a veces, no volcó lntegra-
dejo'ave' e 'insecto', abalanzar .igualar los pesos de la balarua';
mente en st Diccionario el caudal de Covamrbias, sino que seleccio.
abejentco, abejón (y la loatciín jugar con alguno al abejón), ablen-
nó y rechazó según su criterio. No voy a detenerme ahora en esa sc-
lador, ablentar, abolonadura, abribonarse, abrir (* las consüuccio-
lección y en ese criterio, sino en el examen del simple hecho dc la
rres abrir en cobre u otro metdl, abrir las manos, abrir tienda),
presencia del Tesoro en el Diccíonario académico. Para ello, por vía
úierto (crédito abierto, hombre abierto), abysmales, acanalar, aca-
do ensayo, he acot¿do una muestra de 200 páginas del Diccionario de
nelar, acéphalo, acepillar 'pllir', acetre,hisopo,, achaque , demn-
autoridades: las 100 primeras de la letra A, que corresponden al tomo
cia', acodar (en jardinería y en carpintería), acólyo .monaguillo',
f 0726), y las 100 primeras de la P, que son las 69-168 del tomo V
aconchar 'componer o aderezar', acontar ,Wner cuentos o punta-
(1737); dos cortes que representan dos momentos distintos en la pro-
les', acontado'apuntalado', acachilladizo, adivas, adoptar.injertar',
ducción del Diccionario. Aunque Cotarelo (19Á) y Lizarc Car¡etc¡
advenedizo 'gentil o musulmán converso', aescondidillas, padre (en
(1972) nos han dado noticia puntual de los redactores y de los reviso,
la frase proverbial mi padre las guardará), pagadero ,plazo' pagano
res de cada una de esas partes, la divcrsid¿d de manos que desde el ,
'campesino', pclacro 'sala común y pública en algunas casas del Rei
embrión de cada artículo hasta su impresión final pudieron interveui¡
no de Toledo' (y en las locuciones echar una cosa a palacio y hacer
en él aconseja que nos desentendamos del factor personal en las pági-
palacio), palamallo, palmero, palmito (estar como un palmito), pa-
nas de esta muest¡a y las consideremos como lo que son oficialmente:
lomera, palomería, pampanada, pampanar,empanada,, pámphilo,
fruto del trabajo colegiado de una corporación.
pan (pan mal conocido 'persona ngrata,), pancera, pandurria, pan-
En las 200 páginas estudiadas, Covamrbias apÍ¡rece citado con
frecuencia. Es el lexicógrafo miás citado, por encima de Nebrija, Juan
tomimo, pantuflazo, pañalón, paparrasolla, papasal ,}uego,, papos
'ciefo tocado'y 'flor de cardo' (y la locución estar en pipo tle bui-
228 Diccionarios anteriores a I 900 ías en\la Academia 110

tre), parasito, paridera 'sitio en que pare el ganado' , parral, panería, ,§to tipo de información: <rEn el honesto assunto de la Academia, que
parlura, pascasio, passionarios, passionero, pausán. bt@ta y consiSue formar un Diccionario de la Lengua Castellana, es
En unos pocos casos el testimonio de Covamrbias va empfüejado b¡ osencial el estudio de las Etymologías que con razón se debiera
con el de otro lexicógrafo, Nebnja: aburar, acensuars, acezar, ace-
ftli^4enar a sus individuos si, empeñados en su principal idea, aban-
zo, acipreste. Algo más frecuente es que se una a un testimonio litera- ¿Jfraran la" Etymologias» (Académia, 1726: Ll.lero en el prólogo
no: el Guzmán de Alfarache, en las voces abocar y acepilladura; g,advierte que «ha formado el Diccionario sin detenerse con dema-
Antonio de Fuenmayor, en abort¡vo y papelina; el Estebanillo Gon_ ¡iada reflexión en el origen y dcrivación de las voces; porque, ademas
zález, e¡ abierto (resto abierto); Acosta, en acanelo,' Nieremberg, sn dcser trabajo de poco fruto, sería penoso y desagradable a los lecto-
achocar'juntar dinero'; Argote de Molina, en padilla; Qu¿ysd¡, r€s, que regularmente buscan la propriedad del significado» (Ibíd.: r).
en paradigma; Castillo de Bobadilla, et passador. Y co efecto, aunque regularmente procura indicar la etimología de
En estas menciones del Tesoro, en general, se indica el artículo gn cada palabra, no hace de ello cuestión de vida o muerte ni se entretie-
que este explicó la voz en cuestión; indicación necesa¡ia, dada la pe- [e en discusiones. Hay no pocas ocasiones en que no se da etimolo-
culiar estructura de la obra. Frente a este esmero, no faltan algunas gía; otras en que se apunta alguna solo como probable, y otras on que
inexactitudes, como la de alegar a Covamrbias como testigo --{s so reproduce la propuesta por Covam.rbias, sin que ello signifique
abejeruco, cuando lo que ofrecía nuestro autor era abejoruco; s l¿ ¡sumi¡ la responsabilidad. De todos modos, la cita de estas otimolo-
acanalar, cuando el término de Covam¡bias era acanelar; o incluso glas ya implica una forma de aprobación más o menos decidida; lo
hacer a este autor garante do voces que no so encuentran en su diccio prucban los numerosos cÍrsos cn que las fantasías helénicas o hebrai-
nario, como algunas de las que he dado en la pnnera lista ablenta- us del Tesoro son prudentemente pasadas por alto por los académi-
dor, abotonadura, abribonarse, abierto (hombre abierto), pampanar, cos.
parleríaa, He aqui algunas muostras de la presencia de Covam¡bias como
autoridad etimológica e¡ el Diccionario (el pasaje reproducido entre
4. En un segundo aspecto el Diccionario de autoridades se berrc- comillas es el comentario de la Academia en los lugares respectivos):
ficia de la obra del viejo m¿estro: las etimologlas. En este terreno la qbalanz,orse: <<Este vcrbo assienta Covarr. en
su Diccionario quc
Academia es más selectiva. Es cierto que en el <<Discurso proemial se forma del nombrc Balanza, y añadc quc cs más cierto quc viene del
sobre las etymologías» atribuye una impolancia de primer orden a verbo Ballo, que significa anojar. Ohos son de dictamen quc sale de
la palabra Avanza».
¡ Hay quc rdvcrtir qu c acewuar no ftgtra cn Nebrija (tampoco
ocerray', no ya cn ¿c<Í. <<Es más proprio quc venga del sdverbio Hac, como siente
la primcra cdición dcl yocabulario (1495), sino cn las postcriorcs; Ia última quc hc Covan.».
podido cor¡sutta¡ cs la dc 1645. acertar: <<Covarr, dcduce esta palabra dcl Latino Cerlum, y otros
' Pudiera pcnsarsc quc la Acadcmia tomó cstas cit¡s, oo del lesoro, si¡o dc su de Acierto»-
Suplemento inédito. No figuran cn é1, como puode comprobarsc cn la list¡ dc voc¡s achaque: <<Covan., citando al padre Guadix, afirma ser voz Ará-
publicada por Dolorcs Azorfn (1988: 691). Ta¡npoco cn ot¡os diccionarios ar¡tqiorrs
biga y que viene de achaqui, qte vale lo mismo que qucrcllarser>.
al académico, s¿lyo las voces a e¡tador y abototadura (cf. Gili Gaya, 1947). Sc ac¡a: <<Atendiendo a la etymologfa, que la da Covarr. de la pala_
t¡8t4, por tanto, de simplcs crrorcs dcl Diccio¡ario de autoridades, Este tipo dc dcsa-
justcs (cf. la nota antcrior) no cs raro cn la obra y ha dado lugar a más dc un hopiczo
bra Haz, y tr¿hcrla con á Ncbrixa, el p. Salas y otros Diccionarios
dc lcxicógrafos y ctimologistas postcriorcs. [...], se debc cscribir con ella».
230 Diccionarios anteriores a 1900 Covarrubias el b Academia 23r
i
aciql: <<Covafi. dice que vieno del verbo Asir por el ofeclo quc pantano: <<Covafi. dice sc dixo quasi plantano, porque el que en-
hace, y cl Pad¡e Guadix le deducn del fuabe Aciar, que significa mor- tra cn él se queda como planta, sin poder salir fácilmente».
daz»>. panza: <<C-avan. dice scr vocablo antiguo Español, y puede tam-
acicalar: <<Yiene, según algunos, del Arábigo Hacecalar, toma- bien ser del Latilo Pantex».
do, como discunc Covarr., del Hebreo fucslh, q\e vale purificar y papahígo: «Dfxose, según Cnvan., Quasi fixus papo, por eslar
limpiar. Otros le de ducet delLali¡o Acúere»s. fixo al pcscuczo>».
acicate: <<Coyatr. deduce csta palabra del Caldeo Hazecat, q\c papanasolla: <<Covarr. en su Thesoro dice Paparesolla y que se
vale aguijón. Diego de Unca, del Arábigo Sicatum, qve vale conea. formó del nombre Papo y el verbo rosollan>.
El Padre Guadix, de el Arabc Zaiquid, que significa hasta aquí, por- póramo: <<Cnvarr. siento se dixo quasi Par eremo, que vale igual
l que no passa la herida quc se hacc con él más quc hasta el botón o ¡o- al yermo»,
daja». parar 'cesar': <<Covarr. dice quc puode vcúr del Latino Parére,
i
acosrar.' «En este sentido [p¡onominal, 'seguir el partido de'] p¿- que signifi ca Obedecen».
i, rece que puede venir de la palabra Costado, aludiendo (como sientc pafta: <<El P. Guadix, citado por Covarr., dice ser nombre Arábi-
Covarr.) a la costumbre antigua de la Roptlblica Romana, dondc lo5 go; y él dicc que puodc ser del Hebreo P¿rraz, que vale extendeD).
que eran de parec€r de alguno de los principales ciudadanos se lc- parva: <<Covarr. dice que se llamó assl porque sicmpre al La-
vantaban y ponfan a su lado, y assl declaraban su voto». brador lo parece pcqueña»».
,l
qdemán: <<CoyaÍ. dice que el origen de csta voz es del nombrc pasta: <<Covafi. dice quc se dixo dcl Latino P¡¡á¿', que valo ma-
ii
I Mano, porque los ademanes se hacen con la mano. Parece natural se chacado>».

i dixesse por csto, aunque también so hace con la boca, con el rostro o pata: <<CovaÍ. dicc haberse tomado del nombre [src] Gricgo Pa-
I con todo el cuerpo>>, téo, qJJ,a yale z¡dar, y qu€ también pudo dccirse del Latino Pateo, es;
aduana: <<Cnvan. traho varias Etymologfas de esta Palabra; la pero quc su origcn cierto es dol vorbo Criago Patein, quo significa Pi-
I

más verislmil parcco la quc dice Urrea, quc viene de la voz Arábiga saD).
Divánum, que signiñca la casa donde so cobran los derechos»' Wtio: <<Cnvafi. dicc se tomó del Lati¡o Patere, que significa cs-
pabilo: <<Yiena dclLatino Pabulum, según Covarr. y otros». tar descubierto».
¡ padilla: «Dice lC.ovarr.l es del Latino Patellq, ae». patraña: <<Covafi. quiere vcnga del nombre Padre, por derivarse
¡
I page: <<Covzrr. dice vicne do la voz Gricga Pais, que significa dc Padres a hijos, y también puode habcrse tomado dol Latirto Patra-
I muchacho>r. re».
I palabra: <<Segítn Covarr. y otros, se dixo de Parriáola, quc cn la
baxa Latinidad significaba qualquiera locucióD). Me ha parecido interesante ilustrar con detalle este aspecto de la
palamallo: «Covan. [...] dice se dixo assf quasi Pala e malleus». élación enke el Tesoro y el Diccionario; pero ceder ahora a la tenta-
Pqlmilla: <<CoyaÍ. dicc que puede venir de la palabra Palomillar». ción de dc¡norarme en la observación de sus pormenores me apartaría
Pslomera: «Tráhcle Covarr. cn su Thesoro y dice se dixo quasi
de la linea y del espacio que me he propuesto en este ensayo.
Paramera».
pandero: «El Brocense y Budeo, citados de Covan., dicen que
viene de la voz Griaga Pandura, que significa un instrumento de trcs 5. La presencia del Tesoro en el Diccionario de autoridades se
cucrdas»r. manifiesta todavía en algunas formas curiosas. Que Covamrbias apa-
rczca con frecuencia, como hemos visto, en calidad de autoridad lexi-
cográfica y etimológica, a nadie puede extrañar, dada la importancia
J Hay enata en la cita de la voz hebrca: Covam¡bias no dic¡ z¿coth, sino zacoch.
232
D ic c ío nario s ant e riores a 1900 Aovamtbias en\a Academia 233
que en r¡no y otro aspecto tiene su
obra. pero que se apele a su testi-
monio en materia ofográfica, cuando su libá es p.i"i-rá.n,. drlamos inclui¡ al lado de este caso las citas de Covamrbias que no
caso extraordinario en la lexicografia mundial * §ponden a la realidad las que atrtes nos hemos referido _,
I
mica, casi parece una broma. Biin es verdad
po. ,, *.quiu grufe- -a
quisiéramos interpretar estas evocaciones erróneas como lapsus
si
q; ;.i; ;;"';uy freu-
di¿nos. De todos modos, en compensación, hay otros artículos basa-
cepcionalmente. La Academia cita
a Covam¡bias p*" ."Á.* ",,-
timonio de Nebrija y de Bravo en cuanto ,.r- {ps en Covamrbias en los cuales no sale el nombre del inspirador
"f
al uso de la letra ó en [a voz
abogado. En otras dos ocasiones se (como ahora veremos).
le toma ,".io
pero es para discutir dcterminados puntos, ", vere.o,
según "o_o-o-.tógr"fo,
Es notable que Covamrbias no solo
sea-tenido
l""So. ; 6. Claro estii que la veneración al maestro tiene sus límites.
No
dictamen lingüístico, sino oor su propio
po. .u ¡6do lo que dice se acepta sin más. Muchas de las voces
"n "uanE
uro d" l" l"ngua.lilupu, incluidas
efecto, en algunas ocasiones et iugi bajo. su sola autoridad van apostilladas por Ios académico.
hubit "n ..rp"",o
ro,
Lope, Granada, Gracián o Cervantes. "h";;;;;J-,,ruio
E¡ el Diccionario u"uJiri.o " .t su vigencia: r<tiene poco r¡so», se dice de aconcho, y
a" poroiito; o","
artictlo abacero lleva como autoridad voz antiquada»r, <rya no está en- uso», «no tiene usá»,
un p"qr.n"-[r,"!rJl.o..a. «es de ningun
de la explicación de Covam¡bias uso»,- se dice a propósito de abalanzar .igualar
a su voz heder; abarraganarse los pesos de la ba_
autoüado con una frase escrita por el eslá lziza', a.cetre 'hisopo,, adoplar . njertar,,- aclchittaiizo, po^p**,
mismo dentro di ,u *i.rto pandurria, parlura, pascasio. La misma reserva
banagán; el ejemplo del artículo académico en t"a'r'o"",
a¿lrrr_ uJ. a" partidas con Nebrij a: aburar, acezar, acezo, acipreste.
voz en el artículo c¿so del Tesoro; pan y "oa_
agua (s.v.".paz/
"l lleva".t,
un A veces es [a defrnición del Tesoro lo que no se aceDta sin
ejemplo tomado del artículo de Covarrubias
pZn¡oio¿ílíto,ino, ," miendas. En abigeo, por ejemplo, leemos: «óovarr.
en_
apoya en un supuesto emoleo de aice fue AUigeo
este verbá toUn A" cs el ladrón de un hato, vacada o_yeguada; p"ro
Covamrbias6; y aditicio tilne como
autoridades", nada
"-i ".tí*lo
menos que dos
," pr". p"-
ra que e.l ladrón inclrra en la qualidad de atigeo "quiro.i,
uno perrenecient" a .u o¡, ,'á^" ] U."L ." i. ¡,i"iinq*
111,"_r-_el,dr.", lo que dispone la 1.19, tít. 14,par..7»»
at:tü:.Z
:-tay
un c¿so en que don Sebastián".ti"uto
c¿mparte la hon¡á de "o,ser^ 1y .e i"proaocc ri"¡ ,"r,,o
autoridad con el Comsndador Grie go, legal). Y et abortón.' «Covarr. en su »icciona¡io "i tuJbié, ,"
di"" qrl
tu uo, pZl^"i¿^'-'
Hasta tal punto tienen oresentelos "n llalrlan abortones los pellejos de los corderos; p"ro
acrA¿.iás a ru"st o uuto. qr. ," u to.
incluso Io recuerdan en su ausencia: de otros animales»r; y confirma la Academia "*-ti*i" pr"-
su p**ü;ió.
no .""og"-uri="*á","*- scntando un texto de Gueva¡a con «ropas de
n¿da.palabr4 sino quc parece conocer"u-Ao cuero de abofones de
solo, o preferir, una sinónima. cieryosr».
En el artículo ¿á¿¡o, dispués ac la
aefrniáiOn, 1",
"r"tlr, En lo relativo al significante, hay casos en que la
llama ventalles». (y, efeciivament
e, venta e tiene "C.*r"o.
una entrada en el
.
chaza expresamente la variante que daba
Acade¡nia re-
Tesoro, donde en cambio no tienen
iá.-r}'Jüt?, CouÁUi*. A"i o*- *
"""gia" * m:carse: «Covarr. y otros escriben Acomrcar; pero
la Etymología es
más conforme con el Acum¡car, y assí
está ,""ibido y *u¿or». Ot.*
veces la discrepancia se manifiesta menos
frontalmente, Iimitándola a
una mención sin comenta¡ios: papanosolla:
«Covarr, ru Th"ro.o
*f ::H:#trffii"q;}j##.H#íffif H::#:ffi;lrill,:il
o¡ce paparesollo»; paridera: «Covarr,
dice paridero»; "n
parral: <<Co-
varr. le llama también parrib».
I
234 Diccionarios anteriores q 1900 \
@varrubias en lu Academia 235
En ortografia, los académicos manifiestan alguna vez
su dgs¿- -i, 7. Ya en las formas, ya en los contenidos, ya en las etimologías de
cuerdo respecto a Covam¡bias. A primera vista, so=rprende
que se to- lis palabras; sea para apoy¿¡rse en é1, sea para disentir de é1, vemos
men el trabajo de discutirle en un terreno en que Covamtbidno
actua qflro los lexicógrafos de la Academia citan con notable frecuencia a su
como u¡ heterodoxo, sino como un ácrata (la misma
razón por la que ilustre colcga del siglo anterior. Pero la atención a Covam¡bias es aún
choca que en una ocasión _como vimos m¡ás arriba_
lo hayan
do como pero los dos c¿sos que
cita_
4pyor de lo que esas citas revelan. En algunas de las indicaciones
Stgridad ortográfica).
hemos hallado de contestación a Covam¡bias
* l"'_*rt u eíimológicas en que la Academia, tras exponer el parecer de Covarru-
- -ut".i" gáRca tie- úias, presenta otras altemativas, la verdad es quo esas altemativas
L"-l-T
fuei:"ro etimotógico, es decir, atañen a la misá base
h-
srstema.ortográfico que propugtra la Academia. En el artícuro
del fá.bi¿, salido del Tesoro; así la de Guadix en acial; la de Urrea
esta rechaza la forma hacera usada por Covamtbias,
ocera, 6 aduana; [a de uno y otro en acicate; las no firmadas de panza y
porque recha2¿
batraña, qre son del propio Covam¡bias y del supuesto Brocense ci-
facies _q;e po,
la etimología propuesta por é1, lat.
U u..,- tado por é1. En goreral, las menciones del P. Guadix y de Diego de
tada, y no la que indica la Corporación: grr§o "Lná.,
iira."ua*",_.
:
versamente, en acia hacia vimos cómo la 1ln_ Urrea, aunque no aparezcan ert el Diccionario de autoridades expre-
aceptación de la etimolo- umente apadrinadas por Covamrbias, han de tomarse como una refe-
gía propuesta por Covam¡bias era el argumento
académico a iavor de ¡mcia !ácita a él: es poco probable que los académicos del xvu¡ tu-
la h). Et aceptar leemos este comentario, que
I

es toda una deciaración viesen acceso al manuscrito de Diego de Guadix Recopilación de


normativa, no solo de alcance ortográfico,
sino prosódico: «Covarr. algunos nombres arábigos (1593), y sobre todo puede darse por segu-
trahe esta voz en su Diccionario, todos los derivados, ri,
-con
otros executan lo mismo; pero se debe
f, y ro que no dispusieron de noticias di¡ectas de Diego de Urrea, de quien
escribi¡ con ella, siguiendo su Covam¡bias manifestaba haberlas obte¡rido solo a través de consultas
ongen y manera n¿tu¡al de pronunciarlar», Compárese
I con la regla pononales (cf. Covamrbias, l6l l, (cAl lecton»).
I

:lll".tn en el «Discurso proemial de la orthographío» (Acadeña, ' De acuerdo con ollo, se transparenta la inspiración de Covam¡bias
1726: tux<.).
en la etimología ofrecida por la Academia en aduar: <<Es voz Arábi-
Acabemos de ver, e\ acera, cómo una discrepancia
.basa.en una discrepancia etimológica. He aqui otras no.",
ortográfica sc ga, y según Urrea üene de la palabra Devere, q¡e es lo mismo que
.in rodear o ceñin». En efecto, todos los datos constan textualmente en el
ssa trascendencia, la Academia manifiesta su "i-q*, res-
disconformidád Tesoro, s.v. ¿d¿¿r. Curiosamente, err otras etimologlas árabes igual-
pecto a las propuestas de su antecesor:
et abubi a ve una onomato- mente tomadas por la Acadernia de Urrea a través del mismo inter-
peya bu, bu, frente a la etimología ave
upupilla de Covamrbias 1a mediario, se omite no solo el nombre de este último, sino el del pro-
quien dan, por cierto, la razón tos etimologistas
m oaemos.¡ Áunodo, pio Unea que él apofaba. Compiárense:
de bufo'sapo, para Covamrbias, es para la Academia
áe búho; et
adrede escibe la Academia: «Covan. trahe varias adarga: <<Es voz Arábiga y vionc de lapalabra Adanaq, qura vale
qr. embrazar cl escudo» (Acadcmia); «Dicgo do Urrea dize traer origen
parecen poco verislmiles, siendo más
natual que u*g" ",y-;logías
d" lipalabra
arúigua adredañas» (aunque esta ta¡npoco pareco del vertn adanaq, quc sinifica embragar cl escudo» (Covamrbias).
muy «verisímil»); y adarve: <<Es voz A¡ábiga y viene de Dereve, que significa escon-
en acíbar cont¡adice a Covam¡bias p"."".r,
iu.", .t
propuesta que él; «Viene de la voz A¡abe
t u"., l" .i._u derse detrás de algún rcparo» (Academia); «Um,a dize derivarso del
Cebar [...]. Covan. dice que vcrbo derebe, quc en arábigo vale esconderse detrás de algún reparo»
viene del Arábigo Ciberum». (Covamrbias).

I
236 Diccíonarios anteriores a I 900
adehala: <<Es voz Arábiga y viene del verbo Dehqle,
que signili-
ca sacar alguna cosa» (Academia);.«Es nomtre arábigo,
."gl1, p¡.go
de Urrea, del verbo dehale, quc vale sacar algun^
v amtbias, s.v. ad ahala).
*ü á (Co-
"nio.r,

Lo mismo ocrure respecto a Guadix en el a¡tículo adufe:


<<Su
*,9" la palabra Ar. ábiga Aduph, que significa lo misáo qu" o¡.-
E:l (Academia); «El
dero»
r"n_
padre Guadixdize que el pandero, en ;ábigo,
se llarna aduph» (Covamrbias, s.v, adufre).
13
Estas irregularidades solo se halian en la primera
-En parte de la
muestra estudiada, correspondiente a la tet¡a EL DICCIONARIO ACADÉMICO DE 1780'
I A. la parte de la p,
donde no se señala ninguna etimología rírabe,
I no ,p"r."Jrin-g,t .*o.
8. Pero no es hoy mi intento llevar el examen Se ofrece en este libro" el facsímil de la primera edición del que
_
Tesoro la
de la presencia del
lengua castehana en er Diccionario de autoridades hoy todo el mundo conoco como «el Diccionario de la Academia» y
-de
hasta el punto de excavar a lo largo de
las columnas de este en busca que, mirado por toda la comunidad hispanohablante como el diccio_
de sus huellas no explícitas. Solo-he pretendido
d-;; ñ;;, ;"*é, nario <<oficiab» de nuestra lengua, ocupa el lugar central en la conste-
de una muestra de 200 páginas Díccionario *"atJ"o, i. lación de la lexicografia española.
! .ol quc
T:!i11 ,^* qué forma se apreció la utilidad y la calidad je fu ", Cuando esta obra apareció, la Academia ya había dado a los cspa-
I
clon de Covarrubias y de cómo reconoció su deud¿ "ponu_ ñoles uno de los mejores diccionarios de Europa, an seis volúmenes,
el segundo al
qnlero fe los diccionarios generales de la lengua
.o- y hacía solo diez años que había iniciado la segunda edición de aquel
oesrta y la nobleza "rpJotuliu
virtudes propias de los mejores lexicógra- gran monumerto. ¿Por qué, intem.rmpiendo esa nueva edición, sacó
a
-dos
fos- quedan, tambié¡r en oste aspecto, patentes en la excelente luz, casi por sorpresa, otro diccionario, cn un solo tomo, que había de
labo¡
de los fundadores de h ecademia Ospáoh. destronar a su admirable predecesor?

Er, o¡ric¡r- c¡.¡vm.¡o osr sEcuNDo D¡ccIoNARIo DE AuroR¡DADEs

La gran obra de la Academia, la verd¿dera razón de ser de su n¡n-


dación (Academia, 1715: xxul), fue el Diccionarío que sus miernbros
ompezaron a redactar desde el primer momento y cuya publicación,
comenzada en 1726, concluyó en 1739. De golpe, esta obra se situaba

[Publicado como inhoducaión a Rc¡l Acadcmia Española" Diccionario de la


lengw ca ellaaa reducido a ua lono para su más liicil uso, Facsímil de la primera
edicióa (1780). Madrid 1991, páginas ur-xu|.
[EI volumen al quc cl pres€ntc tcxto ¿rcompaña como inhoducción].
238 Diccionarios anteiores a I 900 E! Diccionario atümico de 1780 239
en la cabeza de la lexicografía europea, posición compartida con
los 1747, añLo en que decidió delegar esta tarea en un académico solo y
diccionarios de la Accademia della Crusca, de Richelet, de Fure-
dedicar el esfuerzo corporativo a la continuación del Suplemento que
tiére, de Trévoux, de la Académie Frangaise, e incluso superándolos
tenía empezado, Tras oste nuevo golpe de timón, en l75l «pasaban
en m¡ás de un aspecto. A Ios franceses los aventajaba an .igo. a"- ya de trece mil las voces y significaciones aumsntadas, y había sufi-
"i
todológico que suponía la presentación de citas (<autoridades»¡,
t¿¡ ciente material para un tomo de crecido volume¡») (Academia, Líbros
como habían hecho los florentinos; y a unos y a otros los aventajaba
de acuerdos, año 1747,y Academia, 1770: r).
en la._apertura diatópica (voces <<provinciales») y diastrática (váces
No llegó a la imprenta, sin embargo, el traído y llevado Suple-
«familiares» y «bajas»).
mento, a pesar de encontrarse ya tan en su punto. La Academia com-
Yaen1732, cuando el Diccionario iba por su tercer volumen,
se probó que quedaban por vender pocos juegos completos del Diccio-
plantearon los académicos la necesidad de preparar un Suplemento
en nario, y se encontró ante la disyuntiva de editar un Suplemento para
quc se subsanaran las lagunas observadas en la pafe hasta
entonces una obra que pronto se dejaría de encontrar, o de reimprimir sin co-
aparecida. En ese Suplemento ya se trabajaba cuando salió
el sexto y recciones el Diccionario, a fin de que al Suplemento no le faltase su
:illim: Jomo del Díccionario (Academia, 1739: lal y [24]; cf. tam_ punto de referencia. Al fin optó por una tercera solución más rcspon-
bién Liaaro Carreter, 1972: 79), y hubiera si¿o natu¡i
iue se impri- sable, aunque no más cómoda: r¡na segunda edición del Diccionario
miera poco tiempo después que este.
corregida y aumentada con todos los materiales reunidos para el Su-
Pero la necesidad de atender a otros quehaceres inaplazables
se plemento 2.
interfirió en esa labor, Ante todo, la experiincia de la confección
del En consecuencia, a semejanza de lo ocurrido en los albores de la
Diccionario había hecho evidentes las deficiencias de la normativa
institución, se trazaron un¡s nornas de redacción y se repartió entre
ofográfica acordada por la propia Corporación en 1726 e impresa
al todos los académicos la labor correspondiente al primer tomo del
frente del primer volumen de la obra. iue preciso red¿ctar r¡na
orto- Diccionario, que abarcaba las letras A y B. Una vez realizada la co-
grafia que remediase los inconvenientes apieciados
en el sistema an- nección de su parcela, cada académico la sometería a la revisión cor-
terior, y.este menester ocupó a los académicos tan pronto como quedó
porativa, que tendría lugar en las dos sesiones semanales de dos ho-
concluido e-l Diccionario, apartándolos forzosamente del Suplemento
ras, celebradas, sin vacaciones ningunas, a lo largo de los doce meses.
en que estaban empeñados. No t¿rdó en publicarse la meva-Ortogra_
Iniciada la tarea erl 1753, quedó concluida en 1770, e impresa en no-
/ía Q7a\t . Pero entonces la Corporación volvió su atención al cum- üembre del mismo año.
plimiento de un mand¿to de sus Est¿tutos que la comprometia
a com- Después de la euforia encendida por la publicación del nuevo
poner r¡na gramática (Academia, 1715: :orx). En
ello trabajó hasta primer tomo del Diccionario, la reimpresión de la OrtograJía y la
aparición casi simultánea ( I 77 l) de la Gramática castellana, los aca-
démicos se aplicaron a la preparación del segundo tomo del Dicc¡o-
I Acadcmia, Orthographía
._ española, Mad¡id, s. a. Su fccha cs la dc 1741, quc sc ¡ario revisado (letra C); y en 1776 estaba tan adelantada que se dis-
r"^,* Prcliminarcs (privilcgio, fc dc crratas y su-" J"U ü"r¡ y qu"
:11
s€ contirrB
"*T -.lgs
cn los üó¡or de acuerdos dc lt Academia, 8fio I 24 I . No obstantc, pro-
la
pia Acadcmia, cn cl Prólogo del Diccionario
& l77O QÁg. r), cn la.,Historia rtc la
Acadcmia" imprcsa en cl mismo volumcn (peg. xxo¡ y i
á í;to go aet Di"¡o*rio 2 La idca de una segunda cdición no era nucva, pcro habla sido cxprcsañcntc rc-
dc 1780 (pág. r), di@ quc cl tatado vio la luzc¡1,142.
chazada en 1739 en favor de Suplemcnto (cf. lázz¡o Cafiele\ 79'12199).
240 Diccionarios anteriores a I 900
El Diccionario a\adémico de I7B0 241
tribuyó el trabajo pa¡a el tercero. Desgraciadamente,
el estudio corp6 responsables de ella3, con la inskucción expresa de que se limitasen
rativo de lo redactado no corría a igual velocidad, ((ya por
los repeti_ ¿ corregir, de los textos originales, «los errores muy notables», cxpo-
dos.y prolijos exámenes qu" pr"ii.o hacer de;uá;o d".u.
tículos, ya porque otros kabajos", niendo en las juntas solamente los aspectos que mercciesen
[...] han intemrmpido a temporadag "r- (Libros de acaerdos,24 abirl 1777). Se acordó asimismo que"ánsulta
el princ.ipal del. Diccionario» (Libros de acoerdis, ano la obra
lZit). ¡6s se imprimiese en un solo tomo en folio y que la tirada alca¡zase dos
obstáculos aludidos eran en parte do origen extemo
lpor ejemplo, Ia mil ejemplares a.
censu¡a de obras que, por encargo del Cónsejo de
C;ilh,iaácade_ La norma general establecida era muy clara: para las letras y
mia se veía constantemente obligada a despachar), p".o A B,
t .Uien ..uo feproducir el texto corregido y aumcntado del tomo I, tal como se ha-
en parte creados por la propia Academia.
bía publicado en 1770; para la letra C, tomar el original revisado,
aún
E¡. co¡rprNoro ¡N uN ToMo
inédito, del tomo II; y para las restantes letras, hasá el fnal, copiar el
texto de los tomos III al VI del Drccionario de autoridades (Liiros de
. La perspectiva de que, a la vista de los hechos, la publicación acüerdos, l0 abil 1777). La reducción a un solo volumen se conse_
de
la segunda edición del Diccionario hubiera de guiría, por tanto, no a costa de disminui¡ el número de entradas
Oiofoig;"
du¡ante decenios, movió e¡l 1777 al ¡tevo Direcior
toduui" ni,
de ia Academia, dentro. de cada artículo, rebajar el número de acepciones
o acortar el
don José.Joaquín Bazán y Silva, Marqués a"
S-t" C*r, p.Lpon"., enunciado de las definiciones; sino suprimiendo tódas las etimologías
como solución de urgencia para atender "
a la creciente ieman¿a y, sobre todo, los i¡urumerables testimonios de uso léxico que
dieron
de
ejemplares completos del Diccionario,la edición nombre y renombre al Diccionario de autoridades. También,
de un compendio secun-
de tod¿ la obra, en menor número do tomos y dariamente, sustituyendo el sistema de marcas (gramaticalás,
tipografia m¿s re¿uci¿a, etc.)
.:p:A:{o las etimologías y las autoridades
6ii*s a" o,i")aor, tO
utilizado en el primer Díccionario y en su fragmenltaria seguná
edi_
abil1777). ción por otro sistema mucho más riguroso y
l, St reJto, la eco-
nomía de espacio tipográñco, correría a cargo "i¡i¿o.
. I*]ó. *j_"1¿iccionario que después, para diferenciarlo del ori- del impresor.
8rnal, cl.de 1726, se apcllidarla «vulgan», <<usuab» o «comúnr», y que El trabajo, al estar en manos de pocas p"."on"", ie realizó con ra_
sus-propios compiladores llamaron <tcompendio», pidez. Un año justo después, en abril de tilS,la oúra ya
«Manual»r lo habla estaba en la
de llamar Vicente Salvá en 1846 (Salvá, imprenta de Ibarra, y el académico don Antonio MuriÍo,
lA¿0, :oorr),1á ;"u"r¿o encargado,
con la intención académica de producir un llbro junfo. d9n José de Guevar4 de la conección de pruábas y de la
fisicamáie .¿" .._ 9o1
neJable que el Diccionario extenso, de igual revisión última del texto, ernpezaba a presenta¡ a la Academia'las
manera que desdc 1927, su_
un escalón más abajo, se denomina manual
el
del Diccionario común. pero el nombre que "ornp"ndio """áe.i.o
prevaláció en *"
n .,
sin más, el de <Aiccionario de la Academia¡». "i I Los ac¿démicos
comisionados fucro¡ los scñores Silvr, hntiábal, Murillo,
La preparación del compendio, dada la urgencia Guq/8¡¡, Magallón y Sánctrcz (übros de actedos,l0
del caso, se llevó abril 1777).
a cabo por una vía extraord.inaria, En lugar
i" lu to_ 'En scsión de t7 dc abril dc 17j7, al Sccrctario, S¡. La¡¿i¿Uat, p¡ascntó ¡ Ia
talidad de los académicos pa¡a que trabajasen"n.o-"nd"riu "
en ella individual y
Acadcmia prucbas dc composición cn folio y *
formaúo. I¿ Ac¡demia prctrió cl primcro (&óro.r "*rto
á;iái"L-"*."
p"ra qui ¿a
corporativamente, se comisionó a seis miembros
para que ," fri"iar*
¿" oánaoi, u i i¿ iiiñ. L tm-
i""i1 j" ¡ooo
da-prevista dc 2000 cj emptarcs (übros de
itái
actterdos, z¿ ¿" n
(cf. Cot¡¡clo, 1928: 13 nora). "J
r
l 242 Dic c io n arios ante riores a 1900
Diccionario a\adémico de 1780 243
cesivas capillas del libros. A finales de aquel
año, a ot¡os dos acadé-
y*ü .-l p. José Vela y don Manuel ¿" ú¡rrt", ,"1". tsrspoctiva inmediata de conclusión, se convirtió, sin que lo sospe_
.*Jirenoo U
l:"91^d.. con et fin de preparar la fe de enatas. Eitó-¿ óasen sus mismos autores, en cabeza de una dinastía, del D¡cc¡o- li
de.1780, la"r1"r
Corporación aprobaba el frólogo redacádo pá.
*y" ¡firio académico por antonomasia, que lleva dos siglos con el cetro de
tario, don Ma¡uet de Lardízábat. En juüola s**- J l¿ lexicografia española.

impresión del libro y se le había señalado precio:


." ir;;;
I""*]n"ao U La macroestructu¡a de la obra es sustancialmente la misma del
75 ."ut",
q. dectu, sin plegar ni cortar) "i'io.o * Diccionario grande al que vicne a suceder. El orden alfabético es el
?:ryI ¡Libros a" o"u"raÁ,'it ¡rtio ¡¡riversal: los dígrafos cá y // siguen considerados como simple suma
1780)..En fin, en agosto, el Diccionario
fue presentado ñ"y C*lo,
III, si bien sin ceremonia _a ¡fu dos letras y alfabetizados, por tanto, enfie ce y ct y ettri lk y lm,
oi r" qr. ,."li"ii," r,*r," Fspectivamente; aún pasará casi un cuafo de sigto ttes de que la
cuando se publicó el tomo de -dife-rencia
1770_, p.oUuUt"ri"nrc iJ. JonriA.-
rarlo la Academia u¡a obra secrmdaria Academia Española invente las letras «che» y «elier. Los participios
tose que, frente a los diccionarios
dentro de ,*
qri"."r.. f"O- ocupan el lugar que el alfabeto les asigna y no, como en el' Dicciona_
anteriores, .rr. oo il"u" J"o,.u,o_
ria). La presentación se llevó , rio de autoridades, el que sigue al verbo correspondiente 7. pero mu_
La cranja d. S;'il¿;".o
"1b-o.:n
través del ministro Conde de Floridablancaó. u chas palabras han cambiado de sitio con respe cti al Diccionario
a¡ti-
guo, como consecuencia de las innovaciones ortográficas
establecidas
Er- D¡cc¡oN*ro oa l7g0: por la Corporación desde l74l; innovaciones qui ,u mayoría son
ALGUNAS cARAcrmÍs:rrc,c.s
"n
progresivas (por ejemplo, passión, abysmo, orthographía, phitoso_
1780, nacido modesramenre como un páía se han- transformaü en pasión, abismo, ortogriía
remedio V ito*J¡o),
^-^.1]^,?:?r,r",r,ide
a: la de ejemplar_es det grar Diccionario a" ltZA y aunque no falten algnnas (el paso de peine y vaini a p"yii y
f"L:,^"-Tf ,falta
oe su segunda edición, vayrw)
que andaba aún por el primer volumen que suponen cierto retroceso desde el punto de
vista actual.
5¡¡
A pesar de sus dimensiones relativamente reducidas, seis veces
5Libros de acuerdos,23 Ebril 177g, Don inferiores a las del grar. Diccionario de 1726, esta versión compact¿
A¡tonio Matcos Murillo _quc cra
"::9" y por Manuel Alvar
quic¡¡.prcscnraba sicmprc las prucbas caudal de voces superior al de aquel. Según los cálculos
a la acadcmi" _y Jáilll'i" ár"r"* v"-
concclos rccibicron más tq.rdc (Librac publicados
de acuerdo¡,;
da¡ toda ls imprcsió! dcl ComDcr¡dio. (gor.convcnü
**';i;;;.; *i- Ezquerra, el nri,¡nero*¿e cntradas en
"";; "
asf para Ia rúy", *¡f..*¿"¿ y 1726 eru de 42.5O0, mientras que e¡ l7g0 es de 46.000s.
Hay que ad-
perfccción dc la obrar». A pcss¡
gualdadcs, como vc¡emos.
dc csrc cuidado, * * ir¿¡"."r'.Jül'l**^ o*¡. vertir que este crecimiento no ha sido homogéneo, pues las
Áentes de
6 E¡
la sesióo académica de 24 de agoso, cse caudal son distintas para la primera parte
el Secretario leyó el siguiente papcl dcl del nuev o Diccionario y
Clude dc Roridabla¡ca: «He prcsetrradlo para la segunda. Segrln lo previsto en
S. M. y demás
a pe'rso"*
ñJ"" lí" ei acuerdo de 1777, paralas le_
p¡a¡es del
lueyo Dicciooa¡io de la ljtrgua CastellaDa
rcducido a u¡ romo quc"g".-
V. S.
me remitc a este fitr de o¡deo ae t"
ecaaemia esparola,;I;ü. #;",or; grr,"
este obscquio, porquc acrcdita
7
[¡ nucva ordc¡ación (amarrado uúcx dc anorrar, y no
al
ct csmc¡o co¡r qr" I" e*Jrá"-iJi.*i.'.i *r., pr¡cstr práctics cn cl Dccio¡orio & l77O
rcvés) ya habla sido
dcsucsrrblccimic¡to. partictpolo a v.
licia dc la Ac¡dcmia, dándolc gracias
s. Jil;;;;. ü;p"-;;'if#r;., tl,a cifra cstfunada pars
cn mi uo.b,r po. ijcmpl".
*"'r.t
¿*¡."* ,.-.
VI); la c¡¡rcspondicntc
cl Dicciotario da 1726 cstá qn Alva¡ E"4ueÍa (19g7:
n¿do. Dios guardc a V. s. muchos
años. San ltdcfonso, "l¡ zj s
1780, cn cl mismo (1985: 4O). Orros á"uloi a"" p"ra a
Coade d:^Flor labla¿ca. Sr. D. lvf¿nucl
iltri i.
iigo. o üccioaario dc 1726 cift¿s disti¡rtrs dc ta ¿e ,C.lva.; mc lra p".ccido
iági* ,"rr_ f" ¿.
dc t¡¡diávab (Librus de "acuerdo§,24 cslc pa¡e Ia comparsción con la cstablccida
agosto 1780). de la misma mano ¡e .tDi"aororio
dc 1780. "pntí
244 Di cc ionario s an ter iore s a 1900
¡l Diccionario ac\démico de 1780 245
tras A y B la nomenclatua es la misma de la segunda
edición del to-
mo I; para la letra C, la del manuscrito inédto dió a las de 1726, El contingente más alto de estas incorporaciones
d-e la seguná e¿iciOu
del tomo II; y para las letras D a Z, la ale los qu6 pasan íntegramcnte al Diccionario de l7g0 es cl de las voces an-
tomos I'II aiVt O"
primera edición. Además, para las dos primeras t. dóuadas: u¡ 37,9 Y. de las adiciones, dos quintas partes de ellas, se
titÁ,-"i i¡nuror¡o
ag¡ega,n suplemento de 12 páginas con 1375 6ocuadran en este grupo (Garrido Moraga, l9B4; y 19g7: 199-206)r.
entradas e. se p.oou- gr el Prólogo de 1770
cen, así, tres niveles cronolósicos distintos se justificaba este interés por los arcaísmos
t" a*"rt.u-"t ou po, ser importantes
lo que a sus fuentes se refiere-:_I.o, el "n 6pror para la inteligencia de nuestras leyes, fueros y
de 1770;2.., ¿e ii-Sq fo.ma-
do por el Suplemento, redactado en este "l ordenanzas, crónicas e instmmentos antiguos»; y se añadía: «habien_
año, y p", J.L*.rr" a" f.
segunda edición del tomo II. que en esa do reconocido que faltaban muchas [voces anticuadas en la primera
fecha eitaba te.min"do y q¡s
muy bien hubiera podido publica¡se enronces; dición del Diccionario'1, se ha procurado con particular cuidado re-
y ¡.;, Ja'.'iiir- f r¡s,
procedente de la primera edición, cogerlas>»12. En la letra C del Diccionario de lrg0, que utiliza el ori-
por la nueva ortografia.
sin rn,a" qr.lá. irirr.oo, ginal preparado para el inédito tomo II de la segunda edición, se ob_
"urniio.
Hay, pues, un desnivel medio. de 40 años sewa análoga atención a este sector del léxico13.
entre la primera parte
(A-c) y La diversidad de fuentes que he señalado entre los dos bloques en
l.:)?::::,. la segunda @-Z). Bsta airerenJia ni se
proPorción mayor de páginas para
tras-
el primer bloque en
e[ caudal del Drccionaio de 1780, nutrido uno del texto revisádo del
lf:-:l_T? el Diccionario antiguo y el otro del texto sin revisar, se hace bastante
!l'";:''":í:ii:il::.'.'J,:nT"f #;Jl3Íf ",::ffi "Hlj: visible en este apartado de los arcaísmos. En contraste con la relativa
ciados definitorios. El segundo bloque, por abundancia de ellos que encontramos en las letras A, B y C, las letras
ei *ro"ri",
en macro€structura, pero tampoco ha decrecido
."i" que siguen son extremadamente pobres la.
en extensión de"*.iA"
enun-
ciadosro.
Salvo excepciones poco n¡¡meros¿§, los rrAgradozco al Dr. G¡¡rido cl habcrmc facilitado s¡nablcmcntc cl tcxto inédito
cambios _adiciones o
supresiones- del Diccionario de l?g0 con (Ll primcro dc catos &abajos.
relación al ¿" ñiO ,olo l' Sc manificsta por primcra vcz aquf una nota quc
se presentan en las letas A-C. para llcgará ¡ scr uria consta¡tc dcl
las dos prim"."s l"t .on v¿lido, Diccio¡aio académico: l¡ slta propofción dc vocca anticuadas, quc no son solo las
,::^3:: Antonio M. curid. Mor";uiü.¡to "s
I
ip.yg:._l*
1770, puesto eqe et de 1780, como qoora
¿"r Íu¡c¡das como talcs
xu
para la Ac¡dcmia son única¡¡rcntc las antcriorcs al siglo
- sin marce
sino muchas otras alguna quc cstán fucre dc uso dcsdc hacc dos-
:::::::::,toda fla nomenclatura v las
proouce
aicho, ,c_ -,
cicntos sño3 o más (cf. Scco, 1988: 559-562, cspccialmcnto 565
d defmiciones de aquel, con la única [= c8pltulo 4 dc cstc
particularidad notable de la aáción I9ro,
pÁ9. 79]; ¡ambién Alva¡ Ezquc¡r¡, 1983.205-222, cspcciatrncntc 206).
No lc
del Suplemento. De acuerdo con f.lta r¡zón s Adalbcrto S¡l¡s cuando afi¡¡m: «El culto sl pasado cs la
los recuentos de Ga¡rido, 625 son las
entraáas a" tlzi q"li'ii""t"_ más pcrmancntc dcl Diccio¡¡rio académico» (Salas, f 964: 2ig). """""t.¿"t¡""
nario de 1770 excluyó (aunque, como tr En Ia primcra págiaa
señala el mismo Garrido. 30 de __ dc la lctra C, dc las 3i cntradas quc cn clla aparcccn, 9
cuas rueron repuestas en el Suplemento llcv¡n la ma¡ca dc a¡tticuadas (un 29y.); dc las 22 voc¡s resta¡ü, hay quc
de lTgO), y 2620 las que aña- 6 contiencn
accpcioncs con la misn¡a ma¡c¿. Frcntc a csto, c¡ cl Diccio¡ario
de ouloridade¡ cl
bccho concspondientc solo inclufa como ü¡ticuadas dor voces y
una ac¡pción dc otr¿.
e <ünas mil y quinicnras», dicc cl prólogo. r'P.or cjcmplo,
la primcra página rtc L no trac ningünalro, ni f"
r, dc t 726 cl primer bloquc ocupaba ün 34,4 marca dc.anticuada; las dos primcms páginas "é[iOn-*n
dc M, Io mismo; la primü dc N y la
-,_llY ?,::y:"
pagmas; cn cl dc I780 no supcra
cl 30 %
% dcl totar dc las pnmcra dc O, una sola voz cada uno; y una sola
t¡mbién cs la quc aparccc co las
dos primcras páginas dc p.

I
246 D icc io nario s an te r i ore s
9 1900 6l Diccionario a&démico de 1780 247
En ohos aspectos del Diccionarío de 17g0 también
se advierten
divergencias entre la parte procodente del texto p."p"r"d. ¡quellas que es!ín recibidas en el uso común de la lengua, sin embar-
gunda edición del Diccionario ,L ," *- go de que la Academia pensó antes ponerlas todas [...]. La razón de
y t, p.o""d'"ot"
primera edición..El prólogo de le_lttgridades O" ta ¡¿ber variado consiste en que este no os un Diccionario universal,
1770 decía: oS" ornii"n toOrl U"
ces inventadas sin necesidad por algún autor, ya uo- puos, aunque se propuso hacerle copioso, y esto se ha procurado, se
sea por jJásidad q
y¿ por otro qualquier motivo, si después dobe entender ds 1¡des las voces que ss usan en el trato o comercio
no han ttegaAo a tener uso
cyo adonicida, que usó Lope de Vega, pJ. corrún de las gentes, y así no deben entrar en él las de ciencias, artes
ll$rn9; q*'.,0 u y oficios que no han salido del uso peculiar de sus profesores» (Aca-
Adorus; piogicída, que usó Calderón, por "i
A quI -"á pl.ü; ,¿**
mo, qus usó Quevedo, por el conjunto de genie. dsñia, l77O: v). ¿Cómo se cumplió este proñsito? La Academia ex-
17,70: v). En efecto, el Diccionario
aesnualr» iacaOemia,
de filó onite no ,oto )ior,¡r, ,
cluyó, en 1'170, l«
tecnicismos de l¿s letras A y B, que igualmente
adonicida, sino ohas muchas voces que figuraban quedaron fuera del Diccionario de 1780' bien es verdad que el movi-
en el de tirá""|[
<<voluntarias» 15. Las letras A y B miento en sentido contrario fue mucho mayor: 647 incorporaciones
áel iiccionario ae tZ¡O'rigoen
en 1770 (Garrido Moraga, 1984: 8, y 1987:.2O2), y por tanto tam-
l^,T:1,::
d"
l"T ":
saoa en el médito tomo ::o:'T,
er modelo de 1770. l"á c, u"-
II de la segunda edición, se atiene tambien
il" bién en 1780. En la letra C, que recoge la macroestructu¡a del inédito
la misma norma de supresión de lÁ voces a tomo II del Diccionario de 1770, sí parece reducirse, en cambio, el
nrol*,uri*rr- o lin *o- número de tecriicismos frente al Diccíonario de autoridadestE, y , en
das»¡6. En cambio, el sector D-2, cuya
macroestrucrr, ," .l_ono fin, como era de esperar, las letras siguientes no presortan ninguna
directamente al Diccionario de autoridades,
sigu" l" ,o._" a" no variación respecto al Diccionario arttiglo,
eliminar ninguaa voz d€ este, incluidas, por
tanto] f* a"i g.pl ¿" fa5 En un primer momento
<<voluntarias». Ni siquiera la voz piojicida, lo hemos visto-, la Academia ha-
cuya supresiói ** aíunciaba -ya
el Prólogo de 1770, ha desapareciáo iet repertário irl ---^' bía planeado redactar, al lado del diccionario general, un diccionario
de voces téoricas, imitando el propósito de la Academia Francesa
a,los tecnicismos, el prólogo de 1770 establecía
el prin- (1694). Esta era la razón de que, por deslinda¡ los campos de ambas
^,_,1:1r"_:::
clplo de que «de las voces de ciencias, artes y
oficios solo se ponur compilaciones, se aligerase la primera de la materia pertenecientc a la
segunda. Pero esta segunda nlmca se llegó a proyectar formalmente,
y, por otra pafe, la obra del P. Terreros Diccionario castellano con
las voces de ciencias y artes (termnado en 1767 y publicado en
a:, ses¡i¡ cr rEcueuto cfcctuado po¡ ca¡rido Morasa (1984:
ll Ast.:.
-- HT-t-:3-a: dcl
E). 178G93) vino a pisar el ter¡eno al desganado propósito de la Acade-
. gcducc cotcjo cxploratorio quc hc rcalizado cntc
pnmcra cdición (1729) y ta ps¡tc concspondi"n," cl-tomo II dc Ia
a. rzso. Hi ;;;i* ruo ¡-
mcras páginas dc l?29 y las quc concspondcr¡ "
c¡ 1280. o" r¡ uo"Jñiirirr."¿",
como <«oluabrias», «invcntadas» o «jocosas»,
solo dos, calcefa .giit.
i"r á,za¿",
y caruD.funado ,hclado', subsisrcn ""'-'---"'
;l7Eo (y todavfa l gal¡.
á lt En las t60
" para cstc sc{tor hc ll€vsdo ¡ c¿bo dos c¡las: la lct-a páginas primcras dc C cn cl Dtbc ioturio de auaridodet sc cucntan
N complc ta @icciotario, 28 tecnicis¡nos; cn cl scctor concspoDdicnte de 1780 son 21, ente cllos 9 quc anlcs sc
IV,1134,p^gs.64t-95) y I¿ lcb¡ p hasta
69-28r.
cl frnal ¿c la combina"i¿n'p1il,
I 8_ voccs <<volu¡ta¡üs¡>, «invcotadas»
;;;, ra, [u¡ca¡on c¡mo talas y quc squf h8n pcrdido la ma¡sa. En cstos prir¡¡cros dicciona¡ios
^las o «jocosas» h¿lladas _
c¡ su m¡. uo cs fácil dctcrminsr con cxactitud l¡ condición técnic¡ dc los términos. Er mi ¡c-
yorla dc Quevedo, _
co¡¡ro cs habihr¡l sc m*ti"n", todr"
sistcn cr 1984). ",
f itO [?. "fü, e ,uU cucnto mc hc atcnido a las i¡dic¿cioncs dc los propios diccionarios; pero hay muchos
c¡sos en quc falta la ma¡ca cua¡do la dcñnición parecc reclamarla claram€nte.
248 Diccionarios an leriores a 1900
§l Diccionario atdémico de 1780 249
mra. No es de extrañar, pues, que la postura
restrictiva mani festada í La estructu¡a intema de los artículos cambia visiblemente en 1780
por esta en 1770 quedase muy atemperada
desde muy al princi comparación con las dos ediciones dcl Diccionario de autorida-
Otro sector del léxico e¡r que también se reflej Piore. 60
an las tendencias d4s. La diferencia m¿ís llamativa consiste en la total desaparición de
divergentes de las dos partes del Diccionario
de I 780 es el de los re-
gionalismos. Era la prcsencia e importancia 1¡s citas (con sus abreviadas referencias bibliográfrcas) que daban
de este sector, como
sabe, uno de los rasgos progresivos s€ ¿utoridad e ilustración a las respectivas acepciones. La consecuencia
más cara cterísticos del Dic-
ctonario de la Academia Es pañola frente ;¡¡nediata y más palpable de esta supresión, unida al uso de un cuerpo
a los de la francesa dpográfico mucho menor, es la dr¡ástica reducción del espacio ocupa-
florentina. En el prólogo de 177O se defendía Yla
la inclusión de las do por cada artículo. Asi, por ejemplo, tres páginas de la letra D en el
voces «provinciales», si empre que
fuesen «castellanasr»; aparta¡ldo,
por consiguiente, las voces antiguas Diccionario de 1780 contienen lo que en el tomo III (1732) del Dic-
de Aragón que fuesen <rlemosi-
nas». De acuerdo con ello, en aquel cionario de autoridades abarcaba diez. La economía basada en la de-
Diccionario se suprimieron 19 saparición de las autoridades ya estaba trazada (como hemos visto)
voces, de las cuales 16 er¿¡n ¿¡ragonesas
y una cata lana, y entraron desde el primer momento en que se acordó el proyecto de compendio
I 19 (de las que, a pesar de todo, el
contingente mayor era aragonés
[Garrido Moraga, 1984: 8, y 1987: 2041). Et Di,ccionario &l Diccionario. En cambio, se salvaron de la condena los ejemplos
gue fielmente en este capítulo
de l7g0 si- inventados, cuyo volumen es sin duda insignificante al lado de los
al de l7Z0 en lo que afecta a las lehas
A y B, y mantiene su espíritu en la C continuadora textos reales, pero que no son nada esc¿sos en algunos trechos. Mu-
, inédir¿ de aquella chos de ellos, con ligeras transformaciones, han resistido el paso de
publicación20 ; mientras que las
letras que van desde la D hasta el frnal
no enclerT¿¡n mnguna variación res pecto los siglos; por ejemplo, s.v. dexar, «dexó de hacer o decir tal cosa¡> se
al Diccíonario de autorida_ conserva todavía et el Diccíonario de 1984 como «dejó de hacer lo
des, del que son reproducción 2r.
prometido»; «dexar una dependencia al cuidado de oho» es hoy «dejó
la casa al cuidado de su hijo», y <<tal negocio me dexó mil ducados»
tiene ahora la forma de «aquel negocio le dejó mil pesetas» (los dr-
le So-b¡c cados est¿ban aún en la edición de 1925).
hs sltemativrs dc la sctitud a{adémica
antc tos üecnicismos, v. Alva¡ Ez-
qucrrs (1983: 209-2tO). A propósito También en el plan de 1777 se preveía la supresión de las eti-
vista qr¡c no.cs. un
dc_la ob.a ac tcn",os, coi"l"""'r. *"* ¿"
dicciona¡io dcl tcngurjc ré."i*, ,ir;, ;;;;; mologías. Ya en la segunda edición del Diccíonario de autoridades
crona¡¡o crstcllrno co, Ios términos d, ,r',1*i.l* .0,.-
rr",,"b" did;;;;;;;';t'#H::i:l ffiiliil
dicc cl mismo Tcr¡cros
...ff
";,ll iT,llf lj""rl
(1770) se había restringido esta clase de información, no por razones
de economía, sino de cautela científica (Academia, 1770: vu). En el
- - cs fo¡¡¡á¡ ur¡ Diccionario univcrsal dcl comrin
del idio-
- - En ¡* p¡nncrasry
l*-lT-"1.1",*, mccánicas
160 dgiaas
y tibcratcs" Cr;;; i-z#, ;;;*' ' compendio de 1780 la regla establecida es la desaparición totat de las
etimologías. A pesar de ello, se conservan en bastantes entradas, ci-
dc c, cr Dcc ionario de autoridades
igisea 3l vo-
ccs califlrcadas como rcgionalcs;
quc¿ntes tuvicron localización
en I z¡ó, a ,*r* *._.p., j¡.rür.Lrjrt o* , tando adem¡ás a su respectivo autor, que suele ser Covam¡bias o al-
ahora sc dan co* g"no"io. guien citado por Covam¡bias. Pero esto solo ocurre, normalmente, en
j " §obrc l¿ p_rcscncia dc los rcgiorulismos
de autorid4det
conio rasgo pc_culiar en cl Diccionorio
las dos primeras letrasz; en la C son muy escas¿§, y excepcionales
frcntc ¡ los ot¡os dic..
sarvado¡Rosa(rri j;r0;:rü.i.#'i,lI'fi
cn las distintar cdicionq "if,ffi .:1,,:I:,?"".:l:;.J,,:kl
&l bicciona ¡¡b dc ls Acadcmia' v' Alvar Ez4ucrra ¿ Hc aqul una relación no cxhaustiva de voccs quc,
206-209). (1983: indcbidamcntc, lleva¡l ct¡mo-
logla, dcnho dc las primcras 40 páginas dc la A: óbrego, acadenia, acebo, acémila,
250 D iccio arios 251
n an terio res a 1900 g! Diccionario a&démico de 1780
en el resto r, Es indudable quo la desigual aplicación de
una norma ¿6¡cia francesa)a. Esos latines se prolongarán tod¿vía en las edicio-
tan inequívoca se debió a descuido de alguno de los académicos
Ícs académieas hasta la segunda mitad del siglo xx; pero en 1869'
res. en
ponsables de Ia edición y que tal descuido no llegó
a subsanarse p6¡ b undécima edición del Dicci onaio, ya se sienten como una cáscara
la premura con que esta hubo de ser preparada. I-a etminaciOn
etimologías se completó en revisiones posteriores y se mantuvo
¿e tas vcia y se borran e¡r todas las entradas. En realidad, ya mucho antes
los han suprimido los lexicógrafos no académicos, dosde Núñez
a lo de
largo.de un siglo, hasta que la edición áe lgg4 ¡estableció
esL infor- Taboada (1825), quien además invitaba a la Academia a seguir su
mación, colociindola, no al término de la definición como
iba en el ojemPlo (1825: m).
Diccionario de autoridades, sino en el comienzo mismo -
del a¡ticulo. La disposición gráfica de las acepciones es la misma de los dic-
A diferencia de las noticias etimológicas, el Diccionario de
lTgO cionarios de 1726 y 1770, que por otra parte coincidía con el uso le-
mantiene escrupulosamente las correspondencias latinas
en todas lu xicog¡áfico universal en aquel momento. Cada acepción es objeto de
excepto en aquellas que van formula.tas por un sinónimo.
lcenciones, un párrafo propio, iniciado por la voz a que corresponde, impresa en
I Este dato ya se ofrecía en el Diccionario de autoridades,,p*
versalitas, para distinguirla de la ent¡ada, que va en versales. Solo
oxtrangeros» (Academia, 1726: xvt). en la'segunda "a*- en 1832 (tras una fugaz tentativa en 1791) comenzará el Diccionario
"19n.: for
edición la ¡azó¡ era más explícita: <<El intento Ae U ecademia
e¡ tas de la Academia a suprimir las subentradas y a imprimir las acepcio-
correspondcncias latinas ha sido dar a conocer a los
extrangeros las nes a renglón seguido unas de otras, precedid¿ también en esta prácti-
voces que comprehende el Diccionario
[...]. euando faltan vóces lati- ca por los diccionarios no académicos.
nas correspondientes a las castellanas se usa de
circunloquio [...], El orden de las definiciones está determinado por la cúegoia
pues siempre es mejor poner a estas voces y modos
de habiar algun gramatical. Así, si se trata de un verbo, primero van las acepciones
latín con que se cxpliquen quando no le hay propio, que
dexarlos sin «activas» y después las «meutras»; si se trata de un nombre, se separa-
ninguno,privando a los_extrangeros del meáio a"
.u ,igrlt- nán por un lado las acepcioncs sustantivas y después las adjetivas. En
(""T.Sa,.1170: utr). Esta justitrcación, "nt*a",
no repetida
:::l:i,] pero líneas generales, ocupan los primeros lugares las acepciones de uso
rmplicit¿ cn el Diccionario de 17g0, es válida para una época cn que actual y más extendido, scguidas de las regionales, las técnicas y las
el latín, aunque ya en abierto reEoceso, formaba todavia p*"
aa anticuadas, reservando el final para las locuciones y los refranes. Pe-
eqripaje de las personas cultas. y hay que considerar que
ú ec"d.- ro, salvo la frontera entre las unid¿des simples y las complejas, no es
mia no estaba sola al dar estas eqüvalencias: la práctiá
,o á ,".. dificil halla¡ excepciones a la distribución expuesta.
en los diccionarios de su siglo, como el de tréváux (t204),
ei de la En cuanto a las locuciones y los refranes, la pauta seguida para su
Crusca. (cuya cua¡ta edición
Í172g-3gl pone también corrárpooa*- colocación deritro de uno u otro artículo es la misma expue§ta en
cias griegas) y el de Terreros (1767, que también
da t" 1770: «se colocan e¡r aquella voz que tiene más alma o ñlerza; y
"oi"rpon- quando la tienen en dos o más voces, se ponen en la que viene prime-
acitara,
aconchar, acorullar, adalid, adiva, ador, adufe, aduaia, ro al orden alfabético» (Academia, 1770: w.), La norma, no demasia-
lf-!-r]?::*:-,
oJascatar, agúero, ahorrado, ahuchor, Aló, qtabarda,
alabesa, alacrói, alanha,
Il:yd olturda, otbocara, albocoro, olbatti, atbañal,
",1:n¡? albarüa, ,tiitt,
.Urirl,'áür¿r, a-
Mrozo, alfuicoque, albarrada, alba¡rán, alfuria¡a, albawtde. I Sobrc las corrcspondcncias latilas, cf. Qucrnacia (1968: 58-60) y Ezquc-
tac, c.u.rslt , catario, c4pilolio, Cár¡.rro, cnt¡c otr¿s poc¡s. '1)
.' _Ll 8p€nas
gureffes,
en las Lt¡as s¡ ¡r¡ (1983: 213-215). Ac€rca dc la pcrvivcncia y dcradcncia dcl latfn Xún,
¿¡grh caso aislado c¡mo sarrr¡lrrlr¿r.
v. Lázaro Canctcr (1949: l4'l-148)-
I
l I

252 Diccionarios anteriores a l 900


EI Diccionario a démico de 1780 253
do precisa, está constantemente abief¿ a la a¡bitrariedad.
¿por qué se ha llevado a cabo de manera menos sistemática que la del enuncia-
«la misa dígala el curo) va y no s.v. misa? ¿por qr¿ ¿e. Compárese, por ejemplo, esta defrnición de bachiller et 1726:
vale. gordo al telar que delgado at mulad¿n> s,v. de$ado y "ü
ro r.". «Comúnmente y por vilipendio se da este nombre y se entiende por el
gordo?.¿O por qué «hacer pinicos o pinos», «hacer pi-"-""r,
nha.", que habla mucho fuera de propósito y sin fundamento», con su nueva
pie», «hacer puchcros» se explican s.v. hacer, mientias que
<<hacerse rcdacción e¡ 1770i «Comúnmente y por desprecio se llama así al que
a¡ne»», <<hacerse cargor», ,<<hacerse cruces», <<hacerse
fuerte» se defi_ habla mucho fuera de propósito», en la cual las modificaciones son
l!l1rlsp3ctiyamente, s.v. ayre, cargo, cruz y fuerte? A partir de 2ó.
visibles en cuanto a la concisión, pero no en cuanto a la metalengua
1817, la Academia pondrá en práctica-unas ."gi"" a" ba"" prrum"ut.
De acuerdo con su programa, el Diccionario de 1780 sigue con
C-raT?tica] con las que quedarrim resueltos sinlitubeos los problema
fidelid¿d tambien en este aspecto al de 1770 en las letras A y B, en
de ubicación de todas las expresiones pluriverbales,
."gl* iu" las cuales excepciones mínimas- se manticnen palabra por
sustancia las mismas que todavía se aplican en el úliimá "o, "n
Diccíonar¡o. -salvo
palabra todas las definiciones reformadas. En la letra C, que se basa
La forma de las definicione s et el Diccionario de l7g0 sigue
las cn el manuscrito inédito del tomo II del Diccionario de 1770, la ten-
huellas del de 1770. En este se había optado por recortar
la sintaxis de dencia es idéntica: cochura, así definido en el Díccionario de autori-
la definición suprimiendo, por principio, la iedacción
dades (1729): «Llaman también a la massa o a la porción de pan
de signo y tratando de presentar en metalengua ", -"ál.ngu.
de contenido el mayor amassado que se está cociendo en el homo>r, se prosenta así en 1780:
número posible de enunciados definitorio; (cf. Rey-Debove,
l97l: «La masa o porción de pan que se ha amasado pua coceo»; codicia,
172,-y Seco, 1977:226 [: pág. 33 de este iibro]). Dcfiniciones
de en 1729: «Se toma algunas veces por deseo bueno y ansia para querer
1726 como «En el sentido recto vale despóticamánte,
con superiori- hacer alguna cosa, con inclinación y propensión a ella», se reduce en
dat, independientemente, con plena libertad y domirrio»; «Vile
ton- 1780 así: «met. El deseo vehemente de algunas cosas buenas»>.
Dten prcc$ay tórzosamente, sin duda algrmo>;
<<"gigniJica algunas ve- En el segundo bloque del Diccionario (letras D-Z), siguiendo el
ces determinadamente con resolución y
, empeño ¡...1, y ," modelo de las tres primeras letras, se uniforma, por regla general, la
saele tomar este adverbio por totalmeni", r"at y u"áderamcnte» ^rirrlir^o(las metalengua de las definiciones, suprimiendo las introducciones del ti-
lres s,v. absolutamente) que por otra pafe era perfecta- po «por analogía se llamD), «se toma también pon», «se llama co-
-sisteña
menle normal en la lexicografia europea de la épácax _, fu".on * múnmente ar» (sin que tampoco aqul la aplicación de la norma sea
1770 sustituidas por enunciados en términos estrictos
de contenido: sistemática, al igual que en las letras anteriores). Pero, así como en
«Con independencia, con pleno dominio»; «Enteramente,
sii restric- €ste aspecto se ha tcnido el buc¡r criterio de homogeneizar en todo el
ción ni limitacióru»; «(Filosof.) Sin respecto o relación
ellos no solo se ha extirpado la innecesaria introducción "tguo"rr.
f, Diccionario las formas de definición en un sentido simplificador, los
en'metalen_ cnunciados definitorios del segundo bloque, aun despojados de las
gua de signo («en el sentido recto vale...»», «sigaifica
algunas ve_ adherencias de metalengua de signo, no han simplificado nada el
ces...»); también se ha hecho más breve y precisJ
el texto Lfinidor. texto tomado del Diccionario de autorídades, que es en este punto,
Hay que advertir, no obstante, que la simplificación
de la -"ot.ng*

16
En rcalidad, c[ problema dc la mct¡lcngua sigue prcsentando aspectos aún no
dc los grandes modelos dcl Diccio|ario de autoridades: Richeld
_.-^1.O:,
(1680), "n-*r(1690)
Fucti¿¡e y Academia Franccsa (1694) (cf.
rcsucltos en las cdiciones modemas del Drccionario de la Academia (cf. Soco, 1977:
euemada, l9i8r46D. 227 -234 l= págs. 3442 de cstc librol).
:
254 D ic c ionario s an teriore,§¿
1900 6! Diccionario acMémico de 1780 25s
tij i
I igual que en la macroestructura, la fuente única
de esta parte del Dic-
l,i ctonar¡o. La economía de espacio, tan ¡¿rios de cosas, ent¡e definiciones léxicas y definiciones enciclopédi-
cuidadosamente buscada p¡¡ p¿s. <<Los elementos enciclopédicos
los académicos de 1780 a través de mu y euemada- eran admiti-
reducción tipográñca hasta el sacrificio
diversos rgcu¡sos, desde
la dos en los diccionarios generales -dice
como complementos deseables
del tesoro que son la§ autori-
dades, pasando por un enérgico sistema d9 las definiciones», y al parecer disfrutaban del favor del públi-
de abreviatu¡as gueda
buena parte malograda por el respeto en e6 (Quemada, 1968: 77). Las definiciones enciclopédicas, o «frlosófi-
sistemático, en toda la segund¿
parte del Diccionario, a la generosidad oa$) como las llamaba Furetiére, están particularmente presentes en
verbal de los académicos
dadores. fu¡- cl diccionario de este (1690) y en su sucesor el de Trévoux (1704),
jüstamente dos de los principales modelos que tuvo a la vista nuesEa
S.ir_"T!$., el problema es algo más complejo. Examinemos
.
esta defrnición del Diccionario de Academia.
auaridades: Pero no debe pensa¡se que la defurición amplia de desarrollo en_
Salamandra: «Insccto 27 mui parecido al ciclopédico sea privativa, sn el Diccionario de 1780, de su segunda
lagarto, aunque más pe-
queño; pcro tan venenoso que
no iolo m"t" .
su mordedura, sino con una saliva
iri.i"""
l"r,Jürt", *n parte, basada en el Diccionario d,e autoridades, Tambión la pri-
blanca, ra que ass'eguÁ.n-rinio, mera parte, que sigue a la segunda edición de este, ofrece numerosos
10, cap. 67, que, tocando en qualquiera rit.
todo él el pclo. Tieno *.,1T111: üu ó*"'A"l .r".éq ..'"u, *, cjcmplos con despliegues del mismo carácter28. Es, evidentemente, cl
r".g'"; r"
gnndes, la cola hcndida. los pies con quatro
*úá"!"0", r". gusto de la época, y así pa¡ece confirmarlo el hecho de que la politica
uñas üau uno, ":",
y
lomo sembrado de mancias negras y ", dc estrellas.
amarillas, a modo "t ahorr¿tiva con que se planificó el compendio se haya detenido respe-
F¡hada en el fucgo parece que por su humcdad tuosa ante estas diseñaciones extralingüísticas, Será en el siglo xo<
f o ,u p"ro- ." u.oni_
I gua por algrin cspacio: oero,.pcrmanecicnao
cn ¿1, sicnrc su cuando la Academia so incline decididamente por las definiciones lé-
Dic¡ plinio, cn et capttulo iii.i*t",
q""ii .I"il"'ñ"-"tiui¿r¡.
r"l"u*, ricas, siguiendo el ejemplo que su colega francesa vsnía propouien-
mo succdc cn las anguilas, y quc no cngcndrar>. ", ""- dole, desde la primera aparición de su diccionario. De todos modos,
el nuestro aún no se ha desprendido entoramcnte en nuestros días de
Definiciones como esta ss reprducen
int¿ctas a lo largo de aque- la modalidad enciclopédica de definición (cf. Seco, 1977: 234-238, y
llas páginas del Diccionario de l7g0 que po.
b,asan directamente en ra parte ""r"rao "áá¿irl.o r. 1987: 253-254 f: pétgs. 4246 y 321-322 de este tibrol).
no revi sadz der Diccionario de autori_
ao,es. Eslos <resano[os amprios solo se dan
c¡r determinadas voces Fonrt¡N,c, o¡L D¡cc¡oNln¡o or 1780
que, además de requerir r:rrLa deJinición _"1"_"nto
miten una explicación
,"""r'JI"_,
accesorio_. En el tiernpo en que
"¿_ La imposibilidad de encontrar ya un ejemplar enterc del Díccio-
-elemento
se compuso el Diccionario naio de autoridades, la inconclusión
de autoridades era todrs paJe. _eoos largo- de su sogunda
tajante que hoy la disrinción entre -para
cdición, y la tentación de poner al alcance
diccionario. "n
a" p"f"UII'y ái""i* de la mano en un solo vo-
lume¡r todo el léxico de la Academia, dieron al Diccionario de l7g0
27
Téngasc c¡ cucnta que ,r.recro €s, cn aqucl momcnto, <(nombrc gcnérico un éxito fulgurante. Pocos meses después de su publicación se había
. dc todo
animalito pc.qucño, quc algunos llaman
imp"rfe"tos, y ,utgar_c;; ,r._ vendido más de la mitad de los tres mil ejemplares de la tirada, y cn
Icn llamar sabandijas, como son gusanillos,
aqucllos animalcs
."*"", a". i*i¡J; """;;;;;;.
li;;;*"*
mayo.o qr., á.t"do, y ¿i"iai¿* p"i"., ,¡""n';;;;"; *"
las lagartijas, culcbras, &c.». "n . -2r Vé¡¡sc, por ejemplo, las a¡rtradas abedul, acanto, acero, balle¡q, balsami¡a,
balwrle, ceÍo, coñsulta, colle, dtbrir.
\
256 Diccionarios anteriores a I 900 Et Dicciona¡io dcadémico de 1780 257

¡
marzo de 1781 la Academia ya había obt€nido licencia del Rey pa¡a ramente conclüdo» ol segundo de esa segunda edición, y en 1789 los
efectuar una reimpresión (Libros de acaerdos,6 marzo 1781; Co¡¿- Libros de acuerdos an¡¡ncian la conclusión del tomo III y el comienzo
relo, 1928: l3 nota). dellY (Libros de acuerdos,29 y 31 diciembre 1789). Segun el Prólo-
En efecto, en 1783 sale a la luz la segunda edición, que iategra en go de 1817, en esta fecha se lleva trabajado hasta la letra P (Acade-
el cuerpo de la obra ol Suplemento de A y B que figuraba en la prir¡e- mia, 1817: r), es decir, ya dentro del tomo V. Después no hay miás
ra y añade un nuevo Suplemento para las letras A, B y C. La terce¡a noticias. ¿Fue solo económica la causa del aplazamiento indefini-
edición, aparecida en 1791, absorbe a su vez en el lugar correspon_ do de la publicación? «Los pueblos Manuel Bartolomé
diente las letras de este Suplemento e introduce nuevas adicione5 sn -decía
Cossío- no dejan de gastar por no tener recursos, sino cuando no
las letras D, E y F. Como se ve, la celeridad con que se suceden las sienten la necesidad de gastar, cu¿ndo no están convencidos de la
reimpresiones no da tiempo a los académicos a revisar enteramente el bondad del gasto» (Cosslo, 1931: 35). La Academia dejó de sentir
texto de 1780, ni siquiera la parte más necesitada de ello, que es la la necesidad de publicar su gran diccionario, perdió la convicción de
segunda; se limitan a aprovechar los materiales de los tomos II y III su importancia fundamental, y prefrió la utilidad práctica de una obra
dispuestos, pero inéditos, del segundo Diccionario de autoridades. a la calidad científica de la otra, como si una y otra fuesen incompati-
Estas tres primeras ediciones, 1780, 1783 y 1791, así como la bles entre sí y la segund¿ no fuese en definitiva, como decía Julio Ca-
cuada, publicada ya al nacer el nuovo siglo (1803), se titulan todas sares, el <<encaje oro» de la primera (Casares, 1950a: l3). Nuevo Edi-
Diccionario de la lengua castellana compuesto por la Real Academia po, el hijo fue el causante involuntario de la muerte de su egregio
Española, reducido a un lomo para tt más lácil uso. Con este título padre
2e.

se reconocía el ca¡ácter de compendio que la obra tenía con respecto Pero la historia ya está hecha, y aquel diccionario que vino al
al gran Diccionario de autoridades; era un recordatorio de que estaba mundo en 1780 para llenar provisionalmente un vacío se ha converti-
pcndiente la publicación de la segunda edición de este. Pero la porta- do, en su larga travesfa do veinte ediciones, en la espina dorsal de to-
da de la quinta cdición (1817) suprime la frase <«educido a un tomo da la lexicografia española, archivo canónico, pa¡a muchos, del léxico
para su más fácil uso», con lo que el compendio se adueña del titulo
que solo pelenecía legítimamente a los diccionarios de 1726 y 1770.
2e <<No
A parth de ese momento, el Diccionario de la lengua castellana (o, cs dic¡ Gili Caya u¡u obra cualquiera [cl D¡bc¡bza rio de auloñda-
- -
y'erl, sino una labor colcctiva cgrcgia, quc compitc con los grandes diccionarios dc la
desde 1925, española) será siempre, para todos, únicamente el dic- Acsdcmia florcntina dc la Crusca y dc la Acadcmia Franccsa; muchas vcccs los supc-
cionario en un solo tomo que por primera vez apa¡eció en 1780. El n" y sicmprc ofrccc, cn su técnica y cn su rcdaccióÍ, car¡ctcrcs propios quc difcrcn-
padre de esta obra, el que había sido el Diccionario de la Academia ci¡n nctamc¡¡tc nucstra lcxicografia académica dc la quc por la misma época dcsarro-
por antonomasia, ya queda a un lado del camino, y en lo sucesivo ha- lluon sus congéncrcs cr¡¡opcos. [¡ misma Academia Española no supo continuar
dcspués su valioso cmpujc inicial, y, aunquc con algunos altibajos, las cdicioncs ¡b¡c-
brá de especificarse con el apellido de autoridades.
viadas dc los siglos xvrrr y xo< andan sicmprc rezagadas, no solo rcspecto a la lengua
¿Por qué no se continuó la publicación de la segunda edición, ini- bablada y al uso litcrario, sino también rcspccto &l nivcl quc cn sucesivas atapas va al-
ciada en 1770, de aquel fruto primero de la Acadonia, <<obra incom- c¡¡zando cn cada mo¡r¡cr¡to la cicncia lingülsticar» (Gili Gaya, 1963: 8). Rafacl Lapcsa
parable la calificó Torreros- donde se compiten la erudi- t¡¡trbién ha dcplorado cl rct¡occso quc supuso el abandono dcl método dc «auto¡ida-
ción, la -como
exactitud, el trabajo y la utilidaó> (Terreros, 1767: v)? En dcs»; «No significa csto
-
dicc
-
que dcsde entonc€s los académicos ¡dmiticran o
dcfuticran voc¿blos r humo dc pajas [...]; pcro cl valor documcntal del Diccionorio
1780, el Prólogo del Diccionario en rm tomo dice que ya está «ento- cufrió gravc qucbranto» (,apcsa, 1987: 336).
258 D icci onarios anterio re s a 1900 \
de una lengua de cientos de millones de hablantes. La Academia
tiene
la grave
-y_honrosa- responsabilidad de hacer que este insur-
mento sobre el que convergen tantas mi¡adas esté siempre a
la alfura
de las exigencias de cada momento en la vida de nuestra
inmensa
comunid¿d.

