Sunteți pe pagina 1din 10

Deconstrucción del concepto de género

1. Contexto histórico

Borges ha dicho que todos los occidentales somos de alguna forma exiliados
griegos. Además de heredar ciertas formas de organización social, también
adquirimos una marcada misoginia, una visión de mundo patriarcal que
margina y rechaza el papel preponderante de la mujer al interior de la
sociedad. Hesíodo, uno de los grandes educadores de la polis griega habla
de Pandora (la primera mujer en la mitología griega) como una especie de
recipiente (objeto) que contenía o encarnaba todos los males de la
humanidad, su llegada, es también la llegada de las grandes penas y
aflicciones al mundo. La cultura judeo-cristiana propone a Eva como la
culpable de la irrupción del pecado en el mundo.
Los mitos, sin importar a que civilización pertenezcan, son un reflejo de
las creencias y practicas sociales. Que las literaturas mediterráneas estén
permeadas por un fuerte machismo, denota la existencia de una cultura
que margina e invisibiliza el rol social de la mujer. El hombre que crea la
cultura se ve a su vez transformado por ella, esta retroalimentación infinita,
marca las pautas de la segregación y exclusión de “lo femenino” de los
grandes periodos históricos, relegando este carácter inferior, a roles y
funciones especificas y “poco importantes”.
Toda visión del mundo (Weltanschauung) busca el acoplamiento
perfecto entre el lenguaje y la realidad. Esta, acaso, ha sido la gran utopía
filosófica desde Platón: encontrar un lenguaje que pueda contener de
manera total la estructura misma de la realidad. Wittgenstein, un filósofo
austriaco, afirmara que “los limites de mi lenguaje son los limites de mi
mundo”, si esto es cierto, el de que la mujer también sea marginada dentro
de un lenguaje heterorrepresor, propicia que la lectura que tengamos del
mundo sea una lectura inadecuada y parcial.

2. Descripción y delimitación del objeto de estudio

En su genial libro: “manifiesto contrasexual” Beatriz Preciado narra de


manera breve como Carl Marx eligió comenzar su investigación respecto al
impacto de las mercancías en la población a partir de un elemento
periférico como la plusvalía, cuando lo predecible hubiese sido la elección
de la idea de población para comenzar su obra. De manera similar, esta
investigación elegirá como comienzo, también a un elemento de aparente
poca relevancia: el ano.
Cuando Derrida propone una deconstrucción de la teoría saussuriana del
signo, comienza, como muchos otros pensadores posmodernos) con una
retrotracción histórica, con una exegesis del comienzo, buscando los
elementos simbólicos o los signos, libres de toda sedimentación cultural.
Beauvoir reconoció que la situación de represión y marginalización de la
mujer está presente en toda la civilización occidental, desde sus inicios en
Grecia hasta nuestros días; sin embargo es en la edad media donde
eclosionan de manera virulenta, los prejuicios en contra de determinadas
prácticas sexuales y en contra de determinadas formas de ser. Es decir que
el espacio histórico-étnico al que se circunscribe nuestro objeto de estudio
se sitúa en la civilización occidental desde la edad media hasta nuestros
días.
Al abordar históricamente la función y el rol que la sociedad deposita en
los órganos sexuales, se hace evidente que incluso entre los órganos existe
una especie de jerarquía y en algunos casos, su funcionalidad sexual pasa
inadvertida. Dado lo anterior, es estudio del ano, como signo, no pretende
ser una idea llamativa, mas bien es necesaria puesto que toda idea de
genero se levanta sobre la operatividad que la sociedad reconoce o no en
esta parte del cuerpo. La tesis principal de mi investigación (y rindo mis
Disculpas a Derrida por ello) sostendría la idea de que todo binomio
conceptual surge de la errada codificación del ano.
El ano y la vagina se muestran de manera aislada en cada caso. Un
hombre por ejemplo podría perder su masculinidad si su espacio anal se ve
vulnerado. En la mujer y a pesar de que el ano no es por excelencia la parte
del cuerpo femenino indicada para mantener una relación sexual, la
vulneración del espacio anal no representa una macula a la idea de
feminidad, a menos que otra mujer sea la causante de esta penetración. Se
puede observar de manera puntual que la función de cada órgano no es
otorgada por la propia anatomía, sino por los dogmas o tabúes sociales.
Históricamente las practicas sexuales han sido recluidas bajo los
estandartes sociales: lo público y lo privado. En la edad media, la iglesia
católica que prohibía el sexo anal por considerarlo una practica propia de
los animales (curioso debido a que ningún otro mamífero lo practica) a
puerta cerrada permitían a sus sacerdotes el “goce supremo” dado que Dios
repudia al pecado y no al pecador, repudia las practicas, pero no al que
practica. Sumado a esto, la biblia estigmatiza la “sodomía” y la prohíbe,
considerándola una aberración ante los ojos de Dios. Estos son algunos
versículos donde se nos habla de semejante vicio:

Levítico 18:22 No cometas pecado de sodomía, porque es una abominación.

