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INDICE

1. Introducción …………………………………………………………………… 1

2. La amígdala en la conducta ………………………………………………… 2

3. Amígdala……………………………………………………………………….. 2

4. Divisiones anatómicas ……………………………………………………..… 2

5. Conexiones ………………………………………………………………….... 3

6. Sexo y diferencias ………………………………………………………....… 4

7. Aprendizaje emocional ……………………………………………………… 5

8. Modulación de la memoria …………………………………………………. 5

9. Otros estudios …………………………………………………………....…. 6

10. Neuroquímica de la agresividad …………………………………………… 10

11. Aminoácidos …………………………………………………………….….... 10

12. Monoaminas ……………………………………………………….………… 10

12.1 Serotonina …………………………………………………………………. 11

12.2 Dopamina ………………………………………………………………….. 13

12.3 Noradrenalina …………………………………………………………….. 13

13. Péptidos ……………………………………………………………………... 14

14. Parámetros periféricos relacionados con la agresividad ……………… 15


14.1 Colesterol………………………………………………………………………
15

14.2 Sistema simpático …………………………………………………………....


15

14.3 Testosterona ………………………………………………………………….


15

15. Conclusiones ………………………………………………………………….. 16

16. Bibliografía …………………………………………………………………….. 17

17. Anexos ………………………………………………………………………….. 18


INTRODUCCIÓN

El sistema límbico, también llamado cerebro medio, es la porción del cerebro situada
inmediatamente debajo de la corteza cerebral, y que comprende centros
importantes como el tálamo, hipotálamo, el hipocampo, la amígdala cerebral (no
debemos confundirlas con las de la garganta).

Estos centros ya funcionan en los mamíferos, siendo el asiento de movimientos


emocionales como el temor o la agresión. En el ser humano, estos son los centros
de la afectividad, es aquí donde se procesan las distintas emociones y el hombre
experimenta penas, angustias y alegrías intensas

El papel de la amígdala como centro de procesamiento de las emociones es hoy


incuestionable.

Pacientes con la amígdala lesionada ya no son capaces de reconocer la expresión


de un rostro o si una persona está contenta o triste. Los monos a las que fue
extirpada la amígdala manifestaron un comportamiento social en extremo alterado:
perdieron la sensibilidad para las complejas reglas de comportamiento social en su
manada. El comportamiento maternal y las reacciones afectivas frente a los otros
animales se vieron claramente perjudicados.
LA AMÍGDALA EN LA CONDUCTA

LA AMÍGDALA

La estructura que se encarga de analizar la información previamente a emitir un


comportamiento de tipo agresivo es el neocórtex. Sin embargo, antes debe ser
filtrada por otras estructuras intermedias. Ente ellas está la amígdala. Sabemos que
es una estructura fundamental en esa trayectoria previa.

Figura 1: Amígdala

DIVISIONES ANATÓMICAS

Las regiones descritas como amígdala en realidad abarcan una serie de núcleos
con distintos atributos funcionales. Entre esos núcleos se encuentra el grupo
basolateral, el núcleo centromedial y el núcleo cortical. El grupo basolateral se
puede dividir a su vez en el núcleo lateral, el basal y los núcleos basales accesorios

Figura 2: Estructuras de confluencia con la amígdala

CONEXIONES

La amígdala envía proyecciones al hipotálamo, encargado de la activación del


sistema nervioso autónomo, los núcleos reticulares para incrementar los reflejos de
vigilancia, paralización y escape/huida, a los núcleos del nervio trigémino y facial
para las expresiones de miedo, al área tegmental ventral, locus ceruleus, y núcleo
tegmental laterodorsal para la activación de neurotransmisores de dopamina,
noradrenalina y adrenalina.

El núcleo cortical está relacionado con el sentido del olfato y el procesamiento de


las feromonas.

Recibe inputs desde el bulbo olfatorio y la corteza olfatoria. El núcleo lateral, que
envía proyecciones al resto del grupo basolateral y a los núcleos centromediales,
recibe proyecciones desde sistemas sensoriales. Los núcleos centromediales
conforman las principales sales para el grupo basolateral, y está involucrado en la
activación emocional en ratas y gato.