14

EL NACIMIENTO DE LA LEXICOGRAFÍA MODERNA


NO ACADEMICA'

l. Al promediar el siglo pasado se produjo una floración inusitada


cn la lexicografia española. Después de los lejanos tiempos del le.ro-
ro de Covamrbias (1611) y de su pobre reimpresión por Noydors
(1674), la Academia Española, fundada en 1713, había conquistado el
monofrolio de hecho de la lcxicografia monolingüe en nuestro idioma,
gracias a la excelencia de su primera obra, A pesar de la incapacidad
de la scgunda generación acadé¡nica para llevar adelante la nueva
cdición conegida (1770) del Diccionario de autoridades, y de que su
siguiente producción era poco más que una condcnsación manual de
la primera, el prestigio ganado por esta permitió qure el Diccionario
llamado «vulgan> alcanzase tres ediciones en los últimos veinte años
del siglo xvur, y otras cinco en los cuarenta primeros del xx, sin en-
conhar más que dos competidores: los cuatro gruesos volúmenes
póstumos (1786-93) del P. Esteban de Terreros, y el Diccionario
(1825) de Núñez de Taboada: obras ambas que no hallaron quienes
después las revisaran y reeditaran.
Y de pronto, entro 1842 y 1853 brota una plótora de diccionarios
no académicos: en 1842, el Panlexico, de peñalver; enlg44, el Dic-
cionario, de Labemia; en 1846, el Nuevo diccionario, de Salvá; en

' [Publicado cn lloae naje a Aloaso fumora Vicente,l,Ma&id l9gg,259-761.


.

: 260 Diccionarios anteriores a l 900 El nacimiento dála lex ícograJía moderna no académica 261
184647, el Diccíonario nacional, de Domínguez; en 1g49, el Dic-
oditores franceses descubrieron las posibilidades que les brindaba
cionario general, de Caballero y Amedo; en 1852, el Gran dícciona-
ol mercado de las recién emancipadas colonias españolas de América
rio, de Castro; en 1853, el Diccionario enciclopédico de la Editorial el comercio de ellas con España-, así como la inestimable
Gaspar y Roig, dirigido por Chao; y en el mismo airo, el Diccionario -roto
oolaboración desinteresada de la propia metrópoli al suministrarles
de la Sociedad Literaria. Esto sin contar otros productos meriores.
En suficieote número de intelectuales exiliados útilis para desempeñar la
este período entran dos ediciones nuevas del académico: la novena,
necesaria t¿rea redactora. Surgió así, por ejemplo, el Diccioiario de
de 1843, y la décima, de 1852. (Obsérvese, por cierto, cómo hasta
M. Núñez de Taboada, publicado en parís poi Seguin en 1g25. Una
oste momcnto la cadencia de las reimpresiones académicas ha sido
de las facetas de este movimiento fue la confección de compendios
relativamente animada, con un promedio de una edición cada poco
o de revisiones del Diccionario de la Academia, en los que por ra-
más de siete años, a pesar de la pausa consiguiente a la Guerra de
la zones de prestigio no se ocultaba el nombre de esta; así ei Di"¡ono-
Independencia. Es precisamente cuando empiezan a salirle competi-
io de la lengua castellana por la Academia Española, compendiado,
dores de ellos con vitalidad duradera- cuando la Acade_
-algunos por Cristóbal Pla y Torres, oditado también en pa.ír, po. borrnon y
mia espacia las ediciones de su Diccionario con un ritmo que es casi
Blanc, en 1826; o, mas ta¡díamente autor ya _,
la mitad del anteriorr). -dela AcademianoEspañola:
Diccionario de la lengua castellana, por
español el
nue_
va edición hecha según las dos últimas de Madrid, bajá h dirección
2. Naturalmente, las características, la calidad y la fortuna dc to-
dc José René Masson, editado en parís por H. Bossange
dos esos diccionarios particulares fueron muy diversas. Mient¡as en lg4l (cf.
Hidalgo, 1867: 274). Se sumó a la corriente uno de los-más ilustres de
r¡nos, como los de Domínguez y Gaspar y Roig, contendieron vigoro_
aquellos emigrados, Vicente Salvá, que había establecido en paris su
samente con el de la Academia hasta finales de siglo, hubo alguno,
propia editorial de libros españoles y allí publicó en lg3g
como- el de una reim-
lastro, que ni siquiera llegó a una edición, puesto que presión, cuidada por é1, de la reción aparecida edición octava
del Dic-
qrredó inconcluso. El enfoque de este último tiene poco que ver con
el cionario de la Academia.
de los otros. dos, y el de cualquiera de ellos con el de Salvá. y con
No solo el ejemplo de la actividad editora de parís en el campo de
el rigor de Salvá, a su vez, es dificil el parangón de las obras de Do-
la lexicografía española, sino el contacto, aunque no profundo,
mínguez o, sobre todo, de peñalver. sí
amplio, con el mundo cultural francés, en el que prospeiaba un rico
Pero todas esas aventu¡as tenlan un denominador común: el pro_ pluralismo en la producción de diccionarios
pósito de romper el monopolio efectivo de que disfrutaba la Acade_ 1"i. quem"aa, 196g), es-
timuló a algunos editores y escritores españoles -a intentar modesta_
mia en el terrcno de la lexicografia del español. Los primeros pasos
mente la implantación ontre nosotros de ese mismo sistema.
en esta di¡ección se habían dado e¡r las dócadas anteriores, cuando los

3. Para sacar adelante el intento era preciso ante todo demostrar


r.
Aparetrtemcntc constituycn cxcc¡rcioncs las cdicioncs 17., (l%1)y lg.. (1956), su necesidad a
. un público habituado a asociar mecánicamente la voz
publicadas, respcctivamcrtc, solo ocho y nucvc años d6pués
d; Ias ;;cedentcs. En dicciolalío a la Academia Española, haciéndole ver, o haciéndole
rcalidad, la cdición 17.. cs soto reimprcsión dc la 16.. (194639), de la que
sc difcrcn_
cia únicamentc por llcvar un suplcmcnto; con lo cual la distancla cronológica creer, la insuficiencia de la obra de la Corporación.
cntrc cl La actitud es bien
tcxto dc 193639 y cl dc 1956 vienc a sc¡, junto con la quc scpara bs áicioncs dc visible e¡ el Panlexrbo de Juan peñalver, ü primera
de las obras de la
1852 y 1869, la más larga en la historia dcl Diccioaario vtigrt. constelación que aquí estudiamos. El noveáoso título (que
debió de
262 Diccionarios anteriores a 1900 El nacimiento )e b kxicografa moderna no académica 263

llamar la atención en su momento, como lo muestra la humorística López Pelegrín; de manera que los lectores espafioles nunca llegaron
lexicalización que de él hizo Mesonero 2) obedece ya al deseo de a estar al tanto, ontre ohas cosas, de «la ciencia nueva, o ontología y
desmarcarse del Diccionario por antonomasia, a la, vez que refleja logístico> que se les había prometido.
la influencia francesa, pues es el mismo nombre @anlexíque) que Pero a nosotros no nos interesan los aditamentos que adomaban o
Cha¡les Nodier dio a su revisión del Diclionnaire uníversel de Boiste. iba¡ a adomar el diccionario de Peñalver, sino el diccionario en sí,
No sc quedó en el título la imitación. El deseo de dar personalidad a que tenía que acrcditar su propia utilidad y su superioridad sobre el de
su libro frente al académico lleva a Peñalver a «no solo hacer un dic- la Academia. Dos armas emplea Peñalver para ello, las mismas
cionario de la lengua castellana, sino formar un tratado que resuelva de que se serviría un politico de hoy en campaña electoral: la descali-
todas las dificultades que pueden ocurrir sobre el lenguaje, es decir, ficación y el triuafalismo. El prólogo, en efecto, es una du¡a crítica de
sobre la casi totalidad de los conocimientos humanos>» (Peñalver, la pobreza de caudal do la Academia y de la mala calidad de sus dsfi-
1842: 5); y así lo proclama la elocuente portada: Panléxico, dicciona- niciones. Cita como ejemplo la de almorzar: «Comer por la mañana
rio universal de la lengua castellana; el diccionaio de la rima; de alguna cosa por vía de almuerzo, o para desayunarse». Como esta de-
los sinónimos; vocabulario de varones ilustres; de la fábula; gramá- frnición es!á apoyada en las de almuerzo y desal.unarse, reproduce
tica en una tabla sinóptica, con el tratado de los tropos; vocabulario también estas dos; almuerzo: <<La comida que se toma por la ma-
de medicina, vocabulario de historia nalural; de geograJía; lexicolo- ianu>; desayunarse.' <rToma¡ algún alimento por la mañanar». <<De
gía; vocabulaio etimológico; la ciencia nueva, o ontología y logísti- suerte Pcñalver- que almorza¡ es "comer por la mañana
ca. Con ello Peñalver aspiraba a seguir aun nuis- las huellas del -concluye
alguna cosa por vía de la comida que se toma por la mañana, o por
-y
Boiste-Nodier, cuya edición de 1839 contenía, además del léxico ge- tomar algún alimsnto por la mañana')>.
neral, un diccionario de sinónimos, un diccionario de dificultades de En cuanto a la táctica triunfalista de Peñalver, se cifra en un apén-
la lengua, un diccionario de las rimas, de los homónimos, de los pa- dice dsl dicciona¡io, constituido por una especie de recapitulación de
rónimos, asi como todo un conjunto de tratados: versificación, tropos, los importantes logros por él alcanzados. Es una lista de los a¡ticulos
puntuación, conjugación y pronunciación (Quemada, 1968: 100 n.). que, o son nuevos resp@to al Dtccionario de la Academia, o tienen
No obstante, el vasto progmma de Peñalver no ll€gó a cuajar com- acepciones nuevas, o han sido enmendados en su redacción, o lle-
pletamente, pues, apa¡te del diccionario propiamente dicho, que ocu- van incorporada su etimología. Y ese dospliegue va precedido por una
pa un tomo entero, solo se publicaron el Diccionario de la rima, página de resurnen estadistico, que dice así (nótese la desafiante frase
del mismo Peñalver; el Diccionario de sinónimos, redactado por Oli- flmal):
ve y López Pelegrin, y el Yocabulario de la fábula, redactado por
aDvERrENcrA. Las tablas adjuntas contienen: Voces nuovas:
2.566. Acepcionos nuevas: 1.393. Definiciones nuevas: 2.090. Eti-
2((Lr hu¿speda, patrona o a¡t¡a dc casa (quc dc todos modos podrcmos lla¡Íarla mologías: 159. Cor¡ecciones: 8.201. Por la voz nueyas entendemos
con arcglo a los dicciona¡ios y panléxicos m& corricntes)» (Mcsoncro Rornatros, aquf iodo lo que no sc halla cn el Diccionario de la Academia, última
1843: 1026). También st€stigu¿ csa popularidad u¡l tanto üónica Ra¡nón dc Nava¡¡ctc edición. También nos pertenecon las etimologías, que, como tenemos
e¡ cl mismo año: «Si fucsc académico o siquiera a\tot del Panéxico..., (Nava- que publicar su Diccionario, solo hcmos puesto cuando son indispen-
¡rcte, 1843; 1058). Y Altonio Florss: <(Pa¡a cyitar un rato dc Par¡¡¿¡rbo I los lcctorcg sables para la intcligencia de las palabras. Las ocho mil doscientas y
de provincia, decimos quc cl hortcra dc Madrid cs cl cajoro dc Sevilla, cl factor dc una correccionos se ¡efieren a otros tantos artfculos de la Academia
Valcncior (Flores, 1843: I l0?).
264 Diccionarios anteriores a l 900 §l nacimiento\e la lexicografa modenra no académica 265

que hemos enmendado, ya por nosotros mismos, ya sustituyéndolos En 1844, Pedro Labemia, profesor de Latinidad y Humanidades e
con otros de autores rcspetables. Más ta¡de publicaremos los suplc-
mentos al tomo primero del Panléxico, que contendrán voces y acep individuo de la Academia de Buenas Letras de Barcelona, publica el
ciones nuevas. Por cstas breves obsewaciones el público puede juzgl 1qmo primero de s¡t Diccionario de la lengua castellanas. En el pró-
del mérito respectivo del Diccionario de la Academia y del ntestro. logo repite el argumento de la parquedad del catálogo académico, pe-
ro ya precisa etr qué aspectos se hace más sensible esa ci¡cunstancia:
La Academia manifestó en seguida su desacuerdo respecto a t¿n- Personas vcrsadas cn toda clasc de materias, ncgocios y ciencias
tas excelencias, en forma oficiosa, a través de un seudónimo que so lam€ntaban de continuo por la falta de un Diccionario completo cn
ocultaba a su secretario, Juan Nicasio Gallego, y promovió con ello donde consultar y adquirir las voces genuinas y propias para exprc-
una animada polémica cuyo amplio extracto puede leerse en el D¡c_ sar castiza y adecuadamente desde los conceptos más cncumbrados
cionario general de bibliografía española, de Hidalgo (1g70: 314_ del orador hasta los útiles más conocidos y vulgares del labrador y del
I
artesano. Pefo en dondc se notaba más ostensiblemente y en donde se
33), y, siguiendo a este de cerca (sin citarlo), en la Filología castelta_
hacfa cada vez más h?sc€ndental csta falta er¿ en los instrumentos de
na, del Conde de la Viñaza (1893: col. 1532-82). En este contraste las oficinas públicas y en las obras que resp€ctan a las ciencias y a las
de
pareceres sonó con insistencia la acusacidn de fraude al lector artes. [...] Faltaban [...] un sin númc¡o do vocablos, consagrados ya
y
de robo a la Academia por copiar literalmente la mayor parte dot por el uso, a las primeras materias, a los productos, a los instrumen-
contenido del Diccionario de esta. Lo curioso es que, según compro- tos, &c., &c., quc naclan dc los adelantamientos de las ciencias.
bó luego el minucioso Salvá (1846: roo<), la principal ü;tima di¡octa
de los plagios de Peñalver no era la Academia, sino Núñez de Taboa- Su diccionario, pues, ha tratado de suplir las carencias académicas
da, que habia sido honrado seguidor de esta. por dos vías: la de la lengua literaria y la del tecnicismo. Para lo pri-
Lo cierto, en cualquier caso, os que todos coincidían en señ¿lar mero, ha procedido a una «revista escrupulosa» de los autores clási-
como defecto mayor del Diccionario acadé¡nico la cortedad de su re- cos; pÍ¡ra lo segundo, «las obras de ciencias matemáticas, fisicas y
pertorio. El mismo Núñez de Taboada ya habla anunciado, en 1g25, natu¡algs han venido a suministrarme otra no corta cantidad de voca-
que su Diccionario contenla cerca de cinco mil voces más que el blos de uso imprescindible», si bier¡ no los ha adoptado sin autes cer-
de la
Corporación3. Hasta un diccionario de formato que hoy llamaríamos ciorarse de ser corrientes en las respectivas esferas. De esta manera,
de bolsillo, publicado el mismo año qure el panlexico, si declaraba en dice Labemia, su diccionario e§tá enriquecido con más de ocho mil
la portada «más completo que cruntos se han publicado hasta el día, voces que no se hallan en el de la Academia.
incluso el de la Acadernia Españolo»a.
4. La brecha abiela en el respeto unánime al Diccíonarío por a*
tonomasia estimuló a Ramón Joaquín Domínguez, ya experto en el
1
Diccionario de la leng¿a cattellana, pam cttya composición se ha¡ consu odo oficio como autor de un extenso Diccionario francés-español y espa-
.
los mejores wcabularios de esta lengua y el de la Real )codemía Española últino_ ñol-francés (1845-46), para ensanchar con su Dr'ccio nario nacional el
meúe publicado en 1822; aumeatado con más de 5.000 *""" qu" io se hallan en
ninguno de ellos, 2lomos, Parfs 1825. Insistc en la cifra cn cl prólogo, pág.
rr.
_ 'B.C.H.I.P.S.,
Diccionario poúátil y eco¡ómico de lq l-gra sar_
5
Diccioaario de la leagua coslella¡a coa las correspondencia,t catslqa y lotirra,
cclona, I¡nprenta dc Juaa Roca y Suñol, 1842. Rccordcmos también "Át;íbro...,
1"" 26.000 B¡¡aclo¡a, I¡nprcnt¿ dc D. J. M. dc Gr¿¡¡, 18,14. El tomo II y últirDo no sc publicó
ncs quc Salvá anuncia cn la polada dc su obra. "di"io- hlst¡ 1848.
266 Diccionarios anteriores a l 900 El nacimíentÑe h bxicograJía moderna no académica 267

nuevo camino tímidamente abierto por Labemia en la lexicografia es- Boiste-Nodier y BescherelleT, caractorizados por su desmedido afan
pañola. Para Domínguez, es un hecho indiscutible la falta de u¡ dic-
scumulativo. De este último, particularmente, aprovecha numerosos
I

cionario que responda al progreso de los tiempos. Dice asi en el pr6 notivos, unos de orden puamente gfáfico, otros de ord€n exprosivo e
logo: ideológico. Los primeros son, por ejemplo, el grabado alegórico de la
Nadie pone en duda la necesidad que hay en España de un Dic_ portada y las grandes letras omamentales del texto, iguales en uno y
l cionario que esté al nivel de la altura a quo cn menos de un siglo han otro libro. Los segundos se condensan en la adopción del título Dic-
llegado todos los ramos del saber humano. [...] La liter¿tura ha cionaio nacional, a propósito del cual había escrito Bescherelle en su
abierto un vasto campo al pensamiento. [...] Las ciencias se han enri- prefacio:
quecido con millares de descubrimientos, cada uno de los cualcs
oftece al hombre otros tantos objetos nuevos quc debe conocer y cla_ El tftulo mismo que habíamos escogido nos trazaba de algún mo-
sificar, neccsitando para esto da¡les una nomenclatura que los distin_ do el camino que tenfamos que seguir. Trabajando para la Nación, el
ga enhe sf. Las artos, la agricultura, el comercio, y por rlltimo, todo lo libro que queríamos consagrarle debfa contener todas las palabras que
que el hombre conceptua que puede serle útil o necesario, recibe cada están para su uso, es dccir, que todas las clases de la sociedad deblan
día un nuevo impulso. [...] Los progresos del hombre hacen innecesa- estar en él representadas, y cada una de ellas encontrar su vocabulario
rios unos objetos que son reemplazados por otros más útiles y más especial. ¿Y por qué, en efecto, habríamos do excluir tá¡ o cual cla§e
cómodos, y por consiguientc caducan en los idiomas las voces dc los de palabras, por cjemplo, Ias que pert€necen a las a¡tes y oficio§? Es-
unos, se hacen necesarias las de los otros, y cada vez se hace sentir tas palabras, se dice, no tienen gran prestigio en la lengua liter¿ria.
más y más la falta de un diccionario en que estén consignadas las vo_ Pero ¿es que el Diccionario universal de una lengua, como observa
ces nuevamente crEadas- muy bien Ch. Nodie¡ es <<una obra de buen tono, destinada solamente
al uso en los salonos, una especi e de Gradus ad Pamassum para los
jóvenes que sc proponen seguir la carrera de las letras»? No: el Dic-
Por ello, su libro «es sin disputa, si no perfecto, el más
cionario de una lengua, ese primer libro de toda nación civilizada, es
completo de cuantos se-que
han publicado hasta el díar» amplía el léxi- cl libro de todo el mundo. Exprosión compleh del mundo social, debe
-
co académico en «cu¿ho mil voces del lenguage usual»» y en «ochenta conten€r todas las palabras quc son del uso de todos. La lcngua no
y seis mil voces técnicas de diferentes ciencias y artes». Estas cifras cstá hecha únicamente par¿ cxpresar las operaciones del espfritu y los
(que, por cierto, no creo que hayan sido comprobadas por nadie) impulsos del coraán, sino también para expresar la extensión de la
aparocen incrementadas en la portada del tomo segundo a 4600 y acción del hombre sobre el universo que Dios le dio para su dominio'
100.500, respectivamente. Domínguez, pues, se ha decidido en forma
abierta (desbordando sin contemplaciones la prudencia de su predece- ' P. C. V. Boislc, Dictio¡¡aire uaivenel de la laague fratgaix..., 8' éd., r€vuc,
§onigéc ct considérablcmcnt augmcnt¿c pa¡ Ch. Nodier, Paris 1834 (cf. Martin / Mar-
sor inmediato Labemia) a seguir la pauta de incorporación del tecni-
ti¡L 1973: 70); L. N. Be§f,tÉrcllc, Dicaiontaire aotioaal ou grand diclionnaire critique
cismo inaugurada por Terreros medio siglo antes. Terreros es, ofecti- de la laague frangaise, Paris I 843 (la cdición siguiente sc titula D¡c tionnairc ¡ational
vamente, una de sus fuentes 6. Pero su ve¡dadera inspiración hay ou dictioniaile uníwrsel de la langue lraagaue 2 tomos, Paris 1845-46), No cstaba
que buscarla en modelos franceses, como los célebres diccionarios de solo Domlngucz cn la admir¿ción por la obra dc Bescherellc. La cita con elogio
Eduardo Chao cn el prllogo &l Diccioruio eaciclopédíco. Y de la alta opinión quc
mcrccla sl ilust¡c Rufmo José Cucrvo dan idea las siguientcs palabra§: «En s€pticmbrc
dc 1863 hablaban D. Vcnancio Go¡álcz Manriquc y cl autor de csta obra de la falta
6 l,o cita cn ¿lgu¡os allotlos: a, abaca, afudesa, abalar, abaldotar, abivar, ade- quc hacla utl diccionario c¡stellano por cl cstilo dc los dc Webster y Bcscherelle, que
máa, aflar, aforar, agotizar, clc. cran los mejores que conocfan» (Cuervo, 1886: ur nota).
268 Diccionarios anteriores a I 900 EI nacimienb ¿e la lexicografía modema no académica 269

Por otra paÍo, desprcciar €l vocabula¡io de las artes y los oficios


cs fundación entre nosotros del género diccionario enciclopédico, bien
despreciar la lcngua dc la civilización; no fue por las letras ni por l; qE todavia avant la lettre.
ciencias como emp€zó la civilización, sino ci€rtamente por lós oñ-
cios. ¡Y cuando el pueblo lee, cuando el pueblo se instruyi, fbamos
Es el diccionario de los editores Gaspar y Roig, publicado pocos
¿ños después (1853-55) y concebido según las mismas directrices, el
a
r€timr_ dcl Diccionario la explicación de las palabras más esenciales
de su lcnguajc! Tal desdén, en nuostros días, serla un anacronismo que lleva por primera vez entre nosotros el nombre de Diccionario
t¿¡1
escandaloso como insensato. Por €so nuestra nomcnclahra es la
más enciclopédíco de la lengua española. Así como Domínguez no cita a
abundante, la más rica que se haya encontrado hasta ahor¿ en ninguna Bescherelle en su prólogo (solo de pasada dentro de algún articulor),
Iengua y cn ningún Diccionario E.
sí lo hace, en términos de admiración y adhesión, Eduardo Chao,
prologuista y director del Diccionario encíclopédico. Bien es verdad
La palabra nación, la apelación al pueblo, armoniz¿ban admira_
que, a su vez, no menciona al ya difunto Domínguez, a quien debe sin
I
blemente con los sentimientos políticos de Domínguez (v. Seco, l9g5
duda alguna la idea de su publicación y de cuyo Drccionario nacional
[= capítulo 15 de este libro])e. Mas la comunión de este con Besche- se pueden rastrea¡ numerosas huellas en los artículos del Enciclopédi-
relle va más lejos: si el francés, adenuás de la inmensa masa léxica
dc co. En otros dos rasgos imita también a Domínguez. Uno de ellos es
los tecnicismos, incluye todavía desarrollos didácticos en los artículos
común en realidad a un importante sector de los lexicógrafos a partir
que a ello se prestan, lo mismo hará el español; y si el Dictionnaire
de estos años precisamente, por contagio de la elefa¡rtíasis de los dic-
national rncorpora además numerosos artículos históricos, biográfi- cionaristas franceses del momento: la presunción de que su nomen-
cos, mitológicos y geogníficos, el Diccionario nacional no será me_
clatu¡a es «la m¡ás abundante de cuantas se conocen hasta el dío». El
nos.
otro es, en cambio, casi privativo de estos dos diccionarios enciclopé-
Así pues, las aportaciones de Domínguez a la lexicogralia de su dicos: ellos, con el de Adolfo de Castro, son los primeros, y por mu-
tiempo son dos: 1.., la ampliación del vocabulario, que para él no de-
cho tiempo serán los únicos, que usan en su título la denominación de
be quedar ya en los límites del uso literario, ni siquiera án los del uso
lengua española.
comrln, sino que debc abarcar todos los tecnicismos de las diversas
actiüdados y saberes; 2.., la integración cn el cuerpo del diccionario
5. La aparición de los primeros dicciona¡ios enciclopédicos, ern-
de desanollos didácticos para los términos relacionados con las diver-
brionaria en la caótica empresa de Peñalver, efectiva en las de Do-
sas ciencias, asi como de nombres propios perteneciontes a la historia
mínguez y Chao, abre un capitulo nuevo on la loxicografia de nuestro
y a la geografla, acompañados de su correspondiente explicación. En idioma, que llegará a su plenitud a finales del siglo y a principios del
el primer aspecto, su precedente fue, como queda dicho, el benemé- nuestro. No por ello quedaba arrinconado el diccionario de lengua. En
rito Terreros (y, en tono menor, Labemia); en el segundo lo fue, bien su forma más pu¡a o rostrictiva, el léxico genoral «correcto» y sin
que en forma rudimentaria y caótica, el también benemérito Covam¡- i
tecnicismos, este modelo era el defendido por la Academia en el
bias. La fusión de estos dos elementos en una sola obra sigaifica la prólogo del Dicaonario de 1843:

i
Este es el objcto primordial dol Diccionario, dar a conoce¡ las
I [¿ ü.&ducción cs mls. Ciro por la.dic¡ón dc lg5l.
palabras propias y adoptivas do la lengua castellana, sancionadas por
v Sobrc
cl sc¡¡tido cxa€to, cn cl lcnguajc libcral cspañol, dc zacróa y sus dcriva_
dos, dcbc vcrsc M. C. Scoan€ (1963: 63 y sigs.). to Diccionario naciotal, s.v. abaca.
270 Diccionarios anteriores a I 900 fil nacímiento d\la lexicograJía moderna no académica 271
el uso de los buenos escritores; pero muchos no lo entienden
cuando no cncuentran en el Diccionario una voz quc t". ..
asl- v El concepto de diccionario de lengua es aceptado en la prác-
cida, cn vez de inferir quc no cs legltima y de buena ley,
¿".i,i,i ¡ica por Salvá, quien se cuida, no obstante, de dejar bien sentado que
f"C* irtl-
rcn cs quc el Diccionario está diminuto ¡.defectuosá;1. r...1 Áii"- la <<buena ley» del léxico no es necesariamente incompatible con la
cchan menos cn cl Diccionario dc la lcngua castellr""
Iá rrliit"j'Ji stención al uso vivo y actual (cf. mas adelante, § 9), al mismo tiempo
términos pertcnccientes a las a¡tes y fr. que reprocha a la Academia cierta infidelidad a su propio criterio so-
-facultativos ül
cuales solo debcadmitir aquellos que, saliendo
áe f" "i"r"i"..'JJ bre los tecnicismos, al dar acogida a muchas voces de blasón, de náu-
quc pertencccn, han llegado a vulgarizarse y se ".f"r" .¡n'ut""ü
"-.p"i]"ü
emplean tica, de fortificación, de esgrima y de teología. También insiste Salvá
ción cn
.conversaciones y cscritos sobre diferente .""ri". C-r"ii,
.
Academia.no. habe¡ omitido ninguno de to. qu" ." cn la necesidad de enriquecer el Diccionario respecto al léxico desu-
t uttun
[...] un urccronano dc un idioma destinado al uso del público "r1.üii.o" sado o anticuado, aspecto importante, por cuanto, a su juicio, la ma-
debe
abrazar todas las voces del lenguaje común de l"
*"il;, ;ü; yoría de los consultantes buscan en esta obra la solución de los pro-
guiendo ct familiar del más culti y propio de las gentes i blemas que les plantea la lectura de los clásicos españoles.
¡^táiL"'"
del poético considerado
mate¡ías o asuntos cn que
s rni.*L, á" ¿""t;loT
"nhaya dc emplearse. ;;.ó, ai'iJ I Esta última preocupación es la que más personalidad da al Gran
[...] pero
una ¡nmensa nomenclatur¿ de las ciencias, ane, y profcsiáncs
h"y;;l;; diccionario de Adolfo de Castro (1852), cuya nomenclatura, ajustada
significado deben buscar los curiosos
I al citado concepto de diccionario de lengua, incluye muchas voces y
¡oi "rr.,
ilil"r; I

de las mismas: talcs voces pertcnecen "n "o.uUu¡*¡o. ac€pciones de la literatua antigua y clásica, con la particularidad de
a todos los idiomas y; il;;;;
de ellos; y si hubie¡an de formar parte del DiccionariJ que en cierto número de casos llevan el apoyo de una breve autoridad.
gua común, Iejos dc scr un libro manual y
a" irl# I
La práctica del ejemplo literario parecía enterrada después del primer
de moderado or."io.
cunstanciasquc constituyen su principal utilidad, serfa "i_ diccionario de la Academia, y no volverá a resurgir hasta el Diccio-
una
mrnosa cn demasfa, scmicnciclopédica y de dificil "b;l"l;-
adquisición y ma_
I
nario enciclopédico hispanoamericano y el Diccionario enciclopédi-
nejo '" I
co de Zerclo, ambos de fin de siglo, y sobre todo, ya en el xx, en el
I

rrE;n Diccíonario de Aniceto de Pagés. Es lástima que la obra de Casho



cdicióo dc 1852 Ia Acadcmia siguc defc¡dicndo cl
c¡itcrio rastrictivo:
aunauc.ba inboducido vocablos prcccdentcs dil <«ápido quedara intemrmpida.
vucto» o; ,,han ;;;;; i
alca, cl comcrcio y la industrla», siguc cxcluycndo las voccs q;""r;á;;;;
do técnic¿s. En 1869 cs nrás cxp[cita cn la rigidcz
; I
6. En la estel¿ del Diccionario nacional de Domínguez
con..*"¿ár", f" ¡,""á"Jl']i_
cc- hs scguido cn csta cdición <rcl movimicnio progresivo que c, ,"d;;db# |
-incluso
cn la anécdota de que la primera edición se compuso en la imprenta
§a¡iamcntc 8c yc¡ifics pcro stu pasos hat sid" úrá y
,;_ I

maocra-quc, «dcsatcndicndo cI
.";;"d";;iil;;;;; i heredada por la viuda de este- se encuentra el Diccionario general
rulgar clamorco dc los que miden fi ¡q*za Ji'*"
lcrlgua por cl nú¡nero dc vocablos, scan o no
I (1849) de José Caballero12. Aunque es obra de pretensiones más mo-
ncccsa¡ios, estén o no an"lógi"am"ntc
ro'nados' orirzc¡n o no prendas dc duración, sc
ha mantenido firmc cn su dicisión dc

:T:¡:T.Tl.rylabras nuwas qurc tas indispcnsables, de recü


poraqas cn .l c¡stcl¡sno por cl uso
f;;;ón, rrr*r- bo, cnt¡a¡on cntoncrs por primcra vcz en el diccio¡urio académico, o cmp€"a¡o¡ a
dc las pcEonas docta$». pcro la siguicatc " cdicióo, cnka¡, multitud dc voccs quc y& cstaba¡r cn Domíngucz y cn Gaspar y Roig. (Sobrc la
dc 1884, suponc un virajc radical: en clla Ia Academi¡ .

anuncia «*^¡¿'".ii" cvolución dc los critcrios sclcctivos de la Academia pucdc vcrsc Alvar Ezquerra,
de palabras técnicas», bien es c¡erto que sclcccionando "r-"""
aquellos ,¿arnino" .a,i" ,¡aran 1985:41-42).
en su aDono p€rfcnc.lr s las ciencias y las
artes dc más general aplicación. habcr . 12
La primera edició4 aparccc bajo los nombrcs de José Caballero y Cipriano de
cf permanentcs y esta¡ bien forri¿do. . ,.. ¿";;-
:Y:,:::§^Y:"
..e aoole,go, como [acidos.recn3loefas
der gricgo o dcl ratfn». En vi¡tud de cstc cambio
I
Amedo. A partfu dc la segunda (1852) figura como obm dc u¡a sociedad de literatos
dc rum- r
bajo la dirección de José Caballcro.
111
Diccionarios anleriores
a 1900 tacimtento úe la
destas , no por sso deja ¡ moderna no académica 273
de ser también «el más completo».
una sola faceta del enctc Retiene
lopedismo de Domínguez, , generalmente en forma de burla, al léxico
nomb¡e de todos los pueblos Ia de inclui¡ «el académico. Es fre-
de España y [Jltrama¡ que, t¡as reproducir, en un
ción de la distancia a que con especifica- afículo, la definición oficial, con
se hallan de las capitales ión de su procedenci a, vaya un comentario
A pesar de su escaso relieve, de sus provincias». ácido sobre ella
obtuvo buena aceptación, con otros más genéricos sobre
bía alcanzado ocho y en 1860 ha_ la Corporación que los ela-
ediciones ¡r. y seguido de la definición <<verdaderar»
propuesta por el autor; y
Tambión a la sombra es la página donde no se encuentra
del corpulento Domínguez, por lo menos una muestra de
dad de planta parásita, aunque en cali-
se situa el ly'uevo diccion cste cunoso concepto de la lexicografia (v.
Literaria, editado en París ario d.e ttna Sociedad Seco, l9g3 [ capítulo 15
por Rosa y Bouret en lg53 l4 ¡g este librol). pero D omínguez es cualquier cosa meno; monótono,
gran medida p lagio
de aquel, al que por crefo
que es en variedades de su técnica son suficientemente y
Seco, 1983: 588 olvida mencionar (v. l^ numeros¿r§ como pa-
[= pág. 302 de este librol). Se aparta, no $ divertir siempre al lector con nuevas pullas antiacadémicas que
su dechado en que, obstante ,de gruchas veces tro pasan de simples
Iejos de menosprec l¿u bromas. He aqui un par de ejem-
fensa de su Diccionario, a la Academia, sale en de-
<<a menudo criticado plos:
iqjusticiar». con tanta ligereza como
't,
parentesco quc
_- ,**or:
madoo
se contrae con cl makimonio
por cópula illcita enhe €l varOn consu_
y Ios pa.ientes ;;i;;;;.;
.mujer y tos parienües d"t .".id;.-
cntrc. la
jIil.1T::;.J:i|,1::eT;:.j.;t#"*Tfr iÁ;;.;';ili#'Jj?l
más absurü y obsccnamente grosera?
.,"".Hffi !:l¡ni:ign
cscandalosa frase de cópula ilfcir ¿eué significa la
"il: ,j."*.r.t"i"ü,,,i"".T;il:'r"','*ffi ,",1Jil'*#:3fl
[.[".HilI11i]H;i;ffi;,T"'iffffi]$:ÍT,;,Jfl'#a cn cualquier socicdad algrin tanto :ffi '"1:
dc_
mas to que no se comprendc
desmoralizaái;;;ilffi*,
es quc cxisian *"dé.i*;;;;;;
i:",';l::t",l"Ti,Hffi#Tñfi:f:*.""ffi autorizar tan repugnantes e imnúdr
Hilf,Ff
en el suvo, al menos di¡ecta-
moral pública y dcl sentido'corlT
h pT"_ ¡"¿ig,"'y;;
dcfinicioncs' con mcn8ua de Ia

;t;;.il"'ü:;ó;'iii"i'l',liililljj'.lil,li
mente; se limita a ;;;;. ;:**t'
rio que refleje ir;;ñffi'r::rpj-Tonalmente' Ia falta de un dicciona- :

*11,,*'e-T,:H":xn":i:imi:f$;ffi
parientes de la mujcr y cntre T,,t
y Io, d"i-;;;;;;;r';';;;L;:,
;m::nltr*i*,'":r.::#H1,","#ffffi..;rr I
esia

[...]. Suponcr, dar por hccho, asentrar como succdido


_,,-:* o
I f:l,T ¡uce{cr; v..g., pongamos que ta acad.
"ejemplares *"fr"
:har,más dc su diccionano, pongamos""quc "*a'"'.p"I
i
dcc¡de por el nuesho; y bien, el oúblico se
¿qué? Haú;á, ;il; ;;; ffi,i;-;
er pubt¡co y e¡ propietario del
nuevo lé*i"o a-ror."¡¿o il"

i,x* *";*f"'
vcr§€ otros cjcmplos cn scco,
1983: 594-595 [= páginas 3l I-313
<tc
274 Diccionarios anteriores a l 900 b
El nacimieno áe kxicogra.fía moderna no académica 275
8. La censu¡a y la sátira contra la Academia «corporación so- justas, pero que son desde luego inútiles e irurecesarias para el
-
porífera de sabios que avanzan con pies de plomo (hacia atrás, se e¡-
sor
objeto [de definir]. Hemos huido igualmente de oso defecto más con-
tiende) por el camino de las reformas filológicas» (s.v. agofay' ss
- ajioso, cual es el de imprimir en las definiciones nuestras opiniones
et el Diccionarío nacional solo un aspecto de la característica más personales, dsfecto particula¡mente notable en materias políticas y de
peculiar de esta obra: su tsndencia a reflsjar la personalidad del autor,
Élijión. Un diccionario no es ciertamente un arma de partido ni un li-
sus sentimientos, sus preocupaciones, sus creencias, su humor. Es
[elo de secto» (Chao, 1853: rv).
esta una faceta más de la vinculación de Domínguez con la culfu¡a La formulación del principio de la objetividad en la definición es
francesa, en la cual, en tomo e intelectualmente- ¿ t¿
una de las contribuciones de esta generación lexicográfica, a pesar de
Revolución, habían brotado-cronológica
una serie de «dictionnaires engagés» pertenecer a ella el ejernplar más sobresaliente de los conculcadores
los llama Quemada-, vehículos deliberados de las convic_
-como de ese principio. Pero no es Chao el primero en exponerlo, miran-
ciones religiosas, morales o políticas de sus compiladores (euemada,
do de reojo a Domínguez, sino Vicente Salvá, refiriéndose abierta-
1968: 529; también, sobre las definiciones humorísticas y polémicas,
riente nada menos qte al Diccionario de la Academia, a pesar de ser
414-416). El propio diccionario de Boiste es ejemplo moderado de
ests r¡n prodigio de ecuanimidad comparado con el desenwelto sub-
esta tendencia, hija, evidentemente, del,a Encyclopédie, tendencia a la jetivismo del Diccionario nacional. ¿Qué hubicra escrito Salvá de
cual es preciso asociar el curioso género de los diccionarios bu¡les-
haber tenido a la vista la obra de Domingtez?
cos, ¿umas anojadizas ideológicas quo hallaron cierta boga en la Es- Estas son las palabras de Salvá:
paña de la primera mitad del xo<ró.
Pero los ataques, más o menos implacables, más o menos risue- Un lexicógrafo nunca debe manifestar sus propensiones ni su
modo de pensar cn materias políticas y roligiosas, ni menos ridiculi-
ños, de Domínguez a la Academia no dejaban de ser una muestra de
zar o condgnar como crrorcs las doctrinas que siguen varones muy
ingratitud, puesto que el Diccionario nacional aprovechaba íntegra- doctos, un gran número dc p€rsonas de nacioncs ilustradas y la mayo-
mento ol léxico académico de 1843 como núcleo central de su no- rla de algunas muy cultas. Le incumbc solo deñnir preada mila y Se-
menclatu¡a. Y, si bien se alineaban eri la actitud cntica del Panlexico lenila de múo quo pueda cntendcrsc con cla¡idad lo que significan
y engranaban en el criterio general de la necesidad de mejorar la obra estos nombr€s cuando se encucntran cn los libros quo impugnan o
oficial, no contaron con la aprobación de los restantes lexicógrafos sostienen su existencia, o se mencionan por incidento o por hiñtesis;
pa¡ticulares. Ya hemos visto la velada reprobación contenida en el sin cxtendersc nunca a calificar de erróncos los sistemas que hay o ha
habido sobre el particular. Este cs el mejor medio para que sea leldo
prólogo del Dicc ionario de Rosa y Bouret (que, a su vez, tanto teda por un largo período y por p€rsonas de todos los pafses y de divcrsas
que hacerse perdonar). En el prólogo del Diccionario enciclopédico opiniones, y el más seguro para no equivocarse. Hubo un ticmpo cn
es clara la alusión de Chao a Domínguez cuando dice: <<Nos hemos que era tan común la crecncia de que el diablo andaba por cse mundo
abstenido de seguir el ejemplo de dirijir censuras, que podrían tal vez haciendo Ios papeles da íncubo y súcaáo, como lo es ahora la pcrsua-
sión de que semcjantes ministerios los desempeñan tan solo personas
de came y hueso. La misma suerte puede caber a todo lo que cntra en
la esfera de puntos opinablcs. Fuor¿ de esto, mientras los hombres no
I se acostumbren a respetar los unos las opiniones de los otros, no pue-
16
V. cl intarcssntc cstudio de P. Alvarcz dc Miranda (l9$4b), Algunos diccio¡a. dc haber paz en las casas ni quietud en los estados. Bajo cste respec-
rios burlescos de la prímers mitad del siglo xrx (t8t l -t8j5).
:
I
I
276
Diccionarios ante rtores a 1900
H
I iento d\ to le cogra/ía modern a no académica
to, el Diccionario de la Acadcmia está
I concebido ¡Bcarlo original,
por la época en que nac ió (Salvá,
184ó: xrv)¡7. "¡ Cruzada,.que los príncipes cristianos
mantienen tropas para hacer
I i gugrra a fos infieles [...]; ea Espadín, qr" lbrln; p;,1":;l"ü;,Jl;
Salvá el unico del grupo que_señala [...1i en Galeote, Reniihe, etc., qu" bog"n il.-d;ñ;;H;:
.Es como defecto en el diccio- galeras^[...]. Nuestros detractores,
nario académico Ia ocasionai falta
de la necesaria=is"prl-." f* nunca faltan-ent¡e los propios,
que alundan entr" ,"*";;*il;
niciones, ya que el juicio ae Cn"o, por A"n- ¿no tienen campo abierto p".u ..i"i_
0! nos en cara [...] que se urotu .n l*
manifiesta, es indudable que apunta "L"or;";;;í;;;';.qr" ,. escuelas a los .r"¡"J¡".
ü"."
a otro blanco. -iL y por las callcs a los delincucntcs
l:lnloria)
bó,n, Sagitario y yerdugo), quc sc
;;;;;;;;r;;: J;-
1v.
4:
a las alcahuetas (en Emplumar) y
H;;);:;;;;:;i;;
les ahorca (e;
al mismo tiempo, no_ deja de unirse
Salvá al co¡o de lo *, ,or
está en uso el ti."iiii_
riuo
^..^1.,a"rol
que encuent¡an escasa la nomenclatu¡a go,/, señaladamente el de garrucia q""
f*^"iir¡'y"á';;J;ñ;;;
académica, escasez que ra6- t-¡
el nombre peculiar de Tra-npazo? (dalv¿,
la despreocupación por estar fS+0, ,írl,;
11.!*.,o9o,_"n ai". V"
comentario de Domínguez sobre este punto
<S
"i "i.o. dn.t
|.-el;k;;n r., Ot¡a deficiencia que Salvá señala como
ce Salvá al mismo tiempo que
este, nó s" ¡,"ii", p*to á _ de urgente remedio es el
afes, al nivel de los progresos comunes y desconocimiento, por parte de la Academia,
"n
y generalizados: "i.o.i^ a"f ..i"A"f l"'aie.i"u y
Filipinas:
El que registrc su riltimacdición crecrá
que en España no se tcnf¿ Es casi total Ia omisión de- las
noticia en 1843 del atumbrado d"
sas hidráulicas, de los
c"r, á;il:;;;;;i;il.,u. o."n-
voces que designan los productos
de las Indias orientales v occidentales,
fenocarriteid; i;.;;;;;;""".p"ü]¿os y mas absáuta l" i!.ro. pro_
ni ¿" vinciatismos dc sus habiLntes; y
los barcos de vapor.
hermanos de ulrramar. Ios quc
ninguná *r¿;;;;';;;r:r*.,..
son hlos de y ü-üan y
tivan ra tengua inmorrati-ada.por
Ahora bien, la crítica de Salvá va
más allá de la simple lista de sean ltamados a la comunión,
áil;;;;";iíoffi."r,
".pu¡oi"!, "u¡-
no
palabras: denuncia la falta aigámáir" ."'.',""n:"r"
de actualida¿", f^ i"-fin_""".i'" ta misma igualdad que los pcninütares. "íiá"ir,.úi"
(Sil;, iü;,iiJi,.,, """
[Creerá] quc [cn lg43] aúur se construfan galeras,
galeazas, ga_ No solo es este lexicógrafo cl primero
leones y galeotas (véanse cstos-
cuatro nuJsilf . que llama la atonción sobre
tcs; quc los marinoi iban
"..g.ao,
para hacer sus observaciones,
;i;r*¿;;ffii"iro
"rttculol¡ "n "rrcna- cste v¿cio, sino que es iguaknente
el prim.- q""
y quc"on
se ignoraba "or¡
qu"
(Salvá, 1846: :orv)r8. Cónfiesa ""ri.'".".á*1"
que su propósito ha sido estimulado
Ia Ticrr¿ es Ia que da la *"rt"'ul'..¡áiá.i ,?,"ornpt"Á"nta
rr"t'r'#k" porque, siendo su libro destinado
..p""i"Lr**-" a_11""q ," n"-
margcn lo quc sc dice en Ia segunda
acepción a" óio. " cía más notable la sin¡azón
,l
pensará ar lecrros
[tos anfcutoi der
l..idralqui.ra
Di";;;;ü;; i",""',i .rpn_
de no inclui¡
cultades para reuni¡las han sidc
.* p"d;.;;;ll
¿in-
midos los conventos de regulares, y
qr" di"d.i"ib;;;,;;#;".';:"TH$::1il:"x11tÍ[:?J:;r:,
América, principalmentc cLnoo ";;,.":;o: *.I,rn. ,
no se menciona ninguna de sui nuc_
vas reprlblicas y sc continúa y buena parte det material hubo
peru, de ra
la denomir""¡¿, A",r,i; A." üiii"o,
¿.f de ser;;-tu;;;*;;; (S"ká,
Nueva cranade. etc. il;üñi;;;,"
d: E.pul1 emprerde guerras por motivos Jio,l# or. o
L.I que existen de religión: en Canci- de.SatvÁ fuc acogida inmcdiatamentc
,rer, po¡ ot¡os texicóerafos; cl
el de Indi ttrcctozario enciclopédico clc Gasnar v
^-l]^1j:"rrr:
-ri-ro*u",on
nombre [ "]; en
d"lLi";"-i;;;""";;:"H,iáXiJ,$I,,fj"jf j;*".ft "jil,,:*J;
cstá rcchada cn,::. ;rste
cmba¡go, cs dudoso quc rar
incrusión ,asc a. *
":;:" tpof¡dos por Salvá. "p.r.i".,,i'.n,o''ü,.1'-.i".,",r,
I
278 D icc i onarios anteriore s a 1900 dáb bxicogra./ía moderna no académica 279
EI nacímieno
1846; >o<vt->ocv¡u). De rnangra que, por oscasos que sean los resulta- lit€ratos quc posecn las principales ciencias y facultades que hoy se
dos, es sumamcnte meritorio el €sfuerzo de este pionero español cultivan, [...] nos dé como corrientes milla¡es de voces anticuadas, al
det Jr
americanismo dentro de nuestra lexicografia. paso que deja de admitir las que todo el mundo conoce y usa? [...]
En sus producciones [de la Academia] se echa menos la perfecta
10. Al ser de un solo autor la mayoría de los diccionarios uniformidad que tendrían si no entendiese más que una mano en su
que aneglo y redacción. [...] En el día que todos desean adquirir reputa-
constituyen esta promoción del medio siglo, ftente a la autoría
tradi- ción y aumentar los medios para disfrutar mayor número de comodi-
cional y colegiada del Diccionario de la Academia, no ha de sorpre¡- dades, no es posible que los esfuerzos colectivos, de que no se espera
der que se aireen las ventajas de una mente única sobre un autor ni una cosa ni otra, produzcan grandes resultados. (Salvá, 1846: vur-
plu- I
ral, no solo dividido fisicamente, sino también cronológicamsnte.
La
x).
mayo¡ parte de los defectos que presentá el trabajo de la Academia
se atribuye precisamente a esa pluralidad. El primero en plantear
esta
Pero entre la redacción colegiad¿ e impersonal practicada por la
cuestión había sido Núñez de Taboada (1g25), que, rcfiriéndosc Academia y seguida menos nominalmente- por la Sociedad
edición académica de 1822, escribía:
a la -al
Literaria, y la redacción unipersonal de Taboada, Labemia, Salvá,
Domínguez y Castro única practicada hasta entonces en la lexi
Como todos los diccionarios académicos, cl nuestro [- cl dc -la
cograña no académica-, surge una tercera vía, la de la redacción en
nuestra Academial adolecc del vicio capital de una notable áesigual-
dad en cuanto tiene de bueno y de málo; rosultado necesario oquipo. El sistema, en su forma más tímida, aparece enel Diccionario
de la
mayor o menor capacidad, de Ia variedad de estilo, dcl humor o
modo
general de 1849, cuyos autores son José Caballero y Cipriano de Ar-
de ver de los diversos individuos a quienes se encargó su composi_ nedo, y se enriquec€ en las ediciones posteriores de la misma obra, en
ción o rcvisión. Este inconveniente, que solo podé evitarse confiando
las cuales José Caballero aparece como di¡ector y la elaboración co-
la-egecución dc csta especie de obras a una sola persona con sujeción
¡responde a («¡na sociedad de literatos». Se perfila aqui ya un método
a la censur¿ de hombres doctos dotados de lucei especiales, no
sub_ de trabajo que recoge las ventajas del red¿ctor único y de la labor co-
siste cn el mfo, porque yo solo he trabajado cn é1. de
§úñez Taboa_
lcctiva, a la par que elude los inconvenientes de uno y otra.
da, 1825; ut).
Donde se lleva a una forma más elaborada este sistema es en el
Salvá expone su p¿¡recer sobre esta cuestión repafido on dos ar_ Diccionario enciclopédico de Gaspar y Roig, redactado por («¡na so-
gumentos. En primer lugar, el trabajo corporativo, aunque cied¿d de persona¡¡ especiales en las letras, las ciencias y las artes»,
dio tan
admi¡able resultado en la prim€ra obra de la Academia, tendrá poca constituida por doce individuos cuyos nombres se detallan, y revi
eficacia por la repugnancia de muchas personas sabias a diluir y oscu- sado por otros nuevo, también nombrados, bajo la dirección general
recer su mérito en el anonimato do un quehacer colectivo. En sigundo de Eduardo Chaole. Esta estructua jerarquizada, sin anonimatos, con
lugar, este método de actuación es perjudicial para la uniformidad ne_
cgsaria en un diccionario:
l'
Los nomb¡es dc los redactorcs cspccialistas quc figurar¡ cn la portada son Au-
. .Sus individuos, muy
rohúsan
instruidos y
laboriosos como particularcs,
gusto Ulloa, Félix Guer¡o Vid¿I, Femando Fragoso, Francisco Madinavcitia, Isidoro
contribuir con sus conocimientos a los trabajos hechos dc
Fcmández Monjc, José Plácido Sansón, José Torres Mena, Juan Creu6, Juan Diego
mancomún, hallando medios para utilizarlos mejor slparadamente.
Pércz, Luis dc Aévalo y Gcncr, Ncmcsio Fcmández Cucsta y Vcntura Ruiz Aguilcra.
¿Cómo puede explicarse de otro modo que Ia Aóademia, que reúne Los revisores rcn Domingo Fontán, Facundo Goñy, Joaquín Avcndaño, José Amador
280 Diccionarios anteriores a lg 00 'I
E, nacimieno db b kxicograJía moderna no académica 281

responsabilidades escalonadas, constituye un importante progreso en oieron, sin tener Prosente un pasaje, ponerse por lo mcnos un
y sin
la técnica de compilación de diccionarios, al superar on r¡na síntesis la ciemplo en que se hallen la voz o la frase, es imposible
formar con
autoría colegiada y la individual. ,.i".to *
solo artículo» (Salvá, 1846: rx).
Mi PrinciPal mira se ha dirigido a no decir cosa alguna adivinan-
No puedo detenerme en todos los aspectos dignos de comen_
11. do y de memoria, sino hablar siempre con fundamento y datos Los
tario que la generación lexicográfica de 1850 nos ofrece. Me frjaré ya diccionarios no son obra de imaginación, sino que descansan por en-
solamente en una cuestión que plantea Vicente Salvá, merecedora de tero en la autoridad dc los buenos hablistas. (Salvá, 1846: xxx).
atención por su novedad absoluta en ese momento y por la ligereza
con que generalmento ha sido considerada en la lexicografia de l¿5 Aunque después, a la hora de publicar, no se incluya la autoridad,
épocas posteriores. osta debe lati¡ detrás de cada término, de cada acepción. Y si figura'
Para Salvá, la primera condición para emprender la obra de un ¡o ha de verse como un mero adomo o ilustración, sino como una ga-
diccionario es la profesionalidad. No se puede acometer una tarea tatr rantía de la defrnición propuesta. Et stt Nuevo diccionario, qu'e Salvá
complicada sin una buena preparación, que de ningún modo puede presenta como una revisión, con adiciones, del Diccionario académi-
improvisarse: co, este ha sido el fundamento de su actuación:
Siemprc [.,.] hc tenido la manla de que para escribir sobre cual- Mis apuntes [= mis correcciones y adiciones] se ref¡er€na los pa-
quicr materia, cs preciso sabcrla; que nadic puede posecrla sin estu- sajes en que he encontrado cada vocablo, por manera que me se¡ía fá-
diarla a fondo y que para csto so necesitan muchos años de constantc cil formar un par d€ tomos quc continuasen los seis del primer trabajo
aplicación. [...] El crecido nrimero de los quc sc anojan a la arena li- académico, confirmando la voz o acepción con una o más autoridades
tor¿ria sin cstos requisitos, y no para damos ob¡as ingoniosas o dc de nuestros más ilustres escritores, antiguos y modemos [...]' Pero
imaginación, cn las cualcs hac¡ la inventiva natur¿l cl primer papcl, jamás he abrigado cl pensamionto do formar una obra que no llenaría
sino otras quc rcquieren crudición y sabcr, me convenccrfa dc lo enó- las miras dc los quc rinicamente compran cl diccionario O¡ estos son
neo de mi opinión si no la corroborasen por cl contrario los desacicr- los más) para haltar cxplicada la voz que ignoran. (Salvá, 184ó: u).
tos en quc incurren los quc, solo para confirmar el sabido axioma dc
qJ.J:e nada hay nn atrevido como la ignorancia, se avcnturan a publi-
Con riguroso esplritu científico, advierte nuestro autor la nece-
car gramáticas y diccion¿rios sin conoccr siquiera los tltulos dc los
sidad de cotEar ediciones y examinar cuidadosamente el pasaje
libros con quc deberfan auxiliarse ni habcr cstudiado nada de lo mu-
para evita¡ las funestas consecuencias de las lecturas erróneas (Salvá,
chlsimo quc hay que aprendcr antcs de ponerse a dar lecciones sobrc
las facultadcs quc apcnas sc han saludado. (Salvá, 184ó: vu). 1846: x-x), para lo cual es imprescindible disponer, como él dispuso,
de una buena biblioteca (Salvá, 1846: :oocvt).
El buen lexicógrafo entiende, el que no se limita a refundir Ni los largos años de lechua y estudio, ni el acopio de documen-
-se no puede dispensarse de operar sobre
uno o más trabajos anteriores- tación, ni el escrupuloso cuidado en el manejo de osta son suficientes,
una base documental, tal como hicieron los primeros académicos: sin embargo, pam una satisfactoria labor lexicográfica. Son impres-
«No me cansa¡é de repetirlo: sin un trabajo de la clase que estos hi- cindibles un ambiente espiritual adecuado y sobre todo- una te-
-
nacidad, una laboriosidad, <<una buena dosis de maníar», poco comu-
dc los Rlos, Juan Bautista Alonso, Patricio Filguei¡8, Pe.d¡o Mata, R¡fscl Matíncz y nes:
Tomás Ga¡cfa Luna.
282 283
D icc io narios ant e riore s a 1900 Et nacimienlo de t4 lexicogra/ía moderna no académica
Fuera del poderoso auxilio de mi tiblioteca, he
pital [parís] Ia inmensa ventajade poder trabajai
tenido cn esta sa- dimientos ensayados ya con anterioridad. No sé si quien ha escrito
sin dirü*i¿n y
ánimo sosegado; lo que me hubiera sido imposible *o lsto ticne un concepto muy defrnido de lo que son teoría y técnica. En
¡""". ¡.pu¡."
donde irremediable e insensiblemcnte ." _"r"lun "n
aa".,-"Lf 6ualquier caso, la frase implica un juicio negativo, y a mi entender es
cual menos, en las cuestion€s polfticas. No o"u" .r" absolutamente injusto condenar al silencio casi dos siglos de lexico-
medio de la inqüietud que allí roina tantos a¡os tracc, "*i.",ü.ñrJ,1ti
pocos se ¿e¿i- g:afia no académica.
quen a los estudios serios y se ceda casi por
re""siará ii glr.to aom¡- El gnrpo de diccionarios españoles publicados entre 1842 y 1853
nante áel siglo, de querer ,ucir a poca
costa. [...] Ahora se Iscrib€
que se lee, y.esto no puede. ser sino. copiandl, má¡ sporta a la lexicografia española vigente una incorporación más
y sbierta del léxico actual, apelando más al uso del pueblo que al uso
que se hace de prisa y sin discernimienü. "opi"n¿o-.ár, "o.o
Algo debe de habérsemr pegado de la cachaza literario, Es muy valiosa no tomada en se¡io hasta muchos dece-
alemana de los
despuós- la
-y de Salvá de dar entrada plena al es-
P:P:j.1-:,f,"
oDras mrtltares o lrtimo.¡...1,
cua_-nao h" *"".i¡;;;;;; l"l. , ,i.," nios determinación
sobre la música, la jineta, la esgrima, Ia pañol de América. Siguicndo el ejernplo del gran Terreros en el siglo
caza, Ia
danza o algún jucgo, en busca de una v;,
fr".;, t;";ün
ia ¡abi¿o anterior, se decide dar paso al tecnicismo de las ciencias, de las artes
en la que he devorado desde el principio "
guaje antiguo, que no es Ia lectura
al ¡n *á
oúáh.gu r.r_ y de los oficios, y, a imitación de la corriente lexicográfica francesa,
-á. g*t , .olo puo "n
vcrbo mencionado en un lndicc er¿ acti-vo o'r"uoá. ""i?i". .¡ "l surge el ideal del diccionario acumulativo (ideal aún hoy muy vivo en
SoUr"'i"U". r"_ la opinión lulgar), de donde nace la aclimatación ent¡e nosotros, do la
gistrado diariamente algunas páginas
d" nu"rt o. ái""án*ilo, ¿uor,.
mi vida, he leído una vcz de- s"gl,ioa y con mano de Dominguez, del género diccionario enciclopédico, que t¿nta
.u_u á"áilo'n ro. ."i,
tomos dcl grande de la Academiá, la reimpresión lrr;ga alcanzará a parti¡ de los últimos años del siglo y que hoy conti-
-d.p.ii".o,'lo, t
del
^o:^l-:: ,
el de Covamrbias, y n"d" á"no. ¿" ,"""- fu* ". núa en plena pujanza.
crones octava y nona del manual dc aquella Frente a la redacción corporativa ca¡acterística de la Academia,
[...]. Los quc se rían"¿¡_
dc
mi nimia cscrupulosidad, quc ral vcz ;lifica;; d;-"*il"rg_"i" los autores señalan en ella el riesgo real de la falta de uniformidad;
lc€r csto, sepan quc los he ganado por la mano "r
haciendo burla dc mi pcro, al mismo tiempo que la rehabilitación del autor único, se pre-
pacicncia cn muchas ocasionos; plro
mente mn esta y con una buena dosis de
vivan *g".,
á" qi" *l*- senta la fórmula moderna del equipo redactor bajo un director respon-
manla-puede ¿ailJ c¡ma a
emprcsas que requieren Dor.su magnitud sable y con una estructura definida. Esta fórmula va unida a otra no-
un alio grado de constancia.
(Salvá, l8z16: lo,*r,-**iw;. vedad, la aparición del diccionario-institución de carácter editorial
privado: el Diccionario enciclopédico de los editores Gaspar y Roig
Vicente Salvá mu¡ió en 1g49, tros años después de se publicó du¡ante varios decenios, con revisiones periódicas, mante-
-
líneas. De haber vivido diez años más (o
escritas est¡s

más tarde), nuestro salvá muv bien hubiera


mejoi, * **o-t
.igfo
niendo la misma organización redactora, aunque con los inevitables
podiá";;;;ai-ittré cambios de equipo, Por el lado opuesto, en el caso del Diccionaio
ñol. "rp._ nacional de Domínguez se produce el tipo de diccionario compromo-
tido, vehiculo de la ideologla y de la personalidad del autor.
12. Alguien (Femández_Sevill a, 1974:
-los siglos lll)ha dicho que, durante Continúa, naturalmente, la constante lexicográfica que eufemísti-
*yr], la lexicografia erpanoU posrcrio, ]ií,i",onr- camente llamaré tradicionalismo. Todos los diccionarios sin excep-
rro
I "o,
-de -aulor¡dades
no presentónada nuevo en cuanto a teoría y técni_ ción se basan en el léxico académico, y son muy pocos los que lo de-
ca lexicográficas, limiríndose a repetir y claran. A su vez, las aportaciones propias de unos están expuestas al
"orrinr;;t;l;rlp.o"._
284 D io nar i o s ante r íor e s
icc
a 1900
pillaje por parte de otros: Núñez de es explotado sin rubor
por.Peñalver, y Domínguez lo es, sin .Taboada
tacañería, pár la denominad¿
Sociedad Literaria.
Dentro de la estructu¡a de los atículos se produce
una innovación
que hasta pasada una trcintena larga de años
no asumirá la Acade¡¡¿;
la supresión de las equivalencias.latinas. La proprgou
Taboada y la siguen todos los diccionarios ^gñp" po. p.i*".u u.,
a"t uqui
do, con las solas excepciones de Labemia y ";nriO.ru-
I S;l;. ií;id;ent. _
con muy esc¿sa competencia, peñalver restaura t5
las etimologías, qurg
habían sido abandonadas después del Diccionario
a" orioiaoau y UN LEXCÓGRAFO ROMANTICO:
que no serán nyeyo implantadas por la Acadcmia hasü lSi¿. y
!e
un caso aislado, el Gran diccionariá de * RAMÓN JOAQUfN DOMTNGUEZ.
Castro, reaparecen 1""
dades, a las que la Academia habia renunciado "o,o.i-
¿.rá" o ¿.
la publicación del Diccionario en un volumen, "i "oJ"n
y a las que solo volve-
rá en sus Diccionarios históricos de 1933 y Romántico, ca, ad1. 1...1Aplfcase a ciertos es-
19;0. Tod; es; camc-
terísticas reunidas, como muchas de las critores que afectan emanciparse de las reglas de la
anieriores, pr"á"n composición y del estilo establecidas por el ejem-
por la influencia. de la lexicografia francesa "*pfi""rr.
mente Bescherelle), por más que algunas,
no ."á!.i""
i"'.p*i"l- plo de los autores clásicos. [...] Sustantívasc por
como hemos uirü, t"ng^ los aficionados al sistema de emancipación litera-
claros precedentes españoles. ria, a ciertas escentricidades que los singularizan
t: *ro."" de los lexicógrafos que compiten con la Academia entre la mayoría de los asociados. [...] La Acad.
_-, arrclonados,
son desconocc las voces romanticismo y romántico,
y aunque algunos, como Salvá y Dominguez,
tienen ca, siendo asf que las conoce todo el mundo.
experiencia.previa or el oficio, solo hay
dos, p*"""r, u".aua"- ll,
ro conocimiento de la literatu¡a española: Castro "t y Salvá; ""o,y @. J. Domínguez: Diccionqio nacional,
de ellos, lE47).
solo este último tiene conocimienü profundo
a" Ll."grJü"¡"1".
mejór preparado a" .orn"n,o y El eco más importante en España de la revolución francesa de fe-
"u,:.:::"^:11u.."r
sm duda también de :l todo
Jefcó.sr:fo
el siglo xx. "r! brero de 1848 fue la insurrección que se produjo en Madrid en la ma-
. En la historia del léxico español, csta pequeña serie
de dicciona_ drugada del 7 de mayo de aquel mismo año. Este levantamiento había
rios apofa, en fin, una información p.ecios"
cuyo *a¿a sido preparado por una serie de civiles progtesistas y contaba con el
timT.se::mprgbando, en la pare n^L "1""n""
*,*" príri."a"'iJíi",ono_ "r- apoyo de una parto de la guamición de la capital; apoyo que consti-
rto de ra rengua españora, el número relativamente
'l'stor,co arto de tuía precisamente la diferencia más destacada respecto a la anterior
oca-siones en que los testimonios de estas obras,
1", intentona revolucionaria mad¡ilcña, la del 26 de marzo.
de Salvá y Domínguez, aparecen ilustrando
l" "rp"ai"^la"r"
nu"roo f¿*i_
co de voces y acepciones modemas. pero "n,áAu'"n
duplicar la extensión, ya excesiva, de este
desarrollar fuoio ,".i" '
comentari ".t" [Publicado et Philologica Hispaniensia in ho¡torem Matuel Alyar, II, Madrid
1985,619-291.
286 Diccionarios anteriores a I 900 l*icógrafo rtántico: Ramón Jo aq uín D om í nguez 287
Un

