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La nueva adoles-ciencia: las bases neurobiológicas de la conducta entre

Los 12 y los 24 años

Tienes prisa por cruzar la calle. Cuando llegas a la esquina, descubres que el
semáforo está en amarillo. ¿Qué haces? ¿Te detienes para esperar el cambio a la
luz verde? ¿Aceleras para atravesar la calle antes de que se ponga rojo?
¿Tomarías la misma decisión si estuvieras solo que la que tomarías si estuvieras
acompañado? ¿Reaccionarías igual si tuvieras 15 años o si tuvieras 30 años? ¿Y
si en lugar de estar físicamente en la calle, evocaras esta situación desde dentro
de un resonador magnético que puede medir la oxigenación de la sangre en el
cerebro mientras “manejas”?

La posibilidad de estudiar nuestras reacciones ante una situación tan cotidiana


como ésta forma parte de una reciente revolución en las neurociencias, y es que
sólo en los últimos años, los avances en los estudios de neuroimagen nos han
permitido asomarnos a una posibilidad hasta hace poco impensable: la de estudiar
el funcionamiento de las diferentes áreas del cerebro en tiempo real. El
experimento del semáforo, conducido por Laurence Steinberg en el año 2005,
comparó la forma de reacción de adolescentes y adultos, solos y acompañados y
confirmó un fenómeno bastante conocido: el hecho de que los adolescentes
actúan de manera diferente cuando están en compañía de sus pares, condición en
la cual generalmente toman más riesgos. El equipo de investigación de la
Universidad de Temple, en Filadefia, fue un paso más allá al documentar también
las diferencias en las interacciones entre los circuitos cerebrales de adolescentes
y de adultos. Las preguntas que buscaban responder eran: ¿qué tanta influencia
tienen los circuitos de recompensa en los circuitos de control? y, ¿cambia esta
relación entre la adolescencia y la edad adulta?

Aunque desde hace mucho tiempo sabemos que el cerebro humano alcanza su
tamaño a los doce años aproximadamente, sólo fue gracias a la llegada de la
neuroimagen que se comprobó que el cerebro sufre una reestructuración masiva
entre los 12 y los 24 años de edad. Estas diferencias biológicas contribuyen en
gran medida a los aparatosos cambios en la conducta durante esta etapa: el
cerebro continúa madurando durante la niñez, la adolescencia y hasta principios
de la edad adulta.

La adolescencia es el periodo de transición y preparación para la edad adulta.


Biológicamente, se caracteriza por cambios físicos de masa corporal, talla y
maduración sexual, desencadenada por los cambios hormonales de la pubertad.
Psicológicamente ocurren cambios en la intensidad y labilidad del afecto, la
percepción de vulnerabilidad y la capacidad de pensamiento abstracto.
Socialmente se produce un notorio distanciamiento de los adultos y los niños, y
aumenta la preferencia por pasar el tiempo en compañía de pares. Es el periodo
de nuestras vidas en el cual pasaremos mayor tiempo en compañía de nuestros
amigos.

Esta serie de eventos, aunque dolorosos y generadores de incontables conflictos


con los padres, son cruciales para el establecimiento de nuestra propia identidad,
así como para el incremento en nuestra capacidad de razonamiento y de las
habilidades para adoptar comportamientos adultos.

La adolescencia es un periodo de gran plasticidad, particularmente adaptado para


aprender y crecer. Las dinámicas propias de esta etapa presentan una
oportunidad única para la construcción de la identidad social y colectiva. Sin
embargo, es una etapa de alta vulnerabilidad y de conductas de riesgo: una etapa
particularmente influida por el contexto social de una persona (Organización
Mundial de la Salud, 2014). Durante la adolescencia, hay un aumento en la toma
de riesgos, la impulsividad, la búsqueda de novedad y de recompensa. Por un
lado, estas conductas son fundamentales para la construcción de la identidad
social y colectiva y facilitan la navegación en un entorno social de complejidad
cada vez mayor (Blakemore & Mills, 2014). Sin embargo, son también la causa
principal de enfermedad y muerte durante esta etapa (Gardner & Steinberg, 2005).
Los adolescentes son más propensos a consumir alcohol en exceso, fumar,
iniciarse en el consumo de drogas, tener prácticas sexuales no seguras, participar
en actividades criminales y verse envueltos en accidentes automovilísticos
(National Reseach Council, 2011).
Las regiones del cerebro maduran a distintas velocidades. Las regiones cerebrales
involucradas en procesos socioafectivos y de recompensa (por ejemplo, el sistema
límbico y la amígdala) maduran antes que las regiones cerebrales necesarias para
la autoregulación (también llamada función ejecutiva), que maduran mucho más
lentamente y sólo alcanzan niveles de funcionamiento adulto hasta la tercera
década de la vida (Mills, Goddings, Clasen, Giedd, & Blakemore, 2014). Estas
distintas velocidades de desarrollo hacen que los adolescentes resulten
particularmente susceptibles a algunos elementos de su entorno social (como la
presencia de pares, por ejemplo) sin la adecuada regulación de un sistema de
control, pues ésta todavía es inmadura. La adolescencia es un periodo en el cual
la definición de metas y planes es mucho más flexible y se ve influida por procesos
socioafectivos (Crone & Dahl, 2012).

Cabe aclarar que estas diferencias en el neurodesarrollo no implican que un


adolescente sea incapaz de discernir entre lo que está bien o mal, o de tomar
decisiones. Tampoco implica que no deban ser responsables de sus actos. Sin
embargo, esta nueva rama de las neurociencias cognitivas, así como una mayor
comprensión de las bases biológicas de la conducta durante esta etapa
fundamental de la vida contribuirán a un mejor manejo de las respuestas, con un
mayor impacto para la máxima potencialización de la adolescencia.

Yo por lo pronto piso el freno. Nos vemos en dos semanas para adentrarnos en el
fascinante mundo del estudio neurocientífico de la adolescencia, en el cual
discutiremos, entre otras cosas:

1. Los avances en el empleo de la neuroimagen para el estudio de la estructura


y la función cerebral
2. Los lóbulos frontales y la autoregulación
3. La neuroplasticidad y el neurodesarrollo
4. Los adolescentes y el entorno social
5. Los patrones de sueño en la adolescencia
6. La adolescencia y las adicciones
7. ¿Cómo pueden los descubrimientos neurocientíficos enriquecer la
experiencia en el aula?

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