Figura 3: Conexiones

SEXO Y DIFERENCIAS HEMISFÉRICAS

Hay evidencias en muchas especies de que la amígdala está muy involucrada en la


respuesta a las hormonas sexuales. La amígdala contiene receptores tanto para
estrógenos como andrógenos y responde a fluctuaciones en los niveles hormonales
mediante cambios en su morfología. La amígdala es mayor en varones adultos tanto
en humanos como en muchos roedores y las hormonas parecen ser capaces de
alterar muchas características de la amígdala, incluidas el número de neuronas y la
expresión de sus neurotransmisores. Además, resultados recientes sugieren que
las diferencias sexuales en la amígdala podrían correlacionarse con diferencias
hemisféricas de la amígdala. Cahill et. Al. Sugieren una teoría «derecha-varón,
izquierda-mujer» de la actividad de la amígdala.
Así, las conexiones con la amígdala derecha facilitan un mejor seguimiento o
vigilancia de estímulos externos, y las conexiones con la amígdala izquierda facilitan
un mejor seguimiento o vigilancia de estímulos internos, una idea que se ajusta
bastante bien a la literatura acerca de la anatomía de los humanos y roedores en
cuanto a la teoría del cerebro «híper-masculinizado» del trastorno autista.

APRENDIZAJE EMOCIONAL

En vertebrados complejos, la amígdala se encarga principalmente de la formación y


almacenamiento de memorias asociadas a sucesos emocionales.
Investigaciones indican que, durante el condicionamiento del miedo, los estímulos
sensoriales alcanzan el grupo basolateral de la amígdala, particularmente los
núcleos laterales, donde se forman asociaciones con recuerdos del estímulo. La
asociación entre el estímulo y eventos aversivos podrían ser mediados por
potenciaciones a largo plazo, una prolongación de potencial en las estructuras
sinápticas con el objetivo de reaccionar más fácilmente

Los recuerdos de experiencias emocionales que han dejado huella en conexiones


sinápticas de los núcleos laterales elicitan conductas asociadas con la emoción de
miedo a través de conexiones con el núcleo central de la amígdala. El núcleo central
está involucrado en el comienzo de las respuestas de miedo, incluida la paralización,
taquicardia, incremento de la respiración y liberación de hormonas del estrés. Daños
en la amígdala impiden tanto la adquisición como la expresión del condicionamiento
de miedo, una forma de condicionamiento clásico de respuestas emocionales

La amígdala está también involucrada en el condicionamiento apetitivo. Parece ser


que neuronas bien definidas responden a estímulos positivos y negativos, pero esas
neuronas no están diferenciadas claramente en núcleos anatómicos. Diferentes
núcleos dentro de la amígdala tienen diferentes funciones en el condicionamiento
apetitivo

MODULACIÓN DE LA MEMORIA

La amígdala también está involucrada en la consolidación de la memoria. Después


de cualquier evento de aprendizaje, la memoria a largo plazo para el estímulo no se
forma de manera instantánea, sino que la información relacionada con ese evento
es asimilada lentamente a través de una consolidación a largo plazo a lo largo del
tiempo (la duración de la consolidación puede llegar a durar toda la vida), un proceso
llamado consolidación de la memoria, hasta que alcanza un, relativamente, estado
permanente.

Durante el periodo de consolidación, la memoria puede ser modulada. En particular,


parece que la activación emocional después del evento de aprendizaje influye en la
fuerza que tendrá la memoria posterior para ese evento. Una gran activación
emocional posterior al evento enriquece la retención de información de una persona
para ese evento. Experimentos han puesto de manifiesto que la administración de
hormonas del estrés (catecolaminas y glucocorticoides) en ratones justo después
de aprender algo aumenta su retención cuando se les presenta una prueba de
recuerdo dos días después.

La amígdala, especialmente el grupo basolateral, está involucrada en mediar los


efectos de la activación emocional en la fuerza de la huella nmemotécnica para el
evento, como han mostrado muchos laboratorios, incluido el del profesor James
McGaugh. Estos laboratorios han entrenado animales en varias tareas de
aprendizaje y han encontrado que la inyección de drogas en la amígdala después
de la sesión de entrenamiento afecta al recuerdo posterior de la tarea. Estas tareas
incluyen condicionamiento clásico básico, como por ejemplo la evitación inhibitoria,
en donde las ratas aprenden a asociar una suave descarga en las patas con un
compartimento particular del aparato, y tareas más complejas, como laberintos de
agua para orientación espacial o mediante pistas, donde la rata aprende a nadar
hasta una plataforma para escapar del agua.[9] Si se inyecta en la amígdala una
droga que inhibe su funcionamiento, los animales no pueden ejecutar la tarea con
normalidad.

