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Voces: CIRUJANO ~ CULPA ~ DAÑOS Y PERJUICIOS ~ HISTORIA CLINICA ~ MALA PRAXIS ~

MALA PRAXIS MEDICA ~ MEDICO ~ PRUEBA ~ RECHAZO DE LA ACCION ~ RESPONSABILIDAD


PROFESIONAL
Tribunal: Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil, sala K(CNCiv)(SalaK)
Fecha: 24/05/2011
Partes: Reynoso, Sergio Demetrio c. Sanatorio Quilmes SA y otros s/daños y perjuicios
Cita Online: AR/JUR/99560/2011

Sumarios:
1. 1.- En los juicios en los que se debate la responsabilidad médica la prueba debe versar no sólo sobre el
resultado negativo del tratamiento o de la intervención quirúrgica, sino también sobre los actos u omisiones del
profesional que demuestran una actividad negligente, imprudente o falta de pericia necesaria, pues aquella no
queda comprometida si la conducta considerada reprochable no está probada suficientemente.2.- No resulta
razonable sostener que el demandante concurrió a la guardia del sanatorio para ser atendido por el médico
demandado durante cuatro años, a razón de tres o cuatro veces por semana y siempre acompañado por alguno de
los testigos, sin que ninguna de dichas consultas quedara asentada en la historia clínica, cuando precisamente
surgen innumerables atenciones por otras especialidades, en las que además no se hace ninguna mención a la
herida con infección, supuración y/u olor fétido, por la que ahora reclama.
Texto Completo:
2ª Instancia.-Buenos Aires, mayo 24 de 2011
El Dr. Ameal dijo:
I.- Vienen estos autos a este Tribunal con motivo del recurso de apelación interpuesto contra la sentencia
de Primera Instancia dictada a fs. 610/22, expresando agravios el codemandado A. E. A. en la memoria de fs.
651/65; Sanatorio Quilmes SA en el escrito de fs. 666/81 y Obra Social Conductores de Transporte Colectivo de
Pasajeros en el de fs. 687/70, no habiendo el actor contestado el respectivo traslado.
II- Antecedentes:
Sergio Demetrio Reynoso promovió demanda de daños y perjuicios contra Sanatorio Quilmes SA, Obra
Social Conductores de Transporte Colectivo de Pasajeros y A. E. A., a raíz de la deficiente atención médica que
según sostiene, se le brindara en la etapa postoperatoria de la intervención quirúrgica por hernia inguinoescrotal
izquierda recidiva, realizada por el Dr. A. en el Nosocomio demandado el 30 de abril de 1996.
Adujo el actor, que en el acto quirúrgico propiamente dicho no se presentaron anomalías, esgrimiendo sin
embargo, que la herida que le produjo dicha intervención no cicatrizó correctamente, al padecer una supuración
permanente como consecuencia de una infección de la cual se desconoce su origen, habiendo transcurrido
cuatro años desde su manifestación, siendo tratada solo con fomentos calientes.
Manifestó que el codemandado A. le dio el alta médica el 1° de mayo de 1996, indicándole que debía
concurrir a los diez días a fin de retirarle los puntos de sutura y controlar la cicatrización de la herida,
prescribiéndole asimismo seguimiento por consultorios externos, siendo dicho galeno quien controló el
desarrollo de la infección que padece desde entonces.
Dichas secuelas, sostuvo, le provocaron diversos trastornos: dolores abdominales e inguinales, impotencia
sexual, perturbaciones psicológicas, etc.
Atribuyó responsabilidad a los demandados y solicitó en función de lo expuesto, se haga lugar a la demanda
instaurada en todas sus partes.
Los emplazados negaron en el responde los hechos esgrimidos por el accionante, argumentando en síntesis,
que la cirugía fue realizada por el Dr. A. A. según técnica y procedimiento descriptos en el protocolo quirúrgico
de la historia clínica, resultando la operación sin complicaciones y con buena evolución.
Sostuvieron que el actor fue el único responsable de sus actuales padecimientos, por haber hecho abandono
del tratamiento médico, al desoír la expresa indicación de realizar los controles por consultorios externos, tal
como surge del historial médico del paciente.
Manifestaron en tal sentido, que el accionante, luego de retirados los puntos de sutura, concurrió a
consultorios externos una única vez (20/8/96), oportunidad en que se constató "Granuloma cicatriz inguinal
izquierda. Asintomático. Sin secreción, ni crepitación, tratamiento médico y control por consultorios externos",
privando al Dr. A. de conocer su evolución y la eventual complicación que pudiera haber sufrido.
Agregaron que la conducta del paciente excluye la responsabilidad de quienes inicialmente lo trataron y no
pudieron controlar las secuencias sobrevinientes, solicitando en función de ello el rechazo de la demanda con
costas.

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III.- La sentencia.
El Sr. juez de grado encontró configurada la responsabilidad de los accionados y en consecuencia hizo lugar
a la demanda deducida por el actor, condenando a A.E. A., Sanatorio Quilmes SA, la Obra Social Conductores
de Transporte de Colectivo de Pasajeros y Omega Cooperativa de Seguros Limitada, a abonar a Sergio
Demetrio Reynoso la suma de pesos ciento cuarenta y nueve mil novecientos ($149.000), con mas intereses y
costas.
