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Verde sobre verde: El Cerro de Naranjito en Puerto Rico

Juliana Escobar Cuéllar

“Ahora las vacas comerán los balcones”


(Un habitante de El Cerro)

Inocular es la introducción de una sustancia en un organismo. El significado de este concepto,


que proviene de la medicina, resulta seductor para explorar la manera como una práctica artística
se introduce en una comunidad y a su vez, la práctica es inoculada por la comunidad, actos
donde se producen resultados insospechados para los actores que componen esta experiencia.
La inoculación genera algo completamente nuevo, algo que no está en los diccionarios y que al
ser difícil de nombrar y de describir, también es difícil de mantener, de manera que necesita crear
tácticas autónomas para que su vida no termine, para que sus células puedan reproducirse. Este
es el caso de El Cerro.

Una gran pintura de una montaña de casas verdes sobre otra montaña. Un visitante puede
guardar en su cabeza el paisaje que compone a la comunidad de El Cerro como un cuadro. El
cuadro está ubicado en el municipio de Naranjito, a una hora de San Juan, Puerto Rico. Es una
montaña que contiene otra montaña, un organismo que contiene a otro. La comunidad de El
Cerro, llamada así por su ubicación geográfica, es la protagonista del proyecto que lleva su
nombre y que ha liderado el artista puertorriqueño Chemi Rosado durante más de 11 años.

Chemi quería crear una obra formal, un ejercicio pictórico que involucrara a la comunidad, a
través de la propuesta de pintar sus casas de verde de manera gratuita, en un juego con su
ubicación en la montaña, y una montaña, claro, es verde. El artista observó con interés cómo la
comunidad se fue edificando sobre la topografía de la montaña, adecuándose a su morfología.
Chemi subió al cerro y contó a sus habitantes su propuesta, y esa ascensión se convirtió en una
historia de once años. La intención inicial se amplificó por las experiencias derivadas de las
interacciones con la comunidad. Las acciones se multiplicaron, los colaboradores, el “voz a voz”
trascendió en nuevas exploraciones y propuestas, surgieron líderes en la comunidad y durante
estos años se han despertado nuevas ideas, nuevas tácticas y maneras de vivir el proyecto y
mantenerlo a flote.

La comunidad de El Cerro se encuentra en la periferia, donde se reproducen, como en muchos


bordes, problemas sociales que son borrados del imaginario de la ciudad y obviados para que
sigan siendo eso: la marginalidad detenida por una barrera invisible, que se crea sobre una
comunidad con el olvido. Chemi cuenta que a su llegada a la zona, algunas personas se
mostraban no solo sorprendidas, sino que manifestaban su desconfianza, planteaban la
posibilidad de que Chemi fuese un infiltrado de la policía. Esta postura o este “pensar” permiten
entrever el aislamiento al que estaban acostumbrados los habitantes de El Cerro, de manera que
es natural que la llegada del “arte” fuera vista con sospecha. Existe una relación simbólica entre
la periferia de El Cerro y la intervención artística periférica. La iniciativa artística es una
intervención orgánica que no está ligada a ninguna organización o fondo estatal, juega en los
bordes de un territorio físico, mientras se mueve también en los bordes del territorio intangible de
las prácticas artísticas.

Las pequeñas acciones ocurridas en el paisaje de lo cotidiano de El Cerro dibujan su historia y


las pautas para contarla. Las voces de la comunidad aparecen para armar el rompecabezas o
imaginario de El Cerro: "¡Verde!, pero si esto es un monte ya, ¿pa'que tú vas a pintar esto de
verde?”, cuenta Chemi que le dijo alguien cuando subió a expresar a los habitantes del área el
plan para intervenir la pintura de las fachadas de sus casas. Cómo se cuenta el proyecto, cómo
nos llegan las voces de los habitantes de El Cerro en la voz de Chemi, construyen una idea que
rebasa las maneras en las que se acostumbra la transmisión de un proyecto artístico. Los usos
o desusos, lo que se cuenta y lo que no, conforma las partes de este organismo y permiten
conocerlo.