A pesar de la importancia de la amígdala en la modulación de la formación de la


huella de memoria, sin embargo, el aprendizaje se puede producir sin su
intervención, aunque ese aprendizaje parece tener déficits, como déficits en el
condicionamiento de miedo que siguen a una lesión amigdalar.

Investigaciones con humanos muestran que la amígdala juega un papel similar. La


actividad de la amígdala a la hora de codificar información se asocia con la retención
de información. Sin embargo, esta correlación depende de la «emocionalidad
relativa» de los sucesos. Así, eventos más emocionalmenteactivantes (emotionally-
arousing information) incrementan la actividad de la amígdala, y esa actividad
correlaciona con la retención de información.
OTROS ESTUDIOS DE LA ACTIVIDAD AMIGDALAR

De todas las estructuras subcorticales, la amígdala es la que se ha relacionado de


un modo más consistente con la emoción, tanto en animales como en humanos. La
identificación de la amígdala como una región relacionada con la emoción se inicia
a partir de los trabajos, ya clásicos, realizados en monos por Klüver y Bucy (1937,
1939).

Estos estudios mostraron que tras la extirpación bilateral del lóbulo temporal anterior
en estos animales provocaba reacciones de ira, miedo, mansedumbre,
hiperoralidad, cambios en los hábitos alimenticios e hipersexualidad.

Fue algunos años más tarde cuando Weiskrantz (1956) atribuyó dichos cambios a
la lesión de la amígdala. Funcionalmente, la amígdala está considerada como una
estructura esencial para el procesamiento emocional de las señales sensoriales, ya
que recibe proyecciones de todas las áreas de asociación sensorial.

Es esta convergencia de proyecciones anatómicas la que sitúa a la amígdala como


la estructura responsable para la formación de asociaciones entre los estímulos y el
refuerzo o el castigo. Además de las proyecciones corticales procedentes de las
distintas áreas de asociación sensorial, la amígdala también recibe aferencias
talámicas.

Este conjunto de proyecciones, tanto talámicas como corticales, hacia la amígdala


es lo que posibilita que se dote de un significado afectivo a las características
estimulares. Mediante las conexiones tálamo-amigdalinas se producirá un
procesamiento del significado afectivo de las características estimulares
sensoriales muy simples (ej. un pitido o un flash luminoso), mientras que a través
de las conexiones tálamo-corticales se produciría el procesamiento estimular
complejo sin componentes afectivos.

Por el contrario, mediante las conexiones cortico-amigdalinas se dota a la


información compleja, elaborada en corteza, del componente emocional. El orden
temporal en el que tiene lugar la activación de cada una de estas proyecciones es
diferente, sugiriéndose que puesto que la vía tálamo-amigdalina es más corta y se
activa antes que la tálamo-cortical, las características estimulares más simples
activarían previamente los circuitos emocionales amigdalinos, preparando a esta
estructura para recibir la información más compleja y elaborada procedente de la
corteza y, entonces, dotarla de su componente emocional (LeDoux, 1989).
En humanos, la participación de la amígdala en la conducta emocional se ha
estudiado a partir tanto de pacientes con afectación amigdalina como de sujetos
neurológicamente normales mediante el empleo de técnicas de neuroimagen
funcional

En neurobiología es casi imposible implicar a una sola estructura nerviosa en una


determinada conducta, respuesta fisiológica, percepción, memoria, etc. Así, cuando
decimos que una cierta porción del sistema nervioso es responsable de un
determinado fenómeno no se suele querer decir que esa parte es la única
responsable.

En el caso de las emociones, si tuviéramos que elegir la zona más significativa,


quizá habría que escoger la amígdala, una parte del sistema límbico ubicada en los
lóbulos temporales, una estructura que es mucho más grande en los humanos que
en nuestros parientes evolutivos más cercanos y que permite que nuestra
variabilidad emocional sea mayor.