Ello con fundamento en las declaraciones testimoniales brindadas por los testigos ofrecidos por la actora,
que demuestran, según sostiene el a quo, que el accionante cumplió con el control postoperatorio al concurrir a
la guardia del Centro de Salud, donde fuera atendido por el codemandado A., quien efectuara las curaciones sin
dejar constancia alguna en el libro de guardia correspondiente, destacando que si bien dicha circunstancia no es
avalada por la prueba pericial efectuada en autos, cabe considerar que los peritos emitieron su dictamen de
conformidad con las constancias que emergen del libro de guardia donde no se asentaban las curaciones que se
efectuaban a Reynoso.
IV.- Agravios.
Contra dicha decisión se alzan los demandados, cuyos agravios se centran esencialmente en la valoración
que efectúa el a quo de la prueba producida, al basar su pronunciamiento en los testimonios brindados en autos
que fueran impugnados por la accionada, sin considerar siquiera la prueba pericial médica elaborada por cuatro
médicos especialistas, quienes resultan contestes en que el Dr. A. cumplimentó un accionar idóneo frente al
cuadro que presentaba el paciente; siendo éste quien no acató las prescripción de control postoperatorio al
egreso del nosocomio, ni con los indicados en la consulta de Cirugía efectuada por Reynoso el 20 de agosto de
1996.
Sostienen que en tales condiciones, el abandono terapéutico del paciente (conforme historial clínico)
impidió al galeno desarrollar una conducta médica acorde al cuadro.
Concluyen en definitiva que el a quo hizo una aplicación errónea, parcial y esencialmente arbitraria de los
preceptos legales y de las probanzas de autos (pericial, documental y testimonial) sin establecer el origen del
daño, la culpa del profesional, mucho menos el factor de atribución y la antijuridicidad.
Solicitan en función de las comprobaciones y evidencias expuestas en las distintas memorias, se revoque la
sentencia recurrida y se rechace la demanda en todas sus partes.
V.- Cabe en primer término señalar, respecto de la nulidad de la sentencia que plantea el codemandado A.,
que la nulidad de un fallo sólo procede cuando adolece de vicios o defectos de forma que lo descalifican como
acto jurisdiccional válido, es decir, cuando se ha pronunciado sin sujeción a los requisitos de tiempo, lugar o
forma prescriptos por la ley adjetiva, lo que no se advierte en la especie respecto del pronunciamiento en crisis.
Los errores "in iudicando", en cambio, pueden ser reparados por medio de los recursos de apelación, hipótesis
en que el tribunal de Alzada puede examinar los hechos y el derecho con plena jurisdicción, debiendo en
consecuencia desestimarse la nulidad peticionada.
VI.- Corresponde en consecuencia el tratamiento de los agravios vertidos, pudiendo destacarse, luego de
realizar un estudio completo y acabado de todas las pruebas agregadas al expediente, analizadas y valorarlas en
conjunto con el prisma de la sana crítica (art. 386 y 477 del CPCC), que los argumentos desarrollados por los
recurrentes en su fundamentación recursiva, permiten conmover las razones que llevaron al a quo a admitir la
demanda, al no encontrar acreditada culpa o negligencia médica en las prestaciones brindadas por los
demandados.
Destaco en tal sentido el derecho elemental del juzgador de no seguir a las partes en todos y cada uno de las
explicaciones que esgrimen en resguardo de sus pretensos derechos, limitándose a escoger entre aquellos que
guardan relación directa con la litis y que revisten sustancial importancia para la justa solución del diferendo
(Conf. Art. 386 del CPCCN; Corte Sup., ED 18-780; CNac. Civ., Sala D, ED20-B-1040; Sup. Corte de Bs. As.,
ED 105-173; esta Sala, Expte. 114.223/98 entre muchos otros).
En el terreno de la responsabilidad médica, la doctrina y jurisprudencia nacional acepta en forma
prácticamente unánime que la responsabilidad de los médicos debe encuadrarse en las reglas del
incumplimiento de las obligaciones y no en la de los hechos ilícitos, salvo la hipótesis de delito de derecho
criminal, como que se encuentra sometida a los principios generales de las obligaciones que enuncian el artículo
499 y siguientes y especialmente 512, 519, 520 y 521 del Código Civil (ver en este sentido: Bueres,
"Responsabilidad civil de los médicos", p. 74; Bustamante Alsina, "Teoría general de la responsabilidad civil",
p. 394, N° 1370; Kemelmajer de Carlucci en Belluscio-Zannoni, "Código Civil comentado, anotado y
concordado", t. 5, p. 369, N° 20; Mosset Iturraspe, "Responsabilidad civil del médico", p. 97, N° 2, Salvat
"Responsabilidad civil de los médicos" LL 8-Sec. Doctrina 9; Colombo, "En torno a la responsabilidad civil de
los médicos", en LL Tº 36-p. 794; Alsina Atienza "La carga de la prueba en la responsabilidad del médico-
Obligaciones de medio y de resultado" en JA 1958-III-p. 587; JA 74-p. 525; ED Tº 39 p. 480; ED 74-p. 563_ JA

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1965-III- p. 67; LL 115-p. 106; ED 43-p. 337; Acuña Anzorena, "Estudios sobre la responsabilidad civil" p.