Levítico 18:22 No te echarás con varón como con mujer; es abominación.

Es evidente que el ano y las practicas sexuales en torno a el poseen un valor


negativo y pecaminoso. Es evidente entonces que producto de la influencia
del misticismo judeo-cristianos, toda practica sexual relacionada con el ano
bastan para definir no solo moralmente a una persona, sino también para
definirla como persona en si misma. La identidad de género, íntimamente
ligada a mi yo, esta determinada en la sociedad occidental, por el discurso
anal que construyen mis actos.

Es necesario aclarar que hacer del pensamiento de Derrida un método es


justamente no comprender su pensamiento. La palabra método que
proviene del griego odos y que significa camino, se presenta como un canon
especifico de investigación, un arquetipo conductual que guie al hombre a
través de la realidad para finalmente encontrar la verdad que esta oculta.
Nada mas lejano de la filosofía posmoderna. En el caso que compete a esta
investigación, cualquier enunciado de tipo: el género o la mujer son X, Sería
automáticamente erróneo. Lo que pretende el pensamiento de Derrida es
desdefinir, descentralizar el montaje metafísico de cada concepto,
purgándolo de su sedimentación histórica y social. En la gramatologia,
Derrida analiza de manera minuciosa las teorías lingüísticas
estructuralistas; criticando significativamente las posturas saussurianas del
signo. Derrida considera la escisión habla/escritura, como un concepto
binario, que a la larga terminará imponiendo uno de sus extremos y
marginando al otro.
escritura

lenguaje
habla

hombre
Género
mujer

figura 1

El proceso de deconstrucción que Derrida aplica al concepto de lenguaje


será el mismo que se aplicará al concepto de género.

3. Hacia una deconstrucción feminista

Los términos: género, feminidad, masculinidad, sexo e identidad, al ser


analizados de manera minuciosa, parecen estar en una especie de limbo
semántico, pareciéndose mas a prejuicios que a definiciones objetivas.
En “La gramatologia” Derrida afirma que todo el pensamiento occidental
ha sido influido por la idea de centralidad. Sostiene que el hombre para
comprender su entorno necesariamente tiende a analizar y este análisis es
una segmentación, una parcialización de la realidad. Dos factores se pueden
señalar respecto a las características cognoscitivas del hombre, el primero,
la tendencia a nombrar y conceptualizar, la segunda característica sería la
presencia de elementos metafísicos al interior de los conceptos creados;
estos últimos serán denominados por Derrida como conceptos
trascendentes. Es decir: términos que, a pesar de profesar cierta
objetividad, no poseen un asidero real-objetivo que permita su validación.
Simone de Beauvoir en su texto: “El segundo sexo” comienza
refiriéndose a la lectura que las sociedades occidentales han hecho de la
mujer, desde la antigüedad hasta nuestros días. En su introducción, enuncia
un fragmento del pensamiento pitagórico: “Existe un principio bueno que
ha creado el orden, la luz y el hombre, y un principio malo que ha creado el
caos, las tinieblas y la mujer.” Lo curioso de esta frase no es la misoginia
latente, sino más bien, las características de la sociedad griega y las
características de nuestras propias sociedades. Con esto me refiero a
factores como la temprana mortalidad masculina debido a las guerras, la
precariedad económica, las pestes y enfermedades entre otros; factores
todos que dan a la mujer una carga social significativa de tal magnitud que
se considera a la misma como la base de la familia y por ende de la sociedad.
Paradójicamente, “el sexo femenino” es considerado como un sexo débil y
su rol social de menor importancia cuando es contrapuesto al rol
“proveedor” del macho. Puede entonces, observarse de manera clara, que
no hay una relación objetiva entre la idea de mujer y su rol social. Lo que
hay es una imposición convencional de la clase masculina dominante. De
ahí que la pregunta: “¿existe la mujer?” es una invitación a pensar si la idea
de mujer puede existir de manera independiente a la idea de mujer
impuesta por la sociedad patriarcal.

