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MARGARITA CABELLO BLANCO

Magistrada ponente

STC8881-2017
Radicación n.° 11001-02-03-000-2017-01436-00
(Aprobado en sesión de veintiuno de junio de dos mil diecisiete)

Bogotá, D. C., veintiuno (21) de junio de dos mil diecisiete


(2017).

Decídese la tutela instaurada, mediante letrado, por Willington


Rueda Miranda y Norberto Benítez Muñoz en frente de la Sala Civil-
Familia-Laboral del Tribunal Superior del Distrito Judicial de San Gil,
integrada por los magistrados Carlos Augusto Pradilla Tarazona,
Javier González Serrano y Luis Alberto Téllez Ruiz, extensiva al
Juzgado Segundo Civil del Circuito de esa urbe.

ANTECEDENTES

1.- Los promotores deprecan la protección constitucional de sus


derechos fundamentales al debido proceso y «acceso a la administración
de justicia», presuntamente vulnerados por las autoridades encartadas

dentro del litigio de insolvencia de persona natural comerciante


emprendido por Carlos Javier Jiménez Ortiz.

2.- Arguyeron, como sustento de su reclamo, en suma, lo


siguiente:
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2.1.- En el juicio sub lite, el despacho encartado, a través de


resolución de 18 de octubre de 2016, fecha en la cual adelantó la
audiencia de decisión de objeciones, declaró sin efectos jurídicos
algunos «contratos de promesa de compraventa» presentados por los allí
acreedores.

2.2.- Por ello, Ana Herrera de Suárez, Carlos Arturo Delgado


Pico, Félix Antonio Noreña Garnica, José Vicente Cabanzo, Libardo
Parra Sánchez, Vilma Liseth y Lida Yohana Salazar Galán, Marinell y
Ruth Milena Díaz Rueda, Zoraida Rueda Martínez, María Cecilia
Calderón de Quinter y Raúl Ramírez Manrique, « instauraron nulidad
consagrada en el artículo 133 numeral 5 [del Código General del Proceso], en la cual

pretendían que se declarara [la invalidez de] todo lo actuado».

2.3.- Tal incidente de nulidad fue rechazado de plano el día 9


de noviembre del año próximo pasado.

2.4.- Apelada esa decisión por aquellos, la colegiatura


entutelada la infirmó por providencia de «7 de marzo de 2017» (sic), en
que «orden[ó] “PRIMERO REVOCAR: el auto recurrido de fecha 09 de noviembre de
2016, proferido por el Juzgado Segundo Civil del Circuito de San Gil. “SEGUNDO: dejar
sin efecto lo decidido en la audiencia del 18 de octubre de 2016 dentro del proceso
declaración de insolvencia de persona natural comerciante Carlos Javier Jiménez
Ortiz en lo que atañe a los contratos de promesa de compraventa declarados sin

efectos jurídicos dentro del presente asunto».

Dicho pronunciamiento lo tildan de anómalo, primeramente,


habida cuenta que «debió dar aplicación al artículo 135 inciso tercero [sic] »
ejusdem, «y rechazar de plano la solicitud de nulidad».

En segundo término, comoquiera que por parte de los


incidentantes «nunca [se] realiz[aron] objeciones a la calificación y graduación de

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créditos para que pudiese[n] estar legitimado[s] en la causa y presentar la nulidad[,]

ya que durante el traslado del trabajo de calificación y graduación de créditos »

meramente esbozaron «sus motivos f[á]cticos de inconformidad sin aportar o


solicitar pruebas para que fuesen decretadas por el juez de conocimiento para
demostrar lo planteado en audiencia y en especial en ese momento procesal donde
le[s] era dable pedir o aportar el elemento material probatorio, y así no [se] hizo
dejando fenecer esa oportunidad procesal para hacerlo, con lo cual no es dable

siquiera entrar a revisar la procedencia o no de la nulidad plateada».

En tercer lugar, en tanto que «la solicitud de nulidad impetrada […] no


guarda relación con su solicitud de objeción o de inconformidad planteada en la
audiencia, situación est[a] que torna inadmisible la solicitud de nulidad porque
contraviene el segundo principio orientador de las nulidades el PRINCIPIO DE

SANEAMIENTO O CONVALIDACIÓN, ya que “solo queda legitimado para alegar la nulidad

quien a causa de la irregularidad ha sufrido un perjuicio, o ha encontrado


menoscabo de sus derechos, pues, si a pesar del vicio el acto procesal cumplió su
finalidad y no se viol[ó] el derecho de defensa”, situación est[a] que no se vislumbra
por ningún lado ya que [los incidentantes] nunca expus[ieron] en su solicitud de
objeción el cumplimiento de las promesas de compraventa, como lo solicita[n] en su
memorial de nulidad impetrado, además que el dejar sin efecto las promesas de
compraventa no le[s] causa ningún agravio […] ya que su pedimento no está sujeto a

la prosperidad de las mencionadas promesas» (negrita original).