Algunos de los organizadores del segundo alzamiento ya habíau giez, q\e dio nombre a dos notables diccionarios» (Pirala, 1895:
participado en ol de mazo. Entre ellos, uno de los más activos
se
apollidaba Domínguez, y dc su presencia en los acontecimientos de
'
462)'.
bn efecto, esto señor Domínguez no es otro que Ramón Joaquín
mayo nos da cuenta Femando Garrido en stt Historia del reinado del pomínguez, autor dol D,bcion ario nacional o gran diccionario clási'
último Borbón: y es'
co de la lengua española y de vn Diccionaio francés'español
oañol fancés. Pero, aparte de las ci¡cunstancias de su
muerte, apenas
Llegó el sietc de mayo. En las primeras horas de la madrugada s6
prcscntó Domlngucz, que sc hallaba ya iniciado cn los sucesos Lbcmos nada de su biografia. Solo en un lugar sc nos revela su se-
dc
marzo, con algunos otros amigos, en el cuartel do San Matco, doncle eundo apellido, Herbella; su patria, Verín, en Orense,
y la fecha de su
estaba el rogimienio de España. Varios sargentos quc habfan adquiri_ íacimiento, I 3 de enero de I 81 1 'z. Según este último dato, tendría' al
do compromisos y que cr¿n afectos a la revolución le franquearon las
morir, treinta y siete años de edad' Se puede suponer plausiblemente
pucfas, acompañándole al cuarto do banderas, donde se hallaban
que antes de i844 había vivido algún tiempo en Francia3' En 18'14
reunidos Ios jcfes y oñciales. Sorprendidos ya, e imposibilitados dc
haccrse obcdecer, se formaron las compañías y salieron por la calle I Dcbo cst¿ rcfercncia ami smigo cl profesor Fcm¿ndo Gonálcz Ollé'
de Fucncarral, separándose Domlnguez, que era uno de los jefes más 2 Estos datos figuran, sin indic¿ción de fuentc alguna, cn [a Et¡ciclopedia Espasa,
principales do aquel movimicnto, par¿ buscar cn su casa algunos ob- lV, l%1, pág. a67. En cl cucrpo de la misma Enciclopedia, XVIIL 2''
Aoén<licc,
jetos quc nccesitaba y dar algunas disposiciones. pág. 1851, ya habfa un artlculo sobrc Domlngucz, pcro cn él faltaban csta§
o".t", s.
El regimiento siguió hacia la puerta del Sol, y cuando Domín_ 'no,i"iu", ".,
y t¡ala cnada la fccha dc la muertc, quc situab¿ en cl ó dc junio de
"¿".a"tn."alidad, sc inspiraba directamentc cn cl Diccíonaio e¡cicloPé-
guez quiso volver a incorporárscle, al salir por la calle de la Farmacia, iilt 1"i
los cazadores de Baza, quo salfan ya en persecución de los sublcva- ".ti"uto,
dico ii"poron IV, 1890,aunquc en estc se daba la fccha corracta) El Dt-
"ricanqUTEIIA, Méxía,f"t, 1951, ¡epirc cl cnor del tomo XVIII dc
dos, tanta era la vigilancia que se ejercía, al ver un grupo, hicieron cioruii eaclclopédico
una dcscarga, hiriendo mortalmcnte a Domínguez. euiá cste suc€so, E poss, parc ¡trx;gc &l A$ndicc IV cl scgundo apcllido (cambiándolo a -Hemella)
al parccer insignificantc, csa casualidad, hizo aborta¡ la revolución, y il año dc nacimicnto. En t893, Manucl Curros Enrlqucz daba por §cnt¡do '[ naci-
rcvolu-
porque los sublcvados no cncontraron mcdio dc poncrsc cn rclación micnto gallcgo, no ¡olo dc ¡ucst¡o rutor, 6ino dc los dcmás csb€Gi[a§ de la
ción: «G-rands fr¡c también cl pcligro quc corrió [Chao] cuando la sublcva-
con-los otros jefes, y quedaron casi a mcrced dc los sargcntos, que no -dccfa-
ción dcl rcgimiento de Fspaña cn 1848, debida cxclusivamcntc 8 rcvolucionarios
ga-
supicron concertar bien la defensa. (Garrido, 1869: 55). Ulloa,
llcgos: a Bucct¿, Domlngucz, quc murió cn clla; Romcro Odiz, Carrctero»'
(18--93: I l5?). maai¿, ¿i paso, quc Edusrdo Chao, ct biografiado por Ctrros Enrl-
A pesar de la trascendencia que, según Garrido, tuvo la muerte de iucz, cs cl irimer dirccto¡ dcl Dicciomrio erciclopédico de la lengaa española' dc
Domínguez, los restantes historiadores, casi sin excepción, asl como qu. trato más adchnte.
Galdós en su epis odio Las tormentas del 48, omilen el ¡ombre de este L8s noticias recogidas por las cnciclopcdias proccdcn probablcmente dc M'
Murguta (1862) y dc M. Amor McilÁr. (1922-24). V. también J' Taboacla Chivitc
héroe revolucionario. En su reciente libro Los sucesos de lg4g en Es- (tS4Z); e. Couc€iro F¡eÜomil (1951) y hciclopedia gallega (lX, 1974)' -Avclino
pai¿, Sonsoles Cabeza Srfurchez-Albornoz lo cita con enor, llamán- iodrlgucz Elias, cn ,lloa dotiz, ylll, nú¡ncro 4?, 20 i\lio 1922, páes. 89?-98, aporta
dole Domingo, a pes¿¡r de que su relato se inspira visiblemente en el rtgunos datos proccdcntes dc tradición familiat, cntrc cllos cl dc que nucst¡o autor
h¿bfa sido novicio cn cl convcnto dc San l¡renzo, dc Santiago; confi¡ma asimismo cl
de Garrido (Cabeza, 1981 : 94).
rpcllido materno dc Hcrvclla.
Antonio Pi¡ala dedica a Domínguez una brevísima mención, si ¡ La suposición cstá basada cn quc ct hccho de publicar una Gramática froncesa
bien aporta un d¿to nuevo: <<Entre las vlctimas que queda- (cn la quc cl Butor s€ Prc§cnte como Profesor de ftanés), tmt OrtograJía fratceso y
-dice-
ron en la calle [en la jornada del 7 de mayo] se contó el señor Domín- wt exlc¡so Diccionaio francés-español y español francés a diÍrcil de explicar si no
sc posce una razonablc compctcncia cn la lengua franclsa, imposiblc dc adquirir sin
288 Diccíonarios anteriores a \
1900 tla leqtcósraito !9!!iil!co: Ramón Joaquín Domínguez 2Bg

Si es cierto que Herbella es el segundo apollido de nuestro autor


no hay por qué dudarloro-, su primera obra sería una comedia
-y
publioada en 1840 bajo el nombre de Ramón Domínguez Herbella y
con el título de El marqués de Fortvillett. El desanollo de la acción
de esta comedia en Francia, sus personajes franceses y la presencia en
clla do algunos galicismos es que es «originab», como dice la
-si
polada- no estarían en desacuerdo con el hecho probable, apuntado
antcs, de que Domínguez hubiese residido en Francia. pero estas pa¡-
ticularidades de la obra son realmente poco significativas: el imaginar
la acción en un país extranjero podría explicarse por el carácter de pa-
rábola política quo tiene la comedia, y, por otra parte, no hay mayor
proporción de galicismos en este texto que en cualquier otro de la
época. Más importancia tiene la función que el autor da a la obra, de
vohiculo de sus ideas políticas. He aquí, como muest¡a, un¿ls poc¿rs
frases bien expresivas: <<Los déspotas, aunque reciben la autoridad del
pueblo, luego que coronadas sus testas empuñan un cetro de hierro,
le miran como enemigo tenible que deben encadenar para que no
y" ,"t9"i" .Tá" o nrcnos rarga cn cr pars. podrra s€rvi¡ da conrr¡mación ra dc- sc les revele»> @ig. 17). «-¿Sabes con quién hablas? señor,
pcndcncia_
cvidcnte, cn algunos _"o.o
aspcctos
nociotal dc Do¡tlngtcz flg46_184zt 6spqa¡e
t*go l,
ülDi"r*r¡ con un hombre. Estás hablando con el conde de -Sí,
Voulebar-
(1843), hccho quc denota u¡ conJimicnto
".."rnor
al Dictionnaire tatio¿al dc Bcschc¡cllc de,
-¡Cómo!
bien, con uu hombre que se llama el conde de Voule-
rialcs dc Fr¡¡ci¿.
muy inrncdiato de las novcd¿dcs cdito- -Pues
t0 En
cl Diccionoio naciona! dc Domingtcztay tn utlculo Herbella dcdic¿do ¡
' Portada dc la ivusy¿ gatuiticdfranceso (1g44).
' Portada dc Ia primc¡a cdiiciín dcl Dicciona¡io'naciorrot.
1,lg46\.
t¡cc pcrsonajcs dc los quc no hc cncontrado mcnción c¡ ningin otro lugar: don
'
r¿ pnmcrs cdición dcl Diccionario de Jqé
CabalJcro (lgi9¡ csrá .o¡np*ro o.n
Antonio Vcntr¡ra Hcrbclla, <<sabio jurisconsulto y rccto magistrado cspañol, ¡ratr¡ral dc
la. intprcdra dc l¡ viuda dc R¡món Galici4 quc.murió cn Vcrfn cn lE08 por cl scntimic¡to dc vcr a su palria ocupada por
Jo"qul" Donr"gu;;; ü ¿" r"
r" a""Jr*L'"jIi*
"ü"i-uJü.o, Gshsnjsros invasorcs>r; don Bcrnardo Hcrbclls, ((cscritor jurisconsulto, oido¡ dc la
misma obra,(1852) ya_ conió a careg
fons€ca, cn la callc dc Juanclo, 16, dc
j3:F id;ri", y Audicncia dc la Con¡ña, y hcrmano dcl prcccdcntc»; y do¡¡ R¿món Herbclla, <<coroncl
Madrid.
'Los dstos dc nacimic¡to v mulflc dc Modcsto Domlngr¡€z Hcrvclla csp!ñol, tipo dc hon¡¡dcz y dc bravura milit¡¡, hüo dc D. Anro¡io Vcntura. Fua
firnuba él) figruan co ta Encictopedia (con r prcsidcntc dc la ju¡¡ts ca¡¡t¡¡lista dc Mats¡ó cn I 843, y murió cn abril dc I g47, a los 56
h*sa, xViII, ,.. p".til;r#r.'l*n,0" ¡ños dc cdad¡». Obsérvcsc quc cl dato dc la fccha dc la muclc dc don Ramón aparccc
O" Ramón Joaqufn iódez, ApÉnclicc IV (1931).
*_1T""".
tls-u1a1t cr la porr¡da y los preliminarcs
I¿s rcstantes noticias c¡ cl tomo I dcl Dicc¡oaanb, que llcva cn la portada cl año dc l g46 y cuya dedic¿toria
¿e ros gen)tÁ' i g"";f,ü.*uri"o
(Mad¡id 1879). sc fecha cn 2 dc noviqmbrc dc 1847. Esto hac€ supo¡er quc se trat¡ ác una noticis

le dcdic¡ Ra¡nón Joaquln la scgunda c.dición dcl ¡dquirida por cl sutor di¡cct¿mqntc, y no a t¡avés dc lib¡os; como sin dud¿ lo scrfa¡¡
l6}:-li*
nacional (t94j), igusl quc lc dedicó ta.primcra. Diccionoio t¿mbién las notas biográficas no muy rcleva¡tes d€ ¡os t¡cs
s.c,¡, ["d.I;;;'Ei; írIrrl, o.
cl abuclo matcrno de nucstro autor;- cl scgundo, su
caballcros. Tal vcz cl p¡imcro fucr¡ -cic¡tamcntc
hijos _r".i;;
Manucl Domlngucz, padrc dc dicciséis
tuc médico y cjcrció su profcsión cn ";;;;;j"? )ríí"n" _, tlo abuclo, y cl tcrcero, su tlo ca¡nal.
divcrl. b"l;; ;;;;;-; á;il# tt il Marqués de Fortville,
' Figura cn una támina al frente dc ta primera
Á;l¿;á;;;;*;;';';_d. comedia origiaal et rre.§ gcroJ. por Don R¿¡nón Do-
minguez Hcrbclla, Ma&id, Boix, cditor, imprcsor y librero, l g,l0; 60 págs.
290 Diccionarios anteriores a j,900 Lln texicóSraÍo tmánlico: Ramón Joaquín Domínguez 291

barde, ¿O, porque sois conde, sois ya de otra especie distinta de la de Por fm, su libro más import¿nte, el Diccionario nacional o gran
los demás hombres?n (pág. 3). «Hombres tiene la Francia muy c¿- diccionaio clásico de la lengua española, cuya primera edición, cn
paces de gobemar: buscadlos, pero solo en el pueblo los hallaréis, no dos volúmenes, se publicó en 1846-184715, es hoy obra casi tau ol-
en ess rango que llaman nobleza, porque ahf solo encontraréis hom- vidada como las otras del autor. Y, sin cmbargo, es quizá el dicciona-
bres que, envanecidos con un título hereditario y que no supieron me- rio de nuestra lengua que más ediciones ha alcanzado, después del de
recer, creeri que nacieron los dernás pÍua ser su¡ esclavos [...]. Buscad la Academia: diecisiete en poco más de cuarenta años; la última,
hombres libres y desinteresados, cuyo norte sea lajusticia y el bien de de 1889t6. Incluso se publicó un compendio, del que conozco cuatro
su patria; y ontonces seréis [rey] querido del pueblo, que verá sn vos ediciones apareci.las entre 1852 y 1887 t7.
un padre y no un tirano» (pág. 59). Estas ideas, como más adelante ¿Cutrto tardó Dominguez en componer el Diccíonaio nacional?
veremos, no desentonan de las que expone en st Diccionario elDo- Eüdentemente, debió de trabajar en él simultáneamente con el D,c-
r2.
mínguez lexicógrafo
La primera obra didáctica y la primera absolutamente segura de
nuestro Domínguez es h Nueva gramálica francesa, compuesta para ¡r Ramón Joaquln Domin1ur;z, Diccio¡ario aacional o gran
dicciolario clósi-
el uso de los españoles (18214), de la que se hizo una segunda edición
co de la leagua española, el mÁs coñpleto de los publicados hosta el dia. Conliete
al año signiente. Al mismo tiempo que la Gramálica frances4 publi- nás de 4.4O0 voces xsuales y 86,000 lécnicas de ciencias y artes que no se elcltenban
có rnas Reglas de ortograJía francesa. ¿¡ los denas dicciotarios de la leagua, y odemis los noml¡res de todas los prin-
Su primera experiencia lexicográfica fue el Diccionario universal cípales ciudades del muado, de ados los pueblos de España, de los iombres célebres,
de las sectas religiosa§, etc., etc., etc, [Grabado: un libro abicrto, sobre cl que cstá
francés-español y español-francés, en seis volúmenes, Madrid, 1845-
cscrita la lcycnda «Auto¡ y cditor R. J, D.»1, iomo I, Mad¡id 18,16. Establccimicnto
1846t3, del cual, <<a poco de terminad¿ la impresión, era dificultoso
léúcotipográfico dc R J. Domlngucz Callc dc Hortaleza, nriun. 67. I¿ polada dcl
halla¡ un ejempla», según el prólogo de la segunda edición. Esta se- tomo II prcsqnt¡ algunss yarianlcs,. Diccio\ario nacional o gran diccionario clásico
grurda edición apareció póstumamente, «considerablemente corregida de la leagua española- El más completo de los lexicos publicados hosts el día.
y aumentadar» luego no por Domingucz aunque reducida lvealaja a los denós diccio¡ario¡ de la leagua et más de 4-600 toces usuales y
a dos tomos
-desde
(1853-1854)
-,
t1. Palau cita tod¿vía una edición de 1880. 100.500 técnicas de cieucias y orlet, amprendietdo además lot nombres y situación
de todos los pueblos de Etpafu, de todot las priacipalet ciudades del mu¡do, de los
homb¡es célebres, de lqs sectas religíosas, erc., e,c,, etc.,lo§roll,MaLdtid,l847. Lleva
¡2 Lr cuna gallcga dcl autor dc csts comcdia sc confirm& con algln galleguismo
cl mismo grabado y cl mismo pic dc imprenta quc cl tomo I.
g¡a¡nsticsl tlpic!: uso sistcnÁtico dcl prctérito simplc por compuesto («hoy te ,4u¿- ¡6 Doy aquf la
list¿ de tas cdicioncs dc quc tcngo rioticia, El númcro ds cdición
,¿rre muy tcmp¡ano», pág. t2; <<ya lo sabcs [mi nombrc], y vco que no tciñ¡¿ gra¡o»,
$¡c i¡dico cs el quc figura cn la portada rcspccliva. Las quc no hc podido vcr van
pÁ8.23; <<apcÍas nñ dio ticmpo dc habtarlc», pág. 2E; <oo hablará con libclsd, por-
scguidas de un paréntcsis dondc sc cxpresa la fuente quc las cita. 1.. cd., 1846-1842.
qto lc recibis,e¡t tsn 8irado», pág. 30, ctc.); uso de la fo¡m¿ -rc para pluscuampcr'
2:, 1847. 3.', 1848-1849 (Viñaz¿, C€jador, Palau, Fabbri). 4.., l85l (Ccjador, Palau,
fcrto cn comtrucción no adjctiva («jarnÁs tc la pregwtlara», pág. 21, 'tc la habfa prc'
Fsbbri). 5.¡, 1853.6.'1856-1857. [9.'?1, 1865 (Fabbri). 10.., 1866. 1t.., l8ó9. 13..,
guntado'); uso cxclusivo dc -J¿ pa¡a prrtérito dc subjuntivo (creyese, fuese, pá9. 14,
It75. 14.', t878. 15.' 1882 (Alvar Ezqucrra, 1982a: 20 n.). 16.., 1886 (Ccjador, Palau,
ctc.). Un gallcguismo léxic¿ podrla ser /¿c¿za 'alacrna', pág. 38.
r! No hc podido vcr csts primcra cdición, quc citan Palau (1951: 504), Ccjador Frbbri). 17.', 1889 (Palau, Fabbd). Todas, hasts dondc me ha sido posiblc comprobar,
rcproducrn 9n estc¡cotipia cl tcxto dc la primcra; pcro, después dc la muartc d€l autor,
(1917: 432) y M. Fabbri (199: 134).
t4 Madrid, Mellsdo, 1853-1854. Palau dicc €nóncamcr¡tc quc cst¡ scguür los ¡uccsivos cditorcs itrco¡f,ora¡on sl to¡lo II un suptcmcnto que fuc aumentando de
uEs cdicio¡cs a ohas,
cdición consta, como la primaa, dc seis voltlmcncs. Fsbbri copia cl cnor' Siguc
igualmcntc a Palau cn la mcnción dc la cdición dc 1880. " 1852 (Palau, Fabbri), l88l (palau, Fabb¡i), t882, 1887 (palau, Fabbri).
!

292 Diccionarios anleriores a 1900 Un l*icógrafo r\m ántico: Ramón Joaquín Domínguez 293

cionario uniyersal francés-español y español-francés, pues este ss sensación de escrito a vuelapluma: a veces encierra anacolutos; a ve-
publicó solo un año antes que aquel. Pero probablemente la rodacción ces es fodundante; abund¿ el etcétera final que deja abiertas muchas
fue muy rápida; si no tan brevernente como algún dato extemo harí¿ definiciones. La misma verbosidad de sus enunciados denota la falta
pensar r8, sí parece que so hizo a la vista de la 9.'edición del Diccio- de lima. Por otra parte, la ortografia es bastante inestable, y la impre-
nalio de la Academia, publicada en 1843, pues l¿ls citas conslantes sión presenta muchas mris enatas de las tolerables en una obra de este
que de la Academia se dan proceden de esta edición y no de otra ante- género. Todo hace suponer qu;e el Diccionarto se hizo, €n todas sus
riorre, No debe desecharse la hipótesis de que Domínguez ya viniese fas€s, a un ritmo poco habitual en esta clase de publicaciones.
trabajando en st Diccionarío desde antes de 1843: en el prólogo dice El éxito extraord;nario del Diccionario nacional ptede explicarse
que su redacción «ha sido hasta aquí el blanco de mis desvelos, el ¡or dos características novedosas: su amplitud y su carácter enciclo-
objeto de mil sacrificios y lo que lleva consumida la parte más pre- pedico.
ciosa de mi juventuó» 20; seria algo exagerado que un hombre con- En el momento en qu€ se publica esta obra solo han existido dos
siderase que la parte mris preciosa de su juventud estaba constituida intentos de superar el calrtdal del Diccionario académico: el de Tene-
solo por tres o cuatro años. Por otro lado, para escribir en ose tiempo ros (cuatro volúmenes, 1786-93), que, con toda su calidad, queda
las 1793 páginas de texto que suma la obra, tendría que haber redac- muy atrás en el tiempo, y el reciente Panléxico, de Peñalver (1842),
tado un promedio de página y media por día (y las páginas de este cuyo valor y utilidad fueron puestos en entredicho desde su misma
diccionario contienen 2100 palabras por término medio), sin olvidar aparición (cf. Viñaza, 1893: col. 1537-1582). Dominguez presonta su
que esa tarea se simultaneaba con la del otro diccionario y tal vez con libro proclamando en la portada que es «el más completo de los pu-
algún oho quehacer que le permitiese vivir. Solo de haber contado blicados hasta el diar», pues contiene nriás de 90.000 voces (o 105.000,
con colaboradores en la redacción cosa que él no reconoce 21, pero scgún la portada del tomo segundo) que no sg encuentrari en los de-
-
que no se debe excluir-, sería posible ese record; y no sería invero- más diccionarios de la lengua. Al mismo tiempo que el tomo primero
símil que tal colaboración se hubiese producido en lo que respecta a de Domínguez, o pocos meses antes, aparece en París el excelente
los a¡tlculos de vocabulario técnico y a los histórico-geográficos. Diccionarío de Vicente Salvá, que, pese a incrementar también el
De todos modos, es un hecho cierto quo el Diccionario está re- número de articulos del léxico académico, no anuncia más de 26.000
dactado con precipitación: el texto de las definiciones suelc dar la adiciones. La obra de Domínguez nace, pues, sin competidores en el
aspecto cuantitativo. ¿De dónde procede ese material nuevo que da a
sste diccionario casi triple número de voces que el de la Academia?
l'
En cl a¡lculo B¿I¡n¿¡ed¿ sc da la fccha dc la mucrtc dc cstc personajc <(cn cstc Si atendemos al autor, un noventa y cinco por ciento de ellas son
mismo [año] dc 1846». Rccuérdcsc cl dato dcl fallecimiento dc R¡món Hcrbcll¿ cn
«écnicas de ciencias y artes», y las rest¿ntes son «usuales». Este
1847, que hc mcncionado cn la nota 10.
re Por
cjcmplo, la burla quc hacc Domingucz dc las defmicioncs académicas dc fuerte peso de lo técnico se debe a «los progresos del hombre» en
capotillo y banda sc basa cn crr¿tas del Drcc ioaario de 1843 . menos de un siglo: «las ciencias se han enriquecido con millares de
e En la dedicatori8 s su padrc insistc cn la idea: «Mi juvcntud, mi s¿lud, mi fortu- descubrimientos»; «las artes, la agriculhra, el comercio y, por último,
na, todo lo hc sacrificado s cste objeton. todo lo que el hombre conceptua que puede serle útil o necesario re-
2lAdmitc, sl, quc sc ha v¡lido <<de aquellas personas dc rcputación quc se han
prestado a cnriquecr¡ mi obra con sus conocimientos»; pcro cstas pcrsona§, cvidcnt€-
cibe cada día r¡n nuevo impulso». Para recopilar tan extensa nomen-
mcnte, no son rcdactorcs. clatura, dice el autor, «las voc€s que üo se han encontrado en los dic-
294 Dtccionarios anteriores a l 900 Un lexicógaÍ)romántico : Ramón Joaquín Domínguez 295

cionarios lingüísticos 2, artísticos y científicos se han buscado qn España por Domíngucz, en Francia no había sido usado por nadie
obras especiales, valiéndome en todos estos trabajos de aquellas per- 6tes de Bescherelle, si bien se encontraba ya propussto en el prefa-
sonas de reputación que se han prestado a enriquecer mi obra con sus aio del Dictionnarre de Trévoux, edición de 1771 (Quemada, 1968:
conocimientos>> (Domínguez, 1 846: 6). 174). También el adjetivo gran, nünca empleado antes en nuestros
Seguía Domínguez, en esta atsnci&t prefersnte al léxico técnico, ficcionarios, estrí copiado de Bescherelle, bien que entre los dicciona-
las huellas de Terreros, cuyo diccionario se titulaba Diccio nario cas- rios franceses ya se encontraba on Estienne (1593), fue frecuento en
tellano con las voces de ciencias y artes; y, más aún que su modelo, los siglos xvu y xlrtr y so mantenia, ya sn decadencia, en el xx
no queda exento de la sospecha de que una parte de sus materiales no (Quemada,. 1968: 162-64fa. (El adjetivo clásico, igtalmente nuevo
está recogida directamente del uso español, sino del testimonio ds la 6o España, es otra prueba de la influencia francesa en nuestro autor,
lexicografia exkanjera, en la idea desacertada- de la progresi- pues son muy numerosos los diccionarios franceses anteriores a 1846
-no
va intemacionalización del lenguaje científico. que lo ostentan en sus portadasr). El paralelismo de los dos títulos es
Sea como sea, el punto fuerte en que apoya Domínguez la publi- expresión natu¡al de un paralelismo más profundo, que es el prurito
cidad de su diccionario son las impresionantes cifras que estampa en acumulador. Ta¡to el Diclionnaire national como el Diccíonario na-
su portada, bien consciente de que el lector semiculto mayor cional se ca¡acterizan por su riqueza frente a los diccionarios acadé-
destinata¡io de este género de libros- tiende a inferir la-elcalidad de micos respectivos, debido al criterio «exhaustivo»» con que aquellos
un dicciona¡io de la cantidad de sus enkadas. Esta táctica, de la que han sido compilados
r.
Domínguez es el pionero eartre nosotros, sigue en nuestros días ple- La admi¡ación de Domfnguez hacia la obra de Bescherelle llega
namente vig€nte sntre los editores y autores de diccionarios. Claro hastael extremo de utilizar en su portada el mismo grabado sstampa-
que tampoco hay que suponer automáticamente, ni mucho menos, quc do por el francés en la suya: un libro abiefo sobre un fondo de nubes
la cantidad y la calidad sean inversamente proporcionales. oscu¡as, deEás de las cuales sruge r¡n sol radiante. Son idénticas asi-
Pero, así como en la cantera para el incremento de la nomenclatu- mismo las grandes letras omamentales con que comionza cad¿ letra
ra Domínguez había tenido un modelo en el principio dc los respectivos diccionarios,
-Terreros-,
de la extensión cuantitativa ssgula otro ejemplo: el del francés Bes- La segunda novedad que caracteriza la obra do Domínguez es que
cherelle, cuyo diccionario había aparecido e¡r París solo tres años an- se trata dol primer diccionario eociclopédico español (aunque lo sea
tes que el de nuestro autor. La sombra de Bescherelle está presente cn todavía avant la lettre) , Es la pnmera vez que entre nosotros se incor-
Domlnguez hasta en el título de su obra: Domínguez, Díccíonario na- pora dentro de la macroestructu¡a de un diccionario de lengua una se-
cional o gran diccionario clásico de la lengua española; Bescherelle,
Dictionnaire national ou grand dictionnaire critique de la langue 2' Es vcrdad quc el adjctivo grande apatcr* cn cl tftulo dc algriur diccionario
frangaise23, El sintagma diccionarío nacional, que solo fue usado en cspañol plurilingüc dcl siglo xvu (cf. Viñaza, 1893: cot. 1483), pcro no cs obra dc cs-
p¡ñolcs ni cstl cditado cn España,
22
F:,lt,l0,l-'ad,.,lilgúil.as. Conijo scgun la lectura rk la 2.'ed. 25
En la fista dc Qucrnada (196E 561-634), cucnto hasta diccisictc diccionarios
d L. N. Beschercllc, üction taire Dational ou gtaad dictionoire citique de la
cditrdos cnt¡c 1821 y 18« quc llwan estc adjctivo, incluycndo uno del mismo Bes-
laague fraagaise, Pa¡ls 1841. la 2.'cdición, cn dos volúmencs, llcva cl tftfo Db- cbcrclle: Dictio¡¡aire dassique et élémentaire de la latguefrangaise.
lio¡n¿ie nationol ou dictio¡t¡tsire universel de la latgue fratgalse, Pafls 1845-46. Sc Ú Sobrc cstc sspccto cr
cl Dcrion¡a¡¡e dc Bcschcrcllc, cf. R. L. Wagncr (1967:
¡eeditó muchas veces, por lo menos hasú¡ I 870. I l5), Quemada (1968: 99 nots) y c. Matoré (1968: I l7).
296 Diccionarios anleriores a 1900 fJn leÁcógrafo r»nánlico: Ramón Joaquín Domínguez 297

rie extensa de informaciones enciclopédicas. De nuevo aparece aquí ¡¡¿s de uno de los editores posteriores del Diccionario nacional, <<co-
2e.
el recuerdo de Bescherelle, cuyo diccionario abarca <tavec I'univer- pia servil y enteramente literal, pero informe, del de Domínguez»»
salité des mots fiangais I'universalité des connoissances humaines», No só si contribuiría también a la buena fortuna del Diccionario
según reza su portada. Es verdad que en Domínguez el tipo de infor- Ncional una curiosa característica: la subjetividad. Muy pocas obras
mación, en cuanto a los <<conocimieítos humanos»», consiste fun- do la lexicografia española (tal vez una sola: la de Covamrbias) esta-
I damentalmente en la recogida masiva y defmición del vocabulario ñátr tan impregnadas de la porsonalidad del autor como la de este
I
¡
técnico, y que soü escasas las disertaciones cientíñcas; pero a esto hombre del que, paradójicamente, sabemos tan poco. Esta peculiari-
I
no es poco- se añaden «los nombres de todas las principales dad hace de su obra uno de los diccionarios españoles mrás origina-
;
-que
ciudades del mundo, de todos los pueblos de España, de los hombres les30.

célebres, de las sectas religiosas, etc., etc., etc.>r27. La fórmula, no ca- La presencia de la individualidad del autor en su diccionario se
i
be duda, fue del agrado del lector español, como lo demuestra no solo manifiesta de varias maneras en diversos tipos de definiciones, que
la buena acogida quc el Diccionaio nacional obtttvo inmediatamente so diluyen, naturalmente, en medio de una masa de enunciados obje-

y que se prolongó durante casi medio siglo, sino la prontitud con que dvos y normales. En líneas generales, podemos dividi¡ sus definicio-
surgió otra obra que lo tomó como modelo:. el Diccionario enciclopé- trcs ((subjetivas» en tres grupos: las humorísticas, las ideológicas y las

dico que, dirigido por Eduardo Chao, publicó en 1853 la casa Gaspar irlológicas. La separación entre ellos no es absolutamente nítida,
y Roig. Esta obra, varias veces reeditada y revisada, compartió con puosto que sus ingredientes fund¿mentales no son incompatibles 3¡.

la de Domínguez el cetro del género hasta que ambas recibieron el En las humorísticas se distinguen dos vertientes, una epigramática
golpe de muerte con la aparición del impofantísimo Diccionario en- y otra caricatuesca. Ejemplo de la primera sería la definición depu-
ciclopédico hispano-amerícar¡o editado por Montaner y Simón, en dor: «El honor de la mujer, por cierto colocado en muy resbaladizo y
veintitrés volúmenes, de 1887 a 1898, con el cual se iniciaba una üdrioso declive, en harto periculosa pendionte, ocasionada a insubsa-
nueva época cn este tipo de diccionarios. nable fracasor» 32. La veta caricaturesca se propono, por su parte, to-
Otra prueba del éxito del Diccionario nacional es la prontitud con mar a broma el propio metalenguaje de la deñnición, unas veces em-
que se cebó sobre él la piraterla. Probablemente en el mismo año pleando una prosa grotescamente alambicada, como vemos on cl
1853 en que se publicaba el Diccionario enciclopédico de Gaspr y ulículo badajo: <<La langua de las campanas, porque sin él fueran
mud¡u¡: es un pedazo macizamente férreo o metiálico, bastante grueso
Roig apareció la primera edición de tn Nuevo diccionario de la len-
gua castellana, por («ma Sociedad Literario» 2t, el cual era, en pala-
4.' cdición que lleva la sntcrior portada y cl quc ticncn otr¡s cs me¡o ¿ccidentc, pucs
cl contcnido cs cx¿ctamcritc cl mismor».
¡e
27 Migucl Guijarro, al frentc dc la 14.' cdición, 1878.
I
Como prccursor de los diccionarios cnciclopédicos cspañolcs podrfamos
rJ, Casarcs (1950a: 147) critica csta c¿r¿cterística cn cl D¡ccio¿¿¡i.c de la Socic-
consider¿r cl leso¡o de Sebastián dc Covamrbias (1611), quc desanolla algunos dc
dad Litcrada, sin sabc¡ que cstc no cs sino plagio del dc Domlngucz.
I sus ¡¡tículos, sobre todo cn la primcra paflc, con exlcnsas discdacioncs humanlslicrs t¡ Uri cstudio más cxtcnso dc cstc aspccto &l ücciorurio nocioacl pucdc vcrsc
o con cu¡iosas inforr¡ucioncs dc su propia cosc-cha, y quc incluyc cn su nomcnclah¡¡¿
cn mi ¡lículo <d-¡ dcfrnición lcxicográirca subjetiva: cl Dic¡ionario dc Domlngucz
algunos nombrcs propios. La prcscncia dc cstos clcmcnto§ cn cl Ieso¡o sc dcbc,
(18a6) (Scco, 1983 [= c¡pÍtulo 16 dc cstc libro]).
sencillamcntc, al conccpto muy libcral quc Covar¡ubias tenla dc la lcxicograña.
2r Hay por lo mcnos ot¡as trcs cdiciot¡cs, 1860, 1864 y 1868. Viñaza (1893: c.l' '2 Casarcs (1950a: 147) rcproducc cste articulo tomándolo dcl Dccio¡aio dclt
Socicdad Lircraria.
1 2130), al rcscñar esta última, dicc: <€omo csta obra cslá cstcreotip.da, cl númcro dc
J
I
298 Diccionarios anteriores a 1900 Un lexicógrafo )mántico: Ramón Joaquín Domínguez 299
I
I
I
por el estremo que cuelga, y no así por el adherido a la campana, en Diccionario académico. La Academia os, para é1, una institución ale-
cuyo interior pende, manejable, del alto punto céntrico, y sirve para jada de la realidad, un <«enerable cuerpo>» lleno de «decrepitudes fi-
producir los vibratorios sones que tal vez nos aturden la cabezar»; lológicas», r¡na «caduca matrona [...] con lnfulas de esclusiva maes-
oüas veces utilizada para glosar refranes-, recurriendo a trar); simplemente, <da corporación de los hablistas de oficio»
-forma
pedestres versos de a¡te menor: <<Alcanza quien no cor¡so.' para con- (artículos asombrar, alegrante, ¡ah!, comunero). La rebeldía de este
seguir, no hurgar, que es mal üsto importunar; suele hacer mayor hombre frente a la institución y la obra que sirven de guía a todos los
fortuna el que menos importuna; el que bien pide no aburre, si con lexicógrafos él mismo- es, desde luego, coherente con
talento discurre» (s.v. alcanzar). -incluido
su posición avanzada en lo ideológico y en lo político.
i
I
En el gmpo de las definiciones subjetivas de tipo ideológico, al- La vivacidad, el apasionamiento, la extraversión, la actitud con-
gunÍs veces expresa sus opiniones sobre cuostiones de moral social; testataria y la exaltación revolucionaria atraviesan, de un extremo a
por ejemplo, a propósito de artista dice: «El que ejerce algún arte; es- otro, todo el Dtccionario de Ramón Joaquln Domínguez. ¿Quién iba
pecialmente el que cultiva y profesa alguna de las nobles o bellas ar- a esperar que una obra lexicográfica, algo que tradicionalmente se
tes. Esta voz se ha generalizado hoy en términos de creerse distingui- concibe como ol fruto de largas horas de meditación serena y mona-
dos artistas los taurómacos, los malos cómicos, los zapateros de viejo, cal, hubiese de guardar en sus entrañas tal materia explosiva? A dife-
etc.». Su crítica toma tonos agrios cuando da rienda suelta a sus rencia de su compatriota, conternporáneo y colega Vicente Salvá, cu-
ideales sociales y políticos. En el artículo doméstico habla de los ya obra es un admirable ejernplo de rigor y de serenidad, Domínguez
criados como «los individuos que constituyen ese numeroso ejército ha hecho un diccionario romántico, Esta calihcación, que no puede
de holgazanes que la ridícula aristocracia sostiene pa¡a ostentar su in- p,or menos de tener un signo negativo al referirse a un género como el
solente molicie». Sus tiros apuntan más alto cuando defi¡e demócrata lexicogriáfico, no carece, sin cmbargo, de aspectos positivos: la ambi-
como «amante del pueblo y enemigo de la ti¡ánica dominación de los ción renovadora frente a los dicciona¡ios al uso, el deseo de superar lo
reyes» (cf. también los artículos democracia, d,emocratizar y repú- caduco o impcrfecto de la obra de la Academia, el afán de incorporar
blica). Las alusiones al pafido dominante y a la situación politica del a su colección las palabras del <<progreso»> y de los nuovos tiempos,
momento no dejan de ser atrevidas. En el araloolo modera tismo dice dan como resultado una aport¿ción de muy alto valor para la historia
que «srüi sectarios constituyen una asociación pariísita»; y como de nusstro léxico.
ejemplo de lavoz dominaciór pone una frase como esta: «¿Cuiíndo sc
acabará en España la dominación del sableb». En frn, defrne revolu-
I cionario como «el partido de las reformas liberales que exige el pro-
E
greso de la civilización y de las luces, la marcha del siglo y de las co-
sas».
¿No podríamos decir con toda verdad que Domínguez fue el l€xi-
cógrafo que mudó luchando por sus propias definiciones?
Queda el tercer grupo de defmiciones subj€tivas: el que (con
il consciente imprecisión) he llamado filológico. Es el que comprende
todas aquellas definiciones en que el autor discute o ridiculiza las del
I
l

¡a defnición le\icográJica subjetiva 301

dojarlo en el guardarropa antes d€ entrar en la oficina lexicográfica.


Porque esas "equivalencias" flas defuriciones] [...] no responder:ín
adecuadamente a su fm mientras no sean inertes e incoloras, mientras
tro estén concienzudanenfe esterilizadas de todo germen capaz de
originar un efecto estilístico. [...] El lexicógrafo [...] no tomará a mal
que se le recomiende una constante ügilancia de su pluma para cerrar
:
el paso a toda clase de exhibiciones individuales, desde las que se re-
flejan en la manera personal de expresarse, en el estilo, hasta las que
16
I denotao simpatías o antipatías, tendencias políticas, credos filosófr-
LA DEFINICIÓN LEXICOGRAFICA SUBJETIVA: cos, religiosos, etc. [...] Esta actitud debe oxcluir, a nuestro juicio, no
EL DICCTONARTO DE DOMTNGUEZ (1846)' solo las tergiversaciones tendenciosas, sino tambien toda clasc de
aditamentos personales, ar¡nque no tengan más malicia que el prurito
de lucir el ingenio>» (Casares, 1950a: 742-145).
Entre los aspectos que Julio Casares señalaba como más dignos Expone a continuación Casares una serie de ejemplos de lo que en
de atención en la tarea lexicográfica figura el que él llamaba «esti- este terreno no se debe hacer. Entre ellos nos interesan ahora las defi-
lística subjetiva», esto es, la relación entre la personalidad del lexi- niciones que cita de un Nuevo diccionario de la lengua castellana,
cógrafo y el metalenguaje de la definición. Esta debe ofrecer una publicado por (<una Sociedad Literaria»» a mediados del siglo pasado.
equivalencia del signo analizado, ((pero r¡na equivalencia puramente Los ejemplos recogidos por Casares, todos de carácter humorístico, se
conceptual, es decir, redactada en términos neutros, lógicos, intelec- reparten en dos grupos: uno, que podriÍlmos llamar epigramático:
tuales, que no hablen al sentimiento ni a la imaginaciónr». Las opinio- Yíncalo de flores (s. v. vínculo): <Gl himeneo poéticamente conside-
nes filosóficas, religiosas, pollticas, estéticas, morales del redactor, rado por la luna de miel do los pobres tontos que se somoten volunta-
sus sentimientos, sus circunstancias personales debsri desvanecerse riamente a la sagrada coyunda matrimoniab». .Síllder «La mujer pare-
por completo detrás del tejido verbal de sus cnunciados defu¡idores. cida al objeto definido en la acepción preced€nte [- la sílfide
«Si a las palabras [en el discurso] Casares- les está per- mitológica]; entendiéudose con especialidad de las doncellas, séanlo
-dice
mitido ser cariñosas, encomiásticas, despectivas o irónicas, al loxicó- o díganlo ellas». P¡dor.' «El honor de la mujer, por cierto colocado en
grafo no le es lícito imitarlas. En su vida privada, en sus ratos de ocio, muy resbaladizo y vidrioso declive, en harto pcriculosa pendiente,
el redactor de un diccionario puede osc¡ibi¡ páginas coloristas, in- ocasioiad¿ a insubsanable fracaso>>.
ventar arriesgadaq metáforas, componer versos gongorinos o sentar El otro gmpo es caricaturesco, y su carácter es miás puramente
plaza de humorista; puede, on su¡na, da¡ curso libre y expresión cum- humorístico, pues su propósito es tomar a broma, por medio del sim-
plida a su particular idiosincrasia y crea¡se un estilo que lleve el sello ple cambio de registro del lenguaje, el propio sistema de definición
inconñ¡ndible de la personalidad de su autor; pero todo osto deberá lexicográfica: Rayo: <<Cada una de las emanaciones lgneas y súbitas,
siniestramente deslumbradoras, estridorosamente subseguidas, que,
lanzadas de grupos ahnosféricos, abrasan cuanto rozan sn su instan-
' [Publicado cn §erra Philologica F. Lizaro Carreter,l,Merdrid 1983,58?-96]. táneo curso destructoD). Cuello: <<Especie de istmo camoso y cartila-
302 Diccionarios anteriores a tg00 la defnición lexüográJica wbj etiva 303

ginoso que junta la porinsula cabeza con el gran continente formado los publicados hasta el díor, pues contiene uüas cien mil voces más
por la mayoría fisica del individuo». que los usuales entonces. El incremento est¿ constituido en su rnayor
La obra de la que proceden estos textos se publicó en parís on part€ por tecnicismos «de ciencias y artes». Había un precedente es-
1853. En su prólogo se hace una defensa del diccionario de la Aca- pariol de la incorporación del tecnicismo al léxico general, en el Dic-
demia, <<a menudo criticado con tanta ligereza como injusticiar», ya cionarío de Terreros (cuatro volúmenes, 1786-1793); pero, sin duda,
que a pesar de su insuficiencia, es el que ha servido de ba- Domínguez lo supera cuantilativamente. Una segunda singularidad
se
-dice-,
para cuantos han salido después. Tras esta afirmación, no ha de del diccionario de Domínguez es que constituye el primer diccionario
sorprender que se nos diga que, «habiendo considerado atentamenrc onciclopédico de nuestra lengua, al inclui¡ en su oomenclatura, no
cuál de los diccionarios publicados debíamos tomar por modelo y ba- solo el vocabulario técnico, sino gran número de artículos de tema
se del que ofrecemos al público, hemos preferido a todos el de la histórico y geográfico.
Academiar», poro esto- «ilustrado y
enrtquecido por La bucna acogida de que disfrutó el Dtccionario nacional no solo
-notemos
otro, tranEcribiéndole en el nuestro en gran parte, se comprueba con el crecido número de ediciones con
mejorando, rectifi_ -enriquecid¿s
cando, corrígiendo lo que nos ha parecido exigirto». (La cursiva es suplementos añadidos por los sucesivos editores-, sino por la inme-
mía). La frase que acabo de reproduci¡ vela esta realidad: que el Dic- diata aparición de otra obra que lo tomó como modeloi el Diccionaio
cionario de la Sociedad Literaria es un monumental plagio de ese enciclopédico dirigido por Eduardo Chao y editado por Gaspar y
otro al qte alude el prólogo. Y a ese orro pertenecen de verdad todos Roig (1853), quo fue
-por
fin- el primero que llevó este título
los ejemplos de deflrniciones que Casares citó creyéndolos originales entre nosotros. Los dos diccionarios, el de Domínguez y el de la
de la misteriosa Sociedad Literaria, casa Gaspar y Roig, compartieron la exclusividad del género en
La obra expoliada era el Diccionario nacional o gran diccionario España hasta que, casi medio siglo después, fueron desbancados
clasico de la lengua espaiola, de Ramón Joaquín Domlnguez, publi- definitivamente por el impofante Diccionario enciclopédíco hispa-
cado en dos volúmenes en Madrid, I 846- I 847 t . no-americano, editado en Barcelona por Montaner y Simón (1887-
A pesar de que su autor, hombre de ideas pollticas radicales, mu- 1898). Y otro testimonio del éxito de Domínguez está en la prontitud
rió en la insurrección de Madrid del 7 de mayo de 1848, es deci¡, con que fuo objeto de plagio, «r cse Nuevo diccionario de la Sociedad
apenas al año siguiente de terminada la publicación de su obra, esta Literaria, que hemos visto al principio.
alcaná un éxito muy notable, pues llegaron a apÍuecer hasta dieci- Hay una tercera singularidad del Diccionario nacional, qne es
siete ediciones de ella, la últim¿ en 18872. precisamente la que aqul me interesa examinar: la subjetividad, el in-
El Diccionario nacional de Domlnguez os una pieza singular en grediente que señalaba Casares como vitando en toda obra lexico-
la lexicografia española. Es, como dice su autor, «el más completo de gráfrca. Y cabalmente, como ejemplos para no imitar, citaba Casares
algunas definiciones de los plagiarios de Domínguez, es decir, defini-
¡ El plagio d€ ls Socicdsd
Litcr¡¡is ya fuc dcnunciado por los cditor€s post€riore
ciones del propio Domínguez.
dc Domlnguc4 por cjcmplo, Migurl Guüa¡ro, co 1878: «El Diccionario publicado cn Ya queda dicho que los ejemplos de defmiciones suyas quo
P¡¡ls por los scño¡cs Ross y Bué [ric] [crl copia scrvil y cntcrarrcntc litcral, pcro in- -co-
mo de la Sociedad Literaria- cita Casares son muestra de una veta
forrnc, dcl dc Domlagucan. Viñaza (1893: col, 2l3l) tambiéo lo scñala-
humorística que se parte en dos vertientes: epigramática y caricatu-
'¿S:obrr la
pc¡sonalidad y ta obra dc Domfngucz, véas€ S€co (19g5)
[capfnrto 15 resca. A los ejemplos de definiciones grotescamefite entonadas repro-
dc cstc librol.
304 Diccionarios anteriores a 1900 ¡a defnición lelicográfica subjetiva 305

ducidos antes (rayo y cttello) se pueden añadir otros, como los de re- AL soN euE ME roc,lN nello (s.v. bailar): <<Cnmo se portan, me
lámpago anotado por C asarcs- y badajo: porto; tal cual me quieren, parezco; estoy, de un modo oportuno, con
-también todos y con ninguno>r.
RELÁMpAoo: «Srlbita y fulgorosa llamarada de inst¿ntáneo lucir
deslumbrador, quc sale do las nubes lanzada como eléctrico chispazo, ALCANZA eurEN No cexsr (s.v. alcanzar): <<Para conseguir, no
precediendo rcgularmcnte a la cxplosión del trueno como el siniest¡o hurgar, que es mal visto importunar; suele hacer mayor fortuna cl que
brillo de las armas lgnicas precede al tiro o ahonador disparo». menos importuna; el que bien pide no aburre, si con talento discurrc>r.

¡¡.¡¡o: <<La lengua de las campanas, porque sin él fueran mu-


das; cs un pedazo macizamentc férrco o metálico, más o menos largo,
Esta forma, que sr¡rge esporádicamente en medio de muchas otras
bastantc grueso por cl cxtrcmo qu€ cuelga, y no asl por el adherido dcfrniciones en prosa, parece que solo fue wada por Dominguoz eri
á I
la campana, cn cuyo interior pendc, manejablc, del alio punto céntri- las primeras letras de su diccionarios.
I
co, y sirve para producir los vibr¿torios sones que tal vcz nos atu¡den I
Un segundo aspecto en que Domínguez deja escapar su persona-
la cabeza>».
lidad entrs las columnas de su libro son sus opiniones sobre moral so-
I
I cial, en las cuales no es raro el tono de bu¡la:
Probablemente el inventor de este alambicado tipo de definición
fue Samuel Johnson, en s! Dictionary oÍ the English Language, 1755 a,urnrr: <<Especie dc cncomienda o dignidad en la orden de San
Juan, que obtiencn por antigüedád los caballeros profesos, y tal vez
(por ejemplo: Ner; «An¡hing reticulated or decussated at equal dis-
por gracia particular del gran maostrc de la orden; como quc en casi
tancos, with interstices between the intersections»). pero hay una hon- todas las cosas del mundo cntra por algo el ñvoo».
da diferencia entre la concisión del inglés y la gamrlería del español.
enrrsrr: <<El que ejerce algrin arte; cspccialmente el que cultiva y
Nótese, además, cómo las disert¿ciones de este último están com- profosa alguna de las noblcs o bcllas artes. Esta voz sc ha gcncraliza-
puostas en una prosa rítmica en la que no es dificil dese nascarar al- do hoy cn términos do crccrse distinguidos artistas los taurómac.os,
gunos endecasílabos (cf. Casares, 1950a: 148), y cuyo lenguaje los malos cómicos, los zapatcros d€ viejo, ctc.».
pecialmente la sintaxis- tiene mrís de poético que de intelectual.-es- oox: <<Voz usada antiguamente antes del nombre apelativo dc los
El uso festivo del lenguaje poético en las definiciones toma otro prlncipes y dc los pers[o]najcs más distinguidos de la c[n]cumbrada
matiz cuando, abandonando la altisonancia del estilo, adopt¿ abierta- aristocracia; más tarde sc hizo cxtensivo a todos los nobles y, por últi-
mente formas métricas de a¡te menor para glosar, a veces con riqucza mo, llcgó a generalizarsc cn términos dc quc hoy so aplicá indistinta-
mente no solo a aqucllos, sino a todos los quo wlgarmente sc llaman
de variaciones, algún refrán o alguna máxima. He aquí algunas mues-
personas decentes, hasta cl cxtrcmo de llevar mal algunos cl que no
Eas de estas defrniciones en verso:
se ponga el don anlcs do su nombre de pila, y no un dor como quiera,
EL BUEN aRTTLLBRo aL prB DBL c,{ñóx uusns (s.v. artillero):
«El hombre a dcleitcs dado antes muere quc dcjarlos».
3
Convicnc rccordar quc no cs Domlngucz cl primcro cn utilizar la mét¡ica par¿
AsNo coN oRo rrcÁxz¿,r,o rooo (s.v. asno): «¿eué no alcanza glosar los rcñanes: la misma Academia, c¡t.l Diccio¡ario de autoddade§, puso an
cl hombre rico, aun cuando sea un borrico?>». vcrso su cxplicación latina dc cllos poético quc, por cicto, ñrc juzgado poco
BIBN sABB EL AsNo rN cl-rrr clne, o c,me, n_rauzxr (s.v. oszo,)..
-ala¡dc
favorablementc por un bucri latinista como Rufino José C\crvo (1874: 60 [v. cl capf-
«Podcroso que rebuzna entrs sus aduladores bien sabc que sus sande- tulo 17 de cste lib¡ol)-. Hay, claro cstÁ, un¿ difcrcnci& importantc cnhc los hcxáme-
ces han dc pasar como florcs». t¡os o dlstic¡s dc la Acadcmia y los parcsdos o cüadetas dc Domlngucz: los primcros
cstÁn hechos cn s€rio.
Diccionarios anteriores a 1900 l&icográf ca subietiva 30'l
306 It delin ición
de
Don Prolasio' Do' r-nnr: disfruta o ostá en el pleno goce de sus derechos
sino un Don con d mayúscula' como Don Pánfilo'
<<Quo

si aquellos gastan un pe- ciudadano, garantizados por las instituciones liber¿les»'


ña Cucufan, Doña Pilicarpa, ctc', máxime
parecida, aunquc vendan fósfo-
dazo deievita, fra, gabán, etc., o cosa
la li-
ios, y cstas un áosqzEo de mantilla con un pcdazo de blonda' aunqus Liberal es definido, en sentido político' como <<amante de
Pero veamos
vendan castañas>>' krtad, enemigo de la tiranla; más o menos' d€mócratD)'
y democralizar:
cómo se definen den ócrata, democracia
Es mas importante la tercera modalidad de injerencia
del autor en
A lo largo de oeuócnr.rr: «Pa¡tidario de la democracia; que sigue los princi-
su obra: la expresión de sus ideales sociales y políticos'
pios la soberanfa popular. / Amante dot pueblo y enemigo de
di la ti
las páginas diccionario surgen roiteradamente los ataqu€s conha
dil ránica dominación dc los reYes»'
la ariJocracia, al hilo de cualquier oportunidad' Por ejemplo, a pro- DEMocRAcIA: «Forma de gobierno en que el pueblo ejerce
la so-
pósito de dom.éstico, en el sentido de 'criado', dice que es innecesaria beranla dicta[n]do, decre[t]anáo y sancionando las leyes que- lo han
esta palabra, Pues á" gob"-"..'t dcmocr¿iia se puede definir asi: gobierno de leyes

((tenemos criado' sirviente, la'n"o, además de los nombres designa- sin reYes».
tivos de criados especiales, como mayordomo' a¡ada de cdmara' re- DEMocRATrzAn: <<v. a. Conducir a la dcmocracia' hacer
demó-
poslero, cocinero, despensero, pinche de cocina'-portero'..lacaYo' co-
cr¿b., v. n. Esparcir principios democráticos, difundir la democracia'
'chero
y demás vo"". qo" designan a cada uno de los-individuos que
/ Portarse comá dcmócrata; no roconocer otra superioridad que la do
Dios y la de las lcycs dictadas, dccretadas y sancionadas por cl
pue-
constituyen ese numeroso ejército de holgazanes que la ridícula aris'
tocracia sostiene para ostentar su insolente molicie>»' blo».

I
La aristocracia es «ridícular» porque vive igaorando la igualdad de ! No se ve difercncia sustancial respecto L república:
todos los hombres: I

«Estado cn quc gobiema el pueblo, o mejor dicho la ley' sin


sujc-
i
y oscuridad de respon$bl€ por
BAJEzA DB NAclMIBxro (s.v. bajeza): «Humildad ción a rcycs ni tiranos, ora nombrando un prcsidcnte
en el lenguajc de los aristó- comisión- ejecutiva cu-
nacimiento, innoble cuna, baj; estr¿cción, I tanto o cuanto ticrnpo, ora nombrando alguna
cratas, que no creen venir di Adam y Eva [y] aparcntan
no saber que yos miembros rcspondan asimismo de sus actos, §i preciso fuere' ante
todos nacemos en cueros y morimos sin llevarnos cosa alguna
de este y genui-
ía barr¿ de la asamblca domocrática, representación legítima
to. o desméritos por las buonas o malas popular. / Instrucción
munáo tnas qou méritás [sic] na de la vcrdadcr¿ soberanla i.. ] [stc] -polltica
no lleguc a
obras». basada sobre cl dogma dc la soberanfa dcl pucblo, aunque
consideran
realiza¡se su formá o sistema de gobiemo, que algunos
la /l'- patriotismo y sobre todo
Domínguez no oculta tampoco su adhesión al principio.de
I
utópica o quimérica por falta de virtudes, de
gobemadas do abncgación Y dcsintcés».
bertad, «ll facultad que se disfruta en las naciones bien
de hacer y deci¡ cuanto no se oponga a la§ leyes, ni a las
buenas cos-
y monarquía reconoce la exis-
Es verdad quc en los artlculos rey
tumbres, etc.».
tencia de la monarquía constitucional; pero Domínguez no
p¿uece
LIBBRTADES pÚsl¡cAs (s.v. libertad): «Las institucioncs quo ga- o
a creer en ella: para é1, no hay término medio entre el «absolutismor>
rantizan los dore¡hos del puiblo; e§tos mismos derechos respetados
la sombra del hono, o bajo la protección y dcfonsa de otra for[ia po- «dranla» y la «libertaó>.
lltica de gobierno».
t

308 Diccionarios anteriores a 1900


¡s def ní c i ó n b:rlbogr áJic a subje t ív a 309

MoDERÁNrutMo: «Doctrina u opinión ¡olltica cuyos principios DEMAGo(ITA: «La Academia dice: 'Ambición de dominar en una
están fundados en una moderación circunstancial e indeterminaü- facción popular'. [...] No tiene razón la Academia en limitar su apli-
elástica según las necesidades y exigencias de la situación. Sus secta_ cación a rna facción popular; como se prueba con un par de ejem-
rios constituyen una asociación parásita, quc solamento puede cxistir plos. E[ partido moderado, Ilamado por otro nombre monárquico-
cntre azares y sufiiendo los cncontrados embates del absolutismo y dq constitucional, tiene bien poco de popular, y sin embargo puede
la libertad»- decirse que hs entrado en él la demago§a. Los frailes formaban un
cuerpo mor¿lmente escéntrico del resto de [a sociedad, y, sin que na-
El poco aprecio a la institución monárquica aflora inequívoca- da tuviese de popular, no faltan cronistas en su mismo seno que dije-
mente en otras ocasiones: serL que en el capítulo celebrado en tal psrte habíq reinado h más
escandalosa demogogia; porque todos los benditos varones que lo
nrv: <<Fig. El que es magnánimo y noble en sus acciones, Iiberal, componlan tenfan la Santa ambición de dominar a los demás>r.
espléndido, gcneroso, munlfico, otc., por su¡nnerse gratuitamente qus
los monarcas ti€nen esas brillantes prendas a que se alude cn compa-
rativa refcrencia»».
Y eo, capíaio, después de reproducir la definición académica de la
acepción relativa a órdenes religiosas, comeüta: «Todo esto huele a co-
alrrzr: «Tftulo de honor, tratamicnto quc se da a los hijos de los
sa ranciD), Tómese nota t¿mbien de la palabra «clerizontes» deslizada
reyes, a los prlncipes soberanos y a algunas c¡ryloracioncs. Hoy está
también concedido cste ridlculo tratamiento al quc tenga la regencia cn la definición de sombrero de leja qae reproduzco más adelante.
del reino durante la mcnor cdad del rep». Aunque no se muestra partidario del comunismo de entonces
(<Doctrina o sistema de los comunistas, basada en la comunidad de
En el ejemplo que siguo expone juntamente no solo sus ideas de- bienes y abolición del derecho de propiedad; es d€cir, relajación y
mocráticas, es decü, antimonrirquicas, sino su oposición al militaris- destrucción de lo más sagrado e inviolable quc oxiste en las naciones
mo y a los partidos <<ambiciosos» (léase partido moderado): y hace posibles las sociedades; nivelación monstruosa de fortunas»),
parece evidente que nuestro lexicógrafo no es r¡n conservador:
oorr.rrxec¡óx: «El señorlo o impcrio que tiene el soberano sobrc
alguna provincia o roino, (Acad.) Es de suponcr quo so hable aquf de nrvoruc¡óN: <<Cambio dc sistema o régimcn polftico; mudanza o
la sobcr¿nla pnpular; pcro, sca quicn quiera ese sobemno, la esplica- nuova forma cn cl estado o gobiemo de las cosas, ctc.)».
ción no es complcta, puesto quc sin sor uno soberano se di cet tal coss REvoLUcroNAn: «lnhoducir rcformas cn institucionos o cosas
estui bajo mi dominación; España no puede prosperar mientras esté antiguas, refundiéndolas o renovándolas para quc marchcn cn armo-
bajo la dominación de ambiciosos partidos, etc. [...]. El tiempo quc nía con cl progreso de las luccs y los adelantos de la época. / Sembrar
dura el podc¡ o autoridad do una o más pcrsonas, de un partido, dc semillas de ilustr¿ción rrformadora, prrdisponicndo los ánimos a re-
unas lcyes, etc., o dc cosas pe¡sonificadas; v. g,: ¿Cwindo se acabará clamarlas por cl gran dogma polltico de la soberanfa nacionab».
en España la dominación del sable?; un pueblo sólo cs feliz mie¡ltras
dvra la domínación de las leyes que él mismo so dé. La Acad. omite RBvoLUcroNARro: «El partido de las reformas liberales que exige
todas estas acepciones, contentándosc con la dominación de su sobc- el progreso de la civilización y de las lucos, la ma¡cha del siglo y de
rano». las cosas. En buen scntido. / Anarquista. En el peor sentido».

Un buen revolucionario del siglo xD( (<<en buen sentido») no pue-


El escaso afecto que a Domlnguez le merece el modorantismo rc-
de separar de sus ideales el fervor patriótico (negador, por su-
cae igualmente sobre el clero:
puosto, del patriotismo de quienes no comulgan con aquollos):
310 Diccionarios anteriores a 1900 la deJinición láicográJica subjetiva 311

rrrnrr: <<Lugar donde uno ha nacido; 6mbién la ciudad, provi¡- pocie de cubo, por lo común de madera, que se usa para subh agua de
cia o nación a quc pcrtenecor. y cistemas, etc,, aunque la Academia ci¡cunscribe su uso
los pozos
prrnror.l:
<<El ciudad¿no amante de su patria, quc dcsca y procu- 6xclusivamente a las embarcaciones, haciéndolo cubo o vasija de cue-
ra todo su bien, en cuanto le cs posiblc promovcrlo. Los pártidos
fo o rraderD). Y se hace plenamente patente cuando ¿ la corrección o
pollticos que desgraciaümento nos dividen han desnaturalizado el
gcnuino y vcrdadero sentido de esta voa>. ¿ la adición acompaña un comenta¡io bu¡lón o despectivo respecto a
l¿ actuación de la Academia. Domínguez disfruta ridiculizando defi-
parRrorERo: «Nombre y epíteto que, como por burla y desorc-
¡iciones defectuosas:
cio, suclen aplicar los aristócratas a los verdaderos patriotas>».
p,c.rnrór¡co: «Noblo, digno, clcvado, grande, sublime, como SoMBRERo oe rws (s,v, sombrero): «El sombrero acanalado con
los
rasgos heroicos que inspira el vcrdadero patriotismo».
las alas levantadas, que usan los eclesiásticos y algunos dependientes
de tribunales de justicia. La Academia dice "de fg'c. El acanalado
parRrorrsMo: ((El amor de la patria, el sentimiento innato de que usan los eclesiásticos con las alas levantadas". Al leer esto so nos
a¡-
dientc y acendrado cariño quc, cnhsiastas, cobijan hacia ella los pe_ figuró ver vola¡ clerimntes por esos aires de Dios, como angelotes
chos y los corazones de los bucnos patricios, do los bravos y leaies improvisados al omnipotente.Tñ'af del soberano defi nidor académico».
patriotas. También sc ha abusado de csta voz, aplicándola cada parti-
do polltico a su modo de ver las cosas con los ojos de su inLrés, BALcóN: (<Antepecho que se pone en las ventanas formado de
balaustres para poderse asomar sin riesgos. (Acad.) En el sentido más
etc.»,
común y generalizado de ventana, osta definición, si no es un dispa-
rate, tiene al menos sus puntas de ridícula. Por de pronto, resulta que
Patria, libertad y revolución son las tres pasiones que un día de no hay balcones propiamente dichos; que son unos parap€tos o res-
1848 lanzaron a la calle a Ramón Joaquín Domínguez, el lexicógrafo guardos de las ventanas; que estas necesitan antepochos para podersc
que murió luchando por sus propias definiciones, asomar (np sabemos si ellas o las personas) sin ricsgo de caer a la ca-
Pero qucdarla incomplota la imagon de este lexicógrafo romá¡tico lle; que, habiendo cse mismo riesgo en el antepecho, deberá limitarse
si omitiéramos su actitud de rebeldia frente a la autorid¿d reconocida a mirarlo el que sc asoma; que si, anostrando esc continuo peligro de
y tradicional en el propio campo que él cultiva. Claro que esta actih¡d muertc, osa ponersc al balcón, tendrá que salt¿r a él desdc la ventana
propiament€ dicha; y si todas estas inmediatas consccuencias no son
no es obstáculo para que aprovoche a manos llenas todo el material
dislatos procedentcs de dcfiniciones académicas, desde luego carga-
lexicográfico apofado por el Diccionario de la Academia. Tras habor
mos con la nota de malos y apasionados crfticos juramentados ad
utilizado en bloque todo este material, Domínguez lo perfecciona de hoct»,
acuerdo con su propio punto de vista, sustituyendo en muchos c¡rsos
raxcul: <<Lo quc sc habla. (Acad.) Algo confirsa nos parece esta
la definición académica insatisfactoria por otra suya" o añadiendo las acepción: muchos y muy crasos disparatcs se hablan, y sin duda la
acepciones o las ontrad¿s que echa de menos en el Diccionario de la Academia se propuso damos aquf un ejemplo evidente de una defini-
Corporación. ción disparatadar».
La originalidad de Dominguez comienza cuando en muchos casos cAporrllo: «Capote corto de que usaban las mujeres para abrigo,
hace constar e/ áecho de s\ intervención a; por ejemplo: n¡.ror: <<Es- y colores. (Acad.) ¿Entiendes, Fabio, lo que voy diciendo?»5.

