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Reflexión psicopedagógica desde la óptica de la experiencia y la

alteridad.

Marina Müller, psicopedagoga argentina y catedrática de la Universidad Del


Salvador nos dice: “La psicopedagogía podría considerarse una disciplina
interdisciplinaria… Los conocimientos psicopedagógicos se transversalizan con
otras disciplinas: desde su origen, con la psicología, la Pedagogía y la
Medicina. En la actualidad, se estudian aportes de la Sociología, la
Antropología, la Ética, la Economía, etc.”
Más adelante agrega: “planteada en su origen como tecnología del aprendizaje
eficaz, poco a poco devino en reflexión teórica, en confluencia interdisciplinaria
que remite a una estrategia de trabajo respetuosa de la diversidad, de lo
inédito, lo móvil, lo inesperado, lo incierto.”(1)

Más allá de este posicionamiento teórico que traza una de las perspectivas
actuales de la Psicopedagogía, me pregunto si todos los graduados en este
campo relacionado con el aprendizaje humano, poseemos una mirada
integradora y respetuosa de cada persona que necesita de nuestra intervención
para favorecer sus aprendizajes.

Creo que generalmente no es así. Nuestra formación universitaria sigue


proveyéndonos de un sinnúmero de conocimientos provenientes de diferentes
ciencias que llevan al profesional a parcelar o fragmentar al sujeto de su
intervención. Por otro lado, munidos de diferentes dispositivos de evaluación
diagnóstica, acabamos definiendo a la persona-paciente o a la persona-
alumno/a desde lo que se valora como déficit o limitación.
Así, usamos predicativos tales como “este niño es un síndrome de Down”; “esta
niña es una limítrofe”… cerrando toda posibilidad a la transformación y al
desarrollo.

¿Por qué radicalizamos, generalizamos, tomamos lo parcial y sin más lo


atribuimos como identidad a las personas que esperan de nosotros/as una
intervención que los fortalezca y reasegure como personas valiosas frente a los
obstáculos a afrontar en la sociedad de hoy?

¿Quiénes son los sujetos de nuestro abordaje? ¿Qué mirada construimos


acerca de ellos? ¿Qué efectos tienen nuestros diagnósticos sobre sus vidas y
las vidas de sus familias?

Preguntas todas, que a poco que nos bajemos del caballo del saber teórico
todopoderoso, nos posibilitarán volver a mirar nuestra práctica profesional y sus
consecuencias para los Otros y para nosotros/as mismos.
Comparto los conceptos de Marina Müller con relación a la base tecnológica de
la formación en Psicopedagogía y su objetivo ligado a la eficacia educativa.
Agregaría también que se nutre de un cientificismo, que turba la mirada
psicopedagógica frente a la consideración imprescindible de la subjetividad de
quienes reciben los efectos de su accionar.

Nos recuerda la profesora Nuria Pérez de Lara: “todos esos papeles, informes,
anamnesis, son el resultado de una formación universitaria científico-técnica,
basada en la parcelación del saber sobre los seres humanos y en la
especialización de aquellos y aquellas que se forman en él”.(2)

La Psicopedagogía como saber nutrido de las ciencias, desarrolladas


históricamente como cuerpos doctrinarios positivistas y experimentales, aún no
se ha sacudido desde lo más profundo de su compleja construcción teórica, del
denominado modelo hegemónico de pensamiento o pensamiento único.
Y en este punto creo que, a la fecha, no podemos garantizar para este campo
del saber sobre los procesos de aprendizaje, que haya alcanzado
completamente la instancia de reflexión teórica respetuosa de las diferencias
humanas, máxime cuando las prácticas y los lenguajes la contradicen.
Prácticas y decires que plantean en lo cotidiano olvidos, ignorancia,
borramiento de lo medular de las personas sean alumnos/as o pacientes: la
amplia policromía de sus vidas, sus deseos, sufrimientos, alegrías, anhelos.

Más que salir al encuentro de esos Otros/as que precisan de nuestra ayuda,
porque no aprenden (al menos como la escuela, la sociedad quiere y dispone
que se haga), o no son escuchados, o no pueden expresarse; en fin , porque
no encuentran Su Lugar en el Mundo, pues ya les ha sido dado un lugar desde
la sobredeterminación médica, pedagógica y social, los cubrimos de técnicas
evaluadoras y escalas de rendimiento que son funcionales, precisamente, a las
estrategias de distinguir para minusvalorar y separar para clasificar y encerrar,
inhibir, paralizar. Maniobras contenidas en los discursos pragmáticos y
eficientistas del modelo de mercado y globalización.

