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«Mi madre y mis hermanos son éstos: los que

escuchan la palabra de Dios y la ponen por


obra.» (Lc. 8,21)

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Día 2º: MARÍA A LA ESCUCHA DE LA PALABRA DE DIOS

MONICIÓN DE ENTRADA
En la celebración de este segundo día de la Novena en honor de la
Virgen Milagrosa, vamos a meditar sobre María como modelo de escu-
cha de la Palabra de Dios. De María aprenderemos las verdaderas dis-
posiciones para escuchar.
Durante el ministerio público de Jesús, María aparece como la mu-
jer que acoge el Reino, que forma parte de la verdadera familia de Je-
sús porque le sigue, porque pone en práctica la palabra escuchada.

ACTO PENITENCIAL
• Porque no estamos dispuestos a cambiar nuestros planes para
hacer tu voluntad. Señor, ten piedad.
• Porque nos cuesta seguirte en la renuncia y la aceptación de la
cruz. Cristo, ten piedad.
• Porque buscamos vivir con excesiva independencia personal sin
importarnos la convivencia y la paz con los demás. Señor, ten pie-
dad

ORACIÓN COLECTA.

Padre santo, Dios eterno,


que quisiste poner el trono real de tu Sabiduría
en santa María Virgen,
ilumina a tu Iglesia con la luz de la Palabra de vida,
para que resplandezca con la fuerza de la verdad
y alcance gozosa el pleno conocimiento de tu amor.
Por nuestro Señor Jesucristo.

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PRIMERA LECTURA

Lectura del libro del Eclesiástico (24, 1.3-4. 8-12.19-21)

La sabiduría se alaba a sí misma,


se gloría en medio de su pueblo,
abre la boca en la asamblea del Altísimo
y se gloría delante de sus Potestades.
«Yo salí de la boca del Altísimo,
como primogénita de todas las criaturas.
Yo hice amanecer en el cielo una luz sin ocaso
y como niebla cubrí la tierra;
habité en el cielo
con mi trono sobre columna de nubes.
El Creador estableció mi morada:
"Habita en Jacob, sea Israel tu heredad."
Desde el principio, antes de los siglos, me creó,
y no cesaré jamás.
En la santa morada, en su presencia, ofrecí culto
y en Sión me establecí;
en la ciudad escogida me hizo descansar,
en Jerusalén reside mi poder.
Eché raíces entre un pueblo glorioso,
en la porción del Señor, en su heredad,
y resido en la congregación plena de los santos.
Venid a mí, los que me amáis,
y saciaos de mis frutos;
mi nombre es más dulce que la miel,
y mi herencia, mejor que los panales.
El que me come tendrá más hambre,
el que me bebe tendrá más sed;
el que me escucha no fracasará,
el que me pone en práctica no pecará;
el que me honra poseerá la vida eterna.»

Palabra de Dios.

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SALMO RESPONSORIAL (Sal 18, 8-9. 10-11. 15)

R/. Señor, Tu tienes palabras de vida eterna

La ley del Señor es perfecta


y es descanso del alma;
el precepto del Señor es fiel
e instruye al ignorante.
Los mandatos del Señor son rectos
y alegran el corazón;
la norma del Señor es límpida
y da luz a los ojos.

La voluntad del Señor es pura


y eternamente estable;
los mandamientos del Señor son verdaderos
y enteramente justos.
Más preciosos que el oro, más que el oro fino;
más dulces que la miel de un panal que destila.

Que te agraden las palabras de mi boca,


y llegue a tu presencia el meditar de mi corazón,
Señor, roca mía, redentor mío.

ALELUYA

Dichosa es la Virgen María,


que conservaba la palabra de Dios,
meditándola en su corazón.

EVANGELIO

Lectura del santo evangelio según san Lucas (8, 19-21)

En aquel tiempo, vinieron a ver a Jesús su madre y sus hermanos, pero


con el gentío no lograban llegar hasta él.
Entonces lo avisaron:
-«Tu madre y tus hermanos están fuera y quieren verte.»
Él les contestó:
-«Mi madre y mis hermanos son éstos: los que escuchan la palabra de
Dios y la ponen por obra.»

Palabra del Señor.


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SUGERENCIAS PARA LA HOMILÍA

1.- “Mi madre y mis hermanos son éstos: los que escuchan la palabra de Dios y la po-
nen por obra”

A lo largo de la vida pública de Jesús, María forma parte del grupo de los discípulos,
de los seguidores de Jesús. Por eso, la respuesta que Jesús da en el evangelio que hemos es-
cuchado no es un desprecio a su madre, sino el mejor de los elogios. Así lo ha interpretado
la tradición de la Iglesia que encuentra en estas palabras una alabanza de parte de Jesús hacia
su madre:... éstos son mi madre y mis hermanos…

María, durante el ministerio público de Jesús, aparece como la mujer que acoge el
Reino, que forma parte de la verdadera familia de Jesús porque le sigue, porque pone en
práctica la palabra escuchada.