En cuarto orden, al pasar por alto que « el otorgamiento o


cumplimiento de promesas de compraventa está regulado en el artículo 51 de la [L]ey

1116» de 2006, el cual «faculta al juez para ordenar el cumplimiento de las


promesas de compraventa y la orden de suscribir las respectivas escrituras públicas,
por ende también es claro que para llegar a tal orden judicial de cumplimiento deberá
el juez observar si las promesas de compraventa cumplen con los requisitos mínimos
exigidos por la ley, esto es, los requisitos del artículo 1611 del [C]ódigo [C]ivil, ya que es
una norma imperativa que obliga al juez a observarla y aplicarla sin restricción
alguna, en pro de salvaguardar del interés general, el orden público que no pueden
estar sujeto a las iniciativas particulares; por ende son claras las potestades del juez
de conocimiento para que mediante el trámite de la objeción proceda a revisar la

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existencia de los requisitos mínimos de oficio o a petición de parte de las promesas y


que estos produzcan plenos efectos jurídicos y no sean de aquellos que violen el orden

público y las buenas costumbres».

2.4.- A la par y «en gracia de discusión», esgrimen que contrario


sensu a lo que determinó el colegiado acusado, si « se pudieren tomar los
planos arquitectónicos para la plena identificación de los bienes […], obsérvese que
estos no guardan relación alguna con las promesas de compraventa en lo referente, al
metraje consignado en los citados planos y el metraje consignado en las respectivas

promesas», amén que si bien «durante el desarrollo de la audiencia de objeciones


[…] algunos acreedores pretendían hacer valer las promesas de compraventa como
obligaciones de hacer para que de manera inmediata se les ordenara la suscripción
de la correspondiente escritura pública, [lo cierto es que] el juez [encartado] consider[ó]
que las promesas carecían de eficacia por falta de la identificación plena de cada uno
de los bienes objeto de promesa de compraventa, con lo cual es claro que las

promesas no pueden producir los efectos jurídicos que pretendían se les diera».

Con todo, «aparte de estar de bulto la ineficacia de las promesas por carecer
de la identificación plena del inmueble, olvida el tribunal » querellado que se

«present[ó] solicitud de objeción a la graduación y calificación de créditos dentro del


término procesal, donde se solcit[ó] al juez [accionado] que las promesas de
compraventa no cumplían con los requisitos de un título ejecutivo para ser ejecutables
como una obligación de hacer, precisamente por carecer de la identificación de los
bienes prometidos en venta; con lo cual se demuestra que no solo el juez de oficio

debía hacerlo sino que [ya se] había hecho petición de parte » en ese mismo

sentido.

3.- Piden, conforme a lo relatado, «dejar sin efecto» el proveído


datado «28 de abril de 2017», proferido por el tribunal enjuiciado y,
consecuentemente, que se «desate [nuevamente] el recurso de alzada de la
solicitud de nulidad».

LA RESPUESTA DE LOS ACCIONADOS

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Guardaron silencio.

CONSIDERACIONES

1.- La reiterada jurisprudencia ha sostenido, en línea de


principio, que este amparo no es la senda idónea para censurar
decisiones de índole judicial; sólo, excepcionalmente, puede acudirse
a esa herramienta, en los casos en los que el funcionario adopte
alguna determinación «con ostensible desviación del sendero normado, sin
ecuanimidad y apoyado en el capricho o en la subjetividad, a tal punto que estructure

‘vía de hecho’», y bajo los supuestos de que el afectado concurra dentro

de un término razonable a formular la queja, y de que «no disponga de


medios ordinarios y efectivos para lograrlo» (ver entre otras, CSJ STC, 3 de

mar. 2011, rad. 00329-00).