Estr práctica cs normal cn algunos diccionarios; pcro suelcn s€ñala¡ sus spons- J
' El inintcligiblo tcxto del Diccionaio dc la Academia sc dcbe a una err¿ta de la
ciones por mcdio de signos cspccialcs. c.dición dc 1843, quc fue subsa¡ada cn ta edición siguicnte (1852).
I

312 Diccionaios anteriores a 1900 \


t a deJinición lelicográJica subjeriva 313

Censura con frecuencia la pobreza y sequedad del Diccionario tidumbre; do burla, bcfa, irrisión, menosprecio, escamio, chacota; de
académico: «¡Qué prurito de suprimir acepciones, de capar vocesb» verLgarlz:', furor, cólera, ira, rabia; de furioso deleite y complacencia
(s.v. capota). A propósito de la definición que la Academia da de re- en cínicas o impúdicas sensualidades, etc., etc. Todo lo cual omitía
yis/d¿ comenta: ((No estrañamos su laconismo, como habituados ¡ con su habitual chochez la caduca matrona que educó a nuest¡os ma-
yorcs y a los hijos de sus hijos, con lnfulas de exclusiva maestra».
éb». Y en balance ironiza; «La Acad. esplica muy bien esta voz. Naü
dice de ellor.
La acusación más grave que larza contra la Academia, y una de La autoridad de la Academia, en realidad, es meramonte oficial
las más reiteradas, es su desconocimiento de la lengua viva y su ale-
(dos hablistas oficiales», s.v. represalia; «la corporación de los ha-
jamiento de la realidad circundante: blistas de oficio», s.v. comunero). ¿Qué consideración merece, pues,
su diccionario?
ae.ro: <<Humilde, despreciable, abatido. (Acad.) De humilde y
abatido a dosprcciable y bajo hay por lo mcnos tanta diferencia como cAscATREouAS: «ant. El que quebranta las treguas. (Acad.) De
del español académico al cspañol genuino y verdaderamente nacio- suerte que, por este mismo estilo, nos serfa muy fácil multiplicar vo-
nal»».
ccs lastimosamente marjinales; como cascapaces, cqscalrqlqdos,
cascsconyenios, cascadiccionarios, especialmente académicos, Unas
c,tpora: «Espocie dc capa sin esclavina. ¿Es posible que los sc- vcces por mucho y otras por poco, pero siempre con oportunidad, eso
ñoros académicos no hayan visto capotas?», sb».
n,ur,m: «Obsequiara alguna d¿ma con actos públicos de ¡endi-
miento. @cbc caérsele la baba a la Acad. con tal babosa acepción, En conclusión: las definiciones jocosas, las bromas a costa de la
quc nunca hemos oldo.)»
Academia, los comentarios satíricos, los juicios de valor sobre insti-
tuciones e ideologías, son elementos que, altemando, en proporción
La Academia es una institución del pasado, inadecuada a los nue-
desigual pero nunca alta, con los contenidos lexicográficos objetivos,
vos tiempos, y se la mira, por tanto, como una anciana caduca:
representan e¡ el Diccionario nacional la burlona, inquieta, vivaz,
ASoMBRAT: <<Hacer sombra una cosa a otra. (Acad.) El vcncra- contestataria personalidad de su autor. La presencia de este ingre-
ble cucrpo nos permitirá advertirle que ys no se usa cn scmejantc diente es heterodoxa, no solo frente a la norma lexicográfica actual,
acepción cste verto, recmplaándole ventajosamente la palabra soz- formulada por Julio Casares en los piirrafos con que he iniciado estas
brear».
uotas, sino frente a la norma de su propio tiempo, que, practicada con
ALECRANTB: «Esta voz nos parecc dc mal gusto, sobre se¡ anti- apreciable rigor en los diccionarios españoles desde hacía un siglo,
cuada; si bicn no cs extraño que la adopto el comité académico, por
era formulada por primera vez por Vicente Salvá, justamente en aqucl
ser contemporánca de sus dccrepitudes filológicas».
mismo año 1846 en que se publicaba la obra de Dominguezó. Esa
¡AH!: «Interj. de dolor o pena, que equivale a lo mismo quo ¡ayl heterodoxia, que es una de las singularidades del libro, constituye
(Acad.) Tenga entendido la desmemoriada abuela que la exclamación
hoy, ciento treinta y seis años después de su aparición, el cebo miís
¡aál, sea sola como partfcula interjectiva, sea acompañada de otras dc
su especic, figura susceptible de muchlsimos sentidos; puede scr ex- fuerte para el lector curioso.
presión de dolor o pena, como de lo contrario, esto es, dc placer o
gozo; do hilaridad risa, algazara, alogrfa, triunfo; de admiración, 6 «Un lexicógrafo nunca dcbe manifesta¡ sus propensiones ni su modo de pensar
asombro, sorpresa, pasmo; de rcprensión o amenaza, dc duda o inccr- en nl¿terias pollticas y religiosas» (Salvá, 1846: xrv).
314 Diccíonaios anteriores a 1900

Pero no sería justo, por valorar este interés anecdótico, olvid¿¡ t¿


significación que este diccionario tiene en la historia de la lexicogr¿-
fia española: su propia rebeldía frente a la Academia y su ansia de su-
p€ra¡la llevan a su autor a una revisión crítica de todo el Dicctonario
académico y a la incorporación de gran número de acepciones y en-
Eadas que enriquecían notablemente el conocimiento del léxico espa_
ñol (aun sin contar los tecnicismos). Domínguez, devoto del progteso,
considera que es necesario hacer un diccionario de su tiempo, que re- 17
fleje la lengua viva, lejos del conservadurismo del «venerable cuer-
po»; es muy apreciable, aunque no muy apreciado, el esfuerzo reali_ LA CRÍTICA DE CUERVO AL DICCIONARIO
zado por él en ese scntido, con el resultado espero demosuar DE LA ACADEMIA ESPAÑOLA.
algun dia- de un buer¡ caudal de datos valiosos -quepara la historia
de
nuest¡o léxico.
l. I¡rrRoDUccróN
En 1874 publicó Rufrno José Cuervo, en el tomo I del Anuario de
la Academia Colombiana, s\s Observaciones sobre el Diccionario
a la
de la Real Academia Españolat. La crítica de Cuervo se refeía
undécima edición de esta obra, aparecida en 1869. Como esta cdición,
a pssar de su fech4 no presentaba rasgos excesivamsnto rsvoluciona-
riás respecto a la anterior, de 1852, la cual, a su vez, tampoco había
escandalizado por sus innovaciones, las observaciones del maestro
colombiano resultan de un alcance bastante más amplio que el expre-
samente propuesto. En algunas de las ediciones posteriores del Dic'
cionarío acidénttco, empezando por la inmediata, de 1884, se fueron
incorporando poco a poco parte de las correcciones que Cuervo suge-
ría, sin que podarnos saber si ello se debió a influencia direct¿ o a
pu-
¡a coincidencia. De todos modos, cien años largos después de escritas
lu Observaciones, algunas de ellas siguen teniendo perfecta actuali-
dad.

'[Escrito cn 19E2, cstc trabajo sc publicó ct Hometaje s Alvaro Galmés de


Fue¿fes, III, Madrid 1987,249411.
¡ Fucron rcimprcsas cn Disquisiciorcs flológicas, Bogotá 1939, I, y cn Diry¡¡¡ri-
cioner sobre ftologla cas¡ellono, cds. do Buenos Ai¡cs 1948 y Bogotá 1950'
Citaré
por la ed. de Oórcs, Il, 1954, 58-84.
I
't
316 Diccionarios anteriores a 1900 al Diccionario de la Academia 317
i
lj crítica de Cue)'vo
I
La misma razón fonológica que los hispanoha-
El trabajo de Cuervo se divide en dos partes: «Observaciones ge- dol ¿lfabeto universal.
I como lotra§ cI¡' /¿
neralesn y «Observaciones particulares». Las primeras son de tipo iiant"s t"n"-os o tendríamos para individualizar
trato a su clt y su
I metodológico; las segundas son adiciones y enmiendas al caudal léxi_ i, poU* alegar los francohablantes para dar igual
en el
co. Cent¡aremos ahora nuestra atención sobre las obsewaciones gene- ,lr.'los anglohablantes a su tft y su sft, etc. Las consecuencias
rales
2.
Puede hacerse en estas una separación en dos gmpos: las qus áejo ¿" to. diccionarios y de los índices, con (aún una alfabetización
mas de lo que
se refieren a la macroestructura y las que se refieren a la microes- ,rrrticula¡ en cada lengua, serian bastante enojosas
tructu¡a. Las del primer gmpo, que son las menos, plantean tres cues- [e son hoy para nosotros) para
quienes tienen que trabajar a diario con
tiones: el alfabeto, los tecnicismos y los nombres propios. idio* áii"t"rrt"s, es decil, para casi todo el mundo. Pero ademas,
de la postura uni-
como hizo notar Menéndez Pidal, primer defensor
2. E¡- er-rAsETo wsatista,la mezcla de alfabetismo y fonetismo en el sistema español
os imperfecta (Menéndez Pict¿I, 1945: xu),
no solo porque hoy se
En cuanto al alfabeto, propone Cuervo que, del mismo modo y
discrimina a la rr frente a las privilegiadas clr y /l sino
porque, si lle-
por la misma razón que la Academia dio estatuto de letras a las com-
váramos la lógica hasta el fin, tendríamos que alfabetizar c velar (ca,
binaciones cl¡ y //, debería hacer lo propio con la combinación rr (Ob- gu) separa'
co, cu) separuü de c no velar
(ce, ci), y g sonora (ga, go,
servación XII). «Distínguese tan bien la r de la rr como se de Nebrijar'
-dice- da de g fri-cativa s otda (ge, gr), tal como hacía Antonio
distingue la I de la //n. Consecuente con esta idea, él mismo la
pondrá en práctica años después en xt Diccionario de construccíón
3. Los rncx¡crsuos
y régimen, donde, por cjemplo, corregir va detrás de corlo, o donde
acotrer va detrás de acortar. Ctervo no deja de adivinar que su pro- Unamuno, en su habitual desmesura, calificaba a Ctrcrvo de reac-
cronorío (Unamuno, l9l9: 909-914). Evidentemente, el autor de
puesta no será acogida con entusiasmo por todo el mundo, y sale en las
seguida al paso de los posibles objetores: <<Acaso no faltará quien ha- Apuntaciones críticas to era lm anÍ¡rquista; pero su conservadurismo
ga el reparo de que con la nueva pníctica se rompe la uniformidad cstaba inspirado, no por el inmovilismo ciego de la mayoría de los
que, en cuanto al ordenamiento alfabético, reina en las lenguas ro- puristas, sino por una apasionada preocupación por la unidad del
mances)). Convencido, sin ernbargo, de su propia razón, el argumento idiorn", mantenimiento consideraba un deber de todos los his-
le parece irrelevante, c inmediatamente replica: «Pero esta uniformi- "uyo y cuya posible pérdida futura se le aparecía como un
panohablantes
triste fantasmaa. Teniendo en cuenta este espíritu, se comprende que
l
I dad no es un bien sino en cuanto sea razonable. Ya se empezó a alte-
rar desde que consideró como un signo indivisible el que se compone por un lado alabe la cautela con que la Acadcmia admite vocablos
i
I de una c y una i, y ningún mal se ha seguido de tal innovació¡»». nuevos, y por otro le recomiende que no se demore en la adopción de
La Academia no se ha movido ante el razonamiento de Cuervo y términos técnicos de artes y ciencias, para evitar que «empiecen a
ha seguido considerando «una letro» a los dígrafos ch y ll, y dos le-
tras, en cambio, a rr. Pero, extraoficialmente, va cundiendo la tenden- Española acordó la suprc-
'¡En 1994, X Congrcso dc Acadcmias dc la Irngua
cia opuesta a la de Cuervo, tendencia basada justamente en la obje- sión cn
"l
cl slfab€to cspañol de la§ "lctra§" c¡ y ll, devotviéndoles su condición de mc-
ción que él menospreciaba: el inconveniente que supone la ruptura r¡! clmbin&cioncs de lstrssl.
prólo8o 81/V¿§toiio, dc Francisco Soto y Calvo, 1899, y
2
' Rc¡uérdq¡sc su f¡moso (cl Valcra, 1900: 1043-46; Cuervo, 1899-1903: 522-60)'
L¡s (earticulares» fucron cstudiadas por Augusto Ma¡a¡et (1941-42). su polémica con Juan Valaa
I
318 Diccionarios anteriores a i,900 de Cue)-vo al Diccionario de la Academia 319
La crítica

circular y a imponerse en una forma afrancesada que después es difi- tombres Seográficos e históricos? Aunque estas voces sean de origen
cil desanaigan» (Obs. XIII). Lt raz6n es que «las Academias no de- oxtranjero, la forma en que se castellanizaron nos pertenece [...]' Hoy
ben contentarse con ser cuerpos pasivos; deben influi t¿mbietr, cien_
dla se están olvidando estos nombres, usándose a cada paso los origi-
tíficamente, en la di¡ección del uso y en el movimiento de la lenguar>.
¡¿les del respectivo país, o, lo que es peor, la forma en que a su idio-
Est¿ idea no está mandada retüar, como algunos picnsan (v. Migliori-
¡¡a los han asimilado los franceses>> (Obs. X). La idea de inclui¡ en el
ni, 1963; Alonso, 1956; Marcos, 1979 77 y sigs.). diccionario de lengua los nombres propios es recbazada habitual-
En este punto, el Diccionarío de la Academia, que hasta el mo- mente por razones semiánticas; pero de hecho, por mzones didácticas
mento en que Cuervo escribe había sido, a sernejanza del de la Aca- varias, hay diccionarios modemos cont¿r los enciclopédicos,
demia francesa, primordialmente literario, inicia en su edición de por supuesto- que incluyen t¿les
-sin
nombres en mayor o menor medi-
1884 una política de aportu¡a que se ha ido incre¡nentando visible_ da, bien en apéndice, bien, mrás frecuentemento, intercalados en la
mente a lo largo de nuestro siglo, de manera muy particular en las nomenclatura general; así el Diccionario Yox, el Moliner, el Petit Ro'
ediciones decimonovena (1970) y vigésima (en prensa hoy, 1982). La bert, el Collins, Por otra parte, no siempre actuan de forma coherente
dema¡rda de Cuervo se va, pues, satisfaciendo, si bien no siernpre,
los diccionarios que excluyen los nombres propios. Así, la Acade-
quizá, con la eficacia que él deseara. Ahora bien, este progreso lleva
mia da acogida sistemática a todos los nombres de astros y también
consigo un peligro de hipertrofia en el caudal del Diccionario. Dice a algunos religiosos (María, Jesús, Apocalipsis, Pentateuco, Génesis,
con razón Alonso Zamora Vicente que, «en realidad, solo deben pasar Corán, etc,), ¿Por qué los astros y no los continentes y países? ¿Por
a un diccionario común aquellas voces especializadas que hayan al- qué los libros sag¡ados y no los profanos?
canzado una notoria difusión, bien en la lengua hablada, bien en la En realidad, aun dando por buenos los diferentes criterios que ha-
escrito» (dice esto en el prólogo a un extenso diccionario común cua- yan presidido la presencia de nombres propios en otros diccionarios,
jado de tecnicismos); el resto de los tecnicismos debe quedar para los razones prácticas y lógicas aconsejan que la Academia no solo desoi-
diccionarios de las especialidades respectivas (Zamora Vicente, 1980: ga la tímida sugeroncia de Cuervo, sino qus elimine los nombres pro-
8). De no atenerse rigurosamente a esta estrategia, el Diccionario pios que aparecen diseminados a lo largo de todo el cuerpo de su D,'c-
académico será dentro de un par de generaciones un monstruo abso- cionario. Con todo, la propuesta de Cusrvo es interemnte y merecería
lutamente inmanejable; ahora mismo ya tiore un tonelaje que casi ha- ser anotada por la Academia en la lista de sus tareas docentes, al mar-
ce que literalmente «se caiga de las manos»r. La Academia tiens ante gen de la del Diccionario.
sí el problema de hacer frente a ests riesgo fisico, sin renunciar, por
otra parte, al importante papel orientador quo le señal¿ba el filólogo 5. OssERvrcroNEs soBRB ¡-A MIcRoEsrRUcrt R,{
colombiano y que, sin duda, forma pafe de su propia razón de ser.
El segundo grupo que hemos distinguido en las observaciones ge-
4. Los Nor,onns pnopros nerales de Cuervo al Diccionario académico atañe a su microestructu-
¡a. Una parte de ellas recae sobre la estructu¡a general de los adícu-
Dedica Cuervo otra de sus observaciones a la cuestión de los los; otra, sobre la información <<extema¡> relativa al signihcante
nombres propios, desde un ángulo particular: «¿Deberá,n introducirse -lo
que suele llamarse la calificación de la palabra-; y otra, an fin, sobre
en el Diccionario las formas peculiares de la lengua castellana, de la defmición.
320 Diccionarios anteriores a 1900 La crítica de Clrvo al Diccionario de la Academia 321

6. L,c. EsrRucruRl or r-os ,c.Rricur-os era la supresión de las equivalencias latinas que, por tradición, no
solo de la lexicograña española, sino de la europea, se ponian en cada
Una de las observaciones de Cuervo al Diccionario de 1869 se roz y en cada acepción. Esta supresión, aunque era un síntoma más
extiende en realidad a todas las ediciones aparscidas hasta entonccs de la progresiva deslatinización de la cultura occidental, no fue, sin
del Diccionario vttlgar; miás exactamente, afecta a la primera de ellas, smbargo, mal acogida por el humanista Cuervo, quien hace una sola
la de 1780, de la que las demás son revisiones. La meritoria tarea de f€serva, y esta de carácter estrictamonte cientifico. A su juicio, la
los académicos que elaboraron aquel texto consistió brisicamente en cquivalencia latina debe conservarse en los artículos pertenecientes
reduci¡ a un solo tomo el contenido de seis (los seis del ilushe Dic- ¿l campo de las ciencias naturales, porque es indispensable para la
cionario de autoridades). El esfuerzo de síntesis tuvo una cara posit! cabal inteligencia de las cosas definidas (Obs. II). Creo no falsear el
va y otra negativa. Por un lado, se abrevia¡on notablemente las deñ- pnsamiento de Cuervo si interpreto que las traducciones latinas a
niciones antiguas; por otro, se extirparon todos los ejemplos. Cuervo que se refi€re son los nombres botánicos y zoológicos; ya que preci-
echa de menos esta última vertiente del artículo, que no solo daba
Mrnente en la Muestra de un diccionarío de la lengua castellana gtte
valor al primero de los diccionarios académicos, sino a los más apre-
el mismo investigador había publicado poco antes en colaboración
ciados de las lenguas extranjeras. «¿Por qué no formar de los dos
con Venancio G. Manrique (1871), aparecen estos nombres cientifi-
f,Diccionario de autoridades y Diccionario wlgar] uno solo cos en los artículos lebrel, lírio y /olo, únicos términos de ciencias de
ce-, conservando del primero algunos ejemplos, añadiendo -di- otros, la naturaleza que se incluyen or el ensayos. Podemos pensar, por
suprimiendo muchas equivalencias y abreviando las defuriciones ¡¡uis
trnto, que lo que Cuervo solicitaba no era precisamente la conserva-
o menos como están ahora?» (Obs. I).
ción de la correspondencia latina veces inexacta, como re-
No se puede decir que la pregunta de Cuervo haya sido escuchada -tantas
conoció la propia Academia (1869: [ru])- de las viejas ediciones del
por la Academia. Es verd¿d que en la edición de 1884 del Dbciona-
Diccionario, sino la presencia de la de¡rominación latina establecid¿
rlo aparecen algunos ejemplos inventados, y que el nrlmero de estos
por los naturalistas a partir de Linneo.
ha ido creciendo en las siguientes; pero también os cierto que en la
La práctica de la Academia, en las ediciones de su léxico poste-
edición de 1970 todavla pueden recorrerse columnas y columnas y
riores a 1869, ha sido, en lo que respecta a los artículos de esta ma-
páginas y páginas sin un solo ejemplo. Ningún parecido con el Drc-
teria, revisar cuidadosamente las definiciones con un criterio am-
I
cionario de rco de Moliner o poner una obra de un solo to-
I mo- con el francés Pelit Robert. -porEn la presentación de este último
plificador, entreteniéndose en una serie de minucias más o menos
pintorescas y no demasiado esenciales para la comprensión del térmi-
dice Alain Rey: «No hay verdadero diccionario sin ejemplos. Cierta-
l no. Véanse, por ejemplo, en la edición de 1970, las copiosas defini-
mente, una buena descripción del francés depende de los conoci-
ciones de lagarto (21 lneas), jineta (16 lirleas), pino (15 líneas), /e-
;
mientos y los métodos del lexicógrafo, pero depende mucho m¿ís aú¡
chuga (15 líneas), elefante (16 llneas), olmo (20 llrcus), plátano (en
de la realidad, es decir, del uso» (Rey, 1967: xvrr).
el Suplemento, 25 líneas la primera acepción, otras 25 la segunda),
7. Equw,u-rr.rcns LATTNAS y NoMBRES c¡r¡rrincos
Más suert€ empieza a tener, al cabo de un siglo, otra propuesta de t No importa quc los t¡cs allculos citrdos co¡¡csponda¡r ¡ la po¡c rgd¡ctad¿ pol
Cuervo. Una de las pocas novedades del Diccionario español de 1869
Maariquc; ct plan dc la obra cra común.
1)) Diccionarios anteriores a 1900 ffs citíca de Cu»1,o al Diccionario de la Academia 323

etc. Curiosamente, en ninguna do las defmiciones de voces de zoolo- 5{. para Salvá, tanto lo que entendemos por «reflexivo» o <<reflejo»
gía y de botánica so ha incluido hasta ahora el nombre cientifico del como lo (cf. Salvá, 1849: 61, 148 y
(«ecíproco>> en sentido estricto

animal o planta en cuestión. ospecialmente 211). Para la Academia, tanto en su Gramática como
Pero en los ultimos años ol criterio académico ha empczado ¿ sn st Diccionario, recíproco y reflexivo eran voces perfectamente si-
cambia¡, dando por fin la razón sin §aberlo- al sabio bo- ¡ónimas (Academia, 1869, s.v. verbo; 1870:208). Recíproco era,
-aunque pues, sencillamente un término genérico, como lo serár¡ en diversa
gotario. En las adiciones y enmiendas previstas para 11 edición ügé-
lrro dcl Diccionario empezb a aparccer co 1978 el nombre cientiñco modida sus sucesores. La edición del Diccionario criticada por Cuer-
al lado de la definición del nombre de cada especie animal o bou¡i- vo fue la última en utilizar la üeja calificación; la de 1884 ya dice
caó, Dentro del océano del léxico, resulta minúscula la proporción de relletivo, calificación que llegará hasta la de 1956, y que en la de
artículos en que e§ta infomtación va a constar; pero es evidente que 1970 será sustituida, de manera quizá demasiado mecánica, pot pro-
se trata de un primer p¿§o para la revisión, en el mismo sentido, de nominal.
los innumerables artículos pelenecientes a este campo que figuran en
el Diccionario académico' Con ello se acompasará la Academia al 9. MARc^s DE ÁIrmrro
uso de los grandes diccionarios modemos, que empezó de ma¡era Tacha Cuervo con razón de «absurdar» la confi¡sión cn el empleo
muy tímida y esporádica en el Lithé (1863-72), se aplicó ya decidida de la nota de poétrca aplicada taato a las voc.es del arte poética como
y sistemáticamente en el Oxford (1888-1928) y es hoy normal en alas del lenguaje poéfico, Su censura llega tal vez algo lejos cuando,
obras de categori a, como Webster (1961), Wahrig (1966)' De Felice- al pedir que la calificación se resrinja a las segundas, reclama que se
Duro (1975), Collins (1979). Sin sali¡ de España, ya hace años que consideren solo en este gmpo las que son realmente poéticas, y no las
Alcovor-Moll (1930-62), Vox (1945) y Moliner (1966-67) oftecen re- Ere <<no tienen de tales sino la afectación con que en verrio las usa¡on
gularmente este dato' que tampoco falta en el Diccionario histórico algunos poetas gongorinos» (Obs. VI[.Es este un criterio subjetivo,
(1960 y sigs.) de la misma AcademiaT. y por tanto demasiado discutible para poder ser puesto en pnáctica. De
hecho, la Academia, a partir de *t Diccionario de 1884, adoptó la
8. L,c, cA.I-mcec¡óx DE LAs vocgs primera parte, pero no la segunda de la enmienda solicitada por
Diversos tipos dc califrcaciones son comentados por Cuervo' En Cuervo,
la calificación gramatical, scñala la inexactitud de llamar recíproco al Pero esta propuesta deberla ser considerada con alcance más am-
verbo que expresa r¡na acción que ol sujeto ejerce sobro sí mismo, y plio. La Academia, por más que en su dia haya rectificado su vieja
propone el términ o reflejo (Obs, )ü). Conviene tcner Presente que por confusión en el uso de la calificación poética, sigte sn tener muy cla-
ra la norma de aplicación de las calificaciones «de ¡ímbito>r. No hay
sntoncos el término recíproco recubría, no para Bello y Cuervo, pero
en los preliminares del Diccionario ninguna explicación al respecto.
Parece lógico, sin embargo, que abreviaturas como Astron., Bot., Fís.,
6 cf. BR lE,58 (198), 7 y sigs.,203 y sigs., 385 y siSs' [Sin cmbargo, cn ntnguu
Mar., Quím., hol., etc., indiquen que la voz o la acepción en cues-
dc las hcs cdicioncs postcriorcs, ,0.' (1984) ,21.' (1992) y 22.'(2001), han
aparccido
tión no pefenecen al acervo de la lengua general, sino que están con-
los nombIcs cientíñcosl.
7 No mc rcfic¡o ¡qul a las cnciclopcdia§ Entc lss cspañolas, la prirncra que lo flnadas al uso de una determinada actividad o especialidad. Resulta
ofrqc cs cl Diccionorio enciclopédico hispano-americaao (1887 -98\'
trl 324 Diccionarios anteríores a 1900 út crítica de üervo al Diccionario de la Academia 325

natural, así, que Yoces como acacia, ascua, estrella, pefto, no lloven libro, págs. 369-3701). No solo en la localización geográfica de
il,
[; nota alguna, y que en cambio la lleven protórax (Znol.), protopla,¡ma
gstc
los america¡¡ismos, sino en su misma incorporación, la Academia ha
(Biol.), apóJisis (Anat.). Perc, si seguimos aplicando e§e criterio, no ido introduciendo mejoras cada vez de mayor alcance. En un primer
Ir es fácil comprender por qué oro, plata, plomo, cinc, palabras bastaú6 momento, se beneficia de la cooperación de algunas Academias her-
conocidas, aparezcan con la nota Quím., mien$as quo otro elemeuto man¿§ 1884 agradece la colaboración de la Mejicana, la Vene-
ü
-en
y la Colombiana (detnís de esta última estri sin duda la voz de
cuyo nombre es menos familiar, cesio, frgwa. sin calificación alguna; zolana
I
Iiil, o por qué cometa es lérrnino de astronomia y estrella nol o por qué es §uervo)- y del aprovechamiento di¡ecto de algunos vocabularios
1 voz de los especialistas una p alabra como cero, y en cambio se consi- hispanoamericanos; después, desde mediados de siglo, estas dos fueri-

$i dera de todos epiúrifo ('pie de la poesía griega'). tes se han visto incrementadas por la creación de la Asociación de
ili Puede ocurrir que el criterio seguido por la Academia no haya si- Academias de la Lengua Española y sobre todo por la fundación
do precisamente el que he presontado como «lógico». En todo caso, en Madrid de la Comisión Per¡nanente de Academias, cuyos frutos
ti no serla justo extremar la severidad al juzgar estas y otras incon- son muy visibles et el Diccionario de 1970 y lo seriin más en la edi-
lt1
gnrencias (algunas quizá solo aparentes) del Diccionario: ol primer ción vigésima. Es muy posible que, proporcionalmente, haya sido
!t lugar, porque en toda obra lexicográfica, mucho más si es extensq más importante el progreso en el tratamiento de los americanismos,
son inevitables las desigualdades y aun contradicciones metodológi- incluida su calificación geográfica, que en lo que se refiere a los re-
ili cas; y, sobre todo, porque estas incoherencias no pueden por menos gionalismos españoles.
l11
I de salir a flote en una obra como la académica, que se ha ido forman-
do por la yuxtaposición de aportaciones de muchos individuos y de I l. Menc,c.s o¡ecnó¡¡c,c.s

,t muchas épocas. La única manera de salvar racionalmente este escollo En la edición de 1869, el Diccionar¡o académico había reti¡ado la
[{t7 sería una revisión general del Diccionario, o m[s exactamente una re- nota de anticuadas de muchas voces, no porque hubiesen dejado de
fundición, con criterios unitarios y rigurosos. Es este, precisamente, serlo, sino porque se tenla por deseable rehabilit¿rlas en el uso, ya
1i uno de los proyectos más importantes que hoy tiene en cartera la que aquella calificación «podía retraer de emplearlas a los que miran
lr Academia. como un estigma afrentoso la mucha antigüedad de un vocablo»r. La
lr
l Academia, pues, tomaba la poshua, no excesivamente cientlfica, de
10, Mmcls cnocnÁ¡.¡ces suplantar lo que es por lo que (a su juicio) debe ser. Cuervo no puede
Otra de las calificaciones que Cuervo comenta es la geográfica. estar de acuerdo con este falseamiento (Obs. VII). Lo que él conside-
«Ciertos provincialismos que tienen nota genérica de americanos ¡a conveniente es fijar «el grado de antigüedad o novedad de las vo-
deben llevar signo que especifique la comarca a que están ces por períodos»; o, por lo menos, distinguir entre ((voces antiguas,
-dice-
circunscritos. Léese, por ejemplo, en gala: "En Améríca, el obsequio que usaron mucho los cliísicos, y aunque han dejado de usarse no han
que se hace d¿ndo una moneda", etc. Somos americanos y no cono' muerto ni morir pueden, a la sombra como están de obras inmortales;
cemos tal acepción sino por el Diccionario» (Obs. IX). El ejemplo de y voces anticuadas, muertas, que us¿uon solo autores antecliísicos, o
gala vio;ne hoy con una localización bastante más precisa: Antillas y que recogieron curiosos anticuarios como Covam¡bias, de cuyo leso-
Méjico (sobre esta palabra, v. Seco, 1988c: 92-94 f: capítulo 20 de ro tomó la Academia muchas que no se apoyan en ejemplo alguno».
326 Diccionarios anteriores a 1900 In crítica deúervo al Diccionario de la Academia 327

Como se ve, la actitud de Cuervo no es frontalmente opuesta a la l


sobre todo, 1988a: 561-566 [son los capitulos l de la primera edi-
académica. No aprueba la ocultación de la antigüedad de las palabras; oión de este libro, pág. 225;y 7 y 4, de la edición presente, págs. I 17
pero coincide en el fondo en la idea do que esa antigüedad no debe y 73-801)8. La carencia de una documentación rigurosa y la Laja utili-
ser motivo en sí para que dejen de usarse. Sostiene, respecto a las vo- zacián de la existente hacen que, por hoy, erores como los mencio-
ces de los clasicos, la afirmación de q''x, aunque han dejado de usar' nados no sean casos aislados en el Diccionario. Es de esperar que la
se, no han muerto ni morir pueden. ¿Quiere decir que debor formar
prevista revisión general a que antes me referí consiga poner mayor
pafe del vocabulario pasivo del hablante? Si es así, la propuesta es precisión en este punto.
bastanto mas sensata que la de convertirlas por decreto en palabras
vigentes. De todos modos, la distinción sugerida entre palabras «anti- 12. L.Ls »nrrN¡croms
guas>r y «anticuadas», siendo tan deficiente el conocimiento histórico Un gnrpo, en fin, de las observaciones de Cuervo referentes a la
del léxico español aún en la época de Cuervo que en la ac- microestructura del Diccionario es el que atañe a las deñniciones. En
-mrás
tual-, es sumamente dificil de poner en práctica sin exponerse a estas señala como deseable que <<se perciban con alguna, si no con to-
numerosos y graves erTofgs. da claridad, las delicadas diferencias que constituyen la sinonimiar»
También es arriesgada la otra pretensión, la de fijar el grado de (Obs. IV). El deseo de Cuervo, por desgracia, sigue siendo el deseo
antigüedad de las voces por períodos, si no se cuenta con la informa- de todos los que consultan el Diccionario, y todavía uno de los más
ción suministrada por un diccionario histórico. Pese a ello, la Acade- inasequibles (cf. Casares, 1950a 152-154). La mejora y pulimento
mia ha tenido el valor de intentar establecer una rudimentaria escala consüantes que de uoa edición a otra se llevan a cabo en los eriuncia_
cronológica (cf. Academia, 1970: :o<rv), siguiendo la idea de Cuervo: dos definidores de muchos artículos no son suhcientes para cubrir
a) voz anticuada, que pertenece exclusivamente al vocabulario de la esta demanda; y será necesario esperar, como para otros aspectos, a
Ed¿d Media (<pero también se califica de anticuada la forma de una que un día se lleve a cabo la proyectada revisión general del Díccio-
palabra, como zo tomía por anatomía, que aunque usada hasta el siglo nario.
xvu, ha sido desechada en el lenguaje modemo»); b) toz desusada' la
que se usó en la Edad Modema, pero que hoy no se emplea ya, y c) 13. E¡- crncur-en¡*ro
voz en uso, que en realidad no recibe ningún nombre de la Academia
y se distingue de las de los otros $upos en el Diccionario por no lle- Otra de las reformas que Cuervo señala como necesarias es la
var calificación cronológica alguna. Esta clasificación, aparte de con- eliminación del circularismo, o «las referencias recíprocasr», como él
dice (Obs. III). Es esta una de las más viejas trampas de la lexicogra-
fusa (¿por qué ese doble sentido de «anticuada»»?; ¿qué se entiende
fia: trarnpa para los lexicógrafos, que caen en ella una y otra yez, y
por «modemo>>, las dos veces que se usa este término?), tiene el in-
trampa que ellos, involuntariamente, ti¿nden al lector, a quien traen
conveniente de que en la prárctica se ¡ealiza de manera defectuosa'
y llevan de un lado a oko del diccionario hasta dejarle, agotado, en el
Por ejemplo, la falta de calificación en vocos como ablandahígos,
alabiado, alardoso, albardanería, maguer, habña de interpretarse
como que se trata de voces vivͧ en el español actual, cuando la rea- I El mismo D¡'ccir¿a rio de autoidades, al incluir algunas de estas voces, ya or¿
lidad es, según he demostrado en otra ocasión, que les correspondería t§.minanúg: alardoso «es voz voluntaria y de ningún uso»; n aguer <<es voz antiqua_
la calificación de desusadas (cf. Seco, 1979c: 399'400; 1980: 21, y, d¡».
E
328 Diccíonarios anteriores a I 900
¡s crítica debuervo al Diccionario de la Academia 329
punto de padida, sin haber conseguido descifrar el vocablo que
le i¡- s¡tre el definido y el defuridor. Curiosamente, el principio de la equi-
teresaba. Como ejemplos de definiciones en círculo vicioso,
Cuervo valencia sintáctica es una de las normas prácticas adoptadas cn el
cita las de alano y dogo, las de cono y cónico, las de escalón, grsda
y Diccionario de la Academia para la definición de las palabras no
peldaño, y las de docninar, enseñar e instruir. Si abrimos etb¡cc¡á_
gramaficaleq pero hace excepción cri la clase de los adjitivos, gran
nario de 1970, vemos que los tres primeros cortoci¡cuitos ya estáo
re_ c¿¡tidad de los cuales son definidos, no en metalengua áe conrenido,
sueltos; aunque, si nos detenemos un momento en el artículo esc¿Ió¡,
sino en metalengua de signo, por medio de una perifrasis verbal que
hallamos que está asociado demasiado estrechamente con su nada tiene_ que ver con la equivalencia sin!áctica propugnada
veci- for
no articulo escalerase. En cuanto a la cuafa sene Cuervo. Ejemplos; misericordioso.' «Dícese del quJ se conduele y
sn¡q-
ñar, instruir-, sigue para ella en plena vigencia la-doctrinar,
censu¡a de Cuer- lastima de los trabajos y miserias ajenos>»; misterio.so.. «Aplícase al
vol. doctrinar se dehne <Gnseñar, dar instrucciór»r; ¿nseñ¿r, «Instrui¡, que hace misterios y da a entender cosas recónditas donde ná las ha¡ar
doctrinar, amaestrar con reglas y preceptos»; e ¡r¡slrui¿ «Ense- (cf. Seco, 1977 [: capítulo I ds este libro]). Esta falta de uniformidad
ñar, doctrinan». El mal, común a muchos diccionarios de todo en el sistema de definición de los adjetivos
el compartido por
mundo, se ilustra ampliamente en ol académico 10. No será, sin
em- -hábito
los diccionarios españoles, italianos y franceses quu p"ro no
bargo, demasiado dificil el remedio; bastará seguir el camino iniciado por los ingleses y alemanes- es, a mi entender, una "oror.o,
de las «asignatu_
en este sentido por María Moliner. ras pendientes» del Dtccionario de la Academia.

14. Fon¡a on ¡-"1our¡.¡¡c¡ór.¡ 15. Lr oeFr¡[croN DE vERaos rRANsmrvos


Una atinada ccnsura de Cuervo sobre la forma de la definición Terminemos nuestra glosa de las observaciones de Cuervo con
encontró rápida acogida en el Diccionario de l gg4. Eran inconectas una que está en la misma línea de la anterior, pero relativa, ahora,
a
en el de 1869 secular, pues tcnían su raíz en al de Autori_ las definiciones de verbos Eansitivos. «Las definiciones de los
verbos
-hcrencia
da(s las definiciones hasta donde esto es posible sin el auxilio de un ejemplo,
de adjetivos en forma de sintagma nominal,
.
es decir, iniciadas pr e!, lo o
-dice-,
deben indica¡ el régimen. El que lea en el verbo mesar la AeirniciOn
Wr persona o cosa (amible: <<Lo que
es digno de ser amado>>) (Obs. IIDrt. A parti¡ de la edición siguiente "arrancar los cabellos o ba¡bas con tas manos', imaginará enónea-
a
la criticada estas fórmulas nominales ya no ñguran en las defliciones mente_ que con solo aquel verbo se expresan todas estas
ideas. Un pa-
de adjetivos. réntesis cuadrado que abrazase el régimen que cl verbo no
contiene
Pero la certera observación de Cuervo tenla como riltima meta, no cn sí pondria en claro el modo er¡ que ha de usarse; en cl caso citado
la simple supresión de tales fórmulas, sino la equivalencia sintáctica se marcaría de este modo: ..Mesar, Arra¡cat
[los cabellos o barbas]
con las manos"; y así en malversar.. ,.inverti¡ ilícitamente
e
[los cauda-
Escaló¡: <<En Ia escaler¿ de un cdificio, cada partc cn quc sc apoya el pie para les ajenos que uno tiene a su cargo]", etc.» (Obs. V).
subir o bajan», .Ercolera.. <(Scrie dc cscalor¡es quc si.vc pa." suLir o
bajan . La observación de Cuervo tiene un interés excepcional. por pri_
algunos €jcr¡plos cn Molirc. 1i9OO, *rlnj y Scco
-^-ro-Véansc
l98l [= capltulo 22 de estc librd).
lfeii: ea y not" z, y mera vez, que yo sepa, plantea en lexicografia el problema
del con_
tt En l'126, cstc edjctivo s€ lorno.e¡,la defurición, proponiendo al mismo tiompo una solución
dcfinla:«[¡ pc.sona quc por su nahral dócil, suavc, práctica (v. Seco, 1979a
apaciblc y cariñoso se concilia la común cstimación, apiecio y amo.. y
[...] tambi¿n sc
[= capítulo 2 de este libroj). Los primeros
cxticndc y dicc dc la cosa quc cs digna dc atcnción y aprcciori. diccionarios que muestran tener conciencia clara deí problÉma
son,
I
330 Diccionarios anteriores a t900 It citica de buervo al Diccionario de la Academia 331

según mis noticias, el Oxford English Diclionary, cuyo primer fas- Lo curioso es que después, cuando el ilustre maestro publica los
clculo apareció en 1884 y cuyo primer tomo se completó en 1888, y dos tomos del monumental Dtccionario de construccíón y ré§men
el Dictionnaire général de Hatzfeld-Darmesteter, cuyo tomo primero (1886-93), su tratamiento de la definición de los verbos transitivos ya
so publicó en 1889; es decir, entre diez y quince años después de la no es el propuesto en 1874, Se observa, sí, una preocupación por no
breve nota de Cuervo12. Pero aún hay más: tres años antes del artículo i¡clui¡ en el enunciado definidor el complemento di¡ecto del verbo
que estoy comentando, el mismo Cuervo y Venancio Gonzilez Man- definido, un¿ts veces omitiendo del todo su msncióo (abatir: <<Derri-
rique hablan publicado st¡ Mueslra de un diccionario, que rocogía los bar a fuerza de golpes, y por extensión, Echar por tierra, destruir, des-
resultados de un intento iniciado por los autores en 1863 (Gonález bafat¿D»; otras veces, mencionándolo al margen del enunciado pro-
Manrique / Cuervo, 1871; sobre la historia del proyecto, v. Cuervo, piamente dicho, bien anteponiendolo y separríndolo de este con una
1886: m), y en el cual, sin comentario ninguno, se aplicaba el sistema coma y con la mayúscula que señala el comienzo del mismo (aóan-
que luego explicaría Cuervo (tan solo con una mínima va¡iantc: la donar: <<Tralindose de lugares, Salir de ellos sin intención de vol-
utilización de paréntesis redondos en vez de cuadrados). He aquí al- ven»), o bien, más raramente, pospuesto y separado por una pausa de
gunos ejemplos de definiciones que se pueden leer en la Muestra: coma o punto y cnma (abdicar.' «Dejar o renunciar enteramente; úsa-
:
se propiamonte hablando de las dignidades soberanas, como la coro-
DAR LUz (s.v. lu): <<2. Ilustrar, iluminar (cl cntcndimiento). 3.
na, el imperio»). Pero en ningún c¿so se rectrrre al procedimiento del
Informar; aclarar, csclarccer (a verdad o el verdadero sentido dc una
cosa)».
paréntesis. Por otra parte, y esto es lo desconcertante, ap¿uece con
frecuencia, dentro del enunciado dehnidor, el complemento directo
sAcAR A LUz (s.v. luz): «lmprimir, publicar (alguna obra). 2.
t
Doscubrir, manifcstar 0o quc cstaba oculto)». del verbo definido; esto os, justamente lo mismo que había reprocha-
I do en otro tiempo a la Academia:
ocurrn: <<Tomar posesión dc (alguna cosa). [...] 3. Llenar o tcncr
(un lugar cn el cspacio). 4. Habitar (una casa), cstar en poscsión de corne: «a) Escribir lo mismo que está escrito en otra partc. b) Ir
(algún bien inmucble). 5. Dcsempcñar, disfrutar (algun cargo, desti- cscribicndo lo quc dicc oho cn un discurso seguido, c) Haccr una
no, empleo, dignidad), 6. Emplear, consumir (el tiompo). 7. Señorcar, obra dc pintura o cscultura a entrra semejanz de otra que se tiene a
dominar (cn cspecial respecio al ánimo, los afccios), 8. Llamar o frjar la vista. d) Haccr una obr¿ dc pintura o escultura imitando la natur¿-
I la atcnción dc (alguno); traor cuidadoso, solfcito (a alguno). [...] 10. leza. [...] f) Imitar o remedar a una persona, g) Imitar servilmente el
I Dar ocupación o trabajo (a alguno)». cstilo o las obras dc escritores o artistas»r.
I
I

I
El método, os cierto, no se sigue con la misma regularidad en ¿A qué se debe esta deserción de sus propias ideas anteriores?
l otras defuriciones de la Muestra; pero los ejemplos transcritos prue- Cuervo, en su mráxima obra, parece seguir con desgana o a medias el
l ban con suficiente relieve con cuánta nitidez se había planteado la principio escuetamente enunciado en su artículo de 1874, como lo
cuestión Rufino José Cuervo. prueba su oscilación entre la definición transitiva sin objeto y con
objetot3; pero, inch¡so en los momentos en que se atiene a aquel prin-
12
No hc cnconb¿do sntec.e.dcntes e¡ los dicciona¡ios dc Bescherellc (1845 y oha§
B Porto Dapcna (1980: 331) rc€onoc€ est3 <<vacilación a la hora de distinguir los
cdicioncs posterio¡ca) y Littré (1863-72), dos dc los ldolos lcxicog¡Áficos dc nucslro
autor. Sin cmbargo, dc mancra algo dcsdibujada, sc cncucnha ya rma atcnción al pro- clqmcntos ajeros a la deiuriciónr»; pcro cita lt ejemplo, «aludir = haccr referencia [a
una person¿ o c!s¿] sin mcnciona¡la di¡cctamcnte», que inducc engañosamcntc a c¡e€¡
blema cn cl Webster" Conplete Dictionary ofthe Eaglish Larywgq ad. & 1864 (no
quc Cucrvo emplcó los corchctcs para aisla¡ los elementos de contomo, No hay tal co-
hc podido vcr cdicioncs ante¡iorcs),
F'
332 Diccionarios anleriores a 1900 La crítica de dtert'o al Diccionario de la Academia 353

cipio, no sigue el sistema propuesto por él mismo en 1874 y practica- tima edición del Diccionario académico. Hemos visto cómo sn ellas
do tambión por él en 1871. ¿Se ha desintercsado dcl problema porque, brillan la lucidez, el buen sentido y el profundo conocimiento de la
tratándose ahora de un diccionario de sintaxis y con ejemplos, los loogua que son peculiares del «maestro excelente y superior del habla
complementos düectos se hacen explícitos por otros procedimientos? de Castillar», como le llamó en 1888 Juan Valera (1888: 268). En ge-
Esto no justiñcaria la disparidad de las soluciones adoptadas. Sea ¡cral, estas observaciones se adelantan netamente a [o que era usual
como fuere, no deja de resultar algo enigmática esta inegularidad s¡ s¡ la lexicografia de su tiernpo, y algunas de sus propuestas fueron
;
un filólogo siempre admirado por su rigor. adoptadas, con más o menos celeridad, por la Academia Española, a
¿Y cómo acogió la Academia, por su pa¡te, la propuesta de Cuer- qüen iban dirigidas. Pero otras quedan, «del salón en cl ángulo oscu-
vo? La ignoró y la sigue ignorando. La alternancia de las definiciones i ro», con su intacta modernidad, esperando al lexicógrafo que sepa
I
de uno y otro tipo para los verbos transitivos (es decir, con inclusión leerlas.
y con exclusión del objeto) es una de las constantes del Diccionario,
si es que se puede hablar de constancia en un caso como este. Mez-
clados con enunciados del lipo expender, <<vender al menudeo», sur-
gen continuamente enunciados del tipo lavar, «limpiar una cosa con
agua u otro líquido» (cf. Seco, 1979a: lE5-186 [: capítulo 2 de este
libro, págs. 50-521). Es evidente que la Academia es indiferente por
completo a este problema. Bien es verdad que en ello la siguen la in-
mensa mayoría de los diccionarios españoles, criados a sus pechos; y
que, por otra parte, la acompañan muchos diccionarios franceses e
italianos. Pero no debe olvidarse que algunos de los mejores dicciona-
rios franceses, y en general todos los ingleses y alemanes, consideran
una exigencia de precisión en la técnica definitoria marcar con nitidez
la separación enhe los elementos que son propiame¡te del contenido
,

I I
y los que pertenecen al contorno, Y notemos que dos diccionarios es-
pañoles bien conocidos, Yox y ll"lolir,irer, ya ponen en práctica esa dis-
I
tinción; el primero, precisamente con el mismo sistoma propuesto Por
,
Cuervo,
I

16. Fn¡l¡-
Termina aquí nuestra revisión de las reflexiones que, hace más de
I
cien años, suscitó a Rufino José Cuervo el examen de la entonces úl-

¡a: los corchclcs cstÁ¡ pucstos po¡ J. A. Porto, quicn ha olvid¡do ¡dvcrti¡ quc §on 3r¡-
yos.

I
I

Cuenr¡t retrn
DICCIONARIOS DEL SIGLO XX

i
I

I
l8
LA OTRA VOZ DE LA ACADEMIA ESPAÑOLA:
NOTAS SOBRE EL DICCIONANO MANUAL'

l. En el año 1915, el sosegado transcurri¡ de la lexicografia aca_


démica fue agitado por una pequeña conmoción, producida por el
acuerdo de publicar una versión manual e ilustrada del Dtccíonario
de la lengua castellana, atya ediciln decimocuarta acababa de apare_
cer en el año anterior. Mas la idea de editar una versión ma¡rual del
Diccionario no era nueva: ya un siglo atrás (l g 14) se habla pensa-
do en su oportunidad, si bieri no se llevó adelante (Cotarolo;192g:
30-31). Y en realidad, el propio Diccionario comun (De nació e¡r
I
parte de presupuestos semejantes a los de un diccionario manual: la
I necesidad de poner la obra de la Academia ----cl Diccionario por ex_
celencia, es decir, el "de Autoridades',- al alcance de un
iúblico
amplio y la conveniencia de hacer más cómodo su manejo, reáucién-
dola a un volumen. Aparecida en 1780 esa versiÍn coipact _a la
que los académicos se referlan como ..el Compendio"-,
no tardó e¡r
i¡ borrríndose de la memoria colectiva su condición vicaria y abrevia-
dora, hasta el punto de que muy pocos hoy, incluso dentro áe la
I Aca-
demia, tienen conciencia de que el acltal Diccionario manual (Dl4)
no es, en el fondo, sino el compendio de un compendio.

¡fubli""do * ft*po aic Liaguistic Sadies in lloaour o/ F. lt. Hodcrofi, Oxfud


.
^^' 153691.
1993,
338 Diccíonarios del siglo W Lo otra voz de\a Academia Española 339

El diccionario manual proyectado en 1915 se proponía llegar a u¡ voces, en que son voces demasiado recientes y no puede presumirse si
sector social mas amplio que el destinatario tradicional del DC no llegarán a arraigar en el idioma" (Academia, 1927: vat). Un segundo
solo imprimiendo un determinado giro a su fisonomía intema, suro subsector es el de "los vocablos incorrectos y los extranjerismos que
haciéndolo mucho más económico y fisicamente mucho más maneja- con más frecuencia se usan", con indicación de la "expresión propia-
ble, Pa¡ece razonable no descartar la probabilidad de que como estí- mente española que debe sustitui¡los".
mulo de la iniciativa académica actua§e la aparición reciente (1912) Tres ediciones del DMhn seguido a la de 1927:1950, 1983-85 y
del Pequeño Larousse ilustrado, adaptación española, redactada por 1989. Si comparamos estas fechas con las de las ediciones del DC a
Miguel de Toro y Gisbert, del Pe¡i¡ Larousse (1906) de Claude Augé. lo largo de este siglo (1914, 1925, 1939, 1947, 1956, 1970,1984), lo
En apoyo de la hipótesis de este influjo están algunas semejanzas v|- primero que llama la atención os el contraste entre la relativa regula-
sibles entre el nuevo producto acadómico, tal como se presentó en su ridad con que se espacian las apariciones del DCy la acusad¿ arritmia
primera edición, y el vrástago español de la editorial parisiense: la del DM. El segundo fenómeno que se observa es que desde el año
ilustración, el formato idéntico, la información gramatical, la atención 1927, et qtte ¡ace el DM, este no se ha reeditado hasta hoy mrás que
especial a los usos hispanoamericanos, y la inclusión de neologismos tres veces, mientras que en el mismo período el DC ha salido cinco
no presentes et el Diccionario académico grande. veces.
La irregularidad en el ritrno de las ediciones del DM se rrratiza al
2. Publicado por fin en 1927, el Díccionario manual e ilustrado considerar las ci¡cunstancias de la publicación de la tercera y la cuar-
de la lengua española se abt'ró camino con fuerza. Su éxito se debía a ta, La tercera se presentó en forma de fascículos semanales, de 1983 a
que su oferta no solo comprendía la comodidad del manejo, la mode- 1985. Una vez encuademados los 120 fascículos (no 200, como por
ración del precio y las diversas informaciones nuevas que acabo de onor dice Academia, 1989: vu), resultaban seis volúmenes en for-
mencionar, sino, sobre todo, el mantenimiento de la garantía acadé- mato I9,5 x27 crrt, con un total de 2400 páginas copiosamorte ilus-
mica, hasta entonces solo ostent¿da por el DC. El DM reproduce todo badas. Como no era indiscutible que este producto respondiese a su
el contenido del diccionario mayor, excoptuando las etimologías y to- denominación de "manual", la Academia advertía al frente de él que
das las voces y acepciones que en este rlltimo llevan las marcas de ssta edición presentaba como novedad la .,aparición en fascículos
anticuadas o desusadas. además de la edición normal en tomos" [sid. Pero la publicación de
Además de este contenido "académico", y reemplazando al con- la edición se retrasó por razones técnicas. Esta demora for-
tingente de las voces y acepciones reputadas fuera de uso, el DM zosa fue aprovechada por el equipo redactor para llevar a cabo una
ofrece una información lexicográfica suplemortaria nítidamente dis- nueva revisión del texto, con lo cual la prevista prescntación cn un
tinguible pa¡a el lector por medio de una señalización que difercncia tomo de la tercera edición pasó a ser rura cuarta edición, Ahora bien,
bien lo "académico" (es decir, lo que es reproducción del DC) y lo la hermandad entre una y otra es evidente, hasta cl punto de que lo
"no académico" (la apofación propia del DM). Este último sector que se ha escrito sob¡e una de ellas es en líneas generales aplicablc a
El primero es el de los "regiona-
está constituido por dos subsectores. la otra. Tal ocurre, v. gr., con el extsnso comentario de Emilio Loren-

lismos, así de España como de América" y "muchas otra§ vocss cG' zo (1988) a la edición tercera y con el artículo de Manuel Casado
munes o técnicas que no hay motivo p¿tra censr¡r¿¡¡, pero que la Aca- (1989) a propósito de la cuarta.
demia no quiere acoger e¡r su Diccionario gcneral, fundada, las más
340 Diccionarios del
q f

ltcademia Española 341


otra voz de
La escasez relativa de ediciones del DM frente al DC es En primer lugar, es curioso considera¡ que ol número de en-
tr3,l.
ble anomalía. El primero nació a la sombra del segundo: ¿"t sector acotado, 2319, no solo supera al de la primera edi-
J¿rr
'¿f»,
clonano Manual --{ice la Advertencia de la primera edicióo..+¡¡l¡a cual es perfectamente natural-, sino al del último
resumen y a la vez un suplemento de la décima qunta edición
Diccionario de la lengua española que la Academia acaba de, editai'
(Academia, 1927: vu), Parecía lógico esperar qus las edi ctonqs
del I -ñC
l9q'
-lo
ZZIO. Si extrapolamos este dato llegaremos a la paradójica con-
-¿ssión
de que el diccionario pequeño es más extenso que el grande'
SUca-
sivas del DC dieran lugar a consiguientes puestas al día de su henha- 3.2. El segundo punto quo vale la pena anotar os la actitud ante
no menor. Salvo la revisión de este en 1950, la Academia solo mostró .los vocablos incorrectos y los extranjerismos", que llevan un asteris-
acord¿rse de él para reimprimirlo en offset mliltiples veccE hasta
co como indicación de que deben evitarse. La
posnira censora es
1983. Afortunadamente, el desinterés de la Academia parece habersc
bastante acusada en la primera edición. En esta los asteriscos
suma-
rectificado en los últimos años. Solo es de lamentar, sn las edicionce (mandoli-
baú 49. En cambio, la edición cuafa trae un solo ast€risco
r€cl entes, el olvido de tres características ñ¡ndamentales de las pn-
¡0, incluido ya en la lista anterior). Algunos de los reprobados en
meras: el formato reducido, el volumen manejable y el precio eco-
1927 han sido aprobados con el paso del tiempo y hoy figuran como
nómico, que constituían ventajas no desdeñables frente al diccionario mrmales tanto en el DC como en el DM (por ejemplo, medidor, men-
grande. El injustificado afán de poner en primer plano lo pruamente
suración, menú, melido). Otros tampoco son tachados ya de inco-
omamental es un lastre que pesa pemiciosamente sobre aquellas ca- rectos, pero, al no haber ingresado en el DC, se registran en el DM
racterísticas y, en definitiva, sobre la propia obra. Con este aumonto con corchete (mandatario, manito, mansarda, marchantería, mecho-
de volumen y de peso contrasta cl cuidado que muchos editores, par- near, mediano, medícal, melodio, memorista) Otras voces que lleva-
ticularmente extranjeros, ponen en que sus diccionarios manuales ban la marca infamante han sido eliminadas; la mayoría eran simples
guarden la linea, a fin de salvar siernpre su carácter esencial. cnores fonéticos, generalmente populares y de diversa extensión geo-
gráfica, a menudo (no sionpre con acierto) localizados por el diccio-
3. Como e¡ el DM las palabras y acepciones no .,oficialmentc rc- nario on uno o más países de América (manque, melitar, méndigo,
conocidas" por la Academia (es decir, las incluidas en él sin que figu- meope, etc.).
ren en el DC) se imprimen con signos que las diferencian del rosto dol La observación de las variantes en el sector de los asteriscos nos
vocabulario, no es dificil tomarlas como punto de partida para buscu permite concluir que, en los sesenta y dos años que separan la primera
algunas claves de la actitud oficiosa de la Academia ante los elemen- y la cuarta edición, se ha produoido en la Academia un cambio en su
tos léxicos nuevos o que se le presentan como nuevos. Con ese pro- postura de crítica del lenguajo. En el aspecto metodológico, la Aca-
pósito he efectuado una exploración de tanteo a lo largo de algunas demia considera ahora inadocuado a un diccionario general prestar
páginas de la última edición del DM, poniéndolas en contraste, cuan- atención a los errores fonéticos do nivel popular, por lo cual ha opta-
do procedía, con las correspondientes de la primera edición. Las en- do por prescindir de los que antaño recogió y no incluir ninguno nue-
tradas estudiadas pertenecen a dos sectores de la letra M, el primero vo. Y en el aspecto ideológico, el purismo de otro tiempo ha perdido
desde m hasta zargullo y el segundo desde ¡¿e hasta mezquite. dureza: parte de las voces antes censuradas están hoy instaladas en las
columnas del DC,' otras, aunque no hayan alcanzado esa dignidad,
constan ahora en el DM simplemente con corchete, como no recogi-
342 Diccionarios del siglo fi
¡a otra voz de la\cademia Española 343

das en el g¡ande, lo cual en el lenguaje académico no significa conds- cióln:macfarlán o macferlán, magullón (que en 1927 se calificaba
na, sino abstorción provisional. de chilenismo), magtetizable, mandarínato, mantequería, menear
(qta et 1927 era peruanismo), mesmeriano. Y ya cité antes los casos
3.3. La provisionalidad de esa abstención alcattza a veces u¡u de voces que han sido indultadas de su antiguo asterisco y ahora lle-
not¿ble estabilidad. Asl lo muostra el tercer nivel de nuestro análisis, van corchote (mandatario, etc.),
que se refiere precisamente a las voces y acepciones señaladas con Er 1927 , el número de corchetes de español general era mucho
corchete. Atendiendo (aunque no literalmente) a las indicaciones de más restringido: no pasaba de 20. Figuraban entre ellos palabras hoy
la microestructura del propio diccionario, distribuyo esas adiciones sn un familia¡es para nosotros como malamente, mecanografar, meJis'
seis grupos. Los cu¿tro primeros pertenecen al uso español general; afelico, memorkmo y mentalidad.
los dos últimos son de extensión geográhca limitada.
á) Voces y accpciones con la etiqueta de familia¡es o vulgares, en
aJ Voces y acepciones del nivel culto o medio del español gene- número de 68. Tres de ellas ya figuraban en 1927: malqueda (qu'e
ral, en número de 239. En realidad, esta cantidad hay que rebajarla cn entonces se localizaba en Alava), melete (quLe se daba como de Chile
una unidad, porque hay que dejar a un lado una palabra fantasma: y Guatemala) y mezquita 'taberna'. Otras, aunque no inclüdas alli,
melga 'z-zhna, planta', que debe su presencia a una errata de 1927, podían muy bien haberlo sido por su edad, y más de dos de las ahora
donde se impnmií melga pr melca en el lugar alfabético de esta úl- recogidas ya están marchitas. He aquí algunas muestras de este gnrpo:
lima (melca en DC de 1925 y ediciones posteriores). En las ediciones tocar madera, viva la madre que te parió, magín, maldita sea, criar
siguientes del DM en lugar de pensar en un error de imprenta se pcn- malvas, ma¡narracho, mamón, a mandar, manduca, mangonear, ma-
só en un enor de alfabetización; sin embargo, so ropuso en su sitio nos de mantequilla, manojo de ner-vios, borrar del mapa, menda,
melca 'zah:r¡,a'. mengue, mercachiJle, merienda de negros, metedura de pata. Erate
De las 238 voces y acepciones, algunas son viejas inquilinas del las más decrépitas eslát manfiotesco, manús y la citzda mezquita.
idioma y lle¡ran vacios pcndientes desde hace mucho en el DC,' por Otro sector, en este grupo, está formado por voces y acepciones
ejemplo, madrigalesco, magdaleniense, magníJicammte, magnifcar, cuya üda es más corta y que en algunos casos hemos visto nacer:
maniqueísmo, manivela, manopla, manía de grandezas, hasta maña- acaÍa, maco, madera 'la policía', madero 'el policía' , de puta ma-
na, medida, mediocre, mediocridad, melodrarna, memez, menchevi- dre, magreo, mandanga, manitas, manta, marabunta, marcha, me-
que. ningítico, meódromo, merluzo, metralla.
Ohas pertenecen a un esEato cronológico más o msnos modemo, También en 1927 era el gnrpo de las voces y acepciones familia-
y su no inclusión en el DC puede obedecer a la cautela con que este res, ontre las señaladas con corchete, mucho mas reducido que en
suele tratar las novedades, o bien al recelo académico ante formas 1989: solo 7 se inclulan, entre ellas mangante, mangoneador, meca-
que a sus ojos traslucen demasiado su procedencia extranjera; por chis, melón 'persona inepta' y memada.
ejemplo, macramé, macrobiótico, machismo, magrclofon, manieis-
c) Extranjerismos, solamente 4 marcados como talss: made in,
mo, mansarda, maratón, maratoniano, marchante, marginar y sus
maillot, maitre lsicl y manager. E¡ 1927 este grupo de palabras se
doiv ados, m e n s aj er o, m e n t aliz ar, me s ó n.
soñalaba, no con corchete, sino sistemáticamente con asterisco, según
Algunas voces y acepciones del español gcneral que en eslo DM
hernos visto en párrafos a¡rteriores.
figuran con corchete ya se encontraban igualmente en la primera edi-
344 Diccionarios del siglo
XX La otra voz de üUcademia Española 345
d,) Voces y acepciones técnicas y especiales, en número de
_
De las 113,
ll3. por el número de sus componentes se coloca ala cabeza de todas, es
sin embargo, hay que retirarun a, mano_,
.om_ la elevada proporción de ellos que ya estaban estampados en l9Z7:
positivo fantasma procedente de l9g3-g5 y que es grafia "I"*"rto total de 265; a las que aún hay que añadir 15 que datan de
errónea por 186 del
nazo- (que por cierto ya está en su sitio). De ias l lique qo"O-,
estaban en 1927, pero no han conseguido entrada
ifa 1950. Con lo cual los americanismos con corchete heredados de las
en il DC, *o- dos primeras ediciones ascienden a 201: un 75% de los actualmentc
chihembradora (que allí era chilenismo), maimona,
senteritis. Entre los ojemplos nuevos pertenecientes a^o^ir¡r, ,"-
pf€sentados. Es decir, solo 64 de las voces y acepciones son de re-
este sector, ciente aportación.
tenemos macromoleanlar, magnetoscopio, mamograJía,
mandrit y En 1927, el gnrpo de las voces y acepciones del español extrape-
sus derivados, mandrínador, mareómetro, medtomeia¡e,
menú (en ninsular introducidas con corchete era, con mucho, el mas copioso de
informática), mercadotécnico, tnyotroJia netatingüístici,
*"""to, y aquella edición: 244, ftertte a las 45 que sumaban todos los dem:is
sus derivados (en cine y televisión). Hay que incluir
en este gn¡po, grupos (general, familiar, técnico y regional de España). De esas 2,14
natu¡aknente, los términos deportivos y taurinos,
como manoletina, adiciones, solo 2 correspondían a Filipinas. La obra nacía, sin duda,
mansurronear, meseta del toril, melisaca, melé, meta.
con vocación americanista (cf. 1927: vrr; Casares, 1950a: 303). ¿por
En 1927 , el número de corchetes dedicados a voces y acepciones
qué en el contingente actual se mantienen 186 de las que ya entra¡on
técnicas y especiales era solo de 6
en 1927, más 15 que entraron en 1950? El proceso normal haría espe-
e,) Voces y acepciones marcadas como regionalismos rar que, si no todos, la mayoria de estos elementos hubiesen acabado
peninsula-
res, en un total de 31. De estas, un tercio ya instalándose en las columnas del DC. No fue así. La explicación estií
se habían áogido en
Ias de 1989, por regiones, 14 córresponden a Anialucí¿ en la "liberalidad quizá excesiva" con que se les dio entrada en 1927,
::rJ.?."
(z oe el¿¡s a Granad¿), 5 a Salamanca, 4 a Galicia,
3 a Aragón, 2 al la cual produjo "inclusiones no bien justificadas", a juicio de algunos
País Vasco (una de ellas a Alava), 2 a Santander, críticos americanos (1950: vu; cf. Casares, 1950a: 303). La conse-
I a Nav"ana, I a
Asturias y I a Mu¡cia. (La suma de estas cifras, y la cuencia de tales censuras ha sido la cua¡entena tácita que pesa sobre
de las que si
I guen, corresponden a la global de adiciones, al existir acepciones aquellas propuestas, en virtud de la cual, al cabo de decenas de años,
lo
con miís de r¡na localización). siguen almacenadas con sus corchete s e¡ el DM en una especie de
número de regionalismos españoles registrados con limbo, sin que la Academia termine de decidir si las asimila oficial-
, - -El corchete en
1927 era comparativamente menos breve que otros gnrpos: mente o les retfua su interinidad.
12. Dis-
tribuidos por regiones, 6 eran de Salamanca, Z ¿e AUi,a,)
¿e ¡raurcia, En la distribución por ríreas y países de los americanismos ..provi-
I de León, I de Santander yI de Aragón. sionales" del DM siempre se ha traslucido cierta falt¿ de homogenei-
dad. Las adiciones americanas de 1927 se repartían así: 8 marcadas
flYoces y acepciones correspondientes al español no
europeo,
q:: suman 265. Incluyo aquí no solo las que llevan
una marca dia_
como americanismos generales, 2 de América del Sur, 3 de América
tópica ("América", .,Aatillas,', etc.), sino lÁ que designan Central, 2 de las Aatillas, 75 de Chile, 44 de Cuba,43 de Méjico,43
.""fA"A". de Honduras, 19 de Argentina, 19 de Colombia, 14 del peru, 12 del
--normalmente propias de la bot¡inica o de la
zoolágía_ pertene- Ecuador, 10 de Bolivia, 7 de Venezuela, 5 de Guatemala y 2 de Costa
cientes a países determinados. De las 265 voces
o uru Rica. (Igual que en las listas anteriores, la suma de estas cifras no co-
sola corresponde a Filipinas. Lo mris notable
de esta"áp"iori"",
cáección, que ncsponde a la global de las adiciones, al existir acepciones con más
346 Diccionarios del sigto lf, h )bademia Española 347
76 otra voz de

de una localización). No hay ninguna adición atribuida a Santo D+ Pero lo que quiero señalar aquí es lm fenómeno de sentido inver-
mingo, Puerto Rico, Nicaragua, el Salvador, Panamá, Uruguay ni pa- se. La obligación explícita del DMde prescindir de las voces anticua-
ragr¡ay. das y desusadas del DC tiene como reverso la de registrar todas las
Comparernos la distribución precedorte (1927) con la de los 64 restantes que figuran allí. Por lo que he podido comprobar, este prin-
nuevos americanismos con corchete de 1989: 8 se d¿n como america- cipio se ha cumplido estrictamente. Ahora bien: es sabido que el DC
nismos generales,2 de América Central, 1 de Antillas,26 de Méji- contiene, aparte de las marcadas como tales, multitud de voces y
co, 17 de Argentina, 13 de Puerto Rico, 8 de Cuba, 8 de Venezueia, aoepciones que son realmente anticuadas y desusadas, aunque nada se
7 de Colombia, 6 de Chile, 6 de Bolivia, 5 de Uruguay, 4 del peru, indique a este respecto (Seco, 1988a: 565 [: capitulo 4 de este libro,
2 de Santo Domingo, I de Costa Rica, I de Guatemala, 1 del peru y pág.79)).El DM de 1989, sin faltar a la norma de inclui¡las todas, ha
I del Salvador. Ninguno del Ecuador, Panamá, Nicaragua y Hondu- puesto las otiquetas de "p. us." y, con menos frecuencia, "desus." en
ras. Como se ve, ahora está representada la generalidad de los países
aquellos casos que, a juicio de los redactores, carecen de verdadera
americanos y, aunque es notorio el predominio de atgunos (Méjico
vigencia en la lengua actual.
sobre todo), el desequilibrio no es tan acusado como el que aparecía
La nota de poco usada se utiliza, dentro de las 2319 entadas que
en la primera edición.
aquí estudiamos, 180 veces. La de desusada,43. Hasta en r¡na ocasión
se €mplea la de anticuada. En total, pues, son 224 las marcas restricti-
3.4. En este esbozo de descripción del DM de 1989 nos queda se-
vas de vigencia puestas por el DM de 1989 donde el DC no indica
ñalar un cuarto aspecto sobre el que nadie, que yo sepa, ha llamado la
uada. Como ejemplos de las voces qne el DM dA como poco usad¡§
I

atención, empezando por la misma Academia.


citzré madurativo 'medio que se aplica para inclinar o ablandar al que
Una de las características de la obra, como queda dicho, es, e¡r su
0o quiere hacer lo que. se desea'; malato 'leproso', con sus derivados
reproducción del contenido del DC,la exclusión de todas las voces y
malatía y malatería; mandoble 'amonestación'; manero 'maaejable';
acepciones que en este llevan la etiqueta de anticuadas o desusadas,
Esta norma ha dejado pasar alguna excepción. Ya en 1927 se regis-
manfla 'mrtjer con quien se tieno trato sexual ilícito'; manguitería
'peletería'; tomar la manta lomar las unciones mercuriales'; marco-
iliaba, man, ant., 'mano'; y en 1989 se conserva la misma calificación
en melecína, y la de "desus." e¡ mecánico tajo e indecoroso', mecá-
nigrama 'radiograrna'; meaja 'migaja'; mendoso trrado o menti¡o-
nica 'arcci6¡ mezquina', manjonada tantid¿d de manjares ordina- so'; mercadante'mercader'; metamorfosi'metamorfosis'; metedor
'porsona que mete contrabando', con su derivado meteduría; mezqui-
rios', mandar bfrecer, prometer'. Otros casos de "anticuados" del
DC han sido objeto de recalificación en el DM: maldadoso hcostum- ¡o desdichado'. Entre las que el DM scñala como desusadas estan
brado a cometer maldades', ahora "poco usado" (pero en 1927, como magancés traidor, avieso', magdaleón (en farmacia) 'rollito largo y
normal en Chile); malfeíta y manija ('manilla de los presos'), así co- delgado que se hace de un emplasto', maguer y maguera 'aunque',
mo manzana ('pomo de la espada', que pa¡a 1927 era de uso normal), manera 'abertt¡a en las sayas de las mujeres, p¿¡ra que puedan pasar
ahora los tres "desusados"; malstnar y mantecón (qtrc en 7927 se da- las manos hasta alcanzar las faltriqueras', mercantívo 'mercantil',
ba como familiar general), ahora "poco usados", Por otra parte, algu- nuchas mercedes 'muchas gracias', melalario 'artífice que trata y
nos "desusados" del DC han sido asce¡rdidos a "poco usados" en tabaja en metales'. Y la palabra excepcionalmente calificada de anti-
1989: malcaso, norea ('conjunto de inmundicias'), melampo (, can- qnda es máncer 'hijo de mujer pública'.
delero'); los tres eran para 1927 de uso normal.
i
I

h)cademia EsPañola 349


348 Diccionarios del siglo X)( Lo otra voz de
la primera edi-
Parece que, al menos en las voces y acepciones que acabo ds En esa línea de modernidad, no obstante, había en
oión un factor conservador:
la actitud de censura ante los malos usos'
mencionar (y, natu¡almente, podría añadir otras), está justifrcada la a través del
advertencia del DM sobre su escasa actualidad. ir"i.y*a" los extranjerismos. Tal actitud, manifestada edición tercera'
De este procedimiento oficioso, como ant€s dije, nada se advierte It"Á"o, ha sufrido un fuerte retroceso a partir de la
ii que antes frente a
en ninguna parte. No lo considero criticable, sino digno de elogio, It DM o^Iu"" así ahora una mirada mas objetiva
puesto que enmienda discretamente, ar¡nquc no sea sino de manera 1os imprevisibles e
incontenibles avances del léxico'
in-
parcial, un defecto evidente del DC. Un pequeño inconveniente es, En cuanto a las adiciones propias quc, marcadas con corchete'
troduce el DM en elcorpus que el DC da
como vigente' se ha desa-
sin embargo, que las marcas aplicadas por el DM a determinadas vo-
4

r¡ollado notoriamente su proporción en las dos


últimas ediciones con
ces y acepciones son las mismas que llevan "de origen" otras voces
que con ellas ya estaban en el DC. Entre estas últimas están m¿cálo, ,.rp".to t^ ¿ot primeras. it 1927 ,las adiciones eran 289 (un l5%)
"
*" -u.*de 1946 entradas; en 1989 son 720 (un 31%) sobre
maderación, malingrar, marafioso, marchanlería 'comercio de géne- ,oúr"
quc mayor incremento
ros' , manera 'bragueta', maniego 'ambidextro', medio 'mcllizo' , me' una muestra de 2319 entradas. Las adiciones
diterróneo'del interior de un territorio', meguez 'caricia' , merilar nrar"n* en la última edición respecto a la primera son las de voca-
'hacer méritos', mesto 'mezcltdo': todos ellos con la marca "p. us.". loi-io g"n.."t, que pasan de un ?% a un 33%; las de vocabulario
2o/o t 9%o' En
Añádanse los citados más arriba con la marca "dests." (mecánica, ü"ni.o,-d" Z'1" a i|y", y las de vocabulario familiar, de
m e cánico, mandar, m ani on ada). ...tio, "f vocabulario del español fuera de España (casi exclusiva-
*n iirp-ou*"ricano) baja de un 84% a wt 37o/o' A pesar del
4. En los párrafos que antecedcn he intentado trazar una somera "
fuerte descenso, es aparentemente indiscutible la
primacía del factor
caracterización del Diccionario manual e ilustrado de la lengua Á".i"-o en las adiciones ofrecidas pt el DM de 1989' Pero la im-
española, obra cuya primera cdición publicó la Academia Espa- poá"i" a. su proporción se atemp€ra aún más si recordamos que (y el
íiola en 1927 y que hasta el momento ha sido objeto de tres mas, la parte herencia de 1921
I contingente de iste sector es on su rnayor
rlltima en 1989. En sus seis decenios largos de vida ha conservado, en en defrniti-
ofgo ¿i ISSO); y, cn ofecto, la aportación nueva se-reduce
general, sus rasgos originales. gn¡po de adiciones en un nivel
va"" un SX: potaant";" que situa esto
!