197; De Gasperi y Morello A.M. "Tratado de Derecho Civil" Tº IV pgs. 452/4; Goldschimidt "Alrededor de la
responsabilidad civil del médico" en LL Tº 59-p. 273; J.J. Llambías- Raffo Benegas y Sassot R.A. "Compendio
del Derecho Civil-Obligaciones" 1º Edición p. 859: A. Alterini, O. Ameal, J.R. López Cabana, "Causa de
obligaciones" Bs. As. 1975 Tº II- p. 491 Nº 1862; JA Tº 74-525 Càm. Civ. 2º Cap. Federal con nota de Arturo
Acuña Anzorena; JA 1985-IV- p. 368, Cám. Nac. Civ. Sala G nota del Dr. Burniabran; JA 1983-II- p. 156 y
sgtes., Cám. Nac. Civ. Sala C, voto del Dr. Cifuentes, con profusión de citas doctrinarias; JA 1988-II-p. 30 y
sgts. Cám. 2º Civ. y Com. La Plata, Sala 1º con voto del Dr. Félix Trigo Represas; JA 1980-III-p. 524 y LL
1980-C-p. 294; LL 1976-C-p. 67; LL 1986-A-p. 469).
La culpa debe apreciarse inicialmente en concreto, sobre la naturaleza de la obligación y de las
circunstancias de personas, tiempo y lugar. Las condiciones personales del agente deben ser tenidas en cuenta a
los efectos de estimar el mayor o el menor deber de previsión con arreglo a lo dispuesto por el art. 902 CC- y sin
perjuicio de correlacionar esta norma con la recta interpretación que debe efectuarse en derredor del texto del
art. 909 CC. Con estos elementos concretos el Juez conformará un tipo abstracto de comparación, flexible,
circunstancial, específico, que represente la conducta que debió obrar el agente en la emergencia. Y de la
confrontación entre el actuar real y el actuar debido (idealmente supuesto) surgirá si hubo o no hubo culpa.
(Bueres Alberto J. comentario al art. 512, en Bueres, Alberto J. (dir) Highton, Elena (coord.), "Código Civil y
normas complementarias. Análisis doctrinario y jurisprudencial", ed. Hammurabi, Buenos Aires, 2004, T 2A, p.
151).
Parte de la doctrina sostiene asimismo, que pesa sobre el actor la carga de la prueba de la culpa del médico
con fundamento en que la obligación es en principio de medios y no de resultado, ya que salvo algunos
supuestos excepcionales, el médico no está obligado al restablecimiento de la salud, sino solamente a
procurarla, aplicando todos sus conocimientos y su diligencia (Conf. Llambías "Obligaciones", T I, p.211, n°
171; Bustamante Alsina, "Teoría de la Responsabilidad Civil"; p. 96, n° 1376 y su nota, LL, 1976-C-63 entre
otros).
He sostenido con anterioridad (precedente n° 4.145/01) que tal criterio se encuentra actualmente en crisis en
razón de la vigencia de la teoría de la carga probatoria dinámica que impone la prueba a quien está en mejores
condiciones de producirla, caso contrario puede originar una presunción en su contra. En el supuesto de la mala
praxis médica indudablemente no es el damnificado, en la mayoría de los casos, quien ocupa tal posición
ventajosa.
En virtud de dicha teoría, se impone el deber de cooperación que deben asumir los profesionales médicos
cuando son enjuiciados. Ello por cuanto quien se encuentre con aptitud y comodidad para prestar su ayuda a
esclarecer la verdad, debe hacerlo, destacándose asimismo el valor de la presunciones "hominis" que tienen un
papel preponderante en vista a las dificultades probatorias con las que muchas veces se enfrenta el pretensor.
Sin perjuicio de lo expuesto, no puede soslayarse que en los juicios en los que se debate la responsabilidad
médica, la prueba debe versar no sólo sobre el resultado negativo del tratamiento o de la intervención
quirúrgica, sino también sobre los actos u omisiones del profesional que demuestran una actividad negligente,
imprudente o falta de pericia necesaria, pues aquella no queda comprometida si la conducta considerada
reprochable no está probada suficientemente. (CS, 1999/7/06, Schauman de Scaiola, Martha S.c/ Provincia de
Santa Cruz y otro, p. 477).
Por otra parte, las I Jornadas Provinciales de Derecho Civil (Mercedes 1981) señalaron que, en ciertas
hipótesis de prestación médica, es exigible el buen resultado de la actividad.
Cada obligación lleva consigo la obtención de un resultado. El distingo entre obligaciones de medios y
resultados tiene trascendencia, siquiera como elemento ordenador conceptual, pero no constituye "una summa
divissio", ni que sea una varita de virtudes con poderes mágicos para resolver el universo de situaciones
(Alterini, Ameal, López Cabana "Derecho de las Obligaciones", ap. 1217). Por otra parte la vinculación entre la
obligación y la responsabilidad que atañe a las partes no siempre resulta claramente determinable.
En este último sentido se ha dicho que "...no puede dejar de advertirse que tal distinción obligacional
muestra aspectos híbridos en cuanto a la relación médico-paciente pues, si bien es cierto que excede las
posibilidades humanas prometer la salud o la curación total, también lo es que el vínculo se acuerda en la
inteligencia de un resultado-que puede o no darse- pero que se incluye en las previsiones
precontractuales..."(CNac.Civ., Sala B, 11/9/85 in re "O. de A, A. M. c/ Municipalidad de la Ciudad de Buenos
Aires", ED 116-281).
