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Antigüedad – II.

Filosofía ática

tarde Alejandro de Afrodisia), y saca de allí la esencia ideal, el concepto.


Ésta estaba potencialmente en las imágenes (fant£smata). Y por la actua-
ción del no‡j activo, creador, se hace actual lo que solamente era potencial.
El no‡j no piensa sin imágenes, pero su actuación es enteramente propia
y espontánea, a base de su peculiar actividad, con la que hace al espíritu
actualmente consciente de la «quididad» en cuestión. A la manera del artista
que con su acción creadora sobre la materia informe saca lo que potencial-
mente estaba en ella; o como la luz, que es la que hace visibles los colores.
Así pues, el no‡j formador de conceptos suprasensibles es a su manera un
principio creador, que por sí mismo, sin depender para ello del influjo
determinante de la imagen, que solo ofrece el material bruto, desarrolla la
esencia conceptual; pues es él, en cuanto a su ser, todo «inmixto, separado,
impasible y activo». Y este entendimiento activo es por ello algo eterno e
inmortal (De anima, G, 5).
¿Abstracción o intuición de la esencia? Aristóteles utilizó ya la palabra
«abstracción» (¢feleãn) para explicar el origen de las species intelligibiles a
partir de las species sensibiles. Y también aquí, para explicar la actividad del
no‡j se ha hablado de una «facultad abstractiva», y en este sentido se ha
interpretado el origen de los conceptos suprasensibles. Efectivamente, hay
aquí un sacar y un abstraer. Pero de ningún modo habrá que equiparar la
abstracción aristotélica con la abstracción del moderno empirismo psico-
lógico, para el cual el concepto general no pasa de ser un remanente de
ciertas operaciones psicológicas, una representación sensible, resultante
de podar notas circunstanciales de tiempo, lugar, existencia individual,
etcétera. En Aristóteles el concepto universal es un l“goj t¡j oŸsÖaj. El trán-
sito de la sustancia segunda a la primera no implica en Aristóteles ningún
nominalismo. El eçdoj sigue siendo gnwrimËteron, y como tal es pr“teron
tÕ f⁄sei, justamente por ello «tocado» (qigeãn) por el no‡j. Por ello existe
para Aristóteles una metafísica, que en Locke y Hume ya no existirá. En
la abstracción aristotélica, el concepto aparece, en determinado momento,
como un algo óntico ya hecho y acabado que brota, posiblemente, de una
sola percepción; lo universal no se deduce de un proceso comparativo, sino
que se aprehende en una especial «iluminación». La esencia universal brilla
de pronto bajo el efecto iluminador de la actividad del no‡j como el color al
ser iluminado por los rayos del sol. Por todo esto debería usarse con cierta
cautela el término «abstracción» y no aplicarse, sin más, a Aristóteles. Su
abstracción es verdaderamente una «intuición de esencia», una abstracción
obtenida, por decirlo así, intuitivamente.
Pero lo capital es que el conocimiento sensible no es aquí más causa
del concepto que en Platón. Es a lo más causa material, y por ello no tiene
capacidad para actuar al no‡j. Aun siendo en extremo parcos los datos que
Aristóteles nos ofrece sobre el entendimiento agente en el De anima, G, 5,

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