El concepto de «vía de hecho» fue fruto de una evolución


pretoriana por parte de la Corte Constitucional, en vista de la
necesidad de que todo el ámbito jurídico debe respetar los derechos
fundamentales como base de la noción de «Estado Social de Derecho» y la
ordenación contemplada en el artículo 4 de la Carta Política. Así hoy,
bajo la aceptación de la probabilidad que providencias desconozcan
prerrogativas esenciales, se admite por salvedad la posibilidad de
amparar esa afectación siempre y cuando se cumplan los siguientes
presupuestos: l. Generales: «a) Que la cuestión que se discuta resulte de
evidente relevancia constitucional; b) Que se hayan agotado todos los medios
ordinarios y extraordinarios de defensa judicial al alcance de la persona afectada,
salvo que se trate de evitar la consumación de un perjuicio iusfundamental
irremediable; c) Que se cumpla el requisito de la inmediatez; d) Cuando se trate de
una irregularidad procesal; e) Que la parte actora identifique de manera razonable
tanto los hechos que generaron la vulneración como los derechos vulnerados y que
hubiere alegado tal vulneración en el proceso judicial siempre que esto hubiere sido

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posible y f) Que no se trate de sentencia de tutela» y, 2. Especiales: «a) Defecto


orgánico; b) Defecto procedimental absoluto; c) Defecto fáctico; d) Defecto material o
sustantivo; e) Error inducido; f) Decisión sin motivación; g) Desconocimiento del

precedente y h) Violación directa de la constitución» (C-590/2005, reiterada,

entre otras, SU-913/2009 y T-125/2012).

2.- Observada la censura planteada resulta evidente que los


reclamantes, al estimar que se actuó con desprecio de la legalidad por
supuestamente incurrirse en causal específica de procedibilidad por
defectos material, fáctico, procedimental absoluto y violación directa
de la Constitución, enfilan su inconformismo contra la sala encartada
por cuanto profirió el auto infirmatorio de 28 de abril de hogaño.

3.- Obran como acreditaciones, que atañen con el asunto que


ahora concita la atención de la Corte, las siguientes:

3.1.- Fallo de tutela dictado el 7 de marzo de 2017, mediante el


cual se denegó por prematuro el amparo otrora instado en términos
similares al ahora elevado, habida cuenta que «se encuentra [en curso] el
conocimiento de instancia del proceso objeto de e[s]a acción, para resolver la apelación
del auto de fecha 9 de noviembre de 2016 que, rechaz[ó] de plano la nulidad
propuesta, que atañe precisamente a la decisión del [juzgado] accionado de dejar sin
efecto las promesas de compraventa suscritas por algunos de los acreedores en el

proceso de insolvencia […]».

3.2.- Plurales «contratos de promesa de compraventa» de bienes raíces.

3.3.- Sendos discos compactos contentivos de la audiencia


celebrada el 18 de octubre de la pasada anualidad.

3.4.- Pronunciamiento revocatorio de 28 de abril del año que


avanza emitido por la colegiatura enjuiciada, mediante el que infirmó
«el auto recurrido de fecha 09 de noviembre de 2016, proferido por el Juzgado

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Segundo Civil del Circuito de San Gil», disponiéndo «dejar sin efecto lo decidido en
la audiencia del 18 de octubre de 2016 dentro del proceso declaración de insolvencia
de persona natural comerciante Carlos Javier Jiménez Ortiz, en lo que atañe a los
contratos de promesa de compraventa declarados sin efectos jurídicos dentro del

presente asunto».

Ello, cardinalmente, al pregonar que «es claro que, los contratos de


promesa de compra venta, una vez celebrados legalmente, son ley para los
contratantes, y solo pueden ser invalidados por el consentimiento mutuo o por causas
legales (artículo 1602 del Código Civil), tales como la condición resolutoria y la

nulidad»; empero, de inmediato asentó que en el sub examine «el juez de


conocimiento, consideró que, las promesas de compraventa allegadas al proceso de
insolvencia, no reunían los requisitos para que produjeran efectos jurídicos; por lo
tanto, haciendo uso de la facultad oficiosa que tiene como juez, declaró la nulidad

absoluta de los precitados contratos».

No obstante lo anterior, predicó que «siguiendo de cerca la


orientación jurisprudencial sobre el debido proceso, puede decirse, de entrada, que se
advierte la incursión [en irregularidad], ya que la decisión tomada por el Juez Segundo
Civil del Circuito de San Gil no cumple con los requisitos que facultan al juzgador para
que oficiosamente deje sin efectos jurídicos las aludidas promesas de compraventa de
los inmuebles objeto de esta acción, específicamente porque los vicios o anomalías
encontrados no son manifiestos que faculten al juez de instancia a pronunciarse en el

sentido tal y como lo hizo en audiencia celebrada el 18 de octubre de 2016».