Y ello por cuanto todo proceso de curación o intervención C.ene medios y se dirige a un resultado. De allí
que el medio y el resultado se entrelazan, sin que se pueda establecer entre ambos límites precisos (CNCiv. Sala
H, 7/6/95, causa nº 151722).
En definitiva, en materia de responsabilidad profesional son aplicables los principios para la distribución de

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la carga de la prueba y cuando la responsabilidad se sustenta en la culpa, en orden a las circunstancias del caso,
alcance de la pretensión y defensas, situación privilegiada en materia técnica, etc., el profesional tiene la carga
exclusiva o concurrente de acreditar su diligencia, lo que equivale a demostrar que no tuvo culpa ("Derecho de
daños", Atilio Alterini, Roberto López Cabana, pág. 279).
Por su parte el maestro Agusto Morello con proverbial exactitud considera que nadie puede sentirse afectado
si, por encontrarse en las mejores aptitudes de conocimiento técnico y haber actuado de modo gravitante en el
evento de que se trata, se lo reputa estar en posición para satisfacer la demostración pertinente ("La
Responsabilidad civil de las profesiones liberales y la prueba de la culpa", Rev. La Ley T° 1988-E-pág. 896,
apart. III), en igual sentido Lorenzetti Ricardo "La responsabilidad civil del médico en el Proyecto de
unificación de la legislación civil y comercial" en Rev. La ley T° 1988-B, pág. 904, apart. V).
VII.- Bajo el marco normativo, doctrinario y jurisprudencial mencionado, corresponde analizar la conducta
desplegada por el Dr. A.E. A. en el control post operatorio de la intervención quirúrgica realizada al actor en el
Sanatorio Quilmes, a los fines de establecer la existencia o no de responsabilidad médica en los daños que aquel
padece en la actualidad y que imputa al accionar negligente del demandado.
No se encuentra controvertido que el 30 de abril de 1996 el actor fue intervenido quirúrgicamente en el
mencionado nosocomio a raíz de una hernia inguioescrotal izquierda recidiva, operación que fue llevada a cabo
por el Dr. A...
Tampoco lo es que durante el acta quirúrgico no se presentaron anomalías, siendo dado de alta el 1/5/1996,
con indicación de control por consultorios externos.
Conforme consta en la historia clínica de internación n° 87.205 (fs. 175/86) la hernia evolucionó sin
inconvenientes: "buena evolución. Herida limpia y seca. Cura plana. Abdomen blando... e indoloro...".
Sostuvo no obstante el accionante que dicha herida jamás cicatrizó y que la fístula que hoy padece tiene su
origen en la deficiente y omisiva atención médica prestada por el cirujano que intervino en la misma, quien
también controló el desarrollo de la infección que padece desde la operación.
Señaló el actor en tal sentido, que el Dr. A. le indicó concurrir por consultorios externos para el
correspondiente control, presentando ya un punto de supuración en el tercio superior de la cicatriz, para lo cual
el médico le recomendó aplicación de fomentos calientes sobre la herida, destacando, no obstante, que la
supuración no cesó, teniendo la secreción un olor cada vez más fuerte, convirtiéndose con el tiempo en un olor
fétido.
Manifestó asimismo, que concurrió en innumerables oportunidades a los consultorios externos del sanatorio
demandado (durante tres años aproximadamente), donde fue atendido por el codemandado, quien además de no
solucionarle su problema ni brindarle la debida atención médica, le siguió aconsejando la aplicación de
fomentos calientes, siendo luego derivado a un urólogo por problemas de impotencia sexual.
Finalmente y atento el tiempo transcurrido efectuó una consulta al Dr. C.de Mediprim. SA, quien le
diagnosticó una fístula por hilos sobre cicatriz operatoria de hernoplastía izquierda de 4 años de evolución,
aconsejándole exploración quirúrgica en la herida para extraer el granuloma.
Sin embargo, conforme surge del informe emitido por el nosocomio demandado (fs. 596/97) la única
atención brindada por guardia al actor fue el día 29/4/96 cuando fue internado por su patología de hernia
inguinal izquierda.
Ello contradice lo manifestado por los testigos que depusieron a fs. 322; fs. 325; fs. 333; fs. 335 y fs. 346
(luego volveré sobre estos testimonios), en cuanto sostuvieron que acompañaron en diversas oportunidades al
actor a la guardia del Sanatorio demandado para su atención, debiendo destacarse que en la demanda Reynoso
sostuvo haber sido asistido en consultorios externos y no por guardia.
En este último aspecto y conforme surge de la historia clínica n°101.787 (fs. 97/100), el accionante
concurrió en una sola oportunidad por consultorios externos de cirugía en la etapa postoperatoria (20/8/96), con
diagnóstico de granuloma en cicatriz izquierda, asintomática, sin secreción ni crepitación, con indicación de
tratamiento médico, más control por Consultorio Externo.
Con posterioridad a esa fecha no se registra consulta alguna en consultorios externos de Cirugía, pese a que
nuevamente se había indicado tratamiento médico y control. Sí en cambio múltiples consultas en otras
especialidades: Urología, Cardiología, Oftalmología, Dermatología, Traumatología y Neurocirugía (fs. 236/55).
Conforme certificado agregado a fs. 310/11, en abril de 2000, el actor fue atendido por el Dr. C. de
Mediprim S.A., quien le diagnosticó una fístula por hilos sobre la cicatriz operatoria de hernioplastía izquierda,
siendo operado en el año 2000, persistiendo secreción (historia clínica 19.864 - fs. 298/303).