Atención: trazamos distinciones lingüísticas, conceptuales, teórico- prácticas,


con el fin de categorizar personas detrás de un diagnóstico; luego, en una
operación aparentemente contraria como lo es la de “normalizar, igualar” a
unos/as con otros/as, se invisibilizan sus vidas, anulando sus propias palabras,
obturando cualquier esfuerzo por plantear la original forma de ser, vivir, amar,
aprender, contribuir a las actividades productivas.

Profundamente, los psicopedagogos y psicopedagogas debemos replantearnos


nuestro trabajo. Sí, realizando aportes en esta “hora del mercado”, para
producir la sacudida reflexiva que la disciplina requiere a fin de mantener vivo,
el sustrato ético que acompaña la práctica profesional.

Dice el Prof. Mèlich, “La metafísica, toda metafísica, no es más que una huída
del mundo vital, de la contingencia, de la ambigüedad, del cuerpo, de la
muerte. Para ello ha construido otros mundos absolutos y eternos .He aquí lo
propio de toda metafísica, en su versión ontológica, teológica e incluso
tecnológica. En todas ellas, siempre se postula un punto de referencia
Absoluto, inmóvil, que otorga certeza y confianza a la vida, al conocimiento, a
la acción”.(3)

La psicopedagogía enlazada desde las ciencias que atraviesan sus


construcciones teóricas a la filosofía clásica, no ha dejado aún de medir,
comparar y contrastar a los sujetos, con los conceptos cientificistas modernos
de normalidad , lo esperable, lo sano, postulados a través de discursos
cerrados , que no dejan lugar a lo incierto, ambiguo, diferente, original e
irrepetible.

Sostiene el profesor Joan Carles Mèlich “la ciencia y la técnica no permiten el


cuestionamiento”. (4)

¿Cómo construir un nuevo lenguaje psicopedagógico, conectado con la


vida de cada sujeto, con su impostergable deseo de ser él mismo como
es, con lo que puede, con lo que cuenta, no como punto de llegada, sino
de partida para la esperanza?

Sólo un lenguaje que hable desde la aceptación impostergable de las


singularidades humanas, que no eluda el enfrentar al espejismo de la
normalidad y lo esperable; que se nutra en la intensidad de las experiencias
desarrolladas en la relación que se establece al poner en juego nuestra
subjetividad y profesionalidad con la subjetividad de quienes nos necesitan; un
lenguaje que despliegue palabras de transformación de vida y no definiciones
estáticas; un lenguaje que bucee en la originalidad, en el deseo , con la pasión
del compromiso con el Otro o la Otra siempre tan profundamente distinto de
nosotros; siempre tan parecido en el compartir la vida, en el palpitar
sentimientos, en el dolor en la alegría.

El nuevo lenguaje de la Psicopedagogía deberá incluir como premisa y práctica


ética, la experiencia de la relación que lleva implícito el cuidado amoroso del
Otro, su promoción como persona plena en la esperanza, y los esfuerzos de
transformación y desarrollo.

En síntesis, un lenguaje psicopedagógico que no deje afuera la valoración de la


experiencia. Experiencia que es, nos recuerda el Prof. Larrosa “…el modo de
habitar el mundo de un ser que existe, de un ser que no tiene otro ser, otra
esencia que su propia existencia corporal, finita, encarnada en el tiempo y en el
espacio, con otros. Y la existencia como la vida no se puede conceptualizar
porque siempre escapa a cualquier determinación, porque es ella misma un
exceso, un desbordamiento, porque es ella misma posibilidad, creación,
invención, acontecimiento”.(5)

Con palabras de vida seguramente lograremos, no sin esfuerzo, realizar


aportes reflexivos a esta disciplina que al decir de Marina Müller nos remite a
una estrategia de trabajo respetuosa de la diversidad.

Alicia Dora Solda. Lic. en Psicopedagogía.

Referencias bibliográficas

(1) Müller, Marina. “La interdisciplina en la complejidad psicopedagógica”.


Revista Aprendizaje Hoy. Página 25. Año XX ,No 47. Bs. As. Diciembre de
2000.

(2) Pérez de Lara, Nuria. “Escuchar al otro dentro de sí”. Clase 3. I parte, punto
III De la necesidad de renacer. Curso “Experiencia y alteridad en educación”.
FLACSO. 2005.

(3) Mèlich, Joan Carles. “Antropología metafísica y antropología narrativa”.


Clase 2. Antropología de la situación. Curso “Experiencia y alteridad en
educación”. Setiembre de 2005.

(4) Mèlich, Joan Carles. “El fin de lo humano”, ¿Cómo educar después del
holocausto? Bibliografía, clase 2. Curso”Experiencia y alteridad en educación”.
FLACSO, setiembre de 2005.

(5) Larrosa, Jorge. “Algunas notas sobre la experiencia y sus lenguajes”.V 3ª.
Lectura complementaria. Cita 13. Clase 1. Curso Experiencia y alteridad en
educación”. FLACSO, setiembre de 2005.

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