Aunque en el aspecto material esa fidelidad es harto discutible igual al del vocabulario familiar.
[§2], en el contenido se ha mantenido la línea primitiva por la
I
que se a las
t
Pa¡a la corecta intorpret¿ción de todas las cifras relativas
i d"bi ur, .".go ttuevo al corpus léxico del DC. Por una parte, se vuelve adiciones del DMno hay que perder de vista que no reflejan el creci-
I la espalda a todo lo que en este se presenia como histórico o antiguo. miento del caudal académico (el del DC), sir^o que corresponden
al
I
De ahí la supresión de las etimologías y la exclusión de las voces y plus aportado por esta "segunda voz" de la Academia' En él
podemos
acepciones que llevan la etiqueta de anticuadas o desusadas. Por otra ver las direcciones en que se produce un acercamiento más
apurado a
parto, se conserva íntogamente todo el material que el DC da como anticipa-
la realidad actual de la lengua, acercamiento que tal vez sea
vigente (esto es, sin las marcas de anticuado o desusado). Y por últi- clo espejo de las tendencias del crecimiento futu¡o del
DC'
mó, a este cuerpo fundamental se añade, con señalización especial, f,i áto m¿s destacable de la fisonomía del DM de 1989 (presente
una serie de vocis y acepciones que "todavía" no ticnen cabida en el ya en 1983-85) es el reforzamiento de la posición sincrónic¿ señalada
DC. Con ello, abiertamente, el cottro de gravedad del DM pasa a ser como ideal enia edición primera. Tal reforzamiento se realiza
no solo
la lengua viva.

I
350 Diccíonarios del sisto W \
ampliando las cuotas del material léxico complementario, sino tam-
bién ejecutando una suerte de criba en la masa de usos que el DC
da por sobrentendido que ostán vigentes. El procedimiento con-
siste, en general, en aplicar la etiqueta de "poco usado" a aquellas
voces y acepciones que, contra lo que supone el Diccionario gratde,
no han resistido incólumes el paso del tiempo.
Son estos movimientos de moderada discrepancia los que, a mi
entender, constituyen el principal interés del DM y lo hacen acreedor
19
de una atención superior a la que hasta ahora se le ha concedido por
parte de los estudiosos. Sin olvidar, cla¡o está, su importantísimo y no MENÉNDEZ PIDAL Y
siempre bien calibrado papel de diwlgación. EL DICCIONANO MANUAL DE LAACADEMIA.

Suele recordarse, con todajusticia, la contribución de don Ramón


Menéndez Pidal a la lexicografia teórica por su excelente prólogo al
I

I
Diccionario Vox, de 1945 (cf. Salvador, 1988), algunas de cuyas en-
señanzas fueron enseguida debidamente apreciadas por don Julio Ca-
sa¡es en su proyecto del nuevo Diccionario histórico Q9 7 y Ú48).
Pero pocos han reparado en que en aquel mismo diccionario Zo: hay
tsmbién una presencia de don Ramón que rebasa lo puramorte teóri-
co: según sus propias palabras, a él se debe que la revisión y la direc-
ción efectiva de la obra hubiera sido puosta por la editorial en la§
competentes manos de don Samuel Gili Gaya (cf. Seco, 1991b: 6). El
resultado de esta decisión es conocido de todos: uno de los mejores
diccionarios del español.
Pero el trato de Mcnéndez Pidal con la lexicografia práctica fue
más estrecho e inmediato. En primer lugar, su valioso Yocabulario
a
del Canlar de Mio Cid (1911) sigue siendo una de las fuentes m¡ás
importantes para la lexicogralia del español medieval. Después, en el
Cer¡tro de Estudios Históricos, él mismo encaminó a Gili Gaya a la
confección, luego lastimosamente inacabada, del monumental

' [Publicado cn Sin/ro r.lerss, Hoñenaje a María Josefa Canellada,


539471.
v1,
352 Diccionarios del siglo W Menéndez Pida§ el «Diccionario manual» de la Academia 353

I lexicográJico (1947-1960). Y sobre todo, en tomo a 1929, como q¡ Esta es la escueta noticia que dan las Actas de la Academia de
segundo tomo de los Orígenes del español, inició, junto con don Ra- cómo nació el proyecto del Diccíonario manual. No era la primera
fael Lapesa, la fundamental compilación, delicada y laboriosa, del voz que la Academia se planteaba una idea semojante, pero sí la pri-
Glosario del español primr?ivo (cf. Lapesa, 1988: 398-99,400 y 402; mera que la aprobaba. Tenemos al menos constancia del fracaso de
1991: 1l), la cual, continuada heroicamente por Lapesa con la ayuda las propuestas de 1814 (presentada esta por don Manuel de Valbue-
de Constantino García, esperamos no tardar mucho en ver publicada. na), 1816, 1818, 1828 (Cotarelo, 1928: 30-31) y 1853 (presentada por
Una primera redacción de esta obra se está utilizando ya, desdc hace don Rafael María Baralt; Acta 9.12.1853).
años, en la composición del Diccionario histórico de la lengua espa- ¿Por qué, al fin, se resolvía la Academia a publicar un tipo de
ñola. obra quo en alguna de las ocasiones anteriores habia sido rechazada
Otro paso dio Menéndez Pidal er¡ el terreno de la lexicografia por temor a la competencia que pudiera crearle a su propio Dicciona-
cuando, a finales del segundo decenio del siglo, asumió, para la edito- rio grande? Mi hipótesis, que ya he expuesto en otro lugar (Seco,
rial Calpe, la dtección de un diccionario de la lengua española (cf. 1993 [: capítulo 18 de este libro]), es que est¿ voz actuó como estí-
Pérez Villanueva, 1991: 299). El proyecto fue abandonado en 1920, ñulo de la iniciativa académica la aparición reciente, en 1912, del
cuando la obra todavía andaba lejos de su madurez; pero los materia- Pequeño Larousse ilustrado, adaptación española, redactada por Mi-
les de ella que he podido conocor pormiten ver que la idea era ambi- guel de Toro Gisbert, del Petit Larousse (1906) de Claude Augé. Era
ciosa y que bien pudiera haber desembocado en un diccionario gene- un diccionario popula¡, modemo, atractivo, cómodo y económico, sin
ral superior a todos los de su momento. dejar de ser solvente, que pronto se abrió camino en el mercado (solo
Y está, por fin, la intervención de Menéndez Pidal en dos tareas dos años después de aparecido se publicaba la segunda edición) y
lexicográñcas de la Academia Española. Una fue su labor como po- empezó a adueñarse de wr sector de público que la Academia parecía
nente de la edición 15.'del Diccionano común, que se publicarla en tener desatendido. Era lógico que la Corporación pensase en frenar a
1925, Otra, el trazado de una de las realizaciones más interesantes de oste pequeño y «agresivo» competidor oponiéndole otro peso ligoro
la Academia en este siglo: el Diccionario manual e ilustrado de la con la superioridad inicial de llevar el marchamo de la Academia.
lengua española, que aparecería en 1927, Es de esta obra de la que Nada sabemos del contenido del Plan leído por Cotarelo en 1915.
me ocuparé aquí especialmente. En cuanto a la organización del trabajo, la información que poseemos
¿Cómo surgió la idea de estc nuovo diccionario? En la sesión os poco menos somera. En junio de 1915, el Di¡ector expuso la con-
académica del 20 de mayo de 1915, el Di¡ector de la Corporación, veniencia de dividir la preparación de la obra en varias secciones, con
l
i don Antonio Maura, anunció sl propósito de publicar un diccionario i
una ponericia para cada una dc ellas. Él mismo se ofreció como po-
!
manual e ilustrado, cuyo Plan fue leldo a continuación por el Sec¡eta- nente en la sección de Sociologla y Derecho, y propuso para análogo
l

I rio, don Emilio Cotarelo. Tras algunas observaciones de don Francis- papel en otras secciones Bellas Artes, Americanismos,
-Ciencias,
Frases Hechas, Barbarismos, Marina, y Blasón y Heráldica- a ohos
co Commelerán, contestadas por el Dirgctor, por dolr Francisco
Rodriguez Marín y por don Ramón Menéndez Pidal, la Academia diez académicos (Acta 17.6.1915). Como se ve, se trataba de r¡n en-
aprobó el proyecto y autorizó al Director para organizar los trabajos foque en que se mezclaban la base lingüística y la extralingüística, y
I
I preparatorios y la distribución de las tareas. en él no se pensaba en una sección central de redacción lexicográfica,
sin duda por entender que esta tÍu€a correspondía, según lo tradicio-
I
354 Diccionarios del siglo W ¡{enéndez Pídal } el «Diccionario manual» de la Academia 355

nal, al pleno de la Corporación. No obstante, no es imposible que t¿¡ do la exclusiva de publicación del Diccionaio vulgar, incluye en el
sección ya estuviese prevista en el Plan inicial que no ha llegado acuerdo la del Manual. Y dos años mas tarde - aún no terminado
hasta nosotfos. aquel- se firma el contrato de este, en el cual se estipula que Calpe
En las Actas de aquel mismo año y de los siguientes hay noticias efectuará una tirada de 100.000 ejemplares (Acta 28.6.1922): cifua
esporádicas del examen de cédulas para el Diccionario manual Íuy impof¿nte para su tiempo, y sobre todo en comparación con la
método clásico de la redacción académica-, pero ningún dato acerca
-el convenida en 1920 para la l5'' edición del Diccionario vtlgat
del funcionamiento de las secciones establecidas por el Director, No (30.000 ejernplares). Debemos considerar, además, que se trataba de
es probable que fuese muy intensa la atención de la Corporación a una obra cuya futura aceptación por parto del público era natural-
esta obra, pues le interesaba primordialmente no retrasar la prepara- mente una incógnita. Es evidente que tanto por parte de la Academia
ción del Diccionario grande. A finales de 1919, el Director leyó unas como de la editorial se habían depositado en ella grandes esperanzas.
Bases para la revisión y publicación «inmediatar» de esta última obra. En el mismo sentido habla una cláusula en la que «Calpe se obliga a
Entre las medidas que se aprobaron figuraba el establecimiento de rm consumo mínimo anual de diez mil ejemplares, si el precio de
una Ponencia extraordinaria de tres académicos que serían elegidos venta del Diccionario no pasa de diez pesetas en rustica, y por cada
entre quienes pudieran llevar a cabo la revisión general <<con mayor aumento de dos pesetas que este pudiera sufrir se reduciria aquel nú-
l.
eficacia y prontituór; cada uno de ostos ponentes sería corrector de la mero de consumo en mil ejemplares»
tirada del Diccionario er la paíe por él redactada (Acta 13.1 1.1919). Entre los restantes puntos que se estipulaban en el contrato figu-
La Comisión extraordinaria, designada pocos días después, es- raba el compromiso de la Academia de entregar el original del dic-
taba constituida por Menéndez Pidal, Alemany y Cotarelo (Acta cionario para su impresión simultanea a la del grande.
20.11.1919). Y de la diligencia con que se puso a trabajar da idea la Sin duda coincidiendo con la firma del contrato, se encomendó a
prontitud con que expuso al Pleno las nuevas Bases para la prepara- don Ramón Menendez Pidal la nueva redacción del Plan para la com-
ci6¡ del Diccionario (Acta 11.12.1919). posición del Diccionario manual. Et la junta de 19 de octubre leyó
He aquí, pues, a don Ramón comprometido de manera conspicua Menéndez Pidal el texto que a continuación reproduzco, tal como fi-
en el quehacer del Diccionario común. Paralelo a esta implicación es gura en el Acta, y que fue aprobado en la misma sesión:
el abandono, por estas fechas, del diocionario que Menendez Pidal El Diccionario Manual será reducción del Vulgar, con las si-
había empezado a dirigir para la editorial Calpe. En abril de 1920, la guientos mudanzas:
Academia compra a la editorial 90.000 pesetas- todo el mate-
-por
rial reunido para este proyecto (Acta 15.4.1920).
l. Supraiones. Se eliminarán dol Manual:
Lo Las voces anticuadas o las muy desusadas.
En la misma fecha de esta operación la Academia contrataba con 2.' Las remisiones encabezadas con <<Vóase»»; por ejemplo, cn el
Calpe la próxima publicación de stt Diccionario, comprometiéndose a artlctslo Escolá.stico, el «Véaso Teología escolástica»'
entregar el original antes del 31 de diciembre de 1922, y obligandose
la editorial a ejecutar la composición, tirada y encuademación dentro
¡ la primera vcz que aparece anunciado el Diccionario natual et las páginas de
de los doce meses siguientes.
c'¿bíerÁ del Boletín de la Real Academia Españolt (XVI, c\Ld. 76, febrero 1929) se
Con esta preocupación, era de temer que la Academia arrinconara
da el prccio en tcla: 20 pesetas. No sabemos cuál scrfa el precio corresPondiente en
el Diccionaio manual. No fue así. Cuando acuerda la cesión a Calpe nistica, aunque sin duda rebasarfa las 10 pesctas.
356 Diccionarios del siglo XX Menéndez Pidally el «Diccionario manual» de la Academia 357

3." Las ftases sencillas, consowando las quo necesiten explica- americanismos, o el de recoger voces corrientes no aceptadas por el
ción. Diccionario grande de la Academia. Pero Larousse, a diferencia del
4.o Los ref¡anes todos, conservando solo los que sirvan de cjem- Manual, incluye selectivamente usos anticuados y refranes, y aporta
plo en alguna acepción, pues estos deben ser preferidos a los por su cuenta sinónimos y antónimos. No hay que olvidar, por lo de-
ejemplos arbitrarios.
más, el carácter de diccionario enciclopédico declarado en la portada
ll. Alteraciones. 1." Las etimologías complicadas simplificarlas, o del Pequeño Larousse, frente a la condición de diccionario de len-
declarar más wlgarmente otras,
gta del Manual.
2." Evitar las remisiones oscuras; por ejemplo, en vez dc «Espo-
lón: Tajamar,2.' acepción», poner <<Tajamar del puente>».
El hecho de que en 1922, siete años después de la exposición del
3." Abreviar mucho las dofiniciones de plantas y animales, espe- primer Plan, hubiese sido necesario redactarlo de nuevo podría deno-
cificando, por ejemplo, solamente el género a que Pertenecen y sobrc t¿r rur funcionamiento poco satisfactorio del anterior; pero no tiene
todo los usos vulgarcs, comerciales, industriales, ctc., quc tenga[n]. por qué ser necesariamente así: la revisión de planes es p€rfectamente
4.'Abreviar los tecnicismos más recónditos o de menos curso en normal cn cualquier proyecto lexicográfico. Los rasgos con que ahora
el habla corriente.
se determina la fisonomía del Diccionario manual son sumamsnte
lll. Adiciones. l.o lndicar entre corchet€s las observaciones gra- nítidos, aunque, como es nahral, su realización, lejos de ser mecáni-
maticales que se crean útiles para el público que no consulta la ca, habrá de exigir continuamente decisiones concretas, que solo po-
gr¿mática. En especial: a) la conjugación inegular; b) los plurales
d¡án ser asumidas por r¡n cerebro director, un «ponente», como se ha
irregulares; c) observaciones acerca del género dudoso; d) observa-
ciones acerca del régimen y construcción.
dicho tradicionalmente en el lenguaje académico.
2.o Voces incorrectas censuradas, las cuales llcvarán Ia voz co' ¿Quién fue el cerebro dúector? Sabemos perfeclamente quiénes lo
rrecta al lado. fueron en las ediciones segunda (1950), tercera (1983-85) y cuarta
3.' Extranjerismos usuales [sic, por usados] corientomente, indi- (1989) del Diccionarto, pero en ningún sitio se nos informa respecto
cando, cuando sca posible, la palabra proPiamente española quc los a la primera. Que Menéndez Pidal fuese el mentor de la obra, después
sustituy€,
de haber redactado su Plan, creo que hay que darlo por bastants segu-
4." Voces corrientes que no hay motivo para censurar, pero quc
por cualquier causa la Acadcmia vacila respccto de su admisión o las ro. En cambio, que la dirigiese «a pie de obrar», día a día, parece harto
rcchaza por ser muy nuevas. improbable. En primer lugar, como hemos visto, Me¡léndez Pidal ha-
5.'Voces dc jcrgas cstudiantil, militar, Política, de negocios, ctc. bía abandonado definitivamente, dos años atras, el proyecto de dic-
6." Tecnicismos no admitidos por la Academia por demasiado cs- cionario de la lengua española que bajo su di¡ección tenía previsto
pccial€s, p€ro que se crca deben cxplicarse al prlblico; por cjcmplo, publicar la editorial Calpe, y no parece muy verosímil que casi inme-
todos los rechazdos hace poco de la Lcy de Reclutamiento Militar. diatamente después tomase el timón de una empresa, en el mismo
7.o Provincialismos y americanismos quc por muy limitados no sc
campo, miís modesta y menos lucida. En segundo lugar, es necesario
pusieron en el Diccionario grande. (Acta 19.10.1922).
considera¡ que la misión especial que, con Alemany y Cotarelo, tenía
encomendada desde 1919 de revisar el Diccionario gande debía ab-
Ciertamente, en este perfil del futu¡o diccionario no faltan simili'
sorberle lo suficicnte para no dedicar una atención demasiado inme-
tudes con el Pequeño Larousse, aparto, claro ostá, del carácter de
diata al pequeño. Ni siquiera cuando se publicó el primero (1925) de-
ilustrado. Así, el hecho de señalar los ba¡barismos y extranjerismos, o
bió de quedarle a Menéndez Pidal mucha holgura académica para
1 el de resolver dificultades morfológicas, o el de inclui¡ abundancia de
358 Diccionaios del siglo fr ¡{enéndez Pidal Y\et «Diccionario manual» de la Academia 359

sión propiamentc española que debe sustituirlos. ICJ Plan' II' 2'' y
cuidarse del segundo, puesto que, enseguida, Por fallecimiento de
3. f. (Academia, 1927: vu-vru)'
Maura, hubo de hacerse cargo de la Di¡ección de la Casa.
Sabemos, por Julio Casares (1948a: 217), We los «apremios edi-
Una característica esencial, nahralmente, y qus por no afectar di-
toriales» motivaron una «intervención mercenariar» en la preparación
rectamente al texto no se mencionaba en el Plan' es la presencia de
del Diccionario manual; es decir, que en esta operación el desconoci-
«ilustraciones gáficas que suplir¡in con ventaja la brevedad de mu-
do académico ponente se ayudó de cierto número de colaboradores no
chas definiciones».
académicos, contratados para el caso, La misión del anónimo equipo No se explicitan en la Advertencia otras c¿¡¡acterísticas que, sin
fue ejecutar en plazo breve las di¡ectrices propuestas en 1922 por embargo, también responden al PIan, como la supresión de las remi-
Menéndez Pidal y aprobadas por la Academia.
siones con Z' (= véase) (cf. Plan, I, 2.'), la supresión de los refranes
El Plan de Menéndez Pidal se cumplió, en general, sn todos sus (cf. Plan, I, 4.') y la sustitución de remisiones con número de acep-
términos. Publicado el Diccionario en 1927,1a Advelencia con que ci6r (<tajamar,2.' acep.») por otras con complemento especificador
se abre expone sus principales características: (<tajamar del puente») (cf. Plan, II, 2.').
[] Este Diccionario Manual es un resumen y a [a vez un suple- Únicamente de dos puntos del Plan se proscindió de modo siste-
mento de la decima quinta edición del Diccionario de la lengua cspa- ñático. El relativo a la simplificación de las etimologías (II' 1.") no se
ñola que la Academia acaba de publicar. [...] Inspirándose cn los aplicó, sencillamente porque todas las etimologías fueron eliminadas'
mismos principios que sirvieron para revisar esa edición décima Tu-po"o se incluyeron observaciones sobre régimen y construcción
quinta, el presente Manual añade ari,¡r muchos regionalismos, asl de (m, 1." d), sin duda porque en determinados verbos de alto índice de
España como de Aménca.ICJ Plan, III, 7."1. t,,,)
frecuencia esto hubiera obligado a refimdi¡ la microestructua, y on
[2] La edición décima quinta también procuró ya, más que las muchos otros casos hubiera roclamado estudios de primera mano que
anteriorcs, acoger gran parte de los vocablos, corrientes o t&nicos,
usuales entre personas ilustradas y que por causas varias no habfan no solo habrían ido más allá de las pretensiones del Diccionario, sno
recibido todavfa la sanción académica. El pr€sente Manual añade aún más allá del tiempo disponible p¿¡ra su preparación. En ambas omi-
muchas oFas voces comunes o técnicas, que no hay motivo para cen- siones se trata, claro está, de acuerdos que debieron de toma¡se con
l surar, pero que la Acadcmia no quierc acogcr en su Diccionario genc- posterioridad a la fecha del Plan'
ral, fundada, las más veces, en que son voccs demasiado recicntes y Es de suponer que la premura del tiempo fuese el motivo de que
no puede presumirse si llcgarán a arraigar en el idioma. lCf, Plan, III, no se cumplieran al ciento por ciento los principios adoptados' Son
a: y 6.\. [...1 relativamente frecuentes las remisiones a número de acepción: en una
[3] Este Manual abrevia muchas definiciones dcl Diccionario exploración no exhaustiva de 43 páginas (1402 a 1444) encuentro un
grande y suprime las voces anticuadas o desusadas. [Cf, Plan, II, 3." y
L t'1' 2lpor ciento de casos de remisión numérica frente a la remisión ver-
[4] Por otra parte, entra en poÍncnorEs extraños a dicho Diccio- bal. también, ocasionalmente, han permanecido algunos refranes y
nario, pues da norma para el uso de algunas voces dilicilcs, asl como algunas etimologías, Hay cierta irregularidad en las indicaciones de
para la conjugación de los verbos irregulares y para la formación de plurales «dificiles», faltando en algunos casos de verd¿dera necesi-
los plurales anómalos.lCf,, Plan, III,l.l. dud, en baobab, carácter, cinc, clímax, club, hipérbaton, lílac,
[5] Incluye también los vocablos incorrectos y los extranjerismos "otno
mamut, régimen. Y se omite la conjugación de algunos verbos irre-
que con más frecuencia se usan [...], poniendo en su lugar la expre-
gulares; por ejemplo, concluir, contender, contener, ocluir.
360 Diccionarios del siglo )§( Menéndez Pidal ) el «Diccionario manual» de la Academia 361

La exclusión de voces anticuadas o desusadas se ha llevado a ca- tes y asteriscos, el Diccionario mar¡u¿l ofrece una imagen mucho más
bo atendiendo a las indicaciones de esta condición que aparecen en el i.uí qou Diccionario oficial, del léxico español vivo e¡ el año
Díccíonario lulgar. Si, a pesar de la voluntad del Plan de suprimir to-
"l
1927.- Muchas voces que en esa fecha aparecon denÍo
del Manual
la datación más antigua de
da suerte de arcaísmos, se mantienen en pie muchos de ellos en el con dichas marcas cautelares r€prcsentan
Manual, no es por culpa de los redactores de este, sino de las graves lur -ir-", en la lexicografia académica. Es el caso, por ejemplo,
ma-
deficiencias de señalización del Diccionario grande (cf. Seco, 1988a: de áar, no acogido en el Diccionario oficial hasta 1947; autobús,
ha§ta 1970 (el último, en la
565 [= capítulo 4 de este libro, págs. 78-79]). Sea como fuere, el ali- rrón (color) y- smoking, no reconocidos
forma esmoquin); baltet y snob, no acogidos oficialmente hasta 1992
geramiento de un número considerable de voces y acepciones anti-
cuadas es un factor «negativo» de modemidad en el Diccionario ma- (el segundo, en [a forma esnoá).
' fámUi¿n en algunos detalles metodológicos ha sido pionero el
nual, cotr el cual se marca ya una distancia importante respecto al
Diccionario común, El factor «positivo» de modemidad lo constitu- Diccionario *oruál. Alg*u de las ca¡acterísticas suyas han sido
yen las voces y acepciones que, aunque usuales en la lengua culta y posteriormente adoptadas por el Diccionario común' La supresión de
no censurables, no han recibido la sanción académica, y que sin em- ios refranes ya figuraba en el proyecto de diccionario ma¡rual
-que
de Valbuena en 1814 (Cotarelo, 1928: 30); que fue defendida para el
bargo el Manual no deja de recoger, señalíndolas con un corchete.
Con este mismo signo distingue los provincialismos y americanismos graode, sin éxito, por el P. Mi¡ cn l9l0 (Acta 10.11.1910), y que fue
que tampoco han encontrado albergue en el Diccionario grande. El lo"rt" "n práctica desde su primer fascículo, en 1960, pot el Diccio-
método de acopio de estos últimos elementos, los americanismos, iario histórico, de acuerdo con la razonada opinión de su Di¡ector
acogidos en cantidad quizá excesiva y con cierto desequilibrio (p. ej., (cf. Casares, 1950a: 198)- al fur pasó a ser norna del-Diccionario
43 voces de Honduras frente a 7 de Venezuela; cf. Seco, 1993 [= ca- vutgar desde su edición 19.', de 1970. Y la sustitución de remisiones
pítulo 18 de este librd), ha suscitado las únicas crlticas de importan- con-número do acepción por remisiones con complemento especifica-
cia recaídas sob¡e el Manual (cf. Casares, 1948a: 276; Academia, dor t¿mbién es nonna del Dicctonario desde esa misma edición de
1950: o<; v., an general, Werner, 1984). 1970, para ovitar los graves riesgos que la remisión numérica entra-
Pero también hay que anotar en la vertiente de la modernidad po- ñaba (cf. Casares, 1947a: 174).
He aqul, pues, la fisonomia, diseñada por Mcnéndez Pidal, de este
I
sitiva de este diccionario las voces y acepciones que, censuradas por
el criterio purista de la Academia y por tanto excluidas del repertorio Diccionaiio <<poqueño» de la Academia, que durante largos años, cn
grande, son incluidas aquí con las notas de «barbarismo», «galicis- varias edicionis y muchas reimpresiones, ha desempeñado un papel
mo», <<anglicismo», etc., y marcadas con un asterisco que previene destacado en la educación y la cultura de los españoles; papel que en
contra su uso. (La idea de dar cabida a los barbarismos «más fre- los últimos años ha decaldo, hasta casi eclipsarse, a causa de la pérdi-
cuentes entre person¿u¡ de cierta instruccióo>, marcándolos con a§te- da de interés por parts de la misma Academia, quien casi parece ha-
risco, ya figuraba entre las Bases propuest¿ls por la Comisión Menén- ber vuelto la eipalda a este benemérito hijo suyo2.
dez Pidal-Alemany-Cotarelo para la preparación de la edición 15.'del 2 Agradezco cordialmcritc s Elvirs FcrnÁndcz dcl Pozo, a¡chivo¡ dc la Re¿l Ac¿-
Diccionario común [Acta 11.12.1919]; pero, aunque las Bases fueron
rbmia Éspañola, y a Ma¡la dcl Carmcn Frámit, auxiliu dcl Scminario dc l'cxicograña,
aprobadas, este punto concreto no llegó a cumplirse). A pesar de la la amabilidad co; quc facilit¡¡on mi trabajo cn la consulta dc la§ Acta§ Mi
gratitud
finalidad policial de estas inclusiones, el hecho lexicográficamente también a Jutián Gineno, colaborador dcl Semina¡io dq t cxicograña, quc mc dio [a
relevante es que, a pesar de fodo, se registran, y que, con sus corche- pista del fallido diccionario manual propucsto por Bar¿lt.
363
El léxico hispanbamericano
para la
suetudina¡io del léxico español, con un innegable beneficio
es negati-
unid¿d del idioma. Pero también la presencia de su historia
va para el Diccionario, pues en é1, en su versión actual, son visibles
a
vestigios de metodologías y criterios lexicográficos pertenecientes
mano sn
las diversas generaciones de académicos que han puesto su
la redacción de la obra. La inercia de esos métodos y criterios actua
precisamente en detrimento del lado positivo de la historicidad del
biccionario, que es su papel de referencia en la unidad de la lengua
20
española.
EL LÉXICO HISPANOAMERICANO EN La acusación de centralismo dirigida contra el Diccionario de la
LOS DICCIONARIOS DE LA ACADEMIA ESPAÑOLA. Academia es global: se hace recaer tanto sobre la última edición co-
mo sobre el Diccionario de autoridades de 1726-1739 ' Ahora bien,
los juicios que se emiten sin perspectiva histórica rara vez son
acefa-
dos. Censurar a la Academia del siglo xvr¡r el haber tomado como
1. Una de las mil acusaciones habituales co¡tra el Diccionario de
norma el buen uso de la Corte, con el refrendo de los «buenos escrito-
la Academia Española es la de centralismo, La acusación, claro estií,
res», es ignorar cuiíles eran las ideas lingüísticas y' por tanto,la
prác-
se presenta en diversas formas y matices: desde los que lamentan la
tica habitual en la lexicografia de su tiempo. Los dos diccionarios
escasa atención a una, o varias, o todas las zonas periféricas con res-
mas reputados en la Europa de aquel momonto, el de la Academia
pecto a Castilla, hasta los que denuncian un punto do vista rigurosa-
Francesa (1694) y el de la Accademia della Crusca en su tercera edi-
mente <<egocentrico» en la compilación y rovisión del Diccionario. por cierto, muy tenidos en cuenta por los
ción (1691)
Como no soy amigo de polómicas, empez-aré diciendo que todos -modelos,
académicos españoles-, tratan de registrar, respectivamente, el uso
tienen razón; no solo por amor a la paz, sino porque conozco de cerca
de las gentes bien educadas de París y el de los grandos clásicos flo-
el Díccionarto, tanto en su edición vigente de 1984 como en las 19
rentinoi. Ninguno de los dos abre sus puertas a elementos léxicos
anteriores, e incluso, un poco, en la próxima, cuya aparición esta pre-
procedentes de áreas distintas de las previstas. ¿Qué iba a hacer el
vista para el año 1992.
iiccionario español sino atenerse al dechado cortesano y literario? Y,
La raiz de esas acusaciones es!í, a mi juicio, et qte el Dicciona-
sin embargo, añadió algo que no figuraba on los ilustres modelos ex-
rio de la Academia es un diccionario con historia. Es una obra en la
hanjeros: la incorporación de numerosos <<provincialismos»' Au¡ora
que opera constantemente el peso de su propio pasado. Esta presencia
Salvador ha contado en el Diccionario de autoridades un total de
es ciertamente positiva, en la medida en que el mantenimiento de una
1400 voces con localización geogrífict, que vienen a constituir un
tradición ha afianzado al Diccíonario como punto de referencia con-
3,7Yo de su caud¿l. Hay voces con la nota de aragonesas, andaluzas,
murcianas, americanas, gallegas, valencianas, catalanas, castellano-
' [Comunicación lelda po¡ el autor, como ¡epresentantc dc la Rcal Academia Es- leonesas (inc§endo la Montaña), riojanas, vizcaínas, extremeñas,
pañola, en el Primer Coloquio sobre kxicografia del Español de América, cclebrado
nav¿ur¿¡s, y correspondientes a la modema Castilla la Nueva
(inclu-
en Bogotá del 2l a[ 25 de Ear¿o de 1988. Se pubticó cn Solelíx de lq Real Acadenio
yendo las particulares de Madrid) (Salvador Rosa, 1985)'
Española, LXYlll, 1988, 85-981.
-l
364 365
Diccionarios del siglo XN Et léxico hispanobnericano

La critica al Diccionario español por haber seguido la línea de los tor de la Academia, Juan Manuel Fernández Pacheco, había nacido
mejores de su época, por t¿nto, no es justa; y es doblemente injusta €n Navana! (Cotarelo, 1914: l9).
porque precisament€ ignora la realidad de que el nuestro avanzó so_ El hecho de que la inclusión de provincialismos fuera irregular en
cien-
bre ellos al haber dado cabida a voces regionales, no cortes¿rnas, no su distribución y cn su calidad no quita validez a la importancia
literarias. Lo hizo además con una objetividad que todavía estaría au- tifica del propósito expreso de la Academia de llevar a cabo tal inclu-
del
sente en una obra maestra posterior, el Diccionaio de Samuel John- sión (cf. iráaaro Carretcr, 1972:27). Los defectos en la ejecución
son (1755). prop¿sito, debidos a la enorme desproporción entre la magnitud
Ante esta realidad, decir, como ha dicho alguien, que el Dicciona_ iet pt*, la urgencia de su realización y la escasez de medios de todas
rio de autoridades fue un diccionario compuesto <<por madrileños pa- clasis, no deben distraernos del hecho ciefo de q\e el Diccionario de
ra madrileños» (Salas, 1964) no pasa de ser r¡na licencia poética. El la Academia no se quiso encerral en una norrna lingüística estrecha
sustentador de esta opinión hubiera tenido que enfrentarse a los pro_ como los otros grandes diccionarios de aquella Europa. ¿Cómo, si no,
se explica que entre los provincialismos consigne, no ya las voces
pios detractores dieciochescos de la Academia Española, como Luis de

de Salazar y Castro, que escribía; «Entre todos [los académicos] for- Andalucía o de Murcia, sino las de Madrid?
man una tal variedad, que se pudiera poblar el Arca de Noé. [...] y
digo variedad porque dificilmente se hallará entre ellos dos que sean 2. El primer Diccionario académico encuadraba, naturalnente,
originarios castellanos, y hay alguno que ni vecindad tiene en España. entre los provincialismos las voces de América, como pertenecientes
[...] No sé yo con qué aliento emprenden corregir la lengua castellana al español hablado en unas tierras de la corona de España. En los dic-
italianos, gallegos, extremeños, andaluces y gente originaria de reinos cionarios generales, el primer paso de esta acogida ya lo había dado
extraños. [...] La propiedad del idioma de cada país estuvo siempre en el siglo anterior Sebastián de Covam¡bias (1611), por no mencio-
vinculada a su corte. [,..] Atreverse un gallego o ma¡agato que se crió nar, aún más atrás ,la célebre canoa de Nebrija (1495). Pero, así como
2,
en miseria, con u¡ acento más áspero y más duro que su tierra, a en- Covam¡bias se fija solo en los nombres de realidades indígenas el
mendar las expresiones cortesanas, es cosa que merece carcajadas. y Diccionario de autoridades, con criterio limpiamente lingüstico,
pensa¡ r¡n andaluz o extremeño que [...] han de ser compadres de los anota las palabras para todo tipo de realidades o comu-
-pe€uliares
castellanos y los [s¡c] han de pulir el lenguaje, sin haberse corregido ües- y de cualquier procsdencia -indígena o española- que dis-
el provincial vicio de que la h seaj,la c, s y otros semejantes, es una tinguen el español de América del de Europa. No incurre e¡r la confu-
de las aprensiones más ridiculas que puedsn caer en la satisfacción sión de algunos lexicógrafos de nuestro siglo que catalogan como
propia»r. americanismos voces como chocolate tan solo porque su étimo es
En efecto, la procedencia de los académicos que prepararon y lle- americano y sin tener en cuenta que su empleo pertenece al español
va¡on a cabo el Diccionario de autoridades era muy diversa y hasta general (cf. Haensch, 1980: 79; Haensch / Wemer, 1978: l3)'
inclula un sardo Bacallar-. ¡El mismo fundador y direc-
-Vicerite
(1984; 3l) (corrfjansc cn Bohórqucz dos crrorcs: sc da a Cova-
'¡Cf. Bohórqucz
I Luis dc Sal.z¡r y C¡sto, Jomado de los cocáar (lil4), cit. por Emilio Cot¡¡clo m¡bias como ¡ombrc dc pila cl dc su hcrmano Juan, y a su obra conrc lugar dc publi-
(1914:96). cación Barcclona). Véasc también l,opc Blanch (1977)'
366 Diccionarios del siglo )e 367
Et léxico híspan&mericano

Jesus Gútanberg Bohórquez, que ha realizado un buen anrálisis de 3. Un siglo después del Dicc ionario de autoridades, el Nuevo dic-
la ac-
este sector del Dr'ccionario de autortdades @ohórquez, 1984: 4l-66), cionario de Vicente Salvá (1346) da un gürn p¿§o adelante en
registra un total de 16E americanismos, cifra que difiere de los 127 titudde la lexicogmfia española arite el americanismo. Es el de Salvá
cl primer diccionario español que a mcia en su portada la acogida
contabilizados por Au¡ora Salvador Rosa (1985: 133)3. La discrepan- de
cia, debida a diferencias metodológicas, apenas tiene interés para no- (muchas» voces, acepciones, frases y locuciones americana§' No se
sotros. Lo que nos importa es una pregunta: esta cifra en tomo al cpntenta con la parca presencia congelada cn los diccionarios acadé-
centenar y medio ¿refleja el peso real del Nuevo Mundo en la lengua micos desde el de Autoridades, sino que aporta su esfuerzo personal
española de la primera mitad dol siglo xvru? Aunque un número infe- para onriquecerla, <<Es casi total en la introducción- la omi-
rior a 200 da a primera vista una idea pobre de ese reflejo, es indis- -dice
lot diccionarios académicos] de las voces que dosignan los
rión ¡*
pensable, para valorarlo, confrontarlo con el número total de entradas productos de las Indias orientales y occidentales, y m¡i§ absoluta la de
del Diccionario: 37.600, segun Lázaro (1972t 55). La proporción os- los provincialismos de su§ habitantes; y ninguna razón hay para que
cila entre el 0,33 y el 0,,14 por 100, segrln sea el cómputo considera- nuestros hermanos de ultramar, los que son hijos de españoles y ha-
do. Teniendo en cuerita que el total de los dialectalismos computados blan y cultivan la lengua inmortalizada por tántos poetas e historiado-
por Ar¡rora Salvador Rosa constituye un 3,7yo del caudal del Diccio- res, no sean llamados a la comunión, digátnoslo así, del habla caste-
nario, los americanismos signihcan dentro del grupo entre un 8 y ul llana con la misma igualdad que los peninsulares» (Salvá, 1846: xw)'
12%, proporción solo inferior a los provincialismos de Aragón, An- Esta preocupación igualitaria de Salvá es una réplica anticipa-
dalucía y Mu¡cia. Creo que el balance no es despreciable, sobre todo
-que
los dueños del idiomar», de Cla-
da al famoso <rl-os españoles somos
si se tienen presentes, en primer lugar, las dificultades de tipo general rín- va enlazada al hecho de quo su libro se destina especialmente a
que afectaron a la redacción del Diccionario; on segundo término, las América. Por primera vez, de manera explícita, se cuenta con los hi§-
dificult¿des concretas de documentación directa respocto al español panohablantos de América y Filipinas no §olo como usuarios de la
de Américaa; y, por último, el relieve todavía escaso con que la per- iengua, sino como usuarios del diccionario y destinatarios inmediatos
sonalidad de las letras y la cultura hispanoamericanas encontraban de é1.
eco en la socied¿d española. Por desgracia, el esfuerzo de Salvá no logró dentro de su propia
obra el resultado deseado. Fue escasa la cosecha obtenida de corrss-
ponsales o do informantes orales, y hubo de acudt en buena medida a
fucntes impresas. Entraría en ellas, sin dtda, el Diccionarío de voces
cttbanas, de Pichardo, cuya primera edición se había publicado en
' Antcriormcot!, okos sutorw -I¡p6a, Bucsa, Morínigo habían dado la cifta
- 1836, inaugurándose con este repertorio la tradición de nutrir la re-
dc unos 150 ¡¡ncric¡nismos; cf, Wcmc¡ (t983; 1076).
presentación americana en los diccionarios españoles a base de glosa-
Es cicrto quc no sc aprovccharon cn la forma dcbida ni la litcratura ni los glooa-
'
rios y8 cxistcntcs (cf. Bohórqucz, 1984: 5,1-55); pcro cl pro@dimiento scguido cn cl rios regionales no siempre de la máxima solvencia.
Diccionario de auloridades para la rccogida dc provincialismos fuc cl dc la informa- La atención especial al amoricanismo fue imitada de Salvá por
ción pcrsonal; y ¡cspccto ¡ Améric¡, aunquc hubicra podido haccrsc cxccpción, ro sc
muchos de los diccionarios que le siguieron, pero limirándose prácti
hizo. Pa¡8 ¡a comata v¡loración dcl método scguido por cl Diccionario de aulorida-
de,r cn la rccogida dc ¿mcricanismos debc vcrsc Wcmcr (1983: csp€cisLrcnte 1080-
camente a ponerla como cebo publicitario. Solo algunas obras apare-
8l). cidas en tomo a 1900 hicieron auténtica y su§taocial esia aportación;
ril I

369
368 Diccionarios del siglo )e fl lexico hisPanÁmeri cano

en 1874 de la imprecisión con que el Drccio


nario dela Academia Es-
por ejemplo, el Diccionario enciclopédico de Zerolo,Isaza y Toro y pro-
Gómez (1895), uno de cuyos directores era precisamente hispano- oañola localizaba geográficamente los americanismos: «Ciedos
tÁ"iutit*o,
americano; y el Pequeño larousse ilustrado, de Miguel de Toro Gis-
qu" ti"ná nota genérica de americanos -decía- de-
bert (1912). Esta rlltima obra, generosamente imitada (sin confesarlo) ü"o signo que especifique la comarca a que están ci¡cunscritos'
ff"r.
por otros reputados diccionarios manuales, también fue seguida por Le"r", pot ei gala: 'En América, el obsequio que se hacc
"J.-pL, Soaot ameicanos y no conocemos tal
ellos en la acogida de americanismos, con lo cual se llegó a la curiosa ¿-4" aona¿.',
""" "t". La protesta de
situación de ser más ricos en este sector del léxico los diccionarios JepciOn sino por el Diccionario» (Cuervo, 1874: 63)6'
manuales que los de alto bordo. (Esto podemos comprobarlo hoy áiá*o n" sido escuchada (con cierto retraso): en las nuevas edicio-
¡es d"l »¡""¡onorio no solamente gala, en el sentido
citado' se cir-
dentro de la misma Academia Española, otyo Diccionario manual
contiene mayor número de entradas y acepciones americanas que el .uru..i¡" a las Antillas y Méjico, sino que muchas otras voces han
ha acertado
Diccionario grande5). sido sometidas a precisiones sernejantes' Ahora bien, ¿se
en los vocabula-
,i"*p." este ajuste? G¿la, efectivamente, consta
"n de
4, Más parsimonioso ha sido el movimiento del Diccionarto aca- rios ie Pichardo y Maceo y et el Diccionario de meiicanismos
démico en este proceso. La fundación de las primeras Academias lcazbtlcela,y lo da como puertorriqueño Malaret en l93l; pero tam-
Li¿, lo -o'tÁ Sa¡rdoval para Guatemala en l94l y Lisandro
Alvara-
americanas de la Lengua, empezando por la Colombiana en 1871,
debería
inicia una correspondencia fecunda sr¡tre estas y la Española, que se áo p*u V.rr"^"la en 1919. Es deci¡: en rigor, la Acade¡nia
haber anot¿do no solo «Antilla§ y Méjico» (mejor dicho: «Cuba'
traduce en un paulatino aumento en la cuota americana a partir de la
edición de 1884 (en cuyo prólogo la Academia Española agradece su Puerto Rico y Méjico»), sino también «Guatemala y Venezuelar»'
colaboración a la Colombiana, la Mejicana y la Venezolana). Pero Pero no acaba aquí la historia' En primer lugar, la definición aca-
-1803:
solo la edición de 1925 decla¡a una abiert¿ atención a Hispanoaméri- démica decía desde «Obsequio que se hace dando una moneda
alguna habi-
ca (cf. Alvar Ezquena, 1982b: 216). Para ello no solo aprovecha y re- de corto valor a una persona por haber sobresalido en
la aña-
conoce la cooperación de las Academias hermanas, sino los materia- lidaó>. Todavla en 1984 la defrnición se mantiene igual, salvo
les ofrecidos por los muchos vocabularios regionales aparecidos hasta didura de tres palabras: ((o como propinar»' Picha¡do e. Icazbalceta
fu"ro, lo, rlnicás que confi¡maron la definición académica' pero
ha-
ese momento en América.
en el sentido general de 'propina" Solamente este ha
Uno de los efectos más palpables de esta doble aportación infor- ci"ndo trit
""pie
mativa es la mayor precisión en las localizaciones geográficas. Tér- ,iao .""ogiao por los vocabulistas posteriores, con la-esPecializa-
"t
ción, en algrlos casos, de 'propina que da el padrino del
bautizo'' En
minos que antes aparecían como <<americanos>» ahora se concretarán
que pre-
como cubanos, argentinos, chilenos... Rufino José Cuervo se quejaba sogundo lugar, está el problema do la vig«rcia' Los textos
sáaba Icazbalceta eran, lógicamente, todos del siglo xD(' y, aunque

5 Cf. Crsarcs (1950a:303): <<El inteés dc la Academia por los localismos dc toda Santamaría ha aportado otros dos del r<, él mismo, en stt Diccionario
clasc, y dc modo cspecial por los de América, cs de fccha rclativamcntc rocicnte; pero general, allocalizar el uso en Méjico y Cuba, lo da como <<poco usa-
cmpczó a crccer con ritmo acelerado en las últimas cdicioncs del Diccionario grandc
hasta culmina¡ cn el Manual de 1927, dondc la proporción dc amcricanisnrcs cs ya gcncrsl do§dc cl
vqdadcrarncntc clnsidcrablc». Véasc también Wcmcr (1984: 530-51, cspccialmcntc
ó El uso co¡¡rntado por Cucrvo ñguraba como ¡msricanismo
;
5,t4) [y seco (1993 y 1994)]. ücciorlsrio de au,orido¿es. [Cf. cl capítulo l7 dc cstc libro]'
'1

I
I
370 Diccionarios del siglo fi El lexico hispandamericano 371

do yD). De Puerto Rico, Malaret muestra dos ejemplos, uno de 1788 y titud con que, por falta de apoyo oficial, van publicrindose sus nutri-
e.
otro de 1882. ¿No los hay miis modemos? 7. Para Cuba, Rodríguez ¿as páginas
Henera dice en 1953: «Poco o nad¿ se usa al presente [...]; debe con- , Por sorprendente que pueda p¿rec€r a algunos, la misma Acade-
siderarse anticuado ent¡e nosotroo»8. En cuanto a Venezuela, parece ¡ia, involuntariamente, contribuye por otro camino a la confusión de
significativo que no figure en el excele¡te Diccionario de María Jose- la información sobre los límites territoriales de unas y otras palabras.
fina Tejera. El único país respecto al cual no tengo pruebas contra la Hasta ahora me he referido a las localizaciones geográficas de las vo-
vitalidad de este uso de gala es Guatemala. ces americanas. Las regiones españolas también llevan en el Diccio-
En conclusión, resulta solo en parte correcta la información que tario comín sus respectivas marcas distintivas 10. Pero ¿qué ocurre
sobre esta voz da el Diccionario académico. Pero seamos hon¡ados: con las voces y acepciones que, siendo generales en España, son pri-
los diccionarios generales de americanismos tampoco podrían larzar vativas de ella, desconocidas o no usadas en América?rr. Esas voces
la primera piedra. Y tampoco los diccionarios españoles no académi- y acepciones ap¿uecen sn el Díccionario con la marca diatópica cero,
l oxactamente la misma que se asigna a las palabras de uso general en
cos han mejorado los datos de la Acadernia; por el contrario, los han
enredado. Así, María Moliner (1966-67), interpretando mal las abre- todo el mundo hispanohablante.
viaturas académicas <<Ant y Méj.» (= Antillas y Méjico), explica: La necesidad de distinguir unas de otras no se ha sentido en los
«anticuado y usado aún en Mójico»; y por otro lado, la misma abre- largos años en que tácitamente se ha considerado el Diccionario de la
viab¡ra Ant., reproducida con errata e¡ el Diccionario manual (1983- Academia Española como el diccionario de los españoles, que solo a
85), se ha convertido en And. (: Andalucía), y así se lee en la última manera de ((préstamo» se ponía al serricio de los de¡nás hispanoha-
edición del Diccionario Vox (1987) que nuestro término es de «An- blantes. Pero la creciente conciencia, sobre todo desde Salvá, de que
dalucía, Cuba y Méjico». la longua es de todos y quo la hacomos e¡rtre todos ha traído de la ma-
En este momento, el único diccionario general español que locali- no la conciencia do que también el Diccionario es de todos; concien-
za con precisión (salvo los orrores a que sin piedad suelen arraskarlo oia que se ha hecho explícita y hasta podrlamos decir que ha tomado
algunos dialectólogos hispanoamericanos) es el Diccionario histórico carácter oficial a partir de la creación de la Asociación de Academias
de la lengua española, que en todo caso justifica sus conclusiones de la Lengua Española12. Y lógica consecuericia de ese se¡rtt debe ser
exponiendo todas sus fuentes documentales y lexicográficas. Desgra- la exigencia de quo las palabras del español de España lleven en el
ciadamente, la enorme recopilación de datos contenida en este dic- Diccionario un distintivo, como lo llevan las de Chile o las de Méj!
cionario reúne, en tórminos absolutos y relativos, mayor nú-
-que
mero de americanismos que cualquier diccionario español de todos
e Pubticado por la Real Academia Española
el primer fascfculo en 1960, ahora
(marzo de I 988) está cn preparación cl fascículo I 8, qw llegará. haslz la voz ánina,
los tiernpos- tardará en ser aprovechable, dada la desesperante len- completando las 2468 páginas publicadas hasta cl momento. El plan general de la obra
prevé un total dc 250 fasclculos reunidos en 25 tomos.
¡0 Més
cscas¡s dc lo neccsario, según ha demoshado Salvador (1978-80).
rr Cf. tlaensch / Wemer (1978: 3): «Hay muchos elementos léxicos peninsula¡es
7
SegiLn mc comunica oral¡nonte el profesor Humb€¡to l,ópez Moralcs, no hay que no se ontionden cn ninguna o casi ninguna parte de Hispanoamérica, hasta tal
§oNtancia del uso actu¿l en Pucrto fuco dc gala con el significado citado. pr¡nto que s€ pod¡ía redactar un diccionario de 'peninsula¡ismos5».
t Dihigo (1974: s.v.) también duda de que la voz se usc, lo quc equivale a dccir ¡2 Cf, Lapesa (1964: 427): «Nuestro Dicciona¡io no debe ser cl
'Dicciona¡io de
que no tione noticia algu@ dc su existencia actual, Madrid', sino el de todo el mundo hispánico».
372 Diccionarios del siglo XX léxic o hi sp ano atericano 313
fil
co. A esta exigencia aludía ya sn 1912 Toro Gisbert cuando escribía: vacío. Tampoco basta la información complementaria aportada
por la
«Aún est¡in por hacer el Diccionario de la lengua española y el Dic- truova lexicografia regional americana, que exhibe hoy o
-realizadas
cionario de la lengua americanor (Toro Gisbert, l9l2b: 3). Y Dámaso en realizaciór¡- obras de calidad incomparablemente superior a las
Alonso, siendo director de la Academia Española, lamentó mas de do hace medio siglo (y que no necesito mencionar aquí, porque estárn
r¡na vez la falta de una marca distintiva pam los usos españoles no presentes algunos de sus principales responsables). La selección de
americanos. Bien es verdad que, por desgracia, la aplicación de es1¿ Lmpos, la difusión general o limitada dentro del respectivo país, el
marca (semejante a la que ya existe en algunos diccionarios ingleses nivel social, la caracterización diacrónica, la forma de la definición,
y
para señalar los usos exclusiva o principalmente bri!ánicos) es por otros muchos aspectos tócnicos, deben ser sometidos a un estudio ri-
hoy tarea sumamente dificil, dada la defectuosa información actual glrroso por parte de todas las Academias con la mira puesta en una
sobre el léxico español de uno y otro continente. uniformidad metodológica absolutamente deseable, y con ol fin de al-
canzar un acuerdo encaminado a tm registro más perfecto de los ame-
5. La principal vía de información de que dispone hoy la Acade- ricanismos en el Diccionario de la lengua española.
mia Española para la revisión de su Diccionario en cuanto al léxico Claro está que antes de llegar a esa deseada homogeneidad, es ne-
del español de América es, como hace un siglo, la colaboración de las cesario que la Academia Española someta el D iccionario en su estado
Academias hispanoamericanas. Por fortuna, esta colaboración se ha actual a una revisión severa encaminada a los mismos fmes. Desde su
potenciado notablemente e¡r los últimos decenios, gracias al decidido primera edición, este Diccionario ha sido objeto de adiciones, supre-
impulso que supuso la creación en 1951 de la Asociación de Acade- iiones y enmiendas parciales, nunca sistemáticas y nunca profundas.
mias y al funcionamiento activo, desde 1964, de su Comisión Per- Es preciso emprender una reelaboración en que, tanto en su macroes-
manente, canalizadora de todos los datos que, espontáneamente o kuctu¡a como en su microestructtra, el Diccionario sea reexaminado
solicitados por la Española, envían de manera constante a esta las a la luz de unos principios modemos y unitarios y dotado de una
Academias americanas. Cierto es que la cooperación aún no resulta coherencia básica con la que hoy no cuenta. Esta operación, real-
todo lo regular y fluida que sería deseable, pues la diligencia y buena mente dificultosa, habrá de llevarse a cabo partiendo del supuesto de
documentación do algunas Academias oontrasta con la moderación de que el deber primero y más especlfico do la Academia Española es
otras, escasas, sin dud¿, en medios materiales y humanos. Este dese- registrar adecuadamente el léxico del español de España, con sentido
qülibrio es detectable en las dos últimas ediciones del Diccionario realista, sustituyendo el viejo y arbitrario purismo por un concepto
(1970 y 198a), donde el notorio crecimiento del caudal americano se científico de norma. Las pautas de este registro habrían de ser sustan-
maniñesta especialmente en el léxico de los países que cuentan con cialmente las mismas para el español de América, cuya recopilación
las Academias más activas. debería corresponder Por entero a las Academias americanas, corrien-
Ahora bien, esta cooperación de las Academias, con ser extrema- do a cargo de la Española la tarea de coordina¡ y acoplar todos los
damente valiosa, adolece de un inconveniento que se puede descubrir materiales, los de España y los de las distintas Repúblicas, a una uni-
en la lectu¡a atenta del Diccíonario académico: la carencia de una ac- dad superior.
ción coordinada, la falta de una unidad de criterio y de unos princi- Lo dicho supone una dura exigencia para todas las Academias a
pios metodológicos comunes. El alto nivel científico de los depafa- ambos lados del Atlí¡tico, Por lo que toca a la Española, en esto mo-
mentos lexicográficos de algunas Academias no basta para suplir este mento tieno en rodaje un plan de revisión goreral del Diccionario, en
374 Diccionartos del siglo fi Y

el cual, por primera vez en la historia, trabaja en jomada diaria, con


ayuda do ordenadores, un eqüpo de filólogos bajo la di¡ección de dos
académicos, superando el secular procedimiento de discutir una por
una las etrmiendas en los Plerios académicos de los jueves. Este cam- l
bio de orientación se debe a la ayuda decisiva de la Asociación de
Amigos de la Academia, fundada hace tres años por iniciativa del
anterior director, Pedro Laín Entralgo, la cual está poniendo todos los
medios para que la nueva edición revisada pueda publicarse en 1992.
2t
Ignoro si todas las demás Academias pueden disfrutar, ahora o en u¡
futuro próximo, de un respaldo semejante; incluso igloro si la propia EL ESPAÑOL DE CHILE, EL DICCIONARIO DE LAACADEMIA
Academia Española logrará plenamente, al menos a colo plazo, el Y LA UNIDAD DE LA LENGUA.
ideal que se ha propuestor3. De lo que estoy convencido es de que, si
las Academias no se trazan un plan de trabajo riguroso y coordinado,
el Diccionario de la Academia Española, que es el de las Academias Mi primer conocimiento del profesor Yolando Pino Saavedra fue
de la lcngua española, perderá tarde o temprano cl prestigio que aun mis años de estudiante, cuando de su mano de buen traductor leí el
en
conserva cn el mundo hispánico y su condición de punto de referencia
libro de Hans Jeschke sobre La generación de 18981. Pasado algún
del léxico de truestro idioma. Es, en definitiva, un problona de res-
tiernpo, fui teniendo noticias, no siempre directas, de sus impofantes
ponsabilidad.
investigaciones en el terreno de la lengua española y la literahra po-
pular chilena, Y sólo hace un par de años tuve por fin el gran placer
de tlatarle personalmento cuando, como delegado de la Academia
Chilena, formó parte de la Comisión Permansnte de la Asociación de
Academias de la Lorgua, cuya sede, como se sabe, está en la misma
casa de la Real Academia Española. Las notas que siguen han nacido
del recuerdo de aquella cooperación di¡ecta del maestro en la ernpresa
común de la lucha por la conservación de la unidad de nuestro idio-
I
ma.
Cabalmente es la unidad de la lengua la principal preocupación de
la Academia Española, en no menor medida que lo es de la Asocia-

' [hblicsdo cn Esá¡di os e¡ honor de Yolando Piro Saavedra, Anales de la IJai'


ver¡idad de Chile,5.' serie, núm. 17,1988,367-771.
13
[La rcvisión gcncral aún no sc ha llcv¿do a c¿bo, no ya para la cdición 21.'
I P¡imcr¿ cdición cn alemán, Hallc I 934; I .' edición en español, Santiago dc Chile
(1992), sino para la 22.'(2001». 1946; 2.'cdición cn cspañol, Madrid 1954.
376 377
Diccionarios del siglo S El español de ChiL

ción de Academias. Y esa misma preocupación es el norte que la También octure 6n ocasiones que las erosiones al concepto de unidad
pro-
orienta, especialmente desde hace dos décadas, en su permanente re- de la lengua española sean imputables, por modo indirccto, a la
visión del Diccionario de la lengua española @RAE). Poco a poco, pia Academia madre. En efecto: el criterio restrictivo con que esta
con la eficaz ayuda de las corporaciones hermanas, la Academia va actúa en la redacción de gt Diccionario en lo que respecta a los neo-
incorporando al gran repertorio léxico las palabras del español de logismos léxicos, semánticos y sintacticos puede inducir engañosa-
América, con el propósito de que a ningún hispanohablante le sea ex_ ménte a los lectores americanos a la creencia de que tales usos, vivos
traña la voz de ninguno de sus compañeros de lengua repafidos por on sus respectivos países, no existen en España. Esta impresión se
las anchas tierras donde esta sirve de vehiculo comunicador. Un áic_ produce como consecuencia de la gran autoridad que el mundo hispa-
cionario concebido bajo ese ideal ha de ser, por tanto, un diccionario nohablante reconoce al Diccionario académico, y, Paralelamente, de
integrador y comprensivo. Ciertamente, esta condición está contrape- la escasa oferta de información alternativa suministrada por los
sada siempre por la tradición conservadora y normativa del Dicciona_ diccionarios españoles no académicos, abrumadoramente tributarios
no académico, y no pocís voces la tensión entre una y otra da lugar a (aunque casi nunca de manera confesada) del llamado léxico oñcial'
resultados desiguales. Pero la solución acostumbrada, cuando se di- Ilustraré mi aserto con la ayuda del excelente Diccionario ejem-
buja algun conflicto entre la norma general (o la peninsular, que no pti/icado de chílenismos @ECh), de los profesores Félix Morales
suelen estar bien delimitadas) y r¡na norma nacional o local, es aco- Pettorino y Óscar Quiroz Mejías2' La importancia excepcional de este
gerse a una de las funciones de las marcas diatópicas: decir que un diccionario reside en el segundo elemento de su título: «ejemplifica-
término es <<normab» en el lugar que se expresa implica que no es do». La definición de cada voz y cada acepción va completad¿ con
«normab» en los restantes. ejemplos de habla, en su mayoría de documentos impresos, que «t
Claro está que cn el proceso de incorporación del vocabulario principio constituyen pruobas de uso más fidedignas, por su objetivi-
americano, llevado a cabo en Madrid, los riesgos de error son fre- a"a, q* la palabra del lexicógrafo, y quo' por otra parte, puedsn
cuentes e inevitables. No solo dependen de la diversa calidad de los atestiguar un grado más avanzado de estabilización dentro del sistema
órganos informadores comisiones lexicográficas de unas y otras qu" qrr" son capaces de ofrecer los textos orales. Este tipo de dic-
-las no todas trabajan con los mismos méto-
Academias, como es natural,
"l
cionario, que afortunadamente va abriéndose camino, a pesar de las
dos ni cuentan con los mismos medios-; también dependen de la dihcultades inherentes, en ol ámbito de nuestra lengua3, tiene, entre
desigual diligencia de tales eleme¡tos intensa y eficaz coopera- otras; la ventaja de que pone simul!áneamente al servicio del lector
-la
ción de algunas Academias contrasta con la escasa o nula de otras-. dos coordenadas quo le permiten afinar la puntería del significado: la
Es justo hacer constar, en este scntido, que muchos desajustes en la secuencia de habla y el texto definitorio del lexicógrafo. La tradicio-
acogida, definición y localización de voces americanas no son impu-
tables la opinión vulgar- a la Academia Española, sino al
-contraque esta no tiene la potestad
desequilibrio, 2 En cl momcnto dc cscribiNc c§ta§ lincas (fcbrero de 1988) acaba dc complctarse
de remediar, entre las va-
rias fuentes informativas. la obra con la aparición dcl volumcn IV.
sin citar los quc cstán aú¡r cn Proyecto, reco¡dcmoscl Diccioaario urugua¡o
Pero el encomiable frn perseguido por la Academia Española y ' Alberti y E. R. dc Bcrro (Montevidqo,
docuttcttado, dc C. Micrcs, E. Mirand¿, E.
por la Asociación no sionpre queda perturbado por defliciencias sn ol por M.' J Tcjera (Caracas' I,
1966), y cl Diccio¡oio de venezolanismos, dirigido
proceso de información por parte de las corporaciones americanas. l9E3).
378 Dtccionarios del siglo NN Ch¡L 379
Et español de

nal ausencia, en el gn¡eso de los vocabularios regionales, del prirner el contraste total hasta el mero contrasto sintagrnático
(1983: 31-35;
elemento de esta conjunción, ha ocasionado eri no pocos cÍ¡sos, en los ¡,forales / Quiroz / Peña, 1984: >o<)4.
diccionarios generales, la proliferación de seudoacepciones o, inver- De hecho, interpretar estrictamente como chilenismos todo lo re-
samente, la unifrcación violenta de acepciones realmente diferencia- cogido en et DEC| sería una postu¡a demasiado simplista;
y bien se
para no
das. sabe que el simplismo es uno de los caminos más seguros
Por otro lado, justamente la extremad¿ escasez de ejemplos en el entenáer el lenguaje. Muy certeramente advierte Rodolfo Oroz, en
el
Diccionaio académico ha obligado normalmente a los autores del <<Exordio» de este diccionario, que «esta nueva obra magna no con-
DECb a úeterse de manera estricta al sentido literal de las dehnicio- üene solamente vocablos y giros que son privativos y exclusivos de
nes muy generales, sean restringidas- que la Academia nuostro país, [...] Sus autores no pensaron en una limitación tan es-
-sean
asignó a las palabras y a las acepciones que aquellos habían de cotejar tricta, sino que quisieron indicar simplemente que se trata de material
con el fin de establecer el contraste entre los usos del español general léxico auténtico del habla chilena de un siglo a esta pafe, y quo en
y los chilenos, que es rasgo programático de la obra de Morales y muchos c¿¡sos puede coincidi¡ con usos de otros países hispanoameri-
Quiroz. canos y alm de diversas zonas dialectales del castellano hablado en
Estos autores han procedido con rigor y también con prudencia a Españar> (Oroz, 1984: x).
la hora de señalar los usos diferenciales del español de Chile. Han Sin embargo, a pesar de esta not¿ble matización formulada por el
tomado como referencia constante los datos de la decimonovena edi- maestro chileno, el título de la obra entraña el peligro de que, por ha-
ción del Díccionario de la Academia, de 1970 (Morales / Quiroz, ber otorgado crédito exclusivo o hegemónico al DRAE, se llegue a
1983: 21) última en el momento sn que se llevó a cabo fi¡nda- asignar carta de chilenismo (aunque solo sea «de alguna manera»)
mentalmente -lala rcdaccií¡ del DECí-, pero no han dejado de tener a a muchas palabras, locuciones y acepciones solo por el hecho de
quo,
la vista otros diccionarios, como el Manual (DM) de la misma Aca- siendo usadas en Chile, no constan e¡ el DRAE. Es sabido que la no
demia, on su segunda edición, de 1950; la Enciclopedia del idíoma constancia de un uso en el DRAE no signifrca por necesidad su ine-
@I), de lllamn Alonso, de 1958, y el Diccionario de uso del español xistencia; y hasta qué punto esto es así no es dificil demostrarlo'
@UE), de Marra Moliner, de 1966-67, apafe de otros diccionarios de Y es lo que voy a intentar ahora partiendo del examen de las
americanismos y, naturalmente, toda la lexicografia chilena anterior. veinte primeras p ágnas del DECL. En ellas he podido registrar cierto
La necesidad de sujetarse a un punto de referencia fijo para la con- número de voces y acepciones que, peso a no figurar or el DRAE, lie'
trastividad ha motivado que en algunos c¿¡sos se haya sostenido la nen plena vigencia en el español peninsular -y no solo etl zonͧ
consideración diferencial chilena de una voz o de una acepción solo dialectales, como apunta Oroz-, segÍrn acreditan los testimonios pu-
porque el DRIE no registraba precisamente el uso en cuestión, inclu- blicados por la misma Academia e¡ el Diccionario histórico de la
so en contra de la presencia de tal uso en otro u otros diccionarios ge- lengua española (DHLE)s y los materiales del aún inédito Dícciona-
nerales españoles, Los autores, con espíritu científico, se han ajustado rio del español actual @EA) que no tardaré en concluir junto con
formalmente a este criterio, aun a riesgo de pecar un poco por oxceso
en la asigaación de la etiqueta de «chilenismo». Naturalmente, no han ' Sob¡c la volunta¡ia cvitación de <(un concapto muy ceñido de chilcnismo» es
sido inconscientes de ello, y el eventual exceso queda notablemente muy'5 cxplícito y rezonablc lo que dicen los autores en Morales / Quiroz, 1983: f7-38'
Támo I, l9?2. Las entrada§ que aquf cito corresponden toda§ a la parte previa-
mitigado por la utilizaciín de una gama de marcas que abarcan desde y
mente publicada en fasclculos en t 960 1961.
I
380 Diccionarios del siglo Xy 381
I El español de ChiL
I
lo registra todavía
Olimpia Andrés y Gabino Ramos. (Solo presentaré los testimonios de vió a llamar para oidor de Valladolió>). Iribanen, 1952,
I