De las constancias mencionadas surge entonces que la única oportunidad en que el actor concurrió por la

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afección de autos al Sanatorio demandado fue el 20 de agosto de 1996, luego de tres meses y medio de haberse
operado, ocasión en la que se advierte granuloma, pero sin secreción, además de indicarse, control por
consultorios externos.
Las pericias médicas elaboradas a fs. 353/60 por la Dra. A.V.C; a fs. 471/79 por el Comité Científico del
Colegio de Médicos de la Provincia de Buenos Aires y a fs. 518/27 por el Dr. Jorge Raúl P., en coincidencia con
el informe presentado por la consultora médica de la demandada a fs. 518/27, resultan contestes en cuanto a que
la atención brindada por el Dr. A. fue correcta, pudiéndose inferir del historial médico perteneciente al actor,
que éste no cumplió con las indicaciones de control postoperatorio al egreso del Nosocomio, importando ello el
abandono terapéutico por parte del paciente.
Los profesionales mencionados efectúan un análisis de los antecedentes clínicos del accionante acorde a la
descripción efectuada en los párrafos precedentes, en cuando a diagnóstico, intervención quirúrgica sin
complicaciones y control post operatorio, refiriéndose luego a la conducta asumida por el actor respecto al
abandono del tratamiento.
Destaca así la Dra. A.V.C en la pericial fs. 353/60, que se considera que la normalidad que acompaña a
cualquier cirugía es el control post quirúrgico inmediato, que normalmente el mismo paciente quiere y exige,
cuanto menos hasta la extracción de los puntos (aspecto este no controvertido por cuanto el actor sostuvo que el
Dr. A. retiró los puntos de sutura, siendo ello reconocido por dicho codemandado en el responde), destacando
que no es normal que luego de una operación de hernioplastía en la región inguinal izquierda en el año 1996,
persista en el paciente un sector con supuración que no pueda solucionarse hasta el presente, no obstante
tratamiento médicos administrados y permanente consulta a los expertos (tal como sostiene el actor en la
demanda).
Manifiesta asimismo, que de las constancias clínicas se puede inferir que la cicatriz presentaba un
granuloma cerrado, o sea sin fístula al 20/8/96 (fs. 357), indicando que puede ocurrir que un granuloma a nivel
de una cicatriz operatoria se pueda fistulizar meses o en ocasiones años después de una cirugía, no constando
concurrencia alguna del actor con posterioridad a la fecha mencionada.
Coincidentemente, el Comité Médico Científico del Colegio de Médicos de la Provincia de Buenos Aires
sostuvo, en base al análisis de las pruebas documentales, que el paciente desarrolló espontáneamente un
granuloma como rechazo de la sutura quirúrgica, que resulta ser una de las complicaciones mas frecuentes del
tipo de cirugía al que fuera sometido, desplegando posteriormente a partir del granuloma una fístula por hilos
(fs. 471/79).
Destaca que del control asentado en el historial médico, no surge la evidencia de que esa fístula estuviese
presente, en el único control que el cirujano pudo hacer desde el alta nosocomial del paciente, quien no acató la
indicación de control quirúrgico ambulatorio que se le efectuó al egreso del Nosocomio.
En el mismo sentido el Dr. P., médico cirujano general, cuya peritación fue agregada a fs. 518/27,
manifiesta que no es normal que persista una fístula durante 6 años. Habitualmente se indica una exploración de
la cicatriz para solucionar el problema, siendo que no hay constancias en autos que al actor le hayan tomado una
muestra para cultivo y antibiograma y se haya diagnosticado pus y presencia de gérmenes, destacando asimismo
que un granuloma a nivel de una cicatriz operatoria se puede fistulizar meses o en ocasiones años después de
una cirugía.
Explica el citado profesional, que cuando los puntos de sutura no son bien tolerados, se forma una reacción
inflamatoria, un granuloma, con una supuración aséptica que busca salir por la cicatriz de la herida operatoria.
Esta cicatriz se abre y drena un líquido que, eventualmente, puede infectarse (supuración). Generalmente este
mecanismo de material mal tolerado, más líquido reaccional que sale al exterior (trayecto fistuloso) se mantiene
hasta que se abre la herida ampliamente, se ubica el material mal tolerado y se retira, cerrando nuevamente la
herida operatoria.
Agrega, que a los tres meses de la intervención consta un control donde informa que el paciente presentaba
una granuloma cerrado, es decir, que aun no se había fistulado, contradiciendo lo sostenido en la demanda en
cuanto se señala que la herida nunca cerró.
Indica que seguramente se trató de un granuloma o de una reacción a la malla, tratándose de un proceso
lento, resultando verosímil que a los tres meses de llevada a cabo la intervención el granuloma se encuentre
cerrado.
Pone de resalto luego un punto que a mi criterio resulta trascendente: en todos los controles de los diferentes
servicios, nunca se hizo mención a que el actor tuviese problemas con su cicatriz quirúrgica, especialmente en
urología, donde se debe inevitablemente estudiar la zona genital y adyacencias.