Relevó, entonces, que «al interior de las promesas de compraventa


obrantes en el expediente de insolvencia estaban no solo los linderos del inmueble
donde se edificarían los apartamentos y locales sino adicionalmente se especifíca en
las promesas que la identificación de los mismos se encontraba contenida en los
planos arquitectónicos del edificio, es evidente que, los discutidos linderos de los
inmuebles prometidos en venta contemplados en las promesas, no reúnen las
condiciones para considerarse que existe completamente imprecisión en la
individualización de los inmuebles, por supuesto sin desconocer que pueda ser
necesario recurrir a otros elementos probatorios para satisfacer en su totalidad las

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condiciones requeridas para la plena validez de las reseñadas promesas, pero no al


punto de encontrarnos ante unos contratos donde emerja sin dubitación alguna la
invalidación manifiesta que faculte al juez para dejarlos sin efectos sin ceñirse a las

garantías procesales contenidas en la legislación».

Agregó, a esas cotas, que «es indiscutible que, al juez le está vedado
practicar otros medios probatorios, distintos a los obrantes en el plenario para dejar
sin efectos los aludidos contratos como lo hizo, máxime cuando es el mismo
demandado quien, en el transcurso de la audiencia manifestó: “ustedes estarían en
disposición de adoptar el mecanismo respectivo a efectos de sanear la irregularidad
que tienen los contratos en cuanto a lo que hace referencia a garantizar la debida
identificación del mismo, esto es, bien sea mediante un otro sí u otro contrato
adicional, donde logremos identificar en forma precisa por sus linderos actuales los
predios que están siendo objeto del contrato prometido” DVD 1 (primera parte, minuto
26:35), lo que se traduce, por consiguiente, en una reunión de criterios constitucionales
que permiten deducir el resquebrajamiento del derecho fundamental a un debido

proceso».

Así mismo, realzó que «se debe aclarar que, no es procedente declarar la
invalidez de los contratos de promesa de compraventa profiriendo un auto
interlocutorio porque al tratarse de un defecto sustantivo, se deben evacuar todas y
cada una de las etapas procesales necesarias, que garanticen la adecuada

contradicción para luego, si es procedente, tomar la decisión mediante sentencia».

4.- Sea lo primero indicar que si bien en pretérita oportunidad


se había interpuesto otra acción de amparo atañedera con la
determinación adoptada en torno a la validez o no de las « promesas de
compraventa» arrimadas al sub judice, lo cierto es que comoquiera que

el fallo de 7 de marzo del año que discurre, con que se zanjó ese
debate constitucional, desestimó dicho ruego por prematuro en virtud
a que a esa data estaba en trámite el recurso de alzada que
finalmente se desató a través del auto que aquí es materia de
inconformidad, lo propio depara que no haya lugar a predicar que

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sobre el punto en estudio ya hubiere pronunciamiento tutelar de


fondo que impida emprender el análisis que ahora ocupa la atención
de la Sala.

5.- Auscultadas transversalmente las actuaciones desplegadas


en el sub lite, ha de señalarse que se otorgará el amparo instado
comoquiera que el tribunal acusado incurrió en anomalía al proferir el
auto infirmatorio de 28 de abril de 2017, habida cuenta que los
argumentos al efecto expuestos no tienen asidero jurídico, según
pasa a verse.

5.1.- Como primer razonamiento adujo la sala cuestionada, en


compendio, que no es plausible al interior del juicio de insolvencia
que ocupa la atención declarar la «nulidad absoluta» de las promesas de
compraventa aportadas por los allí acreedores para que fueran
calificadas y graduadas, habida cuenta que a ellos, entonces, por ese
conducto no se les permite ejercitar defensa alguna en torno a los
créditos presentados, tanto más cuando «los vicios o anomalías encontrados
no son manifiestos [como para] que faculten al juez de instancia a pronunciarse en el

sentido tal».

5.1.1.- Pues bien, cumple señalar que los artículos 29 y 30 de la


Ley 1116 de 2006 (modificados, en su orden, por los cánones 36 y 37
de la Ley 1429 de 2010), que tratan de las objeciones al «proyecto de
reconocimiento y graduación de créditos y derechos de voto» y su concerniente

decisión, respectivamente, imponen que el juez del concurso para


ocuparse, entre otras cosas, del reconocimiento de los créditos, deba
decidir aquellas siendo que, por tanto, para proceder a la resolución
de las contingentes «objeciones» que se lleguen a formular el juzgador
ha de adentrarse en el estudio de los motivos que las sustentan, ya
que si las cosas no fueran así, por sustracción de materia, no podría

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el operador judicial pronunciarse de fondo en punto de las mismas, lo


que de inmediato traduciría en la materialización de una repudiable
forma de denegación de justicia de la mano de no ocuparse aquel de
temas que, competencialmente, le incumben de necesidad.