El proyecto arma un mapa de recorrido de las acciones que lo construyen: un mural, muchos
murales, las paredes pintadas con los niños del barrio, un periódico colgado sobre cordeles[1] en
la calle, un museo de cosas de los habitantes de El Cerro[2], un taller de camisetas, cuadros
desde las cáscaras de “pintura muerta” que salen de pelar las fachadas[3], etiquetas
autoadhesivas, pósteres, visitas, comida, hot dogs, reuniones y una montaña de casas pintadas
de verde. El proyecto El Cerro funciona, es activo, cada pequeño detalle ha ocurrido de una
manera orgánica y sin una estructura organizativa tradicional o muy definida. Los habitantes ven
y tocan el proyecto, toman decisiones sobre el paisaje que están transformando. Los modelos de
gestión cultural alternativa, que ya empiezan a ser visibles e identificables en los medios artísticos
o en el gran medio de la cultura, aquí o no existen o no son suficientes. Es un proyecto de
autogestión, independiente, alternativo, que no se define a sí mismo de esta manera y que no se
ha desarrollado a través de las herramientas que son acuñadas a estas etiquetas.

Las expresiones y experiencias del día a día de la comunidad de El Cerro consiguen acercarnos
a una idea fundamental, y es que el proyecto debe leerse como un organismo nacido de la cópula
de otros dos: la comunidad y la práctica artística o “el arte”. La intención inicial no se parece a
proyectos comunitarios, que llegan a un lugar a ofrecer talleres o que nacen como iniciativa de
algunos de sus pobladores. En este caso, la intención viene de un actor externo, el artista que
representa al “arte” y se acerca motivado por intereses artísticos, que pueden involucrar a la
comunidad. La comunidad recibe al “arte”, ella no esperaba nada, era lo que era, y con la llegada
de este nuevo actor ambos se involucran en una relación de mutualismo.

En El Cerro no hay jerarquías, se configura una red de personas que se unen interesadas por
los rumores sobre el proyecto, van y vienen actores, “hacedores”. No hay mecanismos definidos
para crear un proyecto dentro del proyecto, para participar. La premisa es “hacer”. Chemi lo
describe al bautizar el proyecto como “arte social activo”. Llegan abogados, profesores,
activistas, artistas, estudiantes. Todos se convierten en células activas, en proponentes de
lugares tácticos[4] para mantener con vida el organismo, El Cerro.

Juan, un habitante de El Cerro, expresa: "¡Seguro que me gusta lo que estoy haciendo... estoy
por ahí sin hacer na’! Me entretengo ayudando. No tengo empleo. Esto es lo que hago hasta que
aparezca algo mejor. Así me alejo del bajo mundo”. Chemi, en la versión en línea de un periódico
puertorriqueño, dice que su pretensión es el que el proyecto permanezca, para rescatar a
aquellos que quieren salir de allí. Esta visión del proyecto o de las prácticas y experiencias
artísticas como un refugio, son menciones que dirigen preguntas a la recepción de estos
procesos y a los imaginarios que permanecen sobre el carácter “terapéutico” del arte. Esta puede
ser una visión peligrosa, que desplaza el lugar donde realmente el arte tiene una voz, tiene una
forma de ser, de aparecer. Hay un aura de responsabilidad e ingenuidad en otorgar este tipo de
funcionalidad al arte. Las prácticas artísticas funcionan como señalamientos, ayudan a sacar
capas, a la cebolla, de una realidad. Queda mucha tela por cortar en el tema de la capacidad o
no del arte para llegar hasta estadios de la integración de los seres humanos y su “rescate” de
actividades consideradas nocivas. En este caso, el panorama es mucho más complejo y se hace
necesario circunscribir, en el ámbito de la integración, el movimiento social desplegado a partir
de la llegada del proyecto. El arte es más el detonante, una cartilla ambulante que muestra
posibilidades de “hacer”, y las personas compran y leen la cartilla, o no.

El “vampirismo” tan mencionado en el medio artístico para definir el trabajo de artistas en


comunidades, que abandonan tras un corto período de estadía, es una imagen que aparece en
el acercamiento a esta clase de proyectos. Es natural, lo que se repite se vuelve ley o se vuelve
prejuicio. El Cerro deja ver unos caminos distintos para leerlo, el artista puede ser “figura” en el
tapete cultural, pero al interior los habitantes de El Cerro deciden, se organizan y saben, ven, su
poder es palpable. Cada organismo alimenta al otro, ambos se nutren de la diferencia.