En orden a ello destaca que de acuerdo a las historias clínicas obrantes en autos, el actor estuvo en
permanente tratamiento por Cardiología (HTA); por disfunción sexual, por Urología, por Dermatología, por

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Oftalmología y por Otorrinolaringología y en ningún informe se menciona la fístula como un motivo de
patología. No hay constancia de molestias en la herida operatoria o tumefacción o fístula con material fétido,
siendo, como señalara, que el urólogo inevitablemente estudia la región en cuestión, reiterando que sí la
secreción era maloliente debería haber quedado registrada en la HC.
Tampoco consta esta última circunstancia en las consultas que realizara al Dr. C. (fs. 303), no existiendo en
la documental de autos mención de fetidez, ni de cultivos y antibiogramas del líquido proveniente de la cicatriz,
para determinar presencia bacteriana.
Señala asimismo que no parece verosímil que el actor estuviese durante un plazo de tres años con fomentos
calientes, sin que haya tenido repercusión a nivel de la piel; ni tampoco que haya tenido paciencia para seguir
haciéndolo luego de consultar al Dr. C. en 1998, ni que Dr. A. lo haya estado conteniendo durante 3 años,
cuando fácilmente pudo programar una reintervención y solucionar el problema, agregando que la impotencia
sexual por la fetidez de la secreción que sostiene el actor, sería motivo suficiente para exigir un tratamiento
inmediato y solucionar su disfunción.
Tanto la Dra. C., el Dr. P., como el Comité Científico de Médicos, destacan que el cirujano no puede
controlar las eventuales complicaciones que se produzcan, si el paciente no cumple con los controles
postoperatorios, concluyendo de conformidad a la documentación agregada en autos que hubo abandono
terapéutico del actor, habiendo cumplimentado el Dr. A. un accionar idóneo frente al cuadro que presentaba
aquel (fs. 478, fs. 359 vta.).
Que dado que la última consulta con el Dr. A. se efectuó según prueba documental el 20/8/96, la situación
clínica posterior y actual que pueda presentar el accionante, no es imputable al accionar del galeno, quien actuó
de acuerdo a normas de la especialidad, y que en las condiciones dadas no pudo seguir, controlar o influir en la
evolución del granuloma y su posterior fistulización (fs. 524).
Las conclusiones a que arribaran los citados facultativos coinciden con las elaboradas por la consultora
técnica de la demandada a fs. 498/524.
La prueba pericial médica adquiere en tal sentido una gran relevancia.
En efecto, quien sino un profesional de la medicina para arrimar al conocimiento del magistrado, aquellos
aspectos técnicos que son extraños a éste y de dominio de los galenos.
En orden a ello debe destacarse, que si bien el dictamen pericial no obliga al Juez, cuando éste está
suficientemente fundado y uniforme en sus conclusiones debe acordársele valor probatorio. La sana crítica
aconseja seguir el dictamen pericial cuando no se oponen a ello argumentos científicos y técnicos, legalmente
bien fundados, por lo que debe reconocerse plena validez a este tipo de prueba que recae sobre hechos
controvertidos substancialmente técnicos para cuya valoración se requieren conocimientos especiales, pudiendo
sus conclusiones solo ser enervadas por fundadas razones científicas y no por la mera opinión discordante de
profanos en la materia o sobre la base de meras divergencias subjetivas.
En ese orden, las constancias de las historias clínicas y las conclusiones a que arriban los galenos, que
demuestran acabadamente la falta de cumplimiento del accionante de las prescripciones médicas en el control
postoperatorio, impide otorgar eficacia probatoria a los testigos que deponen en autos (Córdoba a fs. 322; Pelay
a fs. 325; Sosa a fs. 333-; Soto a fs. 335 y Ortiz a fs. 346), que fueran impugnados a fs. 338.
En primer lugar porque los testigos relatan haber acompañado en innumerables ocasiones al actor a la
guardia del Sanatorio, cuando el propio Reynoso en la demanda sostuvo haber concurrido por consultorios
externos, más allá de no existir de todos modos constancia alguna de atención del actor ni por guardia ni por
consultorios externos en la etapa postoperatoria, salvo la ya indicada del 20/8/96, oportunidad en que presentaba
un granuloma cerrado, es decir sin secreción, lo que impide asimismo sostener, que con anterioridad a esa fecha
la cicatriz que presentaba el actor tuviera secreción y/o supuración, tal como sostuvo en la demanda.
Adviértase que el testigo Córdoba manifestó haber acompañado al actor por guardia durante cuatro años,
dos o tres veces por mes. Sosa dijo asimismo haber ido con aquel, unas quince o veinte veces, durante tres o
cuatro años. Soto señaló haberlo hecho durante por lo menos cuatro años, a razón de una o dos veces por mes.
En el mismo sentido depone Ortiz, al manifestar que acompañó al accionante a la guardia durante cuatro años,
dos veces por mes, destacando que siempre lo hacían por la mañana, por guardia, siendo atendido por el Dr. A...
Sostener, con fundamento en los mencionados testimonios, que el actor concurrió a la guardia del Sanatorio
Quilmes para ser atendido por el Dr. A., durante cuatro años, a razón de tres o cuatro veces por semana y
siempre acompañado por alguno de los testigos, sin que ninguna de dichas consultas quedara asentada en la
historia clínica, cuando precisamente surgen innumerables atenciones por otras especialidades, en las que
además no se hace ninguna mención a la herida con infección, supuración y/u olor fétido, no resulta
lógicamente sustentable.