5.1.2.- Para el caso sub examine, el meollo de la determinación


a adoptar en torno a las «objeciones» planteadas era esclarecer si las
promesas de compraventa arrimadas para acreditar los créditos
invocados por los acreedores, en aras de ser calificados y graduados,
cumplían o no con los requisitos a que se contrae el precepto 1611 del
Código Civil; por ende, si se pregonara como impropiamente lo hizo la
colegiatura encartada que ese estudio no podía eventualmente
comprender la declaración de su «nulidad absoluta», tras verificarse que
estaban dadas las condiciones para ello, lo propio sería
desestructurar el entendido de esa potestad que atiende a intereses
superiores como la defensa del interés general, en aras de asegurar el
respeto de disposiciones de orden público, y que por supuesto los
jueces están en el deber de declarar aun ex officio.

Y es que no puede pasarse por alto que esta Corporación


relativamente a la figura de marras puso de presente, en CSJ
SC10326-2014, 5 ago. 2014, rad. 2008-00437-01, entre otras cosas,
lo siguiente:

[…] Teniendo como fundamento, por una parte, los antecedentes


jurisprudenciales que se dejan compendiados, por otra, que “la sanción de la
nulidad absoluta obedece a razones de interés general y tiene por objeto
asegurar el respeto de disposiciones de orden público” (Cas. Civ., sentencia de
19 de agosto de 1935, G.J. T.XLII, pág. 372; se subraya), y, finalmente, la
necesaria observancia del debido proceso y del ejercicio del derecho de
defensa (art. 29 C.P.), la Sala estima pertinente puntualizar que la facultad-
deber establecida en el artículo 2º de la Ley 50 de 1936 para declarar de oficio

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la nulidad absoluta de un negocio jurídico opera en frente de todos los actos o


contratos que sean invocados en el proceso por cualquiera de las partes, para
dar soporte, total o parcialmente, a la postura procesal que asuman dentro del
respectivo trámite, esto es, en el caso del actor, como fundamento de la acción,
o en el caso del demandado, como sustento de la oposición y/o de las
excepciones que haya propuesto, toda vez que en uno y otro supuesto es claro
que con su aducción se persigue guiar el sentido de la decisión con la que se
deba resolver el conflicto, propósito éste que es suficiente para que el juez,
evacuadas las etapas procesales que garanticen la adecuada contradicción,
ejerza el control de legalidad que se le ha confiado y, de esta manera,
prevenga que las determinaciones que adopte se vean influenciadas por
manifestaciones viciadas de nulidad absoluta, que, por lo mismo, no deben
servir de fundamento a la definición de una controversia judicial. Situación
diferente se presenta si el negocio jurídico de que se trate sólo ha tenido en el
juicio una mención marginal, o una referencia tangencial, y, por ende, no hace
parte de los soportes fácticos de las posturas procesales de las partes, ya que
en tales supuestos la injerencia del juez para auscultar la validez de tal acto
dispositivo está restringida y corresponderá al interesado en tal propósito
ejercer el derecho de acción en orden a obtener de la administración de justicia
el correspondiente pronunciamiento.

Se sigue de lo expuesto, que cuando la Corte enlistó como requisito para que
proceda la declaración oficiosa de la nulidad absoluta, el atinente a “que el
acto o contrato haya sido invocado en el litigio como fuente de derechos u
obligaciones para las partes”, no le dio a dicha expresión el alcance restringido
que pretende el recurrente, esto es, que la aducción en el proceso del respectivo
negocio jurídico hubiese tenido como fin exclusivo pretender el cumplimiento de
los derechos y/o las obligaciones principales que de él se desprendan. Tal
comprensión del requisito en estudio, como es lógico entenderlo, no armoniza
con la razón de ser de las nulidades absolutas, en cuanto que con dicho
instituto, en general, se busca defender el orden público, como ya se destacó,
el cual se vería negativamente afectado si se aceptara que un acto o contrato
viciado de esa manera pudiera servir de soporte a una sentencia judicial, en
tanto que si así fuera, se le estaría reconociendo un efecto jurídico-procesal, que

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es lo que el juez debe evitar mediante el oportuno ejercicio de la facultad


analizada.

No se puede desconocer la trascendencia que en el tráfico jurídico tiene la


autonomía privada y, correlativamente, la protección que a ella le brinda la ley,
al prever en el artículo 1602 del Código Civil que “[t]odo contrato legalmente
celebrado es una ley para los contratantes, y no puede ser invalidado sino por
su consentimiento mutuo o por causas legales”, razón por la cual éste efecto, el
de la invalidación, sólo se presenta, por regla general, cuando aquel a quien la
ley le reconoce interés jurídico discute judicialmente la validez del respectivo
acto o contrato. No obstante, es necesario advertir también que en los tiempos
actuales, en los que como consecuencia de múltiples factores, tales como los
avances tecnológicos, la globalización de la economía y la necesaria agilidad
en el intercambio de bienes y servicios, la actividad negocial se torna cada vez
más impersonal, intensa y desequilibrada, mayor valía tiene el control de
juridicidad o de licitud establecido en el artículo 2º de la Ley 50 de 1936, pues
su correcta y oportuna aplicación, con la debida observancia del debido
proceso, salvaguarda el interés general, que en los términos del artículo 1º de
la Carta Política es prevalente, así como la protección de los débiles (art. 13, in

fine, ibídem), cuyo defensa corresponde a todas las autoridades (se resaltó).

5.1.3.- Así las cosas, emerge claro que contrario sensu a lo


señalado por el colegiado accionado, sí era del resorte del juzgador de
la insolvencia sub judice, al abordar el estudio de las objeciones
planteadas en punto de los aludidos contratos de promesa de
compraventa, adentrarse de lleno en el estudio de esos ajustes de
voluntad para predicar si se ceñían o no a lo contemplado por la regla
1611 del Código Civil, siendo que, itérase, dentro de tal análisis cabía
la posibilidad de que fuesen declarados absolutamente nulos, llegado
el evento de encontrarse mérito para así determinar, máxime que
pretender aducir que ese emprendimiento había de efectuarse a
través de otro trámite judicial sería, en últimas, esquivar la
competencia atribuida sobre el particular a los juzgadores naturales

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de los litigios concursales, en los que se debe definir todo lo


concerniente con los asuntos que, anejos a la declaración de
«insolvencia», han de atenderse judicialmente.

Eso sí, no puede pasarse por alto que en la eventualidad de que


el operador judicial llegue a encontrar que es del caso imponer la
sanción de la «nulidad absoluta», ello le acarrea el deber de que proceda
a fijar las consecuencias de esa declaración en relación con los
desplazamientos patrimoniales que entre los otrora contratantes
correspondan, atendiendo para lo propio la concreta naturaleza de las
actuaciones de insolvencia como la ahora auscultada, según se
comprenderá.

5.2.- La segunda razón manifestada por el tribunal querellado


en el pronunciamiento repudiado de 28 de abril de los cursantes,
consistió en que revisados los aludidos ajustes de voluntad en su
criterio no surge de ellos que adolezcan del vicio de no haber sido
alinderados los inmuebles que son su objeto de manera tal que no se
puedan determinar, pues «la identificación de los mismos se encontraba
contenida en los planos arquitectónicos del edificio», aparte que por cuenta del

promotor del sub judice obra «disposición de adoptar el mecanismo respectivo


a efectos de sanear la irregularidad que tienen los contratos en cuanto a lo que hace
referencia a garantizar la debida identificación del mismo, esto es, bien sea mediante
un otro sí u otro contrato adicional, donde logremos identificar en forma precisa por

sus linderos actuales los predios que están siendo objeto del contrato prometido».

5.2.1.- Empero, tal razonamiento luce contrario de cara a la


jurisprudencia de la Sala, móvil por el que tampoco tiene asidero.

5.2.2.- Claro, véase que la Corte manifestó sobre el particular de


la debida identificación de inmuebles a la hora de celebrar contratos
de promesa, en CSJ SC, 30 oct. 2001, rad. 6849, lo siguiente:

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Como se ve, en ningún aparte de tales linderos se menciona como límite


específico de la parte del inmueble que se prometió en venta, el relacionado con
la primera planta ya construida, de propiedad exclusiva de la sociedad
prometiente vendedora, ni los límites verticales del referido espacio superior,
-que como lo pactaron los contratantes sólo ascendía hasta el séptimo nivel-, lo
que conduce a que se encuentre indebidamente identificado el bien objeto del
contrato de promesa de compraventa, con las consecuencias subsiguientes
que dicha imprecisión genera al momento de elevar a escritura pública el
contrato prometido, circunstancia que incide consecuentemente en la nulidad
absoluta del contrato referido, toda vez que dicha omisión no puede suplirse
con la mención que en el contrato se hizo de los planos arquitectónicos y de la
licencia de construcción, que en este caso se hizo con el propósito de someter
la construcción proyectada a determinadas especificaciones, y no fueron ni
siquiera incorporados a la promesa para que se viera en ellos la identificación
del espacio por construir, soslayándose así que cuando la ley de modo
restricto y excepcional admite que el contrato de promesa pueda producir
efectos jurídicos reclama que se cumplan íntegramente y sin esguinces la
totalidad de los requisitos previstos en el artículo 89 de la Ley 153 de 1887,
entre ellos el consagrado en el numeral 4, antes trascrito.

