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Día 2º: MARÍA A LA ESCUCHA DE LA PALABRA DE DIOS
MONICIÓN DE ENTRADA
En la celebración de este segundo día de la Novena en honor de la
Virgen Milagrosa, vamos a meditar sobre María como modelo de escu-
cha de la Palabra de Dios. De María aprenderemos las verdaderas dis-
posiciones para escuchar.
Durante el ministerio público de Jesús, María aparece como la mu-
jer que acoge el Reino, que forma parte de la verdadera familia de Je-
sús porque le sigue, porque pone en práctica la palabra escuchada.
ACTO PENITENCIAL
• Porque no estamos dispuestos a cambiar nuestros planes para
hacer tu voluntad. Señor, ten piedad.
• Porque nos cuesta seguirte en la renuncia y la aceptación de la
cruz. Cristo, ten piedad.
• Porque buscamos vivir con excesiva independencia personal sin
importarnos la convivencia y la paz con los demás. Señor, ten pie-
dad
ORACIÓN COLECTA.
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PRIMERA LECTURA
Palabra de Dios.
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SALMO RESPONSORIAL (Sal 18, 8-9. 10-11. 15)
ALELUYA
EVANGELIO
1.- “Mi madre y mis hermanos son éstos: los que escuchan la palabra de Dios y la po-
nen por obra”
A lo largo de la vida pública de Jesús, María forma parte del grupo de los discípulos,
de los seguidores de Jesús. Por eso, la respuesta que Jesús da en el evangelio que hemos es-
cuchado no es un desprecio a su madre, sino el mejor de los elogios. Así lo ha interpretado
la tradición de la Iglesia que encuentra en estas palabras una alabanza de parte de Jesús hacia
su madre:... éstos son mi madre y mis hermanos…
María, durante el ministerio público de Jesús, aparece como la mujer que acoge el
Reino, que forma parte de la verdadera familia de Jesús porque le sigue, porque pone en
práctica la palabra escuchada.
María es la mujer que se puso siempre al servicio del Señor. Se colocó incondicional-
mente al servicio de la causa de su Hijo. En este sentido, fue perfecta seguidora de Jesús.
Pablo VI llamó a María “la primera y más perfecta discípula de Cristo”.
Existe una admirable correspondencia entre las actitudes fundamentales de María y
las de Jesús, a quien ella seguía: Cuando Jesús entra en el mundo, proclama: "He aquí que
vengo, oh Dios, a hacer tu voluntad". Y María, la discípula de Jesús: "He aquí la esclava del
Señor, que se haga en mí según tu palabra". Como Jesús, a quien sigue, la Virgen María
escucha y pone en práctica la Palabra de Dios.
“María es la Virgen oyente, que acoge con fe la Palabra de Dios” (Marialis Cultus
17). En María, imagen de la Iglesia, la Palabra encuentra acogida. No vuelve a Dios vacía
(cf. Is 55,11).
María mantiene un diálogo íntimo con la Palabra que se le ha dado. “María guardaba
todas estas cosas meditándolas en su corazón” (Lc 2,19). María deja que la Palabra ocupe
todo su espacio interior. Desde el corazón la Palabra unifica toda su persona. La Palabra se
hace carne en la tierra de una mujer, de una madre. La Palabra se convierte en su palabra,
ofrecida gratuitamente al mundo.
María no exige la comprensión inmediata de la Palabra, porque eso es cerrar el cami-
no a Dios (cf. Lc 2,50).
La Iglesia no ha dudado en leer la Sabiduría de Dios, cuyo elogio hemos escu-
chado en la primera lectura, como una cierta personalización de la Virgen. Ella es la Sabidu-
ría porque ha escogido la porción mejor, atenta a la Palabra de Dios; en Ella ha puesto su
Trono la Verdad; por medio de Ella se entregan a la Iglesia los acontecimientos y las pala-
bras de salvación, Palabra y acontecimientos que Ella ha guardado en su corazón.
Las personas somos ‘oyentes’ por naturaleza. El ser humano, desde que nace, es un
aprendiz de oyente. Todo el universo emite señales, el mundo está repleto de sonidos y men-
sajes. “El día al día le pasa el mensaje, la noche a la noche se lo susurra” (Sal 18,3). El que
no oye, no es capaz de hablar, ni de comunicarse, ni de responder a la palabra.
La vida cristiana tiene su origen en la Palabra: “Envió a su Hijo, la Palabra eterna, que alum-
bra a todo hombre, para que habitara entre los hombres y les contara la intimidad de Dios.
Jesucristo, Palabra hecha carne... habla las palabras de Dios” (DV, 4). La Palabra se ha
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hecho carne en Jesús de Nazaret. En Jesús-Palabra se realiza el proyecto creador de Dios,
con el que se abre una época nueva para la humanidad.
Ser cristiano es hacerse ‘oyente de la Palabra’. El Padre llama al ser humano para
que sea oyente de Jesús: “Este es mi Hijo, el Elegido. Escuchadlo a él” (Lc 9,35). “En el
principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios” (Jn 1,1). La
decisión es personal, cada uno tiene que optar por ser oyente. ¡“El que tenga oídos, que oi-
ga!” (Mt 13,9). Cada día hemos de tomar la decisión de hacernos discípulos, oyentes. No
debemos acostumbrarnos a la escucha. “Mirad bien cómo escucháis” (Lc 8,18).
Jesús va convocando a los que quieren seguirle y escuchar su Palabra. Se sorprende
de que muchos tengan oídos y no oigan. La causa es un corazón embotado (cf. Mt 13, 14-
15). Jesús va por los caminos abriendo los oídos a los sordos. “¡Epheta! ¡Abrete! Inmediata-
mente se le abrieron los oídos” (Mc 7,34-35).
Jesús se alegra cuando encuentra oyentes de la Palabra: ¡“Dichosos vuestros oídos
porque oyen”! (Mt 13, 16). “Dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la guardan” (Lc
11,28). Jesús llama a la puerta del corazón humano para invitarnos a una historia de amistad:
“Yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre, entraré en su casa, cenaré con
él y él conmigo” (Ap 3,20). Jesús encabeza la marcha de un pueblo de oyentes: “Va delante
de las ovejas, y ellas le siguen, porque conocen su voz” (Jn 10,4).
A Catalina Labouré, la Hija de la Caridad por quien hemos conocido las manifesta-
ciones de la Virgen Milagrosa, al proclamarla santa, Pío XII la llamó “la santa del silencio”.
Mientras la Medalla Milagrosa se iba extendiendo por el mundo entero y la Iglesia procla-
maba el Dogma de la Inmaculada Concepción, la Hija de la Caridad que había contemplado
a la Virgen Inmaculada permanecía en el anonimato: su vida escondida, dedicada al servicio
de los pobres, fortalecida con la oración prolongada a la escucha del Señor, continúa inspi-
rando a quienes queremos ser en la vida de cada día, de “los que escuchan la Palabra de Dios
y la ponen por obra”, como María.
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PREFACIO
LA SABIDURÍA HA LEVANTADO SU MORADA
EN LAS PURÍSIMAS ENTRAÑAS DE MARÍA
Por eso,
con todos los ángeles y los santos
te cantamos el himno de alabanza
diciendo sin cesar: