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Cuentos sobre nuestras cuentas claras

En días pasados Dejusticia, de la cual hago parte, recibió fuertes críticas, incluso
ataques, por la publicación de nuestro informe Cuentas Claras, en donde
abordamos la labor que debería realizar la Comisión de Esclarecimiento de la
Verdad (CEV) frente a la complicidad de ciertos empresarios con crímenes
cometidos durante el conflicto armado. Respondo a esas críticas del
profesor Gustavo Duncan y de los columnistas Mauricio Botero Caicedo y Jorge
Humberto Botero.
Los tres comparten tres objeciones: i) que el informe ignora o minimiza que los
empresarios fueron también víctimas; y, por el contrario, ii) exagera la
complicidad empresarial criminal; y que, por ello, iii) propugna una
interpretación del conflicto armado colombiano, como una guerra de clase en
donde los empresarios criminales se enfrentaron a una guerrilla que
representaba los intereses populares. A partir de esas críticas, los dos Botero van
más lejos y cuestionan nuestros propósitos y nuestra financiación: seríamos,
según Botero Caicedo, una organización al servicio del multimillonario Soros, con
un propósito semejante a la guerrilla: lograr un “cambio de modelo que implica
pasar por encima del cadáver del sector empresarial”.

No voy a responder a esos últimos

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