[…] Sobre el particular ha dicho esta Corporación: “la promesa de contrato es


un pacto solemne y si la ley señala las circunstancias o requisitos esenciales
que deben concurrir para su existencia o validez, bien se comprende que la
promesa en que se halla omitido alguna de tales circunstancias es nula de
nulidad absoluta, al tenor de lo dispuesto por el artículo 1741 del C. C., porque
conforme a esta disposición es nulidad absoluta la producida por la omisión
de algún requisito o formalidad que las leyes prescriben para el valor de ciertos
actos o contratos en consideración a la naturaleza de ellos, y no a la calidad o
estado de las personas que los ejecutan o acuerdan. Los requisitos o
formalidades prescritos por el artículo 89 de la ley 153 de 1887 para la validez
de la promesa son exigidos en razón a la naturaleza de tal pacto” (G. J., T.
LXXIX, pág. 245, entre otras).

En esas condiciones, para que el contrato de promesa de compraventa tenga


validez jurídica debe satisfacer plenamente las exigencias legales, respecto de

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las cuales la que tiene que ver con el cargo que se analiza hace relación al
ordinal 4° del artículo 89 de la Ley 153 de 1887, la cual sólo se cumple
satisfactoriamente, tratándose de compraventa de bienes inmuebles o de
derechos que recaen sobre estos, una vez se haya efectuado en ella la
determinación de los sujetos y de los elementos esenciales del aludido
contrato, esto es, la cosa vendida y el precio; por consiguiente, todos los
requisitos legales de la promesa deben concurrir en el mismo acto constitutivo
de la misma para que ésta sea válida, sin que quepa cumplirlos
posteriormente por la vía de acudir a averiguaciones adicionales, las cuales,
justamente por no haber quedado perfecta y expresamente previstas dentro
del contrato preparatorio, impiden concluir que el contrato prometido fue
determinado de tal suerte que sólo faltaría para perfeccionarlo la formalidad
de la escritura pública.

De otro lado, no puede pasarse por alto que, en las circunstancias que ofrece el
presente caso, están de por medio “las ordenaciones del Decreto 960 de 1970,
según las cuales los inmuebles que sean objeto de enajenación ‘se
identificarán (… ) por su nomenclatura, por el paraje o localidad donde están
ubicados y por sus linderos’ (Art. 31) y en el Decreto 2354 de 1985, que
establece que, ‘cuando en una escritura se agreguen una o más porciones de
un inmueble, se identificarán y alinderarán los predios segregados...’ (Art. 1°).
Y es que tratándose de inmuebles no es admisible otra manera o forma de
determinarlos legalmente” (G. J., T. CLXXX, pág. 226).

[…] La comentada exigencia no puede soslayarse so pretexto de que la venta


prometida recae sobre un espacio sin construir como el de que aquí se trata,
para entender, como erróneamente lo estimó el Tribunal, que simplemente
consiste en todo lo que está por encima del primer piso, puesto que aun en ese
evento se debe partir de que ese espacio, aunque sin contenido material
construido por el momento, se halla preconcebido, más tratándose de especie
o cuerpo cierto, y sólo falta la ejecución de la obra para la cual se pretende
adquirir, por lo que no se advierte obstáculo alguno impediente de su plena
identificación de modo anticipado, incluso por sus linderos y dimensiones.

Desde esa perspectiva, se recalca, no le asiste razón al Tribunal cuando


afirma que expresados los linderos del inmueble sobre el cual se encuentra el

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espacio vendido, ante la ausencia de construcción, el espacio compravendido


será ubicado sobre el techo, piso o terraza del primer piso, es decir, que no
podía ser distinto del que se encuentra delimitado por los linderos de la parte
construida, sin que fuera dable contemplar “otras especificaciones”; pues se
imponía hacer una determinación exacta en la medida en que la sociedad
vendedora se reservaba para sí el dominio de la primera y las tres últimas
plantas, siendo menester, por lo menos, dejar delimitado en los términos que
las normas legales exigen cuando el acto debe constar en escritura pública, la
parte del inmueble de cuyo dominio proyectaba desprenderse la vendedora;
mucho más si previsto contractualmente someter la edificación futura al
régimen de propiedad horizontal según el reglamento que posteriormente se
elevaría para el efecto una vez se concluyera la construcción, se imponía en
principio y en el evento de promesa hacer las segregaciones que sin ese
régimen correspondía hacer para definir las porciones del inmueble en que
quedaba dividido inicialmente el mismo entre las dos partes contratantes, bajo
el supuesto de que a la fecha del otorgamiento de la escritura pública no se
hubiera levantado la construcción, con la exactitud debida a fin de cumplir, sin
más, con el perfeccionamiento del contrato prometido, lo cual no obra en la
promesa.