este último en los casos en que sean insuficientes los del DHLE). Como uso navaÍo.
¡a que!, exclam. fam. con que se sostiene algo en Ia scguridad de
<<loc.
a (prcp), «al estilo, a la usanza o de la manera como se exp¡esa en cl dc que sc
qu" no poa¿ scr desmentido. t..J I]. m. c. interp€l' como desafio
término, regularmente en singular, cncabezado pr aft. lo [...], o por art. ¡¿, (DECí)' Ejemplo: «¡4. que no
rechace-dc palabra o de hecho lo proPuesto))
caso en el cual el término suele ser un gentilicio» (DECL, »6. Cita ejemplos
de uso como «A lo milico», «A lo Elvis Presle¡o», «A la alemana». Este em-
*¡"t aOn¿" estás!». No figura cn el DRIE Sin embargo, hay «-
tcstimonios
Vaya a vcr
cspañoles desde hace siglo y medio: Duque de Rivas, 1835:
pleo de la preposición a no consta en el DRAE. pero es antiguo en el cspañol vez los pobres?»; Garcla Lorca, 1934: «¿A
orié, Uu.". ¿A que son otr¿
-
general: San Juan de la Cruz, l5?8-84: «Estas liras son como aquellas que e¡
que no sabes lo que hc comprado?» (DHLE,95a)'
-
Boscán están, weltas a lo divino»r; Cervantes, 1615: «Salió en ñn Sancho
abajo (adv.), «en Posi;ión social baja, donde hay pobreza» (DEC\'
2\'
[...] vestido a lo letrado»; Delicado, 1528: «Aunquc yengo vestida a la gino_ ejempló: nÜn áinistro que salió de abajo)). Aunque no se recoja cste sentido
vesa, soy española» (DHLE,58). Y se mantiene perfcctamente vivo en el es-
pr""i.o un el DRAE, es normal cn España por lo menos desde el siglo xvtt'
pañol peninsular: Miró, l92l: «¡Eso es hablarme a lo capellán!»; Gonález toda ca-
Ljemplos más próximos a nosotros: Maragall, 1894: «Por encima-de
Ruano, 1930: «Almuerza a la francesa, hacia las once y mcdia de la mañana»
,i¿ui"ristiunu los do arriba, humildad y resignación evangélica cn los
(ibíd ) "n
de abajo»; L. Tapia, l9l7: «Luchar por ol humilde fue su
virtud-"/ Con
¿ (prep.), <<anuncia el medio con que funciona un artefacto, instrumenb
los de abajo siemPre» (DHLE, llb).
o vehfculo>» (DECí, 2). Ejemplos: «Rádio a transiston», «Rcloj mural a pi
abanáonar (intr.), «en un juego o comp€tencia, retirarse antes del térmi-
las», <<Embarcación a velo). No se recoge este uso en el DR{E pero sí cn el cn el
no, dándosc poi vencido. Ú. m. en dep.» (DECL) Aunque no está
-iiur,
DHLE, 46Í, donde los textos más antiguos registrados desde l9l4 d€ referido al
- son a oÉLt, tc, ya recuerda un cjemplo español 1913,
de procedencia hispanoamericana, pero donde no faltán- testimonios españo- amén de otros posteriores' como
ajedrez: «Las negras podfan abandonaD),
les: ((Motorcs a gas pobre», «Rodamientos a bolas», «Molinos a viento», re- vio precisado a abandonar por
es¡a de Abc, 195 i: «En la décima vuelta L' se
cogidos por Julio Casares en un libro de 1941, y un texto de periódico de
rotur¿ dcl Piñón [de la bicicleta]>».
1957: «Un moto¡ a gasolinar».
abaniio, ,rvinedad o diversidad de cosas análogas, csP€cialmcntc Par¿
c (prep.), «anuncia una acción programada pendiente. Rige inf.» @ECh, La
elegir o seleccionao» (DECh' l). Ejemplo: «Abanico de po-sibilidadcs»'
3). Cita cjcmplos como «Materias a trataD), «Obras a ejecutarse este año». («con-
Acidemia no lo incluyó cn cl DRIE' pero sl en cl DM dc 1983-1985
No cstá en el DRIE 7. Pero el uso no es nuevo en España: Marqués de Valle junto más o mcnos amplio dc asuntos, proposiciones, soluciones' etc ' pre-
Santoro, 1833: «El banco exige que los préstamos sean a devolvcr a plazos industrial o partido
sentadas o propuestas por una pcñona, autoridad, sector
cortos»; Joaquín Costa, 1898: «El canon apagao>; Boletín OÍiciat det Estado,
polÍtico»»).bjempto dc uso: Pueblo, 1970: «El abanico de los distintos nive-
1940: «Sistcma a adoptani¡. Abc, 195ó: «La política a adoptao> (DHLE, 43).
les de ingresos» (DE{,)'
.¡, oderribar a balazos provocando la muerte» (DECL) Ejen'
a Io que, <<lo que» [= «tan luego como»] (DECL). No es¡A en el DRAE.
ouíir 7t
Pero el DHLE,9óá, aporta lextos ospañoles de los siglos xvr al xrx (V. de la
plo: «Abaten á tiros a dcmente».El DRAE ¡o va más allá de una definición
Fuente, 1855: «A lo que pasaba a ltalia como consojero de Sicilia, se le vol- 'g"n"*t qu" incluyo 'muerte' ni 'balams' (en realidad, tampoco este últi-
"o juzgar pr
áo comfonente so cncucntra en ol uso registrado por el DECI -a
ta cxpticitua qu€ dc él hacen los dos ejemplos que cita)' El D-HLE' I' bajo
todo en lucha o
ó
El núr*cro quc siguc a la sigla cs cl dc la accpción dcntro dcl artlculo. una áefinición <<hacer caer a ticrra violentamente, sobre
Tampoco cn la cdición vigésima, 1984, a ¡resat dc qtrc cl Esbozo de una aueva en caz¡; a vccos' hacer caer muerto, mataD, recog€ aparte de ejemplos en
' -
gramótica de la lezgua españota, 1973, § 3.11.5, ya rcconocr, con rcscrvas, Ia accp- que et áb.¡eto es 'animal' estos referidos a personas' en que el arma puede
labilidad dc cste uso. -
Yr
382 Chilá 383
Diccíonarios del siglo S El esPañol de
fisic»> (DE.CL' 1)'
se¡ blanca o de fuego: Palacio Valdés, 1899: «Usted ve a un hombre acerca¡- ablandar (tr.), «hace¡ disminuir el vigor o resistencia
r'.iemolo: «En Ll frimer round se dedicó a ablandarlo»'
Los autores advierten
se a otro cautelosamente, abatirlo de una pluiralaü>»; Madrid, 1953: «270.000
(«quebrantar el vigor fisico»; solo para
personas [...] habían acudido para rendir póstumo homenaje a estos dos
mu-
íi r.á"".iu de este sentido en E/, 4
severidad de al-
chachos, fríamente abatidos por el plomo en medio de la calle». i"J.üft:rt-l«"*l y en DI)E,3 (<moderar la oposición o la etc'»)' Esta pre-
aberración, «error grave; absurdo>» @ECh). Ejemplo: «La politiza- J-r'ri"n-o utgo, o qüturl" a alguien el cnfado,
la indignación'
* la 81, perá discutible on el DUE cuya definición oquivale
ción de la Iglesia es una aberración». Frente a la definición muy general del í"""i"
"t "j"* a tu d"l DJ?1.8, 3, «mitigar la ftareza,la irao el enojo de algu-
DRAE, <<extravío>>, el DHLE recoge una acepción 4, «grave error del enten- p:rá"ti""-"nt"
formulada por el DECá' En
dimiento», mn ejemplos que se remontan hasta Donoso Cortés, lg34: «Un io», l" cual, evidentemento, no conespondo a la
reali-
principio falso es [...] fecundo en aberraciones>>; y una acepción 6, «acto, iuirritir", ni"g"". de los tres diccionarios españoles citado§ registra-la deft-
2d'
proceder, obra o producto que se aparta de lo que se considera recto, lógico, áJ ¿"t *o p"-nint rlar actual de la acepción chilena' Peto el DHLE'
para ejemplos como €stos de C' Mar-
natural o normal»: Fernán Caballero, 1858: «Sólo para las bárbaras corridas i or"ar"i. i" t".ittencia del enomigo»
defensivo impida
de toros se guarda el patriotismo y el apego a lo que es nacional. ;i;"; ¿;*p"., l95l: «cuando [."ih áensidad del tuego
¡eué abe- preciso hundir ol frente o ablandarlo nuevamente»; «Le
rración!». Ejemplo modemo del DEA: Abc, 1970: «Ent¡e okas aberraciones ááinntt*"ián, t"rá
políticas escritas por Sartre se cita mucho esta frase». ofteció la pauta patu d"bid^."nte las defensas que iban a oponerse
"bl-dut vigor o re-
abeüqnte, <<que conllova o supone aberración>» (DECí)- La defini_ u.o, potunt", *iquinas de guerrd). Un uso pronominal' 'perder
."cogido por ninguno, Pero €stá atestiguado en DEA: i§,far-
ciór. del DRAE, 2, <<díceso de aquello que se desvla o aparta de lo normal o ii.t.n"i"', no
"tt¿
tín Femández do Velasco, l9?7: <<Con los golpes y la carrera
se me hablan
usual»», no parece adecuarse al concepto estudiado aqul, cuyo ejemplo dice:
en el-chileno'
«Esta ab€rante situación se palpa en todas las regiones>>. pero textos como uit"rAt¿o tot fuerzas». En el español peninsular de hoy, como
con la misma noción (cf' DECá'
los que siguen, reproducidos en DHLE, confirman la existencia del mismo existe el nombre de acción ablandamienn
uso chileno en España: Baroja, 1918: «Desear la vida intensa con altemativas l; DHLE, 4).
abocarse (pml.), «oncontrarss enftentado a un asunto que os
necesaoo
de alegría y pena es, sin duda, natural, pero buscar solo la contrición es abe_
(DECL, l)' Ejemplo:.«A plu'o
rrante»; Valle-Inclán, 1928: <<Jorge Ordax ha sido llamado a la Cámara de la considerar. Rigi a. t...1 Ú' m. en part'» TP
eléctrico»' No consta
Rcina [...] ¡Aberrante!». ," v"¡o aUo""áo u serias difrcultades de racionamiento
de mis
abierto (adj.), «dícese del asunto que se encuentra a la libre disposición e¡ al DRAE, pero ol uso existe en España: Laforet, 1952: «Muchos
oho§ abocados al
de quienes quier¿n discutirlo, aprobarlo, modificarlo o rcchazarlo>> @ECh, mejores amigás han muerto, otros estin pasando hambre,
en literatura'
l). Ejemplo: «La iniciativa del rector permanoce aún abierta». A pesar del drJ,i"rro, ¡óaLt, s¡; Gimfener, 1970: <Ün pals ["'] abocado,
silencio del DRAE, el uso es también español: Triunfo, 1970: «La temática al más estéril de los callojones sin salida>> (DEA)'
son-
del 'Tcatro crltico univorsal' es múltiple, hoterogénea, abiert^>»i Díario 16, abocetar (tr.), «esbozao> @ECh). Ejamplot «Bruno abocetó una
risa»». La definición académica solo considera las obras
a¡tlsticas; pero el uso
1988: «El proceso do pacificación de Nicaragua continrÍa abierto»
@EA). no solo en Chile' sino en Espa-
abiera (adj.), «de nato llano y afable>> @ECh, 3). Ejemplo: «El ministro figurado es casi tan vivo como el de ¿sáoza¿
se mostró muy abierto con ioda la gente». No parece quo respondan a este fi pen de Ayala, 1926: «Tigro Juan, abocetando una sonrisa dudoso)
concepto las acepciones 6 («ingonuo, sincoro, franco, dadivoso») y g («com- (DHLE,2).
' oboná, «documento, generalmente tarjeta, en que consta
haberse pagado
I
prensivo, tolerante») del DRAE. Más se aproxima el DUE, (<<fi!anco, es-
(DEC\' 2)' Et el
pontáneo o expansivo>), según señala el propio DEC|. El DHLE, 13, bajo la cierto número de pasajes o de entradas a precio rebajado»
DRAE, edicíín ¿i lS?O utilizada Por los autores no,consta esta
definición «sincero, tr¿table, comunicativo, acogedo», registra cjemplos es- -ta -,
efecto' el uso
pañoles desdo el siglo xvr. Ejemplo modemo del DEA: Delibes, 1966: «Es ;;"p"ió"; sl en la de 1984, asi como en el DM de 1983-85' En
e.pma, como atestigua ya un ojemplo de la revista taurina §ol7
una chica muy abierta, que es un encanto)).
".ütiro'"n
384 Diccionarios del siglo XN Clile 385
El español de
€n España' Pe-
Sombrs, 19ll: «A los dos días de abiefa la taquilla, no habfa aficionado que funcionamiento como interjección, que de hecho cs corriente
por ol
no tuviera su abono en el bolsillo» @HLE, s.v. abono [2], 3). ro la razOn principal para la considcración diferonciat de este término
'DEC|
aborregar (tr.), <<hacer adoptar o llegar a tencr modos o caracterlsticas de es que cn et DrR {E su empleo se prescnta rcstringido a «cur¿r cieftas
cnfermedadcs¡r. Los cjcmplos dc uso recogidos por el DIIIE
borrego o dc lo que le es propio. Suele tomarse en mala parte>> (DEC\). demuestran que
al chileno; Pueblo, 1958: «El nom-
Ejemplo: «El abonegado mundo estudiantil». No cstá en cl D.RIE (aunque cl cmpleo en la Penfnsula cs idéntico asl,
una llavc maestra que
sc han incluido ya abonegamiento y aborregarse en las «Enmiendas y adi- bre de Napoleón es un ábrete Sésamo, un abracadabr¿,
ciones>> de BRAE, 64 [984], l0l). El uso en España está atestiguado cn el ¿bre los resoles sentimentales [...] de oste país».
DHLE,2, desde 1901. No consta el uso transitivo; pcro, a pesar do la dcfini- abracadabrante, «tremendo, terrible, formidable» (DECí)' Ejemplos:
ción del DECL, tampoco en esto se comprueba tal uso. Los toxtos español€s «Abr¿cadabrante fierezo», <<Abracadabrante novela policial». Falta esta cn-
Rubén
corresponden al pronominal aborregarse: Unamuno, l90l: «Sostener, sin trada cn cl DRAE, pero ¡o en el DHLE, dondc, además de tcxtos de
Noel
aborregarse, que no acatan las censuras»>; o a aborregado: Baroja, c1929: «El Darfo y dc R. J. Payró, los hay cspañoles, dc Unamuno (1913), Eugenio
hombre, por la presión de las masas, pare¿e que tiende a hacersc más aborre- (191ó), Marañón (1940) y esto de Ramón Gómez de la Sema, l94l: <<Es una

gado, menos individual, más social y, probablementc, más mcdiocre>». dc las biograflas más abracadabrantes que ho oscrito>r.
, aborlero, -ra (m. y f), <<persona que tiene por oficio practicar el abo¡to. abrevar (intt.), «bebor cl ganado. [...] Más frecuente quc cl uso tr' aca-
U. m. c. f.» (DECh, 2), A pesar de su ausencia en el DRAE, es término usado démico correspond ie¡ter> (DECL). Pero el uso intransitivo, aunquc no esté
cn España: El País, 1979: «Vcintisiotc año s panla abonera»> (DEA). incluido cn el DRAE, también cstá vivo en España -no solo rcferido a ga-
abotagar (tr.), «hinchar. En uso part.)) (DECh). Ejemplo: «Los ojos nado, sino a animalcs cn gcncral según demueska el DII¿E, 4, con textos
-,
jaball dcl monte / y el cicrvo y ol cor¿o abre-
abotagados y turbios». El hecho de quc cl DR {E registre solo la forma pro- do Machado, l9l2: «Donde cl
nomiaal abotagarse no justificaría suficientementc csta entr¿da en el DECL, van», y Miró, l9ló-1917: <tLos bueycs [..'] abrevaban cn los domajos dcl al-
pues la prcsentación de cjemplos de uso cn palicipio no dcmuestra por sf jibc». Tcxto más rcnicrrtct Abc,1975: «Paraban [los camujcs] Gn las fucntcs
sola la cxistencia dc un uso personal kansitivo. Ahora bien, el DX,{E refiere para haccr abrevar a los animalcs» (DE{,r.
el yerbo abolagars¿ solo al 'cuerpo', limitación quc sf parece marca¡ un al abrigo de Qoc. prcp.), «a cubiorto del riesgo quc so mcncionan
contraste con cl uso chilcno. El conh?stc, sin cmbargo, no rcsponde a la rea- @ECh). Ejcmplo: «Nucsho partido no cstá al abrigo do la calumnia»' El
lidad, como ya lo prueba cl que clDMde 1983-85 sc refiera también a 'parte DRAE no rrr,cagc osta locución; p€ro, dc acucrdo con cl D¡I¿E, 10, ya consta
del cuerpo'. Los textos dcl DHLE, l, lo certifican cn Ia Penfnsula: J. lópcz cn el uso cspañol dcsdc Larra, 1833, y so omplea con frccuencia' Un cjcmplo
Portillo, 1898: «Tenfa [...] un párpado abotagado»; Miró, 1916-1917: («§r¡ de Madariaga, 1945: «De cste modo Francia y España quedarlan al abriSo dc
cuello abotagado»; Pérez de Ayala, 1912: <<Una faz abotagadar», Más recien- las agrcsiones inglcsa§ cn Europo).
tc, Laforet, 1955: «Aquella mujer con la cara abotagada»» (DEA). ábriles (m. ft.¡, naRo. de una persona' Aplfcasc m. a los alcgrcs y des-
abovedamiento, <<acción y efecto dc abovcdar o cubrir con bóveda»r prcocupados, como los d€ la época juvonil»» (DECL). Ejemplol. «Pillo dc 62
(DECú,). No cxiste esta onfadá cn el DRIE, aunquo los aulorcs sf la encuen- .t¡t"rr. gt DXIE restringo csta acepción - quc por ciorto apareco duplica-
tran cn la E1, El DHLE, que la rogistra en otros diccionarios españoles dosdo da (4 y 5) a lajuventud. El uso humorlstico o irónico, al que no alude, está
1853, cita varios ejemplos de uso, como M. Gómez Moreno, 1919 y 1934, y
-
vivo, sin-embargá, cn cl español peninsular por lo monos desdc la época de
J. Sublas Galter, 1943. Quevedo: «Joven do sesenta abrilcs>> (DHLE' 5a).
abracadabra, «interj. con que rnagos y prestidigitadores suclcn promo- abrogar (tr.), «arrogar; atribuir derecho(s) o facultad(cs)' [" ] Suele to-
ver la ocurrencia de cierto hecho m6gico>» (DECL). (El €j€mplo que ofrece marsc en mala parte y ú. m. c. r.» @ECh). Awque sc advicrtc quc es «ultra-
cscribc en dos palabras, abra cadabra). Aunquc el DrtlE y los restantes dic- corrccción mcnos r¡su¡rl quo la var. castiza), parcc€ que cstc cmplco es me-
cionarios españolcs calificsn la voz como nombre, con cllo no se excluye su nos raro cn Chilc quc cn España. El DRAE no lo registr¿, y cl DHIE, 2, Par¿
387
386 Díccíonarios del siglo fi( fl español de Clile

cl siglo xx, solo lo encuenFa cn Palses americanos; sin embargo, ¡ecogc fu cjemplos españoles como este de Agustín de Figueroa, 196l: «Corpiños
qve
textos dc Isla (l?32), Feijoo (1753), Larra (1836). El más modcmo pertenecc ajustados, mangas sbullonadas». Igual cl nombrc mascl'tlino abullonado,
oi DECá no *"u"ntra e¡ el DRAE, está en el uso español: Fedcrico
Muelas,
al Código penal ospañol, 1870: «El juez quo sc abrogaro atribuciones propias
de las Autoridades administrativas». 1954: «Et abullonado de sus enfáticos coninajes>> @HLE' 2),
abrumador, ((que provoca gran impresión pror ser cxcesivo»» @ECá1. abuttodo (adj.), <<dc gran bulto» @ECh). Esta deftnición ha dc cntender-
Ejcmplo: «Una mayorla abrumador¿). Aunque no figura cste sentido cn cl sc ensentido figura do, yt que bulto so cxplica en el mismo diccionario como
DRIE, el uso cs corriente en cl español de España: lác 1970: «Abrumador¿ <<cnvcrgadura, imPortancia o alcance de un a§unio». Ejemplo: «Una derrota
votación dc confianza a Chaban-Dclmas cn la Asamblca Nacional>r @El,). tan abultado). El DRAE, al definir «gnreso, grandc, de mucho bulto>», no
Lo mismo ocrure con el advcrbio conespondicntc, que también cataloga el menciona ningún uso figurado. Pero tal empleo en España es normal: "lác,
DECá. Un ejemplo recogido cn el DEI: F. J. Martln Abril, 1963: «Como fa- 196l: «El Valencia aplastó al Barcelona por el abultado tanteo de scisdos>>
cultad para dominar abrumadoramente, una memoria infalible». (DHLE).
abrupto, <<brusco; que intemrmpe el desarrollo regular o normal. Con ref. nadar en la abundancia, «disponer dc mucho dinero, bienes o riqueza»
a lo humano, 'falto de afabilidad o cortesfa'. [...] Con ref. a lo no humano, @ECh). Ejemplo: <<Son herederos de millonarios, nadan en la abundancia»»'
'intempcstivo, repentino'» (DECh). Ia deñnición dcl DRAE («áspero, üo- No figura en el DXI E (s! a el DUE, como ya se señala en el DECh). El em-
lcnto, nrdo, dcstemplado>») parece conesponder a la noción «humanar»; pero, pleo de csta locución no es nuevo en España. El DHLE, 3d, ya lo encuentra
cvidentcmcntc, no reaoge la noción ((no humana), que, sin cmbargo, está in Galdós, 1874: «Queridfsimos amiSos míos, vosotros que nadáis en la
bicn viva en el español pcninsulan M. Castellanos, 1976: «Un animal de abundancia, socorred a esto mendigo»; ejemplo modcmo, de Laforct, 1952:
movimientos y reacciones abruptas» (DEA). la mismo puede decirse res- <<No parccla nadar cn la abundancia, su ropa era deslucida»'
pccto al adverbio abruptamenle, también inventariado en el DECá. Ejemplo
cspañol de Pérez de Ayala" 1959: «En el nucvo mundo, [...] se da un salüo La brevedad de la muestra explorada, que abarca solo hasta el fi-
prodigioso desde la urbe desaforada hasta la plena naturaleza, virgen y dc- nal de la combinación ab' (y qua, si juzgamos por la proporción del
sértica, y viccvorsa, abruptamente, sin solución dc continuidad>» @HLE) DRAE, rcpresefia un l/141 del total del léxico español), no impide
abstaccionista, «r€lativo o p€rtenecicntc al abstraccionismo»> @ECh). que nos sirva de ds¡nosúación suficiente del §empiterno riesgo de to-
Abstraccionismo, como 'arto abstracto', no consta cn cl D.RIE ni en cl da compilación léxica regional (entendiendo por reglbxd, todo lo que
DHLE, sibien c¡ este rlltimo figura con cl sentido gencral dc «tendencia a la geográficamente to es general), de considerar diferenciales elemen-
abstrac¡ión». El mismo diccionario atestigua abstrccciorrrJra como «a¡tista
tos que en realidad son comlmes; debido a que' desde siempre, y to-
que practica la abstracción»: Lafucnto Ferrari, 1961: «No está dc acuerdo [...]
davía hoy, las fuerites de información sobre el español general no §on
con los abstraccioni stas antifigurativos».
absurdida, «absurdidad dicho o hccho absurdo, repugnante a la raán» todo lo completas que sería de desear. El compilador de un léxico re-
I
gional contrastivo puede utilizar como in§tn¡mento de contraste, bien
@ECh). No está cn cl DRAE, pero s1 en el DHLE, atestiguado en España
I
l
I
desde l9l8: J. Goyanes, 1934: <<Lo quc por un momento nos parcció llono de la lexicografia existente, bien la documentación acopiada ad hoc por
significación sc ve de pronto anulado como rcbosando absurdidea». él mismo, o bien ambas cosas conjuntamente. Lo más habitual es to-
I
abullonar (n.), <<formar bullones o pliegucs redondcados, principalmente mar como referen cia tnica el DRAE, por ser el diccionario general de
I
€n telas o vcstimcntas. t...] Ú. rn. en part.» (DECL). Ejemplos: «Blusa abu' la lengua española de mayor prostigio tradicional y por constituir el
llonadar», «Mangas abullonadas». En cl mismo diccionario se observa que centro de la constelación de los diccionarios gonerales de nuestra len-
i
abullonar cstá, como andaluz, en la EI y, como gcneral, en el DUE. E¡ gua. No hay, en efecto, uno solo de los diccionarios españoles que
ef€cto, como dice Moliner, el uso está cxtendido en la lengua, y el DHLE hoy circulan que no tenga como eje el DRAE, lo cual no excluye
I

i
388 Diccionarios del siglo fi(
T gt españot de drik 389

que algunos de ellos añadan aportaciones valiosas, tanto en la ma- Que el número de chilenismos qu'e el DECb presenta como tales
croestrucfura como en la microestructu¡a. está, como consecuencia de esta situación, ligeramente inflado, es
Mas, por desgracia, la información de que se nutren esos diccio" evidente. Pero en modo alguno tacharé este hecho como censurable.
narios, incluido el que les sirve de paradigma, es ñrndamentalmente En primer lugar, los autores han seguido con rigor un criterio nitido, y
lexicogáñca y no documental. No es que esta última falte por co¡- los errores resultantes de oste criterio no son imputables a ellos, sino
pleto, pero su relevancia es muy reducida, y en su mayor parte proce- al canon tomado como referencia (dificil, si no imposible, de sustituir
de de la expcriencia limitada de los autores y no de un verdadero ar_ por otro miás seguro). En segundo lugar, el <<exceso>» de información
chivo de datos. Así, el peligro de que queden fuera de la red muchos chilena tiene para nosotros, los españoles, el interés de hacemos ver
usos de la lengua estándar es bastante considerable. cómo en el hermano país de la costa del Pacifico se mantienen vi-
Cuando ocurre que un diccionario regional se funda en una do- vos usos de vieja raigambre ibérica y cómo al mismo tiempo florecen
cumentación de uso real, como es el caso considerado del valioso usos modemos idénticos a los que también son modemos en el espa-
DECh, la comparación de sus datos con los ofrecidos por un diccio_ ñol europeo. En definitiva, el DECb no se limita a enseñamos, con
nario general no construido sobre una base homóloga da como resul- testimonios fehacientes, la parcela chilena del léxico español, sino
tado un foso de separación que solo en parte responde a la realidad. Si que también nos muestra (sin proponérselo directamente) curinto hay
a la carencia o escasez de base documental en el diccionario general de radical unidad hisprinica allí donde el insuficiente desa¡rollo de
se une un criterio selectivo del tipo que sea, la distorsión será necesa- nuestra lexicografia nos induciría a imaginar diversidad y dispersión.
riamente mayor. La única forma de obviar este inconveniente scría Si una obra de la envergadura y la importancia del DECI pwde
disponer, para la lengua general del diccionario-, de un llevar al lector desprevenido a la creencia en un gn¡eso componente
-al margen
a¡chivo de muestras de su uso actual. Este archivo lo constituirá, en diferencial en el léxico español de Chile (¡varios miles de páginas de
su día, no sólo para el uso de hoy, sino para toda la historia de la len- diferenciasl), con la consiguiente apariencia de u¡a llamativa fisura
gua, el DHLE, del que en este momento apenas si se ha publicado una en la unid¿d de la lengua, ello no es responsabilidad, pues, de los au-
duodécima parte. Precisamente esa fracción publicada me ha servido tores de tan meritoria obra, sino del diccionario
de punto de apoyo pÍua demostrar cómo, a pesar de lo que la consulta
-paradójicamente-
que tiene la tradicional misión de salvaguardar esa misma unidad.
del DRIE induce a pensar, no pocos de los usos que el DEC¿ ha cer- Uno de los modos de afranzamiento de ella será la abierta acogid¿ en
tificado en Chile son igualmente vivos en el español de otras tierras y el DRAE del léxico español ¿rmericano, operación cuyo éxito depende
concretamente de Europa. Si el DHLE estuviera completo, este hu- fundamentalmerite de la activa colaboración de las Academias de
biera sido el instrumento obligado para el conhaste buscado, por dcs- América y de la publicación de obras del relieve del DECI¡. Pero otro
gracia, el instrumento aún no está disponible, y hoy por hoy, todo el modo, no menos trascendental, de defender la unidad del español será
que so proponga compilar un diccionario contrastivo de un país ame- adoptar una simul!ínea actitud de apertura hacia el léxico vivo del es-
ricano tiene que contentarse han hecho Fólix Morales y ós- pañol europeo, confirmador, en tantos ¿spectos, de la radical identi-
-como
car Quiroz- con los materiales que hay a mano, a no ser que cuentcn dad del idioma a los dos lados del Atl¡furtico. Y esta otra aperttua es
con dinero, tiempo y personal capacitado que les permitan suplir por obligación que toca a la Academia Española, y que sin duda no será
su cuent¿ las lagunas de los diccionarios generales existentes; lo cual desatendida en la revisión profunda que en estos momentos realiza de
no deja de ser una utopía. su Diccionario con la mira puesta en su próxima edición.
391
María Moliner\un a obra, no un nombre

En los tiltimos moses, el proceso de beatificación ha recaído' no


sobre una
sobre un poeta ni sobre un fiiósofo, sino, novedosamente,
de cnero úl-
ioi"Ogrui". Al triste acontecimiento de su muerte -22
«eran noti-
tiaoj r. *i-.n María Moliner dos circunstancias que (¡todavía!)'
ciar>: una, su dedicación a una extraña especialidad;
otra
su condición femcnina'
En mcdio de la atrnósfera general de desinterés por el idioma
y de
(re-
la consiguiente ignorancia sobre las disciplinas que lo estudian
22 hacen
corde*o-s tan soio el regocijante uso que de la voz semónlica
que la lexicografia ten-
N{enfeMoI-tNeR: políticos y editorialistasj, no ha de sorprender
ver-
UNA OBRA, NO UN NOMBRE. ga pa." muchos uo tufillo exótico, cuasi nigromántico, a pesar-de
í*.oUt. un objeto tan conocido por fuera como es el diccionario'
este recón-
Pues bien: María Moliner no solo se ontregó al cultivo de
dito campo, sino que además era mujer.
Lt percza nacional se encuentfa muy a gusto con el tradicional que
desde
Muchas y muy hermosas han sido las ofrendas de palabras
sistema de colma¡ de ditirambos a todo intelectual -muerto, después de su muirte ha recibido quien tanto luchó con ellas'
La justa
luego- a quien cierto número de qltendidos señale como impoflan- vocación'
admiración por su laboriosidad ten az y por la firmeza de su
te, á cambiá de que esta minoría nos releve de la enojosa ocupación la simpatia iacia sus valores humanos, han teñido de emotividad
la
de nues-
de ace."amos a conocer la obra del héroe' El conocimiento pluma,de muchos finos escritores, y la consecuencia ha sido.que' en
tros creadores y de nuestros pensadores queda así cómodamente su- sus com*tarior, la obra ha quedado on un plano de
penumbra res-
plido por el cono cimiento de la etiqueta que sobre ellos han deposita- pecto de la persona de la autoia. «Diccionario excelente»>' <<excepcio-
áo *o. po"ot. ¡Cu.ántos clásicos españoles enEaron sn los manuales nab>, «maravilla de la lexicografio>, «obra cumbre»"' son
elogios que
de los
de literatu¡a sol¿ mente porqure habían sido leídos por Amador no pongo en tela de juicio, pero que, al no pocar de- excesivamsnte
Ríos o por Menéndez Pelayo! Y a veces se amontona una etiqueta so- y
contribuyen poco a una verdadsra valoración de la obra,
bre otra y otra, formando una costra espesa' como sobre,una maleta "nuiÍti"ót,
mucho a su estéril mitiircación; algo que sin duda hubiera rechazado
vieja, sin que nadie se preocupe de averiguar qué lÉy. dentro de la la sencilla hon¡adez ds María Moliner.
mieia. I-a «gloria nacional»> queda cada vez más aislada por el sun- El Diccionario de uso del español es, ciertamente, uno de los dic-
ella sin
tuoso telón di los homenajes, con lo cual, a fuer¿a de creer en cionarios españoles más importantos. Muchos creen que lo es
por su
verla, la divinizamos. ¿No hemos convertido a Cervantes en un mito
caudal, por il número de voces definida", fiándose de la mera apa-
por esto procedimiento? En medio de esta hipocresía colectiva' ¿po- riencia nuterial; en realidad registra nuás o msnos los mismos térmi-
di" ,o.püd"tnos que de pronto, un día, unos concejales de prreblo se nos que el Diccionario de la Acadernia' y así lo reconoce la
autora'
quitasen la máscara y mostrasen con franqueza su barbarie bonando
Lo que sí distingue, en cambio, a esta obra es su propósito renovador'
I
de la toponimia urbana a ese famoso desconocido? que yo sintetiziía en la conjunción de tres rasgos: el concepto del
i I 36] áicciona.io como una <lherramienta total>> del léxico, la voluntad de
lhblicado cn E¡ Paír (Madrid), 29 de mavo dc I 98 I
'

i
393
392 Diccionarios del siglo XX María Moliner: \no obro, no un nombre

superar el análisis tradicional de las unidades léxicas y el intento de El aspecto más destacable Diccionario de uso del español es
del

establecer una separación entre el léxico usual y el léxico no usual. ,u á"r'r""go, la revisión a fondo de las defrniciones tradicionales'
la más per-
La primera característica, por si sola, a pesar de su enorme im- que hubo de ser sin dud¿ la faceta mas agobiante, por ser
las defi-
pofancia, no constituye novedad. Aparte del precedente francés de *
lo.ut, U f"Uot de la autora. Es bien sabido que muchas de
en una len-
Paul Robert, cuyo diccionario esta inspirado en el mismo principio, nicioies del D¡tc ionario de la Academia estan redact¿das
un encanto
nuostro maestro Julio Casares ya había expuesto en 1921 la tesis de gua de otra época, que les da, a los ojos dsl lector letrado,
para
que «hay que crear, junto al actual registro por abecé, archivo hermé- Iirrgot*; pero ciertamente ese lenguaje no es el más-adecuado
Por otra
tico y desarticulado, el diccionario orgánico, vivionte, sugeridor de ut hombre de hoy los siguificados de las palabras'
imágenes y asociaciones, donde al conjuro de la idea se ofrezcan en
"*p-li"*i"
parte, el Dicctonario académico reclure, con insistencia que casi
bor-
I

tropel las voces, seguidas del utilísimo cortejo de sinonimias, analo- iea la tomadura de pelo, a la defrnición en círculo vicioso:. amparar
se explica como «favorecer, proteg eo¡, favorecer,
como-«ayudar' am-
gías, antítesis y referencias; un diccionario comparable a esos biblio-
tecarios solicitos que, poniendo a contribución el índice de materias, pa*, so"orr"arr; p roteger, cor¡o «amparar, favorecer, defenden»; de-
abren camino al lector más desorientado, le muestran perspectiva§ in- ¡"ndir, o oáp"t"., librar, protegeo»; a¡ardar, como «auxiliar' so-
finitas y le alumbran fuentes de información inagotables». Como es io.".rr; "o
auxiliar, iomo «dar auxilio»; auxilio, como «ayuda, socorro'
urnp"tor; y así sucesivamento. María Moliner, e¡r su obra'
decide
sabido, el propio Casares llevó a la práctica su teoría e¡ el Dicciona'
rio ideológico de la lengua española (1942), cuyo lema, en la porta- ro-po mareante juego de la oca, que, junto con el estilo diecio-
"tt"
t" había hechá hábito los lexicógrafos sumisos aI modelo
da, reza: <<De la idea a la palabra; de la palabra a la idea¡>. Pues bien: "r,
la misma met¿ se propuso María Moliner: construi¡ el diccionario si-
"i"r"o,
académico. No solo evita la defrnición circular, para lo
cual inventa
que des-
multáneamente «descifradon» y «cifradon» (esto es, <<que ayuda a en- una minuciosa jerarquización lógica de los conceptos, sino
de la Academia y las vuelve
tenden» y «que ayuda a decir»). La diferencia, en este punto, entre la -*,u *u po, *" toAas Us defrniciones una
obra de Casares y la de Moliner es superficial: mientras en la primera a redactar in español del siglo xx, d'áurdoles, en muchos casos'
acep-
la parte cifradora forma un cuerpo separado de la descifradora, en la precisión quc les faltaba y desdoblándolas a msriudo en nuov¿§
segunda está integrada la una dentro de la otra, formando un solo y subacepciones quo recogen matices relevantes' Con ello lo-
"ion",
gr" un Lrfli.i, d-e los contenidos ba§tante m᧠comPleto que el de los
cuerpo,
que mencio-
Esta utilidad, tan apreciable, se complementa en el Diccionario de áicciouarios corrientes, incluido el de la Academia' Hay
que ilustran las de-
Moliner con el establecimiento segundo rasgo- de dos grandes na¡ también la abund¿ncia de ejemplos inventados
-
niveles dentro del léxico: las palabras y acepciones usuales y las no finiciones: punto este con dernasiad¿ frecuencia olvidado en
nuestros

usuales; diferenciación, realizada por medios tipográficos, destinada a diccionarios.


sor sumamente práctica para el hablante que quiere escoger su propia Dos o tres reparos principales señalaría yo en esta labor monu-
forma de exprosión. Se une a esto la información sobre construccio- mental (dejando ."rg.t otros de tipo técnico)' Uno es que está
"l
conskuida iomando como casi rinicas bases documentales
la personal
nes sintácticas en las distintas acepciones, que tanto se echa ds menos
competencia hablante de la autora y paradójicamente el mismo
en los diccionarios corrientes, (Aunque, cn cambio, se omiten sin su- - -
ficiente justificación otras indicaciones gramaticales no menos nece- Diciíonario académico que se trataba de superar; con lo cual los cri-
sarias). terios subjetivos priman más de lo conveniente sobre la información
394 Diccionarios del siglo fi(

objetiva, tan necesaria para el estudio del uso, El otro reparo es que,
en el deseo de introduct un elemento de racionalidad en el conven-
cionalismo alfabético de los diccionarios, las palabras del
-dentro
abeceda¡io general- ap¿recen agnrpadas en familias etirnológicas:
ordcnación que, aparte de ser poco sistemática, prácticamente no
aporta nada a los objetivos del diccionario y que, en cambio, incomo-
da la consulta de su lector, quien guste o no- cuenta siemprs
-nos
con el alfabeto como báculo imprescindible para andar por la vida. 23
Una tercora reserva todavía añadi¡é, que no es un defecto, sino un ex-
ceso: recarga notable e innecesariamente el volumen de la obra al ha-
LA SEGT'NDA EDICIÓN DEL
ber incorporado en ella, «r sus respectivas cntradas, todos los temas DICCIONARIO DE USO DELESPAÑOL.
i
de la gramática española. El uso del subjuntivo o del artículo, la posi-
ción del adjetivo, el valor de los tiempos verbales, etcétera, son cues-
I tiores que se salen abiertamente de la lexicografia. En un cuarto de siglo exacto, errrle 1942y 1967, se produjo el na-
!
Entre los diccionarios españoles «de lenguar» o <<usuales», el de cimiento de tres grandes diccionarios que, con muy distinta persona-
lidatl, hay que inicribir, por sus novedosas aportaciones, como hitos
!
)
Moliner es el intento renovador más ambicioso que se ha producido
I on nuestro siglo. En é1, la intuición y la tenacidad tuvieron que lle- memorable; en la historia de la lexicografia española: el Diccionario
ideotó§co de Julio Casares, el Diccionario general ilustado diigido
I
nar el vacio de una §adición previa que hubiera allanado el camino,
Es un esfueuo digno de toda nuestra admiración; pero, por ley del por Simuel Gili Gaya y el Diccionario de uso de María Moliner' El
I quehacer intelectual, no es una meta, sino una etapa, y debe ser toma- prin no tardó en reüsarse en una segunda edición' El segundo,
do como una incitación, como un poderoso reto por cuantos se dedi- "ro
más afortunado, alcanzó Ees ediciones en vida de su director, y una
can a la lexicografia. Bien están los elogios emotivos, sonoros y con- cuarta bajo el mando do Manuel Alvar Ezquerra. El tercero, «el Moli-
¡

fortables; pero la verdaderu alúa¡za al que trabaja es seguir su n".rr, il único que había quedado va¡ado en su edición primera, a
ejemplo. Porque María Moliner no es un nombre, sino una obra. ".
pesar de los treiná y un años transcr¡rridos desde su aparición' Bien
i es verdad que esta obra, como la de Casares, ha acreditado de sobra
su ütalid¿á en la bucna acogida de que han disfrutado hasta ahora
I
mismo sus numerosas reimpresiones.
Pero todo en este mr¡ndo envejece desde la cuna' Y los dicciona-
rios, por excelentes que sean, empiezan a mostrar sus amrgas mucho
antos y más deprisa que las catedrales y los palacios' Como referencia
I en el áaso del biccionario de Moliner podemos tomar el dato de que,

I
' lPubli""do *rno "Prc§eritación" de la scgunda cdición
de María Moliner, Dtc-
I cionario de uso del español, Madrid 1998, xI-xn].
j
'l
397
La segunda edi clon del «Dicci
onario de uso del esPañol»
396 Diccionarios del siglo .§
los mecanismos de la construcción y el régimen
prcpo^sicional
desde 1966-1967, fecha de su primera edición, hasta este momento, ".'" con lrecuen-
a cada unidad' Mas aun' Moliner ofrecia
se han publicado tres nuevas ediciones del de la Academia. Si mu- "-ul "o"ui"n.n comunica-
:;;;;;;; a la situación o al contexto de la
chos opinan que las apariciones académicas van demasiado espacia- '.r"ir,*
das, ¿qué podrrin decir de la larga inmovilidad del Diccionario de ción:cuandonadieentrenosotroshablabadepragmática,cstediccio.
nario, casi avant la lettre, ya se ocupaba de ella'
usoT Es muy buena señal que el paso del tiempo no haya quebrantado "*'ó,.*á*ovación áel Dicc iinario de rso estaba en la
vertiente
la fidelidad de sus amigos ni ahuyentado a lcctores nuevos. Pero tam- esta es la-común
bién es cierto que cada año se hace un poco más visiblc la grieta entre descifradora o descodificadora' Aunque ":t::*:
de.revrsar
r", áj""ár-., nadicionales, la autora se impuso el trabajo
las vigencias de la lengua hace tres decenios y las del momento pre- en todas las unidades,lóxicas'
sento.
I las deirniciones heredadas, una por una' plecF
I .oJ -i." po.tt en la claridad del lenguaje expositivo' en la
La imtpción del Diccionario de uso e¡ el paisaje lexicográfico circulos vi
español supuso una revolución. Era algo autónticamente nuevo y ori- ,iá" á" 1", matices y en la evitación di los habituales
con el complcmento de
ginal. No porque fuesen enteramente inéditas todas sus caracteristi- ciosos. Esta información se enriquecía lector el
creados para redondear en la mente del
cas, sino porque por primera vez aparecían algunas de ellas conjuga- "t"-"r"t*
;;;;;;ü "¡"aplos, definitorio v para exhibir la voz cn
das en una organización unitaria, junto con otras que sí constituían "r'"t "n*tádo
,- abundancia ilustradora que contrasta con la parquetlad
verdadera novedad. Ya un pequeño detalle era una muestra extema de
".'ri""",
oU.e.u"bt" en t" *ayoría de los diccionarios corrientes'
su lndole pionera; el anticiparse en casi treinta años a todos los demas "-- años' en 1981' La
diccionarios españoles en la adopción, o más bien restauración, del tut"rí" t"tolin.. á*iO en Madrid' a los ochenta
deseaba' la
; iu .o.tt" no le oermitieron realizar' como
orden alfabético universal (no inclusión de ch y ll como unidades al- ""f;;d"d
;;;i;t¿-";"i qu" aho'" ha llevado a cabo la Editorial Gre-
fabéticas) que habia usado la Academia Española hasta 1803 y que 'd;;;;;Jt obra. La u ta vez' es ejemplar' su santo v
seña
solo on 1994 sería restablecido por el X Congreso de Academias de la "*iqu"""do'" caraiterísticas que acabo de
Lengua Española. ha sido mantener on todo su vigor las
tV .o.hu. ot u" de
máot calado) y que han sido el funda-
El propósito central, vertebrador del libro, era hacer del dicciona- "".".-* Es digno de
rio no solo una <<henamienta¡» (esta es la palabra de María Moliner) rn"* ¿"i'"-pffo prestigio ganado por el Diccionario' esta nueva edi-
para descifrar, sino una herramienta para cifrar; esto es, no ya pÍ¡¡a elosio el escruDuloso respeto'"on qo" se ha preparado
y en gran me-
interpretar las palabras recibidas, sino para conmutar la comunicación .iái,1""" gürdando su orientación' sus contenidos poniendo en práctica
seleccionando las palabras adecuadas para su emisión en mensaje. dida sus definiciones y sus ejemplos, como
había proyectado'.Esa.delicadeza
Este objetivo ya estaba presente, ampliamente desarrollado con otro -.áii*""1"."t q." t" i'opia "utora discrotos en
método, en la obra de Casares. Los <<catálogos de sinónimos y pala- i" ti¿. incoápatibie con la introducción de cambios-
".
i;;;;;;";eial de la obra v en la organización de
los¿rtículos'
bras afines» que ahora integraba Moliner como parte de numerosas de la consult¿'
con vistas a mejorar la comodidad y la eficacia
---Pero,
entradas parecería que convertían su texto en un diccionario analógi- la amplia actualiza-
al mismo tiempo, no se La descuidado
co al estilo del francés de Paul Robert. Pero María Moliner iba r¡rás indis-
lejos; sabía que la función codificadora no se llena simplemente brin-
I
ñ ;;; transcurádos desde la primera edición hacían
i "td;;;
p""rif.. L" faltorial ha atendido con el miiximovivas' esmero a la incor-
dando palabras, porque el mensaje no se construye solo con léxico, hoy tanto de nivel
sino con sintaxis. Y así, se esforzó por presenta¡, en los casos preci- I poración de numerosas voces y acepciones
398 Diccionarios del siglo fi( \
formal como informal, tanto de España como de América. Se ha rea-
lizado además la revisión sistemática de las etimologias, así como la
de muchas definiciones, eotre ellas las de las voces pertenecientes
a distintos ámbitos especiales de la actividad humana o del saber, cu- I
ya presencia cn la lengua esüándar se hace cada día más patente. Se ha
perfeccionado, al mismo tiernpo, la información gramatical dent¡o de
las enhadas.
Yo creo que, en definitiva, los editoros han acertado a lograr lo 24
más parecido posible a un eqülibrio entre osos dos antagonistas que
son la conseryación y la renovación, y que la vida de este Dicciona-
I ,uraoGRAFlA DEL ESPAÑoL EN EL FIN DE sIGLo'

no, uno de ¡os más importantes de nuestra lengua, queda con ello fe-
lizr¡rente asegurada para los tiempos vcnideros inmediatos. Era un
es r¡n caso
diccionario nuevo y original cuando nació; nuevo y original sigue La producción lexicográfica relativa a nuestra lengua
cultu¡al' En ningu-
siendo hoy en esta segunda salida remozada. utlpi"o á"ttto de la lexico-grafia de nuestro ámbito
de las lenguas que les
no d" lo. p"ise. de nuestro entomo, en ninguna
y el espa-
***ti", se da u¡a situación sernejante a la de España cento alrede-
á"i.'s"rL .""" ,osotros un diccionario académico es el
diccionarios particulares'
*'Ñ;A"f
i". gir" ,oda la constelación de los
"*i
Ñfua la única nación que cucnta co¡ una Academia ofi-
Francia' la Acade¡nia
cialmente t-a"du par" velar por ei idioma' En
Francesa fuo est¿bGcida con esa frnalidad casi
80 años antes que la
la Española, autora de un diccionario cuyas
edi-
;r;;;,;;., "omo publicado el
,"'t tu"edido a través de los siglos' En 1992 ha
"io'*, "n
iomo I tte una nuova edición, al mismo tiempo que la
Acadernia Es-
pañola daba a luz otra nueva edición dol suyo' Pero el panorama es
académico
iadicalmente distinto' Así como en España el Diccionario
para consultarlo' ya
p*a ¿e mira de todo el mundo, ya sea
"rii "t "i
;;;p-" dÑfuo, en Francia su homólogo vive en medio de la indi-

'-
ferencia general.
;;;; tradición lexicográfica francesa es fundamentalmente
fue la em-
privada.-Sin embargo, su puntá de Üranque, curiosamente'
empezó a prep¿¡rar a
presa ofrcial del Diccionario que la Acadernia

' núrn 4 , Ñarm 1995 61 -7 5l'


lPublicado cn Dorarre (I-ondrcs), '
400 Diccionarios del siglo W ¡tticografia del ápañol en elJin de siglo 401

raiz de su fundación, cn 1635, y que no terminó sino más de medio Longman (1978), por no hablar de los norteamericanos, como los
siglo después. La expectación provocada por la obra cuya salida tanto Morriam-Webster (1961) o los Random House (1966) y American
se hacía esperar motivó quo otras personas, con menos medios pe- Heritage (1969).
ro con más diligencia, se adelantasen a publicar sus propios dicciona- No podemos detenemos comentando el desarrollo de la lexico-
rios. El de Richelet y el de Fu¡etiére no solo ñ:eron bien acogidos, si- grafia en otros países como Italia y Alemania. En ellos, igual que en
no que inauguraron r¡na nutrida serie de diccionarios privados que Francia y en Gran Bretaña, los diccionarios generales que ctculan,
jalonaron el siglo xvru y sobre todo el xn< y que mantuvieron siempre algunos de ellos de muy alto prestigio, coinciden en ser de editoriales
en segundo plano la actividad de la Academia francesa. La situación privadas, en gozar de una tradición bien asentada, y en contar con el
no es distinta en nuestros dias. Es verdad que está en publicación un firme punto de apoyo de algún diccionario histórico.
diccionario histórico francés de producción estatal, pero sin interven- Pasemos, pues, a ocupamos de la lexicografia española y de su
ción alguna de la Academia: el Trésor de la langue frangarie (1971- peculiaridad: sl «academicocsntrismo». Y, en primer lugar, del centro
83). El resto de los diccionarios generales que se venden y compran do ese sistema planet¿rio,
en las librerías son todos de editoriales particulares. El alto nivel que La primera piedra del sistema data del reinado de Felipe V: es el
exhiben obras como el Grand Robert (1953-64) y el Grand Larousse llunado Dicctonario de autoridades, que se publicó en seis volúme-
(1971-78) se apoya en la sólida base de la lexicografia histórica fran- ¡es de 1726 a 1739. Esta primera obra presentaba tres notables ca-
cesa de la segunda mitad y hnales del siglo xx, representada por las racterísticas: l.', se compuso enteramente de nueva planta; 2.¡, todas
grandes obras de Litrré (1863-72), Godefroy (1881-1902) y Hatzfeld / sus entradas y definiciones estaban basadas en testimonios ¡eales ex-
Darmesteter (l 889-l 900). traídos del uso escrito; 3.', estos testimonios se presentaban impresos,
E¡r Gran Bretaña jaruis ha habido una autoridad académica, y, al con especificación de su procedencia exacta, siguiendo a cada dehni-
I
igual que en Francia, la verd¿dera autoridad (el respeto y el recono- i ción.
cimisnto recibidos de los hablantes) es la que cada autor o editor pri- En 1780, la Academia, dejando a un lado las complicaciones que
vado ha conquistado con la calidad de sus obras. A la actividad de las suponía preparar una segunda edición de la gran obra, publicó una
editoriales inglesas hay que añadir la de las norteamericanas. Unas y versión abreviada de ella, reduciendo a un tomo los seis que tcnía, pa-
otras responden conjuntamente a la enorme oxtonsión alcarzada cn ra lo cual no tuvo escrupulo en despojarla de todo su aparato científF
nuesEos días por el inglés como primera y segunda lengua y como co, que son las autoridades o testimonios reales de usol. Es cn este
lengua internacional. En este fenómeno político-cultural está el cam- preciso momento cuando nace la tradición lexicográfica académica,
po abonado para el desanollo de la lexicografia anglosajona; pero la constituida por 2l ediciones de esa versión abreviada.
razón de su alta calidad radica en el fundame¡rtal logro del diccionario Es innegable el prestigio del Diccionario de la Academia sntre la
histórico de Oxford, publicado en el primer tercio de nuestro siglo generalidad de los hablantes de español, incluidos los hispanoameri-
(1884-1928) y hoy ya en su 2.. edición (1989). No olvidernos que la canos. El Diccionario es reconocido como la voz de la Acadernia, y
Oxford University Press no es una editorial estatal, sino universitaria. la Academia es considerada como cl oráculo del idioma, como la má-
Precisamente los numerosos diccionarios filiales del gran diccionario, xima autoridad indiscutible. Sin embargo, esta autoridad es en cierto
todos bajo el sello de Oxford, están en la primera fila de la aceptación
general, al lado, o seguidos de cerca, de los Collins (1979) y los I
[V. cl capftulo 13 dc cstc libro]
402 Diccionarios del siglo fi I*xicograJía det Apañol en el Jin de sígto 403

modo, al menos en su origen, involuntaria. Quiero decir que no sería servas: «Todo libro, como no sea de los inspirados por Dios, tiene
exacto hablar de v¡a asunción de autoridad lingüística por la Acade- descüdos, igaorancias y aun barbaridades. Esto es en paficular lo
mia, sino de wa atribución de tal autoridad por Pafe de la sociedad. que sucede con obras filológicas. [...] Lo mismo sucederá, pues, en el
La historia de esa atribución ernpieza por la excele¡rcia de la primera Diccionario de la Acadernia, y sería contra todo buen criterio atri-
obra académica, el Diccionarto de autorídades: el crédito ganado a butle una infalibilidad absoluta; antes, la naturaleza misma de la obra
pulso por esa obra fue trasplantado por el público lector a la versión y la circunstancia de ser compuesta entre muchos han de despefar
abreviada de la misma que fue el primer Dicc¡onario común de 1780. cierto recelo y duda cientifica para no aceptar todas sus decisiones,
Ese crédito se ha mantenido, cada vez más vago y difuminado, a tra- digo mal, para no tomar todas sus palabras como decisiones muy pen-
vés de las generaciones. sadas y definitivas» (Cuervo, 1890: 116).
Pero al lado de este fenómeno natural actuó indirectamente la in- En las veintiuna ediciones producidas desde 1780 hasta 1992, el
tervención del Estado. Es cierto que nunca los poderes públicos han Diccionario ha crecido visiblernente en caudal. Las 46.000 entradas
asignado carácter oftcitl al Diccíonario de la Academia, y, que yo se- que contenía la primera han llegado a ser 83.500 en la última. Pero el
pa, m¡nca tuvo esta la autorización exclusiva para publicar dicciona- valor de este desarrollo cuantitativo queda muy desvirtuado si se con-
rios (como la tuvo, en cambio, algún tiempo, la Academia Francesa). sidera una implacable realidad: desde 1780, fecha de su primera edi
Pero sí hubo apoyo estatal con resp€cto a otras publicaciones de la ción, el Diccionario común solo ha sido objeto de retoques parciales,
Academia: la Gramática y la OrtograJía, declaradas obligatorias en de cortecciones aisladas, de adiciones dispersas; retoqugs y aumen-
la enseñanza, respectivamente, en 1780 y 1844. Para mí es evidente tos a veces numerosos, ac¿rt¿dos casi siernpre; pero nunca con una
que esta intorvención estatal contribuyó a crear uüa conciencia social visión reformadora general. Nunca se ha tenido el arranque de em-
de autoridad lingüística de la Academia extendida de modo conspicuo prender una revisión sistemática a fondo, una entera refundición. Con
a s\ Diccionario. lo cual, por muchas mejoras sueltas que las sucesivas odiciones vayan
En todo caso, el respeto popular nunca le ha faltado, y siempre ha acumulando, esas ediciones siguen siendolo de un Diccionario de
habido personas que sostienen qure el Diccionario académico es el 1780. Y el siglo xxr, que ya está asomando, espera renovaciones más
mejor do todos. Sin entrar a discuti¡ esta afirmación, no perdamos de profundas.
vista que no p¿tsa do ser una valoraciít relativa. En definitiva, no tie- La renovación que el Diccionario común de la Acadernia necesita
ne rnayor significado que lo tendría reco¡rocer la magistratura supre- debe partir de una revisión, o más exactamente de una redefinición,
ma de un tuerto cn el país de los ciegos. Es, pues, una ingenuidad mi- do su carácter normativo. En su primer trabajo, el Diccionario de au-
tificarlo, y las mentes lúcidas siempre han sabido poner las cos¿ls on toridades, dejaron claro los académicos que su registro del léxico te-
su sitio. Ya en 1836 Lana, discutiendo con Pedro Pascual de Oliver nIa la mira puesta en la orientación respccto del buen uso. En esto no
sobre la propiedad do una determinada expresión, decía: <<No siernpre se diferenciaba la actitud de nuestra Corporación frente a la de las
esjuez suficiente el Diccionario de nuestra lengua, por más que usted Acadernias extranjeras contemporáneas suyas. Pero, en contraste con
y que todos le debamos respetar cuando acierta; es dect, que e/ Drc- ellas, no se limitaba a inventaria¡ los usos modélicos, sino que daba fe
cionario de la lengua tiene la misma autoridad que todo el que tiene de la existencia de otros usos, arcaicos, dialectales, populares y hasta
razón, cuando él la tiene». [La cursiva es mla]. Y en 1890 el sabio jergales: eso sl, siempre debidamente etiquetados para evitar cual-
colombiano Rufino José Cuervo exponla parecidas o más fuefes re- qüer confusión. Así pues, el Diccionario de autoridades, y, siguien-
404 Diccionarios del siglo XN elfn de siglo 405
LexicosraJía delespañol en

do su estela, el Diccionario condensado que le sucedió, combinab¿¡ no solo en detrimento de la vertiente descriptiva del Diccionario, síno
dos componentes en apariencia antagónicos: el normativo y el des- i¡cluso de [a verti€nte normativa. Porque, como señalaba Rufino José
criptivo. Cuervo, de la ausencia de un término e¡ el Diccionario no se puede
La evolución del Diccíonario común no siempre ha guardado el i¡ferir si ella se debe a que la Academia lo desaprueba o a que lo des-
delicado equilibrio necesario para mantener en pie esa coexistencia de conoce (cf. Cuervo, 1911:62); con lo cual deja en la incertidumbre
principios. Con mayor o menor fuerza, la tendencia normativa en ge- bnto a quienes buscan orient¿ción sobre el buen uso como a quienes
neral se ha acentuado frente a la orientación descriptiva. A lo largo de buscan información sobre el uso a secas. ¿Por qué no acogió la Aca-
los siglos xD( y )o(, el criterio selectivo y purista ha sido la principal dernia hasta 1970 palabras como autobús y lupa? ¿Por qué no ha re-
guia de los académicos en lo relativo a la incorporación de voces y cogido hasta 1992 palabras como ballet y sandwich? ¿Por qué sigue
acepciones en las sucesivas ediciones de su obra. El conservadu¡ismo sin dar entrada ajeep y hall? ExcepnnndoTeep, todas ellas estaban ya
como línea de conducta y la sistemática cautela ante los usos nuevos ot el Diccionario manual de la propia Academia desde I 927 .
dieron lugar ya a mediados de la centuria pasada a críticas como las El purismo ha llevado en ocasiones a la Academia, por la preocu-
de Domínguez y Salvá. pación de cofar el paso a neologismos que empezaban a entrar en
Un interesante manifiesto de la Academia en este sentido fue el ci¡culación, a introducir en el Diccionarío voces inventadas por ella,
Prólogo del Drccionario de 1843, en donde la Corporación se señala- sin esperar a que obtuviesen aceptación en el uso real. Por no recono-
ba el deber de «deslindar las palabras que deben considerarse como cer palabras hoy tan corrientes como aterrizar y atenizaie, l^ Aca'
dignas de aumentar el caudal del habla castellana, de las intrusas y demia tuvo metidos en su léxico hasta 1970 t$ atenar y vn at*raje
desautorizadas», examinando si la adopción de una voz o acepción ignorados de todo el mundo. Inventó en su día recauchar, p¿ua que
por la sociedad «es constante y sostenida, o solo temporal y transito- ocupaso el puesto de recauchutar, aunque sin poder evitar la entrada
ria», y estudiando «si el nuevo vocablo se admite en toda su desnudez de este último. Más recientemente cre6 audiófono, porque no le pare-
extranjera, o se halla castellanizado por medio de alguna desinencia u cía bien formada audíÍono; hoy dia las dos formas conviven en el
otra alteración más análoga al genio de nuestra lengua, y por fin si el Diccionario, pero la primera solamente ñgura como testimonio de un
uso tione en su favor el sello de una razonable antigüedad que justifi- dirigismo falseador de la realidad, que ningún diccionario debe per-
que y afiance su admisiónr». mitirse.
Vemos en estas frases que he reproducido textualmente la postura A la actitud defensiva que con frecuencia ha asumido la Acade-
que en general ha mantenido la Academia e¡ stt Diccionario: el re- mia frente a los usos nuevos se une, acentuando su imagen conserva-
celo por principio ante los usos nuevos (sobre todo si son de origen dora, una característica inveterada de stt Diccionario.' el alto porcen-
extranjero), los cuales no está dispuesta a admitir si no cumplen de- taje de voces anticuadas y desusadas que contiene. El acopio de
terminados requisitos, entre ellos la prueba de la antigüedad. A estq arcalsmos ya data de la incompleta segunda edición del Diccionario
criterio ha renunciado en tiempos recientes la Corporación, aunque de autoridades, de 177O, en cuyo prólogo se decia que se había pro-
más en la teoría que en los hechos. curado recoger gran número de estas voces Por su utilidad para la
La práctica de no da¡ entrada en su catálogo a las voces que no comprensión de los documentos antiguos, La tendencia ha seguido
cuentan con la aprobación de la Casa o que todavía se encuentran eo vigente, al parecer, en las sucesivas ediciones del Drccionario comín.
la sala de espera hacióndose lo suficientemente añejas ha ido siempre Aunque la norma ha sido dar a cada voz o a cada acepción desusada o
407
406 Diccionarios del siglo )fr WicograJía del\spaño I en el Jin de siglo

que regis§e la voz


anticuada la oportuna etiqueta indicativa, hubo un momerito, en el si- ouedado parado el reloj. No es malo, por ejemplo,
Ja¿ qu" designa un tipo social muy representativo de otras épocas;
glo pasado, en que la Academia tuvo la idea de suprimi en muchas
áe eil"s t les otiquotas' En la edición de lE69 del Diccion¿rio se reti- i, * i¿t-ino-que históricamente forma parte de nuestra cultura' lo
ró la nota de anticuadas de muchas voces' no porque hubiesen dejado air.o qu" maiavedí, carabela y arcabuz' El hecho de- que..hoy no
do serlo, sino porque se tenía por deseable rehabilitarlas e¡ el r§o. *.rg*ot pajes en c¿§a no exige que los borre,mos de los dicciona- tod¿vla
Una vez más, la Academia había tomado la postua, oo dema§iado ,iorl m qu"-no es aceptable es que se nos definan como-si p¡'¡s
de
científica, de suplantar lo que es por lo que (a su
juicio) deáe ser' Esta formasen parte de nuestra vida cotidiana. Vean la definición
qltre tae eí Diccionario de 1992 «Criado cuyo ejercicio
es acompañar
arbitrariedad provocó en su momento la protesta del sabio Rufino
,o. asisti¡ en las antesalas, servir a la mesa y otros ministerios
José Cuervo (1874 61-62). Pero, que sepamos, no se restablecieron "aor,
"decentes y domésticos>>. Este enunciado es exactamente el mismo que
después las calificaciones anteriores. que de verdad
Por estas o por otras razones, el Diccionario contiene, además de figuraba in el Di ccionarío de 7726, que erula época en
en la
las voces que él se¡iala como anticuadas, muchas otras que también lo eiistían los pajes2. Notemos, de paso, el lenguaje arcaico usado
son realminte pero que no llevan la calificación de tales
y que por definición: i¡ irctcio por'ocupación', amos Wr'señores', ministeios
tanto figuran como pertenecientes al español de nue§tro siglo' Eu un po, '-"n.rúr", o actividades', decentes por 'adecuados" Un len-
estudio que publiqué hace pocos años (Seco, 1988 [es el capítulo 4 de gu"¡e que aflora en muchas otras definiciones, como la de la acepción
este librol), sobre una muestra de 304 entradas del Diccionarto de ,""áru a. DoNAIRE: «gallardía, gentileza, soltura y agilidad airosa del
1984, resultaba que un 18% llevaban calificación cronológica erró- cuerpo para andar, danzar, etc'»; o la de c'cLLARDo: «desembarazado'
airoso y galáDr. Se diría que el Diccionario de 1992 no intenta
ha-
trea, y quo de ese 18% casi la mitad se daban como vigentes hoy' a
blamos a nosotros, sino a los contemporáneos de CervantCs'
put"t ai que, según los datos del Diccionario historico, ninguna de
Un diccionario esto es de ssntido común- tiene que estar
cllas estaba documentada en el uso desde hace más de doscientos -y que' al
años. escrito en cada época iara los lectores de esa época' Es verdad
muchas es-
Por otro lado, en una poqucña cala que he realizado en 10 pági:ras lado de definiciones como las que acabamos de ver, otras
la
del Diccionario de 1992 (tramo h-hetíocéntrico), de las 444 entradas tán redactadas en lenguaje del siglo :o<. Pero también es inegular
técnica de las definiciones, como demostré hace años
(Seco, l9?7 y
que figuran cn ollas, el recuento de las palabras que la propia Acade-
1979 [= capítulos I y 2 de e§te libro]). Y es desigual el concepto
mis-
mia considera anticuadas, desusadas y poco usadas da un total de 58'
(no mo de def*i"iór: una§ están enfocadas como verdaderas definiciones
esto es, un l3%, A este d¿to habría quo sumar las 37 acepciones las notas
artículos, sino solo partes de artículos) que también llevan esas c¿li- léxicas, esto es, se limitan a dar del contenido de la palabra
que otras de-
ficaciones. Un 13% de voces no vigentes reconocidas como tale§ por suficientes para que se diferencie de las donás, mientras
la Acadernia, sin contar la§ que la Academia no tiene marcadas, da un finiciones pretenáen trazar una pintura exhaustiva de la cosa designa-
para su
peso demasiado elevado al léxico de otras épocas. Con razón el chile- da, sin omiti¡ ningún detalle de ella, aunque sea irrelevante
como las dos
no Adalberto Salas comentaba en 1964 que «el culto al pasado es la identifrcación. Encontramos así definiciones caudalosas
primeras acepciones de nlÁrrxo, desplegadas en 14 y en 12 líneas;
o
característica m¡ás permarisnte del D iccionario académico»'
El estilo conservad or del Dtccionario acadérnico se pone de relie-
ve en la sensación de que, cn muchas de sus defuriciones, se le ha 2
¡1, .d. d" 2OOl h" ,"risado por fm, satisfactoria¡n€ntc, la dcfinicié,n & pajel

I
a
l

,l
rl
408 Diccionarios del siglo XX Lexicogra!ía del e\pañol en el fin de síglo 409

la do nal-cóN, que ocupa 21; o la de ¡-ecllro, con 18; o la de olrtro, zos por suplir las deficiencias de tales fuentes, recurriendo al aseso-
con 15; o la de rr-rrerre, con 14. rami€nto directo de las Academias americanas. El resultado de est¿
I