Las investigaciones recientes indican que la amígdala tiene una importancia capital
en aquellas conductas que están implicadas en la supervivencia y, entre ellas, las
emociones ocupan un lugar preeminente. A la amígdala llegan muchas señales
nerviosas procedentes de los receptores olfativos, de la neocorteza sensitiva, de las
áreas de asociación visual y auditiva, etcétera.

Pero también, de la amígdala salen impulsos nerviosos que se dirigen a esas


mismas zonas de la corteza y al hipocampo, al tálamo, al hipotálamo y otras zonas
cerebrales. Concretemos un poco más.

De la amígdala parten impulsos nerviosos que llegan a regiones cerebrales muy


diversas que guardan relación con importantísimas funciones estrechamente
vinculadas a las emociones: expresiones faciales de miedo, secreción de algunas
hormonas, aumento de las frecuencias cardíaca y respiratoria, etc.

Si usted se detiene a reflexionar sobre las zonas que conectan con esta estructura,
comprenderá fácilmente que haya sido considerada una pieza fundamental en el
control del medio y los pensamientos. Pues bien, este control tiene una misión
fundamental: ayudar a crear una conducta adecuada ante los sucesos que ocurren
alrededor. Veamos.

Desde el tálamo llega a la amígdala una información muy rudimentaria, sin


connotación alguna, de lo que sucede en el mundo un sonido o una imagen, por
ejemplo y desde la corteza llegan señales nerviosas que facilitan el reconocimiento
del sonido o de la imagen. Es evidente, pues, que la amígdala es un importantísimo
“nudo” de comunicaciones cerebrales.

Es un controlador de gran parte de la información sensorial que envía mensajes ante


las situaciones alarmantes o como se ha llegado a escribir, la amígdala es “una
especie de ventana a través de la cual el sistema límbico, aprecia el lugar de la
persona en el mundo” (Guyton, 1989).

Figura 2: Procesamiento de estímulos

La amígdala recibe información olfatoria, táctil y gustativa del neocórtex a través del
córtex temporal. Está demostrada su implicación en cómo cada individuo procesa la
información derivada de una situación, así como su implicación en la asociación
entre un estímulo sensorial y las emociones que pueden acompañarlo.

Su lesión induce una conducta de “docilidad” como pérdida de la capacidad de


respuesta ante estímulos que habitualmente lo hace. Por el contrario la estimulación
eléctrica produce conductas agresivas. También se ha evidenciado que
determinadas convulsiones cuyo foco está en el lóbulo temporal y/o la amígdala
producen conductas agresivas, en tanto que algunos tumores producen
apaciguamiento.

En definitiva, parece que la amígdala forma parte de un sistema que clasifica una
serie de estímulos como base del procesamiento cortical. Esta información la pasa
por las estructuras “emocionales” derivándola posteriormente a otras partes del
sistema límbico. Estas conexiones serían las que darían las características
conductuales, endocrinas y neurovegetativas de la conducta agresiva.

De otra parte también sabemos que la amígdala interviene en la génesis del miedo,
incluyendo el miedo condicionado. Aunque sabemos que el miedo es fundamental
en la génesis de la agresividad, la amigdalectomía no impide la aparición de ésta.

NEUROQUÍMICA DE LA AGRESIVIDAD

El cerebro es un órgano básicamente neuroquímico. La visión neuroquímica del


cerebro complementa a la anatómica. Sin embargo, la situación es compleja, ya que
un solo neurotransmisor puede estar implicado en numerosas funciones
dependiendo del neuroreceptor en el que actúa. Para entender el control cerebral
de la agresividad es necesario saber cómo interactúan las estructuras modulares y
las sustancias químicas que denominamos neurotransmisores. En definitiva, la
alteración en un determinado sistema puede alterar a otros sistemas y una conducta
tan compleja como la agresividad está controlada por una gran variedad de
neurotransmisores.

A continuación exponemos brevemente la acción de los aminoácidos, las


monoaminas, los péptidos y los esteroides en la expresión de la agresividad.

AMINOÁCIDOS

Los más conocidos son el GABA, el glutamato y la glicina.

