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La música sacra en la liturgia

¿Qué es en realidad la música?, ¿de dónde viene y a qué atiende? Pienso que se pueden
localizar tres ‘lugares’ de los cuales proviene la música. Un primer lugar es la experiencia
del amor. Cuando los hombres se sienten atrapados por el amor, se da en ellos otra
dimensión del ser, una nueva grandeza y amplitud de la realidad. Y esta empuja a
expresarse de un modo nuevo. La poesía, el canto y la música en general nacieron de este
ser ‘tocados’, de este quedar afectados por una nueva dimensión de la vida. Un segundo
origen de la música es la experiencia de la tristeza, el ser tocados por la muerte, por el
dolor y por los abismos de la existencia. También en este caso se producen, en dirección
opuesta, nuevas dimensiones de la realidad que no encuentran respuesta sólo en las
palabras.

El tercer lugar del origen de la música es el encuentro con lo divino, que desde el inicio
es parte de lo que define al humano. Aquí está presente el otro que suscita en el hombre
nuevos modos de expresarse. Quizás sea posible afirmar que, en realidad, también en los
otros dos ambientes –el amor y la muerte– el misterio divino nos toca y, en este sentido,
es el “ser tocados” por Dios lo que en conjunto constituye el origen de la música.

Se puede decir que la calidad de la música depende de la pureza y de la grandeza del


encuentro con lo divino, con la experiencia del amor y del dolor. Cuanto más pura y
verdadera es esta experiencia, tanto más pura y grande será la música que de ella nace y
se desarrolla.

En Bach, para el cual la Gloria de Dios representa el fin último de toda la música, esto es
del todo evidente. La respuesta pura de la música se ha desarrollado en el encuentro con
Dios que, en la liturgia, se nos hace presente en Jesucristo. Esa música, para mí, es una
demostración de la verdad del cristianismo. Allí donde se desarrolla una respuesta así, se
ha dado el encuentro con la Verdad, con el Verdadero Creador del Mundo.

Por eso la gran música sacra es una realidad de rango teológico y de significado
permanente para la fe de toda la cristiandad, aunque no es necesario que se interprete
siempre. Por otro lado, está claro que no puede desaparecer de la liturgia y que su
presencia puede ser un modo especial de participación en la celebración sagrada, en el
misterio de la fe.

No conocemos el futuro de nuestra cultura y de la música sacra. Pero una cosa está clara:
donde realmente se da el encuentro con el Dios viviente que en Cristo viene hacia
nosotros, allí nace y crece nuevamente también la respuesta, cuya belleza proviene de la
verdad misma.

Benedicto XVI, discurso de agradecimiento doctorado honoris causa por la Pontificia


Universidad Juan Pablo II y la Academia de Música de Cracovia. 4 de julio de 2015.
[Adaptación]

♫ Adoramus te Christe benedicimus tibi, quia per crucem tuam redemisti mundum. ♫
(Te adoramos, oh Cristo, te bendecimos, pues por tu cruz salvaste al mundo).

♫ Cristo Jesús, oh fuego que abrasa, que las tinieblas en mí no tengan voz. Cristo Jesús,
disipa mis sombras y que en mí solo hable tu Amor. ♫

Poema III
¡No sé cómo cantas Tú, Señor! Y siempre escucho en un silencioso deslumbramiento.
La luz de tu música ilumina el mundo. El aliento vital de tu música rueda de cielo en
cielo. El sagrado oleaje de tu música rompe todos los obstáculos de piedra y se abalanza
hacia delante.
Mi corazón aspira a unirse a tu canto, mas en vano se esfuerza por tener voz. Yo
hablaría, pero las palabras se rompen sin canción, y grito confundido. ¡Ay, has
cautivado mi corazón en los lagos infinitos de tu música, Señor!
♫ In manus tuas, Pater, commendo spiritum meum. ♫
(A tus manos, Padre, encomiendo mi espíritu).
♫ El alma que anda en amor ni cansa ni se cansa. ♫
Poema VII

Mi canto se ha despojado de sus adornos. Ya no tiene el orgullo del vestido y la


decoración. Los adornos molestarían nuestra unión; se interpondrían entre nosotros y el
rumor de su roce cubriría tus murmullos.
Mi vanidad de poeta muere de vergüenza al verte. ¡Oh, Maestro Poeta, me he sentado a
tus pies! Déjame tan solo hacer de mi vida una cosa simple y derecha, semejante a una
flauta de caña que Tú puedas llenar de música.
♫ De noche iremos, de noche, que para encontrar la fuente solo la sed nos alumbra, solo
la sed nos alumbra. ♫

Padre Nuestro.

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