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Lucy

por Vicente Manzano-Arrondo

Breve sinopsis
Una joven occidental se ve obligada a transportar una bolsa de droga de última generación en
su cuerpo desde Corea. La bolsa se rompe. El contenido se vierte en su cuerpo y desata un
funcionamiento cerebral que le confiere poderes sobre sí misma y el entorno. Ella busca respuestas y
los traficantes la buscan a ella.

Breve crítica
Sobre una estructura de acción a base de tópicos, se vierten matices que intentan sin éxito
dar más profundidad a una película que no tiene ninguna.

Datos
• Lucy
• Producción de 2014 (Europa Corp, TF1 Films Production y Universal Pictures)
• Guión y dirección de Luc Besson
• Protagonizada por Scarlett Johansson y Morgan Freeman.

Viaje psicodélico en el tiempo


En 1974, Donald Johanson descubrió en Etiopía el esqueleto de un homínido femenino al que
nombró Lucy. Esta australopitecus afarensis murió hace tres millones y medio de años. Lucy adquirió
una fama que no ha sido superada, considerada entonces el primer homínido. La cuestión sobre cuál
fue realmente el primer homínido es controvertida. Solo sabemos con seguridad que se gestó en
África. Se acepta su existencia de hace unos siete millones de años, pero esto no basta para
identificar si de los restos de homínidos encontrados se deriva la actual humanidad. En cualquier
caso, para los no doctos en la materia, Lucy consta como la mamá de todo el mundo. Una película no
es ciencia, es una forma de comunicar. Quienes las construyen acuden fácilmente a lo que se
comparte, sea cierto o no. No hay otro símbolo como Lucy para expresar el concepto primer
antepasado, lo más parecido a Adán o a Eva.
El equipo de Donald escogió Lucy por una casualidad. La noche anterior al descubrimiento
escucharon y cantaron juntos la pieza de 1967 de los Beatles Lucy in the sky with diamons (Lucy en el
cielo con diamantes). El título de la canción fue tomado literalmente de un dibujo hecho por el hijo
de John Lenon. El hecho de que relate un viaje alucinógeno facilitó que se interpretara el título como
un guiño al acrónimo LSD (Lucy in de Sky with Diamons). Los Beatles desmintieron esto. De nuevo, no
importa si es cierto o no que la canción es droga. Lo relevante aquí es lo que se comparte. Por cierto,
en la letra habla de una chica (Lucy) cuyo viaje se lleva en parte en el asiento trasero de un taxi.
El LSD (dietilamida de ácido lisérgico), también conocida como ácido, se puso de moda en el
movimiento contracultural de los años 60. No parece producir adicción física, pero sí fuertes efectos
psicológicos, como alucinaciones, distorsión del tiempo y disolución del yo.
La película juega con estos elementos. En sí es como un viaje psicodélico, con un final donde
el tiempo aparece como lo único relevante y es sujeto a la merced de la protagonista, cuya identidad
queda sensiblemente distorsionada para sí misma. Se llama Lucy. Pero no es la primera, sino la
última. Representa el culmen de la evolución, el homo divinus, que gracias a dominar el 100% de su
cerebro ha saltado a la categoría de Dios, controlando todo porque es capaz de jugar con el tiempo.
Como termina diciendo “Estoy en todas partes”. Ambas Lucys se encuentran para parodiar el
alumbramiento de Adán (Lucy australopiteca) por Dios (Lucy occidental) con el tacto insinuado de sus

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dedos índice, tal y como lo representó Miguel Ángel en su célebre obra de la Capilla Sixtina.