El vocabulario científico y téorico es una de las preocupaciones colaboración, en general positivo, es sin embargo desigual, debido a
constarit€s de los académicos. Al principio (1726) decidieron no re- la estructura poco uniforme de unas y otras corporaciones y también a
gistrarlo; después (1770), acorda¡on recoger, de tales voces, aquella5 la falta de directrices unitarias en los trabajos.
<<que están recibidas en el uso común de la lenguo», De la inconsis- El punto débil por excelencia del Diccionario académico es una
tcricia con que fue respetada esta rostricción en lo relativo a determi- carencia basica: el no tener a su disposición un inventario general del
nadas voces técnicas nos da fe la abundancia de términos náuticos, de léxico, es deci¡, un gran diccionario histórico, similar a los que han
fortificación, de blasón, de esgrima y de teología que ya en 1846 de- servido de fundamento a las respectivas tradiciones lexicogrráficas de
nunciaba Vicente Salvá. A pesar de eso, la publicación por aquellos otras lenguas. El basamento de la tradición académica e¡ el Dicciona'
mismos años de los diccionarios enciclopédicos de Domínguez y rio de autoridades de 1726 fue válido, sin duda, en el inicio de esa
Chao dernostró que en otros muchos ámbitos, sobre todo en los cien- tradición, en los finales del siglo xvrl; Pero ni por su caudal (unas
tíficos, la Academia sí había sido muy restrictiva. Y siguió siéndolo 40.000 voces) ni por su edad puede aquella obra seguir funcionando
hasta finales del siglo xD(, en que acordó abrir las compuortas a estos hoy como respaldo de ningún repertorio lexicográfico. Mientras
léxicos especiales. Este capítulo, junto con el de las voces dialectales, nuestra lengua no disponga, como sus vecinas de cultua, del inventa-
ha sido la principal fucnte de crecimiento del Diccionario a lo largo rio léxico total en que consiste un diccionario histórico, la lexicogra-
de nuestro siglo. No es censurable, como quieren algunos, la abun- fia académica, y, a remolque de ella, la lexicografia del español, há a
dancia de los términos tócnicos, ineludible en la lexicografia de una la zaga de la de las otras lenguas, a pesar de la enorme importancia
época como la nuestra en que las ciencias aplicadas penetran cada vez demográfica y política del español en el mundo de hoy.
más en la vida diaria; pero sl es preciso y u¡gente que esta irnrpción Es cierto que la Academia publica desde 1960 tn Diccionario
se someta a una regulación y a una medida que por ahora no parec€n histórico que estaría llamado a cubrir ese penoso vacío. Pero este gi-
existir- gantesco proyecto, que debe abarcar no menos de 25 volúmenes de
La lexicografia acadómica padece, por añadidura, una carencia 1500 páginas, se va desarrollando con demasiada lentitud. Es eü-
impofante. Asi como el léxico inglés, bien invcntariado en Inglaterra, dente que hasta el momento ha faltado entre nosoEos una conciencia
cuenta con magnlficos repertorios para las variedades habladas cri los clara de la significación de una obra de este género, a la que se vo tan
i solo como un grandioso y decorativo monumento al léxico de nuestra
Estados Unidos y se está estudiando y compilando cientificamente en
lo referente a oEos países de lengua inglesa, el español de América, lengua o a lo sumo como r¡n instrumento de futura utilidad para los
que (no lo olüdemos) es el de ocho novenas pafes del mundo hispa- estudios filológicos del español, y no como una piedra angular de la
nohablante, ss encuentra lexicográficamente en una fase poco desa- lexicogtafia de esta lengua.
rrollada en cuanto a su catalogación. Hasta ahora, una gran pa¡te de La Academia no es inconsciente de la necesidad de una reforma
su estudio se ha efectuado er¡ forma saltuaria, con métodos poco o de sl Diccionario común, y cncaminados a ese fin está poniendo en
nada científicos y sin uniformidad de criterios, El Diccionario de la marcha diversos planes. Pero, como mi propósito aquí no es hablar de
Academia se ha servido de estas informaciones irregulares a falta de planes, sino de realidades, debo seguir adelante con estas, dejando
otras mejores, pero en las últimas ediciones ha hecho grandes esfuer- aquellos para mejor ocasión.
I
410 Diccionarios del siglo XN I ¡zxicografia det e$añ ol en el fn de siglo
4tt
I
extinguió sin conse-
Pasemos, pues, a los diccionarios no académicos. Como he dicho cual dio lugar a una violenta polémica que se -

antos, estos diccionarios están abrazados como la hied¡a a los diccio- cr*oi"r, C-uando, solo cuatro años más t¿rde, se Publicó el Dicciona'
el
na¡ios acadómicos, constituyendo con ellos una tradición sustancial- rio na"íorol de Dominguez, que aProvechaba mucho márs a fondo
reiterad¿monte
mente unitaria, Esa tradición es una ruta rectilínea que, partiendo del texto académico y que para mayor oprobio se burlaba
y
año 1780, llega hasta nuestros mismos dias. A izqüerda y derecha de d, l" Aod"^iu y á" t* miembros, la docta Casa rro reaccionó'
perfectamsnte
esa senda que es el Diccionario común o usual de la Acadernia se ex- desde entonces es habitual que los editores con§idercn
la com-
tiende un piíramo solo alterado de tarde en tarde por cumbres aisla- normal utiliza¡ con la mayor libertad y sin ningun disimulo
privado'
das. La llanu¡a es!á poblada por una serie de diccionarios de autores y pilación académica pa¡a l; edición de cualquier diccionario
editores diversos, de dimensiones y¿¡'i¿drs, de desigual fortuna, uai-
' Conviene puntualiza¡ que no tod¿ la dependcncia respecto a la
Academia se lolariza on torno al Diccionario común' La
presencia
formados todos por un denominador común: el de ser clientes de ese
del Diccío-
Diccionario wlgar o usual de la Academia. Incluso las cumbres más académica también se da, en no pequeña medida, a través
altas ejemplo, Salvá en el siglo pasado, Casares, I/ox y Moliner nario manual, quo, aunque emanado directamente del común' ofrece
-por
en el nuestro-, son eri gran medida, a pesar de sus muy notables una fisonomia innovadora ftente a este. En primer lugar,
se descarga

aportaciones personales, acreedores del repertorio académico. El de de todo el léxico que la Academia califica de anticuado,
y segundo'
a las que
Salvá, el mejor diccionario no académico del xn<, es, según decla¡aba incorpora multitud de voces y acePciones vivas o novedos¿§

fraocamente en la portada su propio autor, un «nuevo diccionario que el Diccionario grande, err su criterio restrictivo, niega la entrad¿' Este
real de
comprende la última edición íntegra, muy rectificada y mejorada, del Diccionario manual, mÍs cercano que el común a la lorgua
nuestro tiemPo, recibe menos atención de lo que merece
por parte
publicado por la Academia Española, y urras 26.000 voces, acepcio-
privados' rnás
nos, fr¡rses y locuciones, entre ellas muchas americanas». Y en 1966, de su propia creadora. Por el contrario, los lexicógrafos
iot"r"ruaot por la lengua moderna quo por la clásica, no han desde-
María Moliner decía, en el preámbüo de st Diccionarío de uso, que
ñado seguir de cerca esta segunda y más
joven voz de la-Academia'
su primer pensamiento había sido «omar las defrniciones del Diccio-
Seríá erróneo sacar de aquí la conclusión do que todos los
diccio-
nario de la lengua española, diccionario oficial de la Real Academia
uno
Española, como han hecho hasta ahora absolutamenle todos los dic- narios no académicos son mero eco de los acadcrnicos' Cada
rasgos particularos que me-
cionarios españoles» [cursiva mía]. Esta última afirmación, algo exa- añade al caudal patrimonial aprovechado
gerada, puede aceptarse si se entiende on ol sentido de que todos se joran el original en alguno o algunos de sus aq)ectos' Ademrás' t¿m-
han inspirado di¡ectamente en esas definiciones; en t¿l caso, es tam- po* to" rn:uy rígidos a la hora de abstenerse de la imitación o de la
bién aplicable al prcpio Diccíonario de Moliner. copia mutuas, lo cual aumenta la combinatoria de posibilidades'
Tenemos, puos, como rasgo compartido por toda la lexicografia Hay diccionarios que buscan esas mejoras por el procedimiento
española no académica la dependencia respecto al Diccionario comtn rn* fáil e¡r el fondo: la amplificación. Basta dejar todo lo que está
ert el Diccionario académico y añadir lo que no está,
tomándolo do
de la Academia. Tanto la macroestructu¡a como la microestructu¡a de
Así se
este han constituido el cañamazo sobre el que se han labrado unas y enciclopedias, diccionarios técnicos y vocabularios dialectales'
po. ejemplo, la Enciclopedia det idioma, de Martín Alonso'
otras obras. Este saqueo no siempre se ha producido sin protesta de la
"r""rorr,
y e\ Grán Sipena, obras caudalosas de utilidad irmegable, aunque
Academia. En 1842, cuando apareció el Panlexico de Juan Peñalver,
el secretario de la Corporación denunció a oste como plagiario, lo muchos no se la reconozcan.
!
412 Diccionarios del siglo XN kxicograJía del es)añol en el fin de siglo 413

defi-
Otros diccionarios siguen la dirección contraria: e[ aligeramiento piendo con más libertad que otros lexicógrafos los enunciados
del léxico por medio de la eliminación de lo poco usado y de lo anti- irito.ior, uaaa, *arcadamente arcaicos, de la Academia' La segunda
"
novedaá importante de Moliner es su división de todo el léxico
cuado. Es la linea de los diccionarios didácticos (escolares o para ex- en dos
tranjeros), entre los cuales se encuentran los de Enrique Fontanillo, niveles: palabras y acepciones usuales y palabras y acepciones no
Francisco Marsá, Aquilino Sánchez, Sergio Sánchez Cerezo y Con- usuales. Llevada a cabo materialmente esta diferenciación por medios
cepción Maldonado. El caudal de todos ellos oscila entre las 30.000 y tipográficos, ofrece en forma plárstica una información acerca de las
las 50.000 entradas, si bien la reducción real es más dr:lstica por ta ,igá"i* léxicas, sumamente útil para los aprendices del vocabulario'
gran cantidad de unidades pluriverbales excluidas. Estas obras, por El punto débil de esta información es que se basa en la competen-
otra parte, no dejan de incorporar algunos usos no recogidos por [a cia personal de la autora, la cual, por considerable que sea
(y creo que
Academia. Así, en el tramo fuerte-fumcr, quo en la Academia com- lo es¡, no deja de constituir una base subjetiva, cuando lo que pide la
prende 70 entradas, Santillana, que no pasa de 26, incluyc entre ellas lexicografia modema es la base document¿l objetiva' Tocamos aquí
varias voces que faltan en aquella: fuet, fuete, fulgurante, fult, con la.i manos de nuevo la misma carencia que antes señalé en el Dic-
full-time. Son también estos diccionarios mucho más generosos que el cionario académico. Y precisamente la falta de base documental en
académico en los ejemplos (destacando en este aspecto por su riqueza solo en Moliner' por supuesto es la
los diccionarios privados -
Planeta). Y, naturalmente, como corresponde a su carácter, ofrecen
-no
que los empuja a depender de otra base oxtema, cl Diccionario aca-
en la microestructu¡a variada información complementaria no sema- áé-i"o, qr" a su vez, como ya hemos visto, tampoco dispone de los
siológica (sinonimia, gramática y uso, principalmente). Verdad es que cimientos exigidos hoy por la técnica lexicogtáfica'
no todas esas informaciones son solventes, como oclure con las trans- Esa dependencia hace que los diccionarios paficulares, a pesar
cripciones fonéticas y las divisiones silábicas pr€sentadas por alguno del valiosó esfuerzo de algunos de sus autores, queden en general
gscrita, y que
de estos diccionarios. bastante cortos en ol registro de la lengua viva oral y
A mitad de camino entre la expansión y la compresión del caudal, inevitablemente aparezcar contaminados de algunos orores de su
los diccionarios llamados «grandes>> /o¿ Moliner- fuente. Voces y acepciones comprobadarnente antiguada§ apa¡ecen
mantienen un nivel cuantitativo aproximado -Casares,
al de la Academia. Coin- aquí y allá presentadas como si fueser¡ del español de hoy, e incluso
ciden los tres en el descarte, en general, de las voces que la Academia fórmulas difinidoras dieciochescas todavía se dejan ver de vez en
señala como anticuadas. La incorporación, en contrapartida, de voces cuando en esos diccionarios, si bien es cierto que todos han Procurado
y acepciones nuevas u omitidas por la Academia es la apolación mris siempre modemizar el metalenguaje. En cuanto a la técnica de la de-
visible de Vox, q:u,e en su última versión, Vox actual (1990), supera en finición, solo en contados diccionarios, como Í"ox y sobre todo el es-
20.000 el número total de sntradas del Diccionario académico. Casa- colar Intermedio, es visible el intento de perfeccionarla'
res primero y Moliner después componen diccionarios a la par sema- Hasta aquí, pues, muy resumido, el panorama un tanto gris de los
siológicos y onomasiológicos. Pero así como el Casares es más apre- diccionarios españoles que hoy, en los finales del siglo, ofrecen los
ciado como herramienta onomasiológica, eI Moliner debe su prestigio estantes de los libreros. Él Dtccionario académicoy los no académi-
casi exclusivamente a la vertiente semasiológica. Moliner no solo re- cos coinciden en lucir un nivel general más bajo que el que encon-
visa todas las definiciones académicas, sino que en gmn número de tramos en la producción lexicográhca de otros países europeos de los
entradas distribuye y compone de nucva planta las acepciones, rom- que nos sottimos cultu¡almente hermanos. La sombra de la Acadcmia
4t5
kxicograJía deI elpaño lenelfin
de siglo
414 Diccionarios del siglo fi
Las,tr-es^1bras' a
Pettorino y redactado sobre un corpus del siglo:o<'
puode servir para explicar la anemia de los oEos diccionarios' Pero, sn tre.s rasgos meto-
fá ¿ir"rsidad de su alcanie, coinciden
en definitiva, ¿quién obliga a los editores privados a ser tributarios de """* J" q,"r^ penin-
la Acadernia? Tal vez sea solamento el tcrnor a hacer las inversiones
ffiA;;,j,i;;ffit destacan sobre los diccionarios
ñ;il; hó, l.', la oientación basica es descriptiva y no prescrip
nec€sarias para emprender proyectos medianamente ambiciosos, y la ',il;.i-;á exclusivamente sobre document¿ción
de
desconfianza ante los resultados futuros de tales inversiones' Sin cm- "oipiuaas
las definiciones van seguidas de textos
en que se
bargo, el éxito de diccionarios «grandes», como Casares y Moliner,
*"iái v 3.", todas y el chileno
Aparte de esto' el uruguayo
que. siguen agotando reimpresión tras reimpresión a pesar de no ha- ñ.r- 7ü'r;lertitrcan. de vista sincrónico' cuya unidad
de sin-
berse puesto al dia desde hace 35 y 27 años respectivamente, deberia
u'á por r¡n
goiuáo, Punto
cronía es el siglo :o<'
"';.-b¿;
hacer pensar que vale la pena aventu¡Í[se a renova¡ un poco a fondo sincrónico, esEictament€ cootemPoráneo'
es
á"
nuestra flota lexicográfica. La única obra privada impofante que "nfoqo.[amado de la Universidad de Augsburgo'
diri-
.f proy.",á
:l hasta ahora ha dado alguna muestra de dinamismo es I/o¡' Es cierto "r"[i"Ñ Nuevo di-ccionaio
oirlo nor Giinther Haensch y Reinhold Wemer ' del
que no faltan en este momento iniciativas muy interesantes sn marcha Consiste el proyecto
7" Haensch / Wemer' 1978)'
dentro de España. Pero, como dije antes, mi propósito aquí es hacer
balance de realidades presentes y no futuas.
i, "i*r"*i^"s(cf.
i" t""ilr"tiot de una serie de diecinueve diccionarios nacionales'
vez.completa'
El diagnóstico que acabo de exponer, que nos lleva a seritimos ;"ddJ;;;.g,1" un método homogéneo' -la. cual una contrnente' su-
;; fu"ñ, único diccionario gureral de todo-el
más satisfechos por lo que esperamos que por lo quo vemos, §e toma
nlás optimista cuando, apartándonos de la lexicograña del español
*rr]l" "";
i"t oti..ra vez los desiguates trabajos clasicossedehanMalaret'
publi-
i#;;;: rá'
ü;at go v N"u"t' piezas del conjunto
producida en España, volvemos la mi¡ada a la que so produce fuera
;;il;;".: lJs áiccionarios de colombianismos' de argentinis-
do España. Se da la paradoja de que es el léxico del español de Amé- uno de estos dic-
;;t t¡; uruguayismos. Para la redacción de cada
rica, tradicionalmente mal atendido y mal registrado, hasüa el punto
ciona¡iosladocumootación,escritayoral,osliapoyadaporrmared
de ser todavía uno do los flancos más débiles de los diccionarios ge-
nerales de nuestra lengua, cl que está produciendo desde hace c¿si
* consultores extemos.
de
cité antes como los del
treinta años una serie de trabajos que abre nuevos caminos, no ya a la
i;; los tres diccionarios nacionale§ que
P."y;;;; twsburgo tienen eri común de el carácter contrastivo' to'
lexicografia de América, sino a la lexicografia general del español' España' F"§te sesgo está
i mando como piedra de toque el español
El precursor fue, en 1966, rm ensayo de dimensiones muy mo' de índole páctica: es- mucho mas abarcable
la
destas, de cuatro profesoras uruguay¿§: Diccíonario uruguayo doca'
ffi;;"d";;.-.nes
';ea.Iit;'"""r"dt" dentro de üa patcela limitada' el léxico «dife-
mentado, Era un repertorio léxico levant¿do sobre el despojamiento general del país'
;;;;;.iú; de pretender abrazar todo el léxico
do un número reducido de textos literarios contemporáneos' No me- realista no va sin
*i cámo ei compartido' Pero esta ventaja
nos de diecisiete años pasaron después hasta la aparición del primer "ipápi" salvo en l,os diccionarios de Augsburgo, la informa-
tomo de una obra de más envergadura, solo terminada de publicar el
irr""ri*i,r"*,
España se basa fundamental o casi exclusiva-
el léxico de
año pasado: el Diccionario de venezolanismoa dirigido por Maria Jo- "iált.t..
sofina Tejera y roalizado sobre un corpus extenso de amplia cronolo-
;;; * el Diccionario de la Academia' el cual' por su§ numerosris
sobre el uso real de la Pe-
insuirciencias, induce a numerosos errores
gía. Y entro 1984 y 1987 se publicó el nutrido Diccionario eiempliJi- 1988' a propósito del por otra
pade
tt"gUn p"¿e demostrar, en
iado de chilenismos, en cu¿tro tomos, dirigido por Félix Morales "árrf"
!
416 Diccionarios del siglo fi
excelente Diccionario ejempliJicado de chilenismos) (Seco, 1988
[=
capítulo 21 de este librol); con lo cual se corre el riesgo de dar como
peculiar de Venezuela o de Chile un término que vive también en Es-
paña, o inversamente se puede omiti¡ una voz viva de estos paises por
la creencia equivocada de que tal voz que en España se abandonó ha-
ce trescientos años se mantiene en ella vigente todavía hoy. Haenscfu
y Wemer, en las obras por ellos dirigidas, esquivan este grave incon-
veniente gracias a su información di¡ecta sobre los usos vivos en la
25
España de hoy.
Es sumamente valiosa, por la riqueza y la precisión de sus datos, EL DICCIONARIO SINCRÓNICO DEL ESPAÑOL.
la aportación que obras como las que menciono sobre el español de
América ofrecen para la elaboración de diccionarios generales del es-
pañol mucho más completos que los actualmente disponibles. Cier- l. On¡crN osr pnoyrcro
t¿mente, lo ideal sería el inve¡rtario total diferencial- del es-
pañol hablado en cada país americano. Pero -nola elempresa es hoy dema- Voy a trata¡ de presentarles un diccionario que ofrece algrma no-
siado ardua para no presentarse como utópica. En Méjico ya existe, vedad dentro del panorama lexicográfico español. Se traia ds una
desde 1971, el proyecto de Luis Femando Lara Diccionarío del espa- obra ambiciosa y modesta a la vez. Ambiciosa por su propósito y mo-
ñol de Mexico, con una riquisima documentación; pero precisamente desta por los medios con que se ha realizado.
las ingentes dimensiones del proyecto hacen que hoy se encuenhe Cuando yo concebí el proyecto de esa obra, tenía nada menos que
estancado (ojalá no por mucho tiempo). la intención de superar todos los diccionarios del español existentes.
Contentémonos, pues, por üora con lo que so ha hecho en esa l! No e¡r el caudal, que suele ser el objetivo de los mercaderes del léxi-
nea lexicográfica que he descrito del español de América, y bendigá- co; sino en la metodología, Yo aspiraba a componer un diccionario
mosla por la lección que está dando a los diccionaristas españoles de extenso basado en un planteamiento distinto del que hasta ahora ha
nuestros días. Porquo esa llnea nos enseña cuánto hay que abandonar regido en la lexicografia general del español. Un diccionario sincró-
y cuánto hay que innovar para la lexicografia futura de la lengua es- nico.
pañola.
' [Conferencia pronunciada cn al Institut Univcrsitari dc Lingüfstica Aplicada,
Univcrsitat Pomp€u Fabra de Barcclona, cn mayo dc 1996, y publicada c¡ Lixic, cor-
pus i dicciouris. Cicle de conleréncies 95-96, BucÁo¡a 1997 , 13349. Una primcra
vcrsión fuc l¿ canferencia dada cn la Univcrsidad dc Santiago dc Compostcla an octu-
bre de 1995, con cl tftulo "La microcstrucina. dal Diccio\aio del español actwl", y
publicada cn lcrar do Simposio de Leticogralia Actual: Elaboroció¡ de diccionarios
(Codenos de üngua, Anexo 3), h Conrña 1996, 25-38. L8 obra a la quc sc rcficrc cl
prcs€nte tcxto, Diccionario del español actual, dc Manucl Scco, Olimpia An&és y
Cabino Ramos, aparerió hos años dcspués dc la confcrcncia dc Barcclonal.
418 Diccionarios del siglo XX El diccionario sincrá¡ico del español 419

Mi primera aproximación al mundo de la lexicografia tuvo luga¡ sotros; por otro, las características metodológicas del Diccionario
cuando, siendo yo bastante joven, una editorial mo conEató pa¡a que
hislórico en cuya construcción yo estaba tomando pafe abrían ante
mis ojos la posible vía de esta renovación.
redactara un diccionario gramatical. El plan que prosenté consistía en
La tradición lexicográfica española se caracteriza por el <<acade-
seleccionar, por orden alfabético, las dudas y dificultades lingüísticas
micocentrismo». El Diccionaio de la Acade¡nia es el centro de un
de cualquier tipo que con más frecuencia se les presentaban a los ha-
sistoma solar; on tomo a ese Sol giran todos los demas diccionarios.
blantes de español, señalando o aconsejando en cada caso la solución
adecuada. Al no estar tratados muchos de esos problemas en ningu-
El Diccionario quo es c€ntro de ese sistema es una obra que se
redactó en la primera mitad del siglo xvul y que en su primera ver-
na gramática ni en ningún dicciouario general, para ejecutar mi plan
hube de recoger documentación di¡ecta del uso escrito en la lengua
sión tenía seis volúmenes. A finales del mismo siglo (1780) se hizo
una versión abreviad¿ en un solo tomo. Y esa versión abreüada es la
modema y contemporánea, incluidos los testimonios de la prensa, a
fin de fundamentar y razon¿¡r mis propuestas. La experiencia de la
que a lo largo de 212 años 1992- se ha editado veinte veces
-hasta
nís. En todo ese tiempo, no se ha llevado a cabo una sola revisión
preparación de este libro me sirvió para comprobar muy de cerca
profunda y sistemática de la obra, ni se ha ido ruís allá de introduci¡
la insuficiencia de las informaciones ofrecidas por los diccionarios
enmiendas y adiciones esporádicas. Esto no es obstáculo para que, en
tradicionales.
Mi segunda aproximación a la lexicografia fuo inicialmente para- el mundo hispanohablante, el respeto popular al Diccionario de la
Academia sea ilimitado y se haya mantenido incólume a travós de to-
lela a la primera. Era la preparación de mi tesis doctoral sobre el vo-
das las eras geológicas. El Diccionario de la Academia, pa¡a much¿§
cabulario popular madrileño de Carlos Amiches, Esta tarea ms Pro-
gentes, es el libro sagrado del idioma, guía y luz infalible para el buen
porcionó una dobls enseñanza fundamental para mi futura dedicación
uso de todas las palabras.
al quehaccr lexicográfico: Por una Parte, me introdujo de lleno cn la
Consecuencia de esta fe religiosa de una sociedad en una institu-
creación sistemática do un fichero léxico; y por otra, mc inició en
ción es ese papol central que siernpre ha desempeñado el Diccionario
la avcntura infrnita de la técnica dc la definición.
académico en toda la lexicografia del español. Este fenómeno no tie-
Mi entrada defrnitiva y mis votos perp€tuos en la profesión lexi-
ne paralelo en ninguna de las lenguas de nuestro entomo cultural. La
cográfica se produjeron cuando, en 1962, mi maostro don Rafael La-
pesa me invitó a formar parte del equipo redactor del Diccionaio influencia del repeforio académico es visible, en mayor o menor me-
dida, en los diccionarios no académicos, No había de sorprendernos
histórico de la lengua española, publicado por la Academia Española,
que María Moliner, autora de uno de los más apreciados entre ellos,
y cuyos dos primeros fascículos acababan de cdita¡se. En los treinta y
escribiese en 1966 que «absolutamente todos los diccionarios espa-
un años que allí trabajé, y donde terminé de director, no solo vivl por
ñoles» habian tomado del acadérnico sus dehniciones.
dentro en su forma más pura y auténtica el oficio lexicográfico, sino
que estudié de cerca, a través de un cont¿cto cotidiano, toda la tradi- Este ai¡e de familia ha sido un factor funesto pata todo el género.
Porque las producciones no académicas de mís calidad, a pesar del
ción lexicográfica del español. Estas dos vivencias fueron el principal
interés de sus innovaciones particulares, nunca han llegado a romper
estímulo para la concepción de mi proyecto. Por un lado, el conoci-
miento a fondo de los diccionarios españoles a través de su historia el cordón umbilical con la mad¡e Acadernia. No deja de existir un as-
pecto positivo en este hecho, ya que es innegable la presencia de mu-
me hizo ver claramente la necesidad, ya atisbada en mis andanzas
cho material valioso sn el Diccionario acadernico. Pero no es menos
anteriores, do dar un nusvo rumbo al cultivo de este género entre no-
tl
420 Diccionarios del siglo fr( El diccionario síÑrónico del español 421

verdad que hay un lado negativo, y es quo también abundan en él los de los datos del Diccionario histórico de la propia Academia, que la
datos erróneos y los análisis desacertados, como consecuencia, sobre calificación de «anticuada¡> (es decir, medieval) apí¡recía a menudo
todo, del desfase cronológico entre la composición de la obra original aplicada a voc€s que constan como todavía usadas en el siglo xvr, o
y la fecha en que la reciben los usuarios. en el xvI& o incluso eo el )o(; y la calificación <tdesusada» (es decir,
En la última edición del Diccionario académico figura, en la en- siglos na-xvnr) se daba a voces que en realidad se registran como
traü despilfanado, una acepción «desharrapado, roto, andrajoso». vivas en el siglo xn< o en el ¡o<. Inversamente, faltaba toda marca
Este sentido se remonta, a través de los siglos, al prjrmer Diccionario cronológica en palabras que no han dado señales de vida después del
de la Academia, el de 1726. El uso está registrado solamente en el Ie- xvru (el caso de desp ilfarrado quehe comontado antes)t.
soro de Covam¡bias (1611) y en tres textos de los siglos xvr y xur Luego estrín los criterios puristas en la selección del léxico. El ho-
último, de Moratín en 1789-. Desde entonces no consta quo rror a la importación de voces de otros idiomas hizo que hasta 1970, a
-el
ningún escritor se haya acordado de ese sentido. Sin ernbargo, afu ospald¡s del uso real, no sc diese acogida e¡ el Diccionaio a una pa-
está, como si fuese vivo y normal, en el Diccionario de la Acadernia labra como lupa, y hasla 1992, a una palabra como ballet, y que hoy
de 1992. Como es habitu¿I, dan crédito a la Acadernia diccionarios todavia hall esté en la lista de espera. En algunos casos se ha llegado
tan respetables como Casares, Moliner y Yox, quc recogen el uso sin a intentar esquivar la voz extraujera inventándole un sucedáneo ibéri-
reserv¡§. Pero también los bilingües caen en la trampa: uno de los co, como se hizo en 1925 cor. perifonra para designar lo que hoy lla-
mejores diccionarios actuales de español-inglés, uno de los mejores mamos radio última voz no entró en el Diccionario ha.sta
de español-alemán y uno bueno de español-italiano re gistan despilfa-
-ss!a
1936; pero perifonía sigue ahí, y curiosamente ha conseguido algún
rrado en ese anacrónico sentido, con lamentable desorientación para arraigo en países americanos Y otras veces so las han ingeniado,
los lectores extanjeros. -.
sin éxito, para vestir a la española voces demasiado forasteras; así se
El Dtccionario de la Academia, tras dos siglos de ediciones, no cre6 oi alerrar para no tener que admitir aterrizar; y wr recauchar
refleja adecuadamente la evolución de la lengua a lo largo de ese para eludir recouchutar; y wt travelín para no decir travelling; y vr
tiernpo. Hay en él defuriciones que se imprimioron por primera voz en yaz paru eviw jazz.
la primera mitad del siglo xvnr y quc se reproducen palabra por pala- La necesidad de una reforma radical dol Diccionario de la Aca-
bra en la edición de 1992. Añádase a esto igual falta de rigor en domia fue proclamada ya en 1945 por Ramón Menéndez Pidal
-que
cuanto a la vigencia cronológica de muchas voces y de muchas acep- fue director de la propia Corporación- en el prólogo a la primera
ciones. Y añádase también el mezquino criterio selectivo del léxico, edición del Dicc¡o nario l/ox, dirigido por Samuel Gili Gaya. Señalaba
basado c¿n frecuencia en principios puristas, y, por si fuera poco, allí Menéodez Pidal la urgcncia de crear un invcntario total del léxi
aplicado en forma a¡biüaria o irregular. co, cuyo objetivo había de ser el registro tanto de la lcngua usada en
La Academia, en los preliminares de sus diccionarios, dice marcar el momento presente como de la lengua de las épocas pasadas del
con la etiqueta «anticuado» las voces que porteneccn a la Edad Me- idioma, «formando un diccionario histórico total, sin criterio selecti-
dia; y con las etiquetas <<desusador» y «poco usado>> las voces que vor». Y mencionaba como posible modelo de ese inventario total el
pertenecen a la Edad Modema, que quiere decir a los siglos xvl a diccionario inglés de Oxford. Solamente a partir de una obra así se
xv¡u. Pues bien: en un traÍro de 304 entradas de la letra a, en el Dic-
cionario de la Academia de 1984, comprobé, examinándolas a la luz I
[V. capltulo 4 de cste libro].
I
422 Diccionarios del siglo )O( il diccionario slhcrónico del español 423

podrían superar las deficiencias de que adolecía el Diccionario aca-


2. Cmecrrnisr¡cAs DEL DtccIoNARIo »el nsp,tÑo¡- ecrul¡-
dé¡nico común.
Poco después (1947) tazabr Julio Casares precisamente el pro- se trataba de componer un diccionario histórico «alternativo»
No
yecto académico del Diccionario histórico de la lengua española, en en pequeño, sino de emprender una segunda vía en busca de la misma
el que la propuesta de Meriéndez Pidal y el modelo de Oxford ocupa- mela que debería alcanzar, al cabo de muchos afros, el Diccionario
ban lugar preerninente. Esta obra, prevista en 25 volúmenes, empezó histórico dirigido por Lapesa. Yo no consideraba incompatibles las
a publicarse en 1960, En ella, cada artículo contiens el estudio más dos ofensivas, sino complementarias, y la prueba de ello es que, des-
completo hasta ahora realizado de la palabra, con información no solo pués de poner en marcha mi proyecto personal, seguí trabajando al
sobre su contenido semántico, su sintaxis y su fraseología, sino t¿m- mismo tiempo en el académico durante los veintitrés años que duró cl
bién sobre su vigencia pasada y actual y su extensión geográfica den- gnreso de la elaboración del Diccionario del español actual.
tro y fuera de España; todo ello efectuado de primera mano sobre una Un diccionario histórico es un diccionario con una perspectiva
documentación suficiente y con ejemplos de uso real, acepción por vertical. Está constituido por la serie alfabetizada de las monogtafias
acepción. Algo que para la lengua española no se había hecho nunca, históricas correspondientes a cada una de las unidades léxicas de un
y que constituye el proyecto mrás importante de la Acadernia desde su idioma, concebido este a su vez no como el idioma de un tiempo de-
fundación. La realización de este inventario general del léxico sería el terminado, sino como el total del tiempo que ha existido el idioma.
único punto de partida sólido para reedificar el D¡cc¡o¿ar¡o común de Las monogtafias de las unidades léxicas no se comunican entre sí, si-
la Academia, y con é1, toda la lexicografia del español. no que son paralelas, siguen su curso, sin mi¡ar a derecha ni izquier-
Por desgracia, y por increible que parezca, la misma Academia da, desde el nacimiento hasta la muerte o el punto actual de la unidad
cn muy contadas ocasiones- no ha llegado a da¡se cuenta de lóxica.
-salvo
la trascendencia de su propio proyecto, y en este momento, publica- En cambio, un diccionario sincrónico, como el Diccionario del
dos ya dos gruesos tomos y cn marcha otros dos, se vislumbra como español aclual, tiene una perspectiva horizontal. Su estudio de las
probable el próximo abandono de la empresa. unidades léxicas se lirnita al estado de cada una de ellas en un mo-
Al poco tiempo de incorporarme a la tarea del Diccionario histó- mento dado. En el caso de mi diccionario, se limita al estado de las
rico, ya erar. para mí claramente perceptibles el escaso entusiasmo unidades coexistontos en el momento pre§ente. Así como en el Dic-
con que era impulsada desde arriba la constn¡cción de una obra que cíonario histórico cada palabra se estudia en la relación entre su esta-
tenia que ser la piedra angular de una nueva lexicografia española, y do más reciente y cada uno de sus estados anteriores, et el Dicciona'
la profunda incompransión que rodeaba la empresa. La conciencia de rio del español achml el análisis de cada palabra parte de la consi-
esta situación me empujó, en 1969, a estudiar la posibilidad do inten- deración de esta como pieza de un engranaje global que es el sistema
tar por mi cuenta, desde mi modestísimo rincón, esa renovación de de la lengua en un tiempo dado.
nues§a lexicografia en una escala reducid¿ y dentro de los límites El objetivo de mi proyecto era" por supuesto, diferente del del
mucho me¡ros ambiciosos impuestos por una extremada escasez de Diccionario histórico: mucho más limitado, más concreto y con una
medios. Así nació mi proyecto del Diccionario del español actual. orientación distinta. Mi propósito era romper el círculo cerrado de la
tradición lexicográfica del español, superando la habitual dependen-
cia respecto al Diccionario académico común y aplicando una meto-
I
,.

424 Diccionarios del síglo XX El diccíonario sitrl:rónico del español 42s

dología mrís rigurosa que la ernpleada hasta aquel entonces en la ela- la proclamada hnalidad informativa del Diccionario, sino incluso
boración de los diccionarios de nuestra lengua. Era una avanzada en de la propia vertiente normativa. Porque, como señalaba Cuervo, de
el intento de descubri¡ cuál es el léxico «reab> del español de nuestros la ausencia de un término en el Diccionario no se puede inferir si ella
días: por un lado, dejando el catálogo enterament€ purgado de las vo- se debe a que la Academia lo desaprueba o a que lo ignora; con lo
ces y sentidos que ya no están er¡ uso y que abruman las páginas de cual se deja sumidos en la incertidumbre por igual a quien busca
los diccionarios usuales, especialmente el de la Academia; y, por otro orientación «morab) sobre ol uso y a quien busca información «reab»
lado, paralelamente, registrando los numerosos vocablos y sentidos sobre é1. La Acadernia pretende ser al mismo tiempo notario y juez,
que pertenecen a la lengua de nuestro tiempo y que no se oncuontran pero en ella el juez se impone al notario. «Lo justo Cuervo-
en esos diccionarios.
-decia
[...] es la combinación de los dos oficios: registrar todos los términos
Esta fundamental renovación metodológica tenía como puntos autorizados [es decir, suficiontemente documentados], y añadir la in-
claves, en prirner término, la orientación descriptiva; en segundo lu- dicación de su calidad actual, dándolos por anticuados [...], por vulga-
gar, la definición de una sincronía precisa para la descripción del lé- res [...], por impropios, [etc.]>».
xico contemporáneo; y, eri tercer lugar, la creación de un corpus do- De hecho, lo normativo no está rsñido con lo descriptivo. Lo que
cumental como ñ¡ndamento indispcnsable para el establecimiento del sí está reñido es la prevalencia de lo normativo cn perjuicio de lo des-
léxico objeto de la descripción. criptivo. Pero los dos enfoques son compatibles, y hasta tcnd¡íamos
Siempre la orientación descriptiva ha sido víctima de la orienta- que deci¡ que su cohabitación es ineludible. Hasta en los diccionarios
ción normativa que ha presidido las sucesivas ediciones del Diccroza- de mríxima objetividad, que son los históricos, un simple detalle co-
rio de la Acadernia y las obras pertenecientos a su escuela. Es cierto mo la necesidad do elegfu una determinada grafia para el lerna del ar-
que la linoa normativa ha sido repctidas vecos quebrantada cri todos tículo es exponente de que la norma, como el ojo de Dios, es algo de
esos diccionarios, de manera más consciente cn los no acadérnicos; lo que nadie puede escapar.
pero, como actitud gencral, sigue activa en la lexicografia del es- Por otra parte, no podemos igrorar que, salvo los diccionarios
pañol. Rufino José Cuervo señaló hace un siglo el peligro de esa históricos máxima pretersión científica, destinados a un público
orientación, particularmente si, como suele, parto de planteamientos
-de
muy restringido-, todos los productos lexicográñcos tienon puesta la
pu¡istas. En los diccionarios académicos del siglo pasado la Corpora- mirada e¡r un público amplio. Esos usuarios de los diccionarios los
ción editora advefla que no incluia las palabras que üo consideraba quieren para obtener infonnación sobre las palabras; y no una infor-
«dignas de aumenta¡ el caudal del habla castellano); y para alcanzar mación que se limite al contenido de ellas, sino que abarque cuestio-
osa dignidad era neces¿¡rio que estuviesen avaladas por el uso de los nes relativas a su buena utilización. Esta información se la pueden dar
buenos autores, o que, en su defecto, estuviescn bien formadas con perfectamente los diccionarios comerciales sin menoscabo de la osa
arreglo «al genio de nuestra lenguar»; o que, al menos, tuviesen a su información, la primera: la de aquello que realmente oxiste y circula
favor, en su cüculación, «el sello de una razonable antigüedaó». La en el léxico del idioma.
práctica decimonónica Los o§os dos puntos básicos de mi diccionario, la perspectiva
-hoy todavía no abolida de hecho - dea los
dar entrad¿ en su catálogo a las voces que no les parecen bien
no
sincrónica y el corpus documental, solo podían defurirse a la vista de
académicos, o que todavía se encuentran espor¿¡ndo sentadas a hacer- los medios con los quo había de contar para la realización del pro-
se lo suficientcmente añejas, ha ido siempre en detrimento no solo de yecto.
427
426 Diccionarios del siglo fi¡ El diccionario Intónico del español
siglo en
(25 años de edad en 1975). Virtualmente, pues, mas de.medio
Indispensable era disponer de alguna colaboración. Un dicciona- limitó' por tan-
rio de nueva planta, no basado en otro u otros trabajos anteriores, no ü vida del idioma. Nues§a recogida de materiales se
dos ex-
puede hacerlo un sujeto solo. Yo tuve la suerte de encontrar dos per- to, en un principio, a textos escritos y publicados entre. esos
trárrros ae tSSíy 1975. Josette Rey-Debove, que señalaba-
como l!
sonas lo bastante idealistas como para estar dispuestas a trabajar gra- el plazo de
tis durante todo el tiempo que durase la redacción de la obra, a la es- mite máximo de una sincronía práctica para un diccionario
posible ese
pera de los derechos de autor que est¿ generase en su día. Con e§te sesenta años, recomendaba, sin embargo, reducü Io más
Por
minúsculo equipo cogido de mis manos, firmé en 1970 un contrato do máximo, para garantizar una mayor homogeneidad del sistema'
rupu"*o, estábamos mucho mas cerca de ese razonable cri-
edición con la Editorial Aguilar, comprometiéndome a entregar el "otoitos a sí
Diccionario del español actual e¡ urt plazo de siete años. te.io qrrc el generosísimo concepto de sincronía 9ue se concedió
principio en
Los medios humanos con que contaba eran, pues, un equipo de mismá el Tlésor de la langue ftanga¡se, cifrado en un
170 años que después, en la hora final, llegaría a los 200 años-'
tres personas, incluido yo mismo. Y los medios materiales eran los -y de
De todos modos, el retraso paulatino del cierre de la redacción
suministrados por la editorial: un despacho prestado para la redac- la fe-
ción, y los ficheros y las fichas en blanco necesarios para ella. Para nuestro diccionario nos llevó alr simultáneamente rectificando
cam-
poder vivir, los tres responsables de la obra no tuvimos más remedio cha terminal del período estudiado. La razó¡ de estos sucesivos
llamado «del es-
que dedicarle un tiempo parcial. Toda la tarea, hasta el inicio de la fa- bios de límite era que, tratándose de un diccionario
pañol actuab», era conveniente que el léxico del mismo no
se última, ha sido exclusivamente artesanal, ya que, cuando la empe- 'quetlase -objeto.
mutiiatlo en su vid¿ más reciente' Como la redacción se
zamos en 1970, los ordenadores aquellos ordenadores de tarjetas
perforadas- tenían precios
-
astronómicos para los ciudadanos de a p^rolongó hasta diciembre de 1993, esa fecha es la última de
los mate-
l;"r ;* constituyen la base documental del diccionario'
con lo
pie. Cuando el ordenador, por fin, entró en nuestfas casa§, ya era tar- años ini-
cual, ai final, la sincronía práctica, en lugar de los veinte
de para incorporarlo a la compilación del diccionario. Solo en los úl-
cialÁente
-- programados, ha quedado fdada en treinta y ocho años'
timos años, gracias a la ayuda de los actuales propietarios de la edito- para el
rial, contamos, en la fase de preparación del texto para la imprenta, Únu ur¡áion que desáe el priÁer momento establecí
la relativa
con los equipos informáticos necesarios y, ademas, con tres colabora- material estudiad o ei el Diccionario del español actual fue
geográfico na-
dores expertos destinados especialmente a osta operación. a la extensión geográfica. Evidentemente, el dominio
países que
No hace falta decir que aquel plazo inicial de siete años no se i tural para un dicciánario del español es el conjunto.de.los
i para abar-
cumplió y que hubo de ser prorrogado en sucesivas ocasiones. Con traUtan est" lengua. Pero las enormes dificultades técnicas
pensando en
medios tan pobres no se podía hacor otra cosa, a pesa¡ de que mi plan onia^ a ios estrechos límites de tiempo -incluso
el
del diccionario ya estaba trazado dentro de unas coordenadas muy los limites posteriormente ampliados-, nos impusieron. desde
"arfo,
principio, po. p*o realismo, no salir en esta primera edición de
las
cstrictas.
En primer lugar, la sincronía era muy reducida. El concepto de fronteras del esPañol de EsPaña.
Aunque no existiesen esas restricciones materiales' la
idea de
«español actuab» se encsrraba en un período de veinte años, de 1955 a hoy más sen-
centrarse en el ospañol de España creo que es hoy por
la-
1975. Espacio breve, pero suficiente, a mi jücio, pÍua registrar uru de nuestro
imagen válida del léxico utilizado activamente du¡ante esa franja por sata, teniendo on cuenta el estado actual de la lexicografia
Si España no
los españoles nacidos entre l8S5 (70 años de edad en 1955) y 1950 iáio-" la gencralidad de los países que lo hablan'
",
428 Diccionarios del siglo )d El diccionario lncrónico ilel español 429

los usos que registramos como geográficamente no generales no lle-


cuenta e¡l la actualidad con un solo diccionario general fiable, los es-
van una etiqueta que los confine en un á¡ea determinada, sino una ge-
fuerzos lexicográficos más importantes realizados en los países ame-
ellos posteriores a 1980- no han pasado de los dic- nérica: «regional». La cita que acompaña a la definición muestra, a
ricanos
-todos través de su referencia bibliográfica, el punto o zona precisos donde
cionarios hasta ahora publicados del Proyecto de Augsburgo (colom-
nosotros hemos registrado el uso; pero no nos arriesgamos a afirmar
bianismos, argentinismos y uruguayismos), el de Félix Morales de
que es allí, y solo allí, donde existe' Nuestra experiencia en el Diccio-
chilenismos y el de M.' Josefina Tejera de venszolanismos: obras to-
iario histórico nos ha demostrado mil veces la inestabilidad y la im-
das sr¡mamente valiosas, pero compuesta§ con un método contrastivo,
precisión de los datos dialectales en geoeral'
lo cual da una imagen forzosamente incompleta de la realidad léxica
Pasemos a los términos de ámbitos especiales. Nosotros i¡clui-
de cada territorio. El único diccionario general proyectado de un país
mos, porque es una exigencia de todos los diccionarios modemos,
americano, el mejicano de Luis Femando Lara, todavla no ha pasado
una proporción notable de términos técnicos corrsspondientes a ám-
de la fase de proyecto. Por otra parte, no faltau voces' como la de Nila
bitos especiales de la actividad y del saber, aunque limitando su in-
Marrone en 1981, que sostienan que la aspiración de componer un
clusión a aquellos que nuestra documentación nos advierte estar en
diccionario «panhispánico» es utópica, por la complejidad que supone
trance de penetrar en el vocabulario pasivo e incluso activo de los ha-
cubri¡ veinte variedades geográñcas, aunque se limitara a las respec-
blantes medios. En general, la presencia del teoricismo, del campo
tivas normas cultas. En cualquier c¿§o, empecemos por el intento de
que sea, es en la lengua de hoy, en todas las lenguas cultas de hoy,
llevar a término una compilación solvente del léxico español de Es-
mucho miás intensa que hace cincuenta años, y este fenómeno se re-
paña. Después, el que pueda hacer mas, que lo haga'
fleja de manera conspicua en todos los diccionarios modemos' En
nuestro diccionario procuramos distinguir, mediante el empleo o no
3. Mrcnoasrnugru*.r
empleo de marcas, entrs los tecnicismos que han entrado abierta-
¿Cuáles son las ca¡acterísticas generales de la macroeskuctura
de
el la lengua común,
-.rrt" "n el uso general y los que, aunque tengan denho de él alguna
nuestro diccionario? El léxico descrito en él es de presencia, no dejan todavía de sentirse como propios de una especia-
en sus diversos niveles socioculturales y en sus diversos registros. Pe- lidad. Voces com o artrosis o idarto to llevarál'' pues, ninguna marca
ro a ese léxico estándar se añaden dos elernentos secundarios: a,) va- de ámbito, ya que circulan hoy en la lengua común con la misma o
riantes lóxicas del castellano hablado en las distintas zonas de Espa- quizá mayor frecuencia que reúma o ataque cardíaco. En cambio,
ña; á,) términos pertenecientes a diversos ámbitos especiales' leucemia linfoblastica (nombre que difundieron los periódicos para
En cuanto a las variantes geogáficas, hemos procurado recoger hablamos de la enfermedad que padeció el tenor José Carreras) no
las formas regionales aceptadas en el nivel culto del español hablado I podría desprenderse de la etiqueta «Medicino».
en la respectiva zona y siernpre capaces de entlar on el vocabulario La selección de estos términos, como la del léxico general y re-
pasivo de los hablantes del rssto del país. Este principio vale tanto pa- gional, en modo alguno es intuitiva o introspectiva: está determinada
ra las variantes propias de zonas castella¡rohablantes (como Andalu- por los datos que nos ha suministrado nuestra documentación' ¿Cómo
cía o Canarias) como pa¡a las peculiaridades del castellano hablado se ha constituido esta? Entremos en esto tercer pilar fundamental de
en zonas bilingües (como Cataluña o Galicia). En todo caso, al tener nuestro diccionario.
conciencia de que los datos de que disponemos no son exhaustivos,
I
I
430 Diccíonarios del siglo W I El diccionario sinÑnico del españot 431
l

Para crear nuestra base documental, hernos llevado a cabo un nuestro presenta, siguiendo a cada defmición, una o más citas, con
despojamiento selectivo de textos españoles, bastanto numerosos, im- indicación precisa de su procedencia, con el fin de cumplir la doble
presos dentro de los límites de la sincronía establecida: de 1955 a función de cefificar la realidad de lo expuesto en nuestra descripción
1993. Esos textos son de cuatro órdenes: a,) publicaciones periódicas; y de ilustrar esta descripción exhibiendo la palabra en vivo, en plena
ó,) obras didácticas de enseña¡za media o de diwlgación; c,) obras li- actuación dentro de un contexto.
terarias de diversos géneros; d/ impresos varios, como guías, folletos, El enfoque rigurosamente sincrónico del Diccionario del español
calilogos y prospcctos. La distribución cuantitativa de estos materia- actual lleva como consecuencia la exclusión de toda información
les no es uniforme. Los procedentes de publicacioncs periódicas ocu- etimológica, la cual solo tiene verdadero sentido en las obras de pers-
pan un 70 o/o aproximadamente; los de libros, sumadas las obras di- pectiva diacrónica.
dácticas y las literarias, dan un 25 %; y los materiales varios se llevan
el 5 7o restante. Como ven, la prensa ocupa un lugar privilegiado, co- 4. Mrcnorsrnucrun c,

rrespondiente al lugar que llena en la vida cotidiana de los ciudada- La est¡uctura general del artículo más simple, el monosémico, es:
nos, muy superior, ineludiblemente, al que se concede a los libros.
. la entrada;
Dentro de estos, de los libros, concedemos primordial atención, entre
. la información sobre esta, en la cual el centro de gravedad es la
los de creación, a los géneros narrativos y al teatro, por reflejar en
principio con más realismo la lengua que se habla, y prescindimos, definición;
. la cita o las citas. Si el a¡tículo es polisómico, cada una de las
en cambio, de la poesía, por ser la forma de expresión más creativa, la
acepciones lleva también, después de la información respectiva, la
más individual y por tanto la mris independiente y ajena al sistema de
presencia de las citas textuales quo la avalan.
la lengua.
Dentro de las proporciones indicadas, hemos buscado la mayor
dispersión posible en la selección de las fuentes, con el fin de favore-
El punlo de vist¿ sintáctico desernpeña un papel fundamental en
cer al máximo la visión panorámica del léxico español actual. Por ello la estructu¡a de nuestros articulos. Considerado en general, esto no es
nuestra nómina de fuentes es €xtensa: está formada por unas 340 pu- ninguna novedad. También el Diccionario de la Academia despliega
blicaciones periódicas y por unos 1.500 libros, publicados todos ellos l
para un verbo en primer lugar las acepciones trarisitivas, después las
y periódicos- dentro de la franja temporal acotada. intransitivas, después las pronominales; o, p¿ua un adjetivo, agrupa
-libros
Para la incorporación al diccionario de una voz o de un sentido no antes los usos adjetivos y después los sustantivos. Pero hay que re-
nos ha bastado la mera presencia de un testimonio en nuestro ñchero, cordar que muchas veces antepone el criterio semántico al gramatical.
que pudiera representar una creación ocasional; lc hemos exigido su Y por otra parte, se desentiende en general de aspectos sintácticos
confirmación, bien por ulteriores testimonios, bien por informaciones importantes, entre ellos el régimen preposicional. Lo mismo les ocu-
rre a la mayoría de sus seguidores.
de carácter objetivo.
Uno de los rasgos más visibles y caracterizadorcs del diccionario Nosotfos entendernos que el contenido de una voz tiene siernpre
obedece precisamente a nuestro propósito de «demostrao> la existen- dos vertientes, que son su valor semántico y su valor sintáctico. Y
cia de los usos que en él describimos. Igual que los grandes dicciona- la definición, por tanto, debe describir ambas vertientes. Este con-
rios históricos, igual que los grandes diccionarios descriptivos, el l cepto de la definición como la intersección de un componente se-
433
Diccionarios del siglo M EI diccionario si4crónico del español
432
para hacerle pa.dre y darle
mos situar la locución estar lun hombrel
mríntico y un componente sintáctico es determinante en la estructura que significa 'ser muy atractivo', y que. evidentemente
iÁ gro"i^,
de nuestros articulos. de la ñ¡nción verbal' Y todavía tend¡emos
iuy'qu"
La (oaturaleza) de nombre, o de adjetivo, o de verbo, de una pa- "oori¿"rar-dentro que encontramos cuando al-
orr'a i"r"** un quinto apartado al uso
labra estri modifrcada decisivamente por la «funcióru> de esa palabra de que se'ha incendiado la casa, y alguien respondc:
en la frase, de tal manera que esa fu¡ción viene a ser su segunda natu-
;L;il;"
'¡ru podntse trataisin duda, de una interjección, expresiva de susto o
raleza. El hecho de que esa palabra soa capÍ¡z de forma¡ con otras
unas combinaciones dotadas de un significado y una función estables, - sorpresa desagradable '
de -Cámo
pueaei ver, disponemos cinco apartados dentro del.artículo
distintos de los que presenta fuera de esas asociaciones, es lo que de- a Ia ñ¡nción sintáctica; pero la función sin!íctica
prar" uáiii*ao
termina la ubicación de aquella dentro de una u otra sección del 'que
consideramos no es necesariamente la de La'toz
padre' sino que
artículo. de
;;;;;;t¿" cualquier combinación estable con seritido estable
Por ejemplo, padre es <<por naturalezo» un nombre masculino, es la combinación de pa-
con bastantes sentidos que nosotros hemos reunido en bastantes acep-
'1"r:ualpadre sea componente. Tan adjetivo
\a
iá"y señor mío en la frase un desa¡uno de padre y muy señor
ciones y subacepciones, las cuales aba¡can desde el primario 'hombre h palabra padre et la frase /¿ vida padre' Agnrpamos
*íoi
que ha engendrado a otra persona' hasta el uso cn argot cuartclero "oÁo apartaao todas las unidades léxicas' sean uni-
como 'soldado del peuultimo reemplazo'. Pero el nombre podre
;iáp* ;, *'-ir-o qxe tengan
verbales o pluriverbales, comprendidas bajo la ortrada'
abandona su naturaleza de nombre cuando decimos la paliza padre o categorial se
la vida padre, donde es un adjetivo funcional.
*" -irau'n ""ión sintactica. Cuando en un apartadojunto con ellas'
A- .J. ,*p"i.*s de la palabra simple, o aparecen'
Peniemos tambien cn los casos en que el significado de padre,
expresiones pluriverbales, el apalado lleva la
etiqrreta correspon-
dentro de una estructura compleja, pasa a r¡n segundo término dentro etc' Pero si
JiÉri" r" cátegorí": «adjetivo», <<pronombre», <«erbo»'
del significado global de la combinación; por ejernplo, cuando ha- plu-
blamos de un desaTuno de padre y muy señor mío, o cuando comen-
;ñÁJ"" está-constituiáo exclusivamente por unidades léxicas verbal»'
¡r"iU"t"., *".os la etiquota «locución adjetivar»' «locución
tamos una revista que no lee ni su p¿drq o cuando una chica describe simplemente «ver-
etc. Reconozoo que bierr podrlamos haber puesto
a un hombrc qlcle está como para hacerle padre y darle las
gracias'
bo», porque depositamos en osta palabra la ide,a de 'función verbo';
Vemos que la combinación de padre y muy señor rzío funciona como que lla-
;;;;;;;t ternido causar cierta perplejidad al-Iector si ve
adjetivo, con el sentido de'muy grande o extraordinario'' Es t¿Il ad- 'mamos
«u"rbo, a toda la expresiótno tener padre ni madre
ni peno
jetivo como el padre do la paliza padre o el de la vida padre' Así
pa- que le ladre.
iu"r, ,rorot o., después de haber dedicado un extenso apartado al "--Ñoigoo.o que la denominación «locucióo»' tal como la emplea-
dr¿ nombre masculino, dedicamos un segundo apartado a los usos de
algunos abusiva' ya que casos como
padre como adjetivo (caso de la paliza padre,) o como componente -o, ,rorótaor, puede parecerles a no suelen llamarse sistemáticamente
i"t que he citado
de combinaciones que tierien sentido y función adjetivos (caso de de- "oiui"""iá*s
to, diccionarios, sino altemando con otros rótulos como
«fra-
*
sayuno de padre y muy señor mío)' Y después, un tercer apartado co- "ri no dán-
r"r, ,,opr.ti¿nr, y «modismo», o bien, como hacen algunos'
ni.po.rderá a h función pronombre, con el ni su padre del ejernplo aotás ,ringun nombre' Como en nuestro diccionario
el empleo de «lo-
una revísta que no lee ni su padre, porque ese ni su padre es un ver- lo mismo que
cuciónn es unívoco y expresa con apreciable brovedad
dadero pronómbre que significa 'nadie'' En un cuarto apartado debe-
434 Diccionarios del siglo
t
?'
M El diccionario siirónico del españot 435

«unidad léxica pluriverbabr, hemos decidido servimos sistemáticar foto a un niño pequeño, o, humorísticamente'
se trat¿ de hacer una
mente de ese término sin mayores remordimientos. Lo mris particular situ¿ción se refiere a una o varias personas adultas:
«Cui-
,r-¿o l"
os que, como no¡rna general, el término «locuciór»> va siempre segui_ «Mira' mira
ááo, q* va a salL un pajarito»; (Ateoción al pajarito»;
do de la especificación de su función: «locución adjetivo>, «locución pre-
*ui,'qr" va a sali¡ el pajarito», etc. Nos ha parecido suficiente
adverbial», etc. la etiqueta de «coloquiab», una acepción única explicada
Pasemos ya a habla¡ de las definiciones. Muy brevernente, porqus
áá, "on que sale el
url' néu *u en cinstruccionos como mir¿r al pajarito' o
mi punto de vista sobre esta materia ya lo he expuesto con suficie¡rte pajarito, para reclamar atoncióo e inmovilidad al que posa p¿ua una
amplitud en otras ocasiones, si bien no dejaré de insistir sobre ello, ya
;;í"gt"Á;. Con esta solución concisa se ha definido con la necesaria
rl
que los diccionarios españoles, en su mayoría, continúan fieles, tam-
ufr""'.iu, * solo enunciado definidor, algo que no era susceptible
bién en este aspecto, al modelo académico. Los dos tipos de defuri- "o
reducción lingüística fija.
a una forma
de
ci6¡: la sinonímica, en metalengua de contenido, y la explicativa, e¡ Un caso que tiene cierta similitud con el anterior es el de las que
il que un
metalengua de signo, no dejan de estar prssente s en el Diccionario
llamamos deliniciones comprensivas. Ocurre' por ejemplo,
del español actual, pero siempre diferenciadas tipográñcamente: la mismo nomb,re aparece empleado para designar distintas especies de
definición sinonímica va en tipo redondo, mientras que la explicativa y cuya
aaimales o de plantas que poseen algunos ca¡acteres comunes'
va en cu¡siva. La cursiva representa la voz en off del lexicógrafo, que salvo excepciones, no inte-
diferenciación ultima, ispecie por especie,
no solo interviene cada vez que es preciso sustituir a la perífiasis s!
resa demasiado al lector normal' aunque ocasionalmente se mencio-
nonímica cuando esta no os viable o puede no resultar bastante inteli-
:
nen con acompañamiento de algún especificador'
gible, sino también cuando interosa aportar explicaciones adicionales
Por ejemplo: existe una serie de aves con el nombre paíño'
qu.e
de carácter semántico, sintáctico o pragmático. nave-
tiencn todas como ca¡acterística la de seguir a los ba¡cos en su
Cuantitativamente, corlstituyeri r¡na gran mayoria las definiciones 1

gación y que solo van a tiena para reproducirse' Pues bien, las englo-
I
en forma de perifrasis sinonímica, que hemos utilizado siempre que
I
l
i".ot ioais Uo¡o una sola entrada p aíño, co¡ esta simple explicación
t ha sido posible, De las definiciones explicativas nos hemos servido en defrnitoria que 1as abarca a todas: <<Se d¿ este nombre a varias aves
I las palabras ñrncionales, como preposiciones, conjunciones, afículos para repro-
marinas quc suolsn §eguir a los barcos y §olo van a tiena-
y pronombres, determinados verbos y determinados adjetivos, así co- se dará
duci¡se».-Con esto, el lector que no sea aprcndiz de ornitólogo
mo en las interjecciones.
norm¿lmente por satisfecho, puesto que ya dispone de elementos
di-
Uno de los casos especiales en que hemos recurrido habitual- ferenciales dei 'paíño' con respecto al'buite' o a la'gaviota',
y para
mente a la explicación como método definitorio es aquel en que el paíños reparten
qué va a necesitar más. Ahora bien, sucede que los se
sentido concreto por definir se da en construcciones de escasa estabi- de
eo varios géneros y espccies, y que algunos de ellos llevan detrás
lidad, es deci¡, que se presentan en formas tan cambiantes que no es su nombre un especificador. ¿Interesa dedicar a cada una de
ostas es-
posible reducirlas a una locución unitaria. Nosotros, por razones no pecies una subacepción, con su definición particular? ¿O bien
pres-
solo de economía de espacio, sino de economía mental para el lector, cindimos de toda riferencia a la§ especies? La primera actitud
supone
no nos hemos sumergido en una atomización de locuciones similares
una abierta concesión al enciclopedismo, es decir, la asunción por el
en forma y sentido def¡nidas separadamente con enunciados pareci- diccionario de una funcióu que corresponde a la enciclopedia' La se-
dos, Sería el ejemplo de la enunciación del nombre paTarilo cuando gunda actitud puedo llevar consigo el desprecio de re¿lidades léxicas
436 Diccionarios del siglo XX

ocasionalmente presentes en los textos de la lengua general. Nuestra


solución trata de segut el camino intermedio. A la explicación antes
,;
expuesta, añadimos: «Especialmente, Hydrobates pela§cas (vñño 6
couúrN), Oceanodroma leuconhoa (r,lño »n Lzl.cu), Oceanites
oceanicus (reÍño or WusoN) y Oceanodroma casfro (reÑo »r 3o
Meonm.e)». Como se ve, enunciamos algunos nombres compuestos a_o
correspondientes a especies importantes, asignríndoles los respectivos :o
nombres científicos, de tal manera que quien desee una identificación 4.9
miís precisa de las especies pueda buscarla en libros de un primer ni-
vel de especialización.
Nuestras deluriciones de voces desigaadoras de realidades que
son o pueden ser objeto de estudio por parte de especialistas o técni-
Pr
sb!
cos no están redactadas precisamente para servir a los especialistas o E8
a los técnicos, sino a los hablantes comlmes, a quienes basta saber E¡
qué clase de ser es el nombrado y quó rasgos lo diferencian entro los E8
de su clasc. La defrnicióo red¿ctada sn términos técnicos obliga a Eü
menudo al lector lego a indagaciones ulteriores, dentro (o no) del
mismo diccionario, de las que quizá salga muy instruido en detalles
que no le interesan. Nunca debemos perder de vista que la percep-
ción que de la realidad tiene el usuario común de la lengua no es la
misma que la del quo estudia científicamente esa realidad; y que tales
percepciones son expresables en lenguajes diferentes. 1

La defurición en nuestro diccionario ticne en cuotta siernpre lo que


entre nosotros se conoce habitualmcnte con el nombre de contorno I

que fui yo el primero que usó esa palabra, adaptando otros tér-
-creo
minos usados por los lexicógrafos de otras lcnguas-. El contomo es
aquel elernento de la defrnición que cn realidad no es pa¡te sustancial
E
de ella, pero sí del contexto en que se usa la palabra definid¿, No en to'
¡
das las defuriciones es preciso delimitar el contomo. Si deñnimos //o-
rar, intransitivo, como <<derrama¡ lágrimas», la ecuación dehnido / de- Ia
g t
finidor es perfecta. Pero al def¡ni¡ un uso transitivo del mismo verbo, t
por ejernplo e¡la o¡aci6¡ Lloraron al escilor todos ws amigos, la de' (
(
finición no puede ser «sentir o manifesta¡ p€sar por la muefe de una
peñionD), porque la (q)ersona) en cuestión está, en la ftase, fuera del
-¿iEs.A.8,átr6'cBtB
€r;;lgsS¡i'3E
X'q:§t'-d.áVA*csE0
i9¡se"I§81lt
=.9
-. uY <t - - x ¡i'
<E=g;áágAFál
3 i \Jq x:' l¡-
É tt 1
:1-
§F¡ro.i9s§lH§a EsHs;ts1ÉE'8'-
6 § q-.ó. *E
=
á.: e E'sE 5'§9; á l§ A

rEr"sr§e&;F'¡€ g ¡iT 3 E " I i á ?.á ?á'áá s§6¡ÉF I§


compartimentación - compatibilidad 1142

cornpe.rti.me¡rtaclólt/Artión de compartimea- io perdla el coñpás. CBonáld &olo 236: Fue llegando a Ia


la¡. Tb su efecto. I Seseña Ba¡ros ?8: Le declración presen' marisEa al ñismo compÁs que los vientos agosteños ulla in'
ta una clarfsime impronta oriertal -ño¡m¡ uoc¡¡¡, comparti' vasión iemás vista Dor nadie. Ferres-LSalinas Hurdes 65:
rrenteción del espacio- con temas geométiico8, de snimales Los viatLros, por no ierder cor¡páe, han de apretar el paso ..
y castillos aLñenados. Tácíto yd 28.6.7,1, 8: Le contestación A¡mando piensa que mejor les habrla venido el no t¡opezar
juvenil de hace unos cuantos año§ .. lo i¡tufa: cambiar la vi con hombie v burro tan andannes. b) (M¿¿s) División del
dá, llevar la imaginación al poder, combatir Is compartimen_ tiempo en pá¿es iguales I Casares Mús¿ca 180: La gaita,
teción jerárquica. inst¡1¡menú de car¡cter diatónico.. que da origen a dos for_
mas tan importantes como la Albo¡ada y la Muñeira, €n
compartinenta,r ,¡ Dividú lalSol en coñparti- comoás de 6 x 8. o) (M¿s) Espacio del pentegrama compren'
mientos. fó fg. I Seseña 8a¡ros ,f8' Les piezas aParecen dido entre dos linees verticsles y que corresponde a cada
compartiEentedas en disposición radiel. ll,ag.u4.\s Ateneo 36. una de las partes en que se divide et tiemPo. Tb ¿l coniúnto
Hoy en dfa, cuando la especialización compartieenta le vida ese espaci.o. I Ca§ares M¡r§rco 181 El
de notas coit¿ní.¿lo eL
y Iá polftica es feudo de los temócratss, el Ateneo, pera so- músico ordena estos tmos eD lo que llamamos coÉpases,
b¡evivir, debe c¡nstreñirse a su misión cultural libre- que no hacen úás que conc¡etarlo§. I¡s compese§ se sepa_
cornpartlnento m Co¡upartimiento. I Bustiaza- r'an en el pentagrama por una raya v€rtical. A. Ma¡azueh
Mascaró Eie¿c¡¿s 331: En ellos Uos estenques saladosl el Nar 6.71, 3: La jota segoviana tiene una diferencia: las de_
agua salada pasa de un compartiürento á ot¡o y se evapora más tienen veintiocho compases, entrads y vuelta; e§t3 tiene
por el celor sola¡. CAssens Nou¿ra 2, 33: Viajé uDá vez toda üna entrada. une vuelta y veinte compases. Tofte'¡te VueLtd
la noche sola cofl uft viajero etr el compartiñento del tren. E, 409: El piÉnista empezó á tocar los primeros compases de
Rcercla M¡ri 10.60, 12: Cada país ha pasado a ser un com- una obertura. d) - d6 ooErPasl¡¡o --¡ coMPAslLLo.
psrtimento esta¡co depetrdiente de uu solo producto: azúcar, 4 (lit, rdro) Rato (porción ind€terminada de tiempo). I
para Cuba; estaño, para Bolivia. Benet N¿¿¿¿ 63: Los tres vi4aban en silencio, ñirando el
colEpa,rtll,rle¡rto m t Parte de lÉs que resultan techo y resolviendo el lárgo compás con l€ctura de periódi'
de dividiaun espacio. I PCarmo¡¡a 8¿¡gos 81: El [Abside] de cos. CelaJudfos 91: Se encont¡áron yá en medio del pueblo y
San Vicent¿jo .. tiene cinco compartirni€ntos separado§ por sl pie de una bodeguilla, a lá que entraron a descanssr un
odgi¡ales contrafuertes. Orteg Amerbdnas 55: El coche . coirpás. b) - do oapar& Detención temporal o pausa en
tiene un compartimiento donde se pueden glardar los guan' una actividad. I Inl 1.8.?0, 6: Teilandia, en coropás de espe'
tes esterilizados. Angulo ár¿¿ 1, 28i El tabicado [e¡ los es- ra. Su entráda iotal en le Euerra alterarfa toda la e§tretegia
ñalte3l .. consiste eD forlnar con delgedos tabiques u¡a serie del sudeste ssiático. Solfs Are¿eo 19: Esto hece que el Ate'
de compertimientos etr los que s€ depositá lá piedra labrada. neo teoga Eiempre un mÁtiz polftico de oposición, o, en la
b) Pa¡t¿ de las que, sepa¡adas por tabiques, resultan de Ia época dd Ia Restsuración, de'tumo" o compás de espera en_
subdivisión de un vagón u otro eapacio pera viqie¡os. ¡ Deli- tre canovistas y sa8ástinos,
ber Co¡¿as 96: A ol me place viajar e¡r tten .. Hsce unos tDe_ 6 (M¿¡) Bnijula convenientemente suspendida y proteg!
ses ., tmpecé en e¡ mismo compártiñiento con un vte.¡o ferro' da para que señale con precisión el norte magnético. I M¡¡a
5.1r.70, 61: Con uD edaptador especiel y los diferentes acce_
'tir.tto- Mad 13.12.69, 20: El 6enegelés se hsllabs Bentado en sorios (coripás, cn z de marcáción), sirve también Pará la
el compartiroieato de primera clase ldel aviónl.
g - crta¡oo. Departa¡Bento de u¡ buque deliEitsdo por radio-r¡ártación maritiñ4.
mamparos estencos. Frec fr,g, d.enotaado inaomuhladcífn o 6 (¡eg) Atrio o lo:rja ide una tglesia o convento¡. I Grosso
oislami¿nto. I Delibes ,l¡¡¿dos I14: La afábilidad chilena Capirote 163: Un grupo de mujeres vestidas de negro salió
poi la puerte del cornpÁs d€ le iglesja. Sus siluetás se recor'
elimine, de entrada, t¡do int¿Dt¡ de cresr compartimientos
estancos raciales. iaba¡ en el blanco lechoso del tdpial encalado.
II ¿oc u ? co8rr ol - [a alguieu o elgo]. Cogerflel eI aire.
oonapa,ftlf f¡. Tener o use¡ une parte lde algo (cd)l al I Berenguer Mundo 271 PenBeba yo que aquel chiquillo
mismo tiSmpo que fotro u ottos Gompl coY)l- Tb sin el 2" Áunque ni la Encamá ni yo nos cogiéramos lell rompás, e¡a
compl,.on suj pl- I E. Murillo GacNS 8.8.71. 13: Estados eI son de su cásta y de mi casta.
Unidos ha coafrrmado que .. está dispuesto e compartir el III hc adu I . -. Al mismo compás [3a]. I Cunqueiro U¿
petróleo producido en Estados Unidos con otros consumido' ¡¡omó¡¿ 10: Creciendo todo mi cuerPo [aturalmente, y mi ca'
re§. CNavsrro Peros 93: Ambos trabajaban frente Por fren- beza a comoás.
te en la mrsmÉ rÍesa, tenieDdo que compartir la alfombrilla, llt toc pip 9. - dc. SeFjn, o de ecuerdo con. I Merca-
el ventüador, en el verano, y el llexo. b) Poseer lalSol en co_ der-Dorti, IrEspdña 4, 143: El leboreo de la hulle se inició
mún fcon otro u otlosl- ?b sin el 2" compl, cor suj pl. I en Asturias a compás de las necesidades de las rbaestranzes
MOPU 718.85,25: La p¡ovitrcis coEparte con otrss anda_ o fábricas de arma6 estatales.
luzrs una vegetación tlpicamenté medit€rránee. MMolina Gompascf f¡ (¡aro) Acompasar. Tb
J¡n¿te 183t Compartíamos la mayor parte de nuestras oPi' fig l Lañde'
niones y de nuestms gustos. yan 14.11.?4, 50: Estos dos fan_ to Jwgos-31: Lá habanera coñpesó el tierDpo de su adoles'
cencia.
tásticoa equipos cooparten muchas venlqjas. o) Reslizar
luna actividadl dividiendo el tiempo y le dedicación lcon compaslllo m (Mls) comp᧠[3b] que tiene Ia dura'
otral. I Aguilar E¡p€ri¿ncia 431: Mi ta¡ea de tr¡dr¡ctor, s le cióD asimlAda a 4 Degres. ?b coMPAs DE -. m GPa\ón flg l
que úe dedrqué compertiéndola con las correccione§ de Hernarus 33: Se notibe muy pegedo e los huesos, al llama'
prueb8,.. me hizo deletrear.. ls¡ pá8itras de los modemos dor de su corazón todavla anü¡edo en su compás de compa'
escritorcg. sillo.
oornpás I m I Instrumento dé dibujo formado por com.I,aslón f lestima (sentimiento de tris¿eza cau'
do6 patas articuladas entre sl por uno de 3us extreños y que il
sado por '
dolor qjen o) A ueces DE sl MlsÚo, referi.do a la
sirvó para trazer ci¡cunfe¡encies, medir ángulos o treospor_ pers óue ld si¿nte. I Latorct Mujet 15: Eulogio no habfa sen'
tar longitudes. I GíroD.za Mateñóti.as 172: No8 servirer¡o8 tido compasión de Pauli¡a.
entoncas del compás para construi¡ los lados, y del semicfr' comDaslv&D.gnte adu De manera compasive
culo graduado pala construir los án8ulos. A¡8ulo Arúe 1, t1bl.I dironellá Mittón 31o: Polo Norte miró compssi'
16: Este lebor de copia, que se reáliza con gran precisión vametrte e Julio.
por medio de compases y cuedrfcula, 6e denornine B&ca de
COmnaSlvO -I¡a, odr lPers.l que siente compasiós o
¡Ansulo que forman las piernas de uns pcñoná en pie l eE proDen-sa6 s€ntirta. I Dcañabate Pose4¿o 93: UE e§pec-
tador;róximo a Ie Martina exclama, comPasivo: -Pero ¿que'
G. Sureda Sáó 16.?.?5, 55: [a que yo les censuro a los to- éis que lo ñete? b) Propio de Ia pers. compasiva l Aldecoa
reros no es que sean perf ems, sino que a veces Io sean y Gratso¿ 135: La risa de Juan A¡enss era compasiva y acaso
otras no; que en ocasiotres toreen con 106 Pie§ juntos un punto menospreciativa.
y que otras veces lo hagan cofl el compás eraSeradamente
abierto. cor¡¡patiblUdad / Condición d€ compatible. | ¡lo,
3 Ritño. ?ó f8. I Olmo Co¿fos 105i Iba d€ prisa, y su 21.11.?0.-1: Procedieron lpara el traEplentel a ¡eelizár los
cuerp€cito daba l, impresióD de que se oovl¡ el compás de análisi6 de competibilidad y lu€go efectüa¡on lá exti¡pació¡
un tsmbor. O¡A 26.8.?8,2: EI chiquitín que cerraba la danza de los riñones. L. Medina So¡M 16.11.90,26: En lo que re§'
El diccionario sinc\ónico del español 437

verbo definido. Sin embargo, lo habitual cn los diccionarios de español


es ese tipo de definición de los verbos intransitivos. Nuestro dicciona-
rio indica, en la fórmula que antecede, por medio de unos corchetes,
que el elcrnento <<de una personar» es un elemento de contomo, pertene-
ce al contexto. Así: «ssr¡ti¡ o manifesta¡ pesar por la muerte [de una
personal». Adüerte, además (por medio de determinado cfiigo que
aquí no reproduzco) que la función de ese elemento de¡rtro del con-
texto es la de complemento diecto del verbo snfocado. La separación
del complemento di¡ecto de contomo ya la hacen muchos diccionarios
modemos de lenguas extranjeras; muy pocos en las nueshas. Para el
catal:án ya la ponía m práctica Pompeu Fabra en 1932. Par¿ el castella-
no, el primer diccionario que lo hizo fue, en 1945, el I/o¿ dirigido por
Samuel Gili Gaya, el cual había tenido un olvidado precursor lejano cn
el esbozo de dicciona¡io que en 1871 dieron a conocer Rufino José
Cuervo y Venancio G, Manrique.
Pero nosot¡os v¿rmos un poco rnás allá. Los elementos de contor-
no no se limitan al complemento di¡ecto del verbo transitivo. Son
muchas veces complementos necesarios indi¡ectos o preposiciona-
-
les- del propio verbo, y no cncerrados en su sentido. Y el contomo
también existc en categorlas distintas del verbo: la s€lección del tipo
de nombre al que es aplicable un adjetivo también pefenece a este
capítulo. No es suficiente definir el adletivo tordo diciendo: «quc tie-
ne el pelo mezclado de negro y blanco», porquo, tomando al pie de la
letra esta definición, podríamos deci Mi primo es tordo. Falta un de-
talle esencial del contexto: so aplica solo a un caballo. En estos casos,
los diccionarios suelen acogcrse a la fórmula dícese de: «Dlcese del
caballo que tiene el pelo mezclado dc negro y blanco.» Se rccurre así
a la definición-explicación, la que se enuncia eri metalengua de signo,
rompiendo la uniformidad con la mayoría de las definicioncs de adje-
tivos, que, al no estar sometidas a esta suerte de restricciones, están
formuladas de manera normal, en motalengua de contenido (por
ejemplo, neutral: <<que no es ni de uno ni de otro»). Esta ruptura de la
uniformidad es innecesaria. Nosotros la evitamos expresando el ele-
mento de contomo por el mismo procedimiento que en el caso de los
438 Diccionarios del siglo )O(

complementos verbales. Asl, tordo sería «[caballeria] que tiene el


polo mezclado de negro Y blanco».
El concePto de contomo, en frn, es aplicable tarnbién al sujeto del
verbo constitutivo del núcleo de una definición. Un enunciado defuri-
dor como el que hallamos en los diccionarios corrientes paru lucir,
«ilumina¡, da¡ luz y claridaór, os insuficiente, pues p¿¡rece que resulta
aplicable, y no lo es, a un zujeto de persona (una persona puede luclr,
pero no en este sentido). El agente del lucir de que aquí estamos ha-
-blaudo REFERENCIAS BIBLIOGRAT'ICAS
es .estrirgido: ha de ser un astro, o una lámpara o algo similar'
Esto se puede expresar perfsctamente precisando, entre corchetes, el
sujeto de contomo.
Academia (Real Española), l7l5: «Estatutos», cn Academia, 1726-39,I'
F¡¡¡rl )o«tr-xxx.
-
5.
....... 1726: «Historia de la Real Academia Españolo», en Academia, 1726-39

