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Acoger y aceptar
Para ayudar a crecer, el amor pedagógico tienen que regalar al tú una aceptación y un
acogimiento radicales y totales. Evidentemente, si no estuviera esa cualidad no sería
amor.
Sin embargo, lo acentuamos para evitar cualquier tipo de identificación superficial entre
amor y sentimiento, entre amor y simpatía. Puede ser que un educando me caiga muy
antipático, pero por eso no le voy a negar el acogimiento fundamental, radical y total de su
persona. Porque no se trata de mi sensibilidad, sino de la vida y del bien del otro. Y a ese
tú yo le tengo que regalar en primer lugar la aceptación radical de su persona, el
acogimiento de su ser, que es original y distinto a mí; el tú es una persona que además
tiene todo el derecho de sentir, pensar y opinar de una forma diferente de la mía.
Aceptar: “Acoger con gusto, voluntariamente”. ¿Qué significa para mí saber que otra
persona me acepta tal como soy? ¿Qué siento dentro de mí cuando me doy cuenta de
que no soy aceptado por alguien? ¿Acepto a cada uno de mis hijos o alumnos tal como
son realmente? ¿Los acepto con sus virtudes y defectos? ¿Qué sucede cuando la
persona que tengo ante mí no es simpática? ¿Considero que la aceptación de otro puede
depender de un sentimiento de simpatía?
Alegría
Otra cualidad del amor pedagógico es a la alegría por la existencia del otro. ¡Qué bueno
que existas, que estés ahí, que vivas! Si el educador no se alegra por la existencia del
educando, en el fondo lo está rechazando y negando. Es como si le dijera: "Mejor sería
que no estuvieses aquí. Sería más cómodo para mí que no existieras". Suele pasar que
nos asalten tales tentaciones; por eso hay que cultivar este factor y aspecto del amor
pedagógico que es la alegría. Alegrémonos profundamente, cuanto sea posible, por la
existencia del tú, tal cual es hoy. Regalémosle esa alegría para que tenga ganas de vivir y
se dé cuenta, desde adentro, que la existencia vale la pena. Quizás esto último les
parezca algo normal, pero hay gente que duda si vale la pena existir y seguir existiendo,
precisamente porque nadie les hace sentir que la vida vale la pena, ni les regala
aceptación y acogimiento personales, ni les demuestra que está feliz porque existan.
Comprensión
La existencia humana sería mucho más feliz si hubiera un poco más de comprensión.
¿Comprender en qué sentido? Primero, en el sentido de que yo ubique a ese tú en el
momento que está viviendo. Que comprenda que, en este estadio de su existencia, no
puede hacer otra cosa que lo que está haciendo. Por ejemplo, si ese adolescente no cesa
de provocarme, yo lo entenderé y calificaré de típica su acción o reacción frente a mí.
¿Qué quiere decir "típica"? Que en el fondo ese muchacho no puede hacer otra cosa; si lo
hiciese no estaría de acuerdo con la etapa que vive y hasta podría constituir un mal
síntoma: significaría que la actitud típica que omite asumir ahora quizás la asuma
después, cuando esté casado y su esposa debe comentarle a su confesor: "Padre, me
casé con un adolescente".
Comprensión, amor comprensivo, ¿significa decir que todo está bien? No señor. El amor
comprensivo ubica "Fásicamente" (permítanme el neologismo) discierne y ordena las
cosas según la fase y época del desarrollo del educando. La época tiene muchas fases.
Uno puede estar, por ejemplo, como mamá en la época de tener los primeros hijos; pasa
primero por una fase de cansancio y luego viene otra de euforia. En la misma época
puede haber distintas fases. El amor pedagógico tiene la capacidad de comprender y
ubicar los diversos fenómenos de la existencia en los momentos adecuados, para no
exigir en cualquier momento cualquier cosa. Hay que saber qué se puede esperar y qué
no se puede exigir.
Comprender: “Encontrar justificación para los actos o sentimientos de otro” ¿Me ubico en
el momento de la vida del niño o adolescente que tengo frente a mí? ¿Me doy cuenta de
que ese ser en crecimiento vive una etapa distinta de la mía? ¿Tengo conciencia de que
lo que estoy exigiéndole está de acuerdo a su edad, intereses y posibilidades?
Paciencia
Hay otra cualidad del amor pedagógico que ustedes mismos pueden deducir a partir de
sus propias experiencias: la paciencia pedagógica. Sin ella nadie se atreve a acercarse al
"campo magnético" de la formación de personalidades, pues saldrá disparado como un
cohete. Paciencia pedagógica es la capacidad de vivir situaciones que en realidad no
deberían ser así, y hacerlo con la mayor serenidad posible, no por santidad, sino por
pedagogía. No estamos hablando en un plano moral; yo los invito a advertir esa
particularidad. Lo que estamos diciendo ahora -que no se trata de obrar con paciencia por
motivos de santidad-, lo puede decir también una atea, o nuestros hermanos
musulmanes, judíos, bautistas, etc. Se trata de la persona, la paz y la paciencia.
"Padre, probé sus métodos, pero no logro dominarme a veces y me salgo de las casillas".
"Bueno, salga nomás de sus casillas, pero después, entre".
Respeto misericordioso
Otra cualidad del educador es el respeto misericordioso. ¿Por qué hablamos de respeto?
¿Y misericordioso? Porque la persona que tiene una responsabilidad de educación,
muchas veces se enfrenta, experimenta, vive la parte más miserable del otro y no aquella
más brillante. ¿Y cuál es la primera tentación? Faltarte el respeto. Por eso hablamos de
respeto misericordioso, porque a pesar de todo lo que el educador ve que está mal, y a
veces muy mal, a pesar de ello, y no porque no lo sepa o porque no lo vea, a pesar de
ello regala su respeto al educando.
Respeto la originalidad de cada uno de mis alumnos/ hijos Soy respetuoso con quienes a
los que exijo respeto? Cuáles considero como faltas de respeto en mis alumnos? Qué
faltas de respeto he tenido yo con ellos?
AMOR ENALTECEDOR
Este es el amor que levanta hacia arriba, hacia lo mejor de la persona; que incide en el tú,
en la conciencia de su dignidad, estimulándolo y dándole el apoyo existencia! humano y
necesario. El amor enaltecedor es el que mira proyectándonos hacia arriba. El pecado
crónico de los educadores es precisamente mirar a la gente "hacia abajo": mirar todo lo
malo que el otro tiene y decírselo y repetírselo para que crean cabalmente que son malos.
Pero en realidad habría que mirarlos hacia arriba, levantándolos y elevándolos con esa
actitud que Goethe subrayaba:
"Si tratásemos a la gente como ellos son ahora, los arruinamos; tenemos que tratarlos
como ellos podrían llegar a ser su creyéramos en ellos".
Así es el que eleva, levanta y atrae hacia arriba: yo no trato al tú como él lo merece ahora,
sino como él podría llegar a merecerlo si yo creyera en él; si creyera no en lo que yo veo
ahora, sino en lo bueno que hay en él y está por desarrollarse. ¿Qué actitud asumo
cuando tengo frente a mí al alumno que más trabajo me da, al que presenta mayores
dificultades?
¿Creo en él? ¿Le doy un voto de confianza? O, por el contrario ¿me desanimo y lo
desanimo, le señalo todas sus faltas y dificultades, le manifiesto mi desconfianza por lo
que puede llegar a ser en el futuro y lo rotulo con algún calificativo?