El GABA presenta una acción inhibidora de la agresividad. Se ha encontrado una


correlación negativa entre bajos niveles de GABA en el estriado, el hipocampo y la
amígdala y la agresividad en animales de experimentación. También ha sido
corroborada su acción antiagresividad en experimentos farmacológicos. Así el
clorazepato es utilizado conjuntamente con neurolépticos para el control de la
agresividad en pacientes psiquiátricos. Sin embargo el uso de benzodiacepinas
puede tanto controlar la agresividad como incrementarla. Hoy se admite que a dosis
bajas puede incrementarla, en tanto que a dosis altas la disminuirían.

MONOAMINAS

Las monoaminas serotonina, noradrenalina y dopamina conforman un grupo


bastante relacionado, aunque con diferencias claramente identificables. En la figura
exponemos la distribución de cada una de ellas en diversas estructuras cerebrales.
La implicación de las monoaminas en la conducta agresiva ha sido corroborada
tanto en estudios experimentales, como clínicos.

SEROTONINA

La serotonina está ampliamente distribuida por el cerebro y es conocida su


implicación en una gran variedad de funciones: sueño, apetito, sensación de dolor,
actividad sexual, procesos de memoria y control motor. Igualmente se conoce su
acción sobre la regulación de la conducta ante estímulos ambientales. Ante una
reducción de la actividad de la serotonina se produce una alteración en el control de
impulsos, hiperresponsividad ante los estímulos ambientales, alteraciones del
humor y ansiedad.

Concretamente en humanos cambios en los niveles y metabolismo de la serotonina


correlacionan con modificaciones en la conducta afectiva y de forma más específica
sobre la conducta agresiva. Se han utilizado diferentes marcadores de la función
serotoninérgica en el sistema nervioso central: Concentración del ácido 5-hidroxi-
indolacético, ligazón a la membrana plaquetaria de la imipramina tritiada, la actividad
en las plaquetas de la mono-amino-oxidasa tipo B, la prueba de la fenfluramina. Más
recientemente se ha puesto en evidencia distintos polimorfismos del gen que regula
la producción de serotonina y su relación con la expresión emocional interindividual
y psicopatología.

Figura 3: Distribución cerebral de las monoaminas


Aunque han proliferado las investigaciones sobre el rol de la serotonina en las
conductas autolíticas violentas (conductas de autoagresión), la asociación
encontrada ha sido relativamente significativa. La agresividad impulsiva en
pacientes con trastornos de personalidad, psiquiátricos y normales correlaciona con
una baja actividad de serotonina.

Una conducta impulsiva, conductas destructivas con agresión y violencia se han


relacionado con bajas concentraciones en LCR de 5-hidroxi-indolacético. También
se han encontrado en niños con crueldad hacia los animales y con conductas
disruptivas. Una baja ligazón de la imipramina a la membrana plaquetaria se ha
relacionado con sujetos agresivos institucionalizados, niños con retraso mental y
sujetos con intentos de suicidio.

EFECTOS DE LA MANIPULACIÓN DEL SISTEMA SEROTONINÉRGICO


EN LA EXPRESIÓN DE LA AGRESIVIDAD

Se ha puesto en evidencia la aparición de conductas agresivas durante la


manipulación del sistema serotoninérgico en animales de experimentación. La
depleción de la serotonina intracerebral incrementa la agresión.

La degeneración de las terminales serotoninérgicas con la administración de la


neurotoxina 5,7-dihidroxitriptamina produce un incremento de la conducta ofensiva,
defensiva y predatoria en ratas sin cambios significativos de otras conductas
sociales. Una dieta exenta de triptófano o el bloqueo de la síntesis de serotonina,
igualmente, aumenta la agresión en ratas de laboratorio. Por el contrario, el aumento
de la serotonina reduce la agresión

La utilización de los ISRS en niños ha dado resultados contradictorios: pueden


mejorar la conducta agresiva o empeorarla, especialmente cuando existe una
comorbilidad obsesivo compulsiva.

RECEPTORES PARA LA SEROTONINA Y CONDUCTA AGRESIVA

Entre la cada vez más amplia variedad de receptores para la serotonina, existen
algunos de ellos que parecen desempeñar un rol más relevante en el control y
regulación de las conductas agresivas. Se admite que sería los receptores 5-HT1 y
5-HT2. Existe una variedad de agonistas 5-HT1 que tendrían una acción
especialmente antiagresiva.