Tópicos
La película rebosa tópicos. No puede ser de otro modo. Este tipo de cintas intenta contectar
rápido y sin excepciones con un público que no desea que le hagan pensar, sino pasar un rato
entretenido que tal como viene se va. Lo más meritorio de este film es que adorna de tal modo el
relato que da la impresión de contar con una profundidad de análisis y reflexión que en la práctica es
absolutamente nula. Quien asiste a la sala puede, con ello, salir con la sorprendente sensación poco
más o menos de haber disfrutado con una pieza intelectual.
• La debilidad es simbolizada por mujeres jóvenes y guapas, cuando no por niños. La mujer
joven y guapa permite dos efectos inviables con niños. Por un lado, estimulan el deseo sexual,
muy asociado con el instinto de posesión que, a su vez, se asocia con la evitación de
posesiones externas. El espectador odia a cualquier hombre que amenace con poseer a Lucy
y, por extensión, la dañe. Este recurso se explota incansablemente cuando se desea generar
odio hacia los malos, sistemáticamente ocupados en dañar a seres débiles desde el primer
momento de este tipo de películas. Si la protagonista fuera vieja o fea, el efecto
desaparecería. Este efecto, además, aumenta de importancia cuanto más se abusa de
consumir estas películas. El otro recurso inviable con niños es la mutación hacia heroina. Es
más verosímil asumir la existencia de una mujer justiciera a través de la acción física que no
en alguien de pocos años de edad. Es la rebelión de los débiles, una conexión muy potente
sobre los problemas de frustración y autoestima de espectadores educados en que solo valen
quienes han triunfado por encima de los demás.
• La justicia se ejerce a través de las armas. Es de una incoherencia difícil de soportar que una
persona con el poder de mover objetos y humanos sin tocarlos, necesite acudir a la función
de feria de escopetas y pistolas. Pero es necesario para comunicarse con espectadores ya
adoctrinados en la relación justicia-violencia. En toneladas de películas, como ocurre con
esta, la violencia se presenta como el único remedio para terminar, precisamente, con la
violencia. Para ello hay que distinguir entre violencia buena y violencia mala. La única forma
de conseguirlo es atender a quién la ejerce. Lucy es la buena. El mafioso y su grupo son los
malos. La nacionalidad del director justifica la aparición, dentro de los buenos, de la policía
francesa, que igualmente ha de enfrentarse al mal a pistoletazo puro.
• La ciencia es una cándida poderosa. Cansinamente, las abundantes películas de este corte
utilizan a la ciencia como suministradora de recursos muy potentes que no es capaz de
gestionar. Los malos acuden a ella para hacer el mal. Los buenos, para hacer el bien y para
luchar contra el mal. En la cinta, la ciencia mala genera la droga de diseño; mientras que la
ciencia buena diserta sobre el potencial del cerebro humano. Como también es tópico, la
ciencia es una cuestión occidental, por lo que ambos personajes están representados por
occidentales, si bien se ha cuidado de que el negro esté en el bando bueno y el blanco en el
malo. La elección del malo es también poco original. El banco de recursos para ello,
mayoritariamente formado por árabes musulmanes e hispanos católicos, ocasionalmente
suministra malos rusos (o de su área de influencia), chinos o coreanos, como ocurre en esta
ocasión. Una pequeña licencia original es saltarse el hábito de que el malo-malísimo es el
único del bando de los malos que domina el idioma civilizado. En este caso no ocurre.
• La carrera destructiva en coche. En la transición española se observó el fenómeno del cine de
destape. En una entrevista, Andrés Pajares relataba que al finalizar una película se dieron
cuenta que no aparecía ningún desnudo. Para corregirlo, grabaron e insertaron unos breves
minutos en los que, con la excusa de hacer una fotografía para un carnet, se les indicaba a dos
extranjeras ingenuas que se desnudaran. Una película tópica de acción ha de incluir una

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trepidante carrera en coche, habitualmente una persecución donde el bueno va tras el malo,
en el que se generan destrozos y múltiples accidentes. Es una incertidumbre de mentirijillas,
un acuerdo implícito entre guión y espectador, donde se sabe que los visibles (buenos y
malos) seguirán en la misma situación tras la carrera, mientras que los extras ponen los
muertos. En la cinta, puede calcularse en torno a tres o cuatro docenas de muertos inocentes
e ignorantes en la escena en la que Lucy corre hacia el hospital para evitar que los malos se
apropien de las bolsas de droga. Otra gran incoherencia. ¿Dónde deja esta superdotada sus
poderes insondables para decidir que ha de transportarse montada en un coche de cuatro
ruedas matando gente por el camino?

El dilema mesías-extras es lo que más me preocupa de este tipo de cine. Estas películas
utilizan una clasificación en tres bandas: las personas que merecen vivir (los protagonistas buenos),
las personas que merecen morir (los protagonistas malos) y las personas que si viven o mueren nos
trae sinceramente sin cuidado. Los malos son guiados por un líder sin escrúpulos. Los buenos lo son
por un líder mesiánico, iluminado. Cualquiera podría ser malo si prescinde de escrúpulos. Pero solo el
mesías puede ser mesías, solo uno es el elegido, en este caso elegida. Esta insaciable costumbre
refuerza la sensación generalizada de que el mundo se organiza del mismo modo: los buenos, los
malos y los efectos colaterales.