María es la mujer que se puso siempre al servicio del Señor. Se colocó incondicional-
mente al servicio de la causa de su Hijo. En este sentido, fue perfecta seguidora de Jesús.
Pablo VI llamó a María “la primera y más perfecta discípula de Cristo”.
Existe una admirable correspondencia entre las actitudes fundamentales de María y
las de Jesús, a quien ella seguía: Cuando Jesús entra en el mundo, proclama: "He aquí que
vengo, oh Dios, a hacer tu voluntad". Y María, la discípula de Jesús: "He aquí la esclava del
Señor, que se haga en mí según tu palabra". Como Jesús, a quien sigue, la Virgen María
escucha y pone en práctica la Palabra de Dios.

“María es la Virgen oyente, que acoge con fe la Palabra de Dios” (Marialis Cultus
17). En María, imagen de la Iglesia, la Palabra encuentra acogida. No vuelve a Dios vacía
(cf. Is 55,11).
María mantiene un diálogo íntimo con la Palabra que se le ha dado. “María guardaba
todas estas cosas meditándolas en su corazón” (Lc 2,19). María deja que la Palabra ocupe
todo su espacio interior. Desde el corazón la Palabra unifica toda su persona. La Palabra se
hace carne en la tierra de una mujer, de una madre. La Palabra se convierte en su palabra,
ofrecida gratuitamente al mundo.
María no exige la comprensión inmediata de la Palabra, porque eso es cerrar el cami-
no a Dios (cf. Lc 2,50).
La Iglesia no ha dudado en leer la Sabiduría de Dios, cuyo elogio hemos escu-
chado en la primera lectura, como una cierta personalización de la Virgen. Ella es la Sabidu-
ría porque ha escogido la porción mejor, atenta a la Palabra de Dios; en Ella ha puesto su
Trono la Verdad; por medio de Ella se entregan a la Iglesia los acontecimientos y las pala-
bras de salvación, Palabra y acontecimientos que Ella ha guardado en su corazón.

2.- Oyentes de la Palabra

Las personas somos ‘oyentes’ por naturaleza. El ser humano, desde que nace, es un
aprendiz de oyente. Todo el universo emite señales, el mundo está repleto de sonidos y men-
sajes. “El día al día le pasa el mensaje, la noche a la noche se lo susurra” (Sal 18,3). El que
no oye, no es capaz de hablar, ni de comunicarse, ni de responder a la palabra.
La vida cristiana tiene su origen en la Palabra: “Envió a su Hijo, la Palabra eterna, que alum-
bra a todo hombre, para que habitara entre los hombres y les contara la intimidad de Dios.
Jesucristo, Palabra hecha carne... habla las palabras de Dios” (DV, 4). La Palabra se ha

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hecho carne en Jesús de Nazaret. En Jesús-Palabra se realiza el proyecto creador de Dios,
con el que se abre una época nueva para la humanidad.

Ser cristiano es hacerse ‘oyente de la Palabra’. El Padre llama al ser humano para
que sea oyente de Jesús: “Este es mi Hijo, el Elegido. Escuchadlo a él” (Lc 9,35). “En el
principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios” (Jn 1,1). La
decisión es personal, cada uno tiene que optar por ser oyente. ¡“El que tenga oídos, que oi-
ga!” (Mt 13,9). Cada día hemos de tomar la decisión de hacernos discípulos, oyentes. No
debemos acostumbrarnos a la escucha. “Mirad bien cómo escucháis” (Lc 8,18).
Jesús va convocando a los que quieren seguirle y escuchar su Palabra. Se sorprende
de que muchos tengan oídos y no oigan. La causa es un corazón embotado (cf. Mt 13, 14-
15). Jesús va por los caminos abriendo los oídos a los sordos. “¡Epheta! ¡Abrete! Inmediata-
mente se le abrieron los oídos” (Mc 7,34-35).
Jesús se alegra cuando encuentra oyentes de la Palabra: ¡“Dichosos vuestros oídos
porque oyen”! (Mt 13, 16). “Dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la guardan” (Lc
11,28). Jesús llama a la puerta del corazón humano para invitarnos a una historia de amistad:
“Yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre, entraré en su casa, cenaré con
él y él conmigo” (Ap 3,20). Jesús encabeza la marcha de un pueblo de oyentes: “Va delante
de las ovejas, y ellas le siguen, porque conocen su voz” (Jn 10,4).