Otras informaciones muy poco frecuentes en nuestra lexicografia,


'l'
rx-xll.
como el régimen preposicional, las colocaciones, las indicaciones de ..._1726-3gt Diccionario de la lengua castellana [.'.] [«Diccionario de auto-
tipo pragmático, tan necesa¡ias todas para completar la descripción ridades»1, 6 vol., Madri4 1726, l7?9, 1732,1714,1737 ,1739 '
.in¿ot¡* a. las unid¿des léxicas, nos hernos esforzado en atenderlas 4l: Orthogmphía esPañoh, Madr\d,
y -17
cn la mayor medida posible' Pero tencrnos que termina¡' Estas otras Libms de aclterdos.
-1741-89:
Diccionario de la lengua castellana, 2'¡ impresión corregida y
caracterí;ticas intemas del Diccionario del español actual ha¡ de
-1770:
quedarse sin desplegar en esta ocasión. Picrso, no obstante, que quizá aumcntada, I, Madrid.
Grartuittica de la lengua castellana, Madrid.
lL pinceladas quo aqul he trazado los hayan dado una idea apreciable -1771 Diccionario de la lengua castellana, reducido a un tomo Pam su
de la obra. -1780:
Como conclusión les expondré unos dalos, digamos, fisicos, del
más ficil uso l1.r ed.l, Madrid.
Diccionario de la lengua caslella¡¡a, 5.' cd., Mad¡id'
diccionario. Cuando csté terminada su laboriosa maquetaciór¡ será una -1817: Regtas pam la conección y aumento del Diccionanb, Madrid'
obra bastante voluminosa. Esto no se debe a la magritud del caudal' si- -1838;
'--_1843; Diccionario de la lengua castella¿a, 9.'cd., Madrid'
no al gran desanollo de la microestructura, que hace que el promedio Diccionario de la lengua casallana, 10.' cd., Madrid'
de artlculos por página sea do 17,5 (cuando lo habitual en ol género no -1852: «Estatutos» }l|adrid
[1859], erl Estatutos y Re9hmento de la -,
baja de 60). Como el número total de critradas es de 75'000, el número
-1859:
1904.
Madrid
tot"f a" págio". no ssrá inferior a las 4300: cifra no alcanzada por el ..._1861: «Roglamento» [18ól], en Estatutos y Reglamento de I¿
-,
Diccionario de la Acadcmia y el de Moliner juntos2. DgnEo de un par 1904.
Diccionaio de la lengua castell¿za' I l.¡ cd', Madrid'
do años, o mcnos, si Dios quierc, las podrán leer ustedes' -1869: Gmmática de la lengua castellana, nueva cd., corregida y aumen-
-1870
tada, Madrid'
2 cl nri, ncro dc eáinas dcl DEA
[Contando cxclusivamcntc cl tcxto lexicográhco,
(1999) h¿ rcsult¡do scr 4610, y la suma del DRAE (1992) y cl DUE (1998) cs 'f4901'
Diccionario de la lengua castella¡r¿, 12.¡ cd., Madrid'
-1884:
440 Estudios de lexicograJía española Relerencias b ib b gr áJic as 441

..._1914 Plan generul pam la redacción del Diccionario histórico de la siyes des mots, ayec un choix d'exemples tiré:s des écrivains les plus
le nguo ca s tellana, Madnd.
autorisés,4 vol. [A-Azy], Paris 1865, 1884, 1885, 1894.
Libros de acns. Aitken, A. J., l97l: «Le Dictionnaire d'ancien écossais: apergu de son
-1914-29:
._1925: Diccionario de la lengua española, 15.'ed., Madrid. histoire», en TRLS,37 44.
.._1927: Diccionario manual e ilustrado de la lengua española ll.'ed.l, Alcover, A. M. / Moll, F. de 8., 1930-62: Diccionari catald-valencid-balear,
l-X, Palma de Mallorca.
Madrid.
Alfn, J. M., 1968: El cancioneru español de tipo tradicional,Madid.
'--_1931: Gmmática de la lengua españala, nueva edición, Madrid.
..._1933-36: Diccionario histórico de la lenguo española IA-CE), Madrid, I, Alonso, Dámaso, 1956: «Defensa de la lcngua castellana (Misión de las
Academias)» 11956l, en Del Siglo de Orc a este siglo de sig/as, Madrid
1933; II, 1936.
1962,237 -60.
..._1946: «Creación del Seminario de Lexicografia», et BRAE, XXy, 472'
Alonso, M., 1958: Enciclopedia del idioma. Diccionario hisarico y moderao
75.
de la lengua española (siglos XII al )d) etimolósco, tecnolósco,
«La Rcal Ac¿demia Española solicita la colaboraciÓn de todos los
-1948: re§onal e hispanoamericano,3 vol., Madnd,.
amantes del idiomar», en BRl4 XXVIII, 145-50.
Alvar Ezquerra, M.,1976: Prcyecto de l*icogm/ia española, Barcelona.
Diccionario manual e ilustrado de la lengua española, 2.' ed.,
-1950: La Universidad y el diccionaio,Málaga.
Mad¡id. -1982a: «La recepción de americanismos
cn los diccionarios gencralcs dc
Seminario de Lexicografia, Diccionario histórico de la lengua es- -1982b:
lenguar», en Actas del I Congreso Internacional sobre el Español de
-1951:
pañola. Muestm que los redactores somelen al examm de la Corpo- América §an Juan, Puerto Rico, del 4 al 9 de octubre de 1982), San
mción,Madnd. Juan 1987.
._1970: Diccionario de la lengua española, 19.¡ ed., Madrid' «Los prólogos del Diccionario académico: nomenclah¡r¿ cspecffica
._1972-96; Seminario de Lexicografia, Diccionario hisaico de la lengua -1983:
y microestructum)) , en RFE, LXII|205-22.
española. Dircctoros: J. Casares, V Garcfa de Diego, R. Lapesa, M. «El Diccionario de la Academia a tr¿vés de sus prólogosn, cn
Seco. [Publicado en fascfculos]. Vol. I (fascfculos l-10: 1960-1972), -1985:
Philologica Hispaniensia in honorem Manuel Alvar,Maüd, 11, 3344.
1972; vol. II (fasclculos ll-20: 1974-1992), 1992; vol' III (fasclculos I «Prescntación»», en Terreros, Diccionario caslellano, cd. facslmil,
y 2:1994 y 1996); vol. IV (fascfculo l:1996). -1987:
Madrid.
Comisión de Gr¿mática, Esbozo de una nueva gmmática de la «El futuro de los diccionarios dcl españob», en Actas del Congreso
-1973:
len gua españo h, Madrid, -1992:
de la lzngua Española, Sevilla, 7-10 octubre 1992, Madnd 1994, 631-
«Estatutos» u9771, en Estatutos y Reglamento de la Madrid 36.
-19?7:
1978.
-, Alvarez do Miranda, P., 1984a: «Una palabra fantasma dcl Quijote: el ar-
Diccionario manual e ilustrudo de la lengua española,3,' tA.; llct.¡lo amarmzón e¡ el Diccionqrio histórico», en BRAE, LXIV, 135-
-1983-85:
coordinador, A. Zamora Vicente, 6 vol., Madrid. 42.
Diccionario de la lengua españo|a,20.' ed.,Madid. 1984b: <<Algunos diccionarios bu¡lescos de la primera mitad del siglo XIX
-1984: Diccionaio manual e ilustmdo de la lengua española, 4.1 ad. - (l8l l-1855)», en Romanticismo2, Atti del III Congreso sul Romanti-
-1989:
revisada; coordinador, A. Zamora Vicente, Madrid. cismo Spagnolo e Ispanoamericano, Genova, 155-67.
-.._1992 Diccionario de la lengua española,2l.' ed,, Madrid. «Amenoso, gamenoso, gamonoso: Lopc de Vega y las "dchesas
-1988:
Diccionario de la lengua españo\a,22," ed,Madnd, gamenosas"»», en llomenaje a Alonso Zamom Wcente,Madnd,,l,13-24.
-2001:
Académie Frangaise, 1865-94: Dictionnaire historique de la langue fmn' American Heringe, 1969: Morris, W., The American Heritage Dictionary of
gaise, comprenant l'ori§ne, les formes diverses, les acceptions succes' the English language, Boston.
443
Estudíos de lexicografia esPañola Referen cias biblPgráfcas
442

lr Amor Meilán, M., 1922-24 "Biogn;fias gallegas",


I/oz de la Vadad y l,a Ptovincia (Lugo) y
artf culos
k Yoz
publicados en
de Galicia S'a
Io Bohórquez, J. G., 1984: Concepto de 'americanismo' en la
eipañol: punto de vista texicológico y lexicogáJico, Bogotá'
BRAE: Bobrtn de la Real Academia Españoh.
historia del

Coruña). of
I' Burchfiold, R. W., 1971a. «Some AsP€cts of the Historical Treatment
Antonio, Nióolás, 1672: Bibliothecq Hispana Nova [1672]' Madrid'
1783;
Twentieth-Century Vocabularpr, en rrRIS, 3l-35'
II, 1788.
OED Suppliment: A Panommic Revianr [Comunicación inédita a
Azorín Femández, D., 1988: «El Suplemento al Tesoro de la lengua -l97lb:
y Ofo?ro>»' en Actas la Mesa Redonda de Dic¡ionarios Históricos, Florcncia l97ll'
castcllana o cspañola de Sebastián de Covarrubias
I Congrem Intertacional de Historia de la l*ngua Española' l, -- 1972: «Introduction»>, en Oxford Suppl. ' 1972-86' I, x-wu'
«Data Collecting and Researct»», extr' en A' ZamPolli, CL,22' ll8'
del
683-93. -1973: Por una
M., i cttltum als paísos catalans, Cabatlcro, J., 1852: Diccionario genetzl de la lengua castellana ["']'
Badia i Margarit, Antoni 1964: Lleagua
2} ed', corregida y
Barcelona.
sociedá dc litcratos bajo la dirección de -,
gahr, ¡., tgOZ: «Zur Neubcarbeitung des Deutschen Wórtcrbuchs' Von der aumentada, Madrid.
Caballero, J. /Arnedo, C. de, 1849: Diccionaio geneml de la lengua
Exzerption zur Elektiot>», on ZDW,18, l4l-50.
castellana, el más manejable y comPleto, el más inteligible y sucinto
I
en
I ...... 1 9? 1 : «Le Dictionnaire allemanó>, en T RLS, 25'29'
defniciones y el nas iniforme en ortogmlía (con arreglo a la de la
Baldinger, K., 1974a: «Lc FEIY do Walther von Wartburg: introductior»>' en
4b, 47 Academia aá b Lengua); contiene además el nombre de todos los
Baldinger, 197 11 .

l9?4b: Intoduction aux dictionnaires les plus importants pour pueblos de España y Ullmñar, con especificación de las distancias a
-(cd.), que se hallan de las capitales de sas provi¿cl''a¡ Madrid'
I' histoiredu lmn gai s, P aris,
Cabcza Sánchez-elbornoz, S., 1981: I¡s sttcesos de 1848 en España'
Battaglia, S. / Bárberi Squarotti, G. (dir.), 1961-2002: Gmnde dizionario
Mad¡id.
detla lingua italiana, 2l vol', Torino.
Capu! J.-P., 1986: L'Académie Fmzgar'se, Paris.
B.C.H.I.P.S., 1842: Diccionario poratil y económico de la lengua castellana'
el de C"io, it, ¿ ías geniates o t'údicms [cI626]' cd' dc J'-P' Etienwc, I y II'
más completo que cttantos se han publicado hasla el día' incluso "iOZO,
Mad¡id 1978.
Ia Academia EsPañola, Barcelona.
Casado, M., 1989: <<La 'lcrestroika" académico», en Nuest'o Tiempo
Béjoint, H., 1994 Tmdition and Innovatio¡ in Modern English Dictionaries'
Oxford. [Pamplona], 425, 34-37.
en
l98l: «Un olvido imperdonablc», an Thesaurus' Casares, J., l92l: <<Nuevo concepto del diccionario de la lcnguar» [1921]'
Bcrnal Leongómez, J., y poblemas de
NtÁo concepro del diccionario de la lengua oaos
xxxvl, 335-38.
texicogrufia y grunáR'ca, Madrid 1941'21-125.
Bescherelle, L. N., 1843: Dictionnaire national ou gmnd dictionnaire
Dlccíonario ideotógico de Ia lengua española [1'¡ cd], Barelona'
critique de h langue fmngaise, Paris. -1942: y cometido)»'
_1947a: «El Scminario dc Lexicografia (su justificación en
'--_rc45¿6: Dictionnaire national ou dictionnaire universel de la langue
BRAE,X](VL,169-91.
lran gais e, 2 v ol., P aris, <<Scminario de Lcxicograña. Curso 1946-47», e¡ BRAE' XXYI'
I
D¡ctionnaire nalional ou dictionnaire universel de la langue
I
-1i52:- -1947b:
47 5-83.
I fmngaise,2 vol., Pais. «Antc cl proyecto de un diccionario histórico' Algunas consi-
Betz;1il,-1963: ((Das neue Deutsche Wórterbuch' Konfercnz über die zweite -1948a:
deracioncs preliminarcs», en 8X,{8, XXYlll, T '25 y 177 -224'
Auflage des Grimm>», en ZDIT,19, 180-86.
«Seminario dc Lexicografia. Mcmoria correspondiente al curso
Blocua, J. It¿., tgOO, «Prólogo», o¡l Juan de Mena, Iaberinto de Fortuna' -1948b:
1947 48>>, et BRAE, XXVIII, 493-503.
Madrid.
445
444 Estudios de lexicograJía española Referen cias biblibgráficas

«Seminario de Lexicograffa. Memoria correspondiente al curso Sykes, J.8., The Concise Oxford Dictionary of Current English'
-1949:
194849>>, e¡ BRAE, XXIX, 517 -27 .
-1976:
bor"i on the Oxford English Diitionary and its Supplemen¡, óú ed''
..._1950a In¡oducción a la lexicogalia moderna, Madid. Oxford.
«Seminario de Lcxicografia. Memoria correspondiente al curso -.._1982: Sykes, The Concise Oxlord Dictionary of Current English'
!. 8.,
-1950b:
1949-5O»», en BRAE, XXX, 491-503. borri o, the Oxlord English Dictionary and its Supplemenfs, 76 ed''
-.._l95ta: lo "moderno" cn lexicograño», et BRAE,XXXI,T-21.
<<Qué es Oxford.
<<Seminario dc trxicografla. Memoria corrcspondientc al curso Corominas, J., 1954: «Prefacio>», elDiccionario citico etimológico de la
-1951b:
1950-51», en BR {8, XXXI, 515-25. lenguo castellana, Maüid/Berna, I, x-ro<tx.
«Seminario de Lexicografia. Memoria correspondiente al curso «Prefacio>>, en Diccionario crítico etimoló§co castellano e hispá-
-1952:
l95l-52>>, en BRAE, XXXII,4l3-21. -1980:
nico, con la colaboración de J. A. Pascual, Madrid, I, xÚ-)oo(rv'
-_1959: Diccionario ideoló§co de la lengua española,2.' ed., puesta al día, Correa Calderón, E. (od.), 1964: Costumbristas esPañoles,l,2! elJ',Madi,d'
Barcclona. -_ l97l: «lntroducción», en B. Gracián, El Criticón,l, vn'xcrt'
Castro, A. dc, 1852: Gmn diccionario de la lengua española. f...'l Contiene Cossío, M. B., l93l: <<La educación del niño», e¡ Archivo de la palabm
las voces admitidas en el iato común, las qnticiladas, las nás usaales [931], Madrid 1990, 35.
en todas l,,s ciencias, en lodas las arles y en lodos los oJicios, todos las Cotarelo y Mori, E., l9l4: «La fundación de la Acadcmia Española y su
marítimas, las de las Américqs Españolas, las de Filipinas, los prover- primer director, don Juan Manuel Fernándcz Pachcco, Marqués de
bios, las noticias de personaies poverbiales y las manems de decir más Villena», en Ei,{4 I, 4-38 Y 80-127.
eleganles de nuest os buenos escritores, así en el género culto como en ...-1928: Catatogo de las obms publicadas por la Real Academia Española'
el picaresco, todo comprcbado con las autoridades correspondienles en Madrid.
prcsa y verso,vol.I [rlnico publicado], Madrid. Couceiro Freijomil, A., l95l: Diccionario bio-bibliográfico de escrtbres,l'
Castro, Américo, 1925: Rescña del Diccionario de la Real Academia Santiago.
Española, 15.'cd., en XFE, XII, 403-09. Covam¡bias Orozco, S. de, l610: EzáIenr as momles,Madid'
Ccjador y Frauca, J., 1917: Historia de la lengua y lilemnm castellana,Yll, ....-1611 Teso¡o de la lengua castellana o española,Maüd'
Madrid. Tesorc de la lengua castellana o española [1611], cd' de M' de
Chao, E., 1853: «Ptólogo>>, et Diccionario Gaspar y Roig, 1853-55, I, uFvl. -16ll: Riquer, Barcelona 1943'
Chaurand, J., 1977: Inioduction d I'histoire du vocabulaireftwngais,Pais. Covam¡iias / Noydcns, 1674: Covam¡bias, S. de, Parte primem del Tesoto
CL: Cahíers de lcxicologie. de la lengua castellana o española [...], añadido por cl Padre B- R'
Cohcn, M., 1967: Histoire d'une langue: le frangais, 3c éd., Paris.
Noydens, Úadrid 1674; Parte segunda [."], Madrid 1673 [src]'
Collins, 1979: Hanks, P, Collins Dictionary of the English language, Cowie, A. P, 1983: «English dictionarics for thc foreign lcarncn», cn R' R'
K'
London. (Varias eds. posteriores). Hartmann (ed.), Lexicogmphy: Principles and Pmctice, London, 135-
Collison, R. L., 1982:. A History of Foreign-Language Dictionaries,l-andon. 44.
Colón, G., 1978; Ia llengua catalana en els seus textos,2vol., Barcelona. .'_1999: English Dictionaries for Foreign karners'Oxford'
Colón, G. / Soberanas, A. 1., 1979: «Estudio preliminan», en E. A. de
Crusca, Accademia dclla, 1612: Yocabolario degli Accademici della Crusco'
Nebnja, Diccionario latino-español (Salamanca I 492), Barcelona. Venezia.
Concise Oxlord Dictionary, l91l: Fowler, H. W., and Fowler, F. G., Ile
Cuervo, R. J., 1871: v. Gonález Manriquc, V / Cuervo, R' J', l87l'
Concise Oxlord Dictionary of Current Englislt, Oxford. .......1872: «Prólogo>» da Apuntaciones críticas sobre el lenguaje bogotano ll 'a
Fowler, H. W, and Fowler, F. G., The Concise Oxlord Dictionary of
-1964: cd., 18721, cn Cuervo, R. J., 1954' I,5-18.
Current English,56 ed. revised by E. Mclntosh, Oxford.
447
Estudios de lexicografa esPañola Referenci as bibllggráficas
446
de
y Roig, 1853-55: Chao, E. (dir'), Dic cionaio enciclopédim
1874: «Observacioncs sobrc el Dic¿ionario de la Real Academia
Española - Gaspar
Dicc.
esp-Áob, con lodas las vozes, fases, refranes y locttciones
- (undécima edición, año de 1869)» [1874], en Cuervo, R' J'' 1954' Il' la tinguá
por una,sociedad de
urodi, - ispaña y Américas Españolas
las ["'],
5E-84.
foona, csp""iates cn las Letras, las Ciencias y las Artes ["']'-Madrid'
«lntroduccióru», en Diccionario de construcción y régimen
de la
-1886:
'lmprcnta
y Librerfa de Gaspar y Roig, editores, I, 1853; II [sin et
lengua castellana,Parls, l, r-rw.
.-.._1886193r Diccionario de construcción y ré§men de la lengua castellana' nombre de Chaol, 1855.
Dicc. Planeta: v. Matsá,F.
I y II [A-D], Parls.
«Ét piicionario de la Academia» [1890], en Cuervo, R' J'' 1954' II' Dicc. Santillana: v. Sánchez Cerezo, S.
-resó:
I l6-l18.
Dictionnaire fondamental, 197 1'. Gougonheim, G, Dictionnaire londamental
de la taigue fungaise, nouvelle éd. rerrue et augmentée, Paris'
1899-1903: DI c astellano en América [1899-1903], en Cuervo' R' J'' 1954' i
de la
- oihigo y Lóiez í¡gá, 8., 1974: Los cabqnismos en el Diccionario
,518-60.
..._191i: «Prólogo» [1911] para la7.'ad. da Apunnciones críticas sobre el Real Academia EsPañola, Madnd'

lenguaje bogotano, en Cuorvo, R. J., 1954, I, 19-82' DM: Diccionario manial e ilustrudo de la lengua española: v' Academia'
Obras,l Y ll, Bogotá' 1927, 1950, 1983-85 Y 1989'
-1954. Domfngucz, n.
j., tA4¿a: Nueva gmmática francesa, co¡nryesta Pam el uso
Diccionario de construcción y ré4imen de la lengua castelhna'
-1959-94:
continuado por el Instituto Caro y Cucrvo, III-VIII, Bogotá'. de los españoles,Madrid. (2.'od., 1845)'
Regtas de ortogmfia francesa,Madid'
Curros Enrfqucz, M., 1893: «Fduardo Chao: estudio biográfico-político» -1844b: vol'' Madrid'
Casares, Madrid 1979' 1089- 1 845-46: biccionario-
y español francés, 6
[1893], en Obras comPletas, ed. de C' - fmncés-español
1270. (2.¡ ed., 2 vol., Madrid 1853-1854).
DC [Diccionario c ominl Diccionario de la lengua castellana y Diccionario Diccionario nocional o gmn diccionario clásico de la lengua
-184647:
2e b lengua española" v Acadcmia, 1726-39 y sigs', y Academia'
1925 españotal...l.Madnd, I, 184ó; II, 1847' (2'' c¿' 1847)'
Oomtigucz H"tUeth, n. p.l, 1840: El Matqués de Fortville'
cn.media
y sigs.
F' de B"
DCV-B: óiccionari catalá-valenciá-barlear.' v. Alcover, A' M' / Moll' original cn tres actos, Madrid.
1930-62. ooming[cz Hervella, M', l8?9: E/ez entos de geometría analítica'Mzdnd'
y
DE{: Materialcs inéditos en 1988 del Diccionario del español actual (v' DR,l¿: Rcal Academia Española, Diccionario de la lengua castellana
Diccionario de la lengua española: v. Academia' l?26-39
y sigs" y
Scco, M. / Andrés, O. / Ramos, G., 1999)'
DEC|: Diccionario ejemplifcado de chilenismos: v' Morales Pottorino' F / 1925 Y sigs'
Quiroz Mejfas, Ó. / Peña Alvarcz, J., 1984-87' Dubois, J., elaL, 1973: Dictionnaire de lingttistique,Paris' -
italiana OuUois, ¡. / Dubois, C., l97l: Introduction d Ia texicogmphie:
le diction'
Dc Fciic¿, E. / óuro , A'1975: Dizionaio della lingua e della civilai
c o n le m p o ra n ea, P alermo. naire,Pans.
C.,l97l: Dizionario delh linga inliana,Firetze' Deut'
Devoto, G. / Oli, G. Duden-langenscheidt, 1970: Grebc, P, et al', Duden-Langenscheidt'
DHLE| Diccionario histórico de la lengua española: v' Academia,1972'96' scher Wortschaa deutsch erkldrt, Berlin-München-Zürich'
Dírr- y Díaz,M. C., 1982: «Introducción general>», en San Isido¡o de Sevilla' DUE. Diccionario de uso del español: v. Moliner, 1966-61 y 1998'
Etinotogías, eA. bilingüc, Madrid' I' l-257. Duro, A., l97l: «ll Vocabolario della Crusca», en TRLS' 17 -19 '
Dicc. Encidípéiia Catataia,1993: Diccionari de la llengua catalana'Eaci' EI: Enciclopedia del üioma: v. Alonso, M.
clopédia Catalana, 3.r ed., Barcelona. Ekbo, S., l-971: «Lc Dictionnaire historique suédois», e¡TRLS'4549'
Dicc. enciclopédico hispano-ameicano, 1887 -98: Diccionaio encicloPdico
hispani-americaio de litemturq, ciencias y artes,23 vol', Barcclona'
449
Referen cias bibliggróJicas
448 Estudios de lexicograJía española
'----1963: La lexicografa académica del siglo WIII' Oviedo'
Enciclopedia Espasa, 1908-33 Enciclopedia universal ilustmda europeo' v. Yox.
americana [Espasa],70 vol., Barcelona-Madrid 1908-30' Apéndice: 10 -:
Godcfroy, F., 188l-1902: Dictionnaire de I'oncienne langue fmngaise
et de
vol., 1930-33. tous ses dialectes du IX " au XI/' siécle, l0 vol., Paris'
Enciclopedia gallega, 197 4: Enciclopedia gallega, lX,Sanlíago-Cijón' Buenos Aires'
Gómez áo la Sema ,R.,1958: Flor de Wgtteríag /910-1958,
Étienvrc, J.-P, 1978: «lntroduccióD) y ((Notas)), on Caro, R. dtccionario de
GonzAlez Manrique, V / Cuervo, R. J', l87l: Muestm de un
«Libros y lectums de Rodrigo Caro», et Cuaderttos Bibliográticos, en Cuervo, R. J', 1954, l, 1159-1,241'
-1979: la tengua cástellana [1871],
38.
Gonzfllez ialencia, 4., 1942: «Sebastián de Covam¡bias Orozco
y (datos
Fabbri, M., 1979: A Bibtiography of Hispanic Dictionaries, Catalan' Gali- literarios, Madrid' 285-
biográficos)», en llrs torias y lqendas: estudios
cian, Spanish, Spanish in Latin Ameica ond the Philippines, Imola'
406.
Fernández-Sevilla, !.,1974: Prcblemas de lexicogmfa actual, Bogotá' I R/ Niobey, G' (dir')'
Gmnd lanousse, l97l-78: Guilbcrt, L. Lagate,
FEIY: Fmnzósisches Etryologisches llórterbuch: v. Wartburg, W' von, 7 vol Paris'
Grand l-ax¡usse de la langue frangaise, '
1922-86.
Grqnd Robert: v. Robert, P.
Firth, J. R., l95l: «Modes of Meaninp» [1951], en Papers in Linguistics
Grimm, J. und W, Deu tsches Wórterbuch,32 vol', Loipzig 1854-1961'
I 9 j 4- I 9 5 I, London 1957.
Guilbert, L., 1975: «Le lexiquc» , en Grand lanousse,l97l-78,1y,3012:25'
Flores, A., 1843: «El horterar», en Las españoles Pintados por sí mismos
Guiraud, P, 1963: k
moyenfmngais, Paris'
[1843], cn Correa Calderón, E., 1964, I107-13. dc los
Haensch, G., 1980: «Atgunas consider¿ciones sobrc la problemática
Fontanillo, E. / Remondo, H. (dir.), 1979: Diccionario Anaya de la lengua,
Mad¡id. diccionarios del español dc América» , en LEA,2,375'84'
Forgas, E. (coord.), 1996: Iixico y diccionarios,Taragona.
«Tipologla de las obras lexicográficas», en Haensch, G'' et al''
-1982:
1982,95-187.
Franciosini, L., 1620: Yocabolario español e italiano,Roma.
Haensch, ó. / W"-"t, R., 1978: <<Un nucvo diccionario dc amcricanismos:
Frenk Alatorrc, M. , 1978: Estudios sobre lírica antigua,Mzdnd. XXXIII' 1-
proyecto de la Universidad do Augsburgo», cn Thesaurus,
Llrica españoh de tipo popular, 3.¡ cd., Madrid.
-1982;
Fricnd, J. H., 1969: «DictionaqD), en Encyclopaedia Britannica, Chicago, 40.
1993-94: Nuevo diccionario de americanismos, 3 vol' (I: lVuevo
vrl, 38ó-89. ' i¡ic¡ona¡o
-(dir.), ll:
Nuevo diccionario de argeatinis'
Funk and Wagnalls, 1913: New Standard Dictionary of the English lan- de colombianismos;
gzage, Ncw York and London. mos; lll: Nuevo diccionario de wuguayismos),Bogotá'
Hacnsch, G. / Wolf, L', 1982: «Int¡oduc¡iórur, cn Hacnsch, G" et
al'' 1982'
Gallardo, B. J., 1863-89: Ensayo de una biblioteca española de libms mrcs y
cttriosos formado con los aPuntamientos de D. cootdinados y I l-20.
-, et al., lexicogmJía: de la tingüística teórica a la
ta
aumcntados Por M. R' Zarco dol Valle y J. Sancho Rayón' I-lV, Madrid' Haonsch, G., 1982:
Garrido, F., l86gt Historit del reinado del último Borbón de España, lll' lexiagm!ía Práctica, Madrid.
Barcclona- Hall Jr., n."¡., ti)71: External History of the Romance Innguages,Zd ad"
Garrido Moraga, A. M., 1984: «Un episodio en la lexicografla académica dol Ncw York.
xvru: las supresiones en la segunda imprcsión del Diccionario» (iné- Hatzfeld, A. / Darmcsteter, A., 1889-1900: Dicrion naire généml de la langue
jusqu'd nos jours' 2 vol''
dito). [Sc publicó posteriorm€nte en Xirce, S'2,1992,265'851, lmngaise du commencement du XYIF siécle
«Un cpisodio en la lexicograña académica del xvul: las incorpo' Paris.
-1987: Hidalgo, D., 1862-81: Diccionaio general de bibliogmfia española'
vol' l-
racioncs cn la segunda imprcsión del Diccionario», cn ZEl,9,199-206'
Gili Gaya, 5,, 1941 Tesoro lexicográ/ico (1492-1726), fasclculo l, Madrid' VII, Madrid. (Citados U, 1867, y IV' 1870)'
Tesoto lexicográlico (l 492-1 726), I, Madid.
-1960:
451
450 Estudios de lexicograJía española Referenc ias biblidgráficas
presente y futuro»'
Householder, F. W. /
Saporta, S. (ed.), 1960: Ptoblems in Lexicogmphy «La Real Acadcmia Española: pasado, realidad
d -1987:
c¡ BRAE,L/.YIL327 46.
[960], 3 ed., Bloominglon, Indiana 1975. y
Hdb;rt, J. R., 1968: Dic¡ionaries: British and American, 2 d ed., [-ondon. trabajar don Ramón: sus obras material€s
ncó-o
-fSiS, "n."ñ"b" "
Hurtado, J. / Gonález Palencia, A., 1932: Historia de la literstum española, inéditos», en BR {E, LXVIII, 397-402'
3.¡ ed., Madrid. «Prólogo», en Pérez Villanueva, J', 1991' 9-15'
-1991: i[ilÁ: i:-aclaboración del Diccionario del español de México»'
Imbs, P, 1971a: Tihor de la langw fmngaise: Fascicttle de préseatation, uái. r, e Filologia
Paris. en Aüi del XIY Congresso Intemazíonale di Linguistica
9' Napoli' 76-89'
«Lcs travaux pour le Trésor de la langue frangaise>», en IXtrS, Romanza: Presentaziini di lavori in progetto o in corso'
-1971b: Pascual dt Oliven»
16. Larr¿, M- J. de, 1836: «Carla de Flgaro a don Pedro
-'"-iáill,
Institut d'Estudis Catalans, 1995: Diccionari de la llengua catalana, Barce- cd. C. Seco Serrano, Barcclona 1964' 54044'
""',srtí*los, el síglo
lona. Ler ro Cuá¡"., F,, 1949: Las ideas tingüísticas en España dumnte
Iordan, I., 1957: «Principes de définition dans lcs dictionnaires unilingue$), XYIII,Madnd.
en Mélanges Linguisfiques [Bucarest]. úccionario de términos fitotógicos, 2'¡ ed'' Madrid'
Iriaflo, T. de, 1787: Fábulas litemrias [1787], cn Poesías, eA. de Alberto -1962: Crónica del Diccionsrio de Autoridades (t 7 t j- 1740)' It,ladnd
Navarro, Madrid 1976, I -103. -1972:
LEA: Lingüiística Española Actual'
Johnson, S., 1755: A Dictionary of the Enqlish Language [1755], 8ú ed', 2 Leech, G., 1974 Semantics, Harmondsworth'
vol., Dublin 1798. tiie,'É,.,'naylz: Dictionnaire de la langue fmngaise' 30 fasc'' Paris' [Ed'
Juilland, A. / Chang-Rodrfguez, 8., 1964:, Frequency Dictionary of Spanish en 4 vol., 18731.
Words,The Hagrc. et ron!!2. O!?t:tions et
Labemia, P, 18,14-48: Diccionaio de la lengua coslellana con lqs -- ' Lexicáogie et tettcogmphie frangoises
LLFR
l2'16 Paris l96l'
ÁgÁ""t i"*elles §tÁstnurg, Novembre
-19-57)'
correspondencias catalana y latina,2 vol., Barcelona. j. eao> en Papeles de
Lr".p"i, rtl" rs60: «Ét oiccionári catali-valenciá-bal '
Landaq S, 1., 1984: Dictionaries: the Art and Cmft ol lzxicogaphy, New Armadans, 50, 317'50,
Son
York.
forgtnan, 1978: Proctcr, P. (dir'), Longnan Dictioaary of Conte Pomry
Lapesa, R., 1957: «Lo Dictionnaire historique de la langue espagnole»>, en
Englisi, Harlow. §arias cds' posteriores)
LLPR,2l-27. J. M., 1977: «Los indoamericanismos en el "Tesoro"
de
«Los diccionarios de la Academia», en BRIE, XLIV, 425-30.
Lop"
--' ái;"i,
Cor"-rúi"rr, en Nueva Revista de Filología Hispanica' XXVI'
269'
-1964: «Prólogo», en Academia, 1972, vt-xw.
-1972: «El Diccionario histórico de la lengua española: su situación y 315.
en
-1978: «El juicio de Ménage sobre las etimologfas de Covamrbias»'
problemas>r, Ponencia inédita lelda en el VIII SimPosio de la Sociedad -1979:
FestschriÍt IArt Bafdizger, Tübingen, 78-83'
Española de Lingülstica, 12 diciembre 1978. [Un ¡csumen de esta LoPc de.
Lope de Vega: v' Veg4
ponencia sc publicó er RSEL,9 (1979),233-341, y notario del lenguaje», en Homenaje a Alonso
Historia de la lengua española, 8.¡ od., Madrid.
iol*, e] 1988: «Zahorf
-1980a «Contestación», en Seco, M., 1980. hmom ncente, Madrid, I, 425-33'
José Cuervo y el
-1980b: «'Alma" y "ánima" en el Diccionario histórico de la lmgua Malarot, A., l94l-42: «Observaciones sobre don Rufino
-1980c:
española», en BRAE, LX, 183-95.
Dilionario de la Academio>, en Anuario de la Acqdemia Colombiana'
«"Alma" y "ánima" e¡ el Diccionario históico de Ia lengua 9,3964t4.
espefio!.1
-1981:
española: su fraseologlar», en Logos Semantikós, Sndía Linguistica in t,tal¿onado, C. (dir'), 1993: Intermedio, diccionario tliclácticg'f,.e
honorem Eugenio Cos*iu, lll, 223-28. Madrid.

t!
Referencias biblioyráficas 453
452 Estudios de lexicografa española
-..-1975: Crcnologia della lingua italiana, Firenze.
Malkiel, Y., 1960: «A typological classification of dictionaries on the basis
ofdistinctive features», en Houscholder, F. W. / Saporta, S ,,1960,3-24, Mitter¿nd, H., 1965: lzs mots iugais, 2'éd., Paris.
«Filologfa cspañola y lingüística gcneral», cn Actas del Pimer Moliner, M., 196ó: «Presentación»>, en Diccionario de uso del espoñol,
-1962:
Congreso Intemacional de Hispanístas (Oxford, 1962), Oxfotd 1964. Madrid, l, x-loo<.
..._1966-67 Diccionario de uso del español ll.' ed.l, 2 vol., Madrid'
Marcos Marfn, F., t975: «Problemas dc redacción de los diccionarios
..._1998; Diccionaio de uso del español,2.r ed. [preparada por la Editorial
históricos: el artfculo "accidenle" cn el Trésor de la langue fmngaise y
e¡ el Diccionario hislórico de la lengua española», en Verba,Z, l8l- Gredosl, 2 vol., Madrid.
88.
u Moll, F. de B., l9ó2: «Comment a été fait le Diccionari catalir-valenciá-
._1979: Relorma y modernimción del español. Ensayo de sociolingüística I baleao», en Actes du X' Congrés International de Linguistique et
hisnrica, Madid. Philologie Romanes [Strasbourg, 1962], II' Paris 1965,819-30'
Marías, J., 1973: «Cervantes y las generaciones» [1973], en Litemaum y Mor¿les Pettorino, F. / Quiroz Mejías, Ó., 1983:; Diccionario ejempliJicado
gen eruciones, Mzdnd 197 5, 9 -?4. il de chilenismos. Estudio preliminar, Santiago.
«Gener¿ciones: Augustos y Césares» [1974], en Lilemtum y I
Morales Pettorino, F. / Quiroz Mejías, Ó. / Peña Alvarez, J., 1984-87:
-1974:
genemciones, Madrid 1975, 179-83. Diccionario ejemptilicaclo de chilenismos y otms usos diferenciales del
Marsá, F. (dir.), 1982: Diccionario Planeta de la lengua española usual, español de Chile, 4 vol. [el segundo aparece sin nombres de autores, y
Barcclona. los dos últimos solo con los de Mor¿les y Quirozl, Valparalso'
Martin, R. / Martin, É., t9l3: Guide bibliographique de linguistique Mounin, G. (ed.), 1914: Dictionnaire de la linguistique,Pans'
Mrlgica, P. dc, 192ó: Reseña del Diccíonario de la lengua española de la
Itangaise. Pans.
Martín Zoraquino, M. A., 1989: «Una lexicógrafa ar¿gonesa: D'' Marfa Real Acadcmia Española, l5.t ed., cn ZRPh' XI-yl'374'80.
Molinen», en La Coruna de Amgón y las lenguas rcmánicas. Misce' Murgufa, M., 1862 Diccionario de escrilores gallegos,Yígo.
lánea de homenaje pam Gernuin C.olón, Tübingcn, 423-34' Murray, J. A. H., 1903: ,{ §ef Porbaü ll903l, Gloucestcr, 1957.
Matoré, G., 1968i Histoire des dictionnabes frungais,Paris. Muray, K. M.8., 1977: Caught in lhe Web ol Wotds: James A. H. Murmy
Mcnéndez Pelayo, M., l9ü2l Bibliogmfa hispano-latina cl,ásica,lY 119U2), ind the Oxfod English Dicttonary [1977], wit]r a Prcfacc by R' W'
Santander l95l, Burchfield, Oxford 1979.
Mcnéndoz Pidal, R., 1945: «El diccionario quc descamos»», prólogo a Yox, Navarretc, R. de, .1843: «La coquetD), cn Los españoles Pintados por sí
diccionario geneml ilustmdo de lalengua española, Barcclona. nlszos [1843], cn Correa Calderón, E., 1964, 1057-64.
(Iambién cn 2.¡ cd., 1953; 3.¡ cd., 1973, y 4.' eA.,1987), Núñez de Taboada,M.,1825: Diccionario de la lengua castellana, pam cuyo
Mesoncro Romanos, R. dc, 1843: «La P¿t¡ona do huéspcdcs», cn los composición se han consultado los mejores vocabularios de esta lengua
españoles pintados por sí mismos 118431, on Corrca Calderón, E., 1964,
d" lo Real Academia Española últimamenle publicado en 1822:
y'aumentado
"l con ru7s de 5-000 voces o ar¡ícttlos que no se hallan en
1022-30.
Mieres, C. / Miranda, E. / Alb€rti, E. / Berro, E. R. de, 1966: Diccionario ninguno de ellos,2 vol., Parfs.
urugua¡n doctmenlado, Montevidco. OED: Oxlord English Dictionary: v. Oxfo¡d, 1884-1928.
Migliorini, 8., 1933: «Lcssicografi»>, ur Enciclopedia ltaliana, XX, Roma. Onions, C. T., 1933: «Preface» y «Historical Introductioru», en OED, l, v'
.-1961: Che cos'é un vocabolario?,3.r cd., Firenzr. ,o(vl.
The Oxford Dictionary of English Etymolog, with tho assistancc of
«Purismo c neopurismo>>, et Lingua contempomñea,4.' ed. rifatta, -1966:
-1963:
Firenze, 163-221. G. W S. Friedrichsen and R. W Burchfield, Oxford.
Oroz, R., 1984: «Exordio», en Morales Petiorino, F / Quiroz Mejfas, Ó' /
Historia de la lengta italiana, trad. dc P. A. Martlnez, 2 vol',
-1969:
Madrid. Peña Alvarez, J., 1984-87, I, x-x.
Estudios de lexicograJía española Reler enc i as b i b N gr óf c as 455
454

t. A. H. et at. (dir.), The Oxford English Dic' Quwedo, F. dc, 1626: Cuento de arcntos U626), en pmsa festiva, ed,. de
- 1884-1928: Murray,
Oxford,
re-issue of a New English Dictionary on Historical Alberto Sánchez, Mad¡id 1949, 319-36.
tionary, coftected
Principtes [l884-1928], l2 vol. + Supl., Oxford 1933' (2'3 ed',20 vol', Quilis, A. / Rozas, J. M., 1965: «Estudio», cn B. Jiménez pat6n, Epítome de
1989).
la ortogmfa htina y castellana; Instituciones de la gramática
españo la, Maüd' xtx-cxxm.
1933 : v. Oxfotd, 1 884-1 928.
-Oxford Suppl.,1972-86: Burchfield, R. W. (dir'),,{ Supplement to the Rafel i Fontanals, J., 1994: «Un corpus general de referencia de la llengua
-Oxford
Engiish Dictionary, Oxford, I, 1972;11,1976:' III, 1982; IV, 1986'
catalan»», cn Capllena, 17, 219-50.
Pagés, Á. da lPérez Hervás, J., 1902-[3]?]: Gmn diccionario de la lengua
«lnt¡oducció»», en Diccionari del Catah Contempomní Corpus
-1996:
castellana, autorizado con ejemplos de buenos escritores antiguos y Tqtual Informatiaat 1...): Diccionai de freqüéncies,l, Barcelona, vu-
modernos, 5 vol., Barcelona. Lrx.
Palau y Dulcet, A., 1951: Manual del librero hispanoamericano, 2'" ed' Ramón y Cajal, 5., 1932: Charlas de cafe lt932l,}laüid, t96t.
corregida y aumentada, IV, Barcelona. Random House, 1966: Urdang, L., The Random House Dictionary of the
Parodi, S., 1983: Quattm secoli della Crusca,Firenze. English language, New York.
Pascual, J. A., 1996: «La coherencia en los diccionarios de uso», en Forgas, Read, A. W, 198ó: «The history of lexicograph¡o», en R. Ilson (ed,), Ze.xi-
1996, 167-98. cogmphy: an Emerging International Prcfessioa, Manchcster, 2g-50.
Penguin English Dictionary, 1965: Garmonsway, G' N. / Simpson, J', Iñe Rétif, A'1975: Piefte Latowse et son oeuwe (1817-1875), pans.
Pe nguin En glish Dicriorary, Harmondsworth. Rey, A., 1967: «lntroductio¡»), cn Per, t Robert, 1967 , tx-§L.
Pei, M., 1966: Glossary of Linguistic Terminologt,N*t Yotk. -.._1970i Littlé: I'humaniste et les mors, paris.
Peñalver, J., 1842: Panlético, diccionario universal de la lengua castellana Rey-Debove, t., l97l: Étude tinguistique et sémiotique des dictionnaires
[...], Madrid. frangais con¡empomrzs, The Hague-paris.
Pequiñi lnousse: v Toro Gisbcrt, M., 1912a, y Toro Gisbcrt, M' / Garcla- 1973: «t cxiquc ct dictionnair€», cn Fotticr, 1973, g2-109.
Pelayo, R., 1964.
-Reyes, A., 19u10: «Apolo o de la literaturD [1940], en La experiencia
Pérez Pastor, C., 1906:. Bibliografa nadrileña, ll, Madt\d, Iiterzrda, Bucnos Aircs 1952, 63-78.
Pérez Villanucva, t., l99l Ramón Menéndez Pidal: su vida y su tiempo' RFE: Revista de Filología Española.
Madrid. Riqucr, M. dc, 1943: «Prólogo», en Covam¡bias Orozco, S. ds, 16l l, cd. de
Petit Robert, 1967: Robert, P., el al., I-e Petit Robert, dictionnaire alpha- Barcelona, v-xv,
bétique et analogique de la tangue fmngaise, Paris' §ouvelle éd', -,
Robcrt, P, (dir.), 1953-64: Dictionnaire alphabétique et analogique de la
dirigée par A. Rey ct J. Rcy-Debove, 1977. Nouvelle éd., 1985)' langue frangaise, 6 vol., Paris. (Supplément, dir. A. Rey et J. Rcy-
Piccoto icábotario, 1959: Rossi, A.' Piccolo vocabolario della lingua Debovo, l97l; 2c éd., enti¿rement revue et enrichie par A. Rey, 9 vol.,
italiana modema,2.¡ ed., Bologna. 1985).
Pirala, A., l8g5: Historia contemPoránea. Seguntla parte de la guerra ciil' Rodrfguez EIías, A., 1922: <<Galerla de gallegos ilushes: D. Ramón Joaqufn
I, Madrid. Domínglrezr>, en Mondariz, Ylll, ¡t¡m. 47, 20 julio l9ZZ, Bg7-gB.
Porto Dapena, J.-4., 1980: Elementos de 1exicop................fa: el «Diccionario de Rodrlguez Moñino, A., 1968.. Poesía y cancionercs (siglo Xvl), Madrid.
corctrucción y régimen» de R J. Cuemo,Bogotá. Romera Castillo, J., 1982: «Don Juan Manuel (..81 Conde Lucanor,),
Pottier, B., 1968: Linsüística modema y lilología hispánica, Ma&id' autoridad en el "Tesoro" de Covam.rbias», en Don Juan Mqnuel, y
1973: Le langage, Pais. Centenario, Murcia, 3I 3-24.
-(cd.),
Quimada, B., 1968: l¿s dictionnaires du lmngais modeme: l5i9-1863'
Paris.
456 Estudios de lexicograJía española Refe r e n c i as b i b I i $r áJi c a s 457

Round Table Conlerence on Historical tz:icogmphy, 1980: Proceedings ol 1979b: «Medio siglo de lexicografia cspañola (1930-1980»), en ,Rsvirra de
lhe Second Internafioral Dordrecht.
- Bachillerato, núm. 10,2-7. [Se reimprimió en la l.r ed. do este libro,
-, t987 , t94-220).
RSEL: Revista Española de Lingüística.
Russell, B., 1956: Retmtos de memoria y otros ensayos [1956], trad' dc M' «El primer diccionario sincrónico del español: caracterlsticas y
-1979c: actual de los trabajos», cn rtsEl, g, 395412.
Suárez, Madrid 1976. estado
[Se reimprimió en
Salas, A., 1964: «Los diccionarios académicos y el estado achral de la la l.¡ ed. de este libro, 1987,221-351.
lexicografia>, en Boletín de Filología, Universidad de Chile, 1ó' 265- -.._1980: l,as palabms en el tiempo: los diccionq.rios
históricos, Maüid. [:
83. Capítulo 7 de este librol.
V, 1846: Nua,o diccionario de la lengua castellana, que comprende l98l:
Salvá,
la úttima edición íntegm, muy rectiJicado y mejomda, del publícado por
- mayo«María Molincr: una obra, no un nombrc>», en El país (Madrid),29
1981, 3ó. [: Capítulo 22 de este libro].
y
la Academia Española, y unas veinte seis mil voces, acePciones, -1982a:
«Un lexicógrafo de la generación de Cervantes (notas sobre el
lrases y locuciones, entre ellas muchas americanas,Paris' Iesoro de Covarrubias)>>, eÍ Instituto de Bqchillemto Ceryantes. Mi.gce_
'--_1849 Gmmática de la lengua caslellana [tcxto d€ 1849], 9'¡ ed', París lánea en su cinc.uentenqrio, Madid,22943.
[= Capltulo l0 de cste
1854. librol.
Salvador, G., 1978-80, «Lexicografia y geografia lingüística» [1978-80]' en ..._ 1982b: <<Cuervo y
la lexicografia histórica»», en Thesaurus, XXXVII, 647_
Semántica y lexicolo§a del español,Madrid 1985, 138-44' 52. [= Cap'tulo 8 de estc libro].
..._ 1988: «Don Ramón Menéndez Pidal y cl Diccionario», e¡ BRAE' LXYlll' «La definición lexicográfica subjetiva: el Diccionario de Domln_
-1983: guez (1846)», et Serto Philologica E Lizaru Cafteter,l, Madrid, 5g7_
369-73.
«El diccionario y la Sente», cn M. Alvar et al., Profesor Francisco 96. [= Capítulo 16 de este libro].
-1990:
Marsá, Jornadas de Filología, Batcelota' 193-207. «Un lexicógrafo romántico: Ramón Joaqufn Domínguea», cn
-1985;
Salvador Rosa. A., 1985: «Las localizacionos geográficas en cl Diccionario Philologica Hispaniensia in honorem Manuel Alvar, Mad¡iá, II, 619-
de autoridades», an LEA,1, 103-39. 29. [= Capltulo 15 dc cstc libro].
Sánchez, A. (dir.), 1985: Diccionario de uso, gmn diccionario de h lengua «Autoridades lile¡arias en el lesonr dc Covam¡b ías»», cn Homenaje a
-1986:
española,Iu'{.adrid. Pedm Sainz Rodríguez, Madrid, II, 609-22. Í: Capftulo ll de este
Sánchei Ccrezo, S. (dir.), l99l: Dicci onario esencial Santillana,Madid- librol.
Schulze-Busacker, E., 1971: «Lcs collaborateurs du FEW», cn Baldinger, K', «La crltica de Cuervo al Diccionario de la Acadcmia Españolar>, en
-1987:
Homenaje
r97lb,69-89. a Álvarc Galmés de Fuen¡es,lll, Z4g4l. ¡= Capttuto tZ ae
Seco, M., l97l: «El nucvo Diccionario dc la Academiar», en Revista de este librol.
Occidente, nlú;m.97 (abril), 90-96. «Covamtbias cn la Academiar>, en Anales Cervantinos
..._1972: Gmmática esencial del español Madrid'
-1987-88:
naje a Alberto
fli'iome_
Sánchezl, XXV-XXVI, 387-93. [: Capftulo 12 de oste
«Problcmas formales do la definición loxicogáficar», an E§tudios librol.
-1977:ofrecidos a Emilio Alarcos Llomch, ll, Oviedo, 217-39. [= Capftulo t «El problema de la diacronla en los diccionarios gcneralosr», en
-1988a:
Revista de Dialectología y Tmdiciones populares
de estc librol. [Homenajc a Con-
<<El "contomo" en la definición lcxicográñcar», en Homenaie a cepción Casadol, XLIII, 559-67. [= Capftulo 4 de este libro].
-1979a:
Samuel Giti Gaya (ln memoriam,), Barcclona, 183-91. f= CaPftulo 2 de «El nacimiento de la lexicograña moderna no académica», en
-1988b:
este librol. Homenaje a Alonso 7Ámom ncente, Madrid, I, 259-76.
[= 6¿pi¡u1o 14
de cstc libiol.
458 Estudios de lexicograJía española Refer en c i as b ibl ilgrófic as 459

1988c: «El léxico hispanoamericano cn los dicciona¡ios de la Academia Simón Díaz, J., 1972: Bibliogmfa de la litemtum españoJ¿, X, Madrid.
- Españolar», cn BR {4 LXUII, 85-98. [= Capftulo 20 de este libro]' Sinclair, J., 1985: «Lcxicographic evidence», en R. Ilson (ed,.), Dictionaies,
«El cspañol de Chilc, el Diccionario de la Academia y la unidad de Lexicogmphy and Language Leaming, Oxford, 9l-94.
-l98Ed:
la lenguar», cn EsMios en honor de Yolando Pino Saavedra' Anales de Sobrino, F., 1705: Diccionaio nuevo de las lenguas española y fmncesa,
la [Jniversitlad de Chile,5.t seie, ním, 17,361'77. [ = Capítulo 2l de Bruselas.
este librol. Sociedad Litcraria, 1853: Nuevo diccionario de la lengua castellanq, que
«Int¡oducciónr>, en Real Academia Española, Diccionario de lq comprende la últina edición del de la Academia Española, qumentado
-l99la:
lengua castellana reducido a un lomo Pam su más facil uso. Fscsímil con cerco de 100.000 yoces pertenecientes a las ciencias, artes y
de la primera edición Q780), Madrid, ur-xI. [= Capítulo 13 de este oJicios, entre las caales se hallan las más usaales en Améríca, y ade-
librol. más con muchas locttciones y lrases sacadas de los mejores diccio-
..._l99lb: «Diccionarios: la realidad y el deseo>r, et Saber/I*er, n'ttm,47, narios modemos, pr una Paris.
6-7. Svensén, 8., 1993; Pmctical-, l*xicogmphy: Principles and Methods of
diccionarios históricos», cn l. Ahumada (ed,)' Diccionarios
<<Los D i c ti o n ary- M a ki n g, O xfor d..
-l99lc:
españoles: conte ido y aplicaciones. Lecciones del I Seminario de Taboada Chivite, J., 1946 Yamnes ilustres de la comarca verinense,Mradnd,.
Leicografa Hispánica, 2t al 24 de me¡o de 1991, laén 1992,93-107, Tavola Rotonda sui Gmndi Lessici Storici, l97l: Tsvola Rotonda sui Gmndi
«El método colegiado en lexicograñar», en Esludios de litemura y l,essici Storici, Firenze, j-5 maggio 1971 I Table Ronde sur les Gmnds
-1992:
lingüístict españolas en honor de Luis üpez Molina, La'xarne, 563' Dictionnaires Histoiques (Florence, j-5 nai l97l), Firenze 1973.
74. 1= 6urt*to , de este librol. Tejera, M. J. (dir.), 1983-93: Diccionaio de yenezolanismos, 3 vol., Caracas.
«La otra voz de la Academia Española (notas snbre el Diccionqrio Terreros y Pando, E., 1767a: Diccionario castellano, con las voces de
-1993:
manual)», en Hispanic Linguistic Studies in Honour of E W Hodcroft' ciencias y artes Í,,.1 [1767], 4 vol., Madrid l286-93.
Oxford, 153{9. [= Capltulo 18 de estc libro]. «Prólogo», cn Tcrreros y Pando,E.,l767a,l, r-roo<w.
-1767b:
«MenéndezPidal y el Diccionario nanual de la Academia», cn §iz TLF: Trésor de la hngue fmngaíse.
-1994:
fontems. Homenaje a María JoseJa Canellada, Madrid, 539-47. [= Tollenacrc, F. de, 1965: «Un dictionnaire historique de la langue allemande:
Capftulo 19 dc cste librol. le Trésor des fréres Grimmr», en C¿, 6, 105-10.
«El Diccionario histórico de la lengua española»», et Inlernational ..._1971: «Lc Dictionnairc historique nécrlandais», en TRIS,
SI-52.
-1995:
Journal of Lexicography, Ylll-3,203-19. [= Capltulo 9 de este libro]. Tommaseo, N. / Bellini, B., 1865-79: Dizionaio della lingua italiana 1...1,7
«El diccionario sincrónico del cspañol>» [1996], en Léxic, corpus i vol., Torino.
-199ó:
diccionaris. Cicle de con/erencies 95-96, Barcclona 1997 13349. É Toro Gisbert, M. de, 1909: Enmíendas al Diccionario de la Academia, parls.
' ..-_l9l2a: Pequeño Larcusse ilustrado, Pa rs.
Capltulo 25 de e§te librol.
«Los pilares de un diccionario modemo>>, en Saber/Leer, núm. 138, American tsmos, Parls.
-2000: -l9l2b:
Toro Gisbert, M. de / Garcfa-Pelayo, R., 1964: Pequeño Laruusse ilustmdo,
octubre, 4-5. [= Capltulo 5 de este libro].
<<¿Para quién hacemos los diccionarios?», e¡ Pulchre, bene, recte. París.
-2002:
Estudios en homenaje al PmJ Fernando González Ollé, Pamplona, Trésor de la langue ftangaise, l97l -83: Imbs, P / euemada, B. (dir.), Trésor
1333-47. [: Capltulo ó de este libro]. de la langue fzngaise. Dictionnaire de la hngue du XIX, et du )O(
Seco, M. / Andrés, O. / Ramos, G., 1999: Diccionario del español acrual,2 siécle, vol.I-X [hasta losangique), Paris. @l vol. XVI y último se
vol., Madrid. publicó en 1996).
Seoane, M. C., 1968: El primer lenguaie constitucional español (as Cortes Triwedi, M. D., 1973: «Garcilaso as an Authority in Covam¡bias's Tesorc de
de Cádi), Madid. la lengua castellana o española», en Rornance Notes,l5, t55-5g.
460 Estudios de lexicografa española Refe r e n c i a s b íb I ifur á¡ c a s 461

-.._1943: Problemas y métodos de la lingüística


T&LS: Tavola Rotonda sui Gmndi l,essici Storici. ll.z ed. alemana, 1943], trad.
de Dámaso Alonso y E. Lorenzo, Madrid 1951.
Unamuno, M. de, 1898: «La Acadcmia de la Lenguo> [1898], en Unamuno,
M. de, 1960, ¿147-53. «L'expérience du FEW», cn IZFX,209-18.
-1957:
Webster, 1864: Goodrich, Ch. A. / Porter, N., Dr Webster's Complete Dic-
«La presidencia de la Academia Españolar» [1906], en Unamuno,
-1906:
M. de, l9ó0, 526-33. tionary of the English l,anguage, London.
..._1961: Gove, P B. (dir.), Webster's Third New Internqtional
«De nuestra Academia otr¿ vez> [1917], en Unamuno, M. de, 1960, Dictionary of
-1917:
608-12.
lhe English Languoge. Springfi el( Massachusetts.
«Cuervo y la gramáticar» [919], cn Unamuno, M. de, 1960,909-15.
Weekley, E., 1924: «On Dictionaries>r [1924), en Slcdd, J. / Ebbitt, W. R.
-1919: Ia mza y la lmgua. Colección de escritos no recogidos en ws (ed.), Dictionaries and 'that' Dictionary, Glenview, Illinois l9ó2,9-21.
-1960:
libros, ed. de M. Garcla Blanco en Obrus completas, VI, Madrid.
,
Weinreich, U., 1960: «Lcxicographic Definition in Descriptive Scmantics»,
cn Householder, F. W. / Saporta, S., t960, 25-43.
Valdés, J. de, 1535-36: Diálogo de la lengua [1535-36], ed. de R. Laposa, 2.r
ed., Zangoza 1946.
Werner, R., 1983: «Die Amerikanismen im Diccionario de Autoidades», en
Vatera, J., 1888: «El Pamaso Colombiano», [1888], erL Cartas americanas; Iberuamérica: historia, sociedad, litemtura. Homenaje a Gustav Sie-
cn Obms completas, III,2.'ed., Madrid 1947,258-89. benmann, Lateinamerika-Studi¿n, 13, München, 1075-g2.
-...- 1896: «La litcr¿tura cspañola en cl siglo xx» [896], cn Obms completas, «Die Amerikanismen im Handwórterbuch der Real Academia
-1984:
Español»>, en Spanien und bteinamerika: Beitrdge zu Sprache,
II, 2.¡ cd., Madrid 1949, 897-908.
«Sobre la duración del habla castellana. Con motivo de algunas Litemtut, Kultur. Homenqje a Anton Bemmerlein e Inge Bemmerlein,
-1900:
frases del señor Cuervo>» [900], cn Obms completas, II, 2.r ed., Nürnbcrg, 530-51.
Whitcut, J., 1986: «The training of dictionary userc», en R. Ilson (cd.),
Madrid 1949, 1M346.
Vega, Lopc dc, 1624: «Guznán cl Bravo»>, QrL La Circe 11624); en Obms lzxicogmphy: an Emerging International Prcfession, Manchest€r, I I l-
)')
poéticas, ed. da J.M. Blecua, I, 2.'cd., Barcelom 197 4,927 -1118.
Zamboni, A., 1976: L'etimologia, Bologna.
Viñaza, Condc dc la, 1893: Biblioteca histórica de la filología castellana,
Zamora Vicente, A., 1980: «Prólogo», cn Gmn Sopana, diccionario ilustmdo
Madrid.
Vox,1945: Yox, Diccionario generul ilustmdo de la lengua española, prólogo de la lengua española, Barcelona, I, 7- I I .
de R. Mcnéndez Pidal, revisión de S. Gili Gaya [1.'ed.], Barcelona. Zampolli, A,, 1973: «Congr¿s International de Lcxicographie Anglaise, Ncw
(2.¡cd., 1953; 3.' ed., 1973). York, 5-7 juin 1972>», cn CL,22,113-?6.
Yox, Diccionario geneml ilust¡rdo de la lengua española 14,'tA.l'
ZDllr: Zeüschnfi fir Deutsche Worforschung.
-1987:
nucva rcdacción dirigida por M. Alvar Ezqucrra, prólogos de R. Mc- Zrrolo, E. / Toro y Gómez, M. dc / Isaza, E., 1895: Diccionario enciclo-
néndez Pidal y S. Gili Gaya, Barcclona.
pédico de la leaguo caslellana,2 vol., pzris.
Zgusta, L., l97l: Manual o/ kxicogmphy, Pnha.
Yox actual, 1990: Alvar Ezquerra, M. (dir.), Vot, Diccionario actual de la
I en gua españo la, B*celona,
Zingarclli, N. / Rosiello, L. / Dogliotti, M., 1970: yocabolario delta lingua
Wagner, R.-L., 1957: «Lo Dictionnairc dc Huguet: L'inventaire de la langue inliana, l0.t ed., Bologna. (Varias eds. posteriores).
frangaise», en IIFX, 29-31.
ZWh: Zeitschrift ftr Romanische Philolose.
lzs vocabulaires fiangais,l, Définitions. lcs dictionnaires, Paás.
-1967:
Wahrig, G., 1966: Deutsches Wórterbuch, s.l. (Ncuausgabe bearbeitet Yon U.
Hermann, 1980).
Wartburg, W von, 1922-86i Frunzósisches Etymologisches Wórterbuch. Eine
Darstellung des gallorumanischen Spruchschaces, Tlbingen-Basel.
\

ñ¡rcn

Págs.
Prólogo de la primera edición 9
Prólogo de la segunda edición l5
La lexicografia teórica, 15. - La actividad lexicográñca en los
tiltimos años, 18 - La nueva edición de este libro, 19.

Pnr¡,o*r prnr¡.
PROBLEMAS Y MÉTODOS

l. Problemas formales de la defrnición lexicográñca 25


I . Los dos enunciados cn cl artlculo de diccionario, 25 . - 2. El
primer enunciado. Su normalización, 26. - 3. La estructur¿ del
artlculo múltiple, 29. - 4. El scgundo enunciado. La «ley dc la
sinonimia»», 30. - 5. Dcfinición <<propiar> y definición «impro-
pio>, 33. - 6. Definición de adjctivos, 34. - Definiciones de
adverbios y de nombrcs, 40. - 8. La definición cnciclopédica,
42. -9. Final,46.
2. El <<contomo» en la definición lexicogáfica, , . . , 4't
3. Sobre el método colegiado en lexicografia 59
El "Diccionario", obra colectiva de la Acadcmia, 59, - «Labor
de muchas pcrsonas con igual scñorío»,60. - Discrepancias
4« Estudios de lexico ae,spañola lndice 46s

Págs. Págs.
impllcita y expllcita: Terreros y Taboada, 62. - La crítica de Tencene prr.ra.
Salvá,63. - La crltica de Cuervo, 63. - Toro Gisb€rt,66. - DICCIONARIOS ANTERIORES A I9OO
Unamuno, 67. - Múgica, 68. - Américo Castro, 68. - Ramón y
Cajal, 68. - Conclusión, 69. 10. Un lexicógrafo de la generación de Cervanrtes (notas sobre
4. El problema de la diacronía en los diccionarios generales .. . 70 el Tesoro de Covamrbias) 185

5. Los pilares de un diccionario moderno . . 8l I l. Autoridades literarias en el l¿soro de Covam¡bias 202


12. Covam¡bias en la Academia 222
6. ¿Para quién hacemos los diccionarios? 91

Popularidad y mitificación del diccionario, 91. - Nuevas auto- 13. El Diccionario académico de 1780 237
ridades en lexicografia, 93. - El caso de Casares y dc Moliner, El diflcil camino del segundo Diccionario de autoridades, 237.
95. - La actitud del lector, 97. - La crítica del público, l0l. -
La crítica de los críticos, 102. - Conclusión, 103.
- El compendio en un tomo, 240. - El Diccionario de 1780:
algunas característícas, 242. - Fortuna del Diccionario de
1780,255.
Secr¡rrp,r p,r.¡'¡:. 14. El nacimiento de la lexicografia moderna no académica 259
.. .
LEXICOGRAFiA HISTÓRICA
15. Un lexicógrafo romántico: Ramón Joaquín Domínguez. .. . 28s
7. Las palabras «r el tiempo: los diccionarios históricos ..... . 109
16. La defrnición lexicográfica subjetiva: el Diccionario de
l Los diccionarios históricos, 109. - 2. Et Diccionario alcmán Domínguez (1846) . . 300
de los hcrmanos Grimm, I18. - 3. El Diccionario de Oxford,
4. El Diccionario catalán-valenciano-balear, 126. - 5. 17. La crrtica de Cuorvo al Diccionario de la Academia Espa-
121. - ñola
Los diccionarios históricos del español: el Diccionario de 315
1933, 129. - 6. El segundo Diccionario histórico del cspañol, l. Introducción, 315. - 2. El alfabeto, 316. - 3. Los tecnicis-
133. - 7. Cómo es el Diccionario históricor una ojeada, 137. - mos, 317. - 4. Los nombres propios, 318. - 5. Observaciones
8. Los problemas de la lexicografla histórica, 143.
sobrc la microcstructura, 319. - ó. La estructura de los artfcu-
8. Cuervo y la lexicograña histórica 157 los, 320. - 7. Equivalencias latinas y nombres cientfficos, 320.
- 8. La calificación de las voccs, 322. - 9. Marcas de ámbito,
9. El Diccionario histórico de la lengua española 163 323, - l0 Marcas geográf¡cas, 324. - 11. Marcas diacrónicas,
l. A¡tecedentes, 163. - 2. El primer Diccionario histórico, 325.- 12. Las definiciones, 327. - El circularismo,327. - 14.
Forma do la definición, 328. - 15. La definición de verbos
165. - 3. La crisis, 166. -4. El nuevo Diccionario histórico,
hansitivos, 329. - 16.Final,332.
169. - 5. Problemas y perspectivas, 176.
466 Estudios de lexicograJía española

Pdgs.

Cur¡r,r pe¡r¡.
DICCIONARIOS DEL SIGLO )O(

18. La otra voz de la Academia Española: notas sobre el Dic-


cionario manual . 337

19. Menéndez Piüly el Diccionarto manual de la Acadeñia. . 351

20. El léxico hispanoamericano cn los diccionarios de la Ac¿-


demia Española 362
21. El español de Chile, el Diccionario de la Academia y la
unidad de la lengua....... 375

22. María Moliner: una obra, no un nombre 390

23. La segunda edición del Diccio nario de uso del español .... 395

24. Lexicografia del español en el fin de siglo 399

25. El diccionario sincrónico del español 4t7


l. Origcn dcl proyccto, 417. - 2. Car¿ctcrlsticas dcl Diccio-
nario del español actual, 423. - 3. Macroestructur¿, 428. - 4.
Microcstructura, 431. - 5. Final, 438.

Referencias bibliográficas 439

¡)

S-ar putea să vă placă și