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Tampoco resulta verosímil, tal como parecen sostener los deponentes, que el médico cirujano interviniente
en la operación estuviese siempre presente en la guardia para efectuar el control del paciente, cuando el
seguimiento postoperatorio se encontraba indicado por consultorios externos, quedando reservadas las guardias
(atendidas por médicos de guardia) para emergencias.
Más llamativo resulta comprender como pudo el paciente tolerar durante cuatro años una atención
prácticamente diaria sin obtener ninguna solución a su problema, cuando los médicos resultan contestes en que
la afección padecida por aquel, es una de las complicaciones más frecuentes del tipo de cirugía al que fuera
sometido, apareciendo claramente indicado una reintervención quirúrgica a fin de extraer el granuloma (fs.
471/79 y fs. 528/27).
No advierto entonces, a través de las constancias médicas analizadas, que las secuelas actuales que presenta
el actor puedan atribuirse a culpa o negligencia en la atención médica dispensada al mismo en el control
postoperatorio, si se tiene en cuenta que una vez operado y externado, el paciente debe cumplir con las
indicaciones del médico tratante hasta que le de el alta. El proceso de cicatrización tanto externo como interno
demanda al menos seis meses, lapso que debe estar el paciente bajo vigilancia médica periódica (fs. 524), siendo
que el actor al no concurrir a los controles hizo abandono del tratamiento (fs. 477; fs. 524 y fs. 359), no
pudiendo enervar los testimonios mencionados, las claras aseveraciones que surgen de las historias clínicas y de
los dictámenes médicos.
En tal sentido, no cabe hacer responsable al profesional médico de dicho incumplimiento terapéutico, ni del
control evolutivo del paciente y las complicaciones que se produzcan como consecuencia de esos
incumplimientos (fs. 477).
A esa y no otra decisión puedo arribar, después del estudio meduloso y objetivo de la causa, ya que lo
manifestado por los testigos no encuentra sustento alguno en la prueba documental y pericial obrante en la
causa.
Finalmente cabe destacar que la responsabilidad profesional sólo aparece si puede establecerse la conexión
causal adecuada entre una acción u omisión y el daño, este debe haber sido causado u ocasionado por aquélla
(Sup. Corte de Bs. As., "Martínez Paula c/ Poncet Lidya y otros" del 7/02/01).
Se ha dicho así que, para establecer la causa de un daño es necesario hacer un juicio de probabilidad
determinando que aquél se halla en conexión causal adecuada con el acto ilícito, o sea, que el efecto dañoso es
el que debía resultar normalmente de la acción u acción antijurídica, según el orden natural ordinario de las
cosas (art. 901 CC). Vale decir que el vínculo de causalidad exige una relación efectiva y adecuada entre una
acción u omisión y el daño. Este debe haber sido causado u ocasionado por aquella (Sup. Corte Bs. As., "Pérez,
Milton R. c/ Clínica Central y otros", 22/12/92).
Pero lo cierto es como bien sostiene el Dr. Bueres en "Responsabilidad Civil de los Médicos", pág. 58/59,
que aun cuando pueda afirmarse que se han aligerado las exigencias para que quede revelada la aludida
imputación física o material y, asimismo, se presumen en ciertos casos y en cierta medida la adecuación de las
consecuencias o la producción de ciertos daños, no lo es menos que la simplificación de la prueba del nexo
causal no puede llegar a extremos donde probado el daño, pueda llegar a imputarse responsabilidad a un actuar
médico no ligado al daño probado.
Por el contrario, la conducta desplegada por los galenos se ajustó a los principios científicos que le imponían
el ejercicio de la actividad médica, actuando con la previsibilidad media que prevé el artículo 512 del Cód.
Civil, cuyo desempeño estuvo ajustado a los principios de la ciencia y el arte de curar de la especialidad.
En la medida que no ha sido acreditada culpa médica en el accionar del Dr. A., no cabe tampoco atribuir
responsabilidad a los restantes codemandados, Sanatorio Quilmes S.A. y Obra Social Conductores de
Transporte Colectivos de Pasajeros (UTA).
Por último y en atención a la forma en que se resuelve, se torna abstracto el tratamiento de los agravios
vertidos por los recurrentes respecto de la cuenta indemnizatoria.
Por las razones expuestas, propongo al Acuerdo revocar la sentencia apelada, desestimándose la demanda
deducida por Sergio Demetrio Reynoso contra A.E. A., Sanatorio Quilmes S.A.; Obra Social Conductores de
Transporte Colectivos de Pasajeros (UTA) y Omega Cooperativa de Seguros Limitada, imponiéndose las costas
de ambas instancias a cargo de la parte actora (art. 68 del CPCC).
El Dr. Galmarini dijo:
En términos generales coincido con el enfoque y fundamentación jurídica desarrollado en el voto del Dr.
Ameal. Sobre este aspecto sólo formularé las siguientes aclaraciones.
He sostenido que el principio aun rector en materia de responsabilidad médica es el de que incumbe a quien
ha sufrido un daño acreditar la relación causal entre la actuación del médico y ese daño, y que el profesional

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actuó con impericia, imprudencia o negligencia (CNCiv. Sala C, noviembre 11/1999, "Arnedo de Camera Marta
c/ Heinsius Ricardo Juan y otros s/daños y perjuicios" L. 271.739; Sala F, septiembre 23/2004, "Amato
Eleonora c/ Guerrieri Claudio Juan s/daños y perjuicios", L. 393.530).