[…] Ahora bien, como ya se dijo, esa identificación no solamente debe hacerse
en forma completa sino que debió incluirse en el texto del contrato de promesa
de compraventa, en tanto esa fue la forma de celebrarlo escogida por las
partes, sin que sea suficiente en este caso mencionar a otros documentos
como son los planos y la licencia de construcción, con los cuales no se suplen
las deficiencias comentadas en torno a la determinación del bien prometido en
venta, máxime, si, como se advirtió, esa alusión no tuvo por finalidad dejar en
claro cuál era el bien prometido.

En el punto, importa recordar con palabras de esta misma Corporación, lo


siguiente: “...La especificación o singularización del hecho atinente a la
celebración del contrato prometido no es punto que la ley defiera a la
discrecionalidad de los sujetos de la promesa, pues esa singularización ha
sido imperativamente prefijada en el ordinal 4° del artículo 89 de la Ley 153.
Allí se consagra una clara correlación entre la determinación del contrato

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prometido y los procedimientos o requisitos legales que sean esenciales para


concluirlo. De hecho, si en un caso dado sólo está pendiente la ejecución de
esos requisitos, es porque el contrato prometido se encuentra determinado a
cabalidad. Pero si, por fuera de los mismos, todavía se necesita que se dé otro
paso cualquiera a intento de concluir el contrato, ya no será viable afirmar que
la determinación se ha cumplido de modo satisfactorio, es decir, según la

contempla la ley (G. J. CLXXXIV, pág. 395 y 396). (véase).

5.2.3.- Conforme a lo textuado -lo cual está en consonancia con


lo al efecto expuesto por la Corte Constitucional en sentencia T-1026
de 30 de octubre de 2003-, ha de predicarse que tampoco era dable a
la sala encartada referir que «la identificación» de los predios objeto de
las plurales promesas de compraventa aportadas al litigio auscultado
«se encontraba contenida en los planos arquitectónicos del edificio», comoquiera
que ese argumento, según se vio, decae de suyo como supuesto pilar
que pudiera soportar el auto aquí cuestionado.

5.3.- Así las cosas, surge que el tribunal cuestionado vulneró a


los peticionarios el derecho fundamental al debido proceso al dictar la
resolución de 28 de abril de 2017, por lo que, entonces, emerge
próspera la reclamación extraordinaria, como efectivamente se
dispondrá, y en consecuencia, se restará valor y efecto el aludido
proveído, así como todas las actuaciones que del mismo se
desprendan, ordenando a la colegiatura accionada, que en el término
de diez (10) días, contados a partir del momento en que tenga
conocimiento de este pronunciamiento, vuelva a manifestarse acerca
del mentado recurso de apelación que a través de dicho proveído
desató y, por ende, tome la decisión que corresponde en ese puntual
aspecto, consultando las disposiciones legales que gobiernan la
materia, de conformidad con lo plasmado en la parte motiva de este
fallo.

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DECISIÓN

En mérito de lo expuesto, la Corte Suprema de Justicia, en Sala


de Casación Civil, administrando justicia en nombre de la República y
por autoridad de la ley,

RESUELVE:

PRIMERO: AMPARAR el derecho fundamental al debido


proceso de Willington Rueda Miranda y Norberto Benítez Muñoz,
conforme a las consideraciones expresadas, por lo que se deja sin
valor ni efecto el proveído de 28 de abril del año que avanza, dictado
dentro del juicio referido en los antecedentes, así como todas las
actuaciones que del mismo se desprendan.

SEGUNDO: ORDENAR al Tribunal Superior del Distrito


Judicial de San Gil, Sala Civil-Familia-Laboral, que, dentro del lapso
de diez (10) días contados a partir de la fecha en que reciba
notificación de la presente resolución, se pronuncie nuevamente
acerca del recurso de apelación interpuesto a que aquí se hizo
alusión, consultando las disposiciones legales que gobiernan la
materia, de conformidad con lo plasmado en este pronunciamiento.
Por Secretaría, envíesele copia de la presente decisión.

TERCERO: Comuníquese telegráficamente lo aquí resuelto a


los interesados y, de no ser impugnada, oportunamente envíese el
expediente a la Corte Constitucional para su eventual revisión.

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Notifíquese

LUIS ALONSO RICO PUERTA


(Presidente de Sala)

MARGARITA CABELLO BLANCO

ÁLVARO FERNANDO GARCÍA RESTREPO

AROLDO WILSON QUIROZ MONSALVO

ARIEL SALAZAR RAMÍREZ

LUIS ARMANDO TOLOSA VILLABONA

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