4. La centralidad del órgano sexual

La estructura de género como elemento simbólico descansa en su


“adecuado” y oportuno reconocimiento. Al hablar de un ente tan complejo
como es el humano, podría esperarse que cualquier subdivisión al interior
de la especie, tuviese una función meramente clasificatoria, como lo
propuso Aristóteles, o en segunda instancia, que los elementos sobre los
cuales se erija esta clasificación tuviesen basamentos más complejos que
los datos sensitivos que proporciona la experiencia. Es decir que, en la
determinación del género, el sexo (la presencia o ausencia de un falo)
determina el rol social y el comportamiento que un individuo debería tener.
En el binomio género-identidad se puede reconocer cierta inmovilidad
conceptual. Al referirnos a conceptos que representan elementos
circunscritos o enmarcados en una relación social, la rigidez teórica
representa sin dudas, un peligro político. Es pertinente recordar que la
deconstrucción es una lectura subversiva de preceptos clásicamente
establecidos, por ende, sus resultados poseen también un compromiso y
una incidencia de carácter político-social.
En la posmodernidad, los conceptos y las relaciones parecen ser liquidas1.
Esta liquidez hace imposible mantener una “tradicional forma de ser” en el
mundo. El género y la sexualidad no pueden ser elementos homogéneos o
estables que puedan brindar una visión unificada de lo que el individuo es
en esencia. Esta falsa suposición conlleva a que los individuos carguen con
la presión de un ambiente (sociedad) que exige un comportamiento
coherente con la identidad que se posee. Toda estructura simbólica esta
relacionada con una estructura de poder. Michel Foucault fue uno de los
primeros filósofos en descentralizar la idea de poder, señalando que este
no puede poseerse o portarse, sino que surge en las interacciones sociales
mismas, en ese sentido se puede afirmar que el genero o la sexualidad no
existen como esencias en un individuo, estas eclosionan en la relación
dinámica que los individuos tienen entre sí. La frase celebre de Beauvoir:
“la mujer no nace, se hace” resume en buena medida la ausencia de un
esencialismo que justifique el comportamiento de un ente.
Lo expresado en el párrafo anterior propicia una analogía entre la idea de
Différance derridiano y el surgimiento de la identidad en la interacción
social. Para Derrida, la relación entre el significante y el significado no es
natural. Los conceptos no poseen en si mismos la capacidad de contener
sus significados, estos dependen directamente con la existencia de
alteridades conceptuales. Es la diferencia de un significante con otro lo que
dota a la palabra de un sentido. Esta idea de Différance, puede sin mayor
problema, ser aplicado al binomio sexo-genero. La función de cada órgano
genital, no esta dado por una época histórica o una coyuntura social o una
determinación biológica, es en todo caso, una decisión consiente de cada
sujeto.

5. Conclusiones a propósito del binomio social-biológico

1
Término usado por Zigmun Bauman en su texto: “la modernidad liquida”
Al descubrir los vacíos semánticos que los términos, identidad, género y
sexo poseen, cabe preguntarse entonces: ¿Quién soy? De acuerdo a lo
analizado líneas atrás podemos concluir que la esencia de la existencia
individual no pude ser reducida a un rol sexual o a un comportamiento
especifico y propio de cada género. La idea de un yo (yosidad) no pude
supeditarse en ningún aspecto a un canon o modelo establecido por la
sociedad. El yo, sin ser una centralidad axiológica o psicológica, parece
presentarse como una narración discursiva mediada por instrumentos
semióticos que ofrecen al individuo una nueva lectura de su ser y de su ser-
con-los-otros.
En las palabras de Sartre “el hombre (y la mujer) es lo que hace con lo
que la sociedad hizo de él”. Este enunciado existencialista reclama la
autonomía de cada individuo por convertirse en algo que el desee ser,
exento de cualquier atadura social o biológica.

“Un sistema de significados que organiza las interacciones y gobierna el


acceso al poder y a los recursos. (...) el género no es un atributo de los
individuos sino una forma de dar sentido a las transacciones. El género
existe no en personas sino en transacciones; es conceptuado como un
verbo, no como un nombre”(Crawford, 1995, pp. 12).

La reflexión sobre el género lleva a una destrucción de los términos de la


diferencia sexual porque permite salir de la representación binaria fundada
en la representación esencialista de lo masculino y lo femenino. En todo
caso, y sin la intención de centralizar un nuevo modelo de ser. La idea de
un categorizado como sexual, parece manifestarse de manera racional o
espontanea, como un performance, como una puesta en escena perspicaz
y transgresora, cuya violencia radica en la libertad que el sujeto tiene de ser
quien cree que es y cómo quiere ser leído por la otredad.

Bibliografía
Sala, Ariana: “de la deconstrucción de la identidad de género a la
deconstrucción de la identidad sexual”
Articulo virtual disponible en:
https://idus.us.es/xmlui/bitstream/handle/11441/39768/Pages%20from%
20Investigaci%C3%B3nyG%C3%A9nero_09-14.pdf?sequence=1

UNIVERSIDAD NACIONAL AUTIONOMA DE HONDURAS


CLASE: SEMIOTICA GENERAL
TRABAJO: INVESTIGACION FINAL
LIC: DINA RIOS
JADER JAVIER SANCHEZ
20091004415

Introducción

Un trabajo de investigación es en esencia un análisis, una minuciosa


descomposición del problema en partes bien definidas. Este modus
operandi de la investigación es un proceso de centralización que acaso
incomodaría al propio Derrida. A pesar de ello es innegable que abordar un
tema especifico sin delimitar adecuadamente el objeto de estudio, seria
una empresa engorrosa e inútil. Es este trabajo intenta mostrar los vacíos o
tergiversaciones semánticas en torno a la idea de género, así como las
erradas interpretaciones que hace la sociedad occidental de los signos que
se subsumen bajo la estructura simbólica del mismo. Se dedican también
algunas secciones a las consecuencias sociales que surgen como
consecuencia del proceso de deconstrucción de diversos términos
(binomios) que utilizan como asidero objetivo-referencia a la idea de
género.

S-ar putea să vă placă și