Aun entre quienes propician el criterio de las cargas probatorias dinámicas, se ha advertido que en materia
de responsabilidad civil de los profesionales del arte de curar no existen presunciones legales —generales— de
culpa. Esto significa que no existe una inversión general de la carga de la prueba, de ahí se ha entendido que la
regla es que al paciente le corresponde cumplir con el imperativo procesal. Frente a las dificultades que a veces
se presentan para lograr esa prueba, en esta materia cobran valor las presunciones (Roberto Vázquez Ferreyra,
"Prueba de la culpa médica", p. 112, ed. Hammurabi, Bs. As., 1991), pero, como pone de resalto este autor, esto
no significa que el paciente puede adoptar una posición más cómoda en la C.enda, pues a él le corresponde
probar todos los hechos indiciarios que luego formarán en el juez la convicción que lo lleve a tener por probada
—por presunción hominis— la culpa galénica (op. y loc. cit.). No obstante lo cual tanto el profesional médico
como los establecimientos asistenciales y las obras sociales también deben adoptar una actuación positiva
contribuyendo en aportar aquellos elementos de convicción con respecto a los cuales se encuentran en mejores
condiciones de presentarlos, y de acreditar aquellas circunstancias invocadas en su defensa.
Asimismo se ha resuelto que no basta para generar responsabilidad el hecho de que se presente la relación
causal fáctica entre el acto médico y la lesión de él derivada, pues descartada la impericia, imprudencia o
negligencia que configuran la culpa, el acto médico de efectos no queridos, resulta jurídicamente inculpable e
inimputable para el profesional, dado que no media antijuridicidad cuando se actúa con la diligencia que era
exigible según la oportunidad terapéutica o sea según las circunstancias de las personas, tiempo y lugar (CNCiv.
Sala L, noviembre 26/1992, "Manzur Jamis, Roberto M. c/ Juri, José s/daños y perjuicios", Lexis n° 10/5993,
sumarios).
Concordantemente se ha entendido que no basta con revelar la mera infracción "estructural", o sea, la
causación del daño médico, para deducir "sic et simpliciter" el elemento subjetivo (culpa), a menos que la ley
estableciera lo contrario, cosa que no sucede en el derecho positivo, sentando por la sola presencia del daño una
presunción "relativa" de culpa que desplazase hacia el demandado la carga de probar su no culpa (o falta de
culpa), o bien el caso fortuito (CNCiv. Sala D, julio 16/1998, "Contreras, Juan C. c/ Municipalidad de la Ciudad
de Buenos Aires", J.A. T. 1999-II, p. 496/501, voto del Dr. Bueres).
Con estas aclaraciones adhiero plenamente a los fundamentos desarrollados en el voto del distinguido colega
Dr. Ameal, quien realiza un exhaustivo examen de la prueba producida, cuya acertada apreciación de las
declaraciones testimoniales, según las reglas de la sana crítica, llevan a concluir que resultan insuficientes para
desvirtuar el contenido de la prueba documental y especialmente de la prueba pericial y dictámenes médicos,
que sustentan la inexistencia en el caso de culpa médica y la falta de relación causal entre el actuar del médico y
el daño invocado.
Y visto: lo deliberado y conclusiones establecidas en el Acuerdo trascripto precedentemente, por mayoría de
votos, el Tribunal decide: revocar la sentencia apelada, desestimándose la demanda deducida por Sergio
Demetrio Reynoso contra A.E. A., Sanatorio Quilmes S.A.; Obra Social Conductores de Transporte Colectivos
de Pasajeros (UTA) y Omega Cooperativa de Seguros Limitada, imponiéndose las costas de ambas instancias a
cargo de la parte actora (art. 68 del CPCC).
De conformidad con lo dispuesto en el art. 279 del Código Procesal, arts. 6, 7, 9, 37, 38 y ccds. de la ley
21.839 y su modificatoria ley 24.432, art.3° del decreto ley 16.638/57, decreto 1465/07 y trabajos realizados por
los letrados intervinientes en autos y peritos; se regulan los honorarios del Dr. J. M. M. y Dra. S. E. A. en
conjunto en la suma de $21.930.-; los de la Dra. P. M. M. en la suma de $3.225.-; los del Dr. J.C. A. en la suma
de $400.-; los de la Dra. L. K. M. en la suma de $27.950.-; los de la Dra. M. I.K. en la suma de $27.150.-; los
del Dr. S. A.P. en la suma de $400.-; los del Dr. M. P. en la suma de $400.-; los del Dr. E. L. M. en la suma de
$32.250.-; los de la Dra. A. V. C., Lic. A. C., Cont. D. A. C., Dra. C. M. B. y los del Dr. J. R.P. en la suma de
$6.450.- para cada uno y los del Dr. G. H. en la suma de $1.200.
Atento lo normado en el art. 14 de la ley 21.839 y su modificatoria ley 24.432, se regulan los honorarios del
Dr. E. M.en la suma de $11.290.-; los de la Dra. M. I. K. en la suma de $9.800.- y los de la Dra. L. M. en la
suma de $9.800.
Se deja constancia que el Dr. Mayo no firma la presente por hallarse en uso de licencia (art. 22 RLMF y
EJN).-Oscar J. Ameal.- José L. Galmarini. – Camilo Almeida Pons

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