Serían los “serenics” de los trabajos ingleses. Estudios en roedores han puesto de
manifiesto que estos agonistas de los receptores 5-HT1B inhiben específicamente
la agresividad ofensiva sin interferencias con la conducta social ni en la conducta
defensiva, sexual o conducta alimentaria. Sin embargo parece que su actuación se
basaría en el control del miedo dentro de la frecuente relación miedo/agresión.

También algunos estudios señalan que la estimulación de los receptores 5-HT1A


disminuye la agresividad ofensiva, tal como hacen sustancias como buspirona,
gepirona y la ipsapirona, entre otros. De otra parte sabemos que la disminución de
la sensibilidad del receptor 5-HT1A aumentaría la agresividad en pacientes con
trastornos de personalidad. La estimulación del receptor 5-HT2 disminuye, tanto la
agresividad ofensiva como defensiva.

DOPAMINA

La dopamina se encuentra ampliamente concentrada en la sustancia negra, la


inervación del estriado y el área tegmental ventral, el acumbens y el frontal.
Sabemos que la dopamina desempeña un rol muy importante en la modulación de
la conducta agresiva. Así tenemos que las lesiones del área tegmental ventral
reduce la agresividad.
En el estriado cuando se ven alterados su input dopaminérgicos alteraría la conducta
motora implicada en las conductas agresivas. El aumento de la actividad
dopaminérgica en el cerebro produciría un incremento de las respuestas agresivas
ante los estímulos del medio. Los receptores con mayor implicación serían los D1 y
D2, aunque no son específicos. Los antagonistas D1 disminuyen la conducta
agresiva y los antagonistas D2 serían los más utilizados farmacológicamente. La
agresividad ante frustración social activaría el sistema dopaminérgico mesolímbico.

NORADRENALINA

La noradrenalina se encuentra fundamentalmente en el núcleo solitario y el locus


ceruleus. Tal como demuestran algunos estudios las anomalías en la función
noradrenérgica favorecerían la presentación de agresividad.

El bloqueo de los receptores noradrenérgicos es de utilidad clínica en el control de


la agresividad. La clonidina, un agonista presináptico alfa-2 disminuye la actividad
noradrenérgica y se ha visto que ha reducido la agresividad en niños.

PÉPTIDOS

Posiblemente sean cientos de neuropéptidos con acción cerebral. El sistema límbico


es la estructura cerebral en donde mayor cantidad existe. La diferencia entre los
péptidos y otros neurotransmisores es la especificidad de acción. Así, por ejemplo,
el aumento de la angiotensina II conduce a un incremento de la conducta de beber.
Existen tres neuropéptidos cuya acción se conoce con mayor precisión: el Factor de
liberación de la corticotropina (CRF), la vasopresina y los opioides.

CRF Y CONDUCTA AGRESIVA

Su acción se realiza fundamentalmente en el tronco cerebral y está asociada a


funciones neurovegetativas en los núcleos parabraquial, ceruleus y el complejo
vagal dorsal, así como en algunas áreas cerebrales y particularmente en el sistema
límbico. Parece que el CRF tiene una acción integrativa en la organización de la
conducta endocrina y las respuestas neurovegetativas frente al estrés. De interés
particular es la acción del CRF en la amígdala ya que ésta controla las conductas
de miedo y agresión.
VASOPRESINA Y CONDUCTAS AGRESIVAS

Se encuentra ampliamente distribuida por el cerebro, incluyendo el hipotálamo y


núcleos extratalámicos. Inyecciones de vasopresina en el hipotálamo ventrolateral
y anterior, así como en la amígdala medial incrementa la agresión ofensiva en ratas.
Hay que resaltar que los niveles e vasopresina en el septum, en la amígdala medial
y parte de hipotálamo son testosterona dependiente y conocemos el rol de la
testosterona en algunas formas de agresividad. Igualmente sabemos que potencia
los efectos del CRF en bastantes contextos incluyendo la expresión de la
agresividad.

LOS OPIOIDES

Tres son las más importantes: la encefalina, las endorfinas y la dinorfina. El déficit
de ellos puede favorecer la agresividad.