3.- Santa Catalina, la santa del silencio y de la escucha

A Catalina Labouré, la Hija de la Caridad por quien hemos conocido las manifesta-
ciones de la Virgen Milagrosa, al proclamarla santa, Pío XII la llamó “la santa del silencio”.
Mientras la Medalla Milagrosa se iba extendiendo por el mundo entero y la Iglesia procla-
maba el Dogma de la Inmaculada Concepción, la Hija de la Caridad que había contemplado
a la Virgen Inmaculada permanecía en el anonimato: su vida escondida, dedicada al servicio
de los pobres, fortalecida con la oración prolongada a la escucha del Señor, continúa inspi-
rando a quienes queremos ser en la vida de cada día, de “los que escuchan la Palabra de Dios
y la ponen por obra”, como María.

4.- ¿Cómo llegar a ser oyentes de la Palabra de Dios hoy?


- Mirando a Jesús, que tiene palabras de vida. “Pon los ojos sólo en él”. Los cristia-
nos debemos hacer efectivamente de Cristo Jesús la norma de nuestra vida. Tenemos que
mostrar a Cristo a este mundo nuestro; para eso necesitamos identificarnos con Cristo, reves-
tirnos de Él, traduciendo en vida y en gestos su Palabra.
- Viviendo de acuerdo con la Palabra que oímos: “El que escucha mis palabras y las
pone en práctica se parece a un hombre sensato que ha construido su casa sobre roca” (Mt 7,
24). Seguir a Jesús no consiste sólo en llevar una vida decente o en no hacer mal a nadie. Se-
guir a Jesús exige de nosotros reproducir en nuestra vida las mismas actitudes de Cristo Je-
sús: pensar como Él, hablar como É1, actuar como Él. Como seguidores de Jesús, nos co-
rresponde hacerle presente en nuestro mundo.
- Abriendo los oídos al momento histórico que nos toca vivir, a los signos de los
tiempos, para escuchar “los gozos y esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres
de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres” (Gaudium et Spes, 1) y poder ofrecer desde ahí
un relato de salvación.
- Reuniéndonos en comunidad para escuchar juntos la Palabra de Dios (Sacrosanctum
Concilium 35.106) y poder después proclamarla. “Eso que hemos visto y oído os lo anuncia-
mos” (1Jn 1,3). Porque la Palabra, como es cantado en el Salmo responsorial, es alegría, luz,
miel, rectitud, felicidad.
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ORACIÓN DE LOS FIELES
Elevemos nuestras súplicas a Dios Padre todopoderoso, por me-
diación de Jesucristo, que quiso nacer de María siempre Virgen. Pida-
mos que nos ayude a vivir las verdaderas exigencias del Reino de Dios.

• Por el Papa, los obispos y cuantos tienen algún servicio en la Igle-


sia, para que comprendan vivencialmente que la grandeza del
Reino no está en ser servido sino en servir. Oremos.
R/. Oh María sin pecado concebida ...
• Por nuestra nación y todos los pueblos del mundo, para que reine
definitivamente la paz, la prosperidad y el bienestar para todos.
Oremos.
• Por todos nosotros, que celebramos nuestra fe y deseamos que
Jesús sea el Señor de nuestras vidas, para que vayamos por cami-
nos de paz, tolerancia y misericordia en nuestras relaciones con la
familia y con los demás. Oremos.
• Presentemos nuestras propias intenciones ... (silencio). Oremos.

Atiende, Dios todopoderoso, las plegarias de tu Iglesia suplicante,


pues las pone bajo el patrocinio de Santa María siempre Virgen, Madre
de tu Hijo, que vive y reina por los siglos de los siglos.

ORACIÓN S0BRE LAS OFRENDAS

Santifica, Señor, con el poder de tu Espíritu


los dones que te presentamos,
y, por intercesión de la gloriosa Virgen María,
prepara en nosotros
una digna morada para tu Sabiduría.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

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PREFACIO
LA SABIDURÍA HA LEVANTADO SU MORADA
EN LAS PURÍSIMAS ENTRAÑAS DE MARÍA

El Señor esté con vosotros.


Y con tu espíritu.
Levantemos el corazón.
Lo tenemos levantado hacia el Señor.
Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
Es justo y necesario.

En verdad es justo y necesario,


es nuestro deber y salvación
darte gracias
siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo,
Dios todopoderoso y eterno,
por Cristo, Señor nuestro.

Porque llevaste a cabo con inmensa bondad


el designio de nuestra redención preparado antes de los siglos,
en la bienaventurada Virgen María.
Al llegar la plenitud de los tiempos,
la Sabiduría divina levantó su morada
en las purísimas entrañas de la Virgen;
y el Creador de la historia
nació en el tiempo como nuevo Adán,
para dar muerte en nosotros al hombre viejo
y comunicarnos una vida nueva.

Por eso,
con todos los ángeles y los santos
te cantamos el himno de alabanza
diciendo sin cesar:

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN

Por este santo sacrificio te pedimos, Señor,


que infundas en nosotros la luz de la sabiduría
que inundó maravillosamente a la Virgen Madre,
para que te conozcamos en verdad,
y te amemos fielmente.
Por Jesucristo nuestro Señor.
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