En este mutualismo entre dos organismos, o mejor, en el nuevo organismo que ocurre tras la
inoculación, la comunidad cambia, se autodescubre mejor y se mira a sí misma con ojos más
alertas, a través de los lentes que las experiencias en el paisaje del proyecto le ayudan a
construir. El arte, a su vez, explora en esos ojos de la calle, esos ojos que no van a museos ni
estudian historia del arte, una manera de desplegar sus señalamientos, de manifestarse en
circuitos ajenos a su territorio. La comunidad hace uso de herramientas propias del arte y se
apodera de ellas para permanecer como organismo en proceso. Chemi cree en la idea de que
los agentes externos son necesarios en estos procesos, él es el agente externo en esa montaña
y sigue introduciendo sustancias nuevas en El Cerro, observando en los productos del arte allí
construidos, la manera de conservar el ecosistema necesario para que este organismo siga vivo.
Los pobladores de la montaña decidirán si darle la razón a Chemi o no.

[1] El periódico Hangueando periódico con patas es un proyecto de Raimond Chaves que en 2003 llegó a la comunidad
de El Cerro, en Naranjito, Puerto Rico. Se “construía” con los habitantes del lugar y se colgaba en un cordel en la calle,
donde todos pudieran verlo. Hanguear es un término del spanglish, viene de to hang around, que significa “pasear,
pasar el tiempo”. Ver más en http://www.puiqui.com/esp/publicaciones/Hangueando-Periodico-de-
Cordel/Hangueando-Periodico-de-Cordel.htm
[2] El Museo de El Cerro fue creado por Pablo León de la Barra y los habitantes de Naranjito en 2002. Se recopilaron
objetos de las casas de la comunidad para instalar en el centro comunitario, que a la fecha se encontraba abandonado.
Los objetos, que van desde pinturas hasta trofeos, son documentos de las problemáticas del barrio, de los triunfos y
dramas de sus habitantes. Ver más en http://centrefortheaestheticrevolution.blogspot.com/2002/10/ pablo-does-
museo-at-el-cerro-in-puerto.html
[3] Ver imágenes en https://www.facebook.com/photo.php?fbid=296941180414214&set=a.294163584025307.62445.
293557097419289&type=1&theater
[4] Aquí, tácticos funciona en referencia al concepto de Michel de Certeau, que aparece en La invención de lo cotidiano.
La táctica obra despacio, es el recurso del débil, aprovecha las ocasiones para actuar.

Referencias

Colón, R.; Moreira, R. y Seijo, L (2003). El Cerro, arte en la comunidad. Obtenido el 2 de noviembre de
2013, Universidad de Puerto Rico, Recinto de Mayagüez, de http://academic.uprm.edu/comunidades/
comunidades/ElCerroNaranjito/index.htm

Certeau, M. de (1996). La invención de lo cotidiano: I. Artes de Hacer. México D. F., México: Universidad
Ibereoamericana - Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente AC.

Creative Time (2011). Chemi Rosado Seijo. Video realizado por Creative Time. Obtenido de
http://www.livestream.com/creativetime/video?clipId=pla_567c096c-f605-4e47-9633-63a1f13172ed

León de la Barrra, P. (2011). Chemi Rosado presents El Cerro project at Creative Time Summit in New
York. Obtenido el 1 de noviembre de 2013, de http://centrefortheaestheticrevolution.blogspot.com/2011/
09/chemi-rosado-presents-el-cerro-project.html

Marrero, R. (2013). El Cerro de Naranjito se tiñe de verde. Obtenido el 2 de noviembre de 2013, de


http://www.primerahora.com/noticias/puerto-rico/nota/elcerrodenaranjitosetinedeverde-video-927661/

Mi Puerto Rico verde.com (2013). Restaurando con verde el cerro de Naranjito. Obtenido el 2 de noviembre
de 2013, de http://www.miprv.com/restaurando-con-verde-el-cerro-en-naranjito/

Rosado, Chemi (s. f.). El Cerro en Naranjito. Obtenido el 3 de noviembre de 2013, de http://www.
antrocket.com/en/elcerro

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