LA INTERACCIÓN ENTRE LAS AMINAS Y LOS PÉPTIDOS

Se conoce la interacción entre las aminas y los péptidos, tanto en animales como
en humanos. Por ejemplo, en sujetos con trastornos de personalidad y conducta
agresiva se han encontrado niveles altos de vasopresina en el líquido
cefalorraquídeo conjuntamente con sistema 5-HT hipo-reactivo. También algunas
investigaciones adjudican un rol importante a la oxitocina en la regulación de la
agresividad.

PARÁMETROS PERIFÉRICOS RELACIONADOS CON LA AGRESIVIDAD:

COLESTEROL
Tasas anormalmente bajas de colesterol en suero se han relacionado con conductas
agresivas y violentes y pacientes que ha realizado intentos de suicidio de forma
violenta. Igualmente algunos medicamentos hipo-lipimiantes han dado lugar a
conductas de irritabilidad, agresividad y suicidio. La hipótesis que se maneja sería
que un déficit de colesterol podría dar lugar a una hopofuncionalidad de los
receptores 5-HT1A. Hay que considerar que el colesterol es el precursor de los
neuroesteroides sobre los que se conoce la capacidad de modelar la acción de los
receptores GABA.

SISTEMA SIMPÁTICO

La hipoactividad simpática se ha asociado con la indiferencia social, débil


reactividad emocional, déficit de atención e impulsividad en niños y adolescentes
con problemas de conducta. Especialmente una actividad baja de la dopaminabeta-
hidroxilasa.

TESTOSTERONA

En algún estudio se encontró relación entre una tasa alta de testosterona en líquido
cefalorraquídeo y conductas agresivas en pacientes con trastornos de conducta
frente a controles. Sin embargo, las investigaciones más recientes no encuentran
relación entre testosterona y agresividad.
CONCLUSIONES

• En el cerebro se encuentra una estructura cerebral, del tamaño de una


almendra, que se llama "amígdala" (del griego ὰμυγδάλη, almendra), situada
exactamente en el lóbulo temporal y forma parte, junto a otras estructuras
cerebrales, como el hipotálamo, el septum y el hipocampo,
fundamentalmente, de los circuitos responsables de la emoción, de la
motivación y del control del sistema autónomo o vegetativo. Todo ello
configura el denominado sistema límbico, responsable directo de la
codificación del mundo personal e intransferible de los sentimientos y de las
emociones.
• La amígdala cerebral, es una estructura muy pequeña y evolutivamente muy
antigua. Dependiendo de su tamaño se puede identificar el carácter de una
persona, llegándose a saber que una atrofia de la amígdala llevará a la
persona que la sufra a una seria dificultad en el reconocimiento de los
peligros, siendo realmente asombrosa la asociación que se puede llegar a
dar entre su hipertrofia y la violencia y agresión. Se puede llegar a conocer
hoy, a través de técnicas no invasivas de tomografía mediante emisión de
positrones (PET), el coeficiente de las emociones en cada lado de la
amígdala.

• Hace aproximadamente cien millones de años aparecieron los primeros


mamíferos superiores. La evolución del cerebro dio un salto cuántico. Por
encima del bulbo raquídeo y del sistema límbico la naturaleza puso el
neocórtex, el cerebro racional. A los instintos, impulsos y emociones se
añadió de esta forma la capacidad de pensar de forma abstracta y más allá
de la inmediatez del momento presente, de comprender las relaciones
globales existentes, y de desarrollar un yo consciente y una compleja vida
emocional.

• Se ha demostrado también que pacientes con la amígdala cerebral lesionada


no son capaces de reconocer la expresión de un rostro o si una persona está
contenta o triste. Por otro lado, en experimentos con monos a los que se les
extirpó esta glándula, se demostró que éstos manifestaban tras la extirpación
un comportamiento social alterado, con una pérdida de la comprensión de
las reglas de relación de la manada, además de verse afectadas las actitudes
maternales y las reacciones afectivas frente a sus iguales. Asimismo, la
amígdala cerebral también se relaciona con la capacidad de aprendizaje y
con la memoria
BIBLIOGRAFÍA

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denuestros-traumas-infantiles/

ANEXOS

Figura 1: Los sentido en la corteza cerebral.


Figura 2: corte lateral del cerebro (amígdala).

Figura 3: Estructuras afines a la amígdala.


Figura 4: Corte transversal del encéfalo
Figura 5: Centros nerviosos del cerebro

Figura 6: Lóbulos del cerebro y funciones.

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