La droga y el cerebro
La posible sensación de haber asistido a un film casi intelectual, si existe se provoca por la
alusión a supuesto conocimiento científico y datos técnicos. Hay dos aspectos irreales abordados en
la película con el sello de una falsa ciencia: los efectos de la droga y el funcionamiento cerebral.
Las personas percibimos a través de los sentidos. Lo que vemos, por ejemplo, es fruto de un
camino largo y complejo. La luz llega a los ojos, donde estos órganos transforman las ondas en
impulsos nerviosos que llegan, a través del nervio óptico, al cerebro. Este es estimulado y en ese
momento “vemos”. Cuando el camino es el descrito, lo que vemos se encuentra fuera. Pero en
algunas ocasiones puede estimularse el cerebro, de tal forma que vemos cosas que no están fuera.
Este es uno de los efectos de algunas drogas, y lo llamamos alucinación. En una alucinación alguien
puede ver a su padre ya fallecido trayéndole una cesta de plátanos. Lo ve, pero no está ocurriendo
más que en su cerebro. Las drogas no tienen efecto fuera de la piel de quien se droga. La historia de
una sustancia que permite a las personas mover objetos a distancia o transformar real y
efectivamente algo en el exterior, puede ser muchas cosas menos ciencia. Drogas hay, además, de
muchos tipos y efectos. El café, la nicotina, las anfetaminas, el cannabis o la cocaína, excitan. El
alcohol, los barbitúricos, el opio o la heroína, deprimen el sistema nervioso. La marihuana o el LSD
provocan alucinaciones.
La expresión “capacidad del cerebro” es difícil de manejar. El cerebro no es un recipiente que
se llene o vacíe. Es un órgano dinámico. Buena parte de su dinamismo lo generan dos procesos
contrapuestos: la progresiva desaparición de neuronas y el progresivo aumento de conexiones entre
ellas. Las conexiones se establecen a lo largo de toda la vida, de tal modo que cada vez hay más
neuronas conectadas con otras. No obstante, las neuronas son células que mueren y son
mayoritariamente no suplantadas, por lo que cada vez tenemos menos neuronas en nuestro cerebro.
Para establecer una afirmación del tipo “utilizamos solo el 10% de nuestra capacidad cerebral”, hay
que partir de que existe un 100% y esto no tiene sentido o puede ser interpretado de múltiples
formas. Por ejemplo, podemos pensar que el 90% del cerebro está inactivo. Esto no es cierto. Lo
utilizamos entero. En caso contrario, podríamos prescindir de partes del cerebro sin notar ningún
efecto. ¿Voluntarios para la prueba? El 100% podría ser que todas las neuronas se conectaran con
todas las demás, algo fisiológicamente imposible. Lo que sí está fuera de toda duda es que cualquier

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método para potenciar el funcionamiento cerebral tiene exclusivamente efectos directos en el
sistema nervioso, e indirectos en aquello que el sistema nervioso influye. En su radio de influencia se
encuentra, por ejemplo, saber más cosas o ejercer mayor control sobre algunos órganos internos,
pero nada de piel para fuera como sería mover objetos sin tocarlos, o modificar el tiempo.

Otros apuntes psicológicos


Vivimos en una sociedad que exige mucho a sus individuos. Cada vez es más contundente la
educación en el éxito, medido en términos de sobresaliencia sobre los demás y adquisición de un
estatus social ecológicamente insostenible. Estas exigencias son inviables salvo para unos pocos. Para
el resto, estas dinámicas guardan la frustración como estado permanente. Psicológicamente es
imposible mantener un estado continuo de insatisfacción, por lo que requerimos válvulas de escape
que constituyen en muchos casos maniobras de entretenimiento. No basta solo con entretener, sino
que resulta más efectivo generar al mismo tiempo una catarsis virtual.
El entretenimiento y la catarsis son dos funciones extendidas del cine de fórmula. Los
problemas sociales o las injusticias no aparecen en pantalla, o bien si aparecen son solucionados en
la propia pantalla (catarsis virtual), de tal modo que en la mente del espectador se instalan
elementos o partículas difusas que alimentan la idea de que vivimos en una sociedad que aborda y
da respuesta a los problemas porque estos terminan siendo solucionados.
Una variante es la profusión de películas de héroes cotidianos con superpoderes. Las cintas
con superhéroes transitan en el terreno del entretenimiento y es fácil desconectar cualquier relación
con el mundo real. Pero cuando se acude a personas con apariencia cotidiana, como ocurre con Lucy,
la identificación es más fácil y puede facilitar una catársis virtual a partir del personaje, un personaje
que siendo débil se hace fuerte y poderoso, sino normal se transforma en sobresaliente, siendo nada
pasa a ser todo. La identificación libra de la frustración, aunque sea de forma incompleta y temporal,
lo que requiere más dosis (más películas).

Fórmula de éxito anglosajona


Luc Besson es francés, lo que cada vez es menos relevante. Su película podría haber sido
generada totalmente en Hollywood por un equipo estadounidense. Algunos guiños en la película
recuperan relevancia para Europa (el protagonismo de la policía francesa o el destino europeo de los
mulos de droga [París, Roma y Berlín]), pero EEUU está presente en sucesivos detalles. El más
relevante se encuentra al final, en una cadena de incoherencias difíciles de encajar. Lucy, en la escena
final, controla el tiempo y navega por el espacio. De este modo, tras pasar por algunos puntos del
planeta termina en el centro: Nueva York. Allí se afianza y retrocede un siglo, para volver a retroceder
otro y enfrentarse a un problema. La costa oeste de EEUU no tiene la riqueza histórica de Asia, por
ejemplo. Si Besson hubiera escogido otro emplazamiento, Lucy podría haber navegado en el tiempo
con más detalle. Al tomar Nueva York, se ve obligado a generar un salto impresionante: de la imagen
de los indios (tal vez siglo XVIII o no muy anterior), visita nada más y nada menos que el Jurásico. De
ahí la siguiente escena es el encuentro con la Lucy mamá de la humanidad. Para ello ha debido dejar
de ir hacia atrás y bobinar hacia delante para ir de hace unos 200 millones de años a hace 3 y medio.
Era necesario para construir el encuentro de las dos Lucys antes de saltar al origen del universo. Esto
habría sido mucho más fácil si Besson utiliza Etiopía. Pero esta coherencia generaría problemas de
conexión con el público, pensado como estadounidense o afín (cada vez más ciudadanos del mundo